Logo Studenta

El-papel-del-psicologo-en-el-proceso-de-duelo-ante-la-muerte

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Universidad Nacional Autónoma de México 
Facultad de Estudios Superiores Iztacala 
 T E S I N A 
Q U E P A R A O B T E N E R E L T Í T U L O D E 
 L I C E N C I A D A E N P S I C O L O G Í A
p R E S E N T A 
Raquel Levinstein Hernández
 
Director: Mtro Jorge Luis Salinas Rodríguez
. 
Dictaminadores : Mtra. Violeta Espinosa Sierra 
Mtro. Héctor Eduardo González Díaz
Los Reyes lztacala, Edo de México, 
“El papel del psicólogo en el proceso de 
duelo ante la muerte “ 
Raquel Levinstein Hernández 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal 
del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). 
El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea 
objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para 
fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
AGRADECIMIENTOS 
 A mi madre por el mejor regalo… ¡¡¡La vida!!! 
A mi esposo, a quien le hice una promesa que quedó inconclusa y que, a pesar del 
largo tiempo transcurrido, estoy a punto de cumplir. 
A mis hijos Orlando y Kelly que han sido mi impulso, mi motivo y razón de todo 
propósito, mi apoyo constante y mi inspiración. 
A Fernanda, mi amadísima nieta que, aun sin saberlo, constituye la causa primordial 
para llevar a cabo este proyecto, para cerrar un círculo y cumplir una promesa que el 
tiempo dejó inconclusa. 
Al Psicólogo Héctor Pureco, gracias por tu “siempre estar”, por ser un apoyo 
invaluable en todo momento, por ocupar un lugar tan especial en mi vida y poder 
considerarte hijo de mi corazón. 
Al Psicólogo y Maestro Alberto Albarrán, maestro inolvidable, amigo entrañable, puntal 
de este proyecto y apoyo inconmensurable para su realización. 
Con todo mi corazón e infinita gratitud a la maestra Violeta Espinosa Sierra y al maestro 
Jorge Luis Salinas Rodríguez por su invaluable apoyo, orientación y guía, pero sobre 
todo, por su valiosísima amistad, que los convierte en parte medular de mi existencia… 
¡Gracias! 
Introducción…………………………………………………………………………….. 1 
Capítulo 1. La pérdida y sus tipos…………………………………………………… 4 
1.1. Procesos del morir y muerte biológica………………….....…………………….. 7
1.2. La pérdida ante la muerte……………………………………………...………10 
1.3. La muerte desde diferentes enfoques filosóficos…………….……..……….12
1.4. La religión y la muerte……………………………………………………..…...16 
1.4.1. Judaísmo……………………………………………………………………..….16 
1.4.2. Cristianismo…………………………………………………………………..…18 
1.4.3. Islamismo………………………………………………………………………..…19
1.5. Una breve explicación sobre la diferencia entre religión y espiritualidad..….22 
1.6. La esencia de la pérdida desde una mirada integral en sus diversas 
dimensiones………………………………………………………………………….……25 
Capítulo 2. Duelo…………………………………………………………………..……...28 
2.1. Qué es el duelo………………………………………………………………..……..28 
2.2. Etapas del duelo……………………………………………………………….…….30 
2.3. Tipos de duelo…………………………………………………………………..……33 
2.3.1. El duelo anticipatorio…………………………………………………………..…..34 
2.3.2. El duelo normal o formal………………………………………………….………35 
2.3.3. El duelo complicado o patológico………………………………………….……..36 
Capítulo 3. El psicólogo en la intervención del duelo……………………….…………38 
3.1. Cognitivo-Conductual……………………………………………………..………….38 
3.2. Psicoanálisis………………………………………………………………..………....41 
3.3. Humanismo…………………………………………………………………..………..42 
Capítulo 4. Una aproximación integral en la intervención psicológica en la pérdida y el 
duelo……………………………………………………………………………….…….….46 
Discusión y Conclusiones……………………………………………………….………..59 
Bibliografía………………………………………………..………………………….……..62 
1 
 
 “No hay más que hallarse prevenido. 
Pues si nadie es dueño de lo que ha de abandonar un día, 
¿Qué importa abandonarlo tarde o temprano? 
Sea lo que fuere. 
Hamlet, acto V, escena 2, 
Metcalf F. (2004). 
 
INTRODUCCIÓN 
Buda señala que el dolor es “es inherente a la existencia desde el nacimiento, en 
la enfermedad, la vejez y la muerte”, no obstante, el sufrimiento es opcional, en tanto es 
posible evitarlo o superarlo mediante el desapego (Mendiola 2011, p. 31). 
Con lo anterior, es posible entender que el solo hecho de estar vivos, estamos 
expuestos al dolor particularmente por tener que enfrentar todo tipo de pérdidas; 
pérdida de salud, pérdida de juventud, pérdida de trabajo, de posición social, de una 
relación afectiva, de dinero o bienes materiales, y de manera especial la pérdida de un 
ser querido cuando se presenta la muerte, la cual viene a ser la que genera mayor 
aflicción y un profundo dolor: “La muerte de un ser querido, cualquiera que sea el 
vínculo, es la experiencia más dolorosa por la que puede pasar una persona” Bucay 
(2002, p. 151). No obstante, a pesar del profundo dolor que esta genera, si es posible 
evitar que este se convierta en sufrimiento, es decir, evitar que el dolor obligado e 
inevitable que se experimenta ante la pérdida de un ser querido se transforme en 
sufrimiento, mediante un adecuado proceso de duelo, que podría equipararse a un 
proceso interior que conduzca al desapego. 
 
A continuación se expone la forma y secuencia con la que serán abordados los 
planteamientos antes señalados: 
 
En primer término en el capítulo uno, se abordará la pérdida y el sufrimiento que esta 
genera, así como el dolor que implica el duelo mismo, y el proceso de elaboración o 
superación, partiendo del reconocimiento de las etapas del duelo desde enfoques de 
diferentes autores: Kübler (2006), Bucay (2002), Reyes (1996), Ibarra (2013). Y desde 
luego se ha considerado también incluir los antecedentes teóricos sobre la pérdida, 
particularmente sobre la muerte y el duelo, partiendo de las observaciones de Kübler 
2 
 
(2006), quien es considerada como la madre de la tanatología, y los diferentes autores 
que ya han sido citados anteriormente. 
 
También se enfatizará el tema de la muerte abarcando los procesos de morir y la 
muerte biológica. De manera breve pero enfática, se abordará la pérdida ante la muerte 
y lo que esta representa tanto para el moribundo como para sus familiares. 
Con el fin de conocer la importancia que el pensamiento filosófico que prevalece en 
cada tiempo o cultura afecta la manera de pensar y enfrentar la muerte se ha incluido 
un espacio para concebir la muerte desde diferentes enfoques filosóficos y los más 
representativo filósofos de cada uno. La sección 1.4 se ha dedicado a la concepción de 
la muerte desde la perspectiva de las más importantes religiones como son el judaísmo, 
cristianismo, islamismo; en tanto que el aspecto religioso afecta de manera directa e 
importante el proceso de elaboración del duelo. 
 
En la sección 1.5 de este mismo capítulo se ha considerado la importancia de abordar 
la significativa diferencia que existe entre religión y espiritualidad, según el punto de 
vista de algunos autores. Y finalmente en la sección 1.6 se incluye una mirada integral 
de la esencia de la pérdida en sus diversas dimensiones; biológica, médica, psicológica 
y espiritual. 
 
El capítulo dos del presente trabajo se ha destinado para abordar el duelo, 
considerando en la sección 2.1 lo inherente para explicar que es en si el duelo, en la 
sección 2.2, lo referente a las etapas del duelo y las características de cada una de 
ellas. En la sección 2.3, se hablará sobre los diferentes tipos de duelo, como serían el 
anticipatorio, el que se presenta ante la posibilidad de separación o muerte de un ser 
amado, y el duelo normal, que es el que se manifiesta cuandola muerte ya ha ocurrido 
(Reyes 1996). 
 
Para el capítulo tres, se ha considerado incluir la función del psicólogo en la 
intervención del duelo, desde los principales enfoques en psicología, que son: 
Cognitivo-Conductual, el psicoanálisis y desde una perspectiva humanista. El capítulo 
3 
 
cuatro ha sido dedicado a la revisión de una visión integral en la intervención 
psicológica de la pérdida y el duelo. Y finalmente se realizará una breve discusión o 
análisis de los temas tratados que nos llevarán a la conclusión en la que podemos 
anticipar la conveniencia de que la tanatología y el universo de áreas que contempla, 
sea incluida en el marco curricular de la formación profesional del psicólogo con el fin 
de responder a las necesidades que la sociedad demanda en la actualidad. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
4 
 
CAPÍTULO 1 
LA PÉRDIDA Y SUS TIPOS 
 
Antes de abordar los diferentes tipos de pérdida, se ha considerado conveniente 
señalar la definición de la misma acorde al Diccionario “El Pequeño Larousse” (2003, p. 
784):“Una pérdida viene a ser la acción de perder, mientras que perder implica: “Dejar 
de tener algo que se tenía”. 
 
En este sentido, el Dr. Rebolledo M. (2003, p. 25) señala que toda pérdida genera 
“sufrimiento e incertidumbre, además de angustia…desesperanza y frustración. Por su 
parte, Bucay (2002, p. 25) señala siempre que se enfrenta una pérdida se manifiesta el 
dolor, en tanto: <Perder es dejar algo “que era”, para entrar a otro lugar “que es”. 
 
Ahora bien, aun cuando como ya se mencionó anteriormente, toda pérdida genera 
dolor, en muchas ocasiones, también sufrimiento, frustración y angustia, no obstante 
cada pérdida nos ofrece la oportunidad de aprendizaje y crecimiento mediante un 
adecuado proceso de duelo, el cual abordaremos más adelante, por el momento solo 
es importante conocer que existen diferentes tipos de pérdida, según Bucay (2002): 
 
 El primer tipo de pérdida vendría a ser la de índole emocional, la cual como toda 
pérdida requiere ajustes a nuevas formas, en este primer tipo de pérdidas se 
podría considerar: 
 El abandono. 
 El divorcio. 
 Traslados laborales o cambios de domicilio. 
 Inicio y fin de un ciclo escolar. 
 La pérdida de una relación amorosa o de amistad. 
 Las pérdidas o “renuncias conscientes o inconscientes de nuestros sueños”. 
 La cancelación de nuestras esperanzas”. 
5 
 
El segundo tipo de pérdida vendría a ser la material, la cual considera precisamente las 
pérdidas en este rubro como podrían ser: 
 
 Pérdida de trabajo. 
 Pérdida de estatus socio económico. 
 Pérdida de algún bien inmueble como vehículo de transporte, enceres 
electrodomésticos y aparatos relacionados con la tecnología. 
 Pérdida de bienes inmuebles como casa habitación, lugar de trabajo, escuela, 
mismas que pueden ser generadas por causas ambientales como inundación, 
terremoto, deslave, etc. 
 Pérdida de dinero por robo, asalto, extorsión, fraude, etc. 
 
El tercer tipo de pérdida que hay que considerar, vendría a ser la física, es decir la que 
afecta al cuerpo y a la salud: 
 
 Pérdida de salud temporal, crónica o degenerativa. 
 Pérdida de salud aunada a un diagnóstico fatal como podría ser algún tipo de 
cáncer o insuficiencia orgánica. 
 Pérdida de cabello. 
 Pérdida de algún órgano o miembro del cuerpo. 
 Pérdida de juventud y vitalidad. 
 Pérdida de una figura esbelta. 
 
Ahora bien, sabemos que toda pérdida produce profundos sentimientos de dolor, 
angustia y frustración, en tanto cada pérdida genera “la certeza de que lo amado está 
ausente”, Ibarra P. (2013, p. 12). No obstante, también es sabido que las pérdidas y el 
dolor que estas generan son inevitables y la magnitud del dolor experimentado 
dependerá en gran medida del vínculo emocional con el objeto, lugar o persona que se 
haya perdido. 
O’ Connor (2008), señala que el trauma o dolor que produce una pérdida mantiene un 
vínculo muy estrecho con cuatro factores: 
6 
 
 
1.- El grado de liga emocional que se mantiene con la persona, lugar o cosa pérdida. 
2.- El tipo de pérdida. 
3.- La personalidad del doliente y la forma en que haya manejado pérdidas anteriores. 
4.- Las circunstancias y el conocimiento previo de la pérdida. 
 
Siguiendo con la misma autora, en el primer caso, referente al grado de liga emocional, 
hace referencia al nivel de apego o dependencia que se mantiene con la persona, lugar 
u objeto perdido. En cuanto al tipo de pérdida, señala que siempre existirá una enorme 
diferencia entre lo que significa la pérdida de un ser amado y la pérdida como un lugar, 
que bien puede ser el lugar donde se ha habitado durante un tiempo razonable, dejar 
una ciudad, lugar de trabajo, escuela, al igual que la pérdida de cosas materiales, por 
importantes que estas sean, seguramente el dolor tendrá menor impacto. 
 
Mientras que los cambios en la apariencia, en la salud, como pueden ser los cambios 
relacionados con la edad, accidentes, así como intervenciones quirúrgicas, pérdida de 
algún órgano, miembro del cuerpo o extremidad, producen también un intenso dolor 
generalmente también acompañado de pérdida de auto estima, en tanto este tipo de 
pérdidas afectan la auto imagen y la confianza en sí mismo. 
 
En cuanto a la personalidad y la forma en que se hayan procesado pérdidas anteriores, 
de acuerdo a O’ Connor (2008), también tiene un impacto determinante en el proceso 
de elaboración o superación de la misma, en tanto, que existen duelos previos no 
resueltos, además de una gran resistencia para enfrentar la pérdida presente, puede 
ocasionar enfermedad, severo agotamiento, inestabilidad emocional y hasta depresión. 
Mientras que las pérdidas anteriores resueltas o superadas de manera adecuada, hace 
menos intenso el dolor que genera la misma y difícilmente se va a llegar a la 
devastación emocional. 
 
En lo que se refiere al conocimiento previo de la pérdida, para la autora reseñada, 
constituye en sí una ventaja, pues permite la preparación para la pérdida y el cambio 
7 
 
que ésta implica, incluso ayuda a elaborar parte del duelo antes de que suceda la 
desgracia. 
 
Con todo lo anterior, podemos entender que las pérdidas, con el dolor que estas 
generan en nuestra existencia, son inevitables, tal como diría Buda (citado en Aguirre, 
2013), pero también son estas las que posibilitan los cambios y que, al ser parte de 
nuestra vida, también podemos entender que son necesarias, tal como señala Bucay 
(2002), somos lo que somos gracias a todo lo que hemos perdido y a como nos hemos 
conducido frente a esas pérdidas. 
 
Rebolledo (2003) señala que en realidad no duele perder, ni desprendernos, sino la 
expectativa e ilusión de lo que pudo haber sido. Y esa aseveración nos lleva de la mano 
a entender que lo que más duele de la muerte, no es la muerte en sí, sino lo que 
necesitaba decirse y se calló, lo que se dijo y no quería en realidad decirlo, pero sobre 
todo duele lo que no se vivió, lo que pudo ser y no fue. 
 
Sin embargo, una de las pérdidas más importantes y significativas es aquella 
relacionada con la muerte, sobre todo de un ser querido, y las relacionadas con la 
pérdida de la propia vida en un proceso que, regularmente, es lento e implica el dolor 
físico y psicológico. De esta manera, es necesario abordar lo que concierne a los 
procesos de morir y la muerte biológica. 
 
1.1. Procesos del morir y muerte biológica. 
 
La muerte es eterna compañera de la vida, en tanto, el único requisito que se 
tiene para morir es precisamente estar vivos. En este sentido, Ibarra (2013, p. 12), 
señala; “la realidad de la muerte escapa de las manos de la ciencia. La muerte 
pertenece a la naturaleza del ser humano. Todos… vamos a morir o a ver morir a una 
persona amada, porque la pérdida de la vida es inevitable”. 
 
8 
 
Por su parte, Cerejido M. y Cerejido B. F. (2012,pp. 15-21-51), señalan que “la muerte 
es, junto con el nacimiento, el fenómeno biológico más constante y generalizado de la 
vida”. Estos mismos autores señalan que el fenómeno de la muerte existe desde el 
nacimiento como una programación genética que tiene como función matar a la célula 
en algún momento determinado, para los científicos resulta tan evidente esta función, al 
grado que estos genes ya han recibido el nombre de “genes de la muerte”; no obstante, 
como señalan los mismos autores, ésta programación letal propicia el cambio y la 
evolución en los organismos, lo cual en sí constituye una de las enormes ventajas que 
ofrece la muerte. 
 
La muerte celular programada se conoce también como “Apoptosis” la cual fue descrita 
en 1972 por Andrew Wylie, y significa desfoliación, que viene a ser cuando las células 
mueren pero no presentan cambios necróticos que viene a ser la “degeneración de un 
tejido por muerte de sus células” (Diccionario de la Lengua Española, 2001, pág. 1572). 
 
Según Rebolledo (2003) el proceso de muerte en las células se inicia “…mediante una 
disminución progresiva de la energía útil o entalpia y un aumento exponencial de la 
entropía” (pp. 44-46). Este mismo autor señala que el proceso de morir, requiere un 
proceso de enfermedad, la cual podrá ser repentina, aguda o crónica las que a su vez 
se acompañarán en la misma medida de un proceso terminal de falla orgánica múltiple, 
progresiva y que no responde a la terapéutica. En este sentido, el mismo autor señala 
que no debemos olvidar que: La única condición para morir es estar vivo, y que el 
proceso de la muerte no viene a ser la consecuencia de alguna enfermedad, en tanto 
ambas, la enfermedad y la muerte, son eventos paralelos. Para este autor, el proceso 
de muerte incluye alguna insuficiencia orgánica, la cual representa un desequilibrio 
temporal o permanente de la función de un órgano, mientras que la muerte por 
envejecimiento tiene un vínculo estrecho con la conciencia, en tanto la vejez es 
percibida como una amenaza que afecta la totalidad del ser; no obstante, el 
envejecimiento celular se debe a un proceso degenerativo, producto de las múltiples 
reproducciones que a lo largo de la existencia éstas realizaron, sufriendo 
9 
 
fragmentaciones del material genético, llegando a la apoptosis (muerte celular), o bien 
generando algún tipo de cáncer o a alguna falla orgánica. 
 
La muerte para Reyes (1996), se hace manifiesta hasta que la última de los millones 
de células que componen un organismo haya muerto. En este sentido, el autor señala 
que la muerte no se presenta de manera súbita, sino que se va perdiendo 
paulatinamente a través de los procesos de enfermedad y vejez, mientras que la muerte 
como tal existe cuando hay un cadáver, es decir un despojo sin vida de aquello que ha 
vivido. 
 
El autor antes citado nos ofrece la definición de varios autores sobre la clasificación de 
la muerte como tal: 
 
1. Muerte Aparente: Por síncope prolongado, estado de coma profundo, 
actividades cardiacas y circulatorias débiles y muestran dificultad para ser 
percibidas. En estos casos suelen ser de gran utilidad las terapias de 
reanimación. 
2. Muerte Relativa o Clínica: Hay suspensión total y prolongada de la 
circulación; el paciente está prácticamente muerto y se puede enterrar. No 
obstante, con medios de resucitación más complejos, es posible restablecer 
las actividades vitales. 
3. Muerte Individual u Orgánica absoluta: Se refiere a cuando el daño u 
alteración de algunos órganos vitales es tan severa que resulta imposible 
restablecer las funciones vitales. De manera progresiva se establece la 
muerte total y el cadáver comienza el proceso de putrefacción. 
 
Finalmente tenemos el caso de la muerte clínica o muerte biológica, la cual hace 
referencia a la muerte cerebral, producto de un daño encefálico irreversible. 
 
Una vez establecido el criterio de muerte clínica o biológica, los familiares y amigos del 
difunto enfrentan una de las crisis más dolorosas “experimentar la muerte de una 
10 
 
persona amada” (Ibarra 2013, p.12), para la cual generalmente no estamos preparados. 
Es de llamar la atención que precisamente ante un evento que ningún ser vivo puede 
eludir, en tanto la vida y la muerte se encuentran intrínsecamente ligadas, contemos 
con tan poca información y sobre todo preparación, precisamente por el dolor que esta 
causa. El trabajo Tanatológico no termina con la muerte de alguien, sino que continua 
hasta que el familiar concluye su trabajo de duelo, logrando la aceptación de la muerte 
de su ser querido. 
 
Con todo lo anterior podemos deducir que todo ser vivo está destinado a morir, que la 
muerte es algo que todos los seres vivos tendremos que enfrentar en algún momento 
determinado, tanto la muerte propia como la de alguno o varios seres amados, y con 
ello obligadamente también enfrentar la pérdida que mayor dolor genera. 
 
Hasta este punto se ha abordado de manera breve el proceso de la muerte biológica en 
sus diferentes facetas, no obstante la muerte como tal no podría ser entendida sin 
analizar la misma desde el aspecto psicológico en el que están involucradas una serie 
de emociones que se desbordan ante la pérdida de un ser querido. Por lo mismo, es 
necesario reseñar cuales son estas reacciones de pérdida ante la muerte. 
 
1.2. La pérdida ante la muerte. 
El dolor psicológico que genera la muerte afecta tanto a quien está en el proceso 
de morir, a quienes atienden al moribundo en ese proceso, y de manera especial a los 
familiares como lo establece Kübler R. E. (2006), “provocando un círculo vicioso de 
dolor compartido” Rebolledo M. (2003, p. 199). 
 
Ibarra P. (2013, p.12), señala que la muerte es una parte inevitable de la vida, en tanto 
pertenece a la esencia del ser humano, y agregaríamos a todo ser vivo. Y es 
precisamente ésta, la pérdida que mayor dolor causa, la pérdida ante la muerte para 
esta autora viene a ser: “… la certeza de que lo amado está ausente… es la partida 
definitiva de un ser querido”. No obstante, agrega la misma autora que el dolor que 
ésta ausencia genera, será distinto de acurdo al tipo e intensidad de la relación afectiva, 
11 
 
en tanto “no es lo mismo perder a un padre o a un abuelo, que a una pareja, ni mucho 
menos a un hijo”. En este mismo sentido, continúa la autora (pág. 13), mencionando 
que la muerte viene a ser “…una de las experiencias más dolorosas y terribles para 
cualquier ser humano”, en tanto implica pensar que ya no habrá oportunidad, de ver, 
escuchar ni sentir cerca al ser amado, lo cual nos lleva a experimentar un enorme vacío 
y una inmensa soledad. 
 
Es precisamente la crisis que se experimenta ante la muerte, la que lleva, a quien se 
considera como la madre de la tanatología, la Dra. Elisabeth Kübler R (2006) a iniciar 
todo un proceso de investigación sobre el tema de los procesos de morir. Entre lo más 
impactante que la Dra. Kübler detecta son las emociones que conforman cinco 
diferentes fases o etapas que se manifiestan en el proceso de morir, y se hacen 
evidentes en todos los involucrados. Estas fases son las que integran el “proceso de 
duelo” el que se abordará con más detalle en el próximo capítulo, en este momento se 
considera importante abordar las emociones que se manifiestan ante la pérdida que 
anuncia la muerte inminente y que se hacen patentes durante el proceso de morir, tanto 
para el moribundo como para los familiares. 
 
Para el Dr. Reyes Z. (1996), son estas emociones las que delimitan el campo de acción 
del Tanatólogo y que desde el punto de vista de la autora, deben ser también 
consideradas en el campo del trabajo profesional del psicólogo, y de hecho en los 
profesionales de la salud, los que de una manera u otra tienen contacto con enfermos 
terminales, y sus familiares. El Dr. Reyes Z. señala que el proceso de morir, 
particularmente para lasculturas latinoamericanas y señaladamente en los mexicanos, 
involucra una serie de emociones entremezcladas y presentes a lo largo de todo el 
proceso, mismas que debemos conocer si es que existe un genuino interés de apoyo 
tanto para el moribundo como para sus familiares. Este mismo autor señala que son 
cinco las emociones que se presentan cuando se enfrenta la proximidad de la muerte, 
mismas que pueden presentarse de manera salteada y repetitiva, en tanto no se 
presentan en orden cronológico, simplemente se manifiestan como reflejo del dolor 
psicológico. 
12 
 
 
El dolor psicológico, señala el Dr. Rebolledo (2003, págs. 194-195); “…el dolor del 
cuerpo y el dolor del alma no serían distintos, los dos suceden en el mismo humano. 
Ambos buscan contener el daño y delimitar la lesión desencadenando todos los 
mecanismos de defensa a su alcance”. Este mismo autor señala que apenas aparece la 
cercanía de la finitud, se hacer patente en el paciente, el estado de “las mil muertes”, 
que equivalen al desprendimiento paulatino de todo aquello que en su momento fue 
importante. Este proceso va acompañado por una serie de emociones, que reflejan el 
dolor psicológico que el paciente terminal enfrenta, que se expresa fuera de tiempo, es 
decir es intemporal, en tanto “no corresponde… al momento existencial que se vive 
pues depende de la experiencia dolorosa previa”. 
 
Con todo lo anterior, podemos entender que la pérdida ante la muerte, las crisis 
emocionales que ésta genera, así como las emociones que se manifiestan durante el 
proceso de morir, la muerte misma, así como el duelo que se realiza para superar el 
dolor de la ausencia, abren un campo de trabajo e investigación de invaluable riqueza 
para los profesionales de la salud, particularmente para el psicólogo cuando tiene como 
propósito brindar un genuino apoyo a los pacientes que por una razón u otra enfrentan 
la pérdida más crítica, dolorosa y sin embargo también trascendental como lo es la 
pérdida ante la muerte. 
Sin embargo, la pérdida ante la muerte, y el mismo proceso de morir, ha generado un 
interés por su estudio desde diferentes enfoques filosóficos, dado que su significación 
produce reacciones emocionales y psicológicas diferentes en aquellos que 
experimentan la pérdida y están en proceso de morir, por lo que se considera 
importante tratar este aspecto aun cuando de manera breve. 
 
1.3. La muerte desde diferentes enfoques filosóficos. 
 
En Magee B. (1999, pp. 8-9), se menciona que la Filosofía “…no tiene por 
objetivo proporcionar normas, sino el analizar la reflexión personal desde la razón 
13 
 
universal”. Este mismo autor señala que la filosofía se sustenta sobre dos premisas o 
cuestionamientos fundamentales: 
 
1° ¿Cuál es la esencia última de todo lo que existe? 
2° ¿Cómo es que podemos conocer? 
 
La primera sustenta lo que se conoce como ontología que viene a ser la rama de la 
filosofía que estudia que es lo que existe y cuál es la naturaleza de lo que existe, 
mientras que la segunda se conoce como epistemología y se aboca al estudio del 
conocimiento y todo aquello que se pueda llegar a conocer a través de los sentidos. 
Partiendo de estas premisas, los grandes filósofos se han cuestionado sobre los 
aspectos fundamentales de la existencia y la experiencia del hombre, a estos 
cuestionamientos no pudiera haber escapado la muerte, en tanto ésta constituye parte 
primordial de la existencia. 
 
Con estas premisas nos avocaremos a revisar brevemente el pensamiento de algunos 
de los más grandes y reconocidos filósofos, considerando que su pensamiento ha 
influido determinantemente en el pensamiento del hombre a lo largo de la historia. 
Antes de avocarnos a esta revisión, es importante recordar que la historia de la filosofía 
occidental surge en la Antigua Grecia, en donde se percibía un profundo interés por 
intentar dar una explicación científica del mundo, cuando en aquel entonces el 
pensamiento del hombre estaba plagado de mitos y leyendas o simplemente “voluntad 
de los dioses” (Weate, 2002; pág. 8). 
 
Todo comienza con Tales de Mileto, quien afirmaba que existía “una fuerza viva, 
subyacente y vivificadora que estaba presente en todo, y que todas las cosas están 
llenas de Dioses”. Por su parte Anaximandro coincidía con Tales en cuanto a que había 
un componente que unía al Universo, algo que para él era “lo ilimitado”, algo que se 
encuentra tanto por encima como por debajo del universo físico y que es fuente de 
todo. 
 
14 
 
Así mismo Sócrates afirmaba “que toda persona que logre mantener intacta su 
integridad anímica, es decir, el alma incorrupta, se encuentra a salvo de todo daño o 
peligro, ya que a pesar de cualquiera puede vivir una injusticia, ser desposeído de sus 
bienes, encarcelado injustamente o fallecer a causa de alguna enfermedad o accidente, 
lo cual todo ello solo son parte de una “escurridiza existencia que de todos modos ha de 
acabar algún día” (Magee,1999, p.23). 
 
Por su parte Platón, postulaba que “en este mundo todo se encuentra en permanente 
evolución, es este mundo que se encuentra ubicado en el espacio y el tiempo el único 
que el hombre puede percibir y aprehender a través de los sentidos. Pero además 
afirmaba que existe otro reino, que es ajeno a la tiranía del espacio y del tiempo, que no 
es accesible a nuestros sentidos, y en donde reside el orden perfecto y permanente”, y 
“es el alma… la idea de cada uno de nosotros que habita en donde no existe ni el 
espacio ni el tiempo, allí en donde en definitiva se encuentra la verdadera realidad”, 
Magee (1999, pp.28 – 29). 
 
Este mismo autor señala que Platón, al igual que Pitágoras. creía en la reencarnación. 
Este gran filósofo consideraba que no era válido el conocimiento que se obtiene a 
través de los sentidos, en tanto el mundo se encuentra en un cambio continuo y 
permanente, y que la genuina sabiduría sólo podría obtenerse del mundo de las ideas, 
que en si es abstracto y no obedecen ni al tiempo ni al espacio. Y es precisamente el 
mundo de la ideas al que Platón considera como la residencia del alma, y al que se ha 
de acceder tras la muerte para toda la eternidad; es en este sentido, que la muerte para 
Platón vendría a ser una liberación del mundo cambiante e imperfecto que ofrece la 
materia. 
 
Mientras que Aristóteles afirmaba que el único mundo sobre el que es posible filosofar y 
conocer es el mundo en el que vivimos, en tanto todo aquello que se encuentre más 
allá de nuestra percepción o experiencia no existe. No obstante, también postulaba que 
el Universo como un todo, no puede tener múltiples causas que lo originen. Sólo una: el 
motor inmóvil, creador increado, causa formal y causa final del universo. Para este 
15 
 
filósofo, la inmortalidad no existía, en tanto el alma no puede vivir sin la sustancia 
material del cuerpo, en tanto, si el cuerpo muere, el alma deja de animarlo y el hombre 
deja de existir (Reyes, 1996). 
 
Por su parte Epicuro y sus seguidores conocidos como epicúreos pensaban que la 
existencia del hombre era producto de la unión aleatoria de los átomos, mismos que se 
separaban después de la muerte, por lo que la única preocupación que se debería tener 
en esta vida era vivir libre de preocupaciones y ser feliz; la muerte es el fin de las 
sensaciones, por lo que no puede causar daño físico; la muerte es el fin de la 
conciencia, por lo que no puede causar daño emocional, por lo tanto… No debemos 
temer a la muerte (Mendiola ,2011). 
 
Con esta breve revisión de los pensamientos o postulados más relevantes de los 
grandes filósofos respecto a la vida y la muerte, podemos entender que la vida y la 
muerte mantienen una intrínseca relación y que la una existe si la otra existe también, y 
que la calidad de una vida bien vivida minimiza e incluso nulifica el dolor de la muerte y 
la pérdida como tal, se podría entender que lo que en realidadduele de la muerte es lo 
que no se vivió. 
 
Otro aspecto que se considera importante destacar es el hecho de que para la mayoría 
de los filósofos, el alma es inmortal y trascendente, mientras que para otros como 
Aristóteles, y Epicuro, el alma deja de existir cuando el cuerpo muere. 
 
Sin embargo, al parecer estos dos enfoques que parecen diversos y hasta 
contradictorios dejan entrever la visión de los grandes filósofos respecto a dos 
universos; uno visible y tangible, otro invisible e intangible. El primero sujeto a la 
experiencia de los sentidos, mientras que el segundo sujeto a una visión interior y la 
creencia de la trascendencia y la inmortalidad, ambos como posibilidad latente de 
nuestra propia existencia; ambas visiones generales que existen respecto a la muerte y 
se manifiestan en las diversas religiones y que aportan elementos para reaccionar ante 
la muerte. 
16 
 
 
Ahora vamos a realizar una breve semblanza de la percepción de la muerte desde la 
perspectiva de las más importantes religiones, en virtud de la gran influencia que 
ejercen las mismas sobre la significación y percepción de la muerte y el proceso de 
morir. 
 
1.4. La religión y la muerte. 
 
La religión, para Morales de Castro (2003), es religarse con el Ser Supremo, no 
obstante, el propósito para las creencias orientales consiste en develar el misterio del 
genuino orden de toda existencia. 
 
Este mismo autor señala que la religión como tal compete a la práctica eminentemente 
humana, la cual en sus inicios procuraba la explicación de fenómenos incomprensibles 
como la caída de un rayo, un eclipse, una tormenta, etcétera, buscando un significado 
especial al fuego y su creador. Con todo esto, podemos entender que fue la naturaleza 
misma y los fenómenos que esta genera, lo que propició la búsqueda de explicaciones 
en el hombre prehistórico. 
Un aspecto fundamental al que también tendría que enfrentarse el hombre desde 
entonces, y de todos los tiempos, es a la muerte, la cual da origen y sustento al 
desarrollo de las religiones y la espiritualidad a través de los ritos funerarios, los cuales 
propician y permiten creencias y culto a los seres amados que se pierden ante el hecho 
inevitable de la muerte. Estos ritos, dogmas o creencias y ceremonias son distintivos de 
cada región y momentos históricos particulares, y son precisamente los que conforman 
la religión como tal. 
 
Veamos ahora la perspectiva de la religión y la muerte desde el enfoque de algunas 
religiones como el judaísmo, cristianismo y islamismo. 
 
1.4.1. Judaísmo. 
 
17 
 
Es Abraham a quien se le reconoce como el padre del judaísmo, el cristianismo y 
el islamismo, los cuales son monoteístas, es decir que postulan y afirman la existencia 
de un Dios único, creador de todas las cosas y de los hombres, a los cuales en 
diferentes momentos de la historia de la humanidad ha enviado profetas para revelarles 
la Ley que deben seguir, la cual ha sido escrita en un libro revelado conocido como la 
Biblia; Antiguo Testamento para los judíos, Nuevo Testamento para los cristianos y el 
Corán para los musulmanes (Cukar y Zavaleta, s/f). 
 
A pesar de que estas tres religiones comparten al mismo patriarca como fundador, 
además de muchas creencias respecto a la muerte, difieren significativamente. Nos 
refieren los estudiosos sobre este tema que el judaísmo desde sus inicios concibió la 
idea de la muerte, y de que el hombre no es inmortal: “de la tierra vienes y a la tierra 
retornarás” en Cukar y Zavaleta (s/f). Los ritos y ceremonias que realizan los judíos con 
el fin de procesar el duelo difieren significativamente tanto del cristianismo como del 
islamismo. Dé tal manera que la creencia en un solo Dios, la aceptación de los 
designios de este respecto a su pueblo, a pesar de que no existe la esperanza de una 
vida eterna, si otorga, o por lo menos facilita, el proceso o elaboración del duelo, mismo 
que se genera después de la pérdida de un ser querido. Estos mismos investigadores 
refieren que los rituales del judaísmo respecto al duelo se practican durante doce 
meses, en el que se recita el Kadish, que viene a ser una plegaria u oración que 
recuerda al ser amado. Esta oración podría interpretarse también como la aceptación a 
los designios divinos que termina diciendo <<…el que hace la paz en las alturas nos 
dará paz a nosotros…>>. De tal manera que la aceptación del veredicto divino de haber 
llevado a la muerte o morada eterna al ser amado, es equivalente a la aceptación de la 
enseñanza de Job quien afirma “Dios dio y Dios quitó, bendito sea su nombre”. 
 
La palabra hebrea Sheol o Seol hace referencia a la región de los muertos, la cual se 
encuentra en las profundidades de la tierra, a la cual según las creencias judías, 
desciende toda la humanidad al morir(Paiz, Ramos y Vázquez, 1994). 
 
18 
 
Con todo lo anterior podemos entender que para el judaísmo no existe la esperanza de 
una vida eterna, ni la resurrección después de la muerte, pero si la certeza de la 
existencia de un Ser omnipotente, un Dios creador de todas las cosas y de los 
hombres, cuyos designios son incuestionables y, por lo tanto aceptados sin reproches o 
recriminaciones y, finalmente, sin gran dolor. Podemos ver la importancia de la 
aceptación de lo divino como un elemento que facilita la superación del dolor ante la 
pérdida. 
 
1.4.2. Cristianismo. 
 
Para algunos investigadores como Zavaleta (s/f), el cristianismo podría ser definido 
como un sistema religioso iniciado en el seno del judaísmo, el cual fue inspirado y 
centrado en la persona de Jesús de Nazaret, quien es considerado como el Mesías o 
enviado de Dios, cuyas enseñanzas fueron difundidas por sus discípulos por todo el 
mundo, propagándola como la Religión revelada por Dios. 
 
Morales de Castro (2003), refiere que la vida pública de Jesús fue muy corta, en su 
trayectoria obró varios y sorprendentes milagros, su vida dolorosa duró una semana 
iniciando con la entrada triunfal a Jerusalén, posteriormente es aprendido y juzgado por 
proclamarse hijo de Dios, después de lo que se conoce como el viacrucis, en el que es 
azotado, coronado con espinas y condenado a muerte en la cruz, la cual se convierte 
en el símbolo de la fe cristiana. A los tres días de su muerte, Jesús se aparece a las 
mujeres que fueron a visitar su tumba y le pide que vayan a anunciar a los suyos que 
había resucitado, tal como lo había prometido. Este mismo investigador señala que 
precisamente el milagro de la resurrección es la victoria que conquista y vence a la 
muerte, y es el ejemplo vivo de la figura salvadora que anuncia la vida eterna y la 
resurrección de los muertos. Morales de Castro resume el mensaje de Jesús el Cristo: 
 
a) Justicia Divina; la importancia del perdón y la reconciliación de los hombres con 
Dios y entre ellos mismos. 
19 
 
b) Vida o Vida eterna; la cual se presenta como una esperanza y una alternativa a 
la finita y pasajera vida material que está destinada a terminar en algún 
momento. 
c) El Reino de Dios; el cual según el investigador, podría considerarse como algo 
parecido a la Vida eterna. 
d) 
El mensaje de Jesús podría resumirse como la buena noticia de que Dios mismo había 
enviado a su Hijo al mundo para curar a los enfermos y salvar a los pecadores… del 
pecado y de la muerte. Lo que da pie a la creencia de los cristianos en la resurrección 
de los muertos y la vida eterna. 
 
Con el fin de redimir a los pecadores, la Iglesia Católica señala la institución de los siete 
sacramentos de la nueva ley, a los cuales se le considera como “signos sensibles 
instituidos por Jesucristo para darnos la gracia santificante” afirmando que “la gracia es 
un don sobrenatural que Dios concede para alcanzar la vida eterna”. 
Entre estos sacramentos se encuentra el de la Extremaunción el cual otorga la gracia al 
moribundo de eliminar los últimos restos dela fragilidad humana, y preparar el alma 
para la vida eterna. Este sacramento es otorgado siempre y cuando el moribundo, aun 
cuando no se encuentre en condiciones de confesarse, tiene el deseo sincero de 
reconciliarse con Dios y su arrepentimiento sea genuino. 
 
Con todo lo anterior, podemos entender que para los cristianos siempre existe el 
camino de la redención mediante el perdón de los pecados, así como la esperanza de 
la resurrección y la Vida eterna, por la mediación de Jesucristo, hijo de Dios y mediador 
entre el cielo y la tierra, salvador del mundo cuya predicación se basa principalmente en 
el amor y el perdón. La religión cristiana, como la judaica promueven la aceptación 
también de la pérdida y configuran una serie de creencias relacionadas con la 
existencia de un más allá que calma el dolor de la pérdida y su aceptación en los 
dolientes. 
 
1.4.3. Islamismo. 
20 
 
 
Para Bowker (2003), el Islamismo puede considerarse como la religión de “la 
sumisión a Dios”, la cual fue fundada por el profeta Mahoma a quien consideran como 
el último profeta. Este mismo autor señala que para los musulmanes “no hay más dios 
que Dios [Alá, el Dios], y Mahoma es el mensajero de Dios”, de hecho este testimonio 
conforma el primero de los Cinco Pilares del islamismo, que son los que otorgan la 
estructura o pilar, además de la unidad a todos los musulmanes del mundo. 
 
El Corán es el libro sagrado de los musulmanes y la autoridad suprema en la vida 
musulmana, el cual los investigadores señalan que fue revelado en diferentes etapas de 
la vida de Mahoma. El texto de este libro sagrado está dividido en capítulos o suras y 
versos, los cuales tienen números, resalta de manera preponderante el sura o capítulo 
de la unidad, del cual surge la siguiente afirmación “Decid: 
Él es Dios único {literalmente ahad, “uno”}, 
Dios el absoluto. 
No engendra, 
No es engendrado. 
Y nadie se le iguala”. 
 Sura 112 
 
Bowker (óp. cit.), señala que para los musulmanes que expresan con total y absoluta 
sinceridad este sura, “verán caer sus pecados como las hojas de los árboles” (pág. 
323). 
 
Algunos investigadores de esta religión, como Bowker (2003) y Morales de Castro 
(2003), quienes han estudiado su historia y sus raíces, señalan que esta religión surge 
de la revelación que Mahoma tiene en la cueva del monte de Hira, la cual determina la 
vida misma del profeta y el mensaje que este difunde a la humanidad, el cual en 
esencia afirma que la vida como tal; es decir, toda vida, así como todo aspecto de la 
vida procede de la unidad fundamental de Alá, lo que trae por consecuencia que todo 
21 
 
aspecto de la vida – la creación de todo pensamiento y acción – se deriva de Alá y que 
todo vuelve a Él para su juicio después de la muerte. 
Uno de los grandes difusores del islamismo es Rumi, quien propagaba que la vida se 
debía vivir a través del amor, y antes de morir mencionó “mi muerte es mi boda con la 
eternidad” (Bowker, 2003). No obstante, señala Morales de Castro (2003), que el poder 
tener un reencuentro o no con el Ser necesario “Alá”, depende de la rectitud con la que 
se haya vivido en esta vida, pues de ello dependerá la recompensa en la otra vida, la 
que prosigue a esta existencia. 
 
Con todo lo anterior, podemos concluir que para el islamismo, si existe abiertamente la 
esperanza de una nueva vida después de la muerte, no obstante, la posibilidad de 
unirse con el eterno, y la recompensa de en esa nueva vida dependerá de la vida que 
se haya llevado en este plano o existencia. 
 
Ahora bien, con todo lo anterior podemos entender la gran relevancia que cobra la 
muerte como tal ante las diversas religiones a lo largo de la historia de la humanidad, 
en tanto es la que da origen a los ritos, dogmas o creencias y ceremonias particulares 
con las que se pretende recordar y honrar al ser amado que se ha perdido. Y que a 
pesar de que las grandes religiones sostienen un enfoque diferente respecto a la 
muerte, la creencia en un Ser Superior, esencia de la vida misma en toda 
manifestación, propicia el consuelo ante la pérdida del ser amado, facilita la elaboración 
del proceso de duelo y por lo tanto también la aceptación de la misma, agregando la 
esperanza de la reencarnación, así como de la vida eterna y la resurrección de los 
muertos. 
 
Con todo ello, podemos entender la importancia que la religión y las creencias 
particulares respecto a la misma, así como a la forma que cada una honra a los 
muertos y mantiene la esperanza en la trascendencia después de la muerte, son 
conceptos o creencias que aportan importantes beneficios, tanto en el proceso de 
duelo como en la aceptación de la pérdida, y la adaptación a una nueva etapa de vida, 
con la certeza de que “lo que se ama… jamás se pierde”, Levinstein (2015-A). 
22 
 
Ahora bien, cada religión plantea las creencias y formas de culto relacionadas con la 
muerte y el sufrimiento ante la pérdida, pero tiende a confundirse el seguimiento de los 
preceptos de la religión con la fe y la espiritualidad, por lo que cabe hacer algunas 
puntualizaciones respecto a sus diferencias. 
 
1.5. Una breve explicación sobre la diferencia entre religión y espiritualidad. 
 
Con lo expuesto en el capítulo anterior podemos entender a la religión como el 
camino para religarse con el Ser Supremo o Dios tal como cada quien le conciba, ahora 
bien, la diferencia entre todas y cada una de las religiones viene a ser la que se 
conforma con una serie de dogmas o creencias, ritos y ceremonias que propician el 
acercamiento espiritual con Dios, y el cumplimiento de las promesas hechas por cada 
una. 
 
Para poder establecer una clara diferencia entre religión y espiritualidad es conveniente 
establecer la diferencia entre ciencia y religión, partiendo de la definición de ciencia 
como “conocimiento”; Wilber (1994), señala que no habría diferencia con la religión 
contemplativa, en tanto esta última vendría a ser también una forma de ciencia. No 
obstante, afirma el mismo autor que si el concepto de ciencia se reduce al 
“conocimiento empírico sensorial, validado instrumentalmente”, en automático deja 
fuera la posibilidad de considerar científica a la religión y por ende a la espiritualidad. 
También, es necesario establecer el vínculo entre ciencia y religión, este mismo autor 
(Wilber pág.30) reitera la importancia de establecer la diferencia entre “campo” y 
“método” de la ciencia, considerando al primero como los diferentes tipos de hechos o 
fenómenos que pueden convertirse en objetos de investigación, mientras que el método 
hace referencia al medio o los instrumentos que se utilizan para dicha investigación. Es 
decir, que es el método científico el que hace posible validar la hipótesis científica y 
llegar al conocimiento de tal o cual hecho o fenómeno, y que en potencia puede ser 
susceptible a la repetición y la comprobación, la cual nos conduce a la validación o la 
refutación del planteamiento científico. De tal manera, continua el autor, “si un 
pretendido conocimiento, - sea del campo que sea – puede ser verificado… 
23 
 
experimentalmente, ese conocimiento puede ser considerado como científico”. Con esta 
definición, el autor señala que no sólo los objetos físicos o los sensibles (que pueden 
ser percibidos a través de los cinco sentidos), pueden ser susceptibles a la 
investigación y comprobación científica, en tanto, esta definición amplia el campo de 
conocimiento a diferentes áreas como la psicología, la historia, la antropología, la 
sociología y la espiritualidad (pág.32). Con el fin de enriquecer estos postulados el autor 
señala que los alemanes entienden a los fenómenos mentales y espirituales como 
“ciencias del espíritu”, y los americanos como ciencias humanas o sociales. 
 
Con estos preceptos, Wilber (1994) enfatiza que si la ciencia estuviera circunscrita a los 
fenómenos sensoriales y físicos,tanto las matemáticas, la lógica, la psicología ni la 
sociología podrían entrar en el ámbito de disciplinas científicas, en tanto cada una 
centra su estudio en términos metafísicos, es decir, que van más allá de la física y 
pueden ser comprobadas “por evidencia experiencial” (pp. 32-36). Y así, partiendo de la 
ontología que nos refiere al ser y la esencia, Wilber nos refiere a la llamada “Gran 
Cadena del Ser”, la cual incluye diferentes campos de conocimiento, señalando que el 
campo del “alma” hace referencia al reino de las formas platónicas, los arquetipos, las 
deidades personificadas, la cual puede captar al Ser y entrar en comunicación con Dios. 
Mientras que en el campo del espíritu el alma y Dios se unifican con la divinidad que 
viene a ser el espíritu absoluto. 
 
 
Figura 1. El nivel superior trasciende y a la vez incluye al anterior y no viceversa. 
 
24 
 
Wilber también hace hincapié en que cada uno de los niveles de la Gran Cadena, 
incluye al anterior y le rebasa, es decir que “el nivel superior trasciende y a la vez 
incluye al anterior y no viceversa”. De tal manera que podemos entender que “la vida 
trasciende e incluye a la materia; la mente incluye y a la vez trasciende a la vida; el 
alma incluye y a la vez trasciende a la mente; el espíritu a la vez trasciende e incluye al 
alma” (35-36). El espíritu, según el autor, “es trascendente al mundo y completamente 
inmanente al mundo”, en tanto es el espíritu el más elevado de todos los campos 
posibles, o la cima de todos los reinos, por lo tanto viene a ser “la Condición de todas 
las condiciones y la Naturaleza de todas la naturalezas… es el Fundamento o el Ser de 
todos los reinos posibles” (pág. 37), de tal manera que “mientras más sepamos de las 
cosas (ciencia), más sabremos de Dios”, Spinoza, (en Wilber, 1994, pág. 37), o como 
diría Einstein “Cuanto más uno profundiza en los secretos de la naturaleza, mayor es su 
respeto por Dios”, según Brian (1996; en Dimitrov, 2014). 
 
En este sentido, la frase que se le atribuye a Albert Einstein “la ciencia sin religión está 
ciega, y la religión sin ciencia está coja”, sin duda refleja la necesidad que tenemos de 
abrir la mente hacia paradigmas mucho más amplios, aquellos que rebasan y por 
mucho las fronteras de los sentidos y la materia. 
 
Esta misma frase nos invita a la reflexión para entender que hay algo mucho más 
grande que va más allá de lo que los sentidos físicos pueden percibir, lo cual da sentido 
y fundamento a la existencia no solo en esta vida, sino como pudimos percibir en el 
capítulo dedicado a la religiones del mundo, también le otorga sentido a la muerte. 
 
Con todo lo anteriormente señalado, es más fácil comprender que el universo, y los 
misterios del mismo, abarcan una gama infinita de posibilidades y diferentes 
dimensiones, estratos o campos de conocimiento, y que para cada uno de ellos se 
requiere metodología pertinente y adecuada a las características de cada uno. 
Todo esto nos lleva a determinar cuáles son los diversos determinantes de la pérdida 
considerando sus diversas dimensiones o factores que están integrados y que nos 
permite su estudio en diferentes niveles de análisis del conocimiento. 
25 
 
 
1.6. La esencia de la pérdida desde una mirada integral en sus diversas dimensiones. 
 
Sabemos que el ser humano es un ente eminentemente social, en tanto se 
caracteriza por entablar vínculos “para amar, comprometerse, para disfrutar de dichos 
vínculos y a arriesgarse al sufrimiento de perderlos” Dra. Montuori (s/f), de tal manera 
que sus relaciones vienen a ser motivo de sus mayores satisfacciones y felicidad, pero 
también su gran debilidad, en tanto, señala esta misma autora que el bienestar y la 
felicidad que genera el amor va proporcionalmente al dolor y al sufrimiento, producidos 
por la pérdida. 
 
En este sentido, Bowlby (1995) señala que la pérdida es una de las experiencias más 
dolorosas que un ser humano puede sufrir, y agrega que la pérdida afecta no solo a 
quien la experimenta como tal, sino también a quien es testigo de la misma, en tanto se 
experimenta la frustración y la impotencia al no poder realizar algo que en realidad 
pueda consolar al deudo. Este autor considera que la pérdida no solo afecta en la 
dimensión social, la cual se ve trastocada ante el evento traumático, sino también el 
aspecto, físico y el psicológico, en tanto se trastorna la propia identidad, la visión o 
percepción de sí mismo, al percibir que ya no se es igual después de la pérdida, 
también se ve alterada la visión del mundo, de su entorno, de sus relaciones 
personales, laborales y sociales en general. De tal manera que la pérdida y el proceso 
de elaboración de la pérdida, la cual se realiza a través del duelo, del que en un 
próximo capítulo se abordará con mayor detalle, impacta no solo en la dimensión social, 
sino también la psicológica, física, social y espiritual (Pérez y Atehortua, 2016), en 
tanto el vínculo establecido con la persona fallecida, la cultura en la cual se encuentra 
inmersa, además de las tradiciones familiares y sus creencias personales respecto a la 
muerte, así como si profesa alguna religión y el sentido que esta le otorga a la muerte, 
influirán de manera definitiva en el proceso de duelo y la superación de la pérdida. 
 
Por su parte Romero (2013), señala que el impacto de la pérdida puede llegar a afectar 
severamente la dimensión física y psicológica cuando no se ha realizado un proceso de 
26 
 
duelo adecuado, es decir cuando se han reprimido emociones y se ha callado el 
inmenso dolor experimentado puede llegar a vulnerar intensamente la salud, la 
integridad y equilibrio emocional del deudo. Esta misma autora refiere que ante esta 
situación, es frecuente observar en la persona que ha perdido a un ser querido con la 
que se mantenía un estrecho vínculo afectivo, que después de los seis meses de la 
pérdida, cuando se ha presentado “un duelo complicado” o no elaborado 
adecuadamente se presenten síntomas que afectan la esfera cognitiva, además de 
síntomas de ansiedad, los cuales interfieren de manera dramática en el desempeño 
social, laboral y familiar. 
 
Con respecto a las dimensiones cultural- antropológica y espiritual, éstas hacen 
referencia a la manera en la que la comunidad o entorno social concibe a la muerte, así 
como las tradiciones y cultos en torno a ésta, y de manera especial las creencias 
religiosas o espirituales que se tienen respecto a la muerte, considerando en el caso de 
la religión los dogmas, los ritos y ceremonias que se realizan con el fin de recordar y 
honrar al ser amado que físicamente ya no está. Mientras que el aspecto espiritual que 
hace referencia a la creencia de que hay algo o alguien infinitamente más grande que 
nuestra finitud humana otorga esperanza e infinita paz interior tanto al moribundo, como 
a los deudos, incluso también en el proceso de desapego durante el periodo final como 
después del deceso. Con lo anteriormente expuesto, podemos entender que la muerte 
afecta todas las dimensiones en las que el ser humano se desenvuelve: social, cultural, 
antropológica, psicológica y espiritual; “el enfermo terminal está a punto de perder todo 
lo que quiere y a todos los que ama” (Reyes, 1996), mientras que para los familiares, el 
panorama también se muestra desolador, este mismo autor señala que en ocasiones la 
familia del moribundo se niega a aceptar la inminente muerte del ser amado, 
aferrándose desesperadamente a la vida, incluso cuando el enfermo terminal ya haya 
aceptado su próximo deceso, además que para el moribundo todos sus problemas 
están a punto de terminar, mientras que para los familiares continúan probablemente en 
mayor magnitud. 
 
27 
 
Todas y cada una de las dimensiones anteriormente señaladas deberán ser tomadas 
en consideración, en tanto estas favorecen o bien entorpecen el proceso de duelo o 
superación deldolor generado por la pérdida de un ser amado. Particularmente en las 
dimensiones social, cultural y antropológica, el Dr. Reyes (1996), muestra una clara 
diferencia en la elaboración del duelo en los mexicanos quienes como herencia o 
legado prehispánico tienden de manera evidente a la melancolía, a diferencia de otras 
culturas como la anglosajona, en este sentido, también la religiosidad o especial 
espiritualidad del pueblo mexicano, según este autor, marca una significativa distinción 
tanto en su manera de vivir, como en la manera de morir. 
 
Con todo lo anterior, es viable otorgarle una especial relevancia a la dimensión 
psicológica en la que tanto el aspecto cognitivo como el afectivo se ven severamente 
afectados cuando se enfrenta la proximidad de la muerte y la muerte misma, tanto en el 
enfermo terminal como en los amigos y familiares, impactando de manera contundente 
el resto de las dimensiones cuando las emociones son reprimidas, o bien en caso 
contrario cuando se expresan de manera explosiva, cuando se cursa con una etapa de 
ira, culpa o frustración, la cual es distintiva en todo proceso de duelo, y que afecta por 
igual – aun cuando la manera de expresarla es diferente - al enfermo terminal, como a 
los familiares, personal de salud, y de hecho a todos aquellos relacionados con la 
pérdida. 
 
Con el fin de poder entender de mejor manera el proceso de elaboración de la pérdida, 
en el próximo capítulo se abordará con mayor detalle lo referente al duelo, dado que 
éste implica el proceso a través del cual se supera la pérdida y el dolor asociado. 
 
 
 
 
 
 
28 
 
CAPÍTULO 2 
 EL DUELO 
 
 El duelo es la matriz que reúne la respuesta a las separaciones de ambientes, 
bienes materiales, roles sociales, valores afectivos, lazos afectivos, la salud y la 
separación de las personas queridas. La elaboración del duelo de una pérdida es un 
proceso largo, lento y doloroso cuya magnitud dependerá en gran parte de la dimensión 
de lo perdido y de las características peculiares de cada persona y tiende a la 
adaptación y armonización de nuestra situación interna y externa frente a una nueva 
realidad. Elaborar el duelo significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la 
pérdida de lo que no está, valorar su importancia y experimentar el sufrimiento y la 
frustración que comporta su ausencia y se termina cuando ya somos capaces de 
recordar lo perdido sintiendo poco o ningún dolor, cuando hemos aprendido a vivir sin lo 
que ya no está, cuando hemos dejado de vivir en el pasado y podemos invertir de 
nuevo toda nuestra energía en nuestro presente y en lo que tenemos a nuestro 
alrededor 
 
2.1. Qué es el duelo. 
 
 En primer término, se ha considerado conveniente mencionar el significado 
etimológico de la palabra duelo, la cual proviene del latín DOLIUM, cuya acepción 
representa, dolor, aflicción, así como la manifestación de sentimientos generados por la 
muerte de un ser allegado; Diccionario de la Real Academia Española (2001). 
El duelo viene a ser la respuesta emocional que se manifiesta ante una pérdida, las 
cuales señala Romero (2013) son de índole universal, además como ya se mencionó 
anteriormente, afectan las diferentes dimensiones de la persona y se expresan de 
manera diferente acorde a la cultura en la que se encuentra inmersa, así como las 
tradiciones y creencias particulares del individuo. 
 
29 
 
Por su parte Bowlby (1980; citado en Montuori, s/f) se refiere al duelo como “todos 
aquellos procesos psicológicos que se desencadenan a partir de la pérdida de un ser 
querido”. Mientras Montuori (s/f) señala que el duelo puede ser concebido como un 
proceso de gran complejidad que afecta severamente el bienestar, la salud y la vida del 
deudo en todas las dimensiones. 
 
El duelo viene a ser para Bucay (2002), el proceso doloroso pero normal que se 
presenta ante la pérdida de un ser querido, y nos prepara para la adaptación y equilibrio 
de la situación tanto interna como externa de una nueva realidad, lo que equivale a un 
crecimiento en ambos niveles. 
 
De manera similar Cerejido y Cerejido (2012), mencionan que el trabajo psicológico 
para conseguir el desprendimiento de toda la serie de pérdidas que tenemos que 
enfrentar a lo largo de nuestra existencia, particularmente la de seres amados, hace 
referencia a lo que se conoce como “duelo”; lo cual nos coloca en la disyuntiva de negar 
la pérdida y permanecer prisioneros del pasado, o bien aceptar que es algo que ya 
pasó, que sin duda dejó una profunda huella en nuestra vida, pero ya no es más lo que 
permite adaptarnos a una nueva situación, y con ello también crecer interiormente y 
evolucionar. 
 
La muerte puede ser también considerada como una herida psicológica “seria y 
dolorosa” (O’ Connor, 2008), que requiere para sanar tiempo, atención y cuidados 
tiernos y amorosos, al igual que una herida física, cuyos sentimientos, reacciones y 
cambios que se generan durante el proceso de cicatrización, pueden considerarse 
como el equivalente a lo que se considera como duelo, o proceso de elaboración del 
dolor que ha sido generado por la pérdida. Por su parte Rebolledo (2003), señala que el 
duelo en sí, significa “dolor”, y requiere un proceso de reordenación de los sucesos y 
vínculos con la persona que se encuentra a punto de morir o bien que ya falleció. Este 
proceso requiere un tiempo razonable de elaboración, que no depende del tiempo 
mismo, sino del flujo de recuerdos, o vivencias compartidas para ser acomodados en 
nuevo orden y diferente experiencia. 
30 
 
 
Toda esta gama de cogniciones, emociones y creencias afectan de manera importante 
el proceso de duelo, mismo que como ya se mencionó anteriormente, no depende del 
paso del tiempo, en tanto la recuperación o superación del dolor depende en gran 
medida del desapego a situaciones, objetos y personas que el moribundo tendrá que 
dejar, como el deudo respecto al ser amado que ha dejado esta existencia, así mismo, 
el reajuste de ideas y la adaptación a una nueva etapa de la existencia. 
 
Como se puede evidenciar a partir de lo anterior, el duelo es un proceso que puede 
seguir, aunque no necesariamente, una secuencia de etapas definidas y éstas se 
abordarán en la siguiente sección. 
 
2.2. Etapas del duelo. 
 
Cuando ya hemos aceptado que el duelo, acorde a la definición de los autores 
citados en el capítulo anterior, viene a ser la serie de respuestas y procesos 
psicológicos que se generan tanto en el moribundo, a partir que recibe el diagnóstico 
fatal que anuncia la muerte inminente, como en el deudo, amigo o familiar, que se ve 
también severamente afectado ante la proximidad de la muerte de un ser amado, pero 
principalmente ante la pérdida o fallecimiento del mismo. No obstante, estas reacciones 
emocionales o psíquicas se manifiestan en etapas bien definidas, las cuales fueron 
descubiertas y estructuradas por Elisabeth Kübler Ross (2006), quien en una larga, 
intensa y profunda investigación, cuyos resultados plasma en su libro “Sobre la muerte 
y los moribundos. De igual manera, algunos autores como Ibarra (2013) y Reyes 
(1996), proponen, con base en su experiencia algunas emociones adicionales, mismas 
que suelen aparecer durante el proceso de elaboración del duelo, las cuales se 
mencionarán de manera breve al final de esta sección. 
 
Por el momento vamos a abordar las diferentes etapas del duelo y sus características 
acorde a los planteamientos de Kübler (2006), las cuales se encuentran perfectamente 
definidas, no obstante el orden de presentación puede variar en cada individuo, incluso, 
31 
 
se puede pasar por alguna de ellas o varias, y retornar a las que ya se habían 
presentado. 
 
Las Etapas del Duelo según Kübler, son cinco: 
 
1. Negación y aislamiento. Viene a ser como un mecanismo de defensa que nos 
protege del dolor intenso que produce la posibilidadde una muerte inminente, 
tanto en el enfermo terminal como en los amigos y familiares. En esta etapa se 
observa una evidente tendencia al aislamiento, a la necesidad de permanecer en 
soledad, evitar visitas y conversaciones, esta etapa generalmente es superada 
mediante el proceso normal del duelo, en el cual afloran diferentes emociones y 
se permiten fluir libremente. Cuando este no es el caso, y se mantiene la 
negación respecto a la situación que se está enfrentando tanto en el enfermo 
terminal, como en los familiares y amigos, 
2. Rabia. En esta etapa se manifiestan emociones que van desde la molestia, el 
enojo, la ira, la envidia, las cuales surgen de manera irracional y ajenas al control 
de quien las padece. Es frecuente que estas manifestaciones de enojo y hasta 
rabia se manifiesten contra Dios, contra la vida, el personal de salud, contra los 
familiares, contra los que gozan de salud y parecen ser felices, incluso en 
ocasiones contra el enfermo terminal o el fallecido, cuando la muerte ha 
acontecido, la cual se percibe como abandono. 
3. Regateo. En esta etapa lo que se observa es la manifestación de algunas 
conductas que son consideradas como “buenas”, con el fin de obtener algún 
beneficio o consideración del Ser Supremo pensando que si se manifiesta un 
buen comportamiento, si se realiza oración, y se cumplen las obligaciones de la 
religión que se profesa, tal vez Dios sane al enfermo o bien que le de gloria 
eterna al familiar fallecido. 
4. Depresión. Es la etapa en la que según Kübler, el paciente desahuciado le 
resulta imposible negar su enfermedad, el tener que enfrentar una serie de 
hospitalizaciones, tratamientos médicos, intervenciones quirúrgicas, además de 
un evidente deterioro físico, y es cuando el enojo, la ira e inclusos estoicismo o 
32 
 
valentía, se ven sustituidos por una profunda sensación de pérdida que se 
manifiestan como una depresión. 
5. Aceptación. Es la etapa en la que finalmente se acepta la situación, tanto en lo 
que respecta a la posibilidad de la muerte inminente, o bien el fallecimiento de la 
persona amada. 
 
Además de las etapas que se presentan en todo proceso de duelo, también existen 
una serie de emociones que se considera importante considerar. En este sentido Reyes 
(1996), señala que la tristeza se hace manifiesta a lo largo de todo el proceso de duelo, 
así como la angustia, la cual el autor define como “miedo al futuro”, también es 
frecuente observar el surgimiento de la esperanza que puede ser real, la cual ayuda al 
proceso de duelo en tanto elimina la ansiedad; para Kübler (2006), este tipo de 
esperanza viene a ser la que los sostiene durante días, semanas o meses de 
sufrimiento, “es el deseo de que todo haya tenido sentido. Mientras que la esperanza 
mágica, la que espera un remedio infalible, un milagro e incluso el retorno del ser 
amado, solo desencadena ansiedad, enojo y frustración si las expectativas no son 
cumplidas. Por su parte Ibarra (2013), hace referencia al aturdimiento que acompaña al 
deudo, desde el momento del fallecimiento, mismo que puede retardar e incluso 
complicar el proceso de recuperación. Además una profunda sensación de culpa por 
haber otorgado el permiso para salir el día del accidente, por no haber estado presente 
en el momento del fallecimiento, por no haber perdonado en vida, por no haberle dicho 
al ser amado cuanto se le amaba, etcétera. También es frecuente observar odio intenso 
a quienes se considera culpables del fallecimiento, los cuales pueden ser los médicos, 
las enfermeras, los criminales en caso de asesinato, el chofer alcoholizado que produjo 
el accidente, a los familiares siempre ausentes en los momentos difíciles, etcétera. 
 
Estas son las etapas de duelo que se presentan en el proceso de elaboración del dolor 
generado ante la pérdida, también se han mencionado algunas de las emociones que 
más frecuentemente se observan en dicho proceso, y que si no se procesan 
adecuadamente pueden llegar a complicar el proceso, incluso convertirlo en un duelo 
complicado o crónico, que hace que el dolor inherente al mismo, se transforme en 
33 
 
sufrimiento, lo cual cobra tintes de eternidad, con el fin de conocer más sobre estos 
aspectos, se ha dedicado la siguiente sección de este capítulo para abordar los 
diferentes tipos de duelo y las características de cada uno. 
 
2.3. Tipos de duelo. 
 
Una vez que se han revisado las diferentes etapas de duelo, nos abocaremos a 
mencionar lo que diferentes autores refieren respecto a los tipos de duelo, a nivel 
general los tipos más conocidos o evidentes son: 
 
1. Duelo anticipatorio. 
2. Duelo formal o normal. 
3. Duelo complicado o patológico. 
 
Antes de describir las características de cada uno de los duelos anteriormente citados, 
se considera importante mencionar lo que la Dra. O’Connor (2008), refiere respecto a 
los factores que ella considera impactan el proceso de elaboración del duelo: 
 
I) El grado de liga emocional que se mantiene con el moribundo o el fallecido. 
II) El tipo de pérdida, siendo la muerte el que ocasiona mayor dolor. 
III) La personalidad y la forma en las que se han enfrentado anteriormente las 
pérdidas. 
IV) Las circunstancias y el conocimiento previo de la pérdida. 
 
Para Reyes (1996), otros factores que también influyen en el proceso de elaboración 
del duelo serían el aspecto económico o solvencia económica, la religión y la 
espiritualidad. Además, debería de considerarse también la integración o 
disfuncionalidad de la familia, así como el apoyo que esta pueda brindar tanto al 
enfermo terminal como a los demás miembros de la familia tanto, en el proceso de 
morir, como después de la muerte. Ahora veamos las características distintivas de los 
diferentes tipos de duelo. 
34 
 
 
2.3.1 El duelo anticipatorio. 
 
El duelo anticipatorio según Lindeman (1944; citado en Reyes, 1996), es el que 
hace referencia al dolor que se manifiesta ante la amenaza de separación o de muerte 
de un ser querido; lo cual propicia una serie de mecanismos psicológicos que auxilian 
para lograr la adaptación por la futura pérdida. 
 
Para Reyes (1996) el morir representa un proceso gradual y doloroso, el cual a su vez 
genera múltiples y variados problemas tanto para el moribundo como para la familia de 
este, tales como presiones físicas, tratamientos costosos, dolorosos y desgastantes, 
además de presiones sociales, laborales, familiares, económicas y emocionales. 
Agregado al deterioro progresivo y evidente de la persona amada, los consecuentes 
efectos secundarios y colaterales, la incertidumbre, angustia y frustración que se 
presenta cuando se requiere de la toma de decisiones trascendentes. 
 
El duelo anticipatorio para este autor se presenta en los familiares y amigos del enfermo 
terminal incluso abarca también al personal de salud involucrados como son médicos, 
enfermeras y psicólogos, mientras que el enfermo en etapa terminal experimenta el 
duelo propiamente, el cual como ya se mencionó anteriormente, se manifiesta en 
bloques de emociones que determinan las cinco etapas del mismo, mientras que en el 
duelo anticipatorio el dolor se manifiesta ante el enfrentamiento a la muerte, y no 
existen etapas determinadas. El periodo de duelo anticipatorio es generador de muchas 
emociones que a veces parecen contradictorias, como sería el caso de sentir alegría 
por que el paciente no ha muerto en el tiempo previsto, pero también culpa por desear 
que todo se acabe, incluso también enojo y rabia contra el enfermo terminal por no 
haber fallecido en el tiempo previsto, lo cual aumenta los sentimientos de culpa y 
conflicto interior. 
 
El duelo anticipatorio es sin duda un periodo de mucho dolor y desgaste físico y 
emocional, sin embargo para Rebolledo (2003), este proceso que se experimenta de 
35 
 
manera individual y única, propicia adaptarnos de manera menos dolorosaal duelo real 
o normal, el que se presenta ante la muerte del ser amado, incluso, señala el autor, 
disminuye el tiempo para procesarlo. 
 
2.3.2 El duelo normal o formal. 
 
Este tipo de duelo es el que hace referencia a la gama de emociones que se 
presentan ante la pérdida de un ser querido, y que es diferente del duelo anticipatorio, 
en tanto ahora la ausencia es ya evidente, el dolor que genera la ausencia va a estar 
proporcionalmente relacionado con el vínculo emocional que se mantenía en vida. 
 
La propuesta del Dr. Reyes (1996), la cual coincide con diferentes autores, incluye que 
cualquier persona puede elaborar su duelo, cuando este es normal y no patológico, 
mediante “sus procesos psicológicos internos, sus recursos personales”, además, 
cuando este proceso de elaboración se ve favorecido con la interrelación de diferentes 
personas significativas en su vida, y de seguir las normas establecidas en el entorno 
socio – cultural, que implican desde el velorio, sepultura, y desde luego las creencias 
personales y religiosas que implican ciertos ritos y ceremonias para honrar y recordar al 
ser querido que ha dejado este plano material, así como la espiritualidad, la cual como 
ya se mencionó en el capítulo correspondiente, es la que otorga esperanza y un sentido 
de trascendencia a la muerte. Para este autor, no es el tiempo el que propicia la 
recuperación o superación del dolor que genera la pérdida del ser amado, sino un 
reajuste de ideas para adaptarse a una nueva vida, el cual se da de manera normal y 
no amerita tratamiento alguno, incluso se sugiere la conveniencia de no administrar 
ningún tipo de sedante, antidepresivo, o ansiolítico, en tanto estos podrían entorpecer el 
proceso natural de la elaboración del duelo, en este concepto coinciden otros autores 
como Rebolledo (2003), Bucay (2002) y la misma Kübler (2006), quien menciona la 
inconveniencia de administrar este tipo de fármacos, cuando se está elaborando un 
proceso de duelo normal, así mismo, marca la importancia de que las emociones 
experimentadas en cada etapa del duelo puedan ser expresadas sin culpa, y que el 
doliente sea escuchado. 
36 
 
 
2.3.3 El duelo complicado o patológico. 
 
El duelo crónico también se considera un duelo patológico, es decir que afecta 
todas las esferas o dimensiones del doliente; física, emocional, social, laboral, y por lo 
tanto la calidad de vida del doliente en todos aspectos. 
 
Montuori (s/f) señala que la diferencia más significativa entre un duelo normal y uno 
crónico o patológico, se centra en la creencia de que la pérdida es reversible, por lo que 
el doliente se encuentra imposibilitado para elaborar el proceso de dolor y la 
reorganización de su vida en esta nueva etapa. Por lo tanto, los mecanismos internos 
que facilitan un duelo normal se ven alterados, lo que propicia un estancamiento vital, el 
cual se manifiesta a través de mecanismos de defensa, dentro de los cuales destaca la 
exclusión defensiva. El autor señala que este mecanismo de defensa se observa 
también en la elaboración del duelo normal, solo varía la intensidad, la duración y la 
forma en la que el doliente lo utiliza. Para ilustrar lo anterior Montuori (s/f), señala que la 
desviación de la atención de los pensamientos y emociones hacia aspectos más 
placenteros puede resultar beneficioso para el doliente cuando se utiliza de vez en vez; 
no obstante, cuando es utilizado de manera y rígida produce alteración en el proceso de 
duelo. Esta misma autora señala que el duelo crónico tiene como características 
distintivas las respuestas emocionales de suma intensidad y de duración prolongada, 
acompañadas de depresión que suele ser el síntoma más característico, la cual puede 
agravarse por alcoholismo o adicción a alguna sustancia, además de ansiedad, temor a 
los espacios cerrados e hipocondría. Además, no se observa mejoría alguna a pesar 
del transcurso del tiempo. El doliente que cursa con este tipo de duelo sufre también 
con alteraciones en el apetito y en el sueño, así como pensamientos y fantasías 
suicidas, periodos de ansiedad y agitación. Es frecuente observar, en el doliente que 
cursa con este tipo de duelo, profundos sentimientos de culpa, que generalmente se 
dirigen hacia el difunto, hacia sí mismo o la búsqueda de un culpable. Refieren sentir 
que una parte de sí mismos murió con el ser querido, por lo que la vida pierde todo 
sentido, y algo que además no se observa en el duelo normal, es la que la autoestima 
37 
 
se ve seriamente lesionada; la persona doliente se siente inútil, vacía por dentro y con 
muy poca valía. Montuori (s/f.), señala que en la medida de que estos sentimientos 
invaden al doliente, la posibilidad de ajustarse a una nueva forma de vivir, sin el ser 
amado, se dificulta en gran medida, al grado de que esta se vislumbra como imposible. 
 
El duelo lleva aparejado una serie de consecuencias psicológicas cuando no es 
resuelto, y van a influir negativamente en la vida de la persona alargando el sufrimiento, 
deteriorando su vida cotidiana en las esferas social, emocional, económica y 
estableciéndose patrones de comportamiento y trastornos disfuncionales que afectarán 
su salud y la convivencia con otros significativos (por ejemplo la depresión, el 
alcoholismo, adicciones a drogas, el sexo, la ludopatía, entre otros. De esta manera, se 
hace necesaria la intervención del psicólogo y aquellos que han mostrado eficacia 
relativa en esta intervención son aquellos que provienen de la formación en tres 
enfoques, que se reseñarán a continuación. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
38 
 
CAPÍTULO 3. 
EL PSICÓLOGO EN LA INTERVENCIÓN DEL DUELO 
 
La intervención del psicólogo en duelo frente a la muerte sin duda va a verse 
influida por el marco conceptual de su formación académica y teoría psicológica de su 
preferencia, por ello se considera importante abordar la perspectiva de la muerte y por 
ende del duelo desde las teorías psicológicas de mayor relevancia que prevalecen en la 
actualidad. 
 
A continuación se mencionaran algunas intervenciones que realiza el psicólogo desde 
diferentes perspectivas psicológicas. 
 
3.1 Cognitivo-Conductual. 
 
La Terapia cognitivo conductual puede considerarse como un enfoque integrador, 
en tanto este posibilita abarcar la complejidad de la conducta humana, al considerarla 
como todo aquello que la persona hace, piensa, siente, además del estado fisiológico u 
orgánico (Salinas, 2012). El enfoque cognitivo conductual considera que la conducta es 
el resultado de la interacción del organismo y el medio ambiente, en tanto este 
mantiene un control importante sobre la conducta. Este enfoque procura integrar 
diferentes aspectos con el fin de otorgarle mayor especificidad a la definición de la 
respuesta y así lograr fragmentarla para su análisis, en respuestas motoras, cognitivas 
y fisiológicas (Lang, 1977; citado en Salinas, 2012), además considera que la 
respuesta ante las circunstancias, puede ser modulada no solo por los estados 
orgánicos, sino también por las creencias particulares y las expectativas del ambiente o 
entorno social en que la persona se encuentra inmersa. 
 
De tal manera que ante el panorama amplio e integrador que ofrece este enfoque 
psicológico se hace posible abordar también las respuestas que se generan ante el 
dolor de una pérdida, que son las que se evidencian en el proceso de duelo, 
particularmente el que se manifiesta ante la muerte de un ser querido. Y es 
39 
 
precisamente este marco amplio e integrador lo que permite al enfoque cognitivo - 
conductual integrar otras terapias que tienen como fin superar el dolor y el sufrimiento, 
tal es el caso de la “Terapia Centrada en la Compasión” (CFT de Gilbert, 2010), la cual 
toma como precepto definitorio el postulado del Dalai Lama respecto a la compasión, la 
cual define como una sensibilidad hacia el sufrimiento

Otros materiales