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Los-Estudios-arqueologicos-de-Alfredo-Chavero-en-los-anales-del-Museo-Nacional-Mexicano-1877-1908

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Universidad Nacional Autónoma de México 
 
Facultad de Filosofía y Letras 
 
Colegio de Historia 
 
 
 
Los estudios arqueológicos de Alfredo Chavero 
en los Anales del Museo Nacional Mexicano (1877-1908) 
 
TESIS 
que para obtener el título de 
Licenciada en Historia 
 
Presenta 
Frida Estefani González Zamora 
 
 
Asesor 
Dr. Rodrigo Antonio Vega y Ortega Baez 
 
 
 
CD.MX., 2017 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
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objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para 
fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
2 
 
Índice 
 
Agradecimientos 4 
 
Introducción 6 
 
Antecedentes 6 
 
Capítulo 1. El Interés arqueológico en la Nueva España (1740-1825) 18 
 
Presentación/Antecedentes 18 
Hallazgo en las ruinas de Palenque 21 
Los estudios anticuarios en la Nueva España: Alzate, Muñoz, Pineda, León 
y Gama, Humboldt y Dupaix (una cronología) 25 
La discusión acerca de las “dos piedras”: la Coatlicue y la Piedra del Sol 30 
Consideraciones preliminares 35 
 
Capítulo 2. El Museo Nacional y las antigüedades mexicanas (1825-1877) 37 
 
Presentación/Antecedentes 37 
El Museo Nacional, 1825-1877 38 
La colección arqueológica en el Museo Nacional y la Galería de Monolitos, 
1882-1887 47 
Consideraciones preliminares 51 
 
Capítulo 3. Los estudios arqueológicos de Alfredo Chavero en la revista 
Anales del Museo Nacional Mexicano (1877-1908) 52 
 
Presentación/Antecedentes 52 
3 
 
Creación de la revista Anales del Museo Nacional Mexicano y los estudios 
sobre arqueología 52 
Licenciado Alfredo Chavero: vida y obra 60 
Los estudios arqueológicos de Alfredo Chavero 64 
Conclusiones preliminares 86 
 
Conclusiones 88 
 
Anexos 92 
 
Bibliografía 129 
 
4 
 
Agradecimientos 
 
Esta etapa de mi vida concluye gracias a mi esfuerzo y al apoyo de muchas 
personas: 
A la UNAM por abrirme las puertas a mi instrucción académica desde el 
bachillerato en el CCH Sur y posteriormente en la Facultad de Filosofía y Letras, 
lugar en donde encontré una formación en el Colegio de Historia de lo que más me 
gusta. 
A mis padres José González y Dolores Zamora por siempre apoyarme 
incondicionalmente en el camino personal y académico. Por acompañarme y ser el 
soporte en la vida. Por ser unos ejemplos para mi. No puedo expresar lo mucho que 
los quiero. 
Al Dr. Rodrigo Antonio Vega y Ortega Baez, por confiar en mí desde el primer 
momento en que nos reunimos. Por guiarme dentro y fuera de las aulas, por apoyar 
esta investigación. Te agradezco infinitamente el tiempo y consejos que me 
brindaste a lo largo de todo este tiempo. 
A las doctoras Luz Fernanda Azuela Bernal, Dalia Valdez Garza y a los 
doctores Fernando Ibarra Chávez y Mario Virgilio Jiménez, por sus valiosas 
aportaciones y enseñanzas a esta investigación. Por tener el tiempo de sentarse 
conmigo a revisar parte por parte este texto. 
Al Antiguo Colegio de San Ildefonso por las enseñanzas en el que estuve 
realizando mi servicio social. 
A mi familia, por estar siempre al pendiente de mi. A mi tío Jesús González 
que sigue presente en mi corazón y sé que estaría orgulloso de lo que he logrado. 
A mis padrinos. A mis tías. Agradezco en especial a mis primas Lidia Barajas, 
Wendolin Barajas y Mariana Balleza, las quiero mucho. 
A mi mejor amiga Rocio Gaytan, por ser mi compañera de vida, por ser 
incondicional, por apoyarme siempre y regañarme cuando es necesario. Por todo el 
cariño y tiempo brindado en todo momento. 
5 
 
A Sandra Flores y Elena Crespo, por ser mis amigas dentro y fuera de la 
Facultad. Por formar parte de mi vida, pero sobre todo por seguir brillando juntas. 
A mis amigos del Museo de la Luz, en especial a: Mara, Natalí, Daniela, Sofía, 
Daniel y Adán, con quienes viví una de las mejores etapas de mi vida. Por formar 
una de las familias más bonitas. Por todas las experiencias que pasamos juntos. 
 A todas las personas que han llegado a mi vida y se han quedado. 
 
Esta investigación es parte de los resultados del Seminario PIFFYL (2015-001) 
“Historiografía sobre las relaciones entre ciencia y prensa en la historia de México”. 
Responsable Dr. Rodrigo Antonio Vega y Ortega Baez, Facultad de Filosofía y 
Letras-UNAM. 
 
6 
 
Introducción 
 
Esta investigación pretende explicar la trascendencia que tuvieron los artículos 
sobre arqueología de Alfredo Chavero1 publicados en los Anales del Museo 
Nacional Mexicano (AMNM) de 1877 a 1908 y cómo sus escritos formaron parte del 
discurso académico en torno a la construcción de la identidad nacional a partir de 
las colecciones del Museo. Para ello fue necesario distinguir entre las piezas 
naturalistas de las arqueológicas. En este lapso, la arqueología tomará gran 
importancia en la institución mediante las bases académicas para conformar la idea 
científica del México antiguo que, en parte, se mantiene vigente en nuestros días. 
Chavero fue un estudioso en diferentes materias, siendo la arqueología el tema más 
importante de sus investigaciones, ya que, gracias a sus aportaciones dentro de la 
revista AMNM se desarrollaron de forma relevante los estudios histórico-
arqueológicos dentro del Museo. 
 
Antecedentes: 
La definición de la palabra “museo” ha evolucionado a lo largo del tiempo en función 
de los cambios de la sociedad occidental. El “Mouseion” en la época clásica era un 
templo dedicado a las musas, “considerado sagrado mientras lo fueron los demás 
templos paganos”.2 En el museo antiguo se concentraba la cultura y la tradición, ahí 
el hombre encontraba su capacidad creadora para transmitir su saber mediante la 
música, ciencia, teatro y poesía. “El Mouseion reunió durante su existencia, a los 
más grandes sabios de la época. Sus miembros gozaban de ciertos privilegios 
durante la dominación egipcia como la romana. También poseíanuna amplia 
 
1 Alfredo Chavero nació en la ciudad de México en 1841. Fue abogado, poeta, dramaturgo, 
historiador, arqueólogo y político. Aunque Chavero desempeñó un papel importante en el ámbito 
político, el estudio sobre el México antiguo fue lo más destacado de su obra. 
2 Mustafá El-Abbadi, La Antigua Biblioteca de Alejandría: vida y destino, Madrid: Asociación de 
Amigos de la Biblioteca de Alejandría, 1984, p. 175. 
7 
 
libertad en sus trabajos de investigación y estudio,”3 así como el de enseñar objetos 
curiosos en un espacio concebido, en un principio, como lugar en donde se 
guardaban tesoros, cosas hermosas o raras. 
Durante el Renacimiento, el coleccionismo privado se fue cargando de una 
valoración histórica, artística y documental. El enriquecimiento de las colecciones 
se vio impulsado por la exploración de América a partir del acopio de piezas 
arqueológicas, naturales, etnológicas, entre otras. En este periodo histórico surgen 
los primeros gabinetes de curiosidades (tanto de la naturaleza como de arte). Éstos 
fueron espacios concebidos para la exposición de colecciones formadas por 
grandes cantidades de objetos raros o curiosos integrados por piezas animales, 
vegetales y minerales, además de algunas creaciones humanas, expuestos sin 
orden alguno, todos ellos procedentes de exploraciones a lugares exóticos.4 Casi 
todas las definiciones dadas a esta palabra tenían que ver con una colección de 
objetos interesantes, ya sea de la naturaleza o de las artes, reunidos en un lugar y 
cuyo objetivo era la satisfacción de los curiosos o para la investigación e instrucción 
de los letrados. 
Miguel Morán y Fernando Checa en su libro El Coleccionismo en España… 
señalan que el término museo durante el siglo XVII significa “un lugar destinado 
para el estudio de las ciencias, letras humanas y artes liberales […] es el lugar en 
que se guardan varias curiosidades pertenecientes a las ciencias, como algunos 
artificios matemáticos, pinturas extraordinarias, etc.”.5 Como se aprecia, la 
concepción del Mouseion clásico cambió a la de un lugar especialmente concebido 
para la exposición de colecciones privadas existentes desde la antigüedad para que 
los aristócratas y monarcas pudieran contemplarlos en un lugar exclusivo al excluir 
a la mayoría. 
 
3 María Marco Such, Estudio y análisis de los museos y colecciones museográficas de la provincia 
de Alicante, Universidad de Alicante: Departamento de Humanidades Contemporáneas, 1999, Tesis 
para obtener el grado de Doctorado. Digitalizada por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, p. 42. 
4 Para más información consultar el libro The origins of Museums: The Cabinets of curiosities in 
Sixteenth and Seventeenth Century Europe de Oliver Impey and Arthur MacGregor, 2001. 
5 Miguel Morán y Fernando Checa, El Coleccionismo en España. De la cámara de maravillas a la 
galleria de pinturas, Madrid: Colección Ensayos de Arte Cátedra, 1985, p. 211. 
8 
 
La monarquía española desde el siglo XVI inició una colección privada 
compuesta por piezas de arte, libros, animales, plantas, joyas, relojes, monedas, 
entre muchos otros objetos. Este gusto coleccionista continuó una vez que la 
dinastía Borbón se asentó en la península ibérica. 
Gracias al patrocinio de la Corona Española se dieron los primeros pasos 
para formar grandes colecciones naturalistas y anticuarias que dieron cuenta de la 
riqueza de la Nueva España desde finales del siglo XVIII.6 Aunque pervivió la 
actividad privada como el conocido caso de José Longino Martínez. 
En Madrid y la Ciudad de México la segunda mitad del siglo XVIII proliferaron 
varios establecimientos científicos, gracias al interés de Carlos III. Las nuevas 
instituciones tuvieron patrocinio real con un carácter laico y promovieron los 
intereses sociales y económicos del virreinato y la Corona española. Varios de estos 
establecimientos culturales llegaron hasta el México independiente. 
La actividad arqueológica en el siglo XVIII cobró gran importancia en Europa 
por las excavaciones patrocinadas por Carlos III, cuyo interés fue el conocimiento 
del mundo antiguo en todo su reino, incluido el americano, para así reconocer la 
riqueza de sus dominios. Después de todos los descubrimientos arqueológicos 
europeos, llegó el momento de excavar territorio novohispano, hallando ciudades 
como Palenque, Xochicalco, Teotihuacán o El Tajín.7 Con los años, se trasladaron 
objetos americanos a España para su exposición en las instituciones de Madrid. 
El interés por las antigüedades americanas continuó bajo el reinado de Carlos 
IV, creando la Real Expedición Anticuaria de Nueva España de 1805-1809, a cargo 
de Guillermo Dupaix. El objetivo de esta expedición fue explorar las ruinas 
 
6 Para más información detallada sobre las colecciones naturalistas y anticuarias y su posterior 
organización en gabinetes y museos, revisar el capítulo 1 de Luisa Fernanda Rico Mansard, Exhibir 
para educar. Objetos, colecciones y museos de la ciudad de México (1790-1910), Barcelona-México: 
Ediciones Pomares, 2004. 
7 Para más información sobre la actividad arqueológica en la Nueva España, revisar José Alcina 
Franch, Arqueólogos o anticuarios. Historia antigua de la arqueología en la América Española, 
Barcelona: Ediciones del Serbal, 1995. 
 
9 
 
prehispánicas y enviar hallazgos a Madrid. Como no todo lo encontrado podía 
enviarse hasta España, varios objetos se quedaron en la Nueva España. 
Por ejemplo, el 13 de agosto de 1790, en la Plaza Mayor se encontró una 
estatua cuyo significado no pudo precisarse en ese momento. La escultura, que 
representaba a Coatlicue, diosa de la tierra, fue trasladada al patio de la 
Universidad. Unos meses después, el 17 de diciembre del mismo año, cerca del 
sitio del primer descubrimiento se encontró la Piedra del Sol. Al año siguiente se 
localizó la Piedra de Tízoc. Coatlicue fue enviada a las instalaciones de la 
Universidad, en tanto que la piedra solar se empotró en la torre poniente de la 
Catedral Metropolitana. Ahí permanecieron las piezas cerca de un siglo.8 
Una vez consumada la Independencia de México, comenzó la creación de 
instituciones y la asignación de espacios en los edificios públicos para el nuevo 
proyecto de nación. En 1825, Guadalupe Victoria, primer presidente de México, 
decretó la fundación del Museo Nacional, influenciado por el entonces Secretario de 
Estado, Lucas Alamán, ya que la nueva nación requería de instituciones de carácter 
público. El Museo quedó establecido en la Nacional y Pontificia Universidad de 
México. A los dos años de su fundación las piezas se clasificaron en dos partes: las 
realizadas por el ser humano y las de origen natural. Después se integrarían a estas 
colecciones las obras artísticas de la época colonial. 
A lo largo de sus primeros años de vida, el Museo Nacional fue cambiando 
de nombre según la redefinición de su vocación, su contenido en cuanto a las piezas 
que exhibió y a su ubicación espacial. El museo estuvo en constante lucha por los 
espacios que se le otorgaban, hasta que en 1865 el emperador Maximiliano de 
Habsburgo le otorgó la Antigua Casa de Moneda como sede, siendo la historia 
natural, su carta de presentación ante la sociedad.9 Bajo el gobierno de Benito 
 
8 Véase Leonardo López Luján, “El ídolo sin pies ni cabeza: la Coatlicue a fines del siglo XVIII”, en 
Estudios de cultura náhuatl, vol. 42. México, Agosto 2011. 
9 Cfr., Rico Mansard, Luisa Fernanda. “El Museo Nacional de México. Una lucha por los espacios” 
En Boletín de Monumentos Históricos, INAH. Núm. 14. 2008. 
 
10 
 
Juárez se le dio importancia al público que visitaría este espacio, así que hubo una 
reestructuración en el Museo para darleuna imagen institucional. 
El primer volumen de los AMNM salió a la luz en el año de 1877 bajo la 
administración de Gumesindo Mendoza. La revista tuvo como principal objetivo el 
dar a conocer la actividad científica que se realizaba en esa institución, ya que 
anteriormente no hubo alguna publicación que hablara sobre las actividades del 
Museo Nacional Mexicano. 
AMNM tuvo una vida de cien años (1877-1977), y conforme pasó el tiempo, 
fue cambiando el título de la publicación y sus objetivos académicos. Sin embargo, 
el periodo que esta investigación abarcará se refiere a su primera época que va de 
1877 a 1908. 
En los AMNM se dieron a conocer los estudios de los profesores que ahí 
laboraban y también se acopiaron informes sobre la vida institucional. Así, la 
publicación constituye un acervo importante de trabajos de investigadores del 
pasado histórico de México que presentaron artículos con la precisión científica del 
momento en que fueron redactados. También representan el trabajo intelectual de 
una generación que estudió las fuentes prehispánicas. 
Fue hasta la presidencia de Porfirio Díaz que el Museo adquirió un orden 
moderno, ya que el 16 de septiembre de 1887 fue inaugurada la Galería de 
Monolitos, dando una nueva imagen al museo que se dio a conocer mundialmente 
gracias a piezas como la Piedra del Sol, la Coatlicue, Chac Mool, entre otras. La 
administración porfirista apostó por el rescate, protección y resguardo de piezas 
para la revitalización del museo. Las piezas prehispánicas fueron beneficiadas al 
ganar espacio para su exhibición debido a su tamaño e importancia. Sin embargo, 
las colecciones de historia natural no resultaron beneficiadas, así que el museo se 
fue transformando y remodelando para dar una buena proyección nacional e 
internacional de “orden y progreso”. 
11 
 
Para 1907, el museo no tuvo forma de extender sus acervos, así que se tomó 
la decisión de dividir y reordenar las colecciones, por lo que se separaron 
definitivamente los acervos de historia natural de los de arqueología e historia.10 
En la primera etapa de los AMNM, los estudios que más se publicaban en la 
revista eran sobre temas naturalistas, pero conforme fueron halladas piezas 
arqueológicas en territorio nacional, los estudios sobre la arqueología mexicana 
ganaron importancia dentro de la publicación, ya que los profesionales se 
interesaron en el pasado prehispánico debido a la simbología encontrada en esas 
piezas, destacando los estudios sobre la Piedra del Sol de Alfredo Chavero, quien 
después se convirtió en Director del Museo de diciembre de 1902 a marzo de 1903. 
El Museo Nacional recibió casi todas las piezas arqueológicas encontradas en 
varios proyectos de investigación desde principios del siglo XIX y durante los 
primeros años del siglo XX. 
Bajo este panorama, el objetivo de esta investigación es comprender el tipo 
de investigación arqueológica que desarrolló Alfredo Chavero a través de la revista 
AMNM entre 1877 y 1908, estudiando sus principales artículos (“La Piedra del Sol”, 
“El Monolito de Coatlinchan”, “El Calendario de Palemke” y su “Discurso sobre la 
relación de la arqueología con otras ciencias”). El objetivo secundario es reconocer 
el desarrollo paulatino de los estudios arqueológicos en el Museo Nacional durante 
el lapso señalado hasta la separación de la colección naturalista en 1909. 
La hipótesis plantea que los artículos arqueológicos de Alfredo Chavero, 
publicados por la revista AMNM, jugaron un papel destacado en el desarrollo de los 
estudios arqueológicos dentro del Museo Nacional, a partir de que se le brindó más 
apoyo a esta rama de investigaciones histórico-arqueológica por las piezas 
importantes que acogió. Además, los estudios posteriores darían nuevos resultados 
tanto a la arqueología como a la ciencia en general, pues fueron un primer intento 
de conocer el México antiguo sin tomar en cuenta los estudios extranjeros. 
 
10 Cfr. Luisa Fernanda Rico Mansard, Exhibir para educar… p. 228. 
12 
 
La metodología retoma a la historia intelectual, tanto de los museos como de 
la ciencia, al reconocer el papel de las colecciones en la construcción del 
conocimiento especializado, además del estudio de la museología histórica y de las 
publicaciones del siglo XIX al tomar como principal referencia la revista AMNM. Para 
la elaboración de este trabajo fue necesario tratar no sólo fuentes sobre la historia 
del Museo Nacional Mexicano, sino abordar como texto principal la revista AMNM 
en su primera época. 
Hasta el momento, la historiografía carecía de estudios que abordaran 
específicamente a los AMNM o el trabajo realizado por Alfredo Chavero en el ámbito 
arqueológico en esta publicación. Sin embargo, el Museo Nacional como institución 
ya había sido objeto de otras investigaciones en las cuales se menciona muy poco 
sobre los AMNM y los arqueólogos que colaboraron en ella. 
El único libro que habla completamente de la vida y obra de Alfredo Chavero 
es el escrito por su amigo y biógrafo personal Nicolás León en 1904. En esta obra 
se exponen detalles sobre su vida personal y familiar, así como el ámbito profesional 
de Chavero desde sus orígenes hasta 1904. León hace una compilación de los 
escritos más importantes de nuestro autor desde los dramas de teatro hasta los 
históricos; aunque se hace un listado de toda la obra de Chavero de 1862 a 1904 y 
sus participaciones en publicaciones periódicas, no se mencionan los AMNM. 
Otras semblanzas se dieron a conocer el 25 octubre de 1906 debido a su 
fallecimiento en dos periódicos nacionales importantes: El Diario y El Imparcial. Al 
tratarse de una pequeña columna para recordar la vida de este personaje, sólo se 
refieren datos generales, sobre todo de su vida académica y política. 
Fue hasta el año de 2002 que apareció una tesis de licenciatura titulada 
Alfredo Chavero y su idea de Nacionalismo en la obra México a través de los siglos 
por Rosa Evelia Almanza Martínez. Este texto es un acercamiento más reciente a 
la vida y obra de nuestro autor que, aunque sea específicamente sobre México a 
través de los siglos, en los antecedentes hace una primera mención sobre la 
participación de Chavero en los AMNM, pero sin dar más información sobre el tipo 
de artículos que el autor publicó en esta obra. 
13 
 
Sobre el estudio del Museo Nacional se encuentra el texto de 1988 de Miguel 
Ángel Fernández titulado Historia de los Museos en México en el que se hace una 
investigación sobre el concepto de “Museo”; sin embargo, no se adentra mucho al 
tema de los AMNM y menos a la participación de Alfredo Chavero en esta 
publicación. 
En 1994 apareció el texto Orígenes de la museología mexicana: fuentes para 
el estudio histórico del Museo Nacional 1780-1940 de Luis Gerardo Morales 
Moreno. El autor retoma las fuentes bibliográfico-documentales para la 
reconstrucción histórica de este recinto desde su fundación. En el capítulo uno 
recoge algunos personajes importantes que estuvieron involucrados en el Museo 
de forma administrativa o en labores de investigación en los cuales Chavero figura 
como uno de los directores del Museo, pero el autor no hace mención de sus aportes 
arqueológicos. En el cuarto capítulo el autor reúne algunos catálogos e inventarios 
que aparecieron en el Museo y hace una pequeña mención a los AMNM pero sin 
adentrarse en detalles. 
En Antropología, Boletín Oficial del Instituto Nacional de Antropología e 
Historia, Eduardo Matos Moctezuma publicó en 2003 un pequeño artículo titulado 
“Anales del Museo Nacional de México: un siglo de sabiduría”. Se trata del primer 
escrito que habla exclusivamente sobre la revista. El autor hace una reflexión sobre 
el papel que jugó esta publicación durante los cien años que estuvo vigente. Matos 
Moctezuma refiere que los AMNM fueron un esfuerzo de un grupo de intelectualespor dar a conocer sus investigaciones, pero no especifica quiénes participaron, los 
temas de interés de la revista, entre otros tópicos. Más bien este artículo menciona 
como antecedente que los AMNM existieron para abrir las puertas a las 
publicaciones modernas del Museo Nacional de Antropología e Historia. 
Luisa Fernanda Rico Mansard publicó en 2004 un libro titulado Exhibir para 
educar. Objetos, colecciones y museos de la ciudad de México (1790-1910), aunque 
el texto no es exclusivamente sobre el Museo Nacional Mexicano. Más de la mitad 
de la obra hace referencia a este recinto debido a su importancia histórica como la 
primera institución propiamente museística nacional en el México moderno. La 
14 
 
autora hace énfasis en las colecciones naturalistas, históricas y arqueológicas y 
cómo éstas últimas fueron ganando importancia en los espacios museográficos. Al 
igual que los autores anteriores, Rico Mansard hace una historia cronológica del 
Museo Nacional tomando en cuenta las cuestiones administrativas, sus conflictos, 
directivos involucrados en la vida del Museo, colecciones y por último, publicaciones 
del recinto, entre ellas los AMNM. Sobre este punto, que es el objeto de estudio de 
esta investigación, la autora habla de la importancia de esta publicación como 
difusora en torno al pasado en donde personajes importantes como Francisco del 
Paso y Troncoso, Gumesindo Mendoza, Jesús Sánchez, Jesús Galindo y Villa, 
Alfredo Chavero, entre otros, publicaron artículos importantes para el conocimiento 
del pasado en temas naturales, históricos, arqueológicos, arquitectónicos, entre 
otros. 
Lo importante de este libro es que menciona que Alfredo Chavero y Francisco 
del Paso y Troncoso a partir de la década de 1880 fueron figuras relevantes para el 
estudio del México prehispánico haciendo una reconstrucción del pasado que 
después se vería reflejada en México a través de los siglos. Algunos capítulos más 
adelante, se vuelve a retomar el tema de los AMNM y la participación de Chavero 
en temas arqueológicos al revisar los catálogos sobre piezas prehispánicas del 
Museo, escribiendo comentarios y descripciones de éstas para su publicación, sin 
embargo, Rico Mansard no se adentra en los artículos arqueológicos de Chavero. 
En 2014 Rodrigo Vega y Ortega escribe La naturaleza mexicana en el Museo 
Nacional 1825-1852, sobre la vida pública del Museo Nacional y sobre la naturaleza 
mexicana en ese recinto, aunque el objeto de estudio de esta tesis es la cuestión 
arqueológica, este autor en su introducción hace una mención de los AMNM y las 
cuestiones naturalistas que Gumesindo Mendoza, fundador de la publicación, 
realizó en 1877. Páginas más adelante, Vega y Ortega hace una historia del Museo 
en donde señala que a partir de 1889 los temas arqueológicos van ganando terreno 
a partir de que Francisco del Paso y Troncoso asumió la Dirección y Alfredo Chavero 
la Subdirección de la institución. En el capítulo uno existe un apartado sobre 
15 
 
cuestiones naturalistas y anticuarias como preámbulo al tema principal que es la 
naturaleza mexicana. 
La historiografía secundaria de esta investigación está conformada por textos 
de autores del siglo XIX como Lucas Alamán, Francisco del Paso y Troncoso, 
Gumesindo Mendoza, Jesús Sánchez, Manuel Rivera Cambas y Nicolás León; y de 
autores contemporáneos como Miguel Ángel Fernández, José Alcina Franch, María 
Bolaños, Ignacio Bernal, Rosa Evelia Almanza, Paz Cabello Carro Jesús Galindo y 
Villa, María Guadalupe Landa, José Antonio López, Leonardo Luján, Jesús-Pedro 
Lorente, José Luis Maldonado, María Marco Such, Silvia Martínez Arriaga, Eduardo 
Matos Moctezuma, Luis Gerardo Morales Moreno, Antonio Ochoa Flores, Luisa 
Fernanda Rico y Rodrigo Vega y Ortega. 
La contribución de la tesis se orienta a la historia de los museos en México a 
partir de la revista AMNM, ya que hasta hoy se carece de estudios centrados 
específicamente en esta publicación. La investigación relaciona la arqueología con 
la revista, ya que fue una fuente valiosa para los estudios académicos de la 
arqueología del momento. También es una contribución a la historia de la 
arqueología y a la historia de la ciencia mexicanas mediante el análisis de la las 
investigaciones de Alfredo Chavero en los AMNM en su primera época. 
Los AMNM se encuentran disponibles en plataformas digitales como la 
Hemeroteca Digital de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Mediateca 
del Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Colección Digital de la 
Universidad Autónoma de Nuevo León, en la plataforma archive.org, entre otros. 
Para esta investigación se hizo uso de la página del Museo Nacional de 
Antropología e Historia, ya que contiene un apartado titulado ‘Publicaciones’ en 
donde se pueden encontrar de forma digital en versión de PDF todos los artículos 
de los AMNM de 1877 a 1977 con un índice para descargar de manera individual 
los artículos deseados por el lector. 
La estructura de esta investigación se compone de tres capítulos los cuales 
van de lo general a lo particular siguiendo un orden cronológico. El capítulo uno trata 
sobre el interés arqueológico de la Corona española sobre la Nueva España durante 
16 
 
el siglo XVIII y el siglo XIX, en el cual se estudia el hallazgo, recolección y colección 
de objetos anticuarios para emprender un estudio formal de éstos; desarrollando las 
ciencias naturales y sobre todo la que hoy llamamos “arqueología”; así como el 
primer hallazgo arqueológico en Palenque, la Piedra del Sol y la Coatlicue en la 
Ciudad de México, como antecedentes directos del Museo Nacional, por estos 
monolitos hubo una necesidad de crear una institución que se hiciera cargo del 
estudio de las piezas arqueológicas recién encontradas. 
En el segundo capítulo se aborda la fundación del Museo Nacional Mexicano 
en 1825 y su trayectoria hasta 1877 como una institución en la cual se resguardaban 
para su estudio piezas naturales y arqueológicas. Después se plantean los tipos de 
colecciones y clasificación de objetos que esta institución albergó, la separación de 
éstas en secciones y la posterior creación de la Galería de Monolitos bajo el mando 
de Porfirio Díaz para albergar piezas arqueológicas como posibilidad de crear un 
discurso con el fin de establecer una transformación en la sociedad basada en el 
“orden y progreso” para el estado moderno que él gobernaba. Esto fue un 
precedente al estudio de la arqueología dentro de la institución por parte de los 
profesores y así publicar artículos en la recién fundada revista AMNM. 
En el tercer capítulo se trata la vida de Chavero y su obra en los AMNM como 
un personaje representativo en la publicación, puesto que fue uno de los principales 
escritores en la revista. Y por último, se analizan los principales trabajos 
arqueológicos de Chavero en los AMNM referentes a “La Piedra del Sol”, “El 
Monolito de Coatlinchan”, “El Calendario de Palemke” y su “Discurso sobre la 
relación de la arqueología con otras ciencias”. 
Al final de este trabajo se incluyen varios Anexos en los que el lector puede 
encontrar los directores del Museo Nacional de 1876 a 1910; la relación de las 
colecciones históricas y arqueológicas del Museo Nacional en 1882, 1895 y 
posteriores a 1895; las publicaciones histórico-arqueológicas en los AMNM de 1877 
a 1908; y todos los trabajos publicados por Alfredo Chavero desde producciones 
teatrales, opúsculos y escritos arqueológicos; además de cargos oficiales, 
nombramientos y membresías de Chavero en instituciones. En cada uno de los 
17 
 
Anexos se encuentran las fuentes sobre las cuales se recogió la información para 
la realización de los cuadros y listas presentadas. 
18 
 
Capítulo 1 
El interés arqueológico en la Nueva España (1740-1820) 
 
Presentación 
En este capítulo se estudiará la inclinación mostrada por la Corona española sobre 
la prácticaarqueológica y su desarrollo durante el siglo XVIII y principios del XIX. 
Las ciudades italianas de Pompeya y Herculano fueron las primeras en las que se 
realizó una investigación científica a partir del hallazgo de ruinas y objetos. Los 
métodos de excavación desarrollados en estas ciudades sirvieron como 
antecedente para su implementación en la Nueva España, específicamente en la 
zona de Palenque, Chiapas, ya no solo con el objetivo de coleccionar objetos 
anticuarios, sino para emprender su estudio formal con miras a entender el valor 
histórico de las antigüedades11 por medio de los primeros estudios anticuarios 
emprendidos por letrados y expedicionarios como José Antonio Alzate, Juan 
Bautista Muñoz, Pedro José Márquez, Antonio Pineda y Ramírez, Antonio de León 
y Gama, Alexander von Humboldt y Guillermo Dupaix. Además, se abordará el tema 
de los hallazgos más importantes de la Nueva España de finales del siglo XVIII: la 
Coatlicue y la Piedra del Sol; y cómo el interés por su estudio y conservación 
abrieron paso para formar colecciones arqueológicas que se integraron al Museo 
Nacional Mexicano en 1825. 
 
Antecedentes 
El siglo XVIII no solo vio el desarrollo de las ciencias naturales, sino que tuvo lugar 
lo que hoy llamamos “arqueología”. A pesar de que en los siglos XVI y XVII, existía 
 
11 Por definición un anticuario se dedica a estudiar, coleccionar o vender las antigüedades u objetos 
del pasado. Se considera su origen en la Edad Media, sin embargo, fue hasta principios del siglo 
XVIII que se formaron sociedades anticuarias para promover el estudio de las antigüedades. Por otro 
lado, se considera a la arqueología como un derivado de los estudios anticuarios, sólo que esta 
disciplina se encarga del estudio científico de los materiales antiguos: artefactos, herramientas, 
monumentos, templos, pirámides, esculturas, tumbas, inscripciones, entre otros. Aunque esta 
práctica es muy antigua, la palabra “arqueología” probablemente apareció por primera vez en 1607 
en el texto del Obispo Joseph Hall Holy Observations. El término propiamente científico comienza a 
utilizarse en los textos a partir de principios del siglo XIX. 
19 
 
un profundo interés por las antigüedades europeas, fue hasta el siglo XVIII que se 
tuvo un desarrollo académico mediante las excavaciones organizadas por letrados 
y las monarquías, como la española. Entonces se pusieron en marcha proyectos de 
investigación auspiciados por los reyes. 
Durante este siglo surgieron varios museos desde los postulados ilustrados 
con un interés por la ciencia y la educación. Los primeros museos con un carácter 
público fueron el Museo Británico y el Louvre, ambos abiertos en la segunda mitad 
del siglo XVIII, aunque también en toda Europa existió un gusto por el coleccionismo 
y fue por ello que comenzaron a formarse pequeños museos privados para la 
exposición de todo tipo de ejemplares. En España por orden de Carlos III se abrió 
en 1777 el primer museo público denominado Real Gabinete de Historia Natural. 
“Desde el 4 de noviembre la entrada al Real Museo se franqueaba a quien gustase 
de ver y examinar las preciosidades que contiene, señalándose días fijos para la 
visita pública”.12 
El siglo XVIII en España estuvo permeado por lo que conocemos como 
Ilustración. Esto fue llevado a cabo por letrados que, con la protección y patrocinio 
de la Corona española, trataron por todos los medios de modernizar al país,13 
desarrollando las ciencias como base para la renovación tecnológica y con ello el 
resurgimiento económico, intelectual y científico.14 
El entonces territorio español abarcaba el actual sur de Italia. Por ello, las 
“excavaciones patrocinadas por Carlos VII de Nápoles, futuro Carlos III de España, 
protector e impulsor de los estudios sobre el mundo antiguo”.15 Las primeras 
ciudades en donde se impulsó esta nueva forma de investigación arqueológica fue 
 
12 María Bolaños, Historia de los museos en España: memoria, cultura, sociedad, Gijón: Ediciones 
Trea, 1997, p. 122. 
13 Cfr. José Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios. Historia antigua de la arqueología en la 
América Española, Barcelona: Ediciones del Serbal, 1995, pp. 58-59. 
14 Cfr. Pedro Ruiz Torres, “Reformismo e Ilustración” en Joseph Fontana y Ramón Villares (dirs.), 
Historia de España, vol. V, Barcelona: Crítica/Marcial Pons, 2008, p. 431. 
15 José Alcina Franch,“Guillermo Dupaix y los orígenes de la Arqueología de México” en Estudios de 
Historia Novohispana, vol. X. 1991, p. 328. 
20 
 
en los antiguos poblados romanos arrasados por el Vesubio, principalmente en 
Herculano y Pompeya; en los cuales, 
se hizo una investigación controlada, se levantaron planos de edificios, se publicaron 
resultados y se hizo un museo de sitio, todo lo cual jamás se había realizado hasta 
entonces. Las circunstancias hicieron que toda esa labor fuera auspiciada o 
impulsada por un monarca de la dinastía borbónica que, después de reinar en 
Nápoles, heredó la corona de España, convirtiéndose en el impulsor de todas las 
reformas en la Península y en las colonias americanas, el rey Carlos III.16 
 
El campesino Giovanni Baptista Nocerino de Resina mientras trataba de 
hacer más profundo un pozo, halló grandes trozos de alabastro y una variedad de 
mármol llamado “amarillo antiguo”. El príncipe d’Elbeuf17, que estaba muy 
interesado por los hallazgos, emprendió una serie de excavaciones en el lugar, 
hasta que se encontraron tres estatuas y después se desenterró el primer ejemplar 
completo de un teatro romano.18 
En 1735, Carlos VII llegó Nápoles con 18 años de edad. Tres años más tarde, 
se casaría con la princesa María Amalia Cristina, quien era una aficionada al arte e 
interesada en las esculturas halladas en Herculano. El rey ordenó el 22 de octubre 
de 1738 que se reanudaran los trabajos de excavación iniciados por el príncipe 
d’Elbeuf. El principal interés en las excavaciones de la primera etapa (1738-1748) 
era la obtención de obras de arte para adornar los palacios de la realeza española 
en tierra napolitana, pues “estas excavaciones […] las llevaban a cabo buscadores 
de tesoros”.19 
Durante la segunda etapa de excavaciones (1748-1763) prosiguieron los 
trabajos en Herculano y comenzaron los de Pompeya. Las técnicas de trabajo 
aplicadas en Pompeya mostraron un progreso enorme en comparación con las 
técnicas mineras utilizadas en Herculano, porque “se trata de grandes zanjas al aire 
 
16 José Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios… p. 63. 
17 Coronel Mariscal Emanuel Mauricio de Lorena, príncipe d’Elbeuf. Estuvo casado desde 1713 con 
una joven de la aristocracia napolitana. Vivió en el Palacio del príncipe San Bruno en Portici (ahí se 
encontraban enterrados los restos de la ciudad de Herculano). 
18 Cfr. José Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios… p. 64. 
19 José. Alcina Franch, op., cit., p. 65. 
21 
 
libre, limpiando totalmente los edificios de manera que éstos y no solo su contenido 
cobra valor por sí mismos”.20 
En la tercera etapa (1775-1788), los edificios ya quedan al descubierto, 
procediéndose a la consolidación de los mismos en Herculano, Pompeya y Estabia, 
además, se proyectaron excavaciones en otros lugares del golfo napolitano como 
Sorrento, Capri, Pozzuoli, Cumas y Fusano. 
Los trabajos arqueológicos llegaron a su fin en 1788 a la muerte de Carlos III 
(Carlos IV de Nápoles) en España, el principal impulsor de las excavaciones. Sin 
embargo, éstas se deben destacar, debido a que se llevaron a cabo por personas 
de disciplinas diferentes, y con esto, las técnicas utilizadas fueron cambiantes. 
Además, las intenciones fueron transformándose con el tiempo, ya que, al principio, 
el objetivo era recuperar objetos de ornato y al final de los trabajos de excavación,era la de recuperar edificios enteros con fines científicos. 
La serie de hallazgos en los años venideros se debió a que lo encontrado en 
Herculano y Pompeya abrió un panorama histórico más extenso que el conocido 
hasta entonces, permitiendo que las investigaciones arqueológicas ganaran 
rápidamente extensos espacios en los museos que se empezaban a formar. 
 
Hallazgos en las ruinas de Palenque 
Bajo el gobierno de Carlos III se promovieron las exploraciones y excavaciones 
arqueológicas, tras lo hallado en las ruinas de Herculano en 1738 y en Pompeya en 
1748. En los inicios del siglo XVIII, el sitio de Palenque permanecía abandonado. 
En 1740, Antonio de Solís, cura de Tumbalá en Chiapas, localizó en medio de la 
selva lo que describió como unas “casas de piedra” en terrenos del pueblo de 
Palenque. Con el tiempo, relató esta pequeña observación a su sobrino Ramón 
Ordóñez de Aguiar,21 quien, aunque no pudo visitar la zona, intercedió en 1784 ante 
José de Estachería y Hernández, presidente de la Real Audiencia, Gobernador y 
 
20 Ibidem, p. 67. 
21 Anticuario y eclesiástico, nacido en Chiapas en 1739. 
22 
 
Capitán General de Guatemala, para que se diera cuenta sobre la existencia e 
importancia de aquellas importantes y misteriosas ruinas. 
El 28 de noviembre de 1784, Estachería ordenó al teniente de alcalde mayor 
de Palenque José Antonio Calderón22 que visitara las ruinas y le enviara un informe. 
Al quedarle relativamente cerca la zona y al ser un área con una densa vegetación, 
Calderón se hizo acompañar por indios y ladinos con el fin de no perderse. Al llegar 
a las ruinas, hallaron muchos edificios entre los que destacaba uno por su tamaño 
y magnificencia, al que llamó “Palacio”. En el informe que envió a José de 
Estachería dio una lista de 220 edificios, entre ellos, palacios, grandes 
construcciones y casas; además, menciona que daba la impresión de que en el 
lugar hubo una gran concentración urbana; y en cuanto al origen de aquellas 
construcciones, menciona que no parece obra de “indios”, ya que, por ser edificios 
majestuosos, lo tuvieron que hacer los romanos.23 
En el informe que envió Calderón se encontraron cuatro dibujos que no son 
obra de un experto dibujante, sino suyos. Tres de esos dibujos son relieves murales 
encontrados en la fachada del actual edificio “E” del “Palacio” y el otro es un dibujo 
arquitectónico representando lo que hoy conocemos como la torre del Palacio de 
Palenque. 
Aunque Calderón ejerció su mayor esfuerzo con el informe, Estachería 
aspiraba a conocer más sobre la zona, así que el 27 de enero de 1785 llamó al 
renombrado arquitecto Antonio Bernasconi para que hiciera el reconocimiento de la 
antigua ciudad. Estachería le envió a Bernasconi una serie de “Instrucciones para 
el reconocimiento de las ruinas de Palenque”, en las que le pidió al arquitecto “que 
inquiera por las antigüedades de las ruinas, por las causas de su destrucción y 
 
22 José Antonio Calderón de Guevara y Coz nació en Santander. Fue teniente de alcalde mayor del 
pueblo de Santo Domingo de Palenque desde 1750 y en 1790, juez del partido de Palenque. 
También fue capitán de milicias participando en la evangelización de los lacandones. 
23 Cfr. Paz Cabello Carro, Política investigadora de la época de Carlos III en el área maya. Según 
documentación de Calderón, Bernasconi, Del Río y otros, Madrid: Ediciones de la Torre, 1992, p. 89. 
23 
 
exterminio de sus habitantes, o cuáles fueron sus medios de subsistencia, sus 
vestidos, sus inscripciones, etc”.24 
Bernasconi hizo el reconocimiento con rapidez: cinco meses después de 
haber recibido la instrucción, el arquitecto mandó su informe a Estachería el 13 de 
junio de 1785, con cuatro dibujos con datos muy concretos: hizo un mapa que 
tomaba como centro el llamado Palacio; la planta, alzado y corte de las casas 
número 1 y 2; nueve dibujos escultóricos de los estucos correspondientes a las 
pilastras del Palacio y el Palacio a detalle; además, Bernasconi señaló la existencia 
de puentes y canales o alcantarillas en la bóveda.25 
Una de las conclusiones más interesantes que Bernasconi dio en su informe 
es que 
en ninguno de los cerros y lomas que anduve de aquella antigua población he 
observado señal alguna de erupción de volcanes, ni otra que denote violenta 
destrucción y así parece más verosímil que allí la produjo el abandono de sus 
habitadores, los cuales es muy probable fuesen indios según la figura de las 
estatuas, modo de fabricar en las eminencias y sin orden de calles y cuadras; sin 
embargo de que la construcción de los edificios no hace del todo incultos en el arte 
a los que los fabricaron.26 
 
Esto es importante, ya que en el caso de Herculano y Pompeya fueron 
arrasadas por el Vesubio; y aquí se consideran otros los factores que destruyeron 
Palenque. Además, se valora a los indígenas como los constructores de las 
ciudades. 
Debido a los trabajos de Calderón, Carlos III decidió que continuaran las 
investigaciones en el sitio, poniendo atención en cuestiones arquitectónicas como 
las puertas, nichos y ventanas, en los materiales de construcción y la precisa 
descripción de los dibujos de las figuras que adornaban el lugar. Esta orden dirigida 
a Estachería el 15 de marzo de 1786 fue llevada a cabo por el capitán Antonio del 
 
24 José Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios… p. 88. 
25 Cfr. Paz Cabello Carro, op., cit., p. 113. 
26 José Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios…, p. 91. 
24 
 
Río, quien llegó a las ruinas el 6 de mayo de ese mismo año para empezar con sus 
labores. 
Debido a la abundante vegetación de Palenque, Antonio del Río convocó a 
José Antonio Calderón como apoyo para su trabajo, y él a su vez, pidió la ayuda de 
decenas de indios y ladinos del lugar para desmontar la zona y así poder trabajar 
con mayor comodidad. 
Al finalizar los trabajos, el informe de Del Río, además de la descripción de 
Palenque, incluye los más importantes edificios de la zona como el Palacio, y los 
recientes hallazgos como el Templo de las Inscripciones, el Templo del Jaguar, el 
Templo del Sol, el Templo de la Cruz y el Templo de la Cruz Foliada. El capitán 
mandó a Madrid el llamado Trono del Palacio (conocida como la Estela de Madrid y 
preservada hoy en día en el Museo de América de Madrid).27 
A Del Río le impresionaba el grado de civilización de ese pueblo debido a su 
compleja escritura, así que el capitán se preocupó por informar, dibujar y enviar 
muestras de diversos glifos y tableros que halló específicamente en el Templo de 
las Inscripciones. Al igual que otros letrados, Del Río comparaba las obras de 
Palenque con las de los romanos “pero no porque yo me persuada -dice- hayan 
llegado a este terreno aquellos conquistadores, sino en el sentido de que aquellas 
obras les parecía que eran de una calidad superior a las de los indígenas 
lacandones que poblaban entonces aquellas tierras”.28 En el informe también 
comentó acerca del origen y la relaciones entre los mayas e hizo deducciones 
acerca de la relación entre los mayas de Yucatán y los de Palenque, ya que él 
mismo se consideraba un aficionado de esas investigaciones, en especial de las 
que realizaron los primeros franciscanos que llegaron a la zona siglos atrás. 
Más de un año después del informe expedido por Antonio del Río, José de 
Estachería hacía el envío definitivo hacia Madrid de todos los materiales relativos a 
Palenque con fecha 9 de julio de 1788. 
 
 
27 Cfr. Paz Cabello Carro, op., cit., pp. 113-114. 
28 José Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios…, p. 96. 
25 
 
Los estudios anticuarios en la Nueva España: Alzate, Muñoz, Pineda, León y 
Gama, Humboldt y Dupaix (una cronología)El mayor interés arqueológico en la Nueva España durante el siglo XVIII se dio en 
el centro del país y el área maya y específicamente en la zona de Palenque, aunque 
esto no quiere decir que en otros lugares del virreinato no hubiera actividad 
arqueológica, por ejemplo, en zonas del Golfo de México. Diversos intelectuales se 
interesaron por ruinas y restos arqueológicos de estos lugares, movidos por la óptica 
ilustrada. Muchos de estos letrados fueron inspirados por la expedición de Alejandro 
Malaspina.29 
Una de las figuras centrales del movimiento científico de esta época fue José 
Antonio Alzate y Ramírez30 que estudió en el Colegio de San Ildefonso y en el 
Colegio de San Gregorio de México donde fue discípulo de Francisco Xavier 
Clavijero, y quizá por ello que se interesó en la historia prehispánica. También 
publicó la Gazeta de Literatura de México de 1788 a 1795. Según Alcina Franch, 
Alzate es 
antes que un arqueólogo, un notable indigenista, que en su entusiasmo por defender 
a los indios y ponderar sus culturas, llega a justificar incluso los sacrificios 
sangrientos de los aztecas, comparándolos con las muertes cometidas en nuestro 
mundo por la aplicación de la ley o costumbre.31 
 
Alzate se destaca como pionero de las investigaciones hechas en Xochicalco 
(actual estado de Morelos), además de que poseía una gran colección de piezas 
 
29 Nacido en la localidad italiana de Mulazzo en 1754, provenía de una familia de nobles. Sirvió en 
la armada española. Tras dos viajes a las islas Filipinas, planeó en 1788 un viaje alrededor del 
mundo, con fin de descubrir nuevas especies y elaborar mapas más precisos para redactar informes 
completos y enviárselos a Carlos III. Recorrió de Montevideo a la Patagonia, las costas de América, 
los mares Atlántico y Pacífico. Tras conspirar contra Godoy, murió en 1809. 
30 Nació en Ozumba, actual Estado de México, el 21 de noviembre de 1737 y murió en la Ciudad de 
México el 2 de febrero de 1799. Estudió en el Colegio de San Ildefonso y obtuvo los grados de 
bachiller en Artes y en Teología. Después adquirió por su cuenta profundos conocimientos sobre 
ciencias naturales y filosofía moderna, y se dedicó con pasión a la investigación científica. Como no 
encontró ambiente favorable para impartir una cátedra, se entregó a divulgar y defender los 
descubrimientos y progresos de la ciencia moderna, a través de varias publicaciones periódicas. 
31 José Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios…, p. 113. 
26 
 
arqueológicas en su casa y su concepto de arqueología era bastante moderno, al 
señalar que 
los monumentos de arquitectura de las naciones antiguas que permanecen a pesar 
de las injurias del tiempo, sirven de grande recurso para conocer el carácter de los 
que fabricaron, siempre hay falta de autores coetáneos, como también para suplir a 
la omisión o mala fe de los historiadores. Un edificio manifiesta el carácter y cultura 
de las gentes: porque es cierto que la civilización o barbarie se manifiestan por el 
progreso que las naciones hacen de las ciencias y las artes.32 
 
Alzate exploró el sitio de Xochicalco en el año de 1777, ya que él mismo se 
consideraba un continuador y discípulo de la obra de Clavijero.33 Normalmente los 
resultados de las investigaciones arqueológicas eran publicados en su Gazeta. 
Específicamente, la memoria sobre Xochicalco, en uno de sus suplementos en 
1791. 
Otro de los hallazgos arqueológicos fue el caso de la pirámide de El Tajín 
(actual Estado de Veracruz), y que podemos encontrar publicado en la Gazeta del 
12 de junio de 1785, en la que se habla del “hallazgo fortuito por parte de Diego 
Ruíz, cabo de la ronda del trabajo de la jurisdicción de Papantla, de un edificio de 
forma piramidal con un cuerpo sobre cuerpo a la manera de una tumba hasta su 
cima o coronilla y que por la cara que mira al oriente tiene una escalera de piedra 
de sillería”.34 
Las investigaciones arqueológicas de Alzate llegaron hasta Europa gracias a 
la publicación de Pedro José de Márquez titulada Due antichi monumenti di 
archittetura messicana (1804). Además, dejó un gran legado ya que 
los trabajos de Alzate inician nuevos caminos de importancia. Desde el siglo XVI al 
XIX, fuera de los valles centrales y la zona maya, casi no hay descripción de sitios, 
y sólo escasos y aislados datos sobre objetos antiguos. Así, las regiones de 
Veracruz, Oaxaca, etc., no fueron consideradas sino en raras ocasiones, como 
algunas referencias a Mitla. Gracias a Alzate, otras áreas entran al conocimiento 
arqueológico.35 
 
 
32 Idem. 
33 Cfr. José Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios… p. 114. 
34 Idem. 
35 Ignacio Bernal, Historia de la Arqueología en México, México: Porrúa, 1979, p. 74. 
27 
 
Esto hay que considerarlo, debido a que para los “primeros arqueólogos”, los 
valles centrales y la zona maya eran las principales áreas de investigación y dejaban 
otros sitios en el olvido; así que a partir de Alzate, éstos cobraron importancia para 
las nuevas generaciones de arqueólogos decimónonicos, ya que él fue uno de los 
primeros investigadores en acudir a la zona arqueológica, dibujar los monumentos, 
después describirlos para publicarlos. 
Otra figura importante para la arqueología fue el valenciano Juan Bautista 
Muñoz, quien habló primero sobre la arqueología como un procedimiento científico 
al utilizar evidencias materiales como auxiliares de investigaciones que eran de 
carácter histórico. A pesar de que su trabajo no es amplio, podemos encontrar 
cartas, oficios, dibujos y materiales arqueológicos, sobre todo de la zona de 
Palenque. 
Cabe señalar que, aunque Muñoz nunca viajó a tierras americanas, tuvo un 
gran interés por la arqueología y sus escritos son muy precisos en cuanto a la 
información sobre Palenque, pues 
cuesta creer cómo pudo darse cuenta, solamente por los informes, de la mayor 
importancia arquitectónica de las ruinas mayas, en comparación con las de otras 
regiones de la Nueva España. […] Muñoz atribuye el hundimiento de la cultura de 
Palenque (maya) siglos antes de la conquista española a la invasión de otros 
pueblos poderosos como podían ser los toltecas. [Además…] hace una reflexión de 
gran interés teórico en la que destaca por una parte el valor de los mitos y leyendas, 
en tanto que “tienen su fondo de verdad”, y contrasta “los hechos y documentos” 
con los “sistemas” o generalizaciones más o menos fáciles.36 
 
Muñoz también hablaba con profundidad acerca del uso de los materiales de 
construcción y sobre el tema de los arcos y bóvedas en la arquitectura maya. 
La expedición de Malaspina fue de gran inspiración para que viajeros 
recorrieran el territorio americano y así realizar sus trabajos y exploraciones, como 
sucedió con el guatemalteco Antonio Pineda y Ramírez37, quien participó en la 
 
36 José Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios… p. 116. 
37 Nacido en Guatemala en 1751. Hijo de un caballero de la Orden de Santiago y de una dama 
descendiente de una familia aristocrática. Entró al Seminario de Nobles de Madrid y después ingresó 
como cadete en el Cuerpo de Reales Guardias Españoles de Infantería. Sin embargo, desde muy 
28 
 
Expedición de Malaspina alrededor del mundo y por ello se interesó en el tema de 
los códices y objetos arqueológicos de la Nueva España. Recorrió Mexicaltzingo, 
Texcoco, Iztapalapa y Teotihuacán, realizando labores arqueológicas y creando sus 
propias interpretaciones acerca de los sitios, siendo el trabajo en Mexicaltzingo el 
más importante, ya que en sus diarios e informes se encuentran datos puntales 
como las medidas del edificio principal o gran palacio, los vestigios encontrados 
dentro de los adoratorios, restos humanos y cimientos de una muralla. 
Asimismo, las investigaciones sobreTexcoco e Iztapalapa fueron de gran 
interés siendo Teotihuacán la zona sobre la que Pineda y Ramírez proporcionó más 
datos, por ejemplo, la altura de las Pirámides del Sol y la Luna, informes sobre la 
Calzada de los Muertos, de la que expresó su admiración, ya que en la región 
“escasean las rocas y se hubiesen trasladado tantas y tan grandes piedras como se 
veían en toda la ciudad. […] de ello [dedujo] que la construcción de Teotihuacán la 
hicieron multitudes de indios, por lo que la población de esta ciudad debió de ser 
considerable”.38 
Por otro lado, Pedro José Márquez39 fue un jesuita interesado principalmente 
en los estudios de arte y estética, además de realizar trabajos sobre antigüedades 
mexicanas, por ejemplo, la traducción al italiano de la obra de Antonio León y Gama. 
Tuvo escritos originales como Dos monumentos de arquitectura mexicana y 
Observaciones acerca del calendario del Códice Mexicano del cardenal Borgia 
(1804). Los dos monumentos que estudió fueron El Tajín y Xochicalco. Para estudiar 
este último sitio se basó en los escritos de Alzate de 1777. 
Antonio de León y Gama40, quien examinó numerosos documentos y objetos 
resguardados en la Ciudad de México. El mayor aporte de este letrado a la 
 
temprano, manifestó un especial interés por el quehacer científico, acercándose a instituciones que 
le permitieron ampliar su formación. 
38 José Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios…, p. 120. 
39 Jesuita expulsado de la Nueva España. Fue estudiante del Colegio Mexicano de San Pedro y San 
Pablo. Residió 50 años en Roma, regresando a México tres años antes de su muerte para ser 
maestro de novicios en el Colegio de San Ildefonso. 
40 Fue astrónomo, físico y arqueólogo nacido en México en 1735. Interesado por los documentos 
antiguos como los códices, por la escritura y los sistemas simbólicos del arte mexica. Fue el primero 
29 
 
arqueología fue su Descripción histórica y cronológica de las dos piedras (1792), las 
cuales fueron la Coatlicue y la entonces recién hallada Piedra del Sol. Para Ignacio 
Bernal, lo realmente importante para la arqueología “es que la obra de León y Gama 
no sólo se apoya en documentos escritos o pintados, sino en el estudio directo de 
un monumento irrefutable como es la Piedra del Sol”.41 
Al poco tiempo de salir a la luz su Descripción…, León y Gama y Alzate 
entraron en una serie de discusiones públicas como críticas y refutaciones acerca 
de sus obras, sin embargo, dice José Alcina que “la polémica con Alzate y otros 
[autores], […] no continuó mucho más porque León y Gama, hombre serio, riguroso 
y trabajador, decidió no contestar cerrando con silencio la puerta a demandas y 
respuestas impertinentes”.42 
Durante la segunda mitad del siglo XVIII y principios del siglo XIX se le dio un 
amplio peso cultural a la recolección de objetos que tuvieran una importancia en los 
ámbitos naturales, históricos, artísticos y arqueológicos con el fin de reunirlos en 
colecciones, estudiarlos y conservarlos en lugares especializados como los 
gabinetes y museos. Muchas de estas colecciones fueron remitidas a España para 
su investigación, sin embargo, los ilustrados europeos se dieron cuenta de la 
necesidad de estudiarlos en su lugar de origen, especialmente los arqueológicos, 
debido a su monumentalidad. Ya en el siglo XIX el gobierno mexicano intervino en 
este tema para tratar de consolidar la identidad nacional basándose en su pasado 
prehispánico. 
Después de la independencia, se le dio un nuevo sentido a las colecciones 
históricas y arqueológicas, ya que el gobierno y los intelectuales les otorgó un 
espacio en donde los visitantes pudieran apreciarlas y admirar la grandeza de los 
objetos arqueológicos como la Piedra del Sol, la Coatlicue y la Piedra de Tizoc. 
 
 
 
en escribir un libro propiamente de arqueología titulado Descripción histórica y cronológica de las 
dos piedras… (1792). 
41 José Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios… p. 76. 
42 Ibidem, p. 124. 
30 
 
La discusión acerca de “dos piedras”: la Coatlicue y la Piedra del Sol 
Durante el gobierno del segundo conde de Revillagigedo43 (1789-1794) se 
implementó en la Nueva España el proyecto de transformar la Ciudad de México 
que emprendió una serie de obras de mejoramiento urbano. En 1789, la Plaza de 
Armas tuvo que despejarse para la proclamación del rey Carlos IV. Al terminar las 
celebraciones, Revillagigedo ordenó al corregidor intendente Bernardo Bonavía y 
Zapata que ya no se permitiera que los puestos ambulantes regresaran a su lugar 
para reubicarlos en la Plaza del Volador, además 
se giró la orden de demoler el viejo muro del atrio de la catedral; eliminar las 
sepulturas que estaban a flor de tierra en el cementerio del Sagrario, trasladándolas 
a la iglesia de San Pedro y San Pablo; cambiar la horca a la plazuela de Tenexpa; 
desmontar “la Pila”, es decir, la fuente ochavada con un tazón de bronce enviado 
desde Perú por Luis de Velasco y con coronamiento en forma de águila regalado 
por Carlos V, y finalmente retirar la columna con el busto de Fernando VI que se 
conocía popularmente como “la Pirámide”.44 
 
Ya con todo lo anterior, se niveló el piso de la plaza. Como consecuencia de 
las reformas urbanas a la Plaza de Armas y áreas circunvecinas, salieron a la luz 
decenas de esculturas mexicas. 
El primer monolito encontrado fue la llamada Coatlicue el 13 de agosto de 
1790, cerca de lo que hoy conocemos como la Plancha del Zócalo; y el 17 de 
diciembre se encontró la Piedra del Sol. Estos hallazgos fueron de gran relevancia 
porque 
las antigüedades recién desenterradas ya no fueron destruidas, pues ahora se veía 
en ellas un rico contenido histórico y, dependiendo del caso, cierto valor artístico. 
Por esta razón, muchas se utilizaron como elementos decorativos en las esquinas, 
los dinteles y los zaguanes de las nuevas mansiones, mientras que otras nutrieron 
las cada vez más comunes colecciones públicas y privadas de la capital. […] La 
 
43 Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla y Horcasitas, segundo conde de Revillagigedo, 
ocupó el cargo de virrey, gobernador, capitán general y superintendente de la real hacienda en 1789. 
Nació en la Habana pero fue criado en la Nueva España. 
44 Leonardo López Luján, “El ídolo sin pies ni cabeza: la Coatlicue a fines del siglo XVIII” en Estudios 
de cultura náhuatl, vol. 42. México, agosto 2011. p. 206. Recurso en línea 
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0071-16752011000100010 
31 
 
presencia de estas enigmáticas piedras en lugares visibles generó curiosidad, 
debates, publicaciones y el deseo de preservarlas para la posteridad.45 
 
El 6 de septiembre, el virrey firmó un acuerdo para que la recién descubierta 
Coatlicue fuera llevada a la Universidad para asegurar su conservación y su estudio, 
así, “con gran trabajo la mueven hasta ponerla frente a la segunda puerta del palacio 
virreinal, y después en la Universidad como el lugar más apropiado para custodiar 
este curioso ejemplo de la antigüedad americana”.46 Como se mencionó, el hallazgo 
de la Piedra del Sol fue el 17 de diciembre y 
el 2 de julio de 1791 en México, llevaron la piedra que estaba en la plaza grande 
(que era el almanaque de los indios gentiles) al cementerio de la catedral […] el día 
3 de septiembre de 1793 en México, se puso la piedra que servía de sacrificio en la 
gentilidad, en el lugar que se ha de poner la santa cruz que estaba en el cementerio 
de la catedral.47 
 
La Piedra del Sol fue colocada en la torre poniente de la Catedral 
Metropolitana, con el fin de que todo aquel que pasara por ahí pudiera contemplarla; 
mientras que la Coatlicue fue enviada al patio principal de la Universidad para su 
resguardo. Poco después, lasautoridades ordenaron que la Coatlicue fuera 
enterrada porque “los profesores de la Real y Pontificia Universidad no deseaban 
exponerla a la vista de la juventud mexicana porque según unos la diosa mexica era 
indigna de figurar al lado de las réplicas griegas y romanas ahí expuestas que había 
donado Carlos III”,48 aunque se cree que más que lo anterior, se temía que un 
símbolo monumental como la estatua, fuera a revivir entre los indígenas algo de su 
antigua religión. 
En cuanto a la Piedra del Sol, las autoridades pretendían enterrarla en el 
lugar de su hallazgo, sin embargo, León y Gama intercedió para que se pudiera 
rescatar y mostrar públicamente, así que fue colocada a un costado de la torre 
 
45 Ibid,, p. 207. 
46 Ignacio Bernal, op., cit., p. 77. 
47 Ibid., p. 120. 
48 Ibid., p. 78. 
32 
 
poniente de la Catedral en julio de 1791. Ahí Alexander von Humboldt49 pudo 
observarla y estudiarla, realizando diversos escritos sobre su iconografía. 
Al año siguiente del hallazgo de las “dos piedras”, se encontró la Piedra de 
Tizoc y una gran serpiente, además de “un enterramiento que contenía la osamenta 
de un animal desconocido que algunos supusieron era un coyote de gran tamaño; 
unos cascabeles grandes de metal; varias ollas y otras piezas de barro bien 
fabricado, etc. Todo ello fue hallado […] por un peón llamado Juan de Dios Morales, 
enfrente del palacio virreinal”.50 
León y Gama fue el primero en hacer un estudio y publicar sobre las “dos 
piedras” en la ya mencionada Descripción…, sin embargo, la Piedra de Tizoc no se 
añadió a este estudio, debido a que León y Gama murió en 1802. El que se encargó 
de hacer ese estudio según Humboldt, fue Guillermo Dupaix.51 
En 1803, Alexander von Humboldt llegó a la Nueva España y pidió que 
desenterraran dicha escultura, así que necesitó el apoyo del obispo de Linares para 
poder verla. Pero al momento en el que 
Humboldt vuelve la espalda, la esconden nuevamente bajo tierra. Así permanece 
hasta 1824, cuando Bullock la ve después de su tercera y última exhumación. […] 
Sin embargo, no por eso quedó a la vista del público, sino que, en consideración 
más bien de motivos nacionalistas, fue colocada en la esquina de un corredor, pero 
rodeada de tablas y muebles viejos, donde prácticamente quedó sepultada. […] 
Hasta cerca de 1880, Coatlicue era considerada un horrible monstruo. 
Posteriormente Chavero sería uno de los primeros en rectificar ese criterio.52 
 
Aunque ya se ha mencionado a Alexander von Humboldt y Guillermo Dupaix, 
es necesario ahondar en su labor, debido a que fueron las principales figuras, junto 
 
49 Nacido el 14 de septiembre de 1769 en Berlín. Fue geógrafo, astrónomo, humanista, naturalista y 
explorador. Viajó a América del Sur y del Norte, así como Asia. 
50 José Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios… p. 123. 
51 Nació en la ciudad de Vielsalm, Luxemburgo en 1750. Hijo de un financiero, viajó a España para 
formar parte de la guardia del rey. Fue promovido al grado de regimiento de dragones de Almanza, 
en donde pudo recorrer la península ibérica, Italia y Grecia. Se interesó en los gabinetes de 
curiosidades en Roma. En 1790 viajó a la Nueva España. En 1800 se retiró del ejército para 
dedicarse por completo al estudio de las antigüedades. Murió en 1818. 
52 José Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios… p. 123. 
33 
 
con el dibujante Luciano Castañeda, de este período de investigación arqueológica 
anterior a la independencia de México. 
Carlos IV estuvo cada vez más interesado en la exploración ya no de algún 
lugar en específico, sino de la Nueva España en general, para encontrar nuevas 
ciudades en ruinas, objetos y estatuas. Para esto, designó a Guillermo Dupaix, 
Capitán de Dragones y estudioso de la historia y arqueología, para recorrer el 
territorio del virreinato, “lo primero que hace, y con toda razón, es conseguirse un 
dibujante. Encuentra a Luciano Castañeda, que vivía en México y que lo acompañó 
en todos sus recorridos”.53 Ésta fue la última gran expedición con características 
científicas que se llevó a cabo en territorio virreinal en tres viajes consecutivos 
partiendo desde la capital en 1805 y culminando en 1808 en el sitio arqueológico de 
Palenque.54 
El expedicionario en enero de 1805 inició el primer viaje recorriendo Puebla, 
Tehuacán, Orizaba, Córdoba y la mayor parte del actual Estado de Morelos. Este 
primer viaje terminó debido a que Luciano Castañeda enfermó y regresó a la capital. 
El segundo viaje de Dupaix comenzó en febrero de 1806, dirigiéndose hacia 
el sur, pasando por Xochimilco, Tlalmanalco, Amecameca, Mixquic, Morelos y 
finalmente Oaxaca, en donde visitó Monte Albán y Mitla. Ahí estudió los palacios y 
las tumbas, y a partir de ello, escribió una descripción del sitio acompañado de 
planos del lugar. A su regreso, visitó Tlaxcala. 
En diciembre de 1807, Dupaix realizó su tercer viaje, de Puebla a Oaxaca y 
en Ciudad Real conoció a Ramón Ordóñez y Aguiar quien le obsequió dos piezas 
arqueológicas. Es aquí en donde las autoridades creían que era francés y lo 
encarcelan. Al salir, Dupaix continuó su viaje hacia Palenque, describiendo la 
arquitectura del lugar y enumerando la gran cantidad de edificios. Además, el viajero 
llegó a una conclusión interesante “que no son los egipcios quienes llegaron a 
 
53 Ignacio Bernal, op., cit., p. 83. 
54 Para más información sobre la Real Expedición Anticuaria de México, revisar el artículo de Antonio 
E. De Pedro Robles, “La Real Expedición Anticuaria de México (1805-1808), y la representación del 
imaginario indianista del siglo XIX” en Anales del Museo de América XVII, 2009, pp. 42-63. 
34 
 
Palenque, sino los habitantes de la Atlántida, y con motivo de esto establece 
parecidos entre Palenque, El Tajín y Monte Albán”.55 
A su regreso a la capital, Dupaix trajo consigo un buen número de piezas 
originales que ahora se encuentran expuestas en el Museo Nacional de 
Antropología e Historia. Los dibujos de Castañeda fueron retocados por motivos 
estéticos para ser publicados en Europa. 
Mientras tanto, en marzo de 1803, llegó Humboldt a Acapulco, pasó un año 
en la Nueva España reuniendo una infinidad de datos arqueológicos para después 
regresar a Europa y escribir sobre América. No obstante, él sólo visitó Cholula, los 
demás sitios los ilustró con láminas de Alzate y con algunos códices. Además, el 
viajero conoció las llamadas “dos piedras” y la Piedra de Tizoc, ya que es su trabajo 
publicado en sus Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas 
de América, compara a la Piedra del Sol con calendarios de otros pueblos 56. 
Aunque a Humboldt le interesaba mucho Teotihuacán, durante su año de 
residencia en la Nueva España, no fue a visitar la zona, así que tuvo que escribir 
sobre la ciudad a partir de testimonios de otras personas. Lo mismo pasó con la 
pirámide de El Tajín, que tampoco conoció, sino que se basó en un autor, que, a su 
vez, se basó en Alzate, para escribir sobre ese sitio. En cuanto a su trabajo sobre 
Mitla, la descripción que hace, es más precisa que la de los sitios anteriores. El 
último y único sitio visitado por él, fue Cholula, cuya descripción es la más exacta 
que se tiene del momento, “comparándola con las de Egipto, Micerino y Teotihuacán 
y declaraba que se trataba de un monumento formado por cuatro cuerpos con una 
elevación de 54 m y 439 m de base, presentando también un bosquejo tanto de la 
gran pirámide como del núcleo de adobes que aún subsiste al sur-oeste de la 
pirámide principal”.57 Fue por ello que Humboldt tuvo el mérito de haber calculado 
el volumen de la pirámide. 
 
55 Ignacio Bernal, op., cit., p. 84. 
56 Cfr. Eduardo Matos Moctezuma,“El decir de las piedras. Discurso de ingreso a la Academia 
Mexicana de la Lengua” en Arqueología Mexicana. núm. 134. 2015. pp. 22-33. 
57 Silvia Martínez Arriaga, “Breve historia de la arqueología de Cholula, Puebla” en Antropología. 
Boletín Oficial del Instituto Nacional de Antropología e Historia, núm. 78. 2005. p. 87. 
35 
 
El 3 de mayo de 1808, los novohispanos emprendieron la creación de la 
Junta de Antigüedades Mexicanas, “institución que se funda para conservar y 
estudiar el acervo de documentos y monumentos del México prehispánico”58 con 
sede en la capital, misma que se desintegró en 1813 cuando se dieron por 
terminados los trabajos arqueológicos. Esta asociación independiente de la Corona 
estuvo conformada por destacados criollos interesados en resaltar la riqueza 
histórica y cultural de Nueva España. 
Con los nuevos vestigios encontrados, se ampliaron las formas de acercarse 
al pasado prehispánico, transformando los estudios empíricos, en los de la “ciencia” 
arqueológica, por medio de los cuales el estudioso tenía que aventurarse a 
examinar restos antiguos en el sitio de su procedencia. 
 
Consideraciones preliminares 
Como se ha visto, debido a la importancia, rareza o belleza de las piezas 
arqueológicas encontradas en los diferentes sitios visitados, rápidamente fueron 
ganando espacios de exhibición y algunos letrados se especializaron en el estudio 
de la arqueología, gracias a “la fácil apreciación de estos objetos y lo atractivo de 
los indescifrables misterios que encerraban”.59 
La cultura coleccionista fomentada en las últimas décadas del régimen 
colonial continuó durante los años de la Revolución de Independencia y después de 
1821, porque los nuevos gobiernos mexicanos llevaron a cabo proyectos de rescate 
y valoración del legado anticuario y natural para consolidar la construcción de los 
discursos nacionalistas del siglo XIX. 
En este capítulo se abordaron las vías por las que se desarrollaron los 
estudios anticuarios y arqueológicos tanto en Europa como en la Nueva España, ya 
que en un principio las antigüedades se buscaban y extraían donde fuera, para 
 
58 José Carlos Mendoza Ramos, El Templo de los Mesones en Veracruz. Patrimonio, conservación 
y restauración, Universidad Veracruzana, Facultad de Historia, octubre, 2014. Tesis para obtener el 
título de Licenciado en Historia. p. 11. 
59 Luisa Fernanda Rico Mansard, Exhibir para educar. Objetos, colecciones y museos de la ciudad 
de México (1790-1910), Barcelona-México: Ediciones Pomares, 2004. p. 50. 
36 
 
exhibirlas en los escaparates de los museos madrileños. Su obtención daba 
prestigio a las personas o los gobiernos que las adquirían. Sin embargo, en el caso 
de Nueva España, conforme se fueron hallando ruinas, esculturas y todo tipo de 
objetos antiguos, el interés de coleccionar esas “curiosidades” se transformó en un 
interés para conservarlos, estudiarlos y así tratar de entender su contexto y darles 
una significación científica, gracias a los esfuerzos de los letrados encargados de 
investigar este tipo de piezas prehispánicas. 
 
 
37 
 
Capítulo 2 
El Museo Nacional Mexicano y las antigüedades mexicanas (1825-1887) 
 
Presentación 
En este capítulo se estudiará la fundación del Museo Nacional Mexicano en 1825 
como parte de la creación de instituciones republicanas, ya que la nueva nación 
requería de espacios culturales de carácter público como sucedía en Europa. Para 
ello fue necesario contar con personalidades del ámbito académico que llevaran a 
cabo el manejo del Museo tanto en lo administrativo como en lo educativo. En el 
primer apartado se abordará el Museo Nacional de 1825 a 1877, puesto que estos 
primeros años fueron años irregulares en la institución debido a problemas tanto 
con la sede por la falta de espacios para albergar las crecientes colecciones 
arqueológicas y naturalistas, como con los problemas nacionales por los conflictos 
bélicos de mediados del siglo XIX. La segunda parte se concentrará en el periodo 
que comprende de 1877 a 1887, años en los que el Museo tuvo una situación más 
estable en todos los ámbitos y se pondrá más atención en la colección arqueológica 
y la Galería de Monolitos como un intento científico para el estudio de la arqueología 
dentro de la institución, pues gracias a esto los profesores podían realizar sus 
investigaciones. 
 
Antecedentes 
Como se ha señalado, gracias al patrocinio de la Corona española se formaron 
colecciones naturalistas y anticuarias que dieron cuenta de la riqueza de la Nueva 
España en Madrid y también en la Ciudad de México, a la por que se erigieron 
instituciones ilustradas para promover los intereses sociales y económicos del 
virreinato y la Corona española. Varios de estos establecimientos llegaron hasta el 
México independiente y fueron valorados por los gobiernos republicanos por “la 
necesidad del nuevo Estado de afianzarse como nación independiente en un 
38 
 
sentido histórico, político, económico y social, lo llevó a conservar algunas 
instituciones establecidas durante el régimen colonial pero también a crear otras”.60 
 
El Museo Nacional Mexicano, 1825-1877 
Bajo el gobierno del primer presidente de México, Guadalupe Victoria, y teniendo 
como secretario de Relaciones a Lucas Alamán, se concibió la idea de constituir el 
primer museo del país como un lugar de preservación de testimonios del pasado, 
ya que Alamán estuvo preocupado porque los monumentos de la época 
prehispánica tuvieran su propio espacio de exhibición y estudio científico. En el 
Museo habrían “de reunirse los manuscritos y obras curiosas que se hallaban 
esparcidos en diversos archivos y bibliotecas de esta capital”.61 Así bajo el gobierno 
de Victoria y conformado por hombres letrados, se pensó en la necesidad de crear 
instituciones públicas, por lo que el 18 de marzo del 1825, el gobierno decretó la 
formación oficial del Museo Nacional, una institución que se dedicaría a la exhibición 
y conservación de diferentes objetos naturales, artísticos y del pasado prehispánico 
“en un intento por reconocer un elemento que fuera común a todos los mexicanos”.62 
Debido a su naturaleza cultural, al Museo Nacional se le asignó un espacio en la 
Universidad, gracias a que 
Alamán escribió al rector universitario para informarle que el presidente Victoria 
había resuelto formar el Museo Nacional teniendo como base las antigüedades 
provenientes de la Isla de Sacrificios, Veracruz, más las ya existentes en el recinto 
universitario, para lo cual se requería acondicionar uno de los salones universitarios. 
A cuenta del dinero destinado por el gobierno para tal efecto, se remodeló un aula, 
dotada de varios estantes y cerraduras, y se contrató un custodio. Todo ello para 
concretar un objeto de utilidad y de lustre nacional. […] El 20 de marzo, el rector 
contestó a Alamán que para la formación del Museo Nacional Mexicano mostraba 
 
60 Luisa Fernanda Rico Mansard, op., cit., p. 68. 
61 Lucas Alamán, Memoria que el secretario de Estado y del Despacho de Relaciones Exteriores é 
Interiores presenta al Soberano congreso Constituyente sobre los negocios de la secretaría de su 
cargo leída en la sesión del 8 de noviembre de 1823, México: Imprenta del Supremo Gobierno, 1823, 
p. 63. 
62 Luisa Fernanda Rico Mansard, “El Museo Nacional de México. Una lucha por los espacios”, en 
Boletín de Monumentos Históricos, INAH, núm. 14. 2008, p. 57. 
39 
 
la mayor complacencia en vista de un proyecto útil y tan honroso para la nación, por 
lo que obedecía la orden presidencial.63 
 
El 19 de noviembre de 1825, el presidente Victoria nombró al Dr. Isidro 
Ignacio de Icaza,64 como primer director de esta institución, cuyo reto principal sería 
el fortalecimiento del Museo en cuanto a funcionamiento, organización, exhibición, 
conservación

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