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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
 
FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
 
SELECCIÓN DE ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN MÁS 
RELEVANTES EN EL TRABAJO CON LAS FAMILIAS CON 
UN MIEMBRO QUE PADECE ALGUNO DE LOS 
TRASTORNOS DE CONDUCTA ALIMENTARIA (TCA) 
 
 
 
T E S I N A 
 
 
 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LICENCIADA EN PSICOLOGÍA 
 
P R E S E N T A: 
 
 
ALBERTINA CONTRERAS BUSTAMANTE 
 
 
DIRECTORA: 
 
LIC. DAMARIZ GARCÍA CARRANZA 
 
 
SINODALES: 
 
MTRA. LAURA ÁNGELA SOMARRIBA ROCHA 
LIC. MARÍA EUGENIA GUTIÉRREZ ORDÓÑEZ 
DRA. BLANCA ELENA MANCILLA GÓMEZ 
LIC. LIDIA DÍAZ SAN JUAN 
 
 
 
 
 
 
 
Ciudad Universitaria, Cd.Mx Noviembre, 2016. 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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A mi padre, 
Quién me mostró la alegría de vivir y me hizo saber que puedo volar tan alto como 
yo lo decida. 
 
 
A mi madre, 
amorosa compañera que me apoyó y confió en mí en todo momento. 
 … ahora que has emprendido un largo viaje. 
 
 
A mi hijo Juan, 
quien desde la primera mirada me mostró la fuerza y la voluntad de poder. 
 
 
A mi hija María, 
hermosa luz de inteligencia femenina que me hace sonreír sin cesar. 
 
 
A José Luis, 
amigo, maestro y siempre compañero. 
 
 
A Raúl, 
querido hermano, amigo. 
 
 
 
 Los adoro. 
 Gracias. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 Nuestro cuerpo desnuda nuestra alma, la anuncia y la va 
gritando por el mundo. Nuestra carne es un medio transparente 
donde da refracciones la intimidad que la habita. 
 José Ortega y Gasset 
 
 
 
 
 
 
 
 
Tabla de contenido 
Resumen. ..................................................................................................................................................... 1 
Introducción ............................................................................................................................................... 3 
Capítulo 1. Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) ............................................ 6 
1.1 Antecedentes históricos de los trastornos de la conducta alimentaria ............... 9 
1.2 Trastornos de la conducta alimentaria: una visión multidisciplinaria ................ 14 
1.3 Etiología de los Trastornos de la Conducta Alimentaria ......................................... 15 
1.4 Panorama epidemiológico ..................................................................................................... 16 
1.5 Trastornos de la conducta alimentaria y su relación con los rasgos de 
personalidad ......................................................................................................................................... 18 
1.6 Trastornos de la conducta alimentaria y su relación con la adolescencia ..... 21 
1.7 Trastornos de la conducta Alimentaria y su relación con factores genéticos y 
biológicos ............................................................................................................................................... 22 
1.8 Trastornos de la conducta alimentaria y su relación con aspectos 
socioculturales y factores ambientales.................................................................................... 23 
1.9 Trastornos de la conducta alimentaria e identidad de género ............................. 25 
1.10 Anorexia nerviosa ................................................................................................................... 27 
1.11 Bulimia nerviosa ...................................................................................................................... 29 
1.12 Trastornos de la alimentación no especificados (TANE) ..................................... 33 
1.13 Tipos de tratamiento para los trastornos de conducta alimentaria ................. 39 
1.14 Errores habituales en los criterios diagnósticos ....................................................... 42 
Capítulo 2. Enfoque sistémico ..................................................................................................... 45 
2.1 Antecedentes ............................................................................................................................... 45 
2.2 Epistemología .............................................................................................................................. 47 
2.3 Teoría general de los sistemas ........................................................................................... 49 
2.4 Teoría general de sistemas aplicada a las familias .................................................. 51 
2.5 Teoría de la comunicación .................................................................................................... 55 
2.6 Cibernética y cibernética de segundo orden ................................................................ 57 
2.7 Cambios de primero y segundo orden ............................................................................ 58 
2.8 Terapia estratégica ................................................................................................................... 59 
Capítulo 3. Familias ............................................................................................................................ 61 
3.1 Definiciones de la familia desde una mirada sistémica ........................................... 61 
3.2 Pautas de interacción dentro de las familias. ............................................................... 63 
3.3 Homeostasis familiar ................................................................................................................ 66 
3.4 Facetas de las familias desde una mirada sistémica ............................................... 67 
 
3.5 Modelos de familias desde una mirada sistémica ..................................................... 68 
3.6 Modelo de familia con un miembro con un trastorno de la alimentación ........ 73 
3.7 Estructura familiar ...................................................................................................................... 75 
3.8 Características psicológicas de la madre en una familia con un miembro con 
Trastornos de Conducta Alimentaria ........................................................................................ 76 
Capítulo 4. Selección de estrategias de intervención para el trabajo con 
familias con un miembro con Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA) ........ 77 
4.1 Elaboración del genograma ................................................................................................. 80 
4.2 Soluciones intentadas ............................................................................................................. 87 
4.3 Programa del plan de cambio .............................................................................................. 88 
4.4. Identificación por anticipado de las señales de peligro .......................................... 89 
4.5 Meditación mindfulness .........................................................................................................90 
Conclusiones.......................................................................................................................................... 94 
Limitaciones ............................................................................................................................................ 96 
Referencias bibliográficas ............................................................................................................. 97 
Anexos ......................................................................................................................................................106 
 
 
 
 
 1 
 
Resumen. 
 
Los trastornos de la alimentación, han adquirido una prevalencia preocupante que 
va en aumento por lo que ahora debieran considerarse como un problema de salud 
pública. La mayor incidencia es entre las mujeres aunque en los hombres aparece 
cada vez con mayor frecuencia. Como ocurre con muchos trastornos, no es un 
problema de índole individual, sino que involucra a toda la familia por lo que es 
importante que el trabajo terapéutico contemple a la familia como parte del abordaje 
que se realice, por lo que se proponen algunos abordajes susceptibles de aplicarse 
en el trabajo con familias con un miembro con trastorno alimentario. Objetivo: 
Realizar una breve guía que sirva tanto para personas que padecen un trastorno de 
la alimentación, como para las familias de estos pacientes y también para 
terapeutas que trabajen con estos temas. Al mismo tiempo proponer algunas 
herramientas planteadas desde la Terapia Sistémica. Método: Se realizó una 
revisión bibliográfica acerca de los trastornos de conducta alimentaria, en qué 
consisten y los factores que intervienen en su desarrollo, como también de sus 
diferentes tratamientos o abordajes terapéuticos, principalmente desde la mirada 
estratégica. Resultados: Se encontró que los trastornos no tienen únicamente una 
causa sino que son multifactoriales y que uno de los tratamientos más eficaces es 
el abordaje Estratégico que se encamina tanto a las pacientes como a las familias 
de estas. Conclusiones: Se realiza una breve selección de algunas estrategias que 
pueden ser utilizadas durante el trabajo con personas que padecen un trastornos 
de la alimentación o bien con las familias de estas. 
Palabras Clave: Trastornos de la conducta alimentaria, anorexia, bulimia, Terapia 
Familiar, Terapia Estratégica. 
 
 
 
 
 
 2 
 
Summary. 
 
Eating disorders have acquired a constant preoccupying prevalence, which has 
been increasing so much and now should be considered as a problem of Public 
Health. 
The highest incidence is among women but it has appeared increasingly in Men. As 
it occurs with many other disorders, there is a problem coming from an individual 
nature, but it also involves the whole family, for what is important that therapeutic 
work contemplates the family as part of the approach to be performed. It’s proposed 
to apply different approaches towards working with families with a member that has 
an eating disorder. Objective: Create a brief guide that will serve both, people who 
suffer an eating disorder, as well as families of these patients, and also for the 
therapist who work with these issues. At the same time to propose some of the tools 
given from the Systemic Therapy. Method: A bibliographical review regarding 
behaviour from eating disorders was performed, the factors involved in its 
development, as well as their different treatments or therapeutic approaches, mainly 
from the strategic point of view. Results: We found that eating disorders nor only 
have a cause but they are multifactorial as well and that one of the most effective 
treatments is the Strategic approach which is directed to patients and their families. 
Conclusions: A brief selection of some strategies that can be used during work with 
people suffering from eating disorders or with their families. 
Keywords: Eating Disorder, Anorexia, Bulimia, Family Therapy, Strategic Therapy. 
 
 
 
 
 
 
 
 3 
Introducción 
 
No ha sido sino hasta hace apenas unas décadas que los trastornos de la conducta 
alimentaria (TCA) comenzaron a considerarse como un serio problema de salud; las 
proporciones que han adquirido a la largo del tiempo, así como la magnitud de sus 
síntomas, obligaron a varias disciplinas a prestarles atención de manera específica. 
Anteriormente, se los había abordado ensayando enfoques que daban cuenta 
solamente de los aspectos genéticos, biológicos y clínicos presentes en esos 
trastornos. 
Se estima que la incidencia de anorexia nerviosa a nivel mundial es de 8 por cada 
1 000 000 de habitantes en la población general y hasta de 270 casos por cada 100 
000 en los grupos de edad de 15 a 19 años, mientras que la incidencia de la bulimia 
nerviosa se considera de 13 por cada 100 000 habitantes Estos datos están 
sustentados en los estudios realizados por Hoek (2006); Keski-Rahkonen, Hoek, 
Susser, Linna, Sihvola, Raevori, Bulik, Kaprio y Rissanen, (2007, en Unikel y 
Caballero, 2010). En las mujeres, la anorexia nerviosa se presenta en un porcentaje 
del 95%; y las edades de la mayoría de ellas oscila entre los 10 y los 30 años; en 
tanto que la bulimia nerviosa ocurre con mayor frecuencia entre los 12 y 40 años. 
La proporción hombre/mujer es de 1:10 para ambos trastornos (Unikel y Caballero, 
2010). 
En este trabajo se pasa revista a la historia de los trastornos alimentarios, y se 
expone cómo se fueron clasificando como tales; la manera en que pasaron a 
considerarse como problemas con un contenido emocional, y también cómo, muy 
recientemente, han sido estimados como problemas de salud en general. Cabe 
señalar que, dada su enorme incidencia, merecerían ser atendidos como problemas 
de salud pública a la altura de una epidemia. 
Estos trastornos -desde la mirada de la Terapia Familiar- no tendrían, según suele 
hacerse, que atenderse como problemas de tipo individual, sino del orden familiar, 
toda vez que en ellos concurren factores de carácter social que afectan al sistema 
familiar y que configuran una problemática específica. Estas miradas conjugadas 
por algunos enfoques de la Terapia Familiar Sistémica, permiten plantear una breve 
revisión de los aspectos familiares e individuales que apuntan a realizar algunas 
 4 
propuestas de intervención, mismas que pueden constituirse en otras tantas 
herramientas para efectuar el trabajo con las familias de las que forma parte un 
miembro aquejado por algún Trastorno de Conducta Alimentaria. 
En el capítulo primero se realiza una revisión de los Trastornos de Conducta 
Alimentaria (TCA), trastornos que han alcanzando en los últimos tiempos las 
dimensiones de una epidemia, sobre todo entre las mujeres jóvenes, de ahí la 
pertinencia de abordarlos desde un enfoque que esclarezca su compleja 
problemática. Se esboza de entrada un panorama histórico, exponiendo cómo se 
manifestaban algunos síntomas de dichos trastornos alimentarios antes de que 
fueran considerados como tales. La intención es seguir el hilo de este desarrollo en 
el curso de la historia. A modo de complemento, se hace una descripción de cada 
uno de los trastornos recogidos en los manuales DSM-V y CIE 10. Y, por último, se 
describen las clasificaciones de los manuales antes referidos. 
Se busca asimismo exponer allí, desde un punto de vista biológico, tanto los factores 
desencadenantes como aquellos que suelen ir asociados a los TCA, pero 
vinculándolos con aquellos aspectos socioculturales y factores ambientales 
concurrentes. Se intenta mostrar, además, su concatenación con los trastornos de 
la personalidad, los problemas propios de la adolescencia, los rasgos genéticos y 
biológicos y, ulteriormente, con la identidad de género. 
En el capítulo segundo se hace un recorrido por la epistemología que da sustento a 
la Terapia Familiar Sistémica, y se muestra con mayor detallela Teoría General de 
los Sistemas así como de la Teoría de la Comunicación –entendidas ambas como 
antecedentes- además se presenta, una breve explicación de la Teoría General de 
los Sistemas aplicada a las familias. 
En el capítulo tercero la atención se centra, desde una mirada sistémica, en las 
familias con algún miembro aquejado de TCA ; se revisan los autores que dan 
cuenta de las pautas de interacción al interior de las familias al igual que de los 
modelos de las mismas. Posteriormente se seleccionaron algunas estrategias 
sobresalientes en el trabajo con las familias en interacción con un miembro que 
padece Trastorno de la Conducta Alimentaria. 
 5 
En el capítulo cuarto se proponen las estrategias elegidas para componer esta 
propuesta. Son las siguientes: 
 
I. Elaboración del genograma 
II. Soluciones intentadas 
III. Programa del plan de cambio 
 IV. Identificar por anticipado las señales de riesgo 
V. Meditación Mindfulness 
 
Conviene señalar de entrada que la primera de estas herramientas es muy utilizada 
en el trabajo desarrollado con las familias, según las exposiciones realizadas en 
este sentido por varios autores. La segunda, tercera, y cuarta de ellas son 
intervenciones introducidas por Nardone y Selekman (2013), como parte de un 
trabajo de corte estratégico. 
 La quinta propuesta, la meditación mindfulness, es un instrumento que ha sido 
empleado por varios autores de diversos enfoques, misma que ha resultado muy 
eficiente para trabajar con cualquier problema de salud, toda vez que provee de los 
medios para realizar una observación y habilita además para el reconocimiento de 
las diferentes emociones que se presentan en las pacientes, además de que hace 
posible reconocer la aparición de pensamientos perturbadores, que, en muchas 
ocasiones, desencadenan conductas autodestructivas. Esta forma de meditación 
funciona, por lo tanto, como un medio idóneo para tranquilizar la mente. 
Aun cuando los TCA pueden presentarse tanto en mujeres como en varones, en el 
presente trabajo hago especial énfasis en los casos que se dan en el género 
femenino, con vistas a facilitar su expresión, y en atención al hecho de que entre las 
mujeres donde se presenta la mayor incidencia de los casos. 
 
 
 
 
 6 
Capítulo 1. Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) 
 
 
Es preciso dejar sentado que bajo el nombre de trastornos de la conducta 
alimentaria (TCA) se agrupan varios síndromes, que tienen en común el hecho de 
que las personas que los padecen cambian su manera de comer de forma 
desmesurada con tal de mantenerse delgadas. Hecho que acarrea diversas 
alteraciones en los planos físicos y psicológicos, así como en las relaciones con 
otras personas, y favorecen que el deterioro en su salud persista o se empeore. 
Esta caracterización de Lahoz y Millán (2014) concuerda con la de Vázquez (s.f.), 
para quien los TCA son un conjunto de alteraciones graves, acompañadas de un 
trastorno en la percepción de la forma y el peso corporales, con la consiguiente 
afectación del bienestar psicológico y corporal de la persona aquejada por alguno 
de ellos. 
Aunque existe un número estimable de investigaciones y de publicaciones acerca 
del tema que nos ocupa, no se dispone todavía de un nivel óptimo de conocimientos 
al respecto. Cabe mencionar que el volumen de la investigación ha sido desigual en 
cuanto a los distintos trastornos. Por una parte, nos encontramos con que la bulimia 
nerviosa (BN) ha sido con mucho el trastorno alimentario que más se ha estudiado; 
por otra parte, el trastorno alimentario compulsivo, o Trastorno por Atracón (TA), es 
el que de forma más tardía comenzó a convertirse en motivo de investigación. La 
relación entre el TA y los otros trastornos de la conducta alimentaria está siendo 
radicalmente opuestos como la anorexia y la bulimia? Porque nos encontramos en 
un mundo donde comer demasiado y no comer suficiente son maneras opuestas 
pero sometida a debate y en este momento se intentan delinear sus características 
clínicas, su etiología y desarrollo así como sus vías de solución. Entre la BN y el TA 
se encuentra la anorexia nerviosa (AN), la cual, aunque ha propiciado una gran 
cantidad de trabajos al respecto, sigue requiriendo de una mayor atención, sobre 
todo en lo relativo a los aspectos terapéuticos. Por último, los Trastornos de 
Conducta Alimentaria No Especificados (TCANE) no han recibido la atención 
requerida por parte de los clínicos y de los investigadores, probablemente porque 
han sido considerados de menor gravedad (Saldaña, 2001). 
 7 
Cabe tener presente en este terreno la siguiente reflexión de René Girard (2009): 
"¿Por qué desconfiar de la distinción entre dos enfermedades con síntomas tan 
inseparables de dar respuesta al imperativo de la delgadez que domina nuestro 
imaginario colectivo. La mayoría de nosotros oscila durante toda su vida entre 
formas atenuadas de estas dos patologías(...). Al convertir la anorexia y la bulimia 
en dos patologías distintas quienes clasifican contribuyen a que perdamos de vista 
su base común." 
Los trastornos de la alimentación constituyen uno de los cuadros psicopatológicos 
que conllevan una mayor cantidad de alteraciones a nivel orgánico. Uno de los 
principales problemas consiste en que pueden transcurrir muchos años entre el 
inicio de la enfermedad hasta el momento en que es detectado, y su desarrollo 
provoca repercusiones muy serias (Lahoz et al., 2014). 
En el caso de los pacientes bulímicos es muy difícil detectar el problema, pues 
ocurre que éstos rara vez se encuentran desnutridos: su aspecto externo suele ser 
o el de una persona más o menos obesa, o el de una persona que se mantiene en 
su peso normal. Además, poseen un marcado temor y vergüenza a ser 
descubiertos durante uno de los episodios de atracón, episodio que llevan a cabo 
frecuentemente por la noche y en secreto. En cambio, en el caso de los pacientes 
con anorexia resulta muy evidente debido a que los rasgos externos son muy 
perceptibles para el observador: la falta de peso y el deterioro físico considerable 
que genera; pero aun así, el lapso que va desde el inicio de su sintomatología hasta 
la aparición de los signos visibles y el momento de acudir a la consulta, suele ser 
considerablemente largo. Aparecen, en primer término, cambios en el patrón 
normal de la ingesta. Con frecuencia se comienza con una restricción, o un conteo, 
de los carbohidratos y los glúcidos que están siendo ingeridos, ya que estos 
nutrientes son considerados como alimentos altamente calóricos y, por lo tanto, 
pasan a adquirir la connotación de "prohibidos" (Mateos-Parra et al., 1997). 
En un estudio realizado por Cruz et al., (2014), los TCA son definidos como 
alteraciones en el comportamiento que guardan una relación muy estrecha con el 
acto de comer, la imagen corporal y el desarrollo de la identidad; alteraciones éstas 
que están estrechamente ligadas a la idolatría dispensada a la delgadez y que 
 8 
afectan sobre todo a las adolescentes, para quienes el control alimentario es una 
fuente de identidad que les proporciona sentimientos de confianza, control y 
competencia, y relacionan la corporalidad al anhelo de lograr una determinada 
figura. 
En las jóvenes que presentan alguno de estos trastornos, el peso y la imagen 
corporal lo mismo que la comida, llegan a convertirse en el eje fundamental de su 
pensamiento. En especial otorgan al peso corporal un fuerte significado emocional, 
lo que produce una desconexión con las sensaciones corporales, pues mientras que 
el cuerpo es percibido por un lado como una fuente de tensión, la delgadez es un 
signo que otorga seguridad, perfección y felicidad; el sobrepeso, en cambio, es 
vivido como incomodidad, asco, infelicidad y rechazo, generando en la joven (pues 
por lo general se trata de adolescentes del género femenino) una enorme 
insatisfacción para con el propiocuerpo así como un temor constante a aumentar 
de peso (Cruzat et al., 2004). 
El diagnóstico de los subtipos de TCA es complejo, pues aunque comparten 
características clínicas, evolucionan con entrecruzamientos y virajes de un cuadro 
a otro. Algunos investigadores suponen que los TCA pertenecen a una sola entidad, 
compartiendo un mismo núcleo psicopatológico con variaciones sintomatológicas 
que dependen más bien de la estructura de la personalidad. Sin embargo otros 
autores señalan que no existe suficiente evidencia para plantear una causa única 
Patching y Lawles (2009, en Cruzat et al., 2004). Por otro lado, Girard (2009), 
comparte la idea de que estos padecimientos observan una base común y la forma 
de clasificarlos por separado, nos hacen perder esto de vista, y esto como una treta 
de la necesidad de encasillar y generar clasificaciones por parte de las compañías 
de seguros y los laboratorios médicos, opinión que comparte con Nardone (2013). 
La idea de Girard (2009) del deseo mimético, propone que hay que desconfiar de la 
distinción entre dos enfermedades con síntomas tan radicalmente opuestos como 
la anorexia y la bulimia ya que el mundo en el que nos encontramos, tanto comer, 
como no comer, son maneras opuestas pero inseparables de responder al 
imperativo de la delgadez que domina nuestro imaginario colectivo, en el que 
 9 
oscilamos la mayoría de nosotros durante toda la vida entre formas atenuadas de 
estas dos patologías. 
 
1.1 Antecedentes históricos de los trastornos de la conducta alimentaria 
 
En los últimos años hemos visto aumentar en progresión geométrica la incidencia 
de los trastornos de la alimentación; sin embargo, éstos no son de aparición 
reciente, se remontan más bien a cientos o miles de años atrás; sólo desde hace 20 
años se habla de ellos de manera sobresaliente. Antiguamente se los consideraba 
como algún trastorno hormonal, o como cierto desequilibrio propio de la 
adolescencia, o simplemente como un extremado deseo de estar delgado o 
delgada. 
Es probable que nuestros ancestros se hayan dado los 'atracones' como una forma 
de subsistir en la épocas de escasez, cuando tenían que salir a cazar y recolectar 
el alimento para sobrevivir. Tenían que adaptarse y tratar de guardar reservas en el 
cuerpo, de manera que cuando disponían de comida en abundancia, la ingerían 
copiosamente, y en especial las mujeres, quienes tenían que alimentar durante 
largo tiempo a sus bebés. 
La capacidad de controlar el cuerpo y las sensaciones de saciedad y hambre en 
presencia o ausencia de alimentos, debieron de ser también otros tantos 
mecanismos adaptativos. 
A partir del descubrimiento de la Venus de Willendorf, una estatuilla de 22 mil años 
de antigüedad de figura exagerada en el volumen de los pechos, las caderas, los 
glúteos y la región abdominal, ha sido posible trazar una línea en el desarrollo de la 
figura femenina. Esta figura, así como otras de la misma época que han sido 
encontradas por los investigadores, no guarda ninguna semejanza corporal con la 
figura femenina actual (Elliot, 2003). 
La estatuilla mencionada, junto con la Venus de Laussel, exageraban ciertas 
características sexuales, a costa de otros detalles anatómicos. Se ha dicho que la 
naturaleza esteatopígica (esto es, con rasgos de deformación y ensanchamiento 
 10 
de los glúteos) de tales representaciones femeninas estaba relacionada con la idea 
de la supervivencia física, porque los miembros de la tribu que llevaban a la más 
gorda serían los últimos en morir en tiempos de hambruna (Lucie-Smith, 1992). 
Abundan otros ejemplos de estas costumbres a lo largo de la historia. “En el último 
período del Imperio romano, según refiere Nardone (2009), en la fase de su 
decadencia, los ricos daban banquetes que duraban días. En estas ocasiones, 
después de haber engullido montañas de comida, los comensales se provocaban el 
vómito estimulándose la garganta con una pluma para poder comer de nuevo. 
Trimalcione, uno de los más famosos organizadores de semejantes orgías 
alimentarias, poseía una amplia colección de plumas seleccionadas a tal efecto”. 
En la Roma antigua existían también los "vomitorios", lugares donde la gente, 
después de comer y beber en exceso, vomitaba para regresar luego a comer. 
Asimismo, se dice que Epicuro, el filósofo del placer, alternaba el ayuno con 
colosales comilonas seguidas de sus correspondientes vomitonas. 
De acuerdo con Chinchilla (1994, en Mateos Parra et al., 1999), Galeno describió la 
kynos orexia, o hambre canina, como sinónimo de bulimia, considerándola 
consecuencia de un estado de ánimo anormal. Posteriormente, esta noción empezó 
a figurar en los diccionarios médicos de los siglos XVII y XIX como una curiosidad 
médica. 
La palabra bulimia, por su parte, proviene de una palabra de origen latino, y ésta a 
su vez del griego boulimia, y se compone de bous=buey y limos=hambre, y 
significaría, por lo tanto, 'hambre de buey' o 'hambre en exceso'. Así pues, las dos 
palabras remiten al hambre. 
Catalina de Siena, quizá es el ejemplo más famoso en la historia antigua de la 
anorexia. Nacida en 1347. A los 7 años comenzó a rechazar la comida, y más tarde 
en sus años de adolescencia, se alimentó de hierbas y entró a una orden católica. 
Existen también descripciones acerca de algunas otras santas: Wilgefortis, hija del 
rey de Portugal, se cuenta que ayunó y rezó rogándole a Dios que le arrebatara su 
belleza para así ahuyentar la atención de los hombres; y pasó luego a ser adoptada 
en algunos países de Europa como santa patrona por aquellas mujeres que 
deseaban verse libradas de la atención y/o el deseo masculinos (Mateos-Parra et 
 11 
al., 1979). En este sentido existen también algunas historias de mujeres que vivían 
en algún monasterio donde realizaban ayunos prolongados: en algunas ocasiones 
en la forma de un ayuno purificador, y en otras muchas, como una manera de 
autoinfringirse algún tipo de castigo o penitencia. 
Una definición, aparte de la de Galeno, destaca que anorexia proviene 
etimológicamente del griego: de an, privativo, y orexis, apetito, y significaría 
entonces "falta de apetito". 
Durante siglos la autoinanición entre las mujeres ha sido objeto de grandes 
discusiones. En la antigüedad se asociaba con la purificación dentro del ámbito 
religioso. Muchas culturas realizaban ayunos como una forma de purificación o 
como hábitos previos a la realización de los ritos religiosos. 
González (2009) hace referencia a un texto de Van Deth y Vandereycken (1994), y 
narran que en el ámbito de la Iglesia católica se dice que Jesús realizaba ayuno, 
por lo que la esta institución estableció el ayuno como una forma de penitencia con 
que se "purgaba" remordimiento por los pecados cometidos. La doctrina cristiana 
sostenía, como se sabe, que lo físico y lo terrenal era ominosos. y que debía 
dominarse sus pulsiones en beneficio de la salud espiritual, es decir, se tenía como 
ideal la independencia respecto de todas las necesidades físicas. 
Durante la edad media las personas que practicaban el ayuno recibieron distintos 
nombres. Primero fueron llamadas doncellas milagrosas, debido a que se 
mantenían sin alimento alguno, hecho que se consideraba un milagro, y como tal 
era atribuido a "Dios". Posteriormente, el papa Benedicto XIV modificó las normas 
de la iglesia, por lo que los ayunos pasaron a un segundo plano y las canonizaciones 
disminuyeron. Así pues, estas doncellas milagrosas pasaron a conocerse en 
adelante como muchachas ayunadoras. Como puede apreciarse, a lo largo de las 
sucesivas etapas que la ha conocido la iglesia católica, las mujeres no siempre han 
tenido connotaciones positivas. Conviene recordar que en alguna época fueron 
consideradas brujas o poseídas por Satanás. 
Por lo demás, primer caso de anorexia descrito en términos médicos fue publicado 
en 1689 por Morton en su libro Pthisiologia seuexecitationes de phthisis, quien la 
denominó “ptisis nerviosa”. Sin embargo, de acuerdo con las características clínicas 
 12 
que describe, todo indica que estamos ante un caso de anorexia nerviosa (Toro, 
1999). 
En 1790, William, en su libro “A remarkable case of abstinence” relató la trayectoria 
clínica de un joven que ayunó durante 78 días. Pinel, (en Toro, 1999), publicó 
“Nosographie philosophiquel”, obra que contiene un capítulo sobre las neurosis de 
digestión, entre las que incluyó a la bulimia, la pica y la anorexia. 
En el siglo XIX, en 1840 precisamente, Imbert publicó “Traité theorique et practique 
des malades des femmes” e incluyó a los tres padecimientos antes mencionados 
en el apartado de las "neurosis del estómago". 
En 1859, Marcé por su parte describió los casos de algunos pacientes con síntomas 
de ausencia de apetito junto con la convicción delirante de que no podían o no 
debían comer, síndrome al que dio el nombre de delirio hypochondriaque 
consécutive aux dyspepsies et caractericée pricipalment par le refus d’aliments . 
Un artículo publicado por Lasègue en 1873, titulado De l’anorexie hystérique, 
describe la conducta de un paciente típico. Todo indica que ha sido el primer médico 
del siglo XIX en sugerir que el rechazo de los alimentos constituía una forma de 
conflicto intrafamiliar entre la muchacha y sus padres. Ese mismo año, William 
Withey Gull leyó un comunicado llamado "Anorexia nerviosa" (Apepsia hysterica, 
anorexia hysterica). Gull rechazó el término histérica, sustituyéndolo por nerviosa, 
pues negaba la implicación del útero en la anorexia, defendiendo el papel que tiene 
el sistema nervioso en el desarrollo de este desorden; además, señalaba, antes que 
Breuer y Freud, que el trastorno también podía afectar a los varones. 
Pocos años después, en 1879, Fewick escribió On atrophy of the stomach and the 
nervous affections of the digestive organs, obra dedicada primordialmente al tema 
de la anorexia nerviosa. En 1883, Huchard propuso el término “anorexia mental”, en 
lugar de anorexia histérica, puesto que en ésta no aparecían síntomas propios de 
la histeria (Toro, 1999). 
A finales del siglo XIX, en el año 1893, Freud describe un caso de anorexia tratado 
con hipnosis; un año más tarde, el creador del psicoanálisis describe dicha 
enfermedad como una psiconeurosis de defensa o neurosis de la alimentación con 
melancolía. 
 13 
En 1903, Janet dio un nuevo impulso al análisis y la descripción del trastorno 
detallando dos formas de esta enfermedad: obsesiva e histérica. En 1905 hace una 
breve referencia a estos trastornos como una forma de melancolía en la que la 
sexualidad no habría alcanzado un adecuado desarrollo, clasificándola como una 
“neurosis nutricional”. 
Ahora bien, a principios del siglo XX la anorexia nerviosa empieza a tratarse desde 
un punto de vista endocrinológico. Asi,́ en 1914, el patólogo alemán Simonds 
describe el caso de una paciente caquéctica, a la que al practicarle la autopsia se 
le encontró una destrucción de la glándula pituitaria. Durante los siguientes 30 años 
prevaleció la confusión entre la insuficiencia pituitaria (enfermedad de Simonds) y 
la anorexia nerviosa. A partir de los años 30 del siglo próximo pasado, la anorexia 
nerviosa pasó a estudiarse principalmente desde el punto de vista psicológico, 
quedando en el olvido las antiguas discusiones acerca del origen endocrino o 
psicológico del trastorno. Las explicaciones de esta época se encuentran muy 
influenciadas por los modelos psicoanalit́icos que predominaban en ese momento 
(Mateos-Parra et al., 1997). 
En 1939, Ryle fue el primero en predecir el incremento posterior de la anorexia 
nerviosa. Justificaba su propósito en la creciente emotividad de los jóvenes y en la 
popularización de la moda de la delgadez; sin embargo aún existe un desacuerdo 
sobre si las pacientes descritas en dichas investigaciones eran o no pacientes 
anoréxicas, debido a que casi en ninguna de ellas se hace referencia al miedo a 
engordar, que es fundamental en los criterios diagnósticos actuales de los trastornos 
de la conducta alimentaria, según Vandereycken y Deth (1994 en Toro 1999). 
En 1952 la anorexia nerviosa fue incluida en el Manual Diagnóstico y Estadístico de 
los Trastornos Mentales [DSM-I] como una reacción físico-psicológica. Y, en 1963, 
Selvini-Palazzoli publicó un libro sobre auto-inanición titulado “Muchachas 
anoréxicas y bulímicas” 
Por otra parte, se pensaba que esta pérdida del apetito estaba directamente ligada 
a la intervención de Dios, o de alguna fuerza demoníaca. Existen dos casos 
documentados muy interesantes. Uno es el ya mencionado anteriormente de 
Catalina de Siena, el otro es el de la joven llamada Bristol. 
 14 
Solo hasta los años setenta del siglo pasado la anorexia y la bulimia comenzaron a 
reconocerse ampliamente. En 1979 el psiquiatra Rusell fue el primero en utilizar el 
término "bulimia nerviosa". En los años ochenta la noticia de que la cantante Karen 
Carpenter había fallecido por su anorexia, causó gran impacto en la conciencia 
pública. Karen se había "matado de hambre" durante siete años, utilizando en 
exceso laxantes, eméticos, vomitivos y píldoras para la tiroides (hormona tiroidea, 
para tratar hipertiroidismo, con frecuencia utilizada para bajar de peso, con 
consecuencias graves para la salud). 
Finalmente, falleció el 4 de febrero de 1983, a la edad de 32 años, debido a una 
insuficiencia cardíaca. Al parecer, este caso fue determinante para que se apreciara 
la seriedad de estos desórdenes (Elliot, 2003). 
Como podemos observar, fue a partir de los años cincuenta del pasado siglo, que 
los estudios de los trastornos alimentarios se realizaron con una concepción más 
amplia, ya que comenzaron a tomar en cuenta los aspectos relativos a la interacción 
familiar , no nada más concernientes al individuo aquejado de algún trastorno de 
conducta alimentaria, como lo ha mostrado Campbell (1986), quién da cuenta de 
los pioneros en el trabajo en esta área, que son MInuchin y Selvini-Palazzoli, pues 
estos autores desarrollaron trabajos muy importantes en los que formularon 
propuestas terapéuticas muy relevantes ya que enfocaron su atención en 
determinadas características presentes en esta clase de familias que pasaron a ser 
denominadas “familias psicosomáticas” . 
A pesar de que el estudio de los trastornos de la conducta alimentaria dio comienzo 
en los años cincuenta, cabe señalar que, aun en la actualidad, son contados los 
estudios centrados en “la variable familiar”. 
Los estudios que se han llevado a cabo en diversos países como Estados Unidos 
de América; Laliberté (1999, en López et al,. s.f.) y (Kuba, 2001); Colombia, (Ávila 
et al,. 1993) y Bélgica (Kog 2002) y estos estudios han sido desarrollados desde 
enfoque epidemiológicos que pasan por alto la subjetividad experiencial de los 
pacientes y de sus interacciones con el resto de su familia. 
 
1.2 Trastornos de la conducta alimentaria: una visión multidisciplinaria 
 15 
 
Debido a la complejidad de estos trastornos y a la cantidad de factores que ponen 
en juego, no es posible hacer una descripción simplista o unidireccional de los 
mismos, ya que para comprender y describir estos padecimientos es preciso el 
concurso de varias áreas de la salud. Es importante revisarlos desde perspectivas 
de tipo emocional, y tener muy presente la posibilidad de que concurran en ellos, 
como se ha señalado antes, factores genéticos, biológicos, socioculturales, 
ambientales y otros más, tanto en su aparición como en su desarrollo. 
 
1.3 Etiología de los Trastornos de la Conducta Alimentaria 
 
La etiología de estos trastornos es muy compleja y variada, pero después de 
rigurosos estudios, cabe mencionar algunos de los elementos que, considerados en 
conjunto, de no presentarse ellos, sería poco probable que se desarrollara alguno 
de estostrastornos. Estos son: la insatisfacción con la figura corporal, los afectos 
negativos (por ejemplo, la depresión o la ansiedad) y la baja autoestima. Otros 
elementos que se encuentran fuertemente implicados son los estresores 
ambientales (que frecuentemente son factores desencadenantes) y las distorsiones 
cognoscitivas, tales como los pensamientos obsesivos. Otro aspecto determinante 
son los rasgos de personalidad, por ejemplo, la necesidad de control (sobre el propio 
cuerpo o la persona) y/o una formación inadecuada de la identidad (Unikel et al., 
2010). 
También existen factores predisponentes como la vulnerabilidad genética, que se 
expresa a través de los factores biológicos, los rasgos de personalidad y las 
presiones socioculturales. Estas últimas pueden ser las que precipiten y perpetúen 
el trastorno. Los factores precipitantes incluyen diversos estresores, como el 
desarrollo puberal; las experiencias traumáticas; la baja autoestima (en la que la 
autoevaluación se concentra en el cuerpo, el peso corporal y la apariencia); los 
problemas de orden familiar; la presión académica o de los compañeros del grupo; 
las enfermedades, las pérdidas de afectos, como la muerte de alguno de los padres, 
 16 
de algunos amigos o seres queridos o importantes para la adolescente. Asimismo, 
todos estos factores pueden ser perpetuadores del trastorno: por la forma en que 
son manejados, el sentido de control del cuerpo o por parte de los de los familiares 
y los efectos de la inanición. Los estresores tienen un efecto en la adolescente 
vulnerable, en tanto que exacerban un sentido de fracaso que contribuye a disminuir 
la autoestima, a aumentar la sensación de ineficiencia personal y a acarrear la 
sensación de pérdida de control. La necesidad de recuperar el control combinado 
con una dieta exitosa, se convierte en una sensación de logro y en una mayor 
necesidad de hacer la dieta ya que se puede salir de control (Unikel et al., 2010). 
 
1.4 Panorama epidemiológico 
 
Los trastornos de la alimentación se definen como un binomio sintomático que, las 
más de las veces, aparece de manera alterna en una misma persona. Los reportes 
epidemiológicos de los trastornos de la conducta alimentaria indican que la 
prevalencia fluctúa entre el 0.5% y el 1% (Shvili, 2000). 
Existen, sin embargo, hallazgos contradictorios con respecto de cuál de estos 
trastornos es el prevalente. Ahora bien, los trastornos del apetito prevalecen 
mayormente en las sociedades occidentales industrializadas, y en los niveles 
socioeconómicos medio y alto, aunque pueden ocurrir en ocasiones en todas las 
clases sociales. 
A decir de los estudios realizados, los síndromes más graves de los trastornos de 
la conducta alimentaria aparecen en bajas proporciones, pero en estudios 
realizados en las comunidades, las expresiones parciales o subclínicas de estos, se 
encuentran mucho más extendidas. La preocupación por la delgadez, la práctica de 
dietas y otras conductas alimentarias de riesgo (CAR), como el uso de laxantes y la 
práctica de ejercicio excesivo, son conductas ampliamente difundidas entre la 
población femenina, por lo que es muy posible que éstas representen un espectro 
de los TCA, por lo que la observación de estas manifestaciones, tiene importantes 
 17 
implicaciones en la prevención y detección temprana de los mismos, según ha sido 
señalado por Shisslak, Crago y Estes (1995, en Unikel et al., 2010). 
La prevalencia de anorexia nerviosa en la población general de los países 
occidentales se estima en 0.3%, mientras que la prevalencia de la bulimia nerviosa 
alcanza el 1% entre las mujeres y el 0.1% entre los varones, de acuerdo con Van 
Hoeken, Lucas y Hoek (1998, en Unikel et al., 2010). Se estima que la incidencia 
de la anorexia nerviosa a nivel mundial es de 8 por cada 1 000 000 habitantes en la 
población general y hasta 270 casos por cada 100 000 en el grupo de edad de 15 a 
19 años, mientras que para la bulimia nerviosa la incidencia se ha estimado en 13 
por cada 100 000 habitantes (Unikel et al., 2010). La anorexia nerviosa se presenta 
en un 95% entre las mujeres, cuyas edades oscilan mayoritariamente entre los 10 
y los 30 años; mientras que la bulimia nerviosa ocurre más frecuentemente entre 
las quienes tienen edades de 12 a 40 años. La proporción hombre/mujer es de 1:10 
para ambos trastornos. 
En el estudio anteriormente referido (Unikel et al., 2010), se menciona que los TCA 
acarrean riesgos emocionales, psicosociales y sexuales, lo mismo que riesgos 
significativos de morbilidad y mortalidad. Los datos de mortalidad en AN, se estiman 
entre 5.9% y 18% (178 muertes en 3 006 pacientes) (Sullivan, 1995) y (Hoek, 2006), 
mientras que para bulimia se estiman en 1.6%. Las tasas de mortalidad son de 4 a 
10 veces mayores para la población adolescente y juvenil en comparación con la 
población general (Mitchell y Crow, 2006). Además, se asocian con gran número 
de complicaciones fisiológicas, y se presentan con un porcentaje elevado de 
comorbilidad psiquiátrica, a saber: trastornos afectivos (50-75%), trastornos por 
ansiedad (60%), abuso de sustancias (35%) y trastornos de la personalidad (42-
75%), según Brewerton (2001, en Unikel et al., 2010). 
La tendencia de morbilidad en algunos estudios referidos desde 1970 a 2002, 
indican 6 de incidencia y 17 de prevalencia; se distinguen, a su vez, aquellos que 
hacen referencia exclusivamente a la anorexia, los que solo lo hacen a la bulimia y 
los que engloban y consideran todos los TCA en su conjunto (Anaya, 2004). 
Algunos autores sugieren que la edad promedio de inicio de estos trastornos es de 
17 años de edad, aunque algunos datos obtenidos indican edades de 14 y 18 años. 
 18 
Algunos expertos mencionan que el 95% de los pacientes que padecen anorexia y 
bulimia son mujeres. En la mayoría de los casos que se presentan en hombres 
(5%) se ha encontrado en ellos tendencias homosexuales (Palma, 1997). 
La Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica en México, (2003), no reportó 
casos de anorexia; en cuanto a la bulimia, hubo una prevalencia de 1.8 en mujeres 
de 18 a 29 años de edad, quienes por lo menos una vez en su vida han presentado 
un TCA (Medina et al., 2003). 
Las personas con anorexia llegan a demacrarse -es decir presentan mal aspecto y 
delgadez extrema- hasta el punto de casi "morirse de hambre" al perder, por lo 
menos, desde un 15% hasta el 60% del peso normal de su cuerpo. En general, las 
personas con bulimia tienen un peso corporal entre normal y normal alto pero puede 
fluctuar con variaciones de más 5 de kilogramos debido al ciclo de las purgas a que 
se sometan (López, et al s.f.). 
Una pregunta que se impone aquí es: ¿por qué algunas personas que hacen dietas, 
o que cumplen con varias de las características mencionadas, no desarrollan un 
TAC y otras sí? A través de rigurosos estudios al respecto se ha podido distinguir 
algunos de los factores de riesgo involucrados, sin cuya incidencia sería 
prácticamente imposible dar cuenta de su desarrollo, de los que mencionan algunos 
a continuación. 
1.5 Trastornos de la conducta alimentaria y su relación con los rasgos de 
personalidad 
En el estudio de los trastornos de la conducta alimentaria es preciso tener presente 
los rasgos de personalidad de quien acude a la consulta, ya que este elemento 
puede ayudar señaladamente a detectar tanto las personas con TCA como a 
quienes están en riesgo de padecerlo. Es claro que para la intervención que se 
diseñe en cada caso es importante tomar en cuenta estos rasgos como indicadores 
del tipo trastorno específico, ya que existen rasgos muy específicos que funcionan 
como factores predisponentes en cuanto a estos trastornos (Sánchez, 2013). 
En un estudio de Behar et al., (2014), en donde llevan al cabo una extensa revisión 
de textos, así como la aplicación de la Escala de Perfeccionismo de Fost et al., 
(1990), queidentifica dos componentes centrales del constructo “Perfeccionismo”. 
 19 
Buscaron el vínculo entre el perfeccionismo y la insatisfacción corporal, entendiendo 
el perfeccionismo como la persecución de altos estándares personales de 
rendimiento en todos los ámbitos, la necesidad de adherirse a ellos rígidamente, y 
definiendo la autovalía en términos del logro de estos ideales y la imagen corporal 
como el reflejo de la creencia de que algunas partes específicas del cuerpo, que 
están asociadas con cambios de la figura que se desarrolla durante la pubertad, 
aparecen demasiado grandes (por ejemplo, los muslos, las nalgas.). También existe 
relación con otras alteraciones de la imagen corporal consideradas como un déficit 
básico en los TCA, sobre todo en la anorexia nerviosa; esto se conoce como 
“distorsión de la imagen corporal”. 
 La interrelación entre el riesgo intrapersonal (baja autoestima) y la protección 
interpersonal (apoyo social) parecen relevantes para delinear las vías genéricas 
específicas que conducen a la psicopatología tanto depresiva como de los TCA. En 
una exploración al respecto los predictores de síntomas depresivos fueron: una baja 
autoestima y el temor a engordar, por parte de las jóvenes; y, por lo que hace a un 
TCA, fueron la imagen corporal, los síntomas depresivos, el índice de masa corporal 
y el perfeccionismo, razón por la cual estos componentes han pasado a incluirse en 
algunos programas para prevenir la depresión y los TCA. (Pike et al., 1991) 
demostraron que las pacientes con anorexia nerviosa presentan mayor severidad y 
cifras significativamente más altas de afectividad negativa, discordia familiar y 
exigencias parentales superiores a otros trastornos psiquiátricos. Estos autores 
enfatizan que el rol de la preocupación por el peso y la figura corporal fue 
sobresaliente en el año precedente al inicio de la afección. 
La comida y el peso corporal se convierten en ejes del pensamiento de estas 
jóvenes. A los cuales se les imprime un fuerte significado emocional, que 
paulatinamente provoca una desconexión con las sensaciones corporales, a la vez 
el cuerpo es percibido como una fuente de tensión en la que va íntimamente 
asociada la delgadez a la seguridad, la perfección y la felicidad; y por lo tanto, el 
sobrepeso es vivido con incomodidad, asco e infelicidad, generándose una enorme 
insatisfacción con el propio cuerpo y temor a aumentar de peso (Pike et al., 1991). 
 20 
Frecuentemente las pacientes anoréxicas manifiestan un cuadro depresivo durante 
la enfermedad: desánimo, irritabilidad y pensamientos obsesivos sobre el alimento. 
Algunas experimentan temor a crecer y a asumir su feminidad. En ocasiones 
declaran no haber tenido claridad con respecto a su identidad personal, es decir, 
sufren de dificultades para integrar e identificar las emociones, adolecen de falta de 
claridad en relación con sus objetivos y carecen de la capacidad para planificar a 
largo plazo y establecer metas. El miedo a subir de peso es manifestado como el 
fracaso de un logro alcanzado a base de mucho esfuerzo. También manifiestan una 
gran susceptibilidad ante la crítica de los demás, buscando agradar a los demás y 
alcanzar la excelencia, ya que en muchas ocasiones son perfeccionistas y 
exigentes. En la mayoría de los casos existe gran dificultad para asumir el trastorno. 
Aquellas jóvenes que niegan padecer la enfermedad difieren significativamente de 
las que la admiten, y se manifiestan dentro de los rasgos patológicos en los 
instrumentos que evalúan cuantitativamente la sintomatologías del TCA. Se estima 
que sólo alrededor de un tercio de todas las pacientes anoréxicas buscan 
tratamiento, pues frecuentemente algunos de los beneficios que conlleva la 
enfermedad incluyen la sensación de sentirse protegidas o cuidadas, sentir control 
sobre sí mismas, ser atractivas, evitar emociones incómodas y sentirse 
"especiales". Por otro lado, los costos derivados implican pensamientos constantes 
con respecto a la comida y el sentirse con exceso de peso, lo cual produce impactos 
negativos en las relaciones interpersonales. En los casos de AN son altamente 
valorados por la paciente, por lo que los reforzadores internos parecen jugar un 
papel más poderoso que los factores sociales. Viven con constante atención y 
orgullo ante la pérdida de peso (Cruzat et al., 2014). 
En cuanto a la autoimagen, las pacientes anoréxicas han mostrado rasgos de 
personalidad en los que se observa una gran necesidad de control, un anhelo de 
perfección y una gran exigencia, a la vez de que son muy inseguras en sus 
relaciones interpersonales y tienden a ser sumisas; así pues, presentan una baja 
autoestima al tiempo que se muestran perfeccionistas, lo que es un factor de riesgo 
en cuanto a los individuos que padecen de un TCA. A diferencia de las pacientes 
bulímicas, las pacientes anoréxicas, presentan mayor inhibición en su expresión 
 21 
emocional y una expresión verbal más atenuada, con menor uso de palabras 
positivas (Cruzat et al., 2014). 
 
1.6 Trastornos de la conducta alimentaria y su relación con la adolescencia 
 
Se ha reportado que la aparición de AN y BN y, en especial, los síndromes parciales, 
es mayor en la adolescencia, debido al peso que tienen los cambios biológicos, 
psicológicos y de redefinición del papel social en esta etapa de la vida, aunados a 
la preocupación por el culto de la belleza. Las adolescentes y las adultas jóvenes 
están entre los grupos con mayor prevalencia de los TCA, aunque la ocurrencia no 
deja de ser importante entre los adolescentes varones, ni entre los niños en edad 
escolar. 
Como ya hemos mencionado, la evidencia científica indica que los factores de 
riesgo causales de los TCA son multifactoriales. Estos trastornos resultan de la 
interacción compleja de factores psicológicos, físicos y socioculturales que 
interfieren en el comportamiento del individuo, dificultando la comprensión de su 
etiología. Además de esta complejidad en la etiología de los TCA, debe tenerse 
muy presente la concomitante etapa de la adolescencia, un período caracterizado 
por grandes cambios biológicos y psicosociales que pueden verse comprometidos 
por la aparición de estos trastornos, produciendo consecuencias potencialmente 
graves para la salud de los adolescentes (Portela de Santana, Da Costa, Mora y 
Raich, 2012) 
Debemos mencionar no solamente a la adolescencia como un posible factor 
concurrente en la aparición de los TCA, sino también en ocasiones a la pubertad, 
ya que éste es el periodo en que comienza a producirse un liberación de hormonas 
a través del eje hipotálamo-hipófisogonadal, fase en la que se lleva al cabo el 
desarrollo y la maduración de los caracteres sexuales secundarios, así como el 
crecimiento acelerado, la dinámica de aumento de peso y el desarrollo de la 
identidad. 
 22 
En el desarrollo de las conductas alimentarias, en la ansiedad, en la alteración 
organizacional de los rasgos psicológicos y comportamentales, así como en los 
cambios, físicos como el aumento de grasa corporal en las niñas, las hormonas 
esteroideas desempeñan una función muy importante (Portela de Santana et al., 
2012). 
En el caso de la AN, ésta comienza típicamente en la adolescencia, con una 
restricción en la dieta extrema y rígida que produce una pérdida de peso. En algunos 
adolescentes el trastorno es de corta duración y remite sin tratamiento o con una 
intervención breve, pero en otros tiende a persistir y requiere tratamientos 
especializados largos y complejos. Es frecuente el desarrollo de atracones y 
aproximadamente la mitad de los casos terminan desarrollando bulimia nerviosa. 
En general, la tasa de remisión es relativamente baja (alrededor del 20-30%) al poco 
tiempo de seguimiento, pero aumenta a casi un 70-80% después de 8 o más años 
de seguimiento. (Por desgracia, del 10 al 20% de estas personas no mejoran conlos tratamientos disponibles y desarrollan una condición crónica que persiste 
durante toda su vida. En estos casos, el trastorno afecta al funcionamiento 
académico y laboral. La tasa de mortalidad total se estima en 0.56% por año, o en 
aproximadamente el 5.6% por década Las muertes suelen deberse a consecuencia 
de las complicaciones médicas o del suicidio. Un factor pronóstico favorable es el 
inicio en edad joven, mientras que los factores de pronóstico desfavorable incluyen 
comorbilidad somática y psiquiátrica (Sánchez, 2013). 
 
1.7 Trastornos de la conducta Alimentaria y su relación con factores 
genéticos y biológicos 
La influencia de una contribución genética en la etiología de los TCA proviene de 
los estudios acerca de las familias y de los gemelos. Los familiares de los pacientes 
con TCA tienen un riesgo 10 veces mayor de desarrollar estos desórdenes que los 
familiares de los controles no afectados. Los estudios con gemelos estiman que 
entre el 50- 83% de la varianza en la AN, BN, y obedece a factores genéticos. 
Los estudios de asociación genética se han centrado principalmente en los sistemas 
de neurotransmisión serotoninérgicos y de otros neurotransmisores del sistema 
 23 
nervioso central, así como en los genes implicados en la regulación del peso 
corporal. Desafortunadamente, los resultados de estos estudios no han sido 
confirmados. Los estudios de ligamiento han identificado las regiones iníciales de 
ligamiento en los cromosomas 1, 3 y 4 (AN) y 10 (BN), pero estos resultados son 
limitados debido a la baja potencia (Sánchez, 2013). 
 
Factores biológicos. 
 
Se han identificado genes que han permitido realizar hipótesis para explicar la 
influencia de estos en los TCA a través de la interacción de los cambios del 
componente genético con las variables ambientales y su influencia, probablemente 
medida por variables psicológicas y por la pubertad; aun así, no es posible asegurar 
algo, hay que aclarar primero los mecanismos por los que se da la contribución 
genética en este proceso tan complejo (Portela de Santana et al., 2012). 
Los estudios sobre la función cerebral han observado que los receptores 5HT2A 
están reducidos y los receptores 5HT1A incrementados, tanto en el estado agudo 
como tras la recuperación. Los receptores de la dopamina (DA2) en el cuerpo 
estriado se incrementan después de la recuperación. Otros estudios han confirmado 
la presencia de alteraciones en circuitos cerebrales en los casos de TCA, los cuales 
persisten con frecuencia después de la recuperación. La persistencia de estas 
alteraciones después de la recuperación ha llevado a especular que que estas 
perturbaciones sean anteriores a la aparición de la AN y puedan predisponer al 
desarrollo de la enfermedad (Sánchez, 2013). 
 
1.8 Trastornos de la conducta alimentaria y su relación con aspectos 
socioculturales y factores ambientales 
 
Los factores ambientales parecen influir en el desarrollo de los TCA desde el 
momento mismo de la concepción. Así, se ha sugerido que las madres de los 
individuos con TCA bien pudieron haber estado más expuestas a un fuerte estrés 
 24 
durante el embarazo. También se ha observado un aumento del riesgo de AN en 
niñas con un céfalohematoma, o nacidas de un parto muy prematuro, según lo 
expresan Cnattingius, Hultman, Dahl, y Sparen (1999, en Sánchez 2013); en tanto 
que las complicaciones obstétricas parecen aumentar el riesgo tanto de la AN como 
de BN, Favaro, Tenconi, y Santonastaso (2006, en Sánchez 2013). 
Algunos autores consideran que algunas experiencias traumáticas de la infancia 
pueden actuar de factores desencadenantes -por ejemplo, la negligencia, el abuso 
físico y el sexual, las disfunciones en la paternidad- (Burns, Fischer, Jackson y 
Harding 2012); otros hacen énfasis en el papel que juegan ciertas experiencias 
perjudiciales específicas en relación con los alimentos y con el peso (por ejemplo, 
la dieta de la familia, la obesidad en los padres, comentarios críticos sobre la 
alimentación, presiones para estar o mantenerse delgada por parte de la familia, las 
amigas, etcétera). Las experiencias perjudiciales en relación con la comida y la 
figura operan principalmente en los países occidentales por la sensibilización de las 
personas a su figura corporal, fomentando la dieta, y afectando principalmente a las 
mujeres debido a la presión social ejercida sobre ellas (Fairburn y Harrison, 2003). 
Un estudio reciente ha puesto en claro que las experiencias dañinas en la infancia, 
como el maltrato familiar, o extra familiar, se relacionan con los TCA a través de los 
déficits en la regulación emocional, de acuerdo con Burns, Fisher, Jackson y 
Harding (2015). Diferentes estudios, citados por los autores, han dado cuenta de 
una incidencia alta de abuso sexual durante la infancia en pacientes con TCA. Estos 
trabajos han puesto de relieve también que tanto el maltrato físico como el 
emocional aumentan el riesgo de desarrollar TCA. Otros estudios relacionan el 
maltrato emocional con una predisposición psicopatológica más general a través de 
una regulación emocional. Cuando mencionan este déficit se refieren no solo a que 
se hayan experimentado más emociones negativas, sino a la capacidad particular 
de cada individuo para etiquetarlas, tolerar la angustia y poder dirigir su conducta 
de forma adaptativa a pesar de la angustia. Desde esta perspectiva, los síntomas 
alimentarios pueden ser entendidos como otras tantas formas de evitar o controlar 
inadecuadamente las emociones negativas. 
 25 
Los ambientes abusivos se caracterizan por criticar o castigar la expresión 
emocional y negar o minimizar las emociones. Esto lleva al niño a desarrollar 
estrategias encaminadas a la evitación de emociones, a la supresión de las mismas, 
y a no buscar apoyo. Todas estas formas desadaptativas de afrontamiento 
emocional se reflejan en la vida adulta y llevan aparejadas comportamientos de 
evitación experiencial, no aceptación de ciertas emociones, ni de su afrontamiento, 
propiciando las inhibiciones. Queda por verificar estas hipótesis en estudios 
longitudinales, pues cabe también que el abuso emocional influya en el posterior 
desarrollo de TA a través de otras vías; en concreto, que las críticas recibidas 
contribuyan a un bajo autoconcepto de las personas aquejadas con un desorden de 
TA. Así pues, existen investigaciones que relacionan el abuso emocional con la 
baja autoestima, hecho que puede generar preocupaciones por el peso y la figura, 
lo cual llevaría al inicio de la restricción dietética, que, a su vez, aumenta el riesgo 
de atracones y posteriores purgas. Es necesario, por lo tanto, investigar aún más a 
fondo en este sentido para poner en claro cuáles de los caminos referido conducen 
a los TCA , como señalan Burns et al., (2015). 
Girard (2009), sostiene que vivimos en una época en la que existe una obsesión por 
la comida, existe una innumerable cantidad de libros, revistas y programas de 
televisión de cocina y una falsa jovialidad en lo relativo a la alimentación y a una 
perpetua celebración del buen comer por lo que somos, como occidentales, una 
cultura obsesionada por la comida. Vivimos en un mundo “desarrollado” que nos 
impulsa tanto a consumir, como a comer y al mismo tiempo estamos invadidos de 
“comida basura” por lo que él llama el deseo mimético, no es más que la 
exacerbación de los síntomas de la sociedad que llevan a la anorexia/bulimia. 
 
1.9 Trastornos de la conducta alimentaria e identidad de género 
 
Algunos autores sugieren que el rol de género y su forma de vincularse socialmente 
coloca a las mujeres en un riesgo mayor de desarrollar un TCA, principalmente 
durante el período de la adolescencia y la adultez joven. Los roles sexuales son 
 26 
entonces flexibles y las situaciones y demandas vitales pueden influir en alguna 
modificación. Las presiones socioculturales, al igual que el cómoson internalizadas, 
pueden ser un mediador de los factores adversos del ideal de delgadez. Estas 
afecciones, por lo tanto, simbolizarían el enfrentamiento con las nuevas 
expectativas de la mujer. Presiones que se centran en el cuerpo delgado, en la 
focalización de la apariencia externa y en la importancia de ésta para conseguir 
éxito social están en juego en muchos momentos. El hecho de que las mujeres 
jóvenes tengan preocupaciones tempranas acerca de su atractivo corporal, puede 
ser un elemento del poder que ejerce la socialización sobre la modelación del rol 
sexual. 
Tanto el ideal de la feminidad extrema como el rechazo de ésta, son elementos que 
con frecuencia se encuentran en pacientes con algún trastorno alimentario, trátese 
de anorexia o de bulimia. Por tanto algunos investigadores aseveran que existe una 
asociación entre las condición de feminidad, como una orientación específica del rol 
sexual y los antes mencionados trastornos alimentarios (Behar, 2001). 
En su estudio realizado en 2009, González señala que algunas características 
transmitidas de las madres a los hijos parecen afectar solamente a un género: en el 
vínculo madre-hija se dan la mayoría de las variables asociadas a los TCA; y en el 
vínculo madre-hijo no se encontraron relaciones significativas. Aunque los TCA se 
observan con mayor frecuencia en las mujeres que en los varones (DSM-IV, 2002), 
por lo que se los asocia particularmente con roles femeninos, aunque también 
dichos trastornos se presentan en los varones. Cuando este es el caso, se trata de 
individuos que desarrollan actividades directamente relacionadas con su cuerpo, 
como los atletas, los fisicoculturistas, los bailarines, etc. 
Cantarell y Ellis (1991 en González 2009), en el estudio que realizaron con 
estudiantes universitarios -hombres y mujeres- encontraron que quienes tenían un 
rol de género masculino, obtuvieron los puntajes mayores en el Eating Disorder 
Inventary (Garner, Olmsted y Polivy, 1983). Dichos autores indican que los 
diferentes roles de género están relacionados con diversas conductas de riesgo en 
las actitudes hacia la alimentación. Así, tanto en los hombres como en las mujeres, 
el rol de género masculino y el andrógino está asociados con la preocupación por 
 27 
el peso corporal (motivación para adelgazar) y la autocrítica compulsiva 
(perfeccionismo); el rol de género indiferenciado guarda relación con la baja 
autoestima (inefectividad), mientras que, en las mujeres el rol de género femenino 
está asociado con la preocupación por el peso corporal y por la baja autoestima. 
 
1.10 Anorexia nerviosa 
 
Gull acuñó en 1874 el término anorexia nerviosa, y ya desde entonces destacaba 
que la enfermedad aparecía tiṕicamente en la adolescencia, y hacia notar también 
los efectos del agotamiento calórico sobre los signos vitales, su preponderancia en 
las mujeres y la importancia de intervenir oportunamente con atención profesional 
especializada. 
La anorexia nerviosa es considerada un síndrome que afecta principalmente las 
mujeres adolescentes, se caracteriza por una pérdida de peso autoinducida por 
medio de la restricción alimentaria y/o el uso de laxantes y diuréticos; la provocación 
deliberada de vómitos o el exceso de ejercitación fiśica; el miedo a la gordura y la 
amenorrea. 
A diferencia de la mayoriá de las enfermedades que se manifiestan con sińtomas 
como el dolor físico o la aparición de signos febriles, que alertan a los pacientes 
respecto de que algo anormal sucede en su organismo y que es necesario una 
consulta médica, la anorexia nerviosa suele ser insidiosa en su forma de 
presentarse: los pacientes se proponen muy a menudo empezar un programa para 
adelgazar, realizando una dieta acompañada en ocasiones de un aumento de la 
actividad fiśica, y asi ́se va generando una pérdida de peso corporal. Esto, por regla 
general, trae aparejado un bienestar en el paciente y el trastorno pasa inadvertido 
para la familia, aunque puede estarse dando el inicio de algo que reviste gravedad 
(Herscovici y Bay, 1999). 
 
Criterios diagnósticos de la anorexia nerviosa 
DSM-V (2004) 
 28 
 
Restricción de la ingesta energética en relación con las necesidades, que conduce 
a un peso corporal significativamente bajo con relación a la edad, el sexo, el curso 
del desarrollo y la salud física. Peso corporal significativamente bajo se define como 
un peso que es inferior al mínimo normal; o en niños y adolescentes, inferior al 
mínimo esperado. 
Se considera anorexia nerviosa si están presentes las siguientes características: 
. Miedo intenso a ganar peso o a engordar; o comportamiento persistente que 
interfiere en el aumento de peso, incluso con un peso significativamente bajo. 
. Alteración en la forma en que uno mismo percibe su propio peso o constitución, 
influencia impropia del peso o la constitución corporal en la autoevaluación, o falta 
persistente de reconocimiento de la gravedad del peso corporal bajo actual. 
 
Tipo restrictivo 
 
Durante los últimos tres meses, el individuo no ha tenido episodios recurrentes de 
atracones o purgas (es decir, vómito autoprovocado o utilización incorrecta de 
laxantes, diuréticos o enemas). Este subtipo describe casos en que la pérdida de 
peso es debida sobre todo a la dieta, el ayuno y/o el ejercicio excesivo. 
 
Tipo con atracones/purgas 
 
 Durante los últimos tres meses, el individuo ha tenido episodios recurrentes de 
atracones o purgas (es decir, vómito autoprovocado o utilización incorrecta de 
laxantes, diuréticos o enemas). 
 
CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE ANOREXIA NERVIOSA SEGÚN EL CIE-10 
 
El diagnóstico de anorexia nerviosa se ha de realizar de forma estricta, porque es 
necesario que estén presentes todas las alteraciones siguientes: 
 29 
. Pérdida significativa de peso (IMC menor de 17,5) o falta de aumento de peso en 
los niños/las niñas, que lleva a un peso corporal de al menos un 15% por debajo del 
peso normal esperado para la edad y la talla correspondiente. 
. La pérdida de peso es autoinducida mediante la evitación de alimentos “que 
engordan” y por uno o más de los siguientes síntomas: 
. Vómitos autoprovocados 
. Purgas intestinales autoprovocadas 
. Ejercicio excesivo y consumo de fármacos anorexígenos o diuréticos 
. Distorsión específica de la imagen corporal psicológica, en forma de idea 
sobrevalorada e intrusa de miedo intenso y persistente a la obesidad, de tal forma 
que el enfermo se impone un límite de peso corporal. 
. Trastorno endocrino generalizado que afecta al eje hipotálamo-hipófiso-gonadal, 
que en las mujeres se manifiesta por amenorrea y en los hombres por una pérdida 
de interés por la sexualidad y de la potencia sexuales (una excepción aparente es 
la persistencia de sangrado vaginal en mujeres anoréxicas que siguen una terapia 
hormonal de sustitución, por lo general con píldoras anticonceptivas. También 
pueden presentarse concentraciones altas de hormona del crecimiento y de cortisol, 
alteraciones del metabolismo periférico de la hormona tiroidea y anomalías en la 
secreción de insulina. 
. Si el inicio es anterior a la pubertad, se retarda la secuencia de las manifestaciones 
de la pubertad, o incluso ésta se detiene (cesa el crecimiento: en las mujeres, no se 
desarrollan las mamas y hay amenorrea primaria; en los varones persisten los 
genitales infantiles). Si se produce una recuperación, la pubertad suele completarse, 
pero la menarquia es tardía. 
 
1.11 Bulimia nerviosa 
 
Como ha sido ya mencionado, la palabra bulimia se deriva del latín y que a su vez 
proviene del griego boulimia, que se compone de bous-buey y limos-hambre= 
“Hambre de buey” o "Hambre en exceso”. 
 30 
Definición 
Se refiere a un desorden severo en el cual, personas con peso normal, en su 
mayoría mujeres, generalmente vomitan o abusan de los laxantes después de un 
atracón, o incluso luegode comer pequeñas cantidades de comidas “prohibidas”. 
El vómito es autoinducido. La media -en cuanto al término de frecuencia para las 
purgas reportado por la literatura- es usualmente de 10 a 15 veces por semana. El 
principal rasgo de las pacientes con bulimia nerviosa es que no pueden controlar su 
ingesta de alimentos, por lo que recurren a un atracón y tienen luego que vomitar o 
purgarse para evitar "ponerse gordas”. Las personas con este desorden tienen por 
lo general una imagen corporal negativa de sí mismas y sienten que algunas partes 
de su cuerpo están demasiado gordos, aun cuando estén muy por debajo del peso 
normal. Lo más sobresaliente es que les aterra ganar peso y creen que no pueden 
comer normalmente sin purgarse, pues, de lo contrario, se volverían obesas de un 
modo rápido e inexorable.. 
En entrevistas realizadas con pacientes bulímicas resalta, como síntoma, la 
sensación de tener una gran incapacidad para controlar el peso corporal y para 
lograr la imagen perfecta. 
También se encuentran rasgos perfeccionistas, lo cual aumenta los factores de 
riesgo, ya que ese perfeccionismo se enfoca a la figura ideal, tal como los describen 
Behar, Davis, Claridge y Fox, en (Cruzat et al., 2014). 
La psicopatología anexa consiste en un miedo morboso a engordar, y la persona se 
fija de forma estricta un umbral de peso muy inferior al que tenía antes de la 
enfermedad, o al de su peso óptimo o sano. Con frecuencia, aunque no siempre, 
existen antecedentes previos de anorexia nerviosa con un intervalo entre ambos 
trastornos de varios meses o años. Este episodio precoz puede manifestarse de 
una forma florida, o por lo contrario, adoptar una forma menor o larvada, con una 
moderada pérdida de peso o una fase transitoria de amenorrea. 
La imagen corporal y la insatisfacción con respecto a la propia figura es uno de los 
factores que complican el TCA y lo llevan a empeorar, a propiciar las recaídas o a 
mantener el síntoma, ya que está relacionado con la baja autoestima que propicia 
la necesidad obsesiva de tener un peso bajo y una delgadez extrema (Cruzat et al., 
 31 
2014). Manifiestan intenso miedo a subir de peso; sin embargo, hay variaciones en 
relación a los criterios diagnósticos referentes a la anorexia nerviosa. Anteriormente 
la bulimia nerviosa era considerada como un trastorno secundario a la anorexia, 
pero las fuertes diferencias entre anoréxicas y bulímicas, han hecho que la bulimia 
nerviosa fuera considerada como una entidad psicopatológicamente distinta (López 
et al., s.f). 
Las pacientes con bulimia nerviosa, así como los aquejados de anorexia bulímica, 
se caracterizan además por frecuentes episodios de hiperfagia, en el transcurso de 
los cuales la paciente experimenta la sensación de pérdida de control. En dichos 
trances se produce la ingestión incontrolada de gran cantidad de comida, que 
generalmente suele ser muy rica en calorías, y se lleva al cabo en un periodo que 
oscila de minutos a horas. En ocasiones se puede hablar de la ingesta de gran 
cantidad de alimentos, pero conviene recalcar que lo importante no es que el 
atracón sea real, sino que la paciente lo viva como tal (Mora y Raich, 1993). 
Tras el episodio de hiperfagia se produce sensación de hinchazón y fuertes 
sentimientos de culpa (Chinchilla, 1994), hecho que da lugar a que la paciente 
recurra a métodos purgativos tales como el vómito y/o el abuso de laxantes y 
diuréticos. Es en forma lenta y progresiva que el cuadro suele instaurarse, de 
manera que cada vez se suceden con más frecuencia los atracones y los vómitos a 
lo largo del día. A consecuencia de ello, la paciente comienza a percibir una falta de 
control en su conducta, lo cual hace que, poco a poco, se vea envuelta en un círculo 
vicioso del que le resulta cada vez más difícil salir (Mora y Raich, 1993). De esta 
manera se llega a componer círculos viciosos donde la paciente se impide 
tajantemente comer y, cuanto mayor es el interdicto, aumentan en la misma medida 
el deseo y la atracción hacia los alimentos prohibidos, circunstancia a la que sigue 
una profunda culpa por su débil voluntad, y termina por realizar mayores o más 
frecuentes atracones. 
Presencia de atracones recurrentes. Un atracón se caracteriza por la ingesta de 
alimentos en un corto lapso de tiempo (pongamos por caso, en un período de dos 
horas) en una cantidad considerablemente superior a la que la mayoría de las 
personas ingerirían en un período similar. 
 32 
Como se ha señalado con anterioridad, la bulimia nerviosa era considerada como 
un trastorno secundario con respecto a la anorexia nerviosa, pero las acusadas la 
diferencias entre ellas, llevaron a que la primera fuera considerada como una 
entidad psicopatológicamente distinta, y así aparece, bajo la denominación de 
bulimia, en el DSM-III (A.P.A. (1980)) y bajo el término de bulimia nerviosa en el 
DSM-III-R (A.P.A., 1987) y DSM-IV (A.P.A., 1993). 
 
 
Criterios diagnósticos de la bulimia nerviosa 
DSM-V (2004) 
 
El diagnóstico de bulimia nerviosa se establece si el trastorno comprende episodios 
recurrentes de atracones. Un episodio de atracón se caracteriza por los hechos 
siguientes: 
a) Ingestión en un periodo determinado (digamos, dentro de un período cualquiera 
de dos horas) de una cantidad de alimentos que sobrepasa claramente a la que la 
mayoría de las personas ingerirían en un período similar en circunstancias 
parecidas. Y: 
b) Sensación de falta de control sobre lo que se ingiere durante el episodio (por 
ejemplo, sensación de que no se puede dejar de comer o controlar lo que se ingiere, 
ni la cantidad de lo que se ingiere). 
c) Comportamientos compensatorios inapropiados recurrentes con la finalidad 
deliberada de evitar el aumento de peso, como el vómito autoprovocado, el uso 
incorrecto de laxantes, diuréticos u otros medicamentos, el ayuno o el ejercicio 
excesivo. 
d) Los atracones y los comportamientos compensatorios inapropiados tienen lugar, 
en promedio, al menos una vez a la semana en el curso de tres meses. 
e) La autoevaluación se ve indebidamente influida por la constitución y el peso 
corporal. 
f) La alteración no se produce exclusivamente durante los episodios de anorexia 
nerviosa. 
 33 
 
CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE BULIMIA NERVIOSA SEGÚN EL CIE- 10 
 
Para poder establecer el diagnóstico de bulimia nerviosa es preciso que estén 
presentes todas las alteraciones que se refieren a continuación, de tal suerte que 
constituyen pautas diagnósticas estrictas: 
a). Existe una preocupación persistente por la comida, junto con un intenso deseo, 
o un sentimiento compulsivo, de comer, presentando episodios de polifagia durante 
los cuales el paciente consume grandes cantidades de comida en cortos períodos 
de tiempo. 
b). El enfermo intenta contrarrestar la repercusión de los atracones en el peso, ya 
sea mediante vómitos autoprovocados; abuso de laxantes; períodos intercalados de 
ayuno; consumo de fármacos supresores del apetito, o anorexígenos; extractos 
tiroideos o diuréticos. Si la bulimia se presenta en un paciente diabético es probable 
que abandone su tratamiento particular con insulina. 
c). La psicopatología consiste en un miedo morboso a engordar y el enfermo/o la 
enferma se fija de forma estricta un umbral de peso muy inferior al que tenía antes 
de la enfermedad, o a su peso óptimo o sano. Con frecuencia existen antecedentes 
previos de anorexia nerviosa con un intervalo de varios meses, o de años, entre 
ambos trastornos. Este episodio precoz puede manifestarse de forma florida o, por 
el contrario, adoptar una forma menor o larvada, con moderada pérdida de peso o 
una fase transitoria de amenorrea. 
 
1.12 Trastornos de la alimentación no especificados (TANE) 
 
Esta categoría se aplica a las presentaciones en que predominan los síntomas 
característicos de un trastorno alimentario: la ingestión de alimentos que causan 
malestar

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