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Universidad Nacional Autónoma de México 
Facultad de Estudios Superiores Iztacala 
Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia 
 
 
TRABAJO DERIVADO DEL SEMINARIO DE TITULACIÓN 
EN PROCESOS EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
“PERFIL DE PERSONAS NO LOCALIZADAS” 
 
 
 
 
 
 
 
Director Lic. Omar Moreno Almazán 
 
Dictaminadores: Mtro. Ricardo Medina Sánchez 
 Lic. Enrique Berra Ruíz 
 
 
 
 
 
 
Los Reyes Iztacala, Edo. De México, 2012 
“Tesis” 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LICENCIADO EN PSICOLOGÍA 
P R E S E N T A 
OSVALDO ARTURO MIJANGOS RICÁRDEZ 
 
 
 
 
UNAM IZTACALA 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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1 
 
ÍNDICE 
 
01: INTRODUCCIÓN .............................................................................................. 3 
02: MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL ................................................................. 5 
CAP. I: CONCEPCIONES ACERCA DE PERSONAS NO LOCALIZADAS ..................... 5 
Labor de la Psicología en materia de Personas No Localizadas ..................................... 7 
No localización por conducta de escape ............................................................................ 10 
Afectaciones relacionadas con la no localización ............................................................. 13 
CAP. II: CONDUCTA DE ESCAPE ........................................................................................ 15 
Definición de conducta de escape ....................................................................................... 15 
Estrés ....................................................................................................................................... 17 
Resolución de Problemas ..................................................................................................... 19 
Intervención ............................................................................................................................. 21 
Crisis del ciclo vital ................................................................................................................. 22 
El escape de casa .................................................................................................................. 27 
Marco legal en materia de personas no localizadas ......................................................... 28 
Principales ilícitos a los que están expuestas las personas que se fugan del hogar .. 31 
03. MÉTODO ......................................................................................................... 33 
OBJETIVOS ................................................................................................................................ 33 
Objetivo General: .................................................................................................................... 33 
Objetivos específicos: ............................................................................................................ 33 
MUESTREO ................................................................................................................................ 33 
VARIABLES ................................................................................................................................ 36 
Variables demográficas. ........................................................................................................ 36 
Variable de clasificación. ....................................................................................................... 36 
Variables dependientes ......................................................................................................... 36 
Variables independientes ...................................................................................................... 36 
Instrumento utilizado .............................................................................................................. 38 
Procedimiento ......................................................................................................................... 38 
04. RESULTADOS ................................................................................................ 40 
2 
 
Persona No Localizada.......................................................................................................... 40 
Denunciante ............................................................................................................................ 42 
Sospechoso ............................................................................................................................. 44 
Mecánica de escape .............................................................................................................. 44 
05. CONCLUSIONES ........................................................................................... 51 
06. REFERENCIAS ............................................................................................... 56 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
01: INTRODUCCIÓN 
Pueden ser muchas las circunstancias que lleven a una persona a 
abandonar su hogar, sin embargo, en todo escape está implícito el riesgo, incluso 
si hubo una planeación previa. 
 
El factor que desencadena la fuga parecer ser distinto de las causas reales 
según la evidencia empírica durante el trabajo con personas reportadas como No 
Localizadas. Aunque existe una situación (de violencia, abandono, 
incomunicación) que genera una especie de campo fértil para distintas conductas 
desadaptativas, generalmente el sujeto espera una “señal” o evento que cambie el 
curso de su vida. La aparición de una pareja, una última discusión, el enésimo 
golpe o cualquier cosa que dispare el mecanismo de escape. 
 
La conducta de escape inicia como una respuesta evolutiva ante riesgos de 
muerte. El estrés, la ansiedad ante situaciones en que se requieren habilidades 
con las que no se cree contar, la depresión, son las base de comportamientos 
riesgosos llevados a cabo, paradójicamente, para evitar lo que se considera un 
riesgo mayor (enfrentar a los padres para comunicarles un embarazo, la 
separación de la pareja actual, la soledad percibida por el adolescente 
incomprendido por sus padres). 
 
Una vez que la fuga comienza se está en una situación de vulnerabilidad. 
No se tiene un lugar permanente para residir, posiblemente ni dinero ni familiares 
o amigos a los cuales recurrir, a riesgo de que el individuo sea localizado más 
fácilmente. 
 
Decisión tras decisión la persona No Localizada se arriesga cada vez más 
hasta llegar cierto punto de inflexión en que algo pasa. Ya sea que la persona 
siente que no puede más que emprender el camino de regreso (a veces penoso y 
resignado), que inicie una nueva fuga o que haya sido víctima de algún delito
4 
 
 (trata de personas al intentar conseguir un trabajo que deje beneficios a muy corto 
plazo, robo de lo poco o mucho que haya logrado llevar consigo, homicidio, entre 
muchos otros). 
 
La conducta de escape no tiene por qué implicar un juicio de valor negativo, 
no es una conducta indeseable ni tampoco la única solución al problema que le da 
origen. No obstante, sí es el inicio de una desprotección elegida, de la 
vulnerabilidad y la falta de apoyo que alguien más puede utilizarpara sacar 
ventaja. 
 
Por otro lado, la no localización de una persona genera angustia en los 
familiares. El desconocimiento del paradero o situación de una persona es una 
situación estresante y que se extiende por un tiempo indefinido. Es quizá esta 
misma indefinición lo que le hace tan insoportable. Según la literatura, son 
comunes los sentimientos de culpa, la negociación y las promesas de cambio 
hechas con tal de tener información. 
 
En última instancia, la fuga del hogar resulta de un problema de 
incomunicación, de no aceptación del otro como persona, lo que implica 
habilidades sociales y la consciencia y disposición para resolver problemas. 
Por último, en el caso de no localizaciones reportadas ante una autoridad (y son 
las Procuradurías de Justicia las que generalmente se encargan del tema), está el 
inconveniente de la veracidad de lo declarado. Esposos violentos que dicen no 
saber por qué su esposa abandonó el hogar, adolescentes que se fugan de un 
albergue escapando de abusos y maltratos y son renuentes a denunciar, son 
ejemplos de ciertas omisiones o inexactitudes que pueden ser relatadas ante una 
autoridad como justificación del reporte de una persona no localizada. 
 
Desde este vistazo inicial, la no localización es un fenómeno complejo tanto 
en su origen como en su seguimiento legal y psicológico, así como un ámbito que 
no ha tenido una atención acorde a sus implicaciones. 
 
02: MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL 
 
CAP. I: CONCEPCIONES ACERCA DE PERSONAS NO 
LOCALIZADAS 
 
El concepto de Persona No Localizada (PNL) ha sido de interés de las 
instituciones de administración de justicia en tanto representa una situación de 
vulnerabilidad e incertidumbre para la propia persona y sus familiares o personas 
responsables. 
 
Dicho concepto, relativamente nuevo, se refiere a toda persona de la cual 
se desconozca el paradero por parte de sus familiares, responsables o toda 
persona con la que tenga un vínculo de naturaleza similar (GEO, 2011), y deviene 
de las concepciones de Personas Ausentes y Personas Desaparecidas. 
 
La Persona Ausente es un término jurídico que aplica a todo sujeto cuyo 
paradero se ignora, de quien no se han tenido noticias y ha desaparecido de sus 
lugares habituales, sin dejar razón de su actitud. En el ámbito legal, las Personas 
Ausentes tienen relevancia no en la razón de su ausencia sino en las 
consecuencias legales que ésta genera en sus bienes y en sus apoderados o 
herederos. En este sentido, la actuación judicial correspondiente ante la ausencia 
es nombrar un depositario de los bienes, un tutor para los hijos del ausente y 
emprender una búsqueda escueta mediante consulados en el extranjero, siempre 
que se tenga noticias de sus desplazamientos y no por investigación institucional. 
 
La Persona Desaparecida toma un carácter social y político más 
trascendente, en tanto aplica a individuos de quien la familia no tiene noticias, o 
toda aquella persona cuyo paradero se desconoce por motivo de un conflicto 
armado o violencia interna (disturbios interiores y situaciones en las que se 
requiera la actuación de una institución neutral; ICRC, 2003). Este tema ha tenido 
6 
 
mayor atención debido a sus alcances sociales. Al estar vinculado directamente a 
delitos de lesa humanidad, el concepto de Persona Desaparecida ha generado 
protocolos, convenios de colaboración, políticas públicas y manuales de atención 
a víctimas, entre otras acciones encaminadas a evitar y atender la desaparición de 
personas. 
 
El esfuerzo del ICRC (2009) por una concientización política acerca de las 
Personas Desaparecidas está encaminado al exhorto de grupos parlamentarios 
y/o gobernantes acerca de la sensibilidad y eficiencia necesarias para atención de 
este tipo de casos, misma que incluye servicios jurídicos, administrativos, sociales, 
económicos y psicológicos. 
 
En el ámbito nacional, los esfuerzos en el tema se han centrado en la 
tipificación del delito de Desaparición Forzada (cuando hay un ocultamiento 
deliberado del individuo por parte de agentes del Estado); en la conformación de 
un Registro Nacional de Niños, Adolescentes y Adultos Desaparecidos, que facilita 
la comunicación entre los tres órdenes de gobierno y las Entidades Federativas, 
así como el seguimiento de los casos denunciados; y la creación de instancias 
especializadas no sólo en la búsqueda y localización sino también en la atención 
integral de la ausencia (asesoría legal e intervención psicológica), asistiendo 
incluso a los familiares de la persona desaparecida. Cabe resaltar que la atención 
psicológica consiste en valoraciones para determinar la sintomatología asociada a 
víctimas del delito, la aptitud para rendir una declaración ministerial y psicoterapia 
para prevenir la reincidencia o llevar la espera de la localización. 
 
Las conceptualizaciones más recientes, y las políticas públicas derivadas 
de ellas, incluyen no sólo la ausencia causada por eventos delictivos sino también 
la ausencia voluntaria, originada en una conducta de escape. Esta transición, 
como menciona Antillón (2008), responde a inquietudes sociales como la 
estigmatización de la persona catalogada como desaparecida, la necesidad de 
una atención integral ante un fenómeno tan complejo y la limitación conceptual de 
7 
 
la persona desaparecida como aquella que no está en ningún lugar. Esta 
renovación del concepto busca abarcar el fenómeno de la no localización en toda 
su amplitud, así como brindar un trato más humano a las víctimas o personas 
involucradas. 
 
Labor de la Psicología en materia de Personas No Localizadas 
El trabajo psicológico con PNL se ha encaminado en su mayoría a la 
atención una vez que una acción delictiva ha sido ejercida sobre el individuo, por 
lo que existen guías de intervención en casos de desaparición forzada, secuestro, 
tortura, terrorismo, entre otras situaciones causales de la ausencia. Por el 
contrario, no parecen haber trabajos acerca de la prevención de extravíos, 
desapariciones o no localizaciones desde la psicología. En este sentido, es la 
psicología clínica la que se ha encargado de tratar los síntomas derivados de 
ausencias relacionadas con delitos, así como las relacionadas con la conducta de 
escape. 
 
La no localización representa un punto de inflexión, una ruptura del orden 
cotidiano entre la vida anterior y posterior a ella. Como tal, la no localización / 
desaparición / ausencia ha sido vista como un evento trágico y traumático, por lo 
que su atención psicológica se refiere a intervención sobre trastornos de ansiedad 
o trastornos depresivos como secuelas de lo que ocurrió durante la ausencia. 
Desde enfoques más amplios, se interviene también con los familiares o personas 
allegadas que han sufrido afectaciones psicológicas a partir de la no localización. 
 
Antillón (2008), relaciona la Desaparición Forzada con el Trastorno de 
Estrés Postraumático, con el Duelo Alterado (entendido como el proceso de duelo 
que se ve obstaculizado en su conclusión por la ausencia de la persona dolida), 
alteraciones en el principio de realidad y creencias básicas (conjunto de 
pensamientos principales que las personas tienen sobre sí mismas, el mundo y los 
otros), cambios en la percepción de riesgo hacia una concepción más amenazante 
del entorno, estigmatización del desaparecido, cambios en las formas de 
8 
 
afrontamiento de las crisis, estrés y sentimientos de culpa. La ausencia enfrasca a 
los familiares en ciclos de esperanza y frustración, el duelo se cronifica y se pierde 
la confianza en las instituciones toda vez que sigan sin existir datos sobre el 
paradero de la PNL. La autora analiza la reparación del daño que los familiares de 
la persona desaparecida esperan en el proceso de búsqueda. Sin embargo, la 
reparación del daño es un concepto jurídico aplicable a eventos punibles que, 
aunque también se encuentran presentesen el caso estudiado, no alcanzan a 
resarcir por completo aquello que la familia perdió junto con su familiar, como ellos 
mismos explican en entrevistas durante el proceso legal. 
 
El CICR (2009) propone una perspectiva psicosocial que sugiere el 
acompañamiento en todos los procesos derivados de la Desaparición Forzada 
como la interposición de la denuncia, el proceso de búsqueda, la exhumación o el 
acceso a la verdad. La trivialización y relativización de los hechos, sentimientos de 
desprotección y vulnerabilidad, así como el archivo de los expedientes por 
carencia de recursos o nula disposición a la investigación, hacen necesarios 
procesos de empoderamiento de los Denunciantes. El texto propone la 
reivindicación del derecho de las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación 
integral (no sólo la reparación del daño), la memoria y la garantía de no repetición. 
Cabe resaltar que, como se explica más adelante, la víctima no sólo es la persona 
desaparecida sino también los familiares afectados por la ausencia. 
 
Agudelo (2000), desde el enfoque cognitivo, explica que el miedo 
generalizado ante la amenaza del secuestro se conjunta con una mayor o menor 
vulnerabilidad determinada por variables como el sexo, la edad, la personalidad o 
la historia particular. La autora propone una intervención del estrés y ansiedad 
originadas por el percibirse como probable víctima del delito de secuestro 
aclarando que su estudio se refiere a la realidad colombiana, donde, a decir del 
mismo, dicho delito está tomando dimensiones alarmantes. 
 
9 
 
El aislamiento, el éxodo a otros países, el cambio del estilo y calidad de 
vida son medidas adoptadas por quienes se creen en peligro de ser secuestrados, 
que generan hipervigilancia fisiológica e ideas de incontrolabilidad e 
impredecibilidad. 
 
Aristazábal (2000), fragmenta el proceso del secuestro en cinco fases: 
Captura, Cautiverio, Liberación, Reencuentro familiar y Superación del trauma. 
Durante las dos primeras fases recomienda acompañamiento psicológico para la 
familia, misma que generalmente no denunciará o buscará ayuda hasta que 
aparezcan otras dificultades como la depresión. El autor habla desde un enfoque 
sistémico, por lo que señala que la familia se adaptará a la circunstancia de la 
ausencia cumpliendo roles y tareas que fueron interrumpidas abruptamente por 
ella. Por tanto, la intervención debe ser familiar y basada en las necesidades de 
cada miembro, por parte de un equipo multidisciplinario. En materia psicológica, se 
busca desarrollar tolerancia a la frustración y recursos sociales para la 
comunicación de la noticia a todos los miembros de la familia, sobre todo los más 
pequeños. 
 
El acompañamiento psicoterapéutico durante las fases restantes abarcará 
la comprensión y mediación entre los miembros de la familia, el esclarecimiento de 
asuntos pendientes que hayan aflorado a raíz de la ausencia, favorecer la toma de 
decisiones conscientes, evitar el carácter catastrófico de la percepción sobre el 
secuestro y mantener la memoria histórica de los días de ausencia (respetando su 
espacio y pertenencias). 
 
En cuanto a los casos de Secuestro, también vinculados con no 
localizaciones, se debe atender tanto el trauma inicial (la ruptura del estilo y 
calidad de vida) y los efectos a largo plazo (estrés postraumático; OMS 2012). 
El trabajo psicológico en la persona secuestrada se basa en la restitución (que no 
retorno al estado previo) del sujeto, a través de su proceso de negación, 
adaptación y superación del trauma. Es importante realizar una reinterpretación de 
10 
 
los hechos, sentimientos y pensamientos, de tal forma que puedan ser aceptables 
para el sobreviviente, además del tratamiento en los síntomas del TEPT y las 
reacciones de abandono, depresión, ideación suicida o autocosificación. 
 
Estos lineamientos coinciden con el documento de la OMS (2012) y con 
Zapardiel y Balanzat (2009). En el primer trabajo se propone una ayuda de 
primera mano o Primeros Auxilios Psicológicos, sin carácter especializado y 
dirigido a personas que puedan ayudar en circunstancias críticas graves, durante 
los momentos inmediatos a su aparición, basándose en técnicas simples como la 
escucha activa, evaluación de las necesidades y preocupaciones y proporcionar 
sensación de seguridad. El segundo explica con mayor detalle las acciones 
emprendidas ante la catástrofe del 11-M y la importancia de su aplicación tanto de 
manera inmediata como bajo la forma de un servicio permanente de atención, 
actuando sobre los síntomas de ansiedad y depresión (TEPT, crisis disociativas, 
ansiedad generalizada). 
En los documentos revisados, la ausencia es o está vinculada con eventos 
traumáticos que irrumpen en la vida de las personas, afectando no sólo a quien los 
padece directamente sino también a su entorno social. 
 
No localización por conducta de escape 
La intervención psicológica en casos de no localización por conducta de 
escape puede ser tanto preventiva como correctiva, dado que el tratamiento 
generalmente comienza por un problema distinto pero relacionado a la fuga. 
La conducta mencionada se ha relacionado con abuso sexual, violencia, 
enfermedades psiquiátricas o discapacidad, entre otros problemas. 
 
Rodríguez, Sales y Navarro (2004), hablando acerca de menores con 
discapacidad, proponen la intervención en redes sociales como una alternativa a 
las situaciones de bloqueo y crisis, en las que se puede presentar la conducta de 
escape. Comienzan con una evaluación previa de la situación, analizando el 
problema en función del paciente, la familia y los sistemas implicados (es, por 
11 
 
tanto, una intervención sistémica) y se desarrolla facilitando la comunicación entre 
la familia y las redes sociales, reduciendo las conductas disruptivas (entre ellas la 
conducta de escape) y optimizando los recursos asistenciales de que se disponga. 
Los autores proponen que, cuando surge un problema, las redes sociales se 
movilicen en una red de tratamiento, creada por la demanda y orientada a su 
solución de manera integral. De esta forma, la red entera participa en la 
intervención definiendo metas, proponiendo nuevos métodos de solución de 
problemas, adscribiendo nuevos roles y llevando a cabo un seguimiento. 
 
Feely y Jones (2007) también abordan la discapacidad relacionada con 
conducta de escape. Presentan casos específicos de niños con Síndrome de 
Down con conductas problemáticas asociadas a la desobediencia, retraimiento 
social, ansiedad, depresión, inatención, entre otros. Las autoras mencionan que 
eventos distantes en el tiempo o que parecen no tener relación con la conducta 
problemática pueden de hecho estar relacionados con ella (operaciones 
motivadoras), por lo que su intervención se basa en establecer la relación entre 
acontecimientos condicionantes y el comportamiento problema. 
 
González, Diez y Roca (2010), establecen que el problema tratado en red 
no se encuentra en los individuos sino en la interrelación de los sistemas (familia-
comunidad, familia-servicios de asistencia), por lo que el trabajo en redes puede 
ser un tema de importancia social y no sólo psicoterapéutica o institucional. 
 
Pérez y Redondo (2002), desde una perspectiva cognitivo-conductual, 
mencionan que la conducta de escape aparece ante la ansiedad generada por 
situaciones generalmente de carácter social. El sujeto se percibe a sí mismo como 
incapaz de afrontar la situación, manifestando cogniciones desajustadas y 
conductas motoras como el escape que, aunque a corto plazo disminuyen la 
ansiedad, a la larga cronifican el problema. Los autores proponen dos objetivos 
principales en la intervención: reducir los niveles de ansiedad del paciente y 
12 
 
aumentar la autoestima, mediante objetivos instrumentales que lleven poco a poco 
a la reducción de los síntomas ansiosos y a la sensación de control de la situación.Rodríguez y Rodríguez (2009), desde la psicología del deporte, analizan el 
trastorno de evitación experencial, también desde un enfoque cognitivo-
conductual. Este trastorno ocurre cuando una persona está indispuesta a 
conectarse con sus experiencias privadas (pensamientos, recuerdos, sensaciones 
corporales), por lo que realiza conductas que buscan alterar su forma o frecuencia. 
Aunque en principio parecer ser efectivo, posteriormente este comportamiento se 
cronifica, produciendo limitaciones. La intervención que proponen se basa en el 
cambio de los sistemas de pensamiento y su manipulación, aceptando y 
transformando las cogniciones y eventos mentales aversivos. 
 
Páez, Fernández y Beristain (2001) mencionan la conducta de escape 
desde una óptica colectiva. Hablando acerca del impacto cultural de una catástrofe 
(entendida como un suceso negativo, imprevisto y brutal que provoca 
destrucciones materiales y pérdidas humanas importantes), los autores señalan 
que la huida colectiva se ejecuta en una atmósfera de miedo, conllevando la 
fragmentación de las comunidades y la ruptura de la unidad familiar. Esto es el 
llamado desplazamiento forzoso. Incluso culturalmente hablando, el autor refiere 
que la huida pone a la comunidad en una situación vulnerable. 
 
Como se mencionó anteriormente, la ausencia separa dos momentos 
subjetivamente diferentes. Para el caso de no localizaciones derivadas de una 
conducta de escape, se distingue entre una fase de acumulamiento de tensión y 
afrontamiento deficiente de problemas y otra fase en la que el sujeto espera 
abandonar los estímulos que le son aversivos, mediante la fuga. Aunque en 
principio el escape aleje al sujeto del estímulo negativo, esto sólo refuerza los 
elementos que le dieron origen en primer lugar. 
 
 
 
13 
 
Afectaciones relacionadas con la no localización 
Se han mencionado dos tipos de trastornos psicológicos relacionados con 
la no localización: trastornos de ansiedad y trastornos depresivos. 
 
A decir de Virgen, Lara, Morales y Villaseñor (2005), las personas de entre 
15 y 45 años de edad en México tienen mayor prevalencia de trastornos de 
ansiedad, con una proporción mayor para las mujeres que para los hombres. 
Además, es común que dichas afectaciones coincidan con trastornos depresivos. 
 
Aunque se podría pensar que esta misma población está en riesgo de 
convertirse en no localizada, parece no haber estudios específicos que afirmen o 
desmientan esto. En cualquier caso, la presencia de dichos trastornos puede ser 
un factor involucrado en la ausencia, ya sea porque existe un estímulo aversivo o 
porque ya se ha generado un trauma producto de una tragedia. 
 
Además, la vergüenza, las alteraciones en la percepción, interferencias en 
el aprendizaje, concentración y memoria, entre otros síntomas, disminuyen la 
calidad de vida, ya sea que ocurran antes o después de la no localización, en la 
persona no localizada o en sus familiares. 
 
Desde el enfoque sistémico, la no localización, o más bien los hechos que 
le rodean, generan un desajuste en todo el sistema familiar, comunitario y social. 
Por citar un ejemplo, el fenómeno migratorio, según Contreras (2007), afecta en su 
mayoría a hombres, y el motivo más frecuente es económico con una amplia 
diferencia (400 incidencias en el caso de hombres y 117 en el caso de mujeres). Si 
un varón emigra hacia Estados Unidos de manera ilegal y deviene no localizado 
(porque deja de comunicarse, porque la familia no tiene los medios para buscarle), 
no sólo su destino es incierto sino también el de su familia, que deja de percibir un 
ingreso, además de los procesos emocionales que acompañan a la ausencia. 
Aunque los delitos tienen un carácter más disruptivo en la vida de las personas 
que un déficit en habilidades sociales que genere la conducta de escape, ambas 
14 
 
formas de no localización son importantes, aunque de distinta forma. La primera 
tiene cierto valor social y jurídico que debe atenderse en defensa de la seguridad 
de la población. La segunda puede considerarse un problema de salud psicológica 
pública, por la alta incidencia de trastornos asociados. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAP. II: CONDUCTA DE ESCAPE 
 
Definición de conducta de escape 
La conducta de escape ha sido definida como una respuesta de tipo 
evitativo a estímulos aversivos, que sucede ante la carencia de aprendizaje para la 
modulación de los propios estados de ánimo (Caballo, 2002). Dicho escape 
sucede en un estallido generalmente violento cuando el sujeto se siente 
arrinconado, criticado o rechazado, reforzando negativamente el estímulo que le 
da origen (Pérez y Redondo, 2002). Hernández, Beniet, Andar, Bermúdez y Gil 
(2010), agregan que con el escape se busca reducir el sufrimiento y la ansiedad 
generados por el estímulo. 
 
En este sentido, Pérez-Acosta y Pérez (1998), recuerdan que el 
reforzamiento depende del carácter de las contingencias (distinguen entre 
hedónicamente positivas y hedónicamente negativas), siendo que una 
contingencia aversiva (hedónicamente negativa) genera la conducta de escape, y 
en algunos casos (ante situaciones potencialmente peligrosas o percibidas como 
tales) éste resulta benéfico para el organismo. En la situación de escape en 
laboratorio, si una respuesta se da en presencia de un estímulo, se produce el 
retiro total o parcial de dicho estímulo, aumentando la probabilidad de que dicha 
conducta sea repetida en el futuro; en situaciones reales el escape o la idea de 
escape se refuerzan con cada repetición de una situación angustiante (Fernández, 
1989). 
 
El escape es una respuesta evolutiva que permite sobrevivir y está 
conectada a una estructura cerebral concreta, la amígdala, que interviene en las 
respuestas que implican miedo y ansiedad (Kalat, 1995). Cannon (1932), señaló 
que los organismos se adaptan al entorno a través del mantenimiento del equilibrio 
interno, por lo que la reacción natural ante un peligro externo es prepararse para 
llevar a cabo una respuesta de lucha o huida. Ello define a grandes rasgos el 
carácter de los estímulos que generan el deseo y la conducta de escape.
16 
 
Caballo (2002) ubica la conducta de escape como parte del trastorno de 
control de impulsos, siendo que aparece ante eventos detonantes fortuitos en 
combinación con lo que él llama acontecimientos de cultivo, es decir, la historia de 
aprendizaje que ha reforzado el escape como vía para evitar estímulos que 
resultan aversivos. 
 
De igual forma, Hernández, Beniet, Andar, Bermúdez y Gil (2010), 
establecen la conducta de escape como una variable a tener en cuenta en la 
aplicación de técnicas de control de ansiedad, como la desensibilización 
sistemática, dado que se debe evitar la conclusión de la exposición de manera 
prematura para ir cambiando el comportamiento de escape por respuestas más 
adaptativas. En ambos casos existe un aprendizaje previo que no permite otro 
curso de acción más que el escape. 
 
Ballesteros (2010) indexa el escape como un problema del comportamiento 
asociado a trastornos como el negativista desafiante, trastorno bipolar, 
esquizofrenia, retraso mental, fobias, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno 
disocial, trastorno de personalidad antisocial (lo que hace que la conducta de 
escape sea considerada un comportamiento predelictivo; ya Romo, Anguiano, 
Pulido y Camacho, 2008, definieron la conducta antisocial como actividades 
negativas que promueven relaciones desconsideradas y antagónicas entre las 
personas, dicho concepto guarda similitud con la definición de delito aportada por 
Jiménez de Asúa, 1950) o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad. 
Gallardo y Trianes (1999) señalan que la conducta de escape (al igual que robar, 
en el caso de su estudio) se clasifica dentro de los trastornos disociales, 
recordando además que la deprivaciónafectiva (con predominancia por parte de la 
figura materna, para su muestra) también tiene un papel predominante en su 
aparición. El estudio mencionado encuentra que hogares uniparentales, bajo 
rendimiento escolar y violencia son factores de riesgo para la ocurrencia del 
escape. 
17 
 
Remesal, Villa y Torrico (2010) establecen una relación entre la conducta 
de escape y trastornos de ansiedad (trastorno de angustia con agorafobia, en este 
caso), señalando que dicho comportamiento aparecía cuando un estímulo (por 
ejemplo, sentir que una crisis de angustia era inevitable) se volvía insostenible. En 
este sentido, la conducta de escape se relaciona con la capacidad del individuo 
para resolver problemas y la angustia (estrés) que causa percibirse a sí mismo 
como no apto para afrontar una situación. 
 
Estrés 
Pereira (2009), define el estrés como una relación dinámica entre los 
recursos y percepciones del sujeto y las demandas del ambiente, e implica 
cualquier factor interno (características de la personalidad o forma de enfrentar los 
problemas) o externo (cambios familiares, en el trabajo, en la escuela, diversas 
situaciones sociales) que induce a un aumento en el esfuerzo para mantener el 
equilibrio (valga la similitud con lo expuesto por Cannon, 1932), es decir, el estrés 
es causado por toda situación que la persona perciba como demanda, amenaza o 
que exija un cambio acelerado. Por tanto, el estrés involucra dos procesos 
cognitivos: Una valoración de la situación como dañina o benéfica y la valoración 
de las opciones disponibles. 
 
La autora menciona también las distintas concepciones del estrés, 
agrupadas en tres vertientes: Enfoques fisiológicos y bioquímicos (que lo definen 
en términos de las respuestas orgánicas frente a una situación percibida como 
amenazante), Enfoques psicosociales (centrados en los estímulos y eventos que 
producen estrés, que pueden ser de variada naturaleza, como menciona Sandín, 
2003)), Enfoques cognitivos (que establecen que el estrés surge a partir de la 
evaluación cognitiva que la persona realiza tomando en cuenta aspectos externos 
e internos) y Enfoques integradores (que consideran el estrés como un fenómeno 
en el que intervienen múltiples variables y, por tanto, su estudio debe 
emprenderse desde una perspectiva amplia). 
18 
 
Se definen tres etapas del estrés: Alarma, cuando aparece el agente 
estresante que puede o no superar las capacidades de respuesta del sujeto, 
biológicamente esta etapa está diseñada para situaciones críticas, por lo que el 
organismo no puede sostenerlo por periodos prolongados, a riesgo de causar una 
crisis; Resistencia, en la que el sujeto se da cuenta de que ha llegado al límite de 
su capacidad de adaptarse, apareciendo frustración y sufrimiento; y el 
Agotamiento, cuando surgen al ansiedad, la depresión y la fatiga. Durante el 
proceso, el área cognitiva presenta errores en la solución de problemas 
(pensamiento absolutista, sobregeneralización, filtro mental, descalificación de lo 
positivo, personalización, entre otros), reducción en la retención memorística, 
patrones ilógicos e incoherentes en el pensamiento, así como incapacidad de 
evaluar acertadamente la situación o proyectarla a futuro, e ideación suicida o de 
escape. Se presentan, además, impaciencia, intolerancia, autoritarismo y falta de 
consideración por otras personas. En el área conductual puede aparecer 
tartamudeo, ausentismo laboral o escolar, adicciones, alteración en los patrones 
de sueño, entre otras manifestaciones. 
 
A grandes rasgos, el estrés es una relación dinámica entre el sujeto, con su 
tipo de afrontamiento o sus habilidades de solución de problemas, y el ambiente. 
Sandín y Chorot (2003), mencionan que el afrontamiento se refiere a los esfuerzos 
conductuales y cognitivos que el individuo lleva a cabo para tratar las demandas 
que generan el estrés, así como el malestar psicológico que lo acompaña. En 
general, si el sujeto se estima capaz de modificar la situación, usa un estilo de 
afrontamiento confrontativo, revaloraciones positivas y un plan de solución; por el 
contrario, cuando la situación se considera como inevitable, se emplean 
estrategias de distanciamiento, escape o evitación. 
 
Neidhardt, Weinstein y Conry (1989) señalaron que un estrés excesivo 
puede conducir a la angustia (distrés, en contraposición al eustrés, en el que el 
cuerpo desarrolla su máximo potencial; ambos son formas del estrés). Pereira 
(2009) considera que el estrés puede conducir a trastornos personales, 
19 
 
desórdenes familiares e incluso sociales. Sandín (2003), explica que, además de 
las consecuencias directas sobre la salud física y psicológica del individuo, el 
estrés puede modificar el estilo de vida, incrementando la práctica de hábitos 
insanos como el tabaquismo, conductas sexuales de riesgo, etc. 
 
El concepto de estrés, como se mencionó anteriormente, guarda una 
relación estrecha con la definición de Resolución de Problemas, aportada por 
Palomar, Harari y Juárez (2010), según la cual la RP es un proceso que tiene que 
ver tanto con la percepción de las propias habilidades para resolver problemas, 
como con la manera de afrontar los eventos y tomar decisiones. 
 
Resolución de Problemas 
Varela (1996) definió un problema como una tarea de la que no se sabe, de 
antemano, la resolución. De tal forma, la resolución de problemas sería un 
proceso de restructuración en el que el sujeto crea significados a través de la 
relación entre la nueva información que recibe y los esquemas de conocimientos 
previos, con la finalidad de resolver una situación. Se destaca la similitud con lo 
mencionado por Caballo (2002) y Hernández, Beniet, Andar, Bermúdez y Gil 
(2010) respecto a la conducta de escape, la cual puede ocurrir cuando no se 
encuentran intentos o aprendizajes previos para la resolución de un problema. 
 
Vera-Villaroel y Guerrero (2003), hacen referencia al Modelo de Resolución 
de Problemas Sociales, definiendo la resolución como un conjunto de procesos 
cognitivo-afectivo-conductuales mediante los cuales una persona intenta 
identificar, descubrir, inventar o adaptar respuestas para situaciones problemáticas 
específicas (también mencionado en Palomar, Harari y Juárez, 2010). Por su 
parte, Varela (1996), señala que la resolución de problemas no sólo es la 
aplicación de una respuesta específica para un problema específico, sino más 
bien supone la creación de algo nuevo a partir de la comprensión estructural del 
problema. De tal forma, resolver un problema implica procesos no sólo de tipo 
cognitivo-conductual, sino también afectivos y volitivos, así como aspectos 
20 
 
sociales tales como la comunicación. En sujetos que presentan conducta de 
escape, dichos procesos o habilidades se encontrarían anulados (Vera-Villaroel y 
Guerrero, 2003; California Childcare Health Program, 2005). 
 
Newman y Pargament (1990) establecen seis etapas básicas de la 
Resolución de Problemas: Definición del problema (tanto en términos de 
reconocimiento del problema en sí como reconocer las propias habilidades de 
resolución; se resalta la similitud con el concepto de estrés), Generación de 
soluciones, Toma de decisiones, Implementación de la solución, Reformulación 
del problema y Actividades de autoconservación que ayudan a la persona a 
manejar sus emociones mientras trata el problema. La conducta de escape se 
daría, entonces, cuando una persona no puede superar la primera etapa, ya sea 
por incomprensión del problema o por percibir como insuficientes sus habilidades 
para resolverlo. 
 
El escape es una forma desadaptativa de afrontar algún problema, mismo 
que se mantiene a lo largo del tiempo. De Vicente, Fernández y Pardo (1991), 
señalan que, de acuerdo a la teoría de la indefensión aprendida, los sujetos 
expuestos a situaciones aversivas incontrolables muestran déficit posterior en la 
adquisiciónde respuestas de éxito. De su estudio se desprende la hipótesis de 
que el sujeto escapa al percibir un estímulo aversivo como incontrolable e 
impredecible, proponiendo como intervención eficaz una inmunización basada en 
estímulos controlables y predecibles. 
 
Palomar, Harari y Juárez (2010) mencionan que la resolución de problemas 
se ve influida por variables como el género (señalan que los varones tienen una 
orientación positiva hacia el problema más que las mujeres, viéndolos como un 
reto al que se enfrentan con confianza), diferencias culturales, 
optimismo/pesimismo o la religión, entre otras. Su trabajo arroja cuatro formas 
básicas de resolución de problemas: Racional, consistente en la aplicación 
sistemática y planificada de habilidades y técnicas; Emocional-impulsiva, con 
21 
 
intentos de resolución apresurados, sin planificación e incompletos; Orientación 
negativa, con tendencia a observar los problemas como amenazantes, falta de 
esperanza para resolverlos y la duda sobre las propias habilidades; y Evitativa, 
con tendencia a aplazar la solución de problemas, a tener una conducta pasiva y 
buscar que alguien más resuelva los problemas propios. En su muestra, Paris y 
Omar (2009), establecen la resolución de problemas, junto con el distanciamiento, 
como las dos formas más comunes de afrontamiento del estrés. 
 
González-Forteza, Borges, Gómez y Jiménez (1996), menciona como 
factores de riesgo para el suicidio la baja capacidad para resolver problemas, 
abuso sexual y físico con mayor incidencia en mujeres (también mencionado en 
González-Forteza, Ramos, Vignau y Ramírez, 2001), trastornos depresivos, 
problemas de identidad, abuso de sustancias y conducta antisocial, violencia 
intrafamiliar, entre otros. Todos los factores mencionados se relacionan también 
con la conducta de escape (Frías y Gaxiola, 2008), lo que sugiere que se trata de 
dos formas distintas, pero desadaptativas, de enfrentar situaciones problemáticas. 
 
Intervención 
En cuanto a las formas de tratamiento, Kazdin (1995), sugirió una terapia de 
habilidades en solución de problemas, que incluye cinco etapas marcadas por 
autoinstrucciones: la identificación o generación de un problema, especificar 
soluciones alternativas, evaluar las soluciones propuestas, escoger la alternativa 
más adecuada y la comprobación del resultado. 
 
Vázquez y Jarabo (2005), después de definir algunos factores de riesgo 
para la aparición de la inadaptación social, en la que incluye la conducta de 
escape, (falta de autocontrol, inseguridad situacional, inmadurez, rechazo a sus 
semejantes, fracaso escolar, ambiente familiar perturbado, aumento de estrés 
familiar, presión del grupo de iguales, pobreza, discriminación etc.), propone una 
intervención socioeducativa basada en la integración del sujeto a actividades 
22 
 
deportivas o culturales, sesiones de modelado de conducta, entrenamiento en 
habilidades sociales o, en dado caso, la institucionalización. 
 
En México, la SEP (2002) generó un programa para maestros formulando 
una intervención en menores en situación de riesgo basada en la detección 
oportuna de síntomas de inadaptación y líneas básicas de acción. 
 
Crisis del ciclo vital 
Como mencionó Caballo (2002), la aparición de la conducta de escape 
depende no sólo del aprendizaje sino también de un evento que desencadena una 
crisis. 
 
García y Estremero (2003) diferencian entre crisis evolutivas o normativas y 
crisis inesperadas o no normativas. Mientras que las primeras suceden por la 
condición de ser humano (adolescencia, vejez, muerte de un familiar), las crisis no 
normativas sobrevienen bruscamente (accidentes, desastres naturales, pérdida 
del empleo, desplazamiento forzado). La travesía por las crisis depende de los 
recursos psíquicos que se tengan y de la adaptación a eventos críticos anteriores. 
Las autoras mencionan, además, que las crisis son inherentes a cada etapa de la 
vida, por lo que cada grupo de edad (Niños, Adolescentes, Jóvenes, Adultos y 
Adultos Mayores, como se explica más adelante) contiene crisis normativas, así 
como propensión a crisis no normativas, diferentes. La vida, como un tránsito 
hacia la vejez durante el que ocurren diversas crisis, es explicado por Dulcey-Ruíz 
y Uribe (2002) desde una perspectiva amplia y ecológica, según la cual el 
afrontamiento de la crisis es una interacción entre el sujeto y su historia de 
aprendizaje y las exigencias del entorno; ya Folkman, Lazarus, Gruen y De Longis 
(1986) mencionaron que diversos acontecimientos de la vida son generadores de 
estrés, provocando un desequilibrio emocional que puede ser equiparado con la 
crisis. 
 
23 
 
De la Fuente (2010) señala que la personalidad (entendida como las 
diferencias individuales en las características de comportamiento, pensamiento y 
sentimiento; Bouchard, 2001) cambia en mayor medida durante los primeros tres 
años y parecer alcanzar su mayor estabilidad cerca de los cincuenta, sin embargo, 
se encuentra en constante cambio. 
 
García y Estremero (2003) mencionan que, aunque el afrontamiento de 
determinadas crisis se ve influido por la personalidad y la etapa del desarrollo 
familiar, su resolución está basada en factores situacionales que se deben atender 
como prioritarios (las influencias no normativas o eventos críticos inmediatos de 
Dulcey-Ruiz y Uribe, 2002); las concepciones sociales y culturales son meramente 
de contextualización (aunque no por ello menos importantes) mientras que las 
variables concretas de un caso en específico son, a final de cuentas, sobre las que 
se realizaría una intervención. Sandín (2003), establece que un cambio vital causa 
estrés, y éste lleva a la enfermedad, entendida como alteraciones físicas y 
psicológicas. 
 
De tal forma, aunque existan diferencias interpersonales, pueden definirse 
características propias de cada edad basadas en lo que se espera de los 
individuos en la etapa vital correspondiente. Para efectos del presente estudio, y 
basados en los datos aportados por Palacios, Bravo y Andrade (2007), se 
establece la Niñez entre 1 y 12 años, caracterizada por la adquisición de los 
primeros hábitos e ideas, así como una relación estrecha con las pautas de 
comportamiento de los padres; la Adolescencia entre los 13 y los 18 años, 
caracterizada por impulsividad, negación del riesgo, adhesión a grupos, posible 
inicio de adicciones y vida sexual activa y cuestionamiento de la autoestima y 
autoeficacia; la Juventud de los 19 a los 25 años, caracterizada por la plenitud de 
la función física, exposición a la violencia, posible mantenimiento de adicciones 
adquiridas en la adolescencia así como la incursión en la vida laboral; la Adultez 
de los 26 hasta los 65 años, caracterizada por padecimientos dependientes del 
estilo de vida, plenitud del poder adquisitivo y estabilidad económica; y la Vejez de 
24 
 
los 65 años en adelante, caracterizada por riesgo de enfermedades crónicas o 
crónico-degenerativas, reducción de la red social con mayor dependencia de los 
demás así como disminución funcional física (el CTO, 2008, menciona estas 
especificaciones para cada edad). 
 
Los problemas principales por etapa del desarrollo y que son esperables 
según la literatura revisada se encuentran en la tabla 1.1 
 
Tabla 1.1 
Problemática del escape por etapa del desarrollo 
Etapa del 
desarrollo 
Principales problemas que originan el escape 
Niñez 
González, Fernández y Secades (2004) establecen el escaparse 
de casa como una conducta de riesgo que puede covariar con 
prácticas sexuales sin protección o comportamientos 
antisociales y delictivos; todos ellos relacionados con situaciones 
como abandono familiar, deprivación económica o maltrato 
infantil. Al respecto Frías y Gaxiola (2008), controlando variables 
demográficas y aunque no mencionan expresamente el escape 
de casa, descubren que la violencia intrafamiliargenera 
problemas adaptativos en menores expuestos. Los resultados de 
los autores inmediatos anteriores coincidieron con lo discutido 
por Santana-Tavira, Sánchez-Ahedo y Herrera-Basto (1997) al 
señalar que la figura parental que más agrede es la madre. Así, 
el maltrato puede darse en forma de negligencia, violencia entre 
los padres presenciada por el menor y violencia hacia el menor, 
generando deseos de escapar. 
Curiel, Núñez, Meléndez y Ortega (2010), mencionan que han 
sido la adversidad económica, la violencia intrafamiliar, las crisis 
y el agotamiento institucional los fenómenos que han llevado a 
las familias a incluir a los menores de edad en la vida laboral, 
25 
 
siendo que la situación de calle es un factor de riesgo para 
diversas situaciones críticas que pueden llevar a la conducta de 
escape 
Adolescencia 
Domínguez (2008) defiende que la adolescencia, así como la 
juventud, es una etapa clave para la socialización del individuo, 
por lo que éste se prepara para cumplir con lo que se espera de 
él profesional y socialmente. La adolescencia es una etapa de 
descubrimiento y maduración (física y mental) que generalmente 
se delimita entre los 12 y los 18 años (Bee, 1984). Weissmann 
(2001) define esta etapa como el comienzo de la separación de 
la familia de origen. 
A pesar de que Feixa y González (2006) mencionan que una 
adolescente puede huir de casa al encontrar un nuevo esposo 
(se trata de un estudio étnico y la edad de matrimonio se deriva 
de convenciones culturales), destaca que en varias etnias 
(principalmente los huicholes), el escapar de casa es una forma 
de demostrar inconformidad y de autodefinición frente a los 
valores establecidos, al menos en entornos rurales. Chávez 
(2010), ahora en ambientes urbanos, hace ver la similitud entre 
el escape de casa y el suicidio (entre otras respuestas 
desadaptativas) relacionados con variables como la culpa por no 
cumplir con las expectativas de los padres, sensación de 
fracaso, la desesperanza o el deseo de venganza, el reproche y 
el sadismo. 
Vallejo, Osorno y Mazadiego (2008) encuentran relaciones 
significativas entre conductas desadaptativas de una muestra de 
adolescentes mexicanos (n=372), entre ellas el escape del 
hogar, y un estilo parental autoritario, sobre todo en mujeres 
(F=3.8 cuando p<.01). 
Juventud 
A decir de Aassve, Iacovou & Mencarini (2006), el paso de la 
adolescencia a la adultez se ha complicado en las dos últimas 
26 
 
décadas. La juventud participa ahora más que antes de niveles 
altos de educación, lo que hace que los jóvenes dependan más 
tiempo de los padres. Además de eso, el estado de 
vulnerabilidad económica (bajo sueldo, pocas oportunidades de 
empleo) ha sido asociado a abuso de drogas, delincuencia y 
encarcelamiento, entre otros problemas. Esto, aunado a 
desintegración familiar, puede causar una fuga del hogar. 
Mosaee & Ommani (2011), por otro lado, estudian el movimiento 
de jóvenes desde entornos rurales hacia las ciudades buscando 
oportunidades de trabajo, aunque terminen subempleados 
(Vasile & Vasile, 2011). 
No se descartan los problemas familiares como factor 
desencadenante de un escape del hogar pero, a diferencia de 
las edades anteriores, en la juventud aparecen los primeros 
problemas conyugales en virtud de la independización de los 
sujetos (Dey, Roy, Joarder & Chakraborty, 2011). 
Adultez 
En esta etapa la vida laboral busca cierta estabilidad, al menos 
en términos de deseabilidad dados los cambios en el paradigma 
del trabajo, desde un concepto instrumental hacia una meta en 
sí misma, de tal forma que los adultos (con un movimiento hacia 
los jóvenes) conciben la vida laboral como un área de expresión 
(Gallardo, 2011). En la opinión de la autora citada, ésta es la 
edad que más participa de la construcción social de la identidad. 
Chenaut (2001) menciona en su estudio cualitativo que ser 
económicamente activo/a significa una forma de afrontamiento 
específico de los problemas conyugales y de la violencia 
intrafamiliar. Los hombres abandonan el hogar puesto que tienen 
el dinero para hacerlo. Las mujeres supeditan la denuncia de la 
violencia al control económico del cónyuge y pueden responder 
escapando del hogar ya sea por periodos cortos de tiempo o de 
manera definitiva. 
27 
 
Vejez 
Según los resultados de Márquez (2007), en un estudio 
cualitativo los adultos mayores, aunque seguían 
económicamente activos, sus actividades recaían en el comercio 
informal y eventual (en parte por el deterioro de su capacidad 
física y en parte por la baja escolaridad de la muestra). Los bajos 
ingresos en ocasiones se compensaban con aportaciones de los 
hijos, al igual que las discapacidades o disfunciones se veían 
atendidas por éstos. Esta cuestión ya había sido discutida por 
Béland (1984), cuyos resultados relacionan la dependencia de 
los cuidados de los hijos, junto con otras variables como 
enfermedad o cohabitación con niños, como los principales 
factores que explican una buena parte de la varianza del deseo 
de abandonar el hogar por parte de adultos mayores. Por su 
parte, Gillsjö, Schwartz-Barcott & von Post (2011) señalan que, 
aunque los adultos mayores no se imaginan vivir en otro lugar 
que no fuera su casa, el descuido o la expansión de la familia 
pueden hacerlos sentir incómodos y “fuera de lugar”, 
presentándose la ideación de escape. Dulcey-Ruiz y Uribe 
(2002) describen esta etapa como un estadio de resignación 
hacia el paso del tiempo más que de decisiones activas. 
 
Lo anterior permite suponer que cada grupo de edad presenta crisis 
normativas específicas, además de las crisis no previsibles que son 
independientes de la edad. Dichas crisis generan estrés, el cual, bajo la forma de 
distrés, puede ser afrontado mediante la conducta de escape, toda vez que el 
sujeto no es capaz de hallar una forma más adaptativa de lidiar con la 
circunstancia ni con lo que siente al estar inmerso en ella. 
 
El escape de casa 
Para el presente estudio, la unidad de análisis es el escape de casa, la cual 
es una manifestación de la conducta de escape en general y, como se ha visto, 
28 
 
depende de múltiples factores y situaciones estresantes. De acuerdo con la 
literatura revisada, se pueden definir como factores de riesgo: trastornos 
psicológicos (disocial, negativista desafiante, de personalidad antisocial, de 
ansiedad, depresivos), deprivación afectiva, provenir de un hogar monoparental, 
bajo rendimiento escolar, haber sufrido violencia (incluida la violencia sexual), 
déficit en habilidades de resolución de problemas, problemas de identidad 
(incluida la adolescencia y problemas de identidad sexual), pobreza y falta de 
autocontrol. 
 
Dado el riesgo y la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran las 
personas que abandonan su hogar, es importante contar con herramientas y 
mecanismos tanto de búsqueda y localización como de reintegración familiar, una 
vez comprendido el problema o conjunto de problemas que dieron origen a la fuga. 
 
Marco legal en materia de personas no localizadas 
Para el caso específico del escape de casa, existen en EUA esfuerzos 
iniciados desde la sociedad civil, entre los que destacan el National Center for 
Missing & Exploited Children, dedicado a la capacitación de organismos policiales 
en la investigación de casos de sustracción y desaparición de menores (NCMEC, 
2006); el National Runaway Switchboard, dedicado al apoyo en crisis y ayuda para 
regresar a casa, así como métodos de reintegración familiar en caso de 
adolescentes que hayan salido del hogar (NRS, 2009); asimismo se implementa el 
Procotolo Alerta Amber para casos de niños sustraídos, como una forma en que 
autoridades y la sociedad en general participan para localizar a menores de 
manera inmediata, mismo que opera desde 1996 en EUA y desde 2011 se 
comenzó a trabajar en los protocolos para México.La Procuraduría Social de Atención a las Víctimas de Delitos 
(PROVICTIMA), la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las 
Mujeres y la Trata de Personas (FEVIMTRA), el Programa de Apoyo a Familiares 
de Personas Extraviadas, Sustraídas o Ausentes de la Procuraduría General de la 
29 
 
República y el Centro de Apoyo de Personas Extraviadas y Ausentes del Distrito 
Federal (CAPEA), son ejemplos de trabajos institucionales multidisciplinarios 
referentes a la población no localizada. 
 
En México, el 25 de septiembre de 1993 la Procuraduría General de la 
República firmó en la ciudad de Mazatlán un convenio con las Procuradurías 
Generales de Justicia de los treinta y un Estados del país, con la finalidad de 
modernizar y agilizar la lucha contra le delincuencia. 
 
Toda vez que el marco legal en el que se basó el convenio de Mazatlán 
sufrió reformas, en diciembre de 1995 se expidió una nueva ley general que 
establece las bases de coordinación de un Sistema Nacional de Seguridad 
Pública, de la que se desprende la Conferencia Nacional de Procuración de 
Justicia, misma que tiene la finalidad de diseñar políticas, estrategias y acciones 
de cooperación mutua entre las Procuradurías del país (incluida la PGR), para 
colaborar en prevención del delito, profesionalización del personal, combate a la 
corrupción, así como casos de trata de personas, secuestros, robo de vehículos, 
fraudes financieros, entre otros delitos 
 
Derivado de ello, las Procuradurías Estatales firmaron un nuevo convenio 
de colaboración en abril de 2001, para fortalecer el intercambio de información así 
como facilitar el debido cumplimiento de los mandatos ministeriales y judiciales. 
En junio de 2007 se firma el último convenio de colaboración hasta la fecha, que 
establece las vías de colaboración entre Procuradurías, siendo que la información 
de cada instancia debe ser compartida de manera ágil y oportuna para conformar 
una base de datos a través del Centro Nacional de Planeación, Análisis e 
Información para el Combate a la Delincuencia (CENAPI). Dicha base contiene 
información sobre diversos delitos, (entre ellos trata de personas) y un rubro 
específico para personas No Localizadas. Se creó así el Convenio de 
Colaboración y Protocolo para la Unificación, Integración e Intercambio de 
Información en Materia de Personas No Localizadas, cuyos compromisos 
30 
 
principales son iniciar las investigaciones de manera inmediata cuando haya una 
incidencia de persona no localizada, integrar la información relativa a la no 
localización en la base de datos y guardar confidencialidad respecto a dicha 
información. 
 
Este marco legal obliga a la Procuraduría General de Justicia del Estado de 
Oaxaca a llevar un registro de personas No Localizadas, relacionando así la 
ausencia con la probable comisión de diversos delitos, participando la Persona No 
Localizada como indiciado o como agraviado. Se creó así el Departamento de 
Atención a Personas No Localizadas (DNOL) el día 11 de septiembre de 2011 
mediante acuerdo publicado en el Diario Oficial (GEO, 2011). 
 
Al tener injerencia un proceso legal o la participación de una instancia de 
justicia (en este caso la PGJEO) es importante tomar en cuenta la dimensión 
psicológica en la resolución jurídica de una conducta de escape, toda vez que la 
protección de la persona y la salvaguarda de sus intereses son el propósito de 
dicha instancia, a través del Agente del Ministerio Público y según el artículo 21 de 
la Constitución Mexicana (Villanueva, 2005). La misma autora refiere un cambio 
paulatino en la concepción del proceso judicial y de los procedimientos jurídicos en 
general, a favor de la no estigmatización ni revictimización del usuario de los 
servicios de justicia. Trabajos como el de la CONAMAJ (2002), buscan 
concientizar, diseñar y asegurar el cumplimiento de protocolos a favor de las 
víctimas y su paso por los procedimientos penales; además de ser muestra de la 
profundidad con que este tipo de negligencias están arraigadas en América Latina. 
Gutiérrez, Coronel y Pérez (2009) definen la victimización secundaria como las 
consecuencias negativas de la relación de una víctima con el sistema jurídico 
penal, una vez que ya se le ha victimizado directamente, lo cual parece ser un 
rescoldo del enfoque de la “pareja criminal”, que establece una relación entre la 
víctima y el victimario para la generación del delito (Soria, 2005). En este sentido, 
la revictimización puede ser igual o más dañina para la persona que la primera 
victimización. 
31 
 
Si la conducta de escape fue generada tras un evento o situación que 
constituye un delito, la insensibilidad por parte del sistema de justicia o una 
intervención mal aplicada durante las diligencias (peritajes psicológicos, médicos o 
químicos, levantamiento de cadáveres, órdenes de búsqueda y presentación, etc.) 
pueden llevar al agravamiento de síntomas o trastornos psicológicos 
preexistentes, o incluso crear otros nuevos ya sea en la Persona No Localizada 
como en sus familiares (Newburn, 2007; Garrido, 2005; Pérez-Sales y Navarro, 
2007). 
 
Asimismo, la exposición a las situaciones de riesgo comentadas 
anteriormente (y recalcando el hecho de que la conducta de escape es 
considerada por algunos autores como un comportamiento predelictivo), puede 
estar relacionada con la comisión de delitos a futuro, por lo que la atención en 
casos de conducta de escape puede servir como prevención oportuna del delito 
(Frías y Gaxiola, 2008; Stenberg, Baradaran, Abbott, Lamb y Guterman, 2006; 
Romo, Anguiano, Pulido y Camacho, 2008). 
 
Dentro de los factores de riesgo asociados, el Estado de Oaxaca 
presentaba en 2008 uno de los porcentajes más altos de población de 12 a 17 
años que no trabaja ni estudia, así como uno de los más bajos con población 
económicamente activa de 12 a 17 años con ingresos de hasta dos salarios 
mínimos (REDIM, 2010). Esta misma población es la más afectada por la violencia 
y muertes por homicidio, así como delitos como la trata de personas y la 
explotación sexual. 
 
Por otro lado, el escape de casa puede dejar a la persona en una situación 
vulnerable y propensa a sufrir algún delito. 
 
Principales ilícitos a los que están expuestas las personas que se fugan del hogar 
Trata de personas, entendida como el convencimiento (por coacción, 
enamoramiento, etc.), traslado, acogimiento y explotación (laboral y sexual) de 
32 
 
una persona para obtener un beneficio (OIM, 2006; DIF, 2000). Casillas (2009), 
establece que la pobreza, la marginación, la falta de oportunidades laborales y 
educativas, la violencia de género, la crisis económica y los conflictos armados, 
entre otros, son factores que favorecen la presencia de la trata de personas. Este 
mismo autor estima que, en todo el mundo, hay entre 600 y 800 mil víctimas de 
trata, con las reservas a que obliga la clandestinidad con que opera. De igual 
forma menciona que cerca de 50 mil niñas y niños que emigran hacia Estados 
Unidos se encuentran en peligro de ser víctimas de trata, especialmente aquello 
que radican en los Estados más pobres como Chiapas, Oaxaca, Veracruz y 
Tabasco. 
 
La trata puede ser laboral, sexual comercial, de servidumbre, esclavitud, 
extracción de órganos o sólo sexual y, por sus alcances, el autor propone que sea 
considerada un delito, una violación de los derechos humanos y una grave 
manifestación de la violencia contra las mujeres. 
 
Ya que este delito involucra el movimiento de una persona de su lugar 
habitual, puede relacionarse con la no localización, ya sea como principio o como 
fin. Es decir, un individuo que se fuga de casa puede caer en una red de trata para 
su explotación mientras busca un trabajo que le permita subsistir o, por el 
contrario, una persona ya enganchada por el tratante viaja a otro lugar sin dar 
razón, por lo que la familia la tendrá por nolocalizada. 
 
Desaparición forzada, entendida como la detención legal o ilegal de una 
persona en la que además se propicie o mantenga dolosamente su ocultamiento 
bajo cualquier forma de detención (CMDPDH, 2011). Al igual que en el caso de la 
migración, la legislación mexicana contiene ambigüedades y deficiencias en la 
definición del delito, así como en los mecanismos de coordinación y acción para el 
trabajo en este tipo de casos. 
 
 
33 
 
Secuestro, entendido como la privación ilegal de la libertad no sólo con 
fines de lucro sino también por venganza o con intención política. 
 
Martiñón (2008), define como elementos del secuestro la Selección de la 
víctima, el Acecho, la Aprehensión, el Claustro, el Chantaje, la Negociación, el 
Cumplimiento de la condición y la Liberación (en algunos casos la muerte del 
rehén). 
 
No es necesario que se pida un rescate a los familiares ya que la persona 
extorsionada puede ser el mismo rehén. 
 
Aunque las cifras presentadas muestran que los casos denunciados en 
México han disminuido en comparación con el año 1997, se han mantenido 
estables a partir de 2001. 
 
El delito se relaciona con la no localización en tanto el rehén está oculto, 
bajo el poder del extorsionador. 
 
La migración también es un fenómeno que genera ausencias, aunque en 
ella las causas del escape sean más sociales que psicológicas, pero deja a la 
persona en una situación de vulnerabilidad dadas las pocas garantías que tienen 
los migrantes de tránsito ilícito, a pesar de la ratificación de tratados 
internacionales o resoluciones judiciales que los distintos órdenes de gobierno han 
emprendido (CIDE, 2011). Independientemente de la situación que lleve a las 
personas a migrar, hay diversas situaciones que pueden llevar a una ausencia, 
como el secuestro, la desaparición forzada, la extorsión o la trata de personas 
que, a falta de certeza jurídica, deja a los migrantes desprotegidos y, en la 
mayoría de los casos, sin posibilidad de ser localizados o, de lograrse la 
localización, se corre el riesgo de que ésta sea por causa de algún delito (CIDE, 
2011; CMDPDH, 2011). 
34 
 
Casillas (2009) señala que México es un país de tránsito de migrantes hacia 
Estados Unidos, mismos que están desprotegidos y a merced no sólo del clima y 
la falta de recursos sino de redes de trata o asaltantes. 
 
Por lo anterior, es importante contar con información específica de la 
población no localizada en el Estado de Oaxaca, tanto para prevenir los posibles 
riesgos a los que se enfrentan como para buscar formas de reintegración familiar 
efectivas. 
Ante el desconocimiento de las características de los casos de no localización, un 
perfil inicial permitiría establecer líneas de acción para una prevención e 
intervención incipientes. 
 
 
 
 
 
 
03. MÉTODO 
OBJETIVOS 
Objetivo General: 
 Describir el perfil sociográfico de personas involucradas en Reportes 
de No Localización. 
Objetivos específicos: 
 Describir las condiciones en que ocurre el escape de la PNL para 
cada Grupo de Edad. 
 Establecer el tiempo transcurrido en promedio para que la PNL sea 
reportada y localizada. 
 Conocer la frecuencia con que cada Grupo de Edad refiere violencia 
relacionada con la ausencia. 
 
MUESTREO 
Se realizó un muestreo no probabilístico de sujetos voluntarios por 
conveniencia (Hernández, Fernández y Baptista, 1997), que consistió en aquellas 
personas registradas en los Reportes de Persona No Localizada iniciados en 
DNOL, en el periodo comprendido desde el día 12 de septiembre de 2011 hasta el 
09 de noviembre de 2012. 
 
Como criterios de inclusión se tomaron en cuenta que la persona fuera a 
denunciar la No Localización de un familiar o cualquier otra persona a su cuidado 
y que derivado del caso se haya iniciado un Reporte por parte del Agente del 
Ministerio Público encargado (sin importar que después el reporte fuera elevado a 
rango de averiguación previa). Se excluyeron casos que hayan sido desde el 
principio iniciados como averiguación previa, así como entrevistas únicamente 
para canalización a otras áreas de la PGJEO y presentación de sujetos que hayan 
sido reportados en otros estados del país, pero recuperados en Oaxaca.
36 
 
La recolección de datos se llevó a cabo en las oficinas de DNOL, en el 
Centro Administrativo del Poder Ejecutivo y Judicial “Porfirio Díaz Mori”, en Reyes 
Mantecón, municipio de San Bartolo Coyotepec, Oaxaca. 
El presente es un estudio descriptivo (Montero y León, 2007) que analiza 
medidas de tendencia central y de dispersión. 
 
VARIABLES 
Se tomaron en cuenta las siguientes variables: 
Variables demográficas. 
 Sexo 
 Edad 
 Escolaridad 
 Ocupación 
 Estado civil 
 Origen 
Variable de clasificación. 
 Etapa del desarrollo 
Definición conceptual. Grupo de edad con características 
diferenciales, con necesidades y problemática distintas a los otros 
grupos definibles (Domínguez, 2008). 
Definición operacional. Clasificación del sujeto No Localizado según 
edad ≤14=Niño, 15≤18=Adolescente, 19≤25=Joven, 26≤65=Adulto y 
≥66=Adulto mayor. Aplicable sólo para No Localizado. 
Variables dependientes 
Días transcurridos para reportar 
Días de ausencia 
Variables independientes 
 Motivo de la ausencia 
Definición conceptual. Evento fortuito que, en combinación con la 
historia de aprendizaje del sujeto, desencadena la conducta de 
escape (Caballo, 2002). 
37 
 
Definición operacional. Decisión de categoría basada en la entrevista 
al denunciante con las opciones: Problemas paternofiliales, 
Problemas conyugales, Problemas con tutores, Problemas familiares, 
Relación de Pareja, Internamiento, Reclusión y Casos no 
especificados. Problemas paternofiliales aplicaba cuando el 
Presentado aludía su usencia a incomprensión, maltrato o problemas 
en general con sus padres. Problemas conyugales aplicaba en litigios 
por la custodia de los hijos, violencia intrafamiliar o término de la 
relación de pareja, siempre relacionados con la ausencia. Problemas 
con tutores se utilizó para casos de menores que no quisieron seguir 
viviendo con el tutor que los tenía a cargo. Relación de pareja se 
refiere a casos en que las personas salieron de su domicilio para 
iniciar una vida en pareja, sin avisar a los familiares con quienes 
vivían. Internamiento aplicaba a casos de personas internas de 
centros de asistencia (albergues, centros de rehabilitación) que 
decidieron escapar de los mismos. Reclusión aplicaba cuando la 
ausencia se debía a que la persona reportada se encontraba presa 
por algún delito o falta administrativa. Problemas familiares aplicó a 
casos en que la Persona No Localizada salía de su casa debido a la 
incomprensión, maltrato o problemas en general con familiares 
diferentes a los padres que vivían en el mismo domicilio. Casos no 
especificados aplicó cuando el Presentado no atribuía su escape a 
una razón específica (limitándose generalmente a sólo declarar en 
dónde estuvo y con quien), cuando no quería declarar en relación a 
los hechos más allá de encontrarse bien, trabajadores eventuales 
que hayan conseguido empleo fuera de la ciudad sin oportunidad de 
comunicarse, personas que hayan salido de fiesta y, en general, 
cuando no se reportaba un problema central. 
Violencia 
Definición conceptual. Aróstegui (1994), define la violencia como una 
ruptura en el orden social, caracterizada por ser un medio para que el 
38 
 
individuo o un grupo obtengan una ventaja de otro, basados en el 
poder y el sometimiento. 
Definición operacional. Sumatoria de los cuatro tipos de violencia 
distinguidos: Física (golpes, empujones, confinamiento, ataques con 
armas), Psicológica (descalificaciones, humillaciones constantes), 
Sexual (violación, abuso sexual, estupro, corrupción) y Económica 
(deprivación económica, negativa para trabajar o recibir un salario, 
imposición de la propiedad de los bienes); donde laexistencia tanto 
en la declaración del Denunciante como en la del Presentado puntúa 
1, y la no existencia 0. 
 
Instrumento utilizado 
Se utilizó el Formato de Reporte de Persona No Localizada de DNOL para 
la recolección de datos, mismo que aparece en el formato de Anexos. Dicho 
instrumento permitía no sólo la requisición de los datos sino también la declaración 
del Denunciante acerca de cómo habían ocurrido los hechos y, en general, 
cualquier información que se considerase relacionada con la ausencia. 
 
Procedimiento 
Dada la entrevista semiestructurada específica para el reporte de No 
Localización, se procedía a rellenar los campos con lo manifestado por el 
Denunciante. Esta entrevista era realizada por un abogado, quien informaba a la 
superioridad del asunto para ordenar las diligencias correspondientes a la 
localización de la persona. 
 
Posteriormente el Reporte quedaba a resguardo del Área de Trabajo Social 
de DNOL, para realizar el registro en el libro de Gobierno y en la base de datos 
específica para este estudio. 
 
39 
 
Los Reportes fueron anotados conforme se iniciaban, actualizando la lista 
con cada incidencia, localización y conclusión, hasta el día 09 de noviembre de 
2012. A partir de entonces se comenzó con el análisis de los datos. 
 
04. RESULTADOS 
La muestra final consistió en 427 sujetos en 385 Reportes de Persona No 
Localizada. Del total de personas, 348 ya han sido Localizadas y Presentadas 
ante DNOL (81.5%), 19 han sido Localizadas pero no han sido Presentadas (4.4 
%) y 60 personas continúan como No Localizadas (14.1%). 
 
Se reportaron 341 ausencias Voluntarias (79.9%), 58 ausencias 
Involuntarias (13.6%) y 12 Extravíos (2.8%). En los reportes restantes no se 
especificó el tipo de ausencia. 
 
Los resultados posteriores se refieren a las incidencias de Ausencias 
Voluntarias solamente. 
 
Persona No Localizada 
Se reportaron 37 Niños (18 mujeres, 19 varones), 185 Adolescentes (136 
mujeres, 49 hombres), 43 Jóvenes (23 mujeres, 20 varones), 65 Adultos (20 
mujeres, 45 hombres) y 11 Adultos Mayores (1 mujer, 10 varones). Del total de la 
muestra, 196 (58.3%) fueron mujeres, mientras que 140 (41.7%) fueron varones. 
La edad para la muestra general obtuvo ẍ=21.84 años, s=15.2. Generalmente eran 
originarios de Oaxaca de Juárez (169 casos, 50.9%), con escolaridad Secundaria 
(112 casos, 41.6%), de ocupación Estudiantes (142 casos, 48%) y de estado civil 
Solteros (260 casos, 78.5%). 
 
Las modas por grupo de edad para las variables anteriores (media de edad 
y modas) se ilustran en la tabla 3.1. 
 
 
 
 
 
41 
 
Tabla 3.1 
Estadígrafos por grupo de edad, medias y modas 
Variable Niños 
Adolescente
s 
Jóvenes Adultos 
Adultos 
Mayores 
Edad 
(media, ẍ; 
Desv. 
Típica, s) 
7.37; 4.3 15.34; 1.83 21.97; 2.17 
39.58; 
11.34 
77.36; 6.98 
Originarios 
de 
Oaxaca de 
Juárez 
(81.1%) 
Oaxaca de 
Juárez 
(61.5%) 
Otra región 
del Estado 
de Oaxaca 
(39.5%) 
Otra 
región del 
Estado de 
Oaxaca 
(48.4%) 
Otra región 
del Estado 
de Oaxaca 
(45.5%) 
Escolarida
d 
Primaria 
(53.3%) 
Secundaria 
(52.5%) 
Secundaria 
(32.4%) 
Primaria 
(45.2%) 
Primaria 
(100%) 
Ocupación 
Estudiante
s 54.5%) 
Estudiantes 
(65.7%) 
Sin 
ocupación 
remunerad
a (31.6%) 
Trabajador 
eventual 
(37.5%) 
Sin 
ocupación 
remunerad
a (75%) 
Estado 
Civil 
Solteros 
(100%) 
Solteros 
(97.8%) 
Solteros 
(72.1%) 
Casados 
(36.5%) 
Casados 
(44.4%) 
Al 
momento 
de la 
ausencia, 
NL vivía 
con 
Ambos 
padres 
(40.5%) 
Ambos 
padres 
(44.4%) 
Ambos 
padres 
(34.9%) 
Cónyuge o 
pareja 
sentimenta
l (57.4%) 
Cónyuge o 
pareja 
sentimental 
(27.3%) 
 
 
 
42 
 
La Fig. 3.1 muestra la frecuencia de los tipos de enfermedad reportados 
para la muestra general. 
 
 
Sólo en 17.6% de los casos se reportó la presencia de alguna adicción. Los 
Adultos presentaron mayor incidencia en adicciones (27 casos, 45.55%), seguidos 
de los Adolescentes (22 casos, 37.93%). 
 
Generalmente la Persona No Localizada (PNL) vivía con ambos padres 
(111 casos, 33.6%), seguido de vivir con un solo padre (83 casos, 25.2%) y 
cónyuge (53 casos, 16.1%). 
 
Denunciante 
En la mayoría de los casos la ausencia fue reportada por la Madre (141 
casos, 41.3%), seguida del Padre (76 casos, 23%). Los denunciantes mostraron 
una edad de ẍ=41.68 años, s=11.55, originarios en su mayoría de Otra región el 
Estado (114 casos, 34.4%), con escolaridad Primaria (118 casos, 36 %), Sin 
ocupación remunerada (amas de casa, desempleados; 91 casos, 27.7%) y 
Casados (153 casos, 46.2%) 
7, 17% 
18, 44% 
12, 29% 
1, 3% 
3, 7% 
Fig. 3.1 
Frecuencia de enfermedades 
Enfermedades agudas 
Enfermedades crónicas 
Enfermedades mentales 
Enfermedades de 
transmisión sexual 
Discapacidad física 
43 
 
La tabla 3.2 muestra los estadígrafos (media de edad y modas) separando 
por grupo de edad. 
Tabla 3.2. 
 Estadígrafos por grupo de edad para Denunciantes 
Variable Niños 
Adolescent
es 
Jóvene
s 
Adultos Adultos Mayores 
Edad 
(media, ẍ; 
Desv. 
Típica, s) 
36.27; 
11.28 
42.07; 10.74 
43.55; 
10.8 
41.14; 
12.58 
49.27; 16.0 
Originario
s de 
Oaxaca 
de 
Juárez 
(32.4%) 
Oaxaca de 
Juárez 
(29.9%) 
Otra 
región 
del 
Estado 
de 
Oaxaca 
(51.2%) 
Otra 
región del 
Estado de 
Oaxaca 
(41.3%) 
Otro municipio de 
Valles Centrales 
(45.5%) 
Escolarid
ad 
Secundar
ia 
(43.2%) 
Primaria 
(37.5%) 
Primaria 
(30.2%) 
Primaria 
(39.3%) 
Primaria (45.5%) 
Ocupació
n 
Emplead
o 
eventual 
(37.8%) 
Sin 
ocupación 
remunerada 
(29%) 
Emplea
do 
particula
r 
(25.6%) 
Sin 
ocupación 
remunera
da 
(42.6%) 
Sin ocupación 
remunerada/Emple
ado particular 
(27.3%) 
Estado 
Civil 
Casados 
(48.6%) 
Casados 
(46.3%) 
Casado
s 
(39.5%) 
Casados 
(47.6%) 
Casados (54.5%) 
 
 
 
44 
 
Sospechoso 
En 144 casos (42.2%) se especificó un Sospechoso, mismo que, para la 
muestra general, en su mayoría se trataba del Novio, pareja o su presunción (78 
casos, 54.2%), y eran del sexo masculino (104 casos, 72.2%, en comparación con 
40 mujeres reportadas como sospechosas, que representan el 27.8%). El 
sospechoso obtuvo como edad ẍ=27.29, s=11.06. Se reportan diferencias 
significativas entre la edad de la PNL y la edad del Sospechoso (Z=-8.18; p≤.000) 
Las variables del sospechoso (media de edad y modas) se ilustran en la tabla 3.3. 
 
Tabla 3.3 
Estadígrafos para el Sospechoso, cuando se presume 
Variable Niños Adolescentes Jóvenes Adultos 
Adultos 
Mayores 
Edad 
(media, ẍ; 
Desv. 
Típica, s) 
31.76; 
10.43 
23.34; 8.7 30.92; 9.32 37.88; 12.65 
51 (caso 
único) 
Sexo 
Varón 
(70%) 
Varón (74.4%) 
Varón 
(64.3%) 
Varón 
(68.4%) 
Varón 
Parentesco 
con PNL 
Familiar 
distinto 
de los 
padres 
(20%) 
Pareja 
sentimental o 
su presunción 
(58.4%) 
Pareja 
sentimental 
o su 
presunción 
(71.4%) 
Pareja 
sentimental 
o su 
presunción 
(65%) 
Familiar 
distinto 
de los 
padres 
 
Mecánica de escape 
Para la muestra general, la Persona No Localizada fue vista por última vez 
en su propio domicilio (197 casos, 59.9%), el segundo valor más frecuente fue ser 
visto en la colonia en que viven (43 casos, 13.1%). 
 
45 
 
En general, el Denunciante espera ẍ=38.86, s=283.63 días para iniciar el 
Reporte. Transcurren ẍ=13.84, s=36.20 días desde el inicio del Reporte hasta la 
Localización, ẍ=21.96, s=41.37 días desde el inicio de la Ausencia hasta la 
Localización y ẍ=27.56, 48.21 días desde el inicio de la Ausencia hasta la 
Conclusión del Reporte. 
 
Las ausencias están repartidas relativamente de manera uniforme durante 
todos los días de la semana, con un ligero aumento los días miércoles (17.7%). De 
igual manera la tasa de reportes aumenta los días lunes (17%), la tasa de 
localizaciones se comparte entre los días martes y viernes (17.1% en ambos 
casos), mientras

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