Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO PROGRAMA DE POSGRADO EN LETRAS FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS Juan José Arreola: de la palabra al acto TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE DOCTOR EN LETRAS PRESENTA Daniel Domínguez Cuenca Tutora titular Dra. Eugenia Revueltas Acevedo Comité tutorial Dra. Carmen Leñero Elu Dra. Georgina García Gutiérrez Veracruz-Ciudad de México Septiembre, 2009 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 3 Índice Introducción 09 Cap.1 Sobre el concepto de teatralidad y otros fundamentos teóricos 19 Cap.2 Teatralidad en Poesía en voz Alta 43 2.1 Primer programa 59 2.2 Segundo programa 70 Cap.3 Teatralidad en la dramaturgia de Arreola 93 3.1 La hora de todos 97 3.2 Tercera llamada, Tercera o comenzamos sin usted 169 Cap.4 Teatralidad en la palabra hablada Registros verbales varios 213 4.1 El juglar: acrobacias del artesano de la palabra 215 4.2 Del mundo sonoro: una muestra de “voz viva” 245 4.3 De los años en televisión 271 4.4 Arreola, ser de memoria y ser confesional 295 Cap.5 Teatralidad en la narrativa escrita de Arreola: Confabularios varios 311 313 Conclusiones 337 Fuentes 345 Anexo I: Observaciones de campo 357 Anexo II: Imágenes 371 Anexo III: Registro en DVD de la lectura dramatizada de “La hora de todos” 381 5 Reconocimiento: Justo es reconocer a tres grandes instituciones: Al CONACYT, Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología, por otorgar becas para estudiantes de postgrado en humanidades; a la UNAM, Universidad Nacional Autónoma de México, por ofrecer los espacios físicos y académicos para un desarrollo del estudiante en libertad; sus institutos, facultades y académicos del área de humanidades son un oasis en medio de la vorágine feroz de una era egoísta; a MVT, Mariana Vilchis Tarragó, mi compañera de vida, con quien he concebido dos realidades vivas -Diego y Miranda- durante los mismos años del doctorado. La ausencia de cualquiera de estas instituciones me habría hecho imposible realizar la investigación. DDC agosto, 2005-septiembre, 2009 7 Otra de mis dichas, otra de mis felicidades es que yo nunca pasé por las horcas caudinas de la tesis doctoral, ni de la tesis de licenciatura, ni de maestría, ni nada. AA 9 Introducción 11 Juglar escritural Literatura y Teatro son dimensiones de la creación artística que convergen, divergen, se contienen y se trascienden en un continuo fluir. Cuando pienso en sus fronteras imagino mundos en constante movimiento que por momentos confluyen, rotan y se distancian sin un destino preconcebido o impuesto. En la obra artística de Juan José Arreola, los ámbitos que llevan de la palabra hablada a la palabra escrita, de la memoria al acto, de la voz a la representación escénica encuentran cabida y unidad en su propia dimensión humana de vida: su amor por la palabra y más allá, su amor por la vida le permitieron experimentar como narrador, actor, dramaturgo, poeta, jugador, editor, conversador y comentarista radial o televisivo. Las fronteras son instantes. Ahí donde termina el mar salado y comienza la arena, en ese constante devenir, la ola y la costa se hacen mutuamente sin líneas fijas, apenas fracciones de infinito los distinguen y conforman cada vez. Concibo la literatura como mucho más que letras escritas o impresas: es también voz, pausa, silencio, gesto, convención, norma, trasgresión, alteridad, ritmo, frecuencia, ruptura y canto. Concibo el teatro más allá del texto y de la palabra. Existe el teatro como representación aún y cuando no haya un previo texto escrito. Existe el teatro como representación aunque carezca de la palabra hablada. El teatro desborda a la literatura. Los ámbitos de comunión son múltiples. La obra teatral en tanto que texto escrito es literatura. Teatro y literatura comparten el interactuar de voces, espacios y tiempos de ficción. La paradoja de lo efímero ante lo permanente. El acto vivo contra la memoria escrita, impresa o grabada. Lo épico, lo dramático 12 y lo lírico comparten un mismo manantial humano de voces. Los modos, los tonos, los géneros, subgéneros y la interminable lucha de la razón por asir lo fugitivo. Desconfío de las clasificaciones. El ensayo, el cuento, la novela y la poesía son literatura. Esos otros cursos de palabras pueden explorar mundos diversos a los del teatro. La literatura desborda al teatro. Existe un amplio reconocimiento al teatro escrito y en su acepción más amplia: Shakespeare, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Beckett, por nombrar algunos de los más notos, son invitados imprescindibles en las antologías de la historia universal de la literatura, no obstante su obra medular haya sido propiamente teatral, es decir, destinada a la representación escénica. Las fronteras son amplias y ambiguas, son fronteras a veces tan paradójicas como el teatro mismo. Teatro y literatura se contienen y se desbordan mutuamente. El teatro es un arte vivo. El teatro es río y ninguno de los dos, actor o espectador, se bañará dos veces en las mismas aguas del fluir escénico. El fenómeno teatral en tanto que representación escénica es efímero porque como todo lo vivo ocurre en un aquí y ahora único e irrepetible. Sin embargo el Teatro trasciende en la memoria y el texto es uno de los soportes que le confieren mayor permanencia. Leer el teatro es un punto de partida1. Algunos de los grandes literatos mexicanos del siglo XX, han incursionado con distinta fortuna en el mundo de la dramaturgia: Alfonso Reyes, Carlos Fuentes, Octavio Paz y Juan José Arreola, son ejemplos de ello. Sin embargo, la obra teatral de estos escritores ha quedado marginada por los estudiosos del teatro en México. Esto obedece, tal vez, a que la incursión de estos reconocidos 1 Condición ampliamente fundamentada por Anne Ubersfeld en Lire le Théâtre. 13 escritores mexicanos en el mundo de la escena teatral haya sido, la mayoría de las veces, circunstancial y esporádica, sin haber convertido al teatro en su principal actividad de vida. Existen otros autores, como Emilio Carballido, Sergio Magaña, Rodolfo Usigli, entre otros, que en efecto han dedicado su vida al teatro o bien el grueso de su producción artística se orienta al mundo del teatro. Sin embargo, los flujos de retroalimentación entre ambos universos son más profundos e inquietantes, así lo revela una mirada a la obra de Jorge Ibargüengoitia, Xavier Villaurrutia o Salvador Novo quienes compartieron con igual intensidad las letras para ser leídas y las letras para ser representadas. La discusión de las fronteras entre el teatro y la literatura más allá de las clasificaciones genéricas nos habla de mundos que se visitan y comparten, territoriosmomentáneos que luego se fugan en su propia órbita como si fuesen parte de un sistema mayor en el universo de la creación artística. Alfonso Reyes, Octavio Paz y Juan José Arreola se han ido. Sus muertes nos permiten tener esa distancia necesaria para mirar la obra toda en retrospectiva e iniciar la revaloración de su participación en el mundo del teatro. En Alfonso Reyes (1889-1959), tenemos la sabiduría capaz de retomar a los grandes clásicos griegos y recrear veintidós siglos después la Ifigenia en Táuride de Eurípides para hacer con ella una nueva versión de la sacerdotisa, en su Ifigenia Cruel (escrita en 1923)2. Su obra es la de un maestro universal para quien la griega Ifigenia y la mexicana mestiza luchan con igual intensidad en la batalla por descubrir su origen e identidad; en su obra, la mujer aprende a decir “no quiero” y con ello traza el camino hacia su libertad. 2 Cabe mencionar que además de la tragedia Ifigenia Cruel publicada años más tarde, también escribió una opereta llamada Landrú. 14 Octavio Paz (1914-1998) irrumpe en una sola ocasión en la escena teatral, lo hace al escribir La hija de Rappaccini (escrita en 1956)3, recreación del cuento homónimo del escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne, escrito un siglo atrás en 18464. Paz recrea esta obra para el segundo programa de un movimiento teatral sui generis en la historia del teatro en México, surgido en 1956, conocido como Poesía en Voz Alta. Los nombres de Arreola y Paz compartieron y disputaron créditos en esta empresa escénica. Baste saber que en ese año el personaje protagónico de la única obra teatral de Paz, el célebre doctor Rappaccini, fue encarnado por Juan José Arreola. En este mismo programa se presentaron otras obras breves escritas en lengua francesa y traducidas al español por Paz para la ocasión: Los apartes de Jean Tardieu, El canario de George Neveux y El salón del automóvil de Eugène Ionesco, en dos de ellas también participó Arreola como actor. En el mismo espacio, el teatro del Caballito, se había llevado a cabo un mes antes el primer programa de Poesía en Voz Alta, consagrado a la poesía clásica española en un recorrido que iba desde las Églogas de Juan del Encina, hasta el teatro breve de García Lorca. En aquella primera ocasión, el director artístico fue precisamente Juan José Arreola. Poesía en Voz Alta ha sido uno de los movimientos de vanguardia de mayor frescura en la dinámica del teatro mexicano de los cincuenta. Un movimiento que gozó del apoyo Universitario, a través de Difusión Cultural de la UNAM, pero también una propuesta fundamental que llamó a recuperar el valor teatral 3 Me serviré de la Primera edición en Era de esta obra que data de 1990. 4 Publicado en A Norton Critical Edition (1987) Editado por James McIntosh. 15 de la palabra, invitando a disfrutar de una propuesta escénica para espectadores vivos, pensantes, críticos.5 Es notable el hecho que, en general, algunas de estas plumas privilegiadas de las letras mexicanas hayan sido marginadas como escritores de teatro. Es como si se les castigara por no haber dedicado su vida entera a la escena. Son escasos los estudios a profundidad sobre la dramaturgia mexicana del siglo XX. Hacen falta más investigaciones que permitan abrir nuevos caminos de exploración sobre las obras teatrales contemporáneas, estudios especializados en un autor o trabajos comparativos, investigaciones que ubiquen nuestra dramaturgia en su contexto, deslindando sus propias tradiciones así como la forma en que se ve nutrida por corrientes e influencias de otras latitudes y de otras disciplinas. De todas estas figuras consagradas de las letras mexicanas del siglo XX, un caso aparte es Juan José Arreola (1918-2001)6 quien a pesar de ser reconocido como “gente de teatro” tiene ganado su prestigio de escritor en el territorio de la narrativa, dejando para un plano muy secundario su aportación como dramaturgo y hombre de escena. En una de esas obras generalmente estudiadas dentro de la narrativa, Arreola juega con esa ambigüedad en las fronteras y nombra a su trabajo Varia invención (1949)7, arte no clasificable, escritos varios ajenos a la pretensión de 5 He tenido ocasión de acercarme al estudio de este movimiento teatral, en particular al segundo programa, pues he dedicado mi tesis de maestría al estudio de la única obra teatral de Paz. De aquí nace, en un plano personal, mi interés por continuar con esta línea de investigación que pretende cuestionar y revalorar la incidencia de estos grandes escritores en el teatro nacional. 6 Nace en Zapotlán el Grande, Jalisco, el sábado 21 de septiembre de 1918; fallece en Guadalajara, Jalisco el lunes 03 de diciembre de 2001. 7 Edición original (Tezontle), 1949. Primera edición en Obras de Juan José Arreola, noviembre de 1971, Joaquín Mortiz, México. Cuarta edición, marzo de 1980, primera reimpresión, diciembre de 1983. Cuando no advierta lo 16 género8. Más tarde (1971), incorpora en esta selección de invenciones varias una pieza teatral escrita en 1954 a la que el propio autor nombra “juguete cómico en un acto”, su título: La hora de todos. Por otra parte, en el año de 1971 publica Palindroma, donde incluye una obra de teatro a la que él considera como “farsa de circo, en un acto”: Tercera llamada ¡tercera! o empezamos sin usted. Arreola es ampliamente reconocido como narrador, como gran conversador, como figura pública, no así como dramaturgo. ¿Por qué escribir una tesis que tenga como núcleo su teatralidad siendo que él fundamentalmente parece haberse dedicado a la narrativa? ¿Podemos pensar a Arreola como un tardío juglar escritural? Arreola mismo se confiesa como el último juglar, se asume como poeta de los abismos, se identifica como la involuntaria representación de sí mismo. ¿Cómo se amalgaman en Arreola la obra, el autor y el personaje? En el centro de la presente investigación gravita la noción de teatralidad. Tal vez la clave de mi búsqueda sea no tanto el teatro de Arreola sino el Arreola teatral, o mejor, la teatralidad en la obra de Arreola, personaje de sí mismo. Su obra proviene de una fuente tanto escrita como oral. Se cuenta con trabajos publicados que registran diversos momentos de ese ejercicio verbal. La hipótesis medular es que existe una teatralidad intrínseca en la obra de Arreola, cuyos vasos comunicantes llevan de la narrativa al teatro y viceversa; de la persona al personaje de ida y vuelta. Explorar esos sentidos de teatralidad, hacer explícitos sus recursos y modos, recoger un perfil del creador con base contrario estaré haciendo referencia a esta última. Es muy importante en el caso de Arreola tomar en consideración que algunos de sus textos cambiaron de ubicación en distintas publicaciones, ya que el propio autor solía moverlos de lugar. Las Obras… publicadas en Joaquín Mortiz vinieron a conferir cierta estabilidad. 8 Felipe Vázquez sostiene que la “Varia invención” de Arreola se ha convertido en un género. No considero que se pueda hablar de un género que sea la suma de textos diversos, pero sí me parece una sugerencia lúdica. 17 en su palabra hablada y contada (memoriosa) en función de su teatralidad, de su ser espectacular (juglar), de su ser confesional (todo presente en sus obras y registros) constituye la búsqueda del presente trabajo. Hay en la obra de Arreola hallazgos y contradicciones ejemplares. Vive Arreola entre el estruendo y el silencio. Es un escritor que deja de escribir. Es un narrador que abandona la pluma sin renunciar a la lengua, al ejercicio lúdico desu competencia oral. Es un hombre espectáculo. Es un artista que experimenta en su vida varia invención y es capaz de explorar entre lo universal y lo local, entre la parodia culta y la cultura regional, entre el barroco afrancesado y la raíz cruda de la lengua autóctona. Arreola es un creador que cuestiona y genera identidad. Es un mexicano universal y un mexicano de pueblo grande. Es un irónico consumado, un ser lúdico, y un cultivado preciosista. Es la sorna agazapada que descubre a la garza morena. Es un espectáculo sonoro al filo del abismo de sí mismo. La discusión entre teatro y literatura encuentra una respuesta propia en la obra y persona de Juan José Arreola. 19 Capítulo 1 Sobre el concepto de teatralidad y otros fundamentos teóricos 21 mudo espío mientras alguien voraz a mí me observa. CP Texto y representación A partir de los principios enunciados en el Curso de Lingüística General de Ferdinand de Saussure en 1916, durante el resto del siglo pasado se lograron notorios avances en el desarrollo de cuerpos teóricos especializados que permiten profundizar los análisis de los discursos literarios comprendiendo –tanto más ampliamente como en detalle- los complejos procesos que se establecen entre el autor-emisor y el lector-receptor, de acuerdo con los diversos códigos a los que dan lugar los procesos de comunicación, en general, y los distintos textos literarios, en particular. El campo de influencia de la lingüística va mucho más allá del universo literario, es un elemento teórico fundamental para aprehender los objetos de estudio de otras ciencias sociales. Estos sustentos teóricos de análisis han posibilitado el desarrollo de categorías de pensamiento que son útiles para dar cuenta de algunas de las principales características de ciertas disciplinas artísticas específicas, incluso de aquellas que escapan a la dimensión meramente literaria como son los casos del Cine y del Teatro. La obra teatral, en tanto que texto escrito, encierra en su interior una “intencionalidad” que la distingue de otras obras: su confeso deseo de ser puesta en escena. Un texto escrito para ser representado es distinto a un texto escrito para ser leído, ya que su destino final no es el lector, sino la escena viva que acontece ante el espectador. 22 De acuerdo con Anne Ubersfeld existen en todo texto teatral “matrices textuales de representatividad”, una especie de potencias que moran en el texto y hacen posible el acontecer escénico. El teatro es desdoblamiento. El personaje es el doble de otro. La ley de la doble enunciación implica que a la pareja “autor-lector” del texto le corresponda en la representación la pareja “personaje-espectador”. Esta lógica de análisis le permite a Ubersfeld obtener la siguiente conclusión a la que me sumo: Corolario: todo discurso en teatro tiene dos sujetos de enunciación –el personaje y el yo-autor– y dos receptores –el otro y el público-. La ley de la doble enunciación es un elemento capital del texto de teatro; ahí se sitúa la falla inevitable que separa al personaje de su discurso y le impide constituirse en verdadero sujeto de la palabra. Cada vez que un personaje habla, no habla él solo; el autor habla simultáneamente por su boca; de ahí el dialogismo constitutivo del texto de teatro. (Ubersfeld, 1989:101) El teatro es paradoja. No es la finalidad del teatro ser leído, pero en principio, cuando el texto existe, podemos partir de la lectura del texto teatral a condición de no olvidar su intención expresa de convertirse en representación. Para hacer el análisis del texto teatral es mi decisión concentrarme en tres categorías fundamentales: personajes, espacio y tiempo como una estrategia básicas a seguir. Considero que la revisión del texto a partir de los paratextos y de la guía en código marcada por las didascalias9 constituye una ruta alterna fundamental para el análisis. De acuerdo con mi experiencia, el estudio de las series discursivas y sus tejidos, la construcción de la red de relaciones entre los 9 Didascalias (Del griego didascalia, enseñanza) Instrucciones dadas por el autor a sus actores (en el teatro griego, por ejemplo) para interpretar el texto dramático. Por extensión, en el uso moderno del término, indicaciones escénicas. (Pavis,1998:130) Las didascalias son acotaciones que acompañan al texto dramático las cuales indican cambio o peripecia en la acción, o bien, indicaciones que pretenden orientar específicamente sobre ciertos elementos de la escena o, en otras ocasiones, sugieren posibles respuestas emotivas de los personajes. 23 personajes, la revisión del tono y estructura de la obra son otros caminos útiles en la exploración del texto teatral. Anne Ubersfeld en su obra Lire le Théâtre, traducida al español como Semiótica teatral, hace un esfuerzo por ordenar y sistematizar el complejo cosmos en el que habitan los personajes, para ello distingue dos tiempos y espacios diversos de análisis: el universo textual y el universo escénico. Desde luego que las relaciones entre estos dos universos no son lineales, ni esquemáticas. Pero conviene recordar que en este punto nuestra esfera de estudio en común la constituye el texto, no la representación concreta, aunque asumiendo siempre que el texto teatral lleva en sí mismo una intencionalidad que trasciende al ámbito textual. El teatro es un arte paradójico. O lo que es más: el teatro es el arte de la paradoja; a un tiempo producción literaria y representación concreta (...) (Ubersfeld, 1989:11) De acuerdo con la autora, en el texto de teatro habitan “núcleos de teatralidad” susceptibles de representación. El análisis del texto –cuando existe- es sólo un punto de partida, del otro lado queda la escena viva, la representación concreta como punto de llegada. Toda reflexión sobre el texto teatral se encontrará obligatoriamente con la problemática de la representación; un estudio del texto sólo puede constituir el prolegómeno, el punto de partida obligado, pero no suficiente, de esa práctica totalizadora que es la práctica del teatro concreto. (Ubersfeld, 1989:10) En el núcleo de estos entrecruzamientos complejos, como una esfera atravesada por mil haces luminosos, se encuentra el personaje: ser imaginado que se transforma en ser de carne y hueso, encarnación de lo creado en movimiento, voz propia y siempre de otro, el personaje se presenta como 24 paradoja viva, núcleo de encuentro del acontecer teatral: “oxímoron viviente”.10 Anne Ubersfeld pone el énfasis en una cuestión fundamental: El personaje es una construcción compleja. El personaje es un punto de encuentro, un lugar geométrico en el que se cruzan varios ejes. El personaje es un centro de confluencia multifuncional. La red de interrelaciones que configuran al personaje da lugar, en la perspectiva semiótica de esta autora, a un cuadro conceptual global del personaje que distingue en el eje vertical (paradigmático) entre el universo textual y el universo escénico. Mientras que el eje horizontal (sintagmático) atiende a las sucesivas relaciones que se establecen entre los rasgos de su funcionamiento sintáctico, los rasgos de su funcionamiento semiótico y los rasgos propios que lo caracterizan como sujeto de un discurso. En la medida en que el texto teatral es esencialmente no lineal sino “tabular”, el personaje es un elemento decisivo de la verticalidad del texto; el personaje permite unificar la dispersión de los signos simultáneos. El personaje representa así, en el espacio textual, el punto de cruce o, más exactamente de incidencia del paradigma sobre el sintagma; “se trata de un lugar propiamente poético”. En el ámbito de la representación viene a ser como el punto de amarre que anuda la diversidad de lossignos. (Ubersfeld, 1989: 88-89) Algunos de esos “instrumentos (relativamente) específicos” de análisis del texto teatral, de acuerdo con Ubersfeld, son tomados de las categorías utilizadas por la lingüística para el análisis de los textos literarios, pero repensados y replanteados conforme a la peculiaridad del universo teatral que conjuga texto y representación. 10 El oxímoron, fundamento de la teatralidad, es una figura esencial y esencialmente “dialógica”. El personaje puede ser una especie de oxímoron viviente, el lugar de la tensión dramática por excelencia, precisamente por darse en él la unión metafórica de dos órdenes de realidades opuestas:(…) (Ubersfeld, 1989: 95) 25 Los avances teóricos en materia de lingüística son adaptados y conceptualizados por otras disciplinas artísticas generando nuevas categorías de análisis. Así retoma Ubersfeld las seis funciones propuestas por Jakobson en sus Ensayos de Lingüística General (1966) y las propone adecuadas al universo teatral. Recordemos que estas funciones son: emotiva, conativa, referencial, fáctica, metalingüística y poética. De particular interés para el texto teatral es la última de las funciones mencionadas: (...) lejos de ser sólo un modo de análisis del discurso teatral (y particularmente del texto dialogado), el conjunto del proceso de comunicación puede explicar la representación como práctica concreta; la función “poética”, que permite el mensaje propiamente dicho, puede aclarar las relaciones entre las redes sémicas textuales y las de la representación. El funcionamiento teatral es, con mayor razón que cualquier otro, de naturaleza poética (entendido el trabajo poético según Jakobson, como proyección del paradigma sobre el sintagma, de los signos textuales representados sobre el conjunto diacrónico de la representación). (Ubersfeld, 1989: 32) Proyección del paradigma sobre el sintagma. ¿Qué significa? ¿Qué sucede con la palabra, la voz, el gesto y el silencio en el acto de la representación teatral? En escena opera la verticalidad, la simultaneidad de las voces, los gestos y los silencios. Un sutil juego de subtextos, actitudes, múltiples expresiones corporales, propuestas escenográficas, iluminación y vestuario que son todos elementos que significan algo en escena. El teatro experimenta la dimensión ficcional viva, ante los ojos del espectador, en el fluir del espacio y del tiempo escénico, acontece un acto de vida merced a la presencia del personaje. Los signos textuales se vuelven voz, acto, gesto, pausa, transformación: las didascalias se cristalizan en el escenario donde fluye incesante la representación viva. En un mismo instante confluyen ante el espectador la voz y la pausa, el gesto y la mirada, el objeto y el sujeto, la luz y la obscuridad, el tiempo y el espacio 26 teatral, todo condensado en la intensidad del instante que acontece. El eje vertical del personaje, por ejemplo “la dama nocturna”11 implica toda una serie: mujer, hija, doncella, ser ponzoñoso, virgen enamorada... la cual se proyecta a la vez sobre el eje horizontal manifiesto en el discurso del personaje, que para Ubersfeld constituye una doble enunciación: del personaje y del actor (doble emisor), del lector y del espectador (doble receptor). La magia del texto no puede, ni pretende, suplir la magia de la representación. Entre los personajes se establece una diversidad de relaciones que son de naturaleza muy variada. Los personajes interactúan, validan funciones y códigos tácitos o explícitos. La propuesta textual dramática permite al lector el acceso a los diálogos, monólogos y didascalias que alimentarán la propuesta escénica. El lector, por su parte, tiene ante sí un texto. Leer el teatro, en un sentido más amplio, implica hacer una serie de consideraciones que tienen que ver con la escena misma, con la credibilidad de la representación y sus múltiples interpretaciones. Estos cruces de ejes simultáneos y sucesivos están presentes en el personaje: El personaje es el “elemento que enuncia, que dice un discurso” (por lo general este discurso se pronuncia efectivamente, toma realidad fónica, o se hace mimo; el mimo es en su gestualidad, un equivalente de la palabra), un discurso que es como la extensión de la palabra regulada y, que, como veremos, puede ser estudiado: a) desde un punto de vista lingüístico, como extensión de la palabra, b) desde un punto de vista semiológico, como un sistema de signos. El discurso de un personaje es, pues, una parte determinada de un conjunto más amplio constituido por el texto total de la obra con sus diálogos y didascalias. Pero es también, y sobre todo, un mensaje con un emisor personaje y un receptor (interlocutor, público), en relación con las otras funciones de todo mensaje, particularmente con el contexto y el código. Como hemos visto el mensaje sólo cobra sentido al relacionarlo con lo que el receptor sabe del 11 Así se describe El Mensajero a Beatriz, la hija de Rappaccini, en la obra teatral de Paz. Un personaje, es utilizado para introducir mediante símbolos a otros personajes. Una sucesión de características son enunciadas, sin embargo ellas aparecen instantáneamente en la presencia del personaje. 27 emisor y con las condiciones de emisión. De ahí la ambigüedad de la lectura de todo texto de teatro, pues se trata de un texto literario y de un mensaje de otra naturaleza. (Ubersfeld, 1989: 101) Cuando en esta investigación me ocupe del análisis de un texto teatral lo haré desde esta doble perspectiva, la que partiendo del texto tiene en el horizonte de estudio la realización del mismo en escena. ¿En qué reside lo específicamente teatral? ¿Es la teatralidad algo que pertenece exclusivamente al ámbito teatral o podemos hablar de teatralidad en otras disciplinas o esferas? ¿Qué se entiende por teatralidad? Sobre el concepto de teatralidad Luis de Tavira, tras un inusitado ciclo reflexivo de pensamiento que conjuga la práctica escénica con la meditación filosófica, ha insistido en recuperar un sentido primigenio al señalar que Teatro es mirador12. Por su parte, la investigadora Josette Féral ha realizado un ejercicio que le lleva a plantear la teatralidad no como un conjunto de propiedades dadas sino como un processus, un proceso activo vivo, dinámico.13 Féral ensaya una respuesta que propongo retomar desde el planteamiento inicial de Luis de Tavira. Si el Teatro es mirador, la teatralidad es un proceso 12 Me refiero particularmente a la paradoja 3 en El espectáculo invisible. Paradojas sobre el arte de la actuación. Sin embargo, en muchos otros escritos suyos, esta formulación es una constante y un punto de partida para pensar el teatro. Luis de Tavira menciona que de acuerdo con su raíz griega la palabra teatro (theatron) significa lugar desde donde se mira, es decir, mirador. 13 Para la presente investigación me he basado en dos versiones: la traducción directa del francés del paper La teatralidad. Investigación sobre la especificidad del lenguaje teatral. realizada por Francisco Beverido Duhalt, para el Seminario de Teatro de la maestría en Literatura Mexicana, del Centro de Investigaciones Lingüístico Literarias de a Universidad Veracruzana en el año 1998, sin publicar. Y el texto Teatro más allá de las fronteras que incluye en el capítulo II Del Texto a la escena. La teatralidad: en busca de la especificidad del lenguaje teatral (pp. 87-105) publicado por Editorial Galerna, Buenos Aires en 2004, la traducción es de Armida María Córdoba. Al menos que se indique lo contrario, las citas del mencionado texto referirán a la edición publicada. 28 activo entre interpretado e interpretante (mirado y mirante)14 que acontece en unescenario “otro” estableciendo un circuito de energía que transita por el juego, la convención, y la trasgresión. Habría que añadir a estos tránsitos: la intención y la paradoja. El fenómeno de esa mutua acción interpretativa entre “personaje interpretado por un actor intérprete” y “espectador que interpreta” en un tiempo y espacio de coincidencia que distingue lo real de lo ficticio, es el fundamento de lo teatral. Doy por supuesto que entre el personaje y el espectador hay una intensa conexión de relaciones múltiples que pone cara a cara otras categorías sensoriales y cognitivas en una compleja red dicotómica, la cual, lejos de indicar un mero acto reflejo, involucra como proceso una doble acción de interpretar. El hemisferio de quien se da a ver corresponde al performer: intérprete/ actor/ personaje/ emisor activo/ ser expuesto; en tanto que en el hemisferio de quien mira se ubica el espectador: interpretante/ persona/ receptor activo/ ser sensible que percibe con todos los sentidos y desde su propia experiencia asiste al encuentro escénico. De acuerdo con Féral la teatralidad no es una propiedad que pertenezca exclusivamente al teatro. La teatralidad puede estar dada por ambos polos del binomio: por el performer (referido en un sentido amplio como intérprete, actor, director, vestuarista, escenógrafo, arquitecto, mirado, emisor activo) en un acto que puede acontecer dentro o fuera de un espacio destinado para hacer teatro; tanto como por el espectador (interpretante, observador, ser sensible, receptor 14 En un sentido figurado, poético, recurro a la pareja “mirado y mirante” porque desde luego la experiencia teatral involucra a todos los sentidos. De ninguna manera se pretende dar el sentido de un acto reflejo, sino de un acto de compleja interpretación. 29 activo) quien le puede conferir teatralidad a un acto ordinario que de suyo no persigue una búsqueda estética o de ficción; siempre y cuando con su interpretación (perspectiva, enfoque, lectura, intención) lo convierta en un “espacio otro” distinto a su cotidiano en el que participa. La teatralidad en tanto que proceso activo que establece una convención entre el performer y el espectador puede acontecer en otras artes, espacios y espectáculos públicos; pero de todas las artes, nos dice Féral, es en el teatro donde mejor se experimenta15. La condición de la teatralidad sería, entonces, la identificación (cuando ella fue deseada por el otro) o la creación (cuando el sujeto la proyecta sobre las cosas) de un “espacio otro” del cotidiano, un espacio que crea la mirada del espectador, pero fuera del cual él permanece. Esta división del espacio que crea un afuera y un adentro de la teatralidad es el espacio del otro. Es el fundador de la alteridad de la teatralidad. (Féral, 2004: 91) Señala que el siglo XX se encargó de poner en tela de juicio la especificidad de lo teatral no sólo en las fronteras con otras áreas artísticas y cotidianas, sino en primer término, al interior de las propias artes del espectáculo. Por ello, a falta de certezas, cuestionarse por la teatralidad hoy, es una tarea necesaria. Desde luego, la cuestión no es nueva, ya en los tratados sobre el arte de la actuación de Diderot o en la misma Poética de Aristóteles, se esboza esta pregunta. Pero, afirma Féral, las prácticas más recientes han llevado a cuestionar las fronteras de manera distinta al pasado; así como los enfoques teóricos desarrollados en tiempos más contemporáneos han llevado a dar otro peso a la noción de teatralidad. 15 Textualmente dice: “De todas las artes el teatro es el lugar en el que mejor se efectúa esta experimentación.” (Féral, 2004:101) 30 Patrice Pavis en su Diccionario del Teatro encuentra que la teatralidad “vendría a ser aquello que, en la representación o en el texto dramático, es específicamente teatral (o escénico)…” (Pavis, 1998:434). Retoma la multicitada noción de Roland Barthes quien expresara: ¿Qué es la teatralidad? Es el teatro menos el texto, es una espesura de signos y de sensaciones que se edifica sobre el escenario a partir del argumento escrito, es una especie de percepción ecuménica de los artificios sensuales, gestos, tonos, distancias, sustancias, luces, que sumerge al texto bajo la plenitud de su lenguaje exterior. (Barthes, 1967: 50) Aunque útil para el debate, esta formulación exhibe sus flaquezas. Existe teatro sin texto. El centro de su meditación no está ubicado en la práctica escénica, no es un proceso activo, no involucra ampliamente al imprescindible espectador interpretante. Anne Ubersfeld, a su vez, incluye el término teatralidad en su diccionario del teatro16 pero señala que la noción por referirse a tantas cosas se vuelve confusa y termina por no definir lo específico del teatro. “Si todo es teatro – cuestiona Luis de Tavira- nada es teatro”.17 La mayoría de los elementos de análisis esbozados por Barthes y tratados por Ubersfeld alcanzan un desarrollo sistemático y detallado en la amplia investigación realizada por Erika Fisher-Lichte en su Semiótica del Teatro.18 16 “La teatralidad de un texto es el hecho de que puede ser representado en la escena. La teatralidad de un espectáculo es que puede ser considerado como teatro.” (Ubersfeld, 2002:105) 17 “ En efecto, si todo es teatro, nada es teatro.” (Tavira, 2006:108) 18 Fisher-Lichte divide su extenso estudio en tres grandes apartados: 1) El sistema de los signos teatrales, en él se ocupa del código teatral como sistema; 2) El código teatral como norma, en dónde analiza el paso del signo artificial al signo natural, referidos al teatro del Barroco y al teatro de la Ilustración, y; 3) el código teatral como habla, en el que se ocupa de la representación escénica concreta, aplicando el análisis a un caso específico: el texto teatral Enrique IV de Pirandelo escenificado por A. Fernandes, entendiendo como texto teatral la representación misma. El trabajo es un meticuloso ejercicio de ordenamiento, clasificación y definición de los signos en un todo coherente que permite el análisis de la obra teatral atendiendo a la representación desde una perspectiva semiótica, aunque en mi opinión su exhuberancia taxonómica le resta profundidad al discurso. 31 Una perspectiva muy distinta es la planteada por Peter Brook, propuesta elemental, fundacional y sustantiva de la que toma título su obra: Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo. Un hombre camina por el espacio vacío mientras otro le observa, y es todo lo que se necesita para hacer un acto teatral. (Brook, 2002: 11) Un espacio vacío pero delimitado como escénico, “atrás de la raya que estoy trabajando” tal y como trazan su círculo mágico los artistas callejeros en las plazas. Es un llamado a lo imprescindible: un actor-intérprete, como condición fundamental, ligado a la comparecencia del otro, el que mira, el espectador- interpretante19. Este ejercicio deja muy de lado la noción de texto y se centra en el acto humano casi desnudo, desprovisto de escenografía, iluminación, vestuario, incluso parlamentos. Pero el propio Brook habría de reconocer que, además de lo enunciado, se requiere una especial “intencionalidad” sin la cual, tampoco ocurre el acto escénico. ¿De quién: del intérprete, del interpretante, de ambos? ¿Hay tantas teatralidades como teatristas? ¿Hay tantas poéticas como poetas? Octavio Paz en El arco y la lira (1956) al intentar definir la poesía hace un recorrido por una multitud de posibilidades -no por contradictorias menos válidas- de distintas exploraciones, recupera en pocas líneas muchas de las poéticas que dan sello propio a sus autores. Para decir poesía se inventa el poema. El hacerdefine su arte. Su creación los hace artistas. Tal vez existan tantas poéticas como poetas, cada una define una búsqueda singular plasmada 19 Erika Fisher señala: “El teatro tiene lugar, como ya hemos comprobado, cuando existe la persona A que encarna a X, mientras S lo presencia. Queremos deducir de esta rudimentaria clasificación de la esencia del teatro, el repertorio de signos, tanto máximo como mínimo. (Fisher,1999:37) 32 en el ejercicio de su propia escritura. El poeta suele reflexionar sobre su hacer en el hacer mismo.20 En el teatro los caminos son distintos. Un gran actor puede ser perfectamente incapaz de poner en palabras una noción de teatralidad, tarea de la que queda exento en tanto siga siendo capaz de dar vida al personaje en escena. Su centro de gravedad está en otra parte. ¿Qué sería la teatralidad para Artaud?: el teatro de la crueldad. Un grito desgarrador que hace volver la mirada a lo descarnadamente humano en tanto que verdadero e imprescindible. Una crítica mordaz a la palabra dicha sin substancia vital. El teatro, arte independiente y autónomo, para resucitar o simplemente para vivir, debe marcar bien lo que lo diferencia del texto, de la palabra pura, de la literatura, y todos los demás medios escritos y fijados. (Carta a B. Crémieux, 1931)21 El teatro es paradoja, en ello concuerdan la mayoría de los pensadores del fenómeno teatral. La paradoja del actor: ser y no ser en escena, diversa a la paradoja del personaje: ser o no ser en escena, como señala Luis de Tavira en clara alusión al clásico dilema explorado por Hamlet22. Este círculo reflexivo pone su centro de gravedad en el arte de la actuación. No necesita decirlo de otro modo, en ello reside la teatralidad para de Tavira: en la paradójica relación que se establece entre el actor, el personaje y el espectador. 23 Paradoja doble. Doble abismo: primero entre el actor y el personaje, el que hace posible la aparición en el escenario de un ser distinto al actor, que sólo 20 Ver:(Paz, 1956:13) 21 Citado por Derrida, Jaques, en La escritura y la diferencia. Ed. Antrophos, Barcelona,1989:324. 22 “He aquí el dilema clásico del personaje: ser o no ser. He aquí la conjunción que hace al actor: ser y no ser.” (Tavira, 2003: paradoja 60). 23 En este punto el énfasis está puesto en la dramaturgia del actor por encima de la dramaturgia del autor. 33 existe gracias a la negación de la “persona” del actor que lo posibilita24; y otro abismo, entre el personaje y el espectador, en la interpretación que el espectador hace del arte del intérprete.25 Mundo adentro del actor, diría Tavira, acontece el espectáculo invisible.26 Otro tanto acontece mundo adentro del espectador: “… por eso frente al mismo escenario cada quien contempla un espectáculo distinto. Nadie contempla el mismo paisaje desde el mismo mirador.” (Tavira, 2003: paradoja 234) Si teatro es mirador27, la teatralidad consiste en el proceso vivo que pone en interacción compleja, lúdica, paradójica, al binomio (intérprete-interpretante) en un juego abismal (personaje/mirado/interpretado por un actor intérprete)- persona/mirante/espectador/interpretante). La puesta en escena es una puesta en abismo. Entre el intérprete y el interpretante, el círculo de tiza traza un precipicio desde donde se mira el hombre al borde de sí mismo. Se trata de un proceso lúdico, en tanto que consiste en un juego activo y dialéctico, un juego profundamente humano que a la vez cuestiona y fundamenta nuestra propia condición y la posibilidad de transformación del ser. En este juego escénico, juego verdadero que involucra un compromiso de vida, se establecen convenciones, especies de pactos tácitos entre intérpretes e interpretantes; otras veces, la trasgresión es el signo, con lo que se instaura 24 Negación no total pues el actor utiliza su cuerpo, inteligencia, memoria y sensibilidad para lograr la personificación del “otro”. 25 Me refiero a la actuación, el arte del intérprete que es el actor. 26 Para sobrevivir a la orgía visual de la era fotográfica que lo ha condenado al cerco de lo mismo, el teatro debe saltar a lo invisible: el espectáculo que está en la mente del actor. (Tavira, 2003: paradoja 29) 27 El origen griego de la palabra teatro, el theatron, pone de manifiesto una propiedad fundamental, aunque olvidada, de este arte: es el lugar donde el público contempla una acción que le es presentada en otro sitio. En efecto, el teatro es un punto de vista sobre un acontecimiento: una mirada, un ángulo de visión y de rayos ópticos lo constituyen. Sólo en la medida en que desplaza la relación entre mirada y objeto mirado se convierte en el edificio donde tiene lugar la representación. (Pavis, 1998:435) 34 una tradición de rupturas. Una y otra vez las vanguardias artísticas llevan a reconsiderar los pactos establecidos. Entre el convenio y la trasgresión, se teje una ruta histórica en el arte de la paradoja. El juego teatral, juego de presencias, establece una tensión energética por la que se transita de la realidad a la ficción y viceversa; en dicha ruta doble intervienen varios ámbitos exteriores e interiores del ser. La teatralidad es un proceso que acontece entre la realidad y la ficción, entre el ser y el no ser, en el doble abismo que surge entre el actor, el personaje y el espectador. La teatralidad en escena acontece en la lucha cuerpo a cuerpo de los sentidos, en la conjunción del espíritu y la carne, fusión de la cosa física y la cosa imaginada, en la magia que revela en la actuación aquello que el personaje no dice, en ese espacio-tiempo “otro”, único e irrepetible donde los deseos son realizaciones, en un lugar limítrofe entre lo visible y lo invisible acontece lo específicamente teatral. Si el teatro está inexorablemente ligado al espacio de “lo otro”, la teatralidad está indisolublemente ligada a la alteridad. A partir de los diferentes acercamientos teóricos sobre ella, encuentro que lo teatral es múltiple y pluridimensional. El acto, el juego y la paradoja, son algunas de estas dimensiones orientadas por la relación dinámica entre personaje intérprete y espectador interpretante. En la escena corre una corriente energética generadora de mundos, transformadora de seres y de espacios, ahí donde se zanja el abismo entre el actor intérprete que crea un personaje y el espectador interpretante que lo vive como persona, ahí donde fluye el continuo presente efímero de la 35 representación, mora la teatralidad como proceso de un acto doblemente transformador.28 Admite Féral que la teatralidad trasciende al ámbito teatral, no es meramente exclusiva del teatro, sin embargo afirma que es posible ubicar tres vértices de una relación que hace factible el proceso de teatralidad circunscrito al ámbito teatral: el actor, el juego, y la ficción. “El actor es a la vez productor y portador de teatralidad”. (Féral, 2004:94) En la práctica escénica el actor establece diversas aproximaciones, técnicas y fundamentos que le permiten transformarse en personaje.29 La teatralidad del comediante se sitúa, de ese modo, en ese desplazamiento que el actor opera entre él como yo y él como otro, en esta dinámica que él fija. (…) Según las estéticas, esta tensión entre las estructuras simbólicas de lo teatral y los ataques violentos de lo pulsional está más o menos valorada. En un extremo se encuentra Artaud, en el otro el teatro oriental. De uno a otro se ubican toda una diversidad de escuelas y prácticas individuales. (Féral, 2004:94-95) Si el actor en su relación con un “no yo” es el punto de partida, o bien en su relación con un “yo en otra situación que no es la mía”, en la formulación de ese “posible ser otro” estáexplícita el segundo elemento clave en el proceso de teatralidad, la relación entre realidad y ficción. La realidad entendida no como algo dado, sino como algo problemático, como un “constructo” que surge en un proceso interactivo entre el yo interpretante y un mundo posible interpretado. En este sentido, la ficción escénica es construida desde la alteración del espacio y tiempo cotidianos, es un mundo alterado, un mundo otro. El personaje es en un espacio y tiempo “otros”. 28 Doble emisor, doble receptor, doble espacio. 29 El lugar privilegiado de ese enfrentamiento de la alteridad es el cuerpo del actor, un cuerpo en representación, en escena, cuerpo pulsional y simbólico, (…) (Féral, Josette:2004,95) 36 Tenemos dos vértices del proceso de teatralidad propiamente teatral, el actor- personaje y la ficción escénica. Entre estos dos elementos se establece el juego escénico. Féral recurre al Homo ludens de Johan Huizinga para definir la noción de juego.30 Advierte Féral que el actor tiene un grado de conciencia sobre el juego que establece en escena con ese “espacio otro” al que convierte en ficción. Se establecen distintas variantes de la tensión energética en la que participan tanto el actor-personaje como la persona-espectador. Las convenciones cambian según las épocas, los géneros y las búsquedas.31 La teatralidad emerge de allí no como pasividad, como mirada que registra el conjunto de los objetos teatrales (de los cuales sería posible enumerar las propiedades), sino como “dinámica”, como resultado de un hacer que pertenece, sin duda, de manera privilegiada, a quien hace teatro; pero también puede pertenecer a aquél que toma posesión por la mirada, es decir, el espectador. (Féral, 2004: 96) Si bien Josette Féral pone el énfasis de su enfoque sobre la teatralidad en su calidad de proceso activo, “dinámico”; reconoce en el párrafo anterior la posibilidad de enumerar ciertas características: Una lista de características de la teatralidad y de sus propiedades da los siguientes elementos: La teatralidad es: 1) un acto de transformación de lo real, del sujeto, del cuerpo, del espacio, del tiempo, por lo tanto, un trabajo a nivel de la representación; 2) un acto de transgresión de lo cotidiano por el mismo acto de la creación; 3) un acto que implica la ostensión del cuerpo, una semiotización de los signos; 4) la presencia de un sujeto que pone en su lugar las estructuras de lo imaginario a través del cuerpo. (Féral, 2004:104) 30 “(..) una acción libre, sentida como ficticia y situada fuera de la vida corriente, capaz sin embargo de absorber totalmente al jugador; una acción despojada de todo interés material y de toda utilidad; que se realiza en un tiempo y un espacio expresamente circunscriptos, que evoluciona con orden y según reglas dadas.” Citado en (Féral, 2004:95) 31 El autor del texto teatral aparece en escena a través de un desdoblamiento múltiple, el de las voces y cuerpos de los personajes que cobran vida ante el espectador. 37 La transgresión de lo cotidiano que genera un espacio de ficción, guarda también ciertos límites que la propia convención teatral se ve precisada a respetar, a lo cual llama “la ley de exclusión del no retorno”, con ello refiere a un límite tácito a la libertad en escena, el respeto a la vida plena. Por ello considera que prácticas como la mutilación de cuerpos en escena, el sacrificio de seres vivos, y otras experiencias similares en las que se vieron tentados los performers de los años setenta, quedarían fuera de este ámbito de la teatralidad por quebrantar el encuadre del juego escénico. En esta lista que privilegia cuatro características, la autora pone el énfasis en la teatralidad como “acto”, sobre todo, valora el cuerpo del actor en su capacidad transformadora, en su potencia creativa, en su poder de crear redes de sentidos de los signos en el escenario y en su posibilidad de llevar a la realización concreta el mundo de lo imaginario. La idea, el sueño, el deseo del autor se materializa en el cuerpo del actor que se transforma en personaje y en los elementos físicos con los que interactúa en escena ese personaje. Desde una perspectiva de búsqueda distinta, la investigadora mexicana Carmen Leñero hace el aventurado ejercicio de llevar la palabra poética a los terrenos de la teatralidad. Para lo cual, establece una analogía entre texto escrito y escena, sirviéndose de la teatralidad como una estrategia de análisis, se vale del teatro como metáfora.32 En esta búsqueda sui generis que entrelaza textos de autores de distintas épocas como Heidegger, San Juan de La Cruz, San Agustín, Wittgenstein y Dürrenmatt, entre otros, encuentra rasgos de teatralidad en textos no 32 Me refiero al texto Palabra poética y teatralidad, publicado en Acta Poética, número 24. UNAM, 2003. 38 dramatúrgicos. Desde este enfoque, ella le confiere teatralidad a textos que si bien se demuestran como portadores de teatralidad, no tenían en su origen una intención así. Para clarificar su estrategia, nombra “siete rasgos propios de la teatralidad” que a continuación cito de manera sintética: 1. Generar un espacio y un tiempo de excepción concretos (…) separados del espacio y tiempo reales. El tiempo y el espacio se comprimen y densifican formando un nuevo segmento de la realidad –al que llamamos ficción- que se sobrepone a la realidad cotidiana de los espectadores. 2. Hacer converger en un mismo ámbito elementos de distinta naturaleza o sustancia (palabras imágenes, cuerpos movimientos), con posibilidad de modificarse y transmutarse unos en otros, y que se conjugan para formar “el acto en situación”. 3. Provocar la comparecencia de tres instancias o sujetos de experiencia y percepción: el personaje, el actor y el espectador. 4. Actualizar y desplegar un antagonismo esencial entre dos poderes (personajes, principios o fuerzas) opuestos (…) 5. Negar (paradójicamente) el carácter de signos que se supone tienen los elementos que participan en la escena, al anular la supuesta dicotomía del signo: significante presente/ significado ausente. (El hecho teatral es un acontecimiento, de esta característica paradójica dependen las dinámicas de identificación y distanciamiento que se dan entre actores y público.) 6. Servir de mediación con esferas sobrenaturales o comúnmente inaccesibles. 7. Propiciar la metamorfosis de las sustancias que se ven involucradas en el hecho teatral. (Leñero, 2003: 232-234) Los rasgos uno y tres coinciden fuertemente con los señalamientos expuestos previamente en Féral. El rasgo dos, pone el énfasis en la noción de acto, un punto en común para ambas investigaciones; sin embargo, “acto en situación” evade la noción de signo y privilegia las posibilidades de recepción interpretativa por parte del espectador. En este sentido, para Leñero, la relación que se establece entre actor, personaje y espectador es también dinámica, interactiva, viva. 39 Los rasgos cuatro, cinco y seis son aportaciones que ponen el acento en aspectos no privilegiados en el ensayo de Féral: la noción de antagonismo, la negación del signo y la posibilidad de establecer contacto efectivo con otras dimensiones de lo humano. La noción de antagonismo recupera una vieja consigna del arte teatral, el motor del movimiento en la escena es el conflicto, si la situación carece de él se diluye la tensión energética que mantiene al espectador al filo de la butaca, porque a cada momento, algo nuevo puede acontecer, porque las dos fuerzas enfrentadas son de potencias equiparables y, por tanto, generan una incertidumbre en cuanto al posible resultado. Ese conflicto que enfrenta dos potencias, es vivido también al interiordel actor, como móvil que lo lleva a la acción. La negación del signo es una aguda observación de Leñero que alerta y cuestiona las interpretaciones que privilegian la noción simplista de signo. Advierte que en escena el significado y el significante están ambos presentes. Con relación al punto seis, la característica de mediación con esferas sobrenaturales, me parece un punto polémico pero no carente de fundamento. Muchas obras de teatro muestran esta característica. Es posible traer a la escena a seres ausentes o viajar en escena hacia otros mundos y submundos lejanos de la dimensión cotidiana. Los espejos son ventanas o portales que conectan con otras dimensiones33. Más allá de lo cotidiano existen espacios otros que alimentan la escena. 33 Al respecto, quisiera compartir una experiencia que abunda en esta línea. Durante un taller titulado “La visión del Clown” con Daniele Finzi del Grupo Sunil, al que personalmente asistí, se le preguntó sobre la finalidad última de su búsqueda teatral. Finzi contestó que su grupo hacía teatro para comunicarse con sus muertos. En un primer instante la respuesta me sorprendió, pero poco a poco fui reconociendo que gran cantidad de rituales y búsquedas artísticas están 40 En cuanto refiere al rasgo siete, “la metamorfosis de las sustancias” guarda relación con ciertas aproximaciones al arte de la actuación y búsquedas teatrales fundamentales referidas por Féral al privilegiar en el proceso de teatralidad la noción dinámica de transformación; aunque en Leñero, esa metamorfosis de sustancias comprende “elementos verbales, ideas, personajes, cuerpos, actos, puntos de vista, pasiones, objetos…”, factores todos que suelen transformarse en escena, sufrir cambios alquímicos. Se podría agregar que, ante una buena puesta en escena de una obra teatral el espectador sufrirá también una transformación profunda, será “sustancialmente otro” cuando abandone la sala. El trabajo de Carmen Leñero nace desde un ejercicio fundado en la palabra viva, el texto vale como voz, ritual, ceremonia y representación. Parte desde una “noción de teatralidad, entendida en términos amplios como un modo de representación del mundo”.34 He iniciado este ejercicio trayendo a la mesa de discusión la noción de teatralidad porque en el centro de la presente investigación está la validez, pertinencia y fertilidad de revisar la palabra escrita, hablada, confesa y memorada de Juan José Arreola desde una óptica centrada en su especificidad teatral: Teatro y teatralidad en la obra de Arreola, tránsito que lleva de la palabra al acto en un escritor que hizo de su persona un personaje. Considero que algunas de estas características expuestas por Carmen Leñero, aunadas a la noción de Teatralidad desarrollada por Féral me serán de gran utilidad como marco conceptual que oriente el recorrido de la presente regidas por esferas que trascienden nuestra pedestre dimensión. (El taller tuvo lugar en el Teatro de la Reforma, Veracruz, en marzo de 1999). 34 (Leñero, 2003:225) 41 investigación. Conviene aclarar que las características de la teatralidad antes enunciadas son válidas en tanto no se pierda de vista el sentido profundo de proceso dinámico, de interacción viva expuesto al inicio de este apartado. (…) la teatralidad no es ni una suma de propiedades ni una suma de características en las que se podría incursionar. (…) Es más bien el resultado de una dinámica perceptiva, la de la mirada que une a un observado (sujeto u objeto) y un observador. (Féral, 2004:100) Desde esta perspectiva dinámica tomo licencia para revisar la obra de Juan José Arreola y dimensionar su condición de autor, actor y personaje. Los ámbitos por los cuales Juan José Arreola participa en el mundo del teatro son variados, tal vez se podrían organizar en torno a tres núcleos: como actor, como dramaturgo y como hombre espectáculo. Es interés de la presente investigación, analizar estos núcleos en función de su teatralidad y ampliarlos a la dimensión de la palabra: hablada, escrita, memorada, confesa. En los meses de junio y julio de 1956, Arreola fue uno de los protagonistas principales de un movimiento teatral de excepción en la historia de la segunda mitad del siglo XX, su nombre evoca y revela una búsqueda compartida por un grupo de artistas aventureros que lograron hacer: Poesía en Voz Alta. 43 Capítulo 2 Teatralidad en Poesía en Voz Alta 45 Juntos podremos recobrar el espíritu perdido del teatro… El año de 1956, los inicios de Poesía en Voz Alta Existe consenso en considerar a Poesía en Voz Alta como uno de los momentos más reveladores de las búsquedas teatrales emprendidas en el México de la segunda mitad del siglo XX. El movimiento, iniciado con los primeros dos programas del año de 1956, tuvo diversos episodios a lo largo de ocho años, hasta llegar al octavo programa, en el año de 1963, que resultó ser el último. Su trascendencia no viene dada solamente por el número de espectadores que asistieron a lo largo de estos años a las diversas escenificaciones, sino que radica en la búsqueda teatral que emprendieron sus primeros directores,35 en su refrescante pretensión de aventura que procuró ir de vuelta a los orígenes de un teatro que le “jugara limpio” al espectador; así como en la inusitada mezcla de presencias artísticas que se conjuntaron en torno a dicha búsqueda, logrando renovar la escena teatral mexicana. Mi horizonte de estudio en la presente investigación se limita exclusivamente a los dos primeros programas. El criterio de selección se rige por la participación en la escena de Juan José Arreola, ya sea como director artístico o como actor, sin duda, su figura fue fundacional para el movimiento. ¿Cómo surgió Poesía en Voz Alta? Su origen es motivo de controversia. Se dispone de documentos emanados de entrevistas directas realizadas a los protagonistas del mismo, versiones discordantes emitidas por las fuentes orales. Existen también escritos que recuperan el momento, ya sea desde la 35 En el capítulo anterior no hablé explícitamente del papel del director, pero señalé en acuerdo con Féral que el performer comprende en un sentido amplio al actor, al director, al vestuarista, al escenógrafo… En suma, a todos esos intérpretes que conjugan sus especialidades en un acto creativo que es propuesto y puesto en escena ante el espectador. 46 inmediatez de aquel presente o elaboradas años después, muchas de ellas son versiones que denotan la subjetividad de una vivencia intensa, compartida y rota. Las voces van cambiando y dejan adivinar las tensiones que se harían evidentes en la dirección artística de los primeros dos programas: el primero bajo la dirección de Juan José Arreola; el segundo, bajo la de Octavio Paz. En general hay coincidencia en señalar que la persona que propuso hacer “poesía en voz alta”36 fue Juan José Arreola. En un principio, desde un plano escénico que improvisaba a partir de la recitación, sin embargo, siempre sobre la marcha, el programa se fue afinando y pasó desde una dimensión más literaria hacia una dimensión cada vez más teatral. Se cuenta con un texto en el que se analiza, documenta y registra cada uno de los programas que conformaron esta aventura teatral, el trabajo realizado por la investigadora norteamericana Roni Unger, en 1975, mismo que permaneció por largos años sin ser traducido al español, hasta que en el 2006, Silvia Peláez subsanó esta carencia con una edición acorde al estatus universitario del movimiento.37 Unger señala algunas de las condiciones sociales,históricas y económicas que posibilitaron el surgimiento de dicha vanguardia teatral. Entre ellas se destaca el desarrollo económico que llevó a la ciudad de México a convertirse en un sitio relativamente próspero, “moderno”, en el que se acogieron modas, influencias ideológicas y musicales venidas del extranjero; por otra parte, conviene recordar que la matrícula de estudiantes universitarios creció notoriamente en los años cincuenta, estas nuevas generaciones, a diferencia 36 Lo escribo con minúsculas como mero balbuceo de propuesta. Cuando me refiero al movimiento ya estudiado como un todo lo hago con mayúsculas: Poesía en Voz Alta. El título del libro de Unger llevará cursivas. 37 A lo largo del presente capítulo seguiré constantemente este texto. 47 de otras, encontraron eco en la determinante presencia de la Universidad Nacional Autónoma de México38 como generadora de actividades artísticas y culturales. De importancia fue el avance en la apertura democrática del país que ofreció un signo inequívoco al otorgar a la mujer derecho al voto en 1953. A la par, en diversos ámbitos universitarios existió una positiva disposición del gobierno del Presidente Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) y, desde luego, del entonces rector de la UNAM, Nabor Carrillo -así como de su secretario, Efrén del Pozo- para auspiciar nuevas propuestas. Estos factores, entre otros, formaron parte de la cadena de condiciones causales que prepararon el marco en el que un grupo de nuestros intelectuales más destacados, varios de ellos con experiencia de vida en el extranjero, se concentraron en torno a un movimiento artístico de excepción, surgido bajo el cobijo de la máxima casa de estudios: Juan José Arreola, Octavio Paz, Juan Soriano, Leonora Carrington, entre otros, con el apoyo de funcionarios como Jaime García Terrés,39 de las mencionadas autoridades universitarias, y de creadores más jóvenes, como Héctor Mendoza, Juan José Gurrola, José Luis Ibáñez, entre muchos más, dieron un nuevo giro a la escena teatral nacional. Si bien los años cuarenta marcaron en general un cierto estancamiento en las prácticas teatrales de México, afectadas por la copia de modelos españoles 38 Algunos datos mencionados por Unger son contundentes: “De 1940 a 1954, la población estudiantil de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se había duplicado, y en 1953, al celebrar su aniversario número cuatrocientos, la universidad se trasladó a la espaciosa Ciudad Universitaria, al sur de la ciudad de México.” (…) Existe un creciente interés por las autoridades en el teatro y la cultura: en 1955 es inaugurada la Unidad Artística y Cultural del Bosque de Chapultepec con sus tres teatros: El Granero, del Bosque y Orientación, así como la Escuela de Arte teatral del INBA. (Unger, 2006:20-21) 39 Jaime García Terrés, poeta y ensayista asumió la dirección del Departamento de Difusión Cultural de la UNAM en 1953. 48 caducos, basados en viciadas fórmulas de solución escénica cuyo mayor rasgo de identidad era la carencia de imaginación, los años cincuenta, en cambio, fueron un parte aguas en la práctica de lo que se convertiría en un “teatro de puesta en escena”, así también, del ejercicio de un teatro de equipo, por oposición al teatro de estrellas. Se trató, en suma, del surgimiento de un teatro imaginativo con voz y sello propios.40 La llegada de Seki Sano a México a finales de los años cuarenta, su legendario montaje de la obra Un tranvía llamado deseo, con las actuaciones de María Douglas, Wolf Ruvinskis e Ignacio Retes; el trabajo actoral realizado a partir de las técnicas de Stanislavski y Meyerhold apenas introducidas a nuestro país, son otros antecedentes de consideración; asimismo el estreno de la obra Rosalba y los llaveros de Emilio Carballido, bajo la dirección de Salvador Novo, en el Teatro de Bellas Artes, en 1950; y en el ámbito de la narrativa, las publicaciones de los textos de Juan Rulfo El llano en llamas, en 1953, y Pedro Páramo, en 1955, forman parte del contexto cultural: Y entonces surgió Poesía en Voz Alta. En palabras de Gurrola, “para aquietar el escenario y dejar que surgiera la palabra”; para utilizar sencillos e imaginativos espacios, así como lujosas telas para un vestuario de diseño elemental; para llevar a escena tanto obras sin estrenar como obras poco conocidas, y para rebelarse contra el realismo, la tradición, el star system, la música grabada y, en general, contra las prácticas teatrales del México de entonces. (Unger, 2006:28) He aquí una clave que define a Poesía en Voz Alta: la palabra -hablada, recitada, teatralizada-, cada uno de estos matices definen búsquedas distintas al interior del movimiento. El mismo se fue conformando sobre la marcha, las 40 El párrafo anterior no hace del todo justicia a la realidad del Teatro mexicano, a veces solemos meter todas las cosas en un cajón para hacer juicios contundentes, pero durante el transcurso de estos años de investigación Eugenia Revueltas me enseñó que valdría la pena revisar más a fondo las propuestas teatrales de los años cuarenta, pues en la dimensión de los dramaturgos hubo algunos más experimentales de lo que solemos suponer. 49 voces dominantes entraron en debate, la propuesta se volvió un organismo vivo, cambiante, que dio diversos frutos en cada uno de los programas. La dimensión de su alcance fue más allá de la propuesta inicial que partía de un trabajo desde lo poético. Así lo valora Luis de Tavira en un número especial de Biblioteca de México dedicado a nuestro teatro: Poesía en voz alta se enfrentó a la moda de un realismo y de un nacionalismo teatrales que no iba más allá de un deformador costumbrismo melodramático. Asumir la confrontación con los textos de la tradición hispánica clásica implicó un propósito teatral que trascendió muy pronto el propósito poético fundacional. (Tavira, 2002:30) En este sentido, se convirtió en un movimiento de ruptura, en una vanguardia teatral mexicana que planteó un uso diferente de los espacios físicos e imaginativos; interpeló a otros públicos, se dirigió a otras inteligencias y a otras sensibilidades, logró fundar y establecer un convivio41 distinto desde el ámbito universitario con la sociedad pensante. El propio Luis de Tavira especifica ese otro aspecto teatral en el que el movimiento fue más allá de su propuesta fundacional. Con mayor o menor claridad, sus fundadores dejaron el mando de la escena en manos de un joven director, Héctor Mendoza, quien junto con su equipo de actores profesionales y universitarios fincaron las bases de algo que cambiaría la práctica escénica en el país: el ejercicio de la puesta en escena. De la experiencia de Poesía en voz alta y de su controvertido rompimiento con el canon clásico, se rescata justamente lo novedoso, el acceso del teatro mexicano al concepto de la modernidad teatral: la puesta en escena. Su ejercicio provocó el movimiento que transformó de modo irreversible la teatralidad mexicana. (Tavira, 2006:200) 41 En el sentido en que Jorge Dubatti ha definido el “convivio teatral”, el teatro como reunión, como encuentro de presencias. 50 El movimiento aportó otro sentido de teatralidad, es decir, la práctica de un modo de hacer teatro que implica el ejercicio de la puesta en escena, la puesta en acuerdo entre el director y los actores que lleva desde la interpretación colectiva a la presentación de un producto artístico que sólo existe al cerrarse el circuito interpretativo con el espectador real, lo cual ocurre siempre en un tiempo y espacio único, histórico.42 En los meses de junio y julio de 1956, en el teatro del Caballito, sedieron las coordenadas espacio-temporales donde actores, directores y público experimentaron ese encuentro vital. Para el año del 56, Arreola había acumulado diversas experiencias en el mundo del teatro: Estudió actuación en el INBA con los maestros Wagner y Usigli, en los años de 1937 y 1938, recién llegado a la ciudad de México de su natal Zapotlán; un año después realizó algunas temporadas teatrales con el propio Usigli. Asimismo, durante breve lapso pisó las tablas de la Comedia francesa, a invitación expresa de Louis Jouvet, en el crucial año de 1945. Diez años más tarde, se daría a conocer como dramaturgo con La hora de todos, obra que, en 1955, ganó un premio nacional de teatro, con la puesta lograda por una compañía universitaria de Puebla.43 Sin embargo, Roni Unger, a pesar de conocer tales antecedentes teatrales, no titubea en señalar que Juan José Arreola “veía el teatro como un pasatiempo, no como una actividad profesional”.44 Dicha sentencia es algo más que una simple apreciación de una investigadora extranjera, se trata de un 42 Y más aún, ya del lado del receptor, el ciclo se completa en la personal experiencia que ocurre mirada adentro del espectador, en la significación del acto artístico al que se asiste y que se traduce en experiencia de vida. 43 Los actores del Teatro Universitario de Puebla dirigidos por Ignacio Ibarra Mazarí resultaron ganadores del Festival del INBA, en 1955, con la obra de Juan José Arreola “La hora de todos”. Ver anexo de imágenes: F2 y F3. 44 “Para Arreola, Poesía en Voz Alta era una oportunidad de divertirse por medio del teatro, nada más.” (Unger, 2006:37) 51 reconocimiento generalizado que privilegia el compromiso de aquellos que dedican su vida entera al teatro a diferencia de quienes viven la escena como una aventura efímera o intermitente. Cuando Arreola participó en Poesía en Voz Alta tenía 37 años cumplidos, quince años después, en 1971, publicaría su segunda obra dramática incluida en Palindroma.45 Unger publica su investigación en el año de 1975, cuando Arreola cumplía 57 años de edad, tiempo suficiente para evaluar la ruta de este creador. En algo tiene razón Unger, Juan José era un hombre disperso entre una variedad de gustos, disciplinas e indisciplinas. Tal vez por ello, pocos reclaman su inclusión en las antologías de los dramaturgos imprescindibles del teatro mexicano. No obstante, su caso es sui generis por tratarse de un hombre espectáculo; alguien cuya presencia resulta fundamental para que ocurriese este movimiento fundacional del teatro mexicano de la segunda mitad del siglo XX. Desde esta otra perspectiva, el juicio de Unger no es del todo certero, considero que Arreola, pese a su intermitencia, tiene un lugar ganado en la historia moderna del teatro mexicano, un lugar que no se le ha dado. Octavio Paz, por su parte, no contaba con experiencia escénica cuando en 1956 se sumó al proyecto, siendo La hija de Rappaccini su primera y última incursión como dramaturgo. El horizonte de Paz fue siempre el del escritor: ensayista y, sobre todo, poeta. Las participaciones de Soriano y Carrington en la escenografía fueron también ocasionales, no así las presencias de Héctor 45 Tercera llamada ¡Tercera! o empezamos sin usted, publicada en 1971 como parte de Palindroma, aunque se cree que fue escrita años atrás. 52 Mendoza, José Luis Ibáñez y Juan José Gurrola quienes, a la postre, consagrarían su vida al teatro. Es pertinente tomar en consideración los diferentes grados de compromiso de los protagonistas de este movimiento ante el teatro, pues en distinta medida repercuten sobre la intención con la cual se asume la escena, así como sobre los propósitos fundamentales que dieron rumbo a Poesía en Voz Alta. ¿Cómo surge, entonces, el movimiento? De los testimonios reunidos por Roni Unger podemos extraer algunas conclusiones elementales: En algún lugar, durante un convivio no claramente identificado, uno de estos dos funcionarios, Del Pozo o García Terrés, escuchó a Arreola dar un recital de poesía acompañado de música en vivo. De alguien (artista o funcionario) surgió la idea de llevar estos recitales al público.46 Para ello se programó una primera reunión formal convocada por García Terrés en el teatro Trianón. Se invitó a muchos, pero al llamado acudieron unos cuantos. Esos cuantos fueron suficientes.47 Lo más probable es que la idea básica original haya sido de Arreola: consistía en realizar una serie de recitales poéticos acompañados de música en vivo, el proyecto estaría financiado por la UNAM, en principio, serían recitales de poesía española, presentados en el teatro Trianón, en un día fijo a la semana que no interfiriera con la programación del mismo. A la primera reunión siguieron otras en las oficinas de Difusión cultural de la UNAM, en las que “espontáneamente” fue tomando forma el proyecto. Un 46 Arreola da otra versión en sus memorias, según la cual fue Marilú Elízaga, actriz y dueña del Teatro del Caballito quien formuló a las autoridades universitarias la propuesta de hacer una compañía teatral. Según Arreola fue Rubén Vasconcelos el funcionario responsable de atender la petición. (Arreola, Orso, 1998: 314-315) 47 En otras partes se mencionan a Benjamín Orozco, subdirector de Difusión Cultural y al escritor Emmanuel Carballo como figuras claves en la formulación del proyecto. (Unger, 2006:33) 53 grupo de amigos fue invitando a otros amigos, entre quienes, además de los artistas, se encontraban algunas personas colocadas en puestos clave para la toma de decisiones y la obtención del auspicio. García Terrés invitó a Juan Soriano. Arreola invitó al músico Joaquín Gutiérrez Heras, se sumaron al grupo Emmanuel Carballo, Antonio Alatorre, quien con su esposa Margit Frenk y otros miembros de la familia Alatorre formaron un coro.48 El interés fue creciente y se aunaron algunos escritores jóvenes al proyecto, como Juan García Ponce y Carlos Fuentes. Conviene señalar que todos los acuerdos de la reunión inicial fueron cambiando sesión a sesión. El proyecto ya no se llevaría al cabo en el teatro Trianón sino en el teatro del Caballito, el cual debía su nombre a un mural realizado precisamente por Juan Soriano.49 La idea original contemplaba invitar a actores profesionales de renombre; pero ante la negativa de Ignacio López Tarso de participar, a Héctor Mendoza se le encomendó la tarea de reclutar actores jóvenes y talentosos venidos del mundo universitario. El asistente de Mendoza fue otro joven, José Luis Ibáñez, quien –nos dice Unger- mucho tuvo que ver con la selección del elenco.50 Nancy Cárdenas, Rosenda Monteros, Tara Parra, Carlos Fernández, Enrique Stopen y, desde luego, el propio Juan José Arreola pasaron a formar el grupo de actores. La llegada de Octavio Paz al proyecto cambió la orientación del mismo. En compañía de Leonora Carrington, criticaba la idea de decir poesía con actores, 48 Otros miembros de la familia Alatorre como su hermano Enrique y su cuñada Iris. 49 Ver en anexo de imágenes el mural del Caballito de Juan Soriano: F12. Tomado de (Unger,.2006:18) 50 En el mes de agosto de 2008, cuando escribo estas líneas, los maestros Héctor Mendoza y José Luis Ibáñez se siguen brindando a la docencia teatral en su alma mater, la UNAM. 54 la encontraba “académica y aburrida” en cambio proponía “encarnar la palabra”, hacer piezas cortas de teatro surrealista de autores franceses, no traducidos, portadores de un lenguaje imaginativo. Había entonces dos líderes en el proyecto, ambos coincidían en romper con un “teatro de corte realista que se servía de un lenguaje cotidiano, la habitual habla
Compartir