Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS COLEGIO DE PEDAGOGÍA “OPINIÓN DE LOS EGRESADOS DE ADMINISTRACIÓN SOBRE EL EGEL (CASO DEL ITESM)” GRISELDA AYAHUITL GARCÍA PARTIDA TESINA PARA OBTENER EL GRADO DE LICENCIATURA EN PEDAGOGÍA DIRECTORA DE TESINA DRA. MARÍA CONCEPCIÓN BARRÓN TIRADO 2006 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. AGRADECIMIENTOS Y RECONOCIMIENTOS Escribir este trabajo es la culminación de un ciclo en mi vida para dar inicio a la búsqueda de nuevos horizontes. Nada sería de mí sin el infinito amor y la misericordia de mi Señor quien me ha sostenido hasta el día de hoy y me dio unos maravillosos padres, Rafael y Griselda que me instruyeron en su camino y hoy que soy una mujer no me aparto de él. Gracias papá y mamá por los consejos y el apoyo que me brindan, por su comprensión y por todo el esfuerzo que hacen para que prosiga a la meta, sin su dirección y enseñanza no habría logrado nada de lo que soy. De igual manera agradezco a mi Universidad Nacional Autónoma de México quien junto con sus profesores y su excelente calidad académica formaron a esta profesionista que no tiene palabras para expresar su gratitud y respeto por ustedes. Gracias Dra. Concepción Barrón. Sin su esfuerzo y dedicación no lo hubiera logrado. A todos ustedes, gracias. Jehová es mi fortaleza y mi escudo; En el confió mi corazón, y fui ayudado, Por lo que se gozó mi corazón, Y con mi cántico le alabaré. SALMOS 28:7 ÍNDICE INTRODUCCIÓN I. EVALUACIÓN EN LA DÉCADA DE LOS 90’S 1.1 Antecedentes de los exámenes generales para el egreso de la licenciatura (EGEL) 1.2 Antecedentes del examen general de calidad profesional 1.3 Examen General para el Egreso de la Licenciatura II. CENTRO NACIONAL DE EVALUACIÓN PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR, A.C. (CENEVAL) 2.1 Qué es el CENEVAL 2.2 Historia del CENEVAL 2.3 Programas que opera CENEVAL 2.4 Directorio del CENEVAL III. PROGRAMAS PERMANENTES QUE OPERA CENEVAL 3.1 Exámenes Nacionales de Ingreso (EXANI) 3.2 Origen y definición de la administración. 3.3 Examen Nacional de Egreso de la Licenciatura en Administración (EGEL-A) IV. ELABORACIÓN DE LOS EXÁMENES GENERALES PARA EL EGRESO DE LA LICENCIATURA 4.1 Consejo Técnico del CENEVAL y el Consejo Técnico del EGEL-A 4.2 Proceso de elaboración, aplicación y calificación del EGEL V. METODOLOGÍA VI. RESULTADOS VII. CONCLUSIONES DEL IMPACTO DE LOS EGEL-A EN LOS PROFESIONISTAS VIII. BIBLIOGRAFÍA IX. ANEXOS 1 INTRODUCCIÓN El presente trabajo es una tesina que no pretende poner en tela de juicio la importancia de la evaluación externa de la calidad de los egresados de las licenciaturas, en específico de la licenciatura en administración. Nos da a conocer la opinión de veinticinco jóvenes que accedieron a platicar su experiencia de haber presentado este examen, cuál fue su motivación para presentarlo, su opinión de la estructura del Examen General para el Egreso de la Licenciatura, cómo fueron atendidos por el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior, así como cuáles han sido los cambios en su desarrollo profesional. En el capítulo primero se muestra un panorama general de la evaluación en la década de los noventa, cómo la política educativa sufre un desplazamiento del vértice planificador al vértice evaluador y cuáles fueron los antecedentes del examen general de calidad hasta llegar al EGEL de nuestros días. El segundo capítulo nos da información específica acerca del Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior A.C (CENEVAL), su historia de cómo se formó y cuáles son los principales programas que opera. Al final de este capítulo encontraremos el directorio de este centro. El tercer capítulo explica de una manera más específica los programas permanentes que opera el CENEVAL como son el Examen Nacional de Ingreso y el EGEL, en específico el EGEL de Administración. Dándonos una idea global de lo que se entiende como administración de empresas para poder comprender de una mejor forma el presente trabajo. En el cuarto capítulo en resumen se aborda el procedimiento general de la construcción del Examen General para el Egreso de Licenciatura y cómo el Consejo Técnico del CENEVAL organiza las tareas básicas para el desarrollo del EGEL. La metodología es el apartado quinto y nos indica cuál fue el proceso de elaboración del instrumento, la técnica aplicada y cómo y a quienes se realizaron los cuestionarios para obtener la información que nos da la base para sustentar este escrito. Con los resultados y las conclusiones obtenidas en esta tesis se muestra lo que veinticinco licenciados en administración egresados del Tecnológico de Monterrey opinaron acerca de este examen de calidad y dan el sustento a esta tesina. 2 CAPÍTULO I. EVALUACIÓN EN LA DÉCADA DE LOS 90’S. Uno de los pilares de la estrategia de modernización de la educación superior fue la evaluación: en la primera mitad de la década de los noventa se asistió a la construcción de un tópico aglutinador de significaciones ideológicas en torno a la universidad, que desplazó al que en años anteriores había ocupado el centro de la política: la planeación. La evaluación, sin embargo, no constituyó un tópico nuevo en la educación superior; por el contrario, su uso era inherente al proceso educativo mismo: Todo aprendizaje había sido de evaluación en la historia. Lo novedoso radicaba en los cambiantes significados que los sujetos sociales le otorgaban, los énfasis que adquiría el proyecto de modernización educativa y, por tanto, en las connotaciones del término en un contexto con nuevas correlaciones entre los sujetos educativos y el Estado. En México, al igual que en otros países, las orientaciones de la política educativa sufrieron un desplazamiento del vértice planificador al vértice evaluador. Las nuevas condiciones del país en el marco de su inserción al mundo globalizado, junto con las también nuevas condiciones de producción y transmisión de conocimiento en el contexto de la revolución científico – tecnológica, llevaron a hacer hincapié en los aspectos cualitativos de la educación. La reforma del Estado también modificó la relación entre el aparato gubernamental y las instituciones de educación superior, con la aplicación de nuevas estrategias para su financiamiento. La evaluación fue colocada en el centro de la estrategia para el desarrollo de la educación superior. El aseguramiento de la calidad educativa se constituyó en el eje orientador de las políticas institucionales y gubernamentales, para lo cual se establecieron dispositivos específicos. A lo largo del sexenio, el énfasis se fue poniendo en la evaluación de resultados y en la evaluación externa de las casas de estudio, para lo cual se conformaron instancias, organismos y agencias especializadas a fin de realizar actividades de evaluación y acreditación en muy distintos ámbitos: desde el ámbito del individuo hasta las instituciones. En torno a la evaluación, en el seno de las comunidades académicas, se desató gran polémica: mientras quepara unos actores los dispositivos de evaluación creados inducían prácticas educativas de calidad, para otros resultaban instrumentos de control sobre las actividades de las universidades y los académicos. Como tópico de análisis, la evaluación de la educación superior concentró la atención de muy diversos actores y estudiosos de la educación en nuestro país, sobre el cual se pronunciaban seguidores y detractores de esta nueva política. La evaluación era una práctica inherente a los procesos educativos (se evalúan alumnos al ingreso, a lo largo de su proceso formativo y al egreso; se evalúan proyectos de investigación; se evalúan a los profesores para el ingreso y la 3 promoción académica), a inicios de los noventa comenzó a construirse como el instrumento estratégico central de la política pública. (Mendoza, 2002, p.256) En la primera mitad de la década se perfiló una nueva política en el nivel mundial y nacional en materia de educación superior: la calidad, la eficiencia, la pertinencia y la equidad fueron tópicos presentes en documentos internacionales y nacionales, en planes y programas educativos, en el discurso hegemónico de los gobiernos y en los proyectos de desarrollo de las universidades. En el programa para la modernización educativa 1989 – 1994, se planteó que la evaluación era el medio idóneo para precisar el concepto de calidad, concepto que, pese a ser tan utilizado, se había caracterizado por su carácter más bien retórico, por su dificultad de aprehensión y por su indefinición operativa. Precisamente la ambigüedad del concepto era el atributo del consenso. (Hernández, 1996, p. 103) No es extraño, pues, que en el momento en que se establecieron estándares de calidad educativa, mecanismos y procedimientos de evaluación, se perdiera el consenso y el tema se abriera al más amplio debate al interior de las comunidades académicas y al exterior de las instituciones. En México surgió una nueva pauta de coordinación y regulación de la educación superior, con base en una serie de medidas derivadas de una redefinición del papel del Estado en el apoyo y financiamiento de la educación superior. En este contexto, adquirió significación el impulso a mecanismos específicos de evaluación, acreditación y certificación en la primera mitad de la década de los noventa en México. A estos conceptos se le otorgaron los siguientes significados. La evaluación es un proceso continuo, integral y participativo, que permite identificar una problemática, analizarla y explicarla mediante información relevante. Como resultado, proporciona juicios de valor que sustentan la consecuente de toma de decisiones. Con la evaluación se busca el mejoramiento de lo que se evalúa y se tiende a la acción; tiene un carácter relativo a cada institución, al tener como eje sus propios objetivos y metas, así como las políticas y estrategias para conseguirlos. La acreditación es un procedimiento, usualmente sustentado en un autoestudio, que tiene como objetivo registrar y confrontar el grado de acercamiento del objeto analizado con un conjunto de criterios, lineamientos y estándares de calidad convencionalmente definidos y aceptados. Implica el reconocimiento público de que se cumple con determinado conjunto de cualidades o estándares de calidad. La acreditación se realiza ante un organismo especializado y depende, en última instancia, de un juicio externo a la institución. Se aplica tanto a instituciones como a programas académicos. La certificación es el acto mediante el cual se hace constar que una persona posee los conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes exigidos para el 4 ejercicio de una profesión determinada. Puede tener un carácter legal (como en el caso de la expedición de la cédula profesional) o social (como las constancias no oficiales y de valor moral). La certificación se refiere a individuos. Convencionalmente se distinguió entre acreditación y certificación, ante los múltiples significados de términos utilizados en el medio educativo: la primera tiene como ámbitos programas o instituciones educativas, mientras que la segunda se refiere a individuos: se acreditan programas e instituciones y se certifica la formación de individuos, si bien ambos procesos están relacionados. La acreditación, entendida como el reconocimiento o autorización oficial de estudios, es realizada por el poder público (Congreso de la Unión, congresos estatales y poderes ejecutivos federal y estatales) y las instituciones que por ley tienen el rango de autonomía. Esta situación difería de la de otros países, en los cuales la acreditación estaba a cargo de organismos privados, como es el caso de Estados Unidos, en donde existen agencias acreditadoras de programas e instituciones. Por su parte, el otorgamiento de la licencia para el ejercicio profesional está a cargo del Estado, quien reconoce automáticamente los títulos que expiden las instituciones educativas. También, a diferencia de otros países, no se contaba con mecanismos formales para regular el acceso a la práctica profesional ni existían criterios de certificación para los nuevos profesionales que se incorporaban al mercado de trabajo. Los gremios profesionales, más que constituir asociaciones independientes del Estado para incidir en este proceso con base en sus especializaciones profesionales, conformaban organismos políticos de apoyo al Estado. Cabe recordar la construcción de la estrategia de evaluación por parte de dos grupos de sujetos sociales: las autoridades educativas del gobierno federal y el conjunto de rectores y directores de las instituciones de educación superior agrupadas en ANUIES. Este proceso de construcción ideológica (significados que se otorgan a la evaluación) abarcó dos momentos: la formulación y el desarrollo de los lineamientos para la evaluación de la educación superior acordados por la Comisión Nacional de Evaluación de la Educación Superior (CONAEVA) y la formulación de un proyecto de evaluación de resultados por un examen general de egreso de licenciatura, propuesto para ser desarrollado en 1994 en una fase experimental. Durante la consulta nacional para la modernización de la educación superior a la que convocó el Presidente de la República en los primeros meses de 1989, los rectores de las universidades públicas, en el seno de ANUIES, manifestaron sus opiniones en torno a los diversos problemas que aquejaban a este nivel de estudios y a medidas plausibles de solución. 5 En torno a la evaluación surgieron acciones enmarcadas en una estrategia que vinculara este proceso con las acciones de planeación y desarrollo de las funciones y tareas concretas que realizan las instituciones. Sus propuestas fueron presentadas al gobierno federal en un documento Declaraciones y aportaciones de la ANUIES para la modernización de la educación superior, en donde fue clara la posición que asumieron las universidades al hacer hincapié que los procesos de evaluación debían sustentarse en la participación de las propias instituciones y de sus actores académicos. Es importante que sean los propios actores institucionales quienes lleven a cabo el proceso de evaluación, ya que les concierne y afecta en su ámbito propio de actividades, y dado que son ellos quienes efectivamente pueden hacer mayores esfuerzos para efectuar cambios cualitativos. A partir de esta postura, se plantearon las siguientes posturas: - Desarrollar metodologías para la evaluación de las actividades académicas por área de conocimiento, con énfasis en criterios cualitativos. - Asegurar la participación de los cuerpos colegiados en los procesos de evaluación. - Incorporar la valoración que tengan sobre los programas académicos de su dependencia los investigadores, profesores, estudiantes, autoridades, funcionarios y trabajadores. - Evaluar la congruencia de las funciones sustantivas en términos del impacto social en el entornoinmediato de las instituciones, con énfasis en el enfoque regional, para lo cual habrá que establecer espacios y mecanismos para la evaluación interinstitucional. - Avanzar en la definición de sistemas de indicadores y parámetros por funciones y por áreas del conocimiento, por medio del intercambio interinstitucional para el análisis de metodologías que consideren la diversa situación, infraestructura y tipo de instituciones. - Establecer mecanismos de evaluación permanente e integral de los diferentes sectores y ámbitos institucionales (bibliotecas, planta física, sistemas de organización, etcétera). - Evaluar de manera interinstitucional a organismos, programas, instituciones, sistemas y aspectos normativos de carácter nacional que afectan o condicionan a las instituciones de educación superior. 6 - Relacionar los procesos de evaluación con la presupuestación de las dependencias de cada universidad y con la asignación de recursos federales y estatales. Las universidades rescataban la política acordada por ellas mismas en 1984, que fue plasmada en el documento La evaluación de la educación superior en México. (ANUIES, 1984). En dicha política, el papel protagónico en los procesos de evaluación recae en los actores internos del proceso educativo. No hay que olvidar que la imagen de la universidad pública que se difundía socialmente era de una institución ineficiente, que debía ser reordenada y puesta al día. De ahí que ante la circulación de esta imagen, las propias universidades advirtieran la necesidad de una evaluación y un cambio, con la participación de sus actores internos, y no sólo por decisiones externas y alejadas de las lógicas académicas. Uno de los lineamientos estratégicos que retoma el Programa para la Modernización Educativa en materia de evaluación fue la evaluación permanente de los logros y procesos de la educación, con el propósito de orientar su actividad y encaminar la reordenación interna de las instituciones. Para la educación superior, se propuso conformar una comisión ad hoc, encargada de impulsar un proceso nacional de evaluación, con el siguiente objetivo: Impulsar un proceso nacional de evaluación del sistema de educación superior para determinar sus actuales niveles de rendimiento, productividad, eficiencia y calidad. Dicho proceso será técnicamente conducido por una comisión nacional de evaluación de la educación superior, surgida del seno de la CONPES. Esta comisión actuará con el consenso de las instituciones y contará con los apoyos adecuados a la misión que se les encomiende. La comisión habrá de basar su actuación en un conjunto de directrices que contemplen la participación institucional, en función de normas claramente establecidas en cada caso; los resultados serán considerados para la determinación de las prioridades de desarrollo de la educación superior. (Poder Ejecutivo Federal, 1989, p.141). Para dar respuesta a varios de los lineamientos del Programa, en noviembre de 1989 fue reinstalada la Coordinación Nacional para la Planeación de la Educación Superior (CONPES), en cuyo seno se instalaron diversas comisiones, una de ellas la Comisión Nacional de Evaluación de la Educación Superior (CONAEVA). Se buscó que las comisiones fueran un medio para dar cumplimiento a lo establecido en el Programa para la Modernización Educativa, bajo la línea estratégica, apuntada en éste, de diálogo, acuerdo y concertación, en donde hubiera representación tanto en el gobierno federal como en las instituciones educativas. Las comisiones fueron integradas con los nueve miembros: su presidente, que en todos los casos fue el Secretario de Educación Pública; cuatro funcionarios públicos, tres titulares de instituciones de educación superior, miembros del 7 Consejo Nacional de la ANUIES; y un funcionario de la Secretaría General Ejecutiva de esta asociación. La CONAEVA quedó integrada, por parte del gobierno federal, además de su presidente, por cuatro subsecretarios: uno, de la SSP: el de Programación y Presupuesto, y tres de la SEP: los de Coordinación Educativa, Educación Superior e Investigación Científica, y Educación e Investigación Tecnológicas. Como representantes de las instituciones se nombraron a los rectores de las universidades de Guadalajara, Veracruzana y Nacional Autónoma de México, y al secretario general ejecutivo de la ANUIES. Para el desarrollo de cada comisión, se estableció un grupo de trabajo con representantes de sus miembros y se nombró a un secretario técnico encargado de coordinar operativamente los trabajos y las reuniones de seguimiento y evaluación. Para la CONAEVA se nombró como secretario técnico a un funcionario de la Subsecretaría de Educación Superior e Investigación Científica (SESIC). Una vez constituido este espacio de concertación, se precisó la tarea para realizar. Fueron dos los objetivos que orientarían el trabajo de la CONAEVA (1991, p.30): - Impulsar un proceso nacional de evaluación del sistema de educación superior, para lo cual la comisión formulará criterios y directrices de carácter general para las instituciones de educación superior y para las instancias y organismos relacionados con la misma. - Proponer a los organismos e instituciones correspondientes las políticas y acciones tendientes a superar las deficiencias y mejorar las condiciones de la educación superior. Los lineamientos generales acordados desde un inicio fueron los siguientes: concebir y articular un proceso de evaluación de la educación superior en el país; sentar las bases para dar continuidad y permanencia el proceso de evaluación; proponer criterios y estándares de calidad para las funciones y tareas de este nivel educativo: atender las cinco líneas de evaluación señaladas en el Programa la Modernización Educativa (desempeño escolar, proceso educativo, administración educativa, política educativa e impacto social de los egresados y los servicios) y apoyar a las diversas instancias responsables de la evaluación para que la lleven a cabo mediante los mecanismos más apropiados. Parecía que con la evaluación se resolverían los grandes males que de antaño aquejaban a las universidades; que bastaría con identificar los problemas centrales y las situaciones que enfrentaba cada institución para transitar hacia tan anhelada superación académica; que ahora sí era el momento de romper con atavismos y ataduras que impedían a todos tener un conocimiento certero y objetivo de la realidad, para hacer los cambios en el corto plazo. Al interior del grupo técnico de la CONAEVA (encargado de formular un primer documento de encuadre y de estrategia para la evaluación) se manifestaron 8 diferentes posturas, y parte de su explicación hay que verla, necesariamente, en la ubicación institucional de sus miembros: instituciones educativas o gobierno federal. La primera versión del documento que en enero de 1990 fue conocida por el pleno de la CONAEVA, tuvo la particularidad de rescatar la concepción y los lineamientos establecidos en el documento aprobado por la ANUIES en 1984, al que ya se ha hecho referencia. De acuerdo con ellos, se asumió que la tarea central debería recaer fundamentalmente en las propias instituciones educativas. En las universidades y en los espacios gubernamentales se venía insistiendo en que la “verdadera” evaluación era la que se practicaba desde fuera, sin la intervención del “interesado”, para evitar distorsiones y simulaciones. (Mendoza, 2002, p. 268) Una vez presentada la primera versión a la CONAEVA, la Secretaría General Ejecutiva de la ANUIES propuso en su seno que, dada la trascendencia de la política que se pensaba instrumentar, el tema debía ser discutido al interior de la asociación, entre los titulares de las instituciones educativas asociadas. Se juzgó importante incluir este punto en la agenda de la reunión de la Asamblea General celebrada en febrero de 1990 en la ciudadde Cuernavaca, se acordaron tres puntos: - La disposición expresa de participar decididamente con el gobierno federal en u proceso de evaluación de la educación superior, tanto para proponer y acordar criterios y formas de evaluación, como para participar en las instancias idóneas de decisión, para las diferentes funciones y tareas de la educación superior. - La disposición a impulsar y consolidar los esfuerzos de evaluación al interior de las instituciones, en los diversos sectores y ámbitos de actividad académica. - La realización de una reunión extraordinaria de la Asamblea General para analizar, discutir y aprobar, en su caso, las propuestas aprobadas en la Comisión Nacional de Evaluación, previa a su presentación al pleno de la CONPES (ANUIES, 1990, pp. 90-91). Con base en estos acuerdos, la Secretaría General Ejecutiva organizó, durante junio de ese año, reuniones birregionales en las ciudades de Monterrey, Guadalajara, Villahermosa y México, con la participación de los titulares y los funcionarios de las universidades e institutos tecnológicos. En ellas se analizó el documento elaborado por el grupo técnico de la CONAEVA y un documento complementario de Observaciones y propuestas para la evaluación de la educación superior, formulado por la propia Secretaría General y avalado por el Consejo Nacional. En estas reuniones se expresaron diversos puntos de vista sobre los documentos presentados y se hicieron aportaciones que dieron sustento 9 al documento analizado en la IX reunión Extraordinaria de la Asamblea General, celebrada en julio en la ciudad de Tampico. Como resultado de esa reunión, tras un intenso intercambio de puntos de vista en torno a los procesos y los mecanismos de evaluación, se aprobó el documento Propuesta de lineamientos para la evaluación de la educación superior, que fue presentado a la CONAEVA como la posición de la ANUIES ante el proceso nacional de evaluación que se iba a impulsar. En esta posición destacó el compromiso de las instituciones a: - Integrar o consolidar una comisión institucional que impulse y coordine los procesos evaluativos de las diversas dependencias y formalice, a través de sistemas de retroalimentación, el vínculo y el intercambio de información con la CONAEVA. - Establecer sus propios parámetros para cada uno de los indicadores de la evaluación. - Presentar a la CONAEVA el primer reporte de evaluación interinstitucional, y a la SEP y a la comisión el programa especial en el que se planteen acciones para solucionar los problemas y las necesidades más importantes y urgentes detectados en la evaluación. - Realizar la evaluación del sistema de educación superior e impulsar procesos y mecanismos de evaluación interinstitucionales sobre programas y proyectos académicos en funciones y áreas específicas del conocimiento (ANUIES, 1990, pp. 84-87). De este modo, la ANUIES dio forma a su compromiso de participar en un proceso nacional de evaluación de la educación superior, contraído desde el mes de febrero, con una perspectiva de avances graduales y revisión permanente de los resultados. LINEAMIENTOS ACORDADOS PARA LA EVALUACIÓN DE LOS NOVENTA. Recogidas las aportaciones de la ANUIES, a la CONAEVA acordó una estrategia de evaluación, dada a conocer en el documento publicado con el título Evaluación de la educación superior (Comisión Nacional de Evaluación de la Educación Superior, 1991). Se adoptó como meta el establecimiento de un Sistema Nacional de Evaluación, atendiendo a tres procesos de evaluación relacionados entre sí, pero con propósitos específicos y diferentes para cada uno de ellos, que habría de realizarse en forma paralela y simultánea: - procesos de evaluación institucional, a cargo de las propias casas de estudio; 10 - estudios sobre el sistema de educación superior en su conjunto, a cargo de especialistas; - procesos de evaluación interinstitucional sobre servicios, programas y proyectos en las diversas funciones y áreas de la educación superior, mediante el mecanismo de evaluación de pares (miembros reconocidos de la comunidad académica nacional en áreas específicas). La evaluación institucional se consideró como el análisis valorativo sobre la organización, el funcionamiento y los resultados de los procesos académicos y administrativos, en el nivel de cada una de las instituciones de educación superior, tomando en consideración los resultados de las evaluaciones de las dependencias y unidades académicas. La evaluación del sistema de educación superior se visualizó como el análisis valorativo de los aspectos básicos de la problemática general de la educación superior y de sus tendencias de desarrollo. Las decisiones derivadas de estas evaluaciones se traducirían en políticas y en el establecimiento de prioridades para la consolidación y el desarrollo del sistema de educación superior. La evaluación interinstitucional de servicios, programas y proyectos se sitúo en el ámbito del quehacer sustantivo de las instituciones, en un área específica del conocimiento, para conocer y valorar las condiciones de operación y la calidad de los procesos y los resultados. Esta evaluación tendría que ser realizada fundamentalmente entre los pares de la comunidad académica, y para ser efectiva debía sustentarse en grupos colegiados, interinstitucionales, cuyos integrantes fueran del más alto nivel académico y contaran con la legitimación de la propia comunidad académica nacional. Como resultado de los compromisos adquiridos en la CONAEVA, la totalidad de las universidades públicas realizaron en 1990, 1991 y 1992 su evaluación institucional bajo la coordinación general de esta comisión y entregaron, por los conductos establecidos, sus correspondientes reportes evaluativos y programas especiales. En 1993 y 1994, si bien las universidades siguieron realizando procesos de autoevaluación, estos se dieron en el marco del FOMES, ya que en los hechos, la CONAEVA había dejado de operar como instancia bilateral gobierno – universidades. Los resultados obtenidos, si bien evidenciaron deficiencias y limitaciones, sobre todo en la dimensión técnica de la evaluación, mostraron la disposición real de las instituciones de impulsar procesos de transformación necesarios, rompiendo con inercias y prácticas inadecuadas ante las nuevas exigencias que planteaba la realidad. (Mendoza, 2002, p.273) Es importante señalar la petición que formuló la ANUIES a la SEP, en el sentido de que, con base en los resultados de la evaluación, se derivaran apoyos concretos para las instituciones. Fue así que todas las universidades recibieron 11 apoyos económicos adicionales para el desarrollo de varios de los proyectos presentados en sus programas especiales, y se constituyó el FOMES, que canalizó recursos crecientes de 1991 a 1994 en el marco de diez líneas de atención prioritarias. El análisis de los reportes de autoevaluación hacía ver que a ritmos desiguales y con diversos niveles de profundidad, las universidades estaban incorporando una cultura de la evaluación. El grupo técnico de la CONAEVA, en un balance de lo realizado durante los primeros años, reconoció los siguientes logros: - Se ha dado inicio a una “vocación por la evaluación”, la “búsqueda de la calidad” y “esfuerzos hacia el reordenamiento y la excelencia”. - Se ha extendido una actitud de “apertura de las instituciones para manifestar sus problemas, logros y retos”, tanto al interior de ellas como al exterior. - Algunas instituciones se han abierto a la evaluación externa por parte de grupos representativos de la sociedad. - Existen avances metodológicos por parte de las universidades en materia de evaluación. - Todas las instituciones públicas de educación superior, por medio del programa de Becas a la Productividad y al Desempeño Académico, evalúan a sus profesores e investigadores. - Hay avances en la formacióny la consolidación de comisiones que coordinan los procesos de evaluación. - Se han constituido y consolidado sistemas de información institucional para la planeación y la evaluación. - Como resultado de la autoevaluación, las instituciones han identificado sus problemas y las áreas prioritarias que requieren atención inmediata. En la Secretaría General Ejecutiva de la ANUIES se llevó a cabo un análisis sobre los procesos de evaluación institucional seguidos en estos años, a partir del análisis de los reportes de evaluación. Derivado del análisis de los reportes, se identificaban tres grupos de instituciones: las que habían consolidado este proceso como parte de su planeación y desarrollo; las que venían realizando importantes esfuerzos de planeación y evaluación, aunque aún no tuvieran consolidado los procesos y las que distaban mucho de hacer de la evaluación una práctica cotidiana y natural. 12 En algunos casos, el proceso de evaluación seguido, fue calificado como enteramente formal, en sentido de que las autoridades de las universidades habían dado respuesta a requerimientos externos, sin desarrollar un trabajo de evaluación real. En dichos procesos formales no había tenido cabida la participación de las comunidades académicas ni instancias distintas de las rectorías y sus cuerpos técnicos de planeación. “La evaluación tendrá efectividad cuando sirva a la universidad, no sea una carga burocrática y tome carta de naturalización en la institución”. (Mendoza, 2002, p.277) A las dificultades de orden estratégico se añadían problemas de carácter técnico, como la gran rotación del personal con que contaban las dependencias universitarias que coordinaban los procesos de planeación y evaluación, la escasa cultura técnica de la evaluación y la carencia de profesionales capacitados y con experiencia en estas tareas. Frente a las políticas nacionales instrumentadas, muchas universidades tuvieron que improvisar procesos internos al carecer de sustentos de diversa naturaleza: filosóficos, metodológicos, organizativos y políticos. No se tomó en cuenta en varios casos la satisfacción de requisitos previos para estas tareas, que no se reducían a una labor técnica de recopilación de datos, como de hecho se dio en varias instituciones. A las limitaciones de carácter interno, las universidades señalaron otros elementos, provenientes de la CONAEVA y de otras instancias nacionales de planeación y coordinación, que confundieron a los responsables de coordinar los procesos de evaluación. Los cambios propuestos por la CONAEVA en los procesos de evaluación entre 1990 y 1992 representaron, en opinión de algunas universidades, una alteración a un proceso continuo y racional. Ello se ejemplificó con la relación que guardaron los reportes de evaluación con el apoyo a proyectos de mejoramiento a través del FOMES. Mientras que en 1990 los programas especiales de mejoramiento y reordenación fueron una derivación directa de la evaluación practicada, en los siguientes dos años se desvincularon los procesos. De este modo, al interior de cada universidad se realizaron dos procesos con distinta temporalidad: el de evaluación y los llamados “proyectos FOMES”, con el común denominador de que ambos fueron coordinados institucionalmente, casi en todos los casos, por los mismos equipos, y tanto la CONAEVA -para el caso de la evaluación- como la SESIC –para la canalización de recursos-, señalaban fechas límite de entrega de ambos. Ello ocasionó un trabajo muy intenso en las áreas de planeación y evaluación de las instituciones en lapsos muy cortos, imposibilitando en muchos casos un trabajo de calidad. Sobre este punto, fue compartida la opinión sobre la necesidad de programar los tiempos para estos trabajos de manera más adecuada, a fin de no superponer actividades y disponer del tiempo suficiente para realizar verdaderos trabajos de evaluación. 13 Sin embargo, y pese a las deficiencias, confusiones, limitaciones de tiempo y otros problemas señalados, existía cada vez más un convencimiento al interior de las universidades sobre la necesidad de impulsar orgánicamente procesos de evaluación y hacer de ellos un medio para la superación académica. Los riesgos de una verdadera evaluación universitaria eran múltiples y no de escasa monta: el sacar a la luz pública situaciones que incomodaban a más de uno; la afectación de intereses de grupos o la evidencia de la actitud de simulación y de autoprotección. Pero sobre todo, podía generar una movilización por una transformación universitaria que necesariamente implicaba remover las relaciones políticas y de poder existentes, como había quedado demostrado en el caso de la UNAM a partir de 1986. Frente a las consecuencias previstas de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) en la prestación de servicios profesionales entre México, Canadá y Estados Unidos, se requería revisar los mecanismos de certificación profesional. El director general de profesiones de la SEP anunció los rubros que comprendía la agenda de negociaciones que se desprendía del TLC en materia de licencias profesionales: educación, exámenes, experiencia, conducta y ética, desarrollo profesional y renovación de la certificación. Los acuerdos que se tendrían que tomar se referían a los exámenes de calificación profesional para la obtención de licencias, duración y naturaleza de la experiencia requerida para obtener una licencia, requisitos para conservar el certificado profesional y extensión y límites de las actividades autorizadas. Lo único negociado en el TLC –en el capítulo XVI: “Entrada temporal de personas de negocios” -, fueron los principios, las reservas y el compromiso para la realización de actividades profesionales en el ámbito de 63 profesiones señaladas en el tratado (que incluían profesiones científicas generales y médicas). Para cada profesión se establecieron los requisitos académicos mínimos y los títulos alternativos. Se acordó que cada país autorizara la entrada temporal y expidiera la documentación comprobatoria a la persona de negocios que pretendiera llevar a cabo actividades en el nivel profesional, con sólo cumplir con los requisitos migratorios vigentes y señalar el propósito de la entrada y las actividades que desarrollaría. En ningún caso, se acordó, un país podría exigir procedimientos previos de aprobación, peticiones o pruebas de certificación laboral como condición para autorizar la entrada temporal del profesional. Sin embargo, un país podría establecer un límite numérico anual en la entrada de profesionales, con miras a su eliminación gradual. Los procesos de internacionalización de la educación superior y los crecientes intercambios en el marco de la integración comercial de América del Norte, llevaron a las instituciones del país a compararse cada vez más con estándares internacionales de calidad. Por otro lado, tras la incorporación de México a la 14 Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el gobierno solicitó a este organismo dos evaluaciones: una relativa a la investigación científica y otra a la educación superior, que hasta la primera mitad de la década no se había dado a conocer, si bien habían estado equipos de la OCDE en dos ocasiones evaluando a las universidades (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, 1997). En México, la acreditación de instituciones era reciente, aunque desde la década de los cincuenta el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) había sido acreditado por la Southern Association of Colleges and Schools (SACS), una de las agencias acreditadotas regionales de Estados Unidos. La Universidad de las Américas también estaba por la SACS y con posteridad otras instituciones, públicas y privadas, se habían acogido a este proceso de acreditación. En México no existe ningún organismo acreditador para el conjunto de instituciones deeducación superior. Sin embargo, se tuvieron dos experiencias relacionadas con la acreditación institucional: La Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior (FIMPES) se constituyó en 1992 como instancia acreditadora para las instituciones que forman parte de ella, estableciendo el “Sistema para el Ingreso y Permanencia en la FIMPES, a través del Fortalecimiento del Desarrollo Institucional”. Por su parte, la Asamblea General de la ANUIES aprobó, si bien ya entrada la segunda mitad de la década, la definición y el contenido del procedimiento para el ingreso y la permanencia en la asociación, mismos que contienen requisitos de calidad académica que se deben cubrir. En 1996 se integró la información solicitada para proceder a un análisis del conjunto de la situación que guardaban en relación con los criterios y los estándares de calidad establecidos. Sin embargo, de manera expresa, la asamblea señaló que este proceso no debía constituir, en sentido estricto, un mecanismo de acreditación de las instituciones de educación superior, el cual debería ser distinto y tener referentes estándares de calidad más elevados a los acordados. 15 1.1 ANTECEDENTES DE LOS EXÁMENES GENERALES PARA EL EGRESO DE LA LICENCIATURA (EGEL) Junto con la evaluación institucional, la CONAEVA acordó impulsar la evaluación interinstitucional de servicios, programas y proyectos académicos, para conocer y valorar sus condiciones de operación y calidad. Para ello se crearon en 1991 los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (CIEES). Como es tradición en el medio universitario, son los pares académicos quienes están en mejores condiciones de opinar sobre las bondades y deficiencias de un programa que se ubica en su área de conocimiento. En México, este tipo de evaluación ha sido norma entre las comunidades científicas, principalmente en los ámbitos de la investigación y el posgrado. Bajo este supuesto, y a fin de ampliar estos procesos de evaluación de pares, se integraron nueve comités por área de conocimiento y para las funciones de administración y difusión de la cultura. Las áreas son las siguientes: ciencias exactas y naturales, ciencias agropecuarias, ingeniería y tecnología, arquitectura, ciencias sociales y administrativas, educación y humanidades y ciencias de la salud. Cada comité se integró con nueve miembros del personal académico de reconocido prestigio en su área, y se le asignaron diversas funciones: la evaluación diagnóstica sobre programas académicos; la acreditación y el reconocimiento de programas al satisfacer criterios y estándares de calidad; la dictaminación puntual sobre proyectos que solicitan apoyo y la asesoría a las instituciones. Sin embargo, por decisión de los propios comités, la evaluación practicada tenía un carácter diagnóstico, dejando la acreditación a otros organismos especializados. Esta modalidad de evaluación, en general, fue bien recibida por las comunidades académicas, lo que se explica por la naturaleza del trabajo desarrollado, que centra su atención en lo académico. Las cualidades de los comités de pares hacían que éstos tuvieran autoridad académica y moral, lograran una mayor objetividad al ser externos a los programas evaluados y al no estar viciados por la cotidianidad, fomentaran la apertura de las instituciones y contribuyeran al mejoramiento académico desde una perspectiva formativa. La coordinación de los CIEES insistió en los propósitos de la evaluación practicada: la evaluación diagnóstica no califica, ni clasifica, ni discrimina, ni apremia ni castiga. La evaluación diagnóstica busca, con un enfoque esencialmente constructivo, el conocimiento más sólido posible de los logros y deficiencias de la institución o programa evaluado –y la causa de estos logros y deficiencias- para definir acciones de mejoramiento. 16 Con una concepción centrada en la cooperación, más que en la competencia o la rivalidad, los CIEES pretendieron aportar al conocimiento de los programas académicos, desde la experiencia de sus miembros, para el mejoramiento de la calidad educativa. Al no estar asociado el trabajo de los comités al otorgamiento de recursos económicos, se daba una evaluación más fresca y más orientada al quehacer sustantivo. Los CIEES, además de las evaluaciones realizadas, tuvieron otros resultados, como la conformación de marcos de referencia para la evaluación de cada una de las áreas: la asesoría y la elaboración de dictámenes sobre proyectos específicos; el impulso de organismos de acreditación en dos áreas (ingeniería y medicina veterinaria y zootecnia); la conformación de un sistema de información estadística; la elaboración de panoramas de la enseñanza en distintas carreras y la publicación de materiales de apoyo a la evaluación educativa. En esos años, los cambios de funcionarios en la SEP impactaron el trabajo de los comités, ante su indefinición jurídica y su dependencia de la CONPES, instancia que dejó de operar desde 1994. De manera conjunta a los procesos de evaluación antes descritos, se iniciaron actividades tendientes a constituir mecanismos de acreditación de programas académicos, principalmente correspondientes a carreras de licenciatura. Diversas asociaciones de escuelas y facultades avanzaron en el establecimiento de estándares académicos y criterios para la acreditación de sus programas, para posibilitar la movilidad de estudiantes, la comunicación entre ellos y su reconocimiento mutuo. Con la firma del TLC se aceleraron los trabajos realizados en estos ámbitos, por la relación entre la acreditación de programas y la certificación de profesionales. Dos de las áreas que tuvieron mayor grado de avance en esta materia fueron la de la salud y la de ingeniería. El concepto de acreditación que orientó los trabajos de las asociaciones acreditadotas fue el utilizado comúnmente en otros países: “reconocimiento a la satisfacción de un conjunto de normas y estándares mínimos de buena calidad previamente establecidos”. Por tanto, la acreditación de un programa constituía, una garantía pública de que había calidad en su quehacer académico “igual o superior al mínimo establecido”. (Mendoza, 2002, p, 307) En la mitad de la década, fueron pocas las asociaciones de acreditación formalmente constituidas, pero en la segunda mitad se acordarían criterios y procedimientos para la acreditación en distintas carreras. Los consejos de acreditación se conformaron en asociaciones civiles y, en algunos casos, como comisiones de asociaciones de escuelas y facultades. Con los sistemas de acreditación, en cualquiera de las modalidades organizativas adoptadas, se perseguían distintos objetivos, entre ellos contribuir al conocimiento 17 y mejoramiento de la calidad de los programas del ejercicio profesional; establecer modelos de enseñanza acordes con los avances de la ciencia y la tecnología y con los requerimientos del ejercicio profesional e informar a las instituciones educativas, estudiantes, padres de familia empleadores y organismos públicos y privados interesados, acerca de las condiciones de la enseñanza de las diversas escuelas del país. Cabe resaltar que esta acreditación recaía en organismos de la sociedad civil y no en el gobierno. El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) estableció, a partir de 1992, un padrón de programas de posgrado de excelencia para ciencia y tecnología. Como parte de las nuevas políticas de ese sexenio, los apoyos para la formación de recursos humanos de alto nivel se canalizaron a aquellos programas que, a juicio de pares académicos evaluadores, satisficieran los criterios de calidad establecidos por este organismo. El CONACYT otorgó becas a los aspirantes a cursar un programa de posgrado, en el país o en el extranjero, sólo si formaba parte del padrón de programa de excelencia. Otro tipo de apoyos otorgadospor el consejo también se canalizaron a los programas comprendidos en el padrón. La acreditación del CONACYT tuvo un impacto directo en el fortalecimiento de programas de calidad, pero se descuidaron programas de posgrado emergentes que anteriormente recibían apoyos de otras dependencias. Tampoco estuvieron comprendidos, independientemente de su calidad, por ejemplo, los programas que tenían una orientación docente o de especialización profesional. Para subsanar esta limitación, el Programa Nacional de Superación del Personal Académico (Supera), iniciado en 1994 y coordinado por la ANUIES, estableció criterios para apoyar programas de posgrado con otras orientaciones, por lo que habrían de considerarse diversos padrones de programas de calidad, que resultaran de procesos de evaluación de pares académicos, además del establecido por el CONACYT. Uno de los ejes de la nueva relación entre el gobierno y las universidades que se inauguró en 1990 fue la política de asignación de recursos extraordinarios para proyectos universitarios, resultantes de los procesos de autoevaluación, orientados al mejoramiento de la calidad educativa y que pudieran tener un impacto estructural en las instituciones. Como resultado del primer ejercicio de autoevaluación practicado en 1990, las universidades presentaron un conjunto de proyectos a la SEP que vendrían a resolver algunos de los problemas estratégicos detectados. De este modo se constituyó el Fondo para Modernizar la Educación Superior (FOMES). (Mendoza, 2002, p. 310) Para las universidades públicas, esta nueva modalidad de financiamiento constituyó un apoyo de importancia para el desarrollo de proyectos estratégicos de 18 superación y mejoramiento académico, que no se hubieran podido realizar con recursos ordinarios. Cerca de la mitad de estos recursos se asignó para la actualización de la infraestructura académica, destacando los gastos en equipamiento de cómputo, telecomunicaciones y equipo para bibliotecas. Le siguieron en orden de importancia los apoyos a las líneas de definición de una identidad institucional en materia de posgrado e investigación, sistema institucional de información y formación de profesores. Se propuso, a partir de1995, reorientar la canalización del fondo en función de las líneas del Programa de Desarrollo Educativo 1995 – 2000 del nuevo gobierno. Sin embargo, en el periodo que nos ocupa no se realizaron investigaciones sobre el impacto de FOMES en los procesos de transformación universitaria, si bien en 1994 se conformó un proyecto con esta finalidad que, ante los cambios de funcionarios de la SEP, no realizó los estudios evaluativos propuestos. (Mendoza, 2002, p. 312) La asamblea General de la ANUIES, en 1995, propuso a la SEP lineamientos para una nueva administración de FOMES, como parte del documento Propuestas para el desarrollo de la educación superior. Entre ellas destacaron las siguientes: continuar e incrementar el fondo dada su indudable contribución al mejoramiento de los servicios que ofrecen las instituciones públicas; asignar los recursos con base en un programa integral de las universidades y no en función de proyectos adscritos a líneas prioritarias, que no lo son necesariamente para todas y cada una de ellas; atender a cada universidad en consideración a su especificidad y desarrollo propio (no buscar uniformar a las instituciones); tener mayor claridad y precisión en los criterios seguidos por los grupos dictaminadores, así como mayor transparencia en los procesos de asignación definitiva de recursos; perfeccionar los procedimientos y los criterios de FOMES con la participación conjunta de la SEP y de la ANUIES; contar con la relativa seguridad de que se pueda planear a un plazo mayor de un año y considerar más claramente el criterio compensatorio (ANUIES, 1995, pp. 83 – 84). En México desde 1984 se establece la evaluación para una parte del personal académico con un alcance nacional con el Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Periódicamente los comités evaluadores revisaban la producción académica de los investigadores incorporados a él y de los investigadores que solicitaban su ingreso. En atención a ello, en 1990 el gobierno federal constituyó un fondo especial para iniciar el programa de becas al desempeño académico, llamado después de Carrera Docente. Con cargo a este programa se definieron becas y estímulos que se aplicaron en las instituciones públicas de educación superior. Este programa abarcó al 30 por ciento del personal de tiempo completo en cada institución, al cual se le otorgaron estímulos económicos diferenciales de acuerdo con los 19 resultados de la evaluación practicada por órganos dictaminadores de la propia institución. Se desarrollaron otros programas de financiamiento a proyectos de calidad, como fueron el Programa de Apoyo a la Ciencia en México (PACIME) administrado por el CONACYT y el programa de Superación del Personal Académico (SUPERA), desarrollado por la ANUIES y de reciente operación. En conjunto entre 1990 y 1995, todos los programas de financiamiento adicional (FOMES, PACIME, SUPERA y el SNI) canalizaron a las instituciones de educación superior un total de 3,438’775,343 pesos corrientes, siendo el FOMES el que más importancia tuvo hasta 1994 en términos de sus montos financieros. 20 1.2 ANTECEDENTES DEL EXAMEN GENERAL DE CALIDAD PROFESIONAL. El 2 de febrero de 1994 la CONPES aprobó una nueva modalidad de evaluación de resultados que vendrá a añadirse a las ya existentes; la aplicación de exámenes generales para egresados de licenciatura, proyecto para desarrollarse en 1994 en una fase experimental, a cargo de una entidad de nueva creación: el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (CENEVAL). En marzo de 1992 se llevó a cabo en la ciudad de Manzanillo la primera reunión de trabajo del Consejo de Universidades Públicas e Instituciones Afines, nuevo espacio de encuentro y análisis constituido en el seno de la ANUIES. En dicha reunión se sostuvo un diálogo con el entonces secretario de Educación Pública, Ernesto Zedillo Ponce de León, quien recientemente había tomado posesión de ese cargo en sustitución de Manuel Bartlett Díaz. El secretario de Educación Pública hizo una serie de juicios sobre la universidad pública, cuestionando la viabilidad del modelo con que habían venido operando en las últimas décadas. A continuación se resumen los planteamientos centrales de su participación, mismos que reflejan con nitidez la posición del gobierno frente a dichas instituciones: - Es necesario que la universidad pública se incorpore de lleno al proceso futuro de desarrollo del país y supere la visión que la considera como un organismo aislado de la sociedad, con propósitos, vida y razón propia. - La autoridad educativa habrá de ser cuidadosa y escrupulosa en la asignación de recursos a la educación superior, ante la necesidad de buscar la productividad y rentabilidad del gasto público, dadas las enormes carencias y rezagos existentes en el país. - Las universidades públicas tienen que ser conscientes de que compiten por recursos escasos no sólo entre ellas, sino con otras actividades de interés público, entre las que están los otros niveles y modalidades educativas. - El gasto público es una herramienta que utiliza el gobierno para atener las necesidades de desarrollo económico y social y mejorar la equidad social. De igual manera, el gasto público es un instrumento del gobierno para impulsar políticas consecuentes con los objetivos del desarrollo nacional: recuperación de un crecimiento económico estable y logro de un perfil de distribución del ingreso consecuente con la justicia social. - La rentabilidad en educación básica es muchas veces mayor que la rentabilidad en educación superior. Sin embargo, el gasto por alumno es mayoren la educación superior que en educación básica. 21 - Si preocupa la rentabilidad social del gasto público en la educación superior, debe preocupar el resultado de la actividad universitaria en función de lo que la sociedad espera de ella. - La sociedad (el ciudadano común) espera que la universidad ofrezca perspectivas profesionales a los jóvenes; que le permita tener una participación positiva en la vida del país; que lo capacite para enfrentar la vida y, lo fundamental, para desempeñar una actividad productiva y remunerada. - Los criterios que rigen a la autoridad educativa para influir, por medio de la asignación de recursos, en la actividad de las universidades, son el de excelencia y la pertinencia. - El mejor procedimiento para lograr la excelencia académica es la aplicación de severos requisitos para transitar por la carrera universitaria que tengan como base el desempeño. - El criterio de pertinencia hace referencia a la utilidad de la actividad universitaria para el desarrollo del país. - No se tiene duda respecto a la función que desempeña la universidad pública en el desarrollo del país, pero es necesario reconocer que ella pasa un momento particularmente crítico de su historia. - Aun si se contara con mayores recursos para las universidades, sobre las bases con que están operando, estaríamos enfrentando un problema agudo de viabilidad. Ellas viven una crisis de calidad académica y una crisis de pertinencia social. - Si la universidad pública no responde al reto más general de desarrollo de lo que haga el gobierno, va a buscar otras opciones, como las universidades privadas. Si se extrapola la tendencia actual, al cabo de unos años se podrá tener universidades públicas vacías e irrelevantes para el país. - El avance reciente de las universidades públicas, valioso en sí, es sin embargo, demasiado lento con relación a lo que requiere el país. - La autoevaluación y los otros procesos de evaluación en desarrollo son importantes para las universidades, pero lo que más interesa a la autoridad educativa son los resultados de la formación de profesionales egresados de las universidades, en términos de calidad y pertinencia. Hasta hoy se han realizado evaluaciones de insumos y de procedimientos, no de productos. - Tenemos que evolucionar rápidamente a un sistema en el cual, a través de un mecanismo autónomo de la SEP y de las universidades, podamos evaluar resultados por medio de exámenes de carácter nacional que se apliquen a los 22 egresados de manera general o por muestreo en las carreras típicas de las universidades. - Estos mecanismos de evaluación de resultados son más reveladores de la situación verdadera de las universidades y más útiles a la autoridad y a la sociedad. - Los resultados de estos exámenes deberían hacerse públicos, como se hace en otros países. Así, los padres de familia, ante las opciones de escoger una institución, sabrían lo que sus hijos obtendrían en una o en otra universidad. Estos planteamientos fueron los que dieron origen a la iniciativa de desarrollar un proyecto de examen general para ser aplicado a los egresados de las carreras profesionales, si bien la idea de explorar la factibilidad de un examen nacional para egresados, mediante un mecanismo suprauniversitario, había sido externada en el Consejo Nacional del a ANUIES. Esta iniciativa se sumó a otra que ya se venía trabajando en la ANUIES: la formulación y la aplicación de un examen nacional indicativo previo a la licenciatura, con el objetivo de obtener una calificación individual de los estudiantes con respecto a estándares de conocimientos y habilidades básicas para cursar una carrera profesional. Para iniciar la formulación de los proyectos correspondientes a cada uno de los exámenes (de ingreso y de egreso), se hizo una división del trabajo: la ANUIES desarrollaría el primero y la SESIC el segundo. La SESIC formuló las primeras versiones de lo que se denominó “examen general de egresados de licenciatura” (EGEL) y después “examen general de calidad profesional” (EGCP). En la reunión del Consejo de Universidades Públicas celebrada en Villahermosa en marzo de 1993, los rectores conocieron el proyecto presentado por la SESIC, mismo que fue aprobado en lo general, manifestándose diversas opiniones sobre aspectos particulares de la propuesta. Al mes siguiente, en la Reunión de la Asamblea General celebrada en Mérida, se aprobaron 11 resolutivos sobre el EGEL que, en sumarte medular, representó un pronunciamiento favorable por el establecimiento de un examen general de calidad profesional para evaluar los conocimientos y las habilidades de la formación académica y profesional de los egresados de licenciatura, con tres objetivos: informar a la sociedad acerca de la calidad de los egresados: contribuir a la evaluación de la educación superior y a su mejoramiento, e informar al sustentante acerca de la calidad de su propia formación. La Asamblea se pronunció, luego de una amplia discusión, sobre las políticas que deberían enmarcar el desarrollo de este proyecto: aplicar el examen en 1994 en una fase experimental; considerarlo como complementario a los procesos de evaluación, acreditación y titulación que competen a las instituciones de educación 23 superior de acuerdo con su legislación; incorporar al personal académico, técnico y científico del más alto nivel en el diseño de los exámenes; consultar a los diversos sectores interesados ; no condicionar el otorgamiento de la cédula profesional a la aprobación del examen, pero sí exigir al solicitante la constancia de su presentación, asegurar el máximo esfuerzo del sustentante a fin de que el examen se constituya en un instrumento real de evaluación; valorar y hacer uso de los resultados del examen en las instituciones de educación superior en la forma que cada una de ellas considere más adecuada, y presentar la propuesta de que un organismo no gubernamental y autofinanciable en el mediano plazo se encargue del desarrollo del proyecto. Sin embargo, quedaron pendientes de definición otras políticas para la instrumentación del proyecto, como las características del organismo que se responsabilizará del desarrollo del proyecto; la precisión del objetivo central que debía orientar el diseño del examen (ser instrumento de evaluación de instituciones o de evaluación de individuos); el número de oportunidades y los momentos de presentación (antes o después de la titulación); la posibilidad de ser una opción de titulación si así lo decidiera una institución educativa; la forma de calificación y la constancia de la misma en un documento (sólo especificar si acreditó o no acreditó, o desglosar la calificación obtenida); la definición de perfiles profesionales para cada carrera, y el grado de amplitud de la difusión de los resultados. (Mendoza, 202, p, 286) A lo largo del proceso de formulación del proyecto, desde la reunión en Manzanillo hasta la Asamblea en Mérida, la discusión se centró en cinco aspectos del EGEL: - su relación con las instituciones de educación superior; - su relación con la certificación para el ejercicio profesional; - la heterogeneidad de los planes y programas de formación profesional; - los colegios de profesionales, y - la acreditación con el TLC. Veamos cada uno de ellos. Relación entre el EGEL y las instituciones de educación superior. La propuesta del EGCP consideró implícitamente dos objetivos sustantivos, sin establecer una clara distinción de la intencionalidad central: evaluar a las instituciones educativas por medio de los resultados que los egresados de ellas obtuvieran en el examen general, o evaluar a individuos. En el primer caso, el examen sería un instrumento más de evaluación de instituciones, que se sumaría al proceso de autoevaluación en marcha y a la evaluación de los comités interinstitucionales para la evaluaciónde la educación superior (CIEES). En 24 estricto sentido, el examen se visualizaría como una forma de evaluación de resultados que producen las universidades y sus objetos serían: evaluar la formación recibida a lo largo de la carrera profesional; contribuir a la evaluación de la calidad de la educación superior; aportar información para el establecimiento de políticas y el desarrollo de acciones de mejoramiento en los procesos de formación, y ampliar el conocimiento de que dispone el gobierno para establecer políticas de apoyo y asignación de recursos. En el segundo caso, en cambio, el examen sería un instrumento que proporcionaría información sobre el nivel de formación alcanzado por un egresado, sin pretender evaluar a la universidad en la que cursó sus estudios. La postura dominante fue privilegiar el segundo objetivo, es decir, concebir al examen general como un instrumento de evaluación de individuos, no de instituciones. Se alertó sobre los riesgos que implicaría evaluar a las universidades considerando sólo, o fundamentalmente, los resultados de sus egresados en dicho examen, máxime si las autoridades gubernamentales planteaban establecer políticas de apoyo y asignación de recursos con base en estos resultados, aislados de otras variables distintas de la docencia que necesariamente tendrían que considerarse en la evaluación las universidades. En la idea del EGEL, además, estaba presente de modo latente una posible tensión entre la autonomía universitaria, la capacidad de las universidades de otorgar títulos profesionales y su función de certificación, por un lado, y un examen nacional extrauniversitario. Flotaba la pregunta de si con este examen nacional no se tendería a desplazar la función certificadora de las instituciones educativas de nivel superior. Se apuntaba, incluso, una potencial contradicción entre preceptos legales existentes (fracción VII del artículo 3o. Constitucional y ley de profesiones). El EGEL constituiría un examen complementario y adicional al que presentaban los estudiantes para titularse, con el propósito de determinar las calificaciones del sustentante por encima de tal nivel de suficiencia, que como tal bastaba para la habilitación profesional. El proyecto, en sí mismo, no dejaba de cuestionar la validez y la confiabilidad de los procesos de certificación de las universidades. La propuesta de un examen nacional extrauniversitario (con rasgos similares a los exámenes nacionales aplicados en otros países) partía de una premisa: la necesidad de transitar hacia nuevos modelos de evaluación y acreditación social de las profesiones, a partir del cumplimiento de los estándares mínimos de los perfiles profesionales de las carreras, con independencia de haber cursado un plan de estudios determinado. Esta necesidad se sustentaba en el argumento de la existencia de insatisfactorios niveles académicos con que egresaba gran parte de los estudiantes de las instituciones de educación superior, la pérdida de confiabilidad de los títulos universitarios, y el creciente reclamo social por garantizar niveles adecuados de formación profesional. 25 Relación entre el EGEL y la cédula profesional. Una de las implicaciones más discutidas sobre el proyecto fue la relación que se establecería entre el examen general y la expedición de la cédula profesional, mostrándose básicamente dos posturas a lo largo del proceso de formulación del proyecto: por un lado, la posición de que el examen sólo adquiriría sentido, y no sería un mero trámite, si la expedición de la cédula profesional se condicionaba a su aprobación y, por el otro, la de continuar expidiendo la cédula con independencia de los resultados obtenidos en el examen general. La Asamblea de la ANUIES tomó una resolución: no condicionar la expedición de la cédula profesional a la aprobación del examen, pero recomendar a la SEP que, para otorgarla, pidiera al solicitante la constancia de su presentación. En la presentación del proyecto formulado por la SESIC se indicaba que, en su momento, tendría que correlacionarse con el proyecto para formular una nueva ley de profesiones que le diera sustento. La necesidad de estudiar a fondo los aspectos jurídicos relacionados con las profesiones, tanto en el Distrito Federal como en las entidades federativas, fue reiterada a lo largo del proceso. Si se propuso iniciar la aplicación del examen general, en una fase experimental en algunas carreras durante 1994, era claro que –por lo que toca a los aspectos de orden jurídico- no podía sujetarse a los tiempos de modificación legislativa de la ley reglamentaria del artículo 5º. Constitucional, relativo al ejercicio de las profesiones en el Distrito Federal y las correspondientes a las existentes en los estados. En los términos de la legislación vigente, toda persona a quien legalmente se le hubiera expedido título profesional o grado académico equivalente por una institución legalmente reconocida, obtiene la cédula de ejercicio profesional, previo registro de dicho título o grado. Por otra parte, la ley permite a la SEP celebrar convenios de coordinación con los gobiernos de los estados para la unificación del registro profesional, aunque cada estado tiene la facultad para determinar cuáles son las profesiones que necesitan título para su ejercicio y las condiciones que deben llenarse para obtenerlo. De hecho, la Dirección General de Profesiones de la SEP expide la cédula profesional en el nivel nacional, amparada en estos convenios. Funcionarios de la SEP anunciaron que se estaba preparando una nueva Ley de Profesiones que, entre otras propuestas, consideraba el proyecto de examen general, la relación que debería establecerse entre una ley federal y leyes locales, un mayor rigor de los colegios profesionales, así como la posible figura de refrendo de la cédula como medio para mantener actualizados a los profesionales. Sin embargo, señalaron a su vez los riesgos de atar el proyecto de EGEL a los cambios legislativos, ya que saldría del ámbito en que se estaba negociando. (Mendoza, 2002, p, 290). 26 El EGEL y la heterogeneidad de los programas de formación. Otro aspecto muy discutido fue cómo conciliar la idea de un examen que se aplicaría a todos los egresados de las instituciones de educación superior que hubieran cursado la misma carrera, con la diversidad de orientaciones y enfoques existentes en los planes de estudio de cada plantel educativo. Se mostraron dos posturas al respecto: una que ponía el énfasis en la riqueza que representa la diversidad y pluralidad de enfoques y orientaciones en los programas de formación de profesionales, y otra que, sin menoscabo de esta diversidad, insistía en la necesidad del establecimiento de estándares mínimos comunes en las carreras. Esta tensión entre la tendencia homogeneizadora implícita en un examen de aplicación general a egresados de distintas instituciones y la existencia de diferentes planes de estudio en cada una de ellas, llevaba a la necesidad de encontrar los elementos de lo que se podría llamar el “perfil profesional básico” de cada carrera, que todas las instituciones deberían contemplar. A partir de ese perfil, definirían en su currículo las orientaciones y los contenidos específicos en congruencia con su proyecto académico y con las condiciones y necesidades de la región en que se ubican. El supuesto que sustentaba lo anterior es que un mecanismo como el EGEL, una vez aceptado socialmente, induciría a las instituciones y a los estudiantes a lograr una formación profesional que cubriera dichos estándares mínimos, con independencia del plan de estudios cursado. A su vez, la sociedad tendría mayores garantías sobre los conocimientos y habilidades de los egresados de educación superior. Sin embargo, la determinación de estos perfiles mínimos nacionales se veía como un reto complejo, además de que en cada carrera y área del conocimientola situación era diversa: mientras que en ingeniería civil existía mayor consenso en torno a este perfil por parte de las instituciones educativas y el gremio profesional, en Psicología existía una gran diversidad de orientaciones, enfoques teóricos y clínicos, que cuestionaría el establecimiento de un único perfil mínimo. En todo caso, se tendría que establecer un gran consenso en torno al examen, que reconociera lo común y preservara al mismo tiempo las diferencias con que cada institución formaba a sus profesionales. Sobre la relación que tendría el EGEL con los procesos de examinación y certificación de las instituciones educativas, habría un deslinde: el primero tendría por objeto central evaluar conocimientos y habilidades implicados en la práctica profesional, mientras que el fin del segundo sería la formación académica recibida a lo largo de una carrera con un plan de estudios determinado. El EGEL sería un examen predictivo del desempeño profesional mientras que la titulación garantizaría el dominio de los componentes de la formación recibida. Sin embargo, se plantearon algunos problemas en el proceso de definición del perfil mínimo que serviría de referente para el EGEL, como: si se debía construir 27 como un promedio de los planes de estudio vigentes o se debía prescindir de la gran heterogeneidad existentes en ellos y partir de la identificación de los conocimientos y habilidades en que se basaba la práctica confiable de una profesión; cómo considerar en su elaboración la diversidad de prácticas de las profesiones; cómo dar legitimidad al perfil elaborado entre las comunidades académicas y profesionales y , lo más importante, cómo lograr el difícil equilibrio entre una formación profesional básica común sin uniformar los planes de estudio vigentes en las instituciones. (Mendoza, 2002, p, 291) El EGEL y los colegios de profesionales. En México, a diferencia de otros países, los colegios de profesionales no cumplen una función de certificación para la habilitación profesional; es la Dirección General de Profesiones de la SEP la que otorga la licencia. Sin embargo, la ley les atribuye, entre otras funciones, las de la vigilancia del ejercicio profesional, colaboración en la elaboración de los planes de estudio profesionales, y formación de listas de peritos profesionales por especialidades. El proyecto de EGEL establecía la política de que en el proceso de formulación de cada examen la base sería la acción concertada y participativa de los sectores interesados: instituciones educativas, sus asociaciones nacionales, colegios de profesionales, principales usuarios de los servicios educativos, empleadores y autoridades gubernamentales. Se propuso la constitución de un organismo no gubernamental (el CENEVAL), responsable de las funciones técnico-normativas y del diseño y aplicación de los exámenes, que orientaría su trabajo a partir de dicha política de concertación. En la reunión de la CONPES señalada se aprobó la creación de dicho centro, encargado de la aplicación de estos exámenes junto con los de ingreso a la educación media superior y superior. Sin embargo, ante la naturaleza y objetivos del EGEL, a lo largo del proceso de discusión se formuló la propuesta de que fueran los colegios de profesionales las instancias que aplicaran estos exámenes. A cada uno de ellos correspondería definir los perfiles profesionales de referencia a partir de los cuales se diseñarían las pruebas. De darse la responsabilidad a estos colegios, las instituciones educativas no tendrían que participar en la instrumentación del proyecto, al contar con sus propios procesos de acreditación con otros propósitos. Sin embargo, también se señaló el riesgo que implicaría el dejar en manos de estos organismos gremiales el proyecto de examen, dada la naturaleza política de la mayoría de ellos. En relación con los aspectos del proyecto del EGEL antes señalados, académicos y asociaciones profesionales emitieron su opinión luego de darse a conocer públicamente los resolutivos tomados por la Asamblea de la ANUIES. Cabe señalar que en el seno de la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior (FIMPES), se cuestionó la pertinencia y la viabilidad del proyecto. 28 El proyecto de evaluación de resultados por medio de los exámenes generales de calidad profesional no estuvo exento de debate y confrontación de distintos puntos de vista. De la implantación del proyecto, la calidad de los participantes y los usos reales que se le dieran, dependería su grado de aceptación o rechazo social por parte de las universidades, los estudiantes y los usuarios de los servicios profesionales. El que este proyecto representara un medio para mejorar la calidad de los resultados de la educación superior o que más bien conllevara a una uniformidad educativa no deseada, dependería de múltiples variables que irían dilucidándose en su proceso de aplicación. Este proyecto (que constituiría en un referente central del debate sobre los futuros de la educación superior en años posteriores, con sus impulsores y sus detractores) entraba en operación en 1994, junto con otros proyectos de evaluación que irían dando la pauta al nuevo modelo evaluador de la educación superior del país. 29 1.3 EXAMEN GENERAL PARA EL EGRESO DE LA LICENCIATURA. El Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (CENEVAL), constituido en febrero de 1994, comenzó ese año a aplicar exámenes de ingreso a bachillerato y a licenciatura, así como exámenes de calidad profesional en la carrera de contaduría, e inició los trabajos técnicos y de integración de organismos colegiados para el diseño y la aplicación de exámenes de medicina veterinaria y zootecnia, medicina, enfermería, odontología, ciencias farmacéuticas y turismo. En 1995 aumentó el universo de exámenes aplicados por el CENEVAL: más de 250, 000 para ingreso a bachillerato y licenciatura en casi todos los estados del país y en más de 50 instituciones; aplicación de exámenes de calidad profesional (EGCP) en contaduría, medicina veterinaria y zootecnia y enfermería, y diseño de los exámenes correspondientes a medicina, ciencias farmacéuticas, ingeniería civil, administración, odontología, turismo y arquitectura. No sería sino hasta 1997 cuando la ANUIES tomara un acuerdo de proponer a las instituciones asociadas que modificaran su normatividad interna para que todo egresado sustentara el examen general, al que se le denominaría nuevamente Examen General de Egreso de Licenciatura (EGEL), lo que abriría un debate al interior de las universidades (sobre todo en de la UNAM y de la UAM) sobre las implicaciones de este examen. (Mendoza, 2002, p, 314) Los EGEL, forman parte, con otros procesos y acciones, del conjunto de programas que la ANUIES ha promovido para mejorar la calidad de la educación superior en México. La evaluación externa de los estudiantes cuando concluyen sus estudios de licenciatura es una tarea plenamente compatible con las políticas relacionadas con la evaluación y acreditación de los programas de educación superior. La combinación de e instrumentos y criterios que incluyen puntos de vista de cada instrucción educativa, así como la perspectiva externa es una de esas políticas generales. Los supuestos de los Exámenes Generales para el Egreso de la Licenciatura (EGEL), son los siguientes: - Son instrumentos de evaluación especializados para cada profesión que se considere pertinente incorporar a esta estrategia. Cada EGEL identifica la medida en que se cuenta con los conocimientos y las habilidades esenciales para el ejercicio de la profesión respectiva. - Son instrumentos de evaluación distintos y complementarios a los que utiliza cada institución de educación superior para efectuar la certificación oficial de estudios que le corresponde, conforme a la legislación
Compartir