Logo Studenta

Actitudes-hacia-la-alimentacion-de-un-grupo-de-estudiantes-universitarios

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA 
 DE MEXICO. 
 
 FACULTAD DE PSICOLOGÍA. 
 
 “ACTITUDES HACIA LA ALIMENTACIÓN DE 
 UN GRUPO DE ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS”. 
 TESIS 
 QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
 LICENCIADA EN PSICOLOGÍA. 
 PRESENTA: 
 
 CARMEN MERCEDES GUTIÉRREZ PÉREZ 
 
 DIRECTORA: DRA. CECILIA SILVA GUTIÉRREZ 
 REVISORA: MTRA. NURY DOMENECH TORRENS 
 SINODALES: DR. RIGOBERTO LEÓN SÁNCHEZ 
 DRA. MARIANA GUTIÉRREZ LARA 
 LIC. LUIS MARIANO GALLARDO RAMÍREZ 
 
 
 México, D.F. FEBRERO, 2010 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal 
del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). 
El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea 
objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para 
fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
Esta tesis es fruto de un gran esfuerzo, dedicación, alegría, lágrimas, frustración, días 
interminables y una carrera en contra del tiempo. Representa más que un trabajo en él están mis 
sueños y mis logros reflejados. No ha sido fácil para mí ya que fue un gran reto luchar contra mi 
estado de ánimo y mis locuras. 
Gracias a Dios por darme la fuerza para seguir adelante. 
Para ti abuelita meche donde sea que estés, te extraño. 
 
Fer este trabajo es también tuyo, por que al igual que yo te esforzaste para que pudiera 
terminarlo, no tengo con que agradecerte todo el empeño que has puesto en mi tesis, solo puedo 
decirte MUCHAS GRACIAS. 
 Mi amor eres lo mejor que me ha pasado, gracias por tantas cosas maravillosas, por ser lo dulce y 
lo amargo de mi vida, pero sobre todo por amarme y cuidarme. Porque sin ti mi vida ya no sería 
nunca igual. Te admiro por tu fortaleza y alegría, nunca olvidare los momentos tan divertidos que 
pasamos juntos, pero especialmente gracias por ayudarme a crecer, por apoyarme en el 
consultorio y por creer en mí. 
TE AMO MUCHISIMO Y TE IMAGINO MUY FUERTE SIEMPRE. 
 
Dedico especialmente esta tesis a mis padres. 
Mamá esta tesis es para ti, gracias por ser la mejor del mundo, por consentirme, quererme, 
cuidarme, por darme la vida, por tu apoyo y por preocuparte siempre por mí. TE AMO MUCHO. 
Espero que siempre estés orgullosa de mí, porque todo lo que hago es para ustedes. 
Papá, gracias por tu esfuerzo para que yo pudiera tener una carrera. Espero que te guste mi 
trabajo, te admiro y te amo mucho. 
 
 
 
Agradecimientos:Agradecimientos:Agradecimientos:Agradecimientos: 
A la Universidad Nacional Autónoma De México nuestra máxima casa de estudios, por todo lo que 
me dio desde que entre en el CCH y en la Facultad de Psicología. 
A la Dra. Cecilia Silva Gutiérrez, por ser un gran ejemplo de éxito, una excelente docente y sobre 
todo por su apoyo tanto en lo académico como en lo personal. Sin su ayuda este trabajo no 
hubiera sido posible. 
A mis sinodales Mtra. Nury Domenech T., Dra. Mariana Gutiérrez L., Lic. Luis Mariano Gallardo R. 
y al Dr. Rigoberto León S., por el tiempo dedicado a revisar mi trabajo, por su amabilidad y 
compromiso. 
A la Psic. Rebeca Sánchez Monroy, por su apoyo durante mi estancia en el centro de servicios 
psicológicos, por ser una guía y trasmitirme conocimientos invaluables, pero sobre todo por sus 
consejos y amistad. 
A mis compañeras del grupo de investigación Edith, Blanca, Jessica, Lucero, Nayeli, por su gran 
disposición y apoyo, para resolver mis dudas. Sobre todo a Edith por su gran compromiso, tiempo, 
amabilidad y paciencia. Siempre estaré en deuda contigo. 
A mi Psicoanalista Sandra, Gracias por todo el apoyo y consejos, que son parte fundamental en mi 
vida. 
DedicDedicDedicDedicatorias:atorias:atorias:atorias: 
A mis hermanas y hermano gracias por protegerme, quererme y cuidarme. Los admiro mucho. 
Erika, no encuentro palabras para agradecerte todo lo que me has dado, solo sé que sin tu ayuda 
mi vida no habría sido la misma, gracias por tu apoyo, por tu comprensión, por darme muchos 
momentos de felicidad, te admiro y te quiero mucho. 
 Miguel, muchas gracias por todo lo que me has dado, por compartir conmigo tus éxitos, por 
motivarme a seguir adelante y por enseñarme a ver la vida de una forma distinta. 
Mikey, Emmanuel y Josué, gracias por ser mis conejillos de indias en mis tareas, por portarse muy 
bien cuando los cuidaba, saben que son muy importantes para mí los quiero y siempre los llevo en 
mi corazón. 
A Diana, Ariday , Gaby y Raúl, muchas gracias por apoyarme en la realización de este trabajo, sin 
su ayuda no hubiera sido posible. Sobre todo gracias Diana por tu apoyo incondicional por tus 
consejos, por tu cariño, por consentirme cuando voy a Guadalajara. Te admiro y te extraño 
mucho. 
Yadira, eres una luz en mi vida, muchas gracias por protegerme, escucharme, cuidarme y 
apoyarme cuando más lo necesitaba, este trabajo te lo dedico con mucho cariño porque pude 
terminarlo gracias a que me sentí mejor anímicamente y en eso fuiste parte fundamental. Te 
quiero, nunca cambies. Esta dedicatoria es extensiva para tu familia Ale y Alfonso. 
Carlos, muchas gracias por apoyarme en la impresión de mis tesis, por consentirme, apoyarme y 
motivarme para mejorar en mi vida. Te mando muchos besos (ja,ja,ja, aunque no quieras). Te 
admiro mucho hermano. 
A Vero, Carlitos y Dieguito, gracias por ser tan lindos conmigo, los quiero mucho. Yimmy gracias 
por los momentos tan divertidos que pasamos juntas y por ser buena onda. 
Karina y Emiliano, son muy importantes para mí (si no con quien pelearía, ja,ja,ja), hermanita 
gracias por tus consejos, apoyo, aunque a veces no nos entendemos sé que siempre estarás ahí 
para mí y sabes que yo para ti, te quiero mucho. 
Gracias a la familia Belmonte Pérez, por su apoyo y sus atenciones. Sobre todo gracias a mi prima 
América por ser mi confidente y la persona más divertida que conozco, te quiero mucho. A mi tía 
Lilia por su cariño. 
Gracias también a la familia Mendoza Pérez, en especial a mi tía Caro. 
A la parte divertida de la escuela MIS AMIGOS: 
 Aline, Nadia, Sofía, Manuel, Mario gracias por estar ahí por apoyarme, soportarme, por las fiestas, 
las bromas, las experiencias en clases, por pasarme las tareas. 
A Yine, Fercho, Israel y Paty gracias por su amistad, por los juegos de cartas en las banquitas, por 
los momentos más divertidos de mi vida, por estar ahí siempre a pesar de la distancia. “Eres sangre 
tibia y yo me siento vivo…” 
 
 
INDICE 
RESUMEN……………………………………………………………………………........1 
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………….....3 
CAPÍTULO 1. MARCO TEÓRICO 
1.1 ACTITUDES HACIA LA ALIMENTACIÓN………………………………………....8 
1.1.1 Actitudes Hacia La Alimentación En Estudiantes Universitarios…………13 
1.2 FACTORES DE RIESGO ASOCIADOS A UN TRASTORNO DE LA 
CONDUCTA ALIMENTARIA (TCA)……………………………………………………17 
1.3 RIESGO DE PADECER UN TRASTORNO DE LA CONDUCTA 
ALIMENTARIA……………………………………………………………………………19 
1.4 TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA (TCA)…………………..22 
1.4.1 Anorexia Nerviosa……………………………………………………………...23 
1.4.1.1 Síntomas asociados a la anorexia nerviosa…………………………..26 
1.4.2 Bulimia Nerviosa……………………………………………………………….28 
1.4.2.1 Síntomas asociadosa la bulimia nerviosa…………………………….32 
1.4.3 Trastorno De La Conducta Alimentaria No Especificado…………………33 
1.4.4 Factores Asociados a Los Trastornos De La Conducta Alimentaria…….34 
1.5 EPIDEMIOLOGIA DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA 
ALIMENTARIA……………………………………………………………………………36 
1.5.1 Epidemiología De Los Trastornos De La Conducta Alimentaria En 
México………………………………………………………………………………….41 
1.5.2 Incidencia De Los TCA En zonas Urbanas...……………………………..43 
1.5.3 Mortalidad De Los Trastornos De La Conducta Alimentaria…………….44 
CAPÍTULO 2. MÉTODO 
2.1 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA…………………………………………….45 
2.2 JUSTIFICACIÓN…………………………………………………………………….47 
2.3 PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN……………………………………………….47 
2.4 OBJETIVOS………………………………………………………………………….47 
2.4.1 Objetivo general………………………………………………………………..47 
2.4.2 Objetivos específicos…………………………………………………………..47 
2.5 DEFINICIÓN DE VARIABLES……………………………………………………..47 
2.5.1 Definición conceptual………………………………………………………….48 
2.5.2 Definición operacional…………………………………………………………48 
2.6 TIPO DE ESTUDIO………………………………………………………………….49 
2.7 PARTICIPANTES……………………………………………………………………49 
2.8 INSTRUMENTOS……………………………………………………………………50 
2.9 PROCEDIMIENTO…………………………………………………………………..52 
2.10 ANÁLISIS ESTADÍSTICOS……………………………………………………….53 
CAPITULO 3. RESULTADOS 
3.1. RIESGO DE PADECER UN TRASTORNO DE LA CONDUCTA 
ALIMENTARIA……………………………………………………………………………54 
3.2 ACTITUDES HACIA LA ALIMENTACIÓN……………………………………......57 
3.2.1 Diferencias en las actitudes hacia la alimentación entre los tres grupos 
de universitarias………………………………………………………………………60 
DISCUSIÓN………………………………………………………………………………63 
CONCLUSIONES………………………………………………………………………..69 
LIMITACIONES Y SUGERENCIAS…………………………………………………...71 
REFERENCIAS…………………………………………………………………………..73 
ANEXO……………………………………………………………………………………78 
 
 
 
 
 
 
 
1 
 
RESUMEN. 
La constante trasmisión de ideales de figuras femeninas exitosas, delgadas, 
perfectas y eternamente jóvenes, genera que muchas personas estén 
preocupadas por su peso e imagen corporal, poniendo especial atención en su 
peso y alimentación (Radford 2007, Acosta & Gómez, 2002). Los jóvenes 
suelen ser los más preocupados por cumplir con estos ideales de belleza, 
particularmente las mujeres y aquellas en etapa universitaria corren mayores 
riesgos de una mala alimentación, pues adquieren mayor independencia y 
comienzan a instaurar sus propios hábitos alimentarios (Colic, Stalic & Lukesic, 
2003). 
El objetivo del presente estudio, entonces, fue describir las actitudes hacia la 
alimentación y el riesgo a presentar sintomatología asociada a los trastornos de 
la conducta alimentaria (TCA) en un grupo de estudiantes universitarias de tres 
entidades de la republica mexicana. Participaron 721 universitarias, de las 
cuales 241 provenían del Estado de Jalisco, 230 del Estado de México y 250 
del Distrito Federal. El rango de edad de las universitarias fue de 17 a 27 años 
(Medad=20.12; D.E.=2.02 años). Todas contestaron el cuestionario de Actitudes 
Alimentarias EAT-40 que mide síntomas característicos de los trastornos de la 
conducta alimentaria y está conformado por cinco factores: dieta restrictiva, 
bulimia, motivación para adelgazar, preocupación por la comida y presión 
social percibida, el punto de corte sugerido para posible riesgo de desarrollar 
un trastorno de la conducta alimentaria es de igual o mayor a 22 puntos y 
superior a los 28 puntos para una probable anorexia y bulimia. 
Los resultados indicaron que el 10,5% de las participantes podrían estar en 
riesgo de presentar sintomatología asociada al desarrollo de un trastorno de la 
2 
 
conducta alimentaria. Según algunos estudios (Sepulveda, Grandarillas, & 
Carrobles 2010, Lugli & Vivas, 2006, Álvarez, Franco, Vázquez, Escarria, Haro 
& Mancilla, 2004) realizados previamente en población universitaria, el 
porcentaje de riesgo oscila entre 8 y 15%, lo cual coincide con la cifra 
encontrada en el presente estudio. 
En cuanto a las actitudes hacia la alimentación se encontraron diferencias 
significativas para el factor presión social percibida entre el Estado de México y 
el Distrito Federal mediante un ANOVA (F [ 2,718 ] = 3.625; p=.027). Se pudo 
observar que fue mayor la media de las jóvenes del Estado de México, lo cual 
nos indicó que estas sienten mayor presión social para que aumenten su 
ingestión de alimentos o su peso corporal. 
 
 
 
 
 
3 
 
INTRODUCCIÓN. 
 
Uno de los aspectos más básicos de supervivencia tanto para los animales 
como para los seres humanos implica el consumo de alimentos (Austin, 2007), 
sin embargo, una característica que marca la diferencia entre estos es que para 
los seres humanos la comida involucra más que nutrición y supervivencia, de 
esta manera, la alimentación es un acto social que va acompañado de distintos 
significados emocionales, puesto que, los alimentos van adquiriendo un valor 
añadido que es determinado por la experiencia personal y social del individuo 
(Toro, 1996). Las sociedades imponen ese valor especial a la comida, por lo 
que cada cultura tiene sus propias reglas de alimentación, inclusive cada 
persona consume lo que considera adecuado para él, sin embargo actualmente 
vivimos en un mundo globalizado, lo cual trae como consecuencia que ideas 
acerca de lo que es una alimentación adecuada se trasmita de cultura a cultura 
pasando fronteras, mismas que el individuo adopta como un ideal a seguir 
principalmente respecto a qué tipo de alimentación debe llevar para lograr una 
imagen socialmente aceptada (Mancilla, Gómez, Álvarez, Franco, Vásquez, 
López & Acosta 2006). Desde el punto vista industrial la globalización resulta 
benéfica, ya que hay intercambio de productos, tecnología y conocimientos 
entre otros, por otro lado desde el punto de vista ideológico existe un 
intercambio de valores, actitudes y estereotipos ,sin embargo, dicha difusión 
globalizada informa primordialmente acerca de los estereotipos, provenientes 
de los países de primer mundo, mismos que suelen trasmitir mensajes de 
figuras femeninas tipo Barbie que muestran figuras sintéticas, eternamente 
jóvenes e inalcanzables (Acosta & Gómez, 2002). 
4 
 
La transmisión de tales ideales de belleza está impactando a la mayoría de las 
culturas, lo que trae como consecuencia que muchas personas estén inmersas 
en una batalla física y psicológica con su imagen, para poder luchar contra la 
incapacidad de estar a la altura de los ideales sociales, lo que conduce a que 
se modifiquen las actitudes hacia la alimentación como búsqueda de ese ideal 
(Radford, 2007). Un ejemplo de esto es la asociación que las personas hacen 
entre dieta y salud, por lo tanto, éstas comienzan a modificar sus hábitos de 
consumo, de modo que aumenta su preferencia hacia productos ligeros (light), 
bajos en grasa y con pocas calorías (Krystallis, Arvanitoyannis & Kapirti, 2003) 
que utilizan como plataforma para la restricción alimentaria que está asociada a 
la estética corporal y a la aceptación social. Por lo tanto, de la misma manera 
que el comer puede tener distintos significados más allá de lo nutricional, lo 
mismo sucede con el no comer (Toro, 1996). Así el no comer está ampliamente 
relacionado con la pérdida de peso, y a su vez se asocia al cuidado y bienestar 
del cuerpo, por lo tanto las conductas que van dirigidas a la disminución de 
peso son socialmente reforzadas, ya que son tomadas como un signo de 
autocontrol (Antoniazzi, Zivian & Hynie, 2005). 
Este control alimentario se trataría de conductas derivadas del miedo o pánico 
obsesivo a estar gordas y perder la belleza que se anhela, tanto en la vida 
presente como en la futura. Esta necesidad de buscar delgadez o pérdida de 
peso a cualquier costo, lleva a las personas a tener conductas tan variadas y 
sin importar los daños colaterales que implican, como pueden ser la selección, 
restricción y manipulación alimentaria; provocaciónde vómitos; uso y abuso de 
laxantes o diuréticos, tirar o evitar comidas, hacer ayunos, entre otras. Dichas 
conductas que emplean las personas para la reducción de peso, en un inicio 
5 
 
son controladas pero al paso del tiempo estas conductas se vuelven obsesivas 
y/o difíciles de manejar, tal es el ejemplo de las personas que padecen un 
trastorno de la conducta alimentaria (TCA) (Chinchilla, 2003). 
Debido al aumento de estas conductas alimentarias dirigidas a la pérdida de 
peso y la estrecha relación que tienen con el desarrollo de un trastorno de la 
conducta alimentaria, diversos autores han realizado investigaciones 
relacionadas con las actitudes hacia la alimentación (Aarnio & Lindeman, 2004; 
Colic et.al., 2003), imagen corporal (Lameiras, Calado, Rodríguez & Fernández, 
2003, Acosta & Gómez, 2002), conductas de riesgo para el desarrollo de un 
trastorno de la conducta alimentaria (Antoniazzi, et. al. ,2005), entre otros. Las 
mujeres en la etapa de adolescencia y juventud presentan en mayor grado 
estas conductas y actitudes, dichos estudios se han llevado a cabo 
principalmente en estas poblaciones. Por ejemplo, Nasser (2006) menciona 
que las mujeres tienen más probabilidades que los hombres para aceptar un 
ideal de delgadez, de igual manera, Macedo, Soares, Azevedo, Gomes, 
Pereira, Maía & Pato (2007) sugieren que la presión de tener un cuerpo 
perfecto se presenta principalmente en las mujeres. 
Al parecer, las mujeres comienzan a preocuparse por su alimentación e imagen 
corporal aproximadamente entre los 14 y 19 años de edad (Hoek, et. al., 2006), 
sin embargo, en la etapa universitaria la preocupación sobre el peso y la 
alimentación parece ser más evidente, ya que en tal etapa los jóvenes 
experimentan un periodo de transición a una mayor independencia, adquieren 
mayores compromisos y responsabilidades, y no es de extrañar, que sea 
precisamente en este momento de la vida cuando eligen hábitos de salud, lo 
que conlleva a la consolidación o el cambio en las actitudes y las conductas 
6 
 
relacionadas con la condición física y la alimentación, mismas que pueden ser 
distintas a las adquiridas dentro del núcleo familiar (Colic, et. al., 2003). 
Los estudios enfocados en las jóvenes universitarias han mostrado diversos 
resultados con respecto a la restricción alimentaria por ejemplo los realizados 
por Macedo, et. al. (2007), Granillo, Rodríguez & Carvajal (2005), Colic, et. al. 
(2003), Lameiras, et. al. (2003), en donde se ha observado que entre el 50% y 
80% de los estudiantes universitarios realizan conductas para perder peso o 
mantener el que tienen por medio de la restricción de ciertos alimentos e 
implementando actividades compensatorias como ayunos, realización de dietas 
restrictivas, uso de laxantes, realización de ejercicio excesivo, etc. 
Cabe destacar el papel que juega en este sentido el rechazo social a quienes 
no siguen los parámetros establecidos por la sociedad para el ideal de belleza, 
un claro ejemplo es el hecho de que el sobre peso y obesidad es considerado 
sinónimo de fracaso, de poco control, descuido, entre muchos otros adjetivos 
negativos (Hernández, Peterson, Sobol, Rivera, Sepúlveda & Lezana, 1996). 
Por lo tanto, algunos jóvenes se sienten presionados por cuidar su físico, ya 
que no quieren ser presa del rechazo social, entonces comienzan a tener 
actitudes y conductas asociadas a sintomatología de riesgo para el desarrollo 
de algún trastorno de la conducta alimentaria. Dichas conductas de riesgo 
pueden culminar en el desarrollo de un TCA (Trastorno de la conducta 
alimentaria). Hoy en día este padecimiento va en aumento, por ello, diversos 
investigadores han realizado estudios sobre la incidencia y prevalencia de los 
trastornos de la conducta alimentaria, en distintos grupos de población, pero la 
mayoría se ha enfocado a las mujeres jóvenes. Por ejemplo en las mujeres 
occidentales jóvenes la tasa promedio de prevalencia de la anorexia nerviosa y 
7 
 
la bulimia nerviosa es del 0.3 % y 1% respectivamente (Hoek, et. al., 2006); en 
población mexicana se encontró una tasa de prevalencia para bulimia nerviosa 
de 0.5% en mujeres (Medina, Borges, Lara, Corina, Blanco, Fleiz, et. al., 
2003). A pesar de los pocos datos que existen en la población mexicana el 
estudio realizado por Mancilla, Franco, Vázquez, López, Álvarez & Téllez 
(2007) muestra que parece haber un aumento en la prevalencia de los TCA, en 
esta investigación evaluaron a mujeres universitarias en dos años diferentes. 
La primera se llevo a cabo en 1995 (N = 522) y la segunda en el 2002 (N = 
880). Los resultados mostraron que la tasa de prevalencia en 1995 fue de 
0,49% (0,14% bulimia nerviosa y 0,35% trastornos de la conducta no 
especificados) y en el 2002 fue de 1,15% (0,24% bulimia nerviosa y 0,91% 
trastornos de la conducta no especificados), en ninguna de las dos 
evaluaciones se encontró anorexia nerviosa. 
 Resulta preocupante que la aparición de los TCA y su incidencia vaya en 
aumento. Por ello la importancia de la investigación, sobre todo en jóvenes ya 
que como reportan algunos estudios es una población muy vulnerable para 
presentar sintomatología asociada a un TCA. 
Es de suma importancia conocer cuáles son las actitudes hacia la alimentación 
que presentan los jóvenes hoy en día, para poder prevenir la aparición de un 
TCA, incluso poder disminuir de forma eficaz las conductas riesgosas por 
medio de programas preventivos dirigidos a los universitarios. 
 El presente trabajo pretende explorar cuales son las actitudes hacia la 
alimentación que presentan los jóvenes universitarios de tres entidades de la 
Republica Mexicana, así como el riesgo que tienen de desarrollar un trastorno 
de la conducta alimentaria. Por ello se aplicó el cuestionario EAT-40 a un grupo 
8 
 
de estudiantes universitarias de Jalisco, uno del Estado de México y uno del 
Distrito Federal. 
CAPÍTULO 1. 
MARCO TEÓRICO 
1.1 ACTITUDES HACIA LA ALIMENTACIÓN. 
En la sociedad actual la alimentación y la imagen corporal han adquirido gran 
importancia, según Toro, Cervera y Pérez (en Acosta y Gómez, 2002) uno de 
cada cuatro anuncios publicitarios invita directa o indirectamente a perder peso. 
Ahora bien, si el comer puede tener distintos significados en nuestra sociedad 
(premio, castigo, convivencia, etc.) más allá de lo nutricional, también el no 
comer, se asocia a la estética del cuerpo y la aceptación social (Toro, 1996). 
Según Radford (2007) muchas mujeres jóvenes pasan sus vidas tratando de 
quedar lo suficientemente delgadas para ser atractivas para la sociedad. Ya 
que se cree que la aceptación o rechazo por parte del otro depende de la 
imagen que se tenga (Antoniazzi, et. al., 2005). 
Esto conlleva a que las personas se sienten insatisfechas con la imagen que 
tienen, ya que como es de esperarse no concuerda con la imagen ideal que se 
les muestra en los anuncios publicitarios, ya sea en la televisión, el internet, las 
revistas, etc. En donde también se incita al desarrollo de actividades o 
conductas hacia el cuidado de la alimentación para mejorar la propia imagen 
(Acosta y Gómez, 2002). 
Este cuidado alimentario se puede ver reflejado en el cambio de actitudes y 
conductas hacia lo que se consume o se deja de consumir por ejemplo 
9 
 
realización de dietas restrictivas, consumo de productos light, tomar en cuenta 
las calorías que contiene un alimento, menor ingesta de productos grasos, etc. 
Esto toma especial relevancia ya que según Park & Beaudet (2007) la mayoría 
de los trastornos de la conducta alimentaria se caracterizan por graves 
perturbaciones en el comportamiento alimentario que comienza con un cambio 
en las actitudes hacia la alimentación. Por lo tanto, las actitudes y conductas se 
encaminan hacia la preocupación de la propia apariencia, al consumo de 
ciertos alimentos, a la realización de ejercicios entre otras conductas.Mendoza (2010) menciona que las actitudes hacia la alimentación son 
conductas y actitudes patológicas relacionadas con la ingesta alimentaria, la 
forma del cuerpo, el peso y el ejercicio con el propósito de estar delgado, los 
cuales incluyen los cinco factores propuestos en el cuestionario de actitudes 
hacia la alimentación EAT-40 que son: 
• Dieta Restrictiva: Que refleja conductas y actitudes en las cuales se 
evita comer alimentos considerados engordantes o hipercalóricos. Con 
la intención de perder peso. 
• Bulimia: Se refiere a la práctica de conductas compensatorias: 
atracones, vómitos y culpa tras haber ingerido alimento. 
• Motivación para adelgazar: Que incluye las preguntas que reflejan la 
preocupación respecto a la obesidad o sobrepeso, el deseo de 
adelgazar y la práctica de algunos patrones o conductas para lograrlo. 
• Preocupación por la comida: Se refiere a pensamientos obsesivos 
respecto a la alimentación, la presencia de sobreingestión y culpabilidad 
posterior a la ingestión. 
10 
 
• Presión social percibida: Incluye preguntas que miden el grado de 
presión social para que el sujeto aumente su ingestión o su peso. 
Toro (1996) menciona que es importante poner especial atención en los 
pensamientos y actitudes relacionados con el cuerpo, el peso y la alimentación 
ya que estos pueden llegar a distorsionarse convirtiéndose en síntomas 
asociados a factores de riesgo para el desarrollo de un trastorno de la conducta 
alimentaria. Debido a que la alimentación no solo se reduce, si no que se 
convierte en prácticas extravagantes y obsesivas. Un posible modelo que 
ejemplifica estas prácticas podría ser la exposición a dietas las cuales en sus 
primeras fases, son controlables, pero que con el paso del tiempo dicha 
práctica va en aumento afectando a cada vez más comportamientos dietéticos 
que culminan en el desarrollo franco de un trastorno de la conducta alimentaria 
(Szmukler; 1985). Por ejemplo sentirse gordo/a es una de las causas más 
frecuentes que inciden en la aparición de los trastornos alimentarios, aunque 
no es preciso un sobrepeso real. La consecuencia lógica de la preocupación 
por el peso es el establecimiento de métodos de control dentro de los que 
destaca el seguimiento de dietas (Lameiras, et. al., 2003). 
Diversas investigaciones se han centrado en conocer las actitudes hacia la 
alimentación de los jóvenes y su posible riesgo de desarrollar o padecer un 
trastorno de la conducta alimentaria. Un ejemplo de esto es el estudio realizado 
por Granillo et. al. (2005) en donde se observó que gran parte de los 
adolescentes latinos que radican en Estados Unidos tienen riesgo de padecer 
un trastorno de la conducta alimentaria, debido a que el 53,3% reportó realizar 
dietas para perder peso y 1,9% de los jóvenes presentaba sintomatología 
asociada a bulimia. 
11 
 
De igual manera Park & Beaudet (2007) realizaron una investigación en 
mujeres canadienses que presentaban preocupación por su peso corporal. Se 
les aplicó el EAT-26 y se evaluó el índice de masa corporal de las participantes 
para clasificarlas según su peso. Se observó que las mujeres clasificadas con 
bajo peso presentaban preocupación por su imagen corporal y percibían 
presión social. Las mujeres clasificadas con sobre peso presentaban, 
preocupación por la comida, preocupación por su imagen corporal y realizaban 
dietas más frecuentemente. De igual manera encontraron que una de cada 
cinco mujeres presentaba preocupación por su peso corporal. 
Krystallis, et. al. (2003) analizaron la actitud y el consumo de alimentos bajos 
en grasa, de 323 personas de distintas edades que asistían al súper a realizar 
sus compras. Las personas tenían que contestar un cuestionario el cual incluía 
preguntas relacionadas con la preferencia de productos bajos en grasa, y si la 
intención de consumir estos era para perder peso. Se observó que las 
personas más jóvenes y con mayor grado de estudios tendían a consumir más 
productos bajos en grasa, que el resto de personas evaluadas. 
También, se han realizado investigaciones sobre las actitudes hacia la 
alimentación en población mexicana por ejemplo Gómez & Acosta (2002) 
compararon la presencia de insatisfacción corporal de los mexicanos y de los 
Españoles. Para esta investigación se evaluaron 133 adolescentes de ambos 
sexos, de los cuales 69 eran mexicanos y 64 eran españoles. Dentro de los 
resultados se observó que las adolescentes españolas se encontraban más 
satisfechas que las mexicanas con su imagen corporal. También que ambos 
grupos tenían un gran miedo a ganar peso y por lo tanto daban un mayor valor 
a la delgadez. 
12 
 
En otro estudio similar, realizado por los mismos autores, se evaluó la 
presencia de factores de riesgo que facilitan la aparición de un trastorno de la 
conducta alimentaria, de igual manera en adolescentes de México y de 
España. En éste se observó que las mexicanas realizaban a más temprana 
edad (12 y 14 años) dietas restrictivas. Finalmente concluyeron que a mayor 
insatisfacción corporal hay mayor presencia de dietas, que representa un 
importante factor de riesgo para conducir al desarrollo de actitudes y conductas 
relacionadas con los trastornos de la conducta alimentaria. 
De igual manera Álvarez, Franco, López, Mancilla y Vázquez (2009) evaluaron 
la asociación que hay entre la edad y peso corporal con la interiorización del 
ideal de delgadez, la insatisfacción corporal y los síntomas de trastornos de la 
conducta alimentaria entre mujeres adolescentes, jóvenes y adultas. En donde 
la muestra fue conformada por 145 mujeres adolescentes de 12 a 15 años que 
cursaban la secundaria, jóvenes de 18 a 21 años universitarias y adultas de 34 
a 46 años, amas de casa. Este estudio reveló que los tres grupos presentaban 
actitudes y conductas de riesgo para padecer un TCA, las adolescentes 
presentaron mayor interiorización de la delgadez y más influencia de la 
publicidad para perder peso, por su parte las jóvenes presentaron mayor 
motivación para adelgazar, más realización de conductas compensatorias e 
insatisfacción corporal y el grupo de mujeres adultas presentó mayor 
sintomatología asociada a bulimia, interiorización de la delgadez, influencia de 
la publicidad y motivación para adelgazar. Los hallazgos encontrados en esta 
investigación resaltaron la necesidad de realizar más estudios en jóvenes y 
adultas; ya que los datos epidemiológicos sobre los trastornos de la conducta 
alimentaria, fundamentan que hay una mayor vulnerabilidad en las 
13 
 
adolescentes para el desarrollo de TCA y precisamente en esta población se 
ha enfocado la investigación. Sin embargo se ha encontrado que entre el 50% 
y el 70% de los adultos tempranos y medios presentan actitudes inadecuadas 
hacia el peso y la alimentación (Allaz & Lewis, en Álvarez, et. al., 2009). Se 
podría suponer que dependiendo de la edad se presentan distintos síntomas 
asociados a un trastorno de la conducta alimentaria. Por ello otras 
investigaciones han comenzado a evaluar a jóvenes y adultos principalmente 
los que se encuentran en la etapa universitaria. 
1.1.1 Actitudes Hacia La Alimentación En Estudiantes Universitarios. 
Como se mencionó en el capitulo anterior diversas investigaciones sobre 
trastornos de la conducta alimentaria se han centrado en la adolescencia 
debido a que es la etapa de mayor vulnerabilidad según diversas 
investigaciones (Granillo, et. al., 2005, Schmidt, 2005; Gómez & Acosta, 2002), 
sin embargo se ha observado que los comportamientos desajustados se 
producen o continúan más tarde (Cooper y Goodyer en Lameiras, et. al., 2003) 
con conductas como seguimiento de dietas restrictivas, ejercicio excesivo, uso 
de laxantes y diuréticos, etc. Actualmente los adolescentes manifiestan su 
afinidad hacia una determinada estética corporal impuesta por la sociedad 
contemporánea; esto ocasiona que cada vez más jóvenespresenten una 
preocupación excesiva por las dimensiones de su cuerpo (Lameiras, et. al., 
2003) sin importar en que etapa de la vida se encuentren. Por ejemplo Colic, et. 
al., (2003) menciona que es importante poner especial atención a los jóvenes 
en etapa universitaria, debido a que en ésta comienzan a adquirir mayor 
independencia en diversas áreas de su vida, al igual que adquieren mayor 
responsabilidad de sí mismos, por lo tanto es posible que comiencen a elegir 
14 
 
su propio régimen alimentario que en muchas ocasiones es muy distinto al 
adquirido en el núcleo familiar. 
Vohs, Heatherton, & Herrin (en Trautmann, Rilau, Wilson & Walters, 2008) 
mencionan que el estrés asociado con la transición al entorno universitario 
puede ser un importante factor de riesgo para la aparición de una dieta 
inadecuada y desordenada, que lleva a los jóvenes a presentar riesgo de 
padecer un trastorno de la conducta alimentaria, ya que como menciona 
Álvarez (2000) estos se manifiestan en momentos en que los individuos son 
enfrentados a nuevas experiencias, tales como el inicio de los estudios 
superiores, la desintegración familiar, inicio de la vida sexual, etc. 
Diversos investigadores han realizado estudios en universitarios con el objetivo 
de conocer que actitudes hacia la alimentación están presentando. Por ejemplo 
Aarnio & Lindeman (2004) encontraron que el 80% de las mujeres 
universitarias tenían un alto nivel de realización de dietas o informaron que en 
ese momento estaban llevando a cabo una. 
Otros estudios han encontrado una estrecha relación entre el seguimiento de 
dietas y riesgo para padecer un TCA, así como otras conductas encaminadas 
hacia la pérdida de peso. Por ejemplo Lameiras, et. al. (2003) realizó una 
investigación en 482 estudiantes universitarios de ambos generos; a los que se 
les aplico el Eating Disorders Inventory (EDI) y un cuestionario sobre 
comportamientos alimentarios e imagen corporal. En este se encontró que las 
chicas presentaban una mayor insatisfacción con su imagen corporal y miedo a 
estar gordas o ganar peso. El 70% de las mujeres y el 52,8% de los hombres 
querían pesar menos. El seguimiento de dietas de adelgazamiento fue la 
15 
 
conducta alimentaria desajustada más frecuente, siendo las mujeres de nuevo 
las que recurrían en mayor medida a esta conducta al compararlas con sus 
compañeros. Así, el 38,7% de las chicas y el 19,1% de los chicos había 
seguido alguna dieta en los últimos seis meses. Este estudio reveló que los 
universitarios no están satisfechos con su aspecto físico y por lo tanto recurren 
a conductas alimentarias inadecuadas. 
También, Colic; et. al. (2003) realizó un estudio con el objetivo de conocer cuál 
era la alimentación que seguían los universitarios, para ello les aplicó un 
cuestionario sobre hábitos de alimentación y encontró que la dieta de los 
estudiantes era muy inadecuada ya que gran parte de ellos omitían el 
desayuno u otra comida importante. En cuanto a lo que consumían las mujeres 
reportaron tener mayor inclinación por los productos bajos en grasa, productos 
lácteos y cereales, mientras que los hombres consumían más carnes rojas, 
cereales y comida rápida. Las mujeres realizaban menos ejercicio a la semana 
(1,6 horas) en comparación con los hombres (4,4 horas) por semana. Este 
estudio señaló que los comportamientos alimentarios difieren en función del 
género; de igual manera que hay cambios desfavorables en los 
comportamientos hacia la salud y la alimentación, esto puede ser debido a que 
a partir de que los jóvenes entran a la universidad adquieren mayor 
responsabilidad e independencia para elegir su dieta; lo cual provoca que 
muchas veces se deje de lado la importancia del valor nutricional de la comida. 
Por otro lado Austin (2007) se interesó en averiguar qué era lo que motivaba a 
las mujeres universitarias a tener pensamientos y conductas relacionadas con 
la pérdida de peso. Encontró que la mayoría de las mujeres que pierden peso 
con éxito, por medio de dietas y ejercicio, comienzan a competir con las otras 
16 
 
mujeres para ver quien se ve mejor. Por ello estas presentaron mayores 
pensamientos de competencia y a su vez pensamientos asociados a un 
trastorno de la conducta alimentaria. De igual manera las mujeres que 
presentaban mayor competencia y perfeccionismo, mostraban más 
pensamientos relacionados con la anorexia. 
Es así como los jóvenes comienzan a buscar diversas alternativas para cumplir 
el ideal de la delgadez. Trautmann, et. al. (2008) encontraron que el 53% de los 
universitarios cambiaban su régimen alimentario a vegetariano con la intención 
de perder peso. Ya que el vegetarianismo proporcionaba a estos una forma 
socialmente aceptable para evitar ciertos alimentos a fin de controlar su peso, y 
así experimentar un estilo de vida propio e independiente. 
En cuanto a estudios sobre actitudes hacia la alimentación en mexicanos están 
los realizados por Álvarez, Franco, Vázquez, Escarria, Haro & Mancilla (2004), 
Hernández & Laviada (2005) & Vázquez, Ruíz, Mancilla & Álvarez (2008) en 
donde al evaluar a universitarios encontraron que las mujeres presentaban 
mayor riesgo de padecer un TCA que los hombres. Estos estudios revelaron 
que existen diferencias en las actitudes hacia la alimentación según el género, 
por ejemplo las mujeres presentaron mayor motivación para adelgazar 
,ejercicio excesivo, consumo de productos light, realización de dietas, 
insatisfacción corporal, consumen menor cantidad de comida, presentan más 
síntomas asociados a bulimia (vómitos, uso de laxantes y diuréticos, atracones) 
y mayor puntaje en el EAT; en tanto que los hombres se caracterizaban por un 
mayor perfeccionismo, realización de ejercicio, desean aumentar su la masa 
corporal, suelen comer más veces al día y obtienen un menor puntaje en el 
EAT. 
17 
 
Finalmente los datos sobre las conductas y actitudes alimentaria no saludables 
afectan a una parte importante de los universitarios, esto nos alerta debido a 
que estas conductas pueden estar ampliamente relacionadas con los factores 
de riesgo para el desarrollo de un trastorno de la conducta alimentaria lo que 
resulta preocupante ya que estos son enfermedades graves que suponen una 
pesada carga a los afectados por la enfermedad tanto al individuo que lo 
padece como a sus familias. Esta carga consta de retrasos en el desarrollo y la 
falta de cumplimiento del potencial del individuo, a nivel emocional, social e 
intelectual (Nielsen, Moller-Madsen, Torben, Jorgensen, Pagsberg & Theander 
1998). 
 
1.2 FACTORES DE RIESGO ASOCIADOS A UN TRASTORNO DE 
LA CONDUCTA ALIMENTARIA (TCA). 
Los factores de riesgo son aquellas condiciones, estímulos, conductas y 
características personales del entorno que inciden en el estado de salud, 
contribuyendo al desajuste o bien al desequilibrio del mismo, en la medida que 
hacen vulnerable al individuo, incrementan la probabilidad de enfermedad y 
facilitan las condiciones para la manifestación de la misma (Mancilla, et. al., 
2006). 
Debido a que la naturaleza de los trastornos de la conducta alimentaria implica 
múltiples factores de riesgo diversas investigaciones han sido enfocadas en el 
conocimiento de estos, dentro de los cuales podemos encontrar: la edad 
puberal o adolescencia que es considerado un factor de riesgo importante 
debido a que es la etapa donde surgen los cambios físicos en el cuerpo, por lo 
18 
 
tanto se fija la atención sobre el propio cuerpo (Granillo, et. al., 2005, Schmidt, 
2005; Gómez & Acosta, 2002). Este factor de riesgo va muy de la mano con 
otro que es la autoimagen corporal distorsionada e insatisfacción corporal 
(Macedo, et. al., 2007; Park & Beaudet, 2007) debido a que el adolescente 
compara su nueva imagen corporal con el modelo estético corporal vigente en 
su medio social, modelo que asume plenamente, anhelando y procurando que 
su cuerpo,renovado y recién estrenado, se aproxime máximamente a aquél. 
Las discrepancias entre el propio cuerpo o su imagen y el modelo “oficial” 
suelen interpretarse en contra del propio cuerpo y esto puede poner en marcha 
la decisión de adelgazar y, a partir de ésta, el proceso de un TCA (Toro, 1996). 
Sin embargo, la distorsión en la imagen corporal también se asocia a la idea 
constante de perder peso o querer cambiar la fisionomía, como consecuencia 
la insatisfacción corporal (Austin, 2007). Así por lo tanto otro factor de riesgo es 
la preocupación por el peso corporal (Park & Beaudet, 2007) que está asociado 
a la idea constante de perder peso, a las practicas compensatorias como 
ejercicio excesivo, al uso de productos para el control de peso y al deseo 
constante de ser más delgado (Macedo, et. al., 2007). 
Por otro lado la preocupación por la comida y alimentación es un factor de 
riesgo (Colic, et. al., 2003; Lameiras, et. al., 2003) en el cual encontramos 
conductas asociadas a hábitos alimentarios inadecuados como ayunos, omitir 
alguna de las comidas principales (desayuno, comida o cena), disminuir o 
evitar alimentos considerados de alto contenido calórico, consumo de 
productos light, seguimiento de una dieta restrictiva (Gillian, Gail, Stacey & 
Katzman, 2006; Antoniazzi, et. al., 2005; Granillo, et. al., 2005). 
19 
 
Además de los factores de riesgo antes mencionados existen otros que tienen 
que ver con la personalidad del individuo como son la baja autoestima, que a 
su vez se relaciona con timidez y sentimientos de soledad (Rojo & Cava, 2003), 
también el perfeccionismo y la necesidad de control (Austin, 2007). 
De igual manera se ha subrayado que la presión sociocultural en el ámbito del 
aspecto físico puede constituir un importante factor de riesgo (Macedo, et. al., 
2007), así como vivir en un ambiente urbanizado debido a que en este existe 
más posibilidad de percibir mayor presión para ser más delgado (Hoek, et. al., 
2006 ). 
1.3 RIESGO DE PADECER UN TRASTORNO DE LA CONDUCTA 
ALIMENTARIA. 
El termino riesgo implica la presencia de una característica o factor (o de 
varios) que aumenta la probabilidad de que ocurra un acontecimiento. Este 
riesgo puede tener características de tipo genético, ambiental, biológico, 
psicosocial, que actuando individualmente o entre sí desencadenan la 
presencia de un proceso (Pita, Vila & Carpente, 1997). 
El riesgo de padecer un trastorno de conducta alimentaria sería entonces la 
suma de los factores o características de riesgo de los trastornos de la 
alimentación. Por ejemplo realización de dietas restrictivas, motivación para 
adelgazar, insatisfacción corporal, etc. 
En la actualidad existen diversos cuestionarios (que miden el riesgo de padecer 
un trastorno de la conducta alimentaria), tienen como objetivo conocer la 
probabilidade de que cierta población presente síntomas asociados a los TCA, 
20 
 
y así poder prevenir el incremento de casos clínicos. Algunos autores han 
explorado el riesgo que presentan los jóvenes universitarios para el desarrollo 
de un TCA por medio de la aplicación de estos cuestionarios. Por ejemplo, 
Sepulveda, et. al. (2010) estimó el riesgo que presentan los jóvenes 
universitarios de Madrid para el desarrollo de un trastorno de la conducta 
alimentaria. Por medio de la aplicación del Inventario de Trastornos 
Alimentarios (EDI-2), un cuestionario específico para evaluar la imagen 
corporal, un cuestionario de imagen Corporal (BSQ), un cuestionario que 
evaluó la psicopatología mental, y un cuestionario de autoestima. Este encontró 
que el riesgo de un TCA en los varones fue de 14,9% y en las mujeres de 
20,8%. En cuanto a conductas riesgosas se encontró que el 9,6% de los 
varones y el 16% de las mujeres se auto inducían el vomito, de igual manera el 
10,6% de los chicos y el 14,5% de las chicas utilizaba laxantes para el control 
de peso. 
Cano, Castaño, Corredor, García, González, Lloreda y Lucero (2007) en una 
investigación realizada en Colombia encontraron que el 12,7% de los jóvenes 
universitarios evaluados presentó riesgo para un trastorno de la conducta 
alimentaria. De igual manera, Lugli & Vivas (2006) estudiaron la presencia de 
conductas y actitudes de riesgo características de los trastornos de la conducta 
alimentaria en estudiantes Venezolanos en tres muestras una en el año de 
1995, una en 1997 y una en el 2004. Los resultados revelaron un aumento en 
el riesgo que presentaron los jóvenes ya que en 1995 fue de 10%, en 1997 de 
8,79% y en 2004 de 10,78%. 
21 
 
También en México existen estudios que manifiestan el riesgo que presentan 
los jóvenes universitarios para el desarrollo de un trastorno de la conducta 
alimentaria. Por ejemplo Álvarez, et. al. (2004) encontró que el 12,7% de los 
varones y el 18,9% de las mujeres presentaron riesgo de padecer un trastorno 
de la conducta alimentaria, así como el 6,2% presentó sintomatología asociada 
a bulimia y el 8,8% sintomatología mixta. Las cifras de riesgo de padecer un 
TCA en estudiantes universitarios del Distrito Federal según Vázquez, Ruíz, 
Mancilla y Álvarez (2008) fluctúan entre 8 y 15%. 
De igual forma se han realizado investigaciones en diversos estados de la 
Republica Mexicana, por ejemplo Hernández y Laviada (2005) evaluaron el 
riesgo de padecer un TCA en estudiantes de Mérida, Yucatán. En este estudio 
se observó que el 2,88% de los evaluados presentó riesgo de padecer 
síntomas asociados a la bulimia. Por su parte Cruz, et. al. (2008) evaluaron las 
conductas de riesgo en un grupo de estudiantes de la misma entidad, en este 
estudio se observó que un 9,91% de los universitarios presentaron riesgo. 
Otro ejemplo es la investigación realizada por Rodríguez, Urquidez, Wall y 
Mendoza (2009) en donde se observó el riesgo de padecer un TCA en jóvenes 
universitarios de Ciudad Juárez, en esta entidad el 8,6% de las mujeres y el 
4,3% de los hombres presentó riesgo. Finalmente Moreno y Ortiz (2009) 
encontraron que el 8% de los jóvenes veracruzanos evaluados presentaron 
riesgo de padecer un trastorno de la conducta alimentaria. 
Como hemos descrito anteriormente, modificar las actitudes hacia la 
alimentación de una forma inadecuada puede ocasionar que se incremente la 
probabilidad de que las personas presenten riesgo de padecer un trastorno de 
22 
 
la conducta alimentaria, por ello es importante conocer sus características de 
las cuales hablaremos a continuación. 
1.4 TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA (TCA). 
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) han sido definidos por diversos 
autores. Por ejemplo, Mancilla, et. al. (2006) mencionan que son aquellos 
procesos psicopatológicos que conllevan graves anormalidades en las 
actitudes y comportamientos, respecto de la ingestión de alimentos, cuya base 
se encuentra en una alteración psicológica que se acompaña de una distorsión 
en la percepción corporal y de un miedo intenso a la obesidad. 
Park & Beaudet (2007) proponen que son graves perturbaciones en 
comportamiento de la alimentación, caracterizadas por atracones, vómitos auto 
inducidos, purgas, pérdida de peso, debido a la preocupación por el tamaño 
corporal. 
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, DSM-
IV-TR (2002), los trastornos de la conducta alimentaria se caracterizan por 
alteraciones graves de la conducta alimentaria. Que se dividen en dos 
trastornos específicos: la anorexia nerviosa (AN) y la bulimia nerviosa (BN). La 
anorexia nerviosa se caracteriza por el rechazo a mantener el peso corporal en 
los valores mínimos normales. La bulimia nerviosa se caracteriza por episodios 
recurrentes de voracidad seguidos por conductas compensatorias inapropiadas 
como el vómito provocado, el abuso de fármacos laxantes y diuréticos u otros 
medicamentos, el ayuno o el ejercicio excesivo. Una característica esencial de 
la anorexia nerviosa y de la bulimianerviosa es la alteración de la percepción 
de la forma y el peso corporal. El DSM-IV-TR también incluye la categoría de 
23 
 
trastorno de la conducta alimentaria no especificado para codificar los 
trastornos que no cumplen los criterios para un trastorno de la conducta 
alimentaria específico como anorexia o bulimia. 
Los trastornos de la conducta alimentaria como lo son la anorexia, la bulimia y 
los trastornos no especificados son considerados trastornos crónicos que son 
difíciles de tratar, debido a que surgen de la interacción de múltiples factores 
(Zandian, Loakimidis, Bergh & Södersten , 2007). Poco se sabe acerca de la 
importancia relativa y de la interacción de estos factores, ya sea biológico o 
psicosocial. Por ello hay un creciente reconocimiento de la necesidad de 
adoptar una perspectiva de desarrollo en la investigación etiológica, a fin de 
aclarar las continuidades y discontinuidades en los patrones de adaptación y 
desadaptación, así como centrarse en los vínculos entre la normalidad y la 
patología de los trastornos de la conducta alimentaria (Schmidt, 2005). 
Como se mencionó anteriormente los trastornos de la conducta alimentaria son 
la anorexia, la bulimia y los trastornos de la alimentación no especificados 
(TANES), a continuación se describirán las características de cada uno de 
ellos. 
1.4.1 Anorexia Nerviosa (AN). 
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico De Los Trastornos Mentales, DSM-
IV-TR (2002) las características esenciales de la anorexia nerviosa consisten 
en el rechazo a mantener un peso corporal mínimo normal, en un miedo 
intenso a ganar peso y en una alteración significativa de la percepción de la 
forma o tamaño del cuerpo. Generalmente, la pérdida de peso se consigue 
mediante una disminución de la ingesta total. A pesar de que los individuos 
24 
 
empiezan por excluir de su dieta todos los alimentos con alto contenido 
calórico, la mayoría de ellos acaban con una dieta muy restringida, limitada a 
unos pocos alimentos. 
Toro (1996) define la anorexia nerviosa como un trastorno del comportamiento 
alimentario caracterizado por una pérdida significativa del peso corporal 
(superior al 15%), habitualmente fruto de la decisión voluntaria de adelgazar. El 
adelgazamiento se consigue suprimiendo o reduciendo el consumo de 
alimentos, especialmente “los que engordan”, y con cierta frecuencia mediante 
vómitos auto inducidos, uso indebido de laxantes, ejercicio físico desmesurado, 
consumo de diuréticos, etc. 
Según el DSM-IV-TR (2002) la anorexia de acuerdo a sus características se 
puede dividir en dos subtipos: 
Tipo restrictivo. Este subtipo describe cuadros clínicos en los que la pérdida de 
peso se consigue haciendo dieta, ayudando o realizando ejercicio intenso. 
Durante los episodios de anorexia nerviosa, estos individuos no recurren a 
atracones ni a purgas. 
Tipo compulsivo/purgativo. Este subtipo se presenta cuando el individuo 
recurre regularmente a atracones o purgas (o ambos). La mayoría de los 
individuos que pasan por los episodios de atracones también recurren a 
purgas, provocándose el vómito o utilizando diuréticos, laxantes o enemas de 
una manera excesiva. Existen algunos casos incluidos en este subtipo que no 
presentan atracones, pero que suelen recurrir a purgas, incluso después de 
ingerir pequeñas cantidades de comida. Parece ser que la mayoría de las 
personas pertenecientes a este subtipo recurren a conductas de esta clase al 
25 
 
menos semanalmente, pero no hay suficiente información para poder 
determinar una frecuencia mínima. 
Según algunos datos obtenidos en investigaciones, este trastorno suele 
iniciarse entre los 14 y los 18 años de edad, pero en los últimos tiempos se 
está constatando el descenso de la edad de inicio entre 10 y 14 situándose con 
más frecuencia en los 13 años. (Sanchez- Planell, 1998, citado en Chinchilla, 
2003) 
La ocurrencia según el género revela que la relación entre mujeres y varones 
es de 10 a 1, pues casi todos los estudios epidemiológicos constatan que el 
90% de los sujetos afectados de algún tipo de TCA son mujeres, mientras que 
en datos observados en población masculina se ha obtenido una ocurrencia en 
entre 3 y 10% (Guerrero & Barjau, en Chinchilla, 2003). 
Por otra parte el DSM-IV-TR, propone una serie de criterios diagnósticos para 
los trastornos de la alimentación, generalmente si no se cumple con alguno de 
los criterios no se puede llegar a diagnosticar un trastorno de la alimentación 
como tal. En este caso los criterios para el diagnostico de Anorexia Nerviosa 
son: 
A. Rechazo a mantener el peso corporal igual o por encima del valor 
mínimo normal considerando la edad y la talla (por ejemplo pérdida de 
peso que da lugar a un peso inferior al 85% del esperable, o fracaso en 
conseguir el aumento de peso normal durante el periodo de crecimiento, 
dando como resultado un peso corporal inferior al 85% del peso 
esperable). 
26 
 
B. Miedo intenso a ganar peso o a convertirse en obeso, incluso estando 
por debajo del peso normal. 
C. Alteración de la percepción del peso o la silueta corporal, exageración 
de su importancia en la autoevaluación o negación del peligro que 
comporta el bajo peso corporal. 
D. En las mujeres pospuberales, presencia de amenorrea; por ejemplo, 
ausencia de al menos tres ciclos menstruales consecutivos. (Se 
considera que una mujer presenta amenorrea cuando sus 
menstruaciones aparecen únicamente con tratamientos hormonales, por 
ejemplo con la administración de estrógenos.) 
 Se tiene que especificar el tipo de anorexia que se esté presentando: 
Tipo restrictivo: durante el episodio de anorexia nerviosa, el individuo no 
recurre regularmente a atracones o a purgas (por ejemplo, provocación del 
vómito o uso excesivo de laxantes, diuréticos o enemas). 
Tipo compulsivo/purgativo: Durante el episodio de anorexia nerviosa, el 
individuo recurre regularmente a atracones o purgas (por ejemplo, provocación 
del vómito o uso excesivo de laxantes, diuréticos o enemas). 
También se pueden presentar síntomas característicos asociados a la anorexia 
que son descritos a continuación. 
1.4.1.1 Síntomas asociados a la anorexia nerviosa. 
Algunos de los síntomas físicos asociados a la anorexia según el DSM-IV-TR 
(2002) son: La amenorrea, estreñimiento, dolor abdominal, intolerancia al frio, 
letargia o vitalidad excesiva. El hallazgo más evidente de la exploración física 
es la emaciación (delgadez excesiva por falta de nutrición); también puede 
27 
 
haber hipotensión, hipotermia y sequedad de la piel. Algunos individuos 
presentan lanugo (un vello corporal fino que crece por ausencia de grasa). La 
mayoría de los individuos tienen bradicardia (descenso de la frecuencia 
cardiaca). Algunos muestran edemas periféricos (especialmente al recuperar el 
peso o al dejar de tomar laxantes y diuréticos). En algunas ocasiones, se 
observan petequias (pequeños derrames vasculares cutáneos), en general en 
las extremidades. En algunas personas el color de la piel es mas amarillento y 
puede haber hipertrofia de las glándulas salivales. Las que se provocan el 
vómito muestran a veces erosiones dentales, y algunas presentan cicatrices o 
callos en el dorso de la mano como consecuencia del contacto con los dientes 
al inducirse el vómito. 
El estado de semiinanición propio de este trastorno y las purgas a las que 
normalmente se asocia, pueden dar lugar a enfermedades médicas como son: 
anemia, función renal alterada (relacionada con deshidratación crónica), 
trastornos cardiovasculares (por disminución de la ingesta y absorción de 
calcio, secreción reducida de estrógenos y secreción aumentada de cortisol). 
Por otro lado dentro de los síntomas asociados a la personalidad y/o conducta 
encontramos que la autoimagen y autoestima acostumbran a ser sumamente 
negativas. Son personas muy perfeccionistas; por lo tanto tienen buenos 
resultadosen los estudios y en las prácticas deportivas (Peck & Lightsey 
,2008). 
En el ámbito social sus relaciones interpersonales siempre están alteradas, 
tienen conflictividad familiar, en la mayor parte de los casos secundaria a la 
aparición del trastorno. Por lo tanto el aislamiento social suprime gratificaciones 
28 
 
socio-afectivas e incrementa la disforia. El paciente anoréxico se hace cada vez 
más egocéntrico, acabándose emocionalmente entre sus miedos, obsesiones y 
rituales, al igual que consumiéndose físicamente en el transcurrir de su 
progresiva malnutrición (Toro, 1996). 
Peck & Lightsey (2008), Zandian, et. al. (2007) y Lameiras, et. al. (2003) 
asociaron diversos síntomas para detectar trastornos de la alimentación como 
la reducción de la actividad sexual, la familiar, la reducción de conductas 
sociales y aumento en delitos violentos. 
Dentro de los síntomas psiquiátricos están: la depresión, el suicidio, la 
ansiedad (que se desarrolla debido a las consecuencias de la hambruna) y hay 
aumento en la incidencia de enfermedad mental, incluida la psicosis (DSM-IV-
TR, 2002). 
1.4.2 Bulimia Nerviosa (BN). 
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico De Los Trastornos Mentales, DSM-
IV-TR (2002) las características esenciales de la bulimia nerviosa consisten en 
atracones y en métodos compensatorios inapropiados para evitar la ganancia 
de peso. Además, la autoevaluación de los individuos con esta enfermedad se 
encuentra excesivamente influida por la silueta y el peso corporal. Para poder 
realizar el diagnóstico, los atracones y las conductas compensatorias 
inapropiadas deben producirse al menos en promedio dos veces a la semana 
durante un periodo de 3 meses. Se define atracón como el consumo a lo largo 
de un periodo corto de tiempo de una cantidad de comida muy superior a la 
que la mayoría de los individuos comerían. Periodo de tiempo limitado, 
generalmente inferior a 2 horas. No se considera atracón el ir “picando” 
29 
 
pequeñas cantidades de comida a lo largo del día. El tipo de comida que se 
consume en los atracones puede ser variada, generalmente se trata de dulces 
y alimentos de alto contenido calórico (como helados o pasteles), que se 
ingiere en cantidades anormales debido al ansia de comer un alimento 
determinado, como los hidratos de carbono. 
Toro (1996) define la bulimia nerviosa como un trastorno del comportamiento 
alimentario, caracterizado por la presencia de episodios críticos en los que la 
persona afectada ingiere cantidades de alimento significativamente superiores 
a lo que es normal consumir en otras circunstancias. Esta ingestión alimentaria 
se lleva a cabo experimentando paralelamente la sensación de pérdida de 
control sobre la misma, en principio, el bulímico no desea en absoluto incurrir 
en el atracón. Por otro lado el paciente afectado experimenta 
permanentemente alteraciones del estado de ánimo, como tristeza, ansiedad y 
sentimientos de culpa. 
De igual manera Chinchilla (2003) lo define como un cuadro caracterizado 
fundamentalmente por episodios de atracones incontrolados de cantidades 
variables de comida; generalmente seguidos de vómitos espontáneos o 
provocados, que se dan muchas veces a la semana y durante varios meses, a 
veces en vez de vómitos , usan laxantes, diuréticos, ayunos, ejercicio o purgas 
variadas como compensación para evitar el aumento de peso, para paliar la 
vergüenza o malestar después del atracón, es un cuadro que se, puede dar en 
personas con peso bajo, normo peso o sobrepeso. 
 
 
30 
 
El DSM-IV-TR (2002) divide la bulimia nerviosa en dos subtipos: 
Tipo purgativo: Este subtipo describe cuadros clínicos en los que el enfermo se 
ha provocado el vómito y ha hecho un mal uso de laxantes, diuréticos y 
enemas durante el episodio. 
Tipo no purgativo: Este subtipo describe cuadros clínicos en los que el enfermo 
ha empleado otras técnicas compensatorias inapropiadas, como ayunar o 
practicar ejercicio intenso, pero no se ha provocado el vómito ni ha hecho un 
mal uso de laxantes, diuréticos o enemas durante el episodio. 
La bulimia nerviosa se inicia generalmente al final de la adolescencia o al 
principio de la vida adulta (DSM-IV-TR, 2003). Sin embargo todos los datos 
apuntan a que la bulimia nerviosa es más frecuente en mujeres adolescentes y 
adultas jóvenes, siendo la edad media de aparición los 20 años de edad y la 
proporción mujeres/varones, al igual que en la anorexia nerviosa es de 10 a 1 
(Guerrero & Barjau, en Chinchilla , 2003). 
El DSM-IV-TR, propone una serie de criterios diagnósticos para los trastornos 
de la alimentación, generalmente si no se cumple con alguno de los criterios no 
se puede llegar a diagnosticar un trastorno de la alimentación como tal. En este 
caso los criterios para el diagnostico de bulimia nerviosa son: 
A. Presencia de atracones recurrentes. Un atracón se caracteriza por: 
1. Ingesta de alimento en un corto espacio de tiempo (por ejemplo en un 
periodo de 2 horas) en cantidad superior a la que la mayoría de las 
personas ingerirían en un periodo de tiempo similar en las mismas 
circunstancias. 
31 
 
2. Sensación de pérdida de control sobre la ingesta del alimento (por 
ejemplo. sensación de no poder parar de comer o no poder controlar el 
tipo o la cantidad de comida que se está ingiriendo). 
B. Conductas compensatorias inapropiadas, de manera repetida, con el fin 
de no ganar peso, como son provocación del vómito; uso excesivo de 
laxantes, diuréticos, enemas u otros fármacos; ayuno, y ejercicio 
excesivo. 
C. Los atracones y las conductas compensatorias inapropiadas tienen 
lugar, como promedio, al menos dos veces a la semana durante un 
periodo de 3 meses. 
D. La autoevaluación esta exageradamente influida por el peso y la silueta 
corporal. 
E. La alteración no aparece exclusivamente en el transcurso de la anorexia 
nerviosa. 
Especificar por: 
Tipo purgativo: durante el episodio de bulimia nerviosa, el individuo se provoca 
regularmente el vómito o usa laxantes, diuréticos o enemas en exceso. 
Tipo no purgativo: durante el episodio de bulimia nervosa, el individuo emplea 
otras conductas compensatorias inapropiadas, como el ayuno o el ejercicio 
intenso, pero no recurre regularmente a provocarse el vómito ni usa laxantes, 
diuréticos o enemas en exceso. 
También se pueden presentar síntomas característicos asociados a la bulimia 
que son descritos a continuación. 
 
32 
 
1.4.2.1 Síntomas asociados a la bulimia nerviosa. 
Dentro de los síntomas físicos mencionados en el DSM-IV-TR (2002) para la 
bulimia son: pérdida significativa y permanente del esmalte dental, 
especialmente de la superficie posterior de los incisivos. Estos pueden 
resquebrajarse y parecer rotos o carcomidos; puede haber asimismo muchas 
cavidades en la superficie de los dientes. Los enfermos que se inducen el 
vomito estimulando el reflejo pueden presentar callos o cicatrices en la 
superficie dorsal de la mano (debido a los traumatismos provocados por la 
dentadura). En las mujeres con bulimia nerviosa se presentan a menudo 
irregularidades menstruales y amenorrea; no está del todo claro si estas 
alteraciones se relacionan con fluctuaciones de peso; déficit nutritivos. Los 
desequilibrios electrolíticos producto de las purgas llegan a veces a ser de la 
suficiente importancia como para construir un problema médico grave. 
Los individuos con bulimia nerviosa se encuentran normalmente dentro del 
margen de peso considerado normal, a pesar de que algunos presentan ligeras 
desviaciones por encima o por debajo de la normalidad. El trastorno puede 
aparecer en individuos con obesidad moderada y «mórbida». Algunos datos 
sugieren que, antes de presentar el trastorno, los sujetos tienen más 
probabilidad de mostrar sobrepeso que la gente sana. Entre atracón y atracón 
reducen la ingesta calórica y escogen alimentos de bajo contenido calórico 
(«dietéticos»), a la vez queevitan los alimentos que engordan o que pueden 
desencadenar un atracón. 
Por otro lado entre los síntomas asociados a la personalidad y conducta 
encontramos que el bulímico suele experimentar dificultades en el control 
33 
 
general de sus impulsos, no solamente en lo relativo al área alimentaria, si no 
también suelen tener un alto consumo de drogas, promiscuidad sexual, 
cambios constantes de parejas o trabajos, e incluso robos y mentiras (Toro, 
1996). 
También encontramos oscilaciones del estado de ánimo debido a que las 
personas tienden a restringir su alimentación, acostumbran a tener momentos 
de disforia que es lo que puede precipitar la aparición de los atracones, así 
como el consumo de alcohol (Schmidt, 2005; Waller & Sheffield, 2008). 
1.4.3 Trastorno De La Conducta Alimentaria No Especificado. 
El DSM-IV-TR (2002) menciona que el trastorno de la conducta alimentaria no 
especificado se refiere a los trastornos de la conducta alimentaria que no 
cumplen los criterios para ningún trastorno de la conducta alimentaria 
específico. Algunos ejemplos son: 
1. Mujeres que cumplen todos los criterios diagnósticos para la anorexia 
nerviosa, pero las menstruaciones son regulares. 
2. Se cumplen todos los criterios diagnósticos para la anorexia nerviosa 
excepto que, a pesar de existir una pérdida de peso significativa, el peso del 
individuo se encuentra dentro de los límites de la normalidad. 
3. Se cumplen todos los criterios diagnósticos para la bulimia nerviosa, con la 
excepción de que los atracones y las conductas compensatorias inapropiadas 
aparecen menos de 2 veces por semana o durante menos de 3 meses. 
4. Empleo regular de conductas compensatorias inapropiadas después de 
ingerir pequeñas cantidades de comida por parte de un individuo de peso 
normal (por ejemplo provocación del vómito después de haber comido dos 
galletas). 
34 
 
5. Masticar y expulsar, pero no tragar, cantidades importantes de comida. 
 
1.4.4 Factores Asociados a Los Trastornos De La Conducta Alimentaria. 
Existen diversos factores asociados a los trastornos de la conducta alimentaria 
algunos o si no la mayoría se relacionan entre sí. 
Se han realizado diversas investigaciones para saber más acerca de la 
influencia de estos factores para el desarrollo de un TCA por ejemplo Schmidt 
(2005) realizo una revisión epidemiológica de los factores hereditarios de los 
trastornos de la alimentación y encontró que los familiares de personas con 
anorexia o bulimia tienen un mayor riesgo para desarrollar algún trastorno de la 
conducta alimentaria. Por ejemplo para anorexia nerviosa se encontró un 
11.3% y para bulimia nerviosa un 12.3% en mujeres familiares. 
Así mismo existe un riesgo mayor de padecer algún TCA entre los parientes de 
primer grado. Se ha observado que los familiares de primer grado presentan 
mayor riesgo de padecer trastornos del estado de ánimo, especialmente los 
parientes de los enfermos del tipo compulsivo/purgativo. Los estudios que se 
han realizado en gemelos han revelado un mayor índice de concordancia en 
los gemelos monocigotos que en los dicigotos (DSM-IV-TR ,2002). 
Por otro lado los TCA también están asociados a trastornos mentales por 
ejemplo el trastorno obsesivo compulsivo que puede estar relacionado con la 
preocupación por el peso corporal y rituales relacionados con la comida. La 
mayoría de las personas con anorexia nerviosa están ocupadas en 
pensamientos relacionados con la comida, y algunas coleccionan recetas de 
cocina o almacenan alimentos (Polivy & Herman, 2002). 
35 
 
A su vez estas personas que sufren una considerable pérdida de peso, pueden 
presentar estado de ánimo deprimido, retraimiento social, irritabilidad, insomnio 
y pérdida de interés por el sexo. Incluso presentar cuadros clínicos que 
cumplen los criterios para el trastorno depresivo mayor (DSM-IV-TR, 2002). 
Los síntomas depresivos pueden estar relacionados con la baja autoestima que 
se considera como uno de los factores de gran importancia para los trastornos 
de la alimentación (Austin, 2007; Antoniazzi, et. al., 2005; Granillo, et al, 2005; 
Aarnio,K & Lindeman, 2004), así como el perfeccionismo, la insatisfacción 
corporal, la pobre visión emocional, y la ineficacia (Peck & Lightsey, 2008). 
Algunas mujeres jóvenes invierten tiempo, dinero y esfuerzo, para lograr un 
cuerpo perfecto, incluso es una forma de dar sentido a sus vidas, convierten el 
control completo sobre su alimentación, peso, forma, en la creencia de que 
tienen el control en otros ámbitos de su vida (Polivy & Herman, 2002). Las 
mujeres que desean ser delgadas están motivadas por valores asociados con 
la popularidad, riqueza y éxito (Bordo, 1993, citado en Antoniazzi, et. al., 2005). 
Otras conductas asociadas a los trastornos de la alimentación son: la poca 
capacidad del control de impulsos, el abuso de alcohol o de otras drogas, 
manifestar más labilidad emocional, ser activos sexualmente, presentar con 
mayor frecuencia intentos de suicidio y padecer alguna alteración de la 
personalidad (Zandian, et. al., 2007; Polivy & Herman, 2002). Algunas personas 
que presentan anorexia o bulimia presentan síntomas de ansiedad, y pueden 
cumplir con los criterios diagnósticos para el trastorno límite de la personalidad 
(Toro, 1996, DSM-IV-TR, 2002,). 
36 
 
También existe una gran influencia de los factores culturales y sociales para el 
desarrollo de los trastornos de la alimentación, el aumento de la incidencia en 
la segunda mitad del siglo XX ha sido vinculado al gran valor que le da la 
sociedad globalizada a la delgadez, sin importar el género (Schmidt, 2005). 
Otro posible riesgo está vinculado a la urbanización, ya que se relaciona con 
mayor desarrollo económico y más acceso a los medios de comunicación que 
promueven la belleza sintética inalcanzable (Nasser, 2006; Hoek, et. al., 2006). 
1.5 EPIDEMIOLOGIA DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA 
ALIMENTARIA. 
En las últimas décadas se ha especulado acerca del aumento de la incidencia y 
la prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria. No es de extrañar 
que los estudios epidemiológicos en los últimos años no solo se hayan 
intensificado sino, fundamentalmente, refinado en el aspecto metodológico. 
Esto ha permitido que en la actualidad dispongamos de tasas de la morbilidad 
relativamente fiables, que conozcamos de forma más ajustada los factores de 
riesgo que facilitan su aparición, que se hayan incluido en los estudios las 
formas menores o parciales de los TCA, ante las evidencias acumuladas de 
encontrarnos con un trastorno que se da en un continuum de vulnerabilidad 
(Rojo & Cava, 2003). 
Así el proceso de identificación de casos para dirigirnos hacia datos 
epidemiológicos tiene dos etapas, que es usual adoptar dentro de la gran 
escala del campo de investigación: Primero una proyección de los casos 
sospechosos (por ejemplo cuestionarios) y segundo, una entrevista semi-
estructurada (Szmukler, 1985). 
37 
 
Los estudios epidemiológicos han abordado en particular las tasas, la 
incidencia y la prevalencia de la enfermedad a través del tiempo y en diferentes 
poblaciones. Se han estudiado los factores de riesgo, el desarrollo y el 
resultado de los trastornos. Las tasas se refieren a la incidencia y la 
prevalencia. La incidencia se refiere al número de nuevos casos que aparecen 
durante un periodo de tiempo especificado y, en general, expresa el número de 
casos por cien mil de una población definida por año. La prevalencia se refiere 
al número total de casos en un plazo determinado y se expresa como el 
numero por cien mil de una población definida o como un porcentaje de la 
población. Los primeros estudios epidemiológicos se centraron en la anorexia 
nerviosa principalmente en los pacientes que asistían a los servicios 
hospitalarios (Wakeling,1996, Hoek, et. al., 2006). 
Debido a que los estudios epidemiológicos de los últimosveinte años han 
identificado un fuerte aumento en la tasa de los trastornos de la alimentación se 
ha incrementado la importancia de la investigación de estos. Por ello se ha 
notado un aumento de la tasa de remisión de estos en clínicas especializadas 
en los últimos años (Wakeling, 1996). 
Algunas especulaciones acerca del aumento en la incidencia de los trastornos 
de la conducta alimentaria durante la segunda mitad del siglo XX ha sido 
vinculada al gran valor que la sociedad actual le da a la delgadez (Schmidt, 
2006). 
Por ello diversos autores han hecho revisiones de estudios epidemiológicos 
realizados a través del tiempo con la finalidad de comparar cifras y comprobar 
este aumento. 
38 
 
Por ejemplo, Szmukler (1985) llevó a cabo una revisión de estudios realizados 
en distintas poblaciones a través del tiempo, algunos de estos fueron aplicados 
en la población de Escocia para el periodo de 1978-1982, en donde la tasa de 
incidencia para las mujeres de 16- 25 años de edad fue de 0,3 por cada 1000 
por año. Suponiendo tentativamente una duración media de la enfermedad de 
3-4 años, la prevalencia de la anorexia nerviosa, que requiere tratamiento 
hospitalario habría sido alrededor de 1 por 1000 en este grupo de edad. En otro 
estudio realizado en Gran Bretaña en el año de 1976 con población escolar se 
encontraron 16 casos de trastornos de la alimentación por cada 100 niñas 
evaluadas. 
 De igual manera Wakeling (1996) realizó una revisión de los estudios 
aplicados a través del tiempo con el objetivo de demostrar que hay aumento en 
la incidencia de los trastornos de la alimentación, por ejemplo, en 
investigaciones hechas en el periodo de 1960 a 1969 se encontró una 
incidencia de 0,66 por 100 000, y posteriormente en el periodo de 1973 a 1975 
la incidencia aumento a 1,12 por 100 000. 
Hoek, et. al. (2006) hicieron una revisión tanto de la incidencia como de la 
prevalencia de la anorexia nerviosa y otros trastornos de la conducta 
alimentaria, encontraron que la incidencia de la anorexia nerviosa era de 
alrededor de 8 por 100 000 personas por año y de bulimia nerviosa de 13 por 
100 000 personas por año. Observaron una tendencia al alza para la incidencia 
de la anorexia nerviosa, el aumento más importante fue entre las mujeres de 15 
a 24 años. El promedio de las tasas de prevalencia de la anorexia y bulimia 
nerviosa entre las mujeres jóvenes era de 0,3 y 1% respectivamente. 
39 
 
Así mismo, Gambil (1998, citado en Chinchilla, 2003) menciona que tan solo en 
EE.UU, cerca de 8 millones de adolescentes y adultos jóvenes tienen síntomas 
asociados a los trastornos de la conducta alimentaria, de éstos más del 90% 
son mujeres y más del 75% son adolescentes, estimándose que la anorexia 
nerviosa y la bulimia nerviosa afectan aproximadamente a 1,2 millones de 
mujeres en dicho país. Por término medio, la incidencia de la anorexia nerviosa 
viene a ser de 20 a 30 mujeres menores de 25 años por 100 000 habitantes, 
con una prevalencia del 0,5 al 1%. 
De igual manera Toro (1996) describe que los datos epidemiológicos hasta el 
año de 1996 eran del 0,2 al 0,8% de la población en general y entre el 1 y el 
2% de las mujeres adolescentes; la proporción entre los varones y mujeres era 
aproximadamente de 1 a 10. 
Por su parte Wade (2007) evaluó un grupo de adolescentes Estadounidenses 
de entre 13 y 17 años, donde se incluyeron tres distintas poblaciones; asiáticos, 
negros y latinos, los diagnósticos fueron realizados por medio de entrevistas 
con base en los criterios del DSM-IV para un trastorno de la conducta 
alimentaria. Se encontró que la prevalencia para trastornos de la alimentación 
era muy similar en las tres poblaciones 0,12% -0,14% (AN), 1,42% -1,91% 
(BN). Pero que las cifras para ambos trastornos eran elevadas. 
Hudson et. al. (2007) realizaron una recopilación de la prevalencia de los 
trastornos de la alimentación en el periodo del 2001 al 2003, en donde se 
encuestaron en sus hogares a 9282 personas estadounidenses mayores de 18 
años, la encuesta se realizó a nivel nacional y constó de tres fases. Dentro de 
los resultados se encontró una prevalencia vitalicia por medio de estimaciones 
40 
 
del DSM-IV para anorexia nerviosa del 0,9% y para bulimia nerviosa del 1,5% 
entre las mujeres, mientras que para los hombres del 0,3% para anorexia y del 
0,5% para bulimia nerviosa. Por otro lado este estudio también encontró que la 
anorexia se asocia con un bajo IMC y persiste aun después de un tratamiento. 
La prevalencia de vida del individuo con trastornos de la alimentación osciló 
entre 0,6 – 4,5% y se asocia con el papel del deterioro. 
En cuanto a estudios epidemiológicos realizados en población de habla 
hispana encontramos el de Morande, Celada & Casas, (1999) el cual reportó 
una un aumento en la prevalencia de anorexia nerviosa de 0,31% a 0,69% y 
para bulimia de 0,9% a 1,24% durante el periodo de 1993 y 1994. 
De igual manera, Machado, Lameiras, Goncalves, Martins, Calado, Machado, 
Rodríguez & Fernández, (2004) evaluaron la prevalencia de los trastornos de la 
alimentación de 1079 estudiantes universitarios, de los cuales 489 eran de 
Portugal y 595 eran de España, utilizaron el inventario de trastornos de la 
conducta alimentaria EDI y encontraron que 31% de los portugueses y 45% de 
los españoles tenían temor al aumento de peso; en cuanto a síntomas de 
bulimia nerviosa el 10,3% de los portugueses y el 3,5% de los españoles 
mencionaron auto inducirse el vomito en dos o más veces por semana, así 
como el 6% y el 2,4% respectivamente realizaba conductas compensatorias. 
En general la prevalencia encontrada fue de 4,0% (n=43) para bulimia nerviosa 
y ningún caso para anorexia nerviosa. En tanto a la comparación de las 
poblaciones, los españoles tuvieron puntuaciones significativamente más altas 
en el inventario EDI. Con estos datos concluyeron que los trastornos de la 
conducta alimentaria, principalmente la bulimia nerviosa, son comunes en la 
población universitaria y se ha observado un aumento considerable en los 
41 
 
últimos años, por lo tanto son una enfermedad preocupante en términos de 
salud pública, por ello la necesidad de desarrollar programas eficaces para la 
prevención, detección y tratamiento de estos, especialmente en la población 
que se encuentra en situación de riesgo. 
1.5.1 Epidemiología De Los Trastornos De La Conducta Alimentaria En México. 
En México existen pocos estudios sobre la epidemiología de los trastornos de 
la conducta alimentaria, sin embargo, se han obtenido cifras sobre la 
prevalencia de estos, un ejemplo de ello es un estudio epidemiológico realizado 
por Mancilla-Diaz et. al. (2007) el cual tuvo como objetivo conocer la 
prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria en población de 
mujeres universitarias. Se realizó en dos muestras, una en el año de 1995 
(N=522) y otra en el año 2002 (N=880), para la primera etapa de este estudio 
se utilizaron dos cuestionarios el EAT-40 y el BULIT, mientras que para la 
segunda etapa solo se trabajo con las mujeres que superaron el punto de corte 
de dichos cuestionarios en donde fueron evaluadas por medio de la Entrevista 
de Diagnóstico de Trastornos de la Conducta Alimentaria-IV (IDED-IV) 
(Kutlesic, Williamson, Gleaves, Barbin y Murphy-Eberenz 1998, citado por 
Mancilla- Diaz, et. al., 2007) así mismo se utilizaron los criterios diagnósticos 
del Manual Estadístico de Trastornos Mentales-IV (DSM-IV; Asociación 
Psiquiátrica Americana [APA], 1994, citado por Mancilla- Diaz, et. al., 2007). 
Finalmente se encontró un aumento en la tasa de prevalencia. Para el año de 
1995 la prevalencia fue de 0,49%, con 0,14% para Bulimia Nerviosa y 0,35% 
para trastornos de la conducta no especificados (EDNOS). Para el 2002 se 
encontró una tasa de prevalencia de 1,15%, con 0,24% para bulimia nerviosa y 
42 
 
0,91% para trastornos de la conducta no especificados

Otros materiales