Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Filosofía y Letras Brausen, autor de Santa María; Onetti, autor de La vida breve T e s i s que para obtener el grado de Maestría en Letras (Letras latinoamericanas) p r e s e n t a Héctor Luis Grada Martínez México D. F. septiembre 2007 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. A mi madre y hermanos Mi más sincero agradecimiento a la Universidad Nacional Autónoma de México, que por medio de la Dirección General de Estudios de Posgrado (DGEP) y del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) me otorgó las becas que me permitieron concluir mis estudios y elaborar la presente tesis Brausen, autor de Santa María; Onetti, autor de La vida breve Índice Introducción I. Brausen, la salvación por la escritura Imaginar el departamento contiguo Imaginar Santa María Imaginar a Díaz Grey Imaginar a Elena Sala Imaginación y auto-conocimiento Imaginar a Juan María Arce Vida breve, vivir para imaginar II. Brausen, demiurgo de Santa María Escribir y/o imaginar a Díaz Grey Díaz Grey: la dudosa autonomía de ser ficticio Díaz Grey: la intuición de ser ficticio Brausen: escribir es como ser Dios Brausen: llegar a ser ficticio Brausen: el demiurgo contra sí mismo 1 11 12 17 19 22 26 29 32 38 39 42 48 53 60 64 III. Onetti, un Brausen más verdadero El Onetti de cara aburrida El estatuto lógico del Onetti de cara aburrida Referencias �reales� en La vida breve La conciencia creadora de Brausen El espectro Onetti El espectro Brausen en la saga de Santa María Fuerza de asedio en La vida breve Conclusiones Bibliografía 69 70 76 82 86 91 96 105 111 118 1 Introducción Santa María es una población ficticia que aparece en gran parte de la obra del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, ya sea como escenario principal, en las novelas Para una tumba sin nombre (1959), El astillero (1961), Juntacadáveres (1964), y Cuando ya no importe (1993), o como patria rememorada por los personajes, en el cuento “Presencia” (1978) o en la novela Dejemos hablar al viento (1979), por mencionar sólo algunos ejemplos representativos1. Sus características geográficas y climáticas son variables — es difícil relacionar la Santa María lluviosa y fría de El astillero y Juntacadáveres con la Santa María calurosa, árida y seca de Cuando ya no importe, última novela publicada por Onetti—, pero los personajes principales reaparecen regularmente. A veces los encontramos con distintas ocupaciones, distintos modos de vida, más jóvenes o más viejos, pero siempre reconocibles. El Doctor Díaz Grey; Jorge Malabia; el proxeneta Larsen, alias “Juntacadáveres”; el magnate Petrus; el comisario Medina; el viejo Lanza, periodista y cronista de Santa María, son personajes que aparecen o son mencionados intermitentemente en el intertexto sanmariano, mostrando cada vez una nueva dimensión de su comportamiento al lector, una creciente profundidad que desafía la clasificación, la reducción de sus acciones a un modelo predecible. Este intertexto —definido por Helena Beristáin como “conjunto de las unidades en que se manifiesta la relación entre el texto analizado y otros textos leídos o escuchados, que se evocan consciente o inconscientemente o que se citan”2— tiene su 1 La lista de cuentos que transcurren en San María es larga, e incluye entre otros, “El álbum” (1953), “Historia del Caballero de la rosa y de la Virgen encinta que vino de Liliput” (1956), “Jacob y el otro” (1961), “La novia robada” (1968), “La muerte y la niña” (1973), “El perro tendrá su día” (1976), etc. 2 Helena Beristáin, Diccionario de retórica y poética. p. 269. 2 origen en la novela La vida breve, publicada en 1950. En ella, el protagonista, Juan María Brausen, abrumado por la reciente operación de su esposa Gertrudis y por la crisis de su relación con ella, por su insatisfacción con su empleo, por deudas económicas y, en suma, por lo que llega a considerar un gran malentendido existencial (“A esta edad es cuando la vida empieza a ser una sonrisa torcida. […] Y se descubre que la vida está hecha, desde muchos años atrás, de malentendidos. Gertrudis, mi trabajo, mi amistad con Stein, la sensación que tengo de mí mismo, malentendidos”3), decide que la creación literaria es su única salida: “Me convencí de que sólo disponía, para salvarme, de aquella noche que estaba empezando más allá del balcón […] Tenía bajo mis manos el papel necesario para salvarme, un secante y la pluma fuente” (pp. 455-456). Brausen narra en primera persona los eventos de su vida, entre los cuales a partir de cierto momento se incluye la planeación de un guión de cine, lo que instaura una nueva dimensión en su relato. El crítico argentino Roberto Ferro expone: En La vida breve se narra la generación de un relato desde otro relato. El espacio textual se va constituyendo a partir de la escisión en la que ambos relatos se inscriben como series separadas: el lugar del texto que se dice como realidad, en el que se ubica su protagonista, Juan María Brausen, y la ficción generada, Santa María, la ciudad donde Brausen decide situar la acción de un argumento de cine que debe escribir por encargo. La vida breve puede ser leída como la ficción de los orígenes de una ficción, como un texto que se constituye jugando a establecer y a borrar las diferencias entre la posición de enunciación y los enunciados producidos. 4 3 Juan Carlos Onetti. La vida breve, p. 476. Todas mis citas a esta novela son tomadas de Juan Carlos Onetti, La vida breve, en Obras Completas. México: Aguilar, 1970. pp. 435-712. 4 Roberto Ferro, Onetti/La fundación imaginada. p. 174. 3 Brausen, entonces, se erige como autor del relato de Santa María y de su personaje principal, el doctor Díaz Grey. Este segundo relato, o relato metadiegético, es creado in situ, y por tanto reconocido como ficción. En Figures III, el teórico francés Gérard Genette presenta su clasificación de niveles narrativos, según la cual una narración contenida en otra pertenece a un nivel diferente del de la narración primaria o diégesis: “[…] tout événement raconté par un récit est à un niveau diégétique immédiatement supérieur à celui où se situe l’acte narratif producteur de ce récit”5. Genette ejemplifica esto con Mémoires d’un homme de qualité, las memorias ficticias del Marquis de Reconcourt, escritas por el Abbé Prévost. En una posada llamada “Lion d’or”, el marqués se encuentra con el Chevalier des Grieux, quien le narra la historia de sus amores: La rédaction par M. de Reconcourt de ses Mémoires fictifs est un acte (littéraire) accompli à un premier niveau, que l’on dira extradiégétique; les événements racontés dans ces Mémoirs (dont l’acte narratif de des Grieux) sont dans ce premier récit, on les qualifiera donc de diégétiques, ou intradiégétiques; les événements racontés dans le récit de des Grieux, récitau second degré, seront dits métadiégétiques. De la même façon, M. de Reconcourt en tant qu’“auteur” des Mémoirs est extradiégétique […]; le même marquis en tant que héros des mêmes Mémoirs est diégétique, ou intradiégétique, et avec lui des Grieux narrateur à l’auberge du Lion d’or […]; mais des Grieux héros de son propre récit [est] métadiégétique: ces termes désignent non des êtres, mais des situations relatives et des fonctions.6 Por su parte, La vida breve postula la escritura de Juan Carlos Onetti como “acto literario”7. A su vez, los eventos narrados en la novela se dividen en dos niveles 5 Gérard Genette, Figures III, p. 238. Cursivas en el original. 6 Ibid., pp. 238-239. 7 Cabe indicar que Genette advierte que no debe confundirse extradiegético con “real” ni diegético o metadiegético con ficticio. A este respecto abunda en el ejemplo de Prévost… L’instance narrative d’un récit premier est donc par définition extradiégétique, comme l’instance narrative d’un récit second (métadiégétique) est par définition diégétique, etc. Insistons sur le fait que le caractère éventuellement fictif de l’instance première ne modifie pas plus cette situation que le caractère 4 diegéticos. En primera instancia está —como expresa Ferro— “el lugar del texto que se dice como realidad, en el que se ubica su protagonista, Juan María Brausen”, que corresponde al nivel diegético o intra-diegético; por otro lado, “la ficción generada, Santa María, la ciudad donde Brausen decide situar la acción de un argumento de cine” corresponde a un relato en segundo grado (“récit au second degré”), es decir a un nivel meta-diegético. El presente escrito se basará en la lectura de los pasajes en los que se menciona o se alude a la naturaleza ficticia de la narración metadiegética, es decir, a la ficcionalidad del relato de Santa María. Esto, con el fin de analizar, en primer lugar, cómo se constituye la retórica de Brausen respecto a su proceso creativo y cómo ésta se relaciona con la retórica del propio Juan Carlos Onetti respecto al proceso de escribir La vida breve. En segunda instancia me interesa examinar la coherencia de tal retórica, y —auxiliándome con lo que Jacques Derrida llama “fuerza de asedio”— señalar sus inconsistencias y contradicciones. En resumen, la tesis que estructura mi escrito es que el discurso de ambos autores es insuficiente para dar cuenta del proceso creativo que da origen, en un primer caso, a Díaz Grey, y en el segundo caso al propio Brausen como protagonista de la novela. Mas ¿cómo se define la ficcionalidad del relato de Santa María? La vida breve postula al autor Juan Carlos Onetti creando un personaje de ficción —Brausen— que a éventuellement “réel” des instances suivantes: M. de Reconcourt n’est pas un “personnage” dans un récit assumé par l’abbé Prévost, il est l’auteur fictif de Mémoires dont nous savons d’autre part que l’auteur réel est Prévost, tout comme Robinson Crusoe est l’auteur fictif du roman par Defoe qui porte son nom […] Ni Prévost ni Defoe n’entrent dans l’espace de notre question, qui porte, rappelons-le encore une fois, sur l’instance narrative, et non sur l’instance littéraire. M. de Reconcourt et Crusoe sont des narrateurs-auteurs, et comme tels ils sont au même niveau narratif que leur public, c’est-à-dire vous et moi. […] Bref, on ne confondra pas le caractèer extradiégétique avec l’existence historique réelle, ni le caractèr diégétique (ou même métadiégétique) avec la fiction: Paris et Balbec sont au même niveau, bien que l’un soit réel et l’autre fictif, et nous sommes tous les jours objets du récit, sinon héros de roman. Ibid, pp. 239-240. 5 su vez se convierte en autor ficticio, al crear a un personaje llamado Díaz Grey y narrar sus aventuras. La dupla Onetti-Brausen se ve reflejada en la dupla Brausen-Díaz Grey. Esta última presenta la característica —inherente a la metaficción, término que explicaré a continuación— de que la ficcionalidad del relato de Brausen (i.e. de la segunda diégesis, la que transcurre en Santa María) es constantemente señalada, ya sea como tema de su propio discurso o del de sus personajes, quienes se reconocen como producto de esa ficción. Este señalamiento también se da por circunstancias ajenas a la enunciación de uno y otros, como el hecho de que Díaz Grey visite Buenos Aires8 (capítulo VI de la Segunda parte9), episodio que tiene su contraparte en la huída de Brausen a Santa María (capítulo XVI de la Segunda parte). La ficcionalidad manifiesta de la metadiégesis de La vida breve será el eje conductor de los dos primeros apartados de este escrito, los cuales pretenden apuntalar la discusión desarrollada en el tercero. Esto es, mientras mis dos primeros capítulos se centran en Brausen como escritor de ficción y en la creación de Santa María, el tercero toma las conclusiones de tal análisis para centrarse en el escritor uruguayo. Así pues, “Onetti, un Brausen más verdadero”, discurre sobre la ficcionalidad no del relato de Santa María, sino de la primera diégesis de la novela, la del Buenos Aires donde Brausen “existe” como personaje creado por un autor llamado Onetti. 8 Esta lectura está basada en la mención de algunos escasos puntos de referencia de la geografía bonoaerense (“El taxi viene por la avenida Alvear hacia retiro, hacia el Bajo”. La vida breve, p. 609) y que, naturalmente, no podían pasar desapercibidos para un argentino, como es el caso de Ferro, quien comenta que en este fragmento de la novela “se anuncia una encrucijada, Díaz Grey viene a Buenos Aires, en un cruce topológico, en un movimiento inverso al que luego emprenderá Brausen hacia el territorio de su imaginación” (Roberto Ferro, op. cit., p. 179). La incursión de Brausen en Santa María se presenta en el penúltimo capítulo de la novela, “Thalassa”, al que me referiré en detalle en el segundo capítulo del presente escrito. 9 Esta división en “partes” es intrínseca a la novela: la Primera parte está constituida por 24 capítulos y la segunda por 17. 6 En mi primer capítulo, titulado “Brausen, la necesidad de ser autor”, exploro la percepción que el protagonista adquiere sobre la creación literaria como necesidad existencial. A partir de una crisis relacionada con el fracaso de su matrimonio, Brausen incidentalmente descubre la escritura creativa. Stein le ha propuesto la redacción de un guión por razones estrictamente monetarias, pero el descubrimiento para él es deslumbrante. A la par que construye un mundo imaginario siente la necesidad de construirse una nueva identidad, una forma de vida completamente distinta a la que ha llevado hasta el momento o, en sus propias palabras, una “vida breve”. El proceso creador de Brausen se vuelve un fascinante espejo del proceso que en primera instancia lo creó como protagonista de una novela. La vida breve, “ficción de los orígenes de una ficción” —retomando a Ferro— tematiza el proceso que da origen a una obra literaria, proceso tan fascinante como reacio al análisis. Y si bien sería simplista trasladar al autor las características de su personaje de ficción, sin duda es pertinente ver en Brausen un reflejo de la escritura y las preocupaciones literarias del propio Onetti. El segundo capítulo, “Brausen, demiurgo de Santa María”, explora la relación que el protagonista de la novela establece con los personajes que concibe. En esta relación juega un papel fundamental la llamada “metalepsis de autor”, figura poética que consiste en que el narrador afirma provocar él mismo los eventos que relata10. En el caso de La vida breve, Brausen constantemente afirmaprovocar los actos y pensamientos de sus personajes, en especial de Díaz Grey, a manera de una divinidad maligna o demiurgo. Esto permite una especie de “doble lectura” en la que el lector de la novela interpreta las acciones y valores del médico (y del propio Brausen, tema que 10 Cfr. infra., p. 3. 7 abordaré en el tercer capítulo) como parte de la realidad que viven él y quienes lo rodean (Elena Sala, para empezar), pero al mismo tiempo como objeto de la narración de Brausen). Es decir, la constante mención de su naturaleza de personaje modifica, desestabiliza y —cabe decir— deconstruye un tipo de lectura basado en la verosimilitud realista, según la cual Díaz Grey es una persona. La oposición entre estas dos lecturas por momentos se resuelve, por momentos se carga hacia un lado o hacia otro, y por momentos no se resuelve en absoluto; en todo caso, el resultado es que la novela permite relacionar temas literarios tales como la caracterización y la intencionalidad del autor, con conceptos filosóficos tales como la voluntad, el libre albedrío y la identidad individual. Finalmente, mi tercer capítulo, “Onetti: un Brausen más verdadero”, explora las consecuencias que la ficcionalidad explicitada por Brausen tiene sobre el plano intradiegético o primera diégesis de la novela, es decir —para retomar a Ferro—, sobre “el lugar del texto que se dice como realidad, en el que se ubica su protagonista, Juan María Brausen”. Y si he elegido dejar esta discusión hasta el final es porque estoy consciente de que la lectura que propongo encuentra escasa justificación en elementos textuales, por no decir que en uno solo: la aparición de un personaje llamado Onetti, con quien Brausen entra en contacto. Esta aparición puede ser interpretada —tal es mi lectura— como un reconocimiento de la ficcionalidad de la primera diégesis, lo que “desnaturaliza” la “realidad” de Brausen y lo equipara a Díaz Grey en la medida en que hay alguien por encima de él —un autor— que le hace percibir como realidad lo que no es más que un relato. Así como la “realidad” del médico es constituida por el relato de Brausen, la “realidad” de Brausen es también constituida por el relato de alguien más. 8 La referida visita de Díaz Grey a Buenos Aires y la de Brausen a Santa María se dan como transgresión entre los niveles (intra)diegético y metadiegético de la novela: Díaz Grey “invade” el nivel intradiegético, aquel donde se produce el relato que narra lo que a él le acontece, y Brausen, contrariamente, invade el nivel metadiegético, el del relato que él mismo produce. En el capítulo “Primera parte de la espera”, cuando Brausen conoce a alguien llamado Onetti, se presenta otro tipo de fenómeno. Aquí el plano diegético se ve “invadido” por un elemento no diegético, ajeno a la ficción: el nombre del novelista. En este caso, existe una alusión a la naturaleza ficticia del propio relato intradiegético de La vida breve; es decir, no al que se sitúa en Santa María y que Brausen reconoce repetidamente como ficción, sino al que se presenta como real y se sitúa en Buenos Aires. Leer el plano realista o primera diégesis de la novela como metaficción, como relato que hace referencia a su propia ficcionalidad, es la más aventurada de mis propuestas. El término “metaficción”, originado en los años sesenta para describir obras contemporáneas de ficción que trataban sobre la ficción misma11, puede sin duda aclarar algunos aspectos de la ficcionalidad declarada en La vida breve. Sin embargo, en el presente escrito recurriré sólo ocasionalmente a él, debido a la confusión que pudiera causar con el otro prefijo meta —el de metadiégesis—, que me interesa más utilizar para mi exposición. Asimismo, resulta problemático, debido a la amplitud y vaguedad de su uso, sobre todo cuando se le relaciona con el fenómeno de la 11 Cfr. Mark Currie, “Introduction”, en Metafiction. p. 1. 9 posmodernidad12. Me parece que la siguiente definición será suficiente para mis propósitos: Metafiction is a term given to fictional writing which self-consciously and systematically draws attention to its status as an artefact in order to pose questions about the relationship between fiction and reality. In providing a critique of their own methods of construction, such writings not only examine the fundamental structures of narrative fiction, they also explore the possible fictionality of the world outside the literary fictional text.13 En el presente escrito me interesa utilizar este término para enfatizar la lectura doble que se suscita al leer, al mismo tiempo, lo que le sucede a Brausen como “realidad” y como “artificio”. La primera diégesis de la novela no es a primera vista una metaficción, puesto que no llama la atención sobre su estatuto de artefacto. Para decirlo llanamente: Brausen y Díaz Grey son ambos personajes de ficción, pero la gran diferencia entre ellos es que la convención realista presenta al primero como persona, mientras el segundo es presentado desde el principio como personaje. Proponer una lectura metaficcional de la primera diégesis es aventurado porque es resultado de una transposición que tiene su origen en un único elemento textual: el personaje llamado Onetti, cuya aparición en la novela se reduce a unas cuantas líneas. Tal propuesta puede resumirse del siguiente modo: si Díaz Grey es generado por la enunciación de Brausen —enunciación que es a la vez “literaria” y ficticia, es decir, literaria en el ámbito de la ficción, donde Brausen se da a la tarea de redactar un 12 “‘Metafiction’ might have consolidated its place in the critical lexis as a descriptor of postmodern fictional preoccupations, but few commentators have proposed the absolute novelty of literary self-consciousness. […] Novels which reflect upon themselves in the postmodern age act in a sense as commentaries on their antecedents. ‘Self- consciousness’ is neither new nor meaningfully ‘self’ consciousness, since the metafiction refers to fictions other than itself, in its own history. The relationship between a critical term and its literary objects becomes profoundly confused because the literary object itself performs a critical function. The definition of ‘metafiction’ as fictional self-consciousness does not acknowledge this complexity, and my continued use of the notion of self-consciousness carries such problems within it.” Ibidem. 13 Ibidem. 10 argumento para cine—, ¿qué enunciación genera a éste último? Se puede responder sin mayores complicaciones: Brausen es generado por el “acto literario” (como lo llama Genette), llevado a cabo por Juan Carlos Onetti al escribir y publicar su novela. Generalmente, este acto no implica ninguna referencia al acto como tal, y hay que decir que, stricto sensu, tampoco la hay en La vida breve. No obstante, como analizaré en mi tercer capítulo, la aparición en la primera diégesis de ese “hombre de cara aburrida” apellidado Onetti (p. 607) no puede ser soslayada, pues tiene implicaciones sobre la noción de autonomía de las acciones de Brausen y la relación de éste con una instancia que se ubica fuera de la diégesis de la novela, con una instancia que se identifica con el nombre “Onetti” y que necesariamente refiere al sujeto escritor cuyo acto literario le da “existencia” a Brausen como personaje ficticio. El Onetti taciturno que comparte la oficina de Brausen abre la posibilidad de la referida doble lectura: durante la mayor parte de la novela, Brausen es un publicista que vive en Buenos Aires, pero a partir de ese encuentro es también el personaje de un relato sobre un publicista que vive en Buenos Aires. 11 I. Brausen, la salvación por la escritura Muy temprano en la novela, Juan MaríaBrausen, publicista radicado en Buenos Aires, menciona su deseo de escribir un guión cinematográfico, y este deseo es continuamente relacionado con situaciones concretas de su vida, específicamente de su vida marital. A continuación examinaré de qué modo el proyecto literario de Brausen se nutre de la realidad o, más precisamente, de lo que para él es la realidad y para el lector de la novela es el plano realista de la misma. Como narrador en primera persona que en determinado momento se erige en autor, Brausen hace explícitos algunos de sus propios procedimientos imaginativos o mecanismos de ficcionalización que trasladan, a la diégesis sanmariana �o segunda diégesis de la novela �, un objeto, un nombre o un recuerdo inscrito en su realidad �primera diégesis�. A este respecto se hace necesario distinguir entre imaginación y ficción, puesto que Brausen imagina eventos, personajes, y paisajes que en ocasiones conforman sólo un relato mental que no llega a ser propiamente escrito como relato de ficción. Este matiz es importante para describir cómo concibe la creación literaria, tarea que emprendo en este capítulo para sopesar sus implicaciones posteriormente. Los primeros intentos literarios de Brausen se desarrolla a la par que su esfuerzo por dejar de ser el �hombre pequeño y tímido, intercambiable [�] casado con la única mujer que seduje o me sedujo a mí� (p. 476). Atraído por su vecina, la Queca, ante quien asume un nombre y una personalidad distinta, Brausen establece un modo de vida que contrasta con la vida marital, ordenada, temperante, que hasta el momento ha 12 llevado. Escritura creativa y escritura de una nueva identidad confluyen en la �necesidad� que Brausen siente a partir del inminente fin de su matrimonio: la relación vida-obra no podría ser más estrecha. Tal es una de las hipótesis que trato de probar en este primer capitulo: la imposibilidad, para Brausen, de construir su mundo imaginativo sin construirse al mismo tiempo una �vida breve�, una forma de vida completamente distinta, nueva. Imaginar el departamento contiguo La vida breve inicia con un narrador en primera persona que, mientras aguarda el regreso de su esposa luego de una operación quirúrgica, escucha a su vecina en el departamento contiguo e imagina su apariencia y acciones. Desde las primeras líneas se menciona la imaginación, la cual será la actividad principal del protagonista a lo largo de la novela y que, entre otras cosas, dará origen en posteriores capítulos a la historia de Díaz Grey, es decir, a un relato metadiegético que correrá paralelo a la primera diégesis: Mundo loco �dijo una vez la mujer, como remedando, como si tradujese. Yo la oía a través de la pared. Imaginé su boca en movimiento frente al hálito de hielo y fermentación de la heladera o la cortina de varillas tostadas que debía estar rígida entre la tarde y el dormitorio, ensombreciendo el desorden de los muebles recién llegados [�]. Cuando su voz, sus pasos, la bata de entrecasa y los brazos gruesos que yo le suponía pasaban de la cocina al dormitorio, un hombre repetía monosílabos, asintiendo, sin abandonarse por completo a la burla. (p. 435).1 1 Como hice en mi introducción, sólo mencionaré el número de página al citar de Juan Carlos Onetti, La vida breve, en Obras Completas. 13 El narrador imagina con gran detalle a una desconocida en un departamento que nunca ha visto. Lo único que sabe de cierto es que ella acaba de mudarse (�los muebles recién llegados�) y supone que la distribución del departamento es igual a la del suyo. A partir de los sonidos que escucha, imagina movimientos (�su boca en movimiento�), olores (�el hálito de hielo y fermentación de la heladera�), el descuido del mobiliario (�varillas tostadas�, �desorden de los muebles�), e incluso imagina que la mujer tiene brazos gruesos y que viste de bata. Posteriormente, tendrá oportunidad de comprobar qué tan acertadas han sido sus suposiciones, pero es notorio que su capacidad de fantasía se desencadena con gran facilidad y sin propósito inmediato aparente. Conforme se desarrolle la novela, Brausen �quien no ha sido aún nombrado como tal� se revelará como una prodigiosa máquina de imaginar2. La situación inicial permanece a lo largo de este primer capítulo, titulado �Santa Rosa�3: el narrador escucha e imagina lo que sucede en el departamento contiguo, es 2 El acto de imaginar es central en la narrativa onettiana, desde �El posible Baldi� (1936), relato que nos presenta a un abogado que, en el proceso de inventar un pasado lleno de aventuras para impresionar a una desconocida, llega a creerlas él mismo; El pozo (1939), novela en que el protagonista narra cómo decide escribir una peculiar suerte de �memorias�, en las que incluye algunos episodios imaginarios desarrollados en una cabaña en Alaska; o �El álbum� (1953), cuento en el que Jorge Malabia se decepciona al descubrir que eran verdaderas �paradójicamente, pues cabría esperar lo contrario�, las historias que le contaba Carmen Méndez y que él creía imaginarias, por mencionar sólo algunos ejemplos. 3 La novela inicia en el día de Santa Rosa, y los personajes aguardan la tormenta que, según la creencia popular, trae consigo la llegada de la primavera: �¿me quiere decir cuándo va a llegar la tormenta de Santa Rosa?� (p. 437), pregunta la vecina, que posteriormente será identificada como la Queca. La semejanza de �Santa Rosa� con �Santa María�, nombre que recibirá la localidad donde transcurre el relato de Brausen, plantea una escisión en el análisis textual en torno a procesos imaginativos y de ficcionalización. Tal semejanza no pasa desapercibida para el lector de la novela, pero, por otro lado, el protagonista no hace mención alguna de la festividad primaveral al hacer explícitos los motivos de su elección del nombre de su localidad ficticia (Cfr. infra. pp. 17, ss.). De este modo, resulta irrelevante discutir si �al erigirse en autor de la segunda diégesis� tiene en mente el día de Santa Rosa � �inconscientemente�, habría que decir� al nombrar su localidad ficticia. Y resulta irrelevante no sólo por lo incongruente de una discusión que gire en torno al �inconsciente� de un personaje, sino porque, para Brausen, el que la novela empiece ese día u otro cualquiera es completamente azaroso: él no tiene conciencia alguna de la construcción de una novela y, como personaje de ésta, percibe la diégesis novelesca como su realidad. No obstante, para el lector de La vida breve la correspondencia entre los nombres de estas santas puede resultar significativa en relación con el carácter de artificio, de construcción, de la primera diégesis de la novela. Como planteé en mi �Introducción� (Cfr. supra, pp. 9-10), es posible leer esa �realidad� (el plano realista de la 14 decir, fantasea y construye historias incluso antes de emprender el proyecto literario que origina la metadiégesis de la novela. En otro nivel, es interesante advertir que, para el lector de La vida breve, los devaneos de Brausen dan origen a una supuesta �realidad� a partir de percepciones auditivas deshilvanadas. En todo este primer capítulo es la imaginación del protagonista lo que construye la que el lector tiene frente a sí. La trama, en términos estrictos, se reduce a una nimiedad: Brausen acaba de bañarse (�Cerré la ducha [�] y entré desnudo y goteante en el dormitorio� p. 438) y escucha fragmentos de una conversación mientras yace acostado sobre su cama. De este modo, el capítulo se construye sobre un efecto de verosimilitud sin sustento4, pues muy poco de lo referente a la vecina y al hombre que �repetía monosílabos� efectivamente sucede en el plano realista de la novela. A la par de su escucha, el narrador y protagonista piensa en el próximo regreso y la convalecencia de suesposa, a quien ha sido necesario extirparle un seno: �Abrí [�] la ducha [�] mientras pensaba en la mañana, unas diez horas atrás, cuando el médico fue cortando cuidadosamente, o de un solo tajo que no prescindía del cuidado, el pecho izquierdo de Gertrudis� (p. 437). En el siguiente capítulo, �Díaz Grey, la ciudad y el río� (II, Primera parte), la convalecencia de Gertrudis origina en Brausen el apremio por novela) como metaficción, como el relato de un autor que sería para Brausen lo que éste es para Díaz Grey. ¿Puede considerarse que, a pesar de todo, el arranque de la novela en el día referido afecta de algún modo al protagonista? Según una concepción realista del personaje, éste �existe� independientemente de su mención en un relato. Es decir, según esta serie de convenciones, Brausen �existe� antes del día de Santa Rosa. Por otro lado, según una lectura metaficcional de la primera diégesis de La vida breve, cabe elucubrar si el publicista �existía� antes de ser colocado ahí por un autor-demiurgo consciente del paralelismo Santa Rosa-Santa María. De este modo, el análisis en torno a procesos imaginativos y de ficcionalización se escinde dependiendo de si se trata de los que dan origen a Santa María (relato metadiégetico) o los que dan origen a la �realidad� de Brausen (plano diegético). Sobre esto abundaré en el último capítulo de mi escrito, �Onetti, un Brausen más verdadero�. 4 Debo estos términos y observaciones a la cuidadosa lectura de la Dra. María Stoopen. 15 volverse autor, a partir de la propuesta que su amigo Julio Stein le hace respecto a la redacción de un guión de cine: �Estaba, un poco enloquecido [�], sintiendo mi necesidad creciente de imaginar y acercarme a un borroso médico de cuarenta años�� (p. 442. Las cursivas son mías). Esta necesidad es formulada en términos de una peculiar forma de salvación. La idea del guión es retomada en el capítulo IV: Brausen se encuentra solo en el departamento, ya que Gertrudis ha ido a visitar a su madre. Si para él ha resultado imposible escribir el argumento cinematográfico �mientras no lograra olvidar aquel pecho cortado� (p. 437), la ausencia de su esposa le brinda una oportunidad que juzga única: �Me convencí de que sólo disponía, para salvarme, de aquella noche que estaba empezando más allá del balcón [�]. Tenía bajo mis manos el papel necesario para salvarme, un secante y la pluma fuente� (pp. 455-456). Desde el principio, la escritura se concibe como salvación. Pero, además, se trata de una forma de salvación elegida: él se convence de que la escritura es lo único que lo salvará en la noche narrada en este capítulo �titulado justamente �La salvación��. Se trata de una elección positiva, frente al desánimo que prevalece en él y amenaza con avasallarlo. Tal como Stein debe convencerlo de las ventajas económicas de escribir el guión (�evocaba a Julio sonriéndome y golpeándome un brazo, asegurándome que pronto me alejaría de la pobreza como de una amante envejecida, convenciéndome de que yo deseaba hacerlo� p. 441), también es necesario para Brausen ser convencido �esta vez por él mismo� de algo que debería estar más allá de toda vacilación. Pareciera que la lucha por la supervivencia (económica en el primer caso, emocional en el segundo) estuviera sujeta a discusión, condicionada a la persuasión: si �salvarse� es, por definición, asunto �de 16 vida o muerte�, para Brausen es necesario que alguien más lo convenza de que desea elegir la vida. Esta oportunidad de escribir es también una carrera contra reloj, no sólo porque su esposa se ha ido a visitar a su madre en Temperley, sino porque también lo ha hecho la vecina del departamento contiguo, cuyos restos de conversación se escuchan claramente a través de las delgadas paredes. La mujer llegaría por la mañana, con cualquiera o sola; Gertrudis volvería de Temperley por la mañana. Y desde que abriera la puerta, desde que entrara en el ascensor, desde el momento en que yo despertara para esperarla, la habitación, una vez más y peor que nunca, iba a resultar demasiado pequeña para contenernos a los dos y a la tristeza suspirante de Gertrudis [�] Demasiado chica para contener, además, las sacudidas sin esperanza [�] con que yo trataba de arrancar mis rodillas del suelo fofo de lástima y desamor, de cuentas impagas, de la intimidad que se iba haciendo promiscua, de fracasadas sonrisas planeadas largamente, del olor de las medicinas, perdurable, y el olor de Gertrudis, dividido ahora, con orígenes reconocibles. (p. 456). Brausen, a la par de dar nuevamente rienda suelta a su imaginación al visualizar la llegada de Gertrudis, sugiere de qué busca salvarse. Ya se ha mencionado la estrechez económica de la pareja, pero ahora también queda claro que la relación marital se ha deteriorado. Brausen menciona la lástima que siente, acaso por sí mismo y por su esposa en la misma medida; el desamor que hace �promiscua� la intimidad, como si la sola presencia de ambos en un espacio cerrado creara hacinamiento, o como si para los cónyuges tener relaciones sexuales entre sí fuera indistinto de tenerlas fuera del matrimonio; la falta de espontaneidad en el trato, las sonrisas que procuran transmitir comprensión y cariño y que fracasan, al ser percibidas como forzadas �y entonces no importa realmente si lo fueron o no. 17 Continúa Brausen: �Pero yo tenía entera, para salvarme, esta noche de sábado; estaría salvado si empezaba a escribir el argumento para Stein, si terminaba dos páginas, o una, siquiera, si lograba que la mujer entrara en el consultorio de Díaz Grey y se escondiera detrás del biombo; si escribía una sola frase, tal vez� (p. 456). Imaginar Santa María Aunque en el capítulo IV Brausen se da a la tarea de escribir, es en el segundo capitulo de La vida breve, cuando empieza a imaginar su proyecto creativo. Este inicio se da sin ambición de crear una gran obra literaria, recordando los lineamientos prácticos de Stein: �No quiero algo decididamente malo [sino] un argumento no demasiado bueno. Lo suficiente para darles la oportunidad de estropearlo� (p. 444). Y como se ha visto, ni siquiera la perspectiva de mitigar las carencias económicas, de alejarse de la �amante envejecida� de la pobreza, constituye una verdadera motivación. Gertrudis yace a su lado, dormida, y él imagina cómo le platicaría sus primeras ideas para el guión cinematográfico. Nuevamente su actividad se reduce a fantasear, pues sus palabras no son pronunciadas: No estoy seguro todavía, pero creo que lo tengo, una idea apenas, pero a Julio le va a gustar. Hay un viejo, un médico, que vende morfina. Todo tiene que partir de ahí, de él. Tal vez no sea viejo pero está cansado, seco. Cuando estés mejor [ella se recupera de la ablación de mama], me pondré a escribir. Una semana o dos, no más [�]. Veo una mujer que aparece de golpe en el consultorio médico. (p. 441). Así, el narrador vislumbra a su primer personaje. El naciente universo imaginario se nutre de un viaje que el narrador-autor ha hecho con anterioridad y al que se refiere 18 explícitamente: �El médico vive en Santa María, junto al río. Sólo una vez estuve allí, un día apenas en verano; pero recuerdo el aire, los árboles frente al hotel, la placidez con que llegaba la balsa por el río� (p. 441). De este modo, la ciudad imaginada recibe el mismo nombre que la ciudad recordada, como muestra de un mecanismo de ficcionalización por homologación nominativa que se presentará en otras ocasiones, por ejemplo en el caso de Macleod. El dueño de la agencia �Macleod Publicidad� (y por tanto jefe de Brausen y Stein) es convertido en personaje de ficción en el capítulo inaugural de la Segunda parte, conservandosu nombre: �Díaz Grey descubrió que el dueño del hotel era el viejo Macleod: un Macleod sin la afeitada reciente, despojado del cuello duro y de las ropas caras [�], más verdadero tal vez� (p. 583. Las cursivas son mías). Sin duda, este proceso de ficcionalización plantea interrogantes respecto a la trasgresión de limites entre los planos diegéticos de la novela. ¿Cómo puede el doctor reconocer al jefe de Brausen? ¿Cómo puede un personaje metadiegético reconocer a un personaje diegético? ¿Qué significa sugerir que el Macleod ficticio sea �más verdadero� que el �viejo Macleod� (�más verdadero�, tal como el escritor uruguayo, en otro contexto, escribirá acerca de un �Brausen más verdadero�5)? Tales trasgresiones se relacionan con el concepto de metalepsis, que expongo en mi segundo capitulo, �Brausen, demiurgo de Santa María�, y constituyen uno de los aspectos más fascinantes del tema que obsesionó a Onetti a lo largo de su carrera como escritor: la frontera entre realidad y ficción. 5 Cfr. infra, p. 104. 19 Por otro lado, aunque la vecina recién llegada, la Queca, no es llevada a la diégesis de Santa María, ella es ya por sí misma una ficcionalización de la vecina que Onetti tuvo cuando vivía en Buenos Aires6. Naturalmente, este último es un caso muy especial de ficcionalización, ya que no tiene como origen un elemento del plano intradiegético o primera diégesis de la novela, sino de un dato de la realidad histórica del escritor. No se trata, pues, de una traslación entre los dos relatos que componen la novela, sino de la traslación a ésta de un dato biográfico. Sobre esta peculiar y problemática traslación entre el �afuera� y el �adentro� de la novela abundaré en �Onetti, un Brausen más verdadero�7. A propósito de estos procesos de ficcionalización, Roberto Ferro expone: En particular en los primeros capítulos, se lee una poética de la ficción narrativa que despliega un protocolo de lectura que exhibe qué elementos del relato generador son transformados como relato de ficción; cuáles son los procedimientos que el texto desarrolla en el recorrido narrativo; la relación de Brausen con el discurso que va produciendo; y la problemática dialéctica que se da entre la enunciación narrada, el lugar del texto que se dice como la �realidad�, y el relato imaginario generado. (p. 174). Imaginar a Díaz Grey La cirugía y convalecencia de Gertrudis es lo que inspira el desarrollo de la primera escena imaginada por Brausen, lo que pone en movimiento a los personajes: �El médico vive allí, y de golpe entra una mujer en el consultorio. Como entraste tú y fuiste detrás de un biombo para quitarte la blusa y mostrar la cruz de oro que oscilaba 6 Cfr. infra, p. 84. 7 Cfr. infra, pp. 73-74. 20 colgando de la cadena, la mancha azul, el bulto en el pecho� (p. 442). Algunas páginas después, esta cruz de oro de Gertrudis se convertirá �gracias a lo que podríamos llamar �proceso de ficcionalización fetichista�� en una �cadenilla que sostiene un medallón de oro� (p. 447) en el pecho de la mujer que entra en el consultorio imaginario. Existen otros elementos de la cirugía de Gertrudis (acontecimiento en el Buenos Aires de Brausen) que son transformados en el relato de ficción (acontecimiento en Santa María): el desnudamiento detrás del biombo (�Como entraste tú y fuiste detrás de un biombo para quitarte la blusa��); el ambiente clínico de esta primera escena y la profesión de Díaz Grey (personaje que se revelará central en toda la saga narrativa de Santa María de Onetti); la mirada del cirujano que ha operado a Gertrudis, que inspira �los ojos cansados [de Díaz Grey], con una pequeña llama inmóvil, fría, que rememoraba la desaparición de la fe en la sorpresa� (p. 446). Además, cabe recordar que, mientras imagina que se dirige a su esposa, Brausen juega con una ampolla de morfina que ella ha recibido como analgésico. Este objeto se vuelve emblemático en la relación entre la mujer y el galeno, ya que ella entra al consultorio buscando que él solvente su morfinomanía. Respecto al nombre del personaje creado, éste es mencionado por primera vez como parte de este mismo proceso imaginativo que se narra en el capítulo II: �No tenía nada más que el médico, a quien llamé Díaz Grey, y la idea de la mujer que entraba una mañana, cerca del mediodía, al consultorio� (p. 443. Las cursivas son mías). Por ahora, ninguna razón es mencionada para justificar la elección del narrador-autor, pero 21 este proceso de nombrar, de dar nombre a los personajes de ficción �así como al pueblo que habitan� es de particular importancia a lo largo de la novela8. Queda por mencionar un último elemento que servirá para hacer del universo imaginario un complejo correlato �en el sentido tanto de correlación, como de relato que transcurre a la par que otro� de la realidad de Brausen: la identificación del narrador con Díaz Grey. A la criatura se le atribuyen características físicas propias (�Este médico debía [�] tener un cuerpo pequeño como el mío�� p. 442), y quizá algo de la personalidad y el estado de ánimo de su creador (�un médico de cuarenta años, habitante lacónico y desesperanzado de una pequeña ciudad�� p. 442)9. En páginas posteriores, hacia el final del capítulo IV, esta identificación será total: �fui yo mismo, vestido con un largo guardapolvo mal abrochado, quien mantuvo la puerta del consultorio abierta�� (p. 461). La identificación entre creador y criatura continúa en las primeras líneas del capítulo V. Sin embargo, debe notarse que el incipiente autor pronto se distancia para narrar en tercera persona lo que le acontece a su personaje: �Por favor, un minuto. Puede sentarse �dije sin mirarla. Me incliné sobre el escritorio para anotar en la libreta un nombre y una suma de dinero; después el médico, Díaz Grey, se acercó con frialdad a la mujer que no había querido sentarse. �Señora� � invitó con voz cansada. (p. 461. Las cursivas son mías). Parecería que, para echar a andar definitivamente este episodio, Brausen necesitaba convertirse en Díaz Grey (y, efectivamente, a partir del capítulo V la relación del médico 8 Cfr. infra, p 23. 9 El mismo proceso puede colegirse en la atribución de características físicas al personaje Onetti, �hombre de cara aburrida� (p. 607), que aparece en el capítulo �Primera parte de la espera� (cfr. infra, p. 69). 22 con Elena Sala fluye prácticamente sin tropiezos, sin que Brausen vuelva a referirse a la dificultad de imaginarla); una vez logrado esto, pasa a convertirse en narrador en tercera persona, ajeno a la acción: �Díaz Grey casi se interesó por el prólogo; miró las pupilas dilatadas de la mujer, supuso que estaba mintiendo� (p. 461). Imaginar a Elena Sala Para propiciar la escritura, el naciente escritor observa minuciosamente un retrato, �el retrato que se había hecho Gertrudis en Montevideo, tantos años antes, colgado ahora en la pared sombría de la derecha� (pp. 456-457). Entonces surge otro proceso de identificación, paralelo al que se da entre Brausen y Díaz Grey: �En algún momento de la noche Gertrudis tendría que saltar del marco plateado del retrato para aguardar su turno en la antesala de Díaz Grey, entrar en el consultorio, hacer temblar el medallón entre los dos pechos� (p. 457). La mención del medallón se relaciona con el ya referido proceso de ficcionalización fetichista de la cadena de Gertrudis, mientras que el traslado de la joven Gertrudis a Santa María es parte del proceso de ficcionalización por identificación interpersonal que, sin embargo, se diferencia de la pareja Brausen-Díaz Grey por el hecho de que el primero no tiene en mente a la Gertrudis actual, con la que vive en Buenos Aires, cuando imaginaa la mujer que acompañará a su alter ego: �Ella, la remota Gertrudis de Montevideo, terminaría por entrar en el consultorio de Díaz Grey; y yo mantendría el cuerpo débil del médico [�] para poder esconderme en él, abrir la puerta del consultorio a la Gertrudis de la fotografía� (p. 458. Las cursivas son mías). Tras elegir el modelo para su personaje femenino, llega el momento de nombrarla, de darle nombre: �Entraría sonriente en el consultorio de Díaz Grey-Brausen 23 esta Gertrudis-Elena Sala, la que conocí aquella noche y que me había estado examinando mientras yo bebía�� (p. 458. Las cursivas son mías). Hasta ahora, a pesar de que Brausen alterna abruptamente el discurrir de su memoria y el de su imaginación, ha sido posible diferenciarlos; sin embargo, la fusión de nombres propios marca la fusión de ambos ámbitos mentales, de la experiencia recordada con la experiencia imaginada. No es sólo que el recuerdo de la noche en que conoció a Gertrudis inspire el personaje de Elena Sala, sino que éste personaje es llevado hacia el pasado para reconstruir imaginativamente su idilio con Gertudis. La reelaboración imaginativa de la memoria es clave para la transformación que el publicista hace de sí mismo, de su personalidad y su identidad, y en primer lugar, para superar la inminente ruptura de su matrimonio. En el capítulo significativamente titulado �El nuevo principio�, Brausen reflexiona, durante una de sus últimas conversaciones con Gertrudis: No podemos volver al comienzo, y toda curiosidad quedaría saciada en dos noches. Pero yo podría modificar el principio [...]. Podría modificar el principio forzándolo a suceder, esta vez, de manera distinta; nada más que para sustituir el recuerdo del primer comienzo con el de esta noche y confiar en que el nuevo comienzo será bastante para alterar el recuerdo de los cinco años. Sólo para que me sea posible, más cerca de la muerte, evocar una intimidad profunda, adecuada a lo mejor de nosotros, sin tentaciones de revancha. (pp. 594-595). Brausen plantea la posibilidad de �alterar el recuerdo� de reelaborar la memoria por medio de la imaginación; se trata, nada menos, que de reformular el periodo de vida marital, de la posibilidad de alterar los propios recuerdos (�yo podría modificar el principio�). Está en sus manos narrarse de una manera distinta: 24 [C]reí que iba a comprender los cinco años vividos con Gertrudis, el muerto Brausen, la historia iniciada en la casa de Pocitos cuando ella cerró la puerta y se desprendió la bata. Ahora que me encontraba libre del pasado, ajeno a todas las circunstancias que había transitado Brausen, mi vida con Gertrudis se apartaba del misterio y del destino. (p. 591). Brausen habla de liberarse de las �circunstancias� que han dejado de serle propias. En un capítulo anterior (VI, Primera parte), con referencia al gran �malentendido� que le ha llevado a convertirse en autor10, concluye: �todo malentendido es soportable hasta la muerte, menos el que lleguemos a descubrir fuera de nuestras circunstancias personales. Fuera de las responsabilidades que podemos rechazar, atribuir, derivar� (p. 477). Se trata, pues, de liberarse del pasado para asumir completa responsabilidad sobre las circunstancias personales, sobre uno mismo. No en balde, el naciente autor hace de su alter ego ficcional un hombre sin pasado: �Díaz Grey pensó en la cantidad de recuerdos que cabían y que formaban para Elena Sala el recuerdo del hombre desaparecido. Pensó en su propia pobreza, se reconoció abandonado por la vida en aquella ciudad de provincia, hombre sin recuerdos� (p. 513)11. Cabe enfatizar que la reelaboración imaginativa de los propios recuerdos no implica necesariamente la ficción. No es sólo que Brausen decida contarse un nuevo principio, sino que lo hace por medio de su propia ficcionalización y la correlativa de 10 Cfr. supra, p. 2. 11 Las cursivas son mías. El �desaparecido� es Óscar Owen, alias �el inglés�. Este personaje secundario es de escasa importancia para los temas aquí discutidos. Aparte de motivar el viaje de Díaz Grey con Elena Sala que los llevará al encuentro con el Obispo de la Sierra (cfr. infra, p. 28), su acción más notable quizá sea haber iniciado al matrimonio Lagos-Sala en el consumo de la morfina. El marido lo describe en los siguientes términos, durante una conversación con el médico: �Era un gigoló, [�] como sospeché, vagamente, desde la primera vez que lo vi. Como podía habernos contagiado una enfermedad nos trasmitió esta costumbre de las drogas. No necesidad, afortunadamente. [�] Jamás hubo entre ellos ni la sombra de una intimidad reprochable. Me consta. Su triunfo consistió en deslumbrarla, en hacerse imprescindible, digamos, como la costumbre que nos transmitió� (p. 512). 25 Gertrudis (�Díaz Grey-Brausen�, �Gertrudis-Elena Sala�). Imaginación no es necesariamente ficción, pero en este caso la reelaboración de la memoria se da como parte de un relato de ficción. Asimismo, en la fusión de nombres es importante considerar que, en la dupla masculina, el personaje ficticio es mencionado antes (Díaz Grey-Brausen), caso contrario al de la dupla femenina Gertrudis-Elena Sala. Esta inversión puede ser interpretada como una sutil pero significativa trasgresión al principio de causa y efecto en la literatura, como uno de los primeros indicios del cuestionamiento de La vida breve a la preeminencia de la escritura (causa) sobre la lectura (efecto). El discurso por medio del cual Brausen se propone como demiurgo de Díaz Grey y de Santa María en su totalidad, refleja una concepción tradicional de la literatura, según la cual es natural asumir que la escritura produce la lectura. Sin embargo, es precisamente esa concepción tradicional la que La vida breve �y en especial �Thalassa�, como se verá12� pone bajo continua sospecha. En ese tenor también pueden interpretarse las enigmáticas palabras que aparecen a continuación en la novela: �Para hacer vivir a Díaz Grey, esta muchacha despidió a Stein y cuando estuvo sola conmigo, se acercó hasta tocarme, cerrando los ojos� (p. 458). Evidentemente, el suceso referido es anterior cronológicamente al 12 Cfr. infra, �Brausen: llegar a ser ficticio�, pp. 60, ss. 26 proyecto de redactar un guión. Sin embargo, del mismo modo en que la primacía del individuo sobre el personaje es reversible (como parece sugerir la inversión de nombres propios), la experiencia vivida es vista como resultado y no como origen de la escritura: �Entraría sonriente en el consultorio de Díaz Grey-Brausen esta Gertrudis-Elena Sala, la que conocí aquella noche y que me había estado examinando mientras yo bebía y discutía con Stein� (p. 458). Imaginación y auto-conocimiento La reelaboración imaginativa que el protagonista hace de su memoria saca a la luz una motivación oculta de su proceso creativo: �Conocí entonces lo que quería resucitar ahora con el nombre de Díaz Grey. Conocí la velocidad masculina de la muchacha, su despiadada manera de suprimir el prólogo, las frases y los gestos que no son fundamentales� (p. 458)13. La creación literaria se revela como forma de auto- conocimiento. Brausen, que ha emprendido lo que a todas luces es su primer ejercicio literario, se da cuenta de que éste le permite analizarse a sí mismo y a su situación desde una nueva perspectiva. Así lo muestran las palabras con que describe qué es exactamente aquello de lo que busca salvarse. Previamente lo había sugerido al evocar la �tristeza suspirante� de 13 Esto podría sugerir una asociación con la célebre novela de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Grey. El adjetivo �masculina� podría reforzar esta hipótesis, lo mismo que el hecho de que es un retrato de Gertrudislo que desencadena el ya mencionado proceso de fusión entre imaginación y memoria. Acaso a Brausen le impresionó la �velocidad masculina� �interpretada como resolución viril� de Dorian Grey. Sin embargo, el pasaje sigue siendo enigmático, pues nada en él ni en el resto del libro corrobora que Brausen tenga en mente la obra de Oscar Wilde. Asimismo es significativo el hecho de que, en sus diversas reapariciones en las narrativas ambientadas en Santa María, Díaz Grey, al igual que Dorian Grey, nunca envejece. Permanentemente situado en la edad indefinida entre los cuarenta y los cincuenta años en que Brausen lo sitúa desde la primera ocasión, el médico es testigo de cómo otros envejecen. Tal es el caso, por ejemplo, de Jorge Malabia, que en �La muerte y la niña� (1973), dista mucho de ser el adolescente que escribe poesía en El astillero (1968). 27 su esposa, las deudas, etc., pero ahora lo enuncia con una precisión que cancela toda posibilidad de atenuación, de consuelo: ��Gertrudis bajaría del retrato para salvarme del desánimo, del clima del amor emporcado, de la Gertrudis gruesa y mutilada� (p. 458-59). Ante una situación adversa, generalmente queda la posibilidad de repetirse frases de consuelo, la posibilidad de ensayar una suerte de auto-engaño para preservar la esperanza, contra toda evidencia, contra todo razonamiento; no así para Brausen. Sus palabras parecen pronunciar una sentencia, un fallo irrevocable: �[�] en el retrato de Gertrudis [fui] a buscar mi juventud, el origen, recién entrevisto y todavía incomprensible, de todo lo que me estaba sucediendo, de lo que yo había llegado a ser y me acorralaba� (p. 459. Las cursivas son mías). Sin embargo, este fallo irreversible es también lo que le impulsará a dejar atrás todo lo que �había llegado a ser�, a iniciar �como propondré a continuación� una �vida breve� radicalmente distinta. La contemplación del retrato no da frutos y Brausen desiste de sus esfuerzos por escribir: el secante, el papel, no vuelven a ser mencionados. Posteriormente, en la madrugada, la vecina lo despierta al volver a su departamento. Entonces reflexiona: No había podido escribir el argumento de cine para Stein; tal vez no podría nunca salvarme con el dibujo de la larga frase inicial que bastaría para devolverme nuevamente a la vida. Pero si yo no luchaba contra esa tristeza repentinamente perfecta; si lograba abandonarme a ella y mantener sin fatiga la conciencia de estar triste; si podía, cada mañana, reconocerla y hacer que saltara hacia mí desde un rincón del cuarto, desde una ropa caída en el suelo, desde la voz quejosa de Gertrudis; si amaba y merecía diariamente mi tristeza, con deseo, con hambre, rellenándome con ella los ojos y cada vocal que pronunciara, entonces, estaba seguro, quedaría a salvo de la rebeldía y la desesperanza. (p. 460). 28 La escritura creativa instaura una dialéctica de la tristeza: la escritura, la salvación, al alcance de �la conciencia de estar triste�. No luchar contra esa tristeza tan distinta del desánimo, amarla, merecerla� Y surge la pregunta, ¿cómo se merece una tristeza �repentinamente perfecta�? Lo cierto es que, en estas reflexiones, el protagonista anticipa la importancia que para él cobrará el proyecto de escritura �ya sea como el trazo de caracteres sobre una página o como imaginación, pues cabe mencionar que durante este cuarto capitulo, �La salvación�, no escribe propiamente ni una sola línea. Hasta este punto, todo lo sucedido en Santa María es meramente imaginado. Así lo expresa él mismo cuando se refiere al frustrado �dibujo de la larga frase inicial que bastaría para devolverme nuevamente a la vida�. Escribir para �salvarse�: se trata nada menos que de un modo de vida, de una ética cuyos preceptos son delineados en el sermón �por demás heterodoxo� del obispo de La Sierra, a quien Díaz Grey y Elena Sala visitan en el capítulo �teológico�14 de esta novela (�Los desesperados�, VII, Segunda parte): �Yo besaré los pies de aquel que comprenda que la eternidad es ahora, que él mismo es el único fin; que acepte y se empeñe en ser él mismo, solamente porque sí, en todo momento y contra todo lo que se oponga, arrastrado por la intensidad, engañado por la memoria y la fantasía.� (p. 618). 14 Cfr. infra, pp. 51, 52. 29 Imaginar a Juan María Arce El capítulo XII de la Primera parte, titulado �El último día de la quincena�, Brausen utiliza a un tal Ricardo como pretexto para llamar al departamento de su vecina15. Se da así su primer encuentro con la Queca y surge ese alter ego no ficcional del protagonista: [E]ra más joven que el perfil que yo había visto el día de Santa Rosa; más pequeña y débil que la mujer que yo había imaginado. Pero la voz era la misma. �Soy Arce. Vengo de parte de Ricardo. Ricardo debe haberle hablado de mí. No me reconocía, no me había visto nunca entrar o salir del edificio; (p. 499). El tímido Brausen se atreve ahora a llamar a la puerta de una desconocida con un pretexto sumamente improbable, pues él nada sabe de Ricardo, salvo que ha tenido una relación con ella. En este primer encuentro, Brausen-Arce duda, está a punto de desistir16, se siente vulnerable, como si ella fuera capaz de percibir sus secretos17. Sin embargo, prolonga lo suficiente la conversación para que las dudas de ella pasen a segundo plano ante el interés que le despierta ese hombre extraño que se dice amigo de Ricardo pero que afirma no venir en su nombre18. El comportamiento de ella pasa 15 Se trata del amante que se menciona en la conversación de ella con un hombre desconocido en el primer capítulo de la novela, conversación que, como se analizó al principio de este capítulo, llega a oídos de Brausen a través de la delgada pared que divide sus departamentos �Cuántas veces me hizo llorar Ricardo como una loca en estos tres años. Hay muchas cosas que usted no sabe� (p. 436). 16 �Sólo quiero hablarle un momento� agregué�. Pero si la molesto� Entonces la Queca sonrió divertida, alzó y dejo caer una mano, se hizo a un lado para dejarme entrar. No sé si se burlaba al inclinar sonriente la cabeza. [�] �Sólo un momento� repetí, ya enfriado, arrepentido. (p. 500). 17 �Reía mirándome [�], como si conociera mi pasado de una sola mujer y se burlara de todo eso, pero no de mí, llena de extrañeza, sin maldad.� (p. 501). 18 [�]¿Y usted que va en todo esto? Si Ricardo no le pidió que me hablara� �Se me ocurrió hacerlo. Es un amigo. �Usted debe estar medio loco� dijo ella, amistosa; hizo con los labios una mueca veloz y decisiva, como si borrara a Ricardo y los motivos de mi visita, como si creara para nosotros un encuentro casual. (p. 502). 30 del recelo a la coquetería, y Brausen meticulosamente da cuenta de su gradual transformación en Arce, al referirse a una especie de �iniciación�: �Ahora yo también estoy dentro del escándalo, dejando caer ceniza de tabaco por todas partes, aunque no fume; usando copas [�]; inmóvil, cumplo mi tímida iniciación, ayudo a construir la fisonomía del desorden, borro mis huellas a cada paso, descubro que cada minuto salta, brilla y desaparece como una moneda recién acuñada, comprendo que ella me estuvo diciendo, a través de la pared, que es posible vivir sin memoria ni previsión.� (p. 499). Tipográficamente, las comillas en el original indican que esta reflexión se intercala a lo largo del diálogo con la Queca; Brausen es consciente de las implicaciones de sus actos en el momento mismo en que los realiza. Además, cabe recalcar que reconoce su impostura al adoptar actitudes contrarias a lo habitual, al contravenir, punto por punto, su �puritanismo barato�: alcohol, tabaco, y �mujeres�19 serán a partir de ahora parte de su existencia. Sin embargo, también es consciente de una transformaciónque va más allá de su comportamiento intemperante, más allá de las mentiras que le cuenta a la Queca; es consciente de la creación de una identidad distinta, del inicio de una trasformación gradual de sí mismo (�Yo, el puente entre Brausen y Arce� p. 604, V, Segunda parte) que le llevará a convertirse en otra persona, no sólo a comportarse como Arce sino a 19 Brausen habla de �usar copas�, lo que sugiere que en este primer encuentro bebe moderadamente �en todo caso menos que la Queca, que se emborracha con gran celeridad�. Sin embargo, el alcohol �junto con el tabaco� llegará a ser habitual en su convivencia, como se colige de las palabras de ella en la escena doméstica narrada en el capítulo XX, Primera parte: �Podías llamar a la esquina para que traigan un porrón y cigarrillos. Vino para la comida, si alcanza la comida, tenemos. Ginebra, digo, si querés. Pero los cigarrillos se acabaron. ¿No te quedan en el saco?� (p. 555). En cuanto a las �mujeres�, cabe decir que Brausen inicia un romance con una mujer a quien él mismo considera una �prostituta�: �ignoraba cómo perder el respeto a una prostituta� (p. 501). En ese sentido, me parece que para su �puritanismo hecho de negativas�, el plural es menos importante que la calidad moral de la mujer en cuestión: Brausen dice sí a las �mujeres� aunque se involucre únicamente con una. 31 ser él. En momentos posteriores, este proceso es reconocido explícitamente: Libre de la ansiedad, renunciando a toda búsqueda, abandonado a mí mismo y al azar, iba preservando de un indefinido envilecimiento al Brausen de toda la vida, lo dejaba concluir para salvarlo, me disolvía para permitir el nacimiento de Arce. Sudando en ambas camas [la propia y la de la Queca], me despedía del hombre prudente, responsable, empeñado en construirse un rostro por medio de las limitaciones que le arrimaban los demás, los que le habían precedido, los que aún no estaban, él mismo. (pp. 605-606). Por ahora, en el primer encuentro con la vecina, Brausen primero construye a Arce sobre la marcha, sin plan previo20. Más que representar un papel que puede abandonar a su conveniencia y, por así decirlo, �seguir siendo él mismo� cuando no está con la Queca, desde un inicio el publicista habla de construirse a sí mismo como otro. La noción de �vida breve� le abre una posibilidad insospechada: nada menos, para el �pequeño y tímido� Brausen, que �vivir sin memoria ni previsión�. Esta posibilidad es aprovechada de inmediato; se lanza impremeditadamente al encuentro con la desconocida y llega a sorprenderse de lo que le está sucediendo, de la facilidad con que transcurre lo que consideraba tan improbable: Me levanté del sillón y di dos pasos hacia ella, apreté mi mano contra su brazo, la vi aquietarse, alzar después la copa y beber. Se balanceaba sin mirarme, sin alejarse de mi mano. �¿Quiero saber, verdaderamente, si baja los párpados o revuelve los ojos abiertos? ¿Puede ser tan fácil, fue tan fácil durante todos estos años, desde siempre?� La tomé del otro brazo y ella se echó hacia atrás, temblando, con una mueca de sufrimiento, hizo oír un ruido que parecía un sollozo, osciló, sabiéndose sostenida, y se me fue acercando como si se derrumbara. (p. 505). 20 Es importante recalcar que en la novela el nombre �Arce� aparece por primera vez sólo hasta que Brausen se presenta ante la Queca. Si bien puede considerarse que la idea de conocerla tiene sus antecedentes en el capítulo VII, cuando Brausen encuentra las llaves olvidadas en la cerradura y decide explorar el departamento, lo cierto es que en ningún momento se menciona que prevea presentarse ante ella con un nombre falso, y mucho menos que se comportará de manera distinta a la habitual. 32 Acaso los momentos de reflexión de Brausen �marcados nuevamente por las comillas� atenten contra la verosimilitud de este pasaje, pues se narra que él es capaz de reaccionar a una situación impredecible mintiendo, como se ha dicho, sin un plan previo; al mismo tiempo, valora constante y lúcidamente lo que esa situación implica no sólo para el presente (�descubro que cada minuto salta, brilla y desaparece como una moneda recién acuñada�), sino también para su vida pasada (�¿fue tan fácil durante todos estos años, desde siempre?�, o más adelante, �surgía [�] el deseo de vengar en ella y de una sola vez todos los agravios que me era posible recordar� p. 501). Sin embargo, independientemente de si se considera inverosímil esta gran capacidad de autoanálisis del protagonista, sus reflexiones dan cuenta de la deliberada �artificialidad� de sus actos, de su esfuerzo consciente por moldear una personalidad ideal para Arce. En cierto modo, éste es también un esfuerzo literario. Vida breve, vivir para imaginar La alternancia �evidente al principio de la novela� entre los capítulos que se centran en el plano realista o primera diégesis (capítulos I; III, VI, VII, IX, XI�) y los capítulos metaficcionales que se centran en la metadiégesis, narrando ya sea la historia de Díaz Grey o las reflexiones de Brausen en torno a esa historia (capítulos II; IV, V, VIII, X, XIII�), da cuenta de que su esfuerzo creador no lo desvincula de otro tipo de vivencias. La creación literaria no es aquí meramente imaginativa, reflexiva, sino que implica actuar sobre el mundo. Frente al tópico literario de la �torre de marfil�, la labor imaginativa en La vida breve no propicia el encierro y el aislamiento del escritor, sino que prácticamente intensifica su participación en su círculo social. Esto no quiere decir 33 que Brausen amplíe su círculo de amistades, sin embargo, su relación con los demás se transforma radicalmente. El proceso es gradual, pero el incipiente autor, a la par que escribe y/o imagina21, llega a finalizar su relación con Gertrudis, a renunciar a su trabajo, a convertirse en una especie de macró de su vecina22, a planear su asesinato y a huir de Buenos Aires junto con Ernesto, el amante resentido de la Queca quien la asesina, adelantándose a Brausen en sus planes23. Estos cambios aparecen en toda su radicalidad a la luz de la descripción que el publicista hace de sí mismo al principio de la novela, en el capítulo VI: [S]oy este hombre pequeño y tímido, intercambiable, casado con la única mujer que seduje o me sedujo a mí, incapaz, no ya de ser otro, sino de la misma voluntad de ser otro. El hombrecito que disgusta en la medida en que impone la lástima, hombrecito confundido en la legión de hombrecitos a los que les fue prometido el reino de los cielos. Asceta, como se burla Stein, por la imposibilidad de apasionarme y no por el aceptado absurdo de una convicción eventualmente mutilada [,] mera encarnación de la idea Juan María Brausen, símbolo bípedo de un puritanismo barato hecho de negativas �no al alcohol, no al tabaco, un no equivalente para las mujeres�, nadie, en realidad; un nombre, tres palabras; una 21 Sobre la dificultad de precisar cuándo el relato metadiegético de La vida breve es efectivamente redactado o solamente imaginado por Brausen, cfr. infra, p. 41. 22 El capítulo IX de la Segunda parte inicia con la desapasionada narración de cómo Brausen-Arce la golpea: �Salió un poco de sangre, era posible creer que la nariz se iba hinchando, segundo a segundo, visiblemente; la Queca se abandonaba a los golpes metódicos y desanimados, sin otra tentativa de rebelión o defensa que la risa pareja, sostenida casi sin interrupción� (p. 625). Más adelante en el mismo capítulo, el protagonista conversa con Raquel, hermana de Gertrudis, y se refiere al dinero que recibe de la Queca: �yo fui a Montevideo con una mujer; una que me pagó el viaje, y no con el dinero de ella, sino con el que le sacaba a otro hombre que no conozco, a cambio de acostarsecon él� (p. 632). 23 El capítulo X, Segunda parte, narra en detalle los preparativos previos al largamente anticipado asesinato: Se me ocurrió que no podía actuar porque me faltaban los sentimientos, la ansiedad y la esperanza, los miedos correspondientes a la expectativa de lo que iba a hacer. Apretarle la garganta y besarla, encima de ella, mis brazos sujetando los suyos contra el cuerpo, sus piernas impedidas por las mías, era ya para mí una tarea habitual, un oficio aprendido, una indiferente manera de ganarme el pan. [�] Me puse la mejor camisa, me distraje jugando con el tambor del revólver; oí un aparato de radio dando las 20:30. Era el momento de separarme de la prostituta [�]. Antes de meter la llave en la cerradura supe que todo iba a ser fácil, que ella se acercaría para que yo la atontara con un solo golpe y que después, cuando estuviera tendida en la cama, me escuchara o no, yo trataría de decirle todo lo que puede ser dicho a otra persona. (p. 636). 34 diminuta idea construida mecánicamente por mi padre, sin oposiciones. (pp. 476-477). Brausen se describe a sí mismo como pasivo, como incapaz de relacionarse con otras mujeres además de Gertrudis, sin convicciones, sin pasiones, sin siquiera el deseo de cambiar y ser otro, moldeado por la educación paterna, sin individualidad. Naturalmente, esta percepción pesa sobre él sin importar si es compartida o no por los demás. El hecho de que se autodefina en estos términos hace más extraordinaria su transformación, pues ésta es consciente y voluntaria. A la par que su proyecto literario, y en cierto sentido como complemento de éste, irá abandonando la inacción, la rutina, modificando su vida. Construir un mundo imaginario conlleva construir al mismo tiempo una �vida breve�, una vida completamente distinta de ese �puritanismo barato hecho de negativas�. Durante una reunión con amigos, Mami, amante de Stein, canta una chanson cuya letra repite el título del capítulo en cuestión: �La vie est brève� (XXII, Primera parte). Brausen escucha conmovido24 y posteriormente, en una conversación con Gertrudis en el capítulo II de la Segunda parte, retoma implícitamente el tema de la fugacidad de la existencia. En dicho capítulo, titulado significativamente �El nuevo principio� habla de una nueva identidad para sí mismo, en la que será una de sus últimas conversaciones con Gertrudis: 24 �Tal vez no lo supiéramos nosotros que escuchábamos, tal vez alguno lo intuyera con un sentimiento de piedad y ridículo; durante los cinco largos minutos de la canción, durante las pausas que concedía fielmente a la imaginaria orquesta, ella, despojada de grasas, años y estragos, cantaba con la agresiva seguridad que presta la piel joven, con el amor por la entrega y el riesgo que nace de un cuerpo que solo ha sido gozado por quien él eligió� (p. 566). 35 El hombre llamado Juanicho te quiso, fue feliz y sufrió. Pero está muerto. En cuanto al hombre llamado Brausen, podemos afirmar que su vida está perdida; lo digo así, como si diera mi nombre a la policía o declarara el equipaje en la aduana. [�] No se trata de hombre concluido [�]. No se trata de decadencia. Es otra cosa, es que la gente cree que está condenada a una vida, hasta la muerte. Y sólo está condenada a un alma, a una manera de ser. Se puede vivir muchas veces, muchas vidas más o menos largas. (pp. 592-593). Para referirse al pasado junto a Gertrudis, el protagonista se distancia del apelativo cariñoso que ella empleaba (�Juanicho�), reivindicando así la importancia que tiene el nombre, construirse un nuevo nombre, para vivir una �nueva� vida. De ser �nadie [�] un nombre, tres palabras�, Juan María Brausen pasa a ser Juan María Arce. El paralelismo entre la escritura de un guión de cine y la posibilidad de iniciar una nueva �vida breve� es establecido por el propio Brausen al final de su primer encuentro con la Queca: La apreté, seguro de que nada estaba sucediendo, de que todo era nada más que una de esas historias que yo me contaba cada noche para ayudarme a dormir; seguro de que no era yo, sino Díaz Grey, el que apretaba el cuerpo de una mujer, los brazos, la espalda y los pechos de Elena Sala, en el consultorio y en un mediodía, por fin. (p. 505). Nuevamente aparece el tópico de la fusión de identidad con el personaje ficticio (�fui yo mismo, vestido con un largo guardapolvo mal abrochado��25). Como se comentó anteriormente, el naciente escritor llega a identificarse con el médico en su esfuerzo por empezar a escribir el guión para Stein. Sin embargo, en esta ocasión lo hace, además, por intermediación de Arce. La disolución de la personalidad (�me disolvía para permitir el nacimiento de Arce� p. 605) de Brausen es llevada al extremo, pues su identificación 25 Cfr. supra p. 21. 36 con un alter ego ficcional (Díaz Grey) se da a través de un alter ego no ficcional (Arce). Imaginativamente, Brausen se convierte en Arce para luego convertirse en Díaz Grey. Esto no tiene consecuencias para su naturaleza diegética, es decir, no lo modifica (a Brausen) como personaje que se mueve en el plano realista de la novela, pero anticipa ya su auto-ficcionalización en el penúltimo capítulo de la novela. ¿Qué tipo de transformación �ontológica� se opera en el �ser� de Brausen cuando pisa Santa María? ¿Qué sucede cuando un individuo se convierte en personaje de una diégesis ficcional (creada, además, por él mismo)? La discusión podría ser descartada de raíz, cancelada, con el argumento de que supone la aplicación de categorías existenciales, ontológicas a una serie de imposibilidades lógicas: un individuo �real� no puede convertirse en personaje de una ficción. Sin embargo, me parece que esta discusión no es meramente �inspirada� por la novela; no puede ser descartada como algo ajeno al análisis literario. La estructura especular de La vida breve propicia reflexiones acerca de la enunciación literaria que pueden trasladarse del escritor Brausen (ya sea que efectivamente trace caracteres sobre una página o no) al escritor Onetti, y la modificación de la naturaleza diegética del primero cuando �invade� el plano metadiegético de la novela, puede equipararse a una especie de �ficcionalización ontológica�. Bajo qué condiciones y límites es algo que exploro en mi último capítulo. El �hombrecito que disgusta en la medida en que impone la lástima� inaugura su �vida breve�, su nueva vida como Arce (la Queca nunca lo conoce con otro nombre), del mismo modo en que imagina �una de esas historias que yo me contaba cada noche para ayudarme a dormir�. Vida e imaginación se traslapan, y lo �real� �las acciones que se realizan en el plano realista o primera diégesis de la novela� pierde sustancialidad 37 frente a la trascendencia que va adquiriendo el proyecto creador. Parecería como si, pese a toda la tensión y el nerviosismo padecidos por el �hombre tímido� durante su encuentro con una �prostituta�, fuera más importante para él vislumbrar, �por fin�, al doctor apretando el cuerpo de Elena Sala. En este sentido, la inversión de la jerarquía realidad-ficción, y de la primera como causa y origen de la segunda, alcanzará su cúspide en el penúltimo capítulo de la novela, como analizaré en el apartado �Brausen: llegar a ser ficticio�, del tercer capítulo de este escrito. 38 II. Brausen, demiurgo de Santa María Demiurgo: Término aplicado por Platón al creador del mundo. En el gnosticismo el demiurgo era la divinidad perversa creadora de la materia y contrapuesta al Dios bueno creador de lo espiritual.1 Brausen no sólo se postula como creador de Díaz Grey, sino que constantemente declara provocar las acciones y pensamientos de su personaje ficticio. Esto ataca, como se verá, una lectura basada en la verosimilitud
Compartir