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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS LA EXTERIORIDAD COMO FUENTE DE LO MESIÁNICO EN EL PENSAMIENTO DE EMMANUEL LÉVINAS POR BERNARDO CORTÉS MÁRQUEZ PARA OBTENER EL GRADO DE LICENCIADO EN FILOSOFÍA ASESOR. ENRIQUE DUSSEL MAYO 2010 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. A mis padres Bernardo Cortés Balderas y María Antonia Márquez, por todo su apoyo. A Diana Avendaño, por todo el tiempo y cariño que me ha entregado. A todos los sujetos que sufren y se duelen de las injusticias cometidas a los otros hombres, aguardando tiempos mesiánicos. A Enrique Dussel, con gran respeto y admiración. A los lectores de este trabajo: Mario Magallón, Victórico Muñoz, Jorge Armando Reyes y Pedro Enrique García. ÍNDICE. INTRODUCCIÓN. 1 1.- La fenomenología genética 2 2.- Ontología y metafísica. Totalidad y exterioridad. 6 II 1. Breve acercamiento a la noción de lo mesiánico según la tradición judía. 11 2. Figuras de lo mesiánico. 16 CAPÍTULO I CORPORALIDAD Y NECESIDAD. ACOGIDA DE LA EXTERIORIDAD DEL MUNDO PARADISIACO. 24 1. Elementos originarios de salvación. 24 1.1. Salvación como alimentación. 24 1.2. La sensibilidad y el estar-contento. 33 1.3. El amor a la vida. 35 2. Rumbo a los otros: Eros, mujer y fecundidad como horizontes mesiánicos. 38 2.1. La interioridad en territorio exterior: La casa. 38 2.2. Los rasgos femeninos de lo mesiánico. 41 2.3. El hijo y el porvenir. 45 2.4. El tiempo-ahora como fecundidad. 51 CAPÍTULO II LA EXTERIORIDAD EN SU NEGATIVIDAD. CLAMOR MESIÁNICO DEL OTRO HOMBRE. 54 1. Encuentro con otro hombre. 54 1.1. Vulnerabilidad y cara-a-cara. 54 1.2 Rostro y altura. 59 1.3. De la visión al oído. El decir frente a lo dicho. 62 1.4. Revelación y primera hospitalidad. 65 1.5. ¿Quién es mi prójimo? o certeza mesiánica. 70 1.6. Miseria e indigencia. El hambre del pobre: fuente mesiánica. 72 1.7. La negación total de la exterioridad: La muerte es la muerte del otro y el tiempo inacabado. 77 1.8. Tiempo mesiánico desde la excepción del orden. 84 CAPITULO III LA SUBJETIVIDAD MESIÁNICA. SER PARA LA EXTERIORIDAD. 90 1.1. Deshechizamiento y comienzo del profetismo en el sujeto. 90 1.2. El metafísico o la activación del deseo: La solidaridad. 95 1.3. Rehén como Siervo. La débil fuerza mesiánica en el sujeto. 102 1.4. Morir por otro. El escándalo del sacrificio. 114 1.5. Reino profano, Estado de David y reino mesiánico. ¿Una nueva estructura de poder? 122 1.6. A pesar del rey. Ser mesiánico es ser pueblo. Una reflexión. 132 CONLUSIÓN. 135 BIBLIOGRAFÍA. 136 1 INTRODUCCIÓN. Emmanuel Lévinas1, nacido en 1906 en Kaunas (Lituania), residió en Francia desde 1923. Desde su niñez obtuvo la educación de su tradición judía, aprendida directamente de la lectura de los textos sagrados en hebreo, leyendo también a Tolstoi y Pouchkine. Vivió la revolución rusa cuando tenía once años en 1917; en 1923 estudia en la Universidad de Estrasburgo. Por esta época estableció amistad con Maurice Blanchot. Posteriormente entre 1928 y 1929 estudio en Friburgo con Husserl y Heidegger, pensadores que influyeron en su educación fenomenológica, aunque ya iniciado con Jean Hering. En 1930 escribe una obra dedicada al maestro: La teoría fenomenológica de la intuición. En 1933 rompe con Heidegger por su cercanía de éste con el nazismo. Durante 1939 participa en la segunda guerra mundial como traductor de ruso y alemán. Participa en las veladas sabatinas de Gabriel Marcel, época en la que se relaciona con Jean Wahl, quien habría fundado el Colegio filosófico donde Lévinas dicta algunas conferencias desde 1947. Durante la ocupación alemana del nazismo permanece preso en un campo de concentración desde 1940 hasta 1945, ahí escribe De la existencia al existente publicado en 1947. Toda su familia muere por manos del nazismo a excepción de su esposa y su hija que permanecían escondidas en un monasterio. Posteriormente en 1948 publica El tiempo y el otro, donde continuará la ruptura y distanciamiento con el pensamiento de Heidegger, además de oponerse al movimiento de la dialéctica hegeliana. En 1961 publica una de sus obras más importantes Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, mismo año en el que obtiene su doctorado en Letras. Asume la dirección de la centenaria Escuela Normal Israelita Oriental, participa en las conferencias anuales de intelectuales judíos en Francia sobre el Talmud, de las que formarán el volumen de Difícil libertad en 1963 y Cuatro lecciones talmúdicas en 1968. En este tiempo frecuenta personalidades como Henri Nelson y el señor Chouchani, maestro de Lévinas y gran estudioso exhaustivo de la exégesis del Talmud. Fue profesor en la Universidad de Poitiers desde 1967,así como de la Universidad de Paris-Nanterre y en Paris-Sorbona en 1973. Muere en diciembre de 1995. 1 Para la información bibliográfica sobre Emmanuel Lévinas he consultado del propio Lévinas su especie de autobiografía en Difícil Libertad, cfr. Lévinas, 2006, p. 251-257. 2 1.- La fenomenología genética. El pensamiento de E. Lévinas inicia como separación de la fenomenología de Husserl y Heidegger, aunque partiendo de las intuiciones del mismo Husserl y Heidegger. Lévinas refiere un momento anterior a la actitud teórica de Husserl. Ante todo, para Lévinas, el sujeto es susceptible, es sensibilidad, y la relación cognoscente del mundo no es su relación originaria. Dicho momento es anterior a la reflexión, o teorización. Ahí recae la crítica del filósofo de la alteridad con respecto a la fenomenología. La fenomenología de Husserl da prioridad a la actividad intelectual, es decir, la captación del mundo por el cogito. El concepto mismo de intencionalidad refiere una relación de la conciencia y el objeto de conocimiento. Todo lo que puede considerarse como conocimiento es aquello que es aprehendido por una conciencia. Esto es, que la intencionalidad es la estructura misma de la subjetividad, es por lo cual el sujeto alcanza el objeto que es exterior a él, que lo trasciende: “Yo me encuentro, en cuanto ser humano, en el mundo, y al par teniendo experiencia de éste y conociéndolo, yo incluido en él, científicamente. Así, yo me digo todo lo que existe para mí, existe gracias a mi conciencia cognoscente, es para mí lo experimentado en mi experiencia, lo pensado en mi pensar, lo teorizado en mi teorizar, lo penetrado en mi penetrarlo. Si se admite la intencionalidad, siguiendo a F. Brentano, se dice: la intencionalidad, en cuanto propiedad fundamental de mi vida psíquica, designa una propiedad real, inherente a mí, en cuanto ser humano, por lo que respecta a su pura intimidad psíquica, y ya Brentano la situó en el centro de la psicología empírica del hombre”2. Dicha postura de la relación intencional entre la conciencia y el objeto es una tesis que Husserl recupera de su maestro Brentano3, para el cual todo lo percibido es un objeto mental y sólo en la mente y por la mente algo es real (la conciencia es conciencia de una cosa). De igual manera para Husserl, todo aquello que se le presenta a la 2 E. Husserl, 2004, p. 139. 3 Brentano recupera el carácter intencional de la conciencia de la filosofía medieval “…definían la conciencia como intencionalidad mental”. (véase Manuel Cabrera, 1994.p.21). 3 conciencia es real. Esta prioridad a la conciencia, a la reflexión, es lo que criticará Lévinas. La crítica que empezará a hacer Lévinas a la fenomenología la extrae de los elementos mismos de la fenomenología de Husserl, es decir, capta otras vías fenomenológicas que sólo la propuesta egológica. J. Derrida ya ha advertido que el pensamiento Lévinasiano se trata de una fidelidad infiel: “… Lévinas pretendía permanecer fiel a la fenomenología en el mismo momento en que ponía en cuestión los resultados o las proposiciones de una fenomenología husserliana”4. Lévinas se da cuenta de que la fenomenología es una búsqueda del sentido anterior a la representación (regresar a las cosas mismas). La fenomenología es una búsqueda de la construcción del mundo, no un mundo ya representado, el mundo es algo a representar. Desde aquí Lévinas capta las implicaciones que tiene lo sensible en la fenomenología como momento pre-teórico. El sujeto antes que ser conciencia reflexiva es existencia, más aún, es existente5. Los desarrollos del mismo Husserl, en Ideas II, donde se empezaría a desarrollar un acceso al mundo que se desprende de la actividad teorética por medio del cuerpo o el yo personal le permitirían a Lévinas acudir a la fenomenología misma para mostrar un momento anterior a la tematización. La fenomenología desarrollada por Husserl tiene la prioridad de que la conciencia es la aprehensión del ser, es decir, que los fenómenos existen en tanto que son percibidos por la conciencia, así Lévinas indica lo que significa la fenomenología desde la teoría husserliana: “Así, la teoría del conocimiento de Husserl se convierte en fenomenología y se presenta bajo la forma de una <<toma de conciencia>> (Selbstbesinnung) de la vida cognitiva misma”6. La pretensión de ampliar o superar la perspectiva fenomenológica formal de la conciencia recurrirá, por parte de Lévinas, al contenido de la existencia en su actitud no intelectual. La vivencia concreta se encuentra detrás de la vida conciente y trascendental, dándose no como actividad racional del cogito sino como sensibilidad, deseo, o afectividad. Ya Heidegger daría a nuestro autor las bases para criticar la postura del maestro desde la ontología fundamental, que Lévinas intentará descubrir indicios ya en Husserl, cuando indica que 4 Derrida, 2001, p. 66. 5 Es la crítica que desarrolla el autor en su obra De la existencia al existente donde criticará el fenómeno del ser en su concepción impersonal, lo que llamará el “hay”. A este hay se opone el existente como salida de lo neutro, salida que se da hacia los otros. 6 E. Lévinas, 2004b, p. 162. 4 la conciencia de los objetos, la fenomenología, se da en el ámbito de la existencia como mundo de la vida, así lo refiere en su estudio sobre Husserl: “Analizar la constitución de un objeto equivale a seguir las intenciones de la vida que se dirige hacia él y el sentido que dichas intenciones le presentan. La existencia no es sino el modo según la conciencia sale al encuentro del objeto, el papel que éste juega en la vida concreta de la conciencia, ya que es en la vida donde se encuentra el origen mismo del ser”7. La percepción es aquí una instancia primera y anterior, que la conciencia, de la subjetividad. Refiere que el sujeto antes de estar reflexivamente en el mundo está instrumentalmente (ser a la mano), como lo refiere Heidegger en Ser y tiempo8, ontología que permitirá a Lévinas situarse en el estadio del deseo, de la sensibilidad por el cual descubre una relación con el mundo donde no precede la reflexión o la representación: “Así, finalmente, para el joven Lévinas, el intento de Husserl de acceder “a las cosas mismas” fracasó por su empeño de considerar a la cercanía como un campo de investigación trascendental alejado de la vida concreta, histórica e individual del hombre; vida que, en ultima instancia- tal y como lo ha mostrado Heidegger en Ser y tiempo- es tiempo y afectividad (Stimmung)”9. Heidegger había mostrado otro modo en que se descubre el mundo que la mera actitud teórica. El acceso al mundo como el encontrarse como estado de ánimo que sitúa el ser-ahí como ahí concibiendo el ser a la manera de “cómo le va a uno”10, o como proxemia o cercanía con el mundo como conjunto de utensilios. El ser en el mundo, en tanto ser que se encuentra afectivamente supone una estructura sensitiva en la existe una receptividad del mundo más originaria que la tematización: <<Y sólo porque los sentidos son ontológicamente inherentes a un ente que tiene la “forma de ser” del “ser 7 Ibíd., p. 164. 8 El simple dirigir la vista “teoréticamente” a las cosas carece de la comprensión del “ser a la mano”. (M. Heidegger, p. 82). 9 P. E. García Ruiz, Fenomenología y ontología en el joven Lévinas, Revista de filosofía, Vol. 31 Núm. 1(2006): 123-141. p. 129. 10 M. Heidegger, 1951, p. 151. 5 en el mundo” “encontrándose”, pueden resultar “afectados” y “tener sentido para”, de tal suerte que lo que los “afecta” se muestra en la “afección”>>11. Aquí se muestra el desarrollo dela postura de Heidegger y Lévinas que indicará que la intencionalidad se refiere a un momento más primordial que sólo el de que conciencia es conciencia de algo: “La intencionalidad debidamente entendida, tiene que ver con lo anímico, con lo pre-dóxico”12 . El ámbito de la afectividad se da en relación con el objeto de manera intencional forjando ya una subjetividad: sentimiento es sentimiento de algo, necesidad es necesidad de algo. He indicado que la sensibilidad es un acceso fenomenológico originario por el cual nos relacionamos con lo otro del sujeto. En La fenomenología de la intuición Lévinas llega a la conclusión de que hay un aspecto que antecede a la subjetividad trascendental. Este aspecto es, para Lévinas, lo que cumple con los requisitos de una fenomenología no representativa. Aquel aspecto anterior a la actitud teórica es una tesis que retoma del mismo Husserl llevándolo hasta las últimas consecuencias, la cual es la actitud natural, una visión cercana al ser en el mundo heideggeriano, que en el padre de la fenomenología es (Gegebenheit), lo dado de hecho. Antes del acto de representación está dado el objeto a representar, antes del acto de desear esta lo deseado, etc. Para Lévinas hay un acceso fenomenológico al mundo más inmediato que toda representación, anterior a todo momento pre-conceptual, el cual es al acceso afectivo hacia el mundo. Es un ámbito que va más allá del sujeto como mera subjetividad trascendental o meramente reflexiva, que para Lévinas sólo era posible por la fenomenología genética que había planteado ya Husserl, es decir, que existe un génesis pasiva del proceso fenomenológico que refiere a la vivencia, una especie de relación primaria de percepción con el objeto : “Lo que en la vida se nos presenta acabado, por decirlo así, como mera cosa existente (prescindiendo de todos los caracteres <<espirituales>>, que hacen reconocer en ella, por ejemplo, un martillo, una mesa, un producto estético), está dotado en la originalidad del <<ello mismo>>, en la síntesis de la experiencia pasiva”13. Esta es la fidelidad crítica que Lévinas mantiene con la fenomenología husserliana y el interés de regresar a las cosas mismas, como lo indica en La teoría fenomenológica de la intuición: “Todo valor filosófico de la reflexión consiste en 11 Ibíd. p. 155. 12 P. E. García Ruiz, 2004, p. 139. 13 E. Husserl, 2004, p. 135. 6 permitirnos aprehender nuestra vida y el mundo en nuestra vida tal como son antes de la reflexión”14. Digamos, entonces, que para Lévinas la relación originaria con lo otro se encuentra en la vida concreta. La relación que mantiene el sujeto con el objeto es de sensibilidad, de cercanía, y no todavía epistemológica. El hecho mismo de desear supone desear algo que no se tiene, que por tanto es exterior. Este desear, como deseo para conservación (como el impulso de todo ser para conservarse según Spinoza) es un sentido de lo exterior. En cambio en la epistemología la relación del yo con el objeto (otro) es de aprehensión o, más aún, de representación, es una alteridad que ha sido atrapada, ahí ha perdido su alteridad. El estar en el mundo y la relación que puedo tener con los objetos es de gozo, ya que el instrumento, o el útil de Heidegger responden al gozo, como se afirmará en Totalidad e infinito. La relación sujeto-objeto es posibilitada por un momento pre-cognoscitivo, una relación sin categorías, relación afectiva. Es decir una manera distinta de intencionalidad. Aquí se encuentra un primer momento de alteridad como objeto descubierto por el deseo o gozo. Este momento de acceso a la exterioridad del mundo es como simple objeto de satisfacción solipsista. El estatuto primigenio del gozo, de deseo, o necesidad, en el sujeto es un pasar del yo, del sujeto, a la trascendencia, es el momento donde el gozo permite que el sujeto se trascienda hacia lo otro. La actividad de la subjetividad está posibilitada por lo otro, en tanto que gozo de aquello que lo trasciende y así la alteridad dota a la conciencia de los elementos para la actividad teórica. 2.- Ontología y metafísica. Totalidad y exterioridad. El momento primordial en el que el sujeto adquiere la satisfacción del mundo, antes de conocerlo temáticamente, plantea con lo trascendente una proto-relación donde el sujeto se ve empecinado a salirse de sí hacia el mundo. El mundo exterior, trascendente, se me presenta en correlación con el deseo, la necesidad, etc. La intencionalidad apunta hacia lo exterior: “Intencionalidad y trascendencia se pertenecen mutuamente y en su conjunto conforman la estructura ontológica del Dasein…”15. Lévinas ya advierte un acercamiento a la intencionalidad dependiente del objeto exterior desde su estudio sobre Husserl, donde crítica que la adquisición intencional del objeto trascendente, como 14 Lévinas, 2004b.p. 169. 15 P. E. García Ruiz, 2004, p. 146. 7 capacidad de la conciencia, no es una entrega al mundo exterior sino que nos muestra el mismo cogito trascendental. Aun cuando en Husserl la intencionalidad parezca estar en el ámbito sensitivo, valorativo, estético, etc., ésta no existe realmente sino por el hecho de tener conciencia de ese hecho, tener las vivencias como objeto de la conciencia: “Los estados de la conciencia (Erlebenisse) son vividos, y su existencia consiste precisamente en el hecho de ser concientes”16. Los objetos, la vida, el mundo, no se realizan en la percepción sensible. Sin embargo, la conciencia, aun egológica-trascendente, no se da sino por la alteridad del objeto. La conciencia solipsista de la fenomenología husserliana muestra una subjetividad trascendental e intencional que se dirige al mundo concreto pero que en su reducción revela únicamente no la vida concreta sino la posesión de la vida concreta para un ego trascendental. El mundo concreto no se agota en la percepción ideal del cogito, y no es lo que para una conciencia individual, aislada. Aquí Lévinas hace mención de que la ontología, el mundo concreto, implica la alteridad de los otros. La fenomenología egológica no puede limitarse a poseer abstracciones, es necesario descubrir la vida de los otros, para acceder al mundo tal y como se da en la vida. Si no se va hacia el otro no puede descubrirse la ontología tal y como es, si no es así el mundo será un mundo cerrado en la conciencia: “Si nos limitamos a describir la constitución del objeto en una conciencia individual, en una <<ego>>, no llegaremos al objeto tal como se da en la vida concreta. Nos quedaremos con una mera abstracción. La reducción sobre el ego, la reducción egológica no puede ser más que un primer paso hacia la fenomenología. Hace falta también descubrir a los <<otros>>, al mundo intersubjetivo”17. Dentro de esta sensibilidad, por la cual se accede al mundo concreto, la visión y el oído ocupan un lugar primordial en la fenomenología de Lévinas. Esta visión, esta audición, suponen una alteridad a la cual oír y un rostro al cual ver. Estos dos elementos de la sensibilidad refieren una alteridad que no es la alteridad del objeto, es una alteridad que trasciende al sujeto, y que el sujeto no puede abordar, como al objeto, en 16 Lévinas, 2004b, p. 167. 17 Ibíd. p. 184. 8 forma de gozo. Dicha alteridad se descubre por la sensibilidad. La visión me revela un rostro (visage), el oído me revela una voz. La sensibilidad acoge una alteridad que es exterioridad, lo no conocido, lo no familiar, lo más allá de mi mundo, es el fuera de mi horizonte. Aquella percepción del rostro, de la voz, está más allá de lo sicológico y, sin embargo, es intencionalidad. No hay sensibilidad sin objeto para ser sentido, no hay visión si no hay rostroque se da. Aquí Lévinas ha descubierto en el sujeto una intencionalidad sensible, que se le muestra como gozo. La relación que tiene el hombre como sensibilidad, gozo o necesidad, lo lleva a encontrarse con la alteridad del otro hombre precisamente como rostro o palabra. Este momento es lo que considero como el sentido más fuerte que puede tener el concepto de alteridad. La alteridad que permite la intencionalidad de la conciencia es un objeto que permanece en su otredad, pero la alteridad del otro hombre es aún más trascendente de lo que puede ser el objeto. El objeto no es autoconciencia, éste cae bajo el yugo de las categorías y al ser categorizado pierde un residuo de alteridad, retorna a lo mismo. El otro se revela a la sensibilidad y nunca como objeto epistemológico. En Husserl lo exterior al sujeto es siempre, por lo menos en Ideas I, una relación con la conciencia: “Husserl reconoce que la independencia de la cosa material con respecto a la percepción instantánea no es una mera ilusión. Pero cree poder dar cuenta de este hecho en una teoría que pondrá a la cosa exterior en relación necesaria con la conciencia”18. Sin embargo, la exterioridad del objeto no es igual a la exterioridad del otro hombre. Pero en Lévinas el objeto exterior se da en relación con lo sensible, a manera de satisfacción del gozo que retorna el ente- otro a lo mismo como alimento, produciendo así felicidad, redención. En cuanto al otro hombre, la primera relación que se puede tener con él es originariamente ética. Al otro se le escucha como rostro que me cuestiona en su epifanía. Pero ¿cómo es que en su aparecer un sujeto se me revela como otro? ¿Cómo es que con lo que me topo en el mundo (inmanencia) es trascendencia? Aquella alteridad que no puede abarcarse por la conciencia y que lo percibo por la sensibilidad rebasa la conciencia de la subjetividad, excede al sujeto. Es, como para Heidegger, el desbordamiento de la razón. Este desbordamiento de la subjetividad a partir de la experiencia sensible con el otro, con su rostro o su voz, ocurre con un cuestionamiento del pensamiento, donde aquel rostro aparece como trascendente o exterior, alteridad radical. Dicho 18Ibíd. p.47. 9 cuestionamiento no se refiere a una cuestión del pensamiento mismo o de su estructura sino a un momento inquietante traído por la alteridad, esa alteridad que permanece absolutamente trascendente porque no la puedo retornar a la conciencia Todo esto nos encamina al trastocamiento del sujeto, que inicia desde la sensibilidad, por la exterioridad de otro hombre. Dicho hombre tiene un rostro particular en el que se revela un clamor, un llamado, una voz que clama en el desierto y exige justicia. Esta experiencia se sitúa en el plano de la proximidad, es decir, de la sensibilidad, y toda afectación de la sensibilidad proviene siempre de la exterioridad del Otro hombre. El rostro del otro hombre es producido por la totalidad; la guerra está presente y viola toda moral, ahí el sujeto se topa con un revelación que dota a su conciencia de la existencia del Otro, que me interpela creando una relación ética desde el clamor del huérfano, petición del pobre, deseo de hospitalidad del extranjero; la cual impresiona y desconcierta a la conciencia. Dicha experiencia la define la categoría de cara-a-cara. El rostro del Otro hombre muestra la vulnerabilidad de una corporalidad desnuda, sufriente, carente, una humanidad que ha sido trastocada por el orden. Por esto, nuestro autor categoriza a este rostro vulnerable como Otro o exterioridad, ya que su situación lo coloca más allá de la totalidad. A partir de este estado de guerra, de exclusión, de pobreza, la escatología, que Lévinas llama mesiánica, quiebra la totalidad de la guerra. Dicha escatología es aquello mismo que reclama el fin de los tiempos que producen dolor, pero es tan sólo la imagen o figura aún no presente de la paz, de la salvación del mundo de injusticia. La escatología se muestra para el pensamiento como infinito o absolutamente Otro, es decir, como algo que está fuera del mundo real presente. En Totalidad e infinito la guerra niega y destruye la moral (se contrapone a lo mesiánico). La escatología mesiánica, o promesa profética, saca al sujeto de la totalidad de miseria, le dota de un más allá de la realidad y un más allá de la historia. Es decir, que al presenciarse el horizonte de miseria o guerra se desea lo absolutamente otro. En este sentido la guerra es el origen de todo. En su obra que continúa la problemática de Totalidad e infinito, De otro modo que ser o más allá de la esencia, Lévinas nos presenta una subjetividad que se entrega al otro para sustituirlo, para sufrir sus dolores, un sujeto que ha renunciado a su tiempo cotidiano, que ha pasado a vivir el tiempo del otro. Una subjetividad que dice yo, no para afirmarse a sí mismo, sino para afirmar su responsabilidad y acudimiento al otro 10 oprimido por la totalidad. Dicho sujeto es el que afirmaremos en está tesis como sujeto mesiánico o Mesías. La subjetividad mesiánica es resultado de una visitación del rostro, visión de lo mesiánico, de una exigencia que exige algo bajo la idea de justicia, pero que en realidad debe realizarse en un acto del sujeto. La escatología mesiánica camina hacia este mundo sólo por una subjetividad mesiánica, empujada por la obediencia al rostro, por el deseo amoroso del otro. Lo mesiánico es inevitable, no procede ni siquiera de sí mismo, sino que su origen, fuente y potencia proviene de la exterioridad. El mesianismo es una consagración del mundo natural y de los otros hombres hacia la redención. Mostraré que el mesianismo, como objeto para la fenomenología, en Lévinas proviene, primeramente, de la exterioridad espacial del mundo y posteriormente de la epifanía del rostro y puede devenir en una subjetividad que proviene de la escatología mesiánica. El mesianismo es pues una fenomenología que describe una experiencia de salvación, primero, por la acogida del mundo como gozo en el comer, el habita, donde el hombre se asegura en el mundo, salva su cuerpo. Esta primera relación anterior al acto intelectual descubre el mundo como redentor. El hombre camina cotidianamente hacia la salvación. .De repente el hombre se ve inmerso en un mundo en que se encuentra siempre entre otros. Así irá descubriendo la alteridad no espacial, la alteridad de un rostro femenino que lo salvará de la soledad en la relación erótica y lo elevará hacia el amor y la maravilla de la familia encontrando una salvación de la muerte en el tiempo del hijo. Pero hay más alteridad, es la del otro hombre que pasa en el orden cuestionándolo, mostrándose como contracción de la totalidad y reclama responsabilidad, de solidaridad, desde su hambre, desnudes, indigencia, etc. Este otro, pobre, viuda, huérfano muestran negados los elementos de salvación mundana. Aquí la salvación, lo mesiánico es en relación con otro que materialmente no está salvado. Esto comenzará una aventura de la subjetividad donde podría despertar hacia una salvación que ya no es la propia (el ámbito de la ética) y de la cual no puede escapar una vez que ya ha sido consagrado como sujeto encaminado a la salvación. Aunque Lévinas explica e interpreta algunas tradiciones judías en concreto sobre el mesianismo, de éstas se extrae un pensamiento fenomenológico que da cuenta y categoriza la experiencia que describía el texto bíblico y talmúdico. Lévinas muestra lo esencial de lo mesiánico, no para hacer teología, sino que se apoya en ellas para mostrar los núcleos de lo mesiánico, que es propiamente, según pienso, resultado de la experiencia con la 11 exterioridad. Sus obras esenciales no desarrollan un mesianismo sino que describen y muestran lo que desde una óptica podría llamarse lo mesiánico, lo salvificoy la fuente de lo mesiánico que desemboca en la subjetivad mesiánica. Por ejemplo, la sensibilidad o fenomenología genética, una de las vías de la fenomenología propuesta por Husserl y por la que se dirigirá el pensamiento de nuestro autor, irá descubriendo los que podrían ser los contenidos de lo mesiánico (redentores). El gozo, el alimento, el hogar, el eros, hasta toparse con lo contrario, la mirada, la escucha de un rostro no salvado. Relación entre los hombres, fenomenología anterior al cogito, es esencialmente hospitalidad hacia el otro y es el acceso a un momento de la revelación de lo exterior, de lo trascendental que clama redención. La mirada del rostro nos puede llevar y sumergir en la aventura o encantamiento de la exterioridad, que puede trasformar incluso la temporalidad de la subjetividad cuando en su responsabilidad entre en un tiempo que ya no es el suyo, cuando se exponga por el otro, y se transforme en nueva subjetividad que ha nacido de lo otro y para el otro. Desde el origen la sensibilidad coloca al ente en un camino (egoísta) de redención que puede desarrollarse hasta la preocupación y el amor como responsabilidad hacia el otro. La sensibilidad también es mesiánica, originalmente el hombre está en el mundo salvándose por el mundo mismo porque recibe lo que proviene de la exterioridad y su vulnerabilidad está expuesta, posibilita el hospedar al otro, acoge lo mesiánico del otro (esperanza en su hambre, indigencia), es acoger la petición de justicia del otro. II 1. Breve acercamiento a la noción de lo mesiánico según la tradición judía. Lo mesiánico se remite a la visión del mundo semita. Surge esencialmente de una circunstancia de desesperanza, de pobreza, de dominación, de enfermedad, de exilio, como lo fue el mundo semita bajo el yugo del imperio romano. El tema del mesianismo, como indica G. Scholem, es un tema muy delicado en tanto que se conflictúa la tradición judía y la visión cristiana. La entrada hacia dicha temática es guiada por la categoría de salvación o liberación. La salvación, para la tradición judía, es siempre una experiencia palpable, perceptible y terrenal. Va y se contrapone al mundo negativo de esclavitud y miseria de un pueblo como postulado de liberación de dicha experiencia de opresión, es decir, 12 parte de la experiencia concreta, de la vivencia miserable o negada. La salvación se da para ser vivida, se da ante y en el mundo del sujeto, es histórica, es un fenómeno para ser percibido, para transformar la percepción misma. Scholem indica que la visión del mesianismo desde la perspectiva cristiana es una experiencia espiritual y exclusivamente una experiencia interna. No entraré en esta discusión, ya que Scholem habla del cristianismo como cristiandad, y no como emergente del mismo judaísmo. En esencia los textos fundamentales del cristianismo muestran un mesianismo también perceptible y una salvación que ocurre en este mundo. La idea de salvación está presente como reconstrucción o anhelo de regreso a un pasado ideal, pero ahora proyectada al futuro. Éste es el rumbo de lo que Scholem llama fuerzas restauradoras, como noción de lo mesiánico y que se conjuga con una visión también de lo que aún no ha ocurrido. Es decir, que el mesianismo no sólo refiere a aquella fuerza que aspira a la restauración del pasado positivo contrapuesto al presente de esclavitud, sino también tiende a lo nuevo, a lo utópico: “Las fuerzas restauradoras son aquellas que se orientan en la recuperación y reconstrucción de un estadio pasado que se considera ideal o, dicho más precisamente, de un estadio que en la fantasía histórica y en la memoria nacional es el imaginario del estadio de un pasado ideal. Aquí la esperanza se dirige hacia atrás, a la reconstrucción del estado original de las cosas y a una <<vida con los padres>>. Pero existen también otras terceras fuerzas, renovadoras y orientadas al futuro, que se alimentan y de una inspiración utópica. Trabajan en pro de un estado de cosas que todavía nunca ha existido”19. La salvación como referente de lo mesiánico no se da posterior a la muerte, como en la visión helénico-cristiana, que no es como tal la cristiana, sino salvación en el mundo de la vida. Simplemente la salvación del estadio negativo de la vida. La salvación y la llegada del mesías se conjuntan para las dos fuerzas: la restauradora y la utópica. Asimismo estas dos fuerzas no son en realidad puramente visiones de restauración del pasado, ni puramente realización de lo nuevo sino que son complementarias: “también lo restaurador tiene momentos utópicos y en lo utópico se contienen a su vez momentos restauradores”20. 19 G. Scholem, 2000, p. 101. 20 Ibíd. p. 102. 13 El profeta es una figura esencial en el mesianismo, ya que se ha extraído siempre del mensaje revelado. Se distinguen la interpelación pública del mensaje profético confrontador, otra es la contemplación (Apocalipsis21) revelada que se mantiene oculta. En los textos bíblicos de los profetas, como refiere Scholem, están mezclados los imaginarios de restauración de los tiempos pasados y el nuevo Eón. La profecía habla de lo venidero. La tradición profética se centra en colocar lo mesiánico como el regreso de una era perdida en el presente como el retorno al paraíso, o en la llegada del tiempo futuro como consumación de una era de paz eterna, y donde Israel conformaría el centro regidor de las naciones: “Las palabras de Oseas, Amós o Isaías tan sólo conocen un mundo, que es también el escenario de los grandes sucesos del final de los tiempos, y su escatología tiene un carácter nacional. Hablan de la reconstrucción de las ruinas de la casa de David, de la futura gloria del pueblo de Israel convertido al Señor, de la paz ininterrumpida, del reconocimiento del Dios de Israel por todos los pueblos…”22. He de indicar que la escatología mesiánica tiene un carácter nacional, pero dicha noción, por su contenido político-social, será aplicable universalmente para una situación análoga de la cual surgió en el mundo semita. En un aspecto el mesianismo está profundamente relacionado con el tiempo, y entra en cierta complejidad con sus formas. El tiempo mesiánico es un tiempo, como se ha indicado arriba, de actualización del pasado ideal y proyectado al futuro que se proclama contra la ontología presente como situación de opresión. La proclamación es dada por la subjetividad profética, que deviene así por la revelación de la situación concreta como situación insostenible. La situación de opresión insostenible estalla la irrupción profética. El profeta anuncia lo mesiánico y en tanto que lo anuncia es él mismo mesiánico, ya que se instaura en el momento en que se quiebra el tiempo por la proclamación de un tiempo por venir, en ese momento la salvación está por llegar inesperada: 21 “Los apocalipsis son, como muestra el sentido de la palabra griega, revelaciones o descubrimientos de un saber escondido en Dios sobre el final”. G. Scholem, , 2000, p. 105. 22 Ibíd. p. 104. 14 “Las profecías o mensajes de los profetas bíblicos nacen tanto como de la revelación como de la necesidad y desconcierto de aquellos a quienes se dirige, se proclama en y para la situación, y siempre han producido sus efectos en situaciones en el que el fin se presentía inmediatamente próximo, como irrumpiendo inminentemente cualquier noche”23. Gershom Scholem declara también que el mesianismo es una teoría de la catástrofe, ya que destaca un modo destructivo en que se daría el tiempo mesiánico contra el tiempo al que combate. El tiempo mesiánico que ha de venir a poner fin, a destruir, el reino de miseria, de dolor, de dominación al débil, para desvelar (Apocalipsis) un tiempomesiánico de justicia. Destruye el orden anterior, descubre que otro orden puede ser posible, digamos esto como un momento teórico donde el orden presente del cual se quiere liberar tiene que perecer. Estos imaginarios que revelan la llegada de lo esperado están muchas veces repletos de una concepción destructiva, como cuando el profeta Amós exclama: ¡Ay de los que ansían el Día de Yahveh! ¿Qué creéis que es ese Día de Yahveh? ¡Es tinieblas, que no luz! Como cuando uno huye del león y se topa con un oso… “. (Am 5 18-19). El profeta mesiánico intenta ya una destrucción teórica en su praxis discursiva, destruye teóricamente con enseñanzas e interpelaciones para despertar al pueblo y mostrar la negatividad del orden establecido. El profeta mesiánico es, pues, un maestro critico de lo real, de su situación y surge de la situación del pueblo e irrumpe, proclama el tiempo venidero para la situación misma. Es una intención subversiva del orden. La condición socio-política como causa de la esperanza mesiánica, emerge desde sus deseos de salvación de la realidad de opresión, de pobreza, de un estadio que no corresponde con el imaginario de un tiempo ideal pasado y se postula, en uno de los elementos de lo mesiánico, la destrucción revolucionaria contra el orden dominador. Este aspecto está bien señalado en la Haggadá mesiánica, la cual refiere que desde el mismo momento de la decadencia más profunda se da la posibilidad de la liberación, la cual se combate destructivamente. Éste es el momento radical donde la violencia quiebra el orden abriéndose hacia el tiempo mesiánico. Dos figuras negadoras, la catástrofe que se sufre víctima del orden y la catástrofe revolucionaria contra la primera se distinguen en la noción de lo mesiánico: 23 Ibíd. p. 103. 15 “Por una parte, se refieren al tránsito o desmoronamiento en que verá la luz la salvación mesiánica: por eso se aplica a este período el concepto judío de <<dolores de parto del Mesías>>; por otra parte, a los terrores del juicio final que, en muchas de estas descripciones, cierra el tiempo mesiánico en vez de acompañar su llegada”24. La destrucción o desmoronamiento de la realidad vivida, el hecho de que una realidad se torne insoportable, exige el tiempo mesiánico. Dicho sufrimiento no trasforma ni cambia nada sino que va siendo la condición que reclama el nacimiento de lo mesiánico. La catástrofe que sufre la víctima es el lugar de la emergencia de dicho pensamiento que, como indica el profeta Isaías, está a punto de parir el Mesías: “… en el aprieto de tu castigo te buscamos (…) Como cuando la mujer encinta está próxima al parto sufre, y se queja en su trance (…) Hemos concebido, tenemos dolores como si diésemos a luz viento; pero no hemos traído a la tierra salvación, y no le nacerán habitantes al orbe”. (Is 26 16-18). Lo mesiánico está lleno de visiones apocalípticas (en el sentido de catástrofes) y de consuelo por medio de la esperanza. La llegada de dicho tiempo es terrible en tanto que indica la destrucción del orden dominador y de injusticia, pero que inaugura el nuevo esperado, lugar de la consolación y fin de los tiempos. Sin embargo G. Scholem declara que no existe en los textos talmúdicos y bíblicos un progreso o camino histórico hacia la salvación. Esto dicho porque la salvación mesiánica proviene siempre de lo exterior, refiriéndose al plano divino, parece que la trascendencia es la que decide sobre ésta: “La salvación es ante todo una irrupción de la trascendencia en la historia, una irrupción en la que la historia misma es aniquilada, aunque en su hundimiento se transforme al ser iluminada por una luz que viene de otra parte”25 26. Parece ser que en la cabala o tradición judía el mesianismo es una potencia que proviene del poder divino, sin intervención del hombre, pero sin dejar de actuar por la circunstancia social. La característica divina del mesianismo resaltaba la misión de gran poder que se requería para realizar la restauración utópica del mundo pasado, incluso 24 Ibíd. p. 106. 25 Ibíd. p. 108. 26 Sin embargo, podemos ir encontrando indicios en Lévinas de quién ocupa el lugar de la exterioridad, quien puede, asumiendo su responsabilidad por el otro, ser un sujeto de la trascendencia. 16 con tintes naturalistas: “Entre los apocalípticos y los místicos se combinan con frecuencia por una parte el proyecto de la humanidad renovada y de un nuevo reino de David o del hijo de David, que representa el patrimonio profético heredado por el mesianismo utópico, y por otro un renovado estadio de la naturaleza y de todo el cosmos”27. Quizá la visión del mesianismo restaurador de un mundo pasado sólo se tiene como imaginario, ya que Scholem indica que aquello que se restaura en la época mesiánica no tuvo antecedentes históricos en el judaísmo y, por lo tanto, la visión es restauradora con respecto a un imaginario del pasado pero esencialmente utópica. El carácter utópico de lo mesiánico es retomado por pensadores que intentan partir de elementos de la tradición judía como método para hacer una crítica filosófica, tales como H. Cohen, F. Rosenzweig, M. Buber, W. Benjamin. Víctimas o testigos del holocausto nazi, como de las injusticias y contradicciones del capitalismo, articulan la sabiduría de su tradición, ya sin dogmas nacionalistas, para enfrentarse a su circunstancia. 2. Figuras de lo mesiánico. Hasta ahora he tratado el mesianismo en su noción con respecto al tiempo, al pasado y al futuro, tensados por la circunstancia concreta de opresión. Se requiere también mostrar el papel del sujeto con respecto a dichos imaginarios de lo mesiánico. Para esto en la tradición se encuentra adherida a la noción del tiempo mesiánico la figura del Mesías. Para algunas escuelas, como la apocalíptica, ninguna actividad humana puede hacer advenir el tiempo mesiánico. Por otro lado los maestros del Talmud se cuestionaban la posibilidad de acortar las distancias entre los tiempos, ya que parecían tener de por medio un abismo28. Esta pretensión de intentar reducir el abismo del tiempo presente y el tiempo mesiánico es tomada como forzamiento de los tiempos. Por esto la llegada de la figura del Mesías aparece para indicar el tiempo de la salvación, pero no de manera forzada, sino, desde el punto de vista de la tradición judía, por la mano de Dios. Aun esta tradición, incluyendo la apocalíptica, la escatología, el final mesiánico, ya ha empezado y sólo requiere un pequeño empujón. Esta postura de actividad 27 G. Scholem, 2000, p.112. 28 Ibíd. p. 112. 17 mesiánica o activismo mesiánico pertenecía a grupos, en su mayoría, de revolucionarios: “Es el activismo mesiánico, para el cual la utopía es mera palanca para traer el reino mesiánico. Podemos formular con más fuerza la cuestión que en este punto dividía los ánimos. Sería ésta: ¿puede el hombre ser dueño de su propio futuro? Y la respuesta de los apocalípticos es igual de clara: no. Con todo, en esta proyección de lo mejor del hombre hacia el futuro, como hizo precisamente con tanta fuerza el mesianismo judío en sus elementos utópicos, anida íntimamente la tentación de actuar, la llamada de acelerar esa plenitud final”29. La actividad mesiánica no implicaría un forzamiento de la escatología o un atrevimiento frente al desarrollo de la historia, ya que podríamos indicar que actúa por la circunstancia y la trascendencia misma, para esto se podría acudir a la noción de elegido o al significado de Mesías: el ungido. Este sentido de Mesías supone que ha sido ungido, escogido, para una actividad que proviene de la promesa de Dios. El mismo Isaías hace siempre mención de un escogido para la misión de laliberación de su pueblo: “He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien me complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él: dictará la ley a las naciones” (Is 42 1-2). El contenido de este fragmento citado muestra el carácter de una elección mesiánica de un sujeto, de un siervo, que cumplirá con el contenido de lo que anteriormente se denominó utopía mesiánica. Esta figura de Siervo o Ciro, nociones o sinónimos de Mesías, refieren una forma o necesidad de mediación de la palabra, de las promesas y del tiempo por venir, actuando y formado siempre por las promesas y para quien han sido prometidas: “Yo Yahveh te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes” (Is 42 6-7). Tenemos, entonces, que el Mesías es un título asignado a una persona. Para el judaísmo ha habido varios despliegues o movimientos donde algunos se han asignado el título de Mesías, sin embargo no hay una figura emblemática como en el cristianismo, que precisamente el nombre de dicha religión refiere totalmente al Mesías; cristianismo es mesianismo, secta mesiánica que se funda en la experiencia de un mesianismo concreto. La persona de Jesús de Nazaret, profeta de Galilea, llena o posee la figura de Mesías y es un referente de la temática del mesianismo estrictamente dentro de la 29 Ibíd. p. 113. Las cursivas son mías. 18 cultura semita, mientras que en el judaísmo el tema se mantiene abstracto y sin figuras o referentes totales más que la escritura sagrada, ya que el mesianismo para éste permanece y se conserva todavía como una promesa por venir: “Al contrario que en el mesianismo cristiano o quiliasta, en el judaísmo no actúan los recuerdos de una persona real, que siempre conservan una honda relación a esa personalidad, por muchas fantasías y antiguas imágenes de expectativas que hayan concitado en torno suyo. Jesús o el Imán escondido, al haber existido como personas conservan lo inconfundible e inolvidable de la persona, precisamente lo que la imagen judía del Mesías no puede tener por naturaleza, ya que en ella todo lo personalizante tan sólo se puede ver en abstracto, dado que no se funda en una experiencia palpable”30. Dos tipos de Mesías se distinguen en la tradición: la figura del Mesías de la casa de Yosef y el Mesías de la casa de David. El Mesías de la casa de Yosef es un Mesías que fracasa en el instante de la catástrofe del tiempo mesiánico. Éste no sufre castigos ni carga sobre sí los pesares de los otros, simplemente es derrotado en su lucha sin lograr nada sino sólo establecer la lucha contra el dominador: “Es un salvador que no salva nada; en el que sólo se perpetua la lucha final contra los poderes del mundo”31. El Mesías de la casa de David es una figura que contiene la realización de la utopía mesiánica, él trae el nuevo Eón. Dicha figura del Mesías se destaca por ser el que vence al anti-mesías o anticristo, y perpetua el fin de la dominación de los pueblos sobre Israel. El Mesías ben David32 es la figura que domina en las distintas visiones del mesianismo33, ya que contiene elementos que no refieren aspectos sobrenaturales o místicos34. Digamos que este mesianismo es el que contiene el contenido utópico más racional o posible. Moshé ben Maimón, Maimónides, emprendió un análisis racional de 30 Ibíd. p. 116. 31 Ibíd. p.117. 32 Recúerdese como en la entrada mesiánica a Jerusalén Jesús de Nazaret es aclamado por el pueblo como hijo de David: “¡Hosanna al hijo de David! ¡bendito el que viene en nombre del señor!” (Mt. 21 9-10) 33 Nótese que esta figura será de gran influencia en el pensamiento de W. Benjamin, donde el Mesías tiene el carácter de renovador y de la utopía revolucionaria, es quien sale triunfante en la lucha contra el anticristo: “El Mesías no viene únicamente como redentor; viene como vencedor del anticristo” (W. Benjamin, 1989, p. 180. 34 Podemos nombrar la leyenda del rabino Yosef de la Reyna que hace mención al hecho de que la salvación sería imposible como tarea a realizar por un solo hombre, por esta razón el Mesías debiera tener y hacer uso de la magia. Cfr. G. Scholem, 2000, p. 114. 19 los textos judaicos, aplicando la idea del mesianismo con gran rigurosidad, reduciendo al mínimo los rasgos utópicos excesivos. Esto por los elementos milagrosos que formaban parte del mesianismo cristiano, como la resurrección de los muertos, etc. El mesianismo utópico como realizador de lo nuevo, de un tiempo que se distanciaría totalmente del tiempo no salvado, implica un apartarse del mundo de la Halajá, el mundo de las ataduras a la ley. Implica también, por otro lado, el cumplimiento y consumación de la ley, imposible en un mundo no salvado. Esta postura anarquizante del mesianismo destaca en Pablo de Tarso, separándose de la tradición conservadora del yugo de la ley: “… la posibilidad de que una concepción restauracionista de la construcción al imperio de la ley se convierta en una concepción utópica, en la que ya no son determinantes ni decisivos los momentos limitadores sino otros momentos ahora del todo imprevisibles y reveladores de aspectos completamente nuevos de esta libre consumación de la Ley. Con lo cual se introduce, como se ve, un elemento anárquico en la utopía mesiánica. La <<libertad de los hijos de Dios>> paulina es una forma a que tal vuelco radical ha conducido fuera del judaísmo”35. Con lo explicado anteriormente, con respecto a la pretensión de superación de la Torá por la utopía mesiánica, se encuentra una rivalidad o enfrentamiento de la figura del Mesías con la figura del doctor de la Ley. La autoridad del Mesías supera la autoridad rabínica. Esta postura destaca una característica del Mesías como un maestro sabio que traería con su llegada la explicación, enriquecimiento y claridad de la Torá. El mismo Maimónides afirma que la autoridad del Mesías la tiene, incluso llevar dicho título, por los resultados visibles de su praxis. En él el mesianismo es reducido a una figura muy clara, donde éste tiene una tarea muy específica que es terminar con la dominación sobre Israel. Si ha logrado esto se merece el título de Mesías, pero no antes. Dicha postura racionalista, que elimina muchos elementos simbólicos de aplicación del mesianismo, se contrapone al mesianismo de Jesús de Nazaret donde se aplican precisamente aquellos elementos simbólicos, por ejemplo el del Siervo de Yahveh. La idea del mesianismo en Maimónides se limita al acontecimiento público frente a la comunidad, y esto nos lleva a pensar en el mesianismo irrumpiendo de manera armada y su asunción como Rey Mesías con características vengadoras. Así lo afirma en su carta 35 Ibíd. p. 119. 20 al Yemen: “Dios hará caer a todos los reyes de la tierra ante el solo rumor de su llegada. Sus reinos serán nada, no podrán oponerse a él ni con la espada ni con el escándalo… A quien quiera matar, matará, pues no hay salvación, pues no hay salvación ni escapatoria de su mano. (…) Aquel rey será muy poderoso”36. La llegada del Mesías, siguiendo con la postura de Maimónides, únicamente es el inicio del porvenir futuro. Éste inicia algo de lo que quizá no forme parte y cuya finalidad de la esperanza futura es, en realidad, la dedicación a la contemplación de Dios, posible sólo en un mundo ya salvado. Estas ideas forjarán una idea del mesianismo básica y depurada de símbolos místicos y diversas figuras, resultado de la reducción racionalista. Este mesianismo es un sujeto actuante, pero sólo por el designio de la profecía divina, no surge de una ética o una ontología (sin embargo presente en la tradición semita y en el mismo Lévinas), es un ejecutante de laprofecía: “Para Maimónides, los cambios en el cielo y la tierra no son criterio de legitimación del Mesías y su misión. Únicamente se rige por un criterio pragmático: si su empresa tiene éxito. (…) Puesto que es un estado terrenal, tampoco el tiempo mesiánico es para él el bien supremo, tan sólo prólogo del tránsito definitivo al mundo futuro”37. Así lo mesiánico se irá convirtiendo en un concepto con una noción muy reducida de diversas figuras simbólicas, de momentos restauradores y abstracta, hasta llegar a ser muy relacionada con la idea de progreso y una idea de un estadio de la humanidad plena. Por ejemplo, la escatología mesiánica dejaría de tener elementos que se tenían como exageradamente utópicos o ficcionarios, como el fin de los tiempos y una implicación del juicio final donde tenía lugar la salvación de los justos y el castigo para el injusto, pasaría a ser sólo una noción de un fin resultado de progreso o fin de la historia de la búsqueda de la humanidad por un mundo mejor. Cabe mencionar también que el mesianismo se tiene presente como esperanza, paradójicamente en circunstancia de desesperanza, de aquel estadio escatológico del fin de la injusticia, de la paz eterna, de la libertad que inicia con su figura mesiánica en persona. La esperanza de mejores tiempos implica la esperanza de la subjetividad mesiánica. Dicha esperanza también refiere a lo no existente, pero tiene un lugar, una experiencia de procedencia que, siguiendo a E. Lévinas, es el rostro del sufriente, de la víctima, de la exterioridad. 36Ibíd. p. 129. 37 Ibíd. p. 128-129. 21 He realizado esta exposición sobre la noción de lo mesiánico no sólo para tener la referencia del sentido de este concepto en la tradición teológica, sino porque Lévinas lo tiene bien en cuenta. Toda esta lógica de lo mesiánico es más que teología fundamentada en la dogmática, de lo que se trata es de descubrir la filosofía de esta lógica, y más aún, dicho con Lévinas, su fenomenología. Insisto en el hecho de que los escritos que abordan el tema del mesianismo en Lévinas, textos talmúdicos y bíblicos, expresan un aspecto filosófico en otra lengua, pero que también se da al entendimiento estrictamente filosófico: “Las lecturas talmúdicas Lévinasianas no son pues ‘teológicas’, estas alegorías conducen siempre a la reflexión ética, que es “filosofía primera”38. Lo mesiánico no es sin fuente, la tiene y más que en la promesa de Dios a un pueblo. Tampoco se trata de la reducción racionalista que elimina aspectos de lo mesiánico anteriores a su consumación o instauración como rey. Al menos el Lévinas de Difícil libertad se refiere a una pretensión de describir algo más que un concepto de una tradición teológica, más allá de lo que Scholem ha expuesto: “En un artículo reciente (…) el señor Scholem, con una ciencia histórica por cierto admirable y con una notable intuición (…) hace una distinción entre el mesianismo apocalíptico, que es sobre todo popular, y el mesianismo racionalista de los rabies, que culmina en la célebre página acerca de los tiempos mesiánicos que Maimónides da en su Mishnah Torá hacia el final del capítulo consagrado a las leyes del poder político. Sin embargo no todo ha sido dicho, como parece a veces creerlo el señor Scholem, una vez afirmado el carácter racionalista de ese mesianismo –como si la racionalización no significara más que la negación de lo maravilloso y como si, en el terreno espiritual, se pudiera abandonar los valores cuestionables sin ponerse en contacto con otros valores“39. Aunque el tema es dado por la tradición y el texto sagrado semita lo mesiánico es literatura anterior a la letra. Antes de ser un concepto para una tradición es una experiencia en una ontología y relacionada con una metafísica. Lo que no nos muestra Scholem del mesianismo es el gran contenido ético que sí encontraremos en Lévinas, y 38 S. Rabinovich, 2005, p. 75. 39 Emmanuel Lévinas, “Textos mesiánicos” en Difícil Libertad, Fineo, México, 2006, p. 261. Nota 1. 22 que es el sentido más fuerte del mesianismo, es anterior a su consumación como mesianismo davídico. La experiencia de la que procede lo mesiánico no pertenece exclusivamente a una cultura, le corresponde a la humanidad misma, a sus estadios y aspiraciones. La humanidad está ya siempre en lo mesiánico. Lévinas indica que la noción popular sobre el mesianismo mantiene su potencia emocional, sin embargo contiene varios elementos que llaman a la reflexión, revelando que el mesianismo es algo más que la noción común y se requiere comprenderlo con mayor reflexión. También creo que hay en su fenomenología huellas de lo mesiánico, antes de que se hable explícitamente del mesianismo. Desde la condición carnal, corpórea, sensible del sujeto, éste se encuentra ya destinado a adentrarse en lo mesiánico. El alimento y el hambre, por ejemplo, se refieren a él. Lévinas muestra elementos éticos para la crítica a un modo de política (violencia y guerra) a la cual se opone el mesianismo. El mesianismo refiere una distancia o diferencia de épocas que, en Lévinas, están caracterizadas por la dominación de los ricos sobre los pobres: “…la injusticia social, el dominio ejercido por parte de los ricos sobre los pobres, desaparecerán al mismo tiempo que la violencia política”40. Sin embargo, la distinción de épocas por el fin de las diferencias económicas, de injusticia y de violencia (tiempo mesiánico) tiene sólo contenido si se inicia desde la singularidad, a la manera de interioridad espiritual, que exterioriza para aquellos a quienes son manifestadas las promesas: “La era en que el problema político se resuelve, en que la política ya no viene a contrariar (ni a reducir a la nada, ni a su mera contradicción) el emprendimiento moral del hombre, marca la culminación de la historia y merece el nombre de tiempos mesiánicos”41. El tiempo del Mesías es precisamente aquella ruptura del orden y tiempo de la dominación del pobre. Lévinas nos llevará en sus comentarios sobre el mesianismo, acompañado del Talmud y los profetas, a descubrir algunas figuras e ideas de lo mesiánico que ya tendrán relación con sus obras: Totalidad e infinito, De otro modo que ser, etc. El mesianismo parece ser la emergencia o posible desarrollo de toda una aventura que no empieza estrictamente en el sujeto, pero que le es inherente, sino que proviene de fuera, de la exterioridad, dándose a la corporalidad sensible, primero iniciándonos en las sendas de la felicidad (mesiánica por esencia), primero mediante el gozo, hasta la irrupción del prójimo que quizá origine una subjetividad mesiánica. Pero esto porque la 40 Ibíd. p. 263. 41 Ibíd. p. 264. 23 necesidad que sin dificultad se podría cumplir en un estadio paradisíaco se vuelve espera prolongada en el otro (el pobre). El otro se muestra como ausencia de lo que parecía cercano en el estadio en lo de sí, conmemora negativamente la felicidad que produce la gnosis del cuerpo que es gozo. Esto lo iré desarrollando en el capitulado de este trabajo. 23 CAPÍTULO I CORPORALIDAD Y NECESIDAD. ACOGIDA DE LA EXTERIORIDAD DEL MUNDO PARADISIACO. 1. Elementos originarios de salvación. 1.1 Salvación como alimentación. Por la sensibilidad obtenemos la Totalidad en tanto que mundo. El enfrentamiento al mundo ontológicamente hablando es sensible y camina ya hacia la redención. El niño que nace siente salir de un cuerpo, en el cual incluso ha creado un vínculo de afectividad antes de salir al mundo. El llanto de la cría exige cuidado y se deja oír a los oídos de la madre, su sensibilidadobtiene la vulnerabilidad de su hijo y su obediencia empieza como satisfacción de su llanto, como gozo. He mencionado el caso del niño únicamente porque expresa una situación en la que su existencia se encuentra en la satisfacción de la necesidad, en lo de sí, aunque sea dependiente de la madre1. El egoísmo es una experiencia primaria y necesaria para asegurar la existencia, a la manera del alimento que satisface el hambre para sustentar la vida2. Este egoísmo primario se da como absorción del objeto-alimento al sujeto mismo, y del olvido de la dependencia que se tenía como cría de una madre, de una otra. Dicho estadio primario establece una óptica del hombre como sujeto aislado, como soledad. El sujeto, el existente, es para sí mismo, se ocupa de sí mismo en su materialidad, en su corporalidad: “El existente se ocupa de sí mismo. Esta manera de estar ocupado consigo mismo es la materialidad del sujeto”3. La satisfacción para sí mismo como deseo, es deseo de algo que puedo obtener en el tiempo presente y que puede retornar al yo mismo. El existente espera satisfacerse de un objeto que sí puede conseguir para nutrirse y asegurarse como existente. La existencia corpórea obliga al sujeto a hacerse responsable de sí mismo. Responsabilidad imposible de evadir, ya que si esto ocurriese el existente perdería su estatuto ontológico de singularidad material. El estadio primario de existencia es ser uno solo, preocupado por sí mismo, y se es sujeto en tanto que éste asume su deber para 1 Lévinas indica que lo designado como lo de en sí, refiere una interioridad que no es la de la conciencia, sino que es la interioridad de las necesidades del cuerpo: “…esta interioridad aparecerá, a su vez, como presencia de lo en sí, lo que quiere decir habitación y economía” (Lévinas, 2002, p. 129). 2 Este esfuerzo es una determinación de la naturaleza toda, la ley del conatus de la Ética de Spinoza, por intentar seguir viviendo: “Cada cosa se esfuerza, cuanto está a su alcance, por perseverar en su ser” (Spinoza, 2002, p. 203). 3 E. Lévinas, 1993, p. 93. 24 consigo mismo. Dicho deber va hacia la satisfacción, porque el existente es existente en tanto materialidad, en tanto corporalidad. El sujeto no es otra cosa que un cuerpo material, él es un cuerpo y no su cuerpo una parte del sujeto el cual pudiera descuidar o despreciar: “No existo como espíritu, como sonrisa o como viento que sopla, no soy sin responsabilidad. Mi ser se duplica en un deber: estoy a cargo de mí mismo. En esto consiste la existencia material”4. La identificación del sujeto consigo mismo es experiencia en su materialidad. La ontología se refiere a la carnalidad (basár, en hebreo) que es el ser humano, su ontología es toda su carnalidad e implica el deseo de alimentarse. La corporalidad u ontología del ser humano muestra un mundo de nutrientes, de objetos de los cuales el sujeto debe constituirse para afirmarse materialmente. Este momento constituye la preocupación originaria del existente, antes de tener angustia hay que satisfacer necesidades primarias para permanecer en la ontología de la carne. El anhelo del alimento refiere la posibilidad de salvar la existencia, salvación por lo menos del presente y de la ocasión del hambre. La salvación se da, en un estadio básico, en la ontología de la carne o como lo indica Lévinas: “La lucha económica es ya plenamente una lucha por la salvación…”5. El alimentarse es la relación primera con el mundo, con la exterioridad de los objetos, anterior al enfrentamiento del mundo como un conjunto de utensilios o de objetos a la mano en la ontología fundamental de Heidegger6. Lévinas refiere de manera crítica al maestro que la preocupación del existir, por el cual el sujeto se encuentra en el mundo, al menos en Ser y tiempo, no es la originaria: “Lo que parece habérsele escapado a Heidegger (…) es que, antes que ser un sistema de útiles, el mundo es un conjunto de alimentos”7. La preocupación por existir no puede pasar sino primariamente 4 Ibid. p. 94. 5 Ibid. p.101. 6 Aunque la ontología de Heidegger le había permitido a Lévinas encontrar otra vía para la fenomenología más allá de la mirada teorética va descubriendo momentos más originarios y profundos que sólo la visión instrumental, aunque necesaria, rápidamente la superará. El útil se usa, es para, es apropiarse de, tiene su valor, pero no se compara con el nutriente. De la materialidad nutriente no se podría decir simplemente que se usa, sino que se le disfruta y da fuerza (nutre). El útil surge de una necesidad pero se necesita construir, es ya trabajo, la satisfacción no se dirige a la fabricación del útil, sino que, en dado caso, al para que del útil: “La obra que hay que producir es el “para que” del martillo, del cepillo del carpintero, de la aguja, y en cuanto tal tiene por su parte la forma de ser del útil. El zapato que hay que producir es para portarlo, el reloj ya acabado para saber el tiempo (…) Pero no sólo la obra que hay que producir es “empleable para…”, el mismo producir es en cada caso un empleo de algo para algo. En la obra hay al par la referencia “materiales” (M. Heidegger, Ser y Tiempo, p. 83). 7 Ibid. p. 102. Se podría indicar, como comentario, que el alimento es la primera actividad que realiza la cría al nacer y en su desarrollo de dependencia este acto será la necesidad primaria, antes de aprender a usar los objetos y manipularlos como útiles. 25 por el comer. En el comer se satisface el deseo del alimento, incluso antes de realizar el razonamiento de que se come para vivir. El sujeto no es una función únicamente y, aunque tendrá que trabajar, antes es un cuerpo que tiene que alimentarse. El alimento que se absorbe en el cuerpo, que se degusta, que se cocina, no es un útil a la manera del martillo de Heidegger, es nutriente que satisface y que se goza. Por ahora la existencia del sujeto se limita a estar en el mundo como gozo, el alimentarse es su condición y obligación. Estar en el mundo es disfrutar de él, y por lo tanto no pasar de él y sus alimentos que ofrece: “La vida del hombre en el mundo no va más allá de los objetos que lo llenan. Quizás es incorrecto decir que vivimos para comer, pero no es menos inexacto decir que comemos para vivir. La finalidad última del comer está contenida en el alimento. (…) Los alimentos son lo que caracteriza nuestra existencia en el mundo. Una existencia extática- estar fuera de sí-, pero limitada por el objeto”8. Aquí el sujeto ocupa el lugar del que come frente a lo que va a ser comido, se distancia del alimento porque es el sujeto quien los devora, limitación de la existencia por el alimento, pero distanciamiento en la diferenciación del que come y aquello que se come. Lévinas mismo habla en El tiempo y el otro de la salvación por los nutrimentos, la cual ilumina al sujeto sobre una relación con la exterioridad del mundo de los alimentos, lo cual implica la necesidad de éstos, es decir, ya no se es del todo solo. La necesidad que le exige la ontología del hombre, carnalidad-materialidad, es la condición para ser y obliga a la relación con los nutrientes. El comer implica elegir el alimento, gusta o disgusta, se cocina o se come inmediatamente, no es un superficial tragar, subsumir o un simple placer corpóreo (como para Platón), pone al existente en relación con un objeto del cual se va a gozar, viene a ser éste una exterioridad más allá que como simple objeto o materia. En tanto que satisface la necesidad del hambre podría decirse que el alimento es un útil, es un valor, pero no como instrumento, es más bien sagrado porque salva y da goce. El alimentarse separa al sujeto de la soledad, se pone por su impulso en relación con la comida, con el aire que respira, con el agua que bebe,relación que libera hacia la exterioridad: 8 Ibid. p.102. 26 “Esta relación con el objeto puede caracterizarse mediante el goce. Todo goce es una manera de ser, pero también una sensación, es decir, luz y conocimiento. Absorción del objeto, pero también distancia respecto a él. Al goce le pertenece esencialmente un saber y una luminosidad. Por ello, el sujeto, frente a los manjares que se le ofrecen, está en el espacio a distancia de todos los objetos que le son necesarios para existir”9. Las necesidades materiales nos enseñan que estamos obligados a la relación con los nutrimentos del mundo exterior. Esta obligación proviene de la condición ontológica del ser humano como cuerpo, y deviene en una responsabilidad primera, para sí. Aunque la alimentación por el mundo comienza a sacar al sujeto hacia la exterioridad, se olvida por un instante de sí, pero ésta regresa a la inmanencia, no es la liberación última de la cautividad de la soledad del yo. Sin embargo es el comienzo de un viaje rumbo a la exterioridad: “La moral de los <<manjares terrestres>> es la primera moral. La primera abnegación. No la última, pero es necesario pasar por ella”10. La trascendencia del nutriente se encuentra por el deseo que proviene del sujeto, como si el encuentro de su trascendencia proviniera de sí mismo. La exterioridad que se encuentra en el goce no es una exterioridad radical, sin embargo es relación ya con la alteridad. En Totalidad e infinito Lévinas habla de la interioridad y la economía donde la forma de estar el mundo, ya señalada arriba, es a la manera de vivir del mundo. El mundo deviene, por el alimento, fuerza en el sujeto. El alimentarse es la manera en que se vive la vida y van todos los contenidos de la vida hacia el gozo, el gozo es alimentarse. El trabajo, así como la fabricación de instrumentos, no van sino hacia el gozo: “el gozo es la conciencia última de todos los contenidos que llenan mi vida, los abarca”11. El gozo no sólo se limita al alimento de pan, aunque es una instancia primaria, el hombre no vive de pan únicamente, encuentra el gozo en otras actividades que llenan al sujeto. Puede alimentarse de cosas distintas a su modo de ser, dichas cosas alimentan en tanto que dan gozo, felicidad. Tomar el sol, dormir, son gozos por los cuales la vida es adorable. La felicidad o el gozo refieren la realización de la necesidad, su llegada, su 9 Ibid. p.103. Las cursivas son mías. 10 Ibid. p.103. 11Lévinas, 2002, p.130. 27 cumplimiento, es mesiánico para la vida porque la salva: “La consumación de los alimentos es el alimento de la vida”12. Lo placentero de los alimentos no conoce el sufrimiento, en ningún momento son una carga ni indeseable, ya que la felicidad se encuentra en el cumplimiento de la necesidad, es en lo cual se define la vida misma: sin gozo no hay vida. Vida, felicidad, gozo, conforman un sujeto existente (Néfesh, según la tradición semita)13: “La felicidad es realización: está en un alma satisfecha y no en un alma que ha extirpado sus necesidades, alma castrada. Y porque la vida es felicidad, es personal. La personalidad de la persona, ipseidad del yo, más que la particularidad del átomo y del individuo, es la particularidad de la felicidad del gozo”14. El sujeto no se define como un sujeto en cuanto está en el mundo, sino que es tal en tanto que comienza a gozar, porque gozar es vivir. El sujeto privado de sus necesidades es una subjetividad castrada, ya que si se encuentra en el mundo sufriendo no ha logrado satisfacción alguna, debe de reconocer, al menos, que es posible satisfacer sus necesidades. El sujeto no es un yo, sino un mí, soy-mí…, como el alimento es para mí. El sujeto alcanza, por ahora, su estatuto de existente en tanto que posee lo necesitado y lo goza: “Ser yo es existir de tal modo que ya se esté más allá del ser en la felicidad. Para el yo, ser no significa ni oponerse, ni representarse algo, ni servirse de algo, sino gozarlo”15. La condición concreta del sujeto es tal hasta, y por el hecho de, que va hacia lo otro y lo disfruta. Esto no es un mero sentimiento de sí que se tiene en la apetencia como en Hegel y Kojevé16, sino la certeza y el aseguramiento, o salvación, de la de la existencia en el existente. 12 Ibid. p. 133. 13 El Néfesh refiere precisamente el sujeto viviente, en tanto que ya ha sido alimentado por un suspiro, según la tradición. Véase la descripción del concepto que hace E. Dussel en su Humanismo semita: “Néfesh significa sustantivamente “garganta” (…) y por una transmutación metonímica designa igualmente el “suspiro” o la “respiración”. Es el “deseo” o el “apetito” (…) es la misma “vida”, el ser “viviente” (…) Llega a contener el sentido del “yo viviente” (Cf. Dussel, 1969, p. 27). 14 Ibid. p.134. Las cursivas son mías. 15 Ibid. p. 139. 16 Según Kojevé (en su interpretación de Hegel) el deseo de satisfacer las necesidades, lugar vacío que quiere ser llenado, como el hambre, impulsa al sujeto a saberse como un yo: “El Yo (humano) es el Yo de un, o del, Deseo” (A. Kojéve, 1971, p. 11). Dicho deseo no construye la autoconciencia, o al sujeto como tal, sino sólo en un plano biológico que dota al sujeto de un sentimiento de sí, que no certeza. El deseo, a diferencia del conocimiento, incita en el humano a una actividad destructora, ya que la satisfacción del deseo implica la negación o transformación del objeto deseado. En este estatuto del deseo el hombre no 28 El ser humano empieza a vivir sólo en tanto que ya ha asegurado la vida en su cotidianeidad, en su presente. El humano vive en tanto que ya ha sido salvado y goza. El gozo como alimento consumido forja la existencia del existente como situado en el mundo y dependiente de él: “Depender de la exterioridad no equivale simplemente a afirmar el mundo, sino ponerse en él corpóreamente. El cuerpo es elevación, pero también todo el peso de la posición”17. El cuerpo lleno de gozo debe ser la condición a la que aspira el ser humano. Antes de la satisfacción el cuerpo es desamparado, es indigente y desnudo, necesidad antes de satisfacción refleja la vida expuesta, desnuda, como si se encontrase en el desierto. Por esto el cuerpo es situación, es ponerse en la Totalidad, por la satisfacción, o en la vagancia, por la necesidad. El alimento pasa a ser del existente en el comer, plantándole el cuerpo en el mundo, y pasa a serle familiar: “Ciertamente, en la satisfacción de la necesidad, el extrañamiento del mundo que me funda pierde su alteridad: en la saciedad, la realidad en la que mordía se asimila, las fuerzas que estaban en el otro llegan a ser mis fuerzas, llegan a ser yo (y toda satisfacción de necesidad es en alguna medida alimento). Por el trabajo y la posesión, la alteridad de los alimentos entra en el Mismo”18. El cuerpo es condición de la representación reflexiva, de la conciencia como donadora de sentido. El mundo no se da sino al cuerpo, y lo que éste va constituyendo, como alimento comido hace sustentable la existencia concreta. La misma existencia concreta, puesta en duda, es por la cual se le da superioridad a la conciencia en Descartes: “ …tengo yo un cuerpo al que estoy estrechamente unido, sin embargo, puesto que por una parte tengo una idea clara y distinta de mí mismo, según la cual soy algo que piensa y no extenso y, por otra parte, tengo una idea distinta del cuerpo, según la cual éste es una cosa extensa, que no piensa, resulta cierto que yo, es decir, mi alma, por la que soy lo que soy, es entera y verdaderamente distinta de mi cuerpo, pudiendo ser y existir sin el cuerpo”19.
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