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LA HERMENÉUTICA ANALÓGICA FRENTE A LA 
HERMENÉUTICA METAFÓRICA DE PAUL RICOEUR 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Vicente De Haro Romo 
Universidad Nacional Autónoma de México 
Facultad de Filosofía y Letras. 
 
Maestría en Filosofía. 
 
Director: Dr. Mauricio Beuchot. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Dedico este trabajo a mis padres, Vicente y Georgina, mis abuelos, Graciela, Jorge, Martha y 
Manuel (+) y mis hermanas, Georgina y Martha. La culminación de esta tesis debe mucho a 
mis maestros y amigos, grandes amigos y grandes filósofos: Héctor Zagal, Luis Xavier 
López Farjeat, Rocío Mier y Terán, Alberto Ross, Carlos Llano, Carlos Kramsky, Fernando 
Galindo, Isabel Álvarez-Malo, Ma.Elena García-Peláez, Sara García-Peláez, Guillermo 
Núñez, Vicente Amador, Mario Gensollen, Julián Zárate. Son parte crucial de mi mundo y 
de su interpretación: Erick, Eduardo, Gustavo, Omar, John, David, Adrián, Gabriel. A ellos, 
a todos mis compañeros de estudio y trabajo, a la invaluable ayuda de Isabel Lucero, Tere 
Caballero y Diana Hernández, a mis alumnos —télos final de todo esfuerzo académico y 
sentido de mi aprendizaje— agradezco su escucha y su apoyo en la filosofía y en la vida, 
dos horizontes no tan diferentes. A mis compañeros de clase en el Posgrado de la Facultad 
de Filosofía y Letras de la UNAM y a mis profesores, en particular a la calidez y a la 
sabiduría del Dr. Mauricio Beuchot, debo más de lo que estas páginas pueden reflejar. Mi 
esperanza hermenéutica evoca de modo especial a Casandra. Entre analogía y metáfora, y 
así en verdad, mi mirada es la de todos ellos, y mi voz nada pronuncia sin nombrarlos. 
 
LA HERMENÉUTICA ANALÓGICA FRENTE A LA 
HERMENÉUTICA METAFÓRICA DE PAUL RICOEUR 
 
 
ÍNDICE 
 
I. Introducción p.3 
II La hermenéutica metafórica frente a la hermenéutica analógica p.13 
 II.1 Objetivos p.13 
II.2 La hermenéutica analógica frente al univocismo y al equivocismo p.14 
II.3La hermenéutica metafórica frente a la hermenéutica analógica p.36 
 
III. Metáfora y analogía en Paul Ricoeur p.45 
 III.1 En La Metáfora Viva p.47 
 III.2 La metáfora y el problema central de la hermenéutica p.58 
 III.3 Metáfora, polisemia, equivocidad p.64 
 
IV. El horizonte metafísico de la hermenéutica p.74 
 IV.1 Objetivos p.74 
 IV.2 Hermenéutica y retirada del ser p.77 
 IV. 3 Una ontología analógica p.85 
 IV. 4 Una ontología militante: la diferencia entre Ricoeur y Derrida p.95 
 
V. Conclusiones p.117 
Bibliografía p. 122 
 
I. Introducción 
 
Si la lengua se desborda en el discurso, 
si en el discurso el acontecimiento se desborda 
en el sentido, hay que decir ahora que el sentido 
se desborda en un nuevo acontecimiento de discurso 
que es la interpretación misma. 
 
P. Ricoeur, El conflicto de las interpretaciones. 
 
La figura del recientemente fallecido Paul Ricoeur (1913-2005) es central en el panorama de la 
filosofía contemporánea. Como ya ha señalado algún autor, es en Ricoeur donde la fenomenología francesa se 
consolida1; a ello habría que agregar que es en el pensamiento de este autor francés donde la fenomenología 
se confronta y a la vez se vincula con el existencialismo, el estructuralismo, el psicoanálisis, la filosofía 
analítica, el pragmatismo y, obviamente, la hermenéutica. Incluso me atrevo a afirmar que es en las obras 
ricoeurianas donde la fenomenología-hermenéutica, o la hermenéutica-fenomenológica, recupera y reivindica 
los grandes planteamientos de la filosofía clásica, particularmente los de Aristóteles.2 
 
Ricoeur es uno de los pensadores contemporáneos más reconocidos, incluso fuera del campo filosófico: sus 
obras han tenido repercusión en el ámbito teológico, en el historiográfico y en la teoría literaria. Desde sus 
tempranas aproximaciones a una fenomenología de la voluntad, en Finitud y culpabilidad (1960) hasta El 
proceso de reconocimiento (2004), Ricoeur articuló una visión antropológica mediada por la comprensión 
hermenéutica del símbolo, el relato y la cultura. En mi opinión, sus obras más logradas son aquéllas que 
abordan directamente los fenómenos de innovación semántica y de apropiación narrativa del tiempo: La 
metáfora viva (1975) y los tres volúmenes de Tiempo y narración (1983-1985). 
 
En la antropología ricoeuriana es recurrente el tema de la creatividad, hasta el punto de que, en algún 
momento, él mismo caracterizó su proyecto antropológico como una poética de la voluntad. Formado en la 
tradición reflexiva francesa, de Lachelier, Lagneu y Nabert, Ricoeur se interesa por la constitución del yo, 
 
1 Cfr. WALDENFELS, Bernhard, De Husserl a Derrida¸ traducción de W. Wegscheider, Paidós, 1a edición, Barcelona, 
1997, p.78. 
2 Así intenté mostrarlo en DE HARO, Vicente, “La mimesis de Aristóteles desde la hermenéutica de Paul Ricoeur”, en 
Tópicos, revista de filosofía de la Universidad Panamericana, #23 (2002), pp. 49-70. 
pero renuncia a la inmediatez del cogito cartesiano (certero, pero vacuo) y opta por una vía larga, mediada por 
la comprensión hermenéutica de las objetivaciones de la conciencia. Se trata de un giro hermenéutico, 
semejante, aunque no idéntico, al que representa Hans-Georg Gadamer, pues el espíritu se refleja progresiva y 
dialécticamente en el texto, siempre de modo parcial, sin pretensiones racionalistas o absolutas. A diferencia 
de la decantación gadameriana hacia la comprensión, Ricoeur insiste en las relaciones dialécticas entre ésta y 
la explicación. 
 
Está implícita también la oposición a la “vía corta” de la presencia inmediata del entender a sí mismo. Ricoeur 
se compromete con un detour, un largo rodeo: para el autor de Valence, es necesario aplicar principios 
ontológicos al estudio del lenguaje y de los productos culturales para aprehender su sentido, y para después de 
este rodeo hermenéutico, “volver” a la ontología —que en realidad nunca es abandonada— y justificar 
planteamientos ético-políticos. 
 
El enlace entre fenomenología y hermenéutica lo establece Ricoeur a partir de la significación. La teoría 
fenomenológica al respecto es imprescindible, y aunque corre el riesgo de psicologismo, constituye un 
antecedente insuperable de la hermenéutica. Es incluso condición de posibilidad de la iunterpretación, pues 
ofrece una teoría general del sentido y garantiza así la “dicencia” (Sagbarkeit) de la experiencia, además de 
defender el “cuerpo del lenguaje” contra los excesos lingualistas.3 La hermenéutica, a su vez, ofrece a la 
fenomenología la posibilidad de una reflexión concreta, como suele decir Ricoeur: la superación de una 
filosofía reflexiva demasiado dependiente de la inmediatez del cogito y, a la vez, el acceso a ese mundo de la 
vida (Lebenswelt) que buscaba el último Husserl: el remedio a los rasgos idealistas —o peor aún: solipsistas—
de la reducción husserliana. 
 
También se integran en el pensamiento ricoeuriano una interesante lectura del psicoanálisis de Freud, atenta a 
las polaridades de la fuerza y del sentido, y capitalizada en la crítica al cogito inmediato, transparente y 
autotético; y el diálogo fecundo —aunque amenudo friccionado— con el estructuralismo, cuyas variantes 
 
3 Cfr. WALDENFELS, Bernhard, De Husserl a Derrida..., ed.cit., p. 80ss. 
más radicales han sido acremente criticadas por Ricoeur, aunque algunas figuras representativas más 
moderadas (v.g. Jakobson, o Greimas) hayan propuesto teorías sumamente compatibles y valoradas por el 
pensamiento ricoeuriano. 
 
Sin embargo, y a pesar de la presencia de Ricoeur en diversas áreas de las ciencias humanas, su recepción ha 
sido, sin lugar a dudas, muy parcial, y como intentaré mostrar en esta tesis, a menudo equivocada. Quizá las 
confusiones se deban a la búsqueda inconsciente de posiciones fijas y sistemáticas en la trayectoria de 
Ricoeur, que en realidad, a partir de un marco general de continuidad, se atrevió a proceder por “residuos”, es 
decir, por problemas que cada obra deja abiertos y que a menudo requieren un planteamiento nuevo y la 
corrección de posturas anteriores.4 Es probable también que la misma diversidad de los campos ricoeurianos 
de investigación haya propiciado visiones y juicios parciales sobre el pensamiento del autor francés.5 Ha de 
reconocerse que no por todas las esferas de discurso transita Ricoeur con la misma soltura y claridad. 
 
Aún así, ello no justifica posiciones tan ambiguas como la de Gianni Vattimo, quien a la vez critica la 
hermenéutica ricoeuriana por ser “metafísica” y por tener “prejuicios trascendentales”, e incluye a Ricoeur 
entre los filósofos posmodernos, junto a Derrida, Deleuze, Guattari, y él mismo. ¿Es Ricoeur un metafísico, 
que Vattimo rechazaría por dogmático, o un posmoderno equivocista? Probablemente esta confusión 
propiciada por el autor italiano repercute en las que señalaré a continuación.6 
 
En relación directa con el estudio que nos ocupa, encontramos afirmaciones que no dejan de llamar la 
atención. Autores tan atentos a las filosofías de la interpretación como Samuel Arriarán o Luis Álvarez 
coinciden en juzgar e incluso descartar injustamente, propuestas supuestamente ricoeurianas hacia el 
 
4 La mejor exposición del itinerario filosófico de Ricoeur y del marco de continuidad de este proceder residual, está en 
IHDE, Don, “Paul Ricoeur´s Place in the Hermeneutic Tradition”, en AAVV, The Philosophy of Paul Ricoeur (Lewis 
Hahn, ed.), The Library of Living Philosophers, Open Court, llinois, 1995, pp.59-70. El artículo tiene también el mérito 
de reconocer el énfasis ontológico de Ricoeur —sobre el que ya discutiremos en este trabajo— y de relacionarlo, por 
estas intenciones ontológicas, con Heidegger y con Gadamer, sin confundir las diversas perspectivas de cada uno de 
estos autores. 
5 Eso sugiere Mario Valdés, perplejo ante las lecturas equivocadas del pensamiento ricoeuriano, en la introducción de 
A.A.V.V. Con Paul Ricoeur: indagaciones hermenéuticas, Monte Ávila, Caracas, 2000, p. IX. 
6 Cfr. VATTIMO, Gianni, Ética de la interpretación, traducción de Teresa Oñate, Paidós, Barcelona, 1991. Beuchot es 
consciente de la imprecisión de esta inclusión, cfr. BEUCHOT, Mauricio, Historia de la filosofía de la posmodernidad, 
Ed. Torres Asociados, México, 2004, p. 7. 
equivocismo que el propio autor francés jamás admitiría, o en relacionar hasta el punto de confundir su 
postura hermenéutica con la deconstruccionista de Jacques Derrida, o con la radicalización simbólica de Ernst 
Cassirer. Así ha hecho, por ejemplo, Napoleón Conde Gaxiola, cuando el mismo Paul Ricoeur se ha 
distanciado expresamente de Cassirer por considerar que universaliza demasiado las formas simbólicas, y en 
múltiples ocasiones, como veremos de las tesis y las intenciones de Jacques Derrida.7 Conde Gaxiola ha 
reconocido analogicidad e intención metafísica en el pensamiento ricoeuriano, pero sólo en la obra tardía, en 
Sí mismo como otro, lo cual, como veremos, es impreciso.8 Por su parte, Álvarez afirma que el pensador 
francés “rechazó las posibilidades y recursos de la analogía para con ella y a través de ella estudiar los 
símbolos. En su lugar optó, como sabemos, por la síntesis que presenta la metáfora”.9 También Ambrosio 
Velasco incluyó alguna vez a Ricoeur en el conjunto de “hermeneutas equivocistas y relativistas”.10 Ya 
veremos cuáles son los textos en los que podría fundamentarse dicho juicio. Sin embargo, adelanto que me 
parece igualmente desatinado, y que trataré de refutarlo a lo largo de este trabajo. 
 
Me parece que este tipo de caracterizaciones confunden la búsqueda ricoeuriana de sentido —sin duda sujeta 
a la finitud humana, y por ello a tensiones dialécticas, malentendidos y fragmentaciones—, con la negación de 
sentido que supone la diseminación derrideana y otras propuestas radicalmente equívocas, o simple y 
sencillamente carentes de precisión conceptual, como la citada de Ernst Cassirer. 
 
Uno de los objetivos del presente trabajo es atender directamente a los textos de Ricoeur, para corregir estas 
perspectivas, demarcar sus similitudes y diferencias con los contemporáneos, y poder formular un juicio más 
justo con las intenciones y los alcances de las obras del autor de Valence. 
 
 
7 Cfr. RICOEUR, Paul, Freud: una interpretación de la cultura, traducción de Armando Suárez, Siglo XXI, México, 
1970, pp.12-21. Vid. Infra, discutiré este texto ricoeuriano con más detalle en el punto III.3. 
8 Cfr. CONDE, Napoleón, “Breve historia de la hermenéutica analógica”, en Diánoia, XLIX, No. 52 (mayo 2004), p. 
149. 
9 ÁLVAREZ, Luis, Hermenéutica analógica, símbolo y acción humana, Ed. Torres, México, 2000, p.17. 
10 VELASCO, Ambrosio, “Comentarios a ‘Márgenes de la interpretación: hacia un modelo analógico de la 
hermenéutica’ de Mauricio Beuchot”, en AAVV (Mariflor Aguilar, comp.), Diálogos sobre filosofía contemporánea, 
AFM-UNAM, México, 1995, p. 196. En el mismo volumen, en respuesta esta réplica, Beuchot, concede “hay un peligro 
de subjetivismo y de relativismo en hermeneutas como Gadamer y Ricoeur, aunque éste último asegura superarlo...” 
(p.202). Veremos como, de hecho, lo supera. 
Probablemente, la calificación de Ricoeur como equivocista también deba mucho a algunos pasajes de la obra 
de Mauricio Beuchot (Torreón, 1950), lo cual no deja de ser paradójico, pues si en alguna corriente intelectual 
se ha recibido de modo maduro y fecundo la influencia de Ricoeur, es precisamente en la hermenéutica 
analógica propuesta y desarrollada por este pensador mexicano. El movimiento surge en 1993, con una 
ponencia de Beuchot sobre la analogía como alternativa entre el univocismo y el equivocismo en la 
interpretación. Recuperando a la analogía como modo de significación y de predicación, Beuchot toma 
elementos de la semántica, de la filosofía del lenguaje y de la retórica, y a la vez recoge los recursos 
analógicos implícitos en la recuperación gadameriana de la phrónesis aristotélica —analogía puesta en 
práctica— y en el pensamiento de Ricoeur. 
 
Aunque Beuchot reconoce su deuda con la analogicidad desplegada en la hermenéutica ricoeuriana, como 
veremos también subraya con insistencia que el filósofo francés erró al centrar su estrategia interpretativa en 
la metáfora, en lugar de considerar a plenitud el espectro argumentativo y creativo de la analogía. Beuchot ha 
pugnado por una comprensión analógica que atenúe la metáfora con la metonimia y las asuma en una relación 
dialéctica. 
 
En esta tesis nos ocuparemos de las relaciones entre estos tropos y el pensamiento analógico en general. En el 
presente trabajo intentaré, además, matizar y contextualizar el juicio beuchotiano respecto a Ricoeur. 
Sospecho que este juicio fue determinante en los seguidores de la hermenéutica analógica, quienes 
probablemente radicalizaron la postura sin un acercamiento más cuidadoso a la obra ricoeuriana. Recordemos 
que Arriarán unió la hermenéutica analógica con sus estudiossobre el barroco, que Luis Álvarez ha sido uno 
de los principales expositores de la hermenéutica simbólico-analógica aplicada a la comunicación y la 
psicología, y que Napoleón Conde, uno de los seguidores más entusiastas de la propuesta de Beuchot, ha 
historiado prolijamente el movimiento de la hermenéutica analógica.11 Otros seguidores de este movimiento 
intelectual sí han reconocido la fecunda influencia del pensamiento de Ricoeur en la hermenéutica analógica, 
como María Antonia González Valerio, quien siguiendo al filósofo de Valence ha desarrollado toda una teoría 
 
11 Es esta historia la que he seguido en la presente introducción, cfr. CONDE, Napoleon; “Breve historia de la 
hermenéutica analógica”, en ed.cit., pp. 147-162. 
del referente mimético: la mimesis¸ tal como la ha tratado Ricoeur, requiere precisamente de una referencia 
análoga. También Salcedo Aquino ha subrayado la cercanía entre las propuestas hermenéuticas de Beuchot y 
de Ricoeur, insistiendo en las aportaciones de éste último.12 
 
Como se verá, yo propondré una lectura de las obras ricoeurianas, y en particular de La metáfora viva, que 
precisamente aproxima la hermenéutica ricoeuriana a la hermenéutica analógica. Por supuesto, no pretendo 
que este sea un hallazgo original. Además del reconocimiento explícito que, como veremos, hace Beuchot a la 
influencia de Ricoeur, diversos comentadores han subrayado la analogicidad en el pensamiento ricoeuriano, 
tanto en la esfera filosófica del discurso (M. Gerhart13, K. Blamey14) como en otras15. Sostengo también que, 
haciendo las precisiones correspondientes y matizando algunas tesis filosóficas, pueden rastrearse las 
similitudes entre la hermenéutica de Ricoeur, que como veremos, sólo es metafórica en un sentido muy 
concreto, y la propuesta analógica de Beuchot. 
 
Detrás de la exposición del parentesco entre propuestas, late en este trabajo un interés por explorar los 
recursos lógicos, argumentativos y creativos de la analogía y la metáfora; las relaciones entre estos recursos 
—pues puede incluirse a la metáfora entre los tipos de analogía, y viceversa; pueden aproximarse, 
subordinarse, oponerse y complementarse según las diversas clasificaciones que estudiaremos— y la 
alternativa que ofrecen al pensamiento para romper el falso dilema entre univocismo y equivocismo, tradición 
y crítica, racionalidad y afectividad, intuición y argumentación o creatividad y rigor. 
 
El primer capítulo de este trabajo pretende aclarar el panorama: explica a grandes rasgos la propuesta de la 
hermenéutica analógica, ubicándola como opción intermedia entre el univocismo y el equivocismo, apuntando 
algunos de los presupuestos filosóficos en la obra de Beuchot y tratando de rastrear las fuentes clásicas en las 
 
12 Cfr. SALCEDO, Alejandro, Hermenéutica analógica, pluralismo cultural y subjetividad, Ed. Torres Asociados, 
México, 2000. 
13 Cfr. GERHART, Mary, “The Live Metaphor”, en AAVV, The Philosophy of Paul Ricoeur, ed.cit., pp.215-232. 
14 Cfr. BLAMEY, Kathleen, “From the Ego to the Self: a Philosophical Itinerary”, en AAVV, The Philosophy of Paul 
Ricoeur, ed.cit., pp. 571-603. 
15 Cfr. p.ej. SILVA, Eduardo, “Paul Ricoeur y los desplazamientos de la hermenéutica”, en Teología y vida, Vol. XLVI 
(2005) pp. 167-205: “Ricoeur contribuye a abrir una vía intermedia entre un sentido único y fijo para siempre y sentidos 
infinitos inconmensurables entre sí, un camino que permite superar el objetivismo moderno evitando el relativismo 
posmoderno”, p. 167. Este autor incluso cita a Beuchot para comentar la analogicidad ricoeuriana (cfr. Nota 194). 
que abreva la hermenéutica analógica, principalmente la clasificación de los tipos de analogía que hace Tomás 
de Vío Cayetano, siguiendo a su vez a Tomás de Aquino. A lo largo de este capítulo intentaré ocuparme, 
aunque sea parcialmente, de la analogía en sí misma en cuanto recurso lógico y argumentativo, y no sólo de 
las aplicaciones beuchotianas. Después resumiré lo que dice el filósofo mexicano sobre la influencia de Paul 
Ricoeur en su pensamiento, y expondré la crítica que realiza Beuchot sobre los riesgos del modelo metafórico 
en Ricoeur. Para ello, utilizaré buena parte de los textos de Beuchot sobre hermenéutica y algunos más, textos 
clásicos antiguos y modernos sobre la analogía, pero sobre todo y de modo especial el Tratado de 
hermenéutica analógica, piedra de toque para la propuesta que nos ocupa. 
 
En el segundo capítulo me ocuparé directamente del pensamiento ricoeuriano, tratando de contextualizar y 
precisar los apuntes de Beuchot sobre el pretendido modelo metafórico que Ricoeur aplicaría en la 
hermenéutica. Aunque echaré mano ocasionalmente de las obras mayores de Paul Ricoeur y de diversos 
artículos, el texto clave será por obvias razones La metáfora viva. Intentaré mostrar que, en esta obra, que es 
en cualquier caso la más insistente en el corpus ricoeuriano respecto a la traslación metafórica, hay un lugar 
particular para las otras variantes de analogía (de proporcionalidad propia o de atribución) en el corte 
metodológico que distingue el lenguaje filosófico del poético. Por si quedara alguna duda, analizaré también 
el artículo de Ricoeur titulado “La metáfora y el problema central de la hermenéutica” ̧texto muy influyente 
en las discusiones sobre metodología en las ciencias humanas, para mostrar que en dicho artículo la metáfora 
le resulta útil a Ricoeur en el planteamiento del problema de las relaciones dialécticas entre explicación (el 
concepto diltheyano de Erklären) y comprensión (Verstehen), que es, para Ricoeur, el problema central de la 
hermenéutica filosófica. 
 
No dejaré de citar Sí mismo como otro, y un par más de pasajes de la obra ricoeuriana en donde, 
efectivamente, la aplicación de otras modalidades analógicas es parcial y limitada. A pesar de ellos, me parece 
—lo apunto aunque ello no sea el objetivo principal de este trabajo— que puedo mostrar consistencia 
argumentativa a lo largo de las obras de Ricoeur: si se muestra que La metáfora viva no incurre en los 
equivocismos que algunos le atribuyen, es mucho más plausible la unidad de intención que, sostengo, late en 
todos los escritos ricoeurianos, aun cuando éstos, como he dicho, proceden residualmente. Comentadores de 
la obra ricoeuriana como John B. Thompson, Don Ihde o Domenico Jervolino han discutido este punto sobre 
la continuidad o discontinuidad del pensamiento ricoeuriano, incluso con el mismo Paul Ricoeur; intentaré 
argumentar a favor de una continuidad relativa.16 
 
El tercer capítulo del trabajo abundará en el que considero el mayor de los horizontes abiertos por una 
hermenéutica analógico-metafórica, consciente de sus propios límites y a la vez responsable de tender puentes 
entre las diversas perspectivas que admiten las realidades textuales (escritos, diálogos, acciones significativas) 
y la condición humana. Intentaré mostrar que la hermenéutica filosófica, si se plantea con las características 
que le dan Ricoeur y/o Beuchot, exige una serie de presupuestos ontológicos, y simultáneamente abre el 
mundo del lenguaje —clausurado prematuramente por ciertas filosofías del lenguaje o trivializado por algunas 
extrapolaciones postestructuralistas— y lo remite a la pregunta radical por el ser y por sus principios 
fundamentales. A menudo se piensa que la hermenéutica filosófica es radicalmente escéptica, antimetafísica, e 
incluso nihilista. Se le compromete demasiado con el perspectivismo —por la omnipresencia del scopus 
hermenéutico o, en otros casos, por una circularidad que no necesariamente es viciosa—, sin considerar que 
una hermenéutica madura asume las condiciones estructurantes de la interpretación y a la vez las supera, de 
modo que esta interpretación sea analógicamente verdadera. 
 
Haré algunas alusiones breves y sin intenciónsistemática a las ideas más influyentes de quienes han vinculado 
hermenéutica y escepticismo: Vattimo y Derrida. En este último me detendré más adelante para aclarar cierto 
“parentesco” con el pensamiento de Ricoeur: si bien hay elementos comunes, la intención es profundamente 
diversa. Lo que intentaré ilustrar de algún modo, siguiendo el hilo de la hermenéutica analógica y de la 
ricoeuriana, es el papel de la interpretación como horizonte temático de un ser, que es a la vez y de modo 
innegable, condición de posibilidad de aquélla. 
 
 
16 Se resumen las discusiones al respecto en JERVOLINO, Domenico, “The Depth and Breath of Paul Ricoeur´s 
Philosophy”, en AAVV, The Philosophy of Paul Ricoeur, ed.cit., pp. 533-543. 
Cerraré el estudio con esta reflexión sobre los principios de la metafísica aplicados a la hermenéutica. Como 
puede verse, buena parte de esta tesis se ocupa en precisar la interpretación de ciertos textos y evadir 
posiciones que considero originadas en malentendidos. En el fondo, late un interés por la analogía y la 
metáfora como recursos de una filosofía argumentativa, reflexiva y a la vez abierta, flexible y creativa, que 
encuentra instancias en los grandes filósofos clásicos. La tradición hermenéutica, desde Schleiermacher, 
validaría las precisiones textuales que pretendo hacer, pues la interpretación se ejercita precisamente donde 
caben la confusión y la opacidad. Me parece que es la importancia misma del objeto —el ser interpretado, y 
ya no la pura interpretación—la que valida mi intención de fondo y la que funciona de algún modo como 
coartada para este estudio sobre los recursos de interpretación y su relación con aquello que fundamenta toda 
interpretación. 
 
 
II. La hermenéutica metafórica frente a la hermenéutica analógica 
 
II.1 Objetivos 
 
En este apartado expondré los rasgos generales de la hermenéutica analógica, no en cuanto corriente 
filosófica o estilo interpretativo, sino en cuanto conjunto de principios filosóficos y de recursos lógicos y 
argumentativos fundado en cierta lectura de la analogía. No me detendré tampoco en las ya innumerables 
aplicaciones que han confirmado la riqueza y flexibilidad de dichos principios, y que a la vez los han 
retroalimentado.1 Mi intención es la de un análisis filosófico, por decirlo de algún modo, abstracto y 
fundamental, de dichos principios. 
 
Debo mencionar que en la bibliografía mexicana al respecto me he encontrado con un número excesivo de 
textos que simplemente sintetizan el Tratado de hermenéutica analógica, e incluso con alguno que corre el 
riesgo de trivializar sus propuestas al descontextualizarlas y privarlas de la densa urdimbre de referencias y de 
discusiones teóricas que presenta el texto original de Mauricio Beuchot. Precisamente para evadir este riesgo 
de repetición, me referiré a las propuestas fundamentales del Tratado, y el resto del horizonte analógico lo 
trazaré a partir de obras clásicas y estudios temáticos sobre la analogía. Definir, a través de estas fuentes, a la 
analogía en sí misma y en general permitirá ponderar los méritos y los límites de la hermenéutica analógica, 
que sin duda abreva en ellos. 
 
Me ha parecido que, sobre todo en lo que se refiere a las distinciones y vínculos entre la analogía y la 
metáfora —que nos ocuparán principalmente en esta tesis—, el Tratado de hermenéutica analógica se apoya 
principalmente en la división de los tipos de analogía que establece Tomás de Vío Cayetano, a partir de cierta 
lectura de los textos de Tomás de Aquino. Será el De nominum analogia, la fuente de la hermenéutica 
 
1 Entre las aplicaciones recientes de la hermenéutica analógica que, en lo personal, me han resultado más llamativas, 
podría mencionar la expuesta en HERNÁNDEZ, Elizabeth, Hermenéutica, educación y analogía: fundamentos 
hermenéuticos de una educación mediante textos literarios, Universidad Pedagógica Nacional, Col. Textos No. 43, 
México, 2004. Creo que otras propuestas de aplicación son menos logradas que la aquí expuesta, que además muestra un 
buen conocimiento de autores como Habermas, Gadamer, Ricoeur y Eco, todos ellos influyentes en la articulación de la 
hermenéutica analógica. 
analógica que aprovecharé con mayor detenimiento para mostrar los presupuestos detrás de la propuesta 
hermenéutica beuchotiana. El tomista Santiago Ramírez, célebre sintetizador de las disputas teológicas y 
filosóficas sobre la analogía, y otros estudiosos del recurso analógico como R. McInerny, J. Deely, J.F. Ross, 
R.Swinburne y M.Leezemberg atravesarán también estas páginas. 
 
Después de haber delimitado de tal modo los perfiles de la hermenéutica analógica, me ocuparé de los pasajes 
en los que Beuchot reconoce sus deudas con la filosofía de Ricoeur y también en aquellos textos en los que 
afirma que su propuesta lleva más allá, e incluso corrige y rectifica la ricoeuriana. En dichos pasajes críticos 
aparecerá, pues, el reto y la pregunta de la presente investigación: si la hermenéutica analógica ha señalado 
insuficiencias auténticamente presentes en la hermenéutica tal como la expone Paul Ricoeur; si las propuestas 
difieren sustancialmente y de qué manera, y en qué sentido ambas, analogía y metáfora, participan de una 
misma intención en aras de un sentido que espera más allá del ejercicio interpretativo. 
 
II.2 La hermenéutica analógica frente al univocismo y al equivocismo 
 
El Tratado de hermenéutica analógica lo deja muy claro: el origen de la propuesta beuchotiana es la 
búsqueda de los márgenes de la interpretación.2 Beuchot quiere evadir tanto el caos posmoderno donde todas 
las interpretaciones son válidas, donde se pierde la verdad textual y donde no cabe preguntar por un sentido 
predominante ni por una interpretación mejor que otra, como el univocismo que compromete 
irremediablemente con una única interpretación que ha de imponerse a las demás y que hace superfluo todo 
ejercicio interpretativo. 
 
Quisiera subrayar que la estrategia de Beuchot para plantear la hermenéutica analógica viene definida 
precisamente por la oposición al univocismo y al equivocismo. El pensador mexicano no aborda la analogía 
de modo directo, sino que perfila y descarta los polos extremos para caracterizar y proponer el justo medio. La 
analogía, en cuanto tal, entendida como comparación de razones o relación entre relaciones, es connatural a la 
 
2 Cfr. BEUCHOT, Mauricio, Tratado de hermenéutica analógica: hacia un nuevo modelo de interpretación, Itaca-
UNAM, México, 1ª ed. 1997, p.37ss. 
racionalidad humana; su uso está ligado de modo patente a la vida individual y colectiva. Como en algunos 
momentos sugiere Beuchot y como han subrayado otros estudiosos, la analogía entendida en sentido amplio 
es incluso el centro de toda semiosis: la estructura detrás del uso humano de los signos.3 
 
La analogía es incluso imposible de definir genéricamente, pues representa un concepto coincidente con el de 
orden si se le considera desde el punto de vista formal: omnis ordo proportio quaedam est¸ y no hay realidad 
absolutamente carente de algún tipo de ordenación ni diferencia específica que delimite esta idea de ‘alguna 
proporción’. La imposibilidad de una definición por género y diferencia específica de la analogía, o los 
intentos fallidos por formalizarla (la formalización presupone signos unívocos y resulta insuficiente ante la 
simplicidad y el carácter trascendental de nuestro recurso) no deben propiciar el ataque logicista contra el 
razonamiento analógico. Como bien señaló el importante intérprete tomista de la analogía Santiago Ramírez, 
el hecho de que la analogía sea una comparación de razones no implica que sólo sea posible conocerla 
comparativa o aproximadamente, pues puede conocerse una relación más allá de un conocimiento relativo.Es 
posible, pues, un estudio preciso de la analogía, si bien lo más interesante es su aplicación reflexiva, en la 
conciencia de que por su carácter relacional la analogía está condicionada en cada caso de significación o de 
interpretación por los términos a los que vincula: talis est relatio qualis est eius fundamentum. 4 
 
Es por esta conciencia de los límites y presupuestos de la analogía que la hermenéutica analógica se 
constituirá como un modelo, atenido críticamente a aquello a lo que desea aplicarse. En este sentido, quienes 
acusan a la hermenéutica analógica de ser una respuesta ad hoc y situada acomodaticiamente entre los 
extremos del problema de la interpretación, olvidan que este modelo se reconoce (como hace la analogía 
misma) en un razonamiento y en un procedimiento a posteriori, y que sólo en este sentido permite el paso de 
las partes conocidas a la totalidad por conocerse, y de los efectos manifiestos a las causas por estudiarse. Es 
por ello que Beuchot le llamará un razonamiento icónico o abductivo, en el que juegan un papel tanto la 
 
3 Cfr. DEELY, John, “The absence of analogy”, en The Review of Metaphysics, Marzo 2002, No. 55-3, Academic 
Research Library, p. 522. 
4 Cfr. GAMBRA, José Miguel, La analogía en general: síntesis tomista de Santiago Ramírez, EUNSA, Navarra, 2002, 
p.90 y p.105. 
hipótesis (apagogé) como la inducción (epagogé).5 El juego entre estas dos instancias cognitivas será 
planteado, en la propuesta que nos ocupa, como una variante del círculo hermenéutico; círculo no vicioso, 
sino enriquecedor de cada uno de los momentos dialécticos de los que consta la comprensión analógica. 
 
He dicho antes que la analogía se traslapa con el orden si se le considera formalmente. Así debe 
considerársele en cualquier caso: si bien materialmente puede haber univocidad, formaliter toda realidad 
admite una aproximación analógica.6 La analogía se usa, por ello, en todas las ciencias; como hizo ver el 
mismo Santiago Ramírez, su aplicación al saber humano puede ser dialéctica, demostrativa o explicativa.7 Me 
parece que Beuchot aprovecha estas tres trincheras, pero inicial y paradigmáticamente su aplicación de la 
analogía es dialéctica: se trata de hacer ver, en general y luego en cada caso de aproximación textual, la poca 
atinencia de un modelo unívoco o equívoco para la interpretación. 
 
El recurso analógico tiene orígenes matemáticos: era un concepto relacional entre cuatro términos y no 
semántico; sin embargo, permite fundamentar la denominación.8 Cabe apuntar que, no por tomarse de las 
matemáticas y extenderse a otras esferas, dicha extensión tendría que verse como una aplicación impropia —
alguno diría metafórica— del recurso: la extensión puede darse por un proceso de abstracción formal.9 Esta 
“conveniencia”, “comunidad de proporción o de habitud”, “relación de razones”, “similitud”, “imagen” , 
“proporcionalidad o “comparación” —como se le ha llamado históricamente— ha sido también asociada con 
las vestigia: es una relación constituida a partir de huellas, término que, como habrá ocasión de mostrar, 
tendrá diversas connotaciones para las propuestas hermenéuticas del siglo XX. 
 
Al margen del modo en que se le nombre, el recurso implica un lógos compuesto, una relación de 
conmensurabilidad entre dos relaciones, establecidas a su vez entre términos más o menos homogéneos. Así, 
el término analogía está plenamente justificado en sus orígenes griegos: ana significa repetición, iteración, 
 
5 Cfr. BEUCHOT, Mauricio, Las caras del símbolo: el icono y el ídolo, Caparrós, Col. Esprit #38, Madrid, 1999, p.16. 
6 GAMBRA, Rafael, La analogía en general..., ed.cit., p.149. 
7 GAMBRA, Rafael, La analogía en general..., ed.cit., p.76. 
8 Para los orígenes matemáticos, y las inmediatas aplicaciones filosóficas de la analogía, cfr. AAVV, Origini e Sviluppi, 
dell´Analogia: da Parmenide a S. Tommaso, Vallombrosa, Roma, 1987. 
9 GAMBRA, Rafael, La analogía en general..., ed.cit., p. 116. 
distribución o reduplicación, y contempla tanto una dinámica ascendente/descendiente como un movimiento 
transversal; lógos en este caso remite al cálculo. Igualmente, ratio proviene de reor: calcular, y portio 
significa quasi pars, mensura, ratio. Así, analogía o proportio son los términos que se han impuesto 
tradicionalmente para el recurso que nos ocupa. Más adelante veremos algunas clasificaciones en las que sólo 
un tipo concreto de analogía es llamado “proporcional”. 
 
Conviene utilizar una definición general y flexible de la analogía, para facilitar su planteamiento 
hermenéutico; se da analogía cuando hay “una semejanza proporcional entre cosas semejantes o 
proporcionales, de modo que uno sea a otro como otro a otro, o una proporción semejante, de suerte que uno 
cualquiera sea respecto de otro de alguna manera”.10 Una definición concretamente filosófica podría ser 
“cualquier habitud de semejanza entre varias razones, del mismo o de diverso género, de forma tal que 
pertenezcan de alguna manera al mismo orden, mutuamente comparadas”.11 
 
 La idea de Beuchot al destacar la centralidad de la analogía es formular una hermenéutica que no devenga 
relativismo pero que tampoco desemboque en una visión monolítica o ingenua de la realidad interpretada. 
Siguiendo la conocida división aristotélica de los modos de significación o predicación, entre el univocismo y 
el equivocismo late una mediación posible: 
 
Lo análogo es lo que se predica o se dice de un conjunto de cosas en un sentido en parte idéntico 
y en parte distinto, predominando la diversidad; es idéntico según algo, según algún respecto, y 
diverso de modo simple (simpliciter diversum et secundum quid idem); esto es, es diverso de por 
sí y principalmente, y sólo es idéntico o semejante de modo relativo o secundario.12 
 
El pasaje anterior enfatiza ya la preeminencia de la diversidad. Ello permite a Beuchot el ejercicio cabal de la 
hermenéutica, entendida ésta como trabajo interpretativo en la polisemia: in claris non fit interpretatio. El 
acto hermenéutico —por naturaleza circular, pero no vicioso en un sentido lógico, sino espiral y 
enriquecedor— sería entonces: “Una percepción o captación de la semejanza o conveniencia de varias 
 
10 GAMBRA, Rafael, La analogía en general..., ed.cit., p. 103. 
11 GAMBRA, Rafael, La analogía en general..., ed.cit., p.116. 
12 BEUCHOT, Tratado de hermenéutica analógica ..., ed.cit., p. 38. 
interpretaciones entre sí y de éstas con el texto; un análisis que permite ver los límites de esas semejanzas y 
diferencias, y una argumentación que da la invención de argumentos para apoyarla.”13 
 
 Por otra parte, la preeminencia de la diversidad es la conveniente a la naturaleza del recurso analógico: si la 
analogía implicase identidad y diferencia al mismo nivel, no sería sino una pluralidad sin cohesión, dos 
contrarios en la misma dosis que no pueden fundamentar un tercero que medie entre ellos: cum ex actu et actu 
non fiat unum per se. Así, la diversidad es en la analogía la forma, lo que determina; la identidad es la 
materia, lo determinado. El papel hermenéutico del diverso scopus de cada interpretación queda intacto. 
Aunque habrá que precisar los tipos de analogía para indicar en cuáles predomina la unidad y en cuáles la 
diversidad, puede decirse en principio que el nombre análogo significa primero multiplicidad y sólo 
secundariamente identidad relativa, aunque no por ello ésta última es accidental. La inclusión aristotélica del 
análogo entre los equívocos14 y la expresión tomista respecto a los aequivoca a consilio y a veces meramente 
aequivoca15, queda justificada. 
 
También McInerny insiste en que la diferencia prevalece: el nombre análogo implica proporciones, relaciones 
y referencias diversas; rationes diferentes que sin embargose atribuyen a una misma cosa. En Beuchot la 
preeminencia de lo diverso no sólo revela su filiación cayetanista —volveremos sobre esta influencia en 
momentos clave de este trabajo—, sino que, como veremos, le permitirá poner en diálogo su hermenéutica 
analógica con las filosofías posmodernas de la diferencia, y refutar la lectura de Jacques Derrida respecto a la 
analogía aristotélica. 
 
Tampoco habría hermenéutica, sin embargo, si en la diversidad se diluyera todo sentido: la parte idéntica que 
comprende la analogía nos traza límites, evita la interpretación infinita y vacua del equivocismo total. Nos 
topamos, pues, con un relativismo relativo — o, salvando la contradicción semántica que representa una 
 
13 BEUCHOT, Las caras del símbolo, ed.cit., p.25. 
14 Metafísica III, 1098-1099. 
15 Cfr. v.g. De Veritate, q.2, a11, ad 8. y cfr. Para un comentario al respecto, NICOLETTI, Enrico, “Lánalogia in S. 
Tommaso”, en AAVV, Origini e Sviluppi, dell´Analogia, ed.cit., pp. 135 – 140. 
coincidencia pragmática, con un absolutismo relativo.16 Los márgenes interpretativos buscados se hallan en 
los mínimos universales (analógicos) y en los principios y causas necesarias que, como intentaré hacer ver 
más adelante, configuran una ontología, precisamente analógica, como la del propio Aristóteles. La analogía 
se aplicará así tanto al nombre como a la ratio, es decir, a los analogum analogans, pero a partir de un 
fundamento en las cosas o los términos de la relación, analogum analogatum. 
 
Los extremos evitados, univocismo y equivocismo absolutos, se tocan: ambos imposibilitan la interpretación, 
detienen o desintegran el pensamiento. Los extremos coinciden porque los conceptos involucrados en la 
denominación equívoca son unívocos, así como el concepto formal de equivocidad. Sólo el concepto de 
analogía no lo es: pues es reduplicativamente análogo. Para Beuchot, las instancias de univocidad y 
equivocidad en la hermenéutica son clasificadas—siguiendo sugerentemente a Ricoeur— como hermenéutica 
positivista (la unívoca) y hermenéutica romántica (la equívoca).17 La terminología es útil aunque corre algún 
riesgo de imprecisión. Lo importante es el intento de superar la cerrazón de la una y el caos de la otra; ello 
permite intersubjetividad, objetividad y verdad: 
 
Podemos proponer un medio analógico, que sería una hermenéutica en la que las interpretaciones 
no fueran todas inconmensurables, equívocas, ni todas tuvieran que ser idénticas por sólo haber 
una posible, unívoca, sino que fueran en parte comunicables, precisamente por tener una parte de 
comunidad o igualdad, pero preponderantemente diversas por guardar en cierta medida la 
particularidad del intérprete (...) Habría una interpretación principal, más cercana a la verdad 
objetiva; pero eso no quitaría la posibilidad de que hubiera otras más que se acercaran a ella y 
que tuvieran su parte o grado de verdad en el sentido de aproximación en la correspondencia a lo 
que el autor dice en el texto.18 
 
Estas “otras” interpretaciones no son anuladas por la jerarquía que esta analogía —que en este caso, como 
veremos, se plantea ad unum— requiere: existe un ámbito de variación en esta analogía atributiva, que no 
sólo evita el reduccionismo al analogado principal, sino que exige que el conjunto sea, aunque ordenado, 
poliádico: que haya otras interpretaciones válidas, aunque según una secuencia estructurada. La variabilidad 
 
16 Cfr. BEUCHOT, Tratado de hermenéutica analógica ..., ed.cit., p.42 
17 Cfr. BEUCHOT, Tratado de hermenéutica analógica ..., ed.cit.,, 45-47. 
18 BEUCHOT, Tratado de hermenéutica analógica ..., ed.cit., p.50-51. 
de lo análogo es tan firme frente a la dispersión de la equivocidad como irreductible frente a la tentación de 
univocidad.19 
 
Puede verse cómo lo que Beuchot hace es llevar a la palestra de la hermenéutica la distinción clásica, desde 
Aristóteles, entre los modos de predicación, trabajada por los escolásticos y estructurada de modo 
particularmente prolijo por Tomás de Aquino y sus seguidores. Beuchot hace ver que la esfera de la 
hermenéutica no se corresponde con la de la predicación unívoca, en la que la semejanza perfecta permite 
hablar de parámetros de suyo universales; ni con la predicación equívoca, en la cual la ratio es incomunicable 
y sólo se cuenta con una apariencia de unidad que imposibilitaría la interpretación confiable; sino con la 
predicación análoga, en la que la unidad se da en una razón parcial o relativa fundada en las cosas y 
manifestada en el nombre. 
 
Hay, por supuesto, maneras más cercanas a la semántica para expresar esta misma idea desde una trinchera 
puramente lingüística: por ejemplo la de J.F. Ross, cuando define la analogía como una relación sincrónica 
entre esquemas predicativos. El autor de Portraying Analogy se refiere por “esquema predicativo” al plexo de 
relaciones sinonímicas, antónimas, hipónimas, subordinadas, etcétera, que tiene toda expresión. En tanto una 
expresión equívoca implicaría esquemas dispares en lo relevante al significado, una expresión análoga tiene 
siempre algún tipo de cercanía en parámetros relevantes para la significación, implica un traslapamiento 
(overlapping) significativo de esquemas.20 En esto coincide con otros autores como Richard Swinburne.21 En 
el fondo, late la misma idea aristotélica de analogía, en éstas y muchas otras definiciones. He querido subrayar 
la de J.F. Ross porque, como veremos, también la clasificación de Cayetano admite esta aproximación 
semántica. 
 
La analogía remite, en suma, a una semejanza imperfecta, mezclada con desemejanza, supone una razón 
común pero no uniforme, sino desigual, y su uso en hermenéutica se concreta como:“... Un intento de ampliar 
el margen de interpretaciones válidas de un texto sin perder los límites; de abrir la verdad textual, esto es, la 
 
19 Cfr. BEUCHOT, Perfiles esenciales de la hermenéutica, UNAM, México, 3ª ed. 2002, p.25. 
20 Cfr. ROSS, James F., Portraying Analogy, CUP, Cambridge, 1981, p.p.86-96. 
21 Cfr. SWINBURNE, Richard, Revelation: from Metaphor to Analogy, Clarendon Press, Oxford, 1992, p.40. 
de las lecturas posibles, sin que se pierda la posibilidad de que haya una jerarquía de acercamientos a una 
verdad delimitada o delimitable”.22 
 
El recurso analógico media entre univocismo y equivocismo, pero además participa de los extremos, uniendo 
en sí igualdad y diversidad. Beuchot ha subrayado esta dialéctica, aunque quizá sin precisar de qué tipo de 
dialéctica estamos hablando. Aún así, queda claro que se trata de una dialéctica positiva, pues siendo la razón 
análoga una y simple, en ella la diferencia y la semejanza no pueden darse de la misma manera en que se dan 
en lo unívoco o lo equívoco, sino per modum participantis, esto es, identidad y diferencia se dan 
análogamente en la analogía, manteniendo unidas las diferencias sin anularlas. Es por ello que la analogía se 
plantea como diversa frente al univocismo y como idéntica frente al equivocismo. 
 
Es justamente porque la dialéctica es positiva que será posible, en la clasificación de los tipos de analogía, 
hallar un más y un menos entre sus variantes. En la significación equívoca o unívoca no hay gradación, no 
hay más ni menos ni antes ni después. Sólo la analogía, como han subrayado McInerny y Swinburne, permite 
estos matices y esta ordenación gradual.23 
 
La analogía como modelo hermenéutico nos ofrece, pues, la salida a falsas dicotomías, a los callejones sin 
salida del positivismo (de alguna modernidad racionalista y unívoca, salvando la injusta generalización de 
estas adjetivaciones) y del equivocismo (la posmodernidad relativista). Nos ofrece un término medio y una 
dialéctica —dialéctica positiva, como hemos visto, que asume la diferencia sin anularla, manteniéndolaen 
tensión— entre la interpretación sintagmática y la paradigmática, el sentido literal y el alegórico, la referencia 
(suppositio) y el sentido (significatio), la sincronía y la diacronía, la palabra y el acontecimiento, la alteridad y 
la mismidad, la descripción y la valoración, la objetividad y la subjetividad, la permanencia y el cambio, la 
metonimia y la metáfora. Destaco este último par porque en él se juega la valoración, y a la vez el 
distanciamiento, de Beuchot respecto a Ricoeur. 
 
 
22 Cfr. BEUCHOT, M., Las caras del símbolo..., ed.cit.,p.12. 
23 Cfr. SWINBURNE, Richard, Revelation…, ed.cit., p.42 y MCINERNY, Ralph, The Logic of Analogy. An 
Interpretation of St. Thomas, M.Nijhoff, The Hague, 1961, p.78. 
Abundaremos en ello más adelante. Para encararlo, hemos de retomar lo que Beuchot rescata de Cayetano: la 
clasificación de los tipos de analogía, pues como ya he dicho la analogía misma es análoga.24 Abarca desde la 
analogía de desigualdad (prácticamente unívoca) hasta la analogía de proporción, ya sea ésta impropia (la 
metafórica, próxima a la equivocidad) o propia (la que, como veremos, subraya Beuchot, por las ventajas 
cognitivas y verificativas de la igualdad proporcional), pasando por la analogía de atribución (que posibilita el 
analogado principal del que ya hablábamos, y la jerarquía o estructuración de interpretaciones diversas).25 
 
Aunque hay referencias a muchos otros autores, me parece que las obras beuchotianas sobre hermenéutica 
analógica tienen la división cayetanista de la analogía por telón de fondo, y sobre esta clasificación reposan 
tanto su actualización en terminología retórica, pragmática o analítica, como las observaciones críticas a la 
postura de Ricoeur. Por ello quisiera abordar brevemente la división propuesta por Tomás de Vío. 
 
Debo aclarar que hay variantes terminológicas respecto a los nombres que utiliza Beuchot en su hermenéutica 
—más acordes con los que usa, v.g. Santiago Ramírez—, y que maneja con cierta generalidad Ricoeur en La 
metáfora viva. Me atendré a las denominaciones de Beuchot, aunque también podría llamarse 
“proporcionalidad” a la relación entre cuatro términos, y podrían utilizarse “proporción” o “atribución” como 
sinónimos, en los que se establece una relación de uno a uno o de dos a uno. Expondré con terminología 
beuchotiana, que es más sencilla, la clasificación cayetanista. Así, la relación de cuatro términos es de 
proporción o proporcionalidad, y la que apunta de cualquier forma a un término, de atribución. 
 
Cayetano divide la analogía en tres grandes clases o modos: 
 
a) Analogía de desigualdad: ésta, señala Cayetano, no es propiamente análoga. Alguno ha acusado a este 
comentador de la poca atención que la Escolástica concedió a esta relación26, otros, en contraste, le han 
reprochado admitirla siquiera en la clasificación, pues si la analogía de desigualdad fuera en verdad analogía, 
 
24 Cfr. BEUCHOT, Tratado de hermenéutica analógica ..., ed.cit., p.54 
25 Cfr. BEUCHOT, Tratado de hermenéutica analógica ..., ed.cit., pp..54ss. y BEUCHOT, Perfiles esenciales..., ed.cit., 
p. 25-26. 
26 Cfr. GAMBRA, Rafael, La analogía en general..., ed.cit., p.253. 
nada sería unívoco.27 El desprecio de Tomás de Vío se debe a que la analogía aquí no se da en sentido propio 
según el concepto; la relación es en realidad unívoca por el nombre (univocidad lógica) y cuasi-equívoca 
según la naturaleza; si fuese análoga, cualquier género lo sería, pues es el tipo de relación que hay entre las 
diversas especies de un mismo género. En efecto, implica cierta ordenación de prioridad y posterioridad, sin 
alcanzar una ratio propiamente analógica. Como puede verse el tratamiento cayetanista es muy oscuro en este 
punto, pero no pretendemos profundizar en esta primera tipificación.28 
 
b) La analogía de atribución es analogía según el concepto y no según el ser, dice Cayetano. Es analogía pros 
hen, ad unum, secundum simplicem rationem, secundum attributionem: es una diversidad de relaciones 
estructurada por el término común a dichas relaciones; se da en todos los modos en que se da la causalidad. 
Cayetano, como hará Beuchot, habla de la analogía de atribución como un sólo tipo, si distinguir si se da de 
dos términos a uno, de un término a otro, etcétera.29 Lo importante para estos autores es que se trata de una 
predicación según cierta estructuración de prioridad, desde aquél a quien más perfectamente conviene dicha 
razón. Es extrínseca, piensa Tomás de Vío, en todos los analogados secundarios30; no hay un significado 
unitario entre el primer analogado y el resto, de modo que desde el punto de vista estrictamente lógico puede 
llamarse equívocos a los análogos por atribución, o, como se les ha llamado también, “análogos a voluntad”. 
 
En este caso puede hablarse de una significación “ancla” a partir de la cual se obtiene la serie de 
significaciones derivadas.31 Se trata primero de distinguir a los elementos relacionados, estructurarlos según 
jerarquía, y luego ir del primero hacia los demás, puesto que este primer analogado —del que se dice 
unívocamente lo dicho— se requiere en la definición de los demás.32 
 
 
27 Cfr. DEELY, John, “The absence of analogy…”, ed.cit., p. 542 
28 Cfr. CAYETANO, Tomás de Vío, De nominum analogía, I, 5. Sigo la traducción de Vicente Igual en La analogía, 
PPU, Barcelona, 1989, así como sus notas y estudio introductorio. 
29 Cfr. BEUCHOT, Las caras del símbolo, ed.cit., p.36. 
30 Cfr. CAYETANO, De nominum..., ed.cit., I, 10. 
31 Cfr. HERRERA, Alejandro, “Metáfora y analogía”, en AAVV, (Saúl Rosales, ed.), Poema, analogía e iconicidad, 
UIA Torreón, Coahuila, 2003. 
32 Cfr. CAYETANO, De nominum..., ed.cit.,I, 20. 
¿Es esta remisión ad unum problemática para una postura como la de Beuchot, que quiere salvar un margen 
de variabilidad en la aplicación de la analogía? No, puesto que ni siquiera en la analogía de atribución se da 
un concepto único de modo perfecto, sino un concepto análogo (concepto mental imperfecto, pero uno y 
múltiple) que incluye “confusamente y en potencia” todas las relaciones particulares que se despliegan en la 
derivación.33 Como ya he adelantado, he aquí la lógica poliádica en que la hermenéutica analógica, incluso en 
aquellos casos más cercanos al univocismo, se ampara. 
 
c) La analogía de proporcionalidad es la analogía propiamente dicha para Cayetano —lo cual no está exento 
de controversia—, y ello se refleja, sostengo, en la hermenéutica analógica. Se da cuando el nombre es común 
y la razón significada por ese nombre es proporcionalmente la misma, semejante según una cierta proporción. 
El origen matemático de la analogía es aquí más evidente, y su aplicación filosófica es extensible a toda 
semejanza de relaciones. Cayetano afirma que es ésta la analogía “más digna” e insiste en que sólo a ésta 
llamaron “analogía” los griegos34; remite a Metafísica V,6, donde Aristóteles usa como sinónimos analogía y 
proporcionalidad, ecuación que se subrayó en las traducciones y comentarios árabes.35 Cayetano defiende que 
la ratio analogiae de la analogía de proporcionalidad —es decir, de la analogía propiamente dicha— no es 
unívoca: ello sería contradictorio, pues se perdería la proporción, y al perder la diversidad, se soslayaría 
incluso el alcance real de la relación. Cita a favor de esta postura tanto Analíticos Posteriores II, 14 y Ética 
Nicomaquea I,6.36 Si en la atribución aparece la desventaja de que el primer analogado sea unívoco y los otros 
participen de la significación de modo confuso, en la proporcionalidad el vocablo análogo se relaciona de 
modo indistinto con todas sus significaciones. Lo uno por proporcionalidad, concluye el comentador tomista, 
no es unitario por accidente ni por agregación, sino por sí mismo.37Es en este tipo de analogía en donde aparece la subdivisión crucial para la ubicación que hace la hermenéutica 
analógica de la metáfora como instancia de analogicidad. Hay dos modos de analogía de proporcionalidad: 
 
 
33 Cfr. CAYETANO, De nominum..., ed.cit., III, 51 b.a. 
34 CAYETANO, De nominum..., ed.cit., III, 27. 
35 Cfr. CAYETANO, De nominum..., ed.cit., III, 28 y III, 29. 
36 Cfr. CAYETANO, De nominum...,ed.cit., V, 54. 
37 Cfr. CAYETANO, De nominum...,ed.cit., VI, a 61. 
c.1) La analogía de proporcionalidad propia, en la cual el nombre común se dice de los analogados, 
apunta Cayetano, “sin metáforas”.38 Diversos autores han subrayado aquí la circularidad en la 
definición cayetanista39: ¿qué es en concreto lo que distingue a la proporcionalidad propia de la 
impropia, si ésta es justamente la que se dice more metaphorico? Esta ambigüedad ha dado pie a 
diversas polémicas: ¿se trata, acaso, de un carácter intrínseco en una, extrínseco en la otra, por parte 
de la ratio analogiae? Alguno sostiene que, en efecto, la proporcionalidad propia es aquélla que “se 
hace según el género de la causa formal inherente”.40 Sin embargo, no está claro cómo podría negarse 
la “inherencia” según la cual otros tipos de proporcionalidad serían tan sólo impropios o metafóricos. 
Difícilmente puede zanjarse la cuestión señalando ejemplos diversos (el que apunta Cayetano en el 
lugar citado – “el corazón es al animal como el cimiento a la casa”, como proporcionalidad propia, 
es metafórico por derecho, salvo por la explicitación de la razón común). 
 
He de señalar como un punto vulnerable de la hermenéutica analógica el no aclarar con mayor 
detenimiento este punto: se da por sentada la división cayetanista de la analogía, se utiliza para 
distanciarse de un modelo hermenéutico puramente metafórico... y hace falta aún precisar con mayor 
claridad cuál es el rasgo de la analogía metafórica que la distingue de otro tipo de proporcionalidad. 
De no precisarse este criterio, incluso podría pensarse que toda analogía de proporcionalidad, al 
representar una cierta traslación entre relaciones, tendría algo de metafórico. 
 
Lo claro es que en esta analogía de proporcionalidad propia ningún analogado se define refiriéndose a 
otro; no hay referencia en la definición aunque puede haberla en la explicación o en la exposición. 
 
c.2) La analogía de proporcionalidad impropia se caracteriza, según Tomás de Vío, porque “El 
nombre común tiene absolutamente una razón formal, que se salva en uno de los analogados y se dice 
 
38 Cfr. CAYETANO, De nominum..., ed.cit., III, 25. 
39 Cfr. V.gr. MCINERNY, Ralph, The Logic…, ed.cit., p. 68; en cambio, la insuficiencia no se señala en GAMBRA, 
Rafael, La analogía en general..., ed.cit., p.227. 
40 Cfr. El estudio de IGUAL LUIS, Vicente, en CAYETANO, De nominum..., ed.cit., p.45. 
del otro metafóricamente”; el ejemplo es: la risa es al rostro como las flores al prado.41 La 
circularidad e insuficiencia de esta caracterización es de nuevo evidente. Tampoco basta afirmar que 
es una relación de relaciones en la que el término común se aplica propiamente en una de ellas, e 
impropiamente en la otra42; ¿cuál es el criterio de esta “propiedad”? De nominum analogia no ofrece 
mayores pistas al respecto, salvo por el pasaje VII, 75a, en el que se señala que el análogo metafórico 
es aquél en el cual “Es necesario que un extremo sea puesto en la razón significada del otro, y esto no 
indiferentemente, sino tomado propiamente, pues este otro sólo puede tomarse metafóricamente en 
razón del primero”.43 El único indicio aislado de un criterio para la “impropiedad” de la metáfora 
parece, pues, una cierta asimetría. Al menos así lo interpreta J.F. Ross para quien lo “impropio” de la 
proporcionalidad metafórica es que sus esquemas son asimétricos (a diferencia de lo que sucede en la 
proporcionalidad propia, en la metáfora el sentido figurado presupone el literal y no viceversa). La 
metáfora, aún así, es un tipo de analogía —una relación de traslapamiento entre esquemas 
contrastantes— y uno muy importante —pues desde el punto de vista sincrónico supone relaciones 
semánticas y relevantes, y desde el punto de vista diacrónico es una forma de dinamismo para los 
esquemas predicativos, que en el proceso metafórico se reagrupan.44 
 
En efecto: en la función metafórica se requiere un sentido propio para entender al figurado como tal. Veremos 
cómo en Ricoeur esto garantiza un ordenamiento categorial, supuesto y asumido dialécticamente en el “error 
categorial” creativo que lo trastoca en una metáfora viva. De algún modo esta característica —que no tiene la 
proporcionalidad propia— acerca la analogía metafórica a la de atribución; por ello algunos autores incluían a 
la metáfora como subespecie de la atribución y no de la proporcionalidad; Beuchot sigue a Cayetano en este 
punto. Quizá también le sigue en la duda respecto a la unidad conceptual de la analogía metafórica, y por ello 
sus prevenciones contra el tropo y sus equivocismos.45 De momento sólo agregamos que esta necesaria 
referencia a un analogado “propio” garantiza, en la propia estructura semántica de la metáfora, que no todo 
sea metafórico, lo cual subrayará Ricoeur contra la diseminación equivocista. Hace falta aún precisar qué 
 
41 CAYETANO, De nominum..., ed.cit., III, 25. 
42 Cfr. GAMBRA, Rafael, La analogía en general..., ed.cit., p.159. 
43 CAYETANO, De nominum..., ed.cit., VII, 75a, vid también VII, 76 y 77. 
44 Cfr. ROSS, James F., Portraying Analogy, ed.cit., p. 91, p. 96 y p. 117. 
45 Cfr. GAMBRA, Rafael, La analogía en general..., ed.cit., p.212. 
sería el sentido literal y si debe identificarse con una metafísica de lo propio —Ricoeur dirá que no es así, y 
mantendrá la diferencia, aunque no intransitable, entre atribución y proporcionalidad metafórica. 
 
El mismo Beuchot simplificará las cosas al hablar de la metáfora preferentemente como analogía de 
proporcionalidad “impropia” —que puede significar simplemente “connotada”— y no “extrínseca”, término 
éste último que históricamente ha sido muy conflictivo. Lo mismo hace McInerny, precisando además que “lo 
propio” remite aquí simplemente a una ratio propia, que puede ser el uso familiar, usual, y por ello focal y 
normativo, cuya prioridad se hace patente por su presencia en los otros modi significandi.46 Metafórico sería, 
entonces, el uso que se separa del uso corriente47, y así logra significar actualidad, enérgeia.48 Veremos cómo 
esto influye decisivamente en Ricoeur. También Maarten M.Leezemberg subraya que, en Aristóteles y en 
toda esta tradición que le sigue, se ha corrido el riesgo de entender el sentido metafórico como opuesto al 
sentido propio (kýrios) cuando basta con oponerlo a lo corriente, a lo común. La metáfora como 
proporcionalidad impropia no depende así de una estructuración esencial, sino que implica una innovación 
semántica, en una interacción asociativa o connotativa entre las palabras, el contexto y los usos previos. 49 
 
La posibilidad apuntada de que la proporcionalidad impropia remita a una significación connotativa, me 
parece, es la razón de fondo de que la metáfora pueda ser considerada en una amplitud superlativa, 
comprendiendo en sí todos los tropos, e incluso toda forma de analogía. ¿No connota, de algún modo, el 
efecto a la causa, el relativo al correlativo? ¿No son estas connotaciones formas, o fundamentos, de traslación 
lingüística, como puede verse en la división aristotélica de la metáfora en la Poética? De algún modo 
Aristóteles aprovechó esta amplitud del concepto de “metáfora” cuando, en dicha enumeración, incluyó como 
metáforas recursos que podrían denominarse “sinécdoque” (tipos de metáfora a y b, traslación del género a la 
especie y de la especie al género) y “metonimia”(que de algún modo se da en el tipo c, de la especie a la 
especie). 
 
 
46 Cfr. MCINERNY, Ralph, Studies in Analogy, Nijhoff, The Hague, 1968, p. 76. 
47 Cfr. Poética 1457b 3-4. 
48 Cfr. MCINERNY, Ralph, Studies in Analogy, ed.cit., p.88-89. 
49 Cfr. LEEZEMBERG, Contexts of Metaphor: Semantic and Conceptual Aspects of Figurative Language Interpretation, 
IILC, Amsterdam, 1995, p. 34. 
Caracterizar a la metáfora simplemente como proporcionalidad impropia, y no como extrínseca, permite, 
además, considerarla de algún modo intrínseca, al menos en el sentido de que es una analogía tanto según el 
ser como según la intención.50 Esto permite ya entrever la posibilidad de una verdad metafórica. 
 
Que Cayetano incluya a la metáfora en la analogía da pie al tratamiento que le da Beuchot. Aún podría 
subdividirse este tipo de analogía en: 1. metáfora sensible; 2. metáfora no sólo sensible51 (la traslación 
metafórica ha de apoyarse en algo sensible y puede llevar a lo metafísico; veremos cómo Derrida genera una 
confusión –la cual explota teoréticamente— al igualar el meta de la metafísica con el de la metáfora). 
 
Basta, pues, señalar que se da una metáfora o proporcionalidad impropia cuando el nombre aplica total y 
perfectamente a los términos de una de las proporciones, e imperfecta y parcialmente a los de la otra, en 
virtud de algo connotado por el nombre. Lo importante aquí es que se trata de algo meramente “connotado” 
por el nombre y no nombrado directamente por él; no es una referencia a aquello a lo que la palabra fue 
impuesta a significar en primer lugar. Sin embargo —como McInerny y Swinburne subrayan, sin salir de la 
discusión clásica al respecto—, el uso de la metáfora extiende también el significado de la palabra a esta 
referencia connotada, creando así una nueva ratio.52 Esta posibilidad catacrética, a partir de Hegel53 y pasando 
por Gadamer hasta Ricoeur, desemboca en la discutida “metafórica fundamental”, que el postestructuralismo 
malentiende como la universalización de lo metafórico, cuando en realidad no es sino una perspectiva 
diacrónica de lo que sucede entre metáforas muertas —ya sedimentadas, incorporadas al sustrato de la 
lengua— y las metáforas vivas.54 
 
50 Cfr. GAMBRA, Rafael, La analogía en general..., ed.cit., p.278 Santiago Ramírez llega a considerar a la metáfora, 
justamente por esta razón, el tipo más eminente de analogía. 
51 Cfr. GAMBRA, Rafael, La analogía en general..., ed.cit., p.246. 
52 Cfr. MCINERNY, Ralph, Studies in Analogy, ed.cit., p.44. y SWINBURNE, Richard, Revelation…, ed.cit., p. 47. 
53 La importancia del pensamiento hegeliano en el problema que nos ocupa —tan dialéctico, a su modo— no debe 
soslayarse; y en concreto en la comprensión de la catácresis o asimilación de la metáfora a la lengua, el aporte del 
pensador idealista es fundamental. Es Hegel quien enfrenta la metáfora como momento de espiritualización de los 
conceptos, y es de él de quien toman los deconstruccionistas este mismo momento catacrético para invertirlo y cuestionar 
todos los conceptos como una engañosa espiritualización metafórica. Un volumen muy destacado para estos temas en 
Hegel es LOPEZ FARJEAT, Luis Xavier, El desencanto de las palabras: seis ensayos frente a Hegel, UP-O.Cruz, 
México, 2005, en particular el primer ensayo, pp. 19-42. 
54 Esta diferencia entre metáforas sedimentadas en la lengua y metáforas creativas de autor no se hace explícita en 
Aristóteles, y en mi opinión, es Ricoeur quien la ha trabajado filosóficamente con resultados más fecundos, cfr. 
LEEZEMBERG, M., Contexts of Metaphor..., ed.cit., p.36. Ricoeur se interesa por la innovación semántica y por eso 
abundará en el proceso creativo de las metáforas vivas; ello no supone que las metáforas muertas o de diccionario no 
 
Ya he sugerido que, entendiendo la metáfora en su sentido más amplio, podría pensarse que incluye a la 
analogía como una de sus subespecies —como sucede en la clasificación de la Poética—, en lugar de ser 
incluida como una subdivisión suya. McInerny ha destacado que esta inversión encuentra fundamentos 
incluso en Tomás de Aquino, y en concreto en el uso del término “naturaleza”, que el Aquinate y Aristóteles 
llaman “metafórico”55 — ¿cómo podría ser este término “impropio”? Hay otros pasajes en los que ambos 
términos se usan como equivalentes56. McInerny apunta que las imprecisiones de Cayetano obscurecen la 
identificación o subordinación entre metáfora y analogía. La hermenéutica analógica ha de precisar estas 
lagunas si quiere echar mano de la clasificación cayetanista. La consideración de la metáfora como subespecie 
de la analogía no es la única alternativa; McInerny57 considera que podrían abrirse las siguientes opciones, 
incluso a partir del mismo planteamiento cayetanista: 
 
1. Analogía y metáfora difieren absolutamente, pues en la analogía hay una ratio extendida de la palabra 
que refiere a la misma res significata, aunque lo haga de modo diverso; en cambio, la metáfora no se 
refiere a la naturaleza, y su extensión apunta tan sólo a alguna semejanza en los efectos o las 
propiedades. 
 
2. La analogía es un tipo de metáfora, si ésta última se entiende ampliamente como transferencia del 
nombre desde un contexto usual a otro que no lo es tanto. Incluso, en la distinción entre metáforas 
muertas y vivas, podría contemplarse el proceso de la metafórica fundamental y hablar de una 
constitución metafórica de la ratio propia de la analogía. Esta posibilidad ha de precisarse, como 
veremos, pues implica cierto riesgo de equivocidad. 
 
 
sean importantes; lo son de modo destacado en la estructuración conceptual de la experiencia, tal como se ilustra en 
LAKOFF, George y JOHNSON, Mark, Metáforas de la vida cotidiana, traducción de Carmen González Marín, Cátedra, 
Madrid, 1986. 
55 Cfr. MCINERNY, Ralph, Studies in Analogy, ed.cit., p.67, cfr. Metafísica V, 4, 1051a11, y también Poética, 1457b9-
16 
56 Cfr. V.gr. S.Th., I, q.13, a.3 y a.6 
57 Cfr. MCINERNY, Ralph, Studies in Analogy, ed.cit.,, p.70ss. 
3. La metáfora es un tipo de analogía, en tanto que puede fundarse en la analogía de proporcionalidad. 
La metáfora es una subdivisión de la analogía si consideramos, como hemos hecho hasta ahora, una 
cierta gradación, de modo que se trata de una analogía “más cercana al equivocismo”. Ésta última es 
la alternativa más cayetanista, y es la que asimila la hermenéutica analógica. 
 
Aún podríamos agregar una alternativa más, que de algún modo reúne y sintetiza las opciones (2) y (3): la que 
propone Alejandro Herrera, en un análisis lógico formal de la analogía y precisamente en diálogo con 
Beuchot. Herrera aclara que metáfora y analogía no son coextensivas, ni una incluye a la otra; no toda 
metáfora es analógica ni toda analogía, metafórica. Sin embargo, sí se intersectan en el punto en el que una 
metáfora analógica se funda en la proporcionalidad, que es llevada así al lenguaje, y una analogía metafórica 
es la figurativa (frente a otras analogías puramente “literales”). 58 Esto es consecuente con la clasificación de 
Aristóteles de los tipos de metáfora en la Poética, en la cual, piensa Herrera, las metáforas que van de especie 
a especie, de especie a género o de género a especie no son propiamente metafóricas, sino más bien resultado 
de un proceso inferencial implícito.59 
 
Beuchot concede a Herrera —y ello es una rectificación de cierta importancia, respecto de la inicial adhesión 
al esquema de Cayetano—, que analogía y metáfora no se incluyen una a otra, sino que se intersectan. Sin 
embargo, insiste en que hay al menos “un germen de analogía” en toda metáfora, y esto porque siempre está 
presente el hilo conductor de alguna semejanza.60Ha de aclararse en este punto que Beuchot entiende por 
semejanza algo dinámico, cualitativo y relacional, que exige una aproximación tanto estética (en su 
percepción o captación) como analítica (en sus límites con las diferencias) y dialéctica (una argumentación 
que le da firmeza), y cuyo contenido puede ser de convenientia (ajuste), sympatheia (identidad en los 
accidentes entre sustancias diversas), emulatio (reflejo de atributos) o signatura (imagen visible de lo 
invisible).61 La concepción beuchotiana de la semejanza es, por tanto, semántico-pragmática, y omnipresente; 
 
58 Otros autores, como Swinburne, coinciden con esta propuesta de intersección entre analogía y metáfora. Cfr. 
SWINBURNE, Richard, Revelation…, ed.cit., p. 48. 
59 Cfr. HERRERA, Alejandro, “Metáfora y analogía” en ed.cit., p. 101. 
60 Cfr. BEUCHOT, Mauricio, “Respuesta a Herrera” en ed.cit., pp. 110-114. 
61 Cfr. BEUCHOT, Mauricio, Las caras del símbolo, p. 30. 
cualquier teoría de la metáfora, sostiene Beuchot con Ricoeur, tanto una teoría de la sustitución como una 
teoría interaccionista (ambos apuestan por esta última)62 ha de fundarse en la semejanza. 
 
También se subraya, en el diálogo con Herrera, el momento abductivo, que implica la interpretación 
contextual de toda metáfora; para Beuchot, la hipótesis abductiva es producto siempre de un razonamiento 
analógico.63 Así valida Beuchot, aunque en mi opinión tan sólo parcialmente, el uso de la clasificación de 
Cayetano para los tipos de analogía y por tanto la subordinación a ésta de la metáfora: 
 
1. Una relación de semejanza presenta siempre una estructura, en algún sentido, analógica. 
2. La metáfora se construye sobre la semejanza. 
.: Por tanto, la metáfora implica siempre una estructura analógica; y su composición y 
reconocimiento, algún tipo de razonamiento analógico. 
 
Por supuesto, lo que admite matices y podría suponer una discusión más amplia es la premisa (1). Cabría 
incluso invertirla, pues también podría decirse que toda analogía se funda en una semejanza —en una 
semejanza de relaciones. Creo que Beuchot concede a Herrera lo suficiente, y rescata apenas la validez de la 
clasificación cayetanista que tanto utiliza; al final, el criterio para atenerse a ella es un tanto pragmático. 
Sostengo que la clasificación en la que la metáfora no es sino una subclase de la analogía no es absoluta: hay 
otros modos posibles, y quizá más fecundos, de estructurar las relaciones entre estos recursos. 
 
Vuelvo de momento a la clasificación cayetanista, que Beuchot sigue aplicando una vez defendida la 
analogicidad de toda relación de semejanza. Ha de subrayarse que no sólo en la proporcionalidad impropia se 
intersectan proporcionalidad y atribución; de hecho estos tipos de analogía pueden coincidir materialmente —
algunos lo llaman analogía mixta— , y ya veremos como la diferencia entre las perspectivas quoad se / quoad 
nos permite discernir entre ellas cuando es necesario. Cayetano subraya la analogía de proporcionalidad: sería 
la analogía por antonomasia y la estrictamente filosófica. Quizá por ello la hermenéutica analógica ha echado 
 
62 Pues ambos aceptan el esquema de interacción de sentidos que propone BLACK, Max, Models and metaphors, Cornell 
University Press, New York, 1962. 
63 Cfr. BEUCHOT, Mauricio, “Respuesta a Herrera”, en ed.cit., pp 110-114. 
mano tan a menudo del planteamiento cayetanista, que subraya lo menos unívoco de la analogía, aunque 
aprovecha toda la gama de posibilidades que el razonamiento analógico despliega. No debe olvidarse, sin 
embargo, que lo importante es el carácter múltiple de este razonamiento analógico, que posibilita todas estas 
oscilaciones dentro de la misma pluralidad del recurso. 
 
Beuchot no aclara las confusiones que pueden suscitarse a partir de la división de Cayetano. En cambio, saca 
provecho de esta clasificación, e incluso establece equivalencias con terminología propia de la retórica, de la 
lingüística, de la semántica y de la pragmática. Llama integración a la analogía, como hace la teoría de 
sistemas.64 Equipara, por ejemplo, la analogía de atribución a la imagen, la analogía de proporcionalidad 
propia al diagrama —y dice, como haría Cayetano, que éste es el más propiamente analógico— y la 
proporcionalidad impropia, como hemos repetido, a la metáfora.65 A las analogías de atribución y 
proporcionalidad propia las anuda, en terminología de los tropos retóricos, en la metonimicidad66, y sostiene 
que ésta y la metaforicidad se encuentran latentes en tensión dialéctica en el símbolo,67 y más en concreto en 
el símbolo icónico. Todas éstas son variantes de la analogía. La dualidad metáfora / metonimia, que se 
comprende y articula en el recurso analógico, será también importante en el distanciamiento respecto de 
Ricoeur. 
 
Teniendo en mente esta analogía de la analogía —pero también de la metáfora, pues también metaphora 
dicitur multipliciter—, la división cayetanista y las ventajas argumentativas que ofrece (determinación, orden, 
y simultánea flexibilidad), a la vez que sus insuficiencias, nos ocuparemos ahora de la referida evaluación de 
Beuchot respecto a la propuesta de Ricoeur, que responde de algún modo a la aceptación de los tipos 
cayetanistas de analogía y al énfasis en su diversidad. 
 
II.3 La metafórica frente a la hermenéutica analógica 
 
 
64 Cfr. BEUCHOT, Las caras del símbolo, ed.cit., p.80 
65 Cfr. BEUCHOT, Las caras del símbolo, ed.cit., p.25 
66 Cfr. BEUCHOT, Las caras del símbolo, ed.cit., p.99 
67 Cfr. BEUCHOT, Las caras del símbolo, ed.cit., p.56. 
Beuchot reconoce plena y abiertamente sus deudas con el trabajo hermenéutico de Ricoeur. En el plano de las 
intenciones filosóficas más generales de Beuchot, alguno ha dicho que fue por su lectura de Ricoeur que 
desarrolló un pensamiento filosófico atento a la riqueza literaria68, y que aspiró a explicar la acción 
comunicativa.69 En el plano conceptual, el pensador mexicano no sólo debe al francés la caracterización ya 
citada de “la hermenéutica romántica” frente a la “hermenéutica positivista”70, la comprensión plena de lo que 
es un texto incluyendo al diálogo y a la acción significativa71, o la necesidad de aproximar palabra —
sincronía— y acontecimiento —diacronía.72 También aprovecha la elaboración ricoeuriana de las nociones de 
apropiación y distanciamiento73 y la sugerencia de una tensión entre comprensión y explicación.74 Beuchot 
incluso aplica las sugerencias de Tiempo y narración (posteriormente desarrolladas en Sí mismo como otro) 
para ejemplificar la función de la hermenéutica como mediadora entre la metafísica y la ética.75 
 
También abreva Beuchot en el tratamiento ricoeuriano de la retórica, para vincularla sin confundirla con la 
hermenéutica y con la filosofía (sin confundir ni traslapar tampoco estas dos últimas76). Sobra hablar de la 
aplicación beuchotiana del pensamiento de Ricoeur en la aproximación al psicoanálisis.77 En la propia 
 
68 Cfr. CONDE, Napoleón, “Sobre la poesía y la filosofía de Mauricio Beuchot”, en AAVV, Poema, analogía..., ed.cit., 
p.129, y CONDE, Napoleón, Hermenéutica analógica, Humanismo e Historia, Primero Editores, México, 2003, p.108, 
aunque ha de precisarse frente a este último texto que si Beuchot recoge esta inspiración literaria de Ricoeur, 
seguramente lo hace desde un horizonte más amplio al de Finitud y culpabilidad, y que incluye necesariamente a La 
metáfora viva. 
69 Cfr. ÁLVAREZ, Luis, Hermenéutica analógica, símbolo y acción humana, ed.cit., p.68. 
70 Cfr. BEUCHOT, Perfiles esenciales..., ed.cit., p.21 
71 Cfr. BEUCHOT, Tratado de hermenéutica analógica ..., ed.cit.,, p. 17 
72 Cfr. BEUCHOT, Perfiles esenciales..., ed.cit., p.41 
73 Cfr. BEUCHOT, Tratado de hermenéutica analógica ...,

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