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Postadolescentes-y-sus-fantasas-inconscientes-expresadas-por-medio-del-juego-de-rol

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reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
AGRADECIMIENTOS 
 
 
A nuestras familias por ser nuestro apoyo durante esta travesía. Por esperar con 
nosotros, a veces con cansancio, a que este día llegara y su comprensión y sustento en el 
momento de las dificultades en la realización de este sueño. 
 
 
A nuestra Máxima Casa de Estudios, La Universidad Nacional Autónoma de México, 
por permitirnos desarrollarnos como estudiantes para llegar a ser profesionistas 
capacitados. 
 
 
A la Facultad de Psicología por prestarnos un lugar donde se nos enseño que el ser 
humano es un gran cumulo de ideas, emociones y sentimientos, con los cuales debemos 
saber trabajar para que el paciente resulte beneficiado y con ello consiga la estabilidad y 
salud mental que le permitirá tener un mejor estilo de vida. 
 
 
A nuestros profesores de la carrera de Psicología, por mostrarnos el camino a seguir 
y dándonos las bases para que cada uno desarrollase su propia ideología de la 
psicología. En especial a la doctora Paciencia Ontañon Sánchez, que sin su apoyo como 
terapeuta y profesora, este momento no hubiese llegado. Igualmente hacemos mención a 
la maestra Patricia Corres Ayala quien con sus consejos desde el primer semestre nos 
mostro que cuando un tema te apasiona debes investigarlo aun cuando todo el mundo se 
vea en tu contra. 
 
 
A los participantes en el estudio, jóvenes que nos permitieron conocer su mundo 
personal y con ello conocerles a ellos. 
 
 
A nuestros amigos de la Facultad de Psicología por su apoyo incondicional y su ayuda 
durante toda la carrera y el desarrollo de la tesis, fuesen momentos agradables o 
desagradables. Por hacernos ver que en ocasiones podemos estar herrados y con eso 
estar consientes que debemos mejorar día con día. 
 
 
A nuestros amigos en general por su apoyo, sus comentarios alentadores y por sacarnos 
una sonrisa cuando lo necesitábamos. 
 
 
A todos aquellos seres queridos que partieron antes que nosotros y que en su 
momento nos brindaron su cariño, apoyo y comprensión y que ahora, físicamente no se 
encuentran, comparten nuestros triunfos y alegrías. 
 
 
Y, finalmente, a nuestra locura personal, la cual nos muestra cada día que la única 
manera de mantener nuestra imaginación despierta es nunca perder la capacidad de 
sorprendernos. 
Índice. 
 
 
Resumen. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 006 
Introducción. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 007 
 1. Postadolescencia. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 011 
1.1 Adolescencia: Antecedentes de la Postadolescencia. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 011 
1.2. Desarrollo del Adolescente. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 012 
1.3. Diferencias Sexuales. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 016 
1.4. Stress de la Adolescencia. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 018 
1.5. El Autoconcepto. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 020 
1.5.1. Definición y características del Autoconcepto. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 021 
1.5.2. Influencia de las relaciones familiares sobre el autoconcepto. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 027 
1.6. Adolescencia Tardía. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 031 
1.7. Postadolescencia. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 038 
2. La fantasía inconsciente. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 044 
2.1 Mito, necesidad subjetiva dentro de la perspectiva psicoanalítica. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 046 
2.2. El símbolo. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 053 
2.3. Espacio. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 057 
2.4. Tiempo. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 060 
2.5. Rito y Tótem. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 061 
2.6. Mito, Cuentos de Hadas y Sueños. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 065 
2.7. Cuentos bíblicos, divinidades y dioses. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 070 
2.8. Mito individual del neurótico. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 074 
3. Juegos de Rol. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 079 
3.1. Definición. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 079 
3.2. Diferencias respecto a otros juegos: colaborar, no competir. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 081 
3.3. Jugar una aventura. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 082 
 
3.4. Variantes de juego de rol. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 083 
3.5. Aspectos positivos y crítica del Juego de Rol. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 087 
4. Seres monstruosos presentes en el jugador de rol representados por los jugadores de Rol, 
obtenido de nuestra muestra. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 090 
4.1. Monstruos. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 091 
4.2. Licántropos. El aullido de la bestialidad. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 098 
4.3. Vampiro. El deseo de la perpetuidad de la vida. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 101 
4.4. Ángeles. La crueldad de la luz. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 105 
4.5. Lucifer, el ángel caído. Mito y psicoanálisis del personaje estigmatizado. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 107 
4.5.1. Panorama del Bien y del Mal. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 117 
4.6. Dioses. Descubriendo el mundo arquetípico interno. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 119 
Conclusión. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 122 
 Bibliografía. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 127 
Anexo: Resultados obtenidos de entrevistas realizadas a Jugadores de Rol. 
………...……………………………………………………………...…………………….Pg. 132 
Resumen 
 
 
 
En la presente investigación documental tratamos de observar la relación que puede 
existir entre las entidades psíquicas de los postadolescentes y el juego de rol como 
forma de entretenimiento. Para esto se llevo a cabo la realización de una entrevista vía 
e-mail a 16 personas de entre 15 a 32 años, con el fin de identificar en que 
características y elementos se basan los jóvenes para realizar esta actividad. Se encontró 
que el motivarte inicial que lleva a estos jóvenes a practicar el juego de rol es el propio 
deseo de autoconocerse, de encontrar un yo ideal y proyectar sus fantasías inconscientes 
en un lugar donde, muchas veces, le permite escapar de su realidad. Los jóvenes 
mediante esta práctica buscan contar su mito individual y con eso, en ocasiones, 
requieren de tener una base mitológica y cultural en la que se pueda construir su propia 
historia. De esta manera, el juego de rol en la actualidad se vuelve un método para que 
los postadolescentes puedan descubrirse y sublimar las pulsiones, a veces agresivas, que 
no pueden liberar en su realidad debido a sus limitaciones físicas, morales o 
emocionales. 
 
Introducción. 
 
 
 
Dentro de la cultura de violencia que se vive en la actualidad, se presentan conductas 
de riesgo en una sociedad basada en el espectáculo. Así, es en especial, en el entretenimiento 
de las masas en donde se encuentran estos espectáculos violentos que se abordan desde series 
televisivas, videojuegos, deportes, etc.;es en este entorno donde hay que tener en cuenta el 
riesgo que corre la población adolescente, donde la transgresión a las normas y valores 
parecen ser aceptados por la cultura, e incluso los mismos jóvenes parecieran exigir una 
violencia cada vez mayor dentro de sus entretenimientos. El cultivo de la violencia, se lleva a 
cabo a través de medios visuales y de comunicación, es el que llega a afectar más a esta 
población, que se encuentra vulnerable por la búsqueda de su autoimagen, de identidad y de 
la formación de su personalidad. 
Algunos profesionales han declarado que les preocupa que los jóvenes y niños no 
tengan la oportunidad de hablar de lo que experimentan viendo televisión, ya que en esta 
sociedad tenemos tanto miedo a la agresión que no hemos sido capaces de hablar de manera 
inteligente sobre ello. 
Se enseña a dividir su comunicación en narrativa lineal o bien en dibujos estáticos, 
pero, sea como fuese, las historias que son visuales y verbales invitan a los que usan esta 
forma de comunicación a trascender cualquier división y, a experimentar sus pensamientos y 
sentimientos de una forma más plena. Este proceso ofrece a los jóvenes una sensación de 
autoridad sobre sus emociones y las influencias del mundo; al mismo tiempo revela la manera 
en la que niños y adolescentes utilizan las fantasías, las historias y las imágenes de los medios 
para construirse su identidad individual. 
Los postadolescentes, que en general, copian e imitan conductas de sus pares o ídolos, 
como una reproducción de patrones de conducta en adultos, buscan entenderse a sí mismos y 
presentar con eso una imagen aceptable. Sin embargo, debido a que dentro de la sociedad, 
donde se desarrollan los jóvenes en la actualidad, se tiende a una aceptación grupal de un 
mismo modo de pensamiento, se llega a mostrar un desarraigo que se presenta en estereotipos 
que han sido fomentados por los medios de comunicación. Estos estereotipos pueden 
fomentar una imagen negativa en el adolescente, como una identidad que intentará eliminar 
los signos de diferencias negativas que se contraponen dentro de las exigencias de una 
sociedad. 
Ante la propia influencia de los medios visuales y de comunicación que genera el 
desarrollo de la violencia, se ha encontrado que los jóvenes utilizan las fantasías de combate 
para sentirse más fuertes y a veces con eso luchar contra los estereotipos que se les impone; 
de este modo usan la fuerza para acceder a sus emociones, asumir el control de sus 
ansiedades, tranquilizarse ante episodios de violencia real, combatir una dificultad emocional 
y elevarse a nuevos niveles de desarrollo. En ocasiones esta fuerza no es bien tratada y la 
sociedad del espectáculo se apoya en eso y “normalizan” nuevas formas y usos de violencia 
dentro de los jóvenes, los que llegan a presentar conductas de riesgo. 
Estas conductas de riesgos se ubican dentro de una gama de visibilidad variable 
donde, incluso en conductas de riesgo poco visibles, permite a los jóvenes apropiarse de 
cierto valor para llevar a cabo acciones, que dentro un contexto normal no se atreverían a 
hacer; ejemplo de ello se encuentran los juegos de guerra donde su expresión extrema llego a 
desembocar en actos homicidas. 
Otro ejemplo donde encontramos cómo los jóvenes encuentran valor para llevar 
acciones que no pueden realizar en su realidad se ubica en el uso del internet por medio del 
“chat” o mensajería instantánea que permite cumplir las expectativas fantásticas del 
individuo, donde puede modificar desde los defectos de su cuerpo como los de su propio 
entorno, en ocasiones bastante hostil para el propio individuo. Esta expresión creativa se 
denomina en la actualidad como “dinámica colectiva en la Red”, donde se busca, dentro de 
una comunidad que mantiene una relación impersonal, contar una historia, crear una leyenda 
o dar vida a un nuevo tipo de héroe que sea capaz de aliviar las ansiedades y utilizar así 
mismo las fantasías que residen en quienes utilizan este recurso. 
En estas prácticas mencionadas, la persona llega a utilizar personajes de un universo 
de ficción compartido y re-creado por varios. Este universo requiere de una ambientación que 
muchas veces está relacionada con la literatura, películas, series de televisión, así como 
también leyendas y mitos populares en donde sus jugadores se sienten identificados. El juego 
de rol, como se denomina en la actualidad esta práctica, permite ejercicios de simulación y de 
experiencias vivenciales nuevas. 
El juego de rol, pudiéndosele llamar también “juegos de las máscaras”, llega a 
permitir el desarrollo de habilidades y asimilar aptitudes psicológicas nuevas que dentro de 
un contexto terapéutico está destinado al entrenamiento de la auto-observación; sin embargo, 
si no se maneja correctamente, el propio Juego de Rol puede llegar a constituirse como una 
conducta de riesgo poco visible. Es por eso que es importante entender el ¿por qué los 
postadolescentes buscan por medio del juego de rol un modo de expresión de sus fantasías 
inconscientes? 
Dado que el juego de rol en los últimos años ha tomado un auge importante dentro de 
la población juvenil, en un medio de comunicación tan grande como es el internet, y ya que 
las investigaciones sobre este tema están aumentando día con día dentro del ámbito de la 
psicología, nos surge el interés de observar qué sucede con la población postadolescente que 
recurre a este modo de distracción. 
Esta investigación tiene como antecedentes los trabajos de Ana Esteban Jodar y María 
Luisa Vecina Jiménez1, en un estudio encargado por el Defensor del Menor al Colegio 
Oficial de Psicólogos de Madrid a instancias de la Fiscalía de Menores de Madrid en el 
año 1999, donde se trató de mostrar la relación entre la violencia y los juegos de rol, dando 
como resultado que los juegos de rol ayudaban como escape de las pulsiones violentas sin 
tener que agredir físicamente a otra persona. Caso similar fue el de Zayas, Luis H. and Lewis, 
Bradford H.2, cuyo estudio buscó mostrar cómo el juego se usó durante unos meses para 
ayudar a que niños de ocho y nueve años socialmente inadaptados desarrollasen habilidades 
de cooperación mutua. 
Otro trabajo es el de Carroll, James L. and Carolin, Paul M.3, quienes para su 
estudio aplicaron el test Cattall 16PF de medición de rasgos de personalidad a estudiantes de 
la Universidad de Michigan. El test fue ponderado según el número de años de juego en los 
jugadores. No se detectó ninguna desviación de la personalidad media, con la posible 
excepción de un incremento en el factor Q1 ("inclinación a la experimentación, liberal, 
librepensador") 
 
1 Efectos psicológicos de los juegos del rol en el desarrollo social y cognitivo de los menores. Colegio Oficial 
de Psicólogos de Madrid, Septiembre de 2009. 
2"Fantasy Role-Playing for Mutual Aid in Children's Groups: A Case Illustration" ("Juegos de rol de fantasía 
para ayuda mutua en grupos de niños: ilustración de un caso"). Social Work with Groups, vol. 9(1), Spring 
1986, p. 53-66. 
3"Relationship between Game Playing and Personality". ("Relación entre los juegos y la personalidad"). 
Psychological Reports, June 1989, pp. 705-706. 
Así pues, dentro de la presente investigación hemos visto que en estos juegos de roles 
se permite asumir determinadas identidades en cuanto a la realización de fantasías, de la 
lógica, sobre los héroes y las hazañas de los mitos e historias que sobreviven en los tiempos 
modernos, lo cual permite el individuo cumplir la necesidad de establecerse como un 
personaje “heróico”, dentro de un juego, en un universo ficticio, como una nueva forma de 
expresión de sus fantasías inconscientes; algo que viene ligado a la búsqueda de la realización 
del mito individual, del self ideal, de un “héroe moderno” y de un Yo realizado que, en un 
nuevo mundo fantástico impersonal,se atreve a escuchar la llamada y busca reconciliarse con 
su destino ficticio. 
Sin embargo, este nuevo “héroe moderno” también puede tornarse ficticio a la hora de 
confrontar la realidad, como se pudo observar en los 16 jugadores de rol entrevistados que 
conforman nuestra muestra para corroborar lo que la teoría revisada nos presentó sobre el 
tema. 
 
1. Postadolescencia 
 
Si tu canto llega al cielo, 
por favor cuéntales a los de arriba, 
que acá abajo la melancolía esta matando los corazones. 
Que necesitamos esperanza y creer en algo 
más allá de la fría tortura que nos envuelve. 
Quetzal.1 
 
 
1.1 Adolescencia: Antecedentes de la Postadolescencia 
 
 
“La palabra adolescencia proviene del verbo latino adolecere, que significa crecer o 
crecer hacia la madurez” (Hurlock, 1980.) 
Horrocks (1984) señala que para entender al adolescente se requiere de: 
a) El conocimiento de la conducta que se espera de un adolescente como tal, en 
ciertas condiciones. 
b) El suficiente conocimiento de la conducta humana en general, para determinar 
cuando actúa la persona tan solo como adolescente, y cuando lo hace como cualquier 
otro individuo. 
Gallagher y Harris en 1966 (citado en Horrocks 1984) afirman que la visión del 
comportamiento del adolescente debe basarse en el conocimiento de la adolescencia y sus 
características. Sin embargo, “el conocimiento sin sentimiento puede resultar inútil”. Como 
siente uno hacia el niño puede ser un factor mas decisivo que lo uno sabe acerca de el. 
“Todos necesitamos saber mas acerca de los adolescentes. Son después de todo, los adultos 
del mañana, los herederos de nuestra civilización.” 
El desarrollo del ser humano ha sido considerado como una serie de etapas, cuyos 
límites no están bien definidos. Sin embargo, el periodo de la adolescencia constituye un 
 
1 Mitos y Leyendas: Vendanal (TCG). Salo, 2007 
punto obvio de demarcación. La naturaleza del adolescente lo aparta de los niños y también 
de los adultos; representa la culminación de la infancia y el indicio de la futura vida adulta. 
(Jersild et all., 1978; Offer, 1969 y Rosenber, 1972) 2 
Aunque no es posible delimitar edades precisas, se ha considerado que la adolescencia 
se inicia cuando el joven comienza a mostrar signos de pubertad (en la mujer de los 9 a los 15 
años, en los hombres de los 10 a los 16), y continua hasta que la mayoría de estos signos son 
sexualmente maduros, y se ha alcanzado un crecimiento mental mas o menos completo, 
según se mide con los test de inteligencia. (Bar-On, 1985 y Jersild et al., 1978) 3. Según 
Hurlock (1980) “la adolescencia se inicia cuando el individuo accede a la madurez sexual y 
culmina cuando se independiza legalmente de la autoridad de los adultos.” 
El periodo de la adolescencia cubre aproximadamente de los 11 a los 20 años de edad, 
si bien, para algunos puede decirse que la adolescencia nunca termina, ya que asumen el rol 
del adolescente durante el resto de su vida. Sin embargo, para la mayoría, este periodo 
finaliza entre la segunda y la tercera década de la vida. (Jersild et al., 1978) 4. 
Horrocks (1984) divide la adolescencia en temprana y tardía, siendo en la primera 
etapa predominante los aspectos del crecimiento fisiológico; y los sociales y de conceptos de 
si mismo, en la segunda. 
 
 
1.2. Desarrollo del Adolescente 
 
 
El adolescente busca lograr un sentido de si mismo como de una persona que tiene su 
propio valor. Se vuelve cada vez más consciente de si mismo, y se observa una tendencia 
gradual hacia la autoestabilidad que caracterizará su vida adulta. La dirección del cambio es 
desde una dependencia infantil hacia la relación adulta, basada en el respeto hacia uno mismo 
y hacia otros. El niño también aprende su rol personal y social. 
 
2 citado en Horrocks, 1984 
3 Ídem 
4 Ídem 
En esta etapa de la vida, más que en ninguna otra, es importante para el individuo 
establecer convicciones acerca de su identidad. Ericson (1959) afirma que la principal tarea 
de la adolescencia es el logro del autoconcepto. La autoimagen es de vital importancia en esta 
etapa porque el sujeto se enfrenta a decisiones serias y urgentes (elección ocupacional, 
noviazgo o matrimonio, etc.), y la base principal para dichas decisiones, es su propio punto 
de vista acerca de si mismo. (Havighurst y MacDonald, 1955; Jersild et al., 1978; Offer, 
1969; Rosenberg, 1972 y Strong, 1957) 5 
Ya que el adolescente está entregado a la tarea de conocerse a sí mismo, se le ha 
descrito como una persona emocional, sumamente voluble y egocéntrica, que tiene poco 
contacto con la realidad y que es incapaz de la autocrítica. También se le ha llamado 
conservador, estereotipado, inestable, perfeccionista y sensible. Fountain en 19616 enlista las 
siguientes cualidades que diferencian a los adolescentes: 
a) Sentimientos especialmente intensos y volubles 
b) Necesidad de recompensas frecuentes e inmediatas 
c) Comparativamente, poca capacidad para examinar la realidad 
d) Incapacidad para la autocrítica 
e) Inconsciencia o indiferencia hacia cosas y sucesos que no se relacionen con su 
propia personalidad 
El adolescente experimenta una ambigüedad de status como individuo, pues la 
sociedad no le ofrece expectativas claras y bien definidas. Muchas veces se espera que el 
adolescente adopte patrones de conducta adulta antes de que en realidad esté preparado 
emocional o socialmente. Además, tiene que enfrentar seguido valores contradictorios, 
debido a dependencias que han sido creadas culturalmente. El adolescente no tiene claro sus 
deberes y responsabilidades, ni tampoco sus derechos y privilegios sociales. Ha perdido la 
seguridad de la infancia, pero aun no se ha ganado su aceptación como adulto. (Adams, 1969; 
Jersild et al., 1978; Offer, 1969 y Strong, 1957)7. Friedenberg (1959)8 opina que la autoridad 
vacilante que los adultos ejercen sobre los jóvenes fomenta esta ambivalencia. 
 
5 Ídem 
6 Ídem 
7 Ídem 
8 Ídem 
Un aspecto muy importante en la lucha por adquirir status es la tendencia a 
emanciparse de la autoridad paterna. El niño lucha por romper la completa dependencia de la 
infancia, si bien permanece una estrecha unión con los padres. El hogar suele entonces 
convertirse en una especie de prisión, y el deseo de acción y de aventura se intensifican. La 
autonomía es un símbolo de estatus para el adolescente. Si el padre niega al adolescente la 
independencia, este adoptará actitudes negativas hacia ellos, y hacia todo lo que dicen y 
hacen. Lo que es más grave es que la confianza en sí mismo y la autoestima se ven 
severamente afectadas. Parece ser que la mayor fuente de fricción entre padres e hijos se da 
cuando el control paterno difiere notablemente del que impera en los hogares de los amigos 
adolescentes. (Havighurst, 1953;; Hurlock, 1980; Jersild et al., 1978; Offer, 1969; Rode, 
1971; Rosenberg, 1972; Strong, 1957 y Walters y Stinnet,1971)9. 
En la adolescencia, las relaciones de grupo adquieren la mayor importancia. Con el 
ingreso a la escuela, disminuye la ligadura a los padres y es probable que primero el niño 
transfiera una parte de sus sentimientos de dependencia al maestro, pero pronto sus relaciones 
con el grupo de compañeros se vuelven cada vez más importantes y comienza a depender 
más de estos que de sus padres. El niño se haya fuertemente influenciado por la presión de su 
grupo social y su aprobación o critica afectan su actitud hacia si mismo. Al principio, esta 
presión puede ser una ventaja en el sentido de que brinda al adolescente una oportunidad de 
desempeñar varios roles dentro de la cultura de sus compañeros. Mas adelante, en cambio, 
esta presión puede llegar a interferir con su libertad y le impide ser él mismo. Sin embargo, el 
adolescente se resiste a la completaconformidad con los estándares del grupo; se rehúsa a ser 
“igual que todos” y desea ser el mismo, como un individuo único. Este deseo lo lleva a 
desarrollar su individualidad. (Offer, 1969; Rosenberg, 1972 y Strong, 1957)10 
Cabe citar a Brittain (1963)11, quien no confirma la postura tradicional de que los 
jóvenes cambian de un comportamiento de conformidad con los padres a uno de conformidad 
con los compañeros. Además, señala con los adolescentes no siempre recurren a los padres en 
busca de consejo, sino que buscan a diferentes personas, dependiendo del tipo de consejo que 
necesitan. 
Es una época de cambios fisiológicos y psicológicos; de desarrollo físico y de 
crecimiento. Los impulsos sexuales surgen con mayor intensidad. Estos cambios básicos 
 
9 Ídem 
10 Ídem 
11 Ídem 
emergen principalmente de la dotación genética del individuo. (Havighurts, 1953; Jersild et 
al., 1978 y Rosenberg, 1972)12. 
Lerner y Karabenick (1974)13 indican que tales cambios tienen un efecto psicológico 
importante. Por ejemplo, sostienen que existe una relación significativa entre la estimación 
que una persona tiene del atractivo físico de las diversas partes de su cuerpo y la autoestima 
global de uno mismo. 
Es una etapa también de expansión y de desarrollo intelectual, así como de expansión 
académica. Al niño se le piden gradualmente mayores requisitos académicos e intelectuales. 
Se le pide que adquiera muchas habilidades y conceptos que le serán útiles en el futuro, pero 
que a menudo carecen de interés inmediato para él. El joven va adquiriendo experiencia y 
conocimiento en muchas áreas, e interpreta su ambiente bajo esos términos. (Havighurst, 
1953 y Rosenberg, 1972)14. 
Se menciona también como un periodo de desarrollo y evaluación de valores, 
alrededor de los cuales la persona busca integrar su vida. Se valoran en alto grado la poesía, 
el romance y la sensibilidad artística. Surgen los ideales propios y la persona se acepta en 
concordancia con dichos ideales. Sin embargo, suele existir conflicto entre el idealismo 
juvenil y la realidad, ya que los anhelos y esperanzas suelen estar despegados de la realidad. 
El adolescente vive en dos mundos: el mundo social de la realidad, y su propio mundo 
invisible de la imaginación. Una de las principales causas de los problemas del adolescente 
comienza cuando el niño trata de desempeñar en un mundo el papel que le corresponde en 
otro de los mundos que vive. Esto le provoca problemas y la falta de entendimiento entre 
todos los que participan. (Havigurst, 1953 y Offer, 1969)15. 
También debe tomarse en cuenta el hecho de que el pensamiento del adolescente es 
místico; interpreta un determinado suceso y hace generalizaciones, tendiendo a buscar 
siempre la confirmación de sus hipótesis con ejemplos que la sostengan, incluso frente a 
cualquier refutación contundente. Frente a la realidad, el adolescente se ve en la necesidad de 
revisar sus pensamientos; sin embargo, cuando esta mal ajustado, se retira de la realidad, 
mostrando trastornos que pueden ser psíquicos o somáticos. (Offer, 1969)16 
 
 
12 Ídem 
13 Ídem 
14 Ídem 
15 Ídem 
16 Ídem 
 
1.3. Diferencias Sexuales 
 
 
Numerosos autores han sostenido que existen patrones de personalidad 
pronunciadamente distintos para ambos sexos, durante la adolescencia. Algunas de estas 
diferencias pueden quizás estar intrínsecamente determinadas por factores genéticos. Sin 
embargo, ha sido posible concluir que los dictados de la cultura y las expectativas del papel 
femenino son la causa de muchas de estas diversidades. El rol de la mujer se hace cada vez 
mas central en su vida, conforme avanza a la adolescencia. (Coklin, 1938)17 
Toda cultura establece unas normas para los individuos de la sociedad y dichas 
normas llegan a interiorizarse de tal forma que con el paso del tiempo, llegan a formar parte 
de la personalidad del individuo, y parece que no pueden ser transformadas, sin riesgo de 
perder la propia identidad. (Fundación Centro de Orientación Familiar de Canarias (COF), 
1985) 
Un aspecto importante en el establecimiento de la identidad en un adolescente es 
definir y aceptar el propio rol sexual. Parece ser que en el pasado ha resultado más difícil para 
las niñas aceptar su femineidad, que para los niños su masculinidad. Sin embargo, la 
tendencia en años recientes ha sido la de alentar a las mujeres a hacer sentir sus derechos y 
valores, y se les ha apoyado e incitado a ocupar posiciones y actividades previamente 
dominadas por los hombres. Curiosamente, esta condición creciente y cada vez mas 
generalizada, ha provocado diversos grados de ansiedad en algunos miembros del sexo 
masculino, quienes han expresado su inhabilidad, en relación con las mujeres, para demostrar 
la idea tradicional de masculinidad (seguridad, independencia, determinación, etc.) al 
enfrentarse a situaciones de stress (Jersild et al., 1978 y Komarovsky, 1977)18. 
En una sociedad orientada a favor de los hombres, se ofrecen mayores recompensas a 
los hombres, y por lo tanto, el aprendizaje del rol sexual es más fácil para los hombres que 
para las mujeres. Los problemas de identificación sexual son menores para los hombres 
también. (Jersild et al., 1978)19. La mayoría de los estudios sobre diferencias sexuales que 
 
17 Ídem 
18 Ídem 
19 Ídem 
han contrastado las percepciones de si mismos de hombres y mujeres, argumentan que las 
mujeres están en una posición relativamente en desventaja en la sociedad contemporánea. 
Estas diferencias han tendido a perpetuar ciertas filosofías de socialización y otras 
contradicciones culturales, respecto a los roles sexuales, y estos a su vez, son parcialmente 
responsables por el mayor stress y sintomatología en las mujeres (Siddigue y D´Arcy, 
1984)20. 
A pesar de que durante la infancia tanto a las niñas como a los niños se les anima a 
adoptar tanto los roles convencionales como los competitivos, durante la adolescencia existe 
una tendencia a ejercer una marcada presión en las mujeres para que se adapten al rol 
femenino tradicional. Bardwick (1971, citado en Siddigue y D´Arcy, 1984)21, hace notar que 
“esta repentina presión para conformarse de acuerdo a un rol mas bien especifico y 
estereotipado, esta destinado a inducir algún conflicto de rol y ansiedad.” Las mujeres 
perciben mayor stress en varias esferas de su vida; en particular, se preocupan mas por los 
desacuerdos con los padres, aceptación con los compañeros, relaciones con el sexo opuesto y 
su desempeño académico. (Siddgue y D´Arcy, 1984)22 
La mayor dependencia social y psicológica de las adolescentes puede explicarse 
también por la naturaleza de su percepción del stress. Diversos estudios han demostrado que 
suelen ser altamente dependientes de sus familias, y hasta cierto punto, de sus compañeros, 
para apoyo emocional y la expresión de sus problemas personales. También son mas 
inclinadas a conformarse con varones adultos, que con los varones de su edad. Eichler (1983, 
citado en Siddigue y D´Arcy, 1984)23 argumenta que debido a sus diferencias estructurales, 
es probable que los niños y niñas experimenten a la misma familia de modo diferente. La 
dependencia característica de las niñas tiene el efecto de aumentar su sensibilidad al stress 
relacionado a la familia y grupo de compañeros. Las mujeres parecen depender de los padres 
mas, para el desarrollo de su autoconcepto. (Gecas et al., 1974 y Siddegue y D´Arcy, 1984)24 
La dependencia de las adolescentes también ejerce un impacto negativo sobre su 
autoestima e identidad. Se ha demostrado que los niños poseen un mayor control interno y un 
mayor nivel de autoestima que las mujeres adolescentes. (Douvan y adelson, 1966 y Siddigue 
 
20 Ídem 
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y D´Arcy, 1984)25. Mucho se ha discutido que las mujeres tienden a estar devaluadas en 
comparación con los hombres; sin embargo, los estudios no siempre confirman esta 
conclusión. El cuadro de las mujeres adolescentes es de fluctuación entre sumisión y 
dominancia, si bien, con la edad hay un incremento en dominancia. En contraste con las 
mujeres, los varones tienden a mostrar un rasgo constante de dominancia a cualquier edad. El 
notable incremento en cuanto a la falta de sentimentalismo constituye el área de mayor 
diferencia sexual durante la adolescencia. Los hombres tienden a ser menos sentimentales y 
las mujeres tienden más hacia el idealismo y el racionalismo. En general, las mujeres son más 
conservadoras que los hombres a través de este periodo; sin embargó, parece ser que el hecho 
de estudiar una profesión, se asocia a la apertura de convencionalismos. (Bar-On, 1985; 
Dickstein y Posner, 1978; Gecas et al., 1974)26. 
 
 
1.4. Stress de la Adolescencia. 
 
 
Los adultos han llegado a percibir a los adolescentes en función de estereotipos que 
han sido fomentados por los medios masivos de comunicación. Estos estereotipos actúan en 
doble sentido, dentro de un círculo vicioso, ya que el adolescente se comportará según las 
expectativas que sabe que la gente tiene de él, reforzando de este modo el propio estereotipo. 
(Bandura, 196427y Hurlock, 1980). De acuerdo con Anthony (1969)28, los estereotipos tienen 
el efecto de afianzar lo que promulgan. Harris y Howard (1984)29, por ejemplo, informan 
sobre una relación entre el criticismo percibido y la autoimagen. A medida que el adolescente 
percibe más critica sobre algún comportamiento o actitud determinada, es mas probable que 
el adolescente se perciba a sí mismo como siendo de ese modo. Por su parte, Eckerson 
(1969)30 postula que el estereotipo desfavorable del adolescente ha tenido un efecto dañino 
sobre las actitudes y relaciones de los adultos con los adolescentes, así como sobre las 
actitudes de los jóvenes hacia si mismos y sus relaciones con los mayores. 
 
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Barnett (1970)31 supone que la adolescencia es en sí, un proceso de desarrollo 
generador de ansiedad, debido a que puede implicar experiencias traumáticas, en el peor de 
los casos, y la dificultad de ajuste, en las mejores circunstancias. Levy (1969)32 opina que el 
stress se produce como resultado de los cambios que demandan una revisión de las relaciones 
paterno-filiales, y de la imagen de si mismo. Horrocks (1984) sugiere que el stress de la 
adolescencia se debe a que es un periodo de mayor conciencia de las demandas de la realidad, 
pero observa que hay una disminución gradual de la inquietud y la ansiedad, a medida que el 
individuo crece. Ello resulta lógico ya que al crecer el adolescente, va adquiriendo mayor 
experiencia y una conducta de enfrentamiento con la realidad más efectiva, y disminuye, por 
tanto, su necesidad de desarrollar conductas defensivas, como lo son la hostilidad y la 
ansiedad. 
Si los cambios en la personalidad del adolescente y la percepción de si mismo como 
adulto se producen antes que los cambios en sus relaciones con los adultos, entonces surgirán 
conflictos. Si un adulto trata al adolescente como si todavía fuese un niño, está en desacuerdo 
con el concepto de sí mismo que tiene el adolescente y su percepción de los derechos, en 
comparación con el grado de independencia que ya posee. Cuando un adulto prevé el cambio 
en las relaciones adulto-adolescentes e intentan vigorizarlas, la transición resulta más sencilla 
y se evitan conflictos. 
Masterson (1968)33 recomienda poner menos énfasis en los aspectos de desequilibrio 
que hay en esta etapa, sobre todo, advierte del peligro de suponer que la adolescencia es 
necesariamente un periodo de stress. Afirma que dicha suposición puede provocar la 
inadvertencia de la aparición de sintomatología de problemas psiquiátricos en el adolescente, 
por que tales síntomas serian considerados como pruebas de trastorno “natural”, característico 
de la adolescencia. Para COF (1985), “la adolescencia es una anormalidad normal” y 
considera que “la ausencia de esta crisis ha de entenderse como síntoma de alguna 
anormalidad”. 
Finalmente, Hess y Goldblatt (1957)34 rechazan la teoría de que los adultos tienen 
estereotipos negativos de los adolescentes. El problema no es el de una actitud desfavorable 
hacia los adolescentes, si no más bien el de una falta de comunicación en los adultos, de sus 
verdaderas actitudes hacia los adolescentes. Hurlock (1980) señala además, que las teorías de 
 
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la adolescencia como un periodo inevitable de stress, no han sido comprobadas por la 
evidencia científica. 
 
 
1.5. El Autoconcepto. 
 
 
Los idealistas alemanes abordaron el tema del self humano y la conciencia de sí 
mismo. El problema del autoconcepto ha sido revisado después por diversas aproximaciones, 
entre las cuales destacan el Psicoanálisis, el Conductismo y la Psicología Social entre otras. 
Dentro del Psicoanálisis, el estudio del Yo se ha referido tanto a las instancias intrapsiquicas 
como a las funciones de éstas. Por su parte, el Conductismo rechaza las ideas del Yo y del 
concepto del Yo, por considerarlos atributos metafísicos, que implican un grado de dificultad 
para su estudio a través del método científico. Sin embargo, la mayoría de los científicos 
profesionales, como lo son los psicólogos clínicos, sociales, escolares y otros profesionales 
que trabajan directamente con niños y adolescentes, consideran que el concepto del Yo 
resulta útil, no solo como una base para conceptualizar la naturaleza del desarrollo, sino 
también para el trabajo practico. 
Horrocks (1984) afirmaba que “el constructor del Yo es necesario para entender la 
conducta humana, y que se le puede remover de su estatus metafísico e hipotetizar de tal 
forma que sea un tema valido para el estudio psicológico. (Bar-On, 1985y Strong, 1957)35. 
Este autor afirma que el Yo constituye la única realidad que el ser humano posee. La 
autoimagen es central para la vida subjetiva del individuo y determina en gran medida su 
pensamiento, sentimientos y conducta. Pero la autoimagen es, al mismo tiempo, producto 
tanto de sus emociones como de su intelecto. 
Se ha sugerido que la satisfacción y la felicidad se hayan estrechamente asociadas al 
autoconcepto, y que son la consecuencia natural del funcionamiento armonioso de la 
personalidad total. Fitss (1965)36 expresa que la autoimagen del individuo tiene gran 
 
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influencia en su conducta y esta estrechamente relacionada con su personalidad y con su 
salud mental. (Cameron, 1963; Rosenberg, 1972 y Strong, 1957)37 
Una característica distintiva de las actitudes hacia el sí mismo es que en toda persona 
existe una motivación positiva. Como regla general, la gente desea obtener una opinión 
favorable de sí misma. Una actitud positiva hacia el self en todos los aspectos de la vida es 
uno de los más profundos determinantes de una adaptación exitosa a la vida. Otro aspecto 
fundamental es que el propio self es muy importante para la persona, por lo que se le 
considera de valor supremo. (Jersild et al., 1978; Rosenber, 1972 y Strong, 1957)38 
 
1.5.1. Definición y características del Autoconcepto. 
 
En general, el concepto del Yo ha sido definido por diversos autores como una 
organización y reorganización afectivo-cognoscitivas de las experiencias pasadas del 
individuo, la experiencia del presente, y del pronóstico del futuro. Es en esencia, una 
simbolización del organismo, una visión interior personal que se puede delimitar 
objetivamente de la realidad externa. Esta visión incluye todas las ideas y sentimientosque 
una persona tiene respecto de las propiedades de su cuerpo, las cualidades de su mente y sus 
características personales. Abarca las creencias, valores y convicciones del individuo, sus 
concepciones sobre el pasado y sus prospectos sobre el futuro. Por tanto, el self se refiere a la 
persona total del individuo. (Bar-on, 1985; Jersild et al., 1978 y Lifton, 1971)39 
Aquellos aspectos y características del individuo que son peculiarmente suyas, y que 
dan un sentido de unidad a su personalidad han sido designados con distintos nombres por 
diversos autores, entre otros: “self” por W. James y Jung, “ego” por Freud, “autosistema” por 
Sullivan, “propium” por Allport, etc. 
Kinch (1963)40 describe al autoconcepto como la organización de cualidades que el 
individuo se atribuye a si mismo. Hurlock (1980) afirma que “el núcleo del patrón de 
personalidad es el concepto que el individuo tiene de sí mismo como persona”. Jacobson 
(1954)41 define al self como aquello que se experimenta como la propia realidad subjetiva 
 
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interna y que se puede objetivamente delimitar de la realidad externa. Jersil et al., (1978)42 
señalan que el self es la evaluación subjetiva de un individuo; es un compuesto de los 
pensamientos y sentimientos que constituyen la conciencia de una persona sobre su existencia 
individual, su noción de quién es y qué es. Lo que un individuo sabe de sí mismo es, desde su 
punto de vista, una realidad indiscutible. Una persona es lo que percibe ser, dice Horrocks 
(1984), hasta que lar realidad lo obliga a aceptar o abandonar esta interpretación de sí mismo. 
Incluso las percepciones que de común acuerdo tienen otras personas acerca de él, son tan 
sólo el punto de vista de ellos, más no del sujeto. Las ideas racionales acerca de sí mismo 
descansan sobre premisas realistas de autoavalúo. Sus ideas irracionales se basan en 
malinterpretaciones, pero no se da cuenta de ello. Así, los motivos que gobiernan sus 
pensamientos, actos y actitudes, varían desde aquellos que puede percibir hasta aquellos que 
no reconoce. Al respecto, en la terminología freudiana existen diversos motivos inconscientes 
y que constituyen la dimensión desconocida del self para la propia persona. . (Bar-on, 1985; 
Jersild et al., 1978)43 
Algunos autores han indicado una diferencia entre los nombres que han sido 
atribuidos al sistema del Yo. Hartman (1950)44 es el principal precursor de la separación 
conceptual del Yo como sistema psíquico y el self como concepto referido a uno mismo. El 
concepto del self incluye la integridad de la persona: el Ello, el Yo y el Superyó, y la 
representación del self frente a él mismo. 
Freud no utilizó el termino self, propiamente dicho. Sin embargo, en su trabajo sobre 
el narcisismo (1914), introdujo un criterio diferente al del Yo estructural del sistema psíquico, 
referido en sus otros escritos. El Yo de la teoría narcisista representa un Yo que abarca el 
todo del individuo, convirtiéndolo en el self básico y total. (Astley, 1970; Grinberg, 1966; 
Guntrip, 1971 y Hartman, 1950)45 
Otros autores han considerado igualmente al self como la personalidad integrada 
como un todo. Jung (1957) explica que el Yo es el centro de la conciencia, y el self es el 
centro mas la circunferencia total, que abarca tanto al consciente como al inconsciente. Estos 
últimos “no están necesariamente mutua oposición, si no que se complementan para formar 
una totalidad que es el self.” Según Adler (1956, citado en Fadiman y Fanger, 1979)46, el self 
 
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es la personalidad total, orientada al individuo para integrarse y adaptarse a su medio 
ambiente. 
Algunos teóricos han acentuado sobre el aspecto de las relaciones interpersonales en 
el concepto del self. Rogers (1972)47 considera que uno de los factores necesarios para las 
buenas relaciones intrapersonales es la conciencia de adaptación de sí mismo. Según él, el 
self es la conciencia de ser o de funcionar, y se forma como resultado de la interacción con el 
ambiente, y en particular, como resultado de la interrelación valorativa de los demás. Horney 
(1937)48 opina que el hombre es producto de su medio ambiente y posee un self real o actual, 
que desea lograr una realización completa de todas sus necesidades. Concibe que lo anterior 
es un sentimiento universal. 
Erikson (1959) define al self como una función sintética del Yo y que representa los 
modelos sociales del medio ambiente y también la imagen de la realidad adquirida a través de 
las sucesivas etapas de la infancia. Sullivan (1953)49 sostiene igualmente que el ser humano 
es el producto de la interacción con otros seres humanos y que la personalidad emerge de las 
fuerzas personales y sociales que actúan sobre el individuo, desde el momento mismo de su 
nacimiento. Como resultado de la ansiedad vivida por el niño, surge y se crea el sistema del 
self, el cual es el mecanismo más importante del individuo para disimular la tensión. Mead 
(1934)50 cita que el self es esencialmente una internalización de los aspectos de un proceso 
social o interpersonal. Existe en la imaginación y simbolización, y es internalizado y 
organizado por cada individuo según su percepción de cómo los otros individuos lo conciben. 
Bar-On (1985)51 expresa que cada persona tiene una imagen de su identidad familiar y 
de su identidad personal. Ambas son semejantes, están interrelacionadas y actúan desde el 
momento mismo del nacimiento. Según Ackerman (1971)52, la identidad individual se basa 
en la identidad familiar, la que a su vez requiere del apoyo de la sociedad para su 
establecimiento. 
Para la psicología social, la identidad implica autorrealización dentro del medio social 
y un periodo temporal particulares. El individuo, como entidad, es único, pero debe realizarse 
siempre dentro de diferentes medios sociales. Existe una interacción dinámica entre el self 
 
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interno y la cultura circundante, y la identidad del self emerge finalmente a partir de dicha 
interrelación. (Borgatta, 1968)53 
Se ha hecho una distinción entre la identidad y el Yo. Horrocks (1984) distingue la 
identidad como el resultado de un proceso dinámico denominado Yo. Este producto debe 
estar basado en postulados que concuerden con la realidad, ya que la identidad, siendo una 
hipótesis, puede resultar falaz, o por el contrario, si se confirma con la realidad, la identidad 
individual es más segura y se avanza un paso en la madurez. Este autor postula al Yo como 
un proceso cuyo producto final consiste en una hipótesis del Yo, denominadas identidades. 
Cualquier persona tiene varias identidades diferentes que usa en momentos distintos, 
cuando las expectativas propias y sociales las hacen apropiadas. Idealmente, una persona 
busca que esas identidades formen un todo integral. Esto no sucede así en la adolescencia y 
constituye uno de los problemas de dicho periodo. La integración de la identidad es una labor 
constante del desarrollo en el periodo de la adolescencia. (Horrocks, 1984) 
Fitts (1965)54 afirma que la percepción que una persona tiene de sí misma es 
multidimensional. De acuerdo a dicha concepción, varios autores han identificado algunas 
dimensiones del concepto de sí mismo: 
1. El autoconcepto, propiamente dicho, y que ha sido definido como el 
conjunto de ideas y actitudes acerca de lo que la persona cree ser. Durante la 
adolescencia, la aceptación de los cambios corporales contribuyen de manera 
importante al autoconcepto. Estos cambios son rápidos (peso, estatura, forma del 
cuerpo, apariencia facial, cambios en la voz, etc.) y llevan a la necesidad de un 
cambio en la imagen corporal. El cuerpo cambiante se convierte en un símbolo,no 
solo de cambio físico, si no también de una nueva actitud hacia uno mismo, hacia 
otros, y en general, hacia la vida (Horrocks, 1984) 
Íntimamente relacionada con las características físicas está la influencia en el vestir, el 
arreglo y las posesiones materiales. El no tener ropas similares a las de otros jóvenes, el 
desarreglo en la apariencia personal, o el no contactar con un espacio en casa donde recibir a 
los amigos y sin sentir pena, disminuye la concepción que tiene un individuo de su propia 
importancia, de sus sentimiento de competencia social y de su habilidad para apreciar su 
verdadera habilidad y valor. Por eso la falta de atención en la apariencia personal puede ser 
 
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una manifestación externa de una depreciación en el self interno. (Hurlock, 1980; Jersild et 
al., 1978 y Strong, 1957)55 
2. La percepción transitoria del self. La percepción de sí mismo que se 
tiene en un momento dado puede ser transitoria debido a la influencia de estados de 
ánimo o experiencias recientes. Muchos adolescentes no reconocen esta naturaleza 
transitoria y actúan como si el optimismo o el pesimismo respecto al self fuera a durar 
por siempre. En esta dimensión se incluye una visión negativa, la imagen de una clase 
de self que la persona teme ser. (Strong, 1957)56 
3. El self social. Se refiere al autoconcepto tal y como la persona piensa 
que los otros lo ven. El autoconcepto social que tiene una persona no puede 
corresponderse con las percepciones que las otras personas tienen de ella, sin embargo 
tienen un efecto importante sobre su conducta, ya que el modo como un adolescente 
piensa que otros lo perciben, llega a ser el modo como él mismo se percibe. De hecho, 
se ha sugerido que el self surge como reflejo del conocimiento basado en tomar el rol 
del otro como un rol importante y verdadero. En este aspecto, la actitud que toman los 
padres, maestros y amigos puede ser beneficiosa pues al acentuar realísticamente lo 
positivo de la personalidad del adolescente, éste tomará una mejor actitud hacia sí 
mismo. (Hurlock, 1980; James, 1890, -citado en Bar-On, 1985-; Rosenberg, 1972 y 
Strong, 1957) 57 
4. El self ideal. Es lo que trata de llegar a ser o lo que desearía ser una 
persona, aún cuando no tenga esperanzas de lograrlo. Por lo tanto, puede ser o no 
realista, dependiendo del nivel de aspiración de la persona, en relación a sus 
habilidades y oportunidades para la autorrealización. Varía desde sueños irreales hasta 
metas y mejoras plausibles. (Hurlock, 1980; Jersild et al., 1978 y Strong, 1957)58 
El nivel de aspiración de un individuo tiende a subir con el éxito y a bajar con el 
fracaso. Si el éxito interpersonal tiene un efecto positivo sobre la visión del Yo, la 
participación social en una situación de aceptación conduce a más éxitos interpersonales. A la 
 
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vez, una autoevaluación favorable incrementa la participación social. (Hurlock, 1980; Jersild 
et al., 1978 y Strong, 1957)59 
El self ideal se deriva de varias maneras. Según Havighurst y MacDonald (1955)60, el 
desarrollo del self ideal atraviesa por un periodo temprano de identificación con un padre o 
un sustituto, y posteriormente con un adulto joven en su ambiente, cuyo requisito consiste en 
ser un modelo atractivo. También se puede tomar como modelo a un carácter imaginario que 
posea una combinación de varias cualidades. Algunos padres no “ponen el buen ejemplo”, y 
aun cuando lo hacen, dice Strong (1957)61que no necesariamente serán aceptados como 
modelos, si el adolescente esta luchando por obtener la independencia psicológica de su 
familia. Para desarrollar el self ideal, la lectura puede resultar muy útil pues los personajes de 
los libros pueden servir como objetos para la identificación y la imitación. 
Dentro de esta dimensión, Jersild et al., (1978)62 incluyen la autoidealización, la cual 
es un sistema de ideas y actitudes irracionales a la luz de revelaciones posteriores que pueda 
tener el mismo individuo, acerca de lo que puede saberse por otras personas. La 
autoidealización es una forma de autoengaño y puede consistir en considerar la debilidad 
como fuerza, o también pueden enmascararse cualidades admirables como debilidades 
autoimpulsadas o atribuidas. Todas estas dimensiones del autoconcepto son de gran 
significado, ya que guían y, en muchas ocasiones, determinan la conducta de un individuo. 
El adolescente tiene el deseo de entenderse a sí mismo y de llevar a cabo la parte más 
aceptable de sí. Algunos crean una autoseguridad por medio de demostraciones de su 
competencia. Otros, ansiosos por ganar reconocimiento y afecto, pueden luchar por un 
perfeccionismo. Otros más pueden, en cambio, evitar o huir de situaciones en las que 
resultarán el centro de atención, mientras otros las buscarían. Algunos recurren a la 
autoacusación y al autodesprecio. Algunos mas, tratan de destruir cosas o de lastimar a la 
gente, cuando son heridos en sus sentimientos. Sin embargo, muchos adolescentes se 
enfrentan a las diversas evaluaciones de sí mismos por medio del aprendizaje de modos de 
autorrealización que resultan constructivos y aceptables. (Strong, 1957)63 
 
1.5.2. Influencia de las relaciones familiares sobre el autoconcepto. 
 
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Las relaciones familiares son de gran importancia para el desarrollo del autoconcepto. 
Bar-on (1985)64 expresa que los padres son las personas que están presentes en las etapas 
tempranas de la vida del niño y son los que refuerzan selectivamente el autoconcepto. 
Además, a través del proceso de imitación de su ambiente, el niño imita a sus padres y 
desarrolla así las características que conformaran su autoconcepto. Hurlock (1980) también 
coincide en que de “…entre los factores que afectan el concepto de si mismo del joven, las 
influencias familiares son, sin duda, las mas difíciles de controlar”. A continuación enumera 
algunos factores de la influencia del hogar sobre el autoconcepto: 
a) Poder de los padres. La cantidad de autonomía que los padres están 
dispuestos a conceder al adolescente tiene gran influencia sobre el autoconcepto. 
b) Desavenencias familiares. Estas afectan desfavorablemente la 
personalidad del adolescente, por lo que generan ansiedad, nerviosismo e inseguridad, 
y por otra parte, estimulan las agresiones verbales que debilitan el amor propio del 
adolescente. Al respecto, Coopersmith (1967)65 encontró que son los conflictos y 
tensiones entre la pareja marital, los que se asocian a un importante índice de 
adaptación deficiente en los hijos. Rosenberg (1963)66 informa por su parte, que los 
conflictos entre padres e hijos son las causas más reiterativas para que se produzca un 
bajo autoconcepto. Sin embargo, Cooper et al. (1983)67 concluyen de sus 
investigaciones que el pobre autoconcepto esta en función mas bien de problemas de 
relaciones entre padres e hijos, mas que de desajuste en la pareja parental. 
c) Tamaño de la familia. El hijo único desarrolla por lo general un 
autoconcepto mas sano que el adolescente que esta sometido a la influencia nociva de 
la rivalidad y los conflictos con sus hermanos. Un punto de vista opuesto al anterior es 
el aportado por COF (1985), quien sostiene que el hijo único forma parte de una 
situación muy difícil en la que la unión exagerada de dos margina al tercer miembro. 
Los problemas que surgen en este último caso pueden ser muy violentos y directos, ya 
que no hay hermanos para poder desplazar el conflicto. El hijo único se enfrenta a la 
pareja con rabia y desconsuelo, y busca el apoyo fuera de la familia, o busca 
procurarse la alianza con uno de los dos progenitores. Por otra parte, los padres 
 
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sienten mayor temor ante cualquier demanda de mayor libertad e independencia, pues 
viven con ello una pérdida de su rol de padres y se ven enfrentados a la soledad de 
pareja ante la partida del hijo. De ahí que los padres que solo han vivido para la 
paternidad se sientan acabados e inútiles. El adolescente que hasta el momento ha 
vivido muy unido a sus padres, sufre por ello, y experimenta sentimientos de culpa, 
pero por otra parte, se rebelará ante las presiones psicológicas que se ejerzan sobre el. 
Todo esto le producirá conflictos internos que le dificultaran más su camino hacia la 
independencia. 
d) Autoestima de los padres. La autoestima de la propia madre influye 
significativamente sobre su conducta, y esto a la vez, repercute en la crianza del niño. 
Parish (1981)68 mantiene que el autoconcepto esta definitivamente asociado con la 
disposición familiar y con el cumplimiento de las necesidades básicas del niño 
(satisfacción, amor y sentido de pertenencia). El autoconcepto de los padres dirige su 
conducta hacia los hijos. Satir (1978)69 afirma que los padres que poseen un alto 
autoconcepto son guías de sus hijos, mientras los que tienen un bajo autoconcepto se 
comportan como jefes de sus hijos. Lidz (1960)70 sostiene que un padre desligado y 
ausente, presenta inseguridad con respecto a su masculinidad, y una gran necesidad de 
que se le admire para reforzar su pobre autoconcepto, siendo al igual que su esposa, 
un individuo insensible a las necesidades y a los sentimientos de los demás 
El tipo de prácticas de crianza que impera en una familia también tiene influencia 
sobre el autoconcepto. Angyal (1951)71 y Horrocks (1984) mencionan algunas de las 
circunstancias que se condicionan una pérdida de autoconfianza y de respeto por si mismo: 
a) La actitud sobreprotectora de un padre ansioso transmite al niño el 
sentimiento de que se encuentra incapacitado para controlar el mundo. 
b) Cuando los padres exageran y distorsionan los logros de los niños, 
cuando lo colocan dentro de un rol superior y tienen expectativas elevadas de él, el 
niño sufre una autoderogación pues descubre que la imagen que tienen sus padres de 
él es falsa, y al medirse con sus estándares excesivos y fantásticos, secretamente 
comienza a sentirse desvalorizado. 
 
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c) Cuando un padre está muy ansioso porque el niño haga algo bien, y es 
excesivamente crítico con el, el niño llega a creer que no puede hacer nada bien. 
d) Las constantes negativas a las peticiones del niño crean en él un 
sentimiento de que es una persona fundamentalmente mala, porque las cosas que 
desea están prohibidas, por lo que han de ser malas. 
e) El tratar al niño sin entenderlo, sin comprensión ni respeto, crea en él la 
idea de que simplemente no tiene importancia como persona en un mundo de adultos. 
Siente que no es digno de ser tomado en cuenta y que no tiene valor. El niño necesita 
tanto sentir que tiene unos “buenos padres”, que tenazmente se adhiere a una mala 
autoimagen, antes de culpar a los padres por su evidente falta de comprensión y 
egoísmo. 
Hurlock (1980) enlista también ciertas “señales de peligro” para detectar la mala 
adaptación: 
a) Irresponsabilidad excesiva y dependencia de otras personas. 
b) Sentimientos extremos de inadecuación e inferioridad 
c) Excesivas expresiones de conducta asocial (agresiones físicas, o 
verbales había otras personas, etc.) 
d) Uso exagerado de mecanismos de defensa (racionalización, proyección, 
etc.), y de evasión (elaboración de fantasías, consumo de alcohol o drogas, etc.) 
e) Sentimientos de martirio e hipersensibilidad frente a los desaires reales 
o imaginarios. 
f) Preocupación, ansiedad e inseguridad excesivas. 
g) Actitudes perfeccionistas hacia todo lo que reemprenda 
h) Gran preocupación o falta de interés en la apariencia personal. 
i) Extrema hostilidad hacia la autoridad 
Hurlock (1980) indica que ninguna de estas señales forzosamente por si sola 
representa un índice de perturbación. Sin embargo, cuando casi todas ellas aparecen en el 
mismo individuo y dan la impresión de encajar en un patrón de personalidad, es importante 
considerar la necesidad de abordar el problema de la adaptación deficiente de la personalidad. 
Una de las principales razones para que el joven se acepte aun cuando sepa que no es 
perfecto, es que los demás lo acepten. “El afecto de los demás contribuye a la fuerza del Yo, 
o sea, la capacidad del individuo para enfrentar los problemas de la realidad”. Si el 
adolescente no tiene la suficiente fuerza en su Yo, su autoconcepto tenderá a oscilar de 
acuerdo con el trato que le brinden los demás. Ya que existe una estrecha relación entre la 
adaptación del adolescente y su grado de aceptación, resulta evidente que una mejora en la 
adaptación solo es posible con una mejora en la auto aceptación. “En lo fundamental, esto se 
resuelve si se logra un mayor acercamiento entre el autoconcepto real y el ideal.” 
Horrocks (1984) sugiere cuatro modos adecuados de alterar el autoconcepto de un 
individuo en una dirección positiva: los éxitos, la inculcación de ideas, el estimulo de las 
aspiraciones individuales, y la ayuda para construir defensas contra los ataques a la 
percepción de si mismo. Es “…sumamente importante que el adulto le brinde al adolescente 
todas las oportunidades que se pueda, para reforzar su ego. Esto puede lograrse en parte, 
ayudándolo a adoptar papeles aprobados socialmente y que refuercen el ego. Es un gran error 
desenmascararlo o avergonzarlo, o hacerlo sentirse incapaz, debido a su edad o a su estatus.” 
 Es conveniente recordar aquí que la ayuda que los padres proporcionen a los niños 
para que estos construyan su propio autoconcepto y autoestima, debe tener límites de acuerdo 
al grado de desarrollo del niño. El fomento para la individualización en el adolescente debe 
ser un proceso gradual y coherente. 
Ramírez (1985)72 expresa que “…la higiene mental del adolescente, al nivel familia, 
consistiría en mejorar, rectificar y crear condiciones sustitutas para que la reparación que en 
forma natural tiende a desarrollar el adolescente se lleve a cabo por cauces menos patológicos 
y severos.” 
 
 
1.6. Adolescencia Tardía. 
 
 
La fase final de la adolescencia se ha considerado siempre como una declinación 
natural en el torbellino del crecimiento. Los motivos y los medios por los que la adolescencia 
 
72 Ídem 
llega a su terminación revelan que los aspectos psicológicos son los únicos en cuyos términos 
se puede definir la fase final de este periodo. 
La fase final de la adolescencia ha llamado más la atención que la turbulencia de las 
fases antecedentes durante las últimas décadas. Impresiona, por lo general, por la mayor 
unificación de procesos afectivos y volitivos, la docilidad con que se somete y la regresión. 
Otra importante característica del fin de la adolescencia es la delineación de aquellos asuntos 
que realmente importan en la vida, que no toleran dilación ni compromiso. Da la impresión 
de que la vida del individuo vista en perspectiva muestra continuidades definidas que se 
extienden desde la adolescencia hasta la adultez, al igual que discontinuidades, que de hecho 
marcan la línea limítrofe superior del fin de la adolescencia. 
La adolescencia tardía es primordialmente una fase de consolidación. Con esto nos 
referimos a la elaboración de: 1) un arreglo estable y altamente idiosincrásico de funciones e 
intereses del Yo; 2) una extensión de la esfera libre de conflictos del Yo (autonomía 
secundaria); 3) una posición sexual irreversible (constancia de identidad); 4) una catexis de 
representaciones del Yo y del objeto, relativamente constante; y 5) la estabilización de 
aparatos mentales que automáticamente salvaguarden la identidad delmecanismo psíquico. 
Este proceso de consolidación relaciona a la estructura psíquica y al contenido, la primera 
estableciendo la unificación del Yo, y el segundo preservando la continuidad dentro de él; la 
primera forma el carácter, el segundo provee los medios. Cada componente influye al otro en 
términos de un sistema de retracción hasta que, durante la postadolescencia, se adquiere el 
equilibrio dentro de ciertos límites de constancia intrínseca. 
Parece, desde luego, que el aspecto comprometido de la adolescencia tardía es una 
parte integral de esta fase; el logro es de relativa madurez. 
Casi siempre hay vestigios de lo que ha sido y una detonación parcial en una etapa 
anterior. Parece, entonces, que los “fenómenos residuales específicos y los retrasos parciales 
específicos” son causa en gran medida de las variaciones en la individuación que emerge al 
fin de la adolescencia. Lo que aquí necesita énfasis es el hecho de que la tarea relativa al 
desarrollo de la adolescencia tardía reside precisamente en la elaboración del Yo unificado 
que funde en su ejercicio los “retardos parciales” con expresiones estables a través del 
trabajo, el amor y la ideología, produciendo articulación social así como reconocimiento. 
La adolescencia tardía es un punto de cambio decisivo, por consecuencia, es un 
tiempo de crisis, que frecuentemente somete a esfuerzos decisivos, la capacidad integrativa 
del individuo y resulta en fracasos de adaptación, deformaciones yóicas, maniobras 
defensivas y psicopatología severa. Erickson (1956) ha hablado de esto extensamente como 
una “crisis de identidad”. Conceptos tales como fijación, mecanismos de defensa, síntesis del 
Yo, sublimación y adaptación, bisexualidad, masculinidad y femineidad, no son en si mismos 
ni suficientes ni adecuados para hacer comprensible el fenómeno de consolidación de la 
personalidad en la adolescencia tardía. 
Las fases de la adolescencia traen a colación los impulsos en sus diversas 
constelaciones regresivas y progresivas u organizacionales de alguna fase específica. Es por 
esto que ¿podemos suponer que la represión es el agente mayor que se introduce en la edad 
adulta, como lo hizo antes este mecanismo de defensa en la fase edípica, cuya secuela inicio 
el periodo de latencia? Obviamente esta es una solución demasiado simple; desde luego no 
ofrece ninguna explicación para la gran variabilidad de adaptaciones individuales o acuerdos 
aparentes al final de la adolescencia. Se debe encontrar un principio operable, un concepto 
dinámico, que gobierne el proceso de consolidación de la adolescencia tardía y rinda sus 
diversas formas comprensiblemente: primero el aparato psíquico que sintetiza los diversos 
procesos adolescentes específicos de la fase los convierta en estables, irreversibles, y les dé 
un potencial adaptativo; segundo, la fuente de los residuos específicos de periodos anteriores 
de desarrollo que han sobrevivido a las transformaciones adolescentes y que continúan 
existiendo en forma derivada, contribuyan con su parte a la formación de carácter; y 
finalmente, la fuente de la energía que implica ciertas soluciones hacia un primer plano y deja 
otras en estado latente, preste así al proceso de consolidación, una calidad de decisión e 
individualidad. Estas cualidades, que frecuentemente traen consigo sacrificio y dolor, no 
pueden derivar completamente del impulso de maduración. 
El término trauma es relativo y el efecto de cualquier trauma en particular depende de 
la magnitud y de lo imprevisto del estimulo, y de la vulnerabilidad del aparato psíquico. El 
trauma es un fenómeno universal de la infancia. El dominio del trauma es una interminable 
tarea de la vida, tan infinita como la prevención de su recurrencia. Esta autoprotección es 
proporcionada a la fuerza del Yo y a la estabilidad de las defensas. “Desde luego nadie hace 
uso de todos los posibles mecanismos de defensa; cada persona solamente selecciona alguno 
de ellos, pero estos se fijan en su Yo, estableciéndose como modos habituales de reacción 
para ese carácter en particular, los que son repetidos durante toda la vida siempre que ocurra 
una situación similar a aquella que originalmente los evocó.”(Freud, 1937) 
Por otro lado, los efectos posteriores de un trauma inducen a situaciones de vida que 
de algún modo repiten la originalidad, por lo tanto, el trabajo en la resolución del trauma, el 
intento de dominarlo, continuará. Las experiencias de la vida que tienen su origen en este tipo 
de antecedentes proceden de acuerdo a la repetición compulsiva. Al adquirir el status de un 
modelo, el peligro principal tuvo que ser reemplazado por representaciones simbólicas y 
equivalentes sustitutivas que corresponden al desarrollo físico y mental del niño en 
crecimiento. Al fin de la adolescencia la amenaza original o mas bien un componente de ella 
reaparece nuevamente siendo activada en el medio ambiente; su resolución o quietud es 
buscada entonces dentro de un sistema de interacción altamente específico. 
Anna Freud (1952) comentó sobre la posible “reversión adolescente de las actitudes 
del Superyo y el Yo, aunque aparentemente estas actitudes habían sido totalmente integradas 
en la estructura yoica del niño en estado de latencia”. En los casos en que no se logra la nueva 
integración, presenciamos una transformación parcial del adolescente por medio de 
persistente distonicidad del Yo en relación con ciertas actitudes propias de él. El alcance con 
que el trauma obstaculice el desarrollo progresivo constituye el factor negativo del trauma; y 
el alcance con que el trauma promueva e impulse el dominio de la realidad es el factor 
positivo; esta idea fue desarrollada por S. Freud (1939) en uno de sus últimos estudios. 
Dentro del problema de consolidación del carácter al final de la adolescencia, 
debemos incluir el problema del trauma como parte del proceso total. La fijación e 
irreversibilidad de carácter tiene un efecto favorable sobre la economía psíquica; al igual que 
los rasgos compulsivos agranda la distancia entre el Yo y el impulso. La traumática focal 
resiste las alteraciones del adolescente, a través de las transformaciones emocionales que 
permite la adolescencia; éstas le dan al proceso de consolidación de la adolescencia tardía una 
afinidad selectiva a ciertas elecciones. Los remanentes de los traumas relacionan el presente 
con un pasado dinámicamente activo, y establecen esa continuidad histórica en el Yo que 
provoca un sentimiento de certeza, dirección, y la armonía entre el sentimiento y la acción. 
La fijación busca el mantenimiento de una posición estática; resiste los cambios. Sin 
embargo el aspecto positivo del trauma reside en el hecho de ejercer una fuerza implacable 
para llegar a un acuerdo con sus residuos nocivos a través de su reactivación constante en el 
medio ambiente. Las fijaciones proveen la especificidad de elección en términos de 
necesidades libidinales, identificaciones prevalentes y fantasías preferidas. El trauma residual 
provee la fuerza que impulsa las experiencias no integradas en la vida mental, para su 
eventual dominio o integración al Yo. La forma que toma este proceso es influida por el 
medio ambiente, por las instituciones sociales, la tradición, las costumbres y los sistemas de 
valores. 
Con esto podríamos llegar a la conclusión de que los conflictos infantiles no son 
eliminados al final de la adolescencia, si no que se restituyen específicamente. La 
estabilización del autoconcepto es uno de los mayores logros de la edad adulta. 
Lo que observamos hacia el fin de la adolescencia es un proceso autolimitativo, la 
demarcación de un espacio de vida que permite movimiento solo dentro de un área 
psicológica restringida. Aquellos elementos de igualdad y continuidad que abarcan la niñez, 
la adolescencia y la vida adulta, subrayan el hecho de que la nueva formación mental que se 
ha modelado perpetúalas tendencias familiares antecedentes en la personalidad del adulto. 
Durante la adolescencia propiamente dicha, la solución de conflictos y dilemas del 
complejo edipico, inclusive de las fijaciones pregenitales, son nuevamente transferidas a la 
modalidad genital, esta vez en busca de acomodo dentro del reino de la heterosexualidad no 
incestuosa. Los fracasos en esta tarea llevan a procesos disociativos que dan resultados 
patológicos. Los intereses yoicos altamente idiosincrásicos y la catexis, preferentes de la 
adolescencia tardía constituyen un nuevo logro en la vida del individuo. En la misma medida 
las autorrepresentaciones asumen una fijación estable y segura. 
Una característica predominante de la adolescencia tardía es no tanto la resolución de 
los conflictos instintivos, sino mas bien lo incompleto de esta resolución. Adatto (1958) 
sugirió en un estudio clínico que la decisión que toman pacientes que están en la adolescencia 
tardía para terminar su tratamiento analítico coincide con la resolución del conflicto edipico o 
el hallazgo de nuevos objetos de amor. Este punto de cambio introduce “un periodo de 
homeostasis”, una fase de “integración del Yo que es normal en este periodo de desarrollo”. 
De su estudio se entiende también que una “función restauradora del Yo” es típica de la 
adolescencia tardía, que se asemeja a su función durante el periodo de latencia. Aquello que 
fue un impedimento y un obstáculo para la maduración se convierte precisamente en lo que 
da a la madurez su aspecto especial. 
En la adolescencia tardía emergen preferencias recreacionales, vocacionales, 
devocionales y temáticas, cuya dedicación iguala en economía psíquica la dedicación al 
trabajo y al amor. 
Winnicott (1953), en su estudio de “objetos de transición” en la infancia, describió el 
antecedente genético de una actividad mental en la vida adulta que no era bien comprendida 
anteriormente. Habla de un área “mental” intermedia de experiencia en que la realidad interna 
y externa se combinan, “un área que no es desafiada; un lugar de descanso para el individuo 
ocupado en la perpetua tarea humana de mantener la realidad interna y externa separadas pero 
a su vez interrelacionadas. Se acepta aquí que la tarea de aceptación de la realidad nunca es 
completada, que ningún ser humano está libre del esfuerzo de relacionar la realidad interna y 
externa, y que un aligeramiento de ese esfuerzo es provisto por un área intermedia de 
experiencia que no es definida; esta área intermedia esta en continuidad directa con el área de 
juego del niño pequeño que se “pierde” en el juego. 
La resolución del proceso en la adolescencia tardía está preñada con complicaciones 
que fácilmente someten a esfuerzo excesivo la capacidad integrada del individuo y, que 
puede conducir a maniobras de postergación (“adolescencia prolongada”), o a fracasos 
reiterados (“malogro de la adolescencia”), o adaptaciones neuróticas (“adolescencia 
incompleta”). 
Durante la adolescencia tardía la identidad sexual toma su forma final. “De los 18 a 
los 20 años – según observó Spiegel (1958)-, parece ser que la selección sexual evidente se 
efectúa; al menos observó que un numero de homosexuales masculinos han empezado a 
considerarse durante ese periodo como permanentemente homosexuales.” Freud (1920) hizo 
la misma observación; estableció que la homosexualidad en las mujeres toma una forma 
decisiva y final durante los primeros años después de la pubertad. 
Puede describirse el proceso de consolidación de la adolescencia tardía en términos de 
compromisos abortivos y practicables o de síntesis yoica, y de adaptaciones positivas y 
negativas a condiciones endopsiquicas y de medio ambiente. Los fracasos para dominar la 
realidad interna y externa, pueden catalogarse en dos categorías. Por un lado, los fracasos se 
deben a 1) un aparato defectuoso (Yo); 2) una capacidad deteriorada para estudio diferencial; 
o 3) una proclividad a la ansiedad traumática (pánico de la perdida del Yo). Estos casos que 
comprenden condiciones limítrofes esquizofrénicas y psicóticas, pueden ser llamados casos 
de adolescencia mal lograda. Por el otro lado, si los fracasos se deben a: 1) perturbaciones 
entre los sistemas; 2) bloqueos al aprendizaje diferencial (todo tipo de inhibiciones); o 3) 
evitar ansiedad conflictiva (formación de síntomas), entonces podemos hablar de 
adolescencia incompleta o de perturbación neurótica. 
La pseudomodernidad en los stándares sexuales es en gran parte responsable de 
muchas complicaciones en el desarrollo de la femineidad. El cambio del standard doble al 
sencillo no ha dado a la joven la libertad expansiva que esperaba adquirir. La niña reacciona a 
la diferencia entre los sexos con un bien reconocido resentimiento que es una expresión del 
“complejo de masculinidad”. En un intento de formular las cualidades esenciales de la 
feminidad, Helene Deutsch (1944) mencionó: “la secuencia constituida por: 1) mayor 
propensión a la identificación; 2) fantasía mas fuerte; 3) subjetividad; 4) percepción interna; 
5) intuición, nos lleva de vuelta al origen común de todos estos rasgos la pasividad 
femenina.” Si las necesidades de dependencia no se vuelven una parte integral de la pasividad 
femenina, la necesidad de dependencia puede llegar a no desprenderse de la madre; en ese 
caso la joven puede transferir a los hombres su hostilidad defensiva hacia la madre. Durante 
la adolescencia tardía la predisposición a tipos específicos de relaciones amorosas se 
consolida y con mucha frecuencia estos tipos contienen mezclas de compromisos entre 
fijaciones edificas positivas y negativas. 
Ahora debemos mencionar una falla en la resolución en el proceso adolescente que 
proviene de un origen diferente: la sexualización de las funciones yoicas. Si la sublimación 
no se mantiene mas, agobiaran al Yo con excitación sexual y fantasías inconscientes que 
producen una actividad yoica muy inestable, y que finalmente conducirán a la inhibición. 
Esta condición ha sido estudiada especialmente con referencia a la inestabilidad de elección 
vocacional en los jóvenes en la adolescencia tardía, y también en relación con las 
inhibiciones y síntomas de los artistas. La sexualización de las funciones yoicas debilita la 
objetividad, la comprobación de la realidad y la autocrítica; parte de la actividad basada en la 
fantasía inconsciente se vuelve yo-distonica.”La fantasía yo-distonica contribuirá a la pauta 
de la organización del yo y sufrirá mas modificaciones de desarrollo junto con el yo, mientras 
que la fantasía yo-distonica puede formar el núcleo de un sistema disociado y por lo tanto 
potencialmente patógeno” (Brierley, 1951). 
La sexualización de las funciones yoicas las convierte en inestables, intratables y 
desconfiables; se torna inútiles para el mantenimiento de la armonía interna y la formación de 
patrones de hábitos de trabajo. Estas funciones yoicas sexualizadas son pobres ejecutantes de 
los intereses yoicos; y se comportan “como la cocinera que al entrar en un affaire con el amo 
se rehúsa a hacer su trabajo en la cocina” (Freud, 1926). 
La consolidación de la personalidad al fin de la adolescencia trae mayor estabilidad y 
nivelación al sentimiento y la vida activa del joven adulto. Se efectúa una solidificación de 
carácter; es decir, “una cierta constancia prevalece en las formas que escoge el yo para 
resolver sus tareas”(Fenichel, 1945). La mayor estabilidad de pensamiento y acción se 
obtiene a cambio de la sensibilidad introspectiva tan característica del adolescente; el 
florecimiento de la imaginación creativa se opaca durante la adolescencia tardía. Los intentos 
de imaginación, de aventura y artísticos declinan hasta que gradualmente desaparecen por 
completo. La mayor capacidad para el pensamiento abstracto, para la construcción de 
modelos y sistemas, la compacta amalgama de pensamiento y acción, dan a la personalidad

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