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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE PSICOLOGÍA Del erotismo a la intimidad: la alteridad en Bataille, Levinas y Jullien TESIS Que para obtener el título de Licenciada en Psicología P R E S E N T A Cecilia Espitia Carrasco DIRECTOR DE TESIS Dr. Carlos Arturo Rojas Rosales REVISORA DE TESIS Lic. Blanca Estela Reguero Reza SINODALES Mtra. Patricia Paz de Buen Rodríguez Mtra. Tania Jimena Hernández Crespo Mtro. Juan Carlos Huidobro Márquez Ciudad Universitaria, Cd. Mx., 2016 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 1| AGRADECIMIENTOS AGRADECIMIENTOS A la Universidad Nacional Autónoma de México por acercarme de un modo distinto al conocimiento y al aprendizaje, y brindarme los espacios y herramientas necesarias durante mi formación. A Carlos Rojas por el apoyo, revisiones, sugerencias; por adentrarme en un pensamiento diferente y acercarme a la meta. A Blanca Reguero por el apoyo y las aportaciones. A Tania Hernández, Juan Huidobro y Patricia Paz de Buen por la lectura y sugerencias que fortalecieron mi trabajo. A mi mamá, Odilia Carrasco, por ser mi compañera de vida, por su amor y apoyo sin condición; por creer en nosotras y en mí, por los cuidados, dedicación y fuerza, por los consejos y detalles. Por una vida a su lado. A Socorro Estrada por cuidar de mí cuando lo necesitaba, por los afectos. A mis personas especiales, Antonio y Julio Gallegos, por la compañía, las risas, por ser mis hermanos de vida. A Dulce Rodríguez, mi preferida, por las risas infinitas y la confianza. A Marina Estrada y Alfonso Rodríguez por el amor y apoyo que siempre me han brindado. A Rodrigo Camarena, mi compañero de vida; por creer en nosotros, por el apoyo incondicional, las caricias y las sorpresas. Por los bellos momentos a su lado y los proyectos. A mis mejores amigas, Beatriz Basurto y Stephany Hernández, por las aventuras y las risas interminables; por la distancia que nos mantiene unidas. A la familia Ramírez por el apoyo, la calidez, la confianza y el cariño, por los desvelos, las risas y los abrazos; por hacerme sentir parte de su familia. DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 2| 3| ÍNDICE ÍNDICE INTRODUCCIÓN 5 PRIMERA PARTE. EROTISMO 9 1. BREVE HISTORIA DEL EROTISMO Y LAS DISTINTAS FORMAS 11 DE PENSARLO 1.1 La Antigüedad 13 1.2 La Época cristiana 17 1.3 El islamismo 23 1.4 La Época moderna 24 2. BATAILLE Y EL EROTISMO 27 2.1 Origen 28 2.2 Discontinuidad – continuidad 31 2.3 Violencia: la dialéctica de la prohibición y la transgresión 36 2.4 La experiencia interior y la voluptuosidad 41 2.5 Las formas del erotismo 48 3. OTRA MIRADA AL EROTISMO 51 3.1 Michel Foucault y los usos del poder 51 SEGUNDA PARTE. ÉTICA Y SOBERANÍA EN EL PENSAMIENTO DEL 55 EROTISMO 4. LA ÉTICA DE EMMANUEL LEVINAS1 57 4.1 Ética de la diferencia y filosofía primera 58 4.2 El Yo 64 1 En el desarrollo de todo el documento utilizaré Levinas y no Lévinas, como así se encuentra escrito en algunas de las referencias a las que me remito, no obstante, aluden al mismo filósofo. DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 4| 4.3 El Otro que se manifiesta en el rostro 72 4.4 La responsabilidad como cuidado del Otro 80 4.5 Emmanuel Levinas y su Fenomenología del Eros 84 5. LA SOBERANÍA EN GEORGES BATAILLE Y EL MARQUÉS DE SADE 88 5.1 El ser soberano de Georges Bataille 88 5.2 El hombre soberano del marqués de Sade y la negación del Otro 93 6. AUSENCIA-PRESENCIA DEL OTRO 102 TERCERA PARTE. DE LA INTIMIDAD: MÁS ALLÁ DE LEVINAS 107 Y BATAILLE 7. FRANÇOIS JULLIEN Y LA INTIMIDAD 111 7.1 Lo íntimo como recurso: la ruptura de la barrera del adentro-afuera 112 7.2 La intimidad, más allá del amor 120 7.3 Lo íntimo como punto de partida de una moral diferente 133 CONCLUSIONES 137 BIBLIOGRAFÍA 143 5| INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN Al erotismo se le ha relacionado de manera continua con las prácticas sexuales, sin embargo, no es menester del presente hacerlo, más bien, pretendo distanciarlo de esa visión para conseguir pensarlo y analizarlo desde otro lente, pues si bien en efecto incluye cuestiones respecto al sexo y forma parte de la sexualidad, también lo atraviesan otros aspectos, por ejemplo, de índole subjetivo, social y relacional, es decir, que toman en cuenta a la alteridad. En este punto es importantemencionar que el conocimiento que se tenga del erotismo difiere de la perspectiva y/o la disciplina de la que se parta. Por mencionar alguna, desde la Psicología el erotismo ha sido pensado desde sus diversas aristas. Se habla, por ejemplo, del amor erótico, como es el caso de Eric Fromm (1983), quien considera que este tipo de amor propicia una unión entre dos personas y los convierte en uno solo, contrario al materno que, según el autor, separa a dos personas que en un principio estaban unidas, madre e hija/o. En el amor erótico se ama a partir de la esencia misma del ser y se experimenta a la otra persona en la esencia de su ser, y es un acto de voluntad, pues implica la decisión de brindar la vida propia a la del amado o amada (Fromm, 1983). El anterior planteamiento y algunos otros que se revisaron permitieron delimitar los objetivos generales, siendo estos en el sentido de querer analizar el erotismo desde dos puntos en particular, individual y social. Respecto al primero porque el significado y sentido de la experiencia erótica se lo da cada persona y, en sí, responde a una vida interior; y el segundo porque puede implicar una relación con la alteridad, el Otro, es decir, estar dentro de lo relacional y vincular. Es precisamente el último aspecto en el que ahondo en buena medida en este trabajo, pues tiene como objetivo pensar y acercarse a la alteridad, y de forma general, visibilizar la relación entre erotismo y el aspecto social del ser humano. El que el erotismo pueda conllevar una relación con el Otro implica abordar dos cuestiones (individual-social, DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 6| interior-exterior) que a simple vista parecen opuestas, pero que en sí guardan una íntima relación. De ahí que haya revisado diversas propuestas que, si bien lo hacen de distintos modos, consideran esas dos características del erotismo. Hablo en particular de las aportaciones de tres autores: Georges Bataille, Emmanuel Levinas y François Jullien. Por tanto, considero que pensar el erotismo implica hacer dos movimientos, a lo exterior y al interior, pues nos encontramos en un mundo (afuera, el Otro, la alteridad) y en un adentro (el sí mismo, el ser). Llevarlos a cabo no es una situación fácil, pues el sí mismo, el Yo, ha permanecido encerrado, ha puesto una barrera que le dificulta abrirse hacia sí, pero también al Otro, ser con el Otro. En ese sentido, es necesario ya no hacer evidentes las diferencias que nos caracterizan y compartir con la alteridad eso que se llama vida, pero, ¿qué es lo que le ha impedido salir de sí mismo? Una historia que lo atraviesa, puede ser, pero quizá sea algo que hemos aprendido desde el comienzo de nuestra vida como seres sociales, es decir, el lenguaje respecto a un modo adecuado de ser con el Otro, o, dicho de otro modo, aquel referido a cuestiones éticas y morales, y no al que nos permite comunicarnos e interactuar. En este punto cabría preguntarse si acaso ese tipo de lenguaje sea el responsable de esa distancia que nos separa del Otro, que nos impide ser con él y conseguir compartir la vida cotidiana. Intentando responder a lo anterior, me vino la idea al inicio de este trabajo y una vez que me había acercado a las obras de Bataille y Levinas, que podría ser el erotismo aquel aspecto de la vida del ser humano que permitiría pensar en la posibilidad de que el sí mismo promoviera una apertura al Otro. En ese sentido, este trabajo pretende alcanzar cuatro objetivos principales: 1) reconocer los elementos que hacen del erotismo un aspecto del hombre de índole social y no sólo individual e interior; 2) identificar si es posible el encuentro erótico desde la ética de Levinas en el pensamiento sobre erotismo de Bataille; 3) pensar y analizar si el Otro, la alteridad, desde la obra de Bataille y Levinas, es pensada y planteada como una ausencia y/o presencia; y, finalmente, 4) encontrar y brindar una propuesta que permita pensar en la posibilidad de un medio que consiga romper la barrera que separa al sí mismo y su interior respecto al Otro, es decir, del afuera, y que a su vez, nos traslade a la idea de una vida compartida con el Otro. 7| INTRODUCCIÓN Respondiendo a los objetivos que precedieron, en la primera parte hago una breve revisión de la historia del erotismo en la vida del ser humano, partiendo de la Antigüedad y finalizando con la Época moderna (Lo Duca, 1965; Bataille, 2013a y 2013b). Abordo las aportaciones que Bataille hace del erotismo, planteándolo como una experiencia interior que permite al ser humano experimentar la continuidad que, de acuerdo a él, perdimos por el hecho de vivir, pues tal sólo puede ser experimentada en la muerte 2 (en el erotismo y su pequeña muerte) y mediante la transgresión de aquellas prohibiciones impuestas (Bataille, 1970; 2001; 2013; y 2013b). En la segunda parte entro en lo meramente ético propuesto por Levinas, haciendo énfasis en su ética como filosofía primera, en la primacía que da al Otro y su alteridad, en el modo de relacionarnos con esa alteridad desde la responsabilidad, que antecede a la libertad, y finalizo con su Fenomenología del Eros (Levinas, 2000 y 2002). Aunado a esto, desarrollo el pensamiento sobre soberanía de Bataille, quien ejemplifica, relacionado al erotismo, la existencia de un ser soberano en el marqués de Sade y en los personajes de su literatura (Bataille, 2001; 2013a; y 2013b). A manera de cierre, planteo una ausencia- presencia del Otro que pretende romper con la dicotomía de una ausencia y presencia del Otro en el erotismo, implícita y explicita en Bataille y Levinas, respectivamente. En la tercera parte hago una crítica a las perspectivas de Bataille y Levinas respecto a su posicionamiento en cuanto a la alteridad, de tal modo que visibilizo las diferencias y similitudes entre ellos. En el cierre hablo de la propuesta de lo íntimo del filósofo y sinólogo francés, François Jullien (2016), quien no hace énfasis en el erotismo ni en el amor, como Bataille y Levinas, respectivamente, sino en algo más allá en donde se construye un adentro compartido, un nosotros que consigue romper la barrera del exterior para ir a lo más interior de lo interior del ser humano, y apartarse del ensimismamiento que ha alejado al sí mismo del Otro. Lo precedido es de forma general el contenido de este trabajo que no pretende otra cosa más que mirar a la alteridad y reflexionar sobre la propia existencia con el Otro y en la 2 Abordo la idea de muerte, pero en un sentido simbólico y transformador del ser, no literal, pues no se da fin a la vida. DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 8| posibilidad de una vida de a dos, es decir, compartida y diferente, pues nos encontramos en un mundo que, al debatirse entre la forma de sus límites relacionales, se empeña en anular al Otro al reducirlo al sí mismo, y que nos habla de un mecanismo de poder y de la socialidad en donde la imposibilidad de ser con el Otro, o bien, de madurar o crear una perspectiva, obstaculiza pensar modos distintos de relacionarnos con los Otros. Por tanto, el recorrido que hago tiene la finalidad de adentrarse en un pensamiento diferente por el simple hecho de hablar de la presencia íntima del Otro. 9| EROTISMO PRIMERA PARTE EROTISMO El erotismo es uno de los aspectos de la vida interior del hombre. Georges Bataille Así es como Bataille comienza el capítulo primero de su libro El erotismo (Bataille, 2013a). Es sobre esa afirmación sobre la cual trabajaré en buena medida en el desarrollo de este trabajo de tesis, junto con la aportación del filósofo Emmanuel Levinas, respecto a la ética, el otro y su alteridad. Antes de profundizar en la conceptualización teórica que Bataille aportóal conocimiento sobre la vida del ser humano respecto al erotismo, el cual incluye aspectos como muerte, vida, violencia, prohibición y transgresión, hablaré sobre las ideas diversas que de erotismo se tienen, con la intención de analizar y comprender cómo es que el contexto social e histórico influyen en la forma de pensarlo y experimentarlo. Es decir, no pensar únicamente al erotismo como un componente relevante de la vida interior, sino, además, del ámbito social. Al ser el erotismo en general un aspecto de la vida social, hace que el pensamiento que sobre él se tenga y la forma de experimentarlo sean limitados, permitidos o ilícitos, por la influencia de ciertos aspectos, por ejemplo, de orden religioso, en especial del DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 10| cristianismo. Tales aspectos han sido juzgados y matizados de pecado como producto de la incitación a la transgresión de la prohibición que se ha instaurado por la necesidad inherente de establecer normas que regulen el comportamiento humano en sociedad. Es menester hacer mención que, aunque ha existido represión, el erotismo y la sexualidad son temas de los que se habla, pues existen y tienen una función en la vida humana, sólo que en ciertos casos han sido y son interpretados como prohibidos, Respecto a las ideas que giran en torno a la prohibición y la transgresión, entendida como violencia, las desarrollaré a lo largo de este capítulo con el fin de hacer notar el carácter social del erotismo. Además de los aspectos antes mencionados, intentaré mostrar que la más antigua humanidad ya conocía el erotismo (Bataille, 2013b, p. 41). En lo que refiere a la historia del erotismo, dedicaré unas líneas para recapitular algunas aportaciones sobre la evidencia documental que permitirá pensar que el ser humano ha sido erótico desde su origen y que el erotismo es una experiencia que apela a una movilidad interior, es decir, que existimos dentro. Así, para comprender el pensamiento que sobre erotismo se tiene, es necesario acercarse a las distintas formas de pensarlo y analizarlo, razón por la cual en el desarrollo de esta primera parte abordaré principalmente las aportaciones sobre erotismo de Bataille, pero también tomaré en consideración las aportaciones de Michel Foucault, pues parten de una perspectiva social. La diferencia entre estos pensadores radica en los elementos que eligieron para guiar su análisis sobre el erotismo. 11| EROTISMO 1. BREVE HISTORIA DEL EROTISMO Y LAS DISTINTAS FORMAS DE PENSARLO Para hablar del erotismo es menester hacer mención de la historia que de éste se ha escrito. En su Historia del erotismo, Lo Duca (1965) proporciona en unas cuantas líneas introductorias los objetivos precisos que pretende alcanzar con el desarrollo de su trabajo, mismos que permiten reconocer la perspectiva desde la cual guía su pensamiento sobre el erotismo. Esta Historia del Erotismo quiere desprender al erotismo de sus estructuras obsesivas, desenredar los hilos diversos que llevan alternativamente al amor, a la estética, a la patología, al arte, incluso a la ética y a la sociología, hacer, en fin, un balance de los impulsos activos que podemos sacar de una de las fuerzas más constantes y más inextirpables que condicionan la vida humana (Lo Duca, 1965, p. 8). Lo anterior remarca un aspecto fundamental en el pensamiento de Lo Duca: considera el erotismo como una fuerza constante e invencible que condiciona la vida humana. Con ésta idea se separa de aquel pensamiento que dirigiría el fin del erotismo exclusivamente al terreno de la biología, asociado a la reproducción o génesis; motivo por el que es posible decir que hace a un lado lo meramente relacionado a lo reproductivo para incluir aspectos de orden subjetivo y de placer. En palabras de Lo Duca: Siendo la obsesión sexual, manifiesta u oculta, desenfrenada o dominada, un componente, o mejor un dominante de la vida social, ilimitado el comportamiento erótico, estaríamos tentados de buscar una definición fácil de lo que es el erotismo en el amor; por ejemplo, se podría admitir que todo lo que no es genésico es erótico. Preferimos entrar oblicuamente en ese DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 12| dominio que oculta lo que hay de más individual en el hombre (Lo Duca, 1965, p. 4). Además de la postura de Lo Duca respecto a que todo lo que no es genésico es erótico, separando el fin del erotismo del terreno que se encuentra relacionado a la reproducción, se puede reconocer en su pensamiento que la obsesión sexual es un aspecto social puesto que el contexto y cultural tiene incidencia en la manera de pensar ese aspecto de la vida, esto es, en el valor que se le da o no a la sexualidad en general y al erotismo en particular. Empero, el erotismo se mueve en el interior, en la parte individual del ser humano, y el contexto social tiene injerencia en las formas y modos de experimentarse. Este reconocimiento se hace más claro cuando refiere que es un dominante de la vida social que determina si el comportamiento erótico será inhibido o estimulado, prohibido o animado, reprimido o liberado (Lo Duca, 1965); y reforzando la idea nos dice: “Cuando vayamos más allá de la naturaleza, es decir cuando estudiemos el erotismo divinizado, después sublimado y, finalmente consumado en la violencia absoluta, encontraremos los rasgos del hombre y de su genio” (Lo Duca, 1695, p. 9). Lo antes citado no sólo permite identificar la concepción que Lo Duca tiene del ser humano al decir que en la violencia se pueden encontrar rasgos que lo caracterizan, sino, además, que el erotismo va más allá de la naturaleza y que implica aspectos divinos. Más adelante ahondaré en aspectos relacionados a lo divino, lo sagrado y a la violencia, aspectos que guían el pensamiento sobre erotismo en Bataille. Por lo anterior, describo a continuación una breve historia del erotismo con la intención de hacer notar las diversas formas de pensarlo y experimentarlo en el transcurso del tiempo. 13| EROTISMO 1.1 La Antigüedad3 Según Bataille (1970), la más antigua humanidad conoció el erotismo puesto que las primeras imágenes del hombre, en las paredes de cuevas, éste aparece con el pene erecto. Esta afirmación la sustenta al hacer una descripción de la imagen de la cueva del hombre de Lascaux: La del hombre que se cae, que tiene el rostro de pájaro y muestra el sexo erguido. Este hombre está extendido frente a un bisonte herido, que va a morir, pero que haciéndole frente al hombre pierde horriblemente sus entrañas (Bataille, 1970, p. 23). En cuanto al análisis que proporciona Bataille respecto a la imagen de la cueva de Lascaux, profundizaré sobre éste en el apartado dedicado al pensamiento sobre erotismo en Bataille, y cuya imagen proporciona una idea del erotismo en la Prehistoria, así como de la relación que Bataille encuentra entre erotismo y muerte. En el periodo que comprende la Antigüedad, el erotismo era de orden posicional, el cual se caracterizaba por una diversidad de movimientos (Lo Duca, 1965, p. 9) y su fin se encontraba dentro de los marcos de la naturaleza, es decir, aquéllos que lo relacionaban con la continuidad de la especie; por lo tanto, la finalidad del erotismo era con fines reproductivos. En ese sentido, la manera de vivir la experiencia erótica era pensada como un medio para asegurar la sobrevivencia de la humanidad y no como un fin de la vida del hombre que trasciende toda actividad sexual, como así lo considera Bataille (1970, p. 38). En suma a lo anterior, la manera de pensar y vivir la experiencia erótica, así como las formas en las que se ha conceptualizado, difería -y difiere- entre los sexos; en cuanto a esto: Bajo la influencia de la excitación sexual, una mujer considera su cuerpodestinado al placer del hombre; es la emoción compleja que forma la base 3 El nombre de los apartados que componen esta breve historia del erotismo fueron extraídos tanto de Lo Duca (1965) como de Bataille (1970, 2014b). DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 14| inicial de su propio placer. En la visión femenina concebida por los hombres, esa potencia genésica se confunde con una abundancia fabulosa. En la visión masculina concebida por las mujeres y consagrada por los hombres, la potencia genésica se vuelve delirio dimensional (Lo Duca, 1965, p. 12). En la Antigüedad de la civilización occidental, el acto erótico se ocultaba y se encontraba ante una elección: el bien o el mal. La desnudez se ocultaba y era apartada de la vida pública, se vivía en lo privado; era mejor no hablar de ello y en caso de hacerlo, tenía que ser bajo ciertas reservas. En Oriente se experimentaba de distinta manera al ser “la unión del macho y de la hembra, el símbolo viviente de la unión de todas las fuerzas” (Lo Duca, 1965, p. 10). Asimismo, el erotismo de esa época es una referencia a los mitos de la vida religiosa. Se le dotó de sentido en la medida que llevó a cabo un papel en la actividad humana (Lo Duca, 1965, p. 11) y fue de orden religioso, especialmente el que refiere a las fiestas orgiásticas4 de Dionisio, 5 en Grecia; sin embargo, los ritos orgiásticos eran comunes en todas las religiones o cultos. Los encuentros festivos religiosos de los antiguos griegos no sólo servían para propiciar a los dioses y celebrar la unidad del Estado, sino, además, “para aminorar la inconformidad colectiva a través de la bebida, el baile y el sexo” (Angulo, Fernández & García, 2008, p. 144). En el contexto del culto dionisíaco el dinero no desempeñaba ningún papel debido a que aquellos que participaban en las orgías de Dionisio eran por lo general esclavos (Bataille, 1970, p. 45). Antes de los primeros siglos del Imperio, los aristócratas no jugaban un papel importante, aunque tuvieran el privilegio de la riqueza (Bataille, 2013b, p. 85); el dinero al que podían tener acceso no era suficiente para poder participar en ese tipo de rituales, pero sí en aquellas formas estabilizadas, por ejemplo, en el matrimonio y la prostitución. 4 La orgía lleva consigo el frenesí, el vértigo y la pérdida de la conciencia. Los impulsos festivos adquieren esa fuerza desbordante que lleva en general a la negación de cualquier límite. La fiesta es por sí misma una negación de los límites de una vida ordenada por el trabajo; pero, a la vez, la orgía es signo de una perfecta inversión del orden (Bataille, 2013a, p. 118). 5 Se conoce a Dionisio como el dios de la vid y de la ebriedad; el dios de la fiesta, el dios de la transgresión religiosa. (Bataille, 1970, p. 49). 15| EROTISMO Por ello es que, al existir diferencias entre las formas de la experiencia erótica, las clases bajas desempeñaron un papel importante en el erotismo religioso, en contraste, los aristócratas libertinos no lo hicieron así (Bataille, 1970, p. 46). Respecto a la relación existente entre la experiencia erótica y las jerarquías, Bataille (2013b) reconoce que el nacimiento del erotismo fue el antecedente primero de la división de la humanidad en hombres libres y esclavos, y, a su vez, que “el placer erótico dependía del estatus social y de la posesión de riquezas” (Bataille, 2013b, p. 79); por ello es que la sexualidad griega a menudo se expresaba en términos jerárquicos. En otras palabras, las relaciones se planteaban entre alguien que desea y el objeto deseado; relación que, por otro lado, estaba sujeta a un control social. Los hombres y mujeres que no eran ciudadanos y los esclavos de ambos sexos, estaban disponibles libremente (Angulo, Fernández & García, 2008, p. 145). Retomando lo referente a las prácticas dionisíacas, aquellas que estaban inmersas en el marco religioso y cuya esencia es oponer a los otros actos culpables, actos prohibidos (Bataille, 1970, p. 49), eran incitadas a llevarse a cabo por el valor casi obligado que las prohibiciones traen consigo, esto es, el de la transgresión. Esta acción era característica de las fiestas de Dionisio, asignaba a éstas su carácter maravilloso, su aspecto divino. Por ello es que era un dios “cuya esencia divina es la locura. Pero la locura, como tal, es de esencia divina. Divina quiere decir, aquí, que niega la razón” (Bataille, 1970, p. 49). El carácter religioso de las fiestas de Dionisio era aquél que las definía: lo que gobernaba era el exceso, el sacrificio, la fiesta cuya máxima expresión era el éxtasis. La razón, esa ley fundamental, no tenía cabida en ese momento puesto que la voluptuosidad, aquélla que caracterizaba los rituales, se asociaba a la locura, a lo divino, a lo oculto. “Lo dionisíaco era un mundo que no ignoraba los resortes de la alegría, del sufrimiento, del éxtasis, de la voluptuosidad” (Lo Duca, 1965, p. 20). Profundizando en el culto dionisiaco, Bataille escribe: El culto de Dionisio fue trágico, pero al mismo tiempo fue erótico. Fue un desorden delirante, pero sabemos que en la medida en que fue erótico fue DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 16| trágico. En primer lugar, fue trágico, y es un horror trágico que el erotismo termina por hacerlo entrar (Bataille, 1970, p. 46). El sentido trágico planteado por Bataille hace referencia a que el erotismo era una actividad que se definía, principalmente, por vivirse de forma oculta, en la sombra; en aquellos lugares en los cuales la luz no tenía que mostrar su existencia porque se era propicio a ser juzgado y, peor aún, condenado. Es ahí donde el sentido trágico del erotismo se encuentra plasmado, es decir, en el plano de la prohibición y de su consecuente incitación, la transgresión. Complementando respecto a las formas de experimentar el erotismo en la Antigüedad: Roma se transformó en un inmenso escenario donde el gozo físico era el fin supremo. Aún antes de lo que se llamó la “decadencia imperial”, Roma se complacía en toda la gama del erotismo. El sadismo desencadenado del circo romano no recuerda sino muy de lejos a las fiestas dionisíacas por las cuales se alcanzaba el éxtasis orgiástico con casos de castración purificadora: se trataba más bien de un sadismo exterior, de espectador, de onanista en potencia (Lo Duca, 1965, p. 32). En Roma disfrutaban de una sexualidad libre, lo cual favorecía que se permitiera hablar sobre la expresión pública del erotismo y reconocer que el erotismo se ve influenciado por lo público y se manifiesta en lo privado (De Luna, 1994, p. 699); haciendo de dicha actividad un aspecto que posee dos caras: individual y social. En el caso de Roma se llegó a perfeccionar, en el terreno técnico, la inspiración erótica griega (Lo Duca, 1965, p. 36), razón por la cual ambas culturas -Grecia y Roma- comparten ciertas formas de expresar la vida erótica. Empero, no sólo existió la forma libre de experimentar la sexualidad y el erotismo, sino, además, se presentaba su contraparte, esa en la que la sexualidad romana se colocaba en un entorno doméstico y sujeta a marcados cánones morales (Angulo, Fernández & García, 2008, p. 140). 17| EROTISMO En el caso de la mujer, su papel activo en la vida sexual se hizo evidente en aquellos objetos cotidianos que en su decoración se le representaba como fuente de erotismo y que gozaba además de su sexualidad (Angulo, Fernández & García, 2008, p. 150). Angulo, Fernández & García (2008) coinciden al igual que Lo Duca (1965) en que las imágenes eróticas romanas muestran una variedad de posturas sexuales. Éstas expresan fantasías sexuales que culminan con lo que se podría denominar como sexo no productivo,esto es, sexo no dirigido a la reproducción, sino al propio placer sexual, uno de los elementos que constituyen el erotismo. Por ello es que las formas en las que se expresa y manifiesta el erotismo y la sexualidad varían dependiendo de las circunstancias históricas y del momento social; por lo tanto, es característico encontrar diferencias a razón de la perspectiva desde la cual se decida, por ejemplo, analizar o conceptualizar. En resumen, la concepción general de la vida erótica en el mundo antiguo contrasta de forma importante con la represión de la manifestación erótica y sexual vivida en épocas posteriores -como mostraré en el siguiente apartado-, en las que la actividad sexual y el erotismo fueron considerados aspectos de la vida del hombre caracterizados principalmente por ser pensados como lascivos e inmorales. 1.2 La Época cristiana En la historia del erotismo la religión cristiana se dedicó a oponer una condena a éste, y cuando el cristianismo se propuso dominar el mundo, se dedicó a liberarlo del erotismo (Bataille, 1970, p. 53). De esa forma, el cristianismo orilló el erotismo al satanismo, siendo este último la negación del mundo cristiano y producto del mal. Por ende, siendo el satanismo una idea asociada al mal, el erotismo, sumido en ese terreno, padecía de esa condena: la del pecado y la maldad. Lo mencionado reside en una perspectiva de la religión cristiana en la que la vida en el mundo, los comportamientos humanos, eran entendidos en términos del bien y el mal. El bien estaba relacionado a vivir bajo los preceptos del cristianismo y de su máxima creación, DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 18| la Biblia; y el mal, siendo lo indeseable para el cristianismo, se relacionaba con el mundo demoníaco, con el de Satán. El mal que hay en el mundo profano se unió con la parte diabólica de lo sagrado, y el bien se unió con la parte divina. El bien, fuese cual fuese su sentido de obra práctica, recogió la luz de la santidad. La palabra «santidad», primitivamente, designaba lo sagrado, pero luego ese carácter quedó ligado a la vida consagrada al bien, y consagrada al bien al mismo tiempo que a Dios (Bataille, 2013a, 128). Aquella persona que no cumpliera con los mandatos de la religión cristiana era condenada y en relación a las practicas eróticas no era la excepción. En aquel cristiano que gustara y disfrutara de satisfacer sus placeres, la religión se encargaba de crear el sentimiento de culpa en él, del pecado. La primera campaña del pensamiento cristiano atacó a la desnudez, que se transformó en la efigie del pecado sin igualarlo con la preocupación del pecado original, que era de orden mágico. La mujer se transformó en el tema mismo del pecado; cualquier desborde sexual era, a los ojos de los nuevos teólogos, obra del diablo. Nacieron sentimientos desconocidos gracias a las reglas cristianas (Lo Duca, 1965, p. 39). Y específicamente en el caso de la mujer: Se transformó en el chivo emisario de las pasiones del hombre. Era “objeto de amor”, “tentadora”, “culpable desde el Paraíso”, “pecadora”, “la que induce al hombre al pecado”, “aguijón de escorpión”, “camino del vicio”, “sexo maligno”, etc.; en una palabra, semilla de bruja. Uno de los caracteres sexuales secundarios de la mujer, los cabellos, se transformó a los ojos de los cristianos, en encanto demoníaco (Lo Duca, 1965, p. 41). En ese sentido, las formas de experimentar el erotismo fueron, al igual que en la antigüedad y en la actualidad, distintas entre los sexos. Las mujeres eran la tentación y los 19| EROTISMO hombres quienes no debían acceder a ella, y si lo hacían, tenían que pagar el precio de su falta: condena y el estigma social de pecador. Todo aquello que saliera de los márgenes del cristianismo era impuro y demoníaco. El cuerpo y aquellos goces que vinieran de él eran considerados como pecado, quitando a sus movimientos toda esencia divina que los definía. Se promovía la represión de la carne y la lujuria (como pecado) era el principal enemigo a vencer. Por un lado, se predicaba el ideal religioso más riguroso: ayuno, castidad, pureza, lealtad, maceración, renuncia a los placeres, rechazo de los bienes terrenales, preparación para la otra vida. Por el otro se afirmaba que la tierra ofrecía placeres para ser tomados. Ese mundo ignoraba al otro, al punto de que las mujeres, reservadas con los hombres de su raza, se mostraban desnudas a los rústicos con una indiferencia perfecta. (Lo Duca, 1965, p. 45). El erotismo existía en esta época y la religión cristiana tenía conocimiento de ello. Ese aspecto de la vida interior se caracterizaba por vivirse, pero a la vez ocultarse, y aquel que hiciera pública su vida erótica era condenado por transgredir los interdictos impuestos. Y así, en el intento de despojar al hombre de su esencia, esto es, la del erotismo, el cristianismo le asignó a éste el valor de lo prohibido. Esto se ve reflejado en ciertas esferas y productos de la vida humana, por ejemplo, en las artes, y específicamente en la pintura de la Edad Media en la que, al ser los pintores trabajadores de la Iglesia, tenían como consigna hacer representaciones del erotismo, pero relegándolo al infierno, al hecho que relaciona erotismo con el pecado y la condena (Bataille, 1970, p. 54). Al enviar al erotismo a la condena, el resultado obtenido no fue el deseado puesto que fue mediante ese castigo que el cristiano se acercaba al valor ardiente (Bataille, 1970, p. 53), es decir, a la obtención de placer y satisfacción de aquellos deseos eróticos: los de la carne y los de la mente –del interior. Lo expuesto denota una de las intenciones primeras del cristianismo: controlar y regular la vida erótica y sexual de las personas; proyectos que no hubieran sido posibles sin DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 20| la ayuda de la confesión. La obligada confesión manifestada en los manuales de confesión de la Edad Media y en aquellos que datan del siglo XVII, hacían explícito el interés por conocer determinadas características de la experiencia erótica y sexual: la verdad del sexo. Para ser más puntual y en palabras de Foucault: Creyeron mucho tiempo indispensables para que la confesión fuera completa: posición respectiva de los amantes, actitudes, gestos, caricias, momento exacto del placer: todo un puntilloso recorrido del acto sexual en su operación misma. La discreción es recomendada con más y más insistencia. En lo relativo a los pecados contra la pureza es necesaria la mayor reserva (Foucault, 2011, p. 18). Tras haberse convertido en Occidente el ejercicio de la confesión en una de las técnicas altamente valoradas para producir lo verdadero: La confesión difundió hasta muy lejos sus efectos: en la justicia, en la medicina, en la pedagogía, en las relaciones familiares, en las relaciones amorosas, en el orden de lo más cotidiano, en los ritos más solemnes; se confiesan los crímenes, los pecados, los pensamientos y deseos. La gente se esfuerza en decir con la mayor exactitud lo más difícil de decir, y se confiesa en público y en privado, a padres, educadores, médicos, seres amados; y, en el placer o la pena, uno se hace a sí mismo confesiones imposibles de hacer a otro (…). La gente confiesa —o es forzada a confesar (Foucault, 2011, pp. 57-58). El cristianismo presentó al cuerpo, la sexualidad y al erotismo como “el enigma inquietante” (Foucault, 2011, p. 35), como lo que debía ser confesado, y al socializar la sexualidad instaurándola en el matrimonio, el cristianismo consiguió fijar lo lícito y lo ilícito dentro del marco conyugal. La sexualidad estaba sometida a un conjunto de reglas y recomendaciones; eran el punto de coacción, ya que de esa relación social era de lo que se hablaba y aquella que debía ser vigilaba. “Debía confesarsecon todo detalle” (Foucault, 2011, p. 37). 21| EROTISMO En cuanto al discurso que se generó en torno a los placeres de la carne, la Edad Media se encargó de organizarlo de forma unitaria (Foucault, 2011, p. 3), lo cual quiere decir que el discurso no se multiplicó ni diversificó en términos cuantitativos como lo hizo en las sociedades modernas. La vivencia de la sexualidad y el erotismo estaba regida por tres códigos: derecho canónico, pastoral cristiana y ley civil (Foucault, 2011, p. 37). Éstos se encargaban de imponer los límites entre lo prohibido y lo permitido, motivos por los cuales, en caso de transgredir los interdictos, se era expuesto a la condena y/o al castigo. Respecto a esto, Foucault (2011) apunta: Romper las leyes del matrimonio o buscar placeres extraños significaba, de todos modos, una condena. En la lista de los pecados graves, separados sólo por su importancia, figuraban el estupro (relaciones extramatrimoniales), el adulterio, (…), el incesto espiritual o carnal, pero también la sodomía y la "caricia" recíproca. En cuanto a los tribunales, podían condenar tanto la homosexualidad como la infidelidad. Lo que se tomaba en cuenta, tanto en el orden civil como en el religioso, era una ilegalidad de conjunto (p. 38). Por otro lado, en el periodo comprendido del siglo XIV al XVI, la situación del erotismo cambió al existir pinturas eróticas, es decir, manifestaciones de la sexualidad, pero existía una desventaja en cuanto a quienes conseguían tener acceso a ellas: sólo podían poseerlas aquellas personas cuya riqueza sobrepasara a la de la mayoría, esto es, al pueblo (Bataille, 1970, p. 54). Únicamente los ricos tenían la posibilidad de comprar pinturas en las que se representaba de forma abierta la vida erótica. Esto remarca la idea que plasmé en el apartado anterior respecto a que las formas de vivir el erotismo eran diversas a razón de la condición social de las personas y del poder adquisitivo al que pudieran tener acceso. Un caso particular es el de la pintura erótica reconocida como Manierismo. 6 Ésta se caracterizaba por estar ligada a las libertades técnicas, estilísticas y expresivas de cada artista. Representaban alargamientos de las proporciones, riqueza del colorido, fuerza 6 En Italia (Siglo XVI) el Manierismo procede de Miguel Ángel y en Francia fue representado por la escuela de Fontainebleau (Bataille, 1970, p. 56). DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 22| dramática y expresividad de sus personajes, variedad y violencia (Luque, 2005, p. 121). El caso de Miguel Ángel es el claro ejemplo de una pintura transgresora, ya que “atenta contra la honestidad al descubrir siempre, sin respeto, aquellas partes de las figuras desnudas que deberían estar ocultas” (Vila da Vila, 2005, p. 30). En lo referente a los comienzos del siglo XVIII, Foucault (2011) señala que aún existía cierto grado de tolerancia ante lo ilícito. 7 Las prácticas no buscaban el secreto; las palabras se decían sin excesiva reticencia, y las cosas sin demasiado disfraz (…). Los códigos de lo grosero, de lo obsceno y de lo indecente, si se los compara con los del siglo XIX, eran muy laxos. Gestos directos, discursos sin vergüenza, trasgresiones visibles, anatomías exhibidas y fácilmente entremezcladas, niños desvergonzados vagabundeando sin molestia ni escándalo entre las risas de los adultos: los cuerpos se pavoneaban. (Foucault, 2011, p. 7). A grandes rasgos, la religión cristiana se encargó de dirigir a la sexualidad y al erotismo al terreno de la represión; sugirió discreción y aplicó condena a aquél que no cumpliera con sus preceptos: control mediante la prohibición. Asimismo, sostuvo una oposición ante el espíritu de la transgresión (Bataille, 2013a, p. 124) y rechazó la impureza, pero con cierta medida. El cristianismo no podía rechazar hasta el extremo la impureza, no podía rechazar la mancha. Pero definió a su manera los límites del mundo sagrado; y en esa definición nueva, la impureza, la mancilla, la culpabilidad, eran expulsados fuera de esos límites. A partir de entonces lo sagrado impuro quedó remitido al mundo profano. En el mundo sagrado del cristianismo, no pudo subsistir nada que confesase claramente el carácter fundamental del pecado, de la transgresión (Bataille, 2013a, p. 127). 7 Planteo ilícito en el sentido de que la sexualidad, en caso de ser castigada, lo era dentro del margen legal. 23| EROTISMO La religión cristiana se opuso de manera general a la actividad erótica y específicamente en matrimonio, pero dicha oposición se fundó en el elemento profano del mal que constituía toda actividad sexual fuera del matrimonio: regulación y control. Así fue que en el mundo cristiano las prohibiciones fueron claramente del orden absolutista, extremista. “La transgresión habría revelado lo que el cristianismo tenía velado: que lo sagrado y lo prohibido se confunden, que el acceso a lo sagrado se da en la violencia de una infracción” (Bataille, 2013a, p. 132); pero al oponerse la religión cristiana al espíritu de la transgresión, consiguió negar el carácter sagrado del erotismo. Es necesario precisar que la Época cristiana, en términos religiosos, no es la única que aporta elementos para pensar en la diversidad existente de las formas en las que se manifiesta el erotismo, sino, además, se puede tomar en consideración el islámico. Este último permite reconocer aspectos que en el cristianismo se tomaban en cuenta, por ejemplo, aquellos que se vinculan con un valor negativo y transgresor del erotismo. 1.3 El islamismo En el periodo de las cruzadas el control del cristianismo se vio limitado por la participación de los cruzados. Esto se debió a que para ellos en particular y el islamismo en general, el erotismo se convirtió en un culto profundo (Lo Duca, 1965, p. 48). Una de las obras en cuanto a literatura que se encarga de hacer visible el erotismo en la vida islámica es el libro de Las mil y unas noches y en el que “poesía, imaginación, sexualidad, alucinación y exaltación se mezclan inextricablemente” (Lo Duca, 1965, p. 49). Contrario al cristianismo, el islamismo hizo del erotismo un elemento constitutivo de la vida, y así: Con un ardor que no se apaga, con una suerte de turgescencia de la imagen, del ritmo, de lo maravilloso, el Islam, entonces conquistador, integró el erotismo en la vida. Lejos de estar separado de la vida por un contexto DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 24| moral, por tabúes religiosos o por amenazas biológicas, el erotismo se transforma en uno de los aspectos de la vida misma (Lo Duca, 1965, p. 50). Además, se consideraba a los sentidos como uno de los aspectos esenciales del hombre, inseparables de su totalidad y de la significación mágica de sus actos. El placer sexual era pensado como el símbolo de la beatitud suprema y como uno de los medios que conducen a ella (Lo Duca, 1965, p. 55). Como pudo hacerse evidente, existen diferencias acentuadas en cuanto al erotismo cristiano e islámico, así como las existentes entre la Antigüedad y la Época moderna. En el primer apartado de esta corta historia del erotismo hablé sobre el erotismo de la antigüedad a modo de preceder un periodo con el que guarda largo tiempo de distancia: la modernidad. En el siguiente apartado me dedicaré a proporcionar los elementos necesarios para poder distinguir los aspectos que permiten reconocer, una vez más, que, así como el erotismo se manifiesta en la vida privada, también lo hace dentro del marco de lo público y que es influido por la serie de normas sociales. 1.4 La Época moderna El erotismo de la Época moderna presenta diferencias en comparación a la Antigüedad y Edadmedia, pues carece de elementos que lo vinculan a la religión, como lo fue en el caso de los cultos orgiásticos de Dionisio. Y así, “al rechazar el aspecto erótico de la religión, los hombres la han convertido en una moral utilitaria…El erotismo, al perder su carácter sagrado, se convirtió en algo inmundo” (Bataille, 2013b, p. 92). El erotismo de Francia del siglo XVIII puede caracterizarse por la aparición de uno de los personajes más transgresores de la literatura: Donatien Alphonse François de Sade, o mejor conocido como el marqués De Sade, quien dirigió a pensar en la existencia de una Francia libertina y el reflejo de un cambio radical (Bataille, 1970, p. 56). Sade asociaba el dolor con la voluptuosidad; gustaba de los juegos de dominio y sometimiento, de la sodomía, de los actos sexuales profanos y de la parafernalia erótica, prácticas consideradas 25| EROTISMO criminales por la monarquía, por los tribunales revolucionarios y los napoleónicos (Bataille, 1970, p. 57). Lo transgresor de la literatura de Sade radicaba en que hizo públicos sus deseos y utilizó la obscenidad, voluptuosidad, con el objetivo de desmantelar un sistema de creencias éticas, morales y religiosas, y cuyas acciones resultaron intolerables para las autoridades. Y así, como producto de su oposición a la autoridad y al decidir transgredir los interdictos creados, la condena social lo obligó a pasar gran parte de su vida en prisión. Lo precedido permite reconocer la hipótesis represiva de la sexualidad que Foucault aporta sobre las sociedades occidentales modernas y en las que “el pudor moderno conseguiría que no se le mencione a merced al solo juego de prohibiciones que se remiten las unas a las otras: mutismos que imponen el silencio a fuerza de callarse. Censura” (Foucault, 2011, p. 17). A partir del siglo XVIII o XIX, la cantidad de discursos respecto a la sexualidad se diversificó en varias disciplinas, por ejemplo, la medicina. Esta última se encargó de categorizar y normalizar el conjunto de prácticas sexuales existentes, y en específico aquellas que fueron reconocidas como perversiones sexuales y que eran conocidas por ir en contra de la naturaleza. Lo mencionado es muestra del control social que se ejerció a finales del siglo XIX, pues intentaba filtrar la sexualidad y el erotismo- de las parejas. En ese sentido, dicho control se llevó a cabo a razón de proteger, separar y prevenir todo peligro atribuido al sexo (Foucault, 2011, p. 31). Además de lo anterior, las sociedades modernas intentaron reducir la sexualidad a la de la pareja, pareja heterosexual y legítima, dejando de lado y excluyendo de esta manera a las formas y modos de sexualidad diversa, la de las minorías, la que se sitúa fuera de la norma social. Respecto a esto y las sociedades modernas, Foucault apunta: “Nunca una sociedad fue más pudibunda” (Foucault, 2011, p. 49), es decir, no había existido alguna que se caracterizara por su aparente y excesivo pudor. DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 26| Finalmente, y con el objetivo de brindar una idea general de la historia del erotismo, resumo el camino que el hombre ha recorrido lo largo de la historia de su erotismo a razón de querer disfrutar de sus deseos, placeres y de ese aspecto de la vida interior del hombre que es el erotismo. La concepción general de la vida erótica en el mundo antiguo contrasta con la represión de la manifestación genital sufrida en épocas posteriores en las que el sexo y el erotismo fueron considerados inmorales y lascivos. En cuanto al valor asignado a la sexualidad, el cristianismo la asoció con el mal, el pecado, la caída, la muerte; mientras que la Antigüedad lo dotó de significaciones positivas (Foucault, 2003, p. 11). Primera diferencia. En lo que refiere a la compañía legítimamente hablando, el cristianismo, a diferencia de lo que ocurría en las sociedades griegas o romanas, únicamente lo aceptaba dentro del matrimonio monogámico, y dentro de esta conyugalidad, le impondría el principio de una finalidad exclusivamente procreadora (Foucault, 2003, p. 11). Segunda diferencia. En los casos en los cuales las manifestaciones de la sexualidad y el erotismo no se situaban dentro del régimen de lo normal, por ejemplo, en las sexualidades diversas, el cristianismo se dio a la tarea de excluirlas de forma rigurosa. En Grecia éstas fueron exaltadas y reconocidas, y en Roma fueron aceptadas, al menos, entre los hombres (Foucault, 2003, p. 11). Tercera diferencia. Las oposiciones planteadas explícitamente por Foucault permiten reconocer que el conjunto de creencias, costumbres, pensamientos, prácticas y características del momento histórico y social, tuvieron y tienen incidencia en la forma de experimentar la sexualidad y la vida erótica. Por lo anterior es que el “erotismo es un fenómeno que depende de las circunstancias histórico-sociales” (De Luna, 1994, p. 726), y por lo cual las diversas formas y actitudes respecto a ese aspecto de la vida humana, variaran de acuerdo a los momentos en los que se manifieste; pero que como expresa Bataille: “No puede ser público. La experiencia erótica se sitúa fuera de la vida corriente” (Bataille, 2013a, p. 257), haciendo 27| EROTISMO referencia a que la experiencia del erotismo es privado y perteneciente a la vida interior del hombre. Es necesario tener presente que, aunque el erotismo sea una experiencia interior, como así lo plantea Bataille (1970, 1981b, 1987, 2001, 2013b), no se debe dejar atrás que es la sociedad, el contexto, la cultura, aquella que decidirá si una práctica será prohibida o permitida, vedada o animada. 2. BATAILLE Y EL EROTISMO Comparto la idea que Bataille plantea en sus aportaciones sobre el erotismo en particular y sobre la vida humana en general, esto es, aquélla que reconoce que, para entender al hombre mismo, es necesario pensarlo y analizarlo desde una perspectiva integral en la que cada uno de los aspectos de esta vida, no puede ser entendido sin remitirse a algunos otros. Tal es el caso del erotismo, tema central de este trabajo, el cual no se relaciona única y exclusivamente con la actividad sexual, ya que ésta se separa del erotismo al momento de ser, este último, una “búsqueda psicológica independiente del fin natural dado en la reproducción y del cuidado que dar a los hijos” (Bataille, 2013a, p. 15). Además de la diferencia que señala Bataille (2013a) entre la actividad sexual y erótica, la cual separa al hombre de la sexualidad animal, aporta una serie de elementos que no pueden ser entendidos sin remitirse o relacionarse al erotismo. Aspectos como continuidad y discontinuidad; vida y muerte; prohibición y transgresión; y sobretodo violencia, son aquéllos que permitieron a Bataille pensar que el erotismo es la parte problemática del hombre y en tanto que al ser “un animal erótico, el hombre es para sí mismo un problema” (Bataille, 2013a, p. 277). Las siguientes líneas pretenden acercarse al pensamiento que aportó Bataille sobre el erotismo para comprender su carácter de experiencia interior (término utilizado en las DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 28| aportaciones de Bataille) y en la que los fenómenos y procesos sociales y culturales, tienen incidencia en la forma de experimentarse y pensarse. 2.1. Origen Para poder comprender al hombre de forma general y el erotismo en específico, Bataille (2013b) se remite a aquella actividad que considera el fundamento del ser humano: el trabajo. La razón por la que Bataille encuentra en el trabajo la causa por la que se fundó el ser humano, es debida a que, mediante aquél, el ser humano consiguió liberarse de su animalidad inicial. El trabajo fue, ante todo, el fundamento del conocimiento y de la razón. La fabricación de útiles de trabajo o de armas fue el puntode partida para los primeros razonamientos que humanizaron al animal que éramos. El hombre, dando forma a la materia, supo adaptarla al fin que le asignaba. Pero esta operación no transformó únicamente la piedra (…). El hombre se cambió a sí mismo: es evidente que el trabajo hizo de él el ser humano, el animal racional que somos (Bataille, 2013b, p. 61). Tomando en cuenta que el ser humano se originó a razón de la creación del trabajo, éste se alejó de su animalidad, pero en particular de la que caracterizaba su vida sexual. La actividad sexual de nuestros antepasados se definía, en buena medida, por ser de carácter automático, es decir, el contacto sexual únicamente respondía a los movimientos instintivos. En cambio, para los hombres, tras haber conseguido mediante el trabajo a la conciencia del fin perseguido, lograron ir más allá de las respuestas instintivas para “diferenciar el sentido que esta respuesta tenía para ellos” (Bataille, 2013b, p. 62). Al principio, la procreación no era un fin consciente. En su origen, cuando el momento de la unión sexual respondió humanamente a la voluntad consciente, el fin que se atribuyó fue el del placer, la intensidad, la violencia del placer. En los límites de la conciencia, la actividad sexual respondió, 29| EROTISMO primeramente, a la búsqueda calculada de arrebatos voluptuosos (Bataille, 2013b, p. 62). Ahora bien, ¿por qué Bataille considera que la historia del trabajo –al igual que de la religión (Bataille, 1998)- proporciona los elementos para comprender la oposición de aquel aspecto de la vida interior? La respuesta a esta interrogante se instala en que al existir una oposición entre el trabajo y la actividad sexual respecto al tiempo que debía y debe asignarse a cada una de dichas actividades, el “impulso inmediato que es [la actividad sexual] podría perturbarlo [al trabajo]; en efecto, una colectividad laboriosa, mientras está trabajando, no puede quedar a merced de la actividad sexual” (Bataille, 2013a, p. 54). El trabajo no fue el primer sentido que tuvo la unión de los humanos en un grupo o en una colectividad, sino que fue el deseo erótico el que lo generó. Por ello es que pareciera que el trabajo se obstina en ser el sentido primero de la vida del hombre al intentar dejar atrás o anular el deseo erótico que difiere del impulso de la actividad sexual, a razón de que el primero, “de la misma forma que el trabajo, tiene como sentido primero la búsqueda consciente de un fin que es la voluptuosidad” (Bataille, 2013b, p. 63), así como por el hecho de que debido a la introducción del trabajo en la vida humana, se encargó de sustituir desde un primer momento: A la intimidad, a la profundidad del deseo y a sus libres desenfrenos, el encadenamiento razonable en el cual la verdad del instante presente no tiene importancia, sino el resultado posterior de las operaciones. El primer trabajo fundó el mundo de las cosas, al cual responde generalmente el mundo profano de los Antiguos. Desde la posición del mundo de las cosas, el hombre se convirtió en una de las cosas de este mundo, por lo menos durante el tiempo en que trabajaba. Es a esta decadencia que el hombre de todos los tiempos se ha esforzado en escapar. En sus mitos extraños, en sus ritos crueles, el hombre está, desde el principio, a la búsqueda de una intimidad perdida (Bataille, 1987, p. 93). DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 30| La finalidad de los deseos no era como la del trabajo, es decir, el de una adquisición, de una ganancia, de un incremento; el fin en el pensamiento de Bataille es entendido como una pérdida (Bataille, 2013b, p. 35). En ese sentido, Bataille opone el fin del erotismo al del trabajo debido a que el del erotismo puede ser entendido como una pérdida y no una ganancia o beneficio, como lo es en el caso del trabajo. Para entender lo anterior es menester aludir a la noción de “gastos improductivos” (Bataille, 1987, p. 28) y en la que Bataille encuentra que todas las acciones humanas no son reductibles a procesos de producción y conservación, ya que, por otro lado, se encuentran los de la consumición. Y justamente en aquellos procesos de consumición se encuentran los gastos improductivos y en ellos, la voluptuosidad o erotismo, así como sus modos y formas de manifestarse. En palabras del autor y en referencia a lo que representan estos gastos, expone: La actividad sexual perversa (es decir, desviada de la actividad genital), que representan actividades que, al menos en condiciones primitivas, tienen su fin en sí mismas. Por ello, es necesario reservar el nombre de gasto para estas formas improductivas, con exclusión de todos los modos de consumición que sirven como medio de producción (Bataille, 1987, p. 28). Lo que Bataille sugiere es que la actividad sexual relacionada a la voluptuosidad, al erotismo, es un fin y no un medio de producción; una pérdida en términos de gastos de energía y no una ganancia en forma de producción asociada al mundo económico o del trabajo (Bataille, 1987). Asimismo, considera que en el erotismo el sentido de “la pérdida, paradójicamente, responde a la expresión válida de la pequeña muerte” 8 (Bataille, 2013b, p. 64). Es en esa expresión de la pequeña muerte donde Bataille introduce en el terreno del erotismo eso que al ser humano espanta: la muerte. A razón de que Bataille relaciona el erotismo con la muerte, aspecto fundamental en su pensamiento sobre ese aspecto de la vida interior, no puede hacerlo mas que 8 Le petite mort es el término en francés utilizado para referirse al instante máximo del orgasmo (Bataille, 2013a). 31| EROTISMO remitiéndose a dos nociones ontológicas que abordaré a continuación y que permiten ahondar sobre lo que es el ser para Bataille. 2.2. Discontinuidad – continuidad Para entender la relación que Bataille encuentra entre la experiencia interior que es el erotismo y la muerte, es necesario remitirme a dos cuestiones filosóficas de las que se encarga la Ontología: la discontinuidad y continuidad del ser. La discontinuidad es aquélla que nos define como seres vivos, la que nos dota de individualidad y que nos define al ser distintos los unos de los otros; se sitúa en la vida cotidiana, en la vida del trabajo acompañada de sus interdictos o prohibiciones, es decir, en el mundo del orden, de los límites, de la razón. Por otro lado, en oposición a la discontinuidad, se encuentra la continuidad en la que todo es posible, que generalmente existe fuera de nosotros y la que permite al ser ir más allá del mundo y tiempo cotidiano, y que sólo puede accederse a ella por un medio: la muerte (Bataille, 2013a). En ese sentido, la idea de la continuidad permite comprender el significado del erotismo, pues se vincula con la muerte. En El erotismo (2013a), Bataille plantea que para nosotros, como seres discontinuos, la muerte tiene el sentido de la continuidad que nos es arrebatada al momento de la reproducción. La reproducción, aquella que pone en juego a dos seres discontinuos, dirige hacia la discontinuidad de los seres, pero pone en juego su continuidad; “lo que quiere decir que está íntimamente ligada a la muerte” (Bataille, 2013a, p. 17), pero en un sentido simbólico, pues el ser se transforma, no pierde la vida. Entonces, ¿de qué manera se vincula la muerte con el erotismo en el pensamiento de Bataille? El erotismo como un fin de la vida interior del hombre necesita de recursos (placer, deseo, voluptuosidad, locura, sin razón) para poder acceder a la nostalgia de la continuidad que hemos perdido al momento de reproducirnos, o, en otras palabras, en el nacimiento, en la creación de la vida (Bataille, 2013b). Ese sentimiento de pérdida sólo DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN32| puede olvidarse, por un breve instante, gracias al erotismo y a su pequeña muerte, el orgasmo o conocimiento de la muerte. De esa forma el erotismo permite experimentar dos tipos de situaciones que se definen por transgredir las prohibiciones a las que fueron sometidas desde su origen: la continuidad a la que únicamente podríamos acceder al morir definitivamente y en cuya experiencia no existirían limitaciones o interdictos que estuviesen en condiciones de ser creados o impuestos, y/o la experiencia de lo sagrado. Para entender lo que el autor nos quiere decir en cuanto a la experiencia de lo sagrado, primero opta por establecer una división del mundo. Por un lado, encuentra aquél que se caracteriza por ser el de las prohibiciones, es decir, el mundo profano; y por el otro, el que se abre a transgresiones limitadas, el mundo sagrado (Bataille, 2013a, p. 72). En cuanto al mundo sagrado encuentra contradicciones debido a que lo sagrado es sólo aquello que es objeto de una prohibición o interdicto (Bataille, 2013), y que dirige a la confusión en cuanto que el mundo profano se caracteriza por ser el de las prohibiciones; pero tal refutación la encuentra al percatarse que toda prohibición incita a su consecuente transgresión. Sin embargo, lo que realmente distingue a esos dos mundos es el trabajo y su aspecto económico. La prohibición responde al trabajo, y el trabajo a la producción. Durante el tiempo profano del trabajo, la sociedad acumula recursos y el consumo se reduce a la cantidad que requiere la producción. Por excelencia, el tiempo sagrado es la fiesta [como la orgía]. (…) en tiempos de fiesta, lo que está habitualmente prohibido puede ser permitido, o incluso exigido, en toda ocasión (Bataille, 2013a, p. 72). El trabajo se encargó de oponer ambos mundos y se encuentra en el principio mismo de las prohibiciones con las que el hombre rechazó a la naturaleza, a su animalidad. El mundo sagrado es también, en parte, resultado del trabajo, pues tiene como origen y como razón de ser, no la existencia inmediata de las cosas tal como la naturaleza las creó, sino el nacimiento de un nuevo orden de cosas, 33| EROTISMO aquel que en consecuencia fue suscitado por la oposición que presentaba a la naturaleza el mundo de la actividad útil. El mundo sagrado está separado de la naturaleza por el trabajo (Bataille, 2013a, p. 121). Pero ¿cuál es la intención primera del surgimiento del nuevo orden al que refiere Bataille? La respuesta se encuentra en “la existencia de unas prohibiciones que se opusieron a la libertad de la violencia mortal o de la violencia sexual” (Bataille, 2013a, p. 122). Tales prohibiciones tuvieron que ser impuestas para que el tiempo dedicado, por ejemplo, a la búsqueda del placer, no interviniera en el mundo del trabajo y de la producción; por así decirlo, que en términos económicos hubiera ganancias y se dirigieran a la búsqueda de la continuidad que nos fue arrebatada y que es, al igual que el erotismo, un fin en sí mismo que se sitúa en la cima del espíritu humano (Bataille, 2013a, p. 277). Hasta aquí resultan claras las similitudes que Bataille (2013a) encuentra entre la experiencia erótica y la sagrada. El erotismo es una experiencia que se vive en el tiempo sagrado que define a las fiestas y en el de las prohibiciones con sus insinuantes transgresiones; y si se recuerda que la muerte está sometida a una serie de prohibiciones, resulta más claro reconocer el motivo por el cual Bataille relaciona muerte y erotismo con la experiencia de lo sagrado. Lo sagrado “es justamente la continuidad del ser revelada a quienes prestan atención, en un rito solemne, a la muerte de un ser discontinuo” (Bataille, 2013a, p. 27). Castrejón (2011) realiza un análisis de los aportes teóricos de Bataille en cuanto a la relación del erotismo y religión, considerando que “el hombre alcanza con lo sagrado la salvación, que es precisamente lo posible necesario al espíritu para afrontar lo imposible, y que ocupa un lugar privilegiado en la vida del espíritu (p. 32). En ese sentido es donde tanto la experiencia erótica como la sagrada, y al estar vinculadas a la muerte, son aspectos de la vida interior del hombre que no pueden apartarse de los interdictos ni transgresiones, y que el imposible al que hace referencia Castrejón (2011), es el deseo de la posibilidad de acceder a la continuidad que no poseemos en tanto que somos seres discontinuos. Entonces si el erotismo, como lo abordaré en el apartado siguiente, está sometido a interdictos, podría entenderse como una experiencia de lo sagrado mediante la cual se DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 34| accede a aquella continuidad de la que hemos sido despojados al momento del nacimiento y a la que sólo tendríamos acceso en “la muerte, ruptura de esta discontinuidad individual en la que nos fija la angustia, [y] se nos propone como una verdad más eminente que la vida” (Bataille, 2013a, p. 24). Cabe aclarar que, si bien el erotismo puede entenderse como una experiencia sagrada, es en la medida en que la orgía, la fiesta, por ejemplo, le proporciona su carácter sagrado. La orgía es el aspecto sagrado del erotismo, allí donde la continuidad de los seres, más allá de la soledad, alcanza su expresión más evidente. Pero sólo en un sentido. La continuidad, en la orgía, no es algo que se haga evidente; en ella, los seres, en el límite, están perdidos, formando un conjunto confuso. La orgía es decepcionante por necesidad. En principio es una negación acabada de los aspectos individuales. La orgía supone y exige la equivalencia de todos los participantes. No solamente la individualidad propia queda sumergida en el tumulto de la orgía, sino que, a la vez, cada participante niega la individualidad de los demás. En apariencia es una entera supresión de los límites; pero no puede ser que no sobreviva nada de la diferencia entre los seres, de la cual por lo demás depende el atractivo sexual. El sentido último del erotismo es la fusión, la supresión del límite (Bataille, 2013a, p. 135). En Historia del ojo (Bataille, 1981a), novela que Bataille publicaría en un primer momento bajo el pseudónimo de Lord Auch, esboza de forma más explícita la relación que encuentra entre erotismo y muerte, y plantea que el erotismo abre a la muerte y ésta última dirige a negar la duración individual, esto es, niega al otro, pero a su vez se niega a sí mismo. Además, y como producto de su pensamiento paradójico, cree que en el erotismo coinciden la vida y la muerte, y que es posible pensarlo como “la aprobación de la vida hasta en la muerte” (Bataille, 2013a, p. 15). Me vino la idea de que la muerte era la única salida para mi erección, muertos Simona y yo, el universo de nuestra prisión personal, insoportable 35| EROTISMO para nosotros, sería sustituido necesariamente por el de las estrellas puras, desligadas de cualquier relación con la mirada ajena, y advertí con calma, sin la lentitud y la torpeza humanas, lo que parecería ser el término de mis desenfrenos sexuales: una incandescencia geométrica (entre otras cosas, el punto de coincidencia de la vida y de la muerte, del ser y de la nada) y perfectamente fulgurante (Bataille, 1981a, p. 57). Por lo tanto, la aprobación de la vida hasta en la muerte resulta ser un desafío cuando se es indiferente a la muerte o cuando no se ha hecho consciente de ella. Sólo un reconocimiento, aceptación y conciencia de la muerte permitiría acceder a la idea de la existencia de una continuidad que no es mortal como la discontinuidad y en la cual se podría tener acceso al ser. Y así es como Bataille (2013a) considera que: Nos es dado el poder de abordar la muerte cara a cara y de ver en ella por fin la abertura a la continuidad imposible de entender y de conocer, que es el secreto del erotismo y cuyo secretosólo el erotismo aporta (p. 29). Por otro lado, Bataille encuentra la relación del erotismo y la muerte en la pintura de la cueva de Lascaux de la que hablé de forma breve en el apartado que dediqué a las formas de manifestarse el erotismo a lo largo de la historia. La interpretación de Bataille respecto a lo que podría significar la imagen que proporciona la cueva de Lascaux sobre la prehistoria, hace referencia a que el sentido de dicha pintura se encuentra relacionado al tema del pecado original y al que el cristianismo ha dado supremacía sobre “otros pecados”, es decir, el de “¡la muerte vinculada al pecado, a la exaltación sexual, al erotismo!” (Bataille, 2013b, p. 53). Además, encuentra dicha vinculación por el simple hecho de que en la imagen las figuras masculinas aparecen con el pene erecto. 9 En otra de sus publicaciones, Bataille escribe que “el erotismo está vinculado al nacimiento, a la reproducción que, incesantemente, repara los estragos de la muerte” (Bataille, 2013b, p. 52), así como que el erotismo permitió al hombre alejarse y oponerse al 9 Si desea profundizar en las aportaciones de Bataille respecto al enigma de la cueva de Lascaux, ver capítulo II de Las lágrimas de Eros (Bataille, 2013b), capítulo VI y estudio VI de El erotismo (Bataille, 2013a), así como Frente a Lascaux, el hombre civilizado vuelve a ser hombre de deseo en La felicidad, el erotismo y la literatura (Bataille, 2001, pp. 260-264). DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 36| animal a partir de que sustituyó “por un juego voluntario, por un cálculo, el del placer, el ciego instinto de los órganos” (Bataille, 2013b, p. 64). Esto es, el hombre dio un nuevo significado, un sentido a su actividad sexual, que se encontraba alejado de la reproducción como un fin, para ser el erotismo un fin en sí mismo. Las ideas que intenté plantear en el desarrollo de este apartado, como la que relaciona erotismo con muerte, o bien, con lo sagrado por ser prácticas que se definen por transgredir una serie de normas, prohibiciones, y que permiten al menos pensar en la posibilidad de una continuidad, se encuentran relacionadas al punto clave en el pensamiento sobre erotismo en Bataille, es decir, en aquel terreno en el que el erotismo se mueve, esto es, en el de la violencia, y en el que la violencia del exceso que es la experiencia interior del erotismo, supera a la razón y deriva en una emoción intensa. La intención de introducir el aspecto violento del erotismo es la de tener presente que esa experiencia interior se puede vivir y ser poseedora de un sentido, un significado, debido a aquellas prohibiciones que han sido creadas por los seres sociales que somos los humanos. 2.3. Violencia: la dialéctica de la prohibición y la transgresión ¿Por qué hablar de violencia y erotismo cuando se supondría que éste responde a los deseos interiores, a una búsqueda de placer, a un fin psicológico? ¿Acaso el ser humano es un ser de violencia? Sí, el ser humano lo ha sido desde sus orígenes y cuando decidió imponerse prohibiciones para poder regular y controlar su comportamiento como ser social; pero la vida en sí misma es violenta de acuerdo a Bataille. Tal es el caso de la reproducción en la que “el arrancamiento del ser respecto de la discontinuidad es siempre de lo más violento. Lo más violento para nosotros es la muerte” (Bataille, 2013a, p. 21). Bataille se remite a la muerte como un signo de la violencia debido a que ésta se introduce en un mundo que puede ser destruido por ella misma. El conocimiento de la 37| EROTISMO continuidad, de la muerte, resulta ser violento a la vida, así como la idea de que nuestra individualidad discontinua será destruida por aquella continuidad prometida. Todo aquello que se encuentre relacionado al erotismo tendrá como fundamento la destrucción de la estructura del ser cerrado, es decir, el estado de la existencia discontinua del ser, o, en otras palabras, de nuestra individualidad. Asimismo, la actividad erótica no puede desligarse de la violencia, ya que éste elemento es el que permite que el erotismo consiga llegar al punto máximo de su plenitud (Bataille, 2013a, p. 23); pero el erotismo no es posible si no se transgreden aquellas prohibiciones que han sido establecidas. Empero, si el hombre es un ser transgresor de aquellas prohibiciones creadas por él mismo, es un ser violento y a su vez, un ser erótico. Como plantee en el apartado del origen, el trabajo fue aquella actividad que separó al hombre de su animalidad y, por otro lado, al hacerse consciente de la muerte o tener conocimiento de ella, se opuso la vida sexual del hombre a la del animal y apareció el erotismo (Bataille, 2013b). En ese sentido, el hombre se alejó de su animalidad cuando se impuso a sí mismo una serie de prohibiciones o interdictos. Las primeras prohibiciones estaban referidas a la actitud que los primeros hombres tenían hacia los muertos y “lo probable es que afectaran al mismo tiempo o hacia el mismo tiempo- a la actividad sexual” (Bataille, 2013a, p. 34); pero dado que no existen evidencias tangibles que permitan corroborar cuál fue el origen exacto de las prohibiciones respecto a la vida sexual, Bataille (2013) consideró que es: Legítimo pensar que eso repercutió en la prohibición que regula y limita la sexualidad; y también que el conjunto de las conductas humanas fundamentales -trabajo, conciencia de la muerte, sexualidad contenida- se remontan a ese mismo periodo remoto (p. 34). Al pensar que las prohibiciones fueron aquellas que permitieron al hombre tener acceso a una conciencia, como la de la muerte y después la del erotismo, Bataille (2013) da supremacía a éstas en la medida en que tuvieron la intención primera de eliminar la violencia que caracteriza al hombre y que lo vincularía a aquellos orígenes animales de los DEL EROTISMO A LA INTIMIDAD: LA ALTERIDAD EN BATAILLE, LEVINAS Y JULLIEN 38| que no se ha podido desprender completamente. Las prohibiciones, con su intención de despojar al hombre de su violencia y en especial de su violencia sexual, aquella que le recuerda que fue animal en algún momento y que su actividad sexual era instintiva, “destruyen en nosotros mismos el tranquilo ordenamiento sin el cual es inconcebible la conciencia humana” (Bataille, 2013a, p. 42). Tanto el erotismo como la muerte son inconciliables con el ordenamiento que permite que exista en nosotros una conciencia. Esto es debido a que son aspectos de la vida del hombre que se sitúan en el desorden, en la continuidad, que van más allá de los límites impuestos por el mismo hombre y que a menudo han sido asociados a la locura. Hablar de un orden y su opuesto, el desorden, responde a la creación de un mundo racional que fue diseñado por el trabajo y que se encargó, entre otros aspectos, de alejar al hombre de la naturaleza que se define por ser violenta. La naturaleza misma es violenta y, por más razonables que seamos ahora, puede volver a dominarnos una violencia que ya no es la natural, sino la de un ser razonable que intentó obedecer, pero que sucumbe al impulso que en sí mismo no puede reducir a la razón. Hay en la naturaleza, y subsiste en el hombre, un impulso que siempre excede los límites y que sólo en parte puede ser reducido. Por regla general, no podemos dar cuenta de ese impulso. Es incluso aquello de lo que, por definición, nunca nadie dará cuenta; pero sensiblemente vivimos en su poder. El universo que nos porta no responde a ningún fin que la razón limite (Bataille, 2013a, p. 44). El hombre, por más que lo intente, jamás podrá alejarse de esa violencia que lo define, que lo une a la naturaleza de aquel animal que fue en un primer momento; y justo por estar siempre en contra de esa naturaleza, se puede hablar de erotismo.
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