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Mirada-hacia-la-locura-desde-las-artes-y-la-psiquiatra

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Universidad Nacional Autónoma de México 
 Facultad de Estudios Superiores Iztacala 
 
 
 
 
 
 
 
 
1 
 
 
 
 
 UNAM IZTACALA 
 
 
“Mirada hacia la Locura desde las Artes 
y la Psiquiatría” 
 
 
 
 
T E S I S 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
L I C E N C I A D A E N P S I C O L O G Í A 
P R E S E N T A 
Br enda I l i ana Cer vantes Santana 
 
 
 
 
 Directora: Dra. Blanca Estela Zardel Jacobo 
Dictaminadores: Mtro. José Antonio Mejía Coria 
 Mtra. Mayra Eréndira Nava Becerra 
 
 
 
 
 Los Reyes Iztacala, Tlalnepantla, Edo. de México, 2019 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
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1 
 
ÍNDICE 
INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................ 1 
LOS DISPOSITIVOS: ESBOZO DE LA LOCURA. .................................................................. 4 
1. 1 ¿Qué es un dispositivo? ..................................................................................................... 4 
DISCURSOS SOBRE LA LOCURA ........................................................................................ 26 
2. 1 ¿De qué va la locura? ....................................................................................................... 26 
2. 1. 1 De un poder y un saber: los dispositivos ................................................................. 27 
2. 1. 2 De una Genealogía ................................................................................................... 39 
2. 1. 3 De una Arqueología ................................................................................................. 44 
EL DISCURSO DE LA PSIQUIATRÍA .................................................................................... 50 
3. 1 La locura ¿qué es? ........................................................................................................... 51 
3. 1. 1 Locura histórica: ¿cómo se ha conceptualizado la locura? ...................................... 55 
3. 2 Exclusión y encierro del loco .......................................................................................... 71 
3. 2. 1 Tu locura, tu estigma ............................................................................................... 71 
3. 3 Tratamiento histórico de la locura ................................................................................... 85 
3. 4 Conclusión ....................................................................................................................... 94 
EL ARTE Y LA LOCURA ...................................................................................................... 101 
4. 1 Breve aproximación al arte ............................................................................................ 101 
4. 2 El artista y la locura: ¿genialidad? ................................................................................. 118 
4. 2. 1 El arte evidencia de “locura” ................................................................................. 139 
4. 2. 2 El psicoanálisis y el artista loco ............................................................................. 173 
4. 2. 3 El arte como proceso terapéutico ........................................................................... 200 
4. 3 Conclusiones .................................................................................................................. 205 
REFERENCIAS ....................................................................................................................... 208 
 
 
1 
 
INTRODUCCIÓN 
El propósito del presente trabajo es mostrar la transformación del concepto de locura desde 
tres posturas: la Psiquiatría, las Artes y, como eje articulador, el Psicoanálisis. Al inicio de la 
investigación se tiene un acercamiento al concepto de dispositivo que, como bien sabemos, 
Foucault ha sido quien se ha encargado de acercarnos a la comprensión y constitución del 
concepto anteriormente mencionado. No obstante, se muestran las aportaciones de Agamben, 
Deleuze y de García Fanlo respecto a dispositivo; concretamente, los autores señalan que los 
dispositivos son redes formadas por las instituciones, los discursos, lo dicho y lo no dicho. 
Michel Foucault mencionaba al respecto: 
“Lo que trato de identificar con este término es… un conjunto absolutamente 
heterogéneo que incluye discursos, instituciones, estructuras arquitectónicas, decisiones 
regulativas, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones 
filosóficas, morales y filantrópicas, en definitiva: tanto lo dicho como lo no dicho, he ahí los 
elementos del dispositivo. El dispositivo es la red que se establece entre estos elementos… 
… con el término dispositivo entiendo una especie -por así decir- de formación que 
en un determinado momento histórico tuvo como función esencial responder a una urgencia. 
El dispositivo tiene por tanto una función esencialmente estratégica…” (en Agamben, 2006a) 
Precisamente, el dispositivo al ser estratégico, se encuentra vinculado con un poder y 
un saber. Ambos conceptos se rigen por el dispositivo y las transformaciones que éste tenga. 
Primero se da pauta al poder disciplinario, mismo que se encarga de gestar un molde 
genético, quien asumirá las formas de comportar y de ser del individuo, en consecuencia, se 
produce un saber a través de la escritura, del registro y la vigilancia. No eximidos ambos 
conceptos de las transformaciones que pueden tener, se gesta el cambio para así hacer del 
poder disciplinario un poder de normalización. 
Para Foucault (2004 en García, 2015) primero, la normación disciplinaria (o 
dispositivo disciplinario) hace una descomposición, cuadricula, hace una clasificación y una 
secuencia de los procesos sociales con el fin de adiestrar, vigilar, controlar y castigar al 
individuo o a los individuos de acuerdo con un patrón de conducta que se prescribe como lo 
2 
 
normal en contraposición con lo anormal. De este modo, hace un establecimiento de lo 
permitido (lo cual es obligatorio) y de lo prohibido, todo esto en función de la norma. 
Mientras que las técnicas y procedimientos de normalización (o dispositivo de 
normalización/seguridad) contrariamente, hacen un establecimiento de riesgos diferenciales 
que se ejercen sobre la realidad misma, con ello van estableciendo lo que es normal, haciendo 
énfasis que es dentro de ciertos límites y en relación a casos particulares, de modo que su 
finalidad no es el individuo, sino la población o el individuo como parte de una población. 
Con base en lo anterior surge la anomía (la cual se prolongará hasta infinitud), misma 
que se gesta a partir de la normalización del sujeto. No obstante, en las diversas prácticas en 
las que el individuo participe y, en la medida en las que vayan originándose nuevas 
necesidades, irán surgiendo nuevas formas para normalizarlo. 
Sin embargo, teniendo un acercamiento a los dispositivos, al poder y al saber, es 
necesario, en la presente investigación mostrar la relevancia de la arqueología y la genealogía 
de los discursos, prácticas y objetos que surgen de la yuxtaposición entre ese saber y ese 
poder presente en los dispositivos.Es así que hay un acercamiento general a las formas en 
las que se gesta el conocimiento. La finalidad de vincular al lector con la germinación del 
conocimiento, tiene que ver con analizar y comprender que hay una lectura epocal y una 
historicidad de los diversos campos del saber que se encargan de categorizar al sujeto: la 
Psiquiatría, las Artes y el Psicoanálisis. 
Ingresar a la medicina Psiquiátrica significa transitar por las formas diversas en las 
que se ha hecho cargo del loco: realización de una entrevista, un registro y una historia clínica 
que permitan al médico llevar a cabo una diagnosis con el objetivo de averiguar 
(científicamente) cuáles son los síntomas y las causas de su malestar mental. 
Desde las Artes hay un acercamiento al sujeto doliente, es decir, aquel que estando 
en el lugar “correcto” para “sanar” su enfermedad, hace de las artes una forma de mirar su 
dolor: son las artes una necesidad y no un lujo, así lo señala Muñoz (2006). Por tal razón, 
diversos personajes del medio artístico, como Dubuffet o Prinzhorn, son quienes se interesan 
por la producción artística de los “enfermos”. No siendo ajeno tal interés respecto a esta 
3 
 
práctica creativa, se gesta una mistificación de la locura respecto al artista: ¿es este un ser 
loco que manifiesta su inconformidad por medio del arte? No es posible la negación de que 
hubo existencia de artistas que tuvieron algún padecimiento mental. Sin embargo, también 
se cayó en el romanticismo de quien se dedica a esta práctica: se decía que el artista tenía que 
ser excéntrico y que, debido a la incomprensión e inconformidad con su realidad, éste tendía 
a caer en los brazos de la locura haciendo de su práctica y de su existencia, una exquisitez. 
Retornando al paciente que se vincula con las artes, posteriormente, dentro de las 
intervenciones realizadas con los internos de un psiquiátrico, se lleva a cabo la denominada 
Arte-terapia. Es esta una manera distinta de intervenir; el Psicoanálisis señalará que el arte 
es un proceso sublimatorio. 
El psicoanálisis no sólo interesado en las artes, sino también en la locura, hace de su 
conocimiento, por medio de Freud y Lacan, postulados que se relacionan con aquellas faltas, 
traumas y fantasmas que son parte del sujeto padeciente. De esta manera, se evidencian las 
manifestaciones (no necesariamente a través de las artes) del malestar (intento de suicidio) 
de aquel que es un ser hablado y no hablante, es decir, que es enunciado, nombrado y 
reconocido no desde sí mismo, sino desde el discurso del otro, quien no necesariamente 
puede referirse a la madre o al padre, es también la sociedad, la cultura o representantes del 
conocimiento quienes deseen (preocupadamente) asumirse como el poseedor de un saber –y 
un poder- que intervendrá para salvaguardar (normalizar) la integridad del sujeto doliente, 
pero también de la sociedad. 
 
 
 
 
 
4 
 
LOS DISPOSITIVOS: ESBOZO DE LA LOCURA. 
 
1. 1 ¿Qué es un dispositivo? 
Llevar a cabo la labor de investigación no es tarea fácil, pero sí apasionante, sin embargo, tal 
pasión no será suficiente para llevar a cabo el arduo esfuerzo que esta práctica de 
conocimiento conlleva. Por ende, es necesario dejar en claro que, en el caso particular del 
presente trabajo, tal como lo menciona González (2000), se responde a la labor de 
comprender procesos sociales y a los actores sociales que los significan. En este sentido, la 
tarea del presente apartado es desarrollar de manera concreta cómo fueron gestándose los 
dispositivos en determinado contexto histórico para, posteriormente, ocuparnos de dar una 
definición de dicho concepto. 
De esta manera, el eje fundamental será hacer una breve contextualización del poder 
disciplinario; considerar los procesos históricos evitará acercarnos prematuramente al 
concepto de dispositivo, y, en consecuencia, se tendrá el cuidado de no caer en pre-juicios e 
interpretaciones inadecuadas de dicho concepto y su genealogía. 
Abordado lo anterior, la investigación tendrá un acercamiento al conocimiento de la 
locura; exponer la genealogía del poder disciplinario y el dispositivo nos dará pauta para 
acceder a las implicaciones que estos conceptos y sus prácticas han tenido sobre la sociedad 
y el sujeto marginal. Por lo tanto, el propósito del presente trabajo será tratar, desde una 
lectura epocal, al loco como ese sujeto situado dentro de una sociedad particular. 
¿Por qué tener como primera consideración el concepto de dispositivo? La razón está 
en comprender de qué manera se ha gestado la locura, y si ésta es, posiblemente, otro proceso 
de subjetivación impulsado por el mismo dispositivo. Es entender, simultáneamente, porqué 
hay una exclusión de individuos que entran en la categoría locura, individuos que pueden ser 
clasificados por sus síntomas y que éstos sean razón fundamental para su inserción en ciertas 
prácticas o instituciones “especializadas” para su “tratamiento” y su posible “recuperación”. 
En este sentido, mucho se ha abordado respecto a este concepto: desde la literatura, la pintura, 
5 
 
desde los procesos jurídico-médicos, hasta la filosofía, la psicología y principalmente desde 
la psiquiatría. 
En consecuencia, emerge una interrogante ¿de dónde surgen estos sujetos 
categorizados como locos? La respuesta a esta pregunta trae consigo la tarea de echar un 
vistazo a los planteamientos teóricos que argumenten (o no) que históricamente ha habido 
procesos, métodos o estrategias que se han encargado de resolver las inquietudes que este 
tipo de sujetos han generado dentro de la misma sociedad, sociedad (no olvidemos) situada 
en procesos históricos particulares. Es entonces, que en las constantes transformaciones 
sociales (a veces imperceptibles) se vayan gestando y asumiendo nuevas estrategias, técnicas 
o métodos que se encarguen de solucionar los conflictos que en ese momento les ocupan. 
Como ya lo dijimos, el eje fundamental para abordar la locura, es conocer a grosso 
modo la genealogía del poder disciplinario y su relación simultánea con el saber, pues se 
considera que en este vínculo se gestan los parámetros y las estandarizaciones que funcionan 
como medios disciplinarios, los cuales van encauzando la formación de categorías del 
comportamiento de los sujetos. Pero ¿en qué momento histórico comienzan a germinar estos 
parámetros utilizados por la disciplina? 
Para responder a ello, Foucault (2005) menciona que el poder disciplinario no nace 
de una sola vez, pero tampoco ha existido siempre: “se formó y siguió, en cierto modo una 
trayectoria diagonal a través de la sociedad occidental” (p. 60). Es decir, tuvieron que haberse 
transformado diversas formas de contener y resguardar el control de una sociedad en función 
de los hechos que los iban marcando; añade el autor: 
[El poder disciplinario al seguir esta trayectoria], no se formó al margen de la 
sociedad medieval, pero tampoco, sin duda en su centro. [Este poder] se constituyó 
dentro de las comunidades religiosas; de estas comunidades religiosas se trasladó, 
transformándose hacia las comunidades laicas que se desarrollaron y multiplicaron 
en el período previo a la Reforma (…) en los siglos XIV y XV (…) [Las técnicas que 
se fueron gestando durante este período] se difunden en escala muy amplia, penetran 
la sociedad del siglo XVI y sobre todo de los siglos XVII y XVIII y se convierten 
6 
 
durante el siglo XIX en la gran forma general de ese contacto sináptico: poder 
político-cuerpo individual (pp. 60-61). 
No podemos descartar entonces la notable, aunque transformada, influencia de la 
disciplina que fue estableciéndose anteriormente y que ahora, inevitablemente, es gestora de 
sujetos y de la sociedad a la que éstos pertenecen. 
Para entender, concretamente, la formación del poder disciplinario, es necesario 
conocer el antecesor y el yuxtapuesto de este poder. Cuando planteamos este nuevo 
acercamiento,hacemos referencia a lo que Foucault denominó como poder soberano. 
La primera característica de este poder es que, dentro de los vínculos existentes entre 
el soberano y el súbdito, se halla una relación “sustracción-gasto” 1 la cual se mantiene por 
ser recíproca y ser simultáneamente asimétrica (Foucault, 2005). La segunda característica 
del poder soberano, es que tiene una marca de anterioridad que la funda, esta puede ser a 
través de un derecho divino, una conquista, un compromiso o un sometimiento; la 
reactualización de este poder, está en función de un gesto, una marca o un ritual. Su tercera 
característica es que las relaciones que se ejercen dentro de él no son isotópicas, es decir, no 
tienen una medida común o son heterogéneas y no mantienen un orden. En este sentido, el 
poder soberano puede irrumpir en cualquiera de las relaciones que se encuentren dentro de 
él, pues su poder está versado sobre la multiplicidad; “la relación de soberanía es una relación 
en la cual el elemento-sujeto no es tanto… un individuo, un cuerpo individual” (Foucault, 
2005, p. 64). Con esto, podemos concluir que el poder soberano ejerce su poder sobre la 
multitud y no sobre un sujeto, hay una ausencia de clasificación de gestos o comportamientos 
singulares. 
Lo que diferenciará a esta yuxtaposición del poder disciplinario según Foucault 
(2005), es que en éste no se manifestará la relación sustracción-gasto, no hay asimetría ni 
 
1 La función del soberano es sustraer “productos, cosechas, objetos fabricados, armas, fuerza de trabajo, 
coraje; también tiempo y servicios” (p. 62) La relación asimétrica de reciprocidad está en función de que el 
soberano será quien haga el gasto, la manera de hacerlo puede ser a manera de don, a manera de servicio, 
en forma de “gasto pagado cuando, con motivo de festividades o de la organización de una guerra, el señor 
hace trabajar, por medio de redistribuciones, a quienes lo rodean” (p. 62). 
7 
 
una captura fragmentada. Dentro del poder disciplinario se manifiesta no una sustracción de 
un producto o la de un fragmento temporal, sino una captura total del cuerpo, los gestos, el 
tiempo y el comportamiento del individuo. “Todo sistema disciplinario… tiende a ser una 
ocupación del tiempo, la vida, y el cuerpo del individuo” (p. 67). 
Por ende, podemos entender que el desarrollo del poder disciplinario implica un 
procedimiento de control constante, a diferencia del poder soberano en el que uno se 
encuentra bajo la disposición de una persona; dentro de la disciplina, uno se halla 
perpetuamente bajo la mirada de alguien, se encuentra bajo la situación de ser observado. 
Esto lleva a que la disciplina haga referencia a un estado óptimo. En este sentido, Foucault 
(2005) indica que, para obtener dicho estado, será indispensable que la disciplina mantenga 
una constante vigilancia. 
Como hemos de visto, se ha esbozado hasta aquí un pequeño esquema de algunos de 
los elementos fundamentales de la disciplina (captura total, control constante-vigilancia); 
son estos elementos, los que permiten acercarnos a lo que Foucault señalaría como la relación 
cuerpo-poder: 
[Es] una modalidad mediante la cual el poder político y los poderes en general logran, 
en última instancia, tocar los cuerpos, aferrarse a ellos, tomar en cuenta los gestos, 
los comportamientos, los hábitos, las palabras; la manera, en síntesis, como todos 
esos poderes, al concentrarse en el descenso hacia los propios cuerpos y tocarlos, 
trabajan, modifican y dirigen lo que Servan llamaba las “fibras blandas del 
cerebro”… el poder disciplinario es una modalidad determinada, muy específica de 
nuestra sociedad, de lo que podríamos denominar contacto sináptico cuerpo-poder. 
(2005, p. 59-60). 
Otra de las diferencias existentes entre la disciplina y el poder soberano, es que este 
último requiere de una reactualización constante a través de rituales, conquistas, 
sometimientos o con un cuerpo que no deba desaparecer2 para que el poder pueda ejercerse 
 
2 Debe prevalecer cierta permanencia del cuerpo del rey, no solamente su singularidad somática, sino la 
solidez de su reino y de su corona. (Foucault, 2005) 
8 
 
constantemente. En cambio, en la disciplina no se requiere de anterioridad, sino de un molde 
genético3, el cual según Foucault (2005) es el punto de origen de la disciplina misma, ya que 
de esta manera la disciplina terminará por funcionar por su propia cuenta. Esta continuidad 
genética será garantizada por el ejercicio progresivo, el cual, dentro de una escala temporal, 
podrá demostrar el crecimiento y perfeccionamiento de la disciplina. En este sentido, este 
mismo autor refiere que “El ejercicio corporal es un adiestramiento del cuerpo… de la 
habilidad, la marcha, la resistencia, los movimientos elementales, y ello de acuerdo con una 
escala graduada” (pp. 68-69). Así, para que la disciplina mantenga el control permanente y 
total del cuerpo del individuo, se verá obligado a ocupar como técnica la escritura. Ésta será 
un medio más por el cual se vigilará y se moldeará al sujeto. Se tendrá constantemente en la 
mira a ese cuerpo individual: desde sus gestos, su comportamiento, hasta su vida. 
 
3 El “molde genético” al que hace referencia Foucault se entiende como el opuesto a la característica de 
anterioridad del poder soberano, es decir, si en esta yuxtaposición de la disciplina se ejercía un control 
discontinuo sobre el sujeto y, por ende, la marca -también sobre un sujeto- que daba pauta a la individualidad 
que se daba a través del ritual o la ceremonia, dentro del poder disciplinario hay una “polarización genética” 
y un “gradiente temporal”, con la intención de entender que este “molde genético” gradualmente convierte 
a la disciplina en un hábito. Para comprender concretamente a lo que se refiere Foucault cuando menciona al 
molde genético, tomaremos la ejemplificación del ejército a la que este mismo autor refiere –primero, bajo 
la forma del poder soberano-. Dentro de este poder, “había algo [a lo que se le podría] denominar [como] 
“ejercicios” pero que, a decir verdad, no tenía en absoluto la función del ejercicio disciplinario: eran como las 
justas, los juegos… [L]os guerreros…quienes lo eran por estatus, los nobles, los caballeros, practicaban 
regularmente la justa… esto puede interpretarse como una suerte de ejercicio, de puesta en forma del cuerpo; 
pero era en esencia, creo, un ensayo de valentía, una prueba mediante la cual el individuo mostraba que 
seguía estando en condiciones de merecer su estatus de caballero y hacer honor [, además de] la situación 
que le correspondía y por la cual ejercía una serie de derechos y [de disfrute] de una serie de privilegios. La 
justa era acaso un ejercicio; pero era sobre todo… la repetición cíclica de la gran prueba por la cual un caballero 
se convertía en caballero” (p. 68). En este caso, a través del juego se manifestaba la individuación, sin 
embargo, la constancia de ésta tenía que estar en función de ser continuamente el ganador. Por lo tanto, no 
había un molde genético, sino que la individuación y por ende el ejercicio de poder -que de ésta surgía- 
dependía de la perpetua lucha de conquista, ya sea en la justa o en la guerra. La segunda forma del ejército 
es dentro del poder disciplinario, el cual se sitúa ya “[d]esde el siglo XVIII [, pero] sobre todo a partir de 
Federico II y el ejército prusiano [donde aparece] en el ejército… algo que antes prácticamente no existía [:] 
el ejercicio corporal. Ejercicio corporal que no consiste… en algo similar a la justa, es decir, ensayar, reproducir 
el acto mismo de la guerra. [Se manifiesta] el ejercicio [del cuerpo, el cual se convierte en un] adiestramiento 
[en un molde no sólo del cuerpo, sino también] de la habilidad, la marcha, laresistencia, [de] los movimientos 
elementales, [todo] ello de acuerdo [a] una escala graduada, muy diferente a la repetición cíclica de las justas 
y los juegos. Por lo tanto, no una ceremonia [,] sino un ejercicio: ése es el medio por el cual se asegura esa 
[especie] de continuidad genética que… caracteriza a la disciplina” (pp. 68-69). Es aquí en donde surge el 
molde genético, el cual se entendería -y a su vez se constituiría- a través de ese ejercicio constante del cuerpo 
-y como ya lo mencionó el autor- también de las habilidades, de su repetición, pero también del control 
continuo sobre cada uno de los movimientos ejecutados por un individuo -en este caso- dentro del ejército. 
9 
 
Al tener anotación y registro de todo lo que ocurre, de todo lo realizado por el 
individuo, todo lo dicho por él, esta información obtenida será transmitida dentro de una 
escala jerárquica: de abajo hacia arriba, con el objeto de mantener el acceso a la información 
y tener seguro el principio de omnivisibilidad (Foucault, 2005). Por lo tanto, la intervención 
de la escritura y la captura del cuerpo visible (causa de la constante vigilancia) da pauta para 
la formación de una “individualización esquemática [por tener el control total a través del 
molde genético y el registro de su comportamiento para el conocimiento de su avance o 
retroceso] y centralizada [por la transmisión de dicho registro a través de las jerarquías; éstas 
determinarán sus aptitudes o ineptitudes]” (Foucault, 2005, p. 69). 
De esta manera, el procedimiento llevado a cabo por el poder disciplinario es la 
codificación (de la conducta por medio del registro), la transferencia (previamente se hace 
la esquematización o categorización de la conducta) y finalmente la centralización (se da un 
informe a las jerarquías), el resultado: la constitución de individualidades. Es este el efecto 
que la escritura ejerce dentro del poder disciplinario: la pronta reacción de ésta por medio de 
la constante visibilidad; la intervención de la disciplina puede ser en el primer gesto, la 
primera acción, en el primer instante, incluso interviene previo al propio acto; sus medios: la 
vigilancia, el castigo, la recompensa y presiones que son de carácter infra-judicial (Foucault, 
2005). 
Podríamos decir con todo lo anterior, que el poder disciplinario tiene como función 
el principio panóptico: “ver todo, todo el tiempo, a todo el mundo” (Foucault, 2005, p. 73). 
A todo lo anterior, se suma otro aspecto que diferencia al poder soberano del poder 
disciplinario. Según Foucault (2005), este último tiende a la isotopía, es decir, que cada 
elemento tiene un lugar determinado; cada elemento cuenta con una jerarquía; se tiene el 
conocimiento de que existe un subordinado y superordinados. Pero ¿cómo acceder a la 
siguiente jerarquía? La respuesta está en que se lleva a cabo un desplazamiento a través de 
un movimiento reglado: el examen. Éste se convierte en la prueba fehaciente de que el 
10 
 
individuo puede moverse a otro lugar, siempre y cuando su desempeño haya sido aprobado 
exitosamente4. 
El mismo autor menciona que es gracias a la escritura y al examen (y todos los 
elementos previamente mencionados), que en el poder disciplinario se extiende una tendencia 
isotópica, la cual puede versar sobre los dispositivos. Se entiende por ello, que éstos no tienen 
y no deben tener incompatibilidad, es decir, tienen que articularse entre sí; debe de ser posible 
siempre pasar de un sistema a otro. Esta isotopía y la clasificación del individuo, tenderá 
siempre a encontrar un residuo, es decir, siempre habrá algo que es inclasificable, esto 
demostrará el límite del mecanismo de la disciplina. En este sentido, Foucault (2005) 
menciona que el residuo protagonista dentro del poder disciplinario es el “enfermo mental”, 
mismo que es inclasificable e inasimilable para todos los dispositivos disciplinarios5. 
A partir de tal determinación, se conoce la doble función anomizante de la disciplina: 
por un lado, expone la anomía, por otro, simultáneamente busca la regla que se anteponga a 
esa anomía. De esta manera, el poder disciplinario tendrá como tarea crear nuevos 
dispositivos para aquellos individuos que no entran en un primer molde genético. A su vez 
dentro de esta primera clasificación, emergerán algunos que no sean admitidos y se creará 
nuevamente un dispositivo que los normalice, entonces, los dispositivos tendrán la capacidad 
de extenderse a finitud (Foucault, 2005). 
 
4 Consideramos que el examen es uno de los mecanismos fundamentales del poder disciplinario, el cual es 
pensado como el método a través del cual comienza a esbozarse de modo más claro el concepto de locura. Es 
decir, la utilización de esta técnica da pauta para tener la oportunidad de clasificar o categorizar. No sólo se 
inserta al sujeto dentro de la institución (como puede ser un hospital psiquiátrico), sino que es el mismo poder 
disciplinario, no sólo trata de normalizar, sino también de excluir a quienes no entran en la norma. No hay 
que ser indiferentes al impulso que la escritura le da al examen, ya que sin la escritura no existiría el registro 
y, por ende, las categorías que de ambos surgen. 
5 Otra ejemplificación del residuo es “[e]l desertor [quien] no existía antes de los ejércitos disciplinados, pues 
se trataba simplemente del futuro soldado, el que dejaba el ejército para poder volver a él en caso de 
necesidad, cuando tuviere ganas o lo llevaran por la fuerza…, desde el momento en que existe un ejército 
disciplinado… hacen carrera, siguen cierto escalafón y son vigiladas de un extremo a otro, el desertor es quien 
escapa a ese sistema y es irreductible a él” (p. 75). He aquí la labor del poder disciplinario: ejercitar el cuerpo, 
establecer criterios que tienen que realizarse, conocer el más mínimo detalle de lo que el individuo está 
apunto de ejecutar o lo que se encuentra realizando. Conocer sus capacidades a través de la realización de 
una prueba: es retroceder o avanzar, pero en el caso del “enfermo mental” ¿en qué dispositivo puede ser 
aceptado o, en su defecto, disciplinado? En algún momento histórico particular, las instituciones psiquiátricas 
fueron asilo de individuos que “padecían enfermedades mentales”. 
11 
 
Así vemos surgir, menciona Foucault (2005), no sólo nuevas instituciones que van 
haciéndose cargo de aquellos que no entran en algún dispositivo, sino también van 
diseñándose metodologías para acercarse al “fenómeno”, con la intención de querer 
explicarlo y aplicar técnicas que sean adecuadas a la anomía que se manifiesta6. 
¿Cuál es entonces el ejercicio de este poder disciplinario al utilizar como métodos la 
escritura, la vigilancia y el castigo? Foucault (2005) menciona que la labor de la disciplina 
está 
[en que] la función sujeto se ajust[e] exactamente a la singularidad somática: el 
cuerpo, sus gestos, su lugar, sus desplazamientos, su fuerza, el tiempo de su vida, sus 
discursos, sobre todo eso se aplica y se ejerce la función sujeto del poder disciplinario. 
La disciplina [entonces] es la técnica de poder por la cual la función sujeto se 
superpone y se ajusta exactamente a la singularidad somática (p. 77). 
Es decir, aquellas funciones tienen que ser apropiadas por un sujeto, por un cuerpo; 
no puede quedarse sin ejecutar un movimiento, un gesto o un comportamiento, el cuerpo es 
en quién se colocará esa subjetividad fabricada por la disciplina. De esta manera, su función 
se remite a “fabricar cuerpos sujetos”; se encargará de individualizar, a través del ajuste de 
la función sujeto sobre la singularidad somática, por medio de un sistema de vigilancia y 
escritura o un sistema de panoptismo y del castigo; su proyección será un núcleo de 
virtualidades, una psique: estos entrarán en la división de los normal-anormal. (Foucault, 
2005). 
Lo anteriormente expuesto, abre una nueva interrogante:¿qué se hace con el 
individuo que ya ha constituido el poder disciplinario? En respuesta a lo anterior, Foucault 
menciona que el proceso final de la constitución del individuo disciplinario, es el ajuste de la 
 
6 El “enfermo mental” y el desertor, no fueron las únicas manifestaciones de anomías, sino que este canal 
disciplinario se extendió hacia la academia, un ejemplo de ello fue cuando “Alfred Binet… recibe en 1905 la 
tarea de determinar la manera de identificar a los niños retrasados. Junto con Théodore Simon… Binet 
emprende la realización de encuestas mediante cuestionarios en las escuelas… sobre esa base ambos 
elaboran una “escala métrica de la inteligencia destinada a evaluar los retrasos del desarrollo” (pp. 75, Alfred 
Binet y Théodore Simon, “Applications des méthodes nouvelles au diagnostic du niveau intellectuel chez les 
enfants normaux et anormaux d’hospice er d’école, en LÁnnée Psychologique, t. XI, 1905, pp. 245-236, en 
Foucault, 2005). 
12 
 
singularidad somática a un poder político: “lo que debemos llamar individuo es el efecto 
producido, el resultado de esa fijación, por las técnicas que les he indicado, del poder político 
a la singularidad somática” (2005, p.78). En este sentido, añade que a causa de que el poder 
ha subjetivado, psicologizado, normalizado, ha sido posible el surgimiento del individuo; es 
así también, como ha sido posible dar un discurso o fundar ciencias, siendo éstas al mismo 
tiempo, resultado del proceso disciplinario. 
El surgimiento de estas ciencias (o disciplinas) se encargaron de ese individuo 
generado por la misma disciplina. En el caso particular de aquel individuo que ha evidenciado 
el límite del poder disciplinado, el “enfermo mental” o loco, ocupó a las instituciones 
psiquiátricas para ser las encargadas del ejercicio de la normalización de su anomía. 
Entonces, al comprender que la disciplina ha sido gestora de individuos, con base en 
su ejercicio clasificación, inevitablemente surge la siguiente interrogante: ¿el poder 
disciplinario puede ser generador de la locura7, del “enfermo mental”8? Con ello surge 
también la inquietud de conocer las posibles causas de por qué existen casos particulares en 
los que un individuo “disciplinado” no logra seguir la normalización de su anomía. No 
obstante, por el momento es pertinente que abordemos esta inquietud a grosso modo. En este 
sentido, Foucault (2005) menciona que “la desubjetivación, la desnormalización, la 
despsicologización, implican necesariamente la destrucción del individuo como tal” (p. 79). 
 
7 Dar respuesta inmediata a esta interrogante es aún prematuro, ya que los elementos con los que hasta este 
momento se cuenta y con los que puede argumentarse son únicamente las técnicas que utiliza el poder 
disciplinario: la vigilancia, la captura total (del cuerpo, tiempo, gestos, etc.), la escritura y el examen. Para dar 
una respuesta con argumentos sólidos, faltaría justificar que “existe la posibilidad que esta exclusión del 
individuo de todos los dispositivos, puede ser la causa misma de la locura, ya que el sujeto no encontrará lugar 
o individuos con los cuales relacionarse; la posibilidad de encontrase dentro de sus mismos pensamientos 
puede ser la causa posible de su salvación” (Foucault, 2005, p. 78). 
8 Sin embargo, es importante puntualizar “[que no significa] que el poder político sea el único procedimiento 
de individualización que haya existido en nuestra civilización…, sino que la disciplina es la forma terminal, 
capilar, del poder que constituye al individuo como blanco, como partenaire, como contracara en la relación 
de poder… no se puede decir que el individuo preexiste a la función sujeto, a la proyección de una psique, a 
la instancia normalizadora. Al contrario, el individuo apareció dentro de un sistema político porque su 
singularidad somática, en virtud de los mecanismos disciplinarios, se convirtió en portadora de la función 
sujeto. El individuo se constituyó en la medida en que la vigilancia ininterrumpida, la escritura continua y el 
castigo virtual dieron marco a ese cuerpo así sojuzgado y le extrajeron una psique; el hecho de que la instancia 
normalizadora distribuyera, excluyera y retomara sin cesar ese cuerpo-psique sirvió para caracterizarlo” 
(Foucault, 2005, p. 78). 
13 
 
Destruir entonces, al individuo disciplinado tal vez no sea la labor más adecuada en este 
momento, sino más bien llevar a otro sitio esta “destrucción”, es decir, la intención podría 
estar en mirar cómo han sido las transformaciones de este individuo ya constituido, haciendo 
hincapié en el contexto en el que se ha formado.9 
Hasta aquí se ha hecho una aproximación de lo que es el poder disciplinario y los 
elementos que lo conforman, mismos que abren la posibilidad de conocer y comprender la 
manera en cómo se constituye un dispositivo o a qué le llamamos como tal. Es entonces, esta 
la razón por la cual se inicia con la constitución de ese poder disciplinario, pues como hasta 
aquí lo hemos visto, la disciplina es un mecanismo de la relación entre un poder y un saber, 
los cuales se encargan de constituir no sólo individuos, sino también dispositivos, los cuales 
responden a las necesidades manifestadas en un momento determinado y bajo cierto contexto. 
Pero entonces, ¿qué es un dispositivo? 
Para responder a ello es indispensable, según lo indica García (2011), un enfoque bajo 
el entendido de que lo social mantiene su función en el orden en que las palabras, las cosas y 
por supuesto, los sujetos se encuentran vinculados de tal modo que no pueden ser definidas 
ni pensadas, sin hacer un tejido de las unas con las otras. Este vínculo, según el autor, se 
asocia con los planteamientos de Michel Foucault, Gilles Deleuze y Giorgio Agamben, 
quienes refieren, en palabras de García, que el dispositivo es “como una red: un dispositivo 
no es un discurso o una cosa o una manera de ser [,] sino la red que se establece entre un 
discurso, cosa y sujeto” (p. 7). 
De esta manera, seguiremos el orden de los autores que García nos muestra para 
abordar el concepto que ahora nos interesa: dispositivo. 
 
9 Se coloca entonces “al individuo como [manifestación de una] realidad histórica, como elemento de las 
fuerzas [de producción] (…), de las fuerzas políticas; [el] individuo [se convierte en] un cuerpo sujeto, 
[encerrado] en un sistema de vigilancia y [que es] sometido a [procesos de] normalización” (Foucault, 2005, 
p. 79). A partir de ello, es que el eje fundamental de este trabajo de investigación es considerar el contexto 
histórico de la gestación del concepto a abordar (locura), ya que lo que se quiere evitar en caer en un dogma, 
determinismo, reduccionismo, radicalismo de este término y de las disciplinas que lo han abordado. 
14 
 
Esta primera aproximación al término de dispositivo, lo menciona Agamben (2015) 
al recuperar una entrevista realizada a Michel Foucault en 1977, en la cual expone: 
Lo que trato de identificar con este término es… un conjunto absolutamente 
heterogéneo que incluye discursos, instituciones, estructuras arquitectónicas, 
decisiones regulativas, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, 
proposiciones filosóficas, morales y filantrópicas, en definitiva: tanto lo dicho como 
lo no dicho, he ahí los elementos del dispositivo. El dispositivo es la red que se 
establece entre estos elementos… 
… con el término dispositivo entiendo una especie -por así decir- de formación que 
en un determinado momento histórico tuvo como función esencial responder a una 
urgencia. El dispositivo tiene por tanto una función esencialmente estratégica… 
[…] ello implica que se trata de una cierta manipulación de relaciones de fuerza, de 
una intervención racional y convenida en las relaciones de fuerza, seapara 
desarrollarlas en una determinada dirección, sea para bloquearlas o para estabilizarlas 
y utilizarlas. El dispositivo siempre está inscrito en un juego de poder y también 
siempre ligado a los límites de saber que derivan de él y, en la misma medida, lo 
condicionan. El dispositivo es esto: un conjunto de estrategias de relaciones de fuerza 
que condicionan ciertos tipos de saber y son condicionados por él (pp. 10-11). 
En resumidas cuentas, según lo menciona García (2011) puede comprenderse el 
dispositivo como una red, en donde los elementos de éste pertenecen tanto a lo dicho y lo no 
dicho; mismos que puede establecerse en dos momentos: desde su naturaleza, la cual es el 
vínculo de esos elementos heterogéneos, siendo éstos discursivos o no quienes tienden a la 
movilización: tienen un cambio de posición de las modificaciones de sus funciones; y desde 
sus acontecimientos, es decir, que su formación se dio bajo un momento histórico, 
emergiendo en función de dar respuesta a una determinada urgencia. 
15 
 
La respuesta del dispositivo a esa urgencia10 es la de 
[constituir] a los sujetos inscribiendo en sus cuerpos un modo y una forma de ser… 
inscriben en el cuerpo… un conjunto de praxis, saberes institucionales, cuyo objetivo 
[es] administrar, gobernar, controlar, orientar, dar un sentido que se supone útil a los 
comportamientos, gestos y pensamientos de los individuos (García, 2011, p. 2). 
Aquí es en donde queda evidenciada la relación que mantiene el dispositivo con el 
poder sin quedar, por supuesto, excluida su relación a su vez con el saber; el surgimiento de 
ese saber deriva de él mismo al utilizar la técnica de la escritura, de la vigilancia o el sistema 
de panoptismo. De esta manera, el dispositivo podría entenderse como la relación de saber-
poder inmerso en elementos institucionales, en lo dicho o lo no dicho y, según García (2011) 
(…) dado que esa red dispone determinados efectos y no otros para lograr un objetivo 
político [,] se deduce que lo que está en juego en esta relación es un poder que dispone 
y necesita de un orden determinado para funcionar [,] así como un conjunto de saberes 
que describen, explican, legitiman, aseguran o respaldan la autoridad de ese poder 
para funcionar de una manera y no de otra. Se trata, entonces, de una red de relaciones 
en las que está implicada una forma determinada de ejercicios del poder y de 
configuración del saber que hacen posibles determinados efectos de verdad y realidad 
(p. 3). 
Teniendo como fundamento el planteamiento de lo que es un dispositivo para 
Foucault, García (2007) señala que lo que no sería un dispositivo, sería aquella red entre las 
instituciones ni tampoco la manera en que internamente se organizan los diversos 
componentes (discursivos y no discursivos) de una institución cualquiera. Es decir, en 2011 
García menciona que 
[p]ara funcionar como dispositivo, la institución tiene que dejar de serlo por su 
captura en una red cuyos hilos son prácticas discursivas y no discursivas que 
reconfiguran la naturaleza de las instituciones que asocian. Analizar un dispositivo 
 
10 Considerando que está inmerso el dispositivo en una relación de poder-saber, y que el poder al cual se 
inscribe -genealógicamente- es el disciplinario. 
16 
 
consistiría entonces en descubrir esas prácticas que siempre son singulares porque su 
emergencia siempre responde a un acontecimiento históricamente particular (p.3). 
La implicación entonces, de tratar de definir lo que es un dispositivo sería, en palabras de 
García (2011), como 
un complejo haz de relaciones entre instituciones, sistemas de normas, formas de 
comportamiento, procesos económicos, sociales, técnicos y tipos de clasificación de 
sujetos, objetos y relaciones entre éstos, un juego de relaciones discursivas y no 
discursivas, de regularidades que rigen una dispersión cuyo soporte son prácticas. Por 
eso no es exacto decir que los dispositivos “capturan” individuos en su red, sino que 
producen sujetos [subjetivación] que como tales quedan sujetados a determinados 
efectos de saber/poder (p.3). 
Tomando en cuenta estas exposiciones sobre lo que es un dispositivo, se extiende la 
siguiente pregunta: ¿la locura se convierte en otro proceso de subjetivación o en otro 
dispositivo? Antes de dar una respuesta, es importante considerar lo que García (2011) 
expone acerca de las interrogantes resumidas por Habermas después de la publicación de la 
Arqueología de las cosas de Foucault11, en donde este autor hace una aclaración sobre la 
constitución de los dispositivos: 
El dispositivo es el espacio de saber/poder donde se procesan tanto las prácticas 
discursivas como no-discursivas, no hay circularidad, ni interacción, ni mucho menos 
una relación “base-superestructura” ya que las formaciones discursivas producen los 
objetos de los que hablan (dominio de la arqueología del saber) en tanto los 
regímenes de enunciación organizan las posibilidades de la experiencia (genealogía 
del poder) de acuerdo a unas condiciones de posibilidad que definen en la historicidad 
(a priori histórico) del acontecimiento. [Saber] y poder [no] son la misma cosa o dos 
cosas distintas exteriores la una a la otra [,] sino elementos constituyentes de las 
prácticas sociales cuya relación debe ser explicada en su singularidad [en prácticas 
 
11 “¿Cómo se relacionan los discursos con las practicas? ¿Es el discurso el que rige las prácticas o a la inversa? 
¿Cómo debería pensarse la relación discurso-práctica? ¿Cómo una casualidad circular? ¿Base-
superestructura? ¿Interacción entre estructura y acontecimiento?” (García, 2011, p. 3). 
17 
 
particulares]. A un discurso determinado el dispositivo le asigna un sujeto que 
garantice su veracidad, prestigio y autoridad[12] invistiéndolo de unos derechos 
adquiridos por la competencia, el saber, trayectoria, etc. (García, 2011, p. 4)13. 
Retomando lo expuesto por Foucault, podríamos tomar como ejemplo que el discurso 
de la psiquiatría (a través de sus categorías) es quien genera ese objeto al que estudia: “loco” 
o “enfermo mental”, mientras que los regímenes de enunciación al hacer el ordenamiento de 
las experiencias con base en momentos históricos particulares, nos permite plantear que en 
determinado momento histórico surge la psiquiatría y es su discurso el que se encarga de 
“curar” y estudiar a ese individuo. Por ende, no podríamos señalar que la locura es otro 
dispositivo, pero sí una subjetivación derivada del vínculo de poder-saber de un determinado 
campo de conocimiento: la psiquiatría. 
Aclarada la inquietud, la tarea es continuar con la labor de enriquecer qué es un 
dispositivo. En este sentido, este término no ha quedado únicamente bajo la mirada de 
Foucault, quien, a pesar de hacer grandes aportaciones, otros teóricos han puesto interés sobre 
este término, pues consideran que es fundamental para conocer las implicaciones sociales 
que tiene. 
Es Deleuze (1990) quien menciona 
[que el dispositivo es una especie de] máquina para hacer ver y hacer hablar que 
funciona acoplada a determinados regímenes históricos de enunciación y visibilidad. 
Estos regímenes distribuyen lo visible y lo invisible, lo enunciable y lo no enunciable 
[el poder] al hacer nacer o desaparecer el objeto que, de tal forma, no existe fuera de 
ellos (en García, 2011, p. 4). 
 
12 Por lo tanto, el “enfermo mental” no entra en algún dispositivo o, ¿puede que, la no “recuperación” de éste, 
continúe legitimando el discurso de la psiquiatría? ¿Sin un “enfermo mental” se legitimaría el discurso 
psiquiátrico? 
13 Este es un análisis que Foucault realiza en su obra El nacimiento de la clínica, en donde expone el caso del 
médico respecto del discurso clínico, en donde la validez es garantizadapor las instituciones que lo 
constituyen como tal: el hospital, el laboratorio, la facultad de medicina, el consultorio, etc., y en los que sus 
prácticas son validadas como verdaderas y funcionan produciendo efectos de saber-poder que constituyen 
simultáneamente, al enfermo al que atiende (García, 2011). 
18 
 
Gracias a la relación de poder-saber, es posible moldear al sujeto;14 añade Deleuze 
sobre las implicaciones de los dispositivos: “[son] líneas de fuerzas que van de un punto 
singular al otro formando una trama, una red de poder, saber y subjetividad. Un dispositivo 
produce subjetividad, pero no cualquier subjetividad” (en García, 2011, p. 4). Para este autor 
somos el dispositivo ¿Será que somos nosotros también quienes, dentro de nuestra práctica 
cotidiana, vamos creando “nuevos” dispositivos, sea a través de aquello enunciado o no, de 
lo visible y lo invisible; utilizando los mecanismos de la disciplina y su inevitable vinculo 
saber-poder? y ¿a qué se refiere Deleuze al mencionar que no cualquier subjetividad? 
Hagamos una contextualización -actual- para responder a las preguntan anteriores. El 
rápido incremento de las nuevas formas de dispositivos, productores de subjetividad que 
están asociados con la convergencia digital entre los medios masivos de comunicación y las 
nuevas tecnologías de comunicación e información que emergen entre finales del siglo XX 
y principios de nuestro siglo (Jenkins, 2008, en García, 2015) dan pauta para las profundas 
transformaciones tanto culturales como sociales que alteran de modo significativo la manera 
en que los individuos van asumiendo su identidad, es decir, “los patrones de conducta a partir 
de los cuales se reconocen a sí mismo y a los otros como sujetos” (García, 2015, p. 12). Sin 
embargo, menciona este mismo autor, que no se trata del cambio de las tecnologías el que 
genera una nueva sociedad, sino de manera opuesta, es decir, es un nuevo tipo de sociedad 
la que genera estas condiciones de posibilidad, existencia y aceptabilidad para el cambio 
tecnológico. Y añade que, en el caso particular de los dispositivos de información y 
comunicación, cuyo efecto performativo ha recaído sobre la constitución de la identidad 
cultural, ha sido evidenciada, empírica y teóricamente, una clara diferencia entre los tipos de 
subjetivación que, por ejemplo, producía el cine, la televisión o la radio, los cuales generaban, 
anteriormente, que se hiciera una distinción entre los sujetos productores y los sujetos 
consumidores. En comparación con las nuevas subjetivaciones que generan los nuevos 
medios digitales, las posiciones de sujeto productor y consumidor se introducen en una zona 
 
14 Es aquí en donde se presenta el proceso de cosificación, el sujeto pasa a ser un objeto: es visto, medido, 
moldeado; se crean sujetos y simultáneamente crean ciencias que se encargan de estudiar a estos individuos 
constituidos. 
19 
 
de indiferenciación apareciendo lo que comienza a conocerse como el prosumidor15. Por lo 
tanto, lo expuesto anteriormente muestra lo indispensable que es la constitución de un 
individuo -en una sociedad particular- que legitime un saber y que a su vez sea funcional para 
un poder; la legitimación de esta relación surge dentro de las prácticas individuales -como ya 
lo vimos- y, por ende, somos nosotros los posibilitadores de la continua reproducción de la 
relación de saber-poder, ya que somos el engranaje fundamental de los dispositivos que van 
creándose y, por supuesto, portadores de las subjetividades que estos producen. 
Continuando con las aportaciones acerca del término dispositivo, es Giorgio 
Agamben (2006), quien menciona que un dispositivo es 
[c]ualquier cosa que tenga de algún modo la capacidad de capturar, orientar, 
determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, conductas, 
opiniones y los discurso de los seres vivientes, de modo tal que no solamente las 
prisiones, los manicomios, el panóptico, las escuelas, la confesión, las fábricas, las 
disciplinas sino también la lapicera, la escritura, el cigarrillo, el teléfono celular, las 
computadoras, y por qué no el lenguaje mismo[,] serían dispositivos[,] pero no en sí 
mismos[,] sino en tanto conforman o forman parte de una red de saber/poder (p. 5, en 
García, 2011). 
 
15 De acuerdo con el planteamiento de García (2015), “[l]a interactividad que permite la Web 2.0 [, la cual 
promueve que la organización y el flujo de información depend[a] del comportamiento de las personas que 
acceden a ella [, siendo s]u acceso […] más fácil y centralizado a los contenidos y [a la] participación [de los 
usuarios] con herramientas [de fácil uso] hace que el consumidor pueda -dentro de ciertos márgenes- 
convertirse él mismo en un productor [,] ampliando significativamente su capacidad para el reconocimiento, 
interpretación y reelaboración de los discursos y de las prácticas sociales asociadas a dichos discursos”. Y es 
Foucault (1990) quien menciona que son “estos nuevos procesos de subjetivación [los que] tienen como 
condición de existencia y aceptabilidad… [las] técnicas de sí-mismo. [Las cuales] son un ensamble de 
dispositivos, modos de subjetivación y regímenes de experiencia basados en el discurso que nos dice: “hágalo 
usted mismo”, “sea responsable de sí mismo”, “asuma los riesgos que implica vivir en libertad” (p. 13, en 
García, 2015). Este tipo de tecnología genera que “asumamos nuestro auto-gobierno, nos “empoderemos” de 
nosotros mismos” (Ídem) con el fin de que haya un consumo de productos y servicios, lo cual lleva como 
condición la posibilidad de ser libres, jóvenes, sanos y, por qué no, deseables tanto para nosotros mismos 
como para los otros; esto nos captura en el doble movimiento de totalización e individuación. 
20 
 
De esta manera, Agamben considera (en García, 2011) que el dispositivo es un 
mecanismo que genera diferentes posiciones de sujetos por medio de esta disposición de red: 
el individuo es un lugar en el que pueden llevarse a cabo diversos procesos de subjetivación. 
Otra de las contribuciones que hace Agamben respecto al dispositivo es cuando 
menciona que éste tiene su genealogía en la teología cristiana16. Respecto a ello, menciona 
que la teología al encargarse de hacer una segmentación de Dios en ser y praxis, teniendo 
como fundamento la palabra griega oikonomía (palabra griega que significa administración 
de la casa), es posible que Dios pueda hacer una administración, una oikonomía de su casa, 
su vida y el mundo que ha creado, pero ¿qué relación guarda el orden de Dios (en la teología) 
y el termino dispositivo en la modernidad? Pues bien, la palabra oikonomía, al ser traducida 
en los escritos de los Padres latinos significa Dispositio, de aquí deriva el término que hemos 
venido abordando: dispositivo, herencia teológica de este concepto, el cual se encarga de 
nombrar “aquello en lo cual y a través de lo cual se realiza una actividad pura de gobierno 
sin ningún fundamento en el ser” (Agamben, 2015, p. 21). Aquí reitera la labor del 
dispositivo: hacer una sujeción del sujeto, hacer de él un individuo, en palabra de Agamben 
producir un sujeto. 
Aunado a ello, expresa dicho autor que, por medio de ciertas prácticas y discursos, de 
saberes y ejercicios, los dispositivos tienden a la creación de cuerpos dóciles, pero 
simultáneamente libres, los cuales asumen su libertad e identidad de sujetos en el proceso 
mismo de sometimiento. 
 
16 En los siglos II y IV la Iglesia comenzó a emplear la palabra griega oikonomía (administración de la casa). 
Dentro de la Iglesia al mencionarse la posibilidad de la Trinidad (Padre-Hijo-Espíritu santo), algunos miembros 
pusieron resistencia a tal planteamiento, ya que se tenía el temor de que se cayera en el politeísmodentro de 
la Iglesia cristiana. Sin embargo, quienes se encontraban a favor de está segmentación de Dios, argumentaban 
que: “En cuanto a su ser y a su sustancia, Dios indudablemente es uno, pero en cambio en cuanto a su 
oikonomía, es decir, el modo en que administra su casa, su vida y el mundo que ha creado, es triple. Así como 
un buen padre puede confiarle al hijo la ejecución de ciertas funciones y ciertas tareas, sin perder por ello su 
poder y su unidad, así Dios le confía a cristo la “economía” de la administración y el gobierno de la historia de 
los hombres” (Agamben, 2015, p. 19). Con este argumento, de manera progresiva, los miembros de la iglesia 
fueron acostumbrándose a hacer una distinción entre un discurso de la teología y un discurso de la economía. 
La oikonomía se convirtió entonces, en ese dispositivo por medio del cual el dogma de la Trinidad y la idea de 
un gobierno providencial divino del mundo se insertaron en la Iglesia cristiana, así como en su fe. (Agamben, 
2015). 
21 
 
Sin embargo, vemos aquí que Agamben nos aproxima a una “nueva” forma del 
dispositivo, ya que expone a la “libertad” como el proceso mismo de sometimiento. Pero, 
¿en qué momento se considera a la libertad como un medio por el cual se puede controlar al 
sujeto? En todo caso, argumentaríamos que si las transformaciones históricas, por ende, 
también los dispositivos tienden al cambio (García, 2015), ya que el dispositivo no es 
sinónimo de máquina, es decir, no es un objeto que funciona haciendo una reproducción del 
mismo mecanismo y, por ende, produciendo el mismo resultado. Por el contrario, el 
dispositivo se reconfigura a sí mismo de manera constante, “que en cierta manera aprende 
como si estuviera dotado de inteligencia artificial[17] [. Por] lo tanto [,] produce distintos tipos 
de subjetividad en cada momento histórico” (García, 2011, p. 6). 
Siguiendo esta premisa, García (2015) menciona que a mediados del siglo XIX hay 
una trasformación de los dispositivos, los cuales ahora toman a la libertad como medio de 
sujeción. En este sentido, Foucault indica que la condición para el surgimiento de este nuevo 
dispositivo -al cual nombra dispositivo de normalización- es el neoliberalismo18. A grosso 
modo expondremos que Foucault (2004, en García, 2015) hace una definición primeramente 
 
17 La “inteligencia artificial” de la que está dotado el dispositivo, según lo señala García, podríamos referirlo al 
molde y la continuidad genética que Foucault mencionaba, es decir, al comprender que este molde era 
generador de individuos, siendo su garantía el ejercicio graduado y progresivo del cuerpo para que, 
posteriormente, fuera el mismo individuo quien adquiriera la disciplina del cuerpo como un hábito, y que, 
evidencia el funcionamiento del poder disciplinario, puede ser la causa de ese “aprendizaje” o “inteligencia” 
del dispositivo, puesto que sin individuos -como engranaje- no funcionaría. La interpretación de García, quien 
menciona que el dispositivo no es sinónimo de máquina o que éste aprende en función de una inteligencia 
artificial, da cuenta de una contradicción, pues la inteligencia artificial se define como “el medio por el cual 
las computadoras, los robots y otros dispositivos [tecnológicos] realizan tareas que normalmente requieren 
de inteligencia humana… La IA agrupa un conjunto de técnicas que, mediante circuitos electrónicos y 
programas avanzados de computadora, busca imitar procedimientos similares a los procesos inductivos y 
deductivos del cerebro humano” (Gómez, 1999, pp. 9-10). En este sentido, valdría la pena quedarnos con 
nuestra primera interpretación, ya que fundamenta lo que, hasta el momento, ha venido abordandose. 
18 La consistencia del neoliberalismo se halla en realizar una “generalización de los postulados de la economía 
social de mercado y la teoría del “capital humano” al conjunto de relaciones sociales con el objetivo de 
producir individuos que se consideren empresarios de sí mismos” (Foucault, 2007, en García 2015, p. 10). De 
este modo se entendería que Foucault quiso referirse al neoliberalismo como la condición que posibilita la 
reconfiguración de lo social y cuyo umbral histórico se encuentra en la transición de una sociedad disciplinaria 
a otra que él llama sociedad de normalización o de seguridad (García, 2015). 
22 
 
de Estado, considerándolo como una tecnología del poder, mientras que al Neoliberalismo lo 
denomina como una racionalidad política, un nuevo tipo de gubernamentalidad19. 
Ahora bien, es importante señalar que la “aparición” de estas nuevas formas de 
dispositivos, se encuentran en el entendido no de la etapa en que una supera a la otra -los 
dispositivos de normalización/seguridad a los dispositivos disciplinarios- ni tampoco en 
alguna clave que remite al progreso ni la fusión entre ambas, sino que esta transición trata de 
“un complejo proceso de subsunción[20] que requiere ser bordado en términos de regularidad-
discontinuidad y yuxtaposición-dispersión” (García, 2015, p. 10). Este es un aspecto de suma 
relevancia para Foucault, ya que los procesos históricos en los que surgen los cambios, por 
más imperceptibles que sean, son los que permiten hacer un análisis de las circunstancias 
sociales en las que nos encontramos y, por ende, de los dispositivos en que éstas se hallan. 
En este sentido, valdría la pena exponer las intenciones que ambos dispositivos 
ejercen. Primero, la normación disciplinaria (o dispositivo disciplinario) hace una 
descomposición, cuadricula, hace una clasificación y una secuencia de los procesos sociales 
con el fin de adiestrar, vigilar, controlar y castigar al individuo o a los individuos de acuerdo 
con un patrón de conducta que se prescribe como lo normal en contraposición con lo anormal. 
De este modo, hace un establecimiento de lo permitido (lo cual es obligatorio) y de lo 
prohibido, todo esto en función de la norma. Mientras que las técnicas y procedimientos de 
normalización21 (o dispositivo de normalización/seguridad) contrariamente, hacen un 
establecimiento de riesgos diferenciales que se ejercen sobre la realidad misma, con ello van 
 
19 Este concepto Foucaultiano hace referencia a un tipo específico de poder productivo, este consiste en no 
hacer prohibiciones ni obligar a los individuos a conducirse de determinado modo, sino en hacer una 
conducción de sus coomportamientos dentro de límites, condiciones y estructuras delimitadas de decisiones, 
las cuales serían las que definen las formas aceptables de ejercicio de la libertad. (García, 2010, en García, 
2015) 
20 “[Subsunción] de los mecanismos disciplinarios en los de normalización y seguridad” (p. 12). Un claro 
ejemplo de ello es la “convergencia entre los antiguos sistemas de cámaras de seguridad que se empleaban 
para vigilar emplazamientos de encierro y las modernas y sofisticadas redes de videovigilancia digital [,] cuya 
instalación es solicitada insistentemente por la población en la presunción de que ser vigilado le proveerá de 
inmunidad contra el delito y la inseguridad ciudadana” (Mattelart, 2009, García, 2012, en García, 2015, p. 11). 
21 Surge así un discurso de lo normal-anormal, sostenido en las relaciones diferenciales que definen los 
procedimientos de normalización como aquellos que intentan hacer interactuar aquellas diversas 
normalidades, siempre procurando que las más desfavorables se asimilen a las más favorables (García, 2015). 
23 
 
estableciendo lo que es normal, haciendo énfasis que es dentro de ciertos límites y en relación 
a casos particulares, de modo que su finalidad no es el individuo, sino la población o el 
individuo como parte de una población. (Foucault, 2004, en García, 2015). 
En este entendido, estas transformaciones encausarían que los dispositivos 
disciplinarios entren en una crisis, al intentar acoplarse a los nuevosdispositivos de 
normalización y seguridad, propios del neoliberalismo y la biopolítica; sus efectos: generar 
poder, saber y subjetividad sobre las identidades culturales (Agamben, 2006, García, 2011, 
en García, 2015). 
Teniendo conocimiento de que las identidades ya no se generarían exclusivamente 
bajo las técnicas de la disciplina de los dispositivos disciplinarios como las fábricas, la prisión 
,el hospital, la escuela, el cuartel, la iglesia o los partidos políticos, ahora las identidades se 
gestarían en las modulaciones mutantes y cambiantes de los dispositivos de normalización y 
seguridad, como lo son los teléfonos celulares, las redes sociales digitales, la convergencia 
digital entre los medios masivos de comunicación e Internet, las políticas de salud 
delimitadas a grupos de riesgo, las políticas de la identidad que incluyen-excluyen y que van 
en contra de las leyes de los colectivos en nombre de los derechos individuales, las 
comunidades de consumidores, los sistemas biométricos de vigilancia e identificación , la 
educación permanente, los incentivos salariales, los incentivos a la investigación 
universitaria, las organizaciones no gubernamentales, los movimientos sociales, etc. (García, 
2015). 
De esta manera, conocemos que los dispositivos disciplinarios están constantemente 
cuidando la manera en cómo deben hacerse las cosas y que el individuo tiene que pensar 
sobre las cosas que hace, mientras que los dispositivos de seguridad o normalización, 
permiten un alto nivel de permisividad, ya que estos responden ante una forma de ejercicio 
del poder que tiene la capacidad de producirse por medio de la libertad de cada individuo y 
con el apoyo de ella: “la libertad de los sujetos aparece como la condición de posibilidad de 
su sometimiento” (García, 2015, p. 14). Sin embargo, estos dispositivos, para el autor, no 
anulan ni consideran obsoletos a los dispositivos disciplinarios y jurídico-legales (soberanos) 
24 
 
sino, que los reactualizan, subsumen y asocian entre sí, generando una reconfiguración de las 
redes de poder-saber preexistentes. 
Es indudable que la cuestión del sujeto sigue siendo para ambos dispositivos -para el 
disciplinario y para el de normalización- indispensable, ya sea como ensamble de sujeción 
(técnicas disciplinarias) o de subjetivación (técnicas de sí mismo). Por lo tanto, en la actual 
sociedad se “adquirirían nuevas formas de subjetivación espectacularizados, digitalizados, 
globalizados y eminentemente consumistas” (García, 2015, p. 10). 
En este sentido, podríamos acercarnos a la conclusión de que este nuevo dispositivo 
de carácter neoliberal es el que “incita las incertidumbres y riesgos que estas determinaciones 
identitarias producen como condición de posibilidad para ser libres” (García, 2015, p. 11). 
Aunado a ello, este autor menciona que el neoliberalismo es aquella racionalidad política que 
se encarga de conducir conductas por medio de tecnologías de gobierno, basadas en la gestión 
diferencial de riesgos y normalidades que pasan por las políticas públicas, constituyendo a 
los sujetos que las hacen socialmente posibles y, por ende, existentes y aceptables. 
Finalmente, esta sociedad de normalización, riesgo y seguridad, son algunos de los 
nombres que Foucault asocia con la gubernamentalidad neoliberal. Para él, el neoliberalismo 
sería “el gobierno de la vida cotidiana, económica, social e individual que no busca 
disciplinar los deseos [,] sino gobernar o gestionar su circulación para hacerlos compatibles 
con el mercado” (García, 2015, p. 14). 
De tal modo, vemos que los postulados tanto de Foucault como de García coinciden 
en que el neoliberalismo es una racionalidad política y una tecnología de gobierno, “que lejos 
de [excluir] la participación del Estado [, éste, es convertido en el] instrumento [que permite] 
crear niveles […] mayores de autonomía del mercado” (García, 2015, p.14). 
En conclusión, podríamos indicar que cada dispositivo, efectivamente, tiene una 
función específica de acuerdo a la urgencia que se quiere resolver dentro de un marco 
histórico particular. Comprender que, a pesar de la subsunción del dispositivo disciplinario 
en los dispositivos de normalización, conforman una red de poder-saber; vínculo que los 
articula, completa y potencializa mutuamente (García, 2011). Sin embargo, el autor 
25 
 
argumenta que dentro de esta red también se hallan contradicciones, puesto que no todos los 
individuos circulan de manera sistemática y uniformemente por esta relación de saber-poder, 
pues estamos en el entendido de que cada dispositivo tiene una especificidad en cuanto al 
tipo de sujeto que pretende constituir. Aunado a ello, es importante mencionar que la no 
circulación del individuo por la totalidad de la red durante su existencia ni durante su 
recorrido, se fundamenta en que los efectos de poder que genera un dispositivo no le “dice” 
todo el tiempo al sujeto que produce, “lo que tiene que hacer, decir, pensar, ser, en cada 
momento o en todo lugar” (p. 6). 
Considerando lo ya mencionado por García, es aquí en donde nos preguntamos sobre 
la manera en que se ha transformado esa locura, qué ha sucedido con aquel loco o enfermo 
mental del que se hablaba en la época del medievo o el renacimiento, de qué manera es ahora 
concebido ese loco. Hemos de considerar pues, las transformaciones históricas y con ello el 
loco de cada época, pues, así como García (2011) menciona 
[que nos hayamos] en una época de crisis de los dispositivos [,] cuyo fundamento 
sería social y que ha sido enunciado en términos de una transición o pasaje, desde su 
forma social caracterizada como una “sociedad disciplinaria” productora de “sujetos 
productores”, a una “sociedad de control” que necesitaría para su reproducción de 
“sujetos consumidores”…[en donde los primeros dispositivos], serían aquellos 
propios y específicos de la sociedad disciplinaria, [mientras] que el otro conjunto 
[correspondería] a la sociedad de consumidores (p. 7). 
Así también, existiría la posibilidad de una crisis y por qué no de una etapa de 
transición de la concepción de ese loco dentro de marcos históricos específicos que pueden 
ir desde la edad media hasta nuestros tiempos. 
 
 
 
26 
 
DISCURSOS SOBRE LA LOCURA 
 
“No, no se trata de añorar nuestro pasado y regodearnos en él, 
sino de penetrar en el pasado, entenderlo, reducirlo a la razón, 
cancelar lo muerto -que es lo estúpido, lo rencoroso-, 
rescatar lo vivo y saber, por fin, qué es (…) y qué se puede hacer con él”. 
 Carlos Fuentes. 
 
2. 1 ¿De qué va la locura? 
El concepto de dispositivo, es fundamental para poder hacer un enramado con el objeto que 
ahora nos interesa: el loco; en consecuencia, fue eje insoslayable tomar, como ya lo vimos, 
los dispositivos y su relación con el saber-poder vínculo que ha constituido sujetos 
particulares en momentos históricos específicos. Si bien, los dispositivos también fueron 
parte de los procesos de transición histórica, por ende, se obtuvo una transformación de los 
mismos, cuya tarea fue dar respuesta a una urgencia inmediata. Lo conveniente, entonces, es 
conocer esta transformación del loco, del sujeto marginal, a través de discursos específicos 
desde que “apareció” y a lo largo de su tránsito por contextos históricos particulares. Es 
analizar la manera en que los dispositivos fueron difundiéndose (en ocasiones de manera 
imperceptible) por la sociedad, deteniéndose en la inquietud que aquellos sujetos “locos” les 
generaban, pues, su constante labor para normalizar a éstos, al parecer, no ha cesado. Por lo 
tanto, vale la pena ver ahora cómo los dispositivos fueron llevando de la mano al loco o, 
mejor dicho, como fueron constituyéndolo. 
Es importante entender también que el dispositivo disciplinario y, posteriormente, el 
de normalización, trajeron consigo no sólo una renovación de las nuevas formas de abordar 
el problemadel “enfermo mental”, sino que los sujetos que entraron en la normalidad -en el 
caso de los dispositivos disciplinarios- y en la libertad de diferenciaciones de la normalidad 
-dispositivos de normalización-, me parece que han sido partícipes -y continúan 
contribuyendo- de los discursos que han ido emergiendo de los regímenes de enunciación. 
27 
 
De esta manera, es indispensable pensar también a esos sujetos “normales” como parte de 
una sociedad, los cuales se apropian de esos discursos y de las prácticas que de éstos surgen 
y que dan pauta para mirar a la sociedad, como una sociedad que no tendría que eximirse del 
impulso que ha dado al funcionamiento del dispositivo y, por ende, a la relación saber-poder. 
En este sentido, se hace referencia a sujetos “normales”, como aquellos que se encargan de 
constituir, difundir y generar “nuevos” saberes y, por ende, “nuevos” discursos, como lo son 
los sujetos pertenecientes a ciertos regímenes de enunciación: los psiquiatras, los 
psicoanalistas y los artistas (sea en el entendido de aquellos quienes han “padecido” una 
“enfermedad mental” o aquellos que se han encargado de estudiar la “locura” en las artes). 
Para acercarnos a los regímenes de enunciación y discursos particulares sobre el loco, 
comenzaremos abordando la manera en cómo los dispositivos han ejercido ese saber-poder 
sobre los sujetos, posteriormente abriremos paso a la genealogía y arqueología (desde 
Foucault). Tomar esta postura para el desarrollo, nos dará pauta para tener un diálogo con los 
discursos que son de nuestro interés y los cuales se ocupan de la locura; por ende, habrá 
mayor posibilidad de reflexionar y de proponer una “nueva” manera de ver al loco, sujeto 
marginal o enfermo mental. Esta forma de elaborar la investigación, permitirá introducirnos 
en el tránsito del loco dentro de los discursos de la psiquiatría, el psicoanálisis y las artes, así 
como en el trayecto de momentos históricos particulares; al transformarse la historia, 
inevitablemente se transforman junto con ella, los discursos y, por ende, los objetos que 
abordan. 
 
2. 1. 1 De un poder y un saber: los dispositivos 
Al ir encauzando el interés por la locura y su vínculo con los dispositivos de control, es 
primordial que nos acerquemos al saber y al poder, pues son éstos los que nos dan pauta para 
comprender la constitución de sujetos en momentos históricos específicos; particularmente 
en la constitución de aquellos que son nombrados como “enfermos mentales” o “locos”. Al 
querer darle continuidad a dicho planteamiento, surge una inquietud: ¿cuál es el efecto del 
poder y del saber sobre un sujeto para que lleguen a denominarlo como sujeto marginal, 
28 
 
enfermo mental o loco? Para tratar de dar respuesta a esta interrogante, el primer paso es dar 
a conocer qué es el poder, a través de su práctica o quehacer político: 
[se concibe como…] una cualidad humana que recae sobre un sujeto en particular [, 
este sujeto…] se entiende como [el] individuo [la] especie [o la sociedad]; este sujeto 
es el cuerpo que “está directamente inmerso en el campo político” y, en este sentido, 
las relaciones de poder moldean sus comportamientos valiéndose de diferentes 
medios, no sólo para que encaje en la sociedad, sino también para que sea una fuerza 
útil y productiva para ésta (Quijano, 2013, p. 330). 
El sujeto al estar inmerso en las relaciones de fuerza del poder y del saber, se vincula 
inevitablemente en instituciones, en discursos, en comportamientos, en lo dicho y lo no dicho, 
dando paso a la constitución de su individualidad; por tanto, es insoslayable que este 
individuo se halle casi totalmente bajo un poder y un saber. Al dar cuenta del estrecho vínculo 
entre el saber y el poder, Quijano expone que el saber se entendería como: 
aquellos discursos específicos de la racionalidad en cierto momento histórico y que 
vinculan estrechamente al poder y sustenta sus prácticas en conceptos; juntos 
producen la verdad, no entendida como una verdad epistemológica ni como lo que 
identifica lo falso de lo verdadero[,] sino como la conjunción de saber-poder que 
permite separar lo “incalificable científicamente de lo calificable” o “que marca lo 
real de lo inexistente… y lo somete en forma legítima a la división de lo verdadero y 
lo falso (2013, p. 330). 
A través del saber, son aceptables de manera científica, o no, los enunciados 
discursivos, son ellos los que se encargan de dar una explicación y veracidad de esa realidad 
con la que los sujetos y la sociedad se vinculan. Pero es el vínculo del poder y del saber lo 
que “define” qué es real y qué es inexistente: su medio, los discursos; su materialización, las 
prácticas; es a través de ellos que hay una legitimación de ese poder y de ese saber. Al estar 
bajo la mira de la historia y sus eventuales transformaciones, el resultado de esos cambios 
del poder-saber son los que se distribuyen sobre los discursos, sobre las prácticas y sobre la 
legitimación de ambos. Pero ¿qué es lo que da pauta a la transformación? la necesidad de dar 
29 
 
una respuesta inmediata a las urgencias que surgen en momentos particulares. Al no olvidar 
que, en la medida que va generandose un nuevo saber, es fundamental tener en consideración 
que éste permitirá acceder a nuevos conceptos y, en consecuencia, a nuevas prácticas, las 
cuales, si bien pueden estar inmersas en la legitima división de los verdadero y lo falso, es 
tarea del hombre crítico, del intelectual generar nuevos conceptos y discursos que se 
aproximen a lo que acontece en ese momento y que desea explicarse y transformarse. 
Cuando hay un acercamiento a quién o qué es considerado como real y verdadero, en 
primera instancia, se pensaría que se parte de un conocimiento, sin embargo, Butler (2006), 
señala que hay algo más que conocimiento, a ello habría que agregarle un poder. Es decir, 
para esta autora, “[t]ener o mostrar la [“]verdad[”] y la [“]realidad[”] es una prerrogativa 
enormemente poderosa del mundo social, una forma por la cual el poder se disimula como 
ontología” (p. 303). Esta perspectiva daría cabida para considerar que el poder y el saber 
están constantemente inmersos en los discursos, en las prácticas, en los objetos, en los 
mismos individuos. Este podría ser un el elemento fundamental para acercarnos a los 
procesos de subjetivación que surgen, quedando implicada la participación de quienes emiten 
los discursos y de los que se apropian de ellos. En tal caso, la misma autora al retomar a 
Foucault, señala que nada puede ser elemento de conocimiento sin dos motivos, primero, si 
no se constituye bajo ciertas reglas y características, es decir, bajo un discurso científico en 
un período particular; segundo, si carece de la posesión de los efectos coercitivos o los 
incentivos de aquello que se valida científicamente o que es simplemente aceptado de forma 
general. 
Para tal caso, podría añadirse lo que el mismo Foucault (1979) menciona acerca del 
saber, el cual considera que no ha sido hecho con la finalidad de comprender, sino ha sido 
hecho para hacer tajos, cortes; es decir, al adentrarnos en la tarea que le corresponde al saber, 
podríamos encontrar que, si bien se obtiene un conocimiento, es a partir de éste que se puede 
dar pauta a disgregar o desintegrar los discursos, los conceptos y, por supuesto, los objetos 
que se han construido a lo largo de la historia. No obstante, este autor nos encamina a tener 
cuidado cuando hacemos referencia a ese saber o bien, cuando queremos ese saber; en sus 
propias palabras, señala que el querer saber no brinda la oportunidad de tener un 
30 
 
acercamiento a una verdad universal, es decir, el saber no da al hombre un particular y sereno 
dominio de la naturaleza, por el contrario, no cesa de multiplicar los riesgos, de acrecentar 
en todas partes los peligros; el saber, da fin a las protecciones ilusorias, deshace la unidad del 
sujeto,

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