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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
LENGUA Y LITERATURAS HISPÁNICAS 
 COLEGIO DE LETRAS HISPÁNICAS 
 
 
 
 
 LA IRONÍA EN ASFÓDELOS DE BERNARDO COUTO CASTILLO 
 
 
 
 T E S I S 
 
 
 QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: 
 
 LICENCIADA 
 EN LENGUA Y LITERATURAS HISPÁNICAS 
 
 
 P R E S E N T A 
 
 Diana Marisol Hernández Suárez 
 
 
 
 
 
 ASESORA: Dra. Mariana Ozuna Castañeda 
 
 Cd. Universitaria México, D.F. 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
A la UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Agradezco el apoyo con el que contó la elaboración de esta tesis al Proyecto 
"Representaciones, discursos y tradiciones intelectuales del hombre de letras en el 
ámbito hispánico. Siglo XIX. Estudio y documentación crítica" PAPITT IN402109. 
 
LA IRONÍA EN ASFÓDELOS DE BERNARDO COUTO CASTILLO 
 
Índice: 
Introducción ……………………………………………………………………… 1 
 
I. EN TORNO A ASFÓDELOS DE BERNARDO COUTO CASTILLO 
1. En búsqueda de la Modernidad. ……………………………………………. .. 7 
2. El progreso en México: en aras de la Modernidad…………………………… 9 
 El positivismo en México..............…………………………………………. 11 
 El nuevo hombre……………………………………………………………. 12 
3. El modernismo en México……………………………………………………. 15 
 El decadentismo…………………………………………………………...... 18 
4. La polémica. Del decadentismo al modernismo………………………………. 19 
 La Revista Moderna…………………………………………………………. 23 
5. Bernardo Couto Castillo y los Asfódelos……………………………………… 24 
 Couto Castillo ante la crítica: estado de la cuestión………………………… 25 
 ¿Fundador de la Revista Moderna?................................................................. 26 
 División de la crítica....................................................................................... 27 
 La crítica en torno a Asfódelos…………………………………………….... 32 
 
II. Ironía y fin de siglo: el malestar de la Modernidad 
 La Modernidad……………………………………………………………... 34 
1. El modernismo y la decadencia………………………………………………. 37 
 La expresión americana……………………………………………………... 39 
 La decadencia………………………………………………………………. 41 
2. La ironía moderna…………………………………………………………….. 45 
 Categorizaciones de la ironía ………………………………………………. 47 
 La ironía romántica-moderna………………………………………………. 48 
3. Consideraciones de la ironía en los Asfódelos………………………………… 54 
 El libro como unidad de interpretación……………………………………… 55 
 Consideraciones de interpretación: las ediciones de Asfódelos …………….. 57 
 Cambio de estilo: construcción de Asfódelos ………………………………. 59 
 
III. LA IRONÍA EN LOS ASFÓDELOS DE BERNARDO COUTO 
 La ironía……………………………………………………………………… 63 
1. Derrumbamiento de la Modernidad …………………………………………… 65 
2. La progresión: la negatividad…………………………………………………... 68 
 Primer momento: El héroe ante la Modernidad ……………………………. . 69 
 Segundo momento: El arte como acto liberador……………………………... 76 
 Tercer momento: La razón, la locura y la muerte……………………………. 84 
 El retorno…………………………………………………………………….. 92 
 La alegría de la muerte………………………………………………….……. 95 
3. La ironía en Asfódelos ………………………………………………………..... 99 
 
CONCLUSIONES...…………………………………………………………………....... 102 
BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………… 110 
 
La ironía es el primer indicio de que la conciencia se ha 
tornado consciente. Y la ironía atraviesa dos estadios: 
el estadio marcado por Sócrates cuando dijo «sólo sé 
que no sé nada» y el estadio marcado por Sanches 
cuando dijo: «no sé si nada sé». El primer paso llega a 
aquel punto en el que dudamos de nosotros 
dogmáticamente, y todo hombre superior lo da y 
consigue. El segundo paso llega a aquel punto en que 
dudamos de nosotros y de nuestra duda, y pocos 
hombres lo han conseguido en la corta extensión ya tan 
larga del tiempo que, humanidad, hemos visto el sol y 
la noche sobre la varia superficie de la tierra. 
 Fernando Pessoa 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Dedico este trabajo a mi hermano Alejandro Paris; a mis 
padres, Carmen Suárez y Tomás Hernández, y a los mejores 
de los amigos, Fabián Hernández y Berenice Vázquez. Por 
todo su apoyo y cariño, gracias. 
 
 
 
 
 
 
 
 
1 
 
INTRODUCCIÓN 
Conocerse es errar, y el oráculo que dijo “conócete” propuso 
un trabajo mayor que los de Hércules y un enigma más negro 
que los de la Esfinge. Desconocerse conscientemente, he ahí 
el camino. El desconocerse conscientemente es el empleo 
activo de la ironía. 
 Fernando Pessoa 
 
Emprender la búsqueda de un pasado implica preguntarse sobre el presente mismo; regresar la 
mirada y remover la historia conlleva a enfrentarse con el obstáculo de rebasar el propio 
horizonte, y cuestionarse sobre qué tanto se puede aprehender el pasado. Parece fácil la labor de 
estudiar la literatura moderna del sigo XIX, puesto que ya se ha realizado diversos estudios sobre 
este periodo, y se han caracterizado diversos aspectos de esta literatura; sin embargo, esa 
aproximación resulta más difícil justo por la categorización que ya se ha hecho de las 
producciones y quehacer literarios de finales del siglo XIX mexicano. La revisión que se hace del 
libro de cuentos Asfódelos (1897) de Bernardo Couto Castillo (1880-1901) conduce a la 
confrontación y replanteamiento de las nociones ya “tipificadas” anteriormente por los estudios 
literarios del siglo XIX. Por un lado, se encuentra el problema de la indefinición de la 
„Modernidad‟, problema que se agrava al intentar hablar de una Modernidad mexicana, dispar en 
todos los aspectos con la Modernidad europea, e incluso, consigo misma –pues la Modernidad 
tecnológica no se dio al tiempo ni en la misma medida que la Modernidad intelectual o la 
Modernidad estética. Ahora bien, la apropiación de la Modernidad en cada autor fue distinta, 
como ya lo había señalado José Emilio Pacheco, quien ve en la Modernidad una gama de 
modernidades; no obstante, no parece ser tan inasible la noción de Modernidad, ya que se han 
encontrado algunos parámetros o aspectos característicos que se pueden considerar para hablar 
de una Modernidad mexicana, tales como la publicación de revistas difusoras deeste 
movimiento, las polémicas o el mismo ejercicio intelectual de los hombres de letras que se 
asumían hombres modernos. 
 El mayor conflicto al realizar el acercamiento a Couto Castillo se encontró en la 
imposibilidad de delimitar las nociones de Modernidad y decadentismo en México; la cuestión 
del decadentismo para el estudio de este escritor resulta fundamental, ya que el grupo modernista 
había decidido, antes de autonombrarse “Modernistas”, denominarse “Decadentistas”, y 
enarbolaron, aparentemente, está escuela como la única y verdadera. No hay pautas claras para 
hablar de una poética propiamente decadentista en México, y por otro lado, tampoco hay una 
2 
 
aproximación teórica que parezca adecuada para hablar de Modernidad en general, como un 
conglomerado de ideas, actitudes y tecnologías para el caso de México. 
 Ahora bien, Bernardo Couto Castillo ha sido incluido dentro de este conglomerado de 
aspectos considerados modernistas o decadentistas sin “cumplir” con muchos de lo aspectos 
propios del intelectual moderno mexicano; el encasillamiento de Couto Castillo en una poética 
difícilmente definible, y aún más, en la que no participa completamente resulta problemático 
para la interpretación de su obra. Se busca en este trabajo abordar al autor desde su texto, es 
decir, ya no ver solamente los elementos que giran en torno a este cuentista para buscar una 
interpretación de su obra que parezca adecuada según las ideas estéticas que se le han 
adjudicado. El análisis e interpretación parte del texto mismo, de los cuentos de Asfódelos; se 
atenderá a la cuestión textual o literal del libro, en segundo plano, a la poética e ideología, y en 
tercer lugar, a la extratextualidad, el que se nos presenta difuso y caótico para el caso de Couto 
Castillo, tanto por la “leyenda” de decadentista que se le ha construido, como por la falta de 
datos fieles que lo ubiquen en un contexto. 
 El análisis de este libro arrojó a la luz la incoherencia en el sentido literal que parece tener 
Asfódelos, lo cual parece sugerir la presencia de la ironía no usada como figura solamente, sino 
como recurso retórico para articular en este libro una clave de interpretación; para el estudio del 
plano “material” o literal de esta obra se echará mano de la teoría narratológica de Wayne Booth, 
Retórica de la ironía. En un segundo plano de análisis, el poético, se revisarán las consideración 
de Sören Kierkegaard sobre la ironía, ya que la revisión del primer plano deja ver que la ironía 
no es empleada por Couto Castillo sólo como recurso de reconstrucción de la textualidad, sino 
que está en relación con el efecto estético que busca ocasionar en el lector; pues no sólo la ironía 
en este libro articula la interpretación, en la medida de que la disposición de los cuentos está al 
servicio del entramado irónico, sino que desarticula la realidad intra y extra textual, la 
desestabiliza hasta llevarla, al parecer, hasta una nulidad absoluta; idea que está muy en relación 
con lo que Kierkegaard considera el papel de la ironía en el arte y en una actitud vital del artista. 
El tercer plano es estudiado y abordado en virtud del referente de la ironía con la realidad 
histórica. 
 La ironía en Asfódelos de Bernardo Couto Castillo es el título que se le ha dado a esta tesis 
con el fin de englobar y vincular la noción de la ironía con este libro, sin embargo, no sólo se 
verá la función de este elemento, sino que se pondrá en duda la misma actitud moderna del autor, 
3 
 
así como el abordaje de la Modernidad en los estudios del siglo XIX; se busca revisar la relación 
que existe entre la Modernidad y la actitud y quehacer artísticos de Couto Castillo por medio de 
la ironía. 
 Es importante destacar que para poder realizar el trabajo que se propone se ha de considerar 
Asfódelos como una unidad cerrada, es decir, no es factible realizar una aproximación desde la 
ironía a este libro si se considera que su papel es sólo el de una antología de cuentos 
¿decadentistas?; es evidente que en la elaboración de este libro hay un trabajo de edición 
pensado por el autor, pues la disposición de los cuentos es la que permite una interpretación 
irónica, simbólica o esotérica; interpretaciones que difícilmente serían logradas si se considera 
cada cuento discontinuo de los otros. 
 La ironía acrisola un universo de saberes que funcionan en un mismo instante, por tal razón 
resulta fundamental entender el libro en tanto unidad, no pensado como una compilación de 
relatos, sino como un libro que guarda una finalidad en su conjunto. La hipótesis central de esta 
tesis es que el discurso cuentístico de Asfódelos arroja a Couto más allá de la leyenda de 
“decadentista” que se le ha creado, lo cual puede ser comprobado por medio del estudio de la 
ironía. 
 La ironía no puede abarcar todos los puntos explotables de esta obra, ya que los enfoques que 
se le pueden dar a esta obra son numerosos. Ahora bien, se ha mencionado que no se tomará muy 
en cuenta el plano extratextual para la interpretación, sin embargo, sí es necesario en virtud de la 
explicación del funcionamiento de la ironía en el texto, ya que ésta requiere de un referente 
parodiable. Por tal motivo se dedica el primer capítulo a la revisión de la búsqueda de la 
Modernidad en México, por parte del estado positivista, así como a la construcción de una 
actitud moderna por parte del artista; actitudes que serán criticadas e ironizada en Asfódelos, 
aunque con diferencias sustanciales: la crítica hacia la actitud del estado positivo será hecha 
directamente utilizando ironías fácilmente detectables, en el caso de que se use la ironía para 
establecer el ataque; en el caso de la actitud moderna del artista, la crítica será hecha a través de 
ironías más bien ontológicas y dolorosas, pero también más agudas y menos estables. No 
obstante, independientemente de la dificultad de la reconstrucción de las ironías, la clave para su 
reconstrucción está dada por la ironía literal; así, los dos planos, material y textual, se entrelazan 
para hacer el complejo entramado irónico de este libro. 
4 
 
 En la parte final de este primer capítulo también se hará una revisión breve de las 
consideraciones que los estudiosos han tenido con respecto de la figura de Couto Castillo, en 
relación con la Modernidad, el decadentismo y la leyenda creada sobre su configuración 
individual, con el fin de poner en duda la supuesta actitud decadente de este autor y justificar el 
alejamiento de la tradición crítica para hacer la esta aproximación e interpretación del texto. 
 La importancia de la ironía para esta obra radica en cuanto a su funcionalidad dentro de la 
modernidad, por tal motivo se dedica el segundo capítulo de esta tesis a abordar sobre manera el 
malestar de la modernidad y la ironía como medio de liberación. De este modo se busca ir 
perfilando otra posible actitud de Couto Castillo ante el quehacer estético, que está más 
relacionado con una actividad de reflexión sobre la condición del hombre mismo, y no sólo de la 
defensa del arte por el arte y la búsqueda de lo trascendental –actitud que parecen haber tomado 
los otros modernistas: en este capítulo se discute la diferencia que existe entre la apropiación de 
la modernidad en Couto y otros autores. Finalmente, se trata de explicar el papel de la ironía en 
el arte moderno como producto de un malestar de la Modernidad; esta consideración resulta 
fundamental para la justificación del plano de poético e ideológico en Asfódelos, lugar donde se 
aloja la ironía ontológica y el efecto de sentido del libro. 
 Este análisis retoma la primera edición de Asfódelos de 1897 con el fin de no perder de vista 
todos los elementos que conforman al texto y que pueden devenir en distintas interpretaciones. 
Las ediciones posteriores presentan algunos problemas para la interpretación, ya que la 
disposiciónde los elementos con los que acompañan al libro predisponen a realizar una lectura 
con prejuicios; a saber, tanto la edición de la Matraca –de 1984–, como la de Ángel Muñoz 
Fernández –de 2005–, cuyo valor es alto puesto que permiten la difusión de los cuentos de Couto 
Castillo, ya predisponen a considerar a este autor dentro de la poética decadentista. 
 El tercer capítulo busca mostrar no sólo el mecanismo que establece la ironía literal con la del 
plano de poético e ideológico para causar un efecto estético en el lector, sino también se busca 
mostrar el panorama de la angustia, de la desazón espiritual en el hombre. El tiempo deja de ser 
cíclico, como el tiempo mítico, sino continuo, amenazante, inminente, y sobre todo, irreversible 
–lineal, aunque eterno. La ausencia de Dios trae la creencia en el individuo; en esta desolación el 
hombre asume su responsabilidad de ser libre, debe de luchar con las consecuencias de sus actos 
y de la negación del perdón divino, de creer en el mundo a partir de la observación y la ciencia, 
de los conocimientos, de pensar el mundo no como preexistente, sino como consecuencia del 
5 
 
hombre mismo. Se abre la puerta al desamparo, a la expulsión del hombre de la existencia 
teológica y lo obliga a someterse a sus propias leyes, lo condena a ser su propio victimario; surge 
el respaldo del intelecto, la razón como explicación del mundo y de los fenómenos mundanos, la 
conciencia se vuelve aterradora. El único resguardo ante este vacío pareciera ser la muerte. 
 La muerte se presentó ante la angustia de la modernidad como un resguardo del asedio de la 
conciencia y de la razón, fue vista como totalizadora, sin embargo, para Couto la muerte no 
basta, sino que concedió la liberación del hombre a la experiencia. El autor busca la nulidad 
infinita, tal como entendía Kierkegaard la ironía, buscaba liberarse por medio de la destrucción 
de todo lo creado por medio del discurso, de la razón: del logos. No obstante, resulta paradójico 
que este acto librador que permite la ironía es a la vez un vacío más insondable en la 
configuración del individuo; no obstante, este vacío es entendido como la nada o como la unidad 
absoluta, la liberación que va más allá de todo lo que pueda ser pensado por el hombre, más allá 
de lo bueno o lo malo, pero sólo es posible logarlo por medio de la experiencia de nulidad, 
consecuencia del distanciamiento a través del pleno conocimiento de sí mismo, de la ironización 
del yo. 
 Resta sólo decir que Couto Castillo, cual eiron trajeado de inocuo clown, comprende el fondo 
de la palabra no con el entusiasmo del amante de la belleza ni con el deslumbramiento del 
buscador de la verdad, sino con el bello desecando de quien puede, por fin, dejar de vivir, o más 
bien, comenzar a vivir libremente, habiendo destruido las bases de la verdad para poder llegar a 
la suspensión de la conciencia consciente, fruto de un arduo trabajado y del conocimiento de la 
conciencia; pues sólo quien se ha aniquilado en la palabra de la literatura puede despertar de la 
literatura. La ironía aniquila el imperio de la palabra, socava en lo hondo de ella para destruirla 
con su propia expresión; muestra su rostro ridículo ante la realidad desarticulada de sí misma, 
revela la fragilidad de sus cimientos, cuya base se encuentra en el pensamiento cansado de 
pensarse a sí mismo. 
 El ironista le juega una broma a la necesidad de estudiar lo que está fuera, de crear espectros 
fundados en los deseos de reconocer una realidad trascendental. El ironista muestra con una 
callada y perversa sonrisa de la conciencia que se sabe ajena a la palabra, la confusión que la 
ambigüedad siembra en la realidad, cimbra el origen de la seguridad ontológica del hombre, 
expone al hombre a sí mismo, lo convierte en el blanco de sus ataques. Sin embargo, 
parafraseando a Fernando Pessoa, más sublime aún es aquél que logra ponerse como medio de su 
6 
 
propia destrucción, y así alanzar la realidad infinita, liberado de la realidad aparente; Couto 
Castillo muestra la realidad en su deseo de ser más que un discurso liso y llano de los anhelos de 
comprensión del hombre. Asfódelos socava las realidades y conlleva a una infinitud de la 
conciencia del sí mismo, aproximarse a este libro desde fuera de su propia expresión aleja de la 
experiencia literaria. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
7 
 
CAPÍTULO I. EN TORNO A ASFÓDELOS DE BERNARDO COUTO CASTILLO 
 
 
1. EN BÚSQUEDA DE LA MODERNIDAD 
Sólo la Modernidad puede realizar la 
opresión de vuelta al principio original, 
porque sólo la edad moderna puede negarse 
a sí misma. 
 Octavio Paz 
 
El joven autor Bernardo Couto Castillo, así como su obra, se inscribe en un ambiente cultural 
que buscaba la renovación de los presupuestos estéticos en México implantados por el 
positivismo y la Modernidad; el fin de esta tendencia “renovadora” era alcanzar la Modernidad 
en el arte, alejándola de los presupuestos “anquilosados” que la sujetaban. Tal afán de 
renovación tiene su origen en la crítica a las consideraciones que se hicieron sobre el arte tras la 
restauración de la República mexicana, ya que, entre muchas otras iniciativas de consolidar un 
proyecto de Nación, la tendencia inmediata en el ámbito literario fue ver a los hombres de letras 
como colaboradores en la formación del país por medio de sus producciones literarias; no sólo 
sus obras fueron un reflejo de las necesidades de consolidación que se buscaron durante esta 
época, sino que tale esfuerzos estaban guiados por principios liberales progresistas (la libertad, la 
confianza en la ciencia y el positivismo, etcétera), así pues, se pensó en la literatura como un 
vehículo adecuado para la formación del espíritu nacionalista
1
. Los autores de esta poética 
establecieron el canon literario; la característica principal de esta poética era no sólo resguardar y 
 
1
 Los hombres de letras, muy imbuidos en la formación del proyecto de nación de la Republica Restaurada, tenían en 
mente la formación de un México letrado y culto, tal como los países europeos aspiraban dentro de su búsqueda de 
la Modernidad; por tal razón se pensó en la difusión de textos para el cultivo del pueblo, así como la formación de la 
ENP, y otros aspectos en el ámbito de la educación (vid. Zea, El positivismo). Ignacio Manuel Altamirano, por 
ejemplo, consideró la novela como un medio de concentración de ideas, lo que la hace “la propaganda perfecta”, 
por medio de la cual se puede formar un ethos en el receptor: “La novela ocupa hoy un rango superior… es 
necesario… buscar en el fondo de ella el hecho histórico, el estudio moral, la doctrina política, el estudio social, la 
predicación de un partido o de una secta religiosa: en fin, una intención profundamente filosófica y trascendental en 
las sociedades modernas. (Altamirano, “Revistas”: 38)”. Altamirano buscó que la literatura sirviera para la 
construcción de una cultura con rasgos peculiares, en este caso, se inclinaba por propiciar la formación del hombre 
positivista y moderno. Por lo tal motivo, él insistió en que la misión de un escritor era instruir a las masas y formar 
una identidad exclusiva dentro de la propia cultura por medio de una obra, no obstante, esta “identidad” fue muy 
distinta entre este autor y los modernistas. Para Altamirano era necesario y de suma importancia que los rasgos 
peculiares y verdaderos de la “cultura” nacional fueran precisados por el escritor; así como la exaltación de los 
héroes nacionales, la autenticidad de los hechos narrados: “presentar a nuestro pueblo, tal como es, sólo debe ser la 
misión del periodista y del historiador, sino del novelista, que tiene la ventaja de disponer de un terreno más amplio 
para sus cuadros y defensas” (“Revistas”: 68); encuanto a la estética, pareciera que este autor ve lo bello en lo 
verdadero (entendido como el hecho). 
8 
 
cultivar una forma de ser mexicano, sino también procurar que las producciones fueran de 
carácter nacionalista, destacando aspectos autóctonos de la cultura mexicana. 
 Como respuesta casi inmediata a la imposición “política”, formativa y nacionalista que se le 
había otorgado a la literatura, Manuel Gutiérrez Nájera enarbola la libertad del artista y la 
búsqueda de una expresión propia y nacional, más no necesaria y obligatoriamente nacionalista; 
tendencia que se identificó con el movimiento modernista. Bajo la influencia intelectual de 
Gutiérrez Nájera, principalmente, surge en México un grupo de jóvenes letrados que adoptaron 
no sólo la tendencia literaria, sino también una actitud artística modernista, con todo el quehacer 
intelectual que implicaba. Cabe señalar que este grupo, antes de autonombrarse “Modernista”, se 
nombró “Decadentista”, e hizo hincapié en que sus obras tenían una fuerte influencia del 
decadentismo Francés
2
. 
 Bernardo Couto Castillo, si bien perteneció al grupo de los Modernistas y publicó bajo el 
resguardo de éste, no parece haber participado totalmente de la poética que enarboló el grupo, ya 
que algunas de sus producciones, como Asfódelos (1897), tras una lectura detenida, se aleja de 
esta poética preciosista, tal como se busca demostrar en el análisis de este trabajo. Se propone en 
esta tesis que Couto hace uso de la ironía, en tanto que recurso poético-retórico, para lanzar una 
crítica exacerbada no sólo a los presupuestos positivistas, sino también a la misma poética 
romántica-decadente que los modernistas enarbolaban; crítica que se traslada hasta un plano 
ontológico en relación con la configuración del individuo que se pretende moderno. 
 Puesto que la ironía es un fenómeno que no está desvinculado de su contexto de enunciación, 
es necesario atenderlo y contemplar lo que está alrededor de esta producción. Así pues, resulta 
pertinente revisar el momento histórico-social, atendiendo, principalmente, al conglomerado 
general de ideas que se manejaron en su época, las cuales tienen que ver, por un lado, con la 
postura positivista, y por otro, con la búsqueda de la Modernidad. 
 A finales del siglo XIX la influencia del pensamiento europeo en México no era escaso, sino al 
contrario, los autores mexicanos veían en éste un rasgo de Modernidad y cosmopolitismo, por lo 
que no es de extrañar que tanto Bernardo Couto Castillo, como otros autores, se encuentran 
inmersos en una suerte de malestar de la Modernidad europea; además, a diferencia de otros 
autores, Couto no sólo se vio permeado e influido por el pensamiento moderno que había 
 
2
 La problematización de la causa de los nombres que se adjudicó este grupo será tocada sobremanera en un 
apartado de este mismo capítulo, así como todas las generalizaciones que se han hecho con respecto a Bernardo 
Couto Castillo y su obra. 
9 
 
llegado, con adaptaciones, a México, sino que se encontró inmerso en el ambiente de ese orden 
de ideas durante su viaje a Europa, que duró de 1894 a 1896. Se verá que en su obra Couto hace 
una crítica al positivismo mexicano, y a su forma de apropiación de la Modernidad, escudándose, 
irónicamente, en la corriente modernista, para poder hacer un ataque a la sociedad porfirista que 
se pretendía moderna, por lo que hace un ataque a su propio grupo intelectual, y a la vez asume 
una posición distinta de la Modernidad. 
 
 
2. EL PROGRESO EN MÉXICO: EN ARAS DE LA MODERNIDAD 
 
Se busca ver la filosofía positivista no como 
una copia de la europea, sino como una 
expresión de una determinada experiencia 
humana. 
Leopoldo Zea 
 
 
Tras la Independencia de México se cobra un sentido de separación total de cualquier orden Real 
(de la Corona Española), se aborrece el orden monárquico y se busca formar una nación 
democrática y moderna; a imitación de Estados Unidos y los países europeos
3
. El país comienza 
a perfilar su interés hacia la Modernidad ideológica. Fue hasta después de la Guerra de Reforma, 
con la caída del Imperio de Maximiliano, que se identificó un rumbo claro para el país, una vez 
que el triunfo de la República fuera definitivo (1867), y con ella se echaron a andar los proyectos 
del partido liberal: las Leyes de Reforma, las que preconizaban la democracia, la libertad de 
culto, la educación laica y gratuita y la libertad de prensa, así como un gran impulso para el 
desarrollo de las artes, principalmente las letras. Este primer paso fue dado cuando presidía el 
país Benito Juárez. 
 Señala Luis González que para poder poner al país a la altura de las grandes naciones 
liberales, y homogeneizarlo se necesitaba un orden político basado en los preceptos liberales, los 
cuales se plasmaron en la Constitución liberal de 1857, tales como el establecimiento de 
garantías individuales, la libertad de expresión, la ratificación de la abolición de la esclavitud, 
etc. (“El liberalismo”: 643). Así mismo, se buscaba la pacificación del país, por lo que se buscó 
una doctrina que sirviera para solucionar los conflictos surgidos de la constante lucha por la que 
 
3
 Para profundizar en el tema de la separación ideológica de México de la organización monárquica de la Corona de 
España durante la Revolución de Independencia puede verse el estudio de Luis Villoro, El proceso ideológico de la 
Revolución de Independencia. 
10 
 
había pasado el país; en 1867, Benito Juárez establece una ley reglamentaría de la educación que 
buscó guiar al país hacia el progreso
4
; se llamó entonces a Gabino Barreda para estructurar la 
educación del país recién triunfante. Se pensó en reestructurar la educación liberal bajo una 
doctrina que tuviera raíces liberales y tendiera a la organización y ordenar la libertad y que no se 
cayera en libertinaje o anarquía: el positivismo. En México, para establecer el nuevo orden social 
y político se buscó una clase que ofreciera garantías al orden; a esta clase se le denominó 
burguesía
5
; se pensaba que ésta era la única capaz de garantizar el orden social. Para lograr esto 
había que procurar darle una educación especial, y al mismo tiempo, por medio de la educación, 
arrancar de las conciencias de los mexicanos las nociones impuestas por la iglesia, se buscaba en 
ésta un método que sirviera para poner fin “a la anarquía, a la guerra civil que había hecho que 
una parte del pueblo se enfrentase a la otra en una guerra fraticida” (Zea, El positivismo;1986: 
12). Esta escuela resulta fundamental para entender el malestar cultural que se habría de gestar 
más tarde con los modernistas mexicanos. Malestar del que fue partícipe la obra de Bernardo 
Couto Castillo; los preceptos enarbolados por el positivismo son clave importante de la 
interpretación de su obra, ya que, como se verá, en éste se encuentran los cimientos críticos de la 
escuela modernista. 
 
 
 
 
 
 
 
4
 Había dos maneras de ver el progreso en México después de las luchas intestinas, éstas son: “el orden estático, el 
de las fuerzas negativas del progreso, y el orden dinámico, el de las fuerzas positivas, las del progreso. Es orden 
estático se oponía a todo progreso, se oponía a la emancipación mental en su formas científica, religiosa y política. 
El orden dinámico defendía este progreso en la emancipación mental”. Estos tipos de progreso estaban 
representados respectivamente por el clero y el ejército, como restos del pasado régimen, y el otro por las 
inteligencias emancipadas e impacientes. Uno de los preceptos principales que buscaban los partidarios del segundo 
grupo era la libertad de culto y la separación de la iglesia y el estado, pues sin estos valores los hombres del progreso 
positivocondenaban a estancarse (Zea, El positivismo; 1986: 60). 
5
 Justo Sierra, retomando las nociones europeas, llamó a este grupo burguesía, es decir aquel grupo del triunfo de la 
Reforma constitucional: “los liberales, los que encabezaron el movimiento llamado de Reforma, fueron hombres 
pertenecientes a una determinada clase social que Sierra llama burguesía” (Zea, El positivismo;1968: 34). Sierra dice 
en Evolución política del pueblo mexicano que el triunfó se debió a la clase que “había pasado por los colegios, a la 
que tenía lleno de ensueños el cerebro, de ambiciones el corazón y de apetitos el estómago: la burguesía dio 
oficiales, generales, periodistas, tribunos, ministros”… Eran considerados como individuos de Conciencia libre (45). 
Esta clase social alcanzó su apogeo en el Porfiriato. 
11 
 
 El positivismo en México 
Con el fin de reeducar a los mexicanos, prepararlos para un mejor uso de los preceptos liberales, 
Barreda incorporó y adaptó la doctrina positivista a la realidad mexicana, cuyo medio difusor en 
el ámbito de la educación sería la Escuela Nacional Preparatoria, creada en 1867, semillero 
intelectual del positivismo mexicano
6
. 
 Esta doctrina, a la par que sus presupuestos y más ambiciosas aspiraciones, serán blanco de la 
crítica de los Modernistas mexicanos; en el caso particular de Couto Castillo, la crítica no se hará 
sólo a los estatutos impuestos por el positivismo, sino, incluso, a la misma configuración del 
sujeto moderno, no obstante, es pertinente señalar las características sobresalientes del 
positivismo. 
 Hay que señalar que el positivismo es un concepto filosófico que expresaba un conjunto de 
ideas que pretendían tener un valor universal, actitud que no se restringe sólo al pensamiento 
cientificista y positivista, sino también al orden general de ideas que manejaron los hombres de 
esta época, incluso en el arte se buscó la universalidad de preceptos, actitud clave de las críticas 
de Couto Castillo. En el ámbito social, esta escuela opuso a la idea de igualdad la noción de 
jerarquía social, “ningún hombre es igual a otro; todos los hombres tienen un determinado puesto 
social” (Zea: El positivismo; 1986: 46); orden determinado por el trabajo, no por algo ya dado. 
Basándose en esta idea todos los hombres reconocerían lo justo de su puesto en la sociedad, 
“porque este puesto dependería de las capacidades de cada uno”, esto no implica un desacuerdo 
social, sino el reconocimiento de la necesidad de las clases. Debe haber quien dirija y quien 
obedezca para estar al orden de la sociedad. “La sociedad debe estar por encima de los intereses 
de los individuos” para llegar así al progreso, la clase elegida para guiar al país fue llamada 
burguesía, aún cuando no implica como clase lo que implicó el bourgeois
7
 (Zea, El positivismo; 
1986:18). 
 
6
 Si bien es cierto que las circunstancias mexicanas eran muy distintas a las de Francia, es posible hablar de un 
positivismo mexicano, pues Barreda pudo adaptar las nociones positivas a la situación de México, así como adoptar 
conceptos adecuados a la realidad del país. Dice Zea que “es a esta adecuación de los conceptos positivistas a la 
realidad mexicana la que permite halar de un positivismo mexicano” (El positivismo;1986: 22) 
7
 Así pues, la clase encargada de resguardar el orden y garantizar el progreso fue la que obtuvo el poder tras la 
restauración de la República, aquélla constituida por los liberales; la burguesía en México no surgió como clase a 
raíz de la modernización de las urbes, tal como en Europa, sino que se le llamó así a la ya clase acomoda y, 
generalmente, letrada que se constituyó en el poder. Es importante notar que los positivistas mexicanos consideraron 
su propio sistema filosófico como infalible, verdadero y eterno. El positivismo llegó a México no como una doctrina 
nueva que podía ser discutida en los círculos culturales del país, sino como una doctrina que servía de instrumento a 
una clase política dominante para cimbrar desde adentro la tradición dogmática, política y social de los mexicanos. 
12 
 
 La burguesía mexicana intentó demostrar que la clase conservadora no tenía cómo justificar 
sus privilegios y que ni la Divinidad ni el heroísmo eran suficientes para privar a otros hombres 
de sus derechos. Barreda adapta la divisa comtiana Amor, Orden y Progreso por Orden y 
Progreso, simplemente, o bien Libertad, Orden y Progreso: la libertad en tanto medio, el orden 
como base y el progreso como fin. Con este cambio Barreda expresaba el ideal liberal en el que 
se fundó el positivismo mexicano (Zea, El positivismo; 1943: 71). 
 
 El nuevo hombre 
Para la conformación de una nueva nación se hizo necesaria la formación de “un nuevo hombre”. 
Este nuevo hombre, que debía pertenecer a la clase burguesa liberal debía de cumplir una serie 
de características positivas para ser un hombre positivista completo, es decir, su configuración 
individual debía estar dada por la educación y debía de servir a los intereses liberales y 
progresistas, lo cual debería de garantizar el funcionamiento adecuado del aparato social. Como 
se había señalado brevemente, esta configuración individual será un motivo básico de la ironía 
utilizada por Couto Castillo en Asfódelos, pues demostrará que todas las aspiraciones que el 
positivismo consideró universales, verdaderas y efectivas, serán erróneas. A saber, entre las 
características del hombre nuevo estaba poseer pensamiento crítico positivo, orientar sus 
energías en dirección de alcanzar el progreso, y tener sentido de prioridad para mantener el 
orden, el cual llevaría al progreso y a la libertad. Este último punto es fundamental para entender 
cómo se manifestó el malestar de la Modernidad en el país, ya que todos los conceptos 
vinculados con el orden desencadenaron las contradicciones de la Modernidad mexicana. Se 
consideró que con la razón de afecto y bondad de carácter debían de ser fundamentales, pues el 
poseedor de cualidades superiores debía de ponerse al servicio de la humanidad para así guardar 
el orden. La obligación se presentaba realmente con aquel considerado inferior, el cual debía 
retribuir a su vez el favor a aquel poseedor de dicha cualidad, debía guardar veneración y 
gratitud hacia éste, así como no oponer resistencia alguna a la actividad que los “superiores” 
realizaran, ya que cualquier cosa que hicieran sería en beneficio de todos los hombres. Señala 
Zea que de este precepto nace la tesis que justifica y sostiene al Porfiriato: 
 
 
Señala Zea que “los positivistas mexicanos eran muy conscientes de este carácter instrumental de su filosofía. 
Cuando afirmaban el valor universal de su filosofía estaban afirmando en forma bien consciente el derecho a la 
preeminencia social de la clase que representaba” (El positivismo; 1968: 30). 
13 
 
No deberá hacerse oposición alguna a un gobierno cuyo fin es la realización de la paz; 
ninguna oposición a una dictadura encaminada a realizar el progreso. Tratándose de 
una dictadura bondadosa encaminada al bien social, nadie debe oponerse a ella; lo 
único que cabe es la veneración y la gratitud.
8
 
 (Zea, El positivismo; 1943: 173) 
 
 Se sostuvo que los ricos eran una parte fundamental para sostener la maquinaria social, ya 
que éstos tenían la función, que les es propia por obligación de elite, de proteger a los pobres de 
sí mismos, pues en su ignorancia no sólo podrían dañar a otros, sino a ellos mismos. De esta 
manera se justificaba la posesión de las riquezas
9
, ya que gracias a éstas era posible que dicha 
clase ofreciera tales servicios a la humanidad (Zea, El positivismo: 174). El pobre no puede tener 
tal obligación, ya que no puede accedera la educación por falta de dinero y tranquilidad de 
espíritu, ya que su moral tampoco es la idónea pues, según Miguel Macedo, pensador positivista, 
“la miseria no consiente los elevados sentimientos del altruismo, porque gastándose toda 
actividad cerebral en conquistar, no ya un porvenir, sino un presente menos angustioso que el 
que posee, es imposible pensar siquiera en el porvenir o en el presente de otros” (Zea, El 
positivismo; 1943: 174); por tanto, tal deber “ético” hacia la república queda excluido de la clase 
dominante, cuantitativamente hablando, en el país. 
 Esto trajo consigo modificaciones en el orden moral, la cual era concebida como vehículo que 
estimula o detiene los impulsos, las acciones o los actos buenos o malos que el hombre realiza en 
sociedad; una vez perdida la fuerza de la religiosidad, la moral ya no tenía nada que ver con ésta 
o con las ideas metafísicas, para los positivistas el hombre es bueno o es malo 
independientemente de las ideas que profese. Señaló Gabino Barreda que había que “buscar en el 
hombre mismo y no en los dogmas religiosos la causa y el fundamento de la moral” (“De la 
educación: 109). Es decir, el hombre posee por naturaleza inclinaciones buenas o malas, las 
cuales tienen su origen en órganos respectivos. Entonces se considera que para lograr el 
perfeccionamiento moral del individuo lo mejor que se puede hacer es mejorar el ambiente al 
 
8
 Todas las cursivas que aparecen en las citas de esta tesis son de los respectivos autores citados. 
9
 “La riqueza es pues, un instrumento que capacita al hombre para hacerlo moral e intelectualmente superior al 
pobre. El rico, como poseedor de la riqueza, tiene el ocio, y éste hace posible que pueda pensar en el bien de la 
humanidad […]. La riqueza permite realización de obras de carácter altruista y ofrece la tranquilidad de espíritu que 
es menestra para que unos hombres puedan preocuparse por el bienestar de otros”. Así, la obligación del pobre es la 
de venerar y agradecer, así como devolver en la medida de lo posible el servicio por otro servicio. La anarquía [de 
parte de los demócratas] es hacer que esto no se cumpla (Zea, El positivismo; 1943: 179). 
 
14 
 
que está expuesto, ya que éste tendrá que ver considerablemente con su formación moral
10
. Por 
tanto, el organismo encargado de formar la moralidad del hombre positivo debe ser el estado, por 
lo que “la libertad debe estar sometida al interés de la sociedad, al interés de la nación mexicana” 
(Zea, El positivismo; 1943: 114)
11
. 
 Así pues, la burguesía mexicana, para lograr el orden deseado, tuvo que recurrir a estrategias 
argumentativas que, al final, resultaron contraproducentes, ya que marcaban la contradicción del 
progreso, con el orden propuesto, al mantener las jerarquías sociales, se proponía a la vez el 
estancamiento social: la clase alta se mantendría invariablemente en el poder, mientras que la 
clase obrera tendría un papel reducido al servilismo. Estas ideas que pretendían guardar el orden 
se convirtieron a finales del siglo XIX y principios del XX en desorden, pues iban perdiendo su 
justificación social mediante que la sociedad se Modernizaba
12
. Al fundar el pensamiento crítico 
en la Escuela Nacional Preparatoria también se sembró la destrucción del positivismo, ya que 
ésta fue la escuela de la que se nutrieron sus principales adversarios. Los modernistas, quienes 
hicieron una crítica inmediata al mostrar las contradicciones del progreso que se pretendía en el 
país, dieron cuenta de la pobreza inminente, la prostitución, la doble moral de la burguesía, y la 
neurosis citadina; mostraron también el encasillamiento intelectual y artístico que se pretendía en 
aras de la Modernidad entendida como un orden estático. 
 
10
 Estas ideas debían estar inscritas bajo el rubro de la educación del hombre positivo, ya que la falta de una 
educación plena, dice Barreda, “hace que muchos hombres teman a los difuntos, aunque estén seguros de que los 
muertos no pueden moverse” (“De la educación: 112). Los errores que comenta un hombre serán por falta de cultivo 
en la materia, y por ende se resguardan en el alma, los cuales “formarán la base real, auque muchas veces ignorada o 
disimulada, de todos nuestros actos, o por lo menos de gran número de ellos. Estos prejuicios, escondidos en la 
conciencia del hombre, darán lugar a una serie de actos que tomarán como fundamento tales prejuicios” (vid Zea, El 
positivismo; 1943: 129). 
11
 Para ver más sobre el contexto y evolución del pensamiento positivista dentro de la situación mexicana puede 
revisarse a Leopoldo Zea, El positivismo en México. Nacimiento, apogeo y decadencia, para una revisión rápida, o 
bien, del mismo autor El positivismo en México, en dos tomos; en este último se presenta la evolución de manera 
detallada y pormenorizada: se pueden leer los distintos discursos empleados para la construcción del positivismo en 
México, de igual modo puede leerse el origen y el desarrollo de su decadencia en los discursos elaborados por los 
primeros hombres positivos, los cuales están recopilados en este libro. 
12
 La caída del positivismo. En un principio sirvió para ordenar, pero una vez logrado el objetivo cayó en el “nada 
que decir”, “nada decía ya; no quedaba sino la repetición de sus argumentaciones sin materia sobre la cual 
argumentar. Se seguía hablando de orden, pero ya no había qué ordenar; de progreso, pero ya no había quehacer. Se 
sentía la necesidad de una doctrina que fuese capaz de poner en marcha al interés humano. A las ideas de Comte, 
Stuart, Spencer, se opusieron las de Schopenhauer, Nietzsche, Boutoux, Bergson y Rodó. Los primeros ofrecían 
mundos hechos, los segundos mundos por hacer, ideales. No se quería seguir viviendo en un mundo sin quehacer. A 
una ideología apoyada en una filosofía de lo permanente, se opondrá una ideología apoyada en una filosofía del 
cambio perpetuo. A la idea de materia firme y resistente, pero por lo mismo inconmovible e inerte, se opondrá la 
idea de vida, expresión de lo que fluye y cambia” (t. II, Zea, El positivismo; 1943: 260) 
15 
 
 Así pues, la implantación del positivismo en México trajo consigo la modernización en el 
plano de las ideas; con esta escuela se sembró la conciencia crítica y libre, se dio la 
emancipación mental; basados en la teoría del progreso de la humanidad los positivistas 
introdujeron las ideas evolucionistas de Darwin y las científicas de Spencer
13
 al país. Esta 
doctrina trajo consigo una serie de conceptos filosóficos europeos, como la pérdida de la fe en 
los preceptos cristianos, por lo que la burguesía letrada se ve en la necesidad de buscar otros 
cimientos de fe, los cuales se fundaron en un principio en la ciencia positiva. Si bien el desarrollo 
de las ideas gracias al positivismo no llegó hasta la muerte de Dios, sí cimbró las creencias 
católicas
14
, promoviendo la búsqueda de otros modelos espirituales, por lo que se creó una suerte 
de “malestar de la Modernidad”, adaptados a la realidad nacional de México. 
 
3. EL MODERNISMO EN MÉXICO 
El monstruo habita en nosotros, y somos el 
escultor de nuestro fantasma. Destruirlo es 
destruirnos a nosotros, pero, más 
significativo aún, destruir la parte siniestra 
que nos atrae y al mismo tiempo tememos. 
 Edgar Allan Poe 
 
 
El surgimiento de la expresión del Modernismo en México estuvo vinculada a la necesidad que 
veían los hombre letrados de finales del siglo XIX de encontrar una expresión nacional, y no 
nacionalista; tal como se puede ver en la búsqueda que emprende Manuel Gutiérrez Nájera que 
se manifestó en contra de la retórica realista impuesta por el positivismo
15
. Característica de esta 
 
13
 “EnSpencer la evolución se entiende en todos los campos –biológico, moral y social- como el pasado de una 
homogeneidad indefinida e incoherente a una heterogeneidad definida y coherente. En este sentido, la sociedad 
evoluciona hacia un individualismo coherente con la misma, no a un anarquismo. El estado, instrumento de orden va 
disminuyendo su fuerza y aumentando la libertad individual. El individuo se va formando hábitos de disciplina 
social y civil, haciendo cada vez más innecesaria la presión del estado”, se permite el libre desarrollo del individuo 
(t. II, Zea, El positivismo; 1943: 212). 
14
 En origen “el positivismo se presenta como una filosofía que se preocupa únicamente de los hechos, es una 
ciencia de hechos; pero a pesar de afirmar tal cosa no acepta todos y se niega a ver algunos determinados. Dios y el 
alma son hechos, existen; independientemente de una existencia material de ellos, se dan en la experiencia del 
hombre. El hombre habla de ellos; sin embargo, los positivistas se abstienen de hablar de ellos”. Niegan la alquimia 
y la astrología por ser falsas ciencias. (vid. T. II, Zea, El positivismo; 1943: 161). 
15
 Sobre cómo se entendió literatura “nacional” y literatura “nacionalista” puede revisarse la polémica que estableció 
Gutiérrez Nájera con miembros de la Academia Mexicana que se llevó a cabo en El partido liberal, y en El liberal, 
respectivamente. Dicha polémica propició la definición de la búsqueda de una expresión propia, la cual estaba 
estrechamente vinculada con el modernismo. En el fondo la discusión de la polémica era “saber si poseemos una 
literatura nacional, o si contamos con elementos suficientes para formarla. […] Unos sostienen que el castellano en 
su continuo rozamiento con las doscientas lenguas indígenas de México, debe enriquecerse con vocabularios 
nuevos. Otros sostienen la virginidad del idioma”. Pero no se pregunta qué es nacionalismo, o de qué base partir 
16 
 
corriente es el afán de cosmopolitismo, al “cruzamiento en literatura”, como señala Gutiérrez 
Nájera, quien consideró que para ser individual y nacionalista había que ser ante todo universal, 
ya que al permanecer bajo una sola poética la expresión tiende a estancarse y a hacerse caduca o 
decadente; propone, entonces, una renovación constante, dentro de la individualidad y libertad de 
cada poeta, de la expresión propia, renovación que conllevaría a la construcción de una literatura 
propia al ser el conjunto de expresiones nacionales; la renovación es una actitud meramente 
moderna, por este afán de universalismo se atacó el proyecto cultural de la Revista Azul
16
 
propuesto por este escritor; así pues, fue diversas veces tildad de extranjerizante o afrancesada, el 
autor responde ante estas consideraciones: 
 
Hoy toda publicación artística, así como toda publicación vulgarizadora de conocimiento, 
tiene de hacer en Francia su principal acopio de provisiones, porque en Francia, hoy por 
hoy el arte vive más intensa vida que en ningún otro pueblo. […] Pero esto no significa 
menosprecio a la literatura española, cuyos grandes, imperecederos monumentos, ha de 
estudiar ahincadamente todo aquel que aspire a ser literato. […] Nuestra Revista no tiene 
carácter doctrinario ni propone presentar modelos de belleza arcaica, espigando en las 
obras de los clásicos; es sustancialmente moderna, y por lo tanto, busca las expresiones 
de la vida moderna en donde más acentuadas y coloridas aparecen. 
(Gutiérrez: “Cruzamiento”: 91) 
 
 En este artículo se puede apreciar ya una actitud ecléctica, un afán de reconciliación con otras 
literaturas para encontrar formas que se adapten a una nueva expresión. Esta filosofía con la que 
se pretendía tomar la literatura moderna fue un factor importante en la adopción y adaptación del 
decadentismo en México. No obstante, no fue sólo que el decadentismo se prestaba como una 
nueva forma; el decadentismo fue adoptado por los modernistas de la segunda etapa, sobre todo, 
porque era una forma de representación del malestar de la Modernidad. Si bien Manuel Gutiérrez 
Nájera fue de los primeros en aspirar a una literatura modernista, mantiene grandes diferencias 
con los modernistas de la segunda etapa (decadentistas), sin embargo, este autor y sus polémicas 
sobre la literatura nacional y la expresión en el materialismo en contra del positivismo fueron 
 
para definir la literatura nacional, después de todos los conflictos intestinos había la necesidad de integrar e 
identificar. Para que la literatura tenga “un carácter propio, se necesita que los literatos cuyas obras la compongan, 
estén dotados de poderosa individualidad. (Gutiérrez, “Literatura propia”: 81-82). 
16
 La Revista Azul (1894-1896) fue la primera manifestación de la nueva sensibilidad, en ella se encontraban textos 
que practicaban la renovación formal y el esteticismo que caracteriza al Modernismo: preconización de la belleza, 
del arte por el arte, alejada de la degradación. 
 
17 
 
cruciales para la construcción del Modernismo mexicano, ya que en él se presenta el primer 
vislumbre de intención renovadora y moderna. 
 Los llamados modernistas mexicanos, consolidados como grupo en el último cuarto del siglo 
XIX, hacia 1889, en busca más que de una expresión, se identifican más que con el deterioro 
epocal, con el malestar y las contradicciones que arrojaba el desesperado afán por alcanzar la 
Modernidad
17
; la construcción del hombre positivo hacía mella en los escritores, además de la 
modernización y la situación de la urbanidad y de la humanidad
18
. Así pues, pareciera que para la 
segunda etapa del Modernismo mexicano el término „decadentismo‟ es adoptado para manifestar 
un malestar social, recuperando las connotaciones de una manifestación artística en forma y en 
esencia, es decir, tanto podía ser una manifestación adecuable estilísticamente a México
19
. 
 Bernardo Couto Castillo perteneció a esta segunda etapa del Modernismo que se 
autodenominaron, en un primer momento, decadentistas, y que, tras una reñida polémica 
literaria, que trajo diversos frutos para la caracterización de la literatura mexicana, el término se 
cambió por el de modernistas: más adecuado para la intención que pretendían denotar. Ahora 
bien, como se verá más adelante en este trabajo, Couto Castillo ha sido encasillado más que 
identificado en esta corriente literaria, se ha creado una suerte de leyenda que oscurece la 
interpretación de la obra del autor al buscar en ella características propias del decadentismo 
europeo. Algunos críticos consideran que sí hubo manifestaciones de esta escuela en América 
Latina, y señalan sus características, y si bien los autores pertenecientes al grupo modernitas 
mexicano sí participaron de esta poética, no se identificaron totalmente con ella, al menos en el 
caso de Couto. 
 
17
 Ante las injusticias sociales “Tablada resulta amenazante también desde otra vía: promueve la anarquía de la 
unidad en contra del encubrimiento cómodo de la totalidad, y habla en favor de un estudio de lo asilado, de lo que 
no acepta ser reducido a parte de un todo. (…) Su mensaje no puede sino alarmar y ser acallado” (Karageogou-
Bastea, “Un arrebato”: 46). 
18
 Señala Octavio Paz que “La Modernidad es sinónimo de crítica y se identifica con el cambio; no es la afirmación 
de un principio atemporal, sino el despliegue de la razón crítica que sin cesar se interroga, se examina y se destruya 
para renacer de nuevo […] En el pasado, la crítica tenía por objeto llegar a la verdad; en la edad moderna, la verdad 
es crítica. El principio que funda a nuestro tiempo no es una verdad eterna, sino la verdad del cambio […] La 
literatura moderna es una apasionada negación de la Modernidad.Crítica del objeto de la literatura: la sociedad 
burguesa y sus valores; crítica de la literatura como objeto: el lenguaje y sus significados. De ambas maneras la 
literatura moderna se niega y, al negarse, se afirma-confirma su Modernidad” (Paz, “La tradición”: 55). 
19
 Para entender el proceso de asimilación del decadentismo en México puede revisarse la tesis de Ana Laura Zavala 
“Lo bello es siempre extraño”; en este trabajo, la autora hace un recorrido minucioso de la adopción del término, así 
como de las distintas dificultades en las que se vieron envueltos los partidarios de este movimiento al autonombrarse 
decadentes, ya que dicho concepto fue asociado con la decadencia moral, o la decadencia cultural. La crítica, dice 
Zavala, ya había designado el término decadente para hablar de autores cuyas producciones literarias estaban 
vinculadas temática o estilísticamente con Baudelaire y Allan Poe (“Lo bello”: 24). 
18 
 
 
 El decadentismo 
Parece pertinente señalar algunas de las consideraciones que la crítica tiene sobre el 
decadentismo americano, ya que de la caracterización de este movimiento en América podrá 
argumentarse por qué la actitud de Couto Castillo, al menos en el caso de Asfódelos, no participa 
de esta poética. Por un lado, José Olivio Jiménez apunta que el artista del fin de siglo vivía entre 
dos polos negativos, por un lado, la tendencia a considerar las nociones del positivismo como 
base para la formación de una sociedad y de su cultura, la cual se sustentaba en el progreso, la 
técnica y los bienes materiales, a la par que se empobrecía el espíritu estético, visto éste como el 
otro polo negativo. Para el poeta la sociedad se presentaba hostil, superflua, frente a “la realidad 
última”, secreta e incognoscible por medio de las técnicas científicas. El poeta, entonces, se 
inclinó “por los ámbitos de lo que no tenían: el lujo y el placer, siempre asociados en el 
decadente al dolor y a la muerte
20
. O se evadieron a realidades igualmente lejanas” (Jiménez, 
Antología: 24). Los poetas decadentes americanos se revelaron contra lo inmediato y vulgar. La 
sociedad era la causante de su neurosis. 
 Señala Karageogou-Bastea que el decadentismo estuvo siempre implícito en el quehacer del 
Modernismo hispanoamericano (“Un arrebato”: 35); ya que representó para los 
hispanoamericanos “un arte diferente, de un estilo refinado, producto de una civilización 
madura”, y a la vez también se interpretó como “actitud vital contestataria ante los cambios del 
mundo moderno y lo impuesto por la sociedad burguesa y otro, revestido de una fuerte carga 
negativa”; (“Un arrebato”: 49) se asoció su literatura con el refinamiento extraño, con la creación 
de paraísos artificiales; su estilo fue considerado artificial, sofisticado y exótico, así como de una 
hipersensibilidad patológica, y a un decaimiento mental, moral y espiritual, sobretodo después 
del libro Literaturas malsanas (1880) de Max Nordau y a Pompeyo Gener. En Francia, el 
 
20
 Sobre esta tendencia a relacionar el alcance estético con lo bizarro puede revisarse el libro La carne, la muerte y el 
diablo de Mario Praz, quien explica ampliamente cómo fue dándose este proceso de asimilación lo bello con lo 
horrendo, desde los románticos hasta los decadentes. 
19 
 
espíritu decadente de los simbolistas tenía un reflejo de un proceso histórico que ellos 
consideraron como decadente. No obstante, no sólo fue el deseo de renovación y de crear una 
expresión propia lo que motivó la adopción y adaptación del decadentismo a los países 
americanos, entendido este término como la escuela que preconizó el preciosismo y el 
individualismo en las artes (el estilo refinado), sino que parece que surge como una 
manifestación contra el malestar formado por las bases filosóficas, políticas y sociales con las 
que se había intentado construir un proyecto de nación: el positivismo
21
. Sin embargo, cabe 
discutir si en efecto existía este tipo de reacción al malestar de la Modernidad en México; no se 
niega la presencia de un malestar cultural, sin embargo, se pone en duda la decadencia. 
 
4. LA POLÉMICA. DEL DECADENTISMO AL MODERNISMO 
 
Il ne consiste pont seulement á se vautre parmi les 
excès de la chair […] Il consiste avant tout dans une 
pratiques sacrilèges, dans une rébellion morale, dans 
une débauche spirituelle, dans une aberration toute 
idéales, toute chrétienne; il réside aussi dans une joie 
tempérée par la crainte, dans une joie analogue á cette 
satisfaction mauvaise des enfants qui désobéissent et 
jouent avec des matières défendues, par ce seul motif 
que leurs parents leur en ont expressément interdit 
l‟approche…
22
 
Huysmans, A Rebour 
 
 
Las observaciones que señalan los estudiosos del decadentismo en América son reforzadas por 
las mismas afirmaciones de los poetas autonombrados “decadentes”, pues dejaban de manifiesto 
que la crítica general que éstos hacían, en tanto que hombres modernos, hacia el positivismo era 
que éste se presumía adecuado para la formación de una sociedad sana y en progreso; no 
obstante, ante la observación del poeta esta “sanidad” resultaba falsa, así que un modo de 
reaccionar contra ella era agredirla con “rarezas. Tal comportamiento a todas luces contiene una 
 
21
 Dice José Olivares agrega que el estilo no era fortuito, sino que venía a ser parte de la propuesta que se formó a 
consecuencia “de una profunda crisis espiritual, política y social, una sensibilidad que aporta a la literatura nuevas 
preocupaciones, como el culto a lo artificial y la proliferación de emociones raras y refinadas. Esto acontece no sólo 
con miras a violentar la mentalidad burguesa, sino principalmente como una alternativa a las vicisitudes de la vida 
contemporánea” (La novela decadente: 15). 
22
 “No consiste solamente en revolcarse entre los excesos de la carne […] sino que consiste ante todo en una práctica 
sacrílega, en una rebelión mora, en una depravación espiritual, en una aberración totalmente idealizada, totalmente 
cristiana. Consiste también en un sentimiento de gozo, moderado por el miedo, un gozo semejante a esa maliciosa 
satisfacción de los niños que, desobedeciendo lo que les han ordenado, juegan con cosas prohibidas por el simple 
motivo de que sus padres les han prohibido expresamente que se acerquen a ellas…” (Trad. de Germán Gómez de la 
Mata) 
20 
 
actitud irónica y provocativa ante esta sociedad. Por medio de ese estilo preciosista se expresaba 
la actitud decadente ante la vida, era su reacción ante el vacío dejado por los presupuestos que 
resultaban falsos ante las limitadoras circunstancias sociales, de tal suerte que el artista, entonces, 
decidió ir en busca de una “unidad última”, tal como parece reflejarse en la polémica litería que 
se llevó a cabo durante 1893 a 1898
23
. Este grupo buscaba consolidarse como el portador de la 
verdadera forma de configurar al hombre moderno, actitud que Couto criticará en Asfódelos. 
 Así pues, para José Juan Tablada el decadentismo era una manifestación diferente de concebir 
la escritura, incluso una manera distinta de entender y asimilar la realidad y de utilizar los 
sentidos, se trataba de una actitud hiperestesiada, cuyos beneficios eran exclusivos de una 
minoría ilustrada; se preconizaba la creación del arte por el arte. 
 
Ése es nuestro estado de ánimo, ésa es la fisonomía de nuestras almas, y ese estado y esa 
fisonomía es lo que se llama decadentismo moral, porque el decadentismo únicamente 
literario, consisten en el refinamiento de un espíritu que huye de los lugares comunes y 
erige Dios de sus altares a un ideal estético, que la multitud [109] no percibe, pero que él 
distingue con una videncia moral, con un poder para sentir, lo suprasensible, que no por 
ser raro deja de ser un hecho casi fisiológico enciertas idiosincrasias nerviosas, en ciertos 
temperamentos hiperestesiados. 
 (Tablada, “Cuestión literaria”: 108-109) 
 
 
 Amado Nervo también aventuró una respuesta en favor del decadentismo como una nueva 
escuela que permitía la creación libre, hiperestesiada y trascendental, sobre todo, es una literatura 
la de los decadentistas en la concepción de Nervo una búsqueda de la belleza, y como tal, una 
literatura imperecedera; a diferencia de lo que ellos consideraban una literatura caduca e 
insuficiente para el ejercicio de la recreación del espíritu por medio de la experiencia estética. 
 
Los literatos modernos no producían más que una literatura tísica: flores de invernadero, 
y que escogían para obras de más aliento problemas psicológicos tan intrincados que 
nadie entendía. Que esta literatura enferma no llegaba hasta el pueblo que era quien más 
necesidad tenía de ella, y que, por lo tanto, era inútil. 
 
23
 Una lectura detenida de esta polémica parece revelar que el fin de los modernistas no era propiamente lanzar un 
manifiesto estético basado en las nociones decadentistas antes señalada en este trabajo por los estudiosos, ya que se 
pueden encontrar una serie de recursos argumentativos que permiten suponer que, al hacer consideraciones tan 
tajantes sobre la literatura y la actitud del artista, se está apelando más a una provocación para incluirse en el ámbito 
literario que a una defensa del arte, propiamente; no obstante, el marco teórico de este trabajo no alcanza a realizar 
el análisis de la polémica, por lo que se retomarán sólo aquellas consideraciones que estén en relación con 
caracterizaciones generales del arte y del quehacer del artista, y no en las particularidades “morales”, u otros 
aspectos que podrían ser llamados “actitudes decadentes”. 
21 
 
[…]En el verso se busca la novedad, y ya que ésta es difícil hallarla en el pensamiento, 
debe buscarse en la combinación de la frase, en el primor del metro, en la singularidad de 
la factura, en el colorido de la estrofa que despierta sensaciones extrañas. 
La novela, por su parte, se ajusta al modo de ser de un siglo que todo lo analiza, que ha 
suprimido el sentimentalismo y que gusta del problema. 
(Nervo, “Fuegos fatuos”: 165) 
 
 La actitud decadentista en el arte es expresada como propia de un talante hiperestesiado, y 
volcado hacia el interior, actitud que reflejaba un malestar ontológico más hondo, tal y como 
señala Jesús E. Valenzuela cuando explica cómo el decadentismo se encarnó en el espíritu 
mexicano, y por tanto, explica en qué consiste el mismo. Valenzuela sostuvo en la réplica a los 
ataques de Victoriano Salado Álvarez que el medio intelectual en el que se formaron estos 
artistas era puramente francés, ya que España dejó de ser la madre intelectual de las artes 
hispanoamericanas, misma postura que sostuvo Gutiérrez Nájera, de esta manera justifica la 
inclinación de esta generación por la literatura francesa y el afán de recuperar sus “formas”. Para 
este autor el origen del Modernismo fue el positivismo, ya que al inculcar la ciencia pura como 
única deidad crea una confusión y desazón espiritual; tal como dice Jean Franco, la certeza de la 
ciencia es la certeza de la muerte
24
. Valenzuela agrega: “como la religión y su madre la muerte 
han sido y seguirán siendo causa y origen muy principales de la poesía lírica, se revolvía en 
aquellas aulas preparatorianas algo que no llegó a tomar forma, es cierto, peor que sin duda 
existía en estado de nebulosa” (“Los modernistas”: 239); las lecturas de Büchner y 
Schopenhauer y “otros desconsoladores” autores, como Baudelaire, Mallarmé, Verlaine, crearon 
una curiosidad y necesidad de ir más allá en los jóvenes educados bajo esta filosofía. Así como 
esos poetas desesperanzados, llamados decadentes, que buscan comulgar nuevamente con la 
naturaleza y con Dios, así los modernistas, que ven en el arte una cualidad de religatio, el arte 
hace comulgar al hombre con la Divinidad
25
, así “un acto estético que le une desde luego a las 
 
24
 . “La seguridad de la ciencia es la seguridad de la muerte, pero los brazos de la naturaleza no son más acogedores. 
Como los románticos, parnasianos y simbolistas europeos, los poetas modernistas querían desafiar a la ciencia y a la 
naturaleza, explorar todo lo que quedaba fuera del esquema determinista de la herencia, la evolución y la 
decadencia. Celebraban la sensualidad y la perversión, no el amor conyugal, Salomé y Venus sustituyeron a la 
imagen materna” (Franco, Historia: 136). 
25
 Los modernistas de esta segunda etapa, identificada con el decadentismo, buscan la reconciliación o la religatio 
por medio de la trasgresión. Como señala Georges Bataille, “la trasgresión no es la negación de lo prohibido, sino 
que lo supera y lo completa” (El erotismo: 67), de tal manera que puede tomar un sentido sagrado y conducir a la 
reconciliación por medio de la fascinación del horror: “los hombres están sometidos a la vez a dos impulsos: uno de 
terror, que produce un movimiento de rechazo, y otro de atracción, que gobierna un respeto hecho de fascinación. La 
22 
 
cosas; su sensibilidad, no su inteligencia, puesta en movimiento; en pocas palabras, el 
romanticismo incubado el nuevo pensamiento lírico” (“Los modernistas”: 242). 
 Los modernistas-decadentistas veían su poesía como un hecho trascendental al ir en busca de 
la belleza misma, sin sujetar la obra a condiciones contextuales. No obstante, este afán de 
producir arte que sólo sirva al arte queda un poco relegado por el afán de mantener una crítica el 
porfiriato por medio de sus obras. Por un lado, los modernistas están buscando desestabilizar el 
universo positivista y descentrar su falso funcionamiento como el mejor sistema para resguardar 
una sociedad, sin embargo, no lo hacen como protesta o crítica ante la sociedad, sino como un 
ejercicio individual (o grupal) de provocación de esa realidad y proyectarse en la unión con lo 
divino por medio de la trasgresión, aquello que se identifica sólo con el arte mismo. 
 Bernardo Couto Castillo, si bien pertenecía a este grupo literario, pues era colaborador de la 
Revista Moderna, y publicaba bajo el rubro de modernista, no participa del todo del quehacer de 
los modernistas, pues cabe destacar que no participó en la polémica que les serviría para 
configurarse como grupo y como hombres modernos, de igual modo, tampoco realizó crónica ni 
poesía, y su estilo es considerablemente menos refinado que el de sus cofrades, por un lado; y 
por otro, se mantenía en una actitud más cercana al nihilismo que de búsqueda del preciosismo, 
actitud alejada del modernismo, ya que tampoco buscaba encontrar una verdad última en el arte 
ni demostrar que la construcción del hombre refinado e hiperestesiado serían el modelo de 
configuración a seguir para alcanzar la Modernidad ni el entendimiento de yo… entre otras tantas 
consideraciones, como se intentará demostrar en el análisis de Asfódelos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
prohibición y la trasgresión responden a esos dos movimientos contradictorios: la prohibición rechaza la trasgresión, 
y la fascinación la introduce…” (Bataille, El erotismo: 72). 
23 
 
 La Revista Moderna 
La polémica de 1893-1898 conlleva a la creación del órgano difusor de los preceptos estéticos 
enarbolados por los modernitas
26
; esta revista tuvo como modelo ideológico la Revista Azul
27
 de 
Gutiérrez Nájera, en a cual ya escribían algunos de los jóvenes escritores llamados modernistas. 
La aparición de la Revista Moderna nace como una necesidad de crear un vehículo propicio y 
propio del Modernismo, donde la literaturano se viera esclavizada al dictamen de un público 
burgués sin sentido estético, y pudiera expresarse libremente sin estar atada a la hipocresía de la 
sociedad burguesa
28
. Esta revista se abría a la posibilidad de incluir cualquier literatura con 
intenciones de renovación del lenguaje, era un órgano abierto a las experimentaciones líricas y a 
las licencias poéticas. Dice Héctor Valdés que la Revista Moderna se caracterizó por el respeto 
de las formas anquilosadas; el lenguaje “decadente” de los modernistas alcanza en este medio 
“un brillo y una gloria con valores definidos, se sostiene como un triunfo” (Índice: 39). 
 Couto Castillo, si bien no participó activamente en la formación del Modernismo en la 
polémica, sí lo hizo en cuanto a su participación con producciones cuentísticas en la Revista 
Moderna, lo que hace suponer que este autor se sintiera inclinado por esta orientación estética e 
ideológica, lo que ha querido verse reflejado en sus textos. Así, Ana Laura Zavala señala que 
esta “estética que para Couto fue fundamental en la construcción no sólo de su obra, sino incluso 
de su concepción de la existencia” (“Lo bello:145); no obstante, debido a que este autor guardó 
silencio respecto a su concepción del arte y de la existencia resulta complicado saber cuál era su 
inclinación ideológica, por lo que parece pertinente atender a las diferencias y semejanzas 
 
26
 Mandujano sostiene que la creación de la Revista Moderna no tiene sólo como antecedentes la Revista Azul, la 
polémica y la hipócrita moral de la sociedad porfiriana, sino también una serie de revistas que se formaron en otros 
países latinoamericanos en busca de esta expresión: “la Revista Moderna es el resultado de un proyecto cultural que 
recogió la experiencia de las anteriores prácticas editoriales latinoamericanas del modernismo y se convirtió en un 
órgano más acabado y preciosista con el que contaron los hispanoamericanos en el periodo finisecular del XIX e 
inicios del XX.” (“La revista moderna”: 598). Además, tras la aparición de la Revista, dice Max Henríquez Ureña, 
“puede decirse que, a partir de ese momento, la ciudad de México fue la capital del Modernismo, o, sí se quiere, su 
meridiano, como hasta la víspera lo había sido Buenos Aires” (Breve historia: 472). 
27
 La Revista Moderna salió a la luz, para llenar el vacío de la Revista Azul, el 1 de julio de 1898. Llevaba por 
subtítulo Literaria y Artística, y a partir del según periodo cambió por Arte y Ciencia, señalan Belem Clark y Ana 
Laura Zavala (La construcción: XXXIX). 
28
 Tablada en sus memorias La feria de la vida se queja de la doble moral que se refleja en la sociedad porfiriana: 
“condenaba esa hipocresía grotesca de un público que toleraba garitos y prostíbulos en el corazón de la ciudad 
donde vivía y se escandalizaba ante la lírica vehemencia de un poema erótico; lamentaba el que la literatura tuviera 
que refugiarse, como furtiva, de una página de los diarios y estuviera sujeta a la censura de suscriptores y 
anunciantes […] defender nuestra dignidad de escritores, fundásemos una publicación exclusivamente literaria y 
artística, animada por la filosofía y el sentimiento más avanzado, intransigente con cuanto interés no fuera el estético 
y que proclamando su espíritu innovador debería llamarse Revista Moderna” (Tablada, La feria: 309). 
24 
 
literarias que se presentan en las obras de este peculiar autor con relación a las obras y 
manifestaciones ideológicas, tales como las expresadas en la polémica, del resto de los 
modernistas, pues esto permitirá establecer un posible conglomerado de las ideas de las que 
participaba este autor. Con el fin de señalar estos límites ideológicos y estilísticos de Couto con 
respecto de sus cofrades, es que resulta importante caracterizar las ideas de los modernistas, y 
señalar las inquietudes generales que esta época de cambio ocasionaba en el individuo; y, puesto 
que las noticias que llegan hasta la actualidad sobre Couto son producto de una posible leyenda 
creada por parte de este grupo, aprovechando la inexistencia de un diario, de crítica del arte, de 
participaciones en polémicas, y de se relativamente escasa obra –tan sólo publicó Asfódelos en 
1897, y una gran variedad de cuentos dispersos en varios diarios y revistas– se vuelve necesario 
recurrir a un análisis de la obra misma para no caer en la búsqueda de elementos decadentes en 
una obra que posiblemente no lo es. Para llevar a cabo este análisis se echará mano de dos 
nociones principales de ironías: la ironía textual y la ironía ontológica, cuyas implicaciones se 
explicarán en el capítulo siguiente. 
 
5. Bernardo Couto Castillo y Los Asfódelos 
 
Poco se sabe de la vida de Bernardo Couto Castillo (1880-1901), puesto que por su extrema 
juventud y el abandono en el que se mantuvo su obra durante tanto tiempo, se ha indagado 
relativamente poco sobre su vida y obra. Se tienen noticias de sus estudios y de sus inclinaciones 
artísticas por las mismas relaciones que estableció con los intelectuales de la época. Fundamental 
en la vida de este autor es, sin duda, su viaje a Francia (1894-1896), del cual se sabe poco, salvo 
por un fragmento de la carta que Couto envió a Alberto Leduc, quien publicó un fragmento bajo 
el título de “Un malogrado”
29
 en El Universal en agosto de 1901, tras la muerte precoz de este 
joven, en la que poco se dice respecto a su viaje, y sólo se habla de sus inclinaciones literarias de 
ese momento
30
. 
 
29
 Es importante notar que el concepto de “Malogrado” bajo el cual ha girado la leyenda decadentista que se le ha 
construido comenzó con sus mismos coetáneos. Este concepto, que ya se ha cristalizado en la figura del autor, ha 
permitido caracterizar a Couto como decadente joven, inexperto y en formación; por un lado, se enarbola en él la 
bandera del decadentismo, pero al señalar que su estilo era “descuidado” se postula la idea del poeta que pudo llegar 
a ser grande si no fuera por su vida decadente, en un sentido moral. 
30
 Estoy engolfado en clásicos franceses aunque no por eso abandono a mis modernos, sobre todo a Dumas hijo. 
Estudio por ahora un libro hermoso: Historia de la literatura por Doumic, crítico en la Revista de Ambos Mundos y 
muy apreciado aquí, estudio Moliere, Corneille, Racine, Boileau, y la Rechefoucauld, estoy cinco en particular. 
25 
 
 Couto Castillo murió a los 22 años tras una vida intelectual y productiva literariamente, y en 
los últimos años, llena de vicios y de decadencia personal. El misterio de la vida de este autor, y, 
sobre todo, el peso que se le ha dado al talante bohemio y vicioso que seguía, así como su muerte 
joven y su inclusión en la escuela decadentistas, han desviado la atención de los estudiosos en 
virtud ya no sólo de su biografía, sino también de la leyenda de “poeta maldito” que crearon sus 
cofrades, consideraciones lapidarias que pesan sobre su obra, compuesta esencialmente por 
cuentos. 
 La obra de Couto Castillo participa, fundamentalmente, de una desazón espiritual ante la otra 
cara de la Modernidad, no obstante, la variación de ésta se encuentra en el estilo utilizado. La 
obra más temprana, anterior a su viaje a Europa en 1894, ha sido considerada por la crítica como 
mala o de “experimentación, ya que no participa de un estilo, ni de temas, decadentistas o 
“modernistas”, sino que son más de tipo naturalista o realista, en los que el autor manifiesta un 
verdadero descontento social y establece, a su vez, una crítica muy directa a las pretensiones del 
positivismo de formar un estado moderno; cuentos como “Las dos hermanas”, “El traidor” 
“Heroísmo conyugal” de 1893, entre otros, dan cuenta de las fallas del estado positivo. 
 La obra posterior al viaje, en 1896, ha sido considerada como su mejor obra por contener no 
sólo

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