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3 3 Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Estudios Superiores Iztacala UNAM IZTACALA Consumo de sustancias psicoactivas en adultos T E S I S T E Ó R I C A QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE L I C E N C I A D A E N P S I C O L O G Í A P R E S E N T A N B r a v o L o r i t a Y a z m i n E r i k a M a r t í n e z V i e y r a J e s s i c a Directora: Mtra. Araceli Silverio Cortés Dictaminadores: Mtra. Hilda Rivera Coronel Lic. Juana Olvera Méndez Los Reyes Iztacala, Edo. de México, 2014 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 1 Resumen 4 Introducción. 6 Capítulo I. Sustancias psicoactivas. 13 1.1 Clasificación y efectos de las sustancias psicoactivas. 15 1.2 Impacto social del consumo de sustancias. 20 1.2.1. Entorno familiar. 22 1.2.2. Entorno laboral. 25 1.2.3. Relaciones interpersonales. 27 Capítulo II. Factores predisponentes ante el consumo de sustancias psicoactivas. 29 2.1. Factores familiares. 30 2.2 Factores laborales. 32 2.3 Factores sociales. 33 2.4 Factores individuales. 34 Capítulo III. Abuso y dependencia en el consumo de sustancias psicoactivas. 38 3.1 Prevalencia. 43 3.2 Consecuencias físicas. 45 3.3 Consecuencias cognitivas. 46 3.4 Consecuencias conductuales. 47 3.5 Comorbilidad con otras enfermedades. 48 3.6 Mortalidad. 50 INDICE. 2 Capítulo IV. Prevención. 52 4.1 Lineamientos para la prevención del consumo de sustancias psicoactivas. 53 4.2 Nuevas tendencias para la prevención del consumo de sustancias psicoactivas. 56 4.3 Prevención secundaria. 57 4.4 prevención terciaria. 58 Capítulo V. Tratamientos en el consumo de sustancias. 59 5.1Tratamiento farmacológico. 63 5.2 Tratamiento psicológico. 66 5.2.1 Terapia grupal e individual. 68 5.2.2 Terapia Humanista. 71 5.2.3 Terapia psicodinámica. 72 5.2.4 Terapia cognitivo – conductual. 75 Capítulo VI. Instituciones de rehabilitación. 82 6.1. Historia de los centros de rehabilitación en México. 82 6.2. Clasificación de los centros de rehabilitación. 86 6.2.1 Grupos de Autoayuda. 87 6.2.2 Centros de Integración Juvenil. 88 6.3. Personal a cargo de los internos. 90 6.4. Métodos de rehabilitación. 91 6.4.1 Método Minnesota. 91 3 6.4.2 Método de los 12 pasos. 92 Capítulo VII. Propuesta de Intervención. 95 Conclusiones. 117 Bibliografía. 119 Anexos. 127 4 RESUMEN El objetivo de la presente tesis es realizar una investigación teórica de los avances en el estudio del abuso y dependencia de sustancias psicoactivas así como las formas de prevención y tratamiento. Existe una abundante publicación de estudios sobre la problemática del consumo de sustancias psicoactivas (SPA) en diferentes partes del mundo, además de la información que circula en los medios de comunicación y los numerosos programas centrados en la prevención y asistencia, lo cual manifiesta la gran preocupación social que hoy existe en torno a este fenómeno. Por su parte Garrison y Loredo (2002), definen una sustancia psicoactiva como aquella que interactúa con el sistema nervioso central para alterar el estado de ánimo, la percepción y el comportamiento. En cuanto al tratamiento del abuso y dependencia de SPA, las terapias cognitivo conductuales han demostrado ser eficaces y éstas pueden orientarse a la motivación que tiene el paciente para cambiar, brindar incentivos para la abstinencia, desarrollar habilidades para rechazar el uso de la droga, reemplazar actividades donde se consumen SPA por actividades constructivas y gratificantes, mejorar las aptitudes para resolver problemas y propiciar mejores relaciones interpersonales. Por lo mencionado anteriormente, se creó una propuesta de intervención que tiene como finalidad tratar el abuso de sustancias psicoactivas en personas que están internas en un anexo. Se empleará un enfoque mixto ya que se analizaran los resultados obtenidos en pretest y postest de manera cuantitativa; sin embargo, la descripción de éstos así como los hallazgos obtenidos al concluir la intervención se describirán cualitativamente. La población estará constituida por 60 participantes de ambos sexos, con edades de entre 17 y 55 años. El diseño que se utilizará es de tipo A-B-A, es decir, se aplicaran una serie de instrumentos al inicio de la intervención y al final, para evaluar el impacto que tuvo ésta en los participantes. El programa se llevará a cabo con un solo grupo el cual estará 5 integrado por dos subgrupos (el de los usuarios reincidentes y el de los de nuevo ingreso). Finalmente, la investigación realizada en este trabajo de tesis pone de manifiesto la necesidad de fortalecer las labores emprendidas para disminuir la demanda de sustancias psicoactivas y para ello es necesario profundizar y aumentar las estrategias que permitan prevenir y asimismo diseñar programas de tratamiento que respondan a las necesidades del problema así como dirigir más acciones a la población adulta joven (18 a 34 años) ya que como lo indican las estadísticas es el grupo en donde se encuentran las prevalencias más altas de consumo. 6 INTRODUCCIÓN. La abundante publicación de estudios e investigaciones sobre la problemática del consumo de sustancias psicoactivas en diferentes partes del mundo, como la información que circula en los medios de comunicación, al igual que los numerosos programas centrados en la prevención y asistencia en consumo de sustancias psicoactivas, manifiestan sin duda la gran preocupación social que hoy existe en torno a este fenómeno, caracterizado por su complejidad. Por tal motivo, dicha problemática fue y es abordada desde diferentes perspectivas científicas como también desde diferentes agentes sociales, comenzando por políticas de estado y terminando por las acciones individuales de cada sujeto. Es importante señalar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) refiere como droga a toda sustancia psicoactiva que al interior de un organismo viviente puede modificar su percepción, estado de ánimo, cognición, conducta o funciones motoras. Esto incluye las drogas lícitas e ilícitas. El término droga ilegal o ilícita se emplea para aquellas sustancias que están bajo un control nacional e internacional, que son producidas, traficadas y/o consumidas fuera del marco legal (OMS 1999, citado en CONADIC, 2011). En el caso del alcohol, la población inicia el consumo a edades cada vez más tempranas, repercutiendo ello en los índices de morbilidad y mortalidad con un alto costo social, laboral y familiar. El uso de alcohol precede el consumo de drogas ilícitas; además de que cada día aparecen nuevos tipos de sustancias y formas de uso. México a nivel mundial está situado entre los primeros países con mayor índice de mortalidad por cirrosis hepática, en tasas de 30.7 muertos por 100.000 habitantes. En este sentido, la dependencia de sustancias adictivas favorece la muerte prematura y afecta negativamente la calidad de vida (Barragany cols., 2005.) Por otra parte, como el consumo de estas sustancias ha sido un tema de interés, también se pueden identificar algunos esfuerzos por hallar los factores 7 psicosociales que aumentan o disminuyen, según sea el caso, la probabilidad del consumo de las drogas y de tener las consecuencias adversas que de dicho consumo se derivan (Carballo et al., 2004; Graña y Muñoz, 2000, citados en Varela Salazar, Cáceres, y Tovar, 2007). Entre estos factores están: la autoestima, las alteraciones psicológicas, los comportamientos perturbados, bajo autocontrol, déficit en habilidades sociales, habilidades emocionales, habilidades de afrontamiento y enfrentamiento inadecuadas, los preconceptos y la valoración de las drogas, la espiritualidad, el maltrato, la disfunción familiar, la relación con personas consumidoras y la insatisfacción con las relaciones interpersonales. Las causas por las cuales hombres y mujeres se inician en el consumo sustancias psicoactivas son distintas, por ejemplo las mujeres refieren síntomas depresivos y frecuentes conflictos interpersonales; en cambio los varones inician el consumo por la búsqueda de nuevas emociones y por la presión del grupo de pares (Lau-Barraco, Skewes y Stasiewicz 2009, citados en Pérez y Lucio-Gómez 2010). Generalmente las personas consumen sustancias psicoactivas porque esperan beneficiarse de su consumo, incluido el social, ya sea obteniendo placer o evitando el dolor. Pero el abuso también es potencialmente nocivo, sea a corto o a largo plazo. Los principales efectos nocivos del consumo de sustancias son: en primer lugar, tiene efectos crónicos sobre la salud. En el caso del alcohol, esto incluye la cirrosis hepática y otras enfermedades crónicas; con respecto al tabaco, el cáncer de pulmón, el enfisema y otras enfermedades crónicas. Debido al uso compartido de agujas, el consumo de heroína inyectada constituye un importante medio de transmisión de agentes infecciosos, como el VIH y en algunos países los virus de las hepatitis B y C. En segundo lugar, las sustancias tienen efectos a corto plazo sobre la salud biológica; en el caso de los opioides y el alcohol destacan las sobredosis. También se incluyen en esta categoría las muertes debidas a los efectos sobre la 8 coordinación física, la concentración y el juicio en circunstancias en las que estas cualidades son necesarias, destacándose las muertes por conducir bajo los efectos del alcohol o de otras drogas, pero también se incluyen otros accidentes, los suicidios y, al menos en el caso del alcohol, las agresiones. En tercero y cuarto lugar los efectos nocivos comprenden las consecuencias sociales adversas del consumo de sustancias, esto es, problemas sociales agudos, como la ruptura súbita de relaciones o los arrestos, y crónicos, como el incumplimiento de las obligaciones laborales y familiares (OMS, 2004). El abuso de sustancias psicoactivas, representa una preocupación creciente para el gobierno federal, las entidades federativas, los municipios y la sociedad en general. Esta problemática exige contar con una variedad de recursos humanos especializados, técnicos y profesionales, capacitados en la orientación, asistencia y tratamiento de las adicciones, así como establecer mecanismos de coordinación entre las instituciones y programas disponibles en el país, de tal modo que se implementen estrategias, programas y acciones de investigación, prevención, tratamiento y rehabilitación para garantizar que las acciones beneficien a la población. Asimismo, para asegurar un nivel de calidad adecuado en la prestación de los servicios que permita reducir la incidencia y prevalencia del abuso de sustancias psicoactivas, así como la morbilidad y mortalidad asociadas, se requiere establecer las condiciones y requisitos mínimos indispensables. Con respecto al tratamiento es importante mencionar que no existe un solo tratamiento que sea apropiado para todas las personas que consumen sustancias psicoactivas. Es de suma importancia lograr una combinación adecuada del tipo de ambiente, las intervenciones y los servicios de tratamiento con los problemas y las necesidades particulares de cada paciente, para que dicha persona logre el éxito final regresando a funcionar productivamente en la familia, el trabajo y la sociedad. El tratamiento eficaz abarca las necesidades diversas de la persona, no solamente su problema de abuso de sustancias. Para que el tratamiento sea 9 eficaz, debe no sólo abordar el problema del abuso de drogas del paciente, sino también cualquier otro problema médico, psicológico, social, vocacional y legal que tenga. Igualmente, es importante que el tratamiento sea apropiado para la edad, sexo, grupo étnico y cultura de cada paciente. La terapia individual y de grupo, además de otros tipos de terapia de la conducta, son las formas de tratamiento más comunes para el abuso de drogas. Las terapias de la conducta varían según su enfoque y pueden estar orientadas a dirigir la motivación que tiene el paciente para cambiar, brindar incentivos para la abstinencia, desarrollar habilidades para rechazar el uso de la droga, reemplazar actividades donde se consumen SPA por actividades constructivas y gratificantes, mejorar las aptitudes para resolver problemas y propiciar mejores relaciones interpersonales. De igual manera, la participación durante y después del tratamiento en terapias de grupo y otros programas de apoyo puede ayudar a mantener la abstinencia. Para muchos pacientes, los medicamentos constituyen un elemento importante del tratamiento, especialmente cuando se combinan con la orientación psicológica y otros tipos de terapia de la conducta. Por ejemplo, la metadona y la buprenorfina son eficaces para ayudar a los adictos a la heroína y otros opioides a estabilizar su vida y reducir el uso de drogas ilícitas. Un medicamento puede ser un componente eficaz para el tratamiento por consumo de sustancias cuando forma parte de un programa integral de tratamiento de la conducta (Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas, 2001). También existen clínicas de índole privado y que trabajan con un modelo mixto, que también tiene sus raíces en el modelo Minnesota; por ejemplo Oceánica, Monte Fénix y el Centro de Atención Integral en Problemas de Adicción (CESAD). Estos Centros de Tratamiento tienden la mano a personas que han sido atrapadas por el abuso de alcohol u otras drogas, ya que el enfermo no está exento de arruinar su vida y causar una enorme devastación física, familiar, emocional, económica y profesional a su alrededor. Estas enfermedades son 10 progresivas y sin tratamiento muchos mueren, sin embargo, el porcentaje de recuperación es alto si se sigue un tratamiento adecuado. Nuevas técnicas surgieron en la búsqueda alternativa por desarrollar terapias más eficaces que permitieran una pronta recuperación de los consumidores de sustancias. Acupuntura, herbolaria, masajes, terapias de sustitución y algunas otras técnicas de meditación y yoga se unieron en el camino para erradicar los problemas de abuso de drogas. Existen los grupos de ayuda mutua que representan un recurso invaluable para los adictos que por falta de servicios especializados no pueden ser tratados en otros escenarios. Por desgracia, en la mayoría de estos establecimientos no se cuenta con los recursos que faciliten el proceso de integración del sujeto en un programa de ayuda mutua. Ejemplo de ello son los Anexos estos son lugares de internamiento, en donde se realizan actividades dirigidas a la recuperación y abstinencia del consumo. Se clasifican en dos modalidades: de puertas abiertas y de puertas cerradas, en los últimos no existe la posibilidad de salir hasta cumplir el proceso de internamiento reglamentado por tres meses. Gran parte del día revisan los doce pasos y las doce tradiciones,como otra literatura de AA; además, realizan actividades para mantener aseadas las instalaciones, así como para elaborar alimentos, lavar ropa y hacer reparaciones de las instalaciones. El modelo profesional ofrece diferentes servicios de atención, a través de consulta externa, urgencias y hospitalización, el cual es manejado por profesionales de la salud. Es a partir los modelos mencionados que se diversifica una gran variedad de tratamientos y espacios, en los cuales se busca que las personas dependientes logren resolver los conflictos consecuentes del consumo de sustancias. Finalmente el objetivo común de quienes trabajan alrededor de los Centros y las Clínicas de Tratamiento, es que las personas se hagan responsables de sus propias vidas en forma positiva para el bien personal, comunitario y social. En cuanto al comportamiento adictivo, éste se explica a partir de diversos enfoques conceptuales; sin embargo, la evidencia empírica tanto internacional 11 como nacional señala que los modelos de intervención cognitivo-conductuales documentan resultados de mayor éxito en el tratamiento. Las teorías del enfoque cognitivo conductual cuyas aportaciones han contribuido al tratamiento de las adicciones son: la del condicionamiento clásico, la operante, la del aprendizaje social y la de la economía conductual. El condicionamiento clásico sustenta que al repetirse la conducta de consumo ante ciertos estímulos ambientales se establece un aprendizaje estímulo-respuesta; constituyéndose en estímulos condicionados o precipitadores de la conducta de consumo. Por otro lado, el condicionamiento operante explica el mantenimiento de la conducta de autoadministración de sustancias adictivas debido al efecto reforzante de dicha sustancia. En tanto que la teoría del aprendizaje social incluye al condicionamiento clásico, al operante y al condicionamiento vicario, para analizar, explicar y predecir la conducta de consumo postura al modelamiento como factor crítico y determinante próximo del consumo; éste varía en función de la historia previa del consumo, de los factores situacionales y del tipo de interacción de los compañeros de consumo. Esta teoría propone como factores asociados con recaídas en los consumidores crónicos, el grado de control y capacidad que se percibe tener frente a otros (autoeficacia); las situaciones o sucesos cotidianos asociados con el consumo (precipitadores); la accesibilidad a la sustancia y las restricciones situacionales específicas; los déficits en la capacidad de rehusarse al consumo ante la presión social, en las actitudes de solución de problemas, las sociales y recreativas y en la modificación de expectativas frente a los efectos de la sustancia de consumo. En cuanto a la eficacia del modelo de intervención cognitivo conductual, algunas investigaciones internacionales (NIDA, NIAAA), indican que el programa de reforzamiento comunitario (CRA) es uno que constata reiteradamente un alto nivel de eficiencia: los usuarios alcanzan un mayor porcentaje de abstinencia (97%) al compararlos con usuarios del programa 12 pasos AA y con los de AA y 12 medicamentos. Al seguimiento de un año, los usuarios del CRA presentaron un porcentaje de consumo 50% menor en comparación con los del tratamiento grupal. Este modelo incluye los siguientes componentes de intervención: análisis funcional, muestra de no consumo, metas de vida cotidiana, comunicación, solución de problemas, rehusarse al consumo, consejo marital, búsqueda de empleo, habilidades recreativas y sociales y prevención de recaídas (Barragan, González, Medina-Mora y cols., 2005). En definitiva hablar sobre el consumo de sustancias psicoactivas es muy importante debido a que en la actualidad y según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) así como de la Encuesta Nacional de adicciones (ENA, 2008), señalan que este tópico es uno de los problemas de salud pública que ha cobrado mayor fuerza durante los últimos años. Así pues, el presente trabajo es importante como un medio para aportar información actualizada y reciente sobre el fenómeno psicológico estudiado, siendo ésta una investigación con un enfoque cualitativo que resultará eficaz y significativa para la comunidad científica. Por lo tanto, el objetivo de la presente tesis es realizar una investigación teórica de los avances en el estudio del abuso y dependencia de sustancias psicoactivas así como las formas de prevención y tratamiento. 13 I. SUSTANCIAS PSICOACTIVAS. El uso de psicoactivos con fines terapéuticos, recreativos y sacramentales es tan antiguo como la propia existencia del ser humano. A lo largo de casi todo el siglo XX, el uso de sustancias psicoactivas (SPA) con fines no médicos ha dado lugar a varias crisis sociales de distinta intensidad. Pero el primer problema a la hora de valorar el fenómeno de las drogas es la dificultad para encontrar una definición adecuada y única. Palacios, Fuertes y Cabrera (2004), definen lo que es una droga como toda sustancia natural o artificial, que actúa sobre el cerebro y alteran comportamientos, sentimientos, pensamientos o sentidos. La palabra droga tiene su origen en el holandés drogg, que se traduce como “seco”, ya que ésta era la forma como se encontraban las plantas medicinales en América. Desde el punto de vista médico se puede definir como droga cualquier sustancia natural o artificial, que actúa sobre el cerebro y que es capaz de modificar las emociones, los pensamientos y toda la conducta. Son sustancias psicoactivas. Hoy en día la palabra droga tiene un sentido diferente, y se utiliza, casi exclusivamente para designar a aquellas sustancias que crean dependencia o que se obtienen en el mercado clandestino porque están prohibidas por la ley. Ferreras (2000), define las drogas como toda entidad química o mezcla de ellas, no necesaria para la conservación y el mantenimiento de la salud, cuya administración modifica funciones y posiblemente estructuras biológicas y que cumplen las siguientes características como las de ser sustancias psicoactivas con capacidad para producir dependencia psicológica, física, tolerancia y toxicidad. Tiburcio, Carreño, Martínez, Echeverría y Ruíz (2009), explican que elaborar una definición objetiva y aceptada internacionalmente de lo que es una droga, ha sido una tarea compleja. Algunas definiciones indican que una droga es 14 una sustancia que, al ser ingerida, provoca cambios en el funcionamiento del organismo; otras señalan que es una sustancia química capaz de generar dependencia. Ambas afirmaciones son ciertas de alguna manera. El concepto de sustancia psicoactiva parece ser más amplio: una sustancia psicoactiva es aquella interactúa con el sistema nervioso central para alterar el estado de ánimo, la percepción y el comportamiento (Garrison y Loredo, 2002). Aunque es cierto que no todas las sustancias psicoactivas son drogas, pues no necesariamente producen dependencia (como el litio), también lo es que todas las drogas son sustancias psicoactivas. El hecho de que una sustancia sea definida como droga se decide por elementos socioculturales más que por sus características farmacológicas, es decir, si están reguladas por la ley, si son lícitas o ilícitas, generalmente las drogas son consideradas como inmorales como un mal que aqueja a la sociedad, es una enfermedad que daña no solo al individuo sino a toda una población. Las drogas, las sustancias clasificadas así, los son porque la sociedad las ha codificado culturalmente como tales, entrando en contacto con ellas y usándolas precisamente para conseguir los efectos que de ellas se esperan. En la mayoría de los casos, las personas utilizan sustancias psicoactivas porque esperan beneficiarse de su uso, ya sea para tener una experiencia placentera o para evitarel dolor. Por otro lado, existen muchas clases de drogas algunas son legales como el alcohol, el tabaco o los fármacos; otras son ilegales como el hachís, la cocaína, la heroína. Todas las drogas tienen un denominador común: al ingerirlas (cual sea la forma de hacerlo) pasan a la sangre y, a través de ella, al cerebro y a todo el organismo, provocando los diferentes efectos que las caracterizan: excitar, relajar o distorsionar la realidad. El consumo de drogas induce a comportamientos descontrolados que se llevan a cabo bajo los efectos de estas sustancias. En muchos casos, no se miden los riesgos ni las consecuencias de lo que se está haciendo. Un secuela del 15 consumo de drogas, quizá la más importante, es su capacidad de crear dependencia. Por lo tanto, para los fines de la presente investigación se toma como punto de referencia la definición de da la Organización Mundial de la Salud (OMS, 1994) acerca de lo que es una droga, definiéndola como “toda sustancia que, introducida en un organismo vivo, pueda modificar una o varias de sus funciones”. 1.1 Clasificación y efectos de las sustancias psicoactivas. Existe una gran necesidad por razones metodológicas y didácticas de clasificar las SPA, es por ello que en el año de 1924 Lewin citado en Fericgla (2000), realizó la primera clasificación clínica de estas sustancias dividiéndolas en cinco grupos: 1. Euphorica. Calmantes de la actividad psíquica, opio, morfina, heroína, cocaína, etcétera. Producen en el sujeto un estado de bienestar físico y psíquico. 2. Phantastica. Alucinógenos, mezcalina, cannabis, entre otras. Son las que deforman las sensaciones. 3. Inebrantia. Sustancias embriagantes: éter, cloroformo, alcohol y otras. Tras una primera fase de excitación cerebral dan lugar a una depresión de dicha excitabilidad. 4. Hypnotica. Inductores del sueño: barbitúricos, bromuro, cloral. 5. Excitantia. Estimulantes psíquicos: cafeína, nuez de cola, cacao, té, tabaco, arsénico, procuran un estado de estimulación cerebral subjetiva. Hay que destacar que Lewin situó a la cocaína entre los euforizantes al igual que el opio, ya que al ser un estimulante debería estar en el grupo de los excitantes. Sin embargo fue la primera clasificación de las SPA y constituyo el punto de partida para clasificaciones posteriores. Polaino y De las Heras (2006), dicen que tradicionalmente se han dividido las drogas en las llamadas “drogas duras o blandas” esta clasificación basada en los efectos y consecuencias que provocan. 16 Actualmente se considera que esta distinción es superflua, ya que si bien es cierto que algunas drogas producen un mayor daño en el consumidor que otras, todas las drogas son duras en el sentido tradicional, resultando inaceptable que, por ejemplo, la marihuana sea una droga blanda, si consideramos como tales a sustancias con efectos moderados y transitorios sobre la persona. Esto se debe a dos motivos, por un lado, está plenamente demostrado hoy en día que estas drogas tienden a consumirse de forma prolongada, aumentando la dosis paulatinamente, hasta que ocasionan trastornos biológicos y en muchos casos trastornos psíquicos. Por otro lado, en muchos de los casos se inicia con el consumo de drogas blandas pero como consecuencia directa de su consumo, las personas tienden a buscar otras sustancias capaces de producirles efectos superiores a los que las blandas les proporcionan, y así, consumen progresivamente drogas más potentes y peligrosas. Por lo tanto se deben considerar a todas las SPA como “duras” debido a que desde el momento en que se convierten en sustancias que una persona busca con la finalidad de lograr un cambio en su estado de ánimo, una evasión o vivencias intensas y diferentes, fuera del marco objetivo de la realidad. Entonces, el riesgo de la dependencia psicológica, con todas las consecuencias indeseables se hace presente inmediatamente. Sin embargo Rossi (2008), da una clasificación más amplia de las sustancias psicoactivas y menciona que existen diferentes criterios para clasificarlas. Se les puede agrupar según los efectos que producen, la procedencia, la intensidad de la adicción que provocan, el tipo de dependencia, según la potencialidad farmacológica, si son legales o ilegales, suaves o duras y muchas otras variantes. Clasificar las drogas como legales o ilegales resulta demasiado subjetivo, debido a que se trata de una variable que depende de factores sociales. Por otro 17 parte, decir que una droga es blanda en contraposición a otras que serían duras, puede generar la ilusión de que existen drogas inofensivas lo cual no es cierto. Otra variante de clasificación es la que se hace entre drogas “naturales” (marihuana, hachís, cocaína, opio) y “sintéticas”, es decir, obtenidas por procedimientos químicos (barbitúricos, anfetaminas, tranquilizantes, LSD). También están las sustancias “industriales”, llamadas “drogas de la pobreza” porque son fáciles de obtener y de bajo costo (pegamentos y combustibles). La Organización Mundial de la Salud clasificó las drogas que pueden generar dependencia agrupando las que tienen efectos análogos e inducen pautas de comportamiento similares en los consumidores. Siguiendo este criterio, se propusieron las siguientes categorías: • Alcohol y barbitúricos. • Anfetaminas. • Cannabis (marihuana, hachís). • Cocaína. • Alucinógenos (LSD y similares). • Opiáceos. • Disolventes volátiles (pegamentos, productos industriales). • Tabaco. A partir de la clasificación de la OMS se puede hablar de tres grandes grupos: estimulantes, depresores y alucinógenos. Son estimulantes las anfetaminas, la cocaína, el éxtasis y las metilxantinas (cafeína, teofilina, mateína y otros). Estas drogas alteran el estado mental y estimulan el cerebro y el sistema nervioso central. El efecto que producen es el de aumentar y acelerar la actividad funcional. La forma de administración es variada: puede ser mediante ingesta, inyectada por vía intravenosa o espirada por mucosa nasal. 18 Los depresores son los tranquilizantes (benzodiacepinas), los hipnóticos (barbitúricos y alcoholes), los analgésicos narcóticos (codeína, morfina, heroína, metadona y otros). Estas sustancias inducen el sueño, relajan el sistema nervioso y disminuyen la actividad corporal. Dentro del grupo de los alucinógenos podemos incluir al LSD (dietilamida del ácido lisérgico), el peyote, la mezcalina, el PCP y los cannabis: hachís, aceite de hash y marihuana. Estas drogas provocan en el individuo una alienación pasajera de la actividad psíquica, con distorsiones perceptuales y desplazamiento de la imaginación produciendo delirios, alucinaciones y estados de confusión y despersonalización. Tiburcio, Carreño, Martínez, Echeverría y Ruíz (2009), declaran que el consumo de cualquier sustancia psicoactiva modifica las capacidades físicas, mentales y conductuales, el tipo y magnitud de sus efectos son el resultado de la interacción entre el individuo, la droga y el ambiente que lo rodea. Aunque las características farmacológicas de las drogas son importantes, no son las únicas que determinan sus efectos. El estado emocional de los individuos en el momento del consumo, las diferencias en su susceptibilidad, factores como género, peso, talla y edad, la frecuencia, las ocasiones y las circunstancias en las que tiene lugar el consumo, desempeña una función importante para que los efectos de las drogas sean positivos o negativos. Además, los problemas derivados de la ingesta de drogas se relacionan con las expectativas culturales relativas al consumo y la intoxicación. Por parte del grupo que rodea al sujeto cuando ocurre la ingesta, estas expectativas están relacionadas con quién puede consumir, quién no, y en qué circunstancias está permitido hacerlo. Cada droga tiene efectos específicos. Los consumidoreslas buscan precisamente por los efectos particulares que ocasionan en cada persona; incluso se puede llegar a desarrollar adicción a algunas drogas y a otras no. Hay quienes dicen que probaron alguna y no les gustó; pero otros que probaron la misma droga, no la han podido dejar. 19 A pesar de los beneficios reales o aparentes, el empleo de SPA conlleva, a corto o largo plazo, un potencial de daños. Éstos pueden ser resultado de la cantidad acumulada de la sustancia que se consuma; por ejemplo, la cirrosis hepática en el caso del alcohol. Los efectos nocivos también pueden ser producidos por el patrón de uso o por la forma en que se consume (OMS, 2005 citado en: Tiburcio, Carreño, Martínez, Echeverría y Ruíz, 2009). Los principales efectos nocivos ocasionados por el uso de SPA pueden dividirse en cuatro categorías: • Efectos crónicos de la salud. El alcohol causa diversas enfermedades crónicas, como la cirrosis hepática. En el caso de la heroína inyectada, el empleo de agujas usadas es el principal vehículo para la transmisión de agentes infecciosos, como el VIH y el virus de la hepatitis C. Además, bajo los efectos de estas sustancias se incrementa la posibilidad de tener relaciones sexuales de alto riesgo. • Efectos en la salud, agudos o a corto plazo. Existen riesgos de suicidio o muerte por sobredosis de drogas como los opioides y el alcohol. Este rubro incluye los accidentes fatales provocados por conducir bajo los efectos del alcohol o de otra droga, ya que estas sustancias afectan la coordinación física, la concentración y la facultad del juicio; aunque también abarcan otros accidentes además de la violencia. • Efectos sociales agudos. Aquí se encuentran: la ruptura de relaciones familiares y los arrestos; la vulnerabilidad a la delincuencia, sea como víctimas o victimarios; además, existe la posibilidad de ser víctimas de violaciones, e incluso la de ser violadores potenciales, bajo los efectos de la sustancia. • Efectos sociales crónicos. Ejemplos de estos son: el ausentismo laboral y el abandono de los roles familiares. Es importante mencionar que existen señales que pueden darnos indicios de que una persona posiblemente está consumiendo alguna droga. Estos 20 signos que se deben tomar en cuenta para detectar a estas personas y poder ofrecerles la ayuda adecuada a través de las intervenciones breves. Asimismo se debe tener en cuenta que si una persona muestra ciertas señales no necesariamente implica que esté consumiendo alguna droga. Es posible que tenga algún problema familiar, laboral o de salud que esté ocasionando algún cambio en su conducta. Sin embargo lo mejor es considerar cada caso en particular y descartar el consumo de sustancias. 1.2 Impacto social del consumo de sustancias psicoactivas. El consumo de diversos tipos de sustancias psicoactivas ha sido una constante observada desde la antigüedad en numerosos pueblos y culturas. Pero este fenómeno sólo ha alcanzado una extraordinaria importancia, por su difusión, sus consecuencias sociales y sanitarias en las últimas décadas. Éste es muy complejo, en él convergen dimensiones puramente médicas (somáticas y psíquicas) junto con otras de tipo sociológico, cultural, antropológico, ideológico, de política mundial etcétera. Resulta difícil estudiar una de ellas sin tener en cuenta las implicaciones derivadas de las otras (Lorenzo y cols., 2009). En cuanto a la dependencia en el consumo de estas sustancias se destaca desde la OMS y la APA, que la dependencia da lugar a una pérdida total de libertad, pues la persona se encuentra supeditada, controlada, en definitiva, esclavizada por la sustancia psicoactiva; en otras palabras, las drogas se convierten un objeto autoritario que absorbe la personalidad del sujeto. Clásicamente se han descrito dos tipos de dependencia: la física y la psicológica. En la actualidad, se añade un tercer tipo: la social. Cada una de ellas presenta unas manifestaciones sintomáticas propias y viene determinada por unas causas específicas. No obstante, las tres tienen en común la conducta final del dependiente: “obtener y consumir la droga” y no pueden considerarse como parcelas separadas sino complementarias e interactuantes en una misma persona. 21 La dependencia social está determinada por la necesidad de consumir droga como signo de pertenencia a un grupo social que proporciona una clara señal de identidad personal. El abandono del consumo de la sustancia, puede generar en el drogodependiente graves crisis de relación, capaces de provocar la reanudación de su consumo con el objeto de restablecer el equilibrio social en el que se encontraba confortable. Cabe señalar, que las relaciones interpersonales del individuo que consume sustancias psicoactivas se desarrollan en diferentes grupos, entre ellos están: el de la familia, el de las amistades, el de lo laboral y, aunque no se trate de un grupo, la pareja también juega un papel muy importante. Por otro lado, como es bien sabido el tipo de relación que se lleve en cada una de estas esferas puede influir de forma negativa o positiva en el sujeto. En el caso de México y en materia de adicciones, se ha documentado la existencia de una relación entre consumo y factores sociodemográficos como la clase social o el lugar de residencia (Castro, 2001; Medina-Mora et al., 2006), aunque la atención ha tendido a desplazarse de las variables estructurales a factores socio comunitarios (carencia económica, anomia, bajo apego a la comunidad, movilidad demográfica, alta densidad poblacional, actividades antisociales) que tienen una relación más estrecha con la conducta “desviante” (Castro, 2001). Otros estudios han mostrado igualmente que una mayor permisividad y tolerancia social del consumo, así como una mayor accesibilidad de las sustancias se relacionan con mayores tasas de uso (Medina-Mora et al., 1995; Castro, 2001). De igual modo, existe evidencia de que el uso de sustancias se asocia con actitudes negativas frente al entorno social, tales como una percepción insatisfactoria de la calidad de vida, inconformismo o rebeldía y consumismo, así como con la falta de una orientación al futuro, de actitudes proactivas o del sentido del humor (Castro, 2001; Córdova, Andrade y Rodríguez, 2005; Córdova, Rodríguez y Díaz, 2007). Asimismo, se han identificado variables relacionadas con un inicio temprano de la vida sexual, embarazos tempranos y aborto, o con una 22 actitud de descuido de la vida sexual e incluso de la propia salud en general (Castro, 2001). Debido a lo que mencionan Castro y colaboradores se observa que existen diferentes causas que pueden fungir como factores predisponentes ante el consumo de sustancias psicoactivas, éstos no sólo tienen que ver con la vida presente del individuo, sino con la historia de vida que éste ha tenido. Pero es importante señalar que aún detrás de esos factores predisponentes existe algo que está más a fondo como puede ser la depresión o la ansiedad. 1.2.1Entorno familiar. No hay una definición única e inmutable de qué es una familia. Las definiciones están influenciadas por las culturas y sistemas de creencias diferentes y, puesto que las culturas y las creencias cambian con el paso del tiempo, las definiciones de familia no son estáticas. Sin embargo Yedra y González (2002, citados en: González, Yedra y Zárate, 2009) dan una definición de familia explicando que es aquel grupo de personas cuyos iniciadores son una pareja, que conviven como un sistema, se relacionan unos con otros con mayor o menor flexibilidad, con papeles más o menos intercambiables; es el sitio de experiencias vitales y trascendentes, donde vivenciamos nuestros primeros sentimientos y tenemos los aprendizajes básicos, aprendemos a relacionarnos unos con otros, a manifestar nuestras emociones, a expresar nuestrossentimientos, a alimentar nuestra autoestima o bien, a autodevaluarnos; donde las funciones que cada uno ejerce son importantes para el proceso y el desarrollo familiar. En ella el individuo aprende a reconocerse como persona única, irrepetible e insustituible. La familia es el medio más propicio para el establecimiento de relaciones interpersonales significativas, que suelen ser duraderas y promueven el afecto y la unión entre sus miembros; dichos lazos se ven fortalecidos por la frecuencia de la interacción. 23 Es importante recalcar que la familia debe cumplir algunas tareas que le son propias y no se pueden universalizar, pero existen de acuerdo con la configuración de la propia familia. Vielva (2001, citado en: González, Yedra y Zárate, 2009) considera que estas funciones se han venido transformando con el paso del tiempo, pero no han desaparecido, así como no lo ha hecho la familia como muchos pensaban que iba a ocurrir. Entre las funciones que destaca se encuentran: 1. Asegurar la continuidad de la sociedad de generación en generación; por un lado está el aspecto puramente biológico de la reproducción de la especie y, por otro, la necesidad de transmitir a los nuevos integrantes la cultura, los valores, así como pautas morales y de acción del grupo. Es el principal agente de socialización. 2. La satisfacción de un grupo de necesidades, tanto materiales como afectivas: el cariño le ayuda a crecer y empezar a verse como una persona valorada con identidad propia, la seguridad y el apoyo para enfrentarse a diversas experiencias desconocidas. 3. Proporciona una red de apoyo desde el grupo familiar; se constituye como la más potente de las redes de protección social; con su apoyo se brindan contactos para conseguir otras formas de relación social. 4. La función económica se caracteriza por poner sus recursos en común y es fuente de subsistencia material para quienes la integran 5. La función religiosa y moral constituyen pilares importantes para el desarrollo de sus miembros y por supuesto, para la sociedad. Estas quedan comprendidas en una más amplia, la educativa. La familia se constituye como la principal agencia de transmisión de valores. Si bien es difícil definir exactamente cuáles son las funciones de la familia, y sobre todo universalizarlas, éstas existen y siempre van a depender de la 24 configuración de la propia familia, ya que dichas funciones serán significativas siempre y cuando se viva dentro de la estructura familiar dada. En la época actual, la familia puede constituirse al mismo tiempo como un factor de riesgo y de protección dependiendo de cómo lleven a cabo sus funciones, el ambiente generado y las reglas con las que deciden vivir. Se le reconoce como un factor protector cuando en ella se da un tipo de convivencia funcional, con un equilibrio de reglas y amor, una comunicación libre y espontánea respecto de muy diversos temas y se permita la expresión de los afectos. Existen algunas características de la vida en familia que pueden proteger a los individuos del acceso a las drogas, entre ellos se pueden mencionar: que sea una familia integrada; con una relación de apego en la que se sepan queridos y apoyados; les fomenten la confianza en sí mismo y actitudes positivas; que existan normas claras en el seno familiar; información y consejos proporcionados por los padres, ante nuevas posibilidades de consumo de drogas (González, Yedra y Zárate, 2009). Con respecto a las personas consumidoras de SPA se ha identificado un débil apoyo familiar y la falta de reconocimiento de los hijos, con un bajo o inconsistente reforzamiento, así como la falta de contacto afectivo y de confianza entre padres e hijos, o bien, por el contrario, sobre involucramiento y sobreprotección. Deben indicarse, igualmente, factores como patrones de comunicación poco fluidos, divorcio o separación de los padres, ruptura del grupo familiar, límites rígidos, amalgamados o poco claros, existencia de alianzas intergeneracionales y alteraciones de la jerarquía familiar, llegando incluso a situaciones de profunda desorganización (Castro, 2001; Castro y Llanes, 2001; Arrellanes et al., 2004; González, García y Córdoba, 2004; Córdova, Andrade y Rodríguez, 2005; Díaz y García, 2006;Díaz et al., 2007). Retomando lo que señalan Castro y colaboradores, la familia, siendo el grupo primario al que pertenece el ser humano, juega un papel sumamente importante, no sólo en la formación de la personalidad del individuo, sino que 25 además la misma estructura, la cohesión, la falta de muestras de afecto, la violencia y otros tantos factores son determinantes en el desencadenamiento del consumo de sustancias psicoactivas. Sin embargo, las personas consumidoras en muchas ocasiones hacen responsables a su mismo núcleo familiar del mantenimiento de su adicción. Pero aquí cabe señalar algo muy importante, ya que se puede decir que el núcleo familiar no es el único responsable por no haber dotado al individuo de las habilidades necesarias para afrontar problemas, además de no educarlo en los valores y de no brindar información necesaria sobre las sustancias psicoactivas, pues es el individuo quien finalmente decide cómo vivir y de qué manera hacerlo. Además existen otros factores de importancia que influyen en el individuo para que éste presente un comportamiento adictivo. 1.2.2 Entorno laboral. Generalmente se piensa que las personas consumidoras de SPA son desempleadas que no pueden mantener un trabajo y que viven al borde de la pobreza. Sin embargo, la mayoría de los consumidores de sustancias tanto lícitas como ilícitas están empleados y cuando llegan al lugar donde laboran no dejan este problema en la puerta. En el 2005, de los 17.2 millones de consumidores de 18 años de edad y mayores el 75% estaban empleados. En años recientes los trabajadores en la industria de la construcción han reportado las tasas más altas de uso y abuso de drogas y alcohol. Uno de los peligros de abusar de las SPA antes del trabajo o durante las horas laborales es el riesgo de una reducción en las aptitudes del individuo. Si este trata de hacer su trabajo mientras está bajo la influencia de las sustancias psicoactivas tienen mayor posibilidad de causar o ser víctima de un accidente mortal. Las estadísticas muestran que entre el 10 y 20 por ciento de los trabajadores que mueren en el trabajo salieron positivos en cuanto al uso y abuso de sustancias. El abuso en el trabajo pone en peligro la seguridad de los trabajadores, así como del público al contribuir a los accidentes y lesiones. Otros 26 efectos del consumo de SPA es el ausentismo, errores, una bajo estado de ánimo y tasas más altas de enfermedades. El impacto del abuso de drogas afecta no solo a los usuarios de éstas, sino también a las personas que laboran con ellos ya que con frecuencia tienen que cambiar su comportamiento para adaptarse, ignorar, luchar, o de alguna otra forma sobrellevar a dicha persona. Por otro lado, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “Se entiende por Ausentismo la falta de asistencia de los empleados a sus puestos de trabajo por causa directa o indirectamente evitables, tales como de enfermedad, cualquiera que sea su duración y carácter -común, profesional, accidente laboral o no incluidas las visitas médicas, así como las ausencias injustificadas durante toda o parte de la jornada laboral, y los permisos circunstanciales dentro del horario laboral” (Megías, 1996). Se han realizado múltiples investigaciones a nivel mundial sobre las consecuencias del consumo de alcohol o drogas en el puesto de trabajo, encontrándose que esto afecta notablemente al trabajador, a sus compañeros, su empleador, su familia y a la sociedad en general. Para el trabajador puede representar la pérdida de su puesto o de sus ingresos,para sus compañeros preocupaciones y perjuicios, para el empleador accidentes y pérdida de la productividad, para la familia inestabilidad, alteración de la relaciones y conflictos internos, para la sociedad en general representa un alto costo en términos de atención de la seguridad social, pérdida de calidad de vida y aumento de la inseguridad. En cuanto a las condiciones laborales como factores influyentes en el inicio o mantenimiento de consumo de alcohol y otras drogas, se encuentra que existen numerosos estudios que sugieren una asociación significativa entre el nivel de estrés laboral y el consumo de alcohol. Se ha observado que el trabajador que abusa del alcohol u otras drogas suele tener factores de riesgo de tipo personal, 27 una gran sensación de impotencia, experiencias estresantes en el lugar de trabajo o un ambiente laboral negativo. Se admite que los trabajos que requieren un gran esfuerzo físico o en los que el trabajador está sometido a una carga importante de estrés pueden propiciar el inicio y mantenimiento del consumo. Entre los primeros se encuentran los realizados en la minería, siderurgia, construcción, transporte y los que se desarrollan en horario nocturno. Entre los segundos estarían los que requieren un elevado nivel de atención y concentración y aquellos en los que la monotonía o el aburrimiento producen sentimientos desagradables en el individuo. Hay que tener en cuenta que el organigrama de determinadas empresas (excesiva competitividad o la falta de promoción) y que puestos de trabajo en los que hay una fuente continúa de estrés (urgencias hospitalarias, unidades de cuidados intensivos) se han relacionado con el abuso de alcohol y otras sustancias. 1.2.3 Relaciones interpersonales. Las relaciones interpersonales son interacciones de persona a persona, de centro a centro y ello considera a las personas en su totalidad: biológica, psicológica, social y espiritualmente, por lo tanto las abarca también en las distintas circunstancias de la vida, las cuales producen variadas emociones o sentimientos. Cuando las personas se relacionan de manera auténtica generalmente pueden expresarlos de varias formas; coexisten una gran variedad de sentimientos y todos son considerados aceptables (González, Yedra y Zárate, 2009). Un grupo adicional de factores interpersonales se vincula a las relaciones con el grupo de iguales. Destaca, en particular, la vinculación con pares usuarios de drogas y con actitudes o conductas antisociales o “desviantes” (Nazar et. al., 1994). Igualmente, se han identificado como presuntos factores de riesgo, el aislamiento social, una baja competencia social y asertividad, dificultades para socializar y un mal manejo del conflicto en las relaciones interpersonales (Córdova, Andrade y Rodríguez, 2005; Díaz y García, 2006; Córdova, Rodríguez y Díaz, 2007),así como un uso inadecuado del tiempo libre presentando conductas 28 que no se ajustan a lo establecido en sociedad (Guerrero, García y Balanzario,2002; Díaz, Arrellanes y Martínez, 2002). Un último factor propio de la esfera de la interacción comprende deficientes capacidades de afrontamiento del estrés interpersonal. A lo largo del presente capítulo se abordaron los tópicos principales sobre la problemática del abuso de sustancias psicoactivas, así como su clasificación, efectos y el impacto que tiene sobre cada uno de los entornos en donde se desenvuelve la persona. Así pues, en el siguiente capítulo se analizarán los principales factores predisponentes que se encuentran relacionados con el abuso y dependencia de drogas. Entre ellos se encuentran: los labores, familiares, individuales y sociales. 29 II. FACTORES PREDISPONENETES ANTE EL CONSUMO DE SUSTANCIAS PSICOACTIVAS. El consumo de drogas es considerado uno de los problemas sociales más importantes en la mayoría de las sociedades modernas. Esta preocupación se ha visto materializada en movimientos sociales, políticas públicas y legislaciones de gran impacto histórico. Asimismo, desde hace ya varias décadas, se han puesto en marcha numerosas investigaciones destinadas a comprender este fenómeno de importante magnitud. Entre las cuestiones más estudiadas en este sentido, los factores que determinan el consumo de sustancias psicoactivas son un punto clave en la mayor parte de investigaciones llevadas a cabo. Secades y Fernández (2001) definen como factores de riesgo a aquellas circunstancias o características personales o ambientales que, combinadas entre sí, podrían resultar predisponentes o facilitadoras para el inicio o mantenimiento del uso y abuso de drogas. Los factores de protección se definen como aquellas variables que contribuyen a modular o limitar el uso de sustancias psicoactivas. Hay que recalcar que no existe un único motivo que pueda considerarse responsable de la adicción a las SPA, sino que es la suma o interacción de diversos factores lo que puede determinar la incidencia y prevalencia de la adicción a una droga. Por lo tanto, si se pretende comprender el complejo mecanismo del consumo de sustancias psicoactivas deben tomarse en cuentas las características personas del consumidor y las múltiples características socioambientales que lo rodean. Todos estos elementos actúan conjuntamente, predominando unos u otros en cada uno de los casos de drogodependencia. 30 2.1 Factores familiares. La influencia de la familia ha sido siempre reconocida como un factor etiológico importante en el consumo de drogas en alguno de los integrantes. En estos últimos años han sido muchos los estudios que han confirmado la relación entre ciertas características familiares y el consumo de drogas. Como señala Pons (1994), la familia es el primer entorno social en el que se desarrolla la vida del sujeto, así como el primer órgano de modelado, aprendizaje y socialización, por ello sería un error no considerar su influencia en los factores predisponentes en el consumo de drogas. Merikangas, Dierker y Fenton (1998) hablan de dos tipos de factores en lo referente a la familia: factores específicos del consumo de drogas y factores generales de un número amplio de conductas problemáticas. Entre los factores específicos del consumo de drogas se encuentran, la exposición a las drogas, los modelados negativos de uso de drogas por parte de los padres y las actitudes de los padres ante las drogas. En cuanto a los factores no específicos podemos decir que son aquellos que incrementan la vulnerabilidad general a problemas de conducta. Básicamente se refieren a aspectos relacionados con la estructuración familiar: conflicto familiar, estilo educativo, exposición a estrés, etcétera. Por otra parte, los problemas familiares son las dificultades y conflictos relacionados con la violencia entre los miembros de la familia, que pueden generarse por causas internas como falta de comunicación diferentes puntos de vista que generan malos entendidos, mala relación entre los padres falta de respeto y desobediencia que crea desorganización en el núcleo familiar, etc. Asimismo, hay determinantes externos, como problemas económicos, falta de trabajo, alcoholismo o drogadicción, que traen consecuencias en el ámbito 31 emocional, como dolor, soledad, hostilidad, desagrado, manifestaciones de orgullo e indiferencia. Todo esto provoca problemas en uno o varios de los integrantes de la familia y puede acarrear situaciones críticas e insoportables, capaces de alterar la personalidad humana, hasta llegar a la agresión física o psicológica, el maltrato a los hijos, confrontaciones, lucha por el poder entre padres e hijos y discusiones en la familia de origen o con la familia extensa. Tales enfrentamientos en mayor o menor grado, ponen en peligro la armonía y estabilidad de la familiaque corre el riesgo de desintegrarse. En cuanto al efecto que tiene el consumo de alcohol en la organización y la armonía familiar, de acuerdo con Vaillant (1983), citado en Velasco y Luna (2006), el alcohol es una de las causas de mayor sufrimiento y desgaste en la familia, dado que genera cambios importantes en la conducta de quien lo consume y afecta a todo el sistema, asimismo suele favorecer la emergencia de conductas violentas (Corsi, 1995), citado en Velasco y Luna (2006), aunque para Hindman (1979), genera fuerte dosis de violencia. Los sujetos que más alcohol y drogas consumen y que tienen más problemas de conducta tienen mayor grado de disfunción psicológica-emocional y un ambiente emocional más problemático (Dembo, Williams y Schmeidler, 1994, citado en Velasco y Luna, 2006). Con respecto a la farmacodependencia en la familia este factor incide en el consumo de diversas drogas y sustancias tóxicas que representan la génesis de un verdadero cáncer emocional y físico en la familia. El fumar cigarrillos muestra relación con problemas del sueño en los adolescentes. Por otra parte, se ha visto que los consumidores de marihuana tienen relaciones familiares significativamente más pobres que los no consumidores y es más posible que provengan de hogares desintegrados (Rob, Reynolds y Finlayson 1990, citado en Velasco y Luna, 2006). Por su parte, Otero-López, Mirón y Luengo (1989), observaron que los consumidores de sustancias reportan menos relaciones afectivas en la familia, mayor consumo de drogas por ambos padres, mayor contacto con consumidores 32 de drogas y mayor identificación con la participación en grupos convencionales. Maltzman y Schweiger (1991), vieron que los consumidores de drogas reportan menos interés en la familia y menos participación en actividades intelectuales, culturales y sociales. La conducta alcohólica se puede decir que surge cuando la familia gira en torno al consumo de alcohol y sus implicaciones en el sistema, lo cual pone de manifiesto comportamientos de agresión física y emocional, además de problemas económicos y de salud (Derogantis, Lippman y Conti 1973, citados en Velasco y Luna, 2006). Wampler, Fisher, Thomas Y Lyness (1993), citados en Velasco y Luna (2006), encontraron que las adicciones en la familia contribuyen directamente al alcoholismo de sus descendientes por medio de su presencia y de modo indirecto, alterando el funcionamiento familiar con aumentos importantes en los niveles de depresión, la falta de esperanza , la baja autoestima y la tendencia al suicidio. 2.2 Factores laborales. Algunos factores que facilitan que una persona se involucre en el consumo de drogas y, en general en conductas problemáticas son: el medio ambiente que rodea al sujeto la desorganización social, alta disponibilidad de drogas, tensión, estrés y la angustia generadas por las altas demandas del rol que desempeña el sujeto. Tanto el área laboral como el tipo de ocupación de los individuos son factores de riesgo en el consumo de alcohol y drogas y tienen gran influencia en los niveles de consumo. Asimismo, la familia, las amistades y el ámbito de estudio juegan un papel central. Diversos autores señalan que la interrupción y los problemas en los estudios y el estrés educacional son factores de riesgo para que el joven se involucre en dichas conductas. En este sentido se señala que la interacción con modelos que consumen drogas, refuerzan la ocurrencia de esta conducta. Adicionalmente, el grado de 33 depresión y los niveles de desesperanza e ideación suicida, son aspectos que se han visto relacionados con el consumo de drogas. El problema de consumo de sustancias tóxicas para la salud en el área laboral de los individuos es de suma importancia, tanto por el daño personal – físico y psicológico- que este consumo causa al sujeto, a su familia y a sus compañeros de trabajo, como por las graves consecuencias y problemas que puede ocasionar en el desempeño de las labores cotidianas. El consumo de estas sustancias dentro del ámbito laboral del área de la salud en nuestro país, no ha sido investigado en poblaciones específicas (Martínez-Lanz, Medina-Mora y Rivera, 2004). 2.3 Factores sociales. La evidencia empírica y las concepciones teóricas han apoyado la idea de que la conducta de consumo y abuso de drogas no depende de un factor aislado, sino que está originada y mantenida por diversos factores de naturaleza multidimensional. El denominado modelo biopsicosocial (o bioconductual) es el modelo predominante aceptado por la gran mayoría de los autores, que tiene la capacidad para poder analizar las interacciones entre el ambiente y los factores farmacológicos implicados en las conductas de consumo de drogas, con independencia de la sustancia de referencia. Desde este punto de vista, el consumo o rechazo de drogas vendría explicado por los efectos de las sustancias, los factores contextuales y la vulnerabilidad del propio sujeto (Bobes, Casas y Gutiérrez, 2003). Los factores psicosociales son considerados eventos y/o condiciones de carácter psicológico y social que tienen una relación directa o indirecta con otros fenómenos o comportamientos y que pueden ser de orden causal, precipitante, predisponente o simplemente concurrente de los mismos, de acuerdo con su presencia o ausencia en circunstancias concretas. Esto los convierte en factores 34 de tipo protector o de riesgo para la incidencia y prevalencia de las problemáticas (OMS 2002). Respecto a los factores sociales asociados al consumo de sustancias psicoactivas identificados por los estudios sobresalen el funcionamiento familiar, la relación con las personas consumidoras y la satisfacción con las relaciones interpersonales. 2.4 Factores individuales. Los principales factores de riesgo a nivel individual son las actitudes, creencias y valores, es decir, lo que la persona piense sobre las drogas, las creencias acerca de sus efectos y sobre el propio acto de consumir y lo que experimenta con ellas, arrojan un balance subjetivo positivo o negativo que determinará la ocurrencia o no del consumo. Otro factor son las habilidades sociales que son la capacidad de interacción social, los recursos para establecer relaciones adecuadas y adaptadas a la realidad, expresando las propias opiniones y sentimientos. En este sentido, una persona con dificultades para expresar abiertamente sus opiniones o para desenvolverse adecuadamente en su entorno será más vulnerable a la influencia de su grupo. Así, si el consumo de drogas es algo frecuente en este medio, la persona con pocas habilidades sociales, con poca asertividad, tendrá más dificultades para resistirse a la presión de sus compañeros, mientras que sucederá lo contrario en el individuo que posea un buen repertorio de conductas sociales. Entre otros factores psicológicos se encuentran la autoestima, las alteraciones psicológicas, los comportamientos perturbadores, el autocontrol, las habilidades sociales, emocionales, de afrontamiento y enfrentamiento, los preconceptos y la valoración de las sustancias psicoactivas, las creencias religiosas y el maltrato entre otras. 35 La baja autoestima considerada como una variable intensamente vinculada a la autoeficacia o sentimiento de ser competente y hábil, es de gran importancia para que una persona se sienta capaz de negarse al consumo de sustancias psicoactivas (Gutiérrez-Baró y Aneiros-Riba 1999, citados en Varela, Salazar y Cáceres, 2007). El autoconcepto y la autoestima están íntimamente relacionados. El primero hace referencia a la imagen que cada persona tiene de sí misma y es el resultado de la suma, tanto de la percepción del sujeto sobre sí mismo como de la de los demás sobre él. Por otro lado, el grado de autoestima viene determinado por la relación entre la imagen quecada uno tiene de sí y la que le gustaría para sí en términos de imagen ideal. El sentimiento de autoestima será mayor en la medida en que este ajuste sea mejor. Autoconcepto y autoestima son conceptos que se hallan en continuo cambio a lo largo de la vida. Ambos están relacionados con el bienestar psicológico del sujeto. Kaplan (1996), menciona que una baja autoestima, una pobre autovaloración etcétera están en la base del consumo de drogas. Las personas con un autoconcepto positivo muestran menos vulnerabilidad ante situaciones de riesgo o individuos influyentes que las que carecen de este rasgo psicológico. Un bajo nivel de autoestima hace al sujeto sentirse incompetente para resolver situaciones o problemas y esto provoca frustración. Nuevamente, la droga puede aliviar una percepción personal negativa y puede utilizarse para evitar enfrentarse a ella. Sin embargo, en algunas investigaciones realizadas con respecto a estos conceptos han arrojado resultados un tanto contradictorios al confirmar en ocasiones la relación entre autoestima y conducta desviada y desmentirlo en otras. Un factor más es el autocontrol que es la capacidad del ser humano para dirigir y controlar su propia conducta y sus sentimientos. El autocontrol está muy relacionado con el autoconcepto y la autoestima ya que “una persona que tiene 36 una idea de sí misma coherente con su verdadera forma de ser manifestará unos sentimientos positivos hacia su persona, conocerá sus propios límites y poseerá un nivel aceptable de control sobre lo que hace y sobre las consecuencias que de ello se derivan” (Vallés, 1996). En este sentido, un buen nivel de autocontrol permitirá al sujeto rechazar comportamientos que a pesar de permitirle obtener consecuencias positivas inmediatas repercuten negativamente a largo plazo; también le permitirá planificar objetivos, ejecutarlos con estrategias adecuadas y obtener con ello recompensas personales. La impulsividad, el “no pararse a pensar”, es la otra cara del autocontrol. Con esta denominación se conjugan aspectos como la dificultad para valorar las consecuencias de la propia conducta, un estilo rápido y poco meditado a la hora de tomar decisiones sin considerar alternativas y una resolución de problemas poco efectiva, sin planificar el propio comportamiento y sin capacidad para ejercer autocontrol sobre él (McCown y DeSimone, 1993). La impulsividad está relacionada con la necesidad del sujeto de obtener una gratificación inmediata. Demorar la gratificación implica una capacidad para pensar en el futuro y para renunciar a lo inmediato. Una persona con dificultades para posponer el refuerzo, con excesiva focalización en el presente, preferirá involucrarse en conductas que le proporcionan recompensas inmediatas como el consumo de drogas, minimizando las consecuencias que dicha conducta pueda acarrear a medio o largo plazo. El consumo de drogas se ha relacionado en numerosas ocasiones con estas características de personalidad. Por último la experiencia directa con las sustancias es una variable de gran influencia en el consumo. Esta variable crea en el sujeto unas expectativas y una experiencia que le proporciona información empírica que le servirá para determinar acciones futuras. Según Bandura (1984), si el sujeto percibe que el consumo de alcohol resulta una estrategia de afrontamiento adecuada, su 37 tendencia al consumo será mayor. Si esta situación se repite durante un tiempo, el consumo de alcohol puede llegar a ser abusivo. Teniendo en cuenta esto, la decisión última de beber o no beber se realizará en función de las expectativas de autoeficacia y de resultado que la persona tiene de una determinada situación. El concepto de autoeficacia es la percepción por parte del individuo de su capacidad de actuar. Actúa como predictor de la conducta, pues afecta directamente a los niveles de motivación y logro. Existen diferentes factores predisponentes que influyen en el consumo de sustancias psicoactivas; sin embargo, es importante mencionar que éstos no son determinantes. Cabe mencionar, que no todos los factores pueden estar relacionados con el comportamiento adictivo. Por tanto, en el capítulo tres se hablará sobre el abuso y dependencia en el consumo de sustancias psicoactivas, con el objeto de delimitar cada uno de los términos e identificar en qué fase el individuo ya es adicto a alguna droga. 38 III. ABUSO Y DEPENDENCIA EN EL CONSUMO DE SUSTANCIAS PSICOACTIVAS. El término droga es amplio y ambiguo. Se utilizó en la farmacología clásica para designar a un medicamento en estado bruto, tal como aparece en la naturaleza Para otros designa un producto que se deriva de algún tipo de manipulación química. En 1969, le Organización Mundial de la Salud (OMS), manteniendo un criterio clínico la definió como “toda sustancia que, introducida en un organismo vivo, pueda modificar una o varias de sus funciones”. De esta manera, droga viene a ser sinónimo de fármaco y así continua utilizándose dentro de la literatura inglesa. En 1982, la OMS intentó delimitar cuáles serían las sustancias que producían dependencia y declaró como droga de abuso “aquella de uso no médico con efectos psicoactivos (capaz de producir cambios en la percepción, el estado de ánimo, la conciencia y el comportamiento) y susceptible de ser autoadministrada”. Actualmente, y desde la perspectiva médica y científica, se utiliza el vocablo droga para definir a un gran número de sustancias que cumplen las siguientes condiciones: 1. Ser sustancias que introducidas en un organismo vivo son capaces de alterar o modificar una o varias funciones psíquicas de éste (carácter psicótropo o psicoactivo). 2. Inducen a las personas que las toman a repetir su autoadministración, por el placer que generan (acción reforzadora positiva). 3. El cese en su consumo puede dar lugar a un gran malestar somático y/o psíquico (dependencia física y/ psicológica). 4. No tienen ninguna implicación médica y si la tienen, pueden utilizarse con fines no terapéuticos. 39 Por tanto, en el contexto que nos ocupa, el término droga se aplica a aquellas sustancias psicoactivas con acción reforzadora positiva, capaces de generar dependencia psicológica y, también, física, y que ocasionan, en muchos casos, un grave deterioro psicoorgánico y de conducta social”. Es equivalente al concepto de droga de abuso. Algunos autores estiman que el consumo de la sustancia debe de estar asociado con la existencia de una nocividad social para poder considerar dicha sustancia como una droga. La nocividad social puede establecerse a tres niveles: el familiar, el laboral y el personal. A nivel familiar produce disputas y graves conflictos de relación, abandono de responsabilidades, disgregación, entre otros. A nivel laboral se traduce en disminución de rendimientos, incremento de la acentabilidad, absentismo, etcétera. A nivel personal, hay deterioro socioeconómico, conductas de vagabundeo, actos delictivos, proselitismo hacia el consumo y otros comportamientos negativos. En este contexto, diversas sustancias como la cafeína, la teína e incluso el tabaco no podrían considerarse como drogas. En la última década los autores anglosajones han remplazado el término droga por el de sustancia psicoactiva, justificando dicha sustitución por el hecho de que muchos productos con capacidad de producir trastorno por abuso o dependencia se dan de forma natural (cannabis) o que no están fabricados para el consumo humano (pegamento); esta iniciativa se ha seguido también por otros autores a nivel mundial. La delimitación de los conceptos usos, abuso, hábito y dependencia ha sido una tarea ardua que todavía no se ha dado por concluida. Particularmente, el concepto de abuso es muy controvertido. Desde una perspectivacultural, no cabe duda de que distintas sociedades tienen un criterio propio sobre esta materia, por ejemplo, en la cultura musulmana, la ingesta de alcohol es una conducta rechazable, por lo que cualquier consumo se considera como abuso; mientras que 40 fumar hachís se acepta. Por tanto, es un comportamiento sin componentes sociales de abuso para este grupo humano. En definitiva, parece que no podemos apartarnos de la pesada losa de siglos de historia que hace que nos sintamos, a la vez próximos y lejanos ante estas sustancias, teniendo cada pueblo una con la que se identifica más y que está profundamente enraizada en sus costumbres. Por ello, analizar el consumo de las drogas desde una perspectiva neutral y científica resulta difícil. La OMS, desde los años cincuenta, está haciendo esfuerzos en este sentido y otras asociaciones médicas también se han unido al mismo. A continuación describiremos estos conceptos en el consenso actual. El uso de una sustancia no tiene ninguna significación clínica ni social; es decir, el término uso indica, sencillamente, consumo, utilización, gasto de una sustancia, sin que se produzcan efectos médicos, sociales, familiares, etc. En ausencia de otras especificaciones, debe entenderse un consumo aislado, ocasional, episódico, sin tolerancia o dependencia. Además se refiere al consumo de drogas con fines terapéuticos, es decir, por prescripción médica. El hábito sería la costumbre de consumir una sustancia por habernos adaptado a sus efectos. Hay, por tanto, un deseo del producto, pero nunca se vivencia de manera imperiosa. No existe una tendencia a aumentar la dosis ni se padecen trastornos físicos o psicológicos cuando la sustancia no se consigue. La búsqueda de la sustancia es limitada y nunca significa una alteración conductual. Durante mucho tiempo se consideraron como prototipo de sustancias productoras de hábito el tabaco (la nicotina), la cafeína, la teína, etcétera. Hoy en día tanto la OMS, en su sistema de enfermedades (CIE-10, 1992) como la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), en su manual de criterios diagnósticos para las enfermedades mentales (DSM-IV-TR, 2000) califican el hábito de fumar como una auténtica dependencia de la nicotina. Sin embargo, el consumo de cafeína sigue siendo controvertido, y mientras en el DSM-IV-TR han 41 resuelto considerarla no productora de dependencia, en la CIE-10 se sostiene lo contrario. El abuso se define por el Real Colegio de Psiquiatras Británico como “cualquier consumo de droga que dañe o amenace dañar, la salud física, mental o el bienestar social de un individuo, de diversos individuos o de la sociedad en general”. En definitiva, se trata de un uso inadecuado por su cuantía, frecuencia o finalidad. Para la OMS encierra cuatro criterios diferentes, en los tres primeros, la relación entre uso y abuso se establece, principalmente, por un diferencial cuantitativo, mientras que en el cuarto y último, el diferencial es de tipo cualitativo. El sistema DSM-IV-TR (2000), señala los siguientes criterios para diagnosticar un trastorno por abuso de sustancias psicoactivas: A) Un patrón desadaptativo de consumo de sustancias que conlleva un deterioro o malestar clínicamente significativos, expresado por uno (o más) de los apartados siguientes durante un periodo de 12 meses: 1. Consumo recurrente de sustancias, que da lugar al incumplimiento de obligaciones en el trabajo, la escuela o en casa (p. ej., ausencias repetidas o bajo rendimiento relacionados con el consumo de sustancias: ausencias, suspensiones o expulsiones de la escuela relacionadas con la sustancia; descuido de los niños o de las obligaciones de la casa). 2. Consumo recurrente de la sustancia en situaciones en las que hacerlo es físicamente peligroso (p. ej., conducir un automóvil o accionar una máquina bajo los efectos de la sustancia). 3. Problemas legales repetidos relacionados con la sustancia (p. ej., arrestos por comportamiento escandaloso debido a la sustancia). 4. Consumo continuado de la sustancia, a pesar de tener problemas sociales continuos o recurrentes o problemas interpersonales causados o exacerbados por los efectos de la sustancia (p. ej., discusiones con el cónyuge acerca de las consecuencias de la intoxicación o violencia física). 42 B) Los síntomas no han cumplido nunca los criterios de dependencia de sustancias de esta clase de sustancias. Por otra parte, la drogodependencia fue definida como tal por primera vez por la OMS en 1964 como “estado de intoxicación periódica o crónica producida por el consumo repetido de una droga natural o sintética y caracterizada por: 1) deseo dominante para continuar tomando la droga y obtenerla por cualquier medio; 2) tendencia a incrementar la dosis; 3) dependencia física y, generalmente, psicológica, con síndrome de abstinencia por retirada de la droga; 4) efectos nocivos para el individuo y para la sociedad”. Pero en 1982, la OMS definió la dependencia como “síndrome caracterizado por un esquema de comportamiento en el que se establece una gran prioridad para el uso de una o varias sustancias psicoactivas determinadas, frente a otros comportamientos considerados habitualmente como más importantes”. Su catalogación como síndrome nos remite a un cuadro determinado, clínicamente, por un grupo de síntomas y signos que no tienen por qué estar presentes en su totalidad en el mismo momento ni con la misma intensidad. Según el DSM-IV-TR, la característica esencial de la dependencia de sustancias de sustancias consiste en un grupo de síntomas cognoscitivos, conductuales y fisiológicos que indican que el individuo continúa consumiendo la sustancia, a pesar de la aparición de problemas significativos relacionados con ella” y añade que “existe un patrón de repetida autoadministración que a menudo lleva a la tolerancia, a una clínica de abstinencia y a una ingestión compulsiva de la sustancia”. En este sentido, la dependencia no es absoluta, sino un elemento cuantitativo de distinta magnitud y, en el extremo del espectro, la dependencia se asocia a “consumo compulsivo”. 43 3.1Prevalencia. En cuanto al consumo de cigarrillo, la Encuesta Nacional para las Adicciones (2008), señala que el ámbito nacional en la población de entre 12 y 65 años se encontró que 35.6%, cerca de 27 millones de mexicanos, había probado alguna vez en su vida el cigarrillo. El 48.8% de los hombres y 23.4% de las mujeres respondieron haber probado el cigarrillo. Cuando se compara por grupo de edad, 14.9% de los adolescentes y 40.2% de los adultos respondieron haber probado el cigarrillo alguna vez en su vida. Si se toma en cuenta el comportamiento por tamaño de localidad (urbano – rural), se encuentra un comportamiento muy diferente en las áreas rurales, donde 23.6% de la población, 38.5% de los hombres y 9.7% de las mujeres refirieron haber probado el cigarrillo alguna vez en la vida. Por grupo de edad, 8.7% de los adolescentes y 28% de los adultos refirieron haber probado el cigarrillo. Respecto a los resultados de esta encuesta, consistentes con los estudios que se hacen en poblaciones especiales, indican que el consumo de drogas ilegales y médicas en la población rural y urbana de entre 12 y 65 años de edad ha aumentado de un 5% observado en 2002 a un 5.7% en este periodo. Las drogas ilegales (mariguana, cocaína y sus derivados, heroína, metanfetaminas, alucinógenos, inhalables y otras drogas) aumentaron de 4.6 a 5.2%; el consumo de drogas médicas con potencial adictivo, usadas fuera de prescripción, mantuvieron los niveles observados en 2002. Por grupos de población, se observa que, si bien el consumo de drogas ilegales es mayor en los hombres (en una proporción de 4.6 hombres por cada mujer), el índice de crecimiento es mayor en las mujeres entre las cuales el
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