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Propuesta-de-intervencion-dirigida-a-mujeres-con-adicciones-para-favorecer-la-autoestima

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
 FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
 
 
PROPUESTA DE INTERVENCIÓN DIRIGIDA A MUJERES 
CON ADICCIONES PARA FAVORECER LA AUTOESTIMA 
 
 
 
T E S I N A 
 
 
 QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: 
 LICENCIADA EN PSICOLOGÍA 
 P R E S E N T A : 
 MAGALI ESMERALDA PALACIOS GUTIÉRREZ 
 
DIRECTORA DE TESINA: 
DRA. MARIANA GUTIÉRREZ LARA 
 
COMITÉ DE TESIS: 
LIC. LIDIA DÍAZ SAN JUAN 
MTRA. BLANCA ROSA GIRÓN HIDALGO 
LIC. MARÍA EUGENIA GUTIÉRREZ ORDOÑEZ 
MTRO. MIGUEL ÁNGEL MEDINA GUTIÉRREZ 
 
 
CIUDAD UNIVERSITARIA, CD. MX. Septiembre, 2016 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal 
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fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
Mi gratitud 
 
A la honorable Universidad Nacional Autónoma de México, por sentirme orgullosa de ser 
parte de ella, a la Facultad de Psicología por brindar cada vez más herramientas para poder 
culminar este ciclo. 
A la Dra. Mariana Gutiérrez Lara, por haber compartido su experiencia y conocimiento. 
Al jurado por su valioso tiempo en la revisión de este trabajo y su retroalimentación para 
mejorarlo. 
A Centros de Integración Juvenil A.C., por ser mi segunda casa, la mejor enseñanza de mi 
experiencia profesional y motivación para mi crecimiento. Agradezco a mis autoridades el 
apoyo que recibí en este proceso. 
Especialmente gracias, a mi querida Fer J por su amistad invaluable, por haber sido parte 
fundamental para iniciar y concluir este trabajo, por sus aportaciones profesionales y 
personales, por siempre estar…principalmente por sus palabras de ánimo cuando estuve a 
punto de decaer. Quiero que sepas que te admiro y siempre tendrás mi cariño y amistad 
incondicional. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Dedicatorias 
Este trabajo está dedicado a los mejores ejemplos en mi vida … 
 
Mis Padres 
Gracias con todo mi corazón por ser mi guía y enseñarme a valorar todo lo que la vida me 
ha brindado, enseñarme que con trabajo y esfuerzo se logra todo lo que se propone, por su 
apoyo y amor incondicional. Mami, gracias infinitamente por tu dedicación, tus desvelos a 
mi lado y por impulsarme siempre a conseguir lo que anhelo. Deseo que la vida me 
permita devolverles un poco de lo mucho que ustedes me han dado. 
 
A Óscar mi compañero de vida, siempre positivo, determinante e incansable, gracias por 
confiar en mí, por compartir mis sueños en esta historia que estamos construyendo juntos 
y……. por ayudarme a pintar mariposas en la obscuridad. Definitivamente, tu presencia 
en mi vida ha sido una experiencia maravillosa, Te amo. 
 
A David mi hermano, por su presencia y apoyo constante, sé que siempre estarás para mí, 
como yo para ti; eres mi ejemplo de valentía y perseverancia. 
 
A mi sobrino Alex, espero este trabajo te motive a seguir, para que nunca dejes de soñar y 
luches por alcanzar todo lo que te propongas. 
 
A todas las personas, amistades y familia que con sus palabras me animaron en este 
proceso que hoy termino y dará pauta a mucho más…. 
 
M a g a l i 
 
 
 
 
ÍNDICE 
 Página 
RESUMEN 1 
Abstract 
INTRODUCCIÓN 2 
 
CAPÍTULO 1. ADICCIONES 
1.1 Epidemiología de consumo en mujeres 4 
1.2 Panorama nacional 5 
1.3 Qué es una droga 6 
1.3.1 Clasificaciones de las drogas 6 
1.3.2 Efectos nocivos y problemas relacionados 
con el consumo de drogas 8 
1.4 Qué es una adicción 8 
1.4.1 Conceptos Dependencia -Tolerancia – 
Síndrome de Abstinencia 9 
1.5 Factores de Riesgo y de Protección 11 
1.6 El consumo de drogas en el colectivo femenino 16 
1.6.1 Diferencias entre hombres y mujeres en búsqueda de 
servicios de tratamiento 19 
 
CAPÍTULO 2. AUTOESTIMA 
2.1 Concepto de Autoestima 23 
2.1.1 Deficiencias en Autoestima como factor de vulnerabilidad 
para otros problemas 28 
2.1.2 La autoestima como factor de protección en la prevención 
de las adicciones 29 
2.2 Roles tradicionales de la mujer 31 
2.3 Autoestima en la mujer 33 
2.4 Técnicas para potenciar la autoestima 35 
 
 
 
Página 
 
CAPITULO 3. PROPUESTA DE INTERVENCIÓN “TALLER 
MEJORANDO MI AUTOESTIMA” 
3.1 Tipo de Propuesta 40 
3.2 Objetivo General 40 
3.3 Justificación 40 
3.4 Población 41 
3.5 Escenario 41 
3.6 Equipo 42 
3.7 Materiales 42 
3.8 Instrumentos 42 
3.9 Procedimiento 43 
Carta Descriptiva 44 
CONCLUSIONES 56 
REFERENCIAS 57 
ANEXOS 
 
 
 
 
1 
 
RESUMEN 
De acuerdo a las recientes investigaciones, se ha observado un aumento en el 
consumo de drogas tanto legales como ilegales en las mujeres, según algunos 
estudios este aumento tiene relación con ciertas condiciones de género, las cuales 
influyen en sus patrones de consumo. El análisis de consumo entre sexo indica una 
diferencia, ya que en las mujeres el uso de depresores presenta un 57% como droga 
de inicio, mientras que en el caso de los hombres la mariguana presenta un 89.9% 
como droga de inicio. Actualmente, por condiciones de género el consumo de algún 
tipo de droga en la mujer está teniendo mayor impacto a nivel cultural, afectando los 
ámbitos familiar, social y laboral. Entre los factores de riesgo y de protección que 
afectan a estas condiciones se encuentra la baja autoestima. Se ha demostrado que 
una autoestima saludable, prepara a las personas para afrontar, rechazar y superar 
conflictos de cualquier tipo. El presente trabajo es una propuesta de taller dirigido a 
mujeres con adicciones para favorecer su autoestima, partiendo de la premisa de que 
ésta se constituye de cinco componentes como son el autoconocimiento, el 
autoconcepto, la autoevaluación, la autoaceptación y el autorespeto. 
Palabras clave: adicción, drogas, consumo, género, mujeres, factores de riesgo. 
 
ABSTRACT 
Latest researches had found an increase of legal and illegal drugs consume in women. 
Some of those researches indicate that the increase is connected with gender 
differences which are related with consume habits. In case of women, the use of 
depressant represent 57% as an earlier addiction, while men use weed 89.9% in their 
first approaching with abuse of substances. 
Nowadays, consume of some kind of drug in women are having a strong impact based 
on culturally defined roles, affecting other grounds in their life mostly familiar, social 
and occupational. 
Between the risk factors and protection for drug addiction we can find the low self-
esteem as a one of the most important issues. 
It has been proved that healthy self-esteem could help people to face, reject and 
overtake any kind of distress. 
This paper is a proposal workshop seeking to women with issues of abuse 
substances; it has been designed to promote self-esteem as a fundamental 
component with five structure lines: self-love, self-respect, self-acceptant, self-
assessment and self-concept. 
 
Key words: addiction, drugs, consume, gender, women, risk factors. 
 
 
 
2 
 
INTRODUCCIÓN 
La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que el consumo de drogas es una 
de las principales causas de muerte en el mundo, este problema de salud registró en 
2012 aproximadamente 6 millones de personas que fallecieron por esta causa. Se 
estima que para el año 2030esta cifra alcanzará la mortalidad de 8 millones de 
personas. 
El Reporte Mundial de Drogas de la Oficina de las Naciones Unidas (UNODC) 
muestra que 230 millones de personas, es decir, el 5% de la población adulta mundial 
(de 15 a 64 años), ha consumido una droga ilícita por lo menos una vez en su vida. 
Los consumidores de drogas, que son principalmente personas dependientes de la 
heroína y la cocaína, ascienden a 27 millones, lo que representa alrededor del 0.6% 
de la población mundial adulta, es decir, una de cada 200 personas. 
En el continente europeo 77 millones de personas han usado mariguana alguna vez 
en su vida, y actualmente se registran tres millones de personas activas con ese 
problema. México es un país que registra menores tasas de consumo de drogas en 
América Latina con 0.2% en relación con otros países. 
En México la Encuesta Nacional de Adicciones 2011 elaborada por la Secretaría de 
Salud, señala que el uso de drogas ilícitas en la población de 12 a 65 años aumentó 
de 0.8 a 1.5%. De acuerdo con la Secretaría de Salud durante el periodo 2002 a 2011 
la edad de inicio en el consumo de sustancias ilícitas en el país disminuyó de 20 a 18 
años. Esta encuesta arrojó como resultado que 68.8% de los jóvenes de nivel 
secundaria y bachillerato han consumido alcohol. El incremento en el consumo de 
drogas se observa básicamente en las anfetaminas e inhalables, los cuales están 
sustituyendo a la heroína que ha caído en desuso debido al mayor costo, y a los 
riesgos y enfermedades que conlleva el uso de jeringas. 
Para este análisis, la demanda real representa la población femenina con problemas 
de adicciones que solicitan los servicios de hospitalización, que consisten en atención 
residencial, prevención, tratamiento y desintoxicación de la paciente. 
De acuerdo con los registros estadísticos de Centros de Integración Juvenil A.C., 
durante el año 2012 las mujeres que demandaron hospitalización en el Distrito 
Federal por el consumo de drogas ascendieron a 192 casos, superior en 11.9% en 
promedio anual respecto de los 98 que solicitaron este servicio en 2006. En virtud de 
que la tasa media de crecimiento anual que se determinó resultó de 11.9%, se estima 
que aumentará la demanda de las personas que requieren hospitalización en un 
aproximado de 240 casos, es por ello que se consideró relevante proponer un taller 
para mujeres en el que se brinden elementos para fortalecer la autoestima en el que 
sean consideradas sus necesidades, así como el rol de género que juegan en la 
sociedad. 
El objetivo del capítulo uno es dar a conocer un panorama nacional del consumo de 
drogas diferenciado por sexo, así como los conceptos básicos de lo que es una droga, 
3 
 
su clasificación y los efectos nocivos relacionados al consumo, también se abordará la 
definición de adicción, los conceptos de dependencia, tolerancia, y síndrome de 
abstinencia. Se considera importante, abordar los factores de riesgo y protección para 
llegar al tema del consumo de drogas en el colectivo femenino, así como las 
diferencias entre hombres y mujeres en la búsqueda de tratamiento. 
El capítulo dos aborda el concepto de autoestima como factor de protección en la 
prevención de adicciones, para efectos de esta propuesta se menciona la autoestima 
en la mujer y algunas técnicas para potenciarla. 
En el capítulo tres se describe el procedimiento para llevar a cabo el taller a través de 
la “Propuesta de intervención dirigida a mujeres con adicciones para favorecer la 
autoestima”. 
 
4 
 
CAPÍTULO 1. ADICCIONES 
1.1 Epidemiología de consumo en mujeres 
 
El abuso de substancias psicotrópicas, constituye uno de los problemas de salud 
pública de nuestra época, a nivel nacional como internacional. Este fenómeno de 
salud afecta, sin distinción de género, incidiendo principalmente en la niñez y 
adolescencia, de cualquier estrato social y de todas las regiones de nuestro país 
(Encuesta Nacional de Adicciones, 2011). 
 
Los estudios epidemiológicos, tanto nacionales como mundiales nos demuestran que 
este fenómeno es cambiante y se presenta con mayor frecuencia en la juventud y con 
substancias más dañinas. Se observa además un aumento en el uso de drogas tanto 
legal como ilegal en la mujer. Particularmente, los resultados de los diferentes 
estudios recientes muestran incrementos significativos en el uso de drogas ilegales, 
especialmente en el uso de mariguana (Encuesta Nacional de Adicciones, 2011). 
 
La tendencia epidemiológica en el incremento de la incidencia en el consumo de 
alcohol en mujeres jóvenes, llama la atención debido a que deben existir factores que 
por las condiciones de género están influyendo en sus patrones de consumo. Está 
comprobado que en términos epidemiológicos las mujeres son un grupo vulnerable 
para sufrir violencia en los ámbitos conyugal, familiar, laboral y social, situaciones que 
repercuten en las esferas psíquica y social influyendo de manera negativa en su 
estado general de salud (Alcántara, 2010). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
5 
 
1.2 Panorama Nacional 
 
Según resultados de Centros de Integración Juvenil A.C., el tabaco fue la principal 
droga de inicio en los usuarios (55.4%), pero al analizar por sexo, la mariguana fue la 
principal droga de inicio en los hombres (89.8%), mientras que en las mujeres fueron 
los depresores (57%). En cuanto a la droga de impacto, en los hombres la mariguana 
(89.5%) y la cocaína (87.9) fueron principalmente las drogas por las que acudían a 
tratamiento y en las mujeres fueron el tabaco (41.3%) y los depresores (34.5%) 
(Encuesta Nacional de Adicciones, 2011). 
 
Un mayor porcentaje de mujeres ingresaron a CIJ sin haber realizado acciones 
previas mientras que los hombres intentaron en mayor proporción dejar el consumo 
voluntariamente o habían recurrido a algún tipo de apoyo no especializado. Mayor 
proporción de mujeres reportó problemas psicológicos y escolares, en tanto el 
porcentaje de hombres casi duplicó al de mujeres, en cuanto a problemas legales, 
laborales y de conducta antisocial (CIJ, 2015). 
 
El reporte indica que México sigue siendo el mayor mercado mundial de drogas, a 
pesar de que ha disminuido en términos económicos, en comparación con una o dos 
décadas anteriores. En ella, se ha desarrollado un modelo de consumo diversificado 
en el que no surge un solo tipo de droga dominante. La mariguana, los opiáceos y la 
cocaína son igualmente representados y constituyen partes similares en la demanda 
total de atención por consumo de drogas (Encuesta Nacional de Adicciones, 2011). 
 
En el contexto nacional, de manera especial los resultados de los Centros de 
Tratamiento, muestran que el consumo, la dependencia y los problemas asociados 
afectan a una parte importante de la población mexicana, siendo el alcohol la droga 
que genera una mayor problemática en nuestro país. Adicionalmente, los datos 
muestran que hay variaciones regionales importantes que deben tomarse en cuenta 
en la planeación de acciones y de políticas públicas en la materia (Encuesta Nacional 
de Adicciones, 2011). 
 
Un número apreciable de la población mexicana tiene un trastorno relacionado con el 
consumo de drogas, pero la demanda de un tratamiento es poca, en parte debido al 
6 
 
temor del estigma. Según los resultados, urge organizar los servicios especializados 
para personas con trastornos vinculados al abuso de sustancias en función de la 
prevalencia de la dependencia de las diversas sustancias y de la variación que 
muestra esta prevalencia en las distintas regiones del país (Encuesta Nacional de 
Epidemiología Psiquiátrica en Adultos en México, 2003-2010). 
 
1.3 Qué es una droga 
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2005), una droga 
psicoactiva es una sustancia que, al ser ingerida, puede modificar la conciencia, el 
estado de ánimo o los procesos de pensamiento de un individuo (Tiburcio, 2009). 
 
Para Sainz y Montes (2005),señalan a las drogas como sustancias psicoactivas que 
tienen la posibilidad de modificar el psiquismo a nivel subjetivo (emociones, 
sensopercepciones, etc.), o modificar la conducta. 
 
 1.3.1Clasificaciónes de las drogas 
 
La clasificación de las drogas depende del contexto. Para efectos de esta propuesta 
se eligió la de Tiburcio 2009. 
 
a) Por su forma de uso. Éste puede ser médico- terapéutico, industrial o 
recreativo. 
b) Por su origen. Las diferentes drogas psicoactivas se pueden dividir en: 
naturales (como el tabaco, el alcohol, el café, los hongos alucinógenos), 
sintéticas (como el thiner, pegamentos, anfetaminas, metanfetaminas, LSD) y 
mixtas, en cuya elaboración se emplean sustancias naturales y compuestos 
químicos. 
c) De acuerdo con su estatus comercial, las sustancias psicoactivas pueden ser: 
legales, controladas e ilegales. En el primer rubro se encuentran el alcohol y el 
tabaco. La segunda categoría comprende ciertos medicamentos y solventes, 
mientras que en el tercer grupo están la cocaína, los opioides, la mariguana, 
etc. 
 
7 
 
d) Por sus efectos en el organismo, las drogas pueden dividirse en: 
 
Estimulantes. Este tipo de sustancias incrementan la actividad del sistema nervioso 
central, generan estados de exaltación y una sensación de bienestar y euforia. Las 
personas usuarias de drogas estimulantes experimentan mayor seguridad en sí 
mismas y más energía para mantenerse activas. Este estado de activación se 
acompaña de aceleración en el ritmo cardiaco y la respiración. La cocaína, las 
anfetaminas, las metanfetaminas o éxtasis y la nicotina, son drogas estimulantes. 
 
Depresoras. Las sustancias depresoras producen el efecto contrario a las 
estimulantes; es decir, decrementan el funcionamiento del sistema nervioso central 
ocasionando un estado de relajación, somnolencia y sedación. Estas drogas afectan 
la coordinación motora y la capacidad de respuesta, y provocan la desinhibición de la 
conducta. En esta categoría se encuentran el alcohol, los hipnóticos y sedantes, así 
como los solventes inhalables y los opioides. Los opioides tienen propiedades 
analgésicas, por lo cual se utilizan para aliviar el dolor. Las sustancias que pertenecen 
a esta clase también conocida como narcóticos, incluyen el opio, la heroína, morfina y 
codeína. La incidencia y severidad de los efectos secundarios son diferentes para 
cada sustancia. 
 
Alucinógenas. Aunque estas drogas también pueden dividirse en naturales y 
sintéticas, y a pesar de que se ingieren por distintas vías, producen efectos parecidos. 
Se trata de sustancias consideradas dentro de la clase phantastica, fármacos que 
reemplazan la realidad con elementos de ilusión e inducen alucinaciones definidas, 
como percepciones alteradas en presencia de objetos reales. Los alucinógenos tienen 
un efecto reforzante muy poderoso. Producen sensación de flotación, euforia y 
reducción del dolor; modifica a la percepción del ser y del entorno (algunos usuarios 
describen sensación de que el espíritu ha abandonado su cuerpo); producen 
agitación; las luces y los colores pueden desorientar; las multitudes pueden dar 
miedo; situaciones familiares pueden resultar extrañas (Tiburcio, 2009). 
 
 
 
 
8 
 
 1.3.2 Efectos nocivos y problemas relacionados con el consumo de drogas 
 
Los principales efectos nocivos ocasionados por el uso de sustancias psicoactivas 
pueden dividirse en cuatro categorías: 
 
Efectos crónicos en la salud. El alcohol causa diversas enfermedades crónicas, como 
la cirrosis hepática, problemas cardiacos, renales y en vías respiratorias. En el caso 
de la heroína inyectada, el empleo de agujas usadas es el principal vehículo para la 
transmisión de agentes infecciosos, como el VIH y el virus de la hepatitis C. Además 
bajo los efectos de estas sustancias se incrementa la posibilidad de tener relaciones 
sexuales de alto riesgo. 
 
Efectos en la salud agudos o a corto plazo. Existen riesgos de suicidio o muerte por 
sobredosis de drogas como los opioides y el alcohol. Este rubro incluye los accidentes 
fatales provocados por conducir bajo los efectos del alcohol o de otra droga, ya que 
estas sustancias afectan la coordinación física, la concentración y la facultad del 
juicio; aunque también abarca otros accidentes, el suicidio y la violencia. 
 
Efectos sociales agudos. En este rubro encontramos: la ruptura de relaciones 
familiares y los arrestos, la vulnerabilidad a la delincuencia, sea como víctimas o 
victimarios; además existe la posibilidad de ser víctimas de violaciones, e incluso la de 
ser violadores potenciales bajo los efectos de la sustancia. 
 
Efectos sociales crónicos. Ejemplo de éstos son: el ausentismo laboral y el abandono 
de los roles familiares (Tiburcio, 2009). 
 
 
1.4 Que es una adicción 
 
Las adicciones son un síndrome constituido por un conjunto de signos y síntomas 
característicos. El origen de las mismas es multifactorial, entre los que se puede 
mencionar factores biológicos, genéticos, psicológicos y sociales. 
9 
 
Uno de los estándares más importantes actualmente como referencia para el 
diagnóstico de la adicción es el Manual de Enfermedades y Estadísticas de la 
Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-V), (CIJ, 2010). 
 
 1.4.1 Conceptos Dependencia – Tolerancia – Síndrome de abstinencia 
 
Dependencia de sustancias. 
 
La característica esencial de la dependencia de sustancias consiste en un grupo de 
síntomas cognoscitivos, comportamentales y fisiológicos que indican que el individuo 
continúa consumiendo la sustancia, a pesar de la aparición de problemas 
significativos relacionados con ella. Existe un patrón de repetida autoadministración 
que a menudo lleva a la tolerancia, al síndrome de abstinencia y a una ingestión 
compulsiva de la sustancia. Los síntomas de la dependencia son similares para todas 
las categorías de sustancias, pero con alguna de ellas los síntomas son menos 
patentes e incluso pueden no aparecer (no se han especificado síntomas de 
abstinencia para la dependencia de alucinógenos) (Sánchez, 2008). 
 
Tolerancia 
 
Es la necesidad de recurrir a cantidades crecientes de la sustancia para alcanzar el 
efecto deseado o una notable disminución de los efectos de la sustancia con su uso 
continuado a las mismas dosis. El grado en el que se desarrolla tolerancia varía 
ampliamente según la sustancia. Los sujetos que consumen grandes dosis de 
opiáceos y estimulantes pueden presentar niveles de tolerancia considerables, hasta 
llegar a niveles que serían letales para una persona que no consumiera la sustancia 
(Sánchez, 2008). 
 
Síndrome de Abstinencia 
 
Es un cambio de comportamiento desadaptativo, con comitantes(asociados) 
cognoscitivos y fisiológicos, que tiene lugar cuando la concentración en la sangre o 
los tejidos de una sustancia disminuye en un individuo que ha mantenido un consumo 
prolongado de grandes cantidades de esa sustancia. Después de la aparición de los 
10 
 
desagradables síntomas de abstinencia, el sujeto toma la sustancia a lo largo del día 
para eliminarlos o aliviarlos, normalmente desde que se despierta. Los síntomas de 
abstinencia varían mucho según la clase de sustancia y se proponen distintos criterios 
diagnósticos para la mayoría de ellas. 
El aspecto clave en la evaluación de este criterio no es la existencia del problema, 
sino más bien la imposibilidad de abstenerse del consumo de la sustancia, a pesar de 
ser consciente de los problemas que causa (Sánchez, 2008). 
 
Criterios para la dependencia de sustancias 
La dependencia se define como un grupo de tres o más de los síntomas enumerados 
a continuación, que aparecen en cualquier momento dentro de un mismo período de 
12 meses (Sánchez, 2008): 
 
1. Tolerancia, definida por cualquiera de los siguientes ítems: 
a. Una necesidad de cantidades marcadamente crecientes de la sustancia para 
conseguir laintoxicación o el efecto deseado. 
b. El efecto de las mismas cantidades de sustancia disminuye claramente con su 
consumo continuado. 
2. Síndrome de Abstinencia, definida por cualquiera de los siguientes ítems: 
a. El síndrome de abstinencia característico para la sustancia. 
b. Se toma la misma sustancia o una parecida para aliviar o evitar los síntomas de 
abstinencia. 
3. La sustancia es tomada con frecuencia en cantidades mayores o durante un 
período más largo de lo que inicialmente se pretendía. 
4. Existe un deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o interrumpir el 
consumo de la sustancia. 
5. Se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención de la 
sustancia, en el consumo de la sustancia o en la recuperación de los efectos de la 
sustancia. 
6. Reducción de importantes actividades sociales, laborales o recreativas debido al 
consumo de la sustancia. 
11 
 
7. Se continúa tomando la sustancia a pesar de tener conciencia de problemas 
psicológicos o físicos recidivantes o persistentes, que parecen causados o 
exacerbados por el consumo de la sustancia (Sánchez, 2008). 
 
1.5 Factores de riesgo y de protección 
Un factor de riesgo es “una característica interna y/o externa a la persona cuya 
presencia aumenta la probabilidad o la predisposición de que se produzca un 
determinado fenómeno” (Arostegui, 2004). Estas características personales, sociales, 
familiares, etc., permitirían predecir el desarrollo de la conducta de consumo y 
situarían a la persona en una posición de vulnerabilidad hacia este tipo de 
comportamiento. Los factores de riesgo interactúan entre sí influyéndose y son de 
carácter probabilístico, es decir, su presencia aumenta la probabilidad de que se dé 
una conducta. 
Hay tres grupos principales de factores de riesgo: 
1. Individuales 
Hacen referencia a las características internas del individuo, a su forma de ser, 
sentirse y comportarse. El sexo, la edad, personalidad, los recursos sociales de 
que dispone, actitudes, valores, autoestima, etc., conforman un sujeto único. 
 
2. Relacionales 
Son aquellos aspectos relativos al entorno más próximo a la persona. La 
interacción específica de cada sujeto con la familia, los amigos, el contexto 
escolar, etc. 
 
3. Sociales 
Hacen referencia a un entorno social más amplio. La estructura económica, las 
oportunidades laborales, la estructura normativa, la accesibilidad al consumo, 
la aceptación social del mismo, las costumbres y tradiciones imprimen unas 
características que diferencian a unas culturas de otras y, por tanto, afectan la 
conducta y al rol del individuo (Arostegui, 2004). 
12 
 
Se ha encontrado que existen ciertas circunstancias y condiciones individuales, 
familiares o sociales, que aumentan el riesgo de inicio en el consumo de sustancias. 
Algunos factores de riesgo individuales e interpersonales son: la baja autoestima, 
timidez, agresividad, poca tolerancia a la frustración, sentimientos de soledad, 
depresión o deseo de sensaciones “fuertes”. Otros factores que propician el consumo 
son: vivir en un ambiente familiar desorganizado, conflictivo y poco afectivo; la baja 
percepción de riesgo, la falta de información, el fracaso escolar, las estrategias poco 
efectivas para el enfrentamiento y solución de problemas; tener amistades 
consumidoras, un mal aprovechamiento del tiempo libre y la ausencia de normas y 
límites (Tiburcio, 2009). 
 
Factores psicosociales influyentes en el consumo de alcohol y drogas. 
 
La investigación reciente ha encontrado que el consumo de alcohol está relacionado 
con el género, es decir, el abuso de esta sustancia es producto de factores que 
guardan una relación directa con la construcción de género. “El proceso de 
socialización reproduce paradigmas culturales de feminidad y masculinidad sexistas, 
a partir de los cuales se promueven actitudes y comportamientos de riesgo diferentes 
para la integridad física y mental de hombres y mujeres” (CONACE, 2004). 
Estructuras sociales como la familia, la escuela, la comunidad tienen la función 
principal de transmitir y reproducir a través de la educación formal e informal, valores, 
creencias, actitudes y finalmente comportamientos que construyen y reproducen 
dichos roles. En el caso de la mujer mexicana, la crianza y la educación de los hijos e 
hijas constituye un papel propio de su género, siendo la principal encargada de las 
labores domésticas y de mantener un ambiente afectivo en la familia. Aunque las 
instituciones cambian y por tanto, las expectativas sobre los comportamientos de cada 
género también. 
Hoy en día surgen otros tipos de familias con mujeres que asumen la doble función de 
trabajar y cuidar a los hijos e hijas, hombres que emigran o están desempleados, 
parejas que no tienen hijos, hijos que viven con uno solo de sus padres, abuelas o 
abuelos que viven con los hijos y los nietos; tíos y tías que cuidan a los sobrinos, 
13 
 
parejas homosexuales, hermanos mayores que asumen la responsabilidad de los 
menores (CONACE, 2004). 
 
En la actualidad, las mujeres trabajan a la par que los hombres, ambos son 
proveedores del sustento familiar, de hecho, algunos hombres en ciertos periodos o 
cuando se atraviesan particulares circunstancias se encargan de la crianza y la 
educación directa de los hijos (as) y las mujeres llevan principalmente el rol de 
proveedoras económicas. CONACE (2004) señala al respecto que, las demandas y 
tensiones relacionadas con las expectativas sociales y los mecanismos de ajuste 
necesarios para contrarrestar estas presiones como los mensajes de mayor 
autonomía, las opciones y limitaciones para nuevas carreras profesionales o 
laborales, sumados a una socialización sexista, pueden someter a la mujer a 
sentimientos de pérdida de control, impotencia y aislamiento social. 
 
Así, las variables relacionadas con el desarrollo de las adicciones son diversas. La 
edad, la condición socioeconómica y demográfica determina el tipo y nivel de 
consumo. El lugar que ocupa la mujer en su ciclo vital es una variable a considerar 
“las mujeres jóvenes que consumen drogas ilegales comparten códigos de la calle 
con los hombres, adaptándose a ellos a manera de ser aceptadas y buscando cierta 
liberación y desafío” (Moreno, 2004). ¿Cuáles son los valores propios de determinada 
edad en la mujer que rigen sus pensamientos y acciones?, ¿cuáles son los cambios 
que provocan el abusar de alcohol o alguna otra sustancia adictiva? Conforme 
ocurren los ciclos de vida, los roles van modificándose. 
 
Las responsabilidades asignadas socialmente se fracturan cuando se desencadena 
un proceso de adicción. El consumir excesivamente alcohol u otras sustancias entra 
en conflicto con el ideal de maternidad. Bermúdez (1999) señala que si bien, el papel 
de madre es comúnmente mitificado, es además una especie de trampa para la mujer 
pues el deseo de cumplir con su misión la restringe en otras cuestiones de la vida. 
“Ser mujer y presentar un consumo problemático de drogas constituye un desafío a 
los estereotipos sociales y culturales de la sociedad sexista” (CONACE, 2004). Esto 
nos lleva a afirmar que hay mayor sufrimiento en las familias donde la madre o la hija 
tienen problemas de consumo de sustancias. 
 
14 
 
Medina-Mora, Romero y Gómez (1996) señalan que aunque puede resultar práctico 
referirse a la mujer adicta, se debe considerar la diversidad de mujeres: la niña, la 
adolescente, la embarazada, la casada, la lesbiana, la anciana, etc., cada una con 
una historia: un estilo de vida, un contexto social en el que nace, vive y muere, una 
filiación de clase, grupo, trabajo o actividad vital. 
 
Su proceso adictivo modifica su relación con la maternidad, la conyugalidad, y su 
adscripción familiar (Medina Mora, 1996). La comprensión de la realidad subjetiva de 
cada mujer se vuelve relevante cuando se quiere analizar su consumode alcohol. La 
baja autoestima, la represión de sentimientos dolorosos, la falta de privilegios dentro 
de la familia y de vínculos íntimos afectivos que componen su historia pueden ser 
afrontados con el alcohol (Medina Mora, 1996). 
 
Entender el problema de abuso de alcohol en las mujeres requiere revocarse a su 
condición biológica, identidad e interacción cultural. Wilsnack (2005), en un artículo 
publicado en el National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism sintetiza los 
aportes de estudios internacionales sobre género y alcohol, destacando que las 
consecuencias de beber alcohol en la mujer tienen un mayor peso a nivel cultural que 
a nivel biológico, es decir que, culturalmente son magnificadas las diferencias en el 
comportamiento relacionado con la bebida debido a la condición de género. 
 
Para (Forselledo, 1996), los factores psicosociales asociados al consumo de alcohol y 
drogas en la mujer son: 
1. Mayor vulnerabilidad física y mental a las sustancias. 
2. Tensiones psicológicas, angustia y depresión. 
3. Estrés por presiones sociales negativas. 
4. Sobrecarga de horarios de trabajo y tareas domésticas. 
5. Acceso a interacciones sociales asociadas al consumo de alcohol y tabaco. 
6. Codependencia y consumo de alcohol y otras drogas en la pareja. 
7. Pérdida de valores y normas familiares protectoras para el consumo. 
8. Mayor permisividad social para el consumo. 
9. Acoso y abuso sexual. 
 
15 
 
La presencia de estos factores se relaciona en gran medida por la influencia de 
asuntos en el ámbito de la vida privada (familiar y de pareja). Thundal y Allebeck 
(1998) en un análisis multivariado encontraron que las variables más significativas 
relacionadas con el incremento del riesgo de abuso y dependencia al alcohol son: 
nunca haber estado casada, pobre satisfacción respecto a la educación y tener dos o 
más divorcios, no tener hijos menores de catorce años viviendo en el mismo hogar, no 
tener ocupación y tener dificultades de comunicación en asuntos prácticos (Alcántara, 
2010). 
 
Allamani, Voller, Kubicka, y Bloomfield (2000) en su investigación consideran sobre 
culturas que beben y la posición de la mujer en nueve estados europeos que la 
existencia de cambios recientes en los roles en los ámbitos educativos y laborales 
puede dar lugar a beber en mayor proporción (hipótesis de “emancipación”). A mayor 
nivel de educación mayor probabilidad de beber. Sin embargo, otro estudio realizado 
por Gmel, Bloomfield y Alhstrom, Choquet y Lecomte (2000) se encontró que el 
empleo pagado, por sí mismo o conjuntamente con otros papeles tales como la unión 
matrimonial y la maternidad, no aumentó la probabilidad de que las mujeres bebieran 
en mayor proporción (12 o más bebidas por semana) (Alcántara, 2010). 
 
El uso de alcohol y los problemas relacionados están vinculados con los roles y las 
expectativas de hombres y mujeres en la sociedad, además de las diferencias 
biológicas entre géneros en lo que se refiere al metabolismo del alcohol. 
Tradicionalmente, los hombres beben con mayor frecuencia e intensidad en los 
países desarrollados y en algunos países en vías de desarrollo los patrones de 
ingesta de hombres y mujeres están convergiendo en el ámbito urbano. Aunque el 
uso de alcohol en mujeres está aumentando gradualmente, los programas de 
tratamiento tienden a enfocarse en los hombres, soslayando a veces las necesidades 
de las mujeres. Los resultados del proyecto GENACIS (Géneros, Alcohol y Culturas: 
Un Estudio Internacional) compararon la prevalencia de ingesta en mujeres y hombres 
en seis países (Argentina, Brasil, Costa Rica, México, Uruguay y EE.UU.). Los 
resultados indicaron que los hombres beben más que las mujeres, que la prevalencia 
de consumo intenso es de tres a cuatro veces más común en hombres que en 
mujeres y que los géneros y las culturas ejercen fuertes influencias sobre el uso y 
abuso del alcohol. Como resultado de la globalización, más mujeres están bebiendo, 
16 
 
particularmente las jóvenes con mayor nivel educativo y, en consecuencia, algunas 
están experimentando problemas debido a esta práctica. Estudios sobre muertes 
relacionadas con el alcohol en la capital de México muestran que en años recientes 
se ha incrementado el porcentaje de muertes relacionadas con el consumo de alcohol 
en mujeres. Información proveniente de bases de datos que registran causas de 
muerte forenses indican que, en 1990, el 10% de los suicidios en mujeres estaba 
relacionado con alcohol, una cifra que se incrementó a 25% en 1995. En 1990, 3% de 
mujeres asesinaron a otra persona estando en estado de ebriedad, una cifra que se 
incrementó a 28.4% en 1995. En 1990, 5.8% de mujeres murieron en accidentes 
estando en estado de ebriedad y en 1995 esta cifra se había incrementado a 15.5% 
(Alcántara, 2010). 
 
1.6 El consumo de drogas en el colectivo femenino 
 
En general, el análisis de los datos publicados en los diversos observatorios sobre la 
droga y la toxicomanía (europeo, español y vasco) permite afirmar que los hombres 
consumen más drogas ilícitas que las mujeres y por ello, tradicionalmente, los 
trastornos adictivos han sido considerados como enfermedades de la población 
masculina. Sin embargo, existen factores legales, culturales, educativos y geográficos 
que han llevado a un aumento de la prevalencia del consumo entre las mujeres. 
 
Factores tales como los nuevos roles desempeñados, los roles asignados, la 
dependencia afectiva, la publicidad directa e indirecta y la influencia de los medios de 
comunicación, la imagen corporal, las cargas sociales, las relaciones personales, la 
violencia directa e indirecta ejercida contra las mujeres, las nuevas situaciones vitales 
fruto de los nuevos roles libremente elegidos (salida al mercado laboral, cambios en 
estado civil, mayor autonomía y libertad para decidir, etc.) y las nuevas formas de ocio 
contribuyen al inicio y mantenimiento de conductas de adicción diferenciales entre 
hombres y mujeres y se constituyen en verdaderas situaciones de riesgo para ellas. 
 
 
 
 
 
17 
 
Entre los principales factores de riesgo para las mujeres se encuentran: 
1. Roles asignados 
2. Nuevos roles elegidos libremente (salida al mercado laboral, cambios en 
estado civil, mayor autonomía y libertad para decidir, etc.) 
3. Dependencia Afectiva 
4. Publicidad 
5. La influencia de los medios de comunicación 
6. La imagen corporal 
7. Las cargas sociales 
8. Las relaciones personales 
9. La violencia 
10. Nuevas formas de ocio 
 
La investigación sobre drogas hecha desde la perspectiva de género comenzó en la 
década de los ochenta en EEUU. Este interés pudiera estar relacionado con el rápido 
incremento de mujeres adictas en todo el mundo y la necesidad de ofrecer un 
tratamiento adecuado a los aproximadamente 4 millones de mujeres que precisan 
tratamiento por abuso de drogas en ese país (Arostegui, 2004). 
 
El primer país europeo que se preocupó de la visión femenina del problema fue 
Alemania, a finales de los setenta y comienzos de los 80, investigando los problemas 
de tratamiento y prevención de drogas. Francia concedió importancia al incremento de 
casos de VIH (Ingold, 1996 citado en Arostegui, 2004), y encontró que el embarazo 
era una de las causas para abandonar la adicción pero, una vez que se daba a luz, 
eran frecuentes las recaídas porque la mujer sentía que esto no suponía la 
“realización” de sus esperanzas (Arostegui, 2004). 
 
En Euskadi la bibliografía encontrada en torno al problema de la adicción hace 
referencia a niveles de prevalencia del consumo de las diversas sustancias en función 
del sexo, pero no se hace alusión específica a la situación de las mujeres 
consumidoras de drogas o a las características concretas de esta población. No 
obstante, los datos expuestos en los informes de Observatorio Vasco de 
Drogodependencias (informes 0 a 5) manifiestanun notable consumo de alcohol, 
18 
 
benzodiacepinas, hipnóticos o sedantes y anfetaminas entre las mujeres (Arostegui, 
2004). 
 
Las estadísticas de estos observatorios reflejan que menos de una mujer por cada 
tres hombres usuarios de drogas solicita tratamiento. La razón, por miedo a perder a 
sus hijos, ser etiquetadas como madres “inadecuadas” o a verse marginadas por la 
familia o pareja y por ello las cifras reales de mujeres con problemas de drogas no 
están adecuadamente representadas (Merino, 2002 en Arostegui, 2004). 
 
Existen aspectos relacionados con el consumo de drogas que afectan de forma 
distinta a hombres y mujeres? ¿A qué se debe el aumento del consumo de drogas 
que afectan de forma distinta a hombres y mujeres? 
En general, se cree que es necesario dar luz a aspectos que hasta ahora han 
permanecido invisibles probablemente por: 
 
1. Errores de generalización: considerar que hombres y mujeres piensan y 
sienten igual, y, por tanto, ofrecer a toda la población toxicómana los mismos 
modelos de tratamiento. 
Es posible que el protocolo sanitario, orientado desde y hacia lo masculino, 
impida a muchas mujeres sentirse cómodas en un tratamiento que no es para 
ellas y esto repercuta en la concepción y en las dificultades de permanencia. 
2. Errores de atribución: la mayoría de los profesionales que hasta ahora están 
en la dirección de programas de tratamiento son mayoritariamente hombres, 
con la tendencia general a comprender y asimilar lo semejante, y queda 
ignorado o infravalorado “lo distinto” por no entenderlo o no conocerlo. Lo que 
no se ha nombrado no se conoce y por tanto no se percibe (Arostegui, 2004 en 
Barrera, 2010). 
 
 
 
 
19 
 
1.6.1 Diferencias entre hombres y mujeres en búsqueda de servicios de 
tratamiento. 
El abuso en el consumo de alcohol en México representa uno de los problemas de 
salud pública más importantes debido a sus elevados costos en los planos individual, 
familiar y social, y por su impacto en el sistema de salud. En la literatura nacional e 
internacional se ha notificado consistentemente el hecho de que, a pesar de su 
importancia, la demanda de atención por consumo de alcohol es muy reducida (Bello 
et al., 2008). 
 
Si bien, la literatura sobre el tema muestra que la variable más frecuentemente 
relacionada con la búsqueda de atención es la percepción de consecuencias 
adversas relacionadas con el consumo de alcohol, el género aparece de manera 
destacada y consistente a lo largo de varios estudios, observándose que la proporción 
de mujeres que solicitan tratamiento por los problemas derivados del consumo 
siempre es mucho menor a la de los hombres. Lo anterior se aprecia 
independientemente de la frecuencia con que se presentan problemas asociados con 
el consumo de alcohol. 
 
En México se han llevado a cabo estudios para explorar la prevalencia de utilización 
de servicios, así como algunas características de la conducta de búsqueda de ayuda, 
componentes de redes sociales y preferencias institucionales para la utilización. Con 
datos de la Encuesta Nacional de Adicciones y la Encuesta Nacional de Salud Mental, 
ambas del año 1988, Solís y Medina-Mora exploraron los patrones de utilización de 
los servicios de salud mental que hacían las mujeres y encontraron que, mientras 
3.2% de los hombres solicitaron ayuda a un médico, un hospital o a otras instituciones 
por consumo de alcohol, el equivalente en las mujeres era de 0.8% (Bello et al. 2008). 
 
Los hombres tienen una mayor probabilidad de buscar ayuda por sus problemas de 
consumo de alcohol en comparación con las mujeres. Así, y a manera de ejemplo, 
esta relación se mantiene aún cuando se controla por otros factores como son 
presentar síndrome de dependencia y haber perdido el trabajo como consecuencia de 
la forma de beber. Esto nos lleva a reflexionar sobre los obstáculos que enfrentan las 
mujeres para ingresar a algún tipo de tratamiento y que estarían relacionados con 
20 
 
barreras de tipo cultural, familiar y de los propios servicios de atención para su acceso 
por parte de las mujeres. 
Entre las dificultades de tipo cultural se encuentra la muy baja tolerancia social hacia 
el consumo de alcohol en las mujeres, con la consecuente estigmatización que ello 
produce. Lo anterior conlleva, a que las mujeres beban con patrones de consumo de 
menor riesgo y presenten, en proporción, menos problemas asociados que los 
hombres y, por otro lado, a que tiendan a beber en la soledad de sus hogares con 
menos consecuencias sociales (problemas con la policía, conducir bajo efectos del 
alcohol, violencia callejera) y con más dificultad para identificar y aceptar el problema 
y una mayor tendencia a ocultarlo y negarlo (Espada, Pereira y García, 2008). 
 
Este dato se ha relacionado con las pautas socialmente establecidas, según roles de 
género para hombres y mujeres, donde el hecho de ser mujer y beber en exceso 
contradice el patrón cultural tradicional de una “buena madre” o una “buena esposa”. 
Al fenómeno de la estigmatización deben sumarse las responsabilidades familiares, 
sobre todo con respecto al cuidado de los hijos (as), lo cual se ha notificado como un 
obstáculo muy importante para que las mujeres soliciten un servicio. Así mismo, 
existen factores socioeconómicos que pueden actuar como barreras de acceso en las 
mujeres, quienes suelen tener menores niveles de ingreso que los hombres o bien 
son económicamente dependientes de éstos (Espada, Pereira y García, 2008). 
 
Finalmente, entre las barreras de acceso cabe mencionar a las vinculadas con la 
organización de los servicios especializados. En general, las modalidades de 
tratamiento no se han adecuado a las necesidades específicas de las mujeres. Entre 
las barreras organizativas están la composición del equipo terapéutico, la distribución 
geográfica y otros factores como el costo (Bello et al., 2008). 
 
Los resultados de diversas investigaciones hacen evidentes los muy bajos niveles de 
la demanda de atención, agudizados en el caso de las mujeres. Este hallazgo podría 
estar relacionado, por un lado, con el ejercicio de roles de género en lo que respecta 
al consumo de alcohol en las mujeres y con la presión y estigmatización que surgen 
cuando ese consumo es excesivo, lo cual puede repercutir en la aparición de mayores 
obstáculos internos en las mujeres para acudir a servicios de atención (Barrera, 
2010). 
21 
 
Desde hace más de dos décadas Centros de Integración Juvenil A.C. ha realizado el 
seguimiento epidemiológico del consumo de drogas de pacientes que acuden por 
primera vez a solicitar los servicios institucionales de tratamiento. Durante este 
periodo ha desarrollado diferentes estrategias para obtener mayor información acerca 
de la población que atiende, a fin de contar con mayores elementos para planificar 
sus acciones y optimizar los servicios que ofrece (Barrera, 2010). 
 
Estas estrategias le han permitido identificar magnitudes y cambios en los patrones de 
consumo, así como la necesidad de conformar análisis diferenciales entre el uso de 
drogas legales e ilegales y las diferencias de género en el consumo. Entre otros 
aspectos, los diversos análisis permitieron advertir variaciones derivadas de distintos 
perfiles poblacionales y del consumo característico de cada grupo (Caraveo, 
Colmenares, Salivar 1999; ENA, 2008). En el seguimiento del consumo de sustancias 
con potencial adictivo en las mujeres, los métodos de obtención de información han 
permitido mayor detección de casos tanto de sustancias legales como ilegales, así 
como una aproximación al conocimiento de sus patrones de consumo y riesgos, 
principalmente entre población adolescente (Caraveo y cols.; 1999). 
 
Sobre la base de que el consumo de drogas es un fenómeno complejo, en Centros de 
Integración Juvenil se ha buscado indagar si existe relación entre las formas de 
pensary las prácticas sociales, que muestran actualmente las mujeres y el consumo 
de drogas. Dentro de esta línea, uno de sus estudios trata de explorar, a partir de 
grupos de discusión entre mujeres de diferentes edades, la influencia que pueden 
ejercer los sistemas de creencias y valores instituidos socialmente mediante 
categorías y atributos, con las definiciones propias y las expresiones prácticas de su 
feminidad. De la misma forma, se averigua sobre la influencia que puedan ejercer 
estos sistemas de creencias en la configuración de su identidad y en las formas de 
relación de las mujeres con quienes les rodean y si esto tiene que ver con formas 
particulares del consumo y abuso de sustancias legales como el alcohol y el tabaco 
(Chacón, 2015). 
 
A esto subyace la hipótesis de que las creencias y construcciones de género 
establecen sistemas de valores que funcionan a modo de representaciones, 
prescripciones y asignaciones que contribuyen a la simbolización social y cultural de 
22 
 
la diferencia sexual. De esta manera se constituyen referentes que permiten a 
hombres y mujeres organizar formas de percepción, relación, expresión y compresión 
de sí, según la pertenencia a uno u otro sexo y hacen posible que ambos tengan 
vivencias compartidas y se establezcan diferencias y desigualdades (Chacón, 2015). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
23 
 
“La autoestima no es voluntaria, espontánea o natural. No proviene de una 
fuente ajena, sino de las condiciones de vida y de lo que cada una ha 
experimentado al vivir su vida” 
(Lagarde y de los Ríos, 2000) 
 
CAPÍTULO 2. AUTOESTIMA 
2.1 Concepto de Autoestima 
 
Según Branden (Gil, 1997) la autoestima es el requisito fundamental para una vida 
plena. Para otros autores la autoestima es la percepción de nuestro valor, nuestras 
habilidades y nuestros logros; la visión positiva o negativa que tenemos de nosotros 
mismos (Medina, 2009). 
 
Según Branden (1995) la autoestima es una necesidad básica debido a que 
proporciona una contribución esencial para el proceso vital, es indispensable para un 
desarrollo normal y saludable y tiene un valor para la supervivencia. Una autoestima 
saludable no nos garantiza que no vayamos a sufrir ansiedades y depresiones pero 
nos hace menos susceptibles y nos prepara mejor para afrontarlas, rechazarlas y 
superarlas. 
La autoestima tiene dos dimensiones de acuerdo con distintos planteamientos 
psicológicos: la dimensión cognitiva (conocimiento de uno mismo) y la dimensión 
evaluativa. 
 
La dimensión cognitiva, el conocimiento de uno mismo, se refiere a la aceptación a las 
distintas concepciones o ideas que tenemos de nosotros mismos; este tipo de ideas 
se refieren generalmente a nuestras habilidades, capacidades y valores que se nos 
atribuyen con base en nuestras experiencias pasadas y que están presentes 
continuamente en diversos tipos de actividades. El conocimiento de nosotros mismos 
nos ayuda a elegir objetivos más cercanos a nuestras capacidades y eso nos permite 
disfrutar de los resultados (Medina, 2009) 
 
La dimensión evaluativa es el valor que nos atribuimos a nosotros mismos, 
corresponde al hecho de amarnos o no, de apreciarnos o despreciarnos, de 
24 
 
valorarnos o no y al impacto que estos componentes tienen sobre nuestro bienestar 
físico y psicológico habitual (Medina, 2009). 
 
Para Branden (2001) la Autoestima básicamente consiste de dos componentes: 
a) Sentirse eficaz y ser capaz de confiar en la propia capacidad para pensar, 
aprender, elegir y tomar decisiones correctas. 
b) El respeto por uno mismo y la confianza al derecho de ser feliz. 
Esta eficacia y respeto por uno mismo constituyen los elementos de la autoestima que 
dan base a una autoestima saludable y si uno de ellos falla se ve afectada. 
La construcción de la autoestima depende de cinco componentes, como son el 
autoconocimiento que es cuando conocemos lo que somos capaces de sentir, hacer y 
el porqué, cuándo y cómo y con quien sin perjudicarnos; el autoconcepto es el 
segundo componente, que debe ser congruente con la realidad física, intelectual y 
emocional; la autoevaluación es la capacidad de evaluarnos y reconocer todas 
nuestras características sin críticas destructivas, la autoaceptación es primordial pues 
es aceptarse tal y como soy en este momento y por último está el autorespeto que es 
reconocer nuestro propio valor como ser humano (Hernández, 1999). 
Existen cuatro fuentes de autoestima en una persona como son (Rice, 1999 en 
Medina, 2009). 
a) La relación emocional con la familia especialmente los padres 
b) La competencia social 
c) El éxito profesional o escolar (según sea el caso) 
d) Las actitudes de la sociedad 
 
 
 
 
 
25 
 
Las causas que comúnmente afectan la autoestima son: 
1. Hipersensibilización: a partir de un hecho aislado se hace una regla de fracaso 
general. 
2. Etiquetar a alguien subjetivamente: se describe y se etiqueta de forma ofensiva 
y no resalta sus cualidades. 
3. Filtrado: solo presta atención a lo negativo. 
4. Ser extremista: lleva las cosas a los extremos, las cosas son blanco o negro. 
5. Autoacusación: se culpa de las cosas que no pueden ser su culpa. 
6. Personalización: la persona considera que todo tiene que ver con ella, y se 
compara negativamente con los otros. 
7. Lectura de la mente: la persona supone que no es del gusto de los demás, sin 
evidencia real sobre sus suposiciones. 
8. Sentir responsabilidad de cualquier cosa: la responsabilidad de todo o todos es 
de la persona y siente que no tiene control sobre nada. 
9. Razonamiento emocional: aquí la persona supone que las cosas son como ella 
las siente. 
10. Catastrofizar: exagera las consecuencias de su conducta o de los demás. 
 
El autoconcepto, la autoestima y la percepción de autovalía son tres conceptos 
fuertemente relacionados entre sí. El autoconcepto se define como un sistema de 
creencias que el individuo considera verdaderas respecto a sí mismo, las cuales son 
el resultado de un proceso de análisis, valoración e integración de la información 
derivada de la propia experiencia y la retroalimentación de los otros significativos 
(González-Pienda, Núñez, Gonzalez-Pumariega y García, 1997). 
Una serie de hallazgos han ofrecido apoyos para una perspectiva multidimensional y 
jerárquica del autoconcepto, en el cual se integrarían tanto los aspectos descriptivos 
(o cognitivos) del sí mismo, que se corresponden con la autoimagen, como los 
valorativos (o afectivos), que se corresponden con la autoestima ( Marsh y Craven, 
2006). 
En el autoconcepto se han distinguido los componentes físico, académico, personal y 
social (Esnaola, Infante y Zulaika, 2011; Isiksal, 2010; Menjares, Michael y Rueda, 
2000; ver Shavelson, Hubner y Stanton, 1976). Como indican Marsh y Craven (2006), 
el término autoestima se ha empleado principalmente para referirse al componente 
26 
 
global del autoconcepto que aparece en la cumbre de la jerarquía, la cual es más 
transitoria, dependiente del contexto e inestable que los componentes específicos del 
autoconcepto; la relación de la autoestima con los distintos componentes del 
autoconcepto se ha visto apoyada en la validación para población española de la 
Escala de Autoestima de Rosenberg (Rosenberg, 1989; ver Martín Albo, Núñez, 
Navarro y Grijalvo, 2007). 
Cuando se analiza el efecto de las contingencias de reforzamiento en la autoestima, 
se encuentra que ésta fluctúa en respuesta a aquellos acontecimientos que a lo largo 
del desarrollo del individuo han ido adquiriendo un valor de contingencia para su 
percepción de autovalía (Crocker, Luhtanen, Cooper y Bouvrette, 2003; Crocker, 
Sommers y Luhtanen, 2002; Crocker y Wolfe, 2001). Así, las contingencias de 
autovalía se definen como la relativa importancia que tienen los distintos 
acontecimientos para la consideración que los individuos tienende sí mismos. 
Crocker et al. (2002) muestran que los incrementos y decrementos en la autoestima 
de los jóvenes en respuesta a sus éxitos y fracasos dependen, en concreto, de si 
éstos se producen en las circunstancias vitales que son contingentes a su percepción 
de autovalía. Las reacciones afectivas son, a su vez, más intensas ante los éxitos y 
fracasos que se producen en estas circunstancias que ponen en juego su autoestima 
(Crocker et al., 2002, 2006). 
 
La autoestima fluctúa, así, en función de las circunstancias específicas que 
experimenta el individuo, y afecta de forma importante a su motivación. Al depender 
su autoestima principalmente de los resultados que se producen en ciertas áreas 
específicas, los jóvenes están motivados por obtener éxito y no fallar en su 
consecución, experimentando las emociones positivas intensas y elevada autoestima 
que resultan del éxito, y evitando las emociones dolorosas y baja autoestima que 
resultan del fracaso (Crocker et al., 2002; Crocker, Brook, Niiya y Villacorta, 2006). 
Según el análisis de Dubois y Tevendale (1999), la población joven tiende a realizar 
aquellas conductas que satisfacen sus contingencias de autovalía, lo que facilita la 
obtención de resultados positivos que les provocarán emociones positivas y 
contribuirán, a su vez, a fortalecer su autoestima en las áreas implicadas (Dubois y 
Tevendale, 1999). 
 
27 
 
Desde esta perspectiva, se considera que la autoestima rasgo (o nivel típico de 
autoestima) depende principalmente de las contingencias de autovalía que 
experimenta el individuo y de su tendencia a construir circunstancias que satisfagan 
dichas contingencias. La autoestima estado (o experiencia momentánea de 
autoestima) va a fluctuar en torno a dicho nivel típico de autoestima en respuesta a 
los éxitos y fracasos que experimenta el individuo en las circunstancias vitales 
relevantes, es decir, en aquellas que son contingentes a su autoestima (Crocker y 
Wolfe, 2001). 
Una vez alcanzado cierto nivel típico de autoestima, éste va a producir también 
efectos en los estilos cognitivos y conductuales de afrontamiento. En concreto, una 
autoestima alta en población adolescente se asocia con una percepción menos 
negativa del estrés cotidiano (Dumont y Provost, 1999). La población joven con una 
autoestima elevada informa también que disfrutan de más experiencias positivas y 
son a su vez más eficaces en el afrontamiento de experiencias negativas, generando 
respuestas más adaptativas tras el fracaso (Dodgson y Wood, 1998; Tashakkori, 
Thompson, Wade y Valente, 1990 en Rodríguez, 2012). 
Según Aladro (2005) la estructura de la autoestima se basa en la interacción de tres 
dimensiones: la cognitiva, la afectiva y la conductual, que operan en forma 
correlacionada por lo que una modificación en una de ellas altera la función de las 
otras dos. Esta dinámica también se presenta en forma similar en el funcionamiento 
de los componentes de la autoestima como: el autoconocimiento, la aceptación, el 
respeto, la confianza y la propia valoración que interactúan entre sí para conformar la 
estimación personal. 
La dimensión cognoscitiva se refiere a las creencias, opiniones, percepciones y 
procesamiento de la información, que influyen en los afectos y conductas, en otras 
palabras es el autoconcepto que se tiene de los propios rasgos personales que se 
acompaña de la autoimagen o representación mental de las situaciones en el 
presente así como de las aspiraciones y expectativas del futuro. La dimensión afectiva 
como la esencia de la autoestima implica un juicio de valor sobre las cualidades 
personales o respuestas de la propia sensibilidad y emotividad ante los valores y 
contravalores que se advierten en uno mismo. Y la dimensión conductual entendida 
como la intensión y decisión de actuar o llevar a la práctica un comportamiento 
consecuente, representa el proceso final de la dinámica interna de la autoestima, es 
28 
 
decir el buscar la consideración, el respeto y el reconocimiento de las otras personas 
y hacia uno mismo por medio de conductas de autoafirmación (Aladro, 2005). 
 
Es importante mencionar que, una autoestima baja durante la adolescencia es un 
factor de riesgo para diversos problemas en la edad adulta. En un estudio longitudinal, 
Trzesniewski et al. (2006) encuentran que los individuos con baja autoestima en la 
adolescencia tienen un riesgo mayor de sufrir una peor salud física y mental en la 
edad adulta, una peor proyección laboral y económica, y una mayor probabilidad de 
verse implicados en actuaciones criminales, en comparación con los adultos que 
presentaban una elevada autoestima cuando eran adolescentes. Este conjunto de 
hallazgos permite concluir que mejorar la autoestima en adolescentes puede resultar 
útil para prevenir un amplio rango de problemas de conducta, emocionales y de salud 
tanto en la propia adolescencia como en la vida adulta (Caño, 2012). 
 
 
2.1.1 Deficiencias en Autoestima como Factor de Vulnerabilidad para Otros 
Problemas 
La autoestima es un factor crítico que afecta al ajuste psicológico y social. Así, niveles 
bajos en la autoestima o autoconcepto de los jóvenes se han asociado con una serie 
de síntomas psicopatológicos (para una revisión, ver Garaigordobil et al., 2008); entre 
otros, con reacciones de ansiedad (Fickova, 1999; Garaigordobil, Cruz y Pérez, 2003; 
Newbegin y Owens, 1996), síntomas depresivos, desesperanza y tendencias suicidas 
(Overholser, Adams, Lehnert y Brinkman, 1995; Robins, Donnellan, Widaman y 
Conger, 2010; Rodríguez Naranjo y Caño, 2010; Whisman y Kwon, 1993). 
Una autoestima o autoconcepto bajos también son frecuentes en los jóvenes que 
tienden a la procrastinación o demora innecesaria en la realización de tareas (Ferrari 
y Díaz Morales, 2007) y en aquellos que manifiestan conductas agresivas 
(Garaigordobil y Durá, 2006; Robins et al., 2010), conductas antisociales (Calvo, 
González y Martorell, 2001; Donnellan, Trzesniewski, Robins, Moffitt y Caspi, 2005; 
Owens, 1994), violencia escolar (Cava, Musitu y Murgui, 2006; Musitu, López y Emler, 
2007; Martínez, Murgui, Musitu y Monreal, 2008) y violencia relacional (Moreno, 
Estévez, Murgui y Musitu, 2009). (Caño,2012). 
29 
 
Por otra parte, los jóvenes con baja autoestima se caracterizan también por presentar 
una peor salud física (William, Chan, Chung y Chui, 2010). Entre las actitudes y 
conductas que se asocian a baja autoestima o autoconcepto y son un riesgo para los 
problemas de salud destacan un menor rechazo en las adolescentes a mantener 
relaciones sexuales sin protección (Salazar et al., 2004), y trastornos de anorexia y 
bulimia (Gila, Castro, Gómez y Toro, 2005; Stein y Corte, 2003). Esta mayor 
presencia de problemas de salud asociados a baja autoestima en mujeres 
adolescentes puede explicarse por el ambiente sociocultural que pone a éstas en más 
riesgo que a los varones de sufrir dificultades asociadas a los cambios físicos de la 
pubertad (Kling et al., 1999). Sin embargo, en varones adolescentes se encuentra 
también que una autoestima alta ejerce un papel protector sobre el uso de esteroides 
androgénicos anabolizantes (Kindlundh, Hagekull, Isacson y Nyberg, 2001). (Caño, 
2012). 
 
2.1.2 La autoestima como factor de protección en la prevención de las 
adicciones 
Cuando una persona tiene una autoestima adecuada tiene la capacidad para 
identificar las situaciones que le favorezcan o le perjudiquen, por lo que en primera 
instancia se alejará de aquellas situaciones que considere que afecten su seguridad y 
estabilidad, además, la persona sabe que el consumo de cualquier droga legal o 
ilegal, puede provocarle daños físicos y emocionales por lo que los evitará para no 
lastimarse (Moreno, 2003). 
En un estudio sobre la relación de autoestima y delincuencia se encontró que los 
adolescentes usuarios de drogas tienden a poseer baja autoestima dentrode su 
familia y en la escuela, contrario a lo que ocurre en su grupo de iguales en donde 
muestran niveles altos de autoestima (Flores y Maldonado, 2002). 
Kaplan consideraba que una baja autoestima puede interferir de cierta manera en la 
involucración del adolescente en el consumo de drogas. Cuando hay un consumo de 
drogas la autoestima de cierta manera se incrementa debido a que la aceptación que 
el sujeto experimenta en el grupo de iguales fortalece su autoevaluación dentro de 
este círculo (Flores y Maldonado, 2002 en Medina, 2009). 
30 
 
Generalmente cuando una persona consume y abusa del consumo de drogas la 
autoestima se debilita en los contextos convencionales y probablemente el consumo 
de drogas puede generar rechazo en los grupos a los que pertenecía 
convencionalmente como son la familia y la escuela (cfr. Ibid en Medina, 2009). 
En general, son muchos los investigadores que creen que la baja autoestima está 
asociada con el consumo de drogas (Scheier, Botvin, Griffin y Díaz, 2001; Young, 
Werch y Bakenna, 1989). Es decir, un pobre autoconcepto y bajas evaluaciones de la 
autoconfianza de uno se relacionan positivamente y, en consecuencia, generan el 
consumo de sustancias. Los proponentes de esta creencia mantienen que puesto que 
el consumo de sustancias es doloroso y perjudicial para la salud, solo aquellas 
personas con baja autoestima estarían dispuestas a ingerir tales sustancias. 
En consecuencia, se han invertido grandes esfuerzos para la prevención y tratamiento 
de las drogas a partir de la potenciación de la autoestima de los jóvenes. Sin 
embargo, la investigación empírica que examina las relaciones entre la autoestima y 
el consumo de sustancias es mixta, con estudios que informan de una relación 
estadísticamente significativa entre estas dos variables (McGee y Williams, 2000; 
Séller, et al., 2001; Wright y Moore, 1982; Young, et al., 1989) y otros que fracasan en 
encontrar tales relaciones (Jessor, Donovan y Costa, 1991; Shedler y Block, 1990; 
Steffenhagen y Steffenhagen, 1985). 
Recientemente, Séller, et al. (2001) constatan que la autoestima es parte de un 
conjunto dinámico de fuerzas etiológicas que promueven el uso de alcohol en la 
adolescencia y, en relación con el consumo de tabaco, Miller, Plant, Choquet y 
Ledoux (2001) han observado que el alto consumo está asociado con una baja 
autoestima, tanto en mujeres como en hombres. 
Por su parte, López, et al. 1998 en Herrero, 2003 han constatado que el grupo de 
jóvenes que no consumen sustancias muestra una autoestima más elevada que los 
grupos de consumidores de alcohol con y sin utilización conjunta de drogas ilícitas. 
Sin embargo, las personas consumidoras que utilizan únicamente drogas ilícitas 
presentan una autoestima aún más elevada que el grupo de personas no 
consumidoras, lo que alimenta aún más el debate acerca de la autoestima como 
factor de vulnerabilidad en el uso continuado de drogas ((Herrero, 2003). 
31 
 
Se ha encontrado que los adolescentes que muestran una baja autoestima tienden 
también a un incremento en el consumo de alcohol (Scheier, Botvin, Griffin y Díaz, 
2000; Zimmerman et al., 1997). Becker y Grilo (2006) encuentran, en adolescentes 
hospitalizados por motivos psiquiátricos, que una baja autoestima predice el consumo 
de alcohol en mujeres, pero no en hombres. 
Los hallazgos en torno a la relación entre autoestima y consumo son más 
consistentes cuando se analiza la autoestima desde un enfoque multidimensional. En 
concreto, la investigación muestra que una autoestima baja en los contextos familiar y 
escolar, y una autoestima alta en el contexto de relación con iguales, se asocian con 
un mayor consumo en adolescentes (Romero, Luengo y Otero López, 1995) y actúan 
como variables mediadoras de la influencia del funcionamiento familiar sobre el 
consumo (Jiménez, Musitu y Murgui, 2008). Karatzias, Power y Swanson (2001), 
encuentran que una baja autoestima en el contexto familiar predice conductas de 
experimentación con alcohol y drogas, y una alta autoestima en el contexto de 
relación con iguales predice la experimentación con drogas y un abuso continuado del 
alcohol. Otros hallazgos han mostrado también que los jóvenes que se sienten poco 
valorados por sus padres presentan un mayor consumo de drogas ya desde la 
preadolescencia (Pinazo, Pons y Carreras, 2002), y que los jóvenes que muestran 
una autoestima alta en el contexto social presentan un mayor consumo de alcohol y 
drogas principalmente en las edades medias de la adolescencia (Cava, Murgui y 
Musitu, 2008, en Rodríguez, 2012). 
 
2.2 Roles tradicionales de la mujer 
El rol de la mujer comúnmente está marcado por un conjunto de normas y valores, 
que si bien son socialmente aceptados, no por ello dejan de ser representaciones 
ideológicas que imponen un conjunto de comportamientos socialmente aceptables 
que marcan o deben marcar la conducta femenina: dependencia, abnegación, 
aceptación del sufrimiento, etc. 
Sabemos que el padre debe ser el protector y proveedor de los medios económicos 
en tanto que la madre debe ser afectiva, cuidar de los hijos y de los quehaceres del 
hogar. 
32 
 
En este sentido, los roles marcados por la sociedad y transmitidos por la familia, 
ejercen un control considerable en las personas ya que estas se comportan tal y como 
los demás esperan que lo hagan, la mujer promedio ha sido educada para obedecer y 
complacer en todo a su pareja, aceptando muchas de las cosas que para ella son 
degradantes e injustas (Merino, 2004). 
De acuerdo con Steva (1992), la mujer dentro de la familia desempeña diferentes 
actividades a fin de cumplir con su papel: creación, reproducción de los hijos, limpieza 
y preparación de los alimentos. Tradicionalmente la mujer es insegura, abnegada, 
devaluada, humillada, servil y todo el amor está dirigido a los hijos. La dependencia a 
la que ha sido sometida la ha hecho pertenencia de algo o alguien, empieza siendo 
hija de sus padres, continua siendo esposa de su marido y termina siendo la madre 
de sus hijos, de tal forma que siempre estará en función de otros para ser reconocida. 
El ritual del matrimonio le exige una subordinación económica y social. La mujer 
representa al hombre, en la sociedad es su escala de valores. El rol de esposa se 
enmarca en el servicio al otro, ya sea esposa o compañera. Sus funciones son el 
cuidado y satisfacción sexual para el marido; para esto es educada y se le hace creer 
que debe ser de esta manera donde el otro es responsable de cuidarle, mantenerla y 
quererla (Merino, 2004). 
En las últimas décadas el rol de la mujer ha ido transformándose y propiciando un 
conflicto en dos sentidos: ser económicamente activa o formar un hogar y una familia 
(Merino, 2004). 
El hecho de ir a trabajar fuera de casa ayuda a romper ciertos valores que la mujer 
encuentra en el trabajo doméstico, pero el salir a trabajar puede no ser suficiente 
porque todas las mujeres están sumamente acostumbradas a buscar su propio reflejo 
y su propia imagen en la familia y en el hogar, a sentirse necesarias por ser ellas las 
que cocinan, asean, cuidan a los niños, etc,. Incluso las mujeres que hacen una 
aportación económica al hogar tienen todavía el sentimiento de que su trabajo dentro 
del hogar es el que las hace imprescindibles; por lo que se observa que esta idea 
persiste aún cuando hayan desaparecido sus razones económicas (Merino, 2004). 
 
 
33 
 
2.4 Autoestima en la mujer 
Aunque no existe una conceptualización única de autoestima, se considera que es un 
importante indicador de salud y bienestar. La autoestima global es la más estudiada 
en psicología y se refiere a los sentimientos característicos de las personas respecto 
a sí mismas, siendo consistente transituacional y transtemporalmente (Brown, Dutton 
y Cook, 2001), si bien su estabilidad varía en función del ciclo vital, siendo baja en la 
infancia,aumentando durante la adolescencia y los primeros años de juventud y 
disminuyendo durante la edad madura y la vejez (Trzesniewski, Donnellan y Robins, 
2003). 
Son varios los estudios que muestran relación entre autoestima y salud (véase, por 
ejemplo, Brown y Mankowski, 1993; DeLongis, Folkman y Lazarus, 1988; Rector y 
Roger, 1996). Pese a que no se conocen los mecanismos mediante los cuales se da 
esta relación, se ha planteado que puede ser a través del proceso estrés-enfermedad, 
aunque tampoco se conoce con exactitud cómo actúa. Algunos autores apuntan a un 
efecto directo de la autoestima, influyendo en el proceso de valoración primaria, es 
decir, en la medida en que los sucesos son considerados o bien como retos que 
permiten el crecimiento o como amenazas; mientras que otros han propuesto que 
actúa de forma indirecta, influyendo en el afrontamiento del estrés (Delongis et al., 
1988; Moradi y Subich, 2004; Rector y Roger, 1996). 
Lazarus y Folkman (1984) definen el afrontamiento como los esfuerzos cognitivos y 
conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las 
demandas específicas internas o externas que son valoradas como desbordantes de 
los recursos del individuo, y se ha planteado que sus funciones protectoras pueden 
ser a través de tres vías: a) eliminando o modificando las condiciones que generan los 
problemas; b) controlando perceptualmente el sentido de la experiencia de forma que 
neutralice su carácter amenazante; y c) manteniendo los efectos emocionales de los 
problemas dentro de límites manejables (Pearlin y Schooler, 1978). Pero, como 
señalan estos autores, no todas las formas de afrontamiento son igual de efectivas ni 
todas se distribuyen por igual en la sociedad, habiéndose encontrado que las mujeres 
usan con mayor frecuencia estrategias menos eficaces, tales como las centradas en 
la emoción, mientras que los hombres emplean estrategias más centradas en la 
solución del problema (véase, por ejemplo, Miller y Kirsch, 1987). Diferencias que 
34 
 
parecen surgir de los patrones de socialización tradicionales (Pearlin y Schooler, 
1978) y que son menos consistentes en las últimas décadas, quizá como reflejo de los 
cambios en la consideración social de los roles y las limitaciones asociadas al género 
(Felsten, 1998) y del aumento de la educación y empleo de la mujer. 
Pero estos cambios no se han dado en todas las sociedades por igual ni tampoco han 
logrado eliminar las desigualdades de género. Así, mientras que la socialización 
masculina enfatiza la autonomía, la autoconfianza y la independencia, la femenina 
sigue promoviendo la expresión emocional, la búsqueda de intimidad y la 
dependencia (Olson y Shultz, 1994). Y muchas de las cualidades asociadas con la 
masculinidad son consistentes con alta autoestima, lo que no sucede con la 
feminidad, por lo que no sorprende que, generalmente, se encuentre que la 
autoestima es mayor en las mujeres que en los hombres, aunque la magnitud de la 
diferencia es pequeña ( Kling, Hyde, Showers y Buswell, 1999 en Matud, 2004). 
Desde la perspectiva axiológica se ha conceptualizado cómo se construye la 
autoestima a partir de los determinantes culturales, especialmente aquellos 
vinculados a las falsas atribuciones acerca de lo que es propio y tipifica lo femenino y 
lo masculino, que se observa en muchos rasgos diferenciales entre géneros que 
pueden contribuir a modificar la estima personal (Polaino, 2003). 
En el caso de las mujeres los rasgos atribuidos más frecuentemente en las diferentes 
socioculturas, están centrados principalmente en el aspecto emotivo y corporal, por 
ejemplo se atribuyen las siguientes características; predominio de modalidades 
sensoriales: la auditiva y táctil sobre la visual, tendencia a la respuesta concreta, 
atención focalizada en el propio cuerpo, capacidad emotiva más desarrollada, 
desarrollo de la memoria especialmente en el área afectiva y la capacidad imaginativa 
e intuitiva más desarrollada que el pensamiento racional . 
En el caso de los hombres los rasgos que se les atribuye son: mayor orientación a la 
conquista y transformación del mundo en contraste con la mujer que prefieren, la 
intimidad, el predominio de la modalidad sensorial visual en lo que se refiere a sus 
relaciones con las mujeres, su vida emocional es independiente de las diversas 
acciones que emprende especial motivación por temas abstractos, menor atención 
hacia su propio cuerpo, especial dotación para las realizaciones pragmáticas y 
transformadoras, y capacidad para la lógica y el pensamiento formal. 
35 
 
Los rasgos mencionados son algunos de los que ciertas estereotipias socioculturales 
han creado y que en forma tradicional se les han atribuido al hombre y a la mujer en el 
modo de autoestimarse, y que la manera en que cada persona se aprecia a sí misma 
ha de condicionar también el modo en que estima a los demás (Aladro, 2005). 
 
2.5 Técnicas para potenciar la autoestima 
Son diversas las técnicas para fortalecer la autoestima en el contexto psicoeducativo 
como: el entrenamiento asertivo, la técnica de modelamiento, el programa para 
desarrollar habilidades para la resolución de problemas, el procedimiento de 
reestructuración cognoscitiva y la aplicación de principios de psicología humanista. 
Entrenamiento asertivo 
Esta técnica utiliza cuatro procedimientos durante la intervención como: el enseñar a 
identificar y aceptar los derechos personales y de los demás, reducir obstáculos 
cognoscitivos y afectivos para aprender a actuar en forma más asertiva, diferenciar 
entre conducta asertiva y agresiva, reducir ideas irracionales, ansiedad y sentimientos 
de culpa. 
Modelamiento 
Se refiere específicamente a predicar con el ejemplo, es importante para aprender 
actividades complejas y porque puede ser una forma de fortalecer la autoestima, 
como se lleva a cabo en una intervención psicoterapéutica donde el facilitador 
muestra formas para manejar conflictos o situaciones que mejoran la autoestima al 
seguir un modelo que sea competente y merecedor (Mruk,1999). 
Habilidades para resolver problemas 
La mayoría de los programas de fortalecimiento de la autoestima se apoyan en el 
principio de que la autoestima ayuda a confrontar con mayor efectividad los retos de 
la vida y a alcanzar metas personales (Bednar, et. al; 1989; Pope, et. al; 1988). 
Las fases de intervención en el escenario terapéutico para incrementar las habilidades 
de manejo y facilitar el desarrollo de conductas dirigidas al éxito, consiste en enseñar 
a las personas a resolver sus problemas. 
36 
 
La autoestima puede mejorar cuando se aprende y practica utilizando el siguiente 
procedimiento: 1) resolver problemas para aumentar la probabilidad de tener éxito, 
potencia la autoestima porque es un reflejo de la competencia, 2) realizar una 
planificación de actividades puede reducir la probabilidad del fracaso, y 3) elaborar 
una estrategia realista de solución de problemas en aquella área problemática 
considerando los recursos y limitaciones. 
Reestructuración Cognoscitiva 
Las técnicas que se emplean durante el proceso de reestructuración cognoscitiva son; 
el quehacer consciente a la persona de sus creencias por medio de autoregistros, 
identificación de pensamientos y su análisis para detectar ideas irracionales o 
distorsionados para posteriormente elegir pensamientos alternativos y practicar los 
argumentos racionales seleccionados (Burns, 1992; Ellis &Abrahms, 1983). 
Estas técnicas según Mruk,(1999) en Aladro,( 2005), pueden aumentar la autoestima 
de dos maneras: 1) interrumpen la asociación entre pensamiento, sentimiento y 
actuación negativa que crea y mantiene la autoestima baja, esto en otra palabras 
significa que puede producirse un incremento en el merecimiento y se libera de la 
profecía auto-cumplidora del pasado y 2) al adquirirse nuevos hábitos más realistas y 
exactos

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