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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE PSICOLOGÍA DIVISIÓN DEL SISTEMA DE UNIVERSIDAD ABIERTA “LA CONCEPTUALIZACIÓN DE LO FEMENINO ENTRE FREUD Y LACAN” TESIS QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADA EN PSICOLOGÍA PRESENTA CYNTHIA LISSETTE FRANCO GARCIA TUTOR DE TESIS: MTRO. CARLOS AUGUSTO ALBURQUERQUE PEÓN REVISORES DE TESIS: DR. ALFREDO GUERRERO TAPIA DRA. PATRICIA CORRES AYALA MTRO. JOSÉ LUIS SÁNCHEZ GÁMEZ MTRA. MARÍA TERESA GUTIÉRREZ ALANÍZ MÉXICO, D.F. NOVIEMBRE 2012 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. ÍNDICE Introducción…………………………………………………..………….....p. 1 CAPÍTULO 1. FREUD. La histeria, lo femenino y La mujer………....p. 7 CAPÍTULO 2. LACAN. Goce del Otro…………………………………p. 38 CAPÍTULO 3. LA BRUJA. El mal-dicho no-todo……….…………….p. 60 CONCLUSIÓN……………………………………………….…………....p. 87 BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………p. 92 AGRADECIMIENTOS A mi Tutor Mtro. Carlos A. Alburquerque Peón Por todo su apoyo y orientación. A todos mis Maestros, por el tiempo que con paciencia me dedicaron y que hoy culmina en esta tesis. A mi madre Esperanza por mostrarme la ley. A mi padre Eric por mostrarme la infracción. A mis hermanos por que sin su apoyo no lo habría logrado A mis sobrinos que son un motivo para seguir creciendo A toda mi familia A mi compañero por mostrarme que mi deber es ir tras lo que deseo A Carlos que me enseño la importancia de ser agradecida A Inesita que siempre es un momento de paz A Julio de quien amo su sarcasmo A Lucia que siempre tiene una pregunta A Nancy que busca la palabra adecuada A Román por su sensibilidad A Cons que es la buena onda A Mar que me enseño la importancia de la salud A Ale, Castor, Elsa, Augusto, Alfonso y a todos los que no menciono… A José Luis que además de Maestro es un gran amigo. 1 INTRODUCCIÓN Sólo hay mujer excluida de la naturaleza de las cosas que es la de las palabras. Jaques Lacan (1981a: 89) Investigar acerca del “concepto” de lo femenino que inauguró el psicoanálisis con Sigmund Freud y que continúa –entre otros– Jaques Lacan, resulta una tarea complicada pero necesaria. Resulta complicado en principio, porque no existe como tal para Freud, Lacan u otro psicoanalista, un concepto de lo femenino debido a su complejidad y por ello este término no figura en los diccionarios del psicoanálisis; pero es necesario abordar el tema en la medida que procure a la mujer una desmitificación que le haga justicia. Lo femenino, siempre es causa de pregunta, es una interrogante abierta, que plantea infinidad de respuestas en todos los campos del conocimiento. Por lo tanto las aproximaciones que al respecto se hacen, son de lo más variables. Trabajar lo femenino desde la postura psicoanalítica, partiendo de Freud y contrastándolo con los postulados teóricos de Lacan, puede ayudarnos, a alcanzar un mejor entendimiento en la problemática que acompaña a tal enigma y el porqué de su estigmatización. El estudio de lo femenino para el psicoanálisis es sin duda un aspecto primordial en el trabajo clínico y en todos los ámbitos. Resulta ser un reto que plantea la necesidad de continuar enriqueciendo su construcción en el terreno teórico, que permita nuevas reflexiones y la apertura a otras 2 interrogantes que propicien resultados a favor de las diversas necesidades y problemáticas de la mujer en la práctica cotidiana. Al acercarnos a los textos freudianos sobre lo femenino, podemos darnos cuenta de dos aspectos importantes. El primero radica en la importancia que sus teorías significan para la apertura a la sexualidad femenina (tan olvidada hasta ese momento), que fueron acogidas en el seno de una ruptura epistemológica que acepta la duda como certeza. El segundo aspecto, es que lo femenino representa un punto oscuro dentro de su teoría (complejo de Edipo Femenino) debido a que para Freud lo femenino es un enigma y como tal, algo de lo que es imposible hablar pero necesario. De hecho es en su artículo referente a la feminidad donde dirá: “Con todo esto supondréis ya que tampoco la psicología habrá de resolver el enigma de la feminidad” (Freud, 1988a: 519). Para ser específicos, no logra definir lo femenino, pero realiza esfuerzos por elaborar este concepto en una teoría que alude a la sexualidad. Para Freud no se es mujer sino en todo caso se deviene mujer accediendo a la feminidad a través del complejo de castración y el complejo de Edipo. La complejidad del Edipo femenino nos mostrará que para el mismo Freud el acceso a la feminidad y a la mujer era algo sumamente problemático pero vital. De las investigaciones realizadas por Freud, surgieron diversas contribuciones al estudio de esta temática y en este caso elegimos a Lacan, 3 como continuador de Freud, por ser considerado uno de los más influyentes psicoanalistas después de él y por su famoso emblema de retorno al padre del psicoanálisis, ya que nos marca un camino interesante para analizar hasta qué punto retorna, retoma y reelabora conceptos como el que compete a este tema. Lo que Lacan aportó es un eslabón y una formalización lógica a la idea freudiana de la sexualidad femenina, tan enigmática. Al reelaborar lo femenino, enuncia la forma del goce para ambos sexos en sus fórmulas de la sexuación. La propuesta planteada, representa sin lugar a dudas un notable progreso al problema legado por Freud con respecto al posicionamiento psíquico sexual de la mujer y particularmente a la forma del Otro goce que es propio de lo femenino. Es así que Lacan introdujo dos lógicas respecto a la función fálica, el no-todo es la lógica que gobierna al goce femenino, en tanto del lado masculino rige la lógica del todo y la excepción. Cada ser parlêtre1 se situará en uno u otro lado de las fórmulas, quedando ambos ubicados de manera diferente en la función fálica. Al especificar un goce propio de lo femenino, como goce que carece de una esencia, Lacan pudo hablarnos de lo que es La mujer de la siguiente forma: “La mujer no toda es, hay siempre algo en ella que escapa del discurso” (Lacan, 1973a: 128). La mujer será entonces como la verdad, 1 El termino Parlêtre es una condensación o metáfora de dos significantes: PARLER, que en francés significa hablar y ETRE que en francés significa ser, sería una palabra inventada por Jaques Lacan para designar al ser habitado por el lenguaje, traducida al español quedó el hablanteser. Indica la supeditación del sujeto al lenguaje (PARLETRE, “Revista virtual de psicología”, En línea, consultado el 26 de Septiembre del 2012, Disponible en Web: www.parletre.unlugar.com/parletre _significado.html). 4 siempre dicha a medias y ubicada dentro del orden de lo real2 por estar fuera de todo significante, además de ser síntoma para el hombre. Lacan reubica en el centro de la teoría psicoanalítica, ni más ni menos que a la falta; esta voluptuosidad de lo ausente y del vacío que avasalla y cuestiona al saber como unidad. Lo femeninoque es no-todo como la verdad no fue aceptado por quienes observaban perplejos el propio límite del lenguaje, lo cual acarreó consecuencias graves para la mujer a quien se le mal-dijo, desde el renacimiento en una cultura que venera la exactitud del conocimiento y el decir. Este trabajo se propone plantear que a partir de la reelaboración del “concepto” de lo femenino que Lacan hace de Freud, se logra una reivindicación discursiva de la mujer, al reubicarla dentro del discurso fálico como la verdad y lo real. Para ello se han desarrollado los siguientes temas: En el capítulo 1, “Freud. La histeria, lo femenino y La mujer”, se hace una breve recopilación de artículos freudianos que nos aportan su visión y acercamiento a lo que para él represente un continente oscuro (la mujer). Los tres aspectos que se abordan marcan momentos importantes en la obra de Freud: la histeria como estructura clave de toda neurosis será un tema recurrente y pilar de toda su obra, ya que marca los inicios y el acercamiento de Freud a lo psíquico; posteriormente lo femenino se irá introduciendo 2 La ciencia que se interesa en la verdad bajo su aspecto de causa formal, da una forma lógica a la comunicación de su saber, excluyendo así al sujeto que ella implica. Lo real por el contrario, se sitúa en los confines de la lógica, en un más allá del principio de no contradicción, la cual no sigue ninguna traducción de reglas aristotélicas del tipo “no se puede permanecer en un estado y en el estado opuesto al mismo tiempo”. A diferencia de la lógica aristotélica, lo real se ubica en la paradoja. Un ejemplo filosófico es la afirmación de Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”. Lo que enseña la paradoja de Pascal es lo real de la razón, es decir, el inconsciente (Alburquerque, 2011a: 4). 5 enlazado a las observaciones de la histeria, para acercarnos al final de su obra donde encontraremos la famosa pregunta freudiana ¿Qué quiere la mujer?... En el capítulo 2, “Lacan. Goce del Otro”, primero se ilustra la necesidad de precisar una distinción entre la histeria, la mujer y lo femenino, para lo cual seguiremos a Lacan en su retorno a Freud y cómo es que a partir de ello hace aclaraciones puntuales que enriquecen y precisan la diferencia entre la histeria, la mujer y lo femenino. Posteriormente será a través de las fórmulas de la sexuación, como Lacan dará cuenta de manera formal del goce masculino y femenino. Dirá entonces que el goce fálico es Uno (esencialmente limitado), mientras el femenino es el Otro considerado no-todo, donde se encuentra la mujer o el goce del místico. En el capítulo 3, “La Bruja. El mal-dicho no-todo”, contestamos la pregunta ¿Existe alguna reivindicación discursiva, que el “concepto” de lo femenino en Lacan, aporte a la mujer? La respuesta es una paradoja, puesto que no se puede abordar lo real del goce Otro3 si no es a través de esta vía 3 Goce fálico y Goce del Otro. En el Seminario Aún (1972-73), Lacan va a especificar la diferencia entre goce masculino y goce femenino, diferencia que no se regula necesariamente por la anatomía: todo “serhablante” tiene una relación con el falo y la castración, pero estas relaciones son diferentes. El cuadro de las fórmulas de la sexuación propone una combinatoria ordenada por lo que Lacan llama la función fálica. (Véase matema, figura 4; según las fórmulas de la sexuación del seminario Aún.) El cuadro citado en el artículo sobre el matema ha sido también comentado en artículo sobre el falo, ese significante del goce. El significante, por otra parte, en ese texto, es designado “causa del goce” al mismo tiempo que su término. Así, si el objeto a es causa del deseo, el significante, por su parte, es causa de goce. Mientras que en el texto de los Escritos “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, el goce era situado en la relación con el significante del Otro barrado S(/A), en la segunda parte de su obra, Lacan pone más particularmente en relación con S(/A) al goce femenino: “El Otro no es simplemente ese lugar en el que la verdad balbucea. Merece representar aquello con lo que la mujer forzosamente tiene relación (…) Por ser radicalmente el Otro en la relación sexual, respecto de lo que puede decirse del inconsciente, la mujer es lo que tiene relación con ese Otro” (seminario Aún, 1972-73). 6 (Otra). A lo femenino se le atribuye a través del tiempo explicaciones y asociaciones malignas, que la lógica del no-todo viene a derrumbar, con lo cual se logra un reposicionamiento dentro del orden del discurso que podría plantear una reivindicación discursiva de lo femenino a través del significante que es fálico, pero sin ser propiamente de lo femenino que se encuentra ubicado más allá del falo. Así, es no-toda en el goce fálico, en esa misma medida en que tiene relación con el Otro, lo que no significa que pueda decir algo de ello; mientras que su compañero masculino sólo puede alcanzarla por medio de lo que, a través del fantasma, pone en escena la relación del sujeto con el objeto a. (Chemama, 2004a: 295-296). No hay relación sexual porque el goce del Otro tomado como cuerpo es siempre inadecuado, perverso de un lado –en tanto el Otro se reduce al objeto a– y yo diría loco, enigmático, del otro. ¿No es por el enfrentamiento de este impasse, de esta imposibilidad por donde se define un real, como el amor se pone a prueba? (Chemama, 2004a: 296). 7 Capítulo 1 Freud. La histeria, lo femenino y La mujer La histeria4 es reconocida como patrimonio del psicoanálisis, por lo que este concepto no puede pasar desapercibido al ser un pilar teórico fundamental para la teoría psicoanalítica. La histeria como un concepto base, no sólo representa la estructuración típica de las neurosis, también proporciona la apertura en la escena analítica de una realidad psíquica con efectos de verdad que interroga el saber de la medicina. El término histeria proviene del griego hysteron que significa útero y puede encontrarse como hyster que significa matriz; tiene su origen en la antigua medicina griega que “se remonta a Hipócrates” (Laplanche, 1996a: 171). Desde la antigüedad la enfermedad de la histeria fue considerada como un mal que aquejaba a la mujer por su sensibilidad, ya que su ser femenino poseía un cuerpo más vulnerable al desequilibrio presentado entre alma y cuerpo. Por hacer referencia al útero se crea automáticamente una idea que liga íntimamente la histeria con la mujer a través de lo femenino, situación que conforma un punto oscuro que al psicoanálisis no se le escapa. Muchielli (1984a: 9), menciona la existencia de “palabras que han tomado carta de naturaleza en el lenguaje corriente” que se introducen en lo 4 Histeria: Clase de neurosis que ofrece cuadros clínicos muy variados. Las dos formas sintomatológicas mejor aisladas son la histeria de conversión, en la cual el conflicto psíquico se simboliza en los más diversos síntomas corporales, paroxísticos (ejemplo: crisis emocional con teatralidad) o duraderos (ejemplo: anestesias, parálisis histéricas, sensación de “bolo” faríngeo, etc.), y la histeria de angustia, en la cual la angustia se halla fijada de forma más o menos estable a un determinado objeto exterior (fobias) (Laplanche, 1996a: 171). 8 cotidiano y difieren de su conceptualización teórica. Ejemplo de ello lo encontramos en la equiparación que se hace de la histeria con la mujer, situación que se mantiene en lo cotidiano como herencia de su raíz etimológica ehistórica y nos habla de un desconocimiento real y esencial de lo que es la mujer. La histeria si bien se encuentra asociada a lo femenino, no significa a la mujer, pero será un punto crucial que nos aproximará a su comprensión desde el psicoanálisis que a continuación desarrollaremos desde la visión freudiana. La histeria “…Yo creo que es como una niña preguntándole cosas a una anciana, como un burrito atolondrado entrando a una ciudad, lleno de paja. Tiene también una mujer madura que le asusta de pronto la mirada y se le mueve dentro y le deshace a mordidas de llanto las entrañas. Miss x, si, la que me ríe y no me quiere decir cómo se llama, me ha dicho ahora, de pie sobre su sombra que me ama pero que no me ama.” Sabines (1977a: 43) A finales del siglo XIX imperaba el pensamiento médico y el método anatómico que calificaba los síntomas histéricos como el producto de una sugestión o una simulación; pero en verdad la histeria se presenta como un 9 fenómeno que interroga a la medicina su potencial de saber y despliega un reproche a la lógica fálica que desconoce a la mujer. Antes de continuar es importante mencionar que desde el siglo XVII, Charles Lepois ya discutía la teoría uterina de esta enfermedad y menciona que la histeria se podía encontrar en ambos sexos; cuestión que desafortunadamente fue ignorada. No es sino hasta el siglo XIX que tal aspecto comienza a ser elaborado y propicia que el neurólogo Meynert le proponga a Freud presentar un caso de histeria masculina. Tal caso fue expuesto el 26 de noviembre de 1886 donde se puntualiza lo siguiente: “en modo alguno creo mostrarles un caso raro y singular. Antes bien lo considero de muy común y frecuente ocurrencia, aunque a menudo se lo pueda pasar por alto” (Freud, 1982a: 27). Dicha ponencia no fue mal recibida, pero tampoco se le prestó mayor atención. El caso que acabamos de nombrar llevó por título Observaciones de un caso severo de hemianestecia en un varón histérico (1886). Es importante señalar que la mayor parte del artículo antes citado, está orientado a los fenómenos físicos y no psíquicos de la histeria; esta es una influencia que proviene de Jean-Martin Charcot, quien fue maestro de Freud en la Salpêtrière5. 5 Salpêtrière: Hospital general para pobres y vagabundos de París en el siglo XVII. “Entre los muros de los internados es donde Pinel y la psiquiatría del siglo XIX volverán a encontrar a los locos; es allí –no lo olvidemos– donde los dejarán, no sin gloriarse de haberlos liberado. Desde la mitad del siglo XVII, la locura ha estado ligada a la tierra de los internados, y al ademán que indicaba que era aquél su sitio natural” (Foucault, 1976a: 80). 10 Ahora veamos cuales fueron las aportaciones de Charcot sobre la histeria y su influencia en Freud. Jean-Martin Charcot comienza toda una reorganización y división clínica en la Salpêtrière, donde colocó todos sus esfuerzos en tratar de entender las enfermedades nerviosas crónicas. Inaugura una clasificación que diferenciaba las crisis histéricas de las epilépticas y continuó con el abandono del concepto antiguo de histeria para utilizar el de neurosis, al cual le atribuye un origen traumático vinculado al sistema genital. Posteriormente abandona la cuestión del útero como causa y demuestra la existencia de histeria masculina. Al proponerse hacer de la histeria una enfermedad nerviosa de origen hereditario y orgánico se vio obligado a renunciar a la antigua etiología sexual. “Una noche de 1886, el joven Freud se entera por Charcot de que el maestro “conoce” la primacía de las causas genitales, pero que estas deben permanecer secretas en las alcobas” (Roudinesco, 1988a: 38). Es así que Charcot le señalaba a Freud las condiciones que darían paso a un nuevo concepto de neurosis como enfermedad, donde el discípulo se arriesgará a retomar la etiología sexual para llevar a cabo la separación de “las neurosis del campo de la enfermedad orgánica”, (Roudinesco, 1988a: 38). Es así que Freud se encaminará paulatinamente en los misterios del cuerpo; no del cuerpo orgánico u anatómico, sino en los misterios del cuerpo psíquico hablante. 11 La importancia de los trabajos de Charcot radican en el encuadre de la histeria como enfermedad orgánica, con lo cual se inicia la separación entre las neurosis y el mito de la histeria-mujer simuladora; pero será con Freud que la desmitificación se revelará plena al descolocarla de lo orgánico para colocarla en el campo del inconsciente. De esta forma la histeria adquiere la denominación de enfermedad psíquica y precisa sus síntomas como cualquier otra enfermedad. El alcance de este hecho establece una postura diferente ante el discurso histérico, que se articula principalmente –no exclusivamente– a través de un cuerpo de mujer y que a partir de este momento es reconocido como real. En un trabajo conjunto Freud y Charcot (1982a: 187-190) formulan una tesis sobre el ataque histérico, donde ya suponen una disociación – escisión del contenido de conciencia– que registran en cinco puntos, 1) mencionan el retorno de un recuerdo psíquico, 2) explican que el recuerdo es causado por el trauma psíquico, 3) señalan que el recuerdo es inconsciente, 4) aclaran que el recuerdo retornará como ataque histérico y 5) explican que este ataque se debe a las impresiones a las que se denegó la descarga adecuada. La importancia de nombrar una escisión de la consciencia traza una vía de aproximación a la realidad psíquica que funciona entre la verdad y el saber como un corte. Para “Foucault el gran corte de la historia de la medicina occidental data del momento en que la experiencia clínica se convierte en mirada anatomo-clínica”, (Roudinesco, 1988a: 19). 12 El método anatomo clínico, fue creado por Corvisart (1755-1821); esta enseñanza se practica hasta hoy y consta de: estudio de casos, anotación y observación de los síntomas, etc. A mi parecer se registra un segundo corte en la historia de la medicina occidental cuando Freud le añade al método anatomo clínico el aspecto psíquico. A la puerta de este contexto, fue el psicoanálisis un parteaguas en la historia de la medicina y en la historia de la histeria. No obstante, no deja de ser la mujer histérica crucial para la fundación del psicoanálisis, “en tanto generadora, amante y portadora de muerte…” (Assoun, 1994a: 78). Años antes del encuentro con Charcot, Freud se hallaba fascinado con otro médico, el doctor Joseph Breuer que entre 1880 y 1882 atiende a una joven de 21 años llamada Bertha Pappenheim conocida como Ana O. La importancia de este caso es que Bertha logra nombrar “la cura por la palabra” (Roudinesco 1988a: 25) y que Freud por primera vez da cuenta de la existencia del factor sexual en la etiología de la histeria, factor que posteriormente corrobora con Charcot a pesar de sus intentos por mantenerlo oculto, debido a su conveniencia teórica. Breuer en su momento también rechazó la etiología sexual como factor importante en el desencadenamiento de las neurosis, pero en este caso se debió a lo que posteriormente Freud nombrará como contratransferencia6. Esto se sucedió de la siguiente manera: durante los años que duró el tratamiento de Bertha, Breuer fue percatándose de los sentimientos que ella iba desarrollando hacia él (transferencia afectiva) y 6 Contratransferencia: Conjunto de las reacciones inconscientes del analista frente a la persona del analizado y, especialmente, frente a la transferencia de éste (Laplanche, 1996a: 84). 13 despertaban en Breuer reacciones (contratransferencia) que no supo comprender ni manejar. Tales reacciones inconscientes entre la analizada y el analista,así como la dedicación que le mostraba Breuer, despertaron los celos de su esposa Matilde. La consecuencia de tal situación fue la alta abrupta de Bertha quien esa misma noche presentaría los síntomas de un parto imaginario y acusaba al médico de ser el padre. El médico sostendría que Bertha era inmadura y admitía que le incomodaba tocar el tema. Punto importante para el aprendizaje de Freud son los “Estudios sobre la histeria 1893-5” (Breuer y Freud, 2006a: 32), donde Breuer describa su método catártico7 empleado en el tratamiento de Anna O. El método consistía en desaparecer los síntomas histéricos cuando se conseguía despertar el recuerdo del proceso junto con su afecto a la vez que el enfermo lo expresaba en palabras. Para Assoun (1994a: 84) “esos Estudios contienen: la historia del encuentro con la histérica, en tanto que escena primitiva del encuentro con la femineidad”. La posibilidad de una nueva teoría se gesta en este cuadro complejo de personajes. Nos encontramos con el caso de Emmy von N. a quien Freud le realiza un ultimátum combinado con plazos y preguntas sobre sus síntomas, a lo cual ella le dice que no debe estar siempre preguntándole 7 El método catártico es la antesala de lo que posteriormente será denominado abreacción, que es definida como la “aparición en el campo de la conciencia de un afecto hasta entonces reprimido. Algunos afectos, que no han sido normalmente experimentados en el momento de su actualidad, se encuentran ahora en el inconsciente en razón de su ligazón con el recuerdo de un traumatismo psíquico. Afectos y recuerdos así ligados fueron reprimidos entonces a causa de su carácter penoso. Cuando el afecto y la verbalización del recuerdo irrumpen al mismo tiempo en la conciencia, se produce la abreacción, que se manifiesta con gestos y palabras que hacen explícitos estos afectos. La mayor parte de las veces, la abreacción sobreviene en el momento de levantarse la resistencia a esta irrupción, en el curso de una cura analítica y gracias a la transferencia sobre el analista” (Chemama, 2004a: 1). 14 de dónde procede esto o aquello, sino dejarla relatar lo que desea. Lo importante de este encuentro fue que permitió enunciar el principio de asociación libre que estaba por nacer, a razón del deseo que le muestra la historia histérica. A través del caso de Miss Lucy R., se encontrará con la complejidad del proceso, al hallar un síntoma tras de otro. Este mecanismo reclama su representación, pero por el momento esta inversión entre saber y verdad tendrá que esperar, como lo mostró la pretensión de extirpar la verdad de un sólo golpe; esta pretensión se ejemplifica en el caso de Catalina, conversación que se presenta como catarsis relámpago donde intenta reactivar la escena de la seducción8. En su difícil andanza junto a Breuer, Charcot y las histéricas, con el tiempo Freud se encuentra ante dos dificultades respecto a la hipnosis, método principalmente utilizado por sus maestros; estas complicaciones son: 1) No eran hipnotizables todos los pacientes histéricos. 2) “Decide tomar una postura frente al problema de saber qué, en verdad caracterizaba la histeria” (Freud, 2006a: 264). Por lo que para el otoño de 1892 abordará el método de la asociación libre, dejando de lado la hipnosis. Continuando con su odisea, en su artículo “Sobre el mecanismo psíquico de fenómenos histéricos” de 1893, Freud hace una analogía entre las parálisis traumáticas y la histeria común, pero logra darse cuenta de que 8 Es importante mencionar que con el tiempo Freud abandonará la teoría de la seducción pues ya no creerá más en las historias histéricas, porque se da cuenta que estas son producto de fantasías sexuales inconscientes. 15 existe un hecho sustancialmente diferente entre ambas; esto es que en la segunda rara vez se comprueba un gran suceso. La razón de las parálisis histéricas se hallaba en la “sugestión verbal” (Freud, 1986a: 31-32), que desde entonces se eleva al estatuto de trauma. Éste suceso es importante porque la palabra va adquiriendo un peso y una realidad en el cuerpo para posteriormente ser anudada a la etiología sexual que comprende para Freud las “escenas sexuales infantiles” (Freud, 1986a: 214). La complejidad del problema que plantea la histeria se deja ver en forma de pregunta y regala ante la escucha y mirada atenta de Freud una nueva teoría, que deja surgir la verdad en boca del sujeto que no sabe que sabe. La histeria fragmentó el discurso, en una alzada que interrogó a la sexualidad humana, haciéndole saber a Freud que la diferencia sexual– posicionamiento psíquico masculino o femenino– nombrarse hombre o mujer, no se encuentra vinculado a la diferencia anatómica de los sexos. Al respecto menciona Freud (1986a: 271), “resta un gran trabajo para el siglo venidero, en el cual nuestra civilización tiene que aprender a conciliarse con las exigencias de nuestra sexualidad”. La histeria hace pregunta en todos los hombres y en todos los tiempos, es en ella donde se escenifica un vacío que no se rinde ante el imperio del poder falocentrista y pone en juego la relación tan estrecha entre sexualidad y verdad. Por ello Freud (1986a: 215) se da cuenta de que “la 16 reacción de los histéricos es exagerada sólo en apariencia; tiene que aparecérsenos así porque nosotros sólo tenemos noticia de una pequeña parte de los motivos de los cuales brota.” Estos motivos brotan del real del sujeto que pregunta ¿Quién soy? ¿Qué soy? Es sin duda el caso Dora donde se aloja de manera latente la pregunta esencial a todo histérico, que constituye el enigma freudiano de lo femenino. Ahora veamos que para hablar de Dora es necesario recordar el texto titulado “Fragmento de análisis de un caso de histeria (1905 (1901)”, trabajo Importante porque ilustra cómo la interpretación de los sueños se entrama en el análisis de una joven de 18 años a la que Freud llamo Dora. Resaltemos que lo más importante aquí no es lo que el analista escucha, sino lo que no pudo interpretar, veamos tal cuestión. En su tratamiento Dora cuenta que su padre y una mujer, la señora K. tienen un amorío, mientras el padre lo niega, Freud le cree. El caso se complica cuando Freud insiste en que Dora se encuentra “enamorada del señor K.” (2000a: 33), situación que la joven niega rotundamente y es interpretada como resistencia por Freud. En este caso será Freud el obstáculo a ese mensaje que se hallaba en juego, al no dar cuenta que el reproche que despliega contra su padre por la señora K. y que de continuo aparece en el análisis, proviene del enigma que la señora K. representa para Dora y que se muestra en forma de pregunta de la siguiente forma: ¿Qué es lo femenino? ¿Qué es ser una mujer? 17 Eso, lo femenino es lo que en realidad tanto le inquietaba a Dora y es así que lo escribe García (2005a: 18): Freud no escuchó en un momento9 del análisis que la corriente anímica más fuerte en Dora era su homosexualidad, ese fue el motivo que le impidió mantenerla en el análisis. Mas, cabe aclarar, que la homosexualidad no era del orden de lo genital, sino que iba dirigida a una identificación; es decir , la señora K. era para Dora la Encarnación del misterio de lo femenino, puesto que era amada por su padre. De tal forma la histeria hace pregunta (pregunta que no comprende Freud), se presenta insatisfecha, algo la aqueja y no sabe que en verdad sabe. Cuestiona el saber médico y le muestra su insuficiencia, pide algo más, pide que siempre haya algo más que elaborar. Le muestra a Freud el camino que se debe seguir para el análisis, haciéndole ver que en ella cohabita la vacilación y que sin tal no es posible la autoconsciencia. Por lo tanto “Locura del saber: es la enfermedad que Freud recibede las histéricas, y de la que se ampara, al borde del siglo, para advertir a los hombres de su herida original” (Roudinesco, 1988a: 36). Esta herida señala una queja contra la preponderancia fálica que arremete hacia lo femenino en cada hombre y coacciona la mostración de todos aquellos afectos sensibles y tiernos10. 9 En la escena del lago, Dora rechaza al señor K. porque le dice que su mujer no le interesa; ella responde con una cachetada y a partir de ese momento la posición de Dora ante él cambia, pues con quién estaba identificada y por quien estaba interesada, era la señora K. (La nota es de García citando a Freud). 10 La forma del amor materno es la ternura y este elemento que juega un papel fundamental en el vínculo amoroso, no se considera para la constitución de lo masculino; entonces ¿qué va a hacer el niño cuando su primer aprendizaje de amor, es ternura? ¿Hasta dónde nuestra sociedad le permite a un hombre afirmarse como tal en el amor, a través de la ternura? Podríamos pensar que una 18 Lo femenino “El enigma de la feminidad ha puesto a cavilar a los hombres de todos los tiempos” (Freud, 1979a: 105). La histeria interroga el posicionamiento de los sexos y sus modos de satisfacción, por lo que Freud intentará dar respuesta a esas interrogantes, partiendo de una teoría que pueda dar razón a estas diferencias, me refiero al psicoanálisis. El psicoanálisis ha sido posible mediante la modulación de la histérica y el arduo trabajo Freudiano para su comprensión. Las fantasías histéricas proporcionaron un material rico en formas interpretativas y ontológicas que llevan a Freud a preguntarse ¿Qué es la diferencia sexual? ¿Cómo un sujeto se posiciona como femenino o masculino? Lo que encuentra basado en sus observaciones y análisis lo hace admitir que la anatomía de los sexos nada tiene que ver con un ser que desde niño “trae consigo la aptitud de perverso11 polimorfo” (Freud, 2000a: 173). Será entonces reconocida la existencia de una sexualidad infantil – hasta el momento ignorada– y su importante influencia como plataforma de la constitución psicosexual (vida libidinal) del adulto, que aunada a las sociedad en la que se disocia la ternura de la sexualidad, está complicando las relaciones amorosas entre hombres y mujeres (Corres A. “Otra lectura de Freud”, En línea, consultado el 08 de Enero de 2012, Disponible en Web: http://www.posgrado.unam.mx/servicios/productos/omnia/anteriores/41/09.pdf) 11 Al respecto, Laplanche (1996a: 273) en su definición de PERVERSIÓN anota lo siguiente: “(…) la predisposición a la perversión no es algo raro y especial, sino una parte de la constitución llamada normal; lo viene a confirmar y explicar la existencia de una sexualidad infantil. Ésta, en la medida en que se halla sometida al juego de las pulsiones parciales, íntimamente ligada a la diversidad de las zonas erógenas, y en tanto que se desarrolla antes de establecerse las funciones genitales propiamente dichas, puede describirse como disposición perversa polimorfa”. 19 alteraciones de la vida, serán las “causas principales de las enfermedades neuróticas” (Freud, 1996a: 116). Siguiendo esta línea de investigación, sus esfuerzos teóricos lo encaminan a escribir dos artículos fundamentales para esta tesis, “Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad” y “Sobre las teorías sexuales infantiles”, ambas del año 1908, que veremos enseguida. En el primer artículo plantea la existencia de una disposición bisexual12 en los seres humanos, al igual que su amigo Fliess13 pero con una significación totalmente diferente y establece la siguiente tesis: “Un síntoma histérico es la expresión de una fantasía sexual inconsciente masculina, por una parte, y femenina, por la otra” (Freud, 1996a: 146). De esto se desprende que la bisexualidad significa un bi-goce en la histérica que busca identificarse con uno u otro sexo desde una postura psíquica. Esta es la relación más importante que Freud logra establecer entre la histeria y lo femenino a través de la diferencia de los sexos a nivel psíquico, a pesar de que no logró dar cuenta de que lo femenino es la interrogante primordial. 12 Antes de abordar la bisexualidad psíquica, Freud la aborda desde la anatomía como se puede apreciar en esta nota: “En efecto, cierto grado de hermafroditismo anatómico es la norma: en ningún individuo masculino o femenino de conformación normal se echan de menos las huellas del aparato del otro sexo” (Freud, 2000a: 129). El resultado de estos hechos es, una disposición originariamente bisexual. 13 Fliess, otorrinolaringólogo de Berlín, concibe la bisexualidad como el resultado de los periodos que él cree haber descubierto en la nariz (teoría orgánica). Plantea que al existir partes que en ciertos periodos (menstruación para las mujeres y el coito para hombres) tienden a hacer sangrar la nariz, se demostraba la existencia de “ubicaciones genitales en la nariz” que constituían la bipartición de los periodos en series donde la madre y el niño permanecen ligados, “incluso más allá de la vida intrauterina, por una “co-vibratción” animada por las “irradiaciones menstruales” (André, 2002a: 39). 20 André (2002a: 18) la describe así: “La histérica es literalmente el lugar de una guerra entre los sexos cuyo guión es siempre el mismo: un goce masculino se impone por la fuerza a la feminidad que se hunde, desde entonces, en la ausencia o en el estado hipnoide que describía Breuer”. Para Assoun (1989a: 46) “La feminidad podría muy bien jugarse del lado de este lugar oscuro donde se anudan el síntoma y lo trágico”. Freud da cuenta que el sujeto se halla dividido y que lo femenino será lo desconocido en cada uno de nosotros. Con el tiempo y desde “Tres ensayos sobre la teoría sexual”, el concepto de bisexualidad evolucionará hacia una oposición entre actividad- pasividad que se plantea como una dualidad. Por lo que en Pulsiones y destinos de pulsión de 1915, muestra que la “pulsión sexual no está organizada sobre la base de la pareja macho-hembra” (Freud, 2000a: 129), sino en torno a polaridades asexuadas, actividad-pasividad y sujeto-objeto. “Freud se sirve del término bisexualidad para sostener la tesis de que no hay sino una libido, la viril” (André, 2002a: 21). La pregunta entonces sería ¿cómo surge lo femenino de una libido viril? Primero Freud deja claro que el carácter masculino de la libido, se refiere a la libido fálica como organizadora de la sexualidad humana, no al órgano genital masculino, sino a todas aquellas representaciones que giran en torno a esta parte anatómica del hombre. Para continuar explica que este concepto de libido masculina, merece dos distinciones, la primera se desprende de la oposición entre activo-pasivo, que asigna dos metas para la 21 libido única, dos modos de satisfacción, donde uno corresponde al carácter masculino y otro al femenino. La segunda distinción, es tratada en “Introducción al narcisismo (1914)” y se refiere a la polaridad entre “libido del yo, cedida después a otros objetos” (Freud, 2000a: 73) que conforman la libido de objeto. De tal forma, la noción de libido sin dejar de ser única, se divide en el nivel de satisfacción y en el nivel del tipo de objeto para su satisfacción y esto a su vez determina si una estructura es femenina o masculina. Abordemos ahora el segundo artículo de 1908, “Sobre las teorías sexuales infantiles”, donde Freud explica cómo es que a pesar de ser falsas contienen una parte de verdad integrada debido a que estas se derivan de componentes de la pulsión sexual, que se encuentranactivos en los niños como resultado de una necesidad de constitución psicosexual. “La primera de las teorías sexuales de los niños, se enlaza con el descubrimiento de las diferencias entre los sexos” (Freud, 1996a: 192). Esta teoría promueve que los niños atribuyen a todos un pene; cuestión que constituirá la premisa necesaria del complejo de castración. La idea es que si un niño ve desnuda a su hermana lo que dirá será: El pene es aun pequeñito, pero ya crecerá cuando sea mayor. Con lo anterior como premisa Freud reconoce un solo órgano, el pene como zona erógena directiva y el principal objeto sexual autoerótico. Como la palabra sugiere, el niño se procura placer por medio de estímulos manuales, si es sorprendido, será atemorizado con la amenaza de cortarle el miembro. El efecto de tal amenaza de castración será la alta valorización 22 del órgano amenazado. El niño cuando se enfrenta a la visión posterior de los genitales femeninos, lo interpretará como una mutilación, lo cual origina la angustia de ser privado un día de él. La niña compartirá esta elevada valoración por los genitales masculinos ya que al principio su clítoris será homologo del pene y ella también creerá que posee un pene pequeño que después crecerá. Este clítoris-pene le da al quehacer sexual de la niña un carácter masculino, por lo cual hará “falta una oleada represiva en la pubertad para que, por remoción de esta sexualidad masculina, surja la mujer” (Freud, 1996a: 194). El resultado es que la muestra de interés por los genitales masculinos se mantiene en la niña y es así que posteriormente se convertirá en envidia, al sentirse en desventaja. Ahora continuemos con la segunda de las teorías sexuales referente al desconocimiento de la vagina: El hijo es “evacuado como un excremento, una deposición” (Freud, 1996a: 195). De esta forma el niño estaría negando a la mujer su exclusividad para parir, suponiendo que lo único que existe para él es el pene. La ilación ideológica se conforma en este sentido; si de algún lado provienen los niños debe ser del ano, como cuando se defeca, por lo tanto, el hombre como el niño pueden parir. Estas fantasías son explicadas por Freud como los residuos de la actividad del erotismo anal. Claramente podemos ver que de lo femenino y la mujer existe ya en estas formulaciones un desconocimiento; la vagina no existe, es un pene 23 pequeño, falta en ellas aquello que las signifique y las caracterice en su conjunto. La tercera de las teorías sexuales, surge cuando los niños son testigos casuales del comercio sexual entre sus padres; esto dará como resultado “la concepción sádica del coito” (Freud, 1996a: 196), donde verán un sometimiento del débil por el fuerte y siempre de manera violenta. El aspecto más importante en este punto, es la mención de dos papeles, el débil y el fuerte que basado en su concepto de bisexualidad posteriormente serán nombrados activo y pasivo, donde lo activo comprende lo masculino y lo pasivo a lo femenino. Lo que Freud elabora, basado en las teorías sexuales infantiles (1908) para dar cuenta de la diferencia sexual es, la primacía del pene y su alta estima que aunada al desarrollo de diversos factores como la amenaza de castración y la constatación de seres sin pene, conforman el complejo de castración. El complejo de castración dará paso al inicio y el desenlace del complejo de Edipo que culmina en la diferencia de los sexos y por lo tanto del devenir mujer u hombre. A lo largo de este desarrollo se da un “deslizamiento que se produce de 1908 a 1923” (Assoun, 1994a: 14). En la tesis de 1908, Freud sostiene que no hay más que un sólo sexo, el pene, siempre presente pero no necesariamente “saliente”: en el niño desarrollado y en las niñas por crecer “en desarrollo”. En “La organización genital infantil de 1923” matiza esta falta, encubierta por una existencia de falo en dos modos de manifestación: la presencia y la ausencia. 24 El falo en este deslizamiento, presentado en dos modalidades, manifiesta la falta esencial de la comprensión-incomprensión del sexo femenino que muestra un no saber. Así es como Freud acentúa la existencia de una ignorancia fundamental del sexo femenino con el descubrimiento de la primacía de falo, que es la castración misma. Plasma esta penumbra de lo femenino al basarse en las premisas de actividad-pasividad que en última instancia dejan insatisfecho al mismo Freud, quien escribe: “Hasta en los dominios de la vida sexual humana observamos en seguida cuán insuficiente es hacer coincidir la conducta masculina con la actividad, y la femenina, con la pasividad” (Freud, 1979a: 107). “Macho o hembra, se conduce masculinamente en tal punto y femeninamente en otro” (Freud, 1979a: 106). Freud menciona que en el comercio sexual, es el macho quien persigue a la hembra, pero que la madre en cuanto a sus hijos es activa en todos sentidos. Mientras tanto los hombres no pueden convivir con sus semejantes si no despliegan docilidad y pasividad. Si se piensa en caracterizar psicológicamente la feminidad por la preferencia de fines pasivos, esta preferencia no equivale a la pasividad, ya que puede ser necesaria una gran actividad para conseguir un fin pasivo que posiblemente se extienda al resto de sus vidas. Estos comentarios no son resultado de una simple contradicción, es la muestra de lo complejo que resulta abordar el tema de las posturas masculina y femenina. Por lo que respecta a Freud es cauteloso y no olvida mencionar “la influencia del orden social, que fuerza a las mujeres a situaciones pasivas” (Freud, 1979a: 107). 25 Pero más allá de la insatisfacción freudiana por no poder saber que significa lo femenino y a pesar de sus consideraciones biológicas (genitales) y sociales (género), su gran aporte es la concepción de una bisexualidad (psíquica) inherente al ser humano que imposibilita ser puramente femenino o masculino, a pesar de que exista una tendencia. De esta manera continua Freud un tanto a ciegas como su Edipo, pero con el mérito de la videncia del ciego Tiresias que en su oscuridad, alcanza a predecir, tras la existencia del velo femenino. Su camino avanzará por vías de la castración, y ¿qué es la castración?, si no la anulación o la falta que representa un resto de la presencia, esto es lo femenino; este es el camino que posteriormente continuará Lacan. La conclusión es que tanto el niño como la niña adquieren conocimiento de su sexo con base en este resto, que siempre evocará para ambos el enigma de la feminidad pues no sólo se presenta insignificable para ellos, también se presenta insignificable para ellas. La consecuencia será que el sexo femenino permanece no descubierto en tanto se presenta velado. Dicho de otra manera, no hay más que un solo sexo, el falo, en sus dos modos de manifestación presencia-ausencia. “La castración constituye así eso que excluye –el término lacaniano será forcluye– al sexo femenino como tal” (André, 2002a: 14). Freud advierte: “Ahora ya están ustedes preparados para que tampoco la psicología resuelva el enigma de la feminidad” (1979a: 108). 26 La mujer “… tal enigma para sí mismas” (Freud, 1979a: 105) Freud nunca deja de lado a la mujer, pero su imposibilidad de nombrarla lo dejaba más próximo al misterio que ella encarna, ya que la aproximación que de ella hace es la siguiente: “El psicoanálisis, por su particular naturaleza, no pretende describir qué es la mujer –una tarea de solución casi imposible para él– sino indagar cómo se desarrolla la mujer a partir del niño de disposición bisexual” (Freud, 1979a: 108). El postulado Freudiano indica que la mujer no es, sino deviene; se hace mujer a través del complejo de castración y el complejo de Edipo14, argumentando la existencia de una disposición bisexual infantil (sexualidad polimorfa)y la existencia de una libido esencialmente masculina. Con esto reconoce a lo largo de toda su obra, la falta de datos sobre el desarrollo de los procesos en niñas y establece una identidad para la mujer basándose en la oposición masculino-no castrado y femenino- castrado. El resultado es una paradoja pues se trata de saber si se puede, en la mujer con un saber en falta (la castración) lograr que la verdad surja de quien viene a encarnar la falta en sí misma; André (2002a: 15) así lo dice: 14 Definición de complejo de Edipo: Conjunto organizado de deseos amorosos y hostiles que el niño experimenta respecto a sus padres. En su forma positiva, se presenta como en la historia de Edipo Rey: deseo de muerte del rival del mismo sexo y deseo sexual hacia el sexo opuesto. En su forma negativa, se presenta a la inversa. De hecho, estas dos formas se encuentran, en diferentes grados, en la forma llamada completa del complejo de Edipo (Laplanche, 1996a: 61). 27 La teoría de la castración no es solamente la creencia que el neurótico instala en el lugar de un imposible de soportar, es también el punto de anclaje del mito de Edipo sobre el cual Freud se propone fundar su práctica. Por ello, uno no se sorprenderá, de que él se tope con pared en “Análisis terminable e interminable”: la teoría de la castración aunque permita explicar la construcción de la neurosis, se revela sin embargo incapaz de proporcionar la clave que permitiría salir de ella. La situación del complejo de castración en relación con el complejo de Edipo se presenta distinta en ambos sexos: en la niña, abre la búsqueda que le conduce a desear el pene paterno, constituyendo por lo tanto el momento de entrada en el Edipo; en el niño señala la crisis terminal del complejo, al prohibirle el objeto materno como objeto de su deseo. La angustia de castración inaugura en el niño el período de latencia15* y precipita la formación del superyó*. Para la niña se hallan reservadas otras tareas relacionadas con su madre. La madre posee aquí un papel central hasta el momento en que el niño se separa de ella con angustia y la niña con odio. Antes de la separación con la madre, hasta cierto momento del desarrollo entre niño y niña no existe casi ninguna diferencia, es por ello que 15*Periodo de latencia: periodo comprendido entre la declinación de la sexualidad infantil (quinto o sexto año) y el comienzo de la pubertad, y representa un etapa de detención en la evolución de la sexualidad. Disminución de la actividad sexual, desexualización de las relaciones de objeto (predomina la ternura), Intensificación de la represión, transformación de la catexis de objetos en identificaciones con los padres y un desarrollo de las sublimaciones. (Laplanche, 1996a: 209). *superyó: “una de las instancias de la personalidad, descrita por Freud en su segunda teoría del aparato psíquico: su función es comparable a la de un juez o censor con respecto al yo. Freud considera la conciencia moral, la autoobservación, la formación de ideales, como funciones del superyó”. “Clásicamente el superyó se define como el heredero del complejo de Edipo; se forma por interiorización de las exigencias y prohibiciones parentales” (Laplanche, 1996a: 419). 28 el clítoris se presenta como zona erógena directiva y análoga al pene pero no de manera permanente, pues el clítoris debe ceder, total o parcialmente, su sensibilidad y su significación a la vagina en su viraje a la feminidad, ésta es una de las dos tareas propuestas a la evolución de la mujer, mientras en el hombre no se presenta así, por lo que no tiene más que continuar con su periodo de desarrollo a la madurez sexual. La segunda tarea para la niña se refiere al primer objeto amoroso; en el caso del niño sigue siendo la madre, lo es en la formación del complejo de Edipo y en el fondo durante toda la vida. También para la niña es la madre o cualquier figura materna el primer objeto, pero al entrar en el complejo de Edipo femenino el objeto ya no será la madre sino el padre y siguiendo una evolución normal encontrara el camino desde su objeto paterno a la elección definitiva de objeto –otro hombre–. Así lo dice André (2002a: 28) “es en la medida en que quiere tener lo que a la madre le falta, como ella deviene mujer”. Así las tareas impuestas para el devenir mujer son dos, el cambio de zona erógena y el cambio de objeto amoroso. Para Freud el “devenir mujer sólo se comprende entendiendo su vinculación con la madre” (Freud, 1979a: 111) antes del complejo de Edipo. Explica que las relaciones libidinosas de la niña y la madre a través de la sexualidad infantil toman los caracteres de cada una de las tres fases manifestándose en deseos orales, sádicos-anales y fálicos, con impulsos tanto activos como pasivos y plenamente ambivalentes. Estas son las razones por las cuales se encuentran las fantasías de seducción en época 29 anterior al complejo de Edipo femenino, con la variante de que “la iniciación sexual ha sido efectuada regularmente por la madre” (Freud, 1979a: 112). El descubrimiento de la madre seductora fue posible gracias al interés que Freud encuentra en el estudio de los traumas infantiles, donde sus pacientes refieren una seducción por parte del padre. Con el tiempo llega a la conclusión de que tales informes eran fasos y que los síntomas histéricos eran producto de fantasías y no de sucesos reales. Lo que reconoce en estas fantasías entre la niña y su padre es la manifestación del complejo de Edipo femenino, pero también se da cuenta que existen fantasías de seducción anteriores a dicho complejo, con la novedad de que la iniciación sexual fue efectuada por la madre en la realidad. Esto sucede cuando la madre somete a sus hijos a los primeros cuidados de higiene y despierta en los genitales las primeras sensaciones placientes. Partiendo del hecho de que la libido de la niña se vuelca hacia su madre la pregunta es ¿cómo logra cambiar de objeto? Freud escarba en los reproches que la pequeña hace y encuentra que uno de ellos hace referencia al destete, bajo la idea de que la madre no le dio suficiente, ni alimento, ni cuidados; el segundo aparece con la llegada de un nuevo bebé que propicia sus celos; pero la más intensa de estas privaciones aparece en la época fálica, cuando la madre prohíbe a su retoño el placentero jugueteo con sus órganos genitales, juego al cual ella indujo antes. 30 Pero todos estos factores –la preterición16, las decepciones amorosas, los celos y la seducción seguida de prohibición– también se encuentran en las relaciones del varoncito con su madre por lo cual estos reproches no son suficientes para separarlo de ella ni explican “como la niña cambia de objeto amoroso” (Freud, 1979a: 114). Con este preámbulo Freud argumenta como factor decisivo el complejo de castración con el que sostiene que las diferencias anatómicas se ven manifestadas en consecuencias psíquicas. Entonces la niña responsabiliza a su madre por su carencia de pene y no le perdona tal desventaja, se da cuenta de que esta castrada y que su clítoris es tan pequeño que no puede ser un pene. Es así que este vínculo se desata y en el futuro se puede encontrar en las malas relaciones que se transfieren al esposo. Para la niña al igual que en el niño, el complejo de castración es iniciado por la visión del genital de otro sexo pero a diferencia del niño para quien los efectos de la visión son progresivos, para la niña son inmediatos. Ante esta contemplación la niña se sentirá en grave situación de inferioridad que sucumbe en la llamada “envidia de pene”. (Freud, 1997a: 270). Cabe aclarar que existe una diferencia entre el agente de la castración y la privación respectivamente. Para el niño elagente de la castración es el padre, al que le atribuye en última instancia, todas las amenazas formuladas por otras personas. “La situación resulta menos clara para la niña, la cual se siente más privada de pene por la madre que efectivamente castrada por el padre” (Laplanche, 1996a: 59). 16 Preterir: acción de ignorar o de hacer caso omiso a una persona, cosa o asunto. 31 Así tenemos que la estructura y los efectos del complejo de castración son diferentes en el niño y la niña. El niño teme la castración como realización de una amenaza paterna en respuesta a sus actividades sexuales, lo cual provoca una intensa angustia de castración. En la niña, la ausencia de pene es sentida como un prejuicio sufrido, que intentará negar, compensar o reparar. La castración forma un punto crucial del cual partirán tres caminos para la evolución de la niña: uno conduce a “la inhibición sexual o a la neurosis, el otro a la transformación del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad, y el último al fin, a la feminidad normal” (Freud 1979a: 117). El primer camino, la inhibición sexual o la neurosis, se refiere a que la niña deja que la influencia de la envidia del pene le eche a perder el goce de la sexualidad fálica. En el segundo camino, el complejo de masculinidad, la niña se niega a admitir la realidad y con obstinada rebeldía exagera su masculinidad, manteniendo su actividad clitoridiana y buscando refugio en la identificación con su madre fálica o con el padre. Este complejo de masculinidad parece ser el influjo en la elección de objeto en el sentido de una homosexualidad manifiesta. Con respecto al último camino, la feminidad normal, Freud realiza un quiebre a la cuestión y argumenta que no es su propósito perseguir la conducta posterior de la feminidad, a través de la pubertad, hasta la madurez pues los conocimientos que se tienen al respecto son insuficientes. 32 La feminidad normal es presentada aquí como el referente del devenir mujer y lo que es la mujer no es como dice Freud, lo que el psicoanálisis freudiano pueda describir. En resumen la respuesta freudiana al devenir mujer para la niña es el paso que va del complejo de castración al complejo de Edipo femenino. Donde la envidia de pene provoca el abandono de la masturbación clitoridiana, por lo que la pasividad se hará dominante, y el viraje hacia el padre queda cumplido con la ayuda de fines pulsionales pasivos. El deseo de la niña hacia el padre es quizá, originalmente, el de conseguir el pene que la madre le ha negado. Finalmente la constitución de la situación femenina culmina cuando el deseo de tener un pene, se releva por el de tener un niño, conforme a la antigua equivalencia simbólica. Con esta transferencia que va del deseo de un pene-padre-niño, la niña entra al complejo de Edipo. La hostilidad dirigida a la madre preexiste y se intensifica, debido a que la madre pasa a ser la rival que recibe del padre todo lo que la niña anhela de él. En la niña el proceso es contrario al encontrado en el complejo de castración del niño. El complejo de castración en la niña preparará al complejo de Edipo en lugar de destruirlo; ya que la envidia de pene aparta a la niña del vínculo con la madre y la hace entrar al complejo de Edipo como un puerto de salvación. Con la desaparición del miedo a la castración, la niña permanece en él indefinidamente, y sólo más tarde e incompletamente lo supera. Aquí la formación del super-yo tiene forzosamente que padecer; no alcanza la robustez y la independencia que le confieren su valor cultural. 33 Sólo con el término de la evolución en la pubertad llega a coincidir la polaridad sexual hombre y mujer. “Lo masculino comprende al sujeto, la actividad y la posesión del pene, lo femenino integra el objeto y la pasividad; en este punto la vagina es reconocida ya como albergue del pene y viene a heredar el seno materno” (Freud, 1997a: 149). En el varón el complejo de castración termina con la renuncia al amor de la madre, pero en la mujer el complejo de castración abrirá la vía al amor dirigido al padre y esto será causado por el deseo de tener un pene. De esta manera el Edipo en el varón comienza y termina con la castración, en cambio, el Edipo en la mujer se inicia con la castración y no termina con ésta. Freud reconoce que a pesar de sus “treinta años de estudio del alma femenina” (Assoun, 1994a: 44), la gran pregunta quedó sin respuesta. Por lo tanto se limita a hacer algunas observaciones y señala que el desarrollo de la feminidad (la mujer) queda expuesto a perturbaciones por fenómenos residuales del periodo de masculinidad, resultando frecuentes las regresiones a fases anteriores del complejo de Edipo. Freud sostiene que parte de lo que es nombrado el enigma de la mujer se deriva quizás de manifestaciones bisexuales en la vida femenina. Asimismo adjudica a la feminidad un elevado narcisismo que influye en su elección de objeto amoroso, debido a que para la mujer es más importante ser amada que amar. Menciona que si las mujeres son más pudorosas se debe a la intención primaria de ocultar el defecto de sus genitales. 34 Por último es importante reconocer que Freud no olvida el papel de la mujer dentro del orden social. En “Psicología de las Masas” hace mención de las relaciones amorosas entre hombres y mujeres para advertir que estas quedan fuera de las organizaciones formadas por grandes masas como son el Ejército y la Iglesia, ya que atentan contra ellas. Menciona que en grupos mixtos las diferencias sexuales no desempeñan ningún papel por que en estos casos las tendencias sexuales conservan un cierto grado de individualidad, aun estando absorbidos por la masa. El peligro se encuentra cuando esta individualidad rebasa cierto grado, ya que la formación colectiva podría disgregarse. De esta forma explica el hecho de que la Iglesia católica tuviera fuertes motivos para recomendar a sus fieles el celibato e imponerlo a sus sacerdotes. El poder que otorga a la mujer es importante pues menciona que el amor por ella puede romper los lazos eclesiásticos, de la raza, la nacionalidad y las clases sociales. Además reconoce que de la mujer se desprende una importante labor civilizadora. Respalda la idea al mencionar que la determinación en el desarrollo psíquico de la humanidad es el resultado del momento en que el hombre pasó de la psicología colectiva a la psicología individual. Menciona que el amor por una mujer y las psiconeurosis son las únicas dos cosas que caen fuera de la formación de la masa y que además pueden disolverla. Esto adquiere su explicación con la oposición entre tendencias sexuales directas y tendencias sexuales coartadas en su fin. Así podemos dar cuenta, que la mujer se ubica del lado de la singularidad. 35 Para cerrar este tema es importante hacer referencia a uno de los últimos artículos freudianos, el llamado “Análisis terminable e interminable (1937)”, donde Freud no solo reafirma que el complejo de castración tiene una función estructurante, sino que también dirá que es inelaborable (“roca” final del análisis). Hacia la última parte del texto, introduce la idea de la dificultad de terminar un análisis, refiriéndose a lo siguiente: Para la mujer, la envidia del pene, que es el querer alcanzar la posesión de un genital masculino, y para el hombre la revuelta contra su actitud pasiva o femenina hacia otro hombre, son los dos resultados comunes frente al complejo de castración, que dificultan terminar con el análisis. Así lo que cae bajo la represión para ambos casos es lo propio del sexo contrario, esto se da de la siguiente forma: en el varón, la aspiración de masculinidad aparece acorde con el yo; la actitud pasiva puesto que presupone la castración es enérgicamentereprimida. En la mujer el querer- alcanzar la masculinidad es acorde con el yo en cierta época, en la fase fálica, pero luego sucumbe a los destinos de la feminidad; aun así con frecuencia se encuentra que el deseo de masculinidad se ha conservado en lo inconsciente y despliega desde la represión sus efectos perturbadores. Entonces de la sobrecompensación desafiante del varón deriva una de las más fuertes resistencias transferenciales, con lo cual rechazan recibir la cura del analista, porque no quieren un padre ni estar en deuda con él. Del otro lado, la envidia y el deseo del pene en la mujer conlleva a graves depresiones causadas por la desesperanza que le produce la idea de que el análisis no podrá ayudarle a obtener remedio (recibiendo el órgano 36 masculino que echa de menos). De aquí se aprende que lo importante no es como se presenta la resistencia en la transferencia, sino que la resistencia no permite que se produzca ningún cambio. Es así que con el deseo del pene y la protesta masculina se llega a la roca base del análisis para Freud. Al hacer del complejo de castración la roca ineludible del fin del análisis, Freud se encuentra, en el orden de un callejón sin salida: del lado de los hombres, el análisis se toparía, en última instancia, con un temor (amenaza de castración), y del lado de las mujeres, con una envidia (envidia de pene). “¿La enseñanza de Lacan nos permite encontrar una salida a ese callejón? La respuesta es sí, cuestión que implicará un replanteamiento que pondrá en suspenso esta equivalencia entre temor y envidia con la que Freud intenta distinguir la categoría de los hombres y mujeres” (André, 2002a: 19). Freud logra acercarse, regalándonos algunas explicaciones referentes al acceso de lo femenino y al ser mujer, estos acercamientos reconoce Freud los presenta, “insatisfactorios, lagunosos y vagos” (Freud, 1997a: 186). Inicia su travesía en el saber de lo desconocido, el inconsciente, que al final de su obra lo llevan a preguntarse ¿Qué quiere la mujer? Famosa declaración hecha a María Bonaparte. Es esta pregunta por la mujer, una formulación importante por dos aspectos: porque resulta para Freud una interrogante abierta a la posibilidad de infinitas respuestas, pero le cierra la posibilidad a una sola como ley o regla para todas. La segunda importancia que alcanza esta enunciación, será el momento en que es retomada por Lacan con una modificación que 37 quedará de la siguiente manera: ¿Qué quiere una mujer? Pregunta que aflora bajo la célebre frase La mujer no existe. André pregunta: “cuando Lacan enuncia que “La mujer no existe”, ¿acaso no es ésta una manera de retomar la tesis freudiana según la cual la feminidad no es un ser sino un devenir?” (André, 2002a: 31). Assoun manifiesta que esta perplejidad se encuentra en la formulación al pie de la letra, se trata de la, “la mujer debe asumir la figura en que se refleja la imagen de la perplejidad más importante del psicoanálisis” (Assoun, 1994a: 44). El tiempo del psicoanálisis se encuentra con Lacan, para quien es necesario comprender, que hay que volver a interrogarse, dicho de otro modo, lo femenino y la mujer es un enigma que se trabaja en amplia concepción, en Otro posicionamiento. Es en tanto “diferencia de pensamiento” como, junto a la clara diferencia hombres / mujeres, surge la pareja “masculino / femenino”. Este pasaje de lo sustantivo a lo adjetivo constituye un punto de oscilación que abre toda una problemática: justamente va a aparecer que no todo lo masculino está en el hombre, como tampoco lo femenino es el predicado exclusivo de la mujer. Es esto lo que, por de pronto, exige una lógica de la sexuación (Assoun, 2006a: 8). 38 Capítulo 2 Lacan. Goce del Otro Si con ese S (A/) no designo otra cosa que el goce de la mujer, es ciertamente porque señalo allí que Dios no ha efectuado aún su mutis. Lacan (1981a: 101) Lacan no sólo es considerado uno de los más influyentes psicoanalistas después de Freud, es también uno de sus continuadores más elocuentes. Justifica su principio en el famoso retorno a Freud, que con el tiempo lo hará “ir más allá” de él. La razón de este regreso, lo debe al hecho de considerar que el psicoanálisis post-freudiano se encontraba desviado y distorsionado de “lo que la obra freudiana significaba auténticamente” (Lacan, 1984a: 338). Entonces se propone hacer una relectura freudiana que con el tiempo formaliza al incorporar elementos lingüísticos, filosóficos y topológicos. En este trayecto Lacan elucida y actualiza la teoría freudiana que surgió en el contexto cultural de finales del siglo XIX dando aportes que merecen nuestra atención en la actualidad. Con respecto a esta tesis, se puede adelantar que Lacan proporciona un eslabón al formalizar lógicamente la idea freudiana de la sexualidad femenina tan enigmática. Esta formalización es la reelaboración de lo femenino como goce del Otro, así enunciado en las fórmulas de la sexuación. 39 Antes de adentrarnos en la explicación del goce del Otro, abordemos brevemente la diferencia entre histeria y mujer que Lacan advierte, debe ser precisada. Como se vio con las aportaciones Freudianas, existe una complicidad entre la histeria, la mujer y lo femenino, que con el nacimiento de una nueva disciplina nos deja, pautas a desarrollar y preguntas abiertas. Lacan retoma esta apertura para trabajar y producir, pero principalmente para cuestionar, entre otras cosas, que en la práctica psicoanalítica, después de Freud, las mujeres sean etiquetadas como histéricas y que de lo femenino no se vislumbre más allá de cuestiones fútiles que no dicen nada sobre su relación con lo real. Es importante cuestionar toda práctica que siga haciendo de la histeria un sinónimo de mujer, pues esto representa un retroceso a lo que Roudinesco define como La batalla de cien años17, pelea que se inicia con el reconocimiento del discurso histérico, como saber que no se sabe, de aquello que se encuentra en lo inmaterial pero que también es verdad. Esta verdad que atraviesa la sexualidad, ahí donde se balbucea, es un hecho del que da cuenta Freud en su acercamiento a la histérica, pero no limita, ni funge como sinónimo de mujer. Entonces la histeria, la mujer y lo femenino, precisan una distinción, por lo cual, Lacan vuelve sobre los pasos de Freud, para observar qué dice al respecto. 17 Título de un libro escrito por Roudinesco. 40 Encontramos que Freud deja una ruptura epistemológica que habla de la existencia de representaciones psíquicas inconscientes, donde la histeria desempeña un papel vital en esta nueva concepción teórica. De lo femenino podemos encontrar un amplio desarrollo que pasa por el referente a una ignorancia fundamental, evidenciada con la primacía del falo, para ir a parar en la insatisfacción freudiana producida por el hecho de no haber podido develar esta penumbra. Por último, de la mujer tenemos, la imposibilidad y una pregunta sin respuesta ¿qué quiere la mujer? Lacan retoma esta enseñanza para aclarar que la histeria se encuentra ubicada del lado hombre. De lo femenino dirá que es el Otro sexo respecto al masculino, donde la disimetría entre los sexos se encuentra más allá de la anatomía o de la identidad de género. Antes de continuar quiero señalar que Lacan retoma la “ignorancia” freudiana sobre lo que posteriormente nombra como goce femenino, porque lo expresa como un goce insignificable, con la gran diferencia de que logra darle lugar y explicación en las fórmulas de la sexuación y lo místico. Por último de la mujer, nos dice que sólo puede escribirse tachando el la, y sin tachar-la: “allí donde la mujer es la verdad” (Lacan, 1981a: 125).Esto quiere decir que la mujer como verdad no se tacha ya su vez, la mujer al expresar incompletud en el no-todo determina que la verdad como mujer se tacha. Con lo anterior se postula, que hacer una pregunta sobre La mujer es imposible, pero no excluye la posibilidad de peguntarnos por su singularidad y formular la siguiente pregunta: ¿qué quiere una mujer? 41 Para Soler (2006a: 73), discípula de Lacan, la diferencia entre histeria y mujer se resume en el “anhelo de ser el falo y la posición en la relación sexual que hace la mujer falo”. Mujer falo no como identificación sino como integración al deseo masculino que muestra una disimetría. Mientras es necesario que el hombre desee es suficiente que la mujer se deje desear. Entonces, más allá del dejarse desear, debemos preguntarnos ¿Qué sucede con el deseo femenino? Para Lacan todo depende de los diferentes modos de inscribirse en el Otro goce, y distingue entre la manera mujer y la manera histérica. Lo que hace el histérico es sustraerse a la identificación con el objeto de goce, para identificarse con el deseo, que no es sino el anhelo de hacerse lo que le falta al Otro. Lo que define la posición histérica es: un sujeto que consume la falta y que tiene la voluntad de no satisfacer el goce, por lo tanto de insatisfacer al Otro. Así la histérica quiere ser, un querer ser, es decir, “un objeto precioso que sustente el deseo y el amor” (Soler, 2006a: 75). La histeria al ser referente del deseo, hace desear, con lo cual se obtiene la producción de un saber del amo, ya que produce un motor del saber que delata la castración del amo. Denuncia lo imposible del saber del objeto y es así que al hacer evidente no una sumisión, sino su insatisfacción, pone en evidencia la insuficiencia del poder del Otro. La histérica quiere ser, y busca a aquel que le hable de la mujer más allá de su sexo. En verdad de lo que hablan es del deseo masculino ya que 42 se preguntan ¿qué posee ella que le gusta a él y que no ostento yo para ser como ella? Ella, la mujer, eso, lo femenino. De esta forma las histéricas instruyen a Freud no sobre la mujer, sino sobre el deseo masculino, a eso se refiere Lacan cuando menciona que la histérica se posiciona del lado hombre en las formulas de la sexuación. Esto implica que una histérica mujer –nombrada así por su identidad de género18– no es mujer porque se halla ubicada en el todo fálico. Lo que hace es representar como en un montaje, a la mujer a través de su indumentaria fálica, revistiéndose para aparentar algo que no es. Esta posición de apariencia muestra, la pelea entre la figura masculina y la femenina en la histeria, guerra entre los sexos que se libra en esta piel. La constante es una demanda fálica proveniente del no querer renunciar al falo paterno. Lacan (1981a: 103) retoma el punto y dice: “la histeria, que es hacer de hombre, y ser por tanto también ella homosexual o fuerasexo…” Aclaremos dos puntos con respecto a lo anterior, el primero es que lo que se manifiesta en la histérica es su dificultad para acceder al ser mujer y a su feminidad. El segundo aspecto es que la homosexualidad que encarna, es una cuestión psíquica y su posición de fuerasexo lo que le permite es 18 Si bien entender el género nos conduce a analizar nuestro tejido intercultural, hay que completar dicha comprensión a partir de una concepción no esencialista del ser humano, donde lo “inconsciente” juega un papel crucial (Lamas, M., “Género, diferencias de sexo y diferencia sexual”, En línea, consultado el 29 de Julio del 2012, Disponible en Web: http://www.iupuebla.com/Doctorado/Docto_Generoyderecho/MA_Doctorado_Genero/MA_GENER O.pdf). http://www.iupuebla.com/Doctorado/Docto_Generoyderecho/MA_Doctorado_Genero/MA_GENERO.pdf http://www.iupuebla.com/Doctorado/Docto_Generoyderecho/MA_Doctorado_Genero/MA_GENERO.pdf 43 hacer durar el tiempo anterior a la diferencia de los sexos, no sin pugna y no sin pagar con su propia insatisfacción. No debemos olvidar que Freud ya había mencionado la existencia de una disposición bisexual con la cual nacemos, hasta que por vías del complejo de Edipo para Freud y principalmente de la castración para Lacan, puede hablarse de una diferencia entre los sexos, como hombre y mujer. Por último deseo puntualizar, que como tal la homosexualidad no es un aspecto que conforme prejuicio a la teoría psicoanalítica, ya que como dice Lacan (1981a: 102), “no hay sexo en el asunto” mientras se ame. Lacan logra vislumbrar que La pregunta esencial que se presenta constantemente en la histeria es: “¿Qué es un órgano femenino?” (Lacan, 1984a: 244) Pregunta que no fue escuchada por Freud en el caso Dora, cuyo gran caso representó un gran fracaso. En el seminario 3 Lacan aborda el punto sobre la histeria y su pregunta por la mujer, donde sostiene que volverse mujer y preguntarse qué es una mujer son dos cosas esencialmente diferentes. Expone que quien se pregunta es porque no llega a serlo y que preguntarse “es lo contrario de llegar a serlo”, (Lacan, 1984a: 254). Si bien no llegan a ser, si buscan en la dimensión de la pregunta suscitar el deseo de saber y modificar la posición ante el discurso. Este hecho es la característica que le confiere su valor como pilar del psicoanálisis y ante el discurso científico que es cuestionado. 44 La histeria pregunta por el origen y nos ilustra sobre el “fantasma de embarazo y procreación” (Lacan, 1984a: 239) que se expresa incesante en el ¿Qué soy? ¿Quién soy, hombre o mujer? Nos dice Soler (2006a: 179) que “bajo la apariencia de la otra mujer, exalta la feminidad, no para serlo sino más bien para hacer existir la mujer que falta al hombre”, con lo cual hace reinar la castración que ella exalta. Quiere decir que al no soportar la falta, la exalta en ella y en el Otro. Cuando interroga castra, pero sólo así se puede avanzar. Ahora veamos que la posición mujer es diferente, porque ella no niega su falta, quiere gozar y su deseo se acompaña de un hacer querer gozar. Por ello la mujer es síntoma del hombre. Recordemos que es a través del síntoma en el análisis, que puede recuperarse algo… ¿de qué? De la verdad sobre el deseo del sujeto. Al ser el sentido del síntoma real, no puede reducirse al goce fálico, porque conlleva una verdad que es discontinua y que no puede decirse toda, se encuentra atravesada, se reprime, se olvida. Luego todo depende del golpeteo del goce, donde insiste el real, donde insiste otra cosa. En este sentido las mujeres al ser no-todas expresan la verdad y el porqué son síntoma para el hombre, al hacerle saber algo sobre su deseo. Recordemos que para Freud el síntoma y el amor por una mujer son las únicas dos cosas que podían disolver la formación de las masas. En esta mención Freud logra capturar el importante papel de la mujer en la estructura social y representar su influencia. 45 Posteriormente el síntoma y la mujer son unificados por Lacan para hablarnos de la mujer como síntoma del hombre, por el hecho de que esté se encuentra entorpecido por el falo y la mujer no. Se puede decir que la mujer es la verdad del hombre como padecimiento y como reguladora del goce pues como se dice es la Doña quien manda. Como ejemplo recordemos a Doña Inés que es aquella mujer con la cual Don Juan encuentra un alto a la lista de sus conquistas. Las mujeres en su particular relación con la verdad, gozan más allá del falo, por lo que dice Lacan (1981a: 90) “Hay un goce suyo del cual quizá nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso sí lo sabe”. Este goce ocupa un lugar que se sustrae al signo y queda como insignificable, cuestión que remite a la locura y al misterio que las envuelve, y no puede dar cabida a lo establecido o limitado. La mujer y todo aquel posicionado en este goce femenino se encuentra más cerca de representar un
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