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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
 
FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
 
 
PROPUESTA DE UN TALLER REFLEXIVO VIVENCIAL 
DIRIGIDO A MADRES QUE VIVEN VIOLENCIA FAMILIAR 
 
T E S I N A 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LICENCIADA EN PSICOLOGÍA 
 
P R E S E N T A: 
MARINA MEDINA CHÁVEZ 
 
 
DIRECTORA DE LA TESINA: 
DRA. MARIANA GUTIÉRREZ LARA 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 Ciudad Universitaria, D.F. Julio, 2011 
 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
A todas las personas que creen 
y están dispuestas a construir 
nuevas posibilidades 
para el bienestar. 
 
 
 
A quienes me han acompañado, 
quienes siguen conmigo y quienes se sumarán 
al esfuerzo de tejer opciones transformadoras, gracias. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
ÍNDICE 
 
 
RESUMEN 1 
 
 
INTRODUCCIÓN 2 
 
 
CAPÍTULO 1 VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES 
 
1.1 Contexto general 4 
1.2 Socialización sexista 9 
 1.2.1 Desigualdad y violencia contra las mujeres 11
1.3 Relaciones de poder 12
1.4 Tipos de violencia 15
1.5 Modalidades de la violencia 17
 
 
CAPÍTULO 2 VIOLENCIA FAMILIAR 
 
2.1 Relaciones de poder y violencia familiar 19
2.2 Violencia de pareja 21
2.3 Las niñas, niños y adolescentes como víctimas de la violencia de género 24
2.4 La violencia como un modelo de aprendizaje 28
 
 
CAPÍTULO 3 PERSPECTIVAS TEÓRICO-METODOLÓGICAS EN LOS 
 PROGRAMAS DE ATENCIÓN A LA VIOLENCIA 
 
3.1 Terapia Gestalt 31
 3.1.1 Ejes rectores de la Teoría Gestalt 33
 3.1.2 Técnicas de la Terapia Gestalt 34
3.2 Terapia de Reencuentro 36
3.3 Perspectiva de Género 40
3.4 Educación para la Paz y Derechos Humanos 41
 3.4.1 La Provención 44
3.5 La Resiliencia 45
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO 4 PROPUESTA DE TALLER 
 
4.1 Justificación 49
4.2 Objetivo general 50
4.3 Objetivos específicos 51
4.4 Población 51
4.5 Participantes 51
4.6 Escenario 51
4.7 Descripción breve de la propuesta 52
4.8 Cartas descriptivas 54
 
 
CONCLUSIONES 68
 
 
REFERENCIAS 74
 
 
ANEXOS 81 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
RESUMEN 
 
Este trabajo presenta una revisión monográfica modesta acerca del tema de 
violencia contra las mujeres como marco general y analiza la violencia familiar en 
lo particular debido al grave problema de salud pública que ésta representa. La 
violencia familiar no sólo lastima a las mujeres que la viven, también daña el 
desarrollo integral de quienes viven con ellas, siendo en muchos casos sus hijos e 
hijas porque presenciar o recibir las agresiones directas igualmente violenta. La 
violencia también tiene efectos en los hombres que la ejercen, ya que muchos de 
ellos experimentan inseguridad, dolor y miedo (emociones que no reconocen 
fácilmente y que les resulta difícil manejar). 
 
Por tal motivo se plantea una propuesta de taller reflexivo vivencial para madres 
que viven violencia familiar, a fin de que las mujeres tomen conciencia de la 
gravedad del problema y asuman su responsabilidad para prevenir, disminuir y 
erradicar los malos tratos, el abuso de poder y por tanto las relaciones violentas. 
 
El taller denominado “Una crianza amorosa es una crianza respetuosa” 
comprende ocho sesiones de dos horas (una vez por semana), distribuidas en tres 
módulos para los cuales se han planeado ejercicios reflexivo vivenciales que 
conducen a las mujeres al contacto con sus sentimientos, emociones y el ejercicio 
de poder en sus relaciones pasadas y actuales, a fin de, prevenir abusos en sus 
relaciones futuras. 
 
Lo anterior es fundamental para contribuir a una transformación cultural más 
incluyente y equitativa donde el respeto a las diferencias y el respeto a los 
derechos humanos constituyan la base de las convivencias. 
- 1 - 
INTRODUCCIÓN 
 
 
La violencia está presente en todas las culturas y en todos los contextos 
socioeconómicos de cada sociedad; existen diversas modalidades y tipos de 
violencia. 
 
Dentro de las modalidades de la violencia contra las mujeres se encuentra la 
violencia en el ámbito familiar, la violencia laboral o docente, la violencia en la 
comunidad, y la violencia institucional. Entre los tipos de violencia existe la 
psicológica, física, patrimonial, económica y sexual, entre otros. 
 
La violencia puede presentarse durante todo el ciclo de vida de las mujeres y 
representa una merma en su calidad de vida y desarrollo (no participan 
plenamente de sus roles dentro del hogar ni en el entorno social y laboral 
remunerado) dado que, la violencia es la negación extrema de los derechos 
humanos fundamentales de las mujeres y afecta de manera grave su salud física y 
mental tanto directa como indirectamente. Además refleja y refuerza los 
desequilibrios de poder entre mujeres y hombres. De acuerdo a la Encuesta 
Nacional sobre la Dinámica de las relaciones en los Hogares (INEGI-ENDIREH, 
2006), una de cada cuatro mujeres ha sido objeto de violencia física al menos una 
vez en su vida y una de cada seis ha sufrido actos de violencia sexual. La 
violencia familiar es la modalidad de violencia contra las mujeres que más 
frecuentemente enfrentan y se genera en el 96.4 por ciento de los casos por la 
pareja o por algún familiar. 
 
La sociedad, la cultura y sus instituciones reproducen costumbres, estereotipos yactitudes sexistas a través de los agentes socializadores como son la familia, el 
trabajo, la política, la religión y los medios de comunicación. Como resultado de la 
construcción social de lo que significa ser mujer o ser hombre en la sociedad, las 
- 2 - 
mujeres aún ocupan posiciones subordinadas tanto en el ámbito público como en 
el privado, siendo así sujetas de violencia de género. 
 
La revisión teórica que acompaña este documento es básica, los tres primeros 
capítulos condensan la información teórico-conceptual que sustenta las acciones 
propuestas en el taller. En el primer capítulo se plantea el contexto general del 
fenómeno de violencia, cómo surgen las desigualdades a partir de la cultura, y 
categoriza los diferentes ámbitos y manifestaciones de las violencias contra las 
mujeres. 
 
El capítulo dos problematiza el fenómeno en una de sus dimensiones: la violencia 
familiar. En este apartado también se analizan las relaciones de poder y sus 
entramados vínculos que dan lugar a las violencias. 
 
En el tercer capítulo se presentan los conceptos y perspectivas teórico-
metodológicas útiles en el diseño de programas de intervención sobre violencia, y 
recoge las aportaciones de la Terapia Gestalt, la Terapia de Reencuentro, la 
Educación para la Paz, los Derechos Humanos y la Perspectiva de Género como 
pilares de la propuesta de intervención. 
 
Finalmente en el capítulo cuatro se presenta la propuesta del taller reflexivo-
vivencial para madres titulado “Una crianza amorosa es una crianza respetuosa” 
que pretende impactar en las áreas afectiva, cognitiva, conductual y relacional de 
las mujeres a fin de prevenir, reducir o mejor aún, erradicar la violencia que en 
ocasiones pueden ejercer desde el abuso de su poder y autoridad sobre sus hijas 
e hijos; y con ello transformar las pautas violentas relativas a la crianza y 
educación de las niñas y los niños para contribuir en la construcción de una cultura 
del buentrato más sensible a las necesidades de la infancia. Se espera que los 
conocimientos teóricos actualizados e ideas frescas, respecto al abordaje del 
problema permitan revisar y enriquecer la tarea diaria de las mujeres que son 
madres para que vivan su maternidad más placenteramente. 
- 3 - 
CAPÍTULO UNO 
VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES 
 
En nuestra sociedad, la violencia se ha transformado en un mecanismo de 
relación entre las personas y los grupos; la imposición de normas, valores y 
formas de convivencia exaltan el ejercicio de poder como única forma de resolver 
los conflictos (Ramírez, 2007; Patró y Limiñana, 2005). 
 
La violencia contra las mujeres no es nueva, no tiene barreras raciales, históricas, 
religiosas, culturales, educativas o económicas (Cortés, 2006); a veces se cree 
que es un tema de moda o un problema que va en aumento; lo cierto es que, 
constituye un fenómeno que ha estado presente a lo largo de la historia y ha 
formado parte de la vida de muchas mujeres. 
 
A pesar de que los avances para su prevención y erradicación son lentos, la 
sociedad va tomando conciencia que las desigualdades sociales entre hombres y 
mujeres dan origen a la violencia de género, se refuerzan y validan mediante la 
falsa creencia que los hombres son superiores a las mujeres. 
 
Torres (2004) y Cortés (2006) mencionan que la violencia es un acto u omisión 
intencional que ocasiona un daño, transgrede derechos fundamentales y utiliza el 
mecanismo del sometimiento para controlar a la víctima; además, se reproduce 
cíclicamente, y cada vez su ocurrencia se agrava en frecuencia e intensidad. 
 
 
1.1 CONTEXTO GENERAL 
La conceptualización del problema se ha transformado al paso de los años a nivel 
global, en la década de los setenta se denominó “mujeres golpeadas” o “mujeres 
maltratadas”; más tarde, se incorporan al análisis otras formas de violencia y no 
sólo la violencia física; por lo que entonces se habla de “violencia doméstica” 
enfatizando el ámbito dónde ocurría el fenómeno (la casa); sin embargo, el grupo 
- 4 - 
de estudio se dio cuenta del reduccionismo en el que se entrampaban al limitar la 
violencia a un espacio físico, de ahí que ampliaron el análisis y acuñaron el 
término de “violencia intrafamiliar”, subrayando los vínculos de parentesco y así se 
visualizaban otras víctimas de la violencia (Torres, 2004). En los años noventa, en 
México la violencia intrafamiliar fue considerada como problema serio por lo que 
se crea la Ley de Asistencia y Prevención de la Violencia Intrafamiliar para el 
Distrito Federal aprobada en 1996 y reformada en 1998 por la Asamblea de 
Representantes del Gobierno del Distrito Federal, tomando el nombre de Ley de 
Asistencia y Prevención de la Violencia Familiar (1999) revolucionando el 
concepto como “violencia familiar”. En ese mismo año la asamblea de 
Representantes del Distrito Federal, reconoce que dicha ley es pionera en su tipo 
y representa un parteaguas en materia legislativa debido a que, ofrece un nuevo 
enfoque para el abordaje del fenómeno al señalar que la violencia familiar es 
 
“aquel acto de poder u omisión intencional, recurrente o cíclico, dirigido a dominar, 
someter, controlar o agredir física, verbal, psicoemocional o sexualmente a 
cualquier miembro de la familia dentro o fuera del domicilio familiar, que tenga 
parentesco o lo haya tenido por afinidad, civil, matrimonio, concubinato o 
mantenga una relación de hecho, y que tiene por efecto causar daño...” (pp. 5-6) 
 
Finalmente, la Ley de Acceso de las Mujeres a una vida libre de violencia del 
Distrito Federal (2008), refuerza el concepto al señalar que la violencia familiar 
“puede ocurrir dentro o fuera del domicilio de la víctima, cometido por parte de la 
persona agresora con la que tenga o haya tenido parentesco por consanguinidad 
o por afinidad...” (p. 10) 
 
A nivel mundial a mediados del siglo XX este problema empezó a tomar un interés 
particular en el ámbito público y es así como surgen los primeros 
cuestionamientos acerca de su ocurrencia “normal” en las relaciones debido a 
que, hasta entonces se creía que era un asunto privado (Vargas, 2008b; Bustos, 
2001). Las dos décadas posteriores son de gran importancia puesto que, surgen 
movimientos que transformaron al mundo entero; por ejemplo, aquellos que 
- 5 - 
promovían la paz y el respeto por los derechos humanos como el feminismo que 
incorporó el tema en su agenda pública y en su lucha social, poniendo de 
manifiesto el problema. En los años ochenta la academia y las ciencias sociales 
problematizan el fenómeno. En los años noventa distintos organismos 
internacionales reconocen que la discriminación y la violencia contra las mujeres 
son un problema mundial que margina y limita a mujeres y hombres de muchas 
culturas alrededor del mundo por lo que actualmente en el siglo XXI el problema 
ha pasado a formar parte de la agenda política de muchos gobiernos que buscan 
explicar y atender la marcada desigualdad social. 
 
La división “natural” del trabajo marca desigualdades entre los géneros, dando 
como resultado, una serie de inequidades que norman las pautas de 
comportamiento de hombres y mujeres en los “espacios de poder”, determinando 
el espacio privado como un espacio femenino y el público, como un territorio por 
excelencia masculino. 
 
Las mujeres y hombres mantienen relaciones de género que se traducen en 
relaciones de poder, construidas socialmente y consolidadas gracias a los 
procesos a través de los cuales las personas adquieren y se identifican con el 
sistema de normas y pautas de comportamiento de su cultura, cuyo propósito es la 
promoción de conductas diferenciadas y excluyentes, que establecen las formas 
aceptadas de lo que deben ser y hacer las mujeres y los hombres (Muñozcano, 
citado en Cortés, 2006). 
 
El prejuicio culturalmente arraigado de que la mujer es propiedad del marido y por 
tanto debe obedecerle; aunadoa la creencia de que el hogar es un ámbito privado 
cuya intimidad ha de respetarse por encima de todo, ha permitido, cuando no 
justificado, que muchas mujeres sufran malos tratos a manos de sus compañeros 
(Sanmartín, 2000). 
 
- 6 - 
Para entender la violencia contra las mujeres, las consecuencias y efectos en sus 
vidas es preciso señalar que: 
 
La violencia de género se define como cualquier violencia ejercida contra una 
persona en función de su identidad o condición de género. Sea hombre o mujer, 
tanto en el ámbito público como el privado. Las mujeres suelen ser las víctimas 
principales de tal violencia, debido a la situación de desigualdad y discriminación 
en la que viven. De hecho, se debe entender a la violencia como la negación 
extrema de los derechos humanos de las mujeres, la cual refleja y refuerza los 
desequilibrios de poder entre mujeres y hombres (Fondo de Desarrollo de las 
Naciones Unidas para la Mujer UNIFEM, 2009, p.3) 
 
Por lo tanto, en este trabajo se usará el término violencia de género como 
sinónimo de discriminación contra las mujeres, tal como lo señala La Ley de 
Acceso de las mujeres a una vida libre de violencia del Distrito Federal (2008): 
 
Toda distinción, exclusión o restricción que sufren las mujeres por razón de 
género, edad, salud, características físicas, posición social, económica, condición 
étnica, nacional, religiosa, opinión, identidad u orientación sexual, estado civil, o 
cualquier otra que atente contra su dignidad humana, que tiene por objeto 
menoscabar o anular el goce o ejercicio de sus derechos... (p.7) 
 
La violencia contra las mujeres se distingue de otras formas de violencia porque la 
fuerza o coerción está encaminada a mantener el poder y control masculino sobre 
una mujer y refuerza la subordinación. 
 
Foros internacionales como la Convención sobre la eliminación de todas las 
formas de discriminación contra la mujer (1979), la Conferencia de Viena sobre los 
Derechos Humanos (1993), la Conferencia Internacional de El Cairo sobre 
Población y Desarrollo (1994), la Cumbre Mundial de Copeenhagen sobre 
Desarrollo Social (1995), la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (1995) y la 
Asamblea Mundial de la Salud (1996) han reconocido que la violencia contra las 
- 7 - 
mujeres es un problema de salud pública en todo el mundo; han emitido 
pronunciamientos importantes para legislar, prohibir, sancionar y erradicar la 
violencia porque además de que pone en riesgo el desarrollo de las libertades y 
derechos fundamentales de las mujeres, constituye un obstáculo para el desarrollo 
y la paz de los pueblos (UNIFEM, 2005). 
 
En 1993 Naciones Unidas adoptó la Declaración sobre la Eliminación de la 
Violencia contra la Mujer y describe las diferentes formas en que estados, 
comunidades y personas ejercen violencia de género contra las mujeres. Señala 
que la violencia contra la mujer corresponde a todo acto de violencia basado en la 
pertenencia al género femenino, que tenga o pueda tener como resultado posible 
o real un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, incluidas las amenazas, 
la coerción, o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la vida 
pública como en la privada; y abarca los siguientes actos: 
 
La violencia física, sexual o psicológica que tenga lugar en la familia, incluyendo 
los malos tratos, el abuso sexual de niñas en el ámbito familiar, la violencia 
relacionada con la dote, la violación marital, la mutilación genital femenina y otras 
prácticas tradicionales dañinas para la mujer, los actos de violencia perpetrados 
por otros miembros de la familia y la violencia referida a la explotación. 
 
La violencia física, sexual o psicológica que suceda dentro de la comunidad, que 
incluye la violación, el abuso sexual, el acoso y la intimidación sexual en el trabajo, 
en instituciones educacionales o en otros lugares de la comunidad, el tráfico 
sexual de las mujeres y la prostitución. 
 
La violencia física, sexual o psicológica perpetrada o tolerada por el estado donde 
quiera que esta ocurra. 
 
Lo anterior da cuenta que la violencia contra las mujeres es un tema que duele y 
deja huellas visibles e invisibles que marcan la vida de las mujeres. Es un serio 
problema social, político y de salud porque impide el desarrollo económico y social 
- 8 - 
de los pueblos; incapacita a mujeres en edad reproductiva, inhibe su plena 
participación social y vulnera sus derechos fundamentales como son salud, 
libertad, dignidad, y en general su bienestar en la vida (Torres, 2004). 
 
Por fortuna actualmente, cada vez más mujeres se atreven a denunciar el maltrato 
que sufren, no obstante, existe un ocultamiento social pues existen “cifras” que no 
se reportan en las estadísticas pero evidentemente existen; ya que la gran 
mayoría de las mujeres que vive violencia no denuncia (Patró y Limiñana 2005), lo 
cual dificulta su detección, prevención y control. No obstante, algunas violencias 
aún no se reconocen como tal y cobran efectos importantes en la salud mental, 
emocional y sexual de las mujeres; no solo los golpes son violencia, existen otros 
hechos violentos frecuentes en la vida de las mujeres que causan daños directos a 
su integridad personal como son las descalificaciones, humillaciones, insultos, 
amenazas, control y la indiferencia a las que se ven sometidas. 
 
 
1.2 SOCIALIZACIÓN SEXISTA 
Ser mujer o ser hombre es un hecho que se aprende y se vive de manera distinta 
a través de las relaciones que se establecen con otras personas. La cultura desde 
muy temprano transmite (implícita y explícitamente) valores, creencias y mitos 
sobre lo femenino y lo masculino, moldeando la imagen de hombres y mujeres a lo 
largo de la vida. Es en la convivencia con otras personas que se aprende una 
forma específica de ser, pensar, sentir, actuar y entender al mundo, a partir del 
sexo al que se pertenezca. 
 
Valenzuela et al. (2003) comenta que durante el proceso de socialización, las 
niñas y los niños aprenden e interiorizan los valores predominantes de la sociedad 
a la que pertenecen; adquieren hábitos, pautas de comportamiento, valores y 
actitudes que conforman sus identidades, su posición ante el presente, el futuro y 
una manera particular de pensar y enfrentarse a la vida y al mundo. 
 
- 9 - 
 
Ibáñez (2004) y Andrés (citado en Ruíz-Jarabo y Blanco, 2004), sostienen que la 
socialización se refiere al proceso mediante el cual mujeres y hombres integran 
los mandatos de la estructura social de la cual forman parte, a través de diversos 
agentes socializadores como las familias, la religión, las leyes, los medios de 
comunicación, la ciencia, las instituciones educativas, sociales y laborales que 
buscan mantener ese orden establecido donde lo masculino es más valioso, tiene 
mayor estatus y domina sobre lo femenino. 
 
Delhumeau (2006) señala que la violencia del poder aísla desde la niñez con 
pautas de relación controladoras en la infancia, roles que regulan la conducta a 
través de los cuales se ensaya para llegar a ser persona adulta, conducen al 
“como si” se fuera adulto papá, bombero, maestra, policía, mamá, doctor, etc., 
este “como si” lúdico es asumido, sentido, visto y oído por los asuntos familiares, 
escolares, comunitarios y más tarde constituye al sí mismo para que encaje en la 
sociedad; la cultura es la que nutre de todos esos modelos y estereotipos de ser. 
Es así como los patrones de violencia se aprenden en el hogar, en la escuela o a 
través de los medios de comunicación. 
 
También mediante la interacción con otras personas es como se aprende que la 
violencia puede ser una forma de educar, de obtener poder y de someter a los 
demás. Por ejemplo, culturalmente a los hombres se les ha asignado un lugar de 
dominio y poder, mientras que a las mujeres se les designa un lugar de sumisión; 
la cultura es la cortina que esconde estas injusticias detrásde sus costumbres y 
tradiciones. 
 
Las costumbres y tradiciones culturales mantienen oculto el problema de la 
violencia y la naturalizan porque constituyen la “forma de ser”; y así, las prácticas 
habituales se convierten en normas y por tanto, no se denuncian ni persiguen 
como delitos. 
 
- 10 - 
1.2.1 DESIGUALDAD Y VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES 
Para entender la relación que guarda la violencia de género contra las mujeres y 
las desigualdades culturales entre hombres y mujeres, es necesario revisar los 
conceptos de sexo y género. 
 
El sexo es un término que hace referencia a las diferencias biológicas asociadas 
con características anatómicas, reproductivas y sexuales; y es un concepto 
propiamente biológico que clasifica a los seres vivos en machos o hembras, 
hombres o mujeres. Mientras que el género es un concepto cultural que se 
construye a partir de los atributos sociales, culturales e históricos que clasifican 
actitudes, conductas, sentimientos y actividades de hombres y mujeres en 
femeninas o masculinas. Tales atributos, oportunidades y relaciones se 
construyen socialmente y se aprenden a través de procesos de socialización que 
cambian según el contexto y el tiempo, y por tanto, son posibles de modificar 
(Bustos, 2001; UNIFEM, 2009). 
 
Desde el momento del nacimiento las personas construyen su “ser mujer o ser 
hombre”, y a través de los diferentes procesos de socialización se asumen, 
piensan y sienten mujeres u hombres; se comportan de acuerdo a las expectativas 
apropiadas según su sexo (Andrés, citado en Ruíz-Jarabo y Blanco, 2004). Por 
ejemplo, a los hombres se les educa para la fortaleza, la autonomía, la seguridad, 
la agresividad, la rapidez, la conquista, la valentía y tienen la exigencia social de 
ser jefes de familia y proveedores; mientras que a las mujeres se les educa para 
complementar al hombre, es decir se espera que sean obedientes, tiernas, 
débiles, dependientes, serviciales, comprensivas, inseguras, pasivas, temerosas, 
etc., y así cumplan con las tareas sociales de ser madres, esposas, y amas de 
casa, con lo que se perpetúa culturalmente la subordinación a la figura masculina 
y se guarda el equilibrio del modelo patriarcal de relación social en el que los 
hombres ocupan el lugar de dominio. 
 
- 11 - 
El valor masculino por excelencia es el de dominación que utiliza en el terreno 
público (trabajo, escuela, política, comunidad) donde las relaciones son 
jerárquicas, de dominio y sumisión. En el ámbito social los hombres buscan el 
triunfo y el éxito, relacionándose a través del poder y dominio. 
 
En este modelo de relación jerárquica, las mujeres ocupan el lugar de la sumisión, 
desde pequeñas aprenden a reprimir la agresividad y esconder el enojo detrás de 
la tristeza o el miedo. Se les enseña a renunciar a sí mismas, a estar siempre 
disponibles, a agradar a los demás y sacrificarse como señal de amor; en resumen 
aprenden a olvidarse de sí mismas. El valor femenino por excelencia es el de la 
renuncia y el sacrificio lo cual conduce a tolerar, restar importancia e incluso 
disculpar la violencia. 
 
La interiorización del modelo ideal femenino contribuye a que muchas mujeres se 
mantengan por tanto tiempo en una relación violenta y hasta naturalicen los malos 
tratos. 
 
Nogueiras (citado en Ruiz-Jarabo y Blanco, 2004) comenta que es así como 
hombres y mujeres incorporan de manera implícita las relaciones de dominio y 
sumisión; asumiendo y legitimando las relaciones de poder como única forma de 
relación y de resolver los conflictos. 
 
 
1.3 RELACIONES DE PODER 
La estructura social está permeada de relaciones de poder en razón del género, 
que conducen a la construcción de relaciones inequitativas y violentas. Nogueiras 
(citado en Ruiz-Jarabo y Blanco, 2004) plantea que estas relaciones se 
caracterizan por la desigualdad entre sus actores y suponen en esencia el dominio 
y valoración suprema de los deseos, necesidades y creencias de una de las 
partes. 
 
- 12 - 
La violencia se aprende, es decir, no es propia de la biología o la genética. Es un 
comportamiento social a través del cual los hombres han aprendido en un contexto 
determinado a ejercer poder mediante el empleo de la fuerza física, psíquica, 
económica o política que deriva en actos violentos que le posibilitan el 
cumplimiento de sus objetivos. 
 
La cultura juega un papel fundamental en la construcción de las personas. La 
violencia es el resultado de los aprendizajes culturales mientras que la agresión es 
producto de la evolución biológica y está al servicio de la supervivencia; cuando 
este instinto guarda una intención dañina contra otra persona, entonces se habla 
de violencia. 
 
En su estudio respecto a la dimensión afectiva del maltrato Horno (2009) destaca 
que la agresividad es un componente fisiológico de las personas, cuya finalidad 
apunta hacia su desarrollo y supervivencia; su duración es limitada en el tiempo 
porque puede ser manejada mediante la capacidad de raciocinio. Este 
planteamiento es interesante ya que, la agresividad constituye un componente 
positivo de las personas; puesto que, se emplea en situaciones de peligro para 
sobrevivir o defenderse, no para hacer daño a otros. En este orden de ideas, 
Sanmartín (2004) agrega que la agresividad es un rasgo evolutivo que incrementa 
la eficacia biológica de su portador; por lo que puede decirse que la violencia es la 
agresividad fuera de control, un descontrol que lleva al daño físico o psíquico de la 
otra persona u objeto y que puede desencadenar en muerte o destrucción. 
 
Para Valenzuela et al. (2003) la agresión es la fuerza vital necesaria para que una 
persona enfrente la vida, supere ciertas dificultades o limitaciones; en la medida 
que ésta fuerza vital es moldeada por la familia, la sociedad y la cultura; la 
agresividad puede favorecer el crecimiento de una persona y de quienes la 
rodean, o bien, convertirse en una fuerza destructiva y por ello violenta. 
 
- 13 - 
De acuerdo a lo anterior Sanmartín (2004), advierte que existen tres modelos para 
explicar los factores que convierten la agresividad en violencia: 
 
1. El biologismo sostiene una determinación biológica-genética de la violencia. 
2. El ambientalismo defiende el origen social y/o cultural de la violencia. 
3. El interaccionismo plantea que ni todo es ambiente, ni todo es genética; que 
la violencia es una alteración de la agresividad natural que se produce por 
la interacción de factores tanto biológicos como ambientales. 
 
Sanmartín (2000) afirma “Decir que somos agresivos por naturaleza no conlleva, 
pues, aceptar que también por naturaleza seamos violentos”. (p.20) 
 
La violencia es un fenómeno complejo que se produce en escalada, encierra 
diversas expresiones y múltiples realidades. Horno (2009) señala dos criterios 
básicos para definir una acción, situación o hecho como violento; el primero de 
ellos es “el daño (o el riesgo del mismo) que produce en el desarrollo de quienes 
lo viven, independientemente de la intención” (p. 18) con la que fue ejercido. Es 
importante enfatizar el planteamiento de Horno, debido a que, afirma que la 
violencia no sólo comprende el daño directo, sino que basta con exponer a la 
persona al riesgo de sufrirlo porque se vulnera su protección ante el mismo. 
 
El segundo criterio señalado por la autora y en el que es preciso detenerse es el 
abuso de poder, puesto que, para ella lo más grave de la violencia no es sólo el 
tipo de violencia que se ejerce, sino quién la ejerce, porque para violentar a 
alguien más se tiene que tener o ganar una situación de poder respecto a esa 
persona. Es decir, se necesita una posición de poder respecto a la víctima antes 
de agredirla. Horno (2009) destaca: 
 
Por eso en la mayoría de los casos, los agresores son personas cercanas a la 
víctima, importantes para él o ella, que hacen uso del poder que ese cariñoo 
vinculación afectiva de la víctima hacia ellos comporta para dañarlos. La violencia 
conlleva un daño en el desarrollo de la persona no solo por lo que se le hace sino 
- 14 - 
por quién se lo hace. No sólo es que se les dañe sino es también quién les daña. 
La clave del maltrato además de la acción que lleva a cabo, es el abuso de poder 
desde el que se realiza. (pp. 20-21) 
 
En resumen, asumir que la violencia es “muy humana” no quiere decir que se 
justifique y que haya que aceptarla como inevitable; se puede evitar y prevenir al 
cambiar los aspectos de la cultura que en interacción con la biología la motivan 
(Sanmartín, 2004). 
 
 
1.4 TIPOS DE VIOLENCIA 
La Ley de Acceso de las Mujeres a una vida libre de violencia del Distrito Federal 
(2008) señala la siguiente tipología de la violencia contra las mujeres: 
 
I. Violencia Psicoemocional: Toda acción u omisión dirigida a desvalorar, intimidar o 
controlar sus acciones, comportamientos y decisiones, consistente en prohibiciones, 
coacciones, condicionamientos, intimidaciones, insultos, amenazas, celotipia, 
desdén, indiferencia, descuido reiterado, chantaje, humillaciones, comparaciones 
destructivas, abandono o actitudes devaluatorias, o cualquier otra, que provoque en 
quien la recibe alteración autocognitiva y autovalorativa que integran su autoestima 
o alteraciones en alguna esfera o área de su estructura psíquica. 
II. Violencia Física: Toda acción u omisión intencional que causa un daño en su 
integridad física. 
III. Violencia Patrimonial: Toda acción u omisión que ocasiona daño o menoscabo en 
los bienes muebles o inmuebles de la mujer y su patrimonio; también puede consistir 
en la sustracción, destrucción, desaparición, ocultamiento o retención de objetos, 
documentos personales, bienes o valores o recursos económicos. 
IV. Violencia Económica: Toda acción u omisión que afecta la economía de la mujer, a 
través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de sus percepciones 
económicas, en la restricción, limitación y/o negación injustificada para obtener 
recursos económicos, percepción de un salario menor por igual trabajo, explotación 
laboral, exigencia de exámenes de no gravidez, así como la discriminación para la 
promoción laboral. 
- 15 - 
V. Violencia Sexual: Toda acción u omisión que amenaza, pone en riesgo o lesiona la 
libertad, seguridad, integridad y desarrollo psicosexual de la mujer, como miradas o 
palabras lascivas, hostigamiento, prácticas sexuales no voluntarias, acoso, violación, 
explotación sexual comercial, trata de personas para la explotación sexual, o el uso 
denigrante de la imagen de la mujer. 
VI. Violencia contra los Derechos Reproductivos: Toda acción u omisión que limite o 
vulnere el derecho de las mujeres a decidir libre y voluntariamente sobre su función 
reproductiva, en relación con el número y esparcimiento de los hijos, acceso a 
métodos anticonceptivos de su elección, acceso a una maternidad elegida y segura, 
así como el acceso a servicios de aborto seguro en el marco previsto por la ley para 
la interrupción legal del embarazo, a servicios de atención prenatal, así como a 
servicios obstétricos de emergencia. 
VII. Violencia Feminicida: Toda acción u omisión que constituye la forma extrema de 
violencia contra las mujeres producto de la violación de sus derechos humanos y 
que puede culminar en homicidio u otras formas de muerte violenta de mujeres. 
 
Por su parte, Nogueiras (citado en Ruíz-Jarabo y Blanco, 2004) apunta de manera 
descriptiva varios tipos de violencia y malos tratos asociados con la situación de 
las mujeres: 
 
1. Violencia física: Produce daño corporal o lesiones mediante golpes de diversa 
intensidad, con alguna parte del cuerpo, instrumentos, objetos, armas o sustancias.; por 
ejemplo, empujones, patadas, puñetazos, palizas, mordeduras, quemaduras, cortes, 
intentos de estrangulamiento, etc. Estos actos o agresiones son intencionales y 
repetitivos, buscan sujetar, inmovilizar o causar daño a la integridad física de la mujer con 
el fin de controlarla o someterla. 
2. Violencia sexual: Negar las necesidades sexo-afectivas, imponer prácticas sexuales 
no deseadas o que generen dolor, posturas, gestos, actos o formas de vestir, hasta 
abuso y violación con uso de fuerza física. Practicar la celotipia para el control, 
manipulación y dominio de la pareja, insultos y acusaciones durante las relaciones 
sexuales o tratar a la mujer como si fuera objeto; utilizar venganza, chantaje y amenazas 
si no quiere tener relaciones sexuales. 
3. Violencia psicológica y emocional: insultos humillaciones, burlas, coerción, 
descalificaciones y críticas constantes, desprecios, abandono, prohibiciones, 
- 16 - 
condicionamientos y aislamiento emocional, incomunicación, gritos, chantajes, 
intimidaciones, amenazas de tipo económico o emocional, control de lo que dice, siente 
hace, etc. 
4. Malos tratos sociales: humillaciones descalificaciones y burlas en público, maltrato a 
las amistades o la familia de la mujer, seduce a otras mujeres en presencia de la pareja. 
5. Malos tratos ambientales: rompe y golpea objetos, destroza artículos y tira las 
pertenencias de la mujer. 
6. Malos tratos económicos: control del dinero, e impide su acceso y conocer el 
patrimonio familiar, toma decisiones unilaterales sobre su uso, se apodera de los bienes, 
le impide tener trabajo asalariado, le asigna una cantidad y le exige explicaciones de los 
gastos realizados. 
 
 
1.5 MODALIDADES DE LA VIOLENCIA 
La Ley de Acceso de las Mujeres a una vida libre de violencia del Distrito Federal 
(2008); también señala las diferentes modalidades de la violencia, entendidas 
éstas como los ámbitos donde ocurren los maltratos; sean públicos o privados: 
 
I. Violencia Familiar: es aquella que puede ocurrir dentro o fuera del domicilio de la 
víctima, cometido por parte de la persona agresora con la que tenga o haya tenido 
parentesco por consanguinidad o por afinidad, derivada de concubinato, 
matrimonio o sociedad de convivencia. 
II. Violencia Laboral: Es aquella que ocurre cuando se presenta la negativa a 
contratar a la víctima o a respetar su permanencia o condiciones generales de 
trabajo; la descalificación del trabajo realizado, las amenazas, la intimidación, las 
humillaciones, la explotación y todo tipo de discriminación por condición de 
género. 
III. Violencia Docente: Es aquella que puede ocurrir cuando se daña la autoestima 
de las alumnas o maestras con actos de discriminación por su sexo, edad, 
condición social, académica, limitaciones y/o características físicas, que les 
inflingen maestras o maestros. 
IV. Violencia en la Comunidad: Es aquella cometida de forma individual o colectiva, 
que atenta contra su seguridad e integridad personal y que puede ocurrir en el 
- 17 - 
barrio, en los espacios públicos o de uso común, de libre tránsito o en inmuebles 
públicos propiciando su discriminación, marginación o exclusión social. 
V. Violencia Institucional: Son actos u omisiones de las personas con calidad de 
servidor público que discriminen o tengan como fin dilatar, obstaculizar o impedir el 
goce y ejercicio de los derechos humanos de las mujeres así como su acceso al 
disfrute de políticas públicas destinadas a prevenir, atender, investigar sancionar y 
erradicar los diferentes tipos de violencia. 
 
- 18 - 
CAPÍTULO DOS 
VIOLENCIA FAMILIAR 
 
2.1 RELACIONES DE PODER Y VIOLENCIA FAMILIAR 
La violencia familiar es un fenómeno de grandes dimensiones y graves 
consecuencias, ya que transgrede derechos humanos fundamentales como la 
salud (entendida como bienestar integral), la libertad y la integridad física, 
menguando la calidad de vida y la productividad de las mujeres (Torres, 2004). 
 
Históricamente la familia ha sido considerada un “espacio privado” donde el 
comportamiento de sus miembros es ajeno al control social. Además existe la 
creencia de que la familiaes el agente principal que garantiza seguridad, apoyo, 
afectos y nutre de las experiencias de socialización más básicas; sin embargo, 
también es uno de los grupos sociales donde más comportamientos violentos 
tienen lugar (Patró y Limiñana, 2005). Sanmartín (2000) destaca “Tan 
contradictorio resulta que la familia, el agente socializador básico, la escuela del 
afecto y de la paz, sea a la vez una institución violenta...” (p. 46) 
 
Lamas (2002) y Torres (2005; 2004) sostienen que la violencia es una 
construcción histórica y sociocultural, que se manifiesta al interior de las familias 
en el entramado de relaciones de dominio y control entre sus miembros. La 
violencia contra las mujeres en el ámbito familiar la mayoría de las veces tiene 
antecedentes en el noviazgo y aumenta su frecuencia e intensidad al afianzarse la 
relación de pareja. Las relaciones de poder entre sus integrantes guardan una 
dinámica compleja basada en el binomio mandato-obediencia y quedan 
manifiestas en las posiciones jerárquicas que ocupan. Ramos (2002) y Ramírez 
(2007) sostienen que la violencia familiar es una clara manifestación del abuso de 
poder que culturalmente se les ha conferido a los hombres. 
 
Ramírez (2007) señala que las jerarquías reales o simbólicas en las familias están 
bien definidas y dan lugar a relaciones de dominio y subordinación; por ejemplo, 
- 19 - 
en un sistema familiar tradicional, el poder se ejerce de manera vertical (del más 
fuerte hacia el más débil con la intención de imponer, dominar y controlar). La 
estructura con mayor jerarquía la conforman los hombres adultos, que ejercen 
violencia hacia las mujeres y frecuentemente también hacia sus hijas e hijos; en el 
rango inferior estarían las mujeres quienes en ocasiones reproducen el maltrato 
con las niñas, niños y adolescentes, y finalmente éste último sector extiende la 
violencia hacia sus pares, sus mascotas, sus juguetes o hacia su propia persona. 
 
Patró y Limiñana (2005) sostienen que las creencias y mitos culturalmente 
asociados al dominio patriarcal han legitimado desde hace siglos el poder y 
supremacía masculinos, justificando el uso de la fuerza como único recurso para 
ejercer el poder. Ramírez (2007) encontró que el uso de la fuerza es una práctica 
socialmente aceptada para enfrentar las agresiones, el rechazo, e imponer la 
voluntad personal; los hombres recurren a la violencia en un intento de vencer el 
sometimiento y la agresión por otro igual; usan la fuerza física como opción para 
imponer miedo y evitar la agresión en la casa, en la escuela, en la calle o en la 
colonia. 
 
En una sociedad patriarcal al hombre se le considerada una figura de autoridad, él 
toma las decisiones que involucran a toda la familia, ordena y exige obediencia a 
sus mandatos, y si alguien desobedece, incumple o cuestiona, entonces con todo 
su poder castiga, somete y controla. Las mujeres, las hijas e hijos son obedientes 
de la autoridad paterna y si alguien más forma parte de la familia, en este contexto 
patriarcal, también queda subordinado al mandato masculino (Torres, 2004). 
Afortunadamente en las últimas décadas son cada vez más mujeres las que han 
tomado otro lugar en las relaciones, sin embargo, aún existen mujeres sometidas 
a las decisiones incuestionables del hombre. 
 
Las jerarquías familiares también se ven afectadas por factores como el género, la 
edad y las limitaciones de cualquier tipo (física, intelectual o sensorial) y dan lugar 
a desigualdades que se acentúan por otras categorías como clase social, grupo 
- 20 - 
étnico y orientación sexual (Torres, 2004 y 2005; Ramírez, 2007; Lamas, 2002; 
Patró y Limiñana, 2005). 
 
Straus & Gelles (en Patró y Limiñana, 2005) y Sanmartín (2000), señalan factores 
de riesgo que potencian los conflictos familiares, pero al mismo tiempo algunos 
pueden ser características que favorezcan un entorno cálido y seguro: 
a) La alta intensidad de la relación, determinada por la gran cantidad de 
tiempo compartido entre sus miembros, el alto grado de confianza entre 
ellos, el deseo de influir sobre los demás al no respetar los límites del 
ámbito privado y afectar su conducta, actitudes y valores, así como, el 
elevado conocimiento mutuo que se deriva de la convivencia diaria. 
b) La propia composición familiar, integrada por personas de diferente sexo, 
edad, y condición, lo que implica la asunción de diferentes roles a 
desempeñar, y que se traduce en unas marcadas diferencias de 
motivaciones, intereses y actividades entre sus miembros. 
c) El alto nivel de estrés al cual está expuesta la familia como grupo, debiendo 
hacer frente a distintos cambios a lo largo del ciclo vital y a exigencias de 
tipo económico, social, laboral o asistencial. 
d) El carácter privado que posee todo aquello que ocurre en el interior de una 
familia y que, tradicionalmente, la sitúa fuera del control social “Los trapos 
sucios se lavan en casa”. 
 
 
2.2 VIOLENCIA DE PAREJA 
Se sabe que algunas culturas toleran prácticas violentas y otras, las condenan en 
función de sus costumbres, mitos y creencias; Foucault (1983) señala que en 
algunas sociedades la violencia constituye un método correctivo y liberador usado 
para curar o controlar, así se convierte en un valor cultural de poder que da origen 
al arte del sufrimiento y del dolor cuya función es alcanzar la justicia a través del 
uso de la fuerza. De acuerdo con Ramírez (2007) el poder tiene tres objetivos 
básicos que son mantener privilegios, acumular ganancias y hacer funcionar la 
- 21 - 
autoridad. La forma más radical del poder es el uso y abuso de la fuerza, es decir 
la violencia. 
 
Diversos estudios (Bustos, 2001; Lamas, 2005; Ramírez 2007; Vargas, 2008b) 
consideran que el género es una forma primaria de las relaciones de poder, marca 
una visión polarizada y sexista del comportamiento femenino y masculino y de las 
maneras en que los afectos deben vivirse y expresarse. 
 
La información que brinda la familia, la sociedad, la escuela, la calle y los medios 
de comunicación marca las pautas básicas de cómo ser hombres o mujeres, y de 
cómo construir relaciones entre sí. Esta información asigna tanto a mujeres como 
a hombres un lugar (jerárquico, discriminatorio y estereotipado) en la estructura 
social, privilegiando a los hombres sobre las mujeres (Bustos, 2001; Ramos, 2002; 
Lamas, 2005; Sanz, 2004). 
 
El ejercicio de poder es un asunto de relaciones y la dominación depende del lugar 
social que ocupe la persona en relación a otras, en diferentes circunstancias de la 
vida. Por ejemplo, alguien que se somete a determinada relación y contexto; 
puede ejercer su poder en otras relaciones y circunstancias que lo coloquen en 
una jerarquía superior. Los cambios en la organización de las relaciones implican 
por sí mismos, cambios en las representaciones del poder, pero la dirección del 
cambio no necesariamente refleja la simetría del mismo (Vargas, 2008a). 
 
Las relaciones de poder y la reproducción de roles se plasman en la violencia de 
pareja, donde el maltrato es el resultado de desigualdades sociales entre hombres 
y mujeres que da lugar a relaciones asimétricas de dominación donde se impone 
la voluntad de una de las partes y en donde las asimetrías de poder estructuran 
relaciones desiguales entre los géneros (Patró y Limiñana, 2005), sustentadas en 
la división sociocultural y no natural del trabajo que sitúa a las mujeres en el 
ámbito privado, imponiéndoles labores domésticas de cuidado y protección; 
- 22 - 
mientras que los hombres ocupan el ámbito público; es decir, la vida e interacción 
social (Ramos, 2002; Sanz, 2004; Lamas, 2005). 
 
Sanmartín (2000) plantea que en la familia jerarquizada el hombre adulto ejerce el 
poder de forma vertical; bajo las leyes implícitas o explícitas de la cultura, que 
exigen respeto y obediencia de la mujer y las hijas e hijos (los subordinados), de 
talsuerte que, las y los de “abajo” únicamente tienen obligaciones con los de 
arriba. En este esquema de relación rígido y autoritario, los derechos fluyen de 
arriba hacia abajo mientras que los deberes se mueven a la inversa. 
 
En muchos hogares a pesar de lo irresponsable que pueda ser el padre, éste goza 
de un lugar superior al de la mujer, las hijas y los hijos. En algunos casos a pesar 
de que las mujeres se encuentren inconformes con el comportamiento 
irresponsable y violento del hombre, existe una amplia tolerancia hacia el 
abandono económico y emocional (Ramírez, 2007); debido quizá a las creencias 
que existen entorno a la relación de pareja, por ejemplo, el mito del amor 
romántico que se sostiene en la creencia “ de permanecer unidos hasta que la 
muerte los separe” o “la mujer con amor y sacrificio cambiará a su pareja”, etc. 
 
Los hombres han asumido el mandato social de ser proveedores materiales del 
hogar, lo cual, socialmente legitima su autoridad y poder en la casa: deciden, 
mandan, corrigen, castigan y son a quienes hay que obedecer. Bajo esta lógica las 
mujeres deben hacerse cargo de todo lo que corresponde con el espacio 
doméstico: las actividades propias de la casa, la crianza, la educación y cuidado 
de los hijos e hijas, la atención y servicio a su pareja, etc., en otras palabras, 
deben subordinarse a la voluntad masculina, sin posibilidad de autonomía ni 
capacidad de decisión. 
 
Bustos (2001) subraya que las madres trabajadoras no gozan de la misma 
posición jerárquica que los hombres, es decir, siguen subordinadas al sistema 
patriarcal, cumpliendo una doble y hasta triple jornada sin que se les reconozca su 
- 23 - 
trabajo pero sobre todo sus derechos; ser mujer trabajadora no siempre significa 
gozar de independencia económica y emocional; además comenta Ramírez 
(2007) no se les reconoce su autoridad y poder como jefas de familia a menos que 
sea en ausencia del hombre. 
 
Ramos (2002), identifica diversos factores que contribuyen para que las relaciones 
de abuso se mantengan; por ejemplo, la existencia de un fuerte vínculo afectivo, la 
presencia del maltrato seguido de arrepentimiento y promesas de cambio, lo cual, 
confunde a la víctima y dificulta detectar el abuso, además de la idealización del 
abusador al creer que a pesar de todo es “bueno”; sin embargo, es importante 
destacar que existen otros factores de orden estructural que dificultan u 
obstaculizan poner fin a la violencia familiar, por ejemplo, la falta de sensibilidad 
de las instituciones y la poca eficacia de las redes de apoyo sociales, judiciales y 
de salud para atender el problema. 
 
 
2.3 LAS NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES COMO VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO 
Algunos reportes señalan que durante años el estudio de la violencia familiar se 
centró única y exclusivamente en las mujeres como víctimas de la violencia de 
género y se descuidó el impacto que tiene ésta en las vidas de las niñas, niños y 
adolescentes. La protección de las mujeres no contemplaba a los hijos e hijas 
como víctimas independientes de la violencia de género de tal manera que, su 
atención se garantizaba a través del apoyo ofrecido a las madres, no mediante 
programas o recursos específicos adaptados a sus características y necesidades 
(Procurador del Común de Castilla y León, 2010). Esta visión parcial del fenómeno 
minimizaba los daños y consecuencias para las niñas, niños y adolescentes que 
vivían en hogares violentos. 
 
Patró y Limiñana (2005) enfatizan en su estudio que la situación de las hijas e 
hijos de mujeres que viven violencia y que han presenciado hechos violentos 
contra sus madres es un tema que todavía no recibe la atención que merece y 
- 24 - 
existe problemas para dimensionarlo. La violencia contra las niñas y los niños 
tiene diferentes máscaras por lo que hay que tener cuidado al explorar la 
victimización infantil como categoría de análisis. Cabe mencionar que, la 
victimización secundaria que da el sistema a una víctima, es la respuesta que la 
hace de nuevo revivir su papel de víctima, con el agravante que esta nueva 
victimización se da por parte de las instancias de las que ella espera ayuda y 
apoyo. Esta vez no sólo es víctima de un delito, sino de la incomprensión del 
sistema (Asensi, 2007). 
 
La Ley de Acceso de las Mujeres a una vida libre de violencia del Distrito Federal 
(2008) señala como víctimas indirectas a las personas sean familiares o no de las 
mujeres víctimas de violencia, que sufran, hayan sufrido o se encuentren en riesgo 
por la violencia que ellas reciben; podría decirse que éste es el caso de las y los 
hijos de dichas mujeres. 
 
Milner y Crouch (2004) señalan que la violencia contra las y los niños, no sólo son 
las heridas físicas no accidentales y el asesinato intencionado; también lo son, los 
comportamientos agresivos intencionados tales como, las agresiones sexuales, 
físicas y psicológicas; las lesiones causadas por hermanos, pares y personas 
adultas (incluidos la madre, el padre, los familiares, miembros de la comunidad en 
general). Otra categoría más integradora considera que la exposición directa o 
indirecta a la violencia familiar y social como los crímenes callejeros por 
narcotráfico, el terrorismo, las guerras, la negligencia, el secuestro, etc., también 
violentan a la niñez. 
 
El contexto en el que se desarrolle la niñez es de gran relevancia en el ajuste y la 
estabilidad que adquiera para enfrentarse a las demandas cotidianas. Las niñas, 
niños y adolescentes, víctimas de violencia familiar suelen presentar 
consecuencias psicológicas tales como mayor número de problemas 
externalizados, por ejemplo, hiperactividad, conductas agresivas y antisociales, y 
menos problemas internalizados como miedo, ansiedad, retraimiento social e 
- 25 - 
ideación suicida; y problemas de conducta en general, tales como, irritabilidad, 
problemas escolares, bajo rendimiento, limitada competencia social, etc.; además, 
pueden presentar manifestaciones somáticas, síntomas de depresión, baja 
empatía, menos habilidades verbales, cognitivas y motoras (Corbalán y Patró, 
citados en Patró y Limiñana, 2005; Vargas, 2008b, Mc Alister et al. citados en 
Ramírez, 2007; Milner y Crouch, 2004). 
 
Linares (2002) señala bajo una perspectiva sistémica que la lucha de poderes 
entre la pareja afecta la parentalidad (relación con respecto a la madre y al padre), 
ya que, las hijas e hijos pasan a ser un instrumento de control al ser utilizados 
para obtener beneficios particulares (o de pareja) dejando en segundo término sus 
necesidades. Este sistema de dominación parental se refleja en una dinámica de 
cuidados y utilización. El autor agrega que la violencia de pareja y una 
parentalidad deteriorada tendrá como resultado un estilo de relación familiar 
caótico, que deteriora los roles del padre y la madre, debilitando la protección de 
las hijas e hijos exponiéndolos e incorporándolos a los juegos conflictivos de 
pareja, como aliados y como antagonistas de sus miembros, que no son otros que 
su madre y su padre. 
 
McCloskey (citado en Linares, 2002) describe este fenómeno de manera 
interesante y lo denomina “el complejo de Medea”, subraya su relevancia por ser 
una forma de maltrato instrumental contra las hijas y los hijos, ya que constituyen 
un elemento clave en la continuidad del juego de poder del padre, debido a que 
las niñas, niños y adolescentes se convierten en un instrumento de control para 
perpetuar el daño hacia las mujeres. 
 
El estudio de Corbalán y Patró (citados en Patró y Limiñana, 2005), refleja que la 
mayoría de las hijas e hijos de mujeres que habían sido maltratadas y que residían 
en un centro de acogida en España habían presenciado hechos violentos contra 
sus madres, y también habían recibido de manera directa maltrato físico y 
psicológico; se comprobó que presentaban consecuencias negativas en su 
- 26 -bienestar físico, psicológico y social; al perder el sentimiento de seguridad y 
confianza en el mundo, y en las personas que les rodeaban. 
 
Cuando la persona agresora es el propio padre y la violencia ocurre en el hogar 
(lugar de aparente refugio y protección), las niñas, niños y adolescentes, 
experimentan sentimientos de indefensión, miedo, preocupación y ansiedad 
debidos a la posibilidad de que la experiencia traumática pueda repetirse (Patró y 
Limiñana, 2005). 
 
Aún no existen acuerdos en relación a una disciplina adecuada y lo que supone 
una disciplina abusiva y violenta; lo cierto es que, culturalmente hay una alta 
tolerancia hacia los malos tratos físicos sean “leves o moderados” y hasta cierto 
punto o en ciertas ocasiones, se justifica el uso de la violencia. 
 
Desafortunadamente, en el caso de la violencia familiar, la amenaza ocurre y se 
repite de forma intermitente a lo largo de mucho tiempo, constituyendo una 
amenaza continua y muchas veces percibida como incontrolable. 
 
En México aún no existen registros precisos acerca del impacto que tiene la 
violencia de género en su modalidad de violencia familiar en las niñas, niños y 
adolescentes, el Sistema de Información y Estadística de la Violencia Familiar 
(SIEVIF), plataforma de la Dirección General de Igualdad y Diversidad Social 
(DGIDS), dependiente de la Secretaría del Desarrollo Social del Gobierno del 
Distrito Federal (SDSDF), reportó en su informe de 2010 que de enero a 
septiembre de ese mismo año 7,080 mujeres fueron víctimas de violencia familiar. 
Dicho informe hace una estimación todavía imprecisa del problema puesto que 
únicamente señala que cada mujer que reporta algún caso de violencia familiar, 
tiene en promedio de 2 a 3 hijas e hijos afectados de manera “indirecta” por la 
violencia. 
 
- 27 - 
A pesar de que no existen cifras exactas que revelen la magnitud del problema, la 
SDSDF (2010), a través, de la Dirección de Atención y Prevención de la Violencia 
Familiar ha puesto en marcha la atención psicológica infantil en sus 16 unidades; 
además en 2010 impulsó la Red de Niñas y Niños por la Igualdad y contra el 
Maltrato en las 16 delegaciones del Distrito Federal; cuya finalidad es que niñas y 
niños tengan voz y voto en las políticas publicas y se involucren en la solución de 
los problemas familiares, comunitarios y sociales. El SIEVIF reportó que hasta el 
30 de julio de 2010 la Red de Niñas y Niños estaba conformada por 2,686 niñas, 
niños y adolescentes mujeres y hombres que asisten a recibir atención psicológica 
en alguna de las 16 Unidades de Atención y Prevención de la Violencia Familiar 
(UAPVIF). 
 
 
2.4 LA VIOLENCIA COMO UN MODELO DE APRENDIZAJE 
Las prácticas domésticas y extra domésticas de padres y madres son el primer 
referente que tiene la niñez acerca de cómo ser hombres o mujeres, el papel que 
deben desempeñar y el lugar que han de ocupar en la vida. Los padres y las 
madres realizan ciertas prácticas matizadas por valores, normas, expectativas y 
creencias que dan sentido a la vida de niñas y niños. 
 
Las experiencias vividas en la infancia constituyen un factor de vital importancia 
para el posterior desarrollo y adaptación de la persona a su entorno. En la infancia 
las personas aprenden a definirse a sí mismas, a entender el mundo y cómo 
relacionarse con él a partir de lo que observan en su entrono más próximo. De 
este modo las familias son consideradas el primer agente socializador y marcan 
las pautas de los modelos de funcionamiento social. 
 
Patró y Limiñana (2005), consideran que uno de los efectos a largo plazo de la 
exposición de niñas, niños y adolescentes a hechos de violencia doméstica, es 
que representa un modelo de aprendizaje de conductas violentas; del mismo 
modo los estilos de crianza rígidos y castigadores, son modelos para la resolución 
- 28 - 
violenta de conflictos y tal como reportan las investigaciones de Stith & Whitfield 
(citados en O’ Leary & Woodin, 2008) pueden generalizarse a las relaciones con 
otros en el presente y en la vida futura. 
 
La transmisión intergeneracional de la violencia de género está influenciada en 
gran medida por factores culturales como las creencias y estereotipos 
tradicionales acerca del uso y reparto del poder dentro de la familia, que dejan 
manifiesta la superioridad de los hombres respecto a las mujeres y la violencia 
como medio válido para resolver conflictos; dicho sistema de valores nutre las 
conductas sexistas y violentas en la infancia. 
 
Estos aprendizajes tienen componentes diferenciales según el sexo; la tendencia 
observada es que los niños aprenden que la violencia es una estrategia eficaz de 
solución de problemas y que su manifestación asegura una posición de poder y 
privilegio dentro de la familia, mientras que las niñas adoptan conductas de 
sumisión y obediencia (Sarasúa, Zubizarreta, Echeburúa y Corral, en Patró y 
Limiñana, 2005). 
 
Milner y Crouch, (2004) citan a diferentes autores que señalan que niñas y niños 
testigos de violencia tienen un mayor riesgo de ser violentos u agresivos con los 
demás, sobre todo en el caso de maltrato o acoso escolar, en sus relaciones de 
noviazgo y como agentes de la violencia familiar en la edad adulta. 
 
Si se considera que la reproducción intergeneracional de la violencia es 
“automática”, se cae en un determinismo fatalista. Es cierto que hay un 
aprendizaje, sin embargo, éste no es una condición para la repetición automática; 
cuando se vive violencia familiar se incorporan estilos afectivos de convivencia y 
se aprende a ver las amenazas del medio y responder a ellas. 
 
Cyrulnik (2003), afirma que la violencia aprendida depende más del medio que de 
la niña o del niño; es decir, cuando la violencia es constante los patrones 
- 29 - 
conductuales de respuesta se fijan y caracterizan un estilo de comportamiento, al 
menos mientras no haya un cambio en el medio y en las adquisiciones. 
 
Horno (2009) plantea que haber vivido maltrato en la infancia no condena a la 
repetición de la violencia no obstante, el no haber elaborado terapéuticamente el 
daño, sí representa un riesgo para repetir patrones de violencia en la vida adulta 
ya sea como receptor-receptora o como generador-generadora de violencia. 
 
Como se ha dicho, en la violencia familiar la relación hombre-mujer evidencia una 
estructura asimétrica y discriminatoria en la que el ejercicio de poder es masculino; 
sin embargo, cuando el hombre está ausente del hogar (real o simbólicamente); 
las mujeres son quienes ejercen el poder debido a que, en presencia de él su 
persona, poder y autoridad están minimizadas o anuladas. Algunas madres que 
ante el abandono del padre asumen el poder y deciden sobre asuntos cotidianos 
como el dinero, la alimentación, la distribución de recursos, los permisos y las 
sanciones; en ocasiones abusan de ese poder violentando a las niñas, niños y 
adolescentes. Ramírez (2007) afirma que lo anterior tiene lugar cuando las 
mujeres no enfrentan directamente el malestar que tienen con los hombres sino 
que lo desencadenan en las hijas e hijos mediante el rechazo y hasta el 
abandono. 
 
 La violencia física es delegada al padre, y aunque las mamás también la ejercen, 
reconocen la jerarquía superior que tiene el hombre sobre las hijas e hijos y sobre 
ellas mismas en la aplicación de los castigos. Las formas femeninas de la 
violencia comúnmente se expresan mediante golpes, pellizcos y empujones, y se 
acompañan de violencia psicológica, sobre todo agresiones verbales: insultos, 
amenazas, descalificaciones hasta formas sutiles, como la indiferencia y la 
manipulación (Ramírez, 2007). 
 
La violencia verbal, a través de insultos y groserías, no dejan evidencia física del 
daño provocado, pero sí disminuye la estima propia de niñas, niños y 
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adolescentes, y puede constituir un parámetro de tolerancia y/o ejercicio de laviolencia en contra de las personas más vulnerables. 
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CAPÍTULO TRES 
PERSPECTIVAS TEÓRICO-METODOLÓGICAS 
EN LOS PROGRAMAS DE ATENCIÓN A LA VIOLENCIA 
 
Los conceptos y perspectivas terapéuticas que se presentan en este capítulo 
brindan elementos teórico-metodológicos en el diseño de programas de atención a 
la violencia, enriquecen el estudio y fundamentan la propuesta de intervención que 
se presenta en el siguiente capítulo con técnicas de sensibilización y elementos 
teóricos para el análisis y la transformación de los patrones de interacción 
violentos. 
 
 
3.1 TERAPIA GESTALT 
La Gestalt es una modalidad terapéutica humanista que considera a la persona 
como un todo, su interés principal se focaliza en el funcionamiento integral y 
saludable del organismo: cuerpo, sentidos, emociones e inteligencia. A través de 
sus técnicas favorece el desarrollo del individuo, mediante la búsqueda y 
resolución de conflictos y asuntos inconclusos, promoviendo la 
autoresponsabilidad y el autoapoyo (Feixas y Miró, 2007; O’Connor y Schaefer, 
1997). 
 
Para Vereda Themis, Defensa Jurídica y Educación para Mujeres S.C. (2008) y 
Feixas y Miró (2007), este enfoque terapéutico tiene como principios básicos la 
experiencia presente denominada aquí y ahora; es decir, enfatiza todo aquello que 
ocurre en el presente, promueve el darse cuenta al fomentar la conciencia y 
aceptación de la experiencia actual y subraya la responsabilidad o integridad por 
medio de la identificación y manejo de necesidades que permitan alcanzar la 
autorregulación. 
 
La vida humana desde esta perspectiva comprende movilidad, evolución y 
constante cambio en dos escenarios: el interno (necesidades, sentimientos, 
experiencias) y el externo (percepciones, contactos, diálogos y encuentros) que se 
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trenzan de forma compleja e integral. La vida entendida así, es en cada momento 
cautivante debido a la constante experimentación de las propias posibilidades y 
experiencias personales, las cuales, no dejan de estar ligadas al contexto social. 
 
 
3.1.1 EJES RECTORES DE LA TEORÍA GESTALT (Vereda Themis, 2008) 
• Vivir ahora es ocuparse del presente, no del pasado o del futuro porque 
éstos son fantasías. 
• Vivir aquí es ocuparse de lo que está presente, no de lo ausente. Es 
imprescindible cerrar o terminar con experiencias inconclusas que nos 
mantienen en el pasado y no permiten vivir aquí y ahora. 
• Experimentar la realidad: es distinguir la realidad de la fantasía. 
• Vivenciar es experimentar personalmente en lugar de racionalizar. 
• Expresar es comunicar de alguna manera la experiencia personal sin 
manipular, juzgar, explicar o justificar. 
• Sentir es dejar que fluyan todas las emociones y sentimientos, no reprimir. 
• Asumir la responsabilidad de las acciones, sentimientos y pensamientos 
personales. 
• Aceptar es integrar experiencias. 
 
O’Connor & Schaefer (1997) y Feixas y Miró (2007) sostienen que en el proceso 
gestáltico, el presente es una de las premisas fundamentales, entendido éste 
como el aquí y ahora, el momento inmediato en el que sentimos y existimos. Dado 
que sentimos y existimos en el aquí y ahora, el instante presente es en el que nos 
creamos y re-creamos como parte de la existencia misma. Sentir, vivenciar, 
descubrir y explorar, son procesos básicos que tienen que suceder para que 
tengan lugar otros procesos psicológicos complejos como el pensar o comprender. 
 
En este enfoque dar significado a la vivencia requiere darse cuenta, es decir estar 
alerta y tomar conciencia de lo que está sucediendo en lo inmediato. Cada 
persona debe entrar en contacto con nuevos elementos de su medio ambiente y 
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decidir por ella y para ella misma qué es lo que le puede ser útil y asimilarlo; y 
dejar ir aquello que no le sea favorable. 
 
El enfoque humanista que caracteriza a la terapia de la gestalt promueve el 
desarrollo de capacidades o potencialidades humanas echando mano de los 
recursos internos y externos de la persona, lo cual la hace responsable de sí 
misma y le da autosoporte. 
 
 
3.1.2 TÉCNICAS DE LA TERAPIA GESTALT 
Oaklander (2007); Feixas y Miró (2007) y O’Connor & Schaefer (1997), señalan 
que las técnicas usadas por la Gestalt tienen el objetivo de proporcionar a la 
persona experiencias que estimulen e intensifiquen el uso de sus sentidos para 
favorecer el contacto y enfocar una nueva experiencia de los mismos. Por 
ejemplo: 
 
• Tocar: pintura digital, poner objetos dentro de una bolsa y adivinar qué son; 
descubrir la sensación de diferentes texturas. 
• Ver: observar distintas imágenes que están muy detalladas, hacer bocetos, 
flores y frutas. 
• Escuchar: pintar mientras se escucha música, ejercicios de relajación. 
• Degustar: paladear diferentes sabores (dulce-amargo-agrio). 
• Oler: diferentes aromas, olores y fragancias. 
• Expresión emocional: es la integración del todo, implica movimiento y 
requiere participación activa, creación y conclusión. Exige estar atenta o 
atento de qué pasa con el cuerpo, con sus movimientos, gestos, señales y 
expresiones. Mediante el movimiento corporal se brinda la oportunidad para 
realizar elecciones, sentir el dominio y ejercer algún poder y control sobre sí 
mismo o sí misma. Algunas técnicas son ejercicios de respiración, 
enraizamiento, juegos energéticos, movimiento corporal, danza, 
psicodrama, representación con títeres; técnicas creativas, expresivas y 
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proyectivas como dibujar, pintar, realizar collages, moldear en barro entre 
otras. 
• Respecto a la definición del sí mismo, se sugiere hacer afirmaciones con 
respecto a los gustos, aversiones, carencias y necesidades. Expresar los 
pensamientos, ideas y opiniones ayuda a definir al sí mismo y permite 
discriminar entre lo que soy y lo que no soy; para tal efecto se puede hacer 
uso de la fantasía, imaginación, narración de historias y metáforas, etc. 
 
Respecto a lo anterior Oaklander (2007) y O’Connor & Schaefer (1997), señalan 
que hay quienes expresan desde el pensamiento: hablan, hacen listas, juegos, 
experimentan por medio de la música, dibujan sus sentimientos, etc.; a fin de 
familiarizarse y sentir comodidad con los sentimientos. 
 
Todas las estrategias mencionadas proporcionan objetos concretos que pueden 
ser fáciles de manejar y favorecen la expresión emocional, generando alivio y 
tranquilidad. 
 
Feixas y Miró (2007) y Vereda Themis (2008) concluyen que la Terapia Gestalt es 
global e integrativa, ya que incluye una visión bio-psico-social que enfatiza la 
interacción de la persona con su entorno y toma en cuenta diversas variables de 
carácter fisiológico, sociológico, cognitivo y motivacional, entre otras. Es una 
aproximación teórica que guarda fuerte influencia de los modelos humanista-
existenciales y está abierta a diferentes técnicas terapéuticas y abordajes 
filosóficos. 
 
Finalmente, cabe decir que la Psicoterapia Gestalt brinda a través de su proceso 
terapéutico (tanto para la niñez como para las personas responsables del cuidado 
y la crianza), oportunidades de desarrollo de habilidades, útiles para resolver la 
problemática con nuevas herramientas que les permitan enfrentar al mundo de 
formas creativas y con recursos propios (Martínez, 2009). 
 
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3.2 TERAPIA DE REENCUENTRO 
Este novedoso enfoque propone el reencuentro como una búsqueda de relaciones 
de paz y equilibrio con una misma o uno mismo, a partir de la búsqueda interior y 
la aceptación del cuerpo sexuado de mujer u hombre y la integración de los roles 
femenino y masculino en las relaciones personales, sociales y comunitarias. Tiene 
como ejes de acción la educación para la salud y la educación para la paz que 
derivan en la construcción de relaciones placenteras y de buentrato, es decir, la 
construcción de vínculos afectivos para la convivencia en un contexto de respeto, 
justicia y equidad (Sanz, 2002;2005).Sanz (2005) plantea la existencia de dos subculturas: la femenina y la masculina, 
cristalizadas en las diferentes formas de relación que parcializan y polarizan a 
hombres y mujeres condicionando el desarrollo de una parte de sí y negando o 
dificultando otras. 
 
A la luz de la terapia de reencuentro, el maltrato y el buentrato son dos 
condiciones que tienen lugar en los vínculos que se establecen en lo social, lo 
relacional y lo individual: las relaciones con el afuera y el adentro. Este enfoque 
entiende a la persona como un ser individual; no obstante, la sitúa como agente 
social de cambio al participar y formar parte de una comunidad (Sanz, 2002; 
2005). 
 
En su abordaje a la violencia Sanz (2004), analiza cómo se dan los procesos de 
maltrato en el adentro y en el afuera. Explora el mundo de simbolizaciones 
representadas en las creencias, fantasías, mandatos sociales y valores que dan 
paso a la construcción de un yo como persona y aquellos roles que inciden en 
comportamientos violentos con el afuera, con las otras y los otros. 
 
El maltrato en lo social está representado por la violencia estructural que toma 
formas distintas según las costumbres, valores y creencias de las sociedades. El 
análisis de Sanz (2004) parte del hecho de que las personas poseen un cuerpo 
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sexuado, que culturalmente determina su pertenencia a un género, situándolas 
dentro de la subcultura femenina o masculina, misma que marca las pautas para 
pensar, sentir y comportarse de determinada manera. 
 
Sanz (2002; 2004) comenta que actualmente la mayoría de las sociedades son 
patriarcales; es decir, hacen una diferenciación con base en el sexo con el que se 
nace y sobrevaloran al hombre con respecto a la mujer; dando lugar a una 
estructura social jerárquica en razón al sexo-género, que da origen al modelo 
social de dominación-sumisión legitimado por los valores, creencias y costumbres 
de una cultura manifestados en los roles de género que se aprenden, reproducen 
y que cada persona incorpora a sus relaciones consigo misma y con quienes 
convive. 
 
Cuando existe una valoración jerárquica y desigual en las relaciones entre 
hombres y mujeres, se manifiestan las relaciones de poder y se hace visible la 
violencia. Las relaciones de poder no son estáticas tienden a circular o invertirse, y 
constituyen una forma de relación donde el dolor o sufrimiento es el mecanismo de 
acercamiento con la otra persona (Sanz, 2004). 
 
En cuanto al maltrato interno, Sanz (2004) sostiene que se manifiesta por “toda 
una serie de elementos que forman parte de la construcción subjetiva de la 
identidad y de los vínculos afectivos y relacionales”, que se encuentran contenidos 
en una estructura social donde la persona aprende a relacionarse no sólo con los 
demás sino consigo misma a partir del automaltrato y el maltrato que se permite 
de las otras personas. 
 
Sanz (2004) sostiene que para alcanzar el bienestar y el buentrato, es necesario 
considerar los siguientes factores: 
 
• Entender las emociones y darse el permiso de expresarlas sin sentirse por 
ello menos persona. Cuando no hay un manejo efectivo de las emociones, 
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éstas se somatizan en forma de dolores o se descargan violentamente 
contra las otras personas. La escucha del cuerpo emocional, exige darse 
cuenta de lo que se siente y dónde se siente; reconocer cómo se siente con 
aquella emoción que se experimenta y manejar las emociones, es decir, 
saber qué hacer con lo que se siente sin perturbar las relaciones con las 
otras y otros. 
 
• Tolerar la frustración. Significa guardar calma ante lo inesperado y resolver 
de manera pacífica ante la pérdida del control y el incumplimiento de las 
expectativas. Es poner límites y renunciar al poder sin violencia. Es integrar 
que la vida no siempre es como se desea, es aceptar que las cosas y las 
personas no siempre llegan cuando se quiere. 
 
• Manejar las pérdidas es saber despedirse de las cosas y de las personas, 
es elaborar duelos y dejar ir. Manejar las pérdidas implica revisar y ajustar 
las expectativas, despedirse y permitir la separación. Es establecer 
distancias físicas y emocionales para no dañarse o dañar a otra persona; 
es cerrar ciclos. Liberarse de las expectativas no cumplidas, exige aceptar 
que hay cosas que no se pueden cumplir, replantear cómo sería esa 
expectativa en el presente y finalmente soltarla si es que no es real o no 
puede cumplirse, a fin de no dañar el respeto y amor propios, y evitar vivir 
en la pelea. 
 
• Aprender a ser asertiva o asertivo, diciendo no a lo que incomoda o 
molesta, pedir lo que se necesita o desea, respetar el sí o el no de las otras 
personas. 
 
• Aprender a relajarse y saber respirar cuando la angustia bloquea el cuerpo, 
el pensamiento y la respiración. La respiración es un recurso para reciclar 
(transformar) las emociones, permite liberar el dolor cuando existe tensión 
en el cuerpo y conduce al equilibrio interno. 
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• Aprender a valorarse y valorar a las otras personas en sus diferencias. Esto 
requiere el fomento de la capacidad de desarrollo, sin temer a que también 
los demás se desarrollen; es decir significa entender que las diferencias y 
habilidades nos enriquecen en vez de percibirlas como amenazas. 
 
• Respetar y cuidar amorosamente el cuerpo y la vida. Cuando se carece de 
una estima equilibrada, se corre el riesgo de maltratarse internamente 
debido a que prevalece el sentimiento de no merecer amor. Debido a esta 
condición, también existe la amenaza latente de recibir maltrato por parte 
de las y los demás; bajo la creencia de no merecer nada, las personas “se 
ponen de tapete” permitiendo la violencia o en caso contrario, cuando las 
personas creen que merecen todo y más, se dan el permiso de pisotear a 
las y los demás. 
 
• Aprender a vivir con autonomía y desarrollar la capacidad de estar en 
compañía o soledad y crear redes amistosas, solidarias y equitativas. 
 
• Ser amables, agradecer y sonreír. Cuando no hay respeto por el otro o la 
otra y se ejerce violencia, los malos tratos y sus consecuencias tienen 
efectos que generan malestar, culpa o vergüenza. 
 
• Disculpar los errores y enfatizar las competencias. 
 
En resumen, la violencia en general y la violencia familiar en particular atenta 
contra la identidad, integridad y desarrollo de las mujeres, por lo que es necesario 
“tocar emociones”, trabajar con los afectos y llegar al terreno donde emergen los 
sentimientos más intensos que dan lugar a la sumisión o al maltrato. La apuesta 
es trabajar con los afectos para transformar los pensamientos y generar cambios 
en los patrones relacionales y así, deconstruir roles tradicionales que tienen peso 
en los vínculos afectivos y que en ocasiones justifican la violencia como una forma 
de demostrar amor y cuidados. La propuesta en un sentido, busca fortalecer 
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emocionalmente a las mujeres para que afronten su situación de maltrato y 
decidan responsablemente (a partir de sus recursos), qué acciones tomar para 
poner un alto a los abusos. 
 
En la intervención sobre violencia las perspectivas terapéuticas mencionadas, 
encaminan sus aplicaciones hacia el desarrollo integral y armónico de la persona; 
sus técnicas de acompañamiento facilitan a las mujeres tomar conciencia de sus 
necesidades, sentimientos y experiencias; analizar su situación actual y dar 
nuevos significados a sus experiencias de tal manera que, comprendan y se 
responsabilicen del lugar que ocupan en sus relaciones; recuperen su autoridad y 
autocontrol sobre su persona, sobre su propio cuerpo, sobre sus deseos y sus 
relaciones; a través del rescate de su confianza, seguridad, amor y cuidado 
personal. 
 
 
3.3 PERSPECTIVA DE GÉNERO 
La perspectiva de género permite analizar a mujeres y hombres como seres 
históricos y cambiantes, construidos socialmente, productos del tipo de 
organización

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