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La-etica-y-la-actuacion-politica-del-principe-cristiano-en-el-pensamiento-de-Juan-de-Palafox-16001659

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA 
DE MÉXICO 
 
 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
 
Sistema Universidad Abierta 
 
 
 
La ética y la actuación política del príncipe 
cristiano en el pensamiento de Juan de Pala-
fox (1600-1659) 
 
 
Tesis que para obtener el título de 
 
Licenciado en Historia 
PRESENTA 
 Bernardo Polo Madero 
 
 
 
 
 
Directora de Tesis: Dra. Pilar Martínez López-Cano 
 
Ciudad Universitaria Febrero 2008 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 A mi familia 
 
 
 
 5 
Agradecimientos 
 
 
El presente trabajo ha sido posible gracias al apoyo de mis maestros. Por 
lo que quisiera reconocer especialmente la ayuda de Pilar Martínez López-
Cano, pues sus consejos y orientaciones, sus motivaciones y advertencias, 
han sido fundamentales a lo largo de este estudio. 
 Asimismo, agradezco las aportaciones de Salvador Cárdenas Gutié-
rrez y Enrique González González, que me dieron luz en particulares 
puntos de la investigación. De la misma forma, doy las gracias a los 
miembros del seminario interinstitucional Historia Política y Económica 
de la Iglesia en México, impulsado por el Instituto de Investigaciones His-
tóricas de la Universidad Nacional Autónoma de México y por el Instituto 
de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autó-
noma de Puebla, por sus comentarios a parte de este trabajo. 
 Igualmente, agradezco las oportunas observaciones de Armando Pa-
vón Romero, Leticia Pérez Puente, Priscila Vargas Delgado y Jorge Tras-
losheros Hernández, en la revisión de esta investigación, que me sirvieron 
para afinar determinados aspectos del trabajo. 
 Extiendo estos agradecimientos a mi familia, que me motivó en todo 
momentos a su realización, y me ofreció su apoyo y consejo. 
 
 
 Ciudad Universitaria, febrero del 2008 
 7 
Índice 
 
 
 
Agradecimientos .....................................................................................................5 
Índice .........................................................................................................................7 
Introducción.......................................................................................................... 11 
I. La Monarquía española en crisis y los intentos de reforma..................... 23 
1. La crisis y sus alcances..............................................................................................25 
2. Los arbitristas ..............................................................................................................33 
3. Las reformas.................................................................................................................37 
II. Juan de Palafox y Mendoza (1600-1659)..................................................... 47 
1. Nacimiento e infancia ................................................................................................47 
2. Sus años de formación ..............................................................................................52 
3. Incorporación de Juan de Palafox a la vida política ...........................................57 
4. Cargos eclesiásticos y políticos en Nueva España .............................................64 
5. Regreso de Juan de Palafox a España.....................................................................81 
III. Ética y pensamiento político en la tradición occidental ......................... 89 
1. La política y la ética en la antigüedad clásica ......................................................89 
2. La política fundada en la moral cristiana .............................................................97 
3. La crisis bajo medieval ........................................................................................... 108 
IV. Ética y pensamiento político en la Modernidad: entre la ruptura y la 
renovación ........................................................................................................... 117 
1. La exclusión de la moral en la propuesta de Maquiavelo .............................. 118 
 8 
2. Moral y política en la corriente erasmista.......................................................... 122 
3. El tacitismo ................................................................................................................ 125 
4. Verdadera y falsa razón de Estado ...................................................................... 127 
5. Representantes del pensamiento político español en el Siglo de Oro, y sus 
elementos característicos ................................................................................... 133 
a. Pedro de Rivadeneyra ............................................................................................................. 138 
b. Juan Márquez ........................................................................................................................... 140 
c. Diego Saavedra Fajardo.......................................................................................................... 141 
d. Juan Eusebio Nieremberg y Otin.......................................................................................... 145 
e. Baltasar Gracián y Morales .................................................................................................... 146 
V. El pensamiento político de Juan de Palafox y Mendoza ........................151 
1. Las ideas políticas palafoxianas ........................................................................... 151 
2. Los escritos políticos de Juan de Palafox........................................................... 153 
a. Diálogo político del estado de Alemania (finales de 1631)............................................ 153 
b. Historia real sagrada (1642).................................................................................................. 162 
c. Dictámenes espirituales, morales y políticos (s.f.)........................................................... 168 
d. Juicio político de los daños y reparos de cualquier monarquía (entre 1647-54) ..... 172 
e. Manual de estados y profesiones (1655)............................................................................ 180 
VI. La ética de las virtudes del príncipe cristiano en la propuesta 
palafoxiana ..........................................................................................................187 
1. La reforma desde la cabeza: el rey como paradigma de comportamiento 
moral........................................................................................................................ 187 
2. Virtudes que debe practicar el rey....................................................................... 193 
a. Prudencia................................................................................................................................... 196 
b. Justicia ....................................................................................................................................... 204 
c. Fortaleza y templanza ............................................................................................................ 211 
3. Cuidado espiritual que el rey debe tener de sí mismo ................................... 213 
Conclusiones.......................................................................................................219 
 9 
Anexos.................................................................................................................. 227 
Cronología de la vida de Juan de Palafox y Mendoza ..........................................................227 
Obras de Juan de Palafox y Mendoza ......................................................................................231 
Fuentes impresas y Bibliografía ...................................................................... 237 
Fuentes primarias impresas.......................................................................................................237 
Bibliografía.....................................................................................................................................240 
 
 11 
Introducción. 
 
 
La actuación del obispo-virrey Juan de Palafox y Mendoza en los ámbitos 
eclesiástico y civil, entre 1640 y 1649, en Nueva España, dejó tal huella, 
que ha sido considerado uno de los principales personajes del siglo XVII 
novohispano. No es injustificada esta afirmación, si se tiene en cuenta 
que fue nombrado visitador general, virrey interino, obispo de Puebla y 
propuesto como arzobispo de México, cargos de la mayor influencia en el 
virreinato. A esta actividad en el Nuevo Mundo se suma su desempeño en 
cargos políticos en la Corte, como su pertenencia al Consejo de Indias, 
que dan un peso aún mayor a su actuación dentro de la Monarquía 
española. Si bien existen muchos estudios que han analizado su actuación 
política y su labor eclesiástica, no se ha prestado mucha atención a su 
pensamiento político. El objetivo de esta tesis consiste en analizar dicho 
pensamiento, lo cual consideramos que ayudará a explicar y entender 
mejor su actividad pública. 
 Con el presente estudio pretendemos demostrar que el pensamiento 
político de Juan de Palafox se fundamenta en una visión de la política 
unida estrechamente con la ética cristiana. Comprobaremos cómo esta 
concepción de la política le lleva a exigir al gobernante una vida virtuosa, 
en contraposición de la propuesta amoral de Maquiavelo. Al mismo 
tiempo, verificaremos cómo sus obras políticas, conservando siempre una 
visión ética, tienen una cierta evolución, pasando de una postura con 
tendencia idealista, a una más realista. Asimismo, probaremos que esta 
concepción palafoxiana de la política es característica del pensamiento 
político español del siglo XVII. 
 12 
 Existen numerosos estudios sobre la persona de Juan de Palafox, 
desde el siglo XVII a nuestros días. Pocos años después de su 
fallecimiento salía a la luz su primera biografía elaborada por Gregorio 
Argaiz en 1661.1 A esta seguirán otras, como la de Antonio González de 
Rosende,2 cuya primera edición se imprimió a finales del siglo XVII para 
promover su causa de beatificación. Más recientes encontramos las 
escritas por Genaro García,3 Francisco Sánchez-Castañer4 y la de Cristina 
de la Cruz de Arteaga,5 esta última considerada la mejor y más completa 
semblanza de Palafox que poseemos hoy día.6 
 Estas fuentes nos arrojan luz sobre la vida y la actuación en general 
de este personaje. No obstante, en estos trabajos, sobresalen los 
 
1 Gregorio Argaiz, Vida de Don Juan de Palafox, Introducción, trascripción del 
original de 1661 y notas de Ricardo Fernández Gracia, Pamplona, Asociación de 
Amigos del Monasterio de Fitero, 2000, 232 p. 
2 Antonio González de Rosende, Vida del ilustrissimo, y excelentísimo señor don 
Juan de Palafox y Mendoza, de los consejos de su Majestad en el real de las Indias, y 
supremo de Aragón, obispo de la Puebla de los Angeles, y arzobispo electo de Megico, 
Madrid, Ed. Gabriel Ramirez, 1762, 652 p. [la primera edición es de 1671; nosotros 
utilizaremos la realizada en el siglo XVIII]. 
3 Genaro García, Don Juan de Palafox y Mendoza. Obispo de Puebla y Osma. 
Visitador y Virrey de la Nueva España, México, Librería de Bouret, 1918, 416 p. 
4 Francisco Sánchez-Castañer, Don Juan de Palafox. Virrey de Nueva España, 
Zaragoza, Ed. Hogar Pignatelli, 1964, 244 p. 
5 Cristina de la Cruz de Arteaga, Una Mitra sobre dos mundos. La del Venerable 
Don Juan de Palafox y Mendoza, Sevilla, Artes Gráficas Salesianas, 1985, 640 p. 
6 Existen otras biografías menos desarrolladas y acotadas a temas concretos: 
Carlos María de Bustamante (1774-1848), El venerable señor don Juan de Palafox y 
Mendoza, México, Ed. Alejandro Valdés, 1831, 79 p.; Enrique Gómez Haro (1877-?), 
Biografía del venerable don Juan de Palafox y Mendoza: bienhechor de Puebla de los 
indios, Ed. Ambrosio Nieto, Puebla, 1940, 32 p.; Florencio Jardiel, El venerable 
Palafox: conferencia pronunciada el día 21 de marzo de 1892, Madrid, Sucs. de 
Rivadeneyra, 1892, 44 p.; Gregorio Bartolomé Martínez, Jaque mate al obispo virrey: 
siglo y medio de sátiras y libelos contra don Juan de Palafox y Mendoza, México, 
Fondo de Cultura Económica, 1991; Ricardo Fernández Gracia, Nacimiento e 
infancia del Venerable Palafox, 2ª edición, Pamplona, Asociación de Amigos del 
Monasterio de Fitero, 2000, 159 p.; y Juan Pablo Salazar Andreu, Juan de Palafox y 
Mendoza, México, Planeta De Agostini, 2002, 157 p. 
 13 
conflictos que Palafox enfrentó con la Compañía de Jesús y con los 
virreyes, el duque de Escalona y el conde de Salvatierra, y su labor 
pastoral como obispo, dando menos importancia a otros aspectos de su 
actuación. Otras investigaciones nos han ido completando el 
conocimiento de su actividad, como las enfocadas a su papel como 
visitador, entre las que podemos destacar la elaborada por Ismael 
Sánchez Bella sobre las Ordenanzas para los Tribunales de México,7 y el 
trabajo presentado por Enrique González González respecto a la visita a 
la Universidad de México.8 
 En relación a la actuación política de Palafox se han publicado 
algunos trabajos, como el de Pablo González Casanova,9 quien destaca la 
preocupación de nuestro personaje sobre la decadencia de la Monarquía 
española y los problemas acuciantes en la Nueva España, así como las 
disposiciones implantadas para remediar esa situación. La investigación 
de Rafael D. García Pérez se adentra en el desempeño de Palafox en los 
cargos como virrey y visitador,10 mostrando su inflexibilidad al exigir el 
cumplimiento de la ley. En el trabajo de Perla Chinchilla Pawling 
 
7 Ismael Sánchez Bella, “Ordenanzas para los Tribunales de México del 
visitador Palafox, 1646”, en III Congreso del Instituto Internacional de Historia del 
Derecho Indiano, Madrid, 17-23 de enero de 1972, Actas y Estudios, Madrid, Instituto 
Nacional de Estudios Jurídicos, 1973, pp. 193-230. 
8 Enrique González González, “Juan de Palafox, visitador de la Real 
Universidad de México: una cuestión por despejar”, en Colegios y Universidades I. 
Del antiguo régimen al liberalismo, Enrique González González y Leticia Pérez 
Puente (coord.), México, CESU-UNAM, 2001, pp. 59-88 
9 Pablo González Casanova, “Aspectos políticos de don Juan de Palafox y 
Mendoza” en Revista de historia de América, XVII, 1944, pp. 27-67. 
10 Rafael D. García Pérez, “Palafox, virrey y visitador de la Nueva España”, en 
Ricardo Fernández Gracia (coord.), Palafox. Iglesia, Cultura y Estado en el siglo XVII, 
Pamplona, Universidad de Navarra, 2001, pp. 129-160. 
 14 
encontramos un esbozo de la política en los escritos del autor.11 Por su 
parte, John H. Elliott nos presenta los intentos de reforma novohispana 
realizados por Palafox.12 En esta materia podemos destacar, por su 
profundidad y extensión, la reciente investigación de Cayetana Álvarez de 
Toledo, que analiza los proyectos de reforma eclesiástica y del Estado 
planteados por nuestro personaje a través de sus cargos públicos.13 No 
obstante, todas estas investigaciones se centran en la actuación políticade este autor y, aunque algunos hacen algunas consideraciones sobre sus 
obras políticas y su pensamiento,14 no se hace de una forma sistemática y 
completa. 
 Quizás el estudio más detenido sobre el pensamiento político de 
Palafox es el realizado por Ernesto de la Torre a través del análisis de la 
obra Historia real sagrada.15 Esta obra nos muestra algunos elementos 
 
11 Perla Chinchilla Pawling, Palafox y América, México, Universidad 
Iberoamericana, 1992, 89 p. 
12 John H. Elliott, “Reformismo en el mundo hispánico: Olivares y Palafox”, en 
Montserrat Galí Boadella (coord.) y Marcelo Gauchat (coord. editorial), La pluma y el 
báculo. Juan de Palafox y el mundo hispano del seiscientos, Puebla, Instituto de 
Ciencias Sociales y Humanidades–Universidad Autónoma de Puebla, 2004, pp. 13-
32. 
13 Cayetana Álvarez de Toledo, Politics and Reform in Spain and Viceregal 
Mexico. The Life and Thought of Juan de Palafox 1600-1659, New York, Oxford 
University Press, 2004, 354 p., (Serie Oxford Historical Monographs). Véase también 
“El proyecto político de Palafox: una alternativa constitucional en tiempos de 
crisis”, en Montserrat Galí Boadella (coord.) y Marcelo Gauchat (coord. editorial), La 
pluma y el báculo. Juan de Palafox y el mundo hispano del seiscientos, Puebla, 
Universidad Autónoma de Puebla (Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades), 
2004, pp. 33-55. 
14 El ejemplo más reciente de un análisis sobre las obras políticas palafoxianas 
lo encontramos en Cayetana Álvarez de Toledo, Politics and Reform…, pp. 30-34, 
146-156, 281-287. 
15 Ernesto de la Torre, Don Juan de Palafox y Mendoza. Pensador político, 
México, Instituto de Investigaciones Jurídicas.UNAM, 1997, 108 p. (Serie C. Estudios 
Históricos nº 66), y en el artículo “El pensamiento político de Don Juan de Palafox y 
Mendoza”, en Ricardo Fernández Gracia (coord.), Palafox. Iglesia, Cultura y Estado 
en el siglo XVII, Pamplona, Universidad de Navarra, 2001, pp. 263-272. 
 15 
característicos del pensamiento palafoxiano sobre la relación entre la 
Iglesia y el Estado, la actuación del príncipe, las formas de gobierno, el 
papel del valido, entre otros. Sin embargo, este trabajo no aborda otros 
importantes textos políticos de este autor y, como las demás 
investigaciones citadas, tampoco sitúa la obra palafoxiana dentro del 
pensamiento político español. Por nuestra parte, hemos procurado incluir 
otras obras políticas de Juan de Palafox, con el fin de demostrar, como 
hemos señalado antes, que el hilo conductor de todas ellas es el 
fundamento ético en la actuación política, pero no nos detendremos a 
exponer otros elementos importantes de su postura política.16 Asimismo, 
procuramos contextualizarlo con los pensadores españoles coetáneos. 
 En el presente trabajo nos detendremos a analizar el pensamiento 
político palafoxiano vertido en sus textos de carácter político. Nos 
referimos a cinco de sus obras: el Diálogo político del estado de Alemania 
(finales de 1631), su Historia real sagrada (1642), los Dictámenes 
espirituales, morales y políticos (s.f., c.a. 1654), el Juicio político de los 
daños y reparos de cualquier monarquía (1647-1654) y el Manual de 
estados y profesiones (1655).17 Consideramos estos textos los principales 
por su contenido y extensión, y porque su autor elabora en ellos su 
propuesta política de una manera teórica, aunque su presentación no es 
sistemática y académica. Para este estudio, no hemos considerado otros 
documentos que redactó durante el ejercicio de sus cargos civiles y 
 
16 Otras rasgos significativos del pensamiento político palafoxiano que se 
pueden estudiar con más profundidad son, entre otros: el origen y alcance del 
poder, la relación del rey con los súbditos y con el gobierno eclesiástico, la misión 
de los representantes del rey. Algunos de estos elementos son mencionados en el 
presente trabajo, sin embargo, no profundizamos en ellos por salirse del objeto del 
mismo. 
17 Juan de Palafox, Obras de Don Juan de Palafox y Mendoza, Madrid, Editorial 
Gabriel Ramírez, 1762, 12 v. 
 16 
eclesiásticos, como parte de las decisiones de gobierno que debía aplicar 
o defender. 
 El análisis de estas obras palafoxianas nos lleva a descubrir 
divergencias entre ellas y, por tanto, a encontrar la evolución que el 
pensamiento político de su autor tuvo a lo largo de su vida y su actividad 
pública. Al mismo tiempo, el examen de su contenido nos muestra su 
relación con otros pensadores políticos españoles de la época, entre los 
que podemos mencionar a Pedro de Rivadeneyra (1527-1611), Juan 
Márquez (1564-1621), Diego Saavedra Fajardo (1584-1648), Juan Eusebio 
Nieremberg (1595-1658) y Baltasar Gracián (1601-1658). Como podremos 
apreciar, estos y otros muchos autores coetáneos a Palafox, formaron 
parte de una corriente de pensamiento político que se opuso a la visión 
amoral de la política maquiavélica. En consecuencia, con la presente 
investigación se colabora en el rescate de esta corriente de pensamiento 
que ha quedado eclipsada en la historiografía por la importancia que se 
ha concedido a la obra de Maquiavelo, pero que no es posible ignorar si 
queremos conocer las ideas políticas que circularon en la Monarquía 
hispánica en los siglos XVI y XVII. 
 Los pensadores políticos españoles del siglo XVII se opusieron a 
Maquiavelo y defendieron la vinculación de la ética con la política. No se 
trata de una novedad para su época, pues ya desde la antigüedad clásica 
se presentaba esta relación, sin embargo, ese pensamiento tradicional se 
renueva e impulsa a partir del siglo XVI, dando especial énfasis a la vida 
virtuosa del príncipe cristiano.18 Es tan característica esta unión entre la 
ética y la política en el pensamiento palafoxiano, que ha dado nombre al 
 
18 Bernardo Polo, “La ética en los actos políticos del príncipe en el pensamiento 
de Juan de Palafox”, en Poder civil y catolicismo en México, siglos XVI-XIX, Puebla, 
BUAP-UNAM (en prensa). 
 17 
presente trabajo, y nos ha llevado a detenernos en el estudio de las 
fuentes de carácter moral o ético en las que se nutrieron los pensadores 
españoles del Siglo de Oro, para poder comprender mejor sus propuestas. 
Ha sido de especial ayuda en esta materia el trabajo de Servais Pinckaers 
sobre la historia de la teología moral,19 y el estudio sobre la ética desde el 
punto de vista filosófico de Martin Rhonheimer.20 También nos han 
brindado un significativo apoyo las obras de filosofía política y del 
derecho de José Antonio Maravall,21 Antonio Truyol y Serra22 y de José 
Fernández-Santamaría.23 
 Por otro lado, la vida de Juan de Palafox se desarrolla en un contexto 
de crisis de la Monarquía española, que influye fuertemente en su 
pensamiento, sus obras y su actuación. El estudio de su pensamiento 
político, también nos ayudará a entender cómo fue vista por sus 
contemporáneos la crisis del siglo XVII en su dimensión imperial, y las 
soluciones para remontarla que se propusieron, que tuvieron en común 
una vuelta a los valores e ideales del pasado. 
 El método de análisis que hemos utilizado para el presente trabajo ha 
sido el propio de la historia del pensamiento político, es decir, el de 
 
19 Servais Pinckaers, Las fuentes de la moral cristiana. Su método, su contenido, 
su historia, Traducido del francés por Juan José García Norro, Pamplona, EUNSA, 
1988, pp. 253-415. 
20 Martin Rhonheimer, La perspectiva de la moral. Fundamentos de la Ética 
Filosófica, Traducido del alemán por José Carlos Mardomingo, Madrid, Ediciones 
Rialp, 2000, 452 p. 
21 José Antonio Maravall, Teoría del Estado en España en el siglo XVII, Madrid, 
Centro de Estudios Constitucionales, 1997, 415 p., (Colección: Estudios Políticos). 
22 Antonio Truyol y Serra, Historia de la Filosofía del Derecho y del Estado. 1.De 
los orígenes a la Baja Edad Media. 2. Del Renacimiento a Kant, 13ª, Madrid, Alianza 
Editorial, 1998, 2 vol., 468 p. / 441 p. 
23 José Fernández-Santamaría, Razón de Estado y Política en el Pensamiento 
Español del Barroco (1595-1640), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 
1986, 296 p., (Colección: Estudios Políticos). 
 18 
estudiar las ideas políticas en cuanto producto del pensar humano.24 
 En el primer capítulo, se busca contextualizar los escritos de Palafox 
en la crisis por la que atraviesa la Monarquía española en la primera 
mitad del siglo XVII. Más que la crisis, nos interesa conocer cómo la 
vieron sus contemporáneos y el ambiente de reforma que se vivió en 
aquellos años, como se puede percibir en los esfuerzos y propuestas para 
remontarla. Por un lado, tenemos las iniciativas de reforma que impulsa 
la Corona, como la creación de diversas Juntas de Reformación; por otro, 
las propuestas de algunos pensadores de la época que presentan diversos 
remedios, entre los que destacamos a los arbitristas, que pusieron el 
énfasis en aspectos económicos, y los pensadores políticos, quienes 
hicieron hincapié en recuperar los valores éticos o morales. En definitiva, 
veremos cómo en estos planteamientos de restauración se proponen 
recuperar la prosperidad y la gloria de la Monarquía buscando volver a las 
estructuras y valores del pasado. 
 Posteriormente, en el segundo capítulo, señalamos algunos datos 
biográficos de Juan de Palafox. Veremos cómo su pertenencia a una 
familia de la nobleza aragonesa es un elemento importante para entender 
su trayectoria en el ámbito político y eclesiástico. Asimismo, notaremos la 
manera en que sus años de formación, sus estudios y su vida religiosa, 
contribuyeron al desarrollo de su pensamiento político y a definir los 
rasgos de su personalidad. El conocimiento de su desempeño en los 
 
24 No pretendemos estudiar la adecuación o inadecuación de las ideas políticas 
a la realidad, ni de su efectividad, lo que sería más propio de la historia de las ideas 
políticas. Sobre la distinción entre historia del pensamiento político e historia de 
las ideas políticas, cfr. D. Negro Pavón, “La historia de las ideas políticas como 
ciencia”, en Gran Enciclopedia Rialp, Madrid, Rialp, 1975, tomo XVIII, pp. 727-728. 
Véase también Richard Tuck, “Historia del pensamiento político”, en Peter Burke, et 
al., Formas de hacer Historia, Traducido del inglés por José Luis Gil Aristu, Madrid, 
Alianza Editorial, 1994, pp. 240-254. 
 19 
cargos eclesiásticos y políticos que le encomendaron, con la consecuente 
adquisición de experiencia, nos ayudará a entender la forma en que 
evoluciona su pensamiento político. Apreciaremos cómo va tomando 
cierta distancia de su mentor, el conde-duque de Olivares, y cómo se 
involucra en diversos conflictos, que le llevaron a ser catalogado como un 
hombre destacadamente polémico, incluso después de su muerte. 
 Los siguientes dos capítulos versan sobre el desarrollo del 
pensamiento político a lo largo de la historia, y su vinculación con la 
ética. Como señalamos anteriormente, los pensadores políticos hispanos 
del Siglo de Oro se opusieron al pensamiento de Maquiavelo y 
reivindicaron la ética en la actuación política. Por ello, en el capítulo 
tercero, analizaremos la vinculación de la ética con la política desde la 
época clásica. En ese entonces surgen grandes filósofos, como Aristóteles 
y Séneca, que presentan la política estrechamente relacionada con la ética 
y la vida virtuosa, y que tuvieron gran influencia en los pensadores 
políticos españoles del XVII. Igualmente, nos ocuparemos de la forma en 
que el pensamiento clásico es cristianizado, llegando a unir 
estrechamente la vida política con la religión a lo largo de la Edad Media y 
colocando como paradigma de gobierno la república cristiana, así como la 
disputa sobre los ámbitos de jurisdicción entre el Papado y el Imperio. 
Veremos también cómo surge el género literario de los espejos de 
príncipes, que perdura hasta principios de la Edad Moderna, y que 
utilizarán algunos pensadores españoles del Siglo de Oro. Al final del 
capítulo abordaremos la crisis bajo medieval, con el surgimiento de los 
estados nacionales y el agravamiento de la disputa entre el Papado y el 
Imperio, dándose los primeros pasos hacia la secularización del 
pensamiento político. 
 El cuatro capítulo, lo dedicamos a la ruptura del pensamiento político 
 20 
y la ética, que marca la propuesta de Maquiavelo y sus seguidores. Frente 
a esta corriente presenciaremos una reacción opuesta –antimaquiavélica– 
de la mayoría de los pensadores políticos españoles del Siglo de Oro, que 
renueva e impulsa el pensamiento tradicional de someter la actuación del 
político a principios éticos; dentro de esta postura destaca la corriente 
erasmista. Asimismo, entre ambas propuestas encontramos una 
intermedia, que asume el pensamiento de Tácito, que admite un cierto 
grado de fraude político y reconoce la necesidad de la unidad religiosa 
para beneficio del reino. 
 La propuesta antimaquiavélica recurrirá al concepto de la razón de 
Estado, para distinguir entre una verdadera razón de Estado, fundada en 
los principios de la moral cristiana, frente a lo que consideraron la falsa 
razón de Estado, es decir, sin móviles éticos. Dentro de esta corriente 
encontraremos a numerosos pensadores políticos españoles del siglo XVII 
que, si bien coinciden en la defensa de la vinculación de la ética con la 
política, difieren en la forma de proponerlo. Siguiendo la categorización 
que sugiere José Fernández-Santamaría,25 distinguiremos en los autores a 
estudiar tres posibles posiciones ante la razón de Estado. La eticista, que 
acentúa la importancia de que la política se subordine a una moral de 
corte religioso; la idealista, que parte de la postura eticista, pero que 
otorga a la Monarquía hispana una actuación predominante para remediar 
los problemas de Europa; y, por último, los realistas, con propuestas más 
pragmáticas, pero sin alejarse de la visión cristiana de la política. 
Partiendo de esta categorización, analizaremos brevemente algunos de los 
principales exponentes del pensamiento político español del Siglo de Oro 
y señalaremos sus elementos característicos, esto nos ayudará a 
 
25 José A. Fernández-Santamaría, Razón de Estado..., passim. 
 21 
contextualizar las obras políticas de Palafox. 
 Los capítulos quinto y sexto los dedicamos al pensamiento político 
palafoxiano. En el quinto tratamos sobre las características de las cinco 
obras políticas de Juan de Palafox antes mencionadas, las circunstancias 
en que las escribió y su contenido. Podremos apreciar su marcada 
preocupación por la actuación virtuosa del príncipe, así como la evolución 
de su pensamiento político, presentando en sus primeros textos una 
idealización de la Monarquía española, para después ir tomando una 
posición más matizada y pragmática, pero sin desprenderse de una visión 
ética de la actuación política del gobernante. Asimismo, comprobaremos 
que su concepción de la política está vinculada a la religión, nota 
característica de su pensamiento. 
 Finalmente, en el capítulo sexto profundizamos en la idea de príncipe 
cristiano en el pensamiento palafoxiano. Podremos ver la posición 
paradigmática que otorga Palafox al gobernante en el comportamiento 
moral de la sociedad. En consecuencia, para él la reforma de la sociedad 
debe partir desde la cabeza, del ejemplo virtuoso del príncipe. En este 
sentido, apreciaremos las recomendaciones concretas que nuestro autor 
da al gobernante sobre las virtudes cardinales de prudencia, justicia, 
fortaleza y templanza, que debe vivir en el ejercicio político. Asimismo, 
veremos el valor que otorga al cuidado espiritual del príncipe para el bien 
de los súbditos. 
 La tesis se cierra con dos anexosen los que presentamos una 
cronología de la vida y actuación política de Juan de Palafox y de sus 
obras. 
 
 23 
I. La Monarquía española en crisis y los intentos de reforma. 
 
 
Para entender el pensamiento político de Juan de Palafox y Mendoza 
(1600-1659) es necesario remitirnos a la situación de la monarquía 
hispánica, y señalar algunos elementos que nos ayuden a entender su 
obra y su relación con algunas corrientes de pensamiento de su época. 
Como sabemos, la vida de Juan de Palafox transcurre entre 1600-1659, 
entre la península ibérica y la Nueva España, un periodo marcado por una 
clara conciencia de la crisis que atraviesa la Monarquía católica y, a su 
vez, por la necesidad de reforma, que se aprecia tanto en diversas 
iniciativas por parte de las autoridades, como en los escritos que, desde 
distintas perspectivas, reflexionan sobre la crisis y buscan soluciones y 
reformas a la situación existente. En el presente capítulo trataremos 
algunas manifestaciones de esa conciencia de crisis, y los intentos de 
reforma. 
 Al mismo tiempo, en medio de la crisis floreció la cultura del Siglo de 
Oro español. Es entonces cuando la cultura española (desde el arte, la 
literatura, el teatro, la moda) alcanza una mayor proyección en el mundo, 
en particular en Italia, Austria, Alemania y Polonia, y cuando el 
pensamiento español adquiere un gran protagonismo dentro de la 
reforma católica postridentina.1 El carácter dominante de estos años está 
marcado por el Barroco, que se manifiesta en todos los campos, 
desbordando la moderación y el equilibrio. Maravall llega a considerar el 
carácter barroco como definitorio de todos los aspectos culturales de esta 
 
1 Fernand Braudel, En torno al Mediterráneo, traducción del francés por 
Agustín López y María Tabayo, Barcelona, Paidós, 1997, pp. 315-321. 
 24 
época, desde la teología a la economía, de la pintura al arte bélico, o de la 
física a la política.2 
 Contrario al Renacimiento, el mundo barroco parece descontento de 
sí mismo, desembocando en formas retorcidas y complicadas, tendiendo 
a lo exaltado, e incluso hasta lo violento. Así, en el arte se busca el 
equilibrio con elementos contrarios que contrastan, como el claroscuro; y 
en la literatura política y económica, abunda el recurso a la paradoja: la 
grandeza de la imponente construcción política de la Monarquía católica y 
la decadencia que atraviesa en el momento presente. 
 En este período permanecen, e incluso se enaltecen, los ideales que 
España proclamó durante el siglo anterior como su papel de Estado 
misional, propio del espíritu de la reforma católica, constituyendo, para 
sus contemporáneos, la defensa de esos ideales la razón de ser de España 
en el mundo. Encontramos, unido a ello, un profundo sentido del honor, 
la lealtad y el servicio a esos ideales, que se observa en el empeño por 
llevarlos a la práctica y, lo que es más importante para nuestro estudio, 
en revitalizar esos valores como una vía o el camino para salir de la crisis 
en que se está envuelto. 
 
 
2 “Es así como la economía en crisis, los trastornos monetarios, la inseguridad 
del crédito, las guerras económicas y, junto a esto, la vigorización de la propiedad 
agraria señorial y el creciente empobrecimiento de las masas, crean un sentimiento 
de amenaza e inestabilidad en la vida social y personal, dominado por fuerzas de 
imposición represiva que están en la base de la gesticulación dramática del hombre 
barroco y que nos permiten llamar a éste con tal nombre. Así, pues, el Barroco es 
para nosotros un concepto de época que se extiende, en principio, a todas las 
manifestaciones que se integran en la cultura de la misma”, José Antonio Maravall, 
La cultura del Barroco, Barcelona, Editorial Ariel, 9ª edición, 2002, pp. 28-30. 
 25 
1. La crisis y sus alcances. 
Sin pretender hacer un análisis de los debates sobre el declive del siglo 
XVII, tema que todavía se discute ampliamente en la historiografía, lo 
cierto es que el seiscientos en el ámbito hispano se suele caracterizar 
como una época de crisis. Sin embargo, aunque todos los historiadores 
están de acuerdo en señalar la decadencia de la Monarquía, el consenso se 
rompe a la hora de explicar las causas, el alcance e, incluso, la duración 
de la crisis. Así, mientras que unos autores ponen énfasis en la pérdida de 
poder de la Monarquía católica en Europa, otros han llamado la atención 
sobre el esfuerzo bélico que mantiene en el continente, que no parece 
corresponder al de una nación decadente, al menos hasta antes de 1640.3 
Otros han resaltado la fuerte crisis económica y fiscal, como prueban, la 
crisis de las diversas actividades productivas, la devaluación de la 
moneda o las sucesivas bancarrotas de la hacienda real. Por otro lado, 
cuando se considera la extensión de la Monarquía, estudios regionales 
han mostrado que no se puede extrapolar la decadencia de Castilla a 
otras áreas, como las regiones peninsulares de la periferia (cornisa 
cantábrica o Levante, en particular Cataluña), o a la América española.4 
 
3 John H. Elliott, España y su mundo 1500-1700, traducción del inglés por 
Ángel Rivero Rodríguez y Xavier Gil Pujol, Madrid, Alianza Editorial, 1990, pp. 122-
145. Al respecto, véase nota 6 del presente capítulo. 
4 La crisis en la América española ofrece particularidades específicas, e, 
incluso, algunos autores, sin negar la recesión que se produjo en esta centuria, 
consideran que más que crisis resulta más apropiado hablar de “reacomodo” y 
“recomposición”: véase Ruggiero Romano, Coyunturas opuestas: la crisis del siglo 
XVII en Europa e Hispanoamérica, México, El Colegio de México – Fondo de Cultura 
Económica, 1993, pp. 13-27 (Sección de obras de Historia); John H. Elliott, España…, 
pp. 253-312; Jonathan Israel, “México y la crisis general del siglo XVII”, en Enrique 
Florescano Mayet (comp.), Ensayos sobre el desarrollo económico de México y 
América Latina (1500-1975), Fondo de Cultura Económica, México, 1979, pp. 135-
53; Peter. J. Bakewell, “Presentación”, en Woodrow W. Borah, El siglo de la depresión 
en Nueva España, México, SEP, 1975, pp. 9-26; y Woodrow W. Borah, Ibidem, pp. 32-
69. 
 26 
Para completar el cuadro, habría que matizar también la temporalidad de 
la crisis que, según los territorios que componían el Imperio, comenzaría 
en las últimas décadas del siglo XVI (Corona de Castilla), o ya entrado el 
siglo XVII (regiones americanas), y se empezaría a remontar en las últimas 
décadas de la centuria.5 Al respecto, Juan de Palafox considera que hacia 
1570 se fueron manifestando los primeros síntomas del declive de la 
monarquía española, al disminuir paulatinamente su presencia en el 
exterior, que serían patentes para 1599, con la pérdida de parte de los 
Países Bajos; al mismo tiempo que el reino se sumía en una seria crisis 
económica.6 
 En cuanto a la crisis política, ésta tendría sus expresiones más claras, 
en su vertiente externa, en la paulatina pérdida de hegemonía de la 
monarquía católica en Europa, y en su vertiente interna, en el gobierno de 
validos. Al mismo tiempo, la autoridad de la Monarquía sobre su inmenso 
Imperio se volvía más difusa, en particular, en América, y las colonias 
 
5 John H. Elliott, España…, pp. 27-49; Roger Chartier, “La Europa castellana 
durante el tiempo del Quijote”, en España en tiempos del Quijote, Antonio Fero y 
Juan Gelabert (Dirs.), Taurus, México, 2005, pp. 129-158; Julián Marías, España 
inteligible. Razón histórica de las Españas, Alianza Editorial, Madrid, 1985, pp. 227-
259. 
6 Juan de Palafox, “Juicio político de los daños y reparos de cualquier 
monarquía”, en Obras del ilustrísimo Juan de Palafox, tomo X, Madrid, Imprenta de 
Gabriel Ramírez, 1762, p. 39, en donde señala: “pues apenas acabó de 
perfeccionarse[la Monarquía] el año de 1558, cuando ya había comenzado su ruina 
desde el año 1570”. Sin embargo, algunos historiadores señalarán que no se puede 
hablar de una clara decadencia antes de 1640: véase Fernand Braudel, En torno al 
Mediterráneo, traducción del francés por Agustín López y María Tabayo, Barcelona, 
Paidós, 1997, p. 320; John H. Elliott, España…, pp. 122-145, 253-311. Hay que 
señalar que gran parte de la polémica sobre los inicios y duración de la crisis 
depende de los ámbitos a los que se preste más atención: demografía, economía, 
fiscalidad, sociedad, política interna o externa, además de las diferencias 
regionales. 
 27 
conquistaban en la práctica cierta autonomía política.7 Por otro lado, la 
administración, a medida que avanzaba el siglo, se volvía más caótica, 
lenta e ineficiente, incrementándose la corrupción administrativa, con sus 
secuelas de favoritismos y sobornos. La situación se agravó con la venta 
de cargos, que aunque se había iniciado durante el reinado de Felipe II, se 
fue extendiendo y consolidando durante el siglo XVII, privilegiando los 
recursos que obtenía la Corona con la medida, es decir como una fuente 
más de ingresos hacendarios. El resultado fue que se incrementó la 
corrupción de los funcionarios, que vieron los puestos como inversiones 
de tipo comercial y lugar para enriquecerse.8 A estas medidas, habría que 
sumar otras, encaminadas también a aumentar la recaudación fiscal, para 
hacer frente a los compromisos en política exterior, como fue el 
incremento de cargas impositivas o la acuñación de moneda de vellón, 
que provocó su devaluación.9 
 Sin duda, y en contraposición con el siglo XVI, la figura del privado o 
valido es uno de los rasgos más distintivos del siglo XVII. Un noble de 
gran prestigio gobierna por delegación real; aunque hay que advertir que 
nunca se logró una clara institucionalización del cargo, por lo que la 
posición del valido resultaba difícil, además de poco popular. Esta figura 
 
7 Jonathan Israel, Razas, clases sociales y vida política en el México colonial 
1610-1670, Traducido del inglés por Roberto Gómez Ciriza, México, Fondo de 
Cultura Económica, 1999, p. 270. 
8 John H. Elliott, España…, pp. 260-311; José Luis Comellas, Historia de 
España…, pp. 198-201. Sobre el grado de corrupción, véase Horst Pietschmann, El 
Estado y su evolución al principio de la colonización española en América, México, 
Fondo de Cultura Económica, 1989, pp. 163-182, y del mismo autor “Corrupción en 
las Indias Españolas: revisión de un debate en la historiografía sobre 
Hispanoamérica Colonial”, en Manuel González Jiménez, et al., Instituciones y 
corrupción en la historia, Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio 
Científico, Universidad de Valladolid, 1998, pp. 33-52. 
9 Jonathan Israel, México…, pp. 135-136, y Razas…, pp. 139-163 y 220-249; 
John H. Elliott, España…, pp. 145-171; José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 
201-204, 252-254. 
 28 
no fue sólo característica del gobierno de los Austrias españoles, pues 
encontramos ejemplos similares en otros Estados europeos: en Inglaterra 
con lord Cecil, Sommerset o Buckingham; en Francia, Sully, Luynes, 
Richelieu o Mazarino; en el Imperio alemán, Fernando de Estiria o 
Maximiliano de Baviera. No faltaron defensores de los validos. Algunos 
pensadores de la época, como fray Jerónimo de Florencia, Virgilio 
Malvezzi –ideólogo de Olivares–, Juan Pablo Mártir Rizo y fray José 
Laínez, consideraban necesaria esta figura, pues servía como escudo 
protector de los monarcas ante las críticas de sus súbditos, y se 
garantizaba así la estabilidad del régimen monárquico.10 Por tanto, el 
valido debía defender al rey y asumir en público la responsabilidad por 
las decisiones políticas más impopulares, especialmente las relacionadas 
con el reparto de oficios y mercedes. Además debía controlar el gobierno 
cotidiano de la monarquía y alejar al soberano de la controversia pública, 
permitiéndole proteger su reputación. Sin embargo, aunque, como hemos 
visto, no faltaron defensores de la figura del valido, la teoría dominante 
sobre el poder real consideraba que un verdadero rey debía gobernar en 
solitario y no compartir con nadie su soberanía. Si permitía que su poder 
coexistiera con el de un valido, era visto como un monarca débil.11 De 
hecho, como analizaremos en el capítulo V, Juan de Palafox, criticará en 
su Historia real sagrada la figura del valido,12 juzgando preferible que el 
rey gobierne por su persona. 
 Al mismo tiempo, en la monarquía española creció el número de 
Consejos o Sínodos, en donde representantes de la nobleza fueron 
 
10 Antonio Feros, El Duque de Lerma. Realeza y privanza en la España de Felipe 
III, Madrid, Marcial Pons, 2002, pp. 465-479. 
11 Idem. José Luis Comellas, Historia de España moderna y contemporánea 
(1474-1965), Madrid, Rialp, 1967, pp. 189-196. 
12 Véase, Juan de Palafox, Historia real sagrada, fs. 161-167v. 
 29 
creando sus redes clientelares y defendían sus intereses. Esta situación 
fomentó la corrupción administrativa, el favoritismo y la lucha entre las 
distintas facciones por ganarse el favor real. Por tanto, la presencia del 
valido y de las estructuras polisinodiales propiciaron el enriquecimiento 
fraudulento de las personas más cercanas al monarca y de las grandes 
familias aristocráticas, en perjuicio del resto de la nación.13 
 En lo que respecta a la política exterior española, se aprecia en la 
primera mitad del siglo XVII el intento de conservar la hegemonía europea 
de la monarquía católica, una posición que se había logrado en el siglo 
anterior, pero que, para mantenerla, había llevado a la Corona a 
innumerables guerras con otras potencias. Con Francia, los Habsburgo 
dirimieron la hegemonía europea y el control de la península italiana, 
donde en el siglo XVI consiguió afianzarse el dominio español. En el 
Mediterráneo, las tropas comandadas por España, conjuraron la amenaza 
turca en el occidente. En la Europa central, los monarcas españoles 
encabezaban el movimiento religioso e ideológico postridentino, 
intentando apoyar a la otra rama de la familia, y sofocar el movimiento 
luterano, en defensa de la causa católica. Al mismo tiempo, la Monarquía 
enfrentaba diversas sublevaciones en los Países Bajos, en los que se 
debatía el dominio castellano sobre el territorio, pero que adquiría 
también tintes religiosos, por el enfrentamiento entre las confesiones 
calvinista y católica. Otro frente era Inglaterra, que disputaba a la 
Monarquía católica el dominio del mar y su monopolio comercial con las 
posesiones de Indias, que al igual que el conflicto en los Países Bajos y en 
 
13 Antonio Feros, El Duque…, pp. 465-479; José Luis Comellas, Historia de 
España…, pp. 189-196. 
 30 
la Europa central adquiría el carácter de lucha religiosa: el cristianismo 
reformado frente al católico.14 
 Sin embargo, el esfuerzo bélico del reinado de Felipe II no se podía 
mantener. A la subida al trono de Felipe III en 1598 y de su valido, el 
duque de Lerma, la situación de las arcas reales amenazaba la bancarrota, 
y junto con el agotamiento financiero y económico, estaba también el 
psicológico. Urgía el cese de las hostilidades, o al menos, conseguir una 
tregua. En 1598, se firmaba la paz de Vervins con Francia; el dominio 
español sobre Italia estaba consolidado y, en el Mediterráneo, los turcos a 
raya. Sin embargo, los peligros para la política exterior española estaban 
en el Atlántico. En los Países Bajos, a pesar de invertir una gran cantidad 
de hombres y de dinero, el intento de aplacar la herejía y la rebelión se 
habían frustrado. Felipe II, en su testamento, claudicó y transfirió los 
Países Bajos a su hija Isabel Clara Eugenia y al archiduque Alberto de 
Austria. Sin embargo, se incorporó una cláusulade reversión a la rama 
española de la familia, si no había descendencia de esta unión, tal como 
sucedió. El problema de Flandes no estaba resuelto, pues a pesar de la 
separación de la Corona española las revueltas no cesaban. Al mismo 
tiempo, Inglaterra continuaba siendo una amenaza a las rutas de 
navegación que conectaban a España con el norte de Europa y con 
América. A pesar de los desafíos que representaban las Provincias Unidas 
e Inglaterra para el dominio español, en 1604 se firmaba la paz con 
Inglaterra, y en 1609 se pactaba una tregua de Doce Años con los Países 
Bajos. Esta situación refleja la crisis política y económica que ya 
atravesaba la monarquía española para mantener su hegemonía en 
Europa, y la clara conciencia de los pensadores españoles de las dos 
 
14 John H. Elliott, España…, pp. 27-49; José Luis Comellas, Historia de 
España…, pp. 140-186. 
 31 
primeras décadas del siglo XVII de la débil situación de la monarquía, y 
por tanto, sus propuestas para conservar la hegemonía en Europa.15 
 Sin embargo, las treguas y acuerdos firmados en los primeros años 
del siglo XVII sólo aplazaron los conflictos no resueltos. En 1618 se 
reanudaban las hostilidades. En ese año comenzaba la denominada 
Guerra de los Treinta Años (1618-1648), un conflicto en el que, a pesar de 
los tintes religiosos que adquirió, se debatía la hegemonía europea, y que 
arrastró a la contienda a la mayor parte de las naciones europeas. Así, en 
1621, con el fin de la Tregua de los Doce Años firmada con las Provincias 
Unidas, se reabrió la guerra con Holanda. Todavía en los años veinte, los 
tercios españoles consiguieron algunos triunfos, como el de la Montaña 
Blanca cerca de Praga (1620), la rendición de Breda (1625), que aunque a 
la larga fueran decepcionantes, fomentaron en España un clima de 
“patriotismo” y la idea de que la Monarquía recuperaba su protagonismo 
y fortaleza en los campos de batalla. Sin embargo, las tropas españolas 
padecían serios reveses militares. Entre 1628-1630 fracasaron en el 
intento de controlar el norte de Italia; entre 1633-1634 tuvieron que 
enfrentar el poderío sueco en tierras alemanas. En 1635 Francia declaró la 
guerra a España. La monarquía hispánica retrocedía en todos los frentes, 
y sólo la victoria de Fuenterrabía (1638) parecía evitar el desplome 
completo. Si la situación en la década de los treinta era ya crítica, se 
agravó más en la siguiente, cuando a las derrotas y repliegue español en 
Europa, se le sumaron, como veremos en otro apartado, los conflictos y 
 
15 John H. Elliott, España…, pp. 146-171; José Luis Comellas, Historia de 
España…, pp. 197-213; Patrick Williams, “El reinado de Felipe III”, en Historia 
General de España y América. La crisis de la hegemonía española. Siglo XVII, Madrid, 
Rialp, tomo VIII, 1986, pp. 419-443, y Henry Kamen, “La política exterior”, Ibidem, 
pp. 521-528. 
 32 
rebeliones en la propia península ibérica, las más graves de las cuales 
fueron las secesiones de Portugal y Cataluña. 
 Las derrotas de Rocroi (1643) y de Lens (1648), sumados a los graves 
conflictos internos de la Monarquía en la península, la obligaron a 
doblegarse. En 1648 se ponía fin a la Guerra de los Treinta Años con la 
Paz de Westfalia, que, a su vez, ponía fin a la hegemonía española en 
Europa, y en 1659, el mismo año que fallecía Palafox, se firmaba la Paz de 
los Pirineos con Francia. A las pérdidas territoriales de la monarquía en 
Europa, habría que sumar la independencia de Holanda y la de Portugal, si 
bien esta última no sería reconocida por los austrias españoles hasta 
1668. Los tratados de paz de Westfalia (1648) y de los Pirineos (1659) 
cerraban una etapa en la política exterior española y de su presencia 
como potencia hegemónica europea. 
 Para Palafox y muchos de sus contemporáneos, la “declinación”, 
término con el que aluden a la crisis y decadencia, es vista como un 
contraste de la otrora poderosa, fuerte y próspera Monarquía, de ahí que 
en muchas obras de la época encontremos el título de “Restauración…”, 
“Conservación…”.16 En estos textos, un sinnúmero de pensadores analizan 
los problemas del Estado desde distintos puntos de vista y proponen los 
remedios que consideran convenientes para su resolución, para su 
restauración, la vuelta a la grandeza. Entre ellos, los más conocidos son 
los llamados arbitristas. 
 
16 Algunos ejemplos son la obra de Martín González de Cellorigo, Memorial de 
la política necesaria y útil restauración a la república de España (1600), Madrid, 
Instituto de Cooperación Iberoamericana, Sociedad Estatal Quinto Centenario, 
Antoni Bosch editor, Instituto de Estudios Fiscales, 1991, 196 p.; la de Sancho de 
Moncada, titulada Restauración política de España (1619), Madrid, Juan de Zúñiga, 
1746, 160 p.; Pedro Fernández Navarrete escribe Conservación de Monarquías 
(1626), ed. de Michael D. Gordon, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1982, 425 
p.; por su parte Miguel Caxa de Leruela la Restauración de la antigua abundancia en 
España (1631), ed. de J. P. Le Flem, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1975. 
 33 
 
2. Los arbitristas. 
Bajo el término arbitrismo se alude a corrientes de opinión nacidas en 
España en el siglo XVI, y que se prolongan en el siglo XVII, que tienen 
como finalidad obtener más recursos para el monarca, prescindiendo de 
la negociación con las Cortes. Siguiendo la propuesta de Gutiérrez Nieto 
que presenta Alvar Ezquerra,17 a grandes rasgos se pueden considerar dos 
tipos de arbitrismos. El primero, más propio del siglo XVI, es el arbitrismo 
fiscal, que se ocupó sólo de proponer mecanismos para incrementar las 
arcas reales aumentando los derechos reales.18 
 El segundo tipo de arbitrios es el considerado arbitrismo reformador, 
que se desarrolló a partir del reinado de Felipe III, y se preocupó 
especialmente de las causas de la decadencia del reino y de proponer los 
remedios para salir de la crisis. Por la temática que abordan, y la época en 
que se escriben, el arbitrismo reformador es el que nos interesa para 
nuestro estudio. 
 Al parecer, el origen del arbitrismo está en la tradición de la 
monarquía española por la cual todo vasallo tenía derecho a ser 
escuchado por el soberano, y éste, la obligación de buscar el mejor 
consejo. De hecho, muchos de los memoriales de las primeras décadas del 
 
17 Juan Ignacio Gutiérrez Nieto, “El pensamiento económico, político y social de 
los arbitristas”, Historia de España Menéndez Pidal, El siglo del Quijote (1580-1680): 
Religión, filosofía, ciencia, bajo la dirección de Ramón Menéndez Pidal, Madrid, 
Espasa Calpe, 1986, pp. 235-354. 
18 Alfredo Alvar Ezquerra, “Arbitristas y arbitrismos. Textos y análisis”, en 
Alfredo Alvar Ezquerra et al., La economía en la España Moderna, Madrid, Istmo, 
2006, pp. 373-379. 
 34 
siglo XVII son respuestas a llamados y consultas del rey o de sus 
consejos.19 
 Durante el Siglo de Oro español la opinión sobre los arbitristas fue 
peyorativa, como se puede apreciar en las sátiras literarias sobre su figura 
y en la oposición de algunos autores a ser considerados tales, lo que 
refleja el descrédito en que muchos de ellos habían caído, 
considerándolos extravagantes y peligrosos. Sin embargo, desde 
mediados del siglo XX ha cobrado fuerza otra valoración, en la que 
algunos historiadores los consideran testigos conscientes de la 
decadencia, verdaderos pensadores, eminentemente pragmáticos, en 
ocasiones personas molestas a la administración pública por sus fuertes 
críticas, pero quizá mal entendidos en su época; algunos incluso llegan a 
catalogarlos como precursores de la economía moderna. Actualmente se 
separa del grupo de los arbitristas a los consejeros del rey o a los 
procuradores de Cortes, pues habitualmente se consideraque los 
arbitristas actuaban por cuenta propia y no por un mandato.20 
 Estos pensadores, y muchos otros, atribuyen el declive español a una 
variedad de causas. Cada uno centra su atención en algunos aspectos, y el 
resultado es un sinnúmero de razones. Así, unos ponen el acento en el 
descenso de la población o crisis demográfica por diversos motivos: 
epidemias, las numerosas guerras, la expulsión de los moriscos en 1609, 
 
19 Idem. 
20 Ibidem, p. 376. Véase también Anne Dubet, “Los arbitristas entre discurso y 
acción política. Propuestas para un análisis de la negociación política”, en Tiempos 
Modernos. Revista electrónica de Historia Moderna, España, Fundación Española de 
Historia Moderna, Vol. 4, Número 9, 2003, pp. 1-14 [Disponible en 
http://www.tiemposmodernos.org /viewarticle.php?id=36]; Elena Cantarino, 
“Tratadistas político-morales de los siglos XVI y XVII”, en El Basilisco, Oviedo, 
Pentalfa Ediciones, 1996, n° 21, abril-junio, pp. 6-7; John H. Elliott, España…, pp. 
289-292; Ricardo García Cárcel, “La cultura del Siglo de Oro. Pensamiento, arte y 
literatura”, en Historia de España, Madrid, Temas de Hoy, volumen 17, pp. 45-47. 
 35 
la emigración a Indias, el aumento de la población urbana a costa de la 
disminución de la campesina, el clima adverso, la deficiente alimentación 
y la abundancia de religiosos. Junto con la escasez de población, otros 
presentaron diversos factores sociales y económicos, como la crisis de las 
actividades productivas, la creciente presión fiscal, la devaluación de la 
moneda, sin olvidar el abandono de los antiguos valores y costumbres, los 
cuales resultaba indispensable revitalizar para salir de la crisis.21 
 Entre los arbitristas podemos destacar a Martín González de 
Cellorigo con su Memorial de la política necesaria y útil. Restauración a la 
república de España y Estados de ella y del desempeño universal de estos 
reinos (1600). Este pensador considera que la decadencia de la Monarquía 
está causada por la despoblación general de España, la situación de la 
agricultura que se encuentra en manos de gente sin recursos y con 
dificultades para pagar las altas rentas, los numerosos censos que gravan 
las propiedades, además de la presión fiscal. Estima que la riqueza no se 
consigue con la acumulación de la moneda, sino empleándola en 
actividades productivas. En consecuencia, el atraso económico de España 
se debe, en parte, a que la gente se limita a vivir de los intereses de sus 
capitales mediante la constitución de censos, en lugar de trabajar. 
Cellorigo sugiere que los capitales dados en censo se movilicen y 
canalicen a inversiones productivas, propuesta que está en consonancia 
con la predicación de moralistas católicos italianos de los siglos XIV a XVI, 
como la del cardenal Gaetano, san Antonio de Florencia y san Bernardino 
de Siena, cuya doctrina fue predicada en España sobre todo por los 
franciscanos. En el siglo XVI, también bajo esta influencia, santa Teresa de 
Jesús aconsejaba a su hermano Lorenzo de Cepeda no vivir de los censos 
 
21 Idem. Ver también José Ignacio Ruiz Rodríguez, “El pensamiento económico 
en la España Moderna”, en Ibidem, pp. 481-528. 
 36 
con el pretexto de poder dedicar más tiempo a la oración, animándolo a 
emplear el tiempo en un trabajo productivo.22 
 En consecuencia, como señala José Luis Pérez de Ayala, la propuesta 
de Cellorigo implica que uno de los factores del declive español fue la 
falta del seguimiento de los criterios de ética económica: 
“no fue la moral católica, con sus restricciones sobre los 
cambios y sobre la no licitud del interés, etc., el factor que 
frenó el espíritu empresarial de nuestro siglo XV. Por el 
contrario (…) es el abandono de la ética católica, tanto en 
general como en el campo profesional y empresarial, lo que 
determina el retraso económico español en el tránsito del 
siglo XVI al XVII”.23 
 También cabe mencionar a Sancho de Moncada (1580-1638) entre los 
arbitristas, quien publica en 1619 la Restauración política de España. Se 
trata de una obra dividida en nueve discursos en la que presenta un 
programa de acción para salir de la crisis económica, junto a un tratado 
de teoría política y pedagogía real. Por un lado, considera los daños 
temporales que padece la monarquía: la pobreza y la falta de gente; por 
otro, presenta los infinitos daños espirituales que padece España, cuya 
raíz es el ocio, y a partir de él surgen innumerables vicios. Estima que la 
principal causa del declive español es el comercio de extranjeros y la 
entrada a España de gran cantidad de metales preciosos procedentes de 
Indias, que llevan al ocio, al empobrecimiento, a la despoblación. Aborda 
también en su obra cuestiones monetarias y mecanismos para 
 
22 José Luis Pérez de Ayala, en su “Estudio preliminar”, en Martín González de 
Cellorigo, Memorial de la política necesaria y útil. Restauración a la república de 
España y Estados de ella y del desempeño universal de estos reinos (1600), Madrid, 
Instituto de Cooperación Iberoamericana, Sociedad Estatal Quinto Centenario, 
Antoni Bosch editor, Instituto de Estudios Fiscales, 1991, pp. XIV, XXV-XXXI. Véase 
también José Ignacio Ruiz Rodríguez, El pensamiento…, pp. 508-509. 
23 Ibidem, p. XXVI. 
 37 
incrementar los ingresos fiscales de la Hacienda real. El discurso noveno 
es el que nos interesa para nuestro estudio, pues en él recomienda al 
príncipe y a sus colaboradores en el gobierno el estudio de la política, 
considerándola una verdadera ciencia que no se puede alcanzar sin gran 
esfuerzo. Juzga la ignorancia de esta ciencia como la raíz de los males en 
los reinos, pues cuando no se estudia se cometen en el gobierno graves 
errores, provocando daños irreparables. La importancia que le otorga al 
estudio de la política le lleva a recomendar el implantar en la universidad 
cátedra y lección de esta materia, sugiriendo también que el principal 
nervio de dicha facultad se instale en la Corte.24 
 De estos dos autores, Cellorigo y Moncada, tal vez los más 
representativos del género arbitrista, nos interesa destacar aquí la 
importancia que le conceden a la ética (Cellorigo) y a la política 
(Moncada), y que enlazan en esta preocupación con el pensamiento de 
Juan de Palafox. 
 
3. Las reformas. 
En medio de la crisis, junto con las propuestas de los arbitristas, surge 
todo un ambiente de renovación, que buscaba regresar a los antiguos 
valores y principios que había encarnado la Monarquía católica el siglo 
 
24 Sancho de Moncada, Restauración política de España, edición a cargo de Jean 
Vilar, Madrid, Ministerio de Hacienda.Instituto de Estudios Fiscales, 1974, 278 p. 
(Clásicos del pensamiento económico español, n° 1), véase Discurso primero, 
capítulos I, XI y XVI; Discurso segundo, capítulo I; y Discurso noveno; Rogelio 
Fernández Delgado, La ruptura del pensamiento económico castellano en el siglo 
XVII: Juan de Mariana y Sancho de Moncada, tesis doctoral presentada en la 
Universidad Complutense de Madrid, en la Facultad de Ciencias Económicas y 
Empresariales, Departamento de Historia e Instituciones Económicas I, Madrid, 
2003, pp. 37-43 [Disponible en: http://www.ucm.es/eprints/4771/]. Véase también 
José Ignacio Ruiz Rodríguez, El pensamiento…, pp. 509-511. 
 38 
anterior. En 1618 Felipe III destituyó al duque de Lerma como valido, 
principal obstáculo para una reforma profunda, encargando a Uceda la 
dirección del gobierno. Ese mismo año mandó constituir una Junta de 
Reformación, con el fin de acometer la solución a diversos problemas, 
desde los de índole tributario y demográfico, hasta los de corte moral. Sin 
embargo, la constitución de esta Junta, como las que se formarán a los 
largo de varios lustros, encontrará una fuerte oposición por parte del 
Consejo de Castilla,que verá mermadas sus facultades al atribuir a estos 
organismos especiales asuntos de su competencia. Después de la caída de 
Lerma (1618), el Consejo de Castilla reconoció de manera oficial la 
seriedad de los problemas en su famosa consulta sobre la reforma del 1 
de febrero de 1619, constituyendo sus propuestas un programa de acción. 
En esa consulta se reconocía que la pérdida de población había sido uno 
de los factores principales de la decadencia. Para reactivar el crecimiento 
se propusieron cambios legales que aligeraran las cargas fiscales. 
También se restringió el número de nuevas fundaciones religiosas y se 
insistió en que el ingreso a conventos y monasterios sólo se permitiera a 
aquellos que tuvieran una verdadera vocación religiosa. Con el fin de 
mejorar la actividad económica se sugirió que las personas de la nobleza 
que residían en la corte, y que ahora eran vistos como parásitos, 
regresaran a sus ciudades y lugares de origen para dinamizar la economía 
de sus territorios. Además, el rey debía moderarse al conceder mercedes 
de pensiones, cargos y honores, que suponían una erogación por parte del 
tesoro público, cada vez más empobrecido. Asimismo, se propuso 
reformar los usos y costumbres suntuarios con una nueva legislación que 
disminuyera las importaciones y fomentara las manufacturas 
peninsulares.25 
 
25 John H. Elliott, “Reformismo en el mundo hispánico: Olivares y Palafox”, en 
 39 
 Durante el régimen del duque de Uceda se hizo poco para llevar a la 
práctica estas reformas, debido a un cierto temor de enfrentarse a los 
derechos adquiridos por la nobleza, debido a lo cual el movimiento 
reformista no avanzó como se esperaba. Con la subida al trono del nuevo 
rey, Felipe IV, y de un nuevo régimen en 1621, se crearon nuevas 
expectativas de reforma.26 
 Al subir al trono Felipe IV, delegó el gobierno de la monarquía en 
Zúñiga, y más adelante en Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde de 
Olivares y pronto duque de Sanlúcar, quienes intentaron romper con el 
gobierno anterior promoviendo una profunda reforma, buscando colocar 
a España como la potencia hegemónica de Europa, como lo fue en otros 
tiempos. El programa del conde-duque está expresado en dos memoriales 
que dirigió a Felipe IV en 1621 y en 1625. Su contenido principal se puede 
dividir en cuatro puntos: en primer lugar la reforma administrativa, con la 
que proponía la remoción del personal corrupto del gobierno anterior e 
ideando la creación de una serie de Juntas para resolver los diversos 
problemas de la monarquía. En segundo término, establecer una política 
proteccionista al comercio, entre otras cosas, suprimiendo la importación 
de tejidos extranjeros. En tercer lugar, buscar la repoblación, facilitando 
la permanencia en España de los extranjeros católicos, favoreciendo los 
matrimonios y limitando el número de religiosos. Y, por último, lograr la 
 
Montserrat Galí Boadella (coord.), La pluma y el báculo. Juan de Palafox y el mundo 
hispano del seiscientos, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla 
(Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades), 2004, pp. 13-16; y en El Conde-
Duque de Olivares. El político en una época de decadencia, 6a. edición, Barcelona, 
Editorial Crítica, 1991, (Serie Mayor), pp. 114-119; Antonio Feros, El Duque..., pp. 
413-463; José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 211-213; Patrick Williams, El 
reinado…, pp. 419-443. 
26 John H. Elliott, El Conde-Duque…, pp. 114-119, y España…, p. 194; José Luis 
Comellas, Historia de España…, pp. 211-213; Patrick Williams, El reinado…, pp. 441-
443. 
 40 
unificación jurídica de los reinos peninsulares, mediante el nombramiento 
de altos cargos intercambiables entre los distintos reinos, obligando a los 
reinos a cambiar sus leyes, si fuera necesario con una intervención 
militar. De esta forma, el reinado de Felipe IV inició con aires de 
renovación. Los cambios, las remociones y los proyectos de aquellos 
primeros años se acogieron con esperanza y optimismo. Este anhelo por 
la restauración de la grandeza y la gloria de España influyó en las 
principales decisiones en política exterior que se tomaron entre 1618-
1621, cuando la monarquía se involucró en la Guerra de los Treinta Años 
y cuando llegó a su fin la Tregua de los Doce Años firmada con las 
Provincias Unidas, como analizamos en el apartado anterior.27 
 Siguiendo la línea marcada por Olivares, Felipe IV creó con real 
cédula del 8 de abril de 1621, una nueva Junta de Reformación, dirigida a 
combatir especialmente los vicios, abusos y cohechos, evitar los gastos 
excesivos y erradicar el lujo, reformar las comedias y bailes y prohibir los 
juegos. Su competencia era limitada, se circunscribía a la reforma moral 
centrándose en custodiar la observancia de las leyes ya establecidas sobre 
estas materias y prescindiendo de aspectos políticos y económicos, que 
implicaran una reforma profunda de las estructuras o que afectaran la 
posición de los grupos de poder tradicionales y, por lo mismo, el 
enfrentamiento con los soportes tradicionales de la propia Monarquía. 
Aunque se trataba de un intento de reforma, el número escaso de 
documentos sobre el tema muestran buena voluntad por parte del rey y 
quizá sagacidad política del valido, pero no se consiguieron grandes 
 
27 John H. Elliott, El Conde-Duque…, pp. 132-136, 141, 143; España…, pp. 151-
171, 201-228; y Reformismo…, pp. 13-16; Antonio Feros, El Duque…, pp. 18-24, 
465-479; José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 215-224; I. A. A. Thompson, 
“El reinado de Felipe IV”, en Historia General de España y América. La crisis de la 
hegemonía española. Siglo XVII, Madrid, Rialp, tomo VIII, 1986, pp. 443-492. 
 41 
avances y, al parecer, la Junta se terminó extinguiendo por su inactividad. 
En enero de 1622, como parte de este ambiente reformista, se constituyó 
la Junta de Inventarios con el fin de evitar el enriquecimiento ilícito, 
ordenando a los ministros y oficiales de la Monarquía realizar un 
inventario de sus bienes desde 1592, requisito que también se señaló para 
los candidatos a ocupar un nuevo cargo. Todo indica, sin embargo, que el 
rey no tenía intención de abrir los inventarios, salvo si en algún caso 
concreto lo creyera oportuno. Al parecer sólo se procedió a ver el 
contenido de alguno de estos inventarios, pues de hecho la gran mayoría 
de los que se conservan en el Archivo General de Indias llegaron a 
nuestros días cerrados. Además, no pasó mucho tiempo para que la 
disposición se convirtiera en letra muerta, aunque la legislación se 
mantuviera vigente, al menos para las Indias, durante todo el siglo XVII.28 
 Con la decepción que significó la Junta de Reformación de 1621, se 
formó en agosto de 1622 la Junta Grande de Reformación, un organismo 
nuevo y más llamativo, que buscaba reflejar con mayor profundidad el 
compromiso del rey y sus ministros con la causa de la reforma y la 
rectitud moral. El rey firmó una carta larga que fue enviada a las 
principales ciudades castellanas pidiéndoles sugerencias para mejorar las 
reformas. La propuesta era un conjunto de disposiciones de diversa 
índole. Había algunas medidas que afectaban a la justicia y a la 
administración, proponiendo reducir en dos terceras partes el número de 
escribanos, recolectores de impuestos y alguaciles. También se prestó 
especial atención al despoblamiento y se establecieron medidas para que 
la nobleza abandonara la corte y se trasladara a sus señoríos; se prohibió 
la emigración y se apoyó la inmigración de extranjeros. Además, se 
 
28 José F. de la Peña, Oligarquía y propiedad en Nueva España (1550-1624), 
México, Fondo de Cultura Económica, 1983, pp. 13-29. 
 42 
endurecieronlas medidas de limpieza de sangre para los nombramientos 
de cargos públicos. Otras medidas buscaban una reforma moral y de las 
costumbres, restringiendo la extravagancia en el vestir mediante una 
legislación suntuaria y el cierre de burdeles. La búsqueda de la austeridad 
reflejaba la convicción de que las virtudes que habían hecho grande a 
España habían sido corrompidas por la riqueza y el paso del tiempo, por 
lo que la verdadera piedad y los principios de moralidad pública eran 
requisitos previos para volver a los grandes días del pasado. Estas 
exigencias se reforzaron por los valores que el catolicismo postridentino 
trató de inculcar. Algunas propuestas de la Junta fueron bien recibidas 
por las ciudades, pero sobre los impuestos la mayoría respondió que el 
lugar adecuado para resolver esos asuntos eran las Cortes.29 
 No obstante, todos estos planes de reforma partían del gobierno 
central, dejando a un lado a los tradicionales grupos de poder y a las 
oligarquías municipales, lo que dificultaba enormemente su aplicación. 
Además, la gran demanda de recursos llevó al conde-duque a resignarse 
frente al desacuerdo de las ciudades castellanas. Por su parte, la creación 
de las diversas Juntas vino a complicar más el trabajo administrativo. Las 
medidas proteccionistas del comercio no surtieron el efecto esperado, y la 
falta de mano de obra, desarrollo técnico, capitales y una reforma 
profunda de las estructuras, impidieron la tan añorada recuperación de 
los sectores productivos. Tampoco se logró incrementar la inmigración, 
pues en esos años España no podía ofrecer la riqueza deseada por los 
extranjeros. Por último, el planteamiento del conde-duque respecto a la 
 
29 John H. Elliott, El Conde-Duque…, pp. 114-119; y Reformismo…, pp. 16-17. El 
sistema de Juntas continuó lo largo del gobierno de Olivares y se mantuvo con Luis 
de Haro, sin embargo, su eficacia fue muy cuestionada, al respecto véase Juan 
Francisco Baltar Rodríguez, Las Juntas de Gobierno en la Monarquía Hispánica 
(siglos XVI-XVII), Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1998, 
(Colección: Historia de la Sociedad Política), passim. 
 43 
unificación de España no tenía en cuenta los principios históricos y 
jurídicos del foralismo, y siguió en ocasiones procedimientos 
inadecuados, que a la larga y a juzgar por los resultados, provocaron una 
mayor división, muy distinta a su objetivo, que culminó en las revueltas 
de los años cuarenta, que llegaron a amenazar la unidad de la 
monarquía.30 
 En el contexto de la Guerra de los Treinta Años, y para enfrentar a los 
franceses, Olivares concibió una Unión de Ejércitos paralela a la 
unificación administrativa, en la que cada reino participaría con 
aportaciones proporcionales a su población y posibilidades económicas. 
Sin embargo, esto significaba un ataque a la autonomía de los reinos, que 
además estaban ya exhaustos por tantos años que llevaban en guerra, lo 
que supuso hacer un gran esfuerzo durante varios años para lograr 
dominar el frente de guerra con Francia. Se acumularon tensiones y 
malestares dentro de la monarquía; junto a la inflación y la bancarrota, y 
a pesar de algunos sucesos destacados como la victoria de Fuenterrabía 
(1638), la incapacidad de seguir soportando por más tiempo el colosal 
esfuerzo de mantener las fronteras, llevaría a una tremenda crisis interna 
de la monarquía española en la década de 1640. 
 La decisión de la monarquía hispana por mantener su preeminencia 
en Europa, requirió un gran esfuerzo fiscal, que impactó negativamente 
en la economía que ya atravesaba, sobre todo la castellana, por una fuerte 
crisis. Los serios problemas económicos coadyuvaron al inicio de una 
grave crisis de política interna en 1640. Cataluña se sublevó, Portugal se 
separó, más tarde movimientos semejantes surgieron en Andalucía, 
Aragón, Nápoles y Sicilia. Todas estas revueltas reflejan un malestar 
 
30 José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 215-220. 
 44 
generalizado, aunque cada movimiento mantiene sus características 
particulares: en algunos la nobleza tiene un papel más preponderante, en 
otros, lo tendrá el pueblo.31 La crisis política afectó al corazón de la 
Monarquía, y desde la propia unión peninsular impactó a sus dominios 
europeos, llegando también la inestabilidad al nuevo continente. En Nueva 
España, por ejemplo, se incrementó la presión fiscal para financiar la 
política exterior de la Corona, y con este trasfondo estalló una crisis 
interna que enfrentó a los virreyes y sus partidarios, y los obispos Juan 
Pérez de la Serna y Juan de Palafox junto con los criollos y sus 
seguidores.32 
 Así, la unidad política del Imperio, incluida la propia unidad 
peninsular, parecía desintegrarse. Se trataba de una deserción a la 
empresa común que la monarquía intentaba llevar a cabo desde años 
atrás, y que el conde-duque había buscado revitalizar, reforzando el 
centralismo y la colaboración equitativa de todos los reinos. El fracaso de 
la política de Olivares provocó que fuera alejado de la Corte a principios 
de 1643 y sustituido por Luis de Haro. Sólo mediante un gran esfuerzo se 
consiguió la reintegración de los reinos con la excepción de Portugal. 
España, aún destrozada interiormente, siguió resistiendo como pudo 
hasta que la derrota de Lens (1646) le forzó a doblegarse. Así, en 1648 se 
verá obligada a firmar la paz de Westfalia, y con ella admitir la pérdida de 
su hegemonía en Europa.33 
 
 
31 Un estudio sobre estas sublevaciones se puede encontrar en A. Simón 
Tarrés, Xavier Gil, et al., 1640: La Monarquía Hispánica en crisis, Barcelona, Centre 
D’Estudis D’Història Moderna «Pierre Vilar», Editorial Crítica, 1992, 258 p. 
32 Jonathan Israel, México…, pp. 135-136, 153 y Razas…, passim; John H. 
Elliott, España…, passim; José Luis Comellas, Historia de España…, pp. 249-252. 
33 José Luis Comellas, Historia de España…, passim. 
 45 
En suma, la vida de Juan de Palafox y Mendoza (1600-1659) transcurre 
durante unos años en que la monarquía española enfrenta un gran 
desprestigio y declive, con su toma de conciencia de la situación y los 
esfuerzos y propuestas de reforma para remontar la crisis, simultáneo 
con el cenit de su engrandecimiento cultural del Siglo de Oro. Para sus 
contemporáneos, la decadencia española se atribuye a una variedad de 
causas, entre las que destacan el costo enorme de la guerra y las 
consecuentes presiones fiscales que agravaron (u originaron, según los 
autores) la crisis económica, la inflación y la devaluación de la moneda, la 
escasez de población y la crisis de las actividades productivas. Pero más 
allá, todos coinciden en que en buena parte la crisis ha sido también el 
resultado del abandono de la moralidad y de las buenas costumbres. 
 A los intentos de reforma de la monarquía, emprendidos desde arriba 
y plasmados en las diversas Juntas que se crearon entre 1618 y 1622, se 
sumarán pensadores y escritores, quienes aportarán propuestas y 
soluciones en diversas obras. Algunos harán hincapié en los aspectos 
económicos, como los arbitristas, otros pondrán el acento en los valores 
éticos y los principios políticos, como los pensadores que analizaremos 
en el capítulo IV. Todos ellos, como señalamos, buscaron las soluciones 
en el pasado: volver a las estructuras y valores que anteriormente habían 
sido el motor de la prosperidad y gloria de la Monarquía, más que en 
cambios radicales a las estructuras, y, desde luego, no se cuestionó la 
presencia española en Europa, sino antes bien se trataba, a través de las 
reformas y propuestas, de devolverle la hegemonía. El título de la mayoría 
de las obras, Restauración, Conservación, son ilustrativos en este sentido. 
Si las guerras y la carga impositiva que había permitido sostenerlas no 
dejaban de señalarse

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