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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DIVISIÓN DE ESTUDIOS DE POSGRADO E INVESTIGACIÓN MODELO DE EVALUACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL (EXTENSIÓN UNIVERSITARIA) EN INSTITUCIONES PÚBLICAS DE EDUCACIÓN SUPERIOR (IES) T E S I S PARA OBTENER EL GRADO DE DOCTORA EN PEDAGOGÍA P R E S E N T A CARMEN LILIA SÁNCHEZ GONZÁLEZ COMITÉ TUTORAL DRA. ALMA X. HERRERA MÁRQUEZ DRA. CONCEPCIÓN BARRÓN TIRADO DR. ARMANDO ALCÁNTARA SANTUARIO DR. EMILIO AGUILAR RODRÍGUEZ DRA. PATRICIA PARRA CERVANTES MÉXICO 2010 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. CONTENIDO Página INTRODUCCIÓN i-v CAPÍTULO I 1. LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN EL CONTEXTO DE TRANSICIÓN 1.1 La Educación Superior en el contexto de transición...…………....... 1 CAPÍTULO II 2. UNIVERSIDAD Y SOCIEDAD 2.1 La presión internacional determinada por el impacto de la Globalización…………………………………………………………… 11 2.2 La revolución científico-tecnológica: el acelerado desarrollo de las Tecnologías de información y comunicación…………………… 13 2.3 La aplicación de políticas públicas de Educación Superior.………. 18 CAPÍTULO III 3. CONCEPTUALIZACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL UNIVERSITARIA 3.1 Función social de la Universidad……………………………………. 26 3.2 Antecedentes de la Responsabilidad Social Universitaria……….. 28 3.3 Noción de la Responsabilidad Social Universitaria………………… 31 3.4 La Responsabilidad Social Universitaria en el siglo XXI…………… 38 CAPÍTULO IV 4. RESPONSABILIDAD SOCIAL Y EXTENSIÓN UNIVERSITARIA 4.1 Surgimiento de la Universidad……………………………………….. 44 4.2 Modelo de Universidad Napoleónica……………………………….. 48 4.3 Modelo de Humboldt………………………………………………. 50 4.4 Modelo Latinoamericano……………………………………………… 51 4.5 Extensión Universitaria……………………………………………….. 54 4.6 Servicio Social…………………………………………………………. 59 CAPÍTULO V 5. LA EXTENSIÓN UNIVERSITARIA EN LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA, ARGENTINA 5.1 Antecedentes…………………………………………………………… 62 5.1.1 Primeras Reformas Académicas……………………………......... 63 5.1.2 Nacionalización……………………………………………………. 63 5.2 Reforma Universitaria 1918…………………………………………… 65 5.3 La Universidad Contemporánea……………………………………… 66 5.4 Misión de la Universidad……………………………………………… 66 5.5 La universidad Nacional de Córdoba en cifras…………………….. 67 5.6 Noción de la Extensión………………………………………………… 69 5.7 Programas de la Secretaría de Extensión Universitaria (SEU)…… 72 CAPÍTULO VI 6. METODOLOGÍA 75 6.1 Índice de Extensión Universitaria…………………………………….. 77 6.1.1 Construcción conceptual de Extensión Universitaria…………. 77 6.1.2 Determinación del perfil de la Universidad Pública y de sus dispositivos institucionales ………………………………………… 83 6.1.3 Construcción del Índice de Extensión Universitaria……… 84 6.2 Noción del Índice de Extensión Universitaria………………….. 85 6.3 Propósito de la Extensión Universitaria……………………………… 86 6.4 Factores del Índice de Extensión Universitaria……………………... 87 6.4.1 Principios de la Responsabilidad Social……………………….. 87 6.4.2 Asuntos Clave……………………………………………………… 89 6.4.3 Dimensiones del Índice de Extensión Universitaria…………… 93 6.4.4 Dispositivos Institucionales………………………………………. 94 6.5 Cálculo del Índice de Extensión Universitaria………………………. 100 6.5.1 Ponderación del Índice de Extensión Universitaria…………… 101 CAPÍTULO VII 7. RESULTADOS 7.1 Comportamiento general de los componentes del Índice de Extensión Universitaria………………………………………………. 110 7.2 Dispositivos Institucionales con actividades de Extensión Universitaria……………………………………………………………. 114 7.3 Asuntos Clave 7.3.1 Asunto Clave: Salud.................................................................... 117 7.3.2 Asunto Clave: Educación…………………………………………. 119 7.3.3 Asunto Clave: Economía…………………………………………… 121 7.3.4 Asunto Clave: Políticas……………………………………………... 123 7.3.5 Asunto Clave: Ciencia y Tecnología………………………………. 125 7.3.6 Asunto Clave: Alimentación y Agricultura………………………… 127 7.3.7 Asunto Clave: Ambiente……………………………………………. 129 7.3.8 Asunto Clave: Organización del Trabajo…………………………. 131 7.3.9 Asunto Clave: Información y Comunicación…………………….. 133 7.3.10 Asunto Clave: Demografía………………………………………… 135 7.3.11 Asunto Clave: Democracia y Gobernabilidad…………………… 137 7.3.12 Asunto Clave: Cultura de Paz……………………………………… 139 7.3.13 Valor Ponderado del Índice de Extensión Universitaria……. 141 CAPÍTULO VIII 8. CONCLUSIONES………………………………………………………………. 142 BIBLIOGRAFÍA …………………………………………………………………. 152 ANEXOS Anexo 1. Matriz de análisis de Noción de Extensión Universitaria…… 164 Anexo 2. Matriz identificación de dispositivos Institucionales (estudio 30 Universidades Públicas)…………………………………. 185 Anexo 3 . Matriz de Asuntos Clave………………………………………… 200 Anexo 4 . Cuestionario Delfos…………………………………………….. 201 Anexo 5. Matriz Dimensiones del Índice de Extensión Universitaria 206 Anexo 6 . Cuestionario del Índice de Extensión Universitaria…..….. 211 Anexo 7 . Matriz de Resultados…………………………………………... 225 i INTRODUCCIÓN La Universidad, la casa de la razón, que en sus antecedentes clásicos se remonta, entre otros, al Academus platónico, ha tenido, desde entonces, funciones fundamentales, que entre otras son: la investigación científica y la formación del individuo social, potenciar las capacidades de la gente en la búsqueda de la resolución de los problemas que aquejaban, facilitar la ilación de la trama social imbuida de intereses espirituales cuyo resultado dio el fortalecimiento de los valores fundamentales de solidaridad, respecto, dignidad, libertad, responsabilidad y, como fin último, propiciar el bienestar y el bienvivir de los ciudadanos. Sin embargo, en el siglo XXI, la universidad no solamente es la casa de la razón, tiene que constituirse en la casa que distribuya socialmente esa razón. Hoy el contexto está caracterizado por un entorno complejo, donde el cambio ha influido de manera permanente en la universidad. El proceso de globalización económica, la interdependencia mundial y la conformación de bloques regionalesconstituyen el nuevo orden en el que deben operar las universidades públicas, con todos sus desafíos y oportunidades; lo que obliga a reflexionar acerca del grado de correspondencia que hay entre las instituciones que fueron creadas en entornos sociales e históricos distintos, con los perfiles emergentes de una sociedad que en sus rasgos esenciales parece desdibujarse. En medio de un mundo globalizado la universidad como institución social tiene la misión de transformar la sociedad buscando el bien de la humanidad y su desarrollo sostenible a través de la formación de profesionales, la investigación científica y la extensión, tiene el reto social de buscar alternativas que contribuyan a propiciar cambios socio económicos, perfeccionar la organización social y lograr una mejor adaptación a los cambios que se avecinan. En este sentido, la universidad no puede permanecer refractaria a las tendencias del entorno, lo que está al centro es la Responsabilidad Social, ya que ésta es el crisol, que por un lado, le permite mantenerse a los ritmos de transformación del entorno, a sus contradicciones y a su complejidad, y por otro, la obliga a tener presente las expectativas de generaciones que apuestan sus proyectos de vida a la mejor y más rigurosa crítica formación universitaria. De este modo, la inserción crítica de la universidad en la sociedad, implica el desarrollo de políticas, modelos pedagógicos, de investigación y de extensión, que favorezcan la confianza y credibilidad de la sociedad. Se asume entonces que la Responsabilidad Social Universitaria (RSU), como la relación estrecha entre enseñanza, investigación y extensión, por una parte, y la realidad social por otra; se refiere y se expresa en su permanente compromiso con el desarrollo nacional y con el bienestar general de la población; no sólo es correspondencia con el sector productivo y tampoco se refiere sólo a la perspectiva social-institucional; es ante todo, correspondencia entre las necesidades sociales e individuales que se pretende satisfacer con la educación superior y lo que realmente se llega a alcanzar, aunada a aspectos como la socialización, la formación cultural, la extensión y los servicios. ii En esta dinámica, los paradigmas de formación, integración y calidad que debe encarar la Universidad y la aceleración de los procesos (tecnológicos, demográficos, urbanos, ambientales, sociales, productivos, económicos) en el país y en el mundo, instalan en la universidad pública la necesidad de interpretar a la extensión en su sentido más amplio, involucrándola en los más diversos aspectos de vinculación con la sociedad y el medio, no sólo transfiriendo, sino fundamentalmente escuchando, aprendiendo y reflexionando sobre el contenido del entorno. Lo que distingue a la Extensión Universitaria no es que cumple con mayor o menor grado una función social, sino cómo la cumple y con qué objetivo lo hace. De ella depende en gran medida, la articulación entre el conocimiento acumulado en la Universidad y las distintas necesidades de la sociedad. Es decir, este conjunto de conocimientos científicos, tecnológicos, humanísticos y artísticos, producto del desarrollo histórico de la institución, no conforman una "reserva". No se encuentran "depositados", o "cristalizados" en estructuras de escaso dinamismo. Por el contrario, conforman una masa crítica disponible, un caudal estratégico de saber transmisible a los distintos actores de la sociedad. Bajo esta perspectiva, es necesario que se asuma el alcance de la Extensión Universitaria, de su propia actividad y principios, que se entiendan las características del contexto en el que debe desarrollarse, que se identifiquen los objetivos a alcanzar para cumplir con el rol que la interacción Comunidad - Universidad le exige y fundamentalmente que transforme la síntesis de esta conjunción, en programas y acciones concretas. Esta responsabilidad se expresa en la extensión de servicios y conocimientos a la sociedad que necesitan el saber producido en la universidad, en las diversas maneras con las cuales ese saber es traducido entre otros, en acciones de atención a la salud, programas culturales, estrategias de innovación tecnológica, programas comunitarios de formación continua. De esta manera, con la Extensión Universitaria se refrenda el carácter público de la universidad, se ejercita la presencia de la institución en la sociedad, se valida su saber y se legitima su pertinencia académica–social en una relación dialógica con los diferentes actores sociales. El desafío es escuchar, integrar a la Universidad con la Sociedad e involucrarse para elaborar una respuesta útil y comprometida, no sólo con el futuro, sino con el presente. En este caso, la evaluación sobre la Extensión Universitaria es un eje de central importancia que conduce en el presente proyecto a dar un nuevo contenido a la relación de la universidad pública con la sociedad. En este sentido, el presente proyecto tiene como propósito fundamentar la importancia y relevancia de utilizar un Índice de Responsabilidad Social Universitaria como indicador para medir la capacidad de una institución de educación superior para cumplir con sus compromisos sociales fundamentales y proyectar una universidad pública pertinente a la sociedad actual, y así, orientar, retroalimentar y enriquecer sus funciones sustantivas y ofrecer propuestas de iii solución a problemas específicos de los diversos sectores y programas para el desarrollo económico y social de su entorno. Para alcanzar lo anterior se planteó como objetivo fundamental la elaboración de un Modelo de evaluación a partir de un Índice de Responsabilidad Social Universitaria (RSU) que consta de cuatro Índices Simples: Índice de Pertinencia Social, Índice de Extensión Universitaria, Índice de Difusión de la Cultura, Índice de Vinculación. En este sentido, dada la complejidad del Modelo de evaluación de la RSU para evaluar una institución de educación superior, fue necesario acotar el abordaje del objeto de estudio, enfocándolo al desarrollo del Índice Simple de Extensión Universitaria. La Figura No. 1 ilustra la ruta metodológica que permitió abordar el objeto de estudio. Figura No. 1. Ruta metodológica de análisis de Extensión Universitaria iv Una vez conformada la propuesta del Modelo del Índice de Extensión Universitaria, se optó por la elección de una universidad que cumpliera con las premisas de aplicación del mismo así como, criterios en cuanto a: tamaño (población), complejidad (estructura organizacional), tareas de investigación (actividad científica nacional y regional en el continente), financiamiento público (presupuestos nacionales orientados al sistema de educación superior) y patrimonio histórico y cultural; los cuales establece la Red de Macrouniversidades de América Latina y el Caribe. Bajo estos criterios se seleccionó la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, la cual, además es la universidad más antigua de Argentina y una de las primeras del Continente Americano, lo que la convirtieron en un importante polo de influencia, no sólo cultural y científico, sino también político y social de la Universidad Latinoamericana. Por otra parte, su modelo universitario que resulta del Movimiento de Córdoba (1918) y que se compromete explícitamente con la función social de la universidad considerando a la extensión como parte sustantiva de la responsabilidad social y por ende su articulación con los problemas nacionales; permitieron identificar elementos de análisis para aplicar el Índice de Extensión Universitaria, objeto de estudio del presente trabajo. El logro de este objetivo requirió del desarrollo de un encuadre conceptual que aborda en cinco capítulos teóricos el objeto de estudio. En el primer capítulo, “La educación superior en el contexto de transición” , se abordan aspectos generales de la globalización y su impactoen la educación superior. Se enfatiza el perfil mundial y la configuración que éste fenómeno ha tenido en distintos ámbitos de la sociedad, identificando un conjunto de factores de riesgo que constituyen la preocupación fundamental para asegurar la sobrevivencia en el planeta. Por lo que se propone definir desde la universidad qué programas de formación universitaria, qué tipo de vinculación, qué tipo de esquemas de trabajo, qué tipo de perspectivas tienen que favorecerse para que las universidades participen en la construcción de una globalización más justa. El segundo capítulo, “Universidad-Sociedad”, se aborda el perfil que la universidad pública adquiere a partir de los esquemas mundiales de educación, de economía, de política, de cultura más allá que únicamente responder a un proyecto de país. Identificando tres aspectos básicos que han determinado dicho perfil: a) el impacto de la globalización y los acuerdos comerciales; b) la revolución científico-tecnológica y c) la aplicación de políticas públicas de educación superior recomendadas por organismos crediticios multilaterales. El tercer capítulo, “Conceptualización de la Responsabilidad Social Universitaria” , parte de un recorrido teórico de las determinantes que han permitido conceptualizar la RSU, reconociendo que ésta ha sido resultado de visiones desarrollistas de la economía. Por tanto, el abordaje de la RSU debe evaluarse en función de la adecuación entre lo que la sociedad espera de las instituciones de educación superior y lo que estas hacen. En el cuarto capítulo, “Responsabilidad Social y Extensión Universitaria”, se realiza un análisis histórico de los orígenes de la universidad abordando los v modelos de universidad, ponderando cuales han sido los factores que dieron origen al sentido social de la universidad, específicamente a la RSU, que ésta debería tener en la actualidad. Asimismo, se analiza la Extensión Universitaria motivo de la presente investigación, como una función clave del quehacer de la universidad pública y su importante vinculación con la sociedad. En el quinto capítulo, “La Extensión Universitaria en la Universidad Nacional de Córdoba Argentina,” se presenta las principales características (visión, misión, organización, funcionamiento y programas de extensión) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), considerada la más antigua de Argentina y una de las primeras del continente americano. Asimismo se hace un breve recorrido de sus rasgos fundacionales, los cuales se han convertido en un importante polo de influencia, no sólo cultural y científica, sino también política y social. En el sexto capítulo, “Metodología”, se plasman tres fases esenciales: la primera fase aborda la noción de Extensión Universitaria a través del análisis de distintos modelos de universidad, en la segunda fase, se visualiza la orientación y sentido de la universidad en general; Identificando distintos abordajes de Extensionismo y en la tercera fase se plasma el proceso de construcción del Índice de Extensión Universitaria, el cual pretende aportarle a la universidad pública la información acerca del impacto de su quehacer en el desarrollo social de su entorno En el séptimo capítulo, se desarrollan los resultados alcanzados de los dispositivos institucionales y las actividades de Extensión Universitaria que se obtuvieron mediante la aplicación del Índice de Extensión Universitaria en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina durante el año 2008. Destacando a través de cuadros, tablas y gráficas, los datos que ilustran el comportamiento de las actividades de Extensión Universitaria. Por último, en el octavo capítulo se presentan las conclusiones, que apuntan a reflexionar el carácter y función social de la relación entre la Universidad y la Sociedad, a través de sus actividades de Extensión Universitaria, pues de esta manera se evidencia que la universidad tiene una función social que influye y transforma su entorno, es decir, es un auténtico factor de transformación social, y que, por lo tanto, según sea el fin que se proponga, ayudará a construir una sociedad más equitativa y justa. 1 CAPÍTULO I LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN EL CONTEXTO DE TRANSICIÓN La globalización de la economía ha determinado la presencia de nuevos patrones de producción, consumo, y comercialización que trastocan todas las esferas de la vida cotidiana; favorecen una circulación sin precedentes de capital, mercancías y personas; y asumen al conocimiento, la información y la comunicación simbólica como las fuerzas productivas más importantes de la economía global (Marginson, 2004). En este sentido, se observa que uno de los factores centrales del cambio en el contexto mundial obedece a la dinámica impuesta por la globalización y sus efectos en la economía, en el desarrollo de las telecomunicaciones, en las transformaciones de los mercados de trabajo y en el cambio de la organización productiva; así como en el avance de la ciencia en diversas áreas del conocimiento, en el vertiginoso desarrollo tecnológico y su vinculación directa con el sector productivo. Estas condiciones emergentes, de acuerdo a Hollinshead (2007) se enmarcan en un entorno caracterizado por una discontinuidad multidimensional, de tal magnitud que solo se observa cada 500 años y que abarca cinco ámbitos: 1. Económico. Se expresa en el proceso de transición hacia una economía basada en el conocimiento, con la consecuente presencia de nuevos liderazgos geopolíticos, acuerdos comerciales, formas de producción, fuentes primarias de energía y patrones migracionales. 2. Social. Tiene como rasgos centrales las nuevas visiones del mundo, instituciones y valores; destacando en este ámbito las innovadoras sinergias entre gobiernos, mercado y sociedad, así como, la creación de redes transinstitucionales que articulan con independencia de las fronteras geopolíticas, a diversos agentes sociales y sectores científicos. 3. Tecnología. Se caracteriza por la incorporación expansiva de tecnologías de información y comunicación, nuevos materiales, biotecnologías, fuentes alternas de energía, y automatización del trabajo, entre otras, que afectan la vida cotidiana y productiva. 4. Naturaleza. Son dos los aspectos críticos que ponen en evidencia la fragilidad del medio ambiente global: el sobrecalentamiento y el cambio climático en todas las latitudes del planeta. 5. Cultural. Determinado por la transición del paradigma científico newtoniano al paradigma de la complejidad, y por la construcción de categorías emergentes que fusionan en unidades orgánicamente articuladas, a las humanidades, las ciencias sociales, las ciencias exactas y las artes. Ello define la presencia de importantes transformaciones estructurales en todos los campos: desde la biotecnología hasta la economía, desde la vida cotidiana hasta la macropolitica; desde la comunicación al arte y a la educación. A medida que se acelera el actual proceso de interacción e interconexión transfronterizas, crece la polémica acerca de las desigualdades, no sólo entre los países, sino también dentro de los países, así como sobre sus repercusiones para la población, las familias y las comunidades. 2 Al respecto. Glenn (2003) plantea que los desafíos globales que la humanidad enfrentará son los siguientes: 1. El ambiente sustentable para todos (destacan la energía, el agua). 2. El equilibrio entre el crecimiento de la población y los recursos que se requieren para alimentarla. 3. La cultura democrática global transinstitucional que articule organismos internacionales, gobiernos, ONG, corporaciones y universidades. 4. El diseño de políticas sensibles a las perspectivas globales y de largo plazo. 5. La construcción de la sociedad del conocimiento. 6. La comunicación, el marketing y la ética. 7. El crimen organizado y las actividades ilegales trasnacionales. 8. Las nuevas enfermedades. 9. La autoorganizaciónadministrativa. 10. Los conflictos étnicos. 11. La seguridad humana. 12. El estatus cambiante de la mujer. 13. Calentamiento global y la celeridad de los cambios climáticos. Estas transformaciones profundas, simultáneas y veloces en las relaciones de producción, relaciones de poder, modos de vida y cultura, que están aconteciendo en la primera década del siglo XXI, están generando caos, contradicciones, crisis y cambios que dejan perpleja y vulnerable a la humanidad. Bajo esta perspectiva, habrá que considerar la complejidad que al menos tres desafíos se presentarán para el siglo XXI: los retos demográficos, la sustentabilidad y la violencia. Estos tres desafíos, por su complejidad demandan visiones globales, de las ciencias naturales y las ciencias sociales. Ninguna de estas áreas podría hoy día comprenderlos por sí solas (Herrera, 2004). Respecto al primer desafío, los retos demográficos, Calvillo (2003) y Michalski (2003) plantean que el siglo XXI se caracterizará por fuertes tensiones entre países desarrollados y en desarrollo, ya que mientras la población de los países desarrollados permanecerá en alrededor de 1200 millones, la población del resto de los países pasará de 4800 a 7800 millones. No es un asunto de sólo números, pues el reto demográfico tiene implicaciones como las necesidades relacionadas con el bienestar genérico de la población: salud, educación, vivienda, recreación, cultura, empleo, entre otros. De este modo, hay que partir de que los perfiles de la población también se están transformando. Los países desarrollados empezarán a envejecer rápidamente a partir del 2010; en Europa y Japón las tasas de crecimiento ya son negativas y de seguir así sus poblaciones se verán reducidas a la mitad antes de que finalice el siglo, además de que contarán con altos porcentajes de habitantes mayores de 65 años. El problema asociado es la seguridad social, ya que se prevé que los fondos de pensiones de los países desarrollados empezarán a registrar un déficit a partir del 2005, y podrían consumir totalmente los ahorros del mundo desarrollado. En México, el pago de las jubilaciones y pensiones está íntimamente ligado al futuro de los energéticos, al igual que los servicios médicos y muchos otros servicios 3 públicos. Para Gasca Neri (2003) dentro de muy poco tiempo, la disyuntiva de servicios o pago de pasivos laborales será el problema a resolver. A estos cambios en el perfil demográfico se asociará la concentración de la población en las ciudades. En el año 2000 la población urbana era de 2.9 millones (47% de la población mundial), para el 2030 será 60 % (5 mil millones de habitantes. Los lugares de la pobreza se trasladarán del campo a las ciudades (Michalski, 2003) y, en el caso de México, se anticipa que antes de la tercera década de este siglo, el 89 % de la población será urbano (Luiselli, 2003). Luiselli (2003) también anticipa que para 2015 tendremos 22 megaciudades. El 90 % de los habitantes del planeta vivirá en ciudades con 100 mil y un millón de habitantes; por su parte, México tendrá cerca de 10 ciudades de más de un millón de habitantes que tendrán problemas con la desigualdad, la migración incontrolada, la informalidad y la sustentabilidad. ¿A quién corresponderá atenderlos, a médicos, urbanistas, abogados, sociólogos, ingenieros? Respecto a la sustentabilidad, Michalski (2003) señala que el asunto más preocupante en este renglón es el calentamiento global. No es solo que la temperatura media se haya elevado significativamente sobre la de los últimos diez años. A ello se asocia la elevación del nivel del mar y las capas de nieve. Los efectos más adversos lo sufrirán los países en desarrollo que son los más vulnerables y los menos capacitados para adaptarse al cambio climático. Al respecto, Petersen (2003) señala que en la historia de nuestro planeta la temperatura promedio conservó la misma relación durante 150 mil años. Hoy día, los cambios climáticos se presentan en menos de una década; lo peor del caso es que los productos agrícolas no crecen cuando la temperatura cambia aceleradamente y la agricultura no tiene el mismo rendimiento que antes. Asociado a lo anterior, la humanidad enfrentará la falta de disponibilidad de recursos naturales como agua, bosques y las reservas de peces. El mismo autor pronostica que algunos de los 25 países en desarrollo (con una población de cerca de 250 mil millones) sufrirán una escasez extrema de agua fresca alrededor del 2020, y que los procesos migratorios del siglo XXI se deberán a la búsqueda de agua. El tercer desafío se relaciona con los nuevos perfiles que está adquiriendo la violencia, la cual es definida por la Organización Mundial de la Salud como “el uso o la amenaza de la fuerza física en contra de otra persona o de uno mismo o de un grupo o comunidad, que puede resultar en heridas, daño a la salud o muerte de las personas afectadas” (Laisney, 2003:97). Según este mismo organismo, 565 niños o jóvenes mueren cada día en el mundo como resultado de la violencia, y las tasas de homicidios de jóvenes entre 10 y 29 años, alcanzan 84 por cada 100 mil en Colombia, y hasta 156 en el sexo masculino. En México, los homicidios constituyen la segunda causa de muerte en jóvenes de 15 a 34 años de edad. Por otra parte, más del 75% de los delitos tiene por objetivo robar, quienes lo hacen son preponderantemente hombres jóvenes (Mascher, 2000). En Latinoamérica, la mayoría de las víctimas de homicidio son hombres jóvenes 69% tienen entre 15 y 29 años); pero el 28% son adolescentes que apenas cuentan con 10 y 19 años de edad. Lo grave es que todos los grados de violencia, desde el robo y la riña callejera hasta el homicidio, los adolescentes y jóvenes son tanto víctimas como victimarios. 4 Los costos de la violencia representan, según el Banco Mundial (2008), entre el 10 y el 15% del PIB en América Latina. Por estas razones, la violencia se asume como una epidemia y un problema bidimensional porque es social y de salud pública. Cabe destacar que diversos estudios muestran una relación directa entre el aumento de la violencia y la desigualdad, de tal forma que la iniquidad en la distribución del ingreso y la falta de oportunidades que tal iniquidad genera, favorece su presencia; en este sentido los países más polarizados son los más violentos. Además de la iniquidad, se ha determinado un importante conjunto de variables sociales y culturales desencadenantes de la violencia: redes sociales agotadas, aislamiento social, familia desintegradas, solidaridades sociales debilitadas, Estado sin voluntad de establecer un sistema de protección social adecuado, y pérdida de los valores morales, sin embargo, ninguna de ellas por sí sola es determinante de la violencia ya que este es un fenómeno multicausal y multidimensional (Laisney, 2003). En opinión de muchos, la globalización ha acabado con los modos de vida tradicionales y con las comunidades locales, y representa una amenaza para la sostenibilidad medioambiental y la diversidad cultural. A medida que se acelera el actual proceso de interacción e interconexión transfronterizas, crece la polémica acerca de las desigualdades, no sólo entre los países, sino también dentro de los países, así como sobre sus repercusiones para la población, las familias y las comunidades. Sumado a este panorama, se encuentra la presencia de una creciente inquietud acerca del rumbo que está tomando la globalización en estos momentos. Sus ventajas quedan fuera del alcance de muchos, mientras que los riesgos que implica no pueden ser más reales. Su volatilidad amenaza tanto a ricos como a pobres. Se están generando enormes riquezas, pero persisten los problemas fundamentales, que son la pobreza, la exclusión y la desigualdad. La corrupción se ha extendido; el terrorismo mundial amenaza a las sociedades y el futuro de los mercados abiertos resulta cada vez más incierto. En definitiva, la gobernabilidadglobal está en crisis. Los beneficios de la globalización se han distribuido de forma desigual (Arocena, 2001), tanto dentro de los países como entre ellos. Existe una polarización creciente entre ganadores y perdedores; la brecha entre países ricos y pobres se ha ensanchado. En este marco, el rol social de las universidades es trascendental. Junto a las tradicionales tareas de formación, el énfasis hoy también está puesto en cómo la institución universitaria concibe y promueve la producción de conocimiento y el uso que de él se hace, tanto en el debate político sobre los grandes temas del desarrollo, como en el diálogo y la participación social sobre estos asuntos. La emergente sociedad del conocimiento da una importancia, como nunca antes, a la educación permanente (Tedesco[b], 2000) y a la venta del conocimiento como la mercancía más valiosa. Vivimos en una época en que la riqueza está dada esencialmente por el valor agregado de los productos, resultado de las tecnologías de punta informática, microelectrónica, robótica, biotecnología y de la investigación científica, y no ya por los recursos naturales, la tierra o el precio de la mano de obra. Esta revolución tecnológica ha sido monopolizada por un proyecto ideológico neoconservador que, capitalizando el colapso del socialismo real, se presenta como modelo único sin alternativas viables, como fin de la historia (Castells, 1998). Así, 5 este tipo de globalización, denominada neoliberal, favorece un círculo vicioso que beneficia a los que tienen capacidad competitiva y excluye permanentemente a quienes carecen de dicha capacidad (Herrera, 2004). El desarrollo social siempre se ha basado en el conocimiento; sin embargo, la relación entre conocimiento y crecimiento económico y entre conocimiento y desarrollo humano, no siempre ha sido comprendida e integrada como eje estratégico en los planes de gobierno. Hoy día, estas relaciones son evidentes porque los indicadores internacionales coinciden con el hecho de que la investigación y el desarrollo tecnológico constituyen un factor crítico tanto en el desarrollo humano, como en el crecimiento económico. De hecho, el balance del estado de la ciencia y la tecnología, y de los beneficios que ha generado a economías emergentes, obliga a plantear una perspectiva de amplio espectro, que supere las condiciones determinantes de asimetrías, pero que también marque nuevas pautas y parámetros del papel que las ciencias juegan en la vida cotidiana y productiva de los países. El núcleo del discurso hegemónico de la globalización lo constituyen las ideas de la competencia y el mercado como elementos articuladores y reguladores de la vida social (Ordorika, 2006). La competencia global por los mercados y la innovación tecnológica interactúan de tal forma que se ha producido una globalización económica anárquica, que constituye el mejor escenario para el desarrollo de conflictos geopolíticos, cuya base es la evidencia de que las promesas apostadas a este modelo económico no han mejorado la condición de vida de la mayor parte de la población en el planeta. La globalización incide de forma evidente en las instituciones de educación superior a través de la reducción de recursos públicos y de los procesos de privatización (Didou, 2002). Esto incluye no sólo el acceso al capital financiero sino también a capital cultural y depende, no sólo de la posición de una universidad en particular, sino la posición de la nación en el campo mundial del poder. La capacidad de las sociedades para innovar los procesos de producción, distribución y uso crítico de la información y transformarla en conocimiento socialmente útil, es lo que marca la diferencia entre las economías. Por ello, los gobiernos deben trabajar con el sector productivo y la sociedad civil para crear las condiciones que garanticen expandir permanentemente su capacidad para producir, usar y distribuir constantemente conocimiento. La utilización intensiva de conocimientos coadyuva a la disolución de las formas burocráticas de gestión institucional porque obliga a renovar permanentemente las líneas de decisión en función de la acumulación y el intercambio de conocimientos; y determina que la distribución de conocimientos sea mucho más democrática que la distribución de cualquier otro factor tradicional de poder (Tedesco, 2000). Bajo esta perspectiva, el conocimiento se reconoce como un bien social que no debe estar sujeto a las pautas comerciales, ni a la dinámica del mercado. Consecuentemente, el conocimiento, la información y la comunicación simbólica se han convertido en las fuentes más importantes de productividad y ganancia, al menos en los países avanzados. (Marginson, 2004). De esta forma los bienes y servicios del conocimiento son las mercancías más valiosas y los medios de producción más importantes. En este marco todos los procesos sociales se analizan a partir de costo-beneficio, en lo que constituye una reducción economicista de la vida social. 6 En la actualidad, es cada vez mayor la afirmación que los países tienen que hacer un uso más intenso del capital intelectual de las universidades, como parte de su esfuerzo para competir efectivamente en el mercado mundial y hay un crecimiento de la conciencia pública, de que la revitalización de la economía puede ser solamente lograda si todos los sectores de la sociedad actúan conjuntamente. Es la visión que puede alcanzarse desde la perspectiva de las naciones que más necesitan de un firme desarrollo de sus potencialidades, a través de la educación en todos sus niveles, y del aporte que de la ciencia y la investigación puede esperarse, para salvar la brecha de su histórico rezago. Este contexto demanda de las sociedades y sus instituciones una postura crítica, pero a la vez, propositiva pues, como señala Gorostiaga (2001) la Era Geocultural, propia del siglo XXI, tiene como uno de sus ejes la importancia estratégica del conocimiento tanto para mejorar los procesos productivos, como para alcanzar el bienestar genérico de todos los sectores sociales y un alto grado de desarrollo humano sostenible de los países. El surgimiento de una economía y una sociedad basadas en el conocimiento (UNESCO, 2005) obliga a iniciar un periodo de transición que incorpore reformas económicas, políticas y sociales que incentiven el acceso a la información; y al mismo tiempo promuevan el desarrollo y consolidación de las tecnologías de información y comunicación. Los cambios globales en que se encuentra inscrito el desarrollo de las ciudades que afectan tanto a las instituciones creadas en la modernidad, como al tipo de relaciones que las definen. La economía global es desigual porque a pesar de que afecta la dinámica integral de todo el planeta, no provee los mimos beneficios a regiones, naciones o personas; es decir, brinda impactos diferenciados en función de su ubicación en la división internacional del trabajo; lo mismo ocurre con capital o con conocimientos y se traduce en profundas asimetrías en todos los niveles. Este proceso provoca una suerte de estancos regionales que aglutinan a los países a partir de su capacidad para generar conocimiento en distintos niveles que van desde aquellos países que tienen la capacidad para imponer una agenda mundial trasnacional, hasta aquellos que se ubican en una suerte de technoapartheid que corresponden a las regiones que quedan fuera de la economía y cuyo factor común es la miseria y la exclusión (Arocena y Sutz, 2001). Las variaciones entre países reflejan una dinámica caracterizada por su enorme heterogeneidad y diferenciales ritmos de crecimiento y modernización que combinan tanto el potencial de sus recursos como sus tradiciones y fortalezas científicas. En este marco, las fuerzas del mercado han incrementado su presión sobre el tipo de conocimiento que es conveniente generar, dejando de lado la autonomía de la que siempre disfrutó el desarrollocientífico y la educación superior particularmente, las universidades. Uno de los efectos negativos de esta tendencia es que el desarrollo científico (Ismodes, 2001) puede ser reducido a una fuerza de producción, con lo que podría perder, de manera gradual, su intrínseco valor cultural, y con ello, legitimar políticas científicas que se orienten exclusivamente a la aplicación directa del conocimiento al mercado. 7 En este sentido, la globalización se ha desarrollado en un vacío ético, donde la cuestión del éxito o el fracaso de los mercados (Aponte, 2004) tienden a convertirse en la norma última de comportamiento, y donde la actitud basada en el lema «el ganador se lo lleva todo» debilita la estructura de las comunidades y las sociedades. Bajo esta perspectiva no cabe duda de que es tiempo de participar en la definición del tipo de universidad pública que deberemos construir en el siglo XXI, y las preguntas centrales son: ¿Qué deberá hacer la universidad pública para que la cultura se constituya en el paradigma del siglo XXI? ¿Qué deberá hacer la universidad pública para insertarse críticamente en la globalidad, sin convertirse en pieza clave del modelo de mercado que tiene como prioridad la mercantilización del conocimiento? A la luz de estos elementos de juicio cabe preguntarse, si limitando y controlando el acceso de los jóvenes a la educación superior, si impulsando su privatización, si liberando al Estado de su responsabilidad financiera ante la educación superior, ¿la ciencia y la tecnología, lograrán superar la brecha existente? Preguntarse además, si convirtiendo al conocimiento y la formación académica que se obtiene en la educación superior, en un bien de consumo, que se compra y se utiliza exclusivamente en beneficio propio, ¿se logrará mejorar el sombrío panorama de los países en desarrollo? Desde luego, que una meta tan ambiciosa exige el desarrollo de formas alternativas de organización política y social que puedan contribuir a la constitución de nuevos modelos de convivencia humana y de un orden mundial más equitativo. En este marco, la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI, 2005), fase de Túnez, (2005), planteó como un compromiso de primer orden, desarrollar y aplicar una respuesta eficaz y sostenible a los retos y oportunidades para construir una Sociedad de la Información verdaderamente mundial en beneficio de todos los pueblos. Si el objetivo es incorporar a la sociedad mundial en un plano de equidad y con ello a la inmensa mayoría de los habitantes del planeta, será entonces necesario revisar e introducir cambios sustanciales en la estructura, el contenido y hasta la orientación de los sistemas educativos en particular de nivel superior. Esto requiere de varios niveles de transformación institucional, tendientes a generar vías de ida y vuelta entre universidad y sociedad; así como a crear condiciones para la producción de conocimiento científico útil y pertinente a la agenda de desarrollo. De esta forma, la gestión social del conocimiento, donde las universidades deben jugar un importante rol, debe caracterizarse por una mayor pertinencia. La educación superior está enfrentada a un enorme desafío; para afrontarlo con posibilidades de éxito, será imprescindible encarar con firmeza su transformación y en consecuencia emprender los cambios necesarios, es decir, aquellos que puedan dotarla de la máxima responsabilidad social, entendiendo por tal la capacidad de satisfacer, sin limitaciones ni discriminaciones de tipo alguno, la creciente demanda de una educación masiva de calidad, altamente pertinente ante los requerimientos de la sociedad. Estos desafíos globales conducen a asumir que la función social de la universidad será formar integralmente al profesional o al científico en el marco de una permanente reflexión humanista (Herrera, 2008) que amplíe su horizonte de 8 comprensión acerca de los acelerados cambios que están configurando la sociedad mexicana, y mundial, del siglo XXI (Figura No.1). Figura No.1 Retos de la Educación Superior en la sociedad contemporánea Las universidades tendrán que construir un modelo de autoevaluación que, además de permitirles establecer el grado de coherencia entre lo que han definido que son o quieren ser, y lo que efectivamente logran, deberá constituirse en el elemento dinamizador de un proceso permanente de cambio o de ajuste, orientado a la búsqueda de la calidad, en el marco de las intenciones explicitadas en su proyecto educativo institucional y en su misión. La construcción inteligente de un sistema de educación superior que cuente con instituciones fuertes, competentes desde el punto de vista académico, pero además comprometidas éticamente con la problemática de su tiempo y de su entorno, puede constituir una de las contribuciones esenciales para cimentar definitivamente esa paz basada en la justicia. El asunto tiene que ver más bien con la responsabilidad social de las universidades para estar atentas a los ritmos de transformaciones del entorno, a sus contradicciones y a su complejidad, pero también dar respuesta a las expectativas 9 de las jóvenes generaciones de mexicanos que tienen apostados sus proyectos de vida a la mejor, más rigurosa y crítica formación universitaria. En este sentido es necesario asumir que el perfil universitario tiene como función formar individuos que se inserten críticamente al momento que les tocó vivir, que construyan con creatividad soluciones, que tengan capacidad para generar proyectos sociales alternativos y que propicien la incorporación del país en la globalidad, pero con el sólido conocimiento de lo que nos conviene como nación (Herrera, 2004). Para ello se requiere que las universidades tengan una misión central que cumplir en las sociedades contemporáneas, que vaya más allá de las tareas decisivas de generar nuevos conocimientos a través de la investigación y trasmitirlos en la docencia. Los recintos universitarios deben ser espacios que se ocupen de formar hombres cultos, aptos para participar en la vida cívica que tienen que hablar de manera responsable. Las universidades deberán poner al hombre en el centro de la cultura, de la civilización, del saber, en los términos de dignidad fundada en los valores de racionalidad y libertad, de responsabilidad y tolerancia. Las tareas que deben realizarse son múltiples y abarcan, prácticamente, la reestructuración de todas nuestras instituciones; en particular la educación superior tendrá que enfrentar el impacto del acelerado desarrollo científico-tecnológico, ya que su reestructuración implica el diseño de modelos alternativos de formación universitaria orientados a la generación del conocimiento. Pero como señala Brovetto (2003:4), “concebimos al conocimiento como un bien social (…) que resista la imposición de pautas, modelos y enfoques determinados con criterios comerciales, que generarán mayor dependencia y dificultarán la legítima intención de los países de impulsar políticas sociales y culturales propias en el área educativa, lo que representa, ni más ni menos, que una profunda erosión a la soberanía”. La transición hacia la sociedad del siglo XXI constituye una oportunidad para que las universidades públicas asuman el desafío de enriquecer su misión y perspectivas, proponiéndose la generación de conocimientos y la formación de futuras generaciones de universitarios que participen en la construcción de esquemas sustentables de organización social y que, respetando la pluralidad de lo humano, sinteticen las ventajas de un futuro común. Ello deberá hacerse en el marco de un proceso de globalización cuya prioridad sean las personas; es decir una globalización justa e integradora, basada en una visión de humanidad compartida en un solo planeta. Tal perspectiva implica que en la nueva Responsabilidad Social Universitaria, la educación superior y la investigación sean los motoresde cambio para generar un conocimiento crítico que es fundamental para países pobres que necesitan derrotar los difíciles obstáculos que se oponen al desarrollo (GUNI, 2008). Pero en un océano de problemas y carencias no es sencillo ni probable que las funciones educativas que más se desarrollen en estos medios sean precisamente las que apunten a producir mentes originales. De este modo una de las funciones fundamentales de la educación superior será la de de extensión universitaria, la cual puede dirigirse a cerrar las brechas cognitivas y a contribuir en superación de la pobreza y de la inequidad. La transición a la sociedad de la información y del conocimiento implica poner una atención especial a: a) la situación particular de los pueblos indígenas, así como, a la conservación de su patrimonio y de su legado cultural; b) la plena participación de 10 las mujeres para garantizar la integración y el respeto de los derechos humanos; c) el papel de las TIC en la protección y en la mejora del progreso de los niños; d) la capacitación de los jóvenes como contribuyentes clave para la construcción de esta sociedad y e) el diseño de políticas públicas que contribuyan a la reducción de las asimetrías y al acceso universal del conocimiento. Es preciso señalar que no sólo es responsabilidad del Estado fortalecer a la educación superior y contribuir a que nuestros pueblos alcancen los más altos grados de desarrollo humano sostenible (Henderson, 1994); las universidades mexicanas, sobre todo las públicas, tienen una responsabilidad y un compromiso fundamentales con los objetivos y los intereses de la sociedad que está transitando hacia la configuración de nuevos perfiles; sus funciones educativas y culturales, así como, su organicidad e identidad histórica las convierten en el espacio donde podemos reflexionar acerca de la complejidad de nuestro tiempo y donde nos reflexionamos a nosotros mismos como piezas fundamentales de dicha complejidad. La responsabilidad ética de la acción social de las universidades(Conferencia Regional, Bello Horizonte, 2008), su relevancia, excelencia y las formas emergentes con que se articulan en la sociedad, constituyen la base para que puedan convertirse en instituciones sinérgicas capaces de establecer nuevos esquemas de cooperación solidaria con el sector privado, los gobiernos y las organizaciones de la sociedad civil. Cabe destacar que el principio que anima los diversos encuentros realizados en la región es el reconocimiento de que la educación superior es piedra angular en el desarrollo social de todos nuestros países; sin ella América Latina y el Caribe difícilmente se insertarán críticamente a un entorno mundial que exige de patrones sociales y culturales basados en el conocimiento. De esta forma, el sentido de la responsabilidad social de la universidad pública implica el diseño de alternativas dirigidas a garantizar la inclusión social y el mejoramiento del bienestar genérico de nuestros pueblos, pero no puede pasarse por alto la capacidad autónoma de las instituciones de educación superior para definir sus políticas y prioridades, así como sus principios y sus fines fundamentales. De ahí que no pueda ser asumida como una proposición tan evidente que se admita sin necesidad de una demostración y cuyos referentes sean universales y universalmente aceptados; eso sería hacer de ella un dogma de fe. La Responsabilidad Social Universitaria tiene un contenido específico en función del contexto concreto en que se inserta una institución universitaria y en el marco de problemáticas complejas, pero delimitadas histórica y socialmente (Herrera, 2008). 11 CAPÍTULO II UNIVERSIDAD-SOCIEDAD En América Latina y el Caribe, de manera muy general, el cambio en el perfil de las universidades públicas no ha obedecido a claros proyectos de país o de región que expliciten el papel del conocimiento en el desarrollo social; por el contrario, han sido resultado de la convergencia de tres factores: 1. La presión internacional determinada por el impacto de la globalización y los acuerdos comerciales que extendieron su influencia a la educación superior. 2. La revolución científico-tecnológica, en particular el acelerado desarrollo de las tecnologías de información y comunicación, que favorece la velocidad en la comunicación, y el diseño de modalidades alternativas de aprendizaje basadas en el uso extensivo e intensivo de tales tecnologías. 3. La aplicación de políticas públicas de educación superior que reflejaron una enorme receptividad a las recomendaciones de los organismos crediticios multilaterales (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) distantes de la reflexión acerca de la naturaleza de la educación. 2.1. La presión internacional determinada por el impacto de la globalización y los acuerdos comerciales que extendieron su influencia a la educación superior. Existen múltiples dimensiones de la globalización, Castells (1999) identifica al menos tres esferas significativas: la economía, la sociedad y la cultura. Para muchos autores, sin embargo, la globalización es esencialmente un nuevo orden económico, una “fuerza que está reorganizando la economía mundial” (Carnoy y Rhoten, 2002:1).En los sectores más avanzados de la economía, el intercambio de mercancías, las transacciones financieras, las innovaciones estratégicas, la administración corporativa e incluso la producción, tienen lugar a nivel global y en tiempo real. La reorganización de los procesos económicos esenciales se funda en el uso de tecnologías de la información y la comunicación que, al igual que los procesos de innovación, hacen un uso intensivo de conocimiento (Carnoy, 1999). Consecuentemente, el conocimiento, la información y la comunicación simbólica se han convertido en las fuentes más importantes de productividad y ganancia, al menos en los países avanzados (Marginson, 2004). De esta forma, los bienes y servicios del conocimiento son, al mismo tiempo, las mercancías más valiosas y los medios de producción más importantes. El núcleo del discurso hegemónico de la globalización lo constituyen las ideas de la competencia y el mercado como elemento articulador y regulador de la vida social. Esta visión se presenta como “natural”, la única posible, homogénea y aceptada por todos (Marginson, 2000). En esta lógica, la sociedad está constituida por un conjunto de individuos independientes que toman decisiones racionales de manera autónoma, al margen de su entorno y de su comunidad. En la toma de decisiones, los individuos maximizan su bienestar individual a partir de cálculos racionales. En este contexto, el cambio en la naturaleza y capacidad de acción de los Estados nacionales y la expansión continua de los mercados, en particular hacia el ámbito de 12 la producción de conocimientos y la educación, explican en gran medida, la reducción de la confianza de la sociedad frente a la universidad. (Marginson y Considine, 2000; Slaughter y Leslie, 1997).De este modo, todos los procesos sociales (no sólo los económicos o los relacionados con los mercados) se analizan a partir de esquemas de costo-beneficio, en lo que constituye una construcción economicista de la vida social. Bajo esta perspectiva, la esfera de lo público pierde todo sentido y validez frente al ámbito de lo privado (Marginson, 2007); las actividades, espacios e instituciones públicas pierden así legitimidad ante los ojos de la sociedad. La centralidad económica de sectores como la producción de conocimientos y la provisión de servicios, han dado al capital una enorme movilidad que incrementa de manera definitiva su condición de fuerza frente al trabajo. Estos cambios han implicado una profunda transformación de la sociedad contemporánea en términos de la relación entre las fuerzas del capital y el trabajo, y han favorecido a su vez, la capacidad mundial para realizar grandes movimientos financieros a travésde regiones y fronteras a una velocidad casi instantánea. El impacto de la globalización se hace sentir en los diversos órdenes de la sociedad en todos los países del mundo. Por supuesto, su repercusión también es notable en el ámbito de la Educación Superior, presionando hacia el planteamiento de nuevos desafíos y hacia la redefinición de las responsabilidades de los agentes encargados de la misma, tanto las que conciernen a la escuela como las que competen a otros actores de la vida social. A respecto, debe enfatizarse que la globalización también se materializa, de manera notable, en la emergencia de nuevos mercados y relaciones de mercado para instituciones y productos de la educación superior (Ordorika, 2002). Es decir, el impacto de la globalización, se estructura como un proyecto destinado a privatizar y mercantilizar todo lo que aparece como servicio público (la educación no es la excepción), y reconvertirlo en partes de mercado para el usufructo y la obtención de beneficios de parte del empresario mundial–local; en tal sentido las políticas de gobierno en dicho patrón de poder procuran el adelgazamiento del Estado. Las tendencias a la mercantilización (García Guadilla, 2007) obedecen a una gran variedad de políticas estatales que buscan convertir a la institución universitaria, en una organización que define sus acciones en función de relaciones mercantiles, y de operaciones del tipo compra–venta de productos educativos; tal y como termina siendo asimilada la propia posesión de un título universitario, como un bien privado más que como la posibilidad de contribuir al engrandecimiento de lo social, y como la expresión de un bien público. Este significado se agudiza en un contexto social en el que la juventud de nuestros países esta siendo cada vez más encaminada a un futuro de exclusión social. Durante muchos años, el Banco Mundial (2003) ha estado promoviendo un plan de reforma para la educación superior, orientado hacia el mercado más que a su carácter como bien público. Sus características clave son la privatización, desregulación y mercantilización de la educación superior en donde, la administración, calidad y rapidez de la información se vuelve esencial para la competitividad económica. En este punto es importante precisar que los cambios que se están dando implican una transformación profunda en las formas y dinámicas de producción (OIT, 2004), 13 las cuales requieren de organizaciones que se adapten permanentemente a los cambios, y de trabajadores creativos, capaces de innovar, de incorporar aprendizajes a sus labores cotidianas, de tomar decisiones y de obtener y manejar información (Aponte, 2004), con el fin de usarla productivamente para elevar la eficiencia de la economía. En consecuencia se plantea que para alcanzar posiciones estratégicas de vanguardia en un contexto de globalización y de transformaciones en los ámbitos técnico, económico y social y cultural, la educación (Porter, 2004) debe estar dirigida a formar un capital humano altamente calificado. En las economías desarrolladas hay suficiente evidencia como para demostrar que los sectores que utilizan sistemáticamente insumos de conocimiento científico y fuerza laboral educada crecen más rápidamente y generan mayores ganancias. El impacto de la globalización en la educación es múltiple (Pusser, 2005) contradictorio, ambiguo y polisémico; pero en general presiona a que la educación superior sea acorde al nuevo paradigma global. Los efectos de este proceso pueden observarse en los siguientes aspectos: a) La irrupción del modelo en la escena educativa ha impactado en la formación de un polo educativo altamente tecnologizado, con educación virtual, corporativa y de transición educativa hacia los sistemas de mercado, b) La explosión de nuevas tecnologías, y el surgimiento de nuevas formas de producción y utilización del conocimiento, c) El cambio organizacional de las instituciones de enseñanza superior que se han visto precisadas a adoptar un conjunto de medidas y acciones institucionales d) La convergencia de políticas, sistemas, instituciones, currícula y grados académicos, que tienden hacia la divergencia y la diferenciación de los mismos aspectos. e) La preocupación de cómo enseñar y en cómo aprender en la educación superior 2.2 La revolución científico-tecnológica, en particular el acelerado desarrollo de las tecnologías de información y comunicación. La humanidad enfrenta, hoy día un mundo mucho más complejo que el que experimentaba; hace muy pocas décadas, al mismo tiempo tiene la certeza de que el desarrollo científico representa una esperanza de vida, por ejemplo los avances médicos pueden mejorar la calidad de vida por su enorme potencial anticipatorio; se han generado nuevos materiales que hacen más confortable la vida y que no dañan el ambiente y dada la evidencia con que se cuenta se sabe que el conocimiento es el factor más importante de desarrollo sustentable y crecimiento económico del siglo XXI. Sin lugar a dudas en muchos países del mundo, se está transitando en la construcción de una sociedad basada en el conocimiento y este movimiento internacional está impulsado el desarrollo exponencial de grandes avances, nuevos inventos y descubrimientos (Echeverría, 2003); la biología (biotecnología), la nanotecnología y la infotecnología tienen y tendrán un protagonismo importante en los últimos progresos y adelantos alcanzados. En pocos años, la innovación tecnológica (Brunner, 2001) puede hacer posible una revolución industrial con la 14 construcción de nanomáquinas. También se sabe que aún no se produce el 75% del conocimiento que la humanidad utilizará en el año 2050. Por ello es claro, que en el momento actual, la inserción estratégica futura de cualquier país, tiene como punto de partida la reafirmación de su autonomía estratégica relativa, que es a su vez, es consecuencia directamente proporcional de la capacidad de dicho país para avanzar en la frontera científico tecnológica mundial. Los países desarrollados basan su crecimiento económico en la demanda de conocimientos dirigida hacia las instituciones de investigación, entre ellas, las universidades (Tedesco [a], 2000). Las economías emergentes, sobre todo las asiáticas, impulsaron su crecimiento tras la reactivación económica de Europa y Japón durante la posguerra; su impresionante auge en un periodo corto de tiempo condujo a denominarlos los tigres del sudeste asiático. Recientemente, los grandes cambios productivos en la economía mundial tomaron un nuevo impulso, cuando China e India se abrieron al comercio y a la inversión extranjera directa, a fines de los años setenta y, sobre todo, durante la década de los ochenta del siglo XX. Al tratarse de países continentales con una gran población, abundantes recursos naturales, mano de obra y científicos e ingenieros altamente preparados, y una creciente capacidad para absorber y desarrollar progresivamente nuevas tecnologías, se convirtieron en actores principales de la producción mundial, capaces de perturbar el equilibrio tradicional entre las empresas transnacionales de Estados Unidos, Europa y Japón. Por ejemplo en la India, a raíz de la creación de la Comisión Nacional de Conocimiento (http://www.knowledgecommission.gov.in/default.asp) se plantearon tres acciones estratégicas: 1. El acceso universal a la educación ya que se considera que es la piedra angular del desarrollo y la condición mínima para constituirse en sociedad del conocimiento. 2. El papel crítico de las universidades en la economía y en la sociedad. Estas instituciones generan conocimiento, transmiten conocimiento y difunden conocimiento. Por ende, la estrategia planteó que las universidades debían ser flexibles, innovadoras y creativas. Ellas deben atraer a los mejores talentos ya sean estudiantes o maestros. No será posible la transformación total del sistema educativo sin la reforma delas universidades. 3. El derecho universal a la educación implica destinar un financiamiento adecuado para cubrir todos los requerimientos que demanda el logro de los estándares de calidad. La responsabilidad del gobierno debe reconocerse en todos los niveles. Una sociedad en donde los conocimientos, la ciencia y la tecnología juegan el eje central de una perspectiva inteligente de desarrollo, tendrá que asumir que la educación superior, juega un papel estratégico. En esta dinámica, la ciencia es considerada como el recurso para el crecimiento económico e industrial (Didou, 2005) así como también una actividad cultural universal, intrínsecamente valiosa. En este momento si bien no se puede señalar que el perfil de sociedades del conocimiento sea homogéneo, tampoco se puede negar los beneficios del desarrollo del conocimiento de la información, de la comunicación, de la ciencia y de la tecnología y de su democratización en la mayoría de la población. Desde esta perspectiva debe tenerse cuidado de no circunscribir el concepto de la sociedad de información al marco de la globalización neoliberal, cuya principal meta 15 ha sido acelerar la instauración de un mercado mundial abierto y autoregulado. Política que ha contado con la estrecha colaboración de organismos multilaterales como la Organización Mundial del Comercio (OMC, 2009), el Fondo Monetario Internacional (FMI y el Banco Mundial 2009). Lo anterior, debe asegurarse en América Latina y el Caribe (Ocampo, 2002) porque esta región se encuentra determinada por su ubicación de exclusión en el marco de brechas y asimetrías en el conocimiento, en la innovación tecnológica y en la revolución de la ciencia y de sus aplicaciones. Es preciso remontar el desalentador estado en que se encuentran las instituciones educativas de la región, que se ven constreñidas a llevar a cabo procesos que tienen que ver más con la transferencia de conocimientos o con su imitación, que con la innovación y creatividad desde la perspectiva de una cultura propia y de una identificación clara de las prioridades sociales y económicas en beneficio de las mayorías de sus poblaciones. El acceso a la información y, más aún, al conocimiento no puede estar mediado por criterios burocráticos por el contrario deber permanecer libre, sin barreras ni restricciones. Esto quiere decir que las barreras de acceso al conocimiento y del libre tránsito de información no deben obedecer a las reglas del mercado; porque el conocimiento y la información son, ante todo bienes públicos. El valor social y económico de la información radica en su reconocimiento individual o colectivo, así como en la necesidad de utilizarla y distribuirla. La sociedad actual, denominada sociedad de la información (Castells, 1999) no sería tal si no se considera como prioridad el que todos los grupos que la forman ejerzan su uso crítico como parte de la riqueza humana que propiciará el crecimiento sostenido. Es impostergable generar conocimiento como un insumo básico para el desarrollo cultural, económico y político de México. Los centros de innovación tecnológica son actores clave de este modelo productivo: aglomeraciones de conocimientos científicos, técnicos, instituciones, empresas y trabajos cualificados son los elementos dinámicos del mismo. Pero el interés central no es el desarrollo del conocimiento científico y tecnológico, sino el impacto en su aplicación comercial (García Guadilla, 2002). En México, se observan casos exitosos de innovación en el diseño estratégico, en la formulación de políticas para incentivarla, como es el caso de los estímulos fiscales, en el diseño de estrategias de apoyo a la calidad mediante el mejoramiento de sistemas integrados, en el diseño de ambientes favorables para la promoción de nuevos mecanismos de cooperación y en el desarrollo de sistemas de información que detecten las necesidades del sector productivo. En un número reducido de casos, se da la transferencia, generalmente por motivaciones económicas dadas las posibilidades de un mercado potencial para la tecnología que se pretende transferir.Pero en términos generales, es indudable que en nuestro país las empresas (Bernstein, 2000) son uno de los eslabones más débiles de la innovación, la infraestructura para la innovación es escasa, pocas empresas tienen unidades de investigación y desarrollo tecnológico o de ingeniería y muy pocas cuentan personal dedicado a actividades de I&D o de ingeniería. El sistema de ciencia y tecnología deberá orientarse al fortalecimiento de las economía nacional y a promover transformaciones estructurales profundas basadas en nuevas políticas para estimular la innovación (OEA, 2005). Del mismo modo, es preciso impulsar la capacidad científico-tecnológica (recursos humanos, 16 infraestructura, instituciones, de investigación y estrategias para el aprendizaje tecnológico) e incentivar un intenso proceso de innovación en varios nichos de mercado, con productos que cubran una amplia gama de bienes y servicios (Alcázar, 2004). Atender esta situación resulta hoy día ineludible y exige iniciar un esfuerzo multidimensional, basado en el claro establecimiento de prioridades y en el impulso de los factores que han demostrado una amplia capacidad para estimular el crecimiento económico, el desarrollo humano sostenible y el bienestar genérico para todos los habitantes del país. Entre éstos, figuran de manera primordial el desarrollo científico-tecnológico, la innovación y la educación superior. Las políticas de desarrollo no responden a recetas únicas, tales como la transferencia acrítica de tecnologías para llevar modernidad a los pueblos. Urge aprovechar el potencial de la ciencia y redefinir su papel en México. Una nueva conciencia de la ciencia, sistémica y humanística, que asimila la incertidumbre y los compromisos de valor y que abarca comunidades extensas de evaluación social, comienza a asumir la causa del conocimiento público (Ordorika, 2004). Las organizaciones internacionales, en materia de educación, como la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), sostiene que entre los retos fundamentales a enfrentar en los próximos años en materia educativa, principalmente en los países de América Latina, el Caribe y América del Norte, de la cual nuestro país forma parte, estaría el adoptar y fortalecer el uso de tecnologías de información y comunicación en la gestión de los sistemas educativos y en los procesos de enseñanza - aprendizaje (UNESCO, 2005). Cabe aclarar que la propuesta de inclusión tecnológica se asume desde la perspectiva de diversificación de la oferta educativa. La UNESCO (1996, 2005) en su último informe sobre la educación superior en América Latina y El Caribe, reconoce que la educación virtual y a distancia es el aprovechamiento pleno de las posibilidades que ofrece la digitalización, que requiere del desarrollo de modelos pedagógicos flexibles y con procesos de aprendizaje enfocados hacia la indagación e investigación, la reingeniería en la organización institucional y el aprendizaje independiente y colaborativo entre la comunidad estudiantil. En este nuevo escenario, las redes de producción, comunicación y difusión del conocimiento operan de manera extremadamente dinámica, han sido la salvaguarda institucional del conocimiento percibido como un bien público. Esto plantea desafíos para reducir la exclusión y la marginalidad y para aumentar la participación y la autonomía democráticas a escala planetaria. En este marco, se plantea el desafío de un proyecto de sociedad donde la información sea un bien público, no una mercancía, la comunicación un proceso participativo e interactivo, el conocimiento una construcción social compartida, no propiedad privada, y las tecnologías un soporte para todo ello, sin que se conviertan en un fin en sí mismo. Las transformaciones en los estilos de vida y de comportamientoasí como el desarrollo de nuevos hábitos de consumo y de satisfacción personal y grupal, son otro factor de cambio con incidencias sobre los demás y que pueden ser maleables a una mayor o menor conciencia. La tendencia del Foro Mundial de la Educación (2005) de utilizar las tecnologías de información y comunicación para democratizar el acceso a la educación. En este 17 sentido, el acceso a la información y el intercambio y la creación de conocimientos contribuyen de manera significativa al fortalecimiento del desarrollo económico, social y cultural, lo que ayuda a todos los países a alcanzar las metas y los objetivos de desarrollo acordados internacionalmente. El desarrollo de infraestructuras, la creación de capacidades humanas, la seguridad de la información y la seguridad de la red son decisivos para alcanzar esos objetivos. Las TIC están haciendo posible que una población sumamente más numerosa que en cualquier otro momento del pasado participe en la ampliación y el intercambio de las bases del conocimiento humano, y contribuya a su crecimiento en todos los ámbitos, así como a su aplicación a la educación, la salud y la ciencia, permitiendo una mayor conciencia acerca de las ventajas que las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) pueden aportar a la humanidad (Castells, 1999). En este sentido, es importante seguir de cerca los progresos hacia la reducción de la brecha digital, teniendo en cuenta los diferentes niveles de desarrollo, con miras a lograr las metas y objetivos de desarrollo internacionalmente acordados (Objetivos del Milenio), y a evaluar la eficacia de la inversión y los esfuerzos de cooperación internacional encaminados a la construcción de la Sociedad de la Información. (Túnez, 2005). Los avances de la tecnología, de las comunicaciones y las redes de datos a gran velocidad aumentan constantemente las oportunidades de los países en desarrollo y las economías en transición (Gibbons, 1997) de participar en el mercado mundial de los servicios. Estas oportunidades incipientes son un intenso estímulo comercial para la inversión en infraestructuras TIC en esos países. Por lo tanto, en el marco de políticas de desarrollo nacionales, los gobiernos deben adoptar medidas para favorecer un entorno habilitador y competitivo propicio a las inversiones necesarias en las TIC. La nueva estructura de la sociedad del conocimiento apuntalada por los constantes avances de la revolución científico-tecnológica (Echeverría, 2003), están empujando al pesado sistema de educación superior no sólo a demandas de nuevas habilidades, conocimientos, competencias y egresados especialistas en áreas de nuevos requerimientos laborales en el sector productivo, económico y social, sino también, a incursionar en modalidades como la educación a distancia , inéditas o incipientes en la mayoría de las instituciones de educación superior (IES) del país. El acceso a la información y el intercambio y la creación de conocimientos contribuyen de manera significativa al fortalecimiento del desarrollo económico, social y cultural, lo que ayuda a todos los países a alcanzar las metas y los objetivos de desarrollo acordados internacionalmente. El empleo de la TIC puede tener enormes consecuencias positivas como instrumento del desarrollo sostenible, reconociendo los principios de acceso universal y sin discriminación para todas las naciones, la necesidad de tener en cuenta el nivel de desarrollo social y económico de cada país, y respetando la orientación hacia el desarrollo de la Sociedad de la Información. Las TIC son un instrumento eficaz para promover la paz, la seguridad y la estabilidad, así como para propiciar la democracia, la cohesión social, la buena gobernanza y el estado de derecho, en los planos regional, nacional e internacional 18 Por otra parte, la virtualización favorece una mayor la cobertura a través de programas de educación y contribuye a disminuir brechas cognitivas. Sin embargo, también empiezan a surgir de nuevos proveedores (Albach, 1999), que ofrecen educación superior transnacional sobre bases comerciales que no toman en cuenta la responsabilidad social de la universidad. Así, se ha producido una importante proliferación de programas de educación superior a distancia de carácter virtual, tanto en las universidades tradicionales como en universidades virtuales creadas ad hoc. Las universidades virtuales y las TIC poseen enormes posibilidades para acrecentar el acceso a una educación de calidad, favorecer la alfabetización y la educación primaria universal así como para facilitar el proceso mismo de aprendizaje, que sentará las bases para la creación de una Sociedad de la Información abierta a todos y de una economía del conocimiento que respete la diversidad cultural y lingüística (Barroto, 2004). Los avances de la tecnología de las comunicaciones y las redes de datos a gran velocidad aumentan constantemente las oportunidades de los países en desarrollo y las economías en transición de participar en el mercado mundial de los servicios. Ello requiere de la infraestructura que permita el uso adecuado y crítico de las TIC en el desarrollo de las capacidades humanas y la creación de aplicaciones y contenidos digitales en idioma local, cuando proceda, a fin de garantizar un planteamiento coherente que conduzca a la creación de una Sociedad de la Información mundial. En este sentido los recursos tecnológicos permitirán el desarrollo de una educación superior de excelencia, polivalente, multifuncional e integral, que ofrezcan mejores perspectivas de desarrollo para toda la vida y para todos los sectores (Herrera, 2002). No se debe perder de vista que el centro del esfuerzo en educación; es la formación humana; cuando se invierta en edificios inteligentes, bibliotecas ultramodernas acceso a los bancos de información, y se imprima el mismo esfuerzo en formar integralmente a los individuos de una sociedad, participaremos en la construcción de una universidad con mayor capacidad de respuesta a los desafíos de la sociedad del siglo XXI. 2.3 La aplicación de políticas públicas de educación superior que reflejaron una enorme receptividad a las recomendaciones de los organismos crediticios multilaterales. A partir de la década de los 80’, se presentaron muy importantes modificaciones políticas, sociales y económicas que indicaban la presencia de nuevas tendencias y profundos cambios en los sistemas educativos de la mayoría de los países de la región. A diferencia de lo que ocurrió en otras latitudes del mundo, en donde los modelos de educación superior se reconstituyeron bajo pautas de orientación hacia la diferenciación institucional, en la región latinoamericana las tendencias y los cambios que se resintieron, hicieron referencia a un largo periodo de contracción de los recursos económicos. En ese momento, dio inicio un largo periodo de contracción económica de carácter general, conocido como el de las décadas perdidas de América Latina y el Caribe, que se prolongó hasta el fin del siglo XX. Para entonces el ingreso real por habitante disminuyó de manera drástica y con ello los recursos públicos orientados hacia las instituciones de educación superior, sobre todo hacia las universidades públicas. 19 En esta panorámica, el saldo negativo que dejó este período produjo una heterogénea geografía educativa tanto en pertinencia como en cobertura y calidad. En cuanto a la pertinencia, cabe señalar que la mayoría de las instituciones de educación superior (IES) perdieron su iniciativa y capacidad para conformar esquemas integrales de desarrollo académico articulados a los planes de desarrollo regional (Herrera, 2002). En este sentido, la vinculación entre las IES y el desarrollo regional se dio a partir de programas de gobierno específicos, lo que produjo un amplio espectro, que fluctuó desde esquemas de vinculación con empresas transnacionales, hasta programas
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