Logo Studenta

El-joven-Marx-y-su-critica-a-la-propiedad-privada

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

1
 
 
 
 
El joven Marx 
y su crítica a la propiedad privada 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Tesis que para obtener el grado 
de licenciado en filosofía presenta 
 
 
 
Ismael Hernández Lujano 
 
 
 
 
 
 
Asesor 
Dr. Mauricio Pilatowsky Braverman 
 
 
 
 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
2008 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal 
del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). 
El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea 
objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para 
fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 2
 
 
 
 
 
 
 
 
A mis padres 
porque gracias a ustedes he aprendido 
a vivir el amor y la felicidad 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 3
 
 
 
Agradecimientos 
 
 
 
Mi más sincero agradecimiento a mi familia (en especial a mis padres, a Javier y 
Moni, a Toño y Moni), a mi compañera Claudia y a mis amigos Miguel, Javier, 
Sayuri, Luís y Xochitl. Gracias a todos por su ayuda y compañía. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 4
 
 
 
Índice 
 
 
 
Introducción 
 5 
 
 
I De la crítica del cielo a la crítica de la tierra 
7 
 
II Panorama de la Economía política como ciencia 
y de la realidad económica capitalista 
19 
 
III. El fundamento oculto de la propiedad privada 
27 
 
IV. ¿Qué es la propiedad para el joven Marx? 
39 
 
V. Falsa y verdadera abolición de la propiedad privada 
57 
 
Conclusiones 
74 
 
Bibliografía 
76 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 5
 
 
 
Introducción 
 
 
 
EL DEBATE QUE SE DIO durante el siglo pasado sobre el lugar y significado de los 
Manuscritos dentro de la obra de Marx y las repercusiones políticas de sus 
planteamientos fue uno de los acontecimiento teórico políticos más grandes del 
siglo XX. En la querella de los Manuscritos, como la llama el maestro Sánchez 
Vázquez,1 se perfilan tres grandes tendencias: 1) la de quienes conciben al joven 
Marx como un filósofo y un humanista, y caracterizan su pensamiento como un 
pensamiento ético por excelencia. Esta tendencia prefiere a este Marx al de 
madurez que, según ellos habría agotado sus fuerzas creadoras y caído en un 
positivismo “frío” y despreocupado del hombre. 2) La segunda tendencia coincide 
en la caracterización del joven Marx como un humanista y la del maduro como 
un científico pero opta por el segundo y termina por juzgar la obra juvenil como 
especulativa y premarxista. 3) La última tendencia es la de Sánchez Vázquez, 
que sostiene que hay un conjunto de ruptura y continuidades en el pensamiento 
de Marx, desde la obras de 1844 hasta El capital. Según ésta tercera tendencia, 
los conceptos centrales de la obra multicitada, enajenación y hombre, se 
sostienen, con ciertas modificaciones, a lo largo de toda la obra del fundador de 
la Internacional. 
En este trabajo sostenemos la siguiente tesis: junto a los conceptos de 
enajenación y hombre, debe colocarse como principal en los Manuscritos el de 
propiedad privada. Incluso la tesis va más allá, sostiene que el problema de la 
propiedad privada tiene preeminencia sobre los otros dos y no sólo en la obra 
referida sino en todo el periodo de 1843 y 1844, incluyendo los poco atendidos 
Cuadernos de París. Nuestro material esta compuesto por las dos obras 
mencionada y por casi todas las que Marx escribió entre 1842 y 1844. También 
forma parte de la bibliografía primaria el Esbozo de una crítica de la economía 
política de Engels. La bibliografía secundaria está compuesta por una serie de 
estudios clásicos sobre el joven Marx, especialmente las obras de Sánchez 
Vázquez y de Mandel. 
Todos los comentaristas concuerdan en que para el joven Marx trabajo 
enajenado y propiedad privada son dos términos inseparables, incluso que son 
dos caras de una misma moneda. Hasta donde tenemos noticia, todas las 
interpretaciones del joven Marx y de los Manuscritos tiene como hilo conductor 
el concepto de enajenación.2 Aquí ensayamos un camino diferente: hacer una 
 
1 El Joven Marx. Los Manuscritos de 1844. México, Itaca/Facultad de Filosofía y Letras/La 
jornada, 2003. 
2 Algunos autores que destacan la importancia del problema de la propiedad privada para el 
joven Marx pero si hacer una lectura del total de los Manuscritos desde esta perspectiva son 
 6
lectura de ese texto y de los otros anteriores tomando como eje el otro lado de la 
moneda, la propiedad privada. 
En el primer capítulo exploramos la trayectoria que, tanto intelectual como 
política, que llevo a Marx de los temas y asuntos filosóficos a los económicos 
propiamente dichos, donde se ubica el problema de la propiedad privada. 
En el segundo capítulo nos acercamos a la primera evaluación (que aparece 
en la primera parte del primer manuscrito y en algunos pasajes de los 
Cuadernos de París) que hace el joven Marx del capitalismo y de su expresión 
ideológica, la economía política. 
En el tercer capítulo abordamos la respuesta que da Marx al problema del 
fundamento de la propiedad privada a través de la teoría del trabajo enajenado. 
Ustedes, lectores inteligentes, habrán advertido que estamos arando sobre el 
mar, que estamos escribiendo sobre la crítica de Marx a la propiedad privada sin 
haber precisado que entiende él por tal concepto. Marx no nos ofrece una 
definición como tal de la propiedad pero si explora su esencia, tal como se los 
propuso al final del primer manuscrito, y también nos habla de los tipos de 
propiedad que surgen con el capitalismo, todo esto le veremos en el presente 
capítulo. De todo eso hablaremos en el capítulo cuarto. 
 Por último, revisaremos la crítica que hace Marx las ideas comunistas de su 
tiempo y su propuesta de una abolición real de la propiedad privada. 
Como nos movemos en el terreno de las interpretaciones, no aspiramos a que 
todos adopten este punto de vista pero al menos esperamos que esta lectura del 
joven Marx sea consistente y coherente, por un lado, por el otro, que abra alguna 
puerta, que revele algún aspecto no visto, que sea fecunda y sugestiva. Eso ya es 
más que suficiente. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
David Moreno y Andrés Barreda en su prólogo a la obra de Sánchez Vázquez El Joven Marx. 
Los Manuscritos de 1844 (México, Itaca/Facultad de Filosofía y Letras/La jornada, 2003), 
David Moreno (“Sobre la teoría del valor y la política de la revolución en el joven Marx”) y 
Jorge Veraza (“Adolfo Sánchez Vázquez y los Manuscritos de 1844”) ambos en Vargas Lozano, 
Gabriel (Ed.). En torno a la obra de Adolfo Sánchez Vázquez. México, UNAM, Facultad de 
Filosofía y Letras, 1995. 
 7
 
 
 
I. De la crítica del cielo a la crítica de la tierra 
 
 
 
EL ESTUDIANTE ATEO Y EL PERIODISTA RADICAL 
 
EL AMBIENTE INTELECTUAL DE ALEMANIA en los tiempos en que Marx entró a la 
universidad estaba marcado por la pugna entre los distintos bandos en los que 
se habían dividido los seguidores de Hegel. Por un lado estaban los hegelianos 
de derecha, llamados así por su defensa de la religión cristiana y de la 
monarquía prusiana, defensa que hacían precisamente tomando como base 
algunos aspectos de la filosofía de su maestro. Por el otro lado, los hegelianos de 
izquierda intentaban recuperar el espíritude la obra de Hegel, el método 
dialéctico, pero no su sistema; esto derivaba, a fin de cuentas, en que no eran 
apologistas de la religión ni del Estado. Influenciados por la Ilustración francesa 
y armados del método hegeliano, éstos emprendieron la crítica de la monarquía 
y de la religión al igual que los enciclopedistas pero, gracias a la honda y fuerte 
herencia filosófica alemana, en términos mucho más finos y profundos. Ese 
periodo de crítica atea en Alemania llegó a su clímax en 1841 con la publicación 
de La esencia del cristianismo de Ludwig Feuerbach. 
En ese ambiente, decíamos, es que Marx entra a la universidad en 1836. Desde 
niño fue educado por su padre y por un amigo de la familia, su futuro suegro, en 
las ideas humanistas e ilustradas. Es comprensible, pues, que al llegar a la 
universidad se convirtiera en un ferviente ateo de los que tanto abundaban 
entonces. Como prueba de ello tenemos que su propia tesis doctoral fue concebida 
como una crítica a la religión y que desde esos tiempos se declara admirador de 
prometeo, quien se atrevió a retar a los dioses. 
Pero Marx no sólo fue desde muy joven un ateo convencido, también fue un 
revolucionario. No se malentienda esta afirmación. No queremos decir que desde 
joven Marx haya sido partidario de la revolución comunista, su adhesión al 
comunismo es un largo y difícil proceso. Lo que pasa es que hay muchos tipos de 
revolución. Expliquémonos. Los alemanes se habían conmovido profundamente 
con la revolución francesa y vivían con la esperanza de que en Alemania 
estallara una revolución similar. Las anécdotas de Kant dejando su estricta 
rutina por quedarse en casa a leer la buena nueva de la revolución y de Hegel 
saliendo al campo con sus compañeros del Gimnasio a plantar el árbol de la 
libertad con ocasión de los sucesos de Francia son claras ilustraciones de lo 
mucho que Alemania se cimbró con la revolución. En los años de juventud de 
Marx, aún se sentía el clamor entre la intelectualidad progresista alemana por 
una revolución burguesa y democrática al estilo francés y Marx se sumó a ese 
ideal. 
 8
La lucha entre los hegelianos de izquierda y el monárquico estado prusiano se 
agudizó con la llegada de Federico Guillermo IV al trono. Este rey, que al 
principio fue visto por los propios jóvenes hegelianos como una esperanza de 
realizar la libertad política, se mostró como un monarca reaccionario y 
conservador pues pronto se instaló la censura, los hegelianos de izquierda fueron 
expulsados de las universidades, removidos de sus cátedras y sus revistas 
fueron censuradas. Pero los filósofos ilustrados no eran los únicos inconformes 
con el nuevo monarca. La incipiente burguesía alemana, focalizada en Renania, 
también se oponía a la política retrógrada del rey. Lo que la burguesía 
demandaba era básicamente libertad económica y la promulgación de una 
constitución, anhelo que varios sectores de la sociedad alemana tenían desde los 
tiempos en que Hegel vivía. Ante esta situación represiva sucedió lo que suele 
suceder: los opositores al nuevo gobierno, burguesía liberal y jóvenes hegelianos, 
se aliaron. La labor en la que se concretó esa alianza fue la publicación de la 
Gaceta renana, desde donde ejercían su crítica a la monarquía. 
Desde abril de 1842, sólo un mes después de la llegada de Federico Guillermo 
IV al poder, Marx empezó a colaborar en la Gaceta y, poco después, llegaría a 
convertirse en su director. Es precisamente en esta labor de periodista cuando 
Marx empieza a enfrentarse a problemas concretos y mundanos y no sólo a las 
abstractas discusiones filosóficas. Como director y colaborador de la Gaceta, 
escribió sobre asuntos tan mundanos como la política del rey sobre el divorcio, la 
censura y la recolección de leña en los bosques. Es el análisis de esos problemas 
sociales y políticos el que lo hace poner en duda la concepción hegeliana del 
Estado, que hasta entonces compartía. 
Según Hegel, el Estado era el lugar donde se conciliaban los intereses 
antagónicos y egoístas de la sociedad civil, entendiendo por “sociedad civil” la 
vida económica, las relaciones comerciales, los intereses privados de los 
propietarios. Para el filósofo, la sociedad civil “es el momento de la 
particularización del individuo”3 provocada por la propiedad. La propiedad 
separa y atomiza a los hombres, luego los intereses antagónicos de estos 
propietarios entran necesariamente en conflicto, conflicto que no es amistoso y 
de caballeros sino terrible y violento. 
Y bien, para evitar esta guerra de todos contra todos tenemos al Estado 
racional. El Estado como expresión de la razón, concilia los intereses privados y 
vela por el interés general. Por eso el Estado es, según Hegel, realización del 
Espíritu, porque es lo universal frente a los siempre particulares intereses 
económicos de los propietarios. Como consecuencia de esta concepción del 
Estado, Hegel afirma que sus funcionarios son la clase universal, esto es, que los 
funcionarios del Estado no tienen intereses propios, que encuentran su 
satisfacción personal en el cuidado de los intereses del conjunto de la sociedad. 
Lo que Marx ve en el gobierno de Federico Guillermo IV es que el Estado no 
concilia los intereses privados sino que toma partido en la lucha que éstos libran 
entre sí, que los funcionarios del Estado más que velar por los intereses 
generales parecen empleados al servicio de ciertos propietarios. Por ejemplo, la 
 
3 Citado por Rubén Dri en “La filosofía del Estado ético. La concepción hegeliana del Estado” 
en Boron, Atilio (Comp.) La filosofía política moderna. De Hobbes a Marx. Buenos Aires, 
CLACSO, 2003. . p. 226. 
 9
ley sobre el robo de leña, que Marx critica en uno de sus artículos de la Gaceta 
renana, constituye una descarada toma de posición del gobierno a favor de los 
grandes terratenientes y en contra de los pequeños campesinos. Como bien 
señala Sánchez Vázquez: “Hegel pretende presentar al Estado como es 
realmente, pero, en verdad, lo presenta como es idealmente”.4 
En 1843 Marx renuncia a la Gaceta disgustado por la tibieza de los 
accionistas burgueses ante el gobierno. Aprovechando esta descarga de trabajo, 
Marx emprende un estudio de fondo de la filosofía hegeliana del Estado con el 
fin de rematar las reflexiones que había realizado como periodista. Fruto de ese 
estudio es el borrador que conocemos como Crítica de la filosofía del Estado de 
Hegel, donde llega a la conclusión de que la supuesta universalidad del Estado 
es abstracta. La universalidad del Estado se encuentra alienada por el carácter 
privado de la sociedad civil. 
En un texto posterior, La cuestión judía, Marx nos deja ver en qué consiste el 
carácter abstracto de la universalidad del Estado. Lo que Marx percibe es que la 
universalidad del Estado es meramente formal. La liberación política, y en 
general los derechos políticos, hacen libre al Estado pero no al hombre. Por 
ejemplo, el Estado se libera de la propiedad privada al eliminar el censo de 
riqueza como condición para el voto. Se supone que así queda resuelto el 
conflicto entre los propietarios pues, para el ejercicio de los derechos políticos, 
nadie es propietario. Pero, obviamente, esa es sólo una superación formal y 
fantástica de la propiedad. Hegel cree que se supera la conflictiva sociedad civil 
con la creación de una esfera en la que la propiedad no importa, totalmente 
separada de ella, el Estado; pero esa es su falla, que al elevarse por encima de la 
sociedad civil se queda precisamente así, por encima, sin tocarla. La relación 
entre el Estado y la sociedad civil sería como la que hay entre el cuerpo y el 
alma. En suma, cuando se eliminan las diferencias entre propietarios y no 
propietarios para el ejercicio de los derechos políticos sólo se ha eliminado a la 
propiedad de una manera ilusoria, formal, pues la propiedad sigue con su 
existencia real. Lo mismo pasa con la religión, cuando el Estadono profesa 
ninguna religión y no establece ningún credo como condicionante para los 
derechos políticos, no por ello desaparece la religión en su existencia real. 
Cuando la religión desaparece del Estado no desaparece en la realidad sino que, 
más bien, se retira al ámbito del derecho privado, a la sociedad civil. El Estado 
ya no tiene religión pero la gente sí. En la política ya no hay ni religión ni 
propiedad pero en la vida real si las hay. Conclusión de todo esto es que en el 
mundo moderno el hombre se escinde en una vida pública, donde todos somos 
iguales, y en una vida privada, donde la desigualdad persiste y es natural; la 
primera es una vida abstracta, la segunda es la vida real. Y aún más, la vida 
pública, el Estado, tiene como premisa esa desigualdad real y, como fin, 
perpetuarla, garantizarla. Todos los derechos políticos, “los derechos del hombre 
y del ciudadano”, tienen como fin perpetuar la propiedad y garantizar el lucro. 
La vida política es sólo un medio para garantizar la vida en la sociedad civil. 
Es importante anotar que en La cuestión judía ya se deja ver que Marx ha 
abandonado la idea en una revolución puramente política, democrático 
 
4 Economía y humanismo. Estudio introductorio a Marx, Carlos. Cuadernos de París. Notas de 
lectura de 1844. México, Era, 1974. p. 21. 
 10
burguesa. Desde ahí inicia su trayectoria hasta desembocar en la idea de la 
revolución comunista. 
Marx descubre, en resumidas cuentas, que es la sociedad civil la que 
determina al Estado y no al revés. Y no sólo al Estado, también a la religión y al 
pensamiento en general. 
Cuando se recrudece la represión del gobierno prusiano, Marx se exilia a 
París. Allí decide publicar con algunos amigos los Anales franco-alemanes, con el 
objetivo de continuar su labor por la liberación de Alemania desde su destierro 
en la ciudad revolucionaria de aquellos tiempos. En esos momentos Marx escribe 
la Introducción a su estudio de 1843 sobre la filosofía del derecho de Hegel. En la 
mentada Introducción, que se publicó en el primer y único número de los Anales, 
en febrero de 1843, se afirma que “la crítica de la religión ha llegado, en lo 
esencial, a su fin, y la crítica de la religión es la premisa de toda crítica”.5 Como 
ya señalamos, se consideraba que la crítica a la religión había culminado y 
concluido con La esencia del cristianismo, por eso dice Marx que ha llegado a su 
fin, que ya no falta nada por hacer en ese terreno. Se consideraba tan rotundo el 
éxito de la crítica a la religión y a ésta como pilar de todo el orden existente que 
dicha crítica era “la premisa de toda crítica”. Líneas después hace un recuento 
de las ideas de Feuerbach. Dios es un ser imaginario en el que hombre proyecta 
todas sus cualidades positivas (amor, sabiduría, etc.), de tal modo que se queda 
vacío, se queda sólo con lo negativo. En este punto citaremos extensamente al 
propio Feuerbach por la fuerza y la belleza de sus palabras: 
 
La religión es la escisión del hombre consigo mismo; considera a Dios como un ser que le 
es opuesto. Dios no es lo que es el hombre, el hombre no es lo que es Dios. Dios es el ser 
infinito, el hombre, el ser finito; Dios es perfecto, el hombre, imperfecto; Dios es eterno, 
el hombre, temporal; Dios es omnipotente, el hombre, impotente; Dios es santo, el 
hombre, pecaminoso. Dios y el hombre son extremos; Dios es lo absolutamente positivo, 
la suma de todas las realidades, el hombre es lo absolutamente negativo, la suma de 
todas las negaciones. 6 
 
Así el hombre cree que si llega a hacer una acción piadosa, no es que sea 
bueno sino que la bondad de Dios ha actuado a través de él. El hombre no se da 
cuenta de que la bondad, la sabiduría, el amor que ve en Dios son su bondad, su 
sabiduría, su amor. Hasta el día de hoy se ve a las afueras de los templos de 
algunas de esas iglesias nuevas que han llegado al país pinturas en las que el 
hombre se representa como una bestia, como un ser despreciable, con una 
leyenda que dice. “el hombre, mentiroso, asesino, fornicador, vicioso” y en 
seguida otra pintura de Cristo en la que se lee: “sólo Dios salva”. Y a los 
autobuses aún sube gente que al contar su experiencia de haber dejado el alcohol 
dicen: “Nuestro Señor Jesucristo me sacó del vicio”. Es claro: ellos no salieron 
con sus propias fuerzas. Ellos no hicieron nada, porque el hombre no puede 
nada; Dios lo hizo todo. Feuerbach lo expresa así: “Dios es la esencia del hombre 
propia y subjetiva, separada e incomunicada; por lo tanto, no puede actuar por sí 
mismo, todo lo bueno proviene de Dios.”7 
 
5 En La sagrada familia y otros escritos. Traducción y compilación de Wenceslao Roces. 
México, Grijalbo, 1959. p. 3. 
6 La esencia del cristianismo. Trad. José L. Iglesias. Madrid, Trotta, 1995. p. 85. 
7 Ibíd. p. 81. 
 11
El hombre se ve a sí mismo y a sus fuerzas esenciales como extrañas, como 
ajenas, como pertenecientes a otro ser, a esto lo llama Feuerbach enajenación: 
“Cuanto más subjetivo y humano es Dios, tanto más enajena el hombre su 
propia subjetividad, su propia humanidad, porque Dios es, en sí y por sí, su yo 
alienado”.8 
Para terminar con esa enajenación el hombre debe reconocerse en Dios, debe 
tomar conciencia de su propia esencia y de que los atributos que cree divinos son 
humanos. 
Todo eso está bien, diría Marx, “pero el hombre no es un ser abstracto, 
agazapado fuera del mundo. El hombre es el mundo de los hombres, el Estado, la 
sociedad. Este Estado, esta sociedad producen la religión, una conciencia del 
mundo invertida, porque ellos son un mundo invertido”.9 En efecto, Feuerbach 
considera al hombre aislado y cómo se enajena, considera al hombre al margen 
de la relación entre los hombres, al margen de la sociedad. Feuerbach no ve que 
las potencias y fuerzas que el hombre enajena en Dios son potencias sociales, no 
del individuo. Cabe considerar que Feuerbach nunca explica satisfactoriamente 
las razones por las que el hombre se enajena en Dios. Marx cree que la única 
respuesta es la religión “es [que] la fantástica realización de la esencia humana, 
porque la esencia humana carece de verdadera realidad”.10 Si la esencia humana 
se realizara en el plano terrenal, en la realidad misma, no habría necesidad de 
realizarla en el plano celestial, en la imaginación. Esa visión deforme del mundo 
que es la religión sólo es posible porque los hombres de hecho viven en un mundo 
deforme. La conclusión de todo esto es que “la crítica de la religión es, por tanto, 
en germen, la crítica del valle de lágrimas que la religión rodea de un halo de 
santidad”.11 
La crítica de la religión ha llegado a su fin porque es el momento de pasar a 
la crítica del fundamento mismo de la religión: el mundo de los hombres, es 
decir, el Estado, la sociedad. 
Si la religión tiene su fundamento en el mundo de los hombres, en el Estado y 
éste lo tiene en la sociedad civil, resulta que el paso natural en la trayectoria 
intelectual de Marx es iniciar el estudio de la sociedad civil, de la economía. 
Resulta que la solución de las inquietudes políticas (la parcialidad del Estado) y 
religiosas (la alienación religiosa) de Marx y de su tiempo tienen una clave 
común para su solución: la sociedad civil. No es sólo la curiosidad intelectual lo 
que lleva a Marx a estudiar la economía política, recordemos que fue expulsado 
de Alemania por su actividad política y que desde el exilio sigue trabajando por 
la revolución. La solución de este enigma teórico era una tarea indispensable 
para la solución de los problemas de su práctica revolucionaria. 
 
 
 
 
 
 
8 Ibídem. 
9 Introducción a la crítica de la Filosofía del derecho de Hegel en La sagrada familia y otros 
escritos. Traducción y compilación de Wenceslao Roces. México, Grijalbo, 1959. p. 3. 
10 Ibidem. 
11 Ibidem. 
 12
ELROMPIMIENTO CON EL LIBERALISMO 
 
Para mostrar el camino por el que Marx se aleja del modelo burgués de 
revolución será necesario que regresemos un poco sobre nuestros pasos. Como 
señalamos antes, Marx empezó compartiendo el anhelo de muchos alemanes por 
una revolución como la francesa pero después de su Crítica de la filosofía del 
derecho de Hegel no podía mantener esa posición. Como sabemos, su conclusión 
es que la universalidad del Estado es abstracta, formal, y por ello una revolución 
puramente política no le satisface ya. Partiendo de ese diagnóstico del Estado lo 
que Marx propone es “la verdadera democracia”. Muchos han interpretado 
erróneamente esa propuesta; Garaudy, por ejemplo, dice que con ella Marx no 
rebasa un democratismo burgués radical.12 Por el contrario, nosotros creemos, 
junto con Michael Lowy, que la propuesta de Marx “no se trata de ninguna 
manera de la democracia republicana burguesa, sino de la transformación 
radical que implica la supresión tanto del Estado político alienado como de la 
sociedad civil “privatizada”. La palabra democracia tiene para él un sentido 
específico: abolición de la separación entre lo social y lo político, lo universal y lo 
particular”.13 Como ya vimos en La cuestión judía, Marx señala que el Estado y 
la sociedad civil están escindidos, que en el primero somos todo lo libres que se 
quiera pero en la segunda no. Si esta escisión determina que en el Estado hay 
democracia pero en la vida real, en la vida económica, no la hay; entonces esta 
“verdadera democracia” no puede ser otra cosa que la democratización de la 
sociedad civil, de la economía. Su propuesta es que la libertad, la fraternidad y 
la igualdad no se queden confinadas como hasta ahora a la vida política sino que 
se extiendan a la vida económica y social. Aunque de manera confusa, la idea de 
la verdadera democracia es ya una formulación del socialismo ya que la 
instauración de la igualdad en la sociedad civil consistiría en la abolición de la 
propiedad privada. Marx sabe que con esa propuesta se acerca al comunismo y 
no es gratuito que por esos tiempos “no deja de aprobar las teorías políticas de 
los “franceses modernos” para los cuales “en la verdadera democracia el Estado 
político desaparece” “.14 Estos franceses modernos no son los revolucionarios 
burgueses sino los socialistas. 
Las ideas socialistas no eran nuevas para Marx. Desde mucho antes se 
habían dado a conocer en Alemania por las resonancias de los experimentos 
utópicos y por el naciente movimiento obrero de la vecina Francia. Además, 
Alemania contó con un verdadero prosélito del socialismo, al cual Marx conocía 
desde muy joven: Moses Hess. Al principio su actitud hacia las ideas comunistas 
más que de rechazo era de reserva, no podía admitir que “tengan realidad 
teórica alguna”15 aunque advertía que debían ser estudiadas a fondo y reconocía 
que entre los socialistas había personas, como Proudhon, con una obra 
“penetrante”. Otras razones para ser cauteloso con el comunismo era que lo 
consideraba precisamente apolítico (desinteresado por las cuestiones del 
Estado), dogmático y, a veces, afectado de su contrario: la propiedad privada. 
 
12 Ver. Introducción al estudio de Marx. México, Era, 1980. Cap IV. 
13 La teoría de la revolución en el joven Marx. México, Siglo XXI, 1972, p. 65. 
14 Ibid. p. 66. 
15 Fernbach, David. Marx, una lectura política. México, Era, 1979. p. 17. 
 13
Al abandonar su fe en una revolución democrático burguesa también 
abandonó la esperanza de que la burguesía fuera el sujeto de la revolución que 
liberaría a Alemania. Aunque la decepción de la burguesía estuvo aún más 
marcada por su experiencia política que por sus reflexiones filosóficas. Anotamos 
páginas atrás que Marx renunció a la dirección de la Gaceta renana por la 
tibieza de los accionistas burgueses ante la censura del gobierno. Poco después 
de la salida de Marx, la revista fue clausurada y la burguesía no dijo nada, no 
hubo la más mínima protesta de su parte. El futuro dirigente de la Internacional 
llegó a la conclusión de que la burguesía alemana no era revolucionaria y audaz 
como la francesa, sino timorata y cobarde. 
La observación durante su labor en la Gaceta de los problemas políticos le 
mostró quiénes eran los verdaderos sujetos de la revolución: los pobres de la 
tierra, los desposeídos. Como periodista, siempre estuvo de lado de los pobres. 
Su artículo sobre el robo de leña es una apasionada defensa de éstos ante los 
grandes terratenientes. Además, había observado que los diputados de los 
campesinos pobres se mostraban muchos más firmes que los de la burguesía a la 
hora de defender la libertad de prensa. 
Pero, al margen de estas observaciones y experiencias políticas, hay razones 
teóricas para postular a los pobres como sujeto revolucionario: el análisis 
expuesto en Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Recordemos que para 
Hegel los funcionarios del Estado son la clase universal por dedicarse 
enteramente a la satisfacción de los intereses del conjunto de la comunidad y la 
labor del Estado como tal es superar los conflictos que se dan entre los 
propietarios particulares. Como ya vimos, las cosas no son así: los funcionarios 
del estado y el Estado mismo son sirvientes de alguna fracción de los 
propietarios en guerra. Lo que aliena al Estado es el carácter privado de la 
sociedad civil, es decir, su carácter fraccionario, su atomización que deriva en 
intereses opuestos y en guerra. El agente que causa la atomización y en última 
instancia la pugna que se libra en la sociedad civil es la propiedad privada. Los 
individuos de la sociedad civil luchan entre sí y utilizan al Estado como arma, 
con lo cual lo despojan de todo carácter universal en defensa de su propiedad y 
por ambición de la propiedad ajena. En la Introducción a la crítica de la filosofía 
del derecho de Hegel Marx da un paso adelante. El la revolución no está en 
manos de los pobres a secas sino de los desposeídos, de los no propietarios: el 
proletariado. Al no tener propiedad alguna que defender, los proletarios no 
participan en las luchas de la sociedad civil y, por tanto, no pueden destruir la 
universalidad del Estado, no tienen razones para tomarlo como instrumento de 
fines particulares. Por eso Marx dice que el proletariado “es una clase de la 
sociedad burguesa que no es una clase de la sociedad burguesa”.16 Por “sociedad 
burguesa” Marx todavía no entiende “modo de producción capitalista”, para que 
llegue a esa noción debe incursionar en la economía, lo cual hace poco después. 
Lo que entiende en ese momento por “sociedad burguesa” es el concepto 
hegeliano de “sociedad civil”. En algún sentido, los proletarios no forman parte 
de la sociedad civil, que es reino de la propiedad, porque no tienen propiedad 
alguna. 
 
16 Introducción a la crítica de la Filosofía del derecho de Hegel en La sagrada familia y otros 
escritos. Traducción y compilación de Wenceslao Roces. México, Grijalbo, 1959. p. 14. 
 14
Precisamente, la revolución proletaria busca elevar la condición de éste, la de 
no propietario, a condición de toda la sociedad. En resumidas cuentas, se trata 
de abolir la propiedad privada. Marx señala que “cuando el proletario reclama 
la negación de la propiedad privada, no hace más que elevar a principio de la 
sociedad lo que la sociedad ha elevado a principio suyo, lo que ya se personifica 
en él, sin intervención suya, como resultado negativo de la sociedad.”17 
Otras razones para postular al proletariado como sujeto de la revolución son 
las siguientes. En la Introducción Marx señala que Alemania, por su peculiar 
condición de atraso político y económico, padece todos los males del Estado 
moderno sin haber gozado de sus beneficios. Por ello cree que la revolución 
alemana será mucho más radical que la francesa y que cualquier otra, porque ha 
de seruna liberación total. Análogamente, el proletario es la clase o el sector en 
el que se concentran todas las miserias humanas de este mundo, es una clase 
con “cadenas radicales” y, por tanto, su liberación también ha de ser radical. Si 
él representa “la pérdida total del hombre”, su liberación ha de ser “la 
recuperación total del hombre”. La liberación del proletario no será una 
liberación meramente política ni la liberación de una clase en particular, será la 
liberación humana. 
Esta definición de proletario que aparece en la Introducción… como 
desposeído y sobre todo como ser sufriente madurará hasta llegar a la que 
aparece en el Manifiesto del partido comunista, donde el carácter y potencial 
revolucionario del proletariado viene de su lugar en la producción. En 1843 Marx 
cree en la fuerza emancipadora del proletariado por razones distintas a las que 
tendrá en la madurez. En esos tiempos Marx no tenía una idea clara del 
mecanismo de la producción capitalista. Por el momento, su adhesión a la causa 
de los trabajadores viene de consideraciones sobre la Filosofía del Estado de 
Hegel. Por ello podemos decir que, en noviembre de 1843 Marx era partidario de 
un “comunismo filosófico” como el de Moses Hess, aunque ya tenía fuertes 
intuiciones que lo encaminaban hacia una visión histórico científica.18 Será 
desde su encuentro con la economía política y con el movimiento obrero francés, 
entre 1844 y 1845, que Marx toma el camino que le llevará hasta lo que Engels 
llamó acertadamente el comunismo científico, por estar basado en un estudio 
científico de la realidad, especialmente de la realidad económica. 
 
 
EL ESBOZO DE ENGELS Y SU INFLUENCIA SOBRE MARX 
 
Hay un hecho que podríamos calificar como fortuito pero que determinó la vida 
de Marx para el resto de sus días, tanto en su itinerario intelectual como en su 
vida política y personal: el encuentro con Engels. Justo cuando Marx había 
llegado a París y cuando ponía todas sus esperanzas en el proletariado, le llegó a 
la redacción de los Anales un artículo llamado Esbozo de una crítica de la 
 
17 Ibid. p. 15 
18 En la multicitada Introducción Marx señala que “El proletariado sólo comienza a nacer, en 
Alemania, mediante el movimiento industrial que alborea, pues la que forma el proletariado 
no es la pobreza que nace naturalmente, sino la pobreza que se produce artificialmente” (p. 14). 
Como podemos ver, Marx ya empieza a ubicar la situación mísera del obrero no como una 
situación metafísica sino como resultado de la dinámica histórico social. 
 15
economía política, de Engels; mismo que se publicó junto con la Introducción y 
La cuestión judía de Marx en el único número de aquella revista hecha en París. 
Desde entonces iniciaron los dos personajes una amistad e intensa labor 
intelectual conjunta como pocas veces se ha visto en la historia. 
Existe una gran polémica sobre la influencia que el Esbozo tuvo sobre Marx. 
Indudablemente fue grande pues el propio Marx en 1859, en el Prólogo a la 
Contribución a al crítica de la economía política califica de “genial” aquel trabajo 
de Engels y en los propios Manuscritos económico filosóficos de 1844 señala que 
para su realización ha tenido a la vista las obras de los socialistas franceses e 
ingleses y que, sin embargo, los trabajos alemanes “enjundiosos y originales” 
sobre esta ciencia (la Economía política) se limitan a los de Weitling, los de 
Moses Hess y al Esbozo de Engels.19 Sin embargo, lo importante es saber 
exactamente en qué radica tal influencia. Algunos, como Sánchez Vázquez, 
consideran que el impacto consistió en que gracias a esa lectura Marx dio el paso 
decisivo de pronunciarse por la abolición de la propiedad y de definirse como 
comunista.20 Por nuestra parte, anotamos que en la ya citada Introducción a la 
Crítica de la filosofía del Estado de Hegel, escrita entre noviembre y diciembre 
de 1843, Marx se pronuncia abiertamente por la abolición de la propiedad. Justo 
en esos meses, cuando se encuentra preparando la aparición de los Anales 
franco- alemanes, es cuando llega a sus manos el Esbozo de Engels. Puede ser 
que Marx haya llegado a la idea de abolir la propiedad por sí mismo o que, justo 
cuando escribía la Introducción, tomó la idea del ensayo que su futuro amigo le 
había enviado. Sin embargo determinar esto es labor de un biógrafo. El 
problema realmente importante es otro, es el que nos señala Mandel. Para esas 
fechas Marx “se proclama adversario ya de la propiedad privada” pero, a 
diferencia de Engels, “se niega todavía a declararse comunista”.21 Esta 
incoherencia en Marx se debe a lo que ya anotamos antes, Marx tenía serias 
reservas hacia los comunistas de su tiempo pues le parecían apolíticos y poco 
consecuentes con la crítica a la propiedad privada, al grado de que se veían 
afectados por ella. No tardará mucho en adherirse al comunismo, su primera 
declaración pública es de marzo de 1844, y en profundizar su crítica a la 
propiedad privada, lo cual le dará armas para demoler las ideas comunistas de 
su tiempo. 
A nuestro parecer, la influencia principal del Esbozo consiste en que lo 
introdujo de manera crítica en la Economía política, en que la abrió el camino 
para el tratamiento crítico de ciertos temas fundamentales de la economía 
política tales como el valor, la competencia, el monopolio, el capital y el trabajo 
entre otros. Por su importancia, las mayores influencias fueron, por un lado, el 
 
19 Manuscritos económico filosóficos de 1844. en Marx. Carlos y Engels, Federico. Escritos 
económicos varios. Traducción y compilación de Wenceslao Roces. México, Grijalbo, 1966. p. 
26. Todas las citas de los Manuscritos en la presente tesis se toman de esta edición. 
20 En Economía y filosofía (Estudio introductorio a Karl, Marx. Cuadernos de París. México, 
Era, 1980) dice que en el momento de leer a Engels, Marx había captado que “la propiedad 
introducía la particularidad y la irracionalidad desde la sociedad civil en la esfera del Estado. 
Pero no se planteaba aún la necesidad de su abolición” (p. 31. Subrayado nuestro) y que se 
planteó tal necesidad después de leer a Engels. 
21 La formación del pensamiento económico de Marx. De 1843 a la redacción de El capital. 
México, siglo XXI, 1978. p. 7. 
 16
rechazo a la teoría del valor-trabajo. Como tendremos oportunidad de ver en los 
capítulos siguientes, los Manuscritos se encuentran completamente dominados 
por esa visión negativa hacia la teoría del valor que tomó de Engels. Por el otro 
lado, la aportación más importante del Esbozo al marxismo es su concepción 
dialéctica de la superación del capitalismo, la cual lo diferencia a él y a Marx de 
los comunistas utópicos. Por el momento dejaremos de lado esta aportación de 
Engels pues la trataremos a fondo en el capítulo V. mientras pasemos revista el 
resto de las ideas de este ensayo pionero del comunismo científico. 
Comencemos diciendo que aboga por la abolición de la propiedad privada no 
sólo porque sea una “ciencia inhumana”, como él decía, sino también porque es 
una ciencia absurda, cuyo fundamento engendra una serie de contradicciones 
insolubles. Haciendo gala de su manejo de la dialéctica, Engels plantea que esas 
contradicciones sólo son superables si se supera su base. 
El Esbozo comienza por situar históricamente el nacimiento de la economía 
política y por ubicarla “como consecuencia directa de la extensión del 
comercio”.22 Se supone que la economía moderna, la economía liberal, era la 
superación progresista y liberadora del mercantilismo y sus guerras intestinas y 
rapaces entre las naciones en aras de ventajas comerciales y de metales 
preciosos. La economía liberal sería una verdadera revolución que junto con la 
revolución política y con la de la filosofía liberaría al hombre pero “Así como 
todas las revoluciones de este siglo pecaron de unilaterales y quedaron 
estancadas enla contradicción, (…) a la economía no se le pasó por las mientes 
pararse a preguntar por la razón de ser de la propiedad privada.”23 
La revolución burguesa cuestionó al rey sin cuestionar a la autoridad como 
tal, la filosofía cuestionó a Dios pero no a la idea misma de lo absoluto, y la 
economía liberal siguió el mismo camino: cuestionó al oro y la plata sin 
cuestionar a la propiedad privada. Debido a esto, la economía liberal produce 
una serie de contradicciones en el terreno conceptual así como atrocidades en el 
terreno de la práctica. Pero los economistas, cegados por sus intereses de clase, 
sostienen todos esos absurdos a contrapelo de lo evidente y de lo moralmente 
aceptable.24 
“La consecuencia inmediata de la propiedad es el comercio”, dice Engels y en 
las condiciones de aquella, éste tiene por único fin el lucro, el sacar el mayor 
beneficio posible vendiendo caro y comprando barato. Así, los intereses de 
comprador y vendedor son necesariamente opuestos y excluyentes pues el 
beneficio de uno viene del perjuicio del otro. De ese modo, lo que se pregonaba 
como medio amistad entre los hombres y entre las naciones, el “dulce comercio”, 
resulta estar basado en la desconfianza y en el despojo muto. Aun más 
 
22 Esbozo de una crítica de la economía política en Marx. Carlos y Engels, Federico. Escritos 
económicos varios. Traducción y compilación de Wenceslao Roces. México, Grijalbo, 1966. p. 3. 
23 Ibíd. p. 4. 
24 En un interesante libro sobre lógica y filosofía de la ciencia, Fina Pizarro nos habla de una 
falacia muy común en la investigación científica llamada “Hipótesis de salvación Had Hoc”. La 
persona que comete esta falacia “niega lo más evidente para poder seguir afirmando lo que le 
parece más importante” (Ver Aprender a razonar. México, Alhambra, 1991. p. 129). Al parecer, 
los economistas caen en un error bastante parecido a la falacia señalada. En todo caso sería 
interesante un estudio de la economía política clásica desde el punto de vista de la actual 
filosofía de la ciencia. 
 17
repugnante resulta esto, denuncia Engels, puesto que se trata de una 
desconfianza hipócrita. Indignado, el joven empresario denuncia “es interés del 
comerciante, por supuesto, mantenerse en la mejor armonía lo mismo con aquel 
a quien compra barato que con el que le compra a él caro. (…) A mayores amigos, 
mayores ganancias. En esto consiste la humanidad del comercio”.25 
Sin embargo, es en la categoría de valor donde las contradicciones o las 
infamias son particularmente claras. El llamado valor real, determinado por los 
costos de producción, se supone diferente del valor de cambio pero no puede 
concebirse o fijarse sin traer a cuento la competencia, es decir, el otro valor que 
se suponía diferente e independiente, el valor de cambio. Si tratamos de medir el 
valor real o precio natural con otro parámetro, con la utilidad, por ejemplo, 
sucede lo mismo. Al ser la utilidad algo subjetivo, el único mecanismo por el que 
realmente ésta se puede medir es la competencia, o sea, el valor de cambio o 
precio de mercado. El problema es, puesto que la utilidad es subjetiva, que no 
hay otra manera de tasarla que no sea por medio de la demanda que tiene, es 
decir, por la competencia. Según Engels, esta absurda danza de conceptos, en la 
que ni uno puede ponerse en pie sin invocar a su contrario, sólo puede terminar 
con la abolición de la propiedad privada. 
Otra entelequia creada por la propiedad privada es la división entre capital y 
trabajo. Se supone que en el costo de producción de una mercancía entran tres 
elementos: la renta de la tierra, el capital y el trabajo. Pero, tan pronto como los 
propios economistas definen al capital como “trabajo acumulado”, se revela lo 
absurdo de tal clasificación. En condiciones humanas, el capital, al ser base del 
trabajo actual, se funde con éste y la separación se diluye. Pero nuevamente, la 
propiedad privada es la que introduce la irracionalidad, actuando como una 
especie de antidemiurgo que todo lo pone de cabeza. Desde que ella existe, el 
trabajo se escinde en trabajo pasado (capital) y trabajo presente. El trabajo 
pasado es base del trabajo presente pero no le pertenece al trabajador, pertenece 
al capitalista. El trabajo se enfrenta al trabajo. 
Monopolio y concurrencia son otras categorías que parecen reñidas pero que 
en realidad se llevan dentro la una a la otra. En toda competencia comercial el 
más fuerte termina por eliminar a los débiles y, una vez logrado esto, a volverse 
monopolio. A su vez, todo monopolio engendra competencia, aun sea ese tipo 
especial de competencia que es el contrabando. 
Engels anota con una sonrisa maliciosa que el economista considera a la ley 
de la concurrencia, de la oferta y la demanda, como su mayor logro. Se supone 
esta ley regularía los precios, por un lado, y la producción, por el otro; creando 
así un equilibrio perfecto en el que todos, compradores y vendedores, tendríamos 
lo justo. Engels denuncia que ese equilibrio nunca se da y que lo que en verdad 
se tiene es un continuo oscilar de un extremo a otro, un ir de la superproducción 
a la superescasez, y a esos bandazos continuos los economistas los llaman 
equilibrio por el simple hecho de que no se permanece en alguno de los extremos. 
El último, el más inhumano y absurdo de los planteamientos de la economía 
política que analiza Engels es la teoría de la población de Malthus. 
Resumidamente la crítica que le hace Engels es que tal teoría afirma que la 
población sobrante en proporción a los medios de sustento es eliminada 
 
25 Esbozo…. p. 7. 
 18
mediante el hambre y que esto es natural e incluso benéfico para el buen 
funcionamiento de la economía y de la humanidad. Lo criticable no es sólo lo 
inhumano del planteamiento sino que es equivocado pues no habla de la 
población sobrante en términos absolutos, es decir, con relación a la producción 
de alimentos; la teoría habla de la población sobrante con respecto a la ocupación 
y los capitalistas no ocuparan el trabajo de la gente a menos que sea rentable, a 
menos que le ayude a incrementar su ganancia. La capacidad de la sociedad 
para producir alimentos y satisfacer las necesidades de toda la población no 
tiene nada que ver con eso. En las condiciones de la propiedad privada, el 
trabajo es una mercancía sometida a la ley de la oferta y la demanda. Según esta 
ley, cuando hay un exceso de oferta, cuando hay superproducción, baja el precio 
y por ello el producto se deja de producir ya que no hay a quien le convenga 
venderlo. En este caso, el producto es la vida de los seres humanos, se sacrifica 
porque el dueño de capital no lo necesita. Se destruye el producto, la vida 
humana, del mismo modo que los fabricantes de algodón queman sus cosechas 
para provocar escasez y con ello subir los precios. 
Como se puede ver, toda la crítica de Engels esta inspirada en una visión 
dialéctica del capitalismo. El capitalismo es en el Esbozo una realidad dinámica, 
en movimiento; que en su curso natural de desarrollo crea contradicciones que 
pugnan por una solución. Dicha solución ha de cambiar la naturaleza misma del 
fenómeno, ha de convertir al capitalismo en otra cosa. 
 
 
 
En suma, Marx pasa de una temática filosófico-religiosa a una político-
económica de una manera casi natural, como producto de las perplejidades y 
puntos ciegos que encuentra en la filosofía hegeliana y en el liberalismo pero 
también como producto de sus luchas políticas. Más que la crítica de la religión, 
era hora de la crítica de la sociedad, de la economía. Marx pasa, como él mismo 
lo dice, de la crítica del cielo a la crítica de la tierra.26 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
26 Introducción a la crítica de la Filosofía del derecho de Hegel en La sagrada familia y otros 
escritos. Traducción y compilación deWenceslao Roces. México, Grijalbo, 1959. p. 3. 
 
 19
 
 
 
II. Panorama de la Economía política como ciencia y 
de la realidad económica capitalista 
 
 
 
DESPUÉS DE APARECIDO el primer y único número de los Anales Franco 
Alemanes, Marx decide adentrarse en el terreno hacia el que señalaba su 
Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel: la economía política, 
y con ello dar remate a las reflexiones ahí hechas. Entre los meses de abril y 
julio de 1844 Marx sumerge en las obras de los grandes economistas burgueses 
(Smith, Ricardo, Mill) y, como dice Sánchez Vázquez, también en las de los no 
tan grandes. Fruto de ese encuentro son las notas de lectura conocidas como 
Cuadernos de París y el borrador de una obra conocido como Manuscritos 
económico filosóficos de 1844, ambos publicados póstumamente en 1932. No se 
sabe el orden cronológico en que fueron escritas esas dos obras pero lo más 
probable es que algunos de los cuadernos sean anteriores a los manuscritos 
mientras que otros sean posteriores. Sin embargo, forman una unidad temática 
y en esta tesis tomaremos en consideración ambos aunque nuestro hilo 
conductor serán los Manuscritos. 
En la primera parte del primer manuscrito, Marx hace un análisis y crítica 
del panorama que pone ante sus ojos la economía política en su primer 
encuentro con ella. Este análisis toma la forma de un estudio de las fuentes de 
ingreso de las tres clases elementales de la sociedad capitalista: el salario del 
obrero, la ganancia del capitalista y la renta del terrateniente. 
 
 
EL SALARIO 
 
Sin rodeo alguno, Marx empieza con esta sentencia: “el salario del obrero se 
determina por la lucha antagónica entre capitalista y obrero”. Nótese la 
influencia de Engels: el salario se determina por la competencia más que por los 
costos de producción. Si las cosas son así, ¿qué resultados obtiene el obrero en su 
lucha contra el capitalista? Inmediatamente nos responde esto: “triunfa 
necesariamente el capitalista” porque “puede sostenerse más tiempo sin el 
obrero que éste sin aquel”,27 por varias razones. Una es que los capitalistas, y los 
terratenientes, pueden obtener intereses de sus ganancias mientas que el obrero 
no tiene ni renta de suelo ni intereses de capital. El obrero sólo tiene el salario.28 
 
27 Manuscritos… p. 27. 
28 En una clase en la que analizamos este texto, el profesor Jorge Fuentes Morúa nos hizo ver 
que Marx es aquí, para efectos de su crítica, muy fiel a los dichos de la economía política y que 
 20
Según Smith, el salario normal es el salario mínimo, el que cubre la subsistencia 
llana del obrero y de su familia, compatible sólo “con una subsistencia de 
bestias”.29 Como consecuencia de esto viene la competencia entre obreros, la 
lucha por desplazar a los demás y por ganarse esa vida de bestias, de tal suerte 
que “el obrero se ha convertido en un objeto y puede darse por satisfecho cuando 
encuentra comprador”.30 
Tenemos no sólo la competencia entre obrero y capitalista, tenemos también 
la competencia entre obrero y obrero. Con ella, 
 
…con la gravitación del precio del mercado en torno al precio natural es, pues, el 
obrero quien más sale perdiendo, y quien pierde siempre, necesariamente. […] 
Las oscilaciones fortuitas y repentinas del precio del mercado afectan menos a la 
renta del suelo que a la parte del precio representada por la ganancia y los salarios, 
y menos aún todavía a la ganancia que al salario.31 
 
Y aún más, el capitalista pierde sólo su riqueza muerta, en cambio el obrero 
pierde la vida misma. Con esto Marx parece indicar que la situación del obrero 
es tan dramática que el precio de mercado del trabajo, establecido por la 
competencia, en ocasiones se encuentra por debajo de su precio natural, por 
debajo de lo mínimo para la subsistencia simple del obrero. “El obrero no sale 
ganando cuando el capitalista mantiene el precio de mercado por encima del 
precio natural”,32 el máximo precio al que puede aspirar el trabajo es el precio 
natural, el mínimo. El obrero no recibe nada de ese excedente entre un precio y 
otro, por tanto, el obrero no obtiene ninguna ventaja con el aumento de la 
productividad del trabajo. 
 
Los tres estados de la sociedad 
 
Sí como toda mercancía, el precio del trabajo, el salario, se determina por la 
competencia, ¿qué sucede cuando los capitalistas compiten por el trabajo, cuando 
hay mucha demanda y poca oferta? ¿Puede la competencia entre capitalistas 
beneficiar al obrero? 
Para responder a esas cuestiones, Marx pasa revista a los tres estados en los 
que puede encontrarse una sociedad y a la situación del obrero en cada uno de 
ellos. 
El primer estado es el de decadencia de la sociedad, de disminución de su 
riqueza. En este estado quien más padece es el obrero pues “sí en el estado 
próspero de la sociedad la clase obrera no puede nunca ganar tanto como los 
propietarios”,33 mucho peor será su situación en tiempos de penuria general. 
El segundo estado sería el de una sociedad donde la riqueza va en ascenso. 
En ella la demanda de obreros es superior a la oferta y es de esperar que esto los 
 
no ahonda en que en la realidad el salario no es sinónimo de ingreso para el obrero. Sobre todo 
en los países dependientes, nos dijo Fuentes Morúa, existen otras fuentes de ingreso para el 
obrero: el comercio informal, el robo o la prostitución. 
29 Manuscritos… p. 28. 
30 Ibidem. 
31 Ibidem. 
32 Ibidem. 
33 Idem. p. 29 
 21
beneficiara pero habría que hacer algunas consideraciones. La primera 
consideración es que con el aumento del salario viene un aumento del trabajo y 
con ello el acortamiento de la vida del obrero. En términos generales, para el 
conjunto de la clase obrera, esta muerte prematura es benéfica pues reduce la 
oferta, la población obrera, con el consiguiente efecto sobre el salario pero esto 
“quiere decir que esta clase tiene que sacrificar una parte de sí misma para no 
perecer por completo”.34 
Además, una sociedad se encuentra en proceso de enriquecimiento cuando se 
ha acumulado mucho capital, y puesto que el capital es trabajo, cuando se ha 
acumulado mucho trabajo. El periodo social de abundancia va precedido por un 
periodo de intensa explotación y es fruto de él. 
Por otro lado, el aumento del capital y el avance de la industria aumentan la 
división del trabajo y, con ello, el aspecto agotador, embrutecedor e inhumano de 
éste. 
Como es natural, el enriquecimiento de la sociedad algún día debe terminar. 
Así llegamos al tercer estadio de la sociedad, el estancamiento. Con el aumento 
de la riqueza también aumenta la competencia entre los capitalistas, misma que 
termina cuando los más grandes arruinan a los chicos. Muchos de los vencidos 
en esta guerra pasan a formar parte de la clase obrera y ahora nos encontramos 
con que, gracias a la competencia entre capitales, la demanda de trabajo ha 
disminuido y la oferta aumentado. O sea, otra vez viene la competencia entre 
obreros. Como consecuencia, el salario bajará al mínimo y el exceso de oferta, los 
desempleados, morirán necesariamente. 
En suma tenemos “en el estado decreciente de la sociedad, miseria progresiva 
del obrero; en el estado progresivo, miseria compleja; en el estado culminante, 
miseria estacionaria”.35 
 
El trabajo como mercancía y sus contradicciones 
 
Una vez pincelada la situación del obrero, Marx prosigue con esto: 
“coloquémonos ahora por entero en el punto de vista del economista y 
comparemos a la manera como él lo hace las pretensiones teóricas y prácticas de 
los obreros”36. Al parecer las pretensiones a las que se refiere son el comunismo, 
la abolición de la propiedad privada, como puede desprenderse del cuaderno IV 
de los Cuadernos de París. 
Marx comenta tanto en los Manuscritoscomo en los Cuadernos de París, la 
idea de los economistas según la cual lo único que vale desde el punto de vista de 
la economía nacional es el ingreso neto y no el ingreso bruto, es decir, que lo 
único que vale es la ganancia de los capitalistas y no la producción como tal de 
satisfactores ni el número de personas a las que se de empleo con la inversión, y 
que si en una nación las ganancias permanecieran iguales no importaría de 
cuántos habitantes se compusiera esa nación ni el volumen de su producción. 
Esto, llevado al extremo del ridículo, hace decir a Sismondi, a quien Marx cita, 
que si el rey de Inglaterra pudiera obtener su ingreso manejando una máquina, 
 
34 Ibidem. 
35 Idem. p. 31. 
36 Ibidem. 
 22
bien podría prescindir del pueblo inglés. Con esto “la abstracción propia de la 
economía política alcanza el colmo de la infamia” pues significa “1)que la 
economía política no se ocupa en absoluto de la economía nacional, del hombre, 
sino únicamente del ingreso neto, de la ganancia, de la renta, y que éstos 
aparecen como el fin último de la nación;” pues para los capitalistas ellos y sus 
intereses son toda la nación, y “2) que la vida de un hombre no tiene en sí ningún 
valor”.37 Sin agregar nada a las teorías e ideas de los economistas, Marx extrae 
la siguiente conclusión 
 
La distinción entre capital y ganancia, entre tierra y renta, entre tu capital y el mío, 
etc. carece de importancia económico-nacional. ¿Por qué, entonces, tendría la clase 
obrera que abstenerse de abolir esta distinción, que no tiene sentido para la 
comunidad y que es fatal para ella? Y si el punto de vista económico-nacional no 
debe quedar como abstracción, entonces, el capitalista, el terrateniente –así como el 
obrero-, como miembros de su nación, tiene que sacar la siguiente conclusión: no se 
trata de que yo gane tanto más, sino de que esta ganancia nos beneficie a todos; 
dicho de otro modo, el capitalista tendría que abolir el punto de vista del interés 
particular, y si él no quisiera hacerlo, otros tendrían el derecho de hacerlo en su 
lugar.38 
 
La respuesta que Marx dejó pendiente sobre las pretensiones de los obreros 
podemos inferirla de todo lo anterior: partiendo de las afirmaciones de la propia 
economía política, la abolición de la propiedad privada es legítima. 
Pero sigamos el hilo del propio Marx. 
Después de proponernos el ejercicio anterior, Marx señala una serie de 
contradicciones del obrero que se desprenden de los dichos de la propia economía 
política: 
a) el economista dice que el obrero recibe el producto íntegro de su trabajo 
pero, al mismo tiempo, nos dice que sólo recibe lo indispensable para sobrevivir, 
b) nos dice que todo se compra con trabajo y que el capital sólo es trabajo 
acumulado pero el trabajador se ve obligado a venderse a sí mismo, 
c) el trabajo es la única fuente de valor y sin embargo los capitalistas y 
terratenientes son “dioses ociosos” que dictan sus leyes sobre el trabajador, 
d) la división del trabajo aumenta la productividad y refina a la sociedad 
pero degrada al obrero y 
e) el interés del obrero es compatible con el de la sociedad pero no 
viceversa. 
Por todo esto el “que el trabajo mismo […] en cuanto se propone simplemente 
acrecentar la riqueza […] es dañino, pernicioso, se desprende, sin que el 
economista lo sepa, de su propia argumentación”.39 
Para el economista el hombre vale sólo como trabajador “y esto le permite 
establecer la tesis de que se le debe procurar, al igual que a cualquier caballo, lo 
necesario para poder trabajar. En los momentos en que no trabaja, no lo toma en 
consideración como a un ser humano”.40 
 
37 Cuadernos de París. México, Era, 1980. p. 118. Todas las citas de este texto son de esta 
edición. 
38 Ibid. p. 121. (Subrayado nuestro). 
39 Manuscritos… p. 32. 
40 Ibidem. 
 23
Después de esto Marx nos propone salir de la economía política, remontarnos 
por encima de ella, y con los anteriores argumentos de los economistas contestar 
dos preguntas: 
 
1. ¿Qué sentido tiene en el desarrollo de la humanidad, el reducir así a la mayor 
parte de la humanidad al trabajo abstracto? 
2. ¿Qué errores cometen, en detalle, los reformadores que o bien pretenden elevar 
el salario mejorando con ello la situación de la clase obrera, o bien consideran la 
igualdad del salario (según hace Proudhon) como el fin de la revolución social?”.41 
 
Marx deja para después las respuestas. La primera la encontraremos en la 
parte final del primer manuscrito, cuando habla del trabajo enajenado, y la 
segunda en el tercero, cuando habla del comunismo tosco. 
 
 
LA GANANCIA DEL CAPITAL 
 
Marx comienza por retomar la definición de los economistas: el capital es trabajo 
acumulado. Pero no trabajo propio sino ajeno y, a su vez, el capital da poder 
sobre el trabajo ajeno actual y sobre sus productos. 
Ahora bien, la ganancia del capital es proporcional al capital invertido, o al 
menos eso es lo que procura el capitalista. Sin embargo, debido a los vaivenes de 
la competencia, es difícil calcularla con precisión. Ante esta dificultad, Marx se 
pregunta por la ganancia más baja y por la más alta que se puede obtener. La 
primera es la que compensa las pérdidas fortuitas naturales en cualquier 
inversión. La segunda es la que “absorbe la totalidad de la renta del suelo y 
reduce el salario de las mercancías suministradas a su precio mínimo”.42 Sin 
embargo, el capitalista tiene otros medios, además de la disminución de la 
competencia, para aumentar la ganancia, para “mantener, por medios honestos, 
el precio de mercado por encima del precio natural”,43 estos son el secreto 
industrial, el secreto comercial y el monopolio. Por último, la ganancia crece con 
los adelantos técnicos y con la división del trabajo. 
Como podemos ver hasta aquí, todo el análisis de Marx sobre el salario y la 
ganancia del capital están marcados por el rechazo a la teoría del valor-trabajo 
heredado de Engels. El salario nunca puede elevarse por encima de su precio 
natural, al contrario, tiende a estar por debajo de él mientras que el capitalista 
cuenta con múltiples herramientas, señaladas arriba, para que sus productos 
tengan un precio de mercado superior al natural. Y lo que beneficia a uno, no 
beneficia al otro; como en los casos de la división del trabajo y del aumento de la 
productividad, para el capitalista traen más ganancias; para el obrero, más 
fatiga y esclavitud. 
El único móvil del capitalista es el lucro y cuando invierte en una rama en 
lugar de otra no lo hace por consideración del número de gente a la que “dará” 
trabajo sino atendiendo a la ganancia que obtendrá. Estos análisis de Marx 
muestran hoy la misma validez que en su tiempo. No debiéramos dejarnos 
 
41 Idem. p. 33. 
42 Idem. p. 41 (subrayado en el original). 
43 Ibidem. 
 24
embaucar por los empresarios que se vanaglorian de crear empleos y que nos lo 
echan en cara como si nos hicieran un favor. Si un empresario crea empleos, no 
lo hace para mitigar la miseria de los desempleados, lo hace porque aumentará 
su capital. 
Sólo resta hablar de la competencia entre capitales. En ella tenemos el 
espectáculo de que el pez grande se come al chico pues un capital grande, 
aunque tenga pequeñas ganancias, se acumula más rápido que uno pequeño, 
aunque éste tenga grandes ganancias. 
 
 
LA RENTA DE LA TIERRA 
 
En el estudio de la tercera fuente de ingreso, Marx nos dice que, de entrada, 
para la economía política la renta de la tierra aparece como el pago por la 
fertilidad y la posición del terreno pero que, en la realidad, esa renta se 
determina por la competencia y la lucha entre arrendatarios y terratenientes. 
Nuevamente, la competencia es la clave del ingreso. En la competencia, el 
terrateniente lleva las de ganar pues la oferta de su mercancía,la tierra, tiene 
un límite natural más allá del cual no puede crecer mientras que la demanda no 
deja de aumentar. El terrateniente ejerce un tipo de monopolio. En el otro lado, 
en la competencia entre terratenientes, sucede lo mismo que en la industria: el 
pez grande devora al chico. 
 
 
LA TRANSFORMACIÓN DE LA PROPIEDAD TERRITORIAL 
EN PROPIEDAD INDUSTRIAL 
 
Como resultado de la competencia entre terratenientes, una buena parte de los 
terrenos, se entiende que la de los terratenientes arruinados, cae en manos de 
los capitalistas, “el resultado final es, por tanto, la extinción de la diferencia 
entre capitalista u terrateniente, lo que reduce ahora a dos las clases de la 
población: la clase obrera y la clase capitalista”.44 Marx ve en esto un proceso 
necesario y por eso no se duele por la pérdida de la romántica propiedad feudal. 
Para él la idealizada propiedad feudal, en la que había una relación sentimental 
e íntima con el terruño, ya significaba “el señorío de la tierra sobre el hombre, 
como un poder extraño”. En el feudalismo, “el siervo es un accidente de la 
tierra”.45 Sin embargo, es necesario (y conveniente para la lucha del 
proletariado) que esta apariencia sentimental y política de la propiedad 
territorial sea destruida y 
 
Que el señorío del propietario se manifiesto como el señorío puro de la propiedad 
privada, del capital, despojado de todo matiz político, que la relación entre 
propietario y trabajador se reduzca a la relación puramente económica entre 
explotador y explotado […]. Es necesario que se revele también bajo su forma cínica 
lo que constituye la raíz de la propiedad territorial, el sucio egoísmo.46 
 
 
44 Idem. p. 58. 
45Idem. p. 59. 
46 Idem. p. 59 y 60. 
 25
Citamos en extenso a Marx porque esta consideración sobre el modo en que 
los explotados conciben la naturaleza, propiedad privada y su propia explotación 
es de suma importancia a la hora de su crítica al comunismo tosco de su tiempo, 
el cual era reaccionario pues quería superar el capitalismo haciendo girar hacia 
atrás la rueda de la historia. 
 
 
LA PROPIEDAD PRIVADA, EL INTERÉS GENERAL Y LA ECONOMÍA 
COMO “CIENCIA DE LAS ABSTRACCIONES” 
 
A lo largo de todo este estudio de las tres fuentes de ingreso, encontramos lo que 
ya comentamos en el capítulo I, la guerra entre los intereses particulares en el 
régimen de la propiedad privada, sólo que ahora es la propia economía política la 
que lo confirma. Sólo que ahora el conflicto aparece de manera más nítida pues 
no se limita a la guerra entre propietarios, entre capitalistas, sino que también 
aparece como conflicto entre obreros y capitalistas 
Vemos que “el interés de los capitalistas, incluso desde el punto de vista de la 
economía política usual, es contrario al de la sociedad”47 ya que estos tienden a 
buscar la máxima ganancia y a constituir monopolios. La única defensa contra 
los capitalistas es la competencia que estos libran entre sí pero aún ella trae 
perjuicios contra la sociedad pues “consecuencia obligada de esta competencia 
son la baja general de la calidad de las mercancías, los fraudes, los productos 
falsificados y los casos de intoxicación general, tan frecuentes en las grandes 
ciudades”.48 
Con los terratenientes la situación no es distinta pues la fortuna de unos 
pocos se finca en la ruina de los demás. 
De esta manera “en todos los campos de la Economía política se reconoce el 
choque hostil entre los intereses, la lucha, la guerra, como la base de la 
organización social”49. Por tanto “en economía política, bajo el régimen de la 
propiedad privada, el interés que uno tenga en la sociedad se haya siempre en 
razón inversa al que la sociedad tenga en él”50. 
Pero a la par de esta cínica actitud, en la economía no dejamos de ver una 
hipócrita devoción por el bien común. Por ejemplo, cuando el economista dice que 
cualquier avance social, como la apertura de una línea de tren, eleva la renta de 
los territorios próximos, luego, mañosamente, pasa a deducir de ahí que el 
interés del terrateniente es idéntico al de la sociedad. 
Para el joven Marx la economía política, para constituirse en ciencia, para 
poder erigir principios y leyes, necesita dejar de lado la realidad y toda su 
complejidad para concentrarse en cambio en apacibles abstracciones. Es el caso 
de la teoría del valor-trabajo. Sólo puede decirse que el valor de una mercancía 
está determinado por la cantidad de trabajo invertida en ella si se supone que la 
oferta y la demanda se encuentran en equilibrio. Pero en la realidad ese 
equilibrio nunca se da, por lo que la economía simplemente se abstrae de ese 
factor. En los Cuadernos de París, Marx nos recuerda los elogios de Prevost 
 
47 Manuscritos... p. 43. 
48 Idem. p. 45. 
49 Idem. p. 53. 
50 Idem. p. 56. 
 26
hacia los ricardianos por haber dado una gran “simplicidad” a la ciencia al tomar 
como base los promedios y dejar de lado todo lo accidental. El abocarse a los 
promedios y generalizaciones es lo que da coherencia a las atrocidades de la 
economía, es lo que le permite hablar de bonanza cuando hay millones de 
personas en la miseria, situación bastante conocida en México, donde los voceros 
del gobierno se felicitan porque la balanza comercial y la macroeconomía están 
bien aunque a la gente le vaya mal. 
 
La infamia de la economía política –dice Marx- consiste en partir de la premisa de 
los intereses hostilmente separados por la propiedad privada y en especular a 
continuación como si los intereses no estuvieran separados y la propiedad fuese 
comunitaria. De esta manera, incluso cuando el producto es consumido íntegramente 
por mí y producido íntegramente por ti, la economía política puede probar que el 
consumo y la producción se encuentran en orden adecuado con respecto a la 
sociedad.51 
 
El economista reconoce los intereses hostiles y la necesaria miseria de los 
vencidos en esa lucha pero su terapia contra esa enfermedad es más libre 
mercado, más competencia, más inversión. Esto se ve claramente en una frase 
de Ricardo comentada por Marx: “…el interés general nunca está mejor 
asegurado que mediante la distribución más productiva del capital general, es 
decir, mediante un comercio universalmente libre”. Marx anota: “este último “es 
decir” sería correcto si afirmara; mediante la anulación de la propiedad”.52 
En otra parte de los Cuadernos, Marx se extiende sobre está doble moral de 
la economía política 
 
Es el habitual círculo vicioso de la economía política: el fin es la libertad espiritual, 
por consiguiente, se necesita la servidumbre embrutecedora para la mayoría. Las 
necesidades materiales no constituyen el único fin; por tanto se convierten en el 
único fin para la mayoría. O a la inversa, el fin es el matrimonio, por ende, 
prostitución para la mayoría. El fin es la propiedad; por tanto, carencia de propiedad 
para la mayoría.53 
 
 
Este es el que panorama que la economía política como ciencia y que la propia 
realidad económica le pintan el joven Marx. Ateniéndose a las palabras de los 
propios economistas, Marx ha revelado una serie de contradicciones y 
atrocidades que el economista reconoce pero no explica; o que, inmediatamente 
después de reconocerlas, las ignora. También ha formulado algunas preguntas 
que son de capital importancia para el movimiento comunista. Por otro lado, ha 
confirmado, con las ideas de los propios economistas, que la propiedad privada 
separa los intereses de los hombres y que los hace entrar en una guerra de todos 
contra todos pero no ha encontrado una sola explicación de ella, no ha 
encontrado una sola referencia a su razón de ser. Marx encontrará sus propias 
respuestas a todo esto en la teoría del trabajo enajenado. 
 
 
51 Cuadernos… p. 163. 
52 Idem. p. 117. 
53 Idem. p. 114. 
 27
 
 
 
III. El fundamento ocultode la propiedad privada 
 
 
 
“HEMOS PARTIDO DE LAS PREMISAS de la Economía política”,54 dice Marx al 
empezar la segunda parte del primer manuscrito. En el análisis de las tres 
fuentes de ingreso se dieron por supuestas la propiedad privada junto con su 
lenguaje y sus leyes. Tomando como base la propia economía política, “y con sus 
mismas palabras”, Marx ha demostrado que el obrero se vuelve más miserable 
en la medida en que su producción es mayor, que la competencia conduce a la 
restauración del monopolio y que la diferencia entre capitalista y terrateniente 
termina por desaparecer. 
La economía política no ofrece una explicación de estas paradojas. “La 
Economía política parte del hecho de la propiedad privada pero no lo explica”,55 
luego fija el proceso de ésta en leyes abstractas, pero tampoco explica estas 
leyes, nunca nos dice cómo es que se derivan de la naturaleza de la propiedad 
privada, antes bien, tienen la apariencia de ser leyes arbitrarias. La economía 
política todo lo explica a partir de factores externos, en especial, cierta 
antropología según la cual el hombre es un ser egoísta cuyo único móvil es la 
riqueza y que como forma de convivencia social sólo conoce la competencia, la 
guerra de todos contra todos. 
Lo que Marx se propone ahora es explicar el “entronque esencial” entre todos 
los elementos que en la economía política aparecen ligados fortuitamente: la 
propiedad privada, el cambio y la concurrencia, la “desvalorización” de los 
hombres y la valorización del mundo de las cosas, la competencia y el monopolio, 
etc. El fenómeno que más interesa a Marx explicar es aquel que, como hemos 
esbozado en el capítulo I, viene rastreando desde hace tiempo: la propiedad 
privada, pues en ella está la clave de todos los conflictos políticos y de la 
sociedad civil y ahora ha descubierto que también constituye el fundamento de 
toda la economía política.56 
Para dar cuenta de este fenómeno, Marx rechaza el “método” de los 
economistas, consistente en trasladar el problema a un estado primitivo, en dar 
“por su puesto en forma de hecho, de acaecimiento, lo que precisamente se trata 
de decidir, a saber: la necesidad de la relación entre dos cosas”.57 Marx tiene en 
mente ciertos pasajes de La riqueza de las naciones de Smith, donde se trata de 
explicar el origen del cambio: “el progreso más importante en las facultades 
 
54 Manuscritos… p. 62. 
55 Ibidem. 
56 En los Cuadernos de París, anota que “No hay […] economía política sin la propiedad 
privada”. (ed. cit. P. 105) 
57 Ibid. p. 63. 
 28
productivas del trabajo, y gran parte de la aptitud, destreza y sensatez con que 
éste se aplica o dirige, por doquier, parecen ser consecuencia de la división del 
trabajo.”58 
 
Y más adelante añade 
 
De la misma manera que recibimos la mayor parte de los servicios que 
necesitamos, por convenio, trueque o compra, es esa misma inclinación a la permuta 
la causa originaria de la división del trabajo. 
Es una tribu de cazadores o pastores un individuo, pongamos por caso, hace las 
flechas o los arcos con mayor presteza y habilidad que otros. Con frecuencia los 
cambia por ganado o por caza con sus compañeros y encuentra, al fin, que por este 
procedimiento consigue una mayor cantidad de las dos cosas que sí el mismo 
hubiera salido al campo para su captura. Es así como, siguiendo su propio interés, se 
dedica casi exclusivamente a hacer arcos y flechas, convirtiéndose en una especie de 
armero.59 
 
Tenemos la certeza de que se refiere a esto porque Marx extracta este pasaje 
en los Cuadernos de París y hace el siguiente comentario al respecto: “En su 
demostración, Smith se mueve en un círculo muy divertido. Para explicar la 
división del trabajo, supone el cambio. Pero para que el cambio sea posible, tiene 
que suponer la división del trabajo, la diferenciación de la actividad humana. Y 
no porque remita el problema a la sociedad primitiva logra deshacerse de él”.60 
Como se ve, en el comentario anterior denuncia el uso del mismo tipo de 
“explicación” utilizado por Smith. 
Marx observa que este tipo de explicación usado por los economistas es 
similar al que se utiliza en la teología para explicar el origen del mal. La teología 
explica el mal por el pecado original, “dando por supuesto como un hecho, como 
historia, aquello que trata de explicar”.61 Desmenucemos esta analogía. Para el 
cristianismo el mal consiste en la desobediencia a la ley de dios. Ese 
rompimiento de los mandatos divinos tiene el nombre de pecado, mal y pecado 
son prácticamente sinónimos. Ahora queda al desnudo lo absurdo de la 
explicación de los teólogos: el origen del mal (del pecado) es el pecado original. 
¡El origen del pecado es el pecado original! Esto equivale a decir que el origen del 
mal es el mal o que el mal no tiene origen. Como se puede apreciar, esta 
explicación no explica nada, sólo traslada el problema a un mítico y nebuloso 
momento inicial que funciona como un primer impulso. Después de ese 
momento-impulso inicial, el fenómeno “camina” por sí mismo, se asienta, 
adquiere carta de naturalización y ya no se necesitan mayores meditaciones 
sobre el asunto. 
Marx no obra de esa manera para explicar la propiedad privada y todas las 
contradicciones de la economía política. “Nosotros partimos de un hecho 
económico actual”62, dice él. Ese hecho es que 
 
 
58 Smith, Adam. Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. 
México, fce, 1958. p. 7 
59 Ibid. p. 17. 
60 Cuadernos… p. 107. Subrayado nuestro 
61 Manuscritos… p. 63. 
62 Ibidem. 
 29
El obrero se empobrece tanto más cuanto más riqueza produce, cuanto más aumenta 
su producción en extensión y poder. El obrero se convierte en una mercancía tanto 
más barata cuantas más mercancías crea. A medida que se valoriza el mundo de las 
cosas se desvaloriza, en razón directa, el mundo de los hombres. El trabajo no 
produce solamente mercancías; se produce a sí mismo y produce al obrero como una 
mercancía, y, además, en la misma proporción en que produce mercancías en 
general.63 
 
Es este tipo de trabajo, un hecho actual, el que explica la existencia de la 
propiedad privada y los otros fenómenos que registra la economía: el cambio, la 
división del trabajo, la competencia, etc. Este trabajo es caracterizado por Marx 
como trabajo enajenado. 
 
 
FORMAS DEL TRABAJO ENAJENADO 
 
La enajenación en el objeto de trabajo 
 
El “hecho actual” arriba señalado pone de manifiesto que “el objeto producido 
por el trabajo, su producto, se enfrenta a él como algo extraño, como un poder 
independiente del productor”.64 Expliquemos esto: “la realización del trabajo es 
su objetivación”, es decir, su concreción en un producto, el cual es trabajo 
objetivado. Sin embargo, la realización del trabajo produce la desrrealización del 
trabajador, su anulación “hasta la muerte por hambre”.65 La creación del 
producto conduce a la destrucción del productor. ¿Cómo es esto? Si partimos de 
que el hombre se comporta hacia el producto de su trabajo como si fuera ajeno, 
resulta que “cuanto más se mata el obrero trabajando, más poderoso se torna el 
mundo material ajeno a él que crea frente a sí, más pobres e vuelven él y su 
mundo interior”.66 El producto del trabajo resulta ser ajeno e independiente al 
productor, y se fortalece en la medida en la que se debilita el trabajador. Por 
ello, el producto no sólo es externo e independiente, lo cual es natural e 
inevitable, sino que también es hostil. Su producto es su enemigo. Bajo la clara 
influencia de Feuerbach, Marx compara esta situación con la que se da en la 
alienación religiosa. En la religión el hombre pierde todo lo que da a Dios y éste 
pierde todo lo que el hombre se da a sí mismo. El hombre y Dios son, como ya 
señalamos en el capítulo I, contrapuestos. Con el obrero y su producto se da una 
relación similar: “lo que es el producto