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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO Programa de Maestría en Filosofía Facultad de Filosofía y Letras Instituto de Investigaciones Filosóficas LA FENOMENOLOGÍA DE HUSSERL COMO CIENCIA DE LA SUBJETIVIDAD Y COMO SUPERACIÓN DE ALGUNOS ASPECTOS DE LA RACIONALIDAD MODERNA EN LA CRISIS DE LAS CIENCIAS EUROPEAS TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE: MAESTRO EN FILOSOFÍA PRESENTA: DIEGO IGNACIO ROSALES MEANA EDUARDO GONZÁLEZ DI PIERRO PROGRAMA DE MAESTRÍA EN FILOSOFÍA MÉXICO, D. F., JUNIO 2015 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 Oro Deus cordis mei, ut nihil ex eis figmentis pro solido vero eructuem in has litteras. ~Agustín de Hipona 3 AGRADECIMIENTOS No quiero dejar pasar la primera página sin aprovecharla para agradecer a las personas que colaboraron en que este trabajo pudiera realizarse; no son pocas y cada una colaboró de manera diferente. En primer lugar están mis padres, que han dado fundamento y seguimiento no a la letra sino al espíritu de toda mi vida y, en ella, también de esta tesis. Agradezco también a mis maestros, sin quienes no sería posible ni una sola coma y a quienes debo los aciertos que aquí puedan encontrarse: a Eduardo González Di Pierro, quien dirigió y acompañó esta tesis y a mí de principio a fin; a Rodrigo Guerra, por abrir por primera vez para mí el libro de la fenomenología; a Antonio Zirión, quien, aunque sea a la distancia, se ha constituido en un referente de disciplina y honestidad filosóficas; a María Dolores Illescas, que leyó partes embrionarias de este trabajo y me orientó en una etapa formativa importante y a Miguel García-Baró, experto en mayéutica, refutador de sofistas, lazarillo, filósofo. Agradezco también a Jorge Armando Reyes, Alberto Constante y Pedro Enrique García, porque lectores de esa estatura no aparecen a la vuelta de la esquina. Agradezco a todos los miembros del Seminario de Estudios Básicos de Fenomenología Trascendental quienes, aunque pase para ellos inadvertido, no han dejado nunca de ser un acicate para continuar estudiando a Husserl. Agradezco a todos mis amigos del Centro de Investigación Social Avanzada, que han constituido para mí una verdadera morada y comunidad con quienes pensar y compartir la vida. Doy gracias a Claudia, presencia gratuita, memoria de mi destino. Doy gracias a Dios, por quien todo fue hecho. 4 CONTENIDOS 1. Introducción: planteamiento de un problema………………..…………..…….…….. 5 a. Estado de cosas: crisis en la cultura……………………………………….. 5 b. El papel de las ciencias en la crisis……………………………….………... 7 c. Recuperación de la subjetividad y de la razón……….…………..………… 13 2. Una concepción crítica de la Modernidad…………………………….……..………. 16 a. El mecanicismo. Galileo y la matematización………………...………….… 17 i. Primera etapa: geometrización…………………………….……..…….. 17 ii. Segunda etapa: aritmetización y búsqueda sin límites………………...… 20 iii. Interludio. Los inconvenientes de la matematización…………….……. 22 iv. Tercera etapa: tecnificación ……………….………………..…………. 26 b. El dualismo y la subjetividad en la Modernidad………………….….…….. 29 i. Racionalidad objetivista y naturalización de la conciencia…………...…. 29 ii. El esquematismo y la moderna noción de ‘experiencia’…..……………. 36 iii. Los excesos modernos y la intención de la fenomenología…………….. 39 3. La fenomenología de Husserl. Propuesta para una nueva racionalidad………………. 43 a. La posibilidad de la racionalidad después de la Modernidad…………….… 43 b. El acceso científico a lo subjetivo. Análisis de la epojé...………...….….……. 47 i. Motivos y objeto de la epojé trascendental. El combate a todo reduccionismo de la verdad………………………….…….………… 47 ii. La vía cartesiana a la reducción fenomenológica..………………….… 52 iii. La vía a la reducción por la psicología intencional…………...…….… 58 iv. El a priori del mundo de la vida como momento de la subjetividad..…. 63 v. La ontología del mundo-de-la-vida…………………..………….…… 65 c. La filosofía como fenomenología trascendental……………….…….….…. 69 4. Conclusión. La ciencia de la subjetividad……………………….………………….. 74 a. La ciencia fenomenológica……………………...………………………… 74 b. Fenomenología: razón, ser y verdad………………………………………. 76 c. La ciencia de la subjetividad como racionalidad renovadora………………… 78 Referencias bibliográficas………...…………………………………….....……….…….. 82 5 1. INTRODUCCIÓN: PLANTEAMIENTO DE UN PROBLEMA Existe la posibilidad de la desesperación, pero existe igualmente la posibilidad de la esperanza absoluta. Vivimos inquietos, anhelamos una paz que no tenemos completamente y debemos hacernos cargo de esa inquietud: acallarla o afrontarla. Está en nuestras manos elegir ser de un modo o de otro. Podemos vivir como infantes eternos, como donjuanes instantáneos o como artistas y locos. Podemos vivir como hombres de bien, como amantes del mundo, como payasos ironizantes o como ascetas religiosos. Existen muchos modos de realizar la humanidad y no da igual qué elijamos, no solamente porque la felicidad de uno mismo está en juego, sino porque una vida mal vivida será un desperdicio malgastado y corre el riesgo de convertir otras vidas en marginales y dolorosas experiencias de lo humano ¿Es que acaso nuestra vida está plenamente resuelta desde el principio? ¿No es un deber primordial del ser humano tomar su vida en sus manos y vivirla responsablemente? La filosofía no intenta ser otra cosa que este hacerse cargo responsable, cara a la verdad, de la existencia y la propia biografía. Ante la duda, podemos desesperar y vivir arrojados a una vida vivida epidérmicamente o podemos, al contrario, vivir con una loca esperanza y afianzar la libertad en un compromiso afectivo con el prójimo y respondiendo a las invitaciones del mundo con creatividad y belleza. Podemos desesperar, o ser pacientes y entender que la respuesta a lo más hondo no tiene por qué ofrecércenos ya y de una vez por todas. Pero tenemos la impresión, al mismo tiempo, de que esto no es solamente el escenario de unos pocos individuos que intentan vivir su vida, sino que nuestra época vive un hondo desasosiego y que no se exige el hombre a sí mismo todo aquello por lo que es capaz de luchar y de vivir. Parece que hay una crisis en la cultura, que hay un hueco, hondo, una sima oscura que atraviesa la historia: el mal se ha hecho presente y no sabemos cómo mantenernos en pie de lucha. Intentaré, pues, en este trabajo, encontrar el modo como la fenomenología de Husserl ha intentado ser una respuesta renovadora, una opción filosófica de dar cuenta de esta situación primordial de la existencia, una propuesta que recupera la razón y la verdad para una vida filosóficamente vivida, es decir, para una vida que se haga cargo de sí misma sin dar la espalda a las tensiones que la existencia y el mal nos presentan. a. Estado de cosas: crisis en la cultura ¿Qué significa la expresión “crisis en la cultura”? Como en toda cuestión, una de las maneras más pedagógicas de responder la pregunta es por vía negativa. En este sentido, quizás sea más fácil hablar de una “crisis en la cultura”’cuando en esta cultura hay una determinada carencia, cuando está incompleta, cuando le falta algo, más que cuando nos encontramos ante la existencia y la presencia de una cosa concreta. ¿Qué le falta, entonces, a una cultura en crisis? Edmund Husserl escribía lo siguiente en uno de los ensayos que escribió para ser publicados en la revista japonesa Kaizo: “una nación, una colectividad humana vive y crea la plenitud de su 6 fuerza cuando la impulsa la fe en sí misma y en el buen sentido y la belleza de su vida cultural; o sea, cuando no se contenta con vivir sino que vive de cara a una grandeza que vislumbra, y encuentra satisfacción en su éxito progresivo por traer a la realidad valores auténticos y cada vez más altos.”1 Husserl ha hecho la descripción de lo que significa para una sociedad, para una colectividad humana, vivir en plenitud. Esta vida plena está caracterizada por la esperanza, por la fe en sí misma, por una escala de valores –descubiertos y constituidos por la razón– que impulsan a tal sociedad hacia la realización de la vida misma y de su propia esencia. Está claro que, en este sentido, será imposible hablar de plenitud absoluta de una sociedad pues ninguna tiene ya en sí misma cumplidas todas sus potencialidades, pero sí se podrá hablar de una sociedad que está a la búsqueda de su plenitud. En el mismo sentido en el que Kant señalaba que no se vive una época ilustrada, sino una “época de ilustración”2, es posible hablar de una sociedad no necesariamente acabada o no realizada totalmente, pero sí de una sociedad que vive con la mirada puesta en su propia realización. Esta última distinción no es trivial. Adquiere importancia cuando nos damos cuenta que una realidad ya acabada puede terminar por paralizarse. En cambio, una realidad dinámica, teleológicamente direccionada (que cabe aclarar que no es el único modo de ser del dinamismo), puede encontrar en cada momento presente un sentido, otorgado éste por el momento final y por el saber de la carencia de la realización misma3. El hecho no solamente de que no podamos hablar de ilustración porque no exista, sino porque no puede existir en su totalidad, es significativo porque la incompletud otorga un hambre que no se tendría con el ser ya acabado. Para Husserl, este sentido de sociedad estaba desapareciendo. Los últimos años de la vida de Husserl tuvieron un giro particular en su reflexión. Si bien jamás abandonó la empresa de elaborar y reelaborar la fenomenología, es posible notar que el viejo Husserl se preocupó en sus últimos años mucho más por los temas de la historia, la cultura y la ética que por los problemas constitutivos y epistemológicos de la fenomenología. Husserl se preocupó por describir y comprender el tipo de crisis de la Europa de los treinta. Para él, los hombres tendían a ser hombres epidérmicos, instantáneos, meros hombres de hechos4, y la civilización carecía de la unificación racional necesaria para dar sentido a todo su desarrollo. La crisis en la cultura –o en las culturas– aparece cuando la mirada no está dirigida hacia la consecución de la plenitud, la crisis aparece con el desencanto, con la falta de sentido, con la ausencia de voluntad y belleza en la propia vida cultural. En otras palabras, con la carencia de un fundamento que dé sentido a las acciones y que motive a los hombres a actuar por una 1 Edmund Husserl: Renovación del hombre y la cultura, p.1. Para no hacer demasiado engorroso el aparato crítico, consignaré en las notas al pie únicamente los datos esenciales de las obras citadas: autor, título y página. Auqnue a veces pueda resultar en un tono repetitivo, evitaré a posta las abreviaciones latinas usuales (ibid, op. cit., etc.) con el objeto de que el título –que en algunas ocasiones aparecerá abreviado– y el autor de la obra citada estén siempre a la vista del lector. La información bibliográfica completa podrá encontrarse siempre en la lista de referencias al final del trabajo. 2 Cfr. Immanuel Kant: “¿Qué es la Ilustración?”, p.34. 3 La idea de ‘sentido’ es en este punto realmente importante. Más tarde abordaremos el problema a cabalidad pero, por lo pronto, remito a la obra de Carla Cordua: Verdad y sentido en ‘La Crisis’ de Husserl, pp.125ss. 4 Cfr. Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, 1991, p.6. 7 civilización más humana. Husserl pensaba que eso estaba ocurriendo con el mundo, con el mundo europeo u occidental, pero también el día de hoy podríamos apropiarnos de las palabras de Husserl y, a través de ellas, intentar comprender lo que sucede con nuestra cultura. Ha habido varios filósofos y sociólogos que se han ocupado por comprenderlo. Más cercanos al siglo XXI que el propio Husserl, y después de que el ser humano sufrió los pesares y desencantos de la segunda guerra mundial, estos pensadores han buscado describir en qué consiste el malestar de la época. La época contemporánea ha sido caracterizada como una época de consumo, la era del narcisismo, una sociedad de masas, o como la era de la autenticidad pero, siempre al final, acaba concibiéndose en general como una ‘posmodernidad’.5 Muchos de los diagnósticos presentan a la cultura contemporánea como una cultura que se autofagocita, que debido a sus propios procesos internos poco a poco va diluyendo los elementos culturales y racionales que podrían sacarla adelante. Por ello, más hoy que nunca, hace falta una renovación que sin negar ni el presente ni el pasado vuelva a proponer las bases esenciales culturales que sean capaces de rescatar al ser humano. Las sociedades de masas, el individualismo exacerbado, el abuso de los más débiles y marginados, la realidad virtual y el modo como ésta ha distanciado y desencarnado a los hombres –aunque ciertamente no todo en esta era de la comunicación es negatividad–, la sociedad despersonalizada y el consumismo como ideal regulativo de vida, son solamente algunos de los factores que han puesto al descubierto la falta y la necesidad –al unísono– de recuperar un fundamento que dé sentido, que evite el naufragio de la existencia humana y que restablezca la esperanza. “Nosotros, -dice Husserl-, los hombres de hoy, nacidos y crecidos en el curso de esta evolución, nos encontramos ante el mayor de los peligros: naufragar en el diluvio escéptico y dejar esfumarse nuestra propia verdad.”6 Que el hombre pierda la fe en la razón significa para Husserl que el hombre pierda la fe en sí mismo. b. El papel de las ciencias en la crisis La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental representa, en este sentido, un documento valiosísimo como denuncia de esta crisis y el señalamiento de una de sus causas en la crisis de las ciencias. Ellas representan para Husserl uno de los más altos logros humanos, en cuanto que ofrecen una comprensión del mundo a través de las fuerzas racionales del hombre. Las ciencias y el conocimiento en general nacieron como una necesidad del hombre por saciar su hambre de conocimiento, nace del asombro que la realidad toda provoca al espíritu. Y a 5 Si bien son muchos los diagnósticos que se han hecho. y desde diversos puntos de vista, sobre el cambio de época, baste mencionar algunos de los más importantes: Charles Taylor: La ética de la autenticidad, Ediciones Paidós, Barcelona, 1994; Albert Borgmann: Technology and the Character of Contemporary Life: A Philosophical Inquiry, University of Chicago Press, Chicago, 1984;Gianni Vattimo: El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna, Gedisa editorial, Barcelona, 2007; José Ortega y Gasset: La rebelión de las masas, Espasa-Calpe, Madrid, 1986; Gilles Lipovetsky: La era del vacío, Editorial Anagrama, Barcelona, 2005; Christopher Lasch: La cultura del narcicismo, Editorial Andrés Bello, Barcelona, 1999. 6 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.20. 8 ojos de Husserl, esto estaba en estado no solamente de letargo, sino que viajaba rumbo a una franca desorientación. Pero ¿en qué consiste exactamente esta crisis de las ciencias? Más bien parecería que se asiste a su triunfo: a partir de la Modernidad consiguieron un ideal de exactitud bastante preciso, han conseguido logros técnicos y tecnológicos así como un dominio del mundo incomparable respecto del saber antiguo. El problema no está, por ello, en su cientificidad, o en su rigor. El problema que aqueja a las ciencias, según Husserl, no reside en que ellas se hayan vuelto un asunto blando, un relato mítico o inútil, sino en que ellas se han alejado de la cultura, y el significado que podrían dar a la civilización y a los individuos concretos ha quedado olvidado. “Una transformación relativa no sólo al juicio sobre su cientificidad, sino a la percepción de lo que la ciencia en general ha significado y puede significar para la existencia humana. La exclusividad con la que en la segunda mitad del siglo XIX se dejó determinar la visión entera del mundo del hombre moderno por las ciencias positivas y se dejó deslumbrar por la prosperity hecha posible por ellas, significó paralelamente un desvío indiferente respecto de las cuestiones realmente decisivas para la humanidad auténtica. Meras ciencias de hechos hacen meros hombres de hechos.”7 Las ciencias en general han dejado de jugar un papel en el desarrollo cultural de una civilización: sus contenidos son lejanos, sus respuestas no interesan al verdadero sujeto que constituye a una sociedad, su discurso es, de hecho, asubjetivo, en cuanto que no tiene nada que ver con el sentido humano por el que surgieron. Después de la Gran Guerra, señala Husserl, hubo un distanciamiento todavía mayor del hombre de a pie respecto de los conocimientos que las ciencias ofrecían. La apreciación pública del conocimiento se había transformado en un sentimiento hostil hacia él. Y esto, quizás, me atrevo a adelantar, se debió más que al rechazo en concreto de las ciencias como modalidad del saber, al rechazo en general de una razón desencantada debido a los desastres y a las tragedias que supuso una guerra como ésa. En el desamparo de la vida –en nuestra indigencia vital, para decirlo con Husserl– la ciencia no tiene nada qué decirnos: “las cuestiones que excluye por principio son precisamente las más candentes para unos seres sometidos, en esta época desventurada, a mutaciones decisivas: las cuestiones relativas al sentido o sinsentido de esta entera existencia humana.”8 Las cuestiones que la ciencia excluye son los problemas con los que la subjetividad humana se enfrenta, y que no consisten en ser precisamente cuantitativos o medibles. Son totalmente experimentables, pero desde la subjetividad capaz de comprender y de intuir los significados de los que la realidad está constituida. Experimentamos una desazón, un desasosiego, un sinsentido, y la época de Husserl experimentó esta situación de una manera peculiar. Y el sinsentido de un acontecimiento solamente es experimentable desde el horizonte que ofrece algo así como lo que pudiéramos llamar sentido. En la medida en que nuestra experiencia anhela significados en la realidad y no los encuentra, ésta se encuentra a sí misma como desencantada. Es así como surgen las dudas y el vaciamiento de la vida humana en medio de una historia de 7 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, pp.5s. 8 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.6. 9 desgracias. Es lo que ocurrió, a ojos de Husserl, con la guerra, la Gran Guerra, sin siquiera haber vislumbrado o imaginado el desastre humano de la 2ª Guerra Mundial, ocurrida tan solo veinte años después y cuyo drama fue de magnitudes extravagantes. Estos problemas son los verdaderos problemas en tanto que conciernen al hombre por ser libre, por tener que decidir, por estar situado en un mundo que es su responsabilidad. “¿Qué tiene la ciencia que decirnos sobre razón y sinrazón, qué sobre nosotros, los seres humanos en cuento sujetos de esta libertad? La mera ciencia de los cuerpos materiales nada tiene, evidentemente, que decirnos, puesto que ha hecho abstracción de todo lo subjetivo.”9 Un problema aparece con la consideración de las ciencias del espíritu. Si bien es muy sencillo señalar que las ciencias llamadas ‘exactas’ o de la naturaleza se olvidan de los problemas de la subjetividad, podríamos preguntar: ¿qué ocurre con las ciencias del espíritu? ¿No son ellas las ciencias encargadas de estudiar al hombre y sus manifestaciones culturales? Si bien éstas consideran al hombre en su existencia espiritual e histórica10, de acuerdo con Husserl han caído en un cientificismo que, al buscar rigor y ‘cientificidad’, eliminan en su desarrollo toda toma de posición valorativa, se olvidan de mostrar el ‘valor’ de lo real y con él su significado subjetivo para el hombre11. Ha habido una afirmación unilateral y exacerbada de un modo de racionalidad, y este modo ha caído en crisis, con lo que desemboca la historia en una negación de la racionalidad en general. “He aquí –señala Finkielkraut- que el Método que sostenía la promesa se da cuenta hoy de la amenaza que pesa sobre la biosfera, que mide la extensión del saqueo, que enumera y evalúa las diversas modalidades de polución, que programa el agotamiento de las energías renovables, que moviliza a sus investigadores, a sus especialistas, a sus técnicos, a fin de intentar racionalizar la gestión de recursos naturales.”12 De este modo la razón científica, que se redujo a un solo aspecto de sí misma acabó por contradecirse y por provocar en sus receptores el hastío que niega y pierde la fe en la propia racionalidad. 9 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.6. También es bueno mirar, para comprender mejor el problema del paradigma de las ciencias empíricas, Maurice Blondel: La Acción, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1996. Específicamente el capítulo titulado: “De la intuición sensible a la ciencia subjetiva”, pp.69-135. 10 Esta manera de entender a las ciencias del espíritu la tomo de Dilthey, cuya obra Husserl conocía bien y con quien incluso llegó a intercambiar algunas cartas. Para Dilthey las ciencias del espíritu consideran al ser humano en su realidad y dimensión histórica, social, y espiritual (valorativa) “…abarcan tres clases de enunciados. Una de ellas expresa algo real que se ofrece en la percepción; contiene el elemento histórico del conocimiento. La otra desarrolla el comportamiento uniforme de los contenidos parciales de esa realidad que han sido aislados por abstracción: constituyen el elemento teórico de las mismas. La última clase expresa juicios de valor y prescribe reglas: abarca el elemento práctico de las ciencias del espíritu. Hechos, teoremas, juicios de valor y reglas, he aquí las tres clases de enunciados que componen las ciencias del espíritu.” Wilhem Dilthey: Introducción a las Ciencias del Espíritu. En la que se trata de fundamentar el estudio de la sociedad yde la historia, Obras de Dilthey I, FCE, México, 1944, p.35. Traducción de Eugenio Ímaz. 11 Es importante aclarar que no me refiero con ‘significado subjetivo’ a un significado ‘subjetivista’ y por tanto relativo a cada individuo. Si bien ése es un tema importante a discutir, en este caso hago referencia a los significados que se presentan a la realidad subjetiva, espiritual, del hombre. Más bien, hago referencia al abandono de la exigencia del filósofo por instarse a sí mismo por vivir bajo una responsabilidad absoluta de su saber: “la versión moderna de la filosofía, entendida como paulatina entrada en posesión del ser absoluto por el saber absoluto, está lastrada, según la fenomenología de Husserl, por una insuficiencia en exigirse a sí misma responsabilidad absoluta.” Miguel García-Baró, “Dos fragmentos de nueva racionalidad”, p.199. 12 Alain Finkielkraut: Nosotros, los modernos, p.143. 10 Según Husserl, sin embargo, esta situación de las ciencias no ha sido siempre así. La subjetividad no estuvo siempre olvidada y proscrita del ámbito de lo científico. Cuando no era así la ciencia logró reivindicar un significado para la humanidad europea. Husserl sitúa esta situación histórica en un particular período: el Renacimiento, que tomó como ideal a la cultura griega. La ciencia en ese entonces tenía sentido para la cultura y más o menos orientaba el destino espiritual hacia el que se dirigía el ser humano en comunidad. El Renacimiento fue para Husserl una ‘forma filosófica’ de existir: “En el ideal rector del Renacimiento el hombre antiguo es el que se forma a sí mismo en la razón libre.”13 El Renacimiento buscó en la antigüedad griega este ideal y, sin duda, lo encontró. La pregunta es: ¿por qué se llegó al cientificismo positivista del siglo XIX?, ¿por qué este ideal se redujo a un mero amasijo de acumulación de conocimientos técnicos? En el Renacimiento se concebía a la filosofía como una ciencia omnicomprensiva, como la ciencia de la totalidad, capaz de unificar los datos de la experiencia y de otorgar un significado a la vida, la filosofía era: “un edificio único de verdades definitivas y teóricamente trabadas, creciendo hacia el infinito de generación en generación, tenía, pues, que dar respuesta a todos los problemas imaginables: problemas de hecho y problemas de razón, problemas de la temporalidad y problemas de la eternidad. Históricamente considerado el concepto positivista de ciencia de nuestra época es, pues, un concepto residual.”14 Con el positivismo, entonces, se ha abandonado un sector de la realidad, una región de problemas, y han sido justamente esos llamados ‘supremos y últimos’: el problema del hombre, el problema de Dios, el problema de la razón, la libertad, la inmortalidad, todos aquellos temas que requieren de una ‘segunda navegación’15, por decirlo de alguna manera, de un esfuerzo de la razón por alcanzar lo que está más allá de lo inmediatamente dado. A propósito de esto Husserl señala: “Todas estas cuestiones «metafísicas», en el más amplio sentido, específicamente filosóficas, de acuerdo con el sentido habitual del término, sobrepasan y desbordan el mundo en cuanto universo de los meros hechos. Lo sobrepasan precisamente en su condición de problemas que se tematizan y proponen la idea misma de la razón. Y todos ellos reclaman para sí una dignidad superior frente a las cuestiones de hecho, que también les están subordinadas en el ordenamiento de los problemas. El positivismo16 decapita, por así decirlo, la filosofía.”17 13 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.8. 14 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, pp.8s. 15 Cfr. Platón: Fedón, 99d. 16 Husserl podría referirse, con la palabra ‘positivismo’, a tres realidades distintas pero análogas: a) las ciencias experimentales en general que utilizan el método matemático inaugurado por Galileo Galilei, b) el positivismo de Augusto Comte en tanto empirismo historicista, y c) el positivismo lógico de Rudolf Carnap, en especial su famosa obra: Der Logische Aufbau der Welt publicada en Leipzig el año de 1928. Traducción española de Laura Mues de Schrenk: La construcción lógica del mundo, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1988. No obstante, a pesar de referirse Husserl a algunos de esos tres ámbitos de la historia de la filosofía, lo que subyace a ello es una actitud reduccionista frente a las cosas: como si el punto de vista de lo positivo fuera el único que ofrece perspectivas filosóficas, o como si la totalidad de lo que existe fuera una realidad positiva. Frente a eso, Husserl quiere construir una racionalidad y una filosofía que sea capaz de pensar y de conocer desde un punto de vista mucho más amplio y, por lo tanto, mucho más racional. 17 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.9. 11 Para Husserl el Renacimiento concibió a la filosofía de la manera en que había que hacerlo, planteaba a la filosofía como philosophia perennis, como un saber que confiaba en la razón y en la capacidad de ésta de encontrar la verdad. Esta idea provocó en el Renacimiento un interés por la cultura, un entusiasmo por el saber y las ciencias particulares, una reforma filosófica en la educación. Para Husserl esto representaba un contraste absoluto con la situación de inicios del s.XX, pero casualmente contrasta también con el estado de las ciencias en el siglo XXI y con el papel que el conocimiento científico juega en el ideal de la cultura18. Este ideal renacentista, sin embargo, no perseveró. Se perdió en el camino la idea de una filosofía universal, se perdió la idea de que era posible, al menos como ideal regulativo, un relato que diera sentido y unificara los saberes y los conocimientos, así como la divulgación de éstos. Especialmente significativa resulta la reflexión del filósofo francés Jean-François Lyotard, que más allá de una descripción de todas las virtudes o malestares de la época posmoderna, estudia críticamente la relación de las ciencias y de los saberes con el ethos propio de la época. Ha hecho un estudio significativo en el que investiga la relación del saber o los saberes, las ciencias, con el contexto cultural de las postrimerías del siglo XX. Si bien con una finalidad y en un tiempo bien distintos a los de Husserl, se da cuenta del mismo problema que tienen las ciencias y que acusará al siglo XXI: la falta de un relato que haga creíble toda la información de los saberes particulares, que otorgue una clave interpretativa desde la cual comprender toda la realidad. Lyotard hace el siguiente diagnóstico: “Simplificando al máximo, se tiene por «postmoderna» la incredulidad con respecto a los metarrelatos. Ésta es, sin duda, un efecto del progreso de las ciencias; pero este progreso, a su vez, la presupone. Al desuso del dispositivo metanarrativo de legitimación corresponde especialmente la crisis de la filosofía metafísica, y la de la institución universitaria que dependía de ella. La función narrativa pierde sus functores, el gran héroe, los grandes peligros, los grandes periplos y el gran propósito. Se dispersa en nubes de elementos lingüísticos, narrativos, etc., cada uno de ellos vehiculando consigo valencias pragmáticas sui generis. Cada uno de nosotros vive en la encrucijada de muchas de ellas. No formamos combinaciones lingüísticas necesariamente estables, y las propiedades de las que formamos no son necesariamente comunicables.”19 De esta manera se abre una nueva sociedad que es incapaz –por una pérdida de esperanza- de encontrar razones para dotar al mundo de la vida de un sentido y, con ello, de una finalidad teleológica hacia la cual dirigir su propia existencia. En todo caso, si es que se encuentra algunarazón, no será nunca una razón que fundamente sino que palie la zozobra, una razón incomunicable, privada y subjetivista. Por eso es posible llamarle, a esa posmodernidad, ‘irracionalista’: porque es incapaz de encontrar razones y, si las encuentra, es incapaz de comunicarlas. La sofística, en cierto sentido, ha renacido20. 18 Cfr. Jean-François Lyotard: La condición postmoderna, Ediciones Cátedra, Madrid, 2006. Traducción de Mariano Antolín Rato. 19 Jean-François Lyotard: La condición postmoderna, p.10. 20 Cfr. Sexto Empírico: Contra las matemáticos, VII, pp.65ss. 12 Para Husserl la humanidad europea ha llegado a este punto. “La pérdida, por parte del hombre, de esta fe significa nada más y nada menos que la pérdida de la fe «en sí mismo», en el ser verdadero que le es propio, un ser que no posee ya desde siempre, que no posee ya desde la mera evidencia del «yo soy», sino que sólo tiene y sólo puede tener como propio luchando siempre por su verdad, luchando por hacerse a sí mismo verdadero, y en el marco de esta lucha.”21 La crisis de las ciencias es una contradicción del hombre consigo mismo. Son ellas, entre otras cosas y otros ámbitos del espíritu como, por ejemplo, la religión, las que tienen como tarea unificar los saberes particulares y contribuir a la construcción de un paradigma que dé sentido y posibilidad de interpretación a las vivencias aisladas y particulares. “La «crisis» del saber científico –señala Lyotard-, cuyos signos se multiplican desde fines del siglo XIX, no proviene de una proliferación fortuita de las ciencias que en sí misma sería el efecto del progreso de las técnicas y de la expansión del capitalismo. Procede de la erosión interna del principio de legitimidad del saber.”22 Para Husserl este relato o este saber puede aportarlo la metafísica, entendida como la ciencia que se dedica a los problemas últimos, que atañen al ser humano como persona y como subjetividad. “Porque, ciertamente, el problema de la posibilidad de una metafísica entrañaba eo ipso también el de la posibilidad de las ciencias de hechos, unas ciencias que encontraban precisamente en la unidad de la filosofía su sentido relativo, esto es, su sentido en cuanto verdades para meros ámbitos de lo que es.”23 Negar la posibilidad de la comprensión de los problemas de la subjetividad es negar la posibilidad del sentido que puede tener la solución de los problemas parciales, de parcelas de la realidad, labor de las ciencias particulares. Así, la crisis de la filosofía se convierte en la crisis de las ciencias, pero crisis no en tanto productoras de saberes que generen resultados, sino crisis en el sentido de saberes que otorguen comprensión del significado de las situaciones que la existencia concreta presenta al hombre. El escepticismo frente a la posibilidad de una metafísica, el desmoronamiento de la creencia en una filosofía universal como conductora del hombre nuevo significa precisa y coherentemente el hundimiento de la fe en la «razón», entendida en sentido similar al de la oposición hecha por los antiguos entre episteme y doxa. Esta razón es la que en definitiva da sentido a cuanto pretende ser, a todas las cosas, valores, fines, en la medida, concretamente, en que les confiere su relación normativa con aquello que desde los comienzos de la filosofía designa la palabra ‘verdad’ –verdad en sí- y, correlativamente, la palabra ‘ente’ – o)/ntws o)/n-. Con ello cae también la fe en una razón «absoluta» en la que el mundo pueda encontrar su sentido, la fe en el sentido de la historia, en el sentido de la humanidad, en su libertad, o lo que es igual, en la capacidad y posibilidad del hombre de conferir a su existencia humana, individual y general, un sentido racional.24 21 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.13. 22 Jean-François Lyotard : La condición postmoderna, p.75. 23 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.12. 24 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.13. 13 c. Recuperación de la subjetividad y de la razón Por esta situación es que reclamamos para el siglo XXI, como Husserl lo hizo para su tiempo, una renovación cultural en la que la filosofía juegue un papel imprescindible, en tanto ciencia buscadora de significados. La cultura ha de “renovarse”, y éste es un término que acuñó el propio Husserl cuando publicó entre 1922 y 1924 en la revista japonesa Kaizo unos artículos sobre el asunto. Me parece que es nuestro deber hacer propio el reclamo de Husserl y buscar refundamentar la fe no solamente en las ciencias sino en la razón en general también. “Y por ello decimos: Algo nuevo tiene que suceder –señala Husserl en los artículos de Kaizo– tiene que suceder en nosotros y por medio de nosotros, por medio de nosotros como miembros de la humanidad que vive en este mundo, que da forma a este mundo, como también él nos da forma a nosotros. ¿O es que acaso hemos de aguardar a ver si esta cultura sana por sí sola en el juego azaroso entre fuerzas creadoras y destructoras de valores? ¿Asistiremos acaso a «la decadencia de Occidente» como a un fatum que pasa sobre nuestras cabezas? Este fatum sólo existe si pasivamente lo contemplamos…, si pasivamente pudiéramos contemplarlo. Pero ni si quiera quienes lo pregonan pueden así hacer.”25 El filósofo nos hace responsables de la decadencia de Occidente si sólo miramos cómo viene en picada, pero también nos hace responsables de la conquista de una nueva confianza en la razón. La situación epocal, si bien es distinta ahora que en 1938 o que en 1923 y 1924, ésta puede ser modificada por la voluntad de los individuos y de las comunidades a través de un atrevimiento: que el hombre ose pensar por sí mismo. “Somos seres humanos, somos sujetos de voluntad libre, que intervienen activamente en el mundo que los rodea, que constantemente contribuyen a configurarlo. Querámoslo o no, hagámoslo bien o mal, es así como actuamos. ¿Y es que no podemos actuar también de modo racional, es que la racionalidad y la virtud no caen bajo nuestro poder?”26 El itinerario propuesto comenzaría, de acuerdo con lo ya establecido, con la recuperación de lo subjetivo, con una vuelta de la mirada hacia los problemas reales de las personas reales. Es, en general, una vuelta a la persona como sujeto racional, como subjetividad encarnada. El saber deberá enfocarse en los verdaderos problemas de la subjetividad, y para ello requerirá ser reformulado tanto en sus principios como en su metodología, para que sea un saber adecuado no solamente a la época y a la necesidad histórica, sino a la esencia de su materia de estudio: los problemas del ser humano, el drama de la persona, la subjetividad, que no subjetivistas. “Pero, ¿puede el mundo y la existencia humana en él, tener en verdad un sentido si las ciencias no admiten como verdadero sino lo constatable de este modo objetivo, si a la historia únicamente le es dado enseñarnos que todas las configuraciones del mundo espiritual, los vínculos que han cohesionado a los hombres, los ideales y normas, se forman –simplemente– y se deshacen como olas fugitivas, que siempre ha sido así y que así será siempre, que la razón muta una y otra vez en sinsentido y las obras buenas en castigos? ¿podemos darnos por satisfechos con ello, podemos vivir en este mundo en el que el acontecer histórico no es otra cosa que25 Edmund Husserl: Renovación del hombre y la cultura, p.2. 26 Edmund Husserl: Renovación del hombre y la cultura, p.2. 14 concatenación incesante de ímpetus ilusorios y de amargas decepciones?”27 Lyotard, desde un lenguaje más propio de una era informática, también habla de una fragmentación de las vivencias del sujeto. Mientras para Husserl la fragmentación provoca falta de unidad en la vivencias, llevando a éstas a ser un mero encadenamiento de sucesos sin secuencia, para Lyotard, “el sí mismo es poco, pero no está aislado, está atrapado en un cañamazo de relaciones más complejas y más móviles que nunca. Joven o viejo, hombre o mujer, rico o pobre, siempre situado sobre «nudos» de circuitos de comunicación, por ínfimos que éstos sean.”28 Así, el sujeto se ha vuelto un simple nodo por el cual pasa información sin forma, información deforme, de modo que la recuperación de esta subjetividad es valorada como una tarea necesaria, frente a la situación en la que se encuentra: aislamiento y ausencia de una noción de identidad. Esta tarea ha de llevarse a cabo necesariamente a través de la razón, pero de una razón abierta. Habremos de ensanchar los horizontes de la racionalidad, anteriormente cerrados y comprimidos por una cierta modernidad, matemática, positivista o genealógica, entre muchas otras, productos francos de un racionalismo reduccionista. Habremos de buscar una racionalidad que, aunque imperfecta, confíe en sí misma y al mismo tiempo se sepa limitada. Porque parece ser que la desconfianza ante la razón propia de la posmodernidad y que la crisis descrita por Husserl, son productos de los excesos con los que la razón quiso establecerse como criterio de sí misma. Al ver sus excesivos productos, la razón se volvió problemática para sí y terminó por autonegarse. Pero, ¿es esto comprender a cabalidad lo que significa la razón? ¿No existirá una posición intermedia entre la afirmación absoluta de la razón y la negación de ella? A mi parecer en eso consiste la obra filosófica de Edmund Husserl quien, al elaborar la fenomenología, buscaba una nueva actitud, un nuevo modo de echar a andar la razón, que recuperando la fe en ella, no quedara enclaustrada en sus propios barrotes al convertirla en centro y criterio de sí misma. La filosofía de Husserl, la fenomenología como actitud de la razón frente a la realidad, ofrece un panorama renovador que, haciendo justicia a las capacidades del pensamiento, es capaz también de trazar sus límites. En palabras de Husserl: llevar la razón latente a la autocomprensión de sus posibilidades y, con ello, mostrar claramente que la posibilidad de una metafísica es una posibilidad verdadera, es el único medio para poner una metafísica, esto es, una filosofía universal, en el trabajoso camino de su realización. Sólo así podrá decidirse la cuestión de si el telos inherente a la humanidad europea desde el nacimiento de la filosofía griega, que le lleva a querer ser una humanidad conforme a la razón filosófica latente a la razón manifiesta y en la infinita aspiración a darse normas a sí misma mediante esta verdad y esta genuinidad humanas que son, tan específicamente, las suyas, no habrá sido, en definitiva, sino un mero delirio histórico-fáctico, el logro casual y contingente de una humanidad casual y no menos contingente, entre otras humanidades y otras historicidades de muy variado linaje; o si, por el contrario, lo que por vez primera irrumpió con la humanidad 27 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, pp.6s. 28 Jean-François Lyotard: La condición postmoderna, p.37. 15 griega fue, precisamente, lo que como entelequia viene esencialmente ínsito en la humanidad como tal.29 El objetivo de este trabajo es, entonces, presentar a la fenomenología de Husserl como un modo de hacer filosofía capaz de dar cuenta de aquella dimensión subjetiva olvidada por la Modernidad, y como un modo de hacer filosofía sumamente pertinente de acuerdo al contexto posmoderno de escepticismo, irracionalidad y falta de sentido en el que el mundo del siglo XXI está inmerso. 29 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, pp.15s. Me gustaría aclarar desde ahora que Husserl habla de ‘cultura europea’ en el sentido de ‘cultura occidental’. Si bien sus reflexiones son las propias de una persona que tienen en mente la historia de Europa, el diagnóstico crítico conviene a toda la humanidad o a toda cultura en la medida en que ésta haya claudicado de la fe en la razón. Si bien el desarrollo cultural basado en el logos se da principalmente en la cultura helénica y, después de ella, en la Europa cristiana, cualquier otra cultura es capaz, en la medida en que la hacen seres humanos, de determinar sus propios fines y sus ideales a través del uso de la razón. Por este motivo me parece que las reflexiones de Husserl, más que ser calificadas de eurocéntricas merecen el reconocimiento de haber dado con una característica fundamental de la naturaleza humana: la fe del hombre en el uso de su razón, en la belleza de la humanidad y en su capacidad para vislumbrar, racionalmente, los ideales y motivos de su propia existencia. Cfr. Edmund Husserl: “La filosofía en la crisis de la humanidad europea”, p.82: “Con el título de Europa trátase evidentemente aquí de la unidad de un vivir, obrar, crear espirituales: con todos los fines, intereses preocupaciones y esfuerzos, con los objetivos, las instituciones, las organizaciones.” 16 2. UNA CONCEPCIÓN CRÍTICA DE LA MODERNIDAD Para poder hablar, entonces, de la posibilidad de establecer la razón como medio de construcción de una humanidad verdadera, de una humanidad auténtica, es necesario comprender el fenómeno en sí, la crisis como tal, para encontrar en ella sus causas y así proponer una razón o una racionalidad adecuada no solamente a la entelequia de la que hablaba Husserl, a la esencia de lo que es propiamente humano, sino también pertinente respecto del momento epocal en el que se encuentra la civilización. Para lograrlo, era para Husserl fundamental explicitar los prejuicios de las ciencias positivas de manera que éstas pudieran someterse a una crítica con el objetivo de recuperar lo perdido: el ámbito de la subjetividad. Encontrar los prejuicios en el sentido de encontrar aquello que se presupone como una obviedad, aquello que se acepta sin ser juzgado. Y, si bien no recuperarlo para ellas –tarea probablemente irracional, si se analiza con cuidado la situación concreta de las ciencias exactas-, recuperarlo al menos para la filosofía una vez que quedara explícito por qué el mundo de lo propiamente humano ha quedado fuera de su ámbito de estudio. La verdadera transformación que desembocó en la crisis que Husserl combate fue iniciada en algunas de las ciencias particulares. Fue en concreto una interpretación de la geometría euclidiana y la matemática griega en general lo que causó en las ciencias de la Modernidad el mal denunciado. La geometría era para Euclides una ciencia ideal, sumamente influenciada por el platonismo, en la que las realidades con las cuales se trabajaba tenían su consistencia ontológica en el ámbito de lo puro, de lo ‘esencial’, de lo ideal. “Con la geometría euclídea había tomado cuerpo la idea sumamente impresionante de una teoría deductiva sistemática y unitaria, orientada a un objetivo ideal de gran amplitud y elevación, sustentada sobre conceptos yprincipios fundamentales «axiomáticos» y capaz de progresar mediante sucesivas inferencias apodícticas.”30 Esto parece significar que la razón griega, en la tarea de la elaboración de una geometría encontró una región de la realidad susceptible de ser cognoscible de manera exacta. Euclides logró un modo de aplicar la razón a lo real de manera que, siguiendo ciertas técnicas a partir de algunos principios concretos e incuestionables fuera posible obtener un conocimiento indubitable, demostraciones seguras y firmes. La matemática griega concibió, sin embargo, únicamente problemas finitos, igual que la lógica de Aristóteles. Esta razón o racionalidad euclídea estaba limitada, concebía tareas que eran en sí mismas finitas. A pesar del gran ideal de una disciplina deductiva y sistemáticamente fundamentada, el espacio ideal descubierto por los antiguos no se expandió a la idea de un espacio infinito, sino que fue siempre cerrado y limitado. Fueron disciplinas que abrieron sus horizontes al mundo de lo ideal siempre de manera limitada respecto de los ideales de la matemática posterior. 30 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.21. 17 Con el Renacimiento y la Modernidad vinieron los ideales de una novedad, de una totalidad infinita, sistemáticamente siempre aproximable pero nunca alcanzada. Con la Modernidad, con la ciencia galileana también el ideal de filosofía como ciencia universal terminó por transformarse. a. El mecanicismo. Galileo y la matematización i. Primera etapa: geometrización Como primera característica del paradigma moderno de ciencia aparece la geometría euclidiana. Galileo utiliza una clave hermenéutica para interpretar la realidad que nadie nunca antes había utilizado. Los antiguos matemáticos, influenciados por el platonismo, idealizaron los números empíricos, dimensiones, figuras, puntos, líneas. Fueron de lo real y concreto a lo ideal y abstracto, pero siempre de manera finita. El universo de idealidades se mostraba para la geometría euclidiana como limitado y finito. Galileo tomó este principio racional de hacer ciencia, pero lo transformó radicalmente. La diferencia con la Antigüedad consiste, según Husserl, en la expansión al infinito de ese mundo por parte de Galileo: “esta idea de una totalidad-de-ser infinita, sistemáticamente dominada por una ciencia racional es lo radicalmente nuevo. Un mundo infinito, en este caso un mundo de idealidades.”31 La innovación moderna consiste en concebir al universo como un lugar sin límites y susceptible de ser interpretado en clave matemática, lenguaje otorgado en primera instancia por las idealidades geométricas. “El proceso del cual salió la física clásica consiste en un esfuerzo para racionalizar, o dicho de otra forma, para geometrizar el espacio y matematizar las leyes de la naturaleza.”32 Esto significa muchas cosas y tuvo muchos motivos que Husserl analiza cuidadosamente. En primer lugar, la nueva geometría se erigía como una disciplina que hablaba de lo irreal, de lo puro, de lo abstracto, aunque aplicable de alguna manera a lo real. A pesar de que en ello radicó su virtud, tambien en ello radicó su contradicción, pues hay que notar que el mundo intuitivo no es abstracto, que en el mundo de la intuición empírica normal tenemos cuerpos concretos, nunca abstracciones ni figuras perfectas, sino que tenemos realidades corporales bien determinadas con propiedades que se modifican, que cambian y que se mueven dentro de ciertas reglas o leyes. Predicados como la identidad, la duración temporal o la igualdad, por sólo mencionar algunos, son simples aproximados, ya que lo que se nos presenta en el mundo no tiene la exactitud y claridad de las entidades de la geometría. La línea ‘recta’, el ángulo ‘recto’, la ‘circunferencia’, objetos de estudio de la nueva geometría son idealidades, no realidades. En el mundo real hay una gradualidad que caracterizamos como de mayor o menor perfección respecto a ese parámetro ‘ideal’. El geómetra, sin embargo, no se interesa en este mundo, en el imperfecto, sino en las formas ideales que funcionan como ideales regulativos, como utopías de perfección con las 31 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.21. 32 Alexandre Koyré: Estudios galileanos, p.87. 18 cuales son comparados los objetos dados en la intuición. Así, el geómetra genera una ‘praxis ideal’ que se mantiene en el dominio de esas formas puras. “En virtud de un método de idealización y construcción históricamente elaborado hace ya mucho tiempo y cuyo uso implica una comunidad intersubjetiva, dichas formas-límite han pasado a ser adquisiciones disponibles de modo habitual, con las que siempre puede conseguirse algo nuevo: un mundo infinito y, sin embargo, cerrado-en-sí de objetividades ideales como campo de trabajo.”33 La geometría permite tener disponibles paradigmas y trabajar con objetos formales idealizados que, históricamente van poco a poco constituyendo un cuerpo de objetos de estudio a la mano para los geómetras. Husserl mismo caracteriza a la geometría como una ciencia que va poco a poco construyendo, en su desarrollo, el conocimiento con base en el conocimiento anterior: “no sólo es un progreso que se mueve de adquisición en adquisición, sino una síntesis continua en la que todas las adquisiciones mantienen su vigencia, conforman todas una totalidad, de tal modo que en cada presente la adquisición total es, por decirlo así, la premisa total para las adquisiciones del nuevo nivel.”34 La geometría es ‘idealizante’, y precisamente por ello es posible alcanzar ahí lo que en la praxis empírica no: la exactitud. Esta exactitud es propia de lo que es totalmente capturable y susceptible de ser dominado por la racionalidad matemática: organizado y medido. La realidad empírica no nos ofrece realidades tan manejables en ese sentido. Lo ideal es susceptible de definición en su forma absoluta, es totalmente abarcable: Se destacan, en este sentido, ciertas formas particulares, como las líneas rectas, los triángulos, los círculos. Pero –y éste fue el descubrimiento que logró la geometría- mediante aquellas figuras elementales destacadas de antemano como universalmente disponibles y en virtud de las operaciones que generalmente permiten, es posible no limitarse tan sólo a construir siempre de nuevo otras formas intersubjetivamente determinadas de un modo unívoco gracias a un método generador. Porque finalmente se presentó la posibilidad de generar constructivamente y de un modo unívoco, mediante un método apriorístico sistemático y omniabarcador, absolutamente todas las formas ideales concebibles.35 La geometría posibilitó a los científicos llegar a obtener, a través de un método universal, un conocimiento apodíctico, pero que no se quedaba solamente en la visión teórica del analista, sino que podía aplicarse al mundo de la experiencia empírica. La nueva geometría permitía hacer intersubjetivo el conocimiento por la vía de la univocidad: al contar con formas ideales totalmente determinables y abarcables, podían medirse, podían generarse modos de explicación controlables y contabilizables. El método geométrico es el método de la determinación mesurable, el método paradigmático de la ‘medida’: La mensuración descubre prácticamente la posibilidad de elegir como medidas ciertas formas empíricas fundamentales, fijadas concretamente a cuerpos empíricamente fijados y universalmente disponibles de manerafáctica, así como la de determinar intersubjetivamente y 33 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.25. 34 Edmund Husserl: “El origen de la geometría”, p.3. 35 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.26. 19 de un modo prácticamente unívoco gracias a las relaciones existentes (y que deben ser descubiertas) entre ellas y otras formas corporales esas otras formas; primero en una esfera restringida (por ejemplo, en la mensuración) y luego para nuevas esferas de formas.36 La medida no solamente surge como una actividad posible, sino como una opción sumamente atractiva para el científico que quiere controlar y dominar, de manera objetiva, lo que antes se le escapaba de las manos, para el científico que quiere disponer de un conocimiento que pueda ser utilizable y controlable siempre de la misma manera y que sea, por supuesto, válido intersubjetivamente. La medida tiene el mérito de ser siempre la misma para todos al estar anclada su validez en una idealidad siempre reproducible. “la existencia geométrica no es psíquica, no es existencia de lo personal en la esfera personal de conciencia; es existencia de lo que existe objetivamente para ‘todo el mundo’”37. El estatuto de lo geométrico tiene el carácter de la objetividad y universalidad máximas, de modo que el dato geométrico es accesible para cualquier subjetividad que la busque. El teorema de Pitágoras es el mismo para todo tiempo y para todo lugar, no importa la lengua en la que se exprese o el número de veces que se exprese, seguirá siendo siempre el mismo. No se gasta. Por eso la geometría se convirtió en un modelo perfecto para generar técnica, en un método de medida sumamente adecuado para determinar objetivamente las estructuras de lo real, para controlar las cosas y lo que se quería desde un principio medir y conocer. Ésta es la geometría que condujo a Galileo a la nueva idea de la física.38 Con la geometría se superaban las concepciones subjetivas, esenciales al mundo empírico. La geometría daba la posibilidad de ir más allá de la fragilidad y contingencia de la experiencia sensible, para dar lugar a un conocimiento exacto, con ella se alcanzó una verdad idéntica en todo tiempo y en todo lugar, y no relativa a los sujetos que la conocen, junto con todas las condiciones empíricas (contingentes) que éstos cargan consigo. A pesar de esto, Galileo sabe que las cosas empíricas son variables, que los cuerpos cambian respecto al lugar espacio-temporal, que por estas condiciones de espacio y de tiempo, se vuelven mudables y variables39. ¿Cómo podría –en esas condiciones- haber un conocimiento verdaderamente científico del mundo? Galileo piensa que en esta contingencia, en este caos propio del mundo material, del mundo empírico, hay algunas regularidades presentes que lo unifican y le dan sentido: el mundo tiene un modo habitual de ser, cumple con ciertas reglas más o menos válidas, un ‘estilo propio’ –para utilizar una expresión husserliana-. Si bien es imposible señalar que el universo físico es absolutamente regular, precisamente porque en tanto empírico es contingente, sí es posible señalar que existe un ‘modo general’ de expresarse la naturaleza: las cosas no se presentan arbitrariamente, sino que responden a ciertas regularidades. Es esta regularidad lo que permite que sean formuladas ciertas hipótesis y después comprobadas. En 36 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.27. 37 Edmund Husserl: “El origen de la geometría”, p.4. 38 Cfr. Alexandre Koyré: Estudios galileanoss, pp.76-97. 39 Cfr. Alexandre Koyré: Estudios galileanos, pp.73s. 20 este contexto la matemática se ofrece como una respuesta y como un vehículo adecuado para hacer ciencia, sobre todo por dos características que ella posibilita respecto de la formación y postulación de hipótesis: 1) en la geometría se crean objetividades que idealizan el mundo40. Estas objetividades, como ya lo mencionamos, son determinables y unívocas, no poseen irregularidades ni están sujetas a variabilidad; 2) con el arte de la medición se obtiene del mundo intuitivo un conocimiento objetivamente real, un conocimiento que puede ser público e intersubjetivo. Por ello, señala Husserl: Gracias a la matemática pura y a la mensuración práctica cabe crear una previsión inductiva completamente nueva para todo lo referido a la extensión en el mundo de los cuerpos, es decir, cabe «calcular» con necesidad rigurosa y a partir de acontecimientos formales dados y medidos, otros desconocidos y nunca accesibles a la medición directa. Así, la geometría ideal ajena al mundo se transforma en geometría «aplicada» y, en un sentido determinado, pasa a aser un medio universal de conocimiento de realidades.41 Así surge el intento de aplicar este método a la totalidad de lo real, a todo lo experimentable en vivencias particulares y a todas las cualidades de las cosas, por más contingentes que fueran estas cosas, junto con sus características y propiedades. Esto es solamente posible en el sentido de que las cualidades del mundo experimentadas están íntimamente vinculadas con las formas que les corresponden esencialmente, un presupuesto básico de la ciencia moderna, la hipótesis del paralelismo entre lo cualitativo y lo cuantitativo: toda realidad empírica, toda cualidad de la materia corporal está anclada en una idealidad exacta a la cual se aproxima más o menos42. Asistimos entonces a la objetivación del mundo concreto de los cuerpos, en tanto que estos cuerpos se convierten en objetos nuevos de conocimiento, pero también en tanto que el conocimiento se ha tornado sumamente ‘objetivo’: cuantificable y mesurable. De este modo, la novedad para la nueva ciencia es, en palabras de Husserl, que “todo lo que se manifiesta como real en las cualidades sensibles específicas debía tener su índice matemático en eventos de la esfera formal, obviamente concebida como ya idealizada.”43 Lo importante era captar sistemáticamente la inductividad universal y particular del mundo empírico: encontrar la susceptibilidad de las cosas concretas a ser universalizadas. ii. Segunda etapa: aritmetización y búsqueda sin límites Así es como Galileo encontró conexiones esenciales que se dejaban expresar matemáticamente a la manera de ‘fórmulas’. Cada fórmula es, en este sentido, la expresión –siempre perfectible- de una relación; cada acto de medición es una ‘aproximación’ hacia un polo inalcanzable (el ideal), porque la magnitud medida no será jamás como la magnitud perfecta. Tenemos así una 40 Cfr. Edmund Husserl: “El origen de la geometría” pp.4ss. 41 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.33. 42 Cfr. William R. Shea: “Galileo e l’atomismo”, pp.257-272. 43 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.37. 21 objetivación del mundo intuido, una aritmetización de la geometría y del mundo presentado en la experiencia empírica, y el resultado de todo este proceso cognoscitivo es un dato objetivo obtenido a partir de lo empírico, pero con referencia a entidades ideales y expresado aritméticamente a través de una fórmula. El conocimiento científico adquiere, pues, un nuevo matiz: el matiz de la incompletud, y la perfectibilidadse convierte en un proceso que se despliega en el tiempo sin un fin conseguible, ya que la medición podrá siempre ser mejorada respecto de la idealidad perfecta que funciona como paradigma. Si el objeto concreto se mide respecto a una medida ideal, siempre podrá aproximarse un-poco-más a ese ideal perfecto de medida. Concluye Husserl: “la esencia propia de la ciencia de la naturaleza, su modo de ser a priori, es ser hipótesis hasta el infinito y confirmación hasta el infinito. En esto la confirmación no sólo está, como en la vida práctica, expuesta a la posibilidad del error, y exige ocasionalmente correcciones. En cada fase del desarrollo de la ciencia natural hay aquí una teoría y una metódica de todo punto correctas, en cuyo marco el «error» se da por excluido. Newton, el ideal del investigador exacto de la naturaleza, puede decir: «hypotheses non fingo», y en ello viene asimismo implicado que no se equivocaba en el cálculo y no cometía errores metódicos.”44 El ‘in infinitum’ está presente como forma permanente de la inductividad; se abre como posibilidad esencial de la metodología que se utiliza. Desde el nuevo programa científico la verdadera naturaleza está en la idealidad, y ésta es un lugar infinitamente alejado de lo empírico. Infinitamente alejado, pero a su vez infinitamente aproximable a ello. Se trasladó el paradigma de realidad hacia el lugar de lo ideal pero, y aquí está el quiebre del nuevo método: olvidando que lo real es el mundo empírico, con irregularidades, variaciones y contingencias, esencialmente cualitativo. Por otro lado, con las fórmulas en las que la nueva ciencia se expresa se posee la posibilidad de prever lo que el investigador y el hombre del mundo han de esperar del comportamiento de la naturaleza. Con la fórmula se gana una expresión abstracta que permite controlar y predecir, y que, por otro lado, es mucho más objetiva que la evaluación cualitativa. Así, si el científico puede predecir la naturaleza, entonces ha captado según él su ser más íntimo. Se comprende, entonces, el ser verdadero de la naturaleza en su ‘sentido-de fórmula’ [Formelsinn], en tanto que el sentido del objeto de estudio, así como su verdad, puede ser atrapado en su consideración como fórmula matemática. Estas fórmulas expresan números en general, en tanto que son constituidas por variables y con esto el conocimiento se convierte en un pensamiento sobre números en general y leyes numéricas, desembarazado de toda realidad intuitiva, desembarazado de toda característica cualitativa, ganando en objetividad, puesto que los valores de las cantidades y las medidas permanecen siempre los mismos, independientes del hombre de ciencia, independientes de quién los mida. Jan Patočka lo expresa de esta manera: “la medida opera en una dimensión de objetividad pura; posee una validez a la que se debe que el procedimiento de medida tenga significado idéntico con independencia de la persona que lo lleve a cabo. Y todo perfeccionamiento del arte de medir representa al mismo tiempo un paso 44 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.43. 22 adelante en la objetivación, en el aumento de la precisión.”45 De este modo, la racionalización de la ciencia moderna propone a la realidad una universalización impropia de lo cualitativo y de lo que es vivido en la experiencia ordinaria. La ciencia se vuelve el estudio de lo real a partir de una idealidad matemática, su referencia directa a la realidad concreta desaparece. Y es aquí en donde comienza lo que para Husserl fue el error de Galileo. iii. Interludio. Los inconvenientes de la matematización La matematización galileana constituyó un verdadero fundamento para el estilo y la inspiración no solamente de la física sino de toda la filosofía en la modernidad. Además de la importancia que resultó para la física el nuevo paradigma, éste constituyó un nuevo modo de comprender el mundo en muchas de las áreas del pensamiento. Por ello, el error –de acuerdo con Husserl-, surge en el momento en el que ese método se toma como el mejor método, como el paradigma de todos los métodos o, más aún, como el único método capaz de encontrar la verdad. Es un problema no solamente por un error en la cuestión metodológica, sino por un olvido de una dimensión no-metodológica que acompaña a todo conocimiento científico. La matematización constituye un problema cuando se olvida que hay algo mayor y de valor más grande a ella, y que eso es lo que da sentido a la creación de esa metodología. Esta ‘aritmetización’ de la que Husserl habla conduce a la geometría a un ‘vaciamiento de su sentido’. Las idealidades de la geometría se presentan ahora –con la aritmetización- como ‘puras formas numéricas’, son estructuras algebraicas abstractas que no representan cantidades reales, sino números indeterminados. Con el ‘sentido-de-fórmula’ se llega al sentido simbólico, a una ‘formalización’ del mundo que deja tras de sí el significado. En una analogía quizás lejana podría explicarse como la pérdida de la semántica en favor de la sintaxis. La ciencia natural, “desarrollando técnicamente sus métodos es llevada de suyo, como ya antes la aritmética, a una transformación en virtud de la que pasa a ser, pura y simplemente, una técnica; una mera técnica para obtener, mediante un proceder calculístico según reglas técnicas, resultados cuyo sentido real de verdad sólo puede lograrse en un pensamiento penetrante efectivamente ejercitado y prácticamente experimentado en los temas mismos.”46 Bajo este modelo de pensamiento solamente entran en acción los modos de pensar indispensables para una técnica como la instrumentalización, la numeración y la medida: el pensamiento originario así como la intención que busca comprender significados y que da sentido a toda la investigación científica quedan excluidos del proceder de la ciencia. La experiencia originaria del mundo que suscitó y provocó las preguntas de los científicos, queda relegada a un ámbito supuestamente ‘precientífico’, porque la ciencia es el erigirse del aparato idealizado, el separarse mediante una metodología idealizadora del ser contingente de lo real. 45 Jan Patočka : “La filosofía de la crisis de las ciencias según Edmund Husserl y su concepción de una fenomenología del mundo de la vida”, p.142. 46 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.47. 23 A juicio de Husserl, esto es legítimo sólo si son evitadas las ‘desviaciones de sentido’, si se cuida que el sentido original que provocó la invención de un método como éste permanezca disponible en la reflexión como factor regulador de todo el conocimiento, es decir, si se tematizan los prejuicios y se hace ciencia desde una conciencia de los presupuestos. Para Husserl, el investigador debe ser consciente de que su método es únicamente un método más entre otros y que la matematización es solamente un modo de acercarse a la naturaleza. Esto, por supuesto, implica relativizar la matematización y el ‘sentido-de-fórmula’, de modo que se le comprenda como un caso de la investigación científica y de ninguna manera como el paradigma. Si no es así, la ciencia está sujeta a un cambio en el sentido, a una perversión respecto de su misión inicial y, por ello, se inscribe en el derrotero del fracaso o, al menos, del saber ingenuo. De ahí la expresión husserliana de ‘crisis de la ciencias’: a pesar de que éstas tienen un éxito formidable en el ámbito técnico, han fracasado en el ideal antiguoy renacentista de ofrecer al hombre una filosofía perennis, un saber omnicomprensivo –dentro de sus límites- que ayude y colabore a otorgar un sentido a la existencia. Con ello Husserl no busca eliminar el conocimiento científico, o rechazarlo como inválido; por el contrario, busca la cientificidad de todo conocimeinto, pero es consciente de que esta cientificidad debe ser ‘crítica’, en el sentido de que tenga presentes cuáles son los supuestos no demostrados de los que parte. Y eso es lo que a juicio de Husserl ha olvidado la ciencia moderna: que la matematización es únicamente una vía de acercamiento que, al conquistar el reino de lo matemático, deja fuera el reino de lo subjetivo. El problema con Galileo es que no investigó los fundamentos significantes de la ciencia, no dio cuenta de aquellos principios que otorgan significado a la investigación y se quedó con un reducto de ésta. Tomó a la geometría ideal como el verdadero ser de lo real. Galileo no vio cómo el mundo, este mundo, ofrece simplemente formas empírico-intuitivas, formas contingentes sujetas al cambio y al devenir, y no las formas exactas y perfectas propuestas por la geometría.47 La nueva ciencia se olvidó de lo que Husserl llama ‘mundo-de-la vida’ [Lebenswelt], el mundo que nos ofrece la vida cotidiana, con todas sus contingencias, pero también con todos sus significados, sentidos y valores. “Sólo a él [al mundo de la vida] podía plantearle el hombre viviente en ese mundo y, por ende, también el investigador de la naturaleza, todas sus cuestiones teóricas y prácticas, sólo a él podía reencontrarle teóricamente en la abierta infinitud 47 Es importante recordar aquí, aunque sea de manera lateral, la crítica de Maurice Blondel -varios años antes de La crisis de Husserl- a este supuesto de la ciencia matemática. Blondel esgrime argumentos muy interesantes cuya finalidad es desenmascarar la ingenuidad de las ciencias positivas a partir de la arbitrariedad del paradigma matemático al que éstas se adhieren acríticamente: “Al físico le basta con establecer una relación continua entre las intuiciones de la experiencia que no comportan ninguna medición directa y ciertos símbolos sometidos únicamente a la doble condición de ser mensurables y de representar convencionalmente datos empíricos. Lo que busca es un resumen manejable y una coordinación sistemáticos, no una explicación de leyes experimentales. Y lo que hay de arbitrario en su convención inicial persiste en todos los desarrollos y hasta en los resultados mejor verificados de la ciencia.” Maurice Blondel: La acción, p.95. Ver especialmente la Primera Etapa de la Tercer Parte: “De la intuición sensible a la ciencia subjetiva. Las condiciones científicas y las fuentes inconscientes de la acción”, pp.69-135. 24 de sus horizontes desconocidos.”48 Es el mundo de la vida el que funge de hecho, se haga esto explícito o no, como fundamento de todo conocimiento, dado que es ese mundo el mundo que habitamos, el mundo preteórico que provee de significados al mundo teórico. Este mundo, este mundo primario de la vida, es el horizonte desde el cual surge toda intelección, toda inducción, es el mundo que encontramos como mundo de todas las realidades conocidas y desconocidas. Es ahí en donde habita la subjetividad, no cuantificable, el ámbito primario de despliegue del yo, incluido el yo de cada uno de los científicos y matemáticos. El mundo de la vida nos provee de un horizonte de sentido y de significado que llena y completa la vida práctica y la vida teórica. Esto, además, no ha sido señalado únicamente por Husserl en los inicios del siglo XX, sino que parece haber permanecido a lo largo del siglo XX, de manera que otros filósofos lo notaron también. Lyotard ha visto el mismo fenómeno y, aunque lo explica desde un punto de vista distinto al de Husserl, lo analiza con la misma agudeza: “Con la ciencia moderna aparecen dos nuevos componentes en la problemática de la legitimación. Primero, para responder a la pregunta: ¿cómo probar la prueba?, o, más generalmente: ¿quién decide las condiciones de lo verdadero? Se abandona la búsqueda metafísica de una prueba primera o de una autoridad trascendental, se reconoce que las condiciones de lo verdadero, es decir, las reglas del juego de la ciencia son inmanentes a ese juego, no pueden ser establecidas más que en el seno de un debate ya en sí mismo científico, y además, que no existe otra prueba de que las reglas sean buenas como no sea el consenso de los expertos.”49 Si es el saber matemático lo que ofrece las reglas de lo verdadero y queda fuera el mundo-de-la-vida, entonces queda fuera una de las instancias ‘metacientíficas’ e intersubjetivas, capaces de ofrecer un relato racional que unifique el saber científico y le dé un sentido comprensivo. Lo que señala Lyotard es significativo porque explica por qué la ciencia moderna, que adopta el modelo matemático, se convierte en una ciencia cuyo saber no está correctamente legitimado, sino que es arbitrario al dejar como un supuesto ‘obvio’ los fundamentos y los cimientos desde los cuales se vertebra y que, al permanecer como supuestos, terminan por ser olvidados. Ahora bien, el problema se agrava porque no solamente los olvida, sino que los tapa y los oculta: al tomar lo matemático-ideal como lo verdaderamente real, se tiende sobre lo real un manto que obstaculiza su contemplación. Al nuevo método moderno, que olvidó este ámbito de la realidad, lo llamó Husserl metafóricamente: un ‘ropaje de ideas’, porque tira un velo sobre lo originario y lo oculta a la vista. La nueva metodología provoca en el científico una ceguera ante lo verdaderamente real; éste queda deslumbrado por las posibilidades que la matematización ofrece. Al colocar el conocimiento matemático como el conocimiento ‘más verdadero’, queda de alguna manera velado el verdadero hecho real. Alexandre Koyré lo expresa de manera sumamente elocuente. “Se trata, propiamente hablando, de explicar lo que es a partir de lo que no es, de lo que no es nunca. E incluso a partir de lo que no puede nunca ser.”50 Al parecer, entonces, la novedad de 48 Edmund Husserl: La crisis de las ciencias europeas, p.52. 49 Jean-François Lyotard: La condición postmoderna, p.60. 50 Alexandre Koyré: Estudios galileanos, p.195. 25 Galileo no consiste tanto en el ‘experimento’ en tanto ‘observación del hecho’, sino en la aplicación de conceptos, o concepciones, del fenómeno y luego comparar estas concepciones con el fenómeno tal como se nos muestra. ¿Por qué es tan nueva la ciencia de Galileo? No es nueva debido a la observación del hecho, sino que es nueva porque permite ingresar a un nuevo terreno en la construcción del conocimiento: aplicar una idea a lo real, y no generar de lo real una idea. Ortega y Gasset, quien también pensó el cambio galileano, lo expresó de esta manera: “comienza, pues, por construir idealmente, mentalmente, una realidad. Sólo cuando tiene ya lista su imaginaria realidad observa los hechos, mejor dicho, observa qué relación guardan los hechos con la imaginada realidad.”51 El ‘sentido-de-fórmula’ y la aritmetización son para Husserl vestimentas que cubren lo verdaderamente real, que no nos presentan al mundo en su desnudez sino ya bajo un vestido y un ornato. “El ropaje de ideas hace que tomemos por ser verdadero lo que es un método, un método destinado a corregir en un progressus in infinitum las toscas predicciones –que son originariamente
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