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Ψ UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MÉXICO FACULTAD DE PSICOLOGÍA “COMORBILIDAD PSIQUIATRICA EN ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS CON DEPENDENCIA AL ALCOHOL” TESIS QUE PARA OBTENER EL TITULO DE LICENCIADA EN PSICOLOGÍA PRESENTA: Gabriela Alejandra Rodríguez González Directora de Tesis Dra. Rosa L. Díaz Martínez Revisora de Tesis Mtra. Leticia Echeverria San Vicente México, D.F 2010 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. AGRADECIMIENTOS A mi madre, mi amiga, mi guía, mi apoyo, mi confidente, la persona más importante en mi vida: Todo lo que soy, he sido y seré es gracias a ti. Todos los éxitos que he tenido han sido en gran parte por tus enseñanzas, y estoy completamente segura que tú estarás feliz de compartirlos conmigo. Siempre has confiado en mí y me has motivado para que cumpla mis metas. Eres la persona a la cual siempre le pediré su opinión. Te agradezco por haberme dado la oportunidad de ver la vida de una manera diferente. A mi tía Andrea: Gracias por estar al pendiente de mí, por todos tus cuidados y por el apoyo incondicional que siempre me has brindado, has sido como otra madre para mí. COMORBILIDAD PSIQUIATRICA EN ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS CON DEPENDENCIA AL ALCOHOL ÍNDICE PAGINA INTRODUCCIÓN 1 CAPITULO 1: ALCOHOLISMO 6 1.1 ANTECEDENTES 6 1.1.1 El consumo de alcohol en la población general 6 1.1.2 El consumo de alcohol en la población estudiantil 6 1.1.3 El consumo de alcohol en México 10 1.1.4 El consumo de alcohol en la población general 10 1.1.5 El consumo de alcohol en la población estudiantil 12 1.2 MARCO TEÓRICO 15 1.2.1 Bebidas alcohólicas y límites de consumo 20 1.2.2 Dependencia al alcohol 22 1.2.3 Severidad de la Dependencia al alcohol 26 1.2.4 Medición del consumo de alcohol 28 1.2.4.1 AUDIT (Test de identificación de Desordenes del uso de alcohol) 29 1.2.4.2 Evaluación de la severidad de la dependencia BEDA (Breve Escala de la Dependencia al Alcohol) 32 CAPITULO 2: COMORBILIDAD PSIQUIÁTRICA 35 2.1 ANTECEDENTES 35 2.1.1 Comorbilidad psiquiátrica en la población general 35 2.1.2 Comorbilidad psiquiátrica en la población estudiantil 45 2.1.3 Comorbilidad psiquiátrica en la población general mexicana 48 2.1.4 Comorbilidad psiquiátrica en la población estudiantil mexicana 50 2.2 MARCO TEÓRICO 51 2.2.1 Trastornos mentales 56 2.2.1.1 Trastornos afectivos 58 2.2.1.2 Trastornos de ansiedad 60 2.2.1.3 Trastornos por consumo de otras sustancias 62 2.2.2 Instrumento Diagnóstico de los Trastornos mentales Composite International Diagnostic Interview (CIDI) 63 CAPITULO 3: METODOLOGÍA 67 3.1 JUSTIFICACIÓN 67 3.2 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA 68 3.3 OBJETIVOS 69 3.3.1 Objetivo General 69 3.3.2 Objetivos Específicos 69 3.4 DISEÑO Y TIPO DE ESTUDIO 69 3.5 HIPÓTESIS 70 3.6 VARIABLES 71 3.6.1 Definición operacional 71 3.7 SUJETOS 73 3.7.1 Criterios de inclusión 74 3.7.2 Criterios de exclusión 74 3.8 INSTRUMENTOS 74 3.9 PROCEDIMIENTO 78 3.10 ANÁLISIS DE DATOS 80 CAPITULO 4: RESULTADOS 82 CAPITULO 5: DISCUSIÓN, CONCLUSIONES, LIMITACIONES Y RECOMENDACIONES 97 REFERENCIAS 103 ANEXOS 116 INTRODUCCIÓN De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) la prevalencia del abuso y dependencia al alcohol en la población adulta se estimaron en torno al 1.7 % en el mundo (OMS, 2001). Específicamente en la población estudiantil en Estados Unidos, algunos estudios realizados recientemente con estudiantes universitarios y con la población general aseveran que los trastornos del consumo de alcohol son comunes en la población universitaria. Indicando que el consumo problemático de alcohol esta presente con más frecuencia entre estudiantes que en la población general (el 30.1% contra el 8.1%) (Bailer, Stübinger et al, 2009; Blanco, Okuda, et al 2008) En nuestro país Díaz-Martínez y cols. (2008) hallaron que el consumo riesgoso de alcohol es un problema frecuente (18.4%) entre los estudiantes, especialmente entre los hombres de 20 a 25 años de edad. Como es bien sabido la dependencia alcohólica trae consigo diversas complicaciones. Se relaciona al alcohol con problemas de salud pública que cobran proporciones alarmantes, siendo su consumo un factor que favorece más que ningún otro a las enfermedades, traumatismos, discapacidades y muertes prematuras (OMS, 2005). Una condición frecuente es la coexistencia de trastornos mentales en la dependencia alcohólica, presentándose de esta manera la comorbilidad psiquiátrica, que se refiere a que dos o más trastornos mentales coexistan en un mismo individuo (OMS, 2001). Diferentes autores han estimado que la depresión y la ansiedad son los dos principales trastornos psiquiátricos asociados al alcoholismo (Buckner, et al 2008; Fergusson et al, 2009; Lejoyeux y Cardot 2001; Ross, 1995; Schneider, et al 2001). Diversas investigaciones en nuestro país señalan que pacientes con abuso o dependencia de alcohol tienen tasas altas de otros trastornos psiquiátricos, concordando en que entre estos trastornos se encuentran la depresión (18.2%) y la ansiedad (14.7%). (Caraveo-Anduga y Colmenares, 2002; Díaz, et al 1990, Leal, Díaz, et al 2002). En EE.UU., al investigar esta problemática en una población de estudiantes universitarios se encontró que solamente los bebedores con dependencia al alcohol tuvieron un trastorno del humor o de ansiedad (incremento de riesgo de 2.4). En contraste el incremento de riesgo de trastornos del humor o de ansiedad entre los jóvenes no universitarios fue del 1.8 para aquellos que no tienen un consumo excesivo de alcohol y de 4.7 para los bebedores con dependencia del alcohol. (Dawson, Grant et al, 2005). Otras investigaciones internacionales apoyan estos hallazgos, (Rodríguez, et al 2005) además de afirmar que, en el caso inverso los síntomas depresivos también se relacionan con el consumo y la dependencia al alcohol, esto a consecuencia de los intentos por automedicar los síntomas depresivos; de esta manera la presencia de síntomas depresivos incrementan el riesgo de desarrollar trastornos por consumo de alcohol. También es común que se relacione el consumo de sustancias con la dependencia al alcohol (Mc Cabe, West y Weschler, 2007; Shillington y Clapp 2006). Desgraciadamente hasta este momento en nuestro país, no contamos con los datos suficientes en la población estudiantil acerca de comorbilidad psiquiátrica relacionadacon la dependencia alcohólica; contando solo con estudios en la población general. Por lo antes mencionado se observa que la dependencia al alcohol muy frecuentemente se asocia con otros trastornos psiquiátricos; esta comorbilidad afecta la vida social y familiar del sujeto, así como también representa una gran influencia para el desempeño académico de los estudiantes. Debido a estas consideraciones se planteó la necesidad de identificar la comorbilidad psiquiátrica en estudiantes con dependencia alcohólica. Además de que investigaciones como las que aquí se presentan, instauran un acercamiento al estudio de la comorbilidad psiquiátrica en estudiantes con dependencia alcohólica, ya que en nuestro país, los datos acerca de la población estudiantil son insuficientes, existiendo solo datos que investigan la relación entre la dependencia al alcohol y el consumo de drogas Por lo anterior, se planteó la necesidad de investigar si la severidad de la dependencia al alcohol se relaciona con la comorbilidad psiquiátrica en estudiantes universitarios; además de conocer si existen diferencias estadísticamente significativas en la severidad de la dependencia al alcohol entre los estudiantes con trastornos afectivos, trastornos de ansiedad y trastornos por consumo de otras sustancias y los estudiantes sin estos trastornos. De esta manera, en la presente investigación se tuvo como objetivo general identificar la severidad de la dependencia al alcohol y la comorbilidad psiquiátrica en estudiantes universitarios. Planteándose como hipótesis principal que existe relación entre la severidad de la dependencia al alcohol y la comorbilidad psiquiátrica. El Tipo de estudio es observacional de corte transversal. El presente estudio forma parte de una investigación sobre el tratamiento de bebedores con dependencia al alcohol en estudiantes de bachillerato y licenciatura, que se realizo en una universidad pública. De tal forma que los sujetos de la muestra fueron seleccionados primeramente mediante el AUDIT que se aplica al total de la población universitaria. Los alumnos identificados con dependencia alcohólica (es decir aquellos alumnos que en la sección de alcohol del CIDI obtengan 3 o más preguntas positivas, es decir 3 preguntas calificadas con 5) fueron canalizados a un Programa de Tratamiento Integral y mediante una llamada telefónica se les cito para la aplicación del CIDI, para identificar otros trastornos psiquiátricos y del BEDA, para identificar la severidad de la dependencia al alcohol. Obteniendo una muestra final de 74 sujetos (54 hombres y 20 mujeres) de entre 17 y más de 25 años. Se encontró que la mayoría de los estudiantes (63.8%) tanto del nivel bachillerato como de la licenciatura tuvo una dependencia al alcohol baja. El 70.3% de los estudiantes tuvo dos o más diagnósticos psiquiátricos. Los diagnósticos más frecuentes fueron: la dependencia al tabaco (24.3%), fobia social y especifica (14.9% respectivamente) y el episodio depresivo severo recurrente (10.8%). Por el lado de los hombres los diagnósticos de mayor prevalencia fueron: dependencia al tabaco (24.1%), fobia social y especifica (14.8% respectivamente) y la dependencia a la marihuana (9.3%). Mientras que para las mujeres los más comunes fueron: el consumo perjudicial y la dependencia al tabaco (25% respectivamente), y el episodio depresivo severo recurrente (20%). Para realizar las comparaciones con el puntaje de BEDA se agruparon a los diagnósticos psiquiátricos en: Trastornos afectivos, de ansiedad y por consumo de otras sustancias, de acuerdo a la CIE-10. Siendo los más frecuentes los trastornos por consumo de otras sustancias. Los resultados demuestran que existe una relación lineal directamente proporcional entre el número de diagnósticos y la severidad de la dependencia. También se asumió que no existen diferencias significativas entre los estudiantes con trastornos afectivos, de ansiedad y por consumo de otras sustancias y los estudiantes sin estos trastornos. Aunque los datos de la investigación no demuestran cuales son los trastornos mentales que se relacionan más frecuentemente al alcoholismo; los resultados del presente trabajo, exponen que la severidad de la dependencia afecta en el número de diagnósticos que puede presentar un individuo con dependencia al alcohol. Como se sabe cualquier tipo de diagnóstico es complejo por si mismo, pero con una comorbilidad el individuo se vería afectado física, social y psicológicamente, y de esta manera el diagnóstico, tratamiento y rehabilitación resultarían más complejos. CAPITULO 1: ALCOHOLISMO 1. 1 ANTECEDENTES 1.1.1 El consumo de alcohol en la Población general Debido a que el alcohol es una sustancia consumida con mucha frecuencia en la mayoría de los países, es importante tener una perspectiva acerca de su consumo tanto en el mundo, como en México. Según los datos del Informe de la Salud en el Mundo (2001) la prevalencia de los trastornos debidos al abuso de alcohol (uso nocivo y dependencia) en la población adulta se ha estimado en torno al 1.7% en el mundo. Las tasas son del 2.8% para los hombres y del 0.5% para las mujeres. La prevalencia de los trastornos debidos al consumo de alcohol en América del Norte y zonas de Europa oriental son de más del 5% (OMS, 2001). 1.1.2 El consumo de alcohol en la Población estudiantil Entre los jóvenes, que están en edad de recibir una educación a nivel bachillerato o universitaria el alcohol es la droga predilecta. De hecho, los adolescentes utilizan el alcohol con mayor frecuencia e intensidad que todas las demás drogas ilícitas combinadas. Investigaciones recientes indican que mientras más temprana es la edad de inicio del consumo de alcohol, mayor es el riesgo a desarrollar dependencia del alcohol en etapas posteriores de la vida (Grant y Dawson 1997). Además, las consecuencias agudas del consumo en menores incluyen muerte y lesiones no intencionales asociadas con manejar o llevar a cabo otras labores de riesgo luego de beber, homicidio y violencia, intentos de suicidio, abuso sexual, comportamiento sexual de riesgo, vandalismo y daños a la propiedad. Además, estas consecuencias parecen ser más severas en aquellos que comienzan a beber en una edad más temprana. El consumo excesivo episódico es especialmente más elevado en jóvenes (OPS, 2007). De acuerdo con O’Malley y Johnston (2002), las cifras del consumo de alcohol entre estudiantes universitarios, son muy altas. Aproximadamente dos de cada cinco estudiantes estadounidenses de la universidad son bebedores excesivos (aquellos que beben cinco o más copas estándar por ocasión). El consumo de alcohol es más alto entre los hombres que en las mujeres. Los estudiantes blancos presentan un alto consumo de alcohol, los estudiantes negros tienen los niveles más bajos, y los estudiantes hispanos tienen niveles intermedios del consumo de alcohol. Knight, Weschler, et al (2002) con el objetivo de estimar la prevalencia del abuso y la dependencia del alcohol entre estudiantes universitarios de EE.UU., utilizaron una muestra de 14.000 estudiantes provenientes de 119 universidades, a los cuales entrevistaron con un cuestionario que incluía los criterios diagnósticos del DSM-IV para el abuso y dependencia al alcohol. Sus resultados muestran que el 31% de los estudiantes cumplieron los criterios para un diagnóstico de abuso y el 6% para un diagnóstico de dependencia al alcohol en los últimos 12 meses. Más de dos de cada cinco estudiantes manifestaron por lo menos un síntoma de abuso o de dependencia al alcohol. Slutske (2005) examino la prevalencia del consumo de alcohol entre estudiantes universitarios y sujetos queno asistían a la universidad. Encontrando que el 18% de los estudiantes universitarios han tenido problemas relacionados con el alcohol en el último año, en comparación con el 15% de los individuos que no asistían a la universidad. Los estudiantes universitarios tuvieron mayores probabilidades de tener un diagnóstico de abuso de alcohol, de acuerdo con el DSM-IV, en comparación con aquellos sujetos que no acudían a la universidad; a pesar de que los estudiantes universitarios bebían más, no tuvieron mayores probabilidades de tener un diagnóstico de dependencia al alcohol comparados con los individuos que no asistían a la universidad. En el 2006 otro estudio examinó los patrones del consumo excesivo de alcohol (4 copas para las mujeres y 5 para los hombres) entre estudiantes del primer semestre de la universidad en EE.UU. Los datos provenían de los auto reportes de la historia del consumo de alcohol de los estudiantes en las dos semanas anteriores a la investigación. Los hallazgos manifiestan que 1 de cada 5 hombres consumió más de 10 copas y 1 de cada 10 mujeres consumió más de 8 copas, por lo menos una vez en las dos semanas anteriores; concluyendo que un porcentaje asombrosamente grande de estudiantes, particularmente hombres, consumen cantidades altas de alcohol, que superan las 5 copas por ocasión (White, Kraus y Swartzwelder, 2006). Miller y sus colaboradores (2007) analizando datos provenientes de la National Youth Risk Behavior Survey, acerca del consumo actual de alcohol, del consumo excesivo y de otros comportamientos riesgosos; encontraron que el 44.9% de los estudiantes de entre 12-20 años de edad consumieron alcohol durante los últimos 30 días (28.8% consumieron alcohol excesivamente y 16.1% bebieron alcohol, pero no en exceso). Aunque las mujeres mostraron un consumo actual de alcohol, no bebían en exceso y las tasas del consumo excesivo fueron similares entre hombres y mujeres. Las tasas del consumo excesivo de alcohol aumentaron con la edad y el grado escolar. Además los autores también reportaron que los estudiantes que consumieron alcohol excesivamente tuvieron más probabilidades de tener mal desempeño escolar y otros comportamientos de riesgo como: ser pasajero de alguien que había consumido alcohol, ser fumador activo, ser victima de violencia, intentar suicidarse, y usar drogas. En la investigación se concluyo que el consumo excesivo de alcohol es el patrón más común entre los estudiantes y que se asocia ampliamente a una gran variedad de otros comportamientos de riesgo (Miller, Naimi, Brewer y Jones, 2007). En el 2008 Caamaño-Isorna, Corral y sus colaboradores estudiaron la prevalencia del consumo riesgoso y el consumo excesivo episódico de alcohol en una muestra de estudiantes universitarios, utilizando el AUDIT. Sus resultados muestran que la prevalencia del consumo riesgoso era del 37.1%, la prevalencia del consumo excesivo episódico era de 12.2% y la prevalencia de abstemios era del 12.6%. Los autores concluyeron que en lo referente al consumo riesgoso de alcohol, las altas expectativas, la edad temprana en el inicio del consumo y el alto nivel académico por parte de la madre, constituyeron factores de riesgo. En cambio, la vida con los padres constituyó un factor protector. Mientras que para el consumo excesivo episódico, la edad temprana en el inicio del consumo, las altas expectativas y el ser hombres fueron factores de riesgo. En otro estudio que investigo la prevalencia del consumo riesgoso de alcohol en un total de 2710 estudiantes de medicina, provenientes de 36 facultades de EU., usando el AUDIT, se encontró que el 15% de los sujetos cumplían con puntajes del consumo riesgoso de alcohol (Shah, Bazargan- Hejazi, et al 2009). Una investigación llevada a cabo en Nueva Zelanda que pretendía estimar la prevalencia del consumo excesivo de alcohol, los problemas relacionados y los factores de riesgo individuales, en estudiantes universitarios, encontró que 81% de los sujetos consumieron alcohol en las cuatro semanas anteriores al estudio, el 37% manifestó uno o más episodios de consumo excesivo de alcohol en una semana, 14% de mujeres y 15% de hombres tuvieron dos o más episodios, en una semana y el 68% tuvo 4 o más episodio de consumo excesivo de alcohol en una semana. Respecto a los problemas relacionados con el consumo de alcohol, se presentaron desmayos (33%), relaciones sexuales sin protección (6%), peleas (5%), conducir en estado de ebriedad o ser pasajero de alguien que conduce en estado de ebriedad, se observó en el 9% de las mujeres y en el 11% de los hombres. Por su parte los factores de riesgo para el consumo excesivo de alcohol incluyeron: edad temprana en el inicio del consumo de alcohol, beber mensualmente o con más frecuencia en el bachillerato y vivir en un dormitorio universitario (Kypri, Paschall, et al, 2009). Otra investigación realizada en el presente año por Andersson y sus colaboradores, empleando un instrumento electrónico, examinaron los patrones del consumo de alcohol entre estudiantes del tercer semestre de las universidades de Suecia. Los resultados fueron que la gran mayoría de los estudiantes (91%) habían consumido alcohol durante los tres meses anteriores. De los estudiantes que consumieron alcohol, el 55% fueron mujeres y el 45% hombres. El consumo de alcohol de los hombres fue dos veces más alto que el de las mujeres (128g de alcohol para los hombres contra 66g para las mujeres). El estudio demuestra que el 75% de los estudiantes con consumo riesgoso de alcohol tienden a subestimar su propio consumo en relación con las demás personas, además de que estos sujetos experimentan consecuencias más severas como resultado del consumo de alcohol. Los autores también encontraron que el 92% de los estudiantes tenían la creencia de que el alcohol hace más divertidas las fiestas (Andersson et al, 2009). Algunos estudios realizados recientemente con la población estudiantil universitaria y con la población general, aseveran que los trastornos del consumo de alcohol son comunes en la población universitaria. Indicando que el consumo problemático de alcohol esta presente con más frecuencia entre estudiantes que en la población general (el 30.1% contra el 8.1%) (Bailer, Stübinger et al, 2009; Blanco, Okuda, et al 2008). 1.1.3 El consumo de alcohol en México 1.1.4 El consumo de alcohol en la Población general En México la Encuesta Nacional de Adicciones 2008 (ENA), reporta que el patrón de consumo típico es de grandes cantidades por ocasión de consumo. En total, casi 27 millones de mexicanos (26 828 893) entre 12 y 65 años beben con este patrón y presentan frecuencias de consumo que oscilan entre menos de una vez al mes y diario. Casi 4 millones (3 986 461) beben grandes cantidades una vez a la semana o con mayor frecuencia (usuarios consuetudinarios). Siendo la cerveza la bebida de preferencia entre la población mexicana. El consumo consuetudinario es más frecuente entre hombres que entre mujeres, en una proporción de 5.8 hombres por cada mujer. Entre ellas, sin embargo, esta manera de beber está aumentando, especialmente entre las adolescentes. Tanto en hombres como en mujeres, el grupo de edad que muestra los niveles más altos de consumo es el de 18 a 29 años. Los niveles descienden después conforme aumenta la edad. Los resultados indican que la población adolescente está copiando los patrones de consumo de la población adulta De los datos señalados es importante mencionar que la proporción de la población que presenta abuso/dependencia al alcohol es muy elevada. Poco más de cuatro millones de mexicanos (4 168 063) cumple con los criterios para este trastorno; de éstos, tres y medio millones (3 497946) son hombres y poco más de medio millón (670 117) son mujeres. Respecto a los problemas asociados que se presentan con mayor frecuencia debido al abuso/dependencia al alcohol, se encuentran: dificultades con la familia (10.8%), a continuación aparecen las peleas (6%), mientras que los problemas con la policía son menos frecuentes (3.7%), pero en una proporción importante (41.3%) se encontraron personas que fueron detenidas bajo los efectos del alcohol. Los problemas laborales no son muy comunes (3.7%) y en una proporción aun menor los problemas derivaron en la pérdida del empleo o en la posibilidad de perderlo (1.4%). Los problemas con la familia son más frecuentes en los hombres, especialmente entre los mayores de edad (3.8 hombres por cada mujer). Entre los adolescentes, estas diferencias son menos marcadas (1.3 hombres por cada mujer). Más mujeres adolescentes (7.8%) que mujeres adultas (3.9%) informaron haber tenido problemas con la familia. Como era de esperarse, la población que calificó para el trastorno abuso/dependencia tiene más problemas que aquella que no presenta este problema (ENA 2008). En este sentido datos encontrados en un estudio de casos, en donde se entrevisto a una muestra de 211 hombres y 100 mujeres que acudieron a la Clínica para Atención de Problemas Relacionados con el Alcohol (CAPRA) del Hospital General de México, a solicitar ayuda por problemas relacionados con el consumo de alcohol, sugieren que el 50% de las mujeres entrevistadas, cumplieron con el criterio de dependencia según el DSM-IV, en comparación con 82% de los hombres. El síntoma que se presenta con mayor frecuencia en los hombres y las mujeres dependientes al alcohol es el que incluye los problemas de salud y psicológicos ocasionados por el consumo (Mariño, Berenzon y Medina-Mora, 2005). 1.1.5 El consumo de alcohol en la Población estudiantil. La Encuesta de México sobre el Uso de Drogas en la Comunidad Escolar (2006), que incluye a los estudiantes de enseñanza media y media superior, en escuelas públicas y privadas del DF, informa que se ha encontrado un incremento de poco más del 1% en el abuso de alcohol, de manera que actualmente 25.2% de los adolescentes han consumido por lo menos cinco copas en la misma ocasión durante el último mes previo al estudio. En el Distrito Federal el 68.8% de los adolescentes ha usado alcohol alguna vez en su vida y un 41.3% lo ha consumido en el último mes. En el análisis del consumo según el sexo del entrevistado, se observa que tanto los hombres (68.2%), como las mujeres (69.4%), resultan igualmente afectados. En cuanto al nivel educativo, en secundaria el 29.8% de los adolescentes ha consumido alcohol en el último mes. Para las escuelas de educación media superior, este porcentaje casi se duplica, de manera que en las escuelas técnicas el 57.5% de los adolescentes han bebido alcohol en el último mes, y en los bachilleratos el 54.6%. En cuanto a la edad de los adolescentes, se puede apreciar que el porcentaje de consumidores de 14 años o menos, es 55.7% y quienes tienen 18 años o más es 86.8%. Asimismo, más de la mitad de los/as adolescentes de 17 años ha bebido alcohol en el último mes, aun cuando son menores de edad (Villatoro, Gutiérrez et al, 2009). El Proyecto para la identificación temprana y el tratamiento oportuno de bebedores excesivos en estudiantes de la UNAM, realizado por Díaz Martínez A., Díaz Martínez R. y cols. reporta que de los bebedores activos en la población total, 72% (22647) son consumidores moderados, 11% (3312) consumidores peligrosos, 15% (4662) consumidores dañinos y 2% (755) consumidores dependientes; más específicamente en el género femenino 81% (12798) son consumidoras moderadas, 8% (1188) consumidoras peligrosas, 10% (1593) consumidoras dañinas y 1% (224) consumidoras dependientes, por el lado de los hombres 63% (9816) son consumidores moderados, 14% (2119) consumidores peligrosos, 20% (3064) consumidores dañinos y 3% (529) consumidores dependientes. Se aprecia un incremento a nivel licenciatura en los consumidores excesivos con un 35% (6441), mientras que en el bachillerato es de 18% (2259). Concretamente en el nivel bachillerato se encontró que la Escuela Nacional Preparatoria presenta un porcentaje de 60% (7922) para los no bebedores, 33% (4337) para consumidores moderados, 3% (330) para consumidores peligrosos, 4% (461) consumidores dañinos y 0% (55); consumidores dependientes. El Colegio de Ciencias y Humanidades muestra un porcentaje de 57% (8945) para los no bebedores, 35% (5441) para consumidores moderados, 3% (430) para consumidores peligrosos, 4% (700) consumidores dañinos y 1% (119) consumidores dependientes. Los hombres presentan porcentajes más altos de consumo excesivo en ambas instituciones. A nivel superior los porcentajes para los tipos de bebedores en las facultades de estudios superiores son los siguientes: no bebedor 28%, consumidores moderados 46%, consumidores peligrosos 10%, consumidores dañinos 13% y 3% consumidores dependientes. Para los bebedores en escuelas y facultades son: no bebedor 31%, consumidores moderados 46%, consumidores peligrosos 9%, consumidores dañinos 12% y 2% consumidores dependientes. Al igual que en el nivel bachillerato los hombres presentan un porcentaje de consumo excesivo más alto (Díaz-Martínez, et al., 2005). Estudios llevados a cabo en México en la población universitaria, indican que el inicio en el consumo tiende a ser más temprano en los varones, en promedio se da a los 14 años, en tanto que en las mujeres se da a los quince años. Además los estudiantes del sexo masculino beben con más frecuencia y en mayor cantidad que las mujeres. El rango de copas consumidas varía entre una y 20, la cantidad modal de copas por ocasión es de tres copas en el caso de las mujeres y en los varones es de 6. El consumo alto definido en términos de beber 5 o más copas por ocasión, tiende a ser más elevado en el caso de los hombres, mientras que el consumo menor a 5 copas predomina en el caso de las mujeres. Los consumidores de más de cinco copas tienden a iniciar el consumo más tempranamente, en promedio a los 14 años, en comparación con quienes bebieron menos de cinco copas, cuya edad de inicio fue a los 15 años; además de que aquellos sujetos que ingieren más de 5 copas por ocasión tienen más problemas asociados por el consumo de alcohol. Por otra parte, una proporción mayor de consumidores altos se concentra en el rango de edad entre los 20 y los 22 años (Mora-Ríos, Natera y Juárez, 2005). Díaz-Martínez y cols., encontraron que el consumo riesgoso y dañino de alcohol (CRDA) es un problema frecuente entre los estudiantes de primer ingreso a la licenciatura, especialmente entre los hombres de 20 a 25 años de edad (Díaz-Martínez, et al., 2008). 1.2 MARCO TEORICO El alcohol es la sustancia psicoactiva de uso más extendido y generalizado en el mundo y en México. Es considerado como una droga legal, por lo que es permitido en casi todas las culturas y regiones geográficas. Su consumo es asociado con una amplia variedad de consecuencias. Por esto, es necesario determinar que es y la participación que tiene en el organismo. En esta sección se revisaran sus aspectos generales y los efectos que tiene una vez que es ingerido. El alcohol etílico o etanol es el componente activo esencial de las bebidas alcohólicas. Su formula química es CH3CH2OH. El alcohol es un líquido claro, incoloro, aromático y combustible, que procede de la fermentación de las sustancias azucaradas, existentes en los frutos y los cereales. La variedad de los aromas y sabores de las bebidas alcohólicas, dependen del proceso del que se obtienen.Por lo que respecta al valor nutritivo 1 gramo de alcohol aporta 7.1 Kcal. Sin embargo dicho aporte energético no proporciona ningún tipo de nutrientes para el organismo, como minerales proteínas o vitaminas (Álvarez y Del Río, 2003) Una vez ingerido el alcohol, se absorbe en parte en el estomago y, principalmente, en el intestino delgado, atravesando las membranas del tracto gastrointestinal, por difusión simple. La tasa de absorción depende de varios factores tales como: sexo, momento del día, tipo de bebida, cantidad de la bebida alcohólica consumida y su concentración o graduación, el efecto de los alimentos, ingesta de fármacos que afectan a la motilidad gastrointestinal y flujo sanguíneo, la actividad enzimática del estómago o su inhibición por medicamentos, etc. (Álvarez y Del Río, 2003; Díaz, 2001; Rubio, 2002; Sanchis, et al., 1999) Entre el 85- 90% del alcohol ingerido se metaboliza por oxidación en el hígado, ya que posee tres sistemas bien definidos de eliminación y metabolismo del etanol, que son: sistema de las enzimas de alcohol deshidrogenasas (ADH); sistema microsomal de oxidación del etanol (MEOS); y el sistema de la catalasa. En primer lugar, por medio de la ADH se produce la oxidación del alcohol a acetaldehído, que es un metabolito muy reactivo, considerado el responsable de muchas de las acciones toxicas secundarias al consumo de alcohol. El acetaldehído a nivel mitocondrial sufre un nuevo proceso de oxidación que lo transformara en acetato; la enzima responsable de este proceso es la aldehído-deshidrogenasa (ALDH). El acetato obtenido, es biotransformado en Acetil-CoA, que sigue sus propias rutas metabólicas (Álvarez y Del Río, 2003; Caballería, 2003; Rubio, 2002; Sanchis, et al., 1999;). Una vez absorbido, será distribuido a través del torrente sanguíneo por todas las partes de nuestro organismo en las que producirá distintos efectos. El nivel máximo de alcohol en la sangre se alcanza entre los 30 y 90 minutos después de que se ingiere la bebida; sin embargo el tiempo que se tarda en conseguir este nivel máximo de alcohol, depende del tiempo en el que se haya estado consumiendo, así pues, un periodo corto reduce el tiempo en conseguir este nivel máximo (Álvarez y Del Río, 2003). El 10% de alcohol restante se expulsa por vía renal en forma acusa en la orina, y la leche (en el caso de las mujeres en lactancia) y en forma gaseosa (anhídrido carbónico) en la respiración pulmonar (Díaz, 2001). Cabe mencionar que el ritmo de metabolización depende de la actividad enzimática y esto varía de un individuo a otro, se admite que el promedio para un sujeto adulto de 70 Kg. es de 8-12 ml de alcohol, unos 10 gramos de alcohol absoluto (1 copa estándar), cada 60 minutos (Álvarez y Del Río, 2003). Un aspecto importante, es que existen marcadas diferencias en los volúmenes de distribución del alcohol entre hombres y mujeres, ya que en estas últimas se presenta una menor actividad de las enzimas de alcohol deshidrogenasa (ADH), lo cual provoca que se intoxiquen con una menor cantidad de alcohol porque tienen menos capacidad de metabolismo protector a nivel del estómago y, por lo tanto, les llega mayor cantidad de alcohol a la circulación con menos cantidad de la sustancia, provocando menor tolerancia al alcohol (Álvarez y Del Río, 2003; Echeburúa, 2001; Kershenobich, 2007). Otra diferencia, es que la mujer suele ser más vulnerable al consumo de alcohol, por que al tener menos peso que los hombres, cuenta con una menor proporción de agua en el organismo en la cual diluir el alcohol, y por que a partir de la pubertad, al tener más materia de grasa (en la que el alcohol tiende a fijarse), respecto al hombre, les cuesta más eliminar el alcohol, que es una sustancia liposoluble (Álvarez y Del Río, 2003; Díaz, 2001; Echeburúa, 2001). Debido a estas desigualdades biológicas las mujeres se intoxican y adquieren una dependencia al alcohol más rápido que los hombres, además de tener una mayor tendencia a sufrir enfermedades hepáticas. Dado que el alcohol es una molécula pequeña y poco polar, atraviesa bien las membranas biológicas, por lo que su distribución en el organismo es extensa y su acción se manifiesta en diferentes partes del cuerpo (Álvarez y Del Río, 2003). El alcohol es tóxico para la mayoría de los tejidos del organismo, por lo tanto, ejerce importantes consecuencias negativas, en los distintos órganos y sistemas del cuerpo. Su consumo crónico y excesivo se ha asociado a numerosas enfermedades inflamatorias y degenerativas que pueden terminar en la muerte. El desarrollo de estas enfermedades dependen de la cantidad de alcohol consumida, la vulnerabilidad genética personal, así como también la participación de determinadas circunstancias ambientales como malnutrición o infecciones concomitantes, como, los virus de la hepatitis B y C (Estruch, R. 2002). Entre los efectos a largo plazo ocasionados a los órganos por esta sustancia, se pueden mencionar los daños al hígado (degeneración grasa, hepatitis y cirrosis), al cerebro (alteraciones neurológicas en nervios periféricos, muerte celular, alteraciones en la memoria, y en la coordinación de movimientos), al corazón (miocardiopatía alcohólica, hipertensión arterial, arritmias y accidentes vasculares cerebrales) y al páncreas (pancreatitis aguda, edematosa o necrotizante); así también como a aparatos y sistemas entre los que sobresalen el digestivo, reproductor e inmunológico (Estruch, 2002; OPS, 2008; Rubio, 2002). Sin embargo es en el cerebro donde los efectos del alcohol son más claros e importantes (Díaz-Martínez, 2001). Ya que además de causar alteraciones psiquiátricas tales como alucinosis alcohólica, estado paranoide alcohólico, Síndrome de Korsakov-Wernicke (Franklin y Frances, 2000), también contribuye a la gravedad psiquiátrica en particular a la depresión, trastornos de ansiedad, trastorno personalidad antisocial y abuso de otras sustancias (Regier et al 1990). Esta sustancia es un depresor del Sistema Nervioso Central (SNC) (Ayesta, 2002; OMS, 2004; Pérez-Rial, Ortiz y Manzanares 2003; Rojas, 2003). Sus acciones dependen principalmente de la concentración de alcohol en la sangre. Así, a dosis bajas aparece un efecto estimulante, por lo que se experimenta una sensación de bienestar, se reducen las inhibiciones y la gente se vuelve más extrovertida. Por otro lado, a dosis altas el efecto depresor es más aparente, esto es, se reduce la coordinación motriz, se lentifica el tiempo de reacción, hay confusión, se reduce la capacidad de emitir juicios y hasta la visión y el oído pueden verse afectados (Barlow, et al., 2003). El alcohol produce un efecto tóxico en las neuronas al hacer sus membranas celulares más propensas a responder a estímulos electroquímicos. Su efecto tóxico se traduce en híper excitabilidad celular. Favalli et al mencionan que las neuronas excitadas muestran una tasa elevada de liberación de los diferentes neurotransmisores lo que produce un aumento de la actividad en toda una red neuronal o incluso en todo el cerebro. Este evento electrofisiológico es responsable del síndrome clínico de intoxicación (Rojas, 2003). La mayor parte de los efectos del alcohol y el desarrollo de los eventos asociados a la dependencia, además de la actividad dopaminérgica de la vía mesolímbica encargada del sistema de recompensa, es crucial la interacción con dos receptores concretos: el receptor GABAA (también denominado complejo receptor GABAA-ionóforo Cl-) y el receptor NMDA (N-metil-D- aspartato) del glutamato. El GABA (ácido gamma amino butírico) es el neurotransmisor inhibidor por excelencia del SNC y por el contrario el glutamato es el mayor neurotransmisor excitador del SNC. (Ayesta,2002; Kenna, Mcgeary, Swift, 2004; OMS, 2004; Pérez-Rial, Ortiz y Manzanares, 2003; Rojas, 2003;). Por consiguiente, la función cerebral se deprime debido a la alteración del equilibrio entre la neurotransmisión inhibitoria y excitatoria, ya que el alcohol potencia la acción del GABA e inhibe la acción del glutamato. (Ayesta, 2002; Pérez-Rial, Ortiz y Manzanares, 2003;). Al ser una sustancia capaz de generar una elevada capacidad adictiva, el alcohol tiene propiedades reforzadoras, es decir, el deseo de continuar consumiendo alcohol para seguir experimentando sus efectos eufóricos (refuerzo positivo) o para no sufrir la abstinencia (refuerzo negativo) (Ayesta, 2002; Pérez-Rial, Ortiz y Manzanares 2003; Rojas, 2003). Administrado de forma aguda, baja el umbral de las conductas de auto-estimulación eléctrica y activa los circuitos cerebrales que participan en los aspectos motivacionales y emocionales implicados en la génesis y en el mantenimiento de las conductas adictivas, denominados: circuitos cerebrales de recompensa (Ayesta, 2002). Estos circuitos se sitúan anatómicamente en el sistema límbico. El sistema de recompensa utiliza la vía mesolímbica dopaminérgica, que se origina en el área tegmental ventral y que permite proyecciones al núcleo acumbens, el tubérculo olfatorio, la amígdala y la corteza frontal, además del circuito tálamo- orbito-frontal y el cíngulo anterior (Rojas, 2003). La activación de la vía mesolímbica dopaminérgica, sobre todo del núcleo acumbens y la amígdala, al conjugarse con la función cerebral total, media los efectos placenteros del alcohol, además de los estados de intoxicación, sensibilización y el refuerzo y respuestas condicionadas asociadas con el anhelo o antojo. Finalmente los niveles elevados de dopamina -liberada por el núcleo acumbens, ante la presencia de estímulos relevantes (p. Ej. comida, agua, peligro y la pareja), bien sea por ser nuevos o por ser incentivados (no tienen porqué ser placenteros o estrictamente reforzadores, ya que también se libera dopamina ante estímulos aversivos)- se asocian al deseo de consumir alcohol y se asocian al hecho de que la vista, los sonidos y el olor asociados al alcohol desencadenen el antojo (craving) y la búsqueda de la sustancia, estableciéndose así la dependencia (Ayesta, 2002; OMS, 2004; Rojas, 2003). 1.2.1 Bebidas alcohólicas y límites de consumo Debido a que la cantidad y el tipo de la bebida son fundamentales para determinar los efectos en el organismo. A continuación se mencionan los principales tipos de bebidas alcohólicas y sus características esenciales. Las bebidas alcohólicas son muy variables en olor y en sabor, sin embargo se pueden clasificar en fermentadas y destiladas. En las bebidas fermentadas el etanol que llevan se obtiene cuando se dejan reposar determinados vegetales y frutas de gran contenido de azúcar (uva, manzana, cebada, arroz, etc.) durante un período de tiempo largo, en un sitio con una temperatura apropiada. Habitualmente su grado alcohólico no supera los 16°. Entre las bebidas fermentadas más c onsumidas en México se encuentran el vino, la cerveza y el pulque Por su parte las bebidas destiladas se producen destilando una bebida fermentada, con lo que al eliminarse por el calor, parte de su contenido de agua, se eleva el porcentaje total de alcohol. Estas bebidas tienen un contenido muy alto de alcohol (30-50 grados). Entre estas las más comunes producidas y consumidas en México son el brandy, el ron, el tequila y el mezcal; les siguen en importancia los aguardientes, el whisky y el vodka. (Álvarez y Del Río, 2003; Echeburúa, 2001; FISAC, 2001; Rubio 2002). Se suele indicar la proporción de alcohol en las bebidas, mediante su graduación, es decir, si un vino tiene 12° esto ind ica que 12% del contenido es etanol. La ingesta de alcohol puede ser medida en gramos de alcohol o en unidades de bebida estándar (Álvarez y Del Río, 2003; Rubio 2002).Se considera una bebida estándar a una cerveza de 12 Oz, 5 Oz de vino o 1.5 Oz de destilados. Cada una de estas bebidas contiene aproximadamente la misma cantidad de alcohol absoluto 0.5 Oz o 12 gr. (Medina-Mora 2001). Es por esto que para calcular la cantidad de alcohol consumida por una persona, hay que tener en cuenta que las bebidas varían en su contenido de alcohol; además de esta manera se puede elaborar una clasificación más adecuada de los patrones de consumo de alcohol de esa persona. Es complicado definir que cantidad de alcohol genera problemas, debido a las diferentes formas en que el alcohol afecta a diferentes personas. El NIAAA (National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism), establece como límite para el consumo moderado, la ingestión de no más de una bebida estándar por día para la mayoría de las mujeres y no más de dos bebidas estándar por día en el caso de la mayoría de los hombres. También se establece que nunca se debe de exceder la cantidad de 4 bebidas estándar por ocasión, ni de 12 bebidas estándar, por semana. En México debido a que no es común beber alcohol a diario, sí en cambio es frecuente que se ingieran grandes cantidades de alcohol por ocasión de consumo. Los límites se establecen para el consumo semanal; se considera que un límite de bajo riesgo para una mujer es no consumir más de 9 bebidas estándar por semana y 12 si es hombre, este no debe exceder a una copa por hora, ni más de 4 por ocasión de consumo (Medina-Mora, 2001). 1.2.2 Dependencia al alcohol En el campo de la salud a lo largo de la historia se ha tratado de tener un consenso respecto al concepto de dependencia al alcohol, ya que es de gran importancia definir lo que se esta estudiando, para poder llevar a cabo la prevención, diagnóstico y tratamiento de una manera optima. Por tal motivo se describirá el concepto de dependencia al alcohol y algunas de las modificaciones que ha tenido a través del tiempo. Antiguamente se hacia una distinción importante entre dos formas de dependencia: se consideraba que unas drogas causaban principalmente dependencia física, mientras que otras se limitaban a provocar dependencia psicológica. Desde esta perspectiva, se definía a la dependencia psicológica como un estado caracterizado por preocupaciones emocionales y mentales relacionadas con los efectos de las drogas y que se manifiesta por una conducta de búsqueda continua. Y a la dependencia física, como un estado en el cual el organismo se ha adaptado de tal forma a la presencia de una droga que cuando, se le suspende, provoca claros síndromes físicos de abstinencia, los cuales usualmente se manifiestan con distensión y dolor. Actualmente, se considera que la dependencia es una y en el mundo científico existe un consenso relativo por considerarla como un mecanismo neuroadaptativo. La organización mundial de la salud (OMS), define a la dependencia como un estado en el cual la autoadministración de una sustancia provoca daños en el individuo y en la sociedad. Esta definición puede incluir los conceptos de dependencia física y psicológica (Medina-Mora 2001). La concepción moralista del alcoholismo como una debilidad, fue superada cuando Jellinek como resultado de su experiencia con una muestra de alcohólicos anónimos, propuso que el alcoholismo era una enfermedad con diferentes fases: 1) prealcohólica, en esta fase se tratan de aliviar las tensiones y el estrés de la vida diaria por medio del consumo de alcohol. Posteriormente se busca el alivio constante de estas tensiones, lo que conlleva a través del continuo consumo de alcohol un aumento gradual de la tolerancia, 2) prodrómica, en la cual aparecen episodios de amnesia, preocupación por la bebida, se bebe ávidamente y a escondidas,se experimentan sentimientos de culpa por la manera de beber, además de que se evita hablar del alcohol en las conversaciones, 3) crucial, marcada por la perdida de control sobre la bebida. El sujeto se puede negar a aceptar una bebida, pero una vez que empieza no se puede detener. En esta fase son característicos los conflictos matrimoniales, separación y divorcio, la perdida del trabajo, problemas de relaciones personales y aumento de la agresividad y 4) crónica, en la que existen periodos de embriaguez prolongada, se puede ver un marcado deterioro moral, aparecen trastornos del pensamiento, algunas formas de psicosis (alcohólicas). Se llega a tomar con personas que han llegado a "tocar fondo". La presencia de daños al hígado y al cerebro, junto a la desnutrición y déficit vitamínicos derivados por el cuidado personal, pueden finalmente provocar la muerte (Jellinek, 1952; Medina-Mora 2001). En 1960, Jellinek definió al alcoholismo como enfermedad y consideró que el alcoholismo era cualquiera uso de bebidas alcohólicas que ocasionan daño al individuo, a la sociedad o ambos; presenta tres fases: Epsilon o alcoholismo periódico o dipsomanía; Gamma, o alcoholismo con incremento en la tolerancia, metabolismo celular adaptativo, síndrome de dependencia y pérdida de control; y Delta que incluyen los síntomas de la fase Gamma junto con la incapacidad de abstenerse. En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) y en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) se incluyen los elementos de dependencia propuestos por Edwards y Gross en 1976. De esta manera el concepto de enfermedad propuesto por Jellinek, fue sustituido por conceptualizaciones basadas en el Síndrome de Dependencia al Alcohol, propuesto por estos autores. Consideraban que la dependencia al alcohol surge como consecuencia de la neuroadaptación al alcohol, donde la tolerancia y el síndrome de abstinencia tenían un papel primordial. Una vez establecida se desarrolla a través de un continuum de severidad. Además de que distinguieron este síndrome del concepto de “problemas relacionados con el alcohol”, donde no se presuponía necesariamente el fenómeno de la neuroadaptación al tóxico (Díaz et al., 1998; Medina-Mora, 2001; Rubio, 2003). Tanto en el Manual Diagnostico y Estadístico de los Desordenes Mentales de la Asociación Psiquiátrica Americana, en su cuarta versión (DSM-IV), como en la Clasificación Internacional de Enfermedades, en su novena y décima revisión (CIE-9 y CIE-10), se incluyen los criterios para la dependencia al alcohol. (Cuadro 1). Cuadro 1. Clasificación según la CIE-10 A. Tres o más de las siguientes manifestaciones deben haber aparecido simultáneamente durante al menos un mes o si han durado menos de un mes deben aparecer simultáneamente en un periodo de doce meses: 1.-Deseo intenso o vivencia de una compulsión a consumir sustancia; 2.-Disminución de la capacidad para controlar el consumo de la sustancia, unas veces para evitar el inicio del consumo, otras para poder terminarlo y otras para controlar la cantidad consumida, como se evidencia por: tomar la sustancia durante más tiempo que el que se pretendía, o por un deseo persistente o por esfuerzos para reducir el consumo sin éxito 3.-Un cuadro fisiológico de abstinencia cuando se consume menos sustancia o cuando se termina el consumo apareciendo el síndrome abstinencia característico por la sustancia o uso de dicha sustancia (o alguna parecida) con la intención de evitar los síntomas de abstinencia. 4.-Evidencia de tolerancia a los efectos de la sustancia tales como una necesidad de aumentar significativamente las cantidades de la sustancia necesaria para conseguir la intoxicación o el efecto deseado, o una marcada disminución del efecto con el consumo de la misma cantidad de sustancia. 5.-Preocupación con el consumo de la sustancia, que se manifieste por el abandono de otras fuentes de placer o diversión a favor del consumo de la sustancia; o en gran parte del tiempo empleado en obtener, tomar o recuperar los efectos de la sustancia. 6.-Persistencia en el consumo de la sustancia a pesar de sus evidentes consecuencias perjudiciales, como se evidencia por el consumo continuado una vez que el individuo es consciente o era presumible que lo fuera con respecto a la naturaleza y amplitud del daño. Como se puede observar en la clasificación de la CIE 10 (ver Cuadro 1), la dependencia comprende seis criterios, un caso que es positivo en al menos tres de estos síntomas se diagnostica como “dependiente”. Algunos criterios son medibles en términos biológicos, en tanto que otros no los son. Los dos criterios que biológicamente se miden con mayor facilidad son el tercero y el cuarto: abstinencia, que es la ocurrencia de síntomas físicos y psicológicos desagradables que aparecen al reducirse o descontinuarse el consumo de la sustancia (Cuadro 2), y la tolerancia, el hecho de que son necesarias cantidades cada vez mayores de la sustancia para obtener el mismo efecto, o que la misma cantidad produce un efecto cada vez menor. Los otros cuatro criterios de dependencia incluyen elementos sobre la cognición, que son menos accesibles para la medición biológica, aunque cada vez son más mensurables por medio de técnicas perfeccionadas de imagenología. Por ejemplo, en el sexto criterio es necesario establecer el conocimiento que tiene el sujeto acerca de las conexiones causales específicas, algo que no es accesible a la medición biológica directa o para un modelo en animales. El primer criterio, “deseo intenso o sentido de compulsión”, requiere investigar las autopercepciones del usuario, y se refiere a la idea de ansiar la sustancia (OMS, 2004) Cuadro 2. Síndrome de abstinencia de acuerdo con la CIE 10 Conjunto de síntomas que se agrupan según diferentes modos y niveles de gravedad que se presentan cuando hay una abstinencia absoluta o relativa de una determinada sustancia, tras un consumo reiterado, generalmente prolongado o a dosis elevadas. El comienzo y la evolución del estado de abstinencia están limitados en el tiempo y están relacionados con el tipo de la sustancia y la dosis consumida inmediatamente antes de la abstinencia. El síndrome de abstinencia puede complicarse con convulsiones. Pautas para el diagnóstico El síndrome de abstinencia es uno de los indicadores de la presencia del síndrome de dependencia, por lo cual este diagnóstico también debe ser tomado en consideración. Los síntomas somáticos varían de acuerdo con la sustancia consumida. Los trastornos psicológicos (por ejemplo ansiedad, depresión o trastornos del sueño) son también rasgos frecuentes de la abstinencia. Es característico que los enfermos cuenten que los síntomas del síndrome de abstinencia desaparecen cuando vuelven a consumir la sustancia. Los síntomas del síndrome de abstinencia pueden inducirse por estímulos condicionados o aprendidos, aun en la ausencia de un uso previo inmediato de la sustancia. En estos casos el diagnóstico de síndrome de abstinencia sólo se hará si lo requiere su gravedad. El diagnóstico de síndrome de abstinencia puede concretarse más con un quinto carácter: No complicado. Con convulsiones. La OMS en su Informe de la salud en el mundo (2001), que abordaba el tema de la Salud Mental, considero al síndrome de dependencia como la combinación de: un intenso deseo de consumir una sustancia psicoactiva, problemas para dominar su consumo, un estado fisiológico de abstinencia, la tolerancia a la sustancia, el abandono de otras diversiones e intereses, y la persistencia del consumo pese al daño infligido a uno mismo y a los demás (OMS, 2001). 1.2.3 Severidad de la dependencia al alcoholEl consumo de alcohol, los problemas asociados y la dependencia existen dentro de un continuo, que va desde la abstinencia a la dependencia del alcohol, pasando por el consumo de bajo riesgo, el consumo de riesgo y el consumo perjudicial. Es decir que estas entidades no son estáticas y los individuos se mueven dentro de ese continuo, una y otra vez, e inclusive pueden dejar de ser dependientes del alcohol y volver a serlo nuevamente durante el transcurso de sus vidas. De la misma manera, los problemas causados por el consumo de alcohol van desde no causar daño alguno, o daños menores, hasta producir daños considerables e incluso graves. Entre los problemas ocasionados por el alcohol podemos encontrar: problemas de salud, sociales, familiares. (OPS, 2008). Problemas de salud De acuerdo con la OMS los problemas de salud pública asociados al alcohol han cobrado proporciones alarmantes, hasta hacer de su consumo uno de los más importantes riesgos sanitarios en todo el mundo (OMS, 2005). Su abuso representa una de las principales causas de muerte, enfermedades y accidentes evitables en muchos países del mundo (OPS, 2000). Se ha demostrado que el alcohol contribuye a más de 60 enfermedades y trastornos, como la cirrosis hepática, varios tipos de cáncer, pancreatitis, por mencionar algunas (OMS, 2005) El alcohol incrementa el riesgo de estas enfermedades, de forma dosis dependiente. Cuanto mayor es el consumo, mayores son los riesgos (OPS, 2008). En nuestro país la cirrosis hepática es un padecimiento frecuente, con una elevada mortalidad, siendo sus primeras causas el abuso de alcohol (Rodríguez, Valencia y Trinidad, 2008). Según la Encuesta Nacional de Adicciones en el país ocurren 22 fallecimientos por cada 100 mil habitantes debido a esta enfermedad (ENA 2002). Ansiedad y Depresión. Además de las enfermedades mencionadas anteriormente, una situación frecuente es la presencia de trastornos mentales asociados al consumo de alcohol. De las personas que acuden a los servicios de asistencia a alcohólicos, entre el 30% y el 90% padecen un “trastorno doble” (OMS, 2001). De cada ocho personas que sufren un trastorno de ansiedad, más de una también sufre trastornos por el consumo de alcohol. Por otro lado las afecciones por el consumo de alcohol constituyen un factor de riesgo para los trastornos depresivos de manera dependiente de la dosis. De tal manera que estos dos trastornos mentales son los mayormente asociados a la dependencia al alcohol (OPS, 2008; Regier et al 1990). Problemas sociales y familiares El consumo de alcohol incrementa el riesgo de provocar una amplia variedad de problemas sociales adversos, como muertes y accidentes por conducir en estado de embriaguez, conducta agresiva, deterioro de las relaciones familiares, reducción de la productividad laboral, abuso de menores, violencia delitos e incluso homicidios. (OMS, 2008; OPS, 2000). A mayor cantidad de alcohol que consuma una persona, mayor es el riesgo. En general, cuanto más grave resulte el delito o la lesión, tanto más probable que el consumo de alcohol haya sido el causante (OPS, 2008). Medina-Mora especifica que el grado de la dependencia puede valorarse por medio de la magnitud de los síntomas de abstinencia, que se producen cuando el alcohol es retirado repentinamente, después de un período largo de consumo. Así pues la peligrosidad de cualquier droga (como el alcohol) se define en función de la magnitud de los síntomas de abstinencia, como también por las consecuencias individuales, familiares y sociales que provoca su consumo. (Medina-Mora 2001). Peñate (2001) argumenta que el grado de dependencia del alcohol no se mide como un fenómeno del todo o nada, si no como un continuo con diferentes rangos de severidad que iría de leve, moderado, grave, en remisión parcial, en remisión completa y se consideran dos posibilidades diagnosticas: dependencia de sustancias psicoactivas por un lado y abuso de sustancias psicoactivas por el otro. Con todo esto podemos concluir que el consumo de alcohol trae consigo diferentes problemas asociados que influyen en la severidad de la dependencia; además de otros factores que también influyen en dicha severidad, como: gravedad de los síntomas de los sistemas diagnósticos (DSM-IV y CIE-10) y cantidad y frecuencia de alcohol consumida. 1.2.4 Medición del consumo de alcohol La ignorancia de los límites del consumo y de los riesgos asociados con el consumo excesivo son factores importantes que contribuyen al desarrollo de problemas relacionados con el alcohol. (Babor, Higgins-Biddle, Saunders, et al 2001). Es por eso que existe un rango de instrumentos que pueden utilizarse para identificar (screening) el consumo perjudicial y de riesgo. (OPS, 2008) En el sreening es de particular importancia, el hecho de que las personas que no son dependientes al alcohol pueden parar o reducir su consumo con la asistencia y el esfuerzo adecuado. Una vez que se ha desarrollado la dependencia, el abandono del consumo de alcohol es más difícil y a menudo requiere tratamiento especializado. Es así que la necesidad del screening parece clara. El screening del consumo de alcohol desde la atención primaria lleva consigo muchos beneficios potenciales. Proporciona una oportunidad para educar a los pacientes sobre el consumo dentro de los niveles de bajo riesgo y los riesgos que supone el consumo. La información sobre la cantidad y frecuencia del consumo de alcohol puede ayudar a establecer el diagnóstico del estado actual del paciente, así como también puede alertar a los clínicos sobre la necesidad de advertir a los pacientes cuyo consumo podría afectar adversamente a su medicación y a otros aspectos de su tratamiento. El screening también ofrece a los clínicos la oportunidad de adoptar medidas preventivas que han demostrado su efectividad en reducir los riesgos relacionados con el alcohol (Babor, Higgins- Biddle, Saunders, et al 2001) Entre los instrumentos de uso más común se encuentran el Test de Identificación de Trastornos del Uso de Alcohol (AUDIT) (Babor et al., 2001), una versión abreviada del AUDIT C (Bush et al., 1998), la Prueba Rápida de Identificación de Alcohol (FAST) (Agencia de Desarrollo de Salud, 2002) y el CAGE (Mayfield et al., 1974) (OPS). 1.2.4.1 AUDIT (Test de identificación de desordenes del uso de alcohol) En esta sección se abordará el AUDIT (Ver Anexo 3) ya que es el instrumento que se utilizó en el total de la población universitaria de nuevo ingreso para identificar el patrón de consumo de alcohol entre los estudiantes. Fué el primer acercamiento con los sujetos de la muestra. El AUDIT fue desarrollado para detectar el consumo excesivo de alcohol y en particular para ayudar a los clínicos a identificar a aquellas personas que podrían beneficiarse de la reducción o abandono del consumo. El AUDIT ayudará al clínico a identificar si la persona presenta un consumo de riesgo, consumo perjudicial o dependencia de alcohol. Al tratarse del primer test de tamizaje diseñado específicamente para su uso en el ámbito de la atención primaria, el AUDIT presenta las siguientes ventajas: • Una estandarización trasnacional: el AUDIT ha sido validado en pacientes de atención primaria en 6 países. Es el único test de tamizaje diseñado específicamente para uso internacional. • Identifica el consumo de riesgo y perjudicial de alcohol, así como una posible dependencia • Breve, rápido y flexible • Diseñado para el personal de atención primaria • Es consistente con las definiciones de la CIE 10 de dependencia y consumo perjudicial de alcohol • Se centra en el consumo reciente de alcohol. Los ítems del AUDITfueron seleccionados de un grupo de preguntas en base, principalmente, a correlaciones con la ingesta diaria de alcohol, la frecuencia de consumos de seis o más bebidas por episodio de consumo y su capacidad para discriminar a los bebedores de riesgo de aquellos con consumo perjudicial. Los ítems también fueron elegidos en base a la validez, relevancia clínica y la cobertura de los dominios conceptuales relevantes (p. Ej. consumo de alcohol, dependencia de alcohol, y consecuencias adversas al consumo). Finalmente para esta selección de los ítems, se dio especial atención a su adecuación en función del género y capacidad de generalización trasnacional. Una vez que se publicó el AUDIT, los autores recomendaron estudios adicionales de validación. En respuesta a esta solicitud, se han llevado un gran número de estudios para evaluar su validación y fiabilidad en diferentes muestras clínicas y comunitarias en todo el mundo. Para el punto de corte recomendado de 8, la mayoría de estudios han encontrado una sensibilidad muy favorable y una especificidad más baja, pero todavía aceptable, para los trastornos debidos al consumo de alcohol actuales de la CIE-10 así como para el riesgo de futuros daños. No obstante se han logrado mejoras en la detección de algunos casos mediante el aumento o disminución del valor de corte en uno o dos puntos, dependiendo de la población y el objetivo del programa de tamizaje. La adecuación cultural y la aplicabilidad trasnacional fueron consideraciones importantes en el desarrollo del AUDIT. Se han realizado trabajos de investigación en una gran variedad de países y culturas, que han sugerido que el AUDIT ha cumplido su promesa como test de tamizaje internacional. El AUDIT parece igualmente apropiado para hombres y mujeres. El efecto de la edad no ha sido analizado sistemáticamente como una posible influencia en el AUDIT, pero un estudio encontró una baja sensibilidad y alta especificidad en pacientes de más de 65 años. El AUDIT ha demostrado ser preciso en la detección de dependencia de alcohol en estudiantes universitarios. Diversos estudios han descrito la fiabilidad del AUDIT. Los resultados indican una alta consistencia interna, lo que sugiere que el AUDIT esta midiendo un constructo único de modo fiable. Un estudio de fiabilidad test- retest indicó una alta fiabilidad (r = .86) en una muestra compuesta por bebedores sin consumo de riesgo, sujetos con abuso de cocaína y alcohólicos. Otro estudio metodológico fue realizado en parte para investigar el efecto del orden de las preguntas y los cambios en los términos no afectaron a las puntuaciones del AUDIT. Se han llevado a cabo estudios en los que se utilizaba el test para establecer la prevalencia. Lapham, et al. (1998) lo utilizaron para estimar la prevalencia de los trastornos debidos al uso de alcohol en los servicios de urgencias, en hospitales regionales de Tailandia. Se llego a la conclusión de que el servicio de urgencias es un escenario idóneo para la puesta del tamizaje de alcohol mediante el AUDIT como instrumento de tamizaje. De igual modo, Piccinelli, et al. (1997) evaluaron el AUDIT como instrumento de tamizaje para el consumo de riesgo de alcohol en clínicas de atención primaria de Italia. El AUDIT funcionó bien en la identificación de los trastornos relacionados con el alcohol, así como para el consumo de riesgo. Ivis et al. (2000) Incorporaron el AUDIT en una evaluación telefónica de población general de Ontario, Canadá. El AUDIT ha sido traducido a muchos idiomas, incluyendo el turco, griego, hindú, alemán, japonés, francés, portugués, español, danés, flamenco, búlgaro, chino italiano y dialectos nigerianos. Se han desarrollado programas de formación para facilitar su utilización por médicos y demás personal sanitario. Ha sido utilizado en trabajos de investigación en atención primaria y en estudios epidemiológicos para la estimación de la prevalencia de la población general, así como en grupos institucionales específicos. A pesar del alto nivel de la actividad investigadora sobre el AUDIT, se necesitan todavía más estudios, especialmente en países menos desarrollados (Babor, Higgins- Biddle, Saunders, et al 2001). 1.2.4.2 Evaluación de la Severidad de la dependencia al alcohol BEDA (Breve Escala de Dependencia al Alcohol) La gravedad del Síndrome de dependencia propuesto por Edwards y Gross puede ser evaluado mediante el BEDA. Esta escala se deriva de la Escala Larga de Dependencia al alcohol (Longer Alcohol Dependence Data ADD) (Raistrick, Dunbar y Davidson, 1983). Se buscaba que fuera más sencilla y más rápida para aplicarse que el Edinburgh Alcohol Dependece Schedule, que tomaba 30 minutos para ser contestado (Echeverria, Oviedo y Ayala, 1998). Raistrick, Dunbar y Davidson (1983), reportan las siguientes características del BEDA: 1.- Idóneo para bebedores problema que buscan ayuda 2.- La medida proporciona grado de dependencia 3.- Sensible a todo el rango de dependencia 4.- Sensible a cambios que se den con el tiempo 5.- Relativamente libre de influencia sociocultural. La mayor fortaleza del BEDA se encuentra en que refleja todas las dimensiones del Síndrome de dependencia al alcohol. La escala original fue desarrollada utilizando un proceso de ensayo y error para identificar el mejor conjunto de reactivos que midieran el concepto de dependencia, planteado por Edwards y Gross (1976). De los 34 reactivos originales se realizo una reducción a 15 reactivos. La versión breve correlaciono muy alto (r= .092) con la versión más larga en la muestra original de 41 bebedores moderados, 30 pacientes psiquiátricos y 174 bebedores problema que asistían a tratamiento. Para determinar la confiabilidad del BEDA en un estudio se utilizo una versión brasileña del BEDA en 25 sujetos de un programa de tratamiento; se les aplico el BEDA en dos ocasiones. Primero se les dio una versión de auto reporte de esta escala y fueron entrevistados y posteriormente fue aplicada la misma escala, en una segunda ocasión. La confiabilidad test-retest para la mayoría de los reactivos fue muy alta. No se ha calculado hasta la fecha una medida global de consistencia interna, pero en la muestra original de bebedores moderados, pacientes psiquiátricos y otras personas con problemas de adicción, todos los reactivos del BEDA muestran una alta correlación con el puntaje final. Davidson y Raistrick (1986) realizaron tres estudios en los cuales se apoyaba la validez del BEDA, para esto investigaron varias medidas de construcción y de validez concurrente incluyendo la comparación con el Cuestionario de la Severidad de la Dependencia al Alcohol (SAQ por sus siglas en inglés) y con la Escala de Edimburgo de Dependencia al alcohol (EADS, siglas en inglés). Respecto a la validez de contenido, ésta es alta. Los reactivos de la escala cubren aspectos subjetivos y conductuales de dependencia, síntomas de retiro, tolerancia, incapacidad de control, grado de dependencia, limitación del repertorio para beber. Este último tópico, busca reflejar el grado en el cual una persona ha desarrollado un estilo de vida donde la principal actividad es el beber. Esta escala incluye un solo reactivo para medir este constructo, pero análisis estadísticos realizados por los autores apoyaron el uso de un único reactivo (Echeverria, Oviedo y Ayala, 1998). La inclusión dentro de la escala de los ítems que miden los aspectos cognoscitivos y del comportamiento, así como los ítems que miden la dependencia fisiológica, aumentan el grado de sensibilidad de la escala (McMurran y Hollin, 1989). En nuestro país se llevo a acabo un estudio con la finalidad de adaptar el BEDA a la población mexicana.Los resultados plantean cinco rangos para determinar el nivel de la dependencia: No dependencia (de 0 a 11 puntos), Dependencia Leve (de 12 a 15 puntos), Dependencia Moderada (de 16-23 puntos), Dependencia (de 24-29 puntos) y Dependencia alta (de 30 a 45 puntos) (Sánchez, 2005). CAPITULO 2: COMORBILIDAD PSIQUIÁTRICA 2.1 ANTECEDENTES 2.1.1 Comorbilidad psiquiátrica en la población general. Estudios epidemiológicos y clínicos sugieren que los trastornos psiquiátricos ocurren más a menudo entre las personas dependientes al alcohol que entre la población general. En EE.UU., la encuesta ECA (Epidemiological Catchment Area) del Instituto de Salud Mental de Estados Unidos (Regier et al 1990) y la encuesta NCS (National Comorbidity Survey) (Kessler et al, 1996), son los dos principales estudios que han tratado la epidemiología de la comorbilidad entre consumo de alcohol y trastornos mentales en ese país. La ECA consistió en un macroestudio con una muestra de 20, 291 sujetos de 18 o más años. Fue realizado en cinco ciudades estadounidenses e incluía datos de la población general, así como de la población de hospitales psiquiátricos, residencias asistidas, comunidades terapéuticas y prisiones. Se utilizó como instrumento diagnóstico el Diagnostic Interview Schedule (DIS) (Petrakis, et al, 2002; García-Campayo y Sanz 2002). La NCS es una encuesta nacionalmente representativa, realizada entre 1990-1991 con una muestra de 8098 sujetos con edades de entre 15 a 54 años. El CIDI fue empleado como instrumento diagnóstico (Petrakis, et al, 2002). Los hallazgos de estos estudios sugieren que para los trastornos afectivos y de ansiedad (Trastorno Depresivo Mayor, Trastorno Bipolar, Trastorno de Ansiedad Generalizada, Trastorno de Pánico y Trastorno de Estrés Postraumático) examinados, las tasas de prevalencia fueron más altas entre la gente diagnosticada como dependiente al alcohol que entre los abusadores. En el estudio de NCS, diagnosticaron al 7.2% de los sujetos como dependientes al alcohol durante los 12 meses previos al estudio y en el estudio de la ECA, diagnosticaron al 7.9% de los participantes como dependientes al alcohol en un cierto punto a lo largo de la vida. Casi la mitad de los sujetos con dependencia al alcohol del NCS, tenía un trastorno afectivo. Los sujetos con dependencia al alcohol tuvieron 3.9 veces más probabilidades de tener un trastorno depresivo mayor, durante el año anterior al estudio, en comparación con los individuos que no eran dependientes al alcohol. Aunque el trastorno bipolar fue diagnosticado en solamente el 1.9% de la gente con dependencia al alcohol, las probabilidades de tener este trastorno fueron 6.3 veces mayores entre los individuos con dependencia al alcohol. Además, entre los participantes con dependencia al alcohol, un 36.9% cumplió los criterios para un trastorno de ansiedad, durante el año pasado. De éstos, el 11.6% tuvo ansiedad generalizada, el 3.9% tuvo trastorno de pánico y el 7.7 % tuvo trastorno de estrés post-traumático. Los sujetos diagnosticados con dependencia al alcohol tuvieron probabilidades más altas de padecer un trastorno de ansiedad, con excepción del trastorno de pánico (Petrakis, et al, 2002). Según el estudio de la ECA, entre los trastornos afectivos, cuya prevalencia global es del 8.3%, destaca la elevada comorbilidad del trastorno bipolar tipo I. Entre los sujetos que padecen este trastorno, la razón de riesgo del consumo de alcohol frente a la población general es cinco veces mayor. Para los trastornos de ansiedad, la prevalencia global en la población general fue del 14.6%, en este estudio los trastornos fóbicos se encuentran reducidos y solo suponen el 12.6% del total. La comorbilidad general de los trastornos de ansiedad como grupo es del 23.7% (OR= 1.7) y la comorbilidad de los trastornos fóbicos es del 22.9% (OR= 1.6) (García-Campayo y Sanz 2002). El NCS encontró que la edad media del inicio para los trastornos psiquiátricos, precedió la edad media del inicio de todos los trastornos adictivos por 10 años (11 años comparados con 21 años). Además, la mayoría de los encuestados que tenían un trastorno psiquiátrico y un trastorno adictivo, manifestaron que habían comenzado a sufrir por lo menos un trastorno psiquiátrico antes que el trastorno adictivo. La única excepción a este orden de inicio, fue que el 72% de los varones que abusaban del alcohol manifestaron que su trastorno de consumo de alcohol inicio antes que los trastornos afectivos (Petrakis, et al, 2002). Ross (1995), estudio la prevalencia a lo largo de la vida del abuso y dependencia al alcohol de acuerdo con el DSM-III-R y su comorbilidad psiquiátrica, a través de la Entrevista Diagnostica Internacional de la Universidad de Michigan (UM-CIDI). Sus resultados muestran que más de la mitad (55%) de los individuos con un trastorno de alcohol tienen un trastorno comórbido a lo largo de la vida y esta comorbilidad es más común en mujeres que en hombres. Los sujetos dependientes al alcohol tienen probabilidades más altas de presentar trastornos afectivos y de ansiedad. Además de que las posibilidades de tener un trastorno antisocial de la personalidad son muy altas entre individuos que tienen un trastorno de alcohol, comparados con quienes no lo tienen. Driessen M, et al. (1998) con el objetivo de evaluar la comorbilidad en el eje I (Trastornos clínicos. Otros problemas que pueden ser objeto de atención clínica) y el eje II (Trastornos de personalidad), utilizando una muestra de 250 pacientes hospitalizados dependientes al alcohol y sin trastornos asociados de otras sustancias, manejando la Entrevista Compuesta de Diagnostico Internacional (CIDI); encontraron que los trastornos del eje I aparecieron 24%, los trastornos del eje II 16.4%, y los trastornos del eje I y del eje II simultáneamente 17.2%, con una tasa total de comorbilidad de 57.6%. En el 2002 en un estudio realizado en Corea, usando datos epidemiológicos a nivel nacional, se entrevistaron a 5, 176 residentes de la casa del adulto usando la versión coreana del DIS. En el estudio se encontró que los trastornos psiquiátricos asociados a trastornos por el consumo de alcohol eran: el abuso o dependencia de otras drogas, depresión, fobia simple, trastorno antisocial de la personalidad, dependencia del tabaco y juego patológico. Además de que los hombres tenían una tendencia a comenzar con la dependencia del tabaco, y algunos jugadores patológicos presentaban primero trastornos de alcohol (Cho, et al, 2002). Bott y cols (2005) estudiaron la prevalencia a lo largo de la vida de trastornos psiquiátricos en sujetos con trastornos por consumo de alcohol a través del CIDI con los siguientes resultados: Las tasas de la prevalencia de los trastornos afectivos fueron de 16.9%, de los trastornos de ansiedad 18.1% y para los trastornos somatoformes 17.8%. En comparación con los abstemios o bebedores moderados, los bebedores riesgosos, mostraron un doble riesgo de tener algún trastorno psiquiátrico y los sujetos con dependencia al alcohol mostraron un riesgo aún mayor. Las mujeres con consumo riesgoso de alcohol tuvieron dos veces más probabilidades de tener un trastorno psiquiátrico, sin embargo esta diferencia de sexos no se observó en el grupo de los abstemios o bebedores moderados. En España (2006) se llevo acabo un análisis del perfil de bebida y de la comorbilidad psiquiátrica en 50 pacientes alcohólicos. Se utilizaron los criterios diagnósticos del DSM-IV-TR para la dependencia alcohólica, el Müncher Alkoholismus Test (MALT) para valorar la gravedad del alcoholismo y el SCl- 90-R como medida de la sintomatología asociada. Los resultados obtenidos muestran la presencia
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