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Emocion-violenta--atenuante-del-delito

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA 
 
 
 
“Emoción violenta: Atenuante del delito” 
 
 
TESINA 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LICENCIADA EN PSICOLOGÍA 
PRESENTA (N): 
CAROLINA ARENAS FLORES 
 
 
DIRECTORA:DRA. AMPARO CABALLERO BORJA 
DICTAMINADORES: MTRA. JUANA OLVERA MÉNDEZ 
LIC. ADRIANA GUADALUPE REYES LUNA 
 
Los Reyes Iztacala, Edo de México, 2013 
 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
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Este trabajo lo dedico con todo mi corazón: 
A mi mamá por ser una gran madre y una gran mujer. Gracias por enseñarme que debo defender y 
seguir aquello que creo a través de tu ejemplo, por brindarme tu apoyo, las palabras de aliento y 
tu amor sin importar el momento. Este logro me has ayudado a construirlo desde hace muchos 
años. Te amo mami. 
A mi hermana Mariana por ser la mejor hermana menor del mundo. He disfrutado cada momento 
que compartimos, gracias por las risas y los abrazos, cada uno de ellos los guardo con muchísimo 
amor. Te amo hermanita. 
A mis abues mamá nena y papá mimí, que me han dado con creces los mimos de abues más 
maravillosos del mundo. Son los mejores y los amo con todo mi corazón. 
A mi tío Manolo, a Tita y a Chimi. Tíos: gracias por todos los consejos y apoyo que me han dado, 
gracias por formar parte de mi vida. Los amo. 
A mis primos: Ale, Dany, Emm, Mare y Temoc. Chicos los adoro y me encanta pasar tiempo con 
ustedes jugando cada cosa que se les ocurre. 
A mis amigos de toda la vida (por orden alfabético): Itzel, Karen, Ricardo y Víctor. Su amistad es de 
aquellas cosas que no dejan de sorprenderme día a día, gracias por las palabras de aliento, por los 
buenos y los malos momentos. Y a aquellos que espero estén conmigo durante muchos años más 
(por orden alfabético): Daniel, David, Diana, Elia, Erick y Karen, lo que hemos compartido ha 
llenado mi corazón con gran alegría, gracias por todo el apoyo, la confianza y el cariño que me han 
brindado. Los quiero mucho. 
A la Dra. Amparo Caballero por la colaboración y la confianza que tuvo en mí para la elaboración 
de este trabajo escrito. 
A la máxima casa de estudios, la Universidad Nacional Autónoma de México. 
Y por sobre todo a Dios, por poner en mi camino a toda la gente maravillosa que conozco, por 
darme la energía y la suficiente actitud para dedicarme a aquello que me apasiona. 
 
 
ÍNDICE 
INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . 1 
JUSTIFICACIÓN . . . . . . . . . 8 
1. PSICOLOGÍA JURÍDICA . . . . . . . 9 
1.1 Psicología Forense. . . . . . . . . 10 
1.2 Características de la Psicología Forense . . . . . 11 
1.3 Delito . . . . . . . . . . 12 
1.4 Concepto de delito . . . . . . . . 12 
1.5 Tipos de sujeto: Imputable e Inimputable . . . . . 13 
1.6 Excluyente. . . . . . . . . . 16 
1.7 Atenuante. . . . . . . . . . 16 
2. HOMICIDIO. . . . . . . . . . 18 
2.1 Concepto de Homicidio. . . . . . . . 18 
2.1.1 La neuropsicología del homicidio . . . . . . 19 
2.1.2 El enfoque cognitivo conductual del homicidio . . . . 20 
2.2 Tipos de Homicidio . . . . . . . . 21 
2.3 El Homicidio con la Emoción Violenta . . . . . 21 
2.3.1 El miedo y el Homicidio . . . . . . . 22 
2.3.2 La ira y el Homicidio . . . . . . . . 23 
3. TRASTORNO MENTAL TRANSITORIO . . . . . 24 
3.1 Concepto de Trastorno Mental . . . . . . 24 
3.2 Definición de Trastorno Mental Transitorio . . . . . 25 
3.3 Características del Trastorno Mental Transitorio . . . . 26 
3.4 Clasificación del Trastorno Mental Transitorio . . . . 27 
3.5 Relación con la emoción violenta . . . . . . 28 
4. EMOCIONES . . . . . . . . . 30 
4.1 Concepto de emoción . . . . . . . . 31 
4.2 Teorías para explicar la emoción . . . . . . 31 
4.2.1 Neuropsicología . . . . . . . . 32 
4.2.2 Enfoque cognitivo conductual . . . . . . 34 
4.3 Emociones básicas . . . . . . . . 35 
4.4 Miedo . . . . . . . . . . 36 
4.4.1 Concepto de miedo . . . . . . . . 37 
4.4.2 Características del miedo . . . . . . . 37 
4.4.3 Origen del miedo . . . . . . . . 38 
4.4.3.1 Neuropsicología del miedo . . . . . . 38 
4.4.3.2 Explicación del miedo desde el enfoque cognitivo conductual . 40 
4.5 Ira o enojo . . . . . . . . . 41 
4.5.1 Concepto de la ira . . . . . . . . 41 
4.5.2 Características de la ira . . . . . . . 41 
4.5.3 Origen de la ira . . . . . . . . 42 
4.5.3.1 Neuropsicología de la ira . . . . . . . 42 
4.5.3.2 Explicación cognitivo conductual de la ira . . . . 43 
5. EMOCIÓN VIOLENTA Y VIOLENCIA . . . . . 45 
5.1 Definición de emoción violenta . . . . . . 45 
5.2 Características de la emoción violenta . . . . . 45 
5.3 Relación entre violencia y emoción violenta . . . . 46 
5.4 Violencia . . . . . . . . . . 46 
5.4.1 Definición y características de violencia . . . . . 47 
5.4.2 Tipos de violencia . . . . . . . . 49 
5.5 Variantes del acto delictivo en la emoción violenta . . . 50 
CONCLUSIONES . . . . . . . . . 52 
REFERENCIAS. . . . . . . . . . 57 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
INTRODUCCIÓN 
Los trastornos mentales transitorios son disturbios psíquicos de corta 
duración, con una aparición repentina, provocados por causas próximas o 
inmediatas y que al finalizar, el individuo vuelve al estado en que estaba antes de 
presentarse la perturbación. Pueden ser completos o incompletos: los primeros 
hacen referencia a una conciencia por completo anulada durante el episodio; 
mientras que los segundos se refieren a una conciencia obnubilada o brumosa. 
Una característica de los trastornos mentales transitorios es que pueden llevar a 
una persona a cometer un acto criminal sin comprender su ilicitud y daño 
(Vázquez, 2007; Zazzali, 2007; Tiffon, 2008 y Ponce, 2011). 
Por su parte, Maganto y Maganto (2010) y Peña, Macías y Morales (2011) 
concuerdan que las emociones son estados afectivos que tienen múltiples 
dimensiones en respuesta a las cogniciones de un acontecimiento o hecho 
específico de la vida; implicando la activación simultánea de un grupo particular de 
órganos efectores, de elementos expresivos como: la postura del cuerpo, los 
gestos, la expresión facial, las vocalizaciones, etc., y de una experiencia subjetiva; 
siendo estados de corta duración que aparecen en determinadas situaciones: 
pudiendo durar segundos, minutos y a veces horas; estableciendo qué hechos son 
importantes para la vida (Redorta, Obiols y Bisquerra, 2006; Grzib, 2007; Bizkarra, 
2008 y Bloch, 2008). 
Durante un episodio emocional, se presentan dos fases: en la primera la 
emoción se obtiene cuando una persona evalúa si lo que le está ocurriendo es 
perjudicial, amenazador o beneficioso para él, y en la segunda, el individuo trata 
de controlar la expresión de la emoción y la tendencia a la acción que se genera 
(Lazarus, 2000 citado en González, 2009). Las emociones se producen por una 
desadaptación de las conductas habituales y pueden producir una 
desacomodación, también se dan como reacciones ante sucesos vitales 
importantes, generando sentimientos, activando al cuerpo para la acción, 
formando estados motivacionales, produciendo expresiones faciales reconocibles, 
2 
influyendo en el comportamiento y dirigiendo cursos específicos de acción; y, 
estando compuestas de sentimientos, estimulación, intención y expresión dentro 
de una reacción coherente ante un suceso provocador.En donde la emoción sólo 
puede existir con el comienzo de la estimación cognitiva de su significado, de este 
modo, si se elimina el proceso cognitivo, la emoción desaparece (Redorta, Obiols 
y Bisquerra, 2006; Talarico, 2007 y Reeve, 2010). 
Todas las emociones son benéficas porque dirigen la atención y canalizan el 
comportamiento hacia donde se requiere; no son ni buenas ni malas, sino que se 
habla de emoción positiva cuando la emoción reporta bienestar, salud, equilibrio, 
felicidad, etc.: mientras que se habla de emoción negativa cuando la emoción 
provoca malestar, y hace daño a uno mismo y a otros; pero, en un nivel intenso las 
emociones pueden producir defectos en los juicios y en las acciones, se pueden 
llegar a cometer acciones violentas: venganza, daño, destrucción, etc., o ser 
llevadas a estados de trastornos mentales: pueden llegar a ser incontrolables 
(Redorta y col., 2006; Talarico, 2007; Bloch, 2008; Maganto y col., 2010 y Reeve, 
2010). 
A la emoción violenta o también llamada violencia impulsiva como le dicen 
Ostrosky-Solís (2008) y Martínez, Blasco y Moya (2010) se le considera un 
trastorno mental transitorio incompleto con un origen emocional, y que va 
acompañado de un estado de ánimo agitado o irritado y una pérdida de control 
sobre la propia conducta, que es determinado por una respuesta ante la 
provocación que va asociada a emociones como la ira y el miedo, pero con niveles 
tan intensos que anularán la voluntad y el juicio como respuesta a un choque 
psicotraumatizante imprevisto; y debido a que el individuo se encuentra en un 
estado emocional su cuerpo se preparará para la acción (Reeve, 2010; Macías-
Valadez, 2008; Zazzali, 2009; Martínez y col., 2010 y Pérez, 2011). 
La emoción violenta según Breglia (2008) tiene una duración breve, de 
producción normalmente instantánea que nubla la conciencia y perturba la 
voluntad normal, pero Ponce (2011) establece que es importante marcar la 
diferencia entre tener una falla con la capacidad de decisión y elección al 
3 
momento de efectuar un delito y tenerla en la consecución del delito, porque ésta 
última incluye una razón consciente. 
Existen emociones básicas dentro de todo el repertorio de las emociones y 
son: temor o miedo, enojo o ira, asco, tristeza y alegría; que son llamadas así 
debido a que: son innatas; surgen de las mismas circunstancias para todos los 
individuos; se expresan de maneras únicas y distintivas y; evocan una pauta de 
respuesta fisiológica distintiva y sumamente fácil de predecir; manifestándose en 
la mente y en el cuerpo, a través de posturas corporales, gestos y expresiones 
(Bizkarra, 2008; Carpi, Guerrero y Palmero, 2008 y Reeve, 2010). 
Las emociones se presentan cuando se tienen sentimientos, experiencias, 
reacciones físicas, acciones o conductas y pensamientos e ideas (Talarico, 2007), 
y van a afectar la conducta, pueden paralizar o hacer que huyan, correr, provocan 
el ataque verbal o físico, o el acercamiento, el cuidado y la consideración: 
regulando el contacto con el mundo y teniendo un papel importante en las 
relaciones humanas (Grzib, 2007), pero; son la ira y el miedo las que pueden 
desbordarse en situaciones extremas. 
El miedo surge de la interpretación que hace un individuo acerca de si la 
situación que enfrenta es peligrosa y constituye una amenaza para su bienestar, 
se experimenta ante un peligro real, presente e inminente, siendo activada por 
amenazas al bienestar físico y/o mental (Carpi, Guerrero y Palmero, 2008 y 
Barrón, 2012). El miedo, genera un deseo o una actitud que promueve actuar; 
puede desatarse con situaciones que se relacionan con la anticipación de un daño 
físico o psicológico, la vulnerabilidad ante el peligro o una expectativa de que las 
propias capacidades de afrontamiento no pudieran estar a la altura de las 
circunstancias que se avecinan (Reeve, 2010; Camps, 2011 y Peña, Macías y 
Morales, 2011). El miedo según Marquecho (2009), no sólo es una percepción del 
medio ambiente o una experiencia de estímulos sensoriales, sino que también es 
una reacción al medio ambiente que se percibe, de este modo, cada individuo 
sentirá el miedo de manera diferente en modo y en intensidad. 
4 
Cuando el miedo invade a una persona dice Macías-Valadez (2008), es difícil 
deshacerse de él, se tiene que soportar hasta que disminuye su intensidad; ante 
esta experiencia del miedo, la persona reacciona de manera rápida, movilizando 
una gran cantidad de energía, preparando al organismo para dar respuestas más 
intensas ante un peligro o una amenaza de las que sería capaz de ofrecer en 
condiciones normales (Carpi y col., 2008 y Camps, 2011). Pero cuando la 
intensidad del miedo es muy grande, puede influir sobre la conciencia eliminándola 
temporalmente o limitándola al extremo: de este modo el crimen podría ser el fruto 
de esta emoción (Ponce, 2011). 
La ira surge de la restricción, como cuando una persona interpreta que 
alguna fuerza externa ha interferido con los propios planes, metas o bienestar,ó se 
da como respuesta a una traición, rechazo, críticas injustificadas, falta de 
consideración de los demás y molestias acumulativas. La ira es la emoción más 
exaltada y la más peligrosa, y cuando estimula la agresión produce destrucción y 
lesiones innecesarias (Carpi y col., 2008; Reeve, 2010 y Díaz, 2011). 
Por sí sola la ira prepara al cuerpo para el ataque y el miedo para destruir 
algún aspecto del ambiente, ya sea un enemigo, un obstáculo o alguna restricción, 
ésta emoción precipita una acción criminal, venciendo la voluntad y eliminando la 
conciencia, provocada por la situación amenazante en la que se encuentra, ya que 
el miedo consiste en un malestar vago e intenso que se experimenta ante una 
amenaza que pone en riesgo la vida; mientras que la ira exalta el ánimo y empuja 
al individuo a una fuerte reacción emotiva, dándole más fuerza, mayor energía e 
incrementando su sensación de control (Macías-Valadez, 2008; Reeve, 2010 y 
Ponce, 2011). Las reacciones a estas dos emociones (miedo e ira) en una Ciudad 
son de gran importancia, ya que pueden determinar incluso la supervivencia del 
individuo, cumpliendo con una función adaptativa activando a la persona para que 
lleve a cabo alguna conducta que lo distancie de la situación que lo provoca 
(Bloch, 2008; Carpi y col., 2008; Macías-Valadez, 2008; Maganto y col., 2010 y 
Peña y col., 2011). 
5 
Las emociones se desbordan según Reeve (2010) y Macías-Valadez (2008) 
dependiendo de qué tan capaz es el individuo para autorregular su sistema de 
emoción, de modo que experimente la modulación de la emoción en lugar de ser 
dominado por ella, y sobre todo, ante un estímulo intenso e imprevisto. De este 
modo, las reacciones emocionales intensas se producen cuando el control normal 
es insuficiente frente a los estímulos superiores a lo habitual (Talarico, 2007). 
La violencia por su parte, es considerada por Martínez y col. (2010) como un 
problema social a escala mundial con notables repercusiones en la economía y el 
desarrollo de los países, de tal modo, que se ha convertido en la piedra angular de 
las políticas públicas debido a que afecta a hombres y mujeres de todas las 
edades; y que se aplica a cualquier evento que ocurre con una fuerza 
extraordinaria (Díaz, 2011 y Barrón, 2012). 
La violencia es una conducta que tiene la intención de causar daño físico o 
psicológico, mientras que la agresión tiene como meta la supervivencia, sin 
enfocarse en causar daño a alguien más, y a pesar de que son dos conceptos con 
una gran diferencia: toda violencia implica una agresión aunque no toda agresión 
es violenta (Suprema Corte de Justicia de la Nación, 2007; Ostrosky-Solís, 2008; 
Domínguez y Galicia, 2010 y Díaz, 2011). Horno (2009) lo recalca al establecer 
que la agresividad es un componente positivo del ser humano que es empleado en 
circunstancias de peligro y supervivencia, con elobjetivo de sobrevivir o 
defenderse, pero no para hacer daño al otro; y en el momento en que esas 
capacidades se enfocan en dañar al otro deja de llamarse agresión para ser 
conocida como violencia. Apoyando esta teoría Huertas (2007), menciona a la 
agresividad como un instinto humano universal que ayuda a sobrevivir 
ejerciéndose de forma controlada y adecuada a las amenazas del entorno, 
mientras que la violencia es planteada como morbosa e innecesaria, ya que la 
acción tiene la intencionalidad de causar daño a las personas. 
Es importante recalcar que aunque podría pensarse que el concepto de 
trastorno mental transitorio surgió a partir de la psiquiatría, el concepto aparece en 
el año de 1932 en el Código Penal español por el penalista Jiménez de Asúa 
6 
(citado en Pérez, 2011) en un ámbito netamente penal, aunque con anterioridad 
se podía observar un concepto similar pero con una base patológica en los 
códigos soviéticos y mexicano. 
Por lo anterior y debido a que la emoción violenta es un trastorno mental 
transitorio, es poseedor del mismo carácter jurídico y es descrito en el Artículo 136 
del Código Penal para el Distrito Federal (2012) como: “cuando el sujeto activo del 
delito vive una intensa conmoción del ánimo que provoca un desorden del 
comportamiento, la pérdida del dominio de su capacidad reflexiva y la disminución 
de sus frenos inhibitorios, que desencadenaron el delito” (pág. 93). 
La importancia del estudio de la emoción violenta radica en que si se comete 
un delito bajo este trastorno mental transitorio incompleto se considera como un 
atenuante del delito ante la ley; así como se estipula en el Artículo 136 del Código 
Penal para el Distrito Federal (2012): “Al quien en estado de emoción violenta 
cometa homicidio o lesiones, se le impondrá una tercera parte de las penas que 
correspondan por su comisión” (pág. 93). En el caso de que se cometiera 
homicidio, no se niega que sea un delito, sino que la pena que establece la ley es 
menor a la que corresponde al homicidio simple (Zazzali, 2009), o como lo 
establece Breglia (2008), es una minorante de la gravedad del delito y de su 
correlativa penalidad e incluso Ponce (2011) muestra su acuerdo al decir que una 
persona que no fue consciente en el momento del acto criminal no puede ser 
tratada igual a un individuo que comete el crimen de acuerdo con sus rasgos de 
personalidad. 
Preguntas de investigación 
Para ello se intenta responder a las siguientes preguntas: ¿Cómo explica el 
enfoque cognitivo conductual a la emoción violenta?, ¿Cómo explica el enfoque 
neuropsicológico a la emoción violenta?, ¿cómo surge la emoción violenta?, ¿por 
qué se considera a la emoción violenta como un atenuante del delito? y ¿de qué 
manera es abordada la emoción violenta por la psicología forense?. 
 
7 
Objetivo general 
Por lo tanto, el objetivo del presente trabajo consiste en identificar la manera en 
que la emoción de ira y miedo desde un enfoque cognitivo conductual y 
neuropsicológico dan paso a la emoción violenta, y ésta a su vez es considerada 
como una conducta delictiva atenuada, aspecto que es valorado en la rama de la 
psicología forense. 
Objetivos específicos 
Lo anterior exige una revisión de la literatura cognitivo conductual y 
neuropsicológica que ayude a delimitar los aspectos en los que se enmarcan: 
1) Las emociones, 
2) la violencia, 
3) el delito, 
4) el trastorno mental transitorio y 
5) la emoción violenta. 
Permitiendo así una clara comprensión de la emoción violenta como un atenuante 
del delito dentro de la psicología forense. 
 
 
 
 
 
 
 
JUSTIFICACIÓN 
La emoción violenta es una forma específica de delinquir y por su impacto ha 
sido modificada en el Código Penal del Distrito Federal (2012), publicado en el 
Diario Oficial de la Federación el 18 de marzo de 2011. 
No existen datos estadísticos que muestren el número de homicidios que se 
cometen por emoción violenta en el Distrito Federal, pero de acuerdo con los 
datos de la Dirección General de Política y Estadística Criminal el número de 
homicidios que se cometieron en el Distrito Federal durante el año 2011 fue de 
779 homicidios dolosos y 749 homicidios culposos. Dentro de los 779 homicidios 
dolosos se encuentran los realizados por emoción violenta, pero se desconoce el 
número, lo anterior reafirma lo establecido por Escalante (2009) al decir, que la 
información capturada por las procuradurías y registrada en las bases de datos 
como fuente para un estudio del homicidio en el país resulta insuficiente. 
Es importante señalar que una emoción intensa puede ser experimentada 
por cualquier ser humano normal, no es necesario que presente anomalías 
psíquicas con anterioridad, ni una personalidad particularmente violenta, todo 
humano que reciba alguna ofensa de extrema fuerza y perciba algún ataque a su 
dignidad, sentirá una intensa emoción (Zazzali, 2009 y Macías-Valadez, 2008), 
que puede llevarlo a responder violentamente y terminar realizando un hecho 
delictivo: de este modo se puede aseverar que no todos los que cometen una 
agresión física son mentalmente enfermos (Pérez, 2011). A pesar de que puede 
llegar a cometerse un homicidio en este estado, la ley establece que el agresor 
será juzgado por un delito atenuado. 
Debido a la manera en que se exhibe la emoción violenta, el presente trabajo 
se enfocará en identificar la forma en que las emociones de ira y miedo 
desarrollándose desde un enfoque cognitivo conductual y neuropsicológico, 
pueden llegar a transformarse en una emoción violenta, dando paso a una 
conducta delictiva, que será considerada atenuada y evaluada en un marco que 
corresponde a la psicología jurídica, específicamente a la forense. 
1. PSICOLOGÍA JURÍDICA 
 
La psicología jurídica es una de las ramas aplicadas de la psicología 
(Garrido, Masip y Herrera, 2007 y Ponce, 2011). La psicología jurídica a su vez 
posee varias ramas, entre ellas la psicología criminal y la psicología forense; la 
primera es caracterizada por el conjunto de técnicas y procedimientos 
encaminados al estudio, investigación, análisis y prevención de la conducta 
criminal (Álvarez, 2012). 
La psicología jurídica es un área de trabajo e investigación psicológica 
especializada cuyo objeto es el estudio del comportamiento de los actores 
jurídicos en el ámbito del derecho, la ley y la justicia. La psicología jurídica trata de 
los supuestos psicológicos en los que se fundamentan las leyes y quienes las 
aplican, bien sean juristas o psicólogos con el fin de explicar, predecir e intervenir, 
comprendiendoel análisis, explicación, promoción, evaluación, diagnóstico, 
prevención, asesoramiento y tratamiento de aquellos fenómenos psicológicos y 
sociales que inciden en el comportamiento jurídico de los individuos en el ámbito 
del derecho, de la ley y de la justicia (Garrido, Masip y Herrera, 2007 y Rodríguez, 
2008). 
En la psicología jurídica se relacionan dos disciplinas: psicología y derecho, 
que comparten un objeto de estudio: el ser humano como individuo y como 
elemento de una sociedad en la que influye y por la que es influido por un sistema 
de normas (Rodríguez, 2008). 
La psicología jurídica, emerge como consecuencia de las tres formas de 
relación que se dan con el derecho: psicología del derecho, psicología en el 
derecho y psicología para el derecho. La primera hace relación a los componentes 
psicológicos que forman parte de la esencia jurídica que está destinada a los 
hombres; la segunda señala que una gran parte de los contenidos del derecho 
están plenos de conceptos psicológicos, esto es que la ley contiene muchas 
categorías que se podrían comprender dentro del campo de la psicología, estos 
10 
conceptos, definiciones y calificativos, no tienen una correspondencia idéntica en 
el campo del derecho con el campo psicológico y; la última, tiene el rol de auxiliar 
del derecho, este escenariode actuación ha sido denominado psicología forense; 
la utilización de los conocimientos y prácticas psicológicas a la resolución de 
problemas legales que se resuelven a través del peritaje forense (Finol, 2006 y 
Díaz, 2011). 
Por lo tanto, se puede establecer que la psicología jurídica es una rama de la 
psicología que aplica los conocimientos psicológicos a las leyes y a la justicia, 
abarcando varias áreas de especialización, dentro de las cuales se encuentra la 
psicología forense(Garrido y col., 2007 y Amar y Tirado, 2011). 
1.1 Psicología Forense. 
El psicólogo forense es un auxiliar de los órganos de justicia en su toma de 
decisiones dando testimonio en las instancias judiciales como experta en la 
materia de psicología. El término forense proviene de la palabra foro, lugar donde 
se reunían los ciudadanos para discutir sus problemas comunes y sus derechos. 
La psicología forense es entonces la intersección entre dos ciencias: la psicología 
y el derecho, ya que va a analizar la relación entre sujeto y ley (Finol, 2006; 
Garrido y col., 2007 y Amar y Tirado, 2011). 
La psicología forense es el campo aplicado de los hallazgos científicos de la 
psicología jurídica, y se desarrolla dentro del ámbito jurídico específico y/o en sus 
órganos dependientes, caracterizados por poseer técnicas propias que la 
convierten en una ciencia auxiliar de ese campo (Varela, Álvarez y Sarmiento, 
2009 y Díaz, 2011). 
La psicología forense se preocupa por comprender las causas, motivos, 
normales o patológicos, que conducen a una persona a convertirse en criminal, así 
como en sus efectos y tratamientos con el fin de auxiliar a la justicia y ayudarle a 
tomar decisiones que conduzcan a la reducción del crimen y a tomar medidas de 
intervencióncentrándose en el estudio de la individualidad criminal y de aquellos 
factores significativos en la historia personal (Finol, 2006 y Ponce, 2011). 
11 
1.2 Características de la Psicología Forense. 
La psicología forense es una disciplina de la psicología aplicada, ha 
producido investigaciones para la comprensión de fenómenos como el delito en 
serie, las consecuencias de eventos traumáticos en víctimas de violencia, la 
relación entre personalidad y conducta criminal o violenta, los factores biológicos 
que intervienen en el comportamiento violento, la relación entre los trastornos 
mentales y el delito (Amar y col., 2011). 
En América Latina particularmente, el avance de esta área de la psicología 
ha sido impulsado más por el ejercicio práctico que mediante la investigación e 
implementación de conocimientos específicos surgidos de los problemas de su 
propia realidad (Díaz, 2011). 
El campo de actuación de la psicología forense se refiere a la producción y 
aplicación de conocimiento psicológico a los sistemas de justicia, criminal y civil. 
La psicología forense se dedica al peritaje, a responder las peticiones del juzgado 
y entre sus objetos se encuentra la inimputabilidad, la capacidad psíquica, la 
perturbación psíquica, la veracidad del testimonio, la peligrosidad y la reincidencia 
y la determinación de circunstancias de atenuación o agravación punitiva, como el 
estado de inferioridad psíquica, el miedo insuperable y la coacción ajena (Amar y 
col., 2011). 
La misión del psicólogo forense es ilustrar, asesorar y aportar conocimiento 
al juez o tribunal, convirtiéndose en auxiliar o colaborador de la administración de 
justicia, a través de un peritaje o informe psicológico, que consiste de una 
declaración de conocimiento, técnica o práctica sobre los hechos enjuiciados, 
necesario para una adecuada administración de justicia. De este modo su función 
es informar a jueces y demás operadores de justicia sobre los aspectos que le 
sean demandados (Finol, 2006; Finol y Piña, 2008 y Amar y col., 2011). 
 
 
12 
1.3 Delito. 
La esencia del delito o sus componentes son reflejo de una valoración de 
ciertas conductas, a partir de determinados criterios de utilidad social inmediato e 
histórico, de justicia, de altruismo, de orden, de disciplina, de necesidad en la 
convivencia humana, etc., en interrelación con el sustento biológico (Pérez, 2011 y 
Castellanos, 2012). 
De este modo, el delito se encuentra sumamente ligado a la manera de 
existir de cada pueblo y a los requerimientos de cada época. A tal punto, que 
conforme pasan los años, aquello que en una época no era considerado delito, en 
la actualidad sí lo es. Un ejemplo de ello serían los delitos cibernéticos o de 
manipulación genética, que antes del año 2000 no existían debido a que no se 
contaban con los recursos para que pudieran ser posibles. 
1.4 Concepto de delito. 
El acto ilícito, antijurídico o delito es la acción u omisión típica, antijurídica, 
culpable y punible, que se hace presente cuando una persona contradice o viola 
una norma jurídica por su acción u omisión, voluntaria o involuntaria. El delito hace 
referencia al ilícito en el ámbito del Derecho penal y sus consecuencias son muy 
graves, porque puede implicar para quien lo comete, cuando éste es encontrado 
responsable por un juez penal, la privación de la libertad e incluso la pena de 
muerte en sistemas jurídicos donde está aceptada legalmente, es así como la ley 
estipula tanto el delito o ilícito, como la pena o castigo que supone (Álvarez, 2008). 
El delito está compuesto por cuatro elementos esenciales que son: 1) 
conducta, 2) tipicidad, 3) antijuricidad y 4) culpabilidad (Castellanos, 2012). 
La función del delito es la de señalar y sancionar aquellas conductas sociales 
que de acuerdo con cada sistema normativo obstruyen la convivencia o 
cooperación social (Álvarez, 2008). 
 
13 
1.5 Tipos de sujeto: imputable e inimputable. 
La imputabilidad es un concepto jurídico-penal de base psicológica que 
define el grado de normalidad psíquica de una persona, entendiendo por 
normalidad al ajuste de normas estadísticas de actuación, sentir y pensar 
(Vázquez, 2007 y Tiffon, 2008). 
La imputabilidad o capacidad de culpabilidad es la síntesis de las 
condiciones o facultades psíquicas mínimas requeridas que hacen que el acto 
ilícito tenga un autor punible por haber hecho algo típico y antijurídico obrando 
culposa o dolosamente y permite que, en consecuencia, el autor pueda responder 
de ellos (Sandoval, 2002; Gómez, 2003; Finol y Piña, 2008; Tiffon, 2008; Gaviria, 
2009; Muñoz, 2010 y Álvarez, 2012). 
La imputabilidad es la capacidad de conocimiento, comprensión y 
entendimiento que al momento de la comisión de un hecho típico tiene el ejecutor 
sobre la criminalidad del acto y la de querer y dirigir su conducta conforme a su 
capacidad de conciencia: autodeterminándose según esa comprensión (Finol y 
Piña, 2008; Gaviria, 2009 y Jiménez, 2010). 
La imputabilidad es el resultado de un proceso de socialización, en el que el 
individuo va desarrollando una serie de facultades que le permiten conocer las 
normas que rigen la convivencia en el grupo al que pertenece y regir sus actos de 
acuerdo con dichas normas, actuando motivado por las normas jurídicas a través 
de un juicio de valor (Gaviria, 2009 y Muñoz, 2010). 
Es imputable el sujeto que en el momento de la acción posea la inteligencia y 
el discernimiento de sus actos (capacidad cognitiva) y que goce de la libertad de 
su voluntad o de su libre albedrío (capacidad volitiva) (Tiffon, 2008; Gaviria, 2009 y 
Jiménez, 2010). 
La imputabilidad consiste en atribuir un acto a quien lo ejecutó: al hombre 
que es libre y por ello sus actos son imputables (Pacheco, 2004). 
14 
La imputabilidad puede ser de dos tipos: plena o disminuida. Para que sea 
imputabilidad plena deben existir los siguientes elementos: capacidad de 
comprender el carácter ilícito del hecho típico al momento de realizar el hecho, 
que el agente haya podido comprender la criminalidad de su acto, teniendo 
conocimiento de que lo que iba a hacer era delito, y; la capacidad para conducirsede acuerdo con lo que se comprenda. Por lo tanto, la imputabilidad plena es la 
capacidad del autor de comprender lo injusto del hecho y de determinar la 
voluntad conforme a esa comprensión, y sólo si se tienen ambos se le puede 
considerar culpable. Mientras que la imputabilidad disminuida se refiere a cuando 
la capacidad de comprensión sólo se encuentra considerablemente disminuida, y 
si se presenta, se impone una pena menor de la que le correspondería a ese delito 
(Jiménez, 2010). 
La inimputabilidad está vinculada con la capacidad de dirigir la propia 
conducta. Es una incapacidad de culpabilidad apreciada jurídicamente. Es un 
defecto en la comprensión o en la dirección de la propia conducta, es la 
incapacidad para comprender valores jurídicos y para autodeterminarse según la 
comprensión de esos valores normativos. El individuo es inimputable cuando al 
momento de la ejecución del hecho punible no pudo comprender que la acción era 
criminal (Gómez, 2003). 
La inimputabilidad es incapacidad para comprender la criminalidad del acto 
concreto y para dirigir la conducta según la comprensión, generándose por la 
incapacidad para comprender la ilicitud de los hechos o para dirigir la acción, por 
el estado de salud mental del individuo (Caballero, 2003; Gómez, 2003; Gaviria, 
2009 y Álvarez, 2012). 
Si un sujeto carece de la madurez y de las facultades psíquicas necesarias 
para la comprensión del ilícito y para la orientación de su conducta conforme a 
derecho, será declarado inimputable (Gaviria, 2009). 
La inimputabilidad es una valoración jurídica de un estado psíquico, en tal 
virtud, no puede confundirse con la enfermedad o trastorno mental (Gómez, 2003). 
15 
En el Código Penal para el Distrito Federal (2012), en el Artículo 29 Fracción 
VII establece que es inimputable quien: “Al momento de realizar el hecho típico, el 
agente no tenga la capacidad de comprender el carácter ilícito de aquél o de 
conducirse de acuerdo con esa comprensión, en virtud de padecer trastorno 
mental o desarrollo intelectual retardado…” (pág. 61). 
En el estado de inimputabilidad el sujeto realiza la acción con conciencia y 
voluntad, pero en escala o grado tan reducido o distorsionado que la situación le 
impide comprender el carácter ilícito del hecho o dirigir la acción; no es que el 
individuo no pueda comprender, sino que no puede entender la criminalidad de la 
acción (Gómez, 2003). 
La capacidad en que se sustenta la inimputabilidad proviene de: alteraciones 
o perturbaciones mentales de inmadurez psicológica, alteraciones de la 
conciencia, trastornos de la actividad anímica o afectiva, debilidad mental, 
sordomudez, las psicosis, diversidad sociocultural, una alteración emocional 
externa como situaciones de miedo grave e intenso, las toxicomanías, las 
demencias seniles y arterioescleróticas, el traumatismo craneano, epilepsias 
agudas, la paranoia, e inclusive algunas modalidades de psicopatías, situaciones 
que jurídicamente se agrupan bajo la denominación de trastorno mental, el cual a 
su vez puede ser transitorio o permanente; que generan la imposibilidad de 
comprender la criminalidad del hecho o de dirigir la acción, se trata de una 
incapacidad de comprensión que es derivada de un trastorno mental o de 
inmadurez psíquica u otro trastorno de la memoria, la percepción o facultades 
esenciales (Gómez, 2003). 
Existen tres grupos de autores inimputables: 1) por incapacidad para 
comprender la criminalidad del hecho, proveniente de inmadurez psicológica, 
trastorno mental, diversidad sociocultural o estados similares; 3) por incapacidad 
para autodeterminarse de acuerdo con la comprensión, proveniente de inmadurez 
psicológica, de trastorno mental, o diversidad sociocultural o estados similares y; 
3) por minoría de edad (Gómez, 2003). 
16 
La inimputabilidad está sujeta a debate, mucho se ha discutido en cuanto a 
bajar la edad de la mayoría de edad ya que no todo inimputable es homicida ni 
todo homicida es inimputable, y por ello, el estado de incapacidad ha de 
establecerse por medio de pruebas. Los peritos no demuestran la inimputabilidad, 
no la afirman ni la niegan; la inimputabilidad la aprecia el juez, el perito sólo 
describe y argumenta el estado mental del acusado en el momento de cometer la 
acción delictiva, pero se abstiene de llegar a afirmar o negar (Gómez, 2003; 
Gaviria, 2009 y Pérez, 2011). 
Por definición legal, se presume de pleno derecho, que todo menor de 
dieciocho años es inimputable, sin que pueda demostrarse lo contrario; mientras 
que el mayor de dieciocho años es imputable, pero es posible demostrar que a 
consecuencia de un trastorno mental, de una inmadurez, el individuo al tiempo del 
hecho estaba en situación de inimputabilidad (Gómez, 2003). 
Por ello, se podría concluir que la imputabilidad y la inimputabilidad es el 
juicio sobre la capacidad intelectual, mental y volitiva del sujeto (Gaviria, 2009). 
1.6 Excluyente. 
Las eximentes de la responsabilidad penal son causas que eliminan a la 
sanción, refiriéndose al hecho y no al sujeto (Caballero, 2003 y Pérez, 2011). 
Las eximentes de responsabilidad penal son de tres tipos: 1) de justificación, 
el que actúa obligado y sin otra opción menos dañina; 2) de inculpación, el que 
actúa equivocado, y; 3) de inimputabilidad, los menores de edad penal y 
determinados enfermos (Gaviria, 2009 y Pérez, 2011). 
Hay delitos que gozan de una excusa absolutoria y no por ello pierden su 
carácter delictuoso (Castellanos, 2012). 
1.7 Atenuante. 
Los atenuantes son circunstancias en las cuales concurren algunos de los 
elementos de una eximente pero faltan otros que impiden aplicarla completamente 
17 
y eximir con ello de responsabilidad criminal, como una perturbación que no es 
plena, sino parcial: permitiendo únicamente una atenuación de dicha 
responsabilidad, una disminución de la culpabilidad sin llegar a excluirla, en donde 
la imputabilidad no quedará completamente anulada, pero sí disminuida, 
recibiendo el tratamiento de eximente incompleta o de una circunstancia atenuante 
(Casanueva, 2003 y Muñoz, 2010). 
Existen diversas circunstancias que disminuyen la culpabilidad sin llegar a 
excluirla. Esto es que a la persona a la que se le aplique una atenuación, realiza 
un hecho injusto y es culpable y por lo tanto, es responsable criminalmente; ya 
que concurren todos los elementos esenciales del delito y por ende, se le puede 
imponer una pena, aunque ésta pueda ser atenuada como consecuencia de la 
disminución de la culpabilidad (Casanueva, 2003). 
En el caso de que se presente un atenuante (imputabilidad disminuida) el 
Código Penal para el Distrito Federal (2012), en el Artículo 65 dice que: “Si la 
capacidad del autor se encuentra considerablemente disminuida, por desarrollo 
intelectual retardado o por trastorno mental, a juicio del juzgador se le impondrá de 
una cuarta parte de la mínima hasta la mitad de la máxima de las penas aplicables 
para el delito cometido o las medidas de seguridad correspondientes…” (pág.71). 
Este artículo se enlaza con el Artículo 136 del mismo Código Penal, que dice: “Al 
quien en estado emoción violenta cometa homicidio o lesiones, se le impondrá de 
una tercera parte de las penas que correspondan por su comisión” (pág. 93). 
De este modo, queda claro que por medio de la emoción violenta un 
individuo que cometa homicidio tendrá una pena que será considerada atenuada. 
Tomando en cuenta que el homicidio es un delito, es necesario conocer los 
aspectos que lo conforman y la manera en que puede vincularse con la emoción 
violenta. 
 
 
2. HOMICIDIO 
 
El homicidio es tan antiguo como la humanidad, y durante el transcurso de la 
historia, ha sido severamente castigado ya que atenta contra la vida, siendo éste 
el valor o bien más preciado que tiene el hombre (López, 2008). 
Matar es la acción más drástica de las técnicas de resolución de conflictos y 
todo serhumano, incluso el más tranquilo, es potencialmente homicida. Pero 
existen diferentes situaciones en la que se puede presentar un homicidio, por 
ejemplo: los homicidios que culminan en una historia de conflictos entre 
conocidos, constituyen claramente una clase distinta de los que se cometen 
durante un robo y por extraños (Daly y Wilson, 2003 y Gaviria, 2009). 
Una característica importante del homicidio es su autonomía, ya que tiene 
vida propia, y no necesita la ocurrencia de dos o más actos o algún otro delito en 
su realización (López, 2008). 
En lo que respecta a la frecuencia con que se presenta este delito, es 
necesario establecer que el número de homicidios cometidos por sujetos 
inimputables es significativamente menor que el número de homicidios cometidos 
por sujetos que gozan de aparente normalidad psíquica. Esto es que entre más 
alta sea la tasa general de homicidios, menor es la proporción de homicidios 
cometidos por individuos con trastornos mentales, y dentro de esta tasa de 
homicidios, se presentan 5 veces más en los hombres que en las mujeres (Barrita, 
2009 y Gaviria, 2009). 
2.1 Concepto de homicidio. 
El homicidio es un delito, porque atenta y daña al bien jurídico más protegido: 
la vida, y por ende es un delito que se persigue de oficio. Para poder considerar 
como un delito la muerte de una persona, es necesario que dicha acción se dé 
mediante un hecho antijurídico (López, 2008). 
19 
El Código Penal para el Distrito Federal (2012), en el Artículo 123 establece 
que se considera que comete homicidio: “Al que prive de la vida a otro…” (pag.91). 
El homicidio es un ataque interpersonal o acto dirigido contra otra persona 
que ocurre fuera del contexto bélico y que resulta fatal: consiste en dar muerte a 
un hombre cometido por otro de manera alevosa (Daly y Wilson, 2003, López, 
2008 y Fernández, 2009). 
El objeto de este ilícito es la privación o destrucción de la vida de un ser 
humano por otro individuo viable, y en su realización va a existir una conducta de 
acción, o de omisión (López, 2008). 
2.1.1 La neuropsicología del homicidio. 
El delito de homicidio parte de la premisa de que se realiza como un ataque 
dirigido para dar término a la vida del individuo, por ello, el homicidio está 
íntimamente ligado con la violencia. De este modo, se puede decir, que el 
asesinato se considera como la más seria de las conductas violentas (Gaviria, 
2009). 
Las áreas implicadas en la facilitación de la violencia son: la amígdala, el 
hipocampo y diversas estructuras segmentales (Madera y Zarabozo, 2010). 
Los agresores pueden manifestarse de dos maneras: siendo impulsivos o 
premeditados en sus acciones violentas. Los impulsivos sufren de fallas en las 
estructuras que permiten inhibir la conducta violenta (activación reducida bilateral 
en la corteza prefrontal y aumento en el sistema límbico); mientras que los de tipo 
premeditado sí pueden regular sus impulsos con el funcionamiento prefrontal 
relativamente normal con aumento de actividad subcortical derecha, incluyendo la 
amígdala y el hipocampo (Madera y Zarabozo, 2010). 
Para que se dé una pérdida de inhibición o control de las estructuras 
subcorticales, como la amígdala y el hipocampo (que están asociadas con 
impulsos emocionales); el funcionamiento prefrontal debe encontrarse reducido. 
Por otra parte, una baja actividad de la serotonina puede ser considerada como un 
20 
marcador y predictor de violencia impulsiva en individuos tanto sanos como con 
patologías médicas (Madera y Zarabozo, 2010 y Martínez, Blasco y Moya, 2010). 
Los hombres adultos jóvenes, quienes tienen los niveles más altos de 
testosterona, muestran la tasa más alta de conductas agresivas y crímenes 
violentos como el homicidio (Kalat, 2011). 
A pesar de estas afirmaciones, no existe razón suficiente para creer que toda 
conducta delincuencial ni mucho menos que toda conducta criminal es sólo 
resultado de una disfunción orgánica cerebral (Madera y col., 2010), es cierto que 
existen cambios a nivel cerebral en toda conducta, pero no es el único factor que 
interviene en su realización. 
2.1.2 El enfoque cognitivo conductual del homicidio. 
El homicidio es la muerte causada de una persona a otra, es la acción de 
matar a un ser humano, y es considerado un delito instantáneo, ya que es 
consumado en el momento mismo de ejecutarse sin importar el medio: en un solo 
instante (López, 2008). 
Los comportamientos agresivos en los seres humanos representan 
consecuencias graves para la vida en sociedad debido a que en muchas 
ocasiones son dirigidos contra otros seres humanos, quienes resultan lesionados 
o pierden la vida. A pesar de ello, el homicidio puede presentarse para repeler una 
agresión real, actual o inminente (López, 2008 y Madera y col., 2010). 
Los temas por los que están seguramente más dispuestos a matar tienen 
que ser aquellos que más les preocupan, de este modo, la pérdida de flexibilidad 
intelectual, el razonamiento y la habilidad para resolver problemas, así como la 
disminución en la capacidad para usar la información suministrada por indicación o 
autorregulación verbal, puede deteriorar seriamente las habilidades necesarias 
para plantear soluciones no agresivas a los conflictos (Daly y col., 2003 y Madera 
y col., 2010). 
 
21 
2.2 Tipos de homicidio. 
Para la integración del delito de homicidio, aparte de la muerte de un ser 
humano consecutiva a una lesión mortal, es necesaria la presencia del elemento 
moral que establece que la muerte deberá ser causada intencionalmente o 
imprudentemente por otro hombre (López, 2008). 
Algunos homicidios son premeditados, mientras otros son impulsivos y 
atolondrados, pero ambos tipos reflejan pasiones humanas que están 
efectivamente relacionadas con el propio interés. El homicidio puede cometerse de 
manera dolosa, culposa o preterintencional (Daly y col., 2003 y López, 2008). 
El homicidio es doloso cuando el agente posee la consciente y voluntaria 
intención de matar, y conoce el resultado delictivo, se quiere, se acepta y se 
espera la privación de la vida del otro a partir de su acción (Islas de González, 
2004; Breglia, 2008 y López, 2008). 
Por otra parte, el homicidio culposo consiste en ocasionar, por culpa, la 
muerte de un hombre, ya sea por acción u omisión; cuando el agente por 
imprudencia, negligencia, descuido o torpeza, comete el delito (López, 2008). 
Mientras que el homicidio preterintencional, se da cuando el agente tiene la 
idea de ocasionar un mal en otra persona, pero no tiene el fin de privarla de su 
vida; no obstante en la realización, el resultado excede a la intención y se provoca 
la muerte de la víctima, es decir, la acción tiene un principio doloso y un fin 
culposo; de este modo, se establece que se quiere causar una daño menor que la 
muerte pero sin intención, se causa ésta (López, 2008). 
2.3 El homicidio con la emoción violenta. 
Para comprobar el cuerpo del delito(en este caso un homicidio por emoción 
violenta) es primordial el dictamen pericial. Lo exigido por la ley es que el sujeto 
activo se encuentre afectado psicológicamente (su imputabilidad esté atenuada en 
forma considerable y transitoria) por el estado de emoción violenta en el momento 
de realizar la conducta (Islas de González, 2004 y López, 2008). 
22 
El estado de emoción violenta debe estar presente en el momento de 
ejecutarse la conducta homicida y debe sobrevenir como una reacción psíquica a 
una situación desencadenante que ofende gravemente al sujeto activo, situación 
que éste no ha provocado o propiciado y que, por lo mismo, no tiene el deber de 
aceptar (Islas de González, 2004). 
Las personas que matan a pesar de las inhibiciones y penalidad que 
enfrentan son personas movidas por fuertes emociones. El móvil impulsor lo 
constituye un estado de emoción violenta que, si bien no nulifica la capacidad del 
sujeto para entender y querer, sí disminuyeconsiderablemente la misma. El 
estado de emoción violenta puede conllevar a una pérdida del control personal y 
puede tener dificultades para regular las emociones de forma adecuada, ya que 
afecta los frenos o controles inhibitorios del sujeto como consecuencia del hecho 
injustificado del provocador, y que desemboca en la atenuación de la culpabilidad 
(Daly y col., 2003; Islas de González, 2004; Redorta, Obiols y Bisquerra, 2006 y 
Madera y col., 2010). 
La emoción violenta no siempre va a desencadenarse en homicidio, ya que 
el ofendido pese a lo desgarrante y complicado de la situación, tiene la posibilidad 
de que con un gran esfuerzo, controle voluntariamente sus intensas ganas de 
matar al ofensor. Y por ello, es necesario caracterizar las emociones que motivan 
la acción homicida (Daly y col., 2003 y Zazzali, 2009). 
2.3.1 El miedo y el homicidio. 
El miedo insuperable es la perturbación angustiosa del ánimo ante un peligro 
real o imaginario presente o futuro, en el cual desaparece la conciencia y se 
disminuye el control de la voluntad, y es fácil incurrir en algún acto criminal, debido 
a que el miedo está vinculado con la violencia, y la violencia es el resultado de un 
conflicto emocional subyacente que impulsa al ofensor a matar (Ponce, 2011 y 
Barrón, 2012). 
El miedo, si se presenta con una gran intensidad y fuerza, aisla transitoria y 
momentáneamente las funciones motrices voluntarias del control mental, por ello 
23 
el sujeto se mueve contra su voluntad, lo cual da por resultado un mayor peligro 
(Gómez, 2003 y Macías-Valadez, 2008). 
2.3.2 La ira y el homicidio. 
La ira puede ir acompañada de fuertes reacciones físicas, y es considerada 
una emoción de ataque y combate (Biskarra, 2008 y Timpe, 2010). 
Durante la ira, la persona desea atacar, oponerse, asaltar, herir o insultar 
antes de ser destruidos. A veces la reacción de la ira se acompaña de golpes, 
rasguños o mordidas; es aquí donde la ira alcanza los niveles más profundos de la 
violencia: en un ataque directo para destruir el obstáculo (Redorta, Obiols y 
Bisquerra, 2006; Carpi, Guerrero y Palmero, 2008; Macías-Valadez, 2008; Reeve, 
2010; Reevy, 2010 y Maganto y Maganto, 2010). 
Un exceso de ira puede desordenar la lucidez, y durante ella, una persona 
puede coger un arma y matar a otra sin premeditación alguna, debido a que la ira 
pone en marcha complejos mecanismos psíquicos y químicos que le producen 
una especie de fuego en las entrañas a la persona que se encuentra enardecida, 
incrementando la probabilidad de que se produzca la conducta de violencia, que 
puede llegar a culminar en homicidio (Redorta y col., 2006; Biskarra, 2008; Carpi y 
col., 2008 y Macías-Valadez, 2008). 
La ira es capaz de mover o transformar en forma profunda el sustrato 
anímico del individuo hasta generar una reacción explosiva y provocar una 
conducta criminal Hay seres humanos que llegan incluso a matar a otros en un 
arranque y en un momento de gran excitación (Sanmartín, 2004 y Ponce, 2011). 
Al momento en que se comete el homicidio, el sujeto puede encontrarse en 
completa capacidad de comprensión o por el contrario puede ser tan fuerte el 
impulso emocional que no pueda diferenciar un acto lícito de uno ilícito, debido a 
que puede encontrarse en un estado de trastorno mental transitorio. 
 
 
3. TRASTORNO MENTAL TRANSITORIO 
 
La expresión trastorno mental (y sus clasificaciones) es desconocida en el 
lenguaje médico-psiquiátrico, perteneciendo solamente al ámbito jurídico-penal 
(Casanueva, 2003; Gómez, 2003 y Zazzali, 2007). 
Es necesario que el trastorno mental sea de tal magnitud que, en el momento 
de actuar, el sujeto no sea capaz de comprender la ilicitud de su conducta o 
autodeterminarse de acuerdo a dicha comprensión. El trastorno mental no es en sí 
mismo una enfermedad mental particular, sino la consecuencia de una 
enfermedad mental o de una situación física, orgánica o funcional que se produce 
como secuela de una alteración importante en las facultades psíquicas (Gómez, 
2003). 
3.1 Concepto de trastorno mental. 
El trastorno mental tiene sentido jurídico, Gómez (2003) establece que es la 
secuela o el resultado que puede originar en la mente de un individuo una 
enfermedad o una situación psíquica, orgánica o funcional. Viéndolo como el 
resultante de una afectación o perturbación, desorden o desarreglo del juicio o 
razón, que al disminuir las facultades psíquicas como la inteligencia, la voluntad o 
la afectividad, origina incapacidad para comprender la criminalidad de la acción o 
para dirigir la conducta: pudiendo ocasionar una alteración generalizada o parcial, 
permanente o transitoria, de una o de varias funciones mentales, bien sea 
causado por factores patológicos permanentes o transitorios, o por circunstancias 
ajenas a esos factores. 
El trastorno mental puede provenir de: una enfermedad de sintomatología 
psíquica; de una enfermedad orgánica que produce alteraciones psíquicas 
profundas (epilepsia, etc.); de un trastorno emocional profundo, a partir de este 
estado de exaltación emocional, debido a su brusquedad, fuerza e intensidad, 
puede ocasionar un trastorno mental duradero o transitorio; de la intoxicación 
crónica; de situaciones orgánicas especiales (falta de sueño, menopausia, etc.); 
25 
de situaciones traumáticas (fractura de cráneo, golpes en la cabeza, etc.); de la 
ingestión accidental de sustancias tóxicas, y; del estado hipnótico, sonambulismo, 
etc. (Gómez, 2003). 
Los trastornos mentales se establecen en tres categorías: a) trastornos 
mentales que envuelven alienación mental, como la psicosis; b) estados de 
enfermedad mental que no implican alienación mental, como la epilepsia, y; c) 
disturbios transitorios de la conciencia. Esta última categoría consiste en accesos 
de perturbación que pueden llegar hasta la suspensión del ejercicio de las 
funciones del psiquismo superior, con liberación consecutiva más o menos amplia, 
según la magnitud del disturbio, de la actividad automática o subconsciente y 
trastornos de la memoria que pueden redundar en amnesia absoluta; a su vez se 
divide en los que son sintomáticos de afecciones mentales y los que responden a 
causas extrañas a toda enfermedad mental, dentro de éste, se encuentran los 
estados emocionales violentos (Gómez, 2003). 
En el trastorno mental se pueden presentar alteraciones permanentes o 
transitorias de la consciencia. Según Gómez (2003) en el trastorno mental 
permanente o con secuelas, la situación que vive el individuo no hace desaparecer 
el riesgo de que pueda, gracias a la situación de incapacidad, volver a cometer 
hechos punibles, subsiste el peligro para el sujeto y para los demás. En lo que 
respecta al trastorno mental transitorio, se verá en el siguiente apartado. 
3.2 Definición de trastorno mental transitorio. 
Éste es un concepto jurídico sin relación con la psicología (Vázquez, 2007 y 
Pérez, 2011). 
Para Gómez (2003) el trastorno mental es transitorio cuando al desaparecer, 
el autor no queda con perturbaciones o éstas han cesado, se supone que ha 
recuperado su capacidad de comprensión y dirección de la acción, y por 
consiguiente ha desaparecido la situación mental que llevó al individuo a cometer 
el hecho punible. 
26 
El trastorno mental transitorio consiste de breves periodos de 
desestructuración psíquica, de varias causas, generalmente exógenas, y que 
provoca un alto grado de desorganización de la personalidad en algún momento 
concreto del individuo (Casanueva, 2003; Gómez, 2003 y Pérez, 2011). 
Según Sandoval (2002) y Gómez (2003) el trastorno mental transitorio 
entraña un automatismo en que se pierde el sentido crítico y se anula toda 
capacidad valorativa de la propia conducta y de comprensión de lo antijurídico. 
3.3 Características del trastorno mental transitorio. 
El trastorno mental transitorio comprende una serie de situaciones diversas 
que excluyen momentáneamentey transitoriamente la conciencia, de tal suerte 
que impiden al sujeto comprender la criminalidad del hecho o autodeterminarse; 
bajo estas especiales situaciones, el autor era imputable antes del hecho, pero al 
momento concreto de la realización del acto típico y respecto del hecho concreto, 
estuvo involuntariamente en una situación de trastorno mental de gran intensidad 
que le impedía transitoriamente comprender la criminalidad de su actuar o 
autodeterminarse según esa comprensión, alteración que luego del hecho 
desaparece sin dejar alteraciones residuales (Casanueva, 2003 y Gómez, 2003). 
El trastorno mental transitorio comprende varios escenarios: embriaguez en 
el sueño, el sonambulismo natural, los estados delirantes, situaciones de fuerte e 
inesperada alteración emocional, estados de fiebre intensa y elevada, la psicosis, 
fenómenos de perturbación de la irrigación sanguínea cerebral, la embriaguez 
accidental, la intoxicación, las crisis epilépticas, etc. (Gómez, 2003). 
Entre sus características se encuentra: que haya sido desencadenado por 
una causa inmediata y fácilmente evidenciable; la transitoriedad de la perturbación 
psíquica; que su aparición haya sido brusca, súbita, fulgurante o al menos rápida y 
produciéndose de manera coetánea con el estímulo que lo genera en una mente 
sana y bien desarrollada; irrupción en la mente del sujeto con pérdida de 
facultades intelectivas (impidiéndole comprender la ilicitud del hecho) y/o volitivas 
(actuar conforme a esa comprensión); la temporalidad de la perturbación, en su 
27 
brevedad de duración, en que es pasajera aún cuando puede extenderse en un 
periodo de tiempo mayor o menor; que la intensidad del trastorno mental sea 
origen de una anulación completa de libre albedrio, no bastando la sola 
ofuscación, sino inconciencia; es pasajera, ya que la remisión de la perturbación 
se da por sí misma, por el mero transcurso del tiempo sin dejar secuelas o huellas 
y sin probabilidades de repetición, pues antes del hecho y luego del hecho y antes 
de proferirse la sentencia, el sujeto regresa a su normalidad, y; que no sea 
provocado para delinquir (Sandoval, 2002; Casanueva, 2003; Gómez, 2003; Finol, 
2006; Tiffon, 2008 y Pérez, 2011). 
El trastorno necesita ser producido de manera involuntaria, es decir, que no 
se trate de una situación preordenada: que no sea autoprovocado para delinquir 
(Gómez, 2003 y Vázquez, 2007). 
El trastorno mental transitorio tiene una causa exógena entendiendo por tal, 
la que no consiste en enfermedad o característica propia interna del sujeto, sino 
en cualquier motivo circunstancial de algún agente exterior que incluso puede ser 
físico (Sandoval, 2002 y Pérez, 2011). Y en él, según Ponce (2011) se pueden 
observar estados disociativos de ansiedad momentáneos. 
Para afirmar que el trastorno mental transitorio se presentó realmente, se 
deben satisfacer dos aspectos de manera pericial: disponer de una explicación 
fisiopatológica, científica, que sustente el planteamiento de que un factor 
determinado fue causa suficiente de tal trastorno mental transitorio planteado y; 
demostrar, mediante el análisis clínico de la conducta delictiva en su carácter de 
evento material, que el sujeto estaba mentalmente desorganizado precisamente 
en la forma en que se corresponde con esa causa, al cometer el delito (Pérez, 
2011). 
3.4 Clasificación del trastorno mental transitorio. 
Existen dos variantes del trastorno mental transitorio: el completo y el 
incompleto (Zazzali, 2007). 
28 
Para hablar de trastorno mental transitorio completo, se deben tomar en 
cuenta los siguientes aspectos: la conciencia debe perder amplitud, se encuentra 
suspendida, dándose la absoluta anulación de la conciencia vigilante y reflexiva; el 
contenido debe estar desordenado o; la conciencia debe mostrar neocontenidos, 
que se refiere a alucinaciones, delirios, difusión del pensamiento, ideas absurdas, 
etc. (Zazzali, 2007). 
Por otra parte, el trastorno mental transitorio incompleto se refiere a un 
disturbio psíquico cuantitativo en el que se presenta un enturbiamiento anormal de 
la mente, que es mejor conocido como un estado brumoso. Éste se manifiesta a 
través del enturbiamiento u obnubilación de la mente, dándose una atenuación de 
la lucidez, existiendo capacidad para entender y obrar, aunque con una apreciable 
limitación lo cual dependerá de la intensidad de la obnubilación. Tomando en 
cuenta que la obnubilación se refiere a un estado intermedio entre la conciencia y 
la falta de ella (Zazzali, 2007). En general, el trastorno mental transitorio 
incompleto es un concepto jurídico que se refiere al cuadro en que la claridad 
mental está disminuida más no abolida. 
3.5 Relación con la emoción violenta. 
Según Gómez (2003) la crisis de profunda alteración emocional no sólo 
puede generar estados de alteración afectiva, sino que puede llegar al cuadro de 
trastorno mental transitorio. La ira y el miedo (emociones que pueden culminar en 
emoción violenta) pueden llegar a tal extremo que trastornen al individuo, 
escapando el movimiento al control consciente y llevando actos mecánicos o 
automáticos. El miedo, en algunas circunstancias por su intensidad y brusquedad, 
puede ocasionar estrechamientos u obnubilación de conciencia, en cuyo estado se 
libera el sistema de movimiento automático, desconectándose el individuo 
momentáneamente en el control de su actuación y culminando en un verdadero 
eclipse de conciencia; pero pasada la crisis el individuo presenta amnesia de los 
hechos ocurridos, o puede mostrar evocación borrosa o parcial (Gómez, 2003). 
Mientras que la ira puede llegar a manifestarse a través de conductas agresivas, 
29 
físicas o verbales (Domínguez, 2010).Mostrando que ambas emociones pueden 
llegar a desembocar en una emoción violenta. 
Por lo anterior, la emoción violenta es considerada un trastorno mental 
transitorio incompleto, por las características en las que surge, en las que se 
desarrolla y en las que culmina. 
Un trastorno mental transitorio puede ser provocado por una reacción surgida 
de una emoción muy intensa, es por esa razón que es necesario conocer las 
emociones, ya que ellas son las generadoras de diversas conductas. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
4. EMOCIONES 
 
Las emociones son multidimensionales, y son consideradas como: 
sentimientos subjetivos; organizadores positivos, funcionales y deliberados; 
reacciones biológicas y; respuestas movilizadoras de la energía que preparan al 
cuerpo para adaptarse a cualquier situación que se presente, ayudando a 
enfrentar algún peligro para la supervivencia, cumpliendo con una función 
reguladora (Grzib, 2007; Soriano, 2007; Bizkarra, 2008; Peña, Macías y Morales, 
2011; Redorta, Obiols y Bisquerra, 2006; Reeve, 2010 y Pallarés, 2011). 
Las emociones regulan la funcionalidad de diferentes sistemas biológicos, 
optimizan los procesos cognitivos, modulan la interacción social y permiten 
afrontar del modo más adecuado la consecución de metas u objetivos 
(Domínguez, 2010). 
Los seres humanos experimentan una rica diversidad de emociones porque 
las situaciones pueden interpretarse de modos muy diferentes. Esta diversidad de 
emociones Involucran a la persona en su totalidad, con sus sentimientos, 
estimulación corporal, intención y comunicaciones no verbales (Bloch, 2008 y 
Reeve, 2010). 
En general, las emociones en un principio son innatas, pero al pasar el 
tiempo se manifiestan según lo aprendido y los roles sociales establecidos. 
Cumpliendo con protección, destrucción, reproducción, reunión, afiliación, 
rechazo, exploración y orientación, para que de este modo se crean, mantengan o 
disuelvan relaciones (Álvarez y Trápaga, 2005 y Reeve, 2010). 
La emoción surge cuando las conductas o acciones habituales o deseadas, 
se ven imposibilitadas y emanan de eventos breves con duración de unos cuantos 
segundos o quizá minutos(Talarico, 2007 y Reeve, 2010). Y por más íntima que 
sea, se expresa visible y corporalmente: ya sea en la cara, en el tono de voz y en 
los gestos (Grzib, 2007 y Bizkarra, 2008). 
31 
Las emociones pueden ser positivas o negativas, lo cual no significa que 
sean buenas o malas, sino que son positivas o negativas en función del bienestar 
o malestar que provocan; ya sea considerándolas negativas y viéndolas como el 
resultado de una evaluación desfavorable respecto al bienestar o; siendo positivas 
con el resultado de una evaluación favorable respecto al logro (Redorta, Obiols y 
Bisquerra, 2006 y Pallarés, 2011). 
De este modo, una emoción se puede dividir en componentes: cambios 
corporales mediados por el sistema nervioso autónomo y el sistema endócrino, la 
conducta, la experiencia subjetiva y la cognición (Rains, 2004). 
4.1 Concepto de emoción. 
El término emoción viene de “emotio-onis” y significa estar agitado (Grzib, 
2007). 
La emoción es un estado complejo y dinámico del organismo que se 
caracteriza por una excitación o perturbación que predispone a la acción, 
provocado por un estímulo externo o interno (Redorta y col., 2006 y Bloch, 2008). 
Todas las emociones son respuestas eficaces de la conducta a actividades 
fundamentales de la vida o agitaciones, producidos por ideas, recuerdos, apetitos, 
deseos y sentimientos pasionales. Siendo fenómenos de corta duración, 
relacionados con sentimientos, estimulación, intención y expresión, que ayudan a 
adaptarse a las oportunidades y retos que se enfrentan durante los sucesos 
significativos de la vida (Talarico, 2007; Reeve, 2010 y Pallarés, 2011). 
4.2 Teorías para explicar la emoción. 
Existen diversas teorías de la emoción, pero dentro de las más recientes, 
está la que conjunta factores cognitivos y factores biológicos, viendo aspectos 
como la activación fisiológica, la preparación de la acción, sentimientos, muestras 
expresivas, conducta abierta y cognición (Redorta y col., 2006). 
 
32 
4.2.1 Neuropsicología. 
La neurociencia estudia el sistema nervioso con el objeto de unificar el 
conocimiento de los procesos neurobiológicos y psicobiológicos (Portellano, 2005). 
Se divide en dos tipos: no conductuales y conductuales. Las “no conductuales” se 
centran en algún aspecto del sistema nervioso, prestando poca atención a los 
procesos cognitivos y comportamentales; mientras que las “conductuales” se 
preocupan por relacionar el sistema nervioso con determinados aspectos de la 
conducta y procesos cognitivos. Dentro de las “conductuales”, se puede encontrar 
a la neuropsicología. 
La neuropsicología tiene como objetivo el estudio de las relaciones entre el 
cerebro y la actividad mental superior o los procesos de carácter psicológico, por 
ende, el neuropsicólogo se interesa en el cerebro para comprender mejor la 
conducta (Portellano, 2005 y Frausto, 2011). 
Las características de la neuropsicología son diversas, entre ellas están: 
posee un carácter neurocientífico, debido a que utiliza el método científico natural 
para el estudio del cerebro mediante el procedimiento hipotético-deductivo o el 
método analítico-deductivo; estudia las funciones mentales superiores 
enfocándose en las consecuencias del funcionamiento cerebral sobre la conducta 
emocional, así como también estudia cuáles son las estructuras cerebrales que 
participan en la realización de funciones psicológicas como la memoria, el 
lenguaje, el pensamiento, etc., y sus mecanismos psicofisiológicos, que es la 
actividad cerebral que se observa durante la realización de una u otra tarea; utiliza 
modelos humanos y; tiene un carácter interdisciplinar (Portellano, 2005 y Frausto, 
2011). 
Debido a los objetos de estudio que se plantea la neuropsicología, la 
emoción es vista como un estado con un nivel de activación fisiológica que es 
determinado, a partir de la actividad del sistema nervioso autónomo y del sistema 
neuroendocrino (Soriano, 2007), producido a partir de la información sensorial que 
llega a los centros emocionales del cerebro, y como consecuencia, se produce 
33 
una respuesta neurofisiológica, para que al último, el cerebro interprete la 
información y prepare al organismo para responder (Redorta y col., 2006). 
Dos estructuras son fundamentales en las emociones: el hipotálamo y el 
sistema límbico; ambos centros trabajan coordinadamente para el paso de 
información biológicamente útil entre el medio externo y el interno (Álvarez y 
Trápaga, 2005). 
El hipotálamo está constituido por un conjunto de núcleos, agrupaciones de 
neuronas y sólo ocupa aproximadamente el 1% de la masa cerebral. El hipotálamo 
coordina la expresión emocional por medio del equilibrio entre los sistemas 
internos del organismo ante los cambios del medio ambiente, es el coordinador 
general del equilibrio dinámico (Álvarez y col., 2005 y Soriano, 2007). 
Por otra parte, el sistema límbico o cerebro emocional, es la parte del cerebro 
que está involucrado de manera más directa en la mediación de las emociones 
(Sanmartín, 2002; Rains, 2004 y Soriano, 2007). Dentro de él resaltan la amígdala 
y la corteza cerebral (Kalat, 2011). 
La amígdala es un elemento esencial para la visión de las interrelaciones 
entre los procesos cognitivos y afectivos, y en ella, cualquier tipo de emoción 
aumenta sus respuestas ante estímulos relevantes (Álvarez y col., 2005 y Kalat, 
2011). La corteza juega un papel importante en la interpretación, expresión y 
regulación de la emoción (Rains, 2004). 
En lo que se refiere a los hemisferios cerebrales, el hemisferio derecho está 
más involucrado en el reconocimiento, interpretación y comprensión de la emoción 
de lo que está el hemisferio izquierdo, ya sea a través del tono emocional o a 
través de la expresión facial (Rains, 2004; Damasio, 2007 y Soriano, 2007). 
El control cognitivo se encuentra en la región dorsolateral de la zona 
prefrontal y regula la atención, la toma de decisiones, la acción voluntaria, el 
razonamiento y la flexibilidad de respuesta. Por otra parte, la amígdala es un punto 
desencadenante de la angustia, la ira, el impulso y el miedo. La interacción entre 
34 
ambas zonas del cerebro crea una unión nerviosa que, cuando está equilibrada, 
es la base del autodominio (Golman, 2012). 
Las emociones pueden ser autorreguladas por medio de la interacción entre 
el cortexprefrontal (el centro ejecutivo del cerebro) y los centros emocionales del 
cerebro medio en particular los circuitos que convergen en la amígdala, según 
explica Golman (2012). Si el cortexprefrontal tiene los circuitos inhibidores a pleno 
rendimiento se logrará alcanzar un punto de decisión que permitirá ser más astuto 
a un individuo al guiar una respuesta y, por consiguiente a manejar las emociones 
de los demás, para bien o para mal, en esa situación. 
Toda situación emocional está siempre acompañada por modificaciones 
corporales, como son: aumento de la frecuencia cardiaca, contracciones 
estomacales, rubor o palidez y cambios en la manera de respirar (Bloch, 2008 y 
Denton, 2009). 
4.2.2 Enfoque cognitivo conductual. 
El enfoque cognitivo-conductual es un conjunto de escuelas, teorías y 
técnicas que dan paso a un sistema psicoterapéutico y a un cuerpo de técnicas 
derivadas de la psicología experimental, el aprendizaje social, las ciencias 
cognitivas, la teoría del procesamiento de la información y la teoría de los sistemas 
(Heman, 2007). 
Las características del enfoque cognitivo-conductual son: está basada en las 
teorías cognitivas y en la psicología cognitiva; la actividad cognitiva afecta 
comportamientos y puede ser estudiada y modificada; la modificación de la 
actividad cognitiva puede modificar los comportamientos y; la conducta es 
concebida como el resultado de un conjunto de procesos mentales aplicados al 
medio ambiente y al ser humano como un organismo procesador activo e informal 
(Heman, 2007). 
El determinante fundamentalde la expresión emocional es el modo en que 
se evalúa cada evento o situación, las emociones son desencadenadas sólo 
35 
después de un proceso mental evaluador, voluntario, no automático, a partir de 
ideas y pensamientos que pueden ser consecuencia de estímulos externos 
(Aguado, 2007; Damasio, 2007 y Pallarés, 2011). Para que la emoción se 
manifieste es necesario un nivel mínimo de alerta y de otros estados cognitivos 
(Álvarez y col., 2005). 
Las emociones se dan en respuesta a las estructuras de significado de 
situaciones determinadas; por lo tanto, diferentes emociones surgen en respuesta 
a diferentes estructuras de significado, esto es, ante la misma situación las 
personas viven emociones diferentes según sus recuerdos o experiencias 
anteriores (Bizkarra, 2008 y Reeve, 2010). 
Una vez que se dio este proceso evaluador, se presentan conductas. Las 
conductas emocionales están formadas por dos categorías: la expresión y el 
afrontamiento. La conducta expresiva se da a través del tono de voz, la postura, la 
expresión facial, etc. (Aguado, 2007; Soriano, 2007 y Bloch, 2008); mientras que la 
conducta de afrontamiento se refiere a que cada emoción lleva emparejada 
tendencias de acción específicas, ya sea huida, paralización, lucha, agresión, etc. 
(Aguado, 2007). 
4.3 Emociones básicas. 
Las emociones básicas según Carpi, Guerrero y Palmero(2008), Talarico 
(2007) y Martín (2003), son un pequeño conjunto de emociones fundamentales, en 
forma de combinación de los componentes de estímulo, interpretación, cambios 
fisiológicos, valoración, propensión a la acción y experiencia consciente, que se 
expresan abarcando todo el cuerpo, y que están directamente relacionados con la 
adaptación y la evolución. 
Dentro de las características de las emociones básicas están que: tienen un 
rol adaptativo dependiendo de los acontecimientos que se produzcan en el 
ambiente externo como en el medio interno; son comunes a la especie; aparecen 
muy temprano en el desarrollo; conllevan expresiones faciales específicas, van 
asociadas a diferentes tendencias de acción, se diferencian entre sí en cuanto al 
36 
patrón de activación fisiológica de acuerdo al suceso emocional; se basan en 
sistemas cerebrales especializados, dependiendo del sistema límbico y; son 
universales, de este modo, se les considera a-psicológicas, a-históricas y a-
culturales. Cada emoción básica está asociada a unas condiciones específicas 
capaces de provocar su activación, originando patrones peculiares y diferenciales 
en los planos fisiológicos, expresivo y conductual (Martín, 2003; Aguado, 2007; 
Damasio, 2007; Bloch, 2008; Denton, 2009; Reeve, 2010 y Pallarés, 2011). 
El número de emociones básicas oscila entre cuatro y doce, y según cada 
autor tendrán más o menos emociones básicas (Redorta y col., 2006). Para Carpi, 
Guerrero y Palmero (2008) y Reeve (2010), existen cinco emociones básicas, que 
son: ira o enojo, tristeza, miedo o temor y alegría. Por su parte, Bizkarra (2008), de 
las cinco anteriores descarta a la emoción del asco como una emoción básica; 
Talarico (2007), también la descarta y en su lugar aumenta disgusto y sorpresa, 
mientras que Bloch (2008) descarta asco y coloca al erotismo y la ternura como 
emociones básicas. 
A pesar de que entre los propios autores existen diferencias acerca de 
cuáles son emociones básicas (mientras algunos consideran unas, otro grupo de 
autores consideran otras), es importante señalar, que tanto la emoción del miedo 
como la de la ira, son mencionadas por la totalidad de los autores, y es sobre ellas 
que se hablará a continuación. 
4.4 Miedo. 
El miedo según Rains (2004) es universalmente reconocido como una 
emoción. Y es considerada como la más primitiva de las emociones e inherente a 
la naturaleza humana, conocida como la emoción del peligro y de la percepción 
del peligro (André y Lelord, 2002 y Morquecho y Vizcarra, 2009). 
Se encuentra asociada a dos principios fundamentales de todo ser vivo: la 
supervivencia y la adaptación, de tal manera que, detecta el problema y responde 
al mismo (Martín, 2003; Rains, 2004; Carpi y col., 2008 y Pallarés, 2011). 
37 
4.4.1 Concepto de miedo. 
El miedo es una emoción que se produce por un peligro presente e 
inminente, visto como una señal de alarma acerca de dicho peligro, y se refiere a 
una vulnerabilidad percibida que provoca sentirse abrumado ante una amenaza o 
peligro (André y Lelord, 2002; Martín, 2003 y Reeve, 2010). 
Es una reacción de autoprotección ante una situación nueva o aversiva, 
siendo una manifestación exterior y experiencia interior al mismo tiempo, y es 
entendido como la posible respuesta a la percepción del riesgo (Carpi y col., 2008 
y Morquecho y Vizcarra, 2009). 
4.4.2 Características del miedo. 
El miedo tiene connotaciones orientadas a una pérdida importante, que 
ocurrirá en un futuro casi inmediato. Dicho miedo es sustentado en creencias o en 
sospechas que luego serán confirmadas o refutadas, y está vinculado con un 
sentimiento de falta de control de las situaciones (André y col., 2002; Carpi y col., 
2008 y Camps, 2011). 
El miedo motiva a la defensa, ya que su función es la de proteger de un 
peligro potencial, pudiendo conducir a la evitación o al escape de la amenaza o 
incluso a una respuesta de bloqueo, a través del desarrollo de procesos 
perceptivos y cognitivos necesarios para evaluar el peligro y la protección contra el 
daño, en general, lleva a una adaptación de la situación, activando al individuo 
para que lleve a cabo alguna conducta que le distancie del estímulo (André y col., 
2002; Martín, 2003; Aguado, 2007; Grzib, 2007; Carpi y col., 2008; TenHouten, 
2009; Reeve, 2010; Camps, 2011 y Peña, Macías y Morales, 2011). 
Durante esta emoción el individuo tiembla, transpira, mira alrededor y siente 
tensión nerviosa que le inclina a protegerse, e incluso se le turba la mente (Reeve, 
2010 y Camps, 2011). Muchas veces es el miedo el que hace derivar la rabia y 
agresividad hacia los demás (Bizkarra, 2008). 
38 
En la emoción del miedo se da: un intensa activación fisiológica, la 
percepción de un peligro inminente y la sensación de que se carece del control de 
la situación (Aguado, 2007). 
4.4.3 Origen del miedo. 
Se siente miedo cuando se está en una situación de incertidumbre o se 
percibe que la muerte está próxima, y es activado por las amenazas y peligros al 
bienestar, tanto físico como psicológico, de este modo, la inmediatez denota 
peligro y el peligro desencadena la emoción de miedo (Martín, 2003; Carpi y col., 
2008; Morquecho y col., 2009 y Camps, 2011). 
4.4.3.1 Neuropsicología del miedo. 
Carpi y col. (2008), propone la existencia de dos circuitos para reaccionar 
ante el miedo: el primero, conocido como circuito clásico o vía larga, está 
conformado por el tálamo, la corteza sensorial, la corteza prefrontal, la amígdala y 
los centros efectores (estímulo-tálamo-corteza-amígdala-hipotálamo-respuestas); 
mientras que el circuito subcortical o vía corta, está formado por el tálamo, la 
amígdala y los centros efectores (estímulo-tálamo-amígdala-hipotálamo-
respuestas). Y sin importar cual vía es la que se use, los cambios fisiológicos y las 
manifestaciones expresivas son las mismas. 
Redorta y col. (2006), mencionan que durante una experiencia de miedo por 
vía corta, en el sistema nervioso los estímulos llegan a la amígdala, la cual se 
encuentra en el sistema límbico. Desde la amígdala se dan instrucciones al 
sistema nervioso simpático para que responda en situación de emergencia, como 
consecuencia puede haber: dilatación de pupilas; taquicardia para que el corazón 
bombee sangre a todo el cuerpo para prepararlo, dándose temblor en las piernas 
al llegar la sangre; detención de la actividad del sistema digestivo para que la 
sangre utilizada en ese procesos digestivo se dirija a partes del cuerpo y 
prepararlo para la huida o la lucha, dando una sensación

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