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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS COLEGIO DE HISTORIA ORÍGENES DEL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ESTÉTICAS: LOGRO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO TESIS QUE PARA OPTAR AL GRADO DE LICENCIADA EN HISTORIA PRESENTA MARÍA DEL CARMEN SIFUENTES RODRÍGUEZ ASESOR DR. EDUARDO BÁEZ MACÍAS CIUDAD UNIVERSITARIA 2013 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 1 INDICE DE CONTENIDO Introducción………………………………………………………………………… 2 Capitulo 1 Fundación de la Universidad Nacional……………………… ……. 5 1.1. La Ley Constitutiva e inauguración de la universidad………........ 5 1.2. La llamada refundación de la universidad (1920)……………….. 18 1. 3. La necesidad de una autonomía universitaria………………… . 21 Capitulo 2 El estado de la Historia del Arte en México hasta los años treinta………………………………………………………………... 27 2.1. Necesidad de un instituto de investigaciones sobre la historia del arte en México……………………………………………………….. 27 Capitulo 3 Orígenes del Instituto de Investigaciones Estéticas……………... 36 3.1. La exposición de Manuel Toussaint ante el rector Fernando Ocaranza ………………………………………………………. 36 3.2. El Laboratorio de Arte……………………………………………….. 37 3.3. La fundación del Instituto de Investigaciones Estéticas…………. 43 3.4. Los investigadores fundadores del Instituto de Investigaciones Estéticas…………………………………………………………………… 51 Capitulo 4 Fondo del Instituto de Investigaciones Estéticas…………………. 61 Conclusiones………………………………………………………………………. 72 Bibliografía…………………………………………………………………………. 74 Hemerografía………………………………………………………………………. 76 Legislación…………………………………………………………………………. 76 Archivos…………………………………………………………………………….. 76 Agradecimientos y dedicatorias………………………………………………….. 77 Índice de Imágenes Imagen 1 Manuel Toussaint…………………………………………………….... 79 Imagen 2 Diego Ángulo …………………………………………………………... 80 Imagen 3 Rafael López …………………………………………………………... 81 Imagen 4 Justino Fernández …………………………………………………….. 82 Imagen 5 Plan para establecer un “Laboratorio de Arte” análogo al que existe en la Universidad de Sevilla ……………………………………………… 83 Imagen 6 Oficio firmado por Manuel Toussaint, Rafael García Granados, Federico Gómez de Orozco y Justino Fernández……………………………… 84 Catálogo de documentos………………………………………………………….. 85 2 Introducción El Instituto de Investigaciones Estéticas, por ser uno de los cuatro primeros Institutos de investigación fundados por la Universidad, cuenta con un gran acervo documental, gracias a que sus fundadores y los directores que les siguieron tuvieron el cuidado de conservarlo. Me sentí muy privilegiada por haber sido la responsable de organizar (clasificar y ordenar), describir y poner al servicio de la comunidad universitaria y del público en general este acervo a través del presente catálogo que muestra el ser y el quehacer de este Instituto. En ese sentido, éste tiene por objetivo acercarnos a las fuentes primarias para conocer la historia del Instituto de Investigaciones Estéticas y saber cómo se hizo la Historia del Arte en México de manera institucional. Para abordar los orígenes del Laboratorio de Arte, antecedente inmediato del Instituto de Investigaciones Estéticas, fue necesario remontarme a los orígenes de la que fue, primero, la Universidad Nacional de México (UNM) y, después, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Y precisamente, desde la primera Ley Constitutiva de esta casa de estudios (1910) se mencionaba, en el artículo 2º: “El Gobierno Federal podrá poner bajo la dependencia de la Universidad otros institutos superiores, y dependerán también de la misma los que ésta funde con sus recursos propios”. En ese artículo de la Ley Constitutiva se encuentra el fundamento legal para la creación del Laboratorio de Arte. En la primera parte de este trabajo, abordo los varios intentos de la Institución para conseguir su autonomía, la cual mencionaba ya su primer rector, el licenciado Joaquín Eguía Lis. Poco después, también se alude a ella en la promesa del presidente Venustiano Carranza. En 1929, se concedió a la Universidad Nacional de México una autonomía que no había pedido; sin embargo, es hasta 1933 cuando se le otorga la autonomía total a la Universidad, al no estar de acuerdo con la política educativa del presidente Lázaro Cárdenas. Esto sumió a la Institución en una crisis económica considerable. En medio de una situación por demás difícil. A escasos veinticinco años de la fundación de la 3 Universidad, se creó el Laboratorio de Arte (1935). Su fundación se debe a la iniciativa que presentó Manuel Toussaint al doctor Fernando Ocaranza, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, el 20 de diciembre de 1934. El rector apoyó la propuesta, por lo que en febrero de 1935 el nuevo centro quedó instalado en el local número 15 de la Escuela Nacional Preparatoria. Manuel Toussaint fue nombrado jefe del Laboratorio de Arte. En esos primeros años, pese a que las condiciones no eran óptimas, sus fundadores tenían todo el deseo de trabajar, y –aquí sí viene bien la frase– “por amor al arte” continuaron con algunas de sus investigaciones que de manera individual venían trabajando e iniciaron otras. En 1936, el nuevo rector, licenciado Luis Chico Goerne reorganizó la Universidad y creó el Instituto de Investigaciones Estéticas, de manera que el 12 de mayo de ese año el Laboratorio de Arte pasó a formar parte del Instituto. Ese año fue muy fructífero. Así lo demuestra el informe presentado en 1936 por el jefe del Laboratorio al rector, donde se mencionan los trabajos realizados: Manuel Toussaint terminó las investigaciones tituladas: La arquitectura civil en México durante el siglo XVI y La pintura colonial en México; Luis Mac Gregor, El escultor Gabriel Guerra y El convento de Capuchinas en la Villa; Federico Gómez de Orozco, El convento franciscano de Cuernavaca y El convento de San Agustín de Acolman; Rafael García Granados, El arte plumario; al mismo tiempo, todos participaban en la monografía de la Sillería del coro del convento de San Agustín; además, colaboraron con dos artículos para la revista Arte en América y Filipinas. En 1937, por iniciativa del licenciado Manuel Moreno Sánchez, secretario académico del Instituto, se fundó el órgano informativo de este centro, la revista Anales, que hasta la fecha se sigue publicando. En 1938, el rector de la Universidad era el doctor Gustavo Baz Prada. En ese año, la Universidad volvió a sentir la estrechez económica, por lo que el rector decidió cerrar algunas dependencias, entre ellas el Instituto de Investigaciones Estéticas. Sin embargo, gracias al compromiso de sus académicos, la dependencia se volvió a abrir, pues los investigadores ofrecieron seguir trabajando sin cobrar sueldo hasta que la situación de la Universidad se normalizara. 4 El 16 de febrero de 1939 el presupuesto del Instituto Investigaciones Estéticas quedó dentro del egreso de la Universidad, y se nombró a Manuel Toussaint como director del mismo. Durante su administración se publicaron muchas investigaciones,pero tres son las obras que dan clara evidencia de por qué era necesario fundar esta Institución, primero como Laboratorio de Arte y luego como Instituto: Arte precolombino de México y de la América Central, de Salvador Toscano (1944); Arte colonial en México, de Manuel Toussaint (1948), y el Arte moderno y contemporáneo de México, de Justino Fernández (1948). El Instituto se convirtió en ejemplo para que las universidades de América Latina fundaran institutos similares al de México. Un año antes de que Justino Fernández ocupara la dirección, se publicaron obras tan importantes que daban razón del nombre del Instituto de Investigaciones Estéticas. Así tenemos del mismo Fernández, Coatlicue. Estética del arte indígena (1954). Ya como director del Instituto, El retablo de los reyes. Estética del arte en la Nueva España (1959) y El hombre. Estética del arte moderno y contemporáneo (1962). Como el Instituto debía encargarse también de la crítica de arte, Ida Rodríguez Prampolini publicó los tres tomos de La crítica de arte en México en el siglo XIX (1964). De todo esto y mucho más nos hablan los documentos que se encuentran en al Archivo Histórico del Instituto de Investigaciones Estéticas. 5 Capitulo 1 Fundación de la Universidad Nacional de México 1.1 Ley constitutiva e inauguración de la Universidad Cuando Porfirio Díaz era presidente de la República y el maestro Justo Sierra ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, se promulgó por decreto del 26 de mayo de 1910 la Ley Constitutiva de la Universidad Nacional de México, con la cual se creó la institución que, con el tiempo, llegaría a ser la máxima casa de estudios a nivel superior. La ley constaba de 17 artículos y 4 transitorios, y le otorgaba a la Universidad el carácter nacional. Así, el cuerpo docente de ésta tenía el objetivo de impartir educación superior a nivel nacional. La Universidad quedó conformada por las escuelas nacionales1 Preparatoria, de Jurisprudencia, de Medicina, de Ingenieros, de Bellas Artes (en lo concerniente a la enseñanza de la arquitectura) y de Altos Estudios. La ley hacía referencia a que el gobierno federal tenía la facultad de poner bajo la dependencia de la Universidad otros institutos superiores así como los que hubiera creado con recursos propios, previa aprobación del Ejecutivo y aquellos cuya incorporación fuera aceptada, mediante los requisitos especificados en los reglamentos. El ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes quedó como jefe de la Universidad, en tanto que el gobierno estuvo a cargo del rector y de un Consejo Universitario. Dentro de la atribuciones del rector se encontraban: presidir el Consejo Universitario, inspeccionar y vigilar las funciones de las escuelas e institutos de la la máxima casa de estudios del país, así como remover a los profesores ordinarios que no tuvieran el título de doctores, contratar profesores extraordinarios y autorizar la enseñanza de profesores libres en la Escuela Nacional de Altos Estudios. Todo esto debería contar con la autorización del ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes. El rector tenía la facultad de suspender temporal o 1 Las escuelas nacionales desde su nacimiento en el siglo XIX fueron independientes. Sierra, al crear la Universidad, las unió en una sola entidad con el propósito de dar autonomía a la educación superior. 6 definitivamente estas clases libres2 si consideraba que no eran convenientes. Asimismo, debía vigilar el ejercicio presupuestal de la Universidad y presentar al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes un informe de las actividades de ésta. El Consejo Universitario quedó integrado por el rector, los directores de las escuelas universitarias y el director general de Educación Primaria. Sus funciones consistían en la celebración de reuniones ordinarias y extraordinarias; elevar a la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes las iniciativas dirigidas a reformar las disposiciones vigentes sobre planes de estudios, programas parciales, métodos y pruebas de aprovechamiento en una o más escuelas universitarias; crear nuevas instituciones educativas; organizar la extensión universitaria; aprobar, modificar o rechazar las propuestas para cubrir plazas de profesores pagados por la federación; nombrar y remover al personal pagado con fondos de la Universidad; opinar acerca de la remoción de profesores que no fueran doctores; promover y procurar cualquier mejora o adelanto de la Universidad, así como las demás funciones que la ley expresara. La Universidad tenía la personalidad jurídica para adquirir bienes de cualquier género destinados al objeto de la Institución. Contaba con dos tipos de fondos, los que el gobierno federal le otorgara y los que pudiera adquirir por cualquier otro medio. También se mencionaba cómo deberían de administrarse éstos. La Universidad otorgaría el grado de doctor como el testimonio más alto al conocimiento de uno de sus miembros en una o varias especialidades, los doctorados podrían ser de tres clases: universitarios, honoris causa y ex officio. Los artículos transitorios mencionaban que los profesores de las escuelas universitarias elegirían por primera vez a los representantes del Consejo Universitario. Con motivo de la inauguración de la Universidad, el presidente de la 2 El artículo 5 o apartado V, de la Ley Constitutiva, señalaba que, si algunos profesores tuvieran el deseo de impartir clases de una enseñanza determinada y que como resultado de éstas se obtuviera un grado universitario, deberían solventar los gastos de dichas clases, además de que deberían estar sujetas a los programas de la institución, previa aceptación del director de la Escuela de Altos Estudios. 7 República, a través de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, conferiría los grados de doctores ex officio a los directores de las escuelas universitarias y a los profesores con varios años de servicios, de doctores honoris causa a las personas que hubieran prestado servicios eminentes a la ciencia, a la humanidad o a la patria, sobre todo en la enseñanza o en el prolongado y honorable ejercicio de su profesión. También se menciona que la Escuela Nacional de Altos Estudios estaría representada en el Consejo Universitario por el director y subdirector hasta que se organizara la junta de profesores; por último, se mencionaba la cantidad de cincuenta mil pesos que el Ejecutivo federal autorizó para la instalación e inauguración de la Universidad. Ésta también dispuso de treinta mil pesos durante el ejercicio fiscal 1910-1911.3 La creación de la Universidad Nacional de México fue uno de los muchos sucesos trascendentes con los que el gobierno del presidente Porfirio Díaz festejaba el centenario de la Independencia de México. Fue sin duda el acto cultural más importante del gobierno del general Porfirio Díaz, pues simbolizaba los esfuerzos del régimen en bien del país. El maestro Justo Sierra, en el proyecto de Universidad Nacional que presentó por primera vez como diputado suplente en 1881 ante la Cámara de Diputados, hablaba de una Universidad libre e independiente, donde la cátedra fuera laica y no hubiera restricciones para la cultura. Es importante resaltar este punto para tener presente que, desde que Justo Sierra pensó en la creación de la Universidad, tenía la idea que debía ser autónoma. Varios diputados objetaron la iniciativa. Argumentaban que en México, un país donde 80% de la población era analfabeta, no se justificaba la creación de una institución de educación superior. Como el proyecto no encontró aceptación y las circunstancias eran adversas, Justo Sierra pensó que no era el tiempo adecuado para crear la Universidad, por lo que esperó casi treinta años para volvera presentar la propuesta.4 3 La Universidad Nacional de México: 1910, México, UNAM-Coordinación de Humanidades/UNAM-Centro de Estudios sobre la Universidad, 1985, pp. 35-42. 4 Julio Jiménez Rueda, Historia jurídica de la Universidad de México, México, UNAM- Facultad de Filosofía y Letras, 1955, p. 188. 8 El 22 de septiembre de 1910 quedó formalmente inaugurada la Universidad. La ceremonia se desarrolló en el Anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria, con eminentes personajes de la política nacional e internacional y representantes de las universidades del país y del extranjero. Las madrinas de la recién nacida Universidad fueron las universidades de París, Salamanca y California.5 En las invitaciones que Justo Sierra mandó a las universidades se mencionaba el alto honor que significaba para él haber preparado la fundación de la nueva Universidad de México; además, manifestaba el deseo de entablar relaciones cordiales y más estrechas con esas universidades. Ahí exponía las razones por las que fueron elegidas como madrinas de la de México: la Universidad de París, porque era una de las más antiguas y por la influencia que había ejercido sobre el mundo civilizado durante muchos siglos. Su representante fue el profesor Ernesto Martinenche.6 La de Salamanca fue el modelo seguido por la antigua Universidad de México, y el padrinazgo fue aceptado por el rector Miguel de Unamuno,7 quien se disculpó por no poder asistir, y la de California porque era una de las más admirables de América, así como por haber distinguido a los educadores mexicanos, invitando a uno de ellos varias veces a dar conferencias sobre México. Su representante fue el doctor Benjamin Ide Wheeler.8 En su discurso inaugural, Justo Sierra mencionó que la Escuela Nacional de Altos Estudios era la columna vertebral de la naciente Universidad, que esa escuela era el peldaño más alto de ésta, y al respecto dice: nuestra ambición sería que en esa Escuela, se enseñase á [sic] investigar y á [sic] pensar, investigando y pensando, y que la substancia de la investigación y el pensamiento no se cristalizase en ideas dentro de las almas, sino que esas ideas constituyesen dinamismos perennemente traducibles en enseñanzas y en acción, que sólo así las ideas pueden llamarse fuerzas; no quisiéramos ver nunca en ellas torres de marfil, ni vida contemplativa, ni arrobamientos en busca del mediador 5 Ibidem, p. 188. 6 La Universidad Nacional de México: 1910, op. cit., pp. 50-51. 7 Ibidem, p. 78. 8 Ibidem, p. 103. 9 plástico; eso puede existir y quizás es bueno que exista en otra parte; no allí, allí no.9 Con esto, el maestro Sierra confirmaba una vez más que esta nueva universidad nacional no tenía nada que ver con la antigua Universidad Colonial. La Universidad quedó constituida, como ya se dijo, con la reunión de las Escuelas Nacionales. El doctor Pablo Macedo fue el director de la Escuela de Jurisprudencia; el doctor Eduardo Liceaga, de Medicina; el doctor Luis Salazar, de Ingeniería; el arquitecto Antonio Rivas Mercado, de Bellas Artes sólo en lo referente a la carrera de Arquitectura; el doctor Porfirio Parra, de Altos Estudios, y el doctor Manuel Flores, de la Preparatoria.10 La mayoría de las escuelas nacionales habían sido creadas durante el siglo XIX y ratificadas por la Ley de Instrucción Pública de 1867. La Escuela Nacional de Altos Estudios se creó por decreto del 17 de diciembre de 1908, la Ley Constitutiva de ésta se expidió y publicó el 7 de abril de 1910, fundándose el 18 de septiembre de ese mismo año. Su objetivo era coordinar la investigación, perfeccionar, especializar y subir a un nivel superior los estudios profesionales, proporcionar a profesores y alumnos los medios para desarrollar la investigación científica y formar profesores de las escuelas secundarias y profesionales. Estaba dividida en tres secciones. La primera, Humanidades, comprendería las lenguas clásicas y vivas, las literaturas, filología, pedagogía, lógica, psicología, ética, estética, filosofía, e historia de las doctrinas filosóficas. La segunda, las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, abarcaba la matemática en sus formas más superiores y las ciencias físicas, químicas y biológicas. La tercera era Ciencias Políticas, Sociales y Jurídicas. El porqué de la fundación de la Escuela de Altos Estudios se encuentra en que, a 9 . Ibidem, p. 128. 10 Archivo Histórico de la Universidad Nacional Autónoma de México (en adelante, AHUNAM), Memoria Universitaria (en adelante, CMU), Publicaciones Oficiales, Informe que el doctor don Joaquín Eguía Lis, rector de la Universidad Nacional de México, eleva acerca de las labores de la misma universidad durante el periodo de septiembre de 1910 a septiembre de 1912 a la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, México, Imprenta I. Escalante, 1913, p. 24. 10 través de ella, la Universidad podía otorgar el grado de doctor y de esta manera la nueva institución obtendría tal rango.11 Para el funcionamiento de las escuelas se daban en propiedad a la Universidad los edificios donde ya se albergaban las escuela nacionales decimonónicas: en el antiguo Colegio de San Ildefonso, la Escuela Nacional Preparatoria; en el antiguo convento de Santa Catalina de Siena, la Escuela Nacional de Jurisprudencia; en el antiguo Palacio de la Inquisición, la Escuela Nacional de Medicina, y en el Palacio de Minería, la Escuela Nacional de Ingenieros. La única que no contaba con instalaciones propias era la recién creada Escuela Superior de Altos Estudios, lo mismo que la Rectoría, por lo que las dos dependencias compartieron el edificio de lo que fue la Escuela Normal para Profesores, construida por el arquitecto e ingeniero civil Manuel Francisco Álvarez en 1890, en un espacio que fue parte del antiguo convento de Santa Teresa la Antigua.12 Tiempo después se incorporaron otras instituciones, como la Biblioteca y la Hemeroteca Nacional,13 en la antigua iglesia de San Agustín y en el colegio jesuita de San Pedro y San Pablo, respectivamente, y poco a poco se fueron creando nuevas escuelas, institutos y departamentos. El licenciado Joaquín Eguía Lis tomó protesta como primer rector de la universidad nacional el 22 de septiembre de 1910. Permaneció en ese cargo hasta el 22 de septiembre de 1913. Al inicio de su discurso, explicó por qué el primer año no presentó informe. Decía que, por las bien conocidas circunstancias críticas que atravesó el país y por lo irregular de las actividades, no le fue posible presentar informe, pues a dos meses de haberse fundado la Universidad, en noviembre de 1910, dio inicio el movimiento revolucionario encabezado por Francisco I. Madero. Pero, a pesar de estos acontecimientos, la institución siguió trabajando.14 En 1911, se dieron los primeros conflictos estudiantiles. Uno de ellos sucedió en la Escuela Nacional de Bellas Artes: el 24 de julio de ese año, se 11 La Universidad Nacional de México: 1910, op. cit., pp. 9-10. 12 Guillermo Boils Morales, “Los edificios de la Universidad Nacional en el momento de su apertura en 1910”, en Carlos Martínez Assad y Alicia Ziccardi (coord.), 1910. La Universidad Nacional y el barrio universitario, México, UNAM-Coordinación de Humanidades/UNAM-Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, 2010, pp. 75-96. 13 Jiménez Rueda, op. cit., p. 192. 14 AHUNAM, CMU, op. cit., pp. 3-4. 11 declararon en huelga los alumnos de la sección de Pintura.15 Argumentaban que el director, el arquitecto Antonio Rivas Mercado, privilegiaba la sección de Arquitectura antes que las de Pintura, Escultura y Grabado. Dentro de las exigenciasde los huelguistas estaban: la separación del cargo del director por favorecer a los de su gremio; por los métodos tan obsoletos en la enseñanza del grabado, pintura, escultura, y por promover nombramientos de profesores sin el aval de un concurso de oposición. Esto trajo como consecuencia que el director retirara la pensión al alumnado y prohibiera que se reunieran en la escuela.16 Los estudiantes estaban decididos a no claudicar en cuanto a la destitución del director, por lo que presentaron al ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Francisco Vázquez Gómez, una lista de seis posibles candidatos a la dirección de la escuela. Al no haber respuesta a sus demandas, los huelguistas convocaron a las escuelas superiores; con ello lograron entrevistarse con el ministro Vázquez Gómez, quien prometió dar solución a sus demandas.17 La huelga terminó en abril de 1912 con la renuncia del arquitecto Antonio Rivas Mercado. En el espacio de un año, la Academia cambió cuatro veces de director (Antonio Rivas Mercado, Manuel Gorozpe, Jesús Galindo y Villa y Alfredo Ramos Martínez).18 Otro de los problemas que mencionó el rector en su discurso fue la huelga de la Escuela de Jurisprudencia en junio de 1913.19 Esto se debió a la decisión del licenciado Luis Cabrera de sustituir el examen final por el de reconocimientos trimestrales con el argumento de que los conocimientos se tenían más frescos y que éstos les ayudarían a reforzarlos. Conviene decir que los exámenes trimestrales ya se realizaban en las otras escuelas y sólo faltaba la de Jurisprudencia. En el grupo de estudiantes inconformes se encontraban: Ezequiel Padilla, Leopoldo Ortiz y Enrique Domínguez, quienes se adueñaron del edificio. Ante esto, tuvieron que intervenir los bomberos para desalojarlos. La escuela se 15 Ibidem, p. 58. 16 Olga Sáenz, “La enseñanza en la Escuela Nacional de Bellas Artes (1910-1920)”, en Aurelio de los Reyes (coord.), La enseñanza del arte en México, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas, c. 2010, pp. 189-219, en esp. p. 195. 17 Ibidem, pp. 194-195. 18 Ibidem, pp. 201-206. 19 AHUNAM, CMU, op. cit., p. 49. 12 cerró con la amenaza del presidente Abelardo L. Rodríguez20 de que, si no se disciplinaban, el presupuesto de esa escuela se destinaría a la creación de la Universidad Obrera.21 El resultado de este conflicto fue la separación de un grupo de estudiantes y profesores: Emilio Rabasa, Pablo Macedo, Francisco León de la Barra y Jorge Vera Estañol, quienes fundaron la Escuela Libre de Derecho. Eguía Lis en el mismo informe declaró al respecto que la huelga fue injustificada. Sin embargo, consideró la creación de la nueva escuela como un acto de gran significación y muy benéfico para la instrucción en México. Festejó esa iniciativa particular y dijo que fue un estímulo para que los gobiernos dejaran a la instrucción lo más libre y lejana de los vaivenes políticos.22 En 1913, cuando el Congreso discutió el presupuesto de la Universidad, éste se vio amenazado. Los diputados Lozano y Olaguíbel estaban en contra de darle a la Universidad los 44 mil pesos anuales que se le tenían destinados, argumentando que el país tenía otras necesidades más apremiantes. Las partidas destinadas a la Escuela Nacional Preparatoria y a la de Altos Estudios fueron las más discutidas, ya que no las encontraban justificadas;23 en cambio, las destinadas a las otras escuelas (Ingeniería, Medicina y Jurisprudencia) no las objetaron. En su informe, el rector Eguía Lis señalaba que, por ser tan elevados los fines que perseguía la Escuela Nacional de Altos Estudios, no había sido posible que la Escuela se desenvolviera en su totalidad, pero gracias a los esfuerzos de los profesores libres y extranjeros, como los doctores James Mark Baldwin, Franz Boas y Carl Reiche, empezó a fortalecerse. Los diputados Ezequiel A. Chávez y Antonio Ramos Pedrueza24 fueron los que defendieron el presupuesto que finalmente se aprobó. 20 Jesús Silva Herzog, Una historia de la Universidad de México y sus problemas, México, Siglo XXI, 1979, p. 37. 21 Los miembros del Ateneo de la Juventud apoyaron la fundación de la Universidad Popular con el objetivo de llevar cultura a la clase obrera mediante conferencias, cursos y obras de teatro. 22 AHUNAM, op. cit., p. 49. 23 Jiménez Rueda, op. cit., p. 189. 24 Antonio Ramos Pedrueza fue consejero suplente del Consejo Universitario en diciembre de 1911. Cfr. AHUNAM, CMU, Publicaciones Oficiales, op. cit., p. 29. 13 El balance que hizo el rector del desempeño de la Universidad fue positivo, ya que nunca dejó de funcionar, pese a las irregularidades padecidas, a los problemas políticos del país y a los ataques sufridos, por haber sido creada por el régimen porfirista. Para finalizar su informe, tocó el tema de la autonomía y dijo: “El propósito de la Universidad obedece a hacer a la instrucción superior lo más independiente posible de los poderes políticos”.25 Hasta ese momento, en el discurso de Justo Sierra y en el informe del licenciado Eguía Lis, el tema de la autonomía estuvo presente. Victoriano Huerta, en 1913, nombró a Ezequiel A. Chávez como nuevo rector de la Universidad para el periodo que comenzó el 1 diciembre de ese año.26 ¿Quién mejor que él para dirigir la Universidad en esos momentos tan agitados por los que pasaba el país? Cuando el licenciado Ezequiel A. Chávez era secretario de Justo Sierra, fue comisionado para que visitara las diferentes universidades estadounidenses; de esa manera, tomó de las mejores los elementos que sirvieron de base para el proyecto de creación de la Universidad de México. Conocía, por lo tanto, el funcionamiento de la Institución y sabía dónde hacer las reformas y ajustes necesarios para que ésta marchara bien. A principios de 1914, durante el gobierno de Victoriano Huerta, el secretario de Instrucción Pública era Nemesio García Naranjo. Pedro Henríquez Ureña estuvo encargado de modificar el plan de estudios barrediano que tenía la Escuela Nacional Preparatoria. Sin embargo, esto quedó sólo en buenos propósitos. Como señaló Julio Jiménez Rueda, “El nuevo plan fue flor de un día”.27 La idea principal de ese plan fue introducir materias humanísticas como la filosofía, historia del arte, historia de México, general, así como fundar una cátedra de literatura mexicana e iberoamericana. Con eso se pretendía renovar la enseñanza en la preparatoria con una dosis de humanismo a la tan marcada tendencia científica del positivismo. El maestro Antonio Caso sería el encargado de dictar las conferencias sobre los temas filosóficos.28 Los continuos cambios políticos que se daban en el país 25 AHUNAM, CMU, op. cit., p. 49. 26 Silva Herzog, op. cit. p. 39 27 Jiménez Rueda, op. cit., p. 190. 28 Idem. 14 hacían que las modificaciones a los planes o programas no se llevaran a la práctica. Con el triunfo de los constitucionalistas en 1914 y la llegada de Venustiano Carranza a la Presidencia de la República, el futuro de la Universidad se veía muy prometedor, ya que dentro del proyecto educativo de Carranza se habló de darle autonomía a la Institución. Félix Palavicini, como oficial mayor a cargo de la Secretaría de Instrucción Pública, pretendía quitarle el carácter elitista a la educación superior, de modo que eliminó las becas de los estudiantes que iban a Europa a perfeccionarse y las sustituyó por el Premio Republicano, que consistía en una beca para el mejor estudiante de escasos recursos económicos.29 Otros aciertos de Palavicini fueron la creación de la Escuela Experimental Pedagógica, así como la desmilitarización de la Escuela Nacional Preparatoria para incorporarla nuevamente a laUniversidad. En ese año se modificaron los planes de estudio de la Escuela de Medicina, cuyos métodos pedagógicos se mejoraron, y se eliminaron los cursos y especializaciones “inútiles”. Además, en la Escuela de Jurisprudencia, se buscó que los programas fueran más teóricos e históricos que empíricos. En el caso de la Preparatoria –afirma Garciadiego–, la intervención de Palavicini fue más directa, porque procuró que se impartieran programas de acuerdo con la carrera universitaria que los estudiantes intentaban seguir.30 El presidente Venustiano Carranza estaba en contra de que la Universidad estuviera sometida a otra dependencia, por lo que en diciembre de 1914 se redactó el Primer Proyecto de Independencia de la Universidad. Los encargados del proyecto fueron los profesores doctor Julio García, ingeniero Jesús Galindo y Villa y doctor Ezequiel A. Chávez. Este proyecto de ley constaba de nueve artículos y dos transitorios y fue aprobado, el 7 de diciembre de 1914 por un grupo 29 Javier Garciadiego, Rudos contra científicos. La Universidad Nacional durante la Revolución mexicana, México, El Colegio de México-Centro de Estudios Históricos/UNAM-Centro de Estudios sobre la Universidad, 1996, pp. 278-279. 30 Ibidem, pp. 280-282. 15 de profesores universitarios. Sin embargo, por los acontecimientos políticos que vivía el país en ese tiempo, no se llegó a concretar.31 En 1917, Venustiano Carranza promulgó la Constitución Política Mexicana, en cuyo artículo 14 transitorio se suprimieron las secretarías de Justicia y de Instrucción Pública y Bellas Artes.32 La nueva Ley de Secretarías de Estado estableció que el Ejecutivo tendría seis Ministerios y tres Departamentos Autónomos: el Universitario y de Bellas Artes, el Judicial y el de Salubridad Pública. Esto benefició a la Universidad, que antes dependía de una secretaría. Al convertirse en un departamento autónomo, el rector entablaba los acuerdos directamente con el presidente. El Departamento Autónomo Universitario y de Bellas Artes dio un servicio público independiente de los aspectos de carácter político; con esto, se puede decir que la Universidad se realizó como un proyecto social.33 El Departamento Universitario y de Bellas Artes se integró con las diferentes escuelas con las que se había creado dicha Institución, así como con la recién creada Escuela Nacional de Ciencias Químicas, además de los museos de Arte Colonial, de Historia y Arqueología, las escuelas de Bibliotecarios y Archiveros, el Instituto de Estomatología y la Biblioteca Nacional. A la Escuela Nacional de Altos Estudios se le cambió el nombre por el de Escuela Nacional de Estudios Superiores. Se creó una Dirección General de Bellas Artes con las Escuelas de Música, Bellas Artes y Declamación. El Departamento se encargó también de la propiedad literaria, dramática y artística, además de la organización de los congresos artísticos, la extensión universitaria y el fomento de las artes y de las ciencias.34 Según García Cantú, Carranza comprendió que era muy importante que la Universidad no dependiera del Estado para que cumpliera con los altos fines para 31 Guadalupe Apendinni, Historia de la Universidad Nacional Autónoma de México, México, Porrúa, 1981, p. 81. 32 Jiménez Rueda, op. cit., p. 191. 33 Fernando Serrano Migallón, “Cien años de la Universidad”, Revista de la Universidad de México, núm. 79, septiembre de 2010, pp. 18-23, en esp. p. 22. 34 Jiménez Rueda, op. cit., pp. 191-192. 16 los que fue creada.35 Por una determinación carrancista, las funciones del Departamento Universitario crecieron. Con ello, se convirtió en un organismo destinado a la orientación y a la vigilancia de la educación en todo el país. Poco tiempo le duró al Departamento Universitario este privilegio, ya que por disposición del Senado de la República se pretendió incorporar la Universidad a una Secretaría de Estado. Volver a depender de una u otra secretaría hizo pensar al rector José Natividad Macías que era necesario darle un carácter más sólido a la Institución. Éste fue el segundo proyecto que hablaba de darle autonomía a la Universidad, así que el Rector lo presentó ante la Cámara de Diputados. El Memorial que los profesores y estudiantes de la Universidad llevan a la H. Cámara de Diputados fue redactado por el maestro Antonio Caso y un grupo de sus alumnos.36 En el documento se mencionó la necesidad de que la Universidad se independizara del Estado, ya que los fines de una y de otro eran distintos en cuanto a capacidad. Al Estado le competían los principios de política y administración, en tanto que a ésta por ser un órgano para dirigir la educación nacional, tenía fines de carácter técnico. Solicitaron que se respetara la autonomía de la que gozaba el Departamento Universitario y que, de llegar a incorporarse a una secretaría, que al menos ésta tuviera alguna semejanza con sus objetivos, como sucedía antes cuando pertenecía a la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes.37 Los universitarios argumentaron que la incorporación aprobada por los senadores a la Secretaría de Estado era la que menos convenía a los fines de la Universidad, pues estaba más encaminada a los negocios políticos, y esto entraba en contradicción con la esencia del progreso de la Institución que buscaba su separación respecto de las vicisitudes políticas.38 Todo lo anterior fundamentó las dos peticiones de los universitarios ante la Cámara de Diputados. En la primera, se rechazaba el acuerdo tomado por la Cámara de Senadores de incorporar el Departamento Universitario a la Secretaría de Gobernación. Se insistía en que la 35 Gastón García Cantú, Historia en voz alta: la Universidad. Entrevista con Marco Antonio Campos, México, Joaquín Mortiz/UNAM-Coordinación de Humanidades, 1988, p. 18. 36 Jiménez Rueda, op. cit., p. 194. 37 Apendinni, op. cit., p. 89. 38 Ibidem, p. 95. 17 subsistencia de la Universidad fuera con fondos del Estado pero con la libertad de gobernarse por sí misma, que la única obligación de la Institución fuera rendir un informe del resultado de su administración al Congreso de la Unión. En la segunda, se solicitó que subsistiera el Departamento Universitario con las escuelas nacionales: Preparatoria, de Jurisprudencia, Superior de Comercio, de Medicina, Facultad de Ciencias Químicas, así como la Dirección General de Bellas Artes, Instituto Biológico, Museo de Historia Natural y Museo de Historia, Arqueología y Etnografía.39 Al final del documento se argumentaba que no sólo era un derecho constitucional, sino el ideal al que debería tender la educación pública superior en un país que se jactara de civilizado. Lo firmaron Vicente Lombardo Toledano, Teófilo Olea y Leyva, Antonio Castro Leal, Alfonso Caso, Manuel Gómez Morín y Alberto Vázquez del Mercado.40 La Universidad, por haber sido creada en el régimen anterior, no se veía con buenos ojos entre los revolucionarios. Se decía que el grupo de docentes era enemigo de la revolución. El rector era del grupo derechista de la revolución, por lo que los extremistas rechazaron el proyecto, refutaron que darle la autonomía a la Universidad equivalía a crear un poder dentro de otro, un Estado dentro de otro.41 Durante el gobierno de Venustiano Carranza no se dio la autonomía que el presidente había prometido a la Universidad. Lejos de eso, la institución sufrió la pérdida de varias dependencias, entre ellas la Preparatoria y los institutos de investigación científica, como el Biológico y el Geológico, el Museo de Historia Natural y la Escuela de Comercio y Administración. La primera fue asignada al gobierno del Distrito Federal (1917), los segundos pasaron a formar parte dela Secretaría de Fomento y la última se incorporó a la Secretaría de Industria. La separación de la Preparatoria fue la que más protestas y solicitudes obtuvo por parte de los universitarios para que la incorporaran a la Universidad, pues la consideraban parte importantísima de ella.42 39 Ibidem, p. 95. 40 Ibidem, p. 97. 41 Jiménez Rueda, op. cit., p. 194. 42 Garciadiego, op. cit., pp. 351-352. 18 1.2. La llamada refundación de la Universidad (1920) Con el Plan de Agua Prieta, proclamado el 23 de abril de 1920, el general Álvaro Obregón llega a la presidencia y ratifica como rector de la Universidad al licenciado José Vasconcelos, que había sido nombrado por el presidente interino Adolfo de la Huerta. Javier Garciadiego llama al rectorado de Vasconcelos “la refundación de la Universidad”.43 Uno de los objetivos de Vasconcelos al tomar posesión de la rectoría de la Universidad fue transformar de manera profunda el sistema educativo en su conjunto. El ilustre educador renovó la Universidad no sólo con ideas, sino que también trajo a gente joven. Se rodeó de sus amigos ateneístas —como Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y Julio Torri, entre otros— e invitó a participar a Manuel Gómez Morín, Antonio Castro Leal, Manuel Toussaint y Jaime Torres Bodet, quienes pertenecían a una generación más joven que la de él. Es cierto que Vasconcelos retomó el espíritu humanista que le dio Justo Sierra a la Universidad, pero, sobre todo, lo profundizó de acuerdo con sus experiencias revolucionarias, ya que decía ser un delegado de la Revolución. Así lo confirma en el discurso de toma de posesión como rector de la Universidad en junio de 1920. Yo soy en estos instantes, más que un nuevo rector que sustituye a los anteriores, un delegado de la Revolución que no viene a buscar refugio para meditar en el ambiente tranquilo de las aulas sino a invitarlos a que salgáis con él a la lucha, a que compartáis con nosotros las responsabilidades y los esfuerzos. En estos momentos yo no vengo a trabajar por la Universidad, sino a pedirle a la Universidad que trabaje por el pueblo.44 Efectivamente, desde la Universidad Vasconcelos emprendió sus misiones culturales, que comprendieron las campañas de alfabetización y la creación de 43 Javier Garciadiego, “Vasconcelos y la refundación”, Revista de la Universidad de México, núm. 79, septiembre de 2010, pp. 30-33, en esp. p. 30. 44 José Vasconcelos, Antología de textos sobre la Universidad, México, Fondo de Cultura Económica, 1981, p. 201. 19 bibliotecas destinadas al pueblo, la publicación de los clásicos y la realización del arte pictórico a gran escala.45 De las primeras cosas que hizo como Rector de la Institución fue cambiar los planes de estudio con los que venían trabajando las escuelas profesionales, que eran los mismos de las escuelas decimonónicas, e incorporó de nuevo a la Universidad la Escuela Nacional Preparatoria con una fuerte dosis de pedagogía. Entre las reformas implantadas por Vasconcelos estaba la elección de director: maestros y estudiantes podían proponer al rector una terna, para que éste eligiera al nuevo director de la escuela o instituto del que se tratase, para evitar nuevos conflictos estudiantiles. En la cuestión académica, hizo que se contratara a los profesores a través de concursos de calidad y capacidad docente. Al mismo tiempo, restituyó a aquellos profesores que por cuestiones políticas habían sido cesados y apoyó a jóvenes en quienes veía un futuro prometedor, entre ellos, Daniel Cosío Villegas y Genaro Estrada. Vasconcelos hizo muchos cambios en la institución pero, sin duda, los más relevantes fueron impregnar de un alto espíritu comunitario a la Universidad y hacerla más académica; abrir las aulas a todo aquel que quisiera estudiar, de manera que el único límite fuera que hubiera lugar en los salones, y los estudiantes más pobres quedarían exentos de colegiaturas. Otra de las innovaciones fue que los universitarios participaran en el proceso revolucionario a través de una “cruzada alfabetizadora, para lo cual pidió ayuda a la sociedad en su conjunto, aunque muy especialmente a las mujeres”46 y a todo aquel que supiera leer a participar en una campaña de alfabetización, que llegó a los rincones más lejanos de México. Vasconcelos, primero como Rector y después como secretario de Educación Pública, le dio un gran impulso a las cuestiones culturales. Como secretario de Educación Pública, apoyó financieramente a muchos artistas e intelectuales para que desarrollaran sus obras y becó a otros en Estados Unidos y Europa, para estudiar e investigar las innovaciones en materia de bibliotecas y 45 Jiménez Rueda, op. cit., p. 195. 46 Javier Garciadiego, “Vasconcelos y la refundación”, op. cit., p. 33. 20 museos, así como para promover el intercambio cultural entre México y otros países. Pese al corto tiempo de su rectorado, Vasconcelos fue uno de los rectores que dejó uno de los legados más ricos, porque le asignó a la Institución funciones que fueron más allá de sus responsabilidades, para convertirla en una entidad con conciencia social y claras posiciones políticas.47 Los primeros rectores, a diferencia de Vasconcelos, argumentaban que la Universidad sólo tenía la función de entender los asuntos académicos dejando fuera los de aspecto político. Sin embargo, éste argumentaba que debía participar más en la solución de los problemas que aquejaban al país.48 Javier Sicilia y Javier Garciadiego coinciden en afirmar que la política de Vasconcelos devolvía a la Universidad su espíritu humanista independiente que había estado alejado de la vida universitaria. Con esto se liberaba a la Universidad y a la educación de su servilismo a la ciencia y a los intereses políticos. Devolvía la capacidad filosófica, independiente y crítica de los libros. Además, con ellos volvían la discusión, la libertad, la espontaneidad, el desinterés y el sentido trascendente del conocimiento.49 La iniciativa de ley que se presentó ante la Cámara de Diputados por el Departamento Técnico de la Federación de Estudiantes de México el 6 de septiembre de 1923 fue aprobada por la comisión. Entre los diputados que la propusieron a la Legislatura estaban Jorge Prieto Laurens, Manuel Puig Casauranc, Ignacio García Téllez y Ezequiel Padilla, entre otros. La iniciativa aprobada fue solicitada por Vasconcelos, en ese tiempo secretario de Educación Pública, quien la retuvo en su poder y no le dio seguimiento debido a un problema en la Escuela Nacional Preparatoria, en el que estaba involucrado Alfonso Caso, hermano del Rector Antonio Caso.50 Los primeros cuatro artículos de esta ley hablaban de la autonomía en la organización técnica, en el nombramiento y remoción del personal docente y 47 Idem. 48 Garciadiego, Rudos contra científicos. La Universidad Nacional durante la Revolución mexicana, op. cit., p. 418. 49 Javier Sicilia, “Espíritu universitario”, Revista de la Universidad de México, núm. 79, septiembre de 2010, pp. 34-43, en esp. pp. 42-43. 50 Jiménez Rueda, op. cit., pp. 202-203. 21 administrativo, el disponer libremente del presupuesto que se le asignara sin tener más obligación que la de presentar oportunamente la comprobación del gasto fiscal. Aquí sí se podría hablar de autonomía, pero ésta se vio coartada, pues el artículo 5º mencionaba que el rector de la Universidad sería nombrado directamente por el presidente de la República, aun cuando la terna fuera propuesta por el Consejo Universitario, los profesores y alumnos de las escuelas y facultades universitarias. 1.3. La necesidad de una autonomía universitariaLa autonomía otorgada en 1929 por el presidente Emilio Portes Gil –sin que los universitarios la hubieran pedido– fue más bien un acto político que le dio prestigio al presidente, ya que estaban cerca las elecciones presidenciales. No hay que olvidar que el ex Rector José Vasconcelos era uno de los candidatos presidenciales, y contaba con el apoyo de los estudiantes, en tanto que el ingeniero Pascual Ortiz Rubio era el candidato oficial, apoyado por Plutarco Elías Calles. Como el presidente Emilio Portes Gil no quería que el movimiento estudiantil se convirtiera en un movimiento político, se adelantó, aconsejado por el jefe del Departamento del Distrito Federal, Manuel Puig Casauranc, al otorgar la autonomía a la Universidad. Con ello, evitaba resolver las demandas de tipo disciplinario de los universitarios,51 al mismo tiempo que aumentaba su prestigio, pues se le debería a él haber otorgado la autonomía a la Universidad.52 Sin embargo, ésta era una autonomía a medias, pues el gobierno ejercía ciertos controles, como presentar una terna al Consejo Universitario para nombrar al rector, el presidente tendría derecho de veto sobre algunas resoluciones universitarias, en dicho Consejo había un representante de la Secretaría de 51 Renate Marsiske, La Universidad de México: un recorrido histórico de la época colonial al presente, México, UNAM-Centro de Estudios sobre la Universidad/Plaza y Valdés, 2001, p. 154. 52 Ibidem, p. 155. 22 Educación Pública (SEP), la Universidad no tendría patrimonio propio, el subsidio que se otorgaría anualmente sería fijado por la Cámara de Diputados y el presidente supervisaría el ejercicio presupuestal. Así, con esta autonomía a medias, llegó la Universidad al año 1933, cuando se le otorgó la autonomía total, lo que la llevó a una situación económica muy precaria, en la cual se hizo casi una costumbre generalizada que los maestros dejaran de cobrar sus sueldos. Ese año se caracterizó por un distanciamiento muy marcado entre la Universidad y el Estado, debido al proyecto de gobierno del presidente electo Lázaro Cárdenas, quien impulsaba la educación socialista. El director de la Escuela Nacional Preparatoria, Vicente Lombardo Toledano, se encargó de promover la educación socialista a través de congresos estudiantiles.53 Una vez que Cárdenas llegó a la presidencia, solicitó al Congreso la modificación del artículo 3º de la Constitución de 1917, el cual señalaba que: La enseñanza es libre; pero será laica la que se dé en los establecimientos oficiales de educación, lo mismo la enseñanza primaria elemental y superior que se imparta en los establecimientos particulares. Ninguna corporación religiosa ni ministro de algún culto, podrá establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria. Las escuelas primarias particulares sólo podrán establecerse sujetándose a la vigilancia oficial. En los establecimientos oficiales se impartirá gratuitamente la enseñanza primaria.54 En la modificación que se hizo al artículo 3º el 13 de diciembre de 1934, se leía lo siguiente: La educación que imparta el Estado será socialista, y además de excluir toda doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela 53 Celia Ramírez López, “La Universidad Nacional de México (1933-1944)”, en Marsiske, op. cit., p. 164. 54 H. Congreso de la Unión, Decreto que Reforma el Artículo 3º y la Fracción XXV, del 73 Constitucionales, Diario Oficial, 13 de diciembre de 1934, disponible en <http://www.juridicas.unam.mx/infjur/leg/constmex/pdf/rc020.pdf>, consultado el 12 de agosto de 2012. 23 organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto racional y exacto del universo y de la vida social.55 Los universitarios pensaron que se estaba atentando contra la autonomía y la libertad de cátedra, aun cuando esta reforma no afectaba a la educación superior. El gobierno, al percatarse de que la Universidad no comulgaba con su proyecto educativo, optó por otorgarle la autonomía total y quitarle el carácter nacional. Si el movimiento estudiantil de 1929 se había caracterizado por la influencia ideológica del vasconcelismo y el liberalismo, el conflicto de 1933 se identificó con el marxismo laborista de Vicente Lombardo Toledano. El Congreso de Universitarios Mexicanos, celebrado del 7 al 14 de septiembre de 1933, organizado por la Universidad y la Confederación Nacional de Estudiantes, al que asistieron, rectores, profesores y estudiantes de diferentes universidades del país, tenía el objetivo de homogeneizar las actividades de las universidades mexicanas para lograr la transformación institucional de acuerdo con el momento histórico. La inauguración estuvo a cargo del presidente de la República Abelardo L. Rodríguez y del secretario de Educación Pública, Narciso Bassols. Se sometieron a discusión planes, programas, métodos, grados académicos certificaciones y revalidaciones. La comisión encabezada por Lombardo Toledano para definir la ideología de la Universidad frente a los problemas del país dio como resultado el enfrentamiento entre éste y Antonio Caso. Mientras que el primero decía que la Universidad y las instituciones superiores deberían practicar la filosofía del materialismo histórico, el segundo argumentaba que la Universidad Nacional, por ser un ente moral, no podía imponer ningún credo filosófico, social, artístico o científico. Cada maestro –decía Antonio Caso– era libre de exponer su materia de acuerdo con su ideología.56 Éste y un grupo de profesores de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales renunciaron por no estar de acuerdo con esa posición sectaria, que apoyaba el rector Roberto Medellín. Muchos estudiantes de diferentes facultades y 55 Idem. 56 Celia Ramírez, op. cit., pp. 163-164. 24 escuelas no estuvieron de acuerdo con la posición de Lombardo Toledano y del Rector Medellín. Después de la confrontación Caso-Lombardo, se dio un enfrentamiento entre estudiantes que defendían una y otra posición, el conflicto se generalizó a todas las escuelas, lo que dio como resultado que los estudiantes se fueran a la huelga. Lombardo y el Rector Medellín se vieron obligados a renunciar. Como la Universidad se mostraba muy celosa sobre la libertad de cátedra y la autonomía, mientras que estudiantes y maestros rechazaban la política socialista del Estado, el presidente Abelardo L. Rodríguez tomó medidas muy extremas con la institución. La autonomía que hasta ese momento se había ejercido de manera muy tibia, ahora se le otorgaba de manera plena. Para dar solución a estos conflictos, el presidente promulgó, el 21 de octubre de 1933,57 una nueva ley con la que le otorgaba a la Universidad la autonomía total, expresando que dejaba la responsabilidad a la Universidad de sus propias orientaciones, de sus recursos pecuniarios y morales para que respondiera a las demandas del país. Si la Universidad quería ejercer su derecho a la libertad de cátedra de acuerdo con sus orientaciones, el gobierno no sólo respetaría ese derecho, sino que también le otorgaba la total autonomía en el terreno académico, pero también en el administrativo y económico.58 Se le retiraría el subsidio anual de cuatro millones y se le daría un subsidio de diez millones diferido en cuatro años. Una vez cubierto el total de esa cantidad, el gobierno no daría más dinero. La ley emitida en 1933 constaba de nueve artículos, los dos primeros se referían a su constitución, que –decía el presidente– dejaba de ser una corporación pública, cuyos fines seguirían siendo los mismos: impartir la educación superior; organizar la investigación científica, principalmente sobre los problemas nacionales,y utilizar la extensión universitaria para poner la Universidad al servicio del pueblo. En cuanto a su organización, el documento señalaba que tendría plena libertad de organizarse como mejor le conviniera dentro de los límites de la ley. 57 Jiménez Rueda, op. cit., p. 209. 58 Ramírez López, op. cit., p. 164. 25 El artículo 3º señala que constituiría su gobierno el Consejo Universitario como máxima autoridad, que estaría conformado por el rector, los directores de escuelas, facultades e institutos y las academias de profesores y alumnos. Los artículos 8º y 9º hablaban del patrimonio universitario, el cual quedaba constituido por los edificios que ocupaban sus dependencias. En cuanto al subsidio que recibiría del gobierno, éste volvía a quedar condicionado a que se organizaran sus gastos, de manera que sólo se usaran los intereses que producirían los diez millones de pesos que se le entregarían parcialmente en cuatro años. Los artículos transitorios mencionaban que se debería formar una asamblea que ejerciera las funciones de Consejo Universitario mientras se organizaba de acuerdo con la nueva ley, para que se designara a un encargado provisional de la rectoría por estar acéfala. El nombramiento de encargado provisional de la rectoría recayó en el licenciado Manuel Gómez Morín el 23 de octubre de 1933. Ya constituido el Consejo Universitario, el 1º de noviembre del mismo año, Gómez Morín fue ratificado, por considerarlo con méritos para solucionar la situación económica tan precaria en la que se encontraba en ese año la Institución. En enero de 1934, la Universidad recibió trescientos cincuenta mil pesos correspondientes a los intereses del capital depositado en el Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas.59 El gobierno buscaba con esto exterminar por hambre a la Universidad, pues era evidente la diferencia del subsidio que recibía antes, que era de cuatro millones de pesos anuales. El exterminio sería seguro. Como se mencionó, la ley de 1933, tenía sólo nueve artículos y los transitorios, a diferencia de la de 1929, que constaba de 55 artículos. El rector, preocupado por lo escueto de la nueva ley, consideró necesario para la reorganización técnica, la estructura administrativa y la planta académica reglamentar la ley y expedir ordenamientos a través de un estatuto, para el buen funcionamiento de la institución. Al inicio del año de 1934, el Rector presentó al Consejo Universitario, el proyecto para el primer Estatuto de la Universidad, en el capítulo tercero que se 59 Jiménez Rueda, op. cit., p. 210. 26 titula “Del gobierno de la Universidad” establece que el Consejo Universitario será la máxima autoridad universitaria y que se integrará por el rector, los directores de las facultades e institutos, los académicos profesores y los académicos alumnos, y dos representantes de los ex alumnos. Señala que el rector será el jefe nato de la Universidad, designado por el Consejo Universitario y durará en su cargo cuatro años. Aquí se trata un tema muy controvertido en la Universidad, que es el límite para la admisión de alumnos. La reducción de alumnos es para la mejor atención de éstos y eficacia del trabajo docente. Se propone la selección de alumnos según su preparación cultural y su vocación comprobada –esto será modificado en el proyecto presentado por el licenciado Luis Chico Goerne, durante su rectorado–. Con este Estatuto se pretendió corregir la concentración de autoridad y de agitación provocada por la crítica y la inconformidad, en esa época de huelgas y renuncia de rectores. El Consejo Universitario formado por los mismos directores y académicos garantizaba la comunicación permanente de todos los órganos de la comunidad con la comunidad, sin la intervención de autoridades ajenas a la Universidad.60 Este Estatuto, que fue el primero de la Ley de 1933 y se aprobó el mes de febrero de 1934, fue obra del licenciado Manuel Gómez Morín, en cuya exposición de motivos quedó plasmado su pensamiento y en los artículos expresó su visión organizativa y su concepción del ejercicio de la autoridad. 60 Celia Ramírez, op. cit., pp.167-168. 27 Capitulo 2 El estado de la historia del arte en México hasta los años treinta 2.1. Necesidad de un instituto de investigaciones sobre la historia del arte en México Durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas se dieron dos tendencias dentro de la corriente nacionalista: el cosmopolitismo y la exaltación de lo popular –según Judith Alanís–. El primero, con sus afanes de apertura y permeabilidad a los problemas internacionales y a las propuestas plásticas venidas del exterior, permitió la infiltración de ideologías que modificaron los intereses y modalidades del quehacer artístico mexicano; en tanto que el segundo se sustentó sobre todo en el indigenismo, que se disparó en un exagerado populismo demagógico, lo que provocó que los enemigos del lenguaje plástico posrevolucionario, sobre todo el derivado del muralismo y de la Escuela Mexicana de Pintura, los atacaran diciendo que sus posibilidades formales y expresivas se habían agotado y que se caía en una reiterada apología del movimiento armado de 1910 en el que ya nadie creía.61 La Sociedad de Conferencias y Conciertos fue la primera en promover la difusión cultural en la Universidad. Su móvil espiritual fue procurar resolver los problemas de México por medio de la cultura. Lo que la institución no fomentaba, que era: la formación de jóvenes, esa generación lo hizo. Manuel Toussaint, perteneció a ese grupo de jóvenes inteligentes, entusiastas y comprometidos que deseaban acabar con la desigualdad cultural, por lo que desde diferentes trincheras hicieron su labor social, ya sea fundando revistas, periódicos, institutos, partidos políticos o impartiendo cátedras en las instituciones de educación superior.62 Toussaint incursionó primero en el mundo de las letras, como profesor de literatura en la Escuela Nacional Preparatoria. Sus primeros escritos fueron 61 Edith Alanís, “Comentario a la ponencia ‘El nacionalismo en la plástica durante el cardenismo’ de Raquel Tibol”, en El nacionalismo y el arte mexicano. IX Coloquio de Historia del Arte, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas, 1986, p. 254. 62 García Cantú, op. cit., p. 17. 28 ensayos, notas bibliográficas, narraciones, novelas infantiles, poesía, crítica literaria, crónicas e impresiones de viaje en el país y en el extranjero.63 Es probable que la estancia de Toussaint en España diera como resultado los Viajes alucinados así como los recorridos hechos en México por Oaxaca y Taxco que realizó en tren, a caballo y a pie. La observación que hizo de los edificios y la investigación que efectuó acerca de su historia –como menciona Francisco de la Maza– ayudaron a delimitar sus características y a definir su verdadera vocación y amor por estudiar los monumentos coloniales.64 Toussaint desempeñó diferentes puestos públicos. Fue director de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1928, nombramiento que duró mientras estuvo como rector el licenciado Antonio Castro Leal. Trabajó también en la Secretaría de Hacienda, encargada de la salvaguarda del Patrimonio Artístico e Histórico.65 La dedicación, el amor, su gran interés por rescatar, estudiar y valorar el patrimonio cultural lo llevaron entre otras cosas a la conclusión en 1934 de que no existía hasta esa fecha un verdadero estudio sistematizado sobre la historia del arte en México. En ese tiempo Diego Angulo visitó México y le compartió la idea de cómo se había fundado el Laboratorio de Arte en la Universidad de Sevilla.Todo esto lo convenció de que en México hacía falta un centro que se dedicara a la investigación, estudio, crítica y enseñanza del arte. Así, pues, elaboró el “Plan de trabajo para el establecimiento del Laboratorio de Arte análogo al que existe en la Universidad de Sevilla”. Toussaint se dio a la tarea de hacer un estudio exhaustivo de lo que se había escrito sobre la historia de arte en México. Esta investigación quedó plasmada en el prólogo que hace a la obra de Bernardo Couto, Diálogo sobre la historia de la pintura en México.66 63 Manuel Toussaint, Obra literaria, ed. de Luis Mario Schneider, México, UNAM- Instituto de Investigaciones Estéticas/UNAM-Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1992, p. 13. 64 Francisco de la Maza, “Manuel Toussaint y el arte colonial en México”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. VI, núm. 25, p. 27. 65 Clementina Díaz y de Ovando, “Palabras de Clementina Díaz y de Ovando pronunciadas en la inauguración del Coloquio de Zacatecas”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. XIII, núm. 45, p. 23. 66 José Bernardo Couto, Diálogo sobre la historia de la pintura en México, ed., pról. y notas de Manuel Toussaint, México, Fondo de Cultura Económica, 1947. 29 En la revisión bibliográfica que realiza en ese prólogo, Toussaint hace un reconocimiento al trabajo sabio de este autor. Menciona que son pocas las obras de carácter técnico que perduran por más de medio siglo. La obra de Couto – como afirma el investigador– se jacta de estar dentro de esta categoría, y no sólo eso, sino que sirvió de referencia a muchos autores que como él se interesaron por escribir una historia del arte de México. Muchos fueron los que lo citaron, imitaron y hasta copiaron sus errores. El gran mérito de Couto –señala Toussaint– fue ser el primero en hacer una síntesis de la historia de la pintura colonial, “antes de su diálogo sólo existían informes aislados, muchos inexactos, otros exagerados, acerca de figuras pero no de movimientos”.67 Además, sirvió de estímulo, como ya se mencionó, para que otros autores escribieran sobre la historia de la pintura. Toussaint reconoce que la obra tiene limitaciones, y esto se debe a la falta de estudios sobre el tema, ya que no era un especialista en la materia y no se dedicaba por completo a la investigación. Pérez de Salazar, lo mismo que Manuel Romero de Terreros, son los únicos que no copian a Couto. El primero trabaja sobre fuentes directas y hace una síntesis excelente, en tanto que el segundo hace un reconocimiento a un pintor casi olvidado, Alonso López de Herrera, el Divino Herrera. Por último, el mismo Toussaint tomó escasos datos de Couto para la obra que escribió en 1936, La pintura durante el siglo XVI. Toussaint escribió también el catálogo de los cuadros de la Sección Colonial del Museo de Artes Plásticas, donde actualizó la biografía de los artistas de esa época. Quienes escribimos acerca del arte colonial de México estamos obligados a ser nuestros propios eruditos e investigadores, a construir el armazón de nombres, fechas y datos que dan validez a nuestras afirmaciones; a investigar en archivos, crónicas, biografías, relatos, periódicos, revistas en cualquier sitio en que pueda aparecer el menor vestigio, para allegar todo el material. Naturalmente la obra nuestra ofrece lagunas, huecos, defectos, fallas irreparables. El único recurso que puede salvarnos radica en el esfuerzo de síntesis creadora que, apoyándose en 67 Ibidem, p. 8. 30 los datos habidos, puede reconstruir una etapa, un periodo, o, con mayores ambiciones, una época completa en su conjunto, aunque débil en sus detalles.68 Por lo que respecta al estudio de la arquitectura, Toussaint encuentra que el único estudio que vale la pena es la obra de Sylvester Baxter, Spanish-Colonial Achitecture in Mexico publicada en 1901.69 La Secretaría de Educación Pública y Bellas Artes, al publicar la traducción de la obra de Baxter, quiso hacer un reconocimiento a la labor tan importante realizada por ese historiador. Toussaint en la introducción que hace al trabajo de Baxter afirmaba que el criterio oficial que imperaba a fines del siglo XIX era mirar sólo lo extranjero, en especial lo europeo, y, al parecer, le pesa que haya sido un extranjero el que mostrara las bellezas y los tesoros tan valiosos del país. Es cierto que el trabajo tiene su mérito por ser el primero en ocuparse de la arquitectura colonial; sin embargo, no escapa a errores. Toussaint realiza el mismo ejercicio que hizo en el estudio introductorio al libro de Bernardo Couto, pero ahora en materia de arquitectura. El análisis que hace del libro es bastante acucioso, pues en un apartado que precede al texto apunta sus notas de los 23 capítulos, donde señala los errores, aclara, menciona y también elogia los aciertos de Baxter. La primera obra que menciona Toussaint, por orden cronológico, es la de Manuel G. Revilla, El arte en México en la época antigua y durante el gobierno virreinal, publicada en 1893, la cual fue encargo de Román F. Lascuráin para conmemorar el cuarto centenario del descubrimiento de América. Toussaint aseguraba que fue una obra bastante buena para su tiempo, y Baxter la tomó como referencia. Las limitaciones de Revilla son bastante evidentes: por un lado, la estrechez de su criterio, al decir que todo lo bueno del arte colonial viene de los españoles, con lo que niega cualquier crédito a los indígenas; por otro, están los errores de información histórica y crítica. Sin embargo, le reconoce su estilo purista y la defensa del estilo churrigueresco y, sobre todo, el mérito de haber sido quien inició los estudios colonialistas en México. 68 Ibidem, pp. 7-8. 69 Sylvester Baxter, La arquitectura hispano-colonial en México, intr. y notas de Manuel Toussaint, México, Secretaría de Educación Pública y Bellas Artes, 1934. 31 La primera secretaría que se ocupó en dar a conocer el arte colonial fue la de Hacienda, cuando José I. Limantour, en 1900, encargó al fotógrafo de origen alemán Guillermo Kahlo fotografiar todos los templos de la república. Aun cuando esa colección es de primera importancia, adolece de ciertos defectos, como el no contar con un técnico o un crítico que la hubiera dirigido. Sin embargo, con dichas fotografías se elaboró el primer “inventario fotográfico”. Estas imágenes han servido para ilustrar muchas obras. La segunda publicación sobre arte colonial de la Secretaría de Hacienda se hizo en 1924, cuando la dirigía el ingeniero Alberto J. Pani. El trabajo se encomendó al Dr. Atl, con el que colaboraron Manuel Toussaint y José R. Benítez. La idea era dar a conocer las fotografías de Guillermo Kahlo. El resultado fue la obra Iglesias de México, que salió en seis tomos entre 1924 y 1927. Toussaint refiere que el mérito de ésta son los excelentes dibujos y acuarelas, donde se captan la esencia y el alma de los monumentos. La obra ofrece una interpretación muy propia de los retablos churriguerescos muy cercana a la verdad, sin embargo los datos no son muy exactos. El tomo II, trata sobre la Catedral de México, éste fue elaborado por Toussaint, lo mismo que la primera parte del libro que hace referencia a las generalidades de la arquitectura religiosa en la Nueva España durante el siglo XVI. La tercera publicación más importante realizada por la Secretaría de Hacienda en materia de arquitectura religiosa se realizó cuando quedó al frente de ésta Luis Montes de Oca, entre 1930 y 1931. El encargo fue desarrollar el inventario artístico de los templos de propiedad federal. Se iniciaron trabajos en los estados de Puebla, Veracruz, Yucatán e Hidalgo, pero sólo se terminó el de esteúltimo. El trabajo estuvo a cargo del ingeniero Luis Azcue, apoyado por los arquitectos Federico E. Mariscal y Vicente Mendiola. La investigación histórica, los levantamientos, alzados de los dibujos, la descripción y crítica de los monumentos es de gran calidad, difícilmente superada. El mismo Montes de Oca encargó a Toussaint, al ingeniero Enrique Cervantes, a Justino Fernández, a los arquitectos Carlos Contreras y a Juan O’Gorman realizar la monografía Tasco, en el estado de Guerrero. El libro se publicó en 1932. 32 La Dirección de Monumentos Coloniales y de la República publicó Tres siglos de arquitectura colonial y las monografías de Oaxaca y Huejotzingo: la ciudad y el convento franciscano. Esta última estuvo a cargo de Rafael García Granados y Luis Mac Gregor. Según Toussaint, es el trabajo más completo publicado acerca de este edificio del siglo XVI, por su documentación histórica, por la ilustración gráfica y por el cuidado con el que se observan todos los detalles. El Museo Nacional, para conmemorar el centenario de la Independencia, realizó varias publicaciones, entre las cuales se encuentra una sobre la arquitectura en México, misma que se encargó al licenciado Genaro García y al excelente fotógrafo Antonio Cortés. El primer volumen se publicó en 1914, el segundo se encomendó al arquitecto Federico Mariscal y apareció hasta 1922. En ambos trabajos –afirma Toussaint– es evidente la falta de método. Otra publicación de este museo es la monografía del templo de La Valenciana en el estado de Guanajuato. Toussaint considera esta obra de gran interés para todos los estudios del arte. Se mencionan también los trabajos elaborados de manera privada, como son los de Vito Alessio Robles, quien publicó monografías sobre Acapulco en la historia y en la leyenda (1932) y Saltillo en la historia y en la leyenda (1934). Asimismo, Miguel Alessio Robles publicó pequeñas monografías sobre Morelia, Cuernavaca y Saltillo; Enrique A. Cervantes compiló una serie de fotografías de las ciudades coloniales de: Taxco, Cuernavaca, Morelia, Tepic y Oaxaca; Manuel Romero de Terreros publicó una pequeña colección titulada Arte colonial en tres volúmenes durante los años 1916, 1918 y 1921, y se ocupó de la Casa colonial y los jardines virreinales. Además de estos temas, publicó también monografías como la de Tepozotlán, El puente del Molino Prieto, Acolman, El camarín de los Remedios, entre otros. Toussaint encuentra que la información histórica es exacta y su crítica mesurada. Un trabajo más que se menciona en esta introducción es la conferencia dictada por Jesús T. Acevedo titulada “La arquitectura colonial en México”, del cual dice que, si se hubiera esforzado por documentarse histórica y gráficamente, hubiera sido un gran crítico de arte por su solidez de criterio y su finura de 33 percepción. Hay que mencionar también las conferencias que se pronunciaron en el Palacio de Bellas Artes y que constituyeron un pequeño curso sobre la arquitectura colonial. Fueron dictadas por varios especialistas, como Manuel Toussaint, Luis Mac Gregor, Federico E. Mariscal y Rafael García Granados.70 Los trabajos que merecen el reconocimiento de Manuel Toussaint son aquellos que demuestran que se ha hecho una investigación en archivos y bibliotecas lo bastante concienzuda sobre la obra que se estudia: se ha visitado, se ha observado una y mil veces para estar seguro de lo que se va a escribir. Y lo mismo sucede cuando se quiere hacer una teoría o hipótesis, de acuerdo con el punto de vista del crítico y maestro. Ahora veremos lo que opinaron algunos de sus discípulos. Pasado el tiempo, Francisco de la Maza apuntaba que el desconocimiento del arte colonial en México en el siglo XIX era casi una obligación política debido al desprecio a todo lo que fuera español. Al principio del siglo XX, era ignorado, menospreciado y visto con incertidumbre, porque nadie se había ocupado de estudiar esta materia de forma sistematizada. De la Maza mencionaba que fue un extranjero, el conde Beltrani, con su obra Le Mexique, publicada en París en 1831, el primero que se interesó por estudiar el arte colonial. El mérito de este autor estriba en que el estudio se realizó a escasos diez años de haberse independizado México. De la Maza agrega que tiene muchos errores por sus apresuradas y superficiales observaciones.71 Otro estudio digno de mencionarse es el Diccionario de historia y geografía, iniciado en 1853. Los intelectuales encargados de estudiar la época colonial fueron J. M. Dávila y Manuel Orozco y Berra, pero éste tampoco se salvó de errores, pues se toma como cierto que el “primer” pintor colonial fue Rodrigo de Cifuentes, invención hecha por el conde de la Cortina. La doctora Elisa Vargaslugo en la ponencia “La aprehensión del arte colonial”, que presentó en el VIII Coloquio Internacional del Arte, hizo otra lista de autores que escribieron básicamente sobre arquitectura, como Antonio Peñafiel 70 Ibidem, p. VI. 71 Francisco de la Maza, “Manuel Toussaint y el arte colonial en México”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. VI, núm. 25, 1957, pp. 21-29, en esp. p. 22. 34 con Ciudades coloniales y capitales de la República (1908); Genaro García y Antonio Cortés, quienes escribieron La arquitectura en México. Iglesias (1914); Luis González Obregón, quien publicó México viejo y Las calles de México (ca. 1922), y Manuel G. Revilla, con su libro El arte en México en la época antigua y durante el gobierno virreinal, reeditado en 1923. Uno de los méritos de este último trabajo –como menciona la autora– es haber sido el primer texto que se ocupó de estudiar el arte colonial con la intención de darle el lugar que le corresponde dentro del desarrollo de la cultura mexicana. En eso coincidió con Toussaint. Otra virtud sería el interés de Revilla por señalar las características nativas de las obras barrocas mexicanas con respecto a las europeas. Debido a las particularidades de las expresiones barrocas mexicanas las denominó arte tequitqui. Para Vargaslugo, la obra de Revilla fue la piedra fundamental sobre la cual se levantaría la historia del arte colonial.72 Tiempo después, el tema se volvió a retomar en un seminario dirigido por la maestra Rita Eder, cuyo objetivo fue analizar el proceso de las ideas sobre el arte en México a la luz de la tradición de la disciplina y de nuevas reflexiones en la historia del arte en el mundo occidental. Los resultados de ese análisis se publicaron en un libro El arte en México: autores, temas y problemas, donde se hace una revisión de los textos e ideas de los primeros autores que se dedicaron a la historia del arte en México. Es la interpretación de distintas estrategias de la comprensión de los objetos que en la actualidad le dan a la historia del arte las bases metodológicas y específicas, pero sobre todo una interacción muy diversa. La idea de la obra era responder desde qué óptica se habían escrito los primeros textos de la historia del arte en México y cómo se estableció una tradición disciplinaria, entre otras preguntas. La coordinadora menciona en la introducción que, si se quiere hacer la crónica de la historia del arte en México, habría que hacerla desde sus tradiciones académicas y su desarrollo dentro de las instituciones. Este desarrollo ha introducido una simbiosis con la historia misma, que no ha sido aclarada debido a la impronta nacionalista dentro de la disciplina y 72 Elisa Vargaslugo, “La aprehensión del arte colonial”, en Los estudios del arte mexicano, examen y prospectiva. VIII Coloquio de Historia del Arte, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas, 1986, pp. 35-67, en esp. p. 38. 35 su fidelidad a la idea el arte como pareja imprescindible
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