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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS Sistema Universidad Abierta La ética y la actuación política del príncipe cristiano en el pensamiento de Juan de Pala- fox (1600-1659) Tesis que para obtener el título de Licenciado en Historia PRESENTA Bernardo Polo Madero Directora de Tesis: Dra. Pilar Martínez López-Cano Ciudad Universitaria Febrero 2008 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. A mi familia 5 Agradecimientos El presente trabajo ha sido posible gracias al apoyo de mis maestros. Por lo que quisiera reconocer especialmente la ayuda de Pilar Martínez López- Cano, pues sus consejos y orientaciones, sus motivaciones y advertencias, han sido fundamentales a lo largo de este estudio. Asimismo, agradezco las aportaciones de Salvador Cárdenas Gutié- rrez y Enrique González González, que me dieron luz en particulares puntos de la investigación. De la misma forma, doy las gracias a los miembros del seminario interinstitucional Historia Política y Económica de la Iglesia en México, impulsado por el Instituto de Investigaciones His- tóricas de la Universidad Nacional Autónoma de México y por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autó- noma de Puebla, por sus comentarios a parte de este trabajo. Igualmente, agradezco las oportunas observaciones de Armando Pa- vón Romero, Leticia Pérez Puente, Priscila Vargas Delgado y Jorge Tras- losheros Hernández, en la revisión de esta investigación, que me sirvieron para afinar determinados aspectos del trabajo. Extiendo estos agradecimientos a mi familia, que me motivó en todo momentos a su realización, y me ofreció su apoyo y consejo. Ciudad Universitaria, febrero del 2008 7 Índice Agradecimientos .....................................................................................................5 Índice .........................................................................................................................7 Introducción.......................................................................................................... 11 I. La Monarquía española en crisis y los intentos de reforma..................... 23 1. La crisis y sus alcances..............................................................................................25 2. Los arbitristas ..............................................................................................................33 3. Las reformas.................................................................................................................37 II. Juan de Palafox y Mendoza (1600-1659)..................................................... 47 1. Nacimiento e infancia ................................................................................................47 2. Sus años de formación ..............................................................................................52 3. Incorporación de Juan de Palafox a la vida política ...........................................57 4. Cargos eclesiásticos y políticos en Nueva España .............................................64 5. Regreso de Juan de Palafox a España.....................................................................81 III. Ética y pensamiento político en la tradición occidental ......................... 89 1. La política y la ética en la antigüedad clásica ......................................................89 2. La política fundada en la moral cristiana .............................................................97 3. La crisis bajo medieval ........................................................................................... 108 IV. Ética y pensamiento político en la Modernidad: entre la ruptura y la renovación ........................................................................................................... 117 1. La exclusión de la moral en la propuesta de Maquiavelo .............................. 118 8 2. Moral y política en la corriente erasmista.......................................................... 122 3. El tacitismo ................................................................................................................ 125 4. Verdadera y falsa razón de Estado ...................................................................... 127 5. Representantes del pensamiento político español en el Siglo de Oro, y sus elementos característicos ................................................................................... 133 a. Pedro de Rivadeneyra ............................................................................................................. 138 b. Juan Márquez ........................................................................................................................... 140 c. Diego Saavedra Fajardo.......................................................................................................... 141 d. Juan Eusebio Nieremberg y Otin.......................................................................................... 145 e. Baltasar Gracián y Morales .................................................................................................... 146 V. El pensamiento político de Juan de Palafox y Mendoza ........................151 1. Las ideas políticas palafoxianas ........................................................................... 151 2. Los escritos políticos de Juan de Palafox........................................................... 153 a. Diálogo político del estado de Alemania (finales de 1631)............................................ 153 b. Historia real sagrada (1642).................................................................................................. 162 c. Dictámenes espirituales, morales y políticos (s.f.)........................................................... 168 d. Juicio político de los daños y reparos de cualquier monarquía (entre 1647-54) ..... 172 e. Manual de estados y profesiones (1655)............................................................................ 180 VI. La ética de las virtudes del príncipe cristiano en la propuesta palafoxiana ..........................................................................................................187 1. La reforma desde la cabeza: el rey como paradigma de comportamiento moral........................................................................................................................ 187 2. Virtudes que debe practicar el rey....................................................................... 193 a. Prudencia................................................................................................................................... 196 b. Justicia ....................................................................................................................................... 204 c. Fortaleza y templanza ............................................................................................................ 211 3. Cuidado espiritual que el rey debe tener de sí mismo ................................... 213 Conclusiones.......................................................................................................219 9 Anexos.................................................................................................................. 227 Cronología de la vida de Juan de Palafox y Mendoza ..........................................................227 Obras de Juan de Palafox y Mendoza ......................................................................................231 Fuentes impresas y Bibliografía ...................................................................... 237 Fuentes primarias impresas.......................................................................................................237 Bibliografía.....................................................................................................................................240 11 Introducción. La actuación del obispo-virrey Juan de Palafox y Mendoza en los ámbitos eclesiástico y civil, entre 1640 y 1649, en Nueva España, dejó tal huella, que ha sido considerado uno de los principales personajes del siglo XVII novohispano. No es injustificada esta afirmación, si se tiene en cuenta que fue nombrado visitador general, virrey interino, obispo de Puebla y propuesto como arzobispo de México, cargos de la mayor influencia en el virreinato. A esta actividad en el Nuevo Mundo se suma su desempeño en cargos políticos en la Corte, como su pertenencia al Consejo de Indias, que dan un peso aún mayor a su actuación dentro de la Monarquía española. Si bien existen muchos estudios que han analizado su actuación política y su labor eclesiástica, no se ha prestado mucha atención a su pensamiento político. El objetivo de esta tesis consiste en analizar dicho pensamiento, lo cual consideramos que ayudará a explicar y entender mejor su actividad pública. Con el presente estudio pretendemos demostrar que el pensamiento político de Juan de Palafox se fundamenta en una visión de la política unida estrechamente con la ética cristiana. Comprobaremos cómo esta concepción de la política le lleva a exigir al gobernante una vida virtuosa, en contraposición de la propuesta amoral de Maquiavelo. Al mismo tiempo, verificaremos cómo sus obras políticas, conservando siempre una visión ética, tienen una cierta evolución, pasando de una postura con tendencia idealista, a una más realista. Asimismo, probaremos que esta concepción palafoxiana de la política es característica del pensamiento político español del siglo XVII. 12 Existen numerosos estudios sobre la persona de Juan de Palafox, desde el siglo XVII a nuestros días. Pocos años después de su fallecimiento salía a la luz su primera biografía elaborada por Gregorio Argaiz en 1661.1 A esta seguirán otras, como la de Antonio González de Rosende,2 cuya primera edición se imprimió a finales del siglo XVII para promover su causa de beatificación. Más recientes encontramos las escritas por Genaro García,3 Francisco Sánchez-Castañer4 y la de Cristina de la Cruz de Arteaga,5 esta última considerada la mejor y más completa semblanza de Palafox que poseemos hoy día.6 Estas fuentes nos arrojan luz sobre la vida y la actuación en general de este personaje. No obstante, en estos trabajos, sobresalen los 1 Gregorio Argaiz, Vida de Don Juan de Palafox, Introducción, trascripción del original de 1661 y notas de Ricardo Fernández Gracia, Pamplona, Asociación de Amigos del Monasterio de Fitero, 2000, 232 p. 2 Antonio González de Rosende, Vida del ilustrissimo, y excelentísimo señor don Juan de Palafox y Mendoza, de los consejos de su Majestad en el real de las Indias, y supremo de Aragón, obispo de la Puebla de los Angeles, y arzobispo electo de Megico, Madrid, Ed. Gabriel Ramirez, 1762, 652 p. [la primera edición es de 1671; nosotros utilizaremos la realizada en el siglo XVIII]. 3 Genaro García, Don Juan de Palafox y Mendoza. Obispo de Puebla y Osma. Visitador y Virrey de la Nueva España, México, Librería de Bouret, 1918, 416 p. 4 Francisco Sánchez-Castañer, Don Juan de Palafox. Virrey de Nueva España, Zaragoza, Ed. Hogar Pignatelli, 1964, 244 p. 5 Cristina de la Cruz de Arteaga, Una Mitra sobre dos mundos. La del Venerable Don Juan de Palafox y Mendoza, Sevilla, Artes Gráficas Salesianas, 1985, 640 p. 6 Existen otras biografías menos desarrolladas y acotadas a temas concretos: Carlos María de Bustamante (1774-1848), El venerable señor don Juan de Palafox y Mendoza, México, Ed. Alejandro Valdés, 1831, 79 p.; Enrique Gómez Haro (1877-?), Biografía del venerable don Juan de Palafox y Mendoza: bienhechor de Puebla de los indios, Ed. Ambrosio Nieto, Puebla, 1940, 32 p.; Florencio Jardiel, El venerable Palafox: conferencia pronunciada el día 21 de marzo de 1892, Madrid, Sucs. de Rivadeneyra, 1892, 44 p.; Gregorio Bartolomé Martínez, Jaque mate al obispo virrey: siglo y medio de sátiras y libelos contra don Juan de Palafox y Mendoza, México, Fondo de Cultura Económica, 1991; Ricardo Fernández Gracia, Nacimiento e infancia del Venerable Palafox, 2ª edición, Pamplona, Asociación de Amigos del Monasterio de Fitero, 2000, 159 p.; y Juan Pablo Salazar Andreu, Juan de Palafox y Mendoza, México, Planeta De Agostini, 2002, 157 p. 13 conflictos que Palafox enfrentó con la Compañía de Jesús y con los virreyes, el duque de Escalona y el conde de Salvatierra, y su labor pastoral como obispo, dando menos importancia a otros aspectos de su actuación. Otras investigaciones nos han ido completando el conocimiento de su actividad, como las enfocadas a su papel como visitador, entre las que podemos destacar la elaborada por Ismael Sánchez Bella sobre las Ordenanzas para los Tribunales de México,7 y el trabajo presentado por Enrique González González respecto a la visita a la Universidad de México.8 En relación a la actuación política de Palafox se han publicado algunos trabajos, como el de Pablo González Casanova,9 quien destaca la preocupación de nuestro personaje sobre la decadencia de la Monarquía española y los problemas acuciantes en la Nueva España, así como las disposiciones implantadas para remediar esa situación. La investigación de Rafael D. García Pérez se adentra en el desempeño de Palafox en los cargos como virrey y visitador,10 mostrando su inflexibilidad al exigir el cumplimiento de la ley. En el trabajo de Perla Chinchilla Pawling 7 Ismael Sánchez Bella, “Ordenanzas para los Tribunales de México del visitador Palafox, 1646”, en III Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, Madrid, 17-23 de enero de 1972, Actas y Estudios, Madrid, Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, 1973, pp. 193-230. 8 Enrique González González, “Juan de Palafox, visitador de la Real Universidad de México: una cuestión por despejar”, en Colegios y Universidades I. Del antiguo régimen al liberalismo, Enrique González González y Leticia Pérez Puente (coord.), México, CESU-UNAM, 2001, pp. 59-88 9 Pablo González Casanova, “Aspectos políticos de don Juan de Palafox y Mendoza” en Revista de historia de América, XVII, 1944, pp. 27-67. 10 Rafael D. García Pérez, “Palafox, virrey y visitador de la Nueva España”, en Ricardo Fernández Gracia (coord.), Palafox. Iglesia, Cultura y Estado en el siglo XVII, Pamplona, Universidad de Navarra, 2001, pp. 129-160. 14 encontramos un esbozo de la política en los escritos del autor.11 Por su parte, John H. Elliott nos presenta los intentos de reforma novohispana realizados por Palafox.12 En esta materia podemos destacar, por su profundidad y extensión, la reciente investigación de Cayetana Álvarez de Toledo, que analiza los proyectos de reforma eclesiástica y del Estado planteados por nuestro personaje a través de sus cargos públicos.13 No obstante, todas estas investigaciones se centran en la actuación políticade este autor y, aunque algunos hacen algunas consideraciones sobre sus obras políticas y su pensamiento,14 no se hace de una forma sistemática y completa. Quizás el estudio más detenido sobre el pensamiento político de Palafox es el realizado por Ernesto de la Torre a través del análisis de la obra Historia real sagrada.15 Esta obra nos muestra algunos elementos 11 Perla Chinchilla Pawling, Palafox y América, México, Universidad Iberoamericana, 1992, 89 p. 12 John H. Elliott, “Reformismo en el mundo hispánico: Olivares y Palafox”, en Montserrat Galí Boadella (coord.) y Marcelo Gauchat (coord. editorial), La pluma y el báculo. Juan de Palafox y el mundo hispano del seiscientos, Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades–Universidad Autónoma de Puebla, 2004, pp. 13- 32. 13 Cayetana Álvarez de Toledo, Politics and Reform in Spain and Viceregal Mexico. The Life and Thought of Juan de Palafox 1600-1659, New York, Oxford University Press, 2004, 354 p., (Serie Oxford Historical Monographs). Véase también “El proyecto político de Palafox: una alternativa constitucional en tiempos de crisis”, en Montserrat Galí Boadella (coord.) y Marcelo Gauchat (coord. editorial), La pluma y el báculo. Juan de Palafox y el mundo hispano del seiscientos, Puebla, Universidad Autónoma de Puebla (Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades), 2004, pp. 33-55. 14 El ejemplo más reciente de un análisis sobre las obras políticas palafoxianas lo encontramos en Cayetana Álvarez de Toledo, Politics and Reform…, pp. 30-34, 146-156, 281-287. 15 Ernesto de la Torre, Don Juan de Palafox y Mendoza. Pensador político, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas.UNAM, 1997, 108 p. (Serie C. Estudios Históricos nº 66), y en el artículo “El pensamiento político de Don Juan de Palafox y Mendoza”, en Ricardo Fernández Gracia (coord.), Palafox. Iglesia, Cultura y Estado en el siglo XVII, Pamplona, Universidad de Navarra, 2001, pp. 263-272. 15 característicos del pensamiento palafoxiano sobre la relación entre la Iglesia y el Estado, la actuación del príncipe, las formas de gobierno, el papel del valido, entre otros. Sin embargo, este trabajo no aborda otros importantes textos políticos de este autor y, como las demás investigaciones citadas, tampoco sitúa la obra palafoxiana dentro del pensamiento político español. Por nuestra parte, hemos procurado incluir otras obras políticas de Juan de Palafox, con el fin de demostrar, como hemos señalado antes, que el hilo conductor de todas ellas es el fundamento ético en la actuación política, pero no nos detendremos a exponer otros elementos importantes de su postura política.16 Asimismo, procuramos contextualizarlo con los pensadores españoles coetáneos. En el presente trabajo nos detendremos a analizar el pensamiento político palafoxiano vertido en sus textos de carácter político. Nos referimos a cinco de sus obras: el Diálogo político del estado de Alemania (finales de 1631), su Historia real sagrada (1642), los Dictámenes espirituales, morales y políticos (s.f., c.a. 1654), el Juicio político de los daños y reparos de cualquier monarquía (1647-1654) y el Manual de estados y profesiones (1655).17 Consideramos estos textos los principales por su contenido y extensión, y porque su autor elabora en ellos su propuesta política de una manera teórica, aunque su presentación no es sistemática y académica. Para este estudio, no hemos considerado otros documentos que redactó durante el ejercicio de sus cargos civiles y 16 Otras rasgos significativos del pensamiento político palafoxiano que se pueden estudiar con más profundidad son, entre otros: el origen y alcance del poder, la relación del rey con los súbditos y con el gobierno eclesiástico, la misión de los representantes del rey. Algunos de estos elementos son mencionados en el presente trabajo, sin embargo, no profundizamos en ellos por salirse del objeto del mismo. 17 Juan de Palafox, Obras de Don Juan de Palafox y Mendoza, Madrid, Editorial Gabriel Ramírez, 1762, 12 v. 16 eclesiásticos, como parte de las decisiones de gobierno que debía aplicar o defender. El análisis de estas obras palafoxianas nos lleva a descubrir divergencias entre ellas y, por tanto, a encontrar la evolución que el pensamiento político de su autor tuvo a lo largo de su vida y su actividad pública. Al mismo tiempo, el examen de su contenido nos muestra su relación con otros pensadores políticos españoles de la época, entre los que podemos mencionar a Pedro de Rivadeneyra (1527-1611), Juan Márquez (1564-1621), Diego Saavedra Fajardo (1584-1648), Juan Eusebio Nieremberg (1595-1658) y Baltasar Gracián (1601-1658). Como podremos apreciar, estos y otros muchos autores coetáneos a Palafox, formaron parte de una corriente de pensamiento político que se opuso a la visión amoral de la política maquiavélica. En consecuencia, con la presente investigación se colabora en el rescate de esta corriente de pensamiento que ha quedado eclipsada en la historiografía por la importancia que se ha concedido a la obra de Maquiavelo, pero que no es posible ignorar si queremos conocer las ideas políticas que circularon en la Monarquía hispánica en los siglos XVI y XVII. Los pensadores políticos españoles del siglo XVII se opusieron a Maquiavelo y defendieron la vinculación de la ética con la política. No se trata de una novedad para su época, pues ya desde la antigüedad clásica se presentaba esta relación, sin embargo, ese pensamiento tradicional se renueva e impulsa a partir del siglo XVI, dando especial énfasis a la vida virtuosa del príncipe cristiano.18 Es tan característica esta unión entre la ética y la política en el pensamiento palafoxiano, que ha dado nombre al 18 Bernardo Polo, “La ética en los actos políticos del príncipe en el pensamiento de Juan de Palafox”, en Poder civil y catolicismo en México, siglos XVI-XIX, Puebla, BUAP-UNAM (en prensa). 17 presente trabajo, y nos ha llevado a detenernos en el estudio de las fuentes de carácter moral o ético en las que se nutrieron los pensadores españoles del Siglo de Oro, para poder comprender mejor sus propuestas. Ha sido de especial ayuda en esta materia el trabajo de Servais Pinckaers sobre la historia de la teología moral,19 y el estudio sobre la ética desde el punto de vista filosófico de Martin Rhonheimer.20 También nos han brindado un significativo apoyo las obras de filosofía política y del derecho de José Antonio Maravall,21 Antonio Truyol y Serra22 y de José Fernández-Santamaría.23 Por otro lado, la vida de Juan de Palafox se desarrolla en un contexto de crisis de la Monarquía española, que influye fuertemente en su pensamiento, sus obras y su actuación. El estudio de su pensamiento político, también nos ayudará a entender cómo fue vista por sus contemporáneos la crisis del siglo XVII en su dimensión imperial, y las soluciones para remontarla que se propusieron, que tuvieron en común una vuelta a los valores e ideales del pasado. El método de análisis que hemos utilizado para el presente trabajo ha sido el propio de la historia del pensamiento político, es decir, el de 19 Servais Pinckaers, Las fuentes de la moral cristiana. Su método, su contenido, su historia, Traducido del francés por Juan José García Norro, Pamplona, EUNSA, 1988, pp. 253-415. 20 Martin Rhonheimer, La perspectiva de la moral. Fundamentos de la Ética Filosófica, Traducido del alemán por José Carlos Mardomingo, Madrid, Ediciones Rialp, 2000, 452 p. 21 José Antonio Maravall, Teoría del Estado en España en el siglo XVII, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1997, 415 p., (Colección: Estudios Políticos). 22 Antonio Truyol y Serra, Historia de la Filosofía del Derecho y del Estado. 1.De los orígenes a la Baja Edad Media. 2. Del Renacimiento a Kant, 13ª, Madrid, Alianza Editorial, 1998, 2 vol., 468 p. / 441 p. 23 José Fernández-Santamaría, Razón de Estado y Política en el Pensamiento Español del Barroco (1595-1640), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1986, 296 p., (Colección: Estudios Políticos). 18 estudiar las ideas políticas en cuanto producto del pensar humano.24 En el primer capítulo, se busca contextualizar los escritos de Palafox en la crisis por la que atraviesa la Monarquía española en la primera mitad del siglo XVII. Más que la crisis, nos interesa conocer cómo la vieron sus contemporáneos y el ambiente de reforma que se vivió en aquellos años, como se puede percibir en los esfuerzos y propuestas para remontarla. Por un lado, tenemos las iniciativas de reforma que impulsa la Corona, como la creación de diversas Juntas de Reformación; por otro, las propuestas de algunos pensadores de la época que presentan diversos remedios, entre los que destacamos a los arbitristas, que pusieron el énfasis en aspectos económicos, y los pensadores políticos, quienes hicieron hincapié en recuperar los valores éticos o morales. En definitiva, veremos cómo en estos planteamientos de restauración se proponen recuperar la prosperidad y la gloria de la Monarquía buscando volver a las estructuras y valores del pasado. Posteriormente, en el segundo capítulo, señalamos algunos datos biográficos de Juan de Palafox. Veremos cómo su pertenencia a una familia de la nobleza aragonesa es un elemento importante para entender su trayectoria en el ámbito político y eclesiástico. Asimismo, notaremos la manera en que sus años de formación, sus estudios y su vida religiosa, contribuyeron al desarrollo de su pensamiento político y a definir los rasgos de su personalidad. El conocimiento de su desempeño en los 24 No pretendemos estudiar la adecuación o inadecuación de las ideas políticas a la realidad, ni de su efectividad, lo que sería más propio de la historia de las ideas políticas. Sobre la distinción entre historia del pensamiento político e historia de las ideas políticas, cfr. D. Negro Pavón, “La historia de las ideas políticas como ciencia”, en Gran Enciclopedia Rialp, Madrid, Rialp, 1975, tomo XVIII, pp. 727-728. Véase también Richard Tuck, “Historia del pensamiento político”, en Peter Burke, et al., Formas de hacer Historia, Traducido del inglés por José Luis Gil Aristu, Madrid, Alianza Editorial, 1994, pp. 240-254. 19 cargos eclesiásticos y políticos que le encomendaron, con la consecuente adquisición de experiencia, nos ayudará a entender la forma en que evoluciona su pensamiento político. Apreciaremos cómo va tomando cierta distancia de su mentor, el conde-duque de Olivares, y cómo se involucra en diversos conflictos, que le llevaron a ser catalogado como un hombre destacadamente polémico, incluso después de su muerte. Los siguientes dos capítulos versan sobre el desarrollo del pensamiento político a lo largo de la historia, y su vinculación con la ética. Como señalamos anteriormente, los pensadores políticos hispanos del Siglo de Oro se opusieron al pensamiento de Maquiavelo y reivindicaron la ética en la actuación política. Por ello, en el capítulo tercero, analizaremos la vinculación de la ética con la política desde la época clásica. En ese entonces surgen grandes filósofos, como Aristóteles y Séneca, que presentan la política estrechamente relacionada con la ética y la vida virtuosa, y que tuvieron gran influencia en los pensadores políticos españoles del XVII. Igualmente, nos ocuparemos de la forma en que el pensamiento clásico es cristianizado, llegando a unir estrechamente la vida política con la religión a lo largo de la Edad Media y colocando como paradigma de gobierno la república cristiana, así como la disputa sobre los ámbitos de jurisdicción entre el Papado y el Imperio. Veremos también cómo surge el género literario de los espejos de príncipes, que perdura hasta principios de la Edad Moderna, y que utilizarán algunos pensadores españoles del Siglo de Oro. Al final del capítulo abordaremos la crisis bajo medieval, con el surgimiento de los estados nacionales y el agravamiento de la disputa entre el Papado y el Imperio, dándose los primeros pasos hacia la secularización del pensamiento político. El cuatro capítulo, lo dedicamos a la ruptura del pensamiento político 20 y la ética, que marca la propuesta de Maquiavelo y sus seguidores. Frente a esta corriente presenciaremos una reacción opuesta –antimaquiavélica– de la mayoría de los pensadores políticos españoles del Siglo de Oro, que renueva e impulsa el pensamiento tradicional de someter la actuación del político a principios éticos; dentro de esta postura destaca la corriente erasmista. Asimismo, entre ambas propuestas encontramos una intermedia, que asume el pensamiento de Tácito, que admite un cierto grado de fraude político y reconoce la necesidad de la unidad religiosa para beneficio del reino. La propuesta antimaquiavélica recurrirá al concepto de la razón de Estado, para distinguir entre una verdadera razón de Estado, fundada en los principios de la moral cristiana, frente a lo que consideraron la falsa razón de Estado, es decir, sin móviles éticos. Dentro de esta corriente encontraremos a numerosos pensadores políticos españoles del siglo XVII que, si bien coinciden en la defensa de la vinculación de la ética con la política, difieren en la forma de proponerlo. Siguiendo la categorización que sugiere José Fernández-Santamaría,25 distinguiremos en los autores a estudiar tres posibles posiciones ante la razón de Estado. La eticista, que acentúa la importancia de que la política se subordine a una moral de corte religioso; la idealista, que parte de la postura eticista, pero que otorga a la Monarquía hispana una actuación predominante para remediar los problemas de Europa; y, por último, los realistas, con propuestas más pragmáticas, pero sin alejarse de la visión cristiana de la política. Partiendo de esta categorización, analizaremos brevemente algunos de los principales exponentes del pensamiento político español del Siglo de Oro y señalaremos sus elementos característicos, esto nos ayudará a 25 José A. Fernández-Santamaría, Razón de Estado..., passim. 21 contextualizar las obras políticas de Palafox. Los capítulos quinto y sexto los dedicamos al pensamiento político palafoxiano. En el quinto tratamos sobre las características de las cinco obras políticas de Juan de Palafox antes mencionadas, las circunstancias en que las escribió y su contenido. Podremos apreciar su marcada preocupación por la actuación virtuosa del príncipe, así como la evolución de su pensamiento político, presentando en sus primeros textos una idealización de la Monarquía española, para después ir tomando una posición más matizada y pragmática, pero sin desprenderse de una visión ética de la actuación política del gobernante. Asimismo, comprobaremos que su concepción de la política está vinculada a la religión, nota característica de su pensamiento. Finalmente, en el capítulo sexto profundizamos en la idea de príncipe cristiano en el pensamiento palafoxiano. Podremos ver la posición paradigmática que otorga Palafox al gobernante en el comportamiento moral de la sociedad. En consecuencia, para él la reforma de la sociedad debe partir desde la cabeza, del ejemplo virtuoso del príncipe. En este sentido, apreciaremos las recomendaciones concretas que nuestro autor da al gobernante sobre las virtudes cardinales de prudencia, justicia, fortaleza y templanza, que debe vivir en el ejercicio político. Asimismo, veremos el valor que otorga al cuidado espiritual del príncipe para el bien de los súbditos. La tesis se cierra con dos anexosen los que presentamos una cronología de la vida y actuación política de Juan de Palafox y de sus obras. 23 I. La Monarquía española en crisis y los intentos de reforma. Para entender el pensamiento político de Juan de Palafox y Mendoza (1600-1659) es necesario remitirnos a la situación de la monarquía hispánica, y señalar algunos elementos que nos ayuden a entender su obra y su relación con algunas corrientes de pensamiento de su época. Como sabemos, la vida de Juan de Palafox transcurre entre 1600-1659, entre la península ibérica y la Nueva España, un periodo marcado por una clara conciencia de la crisis que atraviesa la Monarquía católica y, a su vez, por la necesidad de reforma, que se aprecia tanto en diversas iniciativas por parte de las autoridades, como en los escritos que, desde distintas perspectivas, reflexionan sobre la crisis y buscan soluciones y reformas a la situación existente. En el presente capítulo trataremos algunas manifestaciones de esa conciencia de crisis, y los intentos de reforma. Al mismo tiempo, en medio de la crisis floreció la cultura del Siglo de Oro español. Es entonces cuando la cultura española (desde el arte, la literatura, el teatro, la moda) alcanza una mayor proyección en el mundo, en particular en Italia, Austria, Alemania y Polonia, y cuando el pensamiento español adquiere un gran protagonismo dentro de la reforma católica postridentina.1 El carácter dominante de estos años está marcado por el Barroco, que se manifiesta en todos los campos, desbordando la moderación y el equilibrio. Maravall llega a considerar el carácter barroco como definitorio de todos los aspectos culturales de esta 1 Fernand Braudel, En torno al Mediterráneo, traducción del francés por Agustín López y María Tabayo, Barcelona, Paidós, 1997, pp. 315-321. 24 época, desde la teología a la economía, de la pintura al arte bélico, o de la física a la política.2 Contrario al Renacimiento, el mundo barroco parece descontento de sí mismo, desembocando en formas retorcidas y complicadas, tendiendo a lo exaltado, e incluso hasta lo violento. Así, en el arte se busca el equilibrio con elementos contrarios que contrastan, como el claroscuro; y en la literatura política y económica, abunda el recurso a la paradoja: la grandeza de la imponente construcción política de la Monarquía católica y la decadencia que atraviesa en el momento presente. En este período permanecen, e incluso se enaltecen, los ideales que España proclamó durante el siglo anterior como su papel de Estado misional, propio del espíritu de la reforma católica, constituyendo, para sus contemporáneos, la defensa de esos ideales la razón de ser de España en el mundo. Encontramos, unido a ello, un profundo sentido del honor, la lealtad y el servicio a esos ideales, que se observa en el empeño por llevarlos a la práctica y, lo que es más importante para nuestro estudio, en revitalizar esos valores como una vía o el camino para salir de la crisis en que se está envuelto. 2 “Es así como la economía en crisis, los trastornos monetarios, la inseguridad del crédito, las guerras económicas y, junto a esto, la vigorización de la propiedad agraria señorial y el creciente empobrecimiento de las masas, crean un sentimiento de amenaza e inestabilidad en la vida social y personal, dominado por fuerzas de imposición represiva que están en la base de la gesticulación dramática del hombre barroco y que nos permiten llamar a éste con tal nombre. Así, pues, el Barroco es para nosotros un concepto de época que se extiende, en principio, a todas las manifestaciones que se integran en la cultura de la misma”, José Antonio Maravall, La cultura del Barroco, Barcelona, Editorial Ariel, 9ª edición, 2002, pp. 28-30. 25 1. La crisis y sus alcances. Sin pretender hacer un análisis de los debates sobre el declive del siglo XVII, tema que todavía se discute ampliamente en la historiografía, lo cierto es que el seiscientos en el ámbito hispano se suele caracterizar como una época de crisis. Sin embargo, aunque todos los historiadores están de acuerdo en señalar la decadencia de la Monarquía, el consenso se rompe a la hora de explicar las causas, el alcance e, incluso, la duración de la crisis. Así, mientras que unos autores ponen énfasis en la pérdida de poder de la Monarquía católica en Europa, otros han llamado la atención sobre el esfuerzo bélico que mantiene en el continente, que no parece corresponder al de una nación decadente, al menos hasta antes de 1640.3 Otros han resaltado la fuerte crisis económica y fiscal, como prueban, la crisis de las diversas actividades productivas, la devaluación de la moneda o las sucesivas bancarrotas de la hacienda real. Por otro lado, cuando se considera la extensión de la Monarquía, estudios regionales han mostrado que no se puede extrapolar la decadencia de Castilla a otras áreas, como las regiones peninsulares de la periferia (cornisa cantábrica o Levante, en particular Cataluña), o a la América española.4 3 John H. Elliott, España y su mundo 1500-1700, traducción del inglés por Ángel Rivero Rodríguez y Xavier Gil Pujol, Madrid, Alianza Editorial, 1990, pp. 122- 145. Al respecto, véase nota 6 del presente capítulo. 4 La crisis en la América española ofrece particularidades específicas, e, incluso, algunos autores, sin negar la recesión que se produjo en esta centuria, consideran que más que crisis resulta más apropiado hablar de “reacomodo” y “recomposición”: véase Ruggiero Romano, Coyunturas opuestas: la crisis del siglo XVII en Europa e Hispanoamérica, México, El Colegio de México – Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 13-27 (Sección de obras de Historia); John H. Elliott, España…, pp. 253-312; Jonathan Israel, “México y la crisis general del siglo XVII”, en Enrique Florescano Mayet (comp.), Ensayos sobre el desarrollo económico de México y América Latina (1500-1975), Fondo de Cultura Económica, México, 1979, pp. 135- 53; Peter. J. Bakewell, “Presentación”, en Woodrow W. Borah, El siglo de la depresión en Nueva España, México, SEP, 1975, pp. 9-26; y Woodrow W. Borah, Ibidem, pp. 32- 69. 26 Para completar el cuadro, habría que matizar también la temporalidad de la crisis que, según los territorios que componían el Imperio, comenzaría en las últimas décadas del siglo XVI (Corona de Castilla), o ya entrado el siglo XVII (regiones americanas), y se empezaría a remontar en las últimas décadas de la centuria.5 Al respecto, Juan de Palafox considera que hacia 1570 se fueron manifestando los primeros síntomas del declive de la monarquía española, al disminuir paulatinamente su presencia en el exterior, que serían patentes para 1599, con la pérdida de parte de los Países Bajos; al mismo tiempo que el reino se sumía en una seria crisis económica.6 En cuanto a la crisis política, ésta tendría sus expresiones más claras, en su vertiente externa, en la paulatina pérdida de hegemonía de la monarquía católica en Europa, y en su vertiente interna, en el gobierno de validos. Al mismo tiempo, la autoridad de la Monarquía sobre su inmenso Imperio se volvía más difusa, en particular, en América, y las colonias 5 John H. Elliott, España…, pp. 27-49; Roger Chartier, “La Europa castellana durante el tiempo del Quijote”, en España en tiempos del Quijote, Antonio Fero y Juan Gelabert (Dirs.), Taurus, México, 2005, pp. 129-158; Julián Marías, España inteligible. Razón histórica de las Españas, Alianza Editorial, Madrid, 1985, pp. 227- 259. 6 Juan de Palafox, “Juicio político de los daños y reparos de cualquier monarquía”, en Obras del ilustrísimo Juan de Palafox, tomo X, Madrid, Imprenta de Gabriel Ramírez, 1762, p. 39, en donde señala: “pues apenas acabó de perfeccionarse[la Monarquía] el año de 1558, cuando ya había comenzado su ruina desde el año 1570”. Sin embargo, algunos historiadores señalarán que no se puede hablar de una clara decadencia antes de 1640: véase Fernand Braudel, En torno al Mediterráneo, traducción del francés por Agustín López y María Tabayo, Barcelona, Paidós, 1997, p. 320; John H. Elliott, España…, pp. 122-145, 253-311. Hay que señalar que gran parte de la polémica sobre los inicios y duración de la crisis depende de los ámbitos a los que se preste más atención: demografía, economía, fiscalidad, sociedad, política interna o externa, además de las diferencias regionales. 27 conquistaban en la práctica cierta autonomía política.7 Por otro lado, la administración, a medida que avanzaba el siglo, se volvía más caótica, lenta e ineficiente, incrementándose la corrupción administrativa, con sus secuelas de favoritismos y sobornos. La situación se agravó con la venta de cargos, que aunque se había iniciado durante el reinado de Felipe II, se fue extendiendo y consolidando durante el siglo XVII, privilegiando los recursos que obtenía la Corona con la medida, es decir como una fuente más de ingresos hacendarios. El resultado fue que se incrementó la corrupción de los funcionarios, que vieron los puestos como inversiones de tipo comercial y lugar para enriquecerse.8 A estas medidas, habría que sumar otras, encaminadas también a aumentar la recaudación fiscal, para hacer frente a los compromisos en política exterior, como fue el incremento de cargas impositivas o la acuñación de moneda de vellón, que provocó su devaluación.9 Sin duda, y en contraposición con el siglo XVI, la figura del privado o valido es uno de los rasgos más distintivos del siglo XVII. Un noble de gran prestigio gobierna por delegación real; aunque hay que advertir que nunca se logró una clara institucionalización del cargo, por lo que la posición del valido resultaba difícil, además de poco popular. Esta figura 7 Jonathan Israel, Razas, clases sociales y vida política en el México colonial 1610-1670, Traducido del inglés por Roberto Gómez Ciriza, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 270. 8 John H. Elliott, España…, pp. 260-311; José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 198-201. Sobre el grado de corrupción, véase Horst Pietschmann, El Estado y su evolución al principio de la colonización española en América, México, Fondo de Cultura Económica, 1989, pp. 163-182, y del mismo autor “Corrupción en las Indias Españolas: revisión de un debate en la historiografía sobre Hispanoamérica Colonial”, en Manuel González Jiménez, et al., Instituciones y corrupción en la historia, Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Científico, Universidad de Valladolid, 1998, pp. 33-52. 9 Jonathan Israel, México…, pp. 135-136, y Razas…, pp. 139-163 y 220-249; John H. Elliott, España…, pp. 145-171; José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 201-204, 252-254. 28 no fue sólo característica del gobierno de los Austrias españoles, pues encontramos ejemplos similares en otros Estados europeos: en Inglaterra con lord Cecil, Sommerset o Buckingham; en Francia, Sully, Luynes, Richelieu o Mazarino; en el Imperio alemán, Fernando de Estiria o Maximiliano de Baviera. No faltaron defensores de los validos. Algunos pensadores de la época, como fray Jerónimo de Florencia, Virgilio Malvezzi –ideólogo de Olivares–, Juan Pablo Mártir Rizo y fray José Laínez, consideraban necesaria esta figura, pues servía como escudo protector de los monarcas ante las críticas de sus súbditos, y se garantizaba así la estabilidad del régimen monárquico.10 Por tanto, el valido debía defender al rey y asumir en público la responsabilidad por las decisiones políticas más impopulares, especialmente las relacionadas con el reparto de oficios y mercedes. Además debía controlar el gobierno cotidiano de la monarquía y alejar al soberano de la controversia pública, permitiéndole proteger su reputación. Sin embargo, aunque, como hemos visto, no faltaron defensores de la figura del valido, la teoría dominante sobre el poder real consideraba que un verdadero rey debía gobernar en solitario y no compartir con nadie su soberanía. Si permitía que su poder coexistiera con el de un valido, era visto como un monarca débil.11 De hecho, como analizaremos en el capítulo V, Juan de Palafox, criticará en su Historia real sagrada la figura del valido,12 juzgando preferible que el rey gobierne por su persona. Al mismo tiempo, en la monarquía española creció el número de Consejos o Sínodos, en donde representantes de la nobleza fueron 10 Antonio Feros, El Duque de Lerma. Realeza y privanza en la España de Felipe III, Madrid, Marcial Pons, 2002, pp. 465-479. 11 Idem. José Luis Comellas, Historia de España moderna y contemporánea (1474-1965), Madrid, Rialp, 1967, pp. 189-196. 12 Véase, Juan de Palafox, Historia real sagrada, fs. 161-167v. 29 creando sus redes clientelares y defendían sus intereses. Esta situación fomentó la corrupción administrativa, el favoritismo y la lucha entre las distintas facciones por ganarse el favor real. Por tanto, la presencia del valido y de las estructuras polisinodiales propiciaron el enriquecimiento fraudulento de las personas más cercanas al monarca y de las grandes familias aristocráticas, en perjuicio del resto de la nación.13 En lo que respecta a la política exterior española, se aprecia en la primera mitad del siglo XVII el intento de conservar la hegemonía europea de la monarquía católica, una posición que se había logrado en el siglo anterior, pero que, para mantenerla, había llevado a la Corona a innumerables guerras con otras potencias. Con Francia, los Habsburgo dirimieron la hegemonía europea y el control de la península italiana, donde en el siglo XVI consiguió afianzarse el dominio español. En el Mediterráneo, las tropas comandadas por España, conjuraron la amenaza turca en el occidente. En la Europa central, los monarcas españoles encabezaban el movimiento religioso e ideológico postridentino, intentando apoyar a la otra rama de la familia, y sofocar el movimiento luterano, en defensa de la causa católica. Al mismo tiempo, la Monarquía enfrentaba diversas sublevaciones en los Países Bajos, en los que se debatía el dominio castellano sobre el territorio, pero que adquiría también tintes religiosos, por el enfrentamiento entre las confesiones calvinista y católica. Otro frente era Inglaterra, que disputaba a la Monarquía católica el dominio del mar y su monopolio comercial con las posesiones de Indias, que al igual que el conflicto en los Países Bajos y en 13 Antonio Feros, El Duque…, pp. 465-479; José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 189-196. 30 la Europa central adquiría el carácter de lucha religiosa: el cristianismo reformado frente al católico.14 Sin embargo, el esfuerzo bélico del reinado de Felipe II no se podía mantener. A la subida al trono de Felipe III en 1598 y de su valido, el duque de Lerma, la situación de las arcas reales amenazaba la bancarrota, y junto con el agotamiento financiero y económico, estaba también el psicológico. Urgía el cese de las hostilidades, o al menos, conseguir una tregua. En 1598, se firmaba la paz de Vervins con Francia; el dominio español sobre Italia estaba consolidado y, en el Mediterráneo, los turcos a raya. Sin embargo, los peligros para la política exterior española estaban en el Atlántico. En los Países Bajos, a pesar de invertir una gran cantidad de hombres y de dinero, el intento de aplacar la herejía y la rebelión se habían frustrado. Felipe II, en su testamento, claudicó y transfirió los Países Bajos a su hija Isabel Clara Eugenia y al archiduque Alberto de Austria. Sin embargo, se incorporó una cláusulade reversión a la rama española de la familia, si no había descendencia de esta unión, tal como sucedió. El problema de Flandes no estaba resuelto, pues a pesar de la separación de la Corona española las revueltas no cesaban. Al mismo tiempo, Inglaterra continuaba siendo una amenaza a las rutas de navegación que conectaban a España con el norte de Europa y con América. A pesar de los desafíos que representaban las Provincias Unidas e Inglaterra para el dominio español, en 1604 se firmaba la paz con Inglaterra, y en 1609 se pactaba una tregua de Doce Años con los Países Bajos. Esta situación refleja la crisis política y económica que ya atravesaba la monarquía española para mantener su hegemonía en Europa, y la clara conciencia de los pensadores españoles de las dos 14 John H. Elliott, España…, pp. 27-49; José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 140-186. 31 primeras décadas del siglo XVII de la débil situación de la monarquía, y por tanto, sus propuestas para conservar la hegemonía en Europa.15 Sin embargo, las treguas y acuerdos firmados en los primeros años del siglo XVII sólo aplazaron los conflictos no resueltos. En 1618 se reanudaban las hostilidades. En ese año comenzaba la denominada Guerra de los Treinta Años (1618-1648), un conflicto en el que, a pesar de los tintes religiosos que adquirió, se debatía la hegemonía europea, y que arrastró a la contienda a la mayor parte de las naciones europeas. Así, en 1621, con el fin de la Tregua de los Doce Años firmada con las Provincias Unidas, se reabrió la guerra con Holanda. Todavía en los años veinte, los tercios españoles consiguieron algunos triunfos, como el de la Montaña Blanca cerca de Praga (1620), la rendición de Breda (1625), que aunque a la larga fueran decepcionantes, fomentaron en España un clima de “patriotismo” y la idea de que la Monarquía recuperaba su protagonismo y fortaleza en los campos de batalla. Sin embargo, las tropas españolas padecían serios reveses militares. Entre 1628-1630 fracasaron en el intento de controlar el norte de Italia; entre 1633-1634 tuvieron que enfrentar el poderío sueco en tierras alemanas. En 1635 Francia declaró la guerra a España. La monarquía hispánica retrocedía en todos los frentes, y sólo la victoria de Fuenterrabía (1638) parecía evitar el desplome completo. Si la situación en la década de los treinta era ya crítica, se agravó más en la siguiente, cuando a las derrotas y repliegue español en Europa, se le sumaron, como veremos en otro apartado, los conflictos y 15 John H. Elliott, España…, pp. 146-171; José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 197-213; Patrick Williams, “El reinado de Felipe III”, en Historia General de España y América. La crisis de la hegemonía española. Siglo XVII, Madrid, Rialp, tomo VIII, 1986, pp. 419-443, y Henry Kamen, “La política exterior”, Ibidem, pp. 521-528. 32 rebeliones en la propia península ibérica, las más graves de las cuales fueron las secesiones de Portugal y Cataluña. Las derrotas de Rocroi (1643) y de Lens (1648), sumados a los graves conflictos internos de la Monarquía en la península, la obligaron a doblegarse. En 1648 se ponía fin a la Guerra de los Treinta Años con la Paz de Westfalia, que, a su vez, ponía fin a la hegemonía española en Europa, y en 1659, el mismo año que fallecía Palafox, se firmaba la Paz de los Pirineos con Francia. A las pérdidas territoriales de la monarquía en Europa, habría que sumar la independencia de Holanda y la de Portugal, si bien esta última no sería reconocida por los austrias españoles hasta 1668. Los tratados de paz de Westfalia (1648) y de los Pirineos (1659) cerraban una etapa en la política exterior española y de su presencia como potencia hegemónica europea. Para Palafox y muchos de sus contemporáneos, la “declinación”, término con el que aluden a la crisis y decadencia, es vista como un contraste de la otrora poderosa, fuerte y próspera Monarquía, de ahí que en muchas obras de la época encontremos el título de “Restauración…”, “Conservación…”.16 En estos textos, un sinnúmero de pensadores analizan los problemas del Estado desde distintos puntos de vista y proponen los remedios que consideran convenientes para su resolución, para su restauración, la vuelta a la grandeza. Entre ellos, los más conocidos son los llamados arbitristas. 16 Algunos ejemplos son la obra de Martín González de Cellorigo, Memorial de la política necesaria y útil restauración a la república de España (1600), Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, Sociedad Estatal Quinto Centenario, Antoni Bosch editor, Instituto de Estudios Fiscales, 1991, 196 p.; la de Sancho de Moncada, titulada Restauración política de España (1619), Madrid, Juan de Zúñiga, 1746, 160 p.; Pedro Fernández Navarrete escribe Conservación de Monarquías (1626), ed. de Michael D. Gordon, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1982, 425 p.; por su parte Miguel Caxa de Leruela la Restauración de la antigua abundancia en España (1631), ed. de J. P. Le Flem, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1975. 33 2. Los arbitristas. Bajo el término arbitrismo se alude a corrientes de opinión nacidas en España en el siglo XVI, y que se prolongan en el siglo XVII, que tienen como finalidad obtener más recursos para el monarca, prescindiendo de la negociación con las Cortes. Siguiendo la propuesta de Gutiérrez Nieto que presenta Alvar Ezquerra,17 a grandes rasgos se pueden considerar dos tipos de arbitrismos. El primero, más propio del siglo XVI, es el arbitrismo fiscal, que se ocupó sólo de proponer mecanismos para incrementar las arcas reales aumentando los derechos reales.18 El segundo tipo de arbitrios es el considerado arbitrismo reformador, que se desarrolló a partir del reinado de Felipe III, y se preocupó especialmente de las causas de la decadencia del reino y de proponer los remedios para salir de la crisis. Por la temática que abordan, y la época en que se escriben, el arbitrismo reformador es el que nos interesa para nuestro estudio. Al parecer, el origen del arbitrismo está en la tradición de la monarquía española por la cual todo vasallo tenía derecho a ser escuchado por el soberano, y éste, la obligación de buscar el mejor consejo. De hecho, muchos de los memoriales de las primeras décadas del 17 Juan Ignacio Gutiérrez Nieto, “El pensamiento económico, político y social de los arbitristas”, Historia de España Menéndez Pidal, El siglo del Quijote (1580-1680): Religión, filosofía, ciencia, bajo la dirección de Ramón Menéndez Pidal, Madrid, Espasa Calpe, 1986, pp. 235-354. 18 Alfredo Alvar Ezquerra, “Arbitristas y arbitrismos. Textos y análisis”, en Alfredo Alvar Ezquerra et al., La economía en la España Moderna, Madrid, Istmo, 2006, pp. 373-379. 34 siglo XVII son respuestas a llamados y consultas del rey o de sus consejos.19 Durante el Siglo de Oro español la opinión sobre los arbitristas fue peyorativa, como se puede apreciar en las sátiras literarias sobre su figura y en la oposición de algunos autores a ser considerados tales, lo que refleja el descrédito en que muchos de ellos habían caído, considerándolos extravagantes y peligrosos. Sin embargo, desde mediados del siglo XX ha cobrado fuerza otra valoración, en la que algunos historiadores los consideran testigos conscientes de la decadencia, verdaderos pensadores, eminentemente pragmáticos, en ocasiones personas molestas a la administración pública por sus fuertes críticas, pero quizá mal entendidos en su época; algunos incluso llegan a catalogarlos como precursores de la economía moderna. Actualmente se separa del grupo de los arbitristas a los consejeros del rey o a los procuradores de Cortes, pues habitualmente se consideraque los arbitristas actuaban por cuenta propia y no por un mandato.20 Estos pensadores, y muchos otros, atribuyen el declive español a una variedad de causas. Cada uno centra su atención en algunos aspectos, y el resultado es un sinnúmero de razones. Así, unos ponen el acento en el descenso de la población o crisis demográfica por diversos motivos: epidemias, las numerosas guerras, la expulsión de los moriscos en 1609, 19 Idem. 20 Ibidem, p. 376. Véase también Anne Dubet, “Los arbitristas entre discurso y acción política. Propuestas para un análisis de la negociación política”, en Tiempos Modernos. Revista electrónica de Historia Moderna, España, Fundación Española de Historia Moderna, Vol. 4, Número 9, 2003, pp. 1-14 [Disponible en http://www.tiemposmodernos.org /viewarticle.php?id=36]; Elena Cantarino, “Tratadistas político-morales de los siglos XVI y XVII”, en El Basilisco, Oviedo, Pentalfa Ediciones, 1996, n° 21, abril-junio, pp. 6-7; John H. Elliott, España…, pp. 289-292; Ricardo García Cárcel, “La cultura del Siglo de Oro. Pensamiento, arte y literatura”, en Historia de España, Madrid, Temas de Hoy, volumen 17, pp. 45-47. 35 la emigración a Indias, el aumento de la población urbana a costa de la disminución de la campesina, el clima adverso, la deficiente alimentación y la abundancia de religiosos. Junto con la escasez de población, otros presentaron diversos factores sociales y económicos, como la crisis de las actividades productivas, la creciente presión fiscal, la devaluación de la moneda, sin olvidar el abandono de los antiguos valores y costumbres, los cuales resultaba indispensable revitalizar para salir de la crisis.21 Entre los arbitristas podemos destacar a Martín González de Cellorigo con su Memorial de la política necesaria y útil. Restauración a la república de España y Estados de ella y del desempeño universal de estos reinos (1600). Este pensador considera que la decadencia de la Monarquía está causada por la despoblación general de España, la situación de la agricultura que se encuentra en manos de gente sin recursos y con dificultades para pagar las altas rentas, los numerosos censos que gravan las propiedades, además de la presión fiscal. Estima que la riqueza no se consigue con la acumulación de la moneda, sino empleándola en actividades productivas. En consecuencia, el atraso económico de España se debe, en parte, a que la gente se limita a vivir de los intereses de sus capitales mediante la constitución de censos, en lugar de trabajar. Cellorigo sugiere que los capitales dados en censo se movilicen y canalicen a inversiones productivas, propuesta que está en consonancia con la predicación de moralistas católicos italianos de los siglos XIV a XVI, como la del cardenal Gaetano, san Antonio de Florencia y san Bernardino de Siena, cuya doctrina fue predicada en España sobre todo por los franciscanos. En el siglo XVI, también bajo esta influencia, santa Teresa de Jesús aconsejaba a su hermano Lorenzo de Cepeda no vivir de los censos 21 Idem. Ver también José Ignacio Ruiz Rodríguez, “El pensamiento económico en la España Moderna”, en Ibidem, pp. 481-528. 36 con el pretexto de poder dedicar más tiempo a la oración, animándolo a emplear el tiempo en un trabajo productivo.22 En consecuencia, como señala José Luis Pérez de Ayala, la propuesta de Cellorigo implica que uno de los factores del declive español fue la falta del seguimiento de los criterios de ética económica: “no fue la moral católica, con sus restricciones sobre los cambios y sobre la no licitud del interés, etc., el factor que frenó el espíritu empresarial de nuestro siglo XV. Por el contrario (…) es el abandono de la ética católica, tanto en general como en el campo profesional y empresarial, lo que determina el retraso económico español en el tránsito del siglo XVI al XVII”.23 También cabe mencionar a Sancho de Moncada (1580-1638) entre los arbitristas, quien publica en 1619 la Restauración política de España. Se trata de una obra dividida en nueve discursos en la que presenta un programa de acción para salir de la crisis económica, junto a un tratado de teoría política y pedagogía real. Por un lado, considera los daños temporales que padece la monarquía: la pobreza y la falta de gente; por otro, presenta los infinitos daños espirituales que padece España, cuya raíz es el ocio, y a partir de él surgen innumerables vicios. Estima que la principal causa del declive español es el comercio de extranjeros y la entrada a España de gran cantidad de metales preciosos procedentes de Indias, que llevan al ocio, al empobrecimiento, a la despoblación. Aborda también en su obra cuestiones monetarias y mecanismos para 22 José Luis Pérez de Ayala, en su “Estudio preliminar”, en Martín González de Cellorigo, Memorial de la política necesaria y útil. Restauración a la república de España y Estados de ella y del desempeño universal de estos reinos (1600), Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, Sociedad Estatal Quinto Centenario, Antoni Bosch editor, Instituto de Estudios Fiscales, 1991, pp. XIV, XXV-XXXI. Véase también José Ignacio Ruiz Rodríguez, El pensamiento…, pp. 508-509. 23 Ibidem, p. XXVI. 37 incrementar los ingresos fiscales de la Hacienda real. El discurso noveno es el que nos interesa para nuestro estudio, pues en él recomienda al príncipe y a sus colaboradores en el gobierno el estudio de la política, considerándola una verdadera ciencia que no se puede alcanzar sin gran esfuerzo. Juzga la ignorancia de esta ciencia como la raíz de los males en los reinos, pues cuando no se estudia se cometen en el gobierno graves errores, provocando daños irreparables. La importancia que le otorga al estudio de la política le lleva a recomendar el implantar en la universidad cátedra y lección de esta materia, sugiriendo también que el principal nervio de dicha facultad se instale en la Corte.24 De estos dos autores, Cellorigo y Moncada, tal vez los más representativos del género arbitrista, nos interesa destacar aquí la importancia que le conceden a la ética (Cellorigo) y a la política (Moncada), y que enlazan en esta preocupación con el pensamiento de Juan de Palafox. 3. Las reformas. En medio de la crisis, junto con las propuestas de los arbitristas, surge todo un ambiente de renovación, que buscaba regresar a los antiguos valores y principios que había encarnado la Monarquía católica el siglo 24 Sancho de Moncada, Restauración política de España, edición a cargo de Jean Vilar, Madrid, Ministerio de Hacienda.Instituto de Estudios Fiscales, 1974, 278 p. (Clásicos del pensamiento económico español, n° 1), véase Discurso primero, capítulos I, XI y XVI; Discurso segundo, capítulo I; y Discurso noveno; Rogelio Fernández Delgado, La ruptura del pensamiento económico castellano en el siglo XVII: Juan de Mariana y Sancho de Moncada, tesis doctoral presentada en la Universidad Complutense de Madrid, en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, Departamento de Historia e Instituciones Económicas I, Madrid, 2003, pp. 37-43 [Disponible en: http://www.ucm.es/eprints/4771/]. Véase también José Ignacio Ruiz Rodríguez, El pensamiento…, pp. 509-511. 38 anterior. En 1618 Felipe III destituyó al duque de Lerma como valido, principal obstáculo para una reforma profunda, encargando a Uceda la dirección del gobierno. Ese mismo año mandó constituir una Junta de Reformación, con el fin de acometer la solución a diversos problemas, desde los de índole tributario y demográfico, hasta los de corte moral. Sin embargo, la constitución de esta Junta, como las que se formarán a los largo de varios lustros, encontrará una fuerte oposición por parte del Consejo de Castilla,que verá mermadas sus facultades al atribuir a estos organismos especiales asuntos de su competencia. Después de la caída de Lerma (1618), el Consejo de Castilla reconoció de manera oficial la seriedad de los problemas en su famosa consulta sobre la reforma del 1 de febrero de 1619, constituyendo sus propuestas un programa de acción. En esa consulta se reconocía que la pérdida de población había sido uno de los factores principales de la decadencia. Para reactivar el crecimiento se propusieron cambios legales que aligeraran las cargas fiscales. También se restringió el número de nuevas fundaciones religiosas y se insistió en que el ingreso a conventos y monasterios sólo se permitiera a aquellos que tuvieran una verdadera vocación religiosa. Con el fin de mejorar la actividad económica se sugirió que las personas de la nobleza que residían en la corte, y que ahora eran vistos como parásitos, regresaran a sus ciudades y lugares de origen para dinamizar la economía de sus territorios. Además, el rey debía moderarse al conceder mercedes de pensiones, cargos y honores, que suponían una erogación por parte del tesoro público, cada vez más empobrecido. Asimismo, se propuso reformar los usos y costumbres suntuarios con una nueva legislación que disminuyera las importaciones y fomentara las manufacturas peninsulares.25 25 John H. Elliott, “Reformismo en el mundo hispánico: Olivares y Palafox”, en 39 Durante el régimen del duque de Uceda se hizo poco para llevar a la práctica estas reformas, debido a un cierto temor de enfrentarse a los derechos adquiridos por la nobleza, debido a lo cual el movimiento reformista no avanzó como se esperaba. Con la subida al trono del nuevo rey, Felipe IV, y de un nuevo régimen en 1621, se crearon nuevas expectativas de reforma.26 Al subir al trono Felipe IV, delegó el gobierno de la monarquía en Zúñiga, y más adelante en Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde de Olivares y pronto duque de Sanlúcar, quienes intentaron romper con el gobierno anterior promoviendo una profunda reforma, buscando colocar a España como la potencia hegemónica de Europa, como lo fue en otros tiempos. El programa del conde-duque está expresado en dos memoriales que dirigió a Felipe IV en 1621 y en 1625. Su contenido principal se puede dividir en cuatro puntos: en primer lugar la reforma administrativa, con la que proponía la remoción del personal corrupto del gobierno anterior e ideando la creación de una serie de Juntas para resolver los diversos problemas de la monarquía. En segundo término, establecer una política proteccionista al comercio, entre otras cosas, suprimiendo la importación de tejidos extranjeros. En tercer lugar, buscar la repoblación, facilitando la permanencia en España de los extranjeros católicos, favoreciendo los matrimonios y limitando el número de religiosos. Y, por último, lograr la Montserrat Galí Boadella (coord.), La pluma y el báculo. Juan de Palafox y el mundo hispano del seiscientos, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades), 2004, pp. 13-16; y en El Conde- Duque de Olivares. El político en una época de decadencia, 6a. edición, Barcelona, Editorial Crítica, 1991, (Serie Mayor), pp. 114-119; Antonio Feros, El Duque..., pp. 413-463; José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 211-213; Patrick Williams, El reinado…, pp. 419-443. 26 John H. Elliott, El Conde-Duque…, pp. 114-119, y España…, p. 194; José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 211-213; Patrick Williams, El reinado…, pp. 441- 443. 40 unificación jurídica de los reinos peninsulares, mediante el nombramiento de altos cargos intercambiables entre los distintos reinos, obligando a los reinos a cambiar sus leyes, si fuera necesario con una intervención militar. De esta forma, el reinado de Felipe IV inició con aires de renovación. Los cambios, las remociones y los proyectos de aquellos primeros años se acogieron con esperanza y optimismo. Este anhelo por la restauración de la grandeza y la gloria de España influyó en las principales decisiones en política exterior que se tomaron entre 1618- 1621, cuando la monarquía se involucró en la Guerra de los Treinta Años y cuando llegó a su fin la Tregua de los Doce Años firmada con las Provincias Unidas, como analizamos en el apartado anterior.27 Siguiendo la línea marcada por Olivares, Felipe IV creó con real cédula del 8 de abril de 1621, una nueva Junta de Reformación, dirigida a combatir especialmente los vicios, abusos y cohechos, evitar los gastos excesivos y erradicar el lujo, reformar las comedias y bailes y prohibir los juegos. Su competencia era limitada, se circunscribía a la reforma moral centrándose en custodiar la observancia de las leyes ya establecidas sobre estas materias y prescindiendo de aspectos políticos y económicos, que implicaran una reforma profunda de las estructuras o que afectaran la posición de los grupos de poder tradicionales y, por lo mismo, el enfrentamiento con los soportes tradicionales de la propia Monarquía. Aunque se trataba de un intento de reforma, el número escaso de documentos sobre el tema muestran buena voluntad por parte del rey y quizá sagacidad política del valido, pero no se consiguieron grandes 27 John H. Elliott, El Conde-Duque…, pp. 132-136, 141, 143; España…, pp. 151- 171, 201-228; y Reformismo…, pp. 13-16; Antonio Feros, El Duque…, pp. 18-24, 465-479; José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 215-224; I. A. A. Thompson, “El reinado de Felipe IV”, en Historia General de España y América. La crisis de la hegemonía española. Siglo XVII, Madrid, Rialp, tomo VIII, 1986, pp. 443-492. 41 avances y, al parecer, la Junta se terminó extinguiendo por su inactividad. En enero de 1622, como parte de este ambiente reformista, se constituyó la Junta de Inventarios con el fin de evitar el enriquecimiento ilícito, ordenando a los ministros y oficiales de la Monarquía realizar un inventario de sus bienes desde 1592, requisito que también se señaló para los candidatos a ocupar un nuevo cargo. Todo indica, sin embargo, que el rey no tenía intención de abrir los inventarios, salvo si en algún caso concreto lo creyera oportuno. Al parecer sólo se procedió a ver el contenido de alguno de estos inventarios, pues de hecho la gran mayoría de los que se conservan en el Archivo General de Indias llegaron a nuestros días cerrados. Además, no pasó mucho tiempo para que la disposición se convirtiera en letra muerta, aunque la legislación se mantuviera vigente, al menos para las Indias, durante todo el siglo XVII.28 Con la decepción que significó la Junta de Reformación de 1621, se formó en agosto de 1622 la Junta Grande de Reformación, un organismo nuevo y más llamativo, que buscaba reflejar con mayor profundidad el compromiso del rey y sus ministros con la causa de la reforma y la rectitud moral. El rey firmó una carta larga que fue enviada a las principales ciudades castellanas pidiéndoles sugerencias para mejorar las reformas. La propuesta era un conjunto de disposiciones de diversa índole. Había algunas medidas que afectaban a la justicia y a la administración, proponiendo reducir en dos terceras partes el número de escribanos, recolectores de impuestos y alguaciles. También se prestó especial atención al despoblamiento y se establecieron medidas para que la nobleza abandonara la corte y se trasladara a sus señoríos; se prohibió la emigración y se apoyó la inmigración de extranjeros. Además, se 28 José F. de la Peña, Oligarquía y propiedad en Nueva España (1550-1624), México, Fondo de Cultura Económica, 1983, pp. 13-29. 42 endurecieronlas medidas de limpieza de sangre para los nombramientos de cargos públicos. Otras medidas buscaban una reforma moral y de las costumbres, restringiendo la extravagancia en el vestir mediante una legislación suntuaria y el cierre de burdeles. La búsqueda de la austeridad reflejaba la convicción de que las virtudes que habían hecho grande a España habían sido corrompidas por la riqueza y el paso del tiempo, por lo que la verdadera piedad y los principios de moralidad pública eran requisitos previos para volver a los grandes días del pasado. Estas exigencias se reforzaron por los valores que el catolicismo postridentino trató de inculcar. Algunas propuestas de la Junta fueron bien recibidas por las ciudades, pero sobre los impuestos la mayoría respondió que el lugar adecuado para resolver esos asuntos eran las Cortes.29 No obstante, todos estos planes de reforma partían del gobierno central, dejando a un lado a los tradicionales grupos de poder y a las oligarquías municipales, lo que dificultaba enormemente su aplicación. Además, la gran demanda de recursos llevó al conde-duque a resignarse frente al desacuerdo de las ciudades castellanas. Por su parte, la creación de las diversas Juntas vino a complicar más el trabajo administrativo. Las medidas proteccionistas del comercio no surtieron el efecto esperado, y la falta de mano de obra, desarrollo técnico, capitales y una reforma profunda de las estructuras, impidieron la tan añorada recuperación de los sectores productivos. Tampoco se logró incrementar la inmigración, pues en esos años España no podía ofrecer la riqueza deseada por los extranjeros. Por último, el planteamiento del conde-duque respecto a la 29 John H. Elliott, El Conde-Duque…, pp. 114-119; y Reformismo…, pp. 16-17. El sistema de Juntas continuó lo largo del gobierno de Olivares y se mantuvo con Luis de Haro, sin embargo, su eficacia fue muy cuestionada, al respecto véase Juan Francisco Baltar Rodríguez, Las Juntas de Gobierno en la Monarquía Hispánica (siglos XVI-XVII), Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1998, (Colección: Historia de la Sociedad Política), passim. 43 unificación de España no tenía en cuenta los principios históricos y jurídicos del foralismo, y siguió en ocasiones procedimientos inadecuados, que a la larga y a juzgar por los resultados, provocaron una mayor división, muy distinta a su objetivo, que culminó en las revueltas de los años cuarenta, que llegaron a amenazar la unidad de la monarquía.30 En el contexto de la Guerra de los Treinta Años, y para enfrentar a los franceses, Olivares concibió una Unión de Ejércitos paralela a la unificación administrativa, en la que cada reino participaría con aportaciones proporcionales a su población y posibilidades económicas. Sin embargo, esto significaba un ataque a la autonomía de los reinos, que además estaban ya exhaustos por tantos años que llevaban en guerra, lo que supuso hacer un gran esfuerzo durante varios años para lograr dominar el frente de guerra con Francia. Se acumularon tensiones y malestares dentro de la monarquía; junto a la inflación y la bancarrota, y a pesar de algunos sucesos destacados como la victoria de Fuenterrabía (1638), la incapacidad de seguir soportando por más tiempo el colosal esfuerzo de mantener las fronteras, llevaría a una tremenda crisis interna de la monarquía española en la década de 1640. La decisión de la monarquía hispana por mantener su preeminencia en Europa, requirió un gran esfuerzo fiscal, que impactó negativamente en la economía que ya atravesaba, sobre todo la castellana, por una fuerte crisis. Los serios problemas económicos coadyuvaron al inicio de una grave crisis de política interna en 1640. Cataluña se sublevó, Portugal se separó, más tarde movimientos semejantes surgieron en Andalucía, Aragón, Nápoles y Sicilia. Todas estas revueltas reflejan un malestar 30 José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 215-220. 44 generalizado, aunque cada movimiento mantiene sus características particulares: en algunos la nobleza tiene un papel más preponderante, en otros, lo tendrá el pueblo.31 La crisis política afectó al corazón de la Monarquía, y desde la propia unión peninsular impactó a sus dominios europeos, llegando también la inestabilidad al nuevo continente. En Nueva España, por ejemplo, se incrementó la presión fiscal para financiar la política exterior de la Corona, y con este trasfondo estalló una crisis interna que enfrentó a los virreyes y sus partidarios, y los obispos Juan Pérez de la Serna y Juan de Palafox junto con los criollos y sus seguidores.32 Así, la unidad política del Imperio, incluida la propia unidad peninsular, parecía desintegrarse. Se trataba de una deserción a la empresa común que la monarquía intentaba llevar a cabo desde años atrás, y que el conde-duque había buscado revitalizar, reforzando el centralismo y la colaboración equitativa de todos los reinos. El fracaso de la política de Olivares provocó que fuera alejado de la Corte a principios de 1643 y sustituido por Luis de Haro. Sólo mediante un gran esfuerzo se consiguió la reintegración de los reinos con la excepción de Portugal. España, aún destrozada interiormente, siguió resistiendo como pudo hasta que la derrota de Lens (1646) le forzó a doblegarse. Así, en 1648 se verá obligada a firmar la paz de Westfalia, y con ella admitir la pérdida de su hegemonía en Europa.33 31 Un estudio sobre estas sublevaciones se puede encontrar en A. Simón Tarrés, Xavier Gil, et al., 1640: La Monarquía Hispánica en crisis, Barcelona, Centre D’Estudis D’Història Moderna «Pierre Vilar», Editorial Crítica, 1992, 258 p. 32 Jonathan Israel, México…, pp. 135-136, 153 y Razas…, passim; John H. Elliott, España…, passim; José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 249-252. 33 José Luis Comellas, Historia de España…, passim. 45 En suma, la vida de Juan de Palafox y Mendoza (1600-1659) transcurre durante unos años en que la monarquía española enfrenta un gran desprestigio y declive, con su toma de conciencia de la situación y los esfuerzos y propuestas de reforma para remontar la crisis, simultáneo con el cenit de su engrandecimiento cultural del Siglo de Oro. Para sus contemporáneos, la decadencia española se atribuye a una variedad de causas, entre las que destacan el costo enorme de la guerra y las consecuentes presiones fiscales que agravaron (u originaron, según los autores) la crisis económica, la inflación y la devaluación de la moneda, la escasez de población y la crisis de las actividades productivas. Pero más allá, todos coinciden en que en buena parte la crisis ha sido también el resultado del abandono de la moralidad y de las buenas costumbres. A los intentos de reforma de la monarquía, emprendidos desde arriba y plasmados en las diversas Juntas que se crearon entre 1618 y 1622, se sumarán pensadores y escritores, quienes aportarán propuestas y soluciones en diversas obras. Algunos harán hincapié en los aspectos económicos, como los arbitristas, otros pondrán el acento en los valores éticos y los principios políticos, como los pensadores que analizaremos en el capítulo IV. Todos ellos, como señalamos, buscaron las soluciones en el pasado: volver a las estructuras y valores que anteriormente habían sido el motor de la prosperidad y gloria de la Monarquía, más que en cambios radicales a las estructuras, y, desde luego, no se cuestionó la presencia española en Europa, sino antes bien se trataba, a través de las reformas y propuestas, de devolverle la hegemonía. El título de la mayoría de las obras, Restauración, Conservación, son ilustrativos en este sentido. Si las guerras y la carga impositiva que había permitido sostenerlas no dejaban de señalarse
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