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Universidad Nacional Autónoma de México 
Facultad de Estudios Superiores Iztacala 
 
 
 
“La mujer en el arte feminista a partir de la década de los 
‘80” 
 
TESINA 
QUE PARA OBTENER EL TITULO DE 
LICENCIADA EN PSICOLOGIA 
PRESENTA 
Italibi Gutiérrez Félix 
 
Directora: Dra. Blanca Estela Zardel Jacobo 
Dictaminadores: Mtro. Abraham Pliego Aceves 
Dr. José Refugio Velasco García 
 
 
 
Los Reyes Iztacala, Edo. de México, Feb. 2014 
“Por mi raza hablará el espíritu” 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
2 
 
ÍNDICE 
 
 
INTRODUCCIÓN .............................................................................................................................. 3 
ANTECEDENTES Y JUSTIFICACIÓN ..................................................................................... 5 
OBJETIVOS DEL PROYECTO ................................................................................................ 11 
METODOLOGÍA ......................................................................................................................... 12 
I. LA MUJER DESDE EL PSICOANÁLISIS ............................................................ 13 
I.I En un principio freud… .......................................................................................................... 20 
II. LA DIFERENCIA DE LA MUJER DESDE LECTURAS LACANIANAS .......... 30 
III. HISTORIA DEL ARTE FEMINISTA: LATINOAMÉRICA Y MÉXICO ................................ 40 
III.I Prehistoria ............................................................................................................................. 41 
III.II Historia ................................................................................................................................. 43 
III.III México ................................................................................................................................. 46 
III.IV Arte feminista mexicano ................................................................................................... 51 
CONCLUSIONES ........................................................................................................................... 64 
BIBLIOGRAFIA ............................................................................................................................... 72 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
3 
 
INTRODUCCIÓN 
 
Analizar a la mujer y el movimiento feminista implica analizar la historia y los 
vaivenes de ésta. Actualmente vivimos en la era digital, de la telefonía móvil; 
presenciamos los tiempos de “todo al alcance de tus manos”; solo basta dar un 
click y nos encontramos en ‘contacto’ con el mundo. Recolectamos información de 
la misma forma que un afectado por el síndrome de Diógenes, acumulamos 
saberes, reproducimos discursos, vociferamos ideas; todo, sin desmenuzar el 
grado de complejidad que implican o representan. 
 
La historia de la humanidad, la escrita y transmitida por medio de la palabra, 
nos dibuja lo caricaturesco de nuestros mundos. La historia está teñida de 
diversos colores, violentos, pacíficos, creativos y creadores, las batallas del sujeto 
se gestan en contextos sociales. Los fantasmas se izan para demostrar su 
influencia, trascendencia y repercusiones. Herodoto decía “yo solo cuento lo que 
cuentan”, asimismo poco importa si lo escrito es verdadero o falso, al igual que en 
el análisis, lo reverberante es por qué se dice, por qué se habla de esa o tal forma. 
Las historias nos transportan en un carrusel de sucesos, hechos, movimientos y 
acciones que, en el inter pretenden mejorar ciertas condiciones de los que las 
ejercen. 
 
En estas historias los personajes cuentan con dos sexos, ni más, ni menos; 
hombres y mujeres participamos en nuestras peripecias y cotidianeidades, claro 
está, nos transformamos, vestimos y presentamos de diversas formas, 
discurriendo entre discursos masculinos y femeninos, partiendo de miradas 
femeninas y masculinas, sujetándonos a alguna y a ninguna. Hablamos desde una 
multi pluralidad de discursos que se vuelven cada vez más ambiguos e 
incomprensibles ya que hemos dejado de hablar el mismo idioma, ya que nos 
convertimos en repetidores de discursos en lugar de políglotas con capacidad de 
escucha. 
 
4 
 
Por ello la relevancia de hablar del ‘ser mujer’ a partir del movimiento 
feminista, un movimiento social que cavila en el sujeto atravesado por la 
femineidad, por un ser no definido ni definitivo. Procesando esta información, 
pausada y refinadamente, se logra un análisis crítico que conlleva a conclusiones 
argumentadas, a su vez, a proposiciones sobre las mismas, así no nos 
convertimos en meros ecos de discursos obsoletos, aunque provechosos en su 
tiempo, sino en creadores de nuestros propios sonidos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
5 
 
ANTECEDENTES Y JUSTIFICACIÓN 
 
El feminismo es un movimiento social que se va consolidando como tal a 
finales del siglo XX, pero cuyos albores se encuentran en acontecimientos 
anteriores a nivel internacional. Con la revolución francesa, surge un escarceo 
ideológico que prepondera la justicia, la igualdad y los derechos humanos. La 
punible barbarie oligárquica sigilosamente se escamotea para dar paso a un 
tribunal de jueces facultados para dictar un fallo justo. Este oleaje, impactó aún 
después de la revolución industrial; con la centralización de la población en las 
ciudades, el desarrollo del capitalismo y el origen de los derechos de los 
trabajadores, las mujeres permanecen incorpóreas como personajes activos; 
situación, que si bien permanece recóndita en los lugares de la historia, no es 
inexistente. 
 
León (2006) ofrece un resumen de la historia del feminismo; en el siglo XX 
un grupo aguerrido de féminas en Estados Unidos conformaron el ‘sufragio 
femenino’, personajes con rostro y nombre, quedan registradas para la posteridad, 
la lucha de mujeres como Lucretia Mott y Elizabeth Cady tienen influjo en todo el 
devenir feminista. Durante la década de los 60’ y 70´ se consolida el movimiento 
feminista de igualdad, que pretende buscar los mismos derechos y libertades para 
hombres y mujeres, y el feminismo de la diferencia, cuya lucha por las libertades 
femeninas aún no termina en tanto vivimos en una sociedad patriarcal. Después 
de la década de los 80’, 90’ se complica homogeneizar el movimiento feminista ya 
que se diversifica exponencialmente. 
 
La conformación del movimiento feminista como tal en México, en algunos 
aspectos paralelo al movimiento hermano internacional, fue netamente político, la 
política del cuerpo, la demanda de visibilidad social y política, el voto, la visibilidad 
social de los ejercicios sexuales (aborto, parejas sexuales, anticonceptivos); 
aspectos que si bien eran practicados en la clandestinidad de los hogares 
reclamaban ser aceptados socialmente, salir de la esfera privada para convertirse 
6 
 
en temas públicos. De forma concomitante, se crearon grupos de artistas 
feministas que encontraron en y mediante el arte una forma de enunciar sus 
realidades. Estas protestas femeninas sobre lo femenino han sido poco 
analizadas, desde un marco que parta, de la figura de la mujer,desde el arte 
feminista, durante el desarrollo de este movimiento. 
 
Bartra et. al. (2002) plantean que en México durante la década de los 70’ se 
estableció el movimiento feminista; durante los 80’ existe un estancamiento de 
éste y durante los 90’ comienza una etapa de alianzas políticas en pos de la 
democratización. Sin embargo, antes de la consolidación de este movimiento, 
existen narrativas de mujeres cuya historia es ilegible porque la documentación es 
escasa. Nuestro país ha sorteado una serie de conquistas, independencias, 
revoluciones y constituciones que pretenden fungir de estatutos para conservar la 
coherencia y cohesión de sus habitantes, la historia de estos habitantes se ha 
escrito, borrado y transcrito, nuestra subjetividad se ve atravesada por estos 
dibujos y durante estos periodos de revueltas y acomodos sociales, la figura de la 
mujer está presente, las soldaderas, las coronelas, las monjas, y en la actualidad, 
las zapatistas, las activistas, las artistas, las políticas; ¿Qué hay de la historia poco 
escrita de estas mujeres? Este es el feminismo que nos impregna en la actualidad. 
No determinado, difuso en ocasiones y estereotipado en otras. La necesidad de 
ver lo ausente, retomar la historia y escribir y mostrar lo que no está escrito, pero 
está presente en la actualidad y resignificamos día con día (Zardel, 2010). 
 
Aún con toda la divergencia, en general se concibe que “el feminismo busca 
la justicia y la eliminación del sexismo en todas sus formas, sin embargo, en la 
actualidad no hay acuerdo acerca de qué es lo produce esta injusticia, ni en qué 
consiste el sexismo. No hay tampoco unanimidad acerca de lo que significa ser 
mujer o ser hombre o las implicaciones sociales y políticas de esta división de 
sexos, y mucho menos de la división por géneros” (León, óp cit.). Lo que alude a 
que se combate contra algo que no ha sido nombrado en lo real pero que no por 
ello deja de repercutir en nuestra sociedad y subjetividad. 
7 
 
 
Actualmente existe un tipo de feminismo denominado disidente, cuya 
propuesta radica en des-victimizar a la mujer y el resentimiento que generan las 
actuales políticas de género, más interesadas en mantener sus fuentes de 
recursos económicos que en proponer tesis aplicables a los vínculos femeninos y 
masculinos. Al parecer, el feminismo se ha convertido en un discurso muy 
rentable, el género vende y lo que se vende es género. Hoy en día podemos ver 
innumerables diplomados, especialidades, simposios, conferencias, campañas 
(académicas y políticas), circo, maroma y teatro que pregona un tipo específico de 
‘relaciones de género’. Lo relevante, no es que se hable de las mujeres (cabe 
resaltar que se sustituye la palabra ‘mujer’ por la de ‘género’, para referirse a la 
mujer) sino aquello que se habla y el eco que produce en una sociedad como la 
nuestra. 
 
El feminismo que se propaga en algunas instituciones posee ciertos influjos 
que inclinan a la victimización de la mujer, nos monta en un pedestal de mártires 
que sufren violencia o discriminación por nuestra condición de mujer; este sufrir, 
nos invalida de las acciones que podríamos ejercer contra las ambigüedades del 
ser mujer y nos coloca en la identificación con esta imagen y alimenta una 
ideología revanchista y discriminatoria contra el sexo contrario, por representar el 
rostro del enemigo. Además, aquella anhelada presencia en la esfera pública “ha 
desembocado en un exceso de regulación de lo personal y de lo sexual, en el 
nombre de la defensa de la mujer” ya que, son estos parámetros los que nos 
definen, como mujer (León, óp cit.). La mujer sigue intentando adaptarse a un 
sistema predominante donde es alcanzada por su historia. 
 
Esto no quiere decir que todo el trabajo sobre ‘género’ sea banal sino que 
es vital qué, como movimiento, si bien no exista una unificación de hacia dónde 
vamos si esté claro desde donde partimos, los argumentos y sustentos que han 
hecho al feminismo y sus proyectos, sobre todo partiendo desde lo real que 
habitamos. Como generación actual, disfrutamos de los logros de feministas que 
8 
 
impulsaron la presencia política y los derechos en la sociedad; sin embargo no 
vislumbramos los alcances de este movimiento y en la actualidad los vínculos 
establecidos entre hombres y mujeres aún distan mucho de la utopía de armonía y 
paz que se pretende, se logre. 
 
En mi transcurrir académico, aprendí a estructurar proyectos de acuerdo a 
una receta; siguiendo una serie de pasos con determinada sintonía, siempre en el 
camino que se debe recorrer. Innumerables veces cuestioné el porqué hacer las 
cosas tal como se mandan, debido a que el argumento de mis ideas poco 
obedecen a un orden preestablecido. Con el tiempo di cuenta de la importancia, 
no sólo de tener ideas, sino de lograr que el lenguaje empleado sea traducible a la 
subjetividad de los demás. Así que, en este apartado en el que obligatoriamente 
he de plasmar el porqué de la investigación, expongo con brevedad, claridad y 
consistencia por qué hablar de la mujer, porque de alguna forma he de asentar 
que el revoloteo interno puede traducirse en palabras y no en palabrerío, que 
hablar de lo femenino no es un cliché sino una posibilidad de proponer, no de 
forma utópica, sino a través de pequeños enunciados que en algún momento se 
convertirán en discursos y así, consecuentemente podrán hablar por ellos mismos. 
Actualmente el hablar de la mujer, de sus pasados, de sus inquietudes, de 
sus miserias, de sus logros, de su diferencia, atrae la atención de diferentes 
medios que determinan la estructura social y los lenguajes de ésta. Sin embargo la 
diferencia no yace en el sujeto, sino en la significación que el Otro le otorga, 
entonces bien vale la pena preguntarse qué diferencias estamos significando 
respecto a la mujer. 
La mujer ha sido integrada a un sistema normalizado, se promueve 
inclusión cuando detrás hay una exclusión, es decir incluimos a los anormales en 
la norma partiendo de su anormalidad, de esta forma existe nula cabida para la 
alteridad que representa el sujeto en general (Zardel, óp cit.). Desde una postura 
se plantea que se escribe aquello que no puede enunciarse, de esta forma se 
9 
 
escapa un dejo de disidencia para plantear aquello que no he escuchado pero sí 
percibido (Montes de Oca, 2012). 
En añadidura, el arte es la manifestación creadora por supremacía. La 
posibilidad de representación y abstracción presentes en éste, abre grietas que 
dirigen a cuestionamientos y a realidades no presentes en lo real pero que cobran 
vida al plasmarse en la obra. Al respecto, Freud (2006) escribió “las satisfacciones 
sustitutivas, como las que ofrece el arte, son ilusiones de la realidad más no por 
ello menos efectivas psíquicamente”. Cuando Freud habla del arte y la fantasía 
emergente del mismo, realiza una analogía con el juego; en la fantasía se 
satisfacen los deseos que en lo real no se puede, el adulto cambia el juego por la 
fantasía, compensando psíquicamente lo austero de la realidad (Ricoeur, 1970). 
De acuerdo a Echeverría (2001) el arte y sus innumerables medios de 
expresión, nos permiten saborear de una realidad no presente, pero que mediante 
sus texturas, sus discursos y traducciones nos transportan a la plenitud de la 
experiencia. Aunque el arte puede ser visto como una traducción imaginaria de lo 
real, su materialización permite la transformación de los significantes que le 
otorgamos a lo real, el arte entonces puede ser entendido también como un 
estético agente de cambio. 
Ahora bien, la presencia de la mujer en el arte es una exposición con 
diferentes etiquetas, desde la musa hasta la artista que transgrede, pero ¿qué es 
este ser mujer que se construye a partir del arte, en especifico desde el feminista? 
¿Desde qué lugar ubicarlo y qué trascendencia tiene? El arte de la mujer, ¿se 
valora a partir de lacondición de mujer o a partir de la creación misma? 
Al investigar sobre la presencia de la mujer en arte en México, es evidente 
un movimiento emergente en la década de los 70, cuando el post-boom de los 
movimientos sociales del ’68 encontró su mejor apogeo, la sociedad joven y vieja 
se complementaron en pos de una lucha civil aunque paulatinamente disminuyó 
debido a que la sociedad capitalista sació el antojo de algunos seres famélicos de 
reconocimiento y dispersó la colectividad entonces existente. Ahora bien, la figura 
10 
 
femenina y/o masculina no por ello mermó su construcción psíquica, la cual 
sempiterna y permanentemente muta. En el presente que vivimos vale la pena 
emprender cuestiones en torno a la feminidad post movimientos sociales, a la 
feminidad que actualmente habitamos y que oblitera otras formas de subjetividad. 
No se trata de mostrar seres embebidos por el sistema actual y con ataraxia ante 
las inquietudes o por el contrario, tan enojados que ni siquiera posean la 
capacidad de desviar la atención de su iracundia; se trata de plantear cuestiones 
que generen más que respuestas, alternativas. 
El ser mujer supera un movimiento, supera cualquier discurso, y no por el 
hecho de ser mujeres, sino porque constantemente nos convertimos mujeres 
conformes al goce y dejamos de lado los dichos de lo que podemos ser. 
Este proyecto surge de la necesidad pre-existente en la historia del ser 
humano, de construir arquetipos y andamiajes que ofrezcan estructura a lo etéreo 
del sujeto. Esta necesidad nos encamina a delimitar el terreno sobre el que 
deseamos cultivar ideas. Por ello, los objetivos de este proyecto se abordarán 
desde la aproximación psicoanalítica como herramienta conceptual de análisis. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
11 
 
OBJETIVOS DEL PROYECTO 
 
 Los objetivos de la presente investigación fueron: recopilar, revisar y 
exponer las significaciones que se proponen actualmente de la mujer. Desde esta 
introducción sobre la mujer, exponer cómo el tratamiento de género conlleva 
estigmas que desdibujan las diferencias entre hombre y mujer, diferencias 
consideradas no a partir de la norma establecida sino desde nuestra subjetividad y 
significaciones. 
Se considera que el arte permite una escisión por donde se cuela la 
divergencia y funge como modo de expresión subversiva de los discursos 
hegemónicos de la mujer, para analizar este punto se recopiló brevemente qué 
historia se ha escrito sobre el arte feminista latinoamericano; además de presentar 
la historia del arte feminista en México e interrogar qué es la mujer desde este tipo 
de arte. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
12 
 
METODOLOGÍA 
 
El marco de la investigación fue cualitativo desde una aproximación 
psicoanalítica. A fin de lograr un análisis ceñido a los objetivos de la investigación, 
se buscó y recopiló bibliografía con planteamiento psicoanalítico que aborde a la 
mujer, los contextos y posturas en torno a ella; así como se detectó la bibliografía 
relacionada con el arte feminista y de manera particular, las referencias que dan 
cuenta del arte feminista latinoamericano y mexicano. 
Se revisó la bibliografía seleccionando aquella que permitió disertar sobre 
los objetivos propuestos. Se realizaron fichas de trabajo con el contenido más 
pertinente y se articularon los conceptos, ideas y propuestas conforme a las 
temáticas de la presente investigación. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
13 
 
I. LA MUJER DESDE EL PSICOANÁLISIS 
 
Sucede que si uno recorre las zonas arqueológicas de alguna civilización 
previa y detenidamente lee las cédulas y textos informativos sobre las formas de 
vida en aquella sociedad antigua, además de nutrirse de otros textos históricos 
sobre el tema; al finalizar el recorrido, aquel conglomerado de textos, si bien no 
distan de lo que observamos, posiblemente diferirán de las interpretaciones y 
significados que otorgamos a lo aprehendido ya que al salir del recinto nos 
acompaña una nube de pensamientos y sensaciones particular, manufacturada a 
partir de nosotros mismos aunque embebida por la formación previa. 
Haciendo un símil, iniciamos con la exposición breve del panorama 
internacional referente a lo qué se dice en algunos discursos sobre la mujer, desde 
qué lineamientos se escribe y circunscribe. A semejanza de la zona arqueológica, 
recorreremos los caminos trazados y a la vez recorridos por otros, observando ‘lo 
que hay’ para desmenuzarlo posteriormente. 
Comenzaremos sin ninguna razón particular más que la de exponer en un 
mismo cuadro las diferentes aproximaciones existentes a la vida de las mujeres, 
con el discurso de las Naciones Unidas sobre las situaciones de violencia contra la 
mujer. 
De acuerdo al informe del Secretario General de las Naciones Unidas en el 
“Estudio a fondo sobre todas las formas de violencia contra la mujer” del 2006: 
“La violencia contra las mujeres es un ejercicio de poder; 
consecuencia de la desigualdad de género que impera en las 
sociedades… [Como factores que predisponen la violencia se encuentran 
los] roles de género que abroquelan la dominación masculina y la 
subordinación femenina… [La violencia contra las mujeres es] producto 
14 
 
de la desigualdad de género y la condición inferior de las mujeres en 
comparación con los hombres en la sociedad” (Annan, 2006)1 
Las Naciones Unidas también tejen discursos sobre la pobreza en la que 
viven algunas mujeres. En la nota informativa no. 1 de las conferencias “Igualdad 
entre los géneros, desarrollo y paz para el siglo XXI” del año 2000, se denomina al 
fenómeno en el que la brecha entre hombres y mujeres pobres se amplía cada vez 
más inclinando la balanza del lado de las mujeres, como feminización de la 
pobreza, situación qué desde 1995 ha suscitado la atención especial de las 
agendas políticas y académicas de los países con mayor índice de este fenómeno, 
como es el caso de México2. En la nota se indica que “la mayoría de los 1,500 
millones de personas que viven con un dólar al día son mujeres”. Entre las 
acciones que se han establecido para lograr el objetivo de erradicar la 
feminización de la pobreza están: un salario igualitario para ambos géneros y 
proporcionar las mismas oportunidades laborales para hombres y mujeres entre 
otras (Lomelí, 2000). 
Por otra parte, antes de exponer qué se dice de la mujer en el movimiento 
feminista, es imperante recalcar que el movimiento feminista se ha diversificado 
enormemente desde sus inicios. Empero, debido a la limitación de nuestra 
investigación y a que el tema que ahora nos corresponde es de una revisión 
transversal de lo que se dice de la mujer y no a la indagación profunda del 
movimiento feminista como tal, sólo expondremos un discurso, que por sus 
características se vincula con el nominado feminismo institucional. 
El grupo de feministas Artemisa, el cual, según sus postulados, está en pro 
de los derechos y oportunidades para las mujeres, señala las siguientes viñetas al 
hablar del VIH/SIDA: 
1 “Biológicamente, las mujeres son más vulnerables por ser las 
receptoras en la relación sexual. En el coito vaginal sin protección, el 
 
1
 Resaltado mío 
2
 De acuerdo a la investigación de Paulina Lomelí (2000) sobre la feminización de la pobreza en México. 
15 
 
riesgo de que la mujer quede infectada es cuatro veces superior al del 
hombre. 
2 Socialmente, la expectativa siempre es que la mujer sea 
pasiva y sumisa durante las relaciones sexuales… 
3 …Psicológicamente, es difícil para la mujer exigir fidelidad y 
negociar el uso del condón; además, no toma las decisiones sobre sí 
misma. 
4 Y culturalmente, se relacionan con hombres de más edad, 
quienes han sido sexualmente activos por más tiempo y tiene mayor 
posibilidad de haber estado en contacto con el VIH.” (Waisblat, 2006)3 
Ante las situacionesa las que se enfrenta la mujer, según lo citado arriba, 
se proponen medidas que en su intento de aplicabilidad, mermarán la incidencia 
de los anteriores factores: 
 “… Contendrán las leyes vigentes para proteger a las 
mujeres y erradicar la violencia, los servicios de apoyo y datos estadísticos 
sobre la frecuencia y las mujeres víctimas de violencia. 
 Programas de educación y divulgación que contribuyan a 
eliminar los prejuicios y prácticas corrientes que obstaculizan la plena 
aplicación del principio de igualdad social de las mujeres. 
 Introducir disposiciones tendientes a promover de facto la 
igualdad entre hombres y mujeres… como la acción positiva, el trato 
preferencial o los sistemas de cuotas para que las mujeres se integren 
en la educación, la economía, la política y el empleo. 
 …Supervisar la situación general de las mujeres y ayudar a 
formular nuevas políticas y aplicar eficazmente estrategias y medidas 
encaminadas a eliminar la discriminación. 
 
3
 Resaltado mío 
16 
 
 Intensificar la información sobre el riesgo de infección del 
VIH/SIDA. Y que los programas… presten especial atención a los 
derechos y necesidades de las mujeres… y [a] su posición subordinada 
en algunas sociedades, lo que hace a éstas… vulnerables.” (Waisblat, óp 
cit.) 
Al leer detenidamente los párrafos anteriores es manifiesta la adscripción 
de la condición biológica, psicológica, cultural y social de la mujer a la 
predisposición de sumisión, pasividad e indecisión. Partiendo de estos datos se 
observa la descripción y dibujo de ‘la mujer’ desde una posición completamente 
subordinada. 
Continuando con el análisis de la lectura, en el informe de las Naciones 
Unidas sobre violencia (antes citado) se observan los hechos y actos violentos de 
las vivencias entretejidas entre hombres y mujeres, los cuales reflejan la crudeza 
de la realidad. Sin embargo, la forma de abordar los actos; sean de violencia, de 
contagio de VIH, o de pobreza; sea que provengan del marco jurídico, del 
feminista institucional o de la investigación académica; deriva forzosamente en 
interpretación, así que, leernos desde los pilares de: “desigualdad”, 
“subordinación”, “condición inferior” “en comparación de”, juega un papel 
fundamental al momento de delinear el contorno femenino. 
Las mujeres entonces son vistas como un grupo vulnerable y endeble que 
requiere protección, cuidado, supervisión, control y ser integrado en todos los 
niveles de la sociedad. Además las medidas jurídico-políticas propuestas para 
modificar la condición de ‘la mujer’ fijan como primacía la igualdad de ésta con 
respecto al hombre. En consecuencia, la sociedad aplica estrategias que 
coadyuvarán a la igualdad de ambos géneros. 
Los discursos institucionales atraviesan las viviendas subjetivas en un 
intento de regular la gárgola que al cobrar vida, se les escapa de las manos. En 
otras palabras, los países se ven presionados por instancias políticas y jurídicas 
para defender los derechos humanos y así, regular las situaciones que ponen en 
17 
 
peligro la existencia de sus comunidades. Es evidente que el tema del ser mujer 
entra en la discusión internacional pero en el fondo la condición de ésta sigue 
siendo la misma; los países asumen ciertos procesos para mostrar su compromiso 
con las demandas de las instituciones, ejemplo de ello, la implementación de la ley 
anunciada por el rey Abdullah que permitirá a las mujeres saudíes votar y ser 
candidatas a partir de las elecciones del 2015, paradójicamente al día de hoy no 
les es permitido manejar o someterse a una intervención quirúrgica sin 
autorización masculina (Fibla, 2011). En las antípodas, después del terremoto que 
sacudió Haití en el año 2010, de acuerdo al informe Replicas elaborado por 
Amnistía Internacional, Malya Villard-Apollo expone: “He presenciado actos de 
violencia contra mujeres y niñas, y también he sido testigo de la respuesta 
completamente inadecuada del gobierno. Desde el terremoto, [se] ha[n] 
registrado, al menos, 242 casos de violación. Sin embargo, aún no se ha 
celebrado ningún juicio […]”. Los ejemplos anteriores, exponen lo absurdo y 
contradictorio que representa la implementación de leyes contra lo real de la 
situación. 
Desde estas lecturas, se sabe qué pasa, qué se requiere y qué se hace, 
nos colocamos desde el lugar de lo conocido, explorado y determinado, aún 
cuando todo esto que nos aparece como certeza nos representa un enigma 
(Masotta, 2006). Estas aproximaciones o atisbos de la feminidad, representan una 
brecha abismal en la elaboración de los trazos que llamamos géneros. Es decir, 
estos discursos hablan desde unos postulados y sobre estos plantean estrategias 
que eventualmente se ejecutan, limitando cabalmente los horizontes al no ser 
cuestionados, ya que se coloca una red de contención ante la vulnerabilidad que 
representa la mujer. Si los discursos que circunscriben a la mujer no son 
cuestionados, entonces determinan lo que ha de ser una mujer pero cuando ésta 
no halla cabida en esos discursos, entonces hay déficits, se carece de ser mujer. 
Así, vemos la enmarcación de una feminidad vista desde la miseria en la 
que habita, es como señalarla y decir: “miren qué dicen de ella”, cuando la miseria 
tal vez sea hallada en la teorización misma de la feminidad. 
18 
 
Todo lo anterior, nos lleva a pensar desde qué lugar estamos hablando y 
qué plataformas estamos ocupando para hacer escuchar nuestras demandas aún 
si determináramos cuáles son estas. 
Hasta aquí hemos hablado brevemente desde discursos: jurídico, político, 
académico y feminista institucional; los galardonados expositores del Saber pero 
entre los discursos sobre la mujer también se cuelan otros lineamientos. 
Dentro de la divergencia, característica particular del feminismo, existen 
grupos que se vuelcan contra los postulados que sirven como emblema de las 
feministas consolidadas desde las instituciones. Por ejemplo, el grupo de 
feministas nombradas “Autónomas” postulan férreamente su visión ante la melaza 
que ha envuelto a los discursos de género actuales. En síntesis dicen: ‘Ustedes, 
feministas con máscara, pretenden servirse del discurso feminista para vendernos 
estrategias recicladas y retrógradas que funcionan como reproductoras del 
sistema más que como cuestionadores críticos del mismo’. Mencionan que el 
supuesto género, término vulgarizado desde su punto de vista, ha permutado en la 
“inclusión en el sistema capitalista de las mujeres, universalizadas, uniformadas… 
como si no existiéramos con diferencias étnicas, de clase, culturales, territoriales”. 
El término género entonces se ha convertido en “una categoría relacional que 
debería ser crítica, pero que ha mutado acrítica en el campo pragmático” 
(Aldunate, 2009). 
Este feminismo, que encaja en el tipo subversivo o disidente4, retoma a la 
mujer desde la subjetividad e incluso se remite a ciertos postulados psicoanalíticos 
(no quiere decir que se base cabalmente en ellos); todo lo contrario al movimiento 
institucional aguerrido que incluso repudia esta teoría por considerarla rígida y 
dogmática. 
Todas las anteriores conceptualizaciones; el de la ONU, el de las feministas 
institucionales, el de las académicas, e incluso el de las feministas disidentes; 
 
4
 Para una breve aproximación al feminismo disidente se puede consultar: 
http://lasdisidentes.com/2012/06/28/feminismo-disidente-por-ana-leon-mejia 
http://lasdisidentes.com/2012/06/28/feminismo-disidente-por-ana-leon-mejia
19 
 
esculpen los significados que atañen a la mujer, pretenden dar cuenta de aquello 
que se deduce, sucede entre hombre y mujeres. Así, el lenguaje incide con su 
delicado borde en los trazos de la definición, con la sutileza con la que la gubia 
labra sobre la superficie,las palabras sirven de bastón para aprehender la realidad 
que nos corresponde. Empero, ¿de qué realidad se trata? ¿Qué hay con lo que ya 
hay? Todo, lo que la ley y el marco institucional dicen, da pauta para ser analizado 
desde el campo de la subjetividad. Por ello, en esta investigación partiremos 
desde el campo de la subjetividad, recusando la condición biológica o social como 
causas y soluciones únicas para los vínculos entre sexos. 
Antes de comenzar a explayar las ideas centrales de este apartado, hemos 
de remarcar que este trabajo no pretende dar cuenta, a modo de definición o 
esquema, del ser mujer o del sujeto en general. Este trabajo, coloca fundamentos 
desde una aproximación psicoanalítica, terreno recorrido y marcado por diversas 
interpretaciones, por lo qué, como se ha indicado anteriormente, es sólo un 
acercamiento a la teoría y un apuntalamiento en la dirección investigativa que ha 
de trabajarse diligentemente y por consecuencia no puede abarcarse ipso facto. 
 Cabe preguntarse entonces ¿por qué aproximarnos a la figura de la 
mujer desde un campo psicoanalítico? Tubert enuncia que el psicoanálisis “resulta 
imprescindible en un punto crucial: el debate sobre la subjetividad y la 
sexualidad… [Además] permite cuestionar profundamente las nociones 
tradicionales acerca de qué es una mujer y qué es un hombre, posibilitando de 
este modo que los argumentos feministas superen el mero cuestionamiento de los 
papeles sociales” (Lamas, et. al. 1991). 
El psicoanálisis “no aporta un saber más a los ya existentes; cuestiona más 
bien la función del saber supuesto al señalar la inexistencia de una racionalidad en 
el lugar de la causa” (Gerber, 2007), tópico que los discursos de ‘género’ actuales 
dejan de lado. 
La introducción del Saber psicoanalítico y la forma en que se constituye la 
sexualidad marcó un hito entre los demás discursos científicos cuyas bases 
20 
 
emergen desde el raciocinio y la certeza de lo que se cree saber. Freud introdujo 
la sexualidad, un tema tan evitado y presente a la vez en la sociedad victoriana de 
su época ya que como diría Maeterlinck “lo que no se dice, se comprende 
igualmente”; y en la actualidad las cuestiones que abrió en aquel tiempo aún 
continúan latentes en tanto los discursos instituidos no alcanzan a la realidad que 
habitamos. No se trata de reproducir un Saber más, crítica que se efectúa al 
considerar el psicoanálisis como un discurso arcaico y con escasa aplicación 
actual, se trata de entretejer ideas desde fundamentos sólidos. 
Debido a las delimitaciones que se han establecido para acotar el tema y 
que es un análisis introductorio desde una aproximación psicoanalítica, sólo 
seguiremos la elaboración teórica de Freud, retomando también otros autores que, 
aunque tengan una orientación interpretativa específica, previamente hayan 
efectuado un análisis del tema que nos concierne. 
I.I En un principio freud… 
 
Freud desarrolla toda una conceptualización teórica fundamentada desde 
los hallazgos en el trabajo clínico. Durante su trayectoria, formula y reformula los 
postulados colegidos. Empleando un tropo retórico, podemos decir que cómo buen 
arqueólogo poseía los elementos de un hallazgo antiquísimo, los cuales concatenó 
una y otra vez, de tal forma que todos encajaran aceptablemente y así, brindaran 
una formación factible. Por ende, leerlo conlleva entender los diferentes 
momentos, los tiempos, su subjetividad, el contexto que lo circundaba, en suma, 
todo aquello que permeó su teoría. Al hablar de la feminidad, Freud emprende un 
proceso de metamorfosis teórica ya que los elementos que le brindaba su trabajo 
analítico no le eran totalmente asequibles al entendimiento o eran tan dispersos 
que se volvían inaprehensibles. Como indica Strachey en su nota introductoria al 
trabajo ‘Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los 
sexos’, Freud se lamentaba de lo poco que podía decir sobre la constitución 
psíquica de la mujer. Aún con las limitaciones que le impuso su trabajo, Freud 
lanzó atisbos fundamentales sobre la feminidad. Ahora bien, podemos descartar 
21 
 
aquellas formulaciones teóricas que condensó, o bien, podemos servirnos de ellas 
como pilares para la intelección del sujeto nombrado mujer. 
Como preludio al tema de masculinidad y feminidad, hemos de considerar 
(además de otros escritos) el texto fundamental y pilar sobre la teoría que Freud 
desarrolla sobre la conformación psíquica del sujeto a partir de las vivencias de la 
infancia. En 1905 cuando escribe “Tres ensayos de teoría sexual” (2006) al hablar 
de la constitución de la sexualidad, partió de diversos postulados, éstos, a pesar 
de ser independientes se conjugan entre sí. 
Primera acotación, existe una energía de tipo sexual, que busca 
constantemente su satisfacción, tal como el hambre que mueve al cuerpo a buscar 
el alimento. Esta es la pulsión sexual, se le otorga el nombre de libido. Segunda, 
reconoce la presencia de tendencias sexuales en la infancia, y lo que sea que 
suceda en esa etapa tendrá repercusiones en la vida anímica del adulto, en otras 
palabras “el hombre padecería de un infantilismo de su sexualidad” (Millot, 1979). 
Tercera, estas tendencias sexuales no son sólo de carácter genital, es verdad que 
corresponde a una manifestación más de éstas pero, va más allá, no se concreta 
sólo a eso. 
La pulsión sexual, según la define Freud, es activa o masculina ya que él 
define lo activo como masculino5. Esta energía impulsa a la sexualidad, la cual 
está regida por el principio de placer. En sentido bruto, no posee diques y es 
irrestricta, ésta es congénita, cómo una fuente que brota y busca satisfacerse, es 
 
5
 En 1915, nuestro autor agrega una nota en el apartado de ‘Diferenciación entre el hombre y la mujer’ de 
Tres ensayos de teoría sexual, en la que menciona que en psicoanálisis los términos masculino y femenino 
también pueden designarse como actividad y pasividad. Posteriormente en 1923, en el texto ‘La 
organización genital infantil’, describe aún más esta acotación sobre actividad y pasividad, cuando escribe 
sobre las diferentes mudanzas que experimenta la polaridad siempre presente en el sujeto (masculino-
femenino/actividad-pasividad). Explica que es en la última fase del desarrollo sexual en donde “Lo masculino 
reúne el sujeto, la actividad y la posesión del pene; lo femenino, el objeto y la pasividad. La vagina es 
apreciada ahora como albergue del pene, recibe la herencia del vientre materno”. Así podemos inferir que 
Freud entendía lo activo como masculino en el sentido que introduce (pene) y la pasividad como lo 
femenino en el sentido que recibe (vagina). La pulsión será activa en el sentido que tiene la capacidad de 
poner en marcha. Sobre las mudanzas y el sentido más lato de masculinidad y feminidad en este texto se 
tratará más adelante. 
22 
 
decir busca una meta,6 además sufre evoluciones diversas que conllevarán que en 
etapas posteriores elija un objeto. La pulsión sexual pese a que busca el principio 
de placer, socialmente se le impondrá diques a su realización; con tal de preservar 
la vida, ha de ser inhibida o desviada a otras metas desligadas de lo sexual, esta 
delimitación conformará al sujeto, se le restringirá por lo cultural y en conjunto con 
las fantasías originarias, edificará la estructura psíquica del sujeto7. 
Hasta aquí la pulsión libidinal nos aparece como algo subyacente e incluso 
orgánico. Sin embargo, en 1931 cuando publica su escrito ‘Sobre la sexualidad 
femenina’ plantea que aunque la pulsión es principalmente activa, masculina, 
surge como respuesta de las impresiones pasivas recibidas primeramente. Lo 
anterior ocurre debido a qué “en todos los ámbitos del vivenciar anímico […] una 
impresión recibida pasivamente provoca en el niño la tendencia a una reacción 
activa [porque, complementarála] vivencia pasiva mediante una acción y 
[pretenderá] cancelarla de ese modo, por así decir” (Freud, 2006). Posiblemente la 
pulsión también es introducida como un cuerpo extraño, no es sólo de carácter 
orgánico, sino que es insertada desde afuera y el infante la vive pasivamente. Ante 
la pasividad, sucede la rebelión, la actividad, como respuesta. 
Siguiendo a Freud, podemos comprender las diferentes fases que la pulsión 
libidinal atravesará para servir a la razón biológica de su existencia, la 
reproducción. Con la finalidad de ejemplificar este proceso y a la vez de 
desgranarlo, imaginemos a un bebé, aún no le coloquemos sexo, sólo posee 
rostro, es un bebé de pecho que acaba de nacer envuelto en una manta. En un 
principio la madre (o quien sea que esté a cargo de él) lo alimenta, coloca la 
 
6
 Sobre los tipos de metas, retomando ‘Tres ensayos de teoría sexual’, desde el análisis que hace sobre las 
perversiones, en específico del sadismo y masoquismo, Freud (2006) encuentra una polaridad convergente, 
aquel que es sádico también es masoquista. Este hallazgo le permitió colegir que “la meta sexual se presenta 
en doble configuración, en forma activa y pasiva” se goza pegando a la vez que siendo pegado; ambas metas 
derivan de un componente activo, la libido, vista como una pulsión masculina en su totalidad, por su 
capacidad de poner en marcha (como se recalcó en la nota anterior), empujar hacia la movilidad, “aún en los 
casos en que se ha puesto una meta pasiva”. Así que cuando se habla de pulsiones pasivas en realidad se 
habla de pulsiones con un fin pasivo (Laplanche, 2004). 
7
 Masotta (óp cit.) indica sobre la fantasía: “término que designa eso que no había existido en lo real sino en 
el discurso del paciente, pero que por ello mismo conserva su capacidad de causa, su poder patógeno.” Las 
tres fantasías originarias son: escena originaria, castración y seducción. 
23 
 
mama en su boca para que el pequeño y endeble cuerpo reciba el primer 
alimento. Coloquialmente se le conoce como abrir el pezón, así, las compuertas 
del pecho materno se abren para dar paso al cálido líquido que saciará la 
desconocida pero presente, necesidad de la criatura. En este acontecimiento la 
pulsión, que indica Freud, existente en el organismo se satisface con el apoyo 
externo, pero pronto se moverá a buscar saciedad por sí mismo, de tal modo que 
el bebé ya no será alimentado sino que se alimentará de la madre. En la primera 
etapa de la infancia, la primera manifestación de la pulsión sexual será 
autoerótica; no hay diferencia entre masculino y femenino ya que la pulsión, es 
masculina o activa, (aunque incitada inicialmente desde la pasividad). Las 
condiciones son iguales para niño y niña ya que en esta etapa la meta sexual está 
encaminada a satisfacer mediante una estimulación apropiada las zonas 
erógenas, no hay distinción entre sujetos-objetos más que la satisfacción que el 
infante encuentra en sí mismo. No quiere decir que actividad y pasividad no 
coexistan, sino que aún no se han erigido en términos antagonistas. Más tarde 
esto cambiará ya que se escindirán ambos caminos y se constituirán como 
opuestos. Opuestos, que acompañaran eternamente la vida psíquica de cualquier 
sujeto (Laplanche, óp cit.). Es que este vástago transitará por múltiples 
metamorfosis, dolorosas, confusas y relevantes, en la evolución de la pulsión 
sexual. 
Además de lo anteriormente expuesto, el padre del psicoanálisis postula 
que existe de origen una bisexualidad polimorfa a la que todo sujeto está 
predispuesto ya que nadie nace con una sexualidad determinada, sino que 
adviene, se constituye y erige; aquí no se debe confundir órgano (genital) con 
constitución psíquica, recordemos que el bebé del ejemplo aún sigue envuelto en 
una manta, aún no hay diferencia alguna en su sexo. Este proceso de 
advenimiento, es de principal interés para los lineamientos de esta investigación; 
además de saber cómo adviene, se pretende desglosar qué consecuencias tiene 
la predilección de determinada sexualidad, ya que en el cómo, también viaja el 
qué. 
24 
 
Detengámonos primeramente en el cómo; ¿en qué momento hay esta 
bifurcación de lo masculino y femenino? ¿Cómo es este proceso de elección? Si 
en un principio eran indistintos y aún cuando posteriormente hay una predilección 
por alguno, permanente existen manifestaciones de ambos8. 
Inicialmente este bebé yace indiferenciado del otro, como expone nuestro 
autor en “El malestar en la cultura”, no es sino después de ciertas incidencias que 
realiza que hay otro. Antes, el mundo exterior le parece como un todo, una 
extensión de sí mismo. Este cuerpo, que solo quiere gozar y exige que las 
sensaciones displacenteras cesen en cuanto aparecen, registra qué para que esto 
suceda, la fuente es externa y ajena a él, viene de otro; se genera la primera 
representación de objeto. Es decir, llora y aparece el pecho, pero en cierto 
momento el bebé llora y, no está, el pecho no aparece; así, da cuenta que el 
pecho no es de él, es de otro. Estos sucesos se tornan relevantes para que se 
instaure el principio de realidad, la diferenciación entre el yo -interno- y el mundo 
exterior –externo-. Un punto de suma importancia ya que como se expone en 
líneas interpretativas de Freud, lo relacional requiere de lo constituyente. 
Regresemos a la imagen del lactante, de inicio, como ya lo mencionamos, 
el bebé no distingue entre él y el otro pero después podríamos decir, que abre los 
ojos y ve. Ese cuerpo que le provee el alimento, quien le cuida, arropa y mima es 
de su posesión, existe un primer objeto de amor y de odio. Todas las pulsiones 
libidinales se depositan en esa persona. 
Pero que tragedia acompaña el tener que compartir, porque ese ser no es 
una extensión de su cuerpo sino uno ajeno al suyo. Ella no es de su posesión. Hay 
otro cualquiera que requiere también de su atención, de sus mimos y de su cariño. 
 
8
 Cuando en 1905, Freud habla sobre la predisposición de una bisexualidad en el sujeto dice “en el caso de 
los seres humanos no hallamos una virilidad o una feminidad puras en sentido psicológico ni en sentido 
biológico […] todo individuo exhibe una mezcla de su carácter sexual biológico con rasgos […] del otro sexo 
así como una unión de actividad y pasividad, tanto en la medida que estos rasgos de carácter psíquico 
dependen de los biológicos, cuanto en la medida en que son independientes de ellos” Sin tomar en cuenta 
esta polaridad como factor decisivo en la diferencia entre hombre y mujer, plantea, difícilmente se llegará a 
comprender las manifestaciones sexuales de ambos. 
25 
 
Entonces hay un contrario, existe un ente en el que depositar toda la hostilidad y 
otro diferente en el que depositar todo la libido, emerge el conflicto Edípico. 
Más o menos así, nuestro autor desarrolla tal complejo. En ambos casos, 
sean hombres o mujeres, el primer objeto del amor será la madre. “Es que las 
condiciones primordiales de la elección de objeto son idénticas para todos los 
niños” (Freud, óp cit.). Este ligazón que se genera entre el niño(a)-madre resultará 
en el complejo de Edipo. 
Pero, como todo suceso histórico va precedido de lo prehistórico, en 
primera instancia se transitará por la prehistoria del complejo. Las consecuencias 
serán divergentes en ambos casos, mientras en el niño se habla de una 
homosexualidad estructurante, en la niña habilitará el tránsito del objeto madre al 
objeto padre. 
En el caso del niño, esta prehistoria del Edipo, se reflejará en que él 
también querrá sustituir a su “madre cómo objeto de amor del padre… y habrá una 
identificación de naturaleza tierna con el padre, de la que todavía está ausente el 
sentido de la rivalidad hacia la madre” 9(Freud, óp cit.). Posteriormente, el niño 
retendrá el mismo objeto,la madre, y desarrollará rivalidad con el progenitor del 
sexo contrario; vemos presente el Complejo de Edipo. Llega el momento de amar 
por completo a la madre y odiar al padre ya que por ahora, el pequeño bebé 
alguna vez envuelto en una manta, se nos identifica como varón ¿Por qué 
empezar con el niño con pene y no con la niña con vagina? La razón es que Freud 
vislumbró mucho más de la vida psíquica del varón que la de las mujeres, por 
diversos motivos; subjetivos y de alcance teórico, sin embargo, terminará 
planteando el enigma de la mujer. 
Ahora bien, intercalemos imágenes, cambiémosle, ya no es varón es niña. 
Bien, lo que sucede en el caso de la niña es muy diferente. En el periodo pre-
edípico, la primera ligazón, en extremo enérgica con la madre, no puede perdurar 
ya que ha de transmutar en la elección de objeto-madre a objeto-padre, para 
 
9
 En “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos” 1925. 
26 
 
devenir en “la forma femenina del complejo de Edipo ¿Cómo surge esta permuta? 
Es simple y no; todo se remite al falo. Analicemos por qué. 
El fundador del psicoanálisis, expone que en el transcurso de la infancia, 
para ser más precisos teóricamente, en la fase fálica, los niños y niñas se 
descubren diferentes. En esta fase los genitales masculinos tienen un papel rector. 
El infante hombre es empujado a admitir la falsedad de la creencia de que todos 
poseen genital masculino y la niña a reconocer su falta. Ante esto surge el 
complejo de castración. Ojo, aquí no se hace referencia a que uno tiene algo 
(pene) y la otra tiene otra cosa (vagina) ¡NO! Aquí el niño tiene pene y la niña 
simplemente carece de él, ambos están remitidos a una misma referencia, el falo. 
Reacciones surgen en ambos lados, mismas originadas por lo biológico, porque 
aquí sí hay sombras de lo orgánico en la constitución psíquica, pero solo un dejo, 
ya que los caminos elaborados distan mucho de tener una etiología biológica. 
Distingamos la relevancia, Freud escarba, indaga, coloca los elementos y fórmula 
deducciones, concatenaciones. De inicio puede ser entendido muy 
biológicamente; sin embargo plasma la relevancia de que se inaugure la 
diferencia. Porque ese sujeto de alguna u otra forma tendrá que posicionarse ante 
el enigma de la sexualidad desde el tener o no tener, hay una falta o puede haber. 
Regresemos primeramente a la imagen de nuestro niño varón, 
posteriormente hablaremos de la imagen niña. Él debe reconocer que lo dado, el 
miembro, no es genérico de todos, ya que la “mujer tuvo originariamente un pene 
que perdió por castración”10. Sucede qué cuando descubre esta diferencia, el niño 
se angustia, porque entonces significa que también él puede perderlo. Aquí 
presenciamos un suceso importantísimo; definitorio según lo analizado hasta este 
momento. En el complejo de Edipo, Freud nos explica que hay dos posibilidades 
de satisfacción, activa y pasiva, según la disposición bisexual de todo sujeto, ya 
sea que se busque el amor de la madre y el padre sea colocado como rival o bien, 
que se busque el amor del padre y la madre quede obsoleta. Sin embargo, la 
amenaza de ser castrado y saber a la mujer castrada pone fin a ambas 
 
10
 En “Tres ensayos de teoría sexual” (1905). 
27 
 
posibilidades, ha llegado el momento de sepultar al complejo de Edipo. Él percibe: 
“Si consumar (de la forma que sea, no se sabe exactamente cómo sería esta 
satisfacción) el amor con mi madre, terminará en castración pues renuncio a mi 
objeto de amor, porque la preservación del yo prevalece al amor que pueda 
depositar en ese objeto”. Así, el superyó se instaura y regula al yo, prohíbe el 
incesto y asegura su no retorno hacia la madre. En este caso, la amenaza de 
castración pone fin al complejo de Edipo, de cierta forma este sepultamiento 
conllevará a la represión. Entonces, la represión es vista como constituyente; el 
sepultamiento requiere de la represión.11. 
Ahora situemos nuestra mirada en la imagen niña, “ella reconoce el hecho 
de su castración y, así, la superioridad del varón y su propia inferioridad”12 (Freud, 
óp cit.). Ella ve al otro con esa porción campaneante de la cual ella carece, no lo 
ve en su cuerpo, por supuesto que lo quiere ¿por qué él habría de tener algo que 
ella no? Y más cuando el resto de su cuerpo es idéntico. Freud enuncia esto como 
envidia del pene. Siguiéndolo, podemos decir que la niña se formula: “Me hallo 
castrada, mi madre no me proporcionó un genital masculino; ella me seduce, me 
restringe y después me traiciona…” y así, el amor, que en su comienzo fue 
extremadamente intenso y que requería exclusividad, desencadena en desengaño 
y hostilidad. Esta serie de fuertes desengaños, rupturas y escisiones la llevarán a 
extrañarse de su primer objeto, la madre. Debido a la ambivalencia existente en el 
vínculo con la madre, la niña se extraña de ésta y en adición con los otros factores 
mencionados, procede al cambio de vía de objeto (madre->padre) en condiciones 
ensombrecidas por el rencor que produce tal agresión. Se vislumbra el complejo 
de Edipo femenino, mismo que puede no ser superado del todo. En este tránsito, 
las aspiraciones sexuales activas descienden mientras las pasivas incrementan. 
Dicho cambio será soportado por las aspiraciones pasivas siempre y cuando 
hayan logrado escapar de su tendencia activa, recordemos que la naturaleza 
 
11
 En “El sepultamiento del complejo de Edipo” (1924) Pp. 184. 
12
 De acuerdo a “Tres ensayos de teoría sexual” (1905). 
 
28 
 
libidinosa es activa. Si todo marcha en esta modalidad se habrá labrado el “camino 
hacia el desarrollo de la feminidad” (Freud, óp cit.). 
Entonces, “el complejo de Edipo es en la mujer el resultado final de un 
desarrollo más prolongado; no es destruido por el influjo de la castración [como en 
el varón], sino creado por él”. Todo este florecimiento y traslado de ligazones 
afectivos de objeto-madre a objeto-padre “constituye […] el contenido principal del 
desarrollo que lleva hasta la feminidad” (Freud, óp cit.). Al igual que en el varón 
este sería el resultado ideal propiciado por la castración; sin embargo los efectos 
del complejo de castración en la mujer se ramifican de formas diversas y no han 
sido comprendidas en su totalidad. Pero Freud en su escrito “Sobre la sexualidad 
femenina” en 1931 enuncia dos más, aparte de la forma femenina del complejo de 
Edipo: El universal extrañamiento respecto de la sexualidad es decir, renuncia al 
quehacer fálico y segundo, porfiar la masculinidad amenazada, que deriva en 
complejo de masculinidad. 
De cualquier forma, es alrededor de la premisa universal infantil de que 
todos tienen pene, que se desarrolla posteriormente la masculinidad o feminidad, 
de acuerdo al fundador de la teoría, esto ocurre en la última fase del desarrollo 
pulsional, la genital, las imágenes -la del bebé envuelto en la manta, la niña, el 
niño- que nos sirvieron de bastón para aproximarnos a la teoría freudiana se 
divisan lejanas; ese bebé ya no lo es y su conformación –masculina o femenina- 
nos resulta ignota. Coincidimos con Masotta (óp cit.) quien sostiene que en la 
teoría freudiana esta falta, el falo, estructura la sexualidad. Es decir, ambos, 
hombres y mujeres nos encontramos remitidos a la referencia fálica. 
Hasta aquí hemos analizado como Freud postula los elementos rectores 
que determinan la feminidad y masculinidad en el sujeto. El complejo de Edipo, la 
referencia fálica y el complejo de castración, establecerán a modo de andamiaje, 
la estructura psíquica del sujeto y determinarán como éste se inscribe en su 
entorno. No significa que estos postulados sean independientes unos de otros ya 
que lejos de constituir una composición rígiday sólida de una sola pieza, todas las 
premisas anteriores se entretejen y forman una especie de telar psíquico 
29 
 
compuesto de diversos y delgados filamentos que se soportan unos entre otros. 
Es importante no dejarse llevar por un determinismo causal, en el proceso de 
desarrollo pulsional no podemos decir que A+B será igual a C; más bien lanzan un 
atisbo de lo que se juega en todo ese proceso. 
Entonces, hablar de masculino y femenino deja de aludir a simples 
imágenes genitales (lo evidente), sino deriva en la manera en la que el sujeto se 
posiciona ante las figuras del falo, la castración y el complejo de Edipo; grosso 
modo, como se posiciona ante el enigma de la sexualidad. 
Si bien se puede leer a Freud en distintos tiempos, de diversas formas y 
con innumerables interpretaciones, algo podemos expresar, él nunca determinó 
qué era la feminidad; porque aunque supo que ‘eso’ (masculinidad-actividad) no 
es tampoco supo qué realmente es. Cuando leemos que las permutas biológicas y 
psíquicas por las que trasciende la mujer conllevan a la feminidad, nunca se nos 
esclarece qué es ésta, ni cómo definirla. En este texto tampoco pretendemos 
descubrir el hilo negro de la feminidad, más bien optaremos por circundarla, 
encontrar los caminos, recorrerlos y deducir a partir de éstos. Por tanto, nos 
aproximaremos a partir del entendimiento de las formulaciones Lacanianas que 
derivan del pensamiento freudiano, como otra forma de entender el proceso de 
subjetivación, a partir de la diferencia. 
 
 
 
 
 
 
 
30 
 
Para que definirme como hombre si puedo ser infinita como mujer. 
II. LA DIFERENCIA DE LA MUJER DESDE 
LECTURAS LACANIANAS 
 
Es curioso como la abundancia de información genera en el 
lector/consumidor de ideas, la pretensión de sapiencia sobre diversos temas. Sin 
embargo, poquísimas veces, es evidente un trabajo de reflexión que desgaje, si 
aquello que pensamos, decimos, reflejamos y transmitimos es producto de un 
naciente criterio o de un discurso pre-elaborado. Es que ahora, contamos con tal 
diversificación de fuentes de información que nos encontramos inundados de 
razonamientos, tantos, que si no contamos con un remo y dirección corremos el 
riesgo de naufragar en el sentido crítico. Rodeados de universos masticados y 
digeridos; hallamos insipientes formas escupidas por aquellos que dictan lo que 
debe ser. En estas circunstancias, ¿aún podemos elaborar conceptualizaciones 
sólidas, consistentes y bien pensadas? 
Previo a adentrarnos al mar de información sobre el género femenino, 
hemos de contar con un remo, una brújula y un navío en condiciones óptimas para 
embatir cualquier eventualidad teórica. En otras palabras, contar con el sustento 
teórico suficiente para fundar una conceptualización sobre el ser mujer, no 
asegurará que el resultado sea acertado pero si servirá de soporte para hilar 
conclusiones más coherentes. 
En el apartado anterior, concluimos que lo evidente (órgano) no es lo que 
define feminidad o masculinidad, sino la posición del sujeto ante diferentes 
construcciones psíquicas es la que ejerce el trazo que delimita los contornos del 
llamado género. Freud, como hemos revisado previamente, habló del tránsito en el 
que el sujeto tiene que renunciar a su primer objeto de amor, reprimir el deseo y a 
su vez, instaurar el principio de realidad a fin de poder vivir en sociedad; 
finalmente, desligó la idea de una feminidad o masculinidad natural. Entonces, nos 
encontramos con un sujeto escindido “con deseos y procesos inconscientes” 
31 
 
(Lamas en Arango et. al., 1995), mismos que son del orden simbólico, 
entendiendo éste como “el sistema de representaciones basado en los signos y 
las significaciones que determinan al sujeto sin que él lo sepa” (Roudinesco, 
1997). 
Hallamos que es el orden simbólico, mismo que Lacan desarrolla con mayor 
profundidad, el que marca la diferencia entre sexos. Partiendo de la teoría 
freudiana, Lacan “sustituye la tríada Padre, Madre y Criatura del drama edípico 
freudiano, criticada como una referencia culturalmente específica, o sea, como un 
fenómeno particular de la cultura burguesa europea, y propone la tríada lacaniana 
de Ley, Objeto y Sujeto, que es totalmente universal. Lacan plantea el drama 
edípico como el contexto esencial de entrada a lo simbólico. La manera en que 
cada sujeto resuelve subjetivamente su Edipo posicionará su deseo; y dicha 
resolución estructurará psíquicamente al sujeto.” (Lamas en Arango, et. al., óp cit.) 
Analicemos con mayor detenimiento, Freud expone que “la vida sexual de 
la mujer se descompone por regla general en dos fases, de las cuales la primera 
tiene carácter masculino [y] sólo la segunda es específicamente femenina” (Freud, 
óp cit.). Debido a que la sexualidad, según postula nuestro autor, en la niña es de 
índole masculina ésta se verá impelida a procesos para que se convierta en mujer. 
Uno de ellos implica que permute la zona erógena rectora, el clítoris, por la vagina, 
para ello ha de reprimir la virilidad de su infancia y desmentir su sexualidad, él 
deduce que “estas condiciones se entraman […] de la manera más íntima, con la 
naturaleza de la feminidad” (Freud, óp cit.). 
Por otra parte, sucede que aunque la libido puede poseer metas activas y 
pasivas, la existencia de estas últimas entran en oposición con su naturaleza 
primigenia (activa) y si ante una vivencia pasiva surge en oposición la actividad, 
podemos deducir el atropellado recorrido que ha de ejercer la feminidad para 
conformarse, siguiendo a Freud en el rubro de que la feminidad es pasiva. 
Considerando estas características sobre la libido y la anterior planteada 
sobre la permuta de la zona erógena [clítoris (masculino)- vagina (femenina)] 
32 
 
encontramos a un sujeto embestido en su quehacer sexual, además impresionado 
por una fase pre-edípica dificultosamente superada y cuyo influjo perdurará 
consecuentemente. 
Así es como Freud vislumbra la feminidad, desde un sesgo de fisiología e 
inconsciente. Por otra parte, el pensamiento lacaniano considera al inconsciente 
como “efecto de la introducción de la sexualidad en el orden simbólico” (Santos en 
Arango, et. al., óp cit.). Debido al extenso material de consulta que debe 
analizarse antes de juzgar entendimiento sobre el ingenio lacaniano, retomamos 
autores que lo han analizado previamente para mayor soporte13. 
Verbigracia, Lamas en Arango et. al. (óp cit.) retoma la teoría lacaniana y 
señala que la senda que el sujeto recorre para introducir este orden simbólico 
inicia cuando el pequeño desea y concibe indistintamente el mundo que le rodea, 
será mediante el lenguaje que se establecerá un puente que separe estos dos 
conceptos y así surja el sujeto. Santos en Arango et. al. (óp cit.) en el mismo 
 
13
 Antes de avanzar en este tema, es menester recordar el vínculo que Lacan establece entre inconsciente y 
lenguaje. Lamas en Arango et. al. (óp cit.) retoma de Lacan la siguiente frase célebre, "el inconsciente está 
estructurado como un lenguaje". De la que Santos en Arango et. al. (óp cit.) puntualiza: 
“1. Para Lacan, a diferencia de Saussure, el significante ya no es sólo la huella psíquica de la palabra en su 
materialidad sonora o visual, sino cualquier traza material percibida por el sujeto y que deja una huella 
significativa en él. 
2. En el significante, y por medio de él, algo que es de otro orden (algo ausente) queda inscrito. El 
significante aparece en sustitución de una ausencia, produciendo la ilusión de que nada falta y de que el 
significado es evidente. 
3. La ilusión de transparencia en la relación significante (palabra) / significado (concepto) se desvanece para 
el psicoanálisis al comprobar que, detrás de las palabras y de los símbolos que utiliza una persona, existen 
significados ocultos (inconscientes) que no figuran en ningún diccionarioy que son exclusivos de quien los 
produce. 
4. En la clínica psicoanalítica no se puede afirmar, entonces, que un significante remite a un significado. Por 
efecto de la represión, el significado de su lapsus, su sueño o su síntoma sólo le pertenece al sujeto, pero 
tampoco él lo conoce. De esta manera Lacan llega a postular que un significante remite siempre a otro 
significante y que es a partir de las relaciones entre esos significantes como se puede llegar a establecer, en 
algún momento y siempre en forma retroactiva, la significación.” 
Por ello, Roudinesco (óp cit.) expone que “el inconsciente freudiano es entonces repensado como el lugar de 
una mediación comparable a la del significante en el registro de la lengua”. “Así como el significante no 
remite a un significado, el deseo no remite a un objeto sino a otro deseo. El sujeto no se relaciona con un 
objeto, sino con un deseo que lo constituye, antes que cualquier otra cosa, como objeto para ese otro 
deseo” así como en el lenguaje las figuras de metáfora y metonimia remiten a significantes que no implican 
necesariamente el significado literal (Santos en Arango et. al., óp cit.). Ahondar en este tema, requiere 
mayor análisis pero es necesario exponer un atisbo a fin de proseguir con la estructura de este trabajo. 
 
 
33 
 
escrito, plantea los dos tiempos de Edipo y la posición del padre en la 
conformación del sujeto, de acuerdo a Lacan. Durante el primer tiempo del Edipo 
el pequeño tiene una imagen narcisista de sí mismo, “en la que se representa 
como […] aquello que completa a la madre, aquello que forma una unidad 
totalizante con ella”. Por otro lado, también aparece en este primer tiempo, la 
figura de la madre fálica, la cual expone que “si el recién nacido sobrevive es 
gracias a que llega a ocupar el lugar privilegiado de objeto de deseo para alguien” 
por lo general, en el de la madre. En el segundo tiempo del Edipo, se concibe 
que “la madre no es completa, a ella algo le falta y ese algo es el objeto de su 
deseo. La incompletud de la madre no se debe a que a ella le falte algo. Desde el 
punto de vista anatómico a la madre no le falta nada, pero desde el punto de vista 
de su ser deseante sí”. La falta en la madre, arrojará al pequeño a una cadena de 
significaciones de la falta interminable, que lo determinarán como sujeto deseante. 
El padre, figura fundamental en este postulado, establece la ley, prohíbe el incesto 
y separa a la madre del niño; éste destaca “como instancia separadora y 
normativa”, en otras palabras, ejecuta la castración simbólica. 
Hagamos un corte, la teoría freudiana coloca pilares y Lacan edifica sobre 
éstos, los castillos necesarios para que al alzar la mirada sea observada una 
construcción de andamiaje denso y firme aunque inacabado; ¿cómo no habría de 
serlo un tema como el género?; ya no es sólo una aproximación ahora hemos 
saltado la barda y a pesar del terreno fangoso nos encontramos íntimamente 
ligados al cuestionamiento de la conformación del sujeto. Cada vez más nos 
encontramos con un pensamiento feminista ligado al psicoanálisis y que resarce el 
viejo recelo interpuesto entre éstos. De Beauvoir (2012), caracterizada por una 
pluma exquisitamente precisa, comentaba burlescamente que Freud “se [vio] 
obligado a inventar extrañas novelas” a fin de sustentar su teoría, un trabajo que 
según ella sólo encuentra su verdad en un contexto histórico específico. 
Innumerables críticas han desfilado por parte del pensamiento feminista contra la 
teoría psicoanalítica y con cierta razón, quién no sentiría indignación al leer que la 
anatomía es el destino. Sentencia seca, tosca y fronteriza. Pero, bosquejando la 
atmósfera de la sociedad victoriana en la que vivió Freud, dónde los problemas de 
34 
 
sanidad por el hedor a consecuencia de agua contaminada eran resueltos con 
aromatizante en las cortinas de las propiedades, en lugar de implementar acciones 
de limpieza e higiene14, dibuja fácilmente cómo debieron pensar otras situaciones 
que requieren mayor complejidad de pensamiento. Entonces, Freud revoluciona 
en una sociedad ciega ante lo evidente y pone en tela de juicio el ser mujer u 
hombre, lamentablemente sin poder librarse totalmente de las ataduras de su 
presente. De Beauvoir lo percibe y juzga duramente, aunque en algo –y mucho 
más- tuvo razón, “el simbolismo no cae del cielo ni surge de las profundidades 
subterráneas, ha sido elaborado, como el lenguaje”, quién sabe tal vez ella 
tampoco salió bien librada de las cadenas que imponía su presente y que no le 
permitieron ver en el pensamiento psicoanalítico algo más que un dogma de duras 
aristas y determinista. Por otra parte, el pensamiento lacaniano estira los vértices 
del fundamento freudiano y halla a un sujeto deseante y atravesado por los 
significantes que le resultan inaprehensibles. 
 
Prosiguiendo en la línea de pensamiento antes analizada, Masotta (óp cit.) 
enhebra que castración y amenaza de castración: “no son sino términos que 
nombran el caso de la mujer y el del varón en el interior de esta estructura que 
Freud llamó complejo de castración. El complejo de castración es entonces 
“envidia del pene” en la mujer pero no significa darle privilegio alguno al varón. 
Tener un pene no asegura nada.” Como bien continua explicando el autor, si se 
parte de la condición biológica a la mujer no le falta nada, por tanto la castración 
sólo puede ser entendida si partimos del plano simbólico. Prosigue, “la noción […] 
de complejo de Castración sirve para dejar percibir la función de la falta en la 
constitución sexual del sujeto humano. Pero si se parte de [lo real], no hay falta. 
Para que algo falte es necesario partir de conjeturas, de cosas no cumplidas” de 
deseos, añadiría. 
 
 Desde Lacan, no sólo hablamos del órgano, sino del significante donde, 
perder la posición fálica en el hombre representa dejar de serlo o ser relacionado 
 
14
 Referencia citada desde el programa de televisión de la BBC “Historias horribles” (2013). 
35 
 
con características anti-masculinas. En el caso de la mujer, se genera la incógnita 
del ser mujer, de su feminidad; “ya no afirmamos que la mujer está condenada por 
la anatomía a envidiar eternamente al hombre por la posesión del órgano, sino 
que remitimos la significación del falo a la carencia fundadora de la subjetividad 
que marca por igual, aunque con expresiones diferentes, a hombres y mujeres” 
(Arango, et. al., óp cit.). Por ello coincidimos con Masotta (óp cit.) cuando 
menciona: “La teoría freudiana lejos de ser antifeminista ofrece un punto de 
partida adecuado para plantear al feminismo como necesidad y cómo cuestión” 
porque si bien el feminismo nace como un movimiento político, su planteamiento 
abarca y discurre en cada hebra del ser mujer ¿Qué es una mujer? ¿Cómo debe 
comportarse? ¿Qué lugar tiene? 
Recapitulando, la criatura inicialmente indisoluble del objeto de su deseo y 
separado de él posteriormente a causa de la instancia reguladora de la ley, se ve 
inmerso en la sucesión infinita de la falta. “El objeto del deseo, por consiguiente, 
no existe como tal. Lo que ha quedado es un lugar vacío en la estructura del 
sujeto, que da lugar a la palabra. Pero la palabra, el significante en sí mismo, no 
remite a ningún significado estable o permanente” en otras palabras, da lugar al 
sujeto inconsciente (Santos en Arango, et. al., óp cit.). Aunado a lo anterior, la 
diferencia física repercutirá en la estructura y posicionamiento psíquico del sujeto; 
por tanto, en el transcurso de esta lectura entendemos que “es el orden simbólico 
el que establece la diferencia de los sexos para el ser parlante, pero esa diferencia 
simbólica produce, al ser asumida por el sujeto, efectos imaginarios que se 
traducen en las “definiciones” y “concepciones” de la mujer y de la feminidad” 
(Lamas, et. al., óp cit.). Cae el telóny aquello que consumimos como definición de, 
feminidad-equivalente a mujer, es vigorosamente cuestionado. 
 Hemos puntualizado anteriormente que no se pretende definir qué es 
ser mujer, lo que abordaremos aquí son sólo postulados que en este momento 
sirven de bastón para un terreno en el que vamos a tientas. Ahora bien, sigamos 
prestando oído a lo que ha germinado de las lecturas lacanianas. Montes de Oca 
(2012) al retomar la exposición de los cuatro cuadrantes de Lacan, en especifico 
36 
 
cuando habla sobre la mujer, postula que no existe ser alguno (mujer) que no esté 
castrado, sin embargo cómo se posiciona ante el falo (la falta) resulta un enigma 
ya que hay diversos modos de abordarlo. Desde este autor, la mujer se considera 
parte de una clase y no como un conjunto, pero recordemos que en una clase los 
miembros poseen una característica en común donde ésta, define a la clase más 
no al sujeto. Por tanto, la mujer sería indefinible en el aspecto en que no puede 
aprehenderse en su totalidad. Entonces, al hablar de la mujer, no hay universales 
es, “en principio indefinible”, un enigma. Es una “existencia sin esencia” orientada 
a lo diverso y a lo abierto. Pero como mencionara Masotta (óp cit.) un enigma es 
una cuestión que demanda respuesta, entonces ¿qué decir de la feminidad? 
Montes de Oca (óp cit.) aborda la feminidad, desde un lugar sigiloso, 
persuasivo, respetuoso aunque no solemne. No la deifica, más bien la bordea y 
considera que la feminidad “tiene que ver con aquello que no se deja aprehender 
desde el lugar del conocimiento, pero que no obstante se despliega”, la feminidad 
no puede ser abordada desde el lugar del saber, dice siguiendo a diversas 
autoras. Desde aquí, el desenlace del ser castrado no concluye sino concatena 
sucesos difíciles de seguir ya que existe un goce fálico sin embargo no sólo se 
queda ahí, hay un plus del goce, hay Otro goce. Existe algo más allá, pero si la 
mujer es indefinible, si no podemos acercarnos a ésta desde el Saber, si hay un 
goce más allá del que no podemos decir nada ni saber nada, entonces parece que 
se nos arroja a un abismo interminable y caótico. Aunque no es así, parafraseando 
al mismo autor, la mujer no es definida desde ahí sino es a través de esa fractura 
que se rasga el negro telar de la incertidumbre y nos asimos para “crear las 
realidades que le hacen falta a la vida” o al menos esa sería una posibilidad. No 
caemos a la deriva en el arcano indescifrable sino a través de las grietas anclamos 
cimientos para diferentes escenarios. 
Ese Otro goce, al que se refiere Montes de Oca (óp cit.), el de la mujer, está 
oculto, no aparece visible, pero puede ser articulado como una metáfora y es que 
lo femenino es en exceso simbólico. Lo anterior, lo deduce porque “las categorías 
37 
 
de mujer y feminidad están mediatizadas por el fantasma15 del sujeto 
cognoscente, sea hombre o mujer”, por eso es inaprehensible, porque está 
implicado en el plano simbólico. Ahora bien si está oculto y si consideramos que 
vivimos en una sociedad falocéntrica, entendiendo aquí falocentrismo como la 
imposición de lo visible, la feminidad se ve obligada a hacerse ‘algo visible’, 
refugiándose tras las máscaras de lo femenino (Godínez, 2012). Cuando 
hablamos de lo visible, hacemos referencia a los constructos deterministas que 
por constituirse a modo de circuitos cerrados resultan incuestionables, la lógica 
está dada y punto. Entonces, la mujer ha de buscarse en los guiones escritos para 
ella, ejecutando el papel y siguiendo las líneas del libreto. Así se priva la 
posibilidad de crear nuevas realidades, más adelante retomaremos el texto de 
Montes de Oca al respecto y cómo lo vincula con el arte como posibilidad 
creadora. 
 
Por otra parte, al leer a Dolto (2000) podemos acercarnos también a una 
mirada psicoanalítica de lo femenino. Esta autora, lee la libido de Freud, como 
deseo psíquico, diferenciándola de la sexualidad. La libido nos constituye como 
sujetos deseantes y no surgidos de una necesidad. La libido es desde esta autora 
“una energía interiorizada, atractiva en lo femenino, exteriorizada y emisiva en lo 
masculino, en mutua complementariedad”. Concibe ambos géneros como terrenos 
creadores -aunque desde diferente lugar-, que han de ser complementarios para 
dar paso a un ejercicio menos contrariado del género con el que nacen. Desde 
Dolto (óp cit.) leemos a la mujer como origen, creadora de ‘vida’, maternal, con la 
necesidad de engendrar hijos; no sólo de carne y hueso sino hijos simbólicos, en 
el arte, en la cultura, fecundidad también de ‘encuentros emocionales’. Inclina la 
apuesta a que la mujer, como madre, ha de ser quien desligue al sujeto de sí 
misma para que pueda andar por su cuenta. 
 
 
15
 Montes de Oca (óp cit.) entiende al fantasma psicoanalítico como el discurso elaborado de la escena que 
representa al deseo inconsciente y que por lo mismo es inaccesible al sujeto cognoscente. Asimismo, retoma 
la explicación de Lacan de que la función del fantasma, además de velar la castración, constituye “los modos 
permanentes en cómo el sujeto constituye sus objetos… [Lo] representa por el sujeto barrado, esto es como 
dividido por el inconsciente, en una particular relación con el objeto.” 
38 
 
Desliga la idea de que lo femenino posee cuerpo de mujer y lo masculino de 
hombre, en ambos cuerpos físicos hay oscilaciones de manifestaciones pasivas y 
activas aunque sí signadas por el compuesto físico. Explica de la evolución del ser 
mujer: “Las relaciones de una niña con los seres humanos están marcadas 
siempre por la intuición de su sexo, no en calidad de sexo orgánico, sino como 
estilo del deseo, por la mirada del otro sobre ella, en relación con su deseo de 
ella.” Difiere del hombre, pero ¿cómo nace este sujeto del deseo llamado mujer? 
 
Al hablar de castración en la mujer y del complejo edípico, asegura que ella 
es el origen porque “no ha arriesgado absolutamente nada o ha arriesgado mucho 
menos que el varón. Nacida de una mujer, se ha separado de una semejante, no 
está bajo la presión de una tensión sexual que le haría desear a esta misma 
mujer… El deseo no le llama hacia su madre sino le ayuda a alejarse de ella para 
ir hacia el tercer término de la trinidad creadora, es decir el padre”. 
 
Dolto (óp cit.) habla de la diferencia de sexos que han de reconocer 
hombres y mujeres para poder proceder a la fecundidad. Explica, que el bebé 
nace de un deseo trinitario, donde el falo se ubica de diferente forma dependiendo 
desde el lugar que uno habite. Es decir, el hombre que desea a la mujer, en este 
caso la mujer es el falo, pero para la mujer él no lo es “sino la mediación para 
tenerlo” porque el falo para ésta es el hijo; a su vez, el deseo del niño de nacer 
debe estar presente. Pero si recordamos lo que sucede es que el hijo no puede 
ser quien complete a la madre y aunque en un inicio se consideraba a sí mismo 
origen del deseo, halla que ni es quien completa a la madre, ni la madre lo 
completa. Entonces perseguirá infinitamente a ese objeto perdido, se ve inmerso 
en la cadena del deseo. 
 
Por supuesto que lo que abordamos es una partícula del universo que 
comprende este tema, esta autora realizó una indagación lata al respecto y la 
calzada muestra diversas opciones de conocimiento para asir. Lo que resaltamos 
hasta aquí, es que como sujetos deseantes y velados del objeto de nuestro deseo, 
39 
 
saltamos entre uno y otro objeto esperando que nos sacie. Además estamos 
implicados por nuestro momento histórico y el que vino antes que nosotros. Esto 
es lo que nuestros alcances de entendimiento nos permiten escribir al presente. 
Existe la frase de cada quien comprende de un tema lo que es propio de su 
capacidad en el momento. Capacidad que debe entenderse como deseo de mayor 
búsqueda y deducción, capacidad

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