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Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Estudios Superiores Iztacala Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia TRABAJO DERIVADO DEL SEMINARIO DE TITULACIÓN EN PROCESOS EN PSICOLOGÍA CLÍNICA “PERFIL DE PERSONAS NO LOCALIZADAS” Director Lic. Omar Moreno Almazán Dictaminadores: Mtro. Ricardo Medina Sánchez Lic. Enrique Berra Ruíz Los Reyes Iztacala, Edo. De México, 2012 “Tesis” QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADO EN PSICOLOGÍA P R E S E N T A OSVALDO ARTURO MIJANGOS RICÁRDEZ UNAM IZTACALA UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 1 ÍNDICE 01: INTRODUCCIÓN .............................................................................................. 3 02: MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL ................................................................. 5 CAP. I: CONCEPCIONES ACERCA DE PERSONAS NO LOCALIZADAS ..................... 5 Labor de la Psicología en materia de Personas No Localizadas ..................................... 7 No localización por conducta de escape ............................................................................ 10 Afectaciones relacionadas con la no localización ............................................................. 13 CAP. II: CONDUCTA DE ESCAPE ........................................................................................ 15 Definición de conducta de escape ....................................................................................... 15 Estrés ....................................................................................................................................... 17 Resolución de Problemas ..................................................................................................... 19 Intervención ............................................................................................................................. 21 Crisis del ciclo vital ................................................................................................................. 22 El escape de casa .................................................................................................................. 27 Marco legal en materia de personas no localizadas ......................................................... 28 Principales ilícitos a los que están expuestas las personas que se fugan del hogar .. 31 03. MÉTODO ......................................................................................................... 33 OBJETIVOS ................................................................................................................................ 33 Objetivo General: .................................................................................................................... 33 Objetivos específicos: ............................................................................................................ 33 MUESTREO ................................................................................................................................ 33 VARIABLES ................................................................................................................................ 36 Variables demográficas. ........................................................................................................ 36 Variable de clasificación. ....................................................................................................... 36 Variables dependientes ......................................................................................................... 36 Variables independientes ...................................................................................................... 36 Instrumento utilizado .............................................................................................................. 38 Procedimiento ......................................................................................................................... 38 04. RESULTADOS ................................................................................................ 40 2 Persona No Localizada.......................................................................................................... 40 Denunciante ............................................................................................................................ 42 Sospechoso ............................................................................................................................. 44 Mecánica de escape .............................................................................................................. 44 05. CONCLUSIONES ........................................................................................... 51 06. REFERENCIAS ............................................................................................... 56 01: INTRODUCCIÓN Pueden ser muchas las circunstancias que lleven a una persona a abandonar su hogar, sin embargo, en todo escape está implícito el riesgo, incluso si hubo una planeación previa. El factor que desencadena la fuga parecer ser distinto de las causas reales según la evidencia empírica durante el trabajo con personas reportadas como No Localizadas. Aunque existe una situación (de violencia, abandono, incomunicación) que genera una especie de campo fértil para distintas conductas desadaptativas, generalmente el sujeto espera una “señal” o evento que cambie el curso de su vida. La aparición de una pareja, una última discusión, el enésimo golpe o cualquier cosa que dispare el mecanismo de escape. La conducta de escape inicia como una respuesta evolutiva ante riesgos de muerte. El estrés, la ansiedad ante situaciones en que se requieren habilidades con las que no se cree contar, la depresión, son las base de comportamientos riesgosos llevados a cabo, paradójicamente, para evitar lo que se considera un riesgo mayor (enfrentar a los padres para comunicarles un embarazo, la separación de la pareja actual, la soledad percibida por el adolescente incomprendido por sus padres). Una vez que la fuga comienza se está en una situación de vulnerabilidad. No se tiene un lugar permanente para residir, posiblemente ni dinero ni familiares o amigos a los cuales recurrir, a riesgo de que el individuo sea localizado más fácilmente. Decisión tras decisión la persona No Localizada se arriesga cada vez más hasta llegar cierto punto de inflexión en que algo pasa. Ya sea que la persona siente que no puede más que emprender el camino de regreso (a veces penoso y resignado), que inicie una nueva fuga o que haya sido víctima de algún delito 4 (trata de personas al intentar conseguir un trabajo que deje beneficios a muy corto plazo, robo de lo poco o mucho que haya logrado llevar consigo, homicidio, entre muchos otros). La conducta de escape no tiene por qué implicar un juicio de valor negativo, no es una conducta indeseable ni tampoco la única solución al problema que le da origen. No obstante, sí es el inicio de una desprotección elegida, de la vulnerabilidad y la falta de apoyo que alguien más puede utilizarpara sacar ventaja. Por otro lado, la no localización de una persona genera angustia en los familiares. El desconocimiento del paradero o situación de una persona es una situación estresante y que se extiende por un tiempo indefinido. Es quizá esta misma indefinición lo que le hace tan insoportable. Según la literatura, son comunes los sentimientos de culpa, la negociación y las promesas de cambio hechas con tal de tener información. En última instancia, la fuga del hogar resulta de un problema de incomunicación, de no aceptación del otro como persona, lo que implica habilidades sociales y la consciencia y disposición para resolver problemas. Por último, en el caso de no localizaciones reportadas ante una autoridad (y son las Procuradurías de Justicia las que generalmente se encargan del tema), está el inconveniente de la veracidad de lo declarado. Esposos violentos que dicen no saber por qué su esposa abandonó el hogar, adolescentes que se fugan de un albergue escapando de abusos y maltratos y son renuentes a denunciar, son ejemplos de ciertas omisiones o inexactitudes que pueden ser relatadas ante una autoridad como justificación del reporte de una persona no localizada. Desde este vistazo inicial, la no localización es un fenómeno complejo tanto en su origen como en su seguimiento legal y psicológico, así como un ámbito que no ha tenido una atención acorde a sus implicaciones. 02: MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL CAP. I: CONCEPCIONES ACERCA DE PERSONAS NO LOCALIZADAS El concepto de Persona No Localizada (PNL) ha sido de interés de las instituciones de administración de justicia en tanto representa una situación de vulnerabilidad e incertidumbre para la propia persona y sus familiares o personas responsables. Dicho concepto, relativamente nuevo, se refiere a toda persona de la cual se desconozca el paradero por parte de sus familiares, responsables o toda persona con la que tenga un vínculo de naturaleza similar (GEO, 2011), y deviene de las concepciones de Personas Ausentes y Personas Desaparecidas. La Persona Ausente es un término jurídico que aplica a todo sujeto cuyo paradero se ignora, de quien no se han tenido noticias y ha desaparecido de sus lugares habituales, sin dejar razón de su actitud. En el ámbito legal, las Personas Ausentes tienen relevancia no en la razón de su ausencia sino en las consecuencias legales que ésta genera en sus bienes y en sus apoderados o herederos. En este sentido, la actuación judicial correspondiente ante la ausencia es nombrar un depositario de los bienes, un tutor para los hijos del ausente y emprender una búsqueda escueta mediante consulados en el extranjero, siempre que se tenga noticias de sus desplazamientos y no por investigación institucional. La Persona Desaparecida toma un carácter social y político más trascendente, en tanto aplica a individuos de quien la familia no tiene noticias, o toda aquella persona cuyo paradero se desconoce por motivo de un conflicto armado o violencia interna (disturbios interiores y situaciones en las que se requiera la actuación de una institución neutral; ICRC, 2003). Este tema ha tenido 6 mayor atención debido a sus alcances sociales. Al estar vinculado directamente a delitos de lesa humanidad, el concepto de Persona Desaparecida ha generado protocolos, convenios de colaboración, políticas públicas y manuales de atención a víctimas, entre otras acciones encaminadas a evitar y atender la desaparición de personas. El esfuerzo del ICRC (2009) por una concientización política acerca de las Personas Desaparecidas está encaminado al exhorto de grupos parlamentarios y/o gobernantes acerca de la sensibilidad y eficiencia necesarias para atención de este tipo de casos, misma que incluye servicios jurídicos, administrativos, sociales, económicos y psicológicos. En el ámbito nacional, los esfuerzos en el tema se han centrado en la tipificación del delito de Desaparición Forzada (cuando hay un ocultamiento deliberado del individuo por parte de agentes del Estado); en la conformación de un Registro Nacional de Niños, Adolescentes y Adultos Desaparecidos, que facilita la comunicación entre los tres órdenes de gobierno y las Entidades Federativas, así como el seguimiento de los casos denunciados; y la creación de instancias especializadas no sólo en la búsqueda y localización sino también en la atención integral de la ausencia (asesoría legal e intervención psicológica), asistiendo incluso a los familiares de la persona desaparecida. Cabe resaltar que la atención psicológica consiste en valoraciones para determinar la sintomatología asociada a víctimas del delito, la aptitud para rendir una declaración ministerial y psicoterapia para prevenir la reincidencia o llevar la espera de la localización. Las conceptualizaciones más recientes, y las políticas públicas derivadas de ellas, incluyen no sólo la ausencia causada por eventos delictivos sino también la ausencia voluntaria, originada en una conducta de escape. Esta transición, como menciona Antillón (2008), responde a inquietudes sociales como la estigmatización de la persona catalogada como desaparecida, la necesidad de una atención integral ante un fenómeno tan complejo y la limitación conceptual de 7 la persona desaparecida como aquella que no está en ningún lugar. Esta renovación del concepto busca abarcar el fenómeno de la no localización en toda su amplitud, así como brindar un trato más humano a las víctimas o personas involucradas. Labor de la Psicología en materia de Personas No Localizadas El trabajo psicológico con PNL se ha encaminado en su mayoría a la atención una vez que una acción delictiva ha sido ejercida sobre el individuo, por lo que existen guías de intervención en casos de desaparición forzada, secuestro, tortura, terrorismo, entre otras situaciones causales de la ausencia. Por el contrario, no parecen haber trabajos acerca de la prevención de extravíos, desapariciones o no localizaciones desde la psicología. En este sentido, es la psicología clínica la que se ha encargado de tratar los síntomas derivados de ausencias relacionadas con delitos, así como las relacionadas con la conducta de escape. La no localización representa un punto de inflexión, una ruptura del orden cotidiano entre la vida anterior y posterior a ella. Como tal, la no localización / desaparición / ausencia ha sido vista como un evento trágico y traumático, por lo que su atención psicológica se refiere a intervención sobre trastornos de ansiedad o trastornos depresivos como secuelas de lo que ocurrió durante la ausencia. Desde enfoques más amplios, se interviene también con los familiares o personas allegadas que han sufrido afectaciones psicológicas a partir de la no localización. Antillón (2008), relaciona la Desaparición Forzada con el Trastorno de Estrés Postraumático, con el Duelo Alterado (entendido como el proceso de duelo que se ve obstaculizado en su conclusión por la ausencia de la persona dolida), alteraciones en el principio de realidad y creencias básicas (conjunto de pensamientos principales que las personas tienen sobre sí mismas, el mundo y los otros), cambios en la percepción de riesgo hacia una concepción más amenazante del entorno, estigmatización del desaparecido, cambios en las formas de 8 afrontamiento de las crisis, estrés y sentimientos de culpa. La ausencia enfrasca a los familiares en ciclos de esperanza y frustración, el duelo se cronifica y se pierde la confianza en las instituciones toda vez que sigan sin existir datos sobre el paradero de la PNL. La autora analiza la reparación del daño que los familiares de la persona desaparecida esperan en el proceso de búsqueda. Sin embargo, la reparación del daño es un concepto jurídico aplicable a eventos punibles que, aunque también se encuentran presentesen el caso estudiado, no alcanzan a resarcir por completo aquello que la familia perdió junto con su familiar, como ellos mismos explican en entrevistas durante el proceso legal. El CICR (2009) propone una perspectiva psicosocial que sugiere el acompañamiento en todos los procesos derivados de la Desaparición Forzada como la interposición de la denuncia, el proceso de búsqueda, la exhumación o el acceso a la verdad. La trivialización y relativización de los hechos, sentimientos de desprotección y vulnerabilidad, así como el archivo de los expedientes por carencia de recursos o nula disposición a la investigación, hacen necesarios procesos de empoderamiento de los Denunciantes. El texto propone la reivindicación del derecho de las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación integral (no sólo la reparación del daño), la memoria y la garantía de no repetición. Cabe resaltar que, como se explica más adelante, la víctima no sólo es la persona desaparecida sino también los familiares afectados por la ausencia. Agudelo (2000), desde el enfoque cognitivo, explica que el miedo generalizado ante la amenaza del secuestro se conjunta con una mayor o menor vulnerabilidad determinada por variables como el sexo, la edad, la personalidad o la historia particular. La autora propone una intervención del estrés y ansiedad originadas por el percibirse como probable víctima del delito de secuestro aclarando que su estudio se refiere a la realidad colombiana, donde, a decir del mismo, dicho delito está tomando dimensiones alarmantes. 9 El aislamiento, el éxodo a otros países, el cambio del estilo y calidad de vida son medidas adoptadas por quienes se creen en peligro de ser secuestrados, que generan hipervigilancia fisiológica e ideas de incontrolabilidad e impredecibilidad. Aristazábal (2000), fragmenta el proceso del secuestro en cinco fases: Captura, Cautiverio, Liberación, Reencuentro familiar y Superación del trauma. Durante las dos primeras fases recomienda acompañamiento psicológico para la familia, misma que generalmente no denunciará o buscará ayuda hasta que aparezcan otras dificultades como la depresión. El autor habla desde un enfoque sistémico, por lo que señala que la familia se adaptará a la circunstancia de la ausencia cumpliendo roles y tareas que fueron interrumpidas abruptamente por ella. Por tanto, la intervención debe ser familiar y basada en las necesidades de cada miembro, por parte de un equipo multidisciplinario. En materia psicológica, se busca desarrollar tolerancia a la frustración y recursos sociales para la comunicación de la noticia a todos los miembros de la familia, sobre todo los más pequeños. El acompañamiento psicoterapéutico durante las fases restantes abarcará la comprensión y mediación entre los miembros de la familia, el esclarecimiento de asuntos pendientes que hayan aflorado a raíz de la ausencia, favorecer la toma de decisiones conscientes, evitar el carácter catastrófico de la percepción sobre el secuestro y mantener la memoria histórica de los días de ausencia (respetando su espacio y pertenencias). En cuanto a los casos de Secuestro, también vinculados con no localizaciones, se debe atender tanto el trauma inicial (la ruptura del estilo y calidad de vida) y los efectos a largo plazo (estrés postraumático; OMS 2012). El trabajo psicológico en la persona secuestrada se basa en la restitución (que no retorno al estado previo) del sujeto, a través de su proceso de negación, adaptación y superación del trauma. Es importante realizar una reinterpretación de 10 los hechos, sentimientos y pensamientos, de tal forma que puedan ser aceptables para el sobreviviente, además del tratamiento en los síntomas del TEPT y las reacciones de abandono, depresión, ideación suicida o autocosificación. Estos lineamientos coinciden con el documento de la OMS (2012) y con Zapardiel y Balanzat (2009). En el primer trabajo se propone una ayuda de primera mano o Primeros Auxilios Psicológicos, sin carácter especializado y dirigido a personas que puedan ayudar en circunstancias críticas graves, durante los momentos inmediatos a su aparición, basándose en técnicas simples como la escucha activa, evaluación de las necesidades y preocupaciones y proporcionar sensación de seguridad. El segundo explica con mayor detalle las acciones emprendidas ante la catástrofe del 11-M y la importancia de su aplicación tanto de manera inmediata como bajo la forma de un servicio permanente de atención, actuando sobre los síntomas de ansiedad y depresión (TEPT, crisis disociativas, ansiedad generalizada). En los documentos revisados, la ausencia es o está vinculada con eventos traumáticos que irrumpen en la vida de las personas, afectando no sólo a quien los padece directamente sino también a su entorno social. No localización por conducta de escape La intervención psicológica en casos de no localización por conducta de escape puede ser tanto preventiva como correctiva, dado que el tratamiento generalmente comienza por un problema distinto pero relacionado a la fuga. La conducta mencionada se ha relacionado con abuso sexual, violencia, enfermedades psiquiátricas o discapacidad, entre otros problemas. Rodríguez, Sales y Navarro (2004), hablando acerca de menores con discapacidad, proponen la intervención en redes sociales como una alternativa a las situaciones de bloqueo y crisis, en las que se puede presentar la conducta de escape. Comienzan con una evaluación previa de la situación, analizando el problema en función del paciente, la familia y los sistemas implicados (es, por 11 tanto, una intervención sistémica) y se desarrolla facilitando la comunicación entre la familia y las redes sociales, reduciendo las conductas disruptivas (entre ellas la conducta de escape) y optimizando los recursos asistenciales de que se disponga. Los autores proponen que, cuando surge un problema, las redes sociales se movilicen en una red de tratamiento, creada por la demanda y orientada a su solución de manera integral. De esta forma, la red entera participa en la intervención definiendo metas, proponiendo nuevos métodos de solución de problemas, adscribiendo nuevos roles y llevando a cabo un seguimiento. Feely y Jones (2007) también abordan la discapacidad relacionada con conducta de escape. Presentan casos específicos de niños con Síndrome de Down con conductas problemáticas asociadas a la desobediencia, retraimiento social, ansiedad, depresión, inatención, entre otros. Las autoras mencionan que eventos distantes en el tiempo o que parecen no tener relación con la conducta problemática pueden de hecho estar relacionados con ella (operaciones motivadoras), por lo que su intervención se basa en establecer la relación entre acontecimientos condicionantes y el comportamiento problema. González, Diez y Roca (2010), establecen que el problema tratado en red no se encuentra en los individuos sino en la interrelación de los sistemas (familia- comunidad, familia-servicios de asistencia), por lo que el trabajo en redes puede ser un tema de importancia social y no sólo psicoterapéutica o institucional. Pérez y Redondo (2002), desde una perspectiva cognitivo-conductual, mencionan que la conducta de escape aparece ante la ansiedad generada por situaciones generalmente de carácter social. El sujeto se percibe a sí mismo como incapaz de afrontar la situación, manifestando cogniciones desajustadas y conductas motoras como el escape que, aunque a corto plazo disminuyen la ansiedad, a la larga cronifican el problema. Los autores proponen dos objetivos principales en la intervención: reducir los niveles de ansiedad del paciente y 12 aumentar la autoestima, mediante objetivos instrumentales que lleven poco a poco a la reducción de los síntomas ansiosos y a la sensación de control de la situación.Rodríguez y Rodríguez (2009), desde la psicología del deporte, analizan el trastorno de evitación experencial, también desde un enfoque cognitivo- conductual. Este trastorno ocurre cuando una persona está indispuesta a conectarse con sus experiencias privadas (pensamientos, recuerdos, sensaciones corporales), por lo que realiza conductas que buscan alterar su forma o frecuencia. Aunque en principio parecer ser efectivo, posteriormente este comportamiento se cronifica, produciendo limitaciones. La intervención que proponen se basa en el cambio de los sistemas de pensamiento y su manipulación, aceptando y transformando las cogniciones y eventos mentales aversivos. Páez, Fernández y Beristain (2001) mencionan la conducta de escape desde una óptica colectiva. Hablando acerca del impacto cultural de una catástrofe (entendida como un suceso negativo, imprevisto y brutal que provoca destrucciones materiales y pérdidas humanas importantes), los autores señalan que la huida colectiva se ejecuta en una atmósfera de miedo, conllevando la fragmentación de las comunidades y la ruptura de la unidad familiar. Esto es el llamado desplazamiento forzoso. Incluso culturalmente hablando, el autor refiere que la huida pone a la comunidad en una situación vulnerable. Como se mencionó anteriormente, la ausencia separa dos momentos subjetivamente diferentes. Para el caso de no localizaciones derivadas de una conducta de escape, se distingue entre una fase de acumulamiento de tensión y afrontamiento deficiente de problemas y otra fase en la que el sujeto espera abandonar los estímulos que le son aversivos, mediante la fuga. Aunque en principio el escape aleje al sujeto del estímulo negativo, esto sólo refuerza los elementos que le dieron origen en primer lugar. 13 Afectaciones relacionadas con la no localización Se han mencionado dos tipos de trastornos psicológicos relacionados con la no localización: trastornos de ansiedad y trastornos depresivos. A decir de Virgen, Lara, Morales y Villaseñor (2005), las personas de entre 15 y 45 años de edad en México tienen mayor prevalencia de trastornos de ansiedad, con una proporción mayor para las mujeres que para los hombres. Además, es común que dichas afectaciones coincidan con trastornos depresivos. Aunque se podría pensar que esta misma población está en riesgo de convertirse en no localizada, parece no haber estudios específicos que afirmen o desmientan esto. En cualquier caso, la presencia de dichos trastornos puede ser un factor involucrado en la ausencia, ya sea porque existe un estímulo aversivo o porque ya se ha generado un trauma producto de una tragedia. Además, la vergüenza, las alteraciones en la percepción, interferencias en el aprendizaje, concentración y memoria, entre otros síntomas, disminuyen la calidad de vida, ya sea que ocurran antes o después de la no localización, en la persona no localizada o en sus familiares. Desde el enfoque sistémico, la no localización, o más bien los hechos que le rodean, generan un desajuste en todo el sistema familiar, comunitario y social. Por citar un ejemplo, el fenómeno migratorio, según Contreras (2007), afecta en su mayoría a hombres, y el motivo más frecuente es económico con una amplia diferencia (400 incidencias en el caso de hombres y 117 en el caso de mujeres). Si un varón emigra hacia Estados Unidos de manera ilegal y deviene no localizado (porque deja de comunicarse, porque la familia no tiene los medios para buscarle), no sólo su destino es incierto sino también el de su familia, que deja de percibir un ingreso, además de los procesos emocionales que acompañan a la ausencia. Aunque los delitos tienen un carácter más disruptivo en la vida de las personas que un déficit en habilidades sociales que genere la conducta de escape, ambas 14 formas de no localización son importantes, aunque de distinta forma. La primera tiene cierto valor social y jurídico que debe atenderse en defensa de la seguridad de la población. La segunda puede considerarse un problema de salud psicológica pública, por la alta incidencia de trastornos asociados. CAP. II: CONDUCTA DE ESCAPE Definición de conducta de escape La conducta de escape ha sido definida como una respuesta de tipo evitativo a estímulos aversivos, que sucede ante la carencia de aprendizaje para la modulación de los propios estados de ánimo (Caballo, 2002). Dicho escape sucede en un estallido generalmente violento cuando el sujeto se siente arrinconado, criticado o rechazado, reforzando negativamente el estímulo que le da origen (Pérez y Redondo, 2002). Hernández, Beniet, Andar, Bermúdez y Gil (2010), agregan que con el escape se busca reducir el sufrimiento y la ansiedad generados por el estímulo. En este sentido, Pérez-Acosta y Pérez (1998), recuerdan que el reforzamiento depende del carácter de las contingencias (distinguen entre hedónicamente positivas y hedónicamente negativas), siendo que una contingencia aversiva (hedónicamente negativa) genera la conducta de escape, y en algunos casos (ante situaciones potencialmente peligrosas o percibidas como tales) éste resulta benéfico para el organismo. En la situación de escape en laboratorio, si una respuesta se da en presencia de un estímulo, se produce el retiro total o parcial de dicho estímulo, aumentando la probabilidad de que dicha conducta sea repetida en el futuro; en situaciones reales el escape o la idea de escape se refuerzan con cada repetición de una situación angustiante (Fernández, 1989). El escape es una respuesta evolutiva que permite sobrevivir y está conectada a una estructura cerebral concreta, la amígdala, que interviene en las respuestas que implican miedo y ansiedad (Kalat, 1995). Cannon (1932), señaló que los organismos se adaptan al entorno a través del mantenimiento del equilibrio interno, por lo que la reacción natural ante un peligro externo es prepararse para llevar a cabo una respuesta de lucha o huida. Ello define a grandes rasgos el carácter de los estímulos que generan el deseo y la conducta de escape. 16 Caballo (2002) ubica la conducta de escape como parte del trastorno de control de impulsos, siendo que aparece ante eventos detonantes fortuitos en combinación con lo que él llama acontecimientos de cultivo, es decir, la historia de aprendizaje que ha reforzado el escape como vía para evitar estímulos que resultan aversivos. De igual forma, Hernández, Beniet, Andar, Bermúdez y Gil (2010), establecen la conducta de escape como una variable a tener en cuenta en la aplicación de técnicas de control de ansiedad, como la desensibilización sistemática, dado que se debe evitar la conclusión de la exposición de manera prematura para ir cambiando el comportamiento de escape por respuestas más adaptativas. En ambos casos existe un aprendizaje previo que no permite otro curso de acción más que el escape. Ballesteros (2010) indexa el escape como un problema del comportamiento asociado a trastornos como el negativista desafiante, trastorno bipolar, esquizofrenia, retraso mental, fobias, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno disocial, trastorno de personalidad antisocial (lo que hace que la conducta de escape sea considerada un comportamiento predelictivo; ya Romo, Anguiano, Pulido y Camacho, 2008, definieron la conducta antisocial como actividades negativas que promueven relaciones desconsideradas y antagónicas entre las personas, dicho concepto guarda similitud con la definición de delito aportada por Jiménez de Asúa, 1950) o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Gallardo y Trianes (1999) señalan que la conducta de escape (al igual que robar, en el caso de su estudio) se clasifica dentro de los trastornos disociales, recordando además que la deprivaciónafectiva (con predominancia por parte de la figura materna, para su muestra) también tiene un papel predominante en su aparición. El estudio mencionado encuentra que hogares uniparentales, bajo rendimiento escolar y violencia son factores de riesgo para la ocurrencia del escape. 17 Remesal, Villa y Torrico (2010) establecen una relación entre la conducta de escape y trastornos de ansiedad (trastorno de angustia con agorafobia, en este caso), señalando que dicho comportamiento aparecía cuando un estímulo (por ejemplo, sentir que una crisis de angustia era inevitable) se volvía insostenible. En este sentido, la conducta de escape se relaciona con la capacidad del individuo para resolver problemas y la angustia (estrés) que causa percibirse a sí mismo como no apto para afrontar una situación. Estrés Pereira (2009), define el estrés como una relación dinámica entre los recursos y percepciones del sujeto y las demandas del ambiente, e implica cualquier factor interno (características de la personalidad o forma de enfrentar los problemas) o externo (cambios familiares, en el trabajo, en la escuela, diversas situaciones sociales) que induce a un aumento en el esfuerzo para mantener el equilibrio (valga la similitud con lo expuesto por Cannon, 1932), es decir, el estrés es causado por toda situación que la persona perciba como demanda, amenaza o que exija un cambio acelerado. Por tanto, el estrés involucra dos procesos cognitivos: Una valoración de la situación como dañina o benéfica y la valoración de las opciones disponibles. La autora menciona también las distintas concepciones del estrés, agrupadas en tres vertientes: Enfoques fisiológicos y bioquímicos (que lo definen en términos de las respuestas orgánicas frente a una situación percibida como amenazante), Enfoques psicosociales (centrados en los estímulos y eventos que producen estrés, que pueden ser de variada naturaleza, como menciona Sandín, 2003)), Enfoques cognitivos (que establecen que el estrés surge a partir de la evaluación cognitiva que la persona realiza tomando en cuenta aspectos externos e internos) y Enfoques integradores (que consideran el estrés como un fenómeno en el que intervienen múltiples variables y, por tanto, su estudio debe emprenderse desde una perspectiva amplia). 18 Se definen tres etapas del estrés: Alarma, cuando aparece el agente estresante que puede o no superar las capacidades de respuesta del sujeto, biológicamente esta etapa está diseñada para situaciones críticas, por lo que el organismo no puede sostenerlo por periodos prolongados, a riesgo de causar una crisis; Resistencia, en la que el sujeto se da cuenta de que ha llegado al límite de su capacidad de adaptarse, apareciendo frustración y sufrimiento; y el Agotamiento, cuando surgen al ansiedad, la depresión y la fatiga. Durante el proceso, el área cognitiva presenta errores en la solución de problemas (pensamiento absolutista, sobregeneralización, filtro mental, descalificación de lo positivo, personalización, entre otros), reducción en la retención memorística, patrones ilógicos e incoherentes en el pensamiento, así como incapacidad de evaluar acertadamente la situación o proyectarla a futuro, e ideación suicida o de escape. Se presentan, además, impaciencia, intolerancia, autoritarismo y falta de consideración por otras personas. En el área conductual puede aparecer tartamudeo, ausentismo laboral o escolar, adicciones, alteración en los patrones de sueño, entre otras manifestaciones. A grandes rasgos, el estrés es una relación dinámica entre el sujeto, con su tipo de afrontamiento o sus habilidades de solución de problemas, y el ambiente. Sandín y Chorot (2003), mencionan que el afrontamiento se refiere a los esfuerzos conductuales y cognitivos que el individuo lleva a cabo para tratar las demandas que generan el estrés, así como el malestar psicológico que lo acompaña. En general, si el sujeto se estima capaz de modificar la situación, usa un estilo de afrontamiento confrontativo, revaloraciones positivas y un plan de solución; por el contrario, cuando la situación se considera como inevitable, se emplean estrategias de distanciamiento, escape o evitación. Neidhardt, Weinstein y Conry (1989) señalaron que un estrés excesivo puede conducir a la angustia (distrés, en contraposición al eustrés, en el que el cuerpo desarrolla su máximo potencial; ambos son formas del estrés). Pereira (2009) considera que el estrés puede conducir a trastornos personales, 19 desórdenes familiares e incluso sociales. Sandín (2003), explica que, además de las consecuencias directas sobre la salud física y psicológica del individuo, el estrés puede modificar el estilo de vida, incrementando la práctica de hábitos insanos como el tabaquismo, conductas sexuales de riesgo, etc. El concepto de estrés, como se mencionó anteriormente, guarda una relación estrecha con la definición de Resolución de Problemas, aportada por Palomar, Harari y Juárez (2010), según la cual la RP es un proceso que tiene que ver tanto con la percepción de las propias habilidades para resolver problemas, como con la manera de afrontar los eventos y tomar decisiones. Resolución de Problemas Varela (1996) definió un problema como una tarea de la que no se sabe, de antemano, la resolución. De tal forma, la resolución de problemas sería un proceso de restructuración en el que el sujeto crea significados a través de la relación entre la nueva información que recibe y los esquemas de conocimientos previos, con la finalidad de resolver una situación. Se destaca la similitud con lo mencionado por Caballo (2002) y Hernández, Beniet, Andar, Bermúdez y Gil (2010) respecto a la conducta de escape, la cual puede ocurrir cuando no se encuentran intentos o aprendizajes previos para la resolución de un problema. Vera-Villaroel y Guerrero (2003), hacen referencia al Modelo de Resolución de Problemas Sociales, definiendo la resolución como un conjunto de procesos cognitivo-afectivo-conductuales mediante los cuales una persona intenta identificar, descubrir, inventar o adaptar respuestas para situaciones problemáticas específicas (también mencionado en Palomar, Harari y Juárez, 2010). Por su parte, Varela (1996), señala que la resolución de problemas no sólo es la aplicación de una respuesta específica para un problema específico, sino más bien supone la creación de algo nuevo a partir de la comprensión estructural del problema. De tal forma, resolver un problema implica procesos no sólo de tipo cognitivo-conductual, sino también afectivos y volitivos, así como aspectos 20 sociales tales como la comunicación. En sujetos que presentan conducta de escape, dichos procesos o habilidades se encontrarían anulados (Vera-Villaroel y Guerrero, 2003; California Childcare Health Program, 2005). Newman y Pargament (1990) establecen seis etapas básicas de la Resolución de Problemas: Definición del problema (tanto en términos de reconocimiento del problema en sí como reconocer las propias habilidades de resolución; se resalta la similitud con el concepto de estrés), Generación de soluciones, Toma de decisiones, Implementación de la solución, Reformulación del problema y Actividades de autoconservación que ayudan a la persona a manejar sus emociones mientras trata el problema. La conducta de escape se daría, entonces, cuando una persona no puede superar la primera etapa, ya sea por incomprensión del problema o por percibir como insuficientes sus habilidades para resolverlo. El escape es una forma desadaptativa de afrontar algún problema, mismo que se mantiene a lo largo del tiempo. De Vicente, Fernández y Pardo (1991), señalan que, de acuerdo a la teoría de la indefensión aprendida, los sujetos expuestos a situaciones aversivas incontrolables muestran déficit posterior en la adquisiciónde respuestas de éxito. De su estudio se desprende la hipótesis de que el sujeto escapa al percibir un estímulo aversivo como incontrolable e impredecible, proponiendo como intervención eficaz una inmunización basada en estímulos controlables y predecibles. Palomar, Harari y Juárez (2010) mencionan que la resolución de problemas se ve influida por variables como el género (señalan que los varones tienen una orientación positiva hacia el problema más que las mujeres, viéndolos como un reto al que se enfrentan con confianza), diferencias culturales, optimismo/pesimismo o la religión, entre otras. Su trabajo arroja cuatro formas básicas de resolución de problemas: Racional, consistente en la aplicación sistemática y planificada de habilidades y técnicas; Emocional-impulsiva, con 21 intentos de resolución apresurados, sin planificación e incompletos; Orientación negativa, con tendencia a observar los problemas como amenazantes, falta de esperanza para resolverlos y la duda sobre las propias habilidades; y Evitativa, con tendencia a aplazar la solución de problemas, a tener una conducta pasiva y buscar que alguien más resuelva los problemas propios. En su muestra, Paris y Omar (2009), establecen la resolución de problemas, junto con el distanciamiento, como las dos formas más comunes de afrontamiento del estrés. González-Forteza, Borges, Gómez y Jiménez (1996), menciona como factores de riesgo para el suicidio la baja capacidad para resolver problemas, abuso sexual y físico con mayor incidencia en mujeres (también mencionado en González-Forteza, Ramos, Vignau y Ramírez, 2001), trastornos depresivos, problemas de identidad, abuso de sustancias y conducta antisocial, violencia intrafamiliar, entre otros. Todos los factores mencionados se relacionan también con la conducta de escape (Frías y Gaxiola, 2008), lo que sugiere que se trata de dos formas distintas, pero desadaptativas, de enfrentar situaciones problemáticas. Intervención En cuanto a las formas de tratamiento, Kazdin (1995), sugirió una terapia de habilidades en solución de problemas, que incluye cinco etapas marcadas por autoinstrucciones: la identificación o generación de un problema, especificar soluciones alternativas, evaluar las soluciones propuestas, escoger la alternativa más adecuada y la comprobación del resultado. Vázquez y Jarabo (2005), después de definir algunos factores de riesgo para la aparición de la inadaptación social, en la que incluye la conducta de escape, (falta de autocontrol, inseguridad situacional, inmadurez, rechazo a sus semejantes, fracaso escolar, ambiente familiar perturbado, aumento de estrés familiar, presión del grupo de iguales, pobreza, discriminación etc.), propone una intervención socioeducativa basada en la integración del sujeto a actividades 22 deportivas o culturales, sesiones de modelado de conducta, entrenamiento en habilidades sociales o, en dado caso, la institucionalización. En México, la SEP (2002) generó un programa para maestros formulando una intervención en menores en situación de riesgo basada en la detección oportuna de síntomas de inadaptación y líneas básicas de acción. Crisis del ciclo vital Como mencionó Caballo (2002), la aparición de la conducta de escape depende no sólo del aprendizaje sino también de un evento que desencadena una crisis. García y Estremero (2003) diferencian entre crisis evolutivas o normativas y crisis inesperadas o no normativas. Mientras que las primeras suceden por la condición de ser humano (adolescencia, vejez, muerte de un familiar), las crisis no normativas sobrevienen bruscamente (accidentes, desastres naturales, pérdida del empleo, desplazamiento forzado). La travesía por las crisis depende de los recursos psíquicos que se tengan y de la adaptación a eventos críticos anteriores. Las autoras mencionan, además, que las crisis son inherentes a cada etapa de la vida, por lo que cada grupo de edad (Niños, Adolescentes, Jóvenes, Adultos y Adultos Mayores, como se explica más adelante) contiene crisis normativas, así como propensión a crisis no normativas, diferentes. La vida, como un tránsito hacia la vejez durante el que ocurren diversas crisis, es explicado por Dulcey-Ruíz y Uribe (2002) desde una perspectiva amplia y ecológica, según la cual el afrontamiento de la crisis es una interacción entre el sujeto y su historia de aprendizaje y las exigencias del entorno; ya Folkman, Lazarus, Gruen y De Longis (1986) mencionaron que diversos acontecimientos de la vida son generadores de estrés, provocando un desequilibrio emocional que puede ser equiparado con la crisis. 23 De la Fuente (2010) señala que la personalidad (entendida como las diferencias individuales en las características de comportamiento, pensamiento y sentimiento; Bouchard, 2001) cambia en mayor medida durante los primeros tres años y parecer alcanzar su mayor estabilidad cerca de los cincuenta, sin embargo, se encuentra en constante cambio. García y Estremero (2003) mencionan que, aunque el afrontamiento de determinadas crisis se ve influido por la personalidad y la etapa del desarrollo familiar, su resolución está basada en factores situacionales que se deben atender como prioritarios (las influencias no normativas o eventos críticos inmediatos de Dulcey-Ruiz y Uribe, 2002); las concepciones sociales y culturales son meramente de contextualización (aunque no por ello menos importantes) mientras que las variables concretas de un caso en específico son, a final de cuentas, sobre las que se realizaría una intervención. Sandín (2003), establece que un cambio vital causa estrés, y éste lleva a la enfermedad, entendida como alteraciones físicas y psicológicas. De tal forma, aunque existan diferencias interpersonales, pueden definirse características propias de cada edad basadas en lo que se espera de los individuos en la etapa vital correspondiente. Para efectos del presente estudio, y basados en los datos aportados por Palacios, Bravo y Andrade (2007), se establece la Niñez entre 1 y 12 años, caracterizada por la adquisición de los primeros hábitos e ideas, así como una relación estrecha con las pautas de comportamiento de los padres; la Adolescencia entre los 13 y los 18 años, caracterizada por impulsividad, negación del riesgo, adhesión a grupos, posible inicio de adicciones y vida sexual activa y cuestionamiento de la autoestima y autoeficacia; la Juventud de los 19 a los 25 años, caracterizada por la plenitud de la función física, exposición a la violencia, posible mantenimiento de adicciones adquiridas en la adolescencia así como la incursión en la vida laboral; la Adultez de los 26 hasta los 65 años, caracterizada por padecimientos dependientes del estilo de vida, plenitud del poder adquisitivo y estabilidad económica; y la Vejez de 24 los 65 años en adelante, caracterizada por riesgo de enfermedades crónicas o crónico-degenerativas, reducción de la red social con mayor dependencia de los demás así como disminución funcional física (el CTO, 2008, menciona estas especificaciones para cada edad). Los problemas principales por etapa del desarrollo y que son esperables según la literatura revisada se encuentran en la tabla 1.1 Tabla 1.1 Problemática del escape por etapa del desarrollo Etapa del desarrollo Principales problemas que originan el escape Niñez González, Fernández y Secades (2004) establecen el escaparse de casa como una conducta de riesgo que puede covariar con prácticas sexuales sin protección o comportamientos antisociales y delictivos; todos ellos relacionados con situaciones como abandono familiar, deprivación económica o maltrato infantil. Al respecto Frías y Gaxiola (2008), controlando variables demográficas y aunque no mencionan expresamente el escape de casa, descubren que la violencia intrafamiliargenera problemas adaptativos en menores expuestos. Los resultados de los autores inmediatos anteriores coincidieron con lo discutido por Santana-Tavira, Sánchez-Ahedo y Herrera-Basto (1997) al señalar que la figura parental que más agrede es la madre. Así, el maltrato puede darse en forma de negligencia, violencia entre los padres presenciada por el menor y violencia hacia el menor, generando deseos de escapar. Curiel, Núñez, Meléndez y Ortega (2010), mencionan que han sido la adversidad económica, la violencia intrafamiliar, las crisis y el agotamiento institucional los fenómenos que han llevado a las familias a incluir a los menores de edad en la vida laboral, 25 siendo que la situación de calle es un factor de riesgo para diversas situaciones críticas que pueden llevar a la conducta de escape Adolescencia Domínguez (2008) defiende que la adolescencia, así como la juventud, es una etapa clave para la socialización del individuo, por lo que éste se prepara para cumplir con lo que se espera de él profesional y socialmente. La adolescencia es una etapa de descubrimiento y maduración (física y mental) que generalmente se delimita entre los 12 y los 18 años (Bee, 1984). Weissmann (2001) define esta etapa como el comienzo de la separación de la familia de origen. A pesar de que Feixa y González (2006) mencionan que una adolescente puede huir de casa al encontrar un nuevo esposo (se trata de un estudio étnico y la edad de matrimonio se deriva de convenciones culturales), destaca que en varias etnias (principalmente los huicholes), el escapar de casa es una forma de demostrar inconformidad y de autodefinición frente a los valores establecidos, al menos en entornos rurales. Chávez (2010), ahora en ambientes urbanos, hace ver la similitud entre el escape de casa y el suicidio (entre otras respuestas desadaptativas) relacionados con variables como la culpa por no cumplir con las expectativas de los padres, sensación de fracaso, la desesperanza o el deseo de venganza, el reproche y el sadismo. Vallejo, Osorno y Mazadiego (2008) encuentran relaciones significativas entre conductas desadaptativas de una muestra de adolescentes mexicanos (n=372), entre ellas el escape del hogar, y un estilo parental autoritario, sobre todo en mujeres (F=3.8 cuando p<.01). Juventud A decir de Aassve, Iacovou & Mencarini (2006), el paso de la adolescencia a la adultez se ha complicado en las dos últimas 26 décadas. La juventud participa ahora más que antes de niveles altos de educación, lo que hace que los jóvenes dependan más tiempo de los padres. Además de eso, el estado de vulnerabilidad económica (bajo sueldo, pocas oportunidades de empleo) ha sido asociado a abuso de drogas, delincuencia y encarcelamiento, entre otros problemas. Esto, aunado a desintegración familiar, puede causar una fuga del hogar. Mosaee & Ommani (2011), por otro lado, estudian el movimiento de jóvenes desde entornos rurales hacia las ciudades buscando oportunidades de trabajo, aunque terminen subempleados (Vasile & Vasile, 2011). No se descartan los problemas familiares como factor desencadenante de un escape del hogar pero, a diferencia de las edades anteriores, en la juventud aparecen los primeros problemas conyugales en virtud de la independización de los sujetos (Dey, Roy, Joarder & Chakraborty, 2011). Adultez En esta etapa la vida laboral busca cierta estabilidad, al menos en términos de deseabilidad dados los cambios en el paradigma del trabajo, desde un concepto instrumental hacia una meta en sí misma, de tal forma que los adultos (con un movimiento hacia los jóvenes) conciben la vida laboral como un área de expresión (Gallardo, 2011). En la opinión de la autora citada, ésta es la edad que más participa de la construcción social de la identidad. Chenaut (2001) menciona en su estudio cualitativo que ser económicamente activo/a significa una forma de afrontamiento específico de los problemas conyugales y de la violencia intrafamiliar. Los hombres abandonan el hogar puesto que tienen el dinero para hacerlo. Las mujeres supeditan la denuncia de la violencia al control económico del cónyuge y pueden responder escapando del hogar ya sea por periodos cortos de tiempo o de manera definitiva. 27 Vejez Según los resultados de Márquez (2007), en un estudio cualitativo los adultos mayores, aunque seguían económicamente activos, sus actividades recaían en el comercio informal y eventual (en parte por el deterioro de su capacidad física y en parte por la baja escolaridad de la muestra). Los bajos ingresos en ocasiones se compensaban con aportaciones de los hijos, al igual que las discapacidades o disfunciones se veían atendidas por éstos. Esta cuestión ya había sido discutida por Béland (1984), cuyos resultados relacionan la dependencia de los cuidados de los hijos, junto con otras variables como enfermedad o cohabitación con niños, como los principales factores que explican una buena parte de la varianza del deseo de abandonar el hogar por parte de adultos mayores. Por su parte, Gillsjö, Schwartz-Barcott & von Post (2011) señalan que, aunque los adultos mayores no se imaginan vivir en otro lugar que no fuera su casa, el descuido o la expansión de la familia pueden hacerlos sentir incómodos y “fuera de lugar”, presentándose la ideación de escape. Dulcey-Ruiz y Uribe (2002) describen esta etapa como un estadio de resignación hacia el paso del tiempo más que de decisiones activas. Lo anterior permite suponer que cada grupo de edad presenta crisis normativas específicas, además de las crisis no previsibles que son independientes de la edad. Dichas crisis generan estrés, el cual, bajo la forma de distrés, puede ser afrontado mediante la conducta de escape, toda vez que el sujeto no es capaz de hallar una forma más adaptativa de lidiar con la circunstancia ni con lo que siente al estar inmerso en ella. El escape de casa Para el presente estudio, la unidad de análisis es el escape de casa, la cual es una manifestación de la conducta de escape en general y, como se ha visto, 28 depende de múltiples factores y situaciones estresantes. De acuerdo con la literatura revisada, se pueden definir como factores de riesgo: trastornos psicológicos (disocial, negativista desafiante, de personalidad antisocial, de ansiedad, depresivos), deprivación afectiva, provenir de un hogar monoparental, bajo rendimiento escolar, haber sufrido violencia (incluida la violencia sexual), déficit en habilidades de resolución de problemas, problemas de identidad (incluida la adolescencia y problemas de identidad sexual), pobreza y falta de autocontrol. Dado el riesgo y la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran las personas que abandonan su hogar, es importante contar con herramientas y mecanismos tanto de búsqueda y localización como de reintegración familiar, una vez comprendido el problema o conjunto de problemas que dieron origen a la fuga. Marco legal en materia de personas no localizadas Para el caso específico del escape de casa, existen en EUA esfuerzos iniciados desde la sociedad civil, entre los que destacan el National Center for Missing & Exploited Children, dedicado a la capacitación de organismos policiales en la investigación de casos de sustracción y desaparición de menores (NCMEC, 2006); el National Runaway Switchboard, dedicado al apoyo en crisis y ayuda para regresar a casa, así como métodos de reintegración familiar en caso de adolescentes que hayan salido del hogar (NRS, 2009); asimismo se implementa el Procotolo Alerta Amber para casos de niños sustraídos, como una forma en que autoridades y la sociedad en general participan para localizar a menores de manera inmediata, mismo que opera desde 1996 en EUA y desde 2011 se comenzó a trabajar en los protocolos para México.La Procuraduría Social de Atención a las Víctimas de Delitos (PROVICTIMA), la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y la Trata de Personas (FEVIMTRA), el Programa de Apoyo a Familiares de Personas Extraviadas, Sustraídas o Ausentes de la Procuraduría General de la 29 República y el Centro de Apoyo de Personas Extraviadas y Ausentes del Distrito Federal (CAPEA), son ejemplos de trabajos institucionales multidisciplinarios referentes a la población no localizada. En México, el 25 de septiembre de 1993 la Procuraduría General de la República firmó en la ciudad de Mazatlán un convenio con las Procuradurías Generales de Justicia de los treinta y un Estados del país, con la finalidad de modernizar y agilizar la lucha contra le delincuencia. Toda vez que el marco legal en el que se basó el convenio de Mazatlán sufrió reformas, en diciembre de 1995 se expidió una nueva ley general que establece las bases de coordinación de un Sistema Nacional de Seguridad Pública, de la que se desprende la Conferencia Nacional de Procuración de Justicia, misma que tiene la finalidad de diseñar políticas, estrategias y acciones de cooperación mutua entre las Procuradurías del país (incluida la PGR), para colaborar en prevención del delito, profesionalización del personal, combate a la corrupción, así como casos de trata de personas, secuestros, robo de vehículos, fraudes financieros, entre otros delitos Derivado de ello, las Procuradurías Estatales firmaron un nuevo convenio de colaboración en abril de 2001, para fortalecer el intercambio de información así como facilitar el debido cumplimiento de los mandatos ministeriales y judiciales. En junio de 2007 se firma el último convenio de colaboración hasta la fecha, que establece las vías de colaboración entre Procuradurías, siendo que la información de cada instancia debe ser compartida de manera ágil y oportuna para conformar una base de datos a través del Centro Nacional de Planeación, Análisis e Información para el Combate a la Delincuencia (CENAPI). Dicha base contiene información sobre diversos delitos, (entre ellos trata de personas) y un rubro específico para personas No Localizadas. Se creó así el Convenio de Colaboración y Protocolo para la Unificación, Integración e Intercambio de Información en Materia de Personas No Localizadas, cuyos compromisos 30 principales son iniciar las investigaciones de manera inmediata cuando haya una incidencia de persona no localizada, integrar la información relativa a la no localización en la base de datos y guardar confidencialidad respecto a dicha información. Este marco legal obliga a la Procuraduría General de Justicia del Estado de Oaxaca a llevar un registro de personas No Localizadas, relacionando así la ausencia con la probable comisión de diversos delitos, participando la Persona No Localizada como indiciado o como agraviado. Se creó así el Departamento de Atención a Personas No Localizadas (DNOL) el día 11 de septiembre de 2011 mediante acuerdo publicado en el Diario Oficial (GEO, 2011). Al tener injerencia un proceso legal o la participación de una instancia de justicia (en este caso la PGJEO) es importante tomar en cuenta la dimensión psicológica en la resolución jurídica de una conducta de escape, toda vez que la protección de la persona y la salvaguarda de sus intereses son el propósito de dicha instancia, a través del Agente del Ministerio Público y según el artículo 21 de la Constitución Mexicana (Villanueva, 2005). La misma autora refiere un cambio paulatino en la concepción del proceso judicial y de los procedimientos jurídicos en general, a favor de la no estigmatización ni revictimización del usuario de los servicios de justicia. Trabajos como el de la CONAMAJ (2002), buscan concientizar, diseñar y asegurar el cumplimiento de protocolos a favor de las víctimas y su paso por los procedimientos penales; además de ser muestra de la profundidad con que este tipo de negligencias están arraigadas en América Latina. Gutiérrez, Coronel y Pérez (2009) definen la victimización secundaria como las consecuencias negativas de la relación de una víctima con el sistema jurídico penal, una vez que ya se le ha victimizado directamente, lo cual parece ser un rescoldo del enfoque de la “pareja criminal”, que establece una relación entre la víctima y el victimario para la generación del delito (Soria, 2005). En este sentido, la revictimización puede ser igual o más dañina para la persona que la primera victimización. 31 Si la conducta de escape fue generada tras un evento o situación que constituye un delito, la insensibilidad por parte del sistema de justicia o una intervención mal aplicada durante las diligencias (peritajes psicológicos, médicos o químicos, levantamiento de cadáveres, órdenes de búsqueda y presentación, etc.) pueden llevar al agravamiento de síntomas o trastornos psicológicos preexistentes, o incluso crear otros nuevos ya sea en la Persona No Localizada como en sus familiares (Newburn, 2007; Garrido, 2005; Pérez-Sales y Navarro, 2007). Asimismo, la exposición a las situaciones de riesgo comentadas anteriormente (y recalcando el hecho de que la conducta de escape es considerada por algunos autores como un comportamiento predelictivo), puede estar relacionada con la comisión de delitos a futuro, por lo que la atención en casos de conducta de escape puede servir como prevención oportuna del delito (Frías y Gaxiola, 2008; Stenberg, Baradaran, Abbott, Lamb y Guterman, 2006; Romo, Anguiano, Pulido y Camacho, 2008). Dentro de los factores de riesgo asociados, el Estado de Oaxaca presentaba en 2008 uno de los porcentajes más altos de población de 12 a 17 años que no trabaja ni estudia, así como uno de los más bajos con población económicamente activa de 12 a 17 años con ingresos de hasta dos salarios mínimos (REDIM, 2010). Esta misma población es la más afectada por la violencia y muertes por homicidio, así como delitos como la trata de personas y la explotación sexual. Por otro lado, el escape de casa puede dejar a la persona en una situación vulnerable y propensa a sufrir algún delito. Principales ilícitos a los que están expuestas las personas que se fugan del hogar Trata de personas, entendida como el convencimiento (por coacción, enamoramiento, etc.), traslado, acogimiento y explotación (laboral y sexual) de 32 una persona para obtener un beneficio (OIM, 2006; DIF, 2000). Casillas (2009), establece que la pobreza, la marginación, la falta de oportunidades laborales y educativas, la violencia de género, la crisis económica y los conflictos armados, entre otros, son factores que favorecen la presencia de la trata de personas. Este mismo autor estima que, en todo el mundo, hay entre 600 y 800 mil víctimas de trata, con las reservas a que obliga la clandestinidad con que opera. De igual forma menciona que cerca de 50 mil niñas y niños que emigran hacia Estados Unidos se encuentran en peligro de ser víctimas de trata, especialmente aquello que radican en los Estados más pobres como Chiapas, Oaxaca, Veracruz y Tabasco. La trata puede ser laboral, sexual comercial, de servidumbre, esclavitud, extracción de órganos o sólo sexual y, por sus alcances, el autor propone que sea considerada un delito, una violación de los derechos humanos y una grave manifestación de la violencia contra las mujeres. Ya que este delito involucra el movimiento de una persona de su lugar habitual, puede relacionarse con la no localización, ya sea como principio o como fin. Es decir, un individuo que se fuga de casa puede caer en una red de trata para su explotación mientras busca un trabajo que le permita subsistir o, por el contrario, una persona ya enganchada por el tratante viaja a otro lugar sin dar razón, por lo que la familia la tendrá por nolocalizada. Desaparición forzada, entendida como la detención legal o ilegal de una persona en la que además se propicie o mantenga dolosamente su ocultamiento bajo cualquier forma de detención (CMDPDH, 2011). Al igual que en el caso de la migración, la legislación mexicana contiene ambigüedades y deficiencias en la definición del delito, así como en los mecanismos de coordinación y acción para el trabajo en este tipo de casos. 33 Secuestro, entendido como la privación ilegal de la libertad no sólo con fines de lucro sino también por venganza o con intención política. Martiñón (2008), define como elementos del secuestro la Selección de la víctima, el Acecho, la Aprehensión, el Claustro, el Chantaje, la Negociación, el Cumplimiento de la condición y la Liberación (en algunos casos la muerte del rehén). No es necesario que se pida un rescate a los familiares ya que la persona extorsionada puede ser el mismo rehén. Aunque las cifras presentadas muestran que los casos denunciados en México han disminuido en comparación con el año 1997, se han mantenido estables a partir de 2001. El delito se relaciona con la no localización en tanto el rehén está oculto, bajo el poder del extorsionador. La migración también es un fenómeno que genera ausencias, aunque en ella las causas del escape sean más sociales que psicológicas, pero deja a la persona en una situación de vulnerabilidad dadas las pocas garantías que tienen los migrantes de tránsito ilícito, a pesar de la ratificación de tratados internacionales o resoluciones judiciales que los distintos órdenes de gobierno han emprendido (CIDE, 2011). Independientemente de la situación que lleve a las personas a migrar, hay diversas situaciones que pueden llevar a una ausencia, como el secuestro, la desaparición forzada, la extorsión o la trata de personas que, a falta de certeza jurídica, deja a los migrantes desprotegidos y, en la mayoría de los casos, sin posibilidad de ser localizados o, de lograrse la localización, se corre el riesgo de que ésta sea por causa de algún delito (CIDE, 2011; CMDPDH, 2011). 34 Casillas (2009) señala que México es un país de tránsito de migrantes hacia Estados Unidos, mismos que están desprotegidos y a merced no sólo del clima y la falta de recursos sino de redes de trata o asaltantes. Por lo anterior, es importante contar con información específica de la población no localizada en el Estado de Oaxaca, tanto para prevenir los posibles riesgos a los que se enfrentan como para buscar formas de reintegración familiar efectivas. Ante el desconocimiento de las características de los casos de no localización, un perfil inicial permitiría establecer líneas de acción para una prevención e intervención incipientes. 03. MÉTODO OBJETIVOS Objetivo General: Describir el perfil sociográfico de personas involucradas en Reportes de No Localización. Objetivos específicos: Describir las condiciones en que ocurre el escape de la PNL para cada Grupo de Edad. Establecer el tiempo transcurrido en promedio para que la PNL sea reportada y localizada. Conocer la frecuencia con que cada Grupo de Edad refiere violencia relacionada con la ausencia. MUESTREO Se realizó un muestreo no probabilístico de sujetos voluntarios por conveniencia (Hernández, Fernández y Baptista, 1997), que consistió en aquellas personas registradas en los Reportes de Persona No Localizada iniciados en DNOL, en el periodo comprendido desde el día 12 de septiembre de 2011 hasta el 09 de noviembre de 2012. Como criterios de inclusión se tomaron en cuenta que la persona fuera a denunciar la No Localización de un familiar o cualquier otra persona a su cuidado y que derivado del caso se haya iniciado un Reporte por parte del Agente del Ministerio Público encargado (sin importar que después el reporte fuera elevado a rango de averiguación previa). Se excluyeron casos que hayan sido desde el principio iniciados como averiguación previa, así como entrevistas únicamente para canalización a otras áreas de la PGJEO y presentación de sujetos que hayan sido reportados en otros estados del país, pero recuperados en Oaxaca. 36 La recolección de datos se llevó a cabo en las oficinas de DNOL, en el Centro Administrativo del Poder Ejecutivo y Judicial “Porfirio Díaz Mori”, en Reyes Mantecón, municipio de San Bartolo Coyotepec, Oaxaca. El presente es un estudio descriptivo (Montero y León, 2007) que analiza medidas de tendencia central y de dispersión. VARIABLES Se tomaron en cuenta las siguientes variables: Variables demográficas. Sexo Edad Escolaridad Ocupación Estado civil Origen Variable de clasificación. Etapa del desarrollo Definición conceptual. Grupo de edad con características diferenciales, con necesidades y problemática distintas a los otros grupos definibles (Domínguez, 2008). Definición operacional. Clasificación del sujeto No Localizado según edad ≤14=Niño, 15≤18=Adolescente, 19≤25=Joven, 26≤65=Adulto y ≥66=Adulto mayor. Aplicable sólo para No Localizado. Variables dependientes Días transcurridos para reportar Días de ausencia Variables independientes Motivo de la ausencia Definición conceptual. Evento fortuito que, en combinación con la historia de aprendizaje del sujeto, desencadena la conducta de escape (Caballo, 2002). 37 Definición operacional. Decisión de categoría basada en la entrevista al denunciante con las opciones: Problemas paternofiliales, Problemas conyugales, Problemas con tutores, Problemas familiares, Relación de Pareja, Internamiento, Reclusión y Casos no especificados. Problemas paternofiliales aplicaba cuando el Presentado aludía su usencia a incomprensión, maltrato o problemas en general con sus padres. Problemas conyugales aplicaba en litigios por la custodia de los hijos, violencia intrafamiliar o término de la relación de pareja, siempre relacionados con la ausencia. Problemas con tutores se utilizó para casos de menores que no quisieron seguir viviendo con el tutor que los tenía a cargo. Relación de pareja se refiere a casos en que las personas salieron de su domicilio para iniciar una vida en pareja, sin avisar a los familiares con quienes vivían. Internamiento aplicaba a casos de personas internas de centros de asistencia (albergues, centros de rehabilitación) que decidieron escapar de los mismos. Reclusión aplicaba cuando la ausencia se debía a que la persona reportada se encontraba presa por algún delito o falta administrativa. Problemas familiares aplicó a casos en que la Persona No Localizada salía de su casa debido a la incomprensión, maltrato o problemas en general con familiares diferentes a los padres que vivían en el mismo domicilio. Casos no especificados aplicó cuando el Presentado no atribuía su escape a una razón específica (limitándose generalmente a sólo declarar en dónde estuvo y con quien), cuando no quería declarar en relación a los hechos más allá de encontrarse bien, trabajadores eventuales que hayan conseguido empleo fuera de la ciudad sin oportunidad de comunicarse, personas que hayan salido de fiesta y, en general, cuando no se reportaba un problema central. Violencia Definición conceptual. Aróstegui (1994), define la violencia como una ruptura en el orden social, caracterizada por ser un medio para que el 38 individuo o un grupo obtengan una ventaja de otro, basados en el poder y el sometimiento. Definición operacional. Sumatoria de los cuatro tipos de violencia distinguidos: Física (golpes, empujones, confinamiento, ataques con armas), Psicológica (descalificaciones, humillaciones constantes), Sexual (violación, abuso sexual, estupro, corrupción) y Económica (deprivación económica, negativa para trabajar o recibir un salario, imposición de la propiedad de los bienes); donde laexistencia tanto en la declaración del Denunciante como en la del Presentado puntúa 1, y la no existencia 0. Instrumento utilizado Se utilizó el Formato de Reporte de Persona No Localizada de DNOL para la recolección de datos, mismo que aparece en el formato de Anexos. Dicho instrumento permitía no sólo la requisición de los datos sino también la declaración del Denunciante acerca de cómo habían ocurrido los hechos y, en general, cualquier información que se considerase relacionada con la ausencia. Procedimiento Dada la entrevista semiestructurada específica para el reporte de No Localización, se procedía a rellenar los campos con lo manifestado por el Denunciante. Esta entrevista era realizada por un abogado, quien informaba a la superioridad del asunto para ordenar las diligencias correspondientes a la localización de la persona. Posteriormente el Reporte quedaba a resguardo del Área de Trabajo Social de DNOL, para realizar el registro en el libro de Gobierno y en la base de datos específica para este estudio. 39 Los Reportes fueron anotados conforme se iniciaban, actualizando la lista con cada incidencia, localización y conclusión, hasta el día 09 de noviembre de 2012. A partir de entonces se comenzó con el análisis de los datos. 04. RESULTADOS La muestra final consistió en 427 sujetos en 385 Reportes de Persona No Localizada. Del total de personas, 348 ya han sido Localizadas y Presentadas ante DNOL (81.5%), 19 han sido Localizadas pero no han sido Presentadas (4.4 %) y 60 personas continúan como No Localizadas (14.1%). Se reportaron 341 ausencias Voluntarias (79.9%), 58 ausencias Involuntarias (13.6%) y 12 Extravíos (2.8%). En los reportes restantes no se especificó el tipo de ausencia. Los resultados posteriores se refieren a las incidencias de Ausencias Voluntarias solamente. Persona No Localizada Se reportaron 37 Niños (18 mujeres, 19 varones), 185 Adolescentes (136 mujeres, 49 hombres), 43 Jóvenes (23 mujeres, 20 varones), 65 Adultos (20 mujeres, 45 hombres) y 11 Adultos Mayores (1 mujer, 10 varones). Del total de la muestra, 196 (58.3%) fueron mujeres, mientras que 140 (41.7%) fueron varones. La edad para la muestra general obtuvo ẍ=21.84 años, s=15.2. Generalmente eran originarios de Oaxaca de Juárez (169 casos, 50.9%), con escolaridad Secundaria (112 casos, 41.6%), de ocupación Estudiantes (142 casos, 48%) y de estado civil Solteros (260 casos, 78.5%). Las modas por grupo de edad para las variables anteriores (media de edad y modas) se ilustran en la tabla 3.1. 41 Tabla 3.1 Estadígrafos por grupo de edad, medias y modas Variable Niños Adolescente s Jóvenes Adultos Adultos Mayores Edad (media, ẍ; Desv. Típica, s) 7.37; 4.3 15.34; 1.83 21.97; 2.17 39.58; 11.34 77.36; 6.98 Originarios de Oaxaca de Juárez (81.1%) Oaxaca de Juárez (61.5%) Otra región del Estado de Oaxaca (39.5%) Otra región del Estado de Oaxaca (48.4%) Otra región del Estado de Oaxaca (45.5%) Escolarida d Primaria (53.3%) Secundaria (52.5%) Secundaria (32.4%) Primaria (45.2%) Primaria (100%) Ocupación Estudiante s 54.5%) Estudiantes (65.7%) Sin ocupación remunerad a (31.6%) Trabajador eventual (37.5%) Sin ocupación remunerad a (75%) Estado Civil Solteros (100%) Solteros (97.8%) Solteros (72.1%) Casados (36.5%) Casados (44.4%) Al momento de la ausencia, NL vivía con Ambos padres (40.5%) Ambos padres (44.4%) Ambos padres (34.9%) Cónyuge o pareja sentimenta l (57.4%) Cónyuge o pareja sentimental (27.3%) 42 La Fig. 3.1 muestra la frecuencia de los tipos de enfermedad reportados para la muestra general. Sólo en 17.6% de los casos se reportó la presencia de alguna adicción. Los Adultos presentaron mayor incidencia en adicciones (27 casos, 45.55%), seguidos de los Adolescentes (22 casos, 37.93%). Generalmente la Persona No Localizada (PNL) vivía con ambos padres (111 casos, 33.6%), seguido de vivir con un solo padre (83 casos, 25.2%) y cónyuge (53 casos, 16.1%). Denunciante En la mayoría de los casos la ausencia fue reportada por la Madre (141 casos, 41.3%), seguida del Padre (76 casos, 23%). Los denunciantes mostraron una edad de ẍ=41.68 años, s=11.55, originarios en su mayoría de Otra región el Estado (114 casos, 34.4%), con escolaridad Primaria (118 casos, 36 %), Sin ocupación remunerada (amas de casa, desempleados; 91 casos, 27.7%) y Casados (153 casos, 46.2%) 7, 17% 18, 44% 12, 29% 1, 3% 3, 7% Fig. 3.1 Frecuencia de enfermedades Enfermedades agudas Enfermedades crónicas Enfermedades mentales Enfermedades de transmisión sexual Discapacidad física 43 La tabla 3.2 muestra los estadígrafos (media de edad y modas) separando por grupo de edad. Tabla 3.2. Estadígrafos por grupo de edad para Denunciantes Variable Niños Adolescent es Jóvene s Adultos Adultos Mayores Edad (media, ẍ; Desv. Típica, s) 36.27; 11.28 42.07; 10.74 43.55; 10.8 41.14; 12.58 49.27; 16.0 Originario s de Oaxaca de Juárez (32.4%) Oaxaca de Juárez (29.9%) Otra región del Estado de Oaxaca (51.2%) Otra región del Estado de Oaxaca (41.3%) Otro municipio de Valles Centrales (45.5%) Escolarid ad Secundar ia (43.2%) Primaria (37.5%) Primaria (30.2%) Primaria (39.3%) Primaria (45.5%) Ocupació n Emplead o eventual (37.8%) Sin ocupación remunerada (29%) Emplea do particula r (25.6%) Sin ocupación remunera da (42.6%) Sin ocupación remunerada/Emple ado particular (27.3%) Estado Civil Casados (48.6%) Casados (46.3%) Casado s (39.5%) Casados (47.6%) Casados (54.5%) 44 Sospechoso En 144 casos (42.2%) se especificó un Sospechoso, mismo que, para la muestra general, en su mayoría se trataba del Novio, pareja o su presunción (78 casos, 54.2%), y eran del sexo masculino (104 casos, 72.2%, en comparación con 40 mujeres reportadas como sospechosas, que representan el 27.8%). El sospechoso obtuvo como edad ẍ=27.29, s=11.06. Se reportan diferencias significativas entre la edad de la PNL y la edad del Sospechoso (Z=-8.18; p≤.000) Las variables del sospechoso (media de edad y modas) se ilustran en la tabla 3.3. Tabla 3.3 Estadígrafos para el Sospechoso, cuando se presume Variable Niños Adolescentes Jóvenes Adultos Adultos Mayores Edad (media, ẍ; Desv. Típica, s) 31.76; 10.43 23.34; 8.7 30.92; 9.32 37.88; 12.65 51 (caso único) Sexo Varón (70%) Varón (74.4%) Varón (64.3%) Varón (68.4%) Varón Parentesco con PNL Familiar distinto de los padres (20%) Pareja sentimental o su presunción (58.4%) Pareja sentimental o su presunción (71.4%) Pareja sentimental o su presunción (65%) Familiar distinto de los padres Mecánica de escape Para la muestra general, la Persona No Localizada fue vista por última vez en su propio domicilio (197 casos, 59.9%), el segundo valor más frecuente fue ser visto en la colonia en que viven (43 casos, 13.1%). 45 En general, el Denunciante espera ẍ=38.86, s=283.63 días para iniciar el Reporte. Transcurren ẍ=13.84, s=36.20 días desde el inicio del Reporte hasta la Localización, ẍ=21.96, s=41.37 días desde el inicio de la Ausencia hasta la Localización y ẍ=27.56, 48.21 días desde el inicio de la Ausencia hasta la Conclusión del Reporte. Las ausencias están repartidas relativamente de manera uniforme durante todos los días de la semana, con un ligero aumento los días miércoles (17.7%). De igual manera la tasa de reportes aumenta los días lunes (17%), la tasa de localizaciones se comparte entre los días martes y viernes (17.1% en ambos casos), mientras
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