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1 
 
 
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ZARAGOZA 
 
PSICOLOGÍA 
 
 
 
 
 
VOCES DE LA ADOLESCENCIA: TALLER SOBRE PROBLEMÁTICAS 
PSICOSOCIALES EN TRES ESCUELAS SECUNDARIAS DE COYOACÁN 
 
T E S I S 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: 
 LICENCIADOS EN PSICOLOGÍA 
P R E S E N TA N: 
 
VERÓNICA ROBLES CABALLERO 
VLADIMIR BRAULIO ÁNGELES GUADARRAMA 
 
 
 
JURADO DE EXAMEN 
 
TUTORA: MTRA. ANA MARÍA ROSADO CASTILLO 
 
COMITÉ: MTRO. FERNANDO GONZÁLEZ AGUILAR 
 MTRA. JULIETA MONJARAZ CARRASCO 
 DR. RAÚL ROCHA ROMERO 
 LIC. JUAN JOSÉ SALDAÑA CASTILLO 
 
 
 
 MÉXICO, D. F. NOVIEMBRE 2013 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal 
del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). 
El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea 
objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para 
fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ZARAGOZA 
 
PSICOLOGÍA 
 
 
 
 
 
VOCES DE LA ADOLESCENCIA: TALLER SOBRE PROBLEMÁTICAS 
PSICOSOCIALES EN TRES ESCUELAS SECUNDARIAS DE COYOACÁN 
 
T E S I S 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: 
 LICENCIADOS EN PSICOLOGÍA 
P R E S E N TA N: 
 
VERÓNICA ROBLES CABALLERO 
VLADIMIR BRAULIO ÁNGELES GUADARRAMA 
 
 
 
JURADO DE EXAMEN 
 
TUTORA: MTRA. ANA MARÍA ROSADO CASTILLO 
 
COMITÉ: MTRO. FERNANDO GONZÁLEZ AGUILAR 
 MTRA. JULIETA MONJARAZ CARRASCO 
 DR. RAÚL ROCHA ROMERO 
 LIC. JUAN JOSÉ SALDAÑA CASTILLO 
 
 
 
 MÉXICO, D. F. NOVIEMBRE 2013 
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Dedicatorias 
 A nuestros padres por iniciarnos, encaminarnos y acompañarnos en nuestro 
camino de la vida incondicionalmente. 
 A nuestros hermanos y familiares cercanos por su compañía, apoyo e 
interés. 
 A nuestra tutora que sin su paciencia, apoyo y dedicación no habríamos 
podido llegar hasta donde estamos. 
 
 
 
 
 
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VOCES DE LA ADOLESCENCIA: TALLER SOBRE PROBLEMÁTICAS 
PSICOSOCIALES EN TRES ESCUELAS SECUNDARIAS DE COYOACÁN. 
 
Índice 
I. Resumen. 
II. Introducción. 
 
Capítulo 1. La adolescencia. 
 
1.1 La comunicación como factor elemental de la 
adolescencia. 
1.1.1Comunicación en la familia. 
1.1.2 Comunicación con los profesores. 
1.1.3 Comunicación con el grupo de iguales. 
1.2 Autoestima en la adolescencia. 
1.3 Formación de la identidad. 
1.3.1 Identidad y medios de comunicación. 
1.3.2 Identidad de género. 
1.4 Pertenencia y grupos sociales. 
 
Capítulo 2. Las redes de apoyo social y el contexto del 
adolescente en México. 
 
2.1 La familia. 
2.2 Grupo de iguales. 
2.3 Profesores. 
 
Capítulo 3. Estadísticas sobre la adolescencia en México. 
 
3.1 Morbilidad en los adolescentes mexicanos. 
3.2 Mortalidad. 
3.3 Salud sexual. 
3.4 Adicciones. 
3.5 Violencia. 
 
Capítulo 4. El contexto del adolescente en las colonias Santa 
Úrsula y Ajusco. 
 
4.1Localización geográfica. 
4.2 Población y crecimiento. 
4.3 Características económicas. 
4.4 Características educativas. 
 
 
 
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Capítulo 5. Comité Cultural Comunidad Universal A. C. Talleres 
interactivos “¿Qué onda con los chavos?” 
 
5.1 Comité Cultural Comunidad Universal A. C. 
5.2 El proceso de concurso del proyecto en la Secretaría 
de Desarrollo Social del D. F. 
5.3 Del proyecto Talleres interactivos “¿Qué onda con 
los chavos?” 
 
Capítulo 6. Método. 
 
6.1 Justificación. 
6.2 Antecedentes. El proyecto de intervención 
comunitaria Talleres interactivos “¿Qué onda con los 
chavos” 
6.3 Tipo de estudio. 
6.4 Participantes. 
6.5 Escenario. 
6.6 Instrumento. 
6.7 Procedimiento. 
 6.7.1 Descripción de las sesiones 
6.8 Técnica de análisis de datos. 
 
Capítulo 7. Resultados. 
 
Capítulo 8. Discusión. 
 
Capítulo 9. Conclusiones. 
 
Referencias. 
 
Anexos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Resumen 
 
Este es un estudio de tipo exploratorio sobre las opiniones de adolescentes de tres 
secundarias públicas de la zona de Pedregal de Coyoacán. Se basa en las 
respuestas dadas por los jóvenes a cuestionarios aplicados una vez concluidos los 
talleres que formaron parte del proyecto de intervención comunitaria “Que onda 
con los chavos”. La teoría dice que el desarrollo de los adolescentes se ve 
afectado si no cuentan con factores de protección necesarios como una 
comunicación libre, redes de apoyo social y una autoestima e identidad 
adecuadas, además de no contar con información sobre problemáticas 
importantes en la etapa que viven. El objetivo fue facilitar un espacio de libre 
expresión para los jóvenes. En cada escuela se impartieron seis talleres sobre 
problemáticas de la sociedad actual y al finalizar se aplicaron dos cuestionarios de 
respuestas abiertas para conocer la opinión de los jóvenes. Las sesiones se video 
grabaron con el consentimiento informado de los participantes. Se analizó el 
discurso de los adolescentes a través de una categorización cerrada. En los 
resultados se muestra la necesidad de los adolescentes de contar con un espacio 
de expresión así como la falta de información sobre violencia, adicciones, 
sexualidad. 
 
Palabras claves: Adolescencia, redes de apoyo social, comunicación, identidad, 
pertenencia, talleres. 
 
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Introducción 
La adolescencia es una etapa en la que las personas tienen cambios tanto físicos 
como psicológicos, al tiempo que las presiones sociales aumentan; en esta etapa 
se desean adoptar ciertos roles de adulto y el proceso de identificación con grupos 
de iguales se incrementa, a la par de una búsqueda de libertad e independencia 
(Musitu y Cava, 2003). Si no tienen la información y los medios para obtenerla, así 
como una buena comunicación y relación con la familia, podrían caer en ciertas 
problemáticas que inciden en la juventud, tales como el inicio de una sexualidad 
de forma temprana, embarazos no deseados,enfermedades de transmisión 
sexual, consumo de alguna droga, violencia, entre muchas otras. 
Principalmente en los inicios de la adolescencia, los jóvenes pueden 
presentar estados de tensión y estrés, así como emociones inestables donde la 
intensidad de las mismas suele superar el hecho que las origina; dicha 
inestabilidad emocional es debida en gran parte a la influencia de experiencias 
relacionadas a su entorno y en menor parte a los cambios hormonales que se 
manifiestan en esta etapa (Santrock, 2006). 
Además, el aumento de problemáticas entre padres e hijos, así como 
mayores alteraciones en el estado de ánimo de los mismos, disminución en su 
autoestima o el aumento en su ánimo depresivo, la conformación de la identidad y 
la necesidad de pertenencia son aspectos que distinguen la etapa de la 
adolescencia, momento complicado tanto para el adolescente como para las 
personas que lo rodean, pudiendo originar mayor implicación en conductas de 
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riesgo, tensiones, disminución de su bienestar psicosocial o dificultades de 
adaptación (Arnett, 1999, citado en Musitu y Cava, 2003; Cava, 2003). 
El modelo de los padres, familiares cercanos o amigos, el contexto en sí en 
el que se encuentran los adolescentes, es sin duda una influencia poderosa tanto 
de manera positiva como negativa (Calero y Santana, 2001); a esto se le une que 
hay jóvenes que por la etapa en la que se encuentran, y por no tener la confianza 
de expresarse y comunicarse con su familia o por tener cambios en la dinámica 
familiar, padecen de sentimientos de inseguridad, angustia, inestabilidad 
emocional, debilidad en la voluntad y sensación de fracaso, que son 
particularidades que pueden acentuar su susceptibilidad a la influencia de los 
medios de comunicación y de otras conductas modelos. 
Por lo anterior, entre otras razones, se debe buscar la manera en la que los 
jóvenes tengan un espacio en el que puedan expresar sus inquietudes, sus 
vivencias, o simplemente su sentir ante ciertas situaciones que se viven de 
manera cotidiana y para las que probablemente no tengan las herramientas 
necesarias. Es por eso que es importante buscar formas y fuentes de información 
que los adolescentes tengan a su alcance para que, en lo posible, no entren y ni 
se relacionen con situaciones de riesgo. 
Es aquí donde surge el interés por realizar un proyecto de intervención 
comunitaria sobre las opiniones de los adolescentes, de donde surge la creación 
de esta tesis. Por medio de los talleres se proporcionó un espacio en el que se dio 
información y los jóvenes tuvieron oportunidad de expresarse. Es clara la 
necesidad que tienen los adolescentes de preguntar, de ser escuchados y ser 
9 
 
 
visibles ante la gente que los rodea, así como también de ser atendidos más allá 
de lo que los padres, profesores o hasta los mismos amigos crean necesario o 
suficiente; los jóvenes tienen mucho que decir y requieren atención, tal vez unos 
más que otros, quienes pudieran ser los chicos que demuestran actitudes de 
rebeldía e indisciplina por un lado, como también quienes se muestran tímidos y 
reservados por otro, que sin duda alguna, también tienen cuestionamientos, 
experiencias por transmitir y sugerencias ante alguna situación, pero que quizá no 
encuentren la forma de externar, que tengan miedo a ser juzgados, que no se 
sientan en un ambiente de confianza o que prefieran dejar pasar ciertas 
situaciones de riesgo, en lugar de enfrentarlas, por su necesidad de pertenencia a 
un grupo, entre otras causas. 
Es por eso, que sin duda alguna, es tarea de la Psicología profundizar en 
investigaciones al respecto; se sabe que la etapa de la adolescencia es básica 
para la formación de la personalidad, y por resultado, un campo de estudio 
bastante amplio en el que la Psicología puede incidir de manera positiva. 
A continuación se describirá brevemente la estructura del presente trabajo: 
En el primer capítulo se habla sobre los conceptos psicosociales 
encontrados en el desarrollo del proyecto de intervención comunitaria, como 
fundamentales en el proceso de la adolescencia, principalmente en la etapa de la 
secundaria, pues fue la población con la que se realizó el proyecto, tales como la 
comunicación, la autoestima, identidad y pertenencia, cada uno de estos 
conceptos son descritos y relacionados con diferentes esferas sociales de los 
adolescentes. 
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En el capítulo segundo, se retoman las principales redes de apoyo social de 
los jóvenes, sus características, su dinámica y su importancia dentro del desarrollo 
de la etapa adolescente; dentro de las cuales se encuentran la familia, el grupo de 
iguales, incluso los profesores. 
En el tercer capítulo se hace mención de datos estadísticos de la población 
mexicana adolescente que se relacionan con los participantes del presente trabajo 
y con los temas tratados en los talleres. 
Las características concernientes a la Delegación, colonias y población de 
la zona donde se realizó el proyecto, son mencionadas en el capítulo 4, dichos 
aspectos, forman parte del contexto de los participantes y ameritan ser 
mencionados. 
Dentro del capítulo 5 se habla sobre la Asociación Civil que apoyó en el 
desarrollo del proyecto de intervención, además se retoman los puntos de la 
convocatoria de participación del Programa de Coinversión para el Desarrollo 
Social del Distrito Federal. Posteriormente se hace la descripción del proyecto y 
sus objetivos. 
La metodología utilizada es explicada en el capítulo 6, además de la 
aplicación del proyecto; los resultados encontrados se abordan dentro del capítulo 
7. 
La discusión donde se contrastan las investigaciones citadas con los datos 
hallados se encuentra en el capítulo 8 y posteriormente las conclusiones del 
trabajo están en la parte final en el capítulo 9. 
 
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Capítulo 1. 
La adolescencia 
En este primer capítulo se abordarán conceptos que se mencionarán a lo 
largo del presente trabajo; dichos conceptos se encontraron como fundamentales 
en la conformación del adolescente desde un punto de vista psicosocial, tales 
como la comunicación, la autoestima, la identidad y la pertenencia. 
1.1 La comunicación como factor elemental de la adolescencia 
Es claro que el ser humano al estar inmerso en un grupo social requiere de 
la comunicación para la interacción humana, tanto así que sería prácticamente 
imposible dejar de comunicarse, en cualquiera de sus manifestaciones, pues 
constituye un determinante del bienestar en el que se pueden incluir aspectos 
tales como la satisfacción, calidad de vida y salud, acercándose así, al bienestar 
físico y social idóneo (Musitu, 1993). 
Cabe mencionar que el conocimiento social y la comunicación se vinculan 
de distintas formas, pues las relaciones interpersonales son inherentemente 
sociales al involucrar intercambio de mensajes por lo menos entre dos personas 
teniendo como fin el lograr ciertos objetivos sociales y también tienen que ver con 
la cognición pues los mensajes son producto de la actividad cognitiva de los 
comunicadores (Musitu, 1984, 1987; citados en Musitu, 1993). 
La comunicación es un proceso interactivo en el que intervienen un 
conjunto de símbolos y tiene como objetivo y fin el lograr una comprensión entre 
los comunicantes (emisores y receptores), por lo que una comunicación carente 
de efectividad o una desviación en la comunicación, en donde los modelos de la 
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misma distraen y confunden a un receptor que trata de compartir significados con 
el emisor, tiene importantes contradicciones en su desarrollo psicosocial (Musitu, 
1993). 
En el caso específico de los adolescentes es importante que la información 
brindada por padres, profesores, grupo de iguales y por la gente más cercana a 
ellos, sea congruente y proporcionada con atención e interés, ya que se está 
interviniendo en la orientación y formación de ideas, significados y percepciones,evitando dobles mensajes, ocultando información o que ésta sea transmitida a 
través de mitos; así mismo, escuchen también las exigencias, necesidades y 
vivencias del adolescente pudiéndole otorgar una comprensión que es básica para 
su proceso formativo, además de que a través del diálogo se fortalecerán sus 
vínculos. 
1.1.1 Comunicación en la familia 
Dentro de la dinámica familiar, la comunicación representa el medio 
fundamental de convivencia, pilar elemental del desarrollo del adolescente tanto 
en el núcleo familiar como social. Como ya se ha mencionado antes, la 
adolescencia conlleva cambios tanto físicos como psicológicos y sociales que en 
ocasiones orillan al adolescente a ser propenso a involucrarse en situaciones 
desconocidas y probablemente de riesgo para ellos, en las que pudieran poner en 
peligro su bienestar por lo que necesitan de la orientación y apoyo de quienes los 
rodean, así como saberse escuchados y comprendidos. Es por eso que la 
comunicación dentro de la familia podrá fomentar el aprendizaje de habilidades 
sociales y adaptativas que formarán competencias relacionadas con la 
13 
 
 
socialización, autoestima y toma de decisiones, logrando así, en lo posible, 
optimizar el desarrollo de los jóvenes en cada uno de sus ámbitos. 
Al respecto, algunos autores argumentan que la comunicación funge como 
instrumento para la renegociación de roles, convirtiéndose así en un factor que 
interviene en la dinámica de las relaciones familiares (Tesson y Youniss, 1995; 
Noack y Krake, 1998; citados en Cava, 2003). La comunicación familiar abierta y 
con intercambio de ideas entre padres e hijos de forma clara, empática, 
respetuosa y afectiva, es un aspecto positivo para la obtención de recursos 
psicosociales que logran facilitar procesos adaptativos de la edad (Kerr y Sattin, 
2000, citados en Jiménez, Murgui, Estévez y Musitu, 2007). 
El desarrollo de una autopercepción y autoestima positiva (familiar, social o 
académica) dependen en gran parte de una relación positiva entre padres e hijos 
adolescentes formando parte de los factores de protección dentro del ajuste 
comportamental y emocional de los adolescentes (Dubois, Bull, Sherman y 
Roberts, 1998; Harter, 1990, Lila y Musitu, 1993; Fering y Taska, 1996; 
McCullough, Huebner, y Laughlin, 2000; citados en Jiménez, et al., 2007; Estévez, 
Murgui, Moreno y Musitu, 2007), entendiendo como factores de protección las 
características, condiciones y atributos que facilitan a las personas lograr su salud 
integral (Rojas, 2001 citado en Gómez, 2008). 
En ocasiones es notable que existan deterioros en la comunicación que 
puedan reflejar el desarrollo del pensamiento formal que lleva al joven a mostrarse 
más crítico ante las reglas familiares, a percibir a sus padres de forma menos 
idealizada y a tener mejores argumentos para defenderse en una discusión (Parra 
14 
 
 
y Oliva, 2002); puede surgir un cambio en las estructuras de poder dentro de la 
familia; así como conflictos relacionados al ritmo de crecimiento de los 
adolescentes dirigido a la independencia, principalmente en la adolescencia 
temprana y media, en donde surgen discusiones que en su mayoría conciernen a 
situaciones cotidianas, como tareas escolares o domésticas, gastos, amigos, 
hermanos; sin embargo algunos de estos temas pudieran ser sólo pretextos o 
situaciones que pudieran encubrir cuestiones de mayor relevancia en el desarrollo 
del adolescente (Arnett, 1999, citado en Papalia, 2004). 
Según Rueter y Conger, (1995, citados en Papalia, 2004) los conflictos con 
los padres disminuyen entre la adolescencia temprana y media en familias que 
son cálidas y brindan apoyo, no obstante, los problemas empeoran en un 
ambiente familiar hostil, coercitivo o crítico. 
Los problemas de comunicación en la familia son factores de vulnerabilidad 
para desarrollar en los hijos problemas de salud mental, síntomas depresivos, 
estrés y ansiedad, que pudieran insertarlos a su vez, en problemas dentro del 
contexto escolar y social (Cava, 2003; Estévez, Musitu y Herrero, 2005), además 
de que debilita la autoestima tanto familiar como escolar (Jiménez, et al., 2007); 
dichas cuestiones se pueden convertir en factores de riesgo, entendidos éstos 
como los atributos unidos a una mayor probabilidad de daño a la salud, tales como 
la deserción escolar, el consumo de sustancias, actos delictivos, violencia, inicio 
de una sexualidad temprana, por mencionar algunos (Rojas, 2001, citado en 
Gómez, 2008). 
15 
 
 
Proporcionando ejemplos de lo anterior, en una investigación acerca de los 
estilos de comunicación familiar, se comenta que la comunicación negativa entre 
padres e hijos y los conflictos familiares, se relacionan con problemas de 
conductas violentas en la escuela (Dekovic, Wissink, y Mejier, 2004; Estévez, et 
al., 2005; Morales y Costa, 2001; Stevens, De Bourdeaudhui, y VanOost, 2002; 
Villar, Luengo, Gómez, y Romero, 2003; citados en Estévez et al., 2007), siendo 
posible que los problemas con el padre y la madre, quienes fungen como las 
principales figuras de autoridad, puedan influir en el desarrollo de actitudes hacia 
otras figuras de autoridad tales como los profesores y la policía, incidiendo a su 
vez en la conducta violenta del adolescente(Emler, Ohana, y Dickinson, 1990; 
citados en Estévez, et al., 2007). 
Por su parte, Máiquez (2004, citado en Gómez, 2008) argumenta que las 
alteraciones en la comunicación familiar también se relacionan con el consumo 
temprano de tabaco y alcohol, así como malestares físicos y psicológicos, y 
dificultades en la comunicación con los amigos, donde pudiera intervenir la falta de 
asertividad y problemas en la toma de decisiones. 
De igual forma en la investigación realizada por Gómez (2008), se encontró 
que los adolescentes que presentan problemas comunicacionales con sus padres 
muestran mayores complicaciones académicas y sociales, así como mayor 
consumo de alcohol y tabaco a comparación de los adolescentes con mejor 
diálogo con los familiares, dichos adolescentes muestran conductas contrarias a 
las reglas de los padres, buscando autoafirmarse con otros grupos sociales, 
principalmente de iguales o experimentando conductas riesgosas. 
16 
 
 
En el caso del tema de sexualidad, por ejemplo, el que exista una pobre o 
nula comunicación al respecto entre padres e hijas, puede ocasionar que se 
inserten de manera más fácil en relaciones riesgosas, enfermedades de 
transmisión sexual, embarazos no deseados e incluso abortos, y la probabilidad 
aumenta si son hijas de padres divorciados (Ortiz y Rodríguez, 1995; López, 
Florez y Roche, 1996, citados en Calero y Santana, 2001). 
Como Parra y Oliva (2002) explican, un número considerable de padres 
quisiera hablar con sus hijos acerca de temas tales como la ingesta de sustancias, 
embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual, sin embargo 
gracias a su nivel educativo bajo, carecen de la información y seguridad necesaria 
o simplemente no saben de qué manera conversar con ellos y convertirse en una 
fuente activa de información, pues los temas no son discutidos con frecuencia, lo 
que se convierte en un factor más para la falta de comunicación entre padres e 
hijos. 
Es factible que la comunicación sea mejor entre adolescentes y madres, 
posiblemente, por roles tradicionales de género, donde la madre resulta ser más 
afectiva y cercana que el padre (Gómez, 2008); sin embargo pudiera ser con quien 
se presenten más conflictos a causa de que las madres se encuentren más 
involucradas en asuntos cotidianos que puedan ocasionar problemáticas con sus 
hijos (Montemayor, 1983; Steinberg, 1990 citados en Parra y Oliva, 2002;Papalia, 
2004). 
Existen investigaciones en las que se afirma que las discrepancias y 
problemas comunicacionales varían según el género, como por ejemplo en el 
17 
 
 
estudio realizado por Gómez (2008) con adolescentesmexicanos, se reportó que 
los varones muestran más dificultades en la comunicación con el padre a 
diferencia de las mujeres, quienes manifestaban más problemáticas con la madre, 
hecho que probablemente se deba a que el padre del mismo género tiende a 
fungir el papel de la figura principal de identificación, por lo que para lograr 
alcanzar la independencia, es de quien debe separarse primero, lo que puede 
ocasionar ciertos conflictos. 
En otra investigación (Estévez, et al., 2007) se señala que existe una 
estrecha asociación entre la calidad de la comunicación con el padre y el 
comportamiento violento del hijo en el contexto escolar, así como con la 
victimización del adolescente en la escuela y por consiguiente en su ajuste 
psicológico, esto se da principalmente en las mujeres quienes se comunican con 
mayor frecuencia y conceden mayor importancia a la comunicación ofensiva, 
evidenciando que hay una comunicación pobre, a comparación de los hombres; 
así también existe un vínculo importante entre los problemas de comunicación 
familiar, especialmente con la madre, y el desarrollo de una autopercepción 
negativa del hijo respecto de su contexto familiar. 
Es claro que la familia no está formada únicamente por los padres, o por 
uno de ellos, y el adolescente en formación, por lo que la comunicación con otros 
integrantes de la familia, principalmente nuclear, también es importante e 
interesante. Según Gómez (2008), en el caso de que el diálogo entre los padres y 
el adolescente sea deficiente, es probable que éste busque a otros familiares, 
como sus hermanos principalmente y a abuelos, tíos y primos en segundo término, 
18 
 
 
como confidentes, figuras de apoyo o fuentes de información, lo cual puede fungir 
también como un factor de protección para el adolescente. 
1.1.2 Comunicación con los profesores. 
La escuela es otro de los espacios en los que los adolescentes se 
desenvuelven y en donde pasan gran parte de su tiempo, pudiendo otorgar a los 
profesores un papel fundamental en su desarrollo integral, convirtiéndose en 
actores dadores de información así como confesores, por lo que no sólo las 
adecuadas enseñanzas pedagógicas, sino también las relaciones interpersonales 
maestro-alumno y por lo tanto la existencia de un diálogo entre ellos optimizará de 
alguna manera el proceso de la adolescencia; como diría Zárate (2002): 
 
La relación maestro-alumno no se puede considerar como un hecho 
casual e intrascendente; por el contrario, es de suma relevancia y reviste 
una gran responsabilidad, ya que trasciende en la formación y por ende en 
la vida del educando. (p.25) 
 
Según Villasmil (2004), la comunicación es de suma importancia en la 
educación pues ésta posee un carácter relacional y recíproco, por lo que debiera 
haber un diálogo profesor-estudiante, abierto y enriquecedor que despierte el 
deseo de conocer y permita la comprensión del conocimiento; sin embargo esta 
autora considera que existe una falta de compenetración entre maestro y alumno 
acompañada de una inadecuada interacción comunicativa, imposibilitando así el 
encuentro entre ambos y hasta entorpeciendo el aprendizaje. 
19 
 
 
En las aulas, el objetivo de la comunicación es poner en contacto a los 
alumnos con el objeto de conocimiento, pretendiendo afectar o influir en su 
conducta mediante la adquisición de nuevos conocimientos. La comunicación 
permite la interacción entre el profesor y los alumnos, y si ésta se logra de manera 
eficaz, se genera una acción en común, estableciendo un vínculo de intereses 
cognoscitivos y emocionales que facilitan la comprensión del mensaje que se 
intenta transmitir, llevando a los alumnos a la convicción, de que lo que hacen 
puede ser beneficioso para su formación (Zárate, 2002). 
Como es sabido, para transmitir una idea se requiere de un código, que 
permita que el mensaje sea claro y comprensible; en el caso de las aulas, un 
factor esencial es el uso de un lenguaje propio al nivel o características de los 
alumnos, ya que el emplear un lenguaje muy técnico, inaccesible o poco 
entendible así como la afectación del mismo en cualquier sentido podría provocar 
la falta de comprensión, cierta posición de reserva o simplemente el rechazo por 
parte de los alumnos (Zárate, 2002). 
Cabe mencionar que comunicarse no se limita sólo a la transmisión de un 
mensaje, así hablar no implica necesariamente comunicarse, es decir, puede que 
el profesor hable por horas sin ser comprendido y exista un fracaso en la 
comunicación a causa de que probablemente el mensaje no fue transmitido con 
eficiencia o la interpretación no fue la idónea, además, el alumno puede que no 
muestre interés en los mensajes a menos que encuentre en estos algún valor 
(Zárate, 2002). 
20 
 
 
En la investigación realizada en México por Rodríguez (2000), se encontró 
que la comunicación con los profesores es importante para los adolescentes por 
dos razones, la primera, definida por ellos mismos como “para llevarse bien” y la 
segunda “para tenerse confianza”. 
Los jóvenes consideran favorable el mantener una relación estrecha y 
agradable con sus maestros, asimismo el establecer confianza entre profesor y 
alumno resulta esencial para: a) plantear sus dudas académicas sin temor a ser 
reprendidos o rechazados, b) solicitar apoyo por medio de consejos sobre 
problemas personales, ya que llegan a considerar a algunos de sus maestros 
como amigos, o en dado caso como sustitutos de los padres al no existir apoyo y 
atención en el hogar, e incluso para c) ser comprendidos como adolescentes, 
quienes independientemente de que acudan al centro escolar a adquirir 
aprendizaje, también tienen necesidades e intereses y logran formar relaciones 
sociales con sus compañeros y maestros con quienes quieren también recrearse. 
Los alumnos comentan que al no haber comunicación maestro-estudiante, el 
profesor no llega a comprender el verdadero origen del comportamiento del 
adolescente, es decir, los problemas que lo rodean y que afectan su conducta, 
prefiriendo en lugar de un diálogo, los castigos, reportes y suspensiones 
(Rodríguez, 2000). 
Así, para propiciar una buena relación entre estudiantes y profesores, es 
necesario que los docentes pasen de un esquema autoritario institucional a otro 
más participativo, logrando cambiar el concepto de profesor-autoridad por el de 
profesor-comprometido a la transmisión, búsqueda y construcción del 
21 
 
 
conocimiento, a la par de excluir características como la rigidez y las figuras 
cerradas, aunando la autenticidad, espontaneidad y frescura (Zárate, 2002). 
1.1.3 Comunicación con el grupo de iguales. 
En la adolescencia, el grupo de iguales representa una de las esferas más 
influyentes para los jóvenes; en este medio, la atención se centra más hacia los 
iguales, a diferencia de cualquier otra etapa de desarrollo, debido a los aspectos 
de la socialización que facilitan la interacción en grupo, por lo que el poder 
compartir sentimientos y comparar opiniones con los compañeros y compañeras 
abre un campo ilimitado a la maduración personal y a la adaptación social 
(Herrero, 2003). 
Así como en la infancia, donde los niños centran la mayoría de su atención 
hacia los padres, en la adolescencia se da mayor importancia al plano horizontal 
entre pares (a diferencia del plano vertical adulto-adolescente), al grado de 
comenzar a otorgar mayor credibilidad a los amigos. Cabe mencionar que si existe 
una excesiva tendencia grupal o un deseo violento de ruptura con la etapa infantil, 
puede que el grupo llegue a suponer también un riesgo, inhibiendo la 
responsabilidad individual y toma de decisiones libre e individual, favoreciendo la 
dependencia y conformismo, así como las conductas inadecuadas, como el 
consumo de alcohol y drogas, entre otras (Herrero, 2003). 
Proporcionando un ejemplo de lo anterior, en el caso de las drogas, al 
momento de proporcionarinformación y orientación a los jóvenes sobre este tema, 
básicamente se le brinda mayor veracidad a quienes tienen la experiencia, es 
decir, los iguales que han probado las sustancias, son los se supone que saben y 
22 
 
 
se les escucha por tener el conocimiento; en cuanto a los adultos, sin importar su 
edad, se autoatribuyen el saber, visto desde los adolescentes, esta legitimidad no 
se reconoce por comprender que las circunstancias son diferentes, y se acepta 
más la experiencia entre iguales (Megías, Rodríguez, Megías, Navarro, 2004). 
Según Lagrange y Lhomond y Navarro-Pertusa (1997; 2002, citados en 
Navarro-Pertusa, Reig-Ferrer, Barberá y Ferrer, 2006), la influencia del grupo 
adolescente de iguales en la iniciación sexual, se incrementa, por ser parte de un 
síndrome de experiencia adolescente basado en la horizontalidad de las normas 
de referencia. En los países occidentales, instituciones como la familia, la escuela 
y la religión han sido desplazadas por el grupo de iguales y su cultura joven, en 
especial para los varones (Lagrange y Lohomnd, 1997, citados en Navarro-
Pertusa, et al., 2002); así por ejemplo, un estudio realizado con adolescentes de 
14 y 15 años, revela que los varones son presionados por su grupo de amigos en 
lo que concierne a su vida sexual, siendo estas conductas elementos de éxito 
social, a diferencia de las mujeres con quienes no ocurre de tal forma. 
Cabe resaltar que el ambiente familiar y las relaciones parentales pueden 
ejercer influencia negativa en los adolescentes y su grupo de iguales, tal es el 
caso que demuestra la investigación de Estévez, Martínez, Moreno y Musitu 
(2006), en la cual se estudian las diferencias de las relaciones familiares de 
jóvenes de edades entre 11 y 16 años, dentro del grupo de iguales, donde los 
adolescentes rechazados y los no rechazados por su grupo muestran diferencias 
relacionales con su familia; es decir que los adolescentes agresivos rechazados 
(por su grupo de iguales) que participan en conductas violentas, en el ambiente 
23 
 
 
escolar, comunican una relación familiar violenta entre padres y con poca 
comunicación dentro de ella. 
El otro grupo estudiado dentro de la misma investigación, que es el grupo 
de los rechazados no agresivos, informan de un menor apoyo por parte de la 
familia; tal situación es de mucha relevancia porque muestra la gran importancia e 
influencia del núcleo familiar y su forma de interactuar, hacia el grupo de iguales 
en la adolescencia, siendo éste un caso detonante de la violencia escolar en las 
aulas de clases (Estévez,et al., 2006). 
1.2 Autoestima en la adolescencia 
La autoestima podría definirse como la evaluación y valoración global que 
se tiene de sí mismo (Santrock, 2006). Autoconcepto y autoconocimiento son 
términos ligados al de autoestima, se definen como procesos cognitivos internos 
que son generados a partir de autoevaluaciones, juicios y valoraciones acerca de 
uno mismo, que pueden contener connotaciones de valor sobre la personalidad 
y/o características físicas. La imagen personal es un sistema organizado que 
involucra desde la primera imagen que forma el niño de sí mismo hasta el 
concepto alcanzado en la madurez, la cual funciona como contexto para integrar 
nueva información (Fierro, 1990). 
La autoestima se refiere a la confianza básica en las propias 
potencialidades y contiene dos componentes esenciales: la valía personal y el 
sentimiento de capacidad personal, y es en la adolescencia donde la autoestima 
juega un rol importante en la construcción de la personalidad y generalmente se 
ve afectada por sentimientos negativos y de inseguridad, que son marcados por el 
24 
 
 
contexto que generan los cambios corporales y la formación propia de una escala 
de valores y juicios (Tarazona, 2005). 
La autoestima es un juicio personal de valor que se expresa en las actitudes 
que el individuo tiene de sí mismo e influye en aspectos importantes de la vida 
como la adaptación a situaciones nuevas, niveles de ansiedad y la aceptación de 
otros, rendimiento escolar, relaciones interpersonales y resiliencia (Fierro, 1990). 
La etapa específica de la adolescencia marca un hito importante debido a 
que autoconcepto y autoestima pasan a formar una parte central en la 
construcción de la identidad, en especial se da atención e importancia a las 
características físicas, sexuales y su atractivo para el otro género, que el 
adolescente crea sobre sí mismo (Fierro, 1990). 
Es claro que el contexto en el que el adolescente se desenvuelve, 
principalmente la familia, es crucial para el desarrollo de la autoestima (Alonso y 
Román, 2005; Musitu et al, 2001, citados en Cava, Musitu y Murgui, 2006). Según 
los resultados de la investigación de Robins, mujeres y varones que presentaron 
niveles de autoestima altos en la niñez, mostraron un descenso considerable de la 
autoestima durante la adolescencia, más aún en el caso de las jóvenes (Robins, et 
al 2002, citado en Santrock, 2006). 
De manera general, una autoestima alta en la adolescencia, en especial en 
el ámbito familiar y escolar, es un factor de protección frente a problemas 
emocionales y comportamentales (Cava, Musitu y Vera, 2000; Harter, 1990, 
citados en Cava, et al., 2006; Wild, Flisher, Bahna y Lombard, 2004, citados en 
Jiménez, Musitu y Murgui, 2008). 
25 
 
 
Según Musitu y Herrero (2003, citados en Jiménez, et al., 2008) en ciertas 
situaciones, la autoestima social y física altas pueden ser factores de riesgo en 
situaciones problemáticas tales como en el consumo de drogas, conducta que se 
podría considerar como social durante la adolescencia, ya que, los jóvenes al 
tener un consumo moderado u ocasional con sus pares, se autoperciben como 
“seres sociales normales” y se autoevalúan de manera positiva. 
En la investigación realizada por Jiménez, et al. (2008), se señala que las 
características del funcionamiento familiar pueden incrementar o inhibir las 
autoevaluaciones positivas de los adolescentes en las distintas esferas de su vida 
(familiar, escolar, psicosocial y apariencia física); dichas características familiares, 
principalmente cohesión, comunicación y conflicto, se relacionan con el consumo 
de sustancias de los hijos, pues tienen que ver con la autoestima. 
En la investigación de Cava, et al., (2006) se encontró una relación negativa 
entre la autoestima familiar y académica y la violencia escolar, observando así la 
relevancia que tienen estas dimensiones de la autoestima en el adecuado ajuste 
psicosocial de los adolescentes; según esta investigación, los adolescentes 
agresivos tienen una percepción alta de sí mismos en las dimensiones de 
autoestima social y emocional, y baja en las dimensiones académica y familiar. 
Por su parte, en la investigación de Estévez, et al. (2007) se observó un 
vínculo entre la dimensión escolar del autoconcepto y la actitud hacia la autoridad; 
siendo posible que la autopercepción que el alumno tenga respecto de sí mismo 
en la escuela pueda influir en la actitud hacia la institución escolar y el 
profesorado. Esta relación se ha confirmado en estudios que demuestran que 
26 
 
 
aquellos estudiantes con un autoconcepto negativo y actitudes desfavorables 
hacia la autoridad institucional se encuentran en una situación de riesgo más 
evidente ante el desarrollo de conductas violentas (Emler y Reicher, 1995; 
Haynes, 1990; Hoge, Andrews, y Lescheid, 1996, citados en Estévez, et al., 2007). 
1.3 Formación de la identidad. 
Desde un enfoque social, puede verse a la identidad como un proceso de 
construcción de significados en base a los atributos culturales; la identidad puede 
formarse a partir de instituciones dominantes que se convierten en identidad 
cuando la persona las hace internas y construye su significado a partir de dicha 
internación, haciendo que la identidad sea la fuente de significado y experiencia 
para los individuos(Castells, 1997 citado en Trujillo, 2004). 
Así, la identidad social, puede entenderse como un mecanismo que 
determina las relaciones entre grupos siendo producto de la pertenencia a ciertos 
grupos sociales y de la comparación que la persona establezca entre los grupos a 
los que pertenece y aquellos que le sean ajenos (Tajfel, 1978, citado en Álvaro, y 
Garrido, 2007). 
La identidad se construye mediante un proceso de comparación social, la 
valoración de la misma, no dependerá solo del conocimiento que se tenga de los 
grupos a los que se pertenece, sino de una relativa valoración que se hace de 
estos grupos al compararlos con otros; cabe resaltar que la valoración que un 
individuo hace del grupo al que pertenece es resultado de la comparación con 
otros grupos, lo cual contribuye también a la autoevaluación, es decir que la 
valoración que se tiene de sí mismo depende en gran parte de la valoración que 
27 
 
 
se tiene del grupo del que se forma parte (Tajfel, 1978, citado en Álvaro y Garrido, 
2007). 
Es así que teorías como la de la identidad social de Tajfel (1984) y la de la 
categorización del yo de Turner (1982) tienen como base el que en un contexto 
determinado los individuos utilicen los grupos para definir su identidad en relación 
con otros grupos, por lo tanto las comparaciones intergrupales contribuyen en la 
percepción de sí mismos en relación a otros (citados en Expósito y Moya, 2005). 
En el caso particular de los adolescentes, Juárez, 2002 (citado en Gómez, 
2008) sugiere que los adolescentes parten de un modelo externo para formar su 
identidad, modelo que eligen por las características que concuerden con las 
necesidades vitales y psicológicas que el adolescente vaya experimentando; 
también en la construcción de dichos modelos influye el referente social que 
transmiten los padres, quienes a su vez, tomaron de la sociedad. Cabe mencionar 
que si el adolescente tiene relación abierta con otro familiar estas relaciones se 
convierten en factores protectores que pueden contribuir a que la conformación de 
la identidad se desarrolle favorablemente (Gómez, 2008). 
Otro sector importante en la búsqueda de la identidad es el grupo de 
iguales, pues proporciona al adolescente una serie de ventajas que podrán facilitar 
la transición hacia el mundo adulto brindando apoyo y seguridad, además facilita 
la separación de los padres y modelos anteriores, proporciona ideales, intereses y 
valores (Herrero, 2003). 
La identidad del adolescente puede ser conformada por exploraciones 
difusas y carente de estructura, si es que las bases para su construcción son 
28 
 
 
deficientes, incorporando así los riesgos como expresiones de autoafirmación para 
compensar el empobrecimiento de mecanismos de respuesta a las demandas y 
necesidades a las que se deben enfrentar (Rojas, 2001, citado en Gómez, 2008). 
1.3.1 Identidad y medios de comunicación 
Pindado (2006) argumenta que los medios de comunicación fungen como 
una fuente de recursos simbólicos con los que los adolescentes interactúan para 
la construcción de su propia identidad, ya que dicha etapa se caracteriza por cierto 
incremento en la autoconciencia y tienden a ser más sensibles a imágenes y 
mensajes provenientes de los medios que utilizan como fuente de información y 
comparación en la búsqueda de su identidad. 
La identidad adolescente se ha interpretado, según diversos estudios 
(Mazzarella y Pecora, 1999; Fisherkeller, 2002, citados en Pindado, 2006) como 
un proceso dialéctico de acercamiento-alejamiento con los contenidos en los 
medios. Los adolescentes se ven impulsados a una aceptación o rechazo de las 
actitudes de identificación que los medios envían a través de símbolos y valores. 
Es decir que el joven construye su propia subjetividad en un proceso dialéctico 
entre la experiencia directa y la mediada, la cual la representan los medios de 
comunicación (Pindado, 2006). 
Uno de los aspectos más importantes de la formación de la identidad por el 
que los adolescentes utilizan los medios de comunicación es la identidad de rol de 
género, ya que retoman parte de los ideales de lo que significa ser hombre o 
mujer, aprendiendo por ejemplo, guiones románticos o sexuales (Hust, 2006; 
Steele y Brown, 1995; Brown et al., 2002, citados en Jensen, 2008). 
29 
 
 
1.3.2 Identidad de género 
Como diría Chihu (2002), la identidad se conforma en parte por el arraigo a 
un territorio donde de manera cotidiana se realizan prácticas y costumbres, las 
cuales también adjudican a ese lugar cierta distinción; dicha construcción de 
lugares resulta de gran importancia para la configuración de las identidades de 
género. Zager (1992, citado en Nateras, 2002) por su parte argumenta que este 
proceso de construcción es continuo e influyen las expectativas de los padres y 
pares, además de factores psicosociales y culturales. 
Siguiendo a Chihu (2002) las diferencias de género no provienen de una 
diferencia fisiológica, sino de una diferencia social y cultural. La construcción 
social de género y por lo tanto su socialización, son producto de “la combinación 
de relaciones sociales materiales y de representaciones simbólicas de la distinción 
entre lo masculino y lo femenino” (p. 20). 
Al respecto Ramos, González y Bolaños (2002, citados en Nateras, 2002) 
comentan que el género hace referencia a una construcción simbólica mediante la 
cual algunos rasgos son atribuidos como pertenecientes a uno y otro sexo y que 
son además naturalizadas de cierta forma, así como por mucho tiempo 
funcionaron las conceptualizaciones sobre los roles sexuales, es decir, patrones 
rígidos sobre lo que debe ser una mujer y lo que debe ser un hombre. En la 
actualidad, es posible que esta situación esté cambiando, tanto para las mujeres 
como para los hombres gracias al dinamismo de los procesos psicosociales. 
 
 
30 
 
 
1.4 Pertenencia y grupos sociales 
Según Horrocks (2008), uno de los aspectos más importantes de la vida de 
un adolescente es la relación con sus coetáneos, al grado en que la aceptación 
puede producir sentimientos de seguridad y felicidad, mientras que la exclusión 
puede resultar una gran aflicción. Es aquí donde intervienen y se mezclan 
conceptos como pertenencia, empoderamiento y fortalecimiento, nociones que 
hacen referencia al control sobre los miembros de un grupo (Horrocks, 2008; Silva 
y Martínez, 2007). 
Es claro que la parte material de un grupo son los individuos mismos y el 
formar parte de un grupo implica por un lado la aceptación de los miembros y por 
otro, un sentido emocional de pertenencia. 
El empoderamiento según Rappaport (1984, citado en Silva y Martínez, 
2007) es el proceso y los mecanismos mediante los cuales personas, 
organizaciones y comunidades ganan control sobre la vida de otras personas. Por 
su parte Montero (2003, citado en Silva y Martínez, 2007) propone el término de 
fortalecimiento definido como el proceso mediante el cual los integrantes de una 
comunidad desarrollan colectivamente recursos y capacidades para controlar su 
situación de vida, para lograr la evolución de su entorno según sus necesidades y 
aspiraciones, pudiéndose transformar de manera simultánea a sí mismos. 
El grupo se convierte en un lugar en el que las personas, en este caso los 
adolescentes, ponen a prueba su autoestima y valoración que tienen de sí 
mismos; gran parte de la imagen que el adolescente tiene de sí, se construye a 
través de las relaciones que establece dentro de su grupo de pertenencia y con 
31 
 
 
otros grupos mediante procesos de diferenciación que entabla con los demás 
(Monreal, Muñoz y Martínez, 1990). 
Las personas en situación de grupo se desenvuelven en ambientes 
tolerantes o restrictivos, que estimulen o inhiban aspectos de su personalidad y 
actitudes presentes; el grupo estimula a sus integrantes, brinda oportunidad social 
y en ocasiones una base en la que puedanrepresentar sus agresiones. El grupo 
debe ofrecerle al adolescente seguridad y satisfacer alguna necesidad de modo 
que pueda participar sin una tensión indebida y para ser aceptado por el grupo 
debe conformarse a sus creencias y costumbres (Horrocks, 2008). 
Por otra parte, no se debe olvidar que la pertenencia a cierto grupo puede 
fungir como factor de riesgo, por ejemplo con los consumos recreativos de alcohol 
y de otras drogas entre jóvenes que se realizan en un contexto grupal y que 
juegan, en ocasiones, un papel socializador. El sentimiento de pertenencia a estos 
grupos de iguales facilita el acceso a nuevas formas de relación y ayuda a tomar 
cierta distancia de la familia y del control de los adultos; el adolescente que 
comienza a consumir en el grupo de iguales tiene la sensación de acceder a 
situaciones prohibidas, escapando así a la tutela de los padres o de otras figuras 
de autoridad además de compartir nuevas experiencias con sus iguales, en 
lugares y horarios que hacen propios, contrarios a los de los adultos (Herrero, 
2003). 
El consumo de drogas en el grupo de iguales puede funcionar de cierta 
forma, como una forma más de cohesión y de identidad grupal, así como de 
ejemplo para la imagen física, el tipo de música que escuchen o cualquier otra 
32 
 
 
conducta, que defina un estilo de vida considerado como propio. Algo similar 
ocurre con la aparición de conductas violentas, como actos vandálicos realizados 
en grupo, que constantemente con mencionados en los medios de comunicación, 
que pueden ir asociadas al uso de alcohol o de otras drogas y que constituyen, en 
muchos casos, una forma inadecuada y extrema de lograr una identidad y 
pertenencia frente a otros grupos (Herrero, 2003). 
Como se pudo observar, la comunicación es parte fundamental en toda 
relación social y en el caso de los adolescentes es un aspecto de suma 
importancia en el proceso de formación que atraviesan, aunado a la interrelación y 
desarrollo de la autoestima e identidad; ya se mencionó sobre el sentido de 
pertenencia que se posee al formar parte de un grupo y en el siguiente capítulo 
precisamente se argumentará acerca de los principales grupos sociales de los 
adolescentes, llamadas redes de apoyo social y su importancia en el desarrollo de 
los mismos. 
 
33 
 
 
Capítulo 2. 
Las redes de apoyo social y el contexto del adolescente en 
México. 
En este capítulo se abordarán las principales redes de apoyo social de los 
adolescentes identificadas en el desarrollo de los talleres: la familia, el grupo de 
iguales y los profesores. Cabe destacar que algunos autores identifican a estas 
redes con el nombre de redes sociales, sin embargo en este trabajo se 
contemplará sólo el concepto de redes de apoyo social a causa de que al primero 
se le está dando en la actualidad la connotación de redes sociales cibernéticas. 
Las redes de apoyo social, son sin duda alguna un punto de apoyo para el 
proceso de adolescencia y en general para las relaciones de cualquier persona sin 
importar la edad; se definen como el espacio en el que se desarrolla un individuo, 
basándose en el apoyo e influencia de los demás hacia sí mismo, constituyendo 
así, una parte importante de la experiencia individual, de la formación de la 
identidad e incluso de hábitos (Sluzki, 1996, citado en Rodríguez, 2009). 
Así, Rodríguez (2009) afirma que dichas redes son las relaciones humanas, 
no constantes, entre un grupo de personas que resultan importantes en la vida de 
cada una de ellas, en su búsqueda de apoyo social, en la cual se incluye desde la 
ayuda de tipo material hasta el sustento emocional que se traducirá en 
sensaciones de bienestar, además existe un efecto red, es decir consciencia de 
unidad y pertenencia de los individuos de la red ante un problema. 
Shumaker y Brownell (1984, citados en Arón, Nitsche y Rosenbluth, 1995) 
mencionan que el aspecto fundamental de las redes sociales es la provisión de 
34 
 
 
apoyo social, definido como un intercambio de recursos producido por la relación 
de una persona con otra u otras, percibiendo a cierto individuo como proveedor y a 
otro como receptor. El apoyo social es dinámico y transaccional, influido por 
distintos factores tales como la edad, género, patrones culturales, nivel 
socioeconómico o estructura de la red, entre otros, que tienden a afectar la 
posibilidad de acceder a dicho apoyo y a sus efectos (Shumaker y Brownell, 1984; 
Rook, 1990; Hirsch, 1985; Gottlieb, 1985a; Vaux, 1990, citados en Arón, et al., 
1995). 
Según Gómez (2004, citado en Rodríguez, 2009) el apoyo social tiene 
como características principales el apoyo socioemocional, siendo éste las 
expresiones de afecto y cuidados positivos; apoyo instrumental, informando y 
orientando sobre la resolución de problemas; y apoyo material, dando o recibiendo 
bienes materiales. 
Siguiendo esta línea, Gracia, Herrero y Musitu (1995, citados en Méndez y 
Barra, 2008) mencionan que las relaciones sociales son un medio para conseguir 
una meta como pudiese ser la búsqueda de trabajo o dinero, que describe la 
función instrumental del apoyo social, y añaden una función expresiva que 
considera las relaciones sociales como un fin o un medio en sí mismas, 
caracterizadas por la presencia de afectos y emociones como puede ser pedir un 
consejo, compartir una pena, entre otras. 
El apoyo social percibido se refiere, según Gracia (1997, citado en Méndez 
y Barra, 2008) a la valoración que una persona hace sobre su red de apoyo social 
35 
 
 
y los recursos que fluyen desde ella, lo que implica destacar el grado de 
satisfacción que obtiene del apoyo disponible. 
Se ha señalado que los efectos beneficiosos de las relaciones sociales en 
el bienestar individual se producen a través de su influencia en el autoconcepto, 
los sentimientos de valía personal, de control personal y la conformidad con las 
normas conductuales (Gracia & Herrero, 2006, citados en Méndez y Barra, 2008), 
por lo que se podría considerar la falta de vínculos sociales como un factor que 
prediga la delincuencia juvenil (Vásquez, 2003, citado en Méndez y Barra, 2008). 
Distintas investigaciones han demostrado la importancia que proporciona el 
apoyo de las redes de apoyo social, tanto en la vida diaria como en situaciones de 
crisis, por su potencialidad para ayudar a encontrar soluciones, abrir nuevas 
posibilidades y disminuir la vulnerabilidad del individuo ante problemas físicos y 
emocionales (Estévez y Aravena, 1988; Gottlieb, 1987; Koeske y Koeske, 1990, 
citados en Arón, et al., 1995). 
El estudio de la perspectiva de las redes de apoyo social, puede ser de gran 
ayuda en la comprensión, intervención y prevención de problemáticas típicas de la 
adolescencia tales como: drogadicción, delincuencia, alcoholismo, deserción 
escolar, embarazo precoz, y prostitución, situaciones especialmente críticas entre 
los jóvenes de sectores de menores recursos. 
Algunas investigaciones señalan que las personas en condición de riesgo 
que se sienten apoyadas por sus amigos y familia, presentan menores índices de 
depresión y ansiedad y un mayor nivel de autoestima. Ello les permite afrontar de 
manera más adecuada los problemas cotidianos, proporcionándoles además 
36 
 
 
mejores condiciones para enfrentar situaciones de pobreza y posibilitar el 
mejoramiento de su condición económica, como también mantener un ajuste 
psicológico más adecuado (Gracia y Herrero, 2006; Palomar y Lanzagorta, 2005; 
citados en Méndez y Barra, 2008) 
Por su parte, Bravo y Fernández (2003) argumentan que existen varios 
estudios que demuestran la efectividad del apoyo social al momento de afrontar 
problemas y conflictos de la vida diaria; el recibir consejos, guía, compañía, ayuda, 
afecto, sentirse escuchado y valorado, son algunas de las expresiones de apoyo 
que se ofrecen dentro de las redes sociales. 
En la investigación realizada por Bravo y Fernández(2003) se muestran las 
principales redes de apoyo social de adolescentes en España, las cuales se 
podrían identificar con las redes de adolescentes mexicanos, entre las que 
destacan: los familiares, contemplando a los integrantes por separado, en orden 
descendente según el apoyo, hermanos, madre, padre, abuelos, y otros familiares; 
los profesores; amigos de la escuela; y otros amigos, siendo estas dos últimas 
esferas las más significativas para los jóvenes. Dentro del instrumento utilizado en 
la investigación, se tomaron en cuenta aspectos como la confianza, la ayuda y la 
afectividad que forman parte del apoyo percibido en una red social. 
A continuación se describe brevemente los tres tipos de red de apoyo que 
según la literatura son más importantes y frecuentes en la adolescencia: La 
familia, el grupo de amigos y los profesores. 
 
 
37 
 
 
2.1 Familia 
 Calvo (2007) comenta en una de sus publicaciones lo siguiente sobre la 
familia: 
La palabra familia, procedente de la raíz latina famulus (sirviente o esclavo 
doméstico), agrupaba en principio el conjunto de esclavos y criados 
propiedad de un solo hombre. La familia era regida por el pater, quien 
ostentaba todos los poderes, incluidos el de la vida y la muerte. (p. 46) 
 
Claramente junto con las sociedades, sus conceptos han evolucionado y 
según Hidalgo y Carrasco (citados en Calvo, 2007), la familia actualmente 
representa generalmente el grupo primario de pertenencia del individuo así como 
el primer agente socializador. Así, la familia es la principal institución en la 
formación de los individuos y es la responsable de que los hijos se formen 
exitosamente como seres afectivos, sociales, productivos, intelectuales y sexuales 
(Cariote, 2007). Así, Leñero (1992, citado en Gómez, 2008) menciona que 
precisamente es en la dimensión familiar donde se adquieren normas, valores, 
derechos, obligaciones y roles; además en donde se prepara a la persona para el 
papel que desempeñará en el futuro . 
Aunque en la adolescencia se conceda gran importancia a otros contextos 
sociales como lo es el grupo de iguales, en la infancia, la familia constituye el 
principal contexto de interacción social: los padres son las principales fuentes de 
socialización y por consecuencia tienen un rol primordial en la formación de la 
autoestima del niño. (Hartup, 1996, citado en Jiménez, et al., 2007). 
38 
 
 
Medellín, López, Rivera, Kanán y Rodríguez-Orozco (2012), mencionan dos 
aspectos que forman parte del concepto familia. El primero de ellos es la 
estructura familiar, definida como la forma que tiene la propia familia de organizar 
la manera de interactuar de sus miembros de acuerdo con las demandas 
funcionales que tengan y a las pautas repetitivas de interacción; ante los cambios 
de ciclo vital y/o ante los sucesos estresantes que ocurren a lo largo de la vida, las 
familias cambian y los enfrentan de acuerdo a diferentes estilos de funcionamiento 
familiar. 
El segundo concepto hace alusión a la cohesión, que se define como la 
distancia y proximidad que existe entre los miembros de una familia, dicho 
concepto comprende dos aspectos: el lazo emocional que tienen los miembros de 
la familia entre sí y el grado de autonomía de cada miembro de la familia. 
Olson, Rusell y Sprenkle (2000, citados en Medellín, et al., 2012) hacen una 
clasificación de acuerdo con el grado de cohesión de la siguiente manera: a) 
Aglutinada: donde hay un apego excesivo, pues existe mucha proximidad entre los 
miembros de la familia, la cohesión es muy alta; b)Conectada: existe una 
proximidad en un nivel alto o moderado entre los miembros de la familia, por lo 
que la cohesión es moderada o alta; c) Separada: el nivel de proximidad es 
moderado o bajo entre los miembros de la familia, por lo que la cohesión se 
clasifica como moderada o baja; d) Desligada: existe una escasa proximidad que 
se puede traducir como un desapego entre los miembros de la familia, manifiestan 
un nivel de cohesión muy bajo o nulo. 
39 
 
 
Las familias que tienen una cohesión aglutinada se caracterizan por un 
exceso de identificación de los miembros con la familia, la generación de un gran 
sentimiento de lealtad que produce, en los integrantes de la misma, problemas 
para lograr una individuación, dificultando el desarrollo una identidad personal 
propia. Por su parte, las familias que tienen una cohesión desligada tienden a 
mostrar un bajo nivel de compromiso y apego entre sus miembros y cada quien 
desarrolla sus propios planes, sin tomar en cuenta a los demás miembros de la 
familia (Olson, Rusell y Sprenkle, 2000, citados en Medellín, et al., 2012). 
Olson, Rusell y Sprenkle (2000, citados en Medellín, et al., 2012) hacen 
alusión en su modelo a otras dos categorías que evalúan el funcionamiento 
familiar: la adaptabilidad definida como la habilidad del sistema para cambiar su 
estructura de poder, la dinámica entre los roles y las reglas de las relaciones 
familiares en respuesta a estresores evolutivos y situacionales. Dicha 
adaptabilidad puede ser: rígida donde hay muy baja adaptabilidad, estructurada, 
donde la adaptabilidad es de baja a moderada, flexible, adaptabilidad de 
moderada a alta y caótica, donde la adaptabilidad es muy alta. 
La otra categoría es la comunicación familiar, elemento modificable en 
función de la posición de las familias a lo largo de las otras dos dimensiones 
(cohesión y adaptabilidad), por lo que al cambiar los estilos y estrategias de 
comunicación de una familia, probablemente cambiará el tipo de cohesión y 
adaptabilidad al que pertenecen (Olson, Rusell y Sprenkle, 2000, citados en 
Medellín, et al., 2012). 
40 
 
 
Muñoz-Rivas y Graña (2001, citados en Gómez, 2008) en su estudio sobre 
factores familiares de riesgo y protección para el consumo de drogas, encontraron 
que los adolescentes que provenían de familias unidas presentan menor 
probabilidad de consumo de drogas, así también, una relación positiva y estrecha 
entre padres e hijos, además de que una actitud no permisiva de los padres hacia 
las drogas y el alcohol, mostraban una menor implicación del adolescente en el 
consumo éstas. Asimismo, en la investigación realizada por Musitu y Cava (2003), 
se encontró una correlación positiva entre la percepción de apoyo del padre y el 
consumo menor de alcohol y de mariguana en los adolescentes. 
Así como otros grupos sociales, la familia puede resultar una red de apoyo 
y protección y por lo tanto ser un factor de protección o en el otro extremo, ser un 
factor de riesgo. Como dirían Bravo y Fernández (2003), en ocasiones la familia 
no puede o no es capaz de proveer el apoyo necesario y fracasa al momento de 
satisfacer las necesidades básicas del adolescente. 
Silva y Pillón (2004, citados en Gómez, 2008) consideran a la familia como 
el núcleo desencadenante de conductas de riesgo, si es que el adolescente llega a 
percibirla como un ambiente hostil, momento en el que busca un grupo que le 
brinde seguridad y al carecer de una referencia fiable de sus propios atributos, 
presenta un proceso de desadaptación provocándole el rechazo de otros. Si 
hablar de riesgo es referirse a la proximidad o contingencia de estar expuesto a un 
daño, y la familia es la dimensión que se encuentra en mayor cercanía a la 
persona, es entonces ésta la que involucra un nivel más alto de peligro, pues éste 
se clasifica por falta de apoyo, trato violento, deserción escolar y poca estancia en 
41 
 
 
el hogar. Lo anterior emana en la exposición a factores de riesgo como el 
consumo de drogas, la promiscuidad y conductas violentas como recursos de 
afrontamiento. 
2.2 Grupo de amigos 
 La adolescencia tiende a caracterizarse por ser una etapa en la que los 
chicos adquieren nuevos roles, demandas y necesidades, entre las que se 
encuentra la de recibir apoyo, motivo por el que los jóvenes comienzan a 
acercarse a sus iguales y distanciarsede sus padres, para así empezar a formar 
sus redes de apoyo principalmente de pares, redes más densas y complejas que 
en la infancia (Vaux, 1985; Bryant, 1985; Hirsch, 1985; citados en Arón, et al., 
1995). 
Según Musitu y Cava (2003), la precepción de apoyo de los padres 
disminuye conforme avanza la adolescencia, sin embargo aumenta la importancia 
concedida a las relaciones con los iguales, considerando entre estos a amigos y 
novios. Para los adolescentes, la integración en el grupo de iguales es 
fundamental ya que le aporta un sentimiento de pertenencia y validar su identidad; 
estos grupos evolucionan también durante las distintas etapas de la adolescencia, 
desde pequeños grupos de un mismo género, hasta el grupo formado por mujeres 
y hombres, en el que es probable surjan parejas (Dunhy, 1963, Connolly, Furman 
y Konarski, 2000, citados en Musitu y Cava, 2003). 
El grupo de iguales (o de pares) puede ser definido como un agente de 
socialización formado por un grupo social de miembros de edad homogénea. El 
adolescente llega a apoyarse en gran medida en su grupo de iguales para obtener 
42 
 
 
seguridad y guía, además de que sólo otros que pasan por la misma transición 
aparecen como confiables para comprender sus experiencias (Universidad de 
Oriente, s. f.). 
El grupo de iguales puede desempeñar funciones como el intervenir en la 
formación de la identidad del adolescente, que en sí, inicia desde la infancia, pues 
el adolescente se apoya en la retroalimentación que recibe y en la comparación 
directa con los atributos y características de los otros. Otra de las funciones es 
brindar un conjunto de valores dentro de los que se podrá interpretar la 
información recibida; además de la adquisición de las habilidades sociales a través 
de la interacción con los compañeros. El grupo de iguales puede ser el escenario 
en el que los jóvenes practiquen la independencia fuera del control adulto con 
aprobaciones y aceptaciones que no provengan de adultos (Universidad de 
Oriente, s. f.). 
A medida en que los jóvenes confían más en su capacidad para elegir a sus 
amigos y en la medida en que sus intereses se hacen más estables, los grupos se 
vuelven más permanentes y más estructurados. 
2.3 Profesores 
 Según Zárate (2002), los profesores son un instrumento indispensable de la 
sociedad, mediante el cual, ésta transmite parte de su cultura, preparando 
condiciones de su propia existencia, lo que hace del maestro un ser afortunado 
pero con una enorme responsabilidad; con sus acciones el profesor puede 
contribuir a la formación de ciudadanos libres y críticos, útiles a la sociedad, a la 
vez que forma promotores del cambio de la misma. 
43 
 
 
 Fernández y Bravo (2000), encontraron en uno de sus estudios, que los 
profesores forman parte de las redes de apoyo social de los adolescentes, ya que 
en su muestra, la mitad de los jóvenes consideraron dentro de sus redes a 
algunos de sus profesores. 
En cuanto a la composición de la red de apoyo social, Fernández y Bravo 
(2000) describen que existe un predominio de la frecuencia de la figura los 
amigos, tanto de los que surgen en el contexto escolar como del grupo de otros 
amigos, surgido del contexto comunitario; entre ambos grupos suman más del 
50% de la red, a ellos se podría añadir otro grupo de amigos, mucho menos 
numeroso, que es el que procede de los contextos asociativos (deportivos, 
culturales, entre otros). El resto se distribuye entre las figuras familiares, con la 
presencia de padre, madre y hermanos (aproximadamente uno por sujeto). Los 
abuelos aparecen en un tercio de la muestra, al igual que los profesores. Los 
amigos adultos aparecen de un modo muy esporádico (suponen el 0,4% de la 
red). 
 
44 
 
 
Capítulo 3. 
Estadísticas sobre la adolescencia en México. 
México puede considerarse un país joven en tránsito a la adultez. Si bien el 
efecto de la transición demográfica sobre la estructura por edad de la población 
tiende al envejecimiento en el largo plazo, en la actualidad el país cuenta con un 
legado histórico de población entre 15 y 24 años de edad, producto del impulso 
que los altos niveles de fecundidad del pasado ejercen sobre la composición por 
edades de la población actual (Consejo Nacional de Población, 2010). 
Para el año 2010, en México residían 20.2 millones de jóvenes entre 15 y 
24 años de edad, de los cuales 10.4 millones son adolescentes tardíos (15 a 19 
años) y 9.8 son adultos jóvenes (20 a 24 años). En conjunto, los jóvenes 
representan cerca de la quinta parte de la población total del país. (CONAPO, 
2010). 
A continuación se mencionarán datos estadísticos relacionados a la 
presente investigación. 
3.1 Morbilidad en los adolescentes mexicanos 
Los problemas de salud que más frecuentemente adquieren los 
adolescentes son las de origen infeccioso como las de vías respiratorias, 
gastrointestinales, urinarias y de transmisión sexual; dentro de las 20 primeras 
causas de atención médica, también se encuentran los accidentes de transporte 
de vehículo de moto (Sistema Único de Información para la Vigilancia 
Epidemiológica/Dirección General de Epidemiología/SSA, citado en Secretaría de 
Salud, s. f.). 
45 
 
 
3.2 Mortalidad 
Las principales causas de muerte adolescente son en mayoría 
consecuencias de afecciones que pudieron haberse prevenido: muertes 
ocasionadas por violencia, ya sea por acción directa (homicidios o suicidios) o por 
negligencia (accidentes) (Secretaría de Salud, s. f.). El CONAPO (2010) relaciona 
en mayor medida las muertes prevenibles con actividades de alto riesgo de los 
hombres, donde intervengan actividades de mayor esfuerzo físico y consumo de 
sustancias como el alcohol. A nivel nacional, en el año 2007 ocurrieron cerca de 
25 muertes por lesiones intencionales, por cada cien defunciones de jóvenes; 
dentro de esta causa se encuentran los homicidios y los suicidios. 
En 2007 los adolescentes presentaron una tasa de 45.3 defunciones por 
cada cien muertes en este grupo de edad, a causa de accidentes, mientras que 
entre los adultos jóvenes la tasa ascendió a 43 defunciones. La segunda causa en 
este sector de la población son las lesiones, las cuales se presentan con mayor 
frecuencia entre los adultos jóvenes, con una tasa de 20.5 por cada cien 
defunciones. Los tumores malignos ocupan el tercer lugar entre las principales 
causas de muerte, particularmente entre los adolescentes. El cuarto y quinto lugar 
lo ocupa la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y por enfermedades 
infecciosas y parasitarias. En el caso de las enfermedades infecciosas y 
parasitarias, el VIH/SIDA provoca cerca de cuatro defunciones por cada cien en el 
grupo de 20 a 24 años (CONAPO, 2010). 
Aunque entre la población femenina adolescente los accidentes siguen 
siendo la primera causa de muerte, como en el caso de los hombres, la proporción 
46 
 
 
es menor, pues la tasa de mortalidad por esta causa entre las adolescentes se 
ubica en 25.7 defunciones por cada cien muertes en este grupo de edad, mientras 
que para las adultas jóvenes es de 22.5 defunciones por cien (CONAPO, 2010). 
La segunda causa de muerte entre las mujeres jóvenes destacan los 
tumores malignos y las lesiones se encuentran en tercer lugar. Entre los 
padecimientos de tipo cancerígeno, destaca la leucemia, enfermedad que provoca 
5.02 defunciones de adolescentes y 3.8 muertes de adultas jóvenes, por cada 
cien. La cuarta causa de mortalidad entre las adolescentes y jóvenes es la 
mortalidad asociada a la maternidad, fenómeno que se presenta con mayor 
recurrencia entre las adultas jóvenes, donde ocho de cada cien defunciones se 
deben a padecimientos originados en el embarazo, parto o puerperio. Por último, 
se encuentran las causas infecciosas y parasitarias, entre cuyas defunciones el 
VIH/SIDA aporta la mayor tasa, particularmente entre las adultas jóvenes 
(CONAPO, 2010). 
3.3 Saludsexual 
Los adolescentes están en mayor riesgo de tener problemas en el área de 
salud sexual y reproductiva, como lo son los altos contagios de enfermedades de 
transmisión sexual, embarazos no planeados y abortos. 
Según el CONAPO (2010) la edad promedio de la primer relación sexual de 
las adolescentes para es de 15.9 años, pero es más importante aún que la edad a 
la que se tiene la primera relación sexual es que ésta ocurra de manera protegida, 
sin embargo, el uso de anticonceptivos en la primera relación sexual no es una 
práctica común entre los adolescentes mexicanos, ya que en el año 2009, sólo 
47 
 
 
cuatro de cada diez mujeres entre 15 y 19 años reportaron haber utilizado algún 
tipo de anticonceptivo en el primer encuentro sexual, el más común es el condón 
más común. 
La tasa de embarazo en las adolescentes de 12 a 19 años de edad, en el 
año 2005 fue de 79 por cada mil mujeres, mientras la tasa de embarazo en las 
adolescentes de 12 a 15 años fue de seis embarazos por cada mil, el número 
aumentó en las jóvenes de 16 y 17 años a 101 embarazos por cada mil, y el 
mayor incremento se observó en las adolescentes de 18 y 19 años, entre quienes 
se alcanzó una tasa de 225 embarazos por cada mil mujeres (ENSANUT, 2005, 
citada en Secretaría de Salud, s. f.). 
El total de números de casos de egreso hospitalarios en adolescentes 
atendidas por el sistema de salud durante el 2006, fue de 201,475 por parto, y de 
19,291 por abortos (Sistema Automatizado de Egresos Hospitalarios, DGIS/SSA, 
2006, Secretaría de Salud, s. f.). 
El CONAPO (2010) en su análisis territorial de la intensidad de la 
fecundidad adolescente evidencia que este fenómeno no se presenta 
necesariamente entre las entidades con mayor rezago en el proceso de transición 
demográfica o con mayores dificultades socioeconómicas; la intensidad de la 
fecundidad adolescente podría estar asociada a otro tipo de procesos, 
probablemente relacionados con la incapacidad de los adolescente de controlar 
los riesgos del ejercicio de su vida sexual, ya sea por falta de acceso a los medios 
anticonceptivos o por exposición a modelos culturales que aumentan su 
exposición al peligro y dificultan una valoración adecuada del mismo. 
48 
 
 
Referente a la formación de la primera unión, el 82.2% de los hombres y el 
65.8% de las mujeres de la población adolescente se declaran solteros. Asimismo, 
el 11.4% de los hombres y 25.5% de las mujeres dicen haber contraído 
matrimonio (Instituto Mexicano de la Juventud. Encuesta Nacional de Juventud, 
2006, citada en Secretaría de Salud, s. f.). 
3.4 Adicciones 
El uso de drogas y alcohol ha aumentado entre los jóvenes y se ha 
convertido en una importante fuente de morbilidad y mortalidad. El inicio de los 
jóvenes en el consumo de sustancias puede deberse a distintos factores como la 
búsqueda de experiencias nuevas, por la necesidad de identidad y pertenencia 
con su grupo de iguales, e incluso, conforme se hace más habitual su uso, la 
satisfacción de una adicción, lo que representa un riesgo severo a la salud, tanto 
de forma directa como indirecta (CONAPO, 2010). 
Según la Encuesta Nacional de Adicciones (2002, citada en Secretaría de 
Salud, s. f.), realizada por el Consejo Nacional contra las Adicciones, la 
prevalencia de tabaquismo entre adolescentes de 10 a 19 años fue de 7.6%, 
siendo mayor en el grupo de hombres de 16 a 19 años (25.9%), que en mujeres 
de la misma edad (9.5%). La escolaridad de los jóvenes fumadores de áreas 
urbanas fue, en casi la mitad de ellos, (40.7%) de nivel secundaria, seguidos del 
35.4% con preparatoria y del 23.4% con primaria. 
La información acerca del consumo de alcohol en la población adolescente 
mostró que 17.7% ha ingerido bebidas alcohólicas, se encontró que, 
independientemente de la frecuencia de consumo de alcohol por ocasión y por 
49 
 
 
grupo de edad hay una tendencia sostenida a aumentar la ingesta con la edad, 
tanto en hombres como en mujeres (NSP, SSA, Encuesta Nacional de Salud y 
Nutrición, 2006, citada en Secretaría de Salud, s. f.). 
De la misma forma, más de 200 mil adolescentes entre 12 y 17 años han 
consumido drogas ilícitas. De este grupo, sólo el 55.3% continúa usándola en el 
último año y de éstos, un 37% las ha usado en el mes previo a la encuesta. La 
primera droga de uso fue la mariguana, seguida de los inhalables y en tercer lugar 
la cocaína (Secretaría de Salud, s. f.). 
3.5 Violencia 
Como ya se había mencionado, las principales causas de muerte entre los 
jóvenes son las relacionadas, directa e indirectamente, con la violencia. Las 
llamadas causas externas como son los accidentes vehiculares, los homicidios y 
los suicidios son causas predominantemente altas en su nivel de incidencia. 
En el año 2005 la tasa de muertes por violencia en adolescentes varones 
fue de 46.7% en el rango de 10 a 14 años y del 65.4% en el de 15-19 años. 
Mientras que en el caso de las mujeres fue del 32.1% y 37.7% respectivamente 
(INEGI, 2005, citado en Secretaría de Salud, s. f.). 
En el año 2006 el sistema de salud atendió un total de 4,339 casos por 
lesiones causadas por violencia en adolescentes de 10 a 19 años: 1,148 mujeres y 
3,251 varones (Sistema de Información de Salud, DGI/SSA, citado en Secretaría 
de Salud, s. f.) 
La tasa de muertes por accidente con respecto al total de muertes violentas 
por género y grupos en el año 2005, fue del 72.6% en varones de 10 a 14 años y 
50 
 
 
del 64.1% de 15 a 19 años. En el caso de las mujeres fue menor con un 69.6% y 
62.9% respectivamente en el grupo de edad (INEGI, 2005, citado en Secretaría de 
Salud, s. f.). 
La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (2006, citada en Secretaría de 
Salud, s. f.) reflejó un aumento considerable en la prevalencia de accidentes en el 
grupo de adolescentes de 10 a 19 años, ya que aumentó del 6% según resultados 
de la Encuesta Nacional de Salud del año 2000 a 8.8% en el 2005. 
Los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (2006, citada 
en Secretaría de Salud, s. f.) permiten identificar que la prevalencia de intento de 
suicidio en adolescentes aumenta en aquellos que viven con su pareja (3.1%), en 
los que consumen alcohol (3.0%) y en los que sufrieron algún tipo de violencia en 
los últimos 12 meses (4.1%). 
De esta forma, las estadísticas del INEGI muestran el alto nivel de muertes 
por suicidio en adolescentes, ya que en el rango de 10 a 14 años se encuentra 
una tasa del 10.5% mientras que entre los adolescentes de 15 a 19 años se 
incrementa a un 12.6% (INEGI, 2005, citado en Secretaría de Salud, s. f.). 
 
 
51 
 
 
Capítulo 4. 
El contexto del adolescente en las colonias Santa Úrsula y Ajusco 
 
El contexto socioeconómico, cultural y geográfico de la zona de los 
Pedregales de Coyoacán es importante debido a que muchas de las 
problemáticas estudiantiles se relacionan a variables sociales, es por eso que se 
ha determinado aclarar cómo es la dinámica del contexto de las tres escuelas 
secundarias donde se aplicó el proyecto. 
4.1 Localización geográfica 
La Delegación Coyoacán es una de las 16 delegaciones políticas del 
Distrito Federal y tiene una extensión de 53 Km2,representa el 3.5 por ciento del 
área total del Distrito Federal y ocupa el 10° lugar de las delegaciones en cuanto a 
su superficie territorial (Delegación Coyoacán, GDF, 2000). 
Los límites geográficos de esta demarcación son fijados por los decretos de 
1899 y 1970, los cuales mencionan que limita al Norte con las Delegaciones 
Álvaro Obregón, Benito Juárez e Iztapalapa; al Este con las Delegaciones 
Iztapalapa y Xochimilco; al Sur con la Delegación Tlalpan y al Oeste con la 
Delegación Álvaro Obregón. Lo anterior se puede observar en el siguiente mapa 
(Delegación Coyoacán, GDF, 2000). 
 
52 
 
 
 
4.2 Población y crecimiento 
Coyoacán está formada por 4,238 manzanas, distribuidas en 123 colonias, 
siendo las más importantes: Ajusco,