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14 La Huelga del Mono Los anarquistas y las movilizaciones contra el retrato obligatorio (Valparaíso, 1913) eduardo andrés godoy sepúlveda LA HUELGA DEL MONO Los anarquistas y las movilizaciones contra el retrato obligatorio (Valparaíso, 1913) Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda I.S.B.N.: 978-956-358-036-5 Registro de Propiedad Intelectual: N° 244.189 del 8 de agosto del 2014 Diseño y diagramación: Fabian Flores Bernales Producción: Editorial Quimantú editorial@quimantu.cl www.quimantu.cl Santiago de Chile, agosto de 2014 Colección Papeles para Armar / Serie Papel Lustre • PRESENTACIÓN • AGRADECIMIENTOS • INTRODUCCIÓN • CAPÍTULO I Cuestión social y movimiento obrero en Chile • CAPÍTULO II El movimiento obrero y anarquista en Santiago y Valparaíso Los anarquistas en Santiago El ciclo huelguístico del bienio 1912-13 en Valparaíso • CAPÍTULO III La “Huelga del Mono” en Valparaíso Separación del obrero Eleuterio Arce Estallido de la huelga general en Valparaíso Secuestro de Eulogio Otazú y desarrollo de la huelga La deportación de Eulogio Otazú Intentos de conciliación y arbitraje Fin de las movilizaciones El difuso desenlace • CONCLUSIONES • BIBLIOGRAFÍA 6 10 14 32 52 53 73 90 93 114 132 147 162 173 183 186 194 Pág. Índice 6 Todos los días, a cualquier hora del día, en las situaciones más inverosímiles, uno se encuentra en las “redes sociales” con las fotografías de la vida de un montón de personas que definimos como “amigos”. Retratar cada aspecto del cotidiano, compartir imágenes de hijos, nietos, parejas, selfies, e incluso fantasear con que es real esa vida otra que siempre soñamos con tener, y que a través de las trampas de la red global y la tecnología, es más fácil teatralizar. Pocos se cuestionan el sacarse la foto carné’ para el RUT, la iden- tificación del trabajo, la tarjeta de socio y el montón de cosas en que nuestro rostro debe aparecer, casi siempre sin mucha gracia. Es normal reírse con la famosa fotito, que bien adornaría un letrero de “Se Busca”. Y aunque más de una vez sentimos esa molestia incómoda por tener que mostrar el carné’ para que éste dijera que nosotros somos nosotros, como editorial no habíamos dado una discusión seria al respecto hasta que nos llegó este libro a las manos. Fue como darle nombre a la incomodidad, encontrar en este pedacito de historia, bien contada por lo demás, la explicación del por qué nos molestaba tanto exhibicionismo, tanto el de las redes sociales, como el legal, el que nos obliga a poner nuestra imagen en montón de documentos para ratificar nuestra identidad. Presentación 7 Porque hubo un tiempo que un grupo de obreros organizados deci- dieron movilizarse cuando los patrones exigieron el “retrato obligatorio”, porque eso les quitaba dignidad, los marcaba como se marca al ganado, los ponía a la altura del letrero “Se Busca”, y le daba instrumentos a quienes tenían el poder (los mismos de siempre) para perseguirlos, identificarlos y clasificarlos y después tomar acciones poco favorables para el retratado. Eduardo Godoy nos invita a conocer a estos obreros y a aprender de ellos, los pequeños y grandes detalles de esta movilización olvidada de la historia oficial, pero cuyo conocimiento se hace imprescindible en estos nuevos tiempos. Para una editorial como esta, que intenta construirse a escala hu- mana, en donde conversarse un café, reunirnos con tecito y pan para soñar juntos el camino a recorrer, que arma fiestas para encontrarnos, abrazarnos y contarnos cómo vamos, es un orgullo poner a disposición esta investigación histórica, que cumple una de las premisas básicas de nuestras publicaciones, nos permite sentir la realidad. editorial quimantú Agosto de 2014 A la memoria del albañil Hugo Arévalo Contreras A mis padres A Carolina Agradecimientos 11 Esta investigación nació como idea el 2004 en un seminario de Historia de Chile del siglo XX dictado por la profesora María Angélica Illanes en el pregrado de la Universidad de Santiago de Chile. Desde ese año mis investigaciones e inquietudes, responden a la influencia de profesores de diversas universidades, especialmen- te de mi casa de estudios. Por tanto agradezco en primer lugar, y sin distinción, a todos mis profesores del pregrado de la Universidad de Santiago de Chile. Del Programa de Magíster en Historia de la Universidad de Santiago agradezco especialmente a su director Igor Goicovic (2008-2009) y a los profesores Luis Corvalán, Maximiliano Salinas y Rolando Álvarez, por su profesionalismo y dedicación. A mis compañeros de posgrado, oriundos de diversas universidades con los que, de una u otra forma, discutimos y reflexionamos compartiendo ideas y sueños. Parte fun- damental de la nueva camada de jóvenes historiadores en Chile. Además quisiera agradecer fraternalmente a los historiadores Al- berto Harambour Ross, Sergio Grez Toso, Pablo Artaza Barrios, Hernán Venegas Valdebenito, Enzo Videla Bravo, Víctor Muñoz Cortés, Camilo Plaza Armijo, Mario Araya Saavedra, Juan Carlos Yáñez, Diego Morales Barrientos, Óscar Peñafiel Arancibia y Fernando Pairicán, con los cuáles hemos sostenido indistintamente y a través de diversos medios, un diálogo fraterno y fecundo respecto al movimiento obrero y popular chileno (y mapuche), de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Por último, a mis entrañables amigos Mauricio Suil, Jennifer Carrasco, Andrea Acevedo, Gustavo Rodríguez, Fabián Flores, Nicole Fuentes, Camilo Araya y Álex Cerda; a mis ex compañeros del Grupo Editor del Periódico El Surco; a mi familia, especialmente a mis padres Nancy Inés Sepúlveda Núñez y Eduardo Godoy Muñoz, a mis hermanos, Sebastián y Yessenia; a mis sobrinos, Á-lex, Vicente y Javiera; a mi compañera de camino: Carolina Sofía Rodríguez (y a su familia) por su desinteresado amor y a nuestros gatitos —los pulines— que hoy en día nos llenan de cariño, ternura y ronroneos. A todos muchas gracias. Necesitamos la historia, pero la necesitamos de manera diferente a como la necesita el ocioso exquisito en el jardín del saber. f. nietzsche El pasado, el pasado, el pasado, es el porvenir de los desengañados… p. de rokha Introducción 15 Los historiadores preocupados del estudio del movimiento obrero y popular han prestado poca atención a las primeras huelgas de la segunda década del siglo XX chileno, en especial a las que se insertan en el intenso ciclo huelguístico ascendente de los años 1912-19131. Por el contrario, sus estudios se han centrado fundamentalmente en el ciclo represivo de la primera década del siglo XX, es decir, el período de protestas obrero-populares iniciado con la huelga de Valparaíso en 1903 y que finalizó con la masacre de la Escuela Santa María de Iquique en diciembre de 19072; así como en la constitución en 1912 del Partido Obrero Socialista (POS)3, antecedente directo del Partido Comunista de Chile (PCCh). Ahora, si bien es sabido que el movimiento obrero y popular chileno luego de la matanza en Iquique entró en una fase de dispersión, desar- ticulación y regresión en sus niveles de organización y lucha que duró varios años (1908-1912), producto de la violenta represión al que fue 1. Peter DeShazo señala que “los siete años entre 1909 y 1916, constituyen algo así como un “período perdido” en la Historia de Chile o, al menos, uno que ha atraído muy poco la atención de los historiadores”. Véase, DeShazo (2007). Trabajadores urbanos y sindicatos en Chile: 1902-1927. Santiago: DIBAM, p. 193. 2. Véase para mayores antecedentes, entre otros, Eduardo Devés (1989). Los que van a Morir te Saludan, Historia de una masacre, Escuela Santa María de Iquique. Santiago: Ediciones Do- cumentas; Mario Garcés (2003). Crisis Social y Motines Populares en el 1900. Santiago: LOM Ediciones; Sergio Grez, “La guerra preventiva: Santa María de Iquique. Las razones del poder”, Mapocho n° 50, Santiago, segundo semestre de 2001, pp. 271-280. Véase, asimismo, Pablo Artazaet. al. (1998). A 90 años de los sucesos de la Escuela Santa María de Iquique. San- tiago: DIBAM-LOM Ediciones-Universidad Arturo Prat, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana; y Pablo Artaza, Susana Jiles y Sergio González (editores) (2009). A cien años de la masacre de la Escuela Santa María de Iquique (1907-2007). Santiago: LOM Ediciones. 3. Es recurrente en la historiografía marxista el planteamiento de que el movimiento de tra- bajadores superó el letargo al que fue sumido tras la masacre de la Escuela Santa María de Iquique de 1907 gracias a la fundación del Partido Obrero Socialista (POS) y al accionar de Recabarren, dejando de lado y minimizando el rol jugado por otras corrientes ideológicas en este proceso de rearticulación. Véase a modo de ejemplo, Iván Ljubetic (2006), “Masacre que no se olvida”, Punto Final, N° 629. La Huelga del Mono16 sometido, existe un desconocimiento del ciclo huelguístico 1912-19134, bienio que marcó el fin del letargo al que fue sumido el movimiento de trabajadores en Chile tras los dramáticos sucesos de 19075. Como con- secuencia de este desconocimiento no existen estudios monográficos del período 1912-1913, ni tampoco de las huelgas más emblemáticas en que el movimiento popular manifiesta su rearticulación desde el punto de vista orgánico y político. Sólo se ha hecho alusión tangencialmente a ella y no se le ha asignado la importancia que tiene en la lucha por las demandas socio-laborales para la segunda mitad del siglo XX. Tampoco se ha estudiado en profundidad las nuevas formas que el movimiento popular asumió durante estos años, con sus especificidades, ni las nuevas tácticas y estrategias que empezó a utilizar para negociar con la patronal y el Estado antes de la impuesta sindicalización legal a la que fue sometido durante la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo (1927-31)6. Obras historiográficas excepcionales son las de Jorge Barría Serón7 y Fernando Ortiz Letelier, historiadores de la hoy denominada corriente marxista clásica8. De hecho, es este último quién parece atribuirle por vez primera (desde el punto de vista historiográfico) el calificativo de 4. Eduardo Míguez y Álvaro Vivanco (1987). “El anarquismo y el origen del movimiento obrero chileno. 1881-1916”, Andes, N°6, Santiago: Instituto de Estudios Contemporáneos, p. 125. 5. Respecto a la rearticulación del movimiento popular tras los sucesos de Iquique en 1907, véase, Eduardo Godoy (2009a), “1907 (Iquique) y 1913 (Valparaíso): debacle y rearticulación. Dos hitos en la historia del movimiento obrero-popular chileno” en Pablo Artaza, Susana Jiles y Sergio González (editores) (2009). Op. Cit., pp. 253-270. 6. Jorge Rojas (1993). La Dictadura de Ibáñez y los Sindicatos (1927-1931). Santiago: DIBAM. Véase, asimismo, Carlos Vicuña (2002). La tiranía en Chile. Santiago: LOM Ediciones. 7. Jorge Barría (1960). Los movimientos sociales de Chile desde 1910 hasta 1926 (Aspecto político y social). Santiago: Editorial Universitaria S.A., pp. 217-218. 8. Un excelente y exhaustivo recuento sobre la historiografía obrera chilena, en donde se hace referencia a la escuela “marxista clásica” es el estudio de Jorge Rojas (2000), “Los trabajadores en la historiografía chilena: balance y proyecciones”, Revista de Economía y Trabajo, N° 10. Santiago. Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 17 “Huelga del Mono” a la paralización general de 19139. Sin embargo, y a pesar del carácter pionero de estas obras que aportan numerosos datos para el análisis de las movilizaciones sociales de la primera y segunda década del siglo XX y el proceso de rearticulación del movimiento obre- ro-popular tras la masacre iquiqueña, enmarcan a las manifestaciones huelguísticas del período dentro de grandes procesos estructurales económicos; sobredimensionando, además, con un sesgo claramente ideológico el rol jugado por las corrientes marxistas en desmedro de las libertarias —especialmente Ortiz Letelier— que sin duda, y como hemos sostenido en otras oportunidades, han jugado un rol de suma importancia en la configuración del movimiento de trabajadores en Chile en su etapa inicial, así como después del ciclo represivo de la primera década del siglo XX (1908-1912) y su consiguiente rearticula- ción (1912-1913)10. Según la información gubernamental que se desprende de los boleti- nes de la Oficina del Trabajo durante 1912 se registraron a nivel nacional un total de 19 huelgas, mientras que en 1913 otras 1711. Movimientos huelguísticos que demuestran que las relaciones entre el capital y el trabajo distaban de ser armoniosas pese a las drásticas “soluciones” 9. Fernando Ortiz (1985). El movimiento obrero en Chile, 1891-1919. Madrid: Ediciones Michay, S.A., pp. 209-212. 10. Eduardo Godoy (2007), “‘Sepan que la Tiranía de Arriba, Enjendra la Rebelión de Abajo’. Represión Contra los Anarquistas: La Historia de Voltaire Argandoña y Hortensia Quinio (Santiago, 1913)”, Cuadernos de Historia 27, Departamento de Ciencias Históricas, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. Santiago. pp. 77-80; y Sergio Grez (2007). Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la Idea” en Chile, 1893-1915. Santiago: LOM Ediciones, pp. 9-21. 11. “Estadística de las Huelgas. (Huelgas en 1912. Huelgas en 1913)”, Boletín de la Oficina del Trabajo, N° 7, segundo semestre de 1913. Santiago. pp. 205-218. Estas cifras son más bien moderadas, ya que como la misma Oficina señalaba “las informaciones” publicadas son de las huelgas “de las cuales pudo obtenerse datos”. El historiador Peter DeShazo, por su parte sostiene, apoyándose en los estudios de Jorge Barría y Manuel Barrera, que a nivel nacional, en 1912 se registraron un total de 26 huelgas, mientras que en 1913, 27. Véase, DeShazo (2007). Op. Cit., p. 201. La Huelga del Mono18 estatales de la primera década del siglo XX, a la ya difundida práctica —aunque sin obligatoriedad legal— de los mecanismos de concilia- ción y arbitraje12, así como a la incipiente legislación socio laboral que empieza a emerger desde los sectores dominantes para contener los desbordes obreros y populares13. Característica de este período y expresión de la escalada huelguís- tica verificada durante los años 1912-1913, fue la paralización iniciada por los obreros a jornal de los Ferrocarriles del Estado en octubre de 1913, en Valparaíso, contra el Decreto Ministerial (Circular N° 415, de abril de 1913) que los obligaba a retratarse. Esta movilización marcó el cenit y al mismo tiempo la re-emergencia del movimiento obrero y popular chileno, gracias a la aparición de nuevos cuadros militantes (recambio generacional) y organizaciones de trabajadores dispuestos a luchar por sus derechos sociales y laborales bajo la consigna o ethos colectivo, como señala el historiador Sergio Grez, de la “emancipación de los trabajadores”14. La “Huelga del Mono”, como ha sido denominada por Fernando Ortiz Letelier, en poco tiempo suscitó la solidaridad y apoyo de un gran 12. Sergio Grez (2002), “¿Autonomía o escudo protector? El movimiento obrero y popular y los mecanismos de conciliación y arbitraje (Chile, 1900-1924)”, Historia Vol. 35, Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, pp. 91-150. 13. Sergio Grez (2001), “El escarpado camino hacia la legislación social: debates, contra- dicciones y encrucijadas en el movimiento obrero y popular (Chile: 1901-1924)”, Cuadernos de Historia 21, Universidad de Chile. Santiago, pp. 119-182; y Juan Carlos Yánez (1999), “Legislación social en Chile (1906-1924). Antecedentes y evolución histórica”, Revista de Estudios Históricos-Jurídicos, N° 21, Universidad Católica de Valparaíso. Valparaíso. 14. Sergio Grez plantea que hacia 1907 ya se había provocado un cambio en el ethos co- lectivo en el seno del movimiento obrero y popular. Véase, Sergio Grez, “1890-1907: De una huelga general a otra. Continuidades y rupturas del movimiento popular en Chile” en Pablo Artaza et. al. (1998).A 90 años de los sucesos de la Escuela Santa María de Iquique. Santiago: LOM Ediciones, pp. 135. Respecto al período previo, véase del mismo autor, “El proyecto popular en el siglo XIX” en Manuel Loyola y Sergio Grez (compiladores) (2005). Los proyectos nacionales en el pensamiento político y social chileno del siglo XIX. Santiago: Edi- ciones UCSH, pp. 107-112. Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 19 número de organizaciones de trabajadores desde distintos puntos del territorio nacional, generando una persecución violenta por parte de los aparatos represivos del Estado contra los obreros que la lideraban en el puerto, a través de la anarcosindicalista Federación Obrera Regional Chilena y contra los que la secundaban en Santiago y otras ciudades. En la capital, en particular, dicha persecución se materializó como han señalado Míguez y Vivanco en “encarcelamientos y diversos juicios montados ad hoc; además de actualizar la demanda de una legislación eficaz que acabara de una vez por todas con el “peligro anarquista” que denunciaban la prensa y “los corifeos burgueses””15. La clase dominante a través de una lógica “preventiva”, al igual que en las grandes huelgas de comienzos del siglo XX, intentó evitar que las manifestaciones solidarias ácratas de apoyo moral y material, respecto a la huelga general porteña, se trasformaran y degeneraran en “movimientos abiertamente subversivos”, como sostuvieron los medios de comunicación afines al statu quo. Para tal efecto, el Estado y la patronal utilizaron todos los medios a su alcance con el fin de desar- ticular y descabezar el movimiento que se había generado en Valparaíso y que ya había tomado su propio rumbo y dinámica en otras ciudades, especialmente en Santiago, donde los enfrentamientos con los repre- sentantes del “orden”, se estaban tornando cada vez más violentos y los comicios más masivos y desafiantes desde 191116. En consecuencia, la siguiente investigación pretende abordar la “Huelga del Mono” iniciada en la ciudad de Valparaíso por los obreros ferrocarrileros, en repudio a la aplicación del decreto gubernamental 15. Míguez y Vivanco (1987). Op. Cit., pp. 128-129. 16. Respecto a la represión contra los anarquistas capitalinos véase, entre otros, Godoy (2007). Op. Cit., pp. 75-124; José Tomás Guzmán (1913). El anarquismo i la lei, Memoria de prueba para optar al grado de Licenciado en Leyes y Ciencias Políticas, Santiago: Imprenta y Encuadernación Chile; Juan Carlos Yáñez (2011), “Tratado de extradición y protección contra el anarquismo (1901-1902)”, Relaciones 125. México D.F., pp. 125-136; y Víctor Muñoz (2011). Cuando la patria mata. La historia del anarquista Julio Rebosio (1914-1920). Santiago: Editorial USACH. La Huelga del Mono20 emitido por el Ministerio de Ferrocarriles, Industria y Obras Públicas que los obligaba a retratarse17. Dicho movimiento huelguístico que se inició con un cariz netamente gremial, en tanto la disposición afectó solamente a un grupo reducido y específico de trabajadores, dio paso rápidamente a uno de mayores proporciones que involucró a los de- más gremios del puerto, excediendo no sólo las fronteras regionales, irradiando a ciudades tan distantes como Iquique y Punta Arenas, sino también las fronteras nacionales, recibiendo el apoyo pecuniario y moral de los obreros de otras latitudes sudamericanas, específicamente del movimiento de trabajadores peruano18. Su importancia histórica radica en que fue la primera huelga general con alcance nacional registrada después de la represión desatada por el Estado durante el primer ciclo de protestas populares de los años 1903-1907. Asimismo, su importancia también reside en que se cons- tituyó como la máxima expresión de la re-articulación de los trabaja- dores durante el ciclo huelguístico del bienio 1912-1913, pos-masacre iquiqueña, erigiéndose como la primera gran movilización abierta y frontal, por parte de los obreros organizados contra el Estado después de este trágico punto de inflexión19. 17. “Huelga en los ferrocarriles del Estado”, El Día de Valparaíso, Valparaíso, 17 de octubre 1913. 18. Recibió el apoyo de los gremios de las ciudades de Santiago, La Serena, Viña del Mar, Quillota, Iquique, Talca y Magallanes, entre otros. Asimismo, los huelguistas porteños recibieron el apoyo desde Perú, de la ciudad del Callao de la anarcosindicalista Federación Obrera Regional Peruana. Respecto de la historia de la FORP véase: Óscar Llanos (s/f), “El proceso de declive de la influencia ideológica política anarquista en el movimiento obrero peruano 1919-1932”, Lima, Tesis para optar al grado de Licenciatura en Historia, Universidad Nacional Federico Villarreal; Luis Tejeda (1988). La cuestión del pan. El anar- cosindicalismo en el Perú, 1880-1919. Lima: Instituto Nacional de Cultura-Banco Industrial del Perú; y Denis Sulmont (1981). El movimiento obrero peruano (1890-1980). Reseña histórica. Lima: Tarea, 1981, entre otros. 19. “Estadística de las Huelgas. (Huelgas en 1912. Huelgas en 1913)”. Op. Cit., pp. 205-218. Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 21 Las manifestaciones huelguísticas contra el retrato obligatorio permitieron el aglutinamiento de la clase trabajadora en la ciudad de Valparaíso, que venía verificándose desde 1912, nucleada en torno a organizaciones anarquistas que confluyeron en el contexto previo a la huelga en la creación de la FORCh; y, por extensión, la “recomposición” del “elemento productor” de la capital que también mostraba signos de reorganización desde el año 1911 y más visiblemente desde la conme- moración del 1º de mayo de 1912, encabezada por varias organizaciones anarquistas junto a la Federación Obrera de Chile (FOCh)20. Su particularidad, como movimiento huelguístico, está dada por la demanda específica por la que se origina —la abolición del retrato obligatorio— en tanto no responde a las “problemáticas habituales” y “comunes” de los trabajadores, propias de los conflictos socio-laborales de fines del siglo XIX y comienzos de siglo XX. En la mayoría de los casos referidas principalmente a la oposición de la aplicación de multas (por infracciones en el trabajo), a la solicitud de descanso dominical, a los reclamos respecto de la extensión de la jornada laboral, a los conflictos surgidos por la remoción de un mayordomo, corrector o capataz; y en solidaridad o defensa de algún compañero o gremio afín21. En cambio, en este nuevo contexto huelguístico lo que estuvo en juego para los trabajadores organizados fue su “dignidad obrera” desde una perspectiva fuertemente clasista, ya que consideraron la medida “vejatoria”, “denigrante” y atentatoria contra sus derechos laborales, 20. Véase, Alberto Harambour, “‘Jesto y Palabra, Idea y Acción’. La Historia de Efraín Plaza Olmedo” en Varios Autores (2004). Arriba Quemado el Sol, Estudios de Historia Social Chilena: Experiencias populares de trabajo, revuelta y autonomía (1839-1940). Santiago: LOM Ediciones, pp. 138-145; Míguez y Vivanco (1987). Op. Cit., p. 127. Respecto de la evolución ideológica de la FOCh véase, Francisca Durán, “La Federación Obrera de Chile, 1909-1927: de la organización mutual al frente común”, Santiago, Tesis para optar al grado académico de Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2001. 21. Véase, entre otros, Ortiz (1987). Op. Cit.; De Shazo (2007). Op. Cit.; y Pablo Artaza (2006). Movimiento social y politización popular en Tarapacá 1900-1912. Concepción: Edicio- nes Escaparate. La Huelga del Mono22 civiles y “constitucionales” como sostuvieron en más de una oportu- nidad22. Así lo manifestaron explícitamente haciendo alusión a que el “registro fotográfico” —de implementarse— menoscabaría su “integri- dad” como trabajadores y como seres humanos “rebajándolos” al nivel de “meretrices”, “policías”, “reos” y “delincuentes”23. Dicha oposición, fuertemente recalcitrante en un primer momento, se contrapuso a los ingentes esfuerzos estatales orientadosa elaborar un marco jurídico que le permitiera reprimir las movilizaciones obre- ro-populares no sólo a través de la violencia física, como había sido lo habitual durante el ciclo 1903-1907, sino también desde el punto de vista legal (mediante la aplicación de leyes y disposiciones restrictivas y represivas), a la par con la implementación de legislación socio-laboral que tuvo como finalidad contener la crítica obrera más radicalizada, especialmente la anarquista y socialista. Elementos que denotan que las estrategias de control, desde el Estado, estaban cambiando. A pesar de lo anteriormente señalado, hay que considerar que si bien la abolición del Decreto Ministerial que obligaba a los trabajadores ferrocarrileros a retratarse fue perdiendo fuerza y se diluyó a medida que el conflicto evolucionó, entre un petitorio con demandas mucho más amplias y generales que apuntaban a la implementación efectiva y real de leyes sociales en Chile; la huelga en sí estuvo cruzada durante todo su desarrollo, en mayor o menor medida, por la discusión en torno al retrato obligatorio y la identificación fotográfica de los trabajadores ferrocarrileros, así como por los conceptos de “dignidad” e “individua- lidad”, presentes en manifiestos, discursos y proclamas24. Los informes ministeriales, las sesiones parlamentarias y los artículos periodísticos de la prensa burguesa y obrera confirman lo anterior. De este modo, la 22. “La huelga en la 1° Sección de los Ferrocarriles”, El Mercurio, 18 de octubre de 1913. Santiago. 23. “Al personal de Armadores, Palanqueros, Cambiadores y Enganchadores de los FF.CC. del Estado”, Comité Provisorio de la Huelga, octubre 18 de 1913, Valparaíso: Imprenta Obrera. 24. “La fotografía”, La Locomotora, 15 de noviembre de 1913. Santiago. Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 23 movilización de los trabajadores ferrocarrileros, en un primer momento, y de diversos gremios después, no se puede separar de la implemen- tación del Decreto Ministerial que propició la oportunidad política y social para el desarrollo de la huelga de los trabajadores porteños y la instalación en el espacio público de un discurso pro leyes sociales, dignificante y fuertemente clasista por parte de éstos. Reconstruimos detalladamente el movimiento huelguístico contra el retrato obligatorio liderado por los trabajadores de los Ferrocarriles del Estado (ya que no existen investigaciones monográficas que den cuenta de su desarrollo y magnitud), dilucidando cómo una demanda específica dio pie al desarrollo de una huelga general, que contó con la solidaridad de trabajadores de diversos puntos del territorio nacional, y que paralizó la ciudad de Valparaíso por varios días, exigiendo al Estado oligárquico reformas sociales y laborales de trascendencia nacional, en tanto, la petición de abolición de la Circular Nº 415, fue complementa- da por demandas referidas a las precarias condiciones laborales y de vida de los trabajadores no sólo del puerto, sino también del país en su conjunto. Los obreros organizados elaboraron un petitorio amplio en donde exigieron nuevamente: la jornada de 8 horas de trabajo, au- mento de salarios, efectividad del descanso dominical, regulación del trabajo de niños y mujeres, responsabilidad de los patrones en caso de accidentes laborales y, por último, la valorización de la moneda a un tipo fijo (18 peniques)25; reivindicaciones “históricas” del movimiento obrero y popular desde fines del siglo XIX y fruto de un largo y sinuoso proceso de “maduración” en sus formas de lucha26. Nos interesa, particularmente, rastrear la evolución del conflicto socio-laboral contra el retrato obligatorio analizando el rol asumido por las organizaciones de trabajadores, especialmente anarquistas, 25. “La nota declaratoria de la huelga”, El Chileno, 29 de octubre de 1913. Valparaíso. 26. Sergio Grez (2000), “Transición en las formas de lucha: motines peonales y huelgas obreras en Chile” (1891-1907), Historia, vol. 33, Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago. 2000, pp. 141-225. La Huelga del Mono24 en este nuevo contexto de crisis económica y movilización popular (1912-1913)27. Asimismo, nos interesa analizar cómo operaron táctica y estratégicamente los actores involucrados a lo largo de la huelga. En este sentido abordaremos por una parte, el accionar de los trabajado- res organizados, considerando para tal efecto sus diversos métodos y estrategias de negociación con el Estado; pero, al mismo tiempo, el accionar adoptado por este último como antagonista, más aún, si consideramos que la motivación inicial que lleva a los obreros ferro- carrileros a paralizar sus faenas responde a las nuevas medidas adop- tadas por el aparato estatal para “neutralizar”, “controlar” y “fichar” a través de registros fotográficos sistemáticos a los sujetos considerados como “peligrosos” e “indeseables”, en un contexto de agudización del conflicto laboral y rearticulación del movimiento obrero organizado a nivel nacional (1912-1913). De igual modo, el Estado se constituirá en un actor clave en el con- texto huelguístico, elemento que hace imprescindible el análisis de su accionar, por una parte, ya que la pugna de los obreros ferrocarrileros será directamente con el aparato estatal y sus instituciones involucradas en la dictación del decreto en cuestión; y, por otra, en tanto se constituyó al mismo tiempo, como el mediador entre las organizaciones de traba- jadores y los dueños del capital (patrones) cuando la huelga adquirió el carácter de general y el puerto de Valparaíso se paralizó completamente. Igual rol asumirán los medios de comunicación burgueses, ya que si bien en un comienzo criminalizaron las manifestaciones huelguísticas de los trabajadores, como era lo habitual a comienzos del siglo XX, ali- neándose de facto con las clases dominantes y el Estado (defendiendo el orden público y la propiedad privada), a medida que el conflicto fue 27. Pablo Artaza Barrios señala que durante este período -la república parlamentaria- los altos niveles de inflación y la devaluación monetaria son gérmenes del descontento, los que se ven agravados por el sistema político que se muestra incapaz de resolver tanto el conflicto económico como la gran demanda social que el mismo proceso económico había generado. Véase, Artaza (2006). Op. Cit., p. 26. Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 25 evolucionando su actitud inicial fue mutando —en ciertos contextos y coyunturas— a una más proclive a las demandas de los trabajadores, especialmente de aquellas publicaciones que eran propiedad de políticos o grupos políticos críticos del gobierno de Ramón Barros Luco y del régimen parlamentario28. Lo anterior, no significó que fueran siempre benevolentes en sus páginas con el accionar anarquista, en particular, y con el movimiento de trabajadores, en general, sino que al contrario serán críticos de éstos, pero al mismo tiempo de las represivas, “des- atinadas” e “inconstitucionales” medidas adoptadas por el gobierno para intentar solucionar la paralización obrera que se extendió por más de un mes, reconociendo a la postre (al menos discursivamente) la innegable precarización y explotación laboral de los sectores populares, especialmente de los trabajadores de los Ferrocarriles del Estado y del proletariado porteño y nacional29. En síntesis, la siguiente investigación plantea como hipótesis de trabajo que la “Huelga del Mono” iniciada por los obreros de los Ferrocarriles del Estado en la ciudad de Valparaíso, en octubre de 1913, constituye un punto de inflexión en la historia del movimiento de trabajadores chileno, en tanto éste se re-articula haciendo frente nuevamente al Estado y a la patronal en pos de mejoras en sus condiciones laborales y de vida, después de la debacle (y retroceso) que significó la matanza de Iquique de 1907 en las luchas obreras de comienzos del siglo XX. Asimismo, postulamos que la “Huelga del Mono” de 1913 es singular, yaque “escapa a la regla” de las manifestaciones de los trabajadores 28. Para una caracterización de la “República Parlamentaria”, véase: Gabriel Salazar (1990). Violencia política popular en las “grandes Alamedas”. Santiago de Chile 1947-1987 (Una perspectiva histórico-popular). Santiago: Ediciones SUR, pp. 76-81; y Enrique Fernández (2003). Estado y sociedad en Chile, 1891-1931. El Estado excluyente, la lógica estatal oligárquica y la formación de la sociedad. Santiago: LOM Ediciones. 29. Respecto de las precarias condiciones de vida de los obreros ferrocarrileros y sus luchas, véase: Luis Armando Sepúlveda (1959). La historia social de los ferroviarios. Santia- go: Imprenta Siglo XX. Para los sectores populares en general, véase a modo de ejemplo: Garcés (2003). Op. Cit., pp. 79-95. La Huelga del Mono26 al despuntar el siglo XX, en cuanto la motivación que la origina no es estrictamente de tipo económica, sino más bien socio-cultural (el retrato obligatorio), derivando posteriormente en un petitorio más amplio que apostó por la implementación de diversas leyes socio-laborales, asumiendo en su desarrollo, no obstante, similares características de los movimientos huelguísticos que la precedieron. Sostenemos, además, que el origen de la “Huelga del Mono” está en directa relación con los nuevos mecanismos represivos que trata de implementar el Estado, en el marco de la cuestión social en Chile, con la finalidad de “individualizar” a los dirigentes gremiales y neutralizar la protesta y reivindicación social que comienza nuevamente a emerger. Para poder abordar las problemáticas formuladas en la siguiente investigación nos apoyaremos desde el punto de vista metodológico en el trabajo heurístico, es decir, en la revisión y análisis de fuentes primarias y secundarias base del trabajo historiográfico, orientadas por las siguientes interrogantes: ¿Qué está en juego para los obreros ferrocarrileros en la huelga de 1913?, ¿Qué hace diferente a la huelga de 1913 de otras de comienzos del siglo XX?, ¿Qué discurso constru- yen los trabajadores porteños en torno al registro fotográfico?, ¿Por qué la recalcitrante oposición obrera inicial?, ¿Cómo responde el Estado frente a la solidaridad obrera suscitada desde diversos puntos del territorio nacional?, etc. Dichas interrogantes nos aportarán una nueva perspectiva de análisis en torno a las problemáticas suscitadas a comienzos del siglo XX en Chile, en tanto la “Huelga del Mono” de 1913 trasciende —como señalábamos anteriormente— lo meramente económico circunscribiéndose en otra esfera, simbólico-cultural, cons- tituyendo un episodio particular y único en la historia del movimiento de trabajadores chileno. En otras palabras, en esta coyuntura específica los cuestionamientos obreros escaparon al conflicto suscitado en el área de la producción y las fricciones propias entre el capital/trabajo, como era lo habitual al despuntar el siglo XX. Para tal efecto, se reconstruyó la “Huelga del Mono” desde sus inicios hasta su desenlace, evaluando su impacto en el movimiento obrero en Chile, pero al mismo tiempo destacando sus peculiaridades, así como sus principales coyunturas. Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 27 Se ha optado por la elaboración de un relato micro histórico (co- yuntural) —no estructural— describiendo y analizando las medidas de control social implementadas por el Estado (el registro fotográfico) en un contexto de relaciones laborales aún en configuración; así como la respuesta organizada de los gremios obreros para hacerle frente a tales disposiciones. Se busca, de este modo, establecer y analizar el nivel de conflictividad y confrontación entre los principales actores involucrados en esta singular huelga: el Estado y los trabajadores. Y si bien no es la primera vez en la historia de Chile en que estos adversarios se contraponen férreamente —cuestión que es dable señalar— lo “no- vedoso”, insistimos, radica en la reivindicación específica que origina el conflicto huelguístico: el retrato obligatorio o forzoso. Es precisamente en el contexto de la rearticulación obrera pos ma- sacre de 1907, que el Estado a través de los avances proporcionados por la técnica busca implementar un sistema de control más eficiente con la finalidad de “identificar” e “individualizar” a la heterogénea fuerza laboral chilena, construyendo estereotipos dicotómicos (honrado/labo- rioso versus pernicioso/funesto), “apropiándose” de lo fotografiado y, por ende, ejerciendo poder, como señala Susan Sontag en su ya clásico estudio sobre la fotografía30. Desde el punto de vista laboral, dicho poder se pretendía ejercer a través de la “separación” (eufemismo de expulsión) de aquellos sujetos que para las autoridades gubernamentales y los patrones, eran el equi- valente a la peyorativa figura del tan temido “agitador profesional”, que desde fines del siglo XIX se empieza a instalar en Chile y que a la postre dará nefastos frutos en la década del veinte en el bullado “proceso de los subversivos”31. Para los trabajadores ferrocarrileros la aplicación de la fotografía, sin su previa consulta ni consentimiento, se constituye como un elemento 30. Susan Sontag (1996). Sobre la fotografía. Barcelona: Edhasa. 31. Manuel Lagos (2012). Los subversivos. Las maquinaciones del poder. “República” de Chile, 1920. Santiago: Quimantú. La Huelga del Mono28 (y acto) “oprobioso”, “denigratorio”, una “marca de Caín”, que no sólo atenta contra la “individualidad” de cada trabajador como ser humano, sino también hacia lo colectivo desde el punto de vista societario. Lo que está en juego para los huelguistas en esta coyuntura en particular es su “dignidad clasista”, históricamente construida al fragor de la lucha, así como su proyecto popular de transformación social. La fo- tografía y la elaboración de un registro sistemático de la fuerza laboral ferrocarrilera se constituyen en un acto de negación de historicidad de los trabajadores por parte del Estado y la patronal, quienes desde su punto de vista, los conciben como eficientes mecanismos de control y poder sobre esa “masa” uniforme donde se entremezclan, funden y confunden, los buenos trabajadores con los “elementos malsanos”. Respecto a las fuentes primarias se han utilizado periódicos obreros de diversas tendencias ideológicas (socialistas, anarquistas y demócratas) y de organizaciones de trabajadores en general, editados durante los años 1908-1913 en Valparaíso y Santiago, rastreando a través de sus ajadas páginas el proceso de rearticulación del movimiento obrero-popular y, en específico, la evolución de la “Huelga del Mono”. Entre los periódicos obreros ácratas que destacan en este sentido podemos señalar La Batalla, publicado en la ciudad de Santiago entre 1912 y 1916, el cual es de suma importancia por su regularidad quince- nal, así como por los nexos del grupo editor (Grupo La Batalla) con las organizaciones anarquistas porteñas y por la solidaridad que manifiesta a través de sus páginas durante todo el período en que se desarrolla la huelga contra el retrato obligatorio en la ciudad de Valparaíso32. Vale señalar que el periódico anarquista La Batalla es uno de los más impor- tantes de comienzos de siglo XX, a nivel nacional, principalmente por su duración (escasa a nivel de prensa obrera a comienzos de siglo) y por el 32. Para la propaganda escrita anarquista, véase: Víctor Muñoz (2011), “Cuando las bom- bas son de papel. Los trabajadores, el Estado y la propaganda anarquista impresa (Región chilena, 1915-1927)”, Seminario Simon Collier 2010, Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, pp. 77-112. Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 29 contenido de sus artículos periodísticos e informativos, elaborados por connotados intelectuales, escritores y obreros de filiación anarquista33. Para efectos de esta investigación, la prensa de la clase dominante chilena publicada a comienzos del siglo XX también fue de mucha uti-lidad, ya que nos permitió complementar (y contrastar) la información “pesquisada” en la prensa obrera, desde la óptica de la patronal. De igual modo, nos ayuda en la reconstrucción detallada de la evolución del conflicto socio-laboral contra el retrato obligatorio de 1913 por su periodicidad diaria, a diferencia de la prensa obrera de carácter quincenal o mensual (y el desfase informativo que aquello conlleva, especialmente para el trabajo historiográfico a posteriori) y porque nos permite evaluar el impacto de las movilizaciones de los trabajadores porteños en otras ciudades del territorio nacional por su alcance distri- butivo, mediante sus ediciones regionales. Utilizaremos de esta forma los periódicos El Mercurio, El Chileno y La Unión, en sus ediciones de Santiago y Valparaíso; y El Día de Valparaíso, entre otros. Las discusiones parlamentarias originadas a raíz de las movilizacio- nes contra el retrato obligatorio son útiles a la hora de reconstruir los debates suscitados al calor de la paralización obrera en el Congreso, así como para determinar e identificar la posición de los partidos políticos y de las autoridades gubernamentales, a propósito de las intervenciones parlamentarias y de las interpelaciones formuladas contra el Ministro de Ferrocarriles, Industria y Obras Públicas, en general, así como la increpación popular contra parlamentarios demócratas, en particular. Los archivos ministeriales (Ministerio del Interior, de Ferrocarriles; y de la Dirección General del Trabajo) y los boletines de la Oficina del 33. En sus páginas colaboraron, entre otros reconocidos ácratas: José Domingo Gómez Rojas, José Santos González Vera, Luis Armando Triviño y Manuel Rojas. Véase, Osvaldo Arias Escobedo (1970). La prensa obrera en Chile 1900-1930. Chillán: Convenio CUT-U N°1, Universidad de Chile, p.54. Respecto a Manuel Rojas en particular, véase: Jorge Guerra (2012). Un joven en La Batalla. Textos publicados en el periódico anarquista La Batalla, 1912-1915 de Manuel Rojas. Santiago: LOM Ediciones; y Carmen Soria (compiladora) (2005). Letras Anarquistas: José Santos González Vera, Manuel Rojas. Santiago: Editorial Planeta. La Huelga del Mono30 Trabajo34 complementaron la información proporcionada por los perió- dicos (obreros y burgueses) y los debates parlamentarios. Los primeros nos permitieron conocer las disposiciones emanadas desde el poder y sus intentos de contener las demandas de los trabajadores portuarios articuladamente entre las diversas instituciones que componen el aparato estatal; mientras que los segundos, nos proporcionaron datos estadísticos oficiales relacionados con la situación socio-laboral de los trabajadores en el contexto huelguístico, al mismo tiempo, que nos permitieron identificar la visión del Estado y su institución laboral (la Oficina del Trabajo), respecto del registro fotográfico y las movilizacio- nes suscitadas. Es decir, la oposición de los trabajadores. En relación a las fuentes secundarias, imprescindibles resultaron para nuestro estudio, todos aquellos trabajos, artículos e investigacio- nes relacionadas con el período en cuestión (1911-1913), especialmente las referidas a movimientalidad, protesta social y organización de los trabajadores a comienzos del siglo XX en Chile. Por tanto recurrimos al examen de la bibliografía más relevante y pertinente, sobre los temas antes mencionados. Gracias a la utilización de estos materiales, la investigación se ha estructurado de la siguiente forma. En primer lugar, se lleva a cabo una revisión de la bibliografía existente en torno a la cuestión social y al desarrollo del movimiento obrero, así como a los mecanismos de control social e identificación implementados en Chile a comienzos del siglo XX, reflexionando en torno al registro fotográfico, en tanto, 34. El historiador Juan Carlos Yáñez señala que en 1907 por un decreto del 5 de abril, se creó la Oficina de Estadística del Trabajo, organismo dependiente del Ministerio de Obras Públicas, encargado de reunir información sobre mercado laboral, remuneraciones, accidentes del trabajo, condiciones laborales, entre otras funciones. Progresivamente esta oficina fue ampliando sus funciones a la de fiscalización de una naciente legislación laboral, hasta que en 1924 se crea la Dirección General del Trabajo. Para mayores antecedentes véase, Juan Carlos Yáñez (1999), “Legislación social en Chile (1906-1924). Antecedentes y evolución histórica”, Revista de Estudios Históricos-Jurídicos, N° 21, Universidad Católica de Valparaíso. Valparaíso, pp. 203-210. Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 31 se constituye como el elemento catalizador de la “Huelga del Mono”, permitiendo la rearticulación del movimiento de trabajadores, después de la matanza de 1907. Posteriormente, en el segundo capítulo, nos centramos precisamente en la rearticulación que manifiesta el movimiento de trabajadores en Chile entre los años 1911 y 1913, destacando el repunte organizativo verificado durante el bienio 1912-1913, en la ciudad de Santiago como en Valparaíso. Para tal efecto se ha dedicado un apartado específico para cada ciudad, haciendo hincapié en el nacimiento y desarrollo de las organizaciones anarquistas que operan en el contexto huelguístico, describiendo además sus métodos de lucha y la persecución a la que son sometidas durante este período por el Estado y las clases dominantes. Por otro lado y como se apreciará en la tercera parte de esta inves- tigación reconstruimos detalladamente la “Huelga del Mono”, descri- biendo los pormenores del conflicto desde sus inicios hasta su difuso desenlace. Es decir, desde la paralización de los obreros a jornal de los Ferrocarriles del Estado, pasando por el estallido de la huelga general así como en los fallidos intentos de conciliación y arbitraje suscitados; analizando en particular la aprehensión del obrero peruano Eulojio Otazú, en el contexto de las movilizaciones huelguísticas, dilucidando de este modo las formas en las que opera el Estado, persiguiendo a los denominados “agitadores profesionales” (extranjeros y locales), en un período en que aún en Chile no se implementa la Ley de Residencia (1918), exigida en reiteradas oportunidades por los parlamentarios oligárquicos y los medios de comunicación portavoces del capital35. 35. Guzmán (1913). Op. Cit., pp. 7-21. Cuestión Social y Movimiento Obrero en Chile capítulo 1 33 La bibliografía referida al movimiento de trabajadores en Chile es extensa y variada, especialmente la centrada en las precarias condiciones de vida y laborales de los sectores obreros y popu- lares, consecuencias de un período de transformaciones económicas profundas denominado por la historiografía como cuestión social36. Conceptualización que no sólo hace alusión al empobrecimiento en las condiciones económicas y materiales de existencia de los trabajadores, sino también a los esfuerzos políticos, ideológicos y organizativos de éstos para hacer frente a dichas transformaciones, así como sus princi- pales manifestaciones de protesta e irrupción social. Destacan en este sentido los trabajos clásicos de Jorge Barría Serón37, James O. Morris38 y Ximena Cruzat y Ana Tironi39; y los estudios más recientes de Mario Garcés40, Sergio Grez41, Julio Pinto42, Juan Carlos Yáñez43, Enrique Fer- 36. Para un exhaustivo recuento véase, Rojas Flores (2000). Op. Cit. 37. Jorge Barría (1959), “Chile. La cuestión política y social”, Anales de la Universidad de Chile, N°116, Santiago: Universidad de Chile, pp. 56-73. 38. James Morris (1967). Las élites, los intelectuales y el consenso. Estudio de la cuestión social y el sistema de relaciones industriales en Chile. Santiago: Editorial del Pacífico. 39. Ximena Cruzat y Ana Tironi, “El pensamiento frente a la cuestión social en Chile” en Mario Barrios et. al. (1987). El pensamiento en Chile, 1830-1910. Santiago: Nuestra América Ediciones, pp. 127-151. 40. Garcés (2003). Op. Cit.41. Sergio Grez (1995). La “cuestión social” en Chile. Ideas y debates precursores (1804-1902). Santiago: DIBAM. 42. Julio Pinto (1998). Trabajos y rebeldías en la pampa salitrera. Santiago: Editorial USACH; y Julio Pinto (2007). Desgarros y utopías en la pampa salitrera. La consolidación de la identidad obrera en tiempos de la cuestión social (1890-1923). Santiago: LOM Ediciones. 43. Juan Carlos Yáñez (2003). Estado, consenso y crisis social. El espacio público en Chile, 1900-1920. Santiago: DIBAM; y Juan Carlos Yáñez (2008). La intervención social en Chile, 1907-1932. Santiago: RIL Editores. La Huelga del Mono34 nández44, Pablo Artaza45, Luis Alberto Romero46, entre muchos otros. Siendo quizá la definición de James O. Morris la que mejor resume el proceso verificado en Chile, hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, en tanto la relaciona con las: Consecuencias sociales e ideológicas de la industrialización y la urbanización recientes: una nueva forma dependiente del sistema de salarios, la aparición de problemas cada vez más complejos pertinen- tes a vivienda obrera, atención médica y salubridad; la constitución de organizaciones destinadas a defender los intereses de la nueva “clase trabajadora”; huelgas y demostraciones callejeras, tal vez choques armados entre los trabajadores y la policía o los militares, y cierta popularidad de las ideas extremistas, con una consiguiente influencia sobre los dirigentes de los trabajadores47. Definición que pese a su utilidad debe ser complementada con los planteamientos de Robert Castel, quien releva lo socio-cultural más que lo estructural-económico, señalando que la cuestión social es: Una aporía fundamental en la cual una sociedad experimenta el enigma de su cohesión y trata de conjurar el riesgo de su fractura. Es un desafío que interroga, pone de nuevo en cuestión la capacidad de una sociedad para existir como un conjunto vinculado por relaciones de interdependencia48. 44. Enrique Fernández (2003). Estado y sociedad en Chile, 1891-1931. El Estado excluyente, la lógica estatal oligárquica y la formación de la sociedad. Santiago: LOM Ediciones. 45. Artaza (2006). Op. Cit. 46. Luis Alberto Romero (2007). ¿Qué hacer con los pobres? Elites y sectores populares en Santiago de Chile, 1840-1895. Santiago: Ariadna Ediciones. 47. Morris (1967). Op. Cit., p.80. 48. Robert Castel (1997). La metamorfosis de la cuestión social. Buenos Aires: Paidós, p. 20. Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 35 En disonancia con los estudios referidos a la cuestión social en Chile, abundantes como señalábamos, la bibliografía monográfica sobre la “huelga obrera” como manifestación no sólo económica, sino también política y gremial ha sido más bien escasa en la historiografía y las Ciencias Sociales, predominando los estudios técnicos y jurídicos. La excepción lo constituyen, indistintamente, el artículo de Manuel Barrera “Perspectiva histórica de la huelga obrera en Chile”49 y el trabajo del soció- logo Crisóstomo Pizarro La Huelga Obrera en Chile50, los cuales aportan variados elementos teóricos para su estudio, aplicables principalmente al análisis del conflicto capital-trabajo desde su institucionalización en la década del veinte hasta 1970. Sin embargo, para los años previos, a saber constitutivos del movimiento obrero organizado en Chile, y en que irrumpe la huelga y su repertorio de acción asociado como arma de lucha contra el capital y el Estado, el tratamiento de ésta tiende a ser breve y poco profundo. Situación que se reitera en ambos casos. No obstante, la conceptualización elaborada en torno a la huelga, como herramienta para hacer frente a la explotación laboral en un con- texto político excluyente, fuertemente oligárquico (elitista), nos parece pertinente a la hora de abordar las movilizaciones huelguísticas contra el retrato obligatorio en 1913, ya que como menciona Crisóstomo Pizarro: A través de ella, como a través de todas las manifestaciones de pugna de intereses entre patrones y trabajadores, las que pueden ir desde el pliego de peticiones hasta el sabotaje, ausentismo, paro o huelgas propiamente tales, los trabajadores expresan su rechazo a las condi- ciones laborales y de vida que le son impuestas por el régimen. Y esta acción opositora, comparada a la de otros grupos socio-económicos, representa quizás el mayor potencial para la transformación de la sociedad en su conjunto51. 49. Manuel Barrera (1971), “Perspectiva histórica de la huelga obrera en Chile”, Cuadernos de la Realidad Nacional n°9, CEREN. Santiago. 50. Crisóstomo Pizarro (1987). La huelga obrera en Chile. Santiago: Ediciones SUR. 51. Ibíd, p.13. La Huelga del Mono36 Si bien existe un gran número de estudios monográficos de las manifestaciones huelguísticas de la primera década del siglo XX que finalizaron en grandes masacres perpetradas por los aparatos represi- vos del Estado chileno (Valparaíso, 1903; Antofagasta, 1906; Santiago, 1905; Iquique, 190752); al igual que estudios cronológicos y descriptivos de los movimientos huelguísticos de la primera y segunda década del siglo XX53, aún faltan investigaciones historiográficas que permitan comprender en el largo plazo el fenómeno huelguístico en Chile. Asi- mismo, falta desarrollar estudios monográficos que permitan mediante una reconstrucción micro-histórica detallada, analizar el impacto de aquellas huelgas que si bien no significaron grandes triunfos para el movimiento de trabajadores, constituyeron un avance cualitativo en sus luchas tras el enfrentamiento directo con el Estado y la patronal, y su fuertemente oposición a aquellas disposiciones represivas e in- terventoras, por parte de éstos. A través del estudio y análisis especialmente de huelgas que —como “la del Mono” en 1913— se verificaron en un período de transición en 52. Véase, entre otros, Gonzalo Izquierdo (1976), “Octubre de 1905. Un episodio en la historia social chilena”, Historia N° 13, Pontifica Universidad Católica de Chile. Santiago, pp. 55-96; Jorge Iturriaga, “La huelga de trabajadores portuarios y marítimos, Valparaíso 1903, y el surgimiento de la clase obrera organizada en Chile”, Santiago, Tesis para optar al grado académico de Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1997; Patricio Castillo, “La huelga de 1906 en Antofagasta. Una manifestación social de crisis del Estado oligárquico”, Seminario de Investigación, Licenciatura en Humanidades, Departamento Ciencias Históricas, Facultad Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile, Santiago, 1992; y respecto a la huelga y matanza de 1907, véase: Eduardo Devés (1989). Op. Cit.; Garcés (2003). Op. Cit.; Eduardo Cortés Ávalos y Jorge Rivas Medina: “De forjadores a prescindibles: El movimiento obrero popular urbano y el Partido Democrá- tico, Santiago 1905-1909”, Santiago, Tesis para optar al grado académico de Licenciado en Historia y Geografía, Universidad de Santiago de Chile, 1999; y Sergio Grez Toso (2001). Op. Cit., pp. 271-280. 53. Véase los textos clásicos de Jorge Barría Serón (1972). El movimiento obrero en Chile. Santiago: U.T.E.; y Jorge Barría Serón (1960). Los movimientos sociales de Chile desde 1910 hasta 1926 (Aspecto político y social). Santiago: Editorial Universitaria S.A.; así como sus innumerables artículos publicados en diversas revistas sindicales y políticas. Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 37 las formas de resolución de los conflictos laborales aún no institucio- nalizadas en Chile después de las grandes masacres del primer ciclo represivo (1903-1907)54, se puede llegar a nuevas conclusiones sobre el accionar de los trabajadores organizados de comienzos del siglo XX y sus antagonistas: las clases dominantes, el Estado y el capital. Es necesario señalar, que la bibliografía escrita sobre el movi- miento de trabajadores chileno no sólo ha estado marcada por un sesgo eminentemente marxista55, el cual ha minimizado, denostado y tergiversado —indistintamente—el rol jugado por otras corrientes ideológicas y doctrinarias en los procesos de conformación y consoli- dación de proyectos políticos alternativos al statu quo y la politización del movimiento obrero organizado -como el anarquismo- producto de sus aprioris y dogmatismos ideológicos56; sino también, y como consecuencia de lo anterior, su estudio (y del sindicalismo) ha estado imbricado al de la izquierda política partidista chilena —a sus orgánicas institucionales— en función de sus aciertos y desaciertos, triunfos y derrotas, elementos que no siempre se verifican conjuntamente, sino 54. Véase, Sergio Grez (2002). Op. Cit., pp. 91-150. 55. Nos referimos principalmente a las investigaciones de Julio César Jobet, Hernán Ramírez Necochea y Fernando Ortiz. Véase, especialmente, Julio César Jobet (1955). Los orígenes del movimiento obrero y del socialismo chileno. Santiago: Prensa Latinoamericana y Hernán Ramírez (1984). Origen y formación del Partido Comunista de Chile. Moscú: Edito- rial Progreso. Excluimos a Jorge Barría Serón y Luis Vitale Cometa, cuyos aportes para el rescate de la historia del movimiento popular y obrero (incluido el anarquismo) son innumerables. Respecto a la vertiente historiográfica ‘marxista clásica’, véase, Julio Pinto y María Luna Argudín (compiladores) (2006), La historiografía chilena durante el siglo XX: Cien años de propuestas y combates, México: Universidad Autónoma Metropolitana; Luis Moulián, “Marx y la historiografía chilena”, Encuentro XXI, N°8, 1997, pp. 121-130; y el ya citado estudio de Jorge Rojas (2000). Op. Cit., pp. 51-56. Respecto a la crítica marxista del anarquismo, véase el clásico del ruso Jorge Plejánov (1969). Contra el anarquismo. Buenos Aires: Ediciones Calden; y Boris Leibzon (1973). Revolucionarismo Pequeñoburgués. Anarquis- mo-Trotskismo-Maoísmo. Santiago: Editora Austral. 56. Véase nuestra crítica en Godoy (2007). Op. Cit., pp. 77-80; Rojas (2000). Op. Cit., pp. 71-73; y DeShazo (2007). Op. Cit., p.17-29. La Huelga del Mono38 más bien, tienden a desarrollar dinámicas propias y particulares, que se entrelazan y funden en algunos periodos, pero que se distancian notablemente en otros57. En relación a lo anterior, y sólo a modo de ejemplo, podemos señalar que no existen estudios monográficos sobre la constitución y accionar de la (primera) Federación Obrera Regional Chilena de orientación anar- co-sindicalista creada en 1913 en la ciudad de Valparaíso justamente en el contexto previo a la huelga contra el retrato obligatorio y en la cual jugará un rol preponderante, especialmente en su irradiación movimiental a la capital y otras ciudades del territorio nacional58. Por contrapartida, y a modo comparativo, podemos señalar que existen abundantes estudios sobre el Partido Obrero Socialista (POS), creado en 1912 —antecedente del Partido Comunista de Chile (1922)59— y sobre la figura “mítica” de 57. Francisco Zapata señala que la atención excesiva a la “vinculación entre sindicalismo y política ha hecho olvidar la importancia que tiene la consideración de aspectos fundamen- tales como son los niveles de vida de los obreros en las ciudades, las luchas para obtener mejores condiciones educacionales, sanitarias y habitacionales”. Asimismo, critica el alto grado de politización que ha caracterizado el estudio sistemático del movimiento obrero latinoamericano. En sus palabras: “La trayectoria sindical se ha estudiado con el prisma del partido político al cual pertenecía el estudioso y con frecuencia ello ha redundado en deformaciones notorias de esa trayectoria”. Véase: Francisco Zapata (1982), “Bibliografía sobre el sindicalismo en América Latina”, Foro Internacional, Vol. 22, N°3, El Colegio de México, p. 320. 58. La FORCh fue refundada posteriormente el año 1926. Para una breve caracterización de la segunda FORCh, véase: Víctor Muñoz (compilación y estudio preliminar) (2009). Armando Triviño: Wobblie. Hombres, ideas y problemas del anarquismo en los años veinte. Vida y escritos de un libertario criollo. Santiago: Quimantú, pp. 31-37. 59. Respecto de la historia de los comunistas en Chile, véase, entre muchos otros, la mo- numental obra recientemente editada de Olga Ulianova, Manuel Loyola, Rolando Álvarez (editores) (2012). 1912-2012, El siglo de los comunistas chilenos. Santiago: IDEA-Universidad de Santiago de Chile. Véase, asimismo, Sergio Grez (2011). Historia del comunismo en Chile. La era de Recabarren (1912-1924). Santiago: LOM Ediciones; Augusto Varas (compilador) (1988). El Partido Comunista en Chile. Santiago: FLACSO; Jorge Rojas y Manuel Loyola (compiladores) (2000). Por un rojo amanecer: Hacia una historia de los comunistas chilenos. San- tiago: Editorial Valus; y Rolando Álvarez, Augusto Samaniego y Hernán Venegas (editores) Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 39 Luis Emilio Recabarren, fundador de la tradición marxista en Chile60. En consecuencia, la “Huelga del Mono” de 1913 y el rol asumido por la FORCh, en su conducción, han sido escasamente abordados por la historiografía marxista clásica, especialmente la preocupada por el desarrollo del movimiento de trabajadores en Chile. Aunque, de igual forma, en la bibliografía referida al anarquismo local su presencia tam- bién ha sido mínima, a pesar de los esfuerzos de varios historiadores e investigadores contemporáneos de desvelar el manto de olvido histo- riográfico con el que ha sido cubierto su accionar, revalorizando el rol de la corriente libertaria en el proceso de conformación y constitución del movimiento obrero chileno61. (2008). Fragmentos de una historia. El Partido Comunista de Chile en el siglo XX. Democratización, clandestinidad, rebeldía, 1912-1994. Santiago: Ediciones ICAL. 60. Véase sólo a modo de ejemplo, Julio César Jobet (1955), Op. Cit.; y “El pensamiento político de Recabarren”, en Recabarren, Obras Selectas, Santiago, Quimantú, 1971; Alejandro Witker (1977). Los trabajos y los días de Recabarren. La Habana: Editorial Nuestro Tiempo; Manuel Castro (seudónimo de Augusto Samaniego), “Recabarren su legado”, Araucaria de Chile, N° 19, Madrid, 1982, pp. 59-78; Miguel Silva (1992). Recabarren y el socialismo. Santiago: Taller Artes Gráficas Apus; Iván Lubjetic (1992). Don Reca, Santiago: Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz; Jaime Massardo (2008). La formación del imaginario político de Luis Emilio Recabarren. Contribución al estudio crítico de la cultura de las clases subalternas de la sociedad chilena. Santiago: LOM Ediciones; Julio Pinto, “Socialismo y salitre: Recabarren, Tarapacá y la formación del Partido Obrero Socialista”, Santiago, Historia N° 32, 1999; Así como los libros recopilatorios de sus escritos de prensa y artículos, entre otros, Ximena Cruzat y Eduardo Devés (compiladores) (1985). Recabarren. Escritos de prensa (4 vols.). Santiago: Nuestra América. Desde otra óptica, véase, Mario Araya (2008), “Los anarquistas contra Recabarren: Polémicas y desencuentros entre ácratas y el más famoso ídolo obrero (1904-1924)”, Acción Directa, N°6. Santiago. 61. Véase, DeShazo (2007). Op. Cit.; Muñoz (2010), (2011). Op. Cit.; Míguez y Vivanco, (1987). Op. Cit.; Sergio Grez (2007a). Op. Cit.; Igor Goicovic (2003), “La propaganda por los hechos en el movimiento anarquista chileno (1890-1910)”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades, N° 7, Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile. Santiago; Jaime Sanhueza Tohá (1994), “Anarcosindicalismo y anarquismo en Chile: La Confederación General de Trabajadores (1931-1938)”, Santiago, Tesis para optar al grado académico de Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago; Claudio Rolle Cruz, “Anarquismo en Chile 1897-1907”, Santiago, Memoria para optar al La Huelga del Mono40 Respecto a la historiografía marxista clásica, en el libro del obrero-his- toriador Humberto Valenzuela, Historia del movimiento obrero chileno escrito en 1972, no se hace mención alguna a la “Huelgadel Mono” de 1913, ni tampoco a la constitución de la FORCh, en el período previo a las primeras manifestaciones contra el retrato obligatorio. Tampoco se hace alusión a su importancia en el proceso de rearticulación en el movimiento de trabajadores en el período inmediatamente posterior a la masacre de la Escuela Santa María de Iquique. Es más, en su apartado dedicado al “sindicalismo libre” de comienzos de siglo XX la presencia de la FORCh (de 1913), es prácticamente inexistente62. No ocurre lo mismo con el rol asignado por Valenzuela al Partido Obrero Socialista, así como a la Federación Obrera de Chile copada por los socialistas de tradición marxista en su III Convención, gracias a la labor propagan- dística y organizativa del otrora demócrata Luis Emilio Recabarren63. El primer historiador marxista en referirse a la huelga contra el retrato obligatorio —y al parecer quién acuñó su nombre— fue el historiador comunista Fernando Ortiz Letelier en su obra El movimiento obrero en Chile, 1891-1919, escrita en formato de tesis en 1956 y publicada pós- tumamente en 1985. En su investigación, el historiador marxista, hace alusión brevemente a la huelga de los obreros ferrocarrileros contra el retrato obligatorio, insertándola dentro de un análisis estructural de las luchas y reivindicaciones proletarias de comienzos de siglo, grado académico de Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1985; Héctor Fuentes Mancilla, “El anarcosindicalismo en la formación del movimiento obrero. Santiago y Valparaíso. 1901-1916”, Santiago, Tesis para optar al grado de Magíster Artium mención Historia, Universidad de Santiago, 1991; Julio Pinto, “El anarquismo tarapaqueño y la huelga de 1907: ¿apóstoles o líderes?” en Artaza et. al. (1998). Op. Cit.; Godoy (2007), (2009a), (2009b), (2011). Op. Cit.; y las obras ya citadas de Luis Vitale; entre muchas otras. 62. Humberto Valenzuela (2008). Historia del movimiento obrero chileno. Santiago: Quimantú, pp. 22-39. 63. La interpretación de Valenzuela es similar a la “descripción estandarizada de la historia de la clase obrera a principios del siglo XX”, formulada por Hernán Ramírez Necochea que señala Peter DeShazo, véase (2007). Op. Cit., p. 19. Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 41 específicamente en el “decenio de la primera guerra mundial”, como él mismo señala64. Posteriormente en 1960, el historiador Jorge Barría Serón en su des- criptivo y detallado estudio Los movimientos sociales de Chile desde 1910 hasta 1926, si bien dedicó un breve apartado a la “Huelga del Mono” de 1913, describiendo su origen, desarrollo y consecuencias —con apoyo de valiosas fuentes documentales— al igual que el historiador Ortiz Letelier la circunscribió a procesos estructurales más amplios, dejando de lado y aminorando sus particularidades y su dinámica propia, no abordando su génesis (el retrato obligatorio) y la compleja evolución que asumió el movimiento huelguista en la ciudad de Valparaíso65. Tras el golpe de Estado de 1973 y el quiebre teórico-epistemoló- gico y afectivo66 derivado de él, la historiografía chilena se centró en el estudio de nuevos actores sociales, poco considerados hasta esa entonces. Emergieron en el contexto dictatorial estudios referidos al campesinado, grupos indígenas, mujeres, pobladores, entre otros; pero al mismo tiempo, investigaciones sobre las diversas corrientes ideoló- gicas que aportaron en los procesos de politización popular durante el período de configuración y conformación del movimiento obrero organizado en Chile. Diversos estudios sobre sociedades de socorros mutuos, grupos anarquistas, demócratas y socialistas, entre otros, se encuentran en este registro67. 64. Ortiz (1985). Op. Cit., pp. 209-212. 65. Barría (1960). Op. Cit., pp. 217-218. 66. Eduardo Devés (1991), “La cultura obrera ilustrada chilena y algunas ideas en torno al sentido de nuestro quehacer historiográfico”, Mapocho N° 30. Santiago, pp.127-136. 67. Lo anterior se verificó como consecuencia de la influencia de la historiografía inglesa y francesa, en un primer momento, y de la historia cultural y de los estudios subalternos, des- pués. Producto de esta influencia la historiografía chilena, centró su atención en aquellos actores políticos y sociales y corrientes ideológicas y políticas (mutualismo, anarquismo, marxismo heterodoxo, indigenismo, feminismo, etc.) que habían sido “despreciadas” e invisibilizadas por la “Gran Historia”, especialmente por la “historia Estatal” o “estatalista” La Huelga del Mono42 En este nuevo contexto historiográfico, se sitúa la importante obra del historiador norteamericano Peter DeShazo titulada Trabajadores Urbanos y Sindicatos en Chile: 1902-1927, publicada originalmente en inglés en 1983 —y traducida por Pablo Larach, en 2007— el cual dedicó, a diferencia de Ortiz Letelier y Barría Serón, un apartado más extenso a la “Huelga del Mono” de 1913, insertándola en el período comprendido entre los años 1909-1916 en el cual se destaca —según el autor— el rol de las corrientes anarcosindicalistas y sindicalistas no políticas en la consolidación del movimiento laboral chileno, especialmente en la lucha por las reivindicaciones gremiales y económicas de los trabajadores68. La extensa bibliografía elaborada en torno al accionar anarquista en Chile desde la década del ochenta en adelante también a omitido (y disminuido), consciente o inconscientemente, la “Huelga del Mono”69. Hecho paradójico, considerando que la paralización de los trabajadores ferrocarrileros porteños fue conducida por la FORCh de tendencia anar- cosindicalista, y liderada por connotados ácratas —como por ejemplo el porteño y ex demócrata Juan Onofre Chamorro70— que operaron en el seno del movimiento popular a partir de la segunda década del siglo XX tras el “recambio generacional” obrero, a nivel nacional, que significó la masacre de Iquique de 190771. En el trabajo de Eduardo Míguez y Álvaro Vivanco “El anarquismo y el origen del movimiento obrero 1881-1916” (1987), si bien se destacada como ha señalado el historiador hindú Ranahit Guha. Para la crítica a la historiografía “estatalista”, véase, Ranahit Guha (2002). Las voces de la historia y otros estudios subalternos. Madrid: Editorial Crítica. 68. DeShazo (2007). Op. Cit., p. 204-205. 69. Para una revisión de la historiografía sobre el desarrollo del anarquismo en Chile, véase nuestra reseña del libro de Sergio Grez (2011). Magno Espinoza, La pasión por el comunismo libertario. Santiago: Editorial USACh, en Revista de Historia Social y de las Mentalidades, Vol. 15, Nº 2, Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile, 2011, pp. 261-266. 70. Para los antecedentes biográficos de Chamorro, véase: DeShazo (2007). Op. Cit., p. 200; Grez (2007a). Op. Cit., p. 197; y Lagos (2012). Op. Cit., pp. 81-95. 71. Godoy (2007). Op. Cit., p. 122. Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 43 la labor de la FORCh durante las jornadas huelguísticas del año 1913 (y 1917), especialmente en la ciudad de Valparaíso, y se hace hincapié en su importante rol en el “repunte organizativo” de los trabajadores durante el bienio 1912-13, se aborda sucintamente la huelga de los empleados de los ferrocarriles del Estado contra el retrato obligatorio, sólo a propósito, y en relación, de la expulsión del territorio nacional del anarquista y dirigente obrero peruano Eulogio Otazú72. Por su parte, el historiador Luis Vitale Cometa en su texto Interpre- tación marxista de la historia de Chile (reeditada por LOM Ediciones), al igual que Míguez y Vivanco, hace referencia a la huelga contra el retrato forzoso, circunscribiéndola a las manifestaciones huelguísticas del año 1913, sin profundizar en sus causas ni tampoco en sus consecuencias73. En trabajos posteriores, relacionados específicamente con el desarrollo del anarquismo en América Latina y Chile, el historiador Luis Vitale omitirá la “Huelga del Mono” de 1913, el accionar dela (primera) FORCh y de sus principales dirigentes, circunscribiendo el accionar anarquista al contexto general de movilización de los trabajadores organizados en Chile sin analizarlo en profundidad, aunque destacándolo como “uno de los factores subjetivos claves que permitió a la clase trabajadora chilena lograr conquistas esenciales”74. El trabajo del periodista Andrés Brinargdello Valdivia, Valparaíso Anarquista. Notas para una historia social de la ciudad, publicado el 2006, con las limitaciones (y aciertos) de un texto que si bien no es “historiográfico”, académicamente hablando, también resta importancia a la huelga contra el retrato obligatorio, haciendo eco y reproduciendo la minimización a la que ha sido sometida por la historiografía mar- 72. Míguez y Vivanco (1987). Op. Cit., p. 128. 73. Luis Vitale Cometa (s/f). Interpretación marxista de la historia de Chile (Tomo V). Santiago: LOM Ediciones, p. 53. 74. Luis Vitale Cometa (2002). Contribución a una historia del anarquismo en América Latina. Santiago: Ediciones Espíritu Libertario, p. 184; y Luis Vitale Cometa (1995). De Martí a Chiapas, balance de un siglo. Santiago: Editorial Síntesis-CELA, p. 143. La Huelga del Mono44 xista. En su breve apartado referido a la “Huelga del Mono” reproduce los planteamientos del historiador Fernando Ortiz Letelier señalando que la “fotografía obligatoria se aplicó”, sin detallar demasiados ante- cedentes75. Mayor extensión le dedicó a la aprehensión y secuestro del anarcosindicalista peruano Eulogio Otazú, aunque descontextualiza dicho episodio, que se enmarca justamente dentro del movimiento huelguístico contra el retrato obligatorio de octubre-noviembre de 1913 en Valparaíso76. Mención aparte por su rigurosidad y descripción, merece el trabajo historiográfico de Sergio Grez Toso sobre el accionar anarquista en Chile titulado Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la Idea” en Chile, 1893-1915 (2007), el que analiza la relación entre anarquismo, como corriente ideológica, y el movimiento de trabajadores chileno en su proceso de constitución y configuración hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX. En dicha obra, Grez revaloriza el aporte anarquista, en tanto una de las matrices ideológicas fundantes, en la conformación del movimiento obrero criollo, a través de una profusa revisión de fuentes primarias, fruto de un trabajo de largo aliento. No obstante lo anterior, aborda sucintamente la “Huelga del Mono” en Valparaíso circunscribiéndola, al igual que sus antecesores, al proceso de expansión del anarquismo, tanto en el puerto como en la capital durante los años 1912-191377. Desde la sociología, Crisóstomo Pizarro, en su ya citada obra La huelga obrera en Chile, 1890-1970, analizó la huelga en Chile como expresión del conflicto laboral, tratando de superar —como él mismo señaló en su introducción— aquellos enfoques e interpretaciones “fuer- temente ideologizadas” y meramente “descriptivas”, no obstante, su 75. Andrés Brignardello (2006). Valparaíso anarquista. Notas para una historia social de la ciudad. Valparaíso: FONDART, p. 88. 76. Ibíd, pp. 89-91. 77. Grez (2007a). Op. Cit., pp. 252-257. Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 45 investigación hace hincapié especialmente en la institucionalización del conflicto entre capital/trabajo, analizando superficialmente el período comprendido entre los años 1890-1915, en que las relaciones laborales aún no estaban normadas desde el punto de vista jurídico y legal. Ade- más, sobredimensiona el rol jugado por el Partido Obrero Socialista, el Partido Comunista Chileno y los demás partidos anti oligárquicos en el proceso de sindicalización en Chile durante el período estudiado, minimizando el accionar de otras corrientes ideológicas e instancias organizativas no institucionalizadas, que apostaron a la conformación de un sindicalismo revolucionario, clasista y confrontacional78. En la última década, varios historiadores chilenos han analizado las relaciones entre el Estado y los trabajadores haciendo hincapié en diversos tópicos, ignorando y/o desconociendo, la huelga contra el retrato obligatorio de 1913 y su importancia en el movimiento de trabajadores. Es más, el interesante trabajo del historiador Sergio Grez Toso “¿Autonomía o escudo protector? El movimiento obrero y popular y los mecanismos de conciliación y arbitraje (Chile, 1900-1924)”, omite las manifestaciones huelguísticas originadas contra el sistema de foto- grafías. Lo curioso es que para analizar dichas relaciones Grez realiza un “levantamiento” a partir de fuentes primarias, de las principales huelgas del período que estudia (1900-1924) en el cual las “Huelgas del Mono” (de 1913 y 1917) una vez más están ausentes79. Cuestión que nos parece inquietante ya que la de 1913 —que es la que nos interesa— fue profusamente informada por su carácter público en la prensa burguesa (y obrera) de la época, especialmente por el periódico El Mercurio en sus versiones capitalina y porteña de gran circulación a nivel nacional, fuentes consultadas por Sergio Grez. 78. Pizarro (1987). Op. Cit. 79. Para la huelga de 1917, véase: DeShazo (2007). Op. Cit., pp. 221-24; Mario Araya, “Los wobblies criollos. Fundación e ideología en la Región chilena de la Industrial Workers of the World-IWW (1919-1927)”, Santiago, Tesis para optar al Grado Académico de Licenciado en Historia, Universidad ARCIS, 2008, pp. 22-28. La Huelga del Mono46 El historiador Juan Carlos Yáñez, por su parte, ha centrado el foco de atención en la institucionalización del conflicto laboral y los me- canismos creados por las clases dominantes para contener las deman- das de los trabajadores. En sus diversas investigaciones ha matizado aquellos planteamientos que restan importancia al rol de los grupos dirigentes en la creación y dictación de legislación social. Sin embargo, también omite la huelga contra el retrato obligatorio, sus principales manifestaciones y las discusiones que se dan tanto en el mundo obrero popular, como a nivel gubernamental, sobre las reacciones en torno a la implementación del Decreto Ministerial que origina la “Huelga del Mono” en Valparaíso80. Respecto al estudio específico de los trabajadores de los Ferrocarriles del Estado podemos señalar el libro de Luis Armando Sepúlveda, La historia social de los ferroviarios81. Sin embargo, el apartado dedicado a las luchas de los obreros ferrocarrileros de comienzos de siglo XX, es breve y poco profundo omitiéndose el desarrollo de la “Huelga del Mono”, sobre todo si se considera que la paralización en pos de la abolición del Decreto Ministerial que obligaba a retratarse a los obre- ros comienza efectivamente en una de las secciones porteñas de los Ferrocarriles del Estado (la 1° Sección) y que el gremio ferrocarrilero de los trabajadores a jornal, fue uno de los más activos durante todo el desarrollo de la huelga. Desde otro enfoque, son escasos los trabajos en Chile alusivos a los nuevos mecanismos de control elaborados por los grupos dominantes en pos de la identificación (a través de un registro visual sistemático) de los trabajadores a comienzos del siglo XX. El único trabajo que co- 80. Juan Carlos Yáñez (2003). Estado, consenso y crisis social. El espacio público en Chile 1900- 1920. Santiago: Centro de Investigaciones Diego Barras Arana. 81. Luis Armando Sepúlveda (1959). La historia social de los ferroviarios. Santiago: Imprenta Siglo XX. Respecto de los empleos ferroviarios véase el artículo de Pamela Araya (1994), “Número, tipos, y singularidades del empleo ferroviario hacia fines del siglo XIX”, Revista de Historia, vol. IV, Universidad de Concepción. Concepción. Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 47 nocemos, relacionado indirectamente con dicho tópico, especialmente en torno al delito y la fotografía como medio de criminalización social (la “publicidad del delito”), es el de los historiadores Marcos Fernández y Daniel Palma titulado
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