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Universidad Nacional Autónoma de México Programa de Maestría y Doctorado en Letras Facultad de Filosofía y Letras Instituto de Investigaciones Filológicas La autoría emergente en gastronomía y la escritura autobiográfica de las cocineras: Blood, Bones & Butter de Gabrielle Hamilton Tesis que para optar por el grado de Maestra en Letras (Literatura Comparada) presenta Miriam Julieta Flores Jurado Tutora: Dra. Noemí Novell Monroy Facultad de Filosofía y Letras Ciudad de México, septiembre de 2016 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Agradecimientos A la UNAM, la gran casa. A mis alumnos y alumnas, porque gracias a ellos tengo el mejor trabajo del mundo. A Irene Artigas, Adriana De Teresa, Nattie Golubov y Claudia Lucotti, por su guía paciente y generosa a lo largo de muchos años. Especialmente gracias a Noemí Novell, de quien he aprendido tantísimo. Gracias por confiar en mí. A las académicas y los académicos que estuvieron antes de mí, que crearon un espacio para las lecturas feministas. A Pedro, compañero de equipo, queridísimo. Esta tesis está dedicada a Mamá y Papá. 2 Vatel, Carême, Ude, Dumas, Gouffe, Etienne, these are some of the immortal cooks of history: the kitchen still waits its Sappho. Elizabeth Robins Pennell, The Feasts of Autolycus …the dish had been invented by the chef of the very café in which they were dining, a person known all over Paris as the greatest culinary genius of the age, and—most surprisingly—a woman! Isak Dinesen, “Babette’s Feast” I asked many of the women I interviewed the following question: Who is your industry’s Patti Smith? Charlotte Druckman, Skirt Steak: Women Chefs on Standing the Heat and Staying in the Kitchen 3 Índice Introducción 5 1. La escritura gastronómica : Diálogos entre el campo literario y el campo gastronómico 1. 1. Escritura gastronómica: definiciones 10 1. 2. La escritura gastronómica y los estudios literarios 20 1. 3. Comida y disposición estética: la gastronomía como campo cultural 24 2. La autoría emergente en gastronomía 2. 1. Autor literario y autor gastronómico 30 2. 2. El Yo gastronómico 47 2. 3. La diversidad de las narraciones autobiográfico-gastronómicas 53 3. Blood, Bones & Butter : Un relato sobre una cocina de autora 3. 1. “Blood Asparagus”: el proyecto autoral de Gabrielle Hamilton 63 3. 2. En busca de las cocinas de nuestras madres: Madeleine, Misty y Alda 66 3. 3. La Frauenroman y la cocinera como sujeto autobiográfico 82 3. 4. Género y cocinas profesionales 94 Conclusiones 107 Bibliografía 114 4 Introducción En las últimas décadas, los estudios literarios han descubierto la riqueza de algunos textos que parecerían no corresponder a la noción tradicional de literatura: libros de cocina, por ejemplo. Hemos comenzado a leer “memoirs, letters, personal testimonies, and even cookbooks as literary texts rich in cultural meanings” (Valle 4). El estudio de estos géneros “menores” se relaciona con el cuestionamiento reciente de conceptos como canon, género, autor, o incluso el concepto mismo de literatura, que antes parecían transparentes y estables. Hoy sabemos que la existencia del autor “no es consubstancial a la de la literatura –no siempre los textos literarios tuvieron autores, ni ha habido siempre autores tal y como los consideramos hoy en día” (Pérez et al. 16), y que el autor no es sólo un ser humano que crea obras de arte, sino un complejo mecanismo de atribución, circulación y recepción de los discursos. Por otra parte, el concepto “autor” puede ser un punto de partida para estudiar otro tipo de producciones culturales, no solamente los textos literarios. Esta investigación se enfoca en la presencia de la figura autoral en el discurso que se produce desde y sobre la gastronomía, la cocina y la comida. Expresiones como “cocina de autor” o signature dish hablan de una nueva posibilidad para los cocineros de ocupar legítimamente una posición autoral. A la par de esto, la escritura gastronómica circula cada vez más frecuentemente en formas similares a los textos literarios. Así, un objeto de estudio con una dimensión material y corporal tan inevitable como la comida y sus representaciones ha comenzado a reconciliarse con formas de pensar que históricamente han concedido mayor valor a lo atemporal, lo inmaterial y lo no perecedero. Sin embargo, pronto nos damos cuenta de que la autoría en gastronomía, como la autoría literaria, está diseñada para privilegiar cierto tipo de experiencias, y dejar otras en un segundo plano o incluso descalificarlas. Creo, 5 entonces, que es importante considerar este fenómeno de autoría emergente para observar de cerca y de manera crítica la construcción y los efectos de una noción dominante de autor en un campo cultural relativamente nuevo. En resumen, este trabajo pretende contribuir al estudio de las intersecciones entre literatura y gastronomía al proponer: a) Una comparación entre el concepto de autoría en literatura y gastronomía. b) Una descripción de la autobiografía gastronómica como un género que refleja y participa de la construcción del cocinero como figura autoral. 1 c) Una lectura de la autobiografía gastronómica Blood, Bones & Butter de Gabrielle Hamilton desde la teoría feminista sobre autoría, enfocada en tres aspectos: la búsqueda de una genealogía como autora gastronómica a partir de la conexión con varias figuras maternas, la posibilidad de una cocinera como protagonista de un relato de formación y como sujeto autobiográfico, y la intersección entre género y autoría-autoridaden las representaciones de las cocineras profesionales. Analizaré la figura del cocinero como autor, la participación de las mujeres en un campo gastronómico que ha elevado al cocinero a este nuevo estatus, las formas en que las cocineras se relacionan con la autoría gastronómica, y cómo este proceso puede pensarse como análogo a la relación entre las escritoras y la autoría en el campo literario. Uso la palabra “campo” en 1 Prefiero los términos “cocinera” y “cocinero” a “chef”, por varias razones. Si bien “chef” significa literalmente “jefe” o “líder” de una cocina profesional, este término está ligado al sistema de brigadas que marcaba una estricta jerarquía en cocinas donde generalmente sólo trabajaban hombres. “Chef” se ha convertido en un título que distingue como legítimos a los cocineros y cocineras con estudios culinarios formales y excluye la experiencia de los cocineros y cocineras autodidactas y de las personas que sostienen a sus familias a través de la venta de comida o de enseñar a cocinar a otros. Por último, “chef” no tiene una forma femenina (Druckman, Skirt Steak 17), mientras que “cocinera” abarca una gama mucho más amplia de experiencias de las mujeres en su relación con la preparación de alimentos. Conservo la palabra “chef” en nombres propios y títulos (por ejemplo, Iron Chef ), en citas textuales y al comentar estas citas. 6 el sentido propuesto por Pierre Bourdieu: un campo es una subdivisión, o microcosmos, dentro de un cosmos social. Los campos son espacios relativamente autónomos, cada uno con su lógica y regulaciones específicas: “In analytical terms, a field may be defined as a network, or a configuration of objective relations between positions. These positions are objectively defined . . . by their present and potential situation ( situs ) in the structure of the distribution of power (or capital) whose possession commands access to the specific profits that are at stake in the field” (Bourdieu y Wacquant 97). Al interior del campo, explica Bourdieu, los agentes sociales que participan en él se enfrentan para lograr que las reglas del juego operen a su favor. Algunos agentes o instituciones buscan preservar la distribución actual de poder y capital en el campo, otros buscan una redistribución. Así, hay “jugadores” con diferentes grados de legitimidad y diferentes motivaciones para participar en el campo. El campo literario y el campo gastronómico se han nutrido mutuamente, cada uno tomando préstamos del otro. Si bien el discurso gastronómico ha comenzado a circular de manera “literaturizada” (la presencia de una figura autoral es una señal de este cambio), el discurso gastronómico también ha modificado el objeto de estudio de la crítica literaria, como indica la cita de Víctor Valle con la que inicié este apartado. Más adelante, llevaré el debate sobre la relación entre comida y literatura y sobre la autoría literaria y gastronómica a un género en especial: la autobiografía gastronómica. El texto central para este análisis es Blood, Bones & Butter de Gabrielle Hamilton (2011), un relato autobiográfico en el que es posible seguir muchos de los temas que he planteado hasta ahora: la autoría gastronómica de mujeres, la relación entre la comida, el cuerpo y la escritura, y la importancia para una cocinera de narrar la vida propia en el proceso de constituirse como autora. 7 En el capítulo uno describiré el género al que me refiero como escritura gastronómica y su posición respecto al campo literario. Comentaré también sobre la definición de la gastronomía como campo artístico y la participación de las cocineras y gastrónomas en él. En el capítulo dos, analizaré brevemente la figura del cocinero en los siglos XIX y XX, con énfasis en las trayectorias individuales que contribuyeron a ensalzarlo como un artista y a conectarlo con la concepción romántica del autor. Describiré la función que la escritura gastronómica, especialmente su vertiente autobiográfica, desempeña en este fenómeno, y analizaré las condiciones particulares en las que surgen las autobiografías de mujeres cocineras y gastrónomas. El tercer capítulo se ocupará del análisis de Blood, Bones & Butter , en conexión con los temas y problemas de investigación que he abordado antes. Es pertinente aclarar que esta investigación se acerca al área de los food studies dedicada al estudio de las representaciones de la comida, y más específicamente, a las representaciones que podríamos llamar no-ficcionales de la comida en la escritura gastronómica. 2 Finalmente, me interesa llevar el estudio de la comida y sus representaciones a una disciplina en la que, a la fecha, su estudio es todavía limitado. Arlene Avakian comenta: “ Once a subject limited to nutritionists, anthropologists studying the symbolic importance of foodways and agriculturalists researching farming, the study of food has expanded to virtually all disciplines, including the humanities, social sciences, and arts as well as interdisciplinary fields (“Cooking Up Lives” 279). Sin embargo, creo que la participación de los departamentos de literatura en los food studies aún puede crecer mucho más. Mi lectura de los textos gastronómicos está anclada en mi formación en literatura, y aunque diferentes textos de 2 La inclusión de textos narrativos ficcionales en los que la comida tiene un papel relevante abriría un campo de estudio muy amplio, y tratar de explorarlo excedería los objetivos de este trabajo. 8 sociología, antropología y filosofía han aportado una base teórica importante para este trabajo, me parece que llevar las metodologías y herramientas propias de los estudios literarios hacia los food studies es una forma de recordar y continuar una larga historia de encuentros entre la comida, la narrativa y la escritura en torno a la misma mesa. La mesa, la tabula que sirve tanto para comer como para escribir, es uno de los mecanismos más antiguos para reunir a varios narradores en torno al mismo banquete (Kessler 152-3). En nuestras universidades aún se utiliza la palabra “simposio” para referirse a estos intercambios. Espero que estos comentarioscontribuyan a nuevos festines interdisciplinarios. 9 1 La escritura gastronómica Diálogos entre el campo literario y el campo gastronómico 1. 1. Escritura gastronómica: definiciones La comida estructura y expresa el mundo en el que se produce (Ferguson, Taste 2). En palabras de Peter Heine, “…there is perhaps no better way to understand a culture, its values, preoccupations and fears, than by examining its attitudes toward food” (8). Sin embargo, comer puede ser también un acontecimiento privado, en el sentido de que es imposible que dos personas coman exactamente el mismo bocado en el mismo instante; por esta razón es necesario referir las experiencias del gusto, tratar de traducirlas a las palabras. La imagen puede reproducirse, el sonido puede grabarse, pero el gusto, el olfato y el tacto parecen ser más inasibles. Aunque la idea de que las impresiones visuales o auditivas son replicables o generalizables para varios receptores puede ser muy debatible, es cierto que el sentido del gusto hace especialmente evidente esta necesidad de compartir por medio de palabras: Why is food talk so important? First off, eating is a deeply private affair. Because we cannot share the actual food that we consume, we talk about it. We do not share food; we share our experience of food. In doing so we propose our private dining for public perception. […] Food talk completes the culinary circuit, turning the private into the public, embellishing the personal and memorializing the idiosyncratic. (Ferguson, Word of Mouth 49) Priscilla Parkhurst Ferguson distingue entre experiencias gustativas privadas y públicas para subrayar la función social del discurso al que llama food talk ; sin embargo, un 10 antropólogo como Marvin Harris agregaría que incluso los bocados individuales, privados, ya están mediados por la cultura: algunas sociedades [comen y aun encuentran] deliciosos alimentos que otras sociedades, en otra parte del mundo, menosprecian y aborrecen . . . en la definición de lo que es apto para consumo interviene algo más que la pura fisiología de la digestión. Ese algo más son las tradiciones gastronómicas de cada pueblo, su cultura alimentaria . . . La comida, por así decirlo, debe alimentar la mente colectiva antes de poder pasar a un estómago vacío. (Harris 3-4). Cada gastrónomo se sitúa entonces en un entramado cultural que hará que su gusto individual sea, en el fondo, un gusto colectivo. La escritura gastronómica refleja un cambio en las actitudes respecto a la representación de estos procesos que involucran tanto al cuerpo individual como social: hoy, explica Sandra Gilbert, “some of the most interesting contemporary writers persist in trying to find words for the unspeakable acts and facts of eating” (143). La charla gastronómica sale de la cocina y del comedor y se reproduce en todo tipo de espacios discursivos, así como el cocinero puede llegar a estar presente en muchos espacios culturales además de la cocina (el activismo político, el periodismo o el cine, por ejemplo). Ferguson concluye: “To have an effect beyond the individual cook or diner, cooking has to get out of the kitchen; feasting must exit the dining room. That job of conveyance to the larger food world is what food writing does” ( Word of Mouth 50). A lo largo de esta investigación utilizaré el término “escritura gastronómica” para referirme a los textos que la crítica en inglés ha llamado food writing . Anteriormente, en mi 11 trabajo de titulación de licenciatura, traduje food writing como “escritura culinaria”; esta 3 traducción resultaba apropiada para una investigación enfocada en tres libros de cocina (entendidos como textos constituidos principalmente por recetas), pero creo que es importante matizar que la palabra “culinaria” se limita a la práctica de transformar materias primas en un producto consumible y no describe de manera completa el campo gastronómico que me interesa explorar. En cambio, el campo gastronómico incluye ...the historical forces that guided how chefs established themselves as an occupation, rules of the field such as commonly shared beliefs regarding the role of a chef and what career paths a chef should take, and unique cultural tastemakers like food critics and culinary organizations who confer status on chefs’ cultural products. (Harris y Giuffre 8) La noción de campo también es coherente con un proyecto interdisciplinario; para Priscilla Parkhurst Ferguson, el campo gastronómico “points us toward other cultural fields and particularly toward literature and the arts” ( Taste 108). La escritura gastronómica es precisamente una familia de textos que circulan en un territorio en común entre el campo literario y el campo gastronómico. Comprende textos que se definen por su tema, la comida, y que sitúan este objeto de reflexión en el centro de un discurso que se justifica en sí mismo. La escritura gastronómica entiende la comida no sólo como un nutriente o combustible, sino como un objeto que posee una función estética propia. Esta autonomía de la función estética es un elemento importante en la configuración de un campo artístico. La escritura gastronómica se caracteriza por su carácter hedonista y por su interés por defender la cocina 3 Flores Jurado, Miriam Julieta. Un festín mediterráneo en tres tiempos: la escritura culinaria de Elizabeth David, Claudia Roden y Diana Henry. Tesina. UNAM, 2013. 12 como una práctica que no sólo responde a una necesidad biológica (hacer la comida más segura y digerible), sino que también puede ser un fin en sí misma y un código cultural que “enables societies to think with and about the food they consume” (Ferguson, Taste 3). Los escritores y escritoras gastronómicos sostienen que la comida puede hacer más que “satisfy the appetite, fill the stomach, and ward off disease. It must be regarded as a pleasure, and a higher pleasure at that” (Ferguson, Word of Mouth 82). Sobre la forma de la escritura gastronómica, quizá la única afirmación segura es que se trata de una escritura proteica que hibrida géneros, “ incorporates and crisscrosses betweenseveral styles of writing, including personal anecdote, historical reference, witty commentary and literary allusion” (McLean, Aesthetic Pleasure 4). La escritura gastronómica suele ser omnívora, como sus autores, y se nutre de géneros como la literatura de viajes, el aforismo, la autobiografía, la crónica y el ensayo, la epístola, el diálogo y la sátira, sin que la presencia de recetas sea una condición necesaria (Gigante xix). “It is a tremendously diverse category of 4 nonfiction that is only minimally defined by genre or format; instead, it applies to any sort of writing that deals with matters of food, cooking, food production, food culture, and the dozens of nooks and crannies in those categories” (Rosner y Hesser 89). La escritura gastronómica surge en un entorno urbano e ilustrado, con un énfasis en el consumo en público, en contextos que difícilmente eran accesibles a las mujeres, como los restaurantes y los círculos literarios de principios del siglo XIX. “Gastronomy is the intelligent knowledge of whatever concerns man’s nourishment ”, escribió Jean Anthelme Brillat-Savarin 4 Es interesante notar cómo la tendencia a mezclarse con otros géneros se ha conservado al trasladar algunos elementos de la escritura gastronómica a otro medio: en la televisión, los programas sobre comida pueden tomar formas tan variadas como un reality show , un programa de concursos, un programa sobre viajes y aventuras o un videodiario (Andrews 188). 13 (106, las cursivas son mías). ¿Por qué Brillat-Savarin no habla de women’s nourishment ? Las mujeres del siglo XIX se enfrentaban a “ideological constructs that align[ed] a woman’s appetite for food, for public voice, and for economic, political, or social power with greed and moral corruption” (McLean, “Intersection” 251). Brillat-Savarin no considera, por lo tanto, la posibilidad de una figura femenina hedonista. Por otra parte, hablar de comida es acercarse frecuentemente, advierte Brad Kessler, a temas como “carnality, appetite, desire . . . The perishability and baseness of the body. And, of course, sex . [...] So it's not surprising that some authors are uncomfortable with the whole affair of eating” (157-8). Estos temas serían incluso más incómodos cuando era una autora quien sostenía la pluma. Lentamente, esta situación se ha transformado. Una de las primeras defensoras de la escritura gastronómica femenina fue Elizabeth Robins Pennell, crítica de arte, coleccionista de libros de cocina, ensayista y primera biógrafa de Mary Wollstonecraft. En 1896, Pennell publicó una colección de ensayos gastronómicos titulada The Feasts of Autolycus , en cuya introducción escribe: “I think, therefore, the great interest of the following papers lies in the fact that they are written by a woman—a greedy woman” (6). El hecho de que la ensayista se definiera a sí misma como “a greedy woman” no dejaba de resultar escandaloso, especialmente en un momento en el que, como explican Sandra Gilbert y Susan Gubar, el discurso victoriano sobre la feminidad se ligaba a la enfermedad, la fragilidad y la falta de apetito: “Learning to become a beautiful object, the girl learns anxiety about—perhaps even loathing of—her own flesh. Peering obsessively into the real as well as metaphorical looking glasses that surround her, she desires literally to ‘reduce’ her own body” (54). Elizabeth Robins Pennell era consciente de los efectos destructivos de estas prácticas disciplinarias sobre el cuerpo de las mujeres: 14 Silly matrons and maidens starved, or pretended to starve, themselves that their bodies might seem fairer in the eyes of man . . . the delicacy of women’s palate was destroyed; food to her perverted stomach was but a mere necessity to stay the pangs of hunger, and the pleasure of eating she looked upon as a deep mystery, into which only man could be initiated. (10) Mientras que la represión del apetito femenino convertía la comida en “a mere necessity to stay the pangs of hunger”, la visión de la comida presentada en una escritura gastronómica como la de Pennell era totalmente opuesta. Pennell buscaba demostrar que una mujer tiene el derecho legítimo de iniciarse también en el placer de la comida. En su defensa del apetito femenino, la ensayista recurre a las convenciones del esteticismo para crear la voz de una gourmet extravagante y erudita: “Set your wits to work. Cultivate your artistic instincts. Invent! Create! Many are the men who have painted pictures, few those who have composed a new and perfect sandwich” (38-9). Esta “mujer glotona” habla en aforismos como un personaje de Oscar Wilde [“Coffee is indispensable . . . have it of the best or else not at all” (23)] y transforma los rituales de la mesa en meditaciones líricas, aunque el alimento en consideración sea una simple cebolla o un tazón de sopa [“Over Julienne or bisque , frowns are smoothed away, and guests who sat down to the table in monosyllabic gloom will plunge boldly into epigrammatic or anecdotic gaiety ere ever the fish be served” (76)]. The Feasts of Autolycus buscó resignificar la comida como una forma de arte y resaltar la labor intelectual implicada en la preparación y el consumo consciente de los alimentos. Pennell se oponía rotundamente a la idea de que la expresión del placer de la comida reflejara vulgaridad o bajeza. Una de las herramientas para defender su postura consistía en 15 apropiarse de la figura del dandy, una figura relevante para el discurso gastronómico de la época, como explica Denise Gigante: Gastronomers resembled dandies as countercultural philosophers insofar as they lived to eat, rather than eating to live . . . Whereas bourgeois morality mandated that we eat to gather our energies to work (no matter what kind), gourmands reversed this traditional formula to assert, in the spirit of dandies, that we must work for our own pleasure . . . nineteenth-century gastronomy was a male-gendered aesthetic and the culinary dandy a distinctly male (if not masculine) figure: a gastronomically revamped Man of Taste. (xxxiv-xxxv) Pennell construyó el personaje de la “mujerglotona” como una respuesta a estos códigos culturales que representara la experiencia de las mujeres ante la comida. Más adelante, escritoras como Hilda Leyel, Elizabeth David, M. F. K. Fisher, Alice B. Toklas, Jane Grigson y Claudia Roden configuraron una nueva tradición de escritura gastronómica anglófona que marcaba una ruptura con los libros de cocina de los siglos anteriores, que resaltaban la domesticidad y limitaban la aproximación estética a la comida. Las académicas feministas han estudiado las relaciones de las mujeres con la comida desde hace al menos cuarenta años, cuando los estudios de género se incorporaron completamente a las universidades. Sin embargo, los feminist food studies son muy jóvenes, pues no fue sino hasta el siglo XXI que se convirtieron en un campo identificable y sumamente activo (McLean, “Intersection 250). En su primera etapa, la teoría feminista 5 5 Mi discusión sobre el estudio de la comida desde la perspectiva feminista se ocupa fundamentalmente de la bibliografía producida en el contexto anglonorteamericano. Esto se debe a la demarcación temática que he establecido en mis trabajos de investigación previos. En México, los estudios sobre mujeres y comida se han realizado principalmente en los posgrados y centros de investigación en antropología. Algunos ejemplos del trabajo realizado en y sobre México son Voices in the Kitchen: Views 16 identificó la cocina como un espacio que reflejaba la subordinación de las mujeres y demostró que el acto de rechazar la comida podía explicarse a partir del pensamiento binario que marca el cuerpo feminizado como el acompañante superfluo y problemático de la mente. El feminismo insistió en que el cuerpo de las mujeres, incluyendo su relación con la comida, crecía mediado por este tipo de tensiones ideológicas. Un ejemplo de la negociación entre el feminismo y la cocina es esta anécdota narrada por Krishnendu Ray: “by 1977 Betty Friedan had to justify her interest in cooking by assuring us, ‘I am considering making soup from scratch next summer… No, I am not announcing public defection from the women’s movement’” (cit. en Ray 53). Los primeros estudios sobre la comida desde una perspectiva feminista se ocuparon de temas como las huelgas de hambre de las sufragistas o los desórdenes alimenticios. Uno de los primeros libros en explorar una gama más amplia de matices en las experiencias de las mujeres en torno a la comida fue un estudio sobre el misticismo femenino en la Edad Media, Holy Feast and Holy Fast: The Religious Significance of Food to Medieval Women de Caroline Walker Bynum (1987). La conclusión a la que Bynum llegó fue que las condiciones en que las mujeres santas medievales ayunaban eran muy diferentes a la renuncia al alimento en el contexto moderno, y sería erróneo interpretar sus experiencias como desórdenes alimenticios. of Food and the World from Working-Class Mexican and Mexican American Women de Meredith Abarca (Texas A&M University Press, 2006); ¡Vivan los tamales! La comida y la construcción de la identidad mexicana de Jeffrey M. Pilcher (CIESAS/Ediciones de la Reina Roja/Conaculta, 2001); Culinary Art and Anthropology de Joy Adapon (Berg Publishers, 2008), que dedica un capítulo a la participación de las mujeres en la elaboración de barbacoa en Milpa Alta; y el diplomado que se impartió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en el año 2015, Mujeres y culinaria en la Historia de México, a cargo de los maestros Ricardo Candia Pacheco y Patricia López Gutiérrez. 17 Bynum se enfoca en el periodo comprendido entre 1200 y 1500, una época en la que la comida 6 y sus rituales se convirtieron en medios de expresión centrales para la religiosidad femenina (489). En los siglos anteriores, la iglesia había concedido muy poca atención a las actividades religiosas de las mujeres que no pertenecieran a la clase privilegiada, y había pocos roles específicamente femeninos en la estructura eclesiástica. Esto comenzó a cambiar en el siglo XIII. La renuncia al alimento reflejaba un posicionamiento más complejo que la mera negación de la corporalidad: las mujeres místicas ayunaban para prepararse para el verdadero festín espiritual que recibirían en la vida después de la muerte. Más aún, en ciertos casos, el ayuno permitía a estas mujeres cierto grado de autonomía de las estructuras patriarcales de la iglesia y de su comunidad en general. Una mujer mística y ayunadora podía escapar de un matrimonio arreglado, por ejemplo. Existieron mujeres que se negaron a ingerir cualquier alimento excepto la comunión, convirtiéndose así en cuerpos “impenetrables”. La hagiografía medieval también registró casos de mujeres que vomitaban la hostia consagrada por sacerdotes corruptos, un evento que representaba una de las pocas ocasiones en las que una mujer podía desafiar a la autoridad masculina (Bynum 491). Estas demostraciones extremas de piedad resultaban desestabilizadoras para el poder eclesiástico, que no logró silenciar estos actos subversivos ni siquiera al declararlos efecto de la posesión demoníaca (Bynum 501). En suma, las experiencias registradas en los testimonios medievales podían interpretarse como protesta y sacrificio, pero también como actos creativos y empoderadores. Desde este momento, otros trabajos en el marco de los feminist food studies han llamado la atención al hecho de que la comida y la cocina también pueden ser “a vehicle for artistic 6 Las citas de este párrafo provienen del artículo “Fast, Feast and Flesh: The Religious Significance of Food to Medieval Women”, publicado en 1985. Este artículo contiene muchos de los argumentos que Bynum desarrollaría en su libro Holy Feast and Holy Fast , publicado dos años después. 18 expression, a source of sensual pleasure, an opportunity for resistance” (Avakian, cit. en McLean, “Intersection” 252). La comida y sus representaciones hoy se reconocen claramente como una de las áreas que de manera más activa refleja y construye dinámicas de género. La cocina, además de un sitio de empoderamiento individual, puede ser para las mujeres una estrategia para crear o fortaleceruna comunidad, para sostenerse a sí mismas y a sus familias, y para recuperar voces y perspectivas frecuentemente ignoradas por los discursos oficiales (McLean, “Intersection” 253). Las teorías gay, lésbica y queer también han llamado la atención hacia “the powerfully affective potential of food, and its ability to engender anti-normative forms of desire that challenge the notion that the home, as microcosm of the nation, is a necessarily heterosexual formation designed to reproduce citizens that will uphold tradition and its concomitant values” (Mannur, cit. en McLean, “Intersection” 254). Finalmente, uno de los estudios más recientes que he consultado para este trabajo, Food and Femininity , sitúa las “políticas del placer”, que invitan a las mujeres “to openly pursue their desires as an expression of empowerment”, como un tema relevante en el contexto que teóricas como Angela McRobbie han llamado posfeminismo (Cairns y Johnston 135). El empoderamiento de las mujeres a través de la comida amerita una perspectiva crítica, pues el discurso posfeminista del siglo XXI en ocasiones ha dejado de lado las metas comunes de las feministas como agentes de cambio social para enfatizar las elecciones individuales (en este caso, la posibilidad de elegir entre muchos discursos en torno a la comida): “...while celebrating feminist ideals of empowerment, postfeminism works ideologically to suggest that gender oppression is a thing of the past, as contemporary women are free to exercise agency through their personal ‘choices’—that is, the choice to eat an organic, vegan diet or to cook nightly dinners for loved ones” (Cairns y Johnston 30). Esta visión corre el riesgo de perder de 19 vista los ideales hegemónicos sobre el género, la raza, la clase y la sexualidad que yacen bajo estas elecciones. En suma, considero que al adentrarse en este campo de estudio un investigador o investigadora debe estar alerta a los argumentos que sostienen ambos puntos de vista: la cocina es “a conflicted site . . . that simultaneously reproduces patriarchal values and, hence, the physical, intellectual, and ideological subordination of women and that serves as a space where women enjoy an amount of power and control far surpassing that which they exert over the public and political realms” (McLean, “Intersection” 250). Elegir o rechazar cierta comida es siempre un acto significativo, y el hecho de que una mujer encuentre en la cocina una forma de expresión no puede ser descalificado como trivial. 1. 2. La escritura gastronómica y los estudios literarios La escritura gastronómica, de manera similar a como sucedió con la literatura de viajes, está comenzando a leerse en la academia desde una perspectiva interdisciplinaria. Si bien las raíces de la reflexión académica sobre la comida son muy antiguas, la confluencia de estos estudios en un campo definido, los food studies , es un fenómeno reciente. Como señala Ken Albala en la introducción a una antología publicada en 2008, Scholars have been discussing food as long as there have been academic institutions of higher learning in the Western tradition, if not longer. However, it is only in the past twenty years or so that a critical mass of professional academics have devoted a significant proportion of their energy to questions of food supply, patterns of eating, in fact, all aspects of food culture and foodways. (xv) 20 El interés crítico en la comida ha derivado en “a proliferation of journals and conferences, series at university presses, articles and textbooks, degree programs, literary works, investigations in a great number of fields, and finally, organizations that range from the Association for the Study of Food and Society to […] ‘Slow Food’” (Ferguson, Taste 1). Los food studies , en la tradición de otros area studies como los estudios de género, se distinguen por “an interdisciplinary approach to studying where food comes from, how it is prepared, consumed, and disposed of. It is this holistic approach that sets food studies apart from other academic pursuits that focus on food such as nutrition, food policy and agricultural studies” (Black 201). Este enfoque integral no pierde de vista el hecho de que las representaciones literarias y artísticas de la comida también articulan y son articuladas por realidades como el gusto, las relaciones de poder o los discursos sobre el cuerpo. Por ello, cada vez más universidades, principalmente en Estados Unidos —aunque también existen programas con un enfoque afín al de los food studies en Italia, Francia, el Reino Unido y Australia— ofrecen cursos dedicados al estudio y la producción de escritura gastronómica. 7 Leer textos gastronómicos desde los estudios literarios es una labor enriquecedora, aunque difícil de ubicar en un esquema tradicional. Considerar estos textos como obras literarias implicaría un trabajo previo de reflexión sobre la naturaleza de la literatura. Ante la dificultad que esto supone, la alternativa que proponen teóricos como Jonathan Culler es preguntarnos por la literaturidad , el conjunto de propiedades que distinguen un texto como 7 La Universidad de Adelaide, Australia, cuenta con un programa de especialidad en Food Writing como parte del posgrado en Food Studies. El Master of Arts in Food Studies de la Universidad de Chatham incluye un área de especialización llamada “Communication and Writing”. La Maestría en Gastronomía de la Universidad de Boston, así como el Doctorado en Food Studies de la Universidad de Nueva York (NYU), ofrecen seminarios sobre escritura gastronómica. Para un panorama general de los programas de licenciatura y posgrado en food studies , consultar: Black, Rachel. “Food Studies Programs”. 21 literario. Estas propiedades incluyen la puesta de manifiesto ( foregrounding ) del propio lenguaje y la posibilidad de contextualizar una obra dada en una tradición literaria y en un sistema de convenciones. Sin embargo, estas propiedades no son exclusivas a la literatura; la función poética del lenguaje, como la define Roman Jakobson, puede estar presente en todo tipo de contextos. “Cada vez que seidentifica una cierta literaturidad, se constata que estos tipos de organizaciones se encuentran en otros discursos” (Culler 8). Esto último ha demostrado ser una ventaja para el estudio de la cultura, pues aplicar herramientas de la crítica literaria a otros fenómenos culturales significa pensarlos como textos que pueden ser leídos e interpretados: “la búsqueda de la literaturidad nos muestra hasta qué punto la literatura puede iluminar otros fundamentos culturales y revelar mecanismos semióticos fundamentales” (Culler 8); mecanismos tales como el autor, que claramente operan también en otro tipo de discursos como el cine, las artes plásticas y escénicas o la gastronomía. Finalmente, Culler agrega que una primera conclusión, aunque insatisfactoria, es que “la literatura no es nada más que aquello que una sociedad determinada trata como literatura: es decir, un conjunto de textos que los árbitros de la cultura —profesores, escritores, críticos, académicos— reconocen que pertenece a la literatura” (2). En palabras de Terry Eagleton, “some texts are born literary, some achieve literariness, and some have literariness thrust upon them”; quizá la literatura es más una forma de relacionarse con ciertos textos que una cualidad inherente a estos textos (Eagleton 8). Algunos ejemplos de cómo la escritura gastronómica participa en estas relaciones son la circulación de la escritura gastronómica en espacios que usualmente suponen una cierta literaturidad (como revistas culturales o antologías de ensayo), la participación en ciertos géneros literarios, como expliqué en la sección anterior, y claro, la presencia de una función-autor. 22 Si es posible identificar la literaturidad en la escritura gastronómica, consideremos ahora la adopción de características del campo gastronómico por parte de los textos literarios. Priscilla Parkhurst Ferguson ha señalado cómo tanto el cocinero como el comensal han alternado entre momentos de visibilidad e invisibilidad a lo largo del tiempo, un ciclo que podemos identificar también en la interacción entre autor y lector. Pienso que la lectura en el siglo XXI, en gran medida gracias a las nuevas tecnologías y soportes de lectura, es en cierta forma comunal. En su circulación, los textos literarios generan “sobremesas” basadas en la interacción de los consumidores/lectores. Los textos literarios se intercambian, reescriben y adaptan de manera similar a la distribución y circulación de las recetas y el conocimiento culinario. Otro punto de contacto es el hecho de que, como mencioné en la introducción, los creadores gastronómicos y literarios se han convertido en figuras públicas, un tipo de autores a los que Ana Vogrincic llama “mediagénicos” (208). En la gastronomía, Ferguson ha notado que el cocinero aparece fuera de su restaurante cada vez con más frecuencia: los cocineros del siglo XXI escriben libros de cocina y autobiografías, presentan programas de televisión, dan conferencias por todo el mundo y, en muchos casos, tienen una presencia importante en internet. “Savvy chefs make their appeal directly to the public beyond the restaurant. Today’s celebrity chef is a media master. To stay competitive, he has to be” (Ferguson, Word of Mouth 124). Sin embargo, esta visibilidad y este carácter mediagénico se insertan en complejas redes ideológicas. Como señala Alexandra Rodney, “[a] celebrity conveys—either directly or indirectly—social values, such as the meaning of work, and achievement, or the definition of gendered and racialized beliefs” (“Celebrity Chefs”). Los autores gastronómicos y los celebrity chefs frecuentemente se valen de personas (en el sentido de identidades públicas) que 23 refuerzan estereotipos de género, clase y raza, y estas presentaciones rígidas dificultan la entrada al campo gastronómico a cocineros que no se identifican con ellas. “ Personas can’t simply be made up out of thin air. They draw from existing cultural ideas about race, class, gender and so forth” (Rodney, “Celebrity Chefs”). Uno de los ejemplos más evidentes es la asociación de las cocineras con la cocina doméstica y de los cocineros con la cocina profesional, una segregación que, de acuerdo a Harris y Giuffre, fue clave para la delimitación de un campo gastronómico en su etapa temprana (14). Continuaré con este debate en el capítulo dos, en el apartado “Autor literario y autor gastronómico”, y en el cuarto apartado del capítulo tres. 1. 3. Comida y disposición estética: la gastronomía como campo cultural El campo gastronómico y la cocina no son equivalentes. Mientras que la cocina, como un conjunto de prácticas y significados relacionados con la preparación de alimentos en un contexto específico, enfatiza la producción, la gastronomía se enfoca en el consumo (Ferguson, Taste 84). Etimológicamente, gastronomía significa las leyes ( nomos ) del estómago ( gastro ). La palabra gastronome se usó por primera vez en 1801, para designar “a new social status of the consumer of elaborately prepared fine food” (Ferguson, Taste 84). En 1825, Jean Anthelme Brillat-Savarin definió la gastronomía como “the intelligent knowledge of whatever concerns man’s nourishment. Its purpose is to watch over his conservation by suggesting the best possible sustenance for him” (106-7, las cursivas son mías). ¿Cuál es la mejor comida 8 posible? La gastronomía puede reflexionar sobre la cocina de vanguardia, diseñada para 8 En esta cita, es claro que Brillat-Savarin se limita a reflexionar sobre un gastrónomo que por definición es hombre . 24 subvertir y cuestionar toda expectativa, o sobre la comida cotidiana, o sobre cualquier categoría intermedia. No hay algo inherente en la comida que la convierta en un objeto de interés para la gastronomía; ese valor, como en el campo literario, es conferido socialmente. En la era de la comida rápida, apunta Rick Fantasia, “the skillful and artistic cooking of chefs takes on even more cultural cachet” (cit. en Harris y Giuffre 35). Si la literatura no es una lista de grandes obras, sino “una institución formada por un conjunto de prácticas de producción, de valoración y de apropiación” (De Teresa 105), de maneraanáloga, la gastronomía no es el gran menú de “la mejor comida posible”, como expresó Brillat-Savarin, sino un fenómeno vivo, en constante reconfiguración y cuyas fronteras son móviles. Considero que también podemos hablar de un proceso de “gastronomización” de ciertos alimentos y prácticas, comparable a la noción de literaturidad. La comida, entendida sólo como el combustible que necesitamos para vivir, desligada del complejo sistema cultural que la produce, se encuentra “automatizada”; la gastronomía la convierte en comida “extraña”, y la escritura gastronómica, con sus descripciones vívidas y su lenguaje poético, defamiliariza lo más cotidiano para conferirle un valor que rebasa su dimensión funcional. Aquí podemos citar nuevamente el ejemplo del sándwich de Elizabeth Robins Pennell, quien encontraba un gran mérito artístico en la composición (no preparación, ni elaboración, sino composición ) de un alimento muy simple (Pennell 38-9). Esta defamiliarización de la comida puede conectarse, nuevamente, con las nociones de campo cultural y disposición estética propuestas por Pierre Bourdieu. Bourdieu señala una intención por parte tanto del creador como del espectador o consumidor de acercarse a una obra como artística; al tratarse de objetos de arte, en este acercamiento predomina la forma sobre la función (26). Aunque la poesía, la pintura, el teatro y la música parecerían haberse 25 democratizado al salir de los palacios y entrar a los museos, a los teatros públicos y a las editoriales a gran escala, en realidad este acceso aparentemente sencillo a la cultura suele no ser así. La gastronomía nace de la mano de una transformación similar: considerar la comida con un énfasis especial en su forma, y no en su función nutricional o moral. La mejor comida ya no existe solamente en los palacios, ahora se encuentra en los restaurantes, aparentemente accesible para todos. Suzanne Langer comenta: “se ha hecho evidente que el arte noble no constituye un placer sensitivo directo ( a direct sensuous pleasure ). Si no fuera así, deleitaría por igual —como ocurre con los pasteles o los cocteles— al gusto sin educación y al gusto cultivado” (cit. en Bourdieu, “La disposición estética” 29). Quizá hoy sería más difícil sostener esta última afirmación. Los pasteles y los cocteles también se han vuelto altamente diferenciados y ligados al capital cultural, y esto se debe, en parte, al proceso de gastronomización que he descrito. Considero que es interesante leer las conexiones entre el campo artístico, específicamente el campo literario, y el campo gastronómico en ambas direcciones. Por una parte, la gastronomía busca acercar la cocina al campo literario. Por otra, la escritura gastronómica, señala Joan Fitzpatrick, también reconfigura el canon literario, pues estudiar las funciones de la comida aún en textos literarios canónicos conlleva un acercamiento a textos que antes no eran de interés para nuestra disciplina: “Food critics are also drawing attention to literature currently at the edges of the canon, for example by exploring food and consumption in texts traditionally surveyed by historians: cookbooks, dietary literature, and so on, as well as literature by contemporary women writers” (Fitzpatrick 122-3). Pienso en dos ejemplos más: primero, The Norton Reader: An Anthology of Non-Fiction , en su última edición a cargo de Linda Peterson, incluyó textos de los escritores gastronómicos M. F. K. Fisher, J. J. Goode y 26 Michael Pollan. Incluir estos textos al lado de los ensayos de Virginia Woolf o Sylvia Plath alínea la escritura gastronómica con el ensayo literario. Segundo: en 1963, Faber & Faber, una casa editorial que publica principalmente alta literatura, publicó The Art of Eating de M. F. K. Fisher con un prólogo de W. H. Auden. Esta mayor aceptación de los libros de cocina en el estudio académico de la literatura se debe en buena medida a los esfuerzos de la crítica literaria feminista. Los ejemplos que mencioné en el párrafo anterior y el comentario de Fitzpatrick pueden explicarse a partir de la discusión de Lillian S. Robinson sobre las intervenciones feministas en el canon literario. En “Treason Our Text: Feminist Challenges to the Literary Canon”, Robinson identifica tres formas de desafiar el canon mediante una lectura feminista. La primera es la revisión del canon en busca de nuevas formas de leer a los personajes femeninos y cuestionar la forma en que una ideología sexista influye en su representación. La segunda es abrir nuevos espacios en el canon para la valoración y el estudio de la obra de mujeres escritoras. Estas dos primeras estrategias conllevan una limitación: si bien enriquecen y diversifican el canon literario, no cuestionan sus cimientos ni proponen nuevos criterios para determinar por qué un texto es valioso. Una tercera estrategia que sí logra cuestionar los criterios de valor estético es el redescubrimiento de géneros “menores” como cartas, diarios, autobiografías, relatos orales, novela rosa, sermones, cuentos infantiles y libros de cocina. “[P]roponer la valoración de estos otros tipos de texto implica reconocer las condiciones materiales en las que escribían las mujeres, muchas de ellas sin educación formal o con la necesidad de ganarse la vida, creativas en otros géneros literarios previamente descalificados por carecer de valor estético” (Golubov, Crítica 50). 27 En la producción de escritura gastronómica de las últimas décadas es posible encontrar otros ejemplos de conexiones entre un autor literario y un autor gastronómico: Blood, Bones & Butter de Gabrielle Hamilton es la historia de cómo una cocinera adquiere la posibilidad de tomar una postura de autora en ambos campos culturales, aunque en un caso esta toma de postura sea intencional, y en otro, casi accidental: Hamilton se describe a sí misma en el subtítulo del libro como “a reluctant chef”. Me parece que esta renuencia a definirse como chef apunta hacia los diferentes grados de legitimidad que poseen el autor en la gastronomía y el autor en la literatura, y los matices que operan en ambos casos cuando se trata de autoras.En el siguiente capítulo revisaré los conceptos que permiten pensar comparativamente la autoría en la literatura y la gastronomía, y el lugar de las autoras en ambos campos. Sin embargo, cabe adelantar que pensar en la relevancia del género para el campo gastronómico pronto deja en evidencia que las configuraciones particulares del campo crean un rango limitado de posiciones que una mujer puede ocupar como una jugadora legítima. Sociólogas feministas como Deborah Harris y Patti Giuffre han concluido, a partir de sus entrevistas con cocineras profesionales, que estas jugadoras en el campo gastronómico frecuentemente se ven constreñidas en caracterizaciones tan limitadas como girly , bitchy , “madre” o “hermana mayor” (6). Harris y Giuffre enmarcan su estudio en las teorías de Joan Acker sobre gendered organizations , un concepto que resulta útil para explicar “how the rules of a field are developed and enacted in ways that can disadvantage women and how women can challenge or by-pass certain rules of the game in order to win and succeed as a chef” (6). Al seguir la historia de la configuración de la gastronomía como campo artístico es claro que la exclusión de las mujeres fue clave para la delimitación del campo en su etapa temprana: los primeros gastrónomos buscaron distanciar y diferenciar su labor de la cocina doméstica, 28 feminizada y no remunerada. La “masculinidad precaria” [llamada así porque “this masculine, professional activity is always at risk of comparison to the unpaid, nonprofessional cooking of women in the home” (Harris y Giuffre 9)] en el contexto del campo gastronómico paradójicamente requería la exclusión de las cocineras para que la cocina se afirmase como una actividad prestigiosa, y para que el cocinero ganara estatus, legitimidad y autoridad: en suma, para lograr que el cocinero ocupara una posición de autor. 29 2 La autoría emergente en gastronomía 2. 1. Autor literario y autor gastronómico 9 El autor como creador de un texto original, como autoridad sobre él y como responsable por su obra es un producto de la modernidad, que surge en el Renacimiento a la par de la noción de individuo (De Teresa 110). Se trata, de acuerdo a Roland Barthes, de “un personaje moderno, producido indudablemente por nuestra sociedad, en la medida en que ésta, al salir de la Edad Media y gracias al empirismo inglés, el racionalismo francés y la fe personal de la Reforma, descubre el prestigio del individuo” (66). En su conferencia “¿Qué es un autor?” Michel Foucault observó que la noción de autor “constituye el momento fuerte de individuación en la historia de las ideas, de los conocimientos, de las literaturas, también en la historia de la filosofía, y en la de las ciencias” (115). Esta última cita guía mis comentarios en esta sección: ¿podemos leer la construcción de una figura de autor en la gastronomía como un efecto de este momento de individuación, como una consecuencia de descubrir “el prestigio del individuo”? Y, si es así, ¿en qué momento la labor del cocinero comienza a involucrar iniciativa, autonomía, creatividad, originalidad y autoridad? Donald E. Pease conecta estas últimas cinco cualidades con la noción dominante de autoría (105). Foucault también nota que en nuestra época se narran más las vidas de los autores que las de los héroes (115). Considero que, en las últimas décadas, hemos visto multiplicarse en los medios impresos y digitales, en el cine y la televisión, los relatos sobre la vida de los cocineros; esto habla de su 9 Algunos fragmentos de este apartado aparecieron en dos artículos que escribí a partir de esta investigación, “‘Women of Genius’: la escritura de las cocineras y la autoría emergente en la gastronomía” y “Notas sobre la cocina de autor(a)”. 30 transformación en autores, e incluso en autores “heroizados”, cuyas biografías y autobiografías adoptan elementos de los géneros Bildungsroman y Künstlerroman . Retomo 10 una cita más de la conferencia de Foucault que puede relacionarse con la cuestión de la autoría en gastronomía: “la función-autor no se ejerce de manera universal y constante sobre todos los discursos. En nuestra civilización, no son siempre los mismos textos los que han pedido recibir una atribución” (121). Los textos gastronómicos poco a poco se han alejado de su estatuto de textos técnicos —que tienen un redactor pero no un autor (Foucault 121)— para convertirse en textos que poseen una función-autor. La absoluta autonomía y la originalidad, y especialmente el genio, son cualidades distintivas de la noción romántica de autor. Pensar en el autor como creador de una obra de arte es pensar en el autor como artista. Conectar estas cualidades a la figura del cocinero nos conduce a una de las grandes preguntas de la gastronomía: ¿Es la cocina un arte? ¿Podemos pensar en algunos cocineros como artistas? Nathan Myhrvold comenta: “Food… can engage our emotions and our minds just as much as images and words can, which begs for the question: Can food be art?” (13). No aspiro a ofrecer una respuesta definitiva a estas preguntas, sino explorar la autoría en la escritura gastronómica a la luz de ellas. Quizá una manera de empezar es seguir el recorrido del cocinero como artista y como una figura cuyo prestigio se encuentra en constante ascenso desde hace más de cuatro siglos. Deborah Harris y Patti 10 Elaboraré este punto en el apartado 3.3. Ésta es una definición básica de Bildungsroman y Kunstlerroman , tomada del Glossary of Literary Terms de M. H. Abrams: “ Bildungsroman and Erziehungsroman are German terms signifying ‘novel of formation’ or ‘novel of education.’ The subject of these novels is the development of the protagonist's mind and character, in the passage from childhood through varied experiences—and often through a spiritual crisis—into maturity, which usually involves recognition of one's identity and role in the world. […] An important subtype of the Bildungsroman is the Künstlerroman (‘artist-novel’), which represents the growth of a novelist or other artist from childhood into the stage of maturity that signalizes the recognitionof the protagonist's artistic destiny and mastery of an artistic craft” (193). 31 Giuffre explican: “For much of their history, chefs have been seen as a form of blue-collar manual labor . . . Michael Symons notes how, historically, ‘Cooks have been publicly ignored, privately humiliated, ordered to eat last, and not paid any income’ . . . Only in the last few decades have we seen the mass movement of chefs into the public consciousness” (17-18). Al estudiar las profesiones y ocupaciones registradas en los censos de Estados Unidos, Krishnendu Ray descubrió que la profesión de “chef” no aparece sino hasta la década de 1980, y que los cocineros se incluyeron bajo la categoría “sirvientes” hasta 1910 (Pelaccio, A Taste of the Past ). En las siguientes páginas describiré esta transformación enfocándome en las figuras clave para la asociación cocinero-autoría. La primera de estas figuras, de acuerdo con Myhrvold, es François Pierre de la Varenne (1615-1678). Durante el siglo XVII, Varenne se dedicó a crear un estilo de cocina que reemplazaría la cocina medieval. Ciento cincuenta años más tarde, Antoine Carême (1784-1833) se convirtió en uno de los primeros cocineros superestrella; su influencia rebasó el marco de una cocina individual y contribuyó a transformar la cultura gastronómica en su totalidad (Harris y Giuffre 21). Famoso por sus esculturas comestibles, llamadas pièces montées, Carême fue llamado “el rey de los cocineros y el cocinero de los reyes”. Ian Kelly se refiere a él como “a sculptor and a scenic artist working with sugar as his medium” (113). Era un repostero que amaba estudiar libros de arquitectura en la Biblioteca Nacional de Francia, y que frecuentaba los mismos grupos artísticos que Chopin, Victor Hugo y Paganini (I. Kelly 114). La cocina de Carême “shed the old linkages to food as medicine and emphasized a ‘pure gastronomic aesthetic’ and the view that food could serve as art for art’s sake” (Fantasia, cit. en Harris y Giuffre 22). Carême también buscaba que los cocineros obtuvieran un prestigio social mayor, a 32 través de la profesionalización de su labor y de su asociación con los roles de estudioso, científico y artista (Ferguson, cit. en Harris y Giuffre 22). Priscilla Ferguson resume: The great chef Marie-Antoine Carême most dramatically marks the turning point in the chef’s quest for social status. With his tireless campaign to advance his own culinary practice, and recognizing the crucial role played by the nobility in the past and the new nobility in the present, Carême insisted upon the artistic and professional status of the chef. The chef might not be on an equal footing with his patron, and he worked below stairs. Yet Carême saw patron and chef as a true culinary couple, united by a common commitment to gastronomic excellence. The extreme social distance that once separated chefs and their patrons belonged, he proclaimed time and again, to another era. (Ferguson, Word of Mouth 117) Aunque Carême publicó varios libros exitosos y su celebridad se extendía más allá de las cocinas de los palacios, sus festines espectaculares se servían principalmente en residencias privadas; en cambio, Auguste Escoffier (1846-1935) trabajó con el empresario César Ritz para convertir los hoteles en centros culinarios. La principal preocupación de Escoffier no era defender su autonomía artística o el estatus de la cocina como arte, sino hacer más eficiente la organización de las cocinas de los restaurantes: “At the same time that Modernist movements were busy attacking the rules of the old order and remaking art, architecture, and literature, Escoffier was setting up a new culinary dogma that emphasized production and management as a means to quality. He was an artisan striving to run a factory rather than be an artist” (Myhrvold 15). Sin embargo, creo que hay algunos elementos en la imagen pública de Escoffier que señalan su cercanía con el campo artístico y su construcción de una persona autoral. Es bien conocida la historia (seguramente un poco legendaria) de cómo Escoffier inventó los 33 Duraznos Melba, un postre de duraznos, frambuesas y helado de vainilla, en un arrebato de inspiración después de escuchar cantar a la soprano Nellie Melba en la ópera Lohengrin . Escoffier se asocia así con la persona autoral del poeta inspirado por una musa. Por otra parte, en su retrato más famoso (figura 1), el cocinero no lleva el uniforme de filipina y gorro (aunque éste se usaba en las cocinas profesionales desde la época de Carême), sino que posa como si fuera un escritor, sentado a la mesa rodeado de libros y con una pluma en la mano, como capturado en el instante previo a la invención genial de una receta nueva. Figura 1. Retrato de Auguste Escofffier. La publicación de textos gastronómicos fue un elemento importante para el ascenso de la figura del cocinero: la escritura “provided a sense of legitimacy to their work” (Harris y Giuffre 23). Por otra parte, esta nueva presentación del cocinero como escritor reforzaba la oposición dicotómica entre la cocina profesional, científica y racional (masculinizada) y la cocina doméstica (feminizada y conectada frecuentemente a los cuidados maternales): “The status of 34 men as the source of cooking information was further established because of women’s lesser status in book publishing at this time. The loudest voices producing culinary knowledge were men, and the contributions of women to French gastronomic culture were stifled” (Harris y Giuffre 23). Había mujeres cocinando profesionalmente, en hostales y restaurantes pequeños, pero nunca se les consideraba chefs. Las cocineras no participaban en las grandes exposiciones y competencias gastronómicas de finales del siglo XIX. Estos eventos, con su énfasis en la técnica, “helped further distance professional cooking from the taste-and nurturing-focused home cooking of women . . . By limiting the number of those allowed to compete, and awarding honors to a select few, these competitions suggested that, while cooking may be common, true culinary
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