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Sentido-de-comunidad-en-el-pueblo-de-Santiago-Tzapotitlan-el-lugar-de-los-zapotes-un-analisis-desde-sus-mayordomas

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
 
 
 
 
 
SENTIDO DE COMUNIDAD EN EL PUEBLO DE SANTIAGO TZAPOTITLAN (EL LUGAR DE LOS 
ZAPOTES). UN ANÁLISIS DESDE SUS MAYORDOMÍAS. 
 
 
 
 
TESIS 
QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE 
LICENCIADA EN PSICOLOGÍA 
 
 
 
PRESENTA: 
GUZMÁN RODRÍGUEZ LORENA 
 
 
DIRECTORA: 
DRA. KATHERINE ISABEL HERAZO GONZÁLEZ 
 
REVISOR: 
DR. ANDRÉS MEDINA HERNÁNDEZ 
 
CIUDAD UNIVERDSITARIA, CDMX, FEBRERO DE 2019 
 
SINODALES: 
 
DR. J. JESÚS MARÍA SERNA MORENO 
LIC. NORMA ANGÉLICA GÓMEZ RÍOS 
MTRA. BEATRIZ ALEJANDRA MACOUZET MENÉNDEZ 
 
 
CIUDAD UNIVERSITARIA, CDMX, FEBRERO, 2019 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
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A mi abue Ana 
 que nos llevó de Santiago Tecozautla, 
a Santiago Zapotitlán. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Al señor Sergio Guzmán 
y la señora Paulina Rodríguez, 
con todo el amor, 
de su hija. 
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AGRADECIMIENTOS: 
 
 
A la Dra. Katherine Isabel Herazo González por el acompañamiento en este largo proceso. 
Al Dr. Andrés Medina Hernández por todo su apoyo y por lo mucho que nutrió este trabajo con 
sus sugerencias. 
Al Dr. J. Jesús María Serna Moreno, a la Lic. Norma Angélica Gómez por el cálido 
acompañamiento que han dado a mi proceso de formación en estos años y especialmente a la 
elaboración de esta tesis. 
A la Mtra. Beatriz Alejandra Macouzet Menéndez por sus amables sugerencias para mejorar 
esta investigación. 
A Filiberto Valdés Peña, por su apoyo para contactarme con actores sociales y por su valiosa 
labor de preservación de la cultura y la memoria. 
A las y los mayordomos que participaron relatando sus experiencias: 
Estela Chavarría 
Luz María Chavarría 
Sergio Guzmán 
Aldo Salas 
Hilario Salas 
A mi familia por todo su apoyo y amor; soy muy afortunada de ternerlos. 
A Maxi. 
A todas mis amigas y amigos por su amor y por sus palabras de aliento y confianza durante este 
proceso. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
4 
 
 
 
Índice 
 
 
Resumen…..………………………………………………………………………………. 1 
 
Introducción………………….…………………………………………………………….2 
 
Capítulo I. Acerca de la comunidad, el sentido de comunidad y la participación 
comunitaria………………………………………………………………………………...4 
1.1 Comunidad….…………………………………………………………………….…….6 
1.2 Sentido de comunidad ……………………………………………………………….13 
1.3 Antecedentes del concepto de participación comunitaria………………….................24 
1.4 Concepto de participación……………………………………………………………..29 
 
Capítulo II. Acerca de la realidad invisibilizada de la Ciudad de México: los pueblos 
originarios y la mayordomía como forma de organización comunitaria…...………...39 
2.1 Pueblo originario…....………………………………………………………………....39 
2.2 Entre árboles de zapote…………………..…………………………………………….50 
2.3 Sistema de cargos y mayordomía: breves comentarios sobre una amplia 
discusión en la antropología mexicana………………….……..…………………………..59 
2.4 La mayordomía en Zapotitlán…...………………………………….………………….66 
 
Capítulo III. Sobre la metodología…………………………………………….………...72 
 
Resultados……..……………………………………………………….………………….76 
Conclusiones……………..……………………..…………………….………………….108 
Referencias…………………...…………………………………………………………..116 
Anexos…………………………………………………………………………………....119 
Entrevista 1 Sergio Guzmán…….…………………..….………………………………...120 
Entrevista 2 Aldo Salas………....……………...………………………….……………...139 
Entrevista 3 Estela Chavarría…...………………………………………….……………..149 
Entrevista 4 Hilario Salas…………...……………………………………….…................159 
Entrevista 5 Luz María Chavarría…………………………………………….…………..173 
 
Guía de entrevista a mayordomos en Santiago Zapotitlán…………………………...188 
1 
 
 
Resumen 
El objetivo de esta investigación cualitativa exploratoria es conocer cómo se construye el 
sentido de comunidad a partir de la participación en la mayordomía del pueblo Santiago 
Zapotitlán en la Alcaldía de Tláhuac, Ciudad de México. 
 Dentro de los hallazgos investigativos encontramos que todos los rasgos del sentido de 
comunidad, así como los atributos de la participación comunitaria se expresan en el decir de 
los mayordomos acerca de su experiencia práctica; y además de esto, encontramos rasgos que 
nos hablan de un sentido del Nosotros, todo esto asentado sobre la base de rasgos culturales de 
raíz mesoamericana. 
 La participación que los pobladores de Zapotitlán tienen en sus mayordomías, fortalece 
y reproduce el sentido de comunidad de sus habitantes a través de su compleja organización, 
misma que fomenta valores comunitarios como la unión, la solidaridad, el compañerismo y el 
apoyo mutuo y que está asentada en una identidad que se viene construyendo, reproduciendo y 
adaptando a las nuevas condiciones de vida, desde la época pre colonial en que este 
asentamiento tuvo su origen como pueblo nahua tributario de la Gran Tenochtitlán. Además, 
existe un sentido de comunidad que, en muchos casos, antecede a la experiencia de participar 
en comunidad como mayordomo. 
 Consideramos que el estudio del sentido de comunidad en los pueblos originarios de la 
Ciudad de México, ha develado importantes hallazgos que demuestran la vigencia de sus rasgos 
mesoamericanos sobre los cuales se asienta una forma de vida basada en la consecución de 
objetivos comunitarios. Asimismo, esta vigencia pone de manifiesto la necesidad de continuar 
investigando, no sólo la participación comunitaria en mayordomías, sino en las diversas 
expresiones que en los pueblos originarios podemos encontrar. . 
Palabras clave: Sentido de comunidad, participación comunitaria, pueblo originario, 
mayordomía. 
 
 
2 
 
Introducción 
La psicología social comunitaria nació en América Latina como una experiencia crítica hacia 
las posturas tradicionales de la psicología clínica y la psicología social de corte norteamericano 
y europeo. Sus inicios fueron por fuera de la academia y la universidad, incluso muchas veces 
clandestinamente, pero siempre ligada a las experiencias de lucha y resistencia de los pueblos 
en los diferentes países en los que se ha desarrollado. Actualmente, ha desarrollado teorías y 
metodologías sólidas que continúan siendo analizadas, contrastadas con la realidad y 
complementadas, además se haberse hecho un lugar referencial dentro de la academia en todo 
el continente. 
El concepto sentido de comunidad ha sido ampliamente estudiado por la psicología 
social comunitaria en América Latina y, actualmente, en México continúa un camino 
recientemente abierto que ha puesto los ojos en los pueblos originarios. Son diversos los 
ámbitos en los cuales este sentido de comunidad se reproduce, como es el caso de la 
participación en las formas de organización comunitaria, tales como la mayordomía. El pueblo 
Santiago Zapotitlán1, ubicado en la Delegación Tláhuac de la Ciudad de México, tiene una 
historia que se remonta hasta la época prehispánica y actualmente es reivindicado por la 
comunidad como un pueblo originario, y este hecho, por sí mismo, ya nos habla de un 
sentimiento importante de los “zapotecos” hacia su territorio y hacia sus raíces culturales. 
En la presente investigaciónmostraremos de qué forma el sentido de comunidad y la 
participación en las mayordomías se encuentran imbricados. Para ello hemos partido, en un 
primer capítulo, de la definición de conceptos como son: comunidad, sentido de comunidad, 
participación, pueblo originario y mayordomía. En esta parte hemos recurrido a autores 
latinoamericanos, europeos y norteamericanos para realizar una discusión crítica acerca de los 
tres primeros conceptos. Posteriormente, recurrimos a los importantes aportes de la 
antropología para dar luz acerca de la definición de pueblo originario y mayordomía. 
 
1 Nombre castellanizado, del náhuatl Tzapotitlan. 
3 
 
En un segundo capítulo, y siguiendo los aportes de la antropología, encontramos algunos datos 
históricos y antropológicos de Santiago Zapotitlán, así como de sus mayordomías. 
En un tercer capítulo abordamos la caracterización de la metodología por medio de la 
cual obtuvimos la información, así como las razones por las cuales la elegimos. Asimismo, 
exponemos nuestras preguntas de investigación y describimos cuáles fueron las motivaciones 
de esta investigación, así como el proceso de su realización. 
En un cuarto capítulo se encuentran los datos obtenidos por medio de las entrevistas a 
profundidad aplicadas, así como el análisis de ellos por medio de la condensación. A través de 
estos datos develamos la relación que existe entre el sentido de comunidad y la participación 
de la comunidad en sus mayordomías. 
Posteriormente, tenemos las conclusiones a las que llegamos a través del análisis de 
nuestros datos. En esta parte se explica cómo se construye y fortalece el sentido de comunidad 
a través de la participación en las mayordomías del pueblo y, en específico, cómo se da la 
participación en la mayordomía, y de qué forma está presente el sentido de comunidad. 
Finalmente, encontramos los anexos en los cuales se encuentran las cinco entrevistas 
realizadas a los mayordomos y mayordomas. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
4 
 
Capítulo I. 
Acerca de la comunidad, el sentido de comunidad y la participación comunitaria. 
 
Del latín: popolum, pueblo significa a la vez el 
 sitio y la gente: vivimos en pueblos y somos 
 pueblo, afortunada dualidad semántica porque 
 en verdad las personas y sus caseríos somos la 
misma cosa.2 
 
La psicología como ciencia, ha sido atravesada por un sinfín de elementos que han influido en 
ella de diferentes maneras. Por ejemplo, la psicología social está marcada por los efectos que 
la Revolución Industrial tuvo en las comunidades agrarias de Gran Bretaña -las cuales fueron 
forzadas a trasladarse a los grandes centros de la producción- y que se extendió por Europa, al 
paso que se expandía el modo de producción industrial, así como de la Primera y Segunda 
Guerra Mundial, por mencionar únicamente tres hitos históricos en la historia mundial. A 
mediados del siglo XX, ya existía una psicología social consolidada en EE.UU. y Europa, en la 
que primaban conceptos como liderazgo, actitudes, rumor, comportamiento social, influencia 
u opinión. 
Sin embargo, mientras en EE.UU. se trataban los efectos nocivos de una economía de 
guerra en la salud mental de sus soldados, desde lo clínico y lo social, en América Latina se 
resistía a los embates sociales, económicos y políticos de esa misma nación imperialista sobre 
nuestras semi coloniales y coloniales naciones. Innumerables genocidios, invasiones militares, 
ocupaciones y por tanto desplazamiento forzado, persecusión política, violaciones sexuales a 
miles de mujeres y niñas perpetrados por los ejércitos nacionales pro imperialistas, dictadura 
militar, guerra civil, guerrilla rural y urbana, eran el escenario de América Latina en el que una 
psicología social comunitaria comprometida con las víctimas de estos sucesos, emergía 
 
2 La Jornada del Campo. Suplemento Informativo de La Jornada. 15 de septiembre de 2012. Número 60 
 
 
 
5 
 
cuestionando el quehacer de los profesionales de la psicología ante este panorama y 
concluyendo que no era suficiente con analizar y atender clínicamente los horripilantes 
resultados de estos sucesos. Se hacía necesaria otra mirada que no se planteara como superior 
ante los actores sociales, que coadyuvara a su resistencia y /o recuperación desde el marco 
interpretativo de la propia comunidad y no desde programas impuestos que entienden a su modo 
externo la salud mental, la salud comunitaria y el bienestar de la comunidad. De esta forma, en 
nuestros diferentes países latinoamericanos, se desarrolló todo un corpus teórico que 
fundamentara nuestro ejercicio práctico y, a la vez, reflexiones teóricas acerca de nuestras 
experiencias de campo. 
No es interés en esta investigación escribir una historia de la psicología social 
comunitaria -para lo cual existen valiosos textos-, sino simplemente dar elementos que permitan 
a cualquier persona entender, grosso modo, el origen teórico de este trabajo. 
En el devenir de la psicología social comunitaria (PSC) en América Latina se han 
realizado un gran número de intervenciones en los más diversos escenarios, las cuales a veces 
han sido sistematizadas y publicadas, y muchas otras no, dado el énfasis práctico de esta rama 
de la psicología, a veces circunscrito a espacios no académicos. Sin embargo, es necesario 
fortalecer y consolidar nuestra ciencia a través de la sistematización de nuestras experiencias 
de intervención comunitaria, así como a través de la reflexión y crítica de los conceptos 
difundidos dentro del campo. 
La presente investigación busca contribuir a dicho fortalecimiento, a través de la 
discusión de los conceptos de comunidad, sentido de comunidad y participación, los cuales son 
pilares de nuestra labor, desde el horizonte de la psicología social comunitaria. 
Para ello, es fundamental recuperar los aportes teórico-conceptuales de la psicología 
social comunitaria acerca de comunidad y sentido de comunidad, así como sus principales 
referentes, componentes y caracterizaciones. La finalidad es analizar si los aportes hasta ahora 
vertidos en Europa, Estados Unidos y América Latina, develan la dinámica comunitaria en 
nuestro lugar de estudio: el pueblo originario de la Delegación Tláhuac, Santiago Zapotitlán. 
 
6 
 
1.1 Comunidad 
El concepto de comunidad, básico en la PSC, ha sido centro de un gran debate respecto a los 
elementos que se deberían considerar para determinar si se puede decir que existe comunidad 
en los lugares particulares donde se realiza investigación. Han permeado los conceptos 
producidos en Europa y Estados Unidos, sin embargo, es importante destacar que siempre es 
necesaria una revisión de las conceptualizaciones, puesto que las comunidades viven en una 
continua transformación y flujo de influencias resultantes de la globalización del capitalismo y 
renovación de las prácticas comunitarias que ello implica. 
Para comenzar a hacer un recorrido por los inicios de la definición y caracterización de 
“comunidad”, nos encontramos que en 1887, Tönies destaca que la comunidad es “el fruto de 
la interdependencia natural de las voluntades humanas” (Tönies, citado por Maya, 2004, p.188), 
diferenciando así comunidad o Gemeinschaft, de asociación, sociedad o Gesellschaft. La 
primera se caracteriza por la “proximidad física, la cooperación, el sentimiento de solidaridad, 
el apoyo social, la participación y la acción conjunta” (Herazo, 2014, p.24) mientras que la 
última es tan sólo una convención pública, legal, que obliga al mantenimiento de la 
interdependencia de los individuos. 
 Comunidad es lo antiguo y sociedad lo nuevo, como cosa y nombre 
[…] comunidad es la vida en común duradera y auténtica; sociedad es sólo una 
vida en común pasajera y aparente. Con ello coincide el que la comunidad misma 
deba serentendida a modo de organismo vivo, y la sociedad como agregado y 
artefacto mecánico. (Tönies, citado por Álvaro, 2010, p.1) 
En Europa, otros autores han definido a la comunidad. Un ejemplo de definición es la que cita 
Meza (2009), donde, para Alipio Sánchez Vidal (1996), la comunidad es “un sistema o grupo 
social de raíz local, diferenciable en el seno de la sociedad de que es parte con base en 
características e intereses compartidos por sus miembros y subsistemas que incluyen: localidad 
geográfica (vecindad), interdependencia e interacción psicosocial estable y sentido de 
pertenencia a la comunidad e identificación con sus símbolos e instituciones” (p. 26) . En ese 
sentido establece los siguientes elementos característicos de la comunidad: 
7 
 
• Localización geográfica (vecindad) 
• Estabilidad temporal (duración) 
• Instalaciones, servicios y recursos materiales (escuelas, parques, transportes, mercados, 
hospitales, centros de servicios, etc.) 
• Estructura y sistemas sociales (políticos, culturales, etc.), la cohesión y los lazos que se 
desarrollan entre los miembros. 
• Componente psicológico (Sentido psicológico de Comunidad) (p. 26) 
Al respecto, consideramos que elementos como la localización geográfica y las instalaciones, 
servicios y recursos materiales, para el caso de numerosas comunidades latinoamericanas, no 
se encuentran como características de algunas de ellas pues, por ejemplo, muchas comunidades 
indígenas en nuestro país y en América Latina sufren o han sufrido el acoso del Estado a través 
de sus grupos armados o paramilitares, así como de grupos guerrilleros, lo cual las ha obligado 
al desplazamiento y a pesar de ello mantienen una identidad comunitaria, un gran arraigo y 
sentido de comunidad. Por lo tanto, no podemos concluir que el hecho de que una comunidad 
esté fuera de la localización geográfica que originalmente la vio nacer, implique la pérdida de 
su sentido de comunidad. Al respecto podemos mencionar, por ejemplo, el caso de 
comunidades desplazadas en América Latina, así como migrantes de comunidades mexicanas 
que, al llegar a la capital del país o a diversas ciudades de Estados Unidos, se reagrupan y 
conservan una vida lo más similar a la que tenían antes de ser desplazados y migrantes, y sobre 
esta base, mantener su estilo de vida comunitaria y su sentido de comunidad. 
Asimismo, existen numerosas comunidades que no cuentan con “instalaciones, servicios o 
recursos materiales” y que, sin embargo, manifiestan un marcado sentido de comunidad. 
Tenemos también que para otros autores europeos, la comunidad “se trata, además, de una 
experiencia subjetiva que guarda una relación inversa con el sentido de privacidad” (Gómez 
Jacinto & Hombrados, p. 3, citado por Maya Jariego, 2004). 
Para Isidro Maya Jariego (2003): 
8 
 
 [...]concebir la sociedad como un entramado de relaciones que se 
condensan en conglomerados más o menos delimitados es otra forma de 
aproximarse al concepto de comunidad, que ofrece ventajas en la práctica de la 
investigación. El análisis sistemático de redes sociales (a) puede proporcionar 
una visión integrada de los múltiples niveles en los que toma forma la 
comunidad, (b) sirve para dar cuenta de las pertenencias múltiples, así como de 
la superposición de comunidades y subcomunidades, y (c) permite valorar las 
relaciones de una comunidad con su contexto inmediato. (p.195) 
Asimismo, en América Latina se han realizado diversas investigaciones, las cuales han aportado 
al fortalecimiento del concepto de comunidad, desde sus diferencias particulares. 
En la siguiente definición podemos encontrar los elementos que constituyen a una 
comunidad, la cual se construye desde adentro. Esta definición no busca ser generalizable a 
todos los casos y proviene del trabajo comunitario en Pampajasi, Bolivia, en el año 1983; parte 
de la propia experiencia de los psicólogos comunitarios Javier Mendoza y Mercedes Zerda, 
además de la comunidad con la que trabajaron, sin embargo, la consideramos pertinente porque 
integra los elementos que refieren algunas comunidades de los pueblos originarios. Cabe 
señalar la raíz indígena que comparten ambos casos: 
 No es un territorio físico, ni el conjunto de habitantes que debería 
actuar de acuerdo con una teoría, sino el resultado del esfuerzo conjunto de la 
gente que vive en un mismo lugar. Es algo que se crea colectivamente, desde la 
infraestructura material, la manera de satisfacer las necesidades concretas, las 
actitudes que impulsan y dificultan la relación que se va construyendo entre 
todos/as. (Mendoza y Zerda,1983, p. 71) 
Para la comunidad aymara de Pampajasi, el concepto se refiere a la unidad social básica de las 
culturas nativas en las áreas rurales, que es el ayllu, el cual incluye el ámbito geográfico, las 
relaciones de parentesco, las formas de organización, las relaciones con la naturaleza, las 
obligaciones sociales de reciprocidad y la identificación psicosocial de los integrantes con esa 
comunidad. 
9 
 
Por otro lado, para Maritza Montero (2004), psicóloga social venezolana, la comunidad 
es “un grupo social dinámico, histórico y culturalmente constituido y desarrollado, preexistente 
a la presencia de los investigadores o de los interventores sociales, que comparte intereses, 
objetivos, necesidades y problemas, en un aspecto y un tiempo determinados y que genera 
colectivamente una identidad, así como formas organizativas, desarrollando y empleando 
recursos para lograr sus fines” ( Montero, citada por Montero, 1998, p.199). 
De esta forma, la autora nos presenta algunos aspectos constitutivos de la comunidad: 
● Aspectos comunes, compartidos: 
-Historia 
-Cultura 
● Intereses, necesidades, problemas, expectativas socialmente construidos por los 
miembros del grupo. 
● Un espacio y un tiempo (Montero, 1998a; Chasis y Wandersman, 1990). 
● Relaciones sociales habituales, frecuentes, muchas veces cara a cara (Montero, 1998a; 
Sánchez, 2000). 
● Interinfluencia entre individuos y entre el colectivo y los individuos (McMillan y 
Chavis, 1986). 
● Una identidad social construida a partir de los aspectos anteriores. 
● Sentido de pertenencia a la comunidad. 
● Desarrollo de un sentido de comunidad derivado de todo lo anterior. 
● Un nivel de integración mucho más concreto que el de otras formas colectivas de 
organización social, tales como la clase social, la etnia, la religión o la nación (Montero 
1998a). 
● Vinculación emocional compartida (McMillan y Chavis, 1986; León y Montenegro, 
1993). 
● Formas de poder producidas dentro del ámbito de relaciones compartidas (Chasis y 
Wandersman, 1990). 
● Límites borrosos. 
10 
 
(Montero citado por Carvajal Burbano, 2011, p.200) 
 Consideramos una guía a los aportes de Montero sobre comunidad para la presente investigación. 
En Venezuela, en el marco de una investigación sobre el sentido de comunidad en el Barrio 
León Dross Blanco, en la ciudad de Caracas, Isabel García, Fernando Giuliani y Esther 
Wiesenfeld (2000) señalan que consideran “que en el estudio de estos temas es de suma 
importancia incluir la dimensión temporal de una comunidad y sus componentes” (p. 81). 
Es importante en este concepto la constitución histórica y cultural que los autores 
destacan, dejando así un amplio marco que nos permite repensar cada com{unidad a partir de 
su historia y forma de reproducción cultural. 
En el caso del texto de Mariane Krause (2001) Hacia una redefinición del concepto de 
comunidad. Cuatro ejes para un análisis crítico y una propuesta, la autora reflexiona acerca 
del debate en la psicología social comunitaria, el cual plantea que las comunidades como 
tradicionalmente se han conceptualizado, se encuentran en un claro deterioro, producto del 
avance del ensimismamiento, del desinterés por el otro, ruptura de la convivencia y los lazosde la comunidad, que ha provocado la inserción de las comunidades en la posmodernidad 
capitalista. 
En este marco, desde Chile la autora se pregunta: “¿son las comunidades las que están 
en extinción o es nuestro concepto de comunidad el que se está transformando en anacrónico, 
ante nuevas formas de comunidad de las que no es capaz de dar cuenta?” (p. 50) 
Asimismo, en Chile, Didier (1987) define a la comunidad como “Un grupo de personas 
que comparten un territorio común, un conjunto de recursos comunes, una cultura común, que 
interactúan frecuentemente y que se definen como pertenecientes a un grupo social definido 
como comunidad” (Didier, 1987, citado por Díaz ,2003, p.9 ) 
Para la referida investigación, existen dos tipos de características que constituyen la 
noción de comunidad (de acuerdo a su revisión de diversos conceptos): elementos estructurales 
y elementos funcionales. 
11 
 
Respecto a los elementos estructurales es importante referir que para los autores, “una 
comunidad la conforman individuos asociados, vinculados entre sí, con características propias 
y diversas al mismo tiempo” que conviven en cierto espacio que es el “ambiente físico (que 
para su investigación se refiere) al entorno donde viven los individuos” el cual está conformado 
por las viviendas y el espacio exterior a las mismas y de esta forma “ambos espacios –privado 
y semipúblico o público-, configuran el escenario total dentro del cual los habitantes conviven.” 
(García, 2000, p. 82) . 
Los elementos funcionales parten de los elementos estructurales, pues representan el marco 
donde se produce la interacción cotidiana, así “con el transcurrir del tiempo, la interacción y 
compenetración entre los vecinos puede hacerse más intensa, ya que comparten necesidades y 
enfrentan problemas comunes, pasando de la conversación informal al encuentro en los 
negocios, los juegos y amistades, las preocupaciones compartidas o comentadas frente a un 
problema personal o grupal, o ante otras situaciones” (p. 82 ). De esta forma, los efectos de esta 
interacción y la interacción en sí, son la expresión del elemento funcional de la comunidad. 
De acuerdo con Herazo (2014), un concepto de comunidad para el caso de los pueblos 
originarios de la Cuenca de México debe construirse o complementarse desde el análisis de 
nuestra propia realidad latinoamericana, de raíz mesoamericana, pues estos elementos abren 
totalmente otra forma de vinculación con los demás y con la naturaleza, misma que se expresa 
constantemente en el discurso de los originarios: la importancia de lo colectivo y de su espacio 
simbólico y territorial. Asimismo, "no se puede concebir a la comunidad en márgenes tan 
estrechos" (p.27) como los que pretenden situar a las comunidades en dicotomías como rural- 
urbana o indígena-mestiza, pues "la realidad es diversa y puede juntar en un mismo espacio la 
comunidad urbana y comunidad rural (…)" (p.27). 
Este último aporte se hace vigente en nuestra investigación, ya que en el caso del pueblo 
originario Santiago Zapotitlán, hablamos de un pueblo con marcados rasgos de origen 
mesoamericano, que se expresan en su ciclo agrícola (el cual detallaremos más adelante), así 
como rasgos de una comunidad inserta en la dinámica de la Ciudad de México, una de las más 
grandes y complejas del mundo. 
12 
 
Otra reflexión que recuperamos de Herazo (2014) es el papel que le da a la historicidad 
cuando señala que "es necesario incorporar las condiciones socioantropohistóricas que la 
determinan, ya que la comunidad, en esencia, se forma a partir de la existencia de interacciones 
sostenidas en el devenir histórico." (p.28) 
Consideramos de vital importancia este elemento en la constitución de la comunidad a 
la que estudiamos, ya que sería imposible de explicar sin recurrir a la historia que ha compartido 
y que data de cientos de años de transformaciones y permanencia. 
Finalmente, en esta parte queremos señalar la relación que Herazo realiza sobre 
comunidad y sentido de comunidad. Para ella estos dos conceptos "no caen en contradicción o 
en una bifurcación, sino que la correlación y comparación de éstos posibilita el surgimiento de 
un tercer elemento a manera de síntesis o resolución. Se trata de la explicación de que hay 
comunidad donde se encuentra un sentido de comunidad y, a su vez, existe sentido de 
comunidad donde hay comunidad", como se cita en Herazo. (Herazo, 2014, p. 31) 
Para la presente investigación y rescatando los aportes antes mencionados, partiremos 
de un concepto de comunidad que, aunque puede ser aplicable a otros escenarios y está pensado 
para algunos pueblos originarios de la Cuenca de México. Consideramos que estos espacios, 
cuyas delimitaciones geográficas han cambiado a lo largo de su existencia, existen antes de la 
Colonia o surgieron como una de sus delimitaciones político-administrativas y han mantenido 
un sentido de comunidad fundado en su pasado mesoamericano y reproducido en sus formas 
de organización comunitaria y calendario ritual agrario. 
 
 
 
 
 
 
13 
 
1.2 Sentido de comunidad 
A través de las intervenciones realizadas por psicólogos sociales comunitarios en América 
Latina, podemos observar una preocupación por definir y comprender la conformación del 
sentido de comunidad en los lugares donde se realiza el trabajo psicosocial comunitario. De 
estas experiencias hemos aprendido y redefinido teóricamente la vivencia del sentido de 
comunidad, sin embargo podemos apreciar que, en su naturaleza sociohistórica, el sentido de 
comunidad se constituye en función de los elementos culturales que subyacen a una comunidad. 
Es por esto que un concepto de sentido de comunidad puede darnos luces de los 
elementos que lo caracterizan, sin embargo, no podemos decir que un concepto de sentido de 
comunidad pueda explicar las formas en las que se vive en todas las comunidades, en especial 
cuando hablamos de comunidades étnicamente diferenciadas. 
En este capítulo realizaremos una breve revisión del concepto de sentido de comunidad, 
su origen en Estados Unidos y sus posteriores utilizaciones y modificaciones en la psicología 
social comunitaria latinoamericana. 
Es interés de este análisis poder definir, posteriormente, si los conceptos ya utilizados 
en la psicología social comunitaria satisfacen a cabalidad la cuestión de cómo se constituye y 
vivencia el sentido de comunidad en la experiencia de los pueblos originarios (PO) de la Ciudad 
de México, y en particular la experiencia por parte de sus miembros al participar en la 
mayordomía del pueblo de Santiago Zapotitlán. 
¿Qué es el sentido de comunidad?, ¿cómo se constituye?, ¿cuáles son los elementos que 
lo componen?, ¿qué particularidades tiene para los pueblos originarios de la Ciudad de México? 
Estas son algunas de las preguntas que trataremos de contestar en este capítulo, apoyándonos 
en las revisiones bibliográficas y hemerográficas con las que se cuenta sobre esta temática. 
Dentro de los principales aportes, encontramos el de Sarason (1974) sobre el sentido 
psicológico de comunidad. Para este investigador, se trata de una experiencia subjetiva de 
pertenencia a una colectividad mayor, formando parte de una red de relaciones de apoyo mutuo 
en la que se puede confiar (Sarason p.189, citado por Maya Jariego 2004) citado en Los 
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elementos que originan esta experiencia son “la percepción de similitud con otros, el 
reconocimiento de la interdependencia con los demás, la voluntad de mantener esa 
interdependencia dando o haciendo por otros lo que uno espera de ellos, [y] el sentimiento de 
que uno es parte de una estructura más amplia, estable y fiable” (Sarason, citado por Maya, 
2004, p.3). 
El concepto de sentido psicológico de comunidad, introducido por Saymur B. Sarason 
(1974) y redefinido por McMillan & Chavis (1986), ha sido la base para el análisis del sentido 
de comunidad en múltiples investigacionesen la PSC; sin embargo, existen otros estudios que 
se han realizado en América Latina y que analizan comunidades con rasgos culturales 
particulares de los que hablaremos más adelante. 
Aunque la definición original del concepto es realizada por Seymour Sarason, el modelo 
de sentido psicológico de comunidad que se ha asentado en la literatura, con mayor influencia, 
es la propuesta de McMillan y Chavis (1986). Según estos investigadores el sentido psicológico 
de comunidad es “un sentimiento de que las personas se interesan unas a otras y le importan al 
grupo mismo, es una fe compartida de que las necesidades de los miembros serán atendidas 
gracias al compromiso de estar juntos” (p. 9). 
McMillan y Chavis (1986) se plantean como objetivo “describir la dinámica del sentido 
de comunidad, así como identificar varios de sus elementos y describir los procesos en los que 
estos elementos trabajan juntos para provocar la experiencia del sentido de comunidad” (p.1). 
Señalan cuatro elementos que componen el concepto, los cuales facilitan su medición. Para los 
investigadores, los cuatro elementos deben estar presentes para que pueda considerarse que 
existe un sentido psicológico de comunidad. 
A continuación, citaremos cada uno de los elementos: 
• Membresía. Consiste en el sentimiento de haber invertido parte de sí mismo para pertenecer 
a la comunidad y por ello se tiene el derecho de pertenecer a ésta. (Aronson& Mills, 1959; 
Buss&Portnoy 1967). Es un sentimiento de pertenencia, pero también de sentirse apartado 
(Backman&Secord 1959). Es decir, la membresía tiene barreras, esto significa que hay personas 
que pertenecen a un grupo o comunidad y otras que no. Las barreras proveen a los miembros 
15 
 
de la comunidad de la seguridad que se requiere para que tanto las necesidades como los 
sentimientos puedan expresarse, así como de la intimidad para desarrollarse. 
Este elemento está integrado, a su vez por los siguientes atributos: 
-Límites: designa quiénes son miembros y quiénes no lo son, tiene la función de proteger el 
espacio comunitario. 
-Seguridad emocional: es uno de los resultados del establecimiento de límites y el criterio de 
membresía. Genera condiciones de intimidad que favorecen la reproducción de la dinámica 
psicosocial de la comunidad. 
-Sentimiento de pertenencia e identificación: se manifiesta a través del sentimiento de que se 
es parte de la comunidad, es recibido por ella se tiene un lugar importante. Se construye a partir 
de una historia y devenir compartidos o de la identificación con el mismo. 
-Inversión personal: representa las acciones y el sentimiento de haber brindado parte de nuestro 
tiempo personal en la comunidad. 
-Sistema simbólico compartido: consiste en las representaciones colectivas en torno al origen 
de la propia comunidad. Está sustentado en mitos, símbolos, rituales, ceremonias y fiestas 
tradicionales (Mc Millan & Chavis, 1986, citado por Herazo 2014, p.41-43) 
Es preciso señalar que, para esta investigación, consideramos este último elemento no 
sólo como una parte de la experiencia del sentido de comunidad, sino como un pilar en la 
construcción del mismo. En el caso particular de los pueblos originarios de la Ciudad de 
México, estas representaciones colectivas están ligadas al ciclo ritual agrario mesoamericano, 
mismo que explicaremos más adelante. Para Herazo (2014), este componente debe considerarse 
fundamental y no como el atributo de un elemento, dada la importancia de sus rasgos culturales 
en la conformación de su sentido de comunidad. 
• Influencia. La influencia es un concepto bidireccional. En una dirección, se encuentra la 
noción de que para que un miembro del conjunto atraiga a un grupo, él o ella debe tener alguna 
influencia sobre lo que el grupo hace (Petersen& Martens, 1972; Solomon 1960; Zander& 
16 
 
Cohen, 1955). Por otro lado, la habilidad de un grupo para influenciar a sus miembros, la 
cohesión grupal es contingente (Keley&Volkart, 1952; Kelley y Woodruff, 1956) 
• Integración y satisfacción de necesidades. [Es] lo que traducido a términos más simples se 
refiere al reforzamiento. El reforzamiento como un motivador de la conducta, es un pilar dentro 
de la investigación conductual, y resulta obvio que para mantener un sentido positivo de unión 
en cualquier grupo, las asociaciones individuo-grupo deben interesarse por los miembros que 
las integran. Dada la complejidad de los individuos y de los grupos, ha sido imposible 
determinar todos los reforzadores que mantienen unidas a todas las personas dentro de una 
comunidad en la que existe cercanía entre sus miembros, sin embargo, varios reforzadores han 
podido identificarse. Uno de ellos es el estatus de ser miembro de la comunidad (Kelley, 1951; 
Zander y Cohen, 1955). Berkowitz (1956), Peterson y Martens y Sacks (1952), se ha 
demostrado que el éxito grupal hace que los miembros del grupo se unan. La literatura sobre 
atracción interpersonal, sugiere que la competencia es otro reforzador (Hester, Roback, Weis, 
Anchor &McKee, 1976; Zander&Havelin, 1960). Las personas se sienten atraídas hacia 
aquellos individuos que pueden beneficiarlos de alguna manera. 
• Conexión emocional compartida. La conexión emocional compartida, está basada en gran 
parte, en una historia en común. No es necesario que los miembros de un grupo hayan 
participado en una historia para poder compartirla, pero sí es necesario que se identifiquen con 
ella. Los miembros reconocen un lazo emocional compartido que resulta del “contacto positivo 
prolongado y de participar de experiencias y una historia comunes 
Sin embargo, McMillan y Chavis (1986), no se proponen realizar una teoría que explique 
absolutamente todos los elementos que componen el sentido de comunidad ni su interacción, 
ya que como ellos mismos señalan: 
 Debemos aprender a usar el sentido de comunidad como una 
herramienta para adoptar el entendimiento y la cooperación. Esperamos que la 
investigación en este tópico, provea de una base sobre la cual podamos facilitar 
comunidades libres, abiertas y tolerantes. Aquí presentamos el concepto de 
17 
 
comunidad, no como una panacea, sino como un medio para hacer surgir la clase 
de mundo con la que nosotros y otros, hemos soñado. (p.32) 
Es decir que realizan una propuesta que sirva para el análisis en otras investigaciones, como la 
presente y que, a su vez, coadyuve a construir comunidades más libres. Por esta razón, debemos 
realizar un análisis de otros elementos que expliquen la constitución del sentido de comunidad 
en Tzapotitlan, y que respondan de manera particular a la naturaleza mesoamericana de su 
conformación, la cual estudiaremos a lo largo de esta investigación. 
Los análisis de McMillan y Chavis, así como otros autores en Estados Unidos están 
permeados por una visión individualista de la constitución del sentido de comunidad, además, 
por un interés de medir cuantitativamente el sentido de comunidad, formas que, para el estudio 
del sentido de comunidad en los pueblos originarios de la Cuenca de México y particularmente 
en Tzapotitlan no explican a cabalidad la forma en que éste se construye y mantiene. 
En el momento en el que una comunidad construye colectivamente todo un andamiaje 
que garantice la reproducción de su identidad colectiva a través sus formas de participación 
comunitaria, como pueden ser los consejos del pueblo, las mayordomías o las asambleas 
comunitarias, podemos considerar que el acento puesto en lo intrapsíquico, en lo individual, 
resulta totalmente limitado para explicar todas estas manifestaciones de la experiencia de 
pertenecer a una comunidad. 
Siguiendo con las caracterizaciones, para autores europeos como Sarason (1974), los 
elementos que le dan forma a la valoración personal de confianza, son “la percepción de 
similitud con otros, el reconocimiento de la interdependencia con los demás, la voluntad de 
manteneresa interdependencia dando o haciendo por otros lo que uno espera de ellos, [y] el 
sentimiento de que uno es parte de una estructura más amplia, estable y fiable”(Sarason p.3, 
citado por Maya (2004). “De acuerdo con esta definición, el sentido de comunidad (a) tiene un 
núcleo importante en torno a la interacción social entre los miembros de un colectivo, y se 
complementa con (b) la percepción de arraigo territorial y (c) un sentimiento general de 
mutualidad e interdependencia” (Sánchez, citado por Maya, 2004, p.3). 
18 
 
En otra posición desde Europa sobre el sentido de comunidad y cómo se diferencia de 
acuerdo a su base urbana o rural, encontramos que Hombrados (2011), al respecto refiere que 
 En la ciudad, la solidaridad típica de la comunidad rural, 
Gemeinschaft de Tönies es sustituida por mecanismos de competición y de 
control social formalizado que obligan a que cada individuo deba afiliarse a una 
pluralidad de grupos que satisfacen diversas funciones que le son necesarias para 
su supervivencia (…) El contacto social en el medio urbano es una última 
instancia superficial, anónimo y rápido, tendencias agravadas por una alta 
densidad poblacional (Hombrados, 2011, citado por Herazo, 2014, pp.113-114) 
Sin embargo, más adelante veremos cómo esta diferenciación de Tönies, en nuestro lugar de 
estudio no tiene el impacto que subraya, pues en la Cuenca de México encontramos 
comunidades con un marcado sentido de comunidad que, sin embargo, están imbuidas en la 
dinámica citadina. 
Por ello es importante destacar las investigaciones en América Latina sobre el sentido 
de comunidad, pues en esta región podrían encontrase más coincidencias dentro de los pueblos 
originarios e indígenas que la componen –ligados a sus particularidades culturales-, en 
comparación con los estudiados casos de Estados Unidos o Europa. 
Frente a la modificación de los espacios originales de reproducción material y de la 
cultura, así como de formas de organización comunitaria, a las que obliga el avance de las 
fuerzas productivas del capitalismo, los pueblos originarios de la Cuenca de México mantienen 
una resistencia cultural que data de la época de la invasión europea al continente americano en 
el siglo XVI. Esta resistencia ha renovado sus formas y se ha transformado en el marco de la 
expansión imperialista del siglo XX a la fecha. El sentido de comunidad que expresan 
actualmente los pueblos originarios de la Cuenca de México es el resultado de esta histórica 
resistencia. 
Para Herazo (2014), una de las fortalezas de los pueblos originarios es su sentido de 
comunidad, mismo que les permite hacer frente a los procesos de globalización; sin embargo, 
la autora explicita el hecho de que, en las investigaciones sobre sentido de comunidad, aún hay 
19 
 
mucho trabajo por hacer para demostrar empíricamente cómo este sentido de comunidad ayuda 
a preservar sus elementos etnoculturales. 
Otro elemento que nos parece importante rescatar sobre las aportaciones de Herazo, es 
la reflexión acerca de la dicotomía comunidades rurales-comunidades urbanas, en la que 
autores como Prezza y Constantini (citados en Hombrados, 2011) señalan que la urbanización 
proveniente de la industrialización, tiene como uno de sus efectos un repliegue sobre sí mismo, 
que muchas veces le hace creer al individuo que es autosuficiente e independiente de la 
comunidad. 
Para Herazo esta diferenciación se torna ajena al caso de los pueblos originarios de la 
Cuenca de México pues, aunque han sido alcanzados por la inserción a la forma industrial de 
producción y reproducción, mantienen con firmeza sus rasgos identitarios. 
Si bien es cierto que la globalización del modo de producción capitalista genera la 
enajenación (entendida como el proceso histórico en el que se separó al trabajador de los medios 
de producción y de los frutos de su trabajo) de las relaciones sociales, así como la cosificación 
(reducir a la condición de cosa, convertirla en un valor más del mercado capitalista) de las 
personas, consideramos que la dinámica psicosocial comunitaria en los pueblos originarios es 
un ejemplo de la resistencia de las comunidades por mantener la interacción social, la 
cooperación, la solidaridad, el apoyo mutuo, el fortalecimiento de redes comunitarias, la 
participación comunitaria, entre otros elementos. 
Asimismo, consideramos que la dicotomía que se plantea por diversos autores en la 
psicología social comunitaria entre las comunidades rurales y urbanas respecto al hecho de que 
en las segundas desaparece, no tiene asidero en la expresión de este sentido de comunidad en 
la totalidad de los pueblos originarios, pues en numerosos casos, comunidades que se 
encuentran acorraladas por grandes vías terrestres, complejos industriales, inmobiliarios o 
centros comerciales y que en el pasado fueron comunidades de pescadores o campesinos que 
se han incorporado a la dinámica urbana industrializada de la ciudad, manifiestan un fuerte 
sentido de comunidad que les permite mantener sus prácticas comunitarias. 
20 
 
Las aportaciones de Herazo surgen de la experiencia de investigación del pueblo 
originario Santa Martha Acatitla, en la Delegación Iztapalapa de la Ciudad de México. En dicha 
investigación -novedosa para la psicología comunitaria en nuestro país- la autora y sus equipos 
de estudiantes han trabajado desde la Investigación Acción Participante (IAP) y los hallazgos 
muestran que el sentido de comunidad en dicho pueblo ha mantenido a la comunidad unida 
frente a los embates de políticas neoliberales del Estado mexicano: han resistido a la enorme 
transformación de su espacio natural (el lago del que subsistía antaño esta comunidad, hoy está 
desecado y sobre él se asientan casas, centros comerciales y una gran avenida), a su inserción 
en la dinámica industrial de producción -es decir que fueron convertidos en obreros tras tener 
que renunciar a la vida de pesca, recolección en el lago y siembra-, al intento de grupos 
políticos de arrebatarles sus tierras, a la imposición de dos cárceles que estigmatizan la imagen 
de este pueblo dentro de la Ciudad de México como una de las zonas más peligrosas de la 
ciudad, etcétera. 
Sin embargo, pese a estos hechos, Herazo encontró que el sentido de comunidad sigue 
manifestándose a través de la realización de su ciclo festivo y que se fundamenta en la historia 
que la comunidad de Santa Martha Acatitla ha atravesado. 
Para la presente investigación recurriremos a la discusión que Herazo (2014) realiza 
acerca del hallazgo del “sentido de comunidad como expresión del nosotros”. Es importante 
señalar que, para nuestra investigadora, el sentido de comunidad puede permanecer a pesar del 
embate de los efectos opresores del capitalismo. 
Herazo (2014) recupera los aportes de Carlos Lenkersdorf (2002) acerca de la 
experiencia de comunidades indígenas de “Vivenciar el Nosotros”. A esta experiencia también 
se le puede encontrar en el caso de los pueblos originarios de la Ciudad de México y es 
transmitida de generación en generación a través de las prácticas comunitarias de estos pueblos. 
Esta experiencia, es también señalada por Montero (2004) cuando menciona que la conciencia 
del nosotros surge del encuentro de vecinos. 
Según Herazo, en los pueblos originarios de la Cuenca, se manifiesta la compleja expresión del 
sentido de comunidad a través de: 
21 
 
● La conciencia del Nosotros 
● El vivenciar el Nosotros 
● El sentir el Nosotros 
● Vocalizar el nosotros 
Entendemos la conciencia del Nosotros como aquellas manifestaciones discursivas y actos que 
dejan ver la cohesión y solidaridad de una comunidad, la forma colectiva de resolver sus 
problemáticas y la concepción de que es desde ese horizonte comunitario que pueden ser 
comprendidas y resueltas. Para Herazo(2018) “se basa en un claro proceso de reflexión acción 
como colectivo que se identificacon sus miembros quienes buscan resolver sus necesidades de 
forma conjunta comparten valores y creencias y persiguen el cambio desde la notificación” 
(p.74) 
Veámos el caso de la Fiesta de Luces y Música3: es muy claro el sentido nosótrico de 
esta celebración ya que, en principio, emerge de un culto colectivo a tres santos patronos que 
representan a este pueblo y son parte fundamental de sus símbolos compartidos y creencias. 
Además, la forma de celebrar, parte y ha partido siempre desde la organización colectiva de la 
comunidad, en la etapa reciente, de la creación de las mayordomías, de una forma colectiva de 
dar salida a una necesidad comunitaria y que dota de una identidad que da un lugar frente a los 
“otros” (otros pueblos, barrios, colonias). Existe una conciencia de ser un Nosotros y entorno a 
ella se organiza la vida cotidiana. 
El vivenciar el Nosotros es un hecho que en los pueblos originarios se experimenta 
desde los primeros días de vida y principalmente se sostienen tradiciones que son preservadas 
y transmitidas por las familias troncales de las comunidades. A lo largo de la vida de un 
miembro de un pueblo originario, la comunidad lo va integrando, algunas veces dependiendo 
de su rol de género, a las actividades que dan identidad y cohesión comunitaria. La vida en un 
pueblo originario está ligada a diversos rituales comunitarios en los que la comunidad entera es 
bienvenida. Por ejemplo, en el pueblo originario Santiago Zapotitlán, los niños crecen 
disfrutando del carnaval, de las comparsas de los charros (como participantes o espectadores), 
 
3 Nombre que reciben las fiestas patronales de febrero y julio en el pueblo originario Santiago Zapotitlán. 
22 
 
de las fiestas de Luces y Música, en las que pueden acudir con sus familias a mirar los fuegos 
artificiales, a divertirse en los juegos mecánicos que se instalan en el deportivo; también pueden 
acudir a los torneos de fútbol donde participan clubes que muchas veces tienen decenas de años 
de existencia y en muchos casos están constituidos por miembros de una familia troncal o por 
vecinos de una manzana. También es conocida la solidaridad que se manifiesta cuando, por 
ejemplo, el miembro de una familia del pueblo fallece y quien conoce a la familia, sin que 
pertenezcan a la misma, manifiesta su apoyo con ayuda económica, en especie o colaborando 
en labores como rascar la tierra para hacer el hoyo en el que será depositado el féretro del 
difunto, también ayudando en la preparación de los alimentos y bebidas que se ofrecerán a las 
decenas o hasta cientos de personas que acudirán a acompañar a la familia en su dolor durante 
los rosarios o misa de difunto. Son muchas las situaciones en las que los miembros de un pueblo 
originario viven el Nosotros y todas ellas contribuyen a afianzar el sentido de comunidad. 
La vivencia del Nosotros también trae consigo la delimitación del Ellos, que es un 
importante límite en los pueblos originarios que se manifiesta en diversas expresiones que 
coadyuvan a afianzar una identidad comunitaria diferenciada de otros pueblos o comunidades, 
con el objetivo de asegurar la pervivencia de las propias prácticas comunitarias. Esta es una de 
las formas en que las comunidades aseguran su permanencia en el tiempo y espacio como una 
colectividad diferenciada de las otras y sobre todo, aseguran su pervivencia frente a los embates 
del proyecto neoliberal que desde los años 70´ del siglo pasado amenazan su dinámica 
psicosocial comunitaria. 
Para Herazo (2014): 
 los miembros de los pueblos originarios comúnmente hablan desde un nosotros. Es 
interesante escuchar que, en los testimonios, los originarios hablan desde el nosotros y 
no desde el yo; “en lugar de que cada uno hable por sí mismo, conviniendo de sus ideas 
para jalar a los demás en la dirección suya” (Lenkersdorf, 2002: 31), ellos hablan desde 
el nosotros como hecho constitutivo de sus valores, de convivir con el otro, más no 
desde la diferencia; es decir, hablan desde el sentido ontológico de un ser comunitario 
(p. 70). 
23 
 
El sentir el Nosotros es algo que se experimenta y fortalece a través de diversas prácticas 
comunitarias y que parece como motivación en el discurso de los miembros de un pueblo 
originario para mantener sus prácticas comunitarias. Constantemente se expresa un amor al 
pueblo y orgullo de ser parte de él, así como el deseo de mostrar ante los otros pueblos la belleza 
o superioridad de sus tradiciones, celebraciones, formas de convivencia, la antigüedad del 
pueblo, etcétera. En otras palabras, es un sentimiento de que aquello que se ha construido 
colectivamente del nosotros es importante. 
Respecto a la vocalización del nosotros, podemos decir que todos estos elementos 
mencionados, son constantemente referidos por los miembros de un pueblo originario en su 
discurso, mismo que es parte de la vida cotidiana de las formas de participación y en las 
estructuras de organización comunitaria, como puede ser la mayordomía. 
Es nuestro interés continuar esta línea de investigación, cuyo punto de partida fue el 
trabajo realizado en el pueblo originario Santa Martha Acatitla, pues consideramos que los 
hallazgos encontrados en este pueblo de Iztapalapa, tienen eco en el pueblo Santiago Zapotitlán. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
24 
 
1.3 Antecedentes del concepto de participación comunitaria. 
Para la presente investigación es necesario analizar los antecedentes del concepto de 
participación comunitaria, tanto como definir el concepto y así poder identificar las formas en 
que se da a través de las actividades realizadas por los mayordomos en el pueblo originario 
Santiago Zapotitlán, mismas que están relacionadas con la realización de sus fiestas patronales 
y la compleja articulación del ciclo festivo enraizado en el ciclo agrícola mesoamericano 
(Medina, 2007). 
 Respecto a los antecedentes, rescataremos la revisión crítica que Andrea Ruiz (2014) 
realiza. La autora señala como referentes los programas de la Organización de las Naciones 
Unidas (ONU) “así como el sentido e importancia otorgados a la participación comunitaria en 
los planes de desarrollo social en beneficio a las naciones tercermundistas o subdesarrolladas 
para lograr un desarrollo comunitario semejante al de los países desarrollados” (p.16). 
 Para continuar con esta revisión, es importante rescatar los aportes del economista y 
sociólogo brasileño Ruy Mauro Marini acerca de la situación de dependencia en América 
Latina, derivada de la división internacional del trabajo, que genera regiones en el mundo, las 
cuales ocupan un lugar distinto en la reproducción del capitalismo. 
El momento histórico en el cual surgen estas aportaciones, es la Guerra Fría, la cual se inició 
entre Estados Unidos y el Bloque soviético aproximadamente a la salida de la Segunda Guerra 
Mundial y terminó con la restauración capitalista en la URSS. En este periodo estaban a la 
orden del día, del lado socialista, la defensa de los estados obreros y la mundialización del 
nuevo modelo económico y del lado conservador, mantener su dominación en la economía 
mundial y recuperar el control económico, político y militar, allí donde se hubiera visto 
debilitado. La política de EE.UU. sobre América Latina en ese periodo fue de intervencionismo 
exacerbado, frente al cual existió una gran oposición con las más diversas expresiones, siendo 
la discusión política y la defensa de la teoría marxista, una de ellas. Las aportaciones de Marini 
que retomamos, son parte de este esfuerzo. 
Para comprender dichos aportes, debemos explicar las verdaderas intenciones de los discursos 
ideológicos desarrollistas de organismos e instituciones del capitalismo, como la ONU, el 
Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), los cuales hacen creer que las 
naciones latinoamericanas se encuentran“en desarrollo” y que podemos aspirar a erigirnos 
25 
 
como una nación “desarrollada” y así competir desde otro nivel con los grandes imperios 
mundiales. Este discurso es un engaño, pues en nuestra situación de dependencia, mientras más 
avanza el proyecto capitalista en América Latina (AL), nuestro papel de fuente de recursos 
naturales y mano de obra hiper explotada se reproduce, se altera la composición de las 
exportaciones e importaciones: exportamos nuestros recursos naturales a precios ridículos e 
importamos hasta lo más básico (en el caso concreto de México, dejó de abastecerse 
suficientemente a sí mismo de maíz, producto básico de nuestra alimentación y cultura), es 
decir que hay una pérdida de la soberanía económica y una profundización del estatus de 
semicolonia. 
Marini (1977) refiere que: 
 (…) frente al parámetro del modo de producción capitalista puro, la economía 
latinoamericana presenta peculiaridades que se dan a veces como insuficiencias y 
otras —no siempre distinguibles fácilmente de las primeras— como deformaciones. 
No es por tanto accidental la recurrencia, en los estudios sobre América Latina, de la 
noción de precapitalismo. Lo que habría que decir es que, aun cuando se trate 
realmente de un desarrollo insuficiente de las relaciones capitalistas, esa noción se 
refiere a aspectos de una realidad que nunca podrá desarrollarse, por su estructura 
global y su funcionamiento, de la misma forma como se han desarrollado las 
economías capitalistas llamadas avanzadas. (p. 4) 
Rescatamos a este autor para partir desde aquí con una posición crítica sobre el concepto de 
participación -desde nuestra realidad latinoamericana- con un horizonte teórico y ético-político 
que desenmascare estas falsas concepciones que caracterizan a América 
Latina como un territorio en el que la participación comunitaria deba ser dirigida a 
construir herramientas comunitarias enfocadas al “desarrollo comunitario” entendido desde la 
dinámica comercial capitalista. Habría que reflexionar también acerca de, si las comunidades, 
pueblos indígenas y originarios de América Latina, desean convertirse -como hipócritamente 
lo sugerirían la ONU, el BM o el FMI- en naciones imperialistas desarrolladas, en el caso de 
que no se tratara de una imposibilidad histórica. 
Atendiendo al desarrollo del concepto de participación comunitaria, nos encontramos 
como antecedente a los programas desarrollados por la ONU. Sin embargo, consideramos que 
26 
 
esta es sólo una posición desde una institución creada por el imperialismo para dar cauce a sus 
intereses de dominación. Más adelante veremos que esta noción de participación no tiene que 
ver con los intereses de diversas comunidades latinoamericanas. 
Ruiz también rescata los aportes de Castro (1995), cuando dice que: “la organización 
de la comunidad es entendida como el proceso para conseguir y mantener un reajuste 
progresivamente eficaz entre los re- cursos de bienestar social y las necesidades de bienestar 
social de una zona geográfica o campo de influencia “ (p.18). 
Y para la autora “es aquí en donde es posible observar un primer esfuerzo por entender 
y definir a la participación comunitaria como el interés mismo de la sociedad para contribuir 
a la solución de sus problemas.” (p.18).
Para Ruiz (2014), la definición de desarrollo de la comunidad de la ONU: 
 (...) no se enfoca en la participación de las comunidades para la mejora 
y desarrollo de las mismas de acuerdo con sus necesidades, sino que la utiliza para 
cubrir las necesidades e intereses de los de arriba para poder ser visto como un 
país en desarrollo, encubriendo en nombre del progreso nacional todas las 
iniciativas neoliberales que quitarían a las comunidades su libertad de organizarse 
de manera autogestiva para dar vida a la participación comunitaria. (p.21). 
Para la autora es muy evidente el nulo interés de este tipo de organismos en generar una 
verdadera participación de la comunidad de forma libre y autónoma, en la que ésta misma 
analice y determine cuáles son sus necesidades, muy aparte de las que tal o cual organismo 
internacional pueda imponer. 
Rescatando a otros autores, Ruiz señala que: 
 
Posteriormente, a partir de 1964, el desarrollo de la comunidad comienza a observarse 
como un instrumento para lograr la participación popular en los planes de desarrollo, 
siguiendo la misma línea de participación como esfuerzo, no como poder de decisión 
de la comunidad. Sin embargo, la Comisión Económica para América Latina y el 
Caribe (CEPAL), uno de los organismos regionales de la ONU, publica un documento 
llamado La participación popular y los principios del desarrollo de la comunidad en 
la aceleración del desarrollo económico y social, en el cual hace mención del 
27 
 
problema de la participación popular en cuatro rubros: como recurso del desarrollo; 
su necesidad y conveniencia; su contenido y alcance de, y sus campos (Cruz y 
Aguilar, p.22 2002, citado en Ruiz 2014). 
 
Cabe señalar que en este extracto, la CEPAL no hace referencia a la “participación popular” 
desde el horizonte freiriano de concienciación colectiva y politización de las comunidades. Más 
bien hace referencia a la participación popular como símil de la participación comunitaria, pero 
desde su concepción paternalista y economicista. 
Es importante tener en cuenta los sucesos políticos mundiales en América Latina 
alrededor de estos años, aunque es sabido que la década de los años 60’ representó una época 
muy dinámica políticamente, donde se evidenció el descontento mundial respecto al avance 
del capitalismo, la sociedad de consumo y sus consecuencias como la guerra, agudización de 
la miseria en algunas regiones (como AL), polución, entre otras. 
Estados Unidos de América (EUA) sostenía una cruenta guerra contra Vietnam, 
asimismo dentro del país norteamericano se desarrollaba una amplia protesta en contra de su 
actitud bélica e imperialista, aunque a veces, simplemente en contra de la american way of 
life o estilo de vida americano, el cual se sostenía en el consumismo y explotación de sus 
colonias latinoamericanas, en un movimiento denominado hippie y en otras corrientes 
políticas. 
En Cuba se sostenía un “gobierno socialista”, fruto de la revolución del 59´. El pueblo 
de Brasil enfrentaba una dictadura perpetrada por un golpe de Estado. 
Guatemala y casi toda Centroamérica vivían un duro proceso de militarización, violación de 
los derechos humanos, desapariciones, torturas y desplazamiento forzado, todo esto financiado 
por EEUU. 
En países como El Salvador se generaban las condiciones para la guerrilla que traería 
consigo un genocidio cometido por el ejército nacional (por ejemplo el Batallón Atlacatl) 
pagado, entrenado y armado por Estados Unidos. Argentina padecía una dictadura que dejó 
miles de desapariciones, torturados, presos políticos y asesinatos. En México se fortalecían 
grupos guerrilleros en las zonas rurales y urbanas, algunas serían derrotadas durante la Guerra 
Fría y otras devendrían en el movimiento que se hizo mundialmente visible el 1° de enero de 
1994: el movimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). 
28 
 
En este marco y desde los organismos de la oligarquía mundial: 
(...)la necesidad y conveniencia de la participación popular surge con fines 
meramente económicos, deseando un desarrollo enfocado en los niveles de 
productividad y en las estructuras de producción, entre otras. Una vez más, es posible 
observar los verdaderos intereses de las instituciones, gobierno y estado sobre la 
riqueza de la participación popular y comunitaria, cuya base es la organización. 
(Ruiz, 2014, p.23) 
Las propuestas teóricas y prácticas de las organizaciones del capitalismo como la CEPAL 
(Comisión Económica para América Latina y el Caribe), sustentan la idea de crecimiento o 
bienestar en la capacidad de adquirir mercancíasy en la inserción de las personas o 
comunidades en la lógica capitalista de producción y en general en la subsunción formal y real. 
Finalmente, Ruiz (2014) señala que: 
 el verdadero interés de promover la participación popular es adquirir una 
mano de obra barata para la ejecución de proyectos de manera más eficaz y con una 
mayor conciencia de su función en la trama de relaciones económicas y sociales 
que constituyen la vida nacional.(...)Es importante destacar que el concepto de 
desarrollo de la comunidad es introducido en América Latina y el Caribe para 
atenuar las desigualdades sociales que surgen a raíz de la expansión capitalista, 
especialmente entre los sectores más marginados. En éstos, la mayoría de los 
programas de intervención se enfocan en construir caminos y viviendas 
económicas, así como mejorar la educación y la salud, entre otros”. (p.24-25) 
De esta forma podemos tener un panorama para comprender el surgimiento y evolución del 
concepto de participación comunitaria, para contrastar sus diversas acepciones a lo largo de la 
teoría psicosocial comunitaria al respecto, las cuales desarrollaremos a continuación. 
 
 
 
 
 
 
29 
 
1.4 Concepto de participación. 
La actividad del psicólogo social comunitario está directamente ligada a la participación 
comunitaria en sus distintos ámbitos, ya sea catalizándola o fortaleciéndola. 
El concepto de participación es polisémico y complejo, ya que surge de la historia 
particular de la comunidad en la que se lleve a cabo la participación, asimismo está ligada a los 
objetivos de la comunidad y puede estar orientada a mantener sus prácticas comunitarias por 
medio de su propia reproducción. También puede ser una acción transformadora de sus 
condiciones materiales y subjetivas, y esta dinámica va de lo colectivo a lo individual y 
viceversa. 
Maritza Montero (1996) señala tres connotaciones dadas en el uso cotidiano del 
concepto, es decir, en el sentido común, así como en las investigaciones sociales. Éstas son: 
1. Ejecutar o estar involucrado en algún acto o fenómeno social en el 
 cual otras personas están presentes de la misma manera. 
2. Hacer partícipes a terceros de hechos o acontecimientos; informarles 
 o de alguna manera introducirlos en alguna forma de conocimiento o de 
acción que emana de la fuente informadora. 
3. Compartir con otras personas ciertas circunstancias y emociones 
 
La autora explica que en el tercer caso se podrían estar incluyendo los dos primeros y sólo en 
él podríamos hablar plenamente de participación. 
La participación es una condición para el fortalecimiento y para la libertad, es una 
acción conjunta, implica un contexto particular en el que se desarrolla la participación, es una 
producción e intercambio de conocimiento, es también una acción que transforma los 
contextos, implica colaboración y relaciones compartidas, requiere de organicidad para realizar 
las actividades planteadas, debe darse en una dinámica democrática, debe implicar un proceso 
reflexivo, implica solidaridad entre quienes participan, compromiso de los integrantes, una 
normatividad que regule la participación e implica un intercambio continuo de acciones, se da 
y se recibe. 
30 
 
Algunos elementos para considerar y no confundir la participación con otros fenómenos 
son: que debe ser de carácter inclusivo, estar dirigida hacia la consecución de una meta, está 
integrada por una multiplicidad de tareas, requiere de unión y organización para ser efectiva y 
está sujeta a valores y circunstancias contextuales. 
Para Montero (2004): 
 Ese carácter abarcador de la relación lo expresan bien autores como 
Hernández (1995, 1996, 1997) y Sánchez (2000). La primera, cuando dice que 
participar es tomar parte, tener parte, ser parte, de manera que la participación 
comunitaria es entonces hacer, poseer, transformar y ser en un movimiento que 
va de lo colectivo a lo individual y viceversa. El segundo, a través de la propia 
reflexión de participantes comunitarios, cuyas palabras manifiestan claramente 
ese sentido global y colectivo. (p. 108) 
Como podemos ver, la definición de participación es compleja y contiene diversos elementos, 
sin embargo, Montero integra características importantes en su definición: participación es un 
proceso organizado, colectivo, libre, incluyente, en el cual hay una variedad de actores, de 
actividades y de grados de compromiso, está orientado por valores y objetivos compartidos, en 
cuya consecución se producen transformaciones comunitarias e individuales. 
De esta manera, Montero (2004) señala algunos puntos que están sujetos a ser complementados: 
• La acción conjunta y libre de un grupo que comparte intereses y objetivos. 
• Contextualización y relación con la historia de la comunidad y el momento o la coyuntura 
en que se realiza. 
• Un proceso que implica la producción y el intercambio de conocimiento. Se intercambian 
consejos, recursos y servicios. 
• Acción socializadora y concientizadora que transmite, comparte y modifica patrones de 
conducta. 
• Colaboración. Es decir, labor compartida por el grupo en diferentes grados de intensidad e 
involucración. 
31 
 
• Correlación (léase correlación). Relaciones compartidas, ideas compartidas, recursos 
materiales y espirituales compartidos. 
• Organizar, dirigir, tomar decisiones, efectuar acciones a fin de alcanzar las metas 
establecidas conjuntamente. 
• Existencia de patrones democráticos de comunicación entre los participantes. 
• Reflexividad. Es decir, la capacidad de evaluar críticamente el trabajo hecho. 
• Solidaridad. 
• Diversos grados de compromiso con los proyectos comunitarios y sus objetivos. No todas 
las personas de una comunidad tienen el mismo grado de compromiso. 
• Generación y aceptación de una normatividad a fin de funcionar como grupo. 
• Dar y recibir. Se aporta y a la vez se es beneficiario de los aportes hechos por otros y, 
además, de la suma de todas las participaciones. 
(p. 109) 
También define la participación como “un proceso organizado, colectivo, libre, incluyente, en 
el cual hay una variedad de actores, de actividades y de grados de compromiso, que está 
orientado por valores y objetivos compartidos, en cuya consecución se producen 
transformaciones comunitarias e individuales.” (Montero, 2004, p. 109) 
La participación comunitaria representa la forma de satisfacer colectivamente diversas 
necesidades, de forma que la inversión de cada miembro del grupo lo beneficia a sí mismo, 
como al colectivo. En este sentido la participación comunitaria trae consigo una serie de 
beneficios a corto, mediano o largo plazo. 
Para Montero (1995a), la participación tiene una dimensión política, ya que: 
 desarrolla y fortalece a la sociedad civil, a la vez que aumenta la 
responsabilidad social (Clary y Snyder, 2002). Como dice Carmona (1988), es 
también una forma de subversión, no en el sentido de producir un dramático 
vuelco en las relaciones sociales, sino en el de la gota perenne que cada día hora 
da un poco y que termina partiendo la roca. Es entonces política, en el sentido 
más amplio y también más exacto del término, pues se refiere a la conducta de 
32 
 
los ciudadanos respecto de la polis, lo cual reconocen otros autores (Sánchez, 
2000: 37). Tiene también un efecto amplio de carácter socializador y otro 
específico, de carácter educativo informal y de modo alternativo de acción 
política. 
Respecto a los alcances de la participación comunitaria, la autora refiere los siguientes: 
• Es un proceso que reúne simultáneamente enseñanza y aprendizaje. Todos los participantes 
aportan y reciben. 
• Tiene efectos socializantes. Se generan pautas de acción. 
• Tiene efectos concientizadores. 
• Desarrolla la colaboración y la solidaridad. 
• Moviliza, facilita y estimula recursos (materiales e inmateriales)existentes y fomenta la 
creación y obtención de otros nuevos. 
• Puede generar formas de comunicación horizontal entre los participantes. 
• Produce intercambio y generación de conocimientos. 
• Permite el desarrollo de la capacidad reflexiva y crítica. 
• Desarrolla y fortalece el compromiso. 
• Fortalece a la comunidad. 
• Puede introducir diversidad, haciendo posible el diálogo y la relación con otros en un plano 
de igualdad basado en la inclusión. 
• Debido a ello, fomenta el surgimiento de nuevas ideas, nuevos modos de hacer, nuevos 
resultados. 
• Puede cambiar la dirección y el control de las tareas que se ejecutan. 
 
Asimismo, en el trabajo psicosocial comunitario realizado en el barrio urbano Morita II, 
Maracay, Estado Aragua, Venezuela, Sánchez Tovar y del Pino Espejo refieren que: 
 Participación es una palabra de uso muy común en la vida cotidiana, pero 
esto no significa que sea una expresión de significado transparente ni comprendida 
por todos perfectamente. La palabra participación procede del latín participare, está 
33 
 
compuesta de la raíz pars (parte) y del derivado capure (tomar), así que 
etimológicamente significa “tomar parte” de algo, pero éste es un término que se 
caracteriza por ser muy amplio y a la vez equívoco, ambiguo, relativo y con fuertes 
connotaciones ideológicas. (Sánchez Tovar y del Pino Espejo, 2008, p.8 ) 
Cabe destacar que en la referida investigación, las autoras hacen hincapié en que la 
participación se encuentra particularmente legislada en la Constitución de la República 
Bolivariana de Venezuela de 1999, la cual señala en su artículo 58 que la participación es “el 
derecho que tienen los sectores sociales de estar debidamente informados, de elaborar 
propuestas, de identificar prioridades y de recomendar formas de participación que incidan en 
la construcción, viabilidad y perfectibilidad de la planificación”. (Sánchez Tovar y del Pino 
Espejo, 2008, p.10) 
De este modo, el proceso de gestación de dicha constitución nace al calor de un intenso 
movimiento social en Venezuela que deviene en la reformulación de su Constitución, es decir, 
de un profundo proceso de participación. 
Asimismo, las autoras señalan que: 
 La participación es un proceso dinámico y cambiante, lo cual obliga a que 
el término sea repensado en función de las diferentes formas que tiene de 
manifestarse en los diversos sectores de la sociedad. Se puede decir que toda 
participación tiene una razón de ser, un objetivo que cumplir; la idea es participar 
para lograr algo, satisfacer una necesidad y, por lo general, es una necesidad del 
grupo. La participación es un acto voluntario y consciente de las personas (El 
Troudi, Harnecker y Bonilla-Molin, 2005) a través de la cual la gente, las 
organizaciones y comunidades obtienen dominio de sus propias vidas (Rappaport, 
1984). (Sánchez Tovar y del Pino Espejo, p.11 2008) 
 Sin embargo, es importante reflexionar acerca de este último elemento que Sánchez y del Pino 
rescatan de Rappaport. Si bien, la participación se desprende del deseo de conseguir una meta 
colectiva y es también la búsqueda de la propia determinación, no siempre se consigue este 
objetivo, por más organizada y nutrida que sea. Las alternativas que una comunidad tiene frente 
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a la dominancia del Estado sobre las colectividades que existen dentro de él, o de los 
imperialismos sobre un país semicolonial, la mayoría de las veces es muy acotada, a menos que 
exista una importante correlación de fuerzas. Pensemos, por ejemplo, en el caso de los 
cafetaleros de Veracruz, México, quienes desde el mes de enero de 2019, se oponen a la 
construcción de una planta procesadora de café de la empresa transnacional Nestlé, en su 
Estado, debido a que esta empresa es conocida a nivel mundial por elaborar productos con 
dudosa calidad nutricional, utilizar alimentos transgénicos, así como pesticidas y agroquímicos 
que son altamente maléficos para la tierra y la salud de quienes participan en el proceso 
productivo y de quienes los consumen, y para la cual, estos productores cafetaleros y las 
comunidades donde se construirá esta planta, no fueron consultados. Los cafetaleros han 
entrado en un proceso de participación que ha tomado forma de resistencia frente a la decisión 
unilateral del poder Ejecutivo de construir dicha planta; sin embargo la fuerza a la que se 
enfrentan, es la de los millones de dólares del capital internacional, que cuando tienen la “piedra 
en el zapato” de una comunidad enfrentando sus intereses económicos, simplemente les basta 
con activar sus mecanismos represivos para socavar estos procesos participativos de lucha y 
resistencia. 
 Continuando con los aportes teóricos, es claro que para participar tiene que haber una 
interacción entre los miembros de la comunidad, de manera que el interés individual se 
convierte en un interés de la colectividad por las implicaciones que éste tiene en los otros que 
conforman la comunidad (De Pablos y Sánchez,2002, citado en Sánchez Tovar y del Pino 
Espejo, 2008). 
Aunque para las autoras los términos de participación ciudadana, participación 
comunitaria y participación social son equivalentes, consideramos que al hablar de 
participación ciudadana hacemos referencia a acuerdos y normas sociales que incluso son 
legisladas por los distintos gobiernos de nuestros países latinoamericanos. Sin embargo, la 
participación comunitaria está ligada a rasgos que pueden o no obedecer a elementos de esta 
naturaleza y más aún, en la mayoría de los casos encontraremos que se encuentran ligados a los 
rasgos culturales particulares de las comunidades, teniendo por ejemplo asambleas 
comunitarias, comités de pueblo, tequio, mayordomías, etcétera. 
35 
 
Las autoras también refieren que: 
 el sentido de participación comunitaria que se maneja en el presente estudio 
es aquel que va más allá de la toma de decisiones por parte de los miembros de la 
comunidad, implica compromiso y responsabilidad en la misma, es aquella que 
involucra un proceso de aprendizaje en cuanto a la planificación, gestión, 
supervisión y control de los proyectos comunitarios en el marco del consenso e 
incorporación del colectivo. (Sánchez Tovar y del Pino Espejo, 2008, p.20). 
Abonando a la dimensión política de la participación comunitaria María Elena Ávila y 
Alejandro Vera (2009), desde México señalan que “en la medida que una población sea más 
participativa y consciente, será capaz de participar e impulsar responsablemente el cambio 
social.” Y que así, “los problemas comunes pueden resolverse mediante una red de relaciones 
horizontales establecidas entre los distintos actores existentes en la comunidad” (Ochoa y 
García-Huidobro 1982, citado en Ávila y Vera, 2009 ) 
Asimismo, desde Chile, Andrés Leiva (2003) señala tres tipos o modalidades de participación: 
(a) Participación en la toma de decisiones y control social de los compromisos públicos 
asumidos. Se refiere a la injerencia de los agentes comunitarios (individuos, grupos 
comunidades) en los procesos de toma de decisiones; así como en la formulación de políticas 
públicas; en los diseños de ellas y de programas, y en la fiscalización y control que pueda 
ejercer la comunidad. Este elemento implica el ejercicio de los derechos ciudadanos, 
derecho de ser informado, derecho a opinar y reclamar, derecho a apelar e impugnar 
decisiones de la autoridad, a confrontar ideas, a llegar a consensos y a decidir. 
(b) Participación asociada a la ejecución y gestión de los programas. Se refiere a la 
valoración de la participación como un instrumento que contribuye a elevar la calidad de la 
acción social del gobierno. Se orienta a estimular, favorecer y promover, en distintos grados 
y niveles, la participación directa de la población beneficiaria en la gestión de los programas 
y proyectos sociales. 
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