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Ingenieria del Comportamiento W Montgomery - Miguel Gonzalez Chavez

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INGENIERÍA DEL COMPORTAMIENTO 
Aplicaciones clínicas y educativas 
William Montgomery Urday 
Universidad Nacional Mayor de San Marcos 
 
Lima- Perú, 2002 
Publicado por la Asociación Peruana de Psicología 
Interconductual (ASSPSI), Personería Jurídica N° 19827 
 
DERECHOS RESERVADOS 
 
ISBN 9972-9628-1-8 
 
 
 3 
 
 
PROEMIO A ESTA 
PUBLICACIÓN EN SCRIBB 
 
 
 
a obra Ingeniería del Comportamiento: Aplicaciones 
Clínicas y Educativas fue un trabajo sin pretensiones, 
hecho a manera de manual o texto de divulgación para 
el curso de orden conductual que dicto hace muchos años 
en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Como 
tal, fue elaborado por secciones, sin más plan que el de 
ayudar a organizar mis clases, facilitando a los alumnos de 
la asignatura una síntesis de los contenidos principales. 
Los primeros escarceos del autor sobre los temas 
escogidos aquí para su exposición rápida y simple, dieron 
por resultado el convencimiento de que no había (y creo que 
aún no lo hay) un texto suficientemente abarcador sobre las 
cuatro grandes facetas de desarrollo paradigmático del 
enfoque conductual: filosofía, teoría, metodología y 
tecnología. Los que están a disposición sólo tocan uno o dos 
de tales facetas, y aun esto lo hacen de manera parcial, 
sobre la base de un solo punto de vista. Desde la 
perspectiva del autor esa es una estrategia empobrecedora 
del análisis conductual, por lo que se autodefine 
modestamente como un “conductista ecléctico”, y sostiene 
que “urge adoptar una postura de integración explícita que 
recoja y combine sistemáticamente todas las contribuciones 
comportamentales de mérito” (Montgomery, 2005, p. 211). 
L
 4 
Ello es necesario porque, por un lado, no creo que los 
diversos conductismos existentes (y aun los supuestamente 
“caducos”) sean incompatibles entre sí, pese a que todavía 
siga pendiente el total esclarecimiento de sus coincidencias 
y articulaciones, y, por otro lado, la combinación de aportes 
permite compensar las debilidades teóricas y metodológicas 
de algunas de las variantes con las fortalezas de otras. Así 
se llenan vacíos y se pueden responder críticas de posible 
validez para algún modelo conductual, mas no para los 
otros. 
De más está decir que el presente manual no se dedica 
tampoco a tan ambicioso objetivo, como se desprende de 
las primeras líneas de este proemio. Siendo de naturaleza 
netamente divulgativa, es obvio que este libro no entra en 
mayores disquisiciones teóricas ni técnicas, ni de manejo de 
resultados de investigación en el rubro que aborda. Incluso 
prescinde de un gran acopio de literatura en inglés para 
favorecer la consulta del material citado en librerías y 
bibliotecas locales. Sin embargo, sí procura integrar varios 
enfoques, sobre todo en el ámbito aplicativo, además de 
sintetizar algunos aspectos de la discusión teórica. 
Hechas las aclaraciones del caso, el autor espera la 
benevolente acogida de los lectores a este escrito, y 
especialmente de mis alumnos de la asignatura Psicología y 
Técnicas de Intervención Conductual. 
 
REFERENCIAS 
 
Montgomery, W. (2005). El Quehacer conductista, hoy: Ensayos de 
interpretación teórica y práctica. Lima: Ediciones de la Revista 
Peruana de Filosofía Aplicada. 
 
William Montgomery Urday 
Agosto de 2009 
 5 
 
 
 
 
PRÓLOGO 
 
 
 
 
ste libro incorpora parte de un trabajo publicado en 
1995. Aquí se ha reorganizado su contenido y se han 
añadido y ampliado varios temas, procurando 
actualizar en todo sentido el texto y su información. Ello le 
da una dimensión nueva, por o que amerita llevar, también, 
un título más genérico. 
La ingeniería del comportamiento, que subsume 
terapia y modificación de conducta aplicadas a los diversos 
campos del quehacer cotidiano, es la más sistemática y 
diversificada forma de actuar profesionalmente con 
respecto a los problemas humanos. Su desarrollo reciente 
es impresionante, y aunque “oficialmente”1 eso suele ser 
puesto de lado por provenir del odiado conductismo, es, en 
cambio, reconocido implícitamente por buena parte de los 
miembros de la comunidad psicológica, que precisan de (y 
acuden a) un enfoque práctico para trabajar con 
efectividad. Por esa puerta, la ingeniería conductual se ha 
integrado al arsenal de procedimientos bajo una 
 
1 Me refiero a ciertos ambientes de trabajo académico donde ignorar la 
fuente de donde se obtienen los procedimientos es común. 
E 
 6 
denominación más “aceptable” para el ambiente 
promentalista: tecnología cognitivo-conductual o cognitiva 
a secas... ¡incluso a veces atribuyendo parte de sus fuentes 
teóricas nada menos que a Piaget o a Vigotsky! 
A propósito, el devenir de la ingeniería del 
comportamiento en el Perú recuerda una conocida 
expresión refiriéndose al trabajo del teórico ruso como 
“una sinfonía inacabada”. Desde los legendarios tiempos 
en que las sociedades peruanas de análisis y modificación 
de conducta (SPAMC), la de terapia y modificación del 
comportamiento (SOPTEMOC) y la de análisis conductual 
aplicado a la educación (ACAE), articulaban actividades 
académicas que impulsaron el avance teórico de la 
psicología científica como nunca antes en nuestro medio, 
ha pasado mucho agua bajo el puente y ha habido 
demasiadas pausas en el camino, perdiendo terreno 
institucional. Hoy un cierto número de otras asociaciones 
conductual-cognitivas más pragmáticas y comprometidas 
con objetivos empresariales, han ganado el espacio. 
Por contraparte, hay intentos de rescatar la 
formación académica conductista en el plano teórico y 
práctico sin concesiones a la presión económica. La 
Asociación Peruana de Psicología Interconductual es uno 
de ellos. 
 
William Montgomery Urday 
Lima, abril del 2002 
 
 
 
 
 
 7 
 
 
 
 
INDICE 
 
 
 
 
INTRODUCCIÓN, p. 10 
 
 
PRIMERA PARTE: FUNDAMENTOS 
 
 
CAPÍTULO 1: Variantes teóricas que sustentan la 
Ingeniería del Comportamiento, p. 17 
 
De paradigmas, teorías y datos 
El perfil del conductista 
Un diagrama longitudinal y transversal 
 
CAPÍTULO 2: Elementos y tipos de ingeniería 
comportamental, p 29 
 
Supuestos de la ingeniería conductual 
Tipos de ingeniería conductual 
 
 
 8 
SEGUNDA PARTE: APLICACIONES 
 
 
CAPÍTULO 3: Problemas aplicativos, p 55 
 
Papeles del profesional de la conducta 
El aplicador y sus funciones 
Lo “clínico” y lo “educativo” en la ingeniería conductual 
 
CAPÍTULO 4: Aplicaciones al ámbito educativo, p. 72 
 
Leyes y principios del aprendizaje 
La tecnología de la enseñanza 
Aspectos de programación educativa 
 
CAPÍTULO 5: Aplicaciones al ámbito clínico, p. 89 
 
Características del la psicología clínica conductual 
Cuestiones de terapia conductual 
Hacia un modelo preventivo de salud 
La taxonomía de los problemas 
 
 
TERCERA PARTE: Tareas prácticas 
 
 
CAPÍTULO 6: Evaluación: La entrevista, p 106 
 
El proceso de evaluación conductual 
La entrevista 
 
 
 9 
CAPÍTULO 7: Evaluación: Los registros, p. 121 
 
Registros directos e indirectos 
Pasos para construir escalas conductuales 
 
 
 
CUARTA PARTE: TECNOLOGÍA 
 
 
CAPÍTULO 8: Técnicas (I), p. 140 
 
El contrato conductual 
Técnicas de terapia y modificación del comportamiento 
Técnicas auxiliares 
 
CAPÍTULO 9: Técnicas (II), p. 159 
 
Técnicas de exposición en fantasía 
Técnicas de autorregulación 
Técnicas de terapia racional 
Terapias globales 
 
 
 
EPÍLOGO, p. 182 
 
 
BIBLIOGRAFÍA, p. 188 
 
 
 10 
 
 
 
 
INTRODUCCIÓN 
 
 
 
 
xisten referencias a un enfoque ingenieril del 
comportamiento, tanto en sus acepciones individuales 
(construcción de una conducta) como sociales 
(construcción de una comunidad), desde la década del 
cuarenta. Por ejemplo en Walden Dos (Skinner, 1985, trad. 
esp.) hay varias alusiones explícitas a ello, siempre 
recalcando sus aspectos científicos. Sin embargo, ya la obra 
de Watson (1961, trad. esp.) evidentemente estaba dedicadaa probar la eficacia de dicho enfoque para la solución de los 
problemas humanos, principalmente clínicos, educativos, y, 
en menor medida, sociales. 
Eso demuestra que la expresión “ingeniería de la 
conducta” es relevante a la pretensión behaviorista de 
revolucionar la psicología aplicada, y sorprende que no se 
haya popularizado más, ni siquiera al interior del análisis 
experimental del comportamiento (modalidad operante), 
que, como se sabe, le dio su primer “bautizo” y 
sistematización formal (Homme, Nothingham, Polo y 
Homme, 1977, trad. esp.). Vargas (1979), entre otros, 
prefiere el término en referencia: a) por ser neutral (no 
connota algún tipo de tecnología conductista y para 
E 
 11 
conductista en especial, sino toda); b) la denominación 
rival, la “modificación de conducta”, sugiere una tecnología 
y un proceso sistemático de cambio, pero éste en realidad 
no ocurre “ni es de desear”. Implica el resultado de un 
esfuerzo antes que un tipo de acción, obscureciendo la 
distinción entre proceso e intenciones. Eso, según tal 
razonamiento, se evita llamando ingeniería conductual o del 
comportamiento a la acción interventora. 
La necesidad de retomar esta denominación (ya hace 
tiempo “congelada”) también parece actualizarse debido a 
la gran proliferación de modelos tecnológicos conductistas, 
que, al parecer, no pueden englobarse cabalmente en alguno 
de los rótulos hasta hoy utilizados para agrupar sus diversas 
variantes. La diversificación técnica se ha tratado de 
dimensionar en cuatro líneas generales de intervención 
(Anicama, 1991; Cruzado, Labrador y Muñoz, 1997): a) las 
provenientes del análisis conductual aplicado, b) las del 
conductismo metodológico-mediacional, c) las del 
aprendizaje social, y d) las cognitivo-conductuales de 
diversa índole. 
Una actitud significativamente divisionista respecto a 
semejantes líneas ha sido la del conductismo “operante”2, 
cuyos argumentos epistemológicos (ver Nudler, 1977, trad. 
esp.) y metodológicos (Conde, 1988), dados con mucha 
pasión para fundamentar el separatismo entre el análisis 
experimental de la conducta “legítimo” y las modalidades 
behavioristas alternas, no son convincentes desde el punto 
 
2 En el otro extremo, los simpatizantes de la teoría de los constructos 
personales de Kelly, como Neymeyer, Feixas, Botella, etc.; muestran 
igual intolerancia al no aceptar acercamientos ni siquiera con la 
aproximación cognitivo-conductual, pese a las evidentes semejanzas 
con ese enfoque. 
 12 
de vista práctico (que no es lo mismo que decir practicista 
ni pragmático), por dos consideraciones básicas: 
1) Como Ferster (1977, trad. esp.) ha sugerido, 
incluso las terapias dinámicas —mucho más cuestionables 
que, por ejemplo, los modelos clínicos de la conducta— 
son susceptibles de analizarse comportamentalmente, a fin 
de esclarecer las relaciones funcionales que manejan de 
manera inadvertida, y 
2) Cualquier propósito tecnológico conductista, sea 
radical, mediacional o de otra índole, es aun tentativo, dado 
que sus posibilidades de acción eficiente se hallan en 
continua prueba por quienes se encargan de llevarlos a la 
práctica directa. 
En suma, pese a que ciertos modelos de la órbita 
conductual están efectivamente más lejos que otros de la 
ruptura epistémica con la psicología tradicional3, deben 
reconocerse los nexos innegables cuando de trabajo 
operativo se trata. Además, como exclama Eysenck (1987, 
trad. esp.; p. 25), comentando las “disputas de aniquilación 
mutua” entre los partidarios de Hull y Skinner con respecto 
a técnicas de intervención útiles: 
 
¡Las armas de nuestro arsenal no son tan numerosas como 
para poder permitirnos olvidar alguna que puede estar allí, 
sobre el terreno porque no nos guste su color o forma! 
 
 
3 Recientemente, Ardila (2001) se refirió a la divergencia entre la 
psicología conductista (profesión científica) y la tradicional (fruto de 
las demandas sociales), que ha impulsado propuestas para la 
separación definitiva en aras de una nueva disciplina: la 
conductología. Pese a que Ardila concluye que dichas propuestas son 
exageradas e incorrectas porque el análisis experimental de la 
conducta se beneficia de la psicología y viceversa, no se puede negar 
que, por lo menos a nivel teórico, soñar con su simbiosis es ilusorio. 
 13 
Si le falta razón o no, puede juzgarlo cualquiera que 
haya ejercido alguna vez la responsabilidad de modificar 
sistemáticamente un comportamiento; obligación 
concordante, desde luego, con el papel que reserva la 
ideología social de profesionalización dentro del marco del 
servicio psicológico. 
El colofón de estas disquisiciones se liga, entonces, al 
reconocimiento de que hay una unidad en la diversidad de 
todas las variantes conductuales, y que se necesita una 
denominación general para ellas. Así como en el plano 
conceptual se puede llamar “teoría de la conducta” al 
conjunto de alternativas en discusión, en el plano 
tecnológico-aplicativo puede utilizarse el término 
“ingeniería de la conducta” para referirse al conjunto de 
formas de intervención que, desde esas alternativas, se han 
postulado hasta hoy. 
Tal vez sea necesario aclarar que no se propugna aquí 
una postura parecida, por ejemplo, a la del “eclecticismo 
técnico” de Lazarus (1984, trad. esp.), ya que semejante 
posición —al margen de los indudables méritos clínicos de 
su autor— implica una indiferencia teórica que no le hace 
nada bien a la evaluación empírica de su propio trabajo, y 
que, según lo advierte Yates (1984, trad. esp.), de ser 
seguida mayoritariamente bloquearía todo intento por 
conseguir finalmente un paradigma unificado. 
Teoría y práctica, práctica y teoría, son indisolubles 
en una disciplina con pretensiones de ciencia. Romper, no 
obstante, con las formas tradicionales de eclecticismo y 
pragmatismo teórico-técnicos no significa rechazar de plano 
las contribuciones rescatables de aquellas. Debe ser posible 
replantear tales contribuciones en función a criterios 
científicos. 
 14 
Así, debe entenderse que toda aplicación tecnológica 
efectiva lo es tal si se deriva de un nivel básico 
coherentemente entroncado con ella, excediendo los límites 
del simple pragmatismo (Ribes, 1977, trad. esp.). Entre 
otras cosas, eso involucra variar tanto la definición de los 
parámetros del cambio del individuo, como el discurso 
lingüístico que describe el universo de eventos englobado 
por las alternativas conductuales clásicas, en lo que tiene de 
dualista y organocéntrico. 
El concepto de interacción como objeto general y 
específico de la psicología enfatiza tales aspectos, 
recalcando que el comportamiento nunca se produce en el 
vacío, sino en contacto con un entorno y en diversos niveles 
de relación. Este enfoque permite establecer gran cantidad 
de datos indicativos paramétricamente respecto a cierta 
comunidad de relaciones comportamentales, definiendo en 
base a ello extensas clases de contingencias (Ribes y López, 
1985). El modelo interconductual parece cumplir con las 
condiciones para cumplir con semejante tarea, aun cuando 
todavía quizá no haya madurado lo suficiente a nivel 
operativo. 
En el texto presente se parte del reconocimiento de 
que hay múltiples opciones tecnológicas comportamentales, 
y de que todas muestran en la práctica un grado de 
efectividad, a más de atenerse metodológicamente (por lo 
menos en parte) al paradigma watsoniano básico. 
Desde luego, hay grandes atingencias que pueden 
hacerse a la naturaleza filosófica, teórica y, sobre todo, 
orgánica, de muchas variantes mencionadas en este manual. 
Se dedican a ello algunos otros escritos del autor 
(Montgomery, 1998, 2000). Asimismo, hay aportes que 
pretenden esclarecer científicamente el papel de la mayoría 
 15 
de las técnicas conductuales y sus prestatarios (Díaz 
González, Landa y Rodríguez, 1988). Por ello, en estaobra 
se obviarán la mayoría de las críticas que sientan diferencias 
entre dichas técnicas, enfatizando, por el contrario, todo lo 
que se juzgue consensualmente compartido como 
desempeño profesional eficaz. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 16 
 
 
 
 
 
 
PRIMERA PARTE 
 
Fundamentos 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 17 
 
 
 
 
1. VARIANTES 
 TEÓRICAS QUE 
SUSTENTAN LA INGENIERÍA 
DEL COMPORTAMIENTO 4 
 
 
 
 
 
sta sección cumple el obligado requisito de presentar 
primeramente una breve exposición conceptual de los 
supuestos teóricos, que debe justificar por qué han 
surgido tantas expresiones de ingeniería comportamental. 
La idea es recalcar la configuración de un paradigma 
histórico que, en el más amplio de los sentidos, no es una 
“escuela” más al interior de la psicología, sino un intento 
crítico por rigorizar sus conceptos y sus métodos: una 
filosofía especial que despliega diversos modos de acción, 
sujetándose a algunos postulados fundamentales que 
tipifican su quehacer científico. Esas vías pueden ser 
susceptibles de error, y su misma evolución se halla sujeta a 
 
4 Este capítulo se basa, parcialmente, en una charla dictada para el 
seminario: “A ochenta años del manifiesto de Watson”, en la 
Universidad Nacional Federico Villarreal (9-11 de diciembre de 
1993). 
E 
 18 
continuas desviaciones incluso en la definición de su objeto 
de estudio, aunque lo que podría llamarse su “perfil básico” 
se mantiene más o menos incólume. 
 
 
EL PERFIL DEL CONDUCTISTA 
 
Sin duda alguna, la concepción de un “paradigma 
conductista” unificado teóricamente es algo ilusorio. Más 
adecuado, desde el punto de vista expuesto aquí, es manejar 
ese concepto para designar una corriente multi-
paradigmática que involucra por lo menos los siguientes 
aspectos: 
1) Una filosofía empírica de la ciencia, o sea discurso 
analítico y metodológico que busca resolver los problemas 
de la disciplina recurriendo a los datos experimentales y 
técnicos, mediante los procedimientos históricamente 
desarrollados a partir del positivismo (aunque en última 
instancia no se reduzca a dicha opción). Con respecto a 
estos procedimientos se pueden mencionar, entre otros: a) el 
reconocimiento de que la conducta está sujeta a leyes y a un 
determinismo macroscópico; b) la necesidad de la 
observabilidad directa de por lo menos dos elementos de un 
fenómeno conductual (el estímulo y la respuesta); c) el 
recurso del operacionismo y la precisión de la medida; d) la 
replicación como una herramienta de certeza; e) el énfasis 
en el control por aislamiento de los fenómenos; y e) la 
cuantitatividad y objetividad de los datos (véase Mahoney, 
1983, trad..esp.). 
2) La aceptación explícita de un objeto de estudio: el 
comportamiento, como indicador básico de la actividad 
psicológica. Semejante aceptación puede ser: a) con-
 19 
dicional a la creencia de que la conducta es sólo la faz 
“externa” de dicha actividad (como en los modelos que 
introducen la variable molar “organismo” como estados 
mentales o fisiológicos causales); o bien b) como la propia 
actividad del organismo (total) en interacción con su 
ambiente físico, biológico y social (según lo suponen las 
variantes del conductismo llamado radical o 
interconductual). 
Skinner (1977, trad.esp.) y Kantor (1990, trad .esp.) 
han señalado el papel más consecuente del conductismo 
como filosofía especial de la psicología: una concepción 
para la que cualquier compromiso con las doctrinas 
trascendentalistas de la mente y el alma, y con el 
reduccionismo fisiologista, es nocivo para la disciplina. El 
planteamiento adecuado de los problemas de la psicología 
es, desde esa posición naturalista, el que parte de los 
criterios científicos y no de la especulación simple. Puede 
consultarse el reciente libro de Montgomery (1998) para 
mayor abundancia sobre estos conceptos. 
En síntesis, la filosofía especial de la psicología sirve 
para organizar una superestructura conceptual que acelera el 
desarrollo de la disciplina y resuelve su problemática. Esa 
superestructura es el análisis experimental del 
comportamiento, que sistematiza, describe, mide, manipula, 
controla, explica y predice los fenómenos del 
comportamiento. Asimismo produce un cuerpo científico a 
través de su investigación básica y aplicada. Gracias a ello 
se obtiene un lenguaje común que permite evaluar su 
aplicación tecnológica, una segmentación ajustada a 
criterios epistémicos rigurosos, categorías analíticas o 
descriptivas, etc. 
 20 
En cualquier caso, es el detalle de la discretización de 
los componentes mínimos del comportamiento y las 
interrelaciones de los procesos que lo constituyen, así como 
el estudio de la manera en que las ramificaciones formadas 
a partir de allí se conforman para integrar segmentos 
continuos, algo que distingue el tipo de análisis y síntesis 
conductista. Watson partió de la concepción aportada por 
Pavlov acerca de la matriz diádica refleja estímulo-
respuesta (sostenida a nivel psicológico por el 
conexionismo de Thordnike), como base para la formación 
de hábitos que se diversifican progresivamente en 
repertorios cada vez más amplios, como se ve en el 
esquema de la fig. 1.1, confeccionada con el riesgo de la 
simplificación excesiva. 
Las influencias filosóficas que han improntado el 
conductismo en sus múltiples variantes pasan por el 
atomismo griego, el hedonismo, el empirismo y el 
asociacionismo, el racionalismo cartesiano, el positivismo, 
la filosofía analítica, el materialismo dialéctico, la teoría de 
los sistemas, etc. La evolución histórica del “paradigma” 
conductual se ha desenvuelto a grandes rasgos como un 
traslado científico de las concepciones y metodología 
mecanicista de la biología evolucionista y la 
fisiología experimental, hasta los más avanzados campos 
teóricos de la psicología sistémica y cognitiva. Esto se 
ilustra en la figura 1.3, que resume dicha trayectoria 
indicando, mediante un diagrama longitudinal y transversal, 
las mutuas relaciones entre las variantes conductistas5. 
 
5 Algunas de esas variantes, con la típica aversión del renegado hacia su 
lugar de origen, no sólo no se reclaman conductistas sino que se 
pretenden contrapuestas al conductismo (vgr.: los cognitivos 
sucedáneos de la línea de Tolman). Sin embargo, ateniéndose a las 
 21 
 E-R 
 E-R 
 E-R 
 E-R E-R 
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 E-R E-R 
 E-R 
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 E-R 
 E-R E-R 
 E-R 
 E-R E-R 
 E-R 
 E-R 
 E-R 
 
Fig. 1.1. La expansión de los repertorios conductuales estímulo-
respuesta hasta formar extensas cadenas de respuestas 
complejas, según la concepción expuesta por Watson, y que se 
muestra de diversas formas como una constante paradigmática.UN DIAGRAMA LONGITUDINAL 
Y TRANSVERSAL 
 
En las páginas siguientes se procurará ofrecer un 
panorama nutrido de las variantes aludidas, con referencia a 
una “genealogía” histórica que indique las principales 
matrices de desarrollo (análisis longitudinal), llegando 
finalmente a ver qué tendencias coexisten actualmente 
(corte transversal). 
El estilo adoptado para esta descripción se funda en 
las operaciones conceptuadoras de clasificación e 
inordinación. La primera enumera los conceptos 
 
definiciones dadas ut supra, en los apartes 1 y 2 , queda clara su 
verdadera filiación. En cualquier caso, son paraconductistas. 
 22 
subordinados o especies cuya extensión es menor (teorías o 
modelos) contenidos en un género de mayor extensión 
(paradigma); y la segunda incorpora un concepto (por 
ejemplo conductismo) en el sistema de sus conceptos 
supraordinados (paradigmas), coordinados (teorías) y 
subordinados (modelos); como se muestra en el esquema de 
la figura 1.2: 
 
 
A) RADICAL 
 
 CONDUCTISMO MOTIVACIONAL 
 METODOLÓGICO 
 PROPOSITIVO 
 
B) 
PARADIGMA 
 
 
TEORÍA I TEORÍA II 
 
 
 VARIANTE I VARIANTE II VARIANTE I VARIANTE II 
 
Fig. 1.2. Ordenamiento de conceptos supraordinados, subordinados e 
inordinados de paradigmas, teorías y variantes conductuales 
 
De acuerdo a estas normas se presenta el diagrama de 
la figura 1.3 (al final de este capítulo), mostrando los 
antecedentes científicos que, fundamentalmente en el 
campo de la biología, favorecieron la aparición del 
conductismo. 
Las nociones evolucionistas (anticipadas por 
Aristóteles), que consideraban la posibilidad del 
surgimiento de la vida desde lo inanimado y el desarrollo de 
los organismos desde la estructura más simple hasta la más 
 23 
compleja, fueron retomadas a comienzos del siglo XIX 
gracias a Lamarck, quien las incorporó a su teoría 
zoológica, recogida por Darwin. Este, experto en la crianza 
de palomas —especie extraordinariamente dúctil a la 
manipulación genética—, advirtió la variación y 
continuidad de los organismos en base a la selección 
natural. 
El ambiente evolucionista permitió el desarrollo de la 
fisiología experimental, basada en la disección de órganos. 
Bernard, maestro en ese campo, estableció un método 
paradigmático para la investigación posterior. Un alumno 
suyo, Sechenov, estudió los reflejos cerebrales (en 
organismos inferiores) para explicitar sus mecanismos y 
relaciones con los procesos psíquicos humanos, 
inaugurando la fisiología del sistema nervioso y la 
psicología comparada, de las cuales se derivaron nuevas 
corrientes. 
En la rama fisiológica destacó la investigación de los 
reflejos condicionados a través de Pavlov (nervismo) 
proporcionando la terminología básica de lo que sería 
posteriormente el análisis experimental de la conducta. 
Bechterev, por su parte, abordó el tema desde una 
perspectiva asociacionista relacional de neuroprocesos 
centrales y periféricos (reflexología), y Kornilov fincó su 
interés en la parte conceptual, afectiva y motora de las 
relaciones humanas (reactología). De la escuela 
reflexológica se desprendió además una especie de 
“conductismo” impulsado por Blonsky, de efímera 
existencia en las condiciones obligadamente 
“uniparadigmáticas” de la Rusia revolucionaria. 
En el ámbito de la psicología comparada se distinguió 
primeramente el trabajo de Thordnike (conexionismo), 
 24 
quien elucidó la Ley del efecto, base del condicionamiento 
instrumental. Watson, a su vez, utilizando la metodología 
experimental de Pavlov (tomando su arco reflejo pero no su 
opción centralista) y de Thordnike (no su Ley), definió el 
objeto de estudio de la psicología, consolidándola como 
ciencia. De su matriz paradigmática (conductismo) 
surgieron las variantes que, entrelazándose entre sí o con 
otras corrientes competidoras (funcionalismo, gestalt, 
psicoanálisis), dieron lugar a teorías con distinto énfasis en 
ciertos aspectos de la conducta y en la interrelación 
organismo-ambiente. 
Después de Watson, G.H. Mead advirtió errores 
relativos a su falta de consideración hacia la conducta 
específicamente humana. Dicho enfoque, llamado 
“conductismo social” (I), repercutió notablemente en 
posteriores interpretaciones (Rotter, del “aprendizaje 
social” II, con más énfasis clínico, Staats, del “conductismo 
social” II [actualmente llamado “conductismo paradig-
mático” o “psicológico”]; etc.). Luego, el conductismo se 
disgregó en dos grandes opciones debido a la inclusión de la 
variable “organismo” en el continuo E-R: la radical y la 
mediacional (o metodológica). 
La vertiente mediacional se dividió en las líneas 
motivacional (Hull) y propositiva (Tolman)6. Ellos 
influyeron sobre modelos tales como los “neurales” (por 
ejemplo Lashley o Hebb), de “aprendizaje social” I 
(Dollard, Miller, Mowrer), y II; “biofactoriales” (Eysenck) y 
“fraccionalistas” (Osgood). Adicionalmente, se derivaron 
 
6 También hay que tener en cuenta una tercera opción cuasi-intermedia: 
la asociacionista de contigüidad (Guhtrie), con poca repercusión 
posterior. 
 25 
modelos clínicos como el de “inhibición recíproca” de 
Wolpe y el “multimodal” de Lazarus. 
La opción radical se dividió en dos líneas: una, la 
“operante” (Skinner), cuyos desarrollos recientes se 
orientan hacia el “contextualismo” (Hayes) y el 
“teleologismo” (Rachlin); otra, la “interconductual” I 
(Kantor), de cuya matriz metasistémica se deriva el actual 
modelo interconductual II u organizativo (Ribes). 
Por el lado propositivo, específicamente, surgieron las 
variantes más heterodoxas: “conductuales-cognitivas” o 
“cognitivo-conductuales” (Ellis, Beck, Meichembaum, 
Mahoney, D’Zurilla, Lazarus, Feuerstein y otros), 
constructivistas (Mahoney, Meichembaum), 
“informacionales-ecológicos” (Neisser) y “conductual-
operatorios” (Bruner), éste último ya lejano al conductismo. 
Existen también variantes mixtas como los del 
“conductismo psicológico” (Staats) y “social-cognitivo” 
(Bandura), que incorporan elementos respondientes, 
mediacionales y operantes. Pueden mencionarse igualmente 
el modelo de Gagné, producto de una mixtura 
informacional-cognitivo-operante, y modelos específicos 
referidos a sectores de interés aplicativo como la “terapia 
conductual dialéctica” de Linehan, cercana al cognitivismo, 
o la “biorretroalimentación” (N. Miller). 
El corte transversal impuesto de inmediato al observar 
las ramificaciones terminales, muestra que las vertientes 
actuales (con matices internos) son: 
 
1. Radical operante y contextual. 
2. Radical de campo interconductual. 
3. Paradigmática. 
4. Biofactorial-cognoscitiva. 
 26 
5. Neural. 
6. Social-cognitiva y cognitivo-conductual. 
7. Informacional-ecológica. 
8. Constructivista. 
 
De ellas es justo decir que parte de (6), (7) y (8) son 
ya intencionalmente periféricas o centrífugas a la 
concepción conductista (como se dijo antes, pueden 
llamarse “paraconductistas”). Además, han habido 
recambios y evoluciones de ciertos representantes en el área 
de su trabajo; por ejemplo Neal Miller, quien inicialmente 
se preocupó por armonizar los conceptos psicoanalíticos 
con los principios E-R (aprendizaje social I), interesándose 
luego por investigaciones de laboratorio sobre 
condicionamiento instrumental de respuestas autonómicas. 
Otro ejemplo notorio es Osgood, quien terminó su carrera 
muy metido en la teoría dela información. G. Miller se 
convirtió en cognitivo, y el último gran “transfuga” es 
Mahoney, quien derivó del aprendizaje social al 
constructivismo, donde también destaca Vittorio Guidano y 
su vertiente “cognitivo-estructural”. 
En suma, un panorama muy complejo y poco estable, 
tentativo y relativo al momento en que se hace la revisión. 
La tabla 1.1, de la siguiente página, resume 
apretadamente aquello que enfatiza cada una de las 
corrientes en cuanto a su investigación actual (centro de 
interés teórico y/o práctico). 
La revisión precedente debe probar que el 
conductismo histórico tiene facetas enormemente 
complejas, que su impronta sobre la disciplina psicológica 
es mucho mayor de lo que generalmente se admite, y que no 
 27 
debe extrañar, por ello, que haya variantes tecnológicas 
igualmente prolijas como las que se verán más adelante. 
 
 
Tabla 1.1. Vertientes conductistas y para-conductistas actuales. 
 
 
VERTIENTE 
 
CENTRO DE INTERÉS 
 
 
Radical operante, contextual 
y analítico-funcional 
 
 
Conducta guiada por reglas 
Contexto lingüístico 
Radical de campo interconductual Conducta inteligente 
Lenguaje 
 
Paradigmática (“Psicológica”) Aprendizaje de conducta 
social compleja 
 
Biofactorial-cognoscitiva Factores de la personalidad 
Estados y rasgos 
 
Neural Biología de la conducta 
Genética conductual 
 
Social-cognitiva y 
cognitivo-conductual 
Procesos cognitivos relacionales 
Terapia racional 
 
Informacional-ecológica Percepción del ambiente 
y procesos de información 
 
Constructivista Constructos y narrativas 
personales 
Significados clínicos 
 
A continuación, por fin la figura 1.3., donde se ve 
(parcialmente) un diagrama histórico transversal y 
 
28 
 
 
 
 
 
 
 
 THORDNIKE THORDNIKE THORDNIKE THORDNIKE 
 CONEXIONISMO 
Evolucionismo - Materialismo siglo XIX 
Fisiología SN - Medicina Experimental 
Psicología Comparada 
 
 
 
 
WATSON 
 
 
 
 
 
 
 
 PAVLOV 
 REFLEXOLOGIA 
 
 
 
 
 
 
KANTOR 
INTER 
CONDUCTISMO I 
 
 
 
 
 
 
SKINNER 
CONDUCTISMO 
OPERANTE 
 
 
 
 
 
 
HULL 
CONDUCTISMO 
FORMAL 
 
 
 
 
 
 
TOLMAN 
CONDUCTISMO 
PROPOSITIVO 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 RACHLIN 
 CONDUCTISMO 
 TELEOLOGICO 
 
 
 
 
 
EYSENCK 
CONDUCTISMO 
BIOFACTORIALISTA 
 
 
 
 
 
 MILLER 
 APRENDIZAJE 
 SOCIAL I 
 
 
 
 
 
ROTTER 
APRENDIZAJE 
SOCIAL II 
 
 
 
 
 
 
RIBES 
INTER 
CONDUCTISMO II 
 
 
 
 
 
 
HAYES 
CONTEXTUALISMO 
FUNCIONAL 
 
 
 
 
 
 
STAATS 
CONDUCTISMO 
PSICOLOGICO 
 
 
 
 
 
 
 
BANDURA 
SOCIOCOGNITIVISMO 
 
 
 
 
 
 
 
ELLIS LAZARUS 
TREC MULTIMODAL 
 
 
longitudinal 
del 
paradigm
a 
conductista. 
L
as 
flechas 
no 
indican necesariam
ente una influencia directa. 
 F
ig. 1.3 
 
 
 
 29 
 
 
 
 
2. ELEMENTOS Y TIPOS 
DE INGENIERÍA 
COMPORTAMENTAL 
 
 
 
 
 
e puede definir sumariamente la ingeniería del 
comportamiento como la aplicación práctica y precisa 
de conocimientos científicos para la elaboración, 
perfeccionamiento y manejo de técnicas de esta-
blecimiento, mantenimiento o eliminación de conductas 
humanas. En seguida se examinarán simplificadamente los 
principales supuestos de su concepción: 
 
 
SUPUESTOS DE LA INGENIERÍA 
CONDUCTUAL 
 
La conducta humana se conforma 
y puede describirse en base a leyes 
 
Plantea, así, preceptos y metodologías sistemáticas 
para el análisis experimental de la conducta. Este énfasis 
especifica relaciones de funcionalidad entre variables 
S 
 30 
independientes y clases de respuesta, descubriendo sus 
parámetros de medición, registro y control. 
En el quehacer científico, explicar y predecir un 
acontecimiento es identificar las condiciones antecedentes 
que dieron lugar al hecho y demostrar que la descripción de 
aquel es deducible de leyes generales ya establecidas. Suele 
ofrecerse de Bergmann (filósofo en cierto momento muy 
ligado a K. W. Spence) un sencillo ejemplo que muestra 
cómo puede explicarse y predecirse un fenómeno partiendo 
de una pregunta que, en este caso, es: “¿Por qué hierve el 
agua?”, lo que da lugar a un silogismo (Reese y Lippsitt, 
1976, trad. esp.; p. 24): 
 
a) Esto es agua. Condiciones antecedentes 
b) La estamos calentando. 
 
c) Cuando se calienta el agua, hierve. Esquema de una Ley 
 
d) Esto hierve (hervirá). Deducción-predicción 
 
Con la misma sencillez, se pueden sustituir las 
proposiciones del silogismo involucrando un procedimiento 
de ingeniería conductual. La pregunta, esta vez, podría ser: 
“¿Cómo decrece una respuesta de agresión?” 
 
a) Esta es una tasa de respuestas (TR) de agresión. 
b) Se le aplica una técnica conductual de costo de 
respuesta7 
c) Cuando se aplica el costo de respuesta, la TR de 
agresión decrece. 
d) La TR de agresión decrece(rá). 
 
7 Como parte de un sistema de economía de fichas. 
 31 
El conjunto de postulados y la deducción constituyen 
una explicación descriptiva y predictiva de los hechos. El 
segundo ejemplo, no obstante, es diferente del primero: se 
refiere a eventos probables y, por lo tanto, no 
necesariamente causales. 
En dicho sentido, la naturaleza de la explicación 
psicológica es similar en todos los órdenes, sustituyéndose 
el tipo de conexión causal por el de dependencia funcional 
covariante o probabilitaria. Allí, la corrección implicativa 
de la fórmula tradicional: “Si X, entonces Y” (utilizada en 
las ciencias naturales y formales) por: “Dadas ciertas 
condiciones A y Z, si X y A, entonces Y”, utilizada en la 
psicología conductual, ilustra la diferencia. 
 Al hablar de “principios y metodologías sistemáticas 
en función a leyes” no se atenta contra la base humanista de 
la intervención psicológica, como frecuentemente se 
interpreta, creyendo que su enfoque científico “robotiza” la 
relación entre el analista y su cliente. El caso es que la 
empatía, y todo lo que da calor humano a dicha relación, 
siguen siendo factores importantes dentro del marco 
sistemático; aunque es indudable que éste da menos espacio 
para la “espontaneidad”. 
 
Propicia una estrecha colaboración entre 
las áreas experimental y aplicativa 
 
Lo ideal para un ingeniero de la conducta es que 
tenga, a lo menos, sino un ejercicio directo, un 
conocimiento o interés por la investigación y sus resultados. 
Así, la condición básica para llevar a cabo eficientes 
procedimientos de intervención es aunar a las cualidades 
personales (vocación, empatía, etc.), y de experiencia 
clínica, un entrenamiento científico que permita el dominio 
 32 
de técnicas experimentalmente probadas8 . La lista de 
investigaciones que dieron y dan lugar a estas técnicas es 
bastante larga. Un ejemplo de ello es la obra de Sandler y 
Davison (1977, trad. esp.). 
Viene a cuento traer aquí a colación el concepto 
formulado por Gramsci (1967, t.e.) acerca del intelectual 
orgánico, cuyo espíritu radica en la posibilidad de que no 
haya acción humana —incluso al amparo de un oficio 
técnico— que no manifieste alguna actividad intelectual. El 
intelectual orgánico, desde esta perspectiva, no es más que 
un técnico especializado que cumple funciones necesarias 
en el campo de la producción social, en conexión con el 
estamento que le da origen como organizador de las 
condiciones más favorables para su establecimiento. 
De semejante manera, en la idea conductual el 
psicólogo aplicado debe ser el intelectual orgánicamente 
ligado al básico, y como tal debe actuar en función al 
conocimiento científico aportado por aquel, retro-
alimentándolo a su vez con los resultados que se 
desprenden de sus aplicaciones. 
 
El objeto de análisis es la interacción 
del individuo con su ambiente 
 
La interacción puede asumir diversas modalidades. 
Empíricamente, la conducta ocurre en un flujo de tiempo y8 Esta posición es discrepante con la tradicional, acerca de que el 
“ingeniero de la conducta” puede ser, en todos los casos, sólo un para-
profesional entrenado en la ejecución de las técnicas. En la práctica 
más compleja, sobre todo con clientela individual, es evidente que las 
intervenciones mecánicas —típicas de la falta de dominio teórico de 
los simples ejecutores—, son inefectivas y desprestigian el enfoque de 
la conducta. 
 33 
espacio (geografía) que tiene propiedades continuas 
relacionadas con diferentes fenómenos ambientales físicos 
(ecología) y sociales (demografía). En tal sentido, es 
susceptible de una descripción morfológica (topografía) 
mediante la cual pueden tomarse componentes de dicha 
continuidad (variables discretas llamadas estímulos y 
respuestas), con el fin de especificar su grado de fuerza 
(frecuencia, duración, latencia, intensidad) y su 
probabilidad disposicional de ocurrencia en un momento 
dado. Esta probabilidad se halla inserta en la filogenia 
(factores genéticos y fisiológicos) y en la ontogenia 
(factores históricos) del organismo. 
Tales parámetros constituyen regularidades que en 
una representación simplificada (y por tanto aproximativa) 
de fenómenos reales cuya complejidad se sabe mayor, se 
conceptúan de variadas formas (ecuaciones conductuales). 
Una de ellas es la de Kantor (1978, trad. esp.), que instaura 
una relación de campo integrado en la cual todos los 
elementos son interdependientes (funciones de estímulo-
respuesta, factores disposicionales e históricos, medios de 
contacto). Otra es la de Kanfer y Phillips (1980, trad. esp.), 
que sintetiza cinco grandes conjuntos de variables presentes 
en la interacción individuo-ambiente: ESTÍMULO-ORGANISMO-
RESPUESTA-CONTINGENCIA-CONSECUENCIA. 
Los estímulos son las condiciones intra o extra-
orgánicas que se relacionan funcionalmente con el 
comportamiento, pudiendo evocar reacciones reflejas (como 
en el caso de los estímulos incondicionados), o requerir de 
un proceso gradual de discriminación que les da el papel de 
“señales” o “signos” (estímulos condicionados). En este 
caso típico de la conducta humana, es el ambiente social es 
que configura funciones sustitutivas (lingüísticas y 
simbólicas) de estimulación, que no requieren la presencia 
 34 
explícita de algún objeto en particular. Por ello pueden ser 
estímulos las normas, las instituciones, los gestos no 
intencionados, etc.). El concepto para dimensionar un 
contexto situacional estimulativo ha sido propuesto por 
Barker (Cit. por Caballo, 1991, p. 859), quien sugirió llamar 
a la unidad de análisis del ambiente “escenario conductual” 
(con diversos componentes). 
El organismo incluye la consideración del estado 
biológico (genético, fisiológico, neurológico, bioquímico y 
mecánico), cognitivo (verbalización interna o pensamientos 
y creencias del individuo) y afectivo (estados de ánimo, 
actitudes, etc.), que operan como disposiciones facilitadoras 
o interferentes con el establecimiento de funciones de 
estímulo y de respuesta presentes o futuras. 
Las respuestas son aquellas acciones o repertorios 
variados del individuo que entran en relación con estímulos. 
Pueden ser respondientes (si son controladas reflejamente 
por alguno en particular), u operantes (si son controladas 
por las consecuencias que las siguen). Sus propiedades 
permiten agruparlas en clases genéricas con base en los 
parámetros de fuerza, geografía, topografía y demás que las 
caracterizan, constituyéndose en la unidad central del 
análisis evaluativo y modificador. Como los estímulos, 
también conforman funciones sustitutivas. 
La contingencia se entiende conceptualmente como la 
interdependencia de todas las variables presentes en un 
segmento de interacción, y analíticamente como una 
relación temporal entre los eventos antecedentes, las 
respuestas y sus consecuencias. Los diversos arreglos de 
esta relación modifican dinámicamente (momento a 
momento) el carácter del episodio contingencial (Ribes y 
López, 1985). 
 35 
La consecuencia es aquel evento que sigue a la 
emisión de una respuesta. Si su efecto es reforzante 
(exitoso), tenderá a incrementar la fuerza o la probabilidad 
de que la respuesta vuelva a producirse. Si no lo es, el 
efecto será el contrario. La naturaleza del refuerzo puede 
atribuirse a la satisfacción de ciertas necesidades primarias 
o secundarias, o al escape de situaciones incómodas para el 
individuo. 
Entonces, en el trabajo conductual se acostumbra 
definir clases genéricas de fenómenos ambientales u 
orgánicos que comparten determinadas propiedades (fuerza 
[frecuencia, duración, latencia, magnitud], geografía, 
ecología, demografía, topografía y probabilidad, amén de la 
naturaleza fisicoquímica organísmica y/o convencional de 
los elementos) en torno a la definición de clases de 
respuesta y de estimulación (Viladrich, 1991); por ejemplo, 
la conducta de "cooperar con otros niños" puede 
componerse de múltiples acciones interpersonales 
(compartir juguetes, prestarlos, ayudar, etc.). Esto 
independientemente de que otras propiedades (contactos 
temporales, correspondencia funcional referencial o no 
referencial, etc.) ajenas a la definición hagan diferentes tales 
acciones (Ribes, Fernandez y López, 1980), siendo la 
unidad de análisis genérico la respuesta y su tasa. 
Técnicamente, se habla de enfoque molecular en el 
sentido de que cada miembro de una clase conductual es 
susceptible de ser estudiado en sus unidades básicas, 
fraccionadas para el efecto. Se habla asimismo de enfoque 
molar connotando que, a su vez, cada clase general puede: 
a) ser la referencia para descubrir el orden y finalidad 
subyacente a la variedad de sus elementos, lo cual 
conlleva sistematizacciones de áreas de investigación y 
 36 
resolución de problemas teóricos, y b) constituir una 
herramienta heurística para abrir caminos en campos poco 
conocidos y profundizados (por ejemplo el examen de la 
conducta implícita llamada "pensamiento"). 
Tales enfoques no pierden de vista que sólo su 
estrecha ligazón puede asegurar el cumplimiento del 
principio de parsimonia —indispensable en la ciencia—, y 
por otra parte, que únicamente son categorías conceptuales 
de diverso grado (nomológicas y nomopragmáticas) para 
dimensionar el continuo conductual, cuyo flujo geográfico y 
topográfico no se detiene. 
Ahora, como en el caso de los modos de explicación, 
en los dos tipos de análisis hay gradaciones y relatividades. 
Los términos de "ejecución" y "desempeño", por ejemplo, 
no son equivalentes como factores moleculares. La 
ejecución o respuesta implica un tipo de actividad 
consumatoria, aislada y observable en un segmento muy 
pequeño de tiempo y espacio, en cambio, un desempeño 
puede concebirse como un conjunto de ejecuciones 
dirigidas a cierto logro (Montgomery, 2000a). 
Igualmente, en el enfoque molar existe lo que en 
teoría sistémica se llama holon (Anderson y Carter, 1994, 
trad. esp.), concepto señalador de que toda totalidad puede 
ser considerada también como instancia constitutiva de otra 
supraordinada. Por ejemplo, la conducta perceptual engloba 
una gran cantidad de componentes y parámetros 
respondientes, operantes, selectores, físicos y 
convencionales, etc.; pero a su vez es tributaria de formas 
más globales: las conductas simbólicas, lingüísticas y 
sociales. 
Obviamente tales precisiones muestran que no se 
afirma a rajatabla que el todo sea la suma de las partes, sino 
 37 
que éste es en sí mismo una formación cualitativa distinta. 
La naturaleza de tales "cualidades" no se debe, por 
supuesto, atribuir a "esencias internas" o algo por el estilo, 
sino a configuraciones contingenciales cuya interacción 
produce efectos de otro orden. 
El caso es que las relaciones de un individuo con su 
entorno constituyen un campo complejo en que destaca la 
consideración de sistemas de interacciones: a) la situación 
inmediata en que se encuentra (un complejo de estímulos 
circundantes que comprendenobjetos, personas y eventos), 
describible siguiendo la pauta de observar quién está 
implicado en el episodio, qué sucede, cuándo y dónde se 
produce la conducta, b) la historia personal del sujeto y su 
aprendizaje, describible mediante la investigación sobre sus 
aspectos biográficos y la evaluación de sus conocimientos y 
habilidades, y c) los factores de tipo disposicional, 
determinados por sus tendencias a responder sobre la base 
de interacciones anteriores o estados fisiológicos 
particulares. Semejante red confluye en un sólo episodio 
que da lugar al comportamiento observado. 
 
Se basa en el rendimiento, tratando 
la conducta problema por sí misma 
 
Lo que importa, finalmente, es lo que el individuo 
hace o dice (Sulzer-Azzaroff y Mayer, 1991)9, y no el 
supuesto “conflicto” interno subyacente, sea éste concebido 
como “enfermedad” o como “pugna inconsciente”. La única 
medida válida de cualquier cambio en el comportamiento es 
 
9 Esta afirmación debe tomarse como cierta en el contexto de lo dicho 
anteriormente acerca de las particularidades del comportamiento 
como interacción 
 38 
el comportamiento mismo. No hay, en tal sentido, 
conductas “normales” ni “anormales” per se, estimándose 
que tales criterios obedecen a normas valorativas 
predominantes en la comunidad de referencias (enfoque 
estadístico), a veces impuestas por los intereses de 
estamentos dominantes con propósitos de marginación a 
ciertos grupos sociales. 
Al respecto, no se debe pasar por alto que, en calidad 
de verdadero científico aplicado, al profesional de la 
conducta tendrá que exigírsele una ética que discrimine la 
conveniencia o no de los cambios psicoterapéuticos o 
psicopedagógicos en el marco de los cauces ideológicos del 
análisis histórico-social (base y superestructura, clases 
sociales, modos de producción, ideologías de la clase 
dominante y dominada, etc.); que configuran, traduciéndose 
en circunstancias concretas, las contingencias en las cuales 
se desenvuelven los individuos (ver Ribes, 1975, pp. 18-19; 
Bayés, 1984, p. 202). Evidentemente, eso supone en el 
psicotecnólogo una cultura general sociopolítica y filosófica 
que muchos menosprecian, creyendo ingenuamente que sus 
procedimientos son “neutros”. En todo caso, debe quedar 
claro que dicho menosprecio no es parte de una doctrina 
conductual. 
La investigación seria muestra que las etiquetas 
psiquiátricas (reflejo ideológico supremo de una ética 
alienada) son pobres descriptores de la conducta de los 
individuos atípicos, no siendo confiables ni recomendables 
para la interacción del dador del servicio con su cliente por 
las implicaciones rotuladoras sugestivas que tienen, 
predisponentes a estereotipar juicios, entrevistas y 
procedimientos de intervención (Bayés, 1977; Mischel, 
1981, trad. esp.). Por ello, aun cuando en algunas variantes 
 39 
conductuales se siguen utilizando ciertos términos 
psiquiátricos como los especificados en el DSM IV o el 
CIE-10, estos no son en gran parte más que recursos 
metafóricos para conceptuar las características gruesas de la 
conducta general o de las respuestas-meta, sin mayor 
incidencia en la metodología. 
 
Especifica objetivamente las etapas del tratamiento 
y el registro riguroso de los repertorios del 
individuo en cada una de ellas 
 
Destaca, en dicha línea, el análisis del cambio 
individual y su estudio intensivo y controlado a través de las 
fases inicial, intermedia y final de la intervención, mediante 
registros y gráficas que muestren la evolución de la fuerza 
y/o topografía de las respuestas, de acuerdo con la técnica 
utilizada. Este análisis puede o no incorporar 
procedimientos estadísticos y psicométricos (véanse Castro, 
1979; Silva, 1993). 
 
Aplica los principios experimentalmente 
confirmados 
 
Toda la tecnología conductual se extrae, 
esencialmente, de una serie de regularidades certificadas 
por su prueba en condiciones repetidas. En especial los 
principios del reforzamiento y la extinción, el 
contracondicionamiento, la discriminación y el mode-
lamiento. La obra de Sandler y Davidson (1977, trad. esp.), 
ya mencionada en este mismo capítulo, muestra gran 
cantidad de ejemplos referidos a la investigación 
experimental de esos procesos. 
 40 
Aun cuando algunas malas interpretaciones del 
análisis experimental de la conducta (como la de Nudler, 
1979, trad. esp.) dudan de la ligazón de sus principios con 
las aplicaciones conductuales, de ellos se derivan multitud 
de variaciones y técnicas operativas para gran cantidad de 
problemas, al punto que, con toda seguridad, se puede decir 
que no existe otro enfoque psicológico que haya desplegado 
sus aplicaciones a tantos campos del quehacer humano y 
con tanta efectividad. En Montgomery (2000b) se hace un 
balance sumario de tales contribuciones. 
 
TIPOS DE INGENIERÍA CONDUCTUAL 
 
El amplio rango de procedimientos tecnológicos 
agrupados bajo la denominación de ingeniería de la 
conducta puede dividirse en dos tipos genéricos: a) 
tecnología del control por el estímulo, y b) tecnología de 
administración de contingencias; cuyas relaciones se 
sintetizan en la composición de la secuencia de tres 
términos (Homme y cols., 1977; trad. esp..): 
 
 Tecnología de Estímulo 
 control por el estímulo discriminativo 
 INGENIERÍA DE 
 LA CONDUCTA Tecnología de Actuación 
 administración 
 de contingencias Hecho 
 reforzante 
 
Igualmente, las combinaciones de ambos tipos y la 
naturaleza de los valores asumidos para dar cuenta de la 
secuencia, originan líneas novedosas para el planteamiento 
de los problemas y las soluciones. A esas líneas se les 
 41 
podría llamar: c) tecnologías mixtas y tecnologías 
heterodoxas, según su grado de “acercamiento” o “lejanía” 
del tronco primitivo. 
Cabe manifestar que a la tecnología de tipo (a) 
corresponde el desarrollo primario de la terapia conductual 
(TC), a la de tipo (b) el desarrollo de la modificación de 
conducta (MC) o análisis conductual aplicado (ACA), y a la 
de tipo (c) el desarrollo de las terapias de aprendizaje social 
y cognitivo-conductual. Seguidamente, se verá cada rubro. 
 
 
TECNOLOGÍA DE CONTROL 
POR EL ESTÍMULO 
 
Terrace (1976, trad. esp.) define el control por el 
estímulo como el grado en que el valor o magnitud de un 
evento antecedente determina la probabilidad de ocurrencia 
de una respuesta condicionada. Esta definición de 
laboratorio es variada por Homme y cols. (1977, trad. esp.) 
en función a las preocupaciones aplicadas sustituyendo 
“valor o magnitud” por “presencia o ausencia” del estímulo 
(p. 55), en una relación de probabilidad dicotómica. 
Como lo involucrado en esta tecnología es la 
organización de los estímulos a los que responde un 
individuo, Kanfer y Phillips (1980, trad. esp.) prefieren 
utilizar el epíteto de “control de las relaciones estímulo-
respuesta” (p. 113), haciendo hincapié en que los elementos 
de la ecuación conductual subyacentes a tal enfoque son los 
de E-O-R, y su sustento experimental el paradigma 
pavloviano. 
Según se sabe, el paradigma del condicionamiento 
clásico pavloviano incluye las operaciones de: a) medición 
 42 
de una respuesta incondicionada (salivación) ante la 
presentación de un estímulo incondicionado (polvo de 
carne); b) apareamiento repetido de dicho estímulo con uno 
neutral (sonido contingente), y c) medición de la misma 
respuesta (ya condicionada) tras la aplicación del estímulo 
inicialmente neutro y ahora dispuesto conlas mismas 
propiedades elicitadoras del estímulo incondicionado. 
Al experimentar estos procedimientos apareando 
estímulos “nocivos” (ruidos fuertes, tareas sobrecargadas, 
choques eléctricos, etc.), apareció el fenómeno de “neurosis 
experimental” en niños y animales: respuestas de desarreglo 
nervioso y somático (sudores, temblores, taquicardias, etc.) 
acompañadas de conductas de emergencia, evitación o 
escape. Asimismo se investigaron los trastornos 
emocionales extendidos a manifestaciones de desórdenes 
corporales graves (asma, colitis, úlceras), aprendidos 
mediante cadenas de respuestas inadaptativas (Sandler y 
Davison, 1977, trad. esp.). 
 
La terapia conductista 
 
El mérito de ser el primer hito histórico de extensión 
terapéutica de los reflejos condicionados a la neurosis 
(concretamente a pacientes con problemas de asertividad), 
corresponde a Salter, en 1949 (Delgado Senior, 1983; p. 
132). Su terapia, basada en la hipótesis de que los 
transtornos neuróticos son resultado de una inhibición 
cortical, no consta, sin embargo, más que de algunos 
ejercicios elementales de entrenamiento asertivo. 
Dollard y Miller, en 1950 (1981, trad. esp.) hacen el 
replanteo inicial de la teoría estímulo-respuesta de la 
personalidad (variante hulliana) a la psicoterapia tradicional 
 43 
de corte psicoanalítico. Aunque aceptan los constructos 
fundamentales del psicoanálisis y el modelo de relación 
interpersonal imperante en la clínica, sustentan la necesidad 
de organizar los datos empíricos en torno al aprendizaje y 
desaprendizaje de la neurosis. Para ellos, la conducta 
neurótica sigue siendo, sin embargo, “síntoma” de 
conflictos centrales subyacentes. 
Sucedáneos a tal enfoque, aunque con características 
distintas, son teóricos como Eysenck (1983, trad. esp.) y 
Wolpe (1981, trad. esp.), quienes, como dice Graziano 
(1977, trad. esp.): “proponen unas concepciones de las 
neurosis claramente similares, considerándolas como pautas 
de hábitos desadaptados, constituídos y establecidos 
mediante condicionamiento” (pp. 20-21). Como Dollard y 
Miller, consideran que el reforzamiento viene por reducción 
del impulso, pero no aceptan que la neurosis sea una 
condición central interna. Eysenck, lo mismo que Wolpe, 
piensa que la propia conducta neurótica es la condición 
neurótica (enfoque sintomal de respuestas emocionales 
inadaptativas), por lo que la estrategia de solución es, 
genéricamente: a) identificar sus estímulos controladores, y 
b) tratar de debilitar sus vínculos, fortaleciendo en cambio 
aquellos con nuevas respuestas adaptativas (Hall y Lindzey, 
1980, trad. esp.). 
Habiendo esta corriente tomado inspiración de Hull y 
Pavlov, sus contribuciones conforman la representación por 
excelencia de la terapia conductista clásica, que, desde la 
órbita de sus autores (Eysenck y Wolpe), incluye además de 
la extinción y recompensa, las prácticas del contra-
condicionamiento para tratar neurosis ansiógenas, la terapia 
asertiva para mejorar aspectos de personalidad, y la terapia 
aversiva para desviaciones sexuales, vicios, etc. (véase 
 44 
Eysenck, 1987, trad. esp.; para una revisión exhaustiva de 
sus aportes en cada campo). 
La mayoría de estos procedimientos no implican el 
condicionamiento clásico “puro”, por las varianzas 
impuestas en diferentes organizaciones temporales del 
control por el estímulo, de modo que las técnicas derivadas 
de su ingeniería —salvo la extinción respondiente y la 
estimulación aversiva directa—, podrían enmarcarse 
también con propiedad en la línea llamada “mixta” por el 
autor del presente libro. Debido a razones históricas y 
didácticas, no obstante, se mantienen como aportes 
especiales de la TC. 
 
TECNOLOGÍA DE LA ADMINISTRACIÓN 
DE CONTINGENCIAS 
 
Lo definitorio en este tipo de tecnología es la medida 
en la cual la presencia o ausencia de un evento consecuente 
aumenta o disminuye la probabilidad de ocurrencia de una 
respuesta. Su paradigma de sostén es el condicionamiento 
operante, elaborado por Skinner (1989, trad. esp.) sobre la 
Ley del Efecto de Thordnike, partiendo de la especificación 
de una relación contingencial entre la respuesta y su 
consecuencia (R-K-C) en un determinado arreglo temporal. 
Los primeros estudios experimentales relativos a 
transtornos de la conducta señalan un fenómeno llamado 
“supresión condicionada”, ocasionado por procedimientos 
en los cuales un estímulo inicialmente neutro adquiere 
propiedades aversivas incidentes en la interrupción de la 
respuesta instrumental; fundamentando la adquisición 
operante de la ansiedad (Estes y Skinner, 1974, trad. esp.) y 
de la evitación (Sidman, 1972, trad. esp.). También 
 45 
destacan investigaciones sobre masoquismo, agresión, 
delusión verbal y otras patologías (ver la antología de 
Ulrich, Stachnik y Mabry, 1972, trad. esp.). 
El enfoque operante tiene corolarios más amplios que 
los extraídos del paradigma respondiente, porque la 
administración de contingencias, al tomar también 
principios experimentales de éste último, abarca tanto los 
estímulos antecedentes como los consecuentes. Así, su 
modelo tecnológico se aplica tanto a la clínica como a la 
educación. 
 
La modificación de conducta 
 
Paradójicamente, la denominación “terapia de la 
conducta” aparece en el seno de la MC, por aplicarse 
inicialmente de forma consciente para problemas de orden 
clínico, con esquizofrénicos (ver Skinner, 1974, trad. esp.). 
Luego, Eysenck recoge el apelativo y lo adecúa a su propio 
enfoque, quedando entonces el rótulo de modificación de 
conducta o análisis conductual aplicado para la tecnología 
derivada de la administración de contingencias, distinguible 
además por su metodología de control, diseño intrasujeto, 
selección de variables estrictamente observables (sin la 
mediación de constructos mentalistas o fisiologistas), la 
precisión de las medidas, etc. (Baer y cols., 1972, trad. 
esp.). 
En el modelo operante los tecnólogos de la conducta 
programan y ejecutan, mediante la utilización de refuerzos 
apropiados, formas de moldear el comportamiento terminal 
deseado y debilitar las respuestas no deseables. La 
introducción del método de economía de fichas como un 
sistema de reforzamiento basado en el uso de objetos 
cambiables que se dan al individuo de manera contingente a 
 46 
dichas respuestas (Ayllon y Azrin, 1974, trad. esp.), es el 
hito más sistemáticamente elaborado dentro de la 
modificación de conducta, así como la tecnología 
instruccional (planeamiento programado de objetivos 
pedagógicos y su cumplimiento en etapas) lo ha sido en el 
ACA, con mayor énfasis en la educación. Aparte de ello, 
prácticamente no existe campo alguno donde no se 
desplieguen procedimientos operantes de cambio 
conductual. Sus recursos principales son técnicas derivadas 
del reforzamiento, la extinción y el castigo. 
La renovación de este enfoque viene con el 
contextualismo de Hayes (1987, 1994), quien supone 
fundamental el papel del lenguaje en la estructuración de 
reglas que rigen la conducta operante. Ergo, las 
contingencias se consideran conformadas por un contexto 
social verbal, y, a partir de allí, se postulan los 
procedimientos de la terapia de aceptación y compromiso 
como una alternativa contextual operante al uso de técnicas 
con fundamento cognitivista y constructivista. 
 
TECNOLOGÍAS MIXTAS 
O HETERODOXAS 
 
En rigor, es un hecho que la práctica combinada de las 
tecnologías conductuales —a veces con el añadido explícito 
de variables “sobresignificativas” (constructos)—, es lo más 
frecuente. Para efectos de mejor comprensión, se divide este 
tercer grupo en tecnologías mixtas (que hacen prevalecer 
mezclas de procedimientos operantes y respondientes), y 
heterodoxas (que además de ello incluyen conceptos 
mentalistas). Estas líneas se han englobado indistintamente 
con los epítetos de “modificación de conducta” (Mahoney, 
 47 
1983, trad. esp.), o “terapia de la conducta” (Kanfer y 
Phillips, 1980, trad. esp.); en ocasionescon el adjetivo de 
“cognitivas”10. 
 
Tecnologías mixtas 
 
Generalmente se reconoce que la diferenciación hecha 
con fines experimentales entre los procesos de 
condicionamiento respondiente y operante es no sólo 
artificial, sino también ficticia. El estímulo incondicionado 
casi siempre tiene funciones reforzantes, y además, como 
señala Staats (1979, trad. esp.), directivas para clases de 
respuestas más amplias que la simple conducta operante. 
Pese a que al principio se creyó que el 
condicionamiento clásico sólo afectaba tipos de respuestas 
emocionales e involuntarias, y el instrumental solamente 
respuestas motoras y voluntarias, las investigaciones de 
Miller, en 1969 (ver Ardila, 1985, pp. 70 y ss.), sobre la 
posibilidad de condicionar operantemente las respuestas del 
sistema nervioso autónomo, echan por tierra tales 
diferencias; propiciando además el surgimiento de una 
interdisciplina llamada “medicina conductual”, que procura 
equipar al individuo bajo tratamiento de un control de sus 
sistemas interoceptivos alterados (presión sanguínea, 
cortical, sensibilidad cutánea, migraña, etc.). 
 
10 Eysenck, en su prólogo al reciente libro editado por Caballo (1997) 
con contribuciones de psicoterapeutas hispanos, se refiere a lo 
redundante que resulta denominar “cognitivas” a las terapias 
conductuales, pero justifica dicho apelativo señalando que, después de 
todo, ese rótulo parecería quitar piso a las “objeciones ignorantes” de 
los profanos que pretenden negar que el análisis de la conducta no se 
ocupa de procesos cognoscitivos. 
 48 
Las primeras aplicaciones mixtas de modificación 
conductual se dan en los años veinte, eligiéndose como 
sujetos de estudio a niños pequeños y como reacciones 
condicionadas las fobias. Aunque se pensó aplicar 
procedimientos de puro control por el estímulo, el análisis 
actual de las situaciones experimentales muestra que en 
realidad también estuvieron involucrados elementos de 
condicionamiento operante. 
En el caso de Watson y Rayner (1972, trad. esp.), la 
situación incluyó una variable de castigo como “estímulo 
incondicionado” (golpear una barra produciendo un fuerte 
ruido, cada vez que el niño se acercaba a una rata u objeto 
peludo). En el caso de Jones (citado por Rachman, 1979, 
trad. esp.; p. 11), se descondicionó la fobia a un animal 
apareando la administración de dulces con su presencia. 
Esos experimentos se desenvolvieron en el marco general 
del contra-condicionamiento, que dista mucho de ser una 
aplicación “pura”. 
Entre los modelos que fundamentan procesos 
terapéuticos semejantes, destacan el de “conflicto” de 
Miller, el de “paradoja neurótica” de Mowrer y el de 
“inhibición recíproca” de Wolpe (Sandler y Davison, 1977, 
trad. esp.), cuyo denomonador común es el interés por los 
problemas de ansiedad neurótica. Los dos primeros 
modelos acogen explícitamente el argumento de la 
“pulsión” como energía sobrante de diverso cuño, cuya 
reducción poseería propiedades reforzantes para el 
individuo. Su estrategia, pues, consiste en reducir dicha 
energía mediante técnicas de: a) escape de la situación 
aversiva o molesta, b) recompensa de respuestas 
alternativas, y c) castigo de la conducta mal adaptada. 
 49 
El modelo de inhibición recíproca es más complejo y, 
aunque se basa en hipótesis neurales discutibles, muestra 
una efectividad relacionada con la provocación de 
respuestas antagónicas (por ejemplo la relajación), que 
inhiben la aparición de la ansiedad (Wolpe, 1980, trad. 
esp.). 
Por otra parte aflora la terapia de conducta 
paradigmática (Staats, 1990), ahora llamada “psicológica”, 
una renovación del conductismo social II que visualiza la 
personalidad como la integración de repertorios cognitivo-
lingüísticos, emotivo-motivacionales y motor-sensoriales. 
En la modalidad interconductual o de campo (Ribes y 
Sánchez, 1990; Díaz González y cols., 1989; Ribes y cols., 
1990; Ribes, 1993), se cuestiona la pertinencia de un 
examen comportamental e intervención basados en el marco 
explicativo de la teoría del condicionamiento, pero se 
asume que los procesos respondientes (llamados 
contextuales) son parte constitutiva de los operantes 
(llamados suplementarios), conformando ambos, a su vez, 
la base sobre la cual se erigen los niveles superiores de la 
conducta humana (llamados sustitutivos). La solución a los 
problemas de dicha conducta implica, según eso, que deben 
ampliarse los parámetros de análisis de modo que incluyan 
tales niveles, para lo cual se postulan diversas dimensiones 
fundadas en categorías de tipo disposicional (estilos de 
interacción, motivos y competencias del individuo), 
situacional social (como la conducta afecta y es afectada por 
otros), y macrocontingencial. 
 
Tecnologías heterodoxas 
 
Este grupo de tecnologías se bifurca en dos líneas: 
una proveniente del aprendizaje social y otra más disímil 
 50 
por lo ecléctica, que suele abarcarse con el nombre de 
variantes cognitivo-conductuales. 
a) El aprendizaje social I y II. La teoría e 
investigación del aprendizaje social se llevó a cabo desde 
los años cuarenta, por los modelos de “reducción de la 
pulsión” (Miller, Dollard, Mowrer); del “refuerzo positivo” 
(Skinner), y de la “expectancia” (Rotter). En todos ellos, el 
papel de la recompensa a las respuestas de imitación del 
modelo observado parece ser el factor crucial. 
La opción de Rotter (aprendizaje social II), de la que 
puede hallarse un fragmento en la obra de Millon (1974, 
trad. esp.) y algo más nutrido en Rotter (1964, trad. esp.), 
afirma que hay un locus (centro) de control interno (cuando 
el individuo decide su acción) y otro de control externo 
(cuando las circunstancias lo obligan a ejecutar una 
conducta). La predominancia de alguno de ellos determina 
las características de su personalidad. Además incide en que 
la tendencia a ejecutar un determinado tipo de conducta es, 
parcialmente, función de la expectancia del individuo por 
consecuencias gratificantes. 
Bandura y Walters (1977, trad. esp.; aprendizaje 
social III) sin embargo critican la variante anterior por no 
explicar la aparición de respuestas aun no aprendidas. 
Igualmente destacan que puede haber aprendizaje por 
observación sin necesidad de refuerzo directo, planteado 
como hipótesis que el refuerzo al modelo (vicario) es el 
proceso principal, lo cual lleva a postular variables 
mediadoras alternas a la expectancia (memoria, percepción, 
etc.) entre las operaciones de aprendizaje y la ejecución 
física de la conducta del sujeto que observa. 
El enfoque de aprendizaje social tiene que ver, pues, 
con el desarrollo de nuevos repertorios (actitudes y 
 51 
habilidades) a través de la exposición de un individuo ante 
el comportamiento de otros, y fue propuesto para “superar” 
las insuficiencias de la extrapolación E-R de laboratorio con 
animales a la conducta humana, señalándose que la 
autoverbalización, el pensamiento y demás procesos 
simbólicos modifican la asimilación “pasiva” de patrones 
de respuesta. Sus aplicaciones incluyen tratamientos por 
modelado de comportamientos positivos (refuerzo vicario, 
ensayo conductual), o de reducción del temor (extinción 
respondiente vicaria) ante estímulos aversivos. 
Este enfoque ha sido renovado recientemente por 
Bandura (1987, trad. esp.), quien, aparte de bautizarlo como 
sociocognitivo, ha introducido conceptos de “reciprocidad 
triádica” o “determinismo recíproco” entre acción, 
cognición y factores ambientales. 
b) Las aproximaciones cognitivo-conductuales. He 
aquí una baraja de opciones clínicas y educativas que 
oscilan entre el seguimiento más o menos consecuente de 
los principios operantes y respondientes de orden 
“encubierto” (véase Upper y Cautela, 1978, trad. esp.), 
pasando por las alternativas que vinculan de alguna manera 
sus constructos mediacionales con una metodología de base 
empírica (Meichenbaum y Jarenke, 1987, trad. esp.), y 
aquellasque utilizan libremente tales constructos (en 
algunos casos de procesamiento de información), pero en el 
marco de una instigación sistemática (Ellis, 1980, trad. 
esp.; Feuerstein y cols., 1980; Beck y cols., 1983, trad. esp.; 
Lazarus y Folkman, 1986, trad. esp.; Linehan, 1993); hasta 
los eclécticos que combinan todo lo anterior con técnicas 
introspectivas (Lazarus, 1984, trad. esp.); incluyendo en 
casos ayuda farmacológica (Marks, 1983, trad. esp.). Un 
ingrediente saltante de estas formulaciones es el énfasis en 
 52 
el logro del autocontrol de conductas verbales o afectivas en 
el individuo, mediante un entrenamiento o instigación de su 
capacidad. 
La variante del condicionamiento encubierto consiste 
en aparear sistemáticamente estímulos reales como 
imaginativos a fin de fortalecer o debilitar respuestas, según 
las necesidades terapéuticas. Parecido es el modelo de 
entrenamiento autoinstruccional de Meichembaum, que 
privilegia el “discurso interno” como autoguía para mejorar 
la interacción individual. 
En cuanto a Beck, Ellis y Lazarus, manejan enfoques 
de “reestructuración cognitiva”, consistentes en eliminar las 
ideas irracionales evaluando su lógica errónea y 
sustituyéndola por otra mejor. Arnold Lazarus prefiere una 
terapia multimodal “personalista” que adapte la técnica al 
caso específico sin importar si su sustento básico es 
conductual o no. Marks, finalmente, acude al clásico 
modelo psiquiátrico añadiéndole controles más rigurosos. 
Las tecnologías mixtas y heterodoxas constituyen 
indudablemente la faz actual y más difundida de la 
ingeniería conductista en el área clínica, y su avance es 
vertiginoso. Como dice Martin (1985, trad. esp.): 
 
Nos sentimos verdaderamente impresionados por el abundante 
número y el vigor de los trabajos de investigación y actividad 
clínica en el campo de la terapia conductual. Constantemente se 
descubren nuevas técnicas. La investigación sobre su mecanismo 
y sus fundamentos se publica con tal celeridad, que resulta difícil 
estar al corriente con ella. (p. 212) 
 
A tal punto se manifiesta esa celeridad que hay varios 
recambios en la conceptualización de las variantes más 
heterodoxas, como lo muestra la conversión de Mahoney y 
 53 
Meichembaum en adeptos al constructivismo, declarando 
como “asociacionistas” a las aproximaciones anteriores y 
acercándose todavía más al mentalismo (Pérez Álvarez, 
1996). Otros declarados constructivistas, como Guidano y 
Liotti, a pesar de su cercanía con el enfoque de Kelly 
(contructos personales), aún se sienten “conductual-
cognitivos”. En los últimos capítulos se hace una mención 
de la mayoría de técnicas actuales de ingeniería del 
comportamiento, agrupadas en algunas categorías básicas. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 54 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
SEGUNDA PARTE 
 
Aplicaciones 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 55 
 
 
 
 
3. PROBLEMAS 
APLICATIVOS 
 
 
 
 
 
esempeñar labores aplicativas es parte de la obligación 
profesional. Sin embargo en la ingeniería conductual 
esta actividad no está exenta de problemas ni de cuestiones 
que deben clarificarse primero antes de pasar a la acción. 
Algunas de ellas se examinan en este capítulo. 
 
 
PAPELES DEL PROFESIONAL 
DE LA CONDUCTA 
 
Tradicionalmente se ha escindido la psicología 
humana en cuatro grandes ramas, según las peculiaridades 
de cada campo de acción: clínica, educativa, social y 
organizacional. A su vez, hay aspectos básicos (teórico-
experimentales) y aplicados (prácticos) en cualquiera de 
esas áreas, los cuales, por lo general, entran en 
contradicción cuando no se tiene una doctrina del tipo de 
continuidad que necesita establecerse desde los principios y 
conceptos más elementales hasta los más avanzados (con 
D 
 56 
ciertas limitaciones, como se verá en el último apartado de 
esta sección). 
Para la perspectiva conductual, la continuidad se 
refleja como una progresión de niveles fundamentada por 
las leyes del aprendizaje. En este contexto la ingeniería de 
la conducta dispone de un cuerpo unitario de 
procedimientos generales, aplicables a la multiplicidad de 
aspectos relacionados con la adquisición y desaprendizaje 
de comportamientos específicos (con las variaciones lógicas 
de cada esfera especial y/o el nivel en que se utiliza). El 
profesional orientado hacia la terapia y/o modificación de la 
conducta se mueve o debe moverse en esa serie de planos 
con suficiente soltura. 
Teniendo en cuenta esto, la naturaleza diversa de los 
problemas enmarcados en las grandes ramas mencionadas 
no presenta barreras que las distingan unas de otras en 
forma clara, con relación al trabajo estrictamente 
psicológico. En todas esas parcelaciones de la psicología 
humana, el profesional de la conducta puede desempeñarse 
como: 
1) Investigador, sometiendo hipótesis a verificación, 
confeccionando diseños y programas, construyendo 
pruebas, listas de chequeo y escalas, entrenando personal 
para el manejo y disposición metódicos, etc. 
2) Psicómetra, tomando, procesando e interpretando 
diversos test con vistas a orientaciones individuales o de 
grupo. 
3) Ingeniero propiamente dicho, manejando técnicas 
de modificación o terapia del comportamiento. 
4) Facilitador de relaciones humanas, asesorando 
personas y grupos en situaciones interindividuales y 
colectivas. 
 57 
Tales tareas suponen que la preparación académica 
debe apoyar un desempeño amplio, sin querer decir por ello 
que se abandone la especialización. Como dice Fernández 
(1974; pp. 293-294): 
 
La tarea del psicólogo, en general, es la de crear, modificar o 
predecir conductas. Cuando cambia la de un ejecutivo en una 
empresa mediante un adecuado entrenamiento, le llamamos 
industrial; cuando pronostica, en base a las respuestas a una 
escala de actitudes, el incremento en el prejuicio contra un 
grupo minoritario, le denominamos social; cuando hace 
desaparecer los síntomas desadaptadores de la conducta de 
una persona, le llamamos clínico, etc. Pero esto no quiere 
decir... que un clínico no pueda predecir las actitudes de una 
comunidad, o que un inductrial no pueda eliminar conductas 
indeseables, o que un social no pueda entrenar ejecutivos... 
Los tres son especialistas en una ciencia que proporciona, a 
través de métodos comunes, la oportunidad de manejar 
cualquier tema relacionado con la conducta de los 
organismos. 
 
EL APLICADOR Y SUS FUNCIONES 
 
Siendo el ingeniero de la conducta un planificador 
científico y un técnico a la vez (hay que recordar la noción, 
ya mencionada en un anterior capítulo, de “intelectual 
orgánico”), puede cumplir funciones terapéutico-
educacionales de consejero (asesor, orientador), instigador 
(incitador a la acción si ésta tiene una baja probabilidad de 
ocurrencia), entrenador (modelador y supervisor de 
competencias), auspiciador (coordinador de otros sujetos 
que ayudan a la intervención), regulador (diseñador de 
contingencias), tutor (orientación de dominio o guía 
directiva) o mediador (orientación de afrontamiento o guía 
de propiciación de aprendizaje). 
 58 
La tutoría y la mediación propenden a convertirse en 
funciones cardinales respecto a las demás, ya que establecen 
la orientación general que asume el aplicador conductista de 
acuerdo con un estudio previo de las capacidades y 
potencialidades de su(s) cliente(s). Si de esa apreciación se 
deduce, por ejemplo, que la persona bajo análisis posee una 
configuración pasiva y receptora, es conflictiva o carece de 
la edad o de repertorios suficientemente complejos, es de 
suponer que ella respondería mejor a una estrategia 
directiva de intervención centrada en la modificación de 
déficit y excesos (tutoría). Si, por el contrario, se llega a la 
conclusión de que el cliente es activo y responsable, 
teniendo la edad, inteligencia y autocontrol mínimo 
suficiente, la intervención hará uso de una lógica centrada 
en la red de relaciones sociales, prácticas valorativas y 
competencias,

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