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el angel inclinado - Cecilia Santillana Méndez

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Centro de Publicaciones / Universidad Nacional del Litoral 
El ángel inclinado 
1937 
Esta edición electrónica reproduce por escaneo la parte correspondiente a este poemario, 
de la monumental edición de las Obras Completas, realizada por el Departamento de 
Publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral, hoy lamentablemente muy difícil, 
sino imposible, de hallar. Se ha dejado el número de página original para referencia 
en citas. 
Puesto que la sección de notas está al final de la poesía editada y antes de la inédita 
y la prosa, no sigue la secuencia de números de página. 
Los poemas de Juanele exigen una cuidadosa disposición en la página, tipografía, 
interlineados, a veces sangrados, cuestiones en la que el autor era minucioso y 
exigente; vaya por tanto todo el mérito que corresponde a esa gran obra que fue 
la edición de la UNL. 
Índice 
(se indica el número de página del papel, 
seguido del número de página en el pdf) 
Fui al río... 229 5) 
En el dorado milagro... 230 6) 
El rio tiene esta mañana... 232 8) 
El pueblo bajo las nubes... 233 9) 
Ah, esta tarde encendida... 234 10) 
El río todo dorado... 235 11) 
No podéis, no, prestar atención... 236 12) 
Invierno, tarde tibia... 239 15) 
García Lorca... 240 16) 
Todas las gracias... 241 17) 
¿Dónde estaba...? 243 19) 
Y déjanos pasar... 244 20) 
La ribera 245 21) 
Luciérnagas... 246 22) 
En este momento... 247 23) 
Ligero el día... 248 24) 
Miro por la ventana... 249 25) 
Un palacio de cristal... 250 26) 
Luna y rocío... 252 28) 
Luego de las poesías se encuentran las notas de la edición 
En el aura del sauce El ángel inclinado 229 
Fui al río... 
Fui al río, y lo sentía 
cerca de mí, enfrente de mí. 
Las ramas tenían voces 
que no llegaban hasta mí. 
La corriente decía 
cosas que no entendía. 
Me angustiaba casi. 
Quería comprenderlo, 
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él 
con sus primeras sílabas alargadas, 10 
pero no podía. 
Regresaba 
—¿Era yo el que regresaba?— 
en la angustia vaga 
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas. 
De pronto sentí el río en mí, 
corría en mí 
con sus orillas trémulas de señas, 
con sus hondos reflejos apenas estrellados. 
Corría el río en mí con sus ramajes. 20 
Era yo un río en el anochecer, 
y suspiraban en mí los árboles, 
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí. 
Me atravesaba un río, me atravesaba un río! 
Juan L. Ortiz Obra Completa 230 
En el dorado milagro... 
En el dorado milagro 
de la tarde, 
en el último momento 
transparente de la tarde, 
pronto a florecer del cielo 
jardines que caen, caen, 
oh, cómo juegan los niños, 
en la calle verde, verde, 
con espejos encantados. 
Los niños, oh, cómo juegan. 10 
Cómo la risa remonta 
sobre el hambre, sobre el hambre. 
Ah, cómo juegan los niños 
al borde de los vacíos 
de oro pálido, con nubes 
de blancor último, nubes. 
Ah, cómo juegan los niños, 
olvido que canta en torno 
de los espejos, y danza 
como tallos en la brisa. 20 
Oh, la pureza profunda 
de la alegría de ellos, 
de ellos que ya algo saben, 
no, que saben demasiado. 
Demasiado saben, pero 
aún ignoran 
En el aura del sauce El ángel inclinado 231 
la pesadilla cortada 
de metralla y muerte súbita 
—sorpresa terrible de ángeles 
despertados en el fuego 30 
y la sangre—, 
de sus hermanos lejanos 
de las ciudades de España. 
Aún ignoran, aún ignoran. 
Danzad, corred, oh alegría 
efímera sobre el hambre, 
sobre la angustia nocturna, 
sobre la fatiga diaria, 
sobre el pertinaz asombro, 
en el dorado relámpago 40 
de la tarde con espejos. 
Gracias por la fuerza pura, 
qué fuerza, oh hombres, qué fuerza 
del íntimo surtidor 
que abre rosas de alegría 
en torno de los espejos, 
de los espejos con nubes, 
bajo el cielo pronto a abrir 
jardines que caen, caen... 
Juan L. Ortiz Obra Completa 232 
El río tiene esta mañana... 
El río tiene esta mañana, amigos, 
una fisonomía cambiante, móvil, 
en su amor con el cielo melodioso de otoño. 
Como una fisonomía dichosa cambia, 
como una fisonomía sensible, sensitiva. 
Orillas. Isla de enfrente. 
Cómo danzaría la alegría allí, 
cómo danzaría, 
ebria de ritmo ante las formas de las nubes, 
de las ramas, de la gracia de los follajes 10 
penetrados de cielo pálido y dichoso! 
¡Cómo danzaría la alegría allí! 
Orillas. 
Una mujer que va hacia una canoa. 
Hombres del lado opuesto que cargan la suya. 
Los gestos de los hombres y el paso de la mujer 
y el canto de los pájaros se acuerdan 
con el agua y el cielo en un secreto ritmo. 
Un momento de olvido musical, un momento. 
Un momento de olvido para nosotros, claro. 20 
En el aura del sauce El ángel inclinado 233 
El pueblo bajo las nubes... 
Duerme el pueblo. ¿Es ello cierto bajo esta luz 
casi nevada de un jardín algodonoso 
que flota, se abre, y ciérrase sobre las calles solas 
en una fantasía toda infantil de pura? 
Yo sé, oh, que las cosas, sólo las cosas, sólo, 
se iluminan en esta irradiación alada 
y candida— Grandes cisnes efímeros 
sobre un sueño de cal y de follajes? 
Juan L. Ortiz Obra Completa 234 
Ah, esta tarde encendida... 
Ah, esta tarde encendida, amigos, esta tarde, 
de un oro vegetal iluminada toda 
y toda penetrada de la gracia celeste 
qué dulce, ah, qué dulce! entre el follaje frágil: 
lluvia pálida o fluido casi primaveral 
con una muy secreta y fragante nostalgia 
de alma. Luz celeste y sensible mirando 
entre la irradiación de la muerte suntuosa. 
...Fue en Abril, sí, en Abril, en los primeros días 
en que empieza a reinar un orden aún tierno 10 
en las cosas. Venía distraído. De pronto 
al volver de una esquina suburbana aquel árbol 
me sorprendió con una presencia tan perfecta, 
tan acabada, que, en un milagro hube 
de creer. Parecía destacado con un 
equilibrio, un ritmo, del todo musical, 
en la plenitud grave y frágil de sus formas. 
Y todo al punto se ordenó en torno de él 
en una paz que hubiera madurado el sensible 
pensamiento latente ya del mediodía. 20 
En el aura del sauce El ángel inclinado 235 
El río todo dorado... 
El río todo dorado de Mayo, 
ahondando Mayo en una ligera paz efímera, 
u ondulándolo en gestos ricos bajo la tarde. 
El río todo dorado de Mayo. 
Un chico pálido me ofrece su juguete vivo. 
Horror. Su dicha por treinta centavos. 
Su dicha: la perrita a él identificada 
que le mira gritando, y salta, húmedos los ojos 
de una mirada, oh, de qué mirada! 
Su juguete. Pero su estómago ardía. 
Un chico que ofrece su dicha por treinta centavos. 
Hombres míos! El Otoño. No nombréis al Otoño! 
10 
Juan L. Ortiz Obra Completa 236 
No podéis, no, prestar atención... 
No podéis, no, prestar atención 
a las bellezas, a las gracias que os rodean. 
¿Las gracias? 
Bajo la lluvia y el frío habréis de marchar, fuertes. 
La lluvia sobre los jardines, 
será una ironía, acaso, para vuestra hambre, 
para vuestra impotencia actual de la gran dignidad 
humana? 
Las gasas móviles —¿quién danza?— serán agujas finas 
sobre la dura piel, aún sensible, 10 
o una humedad toda vencedora 
de lo más íntimo vuestro? 
Una inundación gris sobre vuestras mujeres y vuestros hijos? 
¿La tierra cruel sin lámpara y sin techo? 
Y el sol, el sol, y la mañana 
pura de rocío y de rosas, 
y el mediodía perfecto y alto como un canto? 
Y la tarde, la tarde, 
meditación madura destacada 
del pensamiento activo del día, 20 
o gracia descendiente como un vuelo que ordena 
las frases locas de los pájaros 
y las encendidas danzas de las horas, 
hasta la paz final con la brisa oscura: 
poder, dulce poder que armoniza todos los gestos! 
No podéis, no, prestar atención, 
ni menos comulgar con las bellezas 
En el aura del sauce 
que os acompañan, sin embargo. 
Apenas si el presentimiento 
de un resplandor efímero 
cuando la belleza os hiere. 
Menos ahora, hermanos míos, 
menos ahora. 
La llamarada trágica de España 
os llega 
con un calor de angustia y de esperanza. 
Duros estáisvosotros y es bueno que así sea ahora 
en que el enemigo está activo por todo, 
en que la lejana metralla despedaza 
a las mujeres y los niños de vuestros compañeros. 
Es tiempo de marchar todos unidos, fuertemente unidos, 
al ritmo de las canciones de vuestros poetas. 
Fuertemente unidos, la mirada alerta, 
aunque la mañana sea la primer mañana 
y la tarde la estampa más vieja, más misteriosa del recuerdo 
repentinamente surgida de las nieblas de la sangre. 
Es tiempo de marchar fuertemente unidos 
aunque seáis sensibles a los poderes desconocidos y encantadores. 
"Dura la pupila que ve lejos", sí. 
"Sujetar, no cortar, las alas del alma, 
aunque éstas sean finas y sensibles, 
para que los vuelos futuros sean más altos". 
Es ésta, hermanos míos, "una prueba de alas". 
"Las fuertes sólo serán capaces 
de las travesías inauditas que exigirán los días". 
Y os iba, sin embargo, a invitar a mirar este cielo. 
¡Qué cielo, hermanos míos, de anochecer de Abril! 
El ángel inclinado 237 
30 
40 
Juan L. Ortiz 
El mundo vuelto todo hacia el puro resplandor 
extraño, espiritual, místico, casi. 
—¡Qué torpes las palabras para las presencias misteriosas y ardidas!-
E1 mundo vuelto todo hacia el milagro amarillo 
en una tensión toda religiosa. 
Os iba a invitar por un minuto solo. 
Pero recordé que vais acerados y ágiles hacia el porvenir 
donde duermen bellezas nuevas y frescas que ya nos hacen signos 
en la gravedad sonriente y flexible de vuestro sacrificio 
de todos los minutos del día y de la noche, 
en la fuerza creadora de vuestro anhelo disciplinado 
que configurará la tierra y los cielos. 
Pero recordé que vuestros pasos deben aplastar las violetas, 
si ellos conducen a la comunión final, 
desde la cual las tardes serán las fiestas máximas, 
el delicado, silencioso espectáculo, la numerosa comunión callada 
que ennoblecerá las noches de todos, 
el pensamiento íntimo de todos, 
los sueños más secretos, más secretos, de todos. 
Obra Completa 238 
60 
En el aura del sauce El ángel inclinado 239 
Invierno, tarde tibia... 
Invierno. Tarde tibia. 
Como en una dicha diamantina todo. 
Aéreos, casi, la hierba y el agua. 
¿Será en la noche inquieta, aterida, 
un recuerdo translúcido, esta tarde? 
Un aroma infinito, tibio, debiera ser, 
penetrando los sueños llenos de formas quietas 
y como eternizadas. 
Debiera ser. Como un vuelo se pierde, sin embargo. 
—¿Pero se pierde un vuelo?— 10 
Visita alada sin la mínima atención humana 
a que tenía derecho. 
Pienso. Oh, no sueño. 
Entre la sangre y el fuego, quizás, 
entre el dolor paciente, 
se ganarán los estados necesarios a la cortesía con los ángeles. 
La cortesía de todos para que la gracia no sea un privilegio, 
y puedan las noches futuras delicadamente defendidas 
para todos y para algo que será más que la dicha 
—oh exquisitos a quienes la dicha sola os hiere— 20 
estremecerse, secretas, con el recuerdo aún vivo 
de alas entrevistas y de nimbos extraños. 
Juan L. Ortiz Obra Completa 240 
García Lorca... 
Iba con un énfasis todo infantil con el hallazgo 
de las canciones del pueblo. 
Oh gracia fresca del pueblo para decir su alegría, su dolor, 
la pesadilla terrible de su vida 
donde veía las sombras de la fatalidad, por veces: 
un niño en los infiernos con las alas del ángel de la melodía! 
Qué soplo en los cantos! Aveces, oh, qué viento! en las canciones. 
Pero él no quería poner ritmo al viento 
porque escuchaba a la secreta sangre, a la profunda sangre, 
y era en la luz antigua, y viva, y eterna, de la tierra y el cielo: 10 
resplandor: el más puro; aroma: el más etéreo, del gran niño doliente que hoy madura entre las balas, 
o música de las músicas que venían como un río viejo de los primeros sufrimientos y de las primeras 
[ nostalgias, 
de las primeras rebeliones y también de las primeras fiestas! 
—oh, qué surtidores de gracia él curvaba como un mago— 
Azucena aparecida 
o caballo alado que viene de los olivares 
tocando alarmas en su galope de sueño 
porque la tierra está toda sonora: 
increíblemente tronchada, 
o cazado a tiros, oh poetas, en la noche estúpida y cobarde! 20 
En el aura del sauce El ángel inclinado 241 
Todas las gracias... 
Todas las gracias de la felicidad. 
Un arroyo, un arroyito, 
ondulando, medio escondido, 
con árboles, un poco vanidosos, pero bellos. 
Un arroyo, un arroyito, 
en el mediodía de otoño. 
Flores, flores, mirándose. 
Islas, pequeñas islas, con arbustos. 
El mediodía tibio, el mediodía: 
profundidad sensible. 10 
Todas las gracias de la felicidad 
agreste en el paisaje casi femenino 
de nuestra tierra abierta a la pureza del cielo ubicuo. 
Todas las gracias tiernas. 
Y aquí cerca, ah, un rancho. 
La miseria, aquí cerca, con sus huéspedes horribles. 
Sería hermoso, oh, hermoso, 
ver la tarde, la tarde, tímidamente alargar 
sus sombras sobre el éxtasis 
verde de las orillas ondulando entre los bosquecillos. 20 
Las sombras alargarse, a pesar, ay! a pesar 
del mirarse en sí mismo de este encanto. 
Juan L. Ortiz 
Sería hermoso 
ir hasta el fondo de esta dicha detenida 
—¿detenida?— 
y entrever la faz sonriente y mágica de los campos 
como fueron dados a todos 
en los días y los tiempos de su inocencia celosa. 
Pero hay pálidas caras, y hay harapos, al lado. 
¿Iremos hacia vosotros como con una brazada 
de flores? 
Oh, no, entraréis a lo vuestro como al propio jardín 
sagrado, rescatado de sacrilegas manos, 
después que hayáis desalojado a los horribles huéspedes, 
y sean de vuestras casas al fin como los íntimos 
los reflejos de los árboles y del cielo, cambiantes. 
Obra Completa 242 
30 
En el aura del sauce El ángel inclinado 243 
¿Dónde estaba...? 
¿Dónde estaba la primavera, dónde estaba? 
Una fisonomía tenuemente tierna 
apareció en la luz de Agosto 
y se inclinó —¿se inclinó?— 
sobre el disperso caserío campesino. 
¿O surgió de la tierra, de las cosas, 
este casi secreto anhelo puro? 
El cielo sonrió, 
y la lejanía 
con dichoso brillo nuevo 
tembló en la tarde como un presentimiento. 
Juan L. Ortiz Obra Completa 244 
Y déjanos pasar... 
Y déjanos pasar 
antes de que vengan todas de la mano las flores 
estos silencios tensos y ya casi rítmicos. 
El canto viene, hermanos, y no sabemos esperarlo. 
Sería necesario un oído 
no ya sólo sutil, sino sereno. 
¿Y hay un oído sereno 
ahora? 
Un oído que se abriese a la caída de la tarde 
y se inclinase sobre las hierbas y atendiera a los grillos 10 
y se volviese al resplandor inmediato de la luna 
en su diálogo con los húmedos tallos. 
Pero este oído sutil si lo fuera de veras 
percibiría también 
entre el secreto, casi íntimo, bisbiseo 
de las criaturas prontas a subir para el canto 
la resonancia profunda de la muerte brutal y ajena, oh Rilke, 
abatida en la noche sobre las mujeres y los niños... 
En el aura del sauce El ángel inclinado 245 
La ribera 
En qué sueños la vi, la vi en qué realidad? 
Era ella de flores y con árboles altos 
por entre cuyas ramas gráciles el verano 
era un vapor azul que lejano temblaba. 
¿Era la dicha pura, era la imagen de 
la dicha delicada y común que esperaba 
aquí cerca como una presencia misteriosa, 
o era la esperanza emergiendo del agua 
y llamando al confín entre las ramas quietas 
cuando se miran niñas y amarillas las flores, 10 
eternas, frente a los secretos pasos fluidos 
del tiempo, de qué tiempo, del sueño o de la vida? 
Juan L. Ortiz Obra Completa 246 
Luciérnagas... 
Por entre las luciérnagas hacia el rio flotamos, 
pues la sombra está toda de pupilas viajeras. 
Y en el río, oh amiga, llamas hondas y móviles. 
¿Qué puerto aparecido? 
La alta fiesta celeste sumergida 
bajo el encantamiento de las chispas aladas: 
luciérnagas, luciérnagas, todavía en el río! 
En el aura del sauce El ángel inclinado 247 
En este momento... 
En este momento casi perfecto de la tarde, 
qué es lo que me hace un poco triste? 
¿Es su eternidado su fugacidad? 
¿Es este sentimiento de estar solo en su oro translúcido, espiritual, 
o esta calidad pensativa, casi elegiaca, de pura? 
Pero si estoy en él no estoy solo. 
Estoy en las varias formas en que él se realiza: 
pájaros, aguas, flores casi volatizadas. 
Es un sentimiento acaso de pecado 
por este éxtasis solitario, esta plenitud paradisíaca 10 
que no es de todos, pero que está cerca de todos, 
¿cerca? ofrecida como una etérea música 
que no puede saber de la indignidad y del horror humanos? 
Canto sereno, sí, casi celeste, 
sobre un fondo de inseguridad y de angustia. 
¿Es esta sombra la que me hace triste? 
Pero en la noche es dable escuchar melodías perfectas, 
y está además, hermanos, la estrella de la síntesis, 
el círculo mágico del fuego 
que agrandará hasta el límite de la tierra 20 
sus cordiales, seguros anillos de amistad y alegría... 
Juan L. Ortiz Obra Completa 248 
Ligero el día... 
Ligero el día con nubes. 
Sonrisa celeste del río, fugitiva. 
Sonrisa 
cambiante, amigos, qué cambiante! 
¿Es una sonrisa que se va o que mira? 
Ligero el día, con nubes. 
Mañana de verano como con alas tímidas. 
Alas de la mañana sobre la faz del río. 
Claridad casi de alma entre el esmalte tierno de los campos. 
Alas de la mañana con la lluvia de anoche. 10 
Alas sobre la fluida felicidad celeste. 
Oh claridad de agua que con las nubes juega; 
¿danza de niña o joven? 
En el aura del sauce El ángel inclinado 249 
Miro por la ventana... 
Miro por la ventana la luz última 
de lámparas bajo algas profundas, y quisiera 
a la orilla del río estar y de los campos: 
qué olas vendrán del este, tímidas y fosfóricas 
con esquilas perdidas sobre vagas espumas? 
Juan L. Ortiz Obra Completa 250 
Un palacio de cristal... 
Un palacio de cristal 
rodeado de sombras 
azotado por las olas de las sombras. 
¿Era esto la vida? 
¿Pero es la muerte la sombra invasora? 
Venimos de la vida, de la gran vida, 
y hacia la vida, la gran vida, vamos, 
a través de una forma efímera 
hermana de la piedra y del arco-iris, sí, Marie Colmont. 
Es el retorno, entonces, la muerte, 10 
amiga de la voz segura y luminosa 
que nos muestra los hilos infinitos, todavía trémulos, 
que nos ligan a todas las criaturas del universo, en espera. 
Sí, desde el abrazo humano, como tú dices, 
nos elevaremos a la gran hermandad. 
Desde la casa segura y limpia de la tierra, 
desde la casa hermosa y noble, 
en medio de las triunfantes aventuras, 
por entre las fuerzas misteriosas que ceden, 
la criatura humana entablará las más puras relaciones 20 
En el aura del sauce El ángel inclinado 251 
con todas las cosas que tiemblan en su halo sensible 
esperando nuestras miradas amorosas y nuestras caricias inteligentes. 
Y con los animales, sí, con todos, 
vidas todavía tan misteriosas y turbadoras. 
¡Con todo! 
Hay tantas cosas, tantas vidas, 
que nos miran y nos esperan! 
Tantas vidas que se consumen de espera! 
Vidas las más increíbles, sí: una agua azulada, 
una nube, un tallo de hierba, un árbol en la tarde, 30 
el color de una tarde; más, si queréis, 
una tarde sin color que sólo algunas flores señalan. 
Tantas vidas: los animales y las cosas. 
Pero desde el abrazo humano sí, 
se organizará la ronda cósmica con cantos 
o con miradas atentas. 
La muerte no existirá con su fisonomía egoísta 
en que el hombre, ciertos hombres, han esculpido los rasgos de su miedo, 
o de sus "valores" ah, tan dependientes de muy "pequeñas" cosas. 
La muerte, la gran sombra, la zona oscura de las fuerzas bullentes, 40 
de donde surgió nuestra "forma", el equilibrio, ¿el equilibrio? 
de nuestro momento tendido, 
ah, secretamente tendido, 
hacia todas las llamadas anhelantes de la creación. 
Juan L. Ortiz Obra Completa 252 
Luna y rocío... 
Luna y rocío. 
Soledad. 
La belleza llorando, 
la belleza afligida. 
¿Por qué en esta calma que apenas titila 
de una gracia que cae 
de las estrellas? 
La belleza llorando. 
Mujer, te veo 
los ojos agrandados 10 
y absortos 
con un brillo de lágrimas aún. 
¿Lloras porque no hay un corazón apacible 
en esta noche 
en que sólo el rocío 
tiembla, 
en que tu armonía 
es toda de ceniza iluminada 
y de grillos latentes? 
Ah, lloras, mujer mía, 20 
porque los corazones están desgarrados 
y estás sola. 
Manos ajenas 
de muerte 
los han desgarrado. 
La muerte ha instalado en ellos 
su dinastía brutal. 
En el aura del sauce 
A través de tu faz 
melancólica 
los ojos del corazón, sí, los ojos, 
ven el horror lívido 
de la tormenta de hierro 
que estalla sobre el sueño 
y las risas más puros, 
no lejos, oh belleza, no lejos. 
Las distancias, tú sabes, 
para el corazón no existen. 
Aquí, en esta noche, 
en la paz húmeda 
y apenas rítmica 
de esta noche, 
en el olvido apenas cantado 
de esta noche 
que parece recién nacida 
en el creciente de Abril, 
se oyen llantos de niños, 
se oyen llantos de mujeres 
porque los niños han quedado bajo los escombros 
o sólo son un brazo o una piernecita 
ensangrentados. 
Lloras belleza 
porque no hay 
corazones apacibles. 
¿Cómo puede haberlos? 
Lloras tu soledad. 
¿Pero por qué te hicieron sola? 
Tú sales de las entrañas de la vida 
y si las entrañas ahora sangran, 
de la vida tú has nacido, 
El ángel inclinado 253 
30 
40 
Juan L. Ortiz Obra Completa 254 
y bajo la muerte de ahora, 60 
las fuerzas que te crearon 
te modelarán con una fisonomía más fiel, 
y no llorarás más como un ángei perdido, 
porque los corazones, todos los corazones, 
podrán mirarte de frente 
y en todo momento. 
En el aura del sauce Notas 887 
El ángel inclinado 
Por no hallarse ningún ejemplar del libro, no 
se han podido cotejar las variantes con la edi-
ción Vigil. 
Fui al río... 
Es el único poema de En el aura del sauce 
donde se presenta una relación concreta de 
empatia entre el poetay el paisaje. En el poema 
"En el Parque" del Protosauce (ver nota) se 
dice: 
y ahora soy un ave que esta paz 
canta [...] 
y en el poema "Rama de sauce" también del 
Protosauce: 
Rama de sauce soy 
Pero de estos poemas sólo sobrevivió, en el 
libro, el acápite al poema "Señor..." en la cita 
libre del conocido poema de Empédocles 
(poeta, por otro lado, arquetípico como "hom-
bre divino"): 
Juan L. Ortiz Obra Completa 888 
He sido, tal vez, una rama de árbol, 
una sombra de pájaro, 
el reflejo de un río 
Ahora, en el poema "Fui al río..." el tema de la 
empatia poeta-paisaje se retoma en su variante 
"era yo un río" donde el pasado imperfecto (el 
tiempo del relato) produce una distancia entre 
el hecho relatado y el poema. 
En un reportaje que se le hizo en 1976, a casi 
cuarenta años dei poema, ante la pregunta: 
"¿Se sentía usted mismo un río?", Ortiz con-
testa: 
|Cómo no! Eso es lo que llegué a sentir. Es 
absolutamente cierto. Los que me habrán obser-
vado entonces me habrán creído loco. Me creía 
un río y caminaba como un sonámbulo. En el 
poema "Fui al río" cuento eso. 
Un palacio de cristal... 
Hay una referencia, en el v.9, a Marie Colmont, 
que marca con su estructura dialógica a todo 
el poema. En los años de la escritura de El 
ángel inclinado Ortiz lee los artículos que esta 
escritora publica, en la revista francesa Ven-
dredi, entre 1936 y 1938, año de su muerte. 
Cuando Ortiz se muda a Paraná, traduce para 
El Diario de esta ciudad una veintena de estos 
artículos que se publican, con una frecuencia 
quincenal, entre enero y diciembre de 1945, 
firmados con el seudónimo de Alfredo Díaz en 
una sección que lleva el título: "En la naturale-
za" (respecto a la relación de Ortiz con El 
Diario, ver las notas a las Prosas). El primero 
de estos artículos está precedido por la si-
guiente nota de Ortiz: 
Con este título general, la fina y noble escritora 
francesa, fallecida hace unos seis años, publicó, 
en el semanario Vendredi, una serie de notas que 
destacaban un altísimo y generoso pensamiento, 
una sensibilidad en extremo viva y alerta, deamplitud y efusión casi oriental, y un estilo de los 
más precisos y dúctiles que se hayan dado para 
poner en valor la experiencia recogida en el 
contacto íntimo con las cosas y los aspectos más 
celosos de la tierra y de los cielos. 
Iniciamos con la presente la traducción de algu-
nas de dichas notas, deseosos de que ellas, ahora 
en que la estación nos lleva más hacia la natura-
leza, puedan ayudar a sentir y observar a ésta con 
mayor delicadeza y atención. 
Son artículos que tienen un marcado acento 
autobiográfico y que tratan, precisamente, de 
la "experiencia" en el "contacto íntimo con las 
cosas". Dada la relación estrecha de Ortiz con 
estos textos de Marie Colmont durante los 
años de la escritura de El álamo y el viento, se 
podría pensar que el mismo título de este libro 
es un homenaje a la joven escritora que termi-
na de esta manera el artículo que tiene por 
título "Mi hermano, el árbol": 
Un árbol en el viento: la imagen del dolor huma-
no. 
En el poema "Un palacio de cristal", concreta-
mente, hay referencias al artículo "Partiendo 
de un árbol y un guijarro" fechado el 28 de 
enero de 1938: 
Se habla algunas veces de árboles muertos, 
como si los árboles pudieran morir. Morir es una 
palabra que han inventado las religiones, pero 
nuestros sueños y las ciencias, dicen: No. "Mo-
rir" es simplemente "devenir", es "cambiar"; y 
cuando decís: "la Muerte", yo entiendo: "el Retor-
no". Retorno a la materia viviente de donde sali-
mos para una aparición terrestre que no es sino 
un momento de una forma de nuestra existencia. 
a lo que el poema contesta: 
v.10 Es el retorno, entonces, la muerte 
Este mismo artículo termina: 
Si es necesario una filosofía, es ésta la que yo 
querría para ti. Ella puede llevarte lejos. El día en 
que poses la mano sobre la madera, sobre la roca, 
sobre el metal, sobre el pelaje de la bestia, con la 
certidumbre de tocar allí una forma de la vida que 
fue, es o será tuya, donde te sentirás, sin más 
—sin menos—, un trozo del universo, ese día te 
elevarás fuera de ti mismo y desbordarás hasta 
el sentido extremo de lo colectivo, aquél que 
excede al mismo hombre. Creo que entonces 
En el aura del sauce Notas 889 
estarás bien cerca de conocer la paz, pues perde-
rás esta actitud de defensa y de orgullo que falsea 
tus relaciones con el mundo. 
¿Amar la tierra entera? ¿Por qué no? El corazón 
del hombre ha sido hecho generoso; es conven-
cional limitar a algunos seres su abrazo. 
a lo que el poema contesta: 
v. 14/5 Sí, desde el abrazo humano, como tú dices, 
nos elevaremos a la gran hermandad. 
© Centro de Publicaciones, Universidad Nacional del Litoral, 
Santa Fe, Argentina, 19%. 
ISBN 950-9840-73-4 
Reservados todos los derechos. 
Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723. 
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