Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO PROGRAMA DE POSGRADO EN LETRAS FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS JOB Y TEÓFILO. ANALOGÍA ENTRE LA FE BÍBLICA Y LA DE FERNÁNDEZ DE LIZARDI TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE MAESTRA EN LETRAS (LETRAS MEXICANAS) PRESENTA MARTHA NALLELLI ROSAS JUÁREZ Asesora: Dra. María Rosa Palazón Mayoral Ciudad Universitaria, 2012 Becaria CEP, UNAM UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. AGRADECIMIENTOS Al Programa de Posgrado en Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, por todo el apoyo otorgado durante mis estudios de maestría. A PAPIIT, porque este trabajo pudo ser concluido satisfactoriamente gracias a su apoyo. Mi admiración, cariño y respeto a la Dra. María Rosa Palazón Mayoral, motivadora de esta tesis, asesora y tutora de tiempo completo, mujer brillante y ser humano maravilloso quien, con su ejemplo, acrecienta día con día mi amor por el estudio. A la Dra. Norma Lojero Vega, querida compañera y gran amiga, por compartir no sólo su ingente conocimiento conmigo, sino también por la amistad que me ha brindado, por su apoyo siempre dispuesto y por su invaluable ayuda en la elaboración de esta tesis. Mi cariño y agradecimiento por siempre. Agradezco la gran disposición y generosidad de la Dra. Marcela Palma Basualdo, así como las valiosas observaciones, la crítica puntual y la revisión minuciosa de la Mtra. Yolanda Bache Cortés y de la Dra. Esther Martínez Luna. Mi eterno agradecimiento a la Doctoranda Columba Camelia Galván Gaytán (q.e.p.d), por haberme concedido formar parte del Proyecto José Joaquín Fernández de Lizardi, por haberme permitido conocerla y disfrutar de su siempre agradable compañía. Porque debido a su calidad humana ocupará siempre un lugar en mis afectos. Gracias a la Universidad Nacional Autónoma de México por haberme regalado no sólo un “hermano”, sino también el privilegio de crecer, como profesionista y como ser humano, entre sus muros. Porque después de tantos años a su abrigo, entiendo el valor y el orgullo de ser orgullosamente universitaria… orgullosamente azul y oro. Gracias a mi familia, por cuidarme, amarme y apoyarme siempre. A mis abuelos, porque han llenado cada segundo de mi vida con su gran amor. Soy bendecida al tenerlos conmigo. A Dios, por regalarme cada día el privilegio de sentir Su amor y Su inmensa presencia en mi vida. M. N. R. J. ÍNDICE Introducción 1 Capítulo 1.- Contexto sociocultural en el que se ubica Noches tristes y día alegre 11 Capítulo 2.- Situación de la Iglesia católica en México a principios del siglo XIX 22 Capítulo 3.- La Fe 31 Capítulo 4.- El Libro de Job en contexto 37 Capítulo 5.- Interpretación analógica: semejanzas y diferencias entre Noches tristes y día alegre y el Libro de Job 45 Conclusiones 83 Bibliografía 94 1 INTRODUCCIÓN Hace más de cuatro décadas, un grupo de investigadores del Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM comenzó la labor de rescate de la obra de José Joaquín Fernández de Lizardi. A partir de un trabajo de búsqueda, recopilación y organización de los textos lizardianos, se logró la publicación de 14 volúmenes con las obras de El Pensador Mexicano. No obstante, durante los últimos años, las labores que lleva a cabo el equipo de investigación han tenido que ajustarse a las necesidades tecnológicas requeridas en la actualidad. Es así como en 2010 se concluyó un CD que contiene íntegramente los 14 volúmenes que conforman la obra conocida de este autor, lo cual significa un apoyo importante para los estudiosos de las letras, sobre todo de Lizardi, puesto que el formato digital de los textos permite al lector un acercamiento más sencillo y accesible a su obra. No obstante, aunque dichos logros resultan invaluables para la historia de nuestras letras, considero que éstos deben ser complementados con el estudio de los textos, puesto que no basta con rescatar del olvido la obra de uno de los autores mexicanos más importantes del siglo XIX, sino que es necesario promover y llevar a cabo un análisis minucioso en torno de la vasta obra de este autor que, hasta la fecha, ha sido poco estudiada. En suma, ha de fortalecerse la recepción contemporánea de Lizardi por medio de libros especializados. Mi participación en el Proyecto “José Joaquín Fernández de Lizardi” —febrero de 2007 al presente—, me ha permitido un estrecho contacto con la obra de este escritor, gracias a lo cual he podido darme cuenta de que, aunque varios de sus textos (principalmente las novelas) han sido ampliamente estudiados, la mayor parte de su obra no 2 ha corrido con igual suerte. En el caso específico del género narrativo tenemos que, aunque las tres novelas mayores (El Periquillo Sarniento, La Quijotita y su prima y Don Catrín de la Fachenda) han sido objeto de numerosos estudios por parte de la crítica especializada, no sucede así con Noches tristes y día alegre, la cual ha sido relegada o minimizada en importancia, posiblemente por ser el texto novelístico de extensión más breve dentro de la producción lizardiana y que, al parecer, no ha constituido un objeto atractivo de estudio, pese a los aspectos importantes que Lizardi ahí aborda, por ejemplo el del Amor en sus diferentes vertientes (Filía, Amor al prójimo, Amor a Dios y Amor caritativo), tema que estudié en mi tesis de licenciatura. El motivo principal de esta investigación radica en el hecho de que el tema central que Lizardi aborda en esta novela —el de la fe—, aún no ha sido analizado, así como tampoco se ha hecho ningún estudio referente al notorio paralelismo existente entre Job y Teófilo en cuanto a sus testimonios de fe. De ahí que me parezca necesario estudiar, por una parte, la forma en que el texto nos permite entrever no sólo la postura religiosa de Lizardi, sino también el cristianismo en el México de los años 20 del siglo antepasado y, por otra, destacar el vínculo existente entre Job y Teófilo, personajes paralelos en cuanto a su condición de seres humanos que, a pesar de regir su vida bajo estrictas reglas morales, su fe es sometida a duras pruebas. Por otra parte, como estudiante de letras, me parece fundamental ahondar y comprender de una mejor manera la literatura, puesto que ésta no solo guarda una estrecha relación con la vida misma, sino que nos permite —o al menos, de manera ideal, debería permitirnos— la posibilidad de adoptar una postura ética y moral que tenga impacto en nuestra vida cotidiana. He ahí la trascendencia de un trabajo como éste. 3 José Joaquín Fernández de Lizardi (México 1776-1827), mejor conocido como El Pensador Mexicano, es considerado como el creador de la primera novela hispanoamericana en sus términos más actuales. Periodista, folletinista, poeta, fabulista, dramaturgo y novelista fue un promotor incansable de la Independencia de México. Su ingente obra es una muestra de su preocupación por los problemas culturales, religiosos, económicos, políticos y sociales de su país. La literatura, en sus diversos géneros, representa para él un medio eficazque le permite difundir sus ideales liberales, su postura religiosa y su afán didáctico. En el género novelístico encuentra la posibilidad de expresar sus ideas con mayor libertad, pues el carácter ficticio de la novela le da cierta protección contra la censura de su tiempo. Su producción novelística se compone de cuatro obras escritas entre los años de 1815 y 1820: El Periquillo Sarniento (1815-1816), La educación de las mujeres o La Quijotita y su prima. Historia muy cierta con apariencias de novela (1818-1819), Noches tristes y día alegre (1818-1819) y Vida y hechas del famosos caballero Don Catrín de la Fachenda (1820). A lo largo de los años se han realizado numerosos estudios acerca de dichas novelas, principalmente de El Periquillo Sarniento y de Don Catrín de la Fachenda. Aunque ambas novelas han sido encasilladas en el género de la novela picaresca, en mi opinión, sólo podemos ubicar a esta última en dicho género, ya que, contrario a lo que se ha dicho en múltiples ocasiones, considero que El Periquillo Sarniento es más bien una especie de libro de consejos que hace un padre a su hijo y no una novela picaresca como tal. En cuanto a La Quijotita y su prima tenemos que, al igual que las novelas anteriormente mencionadas, presenta elementos satíricos e irónicos de manera constante, 4 además de que coincide en el tono espontáneo y natural, así como en el didactismo con que el autor busca moralizar y enseñar a la sociedad de su tiempo. No obstante, la novela en la cual Lizardi se aparta por completo del tono que emplea en sus otras novelas y en la que recurre a la imitación de los caracteres románticos europeos es Noches tristes,1 la cual está escrita a imitación de las Noches lúgubres de José Cadalso, y que ha sido considerada como una muestra temprana del romanticismo en Hispanoamérica. Aunque ambas novelas, la española y la mexicana, guardan similitudes innegables en cuanto a tema, personajes y ambientes, así como en el hecho de estar escritas en forma dialogada, también es cierto que existe un punto fundamental de contraste: el fatalismo cadalsiano frente al optimismo lizardiano, pues si bien la adversidad es una constante en las dos novelas, la novela mexicana difiere del modelo español por su claro sentido cristiano ya que Lizardi antepone frente a todo la virtud de su protagonista, además de que al añadir el “Día alegre” le imprime al texto un tono optimista que se aleja por completo del trágico final de las Noches lúgubres. Ahora bien, la conformación del sujeto desde una perspectiva ontológica implica el cuestionamiento de las condiciones en que dicho ser se constituye. Un elemento de suma importancia que se encuentra adscrito al pensamiento y hacer humanos es la fe. Fernández de Lizardi aborda, precisamente, este aspecto en Noches tristes y día alegre. La trama de esta novela gira en torno a las desventuras que sufre Teófilo, el protagonista, hombre virtuoso y “temeroso” de Dios, que de un momento a otro ve mudar su suerte de manera negativa y es llevado a prisión (acusado injustamente de un crimen que 1 En 1818 esta novela se editó con el título de Noches tristes, la cual se asemeja en gran medida a las Noches lúgubres de José Cadalso por el final trágico. Es hasta 1819, que aparece publicada la versión completa, la cual incluye el día alegre, que cambia el final pesimista de la primera versión a uno positivo y esperanzador. 5 no cometió) y privado de relacionarse con su familia. La acción abarca cuatro noches en las que Teófilo sufre una serie de calamidades que le llevan a pensar en la muerte como única solución a sus problemas. Sin embargo, su inquebrantable fe en la Providencia le ayuda a soportar con firmeza puesto que, aún en la adversidad, se refugia en el conocimiento de que Dios “nada previene ni determina sino con relación a nuestro bien”.2 Al final de la “Noche cuarta” y durante el posterior “Día alegre”, la virtud de Teófilo se ve recompensada, y éste recupera todo y más de cuanto se vio privado. Ese tipo de fe de la que Lizardi habla en su novela me sugiere un claro paralelismo con el Libro de Job, texto escrito hace más de 25 siglos, el cual forma parte de la literatura sapiencial del Antiguo Testamento y que constituye una reflexión moral y religiosa sobre la naturaleza de la fe. El Libro de Job narra la historia de un hombre justo y “temeroso” de Dios que ha vivido toda su vida colmado de dones. Sin embargo, su dicha y su buena ventura desaparecen el día en que Dios, incitado por Satanás, decide poner a prueba su fe, sometiéndolo a terribles padecimientos con el fin de saber si el dolor y el sufrimiento impuestos arbitrariamente pueden quebrantar la fe de un hombre justo. El argumento fundamental tanto en el Libro de Job como en Noches tristes y día alegre es prácticamente el mismo: ambos protagonistas son hombres virtuosos, llenos de amor y fe en Dios pero que, por su condición de seres humanos falibles, también sufren momentos de debilidad en los que la razón les lleva a cuestionarse el porqué de tantos sufrimientos inmerecidos, el porqué del aparente abandono de un Dios en el que han depositado su fe; Teófilo sólo manifiesta su debilidad en un primer momento. Aunque dichos cuestionamientos serían válidos, ya que provienen de hombres 2 José Joaquín Fernández de Lizardi, Noches tristes y día alegre, p. 424. 6 rectos que por causas ajenas a ellos mismos se han visto obligados a padecer, resulta notable que, al final, uno y otro optan por convertir su dolor, sus lamentos y sus dudas en alabanzas y agradecimiento al Ser Supremo. De modo que el punto medular de ambas historias se encuentra en el ejemplo que dejan estos dos hombres, quienes, frente a la adversidad, dan una gran muestra de fe a partir de su testimonio moral. Las similitudes, pues, saltan a la vista y es precisamente ese paralelismo que encuentro entre uno y otro personajes lo que representa mi interés principal por vincularlos en un análisis a partir del cual se puedan determinar los puntos esenciales donde convergen —tanto ideológicamente como respecto a las acciones que llevan a cabo, puesto que la fe y las obras tienen que cooperar de manera conjunta para que el hombre pueda justificarse por las obras y no sólo por la fe—, así como también, señalar los aspectos divergentes. De tal manera que ahondar en este aspecto resulta interesante y motivador para un estudio de la novela lizardiana y el Libro de Job, los cuales están intersecados por la fe que se despliega desde una postura religiosa hasta la inminencia de conformar al ser. Ahora bien, resulta necesario plantear la forma de abordar el análisis, y aquí quiero subrayar que, desde mi perspectiva, una de las formas más adecuadas para los intereses de esta investigación es el modelo de interpretación desarrollado por Mauricio Beuchot, a lo que él llama hermenéutica analógica.3 Durante mis cursos de Maestría pude tener un acercamiento a los estudios de teoría narrativa de Luz Aurora Pimentel,4 a partir de lo cual surgió mi interés por investigar acerca de la relación hermenéutica-literatura que menciona la autora respecto a Paul Ricoeur, principalmente. Este interés me llevó al texto de Beuchot, mismo que considero es la base 3 Mauricio Beuchot, Tratado de Hermenéutica Analógica. Hacia un nuevo modelo de interpretación. 4 Luz Aurora Pimentel. El relato en perspectiva y El espacio en la ficción. 7 principal en el desarrollo de esta tesis. La interpretación analógica que distingo a partir de Beuchot me permite establecer un análisis que considera las semejanzas y las diferencias que se derivan de hacer una lectura compartida (a la par) de las dos historias narradas que nos competen: Noches tristesy día alegre y el Libro de Job. Mauricio Beuchot apunta que esencialmente son tres partes las que conforman un estudio interpretativo: el autor, la obra y el receptor, y en este sentido no me apego totalmente a su propuesta, dado que me encuentro completamente alejada de los autores de las obras en cuestión. Me refiero a distinguir la intención del autor, mediada por la interpretación del receptor. No me atrevería a afirmar que la intención de Lizardi, por ejemplo, es tal o cual, pero lo que sí puedo hacer y de hecho así lo expongo, es dilucidar a partir del contexto, las condiciones particulares del trabajo del escritor, y sobre todo de una aproximación directa al texto con respecto a las intenciones de la novela, más que del propio autor, aunque es evidente que se implican mutuamente como lo señala Beuchot: Nosotros hablaríamos, más que de una intención del texto, de la conjunción o encuentro de la intención del autor y la intención del lector. En parte se puede recuperar la intención del autor y en parte ya está contaminada de la intención del lector. Ciertamente la intencionalidad del lector se mete en la interpretación, pero no a tal punto que se cambie totalmente y se pierda la intencionalidad del autor. Hay que buscar un delicado equilibrio en el que, aun cuando predomine la intencionalidad del lector, no se pierda la del autor, que es el lado del que está la objetividad de la interpretación. No podemos decir que toda interpretación es subjetiva, como tampoco que es completamente objetiva; hay una mezcla de ambas; pero tiene que predominar la subjetividad, sin que por ello se haga imposible determinar una verdad textual y grados de aproximación a la misma, en jerarquía de proporciones, de interpretaciones que están más proporcionadas o adecuadas que otras a la verdad del texto.5 5 Maurico Beuchot, op. cit. p. 50. 8 En este sentido, el análisis analógico me permite relacionar las consideraciones de manera “prudente” 6 y puntual para llegar a las conclusiones donde se manifieste mi punto de vista, que es el que origina el presente estudio. Ahora bien, para el desarrollo de la investigación he planteado cinco capítulos conformados en la siguiente estructura: En el primer capítulo considero necesario ahondar en un contexto sociocultural para ubicar la novela Noches tristes y día alegre. Sabemos que la obra literaria es resultado de la propuesta de su autor, y aunque no podemos dejar de lado el momento histórico y las condiciones particulares que la vinculan con formas y estilos de la época en que se produce, mi planteamiento también corresponde a una historicidad determinada. De aquí que mi análisis no tenga que ceñirse, únicamente, a la consideración de factores que conciernen a Fernández de Lizardi y su entorno. El recorrido contextual abona a la apreciación de la obra y su autor, y sirve de parámetro para establecer nuevas líneas interpretativas. El segundo capítulo se refiere a la postura de la Iglesia católica en México durante los primeros años del siglo XIX, esto nos permite comprender la influencia religiosa en las obras de dicha época, así como también nos habla de la visión crítica que asumen algunos escritores, o quizá la del propio Lizardi, que podría interpretarse, como señala Esther Martínez Luna, a manera de ironía respecto al papel de la Iglesia. Desde mi perspectiva, en este estudio, no me apego a tal consideración, pero es importante dejarla en la mesa para otras posibles lecturas. El tercer capítulo se centra en el concepto de fe, cuya intención radica en puntualizar dicha idea que nos permita conocer el ámbito de referencia a partir del cual se argumenta. 6 Utilizo el término que el mismo Beuchot emplea en sus tratados de hermenéutica analógica. 9 En el cuarto capítulo se contextualiza al Libro de Job, y se exponen las posturas teóricas que dan paso a la reflexión en esta tesis. Resulta pertinente diferenciar la mirada de Ricoeur de la de Jung, así como de la de Harold Bloom, toda vez que estos pensadores conforman los lineamientos del discurso acerca del texto bíblico aquí expuesto. El capítulo quinto aborda la interpretación analógica donde se subrayan las diferencias y semejanzas entre las dos obras analizadas. El punto de partida es la forma en que se estructuran dichas obras, misma que esclarece la secuencia narrativa de cada una de ellas y el contacto que surge entre ambas. Tomar como guía de análisis las analogías propuestas por Mauricio Beuchot resulta conveniente en este proceso de interpretación, puesto que dos obras tan distantes en su historicidad, se acercan y separan simultáneamente al considerar una idea universal e intrínsecamente vinculada con los seres humanos: la fe. No podemos olvidar que los símbolos nos conciernen y forman parte de nosotros en tanto nos hacen pensar, como diría Paul Ricoeur. Finalmente, como resultado de esta investigación encuentro que la atenta lectura de ambos textos me ha llevado a plantear los siguientes cuestionamientos: ¿De dónde surge la incondicional fe ante el desgarramiento humano? ¿Es posible tener fe a pesar de las vicisitudes, ya sea morales, físicas o materiales?, o ¿es necesario para el hombre tener fe durante su vida? ¿La fe debe ser probada mediante los actos? ¿Es comprensible que al verse acosado por el sufrimiento el hombre cuestione su fe? Y, por último, ¿es posible sentirse agradecido con Dios después de haber sufrido agravios injustamente? Todas estas cuestiones que se derivan de la reflexión, tanto del Libro de Job como de Noches tristes y día alegre, darán forma y contenido a mi planteamiento. A partir de esto se podrá establecer hasta qué punto coinciden ambos textos, así como también cuáles son las diferencias más importantes entre ellos. Tanto Job como 10 Teófilo padecen la “injusticia” divina o social según la apreciación de cada uno, pero el conflicto se presenta como un padecimiento del ser disminuido por su condición falible. Independientemente de la influencia religiosa que exista en ambos personajes, la lucha interna se manifiesta con la posibilidad de una salida relacionada con la fe. De aquí mi interés por indagar conceptualmente en este aspecto, el cual se encuentra claramente presente en los dos personajes. 11 CAPÍTULO 1 BREVE CONTEXTO SOCIOCULTURAL EN EL QUE SE UBICA NOCHES TRISTES Y DÍA ALEGRE La Ilustración es una corriente cultural e intelectual que se inicia en el Renacimiento europeo (aunque existen precedentes en Inglaterra y Escocia, se considera un movimiento esencialmente francés), el cual transformó el pensamiento occidental del siglo XVIII, mejor conocido como “Siglo de las Luces”. Tal movimiento se desarrolló desde finales del siglo XVII hasta el inicio de la Revolución Francesa —incluso, en algunos países, se prolongó hasta los primeros años del siglo XIX—, y constituyó un cambio radical en el pensar y quehacer humanos, puesto que al tener como prioridad el combatir la ignorancia, la tiranía y el oscurantismo mediante el uso de la razón, logró avances importantes en el campo de las ciencias, la filosofía, la economía, la política y la religión. Su interés por el desarrollo de la ciencia físico matemática, la aplicación de la razón como instrumento humano para guiar a la sociedad hacia el bienestar común y la justicia, las ideas de libertad e igualdad del hombre, así como el análisis e interpretación de las creencias religiosas, son algunas de las características principales de esta corriente. En Hispanoamérica, aunque con un gran retraso respecto a lo que sucedía en Europa, las ideas ilustradas permearon también el pensamiento y la vida de una privilegiada minoría dela sociedad de aquel entonces —élites intelectuales de grupos medios y altos, principalmente, incluido el clero—. En el caso particular de la Nueva España, el movimiento ilustrado penetró tardíamente (finales del siglo XVIII y se extendió, aproximadamente, hasta la tercera década del XIX). “De hecho, Ruiz Barrionuevo la extiende en el país mexicano hasta 1830, 12 aproximadamente, y señala que ‘el México del levantamiento de Hidalgo en 1810 hasta la entrada de Iturbide en la capital en 1821 es tiempo de fuerte penetración ilustrada, Rousseau, Diderot o Voltaire, directa o indirectamente, conforman las lecturas de los liberales mexicanos’.” 7 Pero, además de la influencia de la Ilustración francesa, podemos observar que Nueva España recibió también la influencia del movimiento ilustrado español que, si bien se desarrolló de una manera tardía y tuvo un impacto social más tímido que el que lograron sus vecinos galos, así como una duración más breve, puesto que no pudo madurar del todo debido a la presión ejercida por la Revolución Francesa, sí logró implantar algunas de sus ideas del otro lado del Atlántico, sobre todo en cuanto a su talante cristiano. El mismo Barón de Humboldt que viajó a América y que recorrió y escribió acerca de la Nueva España, consideraba que, si bien era cierto que las obras de los mejores pensadores ilustrados del siglo XVIII, como Montesquieu, Diderot y Rousseau, pudieron circular en grupos intelectuales muy reducidos, también es verdad que la mayor parte de esa influencia europea pasó primero por España, para después llegar filtrada a América. De manera que, en determinados círculos americanos (y burlando la estrecha vigilancia de la censura) se leían en francés —incluso, a veces, traducidos de manera incompleta y superficial—, a los grandes pensadores franceses y se discutían y se asimilaban algunas de sus ideas: Las inquietudes culturales, sociales y políticas que invaden la Península, por conducto de Francia, durante el siglo XVIII, se infiltran de modo progresivo e inevitable en la Nueva España, conformando poco a poco los rasgos psíquicos de la sociedad colonial hasta transformarla. De estas mudanzas dan evidencia los nuevos derroteros por que se enfilan las corrientes del pensamiento y las reformas, reales o proyectadas, a las 7 Carmen Ruiz Barrionuevo, “La cultura ilustrada de José Joaquín Fernández de Lizardi”, citada por Jesús Hernández García en Fernández de Lizardi. Un educador para un pueblo. La educación en su obra periodística y narrativa, p. 33. 13 instituciones.8 Es así como llega a América el influjo de la Ilustración, aunque de manera más sutil que como se dio en Europa, es decir, más a la manera hispana: Con una mezcla de tradición e innovación que se resuelve muchas veces de forma ecléctica, en un difícil intento de conjugar y de hacer compatibles modernidad y pasado, razón y fe, principios experimentales de la ciencia y principios religiosos, corrientes ilustradas y sujeción a la Iglesia y al rey, espíritu crítico y afirmación de los dogmas, racionalismo y pensamientos dentro de la ortodoxia religiosa y política. Siempre procurando salvar, además, el ojo atento y vigilante de una censura que, como medio más pronto y eficaz para difundir nuevas ideas, acechaba especialmente al periodismo.9 Cabe señalar que, debido a las condiciones particulares que se vivían en España, el movimiento ilustrado dedicó, en gran medida, la aplicación de sus ideas a aspectos económicos y administrativos, fundamentalmente. Es decir, mientras que en otros países de Europa se dio paso a un pensamiento más libre y a un pleno ejercicio de la razón —sobre todo en materia política y de culto religioso—, el mundo hispánico se mostró más moderado respecto a todo aquello que pudiera poner en juego los dogmas de la Iglesia o de su monarquía. Hay, por supuesto, confianza en el conocimiento racional, se exalta también la luz de la razón, pero ésta se detiene con frecuencia allá donde topa con verdades tenidas por inmutables e incuestionables, cuando seguir el auténtico camino de la razón puede llevar a la herejía religiosa o a la heterodoxia política, peligrosas ambas en los tiempos que corren. A menudo, pues, en el mundo hispánico, el pensamiento ilustrado y el libre discurrir de la racionalidad o el racionalismo crítico, sobre todo en temas relacionados con la religión, se limitan a arañar sólo la superficie.10 En el caso de Lizardi, podemos entrever, en varios de sus textos, cuáles fueron las 8 Jacobo Chencinsky, “Estudio preliminar” en José Joaquín Fernández de Lizardi, Obras I. Poesías y Fábulas, p. 60. 9 Jesús Hernández García, op. cit., p. 33. 10 Ibidem, p. 30. 14 lecturas ilustradas a las que tuvo acceso. Si bien en varias ocasiones va a mencionar, por ejemplo, el Emilio de Rousseau —cuya huella de sus ideas pedagógicas está plasmada en su obra—, es un hecho que sus principales influencias ilustradas son Gaspar Melchor de Jovellanos y Pedro Rodríguez, Conde de Campomanes (no por esto debemos olvidar a José Cadalso, de quien toma el argumento de sus Noches Lúgubres para, posteriormente, elaborar su propia versión mexicana, o bien, Iriarte de quien hereda el talante pedagógico presente en sus fábulas). De Jovellanos va a tomar, por ejemplo, la manera en que éste apela al teatro como un medio efectivo de educar a grandes grupos. Asimismo, el hecho de escribir con fines utilitarios es un rasgo común de ambos personajes, puesto que los dos emplean la literatura como un instrumento de intercambio, como un medio de contacto efectivo con el pueblo. Coinciden también en cuanto a su concepción de la naturaleza como manifestación de la Divinidad, de ahí que promuevan su observación y estudio para, a partir del entendimiento y la razón, poder lograr un acercamiento con el Ser Supremo. Asimismo, tanto Lizardi como Jovellanos, defienden la capacidad y el derecho de las mujeres a acceder a instituciones y cargos tradicionalmente ocupados por hombres. En cuanto al tema de la libertad de imprenta, tenemos que ambos personajes consideran necesario regular los abusos de ésta, aunque no por eso dejan de ponderar los beneficios que de ella derivan. Podemos notar también que uno de los móviles principales de su escritura es aquel que está encaminado a promover entre los ciudadanos la importancia de que cada uno tenga una utilidad pública, es decir, su pretensión de lograr conformar un país que no admita holgazanes, ni jugadores (uno de los vicios más aborrecibles, en su opinión), ni “Periquillos”, por lo que en varios de sus textos podemos apreciar la manera en que ambos tratan de inculcar entre los ciudadanos el amor al trabajo, mostrando a sus lectores las 15 ventajas que éste procura, así como los efectos negativos que la ociosidad puede llegar a producir. En lo que respecta a la fe, ambos se apartan de toda pretensión de apoyar en la razón los dogmas revelados: como buenos ilustrados católicos, van a aceptarlos sin someterlos a ninguna clase de entendimiento y van a tener la moral católica, como la moral más perfecta. Para ellos, no puede haber virtudes si no se cuenta primero con las virtudes de la religión, de ahí que consideren de suma importancia el hecho de que la educación del hombre tenga un fundamento religioso y moral que vaya de acuerdo con las virtudes cristianas que destacan en los evangelios. Y en este aspecto, cabe añadir que ambos autores van a recurrir al teatro para hacer de éste una especie de escuela de costumbres y de moral que, por su carácter lúdico y accesible, va a tener un gran impacto y alcance en elpensamiento de la sociedad. Respecto a Rodríguez Campomanes, podemos observar que tanto Lizardi como Jovellanos coinciden con él en cuanto a su talante ilustrado-cristiano católico. Asimismo, los tres autores creen en la igualdad y dignidad de los oficios (los dos españoles, incluso fueron criticados en su tiempo por estar a favor de la abolición de los sistemas gremiales). Campomanes y Lizardi proponen las maneras en las que, a su modo de ver, se deben enseñar y aprender los oficios. Ambos muestran su preocupación por el aprendizaje y mejora de éstos, si bien todavía dentro de una concepción de la enseñanza técnica tradicional, amparada por los gremios y en el taller o casa del maestro artesano en condición de aprendiz de oficio. De hecho, en su Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento, Campomanes invita a que: En los talleres, en las escuelas, en el teatro, en las conversaciones familiares, en el foro y aun en el púlpito se debe reprehender el error político de excitar preferencia, que cause ociosidad entre los oficios; respecto que todos son igualmente apreciables en sí mismos; porque 16 unidamente concurren a fomentar la prosperidad pública.11 De manera que Lizardi y Campomanes, junto con otros ilustrados, pensaban que una mejor enseñanza de los oficios podía derivar en beneficios en la producción y economía de los pueblos. Para Campomanes, el abandono de los oficios era una de las causas de la decadencia de España. Lizardi, en sentido positivo, veía en el buen desempeño de éstos un impulso para la prosperidad de su país. De tal modo podemos ver que, si bien Lizardi pudo tener acceso a las ideas de ciertos ilustrados franceses, es claro que dichas ideas van a llegar a él de manera fragmentaria y a trasmano, muchas veces a través de citas de citas, por lo que serán las ideas de los ilustrados españoles (Jovellanos y Campomanes, principalmente), las que van a estar presentes a lo largo de la obra de El Pensador. Por otra parte, tenemos que el despotismo ilustrado, a finales del reinado de Fernando VI y durante el de su sucesor, Carlos III, tenía la misión de reafirmar el dominio español sobre la sociedad colonial, así como contener el ascenso de las élites criollas. De manera que las autoridades españolas no sólo buscaban fortalecer las unidades de su ejército en territorio americano, sino que también se encargaban de someter a las colonias a una gran explotación con el fin de conservar su sumisión a la Corona. Dichos acontecimientos enmarcan el nacimiento de Lizardi. El tiempo y la sociedad en la que le tocó vivir determinaron sin duda, su pensamiento y su actividad literaria. De hecho, “el año de su nacimiento, 1776, marca el principio de medio siglo de revolución casi continua —política, social, económica y filosófica— tanto en Europa como en América”.12 11 Pedro Rodríguez Campomanes, Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento, p. 139. 12 Jefferson Rea Spell, “Prólogo” a Don Catrín de la Fachenda y fragmentos de otras obras, p. XV. 17 Esto derivado, principalmente, de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica,13 la cual sirvió de inspiración a la Europa occidental y, más tarde, al mundo hispanoamericano. En este punto, cabe señalar que, aunque la capital de la Nueva España se encontraba lejana a tales sucesos, sí fue afectada por los cambios que se suscitaban en territorio extranjero. Muchos esfuerzos hizo el gobierno para impedir el influjo de ideas liberales, pero, a pesar de todas las precauciones, las noticias de las revoluciones francesa y americana, y asimismo las obras de pensadores liberales y progresistas, llegaban a filtrarse en la época de la juventud de Lizardi, inspiraron una tentativa de independencia que abortó en 1808, y dos años más tarde el comienzo de la revolución que debía culminar con la independencia en 1821.14 La Guerra de Independencia de nuestro país (y los cambios que trajo consigo) fue uno de los acontecimientos más importantes que marcó tanto la vida, como el rumbo de la obra lizardiana. La clara influencia liberal que encontramos en sus textos, así como su afán de buscar la libertad y el progreso para su pueblo son una prueba de ello. Del mismo modo, el decreto de la libertad de imprenta, promulgada el 10 de noviembre de 1812 por las Cortes de Cádiz, fue otro de los sucesos que definieron, en gran medida, la producción literaria de nuestro autor. En este punto, me parece importante mencionar que en Nueva España la Guerra de Independencia provocó que se retrasara la publicación de la libertad de imprenta, pues el gobierno temía que, a causa de ésta, la lucha armada cobrara más fuerza. Fue hasta el día 5 de octubre de 1812 que el virrey en turno, Francisco Javier Venegas, ordenó su publicación por Bando. Este importante acontecimiento llevó a Lizardi a publicar uno de sus periódicos 13 Se dice que las ideas de la Ilustración tuvieron su primer triunfo político en las trece colonias británicas de Norteamérica, donde se produjo una revolución en favor de la Independencia, de la igualdad de los ciudadanos ante la ley, de la separación de poderes y del respeto a los derechos del hombre. 14 Jefferson Rea Spell, op. cit., p. XIV. 18 más famosos: El Pensador Mexicano. Empero, el recién obtenido privilegio duraría muy poco, puesto que el número 9 del ya mencionado periódico (número en el que Lizardi defendía al clero insurgente), no sólo fue el motivo por el cual nuestro autor fue encarcelado durante seis meses, sino que también constituyó uno de los pretextos a los que recurrió Venegas para suspender la libertad de imprenta por espacio de 8 años. La censura inquisitorial, la constante represión y los encarcelamientos que Lizardi debió padecer por el solo hecho de exponer abiertamente sus opiniones son la causa más probable de que nuestro autor se orientara en más de una ocasión hacia la novela, ya que ésta constituía el medio perfecto de criticar al gobierno sin incurrir en las iras de la censura. Considero que resulta notorio que su producción novelística, compuesta de cuatro obras escritas entre los años de 1815-1820, haya sido elaborada, precisamente, antes de la Consumación de la Independencia y de la supresión de la censura y que, después de esto, Lizardi no se ocupara más de este género y volviera al que fue su medio de expresión más prolífico: la prensa. De manera que la narrativa de ficción resulta, para nuestro autor, el vehículo idóneo para dar a conocer sus ideales liberales e ilustrados, sin exponerse de lleno al peligro de ser perseguido, pues recordemos que sus ideas muchas veces fueron consideradas como una amenaza para la sociedad, sobre todo para el aparato institucional. Esto debido a su carácter reformista, a su interés por educar a un pueblo iletrado y a sus constantes críticas hacia las incongruencias y fallos, tanto en las instituciones civiles como eclesiásticas. Respecto a esto, Jefferson Rea Spell menciona que: No cabe duda que Lizardi había ya visto cerrarse el camino de la libre expresión de sus ideas, y con él el medio de ganarse la vida. El gobierno, cada vez más irritado por las correrías de los rebeldes en el sur, determinó prohibir la publicación de todo lo que tuviese algo de liberalismo. Lizardi era para aquel una constante pesadilla, pero sus escritos, de naturaleza tan 19 general, escapaban a toda censura. No sabemos exactamente cuándo se le haya ocurrido la idea de convertir la literatura en instrumento de crítica; pero ya sus primeras poesías indican su facilidad para pintar la vida de la sociedad. No sabemos tampoco si Lizardi había intentado antesescribir una novela. De lo que estamos seguros es que cuando el censor condenó sus artículos de la Alacena, lo obligó por ese hecho a buscar un nuevo medio de atraer la atención de sus compatriotas. 15 El carácter liberal y contestatario de Fernández de Lizardi, así como su preocupación por el cambio y por el bienestar social, lo colocan siempre en el centro de la polémica. Aunque su obra tuvo una gran acogida (se le reedita en pleno siglo XIX), su recepción, así como las reacciones que suscitó entre sus contemporáneos casi nunca fueron positivas: en numerosas ocasiones nuestro autor fue objeto de ataques, no sólo por parte del gobierno, sino también por parte de los escritores de su época. La dificultad de expresar sus ideas libremente es, pues, una constante que le acompañará a lo largo de su vida y de su obra literaria. No obstante, pese la limitada libertad de expresión a la que muchas veces se vio sujeto, Lizardi siempre se mostró como un: Censor constante de costumbres profundamente arraigadas durante una existencia secular; partidario acérrimo de la Independencia de su patria; propagador incansable de la instrucción popular, por medio de escritos y proyectos; iniciador de la Reforma en una época en que el clero gozaba de todas sus riquezas, de todos sus fueros y de todo su poder, y autor de libros que abrieron una nueva senda para formar una literatura nacional.16 De manera que su afán didáctico y su interés por educar a un pueblo analfabeta no se vieron impedidos por la censura novohispana. De hecho, es durante el período que duró la suspensión de la libertad de imprenta que Lizardi tiene un momento de escritura 15 Jefferson Rea Spell, op. cit., p. XII. 16 Luis González Obregón, Novelistas mexicanos. José Joaquín Fernández de Lizardi (El Pensador Mexicano), p. 9. 20 sumamente fecundo, sobre todo en la narrativa de ficción, pues es, como ya se dijo, cuando elabora la totalidad de su obra novelística. Después del éxito obtenido con El Periquillo Sarniento, Lizardi publica su segunda novela, Noches tristes y día alegre, en la cual, lejos de continuar con el tono irónico y satírico empleado en su predecesora, decide recurrir a la imitación de los caracteres románticos europeos.17 Si bien es cierto que en esta novela Lizardi no va a poner especial énfasis en la crítica social de las instituciones civiles, tal y como lo hace en sus demás novelas, sí notamos que se va a enfocar, principalmente, en hacer una crítica a lo que él consideraba una escasa y poco sólida formación religiosa, que era la que prevalecía entre sus conciudadanos. Asimismo, notamos que hace un claro cuestionamiento al fanatismo y supersticiones que la Iglesia inculcaba a sus fieles. Por otra parte, cabe mencionar que el momento en que Lizardi escribió Noches tristes y día alegre, estuvo marcado por una estratificación económica novohispana que no ofrecía muchas bondades para el pueblo común, el cual se encontraba sometido a una constante explotación por aquellos que ostentaban el poder virreinal, generalmente nobles que, avecindados en estos territorios, compraban títulos nobiliarios. 17 Tal como señalo en la Tesis de Licenciatura El amor en “Noches tristes y día alegre” de José Joaquín Fernández de Lizardi, Capítulo I, México, UNAM, FFyL, CLH, 2009, 104 pp: El mismo Lizardi, en el prólogo a su obra, menciona que sus Noches fueron escritas a imitación de las Noches lúgubres del español José Cadalso. No obstante, en este punto cabe señalar que el texto lizardiano en cuestión aparece publicado por primera vez en 1818 con el título de Noches tristes, pero un año más tarde, y a unos cuantos meses de la consumación de la Independencia de nuestro país, dicha obra aparece corregida y añadida por su autor, bajo el título de Noches tristes y día alegre. En esta 2ª edición, Lizardi agrega a su texto un capítulo más titulado “Día alegre”, el cual le da un giro total a su novela, ya que la intensa carga católica de este capítulo cambia el final de la versión original por uno más positivo y esperanzador. Por lo tanto, aunque es innegable el paralelismo que existe entre la novela mexicana y su modelo español en cuanto a formas narrativas, ambientes y personajes, justo es decir que también presentan un punto fundamental de contraste: el fatalismo cadalsiano, frente al optimismo lizardiano pues, si bien, la adversidad a la que se enfrentan los personajes protagónicos es una constante en las dos novelas, las reacciones de ambos resultan diametralmente opuestas. A saber, el protagonista de la novela española mantiene durante todo el texto una actitud pesimista y sacrílega, mientras que el personaje mexicano, aún frente a las peores circunstancias, se mantiene fiel y temeroso de Dios, comportándose a semejanza de un Job bíblico. 21 Asimismo, el pensamiento de la sociedad de principios del siglo XIX comenzó a verse influenciado por las ideas de la Ilustración y el Enciclopedismo y, si se añade a esto la noticia de la Revolución Industrial, se puede entender que el pueblo estaba necesitado del auge de la existencia de la maquinaria fabril y de la burguesía. 22 CAPÍTULO 2 SITUACIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA EN NUEVA ESPAÑA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XIX Desde el momento de su conquista, el México hispánico rigió su vida a partir de una “lealtad” impuesta a la Corona española, lealtad que se vio reflejada no sólo en cuestiones políticas y sociales, sino también culturales y religiosas. España buscó consolidar una unidad, tanto política, como educativa y espiritual entre Europa y América. En este sentido, el papel de la Iglesia fue de fundamental importancia puesto que, desde los primeros años de la Colonia y con la llegada de los primeros grupos de misioneros, fue la encargada directa, no sólo de alfabetizar y castellanizar, sino también de cristianizar a la población indígena. A principios del siglo XIX, y después de casi trescientos años de intensa labor por parte de la Iglesia en territorios americanos, la sociedad novohispana tenía ya una vida y un pensamiento totalmente permeados por la religión católica. La posición de la Iglesia, por lo tanto, era privilegiada. El alto clero ejercía dominio, no sólo sobre las almas de sus feligreses, sino también sobre sus vidas, sus bienes y su actuar. Sin embargo, cuando estallan las luchas independentistas, toda esa complejidad que encerró el período de lucha para obtener la emancipación de la Corona Española resultó desfavorable en gran medida para la Iglesia, ya que el anticlericalismo ilustrado y liberal que influyó en la sociedad decimonónica provocó un importante debilitamiento de la institución, de manera que la Iglesia católica entró a la vida independiente muy debilitada. Cabe recordar que la Nueva España evolucionó de manera distinta de lo que ocurrió 23 con Europa y con Norteamérica, quienes atravesaron por reformas religiosas que llevaron a la secularización de las creencias. Desde finales del siglo XVI, en la Nueva España, la Inquisición había erradicado todo desarrollo posible de minorías religiosas independientes de la Iglesia católica. De manera que el catolicismo de la época barroca regía tanto la cultura como la vida del pueblo en general y servía de principio identificador y unificador de una sociedad que se encontraba dividida desde un punto de vista racial y étnico. Esto explica por qué la sociedad novohispana se mostró más tradicional en cuanto a las ideas religiosas: La modernidad política que se impulsó no fue acompañada por las ideas de la modernidad religiosa pluralista, porque romper la unidad católica podía desestabilizar profundamente un Estado-nación naciente para el cual el principal principio unificador erala común pertenencia al catolicismo. En continuidad con este universo cultural, la exclusividad acordada al catolicismo en las nuevas constituciones canceló toda posible apertura hacia la tolerancia religiosa y la libertad de culto […] la búsqueda de la regulación del catolicismo como religión del Estado reforzó las pretensiones antirregalistas de la Iglesia católica.18 De manera que uno de los conflictos que aquejó a la Nueva España del siglo XIX fue la apuesta por la secularización de la cultura y la sociedad, pues, a diferencia de lo que sucedía en Europa y los Estados Unidos de Norteamérica, la modernidad política y cultural mexicana de principios del siglo XIX no pudo sostenerse a partir de una modernidad religiosa. Queda claro, pues, que el escenario en el que se desarrolló la lucha por la Independencia fue profundamente religioso, además de que el movimiento insurgente 18 Jean-Pierre Bastian, “La lucha por la modernidad religiosa y la secularización de la cultura en México durante el Siglo XIX” en Manuel Ramos Medina (comp.), Historia de la Iglesia en el Siglo XIX, pp. 423-424. 24 mexicano, en particular, fue marcadamente católico. Como muestra basta recordar el estandarte de la Virgen de Guadalupe que Hidalgo tomó como bandera de lucha, así como la participación de numerosos sacerdotes, párrocos y vicarios cuyos discursos legitimaban, muchas veces, el levantamiento armando como una necesidad de preservar intacta la fe católica. Cuando en 1808 sobrevino la más grave crisis de la monarquía se pronunciaron no pocos sermones cuyo denominador común fue la adhesión a Fernando VII y el rechazo a Napoleón. Lo interesante es la diversidad de formas como los oradores trataron de integrar estas actitudes dentro de la fe cristiana, insistiendo en que la religiosidad comporta necesariamente el patriotismo y dando por supuesto la existencia de esa patria común a todos los integrantes de la monarquía española. Sin embargo, la comunión de intereses entre criollos y peninsulares se había deteriorado a tal grado a principios del siglo que el entusiasmo por la jura de Fernando VII resultó inquietante: más que fomentar la concordia muchos sermones difundieron el odio, bien que haya sido contra Napoleón y los franceses.19 Este tipo de prédicas pronto dieron paso a la diatriba y, a partir de 1810 con la guerra de Independencia, dieron como resultado toda una serie de sermones tanto antinsugentes como antirrealistas. De manera que a partir de 1808 el púlpito es prácticamente asaltado por las preocupaciones “patrióticas”, esto es, la defensa de la monarquía. La religión se mostraba interesada en esa defensa y, así, los ánimos se iban preparando para emprender una guerra santa. De la preocupación patriótica se fue pasando a la social y política: la defensa de la monarquía implicaba la unidad de todos los novohispanos. Así, además del odio a Napoleón y a los franceses convenía predicar la concordia entre los habitantes de la América hispana.20 Ante la debilidad de la monarquía española que cedió a la ocupación napoleónica, el movimiento insurgente manifestaba su interés por conservar los “verdaderos” valores, a diferencia de Europa que, afirmaban, se inclinaba al ateísmo. Tales acusaciones se 19 Carlos Herrejón Peredo, “Catolicismo y violencia en el discurso retórico, 1794-1814” en Manuel Ramos Medina (comp.), op. cit., p. 397. 20 Ibidem, p. 398. 25 manifestaban de la siguiente manera: Somos más religiosos que los europeos, afirmación reiterada desde los primeros años de la lucha, afianza y reivindica al movimiento que, aún con el paso del tiempo, no abandonó ese esfuerzo legitimador. La denuncia de los afrancesados y de la traición de la monarquía subordinada a Napoleón, así como el deslinde respecto a las posturas anglicanas, galicanas y aun del regalismo español, fueron apelaciones constantes del movimiento a favor de una mayor adhesión a la Iglesia encabezada por el Papa.21 La historia política de México es un claro ejemplo, pues, del conflicto entre el Estado y la Iglesia por la lucha de la soberanía. La Iglesia católica cuestionó la autoridad del Estado que le negaba la facultad de legislar sobre toda clase de instituciones y pugnó por su soberanía en materia de culto religioso. Al mismo tiempo, “el Pontificado, aliado del imperio español, excomulgó a los insurgentes y condenó la Independencia. Tuvieron que pasar tres Papas hasta que Gregorio XVI reconoció a México como país independiente en 1836”.22 De manera que, en la ausencia del rey legítimo no hay en la América española una autoridad única y reconocida por todos, ninguna guía para indicar el camino. Cuando estalla el primer movimiento revolucionario el 16 de septiembre de 1810 en Dolores, Hidalgo, el virrey Venegas no vacila en invocar el nombre de la religión para combatir a los insurrectos. Los prelados de la Iglesia mexicana apoyan al virrey utilizando contra los revolucionarios las armas espirituales de que disponen, tales como son las censuras y las excomuniones. De manera que, respaldado por el alto clero, el virrey decide dictar en junio de 1812 un Bando por el que se declaran reos de la jurisdicción militar y de los consejos ordinarios 21 Ana Carolina Ibarra, “Iglesia y religiosidad: grandes preocupaciones del movimiento insurgente” en Patricia Galeana (comp.), Relaciones Estado-Iglesia: Encuentros y Desencuentros, p. 29. 22 Ibidem, p. 94. 26 de guerra a todos aquellos que opongan resistencia a las tropas del rey, sin importar cuál sea su estado y condición. La abolición de los fueros y de los privilegios del clero no modifica la actitud de la jerarquía eclesiástica, la cual sigue dando protección y fomento al sistema de predicaciones religioso-políticas que las autoridades civiles solicitan a favor del régimen español. Este sistema de lucha practicado por el clero mexicano para combatir la causa de la independencia, aunque a la larga produjo el descrédito de censuras y excomuniones, provocó a corto plazo la división de las familias y, por lo tanto, del pueblo. La independencia nacional de México forma parte, pues, de la historia eclesiástica, no sólo porque sus principales promotores salieron del clero, sino, principalmente, porque a lo largo del proceso independentista intervino la idea y el sentimiento religioso. De hecho, los aspectos religiosos del movimiento de 1810 y su manifestación en el cura párroco de Dolores estuvieron regidos por la siguiente consigna: “Viva la religión, muera el mal gobierno”. De modo que, en un país tan católico como México, era natural que el tema religioso fuera empleado con frecuencia en toda clase de manifiestos, sermones, prédicas, etcétera, pues mediante el uso conveniente de citas bíblicas se podía manipular al pueblo o bien legitimar cualquier tipo de violencia a la que se le exhortara en aras del bien común. Tal preocupación patriótica está presente a lo largo de toda la obra lizardiana y Noches tristes y día alegre no es la excepción. Sin embargo, Lizardi, lejos de utilizar la pluma para promover la división y la violencia entre su pueblo, lo hace para buscar la unidad de éste. Es decir, nuestro escritor estaba consciente de la situación ríspida que se vivía en el país por aquellos años de lucha insurgente, de ahí que en esta novela, en particular, busque promover entre su pueblo una práctica de amor y respeto al prójimo, así como mostrar la 27 importancia de estrechar lazos entre sí y trabajar en conjunto para consolidar una nación independiente, para lo cual toma como estandarte la religión católica.Queda claro, entonces, que en un país mayoritariamente católico (católico por imposición, claro está), la religión resulta ser uno de los medios más efectivos para manipular a las masas. Por otra parte, cabe recordar que Fernández de Lizardi habla constantemente en sus textos acerca de la necesidad de que el hombre reciba una educación digna y de calidad, pero hace especial hincapié en el aspecto moral y religioso pues considera que para que el hombre sea capaz de horrorizarse ante el vicio e inclinarse por la virtud es necesario que tenga como base la certeza de la existencia de Dios, así como de su bondad y de su grandeza. Me parece importante resaltar que Noches tristes y día alegre es publicada a unos cuantos meses de la consumación de la Independencia de nuestro país. Considero que, debido a esto, puede percibirse en la novela, aunque de manera velada, toda la complejidad que encerró el período de lucha para obtener la emancipación de la Corona española. De ahí que me permita proponer el hecho de que en esta novela Lizardi está apostando por dar a conocer al pueblo los beneficios de practicar una religión de unidad y amor, y para eso toma como fundamento los principios del catolicismo, religión de la cual siempre fue ferviente creyente y practicante, tal como lo confiesa en su Testamento y despedida: Declaro ser cristiano, católico, apostólico y romano, y como tal creo y confieso todo cuanto cree y confiesa nuestra santa madre Iglesia, en cuya fe y creencia protesto que quiero vivir y morir; pero esta protesta de fe, se debe entender acerca de los dogmas católicos de fe, que la Iglesia nos manda creer con necesidad de medio, esto sí creo y confieso de buena gana, y jamás ni por palabra, ni por escrito he negado una tilde de ello. 23 23 José Joaquín Fernández de Lizardi, Obras XIII-Folletos, p. 1038. 28 Es común notar, pues, que a lo largo de Noches tristes y día alegre Lizardi va a recurrir constantemente a citas del Antiguo Testamento, principalmente, para tratar de religar a un pueblo que vivía en medio de constantes olas de violencia, matanzas y saqueos. La discriminación y la pobreza a la que estaban sometidos los indios y las castas, frente a las descomunales riquezas que ostentaba el alto clero seguía siendo una realidad, así como la relegación que padecían los demás nacidos en la Nueva España, frente a todos los privilegios de que aún gozaban los peninsulares, daban como resultado una hostilidad permanente entre la gente del pueblo. En suma, el país atravesaba por tiempos difíciles y, pese a que por aquellos años ya estaba en vigor la Constitución de Cádiz (la cual establecía los puntos bajo los cuales tendría que regirse una nación independiente) y pese a que cada vez estaba más cerca la consumación de la Independencia, la realidad es que la población seguía marcadamente dividida y en descontento por la atribulada situación del país. Ahora bien, en el caso particular de la novela en cuestión, cabe preguntarse ¿por qué Lizardi traería a cuento en dicho texto (y de modo particular) una tradición tan antigua e importante como lo es el Libro de Job? Considero que, siendo México un país tan católico y, sobre todo, en medio de la encarnizada lucha que libraba por aquellos años en contra del dominio español, era natural que el tema religioso fuera empleado con frecuencia en toda clase de escritos. Además, considero que el hecho de tomar como ejemplo la historia de Job sirve para enseñar que el azote de Dios debe ser considerado como un medio que emplea Éste para instruir a los buenos en la paciencia y la resignación. En el caso de la novela lizardiana podemos observar cómo su forma alternadamente monológica y dialogada nos recuerda los sermones antinsurgentes en los cuales se trataban de evitar al máximo las largas citas latinas, puesto que era importante que todo público pudiera entender lo que se predicaba (y es una realidad que el conocimiento de las lenguas 29 clásicas estaba reservado sólo para las clases privilegiadas), pero que, sin embargo, en lo que respecta a las referencias bíblicas, tenemos que no sólo no desaparecen, sino que frecuentemente constituyen el hilo conductor de los textos. De manera que la Biblia, en especial personajes y episodios del Antiguo Testamento, resulta el modelo idóneo mediante el cual se intentaban establecer las normas de conducta que debía seguir el pueblo. De modo que esa clase de referencias a la historia sagrada resultaba ser uno de los medios más efectivos para llegar a grandes grupos. En el caso de Noches tristes y día alegre vemos cómo el autor va a aplicar el mismo principio que el empleado en los ya mencionados sermones, pero mientras que en estos últimos sus autores recurren a las referencias o a personajes bíblicos para legitimar la violencia y la discordia, Lizardi posiblemente persiga una finalidad opuesta: tratar de unir a una población que, después de trescientos años de sometimiento a España, seguía marcadamente dividida y en descontento por la atribulada situación en que vivía. Una posible lectura no deja fuera que con esta novela Lizardi pretendiese que entendiera la gente del pueblo que, sin importar las dificultades a las que tuvieran que enfrentarse, debían también mantener siempre la total certeza de que Dios nada dispone que no esté orientado al bienestar de sus hijos, puesto que les ama y desea su felicidad, tal como lo señala la religión católica. De manera que las virtudes de las que hace gala el personaje protagónico de Noches tristes y día alegre, vinculan de manera directa con el Libro de Job, uno de los máximos ejemplos que se pueden encontrar en la literatura acerca de la importancia que tienen la paciencia y la fe en la vida del hombre. De modo que el hecho de que Lizardi promueva tales virtudes en su novela, destaca “en un tiempo en que la insurgencia, las calamidades, la pobreza del pueblo, atribulan a México, y el escritor proclama el ejercicio de los dos 30 principales preceptos divinos, la práctica real de la verdadera religión, como el único modo para construir una nueva hermandad entre todos, para hallar la paz y la dicha en una sociedad verdaderamente cristiana”.24 Es así como la tolerancia, la paciencia y la fortaleza serán algunas de las principales virtudes que Lizardi resalte en esta novela, posiblemente con la finalidad de hacer entender a los lectores de su tiempo que éstas resultan sumamente necesarias para sobrellevar y superar las adversidades ocasionadas, en gran medida, por tantos años en un ambiente donde la lucha independentista buscaba librar al país de la tiranía colonial, lucha que al mismo tiempo era la causante de la constante pobreza, descontento y hostilidad permanentes en que el pueblo vivía. 24 Jesús Hernández García, op. cit. p. 651. 31 CAPÍTULO 3 LA FE ¿QUÉ ES LA FE? Dado que la fe es el tema principal en el desarrollo de esta tesis, resulta imprescindible puntualizar acerca de la idea o concepto de fe que servirá como punto de partida en el análisis que relaciona tanto al Libro de Job como a la novela Noches tristes y día alegre. En los capítulos anteriores he planteado el ámbito donde se desarrolla la actividad literaria de Fernández de Lizardi, que esencialmente es una época impregnada del catolicismo impuesto a nuestro continente desde el siglo XVI. Por lo anterior, la relación que se establece de manera estrecha respecto a la religión católica nos obliga, en primera instancia, a considerar la fe desde esta perspectiva. Considero que es importante tomar en cuenta el tiempo y lugar en que se circunscribe la obra de Fernández de Lizardi, por lo tanto me parece que la definición de fe quecorrespondería dar, de primera instancia, es la que nos proporciona el Diccionario de Autoridades, ya que tal definición es la que se encuentra más cercana al contexto lizardiano: FE. La primera de las tres virtudes Theologales. Es una especial y sobrenatural lumbre del Espíritu Santo, infundida en el entendimiento del Christiano, que le inclina a creer lo que la Iglesia le propone, sin vér la razón en que se funda: esta se recibe en el Bautismo juntamente con la gracia, y se llama Fé infusa […] Es también la firmeza que se adquiere por muchos actos de creer. Esta se llama Fé adquirida […] Se toma también por la creencia que se da à las cosas, por la autoridad del que lo 32 dice, ò por la fama pública, y esta se llama Fe humana.25 (Diccionario de Autoridades, p. 729) Sin embargo, me inclino también a tomar en cuenta el concepto de fe que señala el Diccionario de la Lengua Española, concepto que me permitirá puntualizar el concepto de fe desde una perspectiva más neutral (es decir, sin apegarme únicamente a la concepción decimonónica). Ahora bien, una de las definiciones más generales de fe dice: “conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas”,26 y de esta definición debemos subrayar “creencias”. La fe también se ha entendido como una “creencia que se da a las cosas por la autoridad del que las dice o por la fama pública”.27 Por otro lado Ferrater Mora28 también subraya el hecho de que tanto el término fe como el de creencia se usan indistintamente, aunque hay una tendencia a usar el de fe en el ámbito religioso. Durante la Edad Media, cuando por “creer” se entendía “tener fe”(y a veces ‘tener la fe’), se debatió a menudo el problema de la relación entre creencia y ciencia, creencia y saber, creencia y razón. Puede hablarse asimismo, y se hace con gran frecuencia, de “fe y razón”. Algunos estimaron que la razón es una preparación para la creencia (o la fe). Esto equivale a suponer que no hay conflicto entre ambas. Otros estimaron que solamente si se cree se puede comprender, esto es, comprender las llamadas “verdades de fe”. La creencia, además, requiere la comprensión [...] San Anselmo desarrolló el tema del “Creo para comprender” [...] Ciertos autores juzgaron que puede haber conflictos entre creencia y razón, pero que estos conflictos pueden solucionarse si se usa la razón rectamente; lo cual equivale casi siempre a suponer que hay que partir de la creencia, como fundamento desde el cual se consigue la racionalidad (de lo creído).29 A partir de estas definiciones podemos considerar que fe y creencia comparten 25 Diccionario de Autoridades. Real Academia Española, p. 729. 26 Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española, p. 956. 27 Idem. 28 José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, pp. 722-726. 29 Ibidem, p. 722. 33 cierta igualdad de significados. Desde el sentido más general (RAE) se esclarece que la fe es creer, de tal modo que “tener fe en” en esencia es “creer en”. Esta idea se complica gradualmente cuando intervienen distintos factores, como la razón o la voluntad, puesto que suman otras vías de interpretación. De igual forma también se menciona el hecho de creer para comprender. En cierto sentido resulta factible considerar la idea de que la fe rebasa el ámbito de la razón, o se dirige a otras áreas donde más que la razón, sería la confianza, certeza o convicción en tal o cual cosa, lo que completaría la idea de fe. Si para creer fuese necesaria la participación de la razón, dejaría de suscribirse la creencia a la idea de fe. La fe es certeza legítima en lo que uno la deposita, si se tiene fe no cabe la duda, la incertidumbre, o la vacilación. Además de estas consideraciones que permiten un acercamiento a la idea de fe, es necesario incluir el aspecto religioso a dicha idea. Regresemos al Diccionario de la Lengua Española donde se apunta que fe es “la primera de las tres virtudes teologales: luz y conocimiento sobrenatural con que sin ver se cree lo que Dios dice y la Iglesia propone”.30 En esta definición también se incluye el término creencia, y concretamente creencia en Dios y en la Iglesia. Es importante señalar que desde la perspectiva religiosa (hebrea y católico romana) la fe está considerada como una de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, donde la fe ocupa el primer lugar dada la implicación de su significado. Por consiguiente creer en Dios, sin cuestionar su existencia, es creer en lo que Dios dice en el espectro de la religión. Si la fe es una virtud en el ámbito que vamos a considerar para el análisis de las dos obras, conviene recordar que el término virtud se refiere a: “la actividad o fuerza de las 30 Diccionario de la Lengua Española, op. cit. p. 956. 34 cosas para producir o causar sus efectos. Eficacia de una cosa para conservar o restablecer la salud corporal. Fuerza, vigor o valor. Poder o potestad de obrar. Integridad de ánimo y bondad de vida. Disposición constante del alma para las acciones conformes a la ley moral. Recto modo de proceder”,31 además de señalar a qué se refieren las virtudes teologales. Según Ferrater Mora virtud significa “fuerza”, “poder”, “eficacia” y: Una clase importante de virtudes son las “virtudes teologales” (fe, esperanza y caridad). Según Santo Tomás estas virtudes son las que encaminan hacia una felicidad sobrenatural. Puesto que esta felicidad ‘sobrepasa los poderes de la naturaleza humana’, es necesario para el hombre recibir de Dios ‘algunos principios adicionales’, esto es las virtudes teologales. Estas virtudes nos encaminan hacia Dios, se hallan infusas en nosotros por Dios y son dadas a conocer sólo por medio de la revelación divina. Una virtud es definida como un buen hábito infuso cuyo objeto inmediato es Dios.32 De acuerdo a lo anterior resulta factible establecer que si bien la fe es “creer en”, esta creencia se sustenta en la fuerza o vigor que se desprende del acto en sí, es decir el poder que caracteriza a la propia fe. Y en el ámbito teológico la referencia se centra en que la fuerza o poder es algo otorgado por Dios. De modo que tener fe es resultado de una fuerza otorgada, misma que permite consolidar dicha creencia por el poder que le caracteriza. A partir de este planteamiento se puede observar que en Noches tristes y día alegre, Teófilo, el personaje central de la historia, es un hombre de fe que se manifiesta en la fuerza que le confiere la virtud que ha recibido de Dios. Teófilo, como ya analizaremos más adelante, no pone en duda su creencia, su confianza, él vive y actúa plenamente convencido que Dios le acompaña y sabrá mostrarle el camino en cada momento de incertidumbre, 31 Ibidem, p. 2095. 32 José Ferrater Mora, op. cit., p. 3707. 35 tristeza y desasosiego. Situación que podrá contrastarse detalladamente con el caso de Job, quien sí cuestionará y pondrá en duda la bondad del Dios supremo, pero no así su existencia. Anteriormente mencioné que me interesaba considerar una idea o concepto de fe un tanto “neutra” o imparcial, para poder subrayar las diferencias respecto al ámbito teológico en el que están insertos ambos textos en cuestión. En este sentido la gran diferencia entre ambas posturas sería la intervención de Dios, tanto en el otorgamiento de la fuerza que permite sostener la creencia, como en la certeza y confianza de mantenerse en el convencimiento de lo inamovible de la fe misma. Si deslindamos la fe de la teología nos quedamos con la “creencia en” sustentada o no en una fuerza que ya no tendría que ser otorgada, sino que sería parte de quien confía, cree, o tiene fe. Nos encontraríamos ante el hombre de fe, y dicha fe no necesariamente sustentada en la existenciade Dios, ya que el hombre “creyente” podría confiar en sí mismo, en sus conocimientos, en su experiencia, en la ciencia, en la tecnología, o en un sin fin de elementos que ocuparían el lugar de la figura “divina”. Teófilo y Job pueden ser considerados como dos hombres de fe, sin embargo en el primer caso la creencia se manifiesta como algo inquebrantable, completamente firme y poderoso; en el segundo, el quebranto y padecimiento de las adversidades nos muestran al hombre susceptible al sufrimiento y al dolor, débil en sus convicciones y, sobre todo, demandante de respuestas que le permitan comprender la situación que lo oprime a tal grado. Es importante considerar que ambos textos literarios se encuentran enmarcados en una temporalidad muy contrastante: mientras Teófilo padece durante cuatro noches continuas, Job padece durante un periodo más prolongado, en el que su agobio se acrecienta y su fe se quebranta conforme avanza el tiempo. 36 Si bien se tiene una idea generalizada acerca del Libro de Job como el gran ejemplo del hombre de fe, en este análisis donde estableceré analogías (semejanzas y diferencias) entre ambos textos, esbozaré una interpretación que rebase la frontera entre la fe como estructura inquebrantable y la fe como parte de la condición humana, a pesar de que ambos textos se mantienen en el ámbito de una perspectiva teológica. 37 CAPÍTULO 4 EL LIBRO DE JOB EN CONTEXTO En este apartado pondré en contexto el Libro de Job a partir de algunas interpretaciones que considero importantes para el análisis que nos ocupará más adelante. En primera instancia, debo aclarar que la intención de este estudio no contempla la disputa del origen acerca del texto bíblico en cuestión, por lo que me referiré directamente al texto, como narración literaria. Dejaré de lado las polémicas versiones acerca de su autoría, así como las intenciones de haber insertado los diálogos entre Job y sus amigos posteriormente a la escritura original del mismo, y sólo tomaré algunos datos precisos para contextualizar dicha obra. Ahora bien, si hablamos de un texto bíblico es posible que el referente más inmediato se encuentre en el contexto de la religión, ya sea la hebrea, la judeo-cristiana, o bien, la religión católica. Además, que a partir de esta última, se cuenta con una idea, de dicho texto, supeditada a la interpretación, que en el ejercicio de la doctrina cristiana, han hecho los sacerdotes en las ceremonias tradicionales; más adelante ahondaré sobre este aspecto. Si bien han existido dudas respecto al origen del texto en cuestión, se presume que su aparición data del siglo VII a. de C.33 Existen otras versiones del origen de este texto, como la que nos presenta Francisco Serrano en su introducción: Se sabe muy poco acerca del autor. Algunos creen que vivió en la época 33 “Es posible que el libro de Job fuera escrito en fecha temprana, quizá en el siglo VII a. de C. El Eclesiastés es posterior al Destierro, y es posible que fuera redactado, con toda probabilidad por un solo sabio, antes del año 200 a. de C.” Harold Bloom, ¿Dónde se encuentra la sabiduría?, p. 30. 38 de los patriarcas; otros, los menos, que era anterior a Moisés y que éste tradujo el poema de algún dialecto semítico al hebreo. Varios orientalistas piensan que el hecho de que un jefe tribal edomita sea interpelado por el dios de los hebreos sugiere que el poema fue escrito en una fecha anterior al siglo VI a. de C. y basan su suposición en que la desconfianza que los israelitas sentían hacia los edomitas se acentuó durante el exilio que siguió a la toma de Jerusalén por Nabucodonosor, en 587 a. C.34 Pese a que no se puede precisar con exactitud la fecha en que surge el Libro de Job, bastará con tomar en cuenta que es un texto bíblico y que surge alrededor del siglo VI a. de C.35 En general la idea del Libro de Job se apega con frecuencia a la del ejemplar hombre de fe.36 Sin embargo, mi interpretación quedará deslindada de esta idea, ya que comparto la observación de Francisco Serrano en su versión del Libro de Job: El personaje que describe el poema es todo lo contrario de la imagen que la Iglesia ha querido popularizar. No es el resignado y paciente siervo de Dios, sino un ser humano angustiado e indignado que padece lo que a su juicio es un castigo injusto y que protesta con violencia por el modo como Dios lo trata. Job está convencido de su inocencia y no acepta, no puede aceptar, pese a la insistencia de sus amigos, que los males que padece sean consecuencia de su maldad.37 Coincido con esta postura ya que no encuentro en el texto los enunciados que 34 Francisco Serrano, “Introducción” a Libro de Job, p. 9-10. 35 Jung también plantea sus aproximaciones respecto al origen del Libro de Job: “Desgraciadamente no conocemos la fecha con seguridad. Se supone que fue escrito entre los años 600 a 300 a. C., es decir, en una época no muy distante cronológicamente de aquella en que fueron escritos los llamados Proverbios de Salomón (escritos del siglo IV al III a. C.) En estos proverbios encontramos síntomas de influencias griegas que, de ser anteriores habrían llegado al reino judío a través de Asia Menor, y de ser posteriores, lo habrían hecho a través de Alejandría.” Carl Gustav Jung, Respuesta a Job, p. 36. 36“Existen muchas lecturas del Libro de Job. Una, que prevaleció durante siglos, nos hace saber Borges, sostiene que es una especie de fábula sobre el estoicismo: el hombre que sufre, que debe sufrir y que pese a todo no pierde su fe. Otra se plantea como una indagación del problema del mal: ¿a qué se debe el sufrimiento injustificado del inocente?, ¿por qué existe el mal en el mundo? Una tercera señala que Dios es inexplicable e inescrutable y que su naturaleza no puede ser comprendida por el hombre. Los hombres somos incapaces de pensar a Dios en términos humanos, es imposible e inútil aplicar una medida humana a la divinidad. El universo existe y en él existen nuestra desdicha y nuestra felicidad, no sabemos por qué.” Ibidem, p. 11. 37 Francisco Serrano, op. cit., p. 12. 39 sostengan la interpretación de ver a Job como el hombre de fe inquebrantable, ya que atraviesa por momentos en que duda y sobre todo cuestiona la conducta de Dios; desde mi perspectiva, es Teófilo en la novela de Lizardi, quien podría encajar perfectamente en tal descripción. La obra que nos ocupa también ha sido considerada como uno de los poemas más importantes de la literatura universal, y hay quienes lo ubican por encima de autores como Homero, Dante o el propio Shakespeare. Al mismo tiempo ha habido comparaciones con la tragedia griega.38 Aquí cabe mencionar que la gama de interpretaciones y críticas en torno al Libro de Job tiende a diversas líneas de análisis, que en algunos casos provocan distancia y posturas antagónicas, pero que todas ellas se suman al mundo hermenéutico que emana del propio texto. Por ejemplo, puedo mencionar que Harold Bloom39 disiente de Paul Ricoeur cuando éste interpreta el Libro de Job “como una reafirmación trágica”, ya que el propio Ricoeur plantea toda una reflexión pertinente y muy precisa respecto al vínculo trágico que encuentra en Job: En el libro de Job tenemos el más extraordinario documento de la ‘antigua sabiduría’ del Próximo Oriente por lo que respecta a ese viraje de la comprensión ética del mismo Dios hacia su comprensión trágica […] ¿No puede decirse que Job descubrió al Dios trágico, al Dios inescrutable del terror? También el desenlace lleva el sello de lo trágico. ‘Sufrir para comprender’ decía el coro griego. Por su parte, Job adquiere una nueva dimensión de la fe por encima de toda visión ética: la dimensión de la fe incomprobable.40 Además de sostener el vínculo con la visión trágica del Dios que castiga, Ricoeur
Compartir