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La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Miguel Ángel Gorostieta Monjaraz
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
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Agradecimientos
Quiero agradecer, y a su vez dedicar, el presente trabajo a la clase obrera de todos los
tiempos, particularmente a los obreros mexicanos que han escrito páginas llenas de orgullo y
dignidad en la historia del país. A la Universidad Nacional Autónoma de México y su carácter
público y gratuito que me permitió forjar un camino profesional en mi vida, especialmente a
todos sus trabajadores y profesores. Al profesor Ricardo Gamboa, mi asesor y quien fuera mi
primer y último maestro en el curso de la carrera. A los maestros que amablemente leyeron mi
tesis y me presentaron observaciones enriqueciendo mi visión. A los trabajadores que me
ayudaron en los repositorios donde perseguí esta parte de la historia. A toda mi familia que me
apoyó en los momentos más difíciles, mis padres que me han enseñado lo duro y satisfactorio
que es el trabajo, mis hermanas y la inspiración que me provoca su búsqueda constante, a
Salvador y su manera peculiar de cambiar el mundo. A los camaradas que se mantuvieron en
la misma trinchera después de la noche de los lobos y a quienes nos conocieron después, a
todos aquellos que orgullosamente construyen El Comienzo espero que sirva este esfuerzo. A
mis amigos de la Facultad de Filosofía pues aprendimos juntos que la Historia también se forja
fuera de las aulas. Y a tantos amigos con los que he compartido una visión diferente de la
realidad. Finalmente es imprescindible dedicar este importante paso a la memoria del gran
amor de mi vida, P. P.: Muchas heridas han sanado, la simple investigación es prueba de ello,
pero sabes que otras no tanto. No te fuiste del todo a buscar otros caminos, una parte tuya se
alojó en mi alma con la intención de quedarse por siempre.
Índice
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Introducción...................................................................................................................... 1
1. Contexto político y socioeconómico del periodo callista
1.1 El sinuoso camino de la economía y la política..................................................... 10
1.2 El desencuentro social........................................................................................... 23
1.3 La industria ferrocarrilera...................................................................................... 32
2. Los confederados
2.1 Cuatro episodios previos
2.1.1 El movimiento y la organización sindical................................................ 46
2.1.2 1921, La huelga originaria........................................................................ 53
2.1.3 La lucha cotidiana de la Confederación de Sociedades Ferrocarrileras... 60
2.1.4 Verano 1926, El departamento de vía...................................................... 66
2.2 El comienzo
2.2.1 La influencia bolchevique........................................................................ 73
2.2.2 El Tercer Congreso Ferrocarrilero........................................................... 80
2.2.3 Los mecánicos.......................................................................................... 87
2.2.4 La huelga de diciembre............................................................................ 94
3. La huelga general ferrocarrilera de 1927
3.1 La generalización del movimiento
3.1.1 El frío del invierno................................................................................. 101
3.1.2 La entrada de la Confederación de Transportes y Comunicaciones...... 109
3.1.3 La gestación del conflicto...................................................................... 117
3.1.4 El avance de la huelga............................................................................ 125
3.1.5 El momento álgido................................................................................. 135
3.2 Entre el fuego y la Constitución
3.2.1 La búsqueda institucional...................................................................... 143
3.2.2 Vivir en la solidaridad........................................................................... 151
3.2.3 La adversa ceguera de la Justicia........................................................... 163
3.2.4 La formación de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje.............. 172
3.2.5 La segunda resolución de la Junta Federal............................................ 180
Conclusiones.................................................................................................................... 191
Anexos.............................................................................................................................. 197
Fuentes de consulta........................................................................................................ 220
Glosario............................................................................................................................ 224
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Introducción
1
Introducción
Cuando la historia se escriba se ha de establecer
seguramente un juicio severísimo contra los hombres que
no supieron cumplir con su deber, entregando en manos
del enemigo los intereses generales, para obtener
conquistas efímeras, conquistas que más tarde se volverían
contra los mismos agraciados.
Elías Barrios
Los trabajadores ferrocarrileros y sus distintas organizaciones fueron una pieza
fundamental en el movimiento obrero mexicano. Su participación política en determinada
coyuntura histórica marcaba una relevancia importante, se convertía en referente, no sólo para
la clase obrera, sino para la burguesía y el gobierno en turno. Columna vertebral del
sindicalismo en el país, el gremio ferrocarrilero se muestra como el elemento clave para
entender la lucha histórica entre el capital y el trabajo, aderezada por un elemento que se torna
imprescindible en la historia de México: El Estado y sus diferentes políticas hacia la empresa
ferrocarrilera (nacionalizada o no) y hacia sus trabajadores.
Bajo este entendido inicial emprendí la investigación que derivó en el presente trabajo
de tesis. Y precisamente se buscan dos cosas concretas al realizarlo: Por una parte aportar a la
historiografía un tema que simplemente no se ha profundizado, más allá de las obras generales
sobre el movimiento obrero o pequeños acercamientos, de tal forma que presentar las fuentes
existentes y dotarlas de una selección era un ineludible primer paso. La contraparte radica en
la intención de desmitificar a los trabajadores, sus organizaciones y sus luchas como los
culpables de la mayoría de los problemas que padecieron las empresas ferrocarrileras; lo
obsoleto del sistema de transporte, sus talleres, y lo complicado que resultaba revertir su
situación tiende, como veremos, raíces históricas mucho más profundas, y este enramado se
torna más complejo con las políticas públicas de los gobiernos posrevolucionarios.
Para fortalecer este cometido fue necesario presentar la exposición bajo un enfoque
social donde resultan más relevantes las condiciones de trabajo de los obreros rieleros, sus
prácticas de organización sindical y las formas en las que emprendían sus luchas cotidianas
ante la empresa ferrocarrilera que estos momentos era una mezcla de inversión públicay
privada que difuminaba en alto grado la participación del gobierno pues resultaba que era
parte y juez en los conflictos laborales que se presentaban. En este sentido la intención es
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Introducción
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partir de los trabajadores y revelar esta relación tripartita que agudiza sus contradicciones al
presentarse una explosión obrera de grandes magnitudes.
La persecución de este enfoque me llevó a utilizar la terminología básica de la
historiografía del movimiento obrero que ha sido definida durante décadas y se ha tornado un
lugar común para las indagatorias de este tipo. En este mismo sentido el marco teórico con que
abordo los acontecimientos y trato las fuentes es muy próximo al marxismo que por sus
características conocidas, aunque el investigador lo rehúya, presenta una carga ideológica muy
fuerte. Sin embargo, estas dos perspectivas de asumir una interpretación histórica no rompen
con la objetividad del historiador, al contrario, el hecho de asumirlo abiertamente demuestra
un compromiso con la disciplina sin que se caiga en un discurso panfletario o una falsa
pretensión de neutralidad.
Con estos argumentos como referencia se deben entender entonces las tesis del
presente estudio. En los últimos años del Porfiriato se consolidó, a partir de varias líneas
férreas principales, una gran empresa que denominaron Ferrocarriles Nacionales; sin embargo
esta mexicanización no sólo demostró que los ferrocarriles estaban en una encrucijada, cercana
a la bancarrota, sino que también se cargó con deudas al gobierno. La guerra civil de la
segunda década del siglo XX profundizó la mala situación que adolecía la empresa y aceleró
una amortización que venía de décadas atrás por lo que derivaría en un serio problema para los
gobiernos victoriosos de los años veinte. Esta amortización no sólo se reflejó en todo el equipo
ferroviario, también se reflejó en la organización laboral y en el aumento del número de
trabajadores; el personal crecería, de la misma manera, por la entrada de esquiroles en cada
movimiento huelguista.
Este desastre ferrocarrilero, como se referían muchos críticos de la época, se
convertiría en un serio problema para los gobiernos sonorenses que inauguró Adolfo de la
Huerta. Producto de la Revolución los ferrocarriles eran administrados por el gobierno y
fungirían como un elemento vital en las negociaciones por el reconocimiento extranjero. Esta
situación no era nada sencilla pues el Ejecutivo hubo de asumir una deuda que se había
generado desde el Porfiriato y plegarse, en cierta medida, a las decisiones de los inversionistas
extranjeros que se agruparon en el Comité Internacional de Banqueros. Con este peso Calles
comienza su gobierno y se enfrenta a la necesidad de entregar los ferrocarriles, el primero de
enero de 1926, en el mismo estado en que se encontraban antes del movimiento armado.
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Introducción
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A falta de una política positiva hacia los ferrocarriles mexicanos, situación que se
demuestra con la preferencia en la construcción de carreteras y que habla de un dejar a su
suerte al sistema rielero, la salida fue el reajuste de salarios y de personal que se puso en
marcha, de forma velada y abierta, desde que asume la Presidencia. Esta implementación sería
un elemento clave para la resistencia y posterior explosión radical de los obreros al lanzarse a
la huelga en diversas ocasiones, entre ellas la huelga general de 1927. Para implementar de
mejor manera el reajuste se utilizó una institución que había jugado un importante papel en la
llegada de Calles al poder; la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), encabezada
por Luis Napoleón Morones, emprendió una táctica de invasión en los puestos laborales del
sistema ferrocarrilero e intentó desplazar, por medio de organizaciones rieleras ficticias, a las
organizaciones ferrocarrileras independientes que habían surgido a principios de siglo y se
agrupaban en la Confederación de Sociedades Ferrocarrileras (CSF).
Para redondear el cuadro el Estado generó una serie de medidas protocolarias que
debían seguir los representantes, no sólo de su gobierno sino de los propios Ferrocarriles
Nacionales, conforme se agudizara cada conflicto. De tal modo que los asuntos que no pudiese
despachar el Departamento de Personal pasaban a la Secretaría de Industria y del mismo modo
llegaban a la Presidencia que dictaminaba la última palabra. Pero esto no fue suficiente en la
huelga general de 1927, el protocolo se rompió y la misma Suprema Corte lo puso en duda por
la magnitud de las movilizaciones obreras. Era entonces imprescindible generar un aparato de
control que resultara neutral y pudiera contener el impulso obrero que no saliera de las manos
de la CROM.
Por esta razón surge la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje. Una dependencia que
era exigida desde abril de 1926 por la Presidencia al Senado como un primer intento de
reglamentar el artículo 123 Constitucional y que debió modificarse a un Decreto Presidencial
en septiembre de 1927. La rapidez de su formación y el corto tiempo que debía durar la primer
Junta (3 meses) demuestran que la huelga ferrocarrilera aceleró los tiempos de formación. El
movimiento se había salido tanto de control que era necesario poner en marcha una institución
que fue concebida como la piedra angular de la regulación laboral en México y que
representaba un factor más de centralización del poder, de afianzamiento del Estado
posrevolucionario porque implicaba un control férreo del movimiento obrero bajo un marco
jurídico mucho más consistente que el que se asumía en la Secretaría de Industria.
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
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Para sustentar estos postulados me hube de basar en dos clases de fuentes que
implicaron una división en la estructura de la exposición. Para entender el contexto político y
socioeconómico del Callismo utilicé textos sobre la Revolución, particularmente los tomos 10
y 11 de la Historia de la Revolución Mexicana del Colegio de México; destaca el libro de
Stephen H. Haber, Industria y Subdesarrollo, para un mejor análisis de la economía
posrevolucionaria; y los textos de Carlos Tello y Lorenzo Meyer que me permitieron dar
pinceladas generales a aspectos económicos específicos. Los escritos y discursos del General
Calles, agrupados en la antología publicada por el Fondo de Cultura Económica, hacen
comprender su postura política cuando es candidato oficial y Presidente de la República.
Los trabajos de Sergio Ortiz y Vicente Fuentes Díaz me ayudaron para reconstruir la
historia ferrocarrilera en México; pero sin duda la dinámica industria-trabajadores no se
entendería sin las importantes investigaciones que compilan Sandra Kuntz y Paolo Riguzzi en
Ferrocarriles y vida económica en México, 1850-1950. Del surgimiento tardío al decaimiento
precoz; la vitalidad de estos trabajos radica en que permiten adentrarse en la problemática
histórica de los ferrocarriles en diversas dimensiones, desde las tarifas, la conformación de
Ferrocarriles Nacionales y la muy trascendente problemática para insertar el sistema de
transporte en una economía con una industrialización inadecuada.
El desarrollo del movimiento obrero y su dinámica con el Estado fue reconstruido a
partir de los libros clásicos de Barry Carr, movimiento obrero y la política en México, y
Marjorie Ruth Clark, la organización obrera en México; este último abarca un parte
importante de la historia de los años veinte e incluso entrando al arduo estudio de las Juntas de
Conciliación, escrito en la época Cardenista le permite conocer a los protagonistas de sus
acontecimientos. En este desarrollo del movimiento obrero, particularmente el ferrocarrilero,
fueron imprescindibles cuatro escritos importantes y de muy diversa especie. Una de las
fuentes más conocidas de la historia del movimiento obrero tras la revolución, Historia de las
luchas proletarias de México deRosendo Salazar, que recrea una cronología basada en
documentos esenciales y sobre todo en la prensa de la época, generando su espíritu básico e
importante para el estudio del periodo, aunque con las limitantes que sus fuentes representa.
El otro, más específico es una tesis de maestría, que encontré a mitad de mi
investigación, titulada Las condiciones de trabajo de los ferrocarrileros. 1917-1927: División
Puebla de Gloria Tirado, y es la aproximación más académica sobre la huelga ferrocarrilera de
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
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1927, con la característica que es sólo una parte de su investigación. El tercero es un estudio
sumamente importante, que incluso sería una lectura obligada conjunta al estudio de esta
huelga, escrita por Ingrid Ebergenyi, publicada por el INAH, y cuyo trabajo modestamente se
llama Primera aproximación al estudio del sindicalismo ferrocarrilero en México (1917-
1936), que realmente es una gran investigación sobre las condiciones de los trabajadores
ferrocarrileros de la época; demostrando que las diferentes formas de trabajo generan disímiles
relaciones laborales y en consecuencia diferenciadas formas de agrupación obrera.
El trabajo más específico sobre la huelga es una crónica de Elías Barrios que tituló,
utilizando el reproche de un funcionario de Ferrocarriles, El Escuadrón de Hierro. En sus
memorias, Valentín Campa describe a Barrios con gran entusiasmo: “Secretario General de la
CTC, dirigente de la huelga y miembro del Partido Comunista Mexicano, gran camarada”;
mientras Leoncio Monjarás, dirigente telegrafista de Monclova durante la huelga, habla del
libro de Barrios: “La sencillez de la narración y la verdad clara que hay en todo lo que a la
jornada de 19267-27 se refiere, tendrá sin duda, la gratísima virtud de conmoverlos”. No sólo
esto, sino la buena memoria del dirigente sindical tuve la oportunidad de comprobar a cada
paso; pues a pesar de que Barrios remarca que muchos documentos no los tiene a la mano, lo
que recuerda 10 años después, coincide en alto grado con las notas de prensa y los archivos
documentales. De tal modo que cuando escribí las líneas que le dan forma a este trabajo
Barrios siempre estuvo en mi compañía proponiendo ideas, describiendo lugares y sobre todo
guiándome por los difíciles caminos de la vida gremial, del sentir obrero y de las luchas
fratricidas dentro de la CSF.
Para la parte medular de la investigación fue crucial el trabajo de archivo. El primer
lugar a donde dirigí mis pasos fue el Archivo General de la Nación y su capacidad de
sugestionar al visitante primerizo; aún así, trabajé en el Departamento de Trabajo, cuyos 1949
volúmenes tienen un buen instrumento de consulta, además que están bien agrupados y
catalogados. En este fondo pude localizar 3 cajas con 10 expedientes formando un acervo muy
importante sobre la huelga confederada, aunque los últimos documentos sean de septiembre de
1927. El siguiente acervo, que no cuenta con un instrumento de consulta bien elaborado, es el
de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, institución que se inaugura con el expediente
927/1 que es el de la huelga ferrocarrilera; está conformado por dos partes, donde
extrañamente la cronología de los documentos empieza en la segunda. Finalmente en el AGN
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
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consulté el Fondo Presidentes en su Ramo Obregón-Calles que consta de un expediente y un
anexo con pocos documentos al respecto, pero donde existen algunos de gran calidad para la
investigación. Importante resultó el Boletín, del mismo repositorio, número 2-3 (5) que rescata
relevantes documentos, entre ellos los referentes a los agentes que actúan como espías y
captores de los huelguistas en las más oscuras condiciones.
Tras esta labor proseguí en un archivo muy bien cuidado, perfectamente catalogado y
donde los documentos tienen condiciones óptimas para ser consultados. En el Fideicomiso
Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca localicé documentos enviados por el
Secretario de Hacienda, Alberto Pani, al General Calles desde Nueva York informando sobre
el curso de las reuniones con el Comité de Banqueros, los interesantísimos documentos de los
espías que seguían los pasos de importantes actores políticos y sociales para informarlo Luis
N. Morones.
La prensa de la época es curiosa porque existe alguna que es fácil de localizar y de
sencillo acceso pero otra que se ha perdido. Consulté El Universal, de noviembre de 1926 a
diciembre de 1927, en la siempre accesible biblioteca Lerdo de Tejada de la Secretaría de
Hacienda; con este periódico pude complementar documentos que no encontré en los archivos,
me sirvió como guía cronológica de los acontecimientos rieleros, conocí el contexto político y
me clarificó ideas sobre la relación entre los poderes de la Unión. La precaución con que se
debe tratar esta publicación radica en que de forma reiterada convierte los rumores en hechos o
en ocasiones se adelanta a los mismos acontecimientos y los presenta como un evento
consumado.
La otra fuente hemerográfica analizada fueron las páginas de El Machete, un periódico
que poco a poco va creciendo en tiraje y su periodicidad se hace más corta. Parte de su
importancia reside en que publica pequeñas notas de corresponsales en varios talleres del país
en los momentos más tensos de la lucha ferrocarrilera, también incluye documentos de los
organismos sindicales, respuestas de ferrocarrileros comunistas a otros grupos de
ferrocarrileros o a la patronal, etc.; lo más trascendente fueron las propuestas, los informes y
resoluciones del Tercer Congreso Ferrocarrilero, que coincide con la información que presenta
Elías Barrios. Este órgano del Partido Comunista no se localiza fácilmente, hay colecciones en
Nueva York, Puebla y la Ciudad de México, la consulta la realicé en esta última, en la
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
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tranquilidad de la Hemeroteca de la Escuela Nacional de Antropología e Historia donde tienen
una colección, depositada por Paco Ignacio Taibo II, sumamente completa y bien cuidada.
Una de las características primordiales que resaltaría del presente trabajo es el uso del
Fondo de la Junta Federal; en todas los textos que más se aproximan al tema no es posible
localizar alguno que haga honda referencia a dicho cuerpo documental, demostrando que
pocas veces ha sido estudiado con el objetivo concreto de exponer las vicisitudes de la huelga
de 1927. Los dos expedientes contienen importantes documentos sobre la formación de las
Juntas Especiales, los alegatos, informes y amparos que realizaron todas las partes y que son
trascendentales para analizar cómo se conciben las leyes obreras y la forma en que éstas van
modificándose por el periodo y los protagonistas. Para complementar el surgimiento de la
Junta se consultaron unos pequeños expedientes que contienen las primeas propuestas de
formación, las leyes en que se basaban, las convocatorias, etc.
El título La huelga Ferrocarrilera de 1926-1927 define los límites de la tesis. La
acción comienza en 1926 con un movimiento de los mecánicos pertenecientes a la
Confederación, pero no es hasta febrero de 1927 que se transforma en huelga general; la
contra parte es más relevante porque la protesta no termina en 1927, incluso para algunos
sindicalistas ni en 1929. En este último año reciben de Emilio Portes Gil las seguridades de
que volverán a su empleo y Ferrocarriles expide la circular 64 con la que lentamente regresan
los huelguistas; sin embargo durante 1928 las batallas son más legales y los huelguistas se ven
en la precisa necesidad de buscar la manera de sobrevivir por lo que no existe la misma
constancia en la acción que en `27, además que algunos dirigentes entran de lleno a la
campaña presidencial de Álvaro Obregón. Por estas razones, cierro arbitrariamente la historia
con el último fallo del año de la Junta Federal.
La otra delimitación que cabríaexplicar es que la acción huelguista es exclusivamente
contra la compañía Ferrocarriles Nacionales de México. Durante este periodo existían líneas
cuyos capitales eran privados y salían de la jurisdicción de FF. NN.; resalta el Ferrocarril
Mexicano que corría de Veracruz a la Ciudad de México, el Ferrocarril Sudpacífico cuyo
trayecto final para la época sería Nogales-Guadalajara (justamente en 1927 comienza el
transporte a este último lugar) y los Ferrocarriles Unidos de Yucatán. Sistemas un tanto
independientes y cuyas características les permitieron sobrevivir fuera de los Nacionales por
muchos años más, generando con esto dinámicas diferentes en las luchas ferrocarrileras. Por lo
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
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que en el presente estudio me abstuve de tratar los conflictos de los trabajadores en las líneas
citadas, como la huelga en el Sudpacífico, de finales de 1927, que también pasará a engrosar
los expedientes de la Junta Federal.
Agrupé mi trabajo en 3 grandes apartados. El primero de ellos es un contexto del
periodo que abarca la economía y la política en su desarrollo, relación y crisis; esta última
iniciada a mediados del periodo presidencial de Calles. El espectro de las fuerzas sociales,
particularmente las nuevas élites, destacando el aparato de control que significó la CROM y
las condiciones para que lo haya logrado. Muy importante es la parte de la historia del sistema
ferrocarrilero, que es trascendental para comprender la dinámica industrial de los ferrocarriles
y la forma en que se fueron conformando condiciones concretas que posibilitaran accidentes,
no sólo sociales, sino también del equipo ferroviario.
Esta problemática ferrocarrilera se verá reflejada en las demandas de los trabajadores al
formar sus organizaciones gremiales para tal efecto. Estos grupos irán buscando la mejor
manera de solucionar sus problemáticas usando la huelga como instrumento de presión y la
Confederación como un factor de unidad para conseguir una capacidad más fuerte; así nacerá
la Confederación de Sociedades Ferrocarrileras (CSF) cuyo reconocimiento oficial debió ser
producto del movimiento de 1921.
La vida azarosa de la CSF la llevará a una lucha constante contra las adversidades que
va presentando las necesidades del Estado por mantener las fuerzas obreras dentro de los
canales de la institución, por esta razón me resultó imprescindible las huelgas de verano del
Departamento de Vía y la huelga de diciembre encabezada por los mecánicos de la Unión
Mexicana, exponiendo también las particularidades de este oficio ferrocarrilero. Presento en el
mismo capítulo dos partes importantes en la construcción del sindicalismo rielero. La
influencia de los comunistas dentro de los gremios y su lucha por un Sindicato Único, que
lleva a una de las mejores batallas ínter confederadas en el Tercer Congreso Ferrocarrilero
donde la CSF se transforma en Confederación de Transportes y Comunicaciones (CTC).
Con estos antecedentes era más fácil exponer, en el tercer capítulo, la dinámica de la
huelga general. La respuesta de la dependencia del Ejecutivo, encabezada por Morones, y la
represión de las autoridades administrativas de la Empresa, civiles y policiales contra los
mecánicos huelguistas, que fungió como un fuerte factor para que entrara la Confederación al
movimiento, no sin continuar la batalla entre los actores de la misma CTC. Se puede apreciar
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Introducción
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en la primer parte de este capítulo cómo los trabajadores rompen con su gremialismo y
abandonan el trabajo reconociendo de esta forma la autoridad del Comité de Huelga, poco a
poco se va extendiendo el paro de labores a lo largo del capítulo, hasta arribar a la búsqueda
institucional a la que son orillados por la normalización del servicio de transporte y las
resoluciones de la Secretaría de Industria.
Ya en la segunda parte del capítulo traté de presentar la dinámica de las instituciones
oficiales y los vericuetos de la lucha legal. Actuarán otras fuerzas institucionales como la
Suprema Corte de Justicia que daría un giro a la situación, vuelco que durará meses y donde
los confederados se entregarán a la solidaridad que les otorgan diversos grupos proletarios y a
la que ellos mismos impulsarán participando en la campaña mundial por la vida de Sacco y
Vanzetti. Finalmente el capítulo se centrará en la formación de la Junta Federal y las formas
utilizadas por ésta para desarticular de una vez por todas la huelga que para ese momento tenía
tras de sí 12 meses de intensas batallas, físicas, políticas y legales.
Finalmente, al tratar de redondear las razones y finalidades de mi trabajo acuden a mi
mente las palabras de tres grandes de la historiografía, el primero, Herodoto de Halicarnaso,
cuyas primeras líneas fueron “que no se desvanezcan con el tiempo los hechos de los hombres,
y para que no queden sin gloria grandes y maravillosas obras”, todo ello en una historia que no
sea farsa o comedia “que dé placer un rato, sino una historia provechosa que dure para
siempre”, como remarca Tucídides; es decir, que sirva, que tenga un objetivo real y concreto
para aquella clase social que escribió las páginas de esta historia, pues finalmente siguiendo a
Carlos Marx, la historia escrita es la historia de la lucha de clases.
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
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Capítulo 1
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
1.1 El sinuoso camino de la economía y la política
El inicio del siglo XX supuso una transformación en la economía mexicana; sin
embargo, esta mudanza mantiene características del pasado, entre éstas la dependencia del
comercio exterior, junto a novedosos elementos, como el fortalecimiento de determinadas
ramas productivas. Nuevamente, la revolución hizo el servicio de comadrona de los
importantes cambios operados en la gran diversidad de componentes económicos y sociales a
muy diferentes ritmos. Qué tan eficientes o destructivos fueron los servicios de la partera es
todavía un acalorado debate por los historiadores especializados en la materia.
Muchas ideas sobre el nulo desarrollo económico, producto de la destrucción total de la
base productiva, creando una nueva burguesía nacional que llevaría las riendas del país chocan
con lo complejo que resulta la sociedad que construye la posrevolución. Por otro lado, existen
propuestas que contemplan una transformación más compleja, en que lo antiguo adquiere un
nuevo impulso con sus particulares características. Stephen H. Haber, por ejemplo, se ha
basado en estudios donde revela que la mayor parte de la planta manufacturera quedó intacta,
que los barones industriales extranjeros no abandonaron el país de manera permanente y que la
burguesía nacional no llenó el espacio que habrían dejado. En pocas palabras, explica Haber,
…si durante el porfiriato la industria mexicana se caracterizó por monopolios y
oligopolios integrados verticalmente que confiaban en la protección del gobierno para
compensar las ineficacias estructurales, estas características fueron aún más evidentes
durante los años posteriores a la revolución. Hasta cierto punto, en lugar de que la
revolución haya destruido la estructura industrial del porfiriato, la reforzó1.
El periodo comprendido entre 1920 y 1930 es clave para identificar estas
transformaciones económicas. Desde el ascenso de Obregón al poder se crea una relativa
estabilidad política-militar necesaria para el despegue productivo en determinadas ramas de la
economía; y permite, dada la situación, una intervención verdadera de los grupos políticos,
principalmente el círculo del gobierno en turno, para el difícil trabajo de dirigir la economía en
beneficio de los múltiples intereses creados por sectores sociales activos en su participación
1 Stephen H. Haber. Industria y subdesarrollo. La industrialización de México, 1890-1940. México: Alianza
Editorial, 1992. p.157
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
11
política. Es en este peculiar periodo donde se irán conformando los elementos económicos del
México posrevolucionario.
De forma general, la economía creció 14.3% entre 1919 y 1928; de 1920 a 1926 el
ritmo de crecimiento anual del Producto Interno Bruto fue de 1.6%, para caer ligeramente una
vez empezada la crisis a mediados del año 26. Sin embargo, para 1929 sobrevino el verdadero
colapso con un retroceso del 22% en términos reales.2 Existe, entonces, una serie de vaivenes
en la economía del periodo: una leve recuperación económica, que se expresa en un aumento
de la producción respecto a la década anterior; seguido de una ralentización de ciertos
aspectos, como la producción minera, hasta llegar a la profunda depresión del 29.
Por su peso específico en las actividades económicas, y su importancia en la política
fiscal son dos aspectos que se tienen que tomar en cuenta inicialmente. El primero de ellos es
el petróleo cuyo punto máximo de producción fue 1921 con 193 millones de barriles3, el cual
descendió en 1925 a 140 millones, fue seguido por 90 millones en 1926, 64 en el 27, 50 en
1928 y finalmente 33 millones de barriles en 1932.4 “Se aprecia de inmediato la caída
fulminante de los ingresos mexicanos por impuestos a la producción, a cuenta del petróleo. En
1922, 88 millones [de pesos]; en 1927, sólo 19 millones”5, alterando en consecuencia la
política económica gubernamental.
La minería tuvo un importante crecimiento en su producción, principalmente por la
diversificación en la explotación de los metales; a pesar de ello, la caída del precio
internacional de la plata en 1926 y la posterior depresión económica afectarían también este
rubro de la economía. La producción de oro hasta 1929 se mantiene de forma estable,
alrededor de 25 toneladas anuales; en esta época la plata goza de un aumento en su producción
respecto a décadas pasadas, y oscilará en las 3.3 mil toneladas para el año de 1927; el cobre
dobló su producción de 1922 a 1923, pasando de 27 a 53 mil toneladas manteniéndola por
varios años más. Tanto por la demanda internacional como por el descubrimiento de nuevas
técnicas productivas, el zinc y el plomo son metales que se tienen como novedad en este
periodo; experimentando un boom, aumenta el zinc su producción de 1.3 mil toneladas en
2 Carlos Tello. Estado y desarrollo económico: México 1920-2006. 2ª ed. México: UNAM, 2008. p. 37
3 Ibid. p. 34
4 Haber. Op. Cit. p. 190
5 Enrique Krauze, Jean Meyer y Cayetano Reyes. Historia de la Revolución Mexicana, 1924-1928: La
reconstrucción económica. 1ª reimp. México: El Colegio de México, 1981. (HRM, 10) p. 240
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
12
1921 a 136 mil en 1927, mientras el plomo crece de 60.5 mil a 243 mil toneladas en el mismo
periodo.6
Circunstancias políticas y de mercado externo fueron decisivas para la leve diferencia
entre estos dos productos que significaban la parte más importante de la exportación en la
época. A pesar de ser tímida la implementación del artículo 27 constitucional provocó
desencuentros entre las empresas productoras y el gobierno, la manera en que se solucionaron
los conflictos varió en cada caso. Por un lado, las empresas petroleras dieron una respuesta
radical al no producir y, en algunos casos, llevar la inversión a otro lado; para este punto, las
amenazas de intervención militar norteamericana eran frecuentes; aunado al descubrimiento de
nuevos asentamientos en Venezuela, provocaron la constante baja de la producción y de los
ingresos que ya se señalaron.
Las empresas mineras fueron más flexibles a las disposiciones del gobierno; William
Loeb, ejecutivo de la ASARCO (American Smelting and Refining Company) principal minera
de capital norteamericano, declaró en 1926 que su empresa “jamás había infringido una ley
mexicana, independientemente de lo injusta que hubiera podido parecerle; en vez de
enfrentamiento, su compañía había recurrido a la técnica de la persuasión”7. Los problemas
del mercado internacional afectaron a ambas producciones y terminarían por colapsar
finalmente; sin embargo, cabe señalar que el efecto de la crisis en la minería se resentiría
varios años después que en el petróleo.
[Por su parte] la generación de energía eléctrica se multiplicó más de cuatro veces
entre 1920 y 1930. La industria de transformación creció, en el mismo lapso, a un
ritmo acelerado, cercano al 5% anual. La producción de azúcar pasó de 118 mil
toneladas en 1920 a 216 mil en 1930. El algodón consumido por la industria textil
subió de 36 mil a 40 mil toneladas en ese periodo. La industria de cemento pasó de
producir 45 mil toneladas en 1920 a 227 mil en 1930 y la de acero de 43 mil toneladas
a 103 mil en esos años.8
El proyecto carretero, que el General Obregón consideraba uno de los aciertos de la
administración Callista y factor de progreso que siempre harían honor a dicho gobierno9, más
el de irrigación tuvieron tal efecto que las últimas industrias que enumera Carlos Tello fueron
6 Ibid. p. 255-258
7 Ibid. p. 253
8 Tello. Op. Cit. p. 38
9 Carta de Obregón a Calles. Cájeme, Son., 4 de agosto, 1925. Plutarco Elías Calles. Correspondencia personal
1919-1945. 1ª reimp. México: FCE, 1996. V. 1 p. 164
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
13
las que funcionaron de mejor manera durante los oscuros años de 1926-1932. Incluso tuvieron
récords de producción, rentabilidad y utilización de la capacidad de las empresas. Por ejemplo,
Fundidora Monterrey tuvo una histórica utilización de su capacidad del 45% entre 1926-1932,
el doble de lo alcanzado en 1903-1910 y 1918-1925. En el mismo periodo la industria
cementera tuvo una utilización al 60%, superando lo alcanzado por el Porfiriato y la primera
parte de la década de los 20. Esta situación atraería nuevas inversiones en plantas y equipos,
siendo la excepción respecto al conjunto de la industria.10
La contraparte de la industria es más compleja aún. A pesar del gran crecimiento
urbano operado en esta época; si entre 1921 y 1930 la población pasó de 14.3 a 16.6 millones,
la urbana creció 40% frente a un 11% rural11; el país seguía siendo eminentemente rural. La
producción ganadera y agrícola resintió graves afectaciones durante el periodo violento de la
revolución; la recuperación se tornará más difícil y presenta hondas diferencias; puesto que, en
suma, hay dos México agrícolas. “El del norte, moderno, agresivo altamente tecnificado y con
el serio problema de la distribución de sus productos. El del sur y el centro, concentrado en
una producción de subsistencia que ve declinar año con año las cosechas. Cuando las
importaciones del gobierno no llegan, la consigna es clara: apretar el cinturón”. 12
El maíz y el frijol, propios del segundo tipo de México agrícola, sufrirá una constante
caída en su producción conforme avanza la segunda mitad de los años 20, particularmente en
los estados donde la guerra cristera es más intensa. En la producción de frijol, entre 1925 y
1929 hay una disminución de 196 mil toneladas a 94 mil toneladas, más del 50%. En 1924, la
producción de maíz era de 2.7 millones de toneladas, en 1927 de 2.1 millones, y bajaría hasta
1.5 millones de toneladas en 1929. Incluso el recurso de la importación de maíz tendrá su
punto álgido en 1926, cuando se importen 109 mil toneladas con una inversión de 2 millones
de pesos dentro de un presupuesto gubernamental de 300 millones. Nuevamente la crisis del
26 tendrá su efecto y, a pesar de la baja producción, el gobierno limitará las importaciones de
maíz (y otros cereales como el trigo) a 28 mil toneladas en 1927.
En contraparte, los productos con mayor importancia para el comercio exterior, como
el henequén, café, tomate, algodón, plátano, ixtle, garbanzo, legumbres frescas, arroz, azúcar
(para mercado interno),tienen un importante aumento en su producción; entre los más
10 Haber. Op. Cit. p. 206-208
11 Tello. Op. Cit. p. 37
12 Krauze. Op. Cit. p. 165
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
14
trascendentes se encuentra el tomate que aumenta de 58.8 mil toneladas en 1924 a 88.8 mil
toneladas en 1928. A pesar de ello, constantemente se presentarán frenos en la distribución,
producto de la competencia y la falta de empresas distribuidoras y procesadoras,
principalmente.13
Sergio de la Peña explica que “las actividades económicas más dinámicas (petróleo,
minería y agricultura de exportación) estaban en gran medida en manos de inversionistas
extranjeros, y constituían las fuentes principales de ingreso fiscal, por lo que la capacidad de
operación del gobierno dependía estrechamente no sólo de los acontecimientos del exterior
sino de las decisiones de los inversionistas extranjeros”14. De acuerdo a Joseph Sterrett y
Joseph Davis, enviados en 1928 por el Comité Internacional de Banqueros para elaborar una
auditoría de la situación económica mexicana, las inversiones extranjeras en México estaban
divididas entre las norteamericanas con 3 mil millones de pesos, las británicas con 900
millones, las francesas con 375 millones y otras con 325 millones, sumando 4 600 millones15.
Un informe sobre “el valor de las propiedades de americanos” elaborado por el
Departamento de Estado de Estados Unidos, basado en información de la Cámara Americana
de Comercio en México, exponía que a principios de 1927 el “total de las propiedades
americanas en México es de un mil trescientos ochenta y nueve millones de dólares”; tomando
en cuenta que el cambio de divisas era de dos pesos por dólar, dicho comunicado tiene una
diferencia de apenas 222 millones de pesos respecto del de Sterrett y Davis. El informe
continúa enumerando los rubros de inversión: 600 millones de dólares en tierras petroleras y
minas, 250 millones en ferrocarriles, 150 millones en propiedades rurales, 50 millones en
refinerías, 35 millones en propiedades urbanas, 35 millones en servicios públicos, 25 millones
en fundiciones, 10 millones en explotación maderera y 131 millones en otras inversiones no
especificadas.16
Estas inversiones extranjeras, y particularmente las norteamericanas, fueron
cambiantes y diferenciadas de acuerdo a los acontecimientos políticos internos y el mercado
internacional. En su libro Industria y subdesarrollo Stephen H. Haber hace una exposición de
las fluctuaciones en las inversiones extranjeras: Tras la revolución se crea un gran efecto
13 Ibid. p. 165-170
14 Sergio de la Peña y Francisco Javier Guerrero. Los frutos de la revolución (1921-1938). 4ª ed. México: Alianza
Editorial, 1992. (México, un pueblo en la historia, 4) p. 34
15 Enrique Krauze y Jean Meyer. “Las inversiones-invasiones norteamericanas”. En Krauze. Op. Cit. p. 291
16 “El capital americano invertido en México”. El Universal. 24 de febrero, 1927
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
15
psicológico en los empresarios, agudizado por las medidas sociales gubernamentales y por el
crecimiento de la organización obrera, situación que crea una desaceleración en las inversiones
de nuevas plantas y equipos, empresas como CIDOSA, principal textilera, mantiene una
desinversión constante durante los años 20. El factor de equilibrio lo cubrirían las nuevas
inversiones americanas como Du Pont, Ford Motors y Palmolive, así como el fortalecimiento
de empresas mexicanas como Cementos Mexicanos y Cervecería Modelo.17
En el mismo estudio, Haber concluye que hubo ganancias, de tal modo que empresas
como la difícil Fundidora Monterrey pudo pagar dividendos en los primeros años de la década,
pero a la par de una constante descapitalización. Su conclusión gira en torno a la posibilidad
de “que la década de los veinte haya sido un periodo de fuga de capitales, lo que concuerda
con el bajo nivel de confianza entre los inversionistas mexicanos y con las oportunidades que
ofrecía entonces la Bolsa de Valores de Nueva York”. En muchos sentidos el año de 1926 es
el punto de quiebre de la pequeña recuperación económica operada desde 1916. “Durante el
periodo comprendido entre 1926 y 1932, la demanda y la producción disminuyeron,
desaparecieron las ganancias y las nuevas inversiones descendieron notablemente. […] Las
empresas tuvieron que reducir su producción, despedir trabajadores y sufrir considerables
pérdidas”.18 La crisis había comenzado.
Después de una serie de debates sobre la crisis económica, tanto en la Cámara de
Diputados como por algunos senadores, el Presidente de la República, General Plutarco Elías
Calles responde en una entrevista que “en concepto del Ejecutivo de mi cargo, la situación
económica actual de la República es transitoria, y el Gobierno tiene la seguridad de que
dominará esta situación, pero esto lo hará, como antes he dicho, con seriedad, sin griterías y
sin alardes”.19 Naturalmente la oposición en las Cámaras magnifica la situación y, por su
parte, el Presidente defiende la capacidad del Gobierno. Ambos tenían razón, la situación era
muy seria y debieron pasar muchos años para que se regresara a los buenos números.
El gobierno de Plutarco Elías Calles inicia el primero de diciembre de 1924 y termina
el 30 de noviembre de 1928, y ya desde antes de nacer tenía varios enemigos. Tras participar
en el arrebato violento del poder, a Don Porfirio, a Victoriano Huerta, a los convencionistas y
a Venustiano Carranza, los tres sonorenses victoriosos se enfrentarían al difícil dilema de la
17 Haber. Op. Cit. p. 177-180
18 Ibid. p. 186-187
19 E. O. Herrera y Cairo. “La crisis será transitoria”. El Universal. 1 de diciembre, 1926.
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
16
sucesión presidencial donde la violencia sería el factor que decidiera nuevamente. La rebelión
delahuertista (1923-1924) representa la destrucción de un conglomerado de fuerzas, de antiguo
y nuevo régimen, que permiten la construcción de la presidencia de Calles, gobierno que debía
ser una pausa en la vida presidencial de Álvaro Obregón y que terminó convertido en una
nueva etapa en la formación del Estado mexicano posrevolucionario.
En la biografía que escribe de Calles, Ricardo J. Zevada enlista los múltiples
adversarios del Presidente: desfilan latifundistas, banqueros que perdieron concesiones,
industriales, empresarios mineros y ferrocarrileros, compañías petroleras norteamericanas e
inglesas que no cumplían la ley, el clero y los católicos que se negaban a cumplir las Leyes de
Reforma junto a los cristeros armados; y no sólo ellos, también grupos de izquierda20. Aunque
estuvo investido de amplios poderes para tomar decisiones sin consultar al Congreso, mantuvo
un importante conflicto con las constantes alianzas y bloques que se conformaron en ambas
Cámaras durante todo su mandato; cuando regresa Obregón a la política existe una cohesión
en bloque, curiosamente también funcionó como oposición. En las provincias existía un
caudillaje que era tolerado, incluso fomentado y protegido, mientras su poder regional no
infringiera problemas a la Federación y sus instituciones, los casos más extremos son: Emilio
Portes Gil, gobernador de Tamaulipas, quien limitó el avance de la CROM en su estado
creando órganos obreros autónomos y el Partido Socialista del Noreste, con el tiempo llegó a
ser Presidente; y Heriberto Jara, gobernador de Veracruz, quien también limitó el avance
cromista y tenía amplias simpatías por el movimiento obrero independiente, finalmente por
conflictos con Calles tuvo que dejar inconcluso su periodo de gobierno.
Pareciera que Calles tuvo una presidencia llena de conflictos, acosado por todos lados
y con un proyecto de reconstrucción con el que combatía solo contra el mundo. En efecto fue
así; pero la situación ni fue tan sencilla ni tan lineal comose concluiría a simple vista. El
Estado de Calles representa a amplias fuerzas sociales, con sus respectivos intereses; unos, con
los que lograron el triunfo de la revolución y, otros, que son una mezcla de vieja oligarquía y
militares medio empresarios y medio políticos. El conflicto se agudiza cuando estos grupos
políticos y sociales actúan, presionan, o atacan para llevar adelante sus muy particulares
intereses; siendo éstos contrapuestos, el caos no se hace esperar. Incluso puede sorprender que
20 Ricardo J. Zevada. Calles, el presidente. 3ª ed. México: Editorial nuestro tiempo, 1983. p. 151-152
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
17
no hayan caído el régimen y la sociedad a pedazos. Calles, y sus allegados21, tienen la
capacidad, no sólo de proponer una idea que aglutine a los desencontrados, sino que pueda
malearlos, utilizando los cambiantes contextos, con el fin de fortalecer el Estado y sus metas
revolucionarias.
Así como en la situación económica, la crisis política del cuatrienio callista arranca en
el verano de 1926, justamente cuando el empresario Obregón regresa a la participación
política, en el entendimiento de una próxima reelección. De tal forma que se puede dividir en
dos años de auge, dos de recesión. “Los dos primeros años, los de la Nueva Política
Económica, muy breves para que el presidente y los suyos hayan podido eliminar a sus
enemigos o a los que no son sus partidarios. Después dos años de luchas políticas tremendas
durante los cuales Obregón ha ido adquiriendo cada día más importancia”22. Y el punto clave
que significa el segundo semestre de 1926, momento en que todas las tensiones llegan a su
cenit e inicia la campanada para el combate. La salida de uno de los principales miembros del
gabinete, Pani, a finales de enero de 1927 coincide con esta crisis.
En la primera etapa, la Nueva Política Económica, como la llama J. Meyer, o Nuevo
Régimen, según el propio Pani, dejaría honda huella en todo el sistema posterior. A pesar de
que la base de estos cambios se encuentra en el régimen de Obregón, es hasta la sucesión
cuando toman forma, realizando así la revolución económica que rompe los esquemas
anteriores. José Iturriaga de la Fuente, en su libro La revolución hacendaria, fortalece su tesis
explicando que la política del Porfiriato, más que el desarrollo económico y social, preserva
los intereses de las clases poseedoras; los años convulsos de la segunda década del siglo XX
que implicaba una economía de guerra retrasaron la implementación de una nueva política, a
pesar de que los principios quedaron plasmados en la Carta Magna; por lo que no es sino hasta
el régimen callista que sucede dicha revolución.23
En el artículo “El señor Ing. Pani deja la Sría. de Hacienda” aparecido en El Universal
del 29 de enero de 1927 se ilustra a grandes rasgos, basándose en la Memoria de la Secretaría
21 El gabinete de Calles estaba integrado inicialmente por Romeo Ortega, Subsecretario de Gobernación; Alberto
J. Pani, Secretario de Hacienda; Aarón Saenz de Relaciones; Adalberto Tejeda de Comunicaciones y Obras
Públicas; Joaquín Amaro, Subsecretario de Guerra y Marina; Luis L. León, Secretario de Agricultura y Fomento;
Luis N. Morones, Secretario de Industria, Comercio y Trabajo; José M. Puig Casauranc, Secretario de Educación
y Ramón Ross, Gobernador del Distrito Federal. Ibid. p. 20
22 Jean Meyer, Enrique Krauze y Cayetano Reyes. Historia de la Revolución Mexicana, 1924-1928: Estado y
sociedad con Calles. México: El Colegio de México, 1977. (HRM, 11) p. 198
23 José Iturriaga. La revolución hacendaria. La hacienda pública con el presidente Calles. México: SEP, 1976. p.
24-43
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
18
de Hacienda y Crédito Público que abarca de 1923 a parte de 1926, la labor de la Secretaría
dirigida por Pani: La propuesta original radicaba en la nivelación presupuestal y el pago de las
deudas dentro de una rigurosa política económica. Dicha nivelación se logra, a pesar de los
grandes problemas económicos dejados por la rebelión delahuertista, y permite el empuje de
las obras reconstructivas. Para ello, emplearon el impuesto sobre la renta, la reforma de
unificación y equilibrio fiscal buscando la supresión del desorden en los impuestos y la
disparidad de los estados con la Federación. Se reorganizó el sistema de instituciones de
Crédito dictando nuevas leyes, se estableció la Convención Nacional Bancaria, y se creó el
Banco de México y el de Crédito Agrícola. Y sobre todo remarca la participación de Pani en el
mejoramiento de las obligaciones de pago emanadas de la Deuda Pública (Enmienda Pani),
obligaciones cumplidas mientras estuvo en el cargo.24
Estas medidas desarrolladas durante la gestión de Pani fueron la piedra angular del
programa de gobierno, y lo que permitiría aprovechar la favorable coyuntura económica de los
dos primeros años. Esto sería trascendental puesto que, como decía Calles, “el primer paso
para conseguir nuestro bienestar consiste en lograr nuestra independencia económica sobre la
base de nuestros propios recursos, porque no puede concebirse la libertad de los pueblos, y
muy principalmente su libertad política, cuando se encuentran esclavizados económicamente.
Por eso el gobierno ha constituido organismos [como el Banco de México] que tienden a hacer
efectiva esa libertad”25. A partir de esta libertad económica se podrían consolidar los demás
aspectos de la vida nacional, como la educación, el reparto agrario, la protección de la
industria, extender el sistema de comunicaciones. En ese sentido, “la tendencia fundamental
de este gobierno es procurar la liberación económica de las grandes masas proletarias de
México, para el desarrollo y la prosperidad de la colectividad mexicana considerada como un
todo, sin que esta actitud implique abandono o ataque a intereses legítimos de clases
privilegiadas”26.
[Sin embargo, en la segunda etapa de la presidencia de Calles] el orgulloso Banco de
México –con todo y su flamante edificio- tuvo que retraer conservadoramente sus
24 “El señor Ingeniero Pani deja la Secretaría de Hacienda”. El Universal. 29 de enero, 1927
25 Discurso de Plutarco Elías Calles, Reformas sociales sobre una base reconstructiva. Monterrey, febrero, 1926.
Plutarco Elías Calles. Pensamiento Político y Social. Antología (1913-1936). 2ª ed. Pról., intr., y notas Carlos
Macías. México: FCE, 1992. p. 131-132
26 Entrevista concedida por Plutarco Elías Calles a The New York Times. Las llamadas leyes de extranjería. 7 de
febrero, 1926. Ibid. p. 127
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
19
operaciones y conformarse con ser, en parte, un espectador impotente de la crisis y una
institución preocupada sólo de sobrevivir. Y así sucedió con las otras creaciones. El
servicio de la deuda pública se suspendió; la devolución a manos privadas de los
ferrocarriles, capítulo cumbre de la Enmienda Pani, fracasó estrepitosamente y muy
pronto sería enmendado a su vez, cuando esta empresa sin redención fue devuelta al
gobierno; los ambiciosos proyectos de llenar el país con una red carretera tuvieron que
reducirse a unos cuantos miles de kilómetros. La ignorancia, la imprevisión, la prisa y
hasta la ingenuidad, hicieron fracasar una parte de los proyectos de irrigación y la
corrupción acabó con una de las niñas de los ojos de la NEP [Nueva Política
Económica] callista: el Banco Nacional de Crédito Agrícola.27
La crisis económica de 1926 tendría graves consecuencias en el desarrollo económico
del país al colapsar la producción de diversos minerales y productos que eran destinados
exclusivamente al comercio exterior. En consecuencia los impuestos emanados de las
exportaciones, de empresas extranjeras en México y algún que otro capital nacional, bajaron
de forma importante. Los ingresos efectivos del gobierno federal cayeronde 317 millones 315
mil pesos en 1925 a 312 millones 18 mil pesos en 1926, y a 306 millones 873 mil pesos en
1927, más de 10 millones de pesos en dos años. Dentro de esta baja de ingresos la que más
trascendencia tuvo fue en la industria petrolera, cuya caída de impuestos pagados fue de 41.43
millones de pesos en 1926 a 25.53 millones en 1927. 28
Esta situación supuso un serio problema a la administración pública puesto que muchos
de los compromisos, tanto de infraestructura como de deuda pública, ya no se pudieron
cumplir. Por si fuera poco el mismo año arranca una de las peores crisis en las relaciones entre
México y Estados Unidos; los conflictos entre la Iglesia y el Estado llegan a la ruptura cuando
el sector radical de los fieles se decide por las armas; un atentado contra Obregón desata una
guerra de exterminio contra los yaquis; comienzan a sentirse los aires de la sucesión, o
reelección, presidencial; y por si fuera poco, la intromisión de la CROM en el sindicalismo
ferrocarrilero, aunado a los despidos y a la baja de salarios colman el vaso iniciándose el más
fuerte conflicto obrero de la época.
Calles, como candidato presidencial, era enfático en dos aspectos: uno, que debía
hacerse cumplir el artículo 27 de la Constitución29 y, dos, en sus palabras, que “de acuerdo con
mis tendencias netamente nacionalistas que me han hecho y me harán rechazar siempre toda
27 Krauze. Op. Cit. p. 211
28 Lorenzo Meyer. México y los Estados Unidos en el conflicto petrolero (1917-1942). 3ª ed. México: COLMEX,
1981. p. 35
29 Comunicado de Plutarco Elías Calles. Programa de gobierno. México, 2 de mayo, 1924. Calles.
Pensamiento... p. 93
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
20
intromisión de elementos extranjeros en los asuntos interiores de mi país”.30 Y precisamente
estas palabras de Calles encontrarían eco en uno de los conflictos más importantes con el
vecino país del norte. Por aquella época el presidente de los Estados Unidos de América,
Calvin Coolidge (1923-1929), así como el embajador James R. Sheffield (agosto 1924-julio
1927) mantenían la idea de que la Revolución era un hecho desastroso, especialmente para los
intereses norteamericanos, y que a falta de Porfirio Díaz se hacía imprescindible un gobierno
externo que gobernara el país31. Actuarían en consecuencia al defender hasta el detalle los
negocios americanos en México.
Según Lorenzo Meyer son cuatro los ejes del conflicto que exacerbarían las posiciones
de ambos gobiernos hasta llegar a las amenazas de guerra: 1) el asunto religioso, 2) la reforma
agraria, 3) la suspensión de los pagos de la deuda, 4) el problema petrolero32; cabe añadir un
quinto, la invasión de marines a Nicaragua. A pesar de que se deben tomar todos en conjunto
para entender las diferentes situaciones que se van sucediendo, las diferencias sobre el
petróleo son las que más hondo calarían y las que tendrían una mayor relevancia a la hora de
la negociación. Las leyes orgánicas del artículo 27 promulgadas en diciembre de 1925 giraban
en torno a que las compañías petroleras debían confirmar los derechos de propiedad, cuyo
límite eran 50 años, (ya no eran perpetuos) contando desde que iniciaron sus trabajos;
completando el cuadro, existe una zona prohibida que restringía las propiedades extranjeras en
las costas y las fronteras, así también, la imposibilidad de que los extranjeros recurrieran a su
gobierno en caso de conflicto con México.
La reacción estadounidense no se hizo esperar. A través de su Departamento de Estado,
encabezado por Frank B. Kellog, y el embajador Sheffield generaron una presión constante
tratando de demostrar que las leyes amenazaban de forma ilegal las propiedades legítimamente
obtenidas antes de 1917. Las empresas petroleras se ampararon y llevaron toda la disputa en
rebeldía al no confirmar los derechos hasta el 31 de diciembre de 1926, cuando vencía el
plazo. Para 1927 el problema era muy grave pues el gobierno mexicano recurrió a la
consignación de las empresas y a la cancelación de permisos de perforación; en abril del 27 los
petroleros continuaron con la producción, apoyados por Sheffield, en franco desafío al
30 Declaraciones de Plutarco Elías Calles. Condena a la intervención foránea. México, 1 de noviembre, 1923.
Ibid. p. 73
31 L. Meyer. p. 222-223
32 Ibid. p. 225
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
21
gobierno mexicano; éste último respondió con el cierre de válvulas de los pozos sin
autorización; y cuando las compañías violaron la disposición del cierre de válvulas, al ponerlas
en operación, el gobierno respondió con tropas para cerrar nuevamente los pozos. Para julio la
invasión parecía inminente a considerar la respuesta mexicana: la orden dada al General
Lázaro Cárdenas para incendiar los campos de las compañías si era necesario y la amenaza de
hacer públicos documentos confidenciales extraídos de la embajada americana que descubrían
varios intentos de derrocar a Calles por parte del Departamento de Estado americano.33
La invasión no llega, Sheffield deja su cargo como embajador y sale del país. Estos
hechos son el punto culminante en la historia del conflicto, a partir de este momento las
tácticas cambiaron y las relaciones empezaron a mejorar paulatinamente. El presidente
Coolidge no implementa la intervención militar por la presión de diversos grupos políticos,
entre los que destaca el senador Borah, Presidente de la Comisión Senatorial de Asuntos
Exteriores; por la cercanía de su reelección presidencial y por sentir toda la opinión pública
mundial en contra34. El factor que profundizaría la mejoría en las relaciones bilaterales es la
llegada del nuevo embajador estadounidense el 23 de octubre de 1927, Dwight Morrow. Éste
conseguiría buena parte de los fines buscados por Sheffield, pero por medio de la persuasión y
atraerse la simpatía de los políticos mexicanos. De tal modo que el 17 de noviembre del
mismo año, la Suprema Corte ratifica un fallo anterior que consideraba la ley de 1925 como
anticonstitucional y sostiene que los derechos adquiridos antes de 1917 no pueden someterse a
ninguna confirmación35.
En este punto cabe señalar que el contenido de la política del gobierno de Estados
Unidos sigue siendo la misma, pero con formas diferentes. El embajador enviado mantiene la
consigna de conseguir una flexibilidad por parte del gobierno y de sus cercanos colaboradores
para lograr mejores condiciones de los negocios estadounidenses en México. Lo que
interesaría es la política adoptada por el gobierno de Calles, porque finalmente cede a lo que
con tanta necedad se había opuesto; la línea de conciliación enarbolada por Obregón y Pani
termina imponiéndose en este sentido. En política interior Obregón adquiere mayor peso en su
decisión, sobre todo después de aplastar el levantamiento serranista-gomista; el movimiento
cristero pone en jaque al ejército federal y revela sus debilidades. En cierta medida la política
33 Ibid. p. 232-262
34 J. Meyer. Op. Cit. p. 28
35 Ibid. p. 32
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
22
del Gobierno se hace más abierta y comienza a ser consciente de la necesidad de una
estructura más centralizada, con mayor fuerza en la decisión, pero con mayor flexibilidad y
audacia en los momentos difíciles.
Las palabras de Calles adquieren mayor significado tras estos hechos: “Yo no soy
enemigo del capital; todo lo contrario, deseo que venga a explotar nuestras riquezas naturales;
pero nosotros queremos que venga el capital humanitario, el capital que tiene conciencia de su
misión en el mundo moderno […] que se da cabal cuenta de que tiene una función que
desempeñar, llevando por fin no únicamente el mayor lucro a su poseedor, sino en beneficio
colectivo, a la par que el capitalista se beneficia individualmente” 36.
36 Discurso de Plutarco Elías Calles. Las tendenciasde la candidatura. México, 14 de mayo, 1924. Calles.
Pensamiento... p. 97
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
23
1.2 El desencuentro social
Con excepción de un revés en 1920-1921, la década de los veinte significó una
expansión para la economía norteamericana. El primer pilar de este desarrollo fue la industria
automotriz que utilizaba el 15% de la producción del acero, así como de grandes cantidades de
cristal, plomo, níquel, cuero, caucho y textiles; su influencia en México está representada por
múltiples anuncios de la prensa nacional que remarcaban al automóvil como símbolo de
progreso y avance económico, proyectando también los impulsos del gobierno en el desarrollo
carretero. De forma paralela la construcción de vivienda, que sería una respuesta a la marcada
migración que experimentó una elevada tasa de crecimiento en el periodo de 1918-1925, y los
grandes edificios encaminados al comercio marcaron la dinámica en este periodo37.
Con el boom económico, impulsado por la Gran Guerra y la reconstrucción, la
burguesía norteamericana se sentía la gran triunfadora, los negocios eran prósperos y la tierra
de las oportunidades abría las puertas a todos por igual; era tiempo de hacer negocios y
muchos de ellos prosperaban, hasta el contrabando de alcohol y la venta de protección eran
bien vistos dado los buenos dividendos que garantizaba; los socialistas tuvieron un repliegue
pues daba la impresión que la sociedad no necesitaba un cambio.
Fue en este momento en que los banqueros tuvieron más en cuenta que México tenía
unos cuantos bonos qué pagar, y con ese objetó se formó el Comité Internacional de
Banqueros, con la casa Morgan al frente. Inglaterra y Francia, que eran los otros países
interesados en los negocios en México, durante los años veinte no tuvieron tan buenos
dividendos; el primero buscó mantener la estabilidad de la libra al tiempo que se estancaba por
una monoproducción que le impidió ser competencia a los otros productores; y Francia
marchó relativamente bien económicamente, con cierto desahogo para las clases sociales,
aunque con desequilibrios políticos que se agudizarían pasada la recesión del `29.
De este conjunto de acreedores los más interesados en las deudas mexicanas fueron los
vecinos del norte. El interés económico fue una de las razones que los llevó a entrometerse en
el desarrollo de la política nacional para lograr mayores ganancias sin altos costos
diplomáticos. En esta época expandieron sus negocios empresas como Ford, Chrysler, General
Motors, Radio Corporation of America, United States Steel, etc. Y los sonorenses en el poder
37 Willi Paul Adams, comp. Los Estados Unidos de América. Trad. Máximo Cajal y Pedro Gálvez. 26ª ed.
México: Siglo XXI, 2003. (Historia Universal Siglo XXI, 30) p. 264-277
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Contexto político y socioeconómico del periodo callista
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sabían perfectamente que se requerían buenas relaciones con ellos. A punto de tomar la
presidencia, Calles tuvo la necesidad de tranquilizarlos explicándoles su programa; en un
banquete organizado por la Cámara de Comercio de Nueva York se reunió con los principales
directores económicos del imperialismo. El periódico comunista El Machete hace un recuento
de los invitados:
Dicha agrupación [la Cámara de Comercio] dió un banquete al “socialista” Calles.
Treinta de los dueños de México y del mundo, concurrieron a honrar a nuestro gran
“bolcheviqui”. Entre los asistentes estuvieron: Thomas P. Lamont, representante de la
casa Morgan, presidente del Comité Internacional de Banqueros que controla México, y
coautor del Tratado Lamont-De la Huerta, convenio entre nuestro Gobierno y la casa
Morgan; A. C. Bedford, presidente de la “Standard Oil Company” de Nueva Jersey; E.
H. Gary, presidente del famoso trust del acero “United States Steel Corporation”, el
enemigo más encarnizado de la jornada de ocho horas y de los sindicatos; Otto H. Kahn,
banquero de la casa Kuhn, Loeb y Cía.; L. F. Loree, presidente de muchos ferrocarriles;
etc., etc.38
Más allá de las críticas políticas que se lanzan, la reseña nos permite observar quiénes
eran los principales representantes de la gran burguesía internacional que estaba altamente
interesada en el país. En el estudio que hace Jean Meyer sobre la élite económica nacional se
puede apreciar la manera en que estos intereses internacionales se ligan con los mexicanos a
través de una bisagra integrada por banqueros, financieros, administradores, consejeros,
abogados influyentes, hombres con influencia política y sindical. Es una burguesía mexicana
que se sigue constituyendo, con viejas y nuevas fuerzas sociales; “Trescientos y tantos
personajes que aparecen en todas las listas: en el mundo financiero, industrial y en el de los
sociales, el todo México que vive esos 20s de manera febril”39.
Se va tejiendo una red de poder económico difuminado al político donde participan
diversos grupos sociales; “siguiendo el proceso que se dio por primera vez en el Porfiriato, se
funde la vieja aristocracia (si es que queda), los criollos nuevos40 y la familia revolucionaria, y
ello después de haber cimentado la unión dentro de cada grupo a través de numerosos
matrimonios”41. Esta es la base de una clase social que mantiene el poder a través de los
38 “La confesión de Calles”. El Machete, 20-27 de noviembre, 1924. Núm. 22
39 J. Meyer. Op. Cit. p. 299
40 Estos criollos nuevos están conformados por extranjeros de diversas generaciones, entre ellos se encuentra
españoles que cuentan con empresas familiares de agricultura e industrias tradicionales, norteamericanos, anglo-
canadienses, franceses y alemanes con vínculos en la industria moderna, el comercio y las finanzas. Al mismo
tiempo existe una inmigración de árabes y judíos que empieza durante la presidencia de Calles. Ibid. p. 297
41 Ibid. p. 300
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Contexto político y socioeconómico del periodo callista
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diferentes militares metidos a la política; sin embargo, estos últimos no podrán mantener el
equilibrio necesario para la prosperidad económica sin acudir a las clases mayoritarias y sus
capas de vanguardia que están fuertemente politizadas y que comienzan a ser conscientes de
su fuerza.
No era un secreto que buena parte de los militares no veía con buenos ojos al General
Plutarco E. Calles; la rebelión delahuertista mostró la animadversión que se sentía en el
ambiente castrense por Calles, pero esta purga de aspirantes a dividendos políticos les permitió
hacer modificaciones a las estructuras del ejército para que dejara de ser nido de asonadas.
Entre 1926 y 1928, las fuerzas armadas federales recibieron del 20 al 40% de los egresos
gubernamentales, 90 de los 248 millones en 1927. Aunque en tiempos del Presidente Obregón
se habían licenciado a muchos soldados, enviando algunos a ciertas comunidades agrarias,
entre 1926 y 1929, para combatir a los cristeros principalmente, se contabilizaban 75 mil
efectivos junto a 30 mil agraristas que funcionaban como auxiliares. Con un amplio mando de
14 mil oficiales.42
 Dentro de las medidas que lleva adelante el General Joaquín Amaro, entonces
Secretario de Guerra y Marina, destacan la división del país en 33 Jefaturas de Operaciones
Militares que a su vez subdivide en algunas regiones, esta división iría acompañada de una
rotación del mando para evitar ejércitos leales a un solo oficial; junto a la reapertura del
Colegio Militar, se pretende profesionalizar al ejército y conducirlo a perseguir una lealtad, la
del Estado mexicano.43 Sin embargo, el Presidente Calles no podía confiar plenamente en las
fuerzas armadas, la experiencia del 24 estaba muy fresca en la memoria, por lo que recurrió a
las masas organizadas, principalmente a través de sus dirigentes. El primer pilar eran los
agraristas, organizados mayoritariamente en el Partido Nacional Agrarista, y el otro, que se
torna fundamental para el Callismo,es el Partido Laborista vinculado a la Confederación
Regional Obrera Mexicana (CROM).
Desde la sublevación de Agua Prieta organizado por el triunvirato sonorense contra el
entonces Presidente, Venustiano Carranza, comienza un convenio entre la facción
revolucionaria triunfante y la naciente burocracia obrera organizada en la CROM. El pacto
entre Obregón y la Confederación, tomaría como precedente el de la Casa del Obrero Mundial
42 Ibid. p. 60-64
43 Ibid. p. 66
La huelga ferrocarrilera de 1926-1927
Contexto político y socioeconómico del periodo callista
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y Carranza, y a su vez sería el preludio del acuerdo entre el Presidente Calles con la misma
CROM. Pero la diferencia de estos pactos consiste en los diferentes grados de las prebendas
que se les entregan a los dirigentes obreros, así como el grado de cooptación que hace el
Estado de éstos. El Estado, esencialmente el callista, los necesitaba para fortalecer su posición
política a partir de su base social organizada, para llevar adelante el proyecto de
reconstrucción donde el proletariado debía recibir regalías sin que afectaran al capital y evitar,
por medio de una dirigencia fiel al gobierno, que los trabajadores sobrepasaran los límites del
arbitraje institucional.
La primera organización [es decir la sindical], lejos de producir el resultado que señalan
los timoratos, de ahondar las diferencias y de hacer más áspera y dolorosa la lucha de
clases, ha traído, por el contrario, como resultado inmediato, la desaparición de muchas
asperezas y violencias en la lucha natural de clases, porque los elementos trabajadores,
con mejor comprensión de sus finalidades y de sus deberes y derechos, y con mayor
disciplina, resultado de la organización sindicalista, logran más fácilmente ahora
triunfos para el mejoramiento de su clase, y porque el logro de esos triunfos, de modo
natural también, suaviza los procedimientos y previene las violencias y los excesos
porque los trabajadores han adquirido ya confianza en los resultados satisfactorios de la
acción sindical, y no se llega, por tanto, a la desesperación y al desorden característico
de los movimientos de clase, en lucha contra el capital, cuando de antemano se tiene
casi la seguridad de la derrota por la falta de una buena organización y de una justa
protección gubernativa.44
En esta idea que enarbolaba Calles la CROM como organización sindical era
imprescindible, no sólo para que los trabajadores lograran su mejoramiento sino para evitar los
desordenes propios de la violenta lucha de clases. El sindicalismo se concibe no para combatir,
sino para conciliar el trabajo y el capital, y ello por medio de la “justa protección gubernativa”.
Y precisamente este concepto es el que adopta el máximo representante de la burocracia
sindical de la época: “el mejor estímulo para la producción, es el perfecto equilibrio entre los
factores que a ella concurren, y que al favorecer exclusivamente a uno, tendría que ser en
detrimento de los otros. De ahí que el gobierno […] haya valorizado la conveniencia de que
elementos que en el terreno de la práctica se hallan estrechamente vinculados, deben estarlo
44 Artículo de Plutarco E. Calles, El impulso a la organización gremial, para The New Leader. Abril, 1925.
Calles. Pensamiento... p. 122-123
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asimismo para la acción administrativa del Gobierno, quien siendo el árbitro regulador de sus
funciones, está en beneficio de la colectividad”45.
El Estado como árbitro de las clases es por la que se derramarán ríos de tinta en las
publicaciones de la época. Pero no sólo era necesario que se anunciara para que en efecto lo
fuera, no, eran necesarias ciertas condiciones en el terreno de la lucha de clases para que el
Estado se erigiera como lo que tanto pregonaba. Arnaldo Córdova en su trascendental obra
explica que los trabajadores y los patrones estaban desprovistos de un poder autónomo por lo
que no tenían más remedio que aceptar la dominación de los grupos políticos gobernantes;
“así, el Estado se encontraba en una posición excepcionalmente favorable para imponer su
autoridad sobre todas las clases sociales y promoverlas según sus designios […] sometiendo a
unos sobre la base de contraponerlos a los otros…”46.
A este poder político es al que fue cooptado el dirigente sindical citado anteriormente.
Luis Napoleón Morones47 accede, en la presidencia de Calles, a la cumbre de su vida sindical,
es ministro de la Secretaría de Industria Comercio y Trabajo y funge como figura central en la
mayor parte de los conflictos políticos de la época; incluso, en pleno conflicto religioso, funda
la Iglesia cismática. El Departamento de Trabajo de dicho Ministerio estaba encabezado por
otro miembro del Grupo Acción48, Reynaldo Cervantes Torres, quien despachaba todos los
conflictos de los trabajadores de acuerdo a una política común con Calles y Morones; política
que consistía en presionar a los patrones cuando una huelga era legal, dirigidas por la CROM
naturalmente, y reprimir a los trabajadores cuando una huelga era declarada ilegal.
45 Citado en Arnaldo Córdova. La ideología de la Revolución Mexicana. La formación del nuevo régimen. 5ª. ed.
México: Ediciones Era, 1977. p. 316
46 Ibid. p. 322
47 “Un hombre gordo, semi-calvo con manos cuajadas de anillos con brillantes, pulcramente vestido y ricamente
tratado; dueño del Hotel Mancera, miembro de la “Alianza de Camioneros”, propietario de casas de placer,
concurrente asiduo de cabarets, donde derrochaba fortunas, había surgido años antes de la nada y se había
encumbrado al maximato del movimiento obrero mexicano. Luis N. Morones, en los años gloriosos de la “Casa
del Obrero Mundial”, empezó a darse a conocer. Era flaquillo y tenía melena, la que agitaba como nuevo Dantón,
cuando hablaba a las masas electrizándolas con torrentes de oratoria extremista, invitándolas a tomar el rifle y a
barrer con todo lo que oliera a burguesía. Entonces no tenía Hotel Mancera, ni casas de placer, ni en que caerse
muerto; era un obrero electricista que ganaba el pan trepado en los postes, tenaza en mano.” Elías Barrios. El
escuadrón de hierro. México: Ediciones de cultura popular, 1978. p. 21
48 El grupo Acción era una junta de notables, un comité encargado de planear la organización y dirección de los
sindicatos, actuaba de forma velada y externa a los organismos oficiales de decisión de la CROM, el Partido
Laborista y la Secretaría de Industria, aunque finalmente éstos respondieran a sus decisiones. Eran miembros
Luis N. Morones, Ezequiel Salcedo, Celestino Gasca, Ricardo Treviño, Eduardo Moneda, Samuel O. Yúdico,
Salustio Hernández. Robert Haberman, entre otros.
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Los zares del sindicalismo oficial eran los encargados de la institución encargada de
regular los conflictos laborales. Y utilizaban todas estas armas para, 1) hacer crecer la
estructura de la CROM y del Partido Laborista, 2) llevar adelante la política del Estado a la
que se hizo referencia anteriormente, 3) evitar que el elemento trabajador desbordara los
cauces institucionales establecidos y pretendiera actuar de forma independiente, 4) Poner en
cintura a los obreros descarriados que pensaban obtener una victoria ante sus respectivos
patrones sin el consentimiento de la Secretaría de Industria, y 5) Obtener a toda costa el
control de aquellas organizaciones gremiales que actuaran en oposición a la política
establecida, aquí el caso más emblemático de estas acciones se presenta en los conflictos con
los tranviarios y los ferrocarrileros.
 Juan Felipe Leal, quien analiza este particular proceso, explica en su consideración
cuarta que “la burocracia sindical goza de una autonomía relativa respecto de la clase obrera,
que le permite desarrollar intereses propios, por más que éstos sean de calidad distinta de los
de las clases sociales; sin que

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