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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ACATLÁN La posibilidad del saber onírico en Aristóteles T E S I S QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE L I C E N C I A D O E N F I L O S O F Í A P R E S E N T A Luis Octavio García Mondragón Asesor: Dr. Antonio Luis Marino López Noviembre de 2008 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. in memoriam Luz María Álvarez Argüelles El único beneficio, acaso el último, que puede ofrecer la filosofía a un hombre que tiene en crisis su propio ser, es el de transmitirle una clara comprensión de su estado crítico. Eduardo Nicol Subir los remos y dejarse llevar con los ojos cerrados. Abrir los ojos y encontrarse vivo: se repitió el milagro. Anda, levántate y olvida esta ribera misteriosa donde has desembarcado. Gabriel Zaid, Práctica mortal. ÍNDICE Consideraciones iniciales .................................................................................... 1 I. Qué es el dormir y lo que al durmiente atañe - Formulación de la pregunta por los sueños .................................................... 5 - Evidencias iniciales en la investigación sobre el dormir ................................. 9 - Explicación materialista del dormir ................................................................ 12 - La idea de lo vivo en la explicación materialista ........................................... 17 - Breve digresión sobre el sueño cartesiano ................................................... 20 - Límites de la explicación materialista ............................................................ 22 - Explicación aristotélica del dormir ................................................................. 24 II. Esa complejidad llamada sueños - Refinamiento de la pregunta por los sueños ................................................. 41 - Evidencias iniciales en la investigación sobre el sueño ................................ 42 - Explicación materialista de los sueños .......................................................... 47 - La idea de la sensibilidad en la explicación materialista ............................... 51 - Breve digresión sobre la sensibilidad cartesiana .......................................... 53 - Límites de la explicación materialista ............................................................ 55 - Explicación aristotélica de los sueños ........................................................... 57 III. El fin del sueño - Ultimación de la pregunta por los sueños ..................................................... 65 - Evidencia inicial en la investigación por el sentido del sueño ....................... 66 - Los sentidos del sentido ................................................................................ 67 - Deslinde de la investigación filosófica ........................................................... 68 - Explicación aristotélica del sentido del sueño ............................................... 70 - Las explicaciones en la balanza .................................................................... 76 Consideraciones finales ..................................................................................... 78 Epílogo ................................................................................................................. 84 Bibliografía, hemerografía y otras fuentes consultadas ................................. 88 1 CONSIDERACIONES INICIALES Pensemos en los sueños detallada y prudentemente. Dejemos que los sueños estén al centro. Permitamos que entre muchas otras cosas los sueños sean aquellos que resalten, destaquen y reluzcan. Situemos a los sueños en nuestra mirada. Hablemos de los sueños en lo siguiente. De los sueños tenemos experiencia, y eso es innegable. De los sueños creemos muchas cosas. Los sueños nos confunden, quizá nos inquietan. Hoy soñamos una cosa y andamos todo el día intentando explicarnos qué es eso que soñamos. O quizá, de pronto, cuando vamos caminando vemos algo que nos recuerda un sueño y empezamos, tortuosos, a indagar relaciones, a entrever lazos obscuros. O quizá, maravillados por el más reciente sueño, hemos decidido contarlo al amigo, y hablando nos damos cuenta que el sueño se nos va, se escapa, y de pronto ya no podemos distinguir qué elementos de nuestro cuento vienen de esa obscuridad que recordamos haber soñado y cuáles han sido añadidos, excesos explicativos o de orden. O incluso, pasamos un día entero desconcertados, aturdidos, botarates, y al final del mismo vamos con temor a la cama: ¡ya tenemos miedo a las pesadillas! Sea como sea, me parece que casi cualquiera podría admitir que eso de los sueños es algo misterioso. Partamos de ahí: los sueños son misteriosos. Y es verdad, así lo experimentamos. Sin embargo, todos sabemos algo de ese misterio. Como todos hemos soñado, todos podemos decir algo respecto al sueño. Quizás alguno diga aquí que él puede decir más porque los recuerda casi todos. Quizás otro, un poquito más allá, afirme que sin recordarlos todos, su discurso es mejor porque es el superior narrándolos. Y hasta allá ha de haber otro, estoy casi seguro, que se considera el mejor calificado para hablar de los sueños porque ha llevado durante tres años un libro de sueños. Algún petulante también se ufanará como buen intérprete porque ha leído tal o cual diccionario de sueños. Uno más, aún más ufano, alardeará de su formación psicoanalítica. Y otro, raro entre lo raros, nos dirá, henchido de misterio, que sus estudios esotéricos lo hacen el más autorizado para hablar de los sueños. Y todo esto es posible, porque ante algo así de misterioso se pueden fraguar muchas 2 tretas. Pero aquí no pretendo una recopilación de posturas, o siquiera un catálogo de aproximaciones oníricas, pues la verdad no le veo caso, dejemos eso al fetichista o al archivero. De lo que aquí se trata, a lo que aquí se ha llamado a ese misterio que son los sueños, es dar razón del sueño: decir con coherencia y verdad qué es el sueño. Para hacerlo podríamos ir probando caminos y despachando al paso. Sin embargo, eso podría parecer de un lado agotador y del otro charlatán. Mejor haríamos ciñéndonos a indagar lo que casi todos aceptan. Prescindo de encuestas y estudios de opinión, y afirmo que la mayoría consentiría sin empacho que el discurso de los científicos es aceptable. Y de entre los discursos científicos, creo que la mayoría de los enterados bien admitiría que se indagase el discurso de los neurólogos. Así, para indagar qué es el sueño se deberá preguntar a los científicos lo que ellos dicen y, sólo de ser necesario, explicar lo que ellos dicen. Dicho de otra manera, lo que haremos será poner a prueba la explicación científica contemporánea. Creo que el mejor modo de poner a prueba la explicación tiene dos características. En primer lugar, comparar dicha explicación con alguna otra que parezca distinta, pues la excepción prueba la regla. Y en segundo lugar, pero mucho más importante, negándose a aceptarpor verdadero lo que no sea fiel a la experiencia de esa cosa misteriosa que es el sueño. Quizá sea buen método, adoptémoslo. Ahora faltará hallar a la otra teoría. Me parece que lo mejor será seleccionar una teoría que se considere ya superada, una que la mayoría deje atrás por estar tan persuadido de la superioridad de la teoría actual. Seleccionar una teoría de tales características es importante porque el contraste podría ser mayor que con una teoría semejante: algo así como comparar la imagen frente al espejo y el retrato a lápiz. Si se tratase de una teoría similar a aquella que pondremos a prueba, poco escucharíamos de lo otro, quizá sólo prestaríamos atención a aquello que confirma lo que ya sabemos. Pero si se tratase de una teoría disímil, poco más allá del conflicto podríamos llegar. En cambio, una que es, al parecer, distinta y propia al mismo tiempo -o más bien, apropiada por el paso del tiempo-; que sólo yace en el repertorio de los tiernos momentos anteriores; que quedó atrás, casi obsoleta, como vestigio del cual ha aprehendido nuestra 3 ciencia actual; nos permitirá escuchar nuevamente una olvidada voz y, quizá, reconocer las causas del olvido, esto es: cuestionar nuestra aparente superioridad, resistir a los cantos de sirena de la teoría actual. Y esa teoría que nos permitirá poner a prueba la teoría contemporánea, que será la otra voz invitada a este diálogo, es, desempolvada del baúl de la historia de la filosofía, la aristotélica. La indagación que sigue, por tanto, va a preguntar por la naturaleza de los sueños a las dos teorías, la contemporánea y la aristotélica, y las pondrá a prueba usando como fiel a nuestra experiencia. La finalidad de la pregunta será la indagación de la posibilidad del conocimiento onírico, es decir, si podemos conocer algo de los sueños, y qué es eso que podemos conocer. Queda dicho, pues, el qué y el cómo de lo siguiente, pero aún falta considerar el para qué y el por qué. Creo importante indagar la naturaleza de los sueños por un impulso hacia el conocimiento de la verdad. Me parece que poco sentido hay en reconocer que los sueños son algo misterioso y después sentarse a esperar la revelación del misterio o algo mejor. Precisamente, es lo misterioso, aquello que no vemos con claridad, lo que puede ser más digno de clarificación. Mas sólo se encuentra digno cuando se considera que la verdad es valiosa, que el conocimiento es importante. El por qué de la siguiente investigación apunta al deseo de saber: se investigará la naturaleza de los sueños porque se quiere saber lo que son. No muy alejado está el para qué. En este caso, considero que se han de estudiar la naturaleza de los sueños y la posibilidad del conocimiento onírico para echar un vistazo al misterio del hombre, a lo que cada uno de nosotros es. No se trata de indagar naturalezas para completar comprensiones, o de investigar lo que las cosas son para perfeccionar sistemas, sino que aquí se intentará saber respecto al caso que se pregunta. Que esta investigación sea parte de una investigación mayor, o que sea el primer paso en la realización de tal o cual proyecto realmente no importa, porque de ser así lo siguiente no tendría valor alguno hasta tener el todo completo. Así, en la insignificancia que ya notará el lector, esta investigación no va más allá de sí misma, sino que se limita a su propia pregunta y a su propia comprensión. Lo siguiente no promete nada, ni brinda altas expectativas, se confina a buscar la verdad y nada más. No dará respuestas de alto vuelo o explicaciones 4 profundas, se limitará a indagar la verdad mediante la comparación de los discursos y la verificación en la experiencia. El lector no aprenderá a interpretar sueños ni será iniciado en los misterios de Asclepio, ni siquiera encontrará consejos para dormir, aun cuando con tan aguados fines el lector pueda ser agobiado por Morfeo durante la lectura. La siguiente no es una empresa de descubrimiento, conquista o revolución, sino una amistosa visita a los sabios para aprender de ellos a conocernos a nosotros mismos cuando se interrogan los tumbos de ese barco ebrio que es el sueño. Que la expedición no nos pierda es, cuando mucho, lo que puedo querer. 5 CAPÍTULO PRIMERO QUÉ ES DORMIR Y LO QUE AL DURMIENTE ATAÑE Formulación de la pregunta por los sueños La pregunta de Aristóteles por los sueños señala los límites de lo humano. Ella se semeja al preguntar digno de estima en tanto pone en duda la visión humana del ser, cuestiona la posibilidad de hablar de él, y apunta a la relación del hombre con lo divino. Ella se distingue de otras preguntas porque aquello por lo que pregunta elude la posibilidad ostensiva, evade los límites de lo apodíctico, y yace entre el misterio y el olvido. La singularidad de esta pregunta podrá mostrarse en tanto se medita el modo de preguntarla. Toda pregunta se formula en vistas de aquello por lo que se pregunta y a partir de las posibilidades del cuestionante, o en otros términos, lo preguntado determina el modo de preguntar del cuestionante. Regularmente se pregunta a partir de lo presente, es decir, se pregunta qué es esto que está aquí (); y se pregunta para conocer lo que es el esto, es decir, por qué () el esto es lo que es y como es. Para Aristóteles, el conocimiento de algo natural no es la determinación de lo que es, sino el descubrimiento de lo que eso es en sí mismo y en relación con lo demás; porque la pregunta por la naturaleza de un esto señala tanto a aquello que permite notar su presencia mediante la sensibilidad, como a aquello que le permite ser pensado. Dicho de otra manera, si “son el hombre y el Sol los que engendran al hombre”1, y se requiere conocer la naturaleza del hombre, sería un error considerarlo en abstracto. Por lo anterior, no se puede afirmar que la naturaleza de un esto se limita a su singularidad. Si bien se pregunta por el esto, su conocimiento va más allá de la singularidad, ya que sólo se ve el por qué de algo cuando se notan las semejanzas entre distintas experiencias y aparece una noción universal. La posibilidad de la noción universal radica en la regularidad de los movimientos del mundo. Para notar la regularidad de los movimientos del mundo hay que ir más allá de las sensaciones particulares, y 1 Cfr. Aristóteles, Physica, 194b 14. 6 observar la necesidad de dichos movimientos, es decir, no es suficiente ser experimentado para notar lo universal. La experiencia es de lo singular, y su reiteración es alumbrada por la memoria; mas la semejanza de experiencias lo es de lo universal, y resulta vana sin la memoria. Se señala el por qué de algo cuando se apunta a un orden necesario, es decir, se empieza a conocer lo que es cuando se develan las causas (). La posibilidad de conocer las causas implica que el hombre puede ir más allá de lo presente en medio del devenir, es decir, que puede ver lo que algo es más allá de lo efímero que aquello mismo pueda parecer. Además, hablar de causas supone que se puede llevar al discurso lo que algo es, y mostrarlo mediante el discurso mismo. Así que, el conocedor de las causas puede enseñar qué es lo causado; o en otros términos, hablar de lo que es algo y ser comprendido por otro. De manera que la pregunta por lo que es el esto se responde mostrando a otro lo que el esto es, es decir, publicándolo como universal. La pregunta por los sueños es radicalmente distinta, pues el estagirita reconoce la cancelación de la posibilidad de formular el , y con sabio refinamiento opta por preguntar 2 . La imposibilidad de la pregunta regular se muestra primeramente por la ausencia de lo preguntado, pues cuando uno pregunta qué es un sueño, en la mayoría de las veces, ni está soñando, ni tieneenfrente un sueño para ser señalado. Mas la posibilidad de preguntar por los sueños viene de lo presente, en tanto el preguntante tiene la experiencia -y por tanto el recuerdo- de lo ausente. 2 Aristóteles, De Somno et Vigilia, 453b 11. Presento la expresión en griego porque me resulta sumamente complicado encontrar una expresión castellana que traduzca la idea que se plantea, además de que las tres traducciones que conozco hacen caso omiso de la polisemia del verbo . Así, Hett traduce “What are they?”. Aristotle, On The Soul, Parva Naturalia, On Breath, Cambridge, Harvard University Press, 1957. Bernabé Pajares dice “hay que considerar de qué realidades se trata”. Aristóteles, Acerca de la Generación y la Corrupción, Tratados Breves de Historia Natural, Madrid, Gredos, 1987. Y en Serrano: “hay que investigar a propósito del sueño”. Aristóteles, Parva Naturalia, Madrid, Alianza, 1993. En tanto, el sentido de sugiere algo más cercano a nuestra expresión coloquial “dar en el blanco” o “atinarle”. 7 Aún cuando puede hablarse de una experiencia de los sueños, y por lo mismo considerar que hay una regularidad subyacente al fenómeno onírico, es el carácter pasajero del sueño lo que impide que sus causas se conozcan con facilidad. Parece que en el sueño no puede encontrarse necesidad, pues si bien es necesario estar dormido para soñar, no sueña todo aquel que duerme. Si la necesidad es indispensable para hablar de causas en sentido propio, se puede decir que la pregunta por el sueño busca causas en un sentido distinto. Se puede hablar de causas sin hacer referencia a la regularidad necesaria sólo si hay algo que no es necesario. Aquello que no es necesario es lo que puede ser de otra manera. Así que, el sentido de causa al que señala la pregunta por los sueños es al de la causa de lo no necesario. Se habla de lo no necesario en tanto subordinado a lo necesario, es decir, sólo porque hay órdenes causales necesarios, podemos hablar de movimientos „en vano‟ (). Lo „en vano‟ de un movimiento se considera en tanto su subordinación al todo causal necesario, es decir, un movimiento es „en vano‟ cuando su realización no afecta al movimiento necesario. Así el movimiento necesario es la causa en su primer sentido, y el movimiento „en vano‟ es una . Aristóteles ejemplifica el primer sentido de movimiento „en vano‟ con el caso en que una cosecha se echa a perder por el exceso de lluvias; llover es un movimiento necesario, que al agricultor le llueva en su milpita es incidental4. El otro sentido del movimiento „en vano‟ es el de la experiencia primaria que tiene el hombre acerca de lo que puede ser de otra manera, a saber, la acción; pues la elección la realiza el , mas el resultado de la misma puede variar de acuerdo a las circunstancias. Por lo anterior, es sencillo notar que la causa en sentido accidental por la que se pregunta está subordinada a la naturaleza y a la inteligencia, en tanto éstas son causas en el primer sentido. El discurso acerca de las causas del sueño ha de ir más allá del movimiento necesario, y por lo mismo la investigación sobre los sueños ha de empezar en el dormir. 3 Una posible traducción sería “causa accidental”, pero en ella se oculta el sentido coincidente de las cadenas causales que expresa el . 4 Cfr. Aristóteles, Physica, 198b 16 – 23. 8 La pregunta por los sueños, aun cuando muestre los primeros pasos para su respuesta, todavía tiene ante sí la aporía acerca de la posibilidad de la respuesta. En la pregunta regular se puede contestar con una noción universal y se facilita la comunicación por la experiencia común de aquello de lo que se habla, mas respecto al sueño es realmente difícil sostener una posición semejante. Aunque es común la experiencia del dormir, parece que la vivencia onírica permanece en la más recóndita interioridad. Es posible que el relato de un sueño, por más detallado y refinado que llegue a ser, no logre la comunidad del discurso explicativo, y a lo más consiga algo semejante a la descripción de los colores ofrecida a un ciego. Sólo si el material onírico es universalizable, o su fuente es la experiencia común y cotidiana del mundo, podría llegar a considerarse la comunicación de un sueño como algo plausible. Por lo anterior, la investigación del sueño ha de ir desde el dormir, como movimiento necesario, hasta la manifestación de las imágenes oníricas, como movimiento subordinado a la necesidad. Por último es necesario señalar que si bien se ha vislumbrado el camino para responder a la pregunta del modo en que ha sido proyectado, lo misterioso de nuestra relación con los sueños siempre vuelve a presentar la duda sobre la posibilidad de la visión de lo que los sueños son. Llevar al discurso una vivencia onírica sin fantasear en torno a ella sólo es posible si hay honestidad en la intención del discurrir; o en otras palabras, sólo se puede hacer frente a la seducción del logos con el deseo de saber. La intención a partir de la cual ha de investigarse la naturaleza del sueño debe ser teórica. Si el sueño semeja a algo obscuro a la inteligencia del hombre, cual si fuera algo divino y sagrado 5 , no sería acertado acercarse a él soberbiamente. De esta manera la pregunta por el sueño no sólo señala el sendero que conduce a la respuesta, sino que también muestra el modo de senderear. 5Ibid, 196b 6. 9 Evidencias iniciales en la investigación sobre el dormir La posibilidad de hablar del dormir despierta la pregunta sobre nuestra experiencia. Es posible hablar del dormir, no sólo porque dormimos, sino porque podemos ver a otros vivientes durmiendo. Empezamos a reflexionar lo que sucede cuando nos quedamos dormidos a partir de lo que vemos que le sucede al otro cuando se queda dormido; es decir, no hablamos del dormir desde nuestra propia experiencia, sino que hablamos de nuestra experiencia del dormir por analogía de nuestra experiencia de ver dormir al otro. Lo que se pueda decir para suscitar la indagación por el dormir, tendrá su fundamento en lo que sabemos del dormir. Aquello que ya sabemos del dormir, que de alguna manera todos los individuos medianamente sanos pueden aceptar después de un momento de reflexionar el asunto, es lo que podemos llamar evidencia. Aristóteles considera que para hablar del sueño habrá que partir de aquello que ante todo resulta claro respecto al dormir, esto es que hablamos de él en relación con el estar despierto, y en esa relación habrá que buscar lo claro. El estagirita afirma que son tres las evidencias: el dormir y el estar despierto se dan en la misma parte del animal, no se les encuentra juntos, y el primero parece privación del segundo6. La primera evidencia dice que el dormir y el estar despierto se dan en la misma parte del animal, ¿qué quiere decir el “dan”? Aristóteles utiliza el verbo , el cual posee ante todo la idea de origen o fuente de lo que es; de manera que el dormir y el estar despierto tienen un origen en común. Dicho origen no es, en sentido estricto, un acto creativo independiente de lo que sea lo creado, es decir, no es un origen determinable temporalmente en el pasado, sino que tiene un sentido continuo respecto al tiempo, pues lo originado está siendo del modo en que es porque se está originando. Lo anterior implica que al cambio entre el dormir y el estar despierto subyace la permanencia del viviente, o en otras palabras, en tanto siga vivo estará durmiendo y despertando. Además, el origen común permite notar que ese principio los está regulando, y por lo mismo, ni son independientes del individuo, ni son independientesentre sí. La complementariedad que exhibe la primera evidencia conduce fácilmente a la segunda. 6 Aristóteles, De Somno et Vigilia, 453b 25 - 27. 10 La segunda evidencia dice que el dormir y el estar despierto no se encuentran juntos. El verbo utilizado por Aristóteles es , el cual indica que la disposición entre los dos estados es excluyente, pero continua, es decir, los extremos del movimiento en el que se les encuentra son uno, y hay estados intermedios7. De manera que el movimiento ubicado entre el despertar y el dormir es uno mismo, porque cuando está acabando el dormir, está empezando el despertar. La relación de opuestos expuesta por la segunda evidencia conduce con facilidad a la tercera. La tercera evidencia dice que el dormir es privación del estar despierto. Aristóteles hace uso del término , que significa principalmente la pérdida de aquello que se tiene, es decir, no tener lo que se debería tener de acuerdo a la regularidad natural8. Así pues, cuando se postula al dormir como privación del estar despierto, se dice que el dormir es un estado en el que el viviente no se encuentra como regularmente lo está. En el dormir parece dejarse de lado aquello que caracteriza al viviente. Mas para evitar conclusiones precipitadas respecto al dormir, el estagirita presenta la relación de dos aclaraciones que se piensan a partir de estas tres evidencias. La primera aclaración dice que los opuestos se producen siempre en lo mismo y son afecciones de lo mismo. Si en este caso los opuestos son el dormir y el estar despierto, parece necesario afirmar que se producen siempre en lo mismo y son afecciones de lo mismo, pero aún permanece en la oscuridad cómo y dónde se producen, en qué consiste su afección. La producción de la que habla Aristóteles es la de un desarrollo natural del viviente (), en tanto que dormir y estar despierto son estados que corresponden a la actividad del ente vivo; no es que de pronto le sobrevenga el dormir y espontáneamente el despertar, sino que su movimiento consiste en vaivenear entre uno y otro. Que los opuestos lleguen a ser en lo mismo respecto al viviente quiere decir que donde puede presentarse el uno se presenta indudablemente el otro, porque si recordamos que el dormir es privación del estar despierto, y el viviente es capaz de recibir el uno (), está patente la 7 Cfr. Aristóteles, Categoriae, 12a 11. 8 Ibid, 12a 28. 11 posibilidad de recibir el otro, de dejar de tener lo que se tiene. Además hay que considerar que siendo los opuestos afecciones de lo mismo, aquello en donde se evidencie la presencia de uno, sin duda podrá develar la ausencia del otro, y a partir de ahí conjeturar su futura presencia posible. De manera que la primera aclaración señala la reciprocidad entre el sueño y la vigilia, e indica con mayor precisión el camino a seguir, es decir emplaza a la pregunta por aquello donde nacen los opuestos. La segunda aclaración es la antesala para responder a la pregunta pendiente tras la primera, y afirma que aquello en virtud de lo cual reconocemos () al que duerme, es lo mismo que aquello por lo cual reconocemos al que está despierto. Esta aclaración posee la virtud de mostrar por qué podemos hablar del dormir y cómo es que lo hacemos, ya que nos remite a la experiencia del estar dormido. Para que sea posible reconocer a alguien que duerme, deberá ser posible reconocer a alguien no dormido, y para que lo segundo sea posible es necesario que se noten las semejanzas entre aquello que se ve enfrente y la propia experiencia, es decir, solo el viviente que ha dormido puede reconocer que el otro está dormido, y solo lo reconoce en tanto tiene la experiencia de estar despierto. De manera que la posibilidad de hablar respecto al dormir radica en la experiencia del estar dormido y se realiza a partir de lo que sucede en la vida despierta. Dado que el discurso en torno al dormir se realiza mediante analogías con la propia experiencia, es posible afirmar que hablar del dormir es un modo de conocerse a sí mismo. Si bien puedo reconocer a alguien durmiendo porque disfruto del encanto del dormir, el reconocimiento no es suficiente para decir lo que el dormir es. Si se desea conocer lo que es el dormir, no basta consultarlo con la almohada, sino que será necesario despertar, ir más allá de la propia experiencia. De manera que ahora corresponde a la investigación explorar distintas explicaciones acerca del dormir, y preguntar si alguna de ellas da razón cabal de nuestra experiencia. 12 Explicación materialista del dormir La investigación por el dormir que podemos encontrar en nuestros días es amplia y compleja, pues en primer lugar explora los movimientos del viviente dormido, después compara los registros del período de sueño con los de la vigilia, a fin de que le sea posible determinar qué movimientos son los que conforman el dormir. Además, explica de qué manera los movimientos propios del dormir constituyen tanto a la experiencia onírica del viviente, como al conocimiento que el viviente tiene de sí mismo en cuanto ser viviente. Así que, a continuación, habrá que explorar cuáles son los movimientos del período de sueño, cómo se registran y qué los diferencia del estado despierto; posteriormente mostrar la visión del dormir de la investigación contemporánea, y sólo después de eso, cómo es que esa visión del dormir explica la experiencia del estar dormido. La observación de un viviente dormido permite afirmar fácilmente que éste se encuentra relajado e inactivo, mas su inactividad es relativa al estado despierto, pues el durmiente hace todo, menos quedarse quieto. A simple vista sus movimientos parecen involuntarios y atenuados, su respiración es más profunda9, y sus músculos están distendidos. A simple vista también se puede notar que los movimientos del durmiente varían conforme transcurre el tiempo de su sueño. Y esos movimientos corporales cuya noción es posible a simple vista son estudiados de muy variadas maneras. Es posible medir la rigidez muscular, la segregación de saliva, la frecuencia cardiaca, el ritmo de la respiración, la sensibilidad táctil, la peristalsis intestinal o la contracción maxilar; pero esos talantes se encuentran conectados recíprocamente y se consideran consecuencia de la actividad cerebral. Así que el estudio de los movimientos corporales se realiza mediante el examen de la actividad cerebral durante el estado dormido. Los neurólogos han identificado cuatro etapas del dormir, que se diferencian de acuerdo a la electroritmicidad, entendiendo por ésta el acuerdo entre los estudios 9 Se habla de respiración profunda considerando únicamente o bien la diafragmática o la intercostal, si bien la más frecuente en nuestros días durante el período de sueño es la segunda, que sin duda es mucho más profunda que la clavicular y bucal del período despierto. Dada la posición horizontal durante el sueño, la respiración bucal es casi inexistente. 13 electroencefalográficos, electromiográficos y electrooculográficos10 ; así la primera etapa presenta baja amplitud y alta frecuencia de electroritmicidad, y la cuarta alta amplitud y baja frecuencia. El decrecimiento progresivo en el transcurso de las etapas conduce a un estado de desincronización electrorítmica conocido como sueño paradójico, en el cual se presenta la etapa onírica conocida como REM (rapid eye movement).11 La mayor parte de las investigaciones neurológicas en torno al sueño se concentran en esta etapa, y la razón parece ser muy sencilla, pues es en el sueño paradójico donde la atonía muscular es completa12, y la actividad corporal externa parece distinguirse con mayor facilidad.De acuerdo a la argumentación neurológica la electroritmicidad permite el conocimiento del dormir, ya que combina los tres movimientos principales de dicho estado. Es conveniente describir las características de los registros de cada movimiento en los distintos estados. En cuanto a la medición de la actividad de la corteza cerebral se muestra, en el estado despierto, un patrón de baja amplitud y alta frecuencia, mientras que en el sueño medio (etapas II ó III) se presenta alta amplitud y baja frecuencia, y en el sueño REM (que también se conoce como sueño profundo) reaparecen tanto la baja amplitud como la alta frecuencia, si bien la frecuencia de la vigilia es un poco más alta que la del sueño profundo. Ahora revisemos el estado del tono muscular. En la vigilia se muestra una disposición tonal voluntaria de los músculos, es decir, el viviente mantiene activa la posibilidad de contracción y relajamiento; en el sueño medio decrece el tono muscular tanto en frecuencia como en amplitud; y en el sueño profundo, a esa hora 10 El electroencefalograma es el registro de las descargas eléctricas de la corteza cerebral. El electromiograma es el registro de la actividad eléctrica de los músculos. El electrooculograma es el registro de las descargas eléctricas originadas por el movimiento ocular. 11 Cfr. Llinás R.R. y Paré D., “Of Dreaming and Wakefulness” en Neuroscience 44, n° 3, 1991, p. 522. 12 Se entiende por tonía muscular la capacidad del músculo para su contracción y relajación, y por lo tanto habrá de entenderse por atonía la ausencia de dicha capacidad. 14 en que se aflojan, inútiles, todos los resortes de la acción, desaparece completamente13. Por último hay que considerar el movimiento de los ojos. De acuerdo a los experimentos científicos, en el estado despierto la actividad ocular responde al estímulo visual y auditivo, aunque dadas la diferencia y la diversidad posibles de estímulos, no es posible determinar un patrón específico de movimiento ocular; en el sueño medio cesa dicho movimiento, y en el REM la constancia es mayor que la vigilia, pero la amplitud es menor. De hecho, la comparación de los potenciales de movimiento ocular del estado de vigilia y del sueño profundo se parecen de tal manera que es posible afirmar que en el sueño REM el cerebro está en alerta. De manera que la comparación de los datos electrorítmicos permite notar que la gran diferencia entre el estado dormido y la vigilia radica en la tonía muscular, mientras que la gran semejanza se encuentra en la actividad cerebral restante14. Con la finalidad de afinar la caracterización neurológica del dormir, los científicos se han enfocado en la experimentación de la semejanza y la diferencia entre la vigilia y el sueño profundo, es decir, se han concentrado en el estudio de la atonía muscular y el movimiento de los ojos. Veamos qué han hecho. Respecto a la primera, se ha inducido una lesión en el puente cerebral con la finalidad de inhibir la conexión excitante de las neuronas a través de la médula, pues en el estado de vigilia es el puente cerebral el que excita la médula para transmitir a las neuronas de movimiento la disposición tonal, y en el estado dormido desde el puente se inhibe la generación motora de la médula, y por lo mismo no se transmite la disposición tonal a las neuronas de movimiento. Por medio de la lesión se puede lograr el estímulo de las neuronas mediante la médula desde el puente durante el sueño profundo, con la 13 Es sencillo imaginarse un ejercicio que evidencie la atonía muscular en el sueño profundo, pues basta disponerse a dormir sosteniendo un objeto en nuestras manos, a fin de que, sin decisión o meditación previa, éstas dejen de asirlo. Diógenes Laercio cuenta (Vitae et placita philosophorum, V, 8) que cuando Aristóteles no deseaba quedarse dormido con profundidad, tomaba en la mano una bola de bronce, y ponía debajo un cuenco, de manera que al quedarse dormido, el impacto de la bola en el cuenco produjese el ruido que lo despertara. 14 Cfr. Morrison, Adrian, “A Window On The Sleeping Brain” en Llinás, Rodolfo Riascos, ed., The workings of the brain development, memory and perception, New York, W.H. Freeman, 1990. pp. 135 – 139. 15 diferencia de que la tonía muscular generada no es completa respecto al estado de vigilia. Lo anterior permite concluir a los neurólogos que el tono muscular no determina la actividad onírica15. A partir del experimento referido en el párrafo anterior, se puede ver cuál es la diferencia entre el movimiento de los ojos de la vigilia y del dormir. El movimiento que permite realizar el tono muscular en el sueño profundo, logrado mediante la lesión temporal en el puente cerebral, es independiente de los estímulos externos, y por lo mismo no requiere la disposición tonal completa. A su vez, la tonía muscular de la vigilia se determina desde la reacción a los estímulos externos. De manera semejante, el movimiento ocular de la vigilia depende del estímulo; y en el sueño profundo, aún con tonía muscular inducida, la recepción del estímulo es nula. Lo anterior permite observar que el movimiento ocular sólo difiere en ambos estados por la recepción de los estímulos. La conclusión a la que llega la exploración neurológica es que “los estados funcionales presentes en el sueño paradójico y la vigilia son fundamentalmente equivalentes”16, con la única diferencia de la percepción sensible. En otras palabras, la actividad cerebral es un circuito en constante movimiento entre el tálamo y la corteza17, que en la vigilia recibe los impulsos externos, y en el sueño los reproduce en mapas temporales18. De acuerdo a esta explicación, lo que subyace al estar 15 Cfr. Ibid, pp. 144 – 146. 16 Cfr. Llinás R.R. y Paré D., “Of Dreaming and Wakefulness” en Neuroscience 44, n° 3, 1991, p. 522. 17 Hay que recordar que el tálamo regula la percepción sensible, y la corteza cerebral, que está formada de materia gris estructurada en capas, recubre e interconecta la mayor parte del cerebro, en particular los núcleos cerebrales, que también son materia gris. La corteza límbica es evolutivamente anterior a la neocorteza, y se encarga de las funciones menores, mientras que la segunda regula las funciones superiores. 18 Se llama mapa temporal a la construcción sincrónica de las imágenes oníricas. La construcción de dichas imágenes se origina en “la activación sincrónica y transitoria de modelos de disparo neural que se encuentran en las cortezas sensoriales iniciales en las que tuvieron lugar los modelos de disparo correspondientes a las representaciones perceptuales. La activación produce una representación organizada topográficamente”. Cfr. Damasio, Antonio R., El error de Descartes, Barcelona, Crítica, Tercera Edición, 2004. p. 125. 16 dormido y al estar despierto es el circuito de la actividad cerebral, y por lo mismo será momento de ver qué se quiere decir cuando se habla de circuito. Se llama circuito19, primeramente, al espacio recorrido por un cuerpo en un desplazamiento cíclico, donde el punto de término del desplazamiento coincide con el punto de inicio. Posteriormente se le llama circuito a la trayectoria de desplazamiento cíclico, en tanto no se refiere a la ejecución de un sólo desplazamiento, sino a la realización reiterada del mismo. En tercer lugar se llama circuito al movimiento que se efectúa en el espacio referido en la primera acepción, y que cubre la trayectoria del modo referido en la segunda acepción; ésta tercera acepción es la que más podría acercarse al sentido de la explicación neurológica, y será aquella respecto de la cual se hablará a continuación. El circuito permite y efectúa un movimiento mecánico, y para ello requiere de estructurasfijas conjugadas para el desplazamiento de algunos de sus elementos. Un ejemplo de circuito podría ser la visión de la astronomía mecanicista, en la que el circuito es la órbita planetaria, y el planeta es el elemento móvil, mientras que algún otro punto de referencia en la descripción del movimiento permanece en reposo20. La estructura móvil que subyace al circuito permite decir que en él se encuentra tanto el movimiento como el reposo, y que la variación entre uno y otro se encuentra autorregulada por el circuito mismo. En el caso del ejemplo astronómico, la autorregulación del circuito se efectúa por la interacción de las fuerzas de atracción y repulsión del móvil respecto al cuerpo situado en el foco. Además, en tanto el circuito se autorregula, la actividad del mismo es constante e independiente de lo demás, no así sus estados21, que varían de acuerdo a la apertura del circuito. En el circuito de la traslación planetaria, de acuerdo a la astronomía mecánica, se puede ver que las estaciones del año son estados del cuerpo en movimiento, que no afectan el 19 Las definiciones de circuito que presentamos aquí se elaboraron a partir del DRAE, pero no las sigue con exactitud. 20 Considérese la descripción simple de la traslación terrestre, donde la Tierra es elemento móvil y el Sol se ubica en el foco elíptico como referente inmóvil. 21 Se habla de estados del circuito de manera metafórica, porque en sentido estricto un estado afecta a aquello en que se encuentra, lo que no ocurre en un circuito, porque el circuito abierto y el circuito cerrado sólo varían en posición, no en lo que el circuito mismo es. 17 movimiento del circuito22. Por tanto el circuito es un mecanismo autorregulado que persevera en su estado en tanto no sea obligado a variar por fuerzas externas. De esta manera, cuando se plantea que la actividad cerebral es un circuito se está afirmando que el tálamo y la corteza son los elementos, las descargas eléctricas los móviles, la percepción sensible es la apertura del circuito, y el sueño y la vigilia son los estados. Si la variación de estados en el circuito es operada por la apertura del mismo, parece claro que el circuito cerrado muestra cuál es la actividad regular. Por lo anterior se puede decir que desde la postura contemporánea el estar despierto es una variación de la actividad regular del viviente, es decir, es la excepción de aquello en lo que consiste vivir. La actividad del viviente es, por tanto, la construcción sincrónica de imágenes, o en otras palabras, vivir es imaginar. A partir de la idea de circuito es posible desarrollar la explicación del cambio entre el estado de sueño y el de vigilia. La vigilia, en tanto circuito abierto, es una reacción al medio, y genera en el circuito mismo una reacción de autorregulación, es decir, el sueño sucede a la vigilia como una reacción compensatoria ante la fuerza del medio en que se sitúa el mecanismo. El paso del sueño a la vigilia y de la vigilia al sueño es un feedback del mecanismo, o en otras palabras, la variación en el estado del circuito es una reacción proporcional a la fuerza que origina el cambio de estado. De manera que la explicación mecanicista afirma que estar despierto es reaccionar al medio y dormir es permanecer en la inercia del ser vivo. Ahora falta considerar qué comprensión de la vida subyace a esta explicación. La idea de lo vivo en la explicación materialista La finalidad de nuestra exploración de la explicación materialista del dormir es descubrir si acaso a partir de dicha explicación es posible dar razón de nuestra experiencia. Por lo anterior, se expondrá a continuación la comprensión de la vida que permite la explicación materialista, a partir de la noción de circuito, y posteriormente –sólo entonces– se considerará si es posible el arribo a nuestro fin. 22 De hecho en la descripción mecánica las estaciones del año se plantean como consecuencia incidental de la traslación planetaria. 18 La primera característica de la caracterización materialista de la actividad del ser vivo como circuito tálamocortical se obtiene al reflexionar acerca del modo en que opera dicho mecanismo. Como en todo circuito, la estructura de sus partes lo hace una entidad contenida en sí misma. El ensimismamiento del circuito mecánico delimita su operación, es decir, le permite trabajar en sí mismo, con independencia del medio. La independencia del medio permite notar que el mecanismo permanece en la inercia de su operación cuando se le deja a sí mismo. Si es correcto lo anterior, se puede ver que en la visión materialista el viviente es una “substancia” cerrada. Si bien es una “substancia” cerrada, su interacción con el medio no es imposible. Pongamos de ejemplo un reloj. Para el correcto funcionamiento del reloj es necesario que el usuario “dé cuerda” al útil, ya que dejado a sí mismo, el muelle se estira al máximo, y por lo mismo se elimina la tensión, y la pesa se detiene, ocasionando que el reloj deje de “caminar”. El mecanismo como tal no parece tener fin, sino que la finalidad la determina un elemento externo. Si por analogía se afirmara que el reloj tiene un “fin”, cabría decir que el “fin” del reloj, dejado a sí mismo, es el equilibrio perfecto de su estructura, y que el “fin” impreso al reloj en la intervención de algo más es dar la hora; pero lo anterior sólo es posible como metáfora, ya que la finalidad del reloj es determinada en tanto es un útil, y por lo mismo se fija desde el diseño de su creador. De manera semejante, podría parecer que la “substancia” cerrada que se ha identificado tendría como “fin” el equilibrio perfecto, en tanto se le dejase a sí misma, pues no habría imágenes para generar en la interacción tálamocortical. Por lo anterior, la actividad del viviente, en cuanto circuito, es originada por los impulsos externos, y por lo mismo, la vida es algo añadido al circuito que somos. De manera que ser vivo consistiría fundamentalmente en dejar de ser, en llegar al equilibrio perfecto. Si es así, el fin de la vida es la muerte, y nuestra vida diaria es superflua. Si bien la vida resultaría epifenoménica, no hay motivo para dejar de preguntar cómo surge el epifenómeno. Habrá que notar, por tanto, cómo es la actividad del circuito y en qué consiste su activación. El circuito se activa con un impulso externo, y su movimiento no implica un cambio en el mismo, pues un circuito eléctrico sigue siendo el mismo independientemente de cómo se encuentre, es decir, de si está 19 abierto o cerrado. Por lo anterior se puede afirmar que la activación del circuito tálamocortical (conocida como vigilia) no lo altera, pues el circuito sigue siendo el mismo, sólo determina una disposición. Percibir o dejar de percibir no son cambios en el viviente, sino momentos de la actividad de su circuito. Que la substancia sea cerrada e invariable en su estructura, y que el movimiento de la substancia no sea un cambio en la misma, sino un desplazamiento en sus estados, implica que el estudio de su movimiento es necesariamente externo. Como es externo, no puede decirse que el viviente es afectado por algo más, sino que será necesario afirmar que reacciona a algo más, es decir, que todo lo que sucede en la interacción de las substancias es acción relativa a quien inicia el movimiento; o en otras palabras, entre “substancias” cerradas, a toda acción corresponde una reacción. La relación entre el sueño y la vigilia en la visión mecanicista, por tanto, está mediada por la actividad de lo externo para impactar al viviente y la actividad reactiva del viviente para compensar el impacto de lo externo. Si todo lo anterior está contenido efectivamente en la idea de circuito, parece clara la visión del ser vivo en la explicación materialista.Al ser vivo sólo se le puede estudiar en lo externo, porque es una substancia reactiva y cerrada. Es posible la descripción de sus desplazamientos, e incluso se pueden medir algunas variaciones del mismo; pero del conjunto de las mediciones no se puede determinar un orden en sus movimientos23. Viendo al viviente desde fuera, parece casi imposible sospechar alguna finalidad para sus movimientos, pues el viviente es más bien como una hoja al viento. Por lo anterior, la explicación materialista del dormir se limita a presentar la comparación de las mediciones de las actividades corporales en los distintos estados, y a definir la diferencia entre los estados como variación cuantitativa. De esa manera el materialismo podría afirmar que es posible explicar lo que es el sueño, aunque nunca lo hayamos experimentado; en pocas palabras: basta saber medir para conocer. Nuestra experiencia no modifica las relaciones matemáticas. El dormir no se explica porque dormimos. 23 A no ser una seriación de los casos presentados. 20 Breve digresión sobre el sueño cartesiano A continuación intentaré mostrar algunos rasgos de la visión de Descartes acerca del dormir, para sugerir que la explicación materialista contemporánea tiene a la teoría cartesiana como fundamento metafísico. Hacia el final del Tratado del Hombre Descartes presenta una imagen para explicar la disposición del cerebro con relación al impulso de los espíritus durante el estado de sueño; se dice que el hombre está dormido “si los espíritus, al menos, tienen la fuerza para impulsar y tensar alguna de sus partes, mientras que otras permanecen libres y relajadas, tal como sucede con las velas de un navío cuando el viento es demasiado débil para hincharlas”24. Si los espíritus no pueden mover la masa blanda del cerebro, se puede decir que el hombre está muerto, pero cuando sí lo hacen el hombre está despierto o dormido. Está despierto si está dispuesto a obedecer, mediante un mecanismo de nivelación de las fuerzas (reacción), todas las acciones de los espíritus, pero duerme cuando la disposición es parcial. Aquí, como en la explicación neurológica contemporánea, la diferencia entre el sueño y la vigilia radica en un momento de la actividad, no en una modificación del ser vivo. El ser vivo sigue con su misma estructura, sólo varía el movimiento de la misma. La variación radica en el movimiento de los espíritus, y los espíritus animales (que se originan en la llegada de la sangre al cerebro) se mueven por reacción a los impulsos externos. Nuevamente, como en lo dicho por los neurólogos, la actividad cerebral cartesiana es reactiva. El conocimiento de la actividad cerebral deberá ser, por tanto, un conocimiento de la reacción, y para llegar a ello parece necesario el saber de lo externo. En la posición epistemológica de Descartes sólo se sabe de lo externo en tanto objeto de la matemática25, y por lo mismo el estudio de la variación en la actividad cerebral debe reducirse a la descripción externa y a la medición cuantitativa; de ahí que el estudio en torno al dormir que presenta se base en descripciones anatómicas de cadáveres, y no sea necesario el ente vivo dormido. La descripción 24 Descartes, Tratado del Hombre, Barcelona, Alianza, 1990. p. 76. 25 Cfr. el inicio de la sexta meditación: “Me queda por examinar si las cosas materiales existen. Y ya sé al menos que pueden existir en cuanto son objeto de la pura matemática”. Descartes, Meditaciones Metafísicas, Madrid, Gredos, 1987. p. 65. 21 anatómica se utiliza para determinar los elementos del circuito, y la actividad del mismo -en lugar de observarse- se deduce de leyes generales. Así, a lo externo se le estudia considerándolo como res extensa, es decir, se habla de lo externo sin la necesidad de experimentarlo mediante los sentidos, pues la experiencia se desmorona aquí hasta sólo quedar en los polvos del pensamiento. Lo externo es pensado, no sentido. Por lo anterior, se puede pensar a aquello de lo que se está hablando como libre de cualidades, y de esa manera ser presentado como una “substancia” cerrada e invariable. La relación entre “substancias”, o quizá sería más correcto decir objetos, es por tanto externa y reactiva. Por el modo en que Descartes piensa la relación intersubstancial es imposible hablar de un cambio en el viviente ante el impulso externo. Exagerando se puede decir que la única diferencia entre el que está dormido y el que está despierto es la intensidad de su movimiento, así como la única diferencia en un objeto que se desplaza es la velocidad calculada en un punto y en otro. En el ejemplo del objeto, un bólido cualquiera, no hay cualidades; en la imagen de las velas del navío, la diferencia es sólo cuantitativa. En la postura cartesiana, el estudio de las substancias revela que “la acción y la pasión no dejan de ser siempre una misma cosa que tiene estos dos nombres, en razón de los diferentes sujetos a los cuales se la pueda atribuir”26. En pocas palabras se podría decir que la conclusión cartesiana es: todo es acción. Sin embargo, afirmar lo anterior sin ver los pormenores que permiten la enunciación resta claridad. Hay que considerar en primer lugar que no se podría afirmar que la diferencia nominal entre acción y pasión es relativa al observador, porque ya se vio que lo exterior no es observado, sino pensado; de manera que la determinación nominal de un movimiento depende de la manera en que se le piense. Para que lo anterior sea posible es necesario suponer el dualismo que permite hacer caso omiso de la vitalidad corporal, es decir, suspender el juicio en cuanto a experiencia sensible se refiere. Una vez aceptado el dualismo, y manteniendo cerrados los ojos a la experiencia sensible, es posible ignorar las limitaciones propias de la corporeidad, y con ello omitir las características distintivas de lo vivo –en tanto es hilemórfico-, y a 26 Descartes, Las Pasiones del Alma, artículo 1. 22 partir de esa nesciencia voluntaria, se pueden asignar fácilmente todas las características mecánicas a los movimientos propios de la vida. Y así, una vez muerto lo vivo, es posible afirmar que todo es acción. Donde todo es acción, y el movimiento es sólo desplazamiento, no es posible afirmar la naturalidad de algún movimiento. Todo está sometido a las fuerzas externas, y por lo mismo no hay una finalidad en la actividad. Cuando la actividad no tiende a ningún fin, no hay nada que determine la realización de la misma, y por tanto, el objeto permanece en su estado hasta que no es movido por algo más. El conocimiento de la variación será, por tanto, la descripción del mecanismo que genera la misma. De acuerdo con la manera en que se conoce al modo cartesiano, el estudio del dormir sólo puede ser al modo en que lo ha descrito la neurología contemporánea. Para Descartes basta encontrar el mecanismo para descubrir lo que el movimiento es, no importa que no nos reconozcamos en el mecanismo. Límites de la explicación materialista Podría afirmarse que la característica distintiva de la explicación materialista de lo vivo es la negación de la existencia del alma. Se niega el alma, pero se sigue afirmando el movimiento de lo vivo. El movimiento de lo vivo se explica desde lo no vivo. Para mostrar los límites de esta explicación, expondré a continuación la crítica aristotélica a la noción materialista de lo vivo. Si como se ha expuesto, lo distintivo de la materia es la inercia, y el movimiento sólo es una reacción ante el impulso externo, es claro que el origen de la actividad del viviente es externo al viviente mismo. Si las cosas son así, no hay algo que distinga naturalmente a lo vivo de lo no vivo, es decir, todo aquello que esmaterial es lo mismo. Si todo es lo mismo, hay una sola manera de dar razón de las cosas. Si el discurso acerca de las cosas se origina en la experiencia de las mismas, y el discurso es único, parece inevitable que la experiencia sea única. Pero en la cotidianidad es posible reconocer experiencias distintas, ya que no es lo mismo ver una piedra, un árbol y un perro. La piedra sólo se mueve cuando es afectada por una fuerza externa, y su movimiento es reconocido (por el observador) como cambio de 23 lugar. El árbol no se mueve en el mismo sentido que la piedra, ya que en primer lugar se puede observar su crecimiento, y sólo dicho de otra manera es posible afirmar que cambia de lugar como efecto de una fuerza externa (piénsese, por ejemplo, en el árbol caído tras un vendaval). El perro, por su parte, también puede cambiar de lugar, pero sus posibilidades móviles no se limitan al efecto de una fuerza externa, sino que en su desplazamiento es posible reconocer una voluntad originaria. De esta manera, la experiencia primaria de lo vivo permite notar que no hay una experiencia única de todas las cosas. Si no son lo mismo todas las cosas, o al menos, no se les experimenta de la misma manera, es prudente reconocer que el origen del movimiento de distintas cosas es distinto. Algunas tienen su origen de movimiento en sí mismas, y por lo que ellas mismas son, mientras que otras lo tienen de manera incidental, en tanto que aquello que las origina les hace tender a algún fin determinado27. Las cosas se diferencian por aquello que es responsable del modo en que son, es decir, su diferencia radica en las causas de las cosas. Si concediéramos que la explicación materialista puede distinguir entre lo vivo y lo no vivo, la distinción radicaría en las causas de lo vivo. Ante la negación materialista del alma, sólo resta la posibilidad de que lo vivo se origine en lo no vivo, es decir, que lo no vivo sea causa de lo vivo. Lo no vivo sólo podría ser causa de lo vivo en tanto lo segundo se origina en la disposición de lo primero, es decir, lo vivo surge de la conformación de la materia inerte. Aristóteles considera dos posibilidades para tal tipo de conformación: o lo vivo surge de la disposición ensamblada de las partes, o lo vivo surge de la proporción de las partes. La primera no puede ser posible, pues es claro que tanto lo no vivo como lo vivo tienen juntas sus partes, a menos que se considere que sólo es no vivo aquello que no tiene partes, con lo que se estaría suponiendo que una piedra sí está viva, lo cual es absurdo. La segunda tampoco puede ser posible, y se puede mostrar por dos vías. En primer lugar, si lo vivo surge de combinar de cierta manera, y bajo cierta proporción, ciertos elementos no vivos, los compuestos vivientes serían de una sola naturaleza, sin embargo en la experiencia se reconocen diferentes tipos de vivientes. En segundo lugar, las partes 27 Cfr. Aristóteles, Physica, 192b 8 – 23. 24 de un mismo viviente presentan distintas proporciones de combinación elemental, y por lo mismo, un viviente estaría conformado de muchos vivientes más; es decir, el viviente sería una superestructura de lo vivo28. Lo no vivo como causa de lo vivo parece inevitablemente un absurdo discursivo. Por lo anterior, debería ser claro que la explicación materialista tiene sus límites en la experiencia, ya que sus postulados no permiten reconocer a lo vivo en su presentación habitual. La explicación materialista de lo vivo es ajena a la experiencia de lo vivo, ya que explica el movimiento de los vivientes desde una causalidad productiva, y por lo mismo, artesanal. Ante los ojos de la causalidad productiva no hay diferencias en las cosas del mundo, todas son creaciones, y sólo hay un modo de dar razón de ellas. Cuando la vida se considera creada, y quizá sería más correcto decir poética, dar razón de las creaciones es describir la producción. Puesto que ante todo es el hombre el que produce, las explicaciones tornan antropomórficas. En lo antropomórfico se desfiguran los límites de la acción humana: se cree que todo es creado, que lo real es lo que creo. Poner lo vivo en la mano del hombre, podría arrojar luces suficientes sobre las intenciones de la explicación materialista. Sólo es posible confiar en las intenciones del materialismo cuando se ignoran los límites, cuando se cierran los ojos a la experiencia. Explicación aristotélica del dormir Hasta ahora la investigación sobre el dormir ha revelado que hay evidencias iniciales que nos permiten sospechar que es posible dar razón del dormir, y la principal de ellas es que reconocemos al que está dormido por analogía con nuestra propia experiencia. La explicación materialista mostró que esa evidencia no es necesaria, y que sólo se puede dar razón del dormir si nos deshacemos de ella. Que sea necesario deshacernos de ella con tal de llegar a conocer cuál es el fin de los sueños sólo sería aceptable si la explicación materialista es la única posible, pero aún no se ha demostrado que sea así. A continuación se va a explorar otra explicación en torno al dormir, y nuevamente la finalidad es dar razón de nuestra experiencia. 28 Cfr. Aristóteles, De Anima, 407b 33 – 408a 19. 25 Aristóteles parte del hecho de que reconocemos al que duerme por analogía con nuestra propia experiencia. Sabemos que cuando dormimos no sentimos, y podemos observar que el que está dormido no parece sentir de la misma manera que cuando está despierto. Como la principal diferencia entre la vigilia y el sueño es la sensibilidad, las características que acompañan a la misma también serán reveladoras acerca de la naturaleza del dormir. Así, como todo viviente con sensibilidad () tiene necesariamente la facultad de dolerse () y placerse ()29, y por lo mismo es capaz de apetecer () –ya sea como ardicia (), o anhelo (), o intención ()-30, y el apetito es causa del cambio de lugar autónomo; cuando la sensibilidad está afectada durante el sueño, es claro que el viviente no se desplazará, y por lo mismo podrá afirmarse que no se mueve o que está en reposo. De lo anterior se sigue que sólo duermen los vivientes que pueden cambiar de lugar, es decir, los animales. Una vez determinado el campo de estudio, el estagirita inicia la explicación en torno al dormir mediante la exploración del origen material del mismo. El camino toma ese rumbo porque el estagirita no se separa de la experiencia cotidiana, y reconoce que después de comer regularmente “da” sueño. ¿Por qué es así? Aristóteles explica que cuando el alimento llega al estómago una especie de fluido es absorbido por las venas que recubren la cavidad estomacal, y es llevado hasta el corazón, donde torna sangre ()31. Este proceso es la nutrición, pues la sangre es principio vital, y el alimento es modificado para permitir la continuidad existencial del viviente. Esa sangre recién producida es caliente () y con la finalidad de equilibrarse es conducida a través de las venas hasta llegar al cerebro, donde torna fría (). Una vez fría, vuelve a descender para normalizar la temperatura del 29 Cfr. Aristóteles, De Somno et Vigilia, 454b 31. 30 Cfr. Aristóteles, De Anima, 414b 3. La traducción tradicional de , y es deseo, impulso y voluntad, respectivamente; pero resulta poco satisfactoria para mostrar la experiencia a la que apuntan dichos términos. Así he preferido traducir con otros términos (no tradicionales), partiendo del sentido etimológico de los mismos, no obstante, mi traducción sólo vale cuando se les nombra como modos del . 31 Cfr. Aristóteles, De Somno et Vigilia, 456b 3. 26 corazón, y dar por concluidala primera parte del proceso digestivo. Como la característica principal del dormir es la afección de la sensibilidad, y el principio de la sensibilidad (que más adelante llamaremos sentido común) reside en el corazón32, es necesario que los sentidos no funcionen de la misma manera cuando sus condiciones –en este caso su temperatura- varían; por lo que tras ingerir alimento, y empezando el proceso digestivo, es necesario dormir. Además de que el cerebro se calienta –siendo regularmente frío-, y por lo mismo se siente la cabeza “pesada”, por lo que es necesario abandonar la posición erguida. Así, el despertar ocurre cuando el cerebro enfría la sangre, y a su vez equilibra su temperatura, y la sangre fría enfría el corazón, permitiendo que el sentido común vuelva a trabajar. Me parece que la explicación de la causa material del dormir no es completa si no nos demoramos un poco en lo que el estagirita quiere decir por y . Él reconoce que ambos se dicen de muchas maneras33. Mínimamente se pueden reconocer tres: que es caliente por naturaleza (piénsese en el fuego), que es caliente incidentalmente (piénsese en un objeto cercano al fuego), y que es caliente relativamente, es decir, que puede producir más calor que otra cosa (piénsese en la diferencia entre calentar las manos al fuego y frotándolas entre sí). Respecto de la sangre, se dice caliente o fría desde el segundo modo de predicación. Respecto al cerebro y al corazón se dicen frío y caliente -respectivamente- desde el tercer modo de predicación; si se dijesen desde el primero, no podría explicarse cómo se producen las afecciones descritas, y por lo mismo el dormir resultaría contra natura. Además hay que considerar que la utilización de los términos griegos surge de la experiencia primaria de los mismos, pues también tiene un sentido figurado, ya que es sencillo experimentar la como „acalorado apasionamiento‟, es decir, el corazón no es caliente por decisión, sino porque cuando apetecemos lo experimentamos de esa manera. Análogamente, el corresponde a la indiferencia que experimenta el cerebro en la , ya que la apetencia no se 32 Cfr. Aristóteles, De Partibus Animalium, 665a 11. 33 Cfr. Ibid, 648b 11 – 649b 8. 27 acompaña con el cerebro 34 . De aquí también se sigue la determinación de los temperamentos, llamando a algunos “calientes”, a otros “fogosos”, a otros “cálidos”, unos más “fríos”, o quizás “hoscos”, o “indiferentes”, e incluso “frescos”. Si bien hasta ahora queda descrito el proceso mediante el cual el animal llega a dormir, aún no se conocen todas las causas, pues todavía falta determinar porqué se desarrolla de esa manera el proceso para dormir. Para llegar a la respuesta hay que señalar que a la explicación anterior subyace un principio enunciado de la siguiente manera: “la naturaleza siempre procura una ayuda asociada de la parte contraria frente al exceso de la otra parte, para que una equilibre el exceso de la otra”35. Este principio difiere totalmente del postulado del feedback que exploramos en la explicación materialista, pero la diferencia sólo se notará claramente hacia el final de la explicación aristotélica. Por ahora podemos decir que la razón del origen del movimiento que genera el dormir es el equilibrio del viviente. Para tener más claridad respecto a eso que hemos llamado equilibrio hay que retomar una observación realizada con anterioridad, a saber: el dormir es una afección de la sensibilidad 36 . Para dilucidar el enunciado hay que investigar mínimamente cómo es la sensibilidad aristotélica, y de qué manera puede ser afectada. Respecto a lo primero hay que investigar dos aspectos: qué es sentir, y qué es el sentido común. Respecto a lo segundo también hay que investigar dos aspectos: qué es la afección, y de qué afección se habla en este caso. Vamos por partes. Veamos primero cómo explica la sensibilidad Aristóteles. En el segundo libro del De Anima dice: “ ”37. En primer lugar hay que notar que es un adjetivo derivado del verbo , que señala la acción de aceptar38; así, la es algo que acepta. Que 34 Esto corresponde a una idea tradicional donde la acción y la pasión (en su sentido contemporáneo) tienen como sede, principalmente, el corazón. 35 Cfr. Ibid, 652a 31 – 33. 36 Aristóteles, De Somno et Vigilia, 455a 27. 37 Aristóteles, De Anima, 424a 19. Bernabé Pajares presenta la siguiente traducción “sentido es la facultad de recibir las formas sensibles sin la materia”. 38 Hay que ser precisos en la delimitación del significado. En la primera acepción de „aceptar‟ la 22ª edición del DRAE señala que es “recibir voluntariamente o sin 28 acepte, no significa ni que reciba, ni que tome, es decir, no es en sentido estricto ni únicamente acción, ni únicamente pasión. La aceptación no es indiferente ni al que siente ni a lo sentido, y la relación entre ambos, así como las características de la misma se abordarán más adelante. Mientras tanto, veamos qué acepta la sensibilidad. Lo califica a aquello que es objeto del verbo , es decir, si el verbo señala el sentir, el adjetivo señala a lo que se puede sentir: el sensible. Por su parte el es aquello que permite tanto la permanencia de lo que es, como su inteligibilidad. Así, cuando el estagirita quiere explicar el referido a lo que se puede sentir, señala la diferencia entre dar razón de algo refiriendo a sus elementos materiales, o refiriendo a su finalidad y actualidad, o refiriendo a ambas perspectivas; en la primera sólo se dice lo que algo es en potencia, ya que los materiales siempre pueden formar otra cosa; mientras que en la segunda se refiere a lo que efectivamente es aquello de lo que se habla -es decir, cuando eso es en acto, está trabajando–; y la tercera refiere a aquello de lo que se habla como compuesto. Así, el referido a las entidades sensibles es .39 El trabaja de dos maneras: haciendo que lo que es esté siendo de una manera determinada para un fin determinado, es decir, actualizando de acuerdo a un fin; y haciendo que el alma se actualice respecto a aquello que está sintiendo40. La primera acepción de la actualización nos muestra que cuando la sensibilidad acepta, lo aceptado está organizado, o lo que es lo mismo, es un todo completo. Así, hasta ahora, la sensibilidad acepta la forma de lo sensible, lo cual quiere decir que no acepta ondas o impulsos, sino que acepta lo que algo sensible es. Pero esa es sólo una parte de la aceptación, falta ver la otra. Se dice que sentir es una actualización del alma, porque la sensibilidad es una potencia de la misma41. Expliquemos esto. Quien es capaz de sentir, ya sea ver u oír, oposición lo que se da”, y precisamente es esa acepción la que hay que evitar al hablar de que la sensibilidad acepta. Sin embargo, utilizo el término limitándome a su sentido etimológico, pues el verbo accipere también expresa la acción de escuchar, lo que nos puede acercar un poco más al sentido buscado. 39 Cfr. Aristóteles, Metaphysica, 1043a 12 – 21. 40 Cfr. Aristóteles, De Anima, 431b 21. 41 Cfr. Ibid, 418a 3. 29 puede serlo en dos sentidos, el primero en tanto que puede hacerlo pero no lo está haciendo –no está en acto–, y el segundo en tanto está haciéndolo -está en acto–. Que la potencia se diga en ambos sentidos implica que no está refiriendo únicamente a posibilidad, sino a actualidad, porque el que está sintiendo no pierde su capacidad de sentir por estar sintiendo, sino que precisamente porque está sintiendoes que sabemos que tiene la potencia de sentir42. De esta manera, en este sentido de potencia el estar trabajando –el acto– consiste en sí mismo, a diferencia de otros modos de potencia en los que la actualización está en algo más, como en las potencias productivas43. Así, cuando se dice que sentir es una actualización del alma se está diciendo que la actividad del alma es la actualización de sus potencias, por lo que sentir es el estar trabajando del alma, es en lo que consiste ser alma44. Pero aún no es del todo claro en qué sentido se dice que el alma trabaja cuando siente, pues decir que algo se actualiza también se presta a equívocos. En el caso de los sentidos, la actualización no refiere a un proceso mecánico, aun cuando podría ser descrita de esa manera; pues, por ejemplo, puede decirse que para oír es necesario que se produzca un golpe y el sonido generado atraviese el medio hasta llegar al órgano del sentido –el oído en este caso–, pero la descripción está utilizando el término „sonido‟ como una abstracción, como algo que existe independientemente del sentido. Siendo así, describiendo mecánicamente, el sonido no es aquello que puede ser escuchado, sino algo más que por accidente llega a ser escuchado, o en otras palabras, el sensible no es lo sensible, sino algo más, lo cual es absurdo y contrario a nuestra experiencia. Se llama sensible a lo que se puede sentir, pero no sólo como posibilidad, sino como actualidad; el sensible es lo que es, ante todo, porque se siente. De esa manera, en el caso de la visión, el color es lo que se halla entre lo blanco y lo negro, entre los extremos de la percepción cromática45. Aquello que no puede verse no es color; lo que no puede sentirse no es sensible. Lo anterior no implica que es el 42 Aquí, por tanto, la potencia no es anterior al acto. 43 Cfr. Aristóteles, Metaphysica, 1050a 34. 44 Esto no implica que el alma sólo sienta, porque no se ha dicho que sólo tiene una potencia. 45 Cfr. Aristóteles, De Sensu et Sensibilibus, 439b 10 – 19. 30 perceptor, o el sintiente, el que hace al sensible, porque el sintiente sólo es lo que es cuando siente, es decir, cuando hay sensible. Sensible y sintiente son actualidades. En aquel famoso bosque desolado en que cae un árbol no puede haber sonido; la turbación del ingenioso ejemplo se sosiega. Sólo hay sensible y sintiente cuando hay una proporción adecuada para su actualización, cuando medio y extremos son adecuados para permitirla. De ahí que podamos afirmar, junto con el estagirita, que las plantas no sienten, ya que, aún cuando padecen por cualidades sensibles, no tienen el término medio ni el principio que permita la actualización46; lo cual es claro cuando se considera que un planta no toca algo frío o caliente, pero sí padece por el frío y el calor47. Por lo anterior, se dice que sentir es actualización, porque sensible y sintiente están en el adecuado. Falta ver cómo es esta proporción adecuada, es decir, en qué sentido es actual. La proporción adecuada para la actualización de la sensibilidad involucra el estar trabajando del sentido, el sensible y el medio de la sensación. Como ya se dijo, lo sensible es sensible porque se siente y el sentido es sentido porque siente, y ninguno de los dos puede ser en acto sin el otro o en relación inmediata con el otro. De lo primero ya se dio razón, y lo segundo es muy sencillo, ya que es posible la existencia conjunta de un viviente con la capacidad de ver y algo con la capacidad de ser visto, pero que no se dé la visión, como sucede cuando no hay luz, porque en este caso el medio no está trabajando para que la visión se dé. Se requiere que el medio, el sensible y el sentido estén trabajando para que se dé la sensación. La actualidad de la sensación no es, de ninguna manera, un proceso sucesivo o acumulativo, es decir, no se da que sea el sensible el que empiece a trabajar poniendo en acto al medio, y a su vez el medio ponga a trabajar al sentido –como sí 46 Cfr. Aristóteles, De Anima, 424a 29 – 424b 3. 47 Se dice que padecen el calor y el frío de dos maneras, ya sea como actividad característica de la nutrición, o como afección propia de la materia. El primer caso es semejante a cuando notamos lo frío o lo caliente del ambiente, que no es la percepción de algo frío o caliente, pues no hay un „esto‟ percibido. El segundo caso es semejante a cuando algo está junto al fuego y se calienta. Así, las plantas –en cuanto materiales– se calientan, y en cuanto vivientes „notan‟ lo frío y lo caliente en vistas a la nutrición. Sobre „notar el ambiente‟ Cfr. Aristóteles, Problemata, 964b 25 y 965a 1 – 8. Sobre el calor y el frío en la nutrición de las plantas Cfr. Ibid, 926a 25. 31 lo sugiere la descripción mecánica de la percepción visual, donde los fotones rebotan en los objetos e impactan en la retina– , o que el sentido ponga a trabajar al medio, y éste al sensible; sino que de la sensación no hay llegar a ser, la sensación es y nada más. Sentir es estar sintiendo; la sensación es siempre presente. Mas es el carácter siempre presente de la sensación no implica ni que siempre se está sintiendo, ni que no hay ya sentido o por sentir, es decir, que no hay sensación pasada o sensación futura. Que lo siempre presente de la sensación no es estar sintiendo siempre es claro, pues hay ocasiones en las que no sentimos; por ejemplo, si cerramos los ojos, no vemos, y si obstruimos la circulación sanguínea de la mano, no tocamos. Que lo siempre presente de la sensación no niega un por sentir o una sensación futura es claro, pues mientras sigamos vivos y se den las condiciones necesarias, seguiremos sintiendo. Que lo siempre presente de la sensación no niega un ya sentido o sensación pasada es igualmente claro, pues podemos recordar múltiples sensaciones. Lo que quizá no es tan claro aún es cómo se da la actualización de la sensación en el aspecto temporal. La sensación es siempre presente, podemos recordar sensaciones pasadas, y no sentimos siempre; por lo que mínimamente tendrá que haber, por un lado, un antes y después de la sensación, y por el otro, una continuidad en la sensación siempre presente. De la primera condición, es claro que de no cumplirse, no podríamos distinguir cuándo sentimos y cuándo no; y como lo hacemos, es claro que se cumple. De la segunda, si no hubiera continuidad en la sensación siempre presente, no habría reconocimiento del „esto‟ que se percibe, es decir, en cada parpadeo veríamos algo nuevo, algo otro, y por lo mismo no podríamos ni conocer, ni hablar; pero no sólo hablamos y conocemos, sino que reconocemos lo que algo es, y lo reconocemos como el mismo antes y después del parpadeo. Así, sobre la actualización de la sensación en el aspecto temporal habrá que decir que cuando alguien siente, siente siempre presente y continuo. La sensación en acto ha de expresarse entonces así: (él siente y ha estado sintiendo completamente)48. Decir que la sensación en acto es completa implica, mínimamente, tres cosas. Primero, que lo sentido siempre es un „esto‟. Segundo, que el que siente siempre 48 Cfr. Aristóteles, De Sensu et Sensibilibus, 446b 3 – 5. 32 reconoce a lo sentido como un „esto‟. Tercero, que la sensación está libre de error. Las dos primeras implicaciones ya fueron exploradas en los párrafos precedentes, no así la tercera. Se dice que la sensación está libre de error porque respecto a aquello que es propio de ella no se puede ser engañado. Cuando se siente un color, cuando se ve, el color se siente verdaderamente, es decir, no hay duda de que se está viendo, de que el color se está sintiendo49. Que sea evidente y verdadero que al sentir se siente, y que hay algo que se siente,
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