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Eduardo Andrés Godoy - La Huelga del Mono - Said Pulido Uribe

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14
La Huelga 
del Mono
Los anarquistas y las movilizaciones contra 
el retrato obligatorio (Valparaíso, 1913)
eduardo andrés godoy sepúlveda
LA HUELGA DEL MONO
Los anarquistas y las movilizaciones 
contra el retrato obligatorio (Valparaíso, 1913)
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda
I.S.B.N.: 978-956-358-036-5
Registro de Propiedad Intelectual: N° 244.189 del 8 de agosto del 2014
Diseño y diagramación: Fabian Flores Bernales
Producción: Editorial Quimantú 
editorial@quimantu.cl
www.quimantu.cl
Santiago de Chile, agosto de 2014
Colección Papeles para Armar / Serie Papel Lustre
• PRESENTACIÓN
• AGRADECIMIENTOS
• INTRODUCCIÓN
• CAPÍTULO I
Cuestión social y movimiento obrero en Chile
• CAPÍTULO II
El movimiento obrero y anarquista en Santiago y Valparaíso
Los anarquistas en Santiago
El ciclo huelguístico del bienio 1912-13 en Valparaíso
• CAPÍTULO III
La “Huelga del Mono” en Valparaíso
Separación del obrero Eleuterio Arce
Estallido de la huelga general en Valparaíso
Secuestro de Eulogio Otazú y desarrollo de la huelga
La deportación de Eulogio Otazú
Intentos de conciliación y arbitraje
Fin de las movilizaciones
El difuso desenlace
• CONCLUSIONES
• BIBLIOGRAFÍA
6
10
14
32
52
53
73
90
93
114
132
147
162
173
183
186
194
Pág.
Índice
6
Todos los días, a cualquier hora del día, en las situaciones más inverosímiles, uno se encuentra en las “redes sociales” con las fotografías de la vida de un montón de personas que definimos 
como “amigos”. Retratar cada aspecto del cotidiano, compartir imágenes 
de hijos, nietos, parejas, selfies, e incluso fantasear con que es real esa 
vida otra que siempre soñamos con tener, y que a través de las trampas 
de la red global y la tecnología, es más fácil teatralizar.
Pocos se cuestionan el sacarse la foto carné’ para el RUT, la iden-
tificación del trabajo, la tarjeta de socio y el montón de cosas en que 
nuestro rostro debe aparecer, casi siempre sin mucha gracia. Es normal 
reírse con la famosa fotito, que bien adornaría un letrero de “Se Busca”.
Y aunque más de una vez sentimos esa molestia incómoda por 
tener que mostrar el carné’ para que éste dijera que nosotros somos 
nosotros, como editorial no habíamos dado una discusión seria al 
respecto hasta que nos llegó este libro a las manos. Fue como darle 
nombre a la incomodidad, encontrar en este pedacito de historia, bien 
contada por lo demás, la explicación del por qué nos molestaba tanto 
exhibicionismo, tanto el de las redes sociales, como el legal, el que nos 
obliga a poner nuestra imagen en montón de documentos para ratificar 
nuestra identidad.
Presentación
7
Porque hubo un tiempo que un grupo de obreros organizados deci-
dieron movilizarse cuando los patrones exigieron el “retrato obligatorio”, 
porque eso les quitaba dignidad, los marcaba como se marca al ganado, 
los ponía a la altura del letrero “Se Busca”, y le daba instrumentos a 
quienes tenían el poder (los mismos de siempre) para perseguirlos, 
identificarlos y clasificarlos y después tomar acciones poco favorables 
para el retratado.
Eduardo Godoy nos invita a conocer a estos obreros y a aprender 
de ellos, los pequeños y grandes detalles de esta movilización olvidada 
de la historia oficial, pero cuyo conocimiento se hace imprescindible 
en estos nuevos tiempos.
Para una editorial como esta, que intenta construirse a escala hu-
mana, en donde conversarse un café, reunirnos con tecito y pan para 
soñar juntos el camino a recorrer, que arma fiestas para encontrarnos, 
abrazarnos y contarnos cómo vamos, es un orgullo poner a disposición 
esta investigación histórica, que cumple una de las premisas básicas de 
nuestras publicaciones, nos permite sentir la realidad.
editorial quimantú
Agosto de 2014
A la memoria del albañil Hugo Arévalo Contreras
A mis padres
A Carolina
Agradecimientos
11
Esta investigación nació como idea el 2004 en un seminario de Historia de Chile del siglo XX dictado por la profesora María Angélica Illanes en el pregrado de la Universidad de Santiago 
de Chile. Desde ese año mis investigaciones e inquietudes, responden 
a la influencia de profesores de diversas universidades, especialmen-
te de mi casa de estudios. Por tanto agradezco en primer lugar, y sin 
distinción, a todos mis profesores del pregrado de la Universidad de 
Santiago de Chile.
Del Programa de Magíster en Historia de la Universidad de Santiago 
agradezco especialmente a su director Igor Goicovic (2008-2009) y a 
los profesores Luis Corvalán, Maximiliano Salinas y Rolando Álvarez, 
por su profesionalismo y dedicación. A mis compañeros de posgrado, 
oriundos de diversas universidades con los que, de una u otra forma, 
discutimos y reflexionamos compartiendo ideas y sueños. Parte fun-
damental de la nueva camada de jóvenes historiadores en Chile.
Además quisiera agradecer fraternalmente a los historiadores Al-
berto Harambour Ross, Sergio Grez Toso, Pablo Artaza Barrios, Hernán 
Venegas Valdebenito, Enzo Videla Bravo, Víctor Muñoz Cortés, Camilo 
Plaza Armijo, Mario Araya Saavedra, Juan Carlos Yáñez, Diego Morales 
Barrientos, Óscar Peñafiel Arancibia y Fernando Pairicán, con los cuáles 
hemos sostenido indistintamente y a través de diversos medios, un 
diálogo fraterno y fecundo respecto al movimiento obrero y popular 
chileno (y mapuche), de fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Por último, a mis entrañables amigos Mauricio Suil, Jennifer Carrasco, 
Andrea Acevedo, Gustavo Rodríguez, Fabián Flores, Nicole Fuentes, 
Camilo Araya y Álex Cerda; a mis ex compañeros del Grupo Editor del 
Periódico El Surco; a mi familia, especialmente a mis padres Nancy Inés 
Sepúlveda Núñez y Eduardo Godoy Muñoz, a mis hermanos, Sebastián 
y Yessenia; a mis sobrinos, Á-lex, Vicente y Javiera; a mi compañera de 
camino: Carolina Sofía Rodríguez (y a su familia) por su desinteresado 
amor y a nuestros gatitos —los pulines— que hoy en día nos llenan de 
cariño, ternura y ronroneos. 
A todos muchas gracias.
Necesitamos la historia, pero la necesitamos
de manera diferente a como la necesita
el ocioso exquisito en el jardín del saber.
f. nietzsche
El pasado, el pasado, el pasado, 
es el porvenir de los desengañados…
p. de rokha
Introducción
15
Los historiadores preocupados del estudio del movimiento obrero y popular han prestado poca atención a las primeras huelgas de la segunda década del siglo XX chileno, en especial a las que se 
insertan en el intenso ciclo huelguístico ascendente de los años 1912-19131. 
Por el contrario, sus estudios se han centrado fundamentalmente en el 
ciclo represivo de la primera década del siglo XX, es decir, el período 
de protestas obrero-populares iniciado con la huelga de Valparaíso en 
1903 y que finalizó con la masacre de la Escuela Santa María de Iquique 
en diciembre de 19072; así como en la constitución en 1912 del Partido 
Obrero Socialista (POS)3, antecedente directo del Partido Comunista 
de Chile (PCCh).
Ahora, si bien es sabido que el movimiento obrero y popular chileno 
luego de la matanza en Iquique entró en una fase de dispersión, desar-
ticulación y regresión en sus niveles de organización y lucha que duró 
varios años (1908-1912), producto de la violenta represión al que fue 
1. Peter DeShazo señala que “los siete años entre 1909 y 1916, constituyen algo así como 
un “período perdido” en la Historia de Chile o, al menos, uno que ha atraído muy poco la 
atención de los historiadores”. Véase, DeShazo (2007). Trabajadores urbanos y sindicatos en 
Chile: 1902-1927. Santiago: DIBAM, p. 193. 
2. Véase para mayores antecedentes, entre otros, Eduardo Devés (1989). Los que van a Morir 
te Saludan, Historia de una masacre, Escuela Santa María de Iquique. Santiago: Ediciones Do-
cumentas; Mario Garcés (2003). Crisis Social y Motines Populares en el 1900. Santiago: LOM 
Ediciones; Sergio Grez, “La guerra preventiva: Santa María de Iquique. Las razones del 
poder”, Mapocho n° 50, Santiago, segundo semestre de 2001, pp. 271-280. Véase, asimismo, 
Pablo Artazaet. al. (1998). A 90 años de los sucesos de la Escuela Santa María de Iquique. San-
tiago: DIBAM-LOM Ediciones-Universidad Arturo Prat, Centro de Investigaciones Diego 
Barros Arana; y Pablo Artaza, Susana Jiles y Sergio González (editores) (2009). A cien años 
de la masacre de la Escuela Santa María de Iquique (1907-2007). Santiago: LOM Ediciones.
3. Es recurrente en la historiografía marxista el planteamiento de que el movimiento de tra-
bajadores superó el letargo al que fue sumido tras la masacre de la Escuela Santa María de 
Iquique de 1907 gracias a la fundación del Partido Obrero Socialista (POS) y al accionar de 
Recabarren, dejando de lado y minimizando el rol jugado por otras corrientes ideológicas 
en este proceso de rearticulación. Véase a modo de ejemplo, Iván Ljubetic (2006), “Masacre 
que no se olvida”, Punto Final, N° 629. 
La Huelga del Mono16
sometido, existe un desconocimiento del ciclo huelguístico 1912-19134, 
bienio que marcó el fin del letargo al que fue sumido el movimiento de 
trabajadores en Chile tras los dramáticos sucesos de 19075. Como con-
secuencia de este desconocimiento no existen estudios monográficos 
del período 1912-1913, ni tampoco de las huelgas más emblemáticas en 
que el movimiento popular manifiesta su rearticulación desde el punto 
de vista orgánico y político. Sólo se ha hecho alusión tangencialmente 
a ella y no se le ha asignado la importancia que tiene en la lucha por las 
demandas socio-laborales para la segunda mitad del siglo XX. Tampoco 
se ha estudiado en profundidad las nuevas formas que el movimiento 
popular asumió durante estos años, con sus especificidades, ni las 
nuevas tácticas y estrategias que empezó a utilizar para negociar con la 
patronal y el Estado antes de la impuesta sindicalización legal a la que 
fue sometido durante la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo (1927-31)6. 
Obras historiográficas excepcionales son las de Jorge Barría Serón7 y 
Fernando Ortiz Letelier, historiadores de la hoy denominada corriente 
marxista clásica8. De hecho, es este último quién parece atribuirle por 
vez primera (desde el punto de vista historiográfico) el calificativo de 
4. Eduardo Míguez y Álvaro Vivanco (1987). “El anarquismo y el origen del movimiento 
obrero chileno. 1881-1916”, Andes, N°6, Santiago: Instituto de Estudios Contemporáneos, p. 125.
5. Respecto a la rearticulación del movimiento popular tras los sucesos de Iquique en 1907, 
véase, Eduardo Godoy (2009a), “1907 (Iquique) y 1913 (Valparaíso): debacle y rearticulación. 
Dos hitos en la historia del movimiento obrero-popular chileno” en Pablo Artaza, Susana 
Jiles y Sergio González (editores) (2009). Op. Cit., pp. 253-270.
6. Jorge Rojas (1993). La Dictadura de Ibáñez y los Sindicatos (1927-1931). Santiago: DIBAM. 
Véase, asimismo, Carlos Vicuña (2002). La tiranía en Chile. Santiago: LOM Ediciones.
7. Jorge Barría (1960). Los movimientos sociales de Chile desde 1910 hasta 1926 (Aspecto político 
y social). Santiago: Editorial Universitaria S.A., pp. 217-218.
8. Un excelente y exhaustivo recuento sobre la historiografía obrera chilena, en donde 
se hace referencia a la escuela “marxista clásica” es el estudio de Jorge Rojas (2000), “Los 
trabajadores en la historiografía chilena: balance y proyecciones”, Revista de Economía y 
Trabajo, N° 10. Santiago.
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 17
“Huelga del Mono” a la paralización general de 19139. Sin embargo, y a 
pesar del carácter pionero de estas obras que aportan numerosos datos 
para el análisis de las movilizaciones sociales de la primera y segunda 
década del siglo XX y el proceso de rearticulación del movimiento obre-
ro-popular tras la masacre iquiqueña, enmarcan a las manifestaciones 
huelguísticas del período dentro de grandes procesos estructurales 
económicos; sobredimensionando, además, con un sesgo claramente 
ideológico el rol jugado por las corrientes marxistas en desmedro de 
las libertarias —especialmente Ortiz Letelier— que sin duda, y como 
hemos sostenido en otras oportunidades, han jugado un rol de suma 
importancia en la configuración del movimiento de trabajadores en 
Chile en su etapa inicial, así como después del ciclo represivo de la 
primera década del siglo XX (1908-1912) y su consiguiente rearticula-
ción (1912-1913)10.
Según la información gubernamental que se desprende de los boleti-
nes de la Oficina del Trabajo durante 1912 se registraron a nivel nacional 
un total de 19 huelgas, mientras que en 1913 otras 1711. Movimientos 
huelguísticos que demuestran que las relaciones entre el capital y el 
trabajo distaban de ser armoniosas pese a las drásticas “soluciones” 
9. Fernando Ortiz (1985). El movimiento obrero en Chile, 1891-1919. Madrid: Ediciones 
Michay, S.A., pp. 209-212.
10. Eduardo Godoy (2007), “‘Sepan que la Tiranía de Arriba, Enjendra la Rebelión de 
Abajo’. Represión Contra los Anarquistas: La Historia de Voltaire Argandoña y Hortensia 
Quinio (Santiago, 1913)”, Cuadernos de Historia 27, Departamento de Ciencias Históricas, 
Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. Santiago. pp. 77-80; y Sergio 
Grez (2007). Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la Idea” en Chile, 1893-1915. 
Santiago: LOM Ediciones, pp. 9-21.
11. “Estadística de las Huelgas. (Huelgas en 1912. Huelgas en 1913)”, Boletín de la Oficina del 
Trabajo, N° 7, segundo semestre de 1913. Santiago. pp. 205-218. Estas cifras son más bien 
moderadas, ya que como la misma Oficina señalaba “las informaciones” publicadas son 
de las huelgas “de las cuales pudo obtenerse datos”. El historiador Peter DeShazo, por su 
parte sostiene, apoyándose en los estudios de Jorge Barría y Manuel Barrera, que a nivel 
nacional, en 1912 se registraron un total de 26 huelgas, mientras que en 1913, 27. Véase, 
DeShazo (2007). Op. Cit., p. 201.
La Huelga del Mono18
estatales de la primera década del siglo XX, a la ya difundida práctica 
—aunque sin obligatoriedad legal— de los mecanismos de concilia-
ción y arbitraje12, así como a la incipiente legislación socio laboral que 
empieza a emerger desde los sectores dominantes para contener los 
desbordes obreros y populares13. 
Característica de este período y expresión de la escalada huelguís-
tica verificada durante los años 1912-1913, fue la paralización iniciada 
por los obreros a jornal de los Ferrocarriles del Estado en octubre de 
1913, en Valparaíso, contra el Decreto Ministerial (Circular N° 415, de 
abril de 1913) que los obligaba a retratarse. Esta movilización marcó 
el cenit y al mismo tiempo la re-emergencia del movimiento obrero y 
popular chileno, gracias a la aparición de nuevos cuadros militantes 
(recambio generacional) y organizaciones de trabajadores dispuestos 
a luchar por sus derechos sociales y laborales bajo la consigna o ethos 
colectivo, como señala el historiador Sergio Grez, de la “emancipación 
de los trabajadores”14. 
La “Huelga del Mono”, como ha sido denominada por Fernando 
Ortiz Letelier, en poco tiempo suscitó la solidaridad y apoyo de un gran 
12. Sergio Grez (2002), “¿Autonomía o escudo protector? El movimiento obrero y popular 
y los mecanismos de conciliación y arbitraje (Chile, 1900-1924)”, Historia Vol. 35, Pontificia 
Universidad Católica de Chile. Santiago, pp. 91-150. 
13. Sergio Grez (2001), “El escarpado camino hacia la legislación social: debates, contra-
dicciones y encrucijadas en el movimiento obrero y popular (Chile: 1901-1924)”, Cuadernos 
de Historia 21, Universidad de Chile. Santiago, pp. 119-182; y Juan Carlos Yánez (1999), 
“Legislación social en Chile (1906-1924). Antecedentes y evolución histórica”, Revista de 
Estudios Históricos-Jurídicos, N° 21, Universidad Católica de Valparaíso. Valparaíso. 
14. Sergio Grez plantea que hacia 1907 ya se había provocado un cambio en el ethos co-
lectivo en el seno del movimiento obrero y popular. Véase, Sergio Grez, “1890-1907: De 
una huelga general a otra. Continuidades y rupturas del movimiento popular en Chile” 
en Pablo Artaza et. al. (1998).A 90 años de los sucesos de la Escuela Santa María de Iquique. 
Santiago: LOM Ediciones, pp. 135. Respecto al período previo, véase del mismo autor, “El 
proyecto popular en el siglo XIX” en Manuel Loyola y Sergio Grez (compiladores) (2005). 
Los proyectos nacionales en el pensamiento político y social chileno del siglo XIX. Santiago: Edi-
ciones UCSH, pp. 107-112. 
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 19
número de organizaciones de trabajadores desde distintos puntos del 
territorio nacional, generando una persecución violenta por parte de 
los aparatos represivos del Estado contra los obreros que la lideraban en 
el puerto, a través de la anarcosindicalista Federación Obrera Regional 
Chilena y contra los que la secundaban en Santiago y otras ciudades.
En la capital, en particular, dicha persecución se materializó como 
han señalado Míguez y Vivanco en “encarcelamientos y diversos juicios 
montados ad hoc; además de actualizar la demanda de una legislación 
eficaz que acabara de una vez por todas con el “peligro anarquista” que 
denunciaban la prensa y “los corifeos burgueses””15. 
La clase dominante a través de una lógica “preventiva”, al igual 
que en las grandes huelgas de comienzos del siglo XX, intentó evitar 
que las manifestaciones solidarias ácratas de apoyo moral y material, 
respecto a la huelga general porteña, se trasformaran y degeneraran 
en “movimientos abiertamente subversivos”, como sostuvieron los 
medios de comunicación afines al statu quo. Para tal efecto, el Estado y 
la patronal utilizaron todos los medios a su alcance con el fin de desar-
ticular y descabezar el movimiento que se había generado en Valparaíso 
y que ya había tomado su propio rumbo y dinámica en otras ciudades, 
especialmente en Santiago, donde los enfrentamientos con los repre-
sentantes del “orden”, se estaban tornando cada vez más violentos y 
los comicios más masivos y desafiantes desde 191116. 
En consecuencia, la siguiente investigación pretende abordar la 
“Huelga del Mono” iniciada en la ciudad de Valparaíso por los obreros 
ferrocarrileros, en repudio a la aplicación del decreto gubernamental 
15. Míguez y Vivanco (1987). Op. Cit., pp. 128-129.
16. Respecto a la represión contra los anarquistas capitalinos véase, entre otros, Godoy 
(2007). Op. Cit., pp. 75-124; José Tomás Guzmán (1913). El anarquismo i la lei, Memoria de 
prueba para optar al grado de Licenciado en Leyes y Ciencias Políticas, Santiago: Imprenta 
y Encuadernación Chile; Juan Carlos Yáñez (2011), “Tratado de extradición y protección 
contra el anarquismo (1901-1902)”, Relaciones 125. México D.F., pp. 125-136; y Víctor Muñoz 
(2011). Cuando la patria mata. La historia del anarquista Julio Rebosio (1914-1920). Santiago: 
Editorial USACH.
La Huelga del Mono20
emitido por el Ministerio de Ferrocarriles, Industria y Obras Públicas 
que los obligaba a retratarse17. Dicho movimiento huelguístico que se 
inició con un cariz netamente gremial, en tanto la disposición afectó 
solamente a un grupo reducido y específico de trabajadores, dio paso 
rápidamente a uno de mayores proporciones que involucró a los de-
más gremios del puerto, excediendo no sólo las fronteras regionales, 
irradiando a ciudades tan distantes como Iquique y Punta Arenas, sino 
también las fronteras nacionales, recibiendo el apoyo pecuniario y moral 
de los obreros de otras latitudes sudamericanas, específicamente del 
movimiento de trabajadores peruano18.
Su importancia histórica radica en que fue la primera huelga general 
con alcance nacional registrada después de la represión desatada por 
el Estado durante el primer ciclo de protestas populares de los años 
1903-1907. Asimismo, su importancia también reside en que se cons-
tituyó como la máxima expresión de la re-articulación de los trabaja-
dores durante el ciclo huelguístico del bienio 1912-1913, pos-masacre 
iquiqueña, erigiéndose como la primera gran movilización abierta y 
frontal, por parte de los obreros organizados contra el Estado después 
de este trágico punto de inflexión19. 
17. “Huelga en los ferrocarriles del Estado”, El Día de Valparaíso, Valparaíso, 17 de octubre 1913.
18. Recibió el apoyo de los gremios de las ciudades de Santiago, La Serena, Viña del Mar, 
Quillota, Iquique, Talca y Magallanes, entre otros. Asimismo, los huelguistas porteños 
recibieron el apoyo desde Perú, de la ciudad del Callao de la anarcosindicalista Federación 
Obrera Regional Peruana. Respecto de la historia de la FORP véase: Óscar Llanos (s/f), 
“El proceso de declive de la influencia ideológica política anarquista en el movimiento 
obrero peruano 1919-1932”, Lima, Tesis para optar al grado de Licenciatura en Historia, 
Universidad Nacional Federico Villarreal; Luis Tejeda (1988). La cuestión del pan. El anar-
cosindicalismo en el Perú, 1880-1919. Lima: Instituto Nacional de Cultura-Banco Industrial 
del Perú; y Denis Sulmont (1981). El movimiento obrero peruano (1890-1980). Reseña histórica. 
Lima: Tarea, 1981, entre otros.
19. “Estadística de las Huelgas. (Huelgas en 1912. Huelgas en 1913)”. Op. Cit., pp. 205-218.
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 21
Las manifestaciones huelguísticas contra el retrato obligatorio 
permitieron el aglutinamiento de la clase trabajadora en la ciudad de 
Valparaíso, que venía verificándose desde 1912, nucleada en torno a 
organizaciones anarquistas que confluyeron en el contexto previo a la 
huelga en la creación de la FORCh; y, por extensión, la “recomposición” 
del “elemento productor” de la capital que también mostraba signos de 
reorganización desde el año 1911 y más visiblemente desde la conme-
moración del 1º de mayo de 1912, encabezada por varias organizaciones 
anarquistas junto a la Federación Obrera de Chile (FOCh)20. 
Su particularidad, como movimiento huelguístico, está dada por 
la demanda específica por la que se origina —la abolición del retrato 
obligatorio— en tanto no responde a las “problemáticas habituales” y 
“comunes” de los trabajadores, propias de los conflictos socio-laborales 
de fines del siglo XIX y comienzos de siglo XX. En la mayoría de los casos 
referidas principalmente a la oposición de la aplicación de multas (por 
infracciones en el trabajo), a la solicitud de descanso dominical, a los 
reclamos respecto de la extensión de la jornada laboral, a los conflictos 
surgidos por la remoción de un mayordomo, corrector o capataz; y en 
solidaridad o defensa de algún compañero o gremio afín21. 
En cambio, en este nuevo contexto huelguístico lo que estuvo en 
juego para los trabajadores organizados fue su “dignidad obrera” desde 
una perspectiva fuertemente clasista, ya que consideraron la medida 
“vejatoria”, “denigrante” y atentatoria contra sus derechos laborales, 
20. Véase, Alberto Harambour, “‘Jesto y Palabra, Idea y Acción’. La Historia de Efraín 
Plaza Olmedo” en Varios Autores (2004). Arriba Quemado el Sol, Estudios de Historia Social 
Chilena: Experiencias populares de trabajo, revuelta y autonomía (1839-1940). Santiago: LOM 
Ediciones, pp. 138-145; Míguez y Vivanco (1987). Op. Cit., p. 127. Respecto de la evolución 
ideológica de la FOCh véase, Francisca Durán, “La Federación Obrera de Chile, 1909-1927: 
de la organización mutual al frente común”, Santiago, Tesis para optar al grado académico 
de Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2001.
21. Véase, entre otros, Ortiz (1987). Op. Cit.; De Shazo (2007). Op. Cit.; y Pablo Artaza 
(2006). Movimiento social y politización popular en Tarapacá 1900-1912. Concepción: Edicio-
nes Escaparate.
La Huelga del Mono22
civiles y “constitucionales” como sostuvieron en más de una oportu-
nidad22. Así lo manifestaron explícitamente haciendo alusión a que el 
“registro fotográfico” —de implementarse— menoscabaría su “integri-
dad” como trabajadores y como seres humanos “rebajándolos” al nivel 
de “meretrices”, “policías”, “reos” y “delincuentes”23. 
Dicha oposición, fuertemente recalcitrante en un primer momento, 
se contrapuso a los ingentes esfuerzos estatales orientadosa elaborar 
un marco jurídico que le permitiera reprimir las movilizaciones obre-
ro-populares no sólo a través de la violencia física, como había sido lo 
habitual durante el ciclo 1903-1907, sino también desde el punto de 
vista legal (mediante la aplicación de leyes y disposiciones restrictivas y 
represivas), a la par con la implementación de legislación socio-laboral 
que tuvo como finalidad contener la crítica obrera más radicalizada, 
especialmente la anarquista y socialista. Elementos que denotan que 
las estrategias de control, desde el Estado, estaban cambiando. 
A pesar de lo anteriormente señalado, hay que considerar que si 
bien la abolición del Decreto Ministerial que obligaba a los trabajadores 
ferrocarrileros a retratarse fue perdiendo fuerza y se diluyó a medida 
que el conflicto evolucionó, entre un petitorio con demandas mucho 
más amplias y generales que apuntaban a la implementación efectiva 
y real de leyes sociales en Chile; la huelga en sí estuvo cruzada durante 
todo su desarrollo, en mayor o menor medida, por la discusión en torno 
al retrato obligatorio y la identificación fotográfica de los trabajadores 
ferrocarrileros, así como por los conceptos de “dignidad” e “individua-
lidad”, presentes en manifiestos, discursos y proclamas24. Los informes 
ministeriales, las sesiones parlamentarias y los artículos periodísticos 
de la prensa burguesa y obrera confirman lo anterior. De este modo, la 
22. “La huelga en la 1° Sección de los Ferrocarriles”, El Mercurio, 18 de octubre de 1913. 
Santiago.
23. “Al personal de Armadores, Palanqueros, Cambiadores y Enganchadores de los FF.CC. 
del Estado”, Comité Provisorio de la Huelga, octubre 18 de 1913, Valparaíso: Imprenta Obrera.
24. “La fotografía”, La Locomotora, 15 de noviembre de 1913. Santiago.
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 23
movilización de los trabajadores ferrocarrileros, en un primer momento, 
y de diversos gremios después, no se puede separar de la implemen-
tación del Decreto Ministerial que propició la oportunidad política y 
social para el desarrollo de la huelga de los trabajadores porteños y 
la instalación en el espacio público de un discurso pro leyes sociales, 
dignificante y fuertemente clasista por parte de éstos.
Reconstruimos detalladamente el movimiento huelguístico contra 
el retrato obligatorio liderado por los trabajadores de los Ferrocarriles 
del Estado (ya que no existen investigaciones monográficas que den 
cuenta de su desarrollo y magnitud), dilucidando cómo una demanda 
específica dio pie al desarrollo de una huelga general, que contó con la 
solidaridad de trabajadores de diversos puntos del territorio nacional, y 
que paralizó la ciudad de Valparaíso por varios días, exigiendo al Estado 
oligárquico reformas sociales y laborales de trascendencia nacional, en 
tanto, la petición de abolición de la Circular Nº 415, fue complementa-
da por demandas referidas a las precarias condiciones laborales y de 
vida de los trabajadores no sólo del puerto, sino también del país en 
su conjunto. Los obreros organizados elaboraron un petitorio amplio 
en donde exigieron nuevamente: la jornada de 8 horas de trabajo, au-
mento de salarios, efectividad del descanso dominical, regulación del 
trabajo de niños y mujeres, responsabilidad de los patrones en caso de 
accidentes laborales y, por último, la valorización de la moneda a un 
tipo fijo (18 peniques)25; reivindicaciones “históricas” del movimiento 
obrero y popular desde fines del siglo XIX y fruto de un largo y sinuoso 
proceso de “maduración” en sus formas de lucha26. 
Nos interesa, particularmente, rastrear la evolución del conflicto 
socio-laboral contra el retrato obligatorio analizando el rol asumido 
por las organizaciones de trabajadores, especialmente anarquistas, 
25. “La nota declaratoria de la huelga”, El Chileno, 29 de octubre de 1913. Valparaíso.
26. Sergio Grez (2000), “Transición en las formas de lucha: motines peonales y huelgas 
obreras en Chile” (1891-1907), Historia, vol. 33, Pontificia Universidad Católica de Chile. 
Santiago. 2000, pp. 141-225. 
La Huelga del Mono24
en este nuevo contexto de crisis económica y movilización popular 
(1912-1913)27. Asimismo, nos interesa analizar cómo operaron táctica 
y estratégicamente los actores involucrados a lo largo de la huelga. En 
este sentido abordaremos por una parte, el accionar de los trabajado-
res organizados, considerando para tal efecto sus diversos métodos 
y estrategias de negociación con el Estado; pero, al mismo tiempo, 
el accionar adoptado por este último como antagonista, más aún, si 
consideramos que la motivación inicial que lleva a los obreros ferro-
carrileros a paralizar sus faenas responde a las nuevas medidas adop-
tadas por el aparato estatal para “neutralizar”, “controlar” y “fichar” a 
través de registros fotográficos sistemáticos a los sujetos considerados 
como “peligrosos” e “indeseables”, en un contexto de agudización del 
conflicto laboral y rearticulación del movimiento obrero organizado a 
nivel nacional (1912-1913). 
De igual modo, el Estado se constituirá en un actor clave en el con-
texto huelguístico, elemento que hace imprescindible el análisis de su 
accionar, por una parte, ya que la pugna de los obreros ferrocarrileros 
será directamente con el aparato estatal y sus instituciones involucradas 
en la dictación del decreto en cuestión; y, por otra, en tanto se constituyó 
al mismo tiempo, como el mediador entre las organizaciones de traba-
jadores y los dueños del capital (patrones) cuando la huelga adquirió el 
carácter de general y el puerto de Valparaíso se paralizó completamente. 
Igual rol asumirán los medios de comunicación burgueses, ya que si 
bien en un comienzo criminalizaron las manifestaciones huelguísticas 
de los trabajadores, como era lo habitual a comienzos del siglo XX, ali-
neándose de facto con las clases dominantes y el Estado (defendiendo 
el orden público y la propiedad privada), a medida que el conflicto fue 
27. Pablo Artaza Barrios señala que durante este período -la república parlamentaria- los 
altos niveles de inflación y la devaluación monetaria son gérmenes del descontento, los 
que se ven agravados por el sistema político que se muestra incapaz de resolver tanto el 
conflicto económico como la gran demanda social que el mismo proceso económico había 
generado. Véase, Artaza (2006). Op. Cit., p. 26.
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 25
evolucionando su actitud inicial fue mutando —en ciertos contextos 
y coyunturas— a una más proclive a las demandas de los trabajadores, 
especialmente de aquellas publicaciones que eran propiedad de políticos 
o grupos políticos críticos del gobierno de Ramón Barros Luco y del 
régimen parlamentario28. Lo anterior, no significó que fueran siempre 
benevolentes en sus páginas con el accionar anarquista, en particular, 
y con el movimiento de trabajadores, en general, sino que al contrario 
serán críticos de éstos, pero al mismo tiempo de las represivas, “des-
atinadas” e “inconstitucionales” medidas adoptadas por el gobierno 
para intentar solucionar la paralización obrera que se extendió por 
más de un mes, reconociendo a la postre (al menos discursivamente) la 
innegable precarización y explotación laboral de los sectores populares, 
especialmente de los trabajadores de los Ferrocarriles del Estado y del 
proletariado porteño y nacional29. 
En síntesis, la siguiente investigación plantea como hipótesis de trabajo 
que la “Huelga del Mono” iniciada por los obreros de los Ferrocarriles 
del Estado en la ciudad de Valparaíso, en octubre de 1913, constituye 
un punto de inflexión en la historia del movimiento de trabajadores 
chileno, en tanto éste se re-articula haciendo frente nuevamente al 
Estado y a la patronal en pos de mejoras en sus condiciones laborales 
y de vida, después de la debacle (y retroceso) que significó la matanza 
de Iquique de 1907 en las luchas obreras de comienzos del siglo XX. 
Asimismo, postulamos que la “Huelga del Mono” de 1913 es singular, 
yaque “escapa a la regla” de las manifestaciones de los trabajadores 
28. Para una caracterización de la “República Parlamentaria”, véase: Gabriel Salazar (1990). 
Violencia política popular en las “grandes Alamedas”. Santiago de Chile 1947-1987 (Una perspectiva 
histórico-popular). Santiago: Ediciones SUR, pp. 76-81; y Enrique Fernández (2003). Estado 
y sociedad en Chile, 1891-1931. El Estado excluyente, la lógica estatal oligárquica y la formación 
de la sociedad. Santiago: LOM Ediciones.
29. Respecto de las precarias condiciones de vida de los obreros ferrocarrileros y sus 
luchas, véase: Luis Armando Sepúlveda (1959). La historia social de los ferroviarios. Santia-
go: Imprenta Siglo XX. Para los sectores populares en general, véase a modo de ejemplo: 
Garcés (2003). Op. Cit., pp. 79-95.
La Huelga del Mono26
al despuntar el siglo XX, en cuanto la motivación que la origina no es 
estrictamente de tipo económica, sino más bien socio-cultural (el retrato 
obligatorio), derivando posteriormente en un petitorio más amplio 
que apostó por la implementación de diversas leyes socio-laborales, 
asumiendo en su desarrollo, no obstante, similares características de 
los movimientos huelguísticos que la precedieron. 
Sostenemos, además, que el origen de la “Huelga del Mono” está 
en directa relación con los nuevos mecanismos represivos que trata de 
implementar el Estado, en el marco de la cuestión social en Chile, con la 
finalidad de “individualizar” a los dirigentes gremiales y neutralizar la 
protesta y reivindicación social que comienza nuevamente a emerger.
Para poder abordar las problemáticas formuladas en la siguiente 
investigación nos apoyaremos desde el punto de vista metodológico 
en el trabajo heurístico, es decir, en la revisión y análisis de fuentes 
primarias y secundarias base del trabajo historiográfico, orientadas 
por las siguientes interrogantes: ¿Qué está en juego para los obreros 
ferrocarrileros en la huelga de 1913?, ¿Qué hace diferente a la huelga 
de 1913 de otras de comienzos del siglo XX?, ¿Qué discurso constru-
yen los trabajadores porteños en torno al registro fotográfico?, ¿Por 
qué la recalcitrante oposición obrera inicial?, ¿Cómo responde el 
Estado frente a la solidaridad obrera suscitada desde diversos puntos 
del territorio nacional?, etc. Dichas interrogantes nos aportarán una 
nueva perspectiva de análisis en torno a las problemáticas suscitadas 
a comienzos del siglo XX en Chile, en tanto la “Huelga del Mono” de 
1913 trasciende —como señalábamos anteriormente— lo meramente 
económico circunscribiéndose en otra esfera, simbólico-cultural, cons-
tituyendo un episodio particular y único en la historia del movimiento 
de trabajadores chileno. En otras palabras, en esta coyuntura específica 
los cuestionamientos obreros escaparon al conflicto suscitado en el 
área de la producción y las fricciones propias entre el capital/trabajo, 
como era lo habitual al despuntar el siglo XX. 
Para tal efecto, se reconstruyó la “Huelga del Mono” desde sus inicios 
hasta su desenlace, evaluando su impacto en el movimiento obrero en 
Chile, pero al mismo tiempo destacando sus peculiaridades, así como 
sus principales coyunturas. 
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 27
Se ha optado por la elaboración de un relato micro histórico (co-
yuntural) —no estructural— describiendo y analizando las medidas 
de control social implementadas por el Estado (el registro fotográfico) 
en un contexto de relaciones laborales aún en configuración; así como 
la respuesta organizada de los gremios obreros para hacerle frente a 
tales disposiciones. Se busca, de este modo, establecer y analizar el 
nivel de conflictividad y confrontación entre los principales actores 
involucrados en esta singular huelga: el Estado y los trabajadores. Y si 
bien no es la primera vez en la historia de Chile en que estos adversarios 
se contraponen férreamente —cuestión que es dable señalar— lo “no-
vedoso”, insistimos, radica en la reivindicación específica que origina 
el conflicto huelguístico: el retrato obligatorio o forzoso. 
Es precisamente en el contexto de la rearticulación obrera pos ma-
sacre de 1907, que el Estado a través de los avances proporcionados por 
la técnica busca implementar un sistema de control más eficiente con 
la finalidad de “identificar” e “individualizar” a la heterogénea fuerza 
laboral chilena, construyendo estereotipos dicotómicos (honrado/labo-
rioso versus pernicioso/funesto), “apropiándose” de lo fotografiado y, 
por ende, ejerciendo poder, como señala Susan Sontag en su ya clásico 
estudio sobre la fotografía30. 
Desde el punto de vista laboral, dicho poder se pretendía ejercer a 
través de la “separación” (eufemismo de expulsión) de aquellos sujetos 
que para las autoridades gubernamentales y los patrones, eran el equi-
valente a la peyorativa figura del tan temido “agitador profesional”, que 
desde fines del siglo XIX se empieza a instalar en Chile y que a la postre 
dará nefastos frutos en la década del veinte en el bullado “proceso de 
los subversivos”31.
Para los trabajadores ferrocarrileros la aplicación de la fotografía, sin 
su previa consulta ni consentimiento, se constituye como un elemento 
30. Susan Sontag (1996). Sobre la fotografía. Barcelona: Edhasa. 
31. Manuel Lagos (2012). Los subversivos. Las maquinaciones del poder. “República” de Chile, 
1920. Santiago: Quimantú.
La Huelga del Mono28
(y acto) “oprobioso”, “denigratorio”, una “marca de Caín”, que no sólo 
atenta contra la “individualidad” de cada trabajador como ser humano, 
sino también hacia lo colectivo desde el punto de vista societario. Lo 
que está en juego para los huelguistas en esta coyuntura en particular 
es su “dignidad clasista”, históricamente construida al fragor de la 
lucha, así como su proyecto popular de transformación social. La fo-
tografía y la elaboración de un registro sistemático de la fuerza laboral 
ferrocarrilera se constituyen en un acto de negación de historicidad de 
los trabajadores por parte del Estado y la patronal, quienes desde su 
punto de vista, los conciben como eficientes mecanismos de control 
y poder sobre esa “masa” uniforme donde se entremezclan, funden y 
confunden, los buenos trabajadores con los “elementos malsanos”. 
Respecto a las fuentes primarias se han utilizado periódicos obreros de 
diversas tendencias ideológicas (socialistas, anarquistas y demócratas) y 
de organizaciones de trabajadores en general, editados durante los años 
1908-1913 en Valparaíso y Santiago, rastreando a través de sus ajadas 
páginas el proceso de rearticulación del movimiento obrero-popular 
y, en específico, la evolución de la “Huelga del Mono”. 
Entre los periódicos obreros ácratas que destacan en este sentido 
podemos señalar La Batalla, publicado en la ciudad de Santiago entre 
1912 y 1916, el cual es de suma importancia por su regularidad quince-
nal, así como por los nexos del grupo editor (Grupo La Batalla) con las 
organizaciones anarquistas porteñas y por la solidaridad que manifiesta 
a través de sus páginas durante todo el período en que se desarrolla la 
huelga contra el retrato obligatorio en la ciudad de Valparaíso32. Vale 
señalar que el periódico anarquista La Batalla es uno de los más impor-
tantes de comienzos de siglo XX, a nivel nacional, principalmente por su 
duración (escasa a nivel de prensa obrera a comienzos de siglo) y por el 
32. Para la propaganda escrita anarquista, véase: Víctor Muñoz (2011), “Cuando las bom-
bas son de papel. Los trabajadores, el Estado y la propaganda anarquista impresa (Región 
chilena, 1915-1927)”, Seminario Simon Collier 2010, Pontificia Universidad Católica de Chile. 
Santiago, pp. 77-112.
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 29
contenido de sus artículos periodísticos e informativos, elaborados por 
connotados intelectuales, escritores y obreros de filiación anarquista33. 
Para efectos de esta investigación, la prensa de la clase dominante 
chilena publicada a comienzos del siglo XX también fue de mucha uti-lidad, ya que nos permitió complementar (y contrastar) la información 
“pesquisada” en la prensa obrera, desde la óptica de la patronal. De 
igual modo, nos ayuda en la reconstrucción detallada de la evolución 
del conflicto socio-laboral contra el retrato obligatorio de 1913 por 
su periodicidad diaria, a diferencia de la prensa obrera de carácter 
quincenal o mensual (y el desfase informativo que aquello conlleva, 
especialmente para el trabajo historiográfico a posteriori) y porque nos 
permite evaluar el impacto de las movilizaciones de los trabajadores 
porteños en otras ciudades del territorio nacional por su alcance distri-
butivo, mediante sus ediciones regionales. Utilizaremos de esta forma 
los periódicos El Mercurio, El Chileno y La Unión, en sus ediciones de 
Santiago y Valparaíso; y El Día de Valparaíso, entre otros. 
Las discusiones parlamentarias originadas a raíz de las movilizacio-
nes contra el retrato obligatorio son útiles a la hora de reconstruir los 
debates suscitados al calor de la paralización obrera en el Congreso, así 
como para determinar e identificar la posición de los partidos políticos 
y de las autoridades gubernamentales, a propósito de las intervenciones 
parlamentarias y de las interpelaciones formuladas contra el Ministro 
de Ferrocarriles, Industria y Obras Públicas, en general, así como la 
increpación popular contra parlamentarios demócratas, en particular. 
Los archivos ministeriales (Ministerio del Interior, de Ferrocarriles; 
y de la Dirección General del Trabajo) y los boletines de la Oficina del 
33. En sus páginas colaboraron, entre otros reconocidos ácratas: José Domingo Gómez 
Rojas, José Santos González Vera, Luis Armando Triviño y Manuel Rojas. Véase, Osvaldo 
Arias Escobedo (1970). La prensa obrera en Chile 1900-1930. Chillán: Convenio CUT-U N°1, 
Universidad de Chile, p.54. Respecto a Manuel Rojas en particular, véase: Jorge Guerra 
(2012). Un joven en La Batalla. Textos publicados en el periódico anarquista La Batalla, 1912-1915 
de Manuel Rojas. Santiago: LOM Ediciones; y Carmen Soria (compiladora) (2005). Letras 
Anarquistas: José Santos González Vera, Manuel Rojas. Santiago: Editorial Planeta.
La Huelga del Mono30
Trabajo34 complementaron la información proporcionada por los perió-
dicos (obreros y burgueses) y los debates parlamentarios. Los primeros 
nos permitieron conocer las disposiciones emanadas desde el poder y 
sus intentos de contener las demandas de los trabajadores portuarios 
articuladamente entre las diversas instituciones que componen el 
aparato estatal; mientras que los segundos, nos proporcionaron datos 
estadísticos oficiales relacionados con la situación socio-laboral de 
los trabajadores en el contexto huelguístico, al mismo tiempo, que nos 
permitieron identificar la visión del Estado y su institución laboral (la 
Oficina del Trabajo), respecto del registro fotográfico y las movilizacio-
nes suscitadas. Es decir, la oposición de los trabajadores.
En relación a las fuentes secundarias, imprescindibles resultaron 
para nuestro estudio, todos aquellos trabajos, artículos e investigacio-
nes relacionadas con el período en cuestión (1911-1913), especialmente 
las referidas a movimientalidad, protesta social y organización de los 
trabajadores a comienzos del siglo XX en Chile. Por tanto recurrimos al 
examen de la bibliografía más relevante y pertinente, sobre los temas 
antes mencionados.
Gracias a la utilización de estos materiales, la investigación se ha 
estructurado de la siguiente forma. En primer lugar, se lleva a cabo 
una revisión de la bibliografía existente en torno a la cuestión social 
y al desarrollo del movimiento obrero, así como a los mecanismos de 
control social e identificación implementados en Chile a comienzos 
del siglo XX, reflexionando en torno al registro fotográfico, en tanto, 
34. El historiador Juan Carlos Yáñez señala que en 1907 por un decreto del 5 de abril, 
se creó la Oficina de Estadística del Trabajo, organismo dependiente del Ministerio de 
Obras Públicas, encargado de reunir información sobre mercado laboral, remuneraciones, 
accidentes del trabajo, condiciones laborales, entre otras funciones. Progresivamente esta 
oficina fue ampliando sus funciones a la de fiscalización de una naciente legislación laboral, 
hasta que en 1924 se crea la Dirección General del Trabajo. Para mayores antecedentes 
véase, Juan Carlos Yáñez (1999), “Legislación social en Chile (1906-1924). Antecedentes y 
evolución histórica”, Revista de Estudios Históricos-Jurídicos, N° 21, Universidad Católica de 
Valparaíso. Valparaíso, pp. 203-210.
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 31
se constituye como el elemento catalizador de la “Huelga del Mono”, 
permitiendo la rearticulación del movimiento de trabajadores, después 
de la matanza de 1907. 
Posteriormente, en el segundo capítulo, nos centramos precisamente 
en la rearticulación que manifiesta el movimiento de trabajadores en 
Chile entre los años 1911 y 1913, destacando el repunte organizativo 
verificado durante el bienio 1912-1913, en la ciudad de Santiago como 
en Valparaíso. Para tal efecto se ha dedicado un apartado específico 
para cada ciudad, haciendo hincapié en el nacimiento y desarrollo de 
las organizaciones anarquistas que operan en el contexto huelguístico, 
describiendo además sus métodos de lucha y la persecución a la que son 
sometidas durante este período por el Estado y las clases dominantes. 
Por otro lado y como se apreciará en la tercera parte de esta inves-
tigación reconstruimos detalladamente la “Huelga del Mono”, descri-
biendo los pormenores del conflicto desde sus inicios hasta su difuso 
desenlace. Es decir, desde la paralización de los obreros a jornal de los 
Ferrocarriles del Estado, pasando por el estallido de la huelga general 
así como en los fallidos intentos de conciliación y arbitraje suscitados; 
analizando en particular la aprehensión del obrero peruano Eulojio 
Otazú, en el contexto de las movilizaciones huelguísticas, dilucidando 
de este modo las formas en las que opera el Estado, persiguiendo a los 
denominados “agitadores profesionales” (extranjeros y locales), en un 
período en que aún en Chile no se implementa la Ley de Residencia 
(1918), exigida en reiteradas oportunidades por los parlamentarios 
oligárquicos y los medios de comunicación portavoces del capital35. 
35. Guzmán (1913). Op. Cit., pp. 7-21. 
Cuestión Social 
y Movimiento 
Obrero en Chile
capítulo 1
33
La bibliografía referida al movimiento de trabajadores en Chile es extensa y variada, especialmente la centrada en las precarias condiciones de vida y laborales de los sectores obreros y popu-
lares, consecuencias de un período de transformaciones económicas 
profundas denominado por la historiografía como cuestión social36. 
Conceptualización que no sólo hace alusión al empobrecimiento en las 
condiciones económicas y materiales de existencia de los trabajadores, 
sino también a los esfuerzos políticos, ideológicos y organizativos de 
éstos para hacer frente a dichas transformaciones, así como sus princi-
pales manifestaciones de protesta e irrupción social. Destacan en este 
sentido los trabajos clásicos de Jorge Barría Serón37, James O. Morris38 
y Ximena Cruzat y Ana Tironi39; y los estudios más recientes de Mario 
Garcés40, Sergio Grez41, Julio Pinto42, Juan Carlos Yáñez43, Enrique Fer-
36. Para un exhaustivo recuento véase, Rojas Flores (2000). Op. Cit.
37. Jorge Barría (1959), “Chile. La cuestión política y social”, Anales de la Universidad de 
Chile, N°116, Santiago: Universidad de Chile, pp. 56-73.
38. James Morris (1967). Las élites, los intelectuales y el consenso. Estudio de la cuestión social y 
el sistema de relaciones industriales en Chile. Santiago: Editorial del Pacífico.
39. Ximena Cruzat y Ana Tironi, “El pensamiento frente a la cuestión social en Chile” en 
Mario Barrios et. al. (1987). El pensamiento en Chile, 1830-1910. Santiago: Nuestra América 
Ediciones, pp. 127-151.
40. Garcés (2003). Op. Cit.41. Sergio Grez (1995). La “cuestión social” en Chile. Ideas y debates precursores (1804-1902). 
Santiago: DIBAM.
42. Julio Pinto (1998). Trabajos y rebeldías en la pampa salitrera. Santiago: Editorial USACH; 
y Julio Pinto (2007). Desgarros y utopías en la pampa salitrera. La consolidación de la identidad 
obrera en tiempos de la cuestión social (1890-1923). Santiago: LOM Ediciones.
43. Juan Carlos Yáñez (2003). Estado, consenso y crisis social. El espacio público en Chile, 
1900-1920. Santiago: DIBAM; y Juan Carlos Yáñez (2008). La intervención social en Chile, 
1907-1932. Santiago: RIL Editores.
La Huelga del Mono34
nández44, Pablo Artaza45, Luis Alberto Romero46, entre muchos otros. 
Siendo quizá la definición de James O. Morris la que mejor resume el 
proceso verificado en Chile, hacia fines del siglo XIX y comienzos del 
XX, en tanto la relaciona con las: 
Consecuencias sociales e ideológicas de la industrialización y la 
urbanización recientes: una nueva forma dependiente del sistema de 
salarios, la aparición de problemas cada vez más complejos pertinen-
tes a vivienda obrera, atención médica y salubridad; la constitución 
de organizaciones destinadas a defender los intereses de la nueva 
“clase trabajadora”; huelgas y demostraciones callejeras, tal vez 
choques armados entre los trabajadores y la policía o los militares, 
y cierta popularidad de las ideas extremistas, con una consiguiente 
influencia sobre los dirigentes de los trabajadores47.
Definición que pese a su utilidad debe ser complementada con los 
planteamientos de Robert Castel, quien releva lo socio-cultural más 
que lo estructural-económico, señalando que la cuestión social es: 
Una aporía fundamental en la cual una sociedad experimenta el 
enigma de su cohesión y trata de conjurar el riesgo de su fractura. Es 
un desafío que interroga, pone de nuevo en cuestión la capacidad de 
una sociedad para existir como un conjunto vinculado por relaciones 
de interdependencia48.
44. Enrique Fernández (2003). Estado y sociedad en Chile, 1891-1931. El Estado excluyente, la 
lógica estatal oligárquica y la formación de la sociedad. Santiago: LOM Ediciones.
45. Artaza (2006). Op. Cit.
46. Luis Alberto Romero (2007). ¿Qué hacer con los pobres? Elites y sectores populares en Santiago 
de Chile, 1840-1895. Santiago: Ariadna Ediciones. 
47. Morris (1967). Op. Cit., p.80.
48. Robert Castel (1997). La metamorfosis de la cuestión social. Buenos Aires: Paidós, p. 20.
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 35
En disonancia con los estudios referidos a la cuestión social en Chile, 
abundantes como señalábamos, la bibliografía monográfica sobre la 
“huelga obrera” como manifestación no sólo económica, sino también 
política y gremial ha sido más bien escasa en la historiografía y las 
Ciencias Sociales, predominando los estudios técnicos y jurídicos. La 
excepción lo constituyen, indistintamente, el artículo de Manuel Barrera 
“Perspectiva histórica de la huelga obrera en Chile”49 y el trabajo del soció-
logo Crisóstomo Pizarro La Huelga Obrera en Chile50, los cuales aportan 
variados elementos teóricos para su estudio, aplicables principalmente 
al análisis del conflicto capital-trabajo desde su institucionalización en 
la década del veinte hasta 1970. Sin embargo, para los años previos, a 
saber constitutivos del movimiento obrero organizado en Chile, y en que 
irrumpe la huelga y su repertorio de acción asociado como arma de lucha 
contra el capital y el Estado, el tratamiento de ésta tiende a ser breve y 
poco profundo. Situación que se reitera en ambos casos.
No obstante, la conceptualización elaborada en torno a la huelga, 
como herramienta para hacer frente a la explotación laboral en un con-
texto político excluyente, fuertemente oligárquico (elitista), nos parece 
pertinente a la hora de abordar las movilizaciones huelguísticas contra 
el retrato obligatorio en 1913, ya que como menciona Crisóstomo Pizarro:
A través de ella, como a través de todas las manifestaciones de pugna 
de intereses entre patrones y trabajadores, las que pueden ir desde 
el pliego de peticiones hasta el sabotaje, ausentismo, paro o huelgas 
propiamente tales, los trabajadores expresan su rechazo a las condi-
ciones laborales y de vida que le son impuestas por el régimen. Y esta 
acción opositora, comparada a la de otros grupos socio-económicos, 
representa quizás el mayor potencial para la transformación de la 
sociedad en su conjunto51. 
49. Manuel Barrera (1971), “Perspectiva histórica de la huelga obrera en Chile”, Cuadernos 
de la Realidad Nacional n°9, CEREN. Santiago. 
50. Crisóstomo Pizarro (1987). La huelga obrera en Chile. Santiago: Ediciones SUR.
51. Ibíd, p.13.
La Huelga del Mono36
Si bien existe un gran número de estudios monográficos de las 
manifestaciones huelguísticas de la primera década del siglo XX que 
finalizaron en grandes masacres perpetradas por los aparatos represi-
vos del Estado chileno (Valparaíso, 1903; Antofagasta, 1906; Santiago, 
1905; Iquique, 190752); al igual que estudios cronológicos y descriptivos 
de los movimientos huelguísticos de la primera y segunda década del 
siglo XX53, aún faltan investigaciones historiográficas que permitan 
comprender en el largo plazo el fenómeno huelguístico en Chile. Asi-
mismo, falta desarrollar estudios monográficos que permitan mediante 
una reconstrucción micro-histórica detallada, analizar el impacto de 
aquellas huelgas que si bien no significaron grandes triunfos para el 
movimiento de trabajadores, constituyeron un avance cualitativo en 
sus luchas tras el enfrentamiento directo con el Estado y la patronal, 
y su fuertemente oposición a aquellas disposiciones represivas e in-
terventoras, por parte de éstos. 
A través del estudio y análisis especialmente de huelgas que —como 
“la del Mono” en 1913— se verificaron en un período de transición en 
52. Véase, entre otros, Gonzalo Izquierdo (1976), “Octubre de 1905. Un episodio en la 
historia social chilena”, Historia N° 13, Pontifica Universidad Católica de Chile. Santiago, 
pp. 55-96; Jorge Iturriaga, “La huelga de trabajadores portuarios y marítimos, Valparaíso 
1903, y el surgimiento de la clase obrera organizada en Chile”, Santiago, Tesis para optar 
al grado académico de Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 
1997; Patricio Castillo, “La huelga de 1906 en Antofagasta. Una manifestación social de 
crisis del Estado oligárquico”, Seminario de Investigación, Licenciatura en Humanidades, 
Departamento Ciencias Históricas, Facultad Filosofía y Humanidades, Universidad de 
Chile, Santiago, 1992; y respecto a la huelga y matanza de 1907, véase: Eduardo Devés 
(1989). Op. Cit.; Garcés (2003). Op. Cit.; Eduardo Cortés Ávalos y Jorge Rivas Medina: “De 
forjadores a prescindibles: El movimiento obrero popular urbano y el Partido Democrá-
tico, Santiago 1905-1909”, Santiago, Tesis para optar al grado académico de Licenciado en 
Historia y Geografía, Universidad de Santiago de Chile, 1999; y Sergio Grez Toso (2001). 
Op. Cit., pp. 271-280.
53. Véase los textos clásicos de Jorge Barría Serón (1972). El movimiento obrero en Chile. 
Santiago: U.T.E.; y Jorge Barría Serón (1960). Los movimientos sociales de Chile desde 1910 
hasta 1926 (Aspecto político y social). Santiago: Editorial Universitaria S.A.; así como sus 
innumerables artículos publicados en diversas revistas sindicales y políticas.
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 37
las formas de resolución de los conflictos laborales aún no institucio-
nalizadas en Chile después de las grandes masacres del primer ciclo 
represivo (1903-1907)54, se puede llegar a nuevas conclusiones sobre el 
accionar de los trabajadores organizados de comienzos del siglo XX y 
sus antagonistas: las clases dominantes, el Estado y el capital. 
Es necesario señalar, que la bibliografía escrita sobre el movi-
miento de trabajadores chileno no sólo ha estado marcada por un 
sesgo eminentemente marxista55, el cual ha minimizado, denostado 
y tergiversado —indistintamente—el rol jugado por otras corrientes 
ideológicas y doctrinarias en los procesos de conformación y consoli-
dación de proyectos políticos alternativos al statu quo y la politización 
del movimiento obrero organizado -como el anarquismo- producto 
de sus aprioris y dogmatismos ideológicos56; sino también, y como 
consecuencia de lo anterior, su estudio (y del sindicalismo) ha estado 
imbricado al de la izquierda política partidista chilena —a sus orgánicas 
institucionales— en función de sus aciertos y desaciertos, triunfos y 
derrotas, elementos que no siempre se verifican conjuntamente, sino 
54. Véase, Sergio Grez (2002). Op. Cit., pp. 91-150. 
55. Nos referimos principalmente a las investigaciones de Julio César Jobet, Hernán 
Ramírez Necochea y Fernando Ortiz. Véase, especialmente, Julio César Jobet (1955). Los 
orígenes del movimiento obrero y del socialismo chileno. Santiago: Prensa Latinoamericana y 
Hernán Ramírez (1984). Origen y formación del Partido Comunista de Chile. Moscú: Edito-
rial Progreso. Excluimos a Jorge Barría Serón y Luis Vitale Cometa, cuyos aportes para 
el rescate de la historia del movimiento popular y obrero (incluido el anarquismo) son 
innumerables. Respecto a la vertiente historiográfica ‘marxista clásica’, véase, Julio Pinto 
y María Luna Argudín (compiladores) (2006), La historiografía chilena durante el siglo XX: 
Cien años de propuestas y combates, México: Universidad Autónoma Metropolitana; Luis 
Moulián, “Marx y la historiografía chilena”, Encuentro XXI, N°8, 1997, pp. 121-130; y el ya 
citado estudio de Jorge Rojas (2000). Op. Cit., pp. 51-56. Respecto a la crítica marxista del 
anarquismo, véase el clásico del ruso Jorge Plejánov (1969). Contra el anarquismo. Buenos 
Aires: Ediciones Calden; y Boris Leibzon (1973). Revolucionarismo Pequeñoburgués. Anarquis-
mo-Trotskismo-Maoísmo. Santiago: Editora Austral.
56. Véase nuestra crítica en Godoy (2007). Op. Cit., pp. 77-80; Rojas (2000). Op. Cit., pp. 
71-73; y DeShazo (2007). Op. Cit., p.17-29.
La Huelga del Mono38
más bien, tienden a desarrollar dinámicas propias y particulares, que 
se entrelazan y funden en algunos periodos, pero que se distancian 
notablemente en otros57. 
En relación a lo anterior, y sólo a modo de ejemplo, podemos señalar 
que no existen estudios monográficos sobre la constitución y accionar 
de la (primera) Federación Obrera Regional Chilena de orientación anar-
co-sindicalista creada en 1913 en la ciudad de Valparaíso justamente en el 
contexto previo a la huelga contra el retrato obligatorio y en la cual jugará 
un rol preponderante, especialmente en su irradiación movimiental a la 
capital y otras ciudades del territorio nacional58. Por contrapartida, y a 
modo comparativo, podemos señalar que existen abundantes estudios 
sobre el Partido Obrero Socialista (POS), creado en 1912 —antecedente 
del Partido Comunista de Chile (1922)59— y sobre la figura “mítica” de 
57. Francisco Zapata señala que la atención excesiva a la “vinculación entre sindicalismo y 
política ha hecho olvidar la importancia que tiene la consideración de aspectos fundamen-
tales como son los niveles de vida de los obreros en las ciudades, las luchas para obtener 
mejores condiciones educacionales, sanitarias y habitacionales”. Asimismo, critica el alto 
grado de politización que ha caracterizado el estudio sistemático del movimiento obrero 
latinoamericano. En sus palabras: “La trayectoria sindical se ha estudiado con el prisma 
del partido político al cual pertenecía el estudioso y con frecuencia ello ha redundado en 
deformaciones notorias de esa trayectoria”. Véase: Francisco Zapata (1982), “Bibliografía 
sobre el sindicalismo en América Latina”, Foro Internacional, Vol. 22, N°3, El Colegio de 
México, p. 320. 
58. La FORCh fue refundada posteriormente el año 1926. Para una breve caracterización 
de la segunda FORCh, véase: Víctor Muñoz (compilación y estudio preliminar) (2009). 
Armando Triviño: Wobblie. Hombres, ideas y problemas del anarquismo en los años veinte. Vida y 
escritos de un libertario criollo. Santiago: Quimantú, pp. 31-37.
59. Respecto de la historia de los comunistas en Chile, véase, entre muchos otros, la mo-
numental obra recientemente editada de Olga Ulianova, Manuel Loyola, Rolando Álvarez 
(editores) (2012). 1912-2012, El siglo de los comunistas chilenos. Santiago: IDEA-Universidad 
de Santiago de Chile. Véase, asimismo, Sergio Grez (2011). Historia del comunismo en Chile. 
La era de Recabarren (1912-1924). Santiago: LOM Ediciones; Augusto Varas (compilador) 
(1988). El Partido Comunista en Chile. Santiago: FLACSO; Jorge Rojas y Manuel Loyola 
(compiladores) (2000). Por un rojo amanecer: Hacia una historia de los comunistas chilenos. San-
tiago: Editorial Valus; y Rolando Álvarez, Augusto Samaniego y Hernán Venegas (editores) 
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 39
Luis Emilio Recabarren, fundador de la tradición marxista en Chile60.
En consecuencia, la “Huelga del Mono” de 1913 y el rol asumido por 
la FORCh, en su conducción, han sido escasamente abordados por la 
historiografía marxista clásica, especialmente la preocupada por el 
desarrollo del movimiento de trabajadores en Chile. Aunque, de igual 
forma, en la bibliografía referida al anarquismo local su presencia tam-
bién ha sido mínima, a pesar de los esfuerzos de varios historiadores e 
investigadores contemporáneos de desvelar el manto de olvido histo-
riográfico con el que ha sido cubierto su accionar, revalorizando el rol 
de la corriente libertaria en el proceso de conformación y constitución 
del movimiento obrero chileno61.
(2008). Fragmentos de una historia. El Partido Comunista de Chile en el siglo XX. Democratización, 
clandestinidad, rebeldía, 1912-1994. Santiago: Ediciones ICAL.
60. Véase sólo a modo de ejemplo, Julio César Jobet (1955), Op. Cit.; y “El pensamiento 
político de Recabarren”, en Recabarren, Obras Selectas, Santiago, Quimantú, 1971; Alejandro 
Witker (1977). Los trabajos y los días de Recabarren. La Habana: Editorial Nuestro Tiempo; 
Manuel Castro (seudónimo de Augusto Samaniego), “Recabarren su legado”, Araucaria 
de Chile, N° 19, Madrid, 1982, pp. 59-78; Miguel Silva (1992). Recabarren y el socialismo. 
Santiago: Taller Artes Gráficas Apus; Iván Lubjetic (1992). Don Reca, Santiago: Instituto de 
Ciencias Alejandro Lipschutz; Jaime Massardo (2008). La formación del imaginario político 
de Luis Emilio Recabarren. Contribución al estudio crítico de la cultura de las clases subalternas de 
la sociedad chilena. Santiago: LOM Ediciones; Julio Pinto, “Socialismo y salitre: Recabarren, 
Tarapacá y la formación del Partido Obrero Socialista”, Santiago, Historia N° 32, 1999; Así 
como los libros recopilatorios de sus escritos de prensa y artículos, entre otros, Ximena 
Cruzat y Eduardo Devés (compiladores) (1985). Recabarren. Escritos de prensa (4 vols.). 
Santiago: Nuestra América. Desde otra óptica, véase, Mario Araya (2008), “Los anarquistas 
contra Recabarren: Polémicas y desencuentros entre ácratas y el más famoso ídolo obrero 
(1904-1924)”, Acción Directa, N°6. Santiago.
61. Véase, DeShazo (2007). Op. Cit.; Muñoz (2010), (2011). Op. Cit.; Míguez y Vivanco, 
(1987). Op. Cit.; Sergio Grez (2007a). Op. Cit.; Igor Goicovic (2003), “La propaganda por 
los hechos en el movimiento anarquista chileno (1890-1910)”, Revista de Historia Social y 
de las Mentalidades, N° 7, Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile. 
Santiago; Jaime Sanhueza Tohá (1994), “Anarcosindicalismo y anarquismo en Chile: La 
Confederación General de Trabajadores (1931-1938)”, Santiago, Tesis para optar al grado 
académico de Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago; 
Claudio Rolle Cruz, “Anarquismo en Chile 1897-1907”, Santiago, Memoria para optar al 
La Huelga del Mono40
Respecto a la historiografía marxista clásica, en el libro del obrero-his-
toriador Humberto Valenzuela, Historia del movimiento obrero chileno 
escrito en 1972, no se hace mención alguna a la “Huelgadel Mono” de 
1913, ni tampoco a la constitución de la FORCh, en el período previo 
a las primeras manifestaciones contra el retrato obligatorio. Tampoco 
se hace alusión a su importancia en el proceso de rearticulación en el 
movimiento de trabajadores en el período inmediatamente posterior a 
la masacre de la Escuela Santa María de Iquique. Es más, en su apartado 
dedicado al “sindicalismo libre” de comienzos de siglo XX la presencia 
de la FORCh (de 1913), es prácticamente inexistente62. No ocurre lo 
mismo con el rol asignado por Valenzuela al Partido Obrero Socialista, 
así como a la Federación Obrera de Chile copada por los socialistas de 
tradición marxista en su III Convención, gracias a la labor propagan-
dística y organizativa del otrora demócrata Luis Emilio Recabarren63.
El primer historiador marxista en referirse a la huelga contra el retrato 
obligatorio —y al parecer quién acuñó su nombre— fue el historiador 
comunista Fernando Ortiz Letelier en su obra El movimiento obrero en 
Chile, 1891-1919, escrita en formato de tesis en 1956 y publicada pós-
tumamente en 1985. En su investigación, el historiador marxista, hace 
alusión brevemente a la huelga de los obreros ferrocarrileros contra 
el retrato obligatorio, insertándola dentro de un análisis estructural 
de las luchas y reivindicaciones proletarias de comienzos de siglo, 
grado académico de Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1985; 
Héctor Fuentes Mancilla, “El anarcosindicalismo en la formación del movimiento obrero. 
Santiago y Valparaíso. 1901-1916”, Santiago, Tesis para optar al grado de Magíster Artium 
mención Historia, Universidad de Santiago, 1991; Julio Pinto, “El anarquismo tarapaqueño 
y la huelga de 1907: ¿apóstoles o líderes?” en Artaza et. al. (1998). Op. Cit.; Godoy (2007), 
(2009a), (2009b), (2011). Op. Cit.; y las obras ya citadas de Luis Vitale; entre muchas otras. 
62. Humberto Valenzuela (2008). Historia del movimiento obrero chileno. Santiago: Quimantú, 
pp. 22-39. 
63. La interpretación de Valenzuela es similar a la “descripción estandarizada de la historia 
de la clase obrera a principios del siglo XX”, formulada por Hernán Ramírez Necochea 
que señala Peter DeShazo, véase (2007). Op. Cit., p. 19.
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 41
específicamente en el “decenio de la primera guerra mundial”, como 
él mismo señala64. 
Posteriormente en 1960, el historiador Jorge Barría Serón en su des-
criptivo y detallado estudio Los movimientos sociales de Chile desde 1910 
hasta 1926, si bien dedicó un breve apartado a la “Huelga del Mono” de 
1913, describiendo su origen, desarrollo y consecuencias —con apoyo 
de valiosas fuentes documentales— al igual que el historiador Ortiz 
Letelier la circunscribió a procesos estructurales más amplios, dejando 
de lado y aminorando sus particularidades y su dinámica propia, no 
abordando su génesis (el retrato obligatorio) y la compleja evolución 
que asumió el movimiento huelguista en la ciudad de Valparaíso65. 
Tras el golpe de Estado de 1973 y el quiebre teórico-epistemoló-
gico y afectivo66 derivado de él, la historiografía chilena se centró en 
el estudio de nuevos actores sociales, poco considerados hasta esa 
entonces. Emergieron en el contexto dictatorial estudios referidos al 
campesinado, grupos indígenas, mujeres, pobladores, entre otros; pero 
al mismo tiempo, investigaciones sobre las diversas corrientes ideoló-
gicas que aportaron en los procesos de politización popular durante 
el período de configuración y conformación del movimiento obrero 
organizado en Chile. Diversos estudios sobre sociedades de socorros 
mutuos, grupos anarquistas, demócratas y socialistas, entre otros, se 
encuentran en este registro67.
64. Ortiz (1985). Op. Cit., pp. 209-212.
65. Barría (1960). Op. Cit., pp. 217-218. 
66. Eduardo Devés (1991), “La cultura obrera ilustrada chilena y algunas ideas en torno al 
sentido de nuestro quehacer historiográfico”, Mapocho N° 30. Santiago, pp.127-136.
67. Lo anterior se verificó como consecuencia de la influencia de la historiografía inglesa 
y francesa, en un primer momento, y de la historia cultural y de los estudios subalternos, des-
pués. Producto de esta influencia la historiografía chilena, centró su atención en aquellos 
actores políticos y sociales y corrientes ideológicas y políticas (mutualismo, anarquismo, 
marxismo heterodoxo, indigenismo, feminismo, etc.) que habían sido “despreciadas” e 
invisibilizadas por la “Gran Historia”, especialmente por la “historia Estatal” o “estatalista” 
La Huelga del Mono42
En este nuevo contexto historiográfico, se sitúa la importante obra 
del historiador norteamericano Peter DeShazo titulada Trabajadores 
Urbanos y Sindicatos en Chile: 1902-1927, publicada originalmente en 
inglés en 1983 —y traducida por Pablo Larach, en 2007— el cual dedicó, 
a diferencia de Ortiz Letelier y Barría Serón, un apartado más extenso a 
la “Huelga del Mono” de 1913, insertándola en el período comprendido 
entre los años 1909-1916 en el cual se destaca —según el autor— el rol 
de las corrientes anarcosindicalistas y sindicalistas no políticas en la 
consolidación del movimiento laboral chileno, especialmente en la lucha 
por las reivindicaciones gremiales y económicas de los trabajadores68.
La extensa bibliografía elaborada en torno al accionar anarquista 
en Chile desde la década del ochenta en adelante también a omitido (y 
disminuido), consciente o inconscientemente, la “Huelga del Mono”69. 
Hecho paradójico, considerando que la paralización de los trabajadores 
ferrocarrileros porteños fue conducida por la FORCh de tendencia anar-
cosindicalista, y liderada por connotados ácratas —como por ejemplo 
el porteño y ex demócrata Juan Onofre Chamorro70— que operaron 
en el seno del movimiento popular a partir de la segunda década del 
siglo XX tras el “recambio generacional” obrero, a nivel nacional, que 
significó la masacre de Iquique de 190771. 
En el trabajo de Eduardo Míguez y Álvaro Vivanco “El anarquismo y 
el origen del movimiento obrero 1881-1916” (1987), si bien se destacada 
como ha señalado el historiador hindú Ranahit Guha. Para la crítica a la historiografía 
“estatalista”, véase, Ranahit Guha (2002). Las voces de la historia y otros estudios subalternos. 
Madrid: Editorial Crítica.
68. DeShazo (2007). Op. Cit., p. 204-205.
69. Para una revisión de la historiografía sobre el desarrollo del anarquismo en Chile, véase 
nuestra reseña del libro de Sergio Grez (2011). Magno Espinoza, La pasión por el comunismo 
libertario. Santiago: Editorial USACh, en Revista de Historia Social y de las Mentalidades, Vol. 
15, Nº 2, Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile, 2011, pp. 261-266.
70. Para los antecedentes biográficos de Chamorro, véase: DeShazo (2007). Op. Cit., p. 200; 
Grez (2007a). Op. Cit., p. 197; y Lagos (2012). Op. Cit., pp. 81-95.
71. Godoy (2007). Op. Cit., p. 122.
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 43
la labor de la FORCh durante las jornadas huelguísticas del año 1913 
(y 1917), especialmente en la ciudad de Valparaíso, y se hace hincapié 
en su importante rol en el “repunte organizativo” de los trabajadores 
durante el bienio 1912-13, se aborda sucintamente la huelga de los 
empleados de los ferrocarriles del Estado contra el retrato obligatorio, 
sólo a propósito, y en relación, de la expulsión del territorio nacional 
del anarquista y dirigente obrero peruano Eulogio Otazú72. 
Por su parte, el historiador Luis Vitale Cometa en su texto Interpre-
tación marxista de la historia de Chile (reeditada por LOM Ediciones), al 
igual que Míguez y Vivanco, hace referencia a la huelga contra el retrato 
forzoso, circunscribiéndola a las manifestaciones huelguísticas del año 
1913, sin profundizar en sus causas ni tampoco en sus consecuencias73. 
En trabajos posteriores, relacionados específicamente con el desarrollo 
del anarquismo en América Latina y Chile, el historiador Luis Vitale 
omitirá la “Huelga del Mono” de 1913, el accionar dela (primera) FORCh 
y de sus principales dirigentes, circunscribiendo el accionar anarquista 
al contexto general de movilización de los trabajadores organizados en 
Chile sin analizarlo en profundidad, aunque destacándolo como “uno 
de los factores subjetivos claves que permitió a la clase trabajadora 
chilena lograr conquistas esenciales”74.
El trabajo del periodista Andrés Brinargdello Valdivia, Valparaíso 
Anarquista. Notas para una historia social de la ciudad, publicado el 
2006, con las limitaciones (y aciertos) de un texto que si bien no es 
“historiográfico”, académicamente hablando, también resta importancia 
a la huelga contra el retrato obligatorio, haciendo eco y reproduciendo 
la minimización a la que ha sido sometida por la historiografía mar-
72. Míguez y Vivanco (1987). Op. Cit., p. 128.
73. Luis Vitale Cometa (s/f). Interpretación marxista de la historia de Chile (Tomo V). Santiago: 
LOM Ediciones, p. 53.
74. Luis Vitale Cometa (2002). Contribución a una historia del anarquismo en América Latina. 
Santiago: Ediciones Espíritu Libertario, p. 184; y Luis Vitale Cometa (1995). De Martí a 
Chiapas, balance de un siglo. Santiago: Editorial Síntesis-CELA, p. 143.
La Huelga del Mono44
xista. En su breve apartado referido a la “Huelga del Mono” reproduce 
los planteamientos del historiador Fernando Ortiz Letelier señalando 
que la “fotografía obligatoria se aplicó”, sin detallar demasiados ante-
cedentes75. Mayor extensión le dedicó a la aprehensión y secuestro del 
anarcosindicalista peruano Eulogio Otazú, aunque descontextualiza 
dicho episodio, que se enmarca justamente dentro del movimiento 
huelguístico contra el retrato obligatorio de octubre-noviembre de 
1913 en Valparaíso76.
Mención aparte por su rigurosidad y descripción, merece el trabajo 
historiográfico de Sergio Grez Toso sobre el accionar anarquista en 
Chile titulado Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada 
de “la Idea” en Chile, 1893-1915 (2007), el que analiza la relación entre 
anarquismo, como corriente ideológica, y el movimiento de trabajadores 
chileno en su proceso de constitución y configuración hacia fines del 
siglo XIX y comienzos del XX. En dicha obra, Grez revaloriza el aporte 
anarquista, en tanto una de las matrices ideológicas fundantes, en la 
conformación del movimiento obrero criollo, a través de una profusa 
revisión de fuentes primarias, fruto de un trabajo de largo aliento. No 
obstante lo anterior, aborda sucintamente la “Huelga del Mono” en 
Valparaíso circunscribiéndola, al igual que sus antecesores, al proceso 
de expansión del anarquismo, tanto en el puerto como en la capital 
durante los años 1912-191377. 
Desde la sociología, Crisóstomo Pizarro, en su ya citada obra La 
huelga obrera en Chile, 1890-1970, analizó la huelga en Chile como 
expresión del conflicto laboral, tratando de superar —como él mismo 
señaló en su introducción— aquellos enfoques e interpretaciones “fuer-
temente ideologizadas” y meramente “descriptivas”, no obstante, su 
75. Andrés Brignardello (2006). Valparaíso anarquista. Notas para una historia social de la 
ciudad. Valparaíso: FONDART, p. 88.
76. Ibíd, pp. 89-91.
77. Grez (2007a). Op. Cit., pp. 252-257.
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 45
investigación hace hincapié especialmente en la institucionalización del 
conflicto entre capital/trabajo, analizando superficialmente el período 
comprendido entre los años 1890-1915, en que las relaciones laborales 
aún no estaban normadas desde el punto de vista jurídico y legal. Ade-
más, sobredimensiona el rol jugado por el Partido Obrero Socialista, el 
Partido Comunista Chileno y los demás partidos anti oligárquicos en 
el proceso de sindicalización en Chile durante el período estudiado, 
minimizando el accionar de otras corrientes ideológicas e instancias 
organizativas no institucionalizadas, que apostaron a la conformación 
de un sindicalismo revolucionario, clasista y confrontacional78.
En la última década, varios historiadores chilenos han analizado 
las relaciones entre el Estado y los trabajadores haciendo hincapié 
en diversos tópicos, ignorando y/o desconociendo, la huelga contra 
el retrato obligatorio de 1913 y su importancia en el movimiento de 
trabajadores. Es más, el interesante trabajo del historiador Sergio Grez 
Toso “¿Autonomía o escudo protector? El movimiento obrero y popular 
y los mecanismos de conciliación y arbitraje (Chile, 1900-1924)”, omite 
las manifestaciones huelguísticas originadas contra el sistema de foto-
grafías. Lo curioso es que para analizar dichas relaciones Grez realiza 
un “levantamiento” a partir de fuentes primarias, de las principales 
huelgas del período que estudia (1900-1924) en el cual las “Huelgas del 
Mono” (de 1913 y 1917) una vez más están ausentes79. Cuestión que nos 
parece inquietante ya que la de 1913 —que es la que nos interesa— fue 
profusamente informada por su carácter público en la prensa burguesa 
(y obrera) de la época, especialmente por el periódico El Mercurio en 
sus versiones capitalina y porteña de gran circulación a nivel nacional, 
fuentes consultadas por Sergio Grez. 
78. Pizarro (1987). Op. Cit. 
79. Para la huelga de 1917, véase: DeShazo (2007). Op. Cit., pp. 221-24; Mario Araya, “Los 
wobblies criollos. Fundación e ideología en la Región chilena de la Industrial Workers of the 
World-IWW (1919-1927)”, Santiago, Tesis para optar al Grado Académico de Licenciado 
en Historia, Universidad ARCIS, 2008, pp. 22-28.
La Huelga del Mono46
El historiador Juan Carlos Yáñez, por su parte, ha centrado el foco 
de atención en la institucionalización del conflicto laboral y los me-
canismos creados por las clases dominantes para contener las deman-
das de los trabajadores. En sus diversas investigaciones ha matizado 
aquellos planteamientos que restan importancia al rol de los grupos 
dirigentes en la creación y dictación de legislación social. Sin embargo, 
también omite la huelga contra el retrato obligatorio, sus principales 
manifestaciones y las discusiones que se dan tanto en el mundo obrero 
popular, como a nivel gubernamental, sobre las reacciones en torno a 
la implementación del Decreto Ministerial que origina la “Huelga del 
Mono” en Valparaíso80.
Respecto al estudio específico de los trabajadores de los Ferrocarriles 
del Estado podemos señalar el libro de Luis Armando Sepúlveda, La 
historia social de los ferroviarios81. Sin embargo, el apartado dedicado 
a las luchas de los obreros ferrocarrileros de comienzos de siglo XX, 
es breve y poco profundo omitiéndose el desarrollo de la “Huelga del 
Mono”, sobre todo si se considera que la paralización en pos de la 
abolición del Decreto Ministerial que obligaba a retratarse a los obre-
ros comienza efectivamente en una de las secciones porteñas de los 
Ferrocarriles del Estado (la 1° Sección) y que el gremio ferrocarrilero 
de los trabajadores a jornal, fue uno de los más activos durante todo 
el desarrollo de la huelga. 
Desde otro enfoque, son escasos los trabajos en Chile alusivos a los 
nuevos mecanismos de control elaborados por los grupos dominantes 
en pos de la identificación (a través de un registro visual sistemático) 
de los trabajadores a comienzos del siglo XX. El único trabajo que co-
80. Juan Carlos Yáñez (2003). Estado, consenso y crisis social. El espacio público en Chile 1900-
1920. Santiago: Centro de Investigaciones Diego Barras Arana.
81. Luis Armando Sepúlveda (1959). La historia social de los ferroviarios. Santiago: Imprenta 
Siglo XX. Respecto de los empleos ferroviarios véase el artículo de Pamela Araya (1994), 
“Número, tipos, y singularidades del empleo ferroviario hacia fines del siglo XIX”, Revista 
de Historia, vol. IV, Universidad de Concepción. Concepción. 
Eduardo Andrés Godoy Sepúlveda 47
nocemos, relacionado indirectamente con dicho tópico, especialmente 
en torno al delito y la fotografía como medio de criminalización social 
(la “publicidad del delito”), es el de los historiadores Marcos Fernández 
y Daniel Palma titulado

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