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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS COLEGIO DE LENGUA Y LITERATURAS HISPÁNICAS LA POÉTICA DEL NÚMERO DE ORO FEMINIDAD Y CREACIÓN EN <<EL CORAZÓN DE LA ESPIRAL>> DE RUBÉN BONIFAZ NUÑO TESIS Que para obtener el título de Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas PRESENTA César Arenas Moreno Asesor: Dr. Vicente Quirarte Castañeda México, Octubre de 2007 a \ [] IIIIA UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Al alimento hecho de voluntad. Al amor que no se destruye: mi madre. Al nombre en que se acumulan mi nombre, y muchos otros desconocidos: mi padre. A ellos, con quienes compartí un mismo vientre, la resistencia, el juego y la memoria: mis hermanos. Al hormiguero de nombres, con esfuerzo y con piedrita todos ellos que aunque no menciono se saben correspondidos. AGRADECIMIENTOS Muchas son las personas a las que este trabajo se debe: incontables amigos todos ellos. El mayor de todos es el mismo Rubén Bonifaz Nuño. Su existencia y labor de vida siempre han estado encaminadas a servir a México; esa labor es una de las más efectivas de todas las que hayan podido emprender los hacedores de la patria en el siglo XX. Hecha, no con revueltas sociales, sino con aquello que se enraíza en los genes del individuo, con el humanismo, con la UNAM. Gracias a la perfección de la alquimia humana que Bonifaz ha alcanzado, muchos hombres que lo han conocido --en su juventud la mayoría-- descubrieron los caminos que los haría verdaderos hombres y mujeres dignos de México. Así, con esa convicción, me fui rodeando y valiendo de seres afines con la voluntad del maestro. Primero con sus poemas que me precisaron las necesidades de la juventud, y después de mis profesores. De Alfredo Rosas que con paciencia y con-pasión me ayudó a estructurar mis pensamientos. De Vicente Quirarte que generosamente aceptó considerarme, aun sin conocerme, digno de compartir su entusiasmo por Bonifaz. De Sandro Cohen, un infatigable maestro de la escritura, que me mostró la clave para escribir con eficacia mis pensamientos, y el valor de la autocrítica. También quiero agradecer, aquí, al doctor Juan Coronado; a su cualidad de estar siempre vacante para sus alumnos. Y a la maestra Aurora M. Ocampo, investigadora del Centro de Estudios Literarios contenido en el Instituto de Investigaciones Filológicas, por facilitarme materiales hemerográficos --de otra forma inconseguibles--. Siento gratitud hacia todos mis amigos –los personales, mis compañeros-- que primero me dejaron les compartiera la obra de Bonifaz, después me alimentaron con sus dudas y devolvieron el favor al compartirme sus propios descubrimientos. A todas estas personas: muchas gracias. 242 ÍNDICE INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . 9 CAPÍTULO I. MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO a) La imaginación . . . . . . . . . 19 1. Descrédito de la imaginación . . . . . . 20 2. Reivindicación de la imaginación . . . . . 24 b) Representantes de la mitocrítica . . . . . . 27 c) La mitocrítica . . . . . . . . . 29 d) Terminología de la mitocrítica . . . . . . . 33 1. El arquetipo . . . . . . . . 33 2. El símbolo . . . . . . . . . 34 3. El mito . . . . . . . . . 35 4. El emblema y el atributo . . . . . . 35 5. La alegoría . . . . . . . . 36 6. El imaginario . . . . . . . . 36 e) Los regímenes . . . . . . . . . 37 f) El número de oro . . . . . . . . . 39 CAPÍTULO II. ANTECEDENTES DE EL CORAZÓN DE LA ESPIRAL Y ESTRUCTURA SIMBÓLICA a) Antecedentes del texto 1. Pervigilium veneris . . . . . . . 48 b) El tono imperativo . . . . . . . . 54 1. La voz de mando . . . . . . . . 54 243 ÍNDICE 2. El verbo mágico . . . . . . . . 56 c) Estructura simbólica general de El corazón de la espiral . . . 59 1. Numeración tarótica . . . . . . . 60 2. La Tetraktys . . . . . . . . 64 3. Antecedentes icónicos . . . . . . . 69 4. La Divina Comedia . . . . . . . 72 5. Organización discursiva . . . . . . . 73 6. La jornada de El corazón de la espiral. . . . . 77 d) La influencia litúrgica 1. Origen de la influencia litúrgica en la poesía de Rubén Bonifaz Nuño . . . . . . . 79 2. Poesía: la palabra como medio para alcanzar a la amada . . 80 3. María y alquimia . . . . . . . . 83 4. Epístola de la inmaculada concepción y poemas a, b, c, d y e en El corazón de la espiral . . . . . . . 84 CAPÍTULO III. EL PENTÁGONO: SÍNTESIS Y CORAZÓN DE LA ESPIRAL a) El pentágono: Síntesis de grandes imágenes . . . . 95 Cuadro isotópico de las imágenes . . . . 100 b) La geometría del pentágono: fundamento y corazón de la espiral. . 103 c) Relación entre la obra de Ángela Gurría y El corazón de la espiral . 116 Poema III . . . . . . . . . 121 Poema IIII y VIIII . . . . . . . . 124 Poema V . . . . . . . . . 128 244 ÍNDICE Poema VI . . . . . . . . . 131 Poema VIII . . . . . . . . . 134 Poema X . . . . . . . . . 135 Poema XI . . . . . . . . . 138 Poema XII . . . . . . . . . 139 Poema XIII . . . . . . . . . 142 CAPÍTULO IV. LA ANALOGÍA: GRANDES IMÁGENES Y LOS POEMAS I, II, VII y XIIII a) Los poemas I, II, VII Y XIIII . . . . . . . 147 Poema I . . . . . . . . . 149 Poema II . . . . . . . . . 154 Poema VII . . . . . . . . . 156 Poema XIIII . . . . . . . . . 159 b) La analogía . . . . . . . . . 165 c) El microcosmo y el macrocosmo . . . . . . 166 d) La magia . . . . . . . . . . 167 e) El solve et coagula . . . . . . . . 172 CAPÍTULO V. INTERPRETACIÓN: FEMINIDAD Y CREACIÓN EN EL CORAZÓN DE LA ESPIRAL a) La feminidad . . . . . . . . . 181 1. El amor . . . . . . . . . 182 2. La belleza . . . . . . . . . 186 245 ÍNDICE 3. La unión . . . . . . . . . 188 4. Fecundación . . . . . . . . 190 b) La creación . . . . . . . . . 191 1. La energía creadora . . . . . . . 192 2. La creación insólita . . . . . . . 194 3. La cosa creada: El corazón de la espiral . . . . 196 c) Tiempo domado y materia: creación y feminidad . . . . 197 CONCLUSIÓN . . . . . . . . . 202 APÉNDICE a) Tiempo domado y materia: una lectura de los secretos en la obra de Ángela Gurría . . . . . . . . . . . 207 b) Imágenes de la obra de Ángela Gurría . . . . . 211 BIBLIOHEMEROGRAFÍA . . . . . . . . 234 INTRODUCCIÓN César Arenas Moreno INTRODUCCIÓN 9 INTRODUCCIÓN El corazón de la espiral, título enigmático, es un poema que en apariencia parece sólo un homenaje a una escultora; lo sabemos porque así se menciona en la dedicatoria. Al hojear el libro lo primero que llama nuestra atención es su estructura inusitada: catorce poemas con una numeración romana alterada y entreveradoscon cinco poemas alfabéticos. ¿Cuál es el porqué de esta disposición? También el verso inicial intriga. Es una afirmación o un deseo. ¿Quién ha de amar? ¿Quién no ha amado? Una Ella es la protagonista del poema. ¿Quién es esa Ella? ¿Es pura y llanamente la escultora? En el presente trabajo trataré de esclarecer éstas y demás interrogantes a las que El corazón de la espiral nos enfrenta. El corazón de la espiral, libro de poesía, fue publicado en 1983. La mayoría de la crítica ha visto en él una manifestación de elogios a una obra plástica y nada más; con sólo dos excepciones: Sandro Cohen y Alfredo Rosas. El resto de la crítica ha calificado al poema como un libro de mero homenaje a la escultora Ángela Gurría y no como lo que verdaderamente es: un homenaje a la mujer como símbolo de creación universal. Toda la obra de Rubén Bonifaz Nuño concluye y se dirige a la unidad del hombre con el universo. Ese universo culmina y se perfecciona en él, en el ser humano que plasma en sus actos las potencias de la naturaleza. Bonifaz ha realizado una búsqueda de los caminos más secretos y preciosos que el ser humano consciente ha inventado, y descubierto, para alcanzar la armonía de la triada primigenia. Ésta se compone por los tres poderes originarios: “dos contrarias fuerzas divinas en los extremos, las cuales fuerzas encuentran la posibilidad de conciliarse gracias a un tercer elemento, el humano, que volverá en acto sus potencias de creación”.1 Ésta es la intención al valerse de aquellos secretos en su obra: mostrar que mientras el hombre no se conozca y mejore en una lenta alquimia embellecedora, permanecerá fútil e incompleto. Es la feminidad el mejor 1 Rubén BONIFAZ NUÑO, Proporción y sentido en un vaso de Caballo Pintado, p. 69. César Arenas Moreno INTRODUCCIÓN 10 símbolo de la labor creadora, y repartir la belleza es su oficio. En este trabajo doy pruebas de que en El corazón de la espiral la feminidad se auxilia de la proporción áurea para distribuir la gracia. La belleza es la dádiva que la feminidad otorga, la mujer arquetípica que es toda creación, reparte la gracia y la fecundidad en el mundo habitable. Así, una vez que uno se adentra en El corazón de la espiral llega a la misma conclusión que el poeta alumbró al interpretar un sencillo, pero construido con sabiduría, vaso de barro: “Este vaso pues, tan simple en apariencia, revela con su análisis conocimientos portentosos: por una parte, de las proporciones por las cuales se organiza el universo; por la otra, del modo como éste existe, y de la función que en él cumple el hombre como su creador y el encargado de preservarlo”.2 Uno de los saberes antiguos que Rubén Bonifaz Nuño ha cultivado es la Proporción Áurea; ha dejado ver su interés y conocimiento sobre el número de oro en tres ensayos y un poema. Tal fe en el número de oro se revela en estas cuatro obras: Tiempo domado y materia: una lectura de los secretos en la obra de Ángela Gurría, Santos Balmori, El corazón de la espiral (las tres escritas en 1983), y un brevísimo ensayo de 1993: Proporción y sentido en un vaso de Caballo Pintado. También realizó en 1977, en colaboración con Beatriz de la Fuente, la aplicación del número de oro a las cabezas olmecas; en el libro Los hombres de piedra, Bonifaz elaboró dibujos y explicaciones sobre cómo surge la proporción áurea en las cabezas colosales. Las investigaciones precedentes han dejado muchos problemas planteados. Se han hecho estudios serios de aspectos ocultistas en la obra de Rubén Bonifaz Nuño. El primero en vislumbrar la utilización de saberes ocultos, y de su aplicación magistral por el poeta a su poesía, fue el escritor español Juan Cervera. Lo hizo con sus análisis, en breves artículos, sobre La flama en el espejo en 1971 y 1972.3 Posteriormente fue René Acuña quien, en 1973, 2 Ibidem. 3 Jhon Michael Bennett con sus tesis doctoral de 1970 titulada Coatliclue: The poetry of Rubén Bonifaz Nuño, es realmente el primero que intenta un estudio global de la obra de Bonifaz. Pero su tesis es tan ambiciosa que aborda el tema ocultista sólo de una manera superficial, ya que considera poco importante su estudio, y sólo muestra una lista de referencias simbólicas del mundo cristiano. César Arenas Moreno INTRODUCCIÓN 11 hizo un verdadero intento de interpretación sólida de la poética de Bonifaz, empleada en poemas de Fuego de pobres. A principios de los ochenta, María Andueza realizó un amplio análisis de La flama en el espejo, y aunque en la portada de su libro aparece el Vaso Sagrado --símbolo de la armonía del número de oro--, nada de esta teoría se menciona en su investigación. En 1983, Sandro Cohen realizó la primera y única reseña clarividente de El corazón de la espiral, y alcanzó a sospechar la riqueza y significación de este libro. A finales de los ochentas, Helena Beristáin hizo los análisis más meticulosos de los poemas de Bonifaz, y de los procesos de interpretación de su obra. Por último, es Alfredo Rosas quien más ha escrito sobre el manejo del ocultismo en la obra poética de Rubén Bonifaz Nuño, y en 1999 elaboró una interpretación alquímica del poema. Ésta iluminó el poder de la feminidad y el éter conciliador en El corazón de la espiral. Ninguno de los anteriores estudiosos menciona la utilización de la Áurea Mesura en la obra de Bonifaz. Si miramos en forma integral la obra de Rubén Bonifaz Nuño, la confianza en la áurea mesura es entendible y lógica. El interés del poeta por la estatuaria prehispánica, y por la obra plástica de artistas contemporáneos, ha producido ensayos importantes; en algunos se encuentra el desarrollo de la sección áurea. En la obra poética de Bonifaz es permanente el uso y diálogo con saberes ancestrales como el ocultismo, la alquimia y, ahora, la áurea mesura; su obra no tiene parangón entre sus contemporáneos. Paradójicamente es esa evolución lógica la que aísla la obra poética de Bonifaz. Su labor poética, en su madurez, no tiene paisaje y está fuera de la tradición de la poesía mexicana. Sólo un contemporáneo de Rubén Bonifaz Nuño, Eduardo Lizalde, se atrevió a definir la relación de éste y sus coetáneos al decir: “Cuando leí por primera vez libros hermosos y desolados como Los demonios y los días y El manto y la corona, me dije: ‘Rubén va bien, nosotros vamos mal’. Exploraba con talento y rigor técnico vetas insospechadas”.4 En poesía es aplicable la máxima hermética <<Natura non facit saltus>>.5 En la obra de Rubén Bonifaz Nuño, a diferencia de algunos de sus 4 Eduardo Lizalde en Marco Antonio Campos, El poeta en un poema, UNAM, 1998, p. 129. 5 <<La naturaleza no da saltos>>. César Arenas Moreno INTRODUCCIÓN 12 colegas poetas, esto sucedió. La evolución precisa de una espiral en la obra de Bonifaz no da cabida, si se analiza con rigor y pertinencia, a huecos. Todo es explicable en su obra circular. Toda la obra de Bonifaz es un sólo libro donde prevalece la “redundancia”; sólo ella, realizada con conocimiento y extraída de las profundidades del alma humana de un pueblo, construye símbolos. Sólo los hombres que se han enfrentado a situaciones que les sacan de las entrañas la esencia de su espíritu, pueden hacer de la redundancia un instrumento del arte. Ulises fue uno de ellos y Calipso le pedía que redundara: “Ésta, el caso de Troya de nuevo y de nuevo rogaba; de otro modo a menudosolía él contar lo mismo”.6 Rubén Bonifaz Nuño comprendió esto y por eso tituló a su antología de 1979 De otro modo lo mismo. La redundancia es perfeccionante porque deriva en una potencia simbólica.7 Ésta nutre el arte, y es “también la base de los conceptos estéticos de la Analogía, de la Semejanza en la Diversidad, de la Variedad en lo Mismo…”8 La tautología tiene el poder de la fijación que se encamina a lo eterno. Bonifaz manifestó desde joven, en su manera de hacer poesía, una búsqueda de lo permanente, por medio de bienes que apenas había sospechado, pero que quiso esperar siempre. La búsqueda de un orden mínimo, por medio de la elaboración de un microcosmos, es muy claro en su obra: Mire usted: desde luego, hay un impulso de poner orden en las cosas, y hay […] un deseo de ordenar las cosas, de simplificarlas, y de hacerlas comprensibles. Ése es el impulso. Lo que haga el poema, ya no es cosa mía. Yo llego hasta donde las fuerzas me lo permiten […] Pero ya le digo que no es ordenar el mundo; sino simplemente, algo como esto: si este vaso estorba aquí, lo muevo; la cajetilla de cigarros la pongo acá para que no estorbe. Es la creación de un orden mínimo.9 6 Plublio Ovidio Nasón, Arte de amar, remedios del amor, II, 127-128, p. 30. 7 Gilbert Durand, La imaginación simbólica, p. 17. 8 Ghyka Matila Costiescu, El número de oro: ritos y ritmos pitagóricos en el desarrollo de la civilización occidental: los ritmos y ritos, p. 16. 9 En entrevista con John Michael Bennett, Coatlicue: The poetry of Rubén Bonifaz Nuño, p. 24. César Arenas Moreno INTRODUCCIÓN 13 Ya en el poema Poética declaró: Porque por ella [la belleza] en lo mudable asimos la forma –esencia- de lo permanente, lúcidamente contenida por el ser profundo del poema.10 La necesidad de fundar, de establecer la analogía entre lo pequeño y lo grande, de obtener el orden por medio de la palabra fue una actitud que lo aisló siempre de sus contemporáneos; él mismo lo declaró en 1969: “Yo me siento fuera de la corriente ésta. La literatura mexicana, en este momento, o busca lo que decía Leiva de la unión de la sociedad, o está repitiendo modas francesas de hace treinta años. Entonces, repito, yo me considero francamente fuera de esta corriente”.11 En 1963 Bonifaz marcó, también, su diferencia --su condición de “isla” como lo califica René Avilés Fabila-- en su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua; cuando dijo: Nuestra poesía, nutrida en su primer origen por las nociones nacidas de dos corrientes culturales distintas, se pierde ahora en un estéril laberinto de espejos, y los poetas parecen confundir la multiplicidad de su propia imagen sin volumen con la compañía de hombres de carne y hueso. La falta de cohesión con los demás y consigo mismos, ya sea que la admitan o la rechacen, los cerca, los deslumbra y los ciega por medio de sus mismas palabras, y en ellas la comunidad de los hombres se vuelve en mera fórmula retórica, y la acción no alcanza siquiera el nivel de propósito viable y es insuficiente a conocer las raíces del mundo y modificar la vida, al afirmarlas. Para salir de este ofuscamiento, quizá sería conveniente que acertaran a unir los cabos vitales que más aproximan entre sí a nuestros distantes antepasados. Y acaso se pueda y se deba intentar.12 Para unir los extremos graves en que se funda nuestra cultura, es necesario acceder al espíritu de cada una de ellas; en lo profundo, hasta la nebulosa que hace visibles, en ambas, las coincidencias universales. Universales porque se originan en el espíritu de todas las culturas. Todos los grandes cultos se desgastan, cuando anquilosados por una normatividad se 10 Rubén Bonifaz Nuño, Imágenes, p. 54. 11 BENNETT, p. 25. 12 Rubén Bonifaz Nuño, Destino del canto, pp. 36 y 37. César Arenas Moreno INTRODUCCIÓN 14 petrifican y dejan de ser canteras del arte. Entonces es necesaria la visión laica del artista que depura de ideologías al arte, y rescata y precisa la belleza. En ese esfuerzo el creador se encuentra a sí mismo. A los contemporáneos de Bonifaz les fue difícil emprender el viaje hacia sí mismos; sus obras no aspiraron al orden que funda y une. Para fundar y unir no bastaba con conocer las herramientas --que para Bonifaz fueron las antiguas tradiciones precolombinas y grecorromanas-- había que saber utilizarlas. Y para ello había que comprenderlas. Lo anterior es causa de la unidad en la obra de Bonifaz, de su lógica evolución. Sólo él, dentro de su generación, ha realizado un viaje esforzado y coherente. Sin embargo las opiniones que expresan lo contrario, siempre han sido las más publicables. Porque siempre ha sido más fácil descalificar lo que no se entiende que dedicarse a un estudio paciente, que exige la reflexión fundada. Opiniones tan gratuitas como: “… tal vez sea ilusorio atribuirle continuidad y coherencia notorias [a la obra poética de Rubén Bonifaz Nuño]. Acaso de ella permanecerá sólo una parte, o su vasto conjunto será leído como una prolongación de los parciales hallazgos de Bonifaz que mejor asimile la tradición moderna”.13 La continuidad y coherencia están probadas en la obra de Bonifaz. Por otra parte ¿Se puede ser asimilado por una tradición de la que se ha estado fuera; incluso se ha rechazado y remado a contra corriente de ella? ¿Bonifaz ha escrito para que lo asimile una tradición que le repugna? No, el siglo XX terminó y no sucedió. Este breve análisis, de la situación de la obra de Rubén Bonifaz Nuño en la poesía de la segunda mitad del siglo XX en México, era necesario para establecer su singularidad entre sus contemporáneos. Su obra se distingue, entre otras cosas, por el poder que el poeta le imprime con la utilización de conocimientos antiguos: la alquimia, formas litúrgicas y la áurea mesura, en él heredadas de tradiciones anteriores a la cristiana; con intenciones bien definidas: la de dar a la palabra una fuerza y poder comunicativo. Y otra más metafísica como hacer asequible a la mujer por medio de la palabra. Muchas veces de la única manera posible para el poeta, la posesión por pérdida. 13 Jorge Von Ziegler: Laberinto de Bonifaz Nuño, p. 31. César Arenas Moreno INTRODUCCIÓN 15 Con este trabajo me propongo demostrar que la elaboración de El corazón de la espiral, de Rubén Bonifaz Nuño, está basada en dos elementos: 1. La mujer como analogía de la creación y 2. La proporción áurea como herramienta de esa feminidad. La amalgama de estos elementos da como resultado un poema de la fecundidad, un homenaje a la creación universal. Procuraré no insistir en las ideas más socorridas acerca de nuestro poeta, en cuanto al ocultismo y su poética. Me limitaré al estudio de otras, menos comunes, que puedan servir para situarlo con precisión en la cultura mexicana de nuestro tiempo. En el primer capítulo expondré los límites teóricos en que me moveré. Para analizar el aparato simbólico (mitos, arquetipos y procesos de conocimiento de las grandes imágenes) de El corazón de la espiral me valdré del método de la mitocrítica, de Gilbert Durand. La obra poética de Bonifaz se caracteriza por el rescate de la imagen, gran nebulosa para el arte. Por lo anterior las apreciaciones de G. Durand, en su obra La imaginación simbólica, me servirán para establecer el aparato simbólico en El corazón de la espiral. Como por ejemplo: 1. Elsimbolismo como gnosis, como procedimiento de mediación a través de un conocimiento concreto y experimental: La áurea mesura; 2. La mujer como símbolo de los símbolos: feminidad, creación, María, y 3. La analogía fundamental como la sabiduría, la virgen, el éter, la pentalfa, etcétera, que se origina en la inspiración alquímica; en un microcosmos imagen del macrocosmos. Así, la mitocrítica me puede servir para corroborar el aparato simbólico que nutre a El corazón de la espiral. Además aclara las grandes imágenes arquetípicas que pretendo resaltar: la feminidad en su carácter creador y su herramienta: la proporción áurea. Este método es el que más me favorece ya que: a) la mitocrítica explora las condiciones, de la relación, entre esas grandes imágenes y las imágenes típicas. Y verifica la irrupción de la primera en la obra poética; b) analiza la forma en que esa imagen arquetípica configura la obra; c) además, este método es útil para demostrar las relaciones que existen entre los elementos que definen la obra. La mitocrítica evidencia en un autor, y en la obra, sus mitos rectores y sus transformaciones, y d) una vez que se establecen las grandes imágenes, en torno a la cual se organiza la obra; la mitocrítica instaura César Arenas Moreno INTRODUCCIÓN 16 las relaciones de continuidad y ruptura, de familiaridad y tensión entre la obra de arte y su contexto. Posteriormente doy a conocer en qué consiste la teoría de la áurea mesura. Clave en el arte universal e instrumento de Ángela Gurría; la escultora en analogía a la feminidad creadora universal. Para entender mejor este aspecto incluyo un apéndice que contiene un ensayo --que es casi la prosificación del poema-- donde Bonifaz habla de los secretos en la obra de la escultora. También incluyo un catálogo fotográfico de las esculturas de Ángela Gurría. El conocimiento de ellas es útil para la comprensión profunda del poema. En el segundo capítulo hago la revisión de los antecedentes de El corazón de la espiral. Mostraré cómo comparte la voz de mando y el verbo mágico, con otro poema de la fecundidad: El Pervigilio de Venus. La estructura del poema también se fundamenta en el simbolismo fecundo de la feminidad. Ya sea la que se encuentra en el número o en la geometría. También se verá que El corazón de la espiral pertenece a la clase de poemas totalizadores. Igual que La Comedia de Dante, está basado en el trivio y el cuadrivio de la enseñanza medieval. También abordaré su estructura discursiva ciceroniana. El uso de la liturgia para representar la labor creadora de la feminidad, personificada por la virgen María, también es importante para comprender los poemas alfabéticos de El corazón de la espiral. Analizaré cómo Bonifaz robustece el arquetipo femenino, con la utilización de otro paradigma establecido en el mundo occidental: María; María en su sentido más heterodoxo, en su encumbramiento de sabiduría libertaria, femenina y creadora de arte. La labor sabia y creadora de María la emparenta a la Áurea Mesura; ambas estuvieron desde el principio de los tiempos concertándolo todo. Esto también lo abordaré en este capítulo II. El estudio de la preeminencia del número de oro en el poema, se llevará a cabo en el capítulo tres. En él demostraré que el pentágono, máximo símbolo de la proporción áurea, es fundamento y corazón del poema. El pentágono, divisa del número de oro, se manifiesta como la máxima herramienta de Ángela Gurría, y signo de la estructura del poema. En cada una de las esculturas César Arenas Moreno INTRODUCCIÓN 17 aludidas en el libro está presente la proporción áurea (poemas III, IIII, V, VI, VIII, VIII, X, XI, XII, XIII). En el capítulo IV haré el análisis de los poemas restantes (I, II, VII, XIIII) que evidencian la labor de Ángela Gurría; representante de la feminidad creadora. De este análisis se desprende la analogía con la sabiduría, la magia, la alquimia, la virgen María, el éter, y el poema como un microcosmo representativo del macrocosmo. Bonifaz demuestra que la áurea mesura es la preciosa herramienta creativa de la feminidad, y lo concreta en El corazón de la espiral. Nos muestra la manera como el número de oro es llevado a su más humana aplicación (sólo comparable a la obra plástica de Ángela Gurría, Santos Balmori y el arte más antiguo de los sabios olmecas), y lo plasma en El corazón de la espiral de manera eficaz. En el capítulo V me adentraré en los aspectos de la feminidad. En cómo la reunión de la fuerza creadora con lo creado es representada por una nueva creación: El corazón de la espiral. Hablaré de elementos del poema como la belleza de la obra de Ángela Gurría, su herramienta áurea y la poesía de Rubén Bonifaz Nuño. Gran homenaje a la creación es esta obra; en ella se funden los creadores con sus creaciones. Es así como me propongo demostrar que todas las imágenes de El corazón de la espiral se remiten a la feminidad creadora. También cómo esa feminidad, al utilizar al número de oro como herramienta, es análoga a Ángela Gurría en la labor escultórica. CAPÍTULO I MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 19 CAPÍTULO I MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO a) La imaginación Para introducirme en el estudio del método de la mitocrítica --que considero el más pertinente para mi análisis de El corazón de la espiral-- iniciaré con un recorrido por la historia de la imaginación; objeto de estudio del teórico de la mitocrítica Gilbert Durand. Toda obra de arte surge de la imaginación. Y no sólo el arte, sino todo aquello que es trascendente en el transcurrir del hombre sobre la tierra. La imaginación es una potencia dinámica que cambia las sensaciones de la experiencia, suministradas por la percepción. Ese dinamismo renueva las sensaciones y se convierte en el fundamento de toda la vida psíquica del ser humano. A lo largo de su historia, el hombre se ha debatido en el conjunto de realidades que lo caracterizan: unas físicas y otras psíquicas; siempre que se han querido estudiar aisladamente, los resultados sólo han provocado confusiones. El hombre antiguo siempre encontró bellas respuestas simbólicas que producían vínculos entre su espíritu, su mente y cuerpo. Se sometía a la contradicción porque ella era un atributo de los dioses; eran ellos quienes tenían el poder de conciliar a los opuestos. Aunque a veces ese acuerdo significaba la destrucción del mismo hombre. Las explicaciones de las cosas, que han ido dejando fuera a los dioses, únicamente han originado la alienación del ser humano; éste, cada vez más, fue perdiendo los caminos para encontrarse a sí mismo. En la actualidad parece detenido en espera de que la ciencia le muestre su propio rostro, pero sólo le muestra una máscara desconocida para él y para esa ciencia. Siempre será necesaria la imaginación para la completud del hombre. Aunque el imaginario es indestructible, no por eso ha sido inmune al escamoteo. La importancia de la imaginación sólo es comparable con la existencia de la otredad; en última instancia, es la imaginación la que impide que el hombre se hunda en una soledad vacía y desesperada: César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y ELNÚMERO DE ORO 20 … A lo largo del día y la noche, en el lenguaje, los gestos o los sueños, cada uno de nosotros, se dé cuenta o no, utiliza los símbolos. Dan rostro a los deseos, incitan a ciertas empresas, modelan un comportamiento, atraen éxitos o fracasos. Su formación, disposición e interpretación interesa a numerosas disciplinas: la historia de las civilizaciones y religiones, la lingüística, la antropología cultural, la crítica de arte, la psicología, la medicina. Se podría añadir a esta lista, sin agotarla por ello, las técnicas de la venta, la propaganda y la política. Trabajos recientes y cada vez más numerosos clarifican las estructuras de lo imaginario y la función simbolizante de la imaginación. No se pueden actualmente desconocer realidades tan influyentes. Todas las ciencias del hombre, como también las artes y todas las técnicas que de ellas proceden, encuentran símbolos en su camino. Deben por ello conjugar sus esfuerzos para descifrar los enigmas que éstos plantean; asociarse para movilizar la energía que aquellos guardan condensada. Poco es decir que vivimos en un mundo de símbolos: un mundo de símbolos vive en nosotros […] La expresión simbólica traduce el esfuerzo del hombre para descifrar y dominar un destino que se le escapa a través de las oscuridades que lo envuelven.1 1. Descrédito de la imaginación Aunque ahora nos damos cuenta de lo absurdo que es negar la importancia de la imaginación en la existencia del ser humano; ella siempre tuvo que combatir contra el descrédito que le han proporcionado muchas corrientes del pensamiento. A lo largo de toda la historia de Occidente se le han impuesto límites a la imaginación; tratando de someterla a un sistema, afectándola y adormeciéndola. Para facilitar el estudio del descrédito de la imaginación, Gilbert Durand 2 establece dos tipos de iconoclastia --usado este término como la negación del culto a la imagen-- una por omisión y otra por exceso. La primera se origina en una exigencia de las tres grandes religiones occidentales: la judía, la cristiana y la musulmana. La exigencia consiste en procurar la pureza del símbolo religioso. Éste se debía apegar, lo mejor posible, a lo que la ortodoxia teológica creía era la esencia del dogma; se debía omitir 1 Jean CHEVALIER, Diccionario de los símbolos, p. 15. 2 Gilbert DURAND, La imaginación simbólica, p. 25. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 21 cualquier libre interpretación que derivara en una libre representación imaginativa. La iconoclastia por exceso ha sido la más perniciosa. Ésta provoca una evaporación del sentido que anquilosa al símbolo y le quita su poder evocador. Para entender mejor la desaparición de sentido, G. Durand define al símbolo de una manera triple: 1. Como pensamiento para siempre indirecto, es decir “que la cosa no puede presentarse <<en carne y hueso>> a la sensibilidad. Como por ejemplo al recordar nuestra infancia, al imaginar los paisajes del planeta Marte”. Al contrario del pensamiento directo, “en el cual la cosa misma parece presentarse ante el espíritu, como en la percepción o la simple sensación”.3 2. Como presencia representada de la trascendencia. El dominio preferido del símbolo siempre será lo no sensible: el inconsciente, lo metafísico, lo sobrenatural, el arte, la religión, la magia, etcétera. 3. Como comprensión epifánica. El símbolo conduce lo sensible de lo representado a lo significado; pero además, por su significado inaccesible, es epifanía, y aparición de lo inefable por el significante y en él. A estas tres características del símbolo, la iconoclastia por exceso opone sendos elementos pedagógicos antagónicos: 1. Al pensamiento indirecto opone el pensamiento directo. 2. A la presencia epifánica de la trascendencia, las iglesias opusieron dogmas y clericalismos. 3. Contra la imaginación comprensiva, la ciencia utilizó el racionalismo. Lo hizo mediante las explicaciones semiológicas que desembocaran en el positivismo. De estas contraposiciones G. Durand extrae su análisis del descrédito de la imaginación y los llama tres estadios de la extinción simbólica: primero el cartesianismo y cientificismo; segundo el conceptualismo aristotélico y el ockhamismo, y en tercer lugar el dogmatismo religioso y el clericalismo. 3 Ibid., p. 9. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 22 El estigma contra la imaginación tuvo comienzo desde el surgimiento de la filosofía occidental. El imaginario sufrió sus primeros golpes, en la antigüedad clásica, con la Poética de Aristóteles. Por estar fundada en el concepto de la imitación, degrada la redundancia creativa y la convierte en simple copia estática. Con sus teorías naturalistas4 se cancela toda posibilidad de trascendencia. El conceptualismo biológico de Aristóteles, según G. Durand, puede resumirse en “el modo de unión […] del vegetal al hombre, y no como Platón, del hombre a la idea por medio del término simbólico”.5 Según G. Durand, la razón fundamental por la que el racionalismo Aristotélico siempre se impuso sobre el pensamiento simbólico es que: El racionalismo, aristotélico o cartesiano, posee la inmensa ventaja de pretenderse universal por la distribución individual del <<buen sentido>> o <<sentido común>>. No ocurre lo mismo con las imágenes que están sometidas a un acontecimiento, a una situación histórica o existencial que las caracteriza. Es por eso que una imagen simbólica necesita ser revivida sin cesar, casi como un trozo musical o un héroe teatral requiere un <<interprete>>. Y el símbolo, amenazado, como toda imagen, por el regionalismo de la significación, corre peligro de transformarse en […] un <<sistema>>, es decir, en una imagen que tiene ante todo una función de reconocimiento social, una segregación convencional. Podría decirse que se trata de un símbolo reducido a su potencia sociológica”.6 La imposición del racionalismo aristotélico continuó durante la Edad Media. Lo hizo con el cristianismo que se sirve del arte y la imaginación, sólo para ornamentar sus conquistas y evangelizaciones. El catolicismo adoptó, hasta la aparición de las teorías de Galileo, la Física de Aristóteles (“que corresponde a un mundo secularizado; combinación de cualidades sensibles que solo conducen a lo sensible o a la ilusión ontológica que denomina ser a la 4 Según las cuales, no hay en la naturaleza nada tan insignificante que no valga la pena de ser estudiado; dado que en cada caso el verdadero objeto de la investigación es la sustancia de las cosas (entendida esta sustancia como lo que da estabilidad al ser mismo de la cosa, su ser ya de siempre y para siempre). En Nicola ABBAGNANO, Diccionario de filosofía, p. 1111. 5 DURAND, p. 33. 6 Ibid., pp. 37 y 38. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO23 cópula que une un sujeto a un atributo”.)7 y no se interesa por lo trascendente del sujeto: lo que está más allá de él mismo. El descrédito continúa con Santo Tomás, quien reconoce poca o ninguna importancia a la imaginación. Dice que está limitada, como la sensibilidad, a escoger la semejanza y no la esencia de las cosas. Persiste la idea de imitación de la naturaleza en detrimento de la imaginación simbólica. En cuanto al rechazo del pensamiento indirecto, el arte gótico no se quedó atrás. Sobre todo con su estatuaría que se dedica a mostrar los martirios y sufrimientos de Cristo; lo trata como hombre-Dios. Para G. Durand esta actitud es “el prototipo de la iconoclastia por exceso: acentúa el significante a tal punto que se desliza del icono a una imagen naturalista, que pierde su sentido sagrado y se convierte en simple ornamento realista, en simple <<objeto artístico>>”8. Esta condición es la que da origen al renacimiento, a la exaltación del arte per se. El cartesianismo fue la siguiente corriente filosófica que vapuleó al imaginario. Lo hizo mediante la implantación de “el <<reino>> del algoritmo matemático […] El cartesianismo asegura el triunfo de la iconoclastia, el triunfo del <<signo sobre el símbolo. Todos los cartesianos rechazan la imaginación, así como también la sensación, como inductora de errores>>”.9 Así, los símbolos algebraicos, matemáticos y científicos no son más que signos cuyo alcance nunca va más allá de los acuerdos institucionales. Es cierto que no podría existir ciencia exacta explicada por símbolos; entendida, esta palabra, en el sentido exacto del término. Pero lo anterior no justifica que el conocimiento objetivo, sustancial en términos aristotélicos, trate de eliminar todo rasgo simbólico que haya en el lenguaje; para sólo conservar la medida exacta del “símbolo”. Llamar símbolos a esos signos es en realidad un uso escolar del lenguaje; lenguaje que pretende enseñar números imaginarios, cantidades negativas, diferencias infinitesimales, etcétera. Es un error creer que la abstracción gradual del lenguaje científico conduce al símbolo; el símbolo está 7 Ibid., p. 34. 8 Ibid., pp. 35 y 36. 9 Ibid., p. 27. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 24 lleno de realidades concretas. La abstracción vacía el símbolo y engendra el signo. El arte, por el contrario, huye del signo y nutre al símbolo. Las consecuencias de la Revolución Francesa también perjudicaron el pensamiento simbólico; principalmente el encumbramiento de la razón como único poder. Esta concepción racionalista originará, finalmente, el pensamiento que será la síntesis de toda iconoclastia: el positivismo del siglo XIX. Para esta corriente “no sólo el mundo es pasible de exploración científica, sino que la investigación científica es la única con derecho al título desapasionado de conocimiento”.10 Paradójicamente,11 esta actitud es una romantización de la ciencia; su exaltación como única guía de la vida particular y asociada del hombre (como único conocimiento, única moral y única religión posible). Como romanticismo de la ciencia, el positivismo condujo y estimuló el nacimiento y la afirmación de la organización técnico-industrial de la sociedad moderna. Además expresa la exaltación optimista que ha acompañado al origen del industrialismo. Después de nuestro recorrido a través del descrédito de la imaginación, sabemos que la mayor parte de las corrientes de pensamiento occidental han tenido una tendencia positivista y racionalizante que deshace los símbolos en signos, fabulaciones, y fragmentos de explicación social o religiosa. Al tratarlos como objetos a conocer, todas esas corrientes desconocieron su enraizamiento subjetivo y su móvil complejidad. Así la imaginación ha sufrido, durante siglos, una secreta estrechez metafísica. 2. Reivindicación de la imaginación En los veinte siglos de iconoclastia, también hubo pequeñas guerras privadas a favor de la imaginación. El platonismo fue la filosofía que más se apegó al pensamiento de la trascendencia. Esta filosofía envuelve una simbólica, ya que su cuestión principal era la “de conducir los objetos sensibles al mundo de las 10 Ibid., p. 28. 11 Paradójico, si consideramos que la actitud romántica supone un pensamiento indirecto, y lleno de simbologías. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 25 ideas. Llevarlas al ámbito de la reminiscencia12 que lejos de ser una memoria vulgar, es por el contrario una imaginación epifánica”.13 Posteriormente, el arte románico que se opuso al arte gótico, reivindicó la imaginación mediante la evocación simbólica. Sus representaciones plásticas buscaban lo trascendente: “la gloria de Dios y su sobrehumana victoria sobre la muerte”.14 Un intento de pensamiento indirecto que fue acallado, mediante su dogmatización por parte de la iglesia católica, fue el misticismo. Surgido desde el siglo XIV hasta el XVI con San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Ildegarda, etcétera. La comunicación directa entre el hombre y Dios requería de un esfuerzo de pensamiento simbólico. Según G. Durand, con el aplacamiento del misticismo se llega al factor más importante de la iconoclastia occidental; “pues la actitud dogmática implica un rechazo categórico del icono como apertura espiritual por medio de una sensibilidad, una epifanía de comunión individual.”15 Paradójicamente, en los albores del siglo XIX, en plena efervescencia de la Revolución Francesa y encumbramiento de la razón, surge el romanticismo como primer intento moderno de retorno a la simbólica. Pero sólo es un intento porque los románticos no recuperaron ni a la imagen, ni al artista. “En los llamados tiempos modernos, [no se recobró] la potencia de significación plena que tuvieron [el artista y las imágenes], [como por ejemplo] en las sociedades iconófilas, en el Bizancio macedónico”.16 El romanticismo sólo marcó el lado opuesto del positivismo. Lo hizo con su actitud que “excava la caverna romántica del intimismo, y que, punto por punto, [extrae] unos valores antagónicos [que] vienen a compensar y cargar de nostalgia, e incluso de culpabilidad, la axiología triunfante del mundo nuevo que emerge de la Revolución Francesa”.17 El mayor logro del romanticismo fue el mágico poder creador que su estética le reconocía a la imaginación. 12 Para Platón, es el mito según el cual el alma es inmortal. Y por lo tanto ha nacido y renacido en muchas ocasiones; de modo que lo ha visto todo, sea en este mundo o en otro. Por lo que, en determinadas circunstancias, puede recordar lo que sabía al principio. 13 Ibid., p. 31. 14 Ibid., p. 35. 15 Ibid., p. 43. 16 Ibid., p. 30. 17 Gilbert DURAND, Las estructuras antropológicas de lo imaginario, p. 248. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 26 No fue sino hasta el siglo XX, con la teoría psicoanalítica,cuando se volvió a dar importancia a las imágenes simbólicas: …el psicoanálisis, así como la antropología social, redescubre la importancia de las imágenes y rompe en forma revolucionaria con seis siglos de rechazo y coerción de lo imaginario, dichas doctrinas solo descubren la imaginación simbólica para tratar de integrarla en la sistemática intelectualista en boga y reducir la simbolización a un simbolizado sin misterio.18 De esta manera la imaginación, según el psicoanálisis, es consecuencia de un conflicto entre las pulsiones (deseos) y su rechazo social. Como si hubiera un intento de engañar a la censura (o al súper yo); cuando por el contrario, la represión aparece la mayoría de las veces en su impulso mismo. Es resultado de un acuerdo entre los deseos y los objetos del ambiente social y natural. Antes que ser un producto de la abstención, la imaginación es, por el contrario, origen de una desinhibición: …los símbolos reciben hoy en día un renovado favor. La imaginación ya no se vilipendia como la loca de la casa. Esta hermana gemela de la razón se ve rehabilitada como inspiradora de los descubrimientos y el progreso. Semejante favor se debe en gran parte a las anticipaciones de la ficción que la ciencia va verificando poco a poco, a los efectos del actual reinado de la imagen que los sociólogos intentan mensurar, a las interpretaciones modernas de mitos antiguos y al nacimiento de mitos modernos, a las lúcidas exploraciones del psicoanálisis. Los símbolos están en el centro, son el corazón de esta vida imaginativa. Revelan los secretos de lo inconsciente, conducen a los resortes más ocultos de la acción, abren la mente a lo desconocido y a lo infinito.19 El siglo XX va a interesarse como nunca en la imaginación: será la época de los sabios imaginativos. De ese mismo Occidente que vilipendió el imaginario por veinte siglos, surgirán los máximos estudiosos del pensamiento indirecto. Y algunos también serán representantes de la mitocrítica. 18 Gilbert DURAND, La imaginación simbólica, p. 47. 19 CHEVALIER, p. 31. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 27 b) Representantes de la mitocrítica El pensamiento indirecto es el objeto de estudio de la mitocrítica. Sus principales representantes –entendiendo a la mitocrítica como la absoluta confianza en la imaginación simbólica y su estudio-- tienen origen en el Círculo de Eranos.20 Fue fundado por Olga Frôbe-Kaptein en 1933, en Ascona (Suiza); aunque el auténtico inspirador de Eranos fue Carl Gustav Jung. Esta asociación cultural tenía un carácter filosófico-científico. Su objetivo era mediar entre la cultura de Oriente y la de Occidente; analizar los conocimientos acerca de lo mítico e irracional, en comparación a lo lógico y racional. En otras palabras entre la religión y la ciencia. El mitólogo Rudolf Otto bautizó al grupo con el apelativo de Eranos --que en griego significa <<comida de fraternidad>>--, sugiriendo así el carácter interdisciplinario del grupo. Los principales erosianos son los mitólogos K. Kerényi, W. Otto y J. Capmbell; los simbólogos Mircea Eliade, J. Layard y Gilbert Durand. También los psicólogos E. Neumann, M.L. von Franz y J. Hillman. El antropobiólogo A. Portmann y el esteta H. Read; los orientalistas H. Zimmer, H. Wilhelm, G. Scholem, H. Corbin y H. Hawai. Y por último, el fenomenólogo van der Leeuw, los hermenéutas M. Porket y V. Zuckerkandl. Una de las principales aportaciones de Eranos fue revelar el punto de unión entre el hombre primitivo y el hombre moderno. Ese punto es el simbolismo. Así, con Eranos la imaginación simbólica resurge como nunca en el siglo XX. La revivificación del pensamiento indirecto, mediante su estudio, se logra principalmente gracias a los siguientes investigadores: Carl Gustav Jung, Gastón Bachelard, Mircea Eliade, Paul Ricoeur y Gilbert Durand. Carl Gustav Jung fue el principal animador de Eranos, quien era esencialmente un psiquiatra; nació en Suiza en 1875. Fue discípulo de Freud, de quien discrepó en cuanto a la teoría de la libido, e introdujo la noción de inconsciente colectivo. Según G. Durand,21 la concepción de imaginación simbólica en Jung es demasiado amplia. La concibe como una actividad 20 ORTIZ-OSÉS, Las claves simbólicas de nuestra cultura, pp. 410 y 412. 21 DURAND, p. 77. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 28 sintética, como algo normal --inherente al estado ético del hombre-- sin tomar en cuenta la morbidez de ciertos símbolos y de ciertas imágenes. El mérito de Jung fue que su teoría “restaura el símbolo en su dignidad creadora no patológica”.22 Otro erosiano: Gastón Bachelard nació en Francia en 1884. Fue filósofo y ensayista. Sus análisis sobre lo imaginario están recogidos en libros que abordan el psicoanálisis de los elementos: Psicoanálisis del fuego (1938), El agua y los sueños (1942), El aire y los sueños (1943) La tierra y la ensoñación de la voluntad (1948). Estas obras muestran una gran influencia de Carl Gustav Jung. Sobre todo de sus ideas sobre la energía espiritual y la oposición ánima/persona. Bachelard dedicó los últimos años de su vida a una búsqueda poética; lo hizo con sus libros: La poética del espacio (1957) y La poética de la ensoñación 1960). Gastón Bachelard murió el 16 de octubre de 1962 en París. En sus investigaciones el imaginario es un asunto primordial; erige una “fenomenología de lo imaginario […], una escuela de ingenuidad que nos permite, por encima de los obstáculos de la inscripción biográfica del autor o del lector, captar el símbolo en carne y hueso…”. 23 El mitólogo Mircea Eliade nació en Rumania en 1907. Es el estudioso del hecho religioso que más ha marcado la orientación del conocimiento científico (histórico y fenomenológico del siglo XX). Para Eliade, el pensamiento simbólico permite interpretar el significado de las formas religiosas, de los mitos y los ritos. Para ello es necesaria una hermenéutica propia, basada en pasar de la explicación --traducción de un fenómeno a un lenguaje común-- a la comprensión. Y captar lo que la cosa es desde ella misma. El símbolo no es un concepto ni una forma de especulación, sino que permite captar directamente el misterio consistente de las cosas. El símbolo se dirige a la existencia humana. Lo hace para que reconozca un sentido y pueda vivir en solidaridad con el cosmos. Por esto el símbolo tiene una dimensión religiosa; por esta razón la experiencia religiosa se expresa y comprende simbólicamente. El hermeneuta Paul Ricoeur nació en 1913, en Francia. Aunque no perteneció a Eranos, ha sido uno de los principales estudiosos del símbolo. Ricoeur estableció que para alcanzar la comprensión del ser, y entender la 22 Ibid., p. 78. 23 Ibid., p. 82. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 29 reflexión como una actividad de interpretaciónde los signos --en los que el yo se objetiva-- es necesaria una hermenéutica basada en el análisis de los signos y los símbolos. Una vez entendido el concepto de reflexión como algo distinto de intuición, sólo queda la posibilidad de advertir que esa reflexión está influida por los signos. Así, la función simbólica es condición para la realización del yo. El simbólogo Gilbert Durand, también francés, nació en 1921. Es considerado un clásico de la antropología francesa. En las Estructuras antropológicas de lo imaginario24 desarrolla con gran lucidez la idea pragmática, según la cual los signos --independientemente de su poder de significar, informar o evocar-- tienen también la capacidad de ligar y desligar a los hombres. La revolución antropológica emprendida por Durand afirmar que el imaginario es un conjunto de imágenes interrelacionadas. Éstas constituyen el pensamiento del hombre. Con sus investigaciones, Gilbert Durand, convirtió al Homo Sapiens en Homo Simbolicus. c) La mitocrítica A partir del siglo XIX, con el surgimiento de la fotografía, la aparición del cine y la televisión, el reino de las imágenes se potencializó como nunca. Desde entonces nuestra imaginación no volvió a ser la misma. Incluso nuestros sueños se volvieron cinematográficos; no sabremos nunca como soñaban nuestros bisabuelos que vivieron antes del cine. La imagen fue reivindicada en el siglo pasado. Vanguardias literarias de todo tipo la enaltecieron, y las obras resultantes se enfrentaron al problema de su interpretación. Por lo que a lo largo del siglo XX, surgieron variadas hermenéuticas para las obras literarias: a) El psicoanálisis --que aunque redujo la imagen a “no ser más que el reflejo vergonzoso del órgano sexual”--25 reincorporó la importancia de los aspectos psíquicos, los oníricos y las imágenes; todo lo que había soslayado por la ciencia hasta entonces. 24 Gilbert DURAND, Las estructuras antropológicas de lo imaginario, Taurus, Madrid, 1982. 25 Ibid., p. 51. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 30 b) La lingüística, que comprimió la imagen y al simbolismo al contexto social en que se funda. c) El funcionalismo. Para este método todo mito y ente simbólico depende, para su accesibilidad, del conocimiento de su etimología. Superita la imagen simbólica a una parte de la semántica lingüística. Es evidente que el mito, aunque constituye un lenguaje, está más allá del lenguaje común del léxico. Y el mejor ejemplo es la poesía: donde las palabras están plenas de anfibologías. d) El estructuralismo, al empeñarse en observar y analizar los símbolos en conjunto y negarse a verlos como entidades independientes, obliga a interpretarlos de acuerdo con las relaciones del conjunto y contexto social. e) Para Cassirer,26 el mito es un símbolo endurecido que fue despojado de la evocación poética. f) Para Jung,27 la función simbólica es una unión de los contrarios en la conciencia del hombre. g) Gastón Bachelard28 exploró el subconsciente poético y la ensoñación. Todas las anteriores hermenéuticas pueden seguir dos caminos opuestos: uno que desmitifica y otro que remitifica. Cuales quiera, ambos caminos son válidos, ya que todo símbolo es esencialmente doble, y tiene la misma evolución de un ser orgánico. Las hermenéuticas opuestas no son, por lo tanto, despreciables para la mitocrítica; todas son necesarias para alumbrar la esencia de la obra. Por lo anterior, el método de la mitocrítica es el más apropiado para analizar una obra llena de símbolos, y que accede a la imagen por medio de la palabra. Además muestra la riqueza simbólica de la feminidad. La mitocrítica,29 surgida alrededor de los años 70, es un esfuerzo por conciliar todas las hermenéuticas mencionadas; las resume en tres apartados que forman una misma crítica. Primero las antiguas críticas, que desde el positivismo de Taine hasta el marxismo de Lukács, basan la explicación en la 26 Ernst CASSIRER, El mito del estado, p. 48. 27 DURAND, p. 77. 28 Ibid., p. 80. 29 Gilbert DURAND, De la mitocrítica al mitoanálisis, figuras míticas y aspectos de la obra, pp. 341 y ss. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 31 <<raza, el entorno y el momento>>. Después la crítica psicológica y psicoanalítica que reduce la explicación a la biografía, más o menos aparente del autor. En tercer lugar las nuevas críticas, para las cuales la explicación estaría en el mismo texto; en el juego más o menos formal de lo escrito y de sus estructuras. A estos tres elementos, la mitocrítica trata de orientarlos hacia la obra de arte, en este caso literaria. Los ubica en sus contenidos simbólicos que constituyen la lectura, y sus distintos niveles de profundidad. La esencia de la obra es lo que la mitocrítica tiene como objetivo y pretende alcanzarlo por medio del enfrentamiento de dos aspectos: El universo mítico que forma El universo mítico que el <<gusto>> o la comprensión VS. emerge de la lectura de del lector. una obra determinada. En el lugar donde convergen la lectura y el lector, se encuentra el punto de equilibrio de la mitocrítica. Este método no descalifica ninguna otra hermenéutica, sino al contrario, se permite utilizar sus aportaciones para acceder al meollo de la obra. La mitocrítica elabora, para abordar la obra, una sucesión de tres análisis que ayudan a desarmar las capas que conforman el mitema:30 1. Analiza la relación de los <<temas>>, de los motivos redundantes, u <<obsesivos>>, que forman las simultaneidades míticas de la obra; 2. Examina las situaciones y las combinatorias de los personajes y decorados simbólicos, y 3. Se da un tratamiento al mito. Localiza las variantes del mito, y de las correlaciones entre una --particular de un mito-- con otros mitos de una época o de un espacio cultural bien determinado. 30 Dentro de la mitocrítica, que analiza las grandes imágenes arquetípicas, el mitema vendría a ser la unidad míticamente significativa más pequeña de discurso. Como mínima unidad puede ser un motivo, un tema, un emblema o una situación dramática; puede estar patente o latente en la obra pero siempre la determina. Ibid, p. 344. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 32 La mitocrítica accede por estos medios a las profundidades de la obra. Al hacer visibles los mitos y símbolos que arroja la obra, es posible darnos cuenta de que existe una lista limitada de ellos. Podemos analizar, así, las reinversiones míticas que explican su renacimiento, su recurrencia, su evolución y desaparición. En el caso de El corazón de la espiral ese mito, y gran imagen, es la feminidad. Para analizar una obra plena de imágenes simbólicas, la mitocrítica es la mejor metodología. Como mencioné en mi introducción, el poema El corazón de laespiral se caracteriza por su plenitud simbólica. Sus imágenes (como en un intento de igualar en fuerza iconógráfica a la obra escultórica de Ángela Gurría) se nutren, no de la simple descripción de las esculturas, sino que adquieren un brillo propio. Igual que sucede en la estatuaría azteca: sus imágenes no representan a los dioses. Representan el momento en que éstos ejercen su poder. La poesía de Rubén Bonifaz Nuño hace aflorar el espíritu de las cosas, su acomodo en el universo, y les hace brotar la necesidad de que ellas existan para la fraternidad entre el hombre y el cosmos. La valoración de la imagen es una constante en la obra de Bonifaz. Esa característica impele a la utilización de la mitocrítica para develar y analizar el aparato simbólico en El corazón de la espiral. Y conocer a la mujer como símbolo de los símbolos; como feminidad, creación, María. Entender la analogía fundamental entre imágenes de un mismo mito: la sabiduría y María, el éter, la pentalfa, etcétera. Todas se originan en el afán de conciliar fuerzas contrarias; como sucede con la inspiración alquímica que elaboraba un microcosmos a imagen del macrocosmos. Todo el aparato simbólico está reunido y ritmado por el Número de Oro. Si ésta es una de las grandes imágenes: la mitocrítica explora las condiciones de la relación entre esa gran imagen y las imágenes redundantes. Verifica la irrupción de la primera en la obra poética; analiza la forma en que esa imagen arquetípica la configura. Además evidencia en el autor y en su obra los mitos rectores y sus transformaciones. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 33 d) Terminología de la mitocrítica Para favorecer la accesibilidad del presente trabajo y evitar malentendidos; es preciso definir todos los términos técnicos usados por la mitocrítica. Conceptos que serán categorías claves de nuestros razonamientos. Existen términos como símbolo, mito, arquetipo e imaginación. La mitocrítica los puede utilizar con un significado diferente al utilizado por otras ciencias, como la psicología o la antropología. A continuación delimitaré estos conceptos dentro de los alcances de la mitocrítica. 1. El arquetipo El primer concepto a definir es el de arquetipo; para Carl Gustav Jung, su principal estudioso, los arquetipos son: Modelos de conjuntos simbólicos arraigados en el inconsciente del hombre y llegan a crear estructuras complejas, de carácter simbólico innato, se originan en estructuras preformadas: imágenes antiguas que son un bien común y universal que se encuentran en todos los tiempos, lugares, cuentos, leyendas, mitologías, sueños y delirios que están dentro del alma humana y sirven para dar sentido a la experiencia individual. Por lo tanto son estructuras psíquicas casi universales, innatas o heredadas, una especie de conciencia colectiva; se expresan a través de signos particulares cargados de gran potencia energética.31 La mitocrítica resalta esa potencia energética: “… el arquetipo es una forma dinámica, una estructura que organiza imágenes, pero que siempre sobrepasa las concreciones individuales, biográficas, regionales y sociales, de la formación de imágenes”.32 De esa riqueza del arquetipo Gilbert Durand se servirá para originar sus decorados míticos. 31 A. ORTIZ-OSÉS, Diccionario de hermenéutica: una obra interdisciplinaria para las ciencias humanas, p. 20. 32 Gilbert DURAND, La imaginación simbólica, p. 72. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 34 2. El símbolo Para G. Durand, el símbolo conservará siempre la esencia de su etimología: “el término que significa símbolo implica siempre la unión de dos mitades: signo y significado”.33 Esta característica ambivalente da, a este término, la fuerza de hacer visible lo imperceptible: …el símbolo es una representación que hace aparecer un sentido secreto; es la epifanía de un misterio. La parte visible del símbolo, el <<significante>>, siempre estará cargada del máximo de concretes, […] todo símbolo auténtico posee tres dimensiones concretas: es al mismo tiempo <<cósmico>> (es decir, extrae de lleno su representación del mundo bien visible que nos rodea), <<onírico>> (es decir, se arraiga en los recuerdos, los gestos, que aparecen en nuestros sueños que constituyen, como demostró Freud, la materia muy concreta de nuestra biografía más íntima) y por último <<poético>>, o sea que también recurre al lenguaje, y al lenguaje más íntimo, por lo tanto el más concreto. Pero la otra parte del símbolo, esa parte de lo invisible e inefable que construye un mundo de representaciones indirectas, de signos alegóricos siempre inadecuados, constituye igualmente una especie lógica muy particular. Mientras que en un signo simple el significado es limitado y el significante, por su misma arbitrariedad, infinito; mientras que la simple alegoría traduce un significado finito por medio de un significante no menos delimitado, los dos términos del Símbolo son infinitamente abiertos. El término significante, el único conocido concretamente, remite por <<extensión>>, digámoslo así, a todo tipo de <<cualidades>> no representables, hasta llegar a la antinomia. Es así como el signo simbólico <<fuego>> aglutina los sentidos divergentes y antinómicos de <<fuego purificador>>, <<fuego sexual>>, <<fuego demoníaco e infernal>>.34 Por lo tanto, el símbolo es mucho más que un simple signo. Su alcance llega más allá de la significación; requiere de la interpretación y ésta de una cierta predisposición. La esencia del símbolo es su dinamismo, su esencia de representar efectivamente lo irrepresentable. La imagen simbólica es transfiguración de esa representación es lo infinito en lo finito. 33 Ibid., p. 16. 34 Ibid., pp. 15 y 16. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 35 3. El mito En cuanto al concepto de mito, éste se basa --según G. Durand-- en la redundancia: Un mito es la repetición de ciertas relaciones, lógicas y lingüísticas, entre ideas o imágenes expresadas verbalmente. De esta manera, en los Evangelios, el <<Reino de Dios>> es significado mediante un conjunto de parábolas que constituyen, sobre todo en San Mateo, un verdadero mito simbólico en el que la relación semántica entre la paja y el trigo, la pequeñez del grano de mostaza y el gran tamaño del árbol del que proviene, la red y los pescadores, etc., tiene más importancia que el sentido literal de cada parábola. 35 Al poner el apellido simbólico al mito, G. Durand revela que el mito concentra en una sola historia todas sus variantes. Descubre en esta relación las constantes que lo configuran: los arquetipos que construyen un drama. Éste es al mismo tiempo universal e individual. 4. El emblema y el atributo Otros términos --aunque de menos uso e importancia-- pero con igual necesidad de ser delimitados, son los siguientes:36El emblema es una figura visible adoptada convencionalmente para representar una idea, un ser físico o moral. Por ejemplo, la bandera es el emblema de la patria; el laurel, de la gloria. El atributo es una realidad --o una imagen-- que sirve de signo distintivo a un personaje, a una colectividad, a un ser moral. Las alas son el atributo de una sociedad de navegación aérea, la rueda de una compañía ferroviaria, la clava de Hércules, la balanza de la justicia. Un accesorio característico es así elegido para designar el todo. 35 Ibid., p. 18. 36 CHEVALIER, p. 18. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 36 5. La alegoría La alegoría consiste en presentar un objeto al espíritu, de manera que despierte el pensamiento de otro; de esto parte la gran diferencia que hay entre ella y el símbolo. Henry Corbin precisa estas diferencias fundamentales: la alegoría es <<una operación racional, sin implicar el paso a un nuevo plano del ser, ni a una nueva profundidad de la conciencia; es la figuración, a un mismo grado de conciencia, de aquello que ya puede ser muy bien conocido de otra manera. [Por el contrario] el símbolo anuncia otro plano de conciencia diferente de la evidencia racional; él es la cifra de un misterio, él único medio de decir aquello que no puede ser aprehendido de otra manera; no está jamás explicado de una vez por todas, siempre ha de ser de nuevo descifrado, lo mismo que una partitura musical no está jamás descifrada de una vez por todas, reclama una ejecución siempre nueva>>.37 6. El imaginario Ya he hablado de la imaginación como elemento esencial del espíritu humano. Ahora --una vez aclarado el sentido de los principales términos que configuran la mitocrítica-- es momento de fijar el significado que la imaginación tiene para dicha ciencia. Para la mitocrítica, la función de la imaginación es hacer una eufemización. Con ella busca una mejora potencial del mundo. En el imaginario se atesoran las esperanzas de la humanidad; con una intención: atenuar la trágica experiencia del inevitable paso del tiempo, y de la posterior muerte. La eufemización surge de una necesidad humana que “a través de todas las estructuras del proyecto imaginario, procura mejorar la situación del hombre en el mundo”.38 Así --con base en los trabajos de Jung, Piaget y Bachelard-- sobre la estructura propia de la imaginación, G. Durand establece: 37 Ibid., p. 19. 38 DURAND, p. 127. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 37 … un dinamismo orgánico… factor de homogeneidad en la representación. Lejos de ser facultad de fundar imágenes, la imaginación es potencia dinámica que deforma las copias pragmáticas suministradas por la percepción y ese dinamismo reformador de las sensaciones llega a ser el fundamento de la vida psíquica entera. Podemos decir que el símbolo […] posee algo más que un sentido artificialmente dado, porque detenta un esencial y espontáneo poder de resonancia.39 Esa resonancia constituye el imaginario que anticipa la realidad y la razón. Ambas pasan por la imaginación para poder ser: “el imaginario no es imagen de. Es creación incesante y esencial indeterminada (social, histórica y psíquica) de figuras-formas-imágenes, a partir de las cuales solamente puede tratarse de de ‘alguna cosa’. Lo que llamamos ‘realidad’ y ‘racionalidad’ son obras de ello”.40 Por ser siempre creación incesante, el imaginario “se nos aparece como el gran denominador fundamental donde se sitúan todos los procedimientos del pensamiento humano”.41 Por tanto, el imaginario es una actividad que estructura la mente; lo impulsa la necesidad de eufemización de la realidad. Por ser inmanente al ser, forma figuras simbólicas. Esta arquetipología básica subyace a la comprensión humana del mundo; desde ella se puede caracterizar y clasificar el simbolismo del hombre en su totalidad. G. Durand establece sobre ella tres grandes regímenes o constelaciones de símbolos. e) Los regímenes La mitocrítica organiza las imágenes simbólicas en tres categorías, llamadas regímenes. Estos las aglutinan de acuerdo a su capacidad de unión o dicotomía de los contrarios. Para medir esta capacidad, G. Durand se vale de tres ciencias: 1. La reflexología (ciencia de los reflejos: los gestos dominantes); 2. La tecnología (ciencia del utillaje necesitado por el medio, y que prolonga los gestos dominantes), y 3. La sociología (ciencia de las funciones sociales). 39 Gilbert DURAND, Las estructuras antropológicas de lo imaginario, pp. 20 y 21. 40 C. CASTORIADIS, La institución imaginaria de la sociedad I, p. 43. 41 DURAND, p. 11. César Arenas Moreno CAPÍTULO I: MITOCRÍTICA Y EL NÚMERO DE ORO 38 Así, los símbolos se organizan como esquemas motores. Estos esquemas integran y armonizan las pulsiones (deseos) --y reflejos de un individuo-- con las exigencias y las incitaciones de un medio. Las tres exigencias dominantes (aquí interviene la reflexología) son las de posición o postural, nutrición y copulación. Los gestos, correspondientes a esos reflejos dominantes, reclaman soportes materiales y utensilios de refuerzo (aquí interviene la tecnología). Después vienen las funciones sociales del sacerdote, del productor o del guerrero --o el ejercicio de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial--. Así, los símbolos aparentemente más dispares pueden reagruparse en tres grandes conjuntos. A estos conjuntos se les llama regímenes que no son, por otro lado, cerrados. Y caracterizan las interpretaciones biopsicológicas, tecnológicas o sociológicas, más o menos predominantes, según los símbolos y los niveles considerados.42 Se distingue de inmediato dos regímenes del simbolismo: el régimen diurno, que comprende los símbolos de la dominante postural --“la tecnología de las armas, la sociología del soberano mago y guerrero, los rituales de elevación y de purificación”--43, y el régimen nocturno, que comprende las dominantes digestivas y unitivas o cíclicas. La primera comprendiendo las técnicas del “continente y el hábitat, los valores alimentarios y digestivos, la sociología matriarcal y de la crianza; la segunda [unitiva o cíclica] agrupando las técnicas del ciclo, del calendario agrícola como la industria textil, los símbolos naturales o artificiales del retorno, los mitos o los dramas astro- biológicos”.44 También es cierto que cada símbolo, sin que importe su dominante, posee un doble aspecto: diurno y nocturno. Para resaltar esa bipolaridad de los símbolos, se requiere de un tercer régimen: el sintético. Así, los tres regímenes son: 45 1. Régimen diurno: se trata del régimen de las estructuras arquetípicas de la separación, la dicotomía y el dualismo. En él se privilegia el estatismo -- racional-inteligible-- de la ontología occidental, y domina la simbólica ascensional, heroica y patriarcal; 2.
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