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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE PSICOLOGÍA SELECCIÓN DE ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN MÁS RELEVANTES EN EL TRABAJO CON LAS FAMILIAS CON UN MIEMBRO QUE PADECE ALGUNO DE LOS TRASTORNOS DE CONDUCTA ALIMENTARIA (TCA) T E S I N A QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADA EN PSICOLOGÍA P R E S E N T A: ALBERTINA CONTRERAS BUSTAMANTE DIRECTORA: LIC. DAMARIZ GARCÍA CARRANZA SINODALES: MTRA. LAURA ÁNGELA SOMARRIBA ROCHA LIC. MARÍA EUGENIA GUTIÉRREZ ORDÓÑEZ DRA. BLANCA ELENA MANCILLA GÓMEZ LIC. LIDIA DÍAZ SAN JUAN Ciudad Universitaria, Cd.Mx Noviembre, 2016. UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. A mi padre, Quién me mostró la alegría de vivir y me hizo saber que puedo volar tan alto como yo lo decida. A mi madre, amorosa compañera que me apoyó y confió en mí en todo momento. … ahora que has emprendido un largo viaje. A mi hijo Juan, quien desde la primera mirada me mostró la fuerza y la voluntad de poder. A mi hija María, hermosa luz de inteligencia femenina que me hace sonreír sin cesar. A José Luis, amigo, maestro y siempre compañero. A Raúl, querido hermano, amigo. Los adoro. Gracias. Nuestro cuerpo desnuda nuestra alma, la anuncia y la va gritando por el mundo. Nuestra carne es un medio transparente donde da refracciones la intimidad que la habita. José Ortega y Gasset Tabla de contenido Resumen. ..................................................................................................................................................... 1 Introducción ............................................................................................................................................... 3 Capítulo 1. Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) ............................................ 6 1.1 Antecedentes históricos de los trastornos de la conducta alimentaria ............... 9 1.2 Trastornos de la conducta alimentaria: una visión multidisciplinaria ................ 14 1.3 Etiología de los Trastornos de la Conducta Alimentaria ......................................... 15 1.4 Panorama epidemiológico ..................................................................................................... 16 1.5 Trastornos de la conducta alimentaria y su relación con los rasgos de personalidad ......................................................................................................................................... 18 1.6 Trastornos de la conducta alimentaria y su relación con la adolescencia ..... 21 1.7 Trastornos de la conducta Alimentaria y su relación con factores genéticos y biológicos ............................................................................................................................................... 22 1.8 Trastornos de la conducta alimentaria y su relación con aspectos socioculturales y factores ambientales.................................................................................... 23 1.9 Trastornos de la conducta alimentaria e identidad de género ............................. 25 1.10 Anorexia nerviosa ................................................................................................................... 27 1.11 Bulimia nerviosa ...................................................................................................................... 29 1.12 Trastornos de la alimentación no especificados (TANE) ..................................... 33 1.13 Tipos de tratamiento para los trastornos de conducta alimentaria ................. 39 1.14 Errores habituales en los criterios diagnósticos ....................................................... 42 Capítulo 2. Enfoque sistémico ..................................................................................................... 45 2.1 Antecedentes ............................................................................................................................... 45 2.2 Epistemología .............................................................................................................................. 47 2.3 Teoría general de los sistemas ........................................................................................... 49 2.4 Teoría general de sistemas aplicada a las familias .................................................. 51 2.5 Teoría de la comunicación .................................................................................................... 55 2.6 Cibernética y cibernética de segundo orden ................................................................ 57 2.7 Cambios de primero y segundo orden ............................................................................ 58 2.8 Terapia estratégica ................................................................................................................... 59 Capítulo 3. Familias ............................................................................................................................ 61 3.1 Definiciones de la familia desde una mirada sistémica ........................................... 61 3.2 Pautas de interacción dentro de las familias. ............................................................... 63 3.3 Homeostasis familiar ................................................................................................................ 66 3.4 Facetas de las familias desde una mirada sistémica ............................................... 67 3.5 Modelos de familias desde una mirada sistémica ..................................................... 68 3.6 Modelo de familia con un miembro con un trastorno de la alimentación ........ 73 3.7 Estructura familiar ...................................................................................................................... 75 3.8 Características psicológicas de la madre en una familia con un miembro con Trastornos de Conducta Alimentaria ........................................................................................ 76 Capítulo 4. Selección de estrategias de intervención para el trabajo con familias con un miembro con Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA) ........ 77 4.1 Elaboración del genograma ................................................................................................. 80 4.2 Soluciones intentadas ............................................................................................................. 87 4.3 Programa del plan de cambio .............................................................................................. 88 4.4. Identificación por anticipado de las señales de peligro .......................................... 89 4.5 Meditación mindfulness .........................................................................................................90 Conclusiones.......................................................................................................................................... 94 Limitaciones ............................................................................................................................................ 96 Referencias bibliográficas ............................................................................................................. 97 Anexos ......................................................................................................................................................106 1 Resumen. Los trastornos de la alimentación, han adquirido una prevalencia preocupante que va en aumento por lo que ahora debieran considerarse como un problema de salud pública. La mayor incidencia es entre las mujeres aunque en los hombres aparece cada vez con mayor frecuencia. Como ocurre con muchos trastornos, no es un problema de índole individual, sino que involucra a toda la familia por lo que es importante que el trabajo terapéutico contemple a la familia como parte del abordaje que se realice, por lo que se proponen algunos abordajes susceptibles de aplicarse en el trabajo con familias con un miembro con trastorno alimentario. Objetivo: Realizar una breve guía que sirva tanto para personas que padecen un trastorno de la alimentación, como para las familias de estos pacientes y también para terapeutas que trabajen con estos temas. Al mismo tiempo proponer algunas herramientas planteadas desde la Terapia Sistémica. Método: Se realizó una revisión bibliográfica acerca de los trastornos de conducta alimentaria, en qué consisten y los factores que intervienen en su desarrollo, como también de sus diferentes tratamientos o abordajes terapéuticos, principalmente desde la mirada estratégica. Resultados: Se encontró que los trastornos no tienen únicamente una causa sino que son multifactoriales y que uno de los tratamientos más eficaces es el abordaje Estratégico que se encamina tanto a las pacientes como a las familias de estas. Conclusiones: Se realiza una breve selección de algunas estrategias que pueden ser utilizadas durante el trabajo con personas que padecen un trastornos de la alimentación o bien con las familias de estas. Palabras Clave: Trastornos de la conducta alimentaria, anorexia, bulimia, Terapia Familiar, Terapia Estratégica. 2 Summary. Eating disorders have acquired a constant preoccupying prevalence, which has been increasing so much and now should be considered as a problem of Public Health. The highest incidence is among women but it has appeared increasingly in Men. As it occurs with many other disorders, there is a problem coming from an individual nature, but it also involves the whole family, for what is important that therapeutic work contemplates the family as part of the approach to be performed. It’s proposed to apply different approaches towards working with families with a member that has an eating disorder. Objective: Create a brief guide that will serve both, people who suffer an eating disorder, as well as families of these patients, and also for the therapist who work with these issues. At the same time to propose some of the tools given from the Systemic Therapy. Method: A bibliographical review regarding behaviour from eating disorders was performed, the factors involved in its development, as well as their different treatments or therapeutic approaches, mainly from the strategic point of view. Results: We found that eating disorders nor only have a cause but they are multifactorial as well and that one of the most effective treatments is the Strategic approach which is directed to patients and their families. Conclusions: A brief selection of some strategies that can be used during work with people suffering from eating disorders or with their families. Keywords: Eating Disorder, Anorexia, Bulimia, Family Therapy, Strategic Therapy. 3 Introducción No ha sido sino hasta hace apenas unas décadas que los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) comenzaron a considerarse como un serio problema de salud; las proporciones que han adquirido a la largo del tiempo, así como la magnitud de sus síntomas, obligaron a varias disciplinas a prestarles atención de manera específica. Anteriormente, se los había abordado ensayando enfoques que daban cuenta solamente de los aspectos genéticos, biológicos y clínicos presentes en esos trastornos. Se estima que la incidencia de anorexia nerviosa a nivel mundial es de 8 por cada 1 000 000 de habitantes en la población general y hasta de 270 casos por cada 100 000 en los grupos de edad de 15 a 19 años, mientras que la incidencia de la bulimia nerviosa se considera de 13 por cada 100 000 habitantes Estos datos están sustentados en los estudios realizados por Hoek (2006); Keski-Rahkonen, Hoek, Susser, Linna, Sihvola, Raevori, Bulik, Kaprio y Rissanen, (2007, en Unikel y Caballero, 2010). En las mujeres, la anorexia nerviosa se presenta en un porcentaje del 95%; y las edades de la mayoría de ellas oscila entre los 10 y los 30 años; en tanto que la bulimia nerviosa ocurre con mayor frecuencia entre los 12 y 40 años. La proporción hombre/mujer es de 1:10 para ambos trastornos (Unikel y Caballero, 2010). En este trabajo se pasa revista a la historia de los trastornos alimentarios, y se expone cómo se fueron clasificando como tales; la manera en que pasaron a considerarse como problemas con un contenido emocional, y también cómo, muy recientemente, han sido estimados como problemas de salud en general. Cabe señalar que, dada su enorme incidencia, merecerían ser atendidos como problemas de salud pública a la altura de una epidemia. Estos trastornos -desde la mirada de la Terapia Familiar- no tendrían, según suele hacerse, que atenderse como problemas de tipo individual, sino del orden familiar, toda vez que en ellos concurren factores de carácter social que afectan al sistema familiar y que configuran una problemática específica. Estas miradas conjugadas por algunos enfoques de la Terapia Familiar Sistémica, permiten plantear una breve revisión de los aspectos familiares e individuales que apuntan a realizar algunas 4 propuestas de intervención, mismas que pueden constituirse en otras tantas herramientas para efectuar el trabajo con las familias de las que forma parte un miembro aquejado por algún Trastorno de Conducta Alimentaria. En el capítulo primero se realiza una revisión de los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA), trastornos que han alcanzando en los últimos tiempos las dimensiones de una epidemia, sobre todo entre las mujeres jóvenes, de ahí la pertinencia de abordarlos desde un enfoque que esclarezca su compleja problemática. Se esboza de entrada un panorama histórico, exponiendo cómo se manifestaban algunos síntomas de dichos trastornos alimentarios antes de que fueran considerados como tales. La intención es seguir el hilo de este desarrollo en el curso de la historia. A modo de complemento, se hace una descripción de cada uno de los trastornos recogidos en los manuales DSM-V y CIE 10. Y, por último, se describen las clasificaciones de los manuales antes referidos. Se busca asimismo exponer allí, desde un punto de vista biológico, tanto los factores desencadenantes como aquellos que suelen ir asociados a los TCA, pero vinculándolos con aquellos aspectos socioculturales y factores ambientales concurrentes. Se intenta mostrar, además, su concatenación con los trastornos de la personalidad, los problemas propios de la adolescencia, los rasgos genéticos y biológicos y, ulteriormente, con la identidad de género. En el capítulo segundo se hace un recorrido por la epistemología que da sustento a la Terapia Familiar Sistémica, y se muestra con mayor detallela Teoría General de los Sistemas así como de la Teoría de la Comunicación –entendidas ambas como antecedentes- además se presenta, una breve explicación de la Teoría General de los Sistemas aplicada a las familias. En el capítulo tercero la atención se centra, desde una mirada sistémica, en las familias con algún miembro aquejado de TCA ; se revisan los autores que dan cuenta de las pautas de interacción al interior de las familias al igual que de los modelos de las mismas. Posteriormente se seleccionaron algunas estrategias sobresalientes en el trabajo con las familias en interacción con un miembro que padece Trastorno de la Conducta Alimentaria. 5 En el capítulo cuarto se proponen las estrategias elegidas para componer esta propuesta. Son las siguientes: I. Elaboración del genograma II. Soluciones intentadas III. Programa del plan de cambio IV. Identificar por anticipado las señales de riesgo V. Meditación Mindfulness Conviene señalar de entrada que la primera de estas herramientas es muy utilizada en el trabajo desarrollado con las familias, según las exposiciones realizadas en este sentido por varios autores. La segunda, tercera, y cuarta de ellas son intervenciones introducidas por Nardone y Selekman (2013), como parte de un trabajo de corte estratégico. La quinta propuesta, la meditación mindfulness, es un instrumento que ha sido empleado por varios autores de diversos enfoques, misma que ha resultado muy eficiente para trabajar con cualquier problema de salud, toda vez que provee de los medios para realizar una observación y habilita además para el reconocimiento de las diferentes emociones que se presentan en las pacientes, además de que hace posible reconocer la aparición de pensamientos perturbadores, que, en muchas ocasiones, desencadenan conductas autodestructivas. Esta forma de meditación funciona, por lo tanto, como un medio idóneo para tranquilizar la mente. Aun cuando los TCA pueden presentarse tanto en mujeres como en varones, en el presente trabajo hago especial énfasis en los casos que se dan en el género femenino, con vistas a facilitar su expresión, y en atención al hecho de que entre las mujeres donde se presenta la mayor incidencia de los casos. 6 Capítulo 1. Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) Es preciso dejar sentado que bajo el nombre de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) se agrupan varios síndromes, que tienen en común el hecho de que las personas que los padecen cambian su manera de comer de forma desmesurada con tal de mantenerse delgadas. Hecho que acarrea diversas alteraciones en los planos físicos y psicológicos, así como en las relaciones con otras personas, y favorecen que el deterioro en su salud persista o se empeore. Esta caracterización de Lahoz y Millán (2014) concuerda con la de Vázquez (s.f.), para quien los TCA son un conjunto de alteraciones graves, acompañadas de un trastorno en la percepción de la forma y el peso corporales, con la consiguiente afectación del bienestar psicológico y corporal de la persona aquejada por alguno de ellos. Aunque existe un número estimable de investigaciones y de publicaciones acerca del tema que nos ocupa, no se dispone todavía de un nivel óptimo de conocimientos al respecto. Cabe mencionar que el volumen de la investigación ha sido desigual en cuanto a los distintos trastornos. Por una parte, nos encontramos con que la bulimia nerviosa (BN) ha sido con mucho el trastorno alimentario que más se ha estudiado; por otra parte, el trastorno alimentario compulsivo, o Trastorno por Atracón (TA), es el que de forma más tardía comenzó a convertirse en motivo de investigación. La relación entre el TA y los otros trastornos de la conducta alimentaria está siendo radicalmente opuestos como la anorexia y la bulimia? Porque nos encontramos en un mundo donde comer demasiado y no comer suficiente son maneras opuestas pero sometida a debate y en este momento se intentan delinear sus características clínicas, su etiología y desarrollo así como sus vías de solución. Entre la BN y el TA se encuentra la anorexia nerviosa (AN), la cual, aunque ha propiciado una gran cantidad de trabajos al respecto, sigue requiriendo de una mayor atención, sobre todo en lo relativo a los aspectos terapéuticos. Por último, los Trastornos de Conducta Alimentaria No Especificados (TCANE) no han recibido la atención requerida por parte de los clínicos y de los investigadores, probablemente porque han sido considerados de menor gravedad (Saldaña, 2001). 7 Cabe tener presente en este terreno la siguiente reflexión de René Girard (2009): "¿Por qué desconfiar de la distinción entre dos enfermedades con síntomas tan inseparables de dar respuesta al imperativo de la delgadez que domina nuestro imaginario colectivo. La mayoría de nosotros oscila durante toda su vida entre formas atenuadas de estas dos patologías(...). Al convertir la anorexia y la bulimia en dos patologías distintas quienes clasifican contribuyen a que perdamos de vista su base común." Los trastornos de la alimentación constituyen uno de los cuadros psicopatológicos que conllevan una mayor cantidad de alteraciones a nivel orgánico. Uno de los principales problemas consiste en que pueden transcurrir muchos años entre el inicio de la enfermedad hasta el momento en que es detectado, y su desarrollo provoca repercusiones muy serias (Lahoz et al., 2014). En el caso de los pacientes bulímicos es muy difícil detectar el problema, pues ocurre que éstos rara vez se encuentran desnutridos: su aspecto externo suele ser o el de una persona más o menos obesa, o el de una persona que se mantiene en su peso normal. Además, poseen un marcado temor y vergüenza a ser descubiertos durante uno de los episodios de atracón, episodio que llevan a cabo frecuentemente por la noche y en secreto. En cambio, en el caso de los pacientes con anorexia resulta muy evidente debido a que los rasgos externos son muy perceptibles para el observador: la falta de peso y el deterioro físico considerable que genera; pero aun así, el lapso que va desde el inicio de su sintomatología hasta la aparición de los signos visibles y el momento de acudir a la consulta, suele ser considerablemente largo. Aparecen, en primer término, cambios en el patrón normal de la ingesta. Con frecuencia se comienza con una restricción, o un conteo, de los carbohidratos y los glúcidos que están siendo ingeridos, ya que estos nutrientes son considerados como alimentos altamente calóricos y, por lo tanto, pasan a adquirir la connotación de "prohibidos" (Mateos-Parra et al., 1997). En un estudio realizado por Cruz et al., (2014), los TCA son definidos como alteraciones en el comportamiento que guardan una relación muy estrecha con el acto de comer, la imagen corporal y el desarrollo de la identidad; alteraciones éstas que están estrechamente ligadas a la idolatría dispensada a la delgadez y que 8 afectan sobre todo a las adolescentes, para quienes el control alimentario es una fuente de identidad que les proporciona sentimientos de confianza, control y competencia, y relacionan la corporalidad al anhelo de lograr una determinada figura. En las jóvenes que presentan alguno de estos trastornos, el peso y la imagen corporal lo mismo que la comida, llegan a convertirse en el eje fundamental de su pensamiento. En especial otorgan al peso corporal un fuerte significado emocional, lo que produce una desconexión con las sensaciones corporales, pues mientras que el cuerpo es percibido por un lado como una fuente de tensión, la delgadez es un signo que otorga seguridad, perfección y felicidad; el sobrepeso, en cambio, es vivido como incomodidad, asco, infelicidad y rechazo, generando en la joven (pues por lo general se trata de adolescentes del género femenino) una enorme insatisfacción para con el propiocuerpo así como un temor constante a aumentar de peso (Cruzat et al., 2004). El diagnóstico de los subtipos de TCA es complejo, pues aunque comparten características clínicas, evolucionan con entrecruzamientos y virajes de un cuadro a otro. Algunos investigadores suponen que los TCA pertenecen a una sola entidad, compartiendo un mismo núcleo psicopatológico con variaciones sintomatológicas que dependen más bien de la estructura de la personalidad. Sin embargo otros autores señalan que no existe suficiente evidencia para plantear una causa única Patching y Lawles (2009, en Cruzat et al., 2004). Por otro lado, Girard (2009), comparte la idea de que estos padecimientos observan una base común y la forma de clasificarlos por separado, nos hacen perder esto de vista, y esto como una treta de la necesidad de encasillar y generar clasificaciones por parte de las compañías de seguros y los laboratorios médicos, opinión que comparte con Nardone (2013). La idea de Girard (2009) del deseo mimético, propone que hay que desconfiar de la distinción entre dos enfermedades con síntomas tan radicalmente opuestos como la anorexia y la bulimia ya que el mundo en el que nos encontramos, tanto comer, como no comer, son maneras opuestas pero inseparables de responder al imperativo de la delgadez que domina nuestro imaginario colectivo, en el que 9 oscilamos la mayoría de nosotros durante toda la vida entre formas atenuadas de estas dos patologías. 1.1 Antecedentes históricos de los trastornos de la conducta alimentaria En los últimos años hemos visto aumentar en progresión geométrica la incidencia de los trastornos de la alimentación; sin embargo, éstos no son de aparición reciente, se remontan más bien a cientos o miles de años atrás; sólo desde hace 20 años se habla de ellos de manera sobresaliente. Antiguamente se los consideraba como algún trastorno hormonal, o como cierto desequilibrio propio de la adolescencia, o simplemente como un extremado deseo de estar delgado o delgada. Es probable que nuestros ancestros se hayan dado los 'atracones' como una forma de subsistir en la épocas de escasez, cuando tenían que salir a cazar y recolectar el alimento para sobrevivir. Tenían que adaptarse y tratar de guardar reservas en el cuerpo, de manera que cuando disponían de comida en abundancia, la ingerían copiosamente, y en especial las mujeres, quienes tenían que alimentar durante largo tiempo a sus bebés. La capacidad de controlar el cuerpo y las sensaciones de saciedad y hambre en presencia o ausencia de alimentos, debieron de ser también otros tantos mecanismos adaptativos. A partir del descubrimiento de la Venus de Willendorf, una estatuilla de 22 mil años de antigüedad de figura exagerada en el volumen de los pechos, las caderas, los glúteos y la región abdominal, ha sido posible trazar una línea en el desarrollo de la figura femenina. Esta figura, así como otras de la misma época que han sido encontradas por los investigadores, no guarda ninguna semejanza corporal con la figura femenina actual (Elliot, 2003). La estatuilla mencionada, junto con la Venus de Laussel, exageraban ciertas características sexuales, a costa de otros detalles anatómicos. Se ha dicho que la naturaleza esteatopígica (esto es, con rasgos de deformación y ensanchamiento 10 de los glúteos) de tales representaciones femeninas estaba relacionada con la idea de la supervivencia física, porque los miembros de la tribu que llevaban a la más gorda serían los últimos en morir en tiempos de hambruna (Lucie-Smith, 1992). Abundan otros ejemplos de estas costumbres a lo largo de la historia. “En el último período del Imperio romano, según refiere Nardone (2009), en la fase de su decadencia, los ricos daban banquetes que duraban días. En estas ocasiones, después de haber engullido montañas de comida, los comensales se provocaban el vómito estimulándose la garganta con una pluma para poder comer de nuevo. Trimalcione, uno de los más famosos organizadores de semejantes orgías alimentarias, poseía una amplia colección de plumas seleccionadas a tal efecto”. En la Roma antigua existían también los "vomitorios", lugares donde la gente, después de comer y beber en exceso, vomitaba para regresar luego a comer. Asimismo, se dice que Epicuro, el filósofo del placer, alternaba el ayuno con colosales comilonas seguidas de sus correspondientes vomitonas. De acuerdo con Chinchilla (1994, en Mateos Parra et al., 1999), Galeno describió la kynos orexia, o hambre canina, como sinónimo de bulimia, considerándola consecuencia de un estado de ánimo anormal. Posteriormente, esta noción empezó a figurar en los diccionarios médicos de los siglos XVII y XIX como una curiosidad médica. La palabra bulimia, por su parte, proviene de una palabra de origen latino, y ésta a su vez del griego boulimia, y se compone de bous=buey y limos=hambre, y significaría, por lo tanto, 'hambre de buey' o 'hambre en exceso'. Así pues, las dos palabras remiten al hambre. Catalina de Siena, quizá es el ejemplo más famoso en la historia antigua de la anorexia. Nacida en 1347. A los 7 años comenzó a rechazar la comida, y más tarde en sus años de adolescencia, se alimentó de hierbas y entró a una orden católica. Existen también descripciones acerca de algunas otras santas: Wilgefortis, hija del rey de Portugal, se cuenta que ayunó y rezó rogándole a Dios que le arrebatara su belleza para así ahuyentar la atención de los hombres; y pasó luego a ser adoptada en algunos países de Europa como santa patrona por aquellas mujeres que deseaban verse libradas de la atención y/o el deseo masculinos (Mateos-Parra et 11 al., 1979). En este sentido existen también algunas historias de mujeres que vivían en algún monasterio donde realizaban ayunos prolongados: en algunas ocasiones en la forma de un ayuno purificador, y en otras muchas, como una manera de autoinfringirse algún tipo de castigo o penitencia. Una definición, aparte de la de Galeno, destaca que anorexia proviene etimológicamente del griego: de an, privativo, y orexis, apetito, y significaría entonces "falta de apetito". Durante siglos la autoinanición entre las mujeres ha sido objeto de grandes discusiones. En la antigüedad se asociaba con la purificación dentro del ámbito religioso. Muchas culturas realizaban ayunos como una forma de purificación o como hábitos previos a la realización de los ritos religiosos. González (2009) hace referencia a un texto de Van Deth y Vandereycken (1994), y narran que en el ámbito de la Iglesia católica se dice que Jesús realizaba ayuno, por lo que la esta institución estableció el ayuno como una forma de penitencia con que se "purgaba" remordimiento por los pecados cometidos. La doctrina cristiana sostenía, como se sabe, que lo físico y lo terrenal era ominosos. y que debía dominarse sus pulsiones en beneficio de la salud espiritual, es decir, se tenía como ideal la independencia respecto de todas las necesidades físicas. Durante la edad media las personas que practicaban el ayuno recibieron distintos nombres. Primero fueron llamadas doncellas milagrosas, debido a que se mantenían sin alimento alguno, hecho que se consideraba un milagro, y como tal era atribuido a "Dios". Posteriormente, el papa Benedicto XIV modificó las normas de la iglesia, por lo que los ayunos pasaron a un segundo plano y las canonizaciones disminuyeron. Así pues, estas doncellas milagrosas pasaron a conocerse en adelante como muchachas ayunadoras. Como puede apreciarse, a lo largo de las sucesivas etapas que la ha conocido la iglesia católica, las mujeres no siempre han tenido connotaciones positivas. Conviene recordar que en alguna época fueron consideradas brujas o poseídas por Satanás. Por lo demás, primer caso de anorexia descrito en términos médicos fue publicado en 1689 por Morton en su libro Pthisiologia seuexecitationes de phthisis, quien la denominó “ptisis nerviosa”. Sin embargo, de acuerdo con las características clínicas 12 que describe, todo indica que estamos ante un caso de anorexia nerviosa (Toro, 1999). En 1790, William, en su libro “A remarkable case of abstinence” relató la trayectoria clínica de un joven que ayunó durante 78 días. Pinel, (en Toro, 1999), publicó “Nosographie philosophiquel”, obra que contiene un capítulo sobre las neurosis de digestión, entre las que incluyó a la bulimia, la pica y la anorexia. En el siglo XIX, en 1840 precisamente, Imbert publicó “Traité theorique et practique des malades des femmes” e incluyó a los tres padecimientos antes mencionados en el apartado de las "neurosis del estómago". En 1859, Marcé por su parte describió los casos de algunos pacientes con síntomas de ausencia de apetito junto con la convicción delirante de que no podían o no debían comer, síndrome al que dio el nombre de delirio hypochondriaque consécutive aux dyspepsies et caractericée pricipalment par le refus d’aliments . Un artículo publicado por Lasègue en 1873, titulado De l’anorexie hystérique, describe la conducta de un paciente típico. Todo indica que ha sido el primer médico del siglo XIX en sugerir que el rechazo de los alimentos constituía una forma de conflicto intrafamiliar entre la muchacha y sus padres. Ese mismo año, William Withey Gull leyó un comunicado llamado "Anorexia nerviosa" (Apepsia hysterica, anorexia hysterica). Gull rechazó el término histérica, sustituyéndolo por nerviosa, pues negaba la implicación del útero en la anorexia, defendiendo el papel que tiene el sistema nervioso en el desarrollo de este desorden; además, señalaba, antes que Breuer y Freud, que el trastorno también podía afectar a los varones. Pocos años después, en 1879, Fewick escribió On atrophy of the stomach and the nervous affections of the digestive organs, obra dedicada primordialmente al tema de la anorexia nerviosa. En 1883, Huchard propuso el término “anorexia mental”, en lugar de anorexia histérica, puesto que en ésta no aparecían síntomas propios de la histeria (Toro, 1999). A finales del siglo XIX, en el año 1893, Freud describe un caso de anorexia tratado con hipnosis; un año más tarde, el creador del psicoanálisis describe dicha enfermedad como una psiconeurosis de defensa o neurosis de la alimentación con melancolía. 13 En 1903, Janet dio un nuevo impulso al análisis y la descripción del trastorno detallando dos formas de esta enfermedad: obsesiva e histérica. En 1905 hace una breve referencia a estos trastornos como una forma de melancolía en la que la sexualidad no habría alcanzado un adecuado desarrollo, clasificándola como una “neurosis nutricional”. Ahora bien, a principios del siglo XX la anorexia nerviosa empieza a tratarse desde un punto de vista endocrinológico. Asi,́ en 1914, el patólogo alemán Simonds describe el caso de una paciente caquéctica, a la que al practicarle la autopsia se le encontró una destrucción de la glándula pituitaria. Durante los siguientes 30 años prevaleció la confusión entre la insuficiencia pituitaria (enfermedad de Simonds) y la anorexia nerviosa. A partir de los años 30 del siglo próximo pasado, la anorexia nerviosa pasó a estudiarse principalmente desde el punto de vista psicológico, quedando en el olvido las antiguas discusiones acerca del origen endocrino o psicológico del trastorno. Las explicaciones de esta época se encuentran muy influenciadas por los modelos psicoanalit́icos que predominaban en ese momento (Mateos-Parra et al., 1997). En 1939, Ryle fue el primero en predecir el incremento posterior de la anorexia nerviosa. Justificaba su propósito en la creciente emotividad de los jóvenes y en la popularización de la moda de la delgadez; sin embargo aún existe un desacuerdo sobre si las pacientes descritas en dichas investigaciones eran o no pacientes anoréxicas, debido a que casi en ninguna de ellas se hace referencia al miedo a engordar, que es fundamental en los criterios diagnósticos actuales de los trastornos de la conducta alimentaria, según Vandereycken y Deth (1994 en Toro 1999). En 1952 la anorexia nerviosa fue incluida en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales [DSM-I] como una reacción físico-psicológica. Y, en 1963, Selvini-Palazzoli publicó un libro sobre auto-inanición titulado “Muchachas anoréxicas y bulímicas” Por otra parte, se pensaba que esta pérdida del apetito estaba directamente ligada a la intervención de Dios, o de alguna fuerza demoníaca. Existen dos casos documentados muy interesantes. Uno es el ya mencionado anteriormente de Catalina de Siena, el otro es el de la joven llamada Bristol. 14 Solo hasta los años setenta del siglo pasado la anorexia y la bulimia comenzaron a reconocerse ampliamente. En 1979 el psiquiatra Rusell fue el primero en utilizar el término "bulimia nerviosa". En los años ochenta la noticia de que la cantante Karen Carpenter había fallecido por su anorexia, causó gran impacto en la conciencia pública. Karen se había "matado de hambre" durante siete años, utilizando en exceso laxantes, eméticos, vomitivos y píldoras para la tiroides (hormona tiroidea, para tratar hipertiroidismo, con frecuencia utilizada para bajar de peso, con consecuencias graves para la salud). Finalmente, falleció el 4 de febrero de 1983, a la edad de 32 años, debido a una insuficiencia cardíaca. Al parecer, este caso fue determinante para que se apreciara la seriedad de estos desórdenes (Elliot, 2003). Como podemos observar, fue a partir de los años cincuenta del pasado siglo, que los estudios de los trastornos alimentarios se realizaron con una concepción más amplia, ya que comenzaron a tomar en cuenta los aspectos relativos a la interacción familiar , no nada más concernientes al individuo aquejado de algún trastorno de conducta alimentaria, como lo ha mostrado Campbell (1986), quién da cuenta de los pioneros en el trabajo en esta área, que son MInuchin y Selvini-Palazzoli, pues estos autores desarrollaron trabajos muy importantes en los que formularon propuestas terapéuticas muy relevantes ya que enfocaron su atención en determinadas características presentes en esta clase de familias que pasaron a ser denominadas “familias psicosomáticas” . A pesar de que el estudio de los trastornos de la conducta alimentaria dio comienzo en los años cincuenta, cabe señalar que, aun en la actualidad, son contados los estudios centrados en “la variable familiar”. Los estudios que se han llevado a cabo en diversos países como Estados Unidos de América; Laliberté (1999, en López et al,. s.f.) y (Kuba, 2001); Colombia, (Ávila et al,. 1993) y Bélgica (Kog 2002) y estos estudios han sido desarrollados desde enfoque epidemiológicos que pasan por alto la subjetividad experiencial de los pacientes y de sus interacciones con el resto de su familia. 1.2 Trastornos de la conducta alimentaria: una visión multidisciplinaria 15 Debido a la complejidad de estos trastornos y a la cantidad de factores que ponen en juego, no es posible hacer una descripción simplista o unidireccional de los mismos, ya que para comprender y describir estos padecimientos es preciso el concurso de varias áreas de la salud. Es importante revisarlos desde perspectivas de tipo emocional, y tener muy presente la posibilidad de que concurran en ellos, como se ha señalado antes, factores genéticos, biológicos, socioculturales, ambientales y otros más, tanto en su aparición como en su desarrollo. 1.3 Etiología de los Trastornos de la Conducta Alimentaria La etiología de estos trastornos es muy compleja y variada, pero después de rigurosos estudios, cabe mencionar algunos de los elementos que, considerados en conjunto, de no presentarse ellos, sería poco probable que se desarrollara alguno de estostrastornos. Estos son: la insatisfacción con la figura corporal, los afectos negativos (por ejemplo, la depresión o la ansiedad) y la baja autoestima. Otros elementos que se encuentran fuertemente implicados son los estresores ambientales (que frecuentemente son factores desencadenantes) y las distorsiones cognoscitivas, tales como los pensamientos obsesivos. Otro aspecto determinante son los rasgos de personalidad, por ejemplo, la necesidad de control (sobre el propio cuerpo o la persona) y/o una formación inadecuada de la identidad (Unikel et al., 2010). También existen factores predisponentes como la vulnerabilidad genética, que se expresa a través de los factores biológicos, los rasgos de personalidad y las presiones socioculturales. Estas últimas pueden ser las que precipiten y perpetúen el trastorno. Los factores precipitantes incluyen diversos estresores, como el desarrollo puberal; las experiencias traumáticas; la baja autoestima (en la que la autoevaluación se concentra en el cuerpo, el peso corporal y la apariencia); los problemas de orden familiar; la presión académica o de los compañeros del grupo; las enfermedades, las pérdidas de afectos, como la muerte de alguno de los padres, 16 de algunos amigos o seres queridos o importantes para la adolescente. Asimismo, todos estos factores pueden ser perpetuadores del trastorno: por la forma en que son manejados, el sentido de control del cuerpo o por parte de los de los familiares y los efectos de la inanición. Los estresores tienen un efecto en la adolescente vulnerable, en tanto que exacerban un sentido de fracaso que contribuye a disminuir la autoestima, a aumentar la sensación de ineficiencia personal y a acarrear la sensación de pérdida de control. La necesidad de recuperar el control combinado con una dieta exitosa, se convierte en una sensación de logro y en una mayor necesidad de hacer la dieta ya que se puede salir de control (Unikel et al., 2010). 1.4 Panorama epidemiológico Los trastornos de la alimentación se definen como un binomio sintomático que, las más de las veces, aparece de manera alterna en una misma persona. Los reportes epidemiológicos de los trastornos de la conducta alimentaria indican que la prevalencia fluctúa entre el 0.5% y el 1% (Shvili, 2000). Existen, sin embargo, hallazgos contradictorios con respecto de cuál de estos trastornos es el prevalente. Ahora bien, los trastornos del apetito prevalecen mayormente en las sociedades occidentales industrializadas, y en los niveles socioeconómicos medio y alto, aunque pueden ocurrir en ocasiones en todas las clases sociales. A decir de los estudios realizados, los síndromes más graves de los trastornos de la conducta alimentaria aparecen en bajas proporciones, pero en estudios realizados en las comunidades, las expresiones parciales o subclínicas de estos, se encuentran mucho más extendidas. La preocupación por la delgadez, la práctica de dietas y otras conductas alimentarias de riesgo (CAR), como el uso de laxantes y la práctica de ejercicio excesivo, son conductas ampliamente difundidas entre la población femenina, por lo que es muy posible que éstas representen un espectro de los TCA, por lo que la observación de estas manifestaciones, tiene importantes 17 implicaciones en la prevención y detección temprana de los mismos, según ha sido señalado por Shisslak, Crago y Estes (1995, en Unikel et al., 2010). La prevalencia de anorexia nerviosa en la población general de los países occidentales se estima en 0.3%, mientras que la prevalencia de la bulimia nerviosa alcanza el 1% entre las mujeres y el 0.1% entre los varones, de acuerdo con Van Hoeken, Lucas y Hoek (1998, en Unikel et al., 2010). Se estima que la incidencia de la anorexia nerviosa a nivel mundial es de 8 por cada 1 000 000 habitantes en la población general y hasta 270 casos por cada 100 000 en el grupo de edad de 15 a 19 años, mientras que para la bulimia nerviosa la incidencia se ha estimado en 13 por cada 100 000 habitantes (Unikel et al., 2010). La anorexia nerviosa se presenta en un 95% entre las mujeres, cuyas edades oscilan mayoritariamente entre los 10 y los 30 años; mientras que la bulimia nerviosa ocurre más frecuentemente entre las quienes tienen edades de 12 a 40 años. La proporción hombre/mujer es de 1:10 para ambos trastornos. En el estudio anteriormente referido (Unikel et al., 2010), se menciona que los TCA acarrean riesgos emocionales, psicosociales y sexuales, lo mismo que riesgos significativos de morbilidad y mortalidad. Los datos de mortalidad en AN, se estiman entre 5.9% y 18% (178 muertes en 3 006 pacientes) (Sullivan, 1995) y (Hoek, 2006), mientras que para bulimia se estiman en 1.6%. Las tasas de mortalidad son de 4 a 10 veces mayores para la población adolescente y juvenil en comparación con la población general (Mitchell y Crow, 2006). Además, se asocian con gran número de complicaciones fisiológicas, y se presentan con un porcentaje elevado de comorbilidad psiquiátrica, a saber: trastornos afectivos (50-75%), trastornos por ansiedad (60%), abuso de sustancias (35%) y trastornos de la personalidad (42- 75%), según Brewerton (2001, en Unikel et al., 2010). La tendencia de morbilidad en algunos estudios referidos desde 1970 a 2002, indican 6 de incidencia y 17 de prevalencia; se distinguen, a su vez, aquellos que hacen referencia exclusivamente a la anorexia, los que solo lo hacen a la bulimia y los que engloban y consideran todos los TCA en su conjunto (Anaya, 2004). Algunos autores sugieren que la edad promedio de inicio de estos trastornos es de 17 años de edad, aunque algunos datos obtenidos indican edades de 14 y 18 años. 18 Algunos expertos mencionan que el 95% de los pacientes que padecen anorexia y bulimia son mujeres. En la mayoría de los casos que se presentan en hombres (5%) se ha encontrado en ellos tendencias homosexuales (Palma, 1997). La Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica en México, (2003), no reportó casos de anorexia; en cuanto a la bulimia, hubo una prevalencia de 1.8 en mujeres de 18 a 29 años de edad, quienes por lo menos una vez en su vida han presentado un TCA (Medina et al., 2003). Las personas con anorexia llegan a demacrarse -es decir presentan mal aspecto y delgadez extrema- hasta el punto de casi "morirse de hambre" al perder, por lo menos, desde un 15% hasta el 60% del peso normal de su cuerpo. En general, las personas con bulimia tienen un peso corporal entre normal y normal alto pero puede fluctuar con variaciones de más 5 de kilogramos debido al ciclo de las purgas a que se sometan (López, et al s.f.). Una pregunta que se impone aquí es: ¿por qué algunas personas que hacen dietas, o que cumplen con varias de las características mencionadas, no desarrollan un TAC y otras sí? A través de rigurosos estudios al respecto se ha podido distinguir algunos de los factores de riesgo involucrados, sin cuya incidencia sería prácticamente imposible dar cuenta de su desarrollo, de los que mencionan algunos a continuación. 1.5 Trastornos de la conducta alimentaria y su relación con los rasgos de personalidad En el estudio de los trastornos de la conducta alimentaria es preciso tener presente los rasgos de personalidad de quien acude a la consulta, ya que este elemento puede ayudar señaladamente a detectar tanto las personas con TCA como a quienes están en riesgo de padecerlo. Es claro que para la intervención que se diseñe en cada caso es importante tomar en cuenta estos rasgos como indicadores del tipo trastorno específico, ya que existen rasgos muy específicos que funcionan como factores predisponentes en cuanto a estos trastornos (Sánchez, 2013). En un estudio de Behar et al., (2014), en donde llevan al cabo una extensa revisión de textos, así como la aplicación de la Escala de Perfeccionismo de Fost et al., (1990), queidentifica dos componentes centrales del constructo “Perfeccionismo”. 19 Buscaron el vínculo entre el perfeccionismo y la insatisfacción corporal, entendiendo el perfeccionismo como la persecución de altos estándares personales de rendimiento en todos los ámbitos, la necesidad de adherirse a ellos rígidamente, y definiendo la autovalía en términos del logro de estos ideales y la imagen corporal como el reflejo de la creencia de que algunas partes específicas del cuerpo, que están asociadas con cambios de la figura que se desarrolla durante la pubertad, aparecen demasiado grandes (por ejemplo, los muslos, las nalgas.). También existe relación con otras alteraciones de la imagen corporal consideradas como un déficit básico en los TCA, sobre todo en la anorexia nerviosa; esto se conoce como “distorsión de la imagen corporal”. La interrelación entre el riesgo intrapersonal (baja autoestima) y la protección interpersonal (apoyo social) parecen relevantes para delinear las vías genéricas específicas que conducen a la psicopatología tanto depresiva como de los TCA. En una exploración al respecto los predictores de síntomas depresivos fueron: una baja autoestima y el temor a engordar, por parte de las jóvenes; y, por lo que hace a un TCA, fueron la imagen corporal, los síntomas depresivos, el índice de masa corporal y el perfeccionismo, razón por la cual estos componentes han pasado a incluirse en algunos programas para prevenir la depresión y los TCA. (Pike et al., 1991) demostraron que las pacientes con anorexia nerviosa presentan mayor severidad y cifras significativamente más altas de afectividad negativa, discordia familiar y exigencias parentales superiores a otros trastornos psiquiátricos. Estos autores enfatizan que el rol de la preocupación por el peso y la figura corporal fue sobresaliente en el año precedente al inicio de la afección. La comida y el peso corporal se convierten en ejes del pensamiento de estas jóvenes. A los cuales se les imprime un fuerte significado emocional, que paulatinamente provoca una desconexión con las sensaciones corporales, a la vez el cuerpo es percibido como una fuente de tensión en la que va íntimamente asociada la delgadez a la seguridad, la perfección y la felicidad; y por lo tanto, el sobrepeso es vivido con incomodidad, asco e infelicidad, generándose una enorme insatisfacción con el propio cuerpo y temor a aumentar de peso (Pike et al., 1991). 20 Frecuentemente las pacientes anoréxicas manifiestan un cuadro depresivo durante la enfermedad: desánimo, irritabilidad y pensamientos obsesivos sobre el alimento. Algunas experimentan temor a crecer y a asumir su feminidad. En ocasiones declaran no haber tenido claridad con respecto a su identidad personal, es decir, sufren de dificultades para integrar e identificar las emociones, adolecen de falta de claridad en relación con sus objetivos y carecen de la capacidad para planificar a largo plazo y establecer metas. El miedo a subir de peso es manifestado como el fracaso de un logro alcanzado a base de mucho esfuerzo. También manifiestan una gran susceptibilidad ante la crítica de los demás, buscando agradar a los demás y alcanzar la excelencia, ya que en muchas ocasiones son perfeccionistas y exigentes. En la mayoría de los casos existe gran dificultad para asumir el trastorno. Aquellas jóvenes que niegan padecer la enfermedad difieren significativamente de las que la admiten, y se manifiestan dentro de los rasgos patológicos en los instrumentos que evalúan cuantitativamente la sintomatologías del TCA. Se estima que sólo alrededor de un tercio de todas las pacientes anoréxicas buscan tratamiento, pues frecuentemente algunos de los beneficios que conlleva la enfermedad incluyen la sensación de sentirse protegidas o cuidadas, sentir control sobre sí mismas, ser atractivas, evitar emociones incómodas y sentirse "especiales". Por otro lado, los costos derivados implican pensamientos constantes con respecto a la comida y el sentirse con exceso de peso, lo cual produce impactos negativos en las relaciones interpersonales. En los casos de AN son altamente valorados por la paciente, por lo que los reforzadores internos parecen jugar un papel más poderoso que los factores sociales. Viven con constante atención y orgullo ante la pérdida de peso (Cruzat et al., 2014). En cuanto a la autoimagen, las pacientes anoréxicas han mostrado rasgos de personalidad en los que se observa una gran necesidad de control, un anhelo de perfección y una gran exigencia, a la vez de que son muy inseguras en sus relaciones interpersonales y tienden a ser sumisas; así pues, presentan una baja autoestima al tiempo que se muestran perfeccionistas, lo que es un factor de riesgo en cuanto a los individuos que padecen de un TCA. A diferencia de las pacientes bulímicas, las pacientes anoréxicas, presentan mayor inhibición en su expresión 21 emocional y una expresión verbal más atenuada, con menor uso de palabras positivas (Cruzat et al., 2014). 1.6 Trastornos de la conducta alimentaria y su relación con la adolescencia Se ha reportado que la aparición de AN y BN y, en especial, los síndromes parciales, es mayor en la adolescencia, debido al peso que tienen los cambios biológicos, psicológicos y de redefinición del papel social en esta etapa de la vida, aunados a la preocupación por el culto de la belleza. Las adolescentes y las adultas jóvenes están entre los grupos con mayor prevalencia de los TCA, aunque la ocurrencia no deja de ser importante entre los adolescentes varones, ni entre los niños en edad escolar. Como ya hemos mencionado, la evidencia científica indica que los factores de riesgo causales de los TCA son multifactoriales. Estos trastornos resultan de la interacción compleja de factores psicológicos, físicos y socioculturales que interfieren en el comportamiento del individuo, dificultando la comprensión de su etiología. Además de esta complejidad en la etiología de los TCA, debe tenerse muy presente la concomitante etapa de la adolescencia, un período caracterizado por grandes cambios biológicos y psicosociales que pueden verse comprometidos por la aparición de estos trastornos, produciendo consecuencias potencialmente graves para la salud de los adolescentes (Portela de Santana, Da Costa, Mora y Raich, 2012) Debemos mencionar no solamente a la adolescencia como un posible factor concurrente en la aparición de los TCA, sino también en ocasiones a la pubertad, ya que éste es el periodo en que comienza a producirse un liberación de hormonas a través del eje hipotálamo-hipófisogonadal, fase en la que se lleva al cabo el desarrollo y la maduración de los caracteres sexuales secundarios, así como el crecimiento acelerado, la dinámica de aumento de peso y el desarrollo de la identidad. 22 En el desarrollo de las conductas alimentarias, en la ansiedad, en la alteración organizacional de los rasgos psicológicos y comportamentales, así como en los cambios, físicos como el aumento de grasa corporal en las niñas, las hormonas esteroideas desempeñan una función muy importante (Portela de Santana et al., 2012). En el caso de la AN, ésta comienza típicamente en la adolescencia, con una restricción en la dieta extrema y rígida que produce una pérdida de peso. En algunos adolescentes el trastorno es de corta duración y remite sin tratamiento o con una intervención breve, pero en otros tiende a persistir y requiere tratamientos especializados largos y complejos. Es frecuente el desarrollo de atracones y aproximadamente la mitad de los casos terminan desarrollando bulimia nerviosa. En general, la tasa de remisión es relativamente baja (alrededor del 20-30%) al poco tiempo de seguimiento, pero aumenta a casi un 70-80% después de 8 o más años de seguimiento. (Por desgracia, del 10 al 20% de estas personas no mejoran conlos tratamientos disponibles y desarrollan una condición crónica que persiste durante toda su vida. En estos casos, el trastorno afecta al funcionamiento académico y laboral. La tasa de mortalidad total se estima en 0.56% por año, o en aproximadamente el 5.6% por década Las muertes suelen deberse a consecuencia de las complicaciones médicas o del suicidio. Un factor pronóstico favorable es el inicio en edad joven, mientras que los factores de pronóstico desfavorable incluyen comorbilidad somática y psiquiátrica (Sánchez, 2013). 1.7 Trastornos de la conducta Alimentaria y su relación con factores genéticos y biológicos La influencia de una contribución genética en la etiología de los TCA proviene de los estudios acerca de las familias y de los gemelos. Los familiares de los pacientes con TCA tienen un riesgo 10 veces mayor de desarrollar estos desórdenes que los familiares de los controles no afectados. Los estudios con gemelos estiman que entre el 50- 83% de la varianza en la AN, BN, y obedece a factores genéticos. Los estudios de asociación genética se han centrado principalmente en los sistemas de neurotransmisión serotoninérgicos y de otros neurotransmisores del sistema 23 nervioso central, así como en los genes implicados en la regulación del peso corporal. Desafortunadamente, los resultados de estos estudios no han sido confirmados. Los estudios de ligamiento han identificado las regiones iníciales de ligamiento en los cromosomas 1, 3 y 4 (AN) y 10 (BN), pero estos resultados son limitados debido a la baja potencia (Sánchez, 2013). Factores biológicos. Se han identificado genes que han permitido realizar hipótesis para explicar la influencia de estos en los TCA a través de la interacción de los cambios del componente genético con las variables ambientales y su influencia, probablemente medida por variables psicológicas y por la pubertad; aun así, no es posible asegurar algo, hay que aclarar primero los mecanismos por los que se da la contribución genética en este proceso tan complejo (Portela de Santana et al., 2012). Los estudios sobre la función cerebral han observado que los receptores 5HT2A están reducidos y los receptores 5HT1A incrementados, tanto en el estado agudo como tras la recuperación. Los receptores de la dopamina (DA2) en el cuerpo estriado se incrementan después de la recuperación. Otros estudios han confirmado la presencia de alteraciones en circuitos cerebrales en los casos de TCA, los cuales persisten con frecuencia después de la recuperación. La persistencia de estas alteraciones después de la recuperación ha llevado a especular que que estas perturbaciones sean anteriores a la aparición de la AN y puedan predisponer al desarrollo de la enfermedad (Sánchez, 2013). 1.8 Trastornos de la conducta alimentaria y su relación con aspectos socioculturales y factores ambientales Los factores ambientales parecen influir en el desarrollo de los TCA desde el momento mismo de la concepción. Así, se ha sugerido que las madres de los individuos con TCA bien pudieron haber estado más expuestas a un fuerte estrés 24 durante el embarazo. También se ha observado un aumento del riesgo de AN en niñas con un céfalohematoma, o nacidas de un parto muy prematuro, según lo expresan Cnattingius, Hultman, Dahl, y Sparen (1999, en Sánchez 2013); en tanto que las complicaciones obstétricas parecen aumentar el riesgo tanto de la AN como de BN, Favaro, Tenconi, y Santonastaso (2006, en Sánchez 2013). Algunos autores consideran que algunas experiencias traumáticas de la infancia pueden actuar de factores desencadenantes -por ejemplo, la negligencia, el abuso físico y el sexual, las disfunciones en la paternidad- (Burns, Fischer, Jackson y Harding 2012); otros hacen énfasis en el papel que juegan ciertas experiencias perjudiciales específicas en relación con los alimentos y con el peso (por ejemplo, la dieta de la familia, la obesidad en los padres, comentarios críticos sobre la alimentación, presiones para estar o mantenerse delgada por parte de la familia, las amigas, etcétera). Las experiencias perjudiciales en relación con la comida y la figura operan principalmente en los países occidentales por la sensibilización de las personas a su figura corporal, fomentando la dieta, y afectando principalmente a las mujeres debido a la presión social ejercida sobre ellas (Fairburn y Harrison, 2003). Un estudio reciente ha puesto en claro que las experiencias dañinas en la infancia, como el maltrato familiar, o extra familiar, se relacionan con los TCA a través de los déficits en la regulación emocional, de acuerdo con Burns, Fisher, Jackson y Harding (2015). Diferentes estudios, citados por los autores, han dado cuenta de una incidencia alta de abuso sexual durante la infancia en pacientes con TCA. Estos trabajos han puesto de relieve también que tanto el maltrato físico como el emocional aumentan el riesgo de desarrollar TCA. Otros estudios relacionan el maltrato emocional con una predisposición psicopatológica más general a través de una regulación emocional. Cuando mencionan este déficit se refieren no solo a que se hayan experimentado más emociones negativas, sino a la capacidad particular de cada individuo para etiquetarlas, tolerar la angustia y poder dirigir su conducta de forma adaptativa a pesar de la angustia. Desde esta perspectiva, los síntomas alimentarios pueden ser entendidos como otras tantas formas de evitar o controlar inadecuadamente las emociones negativas. 25 Los ambientes abusivos se caracterizan por criticar o castigar la expresión emocional y negar o minimizar las emociones. Esto lleva al niño a desarrollar estrategias encaminadas a la evitación de emociones, a la supresión de las mismas, y a no buscar apoyo. Todas estas formas desadaptativas de afrontamiento emocional se reflejan en la vida adulta y llevan aparejadas comportamientos de evitación experiencial, no aceptación de ciertas emociones, ni de su afrontamiento, propiciando las inhibiciones. Queda por verificar estas hipótesis en estudios longitudinales, pues cabe también que el abuso emocional influya en el posterior desarrollo de TA a través de otras vías; en concreto, que las críticas recibidas contribuyan a un bajo autoconcepto de las personas aquejadas con un desorden de TA. Así pues, existen investigaciones que relacionan el abuso emocional con la baja autoestima, hecho que puede generar preocupaciones por el peso y la figura, lo cual llevaría al inicio de la restricción dietética, que, a su vez, aumenta el riesgo de atracones y posteriores purgas. Es necesario, por lo tanto, investigar aún más a fondo en este sentido para poner en claro cuáles de los caminos referido conducen a los TCA , como señalan Burns et al., (2015). Girard (2009), sostiene que vivimos en una época en la que existe una obsesión por la comida, existe una innumerable cantidad de libros, revistas y programas de televisión de cocina y una falsa jovialidad en lo relativo a la alimentación y a una perpetua celebración del buen comer por lo que somos, como occidentales, una cultura obsesionada por la comida. Vivimos en un mundo “desarrollado” que nos impulsa tanto a consumir, como a comer y al mismo tiempo estamos invadidos de “comida basura” por lo que él llama el deseo mimético, no es más que la exacerbación de los síntomas de la sociedad que llevan a la anorexia/bulimia. 1.9 Trastornos de la conducta alimentaria e identidad de género Algunos autores sugieren que el rol de género y su forma de vincularse socialmente coloca a las mujeres en un riesgo mayor de desarrollar un TCA, principalmente durante el período de la adolescencia y la adultez joven. Los roles sexuales son 26 entonces flexibles y las situaciones y demandas vitales pueden influir en alguna modificación. Las presiones socioculturales, al igual que el cómoson internalizadas, pueden ser un mediador de los factores adversos del ideal de delgadez. Estas afecciones, por lo tanto, simbolizarían el enfrentamiento con las nuevas expectativas de la mujer. Presiones que se centran en el cuerpo delgado, en la focalización de la apariencia externa y en la importancia de ésta para conseguir éxito social están en juego en muchos momentos. El hecho de que las mujeres jóvenes tengan preocupaciones tempranas acerca de su atractivo corporal, puede ser un elemento del poder que ejerce la socialización sobre la modelación del rol sexual. Tanto el ideal de la feminidad extrema como el rechazo de ésta, son elementos que con frecuencia se encuentran en pacientes con algún trastorno alimentario, trátese de anorexia o de bulimia. Por tanto algunos investigadores aseveran que existe una asociación entre las condición de feminidad, como una orientación específica del rol sexual y los antes mencionados trastornos alimentarios (Behar, 2001). En su estudio realizado en 2009, González señala que algunas características transmitidas de las madres a los hijos parecen afectar solamente a un género: en el vínculo madre-hija se dan la mayoría de las variables asociadas a los TCA; y en el vínculo madre-hijo no se encontraron relaciones significativas. Aunque los TCA se observan con mayor frecuencia en las mujeres que en los varones (DSM-IV, 2002), por lo que se los asocia particularmente con roles femeninos, aunque también dichos trastornos se presentan en los varones. Cuando este es el caso, se trata de individuos que desarrollan actividades directamente relacionadas con su cuerpo, como los atletas, los fisicoculturistas, los bailarines, etc. Cantarell y Ellis (1991 en González 2009), en el estudio que realizaron con estudiantes universitarios -hombres y mujeres- encontraron que quienes tenían un rol de género masculino, obtuvieron los puntajes mayores en el Eating Disorder Inventary (Garner, Olmsted y Polivy, 1983). Dichos autores indican que los diferentes roles de género están relacionados con diversas conductas de riesgo en las actitudes hacia la alimentación. Así, tanto en los hombres como en las mujeres, el rol de género masculino y el andrógino está asociados con la preocupación por 27 el peso corporal (motivación para adelgazar) y la autocrítica compulsiva (perfeccionismo); el rol de género indiferenciado guarda relación con la baja autoestima (inefectividad), mientras que, en las mujeres el rol de género femenino está asociado con la preocupación por el peso corporal y por la baja autoestima. 1.10 Anorexia nerviosa Gull acuñó en 1874 el término anorexia nerviosa, y ya desde entonces destacaba que la enfermedad aparecía tiṕicamente en la adolescencia, y hacia notar también los efectos del agotamiento calórico sobre los signos vitales, su preponderancia en las mujeres y la importancia de intervenir oportunamente con atención profesional especializada. La anorexia nerviosa es considerada un síndrome que afecta principalmente las mujeres adolescentes, se caracteriza por una pérdida de peso autoinducida por medio de la restricción alimentaria y/o el uso de laxantes y diuréticos; la provocación deliberada de vómitos o el exceso de ejercitación fiśica; el miedo a la gordura y la amenorrea. A diferencia de la mayoriá de las enfermedades que se manifiestan con sińtomas como el dolor físico o la aparición de signos febriles, que alertan a los pacientes respecto de que algo anormal sucede en su organismo y que es necesario una consulta médica, la anorexia nerviosa suele ser insidiosa en su forma de presentarse: los pacientes se proponen muy a menudo empezar un programa para adelgazar, realizando una dieta acompañada en ocasiones de un aumento de la actividad fiśica, y asi ́se va generando una pérdida de peso corporal. Esto, por regla general, trae aparejado un bienestar en el paciente y el trastorno pasa inadvertido para la familia, aunque puede estarse dando el inicio de algo que reviste gravedad (Herscovici y Bay, 1999). Criterios diagnósticos de la anorexia nerviosa DSM-V (2004) 28 Restricción de la ingesta energética en relación con las necesidades, que conduce a un peso corporal significativamente bajo con relación a la edad, el sexo, el curso del desarrollo y la salud física. Peso corporal significativamente bajo se define como un peso que es inferior al mínimo normal; o en niños y adolescentes, inferior al mínimo esperado. Se considera anorexia nerviosa si están presentes las siguientes características: . Miedo intenso a ganar peso o a engordar; o comportamiento persistente que interfiere en el aumento de peso, incluso con un peso significativamente bajo. . Alteración en la forma en que uno mismo percibe su propio peso o constitución, influencia impropia del peso o la constitución corporal en la autoevaluación, o falta persistente de reconocimiento de la gravedad del peso corporal bajo actual. Tipo restrictivo Durante los últimos tres meses, el individuo no ha tenido episodios recurrentes de atracones o purgas (es decir, vómito autoprovocado o utilización incorrecta de laxantes, diuréticos o enemas). Este subtipo describe casos en que la pérdida de peso es debida sobre todo a la dieta, el ayuno y/o el ejercicio excesivo. Tipo con atracones/purgas Durante los últimos tres meses, el individuo ha tenido episodios recurrentes de atracones o purgas (es decir, vómito autoprovocado o utilización incorrecta de laxantes, diuréticos o enemas). CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE ANOREXIA NERVIOSA SEGÚN EL CIE-10 El diagnóstico de anorexia nerviosa se ha de realizar de forma estricta, porque es necesario que estén presentes todas las alteraciones siguientes: 29 . Pérdida significativa de peso (IMC menor de 17,5) o falta de aumento de peso en los niños/las niñas, que lleva a un peso corporal de al menos un 15% por debajo del peso normal esperado para la edad y la talla correspondiente. . La pérdida de peso es autoinducida mediante la evitación de alimentos “que engordan” y por uno o más de los siguientes síntomas: . Vómitos autoprovocados . Purgas intestinales autoprovocadas . Ejercicio excesivo y consumo de fármacos anorexígenos o diuréticos . Distorsión específica de la imagen corporal psicológica, en forma de idea sobrevalorada e intrusa de miedo intenso y persistente a la obesidad, de tal forma que el enfermo se impone un límite de peso corporal. . Trastorno endocrino generalizado que afecta al eje hipotálamo-hipófiso-gonadal, que en las mujeres se manifiesta por amenorrea y en los hombres por una pérdida de interés por la sexualidad y de la potencia sexuales (una excepción aparente es la persistencia de sangrado vaginal en mujeres anoréxicas que siguen una terapia hormonal de sustitución, por lo general con píldoras anticonceptivas. También pueden presentarse concentraciones altas de hormona del crecimiento y de cortisol, alteraciones del metabolismo periférico de la hormona tiroidea y anomalías en la secreción de insulina. . Si el inicio es anterior a la pubertad, se retarda la secuencia de las manifestaciones de la pubertad, o incluso ésta se detiene (cesa el crecimiento: en las mujeres, no se desarrollan las mamas y hay amenorrea primaria; en los varones persisten los genitales infantiles). Si se produce una recuperación, la pubertad suele completarse, pero la menarquia es tardía. 1.11 Bulimia nerviosa Como ha sido ya mencionado, la palabra bulimia se deriva del latín y que a su vez proviene del griego boulimia, que se compone de bous-buey y limos-hambre= “Hambre de buey” o "Hambre en exceso”. 30 Definición Se refiere a un desorden severo en el cual, personas con peso normal, en su mayoría mujeres, generalmente vomitan o abusan de los laxantes después de un atracón, o incluso luegode comer pequeñas cantidades de comidas “prohibidas”. El vómito es autoinducido. La media -en cuanto al término de frecuencia para las purgas reportado por la literatura- es usualmente de 10 a 15 veces por semana. El principal rasgo de las pacientes con bulimia nerviosa es que no pueden controlar su ingesta de alimentos, por lo que recurren a un atracón y tienen luego que vomitar o purgarse para evitar "ponerse gordas”. Las personas con este desorden tienen por lo general una imagen corporal negativa de sí mismas y sienten que algunas partes de su cuerpo están demasiado gordos, aun cuando estén muy por debajo del peso normal. Lo más sobresaliente es que les aterra ganar peso y creen que no pueden comer normalmente sin purgarse, pues, de lo contrario, se volverían obesas de un modo rápido e inexorable.. En entrevistas realizadas con pacientes bulímicas resalta, como síntoma, la sensación de tener una gran incapacidad para controlar el peso corporal y para lograr la imagen perfecta. También se encuentran rasgos perfeccionistas, lo cual aumenta los factores de riesgo, ya que ese perfeccionismo se enfoca a la figura ideal, tal como los describen Behar, Davis, Claridge y Fox, en (Cruzat et al., 2014). La psicopatología anexa consiste en un miedo morboso a engordar, y la persona se fija de forma estricta un umbral de peso muy inferior al que tenía antes de la enfermedad, o al de su peso óptimo o sano. Con frecuencia, aunque no siempre, existen antecedentes previos de anorexia nerviosa con un intervalo entre ambos trastornos de varios meses o años. Este episodio precoz puede manifestarse de una forma florida, o por lo contrario, adoptar una forma menor o larvada, con una moderada pérdida de peso o una fase transitoria de amenorrea. La imagen corporal y la insatisfacción con respecto a la propia figura es uno de los factores que complican el TCA y lo llevan a empeorar, a propiciar las recaídas o a mantener el síntoma, ya que está relacionado con la baja autoestima que propicia la necesidad obsesiva de tener un peso bajo y una delgadez extrema (Cruzat et al., 31 2014). Manifiestan intenso miedo a subir de peso; sin embargo, hay variaciones en relación a los criterios diagnósticos referentes a la anorexia nerviosa. Anteriormente la bulimia nerviosa era considerada como un trastorno secundario a la anorexia, pero las fuertes diferencias entre anoréxicas y bulímicas, han hecho que la bulimia nerviosa fuera considerada como una entidad psicopatológicamente distinta (López et al., s.f). Las pacientes con bulimia nerviosa, así como los aquejados de anorexia bulímica, se caracterizan además por frecuentes episodios de hiperfagia, en el transcurso de los cuales la paciente experimenta la sensación de pérdida de control. En dichos trances se produce la ingestión incontrolada de gran cantidad de comida, que generalmente suele ser muy rica en calorías, y se lleva al cabo en un periodo que oscila de minutos a horas. En ocasiones se puede hablar de la ingesta de gran cantidad de alimentos, pero conviene recalcar que lo importante no es que el atracón sea real, sino que la paciente lo viva como tal (Mora y Raich, 1993). Tras el episodio de hiperfagia se produce sensación de hinchazón y fuertes sentimientos de culpa (Chinchilla, 1994), hecho que da lugar a que la paciente recurra a métodos purgativos tales como el vómito y/o el abuso de laxantes y diuréticos. Es en forma lenta y progresiva que el cuadro suele instaurarse, de manera que cada vez se suceden con más frecuencia los atracones y los vómitos a lo largo del día. A consecuencia de ello, la paciente comienza a percibir una falta de control en su conducta, lo cual hace que, poco a poco, se vea envuelta en un círculo vicioso del que le resulta cada vez más difícil salir (Mora y Raich, 1993). De esta manera se llega a componer círculos viciosos donde la paciente se impide tajantemente comer y, cuanto mayor es el interdicto, aumentan en la misma medida el deseo y la atracción hacia los alimentos prohibidos, circunstancia a la que sigue una profunda culpa por su débil voluntad, y termina por realizar mayores o más frecuentes atracones. Presencia de atracones recurrentes. Un atracón se caracteriza por la ingesta de alimentos en un corto lapso de tiempo (pongamos por caso, en un período de dos horas) en una cantidad considerablemente superior a la que la mayoría de las personas ingerirían en un período similar. 32 Como se ha señalado con anterioridad, la bulimia nerviosa era considerada como un trastorno secundario con respecto a la anorexia nerviosa, pero las acusadas la diferencias entre ellas, llevaron a que la primera fuera considerada como una entidad psicopatológicamente distinta, y así aparece, bajo la denominación de bulimia, en el DSM-III (A.P.A. (1980)) y bajo el término de bulimia nerviosa en el DSM-III-R (A.P.A., 1987) y DSM-IV (A.P.A., 1993). Criterios diagnósticos de la bulimia nerviosa DSM-V (2004) El diagnóstico de bulimia nerviosa se establece si el trastorno comprende episodios recurrentes de atracones. Un episodio de atracón se caracteriza por los hechos siguientes: a) Ingestión en un periodo determinado (digamos, dentro de un período cualquiera de dos horas) de una cantidad de alimentos que sobrepasa claramente a la que la mayoría de las personas ingerirían en un período similar en circunstancias parecidas. Y: b) Sensación de falta de control sobre lo que se ingiere durante el episodio (por ejemplo, sensación de que no se puede dejar de comer o controlar lo que se ingiere, ni la cantidad de lo que se ingiere). c) Comportamientos compensatorios inapropiados recurrentes con la finalidad deliberada de evitar el aumento de peso, como el vómito autoprovocado, el uso incorrecto de laxantes, diuréticos u otros medicamentos, el ayuno o el ejercicio excesivo. d) Los atracones y los comportamientos compensatorios inapropiados tienen lugar, en promedio, al menos una vez a la semana en el curso de tres meses. e) La autoevaluación se ve indebidamente influida por la constitución y el peso corporal. f) La alteración no se produce exclusivamente durante los episodios de anorexia nerviosa. 33 CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE BULIMIA NERVIOSA SEGÚN EL CIE- 10 Para poder establecer el diagnóstico de bulimia nerviosa es preciso que estén presentes todas las alteraciones que se refieren a continuación, de tal suerte que constituyen pautas diagnósticas estrictas: a). Existe una preocupación persistente por la comida, junto con un intenso deseo, o un sentimiento compulsivo, de comer, presentando episodios de polifagia durante los cuales el paciente consume grandes cantidades de comida en cortos períodos de tiempo. b). El enfermo intenta contrarrestar la repercusión de los atracones en el peso, ya sea mediante vómitos autoprovocados; abuso de laxantes; períodos intercalados de ayuno; consumo de fármacos supresores del apetito, o anorexígenos; extractos tiroideos o diuréticos. Si la bulimia se presenta en un paciente diabético es probable que abandone su tratamiento particular con insulina. c). La psicopatología consiste en un miedo morboso a engordar y el enfermo/o la enferma se fija de forma estricta un umbral de peso muy inferior al que tenía antes de la enfermedad, o a su peso óptimo o sano. Con frecuencia existen antecedentes previos de anorexia nerviosa con un intervalo de varios meses, o de años, entre ambos trastornos. Este episodio precoz puede manifestarse de forma florida o, por el contrario, adoptar una forma menor o larvada, con moderada pérdida de peso o una fase transitoria de amenorrea. 1.12 Trastornos de la alimentación no especificados (TANE) Esta categoría se aplica a las presentaciones en que predominan los síntomas característicos de un trastorno alimentario: la ingestión de alimentos que causan malestar
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