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El-personaje-del-militar-en-la-narrativa-de-Gabriel-Garcia-Marquez

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
Facultad de Filosofía y Letras 
 
 
 
EL PERSONAJE DEL MILITAR EN LA NARRATIVA DE 
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ 
 
 
Tesis 
para obtener el grado de 
Doctor en Letras 
 
 
Presenta 
Janka Klescova 
 
 
Comité tutoral 
Federico Álvarez (Tutor) 
Valquiria Wey (Asesora) 
Romeo Tello (Asesor) 
 
México, D. F., Febrero del 2003 
Neevia docConverter 5.1
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
ÍNDICE 
 
Introducción. 5 
 
Los componentes de la definición del personaje del militar en la narrativa de Gabriel García 
Márquez. Un asentamiento teórico del término. 17 
 
1. Diferentes enfoques de la teoría de la literatura respecto del personaje literario. 18 
1.1. El personaje del militar como personaje-tema. 18 
1.2. La adopción del término imagen y sus relaciones con la representación del militar. 27 
 
2. Bases para considerar al personaje del militar de Gabriel García Márquez como personaje 
histórico. 32 
2.1. Debate sobre el paralelismo entre la historia y la literatura a partir de la cuestión del personaje. 
32 
2.1.1. El hombre detrás del héroe. 35 
2.1.2. El personaje histórico como un fenómeno social-cultural. 41 
 
3. La historia de Colombia como trasfondo de la narrativa de Gabriel García Márquez y como 
“contenido” de sus personajes. 47 
3.1. Los momentos relevantes de la historia de Colombia y su trascendencia en la narrativa de 
García Márquez. 50 
3.1.1. La Independencia (1825). 50 
3.1.2. La constitución y el establecimiento de los partidos conservador y liberal colombianos (1835). 
54 
3.1.3. La Regeneración (1880-1895). 59 
3.1.4. La guerra de los Mil Días (1899-1902). 64 
3.1.5. La Violencia, guerra civil no declarada (1949-1962). 70 
3.2. La visión del militar en el imaginario colombiano (la visión popular del militar). 75 
3.2.1. Militares como leyendas de la historia colombiana. 79 
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La configuración del personaje del militar en la narrativa de Gabriel García Márquez. Un análisis 
literario. 88 
 
5. El censo de militares como personajes menores en la obra de Gabriel García Márquez. 89 
5.1. Cronologización de los acontecimientos más importantes de la historia colombiana y su 
relación con los militares de García Márquez. 91 
5.2. Militares como personajes ambientadores. 94 
5.3. Militares como tipos “menores”. 98 
5.3.1. El duque de Marlborough. 99 
5.3.2. El coronel Gerineldo Márquez. 101 
5.3.3. Arcadio Buendía. 104 
5.3.4. Aureliano José Buendía. 106 
5.3.5. El general José Raquel Moncada. 107 
 
6. Militares como tipos-caricaturas. 109 
6.1. El viejo coronel de La hojarasca, un militar “aristócrata”. 111 
6.1.1. El coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía. 115 
6.2. El médico forastero, un veterano insólito (La hojarasca). 117 
6.3. El Cachorro, un cura liberal (La hojarasca). 121 
6.4. Paralelismos entre los militares de La hojarasca. 125 
6.5. El alcalde militar de La mala hora. 128 
 
7. El coronel no tiene quien le escriba, la imagen de un veterano de las guerras civiles. 135 
7.1. El personaje del coronel como caricatura. 136 
7.2. El personaje del coronel como imagen. 145 
 
8. Cien años de soledad, la biografía del coronel Aureliano Buendía. 156 
8.1. El coronel Aureliano Buendía como imagen. 159 
8.1.1. El coronel Aureliano Buendía vs. el general Uribe Uribe. 171 
8.2. El mito del coronel. 178 
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8.3. El coronel Aureliano Buendía como veterano de las guerras civiles. 184 
 
9. El otoño del Patriarca, un dictador militar. 193 
9.1. El Patriarca como caricatura. 200 
9.2. El Patriarca como imagen. 205 
9.2.1. El mito del dictador. 205 
9.2.2. El anciano. 213 
 
10. El general en su laberinto. 217 
10.1. Bolívar como caricatura.225 
10.2. La desublimación del héroe. 229 
 
Conclusiones. 239 
 
Bibliografía. 244 
 
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INTRODUCCIÓN. 
 
Entre los escritores contemporáneos latinoamericanos, la obra de Gabriel García Márquez puede 
considerarse sin duda como una de las más explotadas por la crítica literaria. Los estudios abarcan 
desde los complejos contextos socio-históricos y políticos, hasta “pequeñeces” propias de la 
creatividad del autor, como la condición climática del medioambiente, sin olvidarse, desde luego, 
del gran “monstruo” del realismo mágico que durante décadas figuró como un filtro indispensable 
para la lectura de la narrativa del colombiano, incluida tanto la ulterior como la posterior al 
fenómeno, por lo cual, cada trabajo nuevo referido a esta obra podría considerarse, de entrada, si no 
es que repetitivo, tal vez poco innovador. No obstante, el genio del escritor conjugado con los 
cambios de perspectiva que surgen al paso del tiempo, siguen brindando posibilidades de enfoques 
nuevos a la interpretación de obras que ya se pueden considerar canónicas. 
 El hecho de haber elegido como tema central de este trabajo la figura del militar y su 
versatilidad dentro de la novelística de García Márquez tiene sus razones. En primer lugar, esta 
figura no parece ser, pese a su constante presencia en el imaginario marquiano, un fenómeno que se 
haya estudiado en un contexto amplio, más allá de cada novela en particular, con excepción de los 
militares más destacados de este autor, como el coronel Aureliano Buendía o el Patriarca. En 
segundo lugar, de un modo personal, llamó mi atención tanta acumulación de militares en unas 
obras relativamente pacíficas, hecho que contrastaba con mis antecedentes como lectora. 
Proveniente de un país centroeuropeo post-comunista, el militarismo en la literatura tenía para mí 
especificaciones muy determinadas, apegadas a grandes obras como La guerra y la paz de L. N. 
Tolstoi o Las aventuras del buen soldado Shvejk de J. Hashek, a las obras de placer que podrían ser 
las diferentes novelas de E. M. Remarque y hasta a las innumerables obras ideologistas de baja 
calidad que destacaban el heroísmo militar de un modo bastante plano, muy al estilo del realismo 
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socialista. Hoy en día Eslovaquia, antes Checoslovaquia, y antes aún un territorio étnico dentro del 
imperio austro-húngaro, y mucho antes la Gran Moravia, este pequeño país recuerda guerras desde 
que tiene memoria y las recuerda su literatura. Todas estas guerras siempre ocurrieron por lograr y/o 
mantener la independencia e integridad del ente estatal, es decir, por luchar contra un enemigo que 
venía de afuera, un enemigo soberbio, como los monarcas austro-húngaros, que pretendía sofocar la 
autonomía del pequeño pueblo, o un enemigo enloquecido como el Reich hitleriano que se propuso 
acabar con todas las etnias pequeñas. 
La lucha fue clara, el enemigo fue claro y los héroes que surgieron en el campo de batalla 
también lo fueron, y así quedaron inscritos en la literatura, en las célebres obras nacionales. Dicho 
panorama es completamente diferente del contexto histórico de las novelas marquianas. Ahí, si bien 
en un principio hubo una lucha por la independencia, todas las otras guerras se desarrollaron dentro 
del extenso territorio nacional, es decir, las interminables guerras colombianas fueron más que nada 
guerras civiles que pueden considerarse como las guerras más terribles y más tristes ya que son las 
que destruyen lo que es propio, lo que debería estar unido. 
No obstante, más que las guerras son los héroes los que interesan para este trabajo y éstos 
tienen muchos denominadores comunes, ya provengan de guerras civiles o internacionales, y hasta 
se podría hablar de afinidades con los primeros grandes guerreros que por cierto son los 
protagonistas de las primeras expresiones escritas con las que como humanidad contamos. La 
guerra, reiteración funesta a lo largo de toda la historia humana, parece haber sido una gran 
inspiración para la literatura desde sus más remotos inicios y como tema, tristemente, sigue vigente. 
Empezando con la Iliada y la Eneida, y siguiendo hasta el siglo XX con sus guerras mundiales y 
hasta nuestro recién estrenado siglo XXI que amaneció con nuevas guerras, podríamos ver que 
prácticamente cada generación de escritores cuenta con grandes obras que giran alrededor de alguna 
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guerra y de sus héroes. Durante su existencia milenaria, el militarismo como concepto se ha ido 
transformando a lo largo de su historia, ha cobrado complejidad y determinaciones regionales 
específicas. En el Diccionario etimológico de Corominas (1954) encontramos que militar es 
adjetivo y sustantivo tomado del latín que significa ‘perteneciente al soldado o a la guerra’, acepción 
que era frecuente ya en los clásicos (Aut.), y desde entonces es de uso general. De aquí viene 
milicia, miliciano, militante, palabras que tienen que ver también con la política. En una guerra 
entre países la política nacional interna pasa a un segundo plano respecto de la política “de guerra”, 
pero en las guerras civiles la política se convierte en elemento definido, y nos obliga a pensar en el 
militar como idea a redefinir en función de su sustrato político. Además, en cuanto al enfoque 
geográfico-cultural del tema, podríamos hablar de claras diferencias entre los militarismos 
occidental, árabe, latinoamericano, etcétera. No obstante, el militarismo en sí nos interesa a nosotros 
exclusivamente en lo que incube a la problemática del militar como personaje literario en el 
contexto preciso de las novelas de un solo autor latinoamericano y nos mantendremos dentro de ese 
marco. 
El militar, como figura propia del imaginario latinoamericano, tuvo en este subcontinente un 
precursor importante que lo marcó y lo determinó de tal forma que el militar latinoamericano, tanto 
en la historia como en la literatura, quedó configurado de manera inconfundible. Se trata de la figura 
del cacique o caudillo en la acepción más amplia del término. El fenómeno del caudillismo, un 
fenómeno más bien rural, se desarrolla en América Latina en el tiempo en que las guerras por la 
independencia estaban terminando o habían terminado, pero en el que las nuevas naciones todavía 
no acababan de constituirse en términos jurídicos, es decir, en medio de la inseguridad social y de la 
lucha por dominar estos nuevos territorios. Los caudillos, jefes y líderes locales, solían poseer una 
cantidad considerable de armas y contaban con gente a su disposición, un pequeño ejército, para 
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defender sus intereses. Uslar Pietri aseguró alguna vez que “el caudillo era la única aportación 
original de Latinoamérica en el ámbito sociopolítico y que se trataba de un producto del medio 
social y de las circunstancias históricas. En consecuencia, acercarse a los caudillos era acercarse a la 
identidad americana” (Fernández, 1992: 51). Es evidente la fascinación por caudillos vistos como 
“frutos característicos de la primitiva naturaleza americana, otra manifestación de fuerzas ajenas a 
la razón” (51), sobre todo desde el punto de vista de la literatura romántica y regional 
(costumbrista). No obstante, frente a los acontecimientos políticos, la sugestividad del caudillo fue 
quedando en entredicho, ya que se le empezó a considerar sinónimo del dictador, otra figura 
derrivada, en América Latina, de la del militar (aunque, desde luego, no todas las dictaduras 
latinoamericanas tuvieron carácter militar definido). 
Compaginando o no, una vezcon el caudillismo, otra con el sistema dictatorial, el fenómeno 
del militarismo ha estado siempre presente en la historia del subcontinente latinoamericano en 
forma de ejércitos, desde los regulares (tanto los nacionales como los invasores) hasta los 
paramilitares. Y los militares mismos, en la mayoría de los casos, figuraban como los servidores de 
los líderes (conservadores o liberales) que pretendían hacer justicia en beneficio del pueblo; es decir, 
tuvieron, en diferentes momentos, un importante papel de instrumento o de agente, así que nunca 
pasaron desapercibidos por la Historia. Se podría hablar, pues de una notoria permanencia del 
militar, tanto en el imaginario como en la memoria colectiva del continente latinoamericano, 
memoria que data desde los guerreros prehispánicos estilizados por los primeros cronistas, hasta las 
mencionadas dictaduras militares, y, en las últimas décadas, guerrillas paramilitares relacionadas 
con el narcotráfico. Como un fenómeno estable en la sociedad, el militar fue inspiración de mucho 
escritores latinoamericanos que fueron matizando su presencia a través del criollismo, el 
regionalismo, el costumbrismo, la novela de la tierra y la de la revolución, hasta las primeras 
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vanguardias, es decir, mediante diferentes movimientos literarios, todos ellos, sin embargo, 
movimientos que a grandes rasgos seguían una línea paralela a la de la literatura europea. 
Una de las circunstancias en la literatura latinoamericana que causó un visible 
desplazamiento de la novela y de sus estrategias narrativas, fue la aparición de una nueva narrativa 
latinoamericana en los años sesenta, el llamado boom de la novela latinoamericana, y que fue, a su 
manera, una especie de ruptura con casi todo lo anterior. El interés común de la producción literaria 
de esa época giraba principalmente alrededor de la renovación del lenguaje literario, y los temas de 
la identidad individual adquirieron a menudo dimensiones universalizadoras, con tendencias incluso 
mitificantes. Mientras tanto, en el escenario político-social de las décadas de 1970 y 1980 ocurrieron 
grandes crisis,
1
 y su capacidad para condicionar y marcar el mundo simbólico, como lo es el de la 
ficción literaria, se manifestó de manera considerable. La validez de los proyectos literarios del siglo 
XIX entró una vez más en cuestionamiento y la discusión llegó a abarcar el concepto mismo de la 
Historia. Precisamente este fue el contexto histórico y cultural en el que se sitúa la creación literaria 
de nuestro autor desde sus inicios hasta sus obras maestras, una creación marcada siempre por la 
presencia de la figura del militar, un militar, como lógicamente se deriva de lo que acabamos de 
decir, original en el amplio sentido de la palabra, ya que, en tanto que fenómeno literario, incluye 
una larga tradición histórico-literaria junto con los procedimientos creativos más renovadores y 
cuestionadores, y por lo tanto, ofrece un espacio amplísimo para el análisis desde numerosas y 
diversas perspectivas. 
Dentro de todo este expandido marco de referencias, lo que nos proponemos estudiar en el 
presente trabajo es la figura del militar y sus metamorfosis en la obra de Gabriel García Márquez, 
ubicando, desde luego, cuando esto lo amerite, a tal o cual personaje en un contexto histórico-
 
1
 Como ejemplos podemos mencionar la tensión y la crisis política, la crisis económica, un sinnúmero de 
movimientos sociales, crecientes transformaciones culturales como respuesta, a veces, a los impulsos venidos de 
Europa. 
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literario más amplio. Siendo además el término mismo de personaje un término amplio tratado 
desde diferentes puntos de vista por la teoría de la literatura, decidimos, como primer paso para 
asentar el análisis del militar en la obra de García Márquez, revisar, comparar e interpretar distintas 
acotaciones de este término, destacando las que mejor se adecuan a nuestra visión de la definición 
del personaje en este caso concreto. Después de revisar los términos actante, tema-personaje, tipo, 
sujeto histórico, etcétera, decidimos finalmente adoptar el concepto de imagen, definido por el 
teórico de las artes visuales Erwin Panofsky (con las debidas precisiones correspondientes a la 
imagen literaria), como referente central para clasificar los polifacéticos militares en la obra de 
García Márquez. 
La imagen panofskiana indica, entre otras cosas, que estamos situando al objeto de análisis 
en dimensiones de amplia contextualidad, lo cual en el caso del militar remite inmediatamente al 
aspecto histórico de este personaje. Cabe recordar, como bien lo señala Roberto González 
Echevarría (1983), que no sólo “la narrativa hispanoamericana está marcada por la Historia desde 
sus comienzos” sino que “la historia de América ha sido escrita, con frecuencia, al margen de la 
historia oficial, por la literatura” (253). Tal grado de compenetración entre la literatura y la historia, 
el cual pudimos comprobar durante la investigación para este trabajo, nos conduce, al tratar al 
militar marquiano como un personaje histórico, a abordar grandes cuestionamientos alrededor de la 
novela histórica y de la historicidad misma que últimamente está en boga entre los historiadores así 
como entre los teóricos de la literatura a los que, de un modo muy simplificado, podríamos dividir 
entre los seguidores y los adversarios de Hayden White, según el debate que incitó este historiador 
estadunidense. Sin pretender divagar mucho en este complejo asunto, lo que nos interesa aclarar al 
respecto es tan solo nuestra visión de la historicidad de los personajes y, por lo tanto, de la obra de 
García Márquez. 
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A pesar de lo difícil que resulta definir hoy la novela histórica en los términos precisos 
exigidos por la teoría de la literatura, contamos como lectores con ciertos criterios para distinguir 
una novela histórica de la que no lo es.
2
 Puede parecer una apreciación subjetiva y causar, como tal, 
desacuerdos. No obstante, un criterio personal también puede adquirir pertinencia, sobre todo si lo 
enfrentamos con una definición “básica” de la novela histórica tan vaga como la de incorporar una 
realidad histórica en la ficción, pues, de acuerdo con ello, podríamos entender como históricas la 
mayoría de las novelas latinoamericanas escritas en los últimos decenios. Y, efectivamente, como 
históricas cuentan en opinión de algunos críticos las novelas “de la tierra”, las de la dictadura o las 
indigenistas. La misma Cien años de soledad ha provocado, en los numerosos trabajos críticos que 
incitó, distintas y muy variadas visiones de lo histórico latinoamericano, y seguramente se puede ver 
como un ejemplo muy particular de la novela histórica contemporánea. Otro sería el caso de El 
general en su laberinto, que, a través de su protagonista, remite inequívocamente a un pasado bien 
documentado e inscrito en la memoria colectiva, aunque con numerosas libertades por parte del 
escritor, según reclamaron algunos historiadores restándole validez histórica a esta obra. Porque si 
el lector no reconoce como histórica una determinada condición, es difícil que acepte como histórica 
a la novela.
3
 Para que eso no ocurra, en una novela histórica la invención no debería ser total. 
Siempre debería remitir, a través de algún elemento, a los períodos o eventos históricos 
determinados. En la narrativa de García Márquez encontramos numerosísimas referencias a los 
acontecimientos históricos, las guerras civiles y los períodos de posguerra, que muchas veces 
figuran incluso con fechas precisas y con relación a espacios geográficos específicos. Sin embargo, 
 
2
 Podemos redondear lo dicho con las ideas de Gadamer (1996), según el cual “el que tiene sentido estético sabe 
separar lo bello delo feo, la buena de la mala calidad, y el que tiene sentido histórico sabe lo que es posible y lo que 
no lo es en un determinado momento, y tiene sensibilidad para tomar lo que distingue al pasado del presente” (46). 
3
 El asunto, en el caso de García Márquez, vienen a complicar las traducciones de sus novelas y la percepción de 
éstas fuera del mundo hispanohablante, donde el conocimiento de la realidad e historia latinoamericanas, por no 
hablar de las específicamente colombianas, es poco profundo y la probabilidad de detectarlas en forma disfrazada, 
ficcionalizada, es aun menor. 
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el referente histórico que nos interesa en este trabajo es el del militar en tanto personaje ciertamente 
histórico. 
A pesar de que, con una investigación adecuada, se puede determinar si un personaje 
literario es o no una representación cifrada de un personaje histórico, un personaje es un elemento, 
digamos, menos preciso (más ambiguo) que, por ejemplo, una fecha, como para considerarse 
referencia de tal o cual evento histórico. Por otro lado, este inconveniente (la ambigüedad del 
personaje como referencia) es el origen de las posibilidades artísticas de una recreación múltiple 
(polémica, más abierta) de un acontecimiento histórico. Parece que es precisamente a través del 
personaje histórico como se puede penetrar en cuestionamientos de la Historia a lo largo de una 
novela histórica porque, al ser considerado como histórico, su vida tiene dos componentes: una vida 
pública que debe ser fiel a lo que es históricamente conocido (inclusive documentado), y una vida 
privada que puede ser, en grados diferentes, resultado de la imaginación del escritor. Y mientras en 
la novela histórica realista los acontecimientos individuales y privados estaban fuertemente 
condicionados por los colectivos y públicos, en la nueva novela histórica
4
 tal subordinación 
disminuye de manera considerable.
5
 Lo subjetivo y lo particular, aunque siempre muy relacionados 
con los acontecimientos externos, se pone en el primer plano y, para darles aún más énfasis, los 
personajes históricos predilectos de los autores contemporáneos se constituyen como personalidades 
 
4
 La denominación de “nueva novela histórica”, ya como un término generalizado, se refiere a la novela histórica 
contemporánea de finales del siglo XX, una novela distanciada del modelo tradicional cuyos arquetipos podrían 
considerarse ciertas obras destacadas por Lukács. A grandes rasgos, la nueva novela histórica rompe con la 
tradicional, no solamente en cuanto a los aspectos formales de este subgénero, sino en cuanto a la postura misma que 
adopta a la Historia y su reciente cuestionamiento; es decir, pone en duda el discurso historiográfico y se propone su 
desmitificación. Entre el gran número de novelas que diferentes críticos llegaron a considerar como pertenecientes a 
este tipo de creación literaria, podríamos mencionar, sólo como un pequeño ejemplo ilustrativo, El mundo 
alucinante de Reinaldo Arenas (1969), El arpa y la sombra de Alejo Carpentier (1979), Yo el supremo de Augusto 
Roa Bastos (1974), Noticias del Imperio de Fernando del Paso (1987), Madero el otro de Ignacio Solares (1989) y 
también El general en su laberinto de Gabriel García Márquez (1989). 
5
 Eso no quiere decir que el contexto histórico quede al margen y sea reducido a algo meramente decorativo, pues un 
procedimiento así criticaba ya Lukács y no consideraba siquiera como históricas las novelas de tal corte. Y ésta es 
una de sus observaciones que siguen en pie, a nuestro juicio. 
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cada vez más excéntricas y marginales; que es también una característica propia de los militares de 
García Márquez. 
De modo que nos resultó importante e interesante revisar la presencia del militar (y del 
militarismo en general) ya concretamente en la historia de Colombia en los siglos XIX y XX, 
poniendo en relieve a los grandes caudillos, los cuales consideramos que forman parte también del 
corpus de los militares plasmados literariamente por García Márquez, lo cual, casi por sí solo, 
acentúa la mencionada faceta histórica del militar. Al plasmar nuestra visión de la faceta histórica 
del militar marquiano nos apoyamos en algunas ideas de las autoridades en el tema tales como Paul 
Ricoeur, Hayden White, Georg Lukács, Hans-Georg Gadamer, entre otros. El hecho de relacionar 
de cerca los diferentes personajes literarios con importantes figuras históricas nos condujo además a 
la elaboración de una especie de calendario de los hechos históricos relativos a los sucesos 
importantes de la ficción de García Márquez, enfocándonos en los que más influencia tuvieron 
sobre la vida de los protagonistas tanto históricos como literarios (una calendarización que, además 
de que sirve para una mejor orientación y ubicación histórica, pone en relieve la estrecha relación, 
casi encadenamiento, que hay entre diferentes obras de nuestro autor). 
La conclusión de la primera parte del trabajo pretende ser la configuración teórica de la 
imagen del militar a partir del militar histórico colombiano, una imagen algo generalizada que 
tendrá que ser “descompuesta” en la segunda parte de la tesis, al estudiar a los militares concretos de 
las diferentes obras del escritor. La relación del personaje literario con su antecedente histórico es 
sólo una de las dimensiones, por llamarlo de alguna manera, de la definición del personaje del 
militar en la obra de García Márquez como imagen. Otra de estas dimensiones, igualmente 
importante aunque más difícil de precisar, es la que constituye el conocimiento intelectual “común” 
de este personaje; me refiero, por ejemplo, a lo que significa (simboliza) un militar en América 
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Latina, el orgullo, la grandeza, el poder que se le suele atribuir, su mitificación por los gobiernos, de 
un lado, y por el pueblo, del otro. En consecuencia, en el caso de ciertos militares complejos, se va 
cristalizando una dimensión mítica del personaje como faceta importante para enfocarlos en tanto 
que personajes-imágenes. 
Muchas casi “obviedades” acerca del militar latinoamericano están recreadas en la obra de 
García Márquez de un modo muy distintivo, y para entender los motivos y los modos de esta 
original representación, y completar, de esta manera, la definición del personaje del militar como 
imagen, fue necesario considerar la presencia de esta figura en la vida misma del escritor (tuvo que 
haber razones para que se volviera una obsesión ya que está presente, en una medida u otra, en casi 
todas sus novelas). Resulta, pues, importante la convivencia del autor con los militares, en su propia 
familia, y con el militarismo en general para valorar el efecto artístico que nos interesa en este 
trabajo: la formación y deformación ficcional de este personaje desde la perspectiva de García 
Márquez. 
Esta visión personal (personalizada) del militar marqueciano desempeñó un papel de 
peculiar importancia en el proceso mismo de análisis de estos personajes. Es ahí donde la 
generalidad de un militar de la historia colombiana quedará transformado en un militar “típico” de 
García Márquez; y nosotros, aparte del análisis del resultado final (que es el de tal o cual personaje 
concreto), intentamos determinar los momentos de la transformación del militar en la obra del 
escritor, para llegar a una posible definición de lo que es (de lo que significa, de lo que metaforiza) 
este personaje para el autor. 
En el estudio mismo de los personajes militares nos hemos enfocado casi exclusivamente en 
los protagonistas de las novelas de García Márquez, mencionando sólo brevemente a los militares 
que figuran en sus cuentos, sin analizarlos, debido a que en el espacio de un cuento no se llegan a 
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desarrollar los personajes con la magnitud y posibilidad de cuestionamiento que enla novela. Sin 
embargo, tampoco los militares que aparecen en las novelas de nuestro autor pueden considerarse 
todos de igual complejidad y profundidad. Decidimos por lo tanto agruparlos de acuerdo con ciertos 
elementos que comparten entre sí algunos de ellos, y de acuerdo con las categorías teóricas que a lo 
largo de la investigación fuimos detectando como las más adecuadas para tal o cual personaje. 
De esta manera, antes de llegar en el análisis a los personajes que propiamente se pueden 
considerar como imágenes, se encuentran capítulos en los que están estudiados militares menores en 
tanto que personajes-ambientadores, personajes que consideramos caricaturas (de acuerdo con 
nuestras especificaciones del término caricatura) y personajes considerados como tipos. Esta 
estructura nos permitió observar cómo los militares menores constituyen una especie de estudio 
previo al de los grandes, a los militares-imágenes, como los son, en la narrativa de García Márquez, 
según nuestra opinión, el coronel Aureliano Buendía, el dictador Zacarías y el Bolívar marquiano. 
Pese a que todos estos militares encajan, dentro del marco de nuestras definiciones, en diferentes 
categorías, comparten la misma esencia para referirnos a la cual se nos ajustan muy bien las 
palabras de Dostoievski en Memorias de la casa de los muertos: “Cuando el hombre pierde el 
objetivo y la esperanza, no es raro que, antes el tedio se transforma en un monstruo”. La figura del 
militar en la extensa obra del colombiano se muestra como la de un hombre derrotado por la vida, 
capaz de perder todas las guerras y todas las batallas y para quien el último reto que le queda es el 
de salir victorioso en el ejercicio de la dignidad, cumplimiento del cual tiene, de novela en novela, 
resultados variables. 
 
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Primera parte 
 
LOS COMPONENTES DE LA DEFINICIÓN DEL PERSONAJE DEL MILITAR EN LA 
NARRATIVA DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ. 
UN ASENTAMIENTO TEÓRICO DEL TÉRMINO 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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1. DIFERENTES ENFOQUES DE TEORÍA DE LA LITERATURA RESPECTO 
DEL PERSONAJE LITERARIO 
 
Antes de empezar a analizar propiamente el personaje del militar dentro del marco de la narrativa 
de Gabriel García Márquez, y en el contexto literario e histórico, nos parece importante precisar 
y adecuar el manejo del término “personaje” que nos va a acompañar a lo largo del presente 
trabajo, y que por cierto resulta ser una de las categorías tal vez más oscuras de la poética 
(definidas con gran margen de flexibilidad). En esta puntualización del término vamos a tener 
que ir un poco más allá de la simpática y, en su contexto, bien fundamentada, visión de Edward 
M. Forster (1983) quien, al advertir que los actores de una historia narrada en una novela son 
“normalmente humanos”, encuentra “conveniente englobar este aspecto [el aspecto de los 
personajes en la novela] bajo la denominación de ‘la gente’” (49). 
 De acuerdo con los intereses de este trabajo, no vamos a hacer ningún listado de 
diferentes visiones críticas hacia la cuestión de personaje, sino que apuntaremos dos enfoques 
concretos que determinarán nuestra primera mirada teórica hacia el personaje. Se trata de la 
perspectiva desde la que es tratado este fenómeno en la tematología y en la iconología como 
perspectivas “dominantes”, por llamarlas de alguna manera, enriquecidas con observaciones de 
algunas otras líneas teóricas. 
 
1.1. EL PERSONAJE DEL MILITAR COMO PERSONAJE-TEMA. 
Para empezar, este término “personaje” de uso tradicional que entiende la representación de las 
personas según modalidades propias de la ficción (Ducrot, Todorov, 1997), está siendo reemplazado 
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por otros, sobre todo por dos definidos con mayor rigor en semiótica: el de actante y el de actor.
1
 Si 
pretendemos aplicar la categoría de actante al personaje del militar tal como lo enfocamos nosotros, 
nos resulta demasiado amplio o poco determinante; un militar resulta ser algo mucho más específico 
que un héroe o un adversario, para seguir usando las categorías de Greimas. Si, en cambio, 
quisiéramos verlo como la particularización de éste, es decir, como un actor, sería igualmente difícil 
porque este tipo de personaje en la obra de García Márquez puede representar, a menudo al mismo 
tiempo, tanto a un héroe como a un antihéroe (basta con recordar al coronel Aureliano Buendía de 
Cien años de soledad o al viejo dictador de El otoño del patriarca). Lo que vamos a analizar 
posteriormente serán, a fin de cuentas, las diferentes representaciones del militar que en ocasiones 
vienen a contradecir la idea tradicional del militar preestablecida por el canon literario. 
Junto con la semiótica, la tematología nos sugiere posibilidades de una mayor precisión en la 
definición de personaje con la ayuda de los términos de tema (o asunto) y motivo. Como tema se 
entiende, por lo general, la síntesis ideal de aquello de lo que se habla, una idea sumaria del carácter 
abstracto que orienta la posible selección de incidentes y detalles que permitan su desarrollo. El 
motivo, según Tomashevski (1980), se distingue del tema por ser, a un nivel inferior, una unidad 
casi autónoma y por ofrecer una gran recursividad: el motivo es “el tema de una de las partes no 
analizables de la obra” (203) --la unidad significativa más pequeña de un texto-- a las que se llega al 
ir desmenuzando ésta en unidades temáticas. Por su parte, Kayser (1961) observa que un motivo 
“está imbuido de una fuerza motriz, lo cual justifica, en el fondo, el nombre de “motivo” (derivado 
de movere)” (77). En sentido comparativo se llama motivo también a la unidad temática que se 
 
1
 Ambos términos fueron introducidos en la teoría literaria por Argidas J. Greimas. A partir de sus definiciones, 
como actante entendemos un término amplio y abstracto que reúne diversos papeles de un mismo tipo y que encarna 
en el actor. Los actantes de Greimas son: sujeto, objeto; emisor, destinatario; adversario, auxiliar. Las relaciones que 
se establecen entre ellos forman un modelo actancial (Greimas, 1971). Se trata de una descripción de personajes no 
tanto por lo que son, sino más bien por lo que hacen en la historia. Como sujetos de acción, los personajes así 
definidos van desarrollando su esencia y constituyendo su identidad en el desarrollo del argumento. En caso de los 
militares de García Márquez necesitamos, sin embargo, categorías que expresen lo que estos personajes 
precisamente son, lo que significan en la historia (de Colombia) y en la literatura (latinoamericana y universal). 
Neevia docConverter 5.1
encuentra en partes diversas de las obras (como por ejemplo, en relación con el militar, podría ser la 
muerte del amigo en el campo de batalla, la traición a la patria, la cobardía ante el enemigo), y los 
soportes que permiten agrupar y conectar entre sí varios motivos, son los personajes. 
De manera que hemos regresado a la problemática del personaje del militar viendo que, a 
pesar de que cumple con la condición de ser una unidad casi autónoma, rica en recursividad y a su 
vez dinámica, y a pesar de que, en función de su constancia en la obra de García Márquez, podría 
considerarse una especie de leitmotiv (motivo predominante o reiterativo), tal vez aún no podemos 
con seguridad definir al personaje del militar en la narrativa del colombiano como motivo o 
leitmotiv. Y menos si tenemos en cuenta el hecho, a primera vista confuso, de que en tematología se 
llama también tema (y no motivo ni leitmotiv) a una “historia legada por la tradición literaria, la 
mitología, la leyenda o el folclore: el tema de don Juan, de Fausto o de Antígona” (Pimentel, 1993: 
217) con lo que se confunde con el asunto.
2
 
Los conceptos abstractos (valores en el sentido de categorías semánticas, como el de la 
seducción en el casode don Juan, a los que los mencionados personajes representan) devienen 
temas en el momento de la conjunción con el sujeto y cuando “el sujeto, en sus distintos niveles de 
figuración, ya sea como tipo o como personaje individualizado, es un centro de imantación de 
valores tematizados y acaba por representarlos”.
3
 Hasta aquí no sería difícil establecer una analogía 
entre el militar marquiano y un personaje del tipo de Don Juan en cuanto a la tematización de 
determinados valores. El tema que aquel asume podría ser, de entrada, la violencia (aunque los 
siguientes capítulos demostrarán que, tal vez, en el caso de esos militares tan particulares, el tema 
podrá ser otro). El obstáculo al tratar de aplicar la categoría de tema-personaje a los militares de 
García Márquez yace en que, a pesar de que hay cierta continuidad de la memoria intertextual que 
 
2
 Según Kayser (1961), asunto es lo que es anterior y exterior a la obra (fuente, materia prima) y tema lo interior a la 
obra (lo que dice la obra sobre ese asunto). 
3
Para llegar a estas conclusiones, Luz Aurora Pimentel parte de la definición de Greimas del tema como un valor. 
Neevia docConverter 5.1
conforman sus referencias literarias a los militares anteriores, este tema-personaje no es de la misma 
calidad conceptual que el de Don Juan en la literatura universal, personaje que se construye a partir 
de un texto original anterior que luego se retoma como materia prima o asunto de un nuevo texto. 
Lo que abarca el término “militar” en las letras hispanoamericanas nos resulta ahora demasiado 
amplio para poder reducirlo a un tema-personaje. 
 Con lo que más concuerda el concepto de “militar” es tal vez con las denominaciones 
tipológicas que aparecen en muchas obras tales como las de “el galán”, “la ingenua”, “la criada”, “el 
padre noble”, “el cornudo” que son empleos heredados del teatro de boulevard
4
 y que representan, a 
fin de cuentas, tipologías sustanciales de la categoría general de personaje cuyos papeles están 
definitivamente fijados y lo único que cambia, según la ocasión, son sus acciones (Ducrot, Todorov, 
1997: 218). Aunque estos “tipos” parecen ser un término medio entre el actante y el tema-
personaje, la insuficiencia de este planteamiento con respecto al personaje del militar consiste en 
que en ningún caso vamos a poder hablar de un papel (rol en términos sociológicos) definitivamente 
fijado de este personaje dentro de la obra de García Márquez y menos en relación con otros 
militares literarios. 
 Pese a una posible simplificación a la que remite la noción de tipo tal como la acabamos de 
referir, la tipificación es un tema complejo, tratado en el campo de la crítica literaria desde 
perspectivas muy diversas, algunas de las cuales sirven también para precisar mejor nuestro enfoque 
del personaje de militar en tanto que categoría teórica. En primer lugar cabe destacar las conjeturas 
del ya mencionado E. M. Forster (1983), quien distingue entre tipo y carácter. El tipo, según sus 
definiciones, es un personaje “plano”, es decir, de sólo dos dimensiones, mientras al término 
carácter corresponde un personaje “esférico”, con alguna hondura psicológica. 
 
4
 Dichas tipologías fueron derivadas de los personajes de la commedia dell’arte tales como Arlequín, Pantalón, 
Colombina, etcétera, los cuales representaban también atributos fijamente establecidos. 
Neevia docConverter 5.1
 Otro de los autores que forman el corpus teórico de este trabajo y que toca la problemática 
de la tipificación, es George Lukács (1966). El crítico húngaro usa los términos básicos de esta 
vertiente de la teoría de la literatura de una manera diferente, hasta contraria de cómo los establecía 
Forster. Pues, según Lukács, el tipo es, al contrario de lo que sostiene el británico, un personaje 
típico porque representa su clase social, la tipifica. Estos tipos son, según las teorías de Lukács que 
se construyeron sobre análisis de Balzac, Tolstoi, Goethe o Stendhal, personajes mediatos, pues se 
han formado a través de la ideología y la reflexión del autor y tienen un proyecto que es el propósito 
del autor expresar (el realismo socialista, con su inmediatez literaria derrumbó esta tipología de 
Lukács: el tipismo del realismo socialista es totalmente directo, plano, como diría Forster).
5
 En la 
segunda parte de este trabajo que consiste en el análisis literario de diferentes militares en la 
narrativa de García Márquez, tendremos la oportunidad de poder aplicar, según los casos, todos 
estos múltiples enfoques de la categoría de tipo. 
 En el personaje concreto del militar, de manera similar a la abstracción del tema-personaje, 
se puede observar “la tensión entre los nuevos investimientos de orden semántico e ideológico a los 
que se somete un tema-personaje y la “memoria intertextual” de los anteriores” (Pimentel, 1993: 
218). Esto quiere decir que el tema-personaje, y cualquier otro tema en general, tiene, en su 
abstracción, cierto grado de “prefiguración” que le atribuye ya una identidad, y “es imposible 
‘vaciarlo’ totalmente de los contenidos que marcan las versiones anteriores” concretas, aunque “la 
cristalización de la historia, mito o leyenda no implica necesariamente una significación fija o 
predeterminada para todas sus realizaciones; por el contrario... se nos presenta como un esquema 
ideológicamente vacío, susceptible de proyectar los más diversos contenidos” ( 218). 
 
5
 Es de notar que la aparente simplificación con la que introducimos el concepto de tipo alcanza en realidad tal grado 
de complejidad que se sitúa en niveles abstractos en su aplicación. El hecho lo podemos ilustrar con el enfoque del 
tipo que emplea, en el análisis de la obra de Max Weber, Gadamer (1996) cuando habla de “el tipo puro como 
construcción conceptual (la ‘construcción’ típica ideal)” (601). 
Neevia docConverter 5.1
Recordemos una vez más que lo dicho se puede aplicar perfectamente al personaje del militar 
en el contexto en el que lo vamos a trabajar. No obstante, como también ya hemos venido 
acentuando, la noción del tema-personaje (un tema encarnado por un personaje) no se puede 
adaptar enteramente al “fenómeno” del militar en la obra de García Márquez (a pesar de sus muchas 
similitudes en cuanto al contenido del término), como tampoco lo pudimos hacer con el concepto 
del “tipo” en el sentido de tipologías establecidas (a pesar de las similitudes formales en cuanto a 
una determinada generalidad que tienen en común: “el militar” podría quedar incluido entre “el 
galán”, “la criada” y otros). Decidimos, entonces, hacer un préstamo de términos con una pequeña 
modificación. Creemos que el término que teóricamente mejor especifica la presencia, la función, el 
desempeño y hasta el simbolismo del militar en la obra del colombiano es el del personaje-tema (un 
personaje que crea un tema), término en el cual el vínculo de palabras personaje y tema recuerda los 
paralelos que hemos identificado entre el tema-personaje de la tematología y nuestro personaje del 
militar (paralelos tales como la imanación y la representación de valores tematizados, la 
perseverancia de una cierta memoria intertextual, etcétera). Y el hecho de que hayamos 
intercambiado el orden de los dos componentes del término y pusiéramos en el primer lugar el de 
personaje nos permite, efectivamente, dejar claro que lo primordial es el personaje (convertido en 
una especie de tema en la obra del autor, como lo vamos a pretender a demostrar) y que, por 
consiguiente, tiene ciertos rasgos que lo univerzalizan (siempre dentro del contexto de la narrativa 
de García Márquez). Es decir, el concepto personaje-tema refiere rasgos particulares concretos de 
un personaje (el militar) que a través de la obra de un autor (García Márquez) van adquiriendodimensiones representativas, abstractas, universales, sin que el autor se lo haya tal vez propuesto en 
un principio. 
Neevia docConverter 5.1
Está claro que la relevante recursividad
6
 que hemos atribuido al militar de García Márquez es, 
en gran medida, resultado de formar parte de una tradición literaria, ya que las guerras civiles y 
dictaduras militares, como circunstancias históricas latinoamericanas, siempre se mantuvieron en el 
interés de los escritores del subcontinente. Este hecho es la razón no sólo de la constancia de este 
personaje en la obra de García Márquez, sino también de los diversos grados de su figuración, 
aunque, desde luego, no se trata de una figuración como aquellas de las que habla Luz Aurora 
Pimentel (1993) con respecto al tema-personaje, figuraciones que van desde los tema-valores 
incorporados en los tipos hasta figuras históricas que las encarnan, pasando por los temas del héroe 
o los temas de situación (221). Lo que podemos atribuir al personaje del militar, tal como aparece en 
la narrativa de García Márquez, son, más bien, diferentes niveles de protagonismo (usando la 
palabra en el sentido no etimológico). 
 En el primer nivel encontramos un militar anónimo o casi anónimo (porque aunque tenga 
un nombre, aparece, por lo general, en un solo episodio como puro dato). Se trata de la 
representación del militar en el sentido de tipo tal como lo define Forster (1983), es decir, como 
personaje estático, inmutable a lo largo de la obra, personaje, principalmente, secundario o 
episódico. Militares de esta índole encontramos sobre todo en las tres novelas “importantes”, desde 
el punto de vista de nuestro trabajo, que son Cien años de soledad (1999), El otoño del patriarca 
(1999) y El general en su laberinto (1993). Como ejemplos de la primera novela podemos 
mencionar al coronel Gregorio Stevenson (126-128), al capitán Aquiles Ricardo (163), al general 
Teófilo Vargas (176-177); en la segunda novela encontramos al general Adriano Guzmán (62), al 
general Lautano Muñoz (103, 277), al general Bonivento Barboza (130-132), y muchos más, todos 
ellos personajes incidentales que ayudan a conformar un ambiente militar en las novelas. Son 
numerosos y finalmente, se confunden en una masa, en un ejército, aunque cabe decir que los 
 
6
 No en tanto que recurso más o menos retórico, sino como reiteridad o vigencia siempre enriquecida. 
Neevia docConverter 5.1
militares referidos en la obra de García Márquez, por lo general, tiene algún grado militar; 
curiosamente, no hay soldados rasos. 
En este lugar resulta oportuno hacer mención de otros personajes que, en tanto que militares, 
tampoco se desarrollan mucho. Se trata de personajes que en tal o cual novela sí desempeñan un 
papel importante y que, a su vez, en algún momento de sus vidas participaron en algún movimiento 
militar de su país. Sin embargo, dichos episodios bélicos nunca se desarrollan ni son significativos 
para el desarrollo de la novela, como lo vemos, por ejemplo, en el caso de Florentino Ariza, 
protagonista de El amor en los tiempos del cólera (2002), quien “escapó [de un seminario] al 
servicio militar en la época más sangrienta de nuestras guerras” (186), o el de Pedro Vicario, uno de 
los dos hermanos que en Crónica de una muerte anunciada (2002) matan a Santiago Nassar, y que 
“se reintegró… a las fuerzas armadas, mereció las insignias de sargento primero y una mañana 
espléndida su patrulla se internó en el territorio de guerrillas” (88). La trascendencia de estos 
personajes radica en el hecho de que muestran lo importante que es para nuestro autor involucrar a 
sus héroes en los asuntos de guerra aunque sea a través de un breve comentario que a menudo no 
tiene mucho que ver con la historia que se narra, y de esta manera dan testimonio de una casi 
obsesión de este escritor por ese atributo de sus personajes. 
Un segundo nivel, en el que aparece el militar de manera predominante en el corpus 
seleccionado para este trabajo, es el nivel prototípico el que más nos interesará. Se trata de un 
militar tipificado, un militar-modelo en el sentido de las definiciones de Lukács, tal como lo hemos 
anotado anteriormente. En este nivel podemos situar al viejo coronel retirado de la novela El 
coronel no tiene quien le escriba, como prototipo de un hombre común que siempre luchó fiel a sus 
convicciones; al coronel Aureliano Buendía, de Cien años de soledad, como prototipo de un héroe 
Neevia docConverter 5.1
casi romántico que devino leyenda, y al dictador militar de El otoño del patriarca como 
representación paradigmática del dictador latinoamericano. 
El tercer nivel correspondería a figuras históricas, entre las que destaca, por supuesto, el 
general Simón Bolívar, protagonista de la novela histórica El general en su laberinto, pero podemos 
encontrar en esta novela más militares históricos, aunque no alcanzan el mismo nivel de desarrollo 
que el libertador. Con este grupo de personajes colinda también el coronel Aureliano Buendía al ser, 
como lo veremos más adelante, un personaje directamente inspirado en un personaje histórico real, 
el general Rafael Uribe Uribe, gran personalidad militar colombiana. 
Los valores que se asocian con diferentes militares, y que son de diversa índole, se vinculan 
entre sí, y pueden entrar en conjunción con personajes concretos. Además, entre los distintos valores 
coexistentes, no todos están desarrollados y actualizados de la misma manera. El desplazamiento de 
un valor a otro nos habla de la polivalencia del militar en García Márquez, y nos hace entrever 
móviles ideológicos que están detrás de esos desplazamientos. En los siguientes capítulos vamos a 
ver, en casos concretos, no solamente este desplazamiento de diferentes valores, sino que, a partir de 
él, también vamos a intentar construir un archimilitar marquiano, por llamarlo de alguna manera, y 
observar cómo quedan en él emplazados ciertos valores con respecto de los militares que 
constituyen su “memoria intertextual”. No se trata, sin embargo, de hacer un “promedio” de los 
militares en la obra del colombiano, sino de identificar los componentes de este concepto, 
previamente llamado archimilitar, que coexisten dentro de la narrativa de nuestro autor. 
 
1.2. LA ADOPCIÓN DEL TÉRMINO IMAGEN Y SUS RELACIONES CON LA 
REPRESENTACIÓN DEL MILITAR. 
Neevia docConverter 5.1
Desde el punto de vista de otra vertiente teórica, la iconología (a pesar de que se trata de una teoría 
más propia de las artes visuales, en ciertos aspectos sus tesis son de gran provecho también para el 
campo literario),
7
 podemos enfocar al personaje del militar como una imagen, redefiniendo de 
nuevo y especificando más, mediante este concepto (la imagen), los términos tema y motivo. 
Desde luego, el término imagen se usa con frecuencia en el ámbito literario y se usa en un 
sentido, podría decirse, “primario”, hasta cierto punto paralelo con su uso básico en el ámbito 
pictórico; dicho en otras palabras, como un retrato de la realidad.
8
 Toda imagen es originalmente 
visual, y la categoría imagen ha pasado a la literatura como imagen mental de lo narrado, contado. 
Desde la perspectiva propia de la literatura comparada, la imagen literaria tiene mucho que ver con 
la idea de la ekphrasis que, según W.J.T. Mitchell (1994), es “la representación verbal de una 
representación visual (the verbal representation of a visual representation)” (152). Nosotros al 
hablar de la imagen nos referimos (a no ser que se señale otra cosa) a la imagen “literaria”. 
Es una de las intenciones principales, tanto de un pintor como de un escritor, el presentar 
algo más de lo que puedan leer o ver los ojos, algo que es indecible e invisible; es decir, desvelar las 
emociones, los pensamientos, los sentimientos. Y lo logran con ayuda de las metáforas (verbales o 
visuales), símbolos y otras herramientas semejantes,componiendo imágenes. Sin embargo, estas 
composiciones-imágenes no son precisamente las que tenemos en cuenta al hablar del militar como 
imagen en la obra de García Márquez. Para determinar el tipo de la imagen verbal que es para 
 
7
 Los préstamos entre ambos campos artístisticos no son asunto nuevo ni extraño. Basta con recordar que el mismo 
término de realismo mágico, que está más que apegado a nuestro autor, se estableció en el vocabulario de la crítica 
literaria mucho tiempo después de haber sido aplicado en el campo de artes plásticas, una vez introducido a su 
terminología por el crítico alemán Franz Roh (1927), para definir la obra de los pintores postexpresionistas en 
Alemania. Sin embargo, este término no tuvo mucho éxito entre los críticos e historiadores del arte en Europa y al 
poco tiempo fue reemplazado por el de nueva objetividad (die Neue Sachligkeit). 
8
 Lois Parkinson (1995) en su ensayo “Aproximaciones interartísticas a la lectura de textos verbales y visuales” usa 
la expresión “la imagen como tal”. De hecho, es precisamente en el terreno de la literatura comparada que apunta a 
los fenómenos interartísticos en la que con más frecuencia figura el término de imagen. 
Neevia docConverter 5.1
nosotros el militar marquiano, nos vamos a apoyar en las tesis de Erwin Panofsky (1998) quien 
determina tres diferentes grados de acepción de la imagen muy específicos.
9
 
I. Como una especie de pre-imagen, Panofsky fija el concepto de motivo (en el aspecto, 
como lo dice también Tomashevski, de un pequeño tema) cuyo contenido primario se define como 
natural y que se reconoce como fáctico y expresivo al mismo tiempo (un motivo es fáctico porque 
se identifica, tanto él mismo como los cambios en sus relaciones dentro de ciertos acontecimientos, 
a partir de sus rasgos formales fundados en una experiencia "práctica"; y es expresivo porque 
produce determinadas reacciones en el que lo percibe, para las que se necesita cierta sensibilidad 
que proviene igualmente de la experiencia práctica). Como motivo de esta naturaleza podemos 
identificar, entre los militares en la obra marquiana, los que anteriormente hemos referido como 
personajes planos (los tipos de Forster), ya que son fáciles de reconocer (basta con el grado militar 
que acompaña su nombre), y como lectores nos podemos hacer enseguida, a partir de su contexto, 
una idea previa de su posible actuación en la novela. Recordemos que en las diferentes novelas de 
García Márquez nos podemos encontrar con numerosos militares cuyo militarismo no consiste sino 
en el grado militar que usan de por vida, justificación del cual no siempre aparece. Todos ellos 
podrían ser clasificados como motivo del militar. 
II. Cuando a los motivos les atribuimos ideas o conceptos que les corresponden (algunos de 
los conceptos que enseguida nos vienen a la mente con el motivo del militar son la violencia, la 
dominación, pero también la defensa, la lucha por la libertad, por la justicia, etcétera), los 
reconocemos como portadores de un significado secundario o convencional, y ya no son simples 
motivos, sino imágenes propiamente dichas: representaciones. 
 
9
 Desde luego, Panofsky, al hablar de la imagen, se refiere a la imagen visual. Nosotros, como lo acabamos de 
precisar, analizaremos al personaje del militar como una especie de imagen verbal, adoptando de esta manera la 
perspectiva pictórica panofskiana a la nuestra, a la perspectiva literaria. 
Neevia docConverter 5.1
Para identificar estas imágenes no es suficiente la experiencia práctica de cada uno de 
nosotros (el saber que un coronel es un militar que por lo general viste un uniforme y lleva o no un 
arma), sino que se exige también familiaridad, en nuestro caso, con diferentes fuentes literarias e 
históricas, el conocimiento de temas y conceptos específicos y sus diferentes manifestaciones.
10
 
Militares como imágenes en este sentido de la palabra serían, dentro de lo que abarca nuestro 
trabajo, personajes tales como el coronel Aureliano Buendía de Cien años de soledad o el viejo 
veterano de El coronel no tiene quien le escriba, y para entender toda la dimensión de este tipo de 
personajes en la obra de García Márquez, es indispensable el conocimiento más amplio posible de 
las condiciones históricas de Colombia y del contexto histórico-literario en el que escribió el 
novelista. 
III. Si indagamos en una imagen aún más profundamente y descubrimos en ella actitudes 
básicas de una nación, un período, una clase social, una creencia religiosa, política o filosófica, en 
realidad estamos descubriendo sus valores simbólicos. El trabajo en este nivel exige la “percatación 
acerca de la manera en la cual, bajo condiciones históricas diferentes, tendencias esenciales de la 
mente humana fueron expresadas por temas y conceptos diferentes” (Panofsky, 1998: 25). 
De acuerdo con el planteamiento de Panofsky, un análisis simbólico equivale a una 
interpretación a la que nos gustaría acercarnos lo más frecuentemente posible (el protagonista de El 
otoño del patriarca y en parte el mencionado coronel Aureliano Buendía dan ancho campo para una 
visión simbólica del personaje del militar), aunque la percepción del militar como un símbolo no sea 
central en nuestro trabajo. Teniendo en cuenta las definiciones de las tres diferentes formas de 
 
10
 Al margen de lo dicho con respecto a la imagen como un concepto hasta cierto punto condicionado por la 
historicidad, podemos añadir que no sólo en Panofsky se pone en relieve esta compenetración. También para Walter 
Benjamín, el concepto de la imagen tiene connotaciones históricas, aunque, desde luego, en una perspectiva y una 
dimensión diferentes. Como lo señala Th. W. Adorno (2003), para el filósofo alemán, “lo históricamente concreto 
[el mundo de lo hecho por el hombre y socialmente mediado] se convierte en imagen” (554), imagen como prototipo 
de naturaleza. 
Neevia docConverter 5.1
estudio iconológico según Panofsky y conjugándolas con lo resumido páginas atrás, el objetivo que 
nos planteamos es el de alcanzar la definición del personaje del militar en tanto que imagen, término 
que cumple con la dimensión del concepto de militar en el campo de la literatura y de la historia. 
De manera que lo que caracteriza nuestra definición de imagen es toda la carga de 
connotaciones que conlleva la idea del militar, sus significados convencionales y secundarios, por 
un lado, y, por el otro, toda la “memoria intertextual” de la que hablamos anteriormente. Por lo tanto 
(cabe mencionarlo como una especificación más de la definición de imagen), en nuestro enfoque del 
término estamos colindando con las ideas de Hans-Georg Gadamer quien sitúa la imagen a medio 
camino entre el signo, que es una pura remisión arbitraria a algo que el propio signo no es, y el 
símbolo, que es un puro estar por otra cosa con la que le une una cierta relación no arbitraria. La 
imagen verbal puede (y la visual siempre que sea un icono) compartir algo de la naturaleza de 
ambos, sin llegar a ser pura remisión o pura sustitución, y “su manera de representar contiene el 
momento de la referencia a lo que se representa en él” (Gadamer, 1996: 203), lo cual, aplicado a la 
imagen del militar de García Márquez, nos parece una legítima inferencia: es también, en tal 
sentido, como lo vamos a ver en las siguientes páginas, un referente extraordinario de la historia 
colombiana. 
Es decir, la imagen verbal, al no agotarse en su función de remitir a otra cosa, participa 
también en el ser propio de lo que representa, y así creemos que se comporta, hasta cierto punto, 
la imagen del militar en las novelas de García Márquez. Además de que la consideramos una 
imagen prefigurada, término en el que se conjuga la concepción de la imagen de Panofsky con 
algunosaspectos del personaje-tema determinados anteriormente, precisamos así de manera más 
eficaz nuestra propia visión –forzosamente mental- del personaje del militar. A lo largo de 
nuestro trabajo, al referirnos a la imagen del personaje del militar vamos a tener en cuenta esta 
Neevia docConverter 5.1
imagen prefigurada y cuando sea necesario (para distinguirla del término de la “imagen” usado 
en el sentido más común de reflejo especular) también nos vamos a referir a ella con esa 
expresión o con la de la “imagen panofskiana”. 
Fue necesario extendernos sobre estos detalles porque, antes de hacer realmente un 
análisis literario del militar en la narrativa de García Márquez, vamos a “rastrearlo” dentro del 
marco de los acontecimientos históricos de Colombia, para configurar el antecedente histórico de 
este personaje y confrontarlo con sus representaciones literarias, tarea cuya pertinencia se 
entenderá mejor si la vemos como una contribución orientada a demostrar la profundidad de este 
personaje concebido en tanto que una imagen al estilo panofsquiano. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Neevia docConverter 5.1
2. BASES PARA CONSIDERAR AL PERSONAJE DEL MILITAR DE GARCÍA 
MÁRQUEZ COMO PERSONAJE HISTÓRICO 
 
 
2.1. DEBATE SOBRE EL PARALELISMO ENTRE LA HISTORIA Y LA LITERATURA 
A PARTIR DE LA CUESTIÓN DEL PERSONAJE. 
Para poder delinear al personaje del militar como un personaje histórico en el imaginario 
colombiano, consideramos importante detenernos brevemente en el tema de literatura versus 
historia, para, por un lado (y principalmente) definir la perspectiva de la historicidad del militar 
ficticio desde la que lo vamos a enfocar, y, por el otro, dar nuestro punto de vista sobre este tema 
hoy en día muy discutido y aún no concluido.
1
 Los estudios especializados que analizan la relación 
entre la literatura y la historia son numerosos y diversos, y, desde los ensayos pioneros hasta los más 
contemporáneos, se puede observar un deslizamiento hacia niveles cada vez más abstractos y 
filosóficos en el tratamiento del asunto (deslizamiento hacia los conceptos con mayúscula, 
pertenecientes más bien al campo de la filosofía de la historia que a la teoría de la literatura), lo cual 
ocasiona que el interés por la cuestión tan peculiar y concreta como el personaje parezca quedar en 
la periferia. 
Por estas razones, y también porque la visión histórica del personaje del militar frente a la 
literaria no es la preocupación central de este trabajo sino uno de sus acercamientos, hemos utilizado 
solamente algunos de esos textos. Entre ellos, se encuentran las teorías del historiógrafo 
estadunidense Hayden White,
2
 un historiógrafo contemporáneo que últimamente se conoce también 
 
1
 Recientemente fue defendida en nuestra facultad la tesis doctoral de la compañera Margot Carrillo Pimentel, 
Vínculos historia-ficción. La novela histórica y la experiencia de Luis Brito García en el contexto latinoamericano 
(2003), la cual proporciona un trabajo crítico exhaustivo acerca de la visión sobre las relaciones entre la historia y la 
literatura de los pensadores contemporáneos. 
2
 En sus dos libros principales, El contenido de la forma (1992) y Metahistoria (2001), nos encontramos con la 
crítica de White, en el plano de la historiografía, hacia una falsa suposición de que haya una relación de 
correspondencia entre hechos materiales (reales) y hechos históricos, por un lado, y la neutral plasmación de éstos 
Neevia docConverter 5.1
como uno de los teóricos más polémicos; algunas observaciones de los franceses Paul Ricouer y 
Roland Barthes que, dentro de sus amplias reflexiones, llegan a tocar específicamente el problema 
del personaje histórico; y el clásico y últimamente reestudiado Georg Lukács
3
 y algunos autores 
más en breves referencias. 
Con respecto al teórico húngaro consideramos importante “justificar” un poco más su 
elección para el marco teórico de este trabajo, ya que dicho autor nunca ha estudiado la narrativa de 
los países hispanohablantes.
4
 No obstante, aunque sus exploraciones en la novela histórica abarcan 
la narrativa europea desde los inicios de la novela histórica (que el mismo identifica con la aparición 
de las obras de Walter Scott) hasta los años de la segunda posguerra, a pesar de ello, sus tesis 
pueden aplicarse fructíferamente a las novelas y sobre todo a los personajes de García Márquez. 
Porque, en tanto que representante por excelencia del realismo mágico latinoamericano, García 
Márquez es un autor que, especialmente en sus novelas, recrea (de un modo peculiar y original, de 
eso no cabe duda) una realidad: una realidad colombiana que a través de sus páginas da un 
 
en el texto, por otro. No obstante, hay que recalcar que lo que White pone en cuestión es el estatus epistemológico 
del modo de la representación de la Historia y no de la novela. Su interés central gira, por un lado, alrededor de la 
teoría de los tropos, y por el otro, alrededor del carácter narrativo del discurso. En cuanto a éste último, el autor 
considera tanto al discurso literario como al histórico, procesos poéticos y atribuye a ambos la cualidad de poseer 
una dimensión imaginativa. 
3
 La obra clave de Lukács también para nuestro trabajo es La novela histórica (1976), obra que algunos críticos 
señalan como doctrinaria, correspondiente al marco de la crítica sociológico-marxista en el que el autor se ubicó y 
de acuerdo con cuyas tesis aclamó ciertas obras y desvalorizó otras. No obstante, dentro de su marco ideológico se 
despliega una detenida reflexión, muy coherente y valiosa, para esclarecer la relación entre un texto literario y su 
contexto socio-histórico. En nuestro caso de análisis de un personaje histórico, La novela histórica nos ofrece 
diferentes configuraciones de éste, hechas desde distintos ángulos de la novela histórica universal. 
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A pesar de que Lukács analiza en sus ensayos sólo libros de los novelistas europeos, en los años cincuenta, y hasta 
los setenta, más de un crítico latinoamericano usó sus tesis para analizar la narrativa de ese continente (el ensayo de 
Mireya Camurati (1974), “Blest Gana, Lukács, y la novela histórica” nos parece un buen ejemplo de un trabajo 
analítico basado principalmente en las tesis del húngaro). Y Lukács, en cuanto a la novela histórica latinoamericana, 
no quedó en el pasado (en la época “dorada” de la izquierda intelectual). Eso lo demuestra un estudio actual de la 
nueva novela histórica en América Latina tan bien enfocado como el de Memorias del olvido de la argentina María 
Cristina Pons (1996), en el que se da a Lukács un espacio merecido, así como en el conocido trabajo de Noé Jitrik, 
Historia e imaginación literaria (1995) que es uno de los escritores latinoamericanos que más ha reflexionado sobre 
la novela histórica. En México, entre otros, podemos destacar a Sara Sefcovich (La teoría de la literatura de 
Lukács, 1979). 
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testimonio evidente tanto de determinados momentos históricos, como de precisas ubicaciones 
geográficas.
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 El realismo mágico es un realismo. 
Y Lukács, como crítico, aunque su estética del realismo no “alcanza” a analizar debidamente 
la realidad de las narraciones de la nueva literatura latinoamericana, nada nos impide usar sus tesis 
para estudiar los valores artísticos de un “realismo mágico” que el crítico húngaro no conoció. 
Porque así como cambia la realidad, cambian también los modos de su percepción. La realidad de la 
Europa central (u occidental) decimonónica es muy otra cosa que la de Colombia decenios después, 
y su realidad también se observa de una manera distinta desde nuestra época. Sin embargo, la 
noción de realidad y de realista se sostiene relativamente íntegra, y como talestá presente también 
en la obra y la poética de García Márquez. Vamos a intentar, pues, hacer una especie de 
prolongación de los esquemas de Lukács: intentar continuar con sus tesis acerca del personaje 
histórico en las novelas del siglo XIX, y examinar este rasgo en el personaje del militar de García 
Márquez (reduciendo nuestro estudio exclusivamente a este personaje, sin tratar de demostrar si las 
novelas en las que aparece son o no históricas, aunque la obra de Lukács articula la producción de la 
novela histórica con el contexto histórico o social en el que se produce y podría darnos numerosas 
pautas para tal estudio); mas, para sus fundamentos teórico-críticos, buscaremos también 
precisiones dentro de los valores más específicamente formales (es decir, deslindándonos del 
enfoque contextual lukacsiano). 
 
 
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 Su primera novela, La hojarasca, está situada algunos años después de la guerra civil de 1885 (se mencionan las 
violentas elecciones del 1918) en la que tres de los protagonistas (el abuelo, el médico y el cura) participaron 
activamente. La misma guerra civil es uno de los referentes de “Los funerales de la Mamá Grande” y se convierte en 
el trasfondo, junto con la guerra de los Mil Días, en el que se desenlazan los episodios de Cien años de soledad. En 
la “primera ola de violencia” en Colombia después del “bogotazo” (abril 1948), en un clima de represión y odios 
políticos, están situadas las novelas El coronel no tiene quién le escriba y La mala hora. Tanto los acontecimientos 
como personajes históricos figuran prácticamente en todas la novelas de nuestro autor, en el momento en que sea 
necesario referirnos a estos datos, lo haremos. 
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2.1.1. EL HOMBRE DETRÁS DEL HÉROE. 
Para iniciar esta parte de reflexión podríamos decir, o más bien repetir algo ya muchas veces 
señalado: que las obras literarias suelen, ya sea directamente o de modo indirecto, “contradecir” (o 
al menos cuestionar) los planteamientos históricos que exponen los textos científicos, y por lo tanto 
nos hacen pensar que contradicen a la historia misma. Efectivamente, las obras consideradas como 
pertenecientes a la nueva novela histórica (término bajo el que, como ya lo hemos planteado en la 
Introducción, se denomina la novela histórica de fines del siglo XX) parecen alejarse cada vez más 
del modelo tradicional, y eso no solamente en cuanto a sus aspectos formales –que resultan 
renovadores en la novela contemporánea en general--, sino por la posición que adoptan frente a la 
Historia que es, en la mayoría de los casos, una actitud de desconfianza hacia el monopolio de la 
verdad de las versiones oficiales.
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Por otro lado, hay que recordar que en América Latina (más que en Europa), la 
historiografía romántica estuvo muy presente en el siglo XIX y durante varios decenios del siglo 
XX y ponía mucho énfasis en ciertos personajes históricos. No es raro encontrarse en los libros de 
Historia (desde los libros de texto hasta los ensayos más académicos) con la tendencia a construir 
héroes impecables que dedicaron su vida, pública y privada, a luchar por sus ideas y convicciones; 
mártires, adelantados de su época, ajenos a la menor mezquindad o debilidad humana, como lo 
pudimos comprobar durante el estudio del material histórico relacionado con nuestro trabajo. Por 
dar un ejemplo, podemos mencionar al personaje del general Uribe Uribe en el libro de Eduardo 
Santa, Un hombre y una época (1968) o el presidente Rafael Núñez en el libro de Alberto Dangond, 
 
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 La novela histórica, un género de entrada híbrido, se ve, en la actualidad, aún más impreciso, justamente por el 
cuestionamiento de la univocidad del concepto de la Historia (podríamos acudir a las conclusiones de White). De ahí 
surge, entre otras cosas, también la dificultad de poder simplemente determinar cuál es (o cómo debe ser) la novela 
histórica y en qué proporción deben ser equilibradas en ella la Historia y la ficción. 
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Rafael Núñez, regeneración de Colombia (1988), biografías que desbordan en una acentuada 
heroización de estas dos figuras de la historia colombiana. 
Sin pretender en este espacio enumerar semejanzas y deferencias entre las concepciones 
literarias y las históricas de la realidad, podemos decir, en parte de acuerdo con lo que acabamos de 
señalar, que las dos disciplinas (la literatura y la historia) comparten un gran anhelo que es el de dar 
testimonio y por consiguiente, producir significados. Este rasgo común se puede considerar como 
resultado de su “verbalidad”: ambas hablan. Y, según el filósofo francés Paul Ricoeur (1996), que 
es el autor que instala la relación entre la historia y la literatura en niveles más abstractos, puesto 
que ambas son lenguaje, ambas nos hablan de manera indirecta, simbólicamente, nada menos que 
sobre la experiencia humana del tiempo y de las “estructuras de temporalidad” (901-910, lo 
subrayado es nuestro).
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 Para nuestra orientación de la tesis, las visiones de los acontecimientos 
históricos como “típicamente humanos” y como “experiencia humana”, como los denomina 
Ricoeur, definen de manera terminante un denominador realmente común entre ambos dominios. 
Dicho de otra manera, lo que acerca la historiografía a la literatura (pero sin sobreponerlas 
hasta hacer de ellas una misma cosa) es el interés común –expresado siempre de una manera 
distinta, correspondiente, ya a un lenguaje científico que pretende acercarse a la verdad, ya a un 
lenguaje artístico que antepone la ambición de lo estético—, el interés por describir, explicar y 
entender los acontecimientos y procesos históricos, no sólo desde el punto de vista de la fidelidad a 
la época rememorada, sino procurando al mismo tiempo relacionar lo pasado con el presente. 
El novelista elige, según su criterio, los momentos más elocuentes de la historia y los cubre 
de detalles que no tienen cabida en un texto historiográfico; detalles que, más que nada, descubren 
 
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 Para Paul Ricoeur, el acto de narrar (tal como lo entendemos en el ámbito de la historia como en el de la literatura) 
es un acto a partir del cual el hombre se comprende a sí mismo, y a través de ese acto también se llega a tener una 
experiencia íntima del tiempo. Este es el punto en el que, según el filósofo francés, es posible establecer relaciones 
de identidad entre ambos discursos. 
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el lado humano, “típicamente humano”, de los que actuaron en esos momentos. De esta manera, la 
literatura, la ficción, buscan al hombre detrás de la historia, y retornan así los lugares a menudo 
inaccesibles para la historia. Lo logran, entre otras cosas, también porque 
 
la historia se ha vuelto de nuevo opaca, y por cuanto que la ficción vuelve, a sabiendas o no, a ser ese texto que 
interroga el pasado ansiosa y lúdicamente, mientras que la Historia como disciplina... no escapa a una verdadera 
crisis de racionalidad e intenta ubicarse en los límites de lo biográfico, lo anecdótico, entre Historia y Memoria 
(Robin en Perus, 1994: 299) 
 
De modo que, la historia no logra cubrir todos los puntos indeterminados que el pasado dejó 
abiertos a la imaginación. Los historiadores acompañan a sus protagonistas en los campos de 
batalla, en las audiencias reales, en el forjamiento de las ideas e ideales que nos han dejado en 
herencia, pero difícilmente se atreven a seguirlos en momentos o circunstancias más íntimos, y allí 
es dónde el novelista puede colaborar con el historiador porque a aquel nada le impide interpretar 
dichos puntos indeterminados a partir de su propia experiencia personal, experiencia que comparte 
con el personaje histórico sobre la base de su común “condición humana”, como diría Montaigne. 
Porque, detrás de los grandes hechos y acontecimientos que

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