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Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Estudios Superiores Iztacala 1 UNAM IZTACALA “Mirada hacia la Locura desde las Artes y la Psiquiatría” T E S I S QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE L I C E N C I A D A E N P S I C O L O G Í A P R E S E N T A Br enda I l i ana Cer vantes Santana Directora: Dra. Blanca Estela Zardel Jacobo Dictaminadores: Mtro. José Antonio Mejía Coria Mtra. Mayra Eréndira Nava Becerra Los Reyes Iztacala, Tlalnepantla, Edo. de México, 2019 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 1 ÍNDICE INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................ 1 LOS DISPOSITIVOS: ESBOZO DE LA LOCURA. .................................................................. 4 1. 1 ¿Qué es un dispositivo? ..................................................................................................... 4 DISCURSOS SOBRE LA LOCURA ........................................................................................ 26 2. 1 ¿De qué va la locura? ....................................................................................................... 26 2. 1. 1 De un poder y un saber: los dispositivos ................................................................. 27 2. 1. 2 De una Genealogía ................................................................................................... 39 2. 1. 3 De una Arqueología ................................................................................................. 44 EL DISCURSO DE LA PSIQUIATRÍA .................................................................................... 50 3. 1 La locura ¿qué es? ........................................................................................................... 51 3. 1. 1 Locura histórica: ¿cómo se ha conceptualizado la locura? ...................................... 55 3. 2 Exclusión y encierro del loco .......................................................................................... 71 3. 2. 1 Tu locura, tu estigma ............................................................................................... 71 3. 3 Tratamiento histórico de la locura ................................................................................... 85 3. 4 Conclusión ....................................................................................................................... 94 EL ARTE Y LA LOCURA ...................................................................................................... 101 4. 1 Breve aproximación al arte ............................................................................................ 101 4. 2 El artista y la locura: ¿genialidad? ................................................................................. 118 4. 2. 1 El arte evidencia de “locura” ................................................................................. 139 4. 2. 2 El psicoanálisis y el artista loco ............................................................................. 173 4. 2. 3 El arte como proceso terapéutico ........................................................................... 200 4. 3 Conclusiones .................................................................................................................. 205 REFERENCIAS ....................................................................................................................... 208 1 INTRODUCCIÓN El propósito del presente trabajo es mostrar la transformación del concepto de locura desde tres posturas: la Psiquiatría, las Artes y, como eje articulador, el Psicoanálisis. Al inicio de la investigación se tiene un acercamiento al concepto de dispositivo que, como bien sabemos, Foucault ha sido quien se ha encargado de acercarnos a la comprensión y constitución del concepto anteriormente mencionado. No obstante, se muestran las aportaciones de Agamben, Deleuze y de García Fanlo respecto a dispositivo; concretamente, los autores señalan que los dispositivos son redes formadas por las instituciones, los discursos, lo dicho y lo no dicho. Michel Foucault mencionaba al respecto: “Lo que trato de identificar con este término es… un conjunto absolutamente heterogéneo que incluye discursos, instituciones, estructuras arquitectónicas, decisiones regulativas, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales y filantrópicas, en definitiva: tanto lo dicho como lo no dicho, he ahí los elementos del dispositivo. El dispositivo es la red que se establece entre estos elementos… … con el término dispositivo entiendo una especie -por así decir- de formación que en un determinado momento histórico tuvo como función esencial responder a una urgencia. El dispositivo tiene por tanto una función esencialmente estratégica…” (en Agamben, 2006a) Precisamente, el dispositivo al ser estratégico, se encuentra vinculado con un poder y un saber. Ambos conceptos se rigen por el dispositivo y las transformaciones que éste tenga. Primero se da pauta al poder disciplinario, mismo que se encarga de gestar un molde genético, quien asumirá las formas de comportar y de ser del individuo, en consecuencia, se produce un saber a través de la escritura, del registro y la vigilancia. No eximidos ambos conceptos de las transformaciones que pueden tener, se gesta el cambio para así hacer del poder disciplinario un poder de normalización. Para Foucault (2004 en García, 2015) primero, la normación disciplinaria (o dispositivo disciplinario) hace una descomposición, cuadricula, hace una clasificación y una secuencia de los procesos sociales con el fin de adiestrar, vigilar, controlar y castigar al individuo o a los individuos de acuerdo con un patrón de conducta que se prescribe como lo 2 normal en contraposición con lo anormal. De este modo, hace un establecimiento de lo permitido (lo cual es obligatorio) y de lo prohibido, todo esto en función de la norma. Mientras que las técnicas y procedimientos de normalización (o dispositivo de normalización/seguridad) contrariamente, hacen un establecimiento de riesgos diferenciales que se ejercen sobre la realidad misma, con ello van estableciendo lo que es normal, haciendo énfasis que es dentro de ciertos límites y en relación a casos particulares, de modo que su finalidad no es el individuo, sino la población o el individuo como parte de una población. Con base en lo anterior surge la anomía (la cual se prolongará hasta infinitud), misma que se gesta a partir de la normalización del sujeto. No obstante, en las diversas prácticas en las que el individuo participe y, en la medida en las que vayan originándose nuevas necesidades, irán surgiendo nuevas formas para normalizarlo. Sin embargo, teniendo un acercamiento a los dispositivos, al poder y al saber, es necesario, en la presente investigación mostrar la relevancia de la arqueología y la genealogía de los discursos, prácticas y objetos que surgen de la yuxtaposición entre ese saber y ese poder presente en los dispositivos.Es así que hay un acercamiento general a las formas en las que se gesta el conocimiento. La finalidad de vincular al lector con la germinación del conocimiento, tiene que ver con analizar y comprender que hay una lectura epocal y una historicidad de los diversos campos del saber que se encargan de categorizar al sujeto: la Psiquiatría, las Artes y el Psicoanálisis. Ingresar a la medicina Psiquiátrica significa transitar por las formas diversas en las que se ha hecho cargo del loco: realización de una entrevista, un registro y una historia clínica que permitan al médico llevar a cabo una diagnosis con el objetivo de averiguar (científicamente) cuáles son los síntomas y las causas de su malestar mental. Desde las Artes hay un acercamiento al sujeto doliente, es decir, aquel que estando en el lugar “correcto” para “sanar” su enfermedad, hace de las artes una forma de mirar su dolor: son las artes una necesidad y no un lujo, así lo señala Muñoz (2006). Por tal razón, diversos personajes del medio artístico, como Dubuffet o Prinzhorn, son quienes se interesan por la producción artística de los “enfermos”. No siendo ajeno tal interés respecto a esta 3 práctica creativa, se gesta una mistificación de la locura respecto al artista: ¿es este un ser loco que manifiesta su inconformidad por medio del arte? No es posible la negación de que hubo existencia de artistas que tuvieron algún padecimiento mental. Sin embargo, también se cayó en el romanticismo de quien se dedica a esta práctica: se decía que el artista tenía que ser excéntrico y que, debido a la incomprensión e inconformidad con su realidad, éste tendía a caer en los brazos de la locura haciendo de su práctica y de su existencia, una exquisitez. Retornando al paciente que se vincula con las artes, posteriormente, dentro de las intervenciones realizadas con los internos de un psiquiátrico, se lleva a cabo la denominada Arte-terapia. Es esta una manera distinta de intervenir; el Psicoanálisis señalará que el arte es un proceso sublimatorio. El psicoanálisis no sólo interesado en las artes, sino también en la locura, hace de su conocimiento, por medio de Freud y Lacan, postulados que se relacionan con aquellas faltas, traumas y fantasmas que son parte del sujeto padeciente. De esta manera, se evidencian las manifestaciones (no necesariamente a través de las artes) del malestar (intento de suicidio) de aquel que es un ser hablado y no hablante, es decir, que es enunciado, nombrado y reconocido no desde sí mismo, sino desde el discurso del otro, quien no necesariamente puede referirse a la madre o al padre, es también la sociedad, la cultura o representantes del conocimiento quienes deseen (preocupadamente) asumirse como el poseedor de un saber –y un poder- que intervendrá para salvaguardar (normalizar) la integridad del sujeto doliente, pero también de la sociedad. 4 LOS DISPOSITIVOS: ESBOZO DE LA LOCURA. 1. 1 ¿Qué es un dispositivo? Llevar a cabo la labor de investigación no es tarea fácil, pero sí apasionante, sin embargo, tal pasión no será suficiente para llevar a cabo el arduo esfuerzo que esta práctica de conocimiento conlleva. Por ende, es necesario dejar en claro que, en el caso particular del presente trabajo, tal como lo menciona González (2000), se responde a la labor de comprender procesos sociales y a los actores sociales que los significan. En este sentido, la tarea del presente apartado es desarrollar de manera concreta cómo fueron gestándose los dispositivos en determinado contexto histórico para, posteriormente, ocuparnos de dar una definición de dicho concepto. De esta manera, el eje fundamental será hacer una breve contextualización del poder disciplinario; considerar los procesos históricos evitará acercarnos prematuramente al concepto de dispositivo, y, en consecuencia, se tendrá el cuidado de no caer en pre-juicios e interpretaciones inadecuadas de dicho concepto y su genealogía. Abordado lo anterior, la investigación tendrá un acercamiento al conocimiento de la locura; exponer la genealogía del poder disciplinario y el dispositivo nos dará pauta para acceder a las implicaciones que estos conceptos y sus prácticas han tenido sobre la sociedad y el sujeto marginal. Por lo tanto, el propósito del presente trabajo será tratar, desde una lectura epocal, al loco como ese sujeto situado dentro de una sociedad particular. ¿Por qué tener como primera consideración el concepto de dispositivo? La razón está en comprender de qué manera se ha gestado la locura, y si ésta es, posiblemente, otro proceso de subjetivación impulsado por el mismo dispositivo. Es entender, simultáneamente, porqué hay una exclusión de individuos que entran en la categoría locura, individuos que pueden ser clasificados por sus síntomas y que éstos sean razón fundamental para su inserción en ciertas prácticas o instituciones “especializadas” para su “tratamiento” y su posible “recuperación”. En este sentido, mucho se ha abordado respecto a este concepto: desde la literatura, la pintura, 5 desde los procesos jurídico-médicos, hasta la filosofía, la psicología y principalmente desde la psiquiatría. En consecuencia, emerge una interrogante ¿de dónde surgen estos sujetos categorizados como locos? La respuesta a esta pregunta trae consigo la tarea de echar un vistazo a los planteamientos teóricos que argumenten (o no) que históricamente ha habido procesos, métodos o estrategias que se han encargado de resolver las inquietudes que este tipo de sujetos han generado dentro de la misma sociedad, sociedad (no olvidemos) situada en procesos históricos particulares. Es entonces, que en las constantes transformaciones sociales (a veces imperceptibles) se vayan gestando y asumiendo nuevas estrategias, técnicas o métodos que se encarguen de solucionar los conflictos que en ese momento les ocupan. Como ya lo dijimos, el eje fundamental para abordar la locura, es conocer a grosso modo la genealogía del poder disciplinario y su relación simultánea con el saber, pues se considera que en este vínculo se gestan los parámetros y las estandarizaciones que funcionan como medios disciplinarios, los cuales van encauzando la formación de categorías del comportamiento de los sujetos. Pero ¿en qué momento histórico comienzan a germinar estos parámetros utilizados por la disciplina? Para responder a ello, Foucault (2005) menciona que el poder disciplinario no nace de una sola vez, pero tampoco ha existido siempre: “se formó y siguió, en cierto modo una trayectoria diagonal a través de la sociedad occidental” (p. 60). Es decir, tuvieron que haberse transformado diversas formas de contener y resguardar el control de una sociedad en función de los hechos que los iban marcando; añade el autor: [El poder disciplinario al seguir esta trayectoria], no se formó al margen de la sociedad medieval, pero tampoco, sin duda en su centro. [Este poder] se constituyó dentro de las comunidades religiosas; de estas comunidades religiosas se trasladó, transformándose hacia las comunidades laicas que se desarrollaron y multiplicaron en el período previo a la Reforma (…) en los siglos XIV y XV (…) [Las técnicas que se fueron gestando durante este período] se difunden en escala muy amplia, penetran la sociedad del siglo XVI y sobre todo de los siglos XVII y XVIII y se convierten 6 durante el siglo XIX en la gran forma general de ese contacto sináptico: poder político-cuerpo individual (pp. 60-61). No podemos descartar entonces la notable, aunque transformada, influencia de la disciplina que fue estableciéndose anteriormente y que ahora, inevitablemente, es gestora de sujetos y de la sociedad a la que éstos pertenecen. Para entender, concretamente, la formación del poder disciplinario, es necesario conocer el antecesor y el yuxtapuesto de este poder. Cuando planteamos este nuevo acercamiento,hacemos referencia a lo que Foucault denominó como poder soberano. La primera característica de este poder es que, dentro de los vínculos existentes entre el soberano y el súbdito, se halla una relación “sustracción-gasto” 1 la cual se mantiene por ser recíproca y ser simultáneamente asimétrica (Foucault, 2005). La segunda característica del poder soberano, es que tiene una marca de anterioridad que la funda, esta puede ser a través de un derecho divino, una conquista, un compromiso o un sometimiento; la reactualización de este poder, está en función de un gesto, una marca o un ritual. Su tercera característica es que las relaciones que se ejercen dentro de él no son isotópicas, es decir, no tienen una medida común o son heterogéneas y no mantienen un orden. En este sentido, el poder soberano puede irrumpir en cualquiera de las relaciones que se encuentren dentro de él, pues su poder está versado sobre la multiplicidad; “la relación de soberanía es una relación en la cual el elemento-sujeto no es tanto… un individuo, un cuerpo individual” (Foucault, 2005, p. 64). Con esto, podemos concluir que el poder soberano ejerce su poder sobre la multitud y no sobre un sujeto, hay una ausencia de clasificación de gestos o comportamientos singulares. Lo que diferenciará a esta yuxtaposición del poder disciplinario según Foucault (2005), es que en éste no se manifestará la relación sustracción-gasto, no hay asimetría ni 1 La función del soberano es sustraer “productos, cosechas, objetos fabricados, armas, fuerza de trabajo, coraje; también tiempo y servicios” (p. 62) La relación asimétrica de reciprocidad está en función de que el soberano será quien haga el gasto, la manera de hacerlo puede ser a manera de don, a manera de servicio, en forma de “gasto pagado cuando, con motivo de festividades o de la organización de una guerra, el señor hace trabajar, por medio de redistribuciones, a quienes lo rodean” (p. 62). 7 una captura fragmentada. Dentro del poder disciplinario se manifiesta no una sustracción de un producto o la de un fragmento temporal, sino una captura total del cuerpo, los gestos, el tiempo y el comportamiento del individuo. “Todo sistema disciplinario… tiende a ser una ocupación del tiempo, la vida, y el cuerpo del individuo” (p. 67). Por ende, podemos entender que el desarrollo del poder disciplinario implica un procedimiento de control constante, a diferencia del poder soberano en el que uno se encuentra bajo la disposición de una persona; dentro de la disciplina, uno se halla perpetuamente bajo la mirada de alguien, se encuentra bajo la situación de ser observado. Esto lleva a que la disciplina haga referencia a un estado óptimo. En este sentido, Foucault (2005) indica que, para obtener dicho estado, será indispensable que la disciplina mantenga una constante vigilancia. Como hemos de visto, se ha esbozado hasta aquí un pequeño esquema de algunos de los elementos fundamentales de la disciplina (captura total, control constante-vigilancia); son estos elementos, los que permiten acercarnos a lo que Foucault señalaría como la relación cuerpo-poder: [Es] una modalidad mediante la cual el poder político y los poderes en general logran, en última instancia, tocar los cuerpos, aferrarse a ellos, tomar en cuenta los gestos, los comportamientos, los hábitos, las palabras; la manera, en síntesis, como todos esos poderes, al concentrarse en el descenso hacia los propios cuerpos y tocarlos, trabajan, modifican y dirigen lo que Servan llamaba las “fibras blandas del cerebro”… el poder disciplinario es una modalidad determinada, muy específica de nuestra sociedad, de lo que podríamos denominar contacto sináptico cuerpo-poder. (2005, p. 59-60). Otra de las diferencias existentes entre la disciplina y el poder soberano, es que este último requiere de una reactualización constante a través de rituales, conquistas, sometimientos o con un cuerpo que no deba desaparecer2 para que el poder pueda ejercerse 2 Debe prevalecer cierta permanencia del cuerpo del rey, no solamente su singularidad somática, sino la solidez de su reino y de su corona. (Foucault, 2005) 8 constantemente. En cambio, en la disciplina no se requiere de anterioridad, sino de un molde genético3, el cual según Foucault (2005) es el punto de origen de la disciplina misma, ya que de esta manera la disciplina terminará por funcionar por su propia cuenta. Esta continuidad genética será garantizada por el ejercicio progresivo, el cual, dentro de una escala temporal, podrá demostrar el crecimiento y perfeccionamiento de la disciplina. En este sentido, este mismo autor refiere que “El ejercicio corporal es un adiestramiento del cuerpo… de la habilidad, la marcha, la resistencia, los movimientos elementales, y ello de acuerdo con una escala graduada” (pp. 68-69). Así, para que la disciplina mantenga el control permanente y total del cuerpo del individuo, se verá obligado a ocupar como técnica la escritura. Ésta será un medio más por el cual se vigilará y se moldeará al sujeto. Se tendrá constantemente en la mira a ese cuerpo individual: desde sus gestos, su comportamiento, hasta su vida. 3 El “molde genético” al que hace referencia Foucault se entiende como el opuesto a la característica de anterioridad del poder soberano, es decir, si en esta yuxtaposición de la disciplina se ejercía un control discontinuo sobre el sujeto y, por ende, la marca -también sobre un sujeto- que daba pauta a la individualidad que se daba a través del ritual o la ceremonia, dentro del poder disciplinario hay una “polarización genética” y un “gradiente temporal”, con la intención de entender que este “molde genético” gradualmente convierte a la disciplina en un hábito. Para comprender concretamente a lo que se refiere Foucault cuando menciona al molde genético, tomaremos la ejemplificación del ejército a la que este mismo autor refiere –primero, bajo la forma del poder soberano-. Dentro de este poder, “había algo [a lo que se le podría] denominar [como] “ejercicios” pero que, a decir verdad, no tenía en absoluto la función del ejercicio disciplinario: eran como las justas, los juegos… [L]os guerreros…quienes lo eran por estatus, los nobles, los caballeros, practicaban regularmente la justa… esto puede interpretarse como una suerte de ejercicio, de puesta en forma del cuerpo; pero era en esencia, creo, un ensayo de valentía, una prueba mediante la cual el individuo mostraba que seguía estando en condiciones de merecer su estatus de caballero y hacer honor [, además de] la situación que le correspondía y por la cual ejercía una serie de derechos y [de disfrute] de una serie de privilegios. La justa era acaso un ejercicio; pero era sobre todo… la repetición cíclica de la gran prueba por la cual un caballero se convertía en caballero” (p. 68). En este caso, a través del juego se manifestaba la individuación, sin embargo, la constancia de ésta tenía que estar en función de ser continuamente el ganador. Por lo tanto, no había un molde genético, sino que la individuación y por ende el ejercicio de poder -que de ésta surgía- dependía de la perpetua lucha de conquista, ya sea en la justa o en la guerra. La segunda forma del ejército es dentro del poder disciplinario, el cual se sitúa ya “[d]esde el siglo XVIII [, pero] sobre todo a partir de Federico II y el ejército prusiano [donde aparece] en el ejército… algo que antes prácticamente no existía [:] el ejercicio corporal. Ejercicio corporal que no consiste… en algo similar a la justa, es decir, ensayar, reproducir el acto mismo de la guerra. [Se manifiesta] el ejercicio [del cuerpo, el cual se convierte en un] adiestramiento [en un molde no sólo del cuerpo, sino también] de la habilidad, la marcha, laresistencia, [de] los movimientos elementales, [todo] ello de acuerdo [a] una escala graduada, muy diferente a la repetición cíclica de las justas y los juegos. Por lo tanto, no una ceremonia [,] sino un ejercicio: ése es el medio por el cual se asegura esa [especie] de continuidad genética que… caracteriza a la disciplina” (pp. 68-69). Es aquí en donde surge el molde genético, el cual se entendería -y a su vez se constituiría- a través de ese ejercicio constante del cuerpo -y como ya lo mencionó el autor- también de las habilidades, de su repetición, pero también del control continuo sobre cada uno de los movimientos ejecutados por un individuo -en este caso- dentro del ejército. 9 Al tener anotación y registro de todo lo que ocurre, de todo lo realizado por el individuo, todo lo dicho por él, esta información obtenida será transmitida dentro de una escala jerárquica: de abajo hacia arriba, con el objeto de mantener el acceso a la información y tener seguro el principio de omnivisibilidad (Foucault, 2005). Por lo tanto, la intervención de la escritura y la captura del cuerpo visible (causa de la constante vigilancia) da pauta para la formación de una “individualización esquemática [por tener el control total a través del molde genético y el registro de su comportamiento para el conocimiento de su avance o retroceso] y centralizada [por la transmisión de dicho registro a través de las jerarquías; éstas determinarán sus aptitudes o ineptitudes]” (Foucault, 2005, p. 69). De esta manera, el procedimiento llevado a cabo por el poder disciplinario es la codificación (de la conducta por medio del registro), la transferencia (previamente se hace la esquematización o categorización de la conducta) y finalmente la centralización (se da un informe a las jerarquías), el resultado: la constitución de individualidades. Es este el efecto que la escritura ejerce dentro del poder disciplinario: la pronta reacción de ésta por medio de la constante visibilidad; la intervención de la disciplina puede ser en el primer gesto, la primera acción, en el primer instante, incluso interviene previo al propio acto; sus medios: la vigilancia, el castigo, la recompensa y presiones que son de carácter infra-judicial (Foucault, 2005). Podríamos decir con todo lo anterior, que el poder disciplinario tiene como función el principio panóptico: “ver todo, todo el tiempo, a todo el mundo” (Foucault, 2005, p. 73). A todo lo anterior, se suma otro aspecto que diferencia al poder soberano del poder disciplinario. Según Foucault (2005), este último tiende a la isotopía, es decir, que cada elemento tiene un lugar determinado; cada elemento cuenta con una jerarquía; se tiene el conocimiento de que existe un subordinado y superordinados. Pero ¿cómo acceder a la siguiente jerarquía? La respuesta está en que se lleva a cabo un desplazamiento a través de un movimiento reglado: el examen. Éste se convierte en la prueba fehaciente de que el 10 individuo puede moverse a otro lugar, siempre y cuando su desempeño haya sido aprobado exitosamente4. El mismo autor menciona que es gracias a la escritura y al examen (y todos los elementos previamente mencionados), que en el poder disciplinario se extiende una tendencia isotópica, la cual puede versar sobre los dispositivos. Se entiende por ello, que éstos no tienen y no deben tener incompatibilidad, es decir, tienen que articularse entre sí; debe de ser posible siempre pasar de un sistema a otro. Esta isotopía y la clasificación del individuo, tenderá siempre a encontrar un residuo, es decir, siempre habrá algo que es inclasificable, esto demostrará el límite del mecanismo de la disciplina. En este sentido, Foucault (2005) menciona que el residuo protagonista dentro del poder disciplinario es el “enfermo mental”, mismo que es inclasificable e inasimilable para todos los dispositivos disciplinarios5. A partir de tal determinación, se conoce la doble función anomizante de la disciplina: por un lado, expone la anomía, por otro, simultáneamente busca la regla que se anteponga a esa anomía. De esta manera, el poder disciplinario tendrá como tarea crear nuevos dispositivos para aquellos individuos que no entran en un primer molde genético. A su vez dentro de esta primera clasificación, emergerán algunos que no sean admitidos y se creará nuevamente un dispositivo que los normalice, entonces, los dispositivos tendrán la capacidad de extenderse a finitud (Foucault, 2005). 4 Consideramos que el examen es uno de los mecanismos fundamentales del poder disciplinario, el cual es pensado como el método a través del cual comienza a esbozarse de modo más claro el concepto de locura. Es decir, la utilización de esta técnica da pauta para tener la oportunidad de clasificar o categorizar. No sólo se inserta al sujeto dentro de la institución (como puede ser un hospital psiquiátrico), sino que es el mismo poder disciplinario, no sólo trata de normalizar, sino también de excluir a quienes no entran en la norma. No hay que ser indiferentes al impulso que la escritura le da al examen, ya que sin la escritura no existiría el registro y, por ende, las categorías que de ambos surgen. 5 Otra ejemplificación del residuo es “[e]l desertor [quien] no existía antes de los ejércitos disciplinados, pues se trataba simplemente del futuro soldado, el que dejaba el ejército para poder volver a él en caso de necesidad, cuando tuviere ganas o lo llevaran por la fuerza…, desde el momento en que existe un ejército disciplinado… hacen carrera, siguen cierto escalafón y son vigiladas de un extremo a otro, el desertor es quien escapa a ese sistema y es irreductible a él” (p. 75). He aquí la labor del poder disciplinario: ejercitar el cuerpo, establecer criterios que tienen que realizarse, conocer el más mínimo detalle de lo que el individuo está apunto de ejecutar o lo que se encuentra realizando. Conocer sus capacidades a través de la realización de una prueba: es retroceder o avanzar, pero en el caso del “enfermo mental” ¿en qué dispositivo puede ser aceptado o, en su defecto, disciplinado? En algún momento histórico particular, las instituciones psiquiátricas fueron asilo de individuos que “padecían enfermedades mentales”. 11 Así vemos surgir, menciona Foucault (2005), no sólo nuevas instituciones que van haciéndose cargo de aquellos que no entran en algún dispositivo, sino también van diseñándose metodologías para acercarse al “fenómeno”, con la intención de querer explicarlo y aplicar técnicas que sean adecuadas a la anomía que se manifiesta6. ¿Cuál es entonces el ejercicio de este poder disciplinario al utilizar como métodos la escritura, la vigilancia y el castigo? Foucault (2005) menciona que la labor de la disciplina está [en que] la función sujeto se ajust[e] exactamente a la singularidad somática: el cuerpo, sus gestos, su lugar, sus desplazamientos, su fuerza, el tiempo de su vida, sus discursos, sobre todo eso se aplica y se ejerce la función sujeto del poder disciplinario. La disciplina [entonces] es la técnica de poder por la cual la función sujeto se superpone y se ajusta exactamente a la singularidad somática (p. 77). Es decir, aquellas funciones tienen que ser apropiadas por un sujeto, por un cuerpo; no puede quedarse sin ejecutar un movimiento, un gesto o un comportamiento, el cuerpo es en quién se colocará esa subjetividad fabricada por la disciplina. De esta manera, su función se remite a “fabricar cuerpos sujetos”; se encargará de individualizar, a través del ajuste de la función sujeto sobre la singularidad somática, por medio de un sistema de vigilancia y escritura o un sistema de panoptismo y del castigo; su proyección será un núcleo de virtualidades, una psique: estos entrarán en la división de los normal-anormal. (Foucault, 2005). Lo anteriormente expuesto, abre una nueva interrogante:¿qué se hace con el individuo que ya ha constituido el poder disciplinario? En respuesta a lo anterior, Foucault menciona que el proceso final de la constitución del individuo disciplinario, es el ajuste de la 6 El “enfermo mental” y el desertor, no fueron las únicas manifestaciones de anomías, sino que este canal disciplinario se extendió hacia la academia, un ejemplo de ello fue cuando “Alfred Binet… recibe en 1905 la tarea de determinar la manera de identificar a los niños retrasados. Junto con Théodore Simon… Binet emprende la realización de encuestas mediante cuestionarios en las escuelas… sobre esa base ambos elaboran una “escala métrica de la inteligencia destinada a evaluar los retrasos del desarrollo” (pp. 75, Alfred Binet y Théodore Simon, “Applications des méthodes nouvelles au diagnostic du niveau intellectuel chez les enfants normaux et anormaux d’hospice er d’école, en LÁnnée Psychologique, t. XI, 1905, pp. 245-236, en Foucault, 2005). 12 singularidad somática a un poder político: “lo que debemos llamar individuo es el efecto producido, el resultado de esa fijación, por las técnicas que les he indicado, del poder político a la singularidad somática” (2005, p.78). En este sentido, añade que a causa de que el poder ha subjetivado, psicologizado, normalizado, ha sido posible el surgimiento del individuo; es así también, como ha sido posible dar un discurso o fundar ciencias, siendo éstas al mismo tiempo, resultado del proceso disciplinario. El surgimiento de estas ciencias (o disciplinas) se encargaron de ese individuo generado por la misma disciplina. En el caso particular de aquel individuo que ha evidenciado el límite del poder disciplinado, el “enfermo mental” o loco, ocupó a las instituciones psiquiátricas para ser las encargadas del ejercicio de la normalización de su anomía. Entonces, al comprender que la disciplina ha sido gestora de individuos, con base en su ejercicio clasificación, inevitablemente surge la siguiente interrogante: ¿el poder disciplinario puede ser generador de la locura7, del “enfermo mental”8? Con ello surge también la inquietud de conocer las posibles causas de por qué existen casos particulares en los que un individuo “disciplinado” no logra seguir la normalización de su anomía. No obstante, por el momento es pertinente que abordemos esta inquietud a grosso modo. En este sentido, Foucault (2005) menciona que “la desubjetivación, la desnormalización, la despsicologización, implican necesariamente la destrucción del individuo como tal” (p. 79). 7 Dar respuesta inmediata a esta interrogante es aún prematuro, ya que los elementos con los que hasta este momento se cuenta y con los que puede argumentarse son únicamente las técnicas que utiliza el poder disciplinario: la vigilancia, la captura total (del cuerpo, tiempo, gestos, etc.), la escritura y el examen. Para dar una respuesta con argumentos sólidos, faltaría justificar que “existe la posibilidad que esta exclusión del individuo de todos los dispositivos, puede ser la causa misma de la locura, ya que el sujeto no encontrará lugar o individuos con los cuales relacionarse; la posibilidad de encontrase dentro de sus mismos pensamientos puede ser la causa posible de su salvación” (Foucault, 2005, p. 78). 8 Sin embargo, es importante puntualizar “[que no significa] que el poder político sea el único procedimiento de individualización que haya existido en nuestra civilización…, sino que la disciplina es la forma terminal, capilar, del poder que constituye al individuo como blanco, como partenaire, como contracara en la relación de poder… no se puede decir que el individuo preexiste a la función sujeto, a la proyección de una psique, a la instancia normalizadora. Al contrario, el individuo apareció dentro de un sistema político porque su singularidad somática, en virtud de los mecanismos disciplinarios, se convirtió en portadora de la función sujeto. El individuo se constituyó en la medida en que la vigilancia ininterrumpida, la escritura continua y el castigo virtual dieron marco a ese cuerpo así sojuzgado y le extrajeron una psique; el hecho de que la instancia normalizadora distribuyera, excluyera y retomara sin cesar ese cuerpo-psique sirvió para caracterizarlo” (Foucault, 2005, p. 78). 13 Destruir entonces, al individuo disciplinado tal vez no sea la labor más adecuada en este momento, sino más bien llevar a otro sitio esta “destrucción”, es decir, la intención podría estar en mirar cómo han sido las transformaciones de este individuo ya constituido, haciendo hincapié en el contexto en el que se ha formado.9 Hasta aquí se ha hecho una aproximación de lo que es el poder disciplinario y los elementos que lo conforman, mismos que abren la posibilidad de conocer y comprender la manera en cómo se constituye un dispositivo o a qué le llamamos como tal. Es entonces, esta la razón por la cual se inicia con la constitución de ese poder disciplinario, pues como hasta aquí lo hemos visto, la disciplina es un mecanismo de la relación entre un poder y un saber, los cuales se encargan de constituir no sólo individuos, sino también dispositivos, los cuales responden a las necesidades manifestadas en un momento determinado y bajo cierto contexto. Pero entonces, ¿qué es un dispositivo? Para responder a ello es indispensable, según lo indica García (2011), un enfoque bajo el entendido de que lo social mantiene su función en el orden en que las palabras, las cosas y por supuesto, los sujetos se encuentran vinculados de tal modo que no pueden ser definidas ni pensadas, sin hacer un tejido de las unas con las otras. Este vínculo, según el autor, se asocia con los planteamientos de Michel Foucault, Gilles Deleuze y Giorgio Agamben, quienes refieren, en palabras de García, que el dispositivo es “como una red: un dispositivo no es un discurso o una cosa o una manera de ser [,] sino la red que se establece entre un discurso, cosa y sujeto” (p. 7). De esta manera, seguiremos el orden de los autores que García nos muestra para abordar el concepto que ahora nos interesa: dispositivo. 9 Se coloca entonces “al individuo como [manifestación de una] realidad histórica, como elemento de las fuerzas [de producción] (…), de las fuerzas políticas; [el] individuo [se convierte en] un cuerpo sujeto, [encerrado] en un sistema de vigilancia y [que es] sometido a [procesos de] normalización” (Foucault, 2005, p. 79). A partir de ello, es que el eje fundamental de este trabajo de investigación es considerar el contexto histórico de la gestación del concepto a abordar (locura), ya que lo que se quiere evitar en caer en un dogma, determinismo, reduccionismo, radicalismo de este término y de las disciplinas que lo han abordado. 14 Esta primera aproximación al término de dispositivo, lo menciona Agamben (2015) al recuperar una entrevista realizada a Michel Foucault en 1977, en la cual expone: Lo que trato de identificar con este término es… un conjunto absolutamente heterogéneo que incluye discursos, instituciones, estructuras arquitectónicas, decisiones regulativas, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales y filantrópicas, en definitiva: tanto lo dicho como lo no dicho, he ahí los elementos del dispositivo. El dispositivo es la red que se establece entre estos elementos… … con el término dispositivo entiendo una especie -por así decir- de formación que en un determinado momento histórico tuvo como función esencial responder a una urgencia. El dispositivo tiene por tanto una función esencialmente estratégica… […] ello implica que se trata de una cierta manipulación de relaciones de fuerza, de una intervención racional y convenida en las relaciones de fuerza, seapara desarrollarlas en una determinada dirección, sea para bloquearlas o para estabilizarlas y utilizarlas. El dispositivo siempre está inscrito en un juego de poder y también siempre ligado a los límites de saber que derivan de él y, en la misma medida, lo condicionan. El dispositivo es esto: un conjunto de estrategias de relaciones de fuerza que condicionan ciertos tipos de saber y son condicionados por él (pp. 10-11). En resumidas cuentas, según lo menciona García (2011) puede comprenderse el dispositivo como una red, en donde los elementos de éste pertenecen tanto a lo dicho y lo no dicho; mismos que puede establecerse en dos momentos: desde su naturaleza, la cual es el vínculo de esos elementos heterogéneos, siendo éstos discursivos o no quienes tienden a la movilización: tienen un cambio de posición de las modificaciones de sus funciones; y desde sus acontecimientos, es decir, que su formación se dio bajo un momento histórico, emergiendo en función de dar respuesta a una determinada urgencia. 15 La respuesta del dispositivo a esa urgencia10 es la de [constituir] a los sujetos inscribiendo en sus cuerpos un modo y una forma de ser… inscriben en el cuerpo… un conjunto de praxis, saberes institucionales, cuyo objetivo [es] administrar, gobernar, controlar, orientar, dar un sentido que se supone útil a los comportamientos, gestos y pensamientos de los individuos (García, 2011, p. 2). Aquí es en donde queda evidenciada la relación que mantiene el dispositivo con el poder sin quedar, por supuesto, excluida su relación a su vez con el saber; el surgimiento de ese saber deriva de él mismo al utilizar la técnica de la escritura, de la vigilancia o el sistema de panoptismo. De esta manera, el dispositivo podría entenderse como la relación de saber- poder inmerso en elementos institucionales, en lo dicho o lo no dicho y, según García (2011) (…) dado que esa red dispone determinados efectos y no otros para lograr un objetivo político [,] se deduce que lo que está en juego en esta relación es un poder que dispone y necesita de un orden determinado para funcionar [,] así como un conjunto de saberes que describen, explican, legitiman, aseguran o respaldan la autoridad de ese poder para funcionar de una manera y no de otra. Se trata, entonces, de una red de relaciones en las que está implicada una forma determinada de ejercicios del poder y de configuración del saber que hacen posibles determinados efectos de verdad y realidad (p. 3). Teniendo como fundamento el planteamiento de lo que es un dispositivo para Foucault, García (2007) señala que lo que no sería un dispositivo, sería aquella red entre las instituciones ni tampoco la manera en que internamente se organizan los diversos componentes (discursivos y no discursivos) de una institución cualquiera. Es decir, en 2011 García menciona que [p]ara funcionar como dispositivo, la institución tiene que dejar de serlo por su captura en una red cuyos hilos son prácticas discursivas y no discursivas que reconfiguran la naturaleza de las instituciones que asocian. Analizar un dispositivo 10 Considerando que está inmerso el dispositivo en una relación de poder-saber, y que el poder al cual se inscribe -genealógicamente- es el disciplinario. 16 consistiría entonces en descubrir esas prácticas que siempre son singulares porque su emergencia siempre responde a un acontecimiento históricamente particular (p.3). La implicación entonces, de tratar de definir lo que es un dispositivo sería, en palabras de García (2011), como un complejo haz de relaciones entre instituciones, sistemas de normas, formas de comportamiento, procesos económicos, sociales, técnicos y tipos de clasificación de sujetos, objetos y relaciones entre éstos, un juego de relaciones discursivas y no discursivas, de regularidades que rigen una dispersión cuyo soporte son prácticas. Por eso no es exacto decir que los dispositivos “capturan” individuos en su red, sino que producen sujetos [subjetivación] que como tales quedan sujetados a determinados efectos de saber/poder (p.3). Tomando en cuenta estas exposiciones sobre lo que es un dispositivo, se extiende la siguiente pregunta: ¿la locura se convierte en otro proceso de subjetivación o en otro dispositivo? Antes de dar una respuesta, es importante considerar lo que García (2011) expone acerca de las interrogantes resumidas por Habermas después de la publicación de la Arqueología de las cosas de Foucault11, en donde este autor hace una aclaración sobre la constitución de los dispositivos: El dispositivo es el espacio de saber/poder donde se procesan tanto las prácticas discursivas como no-discursivas, no hay circularidad, ni interacción, ni mucho menos una relación “base-superestructura” ya que las formaciones discursivas producen los objetos de los que hablan (dominio de la arqueología del saber) en tanto los regímenes de enunciación organizan las posibilidades de la experiencia (genealogía del poder) de acuerdo a unas condiciones de posibilidad que definen en la historicidad (a priori histórico) del acontecimiento. [Saber] y poder [no] son la misma cosa o dos cosas distintas exteriores la una a la otra [,] sino elementos constituyentes de las prácticas sociales cuya relación debe ser explicada en su singularidad [en prácticas 11 “¿Cómo se relacionan los discursos con las practicas? ¿Es el discurso el que rige las prácticas o a la inversa? ¿Cómo debería pensarse la relación discurso-práctica? ¿Cómo una casualidad circular? ¿Base- superestructura? ¿Interacción entre estructura y acontecimiento?” (García, 2011, p. 3). 17 particulares]. A un discurso determinado el dispositivo le asigna un sujeto que garantice su veracidad, prestigio y autoridad[12] invistiéndolo de unos derechos adquiridos por la competencia, el saber, trayectoria, etc. (García, 2011, p. 4)13. Retomando lo expuesto por Foucault, podríamos tomar como ejemplo que el discurso de la psiquiatría (a través de sus categorías) es quien genera ese objeto al que estudia: “loco” o “enfermo mental”, mientras que los regímenes de enunciación al hacer el ordenamiento de las experiencias con base en momentos históricos particulares, nos permite plantear que en determinado momento histórico surge la psiquiatría y es su discurso el que se encarga de “curar” y estudiar a ese individuo. Por ende, no podríamos señalar que la locura es otro dispositivo, pero sí una subjetivación derivada del vínculo de poder-saber de un determinado campo de conocimiento: la psiquiatría. Aclarada la inquietud, la tarea es continuar con la labor de enriquecer qué es un dispositivo. En este sentido, este término no ha quedado únicamente bajo la mirada de Foucault, quien, a pesar de hacer grandes aportaciones, otros teóricos han puesto interés sobre este término, pues consideran que es fundamental para conocer las implicaciones sociales que tiene. Es Deleuze (1990) quien menciona [que el dispositivo es una especie de] máquina para hacer ver y hacer hablar que funciona acoplada a determinados regímenes históricos de enunciación y visibilidad. Estos regímenes distribuyen lo visible y lo invisible, lo enunciable y lo no enunciable [el poder] al hacer nacer o desaparecer el objeto que, de tal forma, no existe fuera de ellos (en García, 2011, p. 4). 12 Por lo tanto, el “enfermo mental” no entra en algún dispositivo o, ¿puede que, la no “recuperación” de éste, continúe legitimando el discurso de la psiquiatría? ¿Sin un “enfermo mental” se legitimaría el discurso psiquiátrico? 13 Este es un análisis que Foucault realiza en su obra El nacimiento de la clínica, en donde expone el caso del médico respecto del discurso clínico, en donde la validez es garantizadapor las instituciones que lo constituyen como tal: el hospital, el laboratorio, la facultad de medicina, el consultorio, etc., y en los que sus prácticas son validadas como verdaderas y funcionan produciendo efectos de saber-poder que constituyen simultáneamente, al enfermo al que atiende (García, 2011). 18 Gracias a la relación de poder-saber, es posible moldear al sujeto;14 añade Deleuze sobre las implicaciones de los dispositivos: “[son] líneas de fuerzas que van de un punto singular al otro formando una trama, una red de poder, saber y subjetividad. Un dispositivo produce subjetividad, pero no cualquier subjetividad” (en García, 2011, p. 4). Para este autor somos el dispositivo ¿Será que somos nosotros también quienes, dentro de nuestra práctica cotidiana, vamos creando “nuevos” dispositivos, sea a través de aquello enunciado o no, de lo visible y lo invisible; utilizando los mecanismos de la disciplina y su inevitable vinculo saber-poder? y ¿a qué se refiere Deleuze al mencionar que no cualquier subjetividad? Hagamos una contextualización -actual- para responder a las preguntan anteriores. El rápido incremento de las nuevas formas de dispositivos, productores de subjetividad que están asociados con la convergencia digital entre los medios masivos de comunicación y las nuevas tecnologías de comunicación e información que emergen entre finales del siglo XX y principios de nuestro siglo (Jenkins, 2008, en García, 2015) dan pauta para las profundas transformaciones tanto culturales como sociales que alteran de modo significativo la manera en que los individuos van asumiendo su identidad, es decir, “los patrones de conducta a partir de los cuales se reconocen a sí mismo y a los otros como sujetos” (García, 2015, p. 12). Sin embargo, menciona este mismo autor, que no se trata del cambio de las tecnologías el que genera una nueva sociedad, sino de manera opuesta, es decir, es un nuevo tipo de sociedad la que genera estas condiciones de posibilidad, existencia y aceptabilidad para el cambio tecnológico. Y añade que, en el caso particular de los dispositivos de información y comunicación, cuyo efecto performativo ha recaído sobre la constitución de la identidad cultural, ha sido evidenciada, empírica y teóricamente, una clara diferencia entre los tipos de subjetivación que, por ejemplo, producía el cine, la televisión o la radio, los cuales generaban, anteriormente, que se hiciera una distinción entre los sujetos productores y los sujetos consumidores. En comparación con las nuevas subjetivaciones que generan los nuevos medios digitales, las posiciones de sujeto productor y consumidor se introducen en una zona 14 Es aquí en donde se presenta el proceso de cosificación, el sujeto pasa a ser un objeto: es visto, medido, moldeado; se crean sujetos y simultáneamente crean ciencias que se encargan de estudiar a estos individuos constituidos. 19 de indiferenciación apareciendo lo que comienza a conocerse como el prosumidor15. Por lo tanto, lo expuesto anteriormente muestra lo indispensable que es la constitución de un individuo -en una sociedad particular- que legitime un saber y que a su vez sea funcional para un poder; la legitimación de esta relación surge dentro de las prácticas individuales -como ya lo vimos- y, por ende, somos nosotros los posibilitadores de la continua reproducción de la relación de saber-poder, ya que somos el engranaje fundamental de los dispositivos que van creándose y, por supuesto, portadores de las subjetividades que estos producen. Continuando con las aportaciones acerca del término dispositivo, es Giorgio Agamben (2006), quien menciona que un dispositivo es [c]ualquier cosa que tenga de algún modo la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, conductas, opiniones y los discurso de los seres vivientes, de modo tal que no solamente las prisiones, los manicomios, el panóptico, las escuelas, la confesión, las fábricas, las disciplinas sino también la lapicera, la escritura, el cigarrillo, el teléfono celular, las computadoras, y por qué no el lenguaje mismo[,] serían dispositivos[,] pero no en sí mismos[,] sino en tanto conforman o forman parte de una red de saber/poder (p. 5, en García, 2011). 15 De acuerdo con el planteamiento de García (2015), “[l]a interactividad que permite la Web 2.0 [, la cual promueve que la organización y el flujo de información depend[a] del comportamiento de las personas que acceden a ella [, siendo s]u acceso […] más fácil y centralizado a los contenidos y [a la] participación [de los usuarios] con herramientas [de fácil uso] hace que el consumidor pueda -dentro de ciertos márgenes- convertirse él mismo en un productor [,] ampliando significativamente su capacidad para el reconocimiento, interpretación y reelaboración de los discursos y de las prácticas sociales asociadas a dichos discursos”. Y es Foucault (1990) quien menciona que son “estos nuevos procesos de subjetivación [los que] tienen como condición de existencia y aceptabilidad… [las] técnicas de sí-mismo. [Las cuales] son un ensamble de dispositivos, modos de subjetivación y regímenes de experiencia basados en el discurso que nos dice: “hágalo usted mismo”, “sea responsable de sí mismo”, “asuma los riesgos que implica vivir en libertad” (p. 13, en García, 2015). Este tipo de tecnología genera que “asumamos nuestro auto-gobierno, nos “empoderemos” de nosotros mismos” (Ídem) con el fin de que haya un consumo de productos y servicios, lo cual lleva como condición la posibilidad de ser libres, jóvenes, sanos y, por qué no, deseables tanto para nosotros mismos como para los otros; esto nos captura en el doble movimiento de totalización e individuación. 20 De esta manera, Agamben considera (en García, 2011) que el dispositivo es un mecanismo que genera diferentes posiciones de sujetos por medio de esta disposición de red: el individuo es un lugar en el que pueden llevarse a cabo diversos procesos de subjetivación. Otra de las contribuciones que hace Agamben respecto al dispositivo es cuando menciona que éste tiene su genealogía en la teología cristiana16. Respecto a ello, menciona que la teología al encargarse de hacer una segmentación de Dios en ser y praxis, teniendo como fundamento la palabra griega oikonomía (palabra griega que significa administración de la casa), es posible que Dios pueda hacer una administración, una oikonomía de su casa, su vida y el mundo que ha creado, pero ¿qué relación guarda el orden de Dios (en la teología) y el termino dispositivo en la modernidad? Pues bien, la palabra oikonomía, al ser traducida en los escritos de los Padres latinos significa Dispositio, de aquí deriva el término que hemos venido abordando: dispositivo, herencia teológica de este concepto, el cual se encarga de nombrar “aquello en lo cual y a través de lo cual se realiza una actividad pura de gobierno sin ningún fundamento en el ser” (Agamben, 2015, p. 21). Aquí reitera la labor del dispositivo: hacer una sujeción del sujeto, hacer de él un individuo, en palabra de Agamben producir un sujeto. Aunado a ello, expresa dicho autor que, por medio de ciertas prácticas y discursos, de saberes y ejercicios, los dispositivos tienden a la creación de cuerpos dóciles, pero simultáneamente libres, los cuales asumen su libertad e identidad de sujetos en el proceso mismo de sometimiento. 16 En los siglos II y IV la Iglesia comenzó a emplear la palabra griega oikonomía (administración de la casa). Dentro de la Iglesia al mencionarse la posibilidad de la Trinidad (Padre-Hijo-Espíritu santo), algunos miembros pusieron resistencia a tal planteamiento, ya que se tenía el temor de que se cayera en el politeísmodentro de la Iglesia cristiana. Sin embargo, quienes se encontraban a favor de está segmentación de Dios, argumentaban que: “En cuanto a su ser y a su sustancia, Dios indudablemente es uno, pero en cambio en cuanto a su oikonomía, es decir, el modo en que administra su casa, su vida y el mundo que ha creado, es triple. Así como un buen padre puede confiarle al hijo la ejecución de ciertas funciones y ciertas tareas, sin perder por ello su poder y su unidad, así Dios le confía a cristo la “economía” de la administración y el gobierno de la historia de los hombres” (Agamben, 2015, p. 19). Con este argumento, de manera progresiva, los miembros de la iglesia fueron acostumbrándose a hacer una distinción entre un discurso de la teología y un discurso de la economía. La oikonomía se convirtió entonces, en ese dispositivo por medio del cual el dogma de la Trinidad y la idea de un gobierno providencial divino del mundo se insertaron en la Iglesia cristiana, así como en su fe. (Agamben, 2015). 21 Sin embargo, vemos aquí que Agamben nos aproxima a una “nueva” forma del dispositivo, ya que expone a la “libertad” como el proceso mismo de sometimiento. Pero, ¿en qué momento se considera a la libertad como un medio por el cual se puede controlar al sujeto? En todo caso, argumentaríamos que si las transformaciones históricas, por ende, también los dispositivos tienden al cambio (García, 2015), ya que el dispositivo no es sinónimo de máquina, es decir, no es un objeto que funciona haciendo una reproducción del mismo mecanismo y, por ende, produciendo el mismo resultado. Por el contrario, el dispositivo se reconfigura a sí mismo de manera constante, “que en cierta manera aprende como si estuviera dotado de inteligencia artificial[17] [. Por] lo tanto [,] produce distintos tipos de subjetividad en cada momento histórico” (García, 2011, p. 6). Siguiendo esta premisa, García (2015) menciona que a mediados del siglo XIX hay una trasformación de los dispositivos, los cuales ahora toman a la libertad como medio de sujeción. En este sentido, Foucault indica que la condición para el surgimiento de este nuevo dispositivo -al cual nombra dispositivo de normalización- es el neoliberalismo18. A grosso modo expondremos que Foucault (2004, en García, 2015) hace una definición primeramente 17 La “inteligencia artificial” de la que está dotado el dispositivo, según lo señala García, podríamos referirlo al molde y la continuidad genética que Foucault mencionaba, es decir, al comprender que este molde era generador de individuos, siendo su garantía el ejercicio graduado y progresivo del cuerpo para que, posteriormente, fuera el mismo individuo quien adquiriera la disciplina del cuerpo como un hábito, y que, evidencia el funcionamiento del poder disciplinario, puede ser la causa de ese “aprendizaje” o “inteligencia” del dispositivo, puesto que sin individuos -como engranaje- no funcionaría. La interpretación de García, quien menciona que el dispositivo no es sinónimo de máquina o que éste aprende en función de una inteligencia artificial, da cuenta de una contradicción, pues la inteligencia artificial se define como “el medio por el cual las computadoras, los robots y otros dispositivos [tecnológicos] realizan tareas que normalmente requieren de inteligencia humana… La IA agrupa un conjunto de técnicas que, mediante circuitos electrónicos y programas avanzados de computadora, busca imitar procedimientos similares a los procesos inductivos y deductivos del cerebro humano” (Gómez, 1999, pp. 9-10). En este sentido, valdría la pena quedarnos con nuestra primera interpretación, ya que fundamenta lo que, hasta el momento, ha venido abordandose. 18 La consistencia del neoliberalismo se halla en realizar una “generalización de los postulados de la economía social de mercado y la teoría del “capital humano” al conjunto de relaciones sociales con el objetivo de producir individuos que se consideren empresarios de sí mismos” (Foucault, 2007, en García 2015, p. 10). De este modo se entendería que Foucault quiso referirse al neoliberalismo como la condición que posibilita la reconfiguración de lo social y cuyo umbral histórico se encuentra en la transición de una sociedad disciplinaria a otra que él llama sociedad de normalización o de seguridad (García, 2015). 22 de Estado, considerándolo como una tecnología del poder, mientras que al Neoliberalismo lo denomina como una racionalidad política, un nuevo tipo de gubernamentalidad19. Ahora bien, es importante señalar que la “aparición” de estas nuevas formas de dispositivos, se encuentran en el entendido no de la etapa en que una supera a la otra -los dispositivos de normalización/seguridad a los dispositivos disciplinarios- ni tampoco en alguna clave que remite al progreso ni la fusión entre ambas, sino que esta transición trata de “un complejo proceso de subsunción[20] que requiere ser bordado en términos de regularidad- discontinuidad y yuxtaposición-dispersión” (García, 2015, p. 10). Este es un aspecto de suma relevancia para Foucault, ya que los procesos históricos en los que surgen los cambios, por más imperceptibles que sean, son los que permiten hacer un análisis de las circunstancias sociales en las que nos encontramos y, por ende, de los dispositivos en que éstas se hallan. En este sentido, valdría la pena exponer las intenciones que ambos dispositivos ejercen. Primero, la normación disciplinaria (o dispositivo disciplinario) hace una descomposición, cuadricula, hace una clasificación y una secuencia de los procesos sociales con el fin de adiestrar, vigilar, controlar y castigar al individuo o a los individuos de acuerdo con un patrón de conducta que se prescribe como lo normal en contraposición con lo anormal. De este modo, hace un establecimiento de lo permitido (lo cual es obligatorio) y de lo prohibido, todo esto en función de la norma. Mientras que las técnicas y procedimientos de normalización21 (o dispositivo de normalización/seguridad) contrariamente, hacen un establecimiento de riesgos diferenciales que se ejercen sobre la realidad misma, con ello van 19 Este concepto Foucaultiano hace referencia a un tipo específico de poder productivo, este consiste en no hacer prohibiciones ni obligar a los individuos a conducirse de determinado modo, sino en hacer una conducción de sus coomportamientos dentro de límites, condiciones y estructuras delimitadas de decisiones, las cuales serían las que definen las formas aceptables de ejercicio de la libertad. (García, 2010, en García, 2015) 20 “[Subsunción] de los mecanismos disciplinarios en los de normalización y seguridad” (p. 12). Un claro ejemplo de ello es la “convergencia entre los antiguos sistemas de cámaras de seguridad que se empleaban para vigilar emplazamientos de encierro y las modernas y sofisticadas redes de videovigilancia digital [,] cuya instalación es solicitada insistentemente por la población en la presunción de que ser vigilado le proveerá de inmunidad contra el delito y la inseguridad ciudadana” (Mattelart, 2009, García, 2012, en García, 2015, p. 11). 21 Surge así un discurso de lo normal-anormal, sostenido en las relaciones diferenciales que definen los procedimientos de normalización como aquellos que intentan hacer interactuar aquellas diversas normalidades, siempre procurando que las más desfavorables se asimilen a las más favorables (García, 2015). 23 estableciendo lo que es normal, haciendo énfasis que es dentro de ciertos límites y en relación a casos particulares, de modo que su finalidad no es el individuo, sino la población o el individuo como parte de una población. (Foucault, 2004, en García, 2015). En este entendido, estas transformaciones encausarían que los dispositivos disciplinarios entren en una crisis, al intentar acoplarse a los nuevosdispositivos de normalización y seguridad, propios del neoliberalismo y la biopolítica; sus efectos: generar poder, saber y subjetividad sobre las identidades culturales (Agamben, 2006, García, 2011, en García, 2015). Teniendo conocimiento de que las identidades ya no se generarían exclusivamente bajo las técnicas de la disciplina de los dispositivos disciplinarios como las fábricas, la prisión ,el hospital, la escuela, el cuartel, la iglesia o los partidos políticos, ahora las identidades se gestarían en las modulaciones mutantes y cambiantes de los dispositivos de normalización y seguridad, como lo son los teléfonos celulares, las redes sociales digitales, la convergencia digital entre los medios masivos de comunicación e Internet, las políticas de salud delimitadas a grupos de riesgo, las políticas de la identidad que incluyen-excluyen y que van en contra de las leyes de los colectivos en nombre de los derechos individuales, las comunidades de consumidores, los sistemas biométricos de vigilancia e identificación , la educación permanente, los incentivos salariales, los incentivos a la investigación universitaria, las organizaciones no gubernamentales, los movimientos sociales, etc. (García, 2015). De esta manera, conocemos que los dispositivos disciplinarios están constantemente cuidando la manera en cómo deben hacerse las cosas y que el individuo tiene que pensar sobre las cosas que hace, mientras que los dispositivos de seguridad o normalización, permiten un alto nivel de permisividad, ya que estos responden ante una forma de ejercicio del poder que tiene la capacidad de producirse por medio de la libertad de cada individuo y con el apoyo de ella: “la libertad de los sujetos aparece como la condición de posibilidad de su sometimiento” (García, 2015, p. 14). Sin embargo, estos dispositivos, para el autor, no anulan ni consideran obsoletos a los dispositivos disciplinarios y jurídico-legales (soberanos) 24 sino, que los reactualizan, subsumen y asocian entre sí, generando una reconfiguración de las redes de poder-saber preexistentes. Es indudable que la cuestión del sujeto sigue siendo para ambos dispositivos -para el disciplinario y para el de normalización- indispensable, ya sea como ensamble de sujeción (técnicas disciplinarias) o de subjetivación (técnicas de sí mismo). Por lo tanto, en la actual sociedad se “adquirirían nuevas formas de subjetivación espectacularizados, digitalizados, globalizados y eminentemente consumistas” (García, 2015, p. 10). En este sentido, podríamos acercarnos a la conclusión de que este nuevo dispositivo de carácter neoliberal es el que “incita las incertidumbres y riesgos que estas determinaciones identitarias producen como condición de posibilidad para ser libres” (García, 2015, p. 11). Aunado a ello, este autor menciona que el neoliberalismo es aquella racionalidad política que se encarga de conducir conductas por medio de tecnologías de gobierno, basadas en la gestión diferencial de riesgos y normalidades que pasan por las políticas públicas, constituyendo a los sujetos que las hacen socialmente posibles y, por ende, existentes y aceptables. Finalmente, esta sociedad de normalización, riesgo y seguridad, son algunos de los nombres que Foucault asocia con la gubernamentalidad neoliberal. Para él, el neoliberalismo sería “el gobierno de la vida cotidiana, económica, social e individual que no busca disciplinar los deseos [,] sino gobernar o gestionar su circulación para hacerlos compatibles con el mercado” (García, 2015, p. 14). De tal modo, vemos que los postulados tanto de Foucault como de García coinciden en que el neoliberalismo es una racionalidad política y una tecnología de gobierno, “que lejos de [excluir] la participación del Estado [, éste, es convertido en el] instrumento [que permite] crear niveles […] mayores de autonomía del mercado” (García, 2015, p.14). En conclusión, podríamos indicar que cada dispositivo, efectivamente, tiene una función específica de acuerdo a la urgencia que se quiere resolver dentro de un marco histórico particular. Comprender que, a pesar de la subsunción del dispositivo disciplinario en los dispositivos de normalización, conforman una red de poder-saber; vínculo que los articula, completa y potencializa mutuamente (García, 2011). Sin embargo, el autor 25 argumenta que dentro de esta red también se hallan contradicciones, puesto que no todos los individuos circulan de manera sistemática y uniformemente por esta relación de saber-poder, pues estamos en el entendido de que cada dispositivo tiene una especificidad en cuanto al tipo de sujeto que pretende constituir. Aunado a ello, es importante mencionar que la no circulación del individuo por la totalidad de la red durante su existencia ni durante su recorrido, se fundamenta en que los efectos de poder que genera un dispositivo no le “dice” todo el tiempo al sujeto que produce, “lo que tiene que hacer, decir, pensar, ser, en cada momento o en todo lugar” (p. 6). Considerando lo ya mencionado por García, es aquí en donde nos preguntamos sobre la manera en que se ha transformado esa locura, qué ha sucedido con aquel loco o enfermo mental del que se hablaba en la época del medievo o el renacimiento, de qué manera es ahora concebido ese loco. Hemos de considerar pues, las transformaciones históricas y con ello el loco de cada época, pues, así como García (2011) menciona [que nos hayamos] en una época de crisis de los dispositivos [,] cuyo fundamento sería social y que ha sido enunciado en términos de una transición o pasaje, desde su forma social caracterizada como una “sociedad disciplinaria” productora de “sujetos productores”, a una “sociedad de control” que necesitaría para su reproducción de “sujetos consumidores”…[en donde los primeros dispositivos], serían aquellos propios y específicos de la sociedad disciplinaria, [mientras] que el otro conjunto [correspondería] a la sociedad de consumidores (p. 7). Así también, existiría la posibilidad de una crisis y por qué no de una etapa de transición de la concepción de ese loco dentro de marcos históricos específicos que pueden ir desde la edad media hasta nuestros tiempos. 26 DISCURSOS SOBRE LA LOCURA “No, no se trata de añorar nuestro pasado y regodearnos en él, sino de penetrar en el pasado, entenderlo, reducirlo a la razón, cancelar lo muerto -que es lo estúpido, lo rencoroso-, rescatar lo vivo y saber, por fin, qué es (…) y qué se puede hacer con él”. Carlos Fuentes. 2. 1 ¿De qué va la locura? El concepto de dispositivo, es fundamental para poder hacer un enramado con el objeto que ahora nos interesa: el loco; en consecuencia, fue eje insoslayable tomar, como ya lo vimos, los dispositivos y su relación con el saber-poder vínculo que ha constituido sujetos particulares en momentos históricos específicos. Si bien, los dispositivos también fueron parte de los procesos de transición histórica, por ende, se obtuvo una transformación de los mismos, cuya tarea fue dar respuesta a una urgencia inmediata. Lo conveniente, entonces, es conocer esta transformación del loco, del sujeto marginal, a través de discursos específicos desde que “apareció” y a lo largo de su tránsito por contextos históricos particulares. Es analizar la manera en que los dispositivos fueron difundiéndose (en ocasiones de manera imperceptible) por la sociedad, deteniéndose en la inquietud que aquellos sujetos “locos” les generaban, pues, su constante labor para normalizar a éstos, al parecer, no ha cesado. Por lo tanto, vale la pena ver ahora cómo los dispositivos fueron llevando de la mano al loco o, mejor dicho, como fueron constituyéndolo. Es importante entender también que el dispositivo disciplinario y, posteriormente, el de normalización, trajeron consigo no sólo una renovación de las nuevas formas de abordar el problemadel “enfermo mental”, sino que los sujetos que entraron en la normalidad -en el caso de los dispositivos disciplinarios- y en la libertad de diferenciaciones de la normalidad -dispositivos de normalización-, me parece que han sido partícipes -y continúan contribuyendo- de los discursos que han ido emergiendo de los regímenes de enunciación. 27 De esta manera, es indispensable pensar también a esos sujetos “normales” como parte de una sociedad, los cuales se apropian de esos discursos y de las prácticas que de éstos surgen y que dan pauta para mirar a la sociedad, como una sociedad que no tendría que eximirse del impulso que ha dado al funcionamiento del dispositivo y, por ende, a la relación saber-poder. En este sentido, se hace referencia a sujetos “normales”, como aquellos que se encargan de constituir, difundir y generar “nuevos” saberes y, por ende, “nuevos” discursos, como lo son los sujetos pertenecientes a ciertos regímenes de enunciación: los psiquiatras, los psicoanalistas y los artistas (sea en el entendido de aquellos quienes han “padecido” una “enfermedad mental” o aquellos que se han encargado de estudiar la “locura” en las artes). Para acercarnos a los regímenes de enunciación y discursos particulares sobre el loco, comenzaremos abordando la manera en cómo los dispositivos han ejercido ese saber-poder sobre los sujetos, posteriormente abriremos paso a la genealogía y arqueología (desde Foucault). Tomar esta postura para el desarrollo, nos dará pauta para tener un diálogo con los discursos que son de nuestro interés y los cuales se ocupan de la locura; por ende, habrá mayor posibilidad de reflexionar y de proponer una “nueva” manera de ver al loco, sujeto marginal o enfermo mental. Esta forma de elaborar la investigación, permitirá introducirnos en el tránsito del loco dentro de los discursos de la psiquiatría, el psicoanálisis y las artes, así como en el trayecto de momentos históricos particulares; al transformarse la historia, inevitablemente se transforman junto con ella, los discursos y, por ende, los objetos que abordan. 2. 1. 1 De un poder y un saber: los dispositivos Al ir encauzando el interés por la locura y su vínculo con los dispositivos de control, es primordial que nos acerquemos al saber y al poder, pues son éstos los que nos dan pauta para comprender la constitución de sujetos en momentos históricos específicos; particularmente en la constitución de aquellos que son nombrados como “enfermos mentales” o “locos”. Al querer darle continuidad a dicho planteamiento, surge una inquietud: ¿cuál es el efecto del poder y del saber sobre un sujeto para que lleguen a denominarlo como sujeto marginal, 28 enfermo mental o loco? Para tratar de dar respuesta a esta interrogante, el primer paso es dar a conocer qué es el poder, a través de su práctica o quehacer político: [se concibe como…] una cualidad humana que recae sobre un sujeto en particular [, este sujeto…] se entiende como [el] individuo [la] especie [o la sociedad]; este sujeto es el cuerpo que “está directamente inmerso en el campo político” y, en este sentido, las relaciones de poder moldean sus comportamientos valiéndose de diferentes medios, no sólo para que encaje en la sociedad, sino también para que sea una fuerza útil y productiva para ésta (Quijano, 2013, p. 330). El sujeto al estar inmerso en las relaciones de fuerza del poder y del saber, se vincula inevitablemente en instituciones, en discursos, en comportamientos, en lo dicho y lo no dicho, dando paso a la constitución de su individualidad; por tanto, es insoslayable que este individuo se halle casi totalmente bajo un poder y un saber. Al dar cuenta del estrecho vínculo entre el saber y el poder, Quijano expone que el saber se entendería como: aquellos discursos específicos de la racionalidad en cierto momento histórico y que vinculan estrechamente al poder y sustenta sus prácticas en conceptos; juntos producen la verdad, no entendida como una verdad epistemológica ni como lo que identifica lo falso de lo verdadero[,] sino como la conjunción de saber-poder que permite separar lo “incalificable científicamente de lo calificable” o “que marca lo real de lo inexistente… y lo somete en forma legítima a la división de lo verdadero y lo falso (2013, p. 330). A través del saber, son aceptables de manera científica, o no, los enunciados discursivos, son ellos los que se encargan de dar una explicación y veracidad de esa realidad con la que los sujetos y la sociedad se vinculan. Pero es el vínculo del poder y del saber lo que “define” qué es real y qué es inexistente: su medio, los discursos; su materialización, las prácticas; es a través de ellos que hay una legitimación de ese poder y de ese saber. Al estar bajo la mira de la historia y sus eventuales transformaciones, el resultado de esos cambios del poder-saber son los que se distribuyen sobre los discursos, sobre las prácticas y sobre la legitimación de ambos. Pero ¿qué es lo que da pauta a la transformación? la necesidad de dar 29 una respuesta inmediata a las urgencias que surgen en momentos particulares. Al no olvidar que, en la medida que va generandose un nuevo saber, es fundamental tener en consideración que éste permitirá acceder a nuevos conceptos y, en consecuencia, a nuevas prácticas, las cuales, si bien pueden estar inmersas en la legitima división de los verdadero y lo falso, es tarea del hombre crítico, del intelectual generar nuevos conceptos y discursos que se aproximen a lo que acontece en ese momento y que desea explicarse y transformarse. Cuando hay un acercamiento a quién o qué es considerado como real y verdadero, en primera instancia, se pensaría que se parte de un conocimiento, sin embargo, Butler (2006), señala que hay algo más que conocimiento, a ello habría que agregarle un poder. Es decir, para esta autora, “[t]ener o mostrar la [“]verdad[”] y la [“]realidad[”] es una prerrogativa enormemente poderosa del mundo social, una forma por la cual el poder se disimula como ontología” (p. 303). Esta perspectiva daría cabida para considerar que el poder y el saber están constantemente inmersos en los discursos, en las prácticas, en los objetos, en los mismos individuos. Este podría ser un el elemento fundamental para acercarnos a los procesos de subjetivación que surgen, quedando implicada la participación de quienes emiten los discursos y de los que se apropian de ellos. En tal caso, la misma autora al retomar a Foucault, señala que nada puede ser elemento de conocimiento sin dos motivos, primero, si no se constituye bajo ciertas reglas y características, es decir, bajo un discurso científico en un período particular; segundo, si carece de la posesión de los efectos coercitivos o los incentivos de aquello que se valida científicamente o que es simplemente aceptado de forma general. Para tal caso, podría añadirse lo que el mismo Foucault (1979) menciona acerca del saber, el cual considera que no ha sido hecho con la finalidad de comprender, sino ha sido hecho para hacer tajos, cortes; es decir, al adentrarnos en la tarea que le corresponde al saber, podríamos encontrar que, si bien se obtiene un conocimiento, es a partir de éste que se puede dar pauta a disgregar o desintegrar los discursos, los conceptos y, por supuesto, los objetos que se han construido a lo largo de la historia. No obstante, este autor nos encamina a tener cuidado cuando hacemos referencia a ese saber o bien, cuando queremos ese saber; en sus propias palabras, señala que el querer saber no brinda la oportunidad de tener un 30 acercamiento a una verdad universal, es decir, el saber no da al hombre un particular y sereno dominio de la naturaleza, por el contrario, no cesa de multiplicar los riesgos, de acrecentar en todas partes los peligros; el saber, da fin a las protecciones ilusorias, deshace la unidad del sujeto,
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