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Comorbilidad-psiquiatrica-en-estudiantes-universitarios-con-dependencia-al-alcohol

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Ψ 
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
 
 
“COMORBILIDAD PSIQUIATRICA EN ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS 
CON DEPENDENCIA AL ALCOHOL” 
 
 
TESIS 
 
QUE PARA OBTENER EL TITULO DE LICENCIADA EN PSICOLOGÍA 
PRESENTA: 
 
 
Gabriela Alejandra Rodríguez González 
 
Directora de Tesis 
Dra. Rosa L. Díaz Martínez 
 
 
 
Revisora de Tesis 
Mtra. Leticia Echeverria San Vicente 
 
 
 
 
 
 
 
México, D.F 2010 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
AGRADECIMIENTOS 
 
 
 
A mi madre, mi amiga, mi guía, mi apoyo, mi confidente, la persona más 
importante en mi vida: 
 
 Todo lo que soy, he sido y seré es gracias a ti. Todos los éxitos que he 
tenido han sido en gran parte por tus enseñanzas, y estoy completamente 
segura que tú estarás feliz de compartirlos conmigo. Siempre has confiado en 
mí y me has motivado para que cumpla mis metas. Eres la persona a la cual 
siempre le pediré su opinión. Te agradezco por haberme dado la oportunidad 
de ver la vida de una manera diferente. 
 
 
 
A mi tía Andrea: 
 
 Gracias por estar al pendiente de mí, por todos tus cuidados y por el apoyo 
incondicional que siempre me has brindado, has sido como otra madre para mí. 
 
COMORBILIDAD PSIQUIATRICA EN ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS 
CON DEPENDENCIA AL ALCOHOL 
 
ÍNDICE 
 
 
 PAGINA 
INTRODUCCIÓN 1 
 
CAPITULO 1: ALCOHOLISMO 6 
1.1 ANTECEDENTES 6 
 1.1.1 El consumo de alcohol en la población general 6 
 1.1.2 El consumo de alcohol en la población estudiantil 6 
 1.1.3 El consumo de alcohol en México 10 
 1.1.4 El consumo de alcohol en la población general 10 
 1.1.5 El consumo de alcohol en la población estudiantil 12 
1.2 MARCO TEÓRICO 15 
 1.2.1 Bebidas alcohólicas y límites de consumo 20 
 1.2.2 Dependencia al alcohol 22 
 1.2.3 Severidad de la Dependencia al alcohol 26 
 1.2.4 Medición del consumo de alcohol 28 
 1.2.4.1 AUDIT (Test de identificación de Desordenes del uso de 
 alcohol) 
29 
 1.2.4.2 Evaluación de la severidad de la dependencia 
 BEDA (Breve Escala de la Dependencia al Alcohol) 
32 
 
CAPITULO 2: COMORBILIDAD PSIQUIÁTRICA 35 
2.1 ANTECEDENTES 35 
 2.1.1 Comorbilidad psiquiátrica en la población general 35 
 2.1.2 Comorbilidad psiquiátrica en la población estudiantil 45 
 2.1.3 Comorbilidad psiquiátrica en la población general mexicana 48 
 2.1.4 Comorbilidad psiquiátrica en la población estudiantil mexicana 50 
2.2 MARCO TEÓRICO 51 
 2.2.1 Trastornos mentales 56 
 2.2.1.1 Trastornos afectivos 58 
 2.2.1.2 Trastornos de ansiedad 60 
 2.2.1.3 Trastornos por consumo de otras sustancias 62 
 2.2.2 Instrumento Diagnóstico de los Trastornos mentales 
 Composite International Diagnostic Interview (CIDI) 
63 
 
CAPITULO 3: METODOLOGÍA 67 
 3.1 JUSTIFICACIÓN 67 
 3.2 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA 68 
 3.3 OBJETIVOS 69 
 3.3.1 Objetivo General 69 
 3.3.2 Objetivos Específicos 69 
 3.4 DISEÑO Y TIPO DE ESTUDIO 69 
 3.5 HIPÓTESIS 70 
 3.6 VARIABLES 71 
 3.6.1 Definición operacional 71 
 3.7 SUJETOS 73 
 3.7.1 Criterios de inclusión 74 
 3.7.2 Criterios de exclusión 74 
 3.8 INSTRUMENTOS 74 
 3.9 PROCEDIMIENTO 78 
 3.10 ANÁLISIS DE DATOS 80 
 
CAPITULO 4: RESULTADOS 82 
 
CAPITULO 5: DISCUSIÓN, CONCLUSIONES, LIMITACIONES Y 
RECOMENDACIONES 
97 
 
REFERENCIAS 103 
 
ANEXOS 116 
 
 
 
 
INTRODUCCIÓN 
 
 De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) la prevalencia 
del abuso y dependencia al alcohol en la población adulta se estimaron en 
torno al 1.7 % en el mundo (OMS, 2001). 
 
 Específicamente en la población estudiantil en Estados Unidos, algunos 
estudios realizados recientemente con estudiantes universitarios y con la 
población general aseveran que los trastornos del consumo de alcohol son 
comunes en la población universitaria. Indicando que el consumo problemático 
de alcohol esta presente con más frecuencia entre estudiantes que en la 
población general (el 30.1% contra el 8.1%) (Bailer, Stübinger et al, 2009; 
Blanco, Okuda, et al 2008) 
 
 En nuestro país Díaz-Martínez y cols. (2008) hallaron que el consumo 
riesgoso de alcohol es un problema frecuente (18.4%) entre los estudiantes, 
especialmente entre los hombres de 20 a 25 años de edad. 
 
 Como es bien sabido la dependencia alcohólica trae consigo diversas 
complicaciones. Se relaciona al alcohol con problemas de salud pública que 
cobran proporciones alarmantes, siendo su consumo un factor que favorece 
más que ningún otro a las enfermedades, traumatismos, discapacidades y 
muertes prematuras (OMS, 2005). Una condición frecuente es la coexistencia 
de trastornos mentales en la dependencia alcohólica, presentándose de esta 
manera la comorbilidad psiquiátrica, que se refiere a que dos o más trastornos 
mentales coexistan en un mismo individuo (OMS, 2001). 
 
 Diferentes autores han estimado que la depresión y la ansiedad son los 
dos principales trastornos psiquiátricos asociados al alcoholismo (Buckner, et al 
2008; Fergusson et al, 2009; Lejoyeux y Cardot 2001; Ross, 1995; Schneider, 
et al 2001). 
 Diversas investigaciones en nuestro país señalan que pacientes con abuso 
o dependencia de alcohol tienen tasas altas de otros trastornos psiquiátricos, 
concordando en que entre estos trastornos se encuentran la depresión (18.2%) 
y la ansiedad (14.7%). (Caraveo-Anduga y Colmenares, 2002; Díaz, et al 1990, 
Leal, Díaz, et al 2002). 
 
 En EE.UU., al investigar esta problemática en una población de estudiantes 
universitarios se encontró que solamente los bebedores con dependencia al 
alcohol tuvieron un trastorno del humor o de ansiedad (incremento de riesgo 
de 2.4). En contraste el incremento de riesgo de trastornos del humor o de 
ansiedad entre los jóvenes no universitarios fue del 1.8 para aquellos que no 
tienen un consumo excesivo de alcohol y de 4.7 para los bebedores con 
dependencia del alcohol. (Dawson, Grant et al, 2005). 
 
 Otras investigaciones internacionales apoyan estos hallazgos, (Rodríguez, 
et al 2005) además de afirmar que, en el caso inverso los síntomas depresivos 
también se relacionan con el consumo y la dependencia al alcohol, esto a 
consecuencia de los intentos por automedicar los síntomas depresivos; de esta 
manera la presencia de síntomas depresivos incrementan el riesgo de 
desarrollar trastornos por consumo de alcohol. También es común que se 
relacione el consumo de sustancias con la dependencia al alcohol (Mc Cabe, 
West y Weschler, 2007; Shillington y Clapp 2006). 
 
 Desgraciadamente hasta este momento en nuestro país, no contamos con 
los datos suficientes en la población estudiantil acerca de comorbilidad 
psiquiátrica relacionadacon la dependencia alcohólica; contando solo con 
estudios en la población general. 
 
 Por lo antes mencionado se observa que la dependencia al alcohol muy 
frecuentemente se asocia con otros trastornos psiquiátricos; esta comorbilidad 
afecta la vida social y familiar del sujeto, así como también representa una gran 
influencia para el desempeño académico de los estudiantes. Debido a estas 
consideraciones se planteó la necesidad de identificar la comorbilidad 
psiquiátrica en estudiantes con dependencia alcohólica. 
 
 Además de que investigaciones como las que aquí se presentan, instauran 
un acercamiento al estudio de la comorbilidad psiquiátrica en estudiantes con 
dependencia alcohólica, ya que en nuestro país, los datos acerca de la 
población estudiantil son insuficientes, existiendo solo datos que investigan la 
relación entre la dependencia al alcohol y el consumo de drogas 
 
 Por lo anterior, se planteó la necesidad de investigar si la severidad de la 
dependencia al alcohol se relaciona con la comorbilidad psiquiátrica en 
estudiantes universitarios; además de conocer si existen diferencias 
estadísticamente significativas en la severidad de la dependencia al alcohol 
entre los estudiantes con trastornos afectivos, trastornos de ansiedad y 
trastornos por consumo de otras sustancias y los estudiantes sin estos 
trastornos. De esta manera, en la presente investigación se tuvo como objetivo 
general identificar la severidad de la dependencia al alcohol y la comorbilidad 
psiquiátrica en estudiantes universitarios. Planteándose como hipótesis 
principal que existe relación entre la severidad de la dependencia al alcohol y la 
comorbilidad psiquiátrica. El Tipo de estudio es observacional de corte 
transversal. 
 
 El presente estudio forma parte de una investigación sobre el tratamiento 
de bebedores con dependencia al alcohol en estudiantes de bachillerato y 
licenciatura, que se realizo en una universidad pública. De tal forma que los 
sujetos de la muestra fueron seleccionados primeramente mediante el AUDIT 
que se aplica al total de la población universitaria. Los alumnos identificados 
con dependencia alcohólica (es decir aquellos alumnos que en la sección de 
alcohol del CIDI obtengan 3 o más preguntas positivas, es decir 3 preguntas 
calificadas con 5) fueron canalizados a un Programa de Tratamiento Integral y 
mediante una llamada telefónica se les cito para la aplicación del CIDI, para 
identificar otros trastornos psiquiátricos y del BEDA, para identificar la 
severidad de la dependencia al alcohol. Obteniendo una muestra final de 74 
sujetos (54 hombres y 20 mujeres) de entre 17 y más de 25 años. 
 
 Se encontró que la mayoría de los estudiantes (63.8%) tanto del nivel 
bachillerato como de la licenciatura tuvo una dependencia al alcohol baja. 
 
 El 70.3% de los estudiantes tuvo dos o más diagnósticos psiquiátricos. Los 
diagnósticos más frecuentes fueron: la dependencia al tabaco (24.3%), fobia 
social y especifica (14.9% respectivamente) y el episodio depresivo severo 
recurrente (10.8%). Por el lado de los hombres los diagnósticos de mayor 
prevalencia fueron: dependencia al tabaco (24.1%), fobia social y especifica 
(14.8% respectivamente) y la dependencia a la marihuana (9.3%). Mientras que 
para las mujeres los más comunes fueron: el consumo perjudicial y la 
dependencia al tabaco (25% respectivamente), y el episodio depresivo severo 
recurrente (20%). 
 
 Para realizar las comparaciones con el puntaje de BEDA se agruparon a los 
diagnósticos psiquiátricos en: Trastornos afectivos, de ansiedad y por consumo 
de otras sustancias, de acuerdo a la CIE-10. Siendo los más frecuentes los 
trastornos por consumo de otras sustancias. 
 
 Los resultados demuestran que existe una relación lineal directamente 
proporcional entre el número de diagnósticos y la severidad de la dependencia. 
También se asumió que no existen diferencias significativas entre los 
estudiantes con trastornos afectivos, de ansiedad y por consumo de otras 
sustancias y los estudiantes sin estos trastornos. 
 
 Aunque los datos de la investigación no demuestran cuales son los 
trastornos mentales que se relacionan más frecuentemente al alcoholismo; 
los resultados del presente trabajo, exponen que la severidad de la 
dependencia afecta en el número de diagnósticos que puede presentar un 
individuo con dependencia al alcohol. 
 Como se sabe cualquier tipo de diagnóstico es complejo por si mismo, pero 
con una comorbilidad el individuo se vería afectado física, social y 
psicológicamente, y de esta manera el diagnóstico, tratamiento y rehabilitación 
resultarían más complejos. 
 
CAPITULO 1: ALCOHOLISMO 
 
1. 1 ANTECEDENTES 
1.1.1 El consumo de alcohol en la Población general 
 Debido a que el alcohol es una sustancia consumida con mucha frecuencia 
en la mayoría de los países, es importante tener una perspectiva acerca de su 
consumo tanto en el mundo, como en México. 
 
 Según los datos del Informe de la Salud en el Mundo (2001) la prevalencia 
de los trastornos debidos al abuso de alcohol (uso nocivo y dependencia) en la 
población adulta se ha estimado en torno al 1.7% en el mundo. Las tasas son 
del 2.8% para los hombres y del 0.5% para las mujeres. La prevalencia de los 
trastornos debidos al consumo de alcohol en América del Norte y zonas de 
Europa oriental son de más del 5% (OMS, 2001). 
 
1.1.2 El consumo de alcohol en la Población estudiantil 
 Entre los jóvenes, que están en edad de recibir una educación a nivel 
bachillerato o universitaria el alcohol es la droga predilecta. De hecho, los 
adolescentes utilizan el alcohol con mayor frecuencia e intensidad que todas 
las demás drogas ilícitas combinadas. 
 
 Investigaciones recientes indican que mientras más temprana es la edad de 
inicio del consumo de alcohol, mayor es el riesgo a desarrollar dependencia del 
alcohol en etapas posteriores de la vida (Grant y Dawson 1997). Además, las 
consecuencias agudas del consumo en menores incluyen muerte y lesiones no 
intencionales asociadas con manejar o llevar a cabo otras labores de riesgo 
luego de beber, homicidio y violencia, intentos de suicidio, abuso sexual, 
comportamiento sexual de riesgo, vandalismo y daños a la propiedad. Además, 
estas consecuencias parecen ser más severas en aquellos que comienzan a 
beber en una edad más temprana. El consumo excesivo episódico es 
especialmente más elevado en jóvenes (OPS, 2007). 
 
 De acuerdo con O’Malley y Johnston (2002), las cifras del consumo de 
alcohol entre estudiantes universitarios, son muy altas. Aproximadamente dos 
de cada cinco estudiantes estadounidenses de la universidad son bebedores 
excesivos (aquellos que beben cinco o más copas estándar por ocasión). El 
consumo de alcohol es más alto entre los hombres que en las mujeres. Los 
estudiantes blancos presentan un alto consumo de alcohol, los estudiantes 
negros tienen los niveles más bajos, y los estudiantes hispanos tienen niveles 
intermedios del consumo de alcohol. 
 
 Knight, Weschler, et al (2002) con el objetivo de estimar la prevalencia del 
abuso y la dependencia del alcohol entre estudiantes universitarios de EE.UU., 
utilizaron una muestra de 14.000 estudiantes provenientes de 119 
universidades, a los cuales entrevistaron con un cuestionario que incluía los 
criterios diagnósticos del DSM-IV para el abuso y dependencia al alcohol. Sus 
resultados muestran que el 31% de los estudiantes cumplieron los criterios 
para un diagnóstico de abuso y el 6% para un diagnóstico de dependencia al 
alcohol en los últimos 12 meses. Más de dos de cada cinco estudiantes 
manifestaron por lo menos un síntoma de abuso o de dependencia al alcohol. 
 
 Slutske (2005) examino la prevalencia del consumo de alcohol entre 
estudiantes universitarios y sujetos queno asistían a la universidad. 
Encontrando que el 18% de los estudiantes universitarios han tenido problemas 
relacionados con el alcohol en el último año, en comparación con el 15% de los 
individuos que no asistían a la universidad. Los estudiantes universitarios 
tuvieron mayores probabilidades de tener un diagnóstico de abuso de alcohol, 
de acuerdo con el DSM-IV, en comparación con aquellos sujetos que no 
acudían a la universidad; a pesar de que los estudiantes universitarios bebían 
más, no tuvieron mayores probabilidades de tener un diagnóstico de 
dependencia al alcohol comparados con los individuos que no asistían a la 
universidad. 
 
 En el 2006 otro estudio examinó los patrones del consumo excesivo de 
alcohol (4 copas para las mujeres y 5 para los hombres) entre estudiantes del 
primer semestre de la universidad en EE.UU. Los datos provenían de los auto 
reportes de la historia del consumo de alcohol de los estudiantes en las dos 
semanas anteriores a la investigación. Los hallazgos manifiestan que 1 de cada 
5 hombres consumió más de 10 copas y 1 de cada 10 mujeres consumió más 
de 8 copas, por lo menos una vez en las dos semanas anteriores; concluyendo 
que un porcentaje asombrosamente grande de estudiantes, particularmente 
hombres, consumen cantidades altas de alcohol, que superan las 5 copas por 
ocasión (White, Kraus y Swartzwelder, 2006). 
 
 Miller y sus colaboradores (2007) analizando datos provenientes de la 
National Youth Risk Behavior Survey, acerca del consumo actual de alcohol, 
del consumo excesivo y de otros comportamientos riesgosos; encontraron que 
el 44.9% de los estudiantes de entre 12-20 años de edad consumieron alcohol 
durante los últimos 30 días (28.8% consumieron alcohol excesivamente y 
16.1% bebieron alcohol, pero no en exceso). Aunque las mujeres mostraron un 
consumo actual de alcohol, no bebían en exceso y las tasas del consumo 
excesivo fueron similares entre hombres y mujeres. Las tasas del consumo 
excesivo de alcohol aumentaron con la edad y el grado escolar. Además los 
autores también reportaron que los estudiantes que consumieron alcohol 
excesivamente tuvieron más probabilidades de tener mal desempeño escolar y 
otros comportamientos de riesgo como: ser pasajero de alguien que había 
consumido alcohol, ser fumador activo, ser victima de violencia, intentar 
suicidarse, y usar drogas. En la investigación se concluyo que el consumo 
excesivo de alcohol es el patrón más común entre los estudiantes y que se 
asocia ampliamente a una gran variedad de otros comportamientos de riesgo 
(Miller, Naimi, Brewer y Jones, 2007). 
 
 En el 2008 Caamaño-Isorna, Corral y sus colaboradores estudiaron la 
prevalencia del consumo riesgoso y el consumo excesivo episódico de alcohol 
en una muestra de estudiantes universitarios, utilizando el AUDIT. Sus 
resultados muestran que la prevalencia del consumo riesgoso era del 37.1%, la 
prevalencia del consumo excesivo episódico era de 12.2% y la prevalencia de 
abstemios era del 12.6%. Los autores concluyeron que en lo referente al 
consumo riesgoso de alcohol, las altas expectativas, la edad temprana en el 
inicio del consumo y el alto nivel académico por parte de la madre, 
constituyeron factores de riesgo. En cambio, la vida con los padres constituyó 
un factor protector. Mientras que para el consumo excesivo episódico, la edad 
temprana en el inicio del consumo, las altas expectativas y el ser hombres 
fueron factores de riesgo. 
 
 En otro estudio que investigo la prevalencia del consumo riesgoso de 
alcohol en un total de 2710 estudiantes de medicina, provenientes de 36 
facultades de EU., usando el AUDIT, se encontró que el 15% de los sujetos 
cumplían con puntajes del consumo riesgoso de alcohol (Shah, Bazargan-
Hejazi, et al 2009). 
 
 Una investigación llevada a cabo en Nueva Zelanda que pretendía estimar 
la prevalencia del consumo excesivo de alcohol, los problemas relacionados y 
los factores de riesgo individuales, en estudiantes universitarios, encontró que 
81% de los sujetos consumieron alcohol en las cuatro semanas anteriores al 
estudio, el 37% manifestó uno o más episodios de consumo excesivo de 
alcohol en una semana, 14% de mujeres y 15% de hombres tuvieron dos o 
más episodios, en una semana y el 68% tuvo 4 o más episodio de consumo 
excesivo de alcohol en una semana. 
 Respecto a los problemas relacionados con el consumo de alcohol, se 
presentaron desmayos (33%), relaciones sexuales sin protección (6%), peleas 
(5%), conducir en estado de ebriedad o ser pasajero de alguien que conduce 
en estado de ebriedad, se observó en el 9% de las mujeres y en el 11% de los 
hombres. Por su parte los factores de riesgo para el consumo excesivo de 
alcohol incluyeron: edad temprana en el inicio del consumo de alcohol, beber 
mensualmente o con más frecuencia en el bachillerato y vivir en un dormitorio 
universitario (Kypri, Paschall, et al, 2009). 
 
 Otra investigación realizada en el presente año por Andersson y sus 
colaboradores, empleando un instrumento electrónico, examinaron los patrones 
del consumo de alcohol entre estudiantes del tercer semestre de las 
universidades de Suecia. Los resultados fueron que la gran mayoría de los 
estudiantes (91%) habían consumido alcohol durante los tres meses anteriores. 
De los estudiantes que consumieron alcohol, el 55% fueron mujeres y el 45% 
hombres. El consumo de alcohol de los hombres fue dos veces más alto que el 
de las mujeres (128g de alcohol para los hombres contra 66g para las 
mujeres). El estudio demuestra que el 75% de los estudiantes con consumo 
riesgoso de alcohol tienden a subestimar su propio consumo en relación con 
las demás personas, además de que estos sujetos experimentan 
consecuencias más severas como resultado del consumo de alcohol. Los 
autores también encontraron que el 92% de los estudiantes tenían la creencia 
de que el alcohol hace más divertidas las fiestas (Andersson et al, 2009). 
 
 Algunos estudios realizados recientemente con la población estudiantil 
universitaria y con la población general, aseveran que los trastornos del 
consumo de alcohol son comunes en la población universitaria. Indicando que 
el consumo problemático de alcohol esta presente con más frecuencia entre 
estudiantes que en la población general (el 30.1% contra el 8.1%) (Bailer, 
Stübinger et al, 2009; Blanco, Okuda, et al 2008). 
 
1.1.3 El consumo de alcohol en México 
 1.1.4 El consumo de alcohol en la Población general 
 En México la Encuesta Nacional de Adicciones 2008 (ENA), reporta que el 
patrón de consumo típico es de grandes cantidades por ocasión de consumo. 
En total, casi 27 millones de mexicanos (26 828 893) entre 12 y 65 años beben 
con este patrón y presentan frecuencias de consumo que oscilan entre menos 
de una vez al mes y diario. Casi 4 millones (3 986 461) beben grandes 
cantidades una vez a la semana o con mayor frecuencia (usuarios 
consuetudinarios). Siendo la cerveza la bebida de preferencia entre la 
población mexicana. 
 El consumo consuetudinario es más frecuente entre hombres que entre 
mujeres, en una proporción de 5.8 hombres por cada mujer. Entre ellas, sin 
embargo, esta manera de beber está aumentando, especialmente entre las 
adolescentes. 
 
 Tanto en hombres como en mujeres, el grupo de edad que muestra los 
niveles más altos de consumo es el de 18 a 29 años. Los niveles descienden 
después conforme aumenta la edad. Los resultados indican que la población 
adolescente está copiando los patrones de consumo de la población adulta 
 
 De los datos señalados es importante mencionar que la proporción de la 
población que presenta abuso/dependencia al alcohol es muy elevada. Poco 
más de cuatro millones de mexicanos (4 168 063) cumple con los criterios para 
este trastorno; de éstos, tres y medio millones (3 497946) son hombres y poco 
más de medio millón (670 117) son mujeres. 
 
 Respecto a los problemas asociados que se presentan con mayor 
frecuencia debido al abuso/dependencia al alcohol, se encuentran: dificultades 
con la familia (10.8%), a continuación aparecen las peleas (6%), mientras que 
los problemas con la policía son menos frecuentes (3.7%), pero en una 
proporción importante (41.3%) se encontraron personas que fueron detenidas 
bajo los efectos del alcohol. Los problemas laborales no son muy comunes 
(3.7%) y en una proporción aun menor los problemas derivaron en la pérdida 
del empleo o en la posibilidad de perderlo (1.4%). 
 
 Los problemas con la familia son más frecuentes en los hombres, 
especialmente entre los mayores de edad (3.8 hombres por cada mujer). Entre 
los adolescentes, estas diferencias son menos marcadas (1.3 hombres por 
cada mujer). Más mujeres adolescentes (7.8%) que mujeres adultas (3.9%) 
informaron haber tenido problemas con la familia. Como era de esperarse, la 
población que calificó para el trastorno abuso/dependencia tiene más 
problemas que aquella que no presenta este problema (ENA 2008). 
 
 En este sentido datos encontrados en un estudio de casos, en donde se 
entrevisto a una muestra de 211 hombres y 100 mujeres que acudieron a la 
Clínica para Atención de Problemas Relacionados con el Alcohol (CAPRA) del 
Hospital General de México, a solicitar ayuda por problemas relacionados con 
el consumo de alcohol, sugieren que el 50% de las mujeres entrevistadas, 
cumplieron con el criterio de dependencia según el DSM-IV, en comparación 
con 82% de los hombres. El síntoma que se presenta con mayor frecuencia en 
los hombres y las mujeres dependientes al alcohol es el que incluye los 
problemas de salud y psicológicos ocasionados por el consumo (Mariño, 
Berenzon y Medina-Mora, 2005). 
 
1.1.5 El consumo de alcohol en la Población estudiantil. 
 La Encuesta de México sobre el Uso de Drogas en la Comunidad Escolar 
(2006), que incluye a los estudiantes de enseñanza media y media superior, en 
escuelas públicas y privadas del DF, informa que se ha encontrado un 
incremento de poco más del 1% en el abuso de alcohol, de manera que 
actualmente 25.2% de los adolescentes han consumido por lo menos cinco 
copas en la misma ocasión durante el último mes previo al estudio. 
 
 En el Distrito Federal el 68.8% de los adolescentes ha usado alcohol alguna 
vez en su vida y un 41.3% lo ha consumido en el último mes. 
 
 En el análisis del consumo según el sexo del entrevistado, se observa que 
tanto los hombres (68.2%), como las mujeres (69.4%), resultan igualmente 
afectados. 
 
 En cuanto al nivel educativo, en secundaria el 29.8% de los adolescentes 
ha consumido alcohol en el último mes. Para las escuelas de educación media 
superior, este porcentaje casi se duplica, de manera que en las escuelas 
técnicas el 57.5% de los adolescentes han bebido alcohol en el último mes, y 
en los bachilleratos el 54.6%. 
 
 En cuanto a la edad de los adolescentes, se puede apreciar que el 
porcentaje de consumidores de 14 años o menos, es 55.7% y quienes tienen 
18 años o más es 86.8%. Asimismo, más de la mitad de los/as adolescentes de 
17 años ha bebido alcohol en el último mes, aun cuando son menores de edad 
(Villatoro, Gutiérrez et al, 2009). 
 
 El Proyecto para la identificación temprana y el tratamiento oportuno de 
bebedores excesivos en estudiantes de la UNAM, realizado por Díaz Martínez 
A., Díaz Martínez R. y cols. reporta que de los bebedores activos en la 
población total, 72% (22647) son consumidores moderados, 11% (3312) 
consumidores peligrosos, 15% (4662) consumidores dañinos y 2% (755) 
consumidores dependientes; más específicamente en el género femenino 81% 
(12798) son consumidoras moderadas, 8% (1188) consumidoras peligrosas, 
10% (1593) consumidoras dañinas y 1% (224) consumidoras dependientes, por 
el lado de los hombres 63% (9816) son consumidores moderados, 14% (2119) 
consumidores peligrosos, 20% (3064) consumidores dañinos y 3% (529) 
consumidores dependientes. 
 
 Se aprecia un incremento a nivel licenciatura en los consumidores 
excesivos con un 35% (6441), mientras que en el bachillerato es de 18% 
(2259). Concretamente en el nivel bachillerato se encontró que la Escuela 
Nacional Preparatoria presenta un porcentaje de 60% (7922) para los no 
bebedores, 33% (4337) para consumidores moderados, 3% (330) para 
consumidores peligrosos, 4% (461) consumidores dañinos y 0% (55); 
consumidores dependientes. El Colegio de Ciencias y Humanidades muestra 
un porcentaje de 57% (8945) para los no bebedores, 35% (5441) para 
consumidores moderados, 3% (430) para consumidores peligrosos, 4% (700) 
consumidores dañinos y 1% (119) consumidores dependientes. Los hombres 
presentan porcentajes más altos de consumo excesivo en ambas instituciones. 
 
 A nivel superior los porcentajes para los tipos de bebedores en las 
facultades de estudios superiores son los siguientes: no bebedor 28%, 
consumidores moderados 46%, consumidores peligrosos 10%, consumidores 
dañinos 13% y 3% consumidores dependientes. Para los bebedores en 
escuelas y facultades son: no bebedor 31%, consumidores moderados 46%, 
consumidores peligrosos 9%, consumidores dañinos 12% y 2% consumidores 
dependientes. Al igual que en el nivel bachillerato los hombres presentan un 
porcentaje de consumo excesivo más alto (Díaz-Martínez, et al., 2005). 
 
 Estudios llevados a cabo en México en la población universitaria, indican 
que el inicio en el consumo tiende a ser más temprano en los varones, en 
promedio se da a los 14 años, en tanto que en las mujeres se da a los quince 
años. Además los estudiantes del sexo masculino beben con más frecuencia y 
en mayor cantidad que las mujeres. El rango de copas consumidas varía entre 
una y 20, la cantidad modal de copas por ocasión es de tres copas en el caso 
de las mujeres y en los varones es de 6. 
 
 El consumo alto definido en términos de beber 5 o más copas por ocasión, 
tiende a ser más elevado en el caso de los hombres, mientras que el consumo 
menor a 5 copas predomina en el caso de las mujeres. Los consumidores de 
más de cinco copas tienden a iniciar el consumo más tempranamente, en 
promedio a los 14 años, en comparación con quienes bebieron menos de cinco 
copas, cuya edad de inicio fue a los 15 años; además de que aquellos sujetos 
que ingieren más de 5 copas por ocasión tienen más problemas asociados por 
el consumo de alcohol. Por otra parte, una proporción mayor de consumidores 
altos se concentra en el rango de edad entre los 20 y los 22 años (Mora-Ríos, 
Natera y Juárez, 2005). 
 
 Díaz-Martínez y cols., encontraron que el consumo riesgoso y dañino de 
alcohol (CRDA) es un problema frecuente entre los estudiantes de primer 
ingreso a la licenciatura, especialmente entre los hombres de 20 a 25 años de 
edad (Díaz-Martínez, et al., 2008). 
 
 
 
1.2 MARCO TEORICO 
 El alcohol es la sustancia psicoactiva de uso más extendido y generalizado 
en el mundo y en México. Es considerado como una droga legal, por lo que es 
permitido en casi todas las culturas y regiones geográficas. Su consumo es 
asociado con una amplia variedad de consecuencias. Por esto, es necesario 
determinar que es y la participación que tiene en el organismo. En esta sección 
se revisaran sus aspectos generales y los efectos que tiene una vez que es 
ingerido. 
 
 El alcohol etílico o etanol es el componente activo esencial de las bebidas 
alcohólicas. Su formula química es CH3CH2OH. El alcohol es un líquido claro, 
incoloro, aromático y combustible, que procede de la fermentación de las 
sustancias azucaradas, existentes en los frutos y los cereales. La variedad de 
los aromas y sabores de las bebidas alcohólicas, dependen del proceso del 
que se obtienen.Por lo que respecta al valor nutritivo 1 gramo de alcohol 
aporta 7.1 Kcal. Sin embargo dicho aporte energético no proporciona ningún 
tipo de nutrientes para el organismo, como minerales proteínas o vitaminas 
(Álvarez y Del Río, 2003) 
 
 Una vez ingerido el alcohol, se absorbe en parte en el estomago y, 
principalmente, en el intestino delgado, atravesando las membranas del tracto 
gastrointestinal, por difusión simple. La tasa de absorción depende de varios 
factores tales como: sexo, momento del día, tipo de bebida, cantidad de la 
bebida alcohólica consumida y su concentración o graduación, el efecto de los 
alimentos, ingesta de fármacos que afectan a la motilidad gastrointestinal y flujo 
sanguíneo, la actividad enzimática del estómago o su inhibición por 
medicamentos, etc. (Álvarez y Del Río, 2003; Díaz, 2001; Rubio, 2002; 
Sanchis, et al., 1999) 
 
 Entre el 85- 90% del alcohol ingerido se metaboliza por oxidación en el 
hígado, ya que posee tres sistemas bien definidos de eliminación y 
metabolismo del etanol, que son: sistema de las enzimas de alcohol 
deshidrogenasas (ADH); sistema microsomal de oxidación del etanol (MEOS); 
y el sistema de la catalasa. En primer lugar, por medio de la ADH se produce la 
oxidación del alcohol a acetaldehído, que es un metabolito muy reactivo, 
considerado el responsable de muchas de las acciones toxicas secundarias al 
consumo de alcohol. El acetaldehído a nivel mitocondrial sufre un nuevo 
proceso de oxidación que lo transformara en acetato; la enzima responsable de 
este proceso es la aldehído-deshidrogenasa (ALDH). El acetato obtenido, es 
biotransformado en Acetil-CoA, que sigue sus propias rutas metabólicas 
(Álvarez y Del Río, 2003; Caballería, 2003; Rubio, 2002; Sanchis, et al., 1999;). 
 
 Una vez absorbido, será distribuido a través del torrente sanguíneo por 
todas las partes de nuestro organismo en las que producirá distintos efectos. 
El nivel máximo de alcohol en la sangre se alcanza entre los 30 y 90 minutos 
después de que se ingiere la bebida; sin embargo el tiempo que se tarda en 
conseguir este nivel máximo de alcohol, depende del tiempo en el que se haya 
estado consumiendo, así pues, un periodo corto reduce el tiempo en conseguir 
este nivel máximo (Álvarez y Del Río, 2003). 
 
 El 10% de alcohol restante se expulsa por vía renal en forma acusa en la 
orina, y la leche (en el caso de las mujeres en lactancia) y en forma gaseosa 
(anhídrido carbónico) en la respiración pulmonar (Díaz, 2001). Cabe mencionar 
que el ritmo de metabolización depende de la actividad enzimática y esto varía 
de un individuo a otro, se admite que el promedio para un sujeto adulto de 70 
Kg. es de 8-12 ml de alcohol, unos 10 gramos de alcohol absoluto (1 copa 
estándar), cada 60 minutos (Álvarez y Del Río, 2003). 
 
 Un aspecto importante, es que existen marcadas diferencias en los 
volúmenes de distribución del alcohol entre hombres y mujeres, ya que en 
estas últimas se presenta una menor actividad de las enzimas de alcohol 
deshidrogenasa (ADH), lo cual provoca que se intoxiquen con una menor 
cantidad de alcohol porque tienen menos capacidad de metabolismo protector 
a nivel del estómago y, por lo tanto, les llega mayor cantidad de alcohol a la 
circulación con menos cantidad de la sustancia, provocando menor tolerancia 
al alcohol (Álvarez y Del Río, 2003; Echeburúa, 2001; Kershenobich, 2007). 
 
 Otra diferencia, es que la mujer suele ser más vulnerable al consumo de 
alcohol, por que al tener menos peso que los hombres, cuenta con una menor 
proporción de agua en el organismo en la cual diluir el alcohol, y por que a 
partir de la pubertad, al tener más materia de grasa (en la que el alcohol tiende 
a fijarse), respecto al hombre, les cuesta más eliminar el alcohol, que es una 
sustancia liposoluble (Álvarez y Del Río, 2003; Díaz, 2001; Echeburúa, 2001). 
 
 Debido a estas desigualdades biológicas las mujeres se intoxican y 
adquieren una dependencia al alcohol más rápido que los hombres, además de 
tener una mayor tendencia a sufrir enfermedades hepáticas. 
 
 Dado que el alcohol es una molécula pequeña y poco polar, atraviesa bien 
las membranas biológicas, por lo que su distribución en el organismo es 
extensa y su acción se manifiesta en diferentes partes del cuerpo (Álvarez y 
Del Río, 2003). El alcohol es tóxico para la mayoría de los tejidos del 
organismo, por lo tanto, ejerce importantes consecuencias negativas, en los 
distintos órganos y sistemas del cuerpo. Su consumo crónico y excesivo se ha 
asociado a numerosas enfermedades inflamatorias y degenerativas que 
pueden terminar en la muerte. El desarrollo de estas enfermedades dependen 
de la cantidad de alcohol consumida, la vulnerabilidad genética personal, así 
como también la participación de determinadas circunstancias ambientales 
como malnutrición o infecciones concomitantes, como, los virus de la hepatitis 
B y C (Estruch, R. 2002). 
 
 Entre los efectos a largo plazo ocasionados a los órganos por esta 
sustancia, se pueden mencionar los daños al hígado (degeneración grasa, 
hepatitis y cirrosis), al cerebro (alteraciones neurológicas en nervios periféricos, 
muerte celular, alteraciones en la memoria, y en la coordinación de 
movimientos), al corazón (miocardiopatía alcohólica, hipertensión arterial, 
arritmias y accidentes vasculares cerebrales) y al páncreas (pancreatitis aguda, 
edematosa o necrotizante); así también como a aparatos y sistemas entre los 
que sobresalen el digestivo, reproductor e inmunológico (Estruch, 2002; OPS, 
2008; Rubio, 2002). 
 
 Sin embargo es en el cerebro donde los efectos del alcohol son más claros 
e importantes (Díaz-Martínez, 2001). Ya que además de causar alteraciones 
psiquiátricas tales como alucinosis alcohólica, estado paranoide alcohólico, 
Síndrome de Korsakov-Wernicke (Franklin y Frances, 2000), también 
contribuye a la gravedad psiquiátrica en particular a la depresión, trastornos de 
ansiedad, trastorno personalidad antisocial y abuso de otras sustancias (Regier 
et al 1990). 
 
 Esta sustancia es un depresor del Sistema Nervioso Central (SNC) (Ayesta, 
2002; OMS, 2004; Pérez-Rial, Ortiz y Manzanares 2003; Rojas, 2003). Sus 
acciones dependen principalmente de la concentración de alcohol en la sangre. 
Así, a dosis bajas aparece un efecto estimulante, por lo que se experimenta 
una sensación de bienestar, se reducen las inhibiciones y la gente se vuelve 
más extrovertida. Por otro lado, a dosis altas el efecto depresor es más 
aparente, esto es, se reduce la coordinación motriz, se lentifica el tiempo de 
reacción, hay confusión, se reduce la capacidad de emitir juicios y hasta la 
visión y el oído pueden verse afectados (Barlow, et al., 2003). 
 
 El alcohol produce un efecto tóxico en las neuronas al hacer sus 
membranas celulares más propensas a responder a estímulos electroquímicos. 
Su efecto tóxico se traduce en híper excitabilidad celular. Favalli et al 
mencionan que las neuronas excitadas muestran una tasa elevada de 
liberación de los diferentes neurotransmisores lo que produce un aumento de la 
actividad en toda una red neuronal o incluso en todo el cerebro. Este evento 
electrofisiológico es responsable del síndrome clínico de intoxicación (Rojas, 
2003). 
 La mayor parte de los efectos del alcohol y el desarrollo de los eventos 
asociados a la dependencia, además de la actividad dopaminérgica de la vía 
mesolímbica encargada del sistema de recompensa, es crucial la interacción 
con dos receptores concretos: el receptor GABAA (también denominado 
complejo receptor GABAA-ionóforo Cl-) y el receptor NMDA (N-metil-D-
aspartato) del glutamato. El GABA (ácido gamma amino butírico) es el 
neurotransmisor inhibidor por excelencia del SNC y por el contrario el 
glutamato es el mayor neurotransmisor excitador del SNC. (Ayesta,2002; 
Kenna, Mcgeary, Swift, 2004; OMS, 2004; Pérez-Rial, Ortiz y Manzanares, 
2003; Rojas, 2003;). Por consiguiente, la función cerebral se deprime debido a 
la alteración del equilibrio entre la neurotransmisión inhibitoria y excitatoria, ya 
que el alcohol potencia la acción del GABA e inhibe la acción del glutamato. 
(Ayesta, 2002; Pérez-Rial, Ortiz y Manzanares, 2003;). 
 
 Al ser una sustancia capaz de generar una elevada capacidad adictiva, el 
alcohol tiene propiedades reforzadoras, es decir, el deseo de continuar 
consumiendo alcohol para seguir experimentando sus efectos eufóricos 
(refuerzo positivo) o para no sufrir la abstinencia (refuerzo negativo) (Ayesta, 
2002; Pérez-Rial, Ortiz y Manzanares 2003; Rojas, 2003). Administrado de 
forma aguda, baja el umbral de las conductas de auto-estimulación eléctrica y 
activa los circuitos cerebrales que participan en los aspectos motivacionales y 
emocionales implicados en la génesis y en el mantenimiento de las conductas 
adictivas, denominados: circuitos cerebrales de recompensa (Ayesta, 2002). 
 
 Estos circuitos se sitúan anatómicamente en el sistema límbico. El sistema 
de recompensa utiliza la vía mesolímbica dopaminérgica, que se origina en el 
área tegmental ventral y que permite proyecciones al núcleo acumbens, el 
tubérculo olfatorio, la amígdala y la corteza frontal, además del circuito tálamo-
orbito-frontal y el cíngulo anterior (Rojas, 2003). 
 
 La activación de la vía mesolímbica dopaminérgica, sobre todo del núcleo 
acumbens y la amígdala, al conjugarse con la función cerebral total, media los 
efectos placenteros del alcohol, además de los estados de intoxicación, 
sensibilización y el refuerzo y respuestas condicionadas asociadas con el 
anhelo o antojo. Finalmente los niveles elevados de dopamina -liberada por el 
núcleo acumbens, ante la presencia de estímulos relevantes (p. Ej. comida, 
agua, peligro y la pareja), bien sea por ser nuevos o por ser incentivados (no 
tienen porqué ser placenteros o estrictamente reforzadores, ya que también se 
libera dopamina ante estímulos aversivos)- se asocian al deseo de consumir 
alcohol y se asocian al hecho de que la vista, los sonidos y el olor asociados al 
alcohol desencadenen el antojo (craving) y la búsqueda de la sustancia, 
estableciéndose así la dependencia (Ayesta, 2002; OMS, 2004; Rojas, 2003). 
 
1.2.1 Bebidas alcohólicas y límites de consumo 
 Debido a que la cantidad y el tipo de la bebida son fundamentales para 
determinar los efectos en el organismo. A continuación se mencionan los 
principales tipos de bebidas alcohólicas y sus características esenciales. 
 
 Las bebidas alcohólicas son muy variables en olor y en sabor, sin embargo 
se pueden clasificar en fermentadas y destiladas. 
 
 En las bebidas fermentadas el etanol que llevan se obtiene cuando se 
dejan reposar determinados vegetales y frutas de gran contenido de azúcar 
(uva, manzana, cebada, arroz, etc.) durante un período de tiempo largo, en un 
sitio con una temperatura apropiada. Habitualmente su grado alcohólico no 
supera los 16°. Entre las bebidas fermentadas más c onsumidas en México se 
encuentran el vino, la cerveza y el pulque 
 
 Por su parte las bebidas destiladas se producen destilando una bebida 
fermentada, con lo que al eliminarse por el calor, parte de su contenido de 
agua, se eleva el porcentaje total de alcohol. Estas bebidas tienen un contenido 
muy alto de alcohol (30-50 grados). Entre estas las más comunes producidas y 
consumidas en México son el brandy, el ron, el tequila y el mezcal; les siguen 
en importancia los aguardientes, el whisky y el vodka. (Álvarez y Del Río, 2003; 
Echeburúa, 2001; FISAC, 2001; Rubio 2002). 
 Se suele indicar la proporción de alcohol en las bebidas, mediante su 
graduación, es decir, si un vino tiene 12° esto ind ica que 12% del contenido es 
etanol. La ingesta de alcohol puede ser medida en gramos de alcohol o en 
unidades de bebida estándar (Álvarez y Del Río, 2003; Rubio 2002).Se 
considera una bebida estándar a una cerveza de 12 Oz, 5 Oz de vino o 1.5 Oz 
de destilados. Cada una de estas bebidas contiene aproximadamente la misma 
cantidad de alcohol absoluto 0.5 Oz o 12 gr. (Medina-Mora 2001). 
 
 Es por esto que para calcular la cantidad de alcohol consumida por una 
persona, hay que tener en cuenta que las bebidas varían en su contenido de 
alcohol; además de esta manera se puede elaborar una clasificación más 
adecuada de los patrones de consumo de alcohol de esa persona. 
 
 Es complicado definir que cantidad de alcohol genera problemas, debido a 
las diferentes formas en que el alcohol afecta a diferentes personas. El NIAAA 
(National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism), establece como límite 
para el consumo moderado, la ingestión de no más de una bebida estándar por 
día para la mayoría de las mujeres y no más de dos bebidas estándar por día 
en el caso de la mayoría de los hombres. También se establece que nunca se 
debe de exceder la cantidad de 4 bebidas estándar por ocasión, ni de 12 
bebidas estándar, por semana. 
 
 En México debido a que no es común beber alcohol a diario, sí en cambio 
es frecuente que se ingieran grandes cantidades de alcohol por ocasión de 
consumo. Los límites se establecen para el consumo semanal; se considera 
que un límite de bajo riesgo para una mujer es no consumir más de 9 bebidas 
estándar por semana y 12 si es hombre, este no debe exceder a una copa por 
hora, ni más de 4 por ocasión de consumo (Medina-Mora, 2001). 
 
 
 
 
 
1.2.2 Dependencia al alcohol 
 En el campo de la salud a lo largo de la historia se ha tratado de tener un 
consenso respecto al concepto de dependencia al alcohol, ya que es de gran 
importancia definir lo que se esta estudiando, para poder llevar a cabo la 
prevención, diagnóstico y tratamiento de una manera optima. Por tal motivo se 
describirá el concepto de dependencia al alcohol y algunas de las 
modificaciones que ha tenido a través del tiempo. 
 
 Antiguamente se hacia una distinción importante entre dos formas de 
dependencia: se consideraba que unas drogas causaban principalmente 
dependencia física, mientras que otras se limitaban a provocar dependencia 
psicológica. 
 
 Desde esta perspectiva, se definía a la dependencia psicológica como un 
estado caracterizado por preocupaciones emocionales y mentales relacionadas 
con los efectos de las drogas y que se manifiesta por una conducta de 
búsqueda continua. Y a la dependencia física, como un estado en el cual el 
organismo se ha adaptado de tal forma a la presencia de una droga que 
cuando, se le suspende, provoca claros síndromes físicos de abstinencia, los 
cuales usualmente se manifiestan con distensión y dolor. Actualmente, se 
considera que la dependencia es una y en el mundo científico existe un 
consenso relativo por considerarla como un mecanismo neuroadaptativo. 
 
 La organización mundial de la salud (OMS), define a la dependencia como 
un estado en el cual la autoadministración de una sustancia provoca daños en 
el individuo y en la sociedad. Esta definición puede incluir los conceptos de 
dependencia física y psicológica (Medina-Mora 2001). 
 
 La concepción moralista del alcoholismo como una debilidad, fue superada 
cuando Jellinek como resultado de su experiencia con una muestra de 
alcohólicos anónimos, propuso que el alcoholismo era una enfermedad con 
diferentes fases: 1) prealcohólica, en esta fase se tratan de aliviar las tensiones 
y el estrés de la vida diaria por medio del consumo de alcohol. Posteriormente 
se busca el alivio constante de estas tensiones, lo que conlleva a través del 
continuo consumo de alcohol un aumento gradual de la tolerancia, 2) 
prodrómica, en la cual aparecen episodios de amnesia, preocupación por la 
bebida, se bebe ávidamente y a escondidas,se experimentan sentimientos de 
culpa por la manera de beber, además de que se evita hablar del alcohol en las 
conversaciones, 3) crucial, marcada por la perdida de control sobre la bebida. 
El sujeto se puede negar a aceptar una bebida, pero una vez que empieza no 
se puede detener. En esta fase son característicos los conflictos matrimoniales, 
separación y divorcio, la perdida del trabajo, problemas de relaciones 
personales y aumento de la agresividad y 4) crónica, en la que existen 
periodos de embriaguez prolongada, se puede ver un marcado deterioro moral, 
aparecen trastornos del pensamiento, algunas formas de psicosis (alcohólicas). 
Se llega a tomar con personas que han llegado a "tocar fondo". La presencia 
de daños al hígado y al cerebro, junto a la desnutrición y déficit vitamínicos 
derivados por el cuidado personal, pueden finalmente provocar la muerte 
(Jellinek, 1952; Medina-Mora 2001). 
 En 1960, Jellinek definió al alcoholismo como enfermedad y consideró que 
el alcoholismo era cualquiera uso de bebidas alcohólicas que ocasionan daño 
al individuo, a la sociedad o ambos; presenta tres fases: Epsilon o alcoholismo 
periódico o dipsomanía; Gamma, o alcoholismo con incremento en la 
tolerancia, metabolismo celular adaptativo, síndrome de dependencia y pérdida 
de control; y Delta que incluyen los síntomas de la fase Gamma junto con la 
incapacidad de abstenerse. 
 
 En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) y 
en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) se incluyen los 
elementos de dependencia propuestos por Edwards y Gross en 1976. De esta 
manera el concepto de enfermedad propuesto por Jellinek, fue sustituido por 
conceptualizaciones basadas en el Síndrome de Dependencia al Alcohol, 
propuesto por estos autores. Consideraban que la dependencia al alcohol 
surge como consecuencia de la neuroadaptación al alcohol, donde la tolerancia 
y el síndrome de abstinencia tenían un papel primordial. Una vez establecida 
se desarrolla a través de un continuum de severidad. Además de que 
distinguieron este síndrome del concepto de “problemas relacionados con el 
alcohol”, donde no se presuponía necesariamente el fenómeno de la 
neuroadaptación al tóxico (Díaz et al., 1998; Medina-Mora, 2001; Rubio, 2003). 
 
 Tanto en el Manual Diagnostico y Estadístico de los Desordenes Mentales 
de la Asociación Psiquiátrica Americana, en su cuarta versión (DSM-IV), como 
en la Clasificación Internacional de Enfermedades, en su novena y décima 
revisión (CIE-9 y CIE-10), se incluyen los criterios para la dependencia al 
alcohol. (Cuadro 1). 
 
Cuadro 1. Clasificación según la CIE-10 
 
A. Tres o más de las siguientes manifestaciones deben haber aparecido simultáneamente durante al 
menos un mes o si han durado menos de un mes deben aparecer simultáneamente en un periodo de 
doce meses: 
 
1.-Deseo intenso o vivencia de una compulsión a consumir sustancia; 
2.-Disminución de la capacidad para controlar el consumo de la sustancia, unas veces para evitar el inicio 
del consumo, otras para poder terminarlo y otras para controlar la cantidad consumida, como se evidencia 
por: tomar la sustancia durante más tiempo que el que se pretendía, o por un deseo persistente o por 
esfuerzos para reducir el consumo sin éxito 
3.-Un cuadro fisiológico de abstinencia cuando se consume menos sustancia o cuando se termina el 
consumo apareciendo el síndrome abstinencia característico por la sustancia o uso de dicha sustancia (o 
alguna parecida) con la intención de evitar los síntomas de abstinencia. 
4.-Evidencia de tolerancia a los efectos de la sustancia tales como una necesidad de aumentar 
significativamente las cantidades de la sustancia necesaria para conseguir la intoxicación o el efecto 
deseado, o una marcada disminución del efecto con el consumo de la misma cantidad de sustancia. 
5.-Preocupación con el consumo de la sustancia, que se manifieste por el abandono de otras fuentes de 
placer o diversión a favor del consumo de la sustancia; o en gran parte del tiempo empleado en obtener, 
tomar o recuperar los efectos de la sustancia. 
6.-Persistencia en el consumo de la sustancia a pesar de sus evidentes consecuencias perjudiciales, 
como se evidencia por el consumo continuado una vez que el individuo es consciente o era presumible 
que lo fuera con respecto a la naturaleza y amplitud del daño. 
 
 
 Como se puede observar en la clasificación de la CIE 10 (ver Cuadro 1), la 
dependencia comprende seis criterios, un caso que es positivo en al menos 
tres de estos síntomas se diagnostica como “dependiente”. Algunos criterios 
son medibles en términos biológicos, en tanto que otros no los son. Los dos 
criterios que biológicamente se miden con mayor facilidad son el tercero y el 
cuarto: abstinencia, que es la ocurrencia de síntomas físicos y psicológicos 
desagradables que aparecen al reducirse o descontinuarse el consumo de la 
sustancia (Cuadro 2), y la tolerancia, el hecho de que son necesarias 
cantidades cada vez mayores de la sustancia para obtener el mismo efecto, o 
que la misma cantidad produce un efecto cada vez menor. Los otros cuatro 
criterios de dependencia incluyen elementos sobre la cognición, que son 
menos accesibles para la medición biológica, aunque cada vez son más 
mensurables por medio de técnicas perfeccionadas de imagenología. Por 
ejemplo, en el sexto criterio es necesario establecer el conocimiento que tiene 
el sujeto acerca de las conexiones causales específicas, algo que no es 
accesible a la medición biológica directa o para un modelo en animales. El 
primer criterio, “deseo intenso o sentido de compulsión”, requiere investigar las 
autopercepciones del usuario, y se refiere a la idea de ansiar la sustancia 
(OMS, 2004) 
 
Cuadro 2. Síndrome de abstinencia de acuerdo con la CIE 10 
 
 Conjunto de síntomas que se agrupan según diferentes modos y niveles de gravedad que se 
presentan cuando hay una abstinencia absoluta o relativa de una determinada sustancia, tras un consumo 
reiterado, generalmente prolongado o a dosis elevadas. El comienzo y la evolución del estado de 
abstinencia están limitados en el tiempo y están relacionados con el tipo de la sustancia y la dosis 
consumida inmediatamente antes de la abstinencia. El síndrome de abstinencia puede complicarse con 
convulsiones. 
 
Pautas para el diagnóstico 
 El síndrome de abstinencia es uno de los indicadores de la presencia del síndrome de dependencia, 
por lo cual este diagnóstico también debe ser tomado en consideración. 
 
 Los síntomas somáticos varían de acuerdo con la sustancia consumida. Los trastornos psicológicos 
(por ejemplo ansiedad, depresión o trastornos del sueño) son también rasgos frecuentes de la 
abstinencia. Es característico que los enfermos cuenten que los síntomas del síndrome de abstinencia 
desaparecen cuando vuelven a consumir la sustancia. 
 
 Los síntomas del síndrome de abstinencia pueden inducirse por estímulos condicionados o 
aprendidos, aun en la ausencia de un uso previo inmediato de la sustancia. En estos casos el diagnóstico 
de síndrome de abstinencia sólo se hará si lo requiere su gravedad. 
 
 El diagnóstico de síndrome de abstinencia puede concretarse más con un quinto carácter: 
 No complicado. 
 Con convulsiones. 
 
 
 La OMS en su Informe de la salud en el mundo (2001), que abordaba el 
tema de la Salud Mental, considero al síndrome de dependencia como la 
combinación de: un intenso deseo de consumir una sustancia psicoactiva, 
problemas para dominar su consumo, un estado fisiológico de abstinencia, la 
tolerancia a la sustancia, el abandono de otras diversiones e intereses, y la 
persistencia del consumo pese al daño infligido a uno mismo y a los demás 
(OMS, 2001). 
 
1.2.3 Severidad de la dependencia al alcoholEl consumo de alcohol, los problemas asociados y la dependencia existen 
dentro de un continuo, que va desde la abstinencia a la dependencia del 
alcohol, pasando por el consumo de bajo riesgo, el consumo de riesgo y el 
consumo perjudicial. Es decir que estas entidades no son estáticas y los 
individuos se mueven dentro de ese continuo, una y otra vez, e inclusive 
pueden dejar de ser dependientes del alcohol y volver a serlo nuevamente 
durante el transcurso de sus vidas. 
 
 De la misma manera, los problemas causados por el consumo de alcohol 
van desde no causar daño alguno, o daños menores, hasta producir daños 
considerables e incluso graves. Entre los problemas ocasionados por el alcohol 
podemos encontrar: problemas de salud, sociales, familiares. (OPS, 2008). 
 
Problemas de salud 
 De acuerdo con la OMS los problemas de salud pública asociados al 
alcohol han cobrado proporciones alarmantes, hasta hacer de su consumo uno 
de los más importantes riesgos sanitarios en todo el mundo (OMS, 2005). Su 
abuso representa una de las principales causas de muerte, enfermedades y 
accidentes evitables en muchos países del mundo (OPS, 2000). 
 
 Se ha demostrado que el alcohol contribuye a más de 60 enfermedades y 
trastornos, como la cirrosis hepática, varios tipos de cáncer, pancreatitis, por 
mencionar algunas (OMS, 2005) El alcohol incrementa el riesgo de estas 
enfermedades, de forma dosis dependiente. Cuanto mayor es el consumo, 
mayores son los riesgos (OPS, 2008). 
 
 
 En nuestro país la cirrosis hepática es un padecimiento frecuente, con una 
elevada mortalidad, siendo sus primeras causas el abuso de alcohol 
(Rodríguez, Valencia y Trinidad, 2008). Según la Encuesta Nacional de 
Adicciones en el país ocurren 22 fallecimientos por cada 100 mil habitantes 
debido a esta enfermedad (ENA 2002). 
 
Ansiedad y Depresión. 
 Además de las enfermedades mencionadas anteriormente, una situación 
frecuente es la presencia de trastornos mentales asociados al consumo de 
alcohol. De las personas que acuden a los servicios de asistencia a 
alcohólicos, entre el 30% y el 90% padecen un “trastorno doble” (OMS, 2001). 
De cada ocho personas que sufren un trastorno de ansiedad, más de una 
también sufre trastornos por el consumo de alcohol. Por otro lado las 
afecciones por el consumo de alcohol constituyen un factor de riesgo para los 
trastornos depresivos de manera dependiente de la dosis. De tal manera que 
estos dos trastornos mentales son los mayormente asociados a la dependencia 
al alcohol (OPS, 2008; Regier et al 1990). 
 
Problemas sociales y familiares 
 El consumo de alcohol incrementa el riesgo de provocar una amplia 
variedad de problemas sociales adversos, como muertes y accidentes por 
conducir en estado de embriaguez, conducta agresiva, deterioro de las 
relaciones familiares, reducción de la productividad laboral, abuso de menores, 
violencia delitos e incluso homicidios. (OMS, 2008; OPS, 2000). A mayor 
cantidad de alcohol que consuma una persona, mayor es el riesgo. En general, 
cuanto más grave resulte el delito o la lesión, tanto más probable que el 
consumo de alcohol haya sido el causante (OPS, 2008). 
 
 Medina-Mora especifica que el grado de la dependencia puede valorarse 
por medio de la magnitud de los síntomas de abstinencia, que se producen 
cuando el alcohol es retirado repentinamente, después de un período largo de 
consumo. Así pues la peligrosidad de cualquier droga (como el alcohol) se 
define en función de la magnitud de los síntomas de abstinencia, como también 
por las consecuencias individuales, familiares y sociales que provoca su 
consumo. (Medina-Mora 2001). 
 
 Peñate (2001) argumenta que el grado de dependencia del alcohol no se 
mide como un fenómeno del todo o nada, si no como un continuo con 
diferentes rangos de severidad que iría de leve, moderado, grave, en remisión 
parcial, en remisión completa y se consideran dos posibilidades diagnosticas: 
dependencia de sustancias psicoactivas por un lado y abuso de sustancias 
psicoactivas por el otro. 
 
 Con todo esto podemos concluir que el consumo de alcohol trae consigo 
diferentes problemas asociados que influyen en la severidad de la 
dependencia; además de otros factores que también influyen en dicha 
severidad, como: gravedad de los síntomas de los sistemas diagnósticos 
(DSM-IV y CIE-10) y cantidad y frecuencia de alcohol consumida. 
 
1.2.4 Medición del consumo de alcohol 
 La ignorancia de los límites del consumo y de los riesgos asociados con el 
consumo excesivo son factores importantes que contribuyen al desarrollo de 
problemas relacionados con el alcohol. (Babor, Higgins-Biddle, Saunders, et al 
2001). Es por eso que existe un rango de instrumentos que pueden utilizarse 
para identificar (screening) el consumo perjudicial y de riesgo. (OPS, 2008) 
 
 En el sreening es de particular importancia, el hecho de que las personas 
que no son dependientes al alcohol pueden parar o reducir su consumo con la 
asistencia y el esfuerzo adecuado. Una vez que se ha desarrollado la 
dependencia, el abandono del consumo de alcohol es más difícil y a menudo 
requiere tratamiento especializado. Es así que la necesidad del screening 
parece clara. 
 
 El screening del consumo de alcohol desde la atención primaria lleva 
consigo muchos beneficios potenciales. Proporciona una oportunidad para 
educar a los pacientes sobre el consumo dentro de los niveles de bajo riesgo y 
los riesgos que supone el consumo. 
 
 La información sobre la cantidad y frecuencia del consumo de alcohol 
puede ayudar a establecer el diagnóstico del estado actual del paciente, así 
como también puede alertar a los clínicos sobre la necesidad de advertir a los 
pacientes cuyo consumo podría afectar adversamente a su medicación y a 
otros aspectos de su tratamiento. El screening también ofrece a los clínicos la 
oportunidad de adoptar medidas preventivas que han demostrado su 
efectividad en reducir los riesgos relacionados con el alcohol (Babor, Higgins-
Biddle, Saunders, et al 2001) 
 
 Entre los instrumentos de uso más común se encuentran el Test de 
Identificación de Trastornos del Uso de Alcohol (AUDIT) (Babor et al., 2001), 
una versión abreviada del AUDIT C (Bush et al., 1998), la Prueba Rápida de 
Identificación de Alcohol (FAST) (Agencia de Desarrollo de Salud, 2002) y el 
CAGE (Mayfield et al., 1974) (OPS). 
 
1.2.4.1 AUDIT (Test de identificación de desordenes del uso de alcohol) 
 En esta sección se abordará el AUDIT (Ver Anexo 3) ya que es el 
instrumento que se utilizó en el total de la población universitaria de nuevo 
ingreso para identificar el patrón de consumo de alcohol entre los estudiantes. 
Fué el primer acercamiento con los sujetos de la muestra. 
 
 El AUDIT fue desarrollado para detectar el consumo excesivo de alcohol y 
en particular para ayudar a los clínicos a identificar a aquellas personas que 
podrían beneficiarse de la reducción o abandono del consumo. El AUDIT 
ayudará al clínico a identificar si la persona presenta un consumo de riesgo, 
consumo perjudicial o dependencia de alcohol. 
 
 Al tratarse del primer test de tamizaje diseñado específicamente para su 
uso en el ámbito de la atención primaria, el AUDIT presenta las siguientes 
ventajas: 
 
• Una estandarización trasnacional: el AUDIT ha sido validado en 
pacientes de atención primaria en 6 países. Es el único test de tamizaje 
diseñado específicamente para uso internacional. 
• Identifica el consumo de riesgo y perjudicial de alcohol, así como una 
posible dependencia 
• Breve, rápido y flexible 
• Diseñado para el personal de atención primaria 
• Es consistente con las definiciones de la CIE 10 de dependencia y 
consumo perjudicial de alcohol 
• Se centra en el consumo reciente de alcohol. 
 
 Los ítems del AUDITfueron seleccionados de un grupo de preguntas en 
base, principalmente, a correlaciones con la ingesta diaria de alcohol, la 
frecuencia de consumos de seis o más bebidas por episodio de consumo y su 
capacidad para discriminar a los bebedores de riesgo de aquellos con consumo 
perjudicial. Los ítems también fueron elegidos en base a la validez, relevancia 
clínica y la cobertura de los dominios conceptuales relevantes (p. Ej. consumo 
de alcohol, dependencia de alcohol, y consecuencias adversas al consumo). 
Finalmente para esta selección de los ítems, se dio especial atención a su 
adecuación en función del género y capacidad de generalización trasnacional. 
 
 Una vez que se publicó el AUDIT, los autores recomendaron estudios 
adicionales de validación. En respuesta a esta solicitud, se han llevado un gran 
número de estudios para evaluar su validación y fiabilidad en diferentes 
muestras clínicas y comunitarias en todo el mundo. Para el punto de corte 
recomendado de 8, la mayoría de estudios han encontrado una sensibilidad 
muy favorable y una especificidad más baja, pero todavía aceptable, para los 
trastornos debidos al consumo de alcohol actuales de la CIE-10 así como para 
el riesgo de futuros daños. No obstante se han logrado mejoras en la detección 
de algunos casos mediante el aumento o disminución del valor de corte en uno 
o dos puntos, dependiendo de la población y el objetivo del programa de 
tamizaje. 
 
 La adecuación cultural y la aplicabilidad trasnacional fueron 
consideraciones importantes en el desarrollo del AUDIT. Se han realizado 
trabajos de investigación en una gran variedad de países y culturas, que han 
sugerido que el AUDIT ha cumplido su promesa como test de tamizaje 
internacional. 
 
 El AUDIT parece igualmente apropiado para hombres y mujeres. El efecto 
de la edad no ha sido analizado sistemáticamente como una posible influencia 
en el AUDIT, pero un estudio encontró una baja sensibilidad y alta especificidad 
en pacientes de más de 65 años. El AUDIT ha demostrado ser preciso en la 
detección de dependencia de alcohol en estudiantes universitarios. 
 
 Diversos estudios han descrito la fiabilidad del AUDIT. Los resultados 
indican una alta consistencia interna, lo que sugiere que el AUDIT esta 
midiendo un constructo único de modo fiable. Un estudio de fiabilidad test-
retest indicó una alta fiabilidad (r = .86) en una muestra compuesta por 
bebedores sin consumo de riesgo, sujetos con abuso de cocaína y alcohólicos. 
Otro estudio metodológico fue realizado en parte para investigar el efecto del 
orden de las preguntas y los cambios en los términos no afectaron a las 
puntuaciones del AUDIT. 
 
 Se han llevado a cabo estudios en los que se utilizaba el test para 
establecer la prevalencia. Lapham, et al. (1998) lo utilizaron para estimar la 
prevalencia de los trastornos debidos al uso de alcohol en los servicios de 
urgencias, en hospitales regionales de Tailandia. Se llego a la conclusión de 
que el servicio de urgencias es un escenario idóneo para la puesta del tamizaje 
de alcohol mediante el AUDIT como instrumento de tamizaje. De igual modo, 
Piccinelli, et al. (1997) evaluaron el AUDIT como instrumento de tamizaje para 
el consumo de riesgo de alcohol en clínicas de atención primaria de Italia. El 
AUDIT funcionó bien en la identificación de los trastornos relacionados con el 
alcohol, así como para el consumo de riesgo. Ivis et al. (2000) Incorporaron el 
AUDIT en una evaluación telefónica de población general de Ontario, Canadá. 
 
 El AUDIT ha sido traducido a muchos idiomas, incluyendo el turco, griego, 
hindú, alemán, japonés, francés, portugués, español, danés, flamenco, búlgaro, 
chino italiano y dialectos nigerianos. Se han desarrollado programas de 
formación para facilitar su utilización por médicos y demás personal sanitario. 
Ha sido utilizado en trabajos de investigación en atención primaria y en 
estudios epidemiológicos para la estimación de la prevalencia de la población 
general, así como en grupos institucionales específicos. A pesar del alto nivel 
de la actividad investigadora sobre el AUDIT, se necesitan todavía más 
estudios, especialmente en países menos desarrollados (Babor, Higgins-
Biddle, Saunders, et al 2001). 
 
1.2.4.2 Evaluación de la Severidad de la dependencia al alcohol 
 BEDA (Breve Escala de Dependencia al Alcohol) 
 La gravedad del Síndrome de dependencia propuesto por Edwards y Gross 
puede ser evaluado mediante el BEDA. Esta escala se deriva de la Escala 
Larga de Dependencia al alcohol (Longer Alcohol Dependence Data ADD) 
(Raistrick, Dunbar y Davidson, 1983). Se buscaba que fuera más sencilla y más 
rápida para aplicarse que el Edinburgh Alcohol Dependece Schedule, que 
tomaba 30 minutos para ser contestado (Echeverria, Oviedo y Ayala, 1998). 
 
 Raistrick, Dunbar y Davidson (1983), reportan las siguientes características 
del BEDA: 
 
1.- Idóneo para bebedores problema que buscan ayuda 
2.- La medida proporciona grado de dependencia 
3.- Sensible a todo el rango de dependencia 
4.- Sensible a cambios que se den con el tiempo 
5.- Relativamente libre de influencia sociocultural. 
 
 La mayor fortaleza del BEDA se encuentra en que refleja todas las 
dimensiones del Síndrome de dependencia al alcohol. 
 
 La escala original fue desarrollada utilizando un proceso de ensayo y error 
para identificar el mejor conjunto de reactivos que midieran el concepto de 
dependencia, planteado por Edwards y Gross (1976). De los 34 reactivos 
originales se realizo una reducción a 15 reactivos. La versión breve 
correlaciono muy alto (r= .092) con la versión más larga en la muestra original 
de 41 bebedores moderados, 30 pacientes psiquiátricos y 174 bebedores 
problema que asistían a tratamiento. 
 
 Para determinar la confiabilidad del BEDA en un estudio se utilizo una 
versión brasileña del BEDA en 25 sujetos de un programa de tratamiento; se 
les aplico el BEDA en dos ocasiones. Primero se les dio una versión de auto 
reporte de esta escala y fueron entrevistados y posteriormente fue aplicada la 
misma escala, en una segunda ocasión. La confiabilidad test-retest para la 
mayoría de los reactivos fue muy alta. 
 
 No se ha calculado hasta la fecha una medida global de consistencia 
interna, pero en la muestra original de bebedores moderados, pacientes 
psiquiátricos y otras personas con problemas de adicción, todos los reactivos 
del BEDA muestran una alta correlación con el puntaje final. 
 
 Davidson y Raistrick (1986) realizaron tres estudios en los cuales se 
apoyaba la validez del BEDA, para esto investigaron varias medidas de 
construcción y de validez concurrente incluyendo la comparación con el 
Cuestionario de la Severidad de la Dependencia al Alcohol (SAQ por sus siglas 
en inglés) y con la Escala de Edimburgo de Dependencia al alcohol (EADS, 
siglas en inglés). 
 Respecto a la validez de contenido, ésta es alta. Los reactivos de la escala 
cubren aspectos subjetivos y conductuales de dependencia, síntomas de retiro, 
tolerancia, incapacidad de control, grado de dependencia, limitación del 
repertorio para beber. Este último tópico, busca reflejar el grado en el cual una 
persona ha desarrollado un estilo de vida donde la principal actividad es el 
beber. Esta escala incluye un solo reactivo para medir este constructo, pero 
análisis estadísticos realizados por los autores apoyaron el uso de un único 
reactivo (Echeverria, Oviedo y Ayala, 1998). 
 
 La inclusión dentro de la escala de los ítems que miden los aspectos 
cognoscitivos y del comportamiento, así como los ítems que miden la 
dependencia fisiológica, aumentan el grado de sensibilidad de la escala 
(McMurran y Hollin, 1989). 
 
 En nuestro país se llevo a acabo un estudio con la finalidad de adaptar el 
BEDA a la población mexicana.Los resultados plantean cinco rangos para 
determinar el nivel de la dependencia: No dependencia (de 0 a 11 puntos), 
Dependencia Leve (de 12 a 15 puntos), Dependencia Moderada (de 16-23 
puntos), Dependencia (de 24-29 puntos) y Dependencia alta (de 30 a 45 
puntos) (Sánchez, 2005). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO 2: COMORBILIDAD PSIQUIÁTRICA 
 
2.1 ANTECEDENTES 
2.1.1 Comorbilidad psiquiátrica en la población general. 
 Estudios epidemiológicos y clínicos sugieren que los trastornos 
psiquiátricos ocurren más a menudo entre las personas dependientes al alcohol 
que entre la población general. 
 
 En EE.UU., la encuesta ECA (Epidemiological Catchment Area) del Instituto 
de Salud Mental de Estados Unidos (Regier et al 1990) y la encuesta NCS 
(National Comorbidity Survey) (Kessler et al, 1996), son los dos principales 
estudios que han tratado la epidemiología de la comorbilidad entre consumo de 
alcohol y trastornos mentales en ese país. 
 
 La ECA consistió en un macroestudio con una muestra de 20, 291 sujetos 
de 18 o más años. Fue realizado en cinco ciudades estadounidenses e incluía 
datos de la población general, así como de la población de hospitales 
psiquiátricos, residencias asistidas, comunidades terapéuticas y prisiones. Se 
utilizó como instrumento diagnóstico el Diagnostic Interview Schedule (DIS) 
(Petrakis, et al, 2002; García-Campayo y Sanz 2002). 
 
 La NCS es una encuesta nacionalmente representativa, realizada entre 
1990-1991 con una muestra de 8098 sujetos con edades de entre 15 a 54 
años. El CIDI fue empleado como instrumento diagnóstico (Petrakis, et al, 
2002). 
 
 Los hallazgos de estos estudios sugieren que para los trastornos afectivos 
y de ansiedad (Trastorno Depresivo Mayor, Trastorno Bipolar, Trastorno de 
Ansiedad Generalizada, Trastorno de Pánico y Trastorno de Estrés 
Postraumático) examinados, las tasas de prevalencia fueron más altas entre la 
gente diagnosticada como dependiente al alcohol que entre los abusadores. En 
el estudio de NCS, diagnosticaron al 7.2% de los sujetos como dependientes al 
alcohol durante los 12 meses previos al estudio y en el estudio de la ECA, 
diagnosticaron al 7.9% de los participantes como dependientes al alcohol en un 
cierto punto a lo largo de la vida. Casi la mitad de los sujetos con dependencia 
al alcohol del NCS, tenía un trastorno afectivo. Los sujetos con dependencia al 
alcohol tuvieron 3.9 veces más probabilidades de tener un trastorno depresivo 
mayor, durante el año anterior al estudio, en comparación con los individuos 
que no eran dependientes al alcohol. Aunque el trastorno bipolar fue 
diagnosticado en solamente el 1.9% de la gente con dependencia al alcohol, 
las probabilidades de tener este trastorno fueron 6.3 veces mayores entre los 
individuos con dependencia al alcohol. Además, entre los participantes con 
dependencia al alcohol, un 36.9% cumplió los criterios para un trastorno de 
ansiedad, durante el año pasado. De éstos, el 11.6% tuvo ansiedad 
generalizada, el 3.9% tuvo trastorno de pánico y el 7.7 % tuvo trastorno de 
estrés post-traumático. Los sujetos diagnosticados con dependencia al alcohol 
tuvieron probabilidades más altas de padecer un trastorno de ansiedad, con 
excepción del trastorno de pánico (Petrakis, et al, 2002). Según el estudio de la 
ECA, entre los trastornos afectivos, cuya prevalencia global es del 8.3%, 
destaca la elevada comorbilidad del trastorno bipolar tipo I. Entre los sujetos 
que padecen este trastorno, la razón de riesgo del consumo de alcohol frente a 
la población general es cinco veces mayor. Para los trastornos de ansiedad, la 
prevalencia global en la población general fue del 14.6%, en este estudio los 
trastornos fóbicos se encuentran reducidos y solo suponen el 12.6% del total. 
La comorbilidad general de los trastornos de ansiedad como grupo es del 
23.7% (OR= 1.7) y la comorbilidad de los trastornos fóbicos es del 22.9% (OR= 
1.6) (García-Campayo y Sanz 2002). El NCS encontró que la edad media del 
inicio para los trastornos psiquiátricos, precedió la edad media del inicio de 
todos los trastornos adictivos por 10 años (11 años comparados con 21 años). 
Además, la mayoría de los encuestados que tenían un trastorno psiquiátrico y 
un trastorno adictivo, manifestaron que habían comenzado a sufrir por lo 
menos un trastorno psiquiátrico antes que el trastorno adictivo. La única 
excepción a este orden de inicio, fue que el 72% de los varones que abusaban 
del alcohol manifestaron que su trastorno de consumo de alcohol inicio antes 
que los trastornos afectivos (Petrakis, et al, 2002). 
 
 Ross (1995), estudio la prevalencia a lo largo de la vida del abuso y 
dependencia al alcohol de acuerdo con el DSM-III-R y su comorbilidad 
psiquiátrica, a través de la Entrevista Diagnostica Internacional de la 
Universidad de Michigan (UM-CIDI). Sus resultados muestran que más de la 
mitad (55%) de los individuos con un trastorno de alcohol tienen un trastorno 
comórbido a lo largo de la vida y esta comorbilidad es más común en mujeres 
que en hombres. Los sujetos dependientes al alcohol tienen probabilidades 
más altas de presentar trastornos afectivos y de ansiedad. Además de que las 
posibilidades de tener un trastorno antisocial de la personalidad son muy altas 
entre individuos que tienen un trastorno de alcohol, comparados con quienes 
no lo tienen. 
 
 Driessen M, et al. (1998) con el objetivo de evaluar la comorbilidad en el 
eje I (Trastornos clínicos. Otros problemas que pueden ser objeto de atención 
clínica) y el eje II (Trastornos de personalidad), utilizando una muestra de 250 
pacientes hospitalizados dependientes al alcohol y sin trastornos asociados de 
otras sustancias, manejando la Entrevista Compuesta de Diagnostico 
Internacional (CIDI); encontraron que los trastornos del eje I aparecieron 24%, 
los trastornos del eje II 16.4%, y los trastornos del eje I y del eje II 
simultáneamente 17.2%, con una tasa total de comorbilidad de 57.6%. 
 
 En el 2002 en un estudio realizado en Corea, usando datos 
epidemiológicos a nivel nacional, se entrevistaron a 5, 176 residentes de la 
casa del adulto usando la versión coreana del DIS. En el estudio se encontró 
que los trastornos psiquiátricos asociados a trastornos por el consumo de 
alcohol eran: el abuso o dependencia de otras drogas, depresión, fobia simple, 
trastorno antisocial de la personalidad, dependencia del tabaco y juego 
patológico. Además de que los hombres tenían una tendencia a comenzar con 
la dependencia del tabaco, y algunos jugadores patológicos presentaban 
primero trastornos de alcohol (Cho, et al, 2002). 
 
 Bott y cols (2005) estudiaron la prevalencia a lo largo de la vida de 
trastornos psiquiátricos en sujetos con trastornos por consumo de alcohol a 
través del CIDI con los siguientes resultados: Las tasas de la prevalencia de los 
trastornos afectivos fueron de 16.9%, de los trastornos de ansiedad 18.1% y 
para los trastornos somatoformes 17.8%. En comparación con los abstemios o 
bebedores moderados, los bebedores riesgosos, mostraron un doble riesgo de 
tener algún trastorno psiquiátrico y los sujetos con dependencia al alcohol 
mostraron un riesgo aún mayor. Las mujeres con consumo riesgoso de alcohol 
tuvieron dos veces más probabilidades de tener un trastorno psiquiátrico, sin 
embargo esta diferencia de sexos no se observó en el grupo de los abstemios 
o bebedores moderados. 
 
 En España (2006) se llevo acabo un análisis del perfil de bebida y de la 
comorbilidad psiquiátrica en 50 pacientes alcohólicos. Se utilizaron los criterios 
diagnósticos del DSM-IV-TR para la dependencia alcohólica, el Müncher 
Alkoholismus Test (MALT) para valorar la gravedad del alcoholismo y el SCl-
90-R como medida de la sintomatología asociada. Los resultados obtenidos 
muestran la presencia

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