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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO PROGRAMA DE MAESTRIA Y DOCTORADO EN PSICOLOGIA PSICOLOGÍA EDUCATIVA Y DESARROLLO FACTORES DE RIESGO FAMILIARES Y AGRESIVIDAD INFANTIL: UN MODELO ECOLÓGICO DE DESARROLLO TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE: DOCTOR EN PSICOLOGIA PRESENTA: JUAN JIMÉNEZ FLORES TUTORES TUTORA PRINCIPAL DRA. LUZ MARÍA FLORES HERRERA FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ZARAGOZA TUTOR ADJUNTO DR. ARTURO SILVA RODRÍGUEZ FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA TUTORA EXTERNA DRA. PATRICIA ANDRADE PALOS FACULTAD DE PSICOLOGÍA, UNAM MÉXICO, D. F. OCTUBRE DE 2014 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. La vida es la unión de los seres humanos con la genética, el destino y el azar. El resultado de esta caprichosa interacción es la cambiante realidad que hace posibles infinitas formas y complejas posibilidades que nunca dejan de ser, y que en su devenir, en cada instante sorprenden a la imaginación. A Irene Flores Hernández, mi autora. Gracias madre mía por tu recuerdo que me da seguridad y me motiva a seguir siempre y no detenerme. A Juan Jiménez Juárez, mi querido y admirado padre. Todo un ejemplo de carácter, firmeza y determinación. Un rebelde sin causa. Para el amor de mi vida: Irene Jiménez Chagollán. Mi adorada hija que le da motivo y color a todo lo que hago. Por su sonrisa y bella personalidad. Con cariño para José Juan Jiménez Chagollán, mi hijo, mi amigo y mi gran compañero. Un agradecimiento a mi esposa, Virginia Chagollán López. Por su apoyo incondicional y la gran entrega que siempre ha tenido hacia nuestra familia. A Andrés, mi hijo. Por entenderme y brindarme momentos de armonía, por permitirme disfrutar de su paz y tranquilidad. A José Miguel Jiménez Flores. Mi hermano y mi gran amigo. Por el poder de su persona y los infinitos momentos de satisfacción que compartimos musicalmente. A Manuel Rubio, Jesús Alberto y su familia, por su amistad. A mis sobrinos: Miguel, Jarelith, Jokebed, Jocelyn, Irene y José Luis. Al grupo musical, los Rock Wailers. AGRADECIMIENTOS Dra. Luz María Flores Herrera. Mi tutora principal. Gracias por todo este invaluable apoyo. Por su personalidad tan admirable. Por ayudarme en los momentos más difíciles e iluminarme para llegar a esta importante meta. Por su conocimiento y dominio de los procedimientos para la formación doctoral. Dr. Arturo Silva Rodríguez. Gracias por su amistad, confianza y sus acertados consejos y recomendaciones. Por compartir el orgullo de ser uno mis tutores. Un digno ejemplo a seguir para quienes nos dedicamos a la psicología, en todos sus campos de conocimiento. Por esa visión prospectiva plena de aplicaciones. Dra. Patricia Andrade Palos. Gracias por todo el apoyo y confianza para este trabajo, por las observaciones y la puntualidad en las revisiones. Por su encantadora personalidad que me motiva y da seguridad. Dr. Serafín Mercado Doménech. Mi tan admirado tutor, que en cada una de sus palabras emana sabiduría. Por darme el orgullo de ser uno de sus discípulos. Por cada una de las observaciones pertinentes para poder concluir con este proyecto. Dra. María Gabriela Luna Lara. Mi tutora a quien agradezco la puntualidad y certeza en cada una de sus observaciones, y la confianza y el apoyo para la conclusión de este trabajo. Y por esa amistad sincera. Dra. Laura Hernández Guzmán. Por todo lo que significa para mi trayectoria, por cada una de sus enseñanzas y por sus importantes aportaciones para la psicología. Dr. Juan Carlos Manríquez Betanzos, un agradecimiento por su apoyo en los análisis y la culminación de este trabajo. Dr. Aldo Bazán Ramírez. Gracia por su apoyo en el procesamiento de datos, por su amistad incondicional y por esas amenas discusiones que compartimos. A la Profesora Rosa Elena Romo de Vivar. Gracias por ese apoyo en los momentos más difíciles. Por su talento y entrega a la educación. Al Tlatoani José Luis Gálvez Valdez, un agradecimiento por su apoyo y su amistad incondicional, por su personalidad y habilidad para tomar decisiones. Y por la visión que tiene hacia la educación. Un agradecimiento a la Sociedad Mexicana de Psicología y la Red Nacional de Psicólogos, por permitirme participar y distinguirme como uno de sus integrantes. A la Carrera de Psicología de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, por darme la oportunidad de terminar mi Carrera Universitaria. A la Facultad de Psicología de la UNAM, por permitirme culminar mis estudios de posgrado. A CONACYT, por el invaluable apoyo que otorga y del cual pude contar. Al Programa de Prevención Psicológica, de la FES Zaragoza. El espacio en donde he logrado cristalizar mis proyectos académicos para mis alumnos de Licenciatura. Al Claustro Universitario de Oriente. La institución plena de proyectos educativos encaminados al beneficio de la educación en nuestro país. A todos mis alumnos y de licenciatura y de posgrado. ÍNDICE RESUMEN.……………………………………………………………………………………. ABSTRACT……………………………………………………………………………………. 1 2 CAPÍTULO I NATURALEZA DEL PROBLEMA…………………………………………………. 3 CAPÍTULO II AGRESIVIDAD INFANTIL…………………………………………………………. 2.1. Definiciones del concepto de agresividad……………………………. 2.2. Modelos teóricos de la agresividad………………………………………. 2.2.1. Modelos biológicos……………………………………………………………… 2.2.2. Modelos ambientales………………………………………………………….. 2.3. Medición y clasificación de la conducta agresiva infantil…….. 2.3.1. Sistemas de clasificación de los problemas de conducta en niños……………………………………………………………………….………………… 2.3.2. Instrumentos de medición de la conducta agresiva…………. 9 10 13 13 14 23 24 27 CAPÌTULO III MODELO ECOLÓGICO DE DESARROLLO HUMANO………........ 3.1. Antecedentes del modelo ecológico de desarrollo humano…………………………………………………………………………………………. 3.2. El modelo ecológico de Bronfrenbrenner……………………………… 3.2.1. La estructura del modelo ecológico…………………………………… 3.2.2. El concepto de desarrollo humano……………………………………. 3.3. Aplicaciones de la metodología del modelo ecológico a la investigación…………………………………………………………………………………. 32 32 36 37 39 43 CAPÍTULO IV FACTORES DE RIESGO FAMILIARES………………………………………. 4.1. Síntomas de ansiedad…………………………………………………………… 47 50 4.2. Violencia marital……………………………………………………………………. 4.3. Prácticas de disciplina severa…………………………………………….... 63 67 CAPÍTULO V PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA………………………………........... 89 CAPÍTULO VI MÉTODO……………………………………………………………………………………….. 6.1. Objetivo general……………………………………………………………………. 6.2. Objetivos específicos…………………………………………………………….. 6.3. Pregunta de investigación…………………………………………………….. 6.4. Hipótesis………………………………………………………………………………… 6.5. Definición de variables………………………………………………………….. 6.6. Instrumentos…………………………………………………………………………. 6.7. Estrategia de investigación…………………………………………………… 94 94 94 95 95 96 97 99 CAPÍTULO VII RESULTADOS………………………………………………………………………………. 7.1. Etapa 1. Diseño y validación de la Lista de Prácticas de Disciplina Severa……………………………………………………………………………7.1.1. Validación por jueces…………………………………………………………. 7.1.2. Resultados…………………………………………………………………………… 7.1.3. Propiedades psicométricas del instrumento……………………… 7.1.3.1. Datos descriptivos…………………………………………………………… 7.1.3.2. Discriminación de reactivos……………………………………………. 7.1.3.3. Cálculo de la confiabilidad………………………………………………. 7.1.3.4. Análisis factorial………………………………………………………………. 7.2. Etapa 2: Modelo ecológico de agresividad infantil………………. 7.2.1. Descripción de la variables………………………………………………… 7.2.2. Modelo de agresividad……………………………………………………….. 7.2.3. Diferencias en la conducta agresiva de acuerdo al sexo………………………………………………………………………………………………… 100 100 100 102 104 106 108 111 112 118 119 124 129 7.2.4. Diferencias en las prácticas de disciplina severa de acuerdo al sexo……………………………………………………………………………… 130 CAPÍTULO VIII DISCUSIÓN…………………………………………………………………………………. 131 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS……………………………………………. 153 APÉNDICE 1. Instrumento para los jueces APÉNDICE 2. Cuestionario de conducta agresiva infantil y factores familiares de riesgo APÉNDICE 3. Carta de consentimiento informado APÉNDICE 4. Distribución de frecuencias para la conducta agresiva infantil APÉNDICE 5. Distribución de frecuencias de las puntuaciones de ansiedad APÉNDICE 6. Distribución de frecuencias para la violencia marital APÉNDICE 7. Distribución de frecuencias para las prácticas de disciplina severa APÉNDICE 8. Distribución de frecuencias de los factores de la lista de prácticas de disciplina severa 1 RESUMEN Desde una perspectiva ecológica del desarrollo se construyó y evaluó empíricamente un modelo sobre factores de riesgo familiares y conducta agresiva infantil, identificando su adecuación en términos de ajuste de los datos y congruencia conceptual y teórica. Esta investigación se efectuó con una muestra de 409 madres de niños de escuelas primarias públicas del Estado de México. Los factores de riesgo familiares seleccionados fueron: a) síntomas de ansiedad materna, b) violencia marital y c) prácticas de disciplina severa, mientras que la variable dependiente fue la conducta agresiva infantil. El modelo ecológico se construyó bajo el supuesto de que la ansiedad materna y la violencia marital tienen efectos indirectos sobre la conducta agresiva infantil, mediados por las prácticas de disciplina severa. La estrategia de investigación se diseñó con dos estudios: 1) un estudio exploratorio para construir y validar un instrumento de prácticas de disciplina severa, con validez factorial (identificando cinco factores: a) disciplina hostil, b) disciplina severa con agresión física, c) disciplina severa principalmente con agresión verbal, d) castigo físico moderado y e) castigo verbal moderado), con Alfa de Cronbach total de 0.88; 2) un modelo de ecuaciones estructurales, probado satisfactoriamente: la probabilidad del indicador estadístico x² fue mayor a 0.05; los índices prácticos de bondad ajuste fueron: CFI= 0.95, NNFI= 0.94 y RMSEA= 0.08. Este modelo permitió predecir el 34% de la varianza de la conducta agresiva infantil. Por sus efectos directos, la disciplina severa depende de la ansiedad materna (β= 0.44) y de la violencia marital (β= 0.10). La disciplina severa es variable mediadora entre la conducta agresiva de los niños y la ansiedad materna y la violencia marital (β= 0.59). Los resultados indican que los síntomas de ansiedad de las madres y la violencia marital tienen efectos significativos en los problemas de conducta agresiva de los niños mediados por las prácticas disciplinarias. La confirmación de los resultados sobre la influencia de estas variables parentales sobre el desarrollo de problemas de conducta de los niños requiere de nuevas aplicaciones sistematizadas. Palabras clave: modelo ecológico, conducta agresiva infantil, ansiedad materna, violencia marital, prácticas de disciplina. 2 ABSTRACT From the ecological perspective of development a model about aggressive infantile behavior and family risk factors was built and empirically tested, identifying its accuracy in terms of adjust to data and conceptual and theoretical congruency. This investigation was made with a sample of 409 mothers of children from elementary schools from Mexico State. The selected family risk factors were: a) mothers’ anxiety symptoms, b) marital violence and c) severe discipline practices, while the dependent variable was aggressive infantile behavior. The ecological model was built under the supposition that mothers’ anxiety and marital violence have indirect effects on aggressive infantile behavior, mediated by severe discipline practices. The strategy of investigation was designed with two studies: 1) an exploratory study to build and to validate an instrument of severe discipline practices, with factorial validity (identifying five dimensions: a) hostile discipline, b) harsh discipline with physical aggression, c) harsh discipline mainly with verbal aggression, d) moderated physical punishment, and e) moderated verbal punishment), with a total Cronbach’s alpha of 0.88; 2) a structural equation model, satisfactorily tested: the probability of statistic indicator x² was bigger than 0.05; practical indexes of goodness of fit were: CFI= 0.95, NNFI= 0.94 and RMSEA= 0.08. This model allows predicting 34% of variance of infantile aggressive behavior. By direct effects, harsh discipline depends of mothers’ anxiety (β= 0.44) and marital violence (β= 0.10). Harsh discipline is mediator variable among infantile aggressive behavior and mothers’ anxiety and marital violence (β= 0.59). Results indicate that mothers’ anxiety symptoms and marital violence have significant effects on infantile aggressive behavior problems mediated by disciplinary practices. Confirmation of results about the influence of these parental variables on the development of children behavior problems requires of new systematic applications. Keywords: ecological model, mothers’ anxiety, child aggression behavior, marital violence, discipline practices. 3 CAPÍTULO I NATURALEZA DEL PROBLEMA El comportamiento agresivo de los niños es uno de los grandes problemas de salud mental, ya que afecta las relaciones sociales y la integridad psicológica. Debido al alarmante aumento en la frecuencia de casos observados y las consecuencias que tiene para el deterioro de la salud mental, su solución actual se ha concretado en una demanda social que lleva a que los profesionales de distintas disciplinas realicen esfuerzos para prevenir y controlar sus consecuencias negativas (Barlett, 2013). Los estudios en el campo del desarrollo de la psicopatología han mostrado que la agresividad y algunos trastornos iniciados en la infancia persisten durante la adolescencia hasta llegar a la edad adulta, e incluso pueden asociarse con otros trastornos psiquiátricos. Algunas formas de psicopatología infantil, como la agresividad y la conducta disocial, predicen comportamientos negativos a nivel educativo, social y de salud (Durand & Barlow, 2007). Por este motivo, existe la necesidad de identificar tempranamente los síntomas que con el tiempo desarrollarán cuadros psicopatológicos, o bien conductas de riesgo como abandono escolar, abuso de sustancias, conducta suicida, pandillerismo, delitos, actos violentos y conductas agresivas. Una parte de la investigación en el campo de la psicopatología infantil se dedica a estudiar los trastornos externalizados y los trastornos internalizados. Los primeros son conductas manifiestas que reflejan conflictos con otras personas: agresión, hiperactividad, impulsividad, violación de reglas y mentiras. Los segundos son sentimientoso pensamientos que reflejan un estrés interno: ansiedad, angustia, alteración del estado de ánimo, timidez, retraimiento, tristeza, 4 abandono, soledad, depresión y miedos excesivos; producen daño o angustia a los mismos sujetos (Achenbach, Becker, Dopfner, Heiervang, Roessner, Steinhausen & Rothenberger, 2008; Betancourt, 2007). Un niño con síntomas externalizados tiene dificultades para observar exitosamente las prohibiciones sociales y controlar sus impulsos. El niño con síntomas internalizados tiene un nivel extremo de inhibición conductual (Reppeti, Taylor & Seeman, 2002). Algunos científicos comúnmente emplean el término problemas de conducta para referir los síntomas externalizados, y el de problemas emocionales para los síntomas internalizados (Compas & Gottlib, 2003; Langrock, Compas, Keller, Merchant & Copeland, 2002). Los problemas de conducta y los problemas emocionales suelen manifestarse en los niños y los adolescentes que no cuentan con los recursos de control y autorregulación que les ayuden a afrontar las dificultades emocionales. Sin embargo, ambos tipos de problemas pueden ser estrategias desarrolladas por los niños, quienes a menudo obtienen ventajas por medio de estas conductas disfuncionales. De tal manera, son resultado del aprendizaje de conductas socialmente indeseables (Compas & Gottlib, 2003). Los mismos procesos que contribuyen a la adaptación también suelen contribuir a la desadaptación. El principio de aprendizaje de conductas indeseables se ha utilizado para explicar la conducta agresiva. Se ha observado que las primeras manifestaciones de comportamiento agresivo pueden ubicarse en la infancia temprana, etapa en que el niño aprende a agredir por imitación de sus cuidadores, quienes recompensan tal conducta en el niño. La agresión infantil es reforzada cuando se elimina algo que es desagradable, si esta conducta es consistente, puede generalizarse y 5 llegar a considerarse como una guía de acción para el niño (Bandura, 1978). Básicamente, los niños que son agresivos aprenden patrones de comportamiento agresivo como una manera de relacionarse con los demás (Berkowitz, 2008). La agresividad es un fenómeno complejo caracterizado por conductas dirigidas a ocasionar daño a otras personas, animales, objetos, o bien, hacia sí mismo (Fajardo & Hernández-Guzmán, 2008). La literatura refiere distintas explicaciones para la conducta agresiva, lo que dificulta su definición y la forma en que puede ser evaluada. Esta condición ha llevado a que los resultados de diferentes estudios sean contradictorios puesto que no existe una clara asociación entre la conducta agresiva y los factores que la provocan. No obstante, existe un amplio consenso en que la agresión es el resultado del aprendizaje y las condiciones ambientales que afectan la habilidad para regular las emociones y la conducta. En lo que se refiere a la incidencia y prevalencia de la conducta agresiva, algunos datos indican que en la población norteamericana, los problemas de conducta infantil (conducta agresiva, desobediencia, conducta disruptiva, berrinches, robos y mentiras) ocurren entre el 7% y el 26% de la población. La proporción de estos niños que son canalizados a servicios psiquiátricos oscila entre 23% a 61% de esa misma población (Benzies, Harrison & Magill-Evans, 2004), estos datos son consistentes con hallazgos recientes relacionados con la conducta agresiva infantil. En este sentido, también se ha encontrado que los problemas de conducta representan entre la mitad y un tercio de todos los problemas atendidos en clínicas especializadas para niños y adolescentes (Kazdin, 1996). 6 Respecto a México, en un estudio diseñado con el propósito de estimar la prevalencia de manifestaciones de síntomas emocionales y conductuales en la población entre 4 a 16 años (Caraveo, Colmenares & Martínez, 2002), os síntomas conductuales estudiados fueron: hiperactividad, impulsividad y otros síntomas de conducta desorganizada, mientras que las manifestaciones emocionales incluyeron las relacionadas con la angustia y el estado de ánimo alterado. Mediante un instrumento se exploraron 27 aspectos conductuales y emocionales, correspondientes con 10 reactivos del Cuestionario de Reporte para niños empleado en la Encuesta Nacional de Salud Mental, así como otros 17 reactivos seleccionados de la Lista de Conductas en los Niños (CBCL-P). A través de entrevistas a 1685 padres de menores se calculó la prevalencia de diferentes manifestaciones sintomáticas con los siguientes porcentajes: inquietud, 19%; irritabilidad, 17% nerviosismo, 16%; déficit de atención, 14%; desobediencia 13%; explosividad, 11%; conducta dependiente, 9%. Con excepción de la irritabilidad, todas las demás manifestaciones se reportaron como conductas frecuentes con duración mayor a un año. Los investigadores calcularon en 16% la prevalencia de sintomatología emocional y conductual para la población general. Asimismo encontraron que los padres no consideran la necesidad de ayuda para los menores con mayor probabilidad de cursar con algún tipo de trastorno. En los casos en que sí se consideró la posibilidad de intervención, los síntomas de internalización fueron percibidos con mayor frecuencia y llevados a consulta por los padres. De acuerdo con los resultados, se sugiere un retraso en la atención para los problemas externalizados, probablemente por desconocimiento de la importancia de algunas manifestaciones psicopatológicas que se presentan en la infancia y la adolescencia. 7 Mientras que el estudio anterior se aplicó a población abierta, otra investigación tuvo como propósito analizar la prevalencia de trastornos de conducta y emocionales en niños de población mexicana, usuarios de servicios de salud mental. En esta se encontró que los problemas de conducta antisocial y agresividad son los de mayor frecuencia de ocurrencia: entre 30% y 50% del total de los casos canalizados (Caraveo, 2007). Los resultados obtenidos para niños de población mexicana indican que posiblemente existe mayor tolerancia hacia las conductas externalizadas, a la vez que hay un amplio desconocimiento de la importancia de este tipo de conductas como manifestaciones de problemas que afectan la salud mental de los niños. En contraste, los síntomas internalizados como el aislamiento y el nerviosismo sí llaman la atención de los adultos. La prevalencia de problemas de conducta en niños mexicanos clasificados como población clínica (Caraveo, 2007) es similar a los datos referidos para la prevalencia de problemas de conducta en los niños de población norteamericana (Benzies, Harrison & Magill-Evans, 2004; Kazdin, 1996). Aunque la prevalencia estimada de problemas emocionales y conductuales (16%) para la población general en niños mexicanos se encuentra por debajo de la prevalencia estimada para los infantes norteamericanos (17 a 26%). Es importante precisar que para la población infantil que padece trastornos de conducta, la demanda de atención es elevada, las secuelas son enormes y muy costosas a largo plazo en términos de sufrimiento humano, impacto económico, recursos comunitarios, pérdida de productividad y la necesidad de intervenciones especializadas. Es por ello que la prevención y el control de la conducta agresiva constituye 8 una tarea importante para los psicólogos (Fajardo & Hernández Guzmán, 2008). Los psicólogos pueden observar con frecuencia que los niños agresivos provienen de familias violentas, en las cuales predomina un ambiente emocional negativo entre los padres. Con base en los resultados de diversos estudios se han identificado algunos factores de riesgo familiares asociados con la agresividad infantil, los cuales se pueden clasificar como: a) síntomas de ansiedad en las madres (Ginsburg, Grover& Ialongo, 2004), b) violencia marital (Rasit & Songul, 2013), c) prácticas de disciplina severa (Chang, Dodge, Schwarts & McBride, 2003; Webster-Stratton, & Hammond, 1999). Actualmente se han logrado avances importantes en el diseño de modelos explicativos para la psicopatología infantil con el propósito de emplearlos en investigación tanto básica como clínica. Cabe mencionar que esto no ha sido suficiente para explicar la agresividad infantil, y por ende el campo de la investigación se enfrenta a una serie de problemas. Por una parte, los modelos referidos en la literatura aún no han explicado claramente las causas y las trayectorias en que se enlazan las variables. Además, en nuestro país difícilmente se han desarrollado modelos explicativos sobre la agresividad infantil. Considerando estos puntos, la presente investigación adopta al modelo ecológico como marco de referencia, ya que este permite ubicar las interacciones entre los niños agresivos y su ambiente familiar. El propósito de este trabajo fue someter a prueba empírica un modelo estructural sobre la agresividad infantil, y su interacción con factores de riesgo familiares. Para probar dicho modelo, se consideró como población a madres de alumnos de escuelas primarias públicas del Estado de México. 9 CAPÍTULO II AGRESIVIDAD INFANTIL El término agresividad se refiere a las conductas dirigidas a causar daño o someter a alguien. La importancia del comportamiento agresivo se refleja en la creciente preocupación de los investigadores por comprender su desarrollo y evolución, esfuerzo que ha resultado en una gran cantidad de producción científica: revistas especializadas, investigaciones, e incluso programas educativos que intentan dar cuenta de la naturaleza del comportamiento agresivo. En la psicología, el concepto de agresividad ha sido un tema importante en que coinciden distintas explicaciones, mismas que enriquecen el conocimiento del comportamiento en los seres humanos. No obstante, la amplia gama de planteamientos también ha conducido a dificultades para llegar a acuerdos entre los científicos del comportamiento, quienes aún no logran responder a la siguiente pregunta: ¿qué es la agresión? Una búsqueda en PsycInfo arrojó más de 10000 resultados, dato que sugiere que la agresión parece ser un término que tiene muchos matices (Fletcher & Milton, 2007). Entre las principales dificultades para comprender el concepto de agresividad se encuentra: a) la extensa variedad de conductas y definiciones asociadas, b) la diversidad de modelos teóricos utilizados por los expertos, y c) los criterios para el diagnóstico de la conducta agresiva. A continuación se presenta una revisión de diferentes aproximaciones al concepto de agresividad. 10 2.1. Definiciones del concepto de agresividad Antes de revisar las definiciones sobre la agresividad, es conveniente describir la gama de comportamientos que usualmente se han asociado para dar cuenta de este constructo. Esta estrategia permite tener noción de las dificultades que los expertos han tenido para llegar a un consenso en la definición de la agresividad. Las conductas agresivas pueden clasificarse con base en los siguientes criterios: a) de acuerdo a su manifestación puede utilizarse palabras, gestos, ataque físico o armas, b) en cuanto al objetivo, la agresión puede dirigirse hacia sí mismo o hacia otras personas, animales u objetos, y a su vez, puede dirigirse directa o indirectamente, como es el caso de la calumnia o la difamación y c) de acuerdo con la emoción que le acompaña, puede sentirse ira, o incluso, causar placer. Pero no toda la agresión es antisocial, ilegal o patológica. Según su finalidad, la conducta agresiva puede tener un fin en sí misma o ser un medio para alcanzar una meta superior en términos de competencia, asertividad o esfuerzo para lograr una meta deseada (Vitaro, Dylan, Boivin, Brengen & Tremblay, 2006). Existen evidencias de que la agresión puede encontrarse en actividades socialmente aceptables, como el deporte, la competencia económica, la política, la seguridad y la defensa nacional. Por ello, es posible considerar a la agresión de acuerdo con el grado de aceptación social, en ciertas circunstancias, su uso puede ser socialmente aprobado (Bandura, 1978). El comportamiento agresivo puede ser defensivo y premeditado, o bien, defensivo e impulsivo. La agresividad defensiva y premeditada puede ser una parte normal de la conducta humana; mientras que la defensiva e impulsiva es destructiva y manifiesta, incluye ataque físico, destrucción de la propiedad, amenazas verbales, arrebatos explosivos y 11 conductas de daño a sí mismo (Coccaro, 1996). De manera que la literatura especializada refiere que la agresión forma parte de la vida cotidiana de los seres humanos. Si bien, de acuerdo a las manifestaciones de la conducta agresiva los científicos no han llegado a un acuerdo para definirla, las definiciones planteadas muestran diferencias en términos de sus manifestaciones y sus propósitos. Las primeras definiciones aceptadas por la comunidad científica fueron formuladas a finales de la década de los 30 del siglo pasado por Dollard, Miller, Mowrer y Sears quienes plantearon la hipótesis de la frustración- agresión, la cual plantea que la conducta agresiva ocurre cuando la gente fracasa al intentar obtener una meta deseada. Dichos autores definieron la agresividad con base en conductas cuyo objetivo es dañar a una persona o a un objeto (Miller, 1941). Posteriormente, otros teóricos continuaron formulando planteamientos acerca de la teoría frustración-agresión, Miller y Barker en la década de los 40 y Leonard Berkowitz hacia la década de los 60. Patterson definió la conducta de agresión como un evento aversivo descargado sobre la conducta de otra persona. Utilizó el término coerción para referirse al proceso que controla los intercambios entre dos personas (Reid & Patterson, 1989). En este sentido, concluyó que la conducta agresiva llega a tener estabilidad durante el desarrollo de manera semejante a como ocurre con el nivel intelectual, particularmente durante la infancia y la adolescencia. Por otra parte, Buss y Perry (1992) definieron la agresión como una respuesta consistente en aplicar un estímulo nocivo a otro organismo. 12 La definición del concepto de agresividad es un tema difícil debido a la diversidad de enfoques utilizados por los autores. Del mismo modo, cuando la tarea consiste en definir la agresividad infantil, se complica aún más. La falta de integración de hallazgos de distintas disciplinas puede atribuirse a los diferentes lenguajes empleados por los expertos para diferenciar sus teorías, conceptos, métodos y términos técnicos. No obstante, la diversidad de aproximaciones es un paso importante hacia la comprensión global del fenómeno. Tomando en cuenta las observaciones anteriores, la definición de agresividad infantil utilizada para el presente trabajo es la siguiente: la agresividad infantil es un fenómeno multicausal que daña la salud emocional de los niños particularmente cuando los niveles de conducta agresiva se encuentran en límites ubicados como clínicos que indican un cuadro psicopatológico, se manifiesta en forma de conductas dirigidas a dañar a las personas, objetos o animales (Achenbach, 2001). En la tabla 1 se presentan algunas de las principales definiciones y explicaciones aportadas para la conducta agresiva. Tabla 1. Definiciones y explicaciones a la conducta agresiva. Autores Supuestos Año Dollard, Miller, Mowrer y Sears Teoría de la agresión- frustración La conducta agresiva es dañar a alguien o a un objeto. Ocurre cuando la gente fracasa. Década de los 30´s Reid y Patterson Teoría de la coerción La agresión es un evento aversivo. Se estabilizadurante el desarrollo. 1989 Buss y Perry La agresión es la respuesta de aplicar un estímulo nocivo a otro organismo. 1992 Achenbach La agresividad infantil es un fenómeno psicopatológico y multicausal 2001 13 Un propósito importante dentro de las investigaciones encaminadas a explicar los problemas emocionales de niños y adolescentes ha sido el planteamiento de modelos. A continuación se realiza una descripción de algunos modelos explicativos sobre la agresividad. 2.2. Modelos teóricos de la agresividad Un modelo es una forma de explicar un fenómeno de manera sistemática (Piña, Ybarra, Alcalá & Samaniego, 2010). Los investigadores han desarrollado modelos conceptuales para explicar cómo ocurre la conducta agresiva. Para esta tarea generalmente han utilizado evidencias empíricas basadas en experimentos diseñados en laboratorio, o bien, observaciones en escenarios naturales. Los modelos que intentan explicar la conducta agresiva pueden clasificarse principalmente como a) biológicos y b) ambientales (Grisso, 1996). 2.2.1 Modelos biológicos Estos modelos plantean que las causas de la agresión se encuentran en la estructura biológica de las personas. A nivel neuroquímico los investigadores han identificado niveles bajos en los neurotransmisores que controlan la agresión. También han encontrado diferencias en los niveles hormonales, en los tipos de inteligencia, en la personalidad y en algunos otros correlatos de la conducta agresiva (Eichelman & Hartwig, 1996). Los estudios del funcionamiento del cerebro sugieren que la destrucción de ciertas estructuras cerebrales, como el sistema límbico, pueden ocasionar pérdida en los mecanismos que controlan la agresión. Actualmente, la perspectiva biológica refleja importantes avances en el estudio de mecanismos hormonales, neurotransmisores y ciertas anormalidades neurofisiológicas. En este campo, las neurociencias 14 contribuyen con el estudio de la bioquímica de la agresión (Coccaro, 1996). La postura que tradicionalmente han asumido los científicos que trabajan con modelos biológicos, es que la agresión está determinada, es universal y difiere sólo en la forma en que se manifiesta. En congruencia, se supone que las personas y el ambiente no inducen la agresión sino que ésta es impredecible, pudiendo ocurrir en cualquier momento y de distintos modos. Las intervenciones se centran en tratamientos farmacéuticos, estimulación cerebral y técnicas de neurocirugía (Grisso, 1996). Cabe mencionar que esta visión de la agresión ha sido criticada por otro grupo de investigadores agrupados en la corriente denominada psicología ambiental. Esta postura supone que la agresión puede ser reactiva y modificable por condiciones internas y externas. Los planteamientos derivados de los modelos ambientales o ecológicos cuentan con fuerte soporte teórico y datos empíricos robustos. A continuación se exponen los supuestos básicos de los principales modelos ambientales que han sido diseñados para explicar la conducta agresiva. 2.2.2 Modelos ambientales Estos modelos sugieren que para determinar la agresión humana, la influencia del ambiente es más decisiva que los factores biológicos. Entre los modelos ambientales prominentes están la teoría del aprendizaje social (Bandura, 1978), el modelo del desarrollo de la conducta agresiva y antisocial (Dodge, 1980), el modelo de interacción social para el desarrollo de conducta antisocial (Reid & Patterson, 1989), el modelo general de la agresión (Anderson & Bushman, 2002), la 15 perspectiva social ambiental (Smeekens, Riksen-Walraven y van Bakel, 2007) y el modelo de aversión (Berkowitz, 2008). La teoría de aprendizaje social admite que el comportamiento agresivo se aprende por modelamiento (Bandura, 1978). El aprendizaje por observación es un concepto relevante dentro de esta teoría, asume que ocurre en una situación social en la que al menos participan dos personas. Una opera como el modelo que ejecuta una conducta, mientras que otra persona observa dicha conducta: esta observación determina el aprendizaje. El reforzamiento recae en el modelo, ya que el participante que aprende lo hace por imitación de la conducta que recibe el refuerzo. El modelo de aprendizaje social supone que la conducta agresiva se adquiere por medio de aprendizaje y que el ambiente social interviene para originarla. Las explicaciones se han concentrado en los principios del condicionamiento y el aprendizaje, que son los que probablemente dan lugar a la conducta agresiva (los principios del aprendizaje también han sido aplicados a las intervenciones para reducir la agresión o producir conductas alternativas). Algunos estudios han identificado la influencia temprana de las prácticas parentales con el desarrollo de conductas de agresión infantil. La teoría del aprendizaje social tiene amplia tradición entre los modelos explicativos del comportamiento; sin embargo, también ha sido objeto de críticas. Una de éstas refiere que el individuo es considerado como una víctima pasiva de la falta de ajuste entre la conducta y el ambiente (Fletcher & Milton, 2007). Cabe destacar que entre los modelos ambientales se han diseñado otros con premisas distintas. 16 El modelo de desarrollo de la conducta agresiva y antisocial, elaborado por Dodge, supone que el procesamiento social de la información puede dirigir a la conducta agresiva. Dodge (1980) planteó que dicho procesamiento no sólo incluye procesamiento cognoscitivo (atención, percepción y representación mental) y experiencias afectivas. El procesamiento social de la información también implica: a) el conjunto de metas en la situación social que dan lugar a una o más posibles respuestas conductuales, b) la evaluación de las respuestas conductuales emitidas, y c) la selección de una respuesta. Se ha encontrado que los sesgos de atribución hostil son mecanismos de procesamiento de información social que predicen algunos tipos de agresión (Coie & Dodge, 1988). Las diferencias en las metas principales influyen en la probabilidad de involucrarse en determinados tipos de agresión. En este contexto teórico, Coie y Dodge (1988) diferenciaron entre estilos de agresión reactiva y estilos de agresión proactiva, ambos tipos de agresión son sinónimos de agresión hostil e instrumental, respectivamente. La agresión reactiva es una respuesta hostil que ocurre al percibir amenaza o provocación, la experiencia de ser atacado incita al individuo a defenderse. Se encuentra bajo el control del reforzamiento que ocurre como respuesta a las condiciones precedentes de provocación real o percibida, frustración y amenazas. La agresión reactiva usualmente se manifiesta como expresiones de ira que controlan exitosamente a la provocación percibida (Vitaro, Dylan, Boivin, Brengen & Tremblay, 2006). La agresión proactiva tiene como propósito lograr recursos y controlar a otras personas, no necesita ser la respuesta de una provocación. Esencialmente consiste en un despliegue de coerción y poder encauzado a ganar recursos, o intimidar y dominar a otros. 17 Entre los modelos ambientales, a partir de la propuesta de Dodge, se han tomado en cuenta a variables internas, concretamente la cognición y la interacción que resulta en el procesamiento humano de la información. Al respecto, se alude el modelo general de agresión (Anderson & Bushman, 2002), cuyo planteamiento indica que ciertos rasgos de personalidad predisponen a los individuos para desarrollar niveles altos de agresión. Las personas con mayor probabilidad de involucrarse en conductas agresivas tienen cogniciones que son elaboradas y fácilmente accesibles para la agresión. El modelo indica que existen estructuras de conocimiento relacionadas con la agresión que se desarrollan en la personalidad del individuo.Esta forma de procesamiento ocurre porque las diferencias individuales y las variables situacionales interactúan por medio del desplazamiento de trayectorias cognitivas y afectivas que influyen sobre la agresión. La interacción da lugar al afecto negativo que es el resultado de la evaluación cognitiva provocada por algún estímulo externo. Es probable que variables asociadas con la personalidad sean más propensas a adquirir afecto negativo o a percibir ciertas situaciones como provocadoras, debido a su asociación con altos niveles de conducta agresiva. El modelo general de agresión propone un conjunto de variables subyacentes que probablemente son los mecanismos mediante los que las variables de personalidad influyen sobre la conducta agresiva. Tales variables son: procesamiento cognitivo, afecto negativo, regulación emocional y procesamiento social de la información (Bettencourt, Talley, Benjamin & Valentine, 2006). El modelo general de agresión no ha estado exento de críticas. Un ejemplo de estas es que el modelo no proporciona un marco para 18 interpretar cómo y cuándo las variables particulares de personalidad predicen la conducta agresiva (Fletcher & Milton, 2007). Entre los modelos ambientales, actualmente se han desarrollado planteamientos teóricos más poderosos, como los modelos que contienen elementos de interacción recíproca. Ejemplo de éstos son, el modelo de aversión de Berkowitz, la perspectiva social ambiental de Smeekens, Riksen-Walraven y van Bakel y el modelo de interacción social para la conducta antisocial de Reid y Patterson. El modelo de aversión, propuesto por Leonard Berkowitz (2008), considera que los factores biológicos y ambientales no son independientes y que cualquier teoría de la agresión debe tener en cuenta la interacción de ambos factores. Así, la agresión es una respuesta posible ante cualquier estimulación fisiológica inaceptable, desagradable o anormal, tal como la frustración, el ruido, el hacinamiento, o el calor. Este modelo, basado en la teoría cognitiva, propone que un estímulo externo puede inducir esquemas cognitivos que son el resultado de acciones exitosas del pasado. La fuerza del vínculo entre un esquema cognitivo y el estímulo aumenta si la señal cognitiva para un esquema particular está presente en el ambiente. Se ha sugerido que la presencia de ciertas normas culturales (ropa, música, armas, alcohol o drogas) incrementa la probabilidad de activar el esquema cognitivo. La perspectiva social ambiental examina la relación que ocurre entre la agresividad y ciertas características físicas y ambientales. Los investigadores han identificado variables de naturaleza económica y política, como la pobreza y su relación potencial con diversos mediadores (desnutrición, tráfico de drogas o armas), y también variables ambientales que incluyen fenómenos sociales ecológicos como 19 la relación entre vecinos y las pandillas juveniles (Smeekens, Riksen- Walraven & van Bakel, 2007). Los modelos desarrollados bajo esta perspectiva se relacionan con evidencias antropológicas y sociológicas que han sido utilizadas para explicar la conducta agresiva. A lo largo de diferentes culturas, las normas del grupo son decisivas para que ciertos comportamientos agresivos tengan aceptación social. Los investigadores sugieren que los individuos tienden a alinearse con las normas del grupo, y en ocasiones sin importar lo irracionales que pudiesen ser. Por otra parte, el modelo ambiental de desarrollo psicosocial (Reid & Patterson, 1989), ubica la explicación de la conducta agresiva durante la infancia y la adolescencia. Los autores estudian los efectos de las prácticas parentales de disciplina y crianza y otras condiciones familiares sobre la conducta agresiva infantil. Examinan el aprendizaje de conductas agresivas y no agresivas, asociándolas con procesos cognoscitivos y perceptuales, por medio de los cuales el niño interpreta y responde a su mundo. Estos investigadores incluyen estudios de temperamento, rasgos psicológicos persistentes y posibles relaciones con variables proximales (abuso por parte de los familiares y reforzamiento de la agresión por sus pares). Una premisa de estos modelos es que cualquier medición en los patrones de conducta que muestre continuidad significativa durante el desarrollo es de interés científico, porque ofrece la oportunidad para descubrir, examinar y comparar variables que determinan diferencias entre las personas. El modelo coercitivo, diseñado por Patterson, Reid y Dishion hacia finales del siglo pasado, es un claro ejemplo de cómo influye la interacción social para el desarrollo de conducta antisocial en niños y adolescentes (Scaramella & Leve, 2004). El modelo supone que aunque distintos factores (conducta antisocial de los padres, desventaja social y 20 económica, problemas de temperamento infantil y conflictos entre los padres) influyen sistemáticamente en el desarrollo de la conducta antisocial infantil, dicho efecto es mediado por prácticas deficientes de disciplina y supervisión parental de mala calidad. Las prácticas de disciplina severa y la supervisión parental deficiente son variables proximales que ocurren durante el desarrollo temprano, y son consideradas como fuertes predictores de la conducta tanto agresiva como antisocial. El modelo coercitivo implica que la conducta agresiva se aprende, fortalece y continúa mediante la interacción social en la que se ha establecido. La conducta agresiva es de naturaleza coercitiva, no se desarrolla de manera aislada, requiere de la participación de instigadores y víctimas para que pueda desarrollarse. Cuando las interacciones que ocurren entre el padre y el hijo son agresivas e irritables se activa el ciclo coercitivo. Durante estas interacciones es decisiva la importancia que los padres demuestren al comportamiento agresivo e irritable de los niños pequeños, aunque también es crucial la importancia que los demás otorguen a las reacciones infantiles. Generalmente el niño aprende y desarrolla el patrón de comportamiento agresivo como una manera de relacionarse con los demás. Cualquier circunstancia que aumente la probabilidad de que un padre o un niño activen una forma de interacción irritable y coercitiva puede determinar y mantener el ciclo coercitivo en movimiento. Ocurre una amplia gama de factores de riesgo que se asocian con el desarrollo de comportamientos agresivos, incluyendo los siguientes: padres con dificultades emocionales, violencia y conflictos maritales y con conducta antisocial, estrés social, desventaja social y económica. Reid y Patterson (1989) consideran que estos son determinantes 21 distales que influyen en el desarrollo del comportamiento coercitivo sólo hasta que los padres interactúen con sus hijos durante su vida diaria, particularmente en el área de la disciplina. Una vez que el ciclo ha iniciado su movimiento, los efectos entrelazados de la interacción social para ambos, padre e hijo, mantendrán el proceso coercitivo aun si los determinantes distales son débiles o irrelevantes. En otras palabras, cuando el padre es ineficaz e irritable, esta conducta incrementa la agresividad en el niño (Patterson denominó tal proceso como entrenamiento primario básico en agresión), lo cual puede observarse cuando el niño ingresa a la escuela y demuestra patrones de conducta agresiva que generaliza al salón de clases y al patio escolar. Los comportamientos agresivos que despliega hacia sus compañeros y maestros pueden ocasionar rechazo, creando un ciclo coercitivo similar al adquirido en casa. En la tabla 2 se aprecian los distintos modelos teóricos de la conducta agresiva y sus planteamientos centrales. Una vez revisados los principales modelos que explican la agresión, puede expresarse que paralelamente con el aumentode la investigación, la exigencia para integrar los hallazgos es cada vez mayor. Los científicos conductuales y los experimentales han logrado avances significativos al identificar los efectos que tiene la crianza, las prácticas disciplinarias y otras variables familiares sobre el desarrollo del comportamiento agresivo, pero esta tarea, en la mayor parte de los casos, se ha desarrollado sin tomar en cuenta a los factores biológicos. Estas son señales de problemas ocurridos en la investigación que influyen sobre la toma de decisiones y otras cuestiones básicas (Grisso, 1996). Es claro que existe un conflicto teórico sobre qué tanto aportan los factores biológicos y ambientales para originar la agresión. Es difícil 22 desenmarañar los efectos ambientales de los biológicos, aunque las explicaciones no han logrado tomar en cuenta a todos los factores asociados con la agresión, y además no han demostrado claramente la causa primaria de la agresión. Tabla 2. Modelos ambientales que explican la conducta agresiva. Modelo Autor(es) Planteamientos Aprendizaje social Bandura (1978) La conducta agresiva se aprende por modelamiento. Las prácticas parentales ejercen influencia decisiva. Modelo de desarrollo de conducta agresiva y antisocial Dodge (1980) El procesamiento social de la información dirige a la conducta agresiva. Incluye: procesamiento cognoscitivo y experiencia afectivas. Distingue entre agresión reactiva y agresión proactiva. Modelo general de agresión Anderson y Bushman (2002) Las estructuras de conocimiento son rasgos de personalidad predisponentes para desarrollar niveles altos de agresión. Se utilizan variables como: procesamiento cognoscitivo, afecto negativo, regulación emocional y procesamiento social de la información. Modelos de interacción recíproca Modelo ambiental de desarrollo psicosocial Reid y Patterson (1989) Explica la conducta agresiva durante la infancia y la adolescencia. Las prácticas parentales y de crianza son variables proximales, mientras que las condiciones familiares son variables distales. Perspectiva social ambiental Smeekens, Riksen- Walraven y van Bakel (2007) Examina la relación entre agresividad y características físicas y ambientales. Toma en cuenta variables como pobreza, desnutrición, pandillas juveniles, problemas entre vecinos. Modelo de aversión Berkowitz (2008) Integra factores biológicos y ambientales, supone que la agresión es una respuesta posible ante cualquier estimulación fisiológica inaceptable. Con base en la teoría cognitiva, supone que un estímulo extraño induce esquemas cognitivos. 23 Pese a las diferencias señaladas, los científicos han logrado ciertos acuerdos sobre las consecuencias de la conducta agresiva infantil en etapas posteriores del ciclo vital y su progreso hacia comportamientos más complejos de violencia y conducta antisocial. En este sentido, las investigaciones realizadas en el ámbito de la conducta agresiva en niños y adolescentes permiten señalar que estos comportamientos tienden a estabilizarse con el tiempo y a progresar hacia comportamientos más complejos, como la delincuencia. Un campo de aplicación relevante para los psicólogos que tratan la conducta agresiva, es el diseño de sistemas de clasificación y de instrumentos válidos y confiables para la medición de la conducta agresiva infantil. Esta tarea se describe en el siguiente apartado. 2.3. Medición y clasificación de la conducta agresiva infantil La medición y clasificación de la conducta agresiva de los niños ha sido un campo de estudio que ha adquirido auge recientemente. Entre los principales métodos para clasificar la agresión infantil pueden mencionarse: a) sistemas de diagnóstico que permiten ubicar con precisión a la conducta agresiva dentro de sistemas de clasificación, b) instrumentos de medición válidos y confiables para la conducta agresiva, c) sistemas observacionales, aplicados principalmente en niños pequeños (Flores Herrera & Bustos Aguayo, 2013). Si los puntos anteriores se cubren con criterios metodológicos rigurosos, existirá la posibilidad de clasificar con precisión una amplia gama de comportamientos agresivos de los menores. 24 2.3.1. Sistemas de clasificación de los problemas de conducta en niños Los sistemas utilizados por los psicólogos para clasificar la psicopatología infantil son a) categóricos, b) dimensionales y c) evolutivos (Betancourt, 2007), cada uno de los cuales parte de criterios diferentes. A continuación se describe cada uno de ellos, enfatizando que en la actualidad el sistema categórico, representado por el DSM IV, se encuentra en una fase de transición hacia el sistema de clasificación dimensional. Pese a lo anterior aún continúa en uso. La clasificación categórica tiene criterios diagnósticos predeterminados para definir la presencia o ausencia de un trastorno específico, los criterios han sido derivados de nosologías de adultos a partir del DSM IV y la CIE 10. De hecho, la tradición en el campo de la evaluación de los trastornos infantiles ha sido retomar las medidas practicadas con los adultos, en este sentido, ha predominado la clasificación categórica que resulta hasta cierto punto arbitraria (Compas & Gotlib, 2003). En el DSM IV-TR (American Psychiatric Association, 2000) no existe la clasificación de conducta agresiva como tal. Los trastornos infantiles relacionados con la conducta agresiva se ubican en la sección de problemas de comportamiento perturbador, estos son, el trastorno disocial y el trastorno negativista desafiante. El trastorno disocial se caracteriza por un patrón de comportamiento persistente y repetitivo en el que se violan los derechos básicos de los otros o importantes normas sociales adecuadas a la edad del niño (Criterio A). Estos comportamientos se dividen en cuatro grupos: comportamiento agresivo que causa daño físico o amenaza a otras personas o animales, comportamiento agresivo que causa pérdidas o daños a la propiedad, fraudes o robos y violaciones graves de las normas. Tres o más 25 comportamientos deben haber aparecido durante los últimos 12 meses y por lo menos un comportamiento se habrá dado durante los últimos 6 meses. Este trastorno provoca deterioro clínicamente significativo de la actividad social, académica o laboral. Los sujetos con trastorno disocial tienden a minimizar sus problemas comportamentales, por este motivo, el clínico con frecuencia debe obtener datos desde otras fuentes o informadores. El comportamiento disocial inicia antes de los 13 años, en función de la edad de inicio se han establecido dos subtipos de trastorno disocial: de inicio infantil y de inicio adolescente. Los subtipos difieren en cuanto a la naturaleza característica de los problemas de comportamiento que presentan, curso evolutivo y pronóstico, y proporción por sexos. El subtipo de inicio infantil se define por manifestar al menos una característica de trastorno disocial antes de los 10 años. Los sujetos suelen ser varones, frecuentemente despliegan violencia física sobre los otros, tienen relaciones problemáticas con sus compañeros. Además pueden haber manifestado previamente episodios de trastorno negativista desafiante y usualmente presentan síntomas que satisfacen todos los criterios de trastorno disocial antes de la pubertad. El trastorno negativista desafiante se caracteriza por una pauta (que persiste por lo menos durante 6 meses) recurrente de comportamiento negativista, desobediente, hostil y desafiante, dirigido a las figuras de autoridad (Criterio A) y se caracteriza por la frecuente aparición de por lo menos 4 de los siguientes comportamientos: accesos de cólera (Criterio A1), discusiones con adultos (Criterio A2), desafiaro negarse a cumplir las normas de los adultos (Criterio A3), llevar a cabo deliberadamente actos que molestan a otras personas (Criterio A4), acusar a otros de sus propios errores o problemas de comportamiento 26 (Criterio A5), sentirse fácilmente molestado por otros (Criterio A6), mostrarse iracundo y resentido (Criterio A7), ser rencoroso o vengativo (Criterio A8). Esta clasificación incluye dos categorías: trastorno por déficit de atención con hiperactividad no especificado y trastorno de comportamiento perturbador no especificado. Recientemente han surgido los sistemas de clasificación dimensional los cuales son sistemas empíricos también denominados sistemas múltiples o multivariados. Estas clasificaciones se centran en grupos de síntomas o síndromes derivados mediante la aplicación de procedimientos estadísticos que tratan de identificar covariaciones entre distintas conductas. De acuerdo con las clasificaciones dimensionales, existen dos categorías amplias o grupos generales de conductas: los problemas externalizados y los problemas internalizados. En este contexto la conducta agresiva es el síndrome agresivo, una categoría derivada empíricamente, subsumida dentro del factor problemas externalizados del sistema taxonómico cuantitativo desarrollado por Thomas Achenbach y sus colegas de la University of Vermont. Los sistemas dimensionales utilizan escalas de evaluación conductual para obtener información de grandes cantidades de niños con la finalidad de determinar agrupaciones de conductas altamente correlacionadas. Actualmente los sistemas dimensionales, también conocidos como instrumentos ASEBA, se utilizan a nivel mundial y son la base para las nuevas clasificaciones de la psicopatología infantil (Achenbach et al, 2008). El tercer sistema de clasificación, denominado evolutivo, es un modelo que fue propuesto originalmente por Greenspan y Lourie (1981), en el contexto de la psicopatología evolutiva. Este sistema está centrado en las primeras etapas de la vida, trata de explicar el desarrollo normal y 27 patológico con una base evolutiva, en función de cómo el niño procesa la información del mundo exterior y sus propias experiencias. Propone organizar el diagnóstico en función de la adaptación de la conducta a los niveles de la conducta más que referirse a síntomas o rasgos. A modo de síntesis, puede notarse la existencia de una divergencia entre los enfoques empleados tanto para definir como para clasificar la psicopatología infantil. Dicha divergencia es prominente al intentar caracterizar la conducta agresiva. En la literatura con frecuencia no hay una clara distinción, ya que los términos suelen tratarse indistintamente. No obstante estas diferencias, los enfoques comparten algunos elementos en común. Por lo tanto, es importante aclarar conceptualmente estos términos para tener mayor precisión al momento de utilizarlos. 2.3.2. Instrumentos de medición de la conducta agresiva El diseño de instrumentos de medición ha sido uno de los campos de aplicación relevantes en el quehacer de la psicología científica. En lo que corresponde con la medición de la conducta agresiva, actualmente se cuenta con instrumentos que cumplen con los criterios de validez y confiabilidad, aunque no siempre ha sido así. Hacia mediados del siglo pasado, Buss (1961) diseñó un inventario de hostilidad. Este instrumento fue utilizado frecuentemente para evaluar comportamientos agresivos, y estaba compuesto por siete escalas: Asalto, Agresión indirecta, Irritabilidad, Negativismo, Resentimiento, Suspicacia y Agresión verbal, por lo que el inventario permitía describir cómo se manifestaba la conducta agresiva. Sin embargo, las escalas se establecieron a priori, sin un análisis factorial de los reactivos; dada la popularidad del inventario, surgió la necesidad de perfeccionarlo. Al aplicar procedimientos de análisis factorial, Buss y Perry (1992) 28 encontraron cuatro factores: Agresión física, Agresión verbal, Ira y Hostilidad; mediante análisis correlacional hallaron que la Ira es el puente entre la Agresión física, la Agresión verbal y la Hostilidad. Además encontraron que los hombres obtuvieron puntuaciones más altas en Agresión verbal y Hostilidad y mucho más altas en Agresión física. No encontraron diferencias en el factor Ira respecto al sexo. Estos autores sugirieron la necesidad de valorar no sólo la agresión global sino también a sus componentes individuales. Si bien este instrumento es útil y ha sido utilizado ampliamente, su propósito ha sido valorar comportamientos agresivos en población de adultos. Para medir la conducta agresiva infantil los investigadores han utilizado distintos procedimientos. Con la intención de medir la conducta agresiva en los niños Chang, Dodge, Schwartz y McBride-Chang (2003) construyeron un instrumento con reactivos derivados de la literatura y piloteado con niños pequeños, el instrumento fue contestado por los padres y las educadoras. Algunos reactivos son: el niño pelea, se burla, empuja y pega, inicia peleas con sus compañeros, avienta las cosas lejos, grita a los niños y les pone malos nombres. De manera similar, Ginsburg, Grover y Ialongo (2004) efectuaron un estudio para medir síntomas externalizados en niños de primer grado de educación escolar. Para elaborar el instrumento utilizaron la parte de trastornos de conducta del DSM IV. El instrumento fue contestado por padres y profesores. Para medir la conducta agresiva en niños de población mexicana, se mencionan dos instrumentos que cubren apropiadamente los criterios de validez y confiabilidad. El Cuestionario de Agresividad Infantil (CAI, Ayala, Fulgencio, Chaparro & Pedroza, 2000) y la Lista de Conductas 29 Infantiles (CBCL: Achenbach & Rescorla, 2001), validada para población mexicana por Hernández-Guzmán (2005). Ambos instrumentos pueden ser contestados por los padres de los niños. El Cuestionario de Agresividad Infantil (CAI: Ayala, Fulgencio, Chaparro & Pedroza, 2000) proporciona un índice del comportamiento agresivo del niño a través del informe del padre o de la madre, quien es la persona que responde los reactivos. Para su elaboración, en primer lugar los autores identificaron teóricamente el constructo de agresividad infantil, a partir de ello desarrollaron 400 reactivos que almacenaban cada una de las dimensiones relacionadas con el concepto de agresividad infantil. A continuación pilotearon con personas de nivel de escolaridad de primaria y personas sin instrucción escolar. Para estimar la confiabilidad, trabajaron con 50 sujetos, utilizaron procedimiento test-retest para obtener la estabilidad temporal de cada uno de los reactivos, descartando aquellos que no cubrieran al menos un índice de confiabilidad del 80%. También llevaron a cabo correlaciones inter reactivo para establecer el índice de confiabilidad interna. La siguiente fase fue obtener la validez del instrumento, para ello aplicaron a 250 padres de familia de niños que provenían de escuelas públicas de educación básica. Obtuvieron la validez de criterio y concurrente seleccionando dos grupos de comparación (padres de niños agresivos vs padres de niños no agresivos). Posteriormente compararon las respuestas de ambos grupos mediante la prueba chi cuadrada. Basándose en el análisis de la confiabilidad y la validez de los reactivos, el instrumento quedó integrado por 29 reactivos que cumplieron con la validez de criterio y concurrente. La Lista de Conductas Infantiles (CBCL: Achenbach & Rescorla, 2001) es un instrumento utilizado para medir la psicopatología infantil. Se 30 compone de nueve escalas que agrupan los síntomas de los niños como internalizados y externalizados, la conducta agresiva se encuentra ubicada en la parte que corresponde a los síntomas externalizados. El instrumentopermite colocar a los niños con serios problemas de conducta agresiva en una clasificación denominada rango clínico. De manera similar a la mayoría de instrumentos que miden conducta agresiva infantil, el instrumento es contestado por los padres de estos niños, aunque existe una versión que puede ser llenada por los profesores. Sus propiedades psicométricas se describen en la parte de método, dado que este es el instrumento seleccionado para el presente estudio. Una vez que se han revisado los antecedentes, definiciones, sistemas de clasificación e instrumentos que dan sustento al constructo de agresividad, puede considerarse que la agresividad es un acto multideterminado que usualmente se manifiesta en causar daño hacia uno mismo o hacia el exterior. Para efectos del presente trabajo, la conducta agresiva infantil puede definirse como un amplio espectro de conductas destructivas, se distingue por la disposición para entablar agresión física y verbal, además de manifestar ira y producir pensamientos hostiles. Esta conducta inapropiada no sólo causa riesgo a otros, también causa deterioro en el desarrollo del niño. En lo que corresponde a los modelos conceptuales para explicar el comportamiento agresivo de los niños, los modelos ambientales incluyen los elementos que mejor explican a este fenómeno. Entre los distintos modelos ambientales, el modelo coercitivo de Reid y Patterson (1989) describe con precisión el desarrollo de la agresividad infantil, a la vez 31 que incluye las premisas conceptuales y empíricas pertinentes para el presente proyecto. De acuerdo a los instrumentos para medir la conducta agresiva infantil, la Lista de Conductas Infantiles de Achenbach y Rescorla (2001) permite medir con precisión a este síndrome. Además de ser uno de los instrumentos con mayor respaldo empírico a nivel mundial y la base para los nuevos sistemas de clasificación de la psicopatología infantil. De esta manera se han expuesto algunos de los sustentos básicos que apoyan a este proyecto, por lo que dentro del siguiente capítulo se expone el eje articulador de esta propuesta: el modelo ecológico de desarrollo humano. 32 CAPÍTULO III MODELO ECOLÓGICO DE DESARROLLO HUMANO En esta parte se revisan los antecedentes y los principios teóricos que subyacen al modelo ecológico de desarrollo humano, la perspectiva del desarrollo desde el modelo ecológico, la aproximación metodológica derivada a partir de estos supuestos, así como evidencias directamente relacionadas con la presente propuesta de investigación. Todo esto se plantea bajo el supuesto de que el modelo ecológico representa la perspectiva que integra los principios básicos que permiten una mejor comprensión del desarrollo, a partir del análisis de los entornos en que están inmersos los seres humanos. Seleccionar el modelo ecológico de desarrollo como sustento teórico tiene como propósito integrar el concepto de desarrollo humano en una perspectiva ambiental que representa un avance para la investigación actual. A continuación se revisan sus antecedentes. 3.1. Antecedentes del modelo ecológico de desarrollo humano Diversas teorías se han cuestionado la naturaleza del desarrollo de los seres humanos. La concepción del desarrollo humano en las teorías tradicionales destaca el papel mecanicista que desempeñan los procesos psicológicos y supone que los cambios en el desarrollo se deben a la edad o a etapas fijas de tal manera que estos cambios pueden explicarse sólo por éstas, usualmente, las explicaciones han sido limitadas al ámbito individual de los seres humanos. Esto no significa que las teorías no sean útiles, sino que no toman en cuenta todos los contextos del desarrollo, de hecho, algunas propuestas teóricas convencionales sirven para apoyar el modelo ecológico de desarrollo. 33 La psicología ecológica es un cuerpo de conocimientos centrados en el problema de la interacción que los sujetos tienen con escenarios conductuales. Sus antecedentes se ubican hacia la mitad del siglo pasado cuando un grupo de psicólogos encabezados por Roger Barker desarrollaron un modelo para estudiar la conducta de los niños y los adultos. Este modelo marcó una innovación al integrar un campo de conocimientos para entender y resolver problemas de la relación del hombre con su entorno, partiendo de las transacciones que ocurren entre la persona y el ambiente (Mercado Doménech, Landázuri & Terán 2001). El punto de vista ecológico surgió con una visión interdisciplinaria que integró a los ambientes físico y social para analizarlos considerando al sujeto y su entorno como una unidad holista. La perspectiva planteaba el entorno como un aspecto fundamental para examinar el problema de adaptación del hombre. Para Roger Barker, es decisivo el papel que juega el entorno en la vida de los individuos, ya sea como simple espacio en el que cada persona lleva a cabo diversas actividades o bien como el escenario propicio para que se desarrollen múltiples interacciones (Macotela Flores, 2001). Los principios derivados de los trabajos de Barker y sus colegas han influido no sólo a la psicología sino también a otras disciplinas científicas. Entre los constructos centrales, pueden considerarse los siguientes: a) escenario conductual, que engloba aspectos sociales y físicos integrados en un espacio específico como determinantes de la conducta; b) episodio conductual, refiere a la acción dirigida hacia una meta, puede identificarse en forma independiente de su contenido (escribir una nota, observar la clase, comer en casa), los episodios conductuales constituyen las “células” que estructuran el flujo 34 comportamental, cuando son realizadas hacia otros pueden clasificarse como sumisas, dominantes, protectoras, agresivas, resistentes y evasivas, entre otras formas; c) ambiente ecológico, es independiente del sistema psicológico de la persona, no obstante, afecta la conducta; d) ambiente psicológico es el entorno que es parte del sistema psicológico de la persona y tiene efectos directos en la conducta. Los episodios conductuales pueden ser iniciados, monitoreados y terminados por el ambiente ecológico o por el ambiente psicológico (Bustos Aguayo & Flores Herrera, 2001). Otro precursor del modelo ecológico fue Robert Cairns, quien se interesó por estudiar el origen, desarrollo, mantenimiento y transformación de los intercambios sociales. Para este autor, la interacción social implica al menos a dos personas que intercambian comportamientos verbales, gestuales o motores. Los papeles que desempeñan tanto el emisor como el receptor se alternan, llegando a establecerse una forma de control mutuo, de manera que los actos de un individuo contribuyen a la dirección y control de los actos del otro. En el intercambio ocurrido entre las personas durante la interacción social, suceden efectos que llegan a establecerse como patrones de comportamiento, estos son los efectos bidireccionales, que constituyen una premisa central (Bustos Aguayo & Flores Herrera, 2001; Santoyo Velasco, 2001). El comportamiento social no sólo es resultado de la maduración, sino que es un proceso que influye en forma directa en el desarrollo del niño y con las personas con quienes interactúa. Las acciones sociales no pueden ser consideradas fuera de su contexto y de las interacciones en las que ocurren, generalmente siguen patrones organizados susceptibles al cambio. 35 Para Cairns, el desarrollo conductual es la organización dinámica de la conducta en el tiempo, desde la fertilización hasta la muerte. La organización dinámica indica que durante todo el periodo de vida ocurre interacción entre los efectos de la estimulación funcional o experiencia y los procesos de maduración o crecimiento. Por lo tanto, un individuose desarrolla y funciona psicológicamente como un organismo integrado. La maduración, la experiencia y la cultura se fusionan en la ontogenia. No se desarrollan en aislamiento sino que son una totalidad. Bustos Aguayo y Flores Herrera (2001) al revisar los supuestos del modelo ecológico, encontraron que son de relevancia los siguientes: a) La conducta humana ocurre en forma tanto extraindividual, como individualmente; las unidades ambientales (escuela, casa, barrio) generan patrones de conducta, que son independientes de las personas. b) Las manipulaciones clínicas y experimentales eliminan el escrutinio científico, destruyendo la estructura natural de la conducta realizada en libertad. c) Gran parte del ordenamiento, estabilidad y previsibilidad de la conducta humana proviene del ambiente ecológico: de los escenarios conductuales, estructurados, homeostáticos y coercitivos que ocupa la gente. d) El ambiente de la conducta humana tiene un locus espacial, además de incluir al tiempo como una dimensión importante. De acuerdo con lo anterior, el concepto de ambiente difiere de las formulaciones tradicionales, no sólo en alcance sino en contenido y estructura. La orientación ecológica asume que lo que cuenta para la conducta y el desarrollo es la percepción del ambiente, más que como exista en la realidad objetiva. 36 Estos son los antecedentes y supuestos del modelo ecológico de desarrollo. A continuación se revisa el modelo ecológico planteado por Bronfenbrenner. 3.2. El modelo ecológico de Bronfenbrenner La perspectiva ecológica planteada por Urie Bronfenbrenner (1987) comprende el estudio científico de la progresiva acomodación mutua entre un ser humano activo, en desarrollo, y las propiedades cambiantes de los entornos inmediatos en los que vive la persona. El proceso es influido por las relaciones que se establecen entre estos entornos y por los contextos más amplios en los que están incluidos dichos entornos. En esta dimensión teórica, son centrales los conceptos de persona, ambiente y, especialmente, las transacciones que se desenvuelve entre ambos. El modelo ecológico es una teoría de las interconexiones ambientales y su impacto directo en el desarrollo psicológico, plantea que hay procesos comunes de transacción entre los sujetos y el ambiente, mediante los cuales, la persona adquiere una concepción del ambiente ecológico y de la relación que tiene con este ambiente, así como también de su capacidad creciente para descubrir mantener o modificar sus propiedades (Bronfenbrenner, 1994a). Este modelo supone que: a) la persona en desarrollo, al ser una entidad dinámica, progresivamente va adentrándose y reestructura el medio en que vive; b) dado que el ambiente influye y requiere un proceso de acomodación mutua, se considera que la interacción es bidireccional, se caracteriza por su reciprocidad; c) el ambiente durante el proceso de desarrollo, no se limita a un entorno inmediato, sino que se extiende para incluir las interconexiones y las influencias externas que emanan de los entornos más amplios. 37 El ambiente ecológico se concibe, topológicamente, como una disposición seriada de estructuras concéntricas, en las que cada una está contenida en la siguiente. A continuación se describen estas estructuras. 3.2.1. La estructura del modelo ecológico Antes de describir los sistemas que forman parte de la estructura del modelo ecológico, es importante resaltar que esta dimensión teórica se apoya en el punto de vista fenomenológico, porque los aspectos del ambiente que modelan con más fuerza el curso del desarrollo psicológico son aquellos que tienen significado para la persona en una situación determinada. La perspectiva fenomenológica es importante en cada uno de los niveles de la estructura ecológica (Bronfenbrenner, 1987). La estructura del modelo ecológico se configura a partir de los siguientes sistemas (Bronfenbrenner, 1994b; Frías, López & Díaz 2003): - El microsistema es el entorno inmediato a la persona en desarrollo, se define como un patrón de actividades y relaciones interpersonales, con características físicas y materiales particulares. Sus componentes son la actividad, el rol y la relación interpersonal. - El mesosistema comprende las interrelaciones de dos o más entornos en los que la persona en desarrollo participa activamente. Un mesosistema es un sistema de microsistemas que se forma o se amplía cuando la persona entra en un nuevo entorno. - El exosistema se refiere a uno o más entornos que no incluyen a la persona en desarrollo como un participante activo, pero en los cuales se producen hechos que pueden afectarle. Por ejemplo, el 38 lugar de trabajo de los padres del niño, la clase a la que asiste un hermano mayor, el círculo de amigos de los padres. - El macrosistema contiene los entornos de los tres niveles del ambiente ecológico ya mencionados, junto con sus sistemas de creencias o ideologías. En toda cultura o subcultura, los entornos de una determinada clase, como el hogar, la calle o la oficina tienden a ser más parecidos, mientras que entre las culturas presentan diferencias perceptibles. Hacia finales del siglo pasado, Bronfenbrenner y Ceci (1994) modificaron el modelo original y plantearon una nueva concepción del desarrollo humano en su teoría bio-ecológica. En ésta, el desarrollo es concebido como un fenómeno de continuidad y cambio de las características bio- psicológicas de los seres humanos, tanto de los grupos como de los individuos. El modelo no sólo incluye las propiedades objetivas sino también las que son subjetivamente experimentadas por las personas que viven en ese ambiente. Ambos autores argumentaron que, en el transcurso de la vida, el desarrollo toma lugar a través de procesos cada vez más complejos, en un activo organismo bio-psicológico. Por lo tanto, el desarrollo es un proceso que deriva de las características de las personas (incluyendo las genéticas) y del ambiente, tanto el inmediato como el remoto y dentro de una continuidad de cambios que ocurren en éste a través del tiempo. El modelo teórico es referido como un modelo Proceso-Persona-Contexto-Tiempo (PPCT). Si bien se han descrito conceptos básicos para el modelo ecológico, aún no se ha delimitado el concepto de desarrollo humano, tarea que a continuación se efectúa. 39 3.2.2. El concepto de desarrollo humano De acuerdo con el modelo ecológico, el desarrollo humano se define como un cambio perdurable en el modo en que una persona percibe y se relaciona con su ambiente. Esta definición matiza el contenido de los procesos psicológicos y que los cambios se dan mediante la interacción que la persona tiene con el ambiente. La capacidad creciente para remodelar la realidad de acuerdo con los requisitos y aspiraciones humanos representa, desde esta perspectiva, la máxima expresión del desarrollo (Bronfenbrenner, 1987). El desarrollo humano a lo largo de toda la vida ocurre mediante la interacción recíproca entre un organismo humano activo y las personas, objetos y símbolos de su entorno externo inmediato. Para que la interacción sea efectiva, debe ocurrir regularmente en amplios periodos de tiempo. Las formas permanentes de interacción en el ambiente inmediato se denominan procesos proximales, como hacer la tarea, solucionar problemas, adquirir nuevos conocimientos (Bustos Aguayo & Flores Herrera, 2001). Los factores medioambientales son determinantes importantes de la conducta y los procesos psicológicos (Mercado Doménech, Landázuri & Terán 2001). El ambiente es más que un antecedente de la conducta, puesto que brinda oportunidades (affordances) que invitan a la acción futura. El ambiente y la conducta son una unidad integral o transaccional, ambos se definen uno al otro constituyéndose como una unidad
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