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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO POSGRADO EN BIBLIOTECOLOGÍA Y ESTUDIOS DE LA INFORMACIÓN FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS INSTITUTO DE INVESTIGACIONES BIBLIOTECOLÓGICAS Y DE INFORMACIÓN JUAN DE RIBERA, IMPRESOR DEL SIGLO XVII Y SU LINAJE FAMILIAR TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE MAESTRA EN BIBLIOTECOLOGÍA Y ESTUDIOS DE LA INFORMACIÓN PRESENTA: MARTHA CARIÑO AGUILAR ASESORA: DRA. LIDUSKA CISAROVÁ HEJDOVÁ UNAM, INSTITUTO DE INVESTIGACIONES BIBLIOTECOLÓGICAS Y DE LA INFORMACIÓN Ciudad Universitaria, Ciudad de México 2018 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Agradecimientos Agradezco con todo amor a mi Universidad Nacional Autónoma de México por permitirme ser parte de ella, por la oportunidad de aprendizaje. Al personal bibliotecario que me proporcionó y facilitó el material bibliográfico para consulta, especialmente al Sr. Leonardo Treviño, adscrito a Servicios al Público en la Biblioteca Dr. Eusebio Dávalos Hurtado, Instituto Nacional de Antropología e Historia. Agradezco a mi asesora, la Dra. Liduska Cisarova, por todo el apoyo que recibí, su paciencia y entusiasmo, así como por sus valiosos comentarios para enriquecer el contenido de esta tesis. A la Dra. Rosa María Fernández, por su apoyo y orientación en torno al tema de esta investigación. Al Dr. Daniel de Lira, por su paciencia, tiempo y sus valiosos comentarios que sirvieron para enriquecer y dar claridad al presente trabajo. Al Dr. Rodrigo Antonio Vega y Ortega Báez por sus enriquecedores comentarios e indicaciones. A la Dra. Lina Escalona Ríos por sus ideas y sugerencias que sin duda le dieron orden al trabajo escrito. Dedicatoria A mis padres por su infinito amor, por enseñarme a ser perseverante y tener confianza en el ser humano. A mis hijas: Luisa y Abril, por sus grandes enseñanzas, y en especial a Héctor mi nieto por todos los momentos felices. A mi compañero, amigo y esposo por todo su apoyo en este proyecto, te quiero. A mis hermanas y hermanos. Deseando siempre lo mejor para ellos y que siempre piensen en grandes proyectos y tengan la motivación para alcanzar las metas que se propongan en la vida. A todos mis sobrinos que son la luz de mi camino. A todas mis amigas. Tabla de Contenido Introducción iii 1. La imprenta en la Nueva España en el siglo XVII 1 1.1. La sociedad del siglo XVII 1 1.2. La imprenta en la Nueva España previa a Juan de Ribera 12 2. Un retrato biográfico del impresor Juan de Ribera y su linaje 23 2.1 La familia Ribera en la imprenta novohispana 23 2.1.1 Hipólito de Ribera 23 2.1.2 Juan de Ribera 25 2.1.3 María de Benavides, Viuda de Juan de Ribera 31 2.1.4 Francisco de Ribera Calderón 33 2.1.5 Juana de León y Mesa 34 2.1.6 Miguel de Ribera Calderón 35 2.1.7 Gertrudis de Escobar y Vera 35 2.1.8 María de Ribera 37 2.2 Esquema familiar de los Ribera Calderón 40 3. Los Ribera: un análisis de su producción bibliográfica 45 3.1 Estructura general del estudio bibliográfico 45 3.1.1 Los registros en el estudio bibliográfico 46 3.1.2 Claves o abreviaturas de bibliotecas 48 3.2 Análisis de las obras 49 3.2.1 El lenguaje novohispano como se observa en el estudio bibliográfico 49 3.2.2 Algunas anotaciones estadísticas 49 3.2.3 Obras localizadas en las bibliotecas 51 3.2.4 Las bibliografías de Andrade y Medina 51 3.2.5 Los ejemplares más abundantes 57 3.3 Reflexiones en torno al estado de los impresos encontrados y su estado de conservación 65 3.3.1 Características tipográficas de los impresos de Ribera 66 Conclusiones 73 Obras consultadas 77 Apéndice 1. Estudio bibliográfico de los impresos de la familia Ribera Calderón encontrados en bibliotecas de la ciudad de México 83 Índice de autores 253 Apéndice 2. Portadas de algunos de los impresos de la familia Ribera Calderón localizados en bibliotecas de la ciudad de México 265 iii Introducción El conocimiento del libro antiguo es de suma importancia para el bibliotecario. Con mayor razón, si pensamos que el libro es el documento que nos ha trasmitido la información de los hechos más importantes de nuestra historia, además de ser la base para nuestra carrera bibliotecológica. Actualmente con las nuevas tecnologías y avances científicos hemos podido recuperar datos que anteriormente creíamos perdidos o simplemente no conocíamos, en tanto que al enfocar nuestra atención en la tecnología nos olvidamos de objetos que siempre han estado ahí, pero sin decidirlo hemos perdido de vista. Tal es el caso de los libros antiguos. México tiene una valiosa historia tipográfica, bibliográfica y cultural que solemos olvidar. El contenido de los impresos novohispanos nos ha permitido comprender cómo era la ciudad y sus habitantes en el siglo XVII. Gracias a documentos gráficos y relatos en impresos de esa época, hoy podemos conocer1 los valores sociales, económicos, y educativos que prevalecían en la sociedad de la Nueva España. La historia de la imprenta en México dio inicio en el siglo XVI en 1539, a la llegada de Juan Pablos, primer impresor proveniente de Europa, contratado por Juan Cromberger, y le siguieron Antonio de Espinosa, Pedro Ocharte, Pedro Balli, Antonio Ricardo, Enrico Martínez, Melchor Ocharte y algunos otros que formaron este gremio, en cuyas imprentas se produjeron 180 impresos en total durante el siglo XVI, transmitiendo las técnicas y el oficio a los nuevos tipógrafos novohispanos2. México fue entonces tierra fértil para el desarrollo de las artes, las ciencias y el conocimiento en general, representado en los libros. Los impresos mexicanos fueron desde ese tiempo de excelente calidad y elegante tipografía. 1 Maza, Francisco de la. La ciudad de México en el siglo XVII. México: FCE, 1968. 2 Rivas Mata, Emma. “Impresores y mercaderes de libros en la ciudad de México, siglo XVII”. En: Del autor al lector: México: CIESAS Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2002. p. 71-102. iv Maza afirma que en el siglo XVII hubo 20 imprentas en la ciudad y que de ellas salieron más de 2,000 títulos entre libros y folletos. La mayoría de las obras eran de devoción y sermones, pero también se produjeron ediciones importantes de poesía, historia y ciencias.3 No obstante, Vicente de Paula Andrade menciona en su Ensayo bibliográfico mexicano del siglo XVII a 26 impresores, en un listado que contiene un total de 1,228 títulos.4 La labor editorial de este siglo se ha considerado difícil y problemática, debido a las dificultades que enfrentaban los impresores para la obtención del papel y las refacciones para el equipo que utilizaban. Obtener dichas refacciones era lento y costoso ya que las importaciones provenían de España, y ese país enfrentaba graves problemas ante Europa.5 Conocemos lo anterior gracias a las bibliografías, realizadas en su tiempo o de manera posterior, por los bibliógrafos Joaquín García Icazbalceta, Vicente de Paula Andrade, Nicolás León y José Toribio Medina. A través de estas bibliografías nos damos cuenta de que en la Nueva Españase realizó un gran esfuerzo en la producción bibliográfica ya que la gran cantidad de títulos publicados supera en número al de muchas ciudades europeas. En contraposición a la cifra de 2,000 títulos mencionados por F. de la Maza y 1,228 del Ensayo bibliográfico de Andrade, 3 Maza, Op. cit.. 4 Andrade, Vicente de Paula. Ensayo bibliográfico del siglo XVII. México: Imprenta del Museo Nacional, 1899. 803 p. 5 Las guerras de España con otras potencias duraron ochenta años: - La guerra de Flandes o guerra de los ochenta años aconteció entre 1568 y 1648. - La guerra anglo-española tuvo lugar entre 1585 y 1604. - La guerra de los treinta años ocurrió entre 1618 y 1648. Al darnos cuenta de la magnitud y simultaneidad de estas tres guerras podemos entender que en el siglo XVII el reino de España se encontraba en fuertes apuros económicos, ya que además de estar obligado a sostener su presencia militar en Europa, los españoles requerían mantener su presencia o poderío sobre las colonias tanto en América como en Filipinas. v Rivas Mata señala mil ochocientos veinticuatro títulos de obras salidas de las prensas de la ciudad de México6. Se observa interés por el enriquecimiento de los libros y se empiezan a incorporar grabados en láminas para ilustrarlos, utilizando generalmente las técnicas de “talla dulce” o al aguafuerte. Martínez Leal refiere que “los grabados eran un tanto imperfectos e ingenuos.” Gran parte de éstos eran de autores anónimos. “Algunos trataban de imitar el grabado europeo, pero la sencillez con que estaban realizados denota su origen un tanto primitivo. Sin embargo, durante este siglo se produjeron también algunos excelentes grabados, predominando las imágenes guadalupanas.”7 La imprenta mexicana fue uno de los factores que contribuyeron a que en el siglo XVII se iniciara en nuestro país una etapa de progreso cultural para los más privilegiados, en este caso los españoles y criollos, en un nivel equivalente al de los europeos. Los primeros documentos bibliográficos surgieron desde que se estableció el virreinato en la Nueva España, es decir desde la segunda mitad del siglo XVI. Las principales lenguas que se utilizaron en éstos fueron el castellano y el latín. Estas bibliografías elementales fueron producto de las exigencias del Tribunal del Santo Oficio, el cual se estableció en la Nueva España a fines de 1571. El propósito de estas listas bibliográficas era constituir un inventario de los libros enviados a América, con el fin de evitar que se recibieran títulos prohibidos. Entre los inventarios así producidos a lo largo de los años se encuentra una Memoria de los 6 Rivas Mata, Emma. “Impresores y mercaderes de libros en la ciudad de México, siglo XVII”. En: Del autor al lector: México: CIESAS Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2002. p. 71-102. 7 Martínez Leal, Luisa. “Los impresores libreros en Nueva España del siglo XVII”. En: Casa del tiempo. May 2002. Disponible en http://www.difusioncultural.uam.mx/revista/may2002/ martinez.html http://www.difusioncultural.uam.mx/revista/may2002/ vi libros que presentó Juan de Ribera, en 1660, cuando aún era solamente mercader de libros.8 Ya en el siglo XVII la imprenta no era una novedad en México. La producción tipográfica aumentó considerablemente en este segundo siglo de vida de la Nueva España. Muestra de ello es lo siguiente: Joaquín García Icazbalceta en su Bibliografía mexicana del siglo XVI: catálogo razonado de libros impresos en México de 1539 a 1600 registra 116 impresos, en tanto que la obra de Vicente de Paula Andrade, Ensayo bibliográfico mexicano del siglo XVII, contiene 1,228 títulos de obras impresas.9 Nicolás León refleja 3,300 títulos en su Bibliografía Mexicana del Siglo XVIII. Si bien sabemos, gracias a la investigación de Fernández,10 en qué bibliotecas mexicanas y extranjeras podemos encontrar los impresos del siglo XVI, el siglo XVII está menos estudiado desde el enfoque bibliotecológico. Uno de los tipógrafos novohispanos menos estudiados es Juan de Ribera y su linaje y no se sabe sobre la importancia de sus impresos, lo que lleva a generar las siguientes preguntas: ¿cuántos impresos de Ribera se conservan en las bibliotecas de la Ciudad de México? ¿Cuáles son las bibliotecas que conservan el mayor número de impresos de esta familia? ¿Cuáles son las temáticas abordadas por sus obras? Y especialmente, ¿cuál es la importancia de sus obras en el contexto social de la época? Dado lo anterior, la presente investigación tiene por objetivo analizar la producción tipográfica de Juan de Ribera y su familia, quienes se encuentran entre los más importantes impresores-libreros de nuestro país en el siglo XVII, mediante la 8 Perales Ojeda, Alicia. La cultura bibliográfica en México. México: UNAM, 2002. pp. 104-108. 9 Andrade, Vicente de Paula. Ensayo bibliográfico… p. 758. Por separado en la misma obra enlista 166 registros correspondientes a la bibliografía poblana. 10 Fernández de Zamora, Rosa María. Los impresos mexicanos del siglo XVI : su presencia en el patrimonio cultural del nuevo siglo. 1,228 – México : UNAM, Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas, 2009. – xvi, 370 p, vii localización de sus obras, las temáticas abordadas y las lenguas en que fueron escritas, así como la relevancia e importancia de sus textos Los objetivos específicos de este estudio son: • Conocer los temas de los impresos de la familia Ribera • Describir las características tipográficas de esos impresos • Describir las obras más importantes de su producción editorial • Confirmar el valor histórico y cultural de estos impresos, como parte de nuestro patrimonio bibliográfico • Dar a conocer y difundir sus impresos como parte de nuestra cultura, y con esto ayudar a su preservación • Realizar un análisis de los impresos de Juan de Ribera y sus descendientes Para conocer mejor el aporte Juan de Ribera, mercader e impresor de libros, así como de su linaje en la historia de la imprenta en México en los siglos XVII y XVIII, fue necesario revisar los documentos de esa época. Juan de Ribera había iniciado el oficio de Mercader en la librería de don Diego de Ribera, su padre, junto con su hermano Hipólito. En 1677 abraza también el oficio de impresor, hasta 1684. Al casarse con María Calderón Benavides heredó la rica tradición editorial de los padres de ella, Bernardo Calderón y Paula de Benavides. Paula de Benavides y sus sucesores habían logrado acrecentar con gran prestigio su propia librería, y para 1660 ofrecían a sus clientes más de 1,200 títulos; la temática principal que trataban era la religiosa. De esta manera, el matrimonio Ribera-[Calderón] de viii Benavides significó la fusión de los negocios de ambas familias. Sus hijos Miguel y Francisco, así como los hijos de Miguel, continuaron esta tradición hasta 1769. En este contexto, se plantea la siguiente hipótesis: • La producción tipográfica de Juan de Ribera y su familia fue muy importante en la historia de la imprenta en la Nueva España porque abordó temas de índole religiosa, científica, histórica, jurídica, de análisis gramatical y de enseñanza de las lenguas indígenas, que son fuentes testimoniales de información para la comprensión de la cultura de la época. • El desconocimiento de la genealogía de la familia Ribera ha dificultado el conocimiento y cuantificación de este patrimonio, tanto para cuestiones materiales como intelectuales. • El patrimonio tipográfico de Juan de Ribera y su familia es una contribución a la cultura impresa novohispana y se estima que existe por lo menos un 40% de los impresos originales en bibliotecasde la ciudad de México. Para lograr lo anterior, se siguió la siguiente metodología: Fue necesario revisar diversos documentos del siglo XVII, realizando la investigación desde el punto de vista histórico-documental para identificar y dar testimonio de los impresos que se produjeron en la imprenta de Juan de Ribera, confrontar la información de las bibliografías de Vicente de Paula Andrade y José Toribio Medina, y triangularla para observar si hay congruencia o discrepancia entre estos autores. Como resultado de esta triangulación se encontró que la bibliografía de José Toribio Medina contenía 40 registros por Juan de Ribera, y la bibliografía de Andrade solamente reportaba 35. ix Una vez detectados los títulos se llevó a cabo una búsqueda y revisión cuidadosa de los impresos conservados en bibliotecas de la Ciudad de México, especialmente la Biblioteca del INAH y de la Biblioteca Nacional, mismas que, conforme a los resultados obtenidos, contienen la mayor cantidad de impresos de la familia Ribera. Por lo tanto, la presente investigación se estructuró en tres capítulos; en el primero se realiza una síntesis de la vida en la Nueva España en el siglo XVII, su situación económica, las clases sociales existentes, la situación del comercio de libros y la imprenta en Nueva España, así como las dificultades que ellos tenían para el desarrollo de su actividad. En el segundo capítulo se presentan uno a uno los integrantes de la familia de Juan de Ribera que desempeñaron su actividad como impresores de 1648 a 1769, así como datos interesantes en las relaciones familiares y los cambios de nombre en el pie de imprenta correspondiente. En el tercer capítulo se presenta el análisis de la producción tipográfica de Juan de Ribera y familia, así como algunos datos comparativos respecto de los miembros de la familia Ribera: cuántos impresos produjo cada uno a lo largo del tiempo, y número de títulos en latín y otras lenguas, títulos relevantes y los temas contenidos en las obras. Este trabajo contiene dos apéndices, el primero con el estudio bibliográfico de las obras de cada impresor que fueron localizadas, así como la referencia a la biblioteca que las tiene en su acervo,11 y el segundo con fotografías de las portadas. 11 El Estudio bibliográfico contiene también algunas aclaraciones respecto a los registros ahí incluidos y el lenguaje en ellos, algunos datos resultantes del análisis de los propios registros y la observación de los originales que la autora tuvo oportunidad de examinar. x Capítulo 1 1 Ojalá sirva para honra de nuestra patria, que en el periodo virreinal vio florecer a mexicanos tan ilustres y de imperecedera memoria por sus virtudes y por su sabiduría. Vicente de P. Andrade, en su Ensayo bibliográfico Mexicano Capítulo 1 La imprenta en la Nueva España en el siglo XVII 1.1 . La sociedad del siglo XVII La sociedad novohispana del siglo XVII daba cuenta de una prosperidad económica relativa, basada principalmente en la productividad agropecuaria y minera. No obstante, no era una sociedad homogénea. La consolidación económica favorecía sólo a familias criollas o peninsulares generando fuertes diferencias étnicas y socioeconómicas. Los menos favorecidos fueron los indígenas que constituían la fuente principal de mano de obra. Mestizos y mulatos formaron el grupo de artesanos y pequeños comerciantes. Amplios sectores del clero eran criollos, nativos de la Nueva España. Cabe mencionar que los criollos eran discriminados y excluidos de los puestos clave del gobierno, que daba preferencia a los peninsulares. En la base de la pirámide social estaban los indios, tanto por su número como por la situación de pobreza en la que se encontraban, que los obligaba a buscar mejores oportunidades de vida en las haciendas que empezaban a formarse, o bien formar parte de la población “flotante” que venía a vender sus productos a las ciudades, lo que dio como resultado una migración constante de indígenas del campo a la ciudad. Los diversos grupos de indígenas hablaban principalmente náhuatl, después les seguían los mixtecos, zapotecos, huastecos, otomíes, mazahuas, etc. Muchos de ellos conservaron su lengua original, pero aprendieron el idioma español para poderse integrar a la nueva sociedad que se estaba gestando.12 12 “De la colonia: mestizos y castas” En: Red escolar ILCE. ― México : ILCE, c2010. Disponible en http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/act_permanentes/historia/histdeltiempo/mexicana/c olonia/c_mos03.htm (consultado noviembre 2014) Capítulo 1 2 En la Nueva España hubo un número importante de negros, que al igual que los demás miembros de su población también presentaron variantes en su apariencia y categorías. El comercio de esclavos se extendió desde los ríos de Senegal y de Gambia en la costa occidental de África hacia el oriente y el sur, hasta Angola. Los traficantes tomaron cautivos a miembros de las tribus Ashanti, Fanti, Minas, Dahomeyanos de la Costa de Oro, y a yorubas de Nigeria. Estos negros se diferenciaban entonces tanto entre sí por su temperamento, habilidad, lenguaje y pigmentación como los blancos, entre ellos existió un vago sistema de castas, de pauta indefinida.13 De esta manera, “lo mismo que los europeos cuyos cutis oscilan entre la blancura de alabastro en ciertas mujeres […] y el moreno oscuro de los sureños peninsulares, así el de los africanos, desde el negro azabache hasta las tonalidades más ligeras del café con leche”.14 Al cruzarse entre sí, las razas blanca, india y negra produjeron una serie de combinaciones humanas, hasta el punto que, a decir de Leonard, se “había creado un verdadero caleidoscopio de tintes, temperamentos y castas. Con el curso del tiempo, la pauta de especies viejas y nuevas llegó a ser casi laberíntica, y desafiaba todo tipo de análisis, formando un compuesto único de tipos, pigmentos y psicologías humanas.”15 Llama la atención el vocabulario utilizado para cada una de las clasificaciones que “describían” a las castas resultantes, que se basaban en el tamaño o ancho de la nariz, labios delgados o gruesos, complexión, o algunos otros atributos físicos, además de los matices en el color de la piel. Algunas clasificaciones, evidentemente establecidas por los blancos, denotaban burla o desprecio hacia aquellos grupos. El mestizo recibió un tratamiento paternalista por parte de los españoles, “tendía a colocarse en el mejor lugar entre los grupos de sangre mezclada,” pero al transcurrir el tiempo recibió mayor discriminación por ser el grupo más numeroso. “La profesión militar permaneció aún entre las más honradas de la cultura de la época y el mestizo podía 13 Leonard, Irving A. La época barroca en el México colonial. ― México : Fondo de Cultura Económica, 2004, c1975. ― p. 81. 14 Op. cit, p. 81. 15 Idem., p. 83. Capítulo 1 3 adscribirse a ella.” 16 Los grupos de razas mezcladas eran quienes hacían los trabajos más pesados y peor remunerados. En la cúspide de la pirámide étnica se encontraban los blancos17. Había diferencias entre ellos: los criollos eran los nacidos en América y los llamados peninsulares, los emigrantes de España, se consideraban como españoles. No obstante, aunque los criollos contaban con menos recursos económicos, en muchos aspectos gozaban de los mismos privilegios de los españoles, incluyendo la educación. La excepción fue en las posiciones de gobierno: los criollos eran discriminados y excluidos de los puestos clave del gobierno, donde se daba preferencia a los peninsulares. Como consecuencia de lo anterior se vivieron complicados procesos sociales. El control y colonización del territorio cubríaun alto porcentaje del territorio mexicano; el grupo criollo se consolidaba. Al inicio del siglo XVII ya había concentración del poder económico en un grupo pequeño de familias que formaban la oligarquía novohispana, controlando la tierra a través de mayorazgos, el capital financiero, el comercio y las minas. Principalmente las minas de plata dieron fama de riqueza a la Nueva España, gracias al desarrollo minero que tuvieron las ciudades de Zacatecas, Taxco, San Luis Potosí, Guanajuato, Chihuahua y muchas otras ciudades de menor tamaño. La sociedad colonial estuvo profundamente dividida por las diferencias culturales y raciales de sus habitantes. Las aspiraciones sociales de cualquier novohispano estaban claramente definidas por su pertenencia a un determinado grupo racial. Esta sociedad era profundamente racista y la gente vivía inmersa en una constante tensión social provocada por estas diferencias. La mayoría de los mestizos era considerada "gente vil" y se les negaba el derecho de ocupar cargos reales, eclesiásticos o municipales. Por ello, el papel de los mestizos en la Colonia fue desde un principio un factor de inestabilidad, pues no tenía un lugar definido en 16 Ibidem, p. 85 17 Rubial García, Antonio. “Las órdenes mendicantes evangelizadoras en Nueva España y sus cambios estructurales durante los siglos virreinales”. En: La iglesia en Nueva España: problemas y perspectivas de investigación. ― México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones s Históricas, 2010. ― pp. 45-48. ― (Serie Historia novohispana ; 83). Disponible en www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital /libros/iglesiane/iglesiane.html Capítulo 1 4 la sociedad de su tiempo. Los mestizos fueron rechazados tanto por los indígenas como por los españoles.18 La educación en la Nueva España Durante este periodo, así como durante toda la época colonial, la ciudad de México fue la ciudad más importante de América. Un escenario de intensa actividad donde las órdenes religiosas mantenían sus propios centros educativos. Las órdenes religiosas fueron las encargadas de la educación en la Nueva España, siendo las más importantes: Franciscanos: “Los franciscanos fueron […] maestros y pacificadores al educar a los niños y jóvenes indios [… el régimen escolar fue duro] con el fin de ser lo mejor para ellos y así darles una buena arma de defensa para su vida futura ante los españoles.”19 El Colegio de la Santa Cruz de Santiago Tlatelolco fue fundado en 1536 con la finalidad de proporcionar educación a los indígenas.20 El Colegio dejó de estar a cargo de los franciscanos en 1546 y quedó en manos de los indígenas. Los franciscanos respetaron esta medida, como parte de su filosofía respecto a la educación en este colegio. En 1569 los franciscanos tuvieron que tomar nuevamente el control administrativo. El Colegio desapareció en 1576 debido a una epidemia viral que cundió tanto entre el personal como entre los alumnos. La nave del templo, reconstruida en el siglo XVII, se encuentra en la actualidad en la Plaza de las Tres Culturas y está dedicada a Santiago Apóstol.21 (Figuras 1 y 2) 18 “De la colonia: mestizos y castas” En: Red escolar ILCE. ― México : ILCE, c2010. Disponible en http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/act_permanentes/historia/histdeltiempo/mexicana/ colonia/c_mos03.htm (consultado noviembre 2014) 19 Jarquín Ortega, Ma. Teresa. “Educación franciscana”. En: Galván Lafarga, Luz Elena. Diccionario de historia de la educación en México. ― México : Comité Académico Interinstitucional para el Fomento y Desarrollo de la Historia de la Educación ; CONACYT, 2002. Disponible en biblioweb.tic.unam.mx/diccionario/htm/articulos/sec_17.htm (consultado enero 2018) 20 “Primera institución de educación superior de América, preparatoria, destinada a los indígenas”. En: Mendieta, Gerónimo de. Historia eclesiástica indiana. ― 4 ed. / de Joaquín García Icazbalceta. ― México : Porrúa, 1993. ― pp. 414-415. 21 Fuente: La biblioteca del Colegio Imperial de Tlatelolco. Centro de Estudios de Historia de México. Fundación Carlos Slim. c2014-2017. Disponible en: http://www.wikimexico.com/articulo/la- biblioteca-del-colegio-imperial-de-tlaltelolco# Capítulo 1 5 Figura 1. Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, hoy Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores.22 Figura 2. Antiguo convento de la Santa Cruz de Tlatelolco.23 Dominicos: El Convento Imperial y Pontificio de Porta Coeli fue establecido en 1541.24 Localizado en la calle de Venustiano Carranza 107, Centro histórico. Los dominicos llegaron a México en 1526 y en 1603 instalaron el Colegio de Santo Domingo de Porta Coeli en su convento en la ciudad de México. Su finalidad era 22 Fuente: SRE. Acervo Histórico Diplomático. Disponible en https://acervo.sre.gob.mx/index.php/ antecedentes 23 Fuente: Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco. Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/ Colegio_de_la_Santa_Cruz_de_Tlatelolco#/media/File:Antiguo_Convento_de_Santiago_Tl atelolco.JPG 24 Soto Lescale destaca el papel de los dominicos en la Real y Pontificia Universidad de México (1551), y les atribuye también la fundación de la Real Universidad de Guadalajara (1792). Soto Lescale, María del Rosario. “Los colegios dominicos de la Nueva España”. En: Congreso Nacional de Investigación Educativa (9: Mérida, Yucatán : nov 5 al 9, 2007). ― Mérida : Universidad Autónoma de Yucatán, 2008. (Disponible en: http://www.comie. org.mx/congreso/memoriaelectronica/v09/ ponencias/at09/PRE1178137072.pdf) Capítulo 1 6 que los jóvenes aspirantes a tomar los hábitos de la orden pudieran aprender los elementos necesarios para profesarla y para evangelizar en las misiones.25 Figura 3. Templo de Porta Coeli, reconstruido en 1889-189026, parte del anterior Convento y Colegio de Porta Coeli.27 Al colegio, cuya fundación fue aprobada en el capítulo provincial de 1604, se le concedieron más tarde todos los privilegios que ya gozaban los colegios dominicos. El colegio adquirió gran prestigio durante el virreinato, ya que en él dictaron cátedra los más connotados talentos de la orden dominica. En este colegio cursó sus estudios el ilustre fray Servando Teresa de Mier Noriega y Guerra, célebre religioso que a su manera luchó denodadamente por la Independencia de México y que fue amigo del insurgente español Francisco Javier Mina.28 25 “Templo de Porta Coeli” En: El Centro Histórico de México. Disponible en: https://www.flickr.com/ photos/eltb/4669857091 (consultado diciembre de 2016) 26 Templo Porta Coeli, Catedral de los melquitas en México, Cuauhtémoc, Ciudad de México. Disponible en https://www.flickr.com/photos/eltb/8598370567/in/photostream/ 27 Fuente: Iglesia del Señor del Veneno. Disponible en: https://www.yelp.com.mx/biz_photos/iglesia- del-señor-del-veneno-méxico?select=U1Pro76V_X2DlbWoB7myvA 28 Carrillo, Jorge J. Jesús. Templo Porta Coeli “Catedral de los melquitas en México” Cuauhtémoc, Ciudad de México. Disponible en https://www.flickr.com/photos/eltb/8598370567/in/photostream/ Capítulo 1 7 Jesuitas: Colegio de San Ildefonso,29 (Figura 4); Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo,30 (Figura 5); Colegio Seminario de Indios de San Gregorio31 (Figura 6). La orden Jesuita fue la más activa en el ramo educativo hasta su expulsión de nuestro país en 1767, por orden del rey Carlos III. Apenas un año después de su arribo, la Compañía de Jesús fundó su primera casa de estudios: el Colegio de San Pedro y San Pablo. Al cumplir una década en territorio novohispano ya gozaba de la simpatía de la población. La demanda educativa lespermitió crear dos colegios más, el de San Gregorio fundado en 1575 y el de San Bernardo de 1576. De los 30 alumnos que albergó inicialmente el Colegio de San Pedro y San Pablo, hacia 1578 ya eran 300 los jóvenes educados por los jesuitas -sumando todos los colegios de la Compañía-. Figura 4. Aspecto exterior del Colegio de San Ildefonso 29 Cantú Bolland, Carlos “El Colegio de San Ildefonso: Patrimonio UNAM 3”. En: AAPAUNAM; Academia, ciencia y cultura. México: Conaculta, c2014. Disponible en: http://www.sic.gob.mx/ ficha.php?table=museo&table_id=768 30 Prado Núñez, Ricardo I. “La ex iglesia del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo: hoy Museo de las Constituciones”. En: AAPAUNAM; Academia, ciencia y cultura. México. ― v.5, ene- mar 2013. ― pp. 40-47. Disponible en: http://aapaunam.mx/Revista/REV-A5-VOL5- Ene_Mar/La_ex_Iglesia _SanPedro_y_San_Pablo_Rev_Enero_Marzo2013.pdf 31 Schmidt Díaz de León, Iliana. El Colegio Seminario de Indios de San Gregorio y el desarrollo de la Indianidad en el Centro de México, 1586-1856. México: Plaza y Valdés, 2012. 232 p. http://www.sic.gob.mx/ http://aapaunam.mx/Revista/REV-A5-VOL5-Ene_Mar/La_ex_Iglesia http://aapaunam.mx/Revista/REV-A5-VOL5-Ene_Mar/La_ex_Iglesia Capítulo 1 8 Figura 5. Colegio de San Pedro y San Pablo, hoy Museo de las Constituciones, a cargo de la UNAM, en la esquina de las calles Carmen y San Ildefonso. Figura 6. Templo de Nuestra Señora de Loreto. A la izquierda, el Colegio Seminario de Indios de San Gregorio, hoy Universidad Obrera de México, Calle San Ildefonso 72.32 Debido a su éxito, a sus planes de estudio y a la tarea religiosa que desempeñaban por todo el territorio, en 1588 los seminarios de San Gregorio y San Miguel se fusionaron con el de San Bernardo en uno solo, bajo la advocación de San Ildefonso. En 1612 el Colegio de San Pedro y San Pablo siguió el mismo fin. Tiempo 32 Fuente: El Colegio Nacional de San Gregorio, institución en la que se establece la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria. Disponible en: http://expresionesveterinarias. blogspot.mx/2017/12/el-colegio-nacional-de-san-gregorio.html Capítulo 1 9 atrás había dejado de ser administrado por los jesuitas y se encontraba en manos de un patronato de seglares que lo llevaron casi a la ruina obligando a los alumnos a buscar resguardo en San Ildefonso, con lo cual ambos colegios se unieron de facto. Transcurrieron seis años más antes de que el rey de España, por cédula firmada en 1618, reconociera la fusión y San Ildefonso se erigiera definitivamente como Colegio Real "concediéndole todas las preeminencias que al de San Martín de Lima". La solemne apertura se realizó el 23 de enero de 1618, aniversario luctuoso del santo.33 Entre el contenido educativo en estas instituciones estaba principalmente la teología, aunque también las letras, el derecho y las ciencias. El Colegio de San Ildefonso estaba dividido en dos: el colegio chico, o Colegio del Rosario, que recibía niños entre 10 y 14 años que supieran leer, escribir y hacer cuentas, y el colegio grande, o Seminario de San Ildefonso, que aceptaba jóvenes de entre 16 y 22 años de edad que leyeran y escribieran latín, conocieran a los autores clásicos y manejaran los principios de la filosofía escolástica. En el colegio grande se podían estudiar dos carreras, la de Sagrada Teología para sacerdotes y la de Derecho Canónico y Civil para religiosos y laicos.34 Mención aparte merece la Real y Pontificia Universidad de México, fundada el 25 de enero de 1553, con sus facultades de Teología, Leyes, Cánones y Medicina, y la facultad menor de Artes, gracias al impulso del primer obispo Fray Juan de Zumárraga, con el apoyo del Virrey Antonio de Mendoza. La lección inaugural 33 Cortés Nava, Ana María. Colegio de San Ildefonso y Sebastián Lerdo de Tejada, rector (1852- 1863) / Tesis que para obtener el grado de Doctor en Historia, presenta Ana María Cortés Nava. – México : la autora, 2012. – pp. 29-36. 34 ídem. Capítulo 1 10 estuvo a cargo de Francisco Cervantes de Salazar el 3 de junio de 155335,36,37 (Figuras 7 y 8). La Real y Pontificia Universidad de México tuvo una biblioteca notable sólo a partir de 1762 cuando el rector, José Ignacio Beye de Cisneros dio un nuevo local a la universidad y aumentó y reglamentó el gobierno de la biblioteca que, a su clausura en 1865, poseía 10,652 volúmenes.38 Figura 7. Edificio de la Real y Pontificia Universidad de México, en las calles de Seminario y Moneda39 35 Cervantes de Salazar, Francisco. México en 1554 : tres diálogos latinos / de Francisco Cervantes de Salazar. – México : UNAM, 2001. – 124 p. 36 Rubial García, Antonio. Monjas, cortesanos y plebeyos: la vida cotidiana en la época de Sor Juana. – México : Taurus, 2005. – pp. 201-205. 37 Pavón Romero, Armando. “Fundación de la Real Universidad”, en Tan lejos, tan cerca, a 450 años de la Real Universidad de México. México : UNAM, 2001. p. 20. Citado en Fernández de Zamora, Rosa María. Los impresos mexicanos del siglo XVI: su presencia en el patrimonio cultural del nuevo siglo. En la muy grande, insigne y muy leal Ciudad de México : UNAM, 2009. P. 24. 38 Martínez, José Luis. Op. cit., p. 56. 39 Fuente: Fotografía de la autora. Capítulo 1 11 Figura 8. Placa que describe el lugar donde estuvo la Real y Pontificia Universidad de México, en la calle de Moneda, a un costado de Palacio Nacional.40 Existían gran número de bibliotecas después de la conquista. Las más ricas fueron las que se encontraban en los conventos. Díaz y de Ovando41 refiere que: El Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo poseía una espléndida y copiosa biblioteca cuyo catálogo completo se encuentra en el Archivo General de la Nación: índice de todos los libros impresos del Colegio de San Pedro y San Pablo; año de 1769. En fojas 671 útiles. Este índice se hace dos años después de la expulsión de los jesuitas. Otro índice que menciona Díaz y de Ovando se refiere a los libros de autores jesuitas “que se hallan en la librería de este Colegio de San Pedro y San Pablo”, “colocados con separación de sus Facultades, expresión de tomos y sus tamaños manifestados”. “Las listas dan el número de volúmenes de Historia, Expositivos, Escolásticos, Moralistas, Filósofos, 40 Fuente: Fotografía de la autora. 41 Díaz y de Ovando, Clementina. El Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo. – México : UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1985. – p. 29. Capítulo 1 12 Espirituales, Canonistas, Cancionatores, Matemáticos, etc.”, así como el número de volúmenes por aposentos de los padres. “Por ejemplo, en el aposento del padre Calado había 5,986 libros [y] en el del Ministro 1,824.”42 Abunda Díaz y de Ovando con información acerca de los autores y obras incluidos en esta biblioteca, y refiere que “muchos de los libros de la biblioteca de San Pedro y San Pablo pasaron a la Universidad cuando los jesuitas fueron expulsados, según dicen los Documentos sobre la expulsión de los jesuitas y ocupación de sus temporalidades en Nueva España (1772-1783)”.43 Los frailes, obispos, canónigos y magistrados se encargaban de enriquecer las bibliotecas de conventos con libros traídos por ellos o por familiares que llegaban de España. También existía el comercio de libros donde acudían en forma individual quienes acrecentaban sus bibliotecas particulares. Leonard describe lo acontecido a Melchor Pérez de Soto, quien habiendo terminado sus estudios de arquitectura, dedicó sus esfuerzos y sus ahorros a recopilar libros de diversos temas y lenguas en su propia biblioteca privada, conmás de 1,600 volúmenes. Cabe mencionar que algunos de los títulos de esta colección cubrían ciertos temas prohibidos. Pérez de Soto terminó encarcelado y enjuiciado ante la Inquisición, a pesar de haber sido el constructor de una parte de la Catedral de la Ciudad de México.44 1.2 La imprenta en la Nueva España previa a Juan de Ribera Leonard hace una comparación interesante al examinar la historia de México con la de los Estados Unidos en la época colonial: Durante la segunda mitad del siglo XVII los pueblos y poblados de Massachussetts se multiplicaron, hubo más y más escuelas, la Universidad de Harvard estaba preparando muchos clérigos; trabajaban varias imprentas, y un activo comercio de libros se desarrollaba mediante importaciones regulares de Inglaterra. La ciudad de Boston era el eje de todo este comercio y, aunque apenas comparable a una 42 Idem. 43 Díaz y de Ovando, op. cit., p. 33. 44 Leonard, Irving A., op. cit. pp. 131-149. Capítulo 1 13 metrópoli como la ciudad de México, iba constituyéndose en centro de actividad cultural y de refinamiento. En 1683, Boston contaba con unos 7 mil habitantes y era el emporio de libros que surtía a las 75 mil o más personas esparcidos por Nueva Inglaterra [… Este mercado estaba encabezado por] John Usher.45 Leonard relata que facturas de 1685 prueban que Usher importó más de “3,421 libros de Inglaterra, y que algunos títulos” anotados en ellos “sólo incluyen parte de sus existencias. Estos documentos indican el número de tomos de cada obra, aunque suministran menos detalles bibliográficos que el inventario contemporáneo mexicano”. Los títulos que aparecen, tanto en el inventario mexicano como en las facturas de Boston, tienden a diferenciarse en categorías sobrepuestas: escritos religiosos, literatura no novelesca laica, y bellas letras, con resultados más o menos equivalentes en proporciones de uno y otro. El religioso fue el pensamiento predominante en ambas regiones coloniales, aunque estuviesen muy alejadas en cuanto a los puntos doctrinarios. Aproximadamente la mitad de los títulos son de esta naturaleza. La coincidencia de títulos específicos en las existencias de los comerciantes protestantes y católicos fue, por supuesto, rara, pero el énfasis común estuvo en escritos homiliarios, sermones y disquisiciones morales.46 Lo anterior marca temas similares en el mercado de libros en Estados Unidos y México, aunque por supuesto los países originarios de ellos respectivamente eran Inglaterra y España, en el “inventario de la ciudad de México [… se encuentra] significativa e inesperada evidencia de que muchos volúmenes procedieron de prensas no españolas: de los Países Bajos y Francia, y especialmente de Amberes, Bruselas y Lyon.”47 Debemos recordar que en América durante el siglo XVI la imprenta se ubicó solamente en las ciudades de México y Lima, y ya en el siglo XVII se abrieron grandes talleres en Puebla y en Guatemala.48 En el siglo XVI la producción local se centró sobre todo en obras de 45 Wright, Thomas G. Library culture in early New England, 1620-1730. Citado en: Leonard, Irving A. La época barroca en el México colonial. – pp. 240-241. 46 Leonard, op. cit., p. 241. 47 Leonard, op. cit., p. 242. 48 Garone Gravier, Marina. “Fuentes para el estudio de la tipografía, la imprenta y el libro antiguo mexicano (1539-1821)” En: Pecia Complutense. Año 9, no.17, 2012, pp. 59-84. Capítulo 1 14 evangelización y algunos escritos en lenguas indígenas, mientras que muchos libros científicos provenían de Europa. Martínez explica que la tarea de evangelización y educación emprendida por los españoles fue de primordial importancia para los libreros e impresores en este continente. “Por ello, catecismos, doctrinas, cartillas, diccionarios y gramáticas de las lenguas indígenas absorben casi totalmente la producción de libros impresos en América durante los siglos XVI y XVII.” 49 Se sabe con certeza de veintiún libreros en el siglo XVI en la Ciudad de México y de dos en la ciudad de Puebla. Los libros se expendían en las imprentas y también se podían adquirir en tiendas comunes en donde se vendían mercancías diversas. La primera librería formal que se conoció en la ciudad de México quizá fue la de Pedro Arias. Nicolás León señaló que en 1606 dicha librería estaba situada “enfrente de la puerta del Perdón de la Iglesia Mayor de México”.50 León también declaró que la producción literaria de los mexicanos, nativos y avecindados, bastó para sostener cuando menos nueve imprentas51 en la ciudad de México durante el siglo XVI; treinta o más en el siglo XVII; nueve de éstas estuvieron ubicadas en la ciudad de Puebla. Respecto a la imprenta, Suárez Rivera recalca que no hay cambios significativos en cuanto a la tecnología de un siglo al siguiente, y coincide en señalar que en el siglo XVII aumentó a 30 el número de impresores registrados, con 1,824 obras impresas.52 Los impresores más importantes del siglo XVII en la Ciudad de México fueron Enrico Martínez (1599-1611), Diego López Dávalos (1601-1613), Juan Blanco de Alcázar (1617-1650), Diego Garrido 49 Martínez, José Luis. El libro en Hispanoamérica: origen y desarrollo. ― 3 ed. ― Salamanca : Fundación G. Sánchez Ruipérez, c1987. ― p. 30. 50 León, Nicolás. “El Instituto Bibliográfico Mexicano: los libros, los bibliófilos, los bibliógrafos mexicanos: sucinto resumen compilado”. En: Boletín de la Biblioteca Nacional. – v. 14, No. 3-4: – 1963. – pp. 17-55. 51 Los nueve impresores novohispanos en el siglo XVI fueron: Juan Pablos, 1539-1569; Antonio de Espinosa, 1559-1575; Pedro Ocharte, 1563-1592, Pedro Balli, 1574-1600, Antonio Ricardo, 1577-1579, Melchor Ocharte, 1599-1601, y Cornelio Adriano César, 1579-1633. Antonio Álvarez y María de Sansoric, Viuda de Pedro Ocharte, tuvieron actividad solamente un año cada uno, en 1563 y 1594 respectivamente, conforme a lo expresado por Ruiz Esparza Pérez, Irma. Impresos novohispanos del siglo XVI en la ciudad de México. México : la autora, 2001. – Tesis-Lic. en Bibliotecología (UNAM; Facultad de Filosofía y Letras). – pp. 9-10. 52 Suárez Rivera, Manuel, “La función de la imprenta en la ciudad de México a finales del siglo XVIII. Mariano Zúñiga y Ontiveros, desde el periódico hasta el calendario” Disponible en http://historiadoresdelaprensa.com.mx/hdp/files/124.doc (consultado: noviembre 2014). Capítulo 1 15 (1620-1625), Juan Ruiz (1612-1675), Francisco Sálvago (1629-1638), Pedro de Quiñones(1637-1669), Bernardo Calderón (1631-1639), Paula de Benavides Viuda de Bernardo Calderón (1639-1684), Francisco Robledo (1640-1647), Francisco Rodríguez Lupercio (1661-1683), Agustín de Santisteban (1658-1661), Hipólito de Ribera (1648- 1656), Juan de Ribera (1677-1685), y la Viuda de Juan de Ribera (1685-1700).53 Entre los impresores de la segunda mitad del siglo XVII destaca un grupo que se dedicaba a la compra y venta de libros y también a la impresión de éstos, lo que les permitía tener gran ventaja tanto económica como política sobre el resto de los impresores. En este grupo sobresalieron Juan Ruiz, la familia Calderón Benavides, los Ribera Calderón, la familia Rodríguez Lupercio y los Guillena Carrascoso. Suárez Rivera concuerda con Medina54, al reconocer a Bernardo Calderón como “fundador de una familia de impresores, la más prolífica del siglo XVII.” Sin embargo, cabe decir que Suárez Rivera no toma en consideración a la familia Ribera Calderón como la más prolífica también del siglo XVIII. Consideremos que en el siglo XVII el propio Bernardo Calderón y su viuda Paula de Benavides ciertamente imprimieron la mayor cantidad de títulos en este siglo. No obstante, observemos la trayectoria de Ribera duranteese mismo periodo: Diego de Ribera como mercader de libros, y a continuación, ya como impresores, Hipólito y Juan de Ribera, y María de Benavides, viuda de Juan de Ribera como cercanos “competidores” en esta medición. Efectivamente, María de Benavides, Francisco de Ribera, la viuda de Miguel de Ribera y su hija María de Ribera rebasaron con mucho esta productividad en el siglo XVIII. En el siglo XVII la imprenta se convirtió en un instrumento para las nuevas necesidades publicitarias y renovadoras que pretendía la iglesia. Los textos impresos de hagiografía (biografías de los santos) tomaron muy diferentes formas: sermones fúnebres, cartas edificantes, biografías particulares, biografías incluidas en textos sobre santuarios o en menologios55 inscritos en crónicas provinciales masculinas y femeninas. Se escribía acerca de las vidas de los ilustres fundadores de las provincias novohispanas como un ejemplo para las nuevas generaciones de jóvenes frailes y monjas, con el fin de que fueran imitados. 53 Medina, José Toribio. La imprenta en México, 1539-1821. – Ed. Facsimilar. – México : UNAM, c1989. – 8 v. 54 Suárez Rivera, Manuel, op. cit. 55 Menologio es un libro organizado según los meses. Capítulo 1 16 La literatura hagiográfica56 tenía como su principal atractivo el narrar hechos prodigiosos; estas narraciones eran necesarias para la unificación y creación de identidad nacional; sobre todo por parte de los criollos, quienes a través de esta literatura daban muestra de estar orgullosos de su tierra donde también había santos y buenos cristianos. Licencias y privilegios Aunado a las dificultades de la labor de impresión en esa época: abastecimiento del papel, dificultades para encontrar y manejar los tipos de impresión, manejo y uso de las tintas y la propia labor de encuadernación, más la demanda de las obras impresas, tenemos los procedimientos de obtención de licencias y privilegios. Esta fue una disposición de origen europeo, para regular las actividades de impresión en el Nuevo Mundo. Toda obra impresa era censurada o aprobada por el Santo Oficio. Las licencias representaban el permiso por parte de la autoridad para que una obra pudiera ser impresa.57 Es decir, una obra sin licencia era ilegal. De aquí que el pie de imprenta en la época incluía la leyenda “Con licencia de los superiores”. “Las normas emitidas por la Corona de Castilla empezaron por reglamentar dos aspectos, denominados privilegios y tasas. Los privilegios consistían en otorgarles facilidades a los impresores, concediéndoles una especie de monopolio sobre las obras a su cargo por un determinado periodo, [de cinco a diez años]. Las tasas se referían al precio al que debían venderse los libros.”58 Tanto los privilegios como las tasas tenían un costo para el impresor, ya que éste debía pagar un “impuesto” antes de imprimir la obra a fin de obtener la autorización superior para la impresión y venta de la misma. Es comprensible pensar que los privilegios con que los impresores debían contar previamente para imprimir una obra se obtenían con facilidad, 56 Acerca de la vida y obra de los santos. 57 Zúñiga Saldaña, Marcela. “Privilegios para imprimir libros en la Nueva España, 1714-1803: La renta de un monopolio editorial”. En: Estudios del hombre. ― número 20. ― 2005. ― pp. 59-86. 58 Fernández de Zamora, Rosa María. Los impresos mexicanos del siglo XVI: su presencia en el patrimonio cultural del nuevo siglo. ― En la muy grande, insigne y muy leal Ciudad de México : UNAM, 2009. ― p. 28. Capítulo 1 17 pero Zúñiga Saldaña59, Martínez Leal60 y Sobrino Ordóñez,61 demostraron que todos los beneficios los obtenía el gobierno. Las ganancias que obtenían los impresores no debieron haber sido muchas, ya que adicionalmente tenían que donar parte de sus ganancias al gobierno o a congregaciones. Durante la etapa más próspera de su actividad como impresores, la familia Ribera Calderón probablemente obtenía los privilegios porque varios miembros de la familia tenían puestos relevantes dentro del clero. Los privilegios se compraban: tenían un costo muy alto, y no cualquiera podía obtenerlos. Solamente los adquirían los impresores con mayor capacidad económica, a fin de solventar su mantenimiento y supervivencia. Tenían que pagar una cantidad en donación o apoyo a determinada congregación, pero debían cubrir todos los gastos que les mandaba hacer el gobierno, como eran el costo de papel, tintas, la encuadernación, y la producción misma, a pesar de que fuese una publicación “oficial”. Solamente recuperaban costos por la venta del privilegio que obtenían para imprimir cartillas o alguna otra obra, o por la venta directa al público.62 Como cualquier título de propiedad, el privilegio debía formar parte de un testamento si se quería transmitir a alguien; se debía llevar a cabo por medio de la escribanía real y después mandarse al Consejo para que tuviera validez. Lo podemos observar con María de Rivera Calderón, quien heredó de sus padres el privilegio para imprimir cartillas y doctrinas en toda la Nueva España, mismo que había permanecido en su familia desde 1641. Al solicitar la renovación del mismo, hacía alusión al cumplimiento puntual con que realizaba el depósito 59 Zúñiga Saldaña, Marcela. “Privilegios para imprimir libros en la Nueva España, 1714-1803. La renta de un monopolio editorial”. En: Estudios del hombre. ― número 20 ― 2005. ― pp. 60- 86 60 Martínez Leal, Luisa. “Los impresores libreros en Nueva España del Siglo XVII”. En Revista Casa del tiempo. ― Mayo 2002. Disponible en http://www.uam.mx/difusion/revista/may2002 /martinez.html 61 Sobrino Ordoñez, Miguel Ángel, y Luz del Carmen Beltrán Cabrera. “Impresoras novohispanas 1541-1755: análisis cuantitativo-valorativo de su producción”. En: Garone Gravier, Marina, comp. Memorias, las otras letras : mujeres impresoras en la Biblioteca Palafoxiana. ― Puebla : Bibloteca Palafoxiana, 2009. ― pp. 5-9. 62 Zúñiga Saldaña, Marcela. “Privilegios para imprimir libros en la Nueva España, 1714-1803: La renta de un monopolio editorial”. En: Estudios del hombre. ― número 20. ― 2005. ― pp. 59- 86. Capítulo 1 18 de la limosna anual a la que se habían obligado sus padres a dar al Hospital Real de la Ciudad de México, la dotación de papel que debía proporcionar para la elaboración de los oficios de gobierno, la impresión de las circulares que le habían sido asignadas, y la encuadernación de los libros de asientos de reales cédulas y mandamientos que se libraban anualmente. Para reforzar sus argumentos, María de Ribera aseguraba que ese privilegio era “el único auxilio que tengo para mantenerme con alguna decencia a mis obligaciones, y la mayor razón es la generosa piedad de vuestra excelencia”. 63 La renovación del privilegio le fue concedida el 10 de marzo de 1724, para que entrara en vigor el 27 de enero de 1725, fecha en que terminaba el que se había concedido a sus padres. Le pidió a su apoderado en Sevilla, Juan José Rodríguez de Ortigosa, que solicitara directamente en el Consejo de Indias la confirmación del privilegio. La trascendencia de este privilegio se vio interrumpida en 1725 por “el pleito que introdujo Joseph Bernardo de Hogal, ofreciendo dar quinientos pesos anuales. [Al desarrollarse la audiencia llevada a cabo al respecto,] De Hogal subió su oferta a 800 pesos, [… y] aunque a María de Ribera le pareció extremadamente alta esa oferta, aceptó ofrecer la misma cantidad. […] Como podemos notar, los privilegios para imprimir libros podían adquirirse por medio de remates.”64 No es difícil pensar que en ese mercado de libros también se importaba literatura “no recomendable”, tanto así que en 1640 por mediode una disposición (Figura 9) se ordenaba que a principio de cada año los libreros de México presentaran ante el Santo Oficio un inventario de los libros que poseían para someterlos a inspección y expurgación, si así fuera necesario, en cotejo contra el índice de obras prohibidas. En 1655 el abogado de la Real Audiencia y del Santo Oficio, Dr. Rodrigo Ruiz de Cepeda, se lamentaba que los libreros no hacían caso de esta disposición, por medio de notificaciones para que cumplieran con el 63 Zúñiga Saldaña, Marcela. Op. cit., pp. 64-65. 64 Ídem. Capítulo 1 19 requisito y advertía que en caso negativo caerían en la censura y debían pagar cincuenta ducados.65, 66 Figura 9. Orden de la Inquisición para que los mercaderes de libros presentaran lista de los libros en existencia en su inventario.67,68 65 González González, Enrique, y Víctor Gutiérrez Rodríguez. “Libros en venta en el México de Sor Juana y de Sigüenza, 1655-1660”. En: Del autor al lector / Carmen Castañeda, coord. – México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2002. – pp. 117. 66 Perales Ojeda, Alicia. La cultura bibliográfica en México. – México : UNAM, 2002. – pp. 104-116. 67 El texto en la figura 9 dice así: El Sr. Rodrigo Ruiz de Cepeda Mart[ínez] Presbitero, Abogado de la Real Audiencia y de Presos de este Sto. Officio, su Calificador y expurgador de libros, como mexor aia [sic] lugar = Digo que por el novísimo índice y expurgatorio del año de quarenta[,] semanda [sic] a los libreros que al principio de cada año dentro de sesenta días se han [i.e., sean] obligados a hacer inventarios por Alphabeto, de los libros que tienen, el qual Jurado y firmado se debe entregar aeste Tribunal, [y de no hacerlo se aplicará] pena de cinquenta ducados y también se manda adhos [i.e., a dichos] libreros o qualesquier otros que hizieren listas o memorias de libros para vender o apreciar, sean obligados a presentar y refrendar las tales letras memorias y libros ala persona o personas que para reconocerlas y registrarlas estuviere deputada por este Santo Officio por las razones que dicho mandato contiene, pena de censura y de cinquenta ducados para gastos de este Santo Officio … [transcripción de la autora]. 68 Archivo General de la Nación, GD61 Inquisición, año 1655, vol. 438, Exp 43, fs.8. Memoria de los libros que presentaron en este Tribunal los libreros que hay en México, [para que] se cumpliese en todo y por todo las reglas que se refieren al expurgatorio nuevo, notificándolo a distintas personas. Capítulo 1 20 Por la cantidad de notificaciones se piensa que no eran muchos los libreros en la Ciudad de México en este tiempo, ya que sólo se les enviaron a: Hipólito de Ribera, Francisco Rodríguez Lupercio, Juan Lorenzo Beson, Agustín de Santiesteban, el Bachiller Antonio Calderón69 y Juan de Ribera. La mujer en la historia de la imprenta en México. Las esposas de impresores dominaban las labores de impresión debido a que las imprentas eran negocios familiares, ellas lo mismo cosían cuadernillos y plegaban pliegos de papel, que componían letras, recogían los pliegos impresos o se presentaban ante el virrey para solicitar permisos de impresión. Por lo anterior, no es sorprendente considerar que, al morir el titular de la imprenta, su viuda no sólo terminaba la impresión de la obra encargada, sino que continuaba las actividades y el desarrollo del negocio, por el bien de su propio sustento y el de su familia. Este hecho contrasta con la idea que tradicionalmente se tuvo en la sociedad en general respecto del papel de la mujer. Recordemos que en Europa y Estados Unidos la mujer obtuvo derecho a voto hasta ya entrado el siglo XX, y le han seguido otros países. El consumo de libros en la Nueva España. Los lectores, compradores o consumidores de los libros eran principalmente los miembros de la nobleza, los eclesiásticos del clero regular o secular, así como los eruditos y humanistas que formaban otro grupo. Los artistas también amasaron bibliotecas, y también tenemos a personajes con cargos políticos, como los virreyes. No obstante, la difusión del libro alcanzó también en menor grado a personajes de bajos rangos sociales ya que “los criados de grandes familias; hombres cultos, que tenían aficiones literarias, podían aprovechar la posibilidad de tomar libros prestados de las bibliotecas de sus amos.”70 Fernández de Recas también indica que los aficionados a las letras debían conformarse con los libros religiosos y uno que otro de la antigüedad clásica ya que pocos eran los autores contemporáneos. Hace hincapié en que las listas incluyen solamente los libros que 69 En ese tiempo Antonio Calderón y su sobrino Francisco de Ribera Calderón formaron el pie de imprenta “Herederos de la Viuda de Bernardo Calderón”. 70 Chevalier, M. Lectura y lectores en la España del siglo XVI y XVII. – Madrid: Turner, 1976. – pp. 20, 29-30. Citado en Manrique Figueroa, César. “Libros, lectores y bibliotecas del México colonial”. Capítulo 1 21 tenían en su poder en el año de 1655. Los libros en estas listas no estaban impresos en la Nueva España, sino que provenían de diferentes países, principalmente de España.71 La producción bibliográfica en la historia novohispana. A través de los años nuestro país ha tenido una importante producción bibliográfica, que como hemos observado, es equiparable a la de otros países en América y Europa. La Nueva España tuvo el orgullo de ser el lugar donde se estableció la primera imprenta en América. Durante los años posteriores al establecimiento de la imprenta de Juan Pablos cada vez más impresores dieron impulso a las ideas, la religión, la historia, las letras y el resto de las actividades humanas. La imprenta novohispana, entonces, estaba al nivel de la imprenta europea y estadounidense.72 La tabla a continuación presenta en resumen el total de títulos publicados por imprentas mexicanas, como lo reflejan los bibliógrafos mexicanos que estudiaron y recopilaron la producción en cada siglo. Martínez73 señala los siguientes datos de la producción tipográfica novohispana. Podemos observar que del siglo XVI al XVII la producción aumentó un 686%, y del XVII al XVIII un 283%. Tabla 1. Producción tipográfica novohispana Siglo Producción Bibliógrafo XVI 179 Joaquín García Icazbalceta XVII 1,228 Vicente de Paula Andrade XVIII 3,481 Nicolás León El contexto histórico descrito en la mayor parte de este capítulo representa las condiciones en que se desarrolló la historia de la familia Ribera, desde Diego de Ribera como librero, su hijo Hipólito de Ribera quien además de librero comenzó actividades como impresor, mismas que se interrumpieron por veintiún años para ser retomadas por su hermano Juan 71 Fernández de Recas, Guillermo S. “Libreros y libros de mediados del siglo XVII en México”. En: Boletín de la Biblioteca Nacional, 2ª. Época, tomo IX, núm. 2, abril-junio de 1958, pp. 7-13 72 Leonard, Irving A., op. cit. pp. 131-149. 73 Martínez, José Luis. op. cit. pp. 43-44. Capítulo 1 22 de Ribera, quien se casó con María (Calderón) de Benavides. Ella a su vez prosiguió las actividades de impresión y las heredó directamente a su hijo Miguel de Ribera Calderón, y a la muerte de éste las prosiguió su viuda, Gertrudis de Escobar y Vera, cuyos descendientes continuaron como los Herederos de la Viuda de Miguel de Ribera. Luego les siguieron María (Candelaria) de Ribera y finalmente los herederos de Doña María de Ribera. El capítulo siguiente contiene los detalles de cada uno de estos personajes según se encontró evidencia entre sus propios impresos y en algunas fuentes documentales.Capítulo 2 23 No dejes pasar una mañana sin hacer un apunte, una tarde sin escribir una página, una noche sin leer una línea. José Toribio Medina Capítulo 2 Un retrato biográfico del impresor Juan de Ribera y su linaje 2.1 La familia Ribera en la imprenta novohispana En la historia de la imprenta novohispana existieron grandes impresores, cuya trayectoria al morir su fundador fue continuada por sus viudas. Los nombres que saltan a la memoria son Bernardo Calderón y su viuda, Bernardo de Hogal y su viuda, Francisco Rodríguez Lupercio, etc. Este capítulo pretende reflejar algunos aspectos de la vida de los integrantes de la familia Ribera que participaron en la historia de la imprenta novohispana, ya que su actividad inició en el año 1648 y culminó en 1769: tres generaciones y 121 años de existencia. Como veremos más adelante, la historia de la familia Ribera comenzó a ganar importancia con Juan de Ribera, además de que su descendencia tuvo la habilidad de hacer que su negocio conservara el prestigio por varias generaciones. Esta revisión genealógica estuvo integrada de la siguiente forma: 2.1.1 Hipólito de Ribera, nacido el 24 de agosto de 1611, probablemente muerto en 1656. Fue el primer impresor de la familia Ribera, hijo de Diego de Ribera, mercader de libros, quien se estableció en la calle del Empedradillo (Figuras 1, 8 y 9), frente al costado poniente de la Catedral de la Ciudad de México. Actualmente esta calle tiene el nombre de Monte de Piedad. Capítulo 2 24 Figura 10. Esquina de la calle del Empedradillo, hoy Monte de Piedad.74 Hipólito tuvo a su cargo imprimir uno de los primeros libros científicos de la Nueva España, el Tratado de la qvalidad manifiesta, qve el Mercurio tiene.75 Hipólito imprimió principalmente sermones y elogios y descripciones religiosas. Su actividad como impresor comprende los años 1648 a 1656. Figura 11. Firma de Hipólito de Rivera76 74 Fuente: fotografía de la autora. 75 El título completo es Tratado de la qvalidad manifiesta, qve el Mercurio tiene; pruevase frio, y humedo en segundo grado, con graves autores, y quarenta y ocho razones; añadido vn discvrso de vna enfermedad que padeció en esta Ciudad vna persona gravissima. Véase el registro A3, página 1 del Catálogo. Este título es uno de los libros antiguos que orgullosamente resguarda la Facultad de Medicina, en la Biblioteca del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina, Dr. Nicolás León. 76 Todas las fotografías de actas, firmas autógrafas y documentos históricos fueron fotografiados por la autora en diversas fuentes en el Archivo General de la Nación. Capítulo 2 25 Figura 12. Fe de bautizo de Hipólito de Ribera.77,78 2.1.2 Juan de Ribera, 1628-1685, fl. 1677-1685. Se han hecho diversas suposiciones respecto a Juan de Ribera. José Toribio Medina, en su obra La imprenta en México 1539-1821, sostenía que Juan de Ribera nació en la ciudad de Sevilla e incluso mencionaba que imprimió en esa ciudad dos obras durante los años de 1657 a 1659. Sin embargo, él mismo no se explica por qué hubo un lapso tan largo en que vuelven a aparecer obras impresas por él hasta el año de 1677: “La circunstancia de que su nombre se pierda tan repentinamente de los anales de la tipografía hispalense y la de que en México se vea aparecer un impresor del mismo nombre y apellido, si bien cerca de 18 años después, autorizan con visos de probable la suposición de que ambos fuesen una misma persona, o por lo menos, de la propia familia.”79 Pérez Salazar, por su parte, desmiente lo anterior: “Ribera nació en México” [y lo demuestra al transcribir las amonestaciones previas al matrimonio Ribera-Calderón, ya que ahí se menciona: “… Juan de Ribera, nacido en México y María Benavides, 77 Transcripción: “Hypolito. En veinte y quatro de agosto bautize A y Polito [sic] hijo de Diego de Ribera y de Jua Venegas. Fueron sus padrinos Lorenzo de … [ilegible] y su mujer Leonor Duran. Con licencia que me dio el Lic.do y p. V. … [ilegible]. 78 "México, Distrito Federal, registros parroquiales y diocesanos, 1514-1970". En: FamilySearch Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/1:1:N8YP-TM6 : Hypolito de Ribera, 1611. 79 Medina, Toribio. Op. cit., p. cxxxix. Capítulo 2 26 nacida en México…”] Por otra parte, “… no hay noticia de que haya ido a trabajar a España, lo que sería inusitado en aquellos tiempos, tratándose de un artesano.” 80 Otra posibilidad, que la autora de este trabajo consideró al principio del proyecto, fue la siguiente: dado que pasaron 21 años entre el último libro impreso por Hipólito y el primero impreso por Juan, este último sería hijo del primero, pero la evidencia ofrecida por las constancias del bautizo de Hipólito y Juan nos indica que fueron hermanos, e incluso ambos tuvieron los mismos padrinos, a pesar de que Hipólito era casi 17 años mayor que Juan. Con Juan de Ribera comienza una dinastía de impresores que tuvo actividad continua desde el año 1677 hasta 1769, ya que le sucedieron su viuda, sus hijos, las viudas de sus hijos, sus nietas y los herederos de una de ellas. El prestigio de Juan de Ribera como librero e impresor obedece a dos factores: 1. Juan de Ribera fue precedido por su padre Diego de Ribera y su hermano Hipólito de Ribera en el negocio de los libros y la imprenta. 2. Juan de Ribera, nacido el 28 de febrero de 1628,81 contrajo matrimonio con María de Benavides, hija de los también prestigiados impresores Bernardo Calderón y Paula de Benavides, con lo cual se consolidó la herencia familiar en la actividad editorial de la Nueva España: más de 120 años de existencia de los apellidos Ribera y Ribera Calderón, esto contando con la actividad de Hipólito de Ribera. 80 Pérez Salazar, Francisco. “Dos familias de impresores mexicanos del siglo XVII: Sesión del 6 de octubre de 1924”. En: Mémoires, Societé Scientifique “Antonio Alzate”, t. 43. pp. 447-511. 81 “México, Distrito Federal, registros parroquiales y diocesanos, 1514-1970". En: FamilySearch Disponible en https://familysearch.org/ark:/61903/1:1:QKZF-XFVK : Juan de Ribera, 1628. Capítulo 2 27 Figura 13. Fe de bautismo de Juan de Ribera.82 Figura 14. Firma de Juan de Rivera. En otros documentos firma como Juan de Ribera. Por la importancia del parentesco que Juan de Ribera tuvo con la familia Calderón Benavides, es necesario mencionar los datos relacionados con Bernardo Calderón y Paula de Benavides, en referencia a Pérez Salazar, quien escribió “Las biografías de los impresores pertenecen en cierta forma a la historia de la literatura”, según dice Joaquín García Icazbalceta: “Son un algo integrante de la ciencia bibliográfica, que en gran parte existe por ellos”.83 Montiel y Beltrán relatan que Bernardo Calderón fue “acusado en 1630 por haber traído libros de España y haberlos vendido sin licencia del Santo Oficio 84 para lo 82 Transcripción: “febrero - 1628 / Juan - En veinte y ocho de febrero de mil y seiscientos veinte y ocho, con licencia del cura Hernan [… ilegible] baptizé a Juan hijo de Diego deribera y de Juana Venegas; fueron padrinos Lorenzo de [… ilegible] Eleonor Duran. 83 Pérez Salazar, Francisco. “Dos familias de impresores mexicanos del siglo XVII: Sesión del 6 de octubre de 1924”. En: Mémoires, Societé Scientifique “Antonio Alzate”, t. 43. ― p. 447. 84 (AGN, Inquisición, vol. 37, exp.8, f.4), citado en: Montiel Ontiveros, Ana Cecilia, y Luz del Carmen Beltrán Cabrera “Paula de Benavides: impresora del siglo XVII: el inicio de un linaje”. En: Contribuciones desde Coatepec. – no. 10. – ene-jun 2006. – p.106. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/pdf/281/28101005.pdfhttp://redalyc.uaemex.mx/pdf/281/28101005.pdf Capítulo 2 28 que en su defensa presentó el testimonio de un colega librero: nada menos que Diego de Ribera, miembro de la familia con quien años más tarde los Calderón Benavides emparentarían. Probablemente a raíz de este contacto entre dos miembros de un mismo gremio hubiese surgido la relación personal entre los hijos de ambas familias, que culminó con el matrimonio de Juan de Ribera y María de Benavides. Pérez Salazar relata una versión cuestionable de la boda de Juan de Ribera y María de Benavides, indicando una fecha diferente. 85 No obstante, él mismo prefiere la fecha señalada por García Icazbalceta: quien afirma que dicha boda se celebró el 14 de agosto de 1647. Esta misma fecha la refleja el acta de matrimonio encontrada.86 La imprenta de Juan de Ribera a principios de 1677 tenía local u oficina en el Empedradillo, llamada así por haber sido una de las primeras que empedraron en la ciudad. Hoy esta calle se llama del Monte de Piedad, por estar situada en ella la benéfica institución fundada en 1775 por D. Pedro Romero de Terreros. El edificio en el que hoy tiene sede su casa matriz (Figura 15) data de 1836. La calle del Empedradillo ocupaba la hilera de casas que se extendía desde la esquina de la calle de Plateros (hoy Madero) hasta la calle de Tacuba, frente al costado poniente de la Catedral de México.87 85 Pérez Salazar, Francisco. “Dos familias de impresores mexicanos del siglo XVII: Sesión del 6 de octubre de 1924”. En: Mémoires, Societé Scientifique “Antonio Alzate”, v. 43. p. 459. 86 "México matrimonios, 1570-1950," FamilySearch https://familysearch.org/ark:/61903/1:1:JHTW- Z9M : Juan De Ribera and Maria Calderon Y Benabidas, 14 Aug 1647; Asuncion, Mexico, Distrito Federal, Mexico, Ref.; FHL microfilm 35,268. 87 “Calle del Empedradillo”. En: TuBicentenario 1810-1910. – México : Telmex, 2011. Disponible en: http://bicentenario.com.mx/?p=10700. Consultado en julio 2011. http://bicentenario.com.mx/?p=10700 Capítulo 2 29 Figura 15. Nacional Monte de Piedad, uno de los edificios que demarcan lo que fue la calle del Empedradillo.88 Figura 16. Placa conmemorativa que se encuentra en la Calle Monte de Piedad esquina con Tacuba.89 La placa en la figura 16 indica “en el extremo sur de este edificio estuvo la imprenta de los Herederos de la Viuda de Miguel de Ribera Calderón”. Entonces el local de Juan de Ribera se encontraba precisamente en el edificio mostrado en las figuras 17 y 18, en la esquina de Monte de Piedad y Tacuba. La placa mostrada arriba en 88 Fuente: https://i.pinimg.com/originals/d3/a2/2f/d3a22fd5061b18ae2c6456b86d7f3baf.jpg 89 Fuente: fotografía de la autora. Capítulo 2 30 esta misma página se encuentra junto a la columna en la esquina, a la derecha de la imagen. Ver círculo rojo en la fotografía abajo. Figuras 17 y 18. En estas imágenes se muestra el extremo sur del edificio, el local hoy llamado Centro Joyero, conforme a la descripción de la placa conmemorativa de la página anterior (figura 16).90 90 Fuente: fotografías de Google maps.® Capítulo 2 31 Los datos biográficos respecto a Juan de Ribera son demasiado breves en el Diccionario biográfíco, histórico y geográfico91: A partir de la impresión de la Chronica de Fr. Baltasar de Medina (1682) se acreditó de manera sobresaliente. Su viuda María de Benavides, hija de Bernardo Calderón y de Paula de Benavides le sucedió en la propiedad del taller establecido y lo administró hasta 1700. La obra más voluminosa que imprimió fue el Teatro mexicano de Vetancurt, en 1698. Murió en junio de 1685 en la ciudad de México. Cfr. José Toribio Medina, La imprenta en México, 1539-1821, México, 1989. Diccionario Porrúa, p. 2947. Martínez Leal dice que Juan de Ribera figuró “como mercader desde 1677 y ya como impresor y mercader en la calle del Empedradillo, a partir de 1684.” 92 Este dato no es verídico ya que Ribera tuvo actividad como impresor a partir de 1677 y hasta principios de 1685. En tanto, Medina señala que Juan de Ribera falleció en junio de 1684. En el catálogo que es objeto de esta obra encontré tres de los seis títulos impresos por Juan de Ribera en 1685, en tanto que de su Viuda encontré otros tres de los siete títulos impresos por ella a finales del mismo año. Martínez Leal93 sostiene que la imprenta de Juan de Ribera de 1677 a 1684 tuvo una producción de 148 impresos; los bibliógrafos Vicente de Paula Andrade y José Toribio Medina tampoco coinciden en este número, ya que Medina lista 40 impresos y Andrade sólo 35 de ellos. Entre los impresos de Juan de Ribera se encuentran relevantes autores como Sor Juana Inés de la Cruz, Carlos de Sigüenza y Góngora, así como multiplicidad de personajes religiosos de la época, entre ellos Baltazar de Medina y Agustín de Vetancourt. 2.1.3 María de Benavides, Viuda de Juan de Ribera, fl. 1685-1700. Como ya se había señalado, Juan de Ribera contrajo matrimonio con María Calderón 91 Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México. 6 ed. México: Porrúa, c1995. v. 4. p. 2947. 92 Martínez Leal, Luisa. “Los impresores libreros en Nueva España del Siglo XVII”. En Revista Casa del tiempo, Mayo 2002. Disponible en http://www.uam.mx/difusion /revista/may2002/martinez.html 93 Martínez Leal, Op. cit., p. 96 http://www.uam.mx/difusion Capítulo 2 32 Benavides, hija de Bernardo Calderón y Paula de Benavides, quien a la usanza de la época adoptó el apellido materno, y fue mejor conocida como María de Benavides. De los siete hijos que tuvieron Bernardo Calderón y Paula de Benavides, sólo María contrajo matrimonio. Esto evitó que la descendencia y la propia imprenta de Calderón desaparecieran. “Esta asociación por matrimonio de una familia de mercaderes con una de impresores sirvió para iniciar una nueva rama de impresores-libreros y continuar con la tradición tipográfica y comercial, ya que los descendientes del matrimonio Ribera Calderón siguieron el mismo oficio hasta 1767. Rivas Mata declaró que la familia Ribera Calderón llegó a imprimir “445 escritos en 58 años (1677-1735)”.94 No obstante, como resultado de la presente investigación, la autora contó 1,096 impresos en 121 años por la familia Ribera en la bibliografía de José Toribio Medina, más 89 títulos que localizó y no fueron registrados por José Toribio Medina ni por Vicente de Paula Andrade. Al morir Juan de Ribera, su viuda María de Benavides quedó al frente de la imprenta, entre los años 1685 y 1700. De sus prensas salieron más de cien impresos bajo el nombre de María de Benavides, Viuda de Juan de Ribera. Figura 19. Firma de María de Benavides, Viuda de Juan de Ribera Juan de Ribera y María de Benavides tuvieron ocho hijos, dos de los cuales siguieron la vida religiosa, y otros dos, Miguel y Francisco, continuaron la tradición tipográfica de la familia. Francisco heredó la imprenta de su abuela materna Paula de Benavides, misma que recientemente había venido atendiendo con su tío 94 Rivas Mata, Emma. “Impresores y mercaderes de libros en la Ciudad de México, Siglo XVII”. En: Castañeda, Carmen (coord.). Del autor al lector. ― México : CIESAS ; Conacyt ; Porrúa, 2002. ― p.90 Capítulo 2 33 Antonio,95 y dio así continuidad a la imprenta de Bernardo Calderón, establecida en la calle de San Agustín, hoy República de El Salvador. Por su parte, Miguel heredó de su madre la imprenta que fue de Hipólito y Juan de Ribera, en el local del Empedradillo. Ambas imprentas, la de Calderón y la de Ribera, se encontraban en
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