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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFíA Y LETRAS SOLDADOS DEL DESTINO MANIFIESTO. CUATRO TESTIMONIOS DE LA GUERRA DEL 47 T E S S QUE PARA OBTENER El TfTULO DE: LICENCIADO EN HISTORIA PRESENTA: RAÚL NIVÓN RAMíREZ ASESOR: MIGUEL SOTO MtxlCO O.F 2007 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE fiLOSOFíA Y LETRAS SOLDADOS DEL DESTINO MANIFIESTO. CUATRO TESTIMONIOS DE LA GUERRA DEL 47 T E S S QUE PARA OBTENER El TfTULO DE: LICENCIADO EN HISTORIA PRESENTA : RAÚL NIVÓN RAMiREZ ASESOR: MIGUEL SOTO M8<ICO O.F 2007 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. A Luisa Fernanda Agradecimientos Agradezco al doctor Miguel Soto por aceptar la asesoría de este trabajo, y por su compromiso como investigador y docente hacia la comunidad universitaria y los alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras. A las doctoras Josefina MacGrégor y Ana Rosa Suárez Argüello, así como al doctor Bernardo Ibarrola por la lectura y comentarios al presente trabajo, y por brindarme la oportunidad de trabar como becario en dos proyectos importantes de investigación histórica. Al doctor Javier Rico, por aceptar la lectura de esta tesis, y por el ejemplo personal que representa como docente. A la doctora Estela Báez, sínodo del presente trabajo, y por sus comentarios que sin duda enriquecieron el escrito. A mi colegas, carnales y críticos, Eric, Didier y Pillo. A mi amigos y compañeros que me han acompañado estos últimos años, y a quienes de manera sincera aprecio y admiro: Mirna, Axel, Gonzalo, Adriana, Omar, José Luis, Gabriel, Victoria, Claudia, Luis. A la Universidad Nacional Autónoma de México facilitarme no sólo una formación profesional, sino también deportiva. A Jorge Maldonado por convencerme en estudiar esta importante carrera. A Marisela, por ser mi compañera estos últimos meses. A mis primos, tíos y abuelos: Isabel, Francisca, Raúl y Mauricio A mi querida hermana Luisa Fernanda por aguantarme tantos años, y por el orgullo de ser tu hermano. A mis amados padres, Xóchitl y Eduardo, por su empeño, dedicación y por su ejemplo como académicos, pero sobre todo, como personas. Ciudad Universitaria, 17 de septiembre de 2007 Índice Agradecimientos 4 Comentarios iniciales 5 Capítulo 1: “Predestinados a la grandeza” 13 Preludio 14 La fundación del expansionismo estadounidense 17 Nace un nuevo término 24 El impacto del nuevo término 32 Intermedio 39 La herramientas del Destino Manifiesto 44 Capítulo 2: Esbozo de México 56 Bajo el mando de Zachary Taylor 57 William Seaton Henry 61 1. Biografía del capitán 61 2. West Point: “Nuestra alma mater debe estar orgullosa de sus hijos…” 63 Campaign Sketches o Esbozos de campaña 68 William Seaton Henry y el Destino Manifiesto 74 Capítulo 3: México: un sitio romántico 79 Bajo el mando de Winfield Scott 80 H. Judge Moore 83 Scott’s Campaign… o La campaña de Scott en México 87 Romanticismo y Destino Manifiesto 92 Capítulo 4: Las campañas alternas 103 Bajo el mando de John E. Wool 104 Jonathan W. Buhoup 105 Army of Chihuahua o El Ejército de Chihuahua 107 Bajo el mando de Joseph Lane 109 Albert Gallatin Brackett 111 General Lane’s Brigada o La brigada del general Lane 113 La “prensa de a centavo” y el estilo de Brackett y Buhoup 114 ¿Destino Manifiesto en la brigada de Lane y el ejército de Chihuahua? 119 Comentarios finales 127 Fuentes 133 5 Comentarios iniciales 6 1. La guerra entre México y Estados Unidos de 1846-1848 inauguró un nuevo periodo en la historia de ambas naciones, cuya consecuencia más evidente fue, para la primera, la pérdida de la mitad del territorio, y con ello el punto más crítico de su vida política, económica y social desde la consumación de la independencia hasta ese momento; mientras que para la segunda, significó la ansiada expansión continental hasta el pacífico. Sin embargo, para la parte mexicana, la Guerra del 47 representa también –hasta la fecha- un drama que no tuvo una justificación moral ni racional, y que se ha tomado como un momento clave en la fundación de la nación mexicana. Es tal vez por este trauma en la conciencia mexicana que no se le ha dedicado la atención que le corresponde, aunque “no haya sido olvidada completamente, ni sus protagonistas perdonados”. 1 La importancia de este evento como hecho que define a la nación mexicana tiene que ser abordada de diversas formas, con el fin de brindar no sólo una interpretación más completa de él, sino para contribuir también a reducir el sentimiento adverso ante la derrota y pérdida de los territorios. De esta forma, se podrá tener una opinión más fundamentada sobre el hecho histórico y sus consecuencias, dejando a un lado –en la medida de lo posible- la carga pasional que representa para los mexicanos la guerra con Estados Unidos. 2. La historiografía mexicana y la estadounidense están de acuerdo en que uno de los factores que orillaron a la guerra entre estos países fue la influencia del Destino Manifiesto en la política e ideología de los anglosajones. Prácticamente en todas las obras que de una u otra manera abordan el tema, no sólo de la guerra, sino de las relaciones entre México y Estados Unidos, se hace mención de esta ideología como determinante en el curso de sus interacciones. El Destino Manifiesto fue la materialización conceptual de todo un complejo de eventos, acontecimientos, 1 Jesús Velasco Márquez. La guerra del 47…. p. 9. 7 sentimientos y proyecciones que la sociedad y gobierno estadounidenses experimentaban. En dos simples palabras, sus creadores lograron encerrar no sólo una explicación histórica, sino una justificación del origen mismo de la nación estadounidense y así insertarla ante las demás como un “pueblo” elegido por una fuerza superior encaminada a un fin trazado por Dios. Sin embargo, mucho se habla de este discurso de elección divina y de expansionismo concebido por los altos mandos políticos, militares y en la opinión pública, pero ¿hasta qué grado se encontraba el común de la población estadounidense permeada de la idea de predestinación manifiesta, y de manera específica los soldados que sometieron a México en 1846-1848? De esta manera, presento a continuación una breve investigación historiográfica en la que se aborda el tema de la presencia de la idea del “Destino Manifiesto” en cuatro testimonios de soldados estadounidenses que participaron en la guerra del 47.Para ello, se definirá la idea del Destino Manifiesto así como sus orígenes, y se hablará sobre el periodo histórico en el que nació el término (1828-1845). Así, la presente investigación plantea la siguiente afirmación a demostrar: • Que la idea del Destino Manifiesto se encuentra presente en los cuatro casos concretos a analizar. 3. El criterio de selección de los cuatro testimonios fueel de las distintas campañas realizadas para la invasión de México. Éstas fueron las de los generales Zachary Taylor y John E. Wool al norte de México en 1846 y 1847, y de Winfield Scott y Joseph Lane en el altiplano central, 1847 y 1848.2 Dada la extensión y riqueza de información encontrada en los soldados partícipes en las campañas de Taylor y Scott, y con el fin de guardar el orden cronológico de ambas campañas, la primera obra a analizar será la del capitán William Seaton Henry, quien participó bajo las órdenes del primero, siguiendo el apartado dedicado a Judge Moore, soldado de la campaña del segundo. Se encuentra al final un capítulo en el que se abordan las narraciones de 2 No se ignora la campaña por la conquista de Arizona, California y Nuevo México dirigida por el general Stephen Kearny y el capitán Alexander Doniphan, sin embargo, por cuestiones de extensión, no han sido consideradas para el presente trabajo. 8 Jonathan Buhoup y Albert G. Brackett, soldados de los ejércitos de Wool y Lane respectivamente. Se unifica en una unidad temática a estos dos autores debido a que sus participaciones en las campañas alternas generaron elementos similares en sus obras que hicieron posible colocarlos en uno solo. En cada apartado se esboza una breve caracterización del soldado analizado, así como del general que los dirigió debido a que consideré necesario, hacer un contraste entre el alto mando y el individuo que formó parte del contingente que vino a México. Las obras utilizadas para llevar a cabo la investigación se ubican en la biblioteca Ernesto de la Torre Villar del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, y se detallan a continuación: Brackett, Albert Gallatin. General Lane’s Brigade in Central Mexico by Albert G. Brackett, M.D., Late an Officer in the U.S. Volunteer Service. Cincinnati: H. W. Derby & Co.; New York, J. C. Derby, 1854. 336 p. Buhoup, Jonathan W. Narrative of the central division, or army of Chihuahua, commanded by Brigadier General Wool: embracing all the occurrences ... from the time of its rendezvous at San Antonio de Bexar till its juncture with Gen’l Taylor, and its final disbandment at Camargo - with an account of its sufferings while passing through a barren and hostile country - together with a description of the battle of Buena Vista, &c. and an interesting appendix. By Jonathan W. Buhoup. Pittsburgh: M. P. Morse, 1847. 168 p. Henry, William. Seaton. Campaign Sketches of the War with Mexico by Capt. W. S. Henry, U. S. Army. He Wishes to Enjoin Upon the Battalions of Infantry, That Their Main Dependence Must be in Bayonet – Taylor’s Orders. With Engrabings. Nueva York: Harper and Brothers Publishers, 1847. 331 p. Moore, Judge. Scott’s Campaign in Mexico form the Redezvous on the Island of Lobos to the Taking of the City Including an Account of the Siege of Puebla, UIT Sketches of the Country and Manners and Customs of the Inhabitants. By Judge Moore of the Palmetto Regiment. Charleston: J. B. Nixon Publisher, 1849. 234 p. 9 4. En el capítulo inicial intitulado “Predestinados a la grandeza”, se intentó exponer el origen del expansionismo estadounidense, así como del espíritu que prevaleció a lo largo de este tiempo, y que en mayor o menor medida, formó parte de los valores de los soldados analizados. Originalmente no contemplaba abundar mucho en el tema dado que la propuesta inicial consideraba que se podían incluir los elementos del contexto histórico dentro de los apartados dedicados a los autores a analizar. Sin embargo, observé que el momento histórico en el que se gesta el afán por ampliar el territorio estadounidense resultaba lo bastante extenso y complejo como para hablar de ello en un capítulo completo.3 De esta manera, se intentó armar un primer apartado en el que, sin un afán de originalidad particular, se mostrara al lector el escenario y contexto de los temas tratados dentro de los capítulos de los soldados. Resultó entonces que los temas del expansionismo y el Destino Manifiesto se extendieron de tal manera que no pareció pertinente dar una panorámica de la guerra del 47. Sí prefirió entonces, que el apartado dedicado a “las herramientas del Destino Manifiesto” y los “bajo el mando de…” los generales Taylor, Scott, Wool y Lane se ocuparan de los sucesos principales del conflicto mexicanoestadounidense. A lo largo del texto se presentan ilustraciones que muestran algunos de los protagonistas de la guerra, se dio prioridad a los daguerrotipos y acuarelas de la época. Estas imágenes fueron obtenidas de internet, y su procedencia se detalla en la bibliografía. 3 Dicho sea de paso, y dejando este comentario como una nota al pie de página, si desde los niveles medios se dedica tanto esfuerzo a explicar la historia europea para entender el desarrollo del proceso mexicano, habría que reflexionar entonces, cuál ha sido el papel de la historia estadounidense en la construcción de la mexicana. Con esto no quiero decir que no haya una buena cantidad de estudios importantes y pertinentes sobre historia, historiografía o la influencia histórica de Estados Unidos a México, sin embargo, considero que así como se habla de un renacimiento europeo, una ilustración y una revolución francesa (por citar algunos temas típicos de los planes de estudio), no se dedica el mismo tiempo a la colonización inglesa en América, la independencia de Estados Unidos, o el periodo de construcción de ese país después de su emancipación de Gran Bretaña. 10 5. Con respecto al estado de la cuestión, no se abundará sobre las obras que tratan sobre el Destino Manifiesto o sobre la guerra del 47. La razón obedece, en el caso del primer tema, a que a lo largo del primer capítulo, se habla del origen del término, así como del impacto que éste tuvo tanto en la década de 1840, como en la historiografía posterior. En el caso del conflicto entre México y Estados Unidos, hay una gran cantidad de títulos que se ocupan del acontecimiento, desde el tiempo de la misma guerra. Por ello, y dado que no es objetivo de este escrito hablar sobre los orígenes, desarrollo o consecuencias del conflicto mexicano-estadounidense, no se hablará sobre las obras que sí se encargan de esto, aunque es importante señalar que se intentó hacer uso en los apartados monográficos, de las obras más importantes y/o recientes que abordan el tema, y que se detallan tanto en el aparato crítico como en la bibliografía. En cambio, se hablará brevemente de aquellas obras que sirven de antecedente para la construcción de este texto, y que de manera general relacionan la visión que los extranjeros, especialmente estadounidenses, tenían sobre México en el marco de la guerra de 1846-1848. Sobre la historiografía que pretende dar una interpretación del México del siglo XIX a través de los viajeros,4 destacan, en el caso mexicano, las obras de Juan Ortega y Medina, México en la conciencia anglosajona (1955), y Visión extranjera de México, 1840-1867 (1998), de José Enrique Covarrubias. El primero propone, a través de una serie de textos ubicados entre 1821 y 1847, “reconstruir un primer bosquejo del ser mexicano histórico que se encuentra sumido en tan vasto cuanto interesante material transeúnte y foráneo”.5 Covarrubias, por su parte, observa la laguna de información que hay en el periodo que estudia, respecto a las costumbres y situación social de México. Su objetivo resulta entonces en abordar lo anterior a través de “la vertiente de los inmigrantes, es decir, e los extranjeros radicados en 4 Éstos se entienden como diplomáticos, militares, comerciantes o turistas. 5 Juan A. Ortega y Medina. México en la conciencia anglosajona. p. 11. 11 México durante un tiempo prolongadoy desprovistos de una misión específica que condicionara su estancia o interés en el país”.6 La obra de Begoña Arteta, Destino Manifiesto. Viajeros Anglosajones en México (1830-1840) (1989), relaciona el Destino Manifiesto y algunos viajeros anglosajones en la década de 1830. No obstante, a diferencia del presente texto, la obra de Arteta maneja, a lo largo de su capitulado, una serie de elementos y características que pretende ejemplificar a través de sus autores seleccionados, mientras que la presente tesis propone enfocarse en cuatro obras concretas para encontrar en ellas los elementos de la ideología de la predestinación manifiesta. En la historiografía estadounidense, se revisaron aquellos autores que han tratado sobre la problemática que representó para el ejército estadounidense y sus soldados la invasión a México. Éstos son Robert W. Johannsen, To the Halls of the Montezumas (1985); James M. McCaffrey, Army of Manifest Destiny (1992); Richard Bruce Winders, Mr. Polk’s Army (1997); y Paul Foos, Soldiers and social conflict during the Mexican American War (2002). En todos estos textos se hace referencia a las percepciones que voluntarios y regulares tenían sobre la misma guerra con México, así como de su gente, costumbres y cultura. De igual forma hacen uso, junto con muchas otras fuentes, de diarios y cartas de estos participantes (incluidos los que se usarán en este trabajo), y se liga de manera breve la acción del ejército y sus soldados con el Destino Manifiesto. No obstante, debido al uso exhaustivo de fuentes para realizar una obra que abarque desde la formación del ejército, hasta los detalles que ocurrían en los campamentos, el análisis de obras de soldados específicos y su intento por ligaras a esta ideología es prácticamente inexistente. Finalmente habría que mencionar algunas obras recientes que reproducen testimonios de soldados estadounidenses partícipes en el conflicto, y que, además de su valor documental, se ven enriquecidos con prólogos, introducciones y presentaciones que de manera general reflexionan sobre la guerra del 47 y la visión 6 José Enrique Covarrubias. Visión extranjera de México…. p. 9., Además, el autor no deja de reconocer la importancia de Ortega y Medina para el estudio del México del siglo XIX a través de la visión extranjera, aunque señala que el criterio de la selección de los textos fue de autores anglosajones, cuyos motivos de viaje fueron de turismo, comercio o misión diplomática. Covarrubias en cambio propone utilizar obras de personajes no itinerantes y de diferentes nacionalidades que estuvieran –a diferencia de los autores elegidos por Ortega y Medina- más empapados de la vida social en México. 12 específica de cada soldado hacia este evento. Ésta son: Revisión de la guerra entre México y los Estados Unidos de Abies A. Livermore,7 con traducción, prólogo, y notas de Francisco Castillo Nájera; de Marianne Patricia Guadalupe Bourdelle Cazals Kirsch, la Traducción del diario y correspondencia de Ralph Wilson Kirkham durante la guerra entre México y Estados Unidos, con un breve estudio introductorio8. Se encuentran también los trabajos de George Winston Smith-Charles Judah, Chronicles of the Gringos; Van R. Baker, The Websters. Letters of an American Army Family in Peace and War, 1836-1853; Ruth C. Carter, For Honor Glory & Union. The Mexican & Civil War letters of Brig. Gen. William Haines Lytle; Mark L. Gardner y Marc Simmons, The Mexican War Correspondence of Richard Smith Elliot; Leonel Hudson, Company “A” Corps of Engineer, U.S.A., 1846-1848, in the War, by Gustavus Woodson Smith, todas disponibles en bibliotecas mexicanas. 7 La traducción es de 1947 y publicada un año después. La edición del Fondo de Cultura Económica es de 1989. 8 Tesis de licenciatura de 2004, asesorada por Miguel Soto. 13 Capítulo 1: “Predestinados a la grandeza” 14 Preludio La década de 1840 representó en la vida política de Estados Unidos un momento clave para la consolidación del Estado que se fue gestando desde 1828, año en que Andrew Jackson llegó a la presidencia. Las tres décadas que preceden a la Guerra de Secesión bien pueden ser consideradas como un periodo clave en la historia de esta nación, dado que fue la gran oportunidad para poner a prueba las ideas que legaron los llamados Padres Fundadores.1 A lo largo de estos años, ocurrió una serie de eventos en la vida social, política, económica y cultural de Estados Unidos que culminaron con un hecho material incuestionable: la consolidación territorial de lo que actualmente es ese país. En lo que toca al nivel más alto de gobierno, sucedió entonces un fenómeno importante, que consistió en el fortalecimiento de la capacidad de gestión nacional del poder Ejecutivo, a través del ejercicio de la facultad de veto a las decisiones del Congreso. Los presidentes de este periodo (1829-1845)2 lograron asumir poco a poco parte del control que el poder Legislativo tenía sobre la política.3 El primero y más representativo fue Andrew Jackson, cuya personalidad y popularidad concentraron fracciones significativas del poder en sus manos,4 y su influencia en la vida política 1 Algunas de éstas se exponen de la página 15 a la 17. 2 Andrew Jackson, Martin Van Buren, [William Henry Harrison murió a un mes haber tomado posesión el 4 de abril de 1841] John Tyler y James Knox Polk. 3 EUA 8. Síntesis de su historia I. p. 425. 4 Ana Rosa Suárez Argüello en EUA 8. Síntesis de su historia I señala que fue “prácticamente inevitable que el poder se concentrara en sus manos” (p. 425). Sin embargo, aunque decisiones controvertidas como el retiro de la concesión del Banco Nacional corroboran la idea de ese ejecutivo fuerte, la misma idea debe matizarse puesto que a pesar del poder que tenía este presidente, no logró llevar a cabo proyectos ambiciosos a lo largo de su periodo tales como la compra de Texas. Confróntese con Miguel Soto, “Texas en la mira política” en Marcela Terrazas y Ana Rosa Suárez Argüello. Política y Negocios, p. 36-39, quien señala que a pesar de la obsesión de Jackson por obtener este territorio (p. 27) y de que no se validaran los acuerdos fronterizos en los que Estados Unidos renunciaba “para siempre jamás” a Texas, se impuso el senado y se ratificó en Washington, el 25 de febrero de 1832, el “Tratado de límites entre los Estados Unidos de América y los Estados Unidos Mexicanos”, con esas limitantes territoriales. 1. Andrew Jackson 15 estadounidense fue tal que la historiografía ha llamado a esta etapa la era jacksoniana. La victoria electoral de Jackson para el periodo de 1829-1833 se dio, en gran medida, gracias la oposición que había ejercido a la administración de John Quincy Adams (1825-1829), cuyo gobierno, entre otras cosas, pretendía el fortalecimiento administrativo del gobierno federal, y por consiguiente el aumento de la burocracia. Pero principalmente, porque Jackson contaba con el favor popular, que si bien no le otorgó una victoria aplastante, fue suficiente para ver ésta como el triunfo del “hombre común”, a diferencia de sus seis antecesores que provenían de estratos más acomodados de la sociedad.5 Asimismo, defensor de aquellos que sustentaban “el principio de los derechos de los estados”, Jackson promovió en la campaña de 1828 la dispersión general de la autoridad pública y el debilitamiento de la “aristocracia económica” (aunque no especificaba los medios para hacerlo).6 Pero más que por sus ideas políticas, en buena medida, su arribo al poder se debió a la fama obtenida en la batalla de Nueva Orleáns de 1815,7 en la que los ingleses fueron derrotados por la joven nación estadounidense, quien vio en este evento un momentofundacional que se celebró con el mismo patriotismo que el 4 de julio.8 Así, su ascenso a la presidencia reforzó no sólo el sentimiento de soberanía de los estados, sino también el de la invulnerabilidad del “hombre de frontera” que venció a los ingleses con tanta facilidad como “un cazador de ardillas”.9 También devino una reacción que coadyuvó a la formación del segundo sistema bipartidista, en el que un sector, los demócratas, apoyaba la idea de terminar con el sistema de privilegios y aplicar un esquema de principios democráticos común a todos los hombres blancos, proyecto que otros veían como un peligro. Estos últimos criticaron también el poder que el Ejecutivo llegó 5 Allen Jones Maldwyn. Historia de Estados Unidos 1607-1992. p. 131 y 132. Jackson ascendió en la escala social y política. A los catorce años quedó huérfano y se desempeñó como aprendiz de tablajero y maestro de escuela antes de estudiar derecho y trasladarse a Tennessee para involucrarse en la política. 6 Ibidem. p. 297 y 303. 7 Ibidem. p. 102. En realidad, la victoria de Jackson en la batalla del 8 de enero de 1815 lo hizo un héroe nacional, pero no tuvo efectos sobre la guerra ya que la paz se había firmado en Gante, el 24 de diciembre de 1814, pero la noticia aún no había llegado a Estados Unidos. 8 Richard Winders. Mr. Polk’s Army. p. 4. 9 Ibidem. 16 a ejercer gracias a su poder de veto, por lo que se asumieron como un partido atrapado dentro de una monarquía al grado de haber llamado al presidente Jackson el “rey Andrew”. Este partido se hizo llamar Whig (1832-1856) en recuerdo al partido opositor inglés.10 El gobierno de Jackson fue una maquinaria de suma efectividad, puesto que sabía combinar el liderazgo tanto en el gobierno como en el partido demócrata de modo que se imponía y desafiaba a los otros dos poderes. Formó aquello que se llamó “gabinete de cocina”, una camarilla informal de consejeros adeptos a su partido; insistía en que los ministros no eran agentes del Congreso, y despreciaba leyes aprobadas si éstas eran contrarias a sus intereses.11 De este modo, el poder Ejecutivo se afianzó efectivamente gracias a su personalidad, pero de igual forma se hizo susceptible al riesgo de enfocar los problemas del Estado de una forma personalista e instintiva, en la que había la posibilidad de elegir mal a los ministros, o de aplicar alguna política poco conveniente para la nación.12 Este periodo en el que el poder Ejecutivo experimentó cambios en su forma de guiar a la nación alcanzó su punto más crítico en la elección de 1844, cuando, por una estrecha ventaja, resultó ganador el undécimo presidente de Estados Unidos: James Knox Polk.13 Este personaje representaba la continuación de las ideas jacksonianas, al grado que llegó a apodársele el “joven Hickory”.14 Más allá de las características similares que el gobierno de Polk pudo haber tenido con el de 10 Ibidem. 11 Un ejemplo de esto es el veto a la ley de 1830 para proporcionar un subsidio al proyecto del camino de Maysville. Jackson argumentaba que la ley era inconstitucional dado que el camino en cuestión se encontraba enteramente dentro del estado de Kentucky y que por lo tanto no beneficiaría el comercio interestatal, además que la obra generaría un gasto muy grande para el gobierno. Alan Brinkley. Historia de Estados Unidos…. p. 263. 12 EUA 8. Síntesis de su historia I.. p. 425. 13 Charles Sellers. James K. Polk Continentalist, 1843-1846. p. 108-161. El autor señala que lo más notable de esta elección fue la proximidad entre ambos contendientes, destacando casos extremos en los que el número de votos para cada partido era exactamente el mismo en las elecciones de 1840 y 1844. Apunta que “dada la fuerza que tenía la identificación partidista, la fracción ganadora lo sería no tanto por ganar el voto de sus oponentes, sino asegurándose de la unión entusiasta de sus propios partidarios” (p. 108 y 109). Por ello, cualquier resquebrajamiento que se diera al interior de uno u otro partido sería vital para ganar los votos decisivos. Para tal objetivo, la campaña de Polk optó por la fórmula jacksoniana de un “gasto juicioso”, poco proteccionista y que no rebasara los gastos del gobierno (p. 119; vid. Supra p. 3), pero particularmente por la cuestión de la anexión de Texas con la que se pretendía obtener el apoyo del sur esclavista (p 124; vid. Infra p. 11). David Pletcher, por su parte en La diplomacia de la anexión (1ª edición en inglés), comenta que el programa político de Polk “conjugaba la acción y la prudencia: la ‘reanexión’ de Texas para complacer al Sur; la ‘reocupación de Oregón para calmar al Norte, y un plan evasivo de impuestos para unificar a los granjeros, comerciantes e industriales” (p. 274). 14 A Andrew Jackson se le llamaba el “viejo Hickory” [nogal]. 17 Jackson, lo cierto fue que el nuevo presidente tomó posesión en un periodo en el que gran parte de la población clamaba por la expansión del territorio.15 De esta manera, la elección de 1844 consistió también en una suerte de referéndum con respecto a dos de los eventos más importantes ocurridos en los años anteriores: la reocupación de Oregón y la anexión de Texas.16 La fundación del expansionismo estadounidense La fiebre expansionista estadounidense fue el resultado del desarrollo político, económico, social e ideológico de esta nación. Por un lado, la política de Jackson generó un código ético que mostraba diferencias importantes con Europa, ya que mientras los líderes políticos del continente se preocupaban por crear una teoría de Estado postnapoleónica, los jacksonianos fijaban más su atención en el crecimiento económico y el nacionalismo territorial basado en una estructura militar cívica y subordinada a decisiones democráticas.17 El país entonces debía armarse, pero en el pensamiento de Jackson este proceso debía hacerse considerando a los ciudadanos como un componente esencial, siempre y cuando fueran dueños de propiedades o tuvieran al menos acceso a poseerlas. En el imaginario popular de este periodo, este último factor representaba independencia, lo cual significaba el “estatus económico” indispensable para hacer frente a la coerción de las elites.18 Así, a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, tanto el Norte como el Sur de Estados Unidos experimentaron una gran prosperidad material que comenzó hacia el año de 1815 y generó un periodo de grandes cambios en la forma de vida de la sociedad. “La vieja economía agrario-comercial se transformó en una economía de mercado, generadora de su propia expansión y con un notable movimiento de hombres, bienes y servicios”.19 15 Winders. Mr. Polk’s Army. p. 6. El autor califica este periodo como de mucho tumulto en el sentido muchos estadounidenses “reclamaban la reocupación de Oregón y la reanexión de Texas”, y gracias a lo que Polk pudo ascender a la presidencia. 16 John S. D. Eisenhower. Tan lejos de Dios. p. 34. 17 Robert Johannsen en To the Halls of the Montezumas, p. 56, encuentra que Jackson fue el primero en hablar de la “expansión del área de la libertad”. 18 Paul Foos. A Short Offhand Killing Affair. p. 36. 19 Ana Rosa Suárez Argüello. Del Maine a México…. p. 16. 18 Estos tiempos de crecimiento no pueden explicarse sólo por las modificaciones económicas, sino que hay que tomar en cuenta otros factores que aceleraron el progreso material, tales como el desarrollo de los medios de transporte y la mejora en las comunicaciones. En este sentido, el gobierno tuvo su parte al impulsar la economía a través del financiamiento de caminos (como el Camino Nacional), el subsidio de canales o la reducción de aranceles al hierro para la construcción de ferrocarriles; prestó apoyo a la marina mercante y al servicio postal y desarrolló laprimera línea de telégrafo Washington-Baltimore.20 De esta manera, aumentó la demanda de materias primas y manufacturadas, hecho que incrementó la producción y mejoró los precios. También atrajo capitales extranjeros y facilitó los préstamos bancarios y la compraventa de terrenos. El gobierno favoreció políticas de expansión y venta de tierras hacia lo que entonces era el Oeste estadounidense, así como el apoyo a la industria manufacturera. También favoreció la competencia a través del fomento de la “suficiencia económica” entendida como una virtud de los ciudadanos.21 Estos grandes cambios generaron, entre otros, un aumento en la población y provocaron el desarrollo de una compleja estructura social en la que la riqueza se concentraba en unas pocas manos, mientras que la clase media se vio reducida y sujeta a cambios económicos imprevistos “lo cual la tornaba, al mismo tiempo, optimista y ansiosa acerca de su situación y porvenir”.22 Irónicamente, la solución que se presentaba ante los inconvenientes que la expansión había generado en la economía de las clases medias era la misma expansión. Si bien el motor de la apertura geográfica estadounidense no fue exclusivamente de orden económico, sí resultó un móvil de suma importancia para que la población exigiera al gobierno más territorios dado que esto demostraba ser esencial para que se desarrollara el sistema social, así como la productividad y la riqueza.23 Ante una población en constante aumento y un sistema capitalista en crecimiento, el desplazamiento hacia nuevas tierras planteaba la oportunidad para la 20 EUA 8. Síntesis de su historia I. p. 427 21 Carlos Bosch García. “La política diplomática de la expansión de Estados Unidos” en Josefina Zoraida Vázquez, De la rebelión de Texas a la Guerra del 47. p. 106. 22 Suárez Argüello. Del Maine a México…. p. 17 y 18. 23 Harry Magdoff, citado en Gilberto López y Rivas. La guerra del 47 y la resistencia popular a la ocupación. p. 48. 19 explotación agrícola y minera así como para dar cauce al comercio y la especulación. Se trataba de abrir paso a la ilusión de la sociedad de crear un futuro próspero.24 Había también razones políticas para el impulso de la expansión territorial que consistían, para los dirigentes políticos, en la necesidad de que hubiera un equilibrio regional entre los estados esclavistas y los libres.25 Al exterior serviría para evitar la presencia de las potencias europeas en el continente. Comenta Carlos Bosch que, ante la idea de evitar la entrada de Europa, “se desarrolló una técnica de colonización amoldada a las necesidades circunstanciales y la fórmula fue provocar una situación de hecho que al discutirse daría lugar a situaciones diferentes”.26 Ante estos dos tipos de reclamos políticos, las cuestiones de Oregón y Texas fueron la expresión de la necesidad de adquirir más territorio. La sociedad y la ideología dialogaban también con los cambios político- económicos. Sin ahondar mucho en el tema, los estadounidenses experimentaban, entre otras cosas, nuevos valores, producto de la coyuntura mundial y de sus procesos externos. Comenzaban a insertarse en ellos una creencia y optimismo en la naturaleza humana: el Romanticismo27. Esta actitud era un fenómeno general, pero en los países donde se desarrolló, adquirió diferentes expresiones: en el caso de Estados Unidos, le dio un impulso artístico, especialmente en pintura y literatura, pero también modificó el sentido de la nación y el nacionalismo a través de las diversas representaciones de esa fe y optimismo en la naturaleza humana. 28 Otro concepto que contribuyó a la ideología de la sociedad fue el de “hombre de frontera”, acuñado posteriormente por Frederick Jackson Turner, que dio significado a la búsqueda del hombre estadounidense por dominar de manera individual el continente salvaje que se presentaba ante sí.29 En este sentido, Estados 24 EUA 8. Síntesis de su historia I. p. 432. 25 Ibidem. 26 Bosch García. “La política diplomática de la expansión de Estados Unidos” en Josefina Zoraida Vázquez, De la rebelión de Texas a la Guerra del 47. p. 107. 27 Brinkley. Historia de Estados Unidos. p. 343. 28 Ibidem. Quizá el ejemplo más notable de esta interacción entre el Destino Manifiesto y el romanticismo sea la pintura de John Gast, American Progress, en donde se muestra ese optimismo en el progreso, la tecnología, y la expansión hacia el Oeste. 29 William Goetzmann. Army Exploration in the American West, 1803-1863. p. 3. Si bien la tesis de Turner, respecto el significado de la frontera en la historia estadounidense y que data de la década de 1920, ha tenido desde entonces numerosos críticos, también ha sido validada y complementada a los largo de los subsecuentes 20 Unidos se veía como la oportunidad para probar el dominio de la naturaleza. La expansión entonces no era fruto de un mero interés económico sino la consecuencia de un deseo personal. Con el aumento demográfico,30 llegó de igual modo la migración hacia las zonas no habitadas allende los Apalaches. Si bien, como he mencionado, los cambios económicos que se experimentaban en Estados Unidos generaron incertidumbre en la clase media, ésta disfrutaba de un bienestar más notorio que en el siglo XVIII. Por esto mismo, el temor al cambio producía no sólo ansiedad con respecto a su situación y porvenir, sino también optimismo. Resultó entonces que, después de 1815, la sociedad tenía la creciente sensación de una ruptura con el pasado. El cambio parecía ser el espíritu de la época y se le apreciaba por doquier: en la marcha de los hijos al Oeste, en los ferrocarriles, los canales, las nuevas tecnologías, el crecimiento de las ciudades, las fábricas, las grandes corporaciones, etc.31 No era cuestión de asombro que una nación que desde sus orígenes coloniales se había caracterizado por permitir e impulsar los derechos individuales, creara un nacionalismo sui generis, y que su sociedad se viera a sí misma como una “comunidad imaginada”, en donde se compartía el sentimiento de pertenecer a un nuevo tipo de país, caracterizado por la apertura social, económica y espacial.32 Se hacía patente que el camino que había tomado la nación era el correcto, y que gozaba del aval divino. El expansionismo, en este sentido, se justificaba ideológica y años. En su obra America’s Frontier Heritage, Ray Allen Billington encuentra que después de la propuesta de Turner, se hallan tres generaciones de historiadores que aceptan en algún sentido su propuesta. De tal forma, Billington se propone no sólo resumir lo dicho por Turner, sino también comprobar la validez de sus afirmaciones bajo la luz de la investigación moderna de la historia y las ciencias sociales, a través de las herramientas de estas últimas. p. vi. 30 Disparado en gran medida por lo cinco millones de inmigrantes extranjeros que llegaron a Estados Unidos entre 1828 y 1861, procedentes de todas partes del mundo, pero sobre todo de Irlanda, Alemania y Gran Bretaña. Llegaron seducidos por la propaganda de los estados del Oeste, empresarios industriales y de las compañías ferrocarrileras que buscaban mano de obra y compradores de tierra, o bien, por la idea de mejorar su situación económica en el nuevo continente gracias a la información que recibían de sus parientes y amigos. Con ello, la sociedad estadounidense se vio enriquecida con el arribo de comerciantes, artesanos y profesionistas; no obstante, para la mayoría de los extranjeros, la inmigración resultó una difícil prueba que no devino en una mejora de vida inmediata. Muchos tuvieron que emplearse como mano de obra barata, y otro tanto se enroló en las filas delejército, con el fin de obtener un lugar en la pujante sociedad estadounidense. (vid. Infra. Apartado “Las herramientas del Destino Manifiesto”.). EUA 8. p. 376-381. 31 Anders Stephanson. Manifest Destiny. p. 28. 32 Ibidem. 21 teológicamente, y no debía de asombrarse que, para la campaña presidencial de 1844, la ampliación de los límites fuera utilizada como bandera política. Ahora bien, si los orígenes políticos y económicos del expansionismo están en las primeras décadas del siglo XIX, en el plano ideológico este concepto tiene su origen en personajes que fundaron la nación estadounidense. Prácticamente desde que se consumó la independencia se buscó afianzar y expandir el territorio de las trece colonias. El republicanismo, por un lado, no sólo fue un movimiento emancipador, sino además favoreció la especulación inmobiliaria con las tierras occidentales más allá de los territorios que habían sido de Inglaterra. También fue el momento de comenzar a discutir y perfilar la república que se quería. Los Padres Fundadores conocían perfectamente a los autores clásicos de política moderna: Maquiavelo, Rousseau, Hume y Montesquieu y, a partir de ellos, argumentaron sobre el tamaño ideal de la República.33 La discusión se dividió entre aquellos que aspiraban a que Estados Unidos fuera un país de grandes dimensiones y los que sostenían que era más conveniente mantener un pequeño territorio. Los primeros, encabezados por James Madison, se apoyaron en el principio de representatividad, y en que una ciudadanía heterogénea y virtuosa, dispuesta a sacrificarse por el bienestar común, “ofrecía oportunidades para todos los ciudadanos de satisfacer sus intereses individuales a través del acceso a la propiedad y la participación en la agricultura comercial”.34 Los debates se extendieron al Congreso de 1788, donde se cuestionaron los mecanismos que debían aplicarse ante los peligros de las tiranías. Al final, las argumentaciones de Madison resultaron en una inversión de la idea tradicional del tamaño óptimo de las repúblicas, pues logró convencer de lo contrario: “mientras más grande sea la sociedad, mejor capacidad tendrá de autogobierno”.35 33 Foos, en A Short Offhand Killing Affair. p. 34, dedica especial atención sobre cómo pudieron ser adoptadas las ideas de Maquiavelo tanto en los asuntos de las repúblicas, como de los ejércitos que sostienen a éstas. A Short Offhand Killing Affair. p. 34. 34 Víctor A. Arriaga. “James Madison y la expansión territorial, 1780-1790” Núm. Revista de historia y ciencias sociales, NÚM. 56, mayo-agosto de 2003. p. 9. Lo anterior en contraste con aquellos que defendían que un estado de menores dimensiones territoriales y homogeneidad de población permitiría una mejor administración del Estado. 35 Ibidem. p. 21. “Dentro del esquema madisoniano, las dimensiones del territorio eran un instrumento esencial para permitir que el republicanismo floreciera a lo largo de Estados Unidos. La expansión tenía una utilidad 22 Thomas Jefferson y John Quincy Adams tenían argumentos más sencillos para justificar la expansión de la república. Jefferson defendía el sistema agrario como forma de vida y decía que “eran los elegidos de Dios aquellos que cultivaban la tierra”.36 A diferencia de Madison, no consideraba el Oeste como perteneciente a Estados Unidos, sino que apoyaba una serie de repúblicas a lo largo del continente que siguieran el modelo estadounidense y estarían compuestas por la misma gente, los mismos valores, ocupaciones y devoción a los conceptos republicanos. La expansión mediata tendría que ser hacia las fronteras naturales, es decir, rebasar los Apalaches, hasta llegar al río Mississippi y a las Floridas, entonces de España. Jefferson no descartaba incluso que se pudiera ocupar todo el territorio británico, para abarcar así desde el Mississippi hasta los límites con el círculo polar ártico, e incorporar a Cuba como un puesto estratégico necesario en el Caribe.37 Por su parte, John Quincy Adams veía en la extensión hacia el Pacífico la oportunidad de ampliar los intereses marítimos de Estados Unidos. La idea de continentalidad de este personaje existía en función del beneficio del comercio, ya que también era conciente de la rivalidad que se estaba dando entre su país, Gran Bretaña y Francia.38 Su aportación más significativa fue la negociación y firma del tratado Onís-Adams de 1819, en el que España vendió las Florida oriental a la nación del norte.39 Estas ideas de los Padres Fundadores generaron en los políticos y en la sociedad un cambio importante que los historiadores han llamado “el sentimiento estadounidense de misión”.40 La idea de expansión tendió a circunscribirse al Partido política clara: una república extensa podía garantizar la representación de una diversidad de intereses y, al hacerlo, asegurar los beneficios del republicanismo”. 36 Thomas Jefferson, citado en Goetzmann. When the Eagle Screamed. p. 1. 37 Goetzmann. When the Eagle Screamed. p. 2 y 3. En el año de 1801, cuando Jefferson tomó posesión como presidente, se refirió a Estados Unidos como a “un vasto territorio que proporcionaría espacio suficiente para nuestros descendientes hasta la milésima y la diezmilésima generación”. Citado en Eisenhower, Tan lejos de Dios, p. 21. 38 Ibidem. p. 2. 39 Pletecher comenta que Adams comunicó al gabinete de Monroe que estaba en sus manos convertir a Estados Unidos en el ‘continente de Norteamérica’. “Desde los tiempos en que nos hicimos un pueblo independiente, el que ése sea nuestro designio, como el que el Mississippi fluya hacia el mar, es la ley de la naturaleza”. Citado en La diplomacia de la anexión. p. 143. 40 James M. McCaffrey. Army of Manifest Destiny. p. 67. Los Padres Fundadores vieron su trabajo como un ejemplo que las demás naciones debían seguir. Creían que su sistema de gobierno era el modelo clave para la 23 Demócrata (fundado en 1824), ya que la oposición, representada por los whigs, pretendía establecer una soberanía nacional en un territorio más limitado y desaconsejaban que la población y los recursos se extendieran demasiado. Sin embargo, en el año de 1835, los expansionistas recibieron el apoyo whig,41 hecho que fue ampliamente difundido en la célebre obra de Alexis de Tocqueville.42 De esta manera, a lo largo de las primeras décadas del siglo XIX, Estados Unidos fijaría sus ojos en el territorio de Oregón y en las provincias del norte de México. En su afán por extender la nación, no sólo en dimensión sino en habitantes e instituciones, se dio la colonización de Texas, en complicidad con los gobiernos tanto mexicano como estadounidense, y que devino en la Independencia de esta entidad en 1836. A pesar de los intentos diplomáticos de México por evitar el reconocimiento de la “Estrella Solitaria” y posteriormente su anexión, el país del norte llevaba el impulso que apuntaba a que Texas fuese sólo un paso en la ansiada expansión del territorio. En tal sentido, y después de las negativas del Senado por incorporar Texas,43 la elección de Polk se presentó como un indicador de este proceso político, ideológico, económico y social que tenía como denominador común la fiebre de la expansión, y alcanzaría un momento clave en el año de 1845. prosperidad mundial, y que los estadounidenses tenían la tarea de llevar este mensaje de republicanismo a las personas menos afortunadas que ellos. 41 Pletcher. La diplomacia de la anexión p. 143.; vid. supra p. 3. 42 Quien predijo que “los anglo-americanos solos cubrirán el inmenso espaciocomprendido entre las regiones polares y los trópicos, extendiéndose desde las costas del Atlántico a las playas del Océano Pacífico”. Citado en Pletcher, La diplomacia de la anexión, p. 143. 43 EUA 8. p. 435. Las fuerzas abolicionistas, los estados libres y la mayoría de los whigs se opusieron por el temor a un conflicto armado con México y porque la extensión del área esclavista afectara el equilibrio regional. Por esto Jackson se limitó a reconocer la independencia de Texas (1837) y en los años siguientes, Martin Van Buren se negó a considerar la anexión. 24 2. John L. O’Sullivan. Al parecer no existe retrato alguno de Jane McManus Storm Cazneau. Nace un nuevo término La elección presidencial de noviembre de 1844 significaba el reflejo de las aspiraciones de la nación, ya que la cerrada votación entre el demócrata James K. Polk y el whig Henry Clay terminó siendo un indicador que señaló cuáles propuestas habían marcado la diferencia en el electorado. En este sentido, el voto por el primero daba voz a la “fiebre del Oregón”, que había estado en la mente de cientos de estadounidenses desde 1841, pero también significaba un paso en firme para lograr lo que Tyler no obtuvo sino hasta el final de su gestión: la anexión de Texas.44 Clay, por su parte, era el representante de un partido que se había negado a la anexión texana por el temor a desequilibrar la balanza entre los estados esclavistas y los libres.45 En efecto, en la década de 1840, el expansionismo se había convertido en una “verdadera fiebre que racionalizaba la ambición”, donde algunos sentían la obligación de cumplir con el mandato bíblico, otros la de llegar al Pacífico, en tanto que había un clamor general por la anexión de Texas y Oregón.46 Ante esto, los políticos vieron en la expansión una fuente segura de popularidad, objetivo que, como se ha mencionado, tomó Polk para su campaña, a pesar de que había algunos grupos minoritarios que se oponían al crecimiento hacia el Oeste por razones morales, pacifistas, políticas o racistas y contaban –según Johannsen- con un pensamiento más refinado que los expansionistas.47 Estos últimos eran, sin embargo, mayoría y 44 Sobre los intentos de Tyler para la anexión de Texas, ver el capítulo 5 de Pletcher, La Diplomacia de la Anexión, “Tyler y la campaña de Texas”, p. 221-262. 45 EUA 8. Síntesis de su historia I. p. 436. 46 Josefina Zoraida Vázquez. “¿Dos guerras contra Estados Unidos”, en De la rebelión de Texas a la guerra del 47. p. 22. 47 Robert W. Johannsen. “Young America and the War with Mexico” en Richard W. Frangaviglia y Douglas W. Richmond, Dueling Eagles. p. 159. El autor ejemplifica esta idea con Alexander Mackay (autor de la obra The Western World; or Travels in the United Status in 1846-47: exhibiting them in their latest development, social, political, and industrial; including a chapter on California, 1849) quien observa que uno de los argumentos de un congresista para legitimar la reclamación de Oregón se basaba en el Génesis de la Biblia. Otro ejemplo de la idea 25 defendían públicamente el derecho a ocupar tierras deshabitadas o gobernadas de manera tiránica, y de obtener los beneficios de las tierras del Oeste y del comercio con Santa Fe y San Francisco. 48 Lo anterior generó que proliferara la pluma de escritores, y de manera particular la de aquellos que publicaban sus textos en la prensa. Durante esta década, la retórica que se usaba en torno a la visión de Estados Unidos era hiperbólica, con expresiones populares propias del nacionalismo y el romanticismo. El historiador George Bancroft declaraba que había un espíritu dentro de cada estadounidense que lo guiaba a la verdad, y que lo que era verdad para los individuos también lo era para las naciones. Para Bancroft, el país vivía una era de asombro y movimiento impulsado por los avances tecnológicos y el empuje de los individuos. Por su parte, los extranjeros, especialmente los ingleses, a pesar de mostrar sus reservas ante los progresos de Estados Unidos, no podían ocultar que a sus ojos se erigía, según palabras del poeta Walt Withman – entonces editor de un diario de Brooklyn- como una “tierra nueva y fresca”.49 En el año de 1849, Abiel A. Livermore se percató también de que la literatura, en forma de prosa, poesía, historia, oratoria, importada o doméstica, fue una “circunstancia” que contribuyó a que el país inclinara la balanza a favor de la guerra con México.50 Este espíritu bélico encontró forma en el discurso de Polk: dispensación providencial, apelación a los corazones de la gente, la libertad del individuo inmerso en un sistema de auto-gobierno, la ausencia de límites del ciudadano para alcanzar sus metas. El escritor Ralph Waldo Emerson, uno de los principales voceros del romanticismo estadounidense, llamaba a los jóvenes a “obedecer a sus corazones, y a ser nobles con esta tierra”, guiados por lo que él llamaba el “sublime y amigable de Johannsen se encuentra en los cuestionamientos que Abiel A. Livermore (Revision de la Guerra entre México y los Estados Unidos, 1850) hace a la idea de “un destino” por el cual Estados Unidos puede realizar toda acción en nombre de Dios; de manera concreta, se pregunta: “¿son estos predestinados anglosajones tan inmaculados en su carácter, tan sabios en sus grandes ideas nacionales y tan inflexibles al realizarlas que hayan ganado un título o autenticado [sic.] un ‘derecho divino’ para conquistar el resto del planeta de Dios?” (p. 31). 48 Josefina Zoraida Vázquez y Lorenzo Meyer. México frente a Estados Unidos. p. 53 y 54. 49 Johannsen. “Young America and the War with Mexico” en Richard W. Frangaviglia y Douglas W. Richmond, Dueling Eagles. p. 158-160. No confundir a George Bancroft, contemporáneo de Hubert H. Bancroft, quien redactara una Historia de México. Sobre esta obra trata la doctora Antonia Pi-Suñer en Historiografía española y norteamericana sobre México, editada por Álvaro Matute, Instituto de Investigaciones Históricas, 1991. 50 Livermore. Revisión de la Guerra entre México y los Estados Unidos. p. 30. 26 destino” de su país como “nación del futuro, de principios, de proyectos, de vastos designios y expectativas”. Para Polk, Estados Unidos se encontraba libre de la carga de la tradición, por lo que sus ciudadanos podían “inspirar y expresar el espíritu más expansivo [sic] y humano”. “El generoso continente es nuestro”, recordaba a sus lectores: “estado por estado, territorio por territorio hasta llegar a las olas del Pacífico”.51 Pero estas ideas romántico-nacionalistas y de propaganda política, que desembocaban en mayor o menor medida en la idea de expansión, no encontraron un título concreto sino hasta junio de 1845, cuando los periodistas de la Democratic Review, Jane McManus Storm Cazneau y John L. O’Sullivan, acuñaron en dos palabras: Destino Manifiesto, “los preceptos intelectuales y emocionales más importantes del siglo XIX” 52 en Estados Unidos. El editorial se conoce con el título de “Anexión” o “Destino Manifiesto”. La historiografía ha concedido a O’Sullivan la paternidad del término. Sin embargo, habría que apuntar que el estudio de Linda Hudson ha demostrado que el texto con el que se nombra por primera vez al Destino Manifiesto,53 pudo ser en realidad un escrito atribuible a Jane McManus (1807-1878). La obra de Hudson revela, entre otras cosas, que la familia McManus tomó parte en la colonización de Texas; que llegó en diciembre de 1832, y se hizo de una fracción de la zona permitida a John Austin.54 En particular, Jane M. adquirió una concesión que ocupaba lo que hoy en día es el condado de León, y en abril de 1833 viajó a Nueva York para realizar los preparativospara regresar a sus tierras con colonos. Entre esta fecha y 1840, J. McManus intentó sacar provecho económico de sus tierras otorgadas,55 sin embargo, los problemas con el gobierno de México, la independencia texana y los procesos internos del nuevo Estado, entre otros, le generaron una serie de problemas que la 51 Citado en Johannsen. “Young America and the War with Mexico” en Richard W. Frangaviglia y Douglas W. Richmond, Dueling Eagles. p. 155 y 156. 52 Linda Hudson, Mistress of Manifest Destiny. p. 46. 53 Nos referimos al editorial titulado “Anexión”, también conocido como “Destino Manifiesto” por la compilación de documentos EUA del Instituto Mora, de junio de 1845 y firmada por John L. O’Sullivan. 54 Hudson. Mistress of Manifest Destiny. p. 22 y 23. El territorio de John Austin abarcaba prácticamente el centro de Texas. 55 McManus, al igual que mucha gente que creía en una predestinación divina, también era parte de una cultura liberal que buscaba emancipación y beneficios económicos. De esta manera, el Destino Manifiesto y la cultura política estadounidense se encontraban íntimamente ligadas. 27 3. Portada de la Democratic Review orillaron a alejarse de la “Estrella Solitaria”. Para entonces, Jane M. había logrado encontrar trabajo como periodista en el New Yorker, y posteriormente, entre 1839 y 1846, en The Daily Plebeian, el Workingman’s Advocates y el Sun, todas publicaciones de Nueva York. De igual modo colaboraría con el United States Magazine and Democratic Review editada por John O’Sullivan.56 O’Sullivan era una combinación de visionario, literato, político, aventurero, artista, académico, nacido en Europa de padres estadounidenses en el año de 1813. En ese continente comenzó su educación y en el americano obtuvo los títulos de bachiller y maestro en Artes por parte de Columbia College en 1831. Era versado en leyes y ejercía ocasionalmente en la ciudad de Nueva York. En 1837 fue cofundador de la Democratic Review, revista en la que participaron autores de la talla de Edgar Allan Poe, aunque el mayor contribuyente fue el mismo O’Sullivan. En 1844 cofundó la New York Morning Review, y dos años después ocupó el puesto de rector de la Universidad de Nueva York. Ese mismo año, participó en actos de filibusterismo en Cuba, que le costaron su arresto y juicio en la isla. Estaba bien colocado dentro del círculo de Polk y en la administración de Franklin Pierce (1853-1857) fue nombrado ministro en Portugal. Durante la guerra de Secesión, se declaró a favor de la causa confederada, hecho que lo obligó a exiliarse más tarde. A su regreso en 1865, permaneció en el anonimato hasta su muerte en el año de 1895.57 En el tiempo en que maduraba en Estados Unidos la fiebre por la expansión, y que McManus trabajaba para las mencionadas publicaciones, entre ellas la de O’Sullivan, la periodista fue madurando ideas que –según el estudio de Hudson- queda demostrado que se encuentran presentes en el célebre editorial “Anexión” de 56 Ibidem. p. 40-44. 57 Frederick Merk. Manifest Destiny and Mission in American History. p. 27 y 28. 28 John O’Sullivan. Algunas de las concepciones que McManus planteaba en 1839 en el artículo “La Gran Nación del Futuro” (publicada en la Democratic Review) decían: “¿Quién y qué podrá poner un límite a nuestra marcha progresiva?”. Y refiriéndose a Estados Unidos y la expansión señalaba: “Como la nación de naciones, destinada a manifestar a la humanidad…Estados Unidos ha sido elegido a una sagrada misión con las naciones del mundo, de llevar libertad de conciencia, libertad a las personas, libertad de comercio y empresa”.58 Por su parte, en 1839, O’Sullivan también declaraba en la Democratic Review que Estados Unidos era la nación del progreso, y que nadie podría oponerse a tal aseveración. Con base en la noción de “verdad eterna” (Everlasting Truth) del documento fundador de la independencia estadounidense, veía en su país una misión providencial; creía que estaba destinado a protagonizar una nueva epifanía, es decir, a “manifestar a la humanidad la excelencia de los principios divinos… para establecer en la tierra la dignidad moral y la salvación del hombre, así como la inmutable verdad y la beneficencia de Dios”.59 Ahora bien, regresando a junio de 1845 y el editorial “Anexión” o “Destino Manifiesto” de O’Sullivan-McManus,60considerado como el documento que materializa esta idea, el texto hace uso de una retórica romántica y nacional con la que llamaba a cerrar el debate interno por la anexión de Texas para aceptar la nueva provincia como “una parte más que cubre el ala del águila”, ya que la independencia de este territorio fue –según los autores- un acto, no sólo de hecho sino de derecho, en el cual simplemente se cumplió la “voluntad de esa nación”. Ésta se componía, por supuesto, de una mayoría de origen estadounidense que había sido agraviada por el gobierno central mexicano, por lo que no había otro camino para garantizar su libertad, si no era a través de la ansiada independencia. De este modo, Texas había quedado “liberado legítima y absolutamente liberado de toda alianza mexicana, o 58 Ibidem. p. 46. 59 Citado en Johannsen. “Young America and the War with Mexico” en Richard W. Frangaviglia y Douglas W. Richmond, Dueling Eagles. p. 156. 60 Consideramos como válido del estudio de Hudson que demuestra incluso que el texto pudo ser redactado por McManus. Por tal razón creemos hacer justicia al conceder que la paternidad y maternidad del término corresponden a ambos personajes. 29 deber de cohesión al cuerpo político mexicano, por los actos y los errores propios de México, y solamente de México”.61 Para O’Sullivan-McManus, la participación de Estados Unidos en el conflicto de Texas fue nula, y desecha toda posibilidad de que el afán por anexar esa provincia haya sido una medida “calculada para aumentar y perpetuar” la esclavitud, o que esta institución fuese un factor para que el país solicitara su incorporación a la Unión”. Para ellos, la “nación” texana cumplía con la predicción de que las tierras habitadas por individuos impregnados por el individualismo y el republicanismo estadounidense buscarían de manera natural las vías que garantizaran la libertad. De allí que no existiera razón para negar el ingreso de “la estrella solitaria” a la Unión, y para no comprender que había detrás un elemento mayor que justificaba el incremento del territorio de Estados Unidos, pues de otro modo, se estaría “limitando nuestra grandeza y controlando el cumplimiento de nuestro destino manifiesto de sobreextender el continente asignado por la Providencia para el libre desarrollo de nuestros millones que anualmente se multiplican”.62 En estas líneas quedaba plasmada de manera explícita, la justificación de la independencia de Texas, movida por un destino que los ciudadanos de origen estadounidense debían cumplir. Pero también quedaban definidas las razones por las cuales Estados Unidos tenía el derecho para hacer suyo ese territorio y, de manera implícita, el de Oregón, al hablar de los millones de habitantes que se multiplicaban año con año. Se hacía notar el espíritu de expansión que se venía manifestando en la década de 1840. Pero el texto también evidenciaba otros elementos de la personalidad de los estadounidenses y sus opiniones sobre otras naciones. La esclavitud, por ejemplo, era un tema que se ligaba a Texas y a las demás naciones americanas, ya que O’Sullivan-McManus consideraban que su abolición no representaba un objetivo en sí mismo, sino empujar a los negros, o mejor dicho, “deshacerse” de ellos a través del único receptáculo capaz de absorberlos: las poblaciones indias de México, América Central y del Sur. Respecto al dominioque su país tendría que asumir en California, el periodista se refiere a México de la siguiente 61 John O’Sullivan. “Destino Manifiesto” en EUA. Documentos de su historia socioeconómica II. Tomo 5. p. 594. 62 Ibidem. p. 592. 30 forma: “Imbécil y distraído, México nunca podrá ejercer ninguna verdadera autoridad gubernamental sobre tal territorio”. En este comentario, de manera implícita, se hace patente la idea de que ante la falta de autoridad, la mejor opción para Texas era la independencia.63 Así, -en palabras de Miguel Soto- “con un descaro rusoninano o, si se quiere, con un cinismo descarnado, se pregonaba la buena nueva del continente, y más le valía a México aceptarlo de buena gana”.64 El artículo de O’Sullivan-McManus resumía la fiebre expansionista, romántica y nacionalista que justificó y predijo el engrandecimiento territorial de la Unión. Hacía falta sólo una advertencia final a las potencias extranjeras advirtiendo que “no importa quién ostente el equilibrio del mundo”, ni cuánto se empeñen unidas Francia, Inglaterra, Europa entera, “¡nunca podría hacerle frente al peso (…) simple y sólido de 250, ó 300 millones (y millones norteamericanos) destinados a reunirse bajo el tremolar de las barras y estrellas, en el vertiginosamente cercano año del Señor de 1845!”.65 Esta exposición no sólo acuñaba un término que representó las intenciones de un gran sector de la sociedad y de muchos políticos estadounidenses, sino que otorgaba la exclusividad absoluta de expansión a su país. En el editorial del 27 de diciembre de 1845 del New York Morning Review, llamado “El verdadero título”,66O’Sullivan (probablemente apoyándose o parafraseando una vez más a McManus) utiliza una vez más el concepto para evidenciar las razones por las cuales Estados Unidos tenía, al igual que con Texas, derecho sobre el territorio de Oregón.67 Esta vez tendría más éxito en el sentido de que muchos congresistas, que deseaban expandir el “dominio del águila”, adoptaron el término en las discusiones del capitolio.68 En un debate público entre O’Sullivan y 63 Ibidem.. p. 594 y 595. 64 Miguel Soto, “Agentes y socios del ‘Destino Manifiesto’. Negocios y política en los despojos territoriales de México”, en Jorge A. Schiavon, Daniela Spenser y Mario Vázquez Olivera (editores). En Busca de una nación soberana. Relaciones internacionales de México, siglos XIX y XX. p. 116. 65 John O’Sullivan. “Destino Manifiesto” en EUA. Documentos de su historia socioeconómica II. Tomo 5. p. 597. 66 “The True Title”. 67 Aunque es necesario decir que la publicación de O’Sullivan no era la única que exponía este sentimiento de predestinación. Sin conjugar los dos términos, Destino Manifiesto, el Daily Ohio Statesman de Columbus apuntaba a ideas muy similares. En la edición del 15 de mayo de 1845 declaraba respecto la anexión de Texas que “todo este contienente debe ser nuestro; nuestro destino es llevar nuestras leyes e instituciones a todo lo largo y ancho de su territorio”. Citado en Pletcher, La diplomacia de la anexión, p. 403. 68 Johannsen. “The Meaning of Manifest Destiny” en Sam W. Haynes y Christopher Morris, Manifest Destiny and Empire American Antebellum Expansionism. p. 9. 31 el diputado whig Robert Winthrop, este último acusaba a O’Sullivan de fomentar con ese término una noción de patriotismo que empujaba a la guerra, sin ofrecerle a la vez el espíritu de conciliación, compromiso y paz necesarios.69 Más allá de la discusión que tuvo lugar en la prensa no sólo entre ellos, sino entre otros demócratas y whigs, lo importante fue que se distinguieron claramente las dos principales posturas políticas, así como la adopción del término en el léxico del Legislativo, lo cual sin duda alguna significaba la inclusión –al menos en la esfera política- de una postura que no sólo explicaba el papel que Dios había otorgado a la nación, sino que además la llamaba a actuar para cumplir con esa labor.70 La cuestión de Texas dio motivo para que O’Sullivan explicara el destino que la Providencia había deparado a Estados Unidos y Oregón y el marco para reiterar la idea, la cual tuvo un éxito evidente, ya que, de acuerdo o no, en adelante se consideró como una doctrina. El Destino Manifiesto de 1845 se volvió un elemento explicativo del éxito, hasta ese entonces, del país. En ese mismo año, para el médico e historiador John W. O’Neal (1821-1913), no cabía duda de que el Destino Manifiesto había sido la causa básica y esencial de la independencia de Texas,71 pero también la guía de lo que el país debía seguir realizando. Se convirtió al mismo tiempo en mito fundacional y teleología, ya que en dos simples palabras, su autor logró encerrar no sólo una explicación histórica, sino una justificación del origen mismo de la nación estadounidense, y así presentarla ante las demás naciones como un “pueblo elegido” por una fuerza superior y encaminado a un fin trazado por Dios. A partir del momento en que nació el nuevo término, y hasta nuestros días, periodistas, historiadores, políticos y público en general retomarían el “Destino Manifiesto” como un elemento de explicación de muchas de las políticas estadounidenses hacia otras naciones. En los casos concretos de la independencia de Texas, su anexión y la guerra con México, la mayoría de las reflexiones al 69 Stephen John Harnett. Democratic Dissent and the Cultural Fictions of Antebellum America. Recurso en línea: (http://www.press.uillinois.edu/epub/books/hartnett). Acceso: 14 de agosto de 2006. 70 Para más información sobre el impacto inmediato en la política estadounidense del editorial de O’Sullivam véase el artículo de Johannsen “Young America and the War With Mexico” en Sam W. Haynes y Christopher Morris, Manifest Destiny and Empire American Antebellum Expansionism. Arlington, Texas: University of Texas, 1997. p. 155-175. 71 Andreas V. Reichstein. “¿Un caso de Destino Manifiesto?” en Josefina Zoraida Vázquez, De la rebelión de Texas a la Gierra del 47. p. 67. 32 respecto abordan el concepto como una causa en sí, o como un factor de suma importancia para que ocurrieran dichas cuestiones. El impacto del nuevo término Puede decirse que el impacto del Destino Manifiesto de 1845 se dio en tres planos: en la sociedad, la historiografía y la reflexión filosófica. Respecto al primero, autores como Frederick Merk sugieren que toda doctrina llega a ser considerada como tal en la medida en que es aceptada por la sociedad. En el caso del Destino Manifiesto, continúa el autor, la amplitud de su aceptación es difícil de ser medida. Una forma de estimar si, efectivamente, esta visión era admitida por el pueblo estadounidense fue el resultado de la elección de 1844, dado que la campaña del partido Demócrata mantenía un tono abiertamente expansionista. Sin embargo, lo que mejor podría servir para medir ese impacto es el número de publicaciones periódicas con pronunciamientos a favor de esa idea. Si bien los lectores de un diario no aprueban siempre todas las opiniones editoriales, puede asumirse que, por lo menos, las conocen y la mayoría coincide con sus tendencias ideológicas, en este caso con las aspiraciones del Destino Manifiesto.72 El estudio de Merk señala que el Noreste y Noroeste de la Unión eran áreas particulares donde se concentraban diarios abocados a las ideas de la predestinación manifiesta, siendo Nueva York la ciudad que más concentraba estas publicaciones. De hecho era en ella donde se publicaban los ya mencionados Democratic Review y Morning News que dirigía O’Sullivan. Pero operaban diferentes diarios como el New York Herald, el Sun, el True Sun, el Daily Plebeian, el New York Daily Globe, ligados de una u otra manera a las mismas ideas. Merk señala que otros estados, comoMassachussets, repitieron este patrón en el Norte, pero que, en el Medio Oeste, como Illinois, y en el sur como Texas, fueron también firmes impulsores de las ideas basadas en la misión providencial de Estados Unidos.73 72 Frederick Merk. Manifest Destiny…. p. 34 y 35. 73 Ibidem. p. 35-38. 33 Robert Johannsen, Michael Roth y Lawrence Delbert Cress estudian el papel de la prensa, no sólo como trasmisora de información sobre el conflicto, sino como elemento de opinión, que construyó en la sociedad estadounidense las imágenes de los acontecimientos más importantes en el frente de batalla En especial, Roth se ocupa de cómo los corresponsales transmitían a sus compatriotas en Estados Unidos sus impresiones y sentimientos racistas y expansionistas, y también a los soldados en el interior del mismo México. El Flag of Freedom, que se publicó en Puebla durante la ocupación estadounidense en 1847 y 1848, señalaba: “Nuestra misión para México fue impulsada no por otro motivo que el deseo de ser el instrumento de la firme instauración en este suelo de la ‘Bandera de la Libertad’, y para dejarla aquí en custodia de una nación regenerada”.74 Por lo anterior, en el plano historiográfico, el Destino Manifiesto ha sido visto como una idea que se asimiló por parte de los ciudadanos, y era parte del ambiente que imperaba durante los años que antecedieron y durante el desarrollo de la misma guerra. Algunos consideran que esta noción marcó la era comprendida entre 1800 y 1860, en la que se consolidó la nación y el país se extendió hacia el Pacífico a través de la migración y los grandes proyectos transcontinentales, pero sobre todo, en que los estadounidenses estaban imbuidos de un sentido de misión hacia todo el mundo.75 Fue incorporada como el “derecho de la joven nación estadounidense” para esparcir sus instituciones a lo largo del subcontinente norteamericano,76 a lo que, según cada autor, se añadía como un derivado o un componente de la época romántica que experimentaba el mundo occidental.77 En lo que toca al punto de vista de algunos historiadores de México, la predestinación manifiesta ha sido un conglomerado vago de ideas y sentimientos expansionistas, que se desbordaron en la década de 1840, y se traducían en algunos 74 Flag of Freedom. Citado en Michael Roth, “Journalism and the US-Mexican War”, en Richard W. Frangaviglia y Dowglas W. Richmond (editores), Dueling Eagles. Reinterpreting the U.S.-Mexican War, 1846-1848. p. 117. 75 Goetzmann. When the Eagle Screamed. p. xiii. Véase también Exploration and Empire. The explorer and the Scientist in the Winning of the American West p. 232, donde el autor vuelve a manifestar la idea del Destino Manifiesto como una era de la historia estadounidense, pero enfocado a los exploradores del Oeste en el periodo de 1845 a 1860. 76 Winders. Mr. Polk’s Army. p. 6 77 Tales son los casos de Paul Foos, Harnett y Robert Johannsen, quienes a los largo de sus obras atribuyen al término una retórica heroica, patriótica y nacional, propia del romanticismo. 34 como la obligación de extender la democracia o cumplir un mandato bíblico, mientras que para otros sólo se trataba del anhelo de abrirse paso a los territorios del Oeste y apropiarse de los puertos del Pacífico. De manera práctica, constituyó el término que justificaba las acciones estadounidenses.78 Miguel Ángel González Quiroga se refiere al Destino Manifiesto como todo un concepto para extender la democracia al resto del continente y legitimar lo que esencialmente era una ambición insaciable por la tierra. Lo anterior, descansaba en la convicción de la superioridad de la raza estadounidense y la denigración de naciones como México. Para González Quiroga, este concepto era una “razón para justificar lo injustificable”.79 Jesús Velasco Márquez afirma en primera instancia, que el Destino Manifiesto es una teoría tomada de la historiografía estadounidense que ayuda a explicar las acciones de Estados Unidos sobre México en la guerra de 1847.80 Esta teoría –según Velasco Márquez- es una justificación moral de todos los pasos que ha dado Estados Unidos en su carrera expansionista e imperialista. Ha sido también una expresión de profundo nacionalismo, orgullo y un instrumento para despertar el “innato” sentido de misión en los estadounidenses. Sin embargo, aclara que el uso de este término como factor explicativo es muy ambiguo, ya que se ha utilizado para definir una gran gama de conceptos que van desde el providencialismo hasta el pragmatismo o utilitarismo.81 Es quizá por esta razón que el autor antepone a Destino Manifiesto el calificativo de teoría, considerando esta palabra como una serie de afirmaciones sin comprobar.82 En un artículo posterior, el mismo autor le agrega al término un contenido de propuesta mesiánica usada para justificar el movimiento expansionista de 1840 –una justificación moral coyuntural-.83 78 Josefina Zoraida Vázquez. “¿Dos guerras contra Estados Unidos?” en De la rebelión de Texas a la guerra del 47. p. 22 y 23. 79 Miguel Ángel González Quiroga. “The War between the United States and Mexico” en Richard W. Frangaviglia y Douglas W. Richmond, Dueling Eagles. p. 92 y 93. 80 Jesús Velasco Márquez. La guerra del 47 y la opinión pública. p. 9. 81 Ibidem. p. 70 y 71. 82 En el léxico científico, una teoría puede ser demostrable mas no comprobable. 83 Jesús Velasco Márquez. “La separación y la anexión de Texas en la historia de México y Estados Unidos” en Josefina Zoraida Vázquez, De la rebelión de Texas a la Gierra del 47. p. 157. 35 Gilberto López y Rivas proporciona una explicación de la misión preordenada como idea subordinada al desarrollo capitalista de Estados Unidos. El expansionismo era sinónimo de avanzar hacia un Destino Manifiesto, lo cual era producto del desarrollo capitalista de esta nación. Para López y Rivas el motor que ponía en marcha el movimiento hacia otras tierras no era el origen racial, étnico, religioso de los estadounidenses (aunque aclara que éstas son expresiones culturales que ocupan un papel importante), sino la preocupación de sus líderes por desarrollar un sistema económico sin interferencias políticas.84 Es decir que el capitalismo fue una condición sin equa non para que se diera el fenómeno ideológico del Destino Manifiesto. Ahora bien, en el plano filosófico, el Destino Manifiesto ha dado pie a una serie de reflexiones de las que se generaron tres corrientes de pensamiento respecto su origen y definición ontológica. Juan Ortega y Medina considera que el Destino Manifiesto es un tema que se inserta dentro de lo típicamente estadounidense, pero debe ser analizado como un fenómeno de transferencia, cuya formulación, casi de manera íntegra, se hereda de Inglaterra como una tesis misional, política y espiritual, propia del pensamiento protestante anglosajón.85 Agrega que estas ideas se secularizaron después de la obtención de la independencia en la doctrina “conocida como destino patente o evidente (manifest); es decir, un destino preordenado”.86 Frederick Merk perfila el Destino Manifiesto como una mezcla de republicanismo, democracia, libertad de credo, anglosajonismo y otros ingredientes, encauzados a la expansión continental (en la década de 1840) e insular (en la de 1890);87 mientras que Albert K. Weinberg lo considera como una doctrina e ideología (no debe confundirse con expansionismo) que justifica y condensa dogmas 84 Gilberto López y Rivas. La guerra del47 y la resistencia popular a la ocupación. p. 48, 49 y 55. 85 Ortega y Medina considera que esta tesis misional era la de “predestinación y vocación” del puritanismo inglés. Destino Manifiesto.... p. 30. Confróntese con Miguel Soto,
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