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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
COLEGIO DE HISTORIA 
 
 
 
ORÍGENES DEL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ESTÉTICAS: 
LOGRO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
TESIS QUE PARA OPTAR AL GRADO DE 
LICENCIADA EN HISTORIA 
PRESENTA 
 
 
MARÍA DEL CARMEN SIFUENTES RODRÍGUEZ 
 
 
ASESOR DR. EDUARDO BÁEZ MACÍAS 
 
 
 
 
CIUDAD UNIVERSITARIA 2013 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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1 
 
INDICE DE CONTENIDO 
Introducción………………………………………………………………………… 2 
 
Capitulo 1 Fundación de la Universidad Nacional……………………… ……. 5 
1.1. La Ley Constitutiva e inauguración de la universidad………........ 5 
1.2. La llamada refundación de la universidad (1920)……………….. 18 
1. 3. La necesidad de una autonomía universitaria………………… . 21 
 
Capitulo 2 El estado de la Historia del Arte en México hasta los 
 años treinta………………………………………………………………... 27 
 2.1. Necesidad de un instituto de investigaciones sobre la historia 
 del arte en México……………………………………………………….. 27 
 
Capitulo 3 Orígenes del Instituto de Investigaciones Estéticas……………... 36 
 3.1. La exposición de Manuel Toussaint ante el rector 
Fernando Ocaranza ………………………………………………………. 36
 3.2. El Laboratorio de Arte……………………………………………….. 37 
 3.3. La fundación del Instituto de Investigaciones Estéticas…………. 43 
 3.4. Los investigadores fundadores del Instituto de Investigaciones 
 Estéticas…………………………………………………………………… 51 
 
Capitulo 4 Fondo del Instituto de Investigaciones Estéticas…………………. 61 
 
Conclusiones………………………………………………………………………. 72 
Bibliografía…………………………………………………………………………. 74 
Hemerografía………………………………………………………………………. 76 
Legislación…………………………………………………………………………. 76 
Archivos…………………………………………………………………………….. 76 
Agradecimientos y dedicatorias………………………………………………….. 77 
 
Índice de Imágenes 
Imagen 1 Manuel Toussaint…………………………………………………….... 79 
Imagen 2 Diego Ángulo …………………………………………………………... 80 
Imagen 3 Rafael López …………………………………………………………... 81 
Imagen 4 Justino Fernández …………………………………………………….. 82 
Imagen 5 Plan para establecer un “Laboratorio de Arte” análogo al que 
existe en la Universidad de Sevilla ……………………………………………… 83 
Imagen 6 Oficio firmado por Manuel Toussaint, Rafael García Granados, 
Federico Gómez de Orozco y Justino Fernández……………………………… 84 
Catálogo de documentos………………………………………………………….. 85 
 
2 
 
Introducción 
 
El Instituto de Investigaciones Estéticas, por ser uno de los cuatro primeros 
Institutos de investigación fundados por la Universidad, cuenta con un gran acervo 
documental, gracias a que sus fundadores y los directores que les siguieron 
tuvieron el cuidado de conservarlo. Me sentí muy privilegiada por haber sido la 
responsable de organizar (clasificar y ordenar), describir y poner al servicio de la 
comunidad universitaria y del público en general este acervo a través del presente 
catálogo que muestra el ser y el quehacer de este Instituto. En ese sentido, éste 
tiene por objetivo acercarnos a las fuentes primarias para conocer la historia del 
Instituto de Investigaciones Estéticas y saber cómo se hizo la Historia del Arte en 
México de manera institucional. 
Para abordar los orígenes del Laboratorio de Arte, antecedente inmediato 
del Instituto de Investigaciones Estéticas, fue necesario remontarme a los orígenes 
de la que fue, primero, la Universidad Nacional de México (UNM) y, después, la 
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Y precisamente, desde la 
primera Ley Constitutiva de esta casa de estudios (1910) se mencionaba, en el 
artículo 2º: “El Gobierno Federal podrá poner bajo la dependencia de la 
Universidad otros institutos superiores, y dependerán también de la misma los que 
ésta funde con sus recursos propios”. En ese artículo de la Ley Constitutiva se 
encuentra el fundamento legal para la creación del Laboratorio de Arte. 
En la primera parte de este trabajo, abordo los varios intentos de la 
Institución para conseguir su autonomía, la cual mencionaba ya su primer rector, el 
licenciado Joaquín Eguía Lis. Poco después, también se alude a ella en la 
promesa del presidente Venustiano Carranza. En 1929, se concedió a la 
Universidad Nacional de México una autonomía que no había pedido; sin 
embargo, es hasta 1933 cuando se le otorga la autonomía total a la Universidad, 
al no estar de acuerdo con la política educativa del presidente Lázaro Cárdenas. 
Esto sumió a la Institución en una crisis económica considerable. En medio de una 
situación por demás difícil. A escasos veinticinco años de la fundación de la 
3 
 
Universidad, se creó el Laboratorio de Arte (1935). Su fundación se debe a la 
iniciativa que presentó Manuel Toussaint al doctor Fernando Ocaranza, 
rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, el 20 de diciembre de 
1934. El rector apoyó la propuesta, por lo que en febrero de 1935 el nuevo centro 
quedó instalado en el local número 15 de la Escuela Nacional Preparatoria. 
Manuel Toussaint fue nombrado jefe del Laboratorio de Arte. En esos primeros 
años, pese a que las condiciones no eran óptimas, sus fundadores tenían todo el 
deseo de trabajar, y –aquí sí viene bien la frase– “por amor al arte” continuaron 
con algunas de sus investigaciones que de manera individual venían trabajando e 
iniciaron otras. 
En 1936, el nuevo rector, licenciado Luis Chico Goerne reorganizó la 
Universidad y creó el Instituto de Investigaciones Estéticas, de manera que el 12 
de mayo de ese año el Laboratorio de Arte pasó a formar parte del Instituto. Ese 
año fue muy fructífero. Así lo demuestra el informe presentado en 1936 por el jefe 
del Laboratorio al rector, donde se mencionan los trabajos realizados: Manuel 
Toussaint terminó las investigaciones tituladas: La arquitectura civil en México 
durante el siglo XVI y La pintura colonial en México; Luis Mac Gregor, El escultor 
Gabriel Guerra y El convento de Capuchinas en la Villa; Federico Gómez de 
Orozco, El convento franciscano de Cuernavaca y El convento de San Agustín de 
Acolman; Rafael García Granados, El arte plumario; al mismo tiempo, todos 
participaban en la monografía de la Sillería del coro del convento de San Agustín; 
además, colaboraron con dos artículos para la revista Arte en América y Filipinas. 
En 1937, por iniciativa del licenciado Manuel Moreno Sánchez, secretario 
académico del Instituto, se fundó el órgano informativo de este centro, la revista 
Anales, que hasta la fecha se sigue publicando. 
En 1938, el rector de la Universidad era el doctor Gustavo Baz Prada. En 
ese año, la Universidad volvió a sentir la estrechez económica, por lo que el rector 
decidió cerrar algunas dependencias, entre ellas el Instituto de Investigaciones 
Estéticas. Sin embargo, gracias al compromiso de sus académicos, la 
dependencia se volvió a abrir, pues los investigadores ofrecieron seguir trabajando 
sin cobrar sueldo hasta que la situación de la Universidad se normalizara. 
4 
 
El 16 de febrero de 1939 el presupuesto del Instituto Investigaciones 
Estéticas quedó dentro del egreso de la Universidad, y se nombró a Manuel 
Toussaint como director del mismo. Durante su administración se publicaron 
muchas investigaciones,pero tres son las obras que dan clara evidencia de por 
qué era necesario fundar esta Institución, primero como Laboratorio de Arte y 
luego como Instituto: Arte precolombino de México y de la América Central, de 
Salvador Toscano (1944); Arte colonial en México, de Manuel Toussaint (1948), y 
el Arte moderno y contemporáneo de México, de Justino Fernández (1948). El 
Instituto se convirtió en ejemplo para que las universidades de América Latina 
fundaran institutos similares al de México. 
Un año antes de que Justino Fernández ocupara la dirección, se publicaron 
obras tan importantes que daban razón del nombre del Instituto de Investigaciones 
Estéticas. Así tenemos del mismo Fernández, Coatlicue. Estética del arte indígena 
(1954). Ya como director del Instituto, El retablo de los reyes. Estética del arte en 
la Nueva España (1959) y El hombre. Estética del arte moderno y contemporáneo 
(1962). Como el Instituto debía encargarse también de la crítica de arte, Ida 
Rodríguez Prampolini publicó los tres tomos de La crítica de arte en México en el 
siglo XIX (1964). De todo esto y mucho más nos hablan los documentos que se 
encuentran en al Archivo Histórico del Instituto de Investigaciones Estéticas. 
5 
 
Capitulo 1 Fundación de la Universidad Nacional de 
México 
1.1 Ley constitutiva e inauguración de la Universidad 
 
Cuando Porfirio Díaz era presidente de la República y el maestro Justo Sierra 
ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, se promulgó por decreto del 26 de 
mayo de 1910 la Ley Constitutiva de la Universidad Nacional de México, con la 
cual se creó la institución que, con el tiempo, llegaría a ser la máxima casa de 
estudios a nivel superior. La ley constaba de 17 artículos y 4 transitorios, y le 
otorgaba a la Universidad el carácter nacional. Así, el cuerpo docente de ésta 
tenía el objetivo de impartir educación superior a nivel nacional. 
La Universidad quedó conformada por las escuelas nacionales1 
Preparatoria, de Jurisprudencia, de Medicina, de Ingenieros, de Bellas Artes (en lo 
concerniente a la enseñanza de la arquitectura) y de Altos Estudios. La ley hacía 
referencia a que el gobierno federal tenía la facultad de poner bajo la dependencia 
de la Universidad otros institutos superiores así como los que hubiera creado con 
recursos propios, previa aprobación del Ejecutivo y aquellos cuya incorporación 
fuera aceptada, mediante los requisitos especificados en los reglamentos. El 
ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes quedó como jefe de la Universidad, 
en tanto que el gobierno estuvo a cargo del rector y de un Consejo Universitario. 
Dentro de la atribuciones del rector se encontraban: presidir el Consejo 
Universitario, inspeccionar y vigilar las funciones de las escuelas e institutos de la 
la máxima casa de estudios del país, así como remover a los profesores ordinarios 
que no tuvieran el título de doctores, contratar profesores extraordinarios y 
autorizar la enseñanza de profesores libres en la Escuela Nacional de Altos 
Estudios. Todo esto debería contar con la autorización del ministro de Instrucción 
Pública y Bellas Artes. El rector tenía la facultad de suspender temporal o 
 
1
 Las escuelas nacionales desde su nacimiento en el siglo XIX fueron 
independientes. Sierra, al crear la Universidad, las unió en una sola entidad con el propósito de dar 
autonomía a la educación superior. 
 
6 
 
definitivamente estas clases libres2 si consideraba que no eran convenientes. 
Asimismo, debía vigilar el ejercicio presupuestal de la Universidad y presentar al 
Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes un informe de las actividades de 
ésta. 
El Consejo Universitario quedó integrado por el rector, los directores de las 
escuelas universitarias y el director general de Educación Primaria. Sus funciones 
consistían en la celebración de reuniones ordinarias y extraordinarias; elevar a la 
Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes las iniciativas dirigidas a reformar 
las disposiciones vigentes sobre planes de estudios, programas parciales, 
métodos y pruebas de aprovechamiento en una o más escuelas universitarias; 
crear nuevas instituciones educativas; organizar la extensión universitaria; 
aprobar, modificar o rechazar las propuestas para cubrir plazas de profesores 
pagados por la federación; nombrar y remover al personal pagado con fondos de 
la Universidad; opinar acerca de la remoción de profesores que no fueran 
doctores; promover y procurar cualquier mejora o adelanto de la Universidad, así 
como las demás funciones que la ley expresara. 
La Universidad tenía la personalidad jurídica para adquirir bienes de 
cualquier género destinados al objeto de la Institución. Contaba con dos tipos de 
fondos, los que el gobierno federal le otorgara y los que pudiera adquirir por 
cualquier otro medio. También se mencionaba cómo deberían de administrarse 
éstos. 
La Universidad otorgaría el grado de doctor como el testimonio más alto al 
conocimiento de uno de sus miembros en una o varias especialidades, los 
doctorados podrían ser de tres clases: universitarios, honoris causa y ex officio. 
Los artículos transitorios mencionaban que los profesores de las escuelas 
universitarias elegirían por primera vez a los representantes del Consejo 
Universitario. Con motivo de la inauguración de la Universidad, el presidente de la 
 
2
 El artículo 5
o 
apartado V, de la Ley Constitutiva, señalaba que, si algunos 
profesores tuvieran el deseo de impartir clases de una enseñanza determinada y que como 
resultado de éstas se obtuviera un grado universitario, deberían solventar los gastos de dichas 
clases, además de que deberían estar sujetas a los programas de la institución, previa 
aceptación del director de la Escuela de Altos Estudios. 
7 
 
República, a través de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, 
conferiría los grados de doctores ex officio a los directores de las escuelas 
universitarias y a los profesores con varios años de servicios, de doctores honoris 
causa a las personas que hubieran prestado servicios eminentes a la ciencia, a la 
humanidad o a la patria, sobre todo en la enseñanza o en el prolongado y 
honorable ejercicio de su profesión. También se menciona que la Escuela Nacional 
de Altos Estudios estaría representada en el Consejo Universitario por el director y 
subdirector hasta que se organizara la junta de profesores; por último, se 
mencionaba la cantidad de cincuenta mil pesos que el Ejecutivo federal autorizó 
para la instalación e inauguración de la Universidad. Ésta también dispuso de 
treinta mil pesos durante el ejercicio fiscal 1910-1911.3 
La creación de la Universidad Nacional de México fue uno de los muchos 
sucesos trascendentes con los que el gobierno del presidente Porfirio Díaz 
festejaba el centenario de la Independencia de México. Fue sin duda el acto 
cultural más importante del gobierno del general Porfirio Díaz, pues simbolizaba 
los esfuerzos del régimen en bien del país. 
El maestro Justo Sierra, en el proyecto de Universidad Nacional que 
presentó por primera vez como diputado suplente en 1881 ante la Cámara de 
Diputados, hablaba de una Universidad libre e independiente, donde la cátedra 
fuera laica y no hubiera restricciones para la cultura. Es importante resaltar este 
punto para tener presente que, desde que Justo Sierra pensó en la creación de la 
Universidad, tenía la idea que debía ser autónoma. Varios diputados objetaron la 
iniciativa. Argumentaban que en México, un país donde 80% de la población era 
analfabeta, no se justificaba la creación de una institución de educación superior. 
Como el proyecto no encontró aceptación y las circunstancias eran adversas, 
Justo Sierra pensó que no era el tiempo adecuado para crear la Universidad, por 
lo que esperó casi treinta años para volvera presentar la propuesta.4 
 
3
 La Universidad Nacional de México: 1910, México, UNAM-Coordinación de 
Humanidades/UNAM-Centro de Estudios sobre la Universidad, 1985, pp. 35-42. 
4
 Julio Jiménez Rueda, Historia jurídica de la Universidad de México, México, UNAM- 
Facultad de Filosofía y Letras, 1955, p. 188. 
8 
 
El 22 de septiembre de 1910 quedó formalmente inaugurada la Universidad. 
La ceremonia se desarrolló en el Anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Nacional 
Preparatoria, con eminentes personajes de la política nacional e internacional y 
representantes de las universidades del país y del extranjero. Las madrinas de la 
recién nacida Universidad fueron las universidades de París, Salamanca y 
California.5 
En las invitaciones que Justo Sierra mandó a las universidades se 
mencionaba el alto honor que significaba para él haber preparado la fundación de 
la nueva Universidad de México; además, manifestaba el deseo de entablar 
relaciones cordiales y más estrechas con esas universidades. Ahí exponía las 
razones por las que fueron elegidas como madrinas de la de México: la 
Universidad de París, porque era una de las más antiguas y por la influencia que 
había ejercido sobre el mundo civilizado durante muchos siglos. Su representante 
fue el profesor Ernesto Martinenche.6 La de Salamanca fue el modelo seguido por 
la antigua Universidad de México, y el padrinazgo fue aceptado por el rector 
Miguel de Unamuno,7 quien se disculpó por no poder asistir, y la de California 
porque era una de las más admirables de América, así como por haber distinguido 
a los educadores mexicanos, invitando a uno de ellos varias veces a dar 
conferencias sobre México. Su representante fue el doctor Benjamin Ide Wheeler.8 
En su discurso inaugural, Justo Sierra mencionó que la Escuela Nacional de 
Altos Estudios era la columna vertebral de la naciente Universidad, que esa 
escuela era el peldaño más alto de ésta, y al respecto dice: 
 
nuestra ambición sería que en esa Escuela, se enseñase á [sic] investigar y á [sic] 
pensar, investigando y pensando, y que la substancia de la investigación y el 
pensamiento no se cristalizase en ideas dentro de las almas, sino que esas ideas 
constituyesen dinamismos perennemente traducibles en enseñanzas y en acción, 
que sólo así las ideas pueden llamarse fuerzas; no quisiéramos ver nunca en ellas 
torres de marfil, ni vida contemplativa, ni arrobamientos en busca del mediador 
 
5
 Ibidem, p. 188. 
6
 La Universidad Nacional de México: 1910, op. cit., pp. 50-51. 
7
 Ibidem, p. 78. 
8
 Ibidem, p. 103. 
9 
 
plástico; eso puede existir y quizás es bueno que exista en otra parte; no allí, allí 
no.9 
 
Con esto, el maestro Sierra confirmaba una vez más que esta nueva universidad 
nacional no tenía nada que ver con la antigua Universidad Colonial. 
La Universidad quedó constituida, como ya se dijo, con la reunión de las 
Escuelas Nacionales. El doctor Pablo Macedo fue el director de la Escuela de 
Jurisprudencia; el doctor Eduardo Liceaga, de Medicina; el doctor Luis Salazar, de 
Ingeniería; el arquitecto Antonio Rivas Mercado, de Bellas Artes sólo en lo 
referente a la carrera de Arquitectura; el doctor Porfirio Parra, de Altos Estudios, y 
el doctor Manuel Flores, de la Preparatoria.10 
La mayoría de las escuelas nacionales habían sido creadas durante el siglo 
XIX y ratificadas por la Ley de Instrucción Pública de 1867. La Escuela Nacional de 
Altos Estudios se creó por decreto del 17 de diciembre de 1908, la Ley 
Constitutiva de ésta se expidió y publicó el 7 de abril de 1910, fundándose el 18 de 
septiembre de ese mismo año. 
Su objetivo era coordinar la investigación, perfeccionar, especializar y subir 
a un nivel superior los estudios profesionales, proporcionar a profesores y alumnos 
los medios para desarrollar la investigación científica y formar profesores de las 
escuelas secundarias y profesionales. Estaba dividida en tres secciones. La 
primera, Humanidades, comprendería las lenguas clásicas y vivas, las literaturas, 
filología, pedagogía, lógica, psicología, ética, estética, filosofía, e historia de las 
doctrinas filosóficas. La segunda, las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 
abarcaba la matemática en sus formas más superiores y las ciencias físicas, 
químicas y biológicas. La tercera era Ciencias Políticas, Sociales y Jurídicas. El 
porqué de la fundación de la Escuela de Altos Estudios se encuentra en que, a 
 
9
 .
 
Ibidem, p. 128. 
10
 Archivo Histórico de la Universidad Nacional Autónoma de México (en adelante, 
AHUNAM), Memoria Universitaria (en adelante, CMU), Publicaciones Oficiales, Informe que el doctor 
don Joaquín Eguía Lis, rector de la Universidad Nacional de México, eleva acerca de las labores 
de la misma universidad durante el periodo de septiembre de 1910 a septiembre de 1912 a la 
Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, México, Imprenta I. Escalante, 1913, p. 24. 
10 
 
través de ella, la Universidad podía otorgar el grado de doctor y de esta manera la 
nueva institución obtendría tal rango.11 
Para el funcionamiento de las escuelas se daban en propiedad a la 
Universidad los edificios donde ya se albergaban las escuela nacionales 
decimonónicas: en el antiguo Colegio de San Ildefonso, la Escuela Nacional 
Preparatoria; en el antiguo convento de Santa Catalina de Siena, la Escuela 
Nacional de Jurisprudencia; en el antiguo Palacio de la Inquisición, la Escuela 
Nacional de Medicina, y en el Palacio de Minería, la Escuela Nacional de 
Ingenieros. La única que no contaba con instalaciones propias era la recién creada 
Escuela Superior de Altos Estudios, lo mismo que la Rectoría, por lo que las dos 
dependencias compartieron el edificio de lo que fue la Escuela Normal para 
Profesores, construida por el arquitecto e ingeniero civil Manuel Francisco Álvarez 
en 1890, en un espacio que fue parte del antiguo convento de Santa Teresa la 
Antigua.12 Tiempo después se incorporaron otras instituciones, como la Biblioteca 
y la Hemeroteca Nacional,13 en la antigua iglesia de San Agustín y en el colegio 
jesuita de San Pedro y San Pablo, respectivamente, y poco a poco se fueron 
creando nuevas escuelas, institutos y departamentos. 
El licenciado Joaquín Eguía Lis tomó protesta como primer rector de la 
universidad nacional el 22 de septiembre de 1910. Permaneció en ese cargo hasta 
el 22 de septiembre de 1913. Al inicio de su discurso, explicó por qué el primer año 
no presentó informe. Decía que, por las bien conocidas circunstancias críticas que 
atravesó el país y por lo irregular de las actividades, no le fue posible presentar 
informe, pues a dos meses de haberse fundado la Universidad, en noviembre de 
1910, dio inicio el movimiento revolucionario encabezado por Francisco I. Madero. 
Pero, a pesar de estos acontecimientos, la institución siguió trabajando.14 
En 1911, se dieron los primeros conflictos estudiantiles. Uno de ellos 
sucedió en la Escuela Nacional de Bellas Artes: el 24 de julio de ese año, se 
 
11
 La Universidad Nacional de México: 1910, op. cit., pp. 9-10. 
12
 Guillermo Boils Morales, “Los edificios de la Universidad Nacional en el momento 
de su apertura en 1910”, en Carlos Martínez Assad y Alicia Ziccardi (coord.), 1910. La Universidad 
Nacional y el barrio universitario, México, UNAM-Coordinación de Humanidades/UNAM-Programa 
Universitario de Estudios sobre la Ciudad, 2010, pp. 75-96. 
13
 Jiménez Rueda, op. cit., p. 192. 
14
 AHUNAM, CMU, op. cit., pp. 3-4. 
11 
 
declararon en huelga los alumnos de la sección de Pintura.15 Argumentaban que el 
director, el arquitecto Antonio Rivas Mercado, privilegiaba la sección de 
Arquitectura antes que las de Pintura, Escultura y Grabado. Dentro de las 
exigenciasde los huelguistas estaban: la separación del cargo del director por 
favorecer a los de su gremio; por los métodos tan obsoletos en la enseñanza del 
grabado, pintura, escultura, y por promover nombramientos de profesores sin el 
aval de un concurso de oposición. Esto trajo como consecuencia que el director 
retirara la pensión al alumnado y prohibiera que se reunieran en la escuela.16 
Los estudiantes estaban decididos a no claudicar en cuanto a la destitución 
del director, por lo que presentaron al ministro de Instrucción Pública y Bellas 
Artes, Francisco Vázquez Gómez, una lista de seis posibles candidatos a la 
dirección de la escuela. Al no haber respuesta a sus demandas, los huelguistas 
convocaron a las escuelas superiores; con ello lograron entrevistarse con el 
ministro Vázquez Gómez, quien prometió dar solución a sus demandas.17 La 
huelga terminó en abril de 1912 con la renuncia del arquitecto Antonio Rivas 
Mercado. En el espacio de un año, la Academia cambió cuatro veces de director 
(Antonio Rivas Mercado, Manuel Gorozpe, Jesús Galindo y Villa y Alfredo Ramos 
Martínez).18 
Otro de los problemas que mencionó el rector en su discurso fue la huelga 
de la Escuela de Jurisprudencia en junio de 1913.19 Esto se debió a la decisión del 
licenciado Luis Cabrera de sustituir el examen final por el de reconocimientos 
trimestrales con el argumento de que los conocimientos se tenían más frescos y 
que éstos les ayudarían a reforzarlos. Conviene decir que los exámenes 
trimestrales ya se realizaban en las otras escuelas y sólo faltaba la de 
Jurisprudencia. En el grupo de estudiantes inconformes se encontraban: Ezequiel 
Padilla, Leopoldo Ortiz y Enrique Domínguez, quienes se adueñaron del edificio. 
Ante esto, tuvieron que intervenir los bomberos para desalojarlos. La escuela se 
 
15
 Ibidem, p. 58. 
16
 Olga Sáenz, “La enseñanza en la Escuela Nacional de Bellas Artes (1910-1920)”, 
en Aurelio de los Reyes (coord.), La enseñanza del arte en México, México, UNAM-Instituto de 
Investigaciones Estéticas, c. 2010, pp. 189-219, en esp. p. 195. 
17
 Ibidem, pp. 194-195. 
18
 Ibidem, pp. 201-206. 
19
 AHUNAM, CMU, op. cit., p. 49. 
12 
 
cerró con la amenaza del presidente Abelardo L. Rodríguez20 de que, si no se 
disciplinaban, el presupuesto de esa escuela se destinaría a la creación de la 
Universidad Obrera.21 
El resultado de este conflicto fue la separación de un grupo de estudiantes y 
profesores: Emilio Rabasa, Pablo Macedo, Francisco León de la Barra y Jorge 
Vera Estañol, quienes fundaron la Escuela Libre de Derecho. Eguía Lis en el 
mismo informe declaró al respecto que la huelga fue injustificada. Sin embargo, 
consideró la creación de la nueva escuela como un acto de gran significación y 
muy benéfico para la instrucción en México. Festejó esa iniciativa particular y dijo 
que fue un estímulo para que los gobiernos dejaran a la instrucción lo más libre y 
lejana de los vaivenes políticos.22 
En 1913, cuando el Congreso discutió el presupuesto de la Universidad, 
éste se vio amenazado. Los diputados Lozano y Olaguíbel estaban en contra de 
darle a la Universidad los 44 mil pesos anuales que se le tenían destinados, 
argumentando que el país tenía otras necesidades más apremiantes. Las partidas 
destinadas a la Escuela Nacional Preparatoria y a la de Altos Estudios fueron las 
más discutidas, ya que no las encontraban justificadas;23 en cambio, las 
destinadas a las otras escuelas (Ingeniería, Medicina y Jurisprudencia) no las 
objetaron. En su informe, el rector Eguía Lis señalaba que, por ser tan elevados 
los fines que perseguía la Escuela Nacional de Altos Estudios, no había sido 
posible que la Escuela se desenvolviera en su totalidad, pero gracias a los 
esfuerzos de los profesores libres y extranjeros, como los doctores James Mark 
Baldwin, Franz Boas y Carl Reiche, empezó a fortalecerse. Los diputados Ezequiel 
A. Chávez y Antonio Ramos Pedrueza24 fueron los que defendieron el presupuesto 
que finalmente se aprobó. 
 
20
 Jesús Silva Herzog, Una historia de la Universidad de México y sus problemas, 
México, Siglo XXI, 1979, p. 37. 
21
 Los miembros del Ateneo de la Juventud apoyaron la fundación de la Universidad 
Popular con el objetivo de llevar cultura a la clase obrera mediante conferencias, cursos y obras de 
teatro. 
22
 AHUNAM, op. cit., p. 49. 
23
 Jiménez Rueda, op. cit., p. 189. 
24
 Antonio Ramos Pedrueza fue consejero suplente del Consejo Universitario en 
diciembre de 1911. Cfr. AHUNAM, CMU, Publicaciones Oficiales, op. cit., p. 29. 
13 
 
El balance que hizo el rector del desempeño de la Universidad fue positivo, 
ya que nunca dejó de funcionar, pese a las irregularidades padecidas, a los 
problemas políticos del país y a los ataques sufridos, por haber sido creada por el 
régimen porfirista. Para finalizar su informe, tocó el tema de la autonomía y dijo: 
“El propósito de la Universidad obedece a hacer a la instrucción superior lo más 
independiente posible de los poderes políticos”.25 Hasta ese momento, en el 
discurso de Justo Sierra y en el informe del licenciado Eguía Lis, el tema de la 
autonomía estuvo presente. 
Victoriano Huerta, en 1913, nombró a Ezequiel A. Chávez como nuevo 
rector de la Universidad para el periodo que comenzó el 1 diciembre de ese año.26 
¿Quién mejor que él para dirigir la Universidad en esos momentos tan agitados por 
los que pasaba el país? Cuando el licenciado Ezequiel A. Chávez era secretario de 
Justo Sierra, fue comisionado para que visitara las diferentes universidades 
estadounidenses; de esa manera, tomó de las mejores los elementos que sirvieron 
de base para el proyecto de creación de la Universidad de México. Conocía, por lo 
tanto, el funcionamiento de la Institución y sabía dónde hacer las reformas y 
ajustes necesarios para que ésta marchara bien. 
A principios de 1914, durante el gobierno de Victoriano Huerta, el secretario 
de Instrucción Pública era Nemesio García Naranjo. Pedro Henríquez Ureña 
estuvo encargado de modificar el plan de estudios barrediano que tenía la Escuela 
Nacional Preparatoria. Sin embargo, esto quedó sólo en buenos propósitos. Como 
señaló Julio Jiménez Rueda, “El nuevo plan fue flor de un día”.27 La idea principal 
de ese plan fue introducir materias humanísticas como la filosofía, historia del arte, 
historia de México, general, así como fundar una cátedra de literatura mexicana e 
iberoamericana. Con eso se pretendía renovar la enseñanza en la preparatoria 
con una dosis de humanismo a la tan marcada tendencia científica del positivismo. 
El maestro Antonio Caso sería el encargado de dictar las conferencias sobre los 
temas filosóficos.28 Los continuos cambios políticos que se daban en el país 
 
25
 AHUNAM, CMU, op. cit., p. 49. 
26
 Silva Herzog, op. cit. p. 39 
27
 Jiménez Rueda, op. cit., p. 190. 
28
 Idem. 
14 
 
hacían que las modificaciones a los planes o programas no se llevaran a la 
práctica. 
Con el triunfo de los constitucionalistas en 1914 y la llegada de Venustiano 
Carranza a la Presidencia de la República, el futuro de la Universidad se veía muy 
prometedor, ya que dentro del proyecto educativo de Carranza se habló de darle 
autonomía a la Institución. Félix Palavicini, como oficial mayor a cargo de la 
Secretaría de Instrucción Pública, pretendía quitarle el carácter elitista a la 
educación superior, de modo que eliminó las becas de los estudiantes que iban a 
Europa a perfeccionarse y las sustituyó por el Premio Republicano, que consistía 
en una beca para el mejor estudiante de escasos recursos económicos.29 
Otros aciertos de Palavicini fueron la creación de la Escuela Experimental 
Pedagógica, así como la desmilitarización de la Escuela Nacional Preparatoria 
para incorporarla nuevamente a laUniversidad. En ese año se modificaron los 
planes de estudio de la Escuela de Medicina, cuyos métodos pedagógicos se 
mejoraron, y se eliminaron los cursos y especializaciones “inútiles”. Además, en la 
Escuela de Jurisprudencia, se buscó que los programas fueran más teóricos e 
históricos que empíricos. En el caso de la Preparatoria –afirma Garciadiego–, la 
intervención de Palavicini fue más directa, porque procuró que se impartieran 
programas de acuerdo con la carrera universitaria que los estudiantes intentaban 
seguir.30 
El presidente Venustiano Carranza estaba en contra de que la Universidad 
estuviera sometida a otra dependencia, por lo que en diciembre de 1914 se 
redactó el Primer Proyecto de Independencia de la Universidad. Los encargados 
del proyecto fueron los profesores doctor Julio García, ingeniero Jesús Galindo y 
Villa y doctor Ezequiel A. Chávez. Este proyecto de ley constaba de nueve 
artículos y dos transitorios y fue aprobado, el 7 de diciembre de 1914 por un grupo 
 
29
 Javier Garciadiego, Rudos contra científicos. La Universidad Nacional durante la 
Revolución mexicana, México, El Colegio de México-Centro de Estudios Históricos/UNAM-Centro de 
Estudios sobre la Universidad, 1996, pp. 278-279. 
30
 Ibidem, pp. 280-282. 
15 
 
de profesores universitarios. Sin embargo, por los acontecimientos políticos que 
vivía el país en ese tiempo, no se llegó a concretar.31 
En 1917, Venustiano Carranza promulgó la Constitución Política Mexicana, 
en cuyo artículo 14 transitorio se suprimieron las secretarías de Justicia y de 
Instrucción Pública y Bellas Artes.32 La nueva Ley de Secretarías de Estado 
estableció que el Ejecutivo tendría seis Ministerios y tres Departamentos 
Autónomos: el Universitario y de Bellas Artes, el Judicial y el de Salubridad 
Pública. Esto benefició a la Universidad, que antes dependía de una secretaría. Al 
convertirse en un departamento autónomo, el rector entablaba los acuerdos 
directamente con el presidente. 
El Departamento Autónomo Universitario y de Bellas Artes dio un servicio 
público independiente de los aspectos de carácter político; con esto, se puede 
decir que la Universidad se realizó como un proyecto social.33 El Departamento 
Universitario y de Bellas Artes se integró con las diferentes escuelas con las que 
se había creado dicha Institución, así como con la recién creada Escuela Nacional 
de Ciencias Químicas, además de los museos de Arte Colonial, de Historia y 
Arqueología, las escuelas de Bibliotecarios y Archiveros, el Instituto de 
Estomatología y la Biblioteca Nacional. 
A la Escuela Nacional de Altos Estudios se le cambió el nombre por el de 
Escuela Nacional de Estudios Superiores. Se creó una Dirección General de 
Bellas Artes con las Escuelas de Música, Bellas Artes y Declamación. El 
Departamento se encargó también de la propiedad literaria, dramática y artística, 
además de la organización de los congresos artísticos, la extensión universitaria y 
el fomento de las artes y de las ciencias.34 
Según García Cantú, Carranza comprendió que era muy importante que la 
Universidad no dependiera del Estado para que cumpliera con los altos fines para 
 
31
 Guadalupe Apendinni, Historia de la Universidad Nacional Autónoma de México, 
México, Porrúa, 1981, p. 81. 
32
 Jiménez Rueda, op. cit., p. 191. 
33
 Fernando Serrano Migallón, “Cien años de la Universidad”, Revista de la 
Universidad de México, núm. 79, septiembre de 2010, pp. 18-23, en esp. p. 22. 
34
 Jiménez Rueda, op. cit., pp. 191-192. 
16 
 
los que fue creada.35 Por una determinación carrancista, las funciones del 
Departamento Universitario crecieron. Con ello, se convirtió en un organismo 
destinado a la orientación y a la vigilancia de la educación en todo el país. 
Poco tiempo le duró al Departamento Universitario este privilegio, ya que 
por disposición del Senado de la República se pretendió incorporar la Universidad 
a una Secretaría de Estado. Volver a depender de una u otra secretaría hizo 
pensar al rector José Natividad Macías que era necesario darle un carácter más 
sólido a la Institución. Éste fue el segundo proyecto que hablaba de darle 
autonomía a la Universidad, así que el Rector lo presentó ante la Cámara de 
Diputados. El Memorial que los profesores y estudiantes de la Universidad llevan a 
la H. Cámara de Diputados fue redactado por el maestro Antonio Caso y un grupo 
de sus alumnos.36 En el documento se mencionó la necesidad de que la 
Universidad se independizara del Estado, ya que los fines de una y de otro eran 
distintos en cuanto a capacidad. Al Estado le competían los principios de política y 
administración, en tanto que a ésta por ser un órgano para dirigir la educación 
nacional, tenía fines de carácter técnico. Solicitaron que se respetara la autonomía 
de la que gozaba el Departamento Universitario y que, de llegar a incorporarse a 
una secretaría, que al menos ésta tuviera alguna semejanza con sus objetivos, 
como sucedía antes cuando pertenecía a la Secretaría de Instrucción Pública y 
Bellas Artes.37 
Los universitarios argumentaron que la incorporación aprobada por los 
senadores a la Secretaría de Estado era la que menos convenía a los fines de la 
Universidad, pues estaba más encaminada a los negocios políticos, y esto entraba 
en contradicción con la esencia del progreso de la Institución que buscaba su 
separación respecto de las vicisitudes políticas.38 Todo lo anterior fundamentó las 
dos peticiones de los universitarios ante la Cámara de Diputados. En la primera, 
se rechazaba el acuerdo tomado por la Cámara de Senadores de incorporar el 
Departamento Universitario a la Secretaría de Gobernación. Se insistía en que la 
 
35
 Gastón García Cantú, Historia en voz alta: la Universidad. Entrevista con Marco 
Antonio Campos, México, Joaquín Mortiz/UNAM-Coordinación de Humanidades, 1988, p. 18. 
36
 Jiménez Rueda, op. cit., p. 194. 
37
 Apendinni, op. cit., p. 89. 
38
 Ibidem, p. 95. 
17 
 
subsistencia de la Universidad fuera con fondos del Estado pero con la libertad de 
gobernarse por sí misma, que la única obligación de la Institución fuera rendir un 
informe del resultado de su administración al Congreso de la Unión. En la 
segunda, se solicitó que subsistiera el Departamento Universitario con las 
escuelas nacionales: Preparatoria, de Jurisprudencia, Superior de Comercio, de 
Medicina, Facultad de Ciencias Químicas, así como la Dirección General de Bellas 
Artes, Instituto Biológico, Museo de Historia Natural y Museo de Historia, 
Arqueología y Etnografía.39 Al final del documento se argumentaba que no sólo era 
un derecho constitucional, sino el ideal al que debería tender la educación pública 
superior en un país que se jactara de civilizado. Lo firmaron Vicente Lombardo 
Toledano, Teófilo Olea y Leyva, Antonio Castro Leal, Alfonso Caso, Manuel Gómez 
Morín y Alberto Vázquez del Mercado.40 
La Universidad, por haber sido creada en el régimen anterior, no se veía 
con buenos ojos entre los revolucionarios. Se decía que el grupo de docentes era 
enemigo de la revolución. El rector era del grupo derechista de la revolución, por lo 
que los extremistas rechazaron el proyecto, refutaron que darle la autonomía a la 
Universidad equivalía a crear un poder dentro de otro, un Estado dentro de otro.41 
Durante el gobierno de Venustiano Carranza no se dio la autonomía que el 
presidente había prometido a la Universidad. Lejos de eso, la institución sufrió la 
pérdida de varias dependencias, entre ellas la Preparatoria y los institutos de 
investigación científica, como el Biológico y el Geológico, el Museo de Historia 
Natural y la Escuela de Comercio y Administración. La primera fue asignada al 
gobierno del Distrito Federal (1917), los segundos pasaron a formar parte dela 
Secretaría de Fomento y la última se incorporó a la Secretaría de Industria. La 
separación de la Preparatoria fue la que más protestas y solicitudes obtuvo por 
parte de los universitarios para que la incorporaran a la Universidad, pues la 
consideraban parte importantísima de ella.42 
 
 
39
 Ibidem, p. 95. 
40
 Ibidem, p. 97. 
41
 Jiménez Rueda, op. cit., p. 194. 
42
 Garciadiego, op. cit., pp. 351-352. 
18 
 
1.2. La llamada refundación de la Universidad (1920) 
 
Con el Plan de Agua Prieta, proclamado el 23 de abril de 1920, el general Álvaro 
Obregón llega a la presidencia y ratifica como rector de la Universidad al 
licenciado José Vasconcelos, que había sido nombrado por el presidente interino 
Adolfo de la Huerta. Javier Garciadiego llama al rectorado de Vasconcelos “la 
refundación de la Universidad”.43 
Uno de los objetivos de Vasconcelos al tomar posesión de la rectoría de la 
Universidad fue transformar de manera profunda el sistema educativo en su 
conjunto. El ilustre educador renovó la Universidad no sólo con ideas, sino que 
también trajo a gente joven. Se rodeó de sus amigos ateneístas —como Pedro 
Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y Julio Torri, entre otros— e invitó a participar a 
Manuel Gómez Morín, Antonio Castro Leal, Manuel Toussaint y Jaime Torres 
Bodet, quienes pertenecían a una generación más joven que la de él. 
Es cierto que Vasconcelos retomó el espíritu humanista que le dio Justo 
Sierra a la Universidad, pero, sobre todo, lo profundizó de acuerdo con sus 
experiencias revolucionarias, ya que decía ser un delegado de la Revolución. Así 
lo confirma en el discurso de toma de posesión como rector de la Universidad en 
junio de 1920. 
 
Yo soy en estos instantes, más que un nuevo rector que sustituye a los anteriores, 
un delegado de la Revolución que no viene a buscar refugio para meditar en el 
ambiente tranquilo de las aulas sino a invitarlos a que salgáis con él a la lucha, a 
que compartáis con nosotros las responsabilidades y los esfuerzos. En estos 
momentos yo no vengo a trabajar por la Universidad, sino a pedirle a la 
Universidad que trabaje por el pueblo.44 
 
Efectivamente, desde la Universidad Vasconcelos emprendió sus misiones 
culturales, que comprendieron las campañas de alfabetización y la creación de 
 
43
 Javier Garciadiego, “Vasconcelos y la refundación”, Revista de la Universidad de 
México, núm. 79, septiembre de 2010, pp. 30-33, en esp. p. 30. 
44
 José Vasconcelos, Antología de textos sobre la Universidad, México, Fondo de 
Cultura Económica, 1981, p. 201. 
19 
 
bibliotecas destinadas al pueblo, la publicación de los clásicos y la realización del 
arte pictórico a gran escala.45 De las primeras cosas que hizo como Rector de la 
Institución fue cambiar los planes de estudio con los que venían trabajando las 
escuelas profesionales, que eran los mismos de las escuelas decimonónicas, e 
incorporó de nuevo a la Universidad la Escuela Nacional Preparatoria con una 
fuerte dosis de pedagogía. 
Entre las reformas implantadas por Vasconcelos estaba la elección de 
director: maestros y estudiantes podían proponer al rector una terna, para que 
éste eligiera al nuevo director de la escuela o instituto del que se tratase, para 
evitar nuevos conflictos estudiantiles. En la cuestión académica, hizo que se 
contratara a los profesores a través de concursos de calidad y capacidad docente. 
Al mismo tiempo, restituyó a aquellos profesores que por cuestiones políticas 
habían sido cesados y apoyó a jóvenes en quienes veía un futuro prometedor, 
entre ellos, Daniel Cosío Villegas y Genaro Estrada. 
Vasconcelos hizo muchos cambios en la institución pero, sin duda, los más 
relevantes fueron impregnar de un alto espíritu comunitario a la Universidad y 
hacerla más académica; abrir las aulas a todo aquel que quisiera estudiar, de 
manera que el único límite fuera que hubiera lugar en los salones, y los 
estudiantes más pobres quedarían exentos de colegiaturas. Otra de las 
innovaciones fue que los universitarios participaran en el proceso revolucionario a 
través de una “cruzada alfabetizadora, para lo cual pidió ayuda a la sociedad en su 
conjunto, aunque muy especialmente a las mujeres”46 y a todo aquel que supiera 
leer a participar en una campaña de alfabetización, que llegó a los rincones más 
lejanos de México. 
Vasconcelos, primero como Rector y después como secretario de 
Educación Pública, le dio un gran impulso a las cuestiones culturales. Como 
secretario de Educación Pública, apoyó financieramente a muchos artistas e 
intelectuales para que desarrollaran sus obras y becó a otros en Estados Unidos y 
Europa, para estudiar e investigar las innovaciones en materia de bibliotecas y 
 
45
 Jiménez Rueda, op. cit., p. 195. 
46
 Javier Garciadiego, “Vasconcelos y la refundación”, op. cit., p. 33. 
20 
 
museos, así como para promover el intercambio cultural entre México y otros 
países. Pese al corto tiempo de su rectorado, Vasconcelos fue uno de los rectores 
que dejó uno de los legados más ricos, porque le asignó a la Institución funciones 
que fueron más allá de sus responsabilidades, para convertirla en una entidad con 
conciencia social y claras posiciones políticas.47 
Los primeros rectores, a diferencia de Vasconcelos, argumentaban que la 
Universidad sólo tenía la función de entender los asuntos académicos dejando 
fuera los de aspecto político. Sin embargo, éste argumentaba que debía participar 
más en la solución de los problemas que aquejaban al país.48 
Javier Sicilia y Javier Garciadiego coinciden en afirmar que la política de 
Vasconcelos devolvía a la Universidad su espíritu humanista independiente que 
había estado alejado de la vida universitaria. Con esto se liberaba a la Universidad 
y a la educación de su servilismo a la ciencia y a los intereses políticos. Devolvía 
la capacidad filosófica, independiente y crítica de los libros. Además, con ellos 
volvían la discusión, la libertad, la espontaneidad, el desinterés y el sentido 
trascendente del conocimiento.49 
La iniciativa de ley que se presentó ante la Cámara de Diputados por el 
Departamento Técnico de la Federación de Estudiantes de México el 6 de 
septiembre de 1923 fue aprobada por la comisión. Entre los diputados que la 
propusieron a la Legislatura estaban Jorge Prieto Laurens, Manuel Puig 
Casauranc, Ignacio García Téllez y Ezequiel Padilla, entre otros. La iniciativa 
aprobada fue solicitada por Vasconcelos, en ese tiempo secretario de Educación 
Pública, quien la retuvo en su poder y no le dio seguimiento debido a un problema 
en la Escuela Nacional Preparatoria, en el que estaba involucrado Alfonso Caso, 
hermano del Rector Antonio Caso.50 
Los primeros cuatro artículos de esta ley hablaban de la autonomía en la 
organización técnica, en el nombramiento y remoción del personal docente y 
 
47
 Idem. 
48
 Garciadiego, Rudos contra científicos. La Universidad Nacional durante la 
Revolución mexicana, op. cit., p. 418. 
49
 Javier Sicilia, “Espíritu universitario”, Revista de la Universidad de México, núm. 
79, septiembre de 2010, pp. 34-43, en esp. pp. 42-43. 
50
 Jiménez Rueda, op. cit., pp. 202-203. 
21 
 
administrativo, el disponer libremente del presupuesto que se le asignara sin tener 
más obligación que la de presentar oportunamente la comprobación del gasto 
fiscal. 
Aquí sí se podría hablar de autonomía, pero ésta se vio coartada, pues el 
artículo 5º mencionaba que el rector de la Universidad sería nombrado 
directamente por el presidente de la República, aun cuando la terna fuera 
propuesta por el Consejo Universitario, los profesores y alumnos de las escuelas y 
facultades universitarias. 
 
1.3. La necesidad de una autonomía universitariaLa autonomía otorgada en 1929 por el presidente Emilio Portes Gil –sin que los 
universitarios la hubieran pedido– fue más bien un acto político que le dio prestigio 
al presidente, ya que estaban cerca las elecciones presidenciales. No hay que 
olvidar que el ex Rector José Vasconcelos era uno de los candidatos 
presidenciales, y contaba con el apoyo de los estudiantes, en tanto que el 
ingeniero Pascual Ortiz Rubio era el candidato oficial, apoyado por Plutarco Elías 
Calles. 
Como el presidente Emilio Portes Gil no quería que el movimiento 
estudiantil se convirtiera en un movimiento político, se adelantó, aconsejado por el 
jefe del Departamento del Distrito Federal, Manuel Puig Casauranc, al otorgar la 
autonomía a la Universidad. Con ello, evitaba resolver las demandas de tipo 
disciplinario de los universitarios,51 al mismo tiempo que aumentaba su prestigio, 
pues se le debería a él haber otorgado la autonomía a la Universidad.52 Sin 
embargo, ésta era una autonomía a medias, pues el gobierno ejercía ciertos 
controles, como presentar una terna al Consejo Universitario para nombrar al 
rector, el presidente tendría derecho de veto sobre algunas resoluciones 
universitarias, en dicho Consejo había un representante de la Secretaría de 
 
51
 Renate Marsiske, La Universidad de México: un recorrido histórico de la época 
colonial al presente, México, UNAM-Centro de Estudios sobre la Universidad/Plaza y Valdés, 2001, 
p. 154. 
52
 Ibidem, p. 155. 
22 
 
Educación Pública (SEP), la Universidad no tendría patrimonio propio, el subsidio 
que se otorgaría anualmente sería fijado por la Cámara de Diputados y el 
presidente supervisaría el ejercicio presupuestal. 
Así, con esta autonomía a medias, llegó la Universidad al año 1933, cuando 
se le otorgó la autonomía total, lo que la llevó a una situación económica muy 
precaria, en la cual se hizo casi una costumbre generalizada que los maestros 
dejaran de cobrar sus sueldos. Ese año se caracterizó por un distanciamiento muy 
marcado entre la Universidad y el Estado, debido al proyecto de gobierno del 
presidente electo Lázaro Cárdenas, quien impulsaba la educación socialista. El 
director de la Escuela Nacional Preparatoria, Vicente Lombardo Toledano, se 
encargó de promover la educación socialista a través de congresos estudiantiles.53 
Una vez que Cárdenas llegó a la presidencia, solicitó al Congreso la 
modificación del artículo 3º de la Constitución de 1917, el cual señalaba que: 
 
La enseñanza es libre; pero será laica la que se dé en los establecimientos 
oficiales de educación, lo mismo la enseñanza primaria elemental y superior que 
se imparta en los establecimientos particulares. Ninguna corporación religiosa ni 
ministro de algún culto, podrá establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria. 
Las escuelas primarias particulares sólo podrán establecerse sujetándose a la 
vigilancia oficial. En los establecimientos oficiales se impartirá gratuitamente la 
enseñanza primaria.54 
 
En la modificación que se hizo al artículo 3º el 13 de diciembre de 1934, se leía lo 
siguiente: 
 
La educación que imparta el Estado será socialista, y además de excluir toda 
doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela 
 
53
 Celia Ramírez López, “La Universidad Nacional de México (1933-1944)”, en 
Marsiske, op. cit., p. 164. 
54
 H. Congreso de la Unión, Decreto que Reforma el Artículo 3º y la Fracción XXV, del 
73 Constitucionales, Diario Oficial, 13 de diciembre de 1934, disponible en 
<http://www.juridicas.unam.mx/infjur/leg/constmex/pdf/rc020.pdf>, consultado el 12 de agosto de 
2012. 
23 
 
organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la 
juventud un concepto racional y exacto del universo y de la vida social.55 
 
Los universitarios pensaron que se estaba atentando contra la autonomía y la 
libertad de cátedra, aun cuando esta reforma no afectaba a la educación superior. 
El gobierno, al percatarse de que la Universidad no comulgaba con su proyecto 
educativo, optó por otorgarle la autonomía total y quitarle el carácter nacional. Si el 
movimiento estudiantil de 1929 se había caracterizado por la influencia ideológica 
del vasconcelismo y el liberalismo, el conflicto de 1933 se identificó con el 
marxismo laborista de Vicente Lombardo Toledano. 
El Congreso de Universitarios Mexicanos, celebrado del 7 al 14 de 
septiembre de 1933, organizado por la Universidad y la Confederación Nacional 
de Estudiantes, al que asistieron, rectores, profesores y estudiantes de diferentes 
universidades del país, tenía el objetivo de homogeneizar las actividades de las 
universidades mexicanas para lograr la transformación institucional de acuerdo 
con el momento histórico. La inauguración estuvo a cargo del presidente de la 
República Abelardo L. Rodríguez y del secretario de Educación Pública, Narciso 
Bassols. 
Se sometieron a discusión planes, programas, métodos, grados 
académicos certificaciones y revalidaciones. La comisión encabezada por 
Lombardo Toledano para definir la ideología de la Universidad frente a los 
problemas del país dio como resultado el enfrentamiento entre éste y Antonio 
Caso. Mientras que el primero decía que la Universidad y las instituciones 
superiores deberían practicar la filosofía del materialismo histórico, el segundo 
argumentaba que la Universidad Nacional, por ser un ente moral, no podía 
imponer ningún credo filosófico, social, artístico o científico. Cada maestro –decía 
Antonio Caso– era libre de exponer su materia de acuerdo con su ideología.56 
Éste y un grupo de profesores de la Facultad de Derecho y Ciencias 
Sociales renunciaron por no estar de acuerdo con esa posición sectaria, que 
apoyaba el rector Roberto Medellín. Muchos estudiantes de diferentes facultades y 
 
55
 Idem. 
56
 Celia Ramírez, op. cit., pp. 163-164. 
24 
 
escuelas no estuvieron de acuerdo con la posición de Lombardo Toledano y del 
Rector Medellín. Después de la confrontación Caso-Lombardo, se dio un 
enfrentamiento entre estudiantes que defendían una y otra posición, el conflicto se 
generalizó a todas las escuelas, lo que dio como resultado que los estudiantes se 
fueran a la huelga. Lombardo y el Rector Medellín se vieron obligados a renunciar. 
Como la Universidad se mostraba muy celosa sobre la libertad de cátedra y 
la autonomía, mientras que estudiantes y maestros rechazaban la política 
socialista del Estado, el presidente Abelardo L. Rodríguez tomó medidas muy 
extremas con la institución. La autonomía que hasta ese momento se había 
ejercido de manera muy tibia, ahora se le otorgaba de manera plena. Para dar 
solución a estos conflictos, el presidente promulgó, el 21 de octubre de 1933,57 
una nueva ley con la que le otorgaba a la Universidad la autonomía total, 
expresando que dejaba la responsabilidad a la Universidad de sus propias 
orientaciones, de sus recursos pecuniarios y morales para que respondiera a las 
demandas del país. 
Si la Universidad quería ejercer su derecho a la libertad de cátedra de 
acuerdo con sus orientaciones, el gobierno no sólo respetaría ese derecho, sino 
que también le otorgaba la total autonomía en el terreno académico, pero también 
en el administrativo y económico.58 Se le retiraría el subsidio anual de cuatro 
millones y se le daría un subsidio de diez millones diferido en cuatro años. Una 
vez cubierto el total de esa cantidad, el gobierno no daría más dinero. 
La ley emitida en 1933 constaba de nueve artículos, los dos primeros se 
referían a su constitución, que –decía el presidente– dejaba de ser una 
corporación pública, cuyos fines seguirían siendo los mismos: impartir la 
educación superior; organizar la investigación científica, principalmente sobre los 
problemas nacionales,y utilizar la extensión universitaria para poner la 
Universidad al servicio del pueblo. En cuanto a su organización, el documento 
señalaba que tendría plena libertad de organizarse como mejor le conviniera 
dentro de los límites de la ley. 
 
57
 Jiménez Rueda, op. cit., p. 209. 
58
 Ramírez López, op. cit., p. 164. 
25 
 
El artículo 3º señala que constituiría su gobierno el Consejo Universitario 
como máxima autoridad, que estaría conformado por el rector, los directores de 
escuelas, facultades e institutos y las academias de profesores y alumnos. Los 
artículos 8º y 9º hablaban del patrimonio universitario, el cual quedaba constituido 
por los edificios que ocupaban sus dependencias. 
En cuanto al subsidio que recibiría del gobierno, éste volvía a quedar 
condicionado a que se organizaran sus gastos, de manera que sólo se usaran los 
intereses que producirían los diez millones de pesos que se le entregarían 
parcialmente en cuatro años. 
Los artículos transitorios mencionaban que se debería formar una asamblea 
que ejerciera las funciones de Consejo Universitario mientras se organizaba de 
acuerdo con la nueva ley, para que se designara a un encargado provisional de la 
rectoría por estar acéfala. El nombramiento de encargado provisional de la rectoría 
recayó en el licenciado Manuel Gómez Morín el 23 de octubre de 1933. Ya 
constituido el Consejo Universitario, el 1º de noviembre del mismo año, Gómez 
Morín fue ratificado, por considerarlo con méritos para solucionar la situación 
económica tan precaria en la que se encontraba en ese año la Institución. 
En enero de 1934, la Universidad recibió trescientos cincuenta mil pesos 
correspondientes a los intereses del capital depositado en el Banco Nacional 
Hipotecario Urbano y de Obras Públicas.59 El gobierno buscaba con esto 
exterminar por hambre a la Universidad, pues era evidente la diferencia del 
subsidio que recibía antes, que era de cuatro millones de pesos anuales. El 
exterminio sería seguro. Como se mencionó, la ley de 1933, tenía sólo nueve 
artículos y los transitorios, a diferencia de la de 1929, que constaba de 55 
artículos. El rector, preocupado por lo escueto de la nueva ley, consideró necesario 
para la reorganización técnica, la estructura administrativa y la planta académica 
reglamentar la ley y expedir ordenamientos a través de un estatuto, para el buen 
funcionamiento de la institución. 
Al inicio del año de 1934, el Rector presentó al Consejo Universitario, el 
proyecto para el primer Estatuto de la Universidad, en el capítulo tercero que se 
 
59
 Jiménez Rueda, op. cit., p. 210. 
26 
 
titula “Del gobierno de la Universidad” establece que el Consejo Universitario será 
la máxima autoridad universitaria y que se integrará por el rector, los directores de 
las facultades e institutos, los académicos profesores y los académicos alumnos, y 
dos representantes de los ex alumnos. Señala que el rector será el jefe nato de la 
Universidad, designado por el Consejo Universitario y durará en su cargo cuatro 
años. Aquí se trata un tema muy controvertido en la Universidad, que es el límite 
para la admisión de alumnos. La reducción de alumnos es para la mejor atención 
de éstos y eficacia del trabajo docente. Se propone la selección de alumnos según 
su preparación cultural y su vocación comprobada –esto será modificado en el 
proyecto presentado por el licenciado Luis Chico Goerne, durante su rectorado–. 
Con este Estatuto se pretendió corregir la concentración de autoridad y de 
agitación provocada por la crítica y la inconformidad, en esa época de huelgas y 
renuncia de rectores. 
El Consejo Universitario formado por los mismos directores y académicos 
garantizaba la comunicación permanente de todos los órganos de la comunidad 
con la comunidad, sin la intervención de autoridades ajenas a la Universidad.60 
Este Estatuto, que fue el primero de la Ley de 1933 y se aprobó el mes de febrero 
de 1934, fue obra del licenciado Manuel Gómez Morín, en cuya exposición de 
motivos quedó plasmado su pensamiento y en los artículos expresó su visión 
organizativa y su concepción del ejercicio de la autoridad. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
60
 Celia Ramírez, op. cit., pp.167-168. 
27 
 
Capitulo 2 El estado de la historia del arte en México 
hasta los años treinta 
2.1. Necesidad de un instituto de investigaciones sobre la historia 
del arte en México 
 
Durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas se dieron dos tendencias 
dentro de la corriente nacionalista: el cosmopolitismo y la exaltación de lo popular 
–según Judith Alanís–. El primero, con sus afanes de apertura y permeabilidad a 
los problemas internacionales y a las propuestas plásticas venidas del exterior, 
permitió la infiltración de ideologías que modificaron los intereses y modalidades 
del quehacer artístico mexicano; en tanto que el segundo se sustentó sobre todo 
en el indigenismo, que se disparó en un exagerado populismo demagógico, lo que 
provocó que los enemigos del lenguaje plástico posrevolucionario, sobre todo el 
derivado del muralismo y de la Escuela Mexicana de Pintura, los atacaran diciendo 
que sus posibilidades formales y expresivas se habían agotado y que se caía en 
una reiterada apología del movimiento armado de 1910 en el que ya nadie creía.61 
La Sociedad de Conferencias y Conciertos fue la primera en promover la 
difusión cultural en la Universidad. Su móvil espiritual fue procurar resolver los 
problemas de México por medio de la cultura. Lo que la institución no fomentaba, 
que era: la formación de jóvenes, esa generación lo hizo. 
Manuel Toussaint, perteneció a ese grupo de jóvenes inteligentes, 
entusiastas y comprometidos que deseaban acabar con la desigualdad cultural, 
por lo que desde diferentes trincheras hicieron su labor social, ya sea fundando 
revistas, periódicos, institutos, partidos políticos o impartiendo cátedras en las 
instituciones de educación superior.62 
Toussaint incursionó primero en el mundo de las letras, como profesor de 
literatura en la Escuela Nacional Preparatoria. Sus primeros escritos fueron 
 
61
 Edith Alanís, “Comentario a la ponencia ‘El nacionalismo en la plástica durante el 
cardenismo’ de Raquel Tibol”, en El nacionalismo y el arte mexicano. IX Coloquio de Historia del 
Arte, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas, 1986, p. 254. 
62
 García Cantú, op. cit., p. 17. 
28 
 
ensayos, notas bibliográficas, narraciones, novelas infantiles, poesía, crítica 
literaria, crónicas e impresiones de viaje en el país y en el extranjero.63 
Es probable que la estancia de Toussaint en España diera como resultado 
los Viajes alucinados así como los recorridos hechos en México por Oaxaca y 
Taxco que realizó en tren, a caballo y a pie. La observación que hizo de los 
edificios y la investigación que efectuó acerca de su historia –como menciona 
Francisco de la Maza– ayudaron a delimitar sus características y a definir su 
verdadera vocación y amor por estudiar los monumentos coloniales.64 
Toussaint desempeñó diferentes puestos públicos. Fue director de la 
Escuela Nacional de Bellas Artes en 1928, nombramiento que duró mientras 
estuvo como rector el licenciado Antonio Castro Leal. Trabajó también en la 
Secretaría de Hacienda, encargada de la salvaguarda del Patrimonio Artístico e 
Histórico.65 La dedicación, el amor, su gran interés por rescatar, estudiar y valorar 
el patrimonio cultural lo llevaron entre otras cosas a la conclusión en 1934 de que 
no existía hasta esa fecha un verdadero estudio sistematizado sobre la historia del 
arte en México. En ese tiempo Diego Angulo visitó México y le compartió la idea 
de cómo se había fundado el Laboratorio de Arte en la Universidad de Sevilla.Todo esto lo convenció de que en México hacía falta un centro que se dedicara a 
la investigación, estudio, crítica y enseñanza del arte. Así, pues, elaboró el “Plan 
de trabajo para el establecimiento del Laboratorio de Arte análogo al que existe en 
la Universidad de Sevilla”. 
Toussaint se dio a la tarea de hacer un estudio exhaustivo de lo que se 
había escrito sobre la historia de arte en México. Esta investigación quedó 
plasmada en el prólogo que hace a la obra de Bernardo Couto, Diálogo sobre la 
historia de la pintura en México.66 
 
63
 Manuel Toussaint, Obra literaria, ed. de Luis Mario Schneider, México, UNAM-
Instituto de Investigaciones Estéticas/UNAM-Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1992, p. 13. 
64
 Francisco de la Maza, “Manuel Toussaint y el arte colonial en México”, Anales del 
Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. VI, núm. 25, p. 27. 
65
 Clementina Díaz y de Ovando, “Palabras de Clementina Díaz y de Ovando 
pronunciadas en la inauguración del Coloquio de Zacatecas”, Anales del Instituto de 
Investigaciones Estéticas, vol. XIII, núm. 45, p. 23. 
66
 José Bernardo Couto, Diálogo sobre la historia de la pintura en México, ed., pról. y 
notas de Manuel Toussaint, México, Fondo de Cultura Económica, 1947. 
29 
 
En la revisión bibliográfica que realiza en ese prólogo, Toussaint hace un 
reconocimiento al trabajo sabio de este autor. Menciona que son pocas las obras 
de carácter técnico que perduran por más de medio siglo. La obra de Couto –
como afirma el investigador– se jacta de estar dentro de esta categoría, y no sólo 
eso, sino que sirvió de referencia a muchos autores que como él se interesaron 
por escribir una historia del arte de México. Muchos fueron los que lo citaron, 
imitaron y hasta copiaron sus errores. 
El gran mérito de Couto –señala Toussaint– fue ser el primero en hacer una 
síntesis de la historia de la pintura colonial, “antes de su diálogo sólo existían 
informes aislados, muchos inexactos, otros exagerados, acerca de figuras pero no 
de movimientos”.67 Además, sirvió de estímulo, como ya se mencionó, para que 
otros autores escribieran sobre la historia de la pintura. Toussaint reconoce que la 
obra tiene limitaciones, y esto se debe a la falta de estudios sobre el tema, ya que 
no era un especialista en la materia y no se dedicaba por completo a la 
investigación. 
Pérez de Salazar, lo mismo que Manuel Romero de Terreros, son los únicos 
que no copian a Couto. El primero trabaja sobre fuentes directas y hace una 
síntesis excelente, en tanto que el segundo hace un reconocimiento a un pintor 
casi olvidado, Alonso López de Herrera, el Divino Herrera. Por último, el mismo 
Toussaint tomó escasos datos de Couto para la obra que escribió en 1936, La 
pintura durante el siglo XVI. Toussaint escribió también el catálogo de los cuadros 
de la Sección Colonial del Museo de Artes Plásticas, donde actualizó la biografía 
de los artistas de esa época. 
 
Quienes escribimos acerca del arte colonial de México estamos obligados a ser 
nuestros propios eruditos e investigadores, a construir el armazón de nombres, 
fechas y datos que dan validez a nuestras afirmaciones; a investigar en archivos, 
crónicas, biografías, relatos, periódicos, revistas en cualquier sitio en que pueda 
aparecer el menor vestigio, para allegar todo el material. Naturalmente la obra 
nuestra ofrece lagunas, huecos, defectos, fallas irreparables. El único recurso que 
puede salvarnos radica en el esfuerzo de síntesis creadora que, apoyándose en 
 
67
 Ibidem, p. 8. 
30 
 
los datos habidos, puede reconstruir una etapa, un periodo, o, con mayores 
ambiciones, una época completa en su conjunto, aunque débil en sus detalles.68 
 
Por lo que respecta al estudio de la arquitectura, Toussaint encuentra que el 
único estudio que vale la pena es la obra de Sylvester Baxter, Spanish-Colonial 
Achitecture in Mexico publicada en 1901.69 La Secretaría de Educación Pública y 
Bellas Artes, al publicar la traducción de la obra de Baxter, quiso hacer un 
reconocimiento a la labor tan importante realizada por ese historiador. Toussaint en 
la introducción que hace al trabajo de Baxter afirmaba que el criterio oficial que 
imperaba a fines del siglo XIX era mirar sólo lo extranjero, en especial lo europeo, 
y, al parecer, le pesa que haya sido un extranjero el que mostrara las bellezas y los 
tesoros tan valiosos del país. Es cierto que el trabajo tiene su mérito por ser el 
primero en ocuparse de la arquitectura colonial; sin embargo, no escapa a errores. 
Toussaint realiza el mismo ejercicio que hizo en el estudio introductorio al libro de 
Bernardo Couto, pero ahora en materia de arquitectura. El análisis que hace del 
libro es bastante acucioso, pues en un apartado que precede al texto apunta sus 
notas de los 23 capítulos, donde señala los errores, aclara, menciona y también 
elogia los aciertos de Baxter. 
La primera obra que menciona Toussaint, por orden cronológico, es la de 
Manuel G. Revilla, El arte en México en la época antigua y durante el gobierno 
virreinal, publicada en 1893, la cual fue encargo de Román F. Lascuráin para 
conmemorar el cuarto centenario del descubrimiento de América. Toussaint 
aseguraba que fue una obra bastante buena para su tiempo, y Baxter la tomó 
como referencia. Las limitaciones de Revilla son bastante evidentes: por un lado, 
la estrechez de su criterio, al decir que todo lo bueno del arte colonial viene de los 
españoles, con lo que niega cualquier crédito a los indígenas; por otro, están los 
errores de información histórica y crítica. Sin embargo, le reconoce su estilo 
purista y la defensa del estilo churrigueresco y, sobre todo, el mérito de haber sido 
quien inició los estudios colonialistas en México. 
 
68
 Ibidem, pp. 7-8. 
69
 Sylvester Baxter, La arquitectura hispano-colonial en México, intr. y notas de 
Manuel Toussaint, México, Secretaría de Educación Pública y Bellas Artes, 1934. 
31 
 
La primera secretaría que se ocupó en dar a conocer el arte colonial fue la 
de Hacienda, cuando José I. Limantour, en 1900, encargó al fotógrafo de origen 
alemán Guillermo Kahlo fotografiar todos los templos de la república. Aun cuando 
esa colección es de primera importancia, adolece de ciertos defectos, como el no 
contar con un técnico o un crítico que la hubiera dirigido. Sin embargo, con dichas 
fotografías se elaboró el primer “inventario fotográfico”. Estas imágenes han 
servido para ilustrar muchas obras. 
La segunda publicación sobre arte colonial de la Secretaría de Hacienda se 
hizo en 1924, cuando la dirigía el ingeniero Alberto J. Pani. El trabajo se 
encomendó al Dr. Atl, con el que colaboraron Manuel Toussaint y José R. Benítez. 
La idea era dar a conocer las fotografías de Guillermo Kahlo. El resultado fue la 
obra Iglesias de México, que salió en seis tomos entre 1924 y 1927. Toussaint 
refiere que el mérito de ésta son los excelentes dibujos y acuarelas, donde se 
captan la esencia y el alma de los monumentos. La obra ofrece una interpretación 
muy propia de los retablos churriguerescos muy cercana a la verdad, sin embargo 
los datos no son muy exactos. El tomo II, trata sobre la Catedral de México, éste 
fue elaborado por Toussaint, lo mismo que la primera parte del libro que hace 
referencia a las generalidades de la arquitectura religiosa en la Nueva España 
durante el siglo XVI. 
La tercera publicación más importante realizada por la Secretaría de 
Hacienda en materia de arquitectura religiosa se realizó cuando quedó al frente de 
ésta Luis Montes de Oca, entre 1930 y 1931. El encargo fue desarrollar el 
inventario artístico de los templos de propiedad federal. Se iniciaron trabajos en 
los estados de Puebla, Veracruz, Yucatán e Hidalgo, pero sólo se terminó el de 
esteúltimo. El trabajo estuvo a cargo del ingeniero Luis Azcue, apoyado por los 
arquitectos Federico E. Mariscal y Vicente Mendiola. La investigación histórica, los 
levantamientos, alzados de los dibujos, la descripción y crítica de los monumentos 
es de gran calidad, difícilmente superada. El mismo Montes de Oca encargó a 
Toussaint, al ingeniero Enrique Cervantes, a Justino Fernández, a los arquitectos 
Carlos Contreras y a Juan O’Gorman realizar la monografía Tasco, en el estado de 
Guerrero. El libro se publicó en 1932. 
32 
 
La Dirección de Monumentos Coloniales y de la República publicó Tres 
siglos de arquitectura colonial y las monografías de Oaxaca y Huejotzingo: la 
ciudad y el convento franciscano. Esta última estuvo a cargo de Rafael García 
Granados y Luis Mac Gregor. Según Toussaint, es el trabajo más completo 
publicado acerca de este edificio del siglo XVI, por su documentación histórica, por 
la ilustración gráfica y por el cuidado con el que se observan todos los detalles. 
El Museo Nacional, para conmemorar el centenario de la Independencia, 
realizó varias publicaciones, entre las cuales se encuentra una sobre la 
arquitectura en México, misma que se encargó al licenciado Genaro García y al 
excelente fotógrafo Antonio Cortés. El primer volumen se publicó en 1914, el 
segundo se encomendó al arquitecto Federico Mariscal y apareció hasta 1922. En 
ambos trabajos –afirma Toussaint– es evidente la falta de método. Otra 
publicación de este museo es la monografía del templo de La Valenciana en el 
estado de Guanajuato. Toussaint considera esta obra de gran interés para todos 
los estudios del arte. 
Se mencionan también los trabajos elaborados de manera privada, como 
son los de Vito Alessio Robles, quien publicó monografías sobre Acapulco en la 
historia y en la leyenda (1932) y Saltillo en la historia y en la leyenda (1934). 
Asimismo, Miguel Alessio Robles publicó pequeñas monografías sobre Morelia, 
Cuernavaca y Saltillo; Enrique A. Cervantes compiló una serie de fotografías de 
las ciudades coloniales de: Taxco, Cuernavaca, Morelia, Tepic y Oaxaca; Manuel 
Romero de Terreros publicó una pequeña colección titulada Arte colonial en tres 
volúmenes durante los años 1916, 1918 y 1921, y se ocupó de la Casa colonial y 
los jardines virreinales. Además de estos temas, publicó también monografías 
como la de Tepozotlán, El puente del Molino Prieto, Acolman, El camarín de los 
Remedios, entre otros. Toussaint encuentra que la información histórica es exacta 
y su crítica mesurada. 
Un trabajo más que se menciona en esta introducción es la conferencia 
dictada por Jesús T. Acevedo titulada “La arquitectura colonial en México”, del cual 
dice que, si se hubiera esforzado por documentarse histórica y gráficamente, 
hubiera sido un gran crítico de arte por su solidez de criterio y su finura de 
33 
 
percepción. Hay que mencionar también las conferencias que se pronunciaron en 
el Palacio de Bellas Artes y que constituyeron un pequeño curso sobre la 
arquitectura colonial. Fueron dictadas por varios especialistas, como Manuel 
Toussaint, Luis Mac Gregor, Federico E. Mariscal y Rafael García Granados.70 
Los trabajos que merecen el reconocimiento de Manuel Toussaint son 
aquellos que demuestran que se ha hecho una investigación en archivos y 
bibliotecas lo bastante concienzuda sobre la obra que se estudia: se ha visitado, 
se ha observado una y mil veces para estar seguro de lo que se va a escribir. Y lo 
mismo sucede cuando se quiere hacer una teoría o hipótesis, de acuerdo con el 
punto de vista del crítico y maestro. 
Ahora veremos lo que opinaron algunos de sus discípulos. Pasado el 
tiempo, Francisco de la Maza apuntaba que el desconocimiento del arte colonial 
en México en el siglo XIX era casi una obligación política debido al desprecio a 
todo lo que fuera español. Al principio del siglo XX, era ignorado, menospreciado y 
visto con incertidumbre, porque nadie se había ocupado de estudiar esta materia 
de forma sistematizada. De la Maza mencionaba que fue un extranjero, el conde 
Beltrani, con su obra Le Mexique, publicada en París en 1831, el primero que se 
interesó por estudiar el arte colonial. El mérito de este autor estriba en que el 
estudio se realizó a escasos diez años de haberse independizado México. De la 
Maza agrega que tiene muchos errores por sus apresuradas y superficiales 
observaciones.71 
Otro estudio digno de mencionarse es el Diccionario de historia y geografía, 
iniciado en 1853. Los intelectuales encargados de estudiar la época colonial 
fueron J. M. Dávila y Manuel Orozco y Berra, pero éste tampoco se salvó de 
errores, pues se toma como cierto que el “primer” pintor colonial fue Rodrigo de 
Cifuentes, invención hecha por el conde de la Cortina. 
La doctora Elisa Vargaslugo en la ponencia “La aprehensión del arte 
colonial”, que presentó en el VIII Coloquio Internacional del Arte, hizo otra lista de 
autores que escribieron básicamente sobre arquitectura, como Antonio Peñafiel 
 
70
 Ibidem, p. VI. 
71
 Francisco de la Maza, “Manuel Toussaint y el arte colonial en México”, Anales del 
Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. VI, núm. 25, 1957, pp. 21-29, en esp. p. 22. 
34 
 
con Ciudades coloniales y capitales de la República (1908); Genaro García y 
Antonio Cortés, quienes escribieron La arquitectura en México. Iglesias (1914); 
Luis González Obregón, quien publicó México viejo y Las calles de México (ca. 
1922), y Manuel G. Revilla, con su libro El arte en México en la época antigua y 
durante el gobierno virreinal, reeditado en 1923. Uno de los méritos de este último 
trabajo –como menciona la autora– es haber sido el primer texto que se ocupó de 
estudiar el arte colonial con la intención de darle el lugar que le corresponde 
dentro del desarrollo de la cultura mexicana. En eso coincidió con Toussaint. Otra 
virtud sería el interés de Revilla por señalar las características nativas de las obras 
barrocas mexicanas con respecto a las europeas. Debido a las particularidades de 
las expresiones barrocas mexicanas las denominó arte tequitqui. Para Vargaslugo, 
la obra de Revilla fue la piedra fundamental sobre la cual se levantaría la historia 
del arte colonial.72 Tiempo después, el tema se volvió a retomar en un seminario 
dirigido por la maestra Rita Eder, cuyo objetivo fue analizar el proceso de las ideas 
sobre el arte en México a la luz de la tradición de la disciplina y de nuevas 
reflexiones en la historia del arte en el mundo occidental. Los resultados de ese 
análisis se publicaron en un libro El arte en México: autores, temas y problemas, 
donde se hace una revisión de los textos e ideas de los primeros autores que se 
dedicaron a la historia del arte en México. Es la interpretación de distintas 
estrategias de la comprensión de los objetos que en la actualidad le dan a la 
historia del arte las bases metodológicas y específicas, pero sobre todo una 
interacción muy diversa. 
La idea de la obra era responder desde qué óptica se habían escrito los 
primeros textos de la historia del arte en México y cómo se estableció una 
tradición disciplinaria, entre otras preguntas. La coordinadora menciona en la 
introducción que, si se quiere hacer la crónica de la historia del arte en México, 
habría que hacerla desde sus tradiciones académicas y su desarrollo dentro de las 
instituciones. Este desarrollo ha introducido una simbiosis con la historia misma, 
que no ha sido aclarada debido a la impronta nacionalista dentro de la disciplina y 
 
72
 Elisa Vargaslugo, “La aprehensión del arte colonial”, en Los estudios del arte 
mexicano, examen y prospectiva. VIII Coloquio de Historia del Arte, México, UNAM-Instituto de 
Investigaciones Estéticas, 1986, pp. 35-67, en esp. p. 38. 
35 
 
su fidelidad a la idea el arte como pareja imprescindible

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