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Consumo-de-sustancias-psicoactivas-en-adultos

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Universidad Nacional Autónoma de México 
Facultad de Estudios Superiores Iztacala 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 UNAM IZTACALA 
 
 
 
 
 Consumo de sustancias psicoactivas en adultos 
 
 
 
 
 
 
T E S I S T E Ó R I C A 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
L I C E N C I A D A E N P S I C O L O G Í A 
P R E S E N T A N 
B r a v o L o r i t a Y a z m i n E r i k a 
M a r t í n e z V i e y r a J e s s i c a 
 
 
 
 
 
 Directora: Mtra. Araceli Silverio Cortés 
 Dictaminadores: Mtra. Hilda Rivera Coronel 
Lic. Juana Olvera Méndez 
 
 
Los Reyes Iztacala, Edo. de México, 2014 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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1 
 
 
 
Resumen 4 
Introducción. 6 
Capítulo I. Sustancias psicoactivas. 13 
1.1 Clasificación y efectos de las sustancias psicoactivas. 15 
1.2 Impacto social del consumo de sustancias. 20 
1.2.1. Entorno familiar. 22 
1.2.2. Entorno laboral. 25 
1.2.3. Relaciones interpersonales. 27 
Capítulo II. Factores predisponentes ante el consumo de sustancias 
psicoactivas. 
29 
2.1. Factores familiares. 30 
2.2 Factores laborales. 32 
2.3 Factores sociales. 33 
2.4 Factores individuales. 34 
Capítulo III. Abuso y dependencia en el consumo de sustancias psicoactivas. 38 
3.1 Prevalencia. 43 
3.2 Consecuencias físicas. 45 
3.3 Consecuencias cognitivas. 46 
3.4 Consecuencias conductuales. 47 
 3.5 Comorbilidad con otras enfermedades. 48 
3.6 Mortalidad. 50 
INDICE. 
2 
 
Capítulo IV. Prevención. 52 
4.1 Lineamientos para la prevención del consumo de sustancias 
psicoactivas. 
53 
4.2 Nuevas tendencias para la prevención del consumo de sustancias 
psicoactivas. 
56 
4.3 Prevención secundaria. 57 
4.4 prevención terciaria. 58 
Capítulo V. Tratamientos en el consumo de sustancias. 59 
5.1Tratamiento farmacológico. 63 
5.2 Tratamiento psicológico. 66 
5.2.1 Terapia grupal e individual. 68 
5.2.2 Terapia Humanista. 71 
5.2.3 Terapia psicodinámica. 72 
5.2.4 Terapia cognitivo – conductual. 75 
Capítulo VI. Instituciones de rehabilitación. 82 
6.1. Historia de los centros de rehabilitación en México. 82 
6.2. Clasificación de los centros de rehabilitación. 86 
6.2.1 Grupos de Autoayuda. 87 
6.2.2 Centros de Integración Juvenil. 88 
6.3. Personal a cargo de los internos. 90 
6.4. Métodos de rehabilitación. 91 
6.4.1 Método Minnesota. 91 
3 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
6.4.2 Método de los 12 pasos. 92 
Capítulo VII. Propuesta de Intervención. 95 
Conclusiones. 117 
Bibliografía. 119 
Anexos. 127 
4 
 
RESUMEN 
 
El objetivo de la presente tesis es realizar una investigación teórica de los 
avances en el estudio del abuso y dependencia de sustancias psicoactivas así 
como las formas de prevención y tratamiento. Existe una abundante publicación 
de estudios sobre la problemática del consumo de sustancias psicoactivas (SPA) 
en diferentes partes del mundo, además de la información que circula en los 
medios de comunicación y los numerosos programas centrados en la prevención 
y asistencia, lo cual manifiesta la gran preocupación social que hoy existe en 
torno a este fenómeno. 
Por su parte Garrison y Loredo (2002), definen una sustancia psicoactiva 
como aquella que interactúa con el sistema nervioso central para alterar el estado 
de ánimo, la percepción y el comportamiento. En cuanto al tratamiento del abuso 
y dependencia de SPA, las terapias cognitivo conductuales han demostrado ser 
eficaces y éstas pueden orientarse a la motivación que tiene el paciente para 
cambiar, brindar incentivos para la abstinencia, desarrollar habilidades para 
rechazar el uso de la droga, reemplazar actividades donde se consumen SPA por 
actividades constructivas y gratificantes, mejorar las aptitudes para resolver 
problemas y propiciar mejores relaciones interpersonales. 
Por lo mencionado anteriormente, se creó una propuesta de intervención 
que tiene como finalidad tratar el abuso de sustancias psicoactivas en personas 
que están internas en un anexo. Se empleará un enfoque mixto ya que se 
analizaran los resultados obtenidos en pretest y postest de manera cuantitativa; 
sin embargo, la descripción de éstos así como los hallazgos obtenidos al concluir 
la intervención se describirán cualitativamente. La población estará constituida por 
60 participantes de ambos sexos, con edades de entre 17 y 55 años. El diseño 
que se utilizará es de tipo A-B-A, es decir, se aplicaran una serie de instrumentos 
al inicio de la intervención y al final, para evaluar el impacto que tuvo ésta en los 
participantes. El programa se llevará a cabo con un solo grupo el cual estará 
5 
 
integrado por dos subgrupos (el de los usuarios reincidentes y el de los de nuevo 
ingreso). 
Finalmente, la investigación realizada en este trabajo de tesis pone de 
manifiesto la necesidad de fortalecer las labores emprendidas para disminuir la 
demanda de sustancias psicoactivas y para ello es necesario profundizar y 
aumentar las estrategias que permitan prevenir y asimismo diseñar programas de 
tratamiento que respondan a las necesidades del problema así como dirigir más 
acciones a la población adulta joven (18 a 34 años) ya que como lo indican las 
estadísticas es el grupo en donde se encuentran las prevalencias más altas de 
consumo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
6 
 
INTRODUCCIÓN. 
 
La abundante publicación de estudios e investigaciones sobre la problemática del 
consumo de sustancias psicoactivas en diferentes partes del mundo, como la 
información que circula en los medios de comunicación, al igual que los 
numerosos programas centrados en la prevención y asistencia en consumo de 
sustancias psicoactivas, manifiestan sin duda la gran preocupación social que hoy 
existe en torno a este fenómeno, caracterizado por su complejidad. Por tal motivo, 
dicha problemática fue y es abordada desde diferentes perspectivas científicas 
como también desde diferentes agentes sociales, comenzando por políticas de 
estado y terminando por las acciones individuales de cada sujeto. 
Es importante señalar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) 
refiere como droga a toda sustancia psicoactiva que al interior de un organismo 
viviente puede modificar su percepción, estado de ánimo, cognición, conducta o 
funciones motoras. Esto incluye las drogas lícitas e ilícitas. El término droga ilegal 
o ilícita se emplea para aquellas sustancias que están bajo un control nacional e 
internacional, que son producidas, traficadas y/o consumidas fuera del marco legal 
(OMS 1999, citado en CONADIC, 2011). En el caso del alcohol, la población inicia 
el consumo a edades cada vez más tempranas, repercutiendo ello en los índices 
de morbilidad y mortalidad con un alto costo social, laboral y familiar. El uso de 
alcohol precede el consumo de drogas ilícitas; además de que cada día aparecen 
nuevos tipos de sustancias y formas de uso. 
México a nivel mundial está situado entre los primeros países con mayor 
índice de mortalidad por cirrosis hepática, en tasas de 30.7 muertos por 100.000 
habitantes. En este sentido, la dependencia de sustancias adictivas favorece la 
muerte prematura y afecta negativamente la calidad de vida (Barragany cols., 
2005.) 
Por otra parte, como el consumo de estas sustancias ha sido un tema de 
interés, también se pueden identificar algunos esfuerzos por hallar los factores 
7 
 
psicosociales que aumentan o disminuyen, según sea el caso, la probabilidad del 
consumo de las drogas y de tener las consecuencias adversas que de dicho 
consumo se derivan (Carballo et al., 2004; Graña y Muñoz, 2000, citados en 
Varela Salazar, Cáceres, y Tovar, 2007). Entre estos factores están: la autoestima, 
las alteraciones psicológicas, los comportamientos perturbados, bajo autocontrol, 
déficit en habilidades sociales, habilidades emocionales, habilidades de 
afrontamiento y enfrentamiento inadecuadas, los preconceptos y la valoración de 
las drogas, la espiritualidad, el maltrato, la disfunción familiar, la relación con 
personas consumidoras y la insatisfacción con las relaciones interpersonales. 
Las causas por las cuales hombres y mujeres se inician en el consumo 
sustancias psicoactivas son distintas, por ejemplo las mujeres refieren síntomas 
depresivos y frecuentes conflictos interpersonales; en cambio los varones inician 
el consumo por la búsqueda de nuevas emociones y por la presión del grupo de 
pares (Lau-Barraco, Skewes y Stasiewicz 2009, citados en Pérez y Lucio-Gómez 
2010). 
Generalmente las personas consumen sustancias psicoactivas porque 
esperan beneficiarse de su consumo, incluido el social, ya sea obteniendo placer o 
evitando el dolor. Pero el abuso también es potencialmente nocivo, sea a corto o a 
largo plazo. 
Los principales efectos nocivos del consumo de sustancias son: en primer 
lugar, tiene efectos crónicos sobre la salud. En el caso del alcohol, esto incluye la 
cirrosis hepática y otras enfermedades crónicas; con respecto al tabaco, el cáncer 
de pulmón, el enfisema y otras enfermedades crónicas. Debido al uso compartido 
de agujas, el consumo de heroína inyectada constituye un importante medio de 
transmisión de agentes infecciosos, como el VIH y en algunos países los virus de 
las hepatitis B y C. 
En segundo lugar, las sustancias tienen efectos a corto plazo sobre la salud 
biológica; en el caso de los opioides y el alcohol destacan las sobredosis. 
También se incluyen en esta categoría las muertes debidas a los efectos sobre la 
8 
 
coordinación física, la concentración y el juicio en circunstancias en las que estas 
cualidades son necesarias, destacándose las muertes por conducir bajo los 
efectos del alcohol o de otras drogas, pero también se incluyen otros accidentes, 
los suicidios y, al menos en el caso del alcohol, las agresiones. 
En tercero y cuarto lugar los efectos nocivos comprenden las 
consecuencias sociales adversas del consumo de sustancias, esto es, problemas 
sociales agudos, como la ruptura súbita de relaciones o los arrestos, y crónicos, 
como el incumplimiento de las obligaciones laborales y familiares (OMS, 2004). 
El abuso de sustancias psicoactivas, representa una preocupación 
creciente para el gobierno federal, las entidades federativas, los municipios y la 
sociedad en general. Esta problemática exige contar con una variedad de recursos 
humanos especializados, técnicos y profesionales, capacitados en la orientación, 
asistencia y tratamiento de las adicciones, así como establecer mecanismos de 
coordinación entre las instituciones y programas disponibles en el país, de tal 
modo que se implementen estrategias, programas y acciones de investigación, 
prevención, tratamiento y rehabilitación para garantizar que las acciones 
beneficien a la población. Asimismo, para asegurar un nivel de calidad adecuado 
en la prestación de los servicios que permita reducir la incidencia y prevalencia del 
abuso de sustancias psicoactivas, así como la morbilidad y mortalidad asociadas, 
se requiere establecer las condiciones y requisitos mínimos indispensables. 
Con respecto al tratamiento es importante mencionar que no existe un solo 
tratamiento que sea apropiado para todas las personas que consumen sustancias 
psicoactivas. Es de suma importancia lograr una combinación adecuada del tipo 
de ambiente, las intervenciones y los servicios de tratamiento con los problemas y 
las necesidades particulares de cada paciente, para que dicha persona logre el 
éxito final regresando a funcionar productivamente en la familia, el trabajo y la 
sociedad. 
El tratamiento eficaz abarca las necesidades diversas de la persona, no 
solamente su problema de abuso de sustancias. Para que el tratamiento sea 
9 
 
eficaz, debe no sólo abordar el problema del abuso de drogas del paciente, sino 
también cualquier otro problema médico, psicológico, social, vocacional y legal 
que tenga. Igualmente, es importante que el tratamiento sea apropiado para la 
edad, sexo, grupo étnico y cultura de cada paciente. 
La terapia individual y de grupo, además de otros tipos de terapia de la 
conducta, son las formas de tratamiento más comunes para el abuso de drogas. 
Las terapias de la conducta varían según su enfoque y pueden estar 
orientadas a dirigir la motivación que tiene el paciente para cambiar, brindar 
incentivos para la abstinencia, desarrollar habilidades para rechazar el uso de la 
droga, reemplazar actividades donde se consumen SPA por actividades 
constructivas y gratificantes, mejorar las aptitudes para resolver problemas y 
propiciar mejores relaciones interpersonales. De igual manera, la participación 
durante y después del tratamiento en terapias de grupo y otros programas de 
apoyo puede ayudar a mantener la abstinencia. 
Para muchos pacientes, los medicamentos constituyen un elemento 
importante del tratamiento, especialmente cuando se combinan con la orientación 
psicológica y otros tipos de terapia de la conducta. Por ejemplo, la metadona y la 
buprenorfina son eficaces para ayudar a los adictos a la heroína y otros opioides a 
estabilizar su vida y reducir el uso de drogas ilícitas. Un medicamento puede ser 
un componente eficaz para el tratamiento por consumo de sustancias cuando 
forma parte de un programa integral de tratamiento de la conducta (Instituto 
Nacional sobre el Abuso de Drogas, 2001). 
También existen clínicas de índole privado y que trabajan con un modelo 
mixto, que también tiene sus raíces en el modelo Minnesota; por ejemplo 
Oceánica, Monte Fénix y el Centro de Atención Integral en Problemas de Adicción 
(CESAD). Estos Centros de Tratamiento tienden la mano a personas que han sido 
atrapadas por el abuso de alcohol u otras drogas, ya que el enfermo no está 
exento de arruinar su vida y causar una enorme devastación física, familiar, 
emocional, económica y profesional a su alrededor. Estas enfermedades son 
10 
 
progresivas y sin tratamiento muchos mueren, sin embargo, el porcentaje de 
recuperación es alto si se sigue un tratamiento adecuado. 
Nuevas técnicas surgieron en la búsqueda alternativa por desarrollar 
terapias más eficaces que permitieran una pronta recuperación de los 
consumidores de sustancias. Acupuntura, herbolaria, masajes, terapias de 
sustitución y algunas otras técnicas de meditación y yoga se unieron en el camino 
para erradicar los problemas de abuso de drogas. 
Existen los grupos de ayuda mutua que representan un recurso invaluable 
para los adictos que por falta de servicios especializados no pueden ser tratados 
en otros escenarios. Por desgracia, en la mayoría de estos establecimientos no se 
cuenta con los recursos que faciliten el proceso de integración del sujeto en un 
programa de ayuda mutua. Ejemplo de ello son los Anexos estos son lugares de 
internamiento, en donde se realizan actividades dirigidas a la recuperación y 
abstinencia del consumo. Se clasifican en dos modalidades: de puertas abiertas y 
de puertas cerradas, en los últimos no existe la posibilidad de salir hasta cumplir el 
proceso de internamiento reglamentado por tres meses. Gran parte del día revisan 
los doce pasos y las doce tradiciones,como otra literatura de AA; además, 
realizan actividades para mantener aseadas las instalaciones, así como para 
elaborar alimentos, lavar ropa y hacer reparaciones de las instalaciones. 
El modelo profesional ofrece diferentes servicios de atención, a través de 
consulta externa, urgencias y hospitalización, el cual es manejado por 
profesionales de la salud. Es a partir los modelos mencionados que se diversifica 
una gran variedad de tratamientos y espacios, en los cuales se busca que las 
personas dependientes logren resolver los conflictos consecuentes del consumo 
de sustancias. Finalmente el objetivo común de quienes trabajan alrededor de los 
Centros y las Clínicas de Tratamiento, es que las personas se hagan responsables 
de sus propias vidas en forma positiva para el bien personal, comunitario y social. 
En cuanto al comportamiento adictivo, éste se explica a partir de diversos 
enfoques conceptuales; sin embargo, la evidencia empírica tanto internacional 
11 
 
como nacional señala que los modelos de intervención cognitivo-conductuales 
documentan resultados de mayor éxito en el tratamiento. 
Las teorías del enfoque cognitivo conductual cuyas aportaciones han 
contribuido al tratamiento de las adicciones son: la del condicionamiento clásico, la 
operante, la del aprendizaje social y la de la economía conductual. El 
condicionamiento clásico sustenta que al repetirse la conducta de consumo ante 
ciertos estímulos ambientales se establece un aprendizaje estímulo-respuesta; 
constituyéndose en estímulos condicionados o precipitadores de la conducta de 
consumo. 
Por otro lado, el condicionamiento operante explica el mantenimiento de la 
conducta de autoadministración de sustancias adictivas debido al efecto reforzante 
de dicha sustancia. En tanto que la teoría del aprendizaje social incluye al 
condicionamiento clásico, al operante y al condicionamiento vicario, para analizar, 
explicar y predecir la conducta de consumo postura al modelamiento como factor 
crítico y determinante próximo del consumo; éste varía en función de la historia 
previa del consumo, de los factores situacionales y del tipo de interacción de los 
compañeros de consumo. Esta teoría propone como factores asociados con 
recaídas en los consumidores crónicos, el grado de control y capacidad que se 
percibe tener frente a otros (autoeficacia); las situaciones o sucesos cotidianos 
asociados con el consumo (precipitadores); la accesibilidad a la sustancia y las 
restricciones situacionales específicas; los déficits en la capacidad de rehusarse al 
consumo ante la presión social, en las actitudes de solución de problemas, las 
sociales y recreativas y en la modificación de expectativas frente a los efectos de 
la sustancia de consumo. 
En cuanto a la eficacia del modelo de intervención cognitivo conductual, 
algunas investigaciones internacionales (NIDA, NIAAA), indican que el programa 
de reforzamiento comunitario (CRA) es uno que constata reiteradamente un alto 
nivel de eficiencia: los usuarios alcanzan un mayor porcentaje de abstinencia 
(97%) al compararlos con usuarios del programa 12 pasos AA y con los de AA y 
12 
 
medicamentos. Al seguimiento de un año, los usuarios del CRA presentaron un 
porcentaje de consumo 50% menor en comparación con los del tratamiento 
grupal. Este modelo incluye los siguientes componentes de intervención: análisis 
funcional, muestra de no consumo, metas de vida cotidiana, comunicación, 
solución de problemas, rehusarse al consumo, consejo marital, búsqueda de 
empleo, habilidades recreativas y sociales y prevención de recaídas (Barragan, 
González, Medina-Mora y cols., 2005). 
En definitiva hablar sobre el consumo de sustancias psicoactivas es muy 
importante debido a que en la actualidad y según las estadísticas de la 
Organización Mundial de la Salud (OMS) así como de la Encuesta Nacional de 
adicciones (ENA, 2008), señalan que este tópico es uno de los problemas de 
salud pública que ha cobrado mayor fuerza durante los últimos años. 
Así pues, el presente trabajo es importante como un medio para aportar 
información actualizada y reciente sobre el fenómeno psicológico estudiado, 
siendo ésta una investigación con un enfoque cualitativo que resultará eficaz y 
significativa para la comunidad científica. 
Por lo tanto, el objetivo de la presente tesis es realizar una investigación 
teórica de los avances en el estudio del abuso y dependencia de sustancias 
psicoactivas así como las formas de prevención y tratamiento. 
 
 
 
 
 
 
 
 
13 
 
I. SUSTANCIAS PSICOACTIVAS. 
El uso de psicoactivos con fines terapéuticos, recreativos y sacramentales es tan 
antiguo como la propia existencia del ser humano. A lo largo de casi todo el siglo 
XX, el uso de sustancias psicoactivas (SPA) con fines no médicos ha dado lugar a 
varias crisis sociales de distinta intensidad. 
Pero el primer problema a la hora de valorar el fenómeno de las drogas es 
la dificultad para encontrar una definición adecuada y única. Palacios, Fuertes y 
Cabrera (2004), definen lo que es una droga como toda sustancia natural o 
artificial, que actúa sobre el cerebro y alteran comportamientos, sentimientos, 
pensamientos o sentidos. La palabra droga tiene su origen en el holandés drogg, 
que se traduce como “seco”, ya que ésta era la forma como se encontraban las 
plantas medicinales en América. 
Desde el punto de vista médico se puede definir como droga cualquier 
sustancia natural o artificial, que actúa sobre el cerebro y que es capaz de 
modificar las emociones, los pensamientos y toda la conducta. Son sustancias 
psicoactivas. 
Hoy en día la palabra droga tiene un sentido diferente, y se utiliza, casi 
exclusivamente para designar a aquellas sustancias que crean dependencia o que 
se obtienen en el mercado clandestino porque están prohibidas por la ley. 
Ferreras (2000), define las drogas como toda entidad química o mezcla de 
ellas, no necesaria para la conservación y el mantenimiento de la salud, cuya 
administración modifica funciones y posiblemente estructuras biológicas y que 
cumplen las siguientes características como las de ser sustancias psicoactivas con 
capacidad para producir dependencia psicológica, física, tolerancia y toxicidad. 
Tiburcio, Carreño, Martínez, Echeverría y Ruíz (2009), explican que 
elaborar una definición objetiva y aceptada internacionalmente de lo que es una 
droga, ha sido una tarea compleja. Algunas definiciones indican que una droga es 
14 
 
una sustancia que, al ser ingerida, provoca cambios en el funcionamiento del 
organismo; otras señalan que es una sustancia química capaz de generar 
dependencia. Ambas afirmaciones son ciertas de alguna manera. 
El concepto de sustancia psicoactiva parece ser más amplio: una sustancia 
psicoactiva es aquella interactúa con el sistema nervioso central para alterar el 
estado de ánimo, la percepción y el comportamiento (Garrison y Loredo, 2002). 
Aunque es cierto que no todas las sustancias psicoactivas son drogas, pues no 
necesariamente producen dependencia (como el litio), también lo es que todas las 
drogas son sustancias psicoactivas. 
El hecho de que una sustancia sea definida como droga se decide por 
elementos socioculturales más que por sus características farmacológicas, es 
decir, si están reguladas por la ley, si son lícitas o ilícitas, generalmente las drogas 
son consideradas como inmorales como un mal que aqueja a la sociedad, es una 
enfermedad que daña no solo al individuo sino a toda una población. Las drogas, 
las sustancias clasificadas así, los son porque la sociedad las ha codificado 
culturalmente como tales, entrando en contacto con ellas y usándolas 
precisamente para conseguir los efectos que de ellas se esperan. En la mayoría 
de los casos, las personas utilizan sustancias psicoactivas porque esperan 
beneficiarse de su uso, ya sea para tener una experiencia placentera o para evitarel dolor. 
Por otro lado, existen muchas clases de drogas algunas son legales como 
el alcohol, el tabaco o los fármacos; otras son ilegales como el hachís, la cocaína, 
la heroína. Todas las drogas tienen un denominador común: al ingerirlas (cual sea 
la forma de hacerlo) pasan a la sangre y, a través de ella, al cerebro y a todo el 
organismo, provocando los diferentes efectos que las caracterizan: excitar, relajar 
o distorsionar la realidad. 
El consumo de drogas induce a comportamientos descontrolados que se 
llevan a cabo bajo los efectos de estas sustancias. En muchos casos, no se miden 
los riesgos ni las consecuencias de lo que se está haciendo. Un secuela del 
15 
 
consumo de drogas, quizá la más importante, es su capacidad de crear 
dependencia. 
Por lo tanto, para los fines de la presente investigación se toma como punto 
de referencia la definición de da la Organización Mundial de la Salud (OMS, 1994) 
acerca de lo que es una droga, definiéndola como “toda sustancia que, introducida 
en un organismo vivo, pueda modificar una o varias de sus funciones”. 
1.1 Clasificación y efectos de las sustancias psicoactivas. 
Existe una gran necesidad por razones metodológicas y didácticas de 
clasificar las SPA, es por ello que en el año de 1924 Lewin citado en Fericgla 
(2000), realizó la primera clasificación clínica de estas sustancias dividiéndolas en 
cinco grupos: 
1. Euphorica. Calmantes de la actividad psíquica, opio, morfina, heroína, 
cocaína, etcétera. Producen en el sujeto un estado de bienestar físico y 
psíquico. 
2. Phantastica. Alucinógenos, mezcalina, cannabis, entre otras. Son las que 
deforman las sensaciones. 
3. Inebrantia. Sustancias embriagantes: éter, cloroformo, alcohol y otras. Tras 
una primera fase de excitación cerebral dan lugar a una depresión de dicha 
excitabilidad. 
4. Hypnotica. Inductores del sueño: barbitúricos, bromuro, cloral. 
5. Excitantia. Estimulantes psíquicos: cafeína, nuez de cola, cacao, té, tabaco, 
arsénico, procuran un estado de estimulación cerebral subjetiva. 
Hay que destacar que Lewin situó a la cocaína entre los euforizantes al 
igual que el opio, ya que al ser un estimulante debería estar en el grupo de los 
excitantes. Sin embargo fue la primera clasificación de las SPA y constituyo el 
punto de partida para clasificaciones posteriores. 
Polaino y De las Heras (2006), dicen que tradicionalmente se han 
dividido las drogas en las llamadas “drogas duras o blandas” esta clasificación 
basada en los efectos y consecuencias que provocan. 
16 
 
Actualmente se considera que esta distinción es superflua, ya que si bien 
es cierto que algunas drogas producen un mayor daño en el consumidor que 
otras, todas las drogas son duras en el sentido tradicional, resultando inaceptable 
que, por ejemplo, la marihuana sea una droga blanda, si consideramos como tales 
a sustancias con efectos moderados y transitorios sobre la persona. 
Esto se debe a dos motivos, por un lado, está plenamente demostrado 
hoy en día que estas drogas tienden a consumirse de forma prolongada, 
aumentando la dosis paulatinamente, hasta que ocasionan trastornos biológicos y 
en muchos casos trastornos psíquicos. 
Por otro lado, en muchos de los casos se inicia con el consumo de 
drogas blandas pero como consecuencia directa de su consumo, las personas 
tienden a buscar otras sustancias capaces de producirles efectos superiores a los 
que las blandas les proporcionan, y así, consumen progresivamente drogas más 
potentes y peligrosas. 
Por lo tanto se deben considerar a todas las SPA como “duras” debido a 
que desde el momento en que se convierten en sustancias que una persona 
busca con la finalidad de lograr un cambio en su estado de ánimo, una evasión o 
vivencias intensas y diferentes, fuera del marco objetivo de la realidad. Entonces, 
el riesgo de la dependencia psicológica, con todas las consecuencias indeseables 
se hace presente inmediatamente. 
Sin embargo Rossi (2008), da una clasificación más amplia de las 
sustancias psicoactivas y menciona que existen diferentes criterios para 
clasificarlas. Se les puede agrupar según los efectos que producen, la 
procedencia, la intensidad de la adicción que provocan, el tipo de dependencia, 
según la potencialidad farmacológica, si son legales o ilegales, suaves o duras y 
muchas otras variantes. 
Clasificar las drogas como legales o ilegales resulta demasiado subjetivo, 
debido a que se trata de una variable que depende de factores sociales. Por otro 
17 
 
parte, decir que una droga es blanda en contraposición a otras que serían duras, 
puede generar la ilusión de que existen drogas inofensivas lo cual no es cierto. 
Otra variante de clasificación es la que se hace entre drogas “naturales” 
(marihuana, hachís, cocaína, opio) y “sintéticas”, es decir, obtenidas por 
procedimientos químicos (barbitúricos, anfetaminas, tranquilizantes, LSD). 
También están las sustancias “industriales”, llamadas “drogas de la pobreza” 
porque son fáciles de obtener y de bajo costo (pegamentos y combustibles). 
La Organización Mundial de la Salud clasificó las drogas que pueden 
generar dependencia agrupando las que tienen efectos análogos e inducen pautas 
de comportamiento similares en los consumidores. Siguiendo este criterio, se 
propusieron las siguientes categorías: 
• Alcohol y barbitúricos. 
• Anfetaminas. 
• Cannabis (marihuana, hachís). 
• Cocaína. 
• Alucinógenos (LSD y similares). 
• Opiáceos. 
• Disolventes volátiles (pegamentos, productos industriales). 
• Tabaco. 
 
A partir de la clasificación de la OMS se puede hablar de tres grandes 
grupos: estimulantes, depresores y alucinógenos. 
Son estimulantes las anfetaminas, la cocaína, el éxtasis y las 
metilxantinas (cafeína, teofilina, mateína y otros). Estas drogas alteran el estado 
mental y estimulan el cerebro y el sistema nervioso central. El efecto que producen 
es el de aumentar y acelerar la actividad funcional. La forma de administración es 
variada: puede ser mediante ingesta, inyectada por vía intravenosa o espirada por 
mucosa nasal. 
18 
 
Los depresores son los tranquilizantes (benzodiacepinas), los hipnóticos 
(barbitúricos y alcoholes), los analgésicos narcóticos (codeína, morfina, heroína, 
metadona y otros). Estas sustancias inducen el sueño, relajan el sistema nervioso 
y disminuyen la actividad corporal. 
Dentro del grupo de los alucinógenos podemos incluir al LSD (dietilamida 
del ácido lisérgico), el peyote, la mezcalina, el PCP y los cannabis: hachís, aceite 
de hash y marihuana. Estas drogas provocan en el individuo una alienación 
pasajera de la actividad psíquica, con distorsiones perceptuales y desplazamiento 
de la imaginación produciendo delirios, alucinaciones y estados de confusión y 
despersonalización. 
Tiburcio, Carreño, Martínez, Echeverría y Ruíz (2009), declaran que el 
consumo de cualquier sustancia psicoactiva modifica las capacidades físicas, 
mentales y conductuales, el tipo y magnitud de sus efectos son el resultado de la 
interacción entre el individuo, la droga y el ambiente que lo rodea. 
Aunque las características farmacológicas de las drogas son importantes, 
no son las únicas que determinan sus efectos. El estado emocional de los 
individuos en el momento del consumo, las diferencias en su susceptibilidad, 
factores como género, peso, talla y edad, la frecuencia, las ocasiones y las 
circunstancias en las que tiene lugar el consumo, desempeña una función 
importante para que los efectos de las drogas sean positivos o negativos. Además, 
los problemas derivados de la ingesta de drogas se relacionan con las 
expectativas culturales relativas al consumo y la intoxicación. Por parte del grupo 
que rodea al sujeto cuando ocurre la ingesta, estas expectativas están 
relacionadas con quién puede consumir, quién no, y en qué circunstancias está 
permitido hacerlo. 
Cada droga tiene efectos específicos. Los consumidoreslas buscan 
precisamente por los efectos particulares que ocasionan en cada persona; incluso 
se puede llegar a desarrollar adicción a algunas drogas y a otras no. Hay quienes 
dicen que probaron alguna y no les gustó; pero otros que probaron la misma 
droga, no la han podido dejar. 
19 
 
A pesar de los beneficios reales o aparentes, el empleo de SPA conlleva, 
a corto o largo plazo, un potencial de daños. Éstos pueden ser resultado de la 
cantidad acumulada de la sustancia que se consuma; por ejemplo, la cirrosis 
hepática en el caso del alcohol. Los efectos nocivos también pueden ser 
producidos por el patrón de uso o por la forma en que se consume (OMS, 2005 
citado en: Tiburcio, Carreño, Martínez, Echeverría y Ruíz, 2009). 
Los principales efectos nocivos ocasionados por el uso de SPA pueden 
dividirse en cuatro categorías: 
• Efectos crónicos de la salud. El alcohol causa diversas enfermedades 
crónicas, como la cirrosis hepática. En el caso de la heroína inyectada, el 
empleo de agujas usadas es el principal vehículo para la transmisión de 
agentes infecciosos, como el VIH y el virus de la hepatitis C. Además, bajo 
los efectos de estas sustancias se incrementa la posibilidad de tener 
relaciones sexuales de alto riesgo. 
• Efectos en la salud, agudos o a corto plazo. Existen riesgos de suicidio o 
muerte por sobredosis de drogas como los opioides y el alcohol. Este rubro 
incluye los accidentes fatales provocados por conducir bajo los efectos del 
alcohol o de otra droga, ya que estas sustancias afectan la coordinación 
física, la concentración y la facultad del juicio; aunque también abarcan 
otros accidentes además de la violencia. 
• Efectos sociales agudos. Aquí se encuentran: la ruptura de relaciones 
familiares y los arrestos; la vulnerabilidad a la delincuencia, sea como 
víctimas o victimarios; además, existe la posibilidad de ser víctimas de 
violaciones, e incluso la de ser violadores potenciales, bajo los efectos de la 
sustancia. 
• Efectos sociales crónicos. Ejemplos de estos son: el ausentismo laboral y el 
abandono de los roles familiares. 
 
Es importante mencionar que existen señales que pueden darnos 
indicios de que una persona posiblemente está consumiendo alguna droga. Estos 
20 
 
signos que se deben tomar en cuenta para detectar a estas personas y poder 
ofrecerles la ayuda adecuada a través de las intervenciones breves. 
Asimismo se debe tener en cuenta que si una persona muestra ciertas 
señales no necesariamente implica que esté consumiendo alguna droga. Es 
posible que tenga algún problema familiar, laboral o de salud que esté 
ocasionando algún cambio en su conducta. Sin embargo lo mejor es considerar 
cada caso en particular y descartar el consumo de sustancias. 
1.2 Impacto social del consumo de sustancias psicoactivas. 
El consumo de diversos tipos de sustancias psicoactivas ha sido una constante 
observada desde la antigüedad en numerosos pueblos y culturas. Pero este 
fenómeno sólo ha alcanzado una extraordinaria importancia, por su difusión, sus 
consecuencias sociales y sanitarias en las últimas décadas. Éste es muy 
complejo, en él convergen dimensiones puramente médicas (somáticas y 
psíquicas) junto con otras de tipo sociológico, cultural, antropológico, ideológico, 
de política mundial etcétera. Resulta difícil estudiar una de ellas sin tener en 
cuenta las implicaciones derivadas de las otras (Lorenzo y cols., 2009). 
En cuanto a la dependencia en el consumo de estas sustancias se destaca 
desde la OMS y la APA, que la dependencia da lugar a una pérdida total de 
libertad, pues la persona se encuentra supeditada, controlada, en definitiva, 
esclavizada por la sustancia psicoactiva; en otras palabras, las drogas se 
convierten un objeto autoritario que absorbe la personalidad del sujeto. 
Clásicamente se han descrito dos tipos de dependencia: la física y la 
psicológica. En la actualidad, se añade un tercer tipo: la social. Cada una de ellas 
presenta unas manifestaciones sintomáticas propias y viene determinada por unas 
causas específicas. No obstante, las tres tienen en común la conducta final del 
dependiente: “obtener y consumir la droga” y no pueden considerarse como 
parcelas separadas sino complementarias e interactuantes en una misma 
persona. 
21 
 
La dependencia social está determinada por la necesidad de consumir 
droga como signo de pertenencia a un grupo social que proporciona una clara 
señal de identidad personal. El abandono del consumo de la sustancia, puede 
generar en el drogodependiente graves crisis de relación, capaces de provocar la 
reanudación de su consumo con el objeto de restablecer el equilibrio social en el 
que se encontraba confortable. 
Cabe señalar, que las relaciones interpersonales del individuo que consume 
sustancias psicoactivas se desarrollan en diferentes grupos, entre ellos están: el 
de la familia, el de las amistades, el de lo laboral y, aunque no se trate de un 
grupo, la pareja también juega un papel muy importante. Por otro lado, como es 
bien sabido el tipo de relación que se lleve en cada una de estas esferas puede 
influir de forma negativa o positiva en el sujeto. 
En el caso de México y en materia de adicciones, se ha documentado la 
existencia de una relación entre consumo y factores sociodemográficos como la 
clase social o el lugar de residencia (Castro, 2001; Medina-Mora et al., 2006), 
aunque la atención ha tendido a desplazarse de las variables estructurales a 
factores socio comunitarios (carencia económica, anomia, bajo apego a la 
comunidad, movilidad demográfica, alta densidad poblacional, actividades 
antisociales) que tienen una relación más estrecha con la conducta “desviante” 
(Castro, 2001). Otros estudios han mostrado igualmente que una mayor 
permisividad y tolerancia social del consumo, así como una mayor accesibilidad de 
las sustancias se relacionan con mayores tasas de uso (Medina-Mora et al., 1995; 
Castro, 2001). 
De igual modo, existe evidencia de que el uso de sustancias se asocia con 
actitudes negativas frente al entorno social, tales como una percepción 
insatisfactoria de la calidad de vida, inconformismo o rebeldía y consumismo, así 
como con la falta de una orientación al futuro, de actitudes proactivas o del sentido 
del humor (Castro, 2001; Córdova, Andrade y Rodríguez, 2005; Córdova, 
Rodríguez y Díaz, 2007). Asimismo, se han identificado variables relacionadas con 
un inicio temprano de la vida sexual, embarazos tempranos y aborto, o con una 
22 
 
actitud de descuido de la vida sexual e incluso de la propia salud en general 
(Castro, 2001). 
Debido a lo que mencionan Castro y colaboradores se observa que existen 
diferentes causas que pueden fungir como factores predisponentes ante el 
consumo de sustancias psicoactivas, éstos no sólo tienen que ver con la vida 
presente del individuo, sino con la historia de vida que éste ha tenido. Pero es 
importante señalar que aún detrás de esos factores predisponentes existe algo 
que está más a fondo como puede ser la depresión o la ansiedad. 
1.2.1Entorno familiar. 
No hay una definición única e inmutable de qué es una familia. Las definiciones 
están influenciadas por las culturas y sistemas de creencias diferentes y, puesto 
que las culturas y las creencias cambian con el paso del tiempo, las definiciones 
de familia no son estáticas. Sin embargo Yedra y González (2002, citados en: 
González, Yedra y Zárate, 2009) dan una definición de familia explicando que es 
aquel grupo de personas cuyos iniciadores son una pareja, que conviven como un 
sistema, se relacionan unos con otros con mayor o menor flexibilidad, con papeles 
más o menos intercambiables; es el sitio de experiencias vitales y trascendentes, 
donde vivenciamos nuestros primeros sentimientos y tenemos los aprendizajes 
básicos, aprendemos a relacionarnos unos con otros, a manifestar nuestras 
emociones, a expresar nuestrossentimientos, a alimentar nuestra autoestima o 
bien, a autodevaluarnos; donde las funciones que cada uno ejerce son 
importantes para el proceso y el desarrollo familiar. En ella el individuo aprende a 
reconocerse como persona única, irrepetible e insustituible. 
La familia es el medio más propicio para el establecimiento de relaciones 
interpersonales significativas, que suelen ser duraderas y promueven el afecto y la 
unión entre sus miembros; dichos lazos se ven fortalecidos por la frecuencia de la 
interacción. 
 
23 
 
Es importante recalcar que la familia debe cumplir algunas tareas que le 
son propias y no se pueden universalizar, pero existen de acuerdo con la 
configuración de la propia familia. Vielva (2001, citado en: González, Yedra y 
Zárate, 2009) considera que estas funciones se han venido transformando con el 
paso del tiempo, pero no han desaparecido, así como no lo ha hecho la familia 
como muchos pensaban que iba a ocurrir. Entre las funciones que destaca se 
encuentran: 
1. Asegurar la continuidad de la sociedad de generación en generación; por un 
lado está el aspecto puramente biológico de la reproducción de la especie y, por 
otro, la necesidad de transmitir a los nuevos integrantes la cultura, los valores, así 
como pautas morales y de acción del grupo. Es el principal agente de 
socialización. 
2. La satisfacción de un grupo de necesidades, tanto materiales como afectivas: el 
cariño le ayuda a crecer y empezar a verse como una persona valorada con 
identidad propia, la seguridad y el apoyo para enfrentarse a diversas experiencias 
desconocidas. 
3. Proporciona una red de apoyo desde el grupo familiar; se constituye como la 
más potente de las redes de protección social; con su apoyo se brindan contactos 
para conseguir otras formas de relación social. 
4. La función económica se caracteriza por poner sus recursos en común y es 
fuente de subsistencia material para quienes la integran 
5. La función religiosa y moral constituyen pilares importantes para el desarrollo de 
sus miembros y por supuesto, para la sociedad. Estas quedan comprendidas en 
una más amplia, la educativa. La familia se constituye como la principal agencia 
de transmisión de valores. 
Si bien es difícil definir exactamente cuáles son las funciones de la familia, y 
sobre todo universalizarlas, éstas existen y siempre van a depender de la 
24 
 
configuración de la propia familia, ya que dichas funciones serán significativas 
siempre y cuando se viva dentro de la estructura familiar dada. 
En la época actual, la familia puede constituirse al mismo tiempo como un 
factor de riesgo y de protección dependiendo de cómo lleven a cabo sus 
funciones, el ambiente generado y las reglas con las que deciden vivir. Se le 
reconoce como un factor protector cuando en ella se da un tipo de convivencia 
funcional, con un equilibrio de reglas y amor, una comunicación libre y espontánea 
respecto de muy diversos temas y se permita la expresión de los afectos. Existen 
algunas características de la vida en familia que pueden proteger a los individuos 
del acceso a las drogas, entre ellos se pueden mencionar: que sea una familia 
integrada; con una relación de apego en la que se sepan queridos y apoyados; les 
fomenten la confianza en sí mismo y actitudes positivas; que existan normas 
claras en el seno familiar; información y consejos proporcionados por los padres, 
ante nuevas posibilidades de consumo de drogas (González, Yedra y Zárate, 
2009). 
Con respecto a las personas consumidoras de SPA se ha identificado un 
débil apoyo familiar y la falta de reconocimiento de los hijos, con un bajo o 
inconsistente reforzamiento, así como la falta de contacto afectivo y de confianza 
entre padres e hijos, o bien, por el contrario, sobre involucramiento y 
sobreprotección. Deben indicarse, igualmente, factores como patrones de 
comunicación poco fluidos, divorcio o separación de los padres, ruptura del grupo 
familiar, límites rígidos, amalgamados o poco claros, existencia de alianzas 
intergeneracionales y alteraciones de la jerarquía familiar, llegando incluso a 
situaciones de profunda desorganización (Castro, 2001; Castro y Llanes, 2001; 
Arrellanes et al., 2004; González, García y Córdoba, 2004; Córdova, Andrade y 
Rodríguez, 2005; Díaz y García, 2006;Díaz et al., 2007). 
Retomando lo que señalan Castro y colaboradores, la familia, siendo el 
grupo primario al que pertenece el ser humano, juega un papel sumamente 
importante, no sólo en la formación de la personalidad del individuo, sino que 
25 
 
además la misma estructura, la cohesión, la falta de muestras de afecto, la 
violencia y otros tantos factores son determinantes en el desencadenamiento del 
consumo de sustancias psicoactivas. Sin embargo, las personas consumidoras en 
muchas ocasiones hacen responsables a su mismo núcleo familiar del 
mantenimiento de su adicción. 
Pero aquí cabe señalar algo muy importante, ya que se puede decir que el 
núcleo familiar no es el único responsable por no haber dotado al individuo de las 
habilidades necesarias para afrontar problemas, además de no educarlo en los 
valores y de no brindar información necesaria sobre las sustancias psicoactivas, 
pues es el individuo quien finalmente decide cómo vivir y de qué manera hacerlo. 
Además existen otros factores de importancia que influyen en el individuo para 
que éste presente un comportamiento adictivo. 
1.2.2 Entorno laboral. 
Generalmente se piensa que las personas consumidoras de SPA son 
desempleadas que no pueden mantener un trabajo y que viven al borde de la 
pobreza. Sin embargo, la mayoría de los consumidores de sustancias tanto lícitas 
como ilícitas están empleados y cuando llegan al lugar donde laboran no dejan 
este problema en la puerta. En el 2005, de los 17.2 millones de consumidores de 
18 años de edad y mayores el 75% estaban empleados. En años recientes los 
trabajadores en la industria de la construcción han reportado las tasas más altas 
de uso y abuso de drogas y alcohol. 
Uno de los peligros de abusar de las SPA antes del trabajo o durante las 
horas laborales es el riesgo de una reducción en las aptitudes del individuo. Si 
este trata de hacer su trabajo mientras está bajo la influencia de las sustancias 
psicoactivas tienen mayor posibilidad de causar o ser víctima de un accidente 
mortal. Las estadísticas muestran que entre el 10 y 20 por ciento de los 
trabajadores que mueren en el trabajo salieron positivos en cuanto al uso y abuso 
de sustancias. El abuso en el trabajo pone en peligro la seguridad de los 
trabajadores, así como del público al contribuir a los accidentes y lesiones. Otros 
26 
 
efectos del consumo de SPA es el ausentismo, errores, una bajo estado de ánimo 
y tasas más altas de enfermedades. 
El impacto del abuso de drogas afecta no solo a los usuarios de éstas, sino 
también a las personas que laboran con ellos ya que con frecuencia tienen que 
cambiar su comportamiento para adaptarse, ignorar, luchar, o de alguna otra forma 
sobrellevar a dicha persona. 
Por otro lado, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “Se 
entiende por Ausentismo la falta de asistencia de los empleados a sus puestos de 
trabajo por causa directa o indirectamente evitables, tales como de enfermedad, 
cualquiera que sea su duración y carácter -común, profesional, accidente laboral o 
no incluidas las visitas médicas, así como las ausencias injustificadas durante toda 
o parte de la jornada laboral, y los permisos circunstanciales dentro del horario 
laboral” (Megías, 1996). 
Se han realizado múltiples investigaciones a nivel mundial sobre las 
consecuencias del consumo de alcohol o drogas en el puesto de trabajo, 
encontrándose que esto afecta notablemente al trabajador, a sus compañeros, su 
empleador, su familia y a la sociedad en general. 
Para el trabajador puede representar la pérdida de su puesto o de sus 
ingresos,para sus compañeros preocupaciones y perjuicios, para el empleador 
accidentes y pérdida de la productividad, para la familia inestabilidad, alteración de 
la relaciones y conflictos internos, para la sociedad en general representa un alto 
costo en términos de atención de la seguridad social, pérdida de calidad de vida y 
aumento de la inseguridad. 
En cuanto a las condiciones laborales como factores influyentes en el inicio 
o mantenimiento de consumo de alcohol y otras drogas, se encuentra que existen 
numerosos estudios que sugieren una asociación significativa entre el nivel de 
estrés laboral y el consumo de alcohol. Se ha observado que el trabajador que 
abusa del alcohol u otras drogas suele tener factores de riesgo de tipo personal, 
27 
 
una gran sensación de impotencia, experiencias estresantes en el lugar de trabajo 
o un ambiente laboral negativo. 
Se admite que los trabajos que requieren un gran esfuerzo físico o en los 
que el trabajador está sometido a una carga importante de estrés pueden propiciar 
el inicio y mantenimiento del consumo. Entre los primeros se encuentran los 
realizados en la minería, siderurgia, construcción, transporte y los que se 
desarrollan en horario nocturno. Entre los segundos estarían los que requieren un 
elevado nivel de atención y concentración y aquellos en los que la monotonía o el 
aburrimiento producen sentimientos desagradables en el individuo. Hay que tener 
en cuenta que el organigrama de determinadas empresas (excesiva 
competitividad o la falta de promoción) y que puestos de trabajo en los que hay 
una fuente continúa de estrés (urgencias hospitalarias, unidades de cuidados 
intensivos) se han relacionado con el abuso de alcohol y otras sustancias. 
1.2.3 Relaciones interpersonales. 
Las relaciones interpersonales son interacciones de persona a persona, de centro 
a centro y ello considera a las personas en su totalidad: biológica, psicológica, 
social y espiritualmente, por lo tanto las abarca también en las distintas 
circunstancias de la vida, las cuales producen variadas emociones o sentimientos. 
Cuando las personas se relacionan de manera auténtica generalmente pueden 
expresarlos de varias formas; coexisten una gran variedad de sentimientos y todos 
son considerados aceptables (González, Yedra y Zárate, 2009). 
Un grupo adicional de factores interpersonales se vincula a las relaciones 
con el grupo de iguales. Destaca, en particular, la vinculación con pares usuarios 
de drogas y con actitudes o conductas antisociales o “desviantes” (Nazar et. al., 
1994). Igualmente, se han identificado como presuntos factores de riesgo, el 
aislamiento social, una baja competencia social y asertividad, dificultades para 
socializar y un mal manejo del conflicto en las relaciones interpersonales 
(Córdova, Andrade y Rodríguez, 2005; Díaz y García, 2006; Córdova, Rodríguez y 
Díaz, 2007),así como un uso inadecuado del tiempo libre presentando conductas 
28 
 
que no se ajustan a lo establecido en sociedad (Guerrero, García y 
Balanzario,2002; Díaz, Arrellanes y Martínez, 2002). Un último factor propio de la 
esfera de la interacción comprende deficientes capacidades de afrontamiento del 
estrés interpersonal. 
A lo largo del presente capítulo se abordaron los tópicos principales sobre la 
problemática del abuso de sustancias psicoactivas, así como su clasificación, 
efectos y el impacto que tiene sobre cada uno de los entornos en donde se 
desenvuelve la persona. 
 
Así pues, en el siguiente capítulo se analizarán los principales factores 
predisponentes que se encuentran relacionados con el abuso y dependencia de 
drogas. Entre ellos se encuentran: los labores, familiares, individuales y sociales. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
29 
 
II. FACTORES PREDISPONENETES ANTE EL CONSUMO DE SUSTANCIAS 
PSICOACTIVAS. 
El consumo de drogas es considerado uno de los problemas sociales más 
importantes en la mayoría de las sociedades modernas. Esta preocupación se ha 
visto materializada en movimientos sociales, políticas públicas y legislaciones de 
gran impacto histórico. Asimismo, desde hace ya varias décadas, se han puesto 
en marcha numerosas investigaciones destinadas a comprender este fenómeno 
de importante magnitud. 
Entre las cuestiones más estudiadas en este sentido, los factores que 
determinan el consumo de sustancias psicoactivas son un punto clave en la mayor 
parte de investigaciones llevadas a cabo. 
Secades y Fernández (2001) definen como factores de riesgo a aquellas 
circunstancias o características personales o ambientales que, combinadas entre 
sí, podrían resultar predisponentes o facilitadoras para el inicio o mantenimiento 
del uso y abuso de drogas. Los factores de protección se definen como aquellas 
variables que contribuyen a modular o limitar el uso de sustancias psicoactivas. 
Hay que recalcar que no existe un único motivo que pueda considerarse 
responsable de la adicción a las SPA, sino que es la suma o interacción de 
diversos factores lo que puede determinar la incidencia y prevalencia de la 
adicción a una droga. Por lo tanto, si se pretende comprender el complejo 
mecanismo del consumo de sustancias psicoactivas deben tomarse en cuentas 
las características personas del consumidor y las múltiples características 
socioambientales que lo rodean. Todos estos elementos actúan conjuntamente, 
predominando unos u otros en cada uno de los casos de drogodependencia. 
 
 
30 
 
2.1 Factores familiares. 
La influencia de la familia ha sido siempre reconocida como un factor etiológico 
importante en el consumo de drogas en alguno de los integrantes. En estos 
últimos años han sido muchos los estudios que han confirmado la relación entre 
ciertas características familiares y el consumo de drogas. 
Como señala Pons (1994), la familia es el primer entorno social en el que se 
desarrolla la vida del sujeto, así como el primer órgano de modelado, aprendizaje 
y socialización, por ello sería un error no considerar su influencia en los factores 
predisponentes en el consumo de drogas. 
Merikangas, Dierker y Fenton (1998) hablan de dos tipos de factores en lo 
referente a la familia: factores específicos del consumo de drogas y factores 
generales de un número amplio de conductas problemáticas. Entre los factores 
específicos del consumo de drogas se encuentran, la exposición a las drogas, los 
modelados negativos de uso de drogas por parte de los padres y las actitudes de 
los padres ante las drogas. 
En cuanto a los factores no específicos podemos decir que son aquellos 
que incrementan la vulnerabilidad general a problemas de conducta. Básicamente 
se refieren a aspectos relacionados con la estructuración familiar: conflicto familiar, 
estilo educativo, exposición a estrés, etcétera. 
Por otra parte, los problemas familiares son las dificultades y conflictos 
relacionados con la violencia entre los miembros de la familia, que pueden 
generarse por causas internas como falta de comunicación diferentes puntos de 
vista que generan malos entendidos, mala relación entre los padres falta de 
respeto y desobediencia que crea desorganización en el núcleo familiar, etc. 
Asimismo, hay determinantes externos, como problemas económicos, falta 
de trabajo, alcoholismo o drogadicción, que traen consecuencias en el ámbito 
31 
 
emocional, como dolor, soledad, hostilidad, desagrado, manifestaciones de orgullo 
e indiferencia. 
Todo esto provoca problemas en uno o varios de los integrantes de la 
familia y puede acarrear situaciones críticas e insoportables, capaces de alterar la 
personalidad humana, hasta llegar a la agresión física o psicológica, el maltrato a 
los hijos, confrontaciones, lucha por el poder entre padres e hijos y discusiones en 
la familia de origen o con la familia extensa. Tales enfrentamientos en mayor o 
menor grado, ponen en peligro la armonía y estabilidad de la familiaque corre el 
riesgo de desintegrarse. 
En cuanto al efecto que tiene el consumo de alcohol en la organización y la 
armonía familiar, de acuerdo con Vaillant (1983), citado en Velasco y Luna (2006), 
el alcohol es una de las causas de mayor sufrimiento y desgaste en la familia, 
dado que genera cambios importantes en la conducta de quien lo consume y 
afecta a todo el sistema, asimismo suele favorecer la emergencia de conductas 
violentas (Corsi, 1995), citado en Velasco y Luna (2006), aunque para Hindman 
(1979), genera fuerte dosis de violencia. Los sujetos que más alcohol y drogas 
consumen y que tienen más problemas de conducta tienen mayor grado de 
disfunción psicológica-emocional y un ambiente emocional más problemático 
(Dembo, Williams y Schmeidler, 1994, citado en Velasco y Luna, 2006). 
Con respecto a la farmacodependencia en la familia este factor incide en el 
consumo de diversas drogas y sustancias tóxicas que representan la génesis de 
un verdadero cáncer emocional y físico en la familia. El fumar cigarrillos muestra 
relación con problemas del sueño en los adolescentes. Por otra parte, se ha visto 
que los consumidores de marihuana tienen relaciones familiares significativamente 
más pobres que los no consumidores y es más posible que provengan de hogares 
desintegrados (Rob, Reynolds y Finlayson 1990, citado en Velasco y Luna, 2006). 
Por su parte, Otero-López, Mirón y Luengo (1989), observaron que los 
consumidores de sustancias reportan menos relaciones afectivas en la familia, 
mayor consumo de drogas por ambos padres, mayor contacto con consumidores 
32 
 
de drogas y mayor identificación con la participación en grupos convencionales. 
Maltzman y Schweiger (1991), vieron que los consumidores de drogas reportan 
menos interés en la familia y menos participación en actividades intelectuales, 
culturales y sociales. 
La conducta alcohólica se puede decir que surge cuando la familia gira en 
torno al consumo de alcohol y sus implicaciones en el sistema, lo cual pone de 
manifiesto comportamientos de agresión física y emocional, además de problemas 
económicos y de salud (Derogantis, Lippman y Conti 1973, citados en Velasco y 
Luna, 2006). 
Wampler, Fisher, Thomas Y Lyness (1993), citados en Velasco y Luna 
(2006), encontraron que las adicciones en la familia contribuyen directamente al 
alcoholismo de sus descendientes por medio de su presencia y de modo indirecto, 
alterando el funcionamiento familiar con aumentos importantes en los niveles de 
depresión, la falta de esperanza , la baja autoestima y la tendencia al suicidio. 
2.2 Factores laborales. 
Algunos factores que facilitan que una persona se involucre en el consumo de 
drogas y, en general en conductas problemáticas son: el medio ambiente que 
rodea al sujeto la desorganización social, alta disponibilidad de drogas, tensión, 
estrés y la angustia generadas por las altas demandas del rol que desempeña el 
sujeto. Tanto el área laboral como el tipo de ocupación de los individuos son 
factores de riesgo en el consumo de alcohol y drogas y tienen gran influencia en 
los niveles de consumo. Asimismo, la familia, las amistades y el ámbito de estudio 
juegan un papel central. Diversos autores señalan que la interrupción y los 
problemas en los estudios y el estrés educacional son factores de riesgo para que 
el joven se involucre en dichas conductas. 
En este sentido se señala que la interacción con modelos que consumen 
drogas, refuerzan la ocurrencia de esta conducta. Adicionalmente, el grado de 
33 
 
depresión y los niveles de desesperanza e ideación suicida, son aspectos que se 
han visto relacionados con el consumo de drogas. 
El problema de consumo de sustancias tóxicas para la salud en el área 
laboral de los individuos es de suma importancia, tanto por el daño personal –
físico y psicológico- que este consumo causa al sujeto, a su familia y a sus 
compañeros de trabajo, como por las graves consecuencias y problemas que 
puede ocasionar en el desempeño de las labores cotidianas. El consumo de estas 
sustancias dentro del ámbito laboral del área de la salud en nuestro país, no ha 
sido investigado en poblaciones específicas (Martínez-Lanz, Medina-Mora y 
Rivera, 2004). 
2.3 Factores sociales. 
La evidencia empírica y las concepciones teóricas han apoyado la idea de que la 
conducta de consumo y abuso de drogas no depende de un factor aislado, sino 
que está originada y mantenida por diversos factores de naturaleza 
multidimensional. 
El denominado modelo biopsicosocial (o bioconductual) es el modelo 
predominante aceptado por la gran mayoría de los autores, que tiene la capacidad 
para poder analizar las interacciones entre el ambiente y los factores 
farmacológicos implicados en las conductas de consumo de drogas, con 
independencia de la sustancia de referencia. Desde este punto de vista, el 
consumo o rechazo de drogas vendría explicado por los efectos de las sustancias, 
los factores contextuales y la vulnerabilidad del propio sujeto (Bobes, Casas y 
Gutiérrez, 2003). 
Los factores psicosociales son considerados eventos y/o condiciones de 
carácter psicológico y social que tienen una relación directa o indirecta con otros 
fenómenos o comportamientos y que pueden ser de orden causal, precipitante, 
predisponente o simplemente concurrente de los mismos, de acuerdo con su 
presencia o ausencia en circunstancias concretas. Esto los convierte en factores 
34 
 
de tipo protector o de riesgo para la incidencia y prevalencia de las problemáticas 
(OMS 2002). 
Respecto a los factores sociales asociados al consumo de sustancias 
psicoactivas identificados por los estudios sobresalen el funcionamiento familiar, la 
relación con las personas consumidoras y la satisfacción con las relaciones 
interpersonales. 
2.4 Factores individuales. 
Los principales factores de riesgo a nivel individual son las actitudes, creencias y 
valores, es decir, lo que la persona piense sobre las drogas, las creencias acerca 
de sus efectos y sobre el propio acto de consumir y lo que experimenta con ellas, 
arrojan un balance subjetivo positivo o negativo que determinará la ocurrencia o 
no del consumo. 
Otro factor son las habilidades sociales que son la capacidad de interacción 
social, los recursos para establecer relaciones adecuadas y adaptadas a la 
realidad, expresando las propias opiniones y sentimientos. En este sentido, una 
persona con dificultades para expresar abiertamente sus opiniones o para 
desenvolverse adecuadamente en su entorno será más vulnerable a la influencia 
de su grupo. Así, si el consumo de drogas es algo frecuente en este medio, la 
persona con pocas habilidades sociales, con poca asertividad, tendrá más 
dificultades para resistirse a la presión de sus compañeros, mientras que sucederá 
lo contrario en el individuo que posea un buen repertorio de conductas sociales. 
Entre otros factores psicológicos se encuentran la autoestima, las 
alteraciones psicológicas, los comportamientos perturbadores, el autocontrol, las 
habilidades sociales, emocionales, de afrontamiento y enfrentamiento, los 
preconceptos y la valoración de las sustancias psicoactivas, las creencias 
religiosas y el maltrato entre otras. 
35 
 
La baja autoestima considerada como una variable intensamente vinculada 
a la autoeficacia o sentimiento de ser competente y hábil, es de gran importancia 
para que una persona se sienta capaz de negarse al consumo de sustancias 
psicoactivas (Gutiérrez-Baró y Aneiros-Riba 1999, citados en Varela, Salazar y 
Cáceres, 2007). 
El autoconcepto y la autoestima están íntimamente relacionados. El primero 
hace referencia a la imagen que cada persona tiene de sí misma y es el resultado 
de la suma, tanto de la percepción del sujeto sobre sí mismo como de la de los 
demás sobre él. Por otro lado, el grado de autoestima viene determinado por la 
relación entre la imagen quecada uno tiene de sí y la que le gustaría para sí en 
términos de imagen ideal. El sentimiento de autoestima será mayor en la medida 
en que este ajuste sea mejor. Autoconcepto y autoestima son conceptos que se 
hallan en continuo cambio a lo largo de la vida. Ambos están relacionados con el 
bienestar psicológico del sujeto. 
Kaplan (1996), menciona que una baja autoestima, una pobre 
autovaloración etcétera están en la base del consumo de drogas. Las personas 
con un autoconcepto positivo muestran menos vulnerabilidad ante situaciones de 
riesgo o individuos influyentes que las que carecen de este rasgo psicológico. Un 
bajo nivel de autoestima hace al sujeto sentirse incompetente para resolver 
situaciones o problemas y esto provoca frustración. Nuevamente, la droga puede 
aliviar una percepción personal negativa y puede utilizarse para evitar enfrentarse 
a ella. 
Sin embargo, en algunas investigaciones realizadas con respecto a estos 
conceptos han arrojado resultados un tanto contradictorios al confirmar en 
ocasiones la relación entre autoestima y conducta desviada y desmentirlo en 
otras. 
Un factor más es el autocontrol que es la capacidad del ser humano para 
dirigir y controlar su propia conducta y sus sentimientos. El autocontrol está muy 
relacionado con el autoconcepto y la autoestima ya que “una persona que tiene 
36 
 
una idea de sí misma coherente con su verdadera forma de ser manifestará unos 
sentimientos positivos hacia su persona, conocerá sus propios límites y poseerá 
un nivel aceptable de control sobre lo que hace y sobre las consecuencias que de 
ello se derivan” (Vallés, 1996). 
En este sentido, un buen nivel de autocontrol permitirá al sujeto rechazar 
comportamientos que a pesar de permitirle obtener consecuencias positivas 
inmediatas repercuten negativamente a largo plazo; también le permitirá planificar 
objetivos, ejecutarlos con estrategias adecuadas y obtener con ello recompensas 
personales. 
La impulsividad, el “no pararse a pensar”, es la otra cara del autocontrol. 
Con esta denominación se conjugan aspectos como la dificultad para valorar las 
consecuencias de la propia conducta, un estilo rápido y poco meditado a la hora 
de tomar decisiones sin considerar alternativas y una resolución de problemas 
poco efectiva, sin planificar el propio comportamiento y sin capacidad para ejercer 
autocontrol sobre él (McCown y DeSimone, 1993). 
La impulsividad está relacionada con la necesidad del sujeto de obtener una 
gratificación inmediata. Demorar la gratificación implica una capacidad para 
pensar en el futuro y para renunciar a lo inmediato. Una persona con dificultades 
para posponer el refuerzo, con excesiva focalización en el presente, preferirá 
involucrarse en conductas que le proporcionan recompensas inmediatas como el 
consumo de drogas, minimizando las consecuencias que dicha conducta pueda 
acarrear a medio o largo plazo. El consumo de drogas se ha relacionado en 
numerosas ocasiones con estas características de personalidad. 
Por último la experiencia directa con las sustancias es una variable de gran 
influencia en el consumo. Esta variable crea en el sujeto unas expectativas y una 
experiencia que le proporciona información empírica que le servirá para 
determinar acciones futuras. Según Bandura (1984), si el sujeto percibe que el 
consumo de alcohol resulta una estrategia de afrontamiento adecuada, su 
37 
 
tendencia al consumo será mayor. Si esta situación se repite durante un tiempo, el 
consumo de alcohol puede llegar a ser abusivo. 
Teniendo en cuenta esto, la decisión última de beber o no beber se 
realizará en función de las expectativas de autoeficacia y de resultado que la 
persona tiene de una determinada situación. 
El concepto de autoeficacia es la percepción por parte del individuo de su 
capacidad de actuar. Actúa como predictor de la conducta, pues afecta 
directamente a los niveles de motivación y logro. 
Existen diferentes factores predisponentes que influyen en el consumo de 
sustancias psicoactivas; sin embargo, es importante mencionar que éstos no son 
determinantes. Cabe mencionar, que no todos los factores pueden estar 
relacionados con el comportamiento adictivo. 
Por tanto, en el capítulo tres se hablará sobre el abuso y dependencia en el 
consumo de sustancias psicoactivas, con el objeto de delimitar cada uno de los 
términos e identificar en qué fase el individuo ya es adicto a alguna droga. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
38 
 
III. ABUSO Y DEPENDENCIA EN EL CONSUMO DE SUSTANCIAS 
PSICOACTIVAS. 
El término droga es amplio y ambiguo. Se utilizó en la farmacología clásica para 
designar a un medicamento en estado bruto, tal como aparece en la naturaleza 
Para otros designa un producto que se deriva de algún tipo de manipulación 
química. En 1969, le Organización Mundial de la Salud (OMS), manteniendo un 
criterio clínico la definió como “toda sustancia que, introducida en un organismo 
vivo, pueda modificar una o varias de sus funciones”. 
De esta manera, droga viene a ser sinónimo de fármaco y así continua 
utilizándose dentro de la literatura inglesa. En 1982, la OMS intentó delimitar 
cuáles serían las sustancias que producían dependencia y declaró como droga de 
abuso “aquella de uso no médico con efectos psicoactivos (capaz de producir 
cambios en la percepción, el estado de ánimo, la conciencia y el comportamiento) 
y susceptible de ser autoadministrada”. 
Actualmente, y desde la perspectiva médica y científica, se utiliza el vocablo 
droga para definir a un gran número de sustancias que cumplen las siguientes 
condiciones: 
1. Ser sustancias que introducidas en un organismo vivo son capaces de 
alterar o modificar una o varias funciones psíquicas de éste (carácter 
psicótropo o psicoactivo). 
2. Inducen a las personas que las toman a repetir su autoadministración, por 
el placer que generan (acción reforzadora positiva). 
3. El cese en su consumo puede dar lugar a un gran malestar somático y/o 
psíquico (dependencia física y/ psicológica). 
4. No tienen ninguna implicación médica y si la tienen, pueden utilizarse con 
fines no terapéuticos. 
 
39 
 
Por tanto, en el contexto que nos ocupa, el término droga se aplica a 
aquellas sustancias psicoactivas con acción reforzadora positiva, capaces de 
generar dependencia psicológica y, también, física, y que ocasionan, en muchos 
casos, un grave deterioro psicoorgánico y de conducta social”. Es equivalente al 
concepto de droga de abuso. 
Algunos autores estiman que el consumo de la sustancia debe de estar 
asociado con la existencia de una nocividad social para poder considerar dicha 
sustancia como una droga. La nocividad social puede establecerse a tres niveles: 
el familiar, el laboral y el personal. 
 A nivel familiar produce disputas y graves conflictos de relación, abandono 
de responsabilidades, disgregación, entre otros. A nivel laboral se traduce en 
disminución de rendimientos, incremento de la acentabilidad, absentismo, 
etcétera. A nivel personal, hay deterioro socioeconómico, conductas de 
vagabundeo, actos delictivos, proselitismo hacia el consumo y otros 
comportamientos negativos. En este contexto, diversas sustancias como la 
cafeína, la teína e incluso el tabaco no podrían considerarse como drogas. 
En la última década los autores anglosajones han remplazado el término 
droga por el de sustancia psicoactiva, justificando dicha sustitución por el hecho 
de que muchos productos con capacidad de producir trastorno por abuso o 
dependencia se dan de forma natural (cannabis) o que no están fabricados para el 
consumo humano (pegamento); esta iniciativa se ha seguido también por otros 
autores a nivel mundial. 
La delimitación de los conceptos usos, abuso, hábito y dependencia ha sido 
una tarea ardua que todavía no se ha dado por concluida. Particularmente, el 
concepto de abuso es muy controvertido. Desde una perspectivacultural, no cabe 
duda de que distintas sociedades tienen un criterio propio sobre esta materia, por 
ejemplo, en la cultura musulmana, la ingesta de alcohol es una conducta 
rechazable, por lo que cualquier consumo se considera como abuso; mientras que 
40 
 
fumar hachís se acepta. Por tanto, es un comportamiento sin componentes 
sociales de abuso para este grupo humano. 
En definitiva, parece que no podemos apartarnos de la pesada losa de 
siglos de historia que hace que nos sintamos, a la vez próximos y lejanos ante 
estas sustancias, teniendo cada pueblo una con la que se identifica más y que 
está profundamente enraizada en sus costumbres. Por ello, analizar el consumo 
de las drogas desde una perspectiva neutral y científica resulta difícil. La OMS, 
desde los años cincuenta, está haciendo esfuerzos en este sentido y otras 
asociaciones médicas también se han unido al mismo. A continuación 
describiremos estos conceptos en el consenso actual. 
El uso de una sustancia no tiene ninguna significación clínica ni social; es 
decir, el término uso indica, sencillamente, consumo, utilización, gasto de una 
sustancia, sin que se produzcan efectos médicos, sociales, familiares, etc. En 
ausencia de otras especificaciones, debe entenderse un consumo aislado, 
ocasional, episódico, sin tolerancia o dependencia. Además se refiere al consumo 
de drogas con fines terapéuticos, es decir, por prescripción médica. 
El hábito sería la costumbre de consumir una sustancia por habernos 
adaptado a sus efectos. Hay, por tanto, un deseo del producto, pero nunca se 
vivencia de manera imperiosa. No existe una tendencia a aumentar la dosis ni se 
padecen trastornos físicos o psicológicos cuando la sustancia no se consigue. La 
búsqueda de la sustancia es limitada y nunca significa una alteración conductual. 
Durante mucho tiempo se consideraron como prototipo de sustancias productoras 
de hábito el tabaco (la nicotina), la cafeína, la teína, etcétera. 
Hoy en día tanto la OMS, en su sistema de enfermedades (CIE-10, 1992) 
como la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), en su manual de criterios 
diagnósticos para las enfermedades mentales (DSM-IV-TR, 2000) califican el 
hábito de fumar como una auténtica dependencia de la nicotina. Sin embargo, el 
consumo de cafeína sigue siendo controvertido, y mientras en el DSM-IV-TR han 
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resuelto considerarla no productora de dependencia, en la CIE-10 se sostiene lo 
contrario. 
El abuso se define por el Real Colegio de Psiquiatras Británico como 
“cualquier consumo de droga que dañe o amenace dañar, la salud física, mental o 
el bienestar social de un individuo, de diversos individuos o de la sociedad en 
general”. En definitiva, se trata de un uso inadecuado por su cuantía, frecuencia o 
finalidad. Para la OMS encierra cuatro criterios diferentes, en los tres primeros, la 
relación entre uso y abuso se establece, principalmente, por un diferencial 
cuantitativo, mientras que en el cuarto y último, el diferencial es de tipo cualitativo. 
El sistema DSM-IV-TR (2000), señala los siguientes criterios para 
diagnosticar un trastorno por abuso de sustancias psicoactivas: 
A) Un patrón desadaptativo de consumo de sustancias que conlleva un 
deterioro o malestar clínicamente significativos, expresado por uno (o más) 
de los apartados siguientes durante un periodo de 12 meses: 
1. Consumo recurrente de sustancias, que da lugar al incumplimiento de 
obligaciones en el trabajo, la escuela o en casa (p. ej., ausencias repetidas 
o bajo rendimiento relacionados con el consumo de sustancias: ausencias, 
suspensiones o expulsiones de la escuela relacionadas con la sustancia; 
descuido de los niños o de las obligaciones de la casa). 
2. Consumo recurrente de la sustancia en situaciones en las que hacerlo es 
físicamente peligroso (p. ej., conducir un automóvil o accionar una máquina 
bajo los efectos de la sustancia). 
3. Problemas legales repetidos relacionados con la sustancia (p. ej., arrestos 
por comportamiento escandaloso debido a la sustancia). 
4. Consumo continuado de la sustancia, a pesar de tener problemas sociales 
continuos o recurrentes o problemas interpersonales causados o 
exacerbados por los efectos de la sustancia (p. ej., discusiones con el 
cónyuge acerca de las consecuencias de la intoxicación o violencia física). 
42 
 
B) Los síntomas no han cumplido nunca los criterios de dependencia de 
sustancias de esta clase de sustancias. 
 
Por otra parte, la drogodependencia fue definida como tal por primera vez 
por la OMS en 1964 como “estado de intoxicación periódica o crónica producida 
por el consumo repetido de una droga natural o sintética y caracterizada por: 1) 
deseo dominante para continuar tomando la droga y obtenerla por cualquier 
medio; 2) tendencia a incrementar la dosis; 3) dependencia física y, generalmente, 
psicológica, con síndrome de abstinencia por retirada de la droga; 4) efectos 
nocivos para el individuo y para la sociedad”. 
Pero en 1982, la OMS definió la dependencia como “síndrome 
caracterizado por un esquema de comportamiento en el que se establece una 
gran prioridad para el uso de una o varias sustancias psicoactivas determinadas, 
frente a otros comportamientos considerados habitualmente como más 
importantes”. Su catalogación como síndrome nos remite a un cuadro 
determinado, clínicamente, por un grupo de síntomas y signos que no tienen por 
qué estar presentes en su totalidad en el mismo momento ni con la misma 
intensidad. 
Según el DSM-IV-TR, la característica esencial de la dependencia de 
sustancias de sustancias consiste en un grupo de síntomas cognoscitivos, 
conductuales y fisiológicos que indican que el individuo continúa consumiendo la 
sustancia, a pesar de la aparición de problemas significativos relacionados con 
ella” y añade que “existe un patrón de repetida autoadministración que a menudo 
lleva a la tolerancia, a una clínica de abstinencia y a una ingestión compulsiva de 
la sustancia”. En este sentido, la dependencia no es absoluta, sino un elemento 
cuantitativo de distinta magnitud y, en el extremo del espectro, la dependencia se 
asocia a “consumo compulsivo”. 
 
 
43 
 
 
3.1Prevalencia. 
En cuanto al consumo de cigarrillo, la Encuesta Nacional para las Adicciones 
(2008), señala que el ámbito nacional en la población de entre 12 y 65 años se 
encontró que 35.6%, cerca de 27 millones de mexicanos, había probado alguna 
vez en su vida el cigarrillo. El 48.8% de los hombres y 23.4% de las mujeres 
respondieron haber probado el cigarrillo. Cuando se compara por grupo de edad, 
14.9% de los adolescentes y 40.2% de los adultos respondieron haber probado el 
cigarrillo alguna vez en su vida. 
Si se toma en cuenta el comportamiento por tamaño de localidad (urbano – 
rural), se encuentra un comportamiento muy diferente en las áreas rurales, donde 
23.6% de la población, 38.5% de los hombres y 9.7% de las mujeres refirieron 
haber probado el cigarrillo alguna vez en la vida. Por grupo de edad, 8.7% de los 
adolescentes y 28% de los adultos refirieron haber probado el cigarrillo. 
Respecto a los resultados de esta encuesta, consistentes con los estudios 
que se hacen en poblaciones especiales, indican que el consumo de drogas 
ilegales y médicas en la población rural y urbana de entre 12 y 65 años de edad 
ha aumentado de un 5% observado en 2002 a un 5.7% en este periodo. Las 
drogas ilegales (mariguana, cocaína y sus derivados, heroína, metanfetaminas, 
alucinógenos, inhalables y otras drogas) aumentaron de 4.6 a 5.2%; el consumo 
de drogas médicas con potencial adictivo, usadas fuera de prescripción, 
mantuvieron los niveles observados en 2002. 
Por grupos de población, se observa que, si bien el consumo de drogas 
ilegales es mayor en los hombres (en una proporción de 4.6 hombres por cada 
mujer), el índice de crecimiento es mayor en las mujeres entre las cuales el

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