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Analisis-sociologico-de-la-Ley-de-Sociedad-de-Convivencia

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U N I V E R S I D A D N A C I O N A L 
A U T Ó N O M A D E M É X I C O 
 
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ACATLÁN 
DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIOECONÓMICAS 
 
 
 
 
 
 
ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DE LA LEY 
DE SOCIEDAD DE CONVIVENCIA 
 
 
 
 
 
T E S I S 
Q u e p a r a o b t e n e r e l T í t u l o d e 
L I C E N C I A D A E N S O C I O L O G Í A 
 P r e s e n t a 
S i l v i a M a r í a M a y é n P a l a c i o s 
A s e s o r: Lic. Agustín Gómez Cárdenas 
 
 
 
 
México, D.F. 2007 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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AGRADECIMIENTOS 
 
 
 
 
LIC. AGUSTÍN GÓMEZ CÁRDENAS 
 
 
MTRO. ENRIQUE DEL CASTILLO FRAGOSO 
 
 
LIC. ANTONIO ESTÉVEZ GUZMÁN 
 
 
LIC. JOSÉ DE JESÚS VALDEZ FRANCO 
 
 
LIC. GUADALUPE URIBE GUTIÉRREZ 
 
 
LIC. OCTAVIO ESPINOSA CABRERA 
 
 
LIC. ARTURO DEL VALLE LÓPEZ 
 
 
LIC. MA. DEL CARMEN LÓPEZ HERRERA 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
A MI FAMILIA: 
 
 
 
 
Mis venerados padres: CP. Luis Mayén Martínez y 
Francisca Palacios Cruz (Vivi) 
 
 
 
Mi adorada hija: Lic. Itzel Ariatna Marín Mayén (Ary) 
 
 
 
Mis queridos y entrañables hermanos: QBP. Martha 
Aurea Mayén Palacios (Mar) y José Luis Mayén 
Palacios (Pepe) 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
A MIS CÓMPLICES 
 
 
 
 
Mis amigas: 
 
 
LIC. MA. DEL CARMEN LÓPEZ HERRERA 
 
 
LIC. NORMA MÉNDEZ FUENTES 
 
 
LIC. CELIA ROMERO BENÍTEZ 
 
 
MTRA. ELISA GUADALUPE CUEVAS LANDERO 
 
 
LIC. PATRICIA DE BUEN RODRÍGUEZ 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
ÍNDICE 
 
 
 
 Págin
 
INTRODUCCIÓN. IV 
 
 
Capítulo I. Tres teorías sociológicas acerca de la familia. 
 
I.1 Sociedad y familia en Durkheim....................................... 1 
 a). La sociedad conyugal............................................. 7 
I.2 La familia moderna según Talcott Parsons......................... 12
 a). Los procesos de socialización primaria...................... 16
 b). La diferenciación de sexos y los roles sociales............ 18
I.3 Familia y personalidad autoritaria: Wilhelm Reich............... 21 
 a). Familia autoritaria.................................................. 23
 b). El matrimonio autoritario y su moral......................... 27
 
 
Capítulo II. Evolución de la vida familiar 
 
II.1 El matrimonio y la familia tradicional................................. 32
 a) Breve historia del matrimonio.................................... 42
II.2 La vida en México en el siglo XX....................................... 50
II.3 Las nuevas familias......................................................... 60
 
a 
 
 
 
 
Capítulo III. Las sociedades de convivencia. 
 
III.1 Definiciones y planteamientos.......................................... 70 
III.2 Análisis comparativo: matrimonio, amasiato y 
 sociedad de convivencia................................................. 89
III.3 Repercusiones legales morales y sociales....................... 101
 
 
CONCLUSIONES. 114
 
 
BIBLIOGRAFÍA. 122
 
INTRODUCCIÓN 
 
El estudio de la sociedad humana plantea tan enorme variedad de 
preguntas, que resulta imposible pretender que existe una sola e 
indiscutible respuesta. Toda interpretación pone de manifiesto el punto 
de vista personal de su autor y, por supuesto, está supeditada a la 
crítica, a la condena o a su aprobación parcial o total. 
 
Existe una gran cantidad de interrogantes acerca del ser humano, 
en lo referente a su ser personal y como individuo social. En las varias 
decenas de miles de años que ha existido, ha cambiado la forma de 
pensar, el comportamiento, los valores morales ―por no hablar del 
aspecto físico―, hasta llegar a ser tal y como lo conocemos hoy, y algo 
parecido ha ido ocurriendo con los grupos a los que pertenece. 
 
Con el correr de los siglos, el hecho de la convivencia humana se 
ha llegado a percibir como universal y comprobado, pero es importante 
cuestionarse sobre los diferentes modos en que las personas han ido 
agrupándose a lo largo de la historia, desde las formas más básicas, 
hasta las complejas sociedades modernas. De todas ellas, la familia es 
la que ahora interesa. 
 
Gran parte de la discusión sobre el tema se ha dado en torno al 
concepto mismo de familia. Sectores conservadores y grupos de 
ultraderecha ligados a la jerarquía católica insisten en definir a la familia 
al modo “natural”, es decir, la formada por un matrimonio y los hijos, 
con todas las ramificaciones que la consanguinidad permita, 
reconociéndola como la única legítima. Todas las demás formas de 
convivencia doméstica no alcanzan ese estatus. 
 I
 
Esta es la razón por la que habitualmente se afirma que los 
elementos institucionales básicos de la familia son el matrimonio y la 
filiación. Es decir, que para que alguien pueda ser reconocido como 
parte de una familia, debe estar relacionado por consanguinidad con el 
resto del grupo, o bien, haberse unido en matrimonio con alguno o 
alguna de ellas. Hay que revisar en qué medida la sociedad mexicana 
actual piensa y vive de acuerdo a estos conceptos, o si se ha dejado 
avasallar por el estilo de vida del mundo contemporáneo. 
 
Es posible percibir sin necesidad de exhaustivas investigaciones 
que, en la vida cotidiana, al menos de México, la familia ha funcionado 
como una institución “esponja”, capaz de absorber los problemas ante la 
imposibilidad del Estado de proveer los servicios necesarios a la 
población. Sin embargo, al parecer, ha llegado al límite, y hoy el mundo 
parece preocupado por la salud de esta organización. Pero no hay una 
total coincidencia en el diagnóstico de la enfermedad: ¿Se trata de una 
institución en decadencia o en transición? 
 
Varios países del llamado primer mundo han llevado a cabo 
cambios constitucionales tendientes a reconocer el derecho de las 
personas a constituir hogares con estructura fundacional distinta: 
Parejas del mismo o distinto sexo, con o sin hijos, propios o adoptados, 
familias monoparentales, etc., al amparo del Estado; mientras que en 
México, las instituciones encargadas de la atención a la familia, como el 
Desarrollo Integral de la Familia (DIF), hablan de “desintegración 
familiar”, sin reconocer que muchos cambios ocurren, por decisiones 
personales o por el transcurrir de la vida social, y no solo por crisis en 
las parejas, o por la pérdida de valores sociales o morales. 
 
 II
Para muchos estudiosos y trabajadores sociales especializados en 
el tema, la visión conservadora sobre la crisis de la familia peca de 
simplista. Sostener que su debilitamiento se debe a una pérdida de 
valores morales y religiosos es no querer ir al fondo del asunto. Pero lo 
más peligroso es que el modelo de familia “natural” resulta 
discriminatorio y excluyente. Dividir a las familias en “funcionales” y 
“disfuncionales” es promover el estigma sobre la diversidad de modos 
de convivencia doméstica que no se ajustan al modelo aceptado. 
 
Diversos organismos nacionales e internacionales, comoel 
Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) y la 
Organización Mundial de la Salud (OMS), han indicando que en los 
últimos decenios, la estructura y la definición de la familia se ha 
ampliado en una tendencia que se empezó a notar claramente desde los 
años setenta y ochenta, y se ha ido acentuando hasta nuestros días, a 
grado de obligar a la Organización Panamericana de la Salud, 
dependiente de la OMS, a proponer una nueva definición que abarque 
las múltiples formas que los seres humanos tenemos de convivir y 
permita integrar a todos los individuos que se sientan unidos por lazos 
afectivos, con independencia de que entre ellos medie consanguinidad, 
amor o un contrato civil. 
 
Pero el problema rebasa el ámbito del reconocimiento público de 
una transformación que ya se vive en el país, aunque de manera 
desigual, pues predomina en las clases medias de las zonas urbanas 
más desarrolladas, aparte de contar con una característica generacional 
acentuada. Se trata del reconocimiento de los derechos legales y 
sociales de las personas que optan por un vínculo familiar distinto al 
establecido en nuestra legislación actual; es decir, parejas formadas por 
individuos del mismo sexo y que pueden o no ser homosexuales. 
 III
En este contexto surgió la Iniciativa de Ley de Sociedad de 
Convivencia, que presentó a la II legislatura del Distrito Federal, el 26 
de abril del año 2001 la Diputada Enoé Uranga —única legisladora que 
se declaró abiertamente homosexual—, y que fue aprobada por la IV 
legislatura cinco años y seis meses después, el diez de octubre de 2006. 
 
En qué consiste, cuáles son sus objetivos, a qué grupo intenta 
proteger, cuál es su viabilidad y cuáles las objeciones que podrían 
hacérsele, son algunos de los cuestionamientos que es necesario 
enfrentar. 
 
Así pues, la tarea es analizar la Ley de Sociedad de Convivencia; y 
en la medida en que el problema se inscribe en el ámbito de estudio de 
la familia y las diferentes formas que ésta ha adoptado, será abordado a 
partir de un breve análisis histórico de las mismas. Como punto de 
partida, fue necesario especificar la noción de familia, en lo general y 
sociológicamente, para acceder al concepto que se maneja en el país, a 
través de organismos como el INEGI y el DIF, y así verificar la 
consistencia entre la idea institucional de familia y la realidad de las 
familias mexicanas en la actualidad. 
 
En el primer capítulo se examinarán, entonces, las principales 
aportaciones de tres importantes sociólogos que han escrito sobre el 
tema: Durkheim, Parsons y Reich. Serán presentados en orden 
cronológico para reconocer en sus aportaciones el momento histórico 
que a cada uno le tocó vivir, enfatizando la estrecha relación existente 
entre la teoría y la época en que aparece. El primero, realiza una 
comparación entre la familia patriarcal y la nuclear; analiza la crisis de 
la institución familiar y el impacto que este proceso tiene en las 
relaciones de parentesco y en la autoridad familiar. El segundo, asume 
 IV
una actitud conservadora respecto a la evolución del grupo familiar. Su 
investigación incorpora a la capacidad de adaptación de la familia, 
resaltando la relación reinante entre la familia nuclear y las nuevas 
exigencias del desarrollo capitalista. Por último, Reich examina cómo la 
institución familiar genera la personalidad autoritaria y establece una 
conexión mediadora entre el individuo y la sociedad. 
 
La clave aquí es la percepción de dos de las vertientes que adopta 
la sociología al enfrentar este fenómeno. Por una parte, la familia se 
describe como una institución con capacidad de adaptarse a los cambios 
que sufre la estructura social en el proceso de modernización, en donde 
los conflictos son provocados por disfunciones surgidas en el proceso de 
especialización de tareas desarrolladas dentro del grupo. Por el otro, se 
investiga la evolución de la familia en las sociedades modernas a partir 
del proceso de disolución en tanto que organización comunal, con lo 
que las crisis se explican por las contradicciones existentes entre la 
institución y el desarrollo social. 
 
En el segundo capítulo, a través de una muy breve síntesis 
histórico-descriptiva, se rastrearán las peculiaridades de las familias 
mexicanas, tomando como antecedente el modo de organización-
constitución de la familia azteca y el impacto sufrido con la llegada de 
los españoles. No queda fuera la vida familiar de la Nueva España y, por 
supuesto, la sociedad familiar posterior a las dos grandes guerras 
intestinas del país: la Independencia y la Revolución. 
 
Del mismo modo, se examinan las huellas del matrimonio, tanto 
civil como eclesiástico, en un bosquejo histórico que permitirá 
reflexionar en torno a su historia general, como base fundamental de la 
 V
familia nuclear, pues México es un país de tradición jurídica napoleónica, 
bizantina y germana, igual que casi todo occidente. 
 
El recorrido por la vida en México en la segunda mitad del siglo 
XX, permitirá escrutar las vías ideológicas y los logros alcanzados por 
los movimientos sociopolíticos más notables de la época, que marcaron 
su impronta tanto en el momento actual, como en la estructura y vida 
interna de las familias, al grado de volver insuficiente el antiguo 
significado. 
 
El último capítulo, como primer paso para permitir la indagación 
sobre las Sociedades de convivencia, inicia con una serie de definiciones 
y planteamientos que abarcan desde la visión institucional mexicana de 
matrimonio y familia, hasta el alcance de las leyes en torno a tales 
cuestiones; las formas en que los seres humanos actuales se vinculan y 
el reconocimiento de la existencia de parejas homosexuales; la posición 
de organismos internacionales como la OMS acerca de la sexualidad en 
general, de la homosexualidad, y de los “matrimonios” —si es que 
puede llamárseles de ese modo— de personas del mismo sexo, con la 
consiguiente posibilidad de adoptar y criar niños. Todo esto con el fin de 
allanar el terreno para caracterizar y contrastar los presupuestos 
sociales, morales y legales de las tres formas de unión que, hoy por 
hoy, las leyes admiten: el matrimonio, el amasiato y la sociedad de 
convivencia. 
 
Originalmente, el objetivo fundamental del presente trabajo era 
analizar, desde una perspectiva sociológica, la Iniciativa de Ley de 
Sociedad de Convivencia, presentada ante la Asamblea Legislativa del 
Distrito Federal, así como las razones por las cuales no había llegado a 
debatirse en el pleno. 
 VI
Sin embargo, la aprobación de dicha Iniciativa llegó 
sorpresivamente durante el transcurso de la investigación, obligando a 
realizar un giro tanto en los objetivos como en las hipótesis del mismo, 
pues aunque las razones de índole moral de fracciones parlamentarias y 
legisladores habían vuelto a expresarse, ahora resultaban, hasta cierto 
punto, irrelevantes. 
 
En consecuencia, era momento de llevar a cabo un análisis de la 
nueva ley para verificar sus alcances y limitaciones en el contexto social 
del país; sopesando las voces y las razones aducidas por sus detractores 
y sus defensores. 
 
Finalmente, a pesar de todas las revisiones a que fue sometida, 
existen espacios sociales que esta ley no llenará; en cambio, generará 
problemas de interpretación y de aplicación como, por ejemplo, el de la 
separación de los convivientes. Puede apreciarse que las aspiraciones 
del legislador, aún cuando resultan bien intencionadas, no dejan de ser 
rebasadas por la realidad. 
 
El asunto de las uniones de personas del mismo sexo no es un 
asunto de moral pública, sino de libertad individual, respeto social, más 
que tolerancia, y de formación y consolidación del Estado democrático 
de Derecho. 
 
 VII
Capítulo I. 
 
Tres teorías sociológicas acerca de la familia. 
 
I.1 Sociedad y familiaen Durkheim. 
 
 Emilio Durkheim es uno de los clásicos de la sociología que más 
aportó al estudio de las instituciones sociales, entre las que destaca la 
organización familiar. 
 
La influencia de la filosofía evolucionista del siglo XIX se percibe 
en su noción de progreso como un proceso que parte de lo más simple a 
lo más complejo. 
 
Afirmó que la ley de la División del Trabajo Social es de aplicación 
general para comprender la evolución y el progreso de las sociedades, 
por lo que las sociedades humanas deben analizarse empleando un 
método similar al que la Biología desarrolla para conocer el grado de 
evolución de los organismos vivos. 
“La ley de la división del trabajo se aplica 
tanto a los organismos como a las sociedades. Se ha 
podido decir que un organismo ocupa un lugar tanto 
más elevado en la escala animal, cuanto más 
especializadas son sus funciones. En la división del 
trabajo social, ya no se presenta sino como una 
suma especial de este proceso general y las 
sociedades, conformando a esta ley, ceden a una 
 1
corriente nacida antes que ella y que conduce en 
este sentido a todo el mundo viviente”1
De este modo, a partir de ciertos rasgos estructurales básicos, 
como son las creencias y costumbres dominantes, percibe dos tipos de 
sociedades: las sociedades segmentarias-agrarias y las complejas-
industriales. Por ser antagónicas, a lo largo de la historia es necesario 
que las primeras pierdan terreno en la medida en que las siguientes se 
fortalecen. Cuando esto sucede, las estructuras sociales se transforman. 
 
Las sociedades segmentarias-agrarias son, en su organización y 
en sus costumbres, tradicionales y homogéneas; están constituidas por 
unidades idénticas interrelacionadas por la solidaridad mecánica y 
simbolizada por leyes represivas. La especialización de los roles es 
mínima y la división del trabajo está poco desarrollada. 
 
La naturaleza de la cohesión social se basa en la solidaridad 
mecánica y la integración de la sociedad se da por la supremacía 
absoluta de la conciencia colectiva sobre la individual. El centro de la 
estructura social es la familia o el grupo de familias que integran a la 
comunidad, unidas por vínculos de parentesco y consanguinidad de 
segundo y tercer orden. 
“Decimos que este tipo de sociedades son 
segmentarias para indicar que están integradas por 
la repetición de agregados semejantes entre sí, 
análogos a los anillos de los anélidos y de este 
 
1 E. DURKHEIM, La división del trabajo social. Editorial Colofón. México. 1981, p. 50 
 2
agregado elemental que es un clan, porque este 
nombre expresa la naturaleza mixta a la vez familia 
y política. Es una familia en cuanto todos los 
miembros que la componen se consideran parientes 
unos de otros y de hecho son en su mayoría 
parientes consanguíneos”.2
El miembro de la comunidad doméstica no se distingue del 
conjunto. La conciencia colectiva ―las creencias y la normatividad que 
regulan las relaciones sociales entre las personas― no deja espacio para 
la individualidad: el individuo es representado por su familia y sus 
virtudes o defectos son propiedad familiar. A la solidaridad que de aquí 
surge, Durkheim la denomina mecánica, “... por la analogía con la 
cohesión que une entre sí a los cuerpos brutos en oposición a la que 
constituye la unidad de los cuerpos vivos.”3 
 
Las creencias religiosas y los mitos propios de las sociedades 
mecánicas se convierten en un elemento esencial de la conciencia 
colectiva; la organización política es despótica y autoritaria. El padre, el 
patriarca, es quien domina a todos los miembros de la familia o grupos 
de familias, y la persona mantiene una relación de dependencia absoluta 
física y moral; se fusiona con la comunidad. 
 
Por su parte, las sociedades complejas-industriales son 
diferenciadas y de una gran solidaridad orgánica. Se dispone como un 
estado colectivo donde la división del trabajo transforma a la sociedad 
en un conjunto de módulos complementarios que realizan tareas 
 
2 Ibid. p. 188. 
3 Ibid. p. 199. 
 3
articuladas a un órgano central. El eje de la estructura social es la 
corporación profesional. La actividad del sujeto se traslada de la 
comunidad doméstica a la industria y al comercio; y cuando la mayoría 
de las funciones económicas de la comunidad doméstica realizan este 
traslado, la familia deja de ser una unidad de producción y queda 
convertida en un simple consumidor de mercancías. 
 
Las personas son ahora individuos libres, con inclinación a pensar 
y actuar por sí mismos, manteniendo una distancia prudente y necesaria 
entre él y su grupo familiar. En esta sociedad orgánica, el nosotros, es 
una reflexión consciente que refleja la pertenencia a un grupo, no sólo 
por designación natural, sino por libre elección. 
 
La nueva estructura social agrupa a las personas con arreglo a la 
naturaleza particular de la actividad que desempeña, convirtiendo así al 
medio profesional en el centro de la vida. 
 
El desplazamiento de las relaciones familiares por el surgimiento 
de nuevas formas de solidaridad, generadas por el desarrollo de la 
división del trabajo social en las sociedades civilizadas, trae aparejada la 
reducción progresiva de la organización familiar, que se evidencia tanto 
en la disminución del número de los miembros que la integran, como en 
la reducción de las funciones que desempeña como institución social. 
Todo esto es un reflejo de la especialización funcional típica de las 
sociedades modernas. Como vemos, tal desplazamiento se lleva a cabo 
a la par que los vínculos comunitarios del individuo con su grupo se 
destruyen generando una serie de conflictos sociales que nuestro autor 
 4
reconoce como necesarios: la familia patriarcal, la comunidad natural, 
debe acabar para dar paso a la familia nuclear de la sociedad moderna. 
 
A pesar de todo, afirma Durkheim, en la organización familiar se 
desarrollan cambios que le permitirán adaptarse a las nuevas 
condiciones reclamadas por la sociedad, y que la harán transformarse 
en una organización con mayor grado de especialización en sus 
funciones, subsidiaria de otras instituciones. 
 
El proceso de cambio de la estructura familiar tiene como origen, 
según Durkheim, el progreso de las sociedades modernas y son el 
reflejo de la desintegración de la sociedad agraria por el surgimiento de 
la industria y el comercio, que obligan al individuo a apartarse de su 
familia, para participar en otras integraciones sociales, que exigirán de 
él capacidad de adaptación y competencia en el manejo de los nuevos 
roles asignados por un grupo ajeno. 
 
Ahora bien, la necesaria desintegración de la familia, trae consigo 
un relajamiento en la moral y el comportamiento del individuo, pues 
cuando existe la posibilidad de sobrevivir fuera de la comunidad 
doméstica, la fuerza de la familia sobre la persona se debilita. Conviene 
resaltar aquí la importancia que Durkheim asigna a la familia en la tarea 
de reducir las tendencias egoístas en el individuo. 
 
Asegura nuestro autor que cuando el individuo se aparta de su 
grupo, puede fundar su propia familia ―lejos de la moral y las 
 5
costumbres de su familia original―, quedando integrada por el padre, la 
madre y los hijos: el modelo de la familia moderna. 
 
El estado colectivo que se forma al reducirse el núcleo familiar se 
caracteriza por la pérdida de la cohesión del grupo: el menor número de 
miembros empobrece las relaciones interpersonales. 
“Cuando la familia es poco extensa hay 
siempre pocos parientes juntos, la vida doméstica 
languidece y viene el momento en que el hogar se 
encuentra desierto”.4
 Al señalar que la desintegración de la familia patriarcal da origen a 
la nuclear, Durkheim encuentra una fuente de conflicto que quebranta el 
orden establecido: lafamilia, como institución, deja de cumplir la 
función primaria de integrar al individuo a una vida en común, porque 
los estados colectivos de la familia nuclear son necesariamente 
efímeros; y esto lo lleva a relacionar el problema de la crisis de la 
familia con los estados de anomia típicos de las sociedades de 
solidaridad orgánica. 
 
 Describe la anomia como un estado social de ausencia de normas, 
de reglas, una especie de anarquía. Anómico es el hombre no regulado; 
el que no piensa ni necesita reglas para vivir. El sistema de creencias 
que integra la conciencia colectiva en un estado de anomia se deteriora 
provocando un ambiente de caos social. 
 
4 E. DURKHEIM, El suicidio. UNAM. México. 1974. p. 271. 
 6
 La escasa densidad de las relaciones familiares indica que el 
sistema de creencias se ha degradado de modo que el grupo ya no tiene 
la fuerza para ordenar los sentimientos y las pasiones de sus miembros. 
La vida familiar está en un estado de anomia que se refleja en la falta 
de cohesión del grupo y en su virtual desintegración. 
 
 La crisis de la familia genera un comportamiento anómico porque 
el sujeto ya no tiene la cohesión del grupo o porque el grupo carece ya 
de la fuerza coercitiva proveniente del pasado; pero para el autor de El 
Suicidio, la anomia es producto de la disolución paulatina de las 
relaciones comunitarias desarrolladas por la familia y del necesario 
ajuste en la organización y funcionamiento de las nuevas instituciones 
que cumplirán las funciones del grupo familiar en la nueva sociedad 
orgánica. 
 
a). La sociedad conyugal. 
 
 Durkheim afirma que podemos encontrar dos tipos de asociaciones 
que dan origen a dos formas de sociedades distintas por la naturaleza 
de sus relaciones: la sociedad conyugal, que surge de un contrato y se 
adquiere por una elección voluntaria; y la familia propiamente dicha, 
que es un fenómeno natural, producto de la relación por lazos de 
consanguinidad. 
 
 La relación por lazos de consanguinidad es tan vieja como la 
humanidad misma y reúne a varias generaciones. Sin embargo, aunque 
la consanguinidad facilita la concentración, lo realmente importante es la 
 7
solidaridad de intereses y la necesidad de unirse para resolver 
problemas comunes. El individuo se cohesiona más al grupo al compartir 
ideas y sentimientos. 
 
 En cambio, la sociedad conyugal aparece tardíamente en la 
historia de la humanidad. Es un fenómeno moderno en el que dos 
personas de la misma generación, en un acto libre y voluntario, 
pretenden una unión monogámica, basada en la afinidad y la comunidad 
de sentimientos, avalado por un matrimonio, que es un contrato cuya 
finalidad es garantizar los derechos y las obligaciones de cada uno de los 
cónyuges. Así, es el contrato matrimonial el que determina, según 
Durkheim, la manera como se distribuyen las funciones familiares 
producto de la división del trabajo doméstico. 
 
 Más aún, Durkheim parece identificar al contrato matrimonial con 
lo que él denomina contrato de adhesión, que tiene por objeto definir 
ciertos actos en las relaciones interpersonales, tendientes a lograr una 
solidaridad contractual que, a pesar de su carácter positivo, delimite las 
voluntades individuales. Es cierto que con esto el desarrollo personal 
individual se inhibe, pero persiste una solidaridad institucional fundada 
en el trabajo común, a tal grado que, si ocurre la ausencia de alguno de 
los cónyuges, la unidad funcional de la familia persiste, pues el que 
permanece se ve obligado a realizar las tareas del ausente. 
 
He aquí lo que ocurre con la vida familiar como resultado de la 
irrupción de las relaciones mercantiles. Sólo la procreación de los hijos 
 8
permite el trabajo común que garantice la persistencia de las relaciones 
conyugales. 
 
Ahora bien, la realización de tareas altamente diferenciadas 
permite una mayor dependencia entre los cónyuges, además de ser 
signo de una “alta civilidad”, según afirma en La división del trabajo 
social. 
“Cuando más nos remontamos en el pasado 
más se reduce la división del trabajo sexual, la 
mujer de estos tiempos lejanos no se parece en 
nada a la débil criatura que ha llegado a ser con el 
progreso de la modernidad.”5
La unión conyugal es una verdadera sociedad dentro del grupo 
familiar, que debe funcionar como un equipo cooperativo, en donde la 
distribución de las tareas y el rol que juega cada cónyuge representa la 
evolución de la división del trabajo doméstico. Mientras más diferentes y 
complementarios sean entre sí los cónyuges, mayor será su estabilidad 
como pareja. 
 
Producto de su época, además, agrega que existe una cierta 
influencia bio-física que ha permitido al varón ejercer la autoridad y 
convertirse en el proveedor de la familia, en tanto que la mujer es la 
fuente de afectividad para los hijos y apoyo emocional para el hombre. 
Así, las relaciones conyugales se convierten en un equipo de trabajo en 
 
5 Op. Cit. p. 133. 
 9
donde cada miembro depende del otro. Cualquier alteración de esta 
unidad funcional causa serios conflictos en el grupo familiar. 
“Hoy en día en los pueblos cultos, la mujer 
lleva una existencia completamente distinta a la de 
los hombres, se diría que las dos grandes funciones 
psíquicas se han disociado, que uno de los sexos ha 
acaparado las funciones afectivas, y el otro las 
funciones intelectuales. Al ver en ciertas clases a las 
mujeres ocuparse de la literatura y las artes como 
los hombres, se podría creer lo contrario. Es verdad 
que las ocupaciones de ambos sexos tienden a ser 
homogéneas, pero incluso en esta acción la mujer 
aporta su propia naturaleza y su papel sigue siendo 
muy especial, diferente al hombre. Además, el arte y 
la literatura comienzan a hacerse cosas femeninas, 
el otro sexo parece abandonarlas para dedicarse a la 
ciencia.”6
Teóricamente, la unión por la diferencia está por encima de egos y 
acciones individualistas. La progresiva división de trabajo en la pareja 
implica la necesidad de desarrollarse sin dejar de lado los intereses del 
grupo. No puede haber marginación ni pobreza espiritual en ninguno de 
los miembros de la familia, pues aunque sus funciones lo subordinen al 
que ejerce la autoridad, la profundidad del desarrollo especializado es de 
gran satisfacción personal. 
 
Es evidente, que Durkheim revela una perspectiva ideológica que 
pretende justificar —y también avalar— en la familia nuclear, la posición 
de dominio del padre, que hoy en día muy pocos se atreverían a 
 
6 Ibid. p. 134. 
 10
expresar, aún cuando, en la práctica, pueden verse grupos culturales 
viviendo bajo ese modo. 
 
Las relaciones entre los padres y los hijos tienen una dinámica 
distinta, determinada por un lado por la dependencia económica y moral 
de los menores, y por el otro, por los lazos afectivos y emocionales 
producto de esa relación. 
 
Una de las tareas básicas de la familia, dice Durkheim, es la 
socialización del individuo, fundamentalmente la socialización primaria, 
la que enseña al niño a actuar en su medio, con el objeto de prepararlo 
para salir del ambiente doméstico. La crianza, entonces, debe ser un 
proceso de inculcación de la moral y las costumbres familiares; 
percibidos estos como todo un sistema de mandatos exteriores al 
sujeto, y no como un conjunto de costumbres personales, con lo que la 
familia se establece como la primera institución que interioriza en el 
niño la noción de autoridad: en este proceso interactivo, los padres se 
convierten en figuras de autoridad, porque representan la moral de la 
sociedad dentro de la familia, no porque lo sean naturalmente. 
 
Durkheim considera que cuando la inculcación de la moral y las 
reglas básicas de la convivencia social alcanzan su puntoculminante, 
puede decirse que el niño se ha convertido en adulto, aún cuando no 
haya logrado su total independencia económica. 
 
Ahora bien, la desintegración familiar provoca un relajamiento en 
el comportamiento colectivo; pero el problema se ubica en la 
 11
incapacidad que la sociedad ha mostrado para encontrar un sustituto 
que cumpla las funciones de la familia, y no en el cambio de la 
estructura familiar que, de ser un grupo fuertemente cohesionado ha 
pasado a ser un pequeño núcleo integrado por el padre, la madre y los 
hijos. 
 
En la sociedad moderna, donde impera la solidaridad orgánica, 
Durkheim admite que el funcionamiento del grupo familiar se encuentra 
limitado. 
 
 
I.2 La familia moderna según Talcott Parsons. 
 
 
 Para comprender el contexto de la teoría sociológica de Parsons 
conviene recordar el impacto que tuvieron en su discurso teórico los 
cambios que la posguerra produjo en la sociedad norteamericana y que 
se perciben claramente en su pensamiento. 
 
 Las reformas sociales aplicadas durante este período permitieron 
la formación de una sociedad abierta donde la política de empleo y la 
redistribución de la riqueza justificaban las ideas a favor de la 
abundancia económica y de estabilidad social. Sin embargo, no todas las 
consecuencias fueron positivas, porque el acelerado proceso de 
urbanización provocó escasez de vivienda y hacinamiento en las grandes 
ciudades; además de la delincuencia juvenil y la desintegración familiar. 
Los matrimonios jóvenes dejaban sus pueblos para integrarse a la mano 
 12
de obra que encontraba mejores condiciones de desarrollo en las 
ciudades industriales. Las costumbres y la moral del campo, puritano y 
conservador, se vieron avasalladas por una nueva moral producto del 
aislamiento de la vida en las metrópolis. 
 
 Por esto, en el análisis de la familia, la evolución de las relaciones 
de parentesco permite a Parsons argumentar que en las sociedades 
modernas los cambios en las formas de organización hicieron que la 
familia conyugal, integrada básicamente por los padres y los hijos, 
predominara por encima de otras formas de organización familiar. El 
centro de todo sistema de parentesco es la familia conyugal o nuclear. 
 
 La conexión social interfamiliar se da a través de los individuos, 
que pueden pertenecer a dos familias: la de orientación ―ascendente―, 
en la cual nació y de la que surgen sus referencias sociales; y la de 
procreación ―descendente―, que es la que funda al casarse. Sus 
valoraciones resultan de ambas, tomando en cuenta las funciones que 
cumplen cada una de ellas. 
 
El centro de afectividad estará dirigido hacia la familia de 
procreación, aunque haya un vínculo fuerte con la familia de orientación, 
donde se encuentran los padres y los hermanos. Sin embargo, el 
aislamiento en el que vive la familia conyugal hace que la intensidad de 
las relaciones de parentesco con los otros tipos de familia disminuya. 
 
 Tal aislamiento, dice Parsons, caracteriza la situación funcional de 
la familia conyugal en las sociedades modernas. 
 13
“...la familia conyugal aislada constituye la 
unidad doméstica normal... la unidad cuyos 
miembros en común aseguran la base de apoyo 
económico, especialmente los ingresos monetarios. 
Además, en el caso típico, ni la organización 
doméstica ni los ingresos monetarios tiene ninguna 
relación específica con la familia de orientación de 
cada uno de los cónyuges y si esta relación existe, 
tanto puede darse con una familia como con otra. La 
familia conyugal típica vive en un hogar separado de 
los padres de los cónyuges y es económicamente 
independiente de ambos”.7
Explica que los mismos cambios que liberan al individuo de la 
comunidad doméstica en que se encontraba inmerso en épocas 
anteriores, permiten que la familia conyugal se independice de los 
familiares de los cónyuges. 
 
Al afirmarse la independencia económica de la familia de 
procreación sobre las dos familias de los cónyuges, las actividades 
orientadas a satisfacer las necesidades básicas de supervivencia 
adquieren relevancia. Se reconoce la autoridad del padre proveedor 
porque de él depende la supervivencia económica de la familia y su 
estabilidad social, así como el estrato social que la familia alcance. Está 
obligado a mantener su posición aumentando sus ingresos y las 
ganancias obtenidas a través de la ocupación que desarrolle. 
 
Aunque reconoce que la asignación de roles ha estado 
determinada culturalmente en las sociedades occidentales, y admite que 
 
7 T. PARSONS, et. al. La familia. Barcelona. Ed. Península. 1987. P. 38. 
 14
los cambios tecnológicos y el acceso a la educación para ambos sexos 
han permitido que cualquiera de los cónyuges pueda cumplir el papel de 
proveedor o de custodio de las necesidades del hogar, indica que 
cuando alguno —o ambos— no asume plenamente su función en la 
familia, puede iniciarse una competencia que podría extenderse hasta 
abarcar a los hijos, al llegar a la edad adulta, generando el deterioro de 
la solidaridad matrimonial. 
...la separación de las funciones es, en general, uno 
de los principales mecanismos para impedir una 
competencia potencialmente destructora. Puede 
suponerse entonces que una de las principales 
causas de la separación de las funciones respectivas 
de los sexos en la sociedad norteamericana, es la 
importancia funcional de la relación matrimonial en 
nuestro sistema de parentesco, puesto que el sexo 
es la base fundamental de la diferenciación entre los 
cónyuges”.8
Por esto resulta tan importante el buen funcionamiento de la 
relación matrimonial. De hecho, se caracteriza porque inicia con un acto 
de libre determinación, cargado de sentimientos, de emotividad. El autor 
la describe como un evento que consolida el amor-pasión y que sólo 
puede darse en una sociedad que fomente la diferenciación funcional 
entre los sexos, pues el delicado equilibrio que guarda una relación 
surgida y fundamentada por los sentimientos debe mantenerse cuando 
la pasión decline, y esto sólo se logra con la identificación plena de los 
roles de cada cónyuge: padre-marido, madre-esposa. 
 
8 Ibid. p. 52 
 15
A pesar de todo, la fuente de conflicto más importante que este 
sociólogo admite, se encuentra en las funciones que cumple la mujer 
como madre y como esposa, pues al mismo tiempo que debe cumplir 
con las tareas domésticas y la crianza de los niños, debe conservar su 
atractivo sexual y el interés de su marido. El hombre, en cambio, tiene 
una posición bien definida dentro de su estructura ocupacional, sus 
logros dependen de su capacidad laboral y las tareas que realiza tienen 
un mayor reconocimiento social. 
 
Conviene reconocer aquí que Parsons adolece de una falta de 
actitud crítica cuando evalúa el desempeño de los roles en el interior de 
la familia, al afirmar que la crianza de los niños y las actividades 
domésticas en general, son roles femeninos por “condición natural” y no 
como producto de la historia humana, como de hecho es. Es cierto que 
admite que la cultura ha dejado su impronta en esa asignación de roles, 
pero soslaya la cuestión con mucha facilidad. No sólo no cuestiona las 
relaciones de dominio que el hombre y la sociedad ejercen sobre la 
mujer limitándola como ser humano, obligándola a refugiarse a la 
sombra de su marido, sino que enfatiza la importancia de esta 
subordinación para la estabilidad matrimonial, delegando en ella la 
responsabilidad de la armonía de la familia. 
 
a). Los procesos de socialización primaria. 
 
Como Durkheim, Parsons concede un papel importante a la familia 
en el proceso de socialización primaria, porque introduce al niño en el 
sistema cultural y de valores, preparándolo para participar en la 
 16
sociedad, dotándolo de habilidades paraintegrarse a otros grupos. En la 
medida que estas habilidades permiten una mejor adaptación, la 
persona puede llevar una vida más activa en una sociedad abierta y 
dinámica que lo obliga a jugar diversos roles sociales. 
 
Por estas razones, el autor afirma que el sistema de personalidad 
se construye convirtiendo los impulsos del niño en conductas que 
reconocen un conjunto de exigencias relacionadas con la admisión de los 
patrones de comportamiento socialmente controlados y evaluados por 
los adultos. 
 
Además, las estrechas relaciones que se establecen entre los 
padres y los hijos logra que en el proceso de socialización, el niño 
pueda aprehender los diferentes niveles de autoridad y de 
responsabilidad presentes en su sociedad, representados 
simbólicamente en los roles que a cada uno le toca jugar: autoridad en 
el padre, afectividad en la madre. De allí la identificación de la 
masculinidad con todo lo que tiene que ver con los modelos de autoridad 
y la afectividad con el comportamiento femenino. 
 
Paralelamente se desarrolla un proceso de exclusión de valores 
clasificados como ajenos al grupo. Este fenómeno se refuerza por el 
aislamiento de la familia nuclear. Al mismo tiempo que el ego infantil 
establece su identidad y la del grupo, clasifica todo aquello que no 
pertenece a la familia. Así, la socialización primaria es importante no 
sólo por los valores que inculca, también por los que excluye. 
 17
Por último, debido a la alta especialización de funciones que exige 
la vida moderna, la familia se ve en la necesidad de distribuir su tarea 
socializadora con otras instituciones; no obstante, la adaptación del niño 
o el joven a estos grupos depende en gran medida del éxito de la 
socialización primaria. 
 
Pero, además, Parsons indica que la estructura descrita como 
típica de las sociedades modernas, sólo se encuentra en las zonas 
urbanas de clase media, pues, para poder sostenerse, requiere de los 
servicios proporcionados por otras instituciones sociales; y pone de 
manifiesto las correspondencias entre las relaciones de parentesco y 
otros aspectos estructurales de la sociedad como el sistema ocupacional 
y los servicios que permiten la autonomía familiar. 
 
b). La diferenciación de sexos y los roles sociales. 
 
Parsons enfatiza que la sociedad moderna fomenta, desde la más 
tierna infancia, la diferenciación de los sexos, pues es la base de la 
relación conyugal. El vestido, los colores, los juegos, y hasta las tareas 
que el pequeño desempeña como contribución al funcionamiento del 
grupo, está en relación con su sexo, aunque, por lo general, es un 
reflejo de los modelos paternos. No obstante, debido a su aislamiento, la 
familia conyugal enfrenta ciertas dificultades: Como el esposo-padre 
realiza su rol principal en el sistema ocupacional, casi siempre fuera de 
casa, la identificación del niño con las tareas que realiza se complica; el 
papel de la madre, en cambio, se vincula directamente al desarrollo de 
los primeros años de vida infantil. 
 18
“En primer lugar, las orientaciones afectivas 
del niño se concentran en un número muy reducido 
de personas, porque lo más probable es que su 
familia sea pequeña. En los primeros años de vida 
predomina entre los objetos adultos 
abrumadoramente la madre, porque 
tradicionalmente le corresponde el cuidado de la 
casa y de los niños y porque el padre se encuentra 
ausente en todo momento.”9
Este acercamiento contribuye al desarrollo de la niña, porque es 
del mismo sexo y porque las funciones de ama de casa son más 
tangibles y fáciles de identificar, lo que la ayuda a madurar 
emocionalmente. A pesar de todo, la madurez de la niña no se da sin 
conflicto, pues en la adolescencia se enfrenta al problema de buscar su 
seguridad futura en el matrimonio. 
 
En la elección del hombre adecuado, Parsons encuentra un estado 
de competencia para el cual la mujer no fue preparada, y que se 
convierte en fuente de frustración, pues al descubrir que su destino está 
subordinado a las capacidades de su futuro marido, percibe que lo 
masculino es dominante y de mayor valor. La estabilidad emocional que 
le había dado la cercanía de su madre —el modelo femenino—, se 
resquebraja, y las cualidades que antes constituían el núcleo de su 
identidad infantil, se convierten en un estigma. 
 
Esta ambivalencia de los roles provoca grandes desequilibrios en 
las relaciones que las mujeres establecen con los hombres y con su 
 
9 T. PARSONS, Ensayos de teorías sociológicas. Nueva York. The Free Press. Primera edición. 1949. p.262. 
 19
familia. Las tareas domésticas tienen poco prestigio, pero —afirma el 
sociólogo—, fortalecen el sentimiento comunitario y da seguridad a los 
integrantes de la familia. Por esto la sociedad enfatiza el símbolo de la 
madre abnegada y buena compañera, por encima del atractivo sexual 
femenino. 
 
Con respecto al padre, las tareas que desempeña son lejanas, 
desconocidas o poco tangibles para la imaginación infantil, lo que 
dificulta una identificación directa entre el modelo masculino y la 
interiorización de los roles de su sexo. El niño mantiene una relación 
conflictiva y de delicado equilibrio con su madre, el adulto más cercano, 
particularmente en el período de formación primaria. Esto no significa 
que no tenga una buena conexión con el modelo masculino, sino que, a 
diferencia de la niña, que tiene un vínculo directo y tangible, el de él es 
indirecto, pues la misma madre, en su papel de administradora de la 
disciplina cotidiana, modula el comportamiento del pequeño de acuerdo 
al modelo masculino que ella tenga. 
 
Naturalmente, se evita la pregunta de por qué en el niño no ocurre 
un proceso similar al de la niña, que se ve identificada con los roles de 
la madre, y esta identificación la convierte paulatinamente en una 
imagen de lo que la madre desarrolla como mujer; para impedir que la 
diferencia de sexo se traslade a la distinción de los roles que cada 
cónyuge desempeña, sobre todo, porque la división de las tareas en la 
familia, se convierte en el ejercicio del poder y del control social del 
hombre sobre la mujer. 
 
 20
 
I.3 Familia y personalidad autoritaria: Wilhelm Reich. 
 
 
 Al igual que Herbert Marcuse y Erich Fromm, Wilhem Reich es uno 
de los más importantes exponentes del freudmarxismo, que interpreta 
el comportamiento individual considerando las determinaciones sociales 
que lo modifican; y, aunque reconoce el predominio de la estructura 
social, no ignora la capacidad de transformación de la persona. 
 
En este sentido, Reich afirma que todas las manifestaciones de la 
conciencia —las imágenes, las significaciones sociales de los instintos, 
las ideologías y los sistemas axiológicos— tienen una relación concreta 
con la estructura social, que muestra la influencia del ambiente en la 
conducta social. 
 
Este autor afirma que el reconocimiento de la existencia del 
aparato psíquico como método de análisis no se opone a las nociones 
marxistas de actividad humana y práctica social, por el contrario, el 
marxismo se enriquece con las aportaciones freudianas. 
 
El punto de partida es la hipótesis de que en la sociedad burguesa 
el arma principal de la clase dominante es el poder ideológico que se 
ejerce sobre todo el conjunto social, con el objetivo de garantizar las 
condiciones de vida de la sociedad capitalista; el dominio sobre las 
clases sometidas pretende que el desarrollo de la conciencia individual 
no se separe de los valores del sistema. Por esto, Reich concluye que 
 21
todo comportamiento puede ser explicado a partir del estudio de la 
conciencia y sus mecanismos. El método psicoanalítico se aplica para 
hacer un estudio profundo de la personalidad humana. 
“Todo acontecimiento psíquico, aunque parezca 
totalmente carente de sentido, como el sueño o los 
actosfallidos, las declaraciones absurdas de los 
psicópatas, etc., tienen una función y un sentido 
perfectamente en la historia del desarrollo de la 
personalidad en cuestión.”10
Por supuesto que en una teoría con influencia freudiana no podían 
faltar las observaciones en torno al sexo. Las propuestas de Reich se 
orientan hacia la construcción de una psicología que pueda explicar las 
razones por las que la sociedad reprime el desarrollo de la sexualidad 
humana. En busca de la respuesta, se propuso examinar la historia de la 
represión sexual, y encontró que con la instauración del patriarcado y el 
inicio de la sociedad de clases, los intereses sexuales de las personas se 
pusieron al servicio del poder económico de una minoría, de modo cada 
vez más organizado y fijo, que a la larga desembocó en el matrimonio 
—al principio regulado casi exclusivamente por instituciones religiosas— 
y la familia autoritaria. 
“Con la represión y las restricciones de la 
sexualidad se modifica la sensibilidad del hombre, 
 
10 W. Reich. Psicología de masas del fascismo, España. Ed. Bruguera. 1994. p. 56 
 22
surge la religión, que niega la sexualidad y que, 
poco a poco, instala su política sexual” 11
En fin, al parecer, resulta evidente que en su obra aplica sus 
conocimientos psicoanalíticos al análisis socio-político, para estudiar el 
comportamiento autoritario y las instituciones que lo sustentan. El 
supuesto teórico es que existe en el individuo moderno una personalidad 
moldeada por los valores de una sociedad autoritaria, que reprime sus 
necesidades y que limita su desarrollo personal. En esta acción 
represiva, el grupo familiar juega uno de los papeles más importantes. 
 
a). Familia autoritaria. 
 
La modernización de las sociedades trajo como consecuencia el fin 
de los grandes grupos comunales; la familia se redujo y disminuyó la 
intensidad de las relaciones interpersonales, con el consecuente 
empobrecimiento de la vida social. A pesar de todo, persistió una sobre 
valoración de las relaciones familiares, lo cual permitió a la familia, 
como institución, mantener un cierto grado de integración entre sus 
miembros. Sólo así esta familia coercitiva ha podido realizar sus 
funciones de socialización y difusión de la ideología conservadora. El 
ambiente social moralizante se dirige básicamente al niño, quien por 
temor a perder el amor de sus padres, subordina sus impulsos y sus 
juegos eróticos a las normas y a la manera de pensar de los adultos que 
lo rodean. 
 
 
11 Ibid. p. 59. 
 23
Ahora bien, al reducirse toda relación al triángulo Padre-Madre-
Hijo, la coerción se vuelve más selectiva y, por lo tanto, más efectiva.12 
El espacio que el individuo necesita para fortalecer su personalidad se 
reduce también, y, al no encontrar el padre o la madre una forma 
adecuada para canalizar sus insatisfacciones, el ambiente familiar se 
enrarece más, afectando en mayor medida a los niños. Esta situación se 
agudiza cuando la miseria conyugal producto de una relación de pareja 
altamente frustrante hace que la educación sea más severa. Es evidente 
que para Reich la educación familiar daña el desarrollo del niño, puesto 
que inhibe una vida sexual sana en proceso, en favor del mantenimiento 
de los lazos familiares. Aunque, también es cierto, de este modo la 
familia garantiza su reproducción y permanencia, al tiempo que 
mantiene las condiciones sociales que le dan vida. 
 
Es decir, la educación de la familia está dirigida primordialmente a 
reforzar el discurso ideológico que protege la forma de organización de 
la estructura social y conserva la organización jerárquica que se da en 
su interior.13
 
Todas las familias buscan mantener un ambiente de moralidad. 
Las formas que asuman cambian según la clase social de origen, pero el 
contenido es siempre el mismo, porque todos los valores que se 
sustentan en este esquema moral predominan en la sociedad. 
 
 
12 Cfr. W. Reich. La revolución sexual. México. Ed. Planeta. 1985. p. 94. 
13 Cfr. CAMPUZANO, Felipe. Izquierda freudiana y marxismo. México. Ed. Grijalbo. 1990. p. 97. 
 24
Es un ambiente el que se ejerce para todos los miembros del 
grupo, en el que idealiza el matrimonio monogámico, presentándolo 
como una forma biológica y natural de organización. Al mismo tiempo, 
se le ennoblece por ser el espacio de protección para las mujeres y los 
niños: el hogar protector es la fortaleza que defiende a los débiles de las 
acechanzas del mundo exterior. Esta ficción se presenta como una 
realidad que alimenta una atmósfera donde la psicología social se 
confunde con la naturaleza humana. 
 
En consecuencia, hay un fuerte vínculo entre la familia represora 
de la sexualidad y la formación de la personalidad autoritaria. 
 
Wilhelm Reich define el matrimonio como la unión de dos personas 
por intereses diversos, y reconoce la existencia de dos tipos: uno, 
basado en las necesidades sexuales, al que denomina relación sexual 
duradera; y el otro, basado en el interés económico llamado matrimonio 
autoritario. 
 
Aunque ambos están determinados por condiciones sociales, la 
relación sexual duradera exige la independencia económica de la mujer 
como condición indispensable, para evitar que la dependencia se 
traduzca en subordinación y marginalidad; y la protección económica de 
los niños por la sociedad. Es una unión con un alto valor emocional, 
producto de las experiencias sensuales placenteras, sin mediación 
mercantil alguna, que se convierten en interacciones de ternura y 
agradecimiento por el placer recibido y por la promesa del goce futuro. 
 
 25
Son vínculos muy sensibles a los cambios sociales del momento, 
que presionan para que se transformen en matrimonios autoritarios. 
Puede ocurrir que el amor que une a la pareja sea aparente y esté 
basado en un odio reprimido que transmuta la relación en una unión 
reactiva, caracterizada por una súper estimación del otro, como 
consecuencia de una inhibición sexual y una espera inconsciente de 
cierto género de satisfacción. Este tipo de relaciones pasa con mucha 
facilidad del amor al odio. 
 
Otro problema que puede presentarse es la ausencia prolongada 
de ternura, causada por su inhibición neurótica debido a que no se ha 
desarrollado plenamente la personalidad del individuo o porque la pareja 
se encuentre en un momento en que se requiera la revitalización de la 
relación. 
 
En fin, La atracción sexual no es el objetivo de toda relación 
humana, sino el vértice de un conjunto de relaciones multidimensionales 
que define la condición del vínculo conyugal; por eso, Reich considera a 
la comunicación como premisa indispensable para el funcionamiento 
adecuado de la vida en común. Sin ella, será difícil que se establezca 
una atracción que invite a compartir el placer y el goce sensual. La 
relación se verá como un obstáculo, en particular si aparecen nuevos 
objetos de deseo, distractores de la atención de algún miembro de la 
pareja. Independientemente de todo, cualquier situación problemática 
puede ser superada si prevalece el amor y la ternura por encima de los 
intereses económicos. 
 
 26
En ocasiones, puede dar la impresión de que se refiere a este tipo 
de unión en términos muy cercanos al amor romántico, pero no es así. 
El lazo que consolida y estrecha a la pareja es el sexo pleno. 
 
 
b). El matrimonio autoritario y su moral. 
 
En el matrimonio autoritario la moral sexual domina las relaciones 
de la pareja, a través de la idea de que el hombre posee a la mujer. Se 
da por sentado que la posesión es un privilegio y la entrega, una 
humillación. Naturalmente, este esquema de vida genera conflictos por 
insatisfacción sexual, mucho más intensos y prolongados en aquellas 
mujeres que se someten,pues se sobreentiende que a los hombres se 
les permite calmar sus insatisfacciones por medio de una infidelidad 
intermitente —o permanente—, socialmente aceptada a condición de 
que no altere la “estabilidad conyugal”. 
 
No resulta extraño, entonces, que sólo a la mujer se le demande 
castidad prenupcial y fidelidad durante el matrimonio, ya que así se 
garantiza el buen funcionamiento de los sistemas hereditarios, tanto de 
los bienes como de las costumbres del padre. Sin embargo, la represión 
sexual femenina genera graves conflictos y contradicciones tanto en el 
ámbito social como en el matrimonial, pues la urgencia natural del sexo 
desemboca, por un lado en la prostitución, y por el otro, en el adulterio. 
 
Cuando el amor se convierte en mercancía, sostiene Reich, 
disminuyen las relaciones afectivas entre los individuos, cediendo su 
 27
lugar a fenómenos sociales realmente grotescos. La moral autoritaria 
mantiene una situación objetal en las relaciones conyugales, puesto que 
priva el interés económico, el dominio y la dependencia autoritaria en 
lugar del afecto y la reciprocidad.14
 
Reich estaba convencido de que la verdadera fuerza, sustento de 
la autoridad del padre en la familia moderna, emana de la sociedad, no 
directamente de la familia; pero ésta, con su moral, fortalece la 
ideología dominante de una sociedad autoritaria. Es la moral de esta 
familia la que en realidad genera la aparición del fenómeno de la 
personalidad autoritaria, porque es la base de la existencia de las 
relaciones dominantes, que apoyan la permanencia de una sociedad 
dividida en clases. 
 
Quizá la aportación más significativa de este sociólogo al estudio 
de la vida en pareja se encuentra en la argumentación de que las 
relaciones sadomasoquistas no son característica natural de las 
relaciones humanas, sino producto de la acción de instituciones —como 
la familia— que provocan alteraciones en la conducta de las personas 
que ven a su prójimo como un objeto susceptible de ser manipulado a 
placer. Sus conclusiones al respecto aclaran el papel que la familia juega 
en la formación de la personalidad autoritaria. 
 
 
* * * 
 
 
14 Cfr. Ibid. p. 100. 
 28
 
Un rasgo fundamental de todo ser vivo es la adaptación a su 
ambiente, pero el ser humano, a diferencia de los demás, se organiza y 
trabaja socialmente, modifica la naturaleza y utiliza instrumentos para 
buscar el máximo de satisfacciones. Con la intención de mejorar su vida, 
produce más bienes con menos esfuerzos y perfecciona constantemente 
sus medios de trabajo. 
 
El progreso de los instrumentos conduce a una modificación de las 
relaciones entre los individuos y a nuevas formas de propiedad y 
sociales en general. Los primeros humanos, recolectores y cazadores, 
seguramente se caracterizaron por la solidaridad interna de sus grupos, 
debido a que ya no era posible su supervivencia sin la colaboración 
estrecha entre sus miembros. 
 
Podemos decir, entonces, que la familia se relaciona con la 
creciente preocupación biológica por la conservación de la especie, 
debido a los cuidados que requieren los niños en sus primeros años de 
vida y quizás, también para asegurar la transmisión de la cultura de una 
generación a otra. 
 
La observación histórica hace evidente la correspondencia entre 
los cambios de los aspectos materiales de la sociedad, como son los 
estructurales, técnicos, económicos, culturales, políticos, científicos, y 
los de los valores que rigen su convivencia. 
 
 29
De este modo, conforme los grupos crecían y se iban asentando, 
las relaciones interpersonales dentro de ellos también se transformaron: 
de la promiscuidad absoluta pasaron a la prohibición de relaciones 
sexuales entre padres e hijos y entre hermanos y hermanas, 
usualmente sancionados por una mezcla de leyes de orden civil y 
religioso; de allí a los matrimonios grupales contraídos desde el 
nacimiento; la adopción de una pareja "favorita"; la familia patriarcal, 
donde la autoridad recae en el jefe de la familia, hasta llegar a la familia 
nuclear, formada por un hombre y una mujer y sus hijos, naturales o 
adoptivos, fundada en un matrimonio monógamo, en donde dos 
personas se unen garantizando, entre otras cosas, la paternidad 
indiscutible. En el camino, por supuesto, se ensayaron diversos sistemas 
en las diferentes regiones del mundo, que iban desde la unión de una 
mujer con varios maridos (poliandria) hasta el vínculo entre un hombre 
con varias esposas (poliginia). 
 
Las necesidades naturales del hombre y su insuficiencia para 
satisfacerlas estando aislado son la razón de su tendencia a asociarse. Y 
“de aquellas necesidades resultaron los primeros hogares... La familia es 
así la primera comunidad establecida por la naturaleza para la 
convivencia de todos los días... la primera comunidad, a su vez, que 
resulta de muchas familias y cuyo fin es servir a la satisfacción de 
necesidades que no son meramente las de cada día, es el municipio... 
La asociación última de municipios es la ciudad”15
 
 
15 ARISTÓTELES. Política. Ed. Porrúa. México. 1984. Pág. 157-159. El subrayado es del autor. 
 30
Y en ese sentido, Cicerón concluía “Siendo natural condición del 
hombre, común a todos los animales, el instinto de procrear, la 
primera sociedad es la de los padres entre sí; síguese la de los 
padres con sus hijos: de allí la familia. En ésta está el principio de la 
ciudad, el seminario del Estado...”16 
 
Así, entonces, la sociología ha reconocido la importancia de la 
familia como grupo social, como núcleo integrador y como agente 
socializador; pero a pesar de los estudios hasta ahora realizados en 
torno a ella; a pesar de las distintas clasificaciones que de los 
agrupamientos suelen encontrarse en los textos especializados, ha sido 
difícil encontrar una definición que logre abarcar tanto a las antiguas 
como a las modernas familias. No obstante, al parecer, ésa no ha sido 
propiamente una exigencia para los estudiosos, pues de alguna manera, 
todos sabemos lo que es la familia; y sin importar las diferencias 
existentes entre unas y otras, reconocemos el derecho de las personas a 
llamar “familia” al grupo con el que se encuentre afectivamente unido, 
independientemente de que entre ellos medie algún parentesco o no. En 
cambio, el interés de los sociólogos se ha centrado en la evolución de la 
familia, pues en ello se encuentra la clave que permite comprender los 
roles de las familias mismas y de los individuos que las integran. 
 
 
 
16 Apud. J. M. LLOVERA. Tratado de sociología. F.C.E. México. 1999. pág. 49 El subrayado es mío. 
 31
Capítulo II 
 
Evolución de la vida familiar. 
 
II.1 El matrimonio y la familia tradicional. 
 
Etimológicamente, el término familia proviene del latín famulus, 
que significa sirviente. Su derivado inglés se usó antiguamente para 
referirse a las personas del círculo doméstico, padres, hijos y sirvientes. 
En la actualidad su uso se restringe al grupo social formado, por lo 
general, por la unión más o menos permanente de un hombre con una 
mujer, o de uno o más hombres con una o más mujeres, y sus hijos. 
 
Entonces, en lo general, la familia es la institución social 
fundamental que une a las personas vinculadas por nacimiento o por 
elección en un hogar y una unidad doméstica. En el Código Civil para el 
Distrito Federal, se indica que las relaciones familiares de orden jurídico, 
surgen por “... matrimonio, parentesco o concubinato”17, y “la ley sólo 
reconoce como parentesco los de consanguinidad, afinidad [matrimonio 
o concubinato] y civil [adopción]”18 que generan derechos y 
obligaciones. Aunque el concepto ha sido aplicado históricamente 
también a un conjunto de individuos con algunacondición común. De allí 
"familia religiosa" (pertenecientes a la misma congregación), "familia 
hippie" (comunas), etcétera. 
 
17 Código Civil para el Distrito Federal. Título Cuarto Bis. Cáp. Único. Art. 138 ter., Quáter y Quintus. Ed. 
Sista. México. Feb. 2006. p. 38. 
18 Ibid. Título Sexto. Cap. I. Art. 292, 293, 294 y 295. p. 56. 
 32
En la actualidad, cuando se menciona el término "familia", por lo 
general se hace en el sentido muy moderno de padres e hijos, o sea, se 
habla de la familia nuclear, un concepto que solamente se empezó a 
generalizar a principios del siglo XX (en España a partir de 1950) con la 
masiva migración del campo a la ciudad. Hasta entonces la norma había 
sido la familia extensa, o sea un grupo de personas emparentadas entre 
sí —padres, hijos, nietos y otros— que vivían juntas. 
 
Las corrientes sociológicas evolucionistas explicaron el origen y 
evolución del hombre y la familia a partir del estudio de las diversas 
formas de relación sexual y colectiva que practicaba el hombre primitivo 
que, como explica Lewis Henry Morgan, vivía en estado de promiscuidad 
sexual, referida especulativamente a un periodo llamado "hetairismo 
afrodisíaco". 
 
Federico Engels —que sistematizó la obra de Morgan— en el 
Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado lo señala como el 
"descubridor" de la teoría materialista de la historia; que se fundamenta 
en la producción y reproducción de la vida; o sea, en el comercio sexual 
orientado a producir y reproducir vida humana,19 ya que para el hombre 
primitivo, éste era un elemento de sobrevivencia para la colectividad 
originaria de la que se aprecia surge la organización familiar. 
 
Por el modo en que los individuos se vinculaban, al principio 
prevalecía la endogamia o relación sexual indiscriminada entre varones 
 
19 Cfr. F. ENGELS. Origen de la familia, la propiedad y el Estado. Editores Unidos. 5a. reimpr. México. 
2000. p. 5, 6, 9, 35. El texto de Morgan, publicado en Londres en 1877 se titula La sociedad antigua. 
 33
y mujeres de una tribu. Luego los hombres buscaron mujeres de otras 
tribus (exogamia), hasta que, finalmente, la familia evolucionó a la 
organización monogámica actual. Con el surgimiento de la monogamia 
se satisfizo la función educacional: individualizados claramente padre y 
madre, entre ellos se comparte la tarea de educar a los hijos. 
 
Debido a que la unión de sexos deviene en procreación y 
perpetuación de la especie, lo cual origina las relaciones familiares 
consideradas en sí mismas como de interés público, casi todas las 
naciones del mundo han reconocido la necesidad de proteger a la 
persona y a la familia, en primer lugar del mismo ser humano, y en 
segundo, de todo aquello que pueda perturbar su normal desarrollo; ya 
que puede observarse cómo, en el entorno de su hábitat, el ser humano 
sostiene un predominante comportamiento depredador, el cual provoca 
constantes crisis en infinidad de ámbitos -ecológico, geográfico, 
económico, etc.-, así como en el familiar. 
 
Por esta razón, los Estados han exigido agregar al elemento 
biológico, que es el vínculo primario, básico para la existencia de la 
relación familiar, un elemento secundario de orden jurídico o legal que 
dio origen, en primera instancia, al matrimonio. 
 
Desde tiempos remotos, en las diferentes regiones del mundo se 
desarrollaron rituales en los que se mezclaban ingredientes religiosos y 
 34
culturales propios —algunos de ellos inhumanos20—, con el fin de 
establecer los vínculos matrimoniales entre las personas. 
 
América no fue una excepción. Hasta la llegada de los europeos, a 
principios del siglo XVI, Mesoamérica abarcaba el México actual y un 
poco más allá de Centroamérica. Su población indígena no formaba ni 
con mucho un todo homogéneo; diferencias idiomáticas políticas y 
militares hicieron que ciertos grupos prevalecieran sobre otros como 
resultado de conquistas de tipo militar, con lo que su historia se 
convirtió en una sucesión de superposiciones culturales, en la que los 
vencedores imponían su cultura sometiendo y sojuzgando a la 
precedente. Habitualmente el acento recaía en el sometimiento político, 
militar y económico, más que en el religioso, pues las culturas 
mesoamericanas tenían metas espirituales; sus fines políticos y militares 
se subordinaban a intereses de naturaleza religiosa. La guerra entre 
ellos era propiciatoria a objetivos morales y sólo de manera secundaria, 
al logro de propósitos materiales21. 
 
Entre los aztecas, el grupo privilegiado de jefes, comerciantes y 
guerreros tenían autorizada la práctica de la poligamia, en tanto que las 
clases bajas, por razones básicamente económicas, eran monógamas. 
La familia se establecía con el matrimonio. La esposa legítima era 
llamada Cihuatlantli, y se casaba en un ritual tradicional. El varón podía 
tener tantas mujeres como pudiera mantener, pero debía darles 
 
20 Por esta razón, la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución 843 (IX), del 17 de 
diciembre de 1954, declaró que “ciertas costumbres, antiguas leyes y prácticas referentes al matrimonio y a 
la familia son incompatibles con los principios enunciados en la Carta de las Naciones Unidas y en la 
Declaración Universal de Derechos Humanos”. http://www.cedhj.org.mx/declara/cdecla39.html 
21 Cfr. A. LIRA y L. MURO, et. al. Historia general de México. “El siglo de la integración”. Vol 2. SEP/El 
Colegio de México. México.1987. p. 98 ss. 
 35
sustento y atención; eran aceptadas con respeto como concubinas 
oficiales. La edad ordinaria para contraer matrimonio era entre los 20 y 
los 22 años aproximadamente, puesto que al joven se le enseñaba “la 
moderación y el dominio de sí mismo... durante la juventud”. 
“De esta manera debes hacer tú, 
que antes que te llegues a mujer 
crezcas y embarnezcas 
y entonces estarás hábil para el casamiento 
y engendrarás hijos de buena estatura, 
recios, ligeros y hermosos...”22
No podían casarse padres con hijos, padrastros con entenados, ni 
hermanos entre sí. Para casarse, el joven necesitaba el permiso de sus 
maestros del Calmecac o del Telpochcalli. Mas tarde, los padres del 
novio se dirigían a los padres de la novia a través de unas ancianas, que 
llevaban la petición. Era costumbre que la primera vez se negara el 
permiso, y más tarde se enviara la aceptación o la negativa formal. 
 
Entre los plebeyos era más frecuente la unión simple, antecedida 
por el trato verbal entre los contrayentes y sus padres, en tanto se 
reunían los recursos suficientes para la ceremonia matrimonial que, en 
muchas ocasiones no llegaba. Los lazos conyugales no podían ser 
disueltos al arbitrio de alguna de las partes. 
 
La educación se impartía en establecimientos específicos, según el 
estrato social. Las niñas eran educadas por sus madres en las labores 
 
22 Fragmento citado del Códice Florentino por: M-L. PORTILLA. La filosofía nahuatl. UNAM. México. 
1984. p. 238 
 36
del hogar y la religión. Se le preparaba para ser dócil con su marido; se 
les exhortaba a ser discretas y recatadas en sus modales y en el vestir; 
se les enseñaban todas las peculiaridades de los quehaceres domésticos 
que, además de moler y preparar los alimentos, consistían en 
descarozar el algodón, hilar, tejer y confeccionar la ropa de la familia. 
 
A los hombres se les inculcaba la vocación guerrera. Se fortalecía 
su carácter mediante castigos severos y el fomento de los valores 
primordiales como amor a la verdad, la justicia y el deber, el respeto a 
los padres y a los ancianos, el rechazo a la mentira y al libertinaje, la 
misericordia con los pobres y los desvalidos.23La sociedad comprendía la familia, el clan totémico llamado 
calpulli, la hermandad formada por calpullis y el barrio formado por las 
hermandades. 
 
Cuando llegaron los españoles, eran claras las tensiones sociales 
en el mundo indígena: por una parte, fuertes sentimientos de hostilidad 
y rebeldía contra el grupo dominante; por otra, una tensión intensa 
contra la clase teocrático-militar prevaleciente. Todo esto redundó en 
beneficio de los recién llegados, de manera que bien puede decirse que 
la conquista se dio más a causa de la estructura del mundo indígena que 
en función de las características militares y estratégicas de los 
conquistadores. Así, la familia azteca —y prácticamente casi toda 
Mesoamérica— fue destruida desde sus cimientos, por la violencia y las 
enfermedades del viejo mundo. 
 
23 M-L. PORTILLA. Op. Cit. p. 200 ss. 
 37
La conquista española trajo consigo un sistema social jerarquizado 
según el color de la piel que, junto con el nombre y el rango de un 
individuo, determinaba su posición social —pero a lo largo de los tres 
siglos que duró la dominación, los criterios de color cedieron paso 
también a las pautas económicas—. El crisol racial de la Nueva España 
iba fundiendo los tonos: el mestizo amalgamado con las castas se 
convertía en elemento predominante del material humano. 
 
Efectivamente, una vez plantados en la tierra, muchos de los 
españoles solicitaron la presencia de mujeres peninsulares, con quienes 
tenían un trato y una actitud en sus relaciones interpersonales muy 
distintas. Sus uniones eran formales, y su objetivo, una auténtica 
familia a quien heredar los bienes recién adquiridos. 
 
El matrimonio se mantenía como la instancia apropiada para la 
mujer y la maternidad como su vocación natural. Era arreglado por los 
padres y la dote tenía un papel importante en el acuerdo. Las únicas 
mujeres que, en pocas ocasiones, recibían educación eran las criollas, 
puesto que, como se consideraba su destino natural encargarse de su 
casa, aún la de más status sólo requería conocimientos básicos, 
elementales; su función era producir una abundante prole para lo cual 
bastaba resistencia física y salud. Las mujeres que deseaban un nivel 
superior de conocimientos debían de contar con apoyo económico para 
pagar un maestro particular y el permiso de un padre tolerante. 
 
La poligamia, y en general la infidelidad, estaba prohibida por las 
autoridades eclesiásticas, pero el virreinato conservó los privilegios 
 38
masculinos, que constriñen el papel de la mujer en el matrimonio a la 
maternidad. A ella se le exige fidelidad, y abiertamente se acepta la 
infidelidad del esposo, quien frecuentemente tuvo dos casas: la legítima, 
y la otra, habitada por la mujer que ha calmado sus necesidades 
instintivas, pero a la que él considera ha hecho un favor al poseerla. 
 
La mujer española casada tenía la categoría de menor de edad, y 
aunque podía heredar propiedades, títulos y negocios, sus derechos 
quedaban subordinados al marido quien administraba el patrimonio. 
Sólo con la viudez llegaba la plena capacidad de ejercicio, pues hasta 
entonces podía tomar posesión de sus bienes y ejercer la patria 
potestad sobre sus hijos menores.24
 
Dejando de lado el gran número de castas que se constituyó a 
finales del XVI y principios del XVII, podemos resumir en tres grandes 
grupos sociales el drama cultural: el indígena, el mestizo y por último, 
—que no al último—, el criollo, nacido en América, de padres europeos. 
 
El indígena, que renunció a sus antiguas formas de expresión; se 
encontraba en la parte más baja de la escala social. Supuestamente se 
sujetaba a la protección del cristiano; en realidad se le trataba como 
esclavo. El Papa Pablo III, en su bula Sublimis Deus de 1537, exponía: 
"Esos bárbaros distan tan poco de los 
retrasados mentales que parece no son idóneos para 
 
24 Cfr. A. MORENO TOSCANO. Historia General de México. “El siglo de la conquista” Vol. 2. Op cit. p 62 
 39
constituir y administrar una república legítima 
dentro de los límites humanos y políticos".25
El mestizo, que en nuestro país, salvo rarísimas excepciones, se 
formó por la unión de varones españoles con mujeres indígenas, a las 
que, por lo común, tomaban para satisfacer sus necesidades sexuales y 
cuyos hijos nacieron y vivieron, la mayor parte, bajo el estigma del 
desamparo y el abandono paterno. 
 
Este sentirse superior frente a la mujer, en plan de grandes 
señores, necesitados de obtener los servicios incondicionales de ellas, ha 
matizado muchos de los aspectos estructurales del matrimonio 
mexicano. Es cierto que en la organización prehispánica existía una 
supremacía del varón, pero la de ahora tenía tonalidades diferentes, 
particularmente cuando se estableció el fenómeno de contraste entre los 
matrimonios mestizos y los criollos, los hijos legítimos y los bastardos. 
 
El padre del criollo, orgulloso de su hijo pugna, incluso contra los 
reyes ibéricos, para que los privilegios que ha obtenido pasen a sus 
descendientes. Esto, a la larga, provocará la lucha por la independencia. 
 
Para el mestizo, su padre es un hombre fuerte con una cultura y 
forma de vida lejanas, que contempla a su hijo como producto de una 
necesidad sexual o de la afirmación de su virilidad y poder. Su 
participación en el hogar es limitada. Se trata de alguien ausente que, 
 
25 K. KNIGHT. Enciclopedia Católica. Volumen I. ACI-PRENSA Edición On line. 1999. 
http://www.enciclopediacatolica.com/f/familia.htm 
 40
cuando se presenta, es para ser servido, admirado y hasta temido. Los 
contactos emocionales con la madre y los niños son mínimos; muchas 
veces, su presencia va acompañada de violencia en la forma o en el 
modo; se le ha de atender como a un señor. La madre acepta pasiva y 
abnegadamente la conducta del padre; considera su destino servirle. 
 
Primero con la independencia y luego con la revolución, la 
sociedad mexicana sufrió grandes transformaciones, aunque no siempre 
se vieron reflejadas en la psicología interna de su gente. Ya no se 
hablaba de castas, sino de clases, que era un concepto que abarcaba el 
color de la piel, el nacimiento y, por supuesto, la situación económica. 
 
Por lo general, con el matrimonio, la mujer dejaba a su familia de 
origen y se integraba a la de su esposo. Las exigencias de fidelidad, 
recato y obediencia persistieron y se extendieron a los suegros, bajo 
cuyas órdenes se plegaba en ausencia del marido, a quien sus continuas 
infidelidades le eran perdonadas y hasta celebradas. La religión católica 
jugó un papel muy importante, por un lado en la transformación de los 
sentimientos femeninos de impotencia, rabia y vergüenza por las 
infidelidades y la violencia doméstica, a cambio de la promesa de premio 
divino; y por el otro, en el hecho de responsabilizar de manera casi 
exclusiva a las mujeres por las “debilidades” masculinas: una no había 
sabido ser buena esposa, y “la otra” era una mala mujer, fácil, inmoral, 
que pretendía destrozar un hogar; la primera se santificaba con la 
maternidad, que, a la segunda, llenaba de un oprobio que alcanzaba a 
sus hijos. En muchísimos casos, el matrimonio se convirtió en la cruz del 
calvario femenino. 
 41
 
Los hijos de las mujeres casadas siempre eran legítimos; los 
concebidos fuera del matrimonio eran bastardos26. A pesar de todo, 
igual que en España, la bastardía sólo fue un estigma en las clases bajas 
y medias, porque entre los nobles, los hubo de importancia histórica27. 
 
En lo general, como reflejo de su proceso histórico, las familias 
mexicanas siguieron los sistemas tradicionales de desarrollo descritos en 
el capítulo anterior; es decir, fue el medio más depurado de socialización 
primaria, de asignación

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