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La-conceptualizacion-de-lo-femenino-entre-Freud-y-Lacan

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
DIVISIÓN DEL SISTEMA DE UNIVERSIDAD ABIERTA 
 
“LA CONCEPTUALIZACIÓN DE LO FEMENINO ENTRE FREUD Y LACAN” 
 
TESIS 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LICENCIADA EN PSICOLOGÍA 
 
PRESENTA 
CYNTHIA LISSETTE FRANCO GARCIA 
TUTOR DE TESIS: 
MTRO. CARLOS AUGUSTO ALBURQUERQUE PEÓN 
 
REVISORES DE TESIS: 
DR. ALFREDO GUERRERO TAPIA 
DRA. PATRICIA CORRES AYALA 
MTRO. JOSÉ LUIS SÁNCHEZ GÁMEZ 
MTRA. MARÍA TERESA GUTIÉRREZ ALANÍZ 
 
MÉXICO, D.F. NOVIEMBRE 2012 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
ÍNDICE 
 
Introducción…………………………………………………..………….....p. 1 
CAPÍTULO 1. FREUD. La histeria, lo femenino y La mujer………....p. 7 
CAPÍTULO 2. LACAN. Goce del Otro…………………………………p. 38 
CAPÍTULO 3. LA BRUJA. El mal-dicho no-todo……….…………….p. 60 
CONCLUSIÓN……………………………………………….…………....p. 87 
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………p. 92 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
AGRADECIMIENTOS 
 
A mi Tutor Mtro. Carlos A. Alburquerque Peón 
Por todo su apoyo y orientación. 
 
 
 
A todos mis Maestros, por el tiempo que con paciencia me dedicaron y que hoy 
culmina en esta tesis. 
 
A mi madre Esperanza por mostrarme la ley. 
 
A mi padre Eric por mostrarme la infracción. 
A mis hermanos por que sin su apoyo no lo habría logrado 
A mis sobrinos que son un motivo para seguir creciendo 
A toda mi familia 
A mi compañero por mostrarme que mi deber es ir tras lo que deseo 
 
 
 
A Carlos que me enseño la importancia de ser agradecida 
A Inesita que siempre es un momento de paz 
A Julio de quien amo su sarcasmo 
A Lucia que siempre tiene una pregunta 
A Nancy que busca la palabra adecuada 
A Román por su sensibilidad 
A Cons que es la buena onda 
A Mar que me enseño la importancia de la salud 
A Ale, Castor, Elsa, Augusto, Alfonso y a todos los que no menciono… 
 
 
A José Luis que además de Maestro es un gran amigo. 
 
 
 
 
 
1 
 
INTRODUCCIÓN 
 Sólo hay mujer excluida de la naturaleza de las cosas que es la 
de las palabras. 
 
Jaques Lacan (1981a: 89) 
 
Investigar acerca del “concepto” de lo femenino que inauguró el psicoanálisis 
con Sigmund Freud y que continúa –entre otros– Jaques Lacan, resulta una 
tarea complicada pero necesaria. Resulta complicado en principio, porque no 
existe como tal para Freud, Lacan u otro psicoanalista, un concepto de lo 
femenino debido a su complejidad y por ello este término no figura en los 
diccionarios del psicoanálisis; pero es necesario abordar el tema en la 
medida que procure a la mujer una desmitificación que le haga justicia. 
Lo femenino, siempre es causa de pregunta, es una interrogante 
abierta, que plantea infinidad de respuestas en todos los campos del 
conocimiento. Por lo tanto las aproximaciones que al respecto se hacen, son 
de lo más variables. Trabajar lo femenino desde la postura psicoanalítica, 
partiendo de Freud y contrastándolo con los postulados teóricos de Lacan, 
puede ayudarnos, a alcanzar un mejor entendimiento en la problemática que 
acompaña a tal enigma y el porqué de su estigmatización. 
El estudio de lo femenino para el psicoanálisis es sin duda un aspecto 
primordial en el trabajo clínico y en todos los ámbitos. Resulta ser un reto 
que plantea la necesidad de continuar enriqueciendo su construcción en el 
terreno teórico, que permita nuevas reflexiones y la apertura a otras 
2 
 
interrogantes que propicien resultados a favor de las diversas necesidades y 
problemáticas de la mujer en la práctica cotidiana. 
Al acercarnos a los textos freudianos sobre lo femenino, podemos 
darnos cuenta de dos aspectos importantes. El primero radica en la 
importancia que sus teorías significan para la apertura a la sexualidad 
femenina (tan olvidada hasta ese momento), que fueron acogidas en el seno 
de una ruptura epistemológica que acepta la duda como certeza. El segundo 
aspecto, es que lo femenino representa un punto oscuro dentro de su teoría 
(complejo de Edipo Femenino) debido a que para Freud lo femenino es un 
enigma y como tal, algo de lo que es imposible hablar pero necesario. De 
hecho es en su artículo referente a la feminidad donde dirá: “Con todo esto 
supondréis ya que tampoco la psicología habrá de resolver el enigma de la 
feminidad” (Freud, 1988a: 519). 
Para ser específicos, no logra definir lo femenino, pero realiza 
esfuerzos por elaborar este concepto en una teoría que alude a la 
sexualidad. 
Para Freud no se es mujer sino en todo caso se deviene mujer 
accediendo a la feminidad a través del complejo de castración y el complejo 
de Edipo. La complejidad del Edipo femenino nos mostrará que para el 
mismo Freud el acceso a la feminidad y a la mujer era algo sumamente 
problemático pero vital. 
De las investigaciones realizadas por Freud, surgieron diversas 
contribuciones al estudio de esta temática y en este caso elegimos a Lacan, 
3 
 
como continuador de Freud, por ser considerado uno de los más influyentes 
psicoanalistas después de él y por su famoso emblema de retorno al padre 
del psicoanálisis, ya que nos marca un camino interesante para analizar 
hasta qué punto retorna, retoma y reelabora conceptos como el que 
compete a este tema. 
Lo que Lacan aportó es un eslabón y una formalización lógica a la 
idea freudiana de la sexualidad femenina, tan enigmática. Al reelaborar lo 
femenino, enuncia la forma del goce para ambos sexos en sus fórmulas de 
la sexuación. 
La propuesta planteada, representa sin lugar a dudas un notable 
progreso al problema legado por Freud con respecto al posicionamiento 
psíquico sexual de la mujer y particularmente a la forma del Otro goce que 
es propio de lo femenino. Es así que Lacan introdujo dos lógicas respecto a 
la función fálica, el no-todo es la lógica que gobierna al goce femenino, en 
tanto del lado masculino rige la lógica del todo y la excepción. Cada ser 
parlêtre1 se situará en uno u otro lado de las fórmulas, quedando ambos 
ubicados de manera diferente en la función fálica. 
Al especificar un goce propio de lo femenino, como goce que carece 
de una esencia, Lacan pudo hablarnos de lo que es La mujer de la siguiente 
forma: “La mujer no toda es, hay siempre algo en ella que escapa del 
discurso” (Lacan, 1973a: 128). La mujer será entonces como la verdad, 
 
1 El termino Parlêtre es una condensación o metáfora de dos significantes: PARLER, que en francés 
significa hablar y ETRE que en francés significa ser, sería una palabra inventada por Jaques Lacan 
para designar al ser habitado por el lenguaje, traducida al español quedó el hablanteser. Indica la 
supeditación del sujeto al lenguaje (PARLETRE, “Revista virtual de psicología”, En línea, consultado el 
26 de Septiembre del 2012, Disponible en Web: www.parletre.unlugar.com/parletre 
_significado.html). 
4 
 
siempre dicha a medias y ubicada dentro del orden de lo real2 por estar fuera 
de todo significante, además de ser síntoma para el hombre. 
Lacan reubica en el centro de la teoría psicoanalítica, ni más ni menos 
que a la falta; esta voluptuosidad de lo ausente y del vacío que avasalla y 
cuestiona al saber como unidad. Lo femeninoque es no-todo como la verdad 
no fue aceptado por quienes observaban perplejos el propio límite del 
lenguaje, lo cual acarreó consecuencias graves para la mujer a quien se le 
mal-dijo, desde el renacimiento en una cultura que venera la exactitud del 
conocimiento y el decir. 
Este trabajo se propone plantear que a partir de la reelaboración del 
“concepto” de lo femenino que Lacan hace de Freud, se logra una 
reivindicación discursiva de la mujer, al reubicarla dentro del discurso fálico 
como la verdad y lo real. Para ello se han desarrollado los siguientes temas: 
En el capítulo 1, “Freud. La histeria, lo femenino y La mujer”, se hace 
una breve recopilación de artículos freudianos que nos aportan su visión y 
acercamiento a lo que para él represente un continente oscuro (la mujer). 
Los tres aspectos que se abordan marcan momentos importantes en la obra 
de Freud: la histeria como estructura clave de toda neurosis será un tema 
recurrente y pilar de toda su obra, ya que marca los inicios y el acercamiento 
de Freud a lo psíquico; posteriormente lo femenino se irá introduciendo 
 
2 La ciencia que se interesa en la verdad bajo su aspecto de causa formal, da una forma lógica a la 
comunicación de su saber, excluyendo así al sujeto que ella implica. Lo real por el contrario, se sitúa 
en los confines de la lógica, en un más allá del principio de no contradicción, la cual no sigue ninguna 
traducción de reglas aristotélicas del tipo “no se puede permanecer en un estado y en el estado 
opuesto al mismo tiempo”. A diferencia de la lógica aristotélica, lo real se ubica en la paradoja. Un 
ejemplo filosófico es la afirmación de Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”. Lo 
que enseña la paradoja de Pascal es lo real de la razón, es decir, el inconsciente (Alburquerque, 
2011a: 4). 
5 
 
enlazado a las observaciones de la histeria, para acercarnos al final de su 
obra donde encontraremos la famosa pregunta freudiana ¿Qué quiere la 
mujer?... 
En el capítulo 2, “Lacan. Goce del Otro”, primero se ilustra la 
necesidad de precisar una distinción entre la histeria, la mujer y lo femenino, 
para lo cual seguiremos a Lacan en su retorno a Freud y cómo es que a 
partir de ello hace aclaraciones puntuales que enriquecen y precisan la 
diferencia entre la histeria, la mujer y lo femenino. Posteriormente será a 
través de las fórmulas de la sexuación, como Lacan dará cuenta de manera 
formal del goce masculino y femenino. Dirá entonces que el goce fálico es 
Uno (esencialmente limitado), mientras el femenino es el Otro considerado 
no-todo, donde se encuentra la mujer o el goce del místico. 
En el capítulo 3, “La Bruja. El mal-dicho no-todo”, contestamos la 
pregunta ¿Existe alguna reivindicación discursiva, que el “concepto” de lo 
femenino en Lacan, aporte a la mujer? La respuesta es una paradoja, puesto 
que no se puede abordar lo real del goce Otro3 si no es a través de esta vía 
 
3 Goce fálico y Goce del Otro. En el Seminario Aún (1972-73), Lacan va a especificar la diferencia 
entre goce masculino y goce femenino, diferencia que no se regula necesariamente por la anatomía: 
todo “serhablante” tiene una relación con el falo y la castración, pero estas relaciones son 
diferentes. El cuadro de las fórmulas de la sexuación propone una combinatoria ordenada por lo que 
Lacan llama la función fálica. (Véase matema, figura 4; según las fórmulas de la sexuación del 
seminario Aún.) 
El cuadro citado en el artículo sobre el matema ha sido también comentado en artículo sobre el falo, 
ese significante del goce. El significante, por otra parte, en ese texto, es designado “causa del goce” 
al mismo tiempo que su término. Así, si el objeto a es causa del deseo, el significante, por su parte, 
es causa de goce. 
Mientras que en el texto de los Escritos “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el 
inconsciente freudiano”, el goce era situado en la relación con el significante del Otro barrado S(/A), 
en la segunda parte de su obra, Lacan pone más particularmente en relación con S(/A) al goce 
femenino: “El Otro no es simplemente ese lugar en el que la verdad balbucea. Merece representar 
aquello con lo que la mujer forzosamente tiene relación (…) Por ser radicalmente el Otro en la 
relación sexual, respecto de lo que puede decirse del inconsciente, la mujer es lo que tiene relación 
con ese Otro” (seminario Aún, 1972-73). 
6 
 
(Otra). A lo femenino se le atribuye a través del tiempo explicaciones y 
asociaciones malignas, que la lógica del no-todo viene a derrumbar, con lo 
cual se logra un reposicionamiento dentro del orden del discurso que podría 
plantear una reivindicación discursiva de lo femenino a través del significante 
que es fálico, pero sin ser propiamente de lo femenino que se encuentra 
ubicado más allá del falo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Así, es no-toda en el goce fálico, en esa misma medida en que tiene relación con el Otro, lo que no 
significa que pueda decir algo de ello; mientras que su compañero masculino sólo puede alcanzarla 
por medio de lo que, a través del fantasma, pone en escena la relación del sujeto con el objeto a. 
(Chemama, 2004a: 295-296). 
No hay relación sexual porque el goce del Otro tomado como cuerpo es siempre inadecuado, 
perverso de un lado –en tanto el Otro se reduce al objeto a– y yo diría loco, enigmático, del otro. 
¿No es por el enfrentamiento de este impasse, de esta imposibilidad por donde se define un real, 
como el amor se pone a prueba? (Chemama, 2004a: 296). 
7 
 
Capítulo 1 
Freud. La histeria, lo femenino y La mujer 
La histeria4 es reconocida como patrimonio del psicoanálisis, por lo que este 
concepto no puede pasar desapercibido al ser un pilar teórico fundamental 
para la teoría psicoanalítica. La histeria como un concepto base, no sólo 
representa la estructuración típica de las neurosis, también proporciona la 
apertura en la escena analítica de una realidad psíquica con efectos de 
verdad que interroga el saber de la medicina. 
El término histeria proviene del griego hysteron que significa útero y 
puede encontrarse como hyster que significa matriz; tiene su origen en la 
antigua medicina griega que “se remonta a Hipócrates” (Laplanche, 1996a: 
171). Desde la antigüedad la enfermedad de la histeria fue considerada 
como un mal que aquejaba a la mujer por su sensibilidad, ya que su ser 
femenino poseía un cuerpo más vulnerable al desequilibrio presentado entre 
alma y cuerpo. Por hacer referencia al útero se crea automáticamente una 
idea que liga íntimamente la histeria con la mujer a través de lo femenino, 
situación que conforma un punto oscuro que al psicoanálisis no se le 
escapa. 
Muchielli (1984a: 9), menciona la existencia de “palabras que han 
tomado carta de naturaleza en el lenguaje corriente” que se introducen en lo 
 
4 Histeria: Clase de neurosis que ofrece cuadros clínicos muy variados. Las dos formas 
sintomatológicas mejor aisladas son la histeria de conversión, en la cual el conflicto psíquico se 
simboliza en los más diversos síntomas corporales, paroxísticos (ejemplo: crisis emocional con 
teatralidad) o duraderos (ejemplo: anestesias, parálisis histéricas, sensación de “bolo” faríngeo, etc.), 
y la histeria de angustia, en la cual la angustia se halla fijada de forma más o menos estable a un 
determinado objeto exterior (fobias) (Laplanche, 1996a: 171). 
8 
 
cotidiano y difieren de su conceptualización teórica. Ejemplo de ello lo 
encontramos en la equiparación que se hace de la histeria con la mujer, 
situación que se mantiene en lo cotidiano como herencia de su raíz 
etimológica ehistórica y nos habla de un desconocimiento real y esencial de 
lo que es la mujer. 
La histeria si bien se encuentra asociada a lo femenino, no significa a 
la mujer, pero será un punto crucial que nos aproximará a su comprensión 
desde el psicoanálisis que a continuación desarrollaremos desde la visión 
freudiana. 
 
 
La histeria 
“…Yo creo que es como una niña 
preguntándole cosas a una anciana, 
como un burrito atolondrado 
entrando a una ciudad, lleno de paja. 
Tiene también una mujer madura 
que le asusta de pronto la mirada 
y se le mueve dentro y le deshace 
a mordidas de llanto las entrañas. 
Miss x, si, la que me ríe 
y no me quiere decir cómo se llama, 
me ha dicho ahora, de pie sobre su sombra 
que me ama pero que no me ama.” 
 
 Sabines (1977a: 43) 
 
A finales del siglo XIX imperaba el pensamiento médico y el método 
anatómico que calificaba los síntomas histéricos como el producto de una 
sugestión o una simulación; pero en verdad la histeria se presenta como un 
9 
 
fenómeno que interroga a la medicina su potencial de saber y despliega un 
reproche a la lógica fálica que desconoce a la mujer. 
Antes de continuar es importante mencionar que desde el siglo XVII, 
Charles Lepois ya discutía la teoría uterina de esta enfermedad y menciona 
que la histeria se podía encontrar en ambos sexos; cuestión que 
desafortunadamente fue ignorada. 
 No es sino hasta el siglo XIX que tal aspecto comienza a ser 
elaborado y propicia que el neurólogo Meynert le proponga a Freud 
presentar un caso de histeria masculina. Tal caso fue expuesto el 26 de 
noviembre de 1886 donde se puntualiza lo siguiente: “en modo alguno creo 
mostrarles un caso raro y singular. Antes bien lo considero de muy común y 
frecuente ocurrencia, aunque a menudo se lo pueda pasar por alto” (Freud, 
1982a: 27). Dicha ponencia no fue mal recibida, pero tampoco se le prestó 
mayor atención. El caso que acabamos de nombrar llevó por título 
Observaciones de un caso severo de hemianestecia en un varón histérico 
(1886). 
Es importante señalar que la mayor parte del artículo antes citado, 
está orientado a los fenómenos físicos y no psíquicos de la histeria; esta es 
una influencia que proviene de Jean-Martin Charcot, quien fue maestro de 
Freud en la Salpêtrière5. 
 
5 Salpêtrière: Hospital general para pobres y vagabundos de París en el siglo XVII. “Entre los muros de 
los internados es donde Pinel y la psiquiatría del siglo XIX volverán a encontrar a los locos; es allí –no 
lo olvidemos– donde los dejarán, no sin gloriarse de haberlos liberado. Desde la mitad del siglo XVII, 
la locura ha estado ligada a la tierra de los internados, y al ademán que indicaba que era aquél su 
sitio natural” (Foucault, 1976a: 80). 
10 
 
Ahora veamos cuales fueron las aportaciones de Charcot sobre la 
histeria y su influencia en Freud. Jean-Martin Charcot comienza toda una 
reorganización y división clínica en la Salpêtrière, donde colocó todos sus 
esfuerzos en tratar de entender las enfermedades nerviosas crónicas. 
Inaugura una clasificación que diferenciaba las crisis histéricas de las 
epilépticas y continuó con el abandono del concepto antiguo de histeria para 
utilizar el de neurosis, al cual le atribuye un origen traumático vinculado al 
sistema genital. 
Posteriormente abandona la cuestión del útero como causa y 
demuestra la existencia de histeria masculina. Al proponerse hacer de la 
histeria una enfermedad nerviosa de origen hereditario y orgánico se vio 
obligado a renunciar a la antigua etiología sexual. 
“Una noche de 1886, el joven Freud se entera por Charcot de que el 
maestro “conoce” la primacía de las causas genitales, pero que estas deben 
permanecer secretas en las alcobas” (Roudinesco, 1988a: 38). 
Es así que Charcot le señalaba a Freud las condiciones que darían 
paso a un nuevo concepto de neurosis como enfermedad, donde el discípulo 
se arriesgará a retomar la etiología sexual para llevar a cabo la separación 
de “las neurosis del campo de la enfermedad orgánica”, (Roudinesco, 1988a: 
38). Es así que Freud se encaminará paulatinamente en los misterios del 
cuerpo; no del cuerpo orgánico u anatómico, sino en los misterios del cuerpo 
psíquico hablante. 
11 
 
La importancia de los trabajos de Charcot radican en el encuadre de 
la histeria como enfermedad orgánica, con lo cual se inicia la separación 
entre las neurosis y el mito de la histeria-mujer simuladora; pero será con 
Freud que la desmitificación se revelará plena al descolocarla de lo orgánico 
para colocarla en el campo del inconsciente. De esta forma la histeria 
adquiere la denominación de enfermedad psíquica y precisa sus síntomas 
como cualquier otra enfermedad. 
El alcance de este hecho establece una postura diferente ante el 
discurso histérico, que se articula principalmente –no exclusivamente– a 
través de un cuerpo de mujer y que a partir de este momento es reconocido 
como real. 
En un trabajo conjunto Freud y Charcot (1982a: 187-190) formulan 
una tesis sobre el ataque histérico, donde ya suponen una disociación –
escisión del contenido de conciencia– que registran en cinco puntos, 1) 
mencionan el retorno de un recuerdo psíquico, 2) explican que el recuerdo 
es causado por el trauma psíquico, 3) señalan que el recuerdo es 
inconsciente, 4) aclaran que el recuerdo retornará como ataque histérico y 5) 
explican que este ataque se debe a las impresiones a las que se denegó la 
descarga adecuada. La importancia de nombrar una escisión de la 
consciencia traza una vía de aproximación a la realidad psíquica que 
funciona entre la verdad y el saber como un corte. 
Para “Foucault el gran corte de la historia de la medicina occidental 
data del momento en que la experiencia clínica se convierte en mirada 
anatomo-clínica”, (Roudinesco, 1988a: 19). 
12 
 
El método anatomo clínico, fue creado por Corvisart (1755-1821); 
esta enseñanza se practica hasta hoy y consta de: estudio de casos, 
anotación y observación de los síntomas, etc. A mi parecer se registra un 
segundo corte en la historia de la medicina occidental cuando Freud le 
añade al método anatomo clínico el aspecto psíquico. A la puerta de este 
contexto, fue el psicoanálisis un parteaguas en la historia de la medicina y en 
la historia de la histeria. No obstante, no deja de ser la mujer histérica crucial 
para la fundación del psicoanálisis, “en tanto generadora, amante y 
portadora de muerte…” (Assoun, 1994a: 78). 
Años antes del encuentro con Charcot, Freud se hallaba fascinado 
con otro médico, el doctor Joseph Breuer que entre 1880 y 1882 atiende a 
una joven de 21 años llamada Bertha Pappenheim conocida como Ana O. La 
importancia de este caso es que Bertha logra nombrar “la cura por la 
palabra” (Roudinesco 1988a: 25) y que Freud por primera vez da cuenta de 
la existencia del factor sexual en la etiología de la histeria, factor que 
posteriormente corrobora con Charcot a pesar de sus intentos por 
mantenerlo oculto, debido a su conveniencia teórica. 
Breuer en su momento también rechazó la etiología sexual como 
factor importante en el desencadenamiento de las neurosis, pero en este 
caso se debió a lo que posteriormente Freud nombrará como 
contratransferencia6. Esto se sucedió de la siguiente manera: durante los 
años que duró el tratamiento de Bertha, Breuer fue percatándose de los 
sentimientos que ella iba desarrollando hacia él (transferencia afectiva) y 
 
6
 Contratransferencia: Conjunto de las reacciones inconscientes del analista frente a la persona del 
analizado y, especialmente, frente a la transferencia de éste (Laplanche, 1996a: 84). 
13 
 
despertaban en Breuer reacciones (contratransferencia) que no supo 
comprender ni manejar. Tales reacciones inconscientes entre la analizada y 
el analista,así como la dedicación que le mostraba Breuer, despertaron los 
celos de su esposa Matilde. La consecuencia de tal situación fue la alta 
abrupta de Bertha quien esa misma noche presentaría los síntomas de un 
parto imaginario y acusaba al médico de ser el padre. El médico sostendría 
que Bertha era inmadura y admitía que le incomodaba tocar el tema. 
Punto importante para el aprendizaje de Freud son los “Estudios 
sobre la histeria 1893-5” (Breuer y Freud, 2006a: 32), donde Breuer describa 
su método catártico7 empleado en el tratamiento de Anna O. El método 
consistía en desaparecer los síntomas histéricos cuando se conseguía 
despertar el recuerdo del proceso junto con su afecto a la vez que el 
enfermo lo expresaba en palabras. 
Para Assoun (1994a: 84) “esos Estudios contienen: la historia del 
encuentro con la histérica, en tanto que escena primitiva del encuentro con 
la femineidad”. La posibilidad de una nueva teoría se gesta en este cuadro 
complejo de personajes. Nos encontramos con el caso de Emmy von N. a 
quien Freud le realiza un ultimátum combinado con plazos y preguntas sobre 
sus síntomas, a lo cual ella le dice que no debe estar siempre preguntándole 
 
7 El método catártico es la antesala de lo que posteriormente será denominado abreacción, que es 
definida como la “aparición en el campo de la conciencia de un afecto hasta entonces reprimido. 
Algunos afectos, que no han sido normalmente experimentados en el momento de su actualidad, se 
encuentran ahora en el inconsciente en razón de su ligazón con el recuerdo de un traumatismo 
psíquico. Afectos y recuerdos así ligados fueron reprimidos entonces a causa de su carácter penoso. 
Cuando el afecto y la verbalización del recuerdo irrumpen al mismo tiempo en la conciencia, se 
produce la abreacción, que se manifiesta con gestos y palabras que hacen explícitos estos afectos. La 
mayor parte de las veces, la abreacción sobreviene en el momento de levantarse la resistencia a esta 
irrupción, en el curso de una cura analítica y gracias a la transferencia sobre el analista” (Chemama, 
2004a: 1). 
14 
 
de dónde procede esto o aquello, sino dejarla relatar lo que desea. Lo 
importante de este encuentro fue que permitió enunciar el principio de 
asociación libre que estaba por nacer, a razón del deseo que le muestra la 
historia histérica. A través del caso de Miss Lucy R., se encontrará con la 
complejidad del proceso, al hallar un síntoma tras de otro. Este mecanismo 
reclama su representación, pero por el momento esta inversión entre saber y 
verdad tendrá que esperar, como lo mostró la pretensión de extirpar la 
verdad de un sólo golpe; esta pretensión se ejemplifica en el caso de 
Catalina, conversación que se presenta como catarsis relámpago donde 
intenta reactivar la escena de la seducción8. 
En su difícil andanza junto a Breuer, Charcot y las histéricas, con el 
tiempo Freud se encuentra ante dos dificultades respecto a la hipnosis, 
método principalmente utilizado por sus maestros; estas complicaciones son: 
1) No eran hipnotizables todos los pacientes histéricos. 
2) “Decide tomar una postura frente al problema de saber qué, en 
verdad caracterizaba la histeria” (Freud, 2006a: 264). 
Por lo que para el otoño de 1892 abordará el método de la asociación 
libre, dejando de lado la hipnosis. 
Continuando con su odisea, en su artículo “Sobre el mecanismo 
psíquico de fenómenos histéricos” de 1893, Freud hace una analogía entre 
las parálisis traumáticas y la histeria común, pero logra darse cuenta de que 
 
8 Es importante mencionar que con el tiempo Freud abandonará la teoría de la seducción pues ya no 
creerá más en las historias histéricas, porque se da cuenta que estas son producto de fantasías 
sexuales inconscientes. 
15 
 
existe un hecho sustancialmente diferente entre ambas; esto es que en la 
segunda rara vez se comprueba un gran suceso. La razón de las parálisis 
histéricas se hallaba en la “sugestión verbal” (Freud, 1986a: 31-32), que 
desde entonces se eleva al estatuto de trauma. 
Éste suceso es importante porque la palabra va adquiriendo un peso y 
una realidad en el cuerpo para posteriormente ser anudada a la etiología 
sexual que comprende para Freud las “escenas sexuales infantiles” (Freud, 
1986a: 214). 
La complejidad del problema que plantea la histeria se deja ver en 
forma de pregunta y regala ante la escucha y mirada atenta de Freud una 
nueva teoría, que deja surgir la verdad en boca del sujeto que no sabe que 
sabe. 
La histeria fragmentó el discurso, en una alzada que interrogó a la 
sexualidad humana, haciéndole saber a Freud que la diferencia sexual–
posicionamiento psíquico masculino o femenino– nombrarse hombre o 
mujer, no se encuentra vinculado a la diferencia anatómica de los sexos. Al 
respecto menciona Freud (1986a: 271), “resta un gran trabajo para el siglo 
venidero, en el cual nuestra civilización tiene que aprender a conciliarse con 
las exigencias de nuestra sexualidad”. 
La histeria hace pregunta en todos los hombres y en todos los 
tiempos, es en ella donde se escenifica un vacío que no se rinde ante el 
imperio del poder falocentrista y pone en juego la relación tan estrecha entre 
sexualidad y verdad. Por ello Freud (1986a: 215) se da cuenta de que “la 
16 
 
reacción de los histéricos es exagerada sólo en apariencia; tiene que 
aparecérsenos así porque nosotros sólo tenemos noticia de una pequeña 
parte de los motivos de los cuales brota.” 
Estos motivos brotan del real del sujeto que pregunta ¿Quién soy? 
¿Qué soy? Es sin duda el caso Dora donde se aloja de manera latente la 
pregunta esencial a todo histérico, que constituye el enigma freudiano de lo 
femenino. 
Ahora veamos que para hablar de Dora es necesario recordar el texto 
titulado “Fragmento de análisis de un caso de histeria (1905 (1901)”, trabajo 
Importante porque ilustra cómo la interpretación de los sueños se entrama 
en el análisis de una joven de 18 años a la que Freud llamo Dora. 
Resaltemos que lo más importante aquí no es lo que el analista escucha, 
sino lo que no pudo interpretar, veamos tal cuestión. 
En su tratamiento Dora cuenta que su padre y una mujer, la señora K. 
tienen un amorío, mientras el padre lo niega, Freud le cree. El caso se 
complica cuando Freud insiste en que Dora se encuentra “enamorada del 
señor K.” (2000a: 33), situación que la joven niega rotundamente y es 
interpretada como resistencia por Freud. En este caso será Freud el 
obstáculo a ese mensaje que se hallaba en juego, al no dar cuenta que el 
reproche que despliega contra su padre por la señora K. y que de continuo 
aparece en el análisis, proviene del enigma que la señora K. representa para 
Dora y que se muestra en forma de pregunta de la siguiente forma: ¿Qué es 
lo femenino? ¿Qué es ser una mujer? 
17 
 
Eso, lo femenino es lo que en realidad tanto le inquietaba a Dora y es 
así que lo escribe García (2005a: 18): 
Freud no escuchó en un momento9 del análisis que la 
corriente anímica más fuerte en Dora era su 
homosexualidad, ese fue el motivo que le impidió 
mantenerla en el análisis. Mas, cabe aclarar, que la 
homosexualidad no era del orden de lo genital, sino 
que iba dirigida a una identificación; es decir , la señora 
K. era para Dora la Encarnación del misterio de lo 
femenino, puesto que era amada por su padre. 
 
De tal forma la histeria hace pregunta (pregunta que no comprende 
Freud), se presenta insatisfecha, algo la aqueja y no sabe que en verdad 
sabe. Cuestiona el saber médico y le muestra su insuficiencia, pide algo 
más, pide que siempre haya algo más que elaborar. Le muestra a Freud el 
camino que se debe seguir para el análisis, haciéndole ver que en ella 
cohabita la vacilación y que sin tal no es posible la autoconsciencia. 
Por lo tanto “Locura del saber: es la enfermedad que Freud recibede 
las histéricas, y de la que se ampara, al borde del siglo, para advertir a los 
hombres de su herida original” (Roudinesco, 1988a: 36). Esta herida señala 
una queja contra la preponderancia fálica que arremete hacia lo femenino en 
cada hombre y coacciona la mostración de todos aquellos afectos sensibles 
y tiernos10. 
 
9 En la escena del lago, Dora rechaza al señor K. porque le dice que su mujer no le interesa; ella 
responde con una cachetada y a partir de ese momento la posición de Dora ante él cambia, pues con 
quién estaba identificada y por quien estaba interesada, era la señora K. (La nota es de García 
citando a Freud). 
10 La forma del amor materno es la ternura y este elemento que juega un papel fundamental en el 
vínculo amoroso, no se considera para la constitución de lo masculino; entonces ¿qué va a hacer el 
niño cuando su primer aprendizaje de amor, es ternura? ¿Hasta dónde nuestra sociedad le permite a 
un hombre afirmarse como tal en el amor, a través de la ternura? Podríamos pensar que una 
18 
 
Lo femenino 
“El enigma de la feminidad ha puesto a cavilar a los hombres de todos los 
tiempos” 
(Freud, 1979a: 105). 
 
La histeria interroga el posicionamiento de los sexos y sus modos de 
satisfacción, por lo que Freud intentará dar respuesta a esas interrogantes, 
partiendo de una teoría que pueda dar razón a estas diferencias, me refiero 
al psicoanálisis. 
El psicoanálisis ha sido posible mediante la modulación de la histérica 
y el arduo trabajo Freudiano para su comprensión. Las fantasías histéricas 
proporcionaron un material rico en formas interpretativas y ontológicas que 
llevan a Freud a preguntarse ¿Qué es la diferencia sexual? ¿Cómo un sujeto 
se posiciona como femenino o masculino? 
 Lo que encuentra basado en sus observaciones y análisis lo hace 
admitir que la anatomía de los sexos nada tiene que ver con un ser que 
desde niño “trae consigo la aptitud de perverso11 polimorfo” (Freud, 2000a: 
173). Será entonces reconocida la existencia de una sexualidad infantil –
hasta el momento ignorada– y su importante influencia como plataforma de 
la constitución psicosexual (vida libidinal) del adulto, que aunada a las 
 
sociedad en la que se disocia la ternura de la sexualidad, está complicando las relaciones amorosas 
entre hombres y mujeres 
(Corres A. “Otra lectura de Freud”, En línea, consultado el 08 de Enero de 2012, Disponible en Web: 
http://www.posgrado.unam.mx/servicios/productos/omnia/anteriores/41/09.pdf) 
11 Al respecto, Laplanche (1996a: 273) en su definición de PERVERSIÓN anota lo siguiente: “(…) la 
predisposición a la perversión no es algo raro y especial, sino una parte de la constitución llamada 
normal; lo viene a confirmar y explicar la existencia de una sexualidad infantil. Ésta, en la medida en 
que se halla sometida al juego de las pulsiones parciales, íntimamente ligada a la diversidad de las 
zonas erógenas, y en tanto que se desarrolla antes de establecerse las funciones genitales 
propiamente dichas, puede describirse como disposición perversa polimorfa”. 
19 
 
alteraciones de la vida, serán las “causas principales de las enfermedades 
neuróticas” (Freud, 1996a: 116). 
Siguiendo esta línea de investigación, sus esfuerzos teóricos lo 
encaminan a escribir dos artículos fundamentales para esta tesis, “Las 
fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad” y “Sobre las teorías 
sexuales infantiles”, ambas del año 1908, que veremos enseguida. 
En el primer artículo plantea la existencia de una disposición 
bisexual12 en los seres humanos, al igual que su amigo Fliess13 pero con una 
significación totalmente diferente y establece la siguiente tesis: “Un síntoma 
histérico es la expresión de una fantasía sexual inconsciente masculina, por 
una parte, y femenina, por la otra” (Freud, 1996a: 146). De esto se 
desprende que la bisexualidad significa un bi-goce en la histérica que busca 
identificarse con uno u otro sexo desde una postura psíquica. 
Esta es la relación más importante que Freud logra establecer entre la 
histeria y lo femenino a través de la diferencia de los sexos a nivel psíquico, 
a pesar de que no logró dar cuenta de que lo femenino es la interrogante 
primordial. 
 
12 Antes de abordar la bisexualidad psíquica, Freud la aborda desde la anatomía como se puede 
apreciar en esta nota: “En efecto, cierto grado de hermafroditismo anatómico es la norma: en 
ningún individuo masculino o femenino de conformación normal se echan de menos las huellas del 
aparato del otro sexo” (Freud, 2000a: 129). El resultado de estos hechos es, una disposición 
originariamente bisexual. 
13 Fliess, otorrinolaringólogo de Berlín, concibe la bisexualidad como el resultado de los periodos que 
él cree haber descubierto en la nariz (teoría orgánica). Plantea que al existir partes que en ciertos 
periodos (menstruación para las mujeres y el coito para hombres) tienden a hacer sangrar la nariz, se 
demostraba la existencia de “ubicaciones genitales en la nariz” que constituían la bipartición de los 
periodos en series donde la madre y el niño permanecen ligados, “incluso más allá de la vida 
intrauterina, por una “co-vibratción” animada por las “irradiaciones menstruales” (André, 2002a: 
39). 
 
20 
 
 André (2002a: 18) la describe así: “La histérica es literalmente el 
lugar de una guerra entre los sexos cuyo guión es siempre el mismo: un 
goce masculino se impone por la fuerza a la feminidad que se hunde, desde 
entonces, en la ausencia o en el estado hipnoide que describía Breuer”. Para 
Assoun (1989a: 46) “La feminidad podría muy bien jugarse del lado de este 
lugar oscuro donde se anudan el síntoma y lo trágico”. 
Freud da cuenta que el sujeto se halla dividido y que lo femenino será 
lo desconocido en cada uno de nosotros. 
Con el tiempo y desde “Tres ensayos sobre la teoría sexual”, el 
concepto de bisexualidad evolucionará hacia una oposición entre actividad-
pasividad que se plantea como una dualidad. Por lo que en Pulsiones y 
destinos de pulsión de 1915, muestra que la “pulsión sexual no está 
organizada sobre la base de la pareja macho-hembra” (Freud, 2000a: 129), 
sino en torno a polaridades asexuadas, actividad-pasividad y sujeto-objeto. 
“Freud se sirve del término bisexualidad para sostener la tesis de que 
no hay sino una libido, la viril” (André, 2002a: 21). La pregunta entonces 
sería ¿cómo surge lo femenino de una libido viril? 
Primero Freud deja claro que el carácter masculino de la libido, se 
refiere a la libido fálica como organizadora de la sexualidad humana, no al 
órgano genital masculino, sino a todas aquellas representaciones que giran 
en torno a esta parte anatómica del hombre. Para continuar explica que este 
concepto de libido masculina, merece dos distinciones, la primera se 
desprende de la oposición entre activo-pasivo, que asigna dos metas para la 
21 
 
libido única, dos modos de satisfacción, donde uno corresponde al carácter 
masculino y otro al femenino. La segunda distinción, es tratada en 
“Introducción al narcisismo (1914)” y se refiere a la polaridad entre “libido del 
yo, cedida después a otros objetos” (Freud, 2000a: 73) que conforman la 
libido de objeto. De tal forma, la noción de libido sin dejar de ser única, se 
divide en el nivel de satisfacción y en el nivel del tipo de objeto para su 
satisfacción y esto a su vez determina si una estructura es femenina o 
masculina. 
Abordemos ahora el segundo artículo de 1908, “Sobre las teorías 
sexuales infantiles”, donde Freud explica cómo es que a pesar de ser falsas 
contienen una parte de verdad integrada debido a que estas se derivan de 
componentes de la pulsión sexual, que se encuentranactivos en los niños 
como resultado de una necesidad de constitución psicosexual. 
“La primera de las teorías sexuales de los niños, se enlaza con el 
descubrimiento de las diferencias entre los sexos” (Freud, 1996a: 192). Esta 
teoría promueve que los niños atribuyen a todos un pene; cuestión que 
constituirá la premisa necesaria del complejo de castración. La idea es que 
si un niño ve desnuda a su hermana lo que dirá será: El pene es aun 
pequeñito, pero ya crecerá cuando sea mayor. 
Con lo anterior como premisa Freud reconoce un solo órgano, el pene 
como zona erógena directiva y el principal objeto sexual autoerótico. Como 
la palabra sugiere, el niño se procura placer por medio de estímulos 
manuales, si es sorprendido, será atemorizado con la amenaza de cortarle 
el miembro. El efecto de tal amenaza de castración será la alta valorización 
22 
 
del órgano amenazado. El niño cuando se enfrenta a la visión posterior de 
los genitales femeninos, lo interpretará como una mutilación, lo cual origina 
la angustia de ser privado un día de él. 
La niña compartirá esta elevada valoración por los genitales 
masculinos ya que al principio su clítoris será homologo del pene y ella 
también creerá que posee un pene pequeño que después crecerá. Este 
clítoris-pene le da al quehacer sexual de la niña un carácter masculino, por 
lo cual hará “falta una oleada represiva en la pubertad para que, por 
remoción de esta sexualidad masculina, surja la mujer” (Freud, 1996a: 194). 
El resultado es que la muestra de interés por los genitales masculinos se 
mantiene en la niña y es así que posteriormente se convertirá en envidia, al 
sentirse en desventaja. 
Ahora continuemos con la segunda de las teorías sexuales referente 
al desconocimiento de la vagina: El hijo es “evacuado como un excremento, 
una deposición” (Freud, 1996a: 195). De esta forma el niño estaría negando 
a la mujer su exclusividad para parir, suponiendo que lo único que existe 
para él es el pene. 
La ilación ideológica se conforma en este sentido; si de algún lado 
provienen los niños debe ser del ano, como cuando se defeca, por lo tanto, 
el hombre como el niño pueden parir. Estas fantasías son explicadas por 
Freud como los residuos de la actividad del erotismo anal. 
Claramente podemos ver que de lo femenino y la mujer existe ya en 
estas formulaciones un desconocimiento; la vagina no existe, es un pene 
23 
 
pequeño, falta en ellas aquello que las signifique y las caracterice en su 
conjunto. 
La tercera de las teorías sexuales, surge cuando los niños son 
testigos casuales del comercio sexual entre sus padres; esto dará como 
resultado “la concepción sádica del coito” (Freud, 1996a: 196), donde verán 
un sometimiento del débil por el fuerte y siempre de manera violenta. El 
aspecto más importante en este punto, es la mención de dos papeles, el 
débil y el fuerte que basado en su concepto de bisexualidad posteriormente 
serán nombrados activo y pasivo, donde lo activo comprende lo masculino y 
lo pasivo a lo femenino. 
Lo que Freud elabora, basado en las teorías sexuales infantiles (1908) 
para dar cuenta de la diferencia sexual es, la primacía del pene y su alta 
estima que aunada al desarrollo de diversos factores como la amenaza de 
castración y la constatación de seres sin pene, conforman el complejo de 
castración. El complejo de castración dará paso al inicio y el desenlace del 
complejo de Edipo que culmina en la diferencia de los sexos y por lo tanto 
del devenir mujer u hombre. 
A lo largo de este desarrollo se da un “deslizamiento que se produce 
de 1908 a 1923” (Assoun, 1994a: 14). En la tesis de 1908, Freud sostiene 
que no hay más que un sólo sexo, el pene, siempre presente pero no 
necesariamente “saliente”: en el niño desarrollado y en las niñas por crecer 
“en desarrollo”. En “La organización genital infantil de 1923” matiza esta 
falta, encubierta por una existencia de falo en dos modos de manifestación: 
la presencia y la ausencia. 
24 
 
El falo en este deslizamiento, presentado en dos modalidades, 
manifiesta la falta esencial de la comprensión-incomprensión del sexo 
femenino que muestra un no saber. Así es como Freud acentúa la existencia 
de una ignorancia fundamental del sexo femenino con el descubrimiento de 
la primacía de falo, que es la castración misma. Plasma esta penumbra de lo 
femenino al basarse en las premisas de actividad-pasividad que en última 
instancia dejan insatisfecho al mismo Freud, quien escribe: “Hasta en los 
dominios de la vida sexual humana observamos en seguida cuán insuficiente 
es hacer coincidir la conducta masculina con la actividad, y la femenina, con 
la pasividad” (Freud, 1979a: 107). “Macho o hembra, se conduce 
masculinamente en tal punto y femeninamente en otro” (Freud, 1979a: 106). 
Freud menciona que en el comercio sexual, es el macho quien 
persigue a la hembra, pero que la madre en cuanto a sus hijos es activa en 
todos sentidos. Mientras tanto los hombres no pueden convivir con sus 
semejantes si no despliegan docilidad y pasividad. Si se piensa en 
caracterizar psicológicamente la feminidad por la preferencia de fines 
pasivos, esta preferencia no equivale a la pasividad, ya que puede ser 
necesaria una gran actividad para conseguir un fin pasivo que posiblemente 
se extienda al resto de sus vidas. 
Estos comentarios no son resultado de una simple contradicción, es la 
muestra de lo complejo que resulta abordar el tema de las posturas 
masculina y femenina. Por lo que respecta a Freud es cauteloso y no olvida 
mencionar “la influencia del orden social, que fuerza a las mujeres a 
situaciones pasivas” (Freud, 1979a: 107). 
25 
 
Pero más allá de la insatisfacción freudiana por no poder saber que 
significa lo femenino y a pesar de sus consideraciones biológicas (genitales) 
y sociales (género), su gran aporte es la concepción de una bisexualidad 
(psíquica) inherente al ser humano que imposibilita ser puramente femenino 
o masculino, a pesar de que exista una tendencia. 
De esta manera continua Freud un tanto a ciegas como su Edipo, 
pero con el mérito de la videncia del ciego Tiresias que en su oscuridad, 
alcanza a predecir, tras la existencia del velo femenino. Su camino avanzará 
por vías de la castración, y ¿qué es la castración?, si no la anulación o la 
falta que representa un resto de la presencia, esto es lo femenino; este es el 
camino que posteriormente continuará Lacan. 
La conclusión es que tanto el niño como la niña adquieren 
conocimiento de su sexo con base en este resto, que siempre evocará para 
ambos el enigma de la feminidad pues no sólo se presenta insignificable 
para ellos, también se presenta insignificable para ellas. La consecuencia 
será que el sexo femenino permanece no descubierto en tanto se presenta 
velado. 
Dicho de otra manera, no hay más que un solo sexo, el falo, en sus 
dos modos de manifestación presencia-ausencia. “La castración constituye 
así eso que excluye –el término lacaniano será forcluye– al sexo femenino 
como tal” (André, 2002a: 14). 
Freud advierte: “Ahora ya están ustedes preparados para que 
tampoco la psicología resuelva el enigma de la feminidad” (1979a: 108). 
26 
 
La mujer 
“… tal enigma para sí mismas” 
(Freud, 1979a: 105) 
 
Freud nunca deja de lado a la mujer, pero su imposibilidad de nombrarla lo 
dejaba más próximo al misterio que ella encarna, ya que la aproximación 
que de ella hace es la siguiente: “El psicoanálisis, por su particular 
naturaleza, no pretende describir qué es la mujer –una tarea de solución casi 
imposible para él– sino indagar cómo se desarrolla la mujer a partir del niño 
de disposición bisexual” (Freud, 1979a: 108). 
El postulado Freudiano indica que la mujer no es, sino deviene; se 
hace mujer a través del complejo de castración y el complejo de Edipo14, 
argumentando la existencia de una disposición bisexual infantil (sexualidad 
polimorfa)y la existencia de una libido esencialmente masculina. 
Con esto reconoce a lo largo de toda su obra, la falta de datos sobre 
el desarrollo de los procesos en niñas y establece una identidad para la 
mujer basándose en la oposición masculino-no castrado y femenino-
castrado. El resultado es una paradoja pues se trata de saber si se puede, 
en la mujer con un saber en falta (la castración) lograr que la verdad surja 
de quien viene a encarnar la falta en sí misma; André (2002a: 15) así lo 
dice: 
 
14 Definición de complejo de Edipo: Conjunto organizado de deseos amorosos y hostiles que el niño 
experimenta respecto a sus padres. En su forma positiva, se presenta como en la historia de Edipo 
Rey: deseo de muerte del rival del mismo sexo y deseo sexual hacia el sexo opuesto. En su forma 
negativa, se presenta a la inversa. De hecho, estas dos formas se encuentran, en diferentes grados, 
en la forma llamada completa del complejo de Edipo (Laplanche, 1996a: 61). 
27 
 
La teoría de la castración no es solamente la creencia 
que el neurótico instala en el lugar de un imposible de 
soportar, es también el punto de anclaje del mito de 
Edipo sobre el cual Freud se propone fundar su 
práctica. Por ello, uno no se sorprenderá, de que él se 
tope con pared en “Análisis terminable e interminable”: 
la teoría de la castración aunque permita explicar la 
construcción de la neurosis, se revela sin embargo 
incapaz de proporcionar la clave que permitiría salir de 
ella. 
 
La situación del complejo de castración en relación con el complejo de 
Edipo se presenta distinta en ambos sexos: en la niña, abre la búsqueda que 
le conduce a desear el pene paterno, constituyendo por lo tanto el momento 
de entrada en el Edipo; en el niño señala la crisis terminal del complejo, al 
prohibirle el objeto materno como objeto de su deseo. La angustia de 
castración inaugura en el niño el período de latencia15* y precipita la 
formación del superyó*. 
Para la niña se hallan reservadas otras tareas relacionadas con su 
madre. La madre posee aquí un papel central hasta el momento en que el 
niño se separa de ella con angustia y la niña con odio. 
Antes de la separación con la madre, hasta cierto momento del 
desarrollo entre niño y niña no existe casi ninguna diferencia, es por ello que 
 
15*Periodo de latencia: periodo comprendido entre la declinación de la sexualidad infantil (quinto o 
sexto año) y el comienzo de la pubertad, y representa un etapa de detención en la evolución de la 
sexualidad. Disminución de la actividad sexual, desexualización de las relaciones de objeto 
(predomina la ternura), Intensificación de la represión, transformación de la catexis de objetos en 
identificaciones con los padres y un desarrollo de las sublimaciones. (Laplanche, 1996a: 209). 
*superyó: “una de las instancias de la personalidad, descrita por Freud en su segunda teoría del 
aparato psíquico: su función es comparable a la de un juez o censor con respecto al yo. Freud 
considera la conciencia moral, la autoobservación, la formación de ideales, como funciones del 
superyó”. “Clásicamente el superyó se define como el heredero del complejo de Edipo; se forma por 
interiorización de las exigencias y prohibiciones parentales” (Laplanche, 1996a: 419). 
28 
 
el clítoris se presenta como zona erógena directiva y análoga al pene pero 
no de manera permanente, pues el clítoris debe ceder, total o parcialmente, 
su sensibilidad y su significación a la vagina en su viraje a la feminidad, ésta 
es una de las dos tareas propuestas a la evolución de la mujer, mientras en 
el hombre no se presenta así, por lo que no tiene más que continuar con su 
periodo de desarrollo a la madurez sexual. 
La segunda tarea para la niña se refiere al primer objeto amoroso; en 
el caso del niño sigue siendo la madre, lo es en la formación del complejo de 
Edipo y en el fondo durante toda la vida. También para la niña es la madre o 
cualquier figura materna el primer objeto, pero al entrar en el complejo de 
Edipo femenino el objeto ya no será la madre sino el padre y siguiendo una 
evolución normal encontrara el camino desde su objeto paterno a la elección 
definitiva de objeto –otro hombre–. Así lo dice André (2002a: 28) “es en la 
medida en que quiere tener lo que a la madre le falta, como ella deviene 
mujer”. Así las tareas impuestas para el devenir mujer son dos, el cambio de 
zona erógena y el cambio de objeto amoroso. 
Para Freud el “devenir mujer sólo se comprende entendiendo su 
vinculación con la madre” (Freud, 1979a: 111) antes del complejo de Edipo. 
Explica que las relaciones libidinosas de la niña y la madre a través de la 
sexualidad infantil toman los caracteres de cada una de las tres fases 
manifestándose en deseos orales, sádicos-anales y fálicos, con impulsos 
tanto activos como pasivos y plenamente ambivalentes. Estas son las 
razones por las cuales se encuentran las fantasías de seducción en época 
29 
 
anterior al complejo de Edipo femenino, con la variante de que “la iniciación 
sexual ha sido efectuada regularmente por la madre” (Freud, 1979a: 112). 
El descubrimiento de la madre seductora fue posible gracias al interés 
que Freud encuentra en el estudio de los traumas infantiles, donde sus 
pacientes refieren una seducción por parte del padre. Con el tiempo llega a 
la conclusión de que tales informes eran fasos y que los síntomas histéricos 
eran producto de fantasías y no de sucesos reales. 
Lo que reconoce en estas fantasías entre la niña y su padre es la 
manifestación del complejo de Edipo femenino, pero también se da cuenta 
que existen fantasías de seducción anteriores a dicho complejo, con la 
novedad de que la iniciación sexual fue efectuada por la madre en la 
realidad. Esto sucede cuando la madre somete a sus hijos a los primeros 
cuidados de higiene y despierta en los genitales las primeras sensaciones 
placientes. 
Partiendo del hecho de que la libido de la niña se vuelca hacia su 
madre la pregunta es ¿cómo logra cambiar de objeto? Freud escarba en los 
reproches que la pequeña hace y encuentra que uno de ellos hace 
referencia al destete, bajo la idea de que la madre no le dio suficiente, ni 
alimento, ni cuidados; el segundo aparece con la llegada de un nuevo bebé 
que propicia sus celos; pero la más intensa de estas privaciones aparece en 
la época fálica, cuando la madre prohíbe a su retoño el placentero jugueteo 
con sus órganos genitales, juego al cual ella indujo antes. 
30 
 
Pero todos estos factores –la preterición16, las decepciones 
amorosas, los celos y la seducción seguida de prohibición– también se 
encuentran en las relaciones del varoncito con su madre por lo cual estos 
reproches no son suficientes para separarlo de ella ni explican “como la niña 
cambia de objeto amoroso” (Freud, 1979a: 114). Con este preámbulo Freud 
argumenta como factor decisivo el complejo de castración con el que 
sostiene que las diferencias anatómicas se ven manifestadas en 
consecuencias psíquicas. Entonces la niña responsabiliza a su madre por su 
carencia de pene y no le perdona tal desventaja, se da cuenta de que esta 
castrada y que su clítoris es tan pequeño que no puede ser un pene. Es así 
que este vínculo se desata y en el futuro se puede encontrar en las malas 
relaciones que se transfieren al esposo. 
Para la niña al igual que en el niño, el complejo de castración es 
iniciado por la visión del genital de otro sexo pero a diferencia del niño para 
quien los efectos de la visión son progresivos, para la niña son inmediatos. 
Ante esta contemplación la niña se sentirá en grave situación de inferioridad 
que sucumbe en la llamada “envidia de pene”. (Freud, 1997a: 270). 
Cabe aclarar que existe una diferencia entre el agente de la 
castración y la privación respectivamente. Para el niño elagente de la 
castración es el padre, al que le atribuye en última instancia, todas las 
amenazas formuladas por otras personas. “La situación resulta menos clara 
para la niña, la cual se siente más privada de pene por la madre que 
efectivamente castrada por el padre” (Laplanche, 1996a: 59). 
 
16 Preterir: acción de ignorar o de hacer caso omiso a una persona, cosa o asunto. 
31 
 
Así tenemos que la estructura y los efectos del complejo de castración 
son diferentes en el niño y la niña. El niño teme la castración como 
realización de una amenaza paterna en respuesta a sus actividades 
sexuales, lo cual provoca una intensa angustia de castración. En la niña, la 
ausencia de pene es sentida como un prejuicio sufrido, que intentará negar, 
compensar o reparar. La castración forma un punto crucial del cual partirán 
tres caminos para la evolución de la niña: uno conduce a “la inhibición sexual 
o a la neurosis, el otro a la transformación del carácter en el sentido de un 
complejo de masculinidad, y el último al fin, a la feminidad normal” (Freud 
1979a: 117). 
El primer camino, la inhibición sexual o la neurosis, se refiere a que la 
niña deja que la influencia de la envidia del pene le eche a perder el goce de 
la sexualidad fálica. En el segundo camino, el complejo de masculinidad, la 
niña se niega a admitir la realidad y con obstinada rebeldía exagera su 
masculinidad, manteniendo su actividad clitoridiana y buscando refugio en la 
identificación con su madre fálica o con el padre. Este complejo de 
masculinidad parece ser el influjo en la elección de objeto en el sentido de 
una homosexualidad manifiesta. Con respecto al último camino, la feminidad 
normal, Freud realiza un quiebre a la cuestión y argumenta que no es su 
propósito perseguir la conducta posterior de la feminidad, a través de la 
pubertad, hasta la madurez pues los conocimientos que se tienen al 
respecto son insuficientes. 
32 
 
La feminidad normal es presentada aquí como el referente del devenir 
mujer y lo que es la mujer no es como dice Freud, lo que el psicoanálisis 
freudiano pueda describir. 
En resumen la respuesta freudiana al devenir mujer para la niña es el 
paso que va del complejo de castración al complejo de Edipo femenino. 
Donde la envidia de pene provoca el abandono de la masturbación 
clitoridiana, por lo que la pasividad se hará dominante, y el viraje hacia el 
padre queda cumplido con la ayuda de fines pulsionales pasivos. El deseo 
de la niña hacia el padre es quizá, originalmente, el de conseguir el pene 
que la madre le ha negado. Finalmente la constitución de la situación 
femenina culmina cuando el deseo de tener un pene, se releva por el de 
tener un niño, conforme a la antigua equivalencia simbólica. Con esta 
transferencia que va del deseo de un pene-padre-niño, la niña entra al 
complejo de Edipo. La hostilidad dirigida a la madre preexiste y se 
intensifica, debido a que la madre pasa a ser la rival que recibe del padre 
todo lo que la niña anhela de él. 
En la niña el proceso es contrario al encontrado en el complejo de 
castración del niño. El complejo de castración en la niña preparará al 
complejo de Edipo en lugar de destruirlo; ya que la envidia de pene aparta a 
la niña del vínculo con la madre y la hace entrar al complejo de Edipo como 
un puerto de salvación. Con la desaparición del miedo a la castración, la 
niña permanece en él indefinidamente, y sólo más tarde e incompletamente 
lo supera. Aquí la formación del super-yo tiene forzosamente que padecer; 
no alcanza la robustez y la independencia que le confieren su valor cultural. 
33 
 
Sólo con el término de la evolución en la pubertad llega a coincidir la 
polaridad sexual hombre y mujer. “Lo masculino comprende al sujeto, la 
actividad y la posesión del pene, lo femenino integra el objeto y la pasividad; 
en este punto la vagina es reconocida ya como albergue del pene y viene a 
heredar el seno materno” (Freud, 1997a: 149). 
En el varón el complejo de castración termina con la renuncia al amor 
de la madre, pero en la mujer el complejo de castración abrirá la vía al amor 
dirigido al padre y esto será causado por el deseo de tener un pene. De esta 
manera el Edipo en el varón comienza y termina con la castración, en 
cambio, el Edipo en la mujer se inicia con la castración y no termina con 
ésta. 
Freud reconoce que a pesar de sus “treinta años de estudio del alma 
femenina” (Assoun, 1994a: 44), la gran pregunta quedó sin respuesta. 
Por lo tanto se limita a hacer algunas observaciones y señala que el 
desarrollo de la feminidad (la mujer) queda expuesto a perturbaciones por 
fenómenos residuales del periodo de masculinidad, resultando frecuentes las 
regresiones a fases anteriores del complejo de Edipo. Freud sostiene que 
parte de lo que es nombrado el enigma de la mujer se deriva quizás de 
manifestaciones bisexuales en la vida femenina. Asimismo adjudica a la 
feminidad un elevado narcisismo que influye en su elección de objeto 
amoroso, debido a que para la mujer es más importante ser amada que 
amar. Menciona que si las mujeres son más pudorosas se debe a la 
intención primaria de ocultar el defecto de sus genitales. 
34 
 
Por último es importante reconocer que Freud no olvida el papel de la 
mujer dentro del orden social. En “Psicología de las Masas” hace mención 
de las relaciones amorosas entre hombres y mujeres para advertir que estas 
quedan fuera de las organizaciones formadas por grandes masas como son 
el Ejército y la Iglesia, ya que atentan contra ellas. 
Menciona que en grupos mixtos las diferencias sexuales no 
desempeñan ningún papel por que en estos casos las tendencias sexuales 
conservan un cierto grado de individualidad, aun estando absorbidos por la 
masa. El peligro se encuentra cuando esta individualidad rebasa cierto 
grado, ya que la formación colectiva podría disgregarse. De esta forma 
explica el hecho de que la Iglesia católica tuviera fuertes motivos para 
recomendar a sus fieles el celibato e imponerlo a sus sacerdotes. 
El poder que otorga a la mujer es importante pues menciona que el 
amor por ella puede romper los lazos eclesiásticos, de la raza, la 
nacionalidad y las clases sociales. 
 Además reconoce que de la mujer se desprende una importante 
labor civilizadora. Respalda la idea al mencionar que la determinación en el 
desarrollo psíquico de la humanidad es el resultado del momento en que el 
hombre pasó de la psicología colectiva a la psicología individual. Menciona 
que el amor por una mujer y las psiconeurosis son las únicas dos cosas que 
caen fuera de la formación de la masa y que además pueden disolverla. Esto 
adquiere su explicación con la oposición entre tendencias sexuales directas 
y tendencias sexuales coartadas en su fin. Así podemos dar cuenta, que la 
mujer se ubica del lado de la singularidad. 
35 
 
Para cerrar este tema es importante hacer referencia a uno de los 
últimos artículos freudianos, el llamado “Análisis terminable e interminable 
(1937)”, donde Freud no solo reafirma que el complejo de castración tiene 
una función estructurante, sino que también dirá que es inelaborable (“roca” 
final del análisis). Hacia la última parte del texto, introduce la idea de la 
dificultad de terminar un análisis, refiriéndose a lo siguiente: Para la mujer, la 
envidia del pene, que es el querer alcanzar la posesión de un genital 
masculino, y para el hombre la revuelta contra su actitud pasiva o femenina 
hacia otro hombre, son los dos resultados comunes frente al complejo de 
castración, que dificultan terminar con el análisis. 
Así lo que cae bajo la represión para ambos casos es lo propio del 
sexo contrario, esto se da de la siguiente forma: en el varón, la aspiración de 
masculinidad aparece acorde con el yo; la actitud pasiva puesto que 
presupone la castración es enérgicamentereprimida. En la mujer el querer-
alcanzar la masculinidad es acorde con el yo en cierta época, en la fase 
fálica, pero luego sucumbe a los destinos de la feminidad; aun así con 
frecuencia se encuentra que el deseo de masculinidad se ha conservado en 
lo inconsciente y despliega desde la represión sus efectos perturbadores. 
Entonces de la sobrecompensación desafiante del varón deriva una 
de las más fuertes resistencias transferenciales, con lo cual rechazan recibir 
la cura del analista, porque no quieren un padre ni estar en deuda con él. Del 
otro lado, la envidia y el deseo del pene en la mujer conlleva a graves 
depresiones causadas por la desesperanza que le produce la idea de que el 
análisis no podrá ayudarle a obtener remedio (recibiendo el órgano 
36 
 
masculino que echa de menos). De aquí se aprende que lo importante no es 
como se presenta la resistencia en la transferencia, sino que la resistencia 
no permite que se produzca ningún cambio. Es así que con el deseo del 
pene y la protesta masculina se llega a la roca base del análisis para Freud. 
Al hacer del complejo de castración la roca ineludible del fin del 
análisis, Freud se encuentra, en el orden de un callejón sin salida: del lado 
de los hombres, el análisis se toparía, en última instancia, con un temor 
(amenaza de castración), y del lado de las mujeres, con una envidia (envidia 
de pene). “¿La enseñanza de Lacan nos permite encontrar una salida a ese 
callejón? La respuesta es sí, cuestión que implicará un replanteamiento que 
pondrá en suspenso esta equivalencia entre temor y envidia con la que 
Freud intenta distinguir la categoría de los hombres y mujeres” (André, 
2002a: 19). 
Freud logra acercarse, regalándonos algunas explicaciones referentes 
al acceso de lo femenino y al ser mujer, estos acercamientos reconoce 
Freud los presenta, “insatisfactorios, lagunosos y vagos” (Freud, 1997a: 
186). Inicia su travesía en el saber de lo desconocido, el inconsciente, que 
al final de su obra lo llevan a preguntarse ¿Qué quiere la mujer? Famosa 
declaración hecha a María Bonaparte. 
Es esta pregunta por la mujer, una formulación importante por dos 
aspectos: porque resulta para Freud una interrogante abierta a la posibilidad 
de infinitas respuestas, pero le cierra la posibilidad a una sola como ley o 
regla para todas. La segunda importancia que alcanza esta enunciación, 
será el momento en que es retomada por Lacan con una modificación que 
37 
 
quedará de la siguiente manera: ¿Qué quiere una mujer? Pregunta que 
aflora bajo la célebre frase La mujer no existe. 
André pregunta: “cuando Lacan enuncia que “La mujer no existe”, 
¿acaso no es ésta una manera de retomar la tesis freudiana según la cual la 
feminidad no es un ser sino un devenir?” (André, 2002a: 31). 
Assoun manifiesta que esta perplejidad se encuentra en la 
formulación al pie de la letra, se trata de la, “la mujer debe asumir la figura 
en que se refleja la imagen de la perplejidad más importante del 
psicoanálisis” (Assoun, 1994a: 44). 
El tiempo del psicoanálisis se encuentra con Lacan, para quien es 
necesario comprender, que hay que volver a interrogarse, dicho de otro 
modo, lo femenino y la mujer es un enigma que se trabaja en amplia 
concepción, en Otro posicionamiento. 
Es en tanto “diferencia de pensamiento” como, junto a 
la clara diferencia hombres / mujeres, surge la pareja 
“masculino / femenino”. Este pasaje de lo sustantivo a 
lo adjetivo constituye un punto de oscilación que abre 
toda una problemática: justamente va a aparecer que 
no todo lo masculino está en el hombre, como tampoco 
lo femenino es el predicado exclusivo de la mujer. Es 
esto lo que, por de pronto, exige una lógica de la 
sexuación (Assoun, 2006a: 8). 
 
 
 
 
38 
 
Capítulo 2 
Lacan. Goce del Otro 
Si con ese S (A/) no designo otra cosa que el goce de 
la mujer, es ciertamente porque señalo allí que Dios no 
ha efectuado aún su mutis. 
 
Lacan (1981a: 101) 
 
 
Lacan no sólo es considerado uno de los más influyentes psicoanalistas 
después de Freud, es también uno de sus continuadores más elocuentes. 
Justifica su principio en el famoso retorno a Freud, que con el tiempo lo hará 
“ir más allá” de él. La razón de este regreso, lo debe al hecho de considerar 
que el psicoanálisis post-freudiano se encontraba desviado y distorsionado 
de “lo que la obra freudiana significaba auténticamente” (Lacan, 1984a: 338). 
Entonces se propone hacer una relectura freudiana que con el tiempo 
formaliza al incorporar elementos lingüísticos, filosóficos y topológicos. 
En este trayecto Lacan elucida y actualiza la teoría freudiana que 
surgió en el contexto cultural de finales del siglo XIX dando aportes que 
merecen nuestra atención en la actualidad. 
Con respecto a esta tesis, se puede adelantar que Lacan proporciona 
un eslabón al formalizar lógicamente la idea freudiana de la sexualidad 
femenina tan enigmática. Esta formalización es la reelaboración de lo 
femenino como goce del Otro, así enunciado en las fórmulas de la 
sexuación. 
39 
 
Antes de adentrarnos en la explicación del goce del Otro, abordemos 
brevemente la diferencia entre histeria y mujer que Lacan advierte, debe ser 
precisada. 
Como se vio con las aportaciones Freudianas, existe una complicidad 
entre la histeria, la mujer y lo femenino, que con el nacimiento de una nueva 
disciplina nos deja, pautas a desarrollar y preguntas abiertas. 
Lacan retoma esta apertura para trabajar y producir, pero 
principalmente para cuestionar, entre otras cosas, que en la práctica 
psicoanalítica, después de Freud, las mujeres sean etiquetadas como 
histéricas y que de lo femenino no se vislumbre más allá de cuestiones 
fútiles que no dicen nada sobre su relación con lo real. 
Es importante cuestionar toda práctica que siga haciendo de la 
histeria un sinónimo de mujer, pues esto representa un retroceso a lo que 
Roudinesco define como La batalla de cien años17, pelea que se inicia con el 
reconocimiento del discurso histérico, como saber que no se sabe, de 
aquello que se encuentra en lo inmaterial pero que también es verdad. Esta 
verdad que atraviesa la sexualidad, ahí donde se balbucea, es un hecho del 
que da cuenta Freud en su acercamiento a la histérica, pero no limita, ni 
funge como sinónimo de mujer. 
Entonces la histeria, la mujer y lo femenino, precisan una distinción, 
por lo cual, Lacan vuelve sobre los pasos de Freud, para observar qué dice 
al respecto. 
 
17 Título de un libro escrito por Roudinesco. 
40 
 
Encontramos que Freud deja una ruptura epistemológica que habla de 
la existencia de representaciones psíquicas inconscientes, donde la histeria 
desempeña un papel vital en esta nueva concepción teórica. De lo femenino 
podemos encontrar un amplio desarrollo que pasa por el referente a una 
ignorancia fundamental, evidenciada con la primacía del falo, para ir a parar 
en la insatisfacción freudiana producida por el hecho de no haber podido 
develar esta penumbra. Por último, de la mujer tenemos, la imposibilidad y 
una pregunta sin respuesta ¿qué quiere la mujer? 
Lacan retoma esta enseñanza para aclarar que la histeria se 
encuentra ubicada del lado hombre. De lo femenino dirá que es el Otro sexo 
respecto al masculino, donde la disimetría entre los sexos se encuentra más 
allá de la anatomía o de la identidad de género. Antes de continuar quiero 
señalar que Lacan retoma la “ignorancia” freudiana sobre lo que 
posteriormente nombra como goce femenino, porque lo expresa como un 
goce insignificable, con la gran diferencia de que logra darle lugar y 
explicación en las fórmulas de la sexuación y lo místico. Por último de la 
mujer, nos dice que sólo puede escribirse tachando el la, y sin tachar-la: “allí 
donde la mujer es la verdad” (Lacan, 1981a: 125).Esto quiere decir que la 
mujer como verdad no se tacha ya su vez, la mujer al expresar incompletud 
en el no-todo determina que la verdad como mujer se tacha. Con lo anterior 
se postula, que hacer una pregunta sobre La mujer es imposible, pero no 
excluye la posibilidad de peguntarnos por su singularidad y formular la 
siguiente pregunta: ¿qué quiere una mujer? 
41 
 
Para Soler (2006a: 73), discípula de Lacan, la diferencia entre histeria 
y mujer se resume en el “anhelo de ser el falo y la posición en la relación 
sexual que hace la mujer falo”. Mujer falo no como identificación sino como 
integración al deseo masculino que muestra una disimetría. Mientras es 
necesario que el hombre desee es suficiente que la mujer se deje desear. 
Entonces, más allá del dejarse desear, debemos preguntarnos ¿Qué sucede 
con el deseo femenino? 
Para Lacan todo depende de los diferentes modos de inscribirse en el 
Otro goce, y distingue entre la manera mujer y la manera histérica. 
 Lo que hace el histérico es sustraerse a la identificación con el 
objeto de goce, para identificarse con el deseo, que no es sino el anhelo de 
hacerse lo que le falta al Otro. Lo que define la posición histérica es: un 
sujeto que consume la falta y que tiene la voluntad de no satisfacer el goce, 
por lo tanto de insatisfacer al Otro. Así la histérica quiere ser, un querer ser, 
es decir, “un objeto precioso que sustente el deseo y el amor” (Soler, 2006a: 
75). 
La histeria al ser referente del deseo, hace desear, con lo cual se 
obtiene la producción de un saber del amo, ya que produce un motor del 
saber que delata la castración del amo. Denuncia lo imposible del saber del 
objeto y es así que al hacer evidente no una sumisión, sino su insatisfacción, 
pone en evidencia la insuficiencia del poder del Otro. 
La histérica quiere ser, y busca a aquel que le hable de la mujer más 
allá de su sexo. En verdad de lo que hablan es del deseo masculino ya que 
42 
 
se preguntan ¿qué posee ella que le gusta a él y que no ostento yo para ser 
como ella? Ella, la mujer, eso, lo femenino. 
De esta forma las histéricas instruyen a Freud no sobre la mujer, sino 
sobre el deseo masculino, a eso se refiere Lacan cuando menciona que la 
histérica se posiciona del lado hombre en las formulas de la sexuación. Esto 
implica que una histérica mujer –nombrada así por su identidad de género18– 
no es mujer porque se halla ubicada en el todo fálico. Lo que hace es 
representar como en un montaje, a la mujer a través de su indumentaria 
fálica, revistiéndose para aparentar algo que no es. 
Esta posición de apariencia muestra, la pelea entre la figura 
masculina y la femenina en la histeria, guerra entre los sexos que se libra en 
esta piel. La constante es una demanda fálica proveniente del no querer 
renunciar al falo paterno. Lacan (1981a: 103) retoma el punto y dice: “la 
histeria, que es hacer de hombre, y ser por tanto también ella homosexual o 
fuerasexo…” 
Aclaremos dos puntos con respecto a lo anterior, el primero es que lo 
que se manifiesta en la histérica es su dificultad para acceder al ser mujer y 
a su feminidad. El segundo aspecto es que la homosexualidad que encarna, 
es una cuestión psíquica y su posición de fuerasexo lo que le permite es 
 
18 Si bien entender el género nos conduce a analizar nuestro tejido intercultural, hay que completar 
dicha comprensión a partir de una concepción no esencialista del ser humano, donde lo 
“inconsciente” juega un papel crucial (Lamas, M., “Género, diferencias de sexo y diferencia sexual”, 
En línea, consultado el 29 de Julio del 2012, Disponible en Web: 
http://www.iupuebla.com/Doctorado/Docto_Generoyderecho/MA_Doctorado_Genero/MA_GENER
O.pdf). 
 
http://www.iupuebla.com/Doctorado/Docto_Generoyderecho/MA_Doctorado_Genero/MA_GENERO.pdf
http://www.iupuebla.com/Doctorado/Docto_Generoyderecho/MA_Doctorado_Genero/MA_GENERO.pdf
43 
 
hacer durar el tiempo anterior a la diferencia de los sexos, no sin pugna y no 
sin pagar con su propia insatisfacción. 
No debemos olvidar que Freud ya había mencionado la existencia de 
una disposición bisexual con la cual nacemos, hasta que por vías del 
complejo de Edipo para Freud y principalmente de la castración para Lacan, 
puede hablarse de una diferencia entre los sexos, como hombre y mujer. Por 
último deseo puntualizar, que como tal la homosexualidad no es un aspecto 
que conforme prejuicio a la teoría psicoanalítica, ya que como dice Lacan 
(1981a: 102), “no hay sexo en el asunto” mientras se ame. 
Lacan logra vislumbrar que La pregunta esencial que se presenta 
constantemente en la histeria es: “¿Qué es un órgano femenino?” (Lacan, 
1984a: 244) Pregunta que no fue escuchada por Freud en el caso Dora, 
cuyo gran caso representó un gran fracaso. 
En el seminario 3 Lacan aborda el punto sobre la histeria y su 
pregunta por la mujer, donde sostiene que volverse mujer y preguntarse qué 
es una mujer son dos cosas esencialmente diferentes. Expone que quien se 
pregunta es porque no llega a serlo y que preguntarse “es lo contrario de 
llegar a serlo”, (Lacan, 1984a: 254). 
Si bien no llegan a ser, si buscan en la dimensión de la pregunta 
suscitar el deseo de saber y modificar la posición ante el discurso. Este 
hecho es la característica que le confiere su valor como pilar del 
psicoanálisis y ante el discurso científico que es cuestionado. 
44 
 
La histeria pregunta por el origen y nos ilustra sobre el “fantasma de 
embarazo y procreación” (Lacan, 1984a: 239) que se expresa incesante en 
el ¿Qué soy? ¿Quién soy, hombre o mujer? 
Nos dice Soler (2006a: 179) que “bajo la apariencia de la otra mujer, 
exalta la feminidad, no para serlo sino más bien para hacer existir la mujer 
que falta al hombre”, con lo cual hace reinar la castración que ella exalta. 
Quiere decir que al no soportar la falta, la exalta en ella y en el Otro. Cuando 
interroga castra, pero sólo así se puede avanzar. 
 Ahora veamos que la posición mujer es diferente, porque ella no 
niega su falta, quiere gozar y su deseo se acompaña de un hacer querer 
gozar. Por ello la mujer es síntoma del hombre. Recordemos que es a través 
del síntoma en el análisis, que puede recuperarse algo… ¿de qué? De la 
verdad sobre el deseo del sujeto. 
Al ser el sentido del síntoma real, no puede reducirse al goce fálico, 
porque conlleva una verdad que es discontinua y que no puede decirse toda, 
se encuentra atravesada, se reprime, se olvida. Luego todo depende del 
golpeteo del goce, donde insiste el real, donde insiste otra cosa. En este 
sentido las mujeres al ser no-todas expresan la verdad y el porqué son 
síntoma para el hombre, al hacerle saber algo sobre su deseo. 
Recordemos que para Freud el síntoma y el amor por una mujer son 
las únicas dos cosas que podían disolver la formación de las masas. En esta 
mención Freud logra capturar el importante papel de la mujer en la 
estructura social y representar su influencia. 
45 
 
 Posteriormente el síntoma y la mujer son unificados por Lacan para 
hablarnos de la mujer como síntoma del hombre, por el hecho de que esté 
se encuentra entorpecido por el falo y la mujer no. Se puede decir que la 
mujer es la verdad del hombre como padecimiento y como reguladora del 
goce pues como se dice es la Doña quien manda. Como ejemplo 
recordemos a Doña Inés que es aquella mujer con la cual Don Juan 
encuentra un alto a la lista de sus conquistas. 
Las mujeres en su particular relación con la verdad, gozan más allá 
del falo, por lo que dice Lacan (1981a: 90) “Hay un goce suyo del cual quizá 
nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso sí lo sabe”. 
Este goce ocupa un lugar que se sustrae al signo y queda como 
insignificable, cuestión que remite a la locura y al misterio que las envuelve, 
y no puede dar cabida a lo establecido o limitado. 
La mujer y todo aquel posicionado en este goce femenino se 
encuentra más cerca de representar un

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