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Miguel-de-Unamuno--por-un-eterno-anhelo-de-inmortalidad

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA 
DE MÉXICO 
_________________________________________ 
 
FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS 
 
 
 
 
 
MIGUEL DE UNAMUNO: POR UN 
ETERNO ANHELO DE INMORTALIDAD 
 
 
T E S I S 
QUE PARA OBTENER EL GRADO DE 
LICENCIADA EN FILOSOFÍA 
P R E S E N T A 
CORTÉS HERNÁNDEZ EUNICE 
 
 
 
 ASESOR: DR. VICTÓRICO MUÑOZ ROSALES 
MEXICO, D.F. FEBRERO 2012 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
AGRADECIMIENTOS 
 
 
 
 
Al universo, todo… 
Por haberme rodeado de innumerables seres que confiaron en mí… 
Por la oportunidad de sentir y de pensar… 
Por el dolor y el goce que inundan mi alma… 
Por mi nacimiento y por mi muerte…gracias al ser… 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
3 
 
Í N D I C E 
 
 
Introducción 4 
 
 
1. El sentimiento trágico de la vida. 
 
 1.1 Unamuno, su vida y su filosofar. 8 
 1.2 Hombre concreto y hombre abstracto. 19 
 1.3 Conciencia de la inconsciencia. 26 
 1.4 El sentimiento trágico de la vida. 32 
 
 
2. La lucha entre razón y sentimiento. 
 
 2.1 Razón: luz y aniquilación. 36 
 2.2 Fe: sentimiento creador. 40 
 2.3 El ser agónico del hombre: razón y fe. 46 
 
 
3. Inmortalidad y hambre de inmortalidad. 
 
 3.1 La inmortalidad anhelada. 51 
 3.2 Anhelo de inmortalidad como fin en sí mismo. 61 
 3.3 Utilidad del anhelo de inmortalidad para la vida. 71 
 
 
Conclusiones 78 
 
Bibliografía 86 
 
 
4 
 
I N T R O D U C C I Ó N 
 
La vida que pasa y no queda me hace sentir su fugacidad, se me escapa entre los dedos 
para ya no ser más, y ante esto, la desesperación…el deseo de no morir, de no fundirme 
en la nada… Sin embargo, al igual que muchos que no soportan este sentir quemante, he 
tenido, algunas veces, deseos de muerte… De pronto me invade el desencanto y pugno 
porque todo este teatro del mundo se acabe de una vez, ya que de cualquier manera ha 
de acabarse algún día… 
 
A veces deseo no haber llegado a este punto, a esta conciencia de la inconsciencia…a 
este olor a muerte que me hace descubrirme como ser aferrado a este instante de vida 
¿Y cómo he de vivir? ¿Cómo hago para seguir estando todo el tiempo que yo quiera? 
¿Cómo encontrar algo firme para abrazarme y no dejarme arrastrar a mi cruel final? 
Ojalá la vida me fuera indiferente, pero la sombra fúnebre me ha robado mi 
embelesamiento…ojalá la muerte me fuera indiferente… 
 
Y es por esta angustia que salgo al encuentro de don Miguel de Unamuno y Jugo, con 
un dolor compartido…que a la vez compartimos con cualquier otro hombre de carne y 
hueso, que haya sido atravesado por el frío susurro del corto pasar por el mundo, que se 
haya descubierto a sí mismo como un ser contingente y pasajero. En palabras de don 
Miguel…un ser consciente de su finitud. 
 
El hombre que logra vislumbrar a lo lejos su propia nada…que siente la invasión de la 
muerte, que ha sentido el goce y dolor de la vida, encontrará un espejo en el autor que 
aquí trato. 
5 
 
He aquí una reflexión sobre don Miguel de Unamuno y Jugo… un estudio en el que me 
dedicaré a sus cuestiones filosóficas sobre su amor a la vida…ese amor que la quiere 
inacabable, que se aferra a ella sin tomar en cuenta lo posible y lo imposible. Se suele 
hablar de este autor remitiéndolo a la muerte antes que a la vida, con un tinte de 
pesimismo antes que optimismo, como si la muerte fuera la principal preocupación de 
don Miguel y la vida fuera sólo un paso para entender la muerte y lo que sigue de ella. 
El presente trabajo mantiene considerable distancia con este punto de vista, pues me 
parece que si Unamuno habla de muerte, es porque su preocupación central es la vida. 
Y todas las veces que en su reflexión se empapa de muerte, es para hacer de esta vida 
palpable…un vivir más intenso. 
 
Puesto que la muerte es el término natural de la vida, el camino 
natural de ésta es ir a aquella, y su natural luz la luz de su fin. Sólo 
se comprende la vida a la luz de la muerte. Prepararse a morir es 
vivir naturalmente.1 
 
La muerte es nuestra cuestión en tanto que llegaremos a ella algún día, en tanto que es el 
punto al cual se dirige nuestra vida. Al nacer, la muerte se convierte en algo muy 
nuestro. Pensar y sentir la vida sin mirar la muerte es adoptar una vida que no nos 
pertenece. 
 
Somos seres que viven…y cuando tomamos conciencia de este vivir, vislumbramos su 
acabamiento, y es el momento en que se abre la herida, el momento en que la angustia 
se hace presente, ya que con la conciencia de vida llega la conciencia de muerte. Es el 
momento en el que nos descubrimos hombres de carne y hueso… 
 
 
1 Miguel de Unamuno, Diario íntimo, Madrid: Alianza, 1970. Pág. 27 
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6 
 
Ante esta situación, el hombre puede optar por cerrar esa herida y hacer a un lado ese 
dolor, esto es, apagar aquella angustia que comienza a arder en nuestras entrañas, 
cerrar los ojos y convencernos de que no ha pasado nada. El otro camino consiste en 
abrir aún más esta herida y no conforme con eso, penetrarla para hacerla más honda y 
doliente. Todo con el fin de saber si en el fondo de ella podemos encontrar su cura. Este 
es el sendero que elige Unamuno que haciendo suya la herida, hace suya su vida. 
 
Nuestro autor centra su atención en el hombre al que le duele su condición efímera en 
el mundo, su finitud, su inevitable muerte. Unamuno buscará adentrarse y llenarse de 
esa sensación, ayudado de la imaginación intentará acercarse lo más posible a la 
conciencia de su inconsciencia, abriendo de par en par la puerta de este agónico sentir. 
 
Para ello, Unamuno saca a la luz esta parte sentimental que es dejada de lado por la 
filosofía racionalista y la ciencia. Pues en el afán de buscar claridad y certeza en el 
conocimiento, se han dejado de lado cuestiones oscuras a los ojos de la razón. 
Cuestiones que ésta no puede medir ni demostrar. Don Miguel vuelvela mirada al 
sentimiento y a un pensar que no se reduce a la razón, a un pensar que incluye al sentir, 
que hace partícipe a todo el hombre. 
 
Hay personas, en efecto, que parecen no pensar más que con el 
cerebro, con cualquier otro órgano que sea el específico para 
pensar; mientras otros piensan con todo el cuerpo y toda el alma, 
con la sangre, con el tuétano de los huesos, con el corazón, con los 
pulmones, con el vientre, con la vida.2 
 
 
 
2 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág. 37 
7 
 
Cruda cuestión es la de adentrarse al laberíntico sentir íntimo del hombre y mostrar el 
dolor por la vida que se escurre entre los dedos irremediablemente. Unamuno hablará 
de este sentimiento como un sentimiento común a todos los hombres, tal vez en 
distinto grado pero presente en cada uno de ellos. 
 
Buscaré hacerle justicia a don Miguel acercándome al hombre que siente, haré un 
estudio filosófico que hable de su pensar sin olvidar su sentir, sin acartonarlo ni 
obligarlo a entrar en categorías hechas para medir a otro tipo de filósofos. Me he 
acercado a él desde mi sentimiento más profundo, desde mi íntimo sufrir y desde mi 
amor por la vida. Al leer a Unamuno he buscado sentirlo, además de pensarlo…lo he 
vivido. En conclusión, acercarme a Unamuno desde un punto de vista unamuniano es la 
manera más sensata que encuentro para hablar de él. 
 
Para la presente reflexión me centraré de manera medular en el texto de Don Miguel 
que lleva por título: Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, 
me apoyaré también de algunos ensayos y novelas del mismo autor, así como algunos 
textos de sus críticos; pero siguiendo lo trazado en el primer texto mencionado. 
 
Y como para don Miguel era muy importante tomar en cuenta la vida de los autores 
para acercarnos más a los hombres que están detrás de los textos: “la íntima biografía de 
los filósofos, de los hombres que filosofaron, ocupa un lugar secundario. Y es ella, sin 
embargo, esa íntima biografía, la que más cosas nos explica.”3 He considerado 
pertinente, en mi primer capítulo, situar biográficamente al hombre Unamuno, así como 
dar un panorama sobre su pensamiento y su peculiar forma de escribir. Después, 
 
3 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág. 26 
8 
 
considero pertinente adentrarme en su noción de hombre de carne y hueso, ya que este 
encarna la conciencia de la inconsciencia, que nos es otra cosa que la conciencia de 
muerte o de la fugacidad de la vida; para ahondar en ello, en el tercer apartado del 
mismo capítulo, analizo lo que es consciencia de muerte para Unamuno y como ésta nos 
lleva al sentimiento trágico de la vida, cuestión con la que cierro el primer capítulo. 
 
Continúo en el segundo capítulo, desmenuzando lo que ocurre en este sentimiento 
trágico, en esta lucha emergente en el hondo ser del hombre, debido a su toma de 
conciencia de su irremediable muerte o inconsciencia. Me refiero al conflicto entre 
razón y sentimiento, y de cómo Unamuno recurre a la fe para defender al sentimiento 
que ha sido exiliado por la razón; y sobre todo, para salvar su más intimo anhelo de 
vida…de inmortalidad que, por irracional, no puede ser sostenido más que por la fe. 
 
Más adelante, en el tercer capítulo, me centro en lo que es inmortalidad para Unamuno; 
para así, poder comprender lo que él esta anhelando y del porqué de la conveniencia de 
este anhelo. Finalmente explico la utilidad de este anhelo de inmortalidad en la vida 
cotidiana. 
 
El objetivo de todo lo anterior, es dar respuesta a mi primera pregunta: ¿Cómo he de 
vivir sabiendo y sintiendo mi fugacidad, palpando a sobresaltos mi corto y efímero 
pasar? Al encontrarme con Miguel de Unamuno mi pregunta se dirige hacia él: ¿El 
anhelar la inmortalidad de manera consiente me brinda una solución para enfrentar la 
angustia provocada por la fugacidad de la vida? Es por ello de la importancia de este 
último punto a desarrollar, pues lo que importa es hallar algo para la vida, o mejor 
dicho, para el vivir. 
9 
 
1. El SENTIMIENTO TRÁGICO DE LA VIDA. 
 
1.1 UNAMUNO, SU VIDA Y SU FILOSOFAR 
 
Para ello me remito a Bilbao, en donde nace del matrimonio formado por Félix de 
Unamuno Larraza y su sobrina vizcaína Salomé Jugo Unamuno, el 29 de septiembre de 
1864. Queda huérfano de Padre a la edad de 6 años. En Bilbao tiene la experiencia de 
un bombardeo en el año de 1874. En 1875 inicia sus estudios de bachillerato en el 
Instituto Vizcaíno. Durante el cuarto semestre inicia sus estudios en Filosofía leyendo a 
Jaime Balmes y a Donoso Cortés, autores encontrados en la biblioteca de su padre. 
Balmes es el vínculo que lo lleva a Kant, Hegel y Descartes. En 1880 ingresa a la 
Universidad de Madrid para estudiar Filosofía, tras cuatro años, en 1884 se doctora en 
letras con la tesis Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca. 
En 1891 se casa con Concepción Lizárraga, con ella llegará a procrear 8 hijos, uno de 
los cuales muere a los siete años. En el mismo año entra a laborar a la Universidad de 
Salamanca con una Cátedra de Griego; en 1894 se afilia al Partido Socialista Obrero 
Español (PSOE), mismo que abandona en 1897. Ese mismo año sufre una crisis 
espiritual, Unamuno se descubre a sí mismo al borde de la nada, aparece la angustia y 
la preocupación por lo que será más allá de la muerte. Unamuno transita entre el 
cientificismo spenceriano y el anhelo de lo inasequible, en otras palabras, se halla entre 
la razón y la fe. Es de destacar la importancia de la lectura de Kierkegaard en este 
periodo. Se cree que un factor importante en esta crisis fue la enfermedad de uno de sus 
hijos, Raimundo, quien nace en 1896 y muere en 1902 víctima de la hidrocefalia. En 
1900 es nombrado rector de la Universidad de Salamanca, a sus 36 años. En1907 se da 
a conocer como poeta. Cursando el año 1908, sufre la muerte de su madre. 
10 
 
En 1913 publica Del sentimiento trágico de la vida. En 1920 es acusado de faltar al rey 
Alfonso XIII. A causa de su oposición a la dictadura de Primo de Rivera, es desterrado 
a la Isla de Fuerteventura en 1924. Don Miguel escapa después de unos meses para 
residir en París. Después, en 1925, se establece en Hendaya, cerca de la frontera franco-
española. En 1930, tras la caída de Primo de Rivera regresa a España. Su hija Salomé 
muere en 1933 a los 36 años de edad. Un año después, en marzo muere su hermana 
monja, Susana. Además, pierde a su esposa Concha, quien sufre un derrame cerebral. 
 
Finalmente, Miguel de Unamuno deja de vivir el 31 de diciembre 1936 a los 72 años. A 
Miguel de Unamuno también se le ubica dentro de la generación del 98, junto a Ángel 
Ganivet, Valle-Inclán, Jacinto Benavente, Carlos Arniches, Vicente Blasco Ibáñez, 
Gabriel y Galán, Manuel Gómez Moreno, Miguel Asín Palacios, Serafín Álvarez 
Quintero, Pío Baroja, Azorín, Joaquín Álvarez Quintero, Ramiro de Maeztu, Manuel 
Machado, Antonio Machado y Francisco Villaespesa. Esta generación está marcada por 
la pérdida que sufre España con respecto a Puerto Rico, Cuba y las Filipinas en 1898. 
Además de dolerse de España, buscan una regeneración de su pueblo. 
 
En cuanto al método de Don Miguel, podemos decir que es reiterativo, “Ni sistema, 
pues, ni aforismo, sino reiteración de momentos dispersos. Esta es la unidad dinámica y 
permanente del pensamiento de don Miguel de Unamuno.”4 Esto es porque un tema 
determinado o alguna cuestión específica la podemos ir encontrando a lo largo de un 
mismo texto o a través de varias de sus obras; dicho tema salta a capricho del autor, 
conforme se va doliendo o abriendo la herida, va mostrando sus inquietudes. Unamuno 
entra a un tema, y en el desarrollo de éste, pasaa otra cuestión y después esta lo lleva a 
 
4 Julián Marías, Miguel de Unamuno, Madrid: Espasa-Calpe, 1980. Pág. 16 
http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81ngel_Ganivet
http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81ngel_Ganivet
http://es.wikipedia.org/wiki/Valle-Incl%C3%A1n
http://es.wikipedia.org/wiki/Jacinto_Benavente
http://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Arniches
http://es.wikipedia.org/wiki/Vicente_Blasco_Ib%C3%A1%C3%B1ez
http://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_y_Gal%C3%A1n
http://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_G%C3%B3mez_Moreno
http://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_As%C3%ADn_Palacios
http://es.wikipedia.org/wiki/Seraf%C3%ADn_%C3%81lvarez_Quintero
http://es.wikipedia.org/wiki/Seraf%C3%ADn_%C3%81lvarez_Quintero
http://es.wikipedia.org/wiki/P%C3%ADo_Baroja
http://es.wikipedia.org/wiki/Azor%C3%ADn
http://es.wikipedia.org/wiki/Joaqu%C3%ADn_%C3%81lvarez_Quintero
http://es.wikipedia.org/wiki/Ramiro_de_Maeztu
http://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Machado
http://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Machado
http://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Machado
http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Villaespesa
http://es.wikipedia.org/wiki/Puerto_Rico
http://es.wikipedia.org/wiki/Cuba
http://es.wikipedia.org/wiki/Filipinas
http://es.wikipedia.org/wiki/1898
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11 
 
otra…más tarde retoma el primer tema y vuelve a dejarse llevar por su sentir. Pareciera 
que va desarrollando diversas cuestiones a la par, sin más motivo que su furor. 
 
Esta característica le da movilidad a su obra y la hace más cercana al hombre concreto, 
a su entrañable lector. Porque él no escribía para un lector común, él se dirigía al 
hombre lector: “Me importas tú, lector, no me importa lo que sabes. Las ideas me son 
despreciables; no aprecio sino a los hombres.”5 Don Miguel no escribe para aquel que 
es lector antes que hombre, no para aquel que cree que lo que importa de sí mismo son 
solo los productos de su razón. Para dirigirse al hombre, nuestro autor pone al 
descubierto sus entrañas para que ellas griten su dolor, para que su íntima incertidumbre 
llegue a lo íntimo de los hombres que lo leen con la entraña abierta, dispuestos a 
escuchar lo que otro doliente ser tiene que decir sobre el sentimiento que los une como 
hombres. Y para aquel que solo se compromete a ser lector, no hay cosa que nuestro 
autor apetezca decirle. 
 
Lo primero que se necesita para escribir con eficacia es no tener 
respeto alguno al lector que no lo merece. Porque el lector, ese 
que llamamos lector, el lector benévolo, el paciente lector, el 
que no es sino lector, el de las acotaciones, el lector X, es un 
ente que no debe preocuparnos. Yo no escribo para lectores, 
sino para hombres.6 
 
Otra manera de abordar el modo de escribir de don Miguel, es bajo la forma de un autor 
vivíparo: “Me he lanzado a ejercitarme en el procedimiento vivíparo, y me pongo a 
escribir, como ahora he hecho, a lo que salga, aunque guiado, ¡claro está! por una idea 
inicial de la que habrán de irse desarrollando las sucesivas.” 7 Un autor vivíparo no se 
 
5 Miguel de Unamuno, ¡Ramplonería! en Ensayos, Madrid: M. Aguilar, 1945, pág. 677 
6 Ibíd. Pág. 682 
7 Miguel de Unamuno, A lo que salga en Ensayos, Madrid: M. Aguilar, 1945, pág. 610 
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12 
 
sirve de plan, de notas ni de apuntes, pues lleva su problemática consigo, rumiándola en 
todo momento, dando de vueltas sobre la misma cuestión. A esta parte del proceso, 
Unamuno la llama gestación, pues la problemática se desarrolla dentro el sentir íntimo 
del hombre hasta que llega el momento de dar a luz; y es entonces, cuando emerge 
hacia el exterior toda la obra originada en la hondura de su ser. 
 
Su opuesto lo encontramos en el autor ovíparo -el que también fue Unamuno en sus 
inicios- que es el que se plantea un plan de trabajo o esquema y lo va construyendo 
deliberadamente mediante anotaciones. 
 
Hay quien, cuando se propone publicar una obra de alguna 
importancia o un ensayo de doctrina, toma notas, apuntaciones 
y citas, y va asentando en cuartillas cuanto se le va ocurriendo a 
su propósito, para irlo ordenando de cuando en cuando. Hace un 
esquema, plano o minuta de su obra, y trabaja luego sobre él; es 
decir, pone un huevo y lo empolla. Así hice yo cuando empecé a 
trabajar en mi novela Paz en la guerra.8 
 
El autor ovíparo va trabajando su tema poco a poco, ya le quita o le aumenta asuntos y 
razones hasta ver su plan terminado. Su modo de proceder se relaciona con el hecho de 
poner un huevo y empollarlo, pues consiste en extraer la temática de sí para moldearla 
en el exterior hasta que se encuentre lista para ser presentada. Este proceso, también le 
quita intimidad a la obra al desarrollar la problemática como algo externo, como algo 
hasta cierto punto ajeno. En cambio, el autor vivíparo, lleva su proceso encarnado y lo 
exterioriza sin retoques, en bruto sentir, sin poner tanta atención a la presentación 
sino a lo franco de su contenido. 
 
 
8 Miguel de Unamuno, A lo que salga en Ensayos, Madrid: M. Aguilar, 1945. Pág. 607 
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13 
 
Sin duda, al leer a Don Miguel, nos enfrentamos a un texto lleno de pasión; en cada 
salto de temática y en cada reiteración, podemos percibir como nuestro autor es 
embestido por varios sentimientos y pensamientos que se enfrentan entre sí, al grado de 
ser en ocasiones contradictorio. Una contradicción de la cual no solo es consciente; 
sino que además, a la que no se pretende resistir: “¡Contradicción¡ ¡Naturalmente! 
Como que solo vivimos de contradicciones, y por ellas; como que la vida es tragedia, y 
la tragedia es perpetua lucha, sin victoria ni esperanza de ella; es contradicción.”9 A 
nuestro autor le parece indispensable mostrar las contradicciones que surgen y se tensan 
dentro del hombre, pues estas son una muestra de esa parte sentimental e instintiva del 
hombre que emerge para encarar a una razón imperante que tampoco está dispuesta a 
ceder del todo. En ese sentido, el hombre es contradicción, y Unamuno intentará 
plasmar este mundo interno de lucha. 
 
Esta forma de plasmar su pensamiento de forma reiterativa es lo que le da unidad y 
coherencia a los escritos de Unamuno, ya que cada vez que vuelve a una cuestión es 
para seguirla desarrollando, esto es, para enriquecer o problematizar más a fondo sobre 
dicho punto. Nos expone la movilidad de la reflexión hecha no solo con la razón, sino 
con todo el hombre. Al principio, su lectura puede ser sumamente desconcertante y 
perturbadora, racionalmente hablando. No obstante, al ir recorriendo las páginas, 
Unamuno rompe la barrera intelectual y desnuda al hombre. Es entonces cuando 
alcanzamos a comprender que no se podría escribir con tanta pasión y congoja este tipo 
de problemáticas si se hicieran de forma rigurosamente lógica y abstracta…pues se trata 
de hacer sentir al lector que es ante todo hombre. 
 
9 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág. 36 
14 
 
Y logramos advertir que don Miguel no está hablando solo a nuestra razón, sino que se 
dirige sin permiso a nuestrocorazón. No pretende brindarnos un conocimiento 
meramente racional, ya que él prefiere compartir su experiencia como ser humano 
consciente de su finitud y de su anhelo de supervivencia apelando a aquello que nos 
une íntimamente a todos los hombres…nuestro sentir. Nuestro autor ha buscado, con su 
herida expuesta, que volvamos la mirada a nuestras propias heridas; ha querido ser un 
espejo a través del cual hallemos nuestra propia congoja, ha deseado sacudirnos y 
hacernos reflexionar sobre nuestros profundos anhelos y dolores. 
 
Mi empeño ha sido, es y será que los que me lean, piensen y 
mediten en las cosas fundamentales, y no ha sido nunca el de 
darles pensamientos hechos. Yo he buscado siempre agitar y a lo 
sumo sugerir más que instruir. Si yo vendo pan, no es pan, sino 
levadura o fermento.10 
 
Esta forma de ser de Don Miguel, con las entrañas dolientes volcadas hacia fuera y la 
desesperación anhelante que grita en cada uno de sus poros, podría ser tomada como 
una mera exageración para llamar la atención, pero si tomamos en cuenta que esta 
situación no es un estado intelectual sino un estado de vida; y que, este hombre busca 
sacudir las conciencias circundantes, entendemos que para mover el sentir adormilado 
del otro es preciso hacer un escándalo para provocar un despertar de conciencia: “Los 
salmos que figuran en mi volumen de poesías no son más que gritos del corazón, con 
los cuales he buscado vibrar las cuerdas dolorosas de los corazones de los demás.” 11 
 
Y es que no es fácil ocultar la desesperación llevada al límite al que llegó Don Miguel, 
preso de un sentimiento que lo hace entrar en crisis, que le mueve su estilo de escritura, 
 
10 Miguel de Unamuno, Mi religión, en Mi religión y otros ensayos breves, Madrid, Espasa-Calpe, 1968, 
pág. 14 
11 Ibíd. pág. 13 
15 
 
que le re-direcciona la mirada hacia otras problemáticas, que lo atrapa entre la fe y la 
razón, una desesperación que no cabe en los escritos, manifestándose así, en la vida del 
autor. Una incertidumbre compañera de cada respirar de Don Miguel, porque esa 
manera indecorosa de su carácter es muestra de lo intenso de ese sentir. Si es que 
buscaba llamar la atención, era para buscar compañeros de lucha ¿Qué quería darse a 
notar? Sin duda, para ver nosotros en él reflejada nuestra propia herida encarnada. Y si 
se le cuestiona su forma de ser objetando que buscaba fama, solo se estará confirmando 
la veracidad de su anhelo, pues en perseguir la inmortalidad…se le va la vida, se le va 
la fuerza para hacerse escuchar y permanecer como hombre o como nombre. “Cuando 
se desea eternizar no solo un nombre, sino con él al ser humano que sufre, goza y vive, 
se ha de dar, en espectáculo, la propia vida sin ocultar nada, hacer de nuestras obras 
diario íntimo.” 12 
 
Otra cuestión importante para comprender el pensamiento de Unamuno es su 
concepción de filosofía. Para él, ésta surge ante la necesidad de formarnos una 
concepción del mundo, de la realidad que nos embiste; esto es, surge ante la falta de 
entendimiento de nuestra propia vida. Pero, ¿Por qué tengo la necesidad de formarme 
una concepción del mundo? Esto no es un asunto intelectual, sino sentimental; quiero 
saber de mi mundo porque hay un sentimiento que me mueve a ir en busca de sentido. 
Todo ello para adquirir una actitud ante nuestra realidad, es decir, para adoptar un 
modo de vivir. 
 
Al estar tan ligada a la vida, entendemos que la filosofía no solo tiene que ver con la 
razón, sino que también tiene que ver con el sentimiento. La filosofía parte de lo 
 
12 Luis S. Granjel, Retrato de Unamuno, Madrid, Guadarrama, c1957, pág. 269 
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16 
 
cotidiano, brota del sentimiento provocado por ese día a día y mana para dar una 
explicación a ese pasar de los días que ha sembrado una inquietud en el hombre. 
“Nuestra filosofía, esto es nuestro modo de comprender o de no comprender el mundo y 
la vida, brota de nuestro sentimiento respecto a la vida misma.”13 
 
Unamuno hace énfasis en que la filosofía es un producto humano y que cada filósofo 
es un hombre de carne y hueso que se dirige a otros hombres de carne y hueso como él. 
Esto es porque él considera que el mismo filósofo no debe olvidar su humanidad, no 
debe olvidar que antes que filósofo es hombre. De lo contrario, se produce filosofía 
ajena a la preocupación sentimental del hombre, cubriendo solo las inquietudes de la 
razón. “Y haga lo que quiera, filosofa no con la razón sólo, sino con la voluntad, con el 
sentimiento, con la carne y con los huesos, con el alma toda y con todo el cuerpo.”14 El 
filósofo centrado en su humanidad alberga tanto a la razón como al corazón, filosofa no 
por el filosofar mismo sino que filosofa para vivir. Y es que para expresar de mejor 
manera esta vorágine sentimental que se hace presente en el hombre, Unamuno echa 
mano de la poesía, haciéndola cómplice de la filosofía y apartando la rígida compañía 
de la ciencia. 
 
Importante será la referencia al hombre que Unamuno hará de cada Filósofo al que se 
acerca, por ejemplo, cuando para referirse a Kant le llama hombre Kant. Recordándonos 
que lo importante en ellos, más que su pensamiento, es el hombre. 
 
El modo de filosofar de Miguel de Unamuno consiste en crear situaciones de 
insatisfacción, agonía, contradicción, inducir a estados sentimentales intensos que son 
 
13 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág. 27 
14 Ibíd. Pág. 32 
17 
 
palpados en la realidad. Lleva al hombre a mirar dentro de sí, lo enfrenta a su condición 
sentimental herida, le quita el cobijo de la razón para desnudar las entrañas dolientes… 
busca provocar en el otro el desconsuelo de la incertidumbre. Esto lo hace para que cada 
hombre sienta lo que le duele, para que se dé cuenta del problema sobre el cual está 
parado, y así, busque y remueva; esto es, que cuestione y reflexione sobre su propio y 
particular vivir. Unamuno busca arrebatar la resignación y comodidad del hombre, así 
como él mismo se la arrancó, porque cuando él filosofa, se despoja del consuelo y de la 
paz. 
 Pero es que mi obra-iba a decir mi misión- es quebrantar la fe 
de unos y de otros y de los terceros, la fe en la afirmación, la fe 
en la negación y la fe en la abstención, y esto por fe en la fe 
misma; es combatir a todos los que se resignan, sea al 
catolicismo, sea al racionalismo, sea al agnosticismo; es hacer 
que vivan todos inquietos y anhelantes. 15 
 
Este filosofar nació de su anhelo de permanencia, porque el hombre Unamuno quiere, 
ante todo, afirmar su ser, para ello echará mano de distintos caminos que lo lleven de 
alguna forma a permanecer en el mundo, ya sea la fama, la familia, el trabajo, etc. Al 
afirmar su ser al punto de desear ser inmortal conservando su individualidad, pasa por 
un estado de lucha, en el que se hace presente la conciencia de muerte. Para Unamuno, 
esta conciencia no solo será el pensar y saber que moriremos, sino que consistirá en 
sentir esa certeza, y palparla continuamente. Aunque para don Miguel, en ocasiones, 
esta conciencia es una terrible enfermedad carente de cura, no se opone a buscar esta 
experiencia, pues con ella hallamos un rumbo para vivir plenamente. Y no sólo no se 
opone, sino que él se propone a sí mismo provocar esa experiencia en el otro. 
 
 
15 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág. 323 
18 
 
Nuestro autor, pues, no renuncia a anhelar la inmortalidad por ingenuo e inútil que 
llegara a parecereste deseo, lo defiende dando razones de su utilidad en la vida y lo 
esencial que le es al hombre este anhelar. Este anhelo no es deseo de felicidad o paz 
eterna, es un deseo de estar vivo para ir muriendo a cada instante. Unamuno no va a 
eliminar el dolor que le causa su ser efímero, pues este es también su intenso existir. 
 
Como vemos, es el anhelo de inmortalidad, un querer que brota ante el sentir de lo 
efímero del ser. Esta resistencia a morir es el motor del filosofar de don Miguel. En 
otras palabras, su filosofía emerge del sentimiento trágico de la vida. “Es, pues, la 
filosofía también ciencia de la tragedia de la vida, reflexión del sentimiento trágico de 
ella. Y un ensayo de esta filosofía, con sus inevitables contradicciones o antinomias 
íntimas, es lo que he pretendido en estos ensayos.”16 
 
Y cómo se ha mencionado antes, lo que para don Miguel importa del filósofo, es el 
hombre… ¿Y cómo es este hombre que acoge a la filosofía en su regazo? ¿Cómo es el 
hombre que Unamuno busca en cada ser humano? Es entonces preciso dirigirnos a lo 
que nuestro autor entiende por hombre. 
 
 
 
 
 
 
 
 
16 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág. 321 
19 
 
1.2 HOMBRE CONCRETO Y HOMBRE ABSTRACTO. 
 
El hombre ha tenido la necesidad de estudiarse a sí mismo, y para hacerlo, ha recurrido 
al concepto de hombre, ha racionalizado al hombre cotidiano llevándolo al terreno de lo 
abstracto. Se ha sometido al hombre al terreno de la ciencia y del conocimiento racional. 
Esta vertiente hace referencia a un ser con ciertas características biológicas y que es 
poseedor de una razón que lo distingue del resto de los animales. Este es el hombre 
abstracto del que habla la ciencia. Aparte de las características biológicas, otra manera 
de hablar del hombre abstracto es la de encerrar su esencia en conceptos que describan 
cómo es este hombre, que antes que todo es racional. De este hombre se ha encargado 
gran parte de la filosofía, un hombre que pretende unificar a todos los hombres en un 
concepto de hombre universal. 
 
Unamuno propone estudiar al hombre desde otra perspectiva, no es que él esté en 
contra de este hombre abstracto, pues también es necesario racionalizar al hombre, sino 
que considera que es necesario partir del hombre que nos es dado de manera más 
cercana, esto es, del hombre concreto, al que él llama hombre de carne y hueso. 
 
Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple, ni el 
adjetivo sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre. El 
hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere y quiere-
sobre todo muere- el que come y bebe y juega y duerme y 
piensa, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el 
verdadero hermano.17 
 
 Frente al hombre como un mero producto abstracto de razonamientos, Unamuno va a 
acudir primero al hombre como un ser que tiene necesidades fisiológicas como comer, 
 
17 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, pág. 25 
20 
 
dormir, respirar, caminar, etc. Hace descender al hombre de sus nubes racionales para 
recordarle que es un cuerpo que habita un mundo y que es poseedor de un instinto que 
lo empuja a ser. Nuestro autor echa mano de lo biológico, pero no desde ese aspecto frío 
de la ciencia, dedicada solo a clasificar al hombre; sino para mostrar que lo instintivo 
está presente en la lucha por la perpetuación de la vida. Lo biológico será entonces, un 
elemento que don Miguel usará para aterrizar al hombre abstracto, vinculando el 
pensamiento y el sentimiento con una cuestión fisiológica. 
 
Unamuno presenta el gran acierto de unir en todo momento el 
problema del hombre cual existencia que se contempla a sí 
misma- y que capta en las profundidades de todo tema su última 
dimensión de la realidad- con la incorporación de lo biológico y 
lo instintivo. 18 
 
 Sin embargo, no sólo se queda en este nivel biológico, sino que sigue penetrando en el 
hombre hasta llegar a nivel del sentimiento, ahí…donde habita el hombre que sufre y 
muere. Para hablar en términos de Unamuno, diríamos que va hacia adentro del 
hombre, a su soledad, a su parte más oscura, más íntima, y por supuesto, más alejada de 
la ciencia y la razón. Se trata del hombre que sufre por su muerte, que siente su finitud, 
el que se asfixia a causa de sus límites, y que sobre todo, se entrega a su vivir. 
 
De todos los diversos sentimientos que el hombre es capaz de albergar, don Miguel, 
presta atención a los mas dolientes, ya que para él, el dolor es el que nos revela de un 
modo directo al hombre de carne y hueso; sobre todo, el dolor ante la finitud, pues es 
éste sentir el único que despierta al hombre mediante un intenso estremecimiento de la 
 
18 París, Carlos, Unamuno. Estructura de su mundo intelectual. Barcelona, Ediciones península, 1968, 
pág. 395 
21 
 
conciencia. A este punto volveré más adelante, por ahora baste con mencionar que el 
dolor me muestra directamente a este hombre concreto. 
 
¿Y cómo saber que se existe no sufriendo poco o mucho? ¿Cómo 
volver sobre sí, lograr conciencia refleja, no siendo por el dolor? 
Cuando se goza olvidase uno de sí mismo de que existe, pasa a 
otro, a lo ajeno, se en-ajena. Y solo se ensimisma, se vuelve a sí 
mismo, a ser él en dolor.19 
 
Hablar de hombre de carne y hueso se vuelve un problema al no poder definirlo 
claramente, al no poder abstraer todo lo que él implica, ya que, se corre el riesgo de 
perder lo fundamental en el intento racional. Al principio pareciera algo simple, pues se 
habla de este hombre de lo cotidiano, de este sujeto que tenemos de manera inmediata, 
al alcance de nuestra mano, pero al adentrarnos en este hombre, nos damos cuenta de la 
oscuridad del terreno que pisamos, pues de tan cerca que lo hemos tenido, no lo hemos 
sabido mirar. 
 
Es en este momento donde nos damos cuenta del porqué de la preferencia por trabajar 
con el hombre abstracto, este hombre que no tiene tales complicaciones, un hombre que 
podemos definir sin necesidad de inmiscuirnos en la ambigüedad del sentimiento. Un 
hombre al que podemos encasillar o clasificar con fines de estudio. Ferrater Mora hace 
la siguiente observación sobre este punto. 
 
Las ideas que las filosofías han puesto en circulación acerca del 
hombre, han sido maneras de escapar al hombre de carne y hueso. 
Precisamente a la realidad que ha dado a dichas ideas la única vida 
que poseen. Al definir al hombre como un ente racional, como una 
animal social, como un sujeto que piensa o inclusive como una 
 
19 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, pág. 156 
 
22 
 
realidad histórica, la filosofía ha creído encontrar el hondón de 
dicho ser.20 
 
Para Ferrater Mora, se trata de una evasión de las cuestiones más profundas, para buscar 
un camino más fácil. Pero ¿hasta qué punto podemos juzgar negativamente la 
utilización del hombre abstracto dentro de otro tipo de análisis? La filosofía ha buscado 
la verdad sobre lo que es el hombre, y lo ha buscado por diversos caminos, hizo de lado 
al hombre de carne y hueso por su oscuridad y por su niebla, en un momento en el que 
se presenta la necesidad de lo certero. Ante tal requerimiento, la ciencia a la luz de la 
razón ha respondido lo que a su parte toca, es decir, lo que ella puede decirnos del 
hombre. Quizás es más fácil abordar lo que es el hombre de una manera abstracta, pero 
no me parece que esta evasión deba tomarse de manera negativa, somos seres que 
necesitamos de certezas. Lo importante es tener la disposición de recuperar esta parte 
afectiva del hombre, como sostiene Unamuno. 
 
Recuperar esta parte afectiva del hombrees importante para hacer ruido a este dominio 
de la razón, y así, crear tensión: “…por mi parte no quiero poner paz entre mi corazón y 
mí cabeza, entre mi fe y mi razón; quiero más bien que se peleen entre sí.” 21 Para 
Unamuno, es importante ver al hombre como este ser que posee dentro de sí la 
contradicción; vista esta, como una tensión que se está continuamente manifestándose 
y creando fuerza. Y es el hombre de carne y hueso este escenario de lucha donde 
nuestro autor ha liberado tanto a la razón como al el sentimiento, porque ambos 
merecen hacerse presentes y defender lo que a cada cual corresponde. Un aspecto 
importante de esta lucha es que no se busca una total solución, en otras palabras, 
 
20 José Ferrater Mora, Unamuno: bosquejo de una filosofía, Buenos Aires, editorial 
sudamericana,1957, pág. 42 
21 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág. 137 
23 
 
Unamuno no pretende superar las contradicciones. El hombre concreto no es un hombre 
en el cual deba predominar alguno de estos factores que ponga fin al conflicto, es un ser 
afectivo y a la vez un ser racional, es un ser en tensión. 
 
La cuestión en la que esta lucha se vuelve más fuerte es en el anhelo de inmortalidad, el 
deseo de la fe contrapuesto a la certeza de la razón con respecto a la imposibilidad del 
cumplimiento de ese anhelo. En esta lucha, el hombre sufre, se duele, y se nos revela 
este hombre concreto. Este hombre que vive día a día, este hombre simple de sentir, 
pero difícil de explicar. Tan difícil y tan a la mano, tan inmediato… “El hombre de 
carne y hueso, que parecía un ser bien delimitable, es, pues, constitutivamente una 
realidad indeterminada, bullente de contradicciones y de confusiones.”22 
 
El comienzo de esta lucha se da con el despertar de la conciencia provocado por el dolor 
que siente el hombre al encarnar el sufrimiento más intenso, el de ser consciente de su 
inconsciencia. El hombre de carne y hueso, a diferencia del hombre abstracto, es el que 
ha vislumbrado su no existencia y tiembla ante ella negándose a aceptarla. Para don 
Miguel, esta conciencia se da en todos los hombres en algún momento de su vida, solo 
que unos la ignoran y no profundizan en ella. 
 
Para vislumbrar la no existencia o llegar a esta conciencia de muerte, será necesaria la 
imaginación, esta hará posible que el hombre pueda acercarse a la experiencia de su 
propia muerte. Esta capacidad imaginativa es algo que caracteriza al hombre concreto y 
que lo llevará a desear lo imposible y así, mantener la tensión: “Miguel ha insistido en 
 
22 José Ferrater Mora, Unamuno: bosquejo de una filosofía, Buenos Aires, editorial 
sudamericana,1957, pág. 48 
24 
 
la importancia de la imaginación para la definición del hombre. El hombre se define en 
considerable medida como un ser imaginativo.” 23 
 
Este hombre de carne y hueso va a defender su individualidad, pero sin rechazar su 
condición social. Estará conviviendo en sociedad, desarrollándose en ella, pero sin 
perder aquello que lo hace él mismo. Es importante que se viva en sociedad para llegar 
a un conocimiento pleno de sí mismo, un conocimiento que no lograría aislándose de 
los demás. Unamuno va a defender el yo concreto que necesita soledad y alejamiento de 
la muchedumbre, pero un yo siempre entregado a su prójimo, esto es, un yo que se 
retrae a la soledad pero que regresa a la sociedad de la cual partió. 
 
Ambas dimensiones, la individual y la social están 
estrechamente unidas en el pensamiento unamuniano. El ser 
humano se encuentra escindido entre dos tendencias 
contrapuestas: la tendencia a singularizarse, a ser único, a 
diferenciarse, por un lado, y a la pretensión de invadirlo todo 
con su personalidad, de serlo todo, de comunicarse con la 
totalidad de lo real, y en particular, con sus semejantes, por 
otro lado. 24 
 
Otro aspecto del que nos habla don Miguel es el principio de unidad y continuidad, este 
es el que hace al hombre ser él mismo, el que lo hace un individuo determinado que lo 
distingue de los demás hombres. “Y lo que determina a un hombre, lo que le hace un 
hombre, uno y no otro, el que es y no el que no es, es un principio de unidad y 
continuidad.”25 La unidad se da en un sentido espacial, con respecto a los límites 
corporales, y también está relacionada con las acciones y propósitos. Unamuno 
 
23 Paris, Carlos, Unamuno. Estructura de su mundo intelectual. Barcelona, Ediciones Península, 1968, 
pág. 185. 
24 Lafuente, María Avelina Cecilia, Antropología filosófica de Miguel de Unamuno, Universidad de 
Sevilla, 1983. Pág.50 
25 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, pág. 31 
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25 
 
considera que se es más hombre en tanto que las acciones sean congruentes y 
encaminadas hacia algún propósito, que a su vez, esté acorde con la unidad 
característica de dicha persona. En ello consiste su individualidad, en reconocer su 
unidad y actuar conforme a ella. 
 
En cuanto al principio de continuidad, dice que este se da en lo concerniente al tiempo; 
considerando ocioso el preguntarse o discutir sobre si somos hoy el mismo individuo 
que éramos hace unos años, pues encuentra en el soy hoy una serie continua de estados 
de conciencia que hacen que el individuo se identifique como uno mismo a través del 
tiempo. Decimos entonces que en la memoria de cada hombre está la base de su 
personalidad individual. Así mismo, los cambios que llegue a realizar este individuo 
serán apropiados si se dan dentro de lo que marque esta unidad que lo define. “Ni a un 
hombre, ni a un pueblo-que es, en cierto sentido, un hombre también-se le puede exigir 
un cambio que rompa la unidad y la continuidad de su persona.”26 
 
El hombre concreto es un hombre escindido entre la razón y el sentimiento, que está 
determinado por un principio de unidad y continuidad; es un hombre, que gracias a su 
condición imaginativa, puede llegar a la conciencia de su inconsciencia. Este hombre de 
carne y hueso es un hombre agónico que lucha por afirmar su ser a cada paso, llevando 
consigo la sombra de su próxima inexistencia. Es pues, un hombre que se sabe efímero 
y vive la vida muriendo a cada instante por el acabamiento de ésta; es, ante todo, 
dolor…una congoja que se atreve a soñar lo imposible yendo en contra de su propia 
razón. 
 
 
26 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, pág.33 
26 
 
1.3 CONCIENCIA DE LA INCONSCIENCIA 
 
Tener conciencia de sí mismo no es solo saberse existente o pensar nuestra propia 
existencia, sino sentirse a sí mismo, sentir nuestro propio existir, pero… ¿Qué implica 
este sentir? Sentir nuestra existencia es palpar su finitud, la conciencia de sí mismo es la 
conciencia de nuestra limitación. Esta finitud que no solo abarca la conciencia del 
acabamiento de nuestra existencia física, sino que ensombrece nuestra existencia como 
seres pensantes y sintientes, pues una cosa es aceptar que el cuerpo se acabe algún día, 
y otra muy distinta, aceptar que nuestra conciencia se termine y ya no sea jamás, que ya 
no se piense ni se sienta…nunca más. 
 
Unamuno marca la diferencia entre dos niveles de profundidad al pensarnos o 
vislumbrarnos con respecto a la muerte. En uno, podemos pensarnos en el silencio de 
ultratumba, con la visión de nuestro cuerpo descomponiéndose,o incluso, como una 
especie de fantasmas o conciencias sobreviviendo a dicha muerte. En el otro, se va más 
allá…pues entrevemos que ni siquiera eso será posible, ni siquiera una experiencia 
fantasmal, sin un pensar o un sentir cualquiera: “Pensar que no pensamos, da un 
vértigo de que ya la razón no cura.” 27 Hacerse consiente de la inconsciencia a través de 
ese pensamiento, sentir la nada, el propio aniquilamiento está más allá del consuelo de 
la razón. 
 
Como podemos advertir, el temor que Unamuno siente no es porque piense que a la 
muerte le siga algo aterrador sino que proviene de sentir que no hay nada más allá de la 
muerte. Él concibe a la muerte como simple y llana inexistencia. No considera que haya 
 
27 Miguel de Unamuno, Diario íntimo, Madrid: Alianza, 1970, Pág. 129 
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27 
 
un mundo trascendente, simplemente en la muerte se da la total inconsciencia. “Mi 
terror ha sido el aniquilamiento, la anulación, la nada mas allá de la tumba.”28 Tener 
conciencia de sí mismo es ser consciente de su propia y definitiva anulación. 
 
Para llegar a la conciencia de nuestra existencia como finitud, esto es, como total 
aniquilamiento, Miguel de Unamuno propone hacer uso de la imaginación. A través de 
sus textos, ofrece al lector la posibilidad de aproximarse a la experiencia de la falta de 
conciencia. 
 
Recógete, lector, en ti mismo y figúrate un lento deshacerte de ti 
mismo, en que la luz se te apague, se te enmudezcan las cosas y 
no te den sonido, envolviéndote en silencio; se te derritan de 
entre las manos los objetos asideros, se te escura debajo de los 
pies el piso, se te desvanezcan como un desmayo los recuerdos, 
se te vaya disipando todo en nada, y disipándote también tú, y ni 
aún la conciencia de la nada te quede siquiera como fantástico 
agarradero de una sombra.29 
 
Con estas experiencias, Unamuno trata de mostrar a su lector cómo sería ese estado de 
abandono de los pensamientos, de los sentidos y de la conciencia de uno mismo, para 
enfrentar al hombre con su nada y hacerle sentir el más intenso horror. 
 
En esta búsqueda de la conciencia de la inconsciencia, la imaginación toma como punto 
de partida la experiencia de la muerte del cuerpo, no del propio claro está, sino de otro 
cuerpo que nos es semejante, para después remitirnos a nuestro propio cuerpo. La 
imaginación aparece para tratar de concebir la muerte de la propia conciencia, y así, 
ver en la muerte de otro una posibilidad cercana en nosotros. Podemos advertir que 
 
28 Miguel de Unamuno, Diario íntimo, Madrid: Alianza, 1970, Pág.41 
29 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág. 65 
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28 
 
además del uso de lo otro que nos es semejante, nuestro autor nos remite primero a lo 
biológico para explicarnos experiencias imposibles, y así, la aniquilación del cuerpo 
nos lleva a dar sentido al acabamiento de nuestra conciencia. Al respecto, Serrano 
Poncela, al acercarse a algunos poemas de Unamuno comenta: “Desde dentro de la 
existencia biológica, la muerte puede ser sentida como algo exterior que se allega a la 
existencia.”30 La imaginación hace el trabajo de pasar del plano biológico al existencial, 
esta es la senda usada por Unamuno para acercarse a la experiencia de la muerte propia, 
ya que solo tenemos experiencia de la muerte de otro. Ante la imposibilidad de llegar a 
sentir nuestra muerte para pensarla en vida, la cuestión es acercarse lo más posible, casi 
tocarla, casi mirarla, casi sentirla. 
 
Imposible nos es, en efecto, concebirnos como no existentes, sin 
que haya esfuerzo alguno que baste a que la conciencia se dé 
cuenta de la absoluta inconsciencia, de su propio 
anonadamiento. Intenta, lector, imaginarte en plena vela cual sea 
el estado de tu alma en el profundo sueño; trata de llenar tú 
conciencia con la presencia de la no conciencia, y lo verás. 
Causa congojísimo vértigo el empeñarse en comprenderlo. No 
podemos concebirnos como no existiendo.31 
 
 
Pero la búsqueda de esta conciencia o el encontrarse en ella sin buscarla, es un estado 
que todos experimentamos en algún momento y en distinto grado alguna vez. Hay 
quienes apenas llegan a percibir la experiencia, se alejan al instante de ella. Esta 
reacción es tomada como una defensa, ya que dicho estado de consciencia nos produce 
un profundo e inagotable dolor, contrario al buen vivir, o al menos eso parece en los 
primeros acercamientos. 
 
30 S. Serrano Poncela, El pensamiento de Unamuno, México, FCE, 1953, Pág. 118 
31 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág. 61 
29 
 
 En este sentido, Unamuno habla de la conciencia de la inconsciencia como una 
enfermedad, siendo saludable para la conciencia el no involucrarse con su propia nada. 
El hombre enfermo, llega a añorar los momentos en los que se encontraba saludable, 
esto es, fuera de las aguas de esa conciencia de la inconsciencia, rememorando los 
momentos de seguridad en que simplemente se vive la vida…sin el escurridizo susurro 
de la muerte haciéndose presente en cada instante. “Vivía dormido, sin pensar en tales 
cosas, perdido en mis proyectos y mis estudios, confiado en la razón, como viven otros. 
Vivía alegre y animoso sin pensar en la muerte.”32 Quien haya sentido este dolor, quien 
se haya hecho consciente de su propia inconsciencia vive marcado, camina con la 
sombra de la muerte donde quiera que vaya. 
 
Como podemos ver, el dolor es un elemento que se hace presente en la conciencia de la 
inconsciencia, y de hecho, es inherente a ella: “Quien no hubiese nunca sufrido, poco o 
mucho, no tendría conciencia de sí”.33 El dolor nos revela nuestro ser, nos descubre ante 
nosotros nuestra propia existencia. Una vez más, Unamuno nos referirá primero a una 
cuestión biológica para explicarnos como es que el dolor nos hace conscientes. Nos 
explica primero, que generalmente no somos conscientes de nuestros órganos o no 
volteamos hacia ellos mientras estos se encuentran sanos, sino que les prestamos 
atención cuando estos nos duelen o causan algún problema. 
 
No sabemos tener corazón, estómago o pulmones, mientras no 
nos duelen, oprimen o angustian. Es el dolor físico, o siquiera la 
molestia, lo que nos revela la existencia de nuestras entrañas. Y 
así ocurre también con el dolor espiritual, con la angustia, pues 
no nos damos cuenta de tener alma hasta que esta nos duele.34 
 
 
32 Miguel de Unamuno, Diario íntimo, Madrid: Alianza, 1970, pág. 126 
33 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág.221 
34 Ibíd. pág. 222 
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30 
 
De este modo, nos dice que el dolor ante la muerte de nuestros seres queridos, el dolor 
de sentirnos perecederos, el dolor de dejar de hacer cosas que solemos hacer en la vida, 
nos trae la conciencia de nuestra inconsciencia. No es en los momentos felices en los 
que advertimos esta situación, es el dolor el que nos despierta para mostrarnos nuestra 
inevitable condena a muerte. 
 
A veces este tormento nos puede llevar a desear no haberlo sentido nunca o incluso 
desear haber podido escapar a tiempo del mismo, pero cuando se descubre el beneficio 
de esta enfermedad, simplemente se dejauno envolver por el olor de la muerte, 
abrazándola al mismo tiempo. 
 
 Llega el momento en que sin que se tenga ocupada siempre la 
imaginación con la imagen de la muerte, ni la mente con su 
concepto, sin que esté ni aun como fondo de nuestras 
imaginaciones, su recuerdo se ha sustanciado en nosotros y lo 
llevamos presente siempre, está, aunque inconsciente, 
vivificando nuestras operaciones anímicas todas. Y entonces 
podemos decir que tenemos plena y verdadera conciencia de la 
vida, dado que es esta un continuo muriendo.35 
 
 
La marca que deja esta conciencia de muerte, permanece en el individuo, ese dolor por 
la pérdida de sí mismo es el que lo inunda de vitalidad. Unamuno afirma que esta 
conciencia de la inconsciencia, provoca una conciencia de vida, pero ¿Cómo es que 
este horror a nuestra nada, este vistazo a la propia muerte nos lleva a vivificar nuestra 
existencia pasajera? ¿Cómo vivir con esa sombra a cuestas? Veremos más adelante lo 
que Unamuno nos sugiere. 
 
 
35 Miguel de Unamuno, Diario íntimo, Madrid: Alianza, 1970, pág. 81 
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31 
 
A todo esto, podemos añadir que en Unamuno, tener conciencia es percibir que todo 
corre hacia la muerte, esto es, esta conciencia no sólo se queda en el dolor por nuestro 
propio e individual derretimiento, sino que su misma intensidad lo lleva a dolerse por la 
existencia entera, por todo lo efímero, por aquellos que se van, por el mundo que se 
acaba, por la fugacidad que se manifiesta por todas partes. Sentir encarnadamente 
nuestra momentánea existencia nos hace sentir el acabamiento del universo mismo. 
 
Este dolor nos hace compadecernos de nosotros mismos, yendo a compadecernos de 
todo lo perecedero, de todo lo que acabará algún día. El hombre ve reflejado su dolor en 
la existencia, al darse cuenta que él no es el único que perece, y comparte su más 
intenso dolor con un mundo que comparte su mismo final. 
 
Porque de este amor o compasión a ti mismo, de esta intensa 
desesperación, porque así como antes de nacer no fuiste, así 
tampoco después de morir serás, pasas a compadecer, esto es, a 
amar a todos tus semejantes y hermanos en aparencialidad, 
miserables sombras que desfilan de su nada a su nada, chispas 
de conciencia que brillan un momento en las infinitas y eternas 
tinieblas.36 
 
El hombre que entra a la consciencia de la inconsciencia, siente dentro de sí, el 
acabamiento del ser…un dolor que no cesa. En esta conciencia se revela el amor propio 
y el amor por el universo, al no querer que nada acabe, al compadecer a cada ser por su 
frágil estancia, al compadecer al otro por estar también condenado a muerte. 
 
Todo esto se escucha tan simple ante los oídos de la razón, mas es sumamente 
perturbador para los oídos del corazón que se niega a dejar de latir… para la existencia 
que quiere ser. 
 
36 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág. 154. 
32 
 
1.4 EL SENTIMIENTO TRÁGICO DE LA VIDA 
 
El hombre siente su finitud, pero el ser consiente no implica aceptar o resignarse a esa 
condición, surge en este instante…el sentimiento trágico de la vida. El hombre ahora se 
concibe dentro de un molde en el que no cabe, en un lugar que le queda chico y le 
asfixia. La existencia finita, mortal se le aparece como una atadura injusta, un grillete 
que al atarlo, le impide volar a su inmortalidad. 
 
Y es que, aunque por un lado nos concebimos como seres transitorios, por el otro, 
caminamos por el mundo como si fuésemos eternos, esto es, nos rehusamos de alguna 
forma a aceptar esta condición de condenado a muerte. Porque podemos afirmar sin 
problemas que somos seres mortales, admitirlo racionalmente, pensarnos perecederos y 
corroborarlo en nuestra vida cotidiana una y otra vez, podemos admitir esa verdad sin 
problemas… pero no es una condición fácil de aceptar emotivamente, pues al 
sentimiento no le basta saberlo lógicamente para aceptarlo como si nada estuviese 
sucediendo. Al hombre le es más fácil vivir si se olvida sentimentalmente de esta verdad 
tan incómoda, y la deja de lado como si eso nunca le fuera a pasar. 
 
Esto sucede porque solo hemos tenido experiencia de la muerte del otro, los vemos 
morir a ellos, nos dolemos y pareciera que solo son ellos los que sucumben ante ella, 
son ellos los que nos dejan, los que se van. Al no tener experiencia de nuestra propia 
muerte, algo en nuestro interior nos guarda de ese fallecer. Al hombre le es 
desagradable la sola insinuación de su desaparecer, sencillamente porque quiere seguir 
siendo, y entonces, busca afirmar su existencia susurrándose a sí mismo una dulce 
mentira piadosa, haciendo de la muerte algo ajeno a él. La muerte le sorprende siempre 
33 
 
como algo sumamente inesperado, como algo que no es inherente a él, algo extraño a 
su vida…y es que su vida como él la vive…no tiene fin. No querer asumir la propia 
muerte es hacerse a la idea de que jamás sucederá, aunque podamos llamarnos con todo 
rigor… mortales. 
 
 Miguel de Unamuno nos habla del instinto de conservación, refiriéndose a esta 
cualidad instintiva del hombre, en la que se lucha por cubrir las necesidades básicas 
para vivir y preservar su vida a un nivel orgánico: “El instinto de conservación, el 
hambre, es el fundamento del individuo humano.”37 Pero nuestro autor no se queda solo 
ahí, sino que como es de esperarse, parte de este principio de conservación para 
presentarnos lo que él llama el instinto de perpetuación. En este, se da un paso más allá 
del simple mantenimiento de la vida, pues se trata además, de prolongarla por 
siempre, es decir, se quiere estar siempre en ella, se quiere “dejar huella” o “hacer 
historia”. Se trata del aferrarse a no desaparecer. 
 
 Este sentimiento de no resignación, este aferrarse a la vida ante el hecho ineludible de 
nuestro acabamiento, Unamuno lo llama hambre de inmortalidad, base de nuestro 
instinto de perpetuación. “El sentimiento trágico de la vida. Se trata de un afán, un 
deseo de plenitud, de romper los estrechos límites de nuestra existencia. Es un ansia de 
inmortalidad. Es un instinto de perpetuación.”38 Para Unamuno, descubrir la muerte sin 
cerrar los ojos es descubrir el hambre de inmortalidad. Aquel que se da cuenta de su 
olor a muerte y que prefiere cerrar los ojos y vivir en ese ignorar, es alguien que ha 
decidido frenar la total conciencia de la inconsciencia, pues no se hace consiente ni su 
 
37 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág. 49 
38 Manuel Padilla Novoa, Unamuno, filósofo de encrucijada, Cincel, Colombia, 1985. Pág.70 
34 
 
muerte ni su deseo de no morir, no se entrega al sentimiento trágico, ya que al sentir su 
acabamiento, abandona las armas y se pierde en un sueño ajeno al morir. 
 
 El sentimiento trágico de la vida es un sentimiento de lucha, no solo por vivir sino por 
vivir por siempre. Primero, tenemos que el sentimiento para Don Miguel, es algo 
primitivo, en el sentido de primordial y característico del ser humano. Es algo que 
antecede a las ideas, al pensar y que está dotado de realidad para el conocimiento del 
ser humano. Lo único real es lo que el hombre siente, sufre, compadece, ama, anhela. 
Segundo, lo trágico para Unamuno es una lucha constante sin victoria, una tensión 
entre contrarios que no se inclina hacia un vencedor, un estado de agonía plena: 
 
Unamuno echó mano del vocablo griego αγωνíα en su 
denotación original de lucha, al que atribuyó, por su parte, la 
connotación de lucha entre la razón y la intuición. Unamuno 
considera la agonía nocomo un accidente vital, sino como la 
sustancia misma de la vida.39 
 
El sentimiento trágico de la vida es un sentimiento atormentado y agónico que se da en 
el hombre como parte de su existencia, provocado por este darse cuenta de su propia 
finitud sin querer resignarse a ella, no importando cuan ingenuo parezca este deseo a la 
razón. Y es que para Unamuno, el sentimiento es el que define al hombre, incluso antes 
que la razón. El anhelo de inmortalidad y la confirmación racional de nuestra muerte 
luchan dentro del hombre, en una guerra sin victoria, ni descanso, una puerta a la 
incertidumbre. 
 
 
 
39 Juan López-Morillas, Unamuno y Pascal: notas sobre el concepto de agonía en Intelectuales y 
espirituales: Unamuno, Machado, Ortega, Lorca, Marías, Madrid: Revista de Occidente, 1961, pág. 56 
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35 
 
Querer vivir y tener que morir; he aquí dos solicitudes extremas 
plantadas en el ser de la existencia. Lo que el sentimiento 
afirma, la razón no confirma; y lo que la razón demuestra, el 
sentimiento no consiente. Pero esta oposición irreductible, en la 
que hay que reconocer incluso la base misma del Sentimiento 
Trágico, lejos de ser estéril o agotadora, es fuente y condición de 
más acendrada vida espiritual.40 
 
 
Y a esto es lo que Unamuno llama el abrazo trágico, un encuentro entre la razón y el 
sentimiento, entre el no de la razón y el sí del sentimiento. Un doloroso combate del 
cual emerge la ferviente vitalidad, cuestión que se analizará posteriormente. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
40 Luis A. Aracena, Unamuno, sentidor paradojal, Buenos Aires: Emece, c1981 pág. 60 
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36 
 
2. LA LUCHA ENTRE RAZÓN Y SENTIMIENTO. 
 
2.1 LA RAZÓN: LUZ Y ANIQUILACIÓN. 
 
El hombre busca certeza, y para ello recurre a su razón. Es ella la que lo ayuda a 
manejarse en el mundo, pues no solo le auxilia a subsanar sus necesidades básicas, sino 
que le ayuda a construir y habitar el suelo que pisa. La razón saca al hombre de las 
sombras de la incertidumbre para iluminarle con certezas. Unamuno se enfrenta a un 
modo de conocer que analiza, mide y describe la realidad, un modo de conocer que 
persigue la confortable sensación de seguridad que da el estar cierto de algo. 
 
Aquí palpa Unamuno certeramente, un carácter esencial de la 
vida, que es su exigencia de racionalidad, cumplida o no. El 
hombre necesita saber a qué atenerse, necesita una certeza 
evidente acerca de las cuestiones que de verdad le importan, 
aquellas que le son menester para vivir. Y a esto es a lo que más 
propiamente se puede llamar razón.41 
 
 
El hombre en su búsqueda de certeza y en su afán de llevar al máximo rendimiento los 
beneficios que la razón le brinda, lleva a ésta fuera de sus límites, esto es, conduce a la 
razón fuera del ámbito de lo formal, introduciéndola así, en la esfera de lo sentimental: 
“Lo que hay es que el hombre, prisionero de la lógica, sin la cual no piensa, ha querido 
siempre ponerla al servicio de sus anhelos.”42 El hombre acostumbrado a la seguridad 
de la certeza, ha querido llevar la luz de la razón para aclarar sus sentimientos, y así, 
tener verdades para aferrarse dentro de la intempestiva nebulosidad del sentir; ha 
llevado su razón a los confines de su alma. 
 
41 Julián Marías, Miguel de Unamuno, Madrid: Espasa-Calpe, 1980, pág. 29. 
42 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág.110 
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37 
 
Es en este momento donde Unamuno reclama a la razón su intrusión en lo sentimental, 
pues en este ámbito no solo la considera fuera de lugar, sino perjudicial. En otras 
palabras, fuera del terreno de lo formal, la fuerza analítica y disolvente de la razón… 
aniquila y mata. El problema es pues, aplicar la razón a cuestiones que están fuera de su 
alcance. 
 
Es aquí donde es afectado el sentimiento, ya que con él, la razón no cumple su 
cometido de luminosidad y certeza, es decir, no aporta sosiego ni explicación a la 
angustia quemante. Unamuno dirá que el corazón no se apacienta con razones, pues no 
hay nada que la razón pueda hacer para resolver los problemas del sentimiento, la razón 
no puede hacer nada por cumplir nuestros deseos más profundos. Esto sucede porque la 
razón solo nos describe y muestra el mundo que es, pero no puede darnos el mundo que 
queremos. La razón nos muestra las cosas, sin participar de si nos gusta o no aquello 
que nos muestra. Es por ello que al llevarla a un ámbito que no le corresponde resulta 
insuficiente y fría: “Para la razón, la verdad es lo que se puede demostrar que es, que 
existe, consuélenos o no. Y la razón no es ciertamente una facultad consoladora.”43 
 
Para nuestro autor, la razón no satisface nuestras necesidades volitivas y afectivas. Y no 
solo no las satisface, sino que las contradice y aniquila. “En rigor, la razón vive de 
formulas, pero la vida, que es informulable; la vida, que vive y quiere vivir siempre, no 
acepta formulas.” 44 La razón va matando la vida al buscar encasillar lo inagotable, al 
darle rigidez a lo que se ha hecho para moverse, al romper sueños cual si fueran globos, 
que felices en las nubes, explotan y regresan irremediablemente al suelo. 
 
 
43 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág. 113 
44 Ibíd. Pág. 126 
38 
 
Pero de todos los aspectos de la vida que escapan a la razón, hay uno en particular que 
se clava hondamente en Unamuno y es la causa de que la razón se vuelva su despiadada 
enemiga. Me refiero al anhelo de inmortalidad personal, y es que, la razón, no hace más 
que confirmarnos su imposible realización. Si hay algo que nuestra razón nos muestra 
en cualquier momento es el hecho de nuestra definitiva muerte, y en este sentido, la 
promesa de certeza nos confirma un desolador escenario. 
 
Unamuno cree que la razón no sirve para entender la vida, pero no por ello deja de 
reconocer la importancia que esta tiene para el hombre: “Y sin embargo, necesitamos de 
la lógica de este poder terrible, para transmitir pensamientos y percepciones y hasta para 
pensar y percibir.” 45 De hecho, admite que para comunicar todas estas cuestiones del 
sentimiento trágico se vale de la razón, esto es, para hablar de lo irracional o lo 
indecible, no hay modo de evitar el paso por lo racional, para poder comunicarlo, 
aunque este paso sea lo más tangencial posible: “Lo que va a seguir no me ha salido de 
la razón, sino de la vida, aunque para transmitíroslo, tengo en cierto modo que 
racionalizarlo.”46 
 
El problema no es la razón en sí, no se trata de una lucha a ultranza contra ella, sino de 
quitarle su posición central de ama y señora: “No es ni con la ciencia ni con la razón 
positiva e investigadora con las que Unamuno se manifiesta hostil, sino con toda forma 
de servilismo de la razón.”47 La cuestión es reubicar a la razón y sacarla del ámbito del 
sentimiento, del hogar de nuestros anhelos. Esta reacción de rechazo que se da en un 
primer momento, es una respuesta inmediata que se da para separar estas dos áreas: 
razón y sentimiento. 
 
45 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, Pág.110 
46 Ibíd. Pág. 143 
47 Francois Meyer, La ontología de Miguel Unamuno, Madrid: Gredos, 1962, pág. 142 
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39 
 
El objetivo de Don Miguel no es desterrar a la razón aunque a veces pareciera que todo 
apunta hacia ello. La razón permanecerá en el hombre y se mezclará en las cuestiones 
del sentimiento, pero cumpliendo justamente su función de mostrarnos las cosas tal 
cual son en la realidad, es decir, participa mostrándonos nuestra finitud. Unamuno se 
mantendrá cercano a la razón justamente por esta parte fría y desconsoladora, la 
mantiene a su lado para que le esté recordando su irremediable partida: “Si luego 
atienden a lo externo, a la existencia, comprueban que todo corre hacia la muerte. Si 
escucháramos a la razón y a la experiencia, enseñaba Unamuno, deberíamos creer que 
todo va a una final destrucción.”48 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
48 Luis Farré, Unamuno, William James y Kierkegaard y otros ensayos, Buenos Aires, Aurora, 1967, 
pág. 71 
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40 
 
2.2 FE: SENTIMIENTO CREADOR. 
 
Contrario a la razón aniquiladora de anhelos, está la fe. Esta aparece como la 
oportunidad de ser libre, como una alternativa arriesgada en la que podemos poner oídos 
sordos a la rudeza de la certeza no querida. Pero oídos sordos no para evadir, sino para 
seguir contracorriente un aventurado sendero. Esto lo explica Unamuno con el siguiente 
ejemplo: 
 
Un famoso escritor dice que si se meten en una botella abejas y 
moscas y se pone la botella con el fondo hacia la luz y la boca 
abierta en opuesto sentido, las abejas, buscando la luz, siempre, 
no hacen sino agitarse contra el cristal del fondo, sin poder 
convencerse de aquel invisible obstáculo, mientras que las 
atolondradas moscas revoloteando de una a otra parte hallan 
cuando menos lo esperan, la salida. Lo cual es decir que la abeja 
es más lógica, es decir, más estúpida que la mosca, y ésta más 
estética, es decir, más espiritual que aquella.49 
 
La abeja solo es capaz de ver delante de ella la luz y con esa certeza se dirige hacia ella 
con la seguridad de llegar a ella en algún momento, como consecuencia necesaria de su 
lógica acción. La abeja no se atreve a probar otro camino ¿Y porque iba a hacerlo si ha 
tomado el camino más razonable para llegar? Por el contrario, la mosca explora y vuela 
en cualquier dirección, se atreve a tomar el lado contrario a lo que dicta la lógica y 
dando la espalda a la luz encuentra la salida. Don Miguel eligió, como la mosca, dar la 
espalda a la razón para hallar la salida, para encontrar en ese nuevo sendero lo que no 
pudo hallar con la razón, y es así, como se atreve a echar un vistazo fuera de la burbuja 
de la razón. 
 
 
49 Miguel de Unamuno, Recuerdos de niñez y de mocedad, Madrid: Espasa-Calpe, 1958, pág. 19 
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41 
 
Es con la Fe, que Unamuno se afirma ante las negaciones dadas por la razón, y de esa 
manera defenderá su deseo de no morir, anhelo tan castigado por nuestra parte racional. 
Frente a la condición aniquiladora de la razón, don Miguel coloca un poder creador, 
pues para él, la fe más que creer es sobretodo crear: “¡Creer lo que no vimos, no! sino 
crear lo que no vemos.”50 ¿Y qué diferencia hay entre creer y crear? Don Miguel nos 
explica que es el intelectualismo el que ha hecho de la creencia un asunto del 
conocimiento, en donde creer implica una adhesión de la mente a una verdad teórica o 
principio lógico. En esta manera de creer, no se participa de la vida, del anhelo. 
 
El creer de la fe es distinto, este es el crear lo que no vemos. Para nuestro autor, la fe no 
es una adhesión del intelecto hacia algo; la fe es voluntad, es un movimiento del 
ánimo hacia algo que queremos y que va más allá de la comprensión intelectual. La fe 
es fuerza vital, que en vez de ocuparse en comprender la vida, simplemente la vive. 
“La fe nos hace vivir, mostrándonos que la vida, aunque dependa de la razón, tiene en 
otra parte su manantial y su fuerza, en algo sobrenatural y maravilloso.”51 
 
La fe es una creación continua y generadora de vida, que en lugar de adjuntarse 
mentalmente a un objeto, crea ella su propio objeto. Y lo crea para vivirlo sin dejar de 
crearlo. A esto hay que agregar que el objeto de la fe se crea con miras a lo 
inasequible, corre hacia el ideal, va por lo imposible, esto es, se trata de una fe que se 
atreve a desear en contra de lo racionalmente aceptado. Es así como Unamuno hace una 
distinción entre el creer activo de la fe, y una posición pasiva del creer estático del 
intelectualismo. La fe se dedica a crear donde la razón ha dicho que nada surge, este es 
 
50 Miguel de Unamuno, La fe en Ensayos, Madrid: M. Aguilar, 1945, pág.259 
51 Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, SARPE, 1984, pág. 204 
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42 
 
el motivo por el cual, Unamuno abraza la fe y le entrega a ella toda su existencia sin 
importar el riesgo. 
 
La fe, en Unamuno, podría ser comparada a unos de esos tenues 
hilos, flotantes al viento, sobre los cuales ciertas arañas se 
lanzan al aire libre y hasta a la tempestad; esas arañas han hilado 
desde sus propias entrañas los hilillos que han de servirles de 
único asidero sobre su espacio.52 
 
La fe también es duda, pero no la duda cartesiana que es parte del terreno de lo 
intelectual; la duda de la fe implica lucha, un combate por la vida, decimos pues que es 
una duda agónica. Es por eso que es una duda constante, al menos mientras haya anhelo 
vital: “La fe que no es duda es fe muerta.”53 Para Unamuno, la verdadera fe, la robusta-
como él la llama- es aquella que se basa en la duda, dicho de otro modo, en la 
incertidumbre. 
 
¿Por qué la fe verdadera es aquella que se basa en la duda y en la incertidumbre? Será 
bueno saber entonces ¿Qué es lo que le brinda la duda a la fe? ¿De qué la nutre para 
hablar de una duda de vida y no de una duda racional? En el estado de duda, en ese 
punto medio entre la negación y la afirmación, en ese juicio suspendido 
momentáneamente, en ese punto ciego de certeza alguna, se abre cualquier posibilidad. 
Y en esa abertura, desaparece por un pequeño instante la fortaleza en la cual está 
inscrita nuestra mortalidad, es entonces cuando nos permitimos esperar el susurro: “Tal 
vez sea el primer hombre que no muera.”54 
 
 
52 Luis S. Granjel, Retrato de Unamuno, Madrid: Eds. Guadarrama, 1957, pág.239 
53 Miguel de Unamuno, La agonía del cristianismo, México, Porrúa, 2003, pág. 238 
54 Miguel de Unamuno, Amor y pedagogía, Espasa-Calpe, Madrid, 1975, pág. 109 
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43 
 
Porque si en el más pleno y verdadero dudar, si en el estado más profundo de duda y 
de certezas movedizas…si en ese preciso momento dudamos con todo el hombre; esto 
es, dudamos con todo lo que somos capaces, no solo; si en ese momento dudamos 
fervientemente…se nos abre la posibilidad de anhelar lo

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