Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Predicar la paz es un crimen Ricardo Flores Magón Trémulo y pálido, inquieta la mirada, colgante el belfo, un hombre se abre paso por entre la multi- tud, y dando tropezones, arrastrando los pies como si fueran de plomo, sube a la tribuna: es el Miedo quien va a hablar. Filosofía de bestias de cuadra es 1 la que predica. La paz es buena, dice; la paz es un gran bien, La vida es dulce y es amable, prosigue; cuidemos, pues, la vida. Momentos antes, altivos tribunos habían sacudido a aquella multitud, y el heroísmo, el arrojo y la re- belde audacia habían hecho vibrar aquellas almas, almas proletarias, espíritus taciturnos de vencidos seculares que, al grito de rebelión, habían sentido levantarse de los más escondidos rincones de su ser el ansia de los héroes, el coraje de los bravos. Un grito más, y aquellos esclavos habrían dejado caer con rabia ese fardo que los encorva y los somete 2 con más efcacia que el presidio y el cadalso: el res- peto a los de arriba. Pero el Miedo se encarama y habla; sus palabras pasan sobre aquellas cabezas como un soplo de invierno; y los entusiasmos se apagan, el ansia ardiente se entumece, y aquellos seres humanos, que habían podido llegar a los um- brales del heroísmo e iban ya a franquear sus puer- tas, abren los ojos con espanto y retroceden para caer de nuevo envilecidos y sumisos a los pies de sus verdugos, repitiendo las palabras malditas: la paz es buena; la paz es un gran bien. 3 Esta es la historia de todos los humanos esfuerzos hacia la libertad y la felicidad. Poniendo en riesgo su vida y su bienestar, habla el apóstol. Los escla- vos se enderezan y escuchan. La vívida palabra del apóstol cae sobre las almas entristecidas por el se- cular dolor como un bálsamo bienhechor. Es un consuelo saber que todos, por el solo hecho de na- cer, tenemos derecho a vivir y a ser felices. ¿No so- mos felices? Es que hay alguien que pone obstácu- los al libre disfrute de la felicidad. Y el apóstol ha- bla entonces del amo, del fraile, del soldado y del gobernante. Estos pesan sobre los proletarios desde 4 que apareció el primer ladrón que dijo: este pedazo de tierra es mío, y desde entonces han moldeado a su antojo la inteligencia humana, amedrentándola unos con el temor al inferno y aterrorizándola otros con el calabozo y la muerte. De aquí deriva el religioso respeto a los de arriba; respeto al fraile que embrutece; respeto al soldado que asesina; res- peto al gobernante que oprime; respeto al amo que vive del trabajo de los parias, y ese respeto prescri- to por las leyes, tan admirablemente dispuestas que con ellas sólo se benefcian los de arriba y se perju- dican los de abajo, oprime a la humanidad, la hace 5 esclava, la hace desgraciada porque quita el dere- cho al libre examen, arrebata la prerrogativa de go- zar de todos los bienes con que nos brinda la natu- raleza, nos tienta la civilización y hace al hombre incapaz de levantar la vista y mirar de frente a sus opresores. Contra ese respeto habla el apóstol y sus palabras son inyecciones de santa soberbia que vigoriza a las multitudes. El deseo de ser libres se apodera y el espíritu de la justicia inmortal parece que al fn se decide a echar sus raíces en el corazón del hombre. Pero viene el Miedo y habla; se sobrecogen de te- 6 rror los corazones; los brazos más frmes dejan caer con desaliento las armas libertarias y de los labios envilecidos brotan una por una las odiosas pala- bras: la vida es dulce y amable; cuidemos, pues, la vida. Y bien, predicar la paz es un crimen. Predicar la paz cuando el tirano nos deshonra imponiéndonos su voluntad; cuando el rico nos extorsiona hasta convertirnos en sus esclavos; cuando el Gobierno, y la Burguesía y el Clero matan toda aspiración y toda esperanza; predicar la paz en tales circunstan- cias es cobarde, es vil, es criminal. La paz con cade- nas es una afrenta que se debe rechazar. Hay paz 7 en la ergástula, hay paz en el cementerio, hay paz en el convento; pero esa paz no es vida; esa paz no enaltece; esa es la paz de Porfrio Díaz, la paz en que medra el eunuco y se prostituye el ciudadano; la paz de los Faraones, la paz de los Czares, la paz de los Césares, la paz de los sátrapas del Oriente. Una paz así, ¡maldita sea! Contra una paz así debemos rebelarnos todos los que todavía andamos en dos pies. La muerte en medio de la Revolución es más dulce que la vida en medio de la opresión. La libertad o la muerte, debe ser nuestro grito, y a su conjuro levantémonos to- 8 dos para aplastar, primero, a los cobardes que pre- dican la paz; en seguida, a los tiranos. Primero a los cobardes, porque ellos son el más se- guro apoyo de todo despotismo y los enemigos más peligrosos de todo progreso. Blasfemia, gritan los cobardes. Sí, bendita blasfemia, responde el re- volucionario; blasfemia creadora; blasfemia viden- te; blasfemia sabia; blasfemia justa. La blasfemia puso sus manos en los altares y los tronos de la Tie- rra, y los hizo pedazos; la blasfemia se elevó al cielo donde otra corte, la celestial, imperaba y la hizo añicos con la razón dejando en su lugar soles mag- 9 nífcos cuya composición química nos dio a cono- cer; la blasfemia rompió el freno con que la igno- rancia tenía fja a la Tierra en un punto del espacio y la echó a rodar en su elipse gloriosa alrededor del Sol; la blasfemia arrancó el rayo de las manos de Jú- piter y lo redujo a prisión en la botella de Leyden, e infatigable y audaz la blasfemia, después de haber llegado al cielo y derribado dioses; después de ha- ber encadenado las fuerzas ciegas de la naturaleza; después de haber descubierto la impostura del de- recho divino de los llamados señores de la Tierra; después de haber escudriñado los mares hasta en- 10 contrar el protoplasma, o sea la más pequeña raíz del árbol zoológico cuyo más bello fruto es el hom- bre, se levanta serena, con la serenidad augusta de la Ciencia, para formular ante el Capital esta senci- lla pregunta: ¿por qué reinas? Obreros de la Revolución: cultivad la irreverencia. [Regeneración, 17 de septiembre de 1910] 11 Los mártires de Chicago Ricardo Flores Magón Camaradas: Apóstoles del pacifsmo; creyentes de la acción po- lítica del proletariado, como el mejor medio para al- canzar la emancipación económica, volved los ojos hacia Chicago, donde cuatro negros zanjones, prac- 12 ticados en la tierra, guardan los restos de cuatro mártires, cuyo silencio es el testimonio elocuente de que la justicia gemirá encadenada mientras no bri- lle el arma en la mano de cada trabajador, y no hier- va en los pechos robustos este formidable senti- miento: ¡Rebeldía! Los cuatro sepulcros donde duermen Spies, Engel, Fischer y Parsons proclaman esta verdad: la razón debe armarse; y esta otra: la violencia contra la violen- cia. 13 No os crucéis de brazos; no pidáis. Pedir es el cri- men del humilde: ¡por eso se le mata! Si se os ha de matar por pedir, ¡mejor tomad! Escuchad lo que os dicen esos cuatro sepulcros: «Aquí guardamos los restos de los mejores de los vuestros. Aquí, en nuestras entrañas sombrías, duermen cuatro hombres generosos que soñaron conquistar el bienestar de la humanidad por la vir- tud de este solo hecho: cruzarse de brazos en la huelga general.» 14 Cruzarse de brazos en la huelga pacífca es tanto como tender el pescuezo para que el verdugo des- cargue el golpe de su hacha. La libertad no se conquista de rodillas, sino de pie, devolviendo golpe por golpe, infringiendo herida por herida, muerte por muerte, humillación por hu- millación, castigo por castigo. Que corra la sangre a torrentes, ya que ella es el precio de su libertad. ¿Qué paso hacia delante, qué progreso, qué adelan- to humano en las relaciones políticas y sociales de los hombres ha tenido éxito sin el grito de rabia de los oprimidos, sin el grito de cólera de los opreso- 15 res, sin el derramamiento generoso de sangre, sinel incendio, reduciendo a cenizas cosas e institucio- nes, sin la catástrofe que bajo sus escombros sepulta cadenas, cetros y altares? ¿De qué se trata? ¿No se trata de destruir, de ani- quilar un sistema que está en pugna abierta con la Naturaleza? Pues bien, el sistema no puede ser des- truido cruzándonos de brazos. Mejor que solicitar del enemigo un favor, ¡aplastémoslo! La burguesía nunca ha de dar. Si un movimiento contra ella toma proporciones que constituyan una amenaza, por pacífco que sea ese movimiento, por tranquila y 16 serenamente que sea conducida la contienda, cuan- do ésta amenace llegar a un punto en que –aun por el mero cruzamiento de brazos puedan caer en los bolsillos de los proletarios unas cuantas monedas más o se disminuya, en unos cuantos minutos de duración la jornada de trabajo– la burguesía, de acuerdo con el gobierno, fabricará un proceso y las cabezas de los más dignos de nuestros hermanos caerán por tierra a los golpes de las hachas de los verdugos. ¡Eso fue lo que pasó en Chicago el 11 de noviembre de 1887! 17 Mexicanos: ni nos crucemos de brazos ni nos con- formemos con mejoras. ¡Todo o nada! ¡Tierra y Li- bertad o muerte! ¡Ser o no ser! La huelga ha pasado de moda: ¡Viva la expropiación! ¡Viva la bandera roja de los libertarios de México! Por el hierro y por el fuego debe ser exterminado lo que por el hierro y por el fuego se sostiene. La fuer- za es el derecho de los hartos: ¡pues que sea la fuer- za el derecho de los hambrientos! Así hablan los re- beldes que en estos momentos en México hacen pe- dazos las leyes solapadoras de los crímenes de los de arriba, incendian los archivos en que duermen 18 los papelotes que amparan el robo de los ricos, eje- cutan a las autoridades defensoras del privilegio y ponen la reata en el pescuezo de los que hasta ayer fueron los amos de los pobres, y gritan al pueblo: Eres libre; organiza por ti mismo la producción y sé feliz, tanto cuanto puedas. ¿Qué es esto, crimen? No: ¡es justicia a secas! Es la justicia que, por ser justicia, no está escrita en leyes. Es la justicia soñada por la especie humana desde que aparecieron entre los pueblos estos tres bandi- dos: El que dijo: esto es mío; el que gritó: ¡Obedeced- 19 me! Y el que, alzando los ojos al cielo, balbuceó hi- pócritamente: Soy el ministro de Dios. Es la justicia, cuyo sentimiento purísimo hace que el corazón se oprima de indignación al ver cómo en las grandes casas de los que nada hacen existe la abun- dancia, y cómo en las casitas de los que todo hacen existe la miseria. Esto es: los bandidos, arriba, go- zando cuanto placer puede imaginarse, mientras los trabajadores, los que sudan, los que se sacrifcan bajo los rayos del sol, entre las tinieblas de las minas, en esos presidios que se llaman barcos y en todos los lugares de explotación, viven en el inferno de la mi- 20 seria, escuchando, en lugar de risas, los sollozos de los niños que tienen hambre. Toda conciencia honrada se subleva ante tanta injusticia amparada por la ley y sostenida por el go- bierno. Contra una injusticia así, sólo existe un re- medio: ¡La rebelión! Pero no la rebelión que tenga por objeto quitar a Pedro para poner en su lugar a Juan, sino la revolución salvadora que vaya hasta el fondo de las cosas, que destruya privilegios, que es- trangule prejuicios, que se encare con lo que hasta aquí era considerado sagrado: el principio de auto- ridad y el derecho de propiedad individual, y, con toda la fuerza de la cólera tragada en silencio du- 21 rante siglos y siglos de miseria y de humillaciones, rotas las cadenas, abiertos los presidios y vibrante intensamente la gran campana de la libertad de la especie humana, aniquilar de una vez y para siem- pre el viejo sistema e implantar el nuevo de Liber- tad, de Igualdad y de Fraternidad. Esto es lo que están haciendo los mexicanos. La re- volución no murió el 26 de mayo con el pacto de dos bandidos. La revolución siguió su marcha por- que no tenía como causa la ambición de un payaso, sino la necesidad largamente sentida por un pueblo despojado de todo. Es el león que ha despertado y lanza a los cuatro vientos, como un reto a la injusti- 22 cia, estas bellas palabras: ¡Tierra y Libertad! Y toma la tierra, incendia las guaridas de sus verdugos, y sobre las humeantes ruinas clava, con puño frme, la bandera de los libres, la gloriosa bandera roja. Contra la ley armada hasta los dientes, el derecho del proletario armado también; contra el fusil, el fusil; contra la tiranía, la barricada y la expropia- ción. ¡Viva la Revolución Social! [Discurso pronunciado en Los Ángeles (Estados Uni- dos), 10 de noviembre de 1911] 23 Ricardo Flores Magón (Oaxaca, México, 16 de septiembre de 1873). Fue el principal referente del Partido Liberal Mexicano, organización comunista anárquica de destacada actuación antes y durante la Revolución Mexicana. Activa tanto en territorio mexicano como estadounidense. Su órgano de difusión fue el periódico Regeneración. Flores Magón fue asesinado en la prisión de Leavenworth, Kansas, el 21 de noviembre de 1922. 24
Compartir