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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE PSICOLOGÍA LA INTELIGENCIA EMOCIONAL Y ESTILOS DE CRIANZA Tesina Que para obtener el título de Licenciada en Psicología PRESENTA María Fernanda Rivera Espinoza DIRECTORA DE TESINA: Dra. María Fayne Esquivel y Ancona Ciudad Universitaria, Cd. Mx., 2016 https://www.google.com.mx/url?sa=i&rct=j&q=&esrc=s&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&ved=&url=http%3A%2F%2Fwww.labpsicolinguistica.psicol.unam.mx%2F&psig=AFQjCNFiGeNPFYZqFK7XsgtM9Cn2zObqQA&ust=1474595186613831 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Agradecimientos A la Universidad Nacional Autónoma de México, por las oportunidades que nos brinda a millones de jóvenes para aprender y seguir creciendo. Y a la Facultad de Psicología por ser mi espacio de crecimiento personal y profesional durante mi formación. Gracias a la Dra. Fayne Esquivel por sus observaciones, su disposición e ímpetu para que este proyecto por fin saliera como lo esperaba. Gracias también a mis sinodales, la Dra. Eva María Esparza, Mtra. Blanca Girón y Mtra. Susana Eguía por las valiosísimas observaciones que me hicieron para que este trabajo cubriera su propósito. Muchas gracias a la Mtra. Nelly Flores porque a pesar de que no fue posible que continuara en la dirección de este proyecto me acompañó, guio y aconsejó durante estos años de trabajo. A todos los niños y padres de familia con los que he tenido oportunidad de trabajar y que de muchas maneras me han enseñado sobre el quehacer psicológico y continúan reivindicando mi amor por él. Muchas gracias, Ana Laura y Lau por compartirme sus conocimientos cuando recién empezaba a aplicar a la realidad lo aprendido en la universidad. Sobre todo, agradezco su cariño y su amistad. A mi hermano y mi hermana por ser un ejemplo de inteligencia y persistencia. A los dos los admiro y los quiero más de lo que he sabido expresar. Y a mi amor, Kevin. Infinitas gracias por estar desde hace tantos años a mi lado; siempre creyendo en mí, echándome porras y si es necesario llevándome al límite para romper las barreras de miedo que muchas veces me han paralizado. Te amo con el alma. ¡Gracias! DEDICATORIAS A mi papá y mi mamá, por su amor y apoyo incondicional a la familia. Por habernos educado a mis hermanos y a mí predicando con un ejemplo de cariño, entrega, integridad, responsabilidad, inteligencia y trabajo duro. Gracias por enseñarme y guiarme para ser la persona que hoy soy. Cada uno de mis logros es resultado de su labor parental. A mi sobrina. A mi Sophi, quien desde que llegó a este mundo me hizo verlo de manera diferente. Sin saberlo, te convertiste en mi principal inspiración para encontrar lo que quería hacer. Verte crecer es maravilloso. Te adoro y siempre voy a estar contigo. Durante la elaboración de este trabajo, la vida misma fue muchas veces un duro golpe pero fue siempre la principal fuente de inspiración. Porque ninguna decisión es casualidad, dedico este trabajo a mi familia y a mi Yo, sedienta de ser una persona emocionalmente más inteligente. ÍNDICE RESUMEN …………………………………………………………….……...…...1 INTRODUCCIÓN …………………………………………………….……………2 CAPÍTULO UNO: INTELIGENCIA EMOCIONAL…………………………….6 1.1 Teoría de las Inteligencias Múltiples de Gardner…………………………….6 1.2 Emociones e inteligencia …….……………………………….……………….9 1.3 El modelo de habilidades Mayer y Salovey …………………………………12 1.4 El modelo mixto de Goleman …………………………………………..........15 1.5 El modelo de inteligencia emocional y social de Bar-On…………………..18 CAPÍTULO DOS: RELACIÓN ENTRE LA REGULACIÓN EMOCIONAL TEMPRANA Y LA INTELIGENCIA EMOCIONAL ……………………..……21 2.1 Apego y los inicios de la Inteligencia Emocional……….……..…................22 CAPÍTULO TRES: RELACIÓN ENTRE LOS ESTILOS DE CRIANZA Y LA INTELIGENCIA EMOCIONAL ……………………………………….………..28 3.1 La disciplina ………………………………………………………………........30 3.2 Estilos de crianza según la tipología de Baumrind………………………….32 3.2.1 Crianza con Disciplina Positiva y educación socioemocional……….36 CAPÍTULO CUATRO: LA PSICOEDUCACIÓN COMO HERRAMIENTA DE INTERVENCIÓN Y PREVENCIÓN……………………………………….43 4.1 Propuesta de intervención Taller: “Disciplina Positiva para educar hijos con Inteligencia Emocional”……44 4.1.1 Planeación de taller……………………………………………………….45 DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES………………………………………………62 REFERENCIAS……………………………………………………………….....66 ANEXOS………………………………………………………………………….73 1 RESUMEN El objetivo del presente trabajo es analizar la relación existente entre los estilos de crianza y la Inteligencia Emocional. Con los cambios respecto a la concepción de inteligencia, el término Inteligencia Emocional (IE) comenzó a tener gran auge en el quehacer psicológico contemporáneo; incluso se ha llegado a considerar como una de las principales habilidades a poseer para tener éxito en la vida. A pesar de que diversos autores han planteado que las estrategias de crianza tienen impacto en la facilitación del desarrollo de diversas y complejas habilidades, al leer sobre esta materia, difícilmente se encuentra el término Inteligencia Emocional como resultado de ello. De igual manera, la labor que tienen que llevar a cabo los padres para lograr una mejor educación socioemocional con sus hijos se habla con pobre énfasis. Es como si se concibiera esta labor y a la crianza como dos variables dependientes, una producto de la otra mas no como una misma. Al resaltar la función educadora en el manejo de las emociones de los padres, este trabajo reconoce cómo es que desde la infancia es facilitada o no, por los estilos de crianza. Palabras clave: Inteligencia Emocional, educación socioemocional, estilos de crianza 2 INTRODUCCIÓN Las personas que poseen Inteligencia Emocional son capaces de identificar emociones propias y de los demás, así como manejaras con asertividad. Esto les permite resolver problemas cotidianos con resultados favorables para así adaptarse a su entorno social. Esto puede traducirse en un sentido de satisfacción en su vida (Goleman, 1996). En la actualidad, no solo los adultos sino también los niños se enfrentan a un mundo y sociedad globalizados, en el que las situaciones cotidianas provocan diversos estados emocionales como estrés, enojo, tristeza y frustración (Méndez, 1998). Dentro del espacio terapéutico infantil es frecuente que el niño sea remitido a terapia debido a excesos conductuales como agresividad e hiperactividad (Esquivel, 2010), así como por dificultades de aprendizaje y problemas emocionales (Esquivel, Heredia y Lucio, 2007). Estudios (Aláez, Martínez- Arias y Rodríguez-Sutil, 2000; Barrera, Bautista y Trujillo, 2012) revelan que los trastornos de conducta, los académicos, así como los trastornos depresivos y por ansiedad son los motivos más frecuentes por los cuales se solicita atención psicológica infantil y en adolescente. Estas problemáticas tienen un impacto en la vida de los menores tanto en lo individual como enlo social, pues su rendimiento académico y relaciones interpersonales tienden a ser de pobre calidad, ya que la resolución de conflictos es poco eficiente y, por lo tanto, no promueve la adaptación del menor a su entorno. ¿Qué sucede con estos niños?, ¿tienen un problema que no les permite adaptarse adecuadamente a su entorno?, ¿o sucede algo en casa?, ¿existe una manera de evitar estas problemáticas?, ¿en qué consiste? El ser humano nace dotado de una capacidad emocional proporcionada por el tálamo, no obstante, ésta se ve modificada conforme se interactúa en la vida diaria con el entorno social (GarDo, 2012). Al ampliarse el término de inteligencia a partir del siglo XX, autores como Gardner, Shapiro, Goleman y Bar-On han concluido que 3 la Inteligencia Emocional (IE) es de mayor importancia que la académica y tiene impacto en la salud física y mental, en las relaciones interpersonales, el desempeño académico y laboral, así como en la capacidad de superarse del individuo (Bar-On, Maree y Elias, 2007). Al estudiar la Inteligencia Emocional de los niños, Shapiro (1997) plantea que aquellos que han adquirido capacidades emocionales son más felices, confiados y exitosos en la escuela, lo que conforma la base para convertirse en adultos responsables. Especialistas en el desarrollo como Papalia y Wendkos (2000) consideran a la familia como el principal escenario educativo y promotor del desarrollo físico, cognitivo y psicológico. La calidad de las relaciones tempranas y de los estilos de crianza durante la niñez tiene una fuerte influencia en el desarrollo socio afectivo y salud mental del niño. A su vez, la capacidad de autorregulación emocional y conductual en edades tempranas tienen impacto sobre la capacidad para relacionarse y adaptarse a situaciones sociales en la adolescencia y etapas posteriores (Bronson, 2000). Becker (citado en Baumrind 1967) y Baumrind (1967) concluyen que las dimensiones que hay en las relaciones padre- hijo, como el afecto, el control, la permisividad y las demandas dentro de estas relaciones tienen una fuerte influencia en el desarrollo y comportamiento del niño. La clasificación de estilos de crianza que Baumrind plantea, continúan vigentes y ampliadas. Actualmente, en el campo de la psicología del desarrollo infantil y en el campo familiar específicamente, la disciplina positiva como estilo de crianza ha tenido gran fuerza debido a las implicaciones educativas que tiene respecto al desarrollo emocional del individuo del niño. Sin duda se ha hecho un arduo trabajo en la recopilación, el análisis de información y exposición de la misma respecto a los estilos de crianza y su impacto en la conducta del individuo desde la infancia. 4 Pareciera que las conductas del niño en casa, en la escuela y en cualquier escenario se vieran afectadas por la manera en que sus necesidades han sido cubiertas y en que ha sido educado en cuanto a normas y límites. Asimismo, la adquisición de habilidades emocionales para responder al medio pareciera tener una fuerte conexión con este estilo de crianza (Bornstein y Bornstein, 2010). Pero surge aquí el cuestionamiento ¿por qué?, ¿cómo se da esta conexión? ¿qué es lo que se encuentra implícito en el estilo de crianza empleado por los padres de familia? En este trabajo se revisa lo que diversos autores como Baumrind (1967), Bowlby (1969) Shapiro (1997), Sroufe (2000), entre otros plantean respecto al impacto que tiene la calidad de las relaciones tempranas y la crianza con la capacidad del niño para autorregularse emocionalmente. Busca enfatizar lo que los padres facilitan muchas veces de manera irreconocible para ellos mismos: la facilitación de la IE a través de la propia. Considero de gran importancia hacer este énfasis a manera de que los padres de familia comprendan la relevancia que tiene el estilo que emplean, pero sobre todo, las implicaciones y los aspectos subyacentes que éste tiene; ya que de ellas dependerá la manera en que faciliten a sus hijos las estrategias para responder de manera emocionalmente inteligente a las circunstancias de la vida desde la infancia y en etapas de desarrollo posteriores. Es notorio que los problemas emocionales y adaptativos suelen afectar toda la actividad humana por lo que el trabajo preventivo resulta vital al señalar que la educación emocional no es ajena al hogar sino que es precisamente ahí donde puede potencializarse en mayor medida. El desarrollo de la IE proporciona al individuo la capacidad de adquirir un manejo de sus emociones para enfrentar las diversas situaciones cotidianas, de manera que las personas emocionalmente inteligentes son capaces de identificar y expresar sus emociones, así como mostrarse empáticos respecto a las de los demás para así establecer relaciones interpersonales sanas y cooperativas. 5 Al comprender el impacto que tienen las emociones en la manera en que procesan la información, estas personas establecen una relación bidireccional emoción-acción- emoción para así emplear estrategias que les permitan resolver problemas de una manera más adaptativa, incluso el superar los mismos estados de ánimo desagradables. Todo esto conlleva al individuo a un sentimiento de satisfacción por la vida. Así, concordando con GarDo (2012), cuando se fortalecen las capacidades del individuo desde etapas tempranas, se traducen en una mejor preparación para la vida. Este trabajo consta de cuatro capítulos. El primero ilustra la revolución que tuvo el significado de inteligencia a partir del siglo XX, así como las teorías y modelos que comenzaron a surgir como la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Gardner (1993; 1998) y los modelos de Inteligencia Emocional de Salovey y Mayer (1990); Goleman (1996) y Bar-On (2000; 2007). En el segundo capítulo se aborda la importancia del ámbito familiar en el desarrollo del individuo. Se hace un breve recorrido por la Teoría del Apego de Bowlby (1969) así como la calidad de los diferentes tipos de apego. Se describe brevemente el impacto que tiene la calidad en la relación cuidador-hijo en edades tempranas en la adquisición de la capacidad de autorregularse. En el tercer capítulo se describen la disciplina y su relevancia en la crianza, así como los diferentes estilos planteados por Baumrind (1967) a raíz de sus estudios. Asimismo, se describe lo que es la disciplina positiva basada en normas y límites para satisfacer las necesidades básicas del niño y su desarrollo emocional. Este capítulo expone el importante papel que juegan los padres de familia en la educación socioemocional de sus hijos. Finalmente, en el cuarto capítulo se expone brevemente el papel que tiene la psicoeducación en el quehacer psicológico, así como la propuesta de intervención de un taller psicoeducativo dirigido a padres de familia con hijos en edad escolar. En ella se incluye la planeación de las 15 sesiones que lo componen. 6 CAPÍTULO 1. INTELIGENCIA EMOCIONAL “Cualquiera puede ponerse furioso…eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto y de la forma correcta… es no es fácil” -Aristóteles. 1.1 Teoría de las Inteligencias Múltiples de Gardner La inteligencia puede definirse de diversas maneras y desde diferentes perspectivas como un carácter complejo. Durante siglos, fue considerada como algo estático, innato y que era influenciada por la herencia y la cultura (Suarez, Maiz y Meza, 2010). El coeficiente intelectual (CI) fue el referente del ideal de inteligencia. Esto se argumentaba a partir de la relación positiva que solía hallarse entre el CI y el rendimiento académico (Fernández- Berrocal y Extremera., 2002). No obstante, a partir del siglo XXI, esta visión respecto a la inteligencia comenzó a decaer bajo dos argumentos: a) la inteligenciaacadémica no es suficiente para el éxito profesional, ya que las personas que ejercen una profesión no necesariamente habían sido los más brillantes de su clase y b) la inteligencia no asegura el éxito en la vida cotidiana ni el CI contribuye a la salud emocional. En oposición, las personas que lograron conocer y gobernar sus emociones, así como establecer buenas relaciones humanas, hacer uso de mecanismos de motivación y se interesaban por otros, son quienes suelen alcanzar éxito en su vida cotidiana (Fernández-Barrocal y Extremera, 2002). Asimismo, a partir de un estudio realizado por él, Stenberg (Gardner, 1993; Fernández-Barrocal y Extremera, 2002) pudo comprender que la inteligencia académica y la social no son lo mismo y que la segunda suele ser la clave del éxito en la vida de las personas. 7 Howard Gardner (1993) considera que esta noción de la inteligencia resulta limitante y cristalizada al no valorar la habilidad para asimilar nueva información y así resolver nuevos problemas. Así, a pesar de que una persona fuera valorada con un alto CI, éste revelaría poco respecto a su desarrollo futuro, pues el hombre tiene un amplio espectro de talentos y potencialidades, por lo que la inteligencia no es algo monolítico. Divergiendo de las concepciones tradicionalistas respecto a la inteligencia y diferenciándola de las capacidades sensoriales y de ejecución, Gardner define la inteligencia como la habilidad necesaria para resolver un problema o para producir elementos de importancia para alcanzar un objetivo específico dentro de un contexto o cultura determinada. Plantea que el hombre está dotado de diversas habilidades que le permiten resolver problemas de diferente índole y para definir la inteligencia, parte del estudio de los tipos de problemas que el hombre debe resolver dentro de su entorno. De ahí, que las inteligencias sean múltiples y no una sola (Gardner, 1993, 1998; Suárez, Maiz y Meza, 2010). Así, desarrolló la teoría de las Inteligencias Múltiples (IM). Ésta postula que existen siete tipos de inteligencias (Gardner, 1993, 1998; Goleman, 1996) y que cada una de ellas implica un conjunto de operaciones nucleares. Todas trabajan en conjunto y no se encuentran unas aisladas de las otras, lo que ofrece una imagen rica de la capacidad y potencialidad del individuo: 1. Inteligencia musical: aquellas capacidades musicales generalmente poseídas por los músicos, compositores, cantantes y bailarines. 2. Inteligencia cinético-corporal: capacidad de utilizar el propio cuerpo para la resolución de problemas o realizar diferentes actividades. 3. Inteligencia lógico-matemático: capacidad de resolver problemas de lógica y matemáticos. 4. Inteligencia lingüística: capacidad y empleo de la lengua de manera oral y escrita. 8 5. Inteligencia espacial: capacidad de formar un mapa mental en tres dimensiones para la resolución de problemas. 6. Inteligencia interpersonal: capacidad de responder con sensibilidad respecto a quienes nos rodean. 7. Inteligencia intrapersonal: implica un conocimiento y acceso a los estados internos: vida emocional, sentimientos e identificación de los mismos como medio de interpretar y orientar la propia conducta. A diferencia del resto, las inteligencias inter e intrapersonal (denominadas inteligencias personales por el mismo Gardner) no son propias de una actividad específica y tienen su énfasis en la comprensión de los demás y de uno mismo (Suárez et. al. 2010). ” La inteligencia interpersonal es la capacidad para comprender a los demás… La inteligencia intrapersonal…es una capacidad vuelta hacia el interior. Es la capacidad de formar un modelo preciso y realista de uno mismo… y usar ese modelo para operar eficazmente en la vida” (Gardner, 1998 p.8). A pesar de que su teoría hace énfasis en la inteligencia como un proceso de cognición y metacognición, en una entrevista realizada por Goleman (1996) Gardner aclara que al hablar de las inteligencias personales hace referencia a la capacidad de conocer las emociones y trabajar con ellas, y considera que ambas inteligencias son las más importantes en tanto que facilitan una mayor adaptación social. Asimismo, esta teoría plantea que las siete inteligencias son habilidades empleadas para resolver diversos problemas y todo individuo normal puede desarrollarlas, ya sea en mayor o menor medida debido a factores como la herencia y el entrenamiento temprano (Gardner, 1998). Así, las dinámicas del entorno en que se desenvuelve el individuo, con sus carencias y estímulos van a imponer restricciones o van a facilitar el desarrollo de determinado tipo de inteligencia (Romero, 2015). El individuo posee “inteligencias fuertes” (Ander-Egg, 2006) e “inteligencias débiles”, ambas de carácter heredado. No obstante, al ser la inteligencia del 9 resultado de aspectos tanto genéticos como ambientales, las segundas pueden desarrollarse fuertemente. Al respecto, Gardner ejemplifica esto con el método empleado por el japonés Suzuki, quien consideraba que el niño puede aprender diversas habilidades superiores de la misma manera que aprende las habilidades básicas, como el habla a través del entrenamiento. Asimismo, este método busca el desarrollo personal (sensibilidad, tolerancia, diálogos, trabajo cooperativo, etc.), más que el de meras habilidades en determinado campo. Debido a este tipo de implicaciones, la teoría de las IM ha sido utilizada principalmente en el campo educativo, buscando adaptar la enseñanza de contenidos a los tipos de inteligencias dominantes, conociendo la manera en que piensa cada alumno para facilitar el aprendizaje, así como abarcar todas para promover su desarrollo (Ander-Egg, 2006). Sin embargo, el mismo Gardner expresó en algún momento que su teoría no se trata de una receta educativa. 1.2 Emociones e inteligencia A lo largo de muchos años, los científicos han intentado definir lo que son las emociones sin lograr llegar a una única definición. El neurocientífico Antonio Damasio (citado en Bergdolt, 2002) las define como complejas colecciones de respuestas químicas y neurales que conforman un patrón cuya función es la regulación para crear situaciones ventajosas para el organismo ante un fenómeno determinado. Asimismo, Carlson (2007) explica que las emociones consisten en patrones de respuestas fisiológicas y conductas específicas de la especie, las cuales permiten la supervivencia. Los trabajos neurocientíficos de Joseph LeDoux y Antonio Damasio (citados en Belmonte, 2007) han permitido conocer y aceptar que, al igual que el pensamiento consciente, en el cerebro se encuentra el origen de las emociones. 10 Las emociones son el resultado de múltiples procesos mentales inconscientes y que, únicamente se produce la consciencia de ellas cuando el mecanismo general de la cognición lo capta e incluye en sus funciones. Tras realizar experimentos haciendo lesiones cerebrales a animales, Philip Bard y Walter Cannon descubrieron y teorizaron que zonas muy concretas del cerebro, principalmente el hipotálamo y el tálamo, eran responsables de respuestas emocionales integradas al proporcionar a la corteza la información necesaria para poner en marcha los mecanismos cerebrales de consciencia de la emoción (Belmonte, 2007). Al descifrar los estímulos sensoriales para que la amígdala, con base a experiencias previas alerte al cuerpo provocando reacciones de acción específicas a determinados sucesos, el sistema límbico es denominado cerebro emocional. No obstante, LeDoux (citado en Goleman, 1996) encuentra que la corteza de los lóbulos frontales juegan un papel igual o incluso más relevante en la emocionalidad humana. Mientras una porción de la información sensorial que es decodificada por el tálamo viaja directamente a la amígdala (provocado determinada reacción inmediata en elcuerpo), otra porción logra hacer un recorrido más largo y llegar hasta la corteza. Una vez ahí, la información es elaborada mediante distintos niveles de circuitos cerebrales y se inicia la búsqueda de una respuesta más adaptada a la situación. Es por ello que la corteza es denominada como el cerebro pensante. Así, como la amígdala puede hacer que nos pongamos en acción mientras que, de manera más lenta pero plenamente informada, la corteza despliega un plan de reacción más consciente, refinada e inteligente. Asimismo, en sus estudios sobre memoria emocional, el Dr. Damasio (en Goleman, 1996) mantiene que las emociones son indispensables para la toma de decisiones racionales, es decir, el cerebro emocional está tan comprometido con el 11 razonamiento como lo está el cerebro pensante. Nuestro comportamiento está determinado por ambas inteligencias, intelectual y emocional. Según Shapiro (1997), la emoción es el estado afectivo intenso y relativamente breve originado por un pensamiento, situación o imagen. La psicología contemporánea plantea que la racionalidad se encuentra inundada por la emocionalidad y dado que en el mundo actual el individuo se ve sujeto a factores como la globalización y los cambios que éstos conllevan, no se debe excluir el plano emocional del modelo mental para la resolución de problemas y la adaptación Así, el estudio de las emociones ha incrementado y ha abarcado no únicamente la comprensión de sus funciones regulatorias en el organismo sino también la comprensión de la importancia de su regulación en el sentido adaptativo (García Fernández y Giménez-Mas, 2010). Durante las últimas décadas del siglo XX los teóricos plantearon la existencia de una inteligencia denominada Inteligencia Emocional (IE), misma que tiene un fuerte peso en el éxito adaptativo del hombre. A la vez, Peter Salovey y Mayer (1990) diferencian lo que es la inteligencia y lo que es un modelo de inteligencia. La primera se refiere a una serie de habilidades, mientras que un modelo de inteligencia ilustra las interrelaciones entre estas habilidades. Así, se han desarrollado varios modelos de la IE y se categorizan principalmente en: modelos mixtos y modelos de habilidades. Los primeros definen la IE como un conjunto de rasgos de personalidad, competencias socio-emocionales, aspectos motivacionales y diversas habilidades cognitivas que se caracterizan porque sus contenidos trascienden el análisis teórico hacia un conocimiento directo y aplicativo (Bar-On y Goleman en López-Zafra, Pulido y Berrios, 2014). Por tratarse de los modelos de mayor resonancia, revisaremos el modelo de Goleman (1996) y el de Bar-On (2000). Por otro lado, el modelo de habilidades concibe la IE como la capacidad de razonar sobre las emociones y usar ese conocimiento para mejorar y guiar el 12 pensamiento, permitiendo al sujeto resolver problemas sociales y adaptarse de manera eficaz (Mayer, en López-Zafra et. al, 2014), enfocándose en el proceso del pensamiento sobre los sentimientos (Gabel, 2005). Revisaremos el modelo de Mayer y Salovey (1990) por ser el que más reconocimiento y resonancia ha tenido aun en la actualidad. Aunque los autores de estos modelos han definido la IE de diferentes maneras, todos consideran que ésta constituye ciertas habilidades que se entrelazan para el manejo de las emociones con el propósito de resolver problemas. Asimismo, coinciden en que el conocimiento y toma de conciencia de las propias emociones es la competencia emocional fundamental sobre la que se construyen las demás de mayor complejidad hasta alcanzar la autorregulación emocional. No obstante, psicólogos como Diane Tice, Redford Williams y Thomas Borkovec (en Goleman, 1996) coinciden en que poseer conciencia de uno mismo es un aspecto fundamental en el manejo de las emociones, pero que por sí misma ésta no implica su comprensión ni su manejo adecuado para lograr un desenvolvimiento cotidiano óptimo. 1.3 El modelo de habilidades de Mayer y Salovey Cuando Peter Salovey (1990) comenzó a reconsiderar el significado de inteligencia, se centra en el estudio de las capacidades relacionadas con el procesamiento emocional de la información, pues considera que la función de las emociones es permitirnos resolver problemas para lograr la adaptación al medio. Asimismo, Mayer retoma la conclusión de Trice, Williams y Brokovec (en Goleman, 1996) que plantea que para el manejo de emociones desagradables como la tristeza, la ansiedad y la ira, la consciencia de sí mismo no es suficiente. A través de diversos estudios, estos autores concluyeron que la detección y evaluación de pensamientos disparadores de dichas emociones, así como la reestructuración cognitiva y el empleo de diferentes estrategias distractoras son de gran importancia para superarlas. 13 Mayer planteó que existen tres estilos característicos con que la gente responde y se enfrenta a las emociones: -Consciente de sí mismo: quien suele superar estados emocionales desagradables debido a que no se obsesiona con ello. -Sumergido: es la persona que se siente dominado por sus emociones y se cree incapaz de liberarse de ellas. Tiene poca consciencia de sus emociones, por lo que suele hacer muy poco por librarse de ellas y se siente emocionalmente descontrolada. -Aceptador: la persona que tiene consciencia sobre sus estados pero no hace nada por cambiarlos, adoptando una postura laissez-faire. Con estas bases, Mayer y Salovey (1990) desarrollaron el modelo de capacidades de la IE. Para ello, retoman los conceptos de inteligencia social de Thorndike, definida como la capacidad de comprender a las personas para actuar de manera adecuada en las relaciones humanas, así como el de las inteligencias personales de Gardner. Así, define la IE como la habilidad para atender y percibir los sentimientos propios y de los demás de manera apropiada y precisa, así como de asimilar y comprenderlos para regular y modificar el estado de ánimo propio y de los demás (Mayer y Salovey, 1990; Fernández-Berrocal y Extremera, 2002). De esta manera, considera que es un sistema complejo que forma parte de otras inteligencias y en la que se da la unificación del razonamiento y la emocionalidad. Así, y de acuerdo con este modelo, los estados emocionales tienen una influencia sutil pero sistemática en los procesos de resolución de problemas al facilitar la atención hacia los detalles positivos y minimizar los negativos de los eventos, la planeación flexible y el pensamiento creativo, así como el empleo de los mismos como motivación para alcanzar otras metas. La IE es definida como una subcategoría de la inteligencia social que implica la habilidad de monitorear las emociones propias y de los demás y utilizar esa información para guiar el pensamiento y la conducta en pro de resolver problemas. 14 Consta de cuatro habilidades básicas (Mayer y Salovey, 1990; Fernández-Berrocal y Extremera, 2005): 1. Percepción emocional: es la habilidad para reconocer y expresar emociones propias, así como necesidades asociadas a las mismas; implica reconocer los estados y sensaciones fisiológicas que éstas conllevan. Consiste también en identificar y reconocer las emociones de los demás, lo que requiere de especial atención y decodificación de expresiones faciales, corporales y tono de voz. La capacidad de identificar el estado de ánimo del otro implicaría la facultad de discriminar acertadamente la honestidad y sinceridad en las emociones expresadas. 2. Facilitación o asimilación emocional: Se basa en el planteamiento de que las emociones afectan el sistema cognitivo para facilitar y dirigir la atención hacia la información verdaderamente importante. Esta habilidad consiste en la capacidad de tener en cuenta las emociones al momento de razonar y resolver problemas, pues fomenta la consideraciónde diversos puntos de vista. 3. Comprensión emocional: esta habilidad implica diversas capacidades: - Actividad anticipatoria del estado de ánimo (causas desencadenantes) y retrospectiva (consecuencias de la acción) para comprender su naturaleza. - Capacidad para reconocer la combinación de diferentes emociones respecto a un mismo estímulo, - Reconocimiento de la transición de un estado emocional a otro. 4. Regulación emocional: es la habilidad más compleja de la IE, ya que implica diversas capacidades : - Apertura a experimentar tanto las emociones positivas como negativas sin minimizarlas ni maximizarlas, 15 -Reflexionar sobre las emociones para determinar la utilidad de la información que éstas brindan. -Capacidad de moderar las emociones propias y de otros a través de diversas estrategias regulatorias. Al implicar procesos de mayor complejidad, cuando el individuo logra regularse sus emociones, tienen ventaja para resolver sus problemas de manera adaptativa, por lo que puede alcanzar un crecimiento emocional e intelectual (Mayer y Salovey, 1990). Uno de los instrumentos más utilizados para la evaluación de la IE según este modelo es el Trait-Meta Mood Scale (TMMS). Se trata de una escala tipo Likert que proporciona una estimación personal sobre aspectos reflexivos de la propia experiencia emocional que consta de 48 ítems. El equipo de investigación de Málaga, Fernández-Berrocal, Extremera y Ramos (en Extremera y Fernández- Berrocal, 2003; Extremera, Fernández-Berrocal, Mestre y Guil, 2004; Sosa, 2008) hicieron una adaptación del instrumento al castellano y redujeron los ítems a 24. Al igual que la escala original, la TMMS-24, está compuesta por tres dimensiones: atención, claridad y reparación (Extremera et. al., 2004). 1.4 El modelo mixto de Goleman Goleman (1996) desarrolló un amplio modelo de IE de tipo mixto, que contempla rasgos de personalidad. Según éste, la IE es un conjunto de diversas habilidades como la automotivación, la persistencia y resiliencia, el control de impulsos, la capacidad de demorar la gratificación, así como de autorregulación emocional y la empatía hacia otros. Debido a que en su modelo Goleman retoma los planteamientos de diversos autores, ha sido fuertemente criticado (Fernández-Berrocal et. al., 2002). No obstante, continúa vigente en el estudio de la IE. Los pilares que sustentan el concepto de IE en este modelo son: 16 a) La capacidad de la persona para emplear diversos recursos y estrategias que le permitan superar los estados de ánimo desagradables y así tener control sobre su duración que anteriormente que ya habían sido planteados por diversos autores y también retomados por Mayer (en Goleman, 1996). b) Pensamiento optimista vs pensamiento pesimista de Snyder y Seligman (en Goleman, 1996; Shapiro, 1997). El optimismo es un hábito de pensamiento positivo en la manera en que la persona explica sus éxitos y fracasos. La persona optimista considera que los aspectos que dan lugar a un fracaso pueden ser modificados, asumiendo así la responsabilidad de sus resultados. Por lo contrario, la persona pesimista tiende a atribuir las causas de sus fracasos a factores externos, evadiendo responsabilidad alguna, por lo que no genera cambios. El pesimista suele considerar los éxitos como algo temporario y los fracasos como algo permanente. Según Goleman (1996), quien posee IE es optimista al asumir un papel activo respecto a sus estados emocionales, ya que tiene incidencia en la modificación de los mismos. c) Retoma también a Mihaly Czikszentmihalyi (1998; Goleman, 1996) y su término de fluidez como característico de la persona emocionalmente inteligente. Según este autor, el estado de fluidez existe cuando hay armonía entre lo que se piensa, lo que se siente y lo que se hace. Consiste en la canalización de la emoción hacia un fin productivo, controlar el impulso, regular el estado de ánimo para facilitar el pensamiento, así como la capacidad de auto motivarse para alcanzar un desempeño eficaz. Bajo esta premisa, la persona emocionalmente inteligente es capaz de regular sus emociones y sus manifestaciones. 17 d) La empatía. Según Hoffman (en Goleman, 1996), esta es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, entendiendo sus emociones y necesidades, lo que lleva al individuo a seguir principios morales para tener acciones solidarias. La empatía consiste en su mayor parte en la capacidad de interpretar las pistas no verbales que las personas tienen respecto a sus emociones. Esta capacidad se ha observado en los niños que se adaptan con mayor facilidad, que son más sociales y populares y que poseen mayor estabilidad emocional. e) Finalmente, retoma a Hatcher y Gardner (en Goleman, 1996), quienes denominan a la persona interpersonalmente inteligente como poseedora de las habilidades de: Organización de grupos: capacidad de iniciar y coordinar redes de personas. Negociación de soluciones: dirigido a la prevención y resolución de conflictos a través de acuerdos y mediación de disputas. Conexión personal: empatía y facilidad de reconocer y responder adecuadamente a los sentimientos del otro. Análisis social: capacidad de detectar y mostrar comprensión de los sentimientos, motivos y preocupaciones de los demás La empatía, junto con las capacidades sociales como habilidades de la IE permiten establecer relaciones interpersonales satisfactorias. Así, retomando estos planteamientos, Goleman plantea que la IE consiste en diversas habilidades que permiten al individuo tener una vida apacible, ya que tiene consciencia de su emocionalidad, es un agente activo en la modificación y regulación de la misma y es capaz de establecer relaciones interpersonales satisfactorias. 18 1.5 El modelo de la Inteligencia Emocional y Social de Bar-On Al igual que Mayer y Salovey (1990), Bar-On resaltó el planteamiento de Thorndrike respecto a la importancia que tiene la inteligencia social en el desenvolvimiento del individuo (en Salovey y Mayer, 1990; Bar-On, 2006) En su modelo de IE y social, Bar-On, plantea que la IE es el conjunto de habilidades y conocimientos de lo emocional y social que influye en la capacidad general para afrontar las demandas del medio ambiente de manera eficiente (Bar- On en García-Fernández y Giménez-Mas, 2005). Su modelo consiste en un análisis multifactorial de la IE, que explica cómo es que el sujeto interactúa con el medio social y el ambiente que le rodea y está conformado por cinco componentes que a la vez comprenden diversas habilidades (Bar-On en García-Fernández et. al, 2010; López-Zafra et. al., 2014): 1. Componente intrapersonal: a) Comprensión emocional de sí mismo: capacidad de comprender, diferenciar sentimientos y emociones, así como sus causas. b) Asertividad: habilidad de expresar sentimientos y creencias sin dañar a otros, defendiendo los derechos propios de una manera no destructiva. c) Autoconcepto: capacidad de comprender, aceptar y respetarse a sí mismo. d) Autorrealización: capacidad de realzar lo que podemos, deseamos y disfrutamos para desarrollar nuestro potencial. e) Independencia: capacidad para auto dirigirse y sentirse seguro de sí mismo. 2. Componente interpersonal: a) Empatía: habilidad para sentir, comprender y apreciar los sentimientos de los demás. b) Responsabilidad social: habilidad para identificarse con el propio grupo social y cooperar para la construcción del mismo. c) Manejo de las relaciones interpersonales: capacidad para hacer y mantener relaciones satisfactorias, caracterizadas por cercanía emocional. 19 3. Componentes del manejo del estrés: a) Tolerancia al estrés: capacidad para tolerar situaciones adversas y emociones fuertes. b) Control de los impulsos: capacidad para resistir el impulso deactuar y de controlar las propias emociones. 4. Estado del ánimo: a) Búsqueda y mantenimiento de la felicidad: capacidad para sentir satisfacción con la propia vida. b) Optimismo: habilidad de ver los aspectos buenos de las cosas a pesar de las situaciones adversas. 5. Componente de adaptación/ajuste: a) estrategias de solución de problemas: habilidad para identificar y definir problemas, así como generar y poner en práctica alternativas de solución. b) Prueba de realidad: capacidad de evaluar la correspondencia entre la experiencia subjetiva del pensamiento y sentimiento y el ambiente objetivo. c) Flexibilidad: capacidad para modificar los pensamientos, emociones y conductas en función de la situación. Así, de acuerdo con Bar-On (2006; Bar-On, Maree y Elias, 2007) una persona emocionalmente inteligente es capaz de comprenderse y expresarse a sí mismo y a los demás para establecer relaciones interpersonales y atender las demandas de la vida. Su salud física y mental no se ven comprometidas y goza así de bienestar. Para la evaluación de la IE, Bar-On diseñó el Emotional Quotient Inventory (EQ- i). Se trata de un autoinforme de 133 ítems tipo Likert de 5 puntos que proporciona una puntuación total que refleja un grado de IE general, así como una de cada una de las cinco escalas y una puntuación específica para cada una de las quince subescalas (citado en López-Zafra et. al 2014). La validez y fiabilidad de este instrumento fueron ampliamente probados (Ugarriza, 2001; López-Zafra et. als, 2014). Posteriormente, Bar-On y Parker diseñaron el Inventario de Coeficiente Emocional para adolescentes. Estos inventarios han sido empleados para predecir el éxito académico en jóvenes, al 20 considerar que los cinco componentes (intra e interpersonal, manejo del estrés, del estado de ánimo y de adaptación) son de relevancia para el éxito escolar. Desde que se habló por primera vez sobre IE, su definición ha sufrido muchas modificaciones y ajustes. Sin embargo, los términos “adaptación” e “interacción” aparecen de una u otra manera en la gran mayoría de ellas. Así, al continuar su estudio y los intentos por aplicarla en diversos ámbitos, la definición de IE continúa modificándose. Por ejemplo, a partir de un estudio de los modelos de Salovey y Mayer, Goleman y Bar-On, entre otros, García-Fernández y Giménez-Mas (2010) definen la IE como la capacidad del individuo para adaptarse e interaccionar con el entorno a partir de sus emociones. Tal como se revisó, las capacidades implicadas en lo que se ha descrito como IE son vastas y se encuentran categorizadas dentro de diferentes inteligencias, por lo que su impacto abarca diversos e importantes aspectos. Por ello, en algunos campos como el psicopedagógico, la IE se considera una serie de habilidades para la vida. Los autores de estos modelos y muchos otros más contemporáneos, consideran que la IE es el eje de los demás intelectos cognitivos, por lo que de ella depende gran parte del bienestar emocional y éxito en la vida. 21 CAPÍTULO 2. RELACIÓN ENTRE IE Y LA REGULACIÓN EMOCIONAL TEMPRANA “Los hijos necesitan de alguien que les enseñe a vivir” -Domínguez- La psicología moderna plantea que el comportamiento humano no es accidental, sino que está determinado y ocurre en un contexto establecido (Papalia, 2000). Asimismo, plantea que el hombre es un ser social que depende de su ambiente social, no solamente para sobrevivir físicamente sino para lograr su desarrollo psíquico y espiritual (Muslow, 2008). En comunidad, es donde el hombre puede convertirse en una persona al desarrollar sus potencialidades, poniendo a prueba su expresión emocional y alcanzando, o no, el manejo sobre ellas. La articulación persona-medio es vital para la generación de espacios que faciliten el desarrollo de competencias socio emocionales para afrontar el medio (Muslow, 2008). De acuerdo con diversos terapeutas como Duclos (en Racine, 2012) la familia es el principal núcleo de pertenencia para el niño, lo que condiciona o influencia mucho su capacidad de adaptación futura .Por ello, la familia busca protegerlo, darle seguridad y cuidarlo. Así, el desarrollo de una salud física y mental comienza desde etapas tempranas, siendo la familia la encargada de proveerla a través de sus cuidados. Repetti, Taylor y Seeman (2002) definen como familia riesgosa a aquella que mantiene una dinámica con altos niveles de violencia, conflicto y hostilidad, así como deficiencia de aceptación, apoyo y afecto entre sus integrantes. Repetti y sus colaboradores llevaron a cabo una meta-análisis de 47 estudios y concluyeron que la exposición de un niño a un ambiente propio de una familia riesgosa, fácilmente se asocia al desarrollo de problemas de salud física y mental que, aún después de la infancia, tienden a durar hasta la adultez. 22 Dentro de uno de los aspectos de la salud mental en que este tipo de familias impacta, se encuentra el procesamiento de las emociones, entendido como la experiencia, expresión y regulación de las mismas (Repetti et. al. 2002). 2.1 Apego y los inicios de la Inteligencia Emocional Los psicólogos han definido a la autorregulación emocional de dos maneras: 1) la capacidad de regular el impulso de manera apropiada con el fin de alcanzar una meta y 2) la habilidad de controlar las expresiones conductuales de las emociones de manera socialmente adaptativas (Bronson, 2000). La psicología del desarrollo plantea que el ser humano es un ser social que, a diferencia de otros animales, no podría subsistir sin el cuidado de un adulto (Jiménez, 2009), El niño nace provisto de diversas potencialidades que, de acuerdo a la maduración de su Sistema Nervioso Central y la estimulación que reciba y la naturaleza de los lazos afectivos tempranos, podrán o no, desarrollarse, así como la posible psicopatología (Esquivel et. al, 1999; Esquivel, 2010). El desarrollo de la IE en los niños se remonta a las relaciones más tempranas, ya que desde los primeros momentos de vida, dentro del seno familiar se recibe afecto por primera vez (López Jordán y González Medina, 2007). No obstante, es la manera en que éste es manifestado lo que realmente impactará en el desarrollo, pues e recibir afecto no únicamente dará sentimiento de seguridad al niño, sino que fungirá también como un modelamiento de cómo expresar afecto a otras personas. Asimismo, se ha comprobado que las primeras experiencias influyen en los procesos de aprendizaje, en el autoconcepto del niño y en su capacidad para establecer y mantener relaciones sociales y emocionales en el futuro (Esquivel, 2010). Durante el primer año de vida el niño se encuentra en una etapa de simbiosis psicológica con su madre, así, su supervivencia, así como su desarrollo físico, 23 psicológico, emocional y social dependerán de la calidad relacional en la díada madre-hijo. Desde un punto de vista psicoanalítico, Spitz (1969) estudió las primeras relaciones del niño con el objeto y determinó que al inicio de su vida, éste se encuentra socialmente desconectado y que no es sino a través del tiempo que sus características biológicas se modifican hasta llegar a la primera relación social. Para adaptarse a su entorno, el niño debe aprender inicialmente a posponer sus deseos inmediatos, así como poder manifestar sus emociones. Es decir, debe aprender a autorregularse. Según Eisenberg (citado en Gross, 2007), la autorregulación de emociones del bebé consiste en procesos utilizados para manejar y cambiar sensaciones, estados fisiológicos y motivaciones, además de las conductas a través de las cuales éstas son expresadas. Para lograrlo, el bebé integra factores y procesos tanto intrínsecos como extrínsecos (Tompson y Waters en Vasconcelos, 2013). De acuerdo con Reikers y colaboradores (citadosen Vasconcelos, 2013), los primeros tres años de vida son cruciales en cuanto al aprendizaje en la regulación de los propios estados emocionales, de manera que los procesos madurativos durante la etapa maternal son primordiales para las etapas de desarrollo emocional posteriores. Dentro de los factores intrínsecos que influyen en el desarrollo de la autorregulación se encuentra el temperamento, los procesos neurales prenatales, así como el desarrollo del sistema nervioso autónomo (Aldrete-Cortez, Carrillo- Mora, Mansilla-Olivares y Esquivel, 2014; Esquivel, 2010; 2014). Todos ellos son de gran relevancia para el desarrollo de la autorregulación en el niño. A la vez, la autorregulación implica una transición de lo externo a lo interno para relacionarse con los aspectos cognitivos y conductuales de la emoción al servicio de la adaptación y se ha comprobado que las relaciones tempranas como factor externo de autorregulación son de gran importancia también. 24 Según la Teoría del Apego de John Bowlby, (1969; Contreras, 2012), el infante se comportará de determinada manera para alcanzar o conservar proximidad con su figura cuidadora -generalmente la madre- y así asegurar su supervivencia. Igualmente, la expresión emocional del niño es un estímulo para que sus cuidadores regulen el entorno (Esquivel, 2010), por lo que éstos actuarán de determinada manera con el objetivo de brindar protección física y seguridad emocional, así como dar pauta a la socialización del bebé. Estos comportamientos definirán un patrón relacional, un estilo de apego en la díada madre-hijo y así se formará en el bebé un constructo psicológico en cuanto a las expectativas de uno mismo y del otro. Gross (2007; Esquivel, 2010) considera que las estrategias sociales que el niño emplea son un reflejo de la historia de experiencias y expectativas que derivan del apego que existe entre él y su cuidador. Así, la calidad de la relación de apego impacta directamente en el desarrollo psicoemocional del bebé. Ainsworth y sus colaboradores (en Esquivel, 2010; Contreras, 2013) plantean que los diferentes tipos de apego que existen son: a) Apego seguro: Existe una confianza ilimitada en cuanto a la accesibilidad y apoyo que pueden brindar los cuidadores cuando el niño lo necesite. A partir de ello el niño desarrolla la confianza en sí mismo y en los otros, por lo que se atreve a explorar su entorno de manera activa. b) Apego ansioso resistente: El cuidador es inconsistente en sus actitudes y disponibilidad, mostrándose sensible y cálido en algunas ocasiones y frío e insensible en otras. Por ello, el niño está inseguro sobre si habrá respuesta por parte de su cuidador ante su llamado, por lo que buscan permanecer cerca de él todo el tiempo y explora muy poco su entorno. Estos niños suelen mostrar una acentuada inmadurez y hacen uso de diversas estrategias para llamar la atención de su cuidador. Asimismo, vacilan entre la irritación, la resistencia al contacto y a su mantenimiento. 25 c) Apego inseguro ambivalente: el niño presenta una intensa preocupación debido a que las figuras de apego son inaccesibles o no responden adecuadamente a sus necesidades. Esto se debe a que la madre se muestra relativamente insensible y/o rechazante a las peticiones del niño. El niño intenta ser autosuficiente y se muestra independiente, no obstante se producen en él sentimientos de angustia y cólera, mismos que pueden inducir posteriormente a alteraciones de la personalidad. Las experiencias de angustia a las que se ven sometidos los niños criados dentro de un marco de apego inseguro, suelen guiarlos a emplear estrategias que aseguren ganar la atención de su cuidador negligente a cualquier costo o, por el contrario, a evitarlo en la medida de lo posible a través de despliegues de tristeza y enojo. Por el otro lado, las críticas precisas que explican de manera realista los errores y comportamientos no deseados al niño, promueve el deseo de mejorar, así como de plantearse diferentes posibles formas de actuar (Goleman, 1996; Shapiro, 1997). Estos patrones se extrapolarán a escenarios fuera de casa, tales como la escuela, las amistades y otras situaciones sociales. En un estudio, Sroufe (2000) encontró que los niños que habían recibido cuidados de manera responsable y que habían establecido un apego seguro con su cuidador, tendían a presentar niveles de autoestima, autoconfianza, empatía, resiliencia, así como mayor flexibilidad en el manejo de impulsos y emociones de acuerdo a diferentes situaciones. En contraste, aquellos pequeños cuyos cuidados se había caracterizado por la negligencia, ansiedad y resistencia del apego inseguro tendían a frustrarse fácilmente ante situaciones estresantes y se les dificultaba establecer relaciones con sus pares al mostrarse agresivos y/o emocionalmente sobre controlados. 26 Mientras los cuidadores emplean diversas estrategias para cubrir las necesidades básicas, el infante adquiere habilidades de afrontamiento propias para autorregularse y así presentar conductas que le permitan establecer relaciones sociales de manera adaptativa durante los primeros años de vida. La Dra. Esquivel y colaboradores (2013; 2014) definen los esfuerzos que hace la madre por ayudar al infante a superar un estado emocional desagradable como estrategias de corregulación. En un estudio que realizó en población mexicana, concluye que las habilidades de corregulación emocional que niños maternales emplean para manejar el enojo y frustración, dependen altamente de las estrategias que las madres utilizaban para manejar la situación. Cuando las estrategias de las madres eran pasivas (estableciendo mínima interacción con el niño y así poniendo una barrera en la comunicación), el niño empleaba estrategias no regulatorias como el berrinche. Por otro lado, cuando las estrategias empleadas por las madres eran más activas (re direccionar la atención del niño para disminuir la intensidad de la reacción emocional, consolarle dando una explicación de lo sucedido), los niños lograban enfocar su atención en estímulos diferentes, lo que contribuía a reducir la intensidad de su malestar. Si bien el desarrollo madurativo es de carácter fundamental para que el niño logre regularse con mayor autonomía, el impacto que tiene la calidad del apego es de mayor fuerza a medida que el infante adquiere mayor independencia. Esto sucede a medida que los procesos neuropsicológicos que facilitan la atención selectiva y la inhibición se integran, pues se promueve la actividad voluntaria del infante (Aldrete-Cortez et. al. 2014; Esquivel, 2010; 2014). Y es a partir de estos procesos que comienza a hacer un esfuerzo regulatorio propio para controlar sus procesos emocionales y cognitivos, prescindiendo progresivamente de la ayuda de su cuidador. La educación psicoemocional que la relación madre-hijo deja en el pequeño se torna más compleja y trascendente a medida que éste crece. Más allá de la regulación, incluso los inicios del desarrollo de la empatía se encuentran en lo que 27 Stern (en Goleman, 1996) denomina sintonía. Es un momento dentro de la díada madre-hijo en que las emociones del niño son recibidas empáticamente y correspondidas por su cuidadora. Stern observó que aquellos niños que habían sufrido negligencia emocional y pocas oportunidades de sintonía, presentaban empatía entorpecida y pobre hacia los demás. Asimismo, aquéllos que habían sido emocionalmente abusados con amenazas y humillaciones, solían desarrollar una hiperalerta e hipervigilancia ante las emociones de los demás. De este modo, se ha encontrado que la calidad de la interacción madre-hijo, desde edades muy tempranas tiene un impacto en el desarrollo psicoemocional del individuo. 28 CAPÍTULO 3. RELACIÓN ENTRE LOS ESTILOSDE CRIANZA Y LA INTELIGENCIA EMOCIONAL “Educar la mente sin educar el corazón no es educación en absoluto” -Aristóteles. Como plantea la literatura (Aldrete et. al., 2014; Esquivel, García Cabrero, Montero y López y Valencia, 2013) la autorregulación emocional depende de factores internos y externos. La educación supone la aplicación de todos los factores socioculturales ambientales para el logro sucesivo de los niveles de maduración y tiene como fin procurar la óptima maduración de la personalidad del individuo (Pérez, 1976). En sus estudios acerca de la importancia de las relaciones tempranas en el infante, Sroufe (citado en Bronson, 2000) planteó que las experiencias en la relación padre-hijo son importantes en el desarrollo de la autorregulación, pues el niño interioriza de ellas, las expectativas y respuestas afectivas ante situaciones interpersonales, así como las actitudes y los estilos conductuales. El estudio del desarrollo humano abarca el ciclo de la vida completo, desde la concepción hasta la muerte. Las diversas teorías contemplan algunas diferencias y similitudes pero todas plantean que el desarrollo infantil consiste en una sucesión de etapas en las que suceden cambios físicos y psicológicos, lo que implica que existen determinadas necesidades que deben ser cubiertas. Estas necesidades se encuentran en función de tres dominios de desarrollo (Papalia, Olds y Feldman, 2009): Desarrollo físico: es comprendido por el crecimiento del cuerpo y el cerebro, el desarrollo de las capacidades sensoriales y habilidades motoras. Desarrollo cognitivo: constituido por el cambio y estabilidad de las capacidades mentales como el aprendizaje, la memoria, el lenguaje, el pensamiento, el razonamiento moral y la creatividad. Desarrollo psicosocial: constituido por el cambio y la estabilidad en personalidad, emociones y relaciones sociales. 29 A medida que se avanza en la escala filogenética puede observarse que las especies más evolucionadas, al aumentar su potencial de aprendizaje, sus crías nacen más indefensas, por lo que las necesidades de cuidado son más evidentes, complejas y duraderas (Sánchez-Romero, 2010). Tal es el caso del ser humano. Al estudiar el desarrollo, la familia ha resaltado por tener un papel fundamental. Ésta ha sido definida de diversas maneras. Una de esas definiciones plantea que se trata de un grupo humano integrado por miembros que se relacionan por vínculos de afecto y sangre, que comparten objetivos (Ruíz de Miguel, 1999; Sánchez- Romero, 2010). Asimismo, diversos autores como Bornstein, Bradley, Bradley y Caldwell y Palacios y Rodrigo (citados en Muñoz, 2005) han planteado que, desde un plano evolutivo-educativo las funciones de la familia respecto a los hijos son: 1. Asegurar su supervivencia y sano crecimiento. 2. Aportar un clima de afecto y apoyo emocional para un desarrollo psicológico adecuado. 3. Involucrarse y tomar decisiones respecto a otros escenarios educativos en que se desenvuelva el niño. Para lograr promover el desarrollo integral del menor, los patrones de acción que la familia emplea para cubrir esas necesidades resultan fundamentales, ya que es la familia el núcleo social donde el niño adquiere la seguridad, el afecto y sentido de identidad para un sano desarrollo (López Jordán y González Medina, 2009). Retomando el enfoque sociocultural de Vygotsky, Palacios y González (citados en Muñoz, 2005) se ha señalado los rasgos principales que promueven el desarrollo infantil son: a) el niño y el adulto deben alcanzar un estado de intersubjetividad que permita la comunicación y entendimiento por ambas partes de la situación; b) existencia de un equilibrio de exigencia y apoyo para poder llevar al niño más allá de su competencia y c) aliento al niño para separarse psicológicamente del entorno inmediato. 30 El estudio del desarrollo infantil plantea que la principal tarea del cuidador respecto al niño consiste en ayudarlo a ser una persona capaz de realizarse en todos los aspectos: físico, cognitivo y psicosocial (Racine, 2012). Supone, pues, guiar a los hijos para que, de una dependencia total alcancen la autonomía y un funcionamiento social (Bornstein y Bornstein, 2010). Desde el siglo pasado se han realizado numerosos estudios en los que han hallado fuertes asociaciones entre las actitudes y acciones que los padres tienen hacia sus hijos al disciplinarlos y el desarrollo del niño. Se ha llegado a concluir que el impacto que tiene la familia sobre el desarrollo infantil se encuentra en función de las interacciones que existen entre los miembros que la componen más que su estructura per sé (Ruíz de Miguel, 1999; Muñoz, 2005 y Sánchez- Romero, 2010). Ya en 1957, Sears, Maccoby y Levin hallaron en una muestra estadounidense que las madres que quieren y aceptan a sus hijos y que emplean técnicas de disciplina amorosa, por encima de las recompensas materiales, crían niños con un grado de conciencia y auto-control más alto. Desde el siglo pasado, esta línea de investigación ha sido amplia. 3.1 La disciplina Todo comportamiento está provocado por la búsqueda de satisfacer necesidades (Duclos, citado en Racine, 2012). Racine (2012) menciona que las principales necesidades que deben ser satisfechas en un niño son: Amor incondicional: El niño necesita saber que es considerado una persona única y que puede expresarse sin ningún tipo de juicio. Escucharlo, reconocer y aceptar sus emociones le dan pruebas de ello. Cuando el adulto acoge al niño y sus sentimientos, le está permitiendo estar en relación con su realidad interior. 31 Seguridad: El niño necesita percibir que su entorno es protector y favorable. Para ello, debe saber que sus padres y quienes le cuidan están presentes para él, sensibles a sus expectativas y capaces de responder a ellas, así como enseñarle a alcanzarlas. Sentimiento de competencia: El niño necesita sentir que es capaz de hacer bien las cosas. El menor busca que sean reconocidas sus aptitudes, capacidades, fortalezas, así como sus aportaciones a los grupos sociales en que se desenvuelve; es decir, el niño requiere sentirse valioso por lo que hace y lo que es. Libertad: Se encuentra estrechamente ligada a la posibilidad de elegir. Los niños pueden tomar muchas decisiones que le ayudarán a desarrollar dicho aprendizaje y satisfarán su necesidad, por lo que es importante ayudarlos a tomar conciencia de la cantidad de oportunidades que tienen diario para hacerlo. El niño hace uso de las herramientas que posee para asegurar que sus necesidades sean satisfechas (López Jordán y González Medina, 2007), sin embargo, los intentos del niño requieren de ciertas acciones por parte de los padres para que esto sea posible. Bajo el propósito de que las demandas emocionales sean predecibles y manejables para sus hijos, los padres recurren al establecimiento de expectativas, normas y límites de comportamiento, dando así mayor estructura a las experiencias del menor (Sroufe, 2000; Gross, 2007). Por definición, la disciplina es la instrucción de una persona (Real Academia Española, 2016). En el seno familiar, ésta se expresa a través de las normas y los límites que se establecen para la convivencia cotidiana. Asimismo, el libro La Enciclopedia de la Vida (citado en Chávez, 2007), define la disciplina como la capacidad de actuar ordenada y perseverantemente para conseguir un bien, lo que exige lineamientos para lograr objetivos y supone soportar ciertas molestias. Por ello, es necesario el desarrollo de la tolerancia a la frustración, 32 mediante la cual el niño pueda soportar que las cosas no sean como las desea o las esperaba. La seguridad, la confianza y la perseverancia, son aspectos consecuentes a una educación disciplinada y con límites claros, mismas que facilitan el establecimientode relaciones no conflictivas así como alcanzar metas y a su vez, desarrollar una sana autoestima. Todas estas capacidades son de gran importancia dentro y fuera del contexto familiar, ya que la vida en sociedad implica normas que el individuo debe atender con la finalidad de integrarse a ella adecuadamente (López Jordán y González Medina, 2007). Un límite es un indicador para el niño de lo que está y lo que no está permitido en cuanto a su comportamiento y éste se hace valer a través de normas que le permitirán estar seguro de cuál es la mejor manera de actuar. Los límites dan al niño un marco de referencia en cuanto a lo que está permitido o lo que no hacer, por lo que son una guía para para conocer la manera en que deben conducirse en su entorno. Tener una referencia de comportamientos aceptables y no aceptables proporciona seguridad y confianza en los niños (Verdusco y Murrow, 2001; Chávez, 2007; Domínguez, 2014), pues así pueden saber qué es lo que se espera de ellos. Un niño que es educado sin disciplina, a menudo se siente perdido, confundido en cuanto a lo que se espera y será aceptable de su comportamiento (Chávez, 2007), situación que suele extenderse a la adolescencia y a la adultez, implicando grandes dificultades emocionales, comportamentales y claro, sociales. 3.2 Estilos de crianza según la tipología de Baumrind. En 1964, Becker (citado en Baumrind, 1967) exploró las interacciones dentro de las que se mueve la conducta de los padres con relación a sus hijos para educarlos, así como la conducta del niño asociada a éstas. Lo hizo a partir de dos díadas de dimensiones, una a nivel emocional y otra en cuanto al establecimiento de normas: 33 Afecto-hostilidad: el primero se define como las conductas amorosas, de aprobación, comprensión e interés en el niño. Con frecuencia hace uso de explicaciones y razonamientos para establecer la disciplina, así como del elogio y la recompensa. En el otro extremo, se encuentra la hostilidad, caracterizada por el desinterés e incomprensión hacia las conductas del niño y suele utilizar el castigo físico para imponer disciplina. Restrictividad- permisividad: La primera se define como la imposición y cumplimiento estricto de normas o reglas referentes al orden, la limpieza, modales, agresividad, así como la obediencia y se suele utilizar el castigo. Por el otro extremo, la permisividad hace referencia al otorgamiento de toma de decisiones al niño sin hacer uso de amenaza ni castigos. En este estudio se concluyó que los comportamientos y el desarrollo de los niños tienden a variar según sea la combinación de estas dimensiones casa: Hogar afectuoso- permisivo: los niños suelen ser activos, extrovertidos, independientes, creativos y amigables. No obstante, pueden ser agresivos y demandantes debido al alto sentimiento de seguridad en sí mismos. Presentan deseos de independencia y autonomía. Hogar afectuoso- restrictivo: tienden a ser más dependientes, sumisos y más hostiles en comparación con los anteriores. El grado de persistencia es muy variable, tendiendo al conformismo y a la preocupación por el cumplimiento estricto de normas y reglas. Por ello, a motivación para desempeñar su trabajo escolar suele ser alta. Hogar hostil-restrictivo: los niños presentan una contra hostilidad reprimida; por lo que tienden a ser tímidos, introvertidos, faltos de confianza, resentidos y con gran dificultad para relacionarse socialmente. Hogar hostil- permisivo: los niños tienden a ser agresivos y faltos de control de sí mismos, actuando bajo su emocionalidad de enojo en lugar de su razonamiento. 34 Posteriormente, Diane Baumrind (1967) realizó un estudio en el que se estudiaron y analizaron los estilos de crianza y el medio familiar de 110 niños durante visitas a sus hogares. Para ello, evaluó dimensiones propias de las relaciones padres-hijos, definiéndolos de la siguiente manera: 1. Control: los esfuerzos realizados por los padres para influir en la actividad orientada a la meta, modificar la conducta dependiente, agresiva y de juego, así como fomentar la interiorización de normas. 2. Demanda de madurez: presiones ejercidas en el niño para que se comporte de acuerdo a sus capacidades, asumiendo la libertad para tomar algunas decisiones propias. 3. Claridad de la comunicación padres-hijos: uso de la razón para obtener asentimiento, solicitar opiniones y pareceres de sus hijos. 4. Cuidados y atenciones de los padres: el amor, entendido como el afecto y compasión con que se realizan los cuidados del niño, y la manifestación de interés (orgullo y placer por los logros del niño). A la vez, Baumrind (1967) observó que existe relación entre las dimensiones en la díada padre-hijo y el comportamiento del menor, estimando cinco aspectos de su conducta: Auto-control: tendencia a suprimir, redirigir e inhibir para controlar el impulso de actuar de manera consistente. Tendencias de acercamiento a estímulos novedosos: la manera en que el niño reacciona ante un estímulo novedoso, estresante, excitante o inesperado. Humor subjetivo de placer: afecto predominante expresado por el niño respecto al grado de entusiasmo por las actividades. Auto-confianza: habilidad del niño para manejar sus asuntos de manera independiente; ya sea en la resolución de problemas de manera autónoma o pidiendo ayuda con el objetivo de aprender a resolver. Afiliación con iguales: habilidad y deseo por expresar afecto a sus pares. 35 Con base a lo que observó en cuanto desarrollo de las dimensiones anteriormente descritas, categorizó estos patrones de relación, creando una tipología de estilos de crianza: Patrón I: Estilo autoritativo. Padres cuyos cuidados y atenciones son altos. Logran un equilibrio de las cuatro dimensiones al ser consistentes, afectuosos, seguros de la relación con sus hijos a la vez que respetaban su independencia y decisiones, manteniendo con firmeza sus propios puntos de vista. Utilizan la razón para aclarar instrucciones y logran mantener el control sin provocar rebelión o pasividad al estimular el diálogo. El adulto defiende sus puntos de vista sin dejar de reconocer los del menor, así como sus cualidades. Patrón II: Estilo autoritario: Padres que ejercen un alto nivel de control pero no apoyan, no son afectuosos, atentos ni cuidadosos. La comunicación es pobre y los padres no estimulan a los niños a comunicar sus inconformidades. El padre es la más alta autoridad y la obediencia se considera una virtud, por lo que las normas y toma de decisiones no se encuentran abiertas al diálogo, coartando así la autonomía del menor. Patrón III: Estilo permisivo. Padres afectuosos y atentos pero con bajo control de los niños. Las demandas de madurez son débiles, prestando poca atención al entrenamiento de la independencia. Asimismo, tienden a sobreproteger a los niños al manejar niveles de disciplina y recompensas bajas. Los padres suelen comportarse de manera no castigadora, aceptante y afirmadora de los impulsos del hijo. Finalmente, sus observaciones respecto a la asociación patrones de relación padres-hijo y las conductas de los niños presentaron diferencias respecto a los resultados anteriormente descritos por Becker. Los resultados obtenidos permitieron ilustrar la relación existente entre patrones o estilos de crianza y las tendencias comportamentales y emocionales de los hijos: Los niños de los padres que optaban por un estilo parental autoritativo (hogar afectuoso-restrictivo en Becker, 1964) mostraban mayor madurez, 36 competencia e independencia, mayor confianza de sí mismos, así como mayor control. Sus conductas exploratorias y de asociación con los demás eran más notorias. Por otra parte, los niños cuyos padres optaban por un estilo parental autoritario eran medianamente confiados y capaces deauto controlarse. Se mostraban relativamente descontentos, inseguros, temerosos, retraídos, desconfiados y carentes de interés por afiliarse con iguales. Asimismo, tendían a mostrarse hostiles ante situaciones de tensión. Finalmente, los niños cuyos padres optan por un estilo parental permisivo (hogar afectuoso-permisivo en Becker, 1964) se presentaban más inmaduros y dependientes. Su capacidad de control y confianza hacia ellos mismos era baja y tendían a apartarse de experiencias novedosas o que provocaran tensión. El estudio del impacto que los estilos de crianza tienen sobre el desarrollo del individuo no es novedoso, ya que inicios desde hace ya varias décadas se ha hecho. Sin embargo, es un campo que continúa siendo de mucha importancia en el trabajo psicológico infantil. 3.3 Disciplina positiva y educación socioemocional Los investigadores del desarrollo social y emocional infantil contemporáneos han hallado en los planteamientos de Baumrind (citada en Turner et. al., 2009) las bases para asegurar que los estilos de crianza tienen un fuerte impacto sobre aspectos relevantes del desarrollo y la vida del niño. Meyers (citado en Racine, 2012) define las pautas de crianza como las acciones llevadas a cabo por los responsables del niño para dar respuesta a sus necesidades a la vez que promueven su autonomía, enseñándoles a prescindir de 37 él. La crianza mediante el establecimiento de valores y normas durante la infancia facilita al niño la integración social (Cuervo, 2010). Es común que la disciplina sea confundida con acciones como castigar, atemorizar, culpabilizar, avergonzar y rechazar. Ante estas situaciones suelen despertarse en el niño sentimientos de desamor, desesperanza y no aceptación, entre otros. El pequeño recibe frecuentemente el mensaje de que amor y falta de respeto van unidos y el resultado de esta perspectiva será que durante su vida tendrá dificultad para respetar y hacerse respetar (Verdusco y Murrow, 2001; Racine, 2012). Estas conductas por parte de los cuidaores tienden a promover también que el niño sienta enojo que lo lleva a presentar insensibilidad a manera de mecanismo de defensa, así como un sentimiento de venganza, buscando castigar y quitar a los demás igual que se ha hecho con él (Chávez, 2007; Racine, 2012; Esquivel, 2010). Evidentemente, la disciplina férrea y el uso reiterado del castigo pueden llevar a resultados contrarios a los deseados. Por el contrario, al resolver siempre los conflictos del niño y no permitirle que busque sus propias soluciones, que cometa errores y que experimente las consecuencias de éstos, se ve afectada la autosuficiencia y se desarrollan sentimientos de impotencia (Racine, 2012). En su libro “La inteligencia emocional de los niños”, Shapiro (1997) señala que es necesario los padres de familia cuenten con estrategias previsibles y apropiadas para responder a la conducta de sus hijos, de acuerdo a su edad. Considera que es imposible pensar en desarrollar el Coeficiente Emocional sin mostrar una forma coherente y efectiva de disciplinarlos y que la mejor manera de hacerlo es a través de la disciplina positiva. La disciplina positiva (DP) parte de la premisa de que los padres son los principales educadores de sus hijos y los encargados de guiarlos en su proceso de desarrollo. Asimismo, plantea que la manera ideal de hacerlo es través de la firmeza respetuosa (Durrant, 2007). Así, se considera que la disciplina positiva es: 38 No violenta Enfocada a obtener soluciones Respetuosa y de acuerdo al desarrollo del niño Y se basa en se basa en tres tareas a lograr para el óptimo desarrollo de los niños: 1. Búsqueda del desarrollo saludable de los niños. 2. Búsqueda de una paternidad efectiva. 3. Principios de los derechos de los niños. De esta manera, la Dra. Durrant define la DP como: Soluciones a largo plazo que desarrolla la autodisciplina del niño. Una comunicación clara de las expectativas, reglas y límites. La construcción de una relación de respeto mutuo padres-hijo. Enseñar habilidades para la vida. Aumentar la confianza y competencia del hijo para hacer frente a situaciones complicadas. Enseñar cortesía, empatía, respeto por uno mismo por los demás Asimismo, este tipo de disciplina hace uso de límites y normas como medida de prevención de problemas conductuales, sociales y/o emocionales al promover el desarrollo de capacidades que permitan al niño identificar sus propias necesidades, así como las habilidades necesarias para cubrirlas de manera cada vez más autónoma. Los límites que se establezcan para educar con disciplina deben tener ciertas características (Verdusco y Murow, 2001): Consistencia: deben estar claramente señalados y servir para limitar una acción igualmente clara. Debe establecerse una consecuencia en caso de ser trasgredido. 39 Trabajo constante: se debe insistir en ellos de la misma manera, todos los días. Cambian de acuerdo a la edad del niño: según la etapa de desarrollo y necesidades del niño, sin perder los objetivos educativos. Por ello, pueden plantearse incluso de manera lúdica según la edad del pequeño. Jerarquía de importancia: según los objetivos de educación y etapa del niño. Establecerlos por anticipado: es indispensable tener claro qué límites se van a establecer y de qué manera. Se debe decir al niño qué se espera. De igual manera, las normas a través de las cuales se enseñan los límites deben tener determinadas características: claras, concretas, constantes, coherentes y consecuentes (en Racine, 2012; Verdusco y Murow, 2001): Claras Las normas transmiten al niño valores educativos como el respeto a sí mismo, a los otros y al entorno. Establecer pocas y claras normas tomando en cuenta que hasta los 12 años, los niños no tienen la capacidad de integrar y poner en práctica más de 5 normas a la vez. Para que el niño pueda constatar que vive en un medio estable, los adultos deben consensar entre ellos las normas y así evitar caer en contradicciones que confundan y provoquen inseguridad en niño. Concretas Las normas son estables en función de acciones precisas. Se formulan en positivo. Son realistas para que el niño sea capaz de respetarlas 40 Constantes Se aplican con suave firmeza No varían en función del momento emocional del adulto Permiten que el niño vea a los adultos de referencia como seres justos, fiables y confiables. Coherentes El adulto predica con el ejemplo, actuando según los valores que quiere transmitir. La actuación del adulto debe ser el testimonio que inspira seguridad y confianza. Consecuentes Las normas implican consecuencias lógicas y naturales estrechamente relacionadas con el acto reprobado. Las consecuencias se establecen con anticipación para que el niño sepa qué sucederá si sobrepasa el límite al romper la norma. Las consecuencias toman la forma de un acto reparador positivo, tienen como objetivo que el individuo aprenda de sus actos y motivarlo a tomar decisiones responsables. No deben depender del estado de ánimo del adulto Al asumir las consecuencias de sus actos, el niño desarrolla e integra el sentimiento de responsabilidad. Cuando se permite al niño conocer y aprender los comportamientos que serán aceptables en casa y fuera de ella, se le permite sentirse confiado de saber qué, cómo y cuándo puede actuar, así como a poder expresarse, se están satisfaciendo sus necesidades de amor incondicional, libertad, seguridad y sentimiento de competencia. De igual manera, en un estudio realizado por Torío, Venda e Inda (2008) se concluyó que el modelo parental autoritativo (Baumrind, 1957) que, por sus características se asemeja a la disciplina positiva, es el que más favorece el ajuste 41 social y familiar del niño,
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