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1 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ZARAGOZA DIVISION DE ESTUDIOS DE POSGRADO MAESTRIA EN NEUROPSICOLOGÍA ALTERACIONES NEUROPSICOLÓGICAS ASOCIADAS A TRAUMATISMO CRANEOENCEFÁLICO EN NIÑOS: REPORTE DE CASO T E S I S QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: MAESTRO EN NEUROPSICOLOGÍA PRESENTA: MARTÍN PÉREZ MENDOZA DIRECTOR DE TESIS: DRA. JUDITH SALVADOR CRUZ COMITÉ TUTORIAL: DRA. GUADALUPE ACLE TOMASINI DRA. JOSEFINA RICARDO GARCÉS MTRA. MA. ESTHER BALDERAS CRUZ DR. LEONARDO MANRÍQUEZ LÓPEZ MEXICO, D.F. Noviembre, 2012 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 Dedicatorias Universidad Nacional Autónoma de México espacio para el pensamiento A Mariana y Diego A mis padres A Paloma con profundo cariño A los niños que acuden al Instituto Nacional de Rehabilitación 3 “Inteligencia es la capacidad de adaptar el pensamiento a necesidades del momento presente” Stern. 4 CONTENIDO Resumen Introducción 1 Traumatismo craneoencefálico 12 Aproximación al concepto 12 Tipos de traumatismo craneoencefálico 13 Fundamentos del trauma de cráneo pediátrico 14 Fisiología cerebral en la infancia 16 Fisiopatología 20 Epidemiología en México 24 Implicaciones en el desarrollo 26 2 Alteraciones neuropsicológicas en el traumatismo craneoencefálico 27 Funciones atención y sensoperceptuales Funciones mnémicas Funciones de comunicación Funciones de planeación Funciones del comportamiento y de las emociones Funciones del aprendizaje escolar 29 30 31 32 33 34 3 Lóbulos frontales 36 Desarrollo neuropsicológico y neurofisiológico 36 Características anatómicas de la corteza frontal 42 Características fisiológicas básicas de la corteza frontal Corteza prefrontal y otras regiones del cerebro 43 43 Corteza Orbito frontal (COF) 46 Corteza dorsolateral 47 Corteza frontomedial – cingulada 49 4 Alteración de los lóbulos frontales 50 Corteza prefrontal y trastornos del desarrollo 50 Síndromes Prefrontales 51 Síndrome Prefrontal Orbital Síndrome Prefrontal Medial Síndrome Prefrontal Dorsolateral Síndrome Fronto Temporal Apreciación sobre síndromes frontales en la infancia 52 53 53 54 55 5 Traumatismo craneoencefálico y contexto social 57 Contexto social 57 Contexto escolar 58 Contexto familiar 60 6 Evaluación neuropsicológica infantil 62 Evaluación cuantitativa 64 Evaluación cualitativa 64 5 7 Método 66 Objetivo general Objetivos particulares Presentación de caso Evaluación neuropsicológica 66 66 66 67 Análisis comparativo de las evaluaciones 83 Programa de intervención neuropsicológica 89 Discusión 98 Conclusiones 102 Referencias 105 Apéndices 112 6 LISTA DE FIGURAS Figura 1. Autoregulación cerebral. http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0370-41062011000300002&script=sci_arttext Figura 2. Tomada de http://www.trauma.org/neuro/icp.html Figura 3. Esquema del daño post - traumático craneoencefálico (Allen, et al., 1996) Figura 4. Esquema. La memoria tras un TCE Levin, Benton y Grossman (1982) Figura 5. Vistas de la corteza la corteza frontal adaptado www.asociacioneducar.com Condomi (2007) Figura 6. Las cuatro principales fuentes de aferencias frontales. La línea punteada indica que el núcleo mediodorsal del tálamo recibe gran parte de su entrada desde la corteza frontal (Rains, 2004). Figura 7. Los cuatro grandes destinos de eferencias frontales (Rains, 2004). Figura. 8 Ubicación de la corteza orbitofrontal. http://www.shockmd.com/wp-content- Figura. 9. Ubicación de la corteza orbitofrontal. http://www.shockmd.com/wp-content- Figura. 10. Ubicación de la corteza frontomedial – cingulada tomado de Shin, Rauch & Pitman (2006) Figura 11. Numeración de acuerdo a Patrides a Pandya (2002) y Ongur y cols. (2003). Nota las coordenadas solo son ilustrativas. Figura 12. Esquema adaptado de la vista medial de la corteza frontal. Corteza prefrontal orbital media OMPFC, corteza prefrontal dorsomedial DMPFC, región anterior cingulada, región posterior cingulada. Figura 13. Vista dorsolateral de la corteza frontal Figura 14. Regiones del córtex fronto temporal Figura 15. Audiometría tonal realizada en preconsulta del I.N.R (2008). Figura 16. c Figura 17. Curva de memoria en la prueba de Rey A. Figura. 18. Valoración psicometrica. Figura 19. Pruebas psicométricas (WISC-R, BENDER, HTP) Figura 20. Tabla A. Dispositivos básicos del aprendizaje Figura 20. Tabla B. Funciones cerebrales superiores Figura 20. Tabla C. Aprendizaje pedagógico LISTA DE TABLAS. Tabla 1. Estructura familiar Tabla 2. Plan de intervención. Conducta lenguaje Tabla 3. Plan de intervención. Conducta motricidad Tabla 4.Plan de intervención. Conducta adaptativa Tabla 5. Plan de intervención. Conducta personal social Tabla 6. Plan de intervención II. Conducta lenguaje Tabla 7. Plan de intervención II. Conducta motricidad Tabla 8. Plan de intervención II. Conducta adaptativa Tabla 9. Plan de intervención II. Conducta personal social Tabla 10. Plan de intervención II. Conducta orientación familiar , 7 Resumen Introducción. El traumatismo craneoencefálico (TCE) es una entidad importante de salud pública, las lesiones de cráneo en menores son comunes. Se ubica como una causa frecuente de morbilidad y mortalidad en la edad pediátrica, es una de las principales causas de discapacidad. Las cifras de niños que presentan secuelas por trauma de cráneo en México se desconocen. Éste provoca un daño físico o inapropiada funcionalidad del contenido craneal por el intercambio mecánico de energía; las áreas cerebrales que principalmente se comprometen en un trauma de cráneo son las zonas parietales, temporales y frontales. En este sentido la neuropsicología clínica realiza una tarea específica en la evaluación, diagnóstico y tratamiento de las secuelas cognitivas, emocionales y conductuales en niños con daño cerebral. La valoración involucra los defectos fisiopatológicos y las variables demográficas de cada paciente. Metodología. Se expone un estudio de caso clínico de un infante con un seguimiento longitudinal de evaluación – intervención. Participante: masculino de 7 años de edad que presentó traumatismo craneoencefálico severo a la edad de 4 años en la región frontal. Escenario: consultorio de consulta externa del Instituto Nacional de Rehabilitación servicio de patología del lenguaje. Instrumentos aplicados: Escala de detección temprana Heres, 1997; Cuestionario de Evaluación Fonológica Infantil (CEFI) Ávila, 1998; Escala de Inteligencia WISC-R; Test de Memoria y aprendizaje de Rey; test de frases absurdas de Claparede y las subpruebas de lectoescritura y cálculo delIDEA de Macotela, 1998. Resultados. En la evaluación neuropsicológica se encuentran alteraciones para el lenguaje oral, la memoria, praxias visoconstructivas, así como para las funciones de abstracción, dificultad en procesos de lectoescritura y cálculo, que integran un diagnóstico clínico neuropsicológico de discapacidad intelectual secundaria a daño cerebral. De acuerdo a lo anterior se realizó un programa de rehabilitación para las áreas de lenguaje y aprendizaje que se apoyó en el modelo de Campos de Conducta de Gesell para fortalecer el déficit del lenguaje, así como estimular el desarrollo de los campos de lectoescritura y cálculo. En las evaluaciones de seguimiento se observa mejoría en el lenguaje expresivo y en la memoria audioverbal; sin embargo, los avances en la lectoescritura y cálculo fueron parciales: se logró la escritura regular al dictado y espontánea, no obstante persisten alteraciones en comprensión lectora así como en el cálculo que limitan su adaptación escolar. Conclusiones. El TCE afecta la función normal del cerebro en maduración, lo que influye directamente sobre el surgimiento de las funciones psicológicas del niño, sobre los procesos de aprendizaje en el momento del accidente y el curso que seguirá la adquisición y el logro de dichas funciones cognoscitivas; tanto en su propia integración neuropsicológica como en el uso y adaptación social. Palabras clave. Traumatismo craneoencefálico, lenguaje, lectoescritura, cálculo, aprendizaje, discapacidad intelectual 8 Abstract Introduction. The Traumatism Brain Injury (TCE) is an important entity of public health; the injuries of cranium in minors are common. It is located as a frequent reason of morbidity and mortality in the pediatrics age, is one of the principal reasons of disability. The numbers of children who present sequels for trauma of cranium in Mexico are not known. This one provokes a physical hurt or inappropriate functionality of the cranial content for the mechanical exchange of energy; the cerebral areas that principally they compromise in a trauma of cranium are the parietal, temporary and frontal zones. In this respect the clinical neuropsychology realizes a specific task in the evaluation, diagnosis and treatment of the cognitive, emotional and behavioral sequels in children with cerebral hurt. The valuation involves the faults physiopathological and the demographic variables of every patient. Methodology. There is exposed a study of clinical case of an infant by a longitudinal follow-up of assessment - intervention. Participant: masculine of 7 years of age that presented Traumatism Brain Injury severely to the age of 4 years in the frontal region. Scene: doctor's office of external consultation of the National Institute of Rehabilitation service of pathology of the language. Applied instruments: Scale of early detection Heres, 1997; Questionnaire of Phonological Infantile Evaluation (CEFI) Avila, 1998; Scale of Intelligence WISC-R; Test of Memory and King's learning; test of Claparede's absurd phrases and the subtests of reading, writing and calculation of Macotela's IDEA, 1998. Results. In the evaluation neuropsychological they find alterations for the oral language, the memory, praxic visuoconstructive, as well as for the functions of abstraction, difficulty in processes of reading, writing and calculation, which there integrate a clinical diagnosis neuropsychological of intellectual secondary disability to cerebral hurt. In agreement to the previous thing a program of rehabilitation was realized for the areas of language and learning that rested on the field model of Gesell's Conduct to strengthen the deficit of the language, as well as to stimulate the development of the fields of reading, writing and calculation. In the evaluations of follow-up improvement is observed in the expressive language and in the memory audioverbal; nevertheless, the advances in the and calculation were partial: the regular writing was achieved to the dictation and spontaneous, nevertheless alterations persist in reading comprehension as well as in the calculation that they limit his school adjustment. Conclusions. The TCE affects the normal function of the brain in ripeness, which influences directly the emergence of the psychological functions of the child, the learning processes the moment of the accident and the course that will follow the acquisition and the achievement of the above mentioned cognitive functions; so much in his own integration as in the use and social adjustment. Key words. Traumatism brain injury, language, reading, writing, calculation, learning, intellectual disability 9 En nuestro país no existen datos epidemiológicos contundentes sobre el trauma de cráneo en niños, sin embargo por la frecuencia, por las características de impacto y afección se considera un problema importante de salud pública. El traumatismo craneoencefálico (TCE) durante la infancia compromete de forma general el desarrollo psíquico del niño, por tal motivo la evaluación, diagnóstico e intervención neuropsicológica son elementales y juegan un papel significativo en los servicios de especialidad de salud. El daño neurológico que provoca el TCE marca un curso distinto en la maduración y evolución de las funciones cognitivas, asimismo, se presentan cambios en la regulación de los mecanismos fisiológicos. Reconocer dichos mecanismos resulta sustancial para evaluar las alteraciones neuropsicológicas en los periodos críticos del desarrollo, además distinguir los mecanismos subyacentes fundamenta una aproximación específica para la evaluación e intervención del daño cerebral en la infancia. Las alteraciones cognitivas que se presentan en los TCE dependen de la localización cerebral ó de las regiones cerebrales que se ven involucradas; las áreas frontales, temporales y parietales son las áreas más frecuentemente comprometidas. Las secuelas neuropsicológicas son diversas, involucran regiones específicas del encéfalo, los mecanismos fisiopatológicos de lesión primaria y secundaria, factores sociodemográficos como la edad del paciente y el nivel de escolaridad. Algunas de las principales alteraciones neuropsicológicas son: las fallas en la atención, la memoria, la comunicación, el uso pragmático del lenguaje, fallas en las funciones de planeación, autorregulación y conducta social. La investigación respecto al desarrollo neuropsicológico en el trauma de cráneo permite la observación, análisis y reflexión sobre las alteraciones que se manifiestan en la adquisición y consolidación de las funciones cognoscitivas; proporciona un ámbito para el estudio de las modificaciones conductuales, afectivas y psicológicas; del mismo modo permite la investigación sobre cambios que ocurren en el entorno familiar, escolar y social. La familia y el infante no sólo enfrentan un largo peregrinar para obtener atención médica y recibir tratamiento en los servicios hospitalarios, sino que además tienen enfrentar las secuelas neuropsicológicas que finalmente desgastan su entorno familiar, académico y psicosocial. Por tanto, en el contexto social se requiere de servicios 10 asistenciales para obtener el mejor estado funcional y minimizar las secuelas discapacitantes mediante programas de rehabilitación o reeducación. El proceso de diagnóstico va más allá de valorar los déficits evidentes de discapacidad como la pérdida de comunicación o los defectos en la motricidad. La exploración neuropsicológica del niño advierte una evaluación integral tanto en el campo neuroanatómico, neurofisiológico, cognitivo, comunicacional y conductual para sustentar una perspectiva de reinserción a los distintos contextos sociales. La evaluación neuropsicológica sustenta la orientación del proceso de intervención; la rehabilitacióntiene la finalidad de mejorar habilidades de adaptación social del niño y reincorporarlo a su contexto familiar y social. El análisis sindrómico valora la continuidad de las funciones psicológicas en el desarrollo, la evaluación facilita el uso de alternativas, estrategias y técnicas que se implementan en el proceso de terapia neuropsicológica, fortalece la perspectiva interfuncional de las capacidades cognitivas del paciente en un contexto específico. El presente trabajo de investigación, expone en el primer capítulo una aproximación al concepto de traumatismo craneoencefálico, a los tipos de traumáticos así como a los fundamentos de la fisiología cerebral infantil ante condiciones fisiopatológicas por TCE; señalamos la insuficiencia de datos sobre prevalencia, epidemiología y seguimiento en nuestro país. La segunda parte explica algunas alteraciones neuropsicológicas que se producen en los procesos sensoriales y de reconocimiento en distintas modalidades, da un panorama sobre los defectos en la función mnémica, las fallas en funciones de comunicación y de planeación. El tercer capítulo expone características del desarrollo cognitivo en relación con el desarrollo neurofisiológico de la corteza frontal, precisa algunas características anatómicas y fisiológicas de la corteza anterior y de los datos que perfilan la especialización de funciones en algunas etapas del desarrollo. El cuarto capítulo advierte sobre los tipos de trastornos que corresponden a las lesiones de la corteza frontal: las áreas orbitales y los cambios en la regulación de la conducta; las zonas dorsolaterales y las alteraciones en las funciones de planeación, organización así como las denominadas funciones ejecutivas, las zonas mediales y los cambios emocionales y en el estado de animo. El quinto capítulo, describe algunas 11 circunstancias sobre el impacto del TCE en distintos contextos sociales, así como el estrés postraumático que se genera en los integrantes de la familia, la modificación de la dinámica familiar, las dificultades que limitan el rendimiento escolar y la adaptación escolar. El último capítulo apunta sobre el proceso de evaluación y diagnóstico, las pautas de maduración del sistema nervioso que deben considerarse en el examen neuropsicológico, el estudio debe estimar la actividad cognitiva del niño en distintos momentos de su crecimiento, la evaluación perfila las líneas que sigue la recomposición de funciones de un cerebro en desarrollo ante eventos lesivos como el trauma de cráneo. En el proceso del análisis clínico neuropsicológico se observan dos orientaciones básicas, el modelo cuantitativo donde la aplicación de instrumentos detalla los percentiles logrados del sujeto en cuanto a su funcionamiento cognitivo y el modelo cualitativo, el cual describe las estrategias, procedimientos y ejecuciones cognitivas en la realización de una tarea concreta. La investigación muestra el caso del paciente “D” que presento alteraciones neuropsicológicas ante una lesión temprana del lóbulo frontal derecho, la cual modifico el desarrollo y consolidación de funciones como el lenguaje oral, las praxias visoconstructivas y las habilidades gráficas, asimismo, mostro defectos en el proceso de abstracción, en la adquisición de la lectoescritura y en los procesos de cálculo. El conjunto de alteraciones manifiestas integraron un diagnóstico clínico de Discapacidad Intelectual Secundaria A Daño Cerebral. Se aplicó un programa de rehabilitación bajo el modelo de campos de conducta de Gesell para estimulación de áreas del lenguaje y de habilidades de aprendizaje escolar. La intervención cognitiva se orientó a ejercitar y reeducar habilidades básicas de articulación, estructuración de frases, comunicación oral, formación de conceptos. Se consolido el uso de habilidades gnosico – praxicas que permitieron la adquisición de lectoescritura y nociones básicas de cálculo. De igual forma, el proceso de entremetimiento incluyó la participación de redes de apoyo social como la participación de la familia, el respaldo emocional y la colaboración de servicios de psicología educativa para favorecer la integración social del niño. 12 1.- TRAUMATISMO CRANEOENCEFÁLICO Aproximación al concepto Los traumatismos craneoencefálicos constituyen un importe problema de salud pública ya que son la causa más común de incapacidad neurológica acompañada de una larga esperanza de vida. (Junqué, 1999). El traumatismo craneoencefálico (TCE) representa un problema considerable de salud pública en el país, como señalan Lacerda-Gallardo y Abreu-Pérez (2003), cualquier problema de salud puede considerarse como prioritario si ocurre con frecuencia o si es muy grave. Tal es el caso de los accidentes y el traumatismo craneal, pero el conocimiento que se tiene es pobre y en muchos casos sesgado; tiene consecuencias serias en términos de morbilidad y secuelas. Se define como traumatismo craneoencefálico a toda afectación cerebral o bulbar, caracterizada por una destrucción del tejido cerebral como consecuencia de un contacto brusco así como movimientos de aceleración y desaceleración o rotación, entre el tejido cerebral y la bóveda craneana, que tiene como resultado una alteración a nivel anatómico y/o funcional del encéfalo, en forma precoz o tardía, permanente o transitoria (Wegner, 2003). Según la Brain Injury Association of America (2011), un traumatismo craneoencefálico se define como un golpe o una lesión penetrante en la cabeza que altera la función del cerebro. El traumatismo craneoencefálico puede ser de un nivel leve en el que se presenta un cambio breve del estado mental; moderado o grave en el que hay un período prolongado de pérdida de conocimiento o amnesia después de la lesión. La lesión cerebral puede producir problemas en la motricidad de corta o larga duración. Un TCE puede ser causado por una fractura abierta o por un objeto contundente penetrante. Para que exista un TCE, es necesario que las células cerebrales y sus prolongaciones hayan sido dañadas, lo que dará como resultado un comportamiento irregular del funcionamiento normal del cerebro. Según Koestler & Keshavarz (2001), se entiende que el cerebro presenta cualquier daño físico o inapropiada funcionalidad del contenido craneal por un intercambio mecánico de energía. 13 Realizar la valoración del TCE en la infancia es considerablemente complejo, en muchos casos, hay un mayor compromiso neurológico principalmente en niños politraumatizados, lo que limita de forma significativa la futura evolución del desarrollo psicológico. Tipos de traumatismo craneoencefálico La causa de un TCE es diversa, sin embargo, con base en la mecánica del accidente se distinguen principalmente dos tipos. 1) Traumatismo abierto o penetrante. Se produce por un golpe u objeto perforante, que golpea con fuerza en la cabeza ya sea en reposo o en movimiento, con dirección hacia el objeto lesionante, hay una herida perforante, abierta, causada por arma de fuego u otros objetos punzocortantes que lleva a una exposición de masa encefálica y dispersión de fragmentos de hueso. El tipo penetrante produce una herida en el cuero cabelludo, perforación del cráneo, laceración del tejido cerebral con inclusión de fragmentos o esquirlas óseas en el mismo. 2) Traumatismo cerrado. Resulta de un golpe o impacto sobre la cavidad craneal con o sin herida del cuero cabelludo o fractura de cráneo, sin exhibir masa encefálica; produce efectos de golpe y contragolpe, así como movimientos de aceleración y desaceleración por el desplazamiento del encéfalo. El TCE se evalúa según la gravedad inicial considerando principalmente la pérdida de conciencia o coma, medida mediante la Escala del Coma de Glasgow (GCS, siglas del inglés Glasgow Coma Scale) y la duración de la amnesia postraumática (APT) siendo estos predictoresdel resultado final; según su gravedad inicial, se clasifica en leve de 15 a13 puntos, moderado de 12 a 9 puntos y grave 8 a 3 puntos. En cualquier tipo de trauma de cráneo se debe comprender la fisiopatología, así como estimar las condiciones agudas y subagudas del padecimiento; advertir el mecanismo sustancial de éste tipo de lesiones permite establecer los escenarios posteriores que determinan el daño cerebral adquirido. En los servicios de salud representa un desafió la correcta valoración y atención que se brinda a la discapacidad infantil que se produce de forma secundaria a un traumatismo craneoencefálico. 14 Fundamentos fisiopatológicos del trauma de cráneo pediátrico Para el estudio del trauma de cráneo en pacientes pediátricos, se requiere de un enfoque particular que comprenda la relación que se establece entre lesiones primarias y secundarias. Allen, Bayer, Bruce, Brockmeyer, Fan (1996) proponen las siguientes categorías de análisis: Primera: por el tipo de lesión encefálica los TCE pueden ser: 1.- Focales, involucra las siguientes manifestaciones ya sea por contusión, hematomas y hemorragias. Contusión: lesión localizada, necrótica o hemorrágica, causada por transmisión directa de la energía de un trauma craneal a la región cortical y a la sustancia blanca subcortical. Característicamente se ve en las regiones temporal y/o frontal por contacto directo del encéfalo con protuberancias óseas. Hematomas. Epidural: colección de sangre entre la duramadre y el cráneo. Puede ser de origen venoso o arterial y generalmente no sobrepasa las líneas de las suturas, a menos que coexista con fractura. En la TAC aparece como una imagen localizada, lenticular, de alta densidad, con evidente efecto de masa. Subdural: colección de sangre localizada sobre la superficie de la corteza, bajo la duramadre. Generalmente está asociado a daño cortical por vasos lacerados o contusión cortical directa. En la TAC se observa una imagen crescéntica, hiperdensa, localizada a lo largo de las convexidades cerebrales. Intracerebral: coágulo sólido de sangre dentro del parénquima cerebral. Hemorragias. Hemorragia intraventricular: sangre al interior de los ventrículos. Hemorragia subaracnoidea: sangre en el espacio subaracnoideo. Según Román-Lapuente, et al. (2010), algunas de las principales áreas cerebrales afectadas en TCE graves y moderados son las regiones frontales, occipitales y laterales. 15 2.- Difusos, refieren a la lesión axonal difusa. Daño Axonal Difuso: Se caracteriza por una lesión difusa primaria en la materia blanca, a menudo en la unión con la materia gris, o algunas veces en el cuerpo calloso, tallo cerebral o cerebelo. Se encuentra una degeneración de los axones, con presencia de retracción de la masa axonal, proliferación microglial, y desmielinización. Esto usualmente acompañado de daño endotelial de los capilares, con áreas de micro hemorragias, puede estar presente un edema focal o difuso. Disrupción de pequeñas vías axonales como resultado de una rápida aceleración y desaceleración craneal. Generalmente compromete a los núcleos hemisféricos profundos, tálamo, ganglios basales y a los tractos de sustancia blanca (cuerpo calloso). Segunda: las manifestaciones aparecen en base a la indemnidad de las cubiertas meníngeas. 1.- TCE abierto: lesión con solución de continuidad de las envolturas meníngeas y comunicación del encéfalo con el medio externo. 2.- TCE cerrado: lesión sin comunicación del encéfalo con el exterior. Tercera: se categoriza de acuerdo al tipo de fractura del cráneo. 1.- TCE con fractura de base de cráneo. 2.- TCE con fractura bóveda craneal: lineal, conminuta, deprimida o con hundimiento, diastática. Cuarta: se establece en base al compromiso neurológico de evaluación clínica inicial mediante la Glasgow Coma Scale - Escala de Coma de Glasgow (GCS). 1.- Leve, puntaje en escala de Glasgow de 13 – 15 puntos. 2.- Moderado, puntaje escala de Glasgow 12 – 9 puntos. 3.- Severo, puntaje escala Glasgow < 8 puntos. Por lo anterior, es importante considerar los mecanismos estructurales, metabólicos y neurofisiológicos del cerebro infantil, ya que el compromiso de las distintas estructuras y los cambios en la fisiología son distintos en un cerebro en desarrollo. 16 Fisiología cerebral en la infancia El examen neuropsicológico del trauma de cráneo pediátrico, compromete a conocer la fisiología cerebral infantil en condiciones normales; ya que existe una diferencia sustancial en el trabajo del encéfalo en niños en contraste con la del adulto; el abordaje del TCE perfila el compromiso para determinar lesiones primarias y secundarias, la manifestación ocurre con mayor riesgo por los cambios en la presión intracraneal, los cambios metabólicos del encéfalo infantil, las anomalías que se presenta en el sistema ventricular, el flujo cardíaco, los eventos sistémicos de hipoxia o hipotensión; conforman una perspectiva sobre la relación entre presión y volumen craneal para considerar su impacto en el cerebro como lesiones secundarias que impactan el desarrollo y la especialización de funciones cognitivas. Describir y comprender la etiología desencadenante ante el TCE detalla los elementos psicofisiológicos en niños con daño neurológico. De acuerdo con Acosta, García, Marxh (2007), Allen (1996); Wegner, Wilhelm et. al. (2003); es primordial conocer la fisiología cerebral normal en población pediátrica para comprender la serie de cambios que subyacen en el cerebro después de un TCE. Ya que se observa una relación directa entre los siguientes tres elemento. Primero, el cerebro que ocupa el 70% del volumen craneal y está compuesto en un 75 – 80% de agua. Se divide en componentes intracelular y extracelular. El componente intracelular se subdivide a la vez en sustancia gris la cual es un grupo celular denso poco distensible, y la sustancia blanca que es menos densa que la gris pudiendo almacenar incrementos de un 10% o más de agua. El componente extracelular consiste de una capa líquida fina similar al líquido cefalorraquídeo (LCR), la cual representa hasta el 20% del volumen cerebral. Segundo, el líquido cefalorraquídeo LCR que ocupa el 20% del volumen de la bóveda craneana, es producido principalmente por los plexos coroideos del de los ventrículos cerebrales, circulando hacia el espacio subaracnoideo a través de los forámenes de Luschka y de Magendie; de allí el LCR fluye hacia el Sistema Nervioso Central y hacia la médula espinal. El volumen promedio en niños es de 90 ml, con una producción de 0,35 ml/minuto. Tercero, el Volumen Sanguíneo Cerebral (VSC) que es el espacio que ocupa el contenido sanguíneo dentro de la vasculatura cerebral y está determinado por el diámetro de las arteriolas y vénulas, éste en condiciones ideales ocupa el 10% del volumen craneal. 17 Entre el 15% y el 25% del gasto cardíaco está dirigido al cerebro con un Flujo Sanguíneo Cerebral (FSC) de 40-50 ml/100 g cerebro/min. El Consumo Metabólico de Oxígeno Cerebral (CMRO2) corresponde, en un 40% al gasto energético basal (mantención del potencial de membrana, termosensible y no modificable por drogas) y en un 60% al gasto energético funcional (no termosensible y modificable por drogas). El 90% de este CMRO2 está dado por tejido neuronal y sólo un 10% por tejido de sostén o glía que corresponden a más del 50% del volumen encefálico. El CMRO2, 3,5 mg/100g cerebro/min, depende del Coeficiente de Extracción Cerebral de O2 (CERO2) y de la Entrega Cerebral de O2 (CDO2), donde: CMRO2 = CERO2 x CDO2 (fórmula 1). El CERO2 corresponde a la relación entre la extracción cerebral de O2 (24-42%) y la Saturación Arterial de O2 (Sat art O2), donde la extracción cerebral de oxígeno no es sino la diferencia entre la Sat art O2 y la Saturación Bulbo Yugular de O2 (Sat BYO2), que es la saturaciónde la sangre venosa de retorno cerebral (55-70%). Luego, CERO2 = (Sat art O2 - Sat BYO2) / Sat art O2 (fórmula 2). La CDO2, el otro componente del CMRO2, está determinada por el Flujo Sanguíneo Cerebral (FSC) y por el Contenido Arterial de O2 de este (CaO2): CDO2 = FSC x CaO2 (fórmula 3). El CaO2 depende de la Sat art O2, de la Hemoglobina y de la Presión Parcial Arterial de O2 (PaO2), luego CaO2 = Sat art O2 x [1,34 x Hb] + [PaO2 x 0,003] (fórmula 4). Un ejemplo de importancia para comprender el metabolismo en relación con el uso de oxigeno hacia el cerebro, es el de situaciones patológicas como anemia o la hipoxia, que reducirán el contenido arterial de oxigeno CaO2 influyendo para una entrega inadecuada de oxígeno. El FSC, definido como la sangre que transita a través del cerebro, es controlado por el CMRO2, vía autorregulación de la Resistencia Vascular Cerebral (RVC), y por la Presión de Perfusión Cerebral (PPC), que es la diferencia entre la Presión Arterial Media (PAM) y la Presión Intracraneana (PIC): FSC = PPC / RVC, luego, FSC = (PAM - PIC) / RVC (formula 5). La autorregulación cerebral se basa en la modificación de la RVC (vasodilatación o vasoconstricción) con el fin de mantener un FSC acorde a las necesidades metabólicas cerebrales de oxigeno (O2) de cada momento. 18 La autorregulación está determinada en gran parte por la Presión Parcial de CO2 (PCO2), por la PAM y, en menor medida, por la PaO2, adenosina, pH, etc. Así, cuando la PCO2 cerebral es alta con mayor trabajo metabólico, la RVC cae, aumentando el FSC y la CDO2, y lo contrario ocurre cuando la PCO2 disminuye con menor trabajo metabólico. Se estima que el FSC varía en un 4% por cada mmHg de CO2, en normotensión. Acosta, et. al. (2007), señalan en relación a la PAM ocurre algo similar, regulándose el FSC para proteger al tejido cerebral de caídas o alzas bruscas de presión que pudiesen comprometer la CDO2, sin embargo, estas autorregulaciones tienen límites, por, sobre o bajo los cuales el FSC se torna absolutamente dependiente de la PAM. (Fig. 1). La PPC se define como la presión necesaria para perfundir el tejido nervioso para un buen funcionamiento metabólico. Una PPC menor de 50 mmHg implica una disminución severa del FSC, con el riesgo de isquemia cerebral, y valores sobre 60-70 mmHg han sido determinados como seguros en adultos, aunque esto en niños aún no ha sido bien establecido, si bien se sabe que PPC bajas serían mejor toleradas por cerebros inmaduros (recién nacidos). Figura 1. Autorregulación cerebral. http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0370- 41062011000300002&script=sci_arttext. 19 La PIC se define como la presión dentro de la bóveda craneana y se ha establecido que el funcionamiento cerebral es adecuado con valores entre 10 a 20 mmHg en adultos, 3 a 7 mmHg en niños y 1,5 a 6 mmHg en recién nacidos. Dado que la curva PIC-Volumen Intracraneal (VI) tiene un comportamiento sigmoideo (Fig. 2), es que por sobre los valores mencionados bastarán leves aumentos del VI para producir grandes cambios de presión. La distensibilidad cerebral y la capacidad de taponamiento cerebral frente a cambios de volumen varía con el valor numérico de la PIC en un factor de 10, estableciéndose así el Índice Presión/Volumen Intracraneano (IPV) IPV = D Volumen / log P0/P1. (Fórmula 6) Figura 2. Tomada de http://www.trauma.org/neuro/icp.html Así, un IPV >18 ml conllevaría un bajo riesgo de hipertensión intracraneana (HTIC), mientras que un IPV < 13 ml implicaría una PIC prácticamente inmanejable. El VI y la PIC resultan de la interacción entre cerebro, líquido cefalorraquídeo, y sangre cerebral, correspondiendo el cerebro a un 80% de la bóveda craneana. Se compone en un 75 - 80% de agua, repartida entre el intracelular (sustancia blanca y sustancia gris) y el extracelular (intersticial). El LCR corresponde aproximadamente al 10% del VI, es producido por los plexos coroideos (0,3 a 0,35 ml/min) y su producción se ve alterada por inflamación de las vellosidades, edema cerebral difuso y presencia de masas (hemorragias, 20 tumores, etc). La sangre cerebral está compuesta por el volumen sanguíneo cerebral (VSC) y el FSC. El VSC es el volumen de sangre constante en el cerebro corresponde aproximadamente a un 10% del VI, y este VSC contribuye en forma directa a la PIC y VI, mientras que el FSC puede hacerlo indirectamente mediante la autorregulación cerebral. Martínez & Bonifaz (2008) señalan que: El flujo sanguíneo cerebral y el consumo de oxígeno son casi del doble a la del adulto. Debido a que el cerebro normal tiene una escasa capacidad para almacenar sustratos, demanda un elevado aporte de oxígeno y glucosa, que se satisface de un flujo sanguíneo cerebral que equivale aproximadamente a 15% del gasto cardiaco. El consumo de oxígeno en el lactante es de 6-8 mL/kg, en comparación con el del adulto que es de 3-4 mL/kg. Después de una lesión traumática cerebral, una PPC entre 60 y 70 mmHg, mantiene la oxigenación y perfusión cerebrales, en los adultos. El límite inferior para que ocurra autorregulación del FSC, el punto en el cual el FSC disminuye, es dependiente de la edad y desconocido en niños. Actualmente las metas sugeridas para mantener una PPC en lactantes es entre 40 – 50 mmHg, y de 50 – 60mmHg en niños. Acosta, García, Marxh (2007) En este tipo de accidentes que lesionan el encéfalo, hay una importancia estrecha entre el metabolismo, el flujo sanguíneo cerebral, el gasto energético, la presión intracraneal, el volumen intracraneal, el volumen sanguíneo que involucran la fisiología de un cerebro en la infancia, comprenderla proporciona elementos para advertir los cambios que se producen ante un evento de traumatismo craneoencefálico y su impacto en el desarrollo. Fisiopatología del traumatismo craneoencefálico Sabogal & Moscote (2007), señalan que en el TCE el impacto mecánico origina la degeneración neuronal mediante 3 mecanismos básicos: Mecanismo lesional primario que es el responsable de las lesiones nerviosas vasculares, mecanismo secundario que es el responsable de las lesiones cerebrales producidas por alteraciones sistémicas y mecanismo neuroquímico que se inicia inmediatamente al trauma. Las alteraciones neuropsicológicas en el TCE, están directamente relacionadas con los mecanismos fisiopatológicos que subyacen a la lesión. Las anomalías del funcionamiento base del cerebro son reportadas en distintos estudios Ariza, Pueyo, Serra (2004), Tirapu- 21 Ustárroz & Luna-Lario (2008). Se identifican dos fases de alteración en el funcionamiento basal ante un trauma de cráneo. Lesión cerebral primaria. La lesión cerebral primaria se refiere al daño neuronal que es atribuido directamente a la lesión traumática. Daño de los axones neuronales, contusión o laceración del tejido cerebral, o lesiones penetrantes del cerebro por proyectiles, todos estos, son ejemplos de una lesión cerebral primaria. Lesión cerebral secundaria. La lesión cerebral secundaria se refiere a la lesión subsiguiente de las células cerebrales no lesionadas por el evento traumático inicial, después de que el trauma haya ocurrido. Puede ser el resultado de numerosas causas, como hipoxia, hipoperfusión, daño citotóxico, daño por radicales libres, o daño metabólico. En algunos casos, el efecto de la lesión cerebral secundaria es más devastador que la lesión cerebral primaria. (Fig. 3) Las alteraciones producidas por la daño primario son imposibles de revertir, sin embargo, los eventos relacionados con el daño secundario son potencialmente manejables, luego, las acciones terapéuticas deben dirigirse a evitar o minimizar las cascadas metabólicas desencadenadas por la lesión inicial y disminuir los riesgos de una mala evolución neurológica y/o muerte. Inmediatamente producido el TCE, el CMRO222 disminuye en forma constante, sin embargo, el FSC puede comportarse en forma variable según la indemnidad de la autorregulación cerebral. De acuerdo con Acosta, et al; (2007), en algunos casos, el efecto de la lesión cerebral secundaria es más devastador que la lesión cerebral primaria. Ya que la mayoría de las causas de lesión cerebral secundaria son teóricamente prevenibles, la mayoría de los esfuerzos en el manejo del neurotrauma se basan directamente a la monitorización para intentar prevenir estas complicaciones. Así, pueden observarse al menos tres escenarios para isquemia cerebral. Primero: Autorregulación cerebral intacta. Esto significa que disminuirá el FSC -y la CDO2- en igual proporción a la disminución del CMRO2, el CERO2 permanecerá constante y la Sat BYO2 se encontrará en rangos relativamente normales. Segundo: Hipoxia cerebral oligohémica o Perfusión límite. En general, ocurre dentro de las primeras 6 horas post TCE grave, en un 13% de los pacientes. Hay un desacoplamiento entre el CMRO2 y la autorregulación (focal o global): frente a la disminución del CMRO2, disminuye el FSC ¾ y la CDO2-, pero en mayor proporción a lo esperado, lo cual implica riesgo de isquemia ante situaciones de bajo CaO2 (hipoxemia, anemia), hipotensión, vasoespasmo, hipocapnia marcada, etc., sin un aumento concomitante de la CDO2. Esto se reflejará en un aumento del CERO2 y en una caída de la Sat BYO2. Si el FSC es reducido en forma severa y por un tiempo suficiente, se producirán cambios isquémicos irreversibles e infarto cerebral. La Sat BYO2 aumentará por un CMRO2 disminuido, indicando daño permanente. Bajo estas circunstancias y para prevenir la isquemia cerebral, las estrategias terapéuticas deben dirigirse a aumentar la CDO2 o a reducir aún más el CMRO2. Tercero: Perfusión del flujo o hiperperfusión cerebral reactiva. El FSC aumenta ¾y la CDO2- por hiperemia cerebral reactiva, sin un aumento concomitante del CMRO2, favoreciendo el edema cerebral y el aumento de la PIC. Este es el escenario más frecuente en la población pediátrica en las primeras horas post TEC, dada la hiperreactividad de la vasculatura cerebral. Así, la Sat BYO2 será relativamente alta (>70%) y el CMRO2 bajo. En este escenario la terapia debe dirigirse a intentar disminuir el VSC. El daño cerebral después de un TCE es el resultado de las lesiones estructurales 23 iniciales y de las complicaciones secundarias (Adams, et al., 1991). Las contusiones, laceraciones, hemorragias intracraneales y la lesión axonal difusa constituyen lesiones primarias, ya que ocurren en el mismo momento del impacto. Son debidas a los mecanismos de aceleración y desaceleración. Las lesiones secundarias se producen por complicaciones de los procesos que se inician en el momento de la lesión, pero no son directamente atribuibles al impacto. Entre ellas destacan patologías vasculares como la isquemia, la formación de hematomas y el edema cerebral. La patología vascular se puede producir por la reducción en el flujo sanguíneo cerebral global debido a un incremento en la presión intracraneal o bien por la reducción del flujo sanguíneo regional debido a vasoespasmos o a herniación cerebral (Sahuquillo, Poca & Amoros 2001). Según Bárcena-Orbe; Rodríguez-Arias; Rivero-Martín; Cañizal-García; Mestre- Moreiro; Calvo-Pérez; Molina-Foncea & Casado-Gómez (2006) y Roman-Lapuente, et al. (2010), el daño primario hace referencia a lo que ocurre en el momento del impacto y el daño secundario a los efectos de los procesos fisiológicos derivados del daño primario. Así, por ejemplo, la hipoxia/isquemia, elevada Presión Intracraneal (PIC), coagulopatía, y elevada temperatura pueden afectar más a los tejidos y circuitería neuronal que el propio daño primario. El conocimiento del efecto de estas condiciones ha permitido una mejor monitorización de éstas en el caso de los TCE graves, así como el adecuado tratamiento farmacológico y de rehabilitación. Probablemente la causa más importante de la lesión cerebral secundaria sea la isquemia cerebral, la cual es el resultado de un inadecuado FSC. Un adecuado FSC depende primero de la presencia de la integridad de los vasos sanguíneos cerebrales para perfundir adecuadamente el cerebro. Rara vez, el trauma de cráneo grave está asociado con disección, laceración, compresión o trombosis de vasos cerebrales mayores, produciendo infarto tisular. El vasoespasmo de la vasculatura cerebral puede también contribuir a la lesión cerebral secundaria, esto no es raro en el trauma de cráneo grave, especialmente en los casos asociados con hemorragia subaracnoidea. (Jaggi et al. citado en Acosta, 2007) En el caso de un golpe directo en la cabeza, causara una lesión focal obvia, con una zona circundante isquémica y de daño neurometabólico secundario y zonas de daño difuso 24 asociado con el estiramiento de axones y dendritas producido a consecuencia de la deformación del tejido. (Ariza, Pueyo & Serra, 2004) Epidemiología en México El Traumatismo Craneoencefálico en algunos países es considerado un problema de salud pública muy importante. La incidencia de TCE en Europa se sitúa en los 150 - 250 casos por cada 100,000 habitantes, lo que supone un orden de 80,000 a 100,000 nuevos casos, de estos casos, unos 2,000 se consideran como graves y presentarán severas secuelas físicas y neuropsicológicas (García & Sánchez, 2004). En países como los EU y Francia, el TCE se encuentra dentro de las principales causa de morbi-mortalidad entre los 40 y 44 años de edad. Se calcula que cada año 500,000 personas son admitidas en los hospitales después de un TCE; entre 75,000 y 90,000 de ellos mueren e incluso un número más grande, la mayoría jóvenes y de otra forma saludables, quedan con incapacidades permanentes (Víctor & Ropper, 2002). En una revisión a nivel mundial realizada por Olness en el 2003 acerca de la epidemiología de las principales patologías que afectan directamente el desarrollo cerebral y que conllevan al deterioro cognitivo en niños, se indica que la incidencia de casos de TCE en niños tan sólo en los EU es aproximadamente de 1 millón de casos reportados anualmente, de los cuales aproximadamente 165,000 son hospitalizados y un 10% de éstos quedan con secuelas que van de moderadas a graves. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana para la Salud (OPS) en el año 2010, se reporta que el 15% de la población mundial tiene algún tipo de discapacidad y la población en países de América Latina se calcula alrededor de 180 a 340 millones de personas; cerca del 19% presenta algún tipo de discapacidad y requiere de una atención para su rehabilitación. Esto es que aproximadamente entre 30 y 40 millones presentan algún tipo de discapacidad, de esa población entre el 3 y 5 % son niños. Wegner, Wilhelm & Darras (2003) señalan que el TCE debe ser considerado como una importante causa de morbi-mortalidad en la población pediátrica, ya que al menos el 5% de los TCE en niños son severos, con una mortalidad que varía entre el 34 y el 60% en los países latinoamericanos. 25 La incidencia en la población infantil, la mitad de toda la mortalidad infantil es secundaria a TCE y la mitad de estas muertes se atribuyen a lesiones cerebrales. Debe añadirse además que, aunque los niños tienen mejor pronóstico que los adultos en cuanto a supervivencia, lo tienen mucho peor en cuanto a las secuelas neuropsicológicas. Aunque las lesiones focales en niños son mejor compensadas que en adolescentes o adultos, el daño difuso es peor tolerado, (Roman-Lapuente; del Sánchez & Rabadan 2010). Los traumatismos craneoencefálicos son la primera causa de mortalidad en niños por encima del año de vida en países desarrollados, siendo también causantes de retraso mental, de epilepsia y de discapacidad física. Puede decirse que al menos 1 de cada10 niños sufrirá durante la infancia un TCE importante. Aunque casi todos son leves, el 10% de ellos son graves y conducen a la muerte en el 1,5% de los niños. (De las Cuevas & Arteaga 2000) Las lesiones de cráneo en los menores son comunes, la cifra de vistitas a los Servicios de Urgencias por trauma de cráneo en menores en México se desconoce. En los reportes de mortalidad en México en el año 2000 proporcionadas por INEGI-SSA (2000), la tasa de mortalidad por accidentes en vehículos de motor en escolares es del 4.41 por 100,000 habitantes, ocupando el primer lugar, así como las caídas accidentales tienen una tasa de 0.43 por 100,000 habitantes ocupando el lugar trece; en la edad pre-escolar la mortalidad por accidentes en vehículos de motor tiene una tasa de 5.13 por 100,000 habitantes, ocupando el tercer lugar; y la mortalidad por caídas accidentales tiene una tasa de 0.94 por 100,000 habitantes ocupando el lugar trece. Se mencionan estas cifras ya que el trauma de cráneo se presenta de manera frecuente como causa de muerte en este tipo de eventos. Los mecanismos más frecuentes para el trauma de cráneo en pediatría son las caídas, seguido por los accidentes en vehículos de motor y los accidentes como peatón; la mayoría de las lesiones fatales ocurren relacionadas a accidentes en vehículos de motor. (Cantor & Leaming, 1998, en Acosta et. al, 2007). En los datos estadísticos de nuestro país el TCE no se encuentra considerado dentro de las diez primeras causas de morbimortalidad infantil. Razón por la cual no se realiza un registro detallado y estricto, lo cual impide estimar el impacto que este tipo de patologías tiene en la vida social, familiar y escolar de los niños que lo padecen. 26 En el Instituto Nacional de Rehabilitación se reporta la atención en el año 2009 de 304 pacientes con secuelas de TCE y en el 2010 de 390 pacientes, pero no hay referencia clara sobre la atención a pacientes pediátricos en los servicios de rehabilitación neurológica o patología del lenguaje. Implicaciones en el desarrollo La mayor incidencia de los TCE se observa en tres picos de edad: en primer lugar la primera infancia, segundo final de la adolescencia y tercer lugar en la vejez (Bruns y Hauser, 2003; Abosh, Dahmer y Willer, 1990). En niños debido al comportamiento de presentación del TCE se establecen tres etapas de presentación de 1 a 3 años, de 3 a 9 años y mayores de 9 años. (Azpurua, 2011) El trauma de cráneo es una de las principales causas de muerte y de discapacidad en edad pediátrica, las complicaciones neurológicas graves son evidentes inmediatamente después del evento, las lesiones secundarias pueden comprometer la vida posterior del infante; éstas suelen acometer en la funcionalidad posterior del encéfalo. El impacto del trauma de cráneo en edad infantil es una causa importante de fracasos académicos así como de un curso alterado en el desarrollo y en la adquisición de las funciones cognitivas. Heres (1997), señala que el desarrollo neuropsicológico es una serie de cambios progresivos, constantes, sucesivos y continuos en un periodo de evolución y maduración del encéfalo que llevan a una especialización de funciones. En esta perspectiva un TCE afecta la función normal del cerebro en maduración, lo que influye directamente sobre el surgimiento de las funciones cognitivas del niño, sobre los procesos de aprendizaje en el momento del accidente y el curso que seguirá la adquisición y logro de dichas funciones; tanto en su propia integración como en el uso y adaptación social. Considerar la variabilidad de las funciones como particularidad fundamental del periodo de desarrollo, dispone como señala Junqué (1999) que las repercusiones de un TCE será distinta según sea la etapa de desarrollo en la que se encuentre el niño. El análisis del desarrollo neuropsicológico ante un TCE, advierte en el niño perturbaciones que limitan su rendimiento e integración tanto familiar, educativa como social; en éste contexto es importante realizar una evaluación especifica del tipo de alteraciones a nivel conductual, emocional y de funciones neuropsicológicas. 27 2.- ALTERACIONES NEUROPSICOLOGICAS EN EL TCE La calidad de vida de los pacientes que sobreviven a un traumatismo craneal es altamente dependiente del grado de afectación neuropsicológica, las secuelas intelectuales de los TCE incapacitan la integración, reintegración social y ocupacional en mayor grado que las de tipo físico. (Junqué, 1999) De acuerdo con (Spreen, 1995). Las consecuencias de un traumatismo craneoencefálico en la infancia sobre los procesos cognitivos son más inespecíficos e indiferenciados que en el adulto. Afectan principalmente, las áreas que han recibido la contusión o lesión. Por ello resulta difícil formular un pronóstico sobre las alteraciones neuropsicológicas en niños que han padecido un trauma de cráneo, tras un coma postraumático de por lo menos tres días de duración el niño tiene 30% mayor riesgo de sufrir minusvalía profunda y al menos un 30% de probabilidades de presentar alteraciones neuropsicológicas susceptibles de interferir en su escolaridad posterior Según Ariza, Pueyo & Serra (2004) en los TCE suelen coexistir las lesiones focales y las difusas. Así, el daño cerebral que presentarán los TCE moderados y graves será un patrón de daño no específico y generalizado. Pero con gran afectación de los lóbulos frontal y temporal, ello implica que las funciones que se van a encontrar alteradas tras un TCE, en la mayoría de los casos, serán la atención, la memoria, las funciones frontales, la emoción y la conducta. El trabajo del cerebro en la infancia es mucho más indefinido, dicha condición se advierte desde las pautas madurativas, los datos electrofisiológicos, la mielinización y la lateralización de funciones. Por tanto, los circuitos nerviosos están menos especializados, por lo que la afección en el trauma de cráneo tiende a repartirse en el complejo de la corteza cerebral; en la infancia el cráneo es más flexible y más elástico, lo que predispone a un mayor grado de deformaciones y desplazamientos, por lo que el daño cerebral postraumático suele ser más difuso. Tras un TCE se pueden presentar una variedad de alteraciones que afectan tanto a sus funciones cognitivas como al comportamiento. Habitualmente las funciones más sensibles de presentar déficit en caso de trauma de cráneo cerrado son las funciones de memoria, velocidad de procesamiento y ejecución motora fina (Portellano, 2007). 28 De acuerdo con (Berg, 1986), la recuperación de las funciones cognitivas en los TCE infantiles sigue el principio de la plasticidad inversa, este principio afirma que, cuan menor es la edad del niño, mayores posibilidades de recuperación funcional se producen, para ello perfila cuatro situaciones que además se pueden relacionar a axiomas sobre el funcionamiento de la corteza. 1.- Se presenta un impacto directo sobre las funciones que deberán lograrse en una edad posterior a la lesión. Si el TCE daña áreas cerebrales que están en proceso de maduración, es posible que una determinada función no se desarrolle adecuadamente al faltar la base neural primaria necesaria para el desarrollo. Este hecho explica que los niños de corta edad que sufren TCE en algunos casos puedan tener deficiencias cognitivas mayores que los niños de más edad, afectando tanto a sus capacidades verbales como no verbales. 2.- Las alteraciones comprometen el principio de equipotencialidad hemisférica. Cuando un hemisferio tiene que compensar funciones asumiendo las del otro hemisferio, puede perder “potencia” para conseguir el nivel óptimo en sus propias funciones. De esta manera, el hemisferio derecho puede perder eficiencia en la resolución de tareas visoespaciales, que le son propias. Y cuando se han producido trastornos del lenguaje por lesiones del hemisferioizquierdo, ante los que tiene que actuar como hemisferio compensatorio. 3.- Las repercusiones de la lesión provocan alguna estado de discapacidad y la recuperación de esta se concreta en el principio de plasticidad cerebral. La recuperación de las lesiones postraumáticas focales en niños suele ser mayor que en los adultos, mientras que en lesiones cerebrales difusas de intensidad moderada o severa, el pronóstico es más variable. 4.- Algunos estudios sobre las alteraciones de hemisferio derecho señalan que comprometen en desarrollo de habilidades generales de inteligencia. Con frecuencia las lesiones del hemisferio izquierdo afectan las capacidades verbales y no verbales del niño, mientras que las del derecho sólo comprometen sus capacidades no verbales. Los niños que han tenido TCE grave recuperan sus funciones más activamente, especialmente durante los 24 meses posteriores a la lesión, aunque continúan presentando un rendimiento cognitivo menor que quienes habían sufrido TCE moderado o ligero. Por tanto el panorama que se perfila en el rendimiento neuropsicológico compromete distintas funciones como las que señalaremos a continuación. 29 Funciones de atención y sensoperceptuales. Tras una lesión cerebral, los problemas que persisten son generalmente aquellos en los que están implicados los niveles más complejos del procesamiento atencional. Podemos encontrar que se halla afectada la orientación a los estímulos relevantes y que con frecuencia aumenta la sensibilidad a la fatiga, lo que impide al niño sostener la atención en una determinada actividad durante un periodo largo de tiempo. A menudo se produce también un enlentecimiento del procesamiento de la información y de la rapidez de respuesta. Cuando están implicadas las áreas frontales es posible que se produzca una diminución de la memoria operativa, que aumente la distractibilidad y que disminuya la capacidad para inhibir respuestas automáticas. Con frecuencia se produce además una disminución de la flexibilidad cognitiva y comportamental (Mateer, Kerns, & Eso,1996). La atención se relaciona con el sufrimiento axonal causado por el impacto en el cráneo, que puede provocar lesiones en centros relacionados con la formación reticular (tálamo, ganglios basales, córtex asociativo). Es característico que los niños con TCE presenten una incapacidad para la selección e inhibición de estímulos, lo cual repercute de forma importante en las actividades escolares (Portellano, 2007) Respecto a los subtipos de atención, se ha encontrado un bajo rendimiento en la atención selectiva, problemas en mantener la atención a lo largo del tiempo, y dificultades en focalizar la atención en tareas dirigidas a un objetivo. El daño axonal difuso además de afectar a la atención tiende a comprometer la velocidad de procesamiento de la información. En opinión de algunos autores, ambos déficit podrían afectar a la eficacia cognitiva, la formación de conceptos de alto nivel y las habilidades de razonamiento complejo. (Stuss & Gow 1992; Van Zomeren & Brouwer, 1994). El déficit en las habilidades de reconocimiento visoespacial, es quizá uno de los déficits más frecuentes secundarios a los TCE, esto debido a los daños que sufren las zonas parieto-occipitales por el efecto de la contusión y/o descompresión que sufre el encéfalo. Este tipo de déficits se observan con frecuencia cuando el infante regresa a su vida escolar (Manga, 1997). Las alteraciones visoperceptivas y visoespaciales suelen ocurrir tras lesiones en áreas parietales, principalmente en el hemisferio derecho (HD), lo cual ocasiona déficits 30 perceptuales, señalan que lesiones del hemisferio cerebral derecho conlleva dificultades en la integración espacial y representaciones espaciales. (Akshoomoff et al., 2002, Junqué et al., 1998). Funciones mnémicas. Las alteraciones relacionadas con la memoria se deben principalmente por lesiones en los lóbulos temporales y especialmente en estructuras subcorticales del sistema límbico como el área hipocámpica. La literatura menciona que algunas de las principales regiones en las que se presenta el TCE es el lóbulo frontal y temporal, por tal motivo, es frecuente observar la presencia de amnesia anterógrada, por falta de consolidación y archivo de nuevos aprendizajes. Las alteraciones de la memoria como amnesia postraumática (APT) es una de las primeras apreciaciones en la sintomatología del trauma de cráneo, a su vez es común observar fallas de esta función en síndromes posconmociónales, afectando principalmente la capacidad para adquirir y recordar información nueva de tipo semántico y episódico. De acuerdo con (Verger, et. al. 2000 & Verger et. al. 2001), tras superar la APT, la mayoría de las personas que han sufrido un TCE hacen referencia a dificultades en el aprendizaje y la memoria. Generalmente la alteración de memoria consiste en problemas de adquisición y de recuerdo de nueva información tanto semántica como episódica, siendo menos probable la afectación de la memoria a corto plazo. Algunos autores han sugerido que la memoria procedimental puede estar preservada, lo cual podría ser utilizado como estrategia terapéutica. Sin embargo, en un estudio con niños y adolescentes con antecedentes de TCE grave se ha encontrado también alterada la memoria procedimental, la afectación de la memoria suele persistir, incluso cuando otras funciones están ya a nivel premórbido o casi premórbido. Aunque es poco frecuente que se vea afectada la memoria procedimental y la memoria a corto plazo. La recuperación de la capacidad mnémica en niños es mayor que la que se presenta en adultos y la gravedad de la amnesia postraumática es menor. Sin embargo, con el tiempo los trastornos de memoria suelen persistir, siendo la principal queja subjetiva que tienen los niños que sufren TCE severo (Lezak, 1995, 2004). (Fig. 4). 31 Figura 4. Esquema. La memoria tras un TCE Levin, Benton, y Grossman (1982) Funciones de comunicación. El daño cerebral traumático es la principal causa de afasia infantil adquirida, otros problemas referentes a la comunicación y el lenguaje, ocurren en la expresión oral y escrita, así como en la repetición de oraciones y la fluencia verbal (Murdoch, 1990). Sin embargo, el lenguaje en la mayoría de los casos es un proceso que resulta poco afectado ante un TCE. La anomia es probablemente el déficit lingüístico más frecuente, también se pueden presentar afectaciones de la prosodia, produciendo un lenguaje del niño monocorde y sin entonación (Adelson, 1998). De acuerdo con (Kerr, 1995 citado en Ariza et al. 2004). La anomia es probablemente el déficit lingüístico más frecuente en los pacientes que han sobrevivido a un trauma de cráneo. De forma ocasional, se afecta la prosodia y la entonación por lo que los pacientes hablan de forma uniforme y robótica. Una conversación convencional con estas personas no supone particulares dificultades, aunque tanto ellos, como a menudo, sus familiares o amigos se quejan porque no siguen la conversación general de un grupo y que su lenguaje expresivo suele estar alterado. Probablemente sea el uso del lenguaje en estas situaciones sociales, más que las habilidades reales por sí mismas, lo que haga que las dificultades en lenguaje adquieran 32 importancia (Sohlberg & Mateer, 1990; Ylvisaker, 1993). Los aspectos fonológicos y semánticos suelen estar bien preservados, pueden verse afectados el aspecto pragmático, lo que repercute en la capacidad para adaptar el lenguaje a situaciones en las que el niño tiene que interactuar socialmente. En la función del lenguaje, Junqué et al. (1998) especifican que las alteraciones más comunes se encuentran asociadas a lesiones en el hemisferio izquierdo y comprometen la capacidad de denominación de los objetos. De igual forma, plantean que puede presentarse un compromiso en la comprensióndel lenguaje. En el caso particular del TCE, se ha observado desorganización del lenguaje y dificultades a nivel de lenguaje no verbal, lo que entorpece la comunicación socialmente adecuada. Funciones de planeación. Ante un TCE se ven comprometidos el funcionamiento ejecutivo, entendido como la capacidad de transformar los pensamientos en acciones, la habilidad cognitiva de planificar, iniciar y regular la conducta, de igual forma, se ha observado déficit en flexibilidad cognitiva, por lo que tienden a tener pensamientos perseverativos y a responder de esa manera (Estévez, García & Barraquer, 2000; Junqué et al., 1998). Las funciones ejecutivas son reguladas en su generalidad por el lóbulo frontal, ésta parte del cerebro tiene mayor capacidad para dotar a la conducta humana de flexibilidad y adaptabilidad. Por su ubicación anatómica dichos lóbulos frontales son un área susceptible de sufrir consecuencias ante un TCE lo que lleva a los menores a manifestar dificultad para planificar, regular, formular metas, elaborar estrategias y llevar a cabo la resolución de problemas. La edad del niño en la que se suscita un TCE, condiciona el pronóstico, ya que el desarrollo de las áreas terciarias del lóbulo frontal continúa hasta la infancia tardía o adolescencia temprana. Un TCE grave en niños pequeños puede impedirles el desarrollo adecuado de las funciones cognitivas más elevadas, afectando de forma importante su conducta (Smith, 1992; Spreen, 1995). En cuanto a actividades rutinarias previamente estructuradas, los niños conservan cierta condición de planificación y organización. Se ha observado que niños que tuvieron un evento de TCE manifiestan incapacidad para realizar 33 razonamientos elaborados o abstractos, esto debido a daños en las áreas prefrontales o dorsolaterales. Según Lombardi, et al. (1999), las áreas dorsolaterales del lóbulo frontal tienen mayor implicación en el control del sistema ejecutivo y el de la memoria de trabajo, permitiendo la planificación de actividades complejas, así como la realización de tareas simultaneas. Al encontrarse alteradas las operaciones de razonamientos abstracto, conceptualización, categorización y flexibilidad mental, es posible que estas afecten el tránsito de la inteligencia concreta hacía una inteligencia de tipo abstracto. Funciones del comportamiento y de las emociones El daño cerebral traumático no afecta exclusivamente a los procesos cognitivos y al funcionamiento intelectual, sino que también puede originar problemas emocionales y comportamentales que afectan tanto a la vida académica como a las actividades sociales del individuo. En la revisión realizada por Clark (1996), se encuentra que para las familias resultan más problemáticas las alteraciones del comportamiento y los problemas de personalidad que las dificultades intelectuales; la investigación muestra que tras un TCE los niños tienen tres veces más posibilidades que la población general de desarrollar serios problemas del comportamiento. Los TCE infantiles siempre producen un defecto por duplicado por una parte los trastornos cognitivos y por el otra las alteraciones emocionales. Las lesiones de las áreas de asociación del córtex en ocasiones impiden un adecuado control y regulación de las emociones, especialmente cuando han resultado afectadas las áreas orbitarias y cinguladas del lóbulo frontal. Los trastornos emocionales suelen ser más perseverantes que los cognitivos ya que suelen perdurar varios años después de haberse producido el TCE. Este hecho es más evidente en los casos en los que previamente el niño ya presenta desajustes en la personalidad. Sin embargo, no siempre existe paralelismo entre la gravedad de los déficits cognitivos y la intensidad de las alteraciones comportamentales que presentará el niño posterior al síndrome posconmocional (Bruns y Hauser 2003). Las secuelas más comunes son la agresividad, el pobre control de impulsos, la baja tolerancia a la frustración, la desinhibición y la hiperactividad. También podemos encontrar 34 síntomas de ansiedad, depresión, labilidad emocional, somatizaciones y aislamiento social. (Michaud, Rivara, Jaffe, Fay, & Dailey, 1993). De acuerdo con Lezak, (1995, 2004), algunas alteraciones emocionales que se observan ante un TCE en la infancia, impulsividad, ansiedad, depresión, o manifestaciones como tendencia al aislamiento, apatía y pérdida de interés por el entorno, baja tolerancia a la frustración, falta de conciencia del enfermedad y perdida de la autoestima persisten en la vida adulta. Funciones del aprendizaje escolar Se considera que el TCE en niños puede ser causa de retraso mental, epilepsia, discapacidad física, así como de dificultades en el aprendizaje escolar, las secuelas sutiles limitan las posibilidades de alcanzar las destrezas y los conocimientos propios de las distintas etapas del desarrollo infantil. Estas limitaciones se correlacionan con dificultades ligadas a la cognición, a los procesos de la atención, la percepción y la memoria, así como, a habilidades lingüísticas de expresión y comprensión, al procesamiento visoespacial y a las funciones ejecutivas. En la infancia las secuelas cognitivas aparecen como dificultad para adquirir las habilidades en el curso habitual, estos defectos son principalmente observados en su inserción escolar. Las anomalías neuropsicológicas aparecen tanto en las funciones ya adquiridas, funciones en proceso de consolidar y en las que se deberán adquirir en etapas posteriores. Depende de la etapa de desarrollo en la que se presente el accidente para valorar justamente el tipo o tipos de discapacidad que impactan en el ámbito escolar, ya que los niños que han sufrido un TCE presentan dificultades en el rendimiento en diferentes grados escolares. Se ha observado una disminución inicial del coeficiente intelectual (CI) total en niños con TCE graves, evaluado a través de las escalas de inteligencia como las del tipo Wechsler (WISC-R Ó WPPSI). Sin embargo, se puede observar que hay ejecuciones desiguales entre el CI verbal y el CI de ejecución a largo plazo, ya que el CI verbal tiende a normalizarse con el paso del tiempo, mientras que en el CI de ejecución se observan ejecuciones deficientes, muy por debajo del nivel premórbido. La pérdida del rendimiento en la escala ejecutiva es debida a la disminución en la velocidad de procesamiento lo cual 35 afecta más a las funciones perceptivo-motoras. De modo más específico, las funciones mentales que se ven más afectadas son aquellas que se relacionan con las áreas prefrontales y temporales: función ejecutiva, atención y velocidad de procesamiento, visopercepción, memoria y lenguaje (Jaffe, et al. 1993). Desde el punto de vista psicométrico los instrumentos utilizados valoran en el nivel de inteligencia a partir del conocimiento adquirido, de las habilidades, perceptuales, de destreza manual y de habilidades lingüísticas. Los estudios en niños con daño cerebral adquirido revelan que las áreas más afectadas son las que se relacionan a habilidades perceptivo-motoras, espaciales y mnémicas. Las etapas tempranas del desarrollo son sustanciales, los niños adquieren destrezas y conocimientos que constituyen los dispositivos básicos para llevar a cabo aprendizajes escolares como la lectoescritura y las adquisición de habilidades del cálculo. La presencia de secuelas neuropsicológicas por daño cerebral afecta el desenvolvimiento de las habilidades académicas en el período de la escolarización obligatoria. Para el caso de lesiones del lóbulo frontal se comprometen funciones cognitivas de alto nivel que limitan tanto la vida presente así como el futuro escolar del niño, dichas funciones cognitivas de la corteza prefrontal están relacionadas al desarrollo de habilidades de abstracción, generalización, planeación, autorregulación, razonamiento,juicio social, entre otras; en términos generales las denominadas funciones ejecutivas (FE); el proceso de evaluación e intervención considera la correcta apreciación de los mecanismos neurofisiológicos y neuropsicológicos alterados para el manejo de niños con daño cerebral. 36 3.- LOS LÓBULOS FRONTALES Anteriormente señalamos las regiones de la corteza cerebral que son más vulnerables a sufrir una lesión ante un trauma de cráneo. Según Roman-Lapuente, et al. (2010), algunas de las principales áreas cerebrales afectadas en TCE graves y moderados son las regiones occipitales, laterales y frontales. El interés para nuestro estudio de caso, es la descripción entorno a la función de los lóbulos frontales. Luria, (1986) puntualiza, los lóbulos frontales representan en sistema de planeación, regulación y control de los procesos psicológicos. Los límites anatómicos de los lóbulos frontales son la circunvolución central, que los separa del lóbulo parietal, la cisura de Silvio, que los separa del lóbulo temporal, y el cuerpo calloso, que los separa entre sí y de estructuras subcorticales (Damasio, 1989). A nivel histológico, la corteza prefrontal es un área de asociación heteromodal o supramodal, lo que conlleva mayor complejidad a nivel de conectividad interneuronal. Respecto a esas conexiones, la corteza dorsolateral tiene conexiones recíprocas con regiones cerebrales asociadas al control motor ganglios basales, corteza premotora, y área motora suplementaria, a la monitorización de los actos motores, corteza singular y con áreas de procesamiento sensorial de alto nivel, áreas de asociación parietal. La corteza orbitaria mantiene conexiones con regiones asociadas al procesamiento emocional, como la amígdala, memoria, hipocampo y procesamiento visual, áreas de asociación visual temporal, así como a su vez con la corteza dorsolateral prefrontal (Gómez, 2007). Desarrollo cognitivo y neurofisiológico lóbulos frontales. El desarrollo cognitivo y neurofisiológico integra distintas etapas que se relacionan entre sí; las distintas fases y periodos de desarrollo del lóbulo frontal exhibe componentes tanto psicológicos como de maduración fisiológica que define su importancia en distintas edades del niño y la integración de funciones y la adaptación del menor en distintos contextos. Desde el ámbito cognitivo, observamos que la aparición de una función cognitiva está relacionada con el establecimiento abundante de conexiones sinápticas en la infancia temprana, pero la maduración de esta capacidad cognitiva se alcanza progresivamente con la continua eliminación del exceso de conexiones sinápticas (Golmand-Rakic, 1997). De esta forma el incremento en la capacidad cognitiva durante la infancia puede coincidir con 37 una pérdida gradual de sinapsis, en la denominada poda sináptica, así como también por el reforzamiento en las conexiones sinápticas ya establecidas. El desarrollo cognitivo, coincide a nivel neurofisiológico con la pérdida gradual de sinapsis. Este fenómeno puede representar la supresión fisiológica de las conexiones que compiten en un circuito pero que son irrelevantes, lo mismo puede suceder con las conductas y con las funciones cognitivas. Podemos entender que durante el desarrollo las conductas menos utilizadas y no reforzadas se debilitan, reforzamiento o no de un patrón de actividad permite o limita la especialización de funciones. Las funciones de mayor complejidad como son: la regulación, planeación, elaboración de estrategias, distintas etapas del lenguaje, la abstracción, tienen que ver con el desarrollo progresivo de las funciones de las zonas frontales y las funciones ejecutivas; hay una relación con la evolución gradual y secuencial de las diferentes zonas de la corteza prefrontal (CPF) (áreas orbito frontales y dorso laterales). (Anderson, Anderson, Northam, Jacobs & Catroppa, 2001). Una características desde el entorno social es que, debido al prolongado desarrollo de la corteza prefrontal en particular de la corteza dorsolateral y de las porciones más anteriores de ésta, las condiciones del ambiente pueden modificar de forma importante las características de sus conexiones funcionales (Jerison, 1997). La relación entre el desarrollo de las llamadas funciones ejecutivas con el aprendizaje y las habilidades cognitivas cambia con la edad (Swanson, 2004). Se ha encontrado que en los niños preescolares la inhibición y la memoria de trabajo son funciones ejecutivas que se relacionan con el aprendizaje y comprensión de las matemáticas (Espy, McDiarmid, Cwik, Stalets, Hamby, Senn, 2004). Se ha demostrado que existe una relación entre el desarrollo de las funciones ejecutivas y el proceso de maduración de la corteza prefrontal. Algunos estudios demuestran que en niños de 5 años ya se han desarrollado, parcialmente, la memoria de trabajo, la inhibición y la flexibilidad cognitiva que son componentes claves de las funciones ejecutivas. De acuerdo con (Anderson et al., 2001), a partir de los seis años, los niños pueden desarrollar la mayoría de las tareas ejecutivas que se utilizan con adultos, alcanzando incluso niveles de desempeño de adultos tan temprano como los 10 y los 12 años. 38 Por lo anterior, cabe señalar de acuerdo con (Luria, 1986), los lóbulos frontales representan un sistema de planeación, elaboración de estrategias, regulación y control de los procesos psicológicos, así como la verificación de las respuestas. Desde el ámbito de la neurofisiología. Advertimos que en el desarrollo de la corteza frontal, su evolución histológica y la evolución funcional en el periodo neonato, depura las condiciones de trabajo celular, donde los procesos de dendrogénesis y axogénesis se encuentran aún activos, continúan al menos hasta el cuarto año de vida y son responsables del incremento en el volumen y superficie del cerebro; la sinaptogénesis, la estabilidad y la poda sináptica, continúan a lo largo de varios años durante el desarrollo ontogenético (Evrard, Miladi, Bonnier, Gressens, 1992). Este proceso se acompaña de la adaptación a distintos entornos sociales que permiten la consolidación y adquisición de nuevas habilidades. La parte anterior de la corteza frontal, la corteza prefrontal, desempeña el papel decisivo en las funciones ejecutivas a través de la integración de la información, permitiendo la elección de objetivos y la organización de los planes de acción para realizarlos. Constituye una región cerebral que nos hace humanos y únicos porque es de las más recientes filogenéticamente y la última en madurar en la ontogénesis. En la corteza prefrontal los periodos intensos de sinaptogénesis ocurren hasta los 15 meses después del nacimiento; durante la sinaptogénesis se produce un exceso de conexiones sinápticas, posterior a su desarrollo máximo, continúa una etapa de meseta, la cual después decrece por eliminación selectiva o "poda sináptica" durante la infancia y la adolescencia. Tanto la etapa de meseta como la poda sináptica de la corteza prefrontal, ocurren de forma tardía con respecto a otras zonas cerebrales. Las proyecciones dopaminérgicas de la corteza prefrontal son muy importantes para la infancia temprana en el soporte y desarrollo de los procesos cognitivos, la distribución de los axones dopaminérgicos dentro de la corteza prefrontal cambia o través de la edad y el nivel de dopamina se incrementa gradualmente, permitiendo cambios en las funciones cognitivas de esta zona, principalmente en la memoria de trabajo (Diamond, 1996). La progresiva mielinización, la poda sináptica y el fortalecimiento de conexiones e interconexiones de la corteza prefrontal, son factores neurobiológicos primordiales en el 39 desarrollo de las capacidades neurocognitivas de la corteza prefrontal. Por otra parte, los procesos de mielinización contribuyen a la maduración funcional
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