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Luis-Carrion--atisbos-en-la-voragine-del-suicidio

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
Colegio de Letras Hispánicas 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
LLuuiiss CCaarrrriióónn:: aattiissbbooss eenn llaa vvoorráággiinnee ddeell ssuuiicciiddiioo 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Tesis profesional que presenta FRANCISCO GABRIEL BINZHÁ para obtener 
el título de Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas. 
 
 
 
Asesor de tesis: Maestro Jaime-Erasto Cortés Arellano. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Ciudad Universitaria Verano, 2008. 
 
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AGRADECIMIENTOS 
 
 
 
 
 
 
La presente investigación debe mucho a diversas personas que intervinieron con la mayor generosidad y un 
sublime interés, proporcionándome sus valiosos testimonios, facilitándome materiales o, bien, orientándome 
con datos y comentarios. 
Quiero hacer constar mi agradecimiento (por igual a todos ellos, y para no menospreciar a nadie, los 
citaré por orden alfabético) a: Armando Partida, Arturo Carrión, Arturo Terán, Concepción Ambriz, Enrique 
Montañez, Ezequiel Maldonado, Gerardo de la Torre, Jaime Casillas (┼), Jorge Fons, José Agustín, Juan Carlos 
Castrillón, Lydiette Carrión Beltrán, Lydiette Carrión Rivera, Martha Maldonado, Martha Rivera, Salvador 
García de León y Sergio Olhovich. 
 
A mamá y papá. 
 
A Evaamor, por colorear las tardes con el susurro de su mirada. 
 
Al maestro Jaime-Erasto Cortés por las indicaciones realizadas en la larga construcción del verdadero texto. 
 
A la doctora Herlinda Dabbah, a la doctora Patricia Cabrera, a la maestra Silvia Vázquez y al doctor José María 
Villarías, por las sugerencias vertidas para mejoras de la investigación. 
 
Al Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM que proporcionó fragmentos del archivo 
hemerográfico. 
 
Al camarada Mario Galicia, por quien conocí la obra de Carrión. 
 
A los camaradas Davis e Iván, quienes participaron en el ensamblaje físico de tanta letra. 
 
 
Pero sobre todo, el mayor agradecimiento es para Luis Carrión, por su manera de beberse la vida y el tiempo 
 que le llevó esculpir tan excelsa obra. 
 
 
 
¡SALUD! 
 
 
 
 
 
 
 
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ÍNDICE 
 
 
 
 
INTRODUCCIÓN………………....…………………………………………………………………………………………………... 4 
 
 
 
1.- APUNTES BIOGRÁFICOS DE UN ESCRITOR MARGINAL 
 
 1.1.- Infancia y juventud. (1942–1961)……………………………………………………………………………………… 15 
 1.1.1.- Sus antepasados………………………………………………………………………………………………… 17 
 1.1.2.- Allá por 1942……………………………………………………………………………………………………... 20 
 1.2.- La fría tierra de Moscú. (1961–1963)………………………………………………………………………………….. 42 
 1.3.- De excesos y la cinematográfica Marco Polo. (1964-1972)………………………………………………………… 65 
 1.4.- Escribiendo El infierno de todos tan temido. (1973-1975)………………………………………………………….. 96 
 1.5.- El escritor como francotirador, Así es Vietnam y El infierno de todos tan temido. (1976-1980)……………. 122 
 1.6.- La escritura de Otros te llaman. (1981-1986)………………………………………………………………………… 142 
 1.7.- El Paloemango, sitio de retiro. (1987-1991)………………………………………………………………………….. 183 
 1.8.- El escritor, lo escrito, la miseria y la marginación. (1992)…………………………………………………………... 204 
 1.9.- Domingo, junio uno... (1993-1997)…………………………………………………………………………………….. 224 
 
 
 
2.- APROXIMACIONES LITERARIAS A TRES OBRAS DE LUIS CARRIÓN 
 
 2.1.- EL PERSONAJE-CONFLICTO EN ES LA BESTIA………………………………………………………………………………… 259 
 
 2.2.- DE FÉMINAS: LA CONSTRUCCIÓN DE LA MUJER EN LA OBRA DE LUIS CARRIÓN. 276 
 
 2.2.1.- De ausencia: la figura femenina en la cuentística carrionesca………………………………………………. 277 
 2.2.2.- Obsesivo-erotismo-obsesivo: La fémina en El infierno de todos tan temido………………………………. 289 
 2.2.3.- Mujer y revolución: el ideal develado en Otros te llaman.……………………………………………………. 298 
 
 2.3.- EN LA PERIFERIA DE LA LOCURA: EL INFIERNO DE TODOS TAN TEMIDO 
 
 2.3.1.- La inmersión en la locura: estructura espacial en El Infierno de todos tan temido.……………………….. 310 
 2.3.2.- El infierno de todos tan temido, una narratividad refleja……………………………………………………… 335 
 2.3.3.- Génesis y éxodo hacia lo marginal: El infierno de todos tan temido………………………………………... 355 
 
 
 
CONCLUSIONES 
La escritura perniciosa: trazos íntimos de un escritor marginal……………………………………………………………….. 
 
370 
 
BIBLIOHEMEROGRAFÍA………………………………………………………………………………………………………………………… 383 
 
APÉNDICES 
 
 
Apéndice I.- Réquiem. El milenio ha terminado. (Tres fragmentos de novela inédita)……………………………………. 387 
Apéndice II.- Entrevistas: Luis Carrión en Letras Vivas…………………………………………………………………….. 403 
Apéndice III.- Memoria de Tertulia a la memoria de Luis Carrión. A diez años de su muerte……………………… 410 
Apéndice IV.- Hacia una bibliohemerografía (actualizada) de Luis Carrión………………………………... 416 
 
 
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INTRODUCCIÓN 
 
 
 
 
 
 
 
 
¡Ah, hombres razonables!, exclamé, riendo. ¡Pasión, embriaguez, 
frenesí! Abroquelados en vuestra severa gravedad, permanecéis 
tan impávidos, y a fuer de hombres morales reprobáis al ebrio, 
rechazáis al insensato, seguís vuestro camino, y dais gracias a 
Dios, como el fariseo, de no haberos hecho semejante a ellos. Yo 
me he embriagado más de una vez, mis pasiones no han andado 
nunca muy lejos de la demencia, y no me arrepiento ni de uno, ni 
de lo otro. He aprendido a conocer cómo todos los hombres 
extraordinarios, todos los que han hecho alguna cosa sublime, algo 
que parecía imposible a los ojos del vulgo, todos en suma los que 
se han distinguido del común de los mortales, han sido calificados 
y tenidos por éstos como ebrios o dementes. 
GOETHE, Werther. 
 
 
 
QUIZÁ SEA SU MUERTE LA QUE LO REIVINDIQUE. Quizá. O quizá la angustia y la soledad que bebió antes de 
decidirse por el acto supremo de la lucidez. Aunque quizá, la verdadera cuestión sea otra: la forma en que 
enfrentó al final el único destino que le había sido otorgado. Pero en un mejor momento es también válido 
el cavilar sobre lo inútil que resultó su postrero acto y revalorar todas las muertes inacabadas en las que se 
vio inmerso como personaje nacido bajo un signo maligno y negro. Permitido también es el otorgar 
culpabilidad a sus antepasados, que figuran como deidades, ora divinas, ora siniestras, perniciosas en aras 
de la Historia, engendradoras de monstruos, de aberraciones que no mostraban más que la decadencia 
dentro de la genealogía al tiempo que por sus venas corría la purificación ante un tiempo más presente y 
restringido. 
 Injusto es condenar estas posturas y las aún no nombradas, si se enfrenta uno a un hombre lleno 
de destino magro, a un hombre con el alma lacerada por la daga de la vida dolorosa, a un hombre que 
escribía sobre sus brazos el número de veces que le correspondió morir (¿morir? ¿Vivir? ¿Sobrevivir? ¿O 
renacer?); a un hombre que pereció alcoholizado, empastillado, con las venas de los pies abiertas, 
quebradas, tendido en su cama, con los ojos abiertos ante la Muerte, desafiándose a sí mismo y 
cumpliendo el sino heredado por otredades nacidas en cielos diferentes, al tiempo que la sangre era 
absorbida lentamente por el colchón, descarnándose de toda culpa. ¿Es acaso a este hombre al que 
buscamos darle una vida ordenada entre actos caóticos? ¿Es a este hombre quien pretendemos rescatar 
de la marginación y el olvido? ¿No es este mismo hombre, aquel que visitó y revisitó en variadas ocasiones 
(distintas en tiempo y tierras) sanatorios que pretendían, ¡oh, paradoja!, desasirlo de una suerte que no 
tenía prórroga ni postergamiento? Para entender esto habrá que ponerle nombre al hombre, al personaje, a 
la figura, para con esto expandir su presencia y limitar su destino. Su nombre es Luis Carrión Beltrán 
(1942-1997) y se suicidó en su departamento de Villa Olímpica a los cincuenta y cinco años, solo, lleno de 
miseria, cercado por pilas de páginas revueltas de su interminable diario. Éste es elnombre del hombre 
que murió una tardenoche de un domingo de junio. 
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INTRODUCCIÓN 5
¿Qué se vale rescatar del acto del autosucumbir?, preguntamos ahora. ¿Qué debemos rescatar de 
todo aquel halo espeso que arroja un acto suicida? Porque un acto suicida siempre termina por tejer 
caminos inciertos, brechas postreras que a manera de juego inválido siempre conducen a sitios inhóspitos 
y, en la mayoría de los casos, sin final; brechas que terminan sólo cuando ya no hay más tierra por 
descubrir, cuando se hallan ante la boca profunda de un precipicio. Imposibilitados estamos de escuchar, 
de oír, de sentir las ominosas tentaciones, las pálidas caricias que aquella tardenoche los demonios 
transformaron en licor suave y que el hombre bebióse fluidamente, a manera de acto sin tiempo. 
 ¿Qué debemos entonces rescatar del acto suicida? Imaginemos el ocaso en una tardenoche. 
Imaginemos a nuestro hombre, atento, avizor de un tiempo ya previsto, quizá lleno de miedo, de 
impotencia, de soledad, lleno de vida, lleno del zumbido producido por algún reloj que a esas alturas del 
día era ya un ruido profundo, ruido que promulgaba un lenguaje desconocido, un ruido que se mezclaba 
con el otro ruido metálico que lo acosó durante la mayor parte de su vida. Imaginemos a nuestro hombre 
de nombre Luis, ansioso de todo, desesperado, sembrando pasos una y otra vez en el departamento. 
Ahora mira por la ventana: no alcanza a ver nada. Su vista no alcanza a ver los edificios contiguos ni 
aquellas casa lujosas tan molestas que han crecido a lo lejos. No alcanza a vislumbrar el atardecer. No ve 
nada. Su acto se ha hecho vano: ha resultado estéril. Vuelve al encierro. Y vuelve al encierro porque en el 
exterior no hay nada. Nuestro hombre cavila, cavila, cavila. Se niega a la muerte, pero no hay nada afuera 
que lo haga anclarse como en pretéritos tiempos. No hay nada. Observa el piso. Ve sus pasos, los pasos 
que ha dado desde algún momento de la tarde. Los ve. Y se pregunta cuánto espacio libre aún queda en la 
morada que no lo haga recurrir a plantar sus pasos en caminos ya andados. Se estremece. Ha caído en 
cuenta que su andar sólo ha procreado agujeros, aquellos pasos únicamente han abierto orificios que lo 
harán caer, desbocarse, sucumbir. El ruido metálico continúa en su cabeza, junto con el del reloj y otro que 
se ha sumado ahora. Un ruido rumiante, incierto. Nuestro hombre se ha estremecido. ¿Qué hacer ante 
esto? ¡Lo justo es no sucumbir…! Piensa. Piensa. Piensa. Ve el teléfono. Y con grandes zancadas llega 
hasta él. Se vuelve y mira los orificios dejados. Recuerda algunos números telefónicos a los que puede 
pedir ayuda. Levanta el auricular para descubrir que no da tono. No oye nada. Aun así pide ayuda. Nuestro 
hombre ignora (o sabe en demasía) el movimiento a seguir. Es probable que los pocos espacios de la 
habitación que restan todavía le griten algo. Desconocemos los postreros pensamientos del escritor Luis 
Carrión, pero podemos asegurar que para nuestro hombre, la vida le es ahora ya un estorbo, y antes de 
que esa misma vida lo tragara, preferible era sucumbir como buen revolucionario, de cara a la muerte… 
 Si lo vemos de este modo, se puede entender el acto suicida, dado que los caminos se han 
cerrado, no hay más razón para continuar en una lucha de la que se desconoce la misma lucha, pero… 
¿cómo ver a Luis Carrión? ¿De qué punto de la arista infinita de la vida enterarse de los motivos que 
llevaron al suicidio a aquel hombre? 
 Uno de los motivos por los que esta investigación comenzó a estructurarse fue el encontrar los 
argumentos necesarios, parte de sus vivencias, los hechos que condujeron al escritor a su muerte (aunque 
la causa última nunca se sabrá bien a bien), argumentos que separarían al artista del personaje literario, al 
hombre real del mito, al verdadero Luis Carrión. Y la única manera de hacerlo era rastreando su vida, 
persiguiendo aquellos restos de acciones que dejó impregnados en obras literarias, en libretas, en el 
sentimiento de las personas que lo conocieron y amaron, en sus discípulos. 
 Obviamente, no resulta fácil una investigación de esta índole, debido a que es duro, difícil el 
delimitar una personalidad tan cambiante como lo era Luis Carrión, que en un momento podía hacer 
derroche de alegría, desbordarse de júbilo, palmotear, carcajearse, para en un siguiente momento ser un 
ser silencioso, taciturno, pensativo, con ideas que corrían a velocidades infinitas para caer siempre en 
propuestas de muerte. Un ser depresivo. Aunado a esto está el alcoholismo que siempre lo persiguió como 
ángel bipolar, mostrándole ahora lucidez o en otro instante locura; sus internamientos –en tiempos 
determinados- en clínicas, donde atendían sus excesos; su dedicación por las letras, que era trabajo de 
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LUIS CARRIÓN: ATISBOS EN LA VORÁGINE DEL SUICIDIO. 
 
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tiempo completo, con la facilidad de estar escribiendo una novela y pasar inmediatamente a un cuento o a 
la escritura de un artículo o meterse de lleno en las redes inacabadas e intrínsecas de su diario, con la 
música de concierto sonando a alto volumen, ora Bach, ora Chopin, Beethoven, Telemann, etcétera, en su 
estudio; su socialismo ferviente, stalinista a morir, posición política que le fraguó sólo marginación y tiempo 
de pobreza, misma que afectaba a él y a su familia. ¿No estamos describiendo, en parte, a Jacinto 
Chontal, personaje del Infierno de todos tan temido? ¿No es ésta su descripción? En parte lo es. Pero es 
que en parte Jacinto Chontal es Luis Carrión. No obstante, la vida de Luis semeja (y supera) la misma 
novela. Su vida resulta más compleja, más oscura, llena de amor, odio, locura, muerte, creación, 
destrucción; y el suicidio sólo indica el principio de una vida soterrada, abandonada en los límites de la 
literatura. 
 
 
* * * 
 
La investigación Luis Carrión: Atisbos en la vorágine del suicidio está constituida por dos apartados: el 
primero corresponde a la biografía del autor, y el segundo al análisis literario. A éstos se le suma un 
apéndice dividido en cuatro secciones. 
 
 
PARTE I. “APUNTES BIOGRÁFICOS DE UN ESCRITOR MARGINAL” 
 
Escribir de Luis Carrión es escribir sobre marginación, de letras proscritas, de exclusión y olvido, de 
abandono dentro de las mismas letras mexicanas; relego propiciado por siniestros personajes del ámbito 
de la literatura y del Estado, obstinados en cercenar el avance de formas nacientes dentro de la literatura. 
Es escribir también de retratar una realidad humana, llena de todos sus vicios y virtudes, una realidad 
humana violenta, deplorable y hermosa al mismo tiempo. También hablar de Luis Carrión es hablar de 
locura, es escribir sobre la búsqueda de un escritor que siempre pretendió encontrar a un hombre más 
perfecto, más humano, más completo hacia consigo mismo y hacia los demás. Es hablar de política -
correcta o incorrecta-, sueños, posturas, ideales, de destrucción y muerte. No obstante, el tratar de indagar 
fuentes posibles que ayuden a marcar la figura de este escritor, es estar lidiando con un mundo fantasmal 
fragmentado, que no contribuye de ninguna manera en el rescate del mismo, sino que al contrario, 
favorece un acelerado olvido que permea la efigie tan difuminada de este narrador. Este veloz olvido es 
producto de la época en que él escribe, momento histórico en que la opinión es soterrada y reprimida. La 
construcción de la biografía pretende rescatar el nombre de Luis Carrión, mostrar al hombre que había tras 
las letras, tras las ideas, tras el suicidio, mitificarlo o desmitificarlo. Este proyecto ambiciona limitar linderos 
y abrir nuevos senderos para una futura crítica sobre las obras del mismo, sin que se pretenda predisponer 
al lector ni mucho sugerirle que sin el conocimiento de la vida del autor, su obra resulta incomprensible: no. 
El perseguir los sucesos vitales del escritor contribuirá al conocimiento del hombre que existía tras los 
escritos, detrás delas obras, y no así intentar vanamente atrapar quimeras autobiográficas. Pero ante todo, 
lo principal, es restituir su presencia para las próximas generaciones y los cambiantes tiempos. Pero, 
¿cómo armar una biografía si la casi nula información es breve, y lo existente no ofrece gran panorama 
para recrear una vida? Menester es agradecer a Arturo Terán y Enrique Montañez (subdirector y director 
de la revista Cuiria, en el respectivo orden), quienes me proporcionaron la debida información para 
contactar a Lydiette Carrión Rivera, hija de Luis. Con esta aproximación a la familia directa, fácil resultó la 
recopilación de distintos materiales personales que ofrecieran luz sobre la disímbola vida del narrador, vida 
en la que es debido delimitar dónde comienza el hombre y dónde el personaje. 
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INTRODUCCIÓN 7
Los documentos en los que se basa la investigación son los siguientes: correspondencia, diarios, 
entrevistas, referencias hemerográficas, obra literaria y periodística, fotografías y dibujos, así como 
testimonios. 
Con “Correspondencia” hago referencia a toda aquella documentación que es dirigida al autor, o 
que el mismo autor dirigió a alguien, sea familiar, amigo o por cuestiones de trabajo u otra circunstancia. 
Estas cartas, en su mayoría, están dirigidas a familiares (madre, padre, hermana y esposa o viceversa); 
otras tantas tratan asuntos relacionados con la agencia literaria española Carmen Balcells, quien era la 
representante de Luis en cuestiones literarias. La información que de las mismas se tome, será solamente 
datos que aporten algún perfil sobre el autor, sobre su personalidad o sobre la actividad que en dicho(s) 
año(s) realizó; el resto será omitido, dado que son reservas de índole familiar. 
Sin embargo, Luis Carrión solía tener el buen criterio de guardar copias de los manuscritos que 
enviaba, ya fuera que conservara el original (escrito con su letra) o una copia mecanografiada. De esta 
manera, se tiene entrada a documentos que en su momento fueron remitidos, o simplemente se quedaron 
como testimonio de una posible respuesta. 
“Diarios”: Afortunadamente, Carrión tenia el hábito de llevar un diario, en el que está por demás 
decir, describía y anotaba su modo de ver la vida, sus miedos, sus alegrías, sus triunfos y derrotas, sus 
estados de ánimos, y son en estos documentos de donde la investigación se nutre más, dado que el 
alcoholismo llevó al aislamiento al escritor, es justamente en estas notas de donde se puede asir a un 
mundo de soledad y emociones que sólo él vivía, aunque para esto se deben formar criterios y no caer en 
trampas o juegos literarios. 
Los excesos de depresión que el autor sufría lo llevaron a romper, quemar o tirar a la basura -en 
reiteradas ocasiones- muchas de las páginas de su diario, como es el caso de sus libretas de los años 
sesenta y setenta. De estos años, sólo se conocen fragmentos que el mismo autor transcribió de algunas 
notas encontradas dentro del caos de papeles, y que transcribió en los años noventa. 
“Entrevistas”: La opinión del escritor es muy importante para el levantamiento de una obra 
biográfica, debido a que expresa una respuesta concreta sobre un asunto en específico, opinión que puede 
ser, quizá, muy diferente a la expresada dentro de las páginas del diario. Las entrevistas empleadas fueron 
publicadas en distintos medios impresos, periódicos, revistas o alguna tesis, aunque también se emplean, 
un par de entrevistas realizadas al autor por José Agustín, a mediados de la década de los ochenta, para el 
programa de IMEVISIÓN, Letras Vivas (mismas que se transcriben y anexan en el Apéndice II). 
“Referencias hemerográficas”: El apoyo buscado en la hemerografía es para encontrar ciertos 
sucesos particulares, como es la crítica en el momento en que la obra del narrador se publica. 
“Obra literaria y periodística”: La obra del autor es, quizá, la mejor fuente para emprender la 
búsqueda de claves que nos ayuden a recrear la personalidad y vida del escritor, dado que sus escritos, si 
no son en su totalidad autobiográficos, sí rescatan mucho de sus vivencias y sufrimientos. La obra literaria 
que se consultará es, en primer lugar, la obra publicada, tanto sus dos novelas, así como sus dos 
volúmenes de cuentos; en segundo lugar, estarán todas aquellas obras, sean cuentos, fragmentos de 
novelas o poemas, de índole inédita, de los cuales se indicarán en una nota aclaratoria; y en tercer lugar, 
sus escritos periodísticos. 
“Fotografías y dibujos”: Estos elementos ayudarán a mostrar una visión más tangible sobre el 
cuentista, en lo que cabe al medio gráfico, como lo es la fotografía; y los dibujos darán razón sobre la 
creación multifacética del mismo. 
Y como último recurso, el “testimonio”: El testimonio es el fundamento que ayudará a llenar los 
espacios donde el resto de los documentos no puedan, incluso expandirá la visión sobre la persona de Luis 
Carrión. Los entrevistados obedecen a una lista de personas que van desde la familia, amigos y, en cierto 
caso, un alumno del autor (cuando ejerció como profesión la enseñanza, en la SOGEM). En el caso de 
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LUIS CARRIÓN: ATISBOS EN LA VORÁGINE DEL SUICIDIO. 
 
8
lafamilia habrá que distinguir entre la familia 1, que implica hermanas, primos y madrasta; de la familia 2, 
que vienen a ser la esposa e hijos. 
La relación siguiente indica el parentesco con el autor: 
 
• Lydiette Carrión Beltrán (hermana) 
• Arturo Carrión (primo) 
• Martha Rivera (esposa) 
• Lydiette Carrión Rivera (hija) 
• Concepción Ambriz (esposa del doctor Jorge Carrión) 
• Sergio Olhovich (amigo y compañero en la universidad Patricio Lumumba, URSS.) 
• Salvador García De león (amigo y compañero en la universidad Patricio Lumumba, URSS.) 
• Martha Maldonado (amiga y compañera en la universidad Patricio Lumumba, URSS.) 
• Armando Partida (amigo y compañero en la Universidad Patricio Lumumba, URSS.) 
• Jorge Fons (amigo) 
• Gerardo De la Torre (amigo) 
• José Agustín (amigo) 
• Ezequiel Maldonado (amigo) 
• Juan Carlos Castrillón (amigo y alumno en la SOGEM) 
• Jaime Casillas (amigo) 
 
 
El proyecto biográfico pretende no mostrar a un Luis Carrión siendo objeto de estudio, sino que procura 
que el mismo autor hable de sí mismo, que Luis Carrión hable de Luis Carrión, como si el lector estuviese 
en una charla de amigos, en donde él, sea el invitado. Para esto, la estructura narrativa cederá la 
intervención de cada testimonio, apareciendo en cada entrada el nombre del familiar o amigo. Cuando la 
participación del escritor sea, se hará notar en cursivas, y en nota a pie de pagina se indicará la fuente de 
donde fue tomado el fragmento. Si fue tomado de algún artículo o entrevista, se citará pertinentemente; si 
pertenecen al diario, se citará de la siguiente manera: Diario de Luis Carrión. Mes, día, año. Página(s), y se 
recurrirá a la abreviatura DLC (Diario de Luis Carrión), para evitar reiterar datos. En algunos casos, 
mínimos, el tiempo verbal ha sido modificado para que tenga un seguimiento con respecto al resto del 
texto. En dichas modificaciones se hará la aclaración en una nota a pie de página, indicando el cambio y 
citando la línea original. 
Esta estructura prevalecerá del capítulo uno al cinco, dado que es un periodo de actividad 
constante en la vida de Luis, es decir, del año de 1942 a 1980 (desde su nacimiento hasta finales del año 
ochenta, cuando su mismo alcoholismo lo hace que se aísle, en su departamento de Villa Olímpica). Del 
capítulo seis al nueve, se hará uso, en la mayor parte, de los diarios, debido a que su actividad se lleva a 
cabo frente al teclado de su máquina de escribir. Para estos cuatro capítulos, se formarán núcleos 
temáticos, tales como la escritura, su estado de ánimo -físico y mental-, la relación con su familia, etc., 
aunque se incluirán breves aclaraciones testimoniales. 
La pertinencia que se ha adoptado para la construcciónde “Apuntes Biográficos de un escritor 
marginal” es la siguiente: la existencia de los diarios del escritor permiten conocer con exactitud las 
vivencias que él tenía individualmente, fuente primaria, única y básica para el conocimiento de una 
existencia marginal, y que funciona como base para que el autor hable de sí mismo, a través de una 
escritura bastante diferente a la publicada. Una escritura personal. Intentar, entonces, retratar 
narrativamente la vida del autor resulta válida, pero en este caso, relegaría una serie de letras que nuestro 
autor concibió desde una difícil locura. Por esas cuestiones, se ha optado por cederle la voz a Luis Carrión 
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INTRODUCCIÓN 9
por medio de sus escritos, y al mismo tiempo, valorar una obra y un esfuerzo desconocido hasta ahora de 
él. 
 
 
PARTE II. “APROXIMACIONES LITERARIAS A TRES OBRAS DE LUIS CARRIÓN” 
 
Una cuestión que debe subrayarse desde un inicio es que Luis Carrión siempre se consideró un 
revolucionario, alguien quien tenía el compromiso de ayudar al pueblo, a los de la clase baja, al 
desprotegido, a aquellos que carecían de lo más elemental y caían como héroes olvidados dentro de la 
lucha de la sobrevivencia. Siempre se consideró un ser revolucionario, alguien destinado a proteger al 
castigado y subyugar al verdugo; no obstante, ese deseo de ser partícipe activo de la lucha, de formarse 
en las filas de los guerrilleros, siempre fue mellado por la impotencia que su enfermedad le obligaba a 
sufrir, esa impotencia de verse limitado por algo más que una simple locura, por algo que lo detenía, 
podríamos llamarlo como ese freno que su mismo deseo por vivir le otorgaba. 
Su actividad como revolucionario (siempre emuló en lo posible a Ernesto Che Guevara) se limitó en 
su juventud (y específicamente en el movimiento estudiantil de 1968) a imprimir y repartir volantes y 
realizar algunas pintas en muros desnudos. Su labor como revolucionario activo ahí quedó, porque sus 
mismos excesos emocionales no le permitían hacer más. Consciente de esto, decidió llevar su lucha a 
través de las letras, a través de la conjugación de verbos que expresaran la inquietud de alguien a quien, 
físicamente, le estaba destinado el no poder internarse en los despertares violentos de la querella, pero 
plenamente habilitado de arte, creación, de ideas, de denuncias. 
Luis Carrión decidió llevar la lucha atrincherado en las páginas de sus escritos, hacer disparos de 
conciencia. Él mismo se denominaba “francotirador”, alguien que atacaba al Estado desde la azotea de la 
literatura. De esta manera es como la obra narrativa y cuentística, de índole de ensayo o periodística, la 
obra en conjunto de Carrión, se engloba en una denuncia plena sobre la violencia, dibujada a pincelazos 
con toques de cruda imaginación para crear la atmósfera debida. Este elemento de insatisfacción con el 
Estado, con sus formas, con sus maneras de proceder, es producto de diferentes vivencias, un tanto 
propias, otro tanto como meras influencias, vivencias que se tornaron fuente inagotable de creación, pero 
siempre denunciando algo, siempre a favor del desahuciado. 
¿Por qué ocuparnos de la obra de Luis Carrión? Porque su obra, al igual que él, es marginal. 
Porque sus letras han sido confinadas al olvido, al destierro, al lugar en donde sólo transitan espectros y 
osamentas. Porque con el suicidio del autor se cierra un ciclo y los nuevos tiempos reclaman a la Historia 
hechos soterrados. Porque no puede volverse escoria algo que la libertad hace brillar. Porque causa rabia 
que una obra tan importante para la literatura mexicana, como lo es El infierno de todos tan temido, haya 
sido mutilada por el Estado, por cuestionar situaciones de violencia y lobreguez, ver a la locura como algo 
más que una simple mirada al infierno, como algo que conduce a la lucidez y a las respuestas. Porque 
dicha obra sufrió delación de índole policiaca supuestamente por “cultivar una cultura del crimen entre la 
juventud”, de ahí por qué personas como Jaime García Terrés (en ese tiempo administrativo del FCE) y 
Danubio Torres Fierro (crítico de Plural), mostrando su persecución anticomunista, procuraron que la obra 
fuese olvidada al tiempo que al autor se le iba condenando a una existencia de miseria y soledad. 
Debe mencionarse también que otra de las razones para rescatar la obra de Carrión Beltrán es 
porque no existe una crítica o algún texto de análisis completo hacia ella: hay aproximaciones que lanzan 
destellos, que ayudan a la conformación de un conglomerado crítico, pero que no profundizan por manejar 
distintas obras emparentadas con la del autor, como en el caso de Mario Muñoz, en el espacio que le 
dedica en su Recuento de cuentos veracruzanos al relato “Insectos”, o las líneas que Gonzalo Martré 
escribe en su Movimiento popular estudiantil de 1968 en la novela mexicana, o el artículo de la Dra. 
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LUIS CARRIÓN: ATISBOS EN LA VORÁGINE DEL SUICIDIO. 
 
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Patricia Cabrera, “Novelas políticas de los años setenta en México”, publicado en Pensamiento, cultura y 
literatura en América Latina. 
Por otro lado, los escasos documentos hemerográficos existentes, en su mayoría, son de carácter 
de reseña; otros tantos de entrevistas (muy pequeñas), y el único artículo de crítica en donde se hace un 
análisis es el del señor Danubio Torres Fierro, “Una (gritada) temporada en el infierno”, crítica que va más 
por las vías de la censura que un estudio en línea, mostrando relucientes “supuestos” errores (los cuales 
existen en cualquier obra) y miradas sobre pasajes específicos, llegando a tal grado de culpar al mismo 
autor de desatar una ola de violencia por su obra. 
En lo que respecta a tesis, la única hallada fue la de Dolores Carbonell y Luis Javier Mier, de la 
Universidad Iberoamericana. Dicha tesis, Entrevista con ocho jóvenes escritores mexicanos de ficción 
(1980), como lo indica el título, es una serie de largas entrevistas con varios autores, entre ellos Luis 
Carrión (entrevista publicada posteriormente en Periodismo interpretativo): obviamente no existe crítica 
literaria alguna. 
Teniendo en cuenta esto, las obras a analizar son: el volumen de cuentos Es la bestia (1973), y las 
novelas El infierno de todos tan temido (1975) y Otros te llaman (1986), siendo elegidas por las siguientes 
razones: si se pretende valorar, y hacer que la obra junto con el nombre del autor salgan del oscuro olvido, 
menester es comenzar por la primera obra publicada por él, “El sol de mediodía”, cuento que recogería 
posteriormente en su volumen de relatos Es la bestia. Al tomar como punto de partida dicha obra, se 
trazará la línea evolutiva que el autor manejó en su proceso de trabajo como escritor, y que podrá 
analizarse con la aproximación a sus novelas, persiguiendo el desarrollo de sus figuras actorales 
femeninas, así como un vistazo al personaje masculino (éste únicamente en su volumen de cuentos). 
También se realizará una acercamiento a la negra historia (ignorada hasta ahora) que su novela El 
infierno de todos tan temido sufrió, una historia de marginación que la condujo prácticamente al abandono. 
Del mismo modo se analizará de dicha obra sus aspectos de espacialidad y narrativa. 
Otra de las razones que llevó a elegir las obras es la búsqueda de una nueva visión sobre la 
literatura mexicana de la segunda mitad del siglo XX, un rescate de autores poco conocidos y la 
oportunidad de salvarlos de la desidia. Así, para que esta aproximación al autor y a su obra tuviera mayor 
validez, se donaron dos ejemplares de su obra El infierno…, y cuatro del volumen de relatos El goce de los 
días futuros, a la biblioteca Samuel Ramos de la Facultad de Filosofía y Letras,1 que curiosamente no 
contaba con ningún título del autor, y dado que se quiere revalorar su obra, propio es que se conozca ésta, 
de lo contrario, ¿cómo atender la crítica o siquiera cómo realizarla? 
De igual forma se han donado un par de discos compactoscon entrevistas al autor, realizadas en 
el programa televisivo Letras Vivas. 
¿Cuál es la pertinencia del que habrá de valerse para la aproximación crítica? 
El procedimiento metodológico tomará sus bases a través de los textos de Luz Autora Pimentel, El 
relato en perspectiva y de Mario Baquero Goyanes, Estructuras de la novela actual, utilizándolos como ejes 
para la explicación de ciertos fenómenos narrativos empleados por el autor. El recurrir a estos autores se 
debe a la inexistencia de un estudio en los aspectos a tratar, debiendo basarse los razonamientos a través 
de la teoría literaria, buscando con ello, el relieve de signos habidos y por haber, es decir, entender las 
estructuras que el autor maneja, vislumbrar las propuestas que retoma, propone e inventa, y encauzarlas 
por diversos valores teóricos. De igual forma se emplearán otros textos, quizá de los mismos autores o de 
diferentes, que se citarán a su debido tiempo y como mero refuerzo, pero serán los de Pimentel y Baquero 
los que conformen la plataforma de partida. 
 
1 También se donaron ejemplares del Goce de los días futuros a la Biblioteca Central, a la Biblioteca Nacional, al 
Instituto de Investigaciones Filológicas y a la biblioteca del Centro de Nacional de Información y Promoción de la 
Literatura del INBA. 
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INTRODUCCIÓN 11
La parte analítica está constituida de tres ejes: 
 
1. La construcción de la figura masculina en Es la bestia. 
2. Una aproximación al personaje femenino dentro de Es la bestia, así como en dos novelas, El 
infierno… y Otros te llaman. 
3. El proceso evolutivo dentro del espacio-tiempo, así como en las voces narrativas dentro de El 
infierno… 
 
Obviamente, tanto en el desarrollo crítico del personaje masculino así como del femenino, la redacción se 
basará más en la figura actoral, es decir, en cómo es presentado por el autor, desde su perspectiva de voz 
omnisciente, pero también en cómo la figura adopta valores propios y autónomos a lo largo de las diversas 
historias, ajenos a lo que el autor dicta. En este sentido nos propondremos responder, luego del análisis, 
las siguientes cuestiones: ¿los personajes literarios de LC responden a actitudes revolucionarias o 
únicamente toman a la lucha como pretexto para esconder inseguridades anímicas? ¿Existe una evolución 
dentro de la figura femenina, y si ese progreso existe, el autor plantea alguna mujer ideal? 
En el caso del Infierno…, el estudio tendrá como base fundamental los textos de Baquero Goyanes 
y Luz Aurora Pimentel. 
Teniendo como referente las diversas estructuras geométricas que Baquero Goyanes propone: 
 
1. Se intentará demostrar -a través de una propuesta propia-, la existencia de una estructura cónica 
(con forma de cono) que se instala a través de los distintos hilos narrativos, como es el tiempo y el 
espacio. 
2. Esta estructura cónica junto con el elemento locura repercutirán de diferentes maneras dentro del 
texto: ¿de qué construcciones narrativas se vale el autor para “encabalgar” la progresión 
desbocada que adopta la locura? ¿Cómo es la locura planteada por el autor y por el personaje, y 
cómo afecta a ambos? 
 
Con estas aproximaciones se explorarán algunos factores que el autor propone en su obra. 
Como punto final a este análisis del Infierno…, se narra la historia por la que atravesó la novela, 
desde los primeros intentos del autor por escribirla, hasta su publicación, junto con el boicot del que fue 
presa, culminando con la situación actual en la que se halla. En este capítulo, titulado “Génesis y éxodo 
hacia lo marginal: El infierno…”, y como advertencia señalo, hay ciertos pasajes que están emparentados 
con el subcapítulo “Escribiendo El infierno... (1973-1975)”, perteneciente a la biografía, más la finalidad de 
esta reiteración aparente tiene distintas finalidades: en el primero funcionará para establecer la historia por 
la que surgió la novela, mientras que en el segundo, se informará y dará luz sobre la etapa de vida del 
autor dentro de los años señalados. Dos hechos bastantes semejantes pero demasiados diferentes. 
 
 
APÉNDICES. 
 
Este apartado consta de cuatro apéndices: el primero recopila tres versiones de la novela inédita Réquiem. 
El milenio ha terminado, obra que el autor dejó inacabada. La primera versión de la novela aparece bajo el 
título El milenio ha terminado -mismo que Carrión acuñó en 1989- y consta de tres capítulos. (Otro posible 
nombre que consideró el escritor para su obra fue Fin de milenio, mismo que desechó) La segunda versión 
ha sido extraída de los diarios del autor, específicamente, del 15 de enero de 1993. En este texto confluyen 
tanto la presencia del recuerdo de la infancia del autor como la infancia del personaje Calixto. Y es que 
para la década de los noventa, la marginación en la que vivía Luis Carrión, lo hacía perderse en 
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LUIS CARRIÓN: ATISBOS EN LA VORÁGINE DEL SUICIDIO. 
 
12
imaginarios y en una solitaria escritura donde la realidad era trastocada por una empecinada locura, 
teniendo como consecuencia, que la vida del escritor y la de los personajes se mezclaran una con otra, 
desfigurando con ello, la ficción verdadera y real de ambos lados. La tercera versión es escrita a mediados 
de la década de los noventa, siendo acogida por una breve variación al título, Réquiem. El milenio ha 
terminado, y ésta enumera cinco capítulos completos más un sexto que está incompleto. 
En el segundo apéndice, se transcriben las entrevistas realizadas por José Agustín a Luis Carrión 
en los años ochentas para Letras Vivas, como un registro más directo. 
Como tercer apéndice, se recopilan el cartel así como los textos leídos en la Tertulia en homenaje 
a Luis Carrión. A diez años de su muerte, llevado a cabo en el Cultural Roots, el 7 de junio de 2007. 
El último apéndice está titulado “Hacia una bibliohemerografía (actualizada) de Luis Carrión”, en el 
que se recopilan en la medida de lo posible, distintas entradas a los artículos del y sobre el autor que se 
hayan desperdigados en diversas publicaciones. 
 
Ésta es la vida y parte de la obra de Luis Carrión Beltrán. 
Esto es un pequeño homenaje al hombre, al artista, al maestro. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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INTRODUCCIÓN 13
 
Fotografía: Graciela Iturbide. 
 
LUIS CARRIÓN 
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1. APUNTES BIOGRÁFICOS DE UN ESCRITOR MARGINAL 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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CAPÍTULO 1.1 – INFANCIA Y ADOLESCENCIA. 15
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Capítulo 1.1 
 
 
INFANCIA Y ADOLESCENCIA 
(1942 – 1961) 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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LUIS CARRIÓN: ATISBOS EN LA VORÁGINE DEL SUICIDIO. 
 
16
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
EL ADENTRARSE EN LOS BOSQUES DEL PASADO es adentrarse en un espacio donde voces y acciones 
finalizadas se conjuntan con el fin de aportar signos suficientes para la conformación de alguna 
nimia luz que facilite la comprensión, interpretación o reinterpretación de ciertos límites de la 
Historia, límites previamente definidos en el caso del bosquejo de una vida. El capítulo uno 
comprende la infancia y adolescencia de Luis Carrión. Ello nos conduce a diversos hechos que 
fueron factores decisivos y de carácter trascendental dentro de la formación de su personalidad, del 
que en un futuro se convertiría en escritor; hechos que no sólo se fraguaron a partir de su 
nacimiento, sino situaciones que lo precedieron y le legaron toda una peculiar historia familiar que 
hace más poderosa y oscura la figura enigmática de nuestro escritor. 
 Este primer capítulo está conformado por dos subcapítulos: con el primero (1.1.1), se 
intenta hurgar los caminos trazados por la familia que existió antes del nacimiento de Luis Carrión; 
el segundo subcapítulo (1.1.2) trata dela infancia y adolescencia de Luis Carrión. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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CAPÍTULO 1.1 – INFANCIA Y ADOLESCENCIA. 
 
17
1.1.1.- LOS ANTEPASADOS 
 
 
LUIS CARRIÓN: Provengo de la pequeña burguesía. Soy descendiente de latifundistas y señores feudales 
que habitaron la región de los Tuxtlas. 1 
 
ARTURO CARRIÓN: Los Carrión eran dueños de todos Los Tuxtlas, en Veracruz. Octaviano y Fernando 
Carrión, eran dueños de todas las tierras, que en aquella época, siglo XIX, era conocido como “el Cantón 
de los Tuxtlas”. Hubo mucha consanguinidad dentro de la familia para no perder el poder y las tierras. Se 
casaban entre familiares para ello. 
 
LYDIETTE CARRIÓN: Hubo un hombre llamado (tío) Tabano, que fue un hombre latifundista, que tuvo 
muchas tierras. Pero el hombre que en verdad fue importante y que tuvo una cantidad vasta de tierras fue 
Fernando Carrión. Eran dos hermanos que habían heredado todas esas propiedades, Octaviano y 
Fernando Carrión. Fernando Carrión contrae matrimonio con la hija de su hermano, Matilde Carrión. Se 
casa con su sobrina carnal. Esa unión permite que las propiedades se extiendan en beneficio de la misma 
familia. 
 Matilde Carrión era sordomuda, sin embargo, anteponiéndose a esto, también era muy brillante, 
muy inteligente. Inventó un sistema con el cual la familia pudiese comunicarse con ella y viceversa, dado 
que nosotros no sabíamos las señas de los mudos. Ella las conocía porque estudió en México. 
 
Matilde tenía innumerables atributos: veinte años, estatura acorde con su cuerpo esbelto, tez blanca de una cierta 
palidez atractiva, cabello y ojos negros, nariz recta y afilada, mirada un tanto tímida pero firme y sobre todo una 
inteligencia radiante que se traslucía en su sonrisa. 2 
 
Para que se pudiera llevar a cabo el matrimonio de Fernando Carrión con su sobrina, viajan a Roma para 
conseguir una dispensa papal, donde permitiera dicho casamiento. Entonces viajan hasta Roma y la 
consiguen. Así logran casarse. 
 Al cometerse este choque consanguíneo tan terrible con esta unión, la familia procrea a tres hijas: 
María Luz,3 María Emilia 4 y María Luisa5. María Luz hablaba y oía bien, era normal; María Emilia era 
sordomuda; y María Luisa, también era sordomuda, no obstante, al año de nacida es presa de horribles 
convulsiones que la llevan a deformarse físicamente. 
 
…María Luisa se había transformado en un ser único en el mundo […] El crecimiento amorfo de su cabeza, sus 
pómulos protuberantes, el hundimiento de sus ojillos en el marco de las cejas y senos frontales sobresalientes, el 
singular aplastamiento de su nariz que sólo permitía ver dos agujeros irregulares, el ensanchamiento grotesco de 
su maxilar inferior y la reducción prematura de sus huesos temporales, así como la incapacidad verbal y física de 
comunicarse con el mundo exterior, aunque fuera en forma rudimentaria… 6 
 
María Luisa no fue a la escuela debido a que su enfermedad no se lo permitía. María Emilia sí estudió a 
pesar de ser sordomuda. 
 Pasa el tiempo, las propiedades siguen acumulando riquezas, los tabacales siguen prósperos, y 
María Luisa comienza a crecer en la casa, y como se dan cuenta que ella está deforme, (tío) Fernando a 
 
1 Dolores Carbonell, Luis Javier Mier, Entrevista con ocho jóvenes escritores mexicanos de ficción, p. 70. 
2 Luis Carrión, Otros te llaman, p. 26. 
3 Fecha de nacimiento, ¿17? de marzo de 1896. 
4 Fecha de nacimiento: Sólo se conoce el año, 1989. 
5 Fecha de nacimiento, 3 de enero de 1901. 
6 Luis Carrión.- op. cit., p. 197. 
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LUIS CARRIÓN: ATISBOS EN LA VORÁGINE DEL SUICIDIO. 
 
18
prohibido los espejos en casa, para que ella no se refleje y mire. Era una casa de dos pisos muy altos, muy 
alta la construcción, de ese tipo de casas de escaleras amplias, de primero y segundo piso. Por eso la 
llamaban la casa de los Altos. 
 
El enorme caserón se irguió casi de la noche a la mañana en un costado del parque, pero su frente daba a un 
callejón que hacía el fondo conducía al mercado. Era una construcción de dos pisos que abarcaba una manzana 
entera: abajo se encontraban las bodegas, el despacho, las oficinas, las caballerizas, y una fábrica de puros; 
arriba, la casa propiamente dicha con acceso a una azotea desde donde se divisaba todo el panorama… 7 
 
[La casa de los Altos] tenía una prolongada escalera de treinta y cinco escalones en línea recta, con su 
pasamanos de mármol oscuro rematado de cuatro columnas en forma de copa. 8 
 
…Día lluvioso y gris, sofocante de humedad, como casi todos los días del trópico exuberante donde estaba 
enclavada la casa de los Altos. 9 
 
Un día María Luz y Emilia asisten a un baile, y olvidan un espejo en una de las recámaras, María Luisa en 
sus prolongados andares por la gran casa, encuentra el espejo, se mira la cara y, aterrada, se sube a la 
azotea, ve muy alto, le da miedo y decide bajarse. De un balcón del comedor que da hacia un callejón, ella 
decide tirarse. Se avienta. Cae de cara, y está en estado de coma mucho tiempo, dándola casi por muerta. 
Y así la velan durante veinte días o un mes. Pero se recupera. Entonces, debido al golpe, se desfigura 
más y queda como algo dantesco. La cara le queda como una luna, los pómulos se le botan, los ojos 
chiquitos, ni un solo diente, las encías con tumoraciones y la nariz, que se la rompe toda, sólo le quedan 
los hoyitos. Algo impresionante en verdad. 
 
La fractura de los brazos, piernas, pelvis, cuello y costillas […] produjo una metamorfosis en María Luisa, cuya 
secuela eterna habría de verse en un andar lento y cojo, unos movimientos de brazos torpes y desgajados, con la 
cabeza caída de lado y la figura alta y espigada, torcida y lenta, en la cual era característico observar las puntas 
de los pies hacia adentro, imposibilitadas de proporcionar la estabilidad indispensable para caminar como antes 
lo hiciera… 10 
 
Y a partir de este accidente la atención dada a María Luisa se redobla. Ella es la adoración de la casa de 
los Altos, la diosa María Luisa. Le tenían su propio cine, automóvil para pasearla y todo lo que ello implica. 
Luis vivió un tiempo con ella. María Luisa muere a los ochenta años. 
 Entonces este hombre riquísimo, Fernando Carrión, que vivía con su mujer e hijas a las que 
llamaba “mis mudas”, hombre fuerte, demandante, prepotente, con todos los defectos habidos y por haber, 
un día asiste a un funeral, pero asiste desarmado, porque su hija antes de salir le dice, “papá, tú no puedes 
ir armado a un entierro”. Entonces (tío) Fernando deja el arma y se va. (Tío) Fernando era terrible con la 
pistola. Va al entierro, y estando ahí, lo balacean, y muere a causa de los disparos. El hombre que asesina 
a (tío) Fernando lo llamaban “el loco Morando”, y lo asesina porque le debía una suma considerable de 
dinero. Fernando Carrión era un desalmado en cuestiones de deudas, y ante la negativa del “loco 
Morando” de no pagarle, Fernando Carrión le dice “¡de mí no te vas a burlar!”, y el loco Morando se da 
cuenta que no viene armado y lo mata. 
 Fernando Carrión no muere en el cementerio. Todavía le da tiempo de llegar a la casa de los Altos 
y ahí muere, bajo su techo. 
 
7 Ibid., p. 13. 
8 Ibid., p. 98. 
9 Ibid., p. 137. 
10 Ibid., p. 36. 
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CAPÍTULO 1.1 – INFANCIA Y ADOLESCENCIA. 
 
19
(Tía) Matilde se queda viuda entonces, con tres hijas, dos mudas, una normal, y es cuando su 
hermano, el abuelo Luis Carrión Carrión se hace cargo de toda la herencia de (tía) Matilde. Él se la 
administra, desde Matacapan, Sihuapan y demás tierras. 
 
ARTURO CARRIÓN: De uno de esos matrimonios entre primos hermanos, nace Luis Carrión Carrión. Era 
hijo de Octaviano Carrión. 
 El abuelo Luis Carrión Carrión quedó huérfano a muy temprana edad, a los siete años. Eran doce 
hermanas mayores y él, y a todos les dieron parte de la herencia. El abuelo en su juventud dilapidó ellegado que se le había otorgado, junto con la de una de sus hermanas, quedando en la miseria, como 
cualquier hijo de vecino. Fue entonces cuando se puso a trabajar como representante de los tabacaleros 
de San Andrés Tuxtla. 
 San Andrés Tuxtla siempre ha sido una región tabacalera, y en esa época, básicamente 
exportaban tabacos a Europa, principalmente a Alemania. Eran tabacos de alta calidad y buen sabor. Dado 
al buen comercio que existió con dicho país, el abuelo Luis viaja a Alemania como representante de los 
tabacaleros. Allá vive un tiempo. Se mantiene con el sueldo que le proporcionan por ser representante, 
además de que era profesor del idioma español en la universidad. Pasado el tiempo regresa a México, a 
San Andrés, y contrae nupcias, con una mujer originaria de ahí. Posteriormente se van a vivir a Alemania. 
 Los viajes que hacía el abuelo a México eran constantes. En unas vacaciones, mismas que 
coincidieron con la primera guerra mundial, el abuelo ya no regresó a Alemania, se quedó a vivir aquí. Ya 
para entonces había nacido mi padre, Luis Carrión Villa, sólo que él nació en Alemania. Posteriormente, 
nace mi tío Jorge Carrión: él nace aquí. En esa época, el abuelo pone una fábrica de puros y venta de 
tabacos en la ciudad de México, debido a que no tenía tierras en las cuales cultivar: entonces se dedica al 
comercio. 
 Cuando muere el esposo de (tía) Matilde -una de sus hermanas, única que quedó con posesión de 
tierras tanto por herencia de familia como por el esposo-, el abuelo Luis regresa a San Andrés Tuxtla para 
administrarle dichas propiedades. 
 
LUIS CARRIÓN: Mi abuelo era un hombre genial: alto, delgado, esbelto, bello, atractivo para las mujeres 
que siempre le rondaban, culto, preparado, dominador de varias lenguas, sereno hasta la exasperación, 
viajero internacional en su juventud, aventurero, audaz, terco a veces pero sensible para percatarse de sus 
errores, rectificador, implacable, gran tirador y mucho mejor pescador paciente cuya definición –empieza 
por un ganchito, sigue por un hilito y termina por un pendejo- del mismo lo hizo pescar una cherna de 
cuatrocientos kilos cuando aún en la laguna de Sontecomapan había peces, tiburones, ostiones y todo lo 
que se quisiera cuando él colonizó esa zona. 11 
 
ARTURO CARRIÓN: A mi abuelo le gustaba mucho la pesca. En ese tiempo había un pequeño 
asentamiento próximo a un lago que se llama Sontecomapan. Dicha laguna se inicia ahí, y desemboca en 
el mar. Laguna formada por muchos afluentes de la montaña. Todo aquello era selva, y sólo podías 
acceder ahí por medio de mula o a caballo. Mi abuelo, más que fundar Sontecomapan, el pueblo -porque 
comenzó a darse el comercio con el otro lugar-, el abuelo Luis hizo desarrollos agrícolas en el otro poblado, 
en el Real, como el trabajo manual del barbasco y la palma. 
 
 
 
 
 
 
11 Diario de Luis Carrión. Octubre 12, 1992. p. 178-179. 
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LUIS CARRIÓN: ATISBOS EN LA VORÁGINE DEL SUICIDIO. 
 
20
1.1.2.- ALLÁ POR 1942… 
 
LUIS CARRIÓN: Creo que nací un tres de mayo de 1942. Eso creo, eso me dijeron y asimilé mi fecha de 
nacimiento con el reventar de cuetes y explosivos propios de la celebración del día de la Santa Cruz […] 
Mis padres fueron Jorge Carrión Villa y Flora Beltrán Gutiérrez, el primero supuestamente médico y la otra 
costarricense, nacionalizada clandestinamente mexicana luego de haber pasado buena parte de su vida en 
los Estados Unidos y en las altas esferas de los gobernantes centroamericanos (de Honduras, Guatemala, 
Panamá, El Salvador) que la protegieron hasta darle una educación relativamente adelantada a su época. 
 El padre de mi madre se llamaba Camilo Beltrán. La madre de mi madre se llamaba Virginia. 
Camilo Beltrán tenía un apodo: el loco Beltrán. Traficante de caballos, revolucionario, unido a las huestes 
de Pancho Villa y aventurero tenaz, puso entredicho a su familia el día que se pegó un balazo y… no se 
murió, mientras en su casa ya le rezaban la misa por su deceso. Resucitó y todavía tuvo embrague para 
meterse en el Palacio Nacional de varios países, Costa Rica, Honduras, Guatemala, a caballo para 
emborracharse con los respectivos presidentes que supuestamente gobernaban. Cerraba las cantinas 
para emborracharse durante siete o quince días, y era de hecho un líder. En su casa, mientras tanto, Flora 
(mi madre) y Virginia (mi abuela), hacían vendajes y preparaban instrumentos de curación para que el 
general Sandino tuviera ciertos aprovisionamientos en la compañía que desplegaba contra la intervención 
yanqui. 
 Doña Flora tuvo una infancia y adolescencia llena de ciertas virtudes: fue a los Estados Unidos a 
estudiar el llamado High School y estuvo de regreso en su tierra natal sólo para hacer calceta y 
enamorarse de un negro que la dejó preñada para luego ausentarse de por vida. De esa relación nació mi 
hermana. 12 
 
CONCEPCIÓN AMBRIZ: Jorge Carrión vivió la mayor parte de su juventud en el Distrito Federal. Su 
hermano y él estudiaron en la capital. Jorge se decidió por la medicina, y cuando termina la carrera, se 
casa con Flora, que la había conocido en algún sitio. 
 
MARTHA RIVERA: Jorge Carrión era una persona muy preparada. Era director del Instituto de 
Psicoterapia. Y aunque su padre Luis Carrión Carrión poseía algunas tierras, dado que Jorge decide 
volverse comunista no recibe herencia. No obstante, él ya se mantenía de su trabajo. En cierto momento 
conoce a Flora Beltrán de quien se enamora, porque era una mujer bella, muy agradable, bonita, simpática, 
aunque no precisamente muy preparada para los intereses que tenía Jorge Carrión. Flora Beltrán era actriz 
en ese momento. Creo que sólo filmó una película, y Jorge ya era doctor. Ya andaban por los treintas 
cuando se enamoran y casan. De ahí sale Luis Carrión. 
 
La casa y el consultorio de mi padre estaba en la calle de Álvaro Obregón, planta baja, atiborrado de libros y 
humedad característica de intelectual empobrecido, venido a menos en lo económico e ido a más en la sabiduría. 
 Hijo segundo de terrateniente tabacalero del Sureste, mi padre se vio obligado a hacer carrera (medicina o 
abogacia) y la hizo en medio de la vorágine despiadada de médicos visitadores mordidos por perros falderos que 
lo hacían llegar a casa con los dobladillos del pantalón trizados. Era pintoresco, supongo yo a los relatos de mi 
madre. 13 
 
12 DLC. Noviembre 18, 1993. p.40,41. 
13 Luis Carrión, El milenio ha terminado. (novela inédita) pp.19-20. Este fragmento pertenece a la novela inédita e 
inconclusa de Luis Carrión, El milenio ha terminado. Dicha novela fue trabajada durante años, iniciada en los años 
ochenta e interrumpida por el suicidio del autor en 1997. La novela inédita El milenio ha terminado sufrió varias 
transformaciones, una de ellas radica en el mismo título, el cual aparece de la siguiente manera: Réquiem. El milenio 
ha terminado. De igual forma, la estructura narrativa y de capítulos es diferente, aunque la temática es semejante: se 
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CAPÍTULO 1.1 – INFANCIA Y ADOLESCENCIA. 
 
21
LYDIETTE CARRIÓN: Mi hermano Luis Carrión Beltrán nace aquí en la ciudad de México, el tres de mayo 
de 1942; nace en el hospital Inglés, donde hoy es el Hotel Camino Real. Nosotros vivíamos en la calle de 
Leibniz 25, en la colonia Anzures. A los tres meses de nacido, para cumplir los tres meses, mi padre, el 
doctor Jorge Carrión decide ir a ejercer su carrera de médico a San Andrés Tuxtla, Veracruz. Entonces mi 
abuelo se lo lleva para allá. Luis iba de tres meses. Me acuerdo que iba a cumplir los tres meses, porque el 
treinta de agosto de ese año, 1942, Luis es bautizado en esa casa alta, y la madrina es precisamente tía 
Matilde, la mamá de María Luisa. Nosotros nos quedamos a vivir en esa casa algún tiempo, en la casa de 
los Altos. Posteriormente mi padre tuvo una casa en el centro de San Andrés, pero cuando íbamos a 
vacacionarsolíamos llegar a la casa de los Altos. 
 
ARTURO CARRIÓN: Mi tío Jorge se fue a vivir a San Andrés. Luis era un bebé cuando se lo llevaron. En 
San Andrés mi tío ejerció su profesión. Estuvo alrededor de dos años. 
 
CONCEPCIÓN AMBRIZ: Jorge Carrión se fue, junto con su familia, a San Andrés Tuxtla, porque su padre 
quería que su hijo ejerciera la medicina en aquella zona, no obstante, resultó muy difícil desarrollar su 
profesión ahí porque era un rancho, un lugar muy pequeño, y aunque tenía el apoyo, luego de un tiempo, 
decide volver a la capital. 
 
LYDIETTE CARRIÓN: Mi padre se regresa primero a México. Viene a la boda de una hermana y ya no 
quiere volver a San Andrés. Entonces nos quedamos allá mi madre, Luis y yo, pero al poco tiempo mi 
madre se regresa. Nosotros volvemos cuando Luis tiene dos años. No recuerdo bien si dos o tres años, 
pero es por esa edad. Regresamos y llegamos a vivir en Sindicalismo 87, en el edifico Jardín. 
 
LUIS CARRIÓN: Yo vivía en la avenida Martí 235, esquina con Sindicalismo (87) […] La manzana está 
comprendida entre Progreso, Unión, Sindicalismo y Martí. 14 
 
MARTHA RIVERA: Luis era pequeño cuando tuvo una infección en el oído. Como en ese tiempo no 
existían los antibióticos, la solución era raspar el hueso del oído. Y como la enfermedad continuaba su 
padre consiguió los primeros antibióticos experimentales. Logró que se los enviaran de Estados Unidos. Y 
Luis se cura. Pero ya para entonces se había pasado su primera infancia en hospitales, saliendo y 
entrando. Cuando se cura tendría cuatro o cinco años. Se supone que de ahí le viene la alteración que se 
manifestaría años más tarde. 
 
LYDIETTE CARRIÓN: En Sindicalismo 87, Luis fue un niño que desgraciadamente sufrió mucho. Porque 
yendo a San Andrés, en el tren, pescó el paludismo, y como le daban quinina para la cura, le dañan el 
hígado. Entonces tiene una ictericia brutal. Cuando regresamos a México, desgraciadamente, empieza a 
tener problemas muy serios, porque por un resfriado que Luis pesca, le surge una infección en el oído y 
eso se torna en un calvario que dura un tiempo, un buen tiempo. A Luis lo operan y operan, hasta que lo 
trepanan del oído. Le hacen siete trepanaciones y sesenta y dos punciones, con el riesgo de que quedara 
sordo, y al quedar sordo quedar mudo, porque no iba poder oír y por lo tanto no iba poder hablar. Entonces 
logran sacarlo de esa situación porque a mi madre Flora le hablan de un médico homeópata, que era un 
médico al que le decían “el brujo de Mixcoac”, en Watto 8. Mi madre lo llevaba a escondidas de mi padre, 
porque mi padre era médico alópata, y obviamente estaba en contra de la homeopatía. Empiezan a tratar a 
 
trata de la narración de una historia que arranca en el siglo pasado y converge en la actualidad. El personaje principal 
es Calixto (en El milenio ha terminado) o Jacinto (en Réquiem. El milenio ha terminado). Dado que existen dos 
versiones incompletas de la misma obra, se indicará cuál se está empleando por medio del título. 
14 DLC. Mayo 30, 1989. p.10. 
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LUIS CARRIÓN: ATISBOS EN LA VORÁGINE DEL SUICIDIO. 
 
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Luis con la homeopatía, y por primera vez en mucho tiempo, Luis no vuelve a tener calentura, se 
desinflama, ya no hay que operar y eso es todo. Pero Luis tuvo operaciones de una agresión terrible. De 
hecho, Luis no tenía hueso, no tenía el inflamastoide, se lo quitaron, porque de tantas operaciones se lo 
raspaban, porque se pudría por la infección. 
 
Entre brumas de olvido, Jacinto recuerda el quirófano de blanca luz, donde todos los que le rodeaban eran 
blancos (batas blancas, gorros blancos, bozales blancos, paredes blancas, luz blanca) y él era el único frijol negro 
en el arroz al que entre susurros, gritos y martillazos sobre el hueso craneal le ordenaban que se estuviera quieto 
y nada le iba a pasar. ¡Puras mentiras! Siempre pasaba algo que lo hacía retornar al quirófano y… ¡Vuelta a 
empezar! […] Luego de la Mastoiditis, cuatro trepanaciones que le dejaron un hueco detrás de la oreja derecha y 
de veintiséis perforaciones en el tímpano, médicos, enfermeras y científicos se regodearon con la creencia de 
haber curado una enfermedad en ese entonces incurable. Ignoraron la angustia de la madre de Jacinto, que la 
llevó a trajines con médicos homeópatas, yerberos y curanderos y uno que otro brujo de selvas tropicales en 
cuyas chozas humeantes de copal se llevaron a cabo infinidad de intentos y se suplicaron remedios que hoy 
obligan a pensar: ¿Cuál fue la cura…? 15 
 
ARTURO CARRIÓN: Luis aprendió a leer a muy temprana edad, de tres, cuatro años. Siempre le gustó la 
lectura, aún a su corta edad. A esta misma edad tuvo una enfermedad del oído y perdió prácticamente uno. 
Le tuvieron que hacer trepanaciones, porque en esa época el uso de la penicilina no era frecuente. 
 
LYDIETTE CARRIÓN: Luis era un niño muy sensible, muy tierno, cálido e inteligente, brutalmente 
inteligente. Luis a los tres años sin que nadie le enseñara, solo, aprendió a leer. Tenía un libro que se llama 
Lo que sabía mi loro, y él andaba siempre con su libro en el edificio –edificio muy grande- y la gente decía 
que se lo sabía de memoria. No sabíamos que leía hasta que un día nos dijeron “es que Luis lee”. Cómo va 
a leer, dijimos; entonces mi papá o mi mamá, no recuerdo quién, dijo “vamos a cambiarle el libro”. Y en 
efecto, Luis leía. 
 
LUIS CARRIÓN: <<Niñito pequeñoburgués de mierda>>, me dijo una vez mi abuelo. Yo tenía tres años y 
viajaba con él a San Andrés. Íbamos en el tren, paramos en Veracruz, luego tomamos un camión hasta 
Alvarado, después nos fuimos en lancha hasta no sé dónde y por último llegamos otra vez en tren hasta el 
pueblo donde, según me dijo mi abuelo, había nacido mi papá. Yo ya de mi papá ni me acordaba, sobre 
todo después de que en el puerto de Veracruz mi abuelo se echó tres pedos resonantes y él, calmado, 
erguido, siguió caminando conmigo de la mano. Tuve risa, pero me la aguanté. 16 
 
ARTURO CARRIÓN: El abuelo Luis le tenía mucho afecto al pequeño Luis. En esa época, el viaje para 
San Andrés era toda una aventura porque no había carretera, y todo el viaje era por ferrocarril o por 
avioneta. La avioneta salía en Córdoba, y si elegías por ferrocarril uno se iba a Veracruz, y de Veracruz a 
Coatzacoalcos, pero ahí, había un lugar intermedio llamado Rodríguez Clara. Y de ahí, de Rodríguez Clara 
a San Andrés. Ésa era una de las maneras de cómo llegar a San Andrés, ya fuera por ferrocarril o avioneta 
hasta Alvarado y de ahí en lanchas hasta Lerdo de Tejada, y de ahí a caballo. Pero esos viajes los hacía 
Luis con el abuelo. 
 
LUIS CARRIÓN: Parece que siempre, desde que nací, conocí a mi abuelo. Con él viajé varias veces en 
tren hasta San Andrés. Escala Veracruz. Escala Tierra Blanca… El hotelito de madera al lado de la 
estación en ferrocarril en Tierra Blanca ofrecía la posibilidad de comer tamarindos de un árbol frondoso que 
ahí estaba y que seguramente ya no existe. ¿Y las lanchas de pasajeros por el Papaloapan…? 
 
15 Luis Carrión, Réquiem. El milenio ha terminado. (Novela inédita) pp.15-18. 
16 Luis Carrión, “La carta” en El goce de los días futuros (cuentos incompletos). p.98-99. 
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CAPÍTULO 1.1 – INFANCIA Y ADOLESCENCIA. 
 
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 Con mi abuelo supe del comportamiento que debía uno observar en multivariadas situaciones, ora 
con personalidades aparentemente importantes, ora con miserables trabajadores explotados, ora con 
intermedios casos de medianía. De todo supe con mi abuelo: vi y miré y aprendí a veces 
inconscientemente. Mi abuelo me permitió ver, mirar, observar al primer hombre muerto que recuerdo en 
mi vida. A partir de entonces supe que él no mentía y mostraba la realidad como era. Mi abuelo era franco 
y sincero, aunque la realidad mostradapor él fuera dolorosa. 
 Cosa muy distinta ocurrió con mis padres, concretamente con mi padre. Mi padre fue siempre un 
ocultador y distorsionador de la realidad en su propio beneficio. 17 
 
MARTHA RIVERA: El papá de Luis no tenía dinero. Luis creció como cualquier chico común y corriente, 
con mucha cultura sí, porque su padre siempre fue muy culto y eso hay que reconocerlo. Jorge Carrión era 
una persona muy brillante, y Luis creció en ese ambiente, de política de izquierda, de ideas nuevas, de 
cultura nueva. Todos leían mucho, pero en la cuestión económica siempre hubo problemas. Y aunque su 
formación intelectual fue muy fuerte, la situación económica que sufrió siempre estuvo mal. Su madre 
nunca tuvo dinero, su padre tampoco, a pesar de ser un rico heredero, su padre nunca disfruta de ese 
dinero. 
 
JORGE FONS: A los padres de Luis les gustaba el juego, iban al hipódromo cuando él era niño, y a 
menudo por andar emocionados en las carreras descuidaban a Luis, y a cada rato se escuchaba en al 
altoparlante <<¡A los papás, se les suplica su atención! Aquí en la cabina tenemos un niño extraviado. El 
niño responde al nombre de Güicho.>> Como estaba muy chiquito, entonces le decían Güicho. Le decían: 
“¿cómo te llamas?”, y él decía <<Güicho>>, entonces decían que el niño respondía al nombre de Güicho. 
Eso contaba de sus padres: que eran jugadores aguerridos. 
 
LUIS CARRIÓN: ¿Quieres que te cuente a grandes rasgos mi vida, [padre]? No vale ¿verdad?, la vida de 
un pinche escuincle que a los cinco años salía de su casa y llegaba a ella a la hora que se le diera la gana, 
no vale. Tampoco vale que me pusieras una madriza porque no sabía dividir ni multiplicar ni sumar ni 
restar, cuando tú llegabas con tus cuartillas del Instituto de Psicopedagogía y yo, ¡oh, pendejo! No sabía 
responderlas. Que fuera yo incapaz de modelar una figura de plastilina. 18 
 
Una borrachera platicada, como lo negro, puede ser el niño que se destruye con sus uñas la piel del dorso de la 
mano izquierda, a los siete años de edad, mientras en la pizarra se narra las aventuras de Ulises descubriendo al 
Dios Baco, entre las montañas de vides silvestres que se acumulan en la pizarra, contadas con la cadencia de 
otro niño mientras tú frotas y frotas y frotas, hasta que mana la sangre del surco provocado por ti mismo, o por el 
mismo niño que desayunaba y cenaba una botella de pepsicola con una chilindrina, cuando caía la tarde y el 
patio del enorme edificio de los Perros 19 se iba quedando solo. Ese niño casi nunca sabía a dónde dirigirse, y 
echaba a andar, entre el polvo brillante del atardecer, mientras los demás niños acudían a sus casas, con sus 
padres, y sus madres apresurándolos para la hora de la cena. Así, desde un principio la partida fue larga y 
solitaria[…] Mas esto también puede ser la historia de ese niño que cerraba el día con una oración: lágrimas 
auténticas ante el temor de perder a unos padres inexistentes, que sólo podía ver cuando la casualidad los ponía 
en frente, como aquellos domingos de mañanas eternas que su madre dormía hasta el atardecer, mientras él le 
espantaba las moscas que se le paraban sobre las mantas, las cazaba para irlas acumulando en el rellano de las 
ventanas: cementerio de moscas, mosquitos y cucarachas disecadas por el sol. 20 
 
17 DLC. Octubre 12, 1992. p.177, 178. 
18 Fragmento de una carta dirigida al Dr. Jorge Carrión de Luis Carrión. Fechada en mayo 16 de 1986. 
19 El edificio de los Perros al que Luis Carrión hace mención se refiere al edificio de Sindicalismo en donde vivía. 
Luis escribe: “debo declarar que el Edifico de los perros es el de Sindicalismo y Martí.” (DLC. Septiembre 24, 1992. 
p.151) 
20 Luis Carrión, El infierno de todos tan temido. p. 50-51. 
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 Es la mente que recarcome los adentros, el adentro, el yo del mismo otro niño que recorría los pasillos del 
enorme edificio de los perros buscando un amigo, un refugio, algún calor donde pasar el tiempo de los 
atardeceres antes de llegar a su casa, meterse en ella a través del hueco del almacén de basura y dormirse en la 
misma cama matrimonial donde la larga madre se acostaba en las madrugadas hambrientas o henchidas de 
esperanza, según hubiese o no habido suerte en las enormes partidas de cartas clandestinas, atiborradas de 
huesos y pellejos gordos, flacos, anhelantes eternos de la fantasía del juego por el juego, la jugada por la jugada 
con el doble riesgo, la doble carga de emoción de jugarse la vida misma en aras de un cumplimiento tan 
rudimentario como sincero y auténtico. Esa madre, esa larguísima madre es el ejemplo que Jacinto busca y no 
encuentra en la inconciencia, en la verdad cotidiana y fría que se subleva ante él, endurecida por el tiempo y la 
distancia cada vez mayor: ecuación exacta para la transformación.21 
 
LUIS CARRIÓN: Trato de recordar cómo era mi vida allá por 1948-1949, poco después de que la soledad 
se adueñó de mi esqueleto. 
 Un domingo de cielo azul, aire transparente, luz amarillenta, soledad apacible, polvo luminoso en 
las calles y arcoiris fantasmagórico en los parques, las plazoletas, las vecindades, los edificios y las casas 
de la colonia Escandón, soplaba un viento leve que acarició el ágil cuerpo de Calixto y lo estimuló para que 
intentara meter el mejor golazo de toda su vida. 22 
 A tres cuartas se hallaba la piedra irregular, arisca, puntas asimétricas, y del otro lado de la calle, 
infinita distancia, la alcantarilla y su infranqueable portero de hierros verticales. Lo había intentado mil 
veces en compañía de sus cuates y en el mejor de los casos había acertado a darle a los malditos barrotes 
inabatibles. 
 Tomó impulso, pateó la piedra con toda su alma y metió el gol que jamás podría presumir con sus 
amigos porque nadie le creería aunque jurara por Diosito santo. El éxtasis devino tristeza inadvertida y 
Calixto siguió su andar despreocupado, libertino, hacia un domingo en la tarde cualquiera, con tres pesos 
en la bolsa: dos para comer y uno para el cine de triple función, si es que antes no le ganaba el sueño con 
la tercera película y las ganas de regresar a casa, comerse una concha acompañada con pepsi mientras 
devoraba los tres comics que siempre reservaba para días como éste, cuando sus cuates desaparecían y 
él se hacía acompañar de fantasmas aventureros incapaces, ellos sí, de abandonarlo jamás. Como no lo 
abandonarían a lo largo de toda su existencia. 
 Los fantasmas eran muchos, muertos y vivos: disfrutados en las películas, leídos en las noveletas 
de piratas, vaqueros, policías y ladrones o en el Pepín, el Chamaco y los folletines que ya tenían color y 
dejaban las manos de colores, capaces todos ellos de sumergirlo y elevarlo en el mundo de la guerra 
contra la maldad, contra el crimen, contra los indios del Oeste de los Estados Unidos, contra ladrones, 
borrachos, alemanes uniformados de extrañas cruces; contra todo lo negro, grasiento e inmundicia que 
invade la vida cotidiana –orines, olores, mancos, ciegos, baldados- y empezaba a inundar las calles de la 
gran ciudad de México, sobre todo las de la colonia Escandón. 
 Las prostitutas, bellas, florescencia y candor, escapaban al ojo aviezo de Calixto caminando de 
calleja en callejón hasta el mercado donde se abastecía de kilos de ciruelas, capulines, chabacanos para 
luego meterse en el cine con bolsas y ganas de perderse en las imágenes visuales de multiplicadas 
historias fascinantes. 
 Hoy me doy cuenta de que íbamos al cine a leer. Aprendimos a leer en el cine, sin ver ni mirar 
imágenes, los encuadres, la iluminación, todo eso de lo que tanto hablan los eruditos y expertos del cine 
internacional. Los llamados subtítulos pasaban tan rápido, que debías concentrarte en ellos so riesgo de 
perder el dato clave para descubrir al asesino, al bueno, al malo, a la bella y a la ciudad perdida y 
reencontrada en una misma tarde de ensoñación y clarividencia,sentimientos distintos pero en aquella 
 
21 L. Carrión, El infierno…, p.68. 
22 Este fragmento a pesar de pertenecer a su diario, se convirtió a posteriori en parte de la novela inédita El milenio 
ha terminado, y el personaje Calixto viene a ser el alter ego de Luis Carrión. DLC. Enero 15, 1993. p.417-424. 
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época tan cercanos que ignoraba uno la diferencia entre la realidad y fantasía. La desgracia es que yo 
siempre simpaticé con los malos, es decir, con los indios, los ladrones, los vestidos de negro, los de bigote 
espeso, los de ojos rasgados… ¡Los encuerados, pues! Y así me fue con mis amigos de la infancia, pues 
cada vez que jugábamos en el edificio de los perros, palomilla contra palomilla, banda contra banda, 
escuadrón contra escuadrón, pandilla contra pandilla, yo inevitablemente encabezaba a los malos, 
perdedores y desgraciados por la sociedad de aquel entonces, tan presta a inclinarse ante la todavía 
incipiente penetración de la ideología yanqui. 
 […] ¿Por qué siempre estuve del lado de los perdedores del cine hollywoodense? ¿Por qué 
siempre simpaticé con los indios, los gangsters, los mexicanos, los negros, los borrachos, los pordioseros, 
los villistas (en el edificio de los perros había dos pandillas: villistas y carrancistas) y en general los 
jodidos? Creo que por aquello de que el alma está en la sangre, aunque quién sabe, carajo, porque el alma 
a veces traiciona y la sangre también. 
 Trataré de seguir adelante en los recuerdos del olvido. 
 Comidos los capulines, tejocotes, ciruelas y chabacanos, Calixto pedía permiso al boletero de la 
entrada para salir y regresar cargado de pepitas, garbanzos y hasta una o dos quesadillas de flor de 
calabaza o un plátano camotero de carrito, alimento suficiente para aguantar el ritmo, la tensión que se 
venía con las películas estelares de Tin Tan, Pedro Infante, Jorge Negrete y hasta el hoy caído Cantinflas. 
Se contaba una historia, se saboreaba y jamás se complicaba uno la existencia con los campos, 
contracampos, acercamientos, alejamientos, movimientos de cámara y efectos especiales que revelaran el 
conocimiento del espectador común, el que disfruta el cine como debe ser el arte. Se contaba la historia, 
pues, lo demás sólo tenía importancia para saber si a uno le gustaba la película o no le gustaba. Y así 
transcurría gran parte de la tarde y la noche y hasta de la trasnoche, porque a veces Calixto se 
trasnochaba sin sentirlo, sin saber que era un trasnochado. La soledad lo acompañaba. 
 Como aquella vez que fue al circo en compañía de unos amigos… 
 Luego de meter gol con la piedra, Calixto siguió adelante. No había nadie en la calle: él era el 
dueño del mundo, dueño de su camisa, sus pantalones, sus zapatos, sus calcetines eternamente 
hediondos; su ser y su quehacer. Domingo al canto, sus amigos estaban lejos; para eso hay abuelitas, tíos, 
parentela obligatoriamente visitada en días feriados. Calixto no tiene parentela, más que su mamá y su 
papá. Ella anda en el hipódromo y él quién sabe dónde, hundido en la intelectualidad de un tiempo donde 
los eructos se contenían, los pedos se dejaban salir sin sonido y las intenciones literarias y artísticas se 
revelaban a plena luz de conversa para ver quién salía más o mejor en los periódicos, escasos, de ese 
entorno mediosiglero. 
 Su hermana mayor de Calixto, fajaba en la invisibilidad del edificio de los perros y la colonia. 
Calixto podía hacer lo que quisiera en un día incapaz de provocarle siquiera el acostumbrado sentimiento 
de culpa por no hacer tareas, deberes, sumas, restas, divisiones ni cualquier cosa que perturbara su 
decisión. 
 Calixto sabía que una vez muerta la tarde, caída la noche, podría ver las estrellas y con tantita 
suerte la luna redonda, la luna descubridora de tinacos, tuberías, espacios desiertos, ventanas indiscretas 
y luceros. Lo que más le gustaba a Calixto era mirar los luceros de la noche reflejarse en las ventanas 
pálidamente iluminadas. Contenían doble vida, la de adentro y la de afuera. La de adentro era la vida diaria 
de cualquier familia y la de afuera era el universo. La de adentro era un señor, una señora, un joven o 
varios, algún niño, y la de afuera eran las estrellas, la luna y el azul oscuro de la noche. Era simple de 
resolver la incógnita jamás pensada: Calixto miraba el cielo, lo demás ya no era nada. O era la vida que él 
en sus andanzas, tanto deseaba. ¡Quién sabe, Dios dirá” Mientras tanto Calixto caminaba por las azoteas 
del edificio de los perros y jugaba, niño al fin, con la imaginación y la esperanza. 
 Calixto brincoteaba sobre las jaulas de ropa del edifico de los perros, él solo, tratando de escuchar 
la vida bajo sus pies. La vida era eco distante, sugerencia que lo impulsaba a continuar la correría 
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nocturna, dominguera, solitaria. Y él pisoteaba los techos, brincoteaba y corría riesgos al descolgarse por 
tubos de agua, cables, cornisas y desconcertantes precipicios trazados con la imagen arquitectónica 
moderna de los años cuarenta. Calixto era experto en reconocer aciertos y errores, pero no lo sabía el 
pendejo. La caldera que calentaba el agua para todos los departamentos del edificio de los perros, se 
encendió y predijo la vagancia de Calixto. Calixto se percató, cerró los ojos y esperó el instante exacto para 
escuchar la voz de don José. 
 Brincaba sobre las jaulas de ropa. La ropa de anónimos vecinos se llenaba de basura. 
-¡Qué haces, canijo; bájate de ahí! –escuchó la voz recia, entre amable y regañona de don José. 
 Parado sobre la jaula de ropa, Calixto lo miró, lo midió y supo qué hacer pero le dio un poco de 
miedo. Estaba atrapado, pero algo podría hacer. Don José tenía familia: mujer y un chingo de hijos, del uno 
al más con todas las edades. En el fondo don José era su amigo, aunque no lo revelaba por aquello del 
buen decir o el mal hablar, según se entienda. 
 Calixto hizo como que se iba y don José como que no lo miraba. Había luna, enorme visibilidad. 
Escaleras, pasillos, corredores, distancias exactas condujeron a Calixto a lo que evidentemente era su 
casa: el cientocinco. Quitó el bote de basura del departamento, se introdujo en él como culebra ardiente, 
una vez adentro abrió la puerta de la cocina, volvió a poner el bote de basura en su lugar y cerró la 
cocinera puerta tras de sí. Miró a su alrededor el espectáculo: soledad por donde lo agarraras. 
 La soledad era, es su acompañante. 
 Calixto recorrió mecánicamente, luz apagada, el departamento: baño, tina, excusado, lavabo y uno 
que otro espacio digno del maldecir. Calixto no maldijo. Revisó la hielera, reconoció un bistec y lo echó 
sobre el sartén para luego ponerle encima un huevo. Calixto apenas tenía seis años. 
 Preparó su carne con huevo montado. Comió a solas, conquistó pedazos de pan, recorrió el 
departamento en medio de la soledad, se desvistió a solas, hizo sus abluciones a solas y rezó solito con el 
“Ángel de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día…” 
 Después vendría la pepsicola con pan dulce, chilindrina, concha o rosca, acompañada de 
pepsicola. Dejarse dormir viento en popa, imaginación abierta, sabrosura de papel y tinta, y ángel de cobija 
pese a las lágrimas que escaldan la pura situación. Las lágrimas son lo de menos… o lo demás, ¡quién 
sabe! 
 Pero había lágrimas. Lágrimas porque no se muriera nadie, ni mis padres ni mis madres (porque 
Calixto tuvo muchas madres y muchos padres). No hay clara visión del mundo. Decir “note mueras papá, 
no te mueras mamá” no era nada. ¿Quién era, quién es hoy papá y quién era o quién es hoy papá? No son 
nada. Así de simple en la vorágine de la vida. 
Pero Calixto lloraba mucho. ¡Cuánto lloraba, el pobre! ¡Era un chillón! Se la pasaba gerimiquiando 
sin poder humano que pudiera darle paz. No me explico por qué Calixto, que de hecho

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