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Diez-articulos-sobre-la-literatura-realista-mexicana-de-Ruben-M-Campos

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I
 
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA 
DE MÉXICO 
 
 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
 
 
 
 
 
DIEZ ARTÍCULOS SOBRE LA LITERATURA 
REALISTA MEXICANA DE RUBÉN M. CAMPOS 
 
 
 
 
 
 
 
 
TESIS 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LICENCIADO EN LENGUA Y 
LITERATURAS HISPÁNICAS 
PRESENTA: 
JOSÉ DE JESÚS ARENAS RUIZ 
 
 
ASESOR: LIC. RICARDO MARTÍNEZ LUNA 
 
 
MÉXICO, D. F., 2006. 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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II
 
A mi madre, Guadalupe Ruiz López 
A mis hermanas, Odilia y Cristina 
Por supuesto a mi sobrina Jeremy 
A mis amigos: 
Luz América Viveros Anaya 
Marcela López Pacheco 
Roberto Núñez Narváez 
Eliu. E. Ceballos 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
109
 
 
ÍNDICE 
 
INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………….……V 
 
Metodología……………………………………………………………………...……….…IX 
Vida y caminos literarios de Rubén M. Campos…………………………..……………...….XI 
Esbozo político y cultural del México de finales del siglo XIX……………...........................XXV 
La importancia de los diarios en la conformación de una identidad y una literatura 
nacional..............................................................................................................................................XXXI 
Las plumas que nutrieron los diarios en el siglo XIX……………………………..……XXXVI 
El Nacional…………………………………………………………………………….……XL 
La Revista Moderna………………………………………………………………….…….XLVI 
Aportaciones y análisis de los artículos……………………………………………………...LII 
Análisis de los artículos como artículos-ensayo…………...……….…………………..….…LV 
 
La literatura realista mexicana 
Rubén M. Campos 
 
Advertencia editorial………………………………………………………………………… 2 
La literatura realista mexicana I…………………………………………………...…………...5 
La literatura realista Mexicana II. Claro-oscuro de Ciro B. Ceballos…………………...……..…19 
La literatura realista mexicana III. Tomóchic, Naufragio, El último duelo de Heriberto 
Frías………………………………………………………………………………..………..31 
La literatura realista Mexicana IV. Novelas y cuentos 
de Alberto Leduc…………………………………………………………………...…….….41 
La literatura realista mexicana V. El Bachiller, Benito Benítez 
de Amado Nervo…………………………………………………………………...……… 51 
La literatura realista mexicana VI. Reproducciones de José Ferrel…………………………….…60 
110
 
La literatura realista mexicana VII. Apariencias, Suprema ley de Federico 
Gamboa..………………………………………………………………………..…………..68 
La literatura realista mexicana IX. La Calandria, Angelina 
de Rafael Delgado……………………………………………………...………………...…..77 
La literatura realista mexicana X. La Poesía naturalista…………………………………..…...86 
BIBLIOHEMEROGRAFÍA 
 
Directa.……………………………………………………………………………….……101 
 
Indirecta…....………………………………………………………………………………103 
 
 
III
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Estudio Preliminar 
 
 
Diez artículos sobre la literatura realista mexicana 
de Rubén M. Campos 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
IV
Padece y espera y trabaja para gentes que nunca 
conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y 
trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues 
el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá 
de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del 
hombre está precisamente en querer mejorar lo que 
es. Es imponerse Tareas. En el Reino de los Cielos no 
hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es 
jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin 
término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. 
Por ello, agobiado de penas y de tareas, hermoso 
dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las 
plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su 
máxima medida en el Reino de este Mundo. 
 
 ALEJO CARPENTIER 
El reino de este mundo 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
V
Introducción 
 
El presente trabajo tiene como propósito dar a conocer un compendio de artículos1 que se 
publicaron en el periódico El Nacional entre abril y junio del año de 1897, que presento ahora 
en conjunto –y en edición anotada–. Su autor fue Rubén M. Campos.2 Son nueve los trabajos 
bajo el título de “La literatura realista mexicana”. Estos estudios ofrecen, a mi juicio, la faceta 
de crítico literario de este escritor. 
Estos artículos son una contribución importante para el estudio de la literatura 
mexicana decimonónica. Campos da muestra de una crítica imparcial y, como él mismo señala, 
“desligada de todo afecto”. 
En su mayoría, los autores que estudia y presenta publicaron su obra por entregas en 
diarios de la época, entre éstos se encuentran El Nacional y El Demócrata. 
Existe un folletín bajo el título de Antología del cuento mexicano3 –el cual conservo–, 
editado por el Colegio de Ciencias y Humanidades, y que adquirí en el plantel sur hace dos 
décadas. En él se incluyen de manera sorprendente breves datos de Rubén M. Campos, cierto 
es que incurre en el error –nada reprochable y muy común– de que nació en el año de 1876.4 
Lo relevante es que el antologador tenía la clara visión de que se debía comenzar a leer y 
estudiar a estos escritores mexicanos un tanto desconocidos. 
Algunos de los escritores que estudia Rubén M. Campos –Heriberto Frías, Alberto 
Leduc, Amado Nervo, Federico Gamboa, Rafael Delgado, entre otros– pertenecieron al 
equipo de trabajo de la Revista Moderna o fueron sus fundadores, como es el caso de Ciro B. 
Ceballos. 
 
1 He definido dichos trabajos como artículos-ensayos –vid. capítulo 4–, usaré alternativamente las palabras 
artículo o ensayo para referirme a estos trabajos. 
2 Antonio Amado Campos y Campos. A lo largo del presente estudio utilizaré este seudónimo, porque es el 
más conocido. 
3 Antología del cuento mexicano, México, CCH, Plantel Sur, s/a, 32 pp. 
4 Serge I. Zaïtzeff sostiene que en conversaciones con la viuda de Campos cotejó el acta de nacimiento del 
escritor, corrigiendo así las fechas erróneas que se manejan en las biografías que señalan los años de 1872 y 
1874; hasta el mismo Serge I. Zaïtzeff, en su compilación de Cuentos Completos 1895-1915 de Rubén M. 
Campos, señaló en su momento el año de 1876. 
 
VI
Rubén M. Campos no se centra sólo en el estudio de la obra de escritores ya consagrados 
–como lo son Federico Gamboa o el creador de Tomochic, Heriberto Frías, entre otros–, sino 
que presenta una muestra de cinco jóvenes poetas –Liborio Crespo, Benjamín Retes, Esteban 
Flores, José Felipe Castellot y Alberto Jiménez– que, aunque mínima –un sólo poema–, nos 
otorga nuevos datos de su obra. 
En su primer artículo Campos nos presenta un panorama de la situación imperante en 
la literatura nacional; en los artículos II, III, IV, V, VI, VII y IX muestra de manera personal el 
estudio de la obra de los autores antes mencionados; y en su décima entrega un panorama 
general de la poesía naturalista, así como la muestra de los cinco poemas de los jóvenes 
creadores. 
En sus nueve estudios sobre la literatura realista mexicana, Campos no se centra 
solamente en la novela, ya que lo mismo analiza cuento –obra de Ciro B. Ceballos y Alberto 
Leduc– que teatro –Federico Gamboa– o poesía, en su última entrega, que titula La poesía 
naturalista. 
Estos ensayos brindaron a sus lectores la visión personal del autor, y fueron una guía 
para leer o no la obradel escritor estudiado. Se puede señalar que estos artículos eran, en su 
momento, una reseña crítica. Hoy en día son un testimonio invaluable de la crítica literaria en 
nuestro país, de ahí la necesidad de presentarlos en conjunto en una edición anotada. 
Rubén M. Campos nos presentó en su primera entrega, “La literatura realista mexicana 
I”, su esquema de trabajo, que se ve modificado con el tiempo: 
 
II. Ciro B. Ceballos.- Claro obscuro 
III. Heriberto Frías.- Tomochic, Naufragio y El último duelo 
IV. Alberto Leduc.- Novelas y cuentos 
V. Amado Nervo.- El bachiller y Benito Benítez 
VI. José Ferrel.- Reproducciones 
VII Federico Gamboa.- Suprema ley 
VIII. Luis G. Urbina.- Poemas crueles 
 
VII
IX. Manuel Larrañaga Portugal.- Epinicio de la carne y El grito de la piedra 
X. Rafael Delgado.- La Calandria y Angelina 
 
Sin embargo, los ensayos que realmente vieron la luz en las páginas de El Nacional 
fueron “La literatura realista mexicana I” (presentación), “La literatura realista mexicana II. 
Claro-obscuro de Ciro B. Ceballos”, “La literatura realista mexicana III. Tomochic, Naufragio, El 
último duelo de Heriberto Frías”, “La literatura realista mexicana IV. Novelas y cuentos de 
Alberto Leduc”, “La literatura realista mexicana V. El Bachiller, Benito Benítez de Amado Nervo”, 
“La literatura realista mexicana VI. Reproducciones de José Ferrel”, “La literatura realista mexicana 
VII. Apariencias, Suprema ley de Federico Gamboa”, “La literatura realista mexicana IX. La 
Calandria, Angelina de Rafael Delgado” y “La literatura realista mexicana X. La poesía 
naturalista” (conclusión y muestra de la poesía de los cinco jóvenes poetas antes mencionados). 
Respecto al octavo artículo, como se advierte, debió estar dedicado a Luis G. Urbina y 
sus Poemas crueles, o bien a Manuel Larrañaga Portugal y sus Epinicio de la carne y El grito de la 
piedra, pero nunca fue publicado. 
Debemos señalar que el especialista y compilador de la obra de Rubén M. Campos, Serge 
I. Zaïtzeff5, clasifica estos ensayos en la categoría de “Prosa, crónicas y cuentos” en la obra que 
compila bajo el título de Rubén M. Campos: Obra literaria (1983), con estudio preliminar suyo, y 
editada por el gobierno del estado de Guanajuato. Se debe señalar que Zaïtzeff solamente 
presenta dos de los nueve artículos –actualizados ortográficamente– que escribe Campos sobre 
la literatura realista mexicana, y son “La literatura realista mexicana IV. Novelas y cuentos de 
Alberto Leduc” y “La literatura realista mexicana X. La poesía naturalista”. 
Por su parte, Héctor Valdés, en su Índice a la Revista Moderna del año de 1967, cataloga 
varios de los escritos de Rubén M. Campos en el rubro de artículo-ensayo. Me sumo a su 
opinión. 
 
5 El doctor Serge I. Zaïtzeff nació en Versalles (Francia) en el año de 1940, obtuvo su doctorado en letras 
hispánicas en la Universidad de Indiana, Estados Unidos de Norteamérica. Ha impartido la cátedra de 
Literatura Latinoamericana en la Universidad de Calgary, Canadá. Desde 1982 es miembro correspondiente 
de la Academia Mexicana. Se ha dedicado al estudio de la obra de Rubén M. Campos, Rafael López y Julio 
Torri, entre otros escritores mexicanos. 
 
VIII
Rubén M. Campos realizó la entrega de nueve artículos que vieron la luz, como se ha 
dicho, en el periódico El Nacional, varios de los autores y obras tratados por él permanecen en 
las estanterías de las bibliotecas, o bien en las hojas de los diarios en que se publicaron 
originalmente. Sin embargo, algunos de estos escritores trascendieron las fronteras del olvido, 
como en el caso de Federico Gamboa, Heriberto Frías y Rafael Delgado. 
Recientemente se presentó la tesis En Turania: retratos para una galería del modernismo 
mexicano6 edición crítica–, apologías de Ciro B. Ceballos, mismas que serán fuente de apoyo en 
el presente trabajo, pues presentan el juicio crítico de uno de los tantos compañeros de trabajo 
de Rubén M. Campos. 
Los ensayos de Campos prometen información nueva respecto de los creadores que 
estudia. Aunque en ocasiones incurre en altos elogios –cae en el ditirambo, muy propio de su 
tiempo– que denotan amistad con el autor tratado, al final prevalece la imparcialidad de su 
crítica literaria. 
En el aspecto bibliográfico, nos ofrece datos que, si bien ahora parecen repetitivos, en 
sus días dan clara idea a sus lectores de quién era quien escribía y qué estaba produciendo. 
Rubén M. Campos elige el género del artículo por su carácter periodístico, estos artículos ya 
poseen características propias del ensayo. 
El trabajo que presento está dividido en dos partes: la primera, el estudio preliminar, 
consta de una biografía y un panorama histórico-cultural, la historia de los dos medios en los 
que Rubén M. Campos colaboró de manera constante: El Nacional y la Revista Moderna, las 
implicaciones del periodismo en la conformación de una literatura y una identidad nacionales, un 
esquema de las corrientes imperantes y la justificación de enmarcar estos textos dentro del 
género que es el artículo-ensayo. 
La segunda parte es la edición anotada de los nueve artículos, atendiendo y respetando 
los principios que rigen este tipo de trabajos. En la mayoría de las notas se ha integrado 
información acerca de las referencias literarias hechas por Campos; así, encontramos que si el 
autor cita algunos versos o refiere algún pasaje literario, se anotarán los versos de la obra a la que 
hace referencia, así como su fecha de publicación. 
 
6 Luz América Viveros Anaya, En Turania: retratos para una galería del modernismo mexicano, de Ciro B. 
Ceballos. Tesis (maestra en Literatura Mexicana), Universidad Nacional Autónoma de México. México, UNAM, 
2006, 374 pp. 
 
IX
He optado por citar de manera íntegra algunas definiciones: artículo, ensayo y artículo-
ensayo; así como el texto Máscara de Rubén M. Campos que escribe José Juan Tablada, con el fin 
de presentar el juicio que tenía dicho compañero de Rubén M. Campos acerca de este último, 
como persona y como creador. 
 
 
 
Metodología 
 
El objetivo principal del presente estudio es presentar de manera accesible los artículos que 
Rubén M. Campos escribió a la edad de 26 años, y que tituló “La literatura realista mexicana”. 
Estos textos dieron respuesta a la necesidad de atender de manera directa, permanente y objetiva 
la producción literaria nacional decimonónica, en respuesta a un público que requería no 
solamente la información de los sucesos cotidianos. 
El primer paso del trabajo fue transcribir los artículos, cotejarlos y corregirlos con base el 
proceso ecdótico.7 Uno de estos aspectos fue la enmendatio (vid. la advertencia editorial). En los 
casos en que ha sido posible, se ha brindado al lector la cita exacta de los autores y obras que 
menciona Rubén M. Campos. El trabajo de la edición anotada se sustenta en la interpretación de 
textos y contextos, por lo que se ha recurrido, en lo posible, a las fuentes –libros, diccionarios, 
diarios, etcétera– de la época en que fueron escritos los ensayos para brindar un acercamiento 
más claro a éstos. 
Las principales fuentes de información fueron los diarios El Nacional y La Revista 
Moderna, además de otras publicaciones, para que la información que se presenta, como se ha 
señalado, se enriqueciera con datos que solamente se encontraron en las páginas de estos 
impresos. Al integrar el corpus se realizó el cotejo y se anotaron erratas del editor, nombres, 
lugares, personajes, hechos históricos, etcétera. 
 
7 Me he apoyado en el manual de Ana Elena Díaz y Alejo, Manual de edición crítica de textos literarios, 
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, Centro de Estudios Literarios, 2003, 193 pp. 
(Manuales Didácticos, 10). 
 
X
Presento, además, el juicio de VictorianoSalado Álvarez,8 contemporáneo de Campos, 
sobre la obra Del natural de Federico Gamboa (Vid. el anexo, artículo VII), que se opone al punto 
de vista del autor que estudio, cuyo carácter crítico e imparcial queda reafirmado, pese a que 
conoce a algunos de los escritores que presenta. Asimismo, atiendo la opinión de los críticos 
contemporáneos9 con respecto al valor de la obra de Campos en general. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
8 Sostiene cruentos debates con el director de la Revista Moderna, Jesús E. Valenzuela. Con el paso del tiempo, 
Victoriano Salado Álvarez (1867-1931) se integra al equipo de dicha revista. Su primera entrega aparece el mes 
de junio de 1902. Un artículo-ensayo bajo el título de “Papel de la poesía en el período industrial”. 
9 Encontramos que J. S. Brushwood señala que en la novela Claudio Oronoz “resulta insoportable la neurosis 
estética del personaje de Campos” (México en su novela, México, FCE, 1973, p. 269 [Breviarios, 230]). Por su 
parte, José Emilio Pacheco, en la obra Antología del Modernismo (1884-1921), expresa que se debe estudiar la 
obra del escritor guanajuatense. 
 
XI
Vida y caminos literarios de Rubén M. Campos 
 
El nombre de Rubén M. Campos figura en contadas antologías.10 Su obra –que abarca 
numerosos géneros: poesía, novela, crónica, cuento–, modernista por excelencia, con un estilo 
propio y refinado, ha pasado inadvertida, y no se le ha otorgado el lugar que merece dentro de 
las letras nacionales.11 
“Era en el buen tiempo viejo, del que apenas alcancé las postrimerías, y era en el 
pueblecito guanajuatense de San Pedro Piedragorda, hoy presuntamente llamado Ciudad 
Doblado, aunque siga siendo el pueblecito en que corrió mi infancia, menos aún, el espectro 
del pueblecito de mi infancia”12. Así recuerda Rubén M. Campos el lugar donde nació –el Valle 
de Santiago–, la fecha, un 25 de abril de 1871. 
Vivió en San Pedro Piedragorda, hoy Manuel Doblado, al lado de su madre Juana de 
Campos, quien murió cuando él apenas contaba con ocho años. Queda bajo el cuidado de tres 
tías y un sacerdote del mismo pueblo, quien lo conduciría de alguna manera dentro del mundo 
de la creación literaria. 
Inicia su travesía y su formación en el momento en que se traslada a la ciudad de León 
en el año de 1882. Durante su estancia de tres años en Guanajuato, estudia los clásicos griegos 
bajo la supervisión del presbítero Ramón Valle,13 quien dirigía el periódico El Plectro. Colabora 
 
10 Como la de Dos siglos del cuento mexicano XIX y XX, introducción, selección y notas de Jaime Erasto Cortés, 
Promexa Editores, México, 1979. En ella se incluye el cuento “El rey de copas”, pp. 289-291. Otra es Antología 
del modernismo (1884-1921), introducción, selección y notas de José Emilio Pacheco, México, Era-UNAM, 
1999, 375 pp. (Biblioteca del Estudiante Universitario, 90-91). 
11 “Rubén M. Campos (1876-1945) es una de las figuras menores más interesantes de la Revista Moderna, 
[…] provocó una polémica con el joven Salvador Novo, quien lo destituyó literalmente, no sólo a Campos 
sino a toda la que llamó “generación anecdótica””. (Antología del modernismo (1884-1921), tomos I y II, p. 
154.). 
12Miguel Civeira Tabeada, “Rubén M. Campos. Semblanza de un folklorista y sus investigaciones”, en El 
folklore literario y musical de México, de Rubén. M. Campos, Ediciones del Gobierno del Estado de 
Guanajuato, 1979, p. 15. 
13 Ramón Valle. Abogado, dramaturgo, poeta, militar, político y sacerdote católico. Nace en Guanajuato el 30 
de junio de 1841 y muere en México, Distrito Federal en 1901. Estudió en los seminarios de León y Pátzcuaro 
y la carrera en Derecho en su estado natal. Colaboró en El gorro frigio. Entre sus obras teatrales encontramos 
Por un gato, de 1866; El no de las niñas, de 1869; y Algunas poesías, de 1887. Firmaba con el seudónimo 
Manuel Arol, sus iniciales, R. V., y como León Valmar, anagrama de su nombre. 
 
XII
en el diario de su tutor y firma sus escritos como Rubén Martínez, una de las tantas variantes 
de su seudónimo. 
En El Plectro publica su primer poema el 1 de enero de 1888, bajo el título de “A un 
ave”. Durante los siguientes diez meses el periódico de León publica la poesía de Campos, 
quien hace una entrega total de veinte escritos, si bien la mayoría son poemas, se encuentran 
algunos artículos como son “No me olvides” y “A la memoria de Juan Clemente Zenea. 
Impresiones de sus últimas poesías”. Su último poema se publica el 15 de noviembre de 1888 
bajo el título de “Poesía”, con éste acaba su etapa en el diario que lo ve nacer como poeta. 
En esta coordenada de su vida, Rubén M. Campos reafirma ya su vocación literaria y 
un poco más, inicia un proyecto personal y ambicioso: la búsqueda de un arte netamente 
mexicano, tesis que da a conocer y se encuentra en los artículos-ensayo del presente estudio. 
A la edad de 19 años llega a la capital de país, ésta no lo recibe con los brazos abiertos, 
imagen más que cierta; pero con base en su trabajo y talento logra abrirse camino en el 
periodismo, la primera de sus tantas facetas dentro de ámbito cultural e intelectual del país, y 
conquista un sinnúmero de espacios, entre ellos los diarios más importantes de su época. Ya en 
la gran ciudad colabora en el periódico El Partido Liberal, con un sólo poema: “Las 
golondrinas”, fechado el 10 de noviembre de 1889. Su estancia en El Demócrata es más larga y 
productiva. Colabora durante el año de 1895 y los meses de enero y febrero del siguiente año. 
Su travesía por los diarios nacionales la realizó de manera firme, y salta al periodismo 
en las páginas de los diarios capitalinos El Mundo Ilustrado –de 1896 a 1897–, Nosotros, México y 
Vida Moderna. Sus textos fueron leídos y su rúbrica empezó a identificarse.14 
Alicia Perales Ojeda nos dice que Campos escribió también en la revista 
Crisantema,15editada y publicada en el estado de Michoacán, órgano de la Sociedad Navarrete –
 
14 Colaboró en El Mundo, El Mundo Ilustrado –con tres poemas–, El Fígaro Mexicano –con un poema–, La 
Patria, La Revista Azul –con un poema dedicado a Manuel Gutiérrez Nájera– y El Combate, todos estos a 
finales del siglo XIX. En el siglo XX colaboró en El Universal, La Gaceta, Crónica, de Guadalajara, Gaceta 
Musical, Diario del Hogar, Artes y Letras, El Entreacto, Cosmos, Revista Blanca, de Guadalajara, El Diario, 
El Independiente, Revista de Revistas, Nosotros, México, Revista Nacional, Vida Moderna y Revista 
Mexicana. 
15 La Sociedad Navarrete tuvo como órgano la revista El Bohemio, en el año de 1898, “después de aparecer 
durante cuatro meses, se suspendió su publicación y reapareció con el nombre de Crisantema en junio de ese 
mismo año. Entonces sus directores fueron José Ortiz Rico y Donato Arenas López y sus jefes de redacción, 
 
XIII
fundada en el año de 1897–. En esta revista colaboró junto con Justo Sierra, Amado Nervo, 
Juan de Dios Peza, José Peón del Valle, entre otros. La revista apareció hasta abril del año de 
1899. 
Por su parte, Emmanuel Carballo señala que Campos colaboró en el impreso La 
Pluma,16 que fue dirigido por José María Facha, “quien llamó a colaborar a Manuel José Othón, 
Francisco A. Sustaita, Rubén M. Campos, Eduardo J. Correa, Amado Nervo, José Juan 
Tablada y Luis G. Urbina. En la pluma convivieron el neoclasicismo en retirada (irrepetible y 
magnifico con Othón) y el modernismo en todo su apogeo”17. 
Las dos revistas antes señaladas no están consignadas en la obra Rubén M. Campos: Obra 
literaria.18 
En el siglo XIX las tertulias literarias eran importantes, a este respecto podemos decir 
que el lugar de reunión del grupo de la Revista Moderna era el bar, como señala Rubén M. 
Campos en sus memorias.19 Asimismo, las asociaciones literarias tuvieron gran importancia 
como semilleros degrandes escritores. En el estado natal de Rubén M. Campos la primera 
asociación de la que se tiene noticia es la Academia de Bellas Letras –a la que no perteneció 
nuestra autor–, fundada por el gobernador del estado en el año de 1856. 
En el año de 1889 se fundó en México el Liceo Altamirano –su lema, “Letras, artes y 
ciencias”–, a raíz del viaje que Ignacio Manuel Altamirano tuvo que realizar en el año de 1889 
a España para desempeñar el cargo de cónsul general de México en ese país. El antecedente 
inmediato era el Liceo Mexicano, aunque “venían a ser lo mismo, ya que los miembros de uno 
y de otro eran las mismas personas; pero a partir del 5 de marzo de 1893, 20 días después de la 
muerte de Altamirano, se constituye en Liceo Altamirano lo que antes había sido Liceo 
 
Benjamín Arredondo y Alfonso Aranda y Contreras”. (Alicia Perales Ojeda, Las asociaciones literarias 
mexicanas, tomos I y II, México, UNAM, 2000, p. 215. [Ida y Regreso al Siglo XIX]). 
16 San Luis Potosí, 1899, quincenal literario. 
17 Emmanuel Carballo, Historia de las letras mexicanas en el siglo XIX, México, Universidad de 
Guadalajara/Xalli, 1991, p. 333. ( Reloj de Sol) 
18 Recopilación con estudio preliminar de Serge I. Zaïtzeff. Ediciones del Estado del Gobierno de Guanajuato, 
1983, 155 pp. 
19 Rubén M. Campos, El bar. La vida literaria de México en 1900, prólogo de Serge I. Zaïtzeff, México, UNAM, 
1996, 316 pp. (Ida y Regreso al Siglo XIX]). 
 
XIV
Mexicano Científico y Literario y éste desaparece definitivamente”20. A éste perteneció Rubén 
M. Campos. 
Respecto de la obra cuentística de Campos, podemos señalar que el primer cuento que 
publicó el escritor de Valle de Santiago fue “El cascabel del gato”, que vio la luz el 27 de enero 
de 1895 en el periódico El Demócrata y que también se publicaría en El Nacional el 12 de julio 
de 1897. Sucede que otras de sus creaciones se publicarán en dos y hasta en tres impresos, 
como es “El abrazo de año nuevo”, que se da a conocer en El Mundo en 1897, en la Revista 
Moderna de México en 1905 y en El Imparcial21 en 1910. 
Otra parte de su producción de cuentos se publica en el periódico La Patria. La obra 
cuentista de Campos hasta ahora reunida consta de 28 cuentos y, como señala el catedrático de 
la universidad de Calgary, su “talento fue reconocido por los escritores más destacados del 
período como José Juan Tablada, Pedro Henríquez Ureña y Gerardo Estrada, aunque luego 
cayó prácticamente en el olvido”22. 
A partir de 1895 firmó sus escritos bajo el seudónimo de Oro23, escritos que nutrieron 
las páginas de los periódicos El Demócrata, El Nacional –en 1897– y La Patria –1898–. Respecto 
a esta firma Rubén M. Campos nos dice que era con la que Ramón Valle firmaba sus crónicas, 
sobra decir que Ramón Valle es, sin duda, su primer gran maestro. 
Cultivó tanto la poesía como la prosa. Bajo el título de poeta se da a conocer en el 
ámbito de las letras nacionales. Existe un sólo poemario de Campos, y de éste se tiene 
solamente la siguiente noticia: 
 
En primer lugar es preciso aludir al enigma de la Flauta de Pan, único poemario que aparece 
registrado en las bibliografías más autorizadas. Lo curioso del caso es que nunca se menciona el 
editor y sólo de vez en cuando se precisa la fecha de 1900. No obstante Manuel Carpio, bajo el 
seudónimo de Juan de Linza, anuncia la preparación de dicho libro. Nueve años más tarde 
Genaro Estrada escribe que el poemario ya está terminado y aparecerá muy pronto y además 
 
20 Alicia Perales Ojeda, Op. cit., p. 189. 
21 Serge I. Zaïtzeff señala que el periódico El Imparcial cuenta con un suplemento, aunque debo decir que el 
concepto de suplemento cultural es relativamente joven, y es puesto en marcha por Fernando Benítez. 
22 Serge I. Zaïtzeff, “Los cuentos de Rubén M. Campos”, en El cuento mexicano. Homenaje a Luis Leal, 
edición de Sara Poot Herrera, México, UNAM, Dirección de Literatura, 1996, p. 185. (Textos de Difusión 
Cultural, serie el Estudio). 
23 Esto implica otro estudio respecto a los artículos que aparecen en el periódico El Nacional que se 
encuentran rubricados bajo este seudónimo, para determinar quién escribe tras la firma de Oro. 
 
XV
indica después de cada poema recogido en su antología el título de La flauta de Pan, lo cual parece 
sugerir que Estrada debe haber conocido el manuscrito. 24 
 
Algunos escritores de su tiempo lo leyeron como un creador en la totalidad de la 
palabra, algunos críticos de nuestros tiempos lo consideran una “figura menor” dentro de las 
letras nacionales. El poeta tiene bien definida su poesía, una de las características de su 
producción es que “tiene un especial gusto por los temas mitológicos; los títulos de sus poemas 
nos hablan de un mundo fantástico”25. Con sus poemas colaboró de manera asidua en una de 
las revistas más importantes de finales del siglo XIX, me refiero a la Revista Moderna, y es, 
además, una pieza importante en la evolución de cuento modernista en México. 
Debo asentar que su obra en el género de la poesía es una de las más conocidas gracias 
a que Serge I. Zaïtzeff ha compilado casi en su totalidad la obra de Campos. Sin embargo, al 
igual que su poesía, sus cuentos son poco estudiados, por no hablar de sus colaboraciones a la 
crítica literaria nacional. Esto se debe, al parecer, a que Campos no reunió en un libro sus 
obras. 
¿Se puede hablar de sólo una etapa fructífera en el quehacer literario de Rubén M. 
Campos? A decir verdad, pienso que no. En cuanto a producción escribe y colabora durante 
seis décadas en distintas publicaciones. Escritor que perteneció a dos siglos, el de finales del 
siglo XIX y al siglo XX, por más de cuatro décadas, dedicadas al estudio de la música y a la 
creación literaria. 
Desde el inicio de la Revista Moderna buscó liderar el rumbo de la cultura nacional. 
Campos colabora casi en todos los números de la primera época de la revista, bajo la premisa 
de contribuir con su trabajo en la formación de una literatura nacional y una literatura propia o, 
como el poeta guanajuatense lo definía, un arte netamente mexicano. En este sentido Campos 
contribuyó con sus artículos en esta tarea, pues estos ofrecen al lector de nuestros días y a los 
de su época, una visión clara del periodo literario, y de soslayo el momento histórico que se 
desarrollaba en la ciudad de México a finales del siglo XIX. 
 
 
24 Rubén M. Campos, Op. cit., pp. 7-8. 
25 Héctor Valdés, Índice de la Revista Moderna. Arte y ciencia (1898-1903). Estudio preliminar. México, 
UNAM, Centro de Estudios Literarios, 1967, 43 pp. 
 
 
 
XVI
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Apunte para el retrato li óleo de 
Rnben M. Campo' por Juho Ruelu 
nu.taClón pllfa el menta "Un :t-bctimbulo", 
de Rubén M. Campo' por Ru elu 
 
XVII
Así que junto con Amado Nervo, José Juan Tablada, Luis G. Urbina y Jesús E. 
Valenzuela, entre otros, inicia la “vida bohemia” tan característica de su época: creación y 
tertulias literarias a la luz de las velas, junto a una copa de vino. 
Campos utiliza un sinnúmero de seudónimos, el más recurrente y por el que se le 
conoce es el de Rubén M. Campos. Escogió el nombre de Rubén en honor al poeta 
nicaragüense Rubén Darío, la M hace referencia al nombre del santo al que era devoto: san 
Marcos, y Campos, su propio apellido. 
Ya en el siglo XX su producción literaria continúa de manera constante, y colabora por 
supuesto en La Revista Moderna de México (1903-1911), no con el mismo ritmo, podemos 
encontrar algunos de sus escritos de 1904-1909 y un par de éstos en el año de 1911. 
A la edad de 32 años Rubén M. Campos contrae nupcias, su compañera: Teresa 
Arechavala,quien fallece en el año de 1911, sólo tres años vive al lado de su esposa, con quien 
procrearía una hija, de nombre Berenice. 
Es el año de 1920 en Milán cuando conoce a su segunda esposa, con quien contrae 
nupcias el 25 de junio de 1922, su nombre: Stefanía Bebeljak, originaria de Viena. Desempeña 
durante un breve periodo el cargo de cónsul de México en dicha ciudad, por la situación que 
impera en el país. No deja de ninguna manera a un lado su labor creativa, pues encontramos 
que durante su estancia en Europa escribe artículos sobre arte y música; además, publica ese 
mismo año un tomo de crónicas de viajes: Las alas nómades. Viajes. Editado en Barcelona por la 
casa editora Araluce en 1922. 
Rubén M. Campos fue pionero en del estudio del folclor literario en México. Otra 
faceta de nuestro escritor guanajuatense fue la de musicólogo, pues su educación musical –en 
sus memorias Jesús E. Valenzuela anota que Campos tocaba el piano– también se imponía 
dentro de sus preferencias; realiza, por ello, crítica e investigaciones sobre temas relacionados 
con la música. Colabora por supuesto en revistas especializadas como la Revista Musical de 
México, La Gaceta Musical, México Musical y el Boletín Musical de México. Este quehacer le brinda 
las tablas, e inicia el estudio del folclor mexicano. Los frutos son vastos, pues deja obras como 
El folklore literario y musical de México, El folklore literario de México, El folklore musical de las ciudades y 
La producción literaria de los aztecas. A este respecto, José Luis Martínez señala: “En el campo de 
las investigaciones sobre nuestros monumentos literarios indígenas, los trabajos más 
importantes se deben a Rubén M. Campos, poeta y novelista del Modernismo, que en La 
 
XVIII
producción literaria de los aztecas (1936) reunió por primera vez y estudió, con más entusiasmo que 
competencia […]”26. Un par de páginas más adelante, el autor de La literatura mexicana del siglo 
XX 1910-1949 señala que Rubén M. campos es autor “de tres desordenados volúmenes, El 
folklore y la música mexicana (1928), El folklore literario en México (1929) y El folklore musical de las 
ciudades (1930)”27. 
Su obra debe de ser estudiada y, como señala el especialista de Rubén M. Campos, 
Serge I. Zaïtzeff: “su obra literaria es hoy poco conocida, a pesar de haber recibido altos 
elogios de los más distinguidos poetas de principios de siglo”28. Así, encontramos que también 
el poeta José Emilio Pacheco señala que es necesario estudiar la obra de Rubén M. Campos 
porque es una de las figuras “menores” más interesantes de la Revista Moderna. 
Folclorista, investigador, catedrático, poeta, cuentista, diplomático y narrador de 
extrema finura –aunque solamente brinda a las letras mexicanas, en el año de 1906, una novela 
bajo el título de Claudio Oronoz29–, merece sin duda un lugar en las letras nacionales. De la 
novela Vicente Quirarte dice: 
 
Dos novelas publicadas en la primera década del siglo resumen la tradición naturalista que de la 
Ciudad de México hicieron sus escritores. En 1903 aparece Santa, la historia de una cortesana 
anunciada, soñada y anhelada por Gamboa en varias páginas de su Diario; en 1906 aparece 
Claudio Oronoz, donde Rubén M. Campos sintetiza las características y afanes de sus 
compañeros de generación en su enfrentamiento con la ciudad. Gamboa escribe la culminación 
de la novela naturalista, mientras Rubén M. Campos hace la síntesis del héroe modernista.30 
 
Y unas páginas más adelante agrega: 
 
Si en las páginas de El bar Rubén M. Campos va dando testimonio de los caídos en nombre de 
la religión de Baco, en su novela Claudio Oronoz resume a todos sus personajes en una figura tan 
romántica como modernista: héroe contemplativo, amenazado por la destrucción, amante de la 
belleza por encima de todas las cosas. A través del personaje narrador, José Abreu, la ciudad 
 
26 José Luis Martínez, Literatura mexicana del siglo XX 1910-1949, México, Conaculta, 2001, p. 66. (Lecturas 
Mexicanas, Cuarta Serie). 
27 José Luis Martínez, Op. cit., p.68. 
28 Rubén M. Campos: Obra literaria, recopilación y estudio preliminar de Serge I. Zaïtzeff, p. 1. 
29 J. S. Brushwood dice respecto a la novela de Campos que “el resultado fue muy aburrido” (Op. cit., p. 269). 
30 Vicente Quirarte, Elogio de la calle: biografía literaria de la ciudad de México 1850-1992, México, Cal y 
Arena, 2001, p. 374. 
 
XIX
aparece como escenario, cómplice y verdugo de los jóvenes que se apoderan de ella. Claudio 
Oronoz es la consumación del romanticismo y el grito rebelde del héroe moderno […]31 
 
Como poeta y cuentista Rubén M. Campos dedica parte de su obra a sus compañeros: 
“Ninfas y centauros” a Valenzuela poeta, “En el viejo bosque” especialmente para Zig-zag,32 
“Noche horrenda” a Ciro B. Ceballos, “Cuento de abril” a José E. Valenzuela y “Paisajes 
parisienses” a Manuel Ugarte. 
Queda claro que la obra de Campos es tan vasta, tanto y más como lo es actualmente el 
desconocimiento de la misma. A este respecto Serge I. Zaïtzeff señala que sólo la novela ha 
sido reeditada, esto en el año de 1982. Sus libros hoy en día son de muy difícil acceso, ¿acaso 
no es necesario abrir los diarios del siglo XIX y desatar una búsqueda incesante? A este respecto 
Aurelio Asiain, dice: 
 
Nuestra historia literaria no pasará de ser una quimera mientras, empeñada en multiplicar los 
estudios sobre Rulfo y la novela de la Revolución, no nos dé una buena antología y un estudio 
serio de la prosa modernista. Sólo excepcionalmente y nunca de la mejor manera, se han 
reeditado en los últimos años algunos títulos de Ciro B. Ceballos y Rubén M. Campos; el que 
acaso sea el libro emblemático de la prosa modernista –Asfódelos, de Bernardo Couto Castillo– 
sólo hace muy poco que dejó de ser una rareza inaccesible.33 
 
¿No le debemos a nuestros escritores una oportunidad de ver la luz del siglo XXI? 
Porque el siglo XX, utilizando una frase hecha, “lo pasaron a oscuras”, no de noche, que no es 
lo mismo. 
El rescate de la obra de los autores mexicanos del siglo XIX abre la puerta a nuevas 
interpretaciones de su propia obra y la de sus coetáneos, datos que ayudan a conformar el 
perfil humano y crítico de la obra de estos creadores decimonónicos. Al respecto hay un 
rescate del escritor Ciro B. Ceballos, que también participa de manera asidua en la Revista 
Moderna y que escribió: 
 
 
31 Vicente Quirarte, Op. cit., p. 380. 
32 Seudónimo de Esteban Flores, 
33 Aurelio Asiain, “Julio Ruelas, modernista”, en Julio Ruelas, México, Casa de Bolsa Cremi, S. A., 1987, p. 
64. 
 
XX
Adentro, en la cervecería, en la penumbra parda, al borde de una pequeña mesa, se hablaba de 
todo, el panteísmo de Spinoza hallábase mano a mano con la sutil espiritualidad del viejo Renan, 
Reclus, el bueno, se asociaba a Tolstói, el formidable, las celestiales invectivas de Tailhade, de 
Mirabeau, de Bloy, hacían proselitismo apasionado y las obscuras parodias baudelerianas 
colgaban como gargantillas de diamantes negros en lo cuellos de frenética blancura de las estatuas 
orantes de Leconte de L`Isle!... 
Leandro Izaguirre haciendo movimientos de mamut ensayaba con el lápiz un esquema 
aprovechando las nervaduras del mármol… 
Jesús Contreras peinaba a contrapelo su chambergo contemplando al mismo tiempo, con 
sus ojos picarescos, no sé qué asunto de Las alegres comadres de Windsor, tratado infelizmente en el 
realce policromo de un cuadrito alemán. 
Balbino Dávalos tomaba carbonato intentando conjurar un cataclismo gástrico e 
imaginando acaso que Julio Ruelas, nuestro querido pintor, como el rey Artús por arte de 
encantamiento estaba convertido en cuervo… 
Rubén M. Campos sonreía meditando en la tristeza del conejo que sirvió para fabricar su 
sombrero de fieltro de inconmensurables alas… 
Bernardo Couto consideraba que no existe logaritmo capaz deprecisar la distancia que 
media entre el Duque Job y el Duque Juan […]34 
 
Bajo la tesis de crear un arte netamente mexicano Rubén M. Campos se adentra en el 
mundo de las instituciones educativas y gubernamentales, para sembrar la simiente de sus ideas 
en las jóvenes generaciones. Fue catedrático tanto de Literatura como de Arte, Música y, por 
supuesto, Folclor. Las instituciones en las que hicieron eco sus ideas fueron la Escuela 
Nacional Preparatoria, la Escuela Nacional de Bellas Artes, el Conservatorio Nacional, el 
Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnográfica y la Universidad Nacional de México. 
Existe de Campos solamente una obra de teatro que aparece en la Revista Moderna bajo 
el título de Zulema35 en el mes de diciembre de 1899. Fue escrita por Campos expresamente 
para el compositor Ernesto Elorduy.36 
Así, después de una vida activa y fecunda “el insigne folklorista padeció una caída el 3 
de diciembre de 1943 y como consecuencia de este accidente sufrió intensamente hasta su 
muerte acaecida en la ciudad de México el 7 de junio de 1945. Murió en la miseria y en el 
olvido”. 
 
34 Luz América Viveros Anaya, Op. cit., pp. 74-75. 
35 Revista Moderna. Arte y Ciencia, edición facsimilar, vols. I y II, pp. 354-368. 
36 Ernesto Elorduy. Músico. Nació en villa de Guadalupe, Distrito Federal, en el año de 1855, y muere en San 
Ángel en el año de 1913. Pianista y compositor. Estudió en Hamburgo y en París. Es autor de la opereta 
Zulema, así como de valses, mazurcas, nocturnos y caprichos para piano. 
 
XXI
Qué mejor manera de conocer al poeta y folclorista que rescatando parte de su obra; y 
a través de las anécdotas y de la visión de quienes trabajaron con él, de quienes bebieron con 
él, de quienes lo leyeron en su momento. 
El poeta de “Misa negra” nos dice en sus memorias: 
[…] a la mañana siguiente me dirigí, estremecido de emoción, a las oficinas de la Revista 
Moderna que entonces estaban en la magnifica casona colonial donde estuvo por mucho tiempo el 
casino español y que hoy es el salón Rojo. […] Creo que fue Rubén M. Campos, se asomó por la 
puerta entreabierta de la sala de redacción, me vio, me reconoció indudablemente, puesto que me 
dio los buenos días y luego, volviéndose hacia los que estaban en la pieza contigua dijo, con voz 
audible: –¡Nada!... ¡Es Tablada!... Y oí que continuaba hablando sobre cosas de todos los días. Algo 
grave pasa, pensé… habrá muerto alguien, se habrá producido algún suceso que por su gravedad 
hace que mi llegada sensacional de lejanas tierras […]37 
 
De carácter asequible, inteligente y mordaz, amigo de copas, Rubén M. Campos cultivó 
amistades a granel en la alta escuela que era la Revista Moderna, círculo de creadores y amigos 
que lo recordaron por siempre en sus memorias: 
 
Carlos Dillman y Rubén M. Campos, cuando la invasión zapatista, estaban un día bebiendo 
tlachique en Tizapán, a tiempo que aparecían como veinte zapatistas rifle en mano, justamente al 
brindar los dos amigos con sus vasos llenos. El jefe del destacamento se adelantó con la pistola 
amartillada y avanzando resuelto hacia ellos les pregunto: 
— ¿Y ustedes qué son? 
—Neutlales –contestó Campos. 
— ¿Cómo neutlales? –recalcó airado el jefe. 
—Sí –agregó Dillman, ofreciendo su vaso–. No ve usted que estamos bebiendo neutle? 
La broma cayó bien, y todos los zapatistas provistos de sus vasos, brindaron con los dos 
amigos escapados de un peligro eminente.38 
 
Un par de anécdotas más de las tantas que da a conocer Miguel Civeira Tabeada: 
 
Un mes antes de morir, Alberto Leduc, que hablaba de vivir largos años para morir longevo, 
sentóse a descansar en el atrio del panteón Francés, a donde había ido a una ceremonia fúnebre, 
 
37 José Juan Tablada, La Feria de la vida, México, Conaculta, 1991, pp. 312-313. (Lecturas Mexicanas, Tercera 
Serie, 22). 
38 Miguel Civeira Tabeada, Op. cit., p. 19. 
 
XXII
pues se sofocaba con grandes palpitaciones, sólo al dar unos cuantos pasos, por lo que resultó cruel 
la broma de Rubén M. Campos quien lo saludó diciéndole: —Ya estás haciendo antesala.39 
 
El poeta y, como diría José Juan Tablada de Jesús E. Valenzuela, “el único mecenas 
realmente digno de ese nombre en nuestra patria”, entra por supuesto dentro de este breve 
anecdotario: “El poeta Jesús E. Valenzuela tenía un compadre que sostenía dos mujeres en una 
miseria atroz. Cayó enfermo Valenzuela y el médico lo puso a una dieta rigurosa por la cual al 
preguntarle un día Rubén M. Campos cómo estaba, respondió con voz quejumbrosa: —Estoy 
como las mujeres de mi compadre: a pura leche”40. 
Entre los poetas que presenta Rubén M. Campos en su último artículo, dedicado a la 
poesía naturalista, se encuentra Liborio Crespo, con su poema “En plein-air”, escritor del que se 
tienen escasas noticias, y del que se puede agregar la siguiente anécdota: 
 
El escritor Liborio Crespo dijo en cierta ocasión a Rubén M. Campos, que escribía una crónica 
semanaria en El Universal: 
 
¡Siento que a tu ingenio adunes 
Dos raras anomalías: 
Te embriagas todos los días 
Y escribes ‘Entre dos lunes’. 
 
Y Campos le contestó: 
 
Como dijo el padre Funes, 
Ésas ya son groserías: 
Escribo todos los días 
Y me embriago ‘Entre dos lunes’41. 
 
En el año de 1902 el artista plástico zacatecano Julio Ruelas realizó un Apunte para el retrato al 
óleo de Rubén M. Campos. En el libro Julio Ruelas encontramos que: “[…] como el retrato de 
Manuel [sic] M. Campos, Ruelas rompía el esquema de lo cotidiano colocando junto al 
 
39 Loc. cit. 
40 Ibidem. Con respecto a esta anécdota Rubén M. Campos utiliza su anagrama: Benamor Cumps, que aparece 
en El bar. La vida literaria de México en 1900, capítulo XXXIX, “La muerte de Jesús E. Valenzuela”, p. 239. 
41 Ibidem, p. 21. 
 
XXIII
personaje a una de esas criaturas surgidas de su febril imaginación del artista”42. Asimismo, 
Ruelas ilustró el cuento “Un Noctámbulo” en el año de 1901, donde retrata un grupo de 
personas entregadas a la vida bohemia y se vislumbra, posiblemente, un personaje con los 
rasgos faciales del poeta guanajuatense. Respecto al poeta y un encuentro con el artista plástico, 
encontramos la siguiente anécdota: “El pintor Julio Ruelas –el gavilán sagaz, como le decía el 
poeta Jesús E. Valenzuela–, al ver asombrado el efecto terrible que había causado en Rubén M. 
Campos, una noche de caviar y cerveza, dijo al día siguiente: —Rubén sufre las crudas de sus 
antepasados”43. 
De manera íntegra presentó de José Juan Tabalada su Máscara a Rubén M. Campos, que 
muestra de forma clara al artista de Guanajuato y a Antonio Amado Campos y Campos, el 
amigo bohemio: 
 
Una eterna sonrisa vaga sobre su máscara criolla patinada por brisas tropicales de quién sabe qué 
floresta cuya savia fragante lustra el brillante colorido de los versos del poeta. 
 Campos debutó en las columnas de la prensa de combate, entre cuyas prosas corrosivas y 
violentas incrustaba crónicas pintorescas llenas de sol, con ambiente de plein-air y versos entre cuyos 
hemistiquios se adivina el latido impetuoso de una sangre urente [sic]. Un regionalismo sincero 
salido de lo más hondo de un temperamento perfumaba con acres aromas nativos aquellas rimas 
amorosas y aquellos versos panteístas cuyo numen en indolentes éxtasis se complacía, complicando 
la pulpa de las frutas con las voluptuosas carnalidades. 
Más tarde Rubén, á quien predestinaba su nombre para una labor exquisita de poeta artista, 
dejó el campo de menestrales y felíboes y sufrió en una rápida evolución la imperiosa conquista del 
modernismo cuyos cánones aquilatan, depuran y enaltecen la inspiración poética, obligándola á 
pacientes trabajos de técnica y de documentación. En esta etapa de su vida, Rubén ha definido su 
personalidad y como una plantación, arraigada en el terruño, vuelve sincesar su faz siguiendo al 
esplendoroso sol de Lutecia, en su sideral carrera, deslumbrante y fecundadora. 
Las últimas poesías de Campos ostentan el corte original de una personalidad que se ha 
encontrado y las riquezas de rima, el léxico suntuoso, la armonía de las obras sabiamente meditadas 
y robustamente concebidas. 
En el cuento, Rubén Campos ocupa un selecto lugar y por el talento que ahí revela, por las 
facultades de que alardea, se afirma como un escritor maduro ya para la novela de aliento y de 
trascendencia. 
Manuel Ugarte, el nervioso prosista y elegantísimo poeta argentino, escribió desde París 
una justa notación de la personalidad de Campos que transcribimos: 
 
42 Leonor López Domínguez, “Julio Ruelas, arte de muerte”, en Julio Ruelas, México, Casa de Bolsa Cremi, 
S. A., 1987, p. 16. 
43 Miguel Civeira Tabeada, Op. cit., p. 21. 
 
XXIV
“Rubén Campos, de palabra lenta y armoniosa, de tez morena y ojos vivos, con un 
pequeño bigote de azabache á caballo sobre los labios, es el campeón de la frase perezosa, el que ve 
correr la vida con desdén, de codos sobre las mesas de mármol, sonriendo á grupos de mujeres 
virginales que pasan muy lejos entre el humo. El galope de los versos de Rubén nos arrebata en un 
vértigo monstruoso donde se confunden las tiaras, los cetros y los sombreros puntiagudos de loas 
papas, los reyes y las damas de honor de esa brumosa Edad Media donde se refugia su espíritu. 
Rubén Campos tiene para mí el encanto de la espontaneidad. 
Su alma está en concordancia con su corbata Lavallière, con sus crenchas y con su 
sombrero de artista. Y en el fondo de sus palabras, cuando elogia ó cuando critica, no asoma nunca 
esa “maldad del oficio” que casi todos esgrimen, con mayor ó menor fuerza, para mengua de su 
talento”. 
Completa la figura moral de Campos un detalle: es un melómano, un enamorado de la 
música, un discreto y delicado pianista, y es de todos los poetas y escritores artistas de la nueva 
generación el que ejerce con más tino, más autoridad y más talento la crítica musical.44 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
44 Revista Moderna. Arte y Ciencia, edición facsimilar, vol. VI, pp. 225-226. 
 
XXV
Esbozo cultural del México de finales del siglo XIX 
 
El despertar del siglo XIX fue revolucionario. El primer movimiento y el más importante: la 
Independencia, iniciada en el año de 1810; la Revolución de Ayutla que termina con los siete 
periodos –1833-1855 con sus interrupciones– de gobierno de Antonio López de Santa Anna 
en el año de 1855; la Guerra de Reforma de 1859 a 1861 con Benito Juárez al frente del 
movimiento, y la intervención francesa que concluye en el año de 1867 con la restauración de 
la República. En este año, señala Daniel Cosío Villegas, inicia la época moderna. 
Todos estos movimientos marcaron el rumbo de la nación, determinaron el camino a 
seguir por los ciudadanos. Las distintas clases sociales buscaban y determinaban el camino del 
país; por su parte, los intelectuales comenzaron a gozar de la “libertad de expresión”. La 
Independencia significó la supresión de varias trabas. Los movimientos sociales emanaron en 
cada rincón del país, así como los constantes levantamientos en armas de los pobladores. Las 
instituciones gubernamentales comenzaron a derrumbarse, así como las sociales, el virreinato 
había muerto: se había sorteado una dictadura, y otra se avecinaba. 
Los españoles comenzaron a ser expulsados, los franceses comenzaban a establecerse 
en el país, sobre todo en la capital; y otro movimiento social de suma importancia fue el que se 
originó cuando la gente del interior de la República llegó a la naciente ciudad de México, 
entonces comenzó a gestarse lo que Justo Sierra llamó “la familia nacional”. 
La libertad de pensamiento comenzó a ejecutarse de manera insospechada. En el 
campo de la cultura, en especial el de las letras, podemos señalar que el modernismo, corriente 
que interesa en el presente estudio, iniciaba en el año de 1876. 
 El modernismo nace, crece y muere con la dictadura de Porfirio Díaz (1877-1880 y 
1884-1911), por lo que podemos señalar que: 
 
El movimiento modernista, iniciado por Gutiérrez Nájera casi simultáneamente a la llega de Díaz al 
poder, tuvo sus postergas manifestaciones durante la primera década del siglo xx: prácticamente 
nació y murió con el Porfiriato. Mientras la Revista Azul y la Revista Moderna florecieron en la 
cúspide del Porfiriato, la Revista Moderna de México acompañó en su caída a Díaz, quien renunció y 
salio del país en mayo de 1911 y, sólo un mes después, la revista dejó de publicarse.45 
 
 
45 Luz América Viveros Anaya, Op. cit., p. 9. 
 
XXVI
Algunos críticos determinan que el periodo modernista va del año de 1890 a 1940, 
entre este grupo encontramos a Ricardo Gullón; algunos, como Juan Ramón Jiménez46 nos 
dicen que el siglo modernista inicia veinte años antes de terminar el siglo XIX; otros señalan 
como el periodo de 1882 a 1910la época modernista de más fervorosa actividad creadora. 
Por su parte, Iván A. Schulman nos dice que, dada la aparición temprana de la prosa 
modernista, la corriente se puede situar del año de 1882 al año de 1932. Federico de Onís habla 
de un periodo que llama el “Triunfo del Modernismo”, del año de 1896 a 1905. Esto implica, 
más que un enfoque cronológico, una nueva visión y revaloración del carácter estético e 
ideológico de esta corriente. 
Asimismo, encontramos que un grupo de estudiosos señalan que fue el cubano José 
Martí el iniciador del modernismo, pero críticos e investigadores han planteado de forma 
acertada que son dos los precursores de esta corriente: el propio Martí y el poeta mexicano 
Manuel Gutiérrez Nájera, lo que descarta hablar de la corriente como producto de un solo 
hombre y propia del periodo de 1888-1916, fechas exclusivamente daríanas. 
El poeta mexicano José Emilio Pacheco señala que no hay un modernismo, sino 
modernismos, “los de cada poeta que comienza a escribir en lengua española entre 1889 y 
1910.” Esta corriente no es exclusiva de la poesía, aunque su desarrollo y mayor producción 
está sujeta a este género y, como señala Belem Clark de Lara, “la voluntad modernista permea 
igualmente al conjunto de la vida social”47. 
El modernismo es un concepto literario verdaderamente revolucionario, regenerador –
no sólo en el aspecto estético– y de comprensión social, de una preocupación que se extiende a 
lo largo y ancho del continente. 
En su momento, Ignacio Manuel Altamirano Basilio determinaba con su conceptos y 
preceptos el rumbo de la literatura; pero en el año de 1876 el Duque Job inicia la incesante 
marcha del modernismo, cuando fractura la tradición de la escuela nacionalista con la pluma 
que rubricaba como Espinel, al alejarse de todo lo dictado o manifestarse en contra de las 
teorías del realismo y de la corriente filosófica positivista, conceptos que quedan establecidos 
en su ensayo “El arte y el materialismo”. 
 
46 Cfr. El modernismo, notas de un curso (1953), México, Aguilar, 1952. 
47 Belem Clark de Lara y Fernando Curiel Defossé, El Modernismo en México a través de cinco revistas, p. 7. 
 
XXVII
Esta nueva estética le brinda la libertad que el poeta necesita para su desarrollo, la 
libertad del arte cuyo principio es lo bello. 
El 6 mayo de 1894 la República Mexicana vio nacer una revista, su nombre: Revista 
Azul48, bajo la dirección de Manuel Gutiérrez Nájera, este impreso no solamente albergó a la 
primera generación de escritores modernistas, fue el portavoz de una nueva generación literaria 
y el hito para una segunda oleada de escritores. En la Revista Azul se vertían las ideas de todos 
aquellos que conformaron el grupo, pero sobre todo las ideas de su artífice: “Por la libertaddel 
arte, por la individualidad, por la no servil imitación de los modelos, es decir, por la 
originalidad de las producciones literarias; por una literatura mexicana producto ya no del 
nacionalismo endogámico, son de la heterogeneidad cosmopolita y de la aceptación de todo 
aquello que significando belleza hubieran aportado otros movimientos literarios con el objeto 
de vigorizar nuestras letras […]”49. 
Es cierto que cada escritor buscó su propia voz y su propio estilo, un aspecto 
determinante para lograrlo fue que la revista –además de abrir las puertas a una segunda 
generación con aquellos que conformaron la Revista Moderna– se concibió como un espacio de 
creación, un espacio que buscaba el desarrollo de la literatura mexicana, donde la literatura y la 
sociedad convergen al unísono. 
En la Revista Azul algunos escritores vieron concretadas en buena medida sus ideas. 
Esta revista es precedente inmediato y concreto de la Revista Moderna, en el sentido de que la 
primera estableció, a mi juicio, los nuevos objetivos que debería cumplir estos impresos, 
aunque en la mente del grupo de jóvenes escritores ya estaban germinando estas ideas porque 
un “año antes de la fundación de la Revista Azul, ocurrió un hecho significativo para la historia 
literaria, puesto que agrupó a seis jóvenes escritores que se lanzaron en defensa pública de la 
“nueva estética”. Sus planteamientos fueron congregando adeptos que un lustro más tarde, 
habrían de fundar su propio espacio: la Revista Moderna”50 . 
Debemos decir que “lo moderno, el modernismo y la modernidad se manifiestan en 
muy diversos ámbitos de la sociedad. Moderno y dado a la modernidad fue, por ejemplo, el 
 
48 La Revista Azul aparece hasta el mes de octubre de 1896, junto a Nájera se encontraba Carlos Díaz Dufóo 
en la dirección, el secretario de la redacción fue el poeta Luis Gonzaga Urbina. La revista fue el suplemento 
literario dominical de El Partido Liberal. 
49 Belem Clark de Lara y Fernando Curiel Defossé, Op. cit., pp. 21-22. 
50 Luz América Viveros Anaya, Op. cit., p. 9. 
 
XXVIII
proyecto de Porfirio Díaz (1877-1880 y 1884-1911), al que tanto contribuyó –más de lo que 
suele admitirse– el cuatrenio de Manuel González”51. 
No debemos dejar de lado que la prosa modernista en realidad no se presta a una 
definición tan fácil como la de la poesía, las influencias y sus direcciones fueron diversas, 
porque, como señala J. S. Brushwood, podemos “incluir en el grupo, aparte de Nervo y 
Campos, a Efrén Rebolledo, a Bernardo Couto Castillo, a Ciro Ceballos y tal vez a José Juan 
Tablada”52. 
Además, encontramos que una de las contribuciones más importantes “que hicieron 
los modernistas a la ficción no está en sus propias obras, sino en la influencia que ejercieron en 
las obras de escritores a quienes, comúnmente, no se les consideraba miembros del grupo. En 
general, la advertimos en la conciencia literaria de fines de la década de 1890”53. 
 El modernismo además fue: 
 
[…] espíritu revisor en lo lingüístico, estilístico y metafísico, producto en su época álgida de una 
preocupación filosófica –positivista– y un sentimiento de insuficiencia ideológica frente a valores 
rectores, rebasa los límites generacionales. […] en la idiosincrasia y la literatura hispanoamericanas, 
el modernismo se prolonga y se traduce en una preocupación o una actitud perenne visible en el 
arte inventivo y en la esmerada expresión literaria, cualidades que, por ejemplo, caracterizan la 
manera contemporánea de concebir la prosa narrativa en América, diferenciándola de la 
peninsular.54 
 
Aunque hasta el momento no se cuenta con un manifiesto modernista, en varios textos 
de sus representantes se encuentran principios de éste. Dentro de la teoría encontramos el 
principio de la libertad artística, porque el artista, de acuerdo con Gutiérrez Nájera, necesita 
gozar de independencia, aunque tal vez “este desafío a las convenciones canónicas del realismo 
y de la Academia Mexicana de las Letras propició que al modernismo se le descalificara con el 
adjetivo de “decadente””55. Porque esta “autonomía artística es, por lo tanto, el arma que con 
 
51 Belem Clark de Lara y Fernando Curiel Defossé, Op. cit., pp. 8-9. 
52 J. S., Brushwood, Op. cit. p. 269. 
53 Ibidem, p. 270. 
54 Iván A. Schulman, Op. cit., 14-15. 
55 Mario Martín, “El cuento mexicano modernista: fundación epistemológica y anticipación narratológica de la 
vanguardia”, en El cuento mexicano. Homenaje a Luis Leal, edición de Sara Poot Herrera, México, Textos de 
Difusión Cultural, Dirección de Literatura, UNAM, 1996, p. 101. (Serie El Estudio) 
 
XXIX
frecuencia esgrime Nájera contra las ‘desconsoladoras teorías del realismo, y… [el] áspero y 
repugnante positivismo””56. 
Otro artículo que brinda los lineamientos del modernismo del mismo Gutiérrez Nájera 
es “El cruzamiento en literatura”57 porque “el cruzamiento de la literatura culminó con la 
conquista de una literatura propia.”58 En este escrito se señala que “en poesía no había 
sucedido lo mismo [la novela española si había alcanzado su madurez por influencia de la 
literatura francesa] y se encontraba estancada por falta de “cruzamiento” de las letras 
hispánicas con otros influjos; dicha necesidad de intercambio cultural se veía también en las 
letras mexicanas ”59. También advertía el peligro que encerraba el servil remedo de modelos 
lingüísticos y literarios extranjeros, por eso recomienda el cruzamiento para contrarrestar los 
efectos negativos de las influencias. 
Otro elemento que brinda las características del modernismo son las constantes 
polémicas que se suscitaron en torno a la corriente, que todavía en el año de 1903 continuaban, 
por ejemplo, en el libro Los Juegos Florales de Puebla “se criticaba al decadentismo pese a que los 
aludidos “decadentes” mudaron de nombre desde 1898 por el más incluyente de 
modernistas”60. 
Como se ha señalado en la introducción del presente trabajo, Victoriano Salado 
Álvarez sostiene cruentos debates con el director de la Revista Moderna Jesús E. Valenzuela. 
Entre los que apoyan a Salado Álvarez encontramos a José Primitivo Rivera, Aurelio Horta, 
José Monroy e Ignacio M. Luchichí. 
En sus reuniones,61 el grupo de Jesús E. Valenzuela “criticaba a los detractores del 
grupo modernista, quienes, con sus artículos de revista o el comentario en algún periódico, 
encendían aún más el “espíritu decadente” y beligerante, por antonomasia, de esta segunda 
generación de modernistas”. 
 
56 Iván A. Schulman, Op. Cit., p. 103 
57 Manuel Gutiérrez Nájera, “El cruzamiento en la literatura”, en Revista Azul, t. I, núm. 19 (9 de septiembre 
de 1894), pp. 289-292. 
58 Luz América Viveros Anaya, Op. cit., p. 13. 
 
59 Luz América Viveros Anaya, Op. cit., p. 13. 
60 Ibidem, p. 11. 
61 Se puede consultar las memorias de Rubén M. Campos, El bar. La vida literaria de México en 1900, para 
conocer un poco más los lugares de reunión del grupo, pues el bar era el lugar por excelencia de los 
modernistas, además de conocer un poco más sobre la de postura de Campos ante diferentes situaciones a las 
que se enfrentó en su vida. 
 
XXX
Se debe señalar que con el paso del tiempo Victoriano Salado Álvarez se integra al 
equipo de dicha revista. Su primera entrega aparece el mes de junio de 1902. Un artículo-
ensayo bajo el título de “Papel de la poesía en el período industrial”, dedicado al licenciado 
Pablo Macedo. 
Por supuesto son los escritores que conformaban la Revista Moderna quienes defienden 
la nueva estética, pues su revista es el medio modernista por excelencia, entre ellos 
encontramos a Jesús E. Valenzuela, José Juan Tablada, Amado Nervo, Ciro B. Ceballos, Jesús 
Urueta y Alberto Leduc. 
La modernidad literaria e intelectual surgía plena en los últimos años del siglo,y como 
se ha visto se concentró en la Revista Azul 62 que albergó la primera generación de modernistas, 
generación que rompe con el romanticismo; dos años más tarde, nace con Revista Moderna las 
segunda generación de modernistas. 
Porfirio Díaz no solamente forjó una dictadura, su dictadura, modernizó al país, y en el 
ámbito de las letras, gracias a la censura impuesta por su gobierno, irónicamente le brindó a la 
literatura nacional un impulso. Con la siguiente cita de Vicente Quirarte cierro este apartado, 
pues en ésta se encierra un elemento de trascendencia para nuestras letras: 
 
Cuando Rosendo Pineda, en su calidad de hombre de confianza de Porfirio Díaz, comunica al 
poeta José Juan Tablada que el joven escritor de talento puede elegir entre una silla en la Cámara de 
Diputados y una celda en la Penitenciaria, el eje de diamante de la poderosa maquinaria porfirista 
no sospechaba que su velado soborno iba a constituir el inicio de la literatura moderna. La causa de 
la oferta anterior había sido la alarma producida en Carmen Romero Rubio por la publicación del 
poema “Misa negra”, en El País del 8 de enero de 1893.63 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
62 El periodo de La Revista Azul es del año 1894-1896. 
63 Jesús E. Valenzuela, Mis recuerdos. Manojo de rimas, prólogo, edición y notas de Vicente Quirarte, México, 
Conaculta, 2001, p.14. (Memorias Mexicanas). 
 
XXXI
 
La importancia de los diarios en la conformación de una identidad y una 
literatura nacionales 
 
La evolución de las publicaciones –hojas volantes, gacetas, periódicos y revistas– jugó un papel 
importante en la historia de la nación. El interés de las publicaciones por conformar una 
identidad nacional nace con la primera hoja volante. 
Esta búsqueda inicia con la publicación de las hojas volantes, y ya en concreto, con 
objetivos bien definidos, con las gacetas,64 que eran dirigidas por los criollos que estaban 
interesados en aprovechar la apertura que les ofrecía el espíritu del nuevo siglo: la Ilustración. 
Los diarios no fueron sólo una pasarela para las plumas, no fueron sólo un medio para 
concretar los intereses personales, los diarios del siglo XIX constituyen “un medio a través del 
cual se buscó fomentar la identidad nacional”65. El fin principal: “ilustrar” al pueblo. Aunque se 
debe señalar que los momentos históricos tienen características, intenciones y funciones 
diferentes. En el presente capítulo presento un breve estudio del periódico El Nacional y la 
Revista Moderna, en los que publicó Rubén M. Campos. 
La guerra de Independencia, la guerra de Reforma, la guerra contra Estados Unidos y la 
guerra contra la intervención francesa marcaron el siglo XIX mexicano, la lucha por abolir los 
males que aquejaban al país demandaron “hombres de acción, de temple y valor a toda prueba, 
hombres de ideas para definir la nación y mantenerla unida en la formación de un estado 
nacional. Fue un siglo de violencia, que se practicó discrecionalmente durante la paz 
porfirista”66. 
En el siglo XVIII las publicaciones se alejaron de los fines comerciales que regían en 
Europa. Como se ha señalado, el objetivo era educar “difundiendo todo conocimiento útil para 
el mejoramiento de la sociedad”67. Se debe señalar que esta prensa formadora tuvo dos periodos. 
 
64 Entre las gacetas encontramos tres bajo el mismo nombre: la Gaceta de México de 1722, que era dirigida por 
Juan Ignacio de Castorena; la de 1728, editada por Juan Francisco Sahún de Arévalo y Ladrón; y la última, la 
de 1784, editada por Manuel Valdés. 
65 Rosalba Cruz Soto, “Las publicaciones periódicas y la formación de una identidad nacional”, en Estudios de 
historia moderna y contemporánea de México, vol. 20, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 
2000, p. 15. 
66 María Teresa Camarillo, “Los periodistas en el siglo XIX. Agrupaciones y vivencias”, en La República de las 
Letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico, vol. I, edición y estudio introductorio de Belem 
Clark de Lara y Elisa Speckman Guerra, México, UNAM, 2005, p.153. 
67 Rosalba Cruz Soto, Op. cit., p. 16. 
 
XXXII
El primero, que abarca los últimos setenta años del dominio español; y el segundo, la primera 
década de vida del México independiente, más o menos hasta el año de 1830. Este espíritu se 
retoma durante los periodos de crisis. 
Durante los primeros años de la vida independiente, como se ha señalado, las 
publicaciones surgían de manera constante. Estas nuevas publicaciones “conservaron muchos 
de los rasgos que se adjudican durante la colonia. Ambos momentos forman parte del proceso 
evolutivo de la conciencia nacional de México”68. 
Instruir a los lectores significaba crear instrumentos de cambio. Conocer todo aquello que 
ayudó a los países europeos para lograr el desarrollo que vivían sus ciudadanos; esto despertó y 
brindó la “posibilidad de servir a los intereses de la misma [la patria] y en última instancia a 
fomentar la identidad nacional”69. 
En las publicaciones encontraron el medio para llegar a los ojos de los países ilustrados, 
y queda aclaro que este medio fue un órgano de cultura y no fue visto como un negocio. Cierto 
es que se imitaba: “la ciudad de México debía secundar la práctica europea de imprimir gacetas, 
emulando especialmente a las peninsulares”70. Además, se les atribuye un carácter educativo, 
promoviendo así el progreso de la Nueva España, lo que les brindaría libertad y autonomía; y 
son el medio para establecer el debate con los europeos, aunque se trataba de un diálogo 
desigual porque los medios para esparcir el pensamiento eran más abundantes en Europa que en 
los territorios americanos. 
Es en el año de 1812 cuando se declara la libertad de prensa en la Nueva España, con 
ésta inicia un brote de publicaciones, que aun con una vida es efímera –entre seis u ocho meses, 
y con una periodicidad semanal o quincenal–, marcan el rumbo de lo que serán las publicaciones 
de finales del siglo XIX. 
Hacia 1821 las gacetas que remplazaron a las hojas volantes son gradualmente sustituidas 
por los periódicos. El proceso para la conformación de una prensa nacional avanzaba; entre los 
factores que ayudaron a dicha conformación se encuentran los diarios, que por entonces ya 
tenían un gran tiraje y que tomaron ahora como modelo los patrones de la prensas inglesa y 
norteamericana. 
 
68 Ibidem, p. 17. 
69 Rosalba Cruz Soto, Op. cit., p. 19. 
70 Loc. cit. 
 
XXXIII
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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XXXIV
Esto favorece de manera significativa: se crean nuevos formatos y se vierten nuevos 
contenidos; esto comienza a delinear los rasgos de una prensa periódica, de una prensa propia, 
“aunque todavía con diferencias sustanciales respecto de la prensa de finales del siglo XIX”71. Se 
abandona por completo el modelo de los órganos españoles, el germen de las gacetas comenzó a 
transformarse. 
Este nuevo periodo en la prensa independiente no deja de lado el debate, el debate nutre 
las páginas de los diarios, con el debate se define el camino de la nación, el debate también 
propicia que aparezcan otros diarios que toman partido según su interés, ideas y postura. Se da 
entonces el enfrentamiento entre los diarios,72 lo que lleva consigo un sinnúmero de ideas,así 
como insultos al oponente, ambas partes decían buscar el beneficio de la nación. 
Los intereses personales existían, pero el objetivo principal de cada publicación o de la 
mayoría de éstas era poner a la altura de Europa a la nación, así como educar y formar al pueblo, 
porque “es evidente que los periódicos del periodo que sucedió a la independencia básicamente 
mantuvieron las intenciones características de las gacetas novohispanas: ser instrumento para 
que el país figurara en el mundo culto, ilustrar a sus compatriotas y debatir ahora con otros 
periódicos nacionales y extranjeros acerca del mejor sistema para organizarse”73. 
Existía una pugna entre los diarios, por una parte aquellos que atribuían la independencia 
a los iturbidistas; y por otra parte aquellos que, en oposición, defendían a Miguel Hidalgo y a 
José María Morelos como los próceres de la libertad del país. La siguiente etapa de la prensa 
nacional vela por los intereses políticos. 
Todo este desarrollo desemboca en una prensa libre, en una prensa que en el año de 
1872 comienza a organizarse para evitar “las injurias entre periodistas y la manera de evitar y 
sancionar tal costumbre”74. El llamado lo había hecho José María Vigil, y aparece en la primera 
 
71 Ibidem, p. 32. 
72 Por ejemplo, el Águila Mexicana nace como respuesta al resurgimiento del periódico El Sol, esto en el año 
de 1823. Otro ejemplo es el del diario Hay les va ese hueso para que lo roan, que ocasiona el parto de El 
Quebrantahuesos, ambos en el año de 1826; sólo por mencionar algunos casos. 
73 Rosalba Cruz Soto, Op. cit., p. 35. 
74 María Teresa Camarillo, Op. cit., p. 154. 
 
XXXV
plana del diario El Siglo XIX, un 9 de febrero.75 Este suceso desemboca en la creación de la 
primera agrupación de periodistas: la Asociación de Periodistas y Escritores. 
Doce años más tarde, Ramón Elices Motes, el redactor de El Siglo XIX, hace un nuevo 
llamado a renovar la Asociación de Prensa y el Jurado de Honor, pues los altercados entre las 
distintas plumas eran constantes en las páginas de los diarios; y así nace la Prensa Asociada de la 
Ciudad de México, que se consolida a finales de 1885, misma que se transforma en el año de 
1890 en Prensa Asociada de México, en ésta se agrupan no sólo periodistas de la ciudad de 
México, también se integran socios de distintos estados de la República. Entre quienes 
presidieron dicho órgano encontramos a Irineo Paz, Apolinar Castillo, Heriberto Frías, Rafael 
Martínez y Manuel Gutiérrez Nájera. 
La prensa de finales del siglo XIX continuó con sus debates, injurias, agresiones y más 
agresiones entre los grupos imperantes, como lo es el que sostienen en su momento Jesús E. 
Valenzuela y Victoriano Sosa Álvarez, pero ahora el campo de batalla son las páginas de los 
diarios, y se cuentan con las mismas armas: la contienda se sostiene en condiciones iguales. 
Este proceso coadyuva al desarrollo de la sociedad. En el aspecto literario, las 
publicaciones fueron de gran importancia, porque, como señala Manuel Pedro González, los 
géneros de la novela y el drama no pueden surgir más que en las sociedades culturalmente 
adultas y en ambientes con cierta densidad de población, por eso “ni el drama ni la novela 
hicieron acto de presencia en México en la época colonial, más que en forma rudimentaria y 
mimética”76. 
La novela, pues, no existe en México durante los tres siglos que duró el periodo colonial, 
y otro aspecto importante que frenaba el desarrollo de una literatura propia era que se prohibía 
la importación de ciertos libros y su lectura. Los editores llenaron este vacío al brindar a los 
ciudadanos publicaciones de escritores extranjeros, así como la producción de nuestros literatos. 
La novela había nacido bajo el signo de periodismo. 
 
 
 
 
75 Asisten los representantes de los diarios El siglo XIX, La Iberia, The Two Republics, El Eco de Ambos 
Mundos, La Voz de México, El Pobre, El Porvenir de la Niñez, El Federalista, La Sociedad Católica de 
México y el Diario Oficial. 
76 Manuel Pedro González, Trayectoria de la novela en México, México, Ediciones Botas, 1951, p. 25. 
 
XXXVI
 
Las plumas que nutrieron los diarios en el siglo XIX 
 
A finales del siglo XIX, un grupo importante de los que colaboraron en los diarios buscaron 
una independencia intelectual, que si bien era una de las directrices del modernismo, tuvieron 
que excavar las trincheras con sus propias manos, con sus propias plumas; esto gestó un 
debate entre el reporter y el periodista literato. 
Fue uno de los pilares de las letras nacionales. Fue Manuel Gutiérrez Nájera, quien 
sostuvo esta ardua lucha contra los reporters, esto a partir de 1877, y como señala Clark de Lara: 
“periodista fue él, pero también lo era el reporter, lo que difería era la función y la misión de 
cada uno de ellos”77. 
El reporter nace con la idea de informar de manera inmediata, muy común en nuestros 
días. El término en inglés, a mi parecer, marca una censura, una etiqueta malsana, que en su 
momento el Duque Job señala como la personalidad más terrorífica en México. 
Ahora bien, Gutiérrez Nájera sostenía de manera clara y precisa que el periodismo es 
solamente un modo de vida como cualquier otra profesión, y afirmaba que “el periodista ponía 
al servicio del público su inteligencia y los estudios que había hecho con anticipación y que 
constituían su capital...”. 
Ambos, periodista y reporter, viajaban en el mismo vehículo: el periódico, la diferencia 
era que “para Manuel era escritor quien sembraba con honradez, recomendaba negocios con 
buena fe… influía en los fenómenos sociales, cantaba lo que el pueblo, realizaba belleza pero 
además perseguía un ideal social”78. A diferencia del reporter, que “buscó exaltar la expectación 
del público…”79. 
La búsqueda del bien público era el peso que inclinaba la balanza del lado del 
periodista, porque el reporter “no narraba, arrojaba datos; mostraba los sucesos con autenticidad 
y rapidez, tomados de manera personal en el lugar donde acontecían”80. Así encontramos que 
la diferencia esencial es que el escritor, como diría el Duque Job, “refiere muy lisa y llanamente 
 
77 Belem Clark de Lara, Tradición y modernidad en Manuel Gutiérrez Nájera, México, UNAM, Instituto de 
Investigaciones Filológicas, 1998, p. 114. (Ediciones Especiales, 9). 
78 Belem Clark de Lara, Op. cit., p. 117. 
79 Loc. cit. 
80 Belem Clark de Lara, Op. cit., pp. 117-118. 
 
XXXVII
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 Anuncios del Periódico El Nacional 
CUENTOS MEX[CANOS 
POR MANUEL CABALLERO 
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