Logo Studenta

La-concepcion-de-la-metafisica-en-la-obra-de-Eduardo-Nicol

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Universidad Nacional Autónoma de México 
Facultad de Filosofía y Letras 
 
 
 
 
 
 
 
 
LA CONCEPCIÓN DE LA METAFÍSICA 
EN LA OBRA DE EDUARDO NICOL 
 
 
 
 
 
Iver Armando Beltrán García 
 
 
 
 
 
 
Lorenap
Texto escrito a máquina
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE:
LICENCIADO EN FILOSOFÍA
Lorenap
Texto escrito a máquina
Lorenap
Texto escrito a máquina
Lorenap
Texto escrito a máquina
Lorenap
Texto escrito a máquina
Lorenap
Texto escrito a máquina
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal 
del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). 
El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea 
objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para 
fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 2
ÍNDICE 
 
 Pág. 
INTRODUCCIÓN ................................................................................... 6 
PRIMERA PARTE. El concepto de la metafísica ................................... 15 
 CAPÍTULO 1. En torno a la cientificidad de la metafísica ............ 16 
 § 1. Introducción al capítulo ................................................ 16 
 § 2. Metafísica, ciencias y humanidades ........................ 18 
 § 3. Exactitud y rigor ........................................................... 19 
 § 4. Utilidad ....................................................................... 21 
 § 5. Diversidad e historicidad .................................... 23 
 § 6. El término "metafísica" ................................................ 24 
 §7. Conclusiones del capítulo ................................... 25 
 CAPÍTULO 2. Caracteres de la cientificidad ........................ 27 
 § 8. Introducción al capítulo ................................................ 27 
 § 9. Mito, opinión, ciencia ................................................ 28 
 § 10. Sistematicidad ........................................................... 30 
 § 11. Método ....................................................................... 31 
 § 12. Objetividad ........................................................... 32 
 § 13. Crítica: la actitud vocacional .................................... 34 
 § 14. Conclusiones del capítulo .................................... 37 
 CAPÍTULO 3. El objeto de la metafísica .................................... 39 
 § 15. Introducción al capítulo .................................... 39 
 § 16. Ontología y epistemología .................................... 39 
 3
 § 17. Escisiones antiguas entre el ser y el conocer ............ 40 
 § 18. Crítica: expresión, cuerpo y mente ........................ 41 
 § 19. Crítica: el problema de la realidad ........................ 45 
 § 20. Conclusiones del capítulo .................................... 53 
SEGUNDA PARTE. La crisis en la metafísica .................................... 55 
 CAPÍTULO 4. Ser y tiempo: Parménides .................................... 56 
 § 21. Introducción a la segunda parte ........................ 56 
 § 22. Ser y no-ser ........................................................... 57 
 § 23. El ser y la nada en Parménides ........................ 58 
 CAPÍTULO 5. Historia y verdad ............................................... 63 
 § 24. El relativismo subjetivista .................................... 63 
 § 25. Dilthey y Spengler ................................................ 64 
 § 26. Conclusiones de la segunda parte ........................ 66 
TERCERA PARTE. Hitos de la crisis ................................................ 67 
 CAPÍTULO 6. Los antiguos ........................................................... 68 
 § 27. Introducción a la tercera parte ........................ 68 
 § 28. Platón ....................................................................... 69 
 § 29. Aristóteles ........................................................... 70 
 CAPÍTULO 7. Los modernos ................................................ 72 
 § 30. Descartes ........................................................... 72 
 § 31. Kant ....................................................................... 75 
 CAPÍTULO 8. Los contemporáneos ................................................ 78 
 § 32. Husserl ....................................................................... 78 
 § 33. Bergson ....................................................................... 81 
 4
 § 34. Conclusiones de la tercera parte ........................ 84 
CUARTA PARTE. La superación de la crisis .................................... 85 
 CAPÍTULO 9. Concepciones de la nada .................................... 86 
 § 35. Introducción al capítulo .................................... 86 
 § 36. Parménides ........................................................... 87 
 § 37. Hegel ....................................................................... 88 
 § 38. Heidegger ........................................................... 89 
 CAPÍTULO 10. Hacia una dialéctica fenomenológica ............ 92 
 § 39. Introducción al capítulo .................................... 92 
 § 40. Heráclito ........................................................... 93 
 § 41. Platón: El sofista ................................................ 94 
 § 42. La crítica de Hegel ................................................ 96 
 CAPÍTULO 11. Eduardo Nicol: la teoría del no-ser ........................ 97 
 § 43. Introducción al capítulo .................................... 97 
 § 44. La teoría ........................................................... 98 
 § 45. Conclusiones de la cuarta parte ........................ 102 
QUINTA PARTE. Fundamentación de la metafísica ........................ 103 
 CAPÍTULO 12. El método de la metafísica .................................... 104 
 § 46. Introducción a la quinta parte .................................... 104 
 § 47. La fenomenología: Nicol y Husserl ........................ 107 
 § 48. La dialéctica: Nicol y Hegel .................................... 108 
 § 49. Hermenéutica e historia .................................... 110 
 CAPÍTULO 13. Los principios de la metafísica ........................ 113 
 § 50. Facticidad de los principios .................................... 113 
 5
 § 51. Los principios ........................................................... 115 
 § 52. Cientificidad de la metafísica .................................... 118 
CAPÍTULO 14. Crítica de conjunto ................................................ 122 
 § 53. Introducción al capítulo .................................... 122 
 § 54. Metafísica, ciencia y vocación ........................ 124 
 § 55. Metafísica, ciencia y objetividad ........................ 125 
 § 56. Metafísica, expresión y evolucionismo ....................... 127 
 § 57. Metafísica, categorías e historicidad ........................ 128 
 § 58. Metafísica y apodicticidad .................................... 130 
 § 59. La metafísica y el conocimiento 
 del conocimiento ................................................ 131 
 § 60. Esbozo para la indagación posterior ........................ 132 
CONCLUSIONES GENERALES ........................................................... 135 
OBRAS CITADAS ................................................................................... 148 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 6
INTRODUCCIÓN GENERAL 
 
El presente trabajo ofreceuna interpretación y una crítica del pensamiento metafísico de 
Eduardo Nicol, en sus puntos básicos: su forma de entender la ciencia, el ser, el conocer, y la 
relación que media entre éstos. 
 Dada la pluralidad de lecturas en que pueden desplegarse, no sólo los textos de este filóso-
fo, sino cualesquiera otros, tal vez se convenga en que la interpretación constituye en sí misma 
un aporte atendible; sin embargo, no constituye ella sino un medio (necesario, ineludible) para 
la presente crítica. 
 ¿Qué buscaba la esta crítica en el pensamiento del filósofo catalán? La reflexión se había 
originado en la pregunta por lo que es la metafísica; y en las ideas de Nicol encontró una res-
puesta seria y profunda. Del problema general de la metafísica hubo un desplazamiento natural 
al problema de qué legitimidad podía arrogarse la concepción que acerca de la metafísica este 
filósofo sostuvo. 
 Aquí hay que situar un segundo aporte: a lo largo del trabajo no sólo se realiza una exégesis 
del pensamiento de Nicol, sino que, sobre todo, se proponen varios cuestionamientos de fondo 
a su metafísica, los cuales en el capítulo final son retomados sistemáticamente y complemen-
tados con un esbozo de la forma que deberá adoptar esta misma investigación en el futuro. En 
último término, se sustenta la tesis de que debe suspenderse, ponerse entre paréntesis, la legi-
timidad de la concepción que el filósofo catalán ofrece respecto a esta disciplina filosófica, 
como ciencia del ser y del conocer. La razón general: que, como parte de esta concepción, 
habría que admitir ideas ontológicas y epistemológicas respecto a las cuales no faltan conside-
raciones para adoptar una actitud de reserva; específicamente, las siguientes: 
 
 7
1. Que, para la cientificidad de la metafísica, son necesarias (si bien no suficientes) 
una disposición vocacional, antiutilitaria,1 y una objetividad mediada ―a través del 
carácter expresivo del conocimiento― por la subjetividad comunitaria.2 
2. Que el conocer, en tanto expresión, es un orden del ser, una de las divisiones más 
radicales que pueden hacerse en el seno de éste.3 
3. Que el ser es temporal.4 
4. Que hay conocimientos a la vez fácticos y apodícticos (libres de toda duda imagi-
nable).5 
5. Que pueden ser establecidos los principios de la ciencia desde la ciencia misma.6 
 
 Como se ve, el trabajo desarrolla y sustenta una tesis en el sentido de que, con base en la 
interpretación del pensamiento de Eduardo Nicol, toma posición ante él poniendo al descu-
bierto sus supuestos básicos y mostrando la problematicidad de éstos. Como estrategia para 
defender esta tesis, se adoptó la de hacer un análisis de las ideas básicas de Nicol; para cuya 
plena comprensión se requería conjuntamente recorrer, con la guía de sus indicaciones exegé-
ticas, la lectura que él hizo de algunos momentos clave en la historia de la metafísica. 
 Ahora bien: a la pregunta por lo que la metafísica es, le otorga importancia el carácter re-
flexivo de la filosofía. Como actividad radicalmente inquisitiva, la filosofía no puede eludir las 
 
 
1 "Antiutilitarismo" en sentido débil: no como una negación de la posibilidad de que el conocimiento ya obtenido 
tenga posteriores aplicaciones, sino como afirmación del desinterés (falta de necesidad o conveniencia respecto a 
un provecho, ganancia o lucro) en tanto condición necesaria para la generación del conocimiento científico. 
2 Vid. infra §§ 13, 19 y 53-55. 
3 Vid. infra §§ 18, 53 y 56. 
4 Vid. infra §§ 50, 53 y 57. 
5 Vid. infra §§ 50, 53 y 58. 
6 Vid. infra §§ 53 y 59. 
 8
cuestiones que recaen sobre el fundamento, destino y esencia propias y de sus disciplinas 
constitutivas, como la ética, la estética, la lógica y, precisamente, la metafísica. 
 Pero, ¿por qué enmarcar el problema de la metafísica de modo preferencial en el pensa-
miento del filósofo catalán, y no más bien en el de otro que también lo sometiera a examen, 
como, por ejemplo, Heidegger, que lo hace por medio del desarrollo de una determinada cues-
tión metafísica?7 
 Por una parte, ya se mencionó que, dado su afán de rigor y radicalidad, Nicol ofrece una 
respuesta digna de atención. Pero, por otra parte, hay una consideración que lo pone en primer 
plano. 
 Este filósofo, a pesar de su seriedad y profundidad, no ha sido suficientemente estudiado. 
Sin duda, la causa del descuido hay que buscarla en lo que él mismo consideró como un triple 
exilio: exilio de su patria (a raíz de la guerra civil española); exilio de su lengua (emigró a 
México hablando y escribiendo en catalán); y exilio de los centros de producción filosófica 
(Estados Unidos y Europa).8 A la filosofía hispánica, y especialmente a la que se hace en nues-
tro país, corresponde remediar esta situación. 
 En resumen: 
• Este trabajo examina la legitimidad de la concepción que acerca de la metafísica 
elaboró Nicol (en el sentido de si esa concepción debe ser admitida como correcta). 
• Ofrece como resultado que tal legitimidad exige ser suspendida, puesta entre parén-
tesis, dada la problematicidad de los supuestos ontológicos y epistemológicos que 
esta concepción implica. 
 
7 En la conferencia ¿Qué es metafísica? Vid. bibliografía. Un análisis, y la crítica de Nicol, pueden verse en el 
§ 38. 
8 Vid. "Eduard Nicol. Pensador catalán." (Entrevista de 1982 con Xavier Rubert de Ventós.) En: González, Julia-
na, et. al., Eduardo Nicol..., p. 21. 
 9
• Sustenta su postura en el análisis de las ideas centrales de este filósofo, aunado a la 
confrontación de sus indicaciones exegéticas con textos clave de los autores sobre 
los que recae su crítica. 
• Y se justifica por el carácter reflexivo de la filosofía, y por la inmerecida desaten-
ción que rodea a la obra de Nicol. 
 En seguida se hace un breve bosquejo de la metafísica de este filósofo, tal y como se mues-
tra en nuestra interpretación; bosquejo que servirá como guía para enlazar, a lo largo de la 
lectura del presente trabajo, los diversos temas desarrollados. Y, para concluir la Introducción, 
se describen sumariamente los capítulos en que se estructura el estudio. 
 
En su estudio de la historia de la metafísica, Eduardo Nicol advierte que a la pluralidad y di-
versidad de las ideas subyace una base común, que les confiere unidad y las presenta, en su 
línea principal, como una sólida tradición. Sin embargo, el hecho de que la base pudiera reco-
nocerse como tal, lo entiende este filósofo en el sentido de que ha llegado para ella el momen-
to crítico, y con ella, para la metafísica en su conjunto. 
 Conforman dicha base el supuesto de la intemporalidad del ser, y su contraparte, el de la 
ahistoricidad de la razón. En el análisis de Nicol, estos supuestos determinan que la metafísica, 
a lo largo de su historia, haya confiado su establecimiento como ciencia a la identificación de 
un méthodos, un camino que condujera, desde el reino de las apariencias sensoriales y el cam-
bio, a la captación noética del ser inmutable, de una forma segura, firme, indiferente al trans-
curso del tiempo. Esta concepción de la metafísica, que parece remitirnos directamente a la 
filosofía platónica, pero que Nicol rastrea a través de la tradición metafísica dominante, con-
lleva la ruptura de la unidad en el ser y el conocer, pues escatima un ser pleno a lo fenoménico 
 10
(no busca el ser en lo que aparece, sino más allá), y un carácter cognoscitivo a las intuiciones y 
el discurso precientíficos (sólo como ciencia, y con la mediación de un método especial, puede 
remontarse más allá de lo que aparece, hasta el ser atemporal). 
 Nicol destaca que esta situación trajo como consecuencia la permanente incapacidad de la 
metafísica para constituirse en una ciencia, en tanto que ningún método lograba imponerse en 
definitivacomo vehículo para captar efectivamente el ser no temporal. Además, la ciencia en 
general, así como la actuación total del hombre en el mundo, aunque ciertas en su facticidad, 
debieron prosperar carentes de un esclarecimiento en sus razones últimas, es decir, en su fun-
damento metafísico, esclarecimiento que Nicol no sólo considera posible, sino que hace objeto 
central de la metafísica. 
 En estos términos, resalta la necesidad de un cambio en la base misma de la metafísica. 
Este cambio lo emprende Nicol bajo el designio fenomenológico de "volver a las cosas mis-
mas". Si la metafísica ha de establecerse como ciencia, y más aun, si a ella ha de encomendar-
se la dilucidación de los cimientos de la ciencia en general, entonces está obligada a mostrarse 
como el conocimiento más objetivo, más empírico y apegado a los hechos, el menos especula-
tivo; no como meta-física, en el sentido de supra-empírica, sino como un entramado sistemáti-
co de ontología y epistemología, de ciencia del ser perceptible sensorialmente y ciencia del 
conocer expresivo, histórico y comunitario. Y en primer lugar, debe enfrentar la evidencia 
fenoménica de que el ser es temporal. 
 El principal obstáculo que Nicol destaca para ello, consiste en otra evidencia, igualmente 
poderosa, pero no sensible, sino racional, a la que, considerada de manera ambigua, identifica 
como principio de no contradicción: que el ser no puede no ser. Las cosas, que se mantienen 
en el ser, para cambiar deben de algún modo acogerse al no-ser; pues, ciertamente, y sólo por 
citar dos casos, en el cambio no son ya lo que antes eran, ni son todavía lo que en el futuro 
 11
pueden ser. Pero el no-ser se ha vinculado tradicionalmente, a partir de Parménides, con la 
nada, lo cual implica que, si se concibe el ser como temporal, entonces éste debe en algún sen-
tido combinarse con la nada para hacer posible el fenómeno del cambio. En este punto, parece 
que hemos de aceptar, junto con la temporalidad del ser, el despropósito racional de que el ser 
pueda ser nada, o bien rechazar, junto con su temporalidad, el dato sensible de la pluralidad y 
el cambio. 
 Nicol insiste en que, contra la tradición parmenídea, no hay lazo alguno entre la nada y el 
no-ser, mostrando que este último sólo puede ser referido al ser. Para ello examina las concep-
ciones históricas de la nada como absoluto negativo; recupera, en Heráclito, Platón y Hegel, 
los precedentes que relacionan el no-ser y el ser; y desarrolla una teoría de las modalidades del 
no-ser. Así permite Nicol que la metafísica reconozca plenamente el ser de lo fenoménico y lo 
tome como objeto, y que el ser y el conocer puedan pensarse en su respectiva unidad. Sin em-
bargo, este filósofo tiene en cuenta que la mera presencia del ser en la percepción sensible 
puede ser considerada como una experiencia solipsista. Por eso pone de relieve el carácter 
expresivo de la verdad: el ser se pone de manifiesto cuando un sujeto interpela a otro sujeto 
mediante la referencia simbólica a un objeto común. Sólo de este modo juzga posible Nicol 
hablar de una realidad independiente del sujeto que conoce. 
 Al disolverse la falsa oposición entre la evidencia racional del principio de no contradic-
ción y la evidencia sensible del cambio, se entiende mejor que la metafísica no tenga por obje-
to (como, por ejemplo, ha hecho creer una errónea interpretación de su nombre) una realidad 
supraempírica, sino el mismo ser que en la percepción de los sentidos se muestra plural y di-
námico. Los principios que fundamentan a la metafísica, y con ella a la ciencia en general, 
 12
son, correspondientemente, fácticos, y no apriorísticos; en ellos hace ver Nicol que el ser, aun-
que temporal, también posee un orden.9 
 
La primera parte del trabajo niega que la metafísica, en general, pueda ser concebida al modo 
de Nicol: como ciencia. El primer capítulo, que posee una función meramente introductoria, 
muestra algunos vínculos que, a juicio del filósofo catalán, se tienden entre la metafísica y 
diversos fenómenos culturales, como las humanidades y la utilidad; así se considera, de mane-
ra inicial y externa, el carácter científico de esta disciplina filosófica. El capítulo dos observa 
que la disposición vocacional, es decir, una actitud antiutilitaria, de contemplación desintere-
sada, no es necesaria para caracterizar a la ciencia (como lo hace Nicol), y que por tanto, la 
metafísica no puede serlo en tal sentido. El capítulo tres, por una parte, trata el nexo que este 
filósofo reconoce entre la ontología y la epistemología en el seno de la metafísica, y lo cues-
tiona señalando que admitir la distinción ontológica radical que supone entre el ser expresivo y 
el ser no expresivo (como órdenes del ser, como las divisiones más radicales que pueden 
hacerse en el seno del ser), conduce a la parálisis de la investigación; por otra parte, completa 
la crítica a la idea de ciencia de Nicol haciendo ver que, como se dijo respecto a la actitud vo-
cacional, tampoco la objetividad se impone como fundamento de la ciencia, pues la idea cen-
tral de una necesaria mediación del simbolismo en el conocimiento puede abrir las puertas a 
 
9 En algunos textos, Nicol presenta como punto de partida para la exposición de su metafísica el contraste entre el 
evidente desarrollo de la ciencia y la tecnología en nuestros días, por una parte, y por otra, ideas de científicos tan 
connotados como Einstein, Planck, Heisenberg, conforme a las cuales la ciencia enfrenta una situación de crisis 
en sus principios teóricos. Es en este marco que cobra pleno sentido el esfuerzo del filósofo catalán por mostrar a 
la metafísica como una ciencia, con el consiguiente carácter empírico; pues concibe a la disciplina como la en-
cargada de dilucidar tales principios, y a éstos, como fácticos. Vid. Nicol, "El retorno de la metafísica" (trad. 
Enrique Hulz Piccone), en Ideas..., del mismo, pp. 23-37. 
 
 
 13
una interpretación de este filósofo en el sentido de un subjetivismo epistemológico comunita-
rio. 
 La segunda parte se ocupa del origen que, en la crítica de Nicol, corresponde a la tradición 
predominante en la historia de la metafísica, y destaca su aspecto epistemológico. El capítulo 
cuatro remarca una singularidad (relacionada con el principio de no contradicción) en la lectu-
ra que este filósofo hace de Parménides. El capítulo cinco detalla y ejemplifica una clase de 
subjetivismo que Nicol relaciona con el supuesto de la ahistoricidad del ser. 
 La tercera parte ilustra la crítica del filósofo catalán a la tradición metafísica prevaleciente, 
mediante la confrontación de sus indicios exegéticos con textos clave de los pensadores que 
toma como objeto: Platón y Aristóteles (capítulo seis), Descartes y Kant (capítulo siete), y 
Husserl (capítulo ocho). Como transición a la siguiente parte, este último capítulo termina 
enfocando un antecedente en lo que toca a la crítica de la nada como concepto: Bergson. 
 La cuarta parte examina la forma en que Nicol intenta superar la mencionada tradición. El 
capítulo nueve destaca que este filósofo, entre las principales formas de concebir a la nada en 
tanto "absoluto negativo", percibe a su propia crítica como la última posición sistemáticamente 
posible. El capítulo diez reconoce la pertinencia de los antecedentes que Nicol identificó para 
su teoría del no-ser, en la que el capítulo once encuentra una contribución palmaria de este 
filósofo al análisis ontológico. 
 La quinta parte explica la fundamentación que Nicol, operando bajo la concepción de la 
metafísica como ciencia del ser y del conocer, hace a la vez de la ontología y de la epistemo-
logía. El capítulo doce precisa la diferencia que media entre el método de este filósofo, por 
una lado, y el de Husserl y el de Hegel, por otro, y el lazo que une a la idea de Nicolde la 
hermenéutica y de la historia con su forma de entender al ser humano. El capítulo trece arguye 
 14
que los principios obtenidos por este método se presentan con una apodicticidad de la cual 
puede cuestionarse si les es propia. 
 Por último, el capítulo catorce resume las observaciones críticas hechas a lo largo del traba-
jo a la concepción del filósofo catalán acerca de la metafísica, y elabora un esbozo de los pro-
blemas que la presente investigación, a partir de sus observaciones, exhibe como radicales y 
pendientes en la ontología y la epistemología, en la medida en que estos dominios, al entrela-
zarse, configuran el espacio de una indagación metafísica. Entre estos problemas destaca el de 
la objetividad: si todo conocimiento está mediado por la subjetividad comunitaria, resulta pro-
blemática la idea de una realidad independiente de todo sujeto cognoscitivo; pero, por otra 
parte, el sentido común parece rechazar la sola hipótesis de que una piedra o un árbol sean, en 
tanto objetos, algo así como "construcciones" dependientes de condicionamientos biológicos e 
históricos. 
 Con base en lo anterior, puede verse que el presente trabajo procede, a través de los supues-
tos de la concepción que Nicol sostiene acerca de la metafísica, hacia un distanciamiento críti-
co respecto a esta concepción. Tal distanciamiento no consiste en negar que la forma en que 
este filósofo entiende a la metafísica sea incorrecta, sino en mostrar que al admitir esta con-
cepción se acepta conjuntamente la solución que Nicol da a diversos problemas de relevancia, 
como el del fundamento de la ciencia, la temporalidad del ser, la expresividad del conocer, y 
otros. Ahora bien, esa solución puede y debe discutirse; lo cual implica suspender, poner entre 
paréntesis, la validez de la concepción de Nicol. Es ésta la tesis, el posicionamiento que el 
presente trabajo, en última instancia, desarrolla y sustenta. 
 
 
 
 15
 
 
 
 
 
 
 
PRIMERA PARTE 
EL CONCEPTO DE LA METAFÍSICA 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 16
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO 1 
EN TORNO A LA CIENTIFICIDAD DE LA METAFÍSICA 
 
§ 1. Introducción al capítulo 
 
Eduardo Nicol entiende a la metafísica como una ciencia: la ciencia del ser y del conocer.10 
Con las ciencias particulares comparte el objeto (el ser de la experiencia sensible),11 el método 
(fenomenológico, dialéctico, y en el caso de las ciencias humanas, hermenéutico e histórico),12 
y los principios (especialmente el que nos remite a su fundamento práctico).13 De ellas se dife-
rencia por abarcar a su objeto en una visión universal (no se ocupa de una región determinada 
del ser, sino del ser en tanto ser). Nicol considera a la filosofía tan científica por sus principios, 
método y objeto, como filosóficas a las ciencias particulares por su base vocacional.14 
 En adelante discutiremos con detenimiento esta concepción de la metafísica; pero antes, sin 
embargo, conviene ampliar su comprensión inicial familiarizándonos con la forma en que este 
 
 
10 Vid., p. e., Nicol, Los principios de la ciencia. México: FCE, 1965, Introd., passim. 
11 Vid. infra § 46. 
12 Vid. infra §§ 47-49. 
13 Vid. infra §§ 50 y 51. 
 17
filósofo enfrenta algunas opiniones en las que resaltan los lazos que las ideas metafísicas, y en 
general la ciencia, tienden hacia otras áreas de la cultura.15 Las cuestiones que tocaremos son 
las siguientes: 
1. ¿La metafísica queda excluida del conjunto de las ciencias a causa de su carácter 
humanístico?16 
2. ¿Debe matizarse la cientificidad de la metafísica distinguiendo entre las ciencias 
exactas y las ciencias que "sólo" aspiran a ser rigurosas, entendiendo entonces al 
rigor como una forma menos exigente, o plena, de ser científicas? 
3. Si la ciencia se ha venido mostrando como una actividad útil (con especial referen-
cia a los desarrollos tecnológicos que propicia), y tomando en cuenta que a veces se 
considera a la metafísica como una labor estéril, ¿hemos, en consecuencia, de ne-
garle a esta última un estatuto científico? 
4. La metafísica muestra a lo largo de su historia una multiplicación y diversificación 
de teorías que a algunos llega a parecer desconcertante. ¿Es, como pensaba nada 
menos que Kant,17 el hecho de que en esta materia no haya acuerdos amplios y per-
sistentes, prueba de que se trata de una tarea sin parentesco real con otras, como la 
física, en las que existe una base de conocimientos compartidos por los especialis-
tas? 
 
14 Vid. infra § 13. 
 
 
15 Nicol no refiere las fuentes de las opiniones, por lo que éstas, en general, no se prestan a ser formuladas con 
detalle. Su valor, en cambio, radica en expresar inquietudes que pueden reconocerse como actuales y difundidas 
en torno al carácter científico de la metafísica. 
16 Por supuesto, las ciencias llamadas "humanas" parecen diluir la separación entre ciencias y humanidades. No 
obstante, tal separación sigue teniendo presencia institucional, quizás por dos razones: 1) el hecho de que las 
ciencias naturales, y en especial la física, suelen ser consideradas como ejemplos de cientificidad, y 2) el hecho 
de que disciplinas como la literatura y las artísticas se muestran como ejemplos de humanidades. A esto habría 
que agregar la discusión ya clásica acerca de la forma en que ciencias "humanas" como la historia y la sociología 
satisfacen su pretensión de cientificidad. 
 18
5. El término "metafísica" llega a ser entendido como la indicación de que esta disci-
plina tiene como objeto lo que está más allá (metá) de lo físico, es decir, lo sobre-
natural. Y sin duda, la metafísica, en su transcurso histórico, se ha ocupado, por 
ejemplo, de dios, o de la libertad, entendidos en un sentido supraempírico; pero, ¿es 
éste un rasgo definitorio de toda metafísica posible? 
 Hay que insistir en que, por ahora, sólo nos interesa indicar el criterio que Nicol aplicaba 
en estos puntos, sin profundizar en ellos demasiado, ya que nuestra atención deberá enseguida 
centrarse en aquellos que este filósofo consideraba los mayores obstáculos para aceptar la 
cientificidad de la metafísica: el antiguo divorcio entre el ser y el tiempo, y la correlativa des-
vinculación de la razón y la historia. En los capítulos dos y tres complementaremos esta inicial 
comprensión del concepto que Nicol se formó de la metafísica, mediante una consideración de 
los caracteres que definen a la ciencia en general, y de la duplicidad de objetos que ocupa a 
esta disciplina filosófica. 
 
§2. Metafísica, ciencias y humanidades 
 
Se dice que las ciencias excluyen a las humanidades, y que la metafísica debe ser considerada 
como una de estas últimas. Las humanidades tienen su origen en el estudio que el humanismo 
renacentista realizaba de la cultura clásica, principalmente por medio de los testimonios escri-
tos de ésta. El hombre del Renacimiento se acerca a las obras grecolatinas (poesía, historia, 
filosofía...) no para acrecentar una erudición estéril, sino con el afán de formarse, de dar a su 
ser, y al de quienes lo rodean, una forma, un orden, respecto a los cuales estimaba a los anti-
guos como los mayores modelos, dados sus ejemplos de libertad y excelencia en los órdenes 
 
17 Vid. infra § 5. 
 19
intelectual y moral.18 De manera extensiva, las humanidades llegan con el tiempo a englobar a 
las modalidades de pensamiento con carácter formativo, esto es, aquéllas que, aun sin aplica-
ciones prácticas, "enriquecen el espíritu".19 
 Precisamente en estesentido, observa Nicol, las humanidades no se distinguen de las cien-
cias, sino que, por el contrario, las implican.20 Las ciencias poseen un destacado valor ético. 
Por una parte, en su base misma destaca Nicol la "contemplación desinteresada",21 que libera 
al individuo del imperio del interés personal y las opiniones subjetivas, y que obra en el plano 
social mediante la ejemplaridad. Pero, aunque discrepemos de Nicol en este punto,22 hemos de 
reconocer en todo caso (junto a pensadores tan diferentes de Nicol como Richard Rorty) que 
en las ciencias encarnan algunas de las más preciadas virtudes democráticas: la tolerancia, el 
diálogo, el interés por lo distinto, la persuasión por encima de la fuerza...23 En consecuencia, el 
hecho de que la metafísica sea incluida en el conjunto de las humanidades, no obsta en modo 
alguno para que a la vez se le asigne un sitio en el número de las ciencias. 
 
§3. Exactitud y rigor 
 
Por otra parte, en ¿Qué es metafísica?, Heidegger hace de la exactitud la piedra de toque al 
discriminar entre las ciencias de la naturaleza y las del espíritu: 
 
18 Vid. Symonds, John Addington. El Renacimiento en Italia. Trad., Wenceslao Roces. México: FCE, 1995, t. I, 
p. 410. 
19 Moliner, María. Diccionario del uso del español. Madrid: Gredos, 1973, t. H-Z, p. 75, entrada "Humanidades". 
20 Cfr. Nicol, op. cit., p. 10. 
21 Ibidem, p. 384. 
22 Cfr. infra § 13. 
23 Vid. Rorty, Richard, "La ciencia como racionalidad", en Objetividad, relativismo y verdad. Escritos filosóficos 
1, del mismo. Barcelona-Buenos Aires-México: Paidós, 1996, p. 62. Rorty, sin embargo, considera a virtudes 
como éstas las únicas que el científico, en tanto tal, posee, excluyendo de manera explícita la racionalidad, enten-
dida como conformidad a criterios universales y necesarios. 
 20
El conocimiento matemático no es más riguroso que el histórico-filológico. Sólo tiene el carác-
ter de la 'exactitud', que no es equivalente al rigor. Exigirle exactitud a la historia sería atentar 
contra la idea de rigor específica de las ciencias del espíritu.24 
Conforme a esto, hay un rigor, en sentido lato, que comparten todas las ciencias por el hecho 
mismo de ser ciencias. Sin embargo, las ciencias del espíritu poseen un rigor especial, por el 
cual participan de aquel otro, del rigor científico en general, sin necesidad de hacer suyo el 
ideal de exactitud de las ciencias de la naturaleza. Por tanto (y aquí hemos de ponernos al 
margen del texto de Heidegger), se toleraría conceder cientificidad a la metafísica, a condición 
de que se aclarara de inmediato: no científica como la física o la química, sino, como en la 
ciencia jurídica o política, sin el requisito de la exactitud. Nicol no está de acuerdo con tal ca-
racterización.25 
 Este filósofo precisa que el rigor opera una cualificación del procedimiento, mientras que la 
de la exactitud recae sobre el resultado; de este modo, las ciencias humanas deben aspirar a 
que sus resultados sean tan exactos como los de la física, pero no con una exactitud matemáti-
ca, sino con aquella ―que Nicol, por abreviar, llama "cualitativa"― implicada, por mencionar 
dos ejemplos, en la identificación del autor de una escultura o en la determinación del sentido 
de un vocablo antiguo; la exactitud es entendida, entonces, como la adecuación que en general 
puede lograrse entre el pensamiento y la realidad. Pero todavía más: este filósofo observa que 
la física, precisamente por emplear las matemáticas, no puede ser del todo exacta. Él distingue 
entre la exactitud lógica, esto es, meramente formal, y la exactitud epistemológica, que invo-
lucra un contenido; al compaginar los resultados lógicamente exactos de los cálculos matemá-
ticos con los datos que arroja la investigación empírica, la física no puede eliminar un elemen-
 
24 Heidegger, Martin. "¿Qué es metafísica?", en Hitos. Trad., Helena Cortés y Arturo Leyte. Madrid: Alianza, 
2000, p. 94. 
25 Nicol, op. cit., pp. 10-11. 
 21
to perturbador: la intervención de algún instrumento en el proceso de observación. (No se trata 
aquí del principio de incertidumbre de Heisenberg, sino de otro más general y que lo incluye, 
formulado por Nicol: "es imposible determinar con precisión, en ninguna escala de magnitu-
des, y en ningún orden de realidades, la totalidad de los factores que contribuyen a la produc-
ción de un fenómeno, y el valor exacto de cada uno de ellos".)26 
 
§4. Utilidad 
 
Suele también decirse que las contribuciones prácticas de la ciencia dan fe de que ésta alcanza 
efectivamente conocimientos verdaderos, en contraste con una supuesta inutilidad de la meta-
física. Al respecto, Nicol observa que un conocimiento, cuando es erróneo, no es útil: que sólo 
es útil cuando es verdadero; y que, por consiguiente, la utilidad no puede ser el fundamento de 
la ciencia.27 Este argumento de Nicol parece basarse en la idea de que el conocimiento, para 
ser conocimiento, debe ser verdadero, por lo que no puede poseer utilidad sin poseer previa-
mente verdad. Sin embargo, de este modo se daría por sabida la distinción entre verdad y utili-
dad, que es precisamente el problema en cuestión. Otra forma de entender el argumento con-
siste en distinguir entre la verdad de opinión, que puede ser o no ser verdadera, y la verdad 
primaria del ser simplemente percibido por el hombre;28 por ejemplo: la posible verdad de la 
proposición "la mesa es de madera", y la necesaria verdad de la mesa como evidencia intelec-
tual y lingüística de la percepción. En este sentido, independientemente de que para la verdad 
de opinión sea o no sea importante el ser útil, hay en efecto, a juicio de Nicol, un conocimien-
 
 
26 Ibidem, p. 179. 
27 Cfr. ibidem, pp. 33-36. 
28 Vid. Nicol, "El absoluto negativo", en Ideas..., del mismo, p. 47. 
 22
to previo del ente al que se refiere la opinión: un mero reconocimiento del ser del ente, que 
implica su constitución intelectual, lingüística y comunitaria, como veremos con más detalle 
en el parágrafo diecinueve. 
 En todo caso, cabe imaginar algo que consideremos conocimiento independientemente de 
que se llegue o no se llegue a descubrir para ello una determinada utilidad; por ejemplo, si se 
trata de una creencia bien justificada mediante la observación. En este sentido, la falta de utili-
dad no haría menos científica a la metafísica. 
 Sin embargo, no hay que conceder precipitadamente que ésta carezca, en efecto, de utili-
dad. Tengamos en cuenta, como en el caso de su aspecto ontológico nos lo ha hecho ver 
Hartmann,29 que la reflexión radical de la metafísica ilumina aspectos relevantes de las cien-
cias particulares: sus conceptos y principios básicos, su objeto, su método. Consideremos, co-
mo muestra, el problema que en la física ocasiona la concepción del espacio como objetivo o 
como subjetivo; en la psicología, la naturaleza material o espiritual de los fenómenos psíqui-
cos; en la lógica, la forma de ser de la proposición, ya se entienda como un mero evento psí-
quico o como entidad de algún modo independiente del hombre; en la ética, el conflicto entre 
el orden causal a que está sometido el hombre, y su pretensión de ser libre; y, en fin, en la es-
tética y el derecho, el lugar que entre las cosas en general ocupan valores como la belleza y la 
justicia. (Que el aspecto ontológico se vincula con el gnoseológico, es notorio, por ejemplo, al 
considerar la naturaleza de los fenómenos psíquicos; pues para el modo de conocer a éstos no 
resulta indiferente si hemos de entenderlos como realidades semejantes ―en un sentido desta-
 
29 Vid. Hartmann, Nicolai. Ontología. I. Fundamentos. 3ª ed.Trad., José Gaos. México: FCE, 1986, Introd., pp. 1-
42. Notodos los problemas que adelante enlisto son mencionados aquí por Hartmann, pero ciertamente se des-
prenden con naturalidad de su exposición, que presenta un panorama del papel que la ontología juega en la dilu-
cidación de las bases en que se asientan las ciencias particulares. 
 23
cable: en tanto "naturales"― a la piedra o al árbol, o radicalmente distintos.)30 Además, no 
puede soslayarse el beneficio vital que, como ya se advirtió en el parágrafo dos, la filosofía 
opera individual y socialmente. 
 
§5. Diversidad e historicidad 
 
Otro punto discutido: la historia de la metafísica se despliega como una multiplicidad de sis-
temas divergentes, y esto, a veces, se ha entendido como un indicio de falta de cientificidad. 
Recordemos las palabras del mismo Kant: 
En ella [en la metafísica] hay que deshacer mil veces el camino, porque se encuentra que no 
conduce a donde se quiere; y en lo que se refiere a la unanimidad de sus partidarios, tan lejos 
está aún de ella, que más bien es un terreno que parece propiamente destinado a que ellos ejer-
citen sus fuerzas en un torneo, en donde ningún campeón ha podido nunca hacer la más míni-
ma conquista y fundar sobre su victoria una duradera posesión.31 
 Sin embargo, la proliferación de teorías es un rasgo inevitable de las mismas ciencias, vin-
culada con la historicidad de éstas. Nicol lo explica como sigue. Las ciencias son un fenómeno 
expresivo, y toda expresión posee en su estructura dos elementos: el "apofántico", que consiste 
en la presencia del ser, y el "poiético", o productivo, simbólico.32 Ahora bien, cabe representar 
la conformación de las ciencias como una pirámide, cuya base la constituyen las evidencias 
primarias,33 comunes a toda experiencia, y la recolección de datos, u observación, los cuales 
 
 
 
30 La trabazón sistemática entre la ontología y la gnoseología en el seno de la metafísica es una tesis capital de 
Nicol. Vid. Nicol, op. cit., pp. 418-425. Vid. infra cap. 3. 
31 Kant. Crítica de la razón pura. 10ª ed. Trads., Manuel García Morente y Manuel Fdz. Núñez. Col. "Sepan 
cuantos...", 203-México: Porrúa, 1998, prólogo del autor a la segunda edición, de 1787, pp. 13-14. 
32 Cfr. Nicol, Eduardo. Metafísica de la expresión. 2ª ed. México: FCE, 1974, § 24, pp. 176-179. 
33 Cfr. infra § 51. 
 24
son sistematizados en el nivel superior, bajo la forma de leyes, que, a su vez, se coordinan en 
cuerpos más complejos, las teorías. Conforme se aleja de la base, el científico efectúa una ac-
tividad cada vez más poiética, más productiva, y por tanto, más histórica, dado que lo predo-
minante va siendo, no la representación, sino la creación, las elaboraciones del pensamiento: 
en la cúspide de la pirámide, las teorías ostentan un valor de hipótesis.34 Sin embargo, por más 
predominante que sea la parte creativa, los resultados de la investigación científica nunca pier-
den su carácter apofántico, y sobre todo, el control racional y metódico y el cuidado de la ob-
jetividad. En este sentido, la multiplicidad y diversidad de teorías no pone en duda la cientifi-
cidad de la metafísica. 
 Se ve que ya en esta cuestión de la historicidad de la ciencia la postura de Nicol requiere un 
sustento más extenso y detallado. A lo largo de este trabajo, y en especial en el capítulo si-
guiente, se irán añadiendo elementos que harán más comprensible esta cuestión en particular; 
pero el principal objeto de nuestra atención es el que se destaca en el desenvolvimiento del 
siguiente punto. 
 
§6. El término "metafísica" 
 
La palabra "metafísica" se deriva de la expresión griega tá metá tá physicá, literalmente "lo 
que está más allá de la física". La expresión, creada probablemente por Andrónico de Rodas y 
en todo caso originaria de la época alejandrina (específicamente del siglo I a.C.), se refiere 
―como recurso bibliográfico, clasificatorio― a los escritos de Aristóteles que, colocados 
después de su física, este filósofo había llamado "filosofía primera", "teología", "sabiduría"; 
 
 
34 Cfr. Nicol, Los principios..., pp. 85-87. 
 25
no obstante, con el tiempo fue entendida en el sentido de "lo que está más allá de los objetos 
físicos".35 Tal desplazamiento semántico parecería indicar algo acerca de la naturaleza de la 
metafísica, que en consecuencia tendría como objeto a un ser no sensible, no diverso y cam-
biante, sino un ser atemporal y captable sólo con la mediación del pensamiento sometido a un 
método especial, y correspondientemente, a un conocimiento sustraído del devenir histórico. 
Nicol, sin embargo, señala que esta manera de concebir a la metafísica, aunque se transmite a 
lo largo de buena parte de la tradición metafísica, tiene sin embargo un origen histórico y es 
producto de un error. Éste es nuestro tema, así que en adelante habremos de desarrollarlo. 
 
§ 7. Conclusiones del capítulo 
 
En lo anterior vimos que, a juicio de Nicol, la cientificidad de la metafísica no queda compro-
metida por su carácter humanístico, ya que, en su sentido formativo, las humanidades incluyen 
entre ellas al conjunto de las ciencias, dado el beneficio ético de éstas en los planos individual 
y social. 
 Tampoco pone en cuestión la cientificidad de la metafísica el hecho de que ésta no sea 
exacta en un sentido cuantitativo, puesto que la exactitud, como cualificación de los resulta-
dos, puede también entenderse en un sentido que Nicol llama "cualitativo": como la adecua-
ción entre el pensamiento y la realidad en asuntos en los que la cuantificación no es pertinente. 
 Vimos también que la metafísica no carece de utilidad; pero aunque así fuera, esto no sería 
una objeción contra su carácter científico, pues un conocimiento puede llegar a ser reconocido 
 
35 Cfr. Ferrater Mora, José. Diccionario de filosofía. Barcelona: Ariel, 1994, t. K-P, "Metafísica". También Nicol, 
Los principios..., pp. 19-20. 
 26
como tal en tanto creencia bien justificada, y por consiguiente, con independencia de su utili-
dad. 
 El hecho de que las teorías de la metafísica se muestren a lo largo de la historia numerosas 
y cambiantes, no obsta para que sea considerada científica, porque las mismas teorías de la 
ciencia están sujetas a un carácter histórico, y por tanto, nacen, se multiplican y mueren a lo 
largo del tiempo, al igual que las metafísicas. 
 Todo esto contribuye a formarnos la idea de una metafísica tan humanística, exacta, útil y 
diversa como cualquier otra ciencia. Es por ello que intriga que su nombre, dado su origen 
etimológico, sea interpretado como conveniente a una actividad que posee, por una parte, pre-
tensión cognoscitiva, y por otra, un objeto (doble: el ser y el conocer) separado de lo temporal 
y múltiple. Es precisamente esta extrañeza la que nos servirá como punto de partida para nues-
tra investigación, ya que, como se dijo arriba, Nicol considera a esta concepción de la metafí-
sica como producto de un error situable en el tiempo y transmitido subrepticiamente a lo largo 
de la historia. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 27
 
 
 
 
 
CAPÍTULO 2 
CARACTERES DE LA CIENTIFICIDAD 
 
§ 8. Introducción al capítulo 
 
En el capítulo anterior se vio cómo Eduardo Nicol defendía la cientificidad de la metafísica, y 
con ello comprendimos que, en su concepción, la ciencia es una actividad humanística, desli-
gada del interés pragmático, rigurosa y exacta (pero con un rigor y una exactitud en sentido 
amplio, de modo que el método matemático no se erige en modelo de cientificidad), y someti-
da al devenir histórico. En este sentido, precisamente, concibe el carácter científico de la meta-
física. Pero todavía podemos ahondar un poco más en tal manera de entender a esta disciplina 
filosófica. Con ese fin, nos ocuparemos de cuatro temas:1. Las semejanzas y diferencias entre la ciencia, la opinión y el mito. 
2. La sistematicidad como instrumento de la objetividad científica. 
3. Los planos formal y material del método, así como su base fenomenológica y dia-
léctica. 
4. Los sentidos ontológico, epistemológico y ético de la objetividad en la ciencia. 
 Finalizaremos con una breve recapitulación, y la crítica de una idea central de Nicol: la de 
la ciencia como contemplación desinteresada. 
 28
§9. Mito, opinión y ciencia 
 
Según Nicol,36 la ciencia se distingue del mito y de la mera opinión por su objetividad. Éstos, 
al igual que aquélla, pueden mantener la coherencia interna, pueden tener lógica, pero en cam-
bio poseen un carácter subjetivo: el mito refleja la subjetividad comunitaria (el basamento de 
creencias en que se asienta la vida del grupo social), en tanto que la opinión proyecta la subje-
tividad del individuo (el acervo de creencias personales que el individuo, con una postura crí-
tica ante la tradición, acumula como resultado de una actividad reflexiva no subordinada a la 
regulación del método para ajustarse al modo de ser de las cosas). No obstante, a la vez que se 
distingue, la ciencia recupera algo de las formas míticas y doxásticas del pensar: como las 
primeras, proporciona a los hombres una base común, y como la opinión, hunde sus raíces en 
el suelo de la crítica. Sólo que en la ciencia la comunidad no se asienta sobre el sujeto, sino 
sobre el objeto (lo determinante no es el aporte de la subjetividad comunitaria, es la presencia 
del ser de las cosas en la actividad cognoscitiva), y la crítica no procura la correspondencia 
entre el pensamiento y el sujeto, 37 sino entre el pensamiento y el objeto. 
 En la gráfica de la página siguiente se ilustran estas relaciones. En ella resalta la tensión 
que Nicol observa en el seno de la ciencia, producida por el enfrentamiento de una tendencia 
vinculante, la comunidad del referencial, y una tendencia disolvente, la crítica, ambas com-
 
36 Cfr. Nicol, Los principios..., pp. 42-93 y 475-510. 
37 Al hablar de "correspondencia" entre el pensamiento y el sujeto, Nicol se refiere a la transmisión no crítica de 
creencias comunitarias, es decir, a aquella que no hace depender la verdad de tales creencias respecto a su justifi-
cación racional, sino respecto a su arraigo en un grupo humano. Piénsese, en nuestro país, en la idea popular de 
que, bajo la forma de "almas en pena", los muertos permanecen entre los vivos. Del mismo modo, podemos to-
mar en cuenta las creencias personales que, partiendo de una crítica a las comunitarias, no se justifican sin em-
bargo por su adecuación al ser de las cosas, sino por su fidelidad en tanto expresan emociones, sentimientos e 
impresiones subjetivos. Recordemos, por ejemplo, la imagen que de Sócrates nos transmite Aristófanes en la 
comedia Las nubes; imagen que, más que de un examen objetivo y desapasionado, resulta de cierta actitud y de 
ciertos prejuicios respecto al fenómeno sofístico en general. Aristófanes se forma, sin duda, su propia opinión 
acerca de Sócrates, pero no lo hace con base en el modo de ser de éste, sino en sus propias ideas previas. 
 29
plementarias respecto a su propósito final, que es el de garantizar la objetividad que distingue, 
en última instancia, del mito y la opinión a la ciencia. 
 Ciertamente, lo que importa en este análisis es el relieve que da Nicol a los rasgos definito-
rios de la ciencia. En seguida examinaremos con más detalle cómo la crítica se concreta en el 
método, qué significados tiene la objetividad, y la relación entre el aspecto vinculante y la 
universalidad. Antes, sin embargo, nos permitiremos hacer dos observaciones. 
 
 
 
 
VÍNCULO 
COMUNITARIO 
 
CRÍTICA 
DEL INDIVIDUO 
 
SUBJETIVIDAD 
(correspondencia entre el 
pensamiento y el sujeto) 
 
 
mito 
 
 
opinión 
 
OBJETIVIDAD 
(correspondencia entre el 
pensamiento y el objeto) 
 
 
ciencia 
 
 Habría que preguntarnos si Nicol corrió con fortuna al atribuir al mito el ser compartido por 
toda una comunidad y el poseer una pretensión cognoscitiva. Por una parte, parece impropio 
hablar de un mito individual o de un mito deliberadamente ficticio, cuando contamos con tér-
minos más adecuados, como el de "ensoñación", o el de "cuento". Pero, por otra parte, muy 
 30
bien podemos concebir al mito con distintas funciones en distintas comunidades: en tanto ex-
presión del sentimiento (piénsese en la historia de Orfeo y Eurídice),38 ilustración de abstrac-
ciones religiosas (el fruto prohibido, en el Génesis bíblico), punto de coincidencia para las 
aspiraciones sociales (la figura del caudillo; el derecho natural), etcétera. 
 Además, hay que aclarar que Nicol no entiende a la opinión como exclusivamente indivi-
dual y subjetiva, pues en diversos lugares insiste en que es precisamente ésta lo que se depura 
mediante el método para obtener el conocimiento científico; dice, por ejemplo: "la ciencia se 
propone dar a sus opiniones una estructura en que se restablezca lo más posible la primacía 
jerárquica de la apófansis sobre la póiesis".39 
 
§ 10. Sistematicidad 
 
La sistematicidad (entendida en sentido lato, sin una necesaria base de axiomas, independencia 
entre éstos y completud de deducciones)40 debe entenderse como una herramienta indispensa-
ble al servicio de la objetividad. Nicol insiste en que el aspecto formal de la ciencia es sólo 
eso: uno entre otros, e incluso un aspecto secundario, subordinado al epistemológico. Pues, 
para obtener un conocimiento, no basta con mantener la coherencia con unas proposiciones 
básicas, sino que hay que asegurarse de la verdad de éstas, lo cual implica ya una contrasta-
ción entre el pensamiento y su objeto. La idea de fondo es: "lógica sin logicismo, forma sin 
formalismo".41 
 
38 Vid. Ovidio, Metamorfosis, Libro Décimo, vv. 1-63. 
39 Nicol, op. cit., p. 83. 
40 Vid. Cohen, Morris, y Ernst Nagel. Introducción a la lógica y al método científico. Trad. Néstor A. Míguez. 
Buenos Aires: Amorrortu, 1990, pp. 169-174. 
41 Nicol, Los principios..., p. 47. Cfr. ibidem, pp. 42-47, y 444-450. 
 31
 Pero la sistematicidad de la ciencia también tiene para Nicol otro sentido. Pues, ciertamen-
te, el pensamiento tiene un orden, y la ciencia es sistemática si se conforma a ese orden, si 
cuida su lógica; sólo que el ser, en su pluralidad y cambio, también posee un orden. Los 
hechos guardan entre sí un determinado tejido de relaciones,42 y la ciencia, al no aislarlos, al 
considerarlos en su contexto y hacer visibles esas relaciones, igualmente procede con sistema-
ticidad. 
 Nicol concibe, pues, una sistematicidad lógica y una sistematicidad epistemológica, la pri-
mera subordinada a la segunda. 
 
§ 11. Método 
 
El sentido crítico, que la ciencia hereda de la opinión, de acuerdo con Nicol se concreta y re-
gulariza en un método formal, que asegura la adecuación del pensamiento consigo mismo, y 
en un método material, que garantiza la correspondencia entre el pensamiento y la realidad. 
Sin embargo, en el caso de Nicol, no hay que entender el método como una determinada serie 
de pasos fijados de antemano para guiar la investigación, sino, más bien, como una permanen-
te actitud de vigilancia que puede encarnar en uno u otro procedimiento, dependiendo de la 
naturaleza del objeto a estudiar. En todo caso, cuando este filósofo se refiere directamente al 
método, lo hace poniendo de relieve su constitución básica: un aspecto fenomenológico, por el 
cual la ciencia toma como objeto el ser de las cosas, y el aspecto dialéctico, que la obliga a 
 
 
42 Cfr. ibidem, cap. 7º, parágrafo 5. 
 32
tener presente el no-ser de las cosas como constituyente del ser mismo de éstas;43 más adelantevolveremos sobre este asunto.44 
 Precisamente en este sentido, en la tradición parmenídea la metafísica no podía constituirse 
como ciencia, pues no era fenomenológica, no ubicaba el ser en los fenómenos visibles, sino 
en la esfera de lo no fenoménico y no sensorial, de lo meramente pensable. 
 La metafísica tampoco era, en esta tradición, cabalmente dialéctica, ya que el no-ser de los 
entes no se explicaba como una forma plena de ser, sino en referencia a la nada. Las cosas, en 
el cambio, se vinculaban con el no-ser porque entonces la nada "operaba" de alguna manera 
sobre ellas. 
 Es importante destacar que, aunque en la concepción de Nicol todo método es fenomenoló-
gico y dialéctico, difiere sin embargo notablemente si tiene como objeto a un ser no humano, y 
por tanto no expresivo, o a un ser humano o una creación del hombre. En este último caso, el 
método adopta una disposición hermenéutica e histórica, dado que el hombre, en tanto ser con 
sentido, es intrínsecamente ambiguo, interpretable; la historia, por su parte, se presenta como 
la modalidad humana del tiempo.45 
 
§ 12. Objetividad 
 
En la ciencia, por tanto, la sistematicidad y el método se subordinan a la objetividad. Ésta no 
es entendida por Nicol como objetividad absoluta, pues el observador no puede disociarse por 
completo del fenómeno estudiado sin interrumpir con ello el proceso de la observación.46 Esto, 
 
43 Cfr. Nicol, Eduardo. Crítica de la razón simbólica. México: FCE, 1982, caps. VII y VIII. 
44 Vid. infra cap. 12, especialmente §§ 47 y 48. 
45 Vid. infra idem. 
46 Cfr. Nicol, Los principios..., cap. III, 11, c. 
 33
sin embargo, no implica que los resultados de la ciencia no sean objetivos, pues, en el otro 
extremo, tampoco cabe la posibilidad de una observación absolutamente subjetiva sin eliminar 
en consecuencia el fenómeno que se investiga. En el examen de Nicol, la objetividad científica 
tiene tres aspectos: 
1. El ontológico: la distinción entre el sujeto y el objeto. 
2. El epistemológico: "la evidencia con que el objeto aparece en la relación dialógica 
entre dos sujetos que lo mencionan como realidad común".47 Aquí se completan los 
elementos que, a juicio de Nicol, conforman la estructura de la objetividad: un suje-
to interpelante, un interlocutor, un objeto y el símbolo. Este último implica dos re-
laciones, una sincrónica y otra diacrónica, con el resto de los símbolos, y por tanto, 
una dimensión lógica (de coherencia) y una dimensión histórica (evolutiva: de 
cambio con orden).48 
3. El ético. El conocimiento precientífico puede ser objetivo en los aspectos ontológi-
co y epistemológico, puesto que, incluso al discrepar, los interlocutores guardan un 
acuerdo básico: a saber, aquello acerca de lo cual discrepan. Sin embargo, tal cono-
cimiento está enturbiado por emociones, presuposiciones, intereses. El método 
científico, en sus vertientes formal y material, tiene como propósito, precisamente, 
eliminar en el conocimiento esas impurezas.49 Pues bien: lo que se encuentra a la 
base de la kátharsis metódica, es un ethos específico, una especial actitud, que no 
se restringe a la mera práctica profesional sino que constituye una forma de vida: la 
 
47 Ibidem,, pp. 181-182. 
48 Cfr. ibidem, cap. 2º, y Nicol, Metafísica..., §§ 35-39. 
49 Nicol, en este punto, pone de relieve el aspecto ético del método; pero esto no menoscaba la importancia de 
otros aspectos, como, por ejemplo, el lógico, en el que ha insistido, entre otros, Popper, con su crítica a la induc-
ción como criterio de demarcación de la ciencia, y su defensa de la falsabilidad: "un sistema sólo debe ser consi-
derado científico si hace afirmaciones que puedan entrar en conflicto con observaciones" (Popper, K. R., "La 
demarcación entre la ciencia y la metafísica", en Conjeturas y refutaciones. Barcelona: Paidós, 1967, p. 27). 
 34
vocación por la ciencia. Ésta se define, literalmente, como contemplación desinte-
resada. 
Lo que caracteriza, en última instancia, a la ciencia, es su objetividad, a la cual sirven la sis-
tematicidad y el método, y que tiene como base un afán vocacional: el ethos de la episteme. 
También hay que destacar otro rasgo: el segundo aspecto de la objetividad, el dialógico, pone 
de relieve que la ciencia se desenvuelve fundamentalmente como logos: consiste en una razón 
constituida no sólo por el pensamiento, sino también por la expresión. Es racional, a la vez, 
por ser noética y por ser expresiva. 
 Ahora bien, Nicol considera que el que toda verdad sea expresiva no implica sólo que en 
ella se incluya necesariamente un componente simbólico e histórico;50 la expresividad, lejos 
de excluir a la objetividad, la conduce a su pleno cumplimiento.51 Este filósofo enfatiza que 
concebir al conocimiento como la mera relación entre un sujeto y un objeto, puede traer como 
consecuencia el solipsismo idealista, para el que se vuelve problemática la existencia de una 
realidad independiente del sujeto cognoscitivo. En cambio, si se entiende el conocimiento co-
mo la relación triangular entre dos sujetos dialogantes con un referencial común, ese problema 
no se plantea. En el parágrafo diecinueve trataremos de nuevo este punto. 
 
§ 13. Crítica: la actitud vocacional 
 
Hay una observación que debe hacerse. La objetividad, que en la ciencia otorga sentido a la 
sistematicidad y al método, y que distingue a la racionalidad científica en su purga de elemen-
 
 
50 Vid. supra § 5. 
51 Nicol niega una objetividad absoluta porque el sujeto no puede ser suprimido de la relación cognoscitiva; pero 
entiende que la misma objetividad se hace plena mediante la expresión, precisamente porque ésta amplía el ámbi-
to del sujeto cognoscente al plano de la intersubjetividad. 
 35
tos perturbadores, es presenta por Nicol como el resultado de una contemplación desinteresa-
da.52 Pero, del mismo modo que siempre ha habido hombres que se dedican desinteresadamen-
te al cultivo de la ciencia, el interés ―por ejemplo, bajo la forma del provecho tecnológico― 
se ha mostrado repetidamente (y de modo persistente a partir de la Revolución Industrial) co-
mo un potente motor de la actividad científica, al poner a su disposición recursos sin los cuales 
con frecuencia ella no sería posible. Si la ciencia se ha dado efectivamente unas veces desliga-
da y otras acompañada del interés, es razonable pensar que éste ni la constituye en su origen ni 
con su presencia la desnaturaliza. 
 Es cierto que el desinterés, mediante la vigilancia crítica encarnada en el método, elimina 
en la investigación los elementos subjetivos que distorsionan la captación de la realidad (pre-
juicios, emociones, propósitos, hábitos...); pero no lo es menos que el interés puede impulsar 
(y, de hecho, lo hace) un control semejante. 
 Esta observación permite cuestionar, de raíz, la concepción de Nicol acerca de la metafísica 
como ciencia. La disposición vocacional, no siendo causa necesaria de la cientificidad de la 
ciencia en general, no puede tampoco serlo de la metafísica. 
 Naturalmente, aquí no se habla del interés en un sentido de "curiosidad", por el cual inter-
viene de modo necesario en la actividad científica. En cambio, el término se usa significando 
la disposición del sujeto que ve en su objeto un medio para un fin, y en la medida en que este 
fin no es teórico, sino práctico. Ahora bien: precisamente en tanto contemplación desinteresa-
da, Nicol entiende a la ciencia como medio para un fin práctico, la elevación moral del hombre 
(el filósofo catalán lo plantea en términos ontológicos: como un "ser más" humano). ¿Hay aquí 
contradicción? 
 
52 Vid. Nicol. Los principios..., pp. 140-150. En adelante, entiéndaseel interés no como una inclinación del áni-
mo, sino como conveniencia o necesidad de provecho, utilidad, ganancia, lucro. 
 36
 No la hay, porque este filósofo distingue entre lo meramente práctico, y lo vital: lo primero 
se agota en la utilidad, lo segundo nos refiere a una praxis no utilitaria. De esta manera, Nicol 
expresa una intuición atendible: siempre ha habido hombres que aprecian excesivamente lo 
útil, sin tomar conciencia de que la utilidad sólo tiene sentido, en último término, por cosas 
que no son ellas mismas útiles; pues, para cualquier cosa, ser útil sólo significa ser un buen 
medio para un fin, y el encadenamiento de los fines intermedios debe desembocar en algún fin 
último, que no pueda entenderse a su vez como medio. El problema entonces es que este fin 
último llega a mostrarse, o mezquino (el puro placer, por ejemplo), u oscuro, casi inexistente. 
En efecto: ¿no abundan los hombres que hacen del placer el sentido de su vida, o que senci-
llamente no han reparado en que su vida pueda tener un sentido? 
 Pero éste es un asunto que exige ser tratado en otro lugar, con la extensión y el detalle de-
bidos. Ahora basta con remarcar que al considerar una praxis no utilitaria, el filósofo catalán 
apunta a un modo de vida consciente de su sentido y empeñado en su elevamiento; y que la 
ciencia, como contemplación desinteresada, ejemplifica ese modo de vida. 
 La crítica a Nicol, por tanto, debe precisar que, por apreciable que sea el modo de vida al 
que asocia a la ciencia, ésta puede sin embargo, sin dejar de ser ciencia, ser enlazada también a 
otros modos de vida, como los que mencionábamos: el mezquino y el inconsciente. Es, de 
hecho, lo que ocurre en nuestros días; vale la pena mencionar un ejemplo. 
 Un relevante propulsor de la ciencia lo encontramos en la industria del entretenimiento, 
industria vinculada estrechamente con la extendida estrategia comercial de fomentar en las 
personas la sobrevaloración del placer físico, las "emociones fuertes", la excitación que produ-
ce el divertirse. El comercio del entretenimiento, por ser altamente lucrativo, ya que depende 
de la innovación y el desarrollo tecnológico, hace conveniente invertir fuertes recursos en in-
vestigación de punta, lo cual significa el establecimiento de laboratorios y equipos de científi-
 37
cos (principalmente en los países llamados "del primer mundo": europeos, orientales y los 
Estados Unidos de Norteamérica) en campos como la electrónica y la cibernética. Aquí, la 
ciencia se desenvuelve como actividad útil. ¿Útil para qué? Para satisfacer, como decíamos, la 
demanda de placer, emociones, diversión: una demanda ya enorme y aún creciente, que presu-
pone un modo de vida moral e intelectualmente pobre. 
 Casos como éste nos mueven a apreciar el esfuerzo que Nicol hizo por poner de relieve 
otro modo de vida, el vocacional. Sin embargo, no deben llevarnos a enlazar artificialmente 
este modo deseable de vida con el fenómeno real de la ciencia, como tampoco con el del arte o 
la religión. Pues, en efecto, también ha habido un arte comprometido, y no presenta ninguna 
dificultad pensar a la religión como instrumento de los individuos o de los grupos. 
 
§ 14. Conclusiones del capítulo 
 
A juicio de Nicol, objetividad, sistematicidad, método, racionalidad son los caracteres de la 
ciencia. De ellos deriva ésta su universalidad: su pretensión de ser válida en todo tiempo y 
lugar, y para todo sujeto.53 Cuando este filósofo afirma que la metafísica es una ciencia, la 
ciencia del ser y del conocer, debe entenderse: la metafísica, además de racional, sistemática y 
metódica, es objetiva y universal. 
 En el parágrafo anterior se argumentó que, dado que históricamente la ciencia ha estado 
vinculada unas veces al interés y otras al desinterés, entonces ninguno de éstos puede conside-
rarse causa necesaria de aquélla, y por tanto, no cabe asentar en el desinterés a la metafísica. 
 
53 Esta pretensión, lejos de excluir la historicidad de la ciencia, constituye uno de sus motores; pues es precisa-
mente por tal pretensión que el científico revisa una y otra vez sus resultados, y llega a modificarlos o sustituirlos. 
 38
 En el capítulo siguiente se cuestionará también que esta disciplina filosófica se conciba 
como ciencia tomando como base su objetividad, si se entiende la objetividad en el sentido en 
que lo hace Nicol. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 39
 
 
 
 
 
CAPÍTULO 3 
OBJETO DE LA METAFÍSICA 
 
§15. Introducción al capítulo 
 
Eduardo Nicol sostiene que esta disciplina filosófica, como ciencia ―y en consecuencia, en 
tanto racional, metódica, objetiva, sistemática y universal― se ocupa a la vez del ser y del 
conocer, en un entramado indisociable de ontología y epistemología. Veamos la razón.54 
 
§ 16. Ontología y epistemología 
 
Nicol juzga que plantear la posibilidad de una epistemología independiente de la ontología, 
requiere suponer la desvinculación entre las modalidades del conocimiento y las formas de ser, 
de manera que, sin importar el orden en que se inscribe el objeto, el sujeto cognoscente adopta 
invariablemente una única disposición. En contraste, este filósofo observa que en la experien-
cia común (lo mismo en la ordinaria que en la científica) el ser se presenta radicalmente dife-
renciado en dos órdenes: el expresivo y el no expresivo, y que el sujeto espontánea e inevita-
 
 
54 Cfr. Nicol, Los principios..., cap. VII, 3. 
 40
blemente opera una diferenciación correspondiente respecto a la forma de atender a cada uno 
de esos órdenes. El ser expresivo, como objeto, exige en su misma constitución el empleo de 
un dispositivo hermenéutico, ya que se distingue por poseer sentido, por ser interpretable. El 
modo de conocer depende de la forma de ser; no pueden desligarse la epistemología y la onto-
logía, la problemática del ser y la del conocer. 
 
§ 17. Escisiones antiguas entre el ser y el conocer 
 
Ya en Platón y Aristóteles encuentra Nicol, en cierto modo, una diferenciación entre los mo-
dos de conocer y entre las formas de ser, de manera que aquéllos y éstas guardan correspon-
dencia entre sí. Más precisamente, recuerda que la episteme tenía como objeto al ser en sí, y la 
doxa al cambio aparente; división que, como veremos55, corresponde a Platón (por ejemplo, al 
final del libro VI de La República).56 Aunque, por lo que respecta a Aristóteles, Nicol pudo 
tener en cuenta el segundo capítulo del libro sexto (E) de la Metafísica,57 en donde el estagirita 
niega que haya una ciencia de lo accidental (entendiendo por "accidental" lo que no acontece 
siempre ni con frecuencia, sino excepcionalmente, y que difiere poco del no ser). No obstante, 
puntualiza Nicol que la doxa no era propiamente conocimiento, ni pleno ser lo cambiante, 
mientras que a su juicio la distinción entre la ciencia y la opinión tiene carácter puramente 
metodológico, pues del ser expresivo y del no expresivo dice por igual que son manifestación 
 
 
 
55 Vid. infra cap. 6, especialmente §§ 28 y 29. 
56 Cfr. Platón. La República. Trad. Antonio Gómez Robledo. México: UNAM, 1971, 476 b-478 e. 
57 Cfr. "Metaphysics", trad. W.D. Ross, 1026 b-1027 a, pp. 548-549, en The works of Aristotle. Col. Great Books 
of the Western World, 8 y 9. Chicago: Encyclopaedia Británica, 1952, t. I. También vid. infra § 29, donde se 
matiza la postura de Aristóteles. 
 41
del ser, y la estructura y función del conocimiento permanece sin variación al tratarse de uno o 
del otro. 
 
§ 18. Crítica: expresión, cuerpo y mente 
 
Ahora bien, hay que enfatizar que Nicol no concibe a la expresión como una capacidad actua-
lizable o no actualizable del ser humano: para él, el hombre mismoes expresión. Es por eso 
que al dirigirse a éste, la atención se dispone originariamente en una forma hermenéutica. Un 
hombre, para otro hombre, posee siempre sentido, aunque este sentido no sea a veces mani-
fiesto en lo particular. Por otra parte, a la vez que constituye su universalidad, la expresión 
individualiza al hombre.58 
 En tanto se refiere al ser del hombre, Nicol suele hablar de la expresión como logos. Este 
término, en la antigüedad griega significó, a la vez, pensamiento y expresión; pero con el 
tiempo va perdiendo el segundo significado, lo cual entiende este filósofo como síntoma del 
distanciamiento entre la razón y su historicidad. La lógica exige univocidad, no la ambigüe-
dad propia de lo expresivo; además, se conecta el logos con el nous, como capacidad no nece-
sariamente expresiva para captar el ser en sí.59 De ahí que, al retomar el uso del término logos, 
Nicol insista en su doble aspecto, noético pero también expresivo. 
 La expresión es concebida por el filósofo catalán, entonces, como universalidad y como 
individualidad del hombre; pero también como orden del ser.60 El ser puede ser indiferente o 
 
58 Cfr. Nicol, Metafísica..., § 21. 
59 Cfr. Nicol, ibidem, § 19, pp. 137-138. 
60 Ricardo Horneffer distingue en Nicol la forma común de toda expresión, la particularidad de cada expresión, 
y la individualidad que hace patente la expresión. Cfr. Horneffer, Ricardo, "Metafísica y expresión", en Gonzá-
lez, Juliana, y Lizbeth Sagols (eds.), El ser y la expresión. Homenaje a Eduardo Nicol. México: UNAM-FFyL, 
1990, p. 81. 
 
 42
tener sentido, lo cual no depende de la capacidad o disposición deliberada del hombre para 
encontrar en las cosas ese sentido. Los seres no humanos, en su mismo origen, se presentan 
como indiferentes (en el sentido de no expresivos). Por eso habla Nicol de la profunda extra-
ñeza que las cosas naturales causan en el hombre (ser, en contraste, expresivo), a pesar de que 
el mismo hombre se esfuerce por comprenderse como parte de ellas. "Todo lo que somos lo 
hicimos nosotros mismos: con la naturaleza, pero sobre la naturaleza".61 
 Este filósofo reconoce, es cierto, que el hombre, radicalmente separado de lo no humano, 
tiene formas de restablecer la comunión con la naturaleza: la poesía, las artes, la mística, el 
pensamiento racional; pero también observa que estas formas de la expresión no predominan 
en nuestra cultura; e inclusive hay un arte abstracto y una poesía letrista,62 que pueden inter-
pretarse como una manifestación de la incapacidad del hombre para comunicarse en forma 
estética con la naturaleza. De ahí que la ciencia, en la visión que Nicol tiene de nuestros días, 
busque atenuar la hostil indiferencia de lo no humano mediante su dominio sobre este orden 
del ser, que se concreta en la búsqueda de lo útil. Tal situación, por un lado, deformaría el et-
hos de la ciencia, que se asienta en el desinterés; por otro lado, penetraría el provecho así ob-
tenido con un sentimiento de nostalgia que se corresponde con una pérdida efectiva, pues al 
someter a la naturaleza su posesión adquiriría el signo de un desprendimiento: "para existir, 
necesitamos de ella como morada, más que como almacén de materias primas".63 
 Pues bien: el filósofo catalán enfatiza que este mismo sentimiento de extrañeza y de nostal-
gia reafirma el carácter del hombre como ser del sentido, en la medida en que la concepción 
que el hombre se forma de sí mismo influye en su propio ser: nada más distinto que esto, res-
 
61 Nicol, ibidem, p. 214. 
62 A mediados del siglo XX, el letrismo francés (Monsier Isou) creía haber llevado a su culminación el movi-
miento dadaísta (Tristan Tzara) al reducir la materia poética a la sola letra. Vid. De Torre, Guillermo. Historia de 
las literaturas de vanguardia. Madrid: Ediciones Guadarrama, 1971, t. III, pp. 120-124. 
63 Nicol, op. cit., p. 216. 
 43
pecto a la indiferencia, el absoluto silencio de las cosas no humanas, a las que no afecta el ser 
consideradas como indiferentes, o como útiles.64 
 El problema del cuerpo y el alma resulta ilustrativo al respecto. Nicol identifica una postura 
monista, que o bien reduce el cuerpo a la naturaleza espiritual del alma, o bien hace lo contra-
rio y opera la reducción del alma a la naturaleza material del cuerpo; de modo que, en ambos 
casos, el conflicto nuclear del dualismo subsiste en la dificultad, para el espiritualismo, de 
explicar la semejanza del cuerpo con otras sustancias materiales, y para el materialismo, la de 
dar cuenta de la diferencia que media entre las propiedades mentales y las propiedades físicas 
del cuerpo. Nicol, en cambio, observa que tanto la dualidad como la unidad son datos que la 
experiencia ofrece a la vez, y propone sustituir el dualismo alma-cuerpo por otro en que los 
términos sean lo expresivo (la unidad indisociable de lo corporal y lo no corporal en lo huma-
no), por una parte, y por otra, lo no expresivo. En efecto, se ha reconocido que este filósofo no 
es ni monista ni dualista en el sentido tradicional, pero que, en cambio, sí puede entenderse 
como dualista tomando en cuenta que su dualidad es la de lo expresivo y lo inexpresivo, y 
como monista si se considera que su unidad es la del cuerpo con la mente en un mismo ser 
expresivo.65 
 El problema que enfrenta Nicol entonces está en dilucidar cómo un ser radicalmente distin-
to de lo inexpresivo (tan distinto que sólo comparte con él el hecho de ser), pudo sin embargo 
surgir de lo inexpresivo; problema que, en sus últimos escritos, acaba declarando insoluble, 
misterioso.66 Lo cual da pie a pensar que tal vez el camino de Nicol, como "callejón sin sali-
 
64 Cfr. ibidem, § 30. 
65 Cfr. Díaz, José Luis, "La danza de Proteo: Eduardo Nicol y el problema mente-cuerpo", en González, Juliana, 
Bernat Castany y Antoni Mora, Eduardo Nicol, La filosofía como razón simbólica, Número extraordinario 3 de la 
revista Anthropos. Huellas del conocimiento, 1998, pp. 146-152. 
66 Respecto al problema del cuerpo, cfr Nicol, Metafísica..., §20, inciso b, pp. 141-153. Respecto al logos como 
misterio, cfr. del mismo, Crítica..., caps. IX Y X, y Formas de hablar sublimes. Poesía y filosofía. México: 
UNAM, 1990, cap. III. 
 44
da",67 deba ser abandonado en favor de una consideración biológica evolutiva del desarrollo 
del hombre a partir de otras especies animales. Incidentalmente, este cambio de rumbo permi-
tiría explicar mejor por qué los animales superiores y domesticados parecen ser expresivos. La 
opinión de Nicol68 es que esto sólo ocurre por analogía con el hombre y lo humano; pero sus 
razones no resultan convincentes. Él observa que los animales no realizan su libertad en su 
expresividad, que no cumplen su ser propio en el diálogo y que su expresividad no es simbóli-
ca. A esto hay que replicar: 1) los animales pueden desarrollar dispositivos simbólicos, incluso 
complejos; 2) puede decirse que los animales "dialogan", aunque de modo elemental, es decir, 
hacen referencia a cosas entre ellos y mediante dichos dispositivos; 3) si son capaces de lo 
anterior, entonces cabe esperar que, al optar entre alternativas, manifieste cada uno su peculiar 
modo de ser: que se individualice por la expresión. Al respecto, son ilustrativos los estudios de 
vocalización en diferentes clases de pájaros, especialmente la vocalización de alarma, por la 
que se comunican la amenaza del predador; y los experimentos que se proponen desenvolver 
la capacidad comunicativa de los chimpancés, experimentos que han mostrado que éstos pue-
den hacer referencia, mediante sistemas simbólicos de alta abstracción (lenguaje de fichas, 
formas y colores, v. g.), a objetos ausentes. 69 
 Al aceptar, siquiera en calidad de hipótesis, que en el

Continuar navegando