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U N I V E R S I D A D N A C I O N A L A U T Ó N O M A D E M É X I C O FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ACATLÁN DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIOECONÓMICAS ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DE LA LEY DE SOCIEDAD DE CONVIVENCIA T E S I S Q u e p a r a o b t e n e r e l T í t u l o d e L I C E N C I A D A E N S O C I O L O G Í A P r e s e n t a S i l v i a M a r í a M a y é n P a l a c i o s A s e s o r: Lic. Agustín Gómez Cárdenas México, D.F. 2007 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. AGRADECIMIENTOS LIC. AGUSTÍN GÓMEZ CÁRDENAS MTRO. ENRIQUE DEL CASTILLO FRAGOSO LIC. ANTONIO ESTÉVEZ GUZMÁN LIC. JOSÉ DE JESÚS VALDEZ FRANCO LIC. GUADALUPE URIBE GUTIÉRREZ LIC. OCTAVIO ESPINOSA CABRERA LIC. ARTURO DEL VALLE LÓPEZ LIC. MA. DEL CARMEN LÓPEZ HERRERA A MI FAMILIA: Mis venerados padres: CP. Luis Mayén Martínez y Francisca Palacios Cruz (Vivi) Mi adorada hija: Lic. Itzel Ariatna Marín Mayén (Ary) Mis queridos y entrañables hermanos: QBP. Martha Aurea Mayén Palacios (Mar) y José Luis Mayén Palacios (Pepe) A MIS CÓMPLICES Mis amigas: LIC. MA. DEL CARMEN LÓPEZ HERRERA LIC. NORMA MÉNDEZ FUENTES LIC. CELIA ROMERO BENÍTEZ MTRA. ELISA GUADALUPE CUEVAS LANDERO LIC. PATRICIA DE BUEN RODRÍGUEZ ÍNDICE Págin INTRODUCCIÓN. IV Capítulo I. Tres teorías sociológicas acerca de la familia. I.1 Sociedad y familia en Durkheim....................................... 1 a). La sociedad conyugal............................................. 7 I.2 La familia moderna según Talcott Parsons......................... 12 a). Los procesos de socialización primaria...................... 16 b). La diferenciación de sexos y los roles sociales............ 18 I.3 Familia y personalidad autoritaria: Wilhelm Reich............... 21 a). Familia autoritaria.................................................. 23 b). El matrimonio autoritario y su moral......................... 27 Capítulo II. Evolución de la vida familiar II.1 El matrimonio y la familia tradicional................................. 32 a) Breve historia del matrimonio.................................... 42 II.2 La vida en México en el siglo XX....................................... 50 II.3 Las nuevas familias......................................................... 60 a Capítulo III. Las sociedades de convivencia. III.1 Definiciones y planteamientos.......................................... 70 III.2 Análisis comparativo: matrimonio, amasiato y sociedad de convivencia................................................. 89 III.3 Repercusiones legales morales y sociales....................... 101 CONCLUSIONES. 114 BIBLIOGRAFÍA. 122 INTRODUCCIÓN El estudio de la sociedad humana plantea tan enorme variedad de preguntas, que resulta imposible pretender que existe una sola e indiscutible respuesta. Toda interpretación pone de manifiesto el punto de vista personal de su autor y, por supuesto, está supeditada a la crítica, a la condena o a su aprobación parcial o total. Existe una gran cantidad de interrogantes acerca del ser humano, en lo referente a su ser personal y como individuo social. En las varias decenas de miles de años que ha existido, ha cambiado la forma de pensar, el comportamiento, los valores morales ―por no hablar del aspecto físico―, hasta llegar a ser tal y como lo conocemos hoy, y algo parecido ha ido ocurriendo con los grupos a los que pertenece. Con el correr de los siglos, el hecho de la convivencia humana se ha llegado a percibir como universal y comprobado, pero es importante cuestionarse sobre los diferentes modos en que las personas han ido agrupándose a lo largo de la historia, desde las formas más básicas, hasta las complejas sociedades modernas. De todas ellas, la familia es la que ahora interesa. Gran parte de la discusión sobre el tema se ha dado en torno al concepto mismo de familia. Sectores conservadores y grupos de ultraderecha ligados a la jerarquía católica insisten en definir a la familia al modo “natural”, es decir, la formada por un matrimonio y los hijos, con todas las ramificaciones que la consanguinidad permita, reconociéndola como la única legítima. Todas las demás formas de convivencia doméstica no alcanzan ese estatus. I Esta es la razón por la que habitualmente se afirma que los elementos institucionales básicos de la familia son el matrimonio y la filiación. Es decir, que para que alguien pueda ser reconocido como parte de una familia, debe estar relacionado por consanguinidad con el resto del grupo, o bien, haberse unido en matrimonio con alguno o alguna de ellas. Hay que revisar en qué medida la sociedad mexicana actual piensa y vive de acuerdo a estos conceptos, o si se ha dejado avasallar por el estilo de vida del mundo contemporáneo. Es posible percibir sin necesidad de exhaustivas investigaciones que, en la vida cotidiana, al menos de México, la familia ha funcionado como una institución “esponja”, capaz de absorber los problemas ante la imposibilidad del Estado de proveer los servicios necesarios a la población. Sin embargo, al parecer, ha llegado al límite, y hoy el mundo parece preocupado por la salud de esta organización. Pero no hay una total coincidencia en el diagnóstico de la enfermedad: ¿Se trata de una institución en decadencia o en transición? Varios países del llamado primer mundo han llevado a cabo cambios constitucionales tendientes a reconocer el derecho de las personas a constituir hogares con estructura fundacional distinta: Parejas del mismo o distinto sexo, con o sin hijos, propios o adoptados, familias monoparentales, etc., al amparo del Estado; mientras que en México, las instituciones encargadas de la atención a la familia, como el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), hablan de “desintegración familiar”, sin reconocer que muchos cambios ocurren, por decisiones personales o por el transcurrir de la vida social, y no solo por crisis en las parejas, o por la pérdida de valores sociales o morales. II Para muchos estudiosos y trabajadores sociales especializados en el tema, la visión conservadora sobre la crisis de la familia peca de simplista. Sostener que su debilitamiento se debe a una pérdida de valores morales y religiosos es no querer ir al fondo del asunto. Pero lo más peligroso es que el modelo de familia “natural” resulta discriminatorio y excluyente. Dividir a las familias en “funcionales” y “disfuncionales” es promover el estigma sobre la diversidad de modos de convivencia doméstica que no se ajustan al modelo aceptado. Diversos organismos nacionales e internacionales, comoel Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), han indicando que en los últimos decenios, la estructura y la definición de la familia se ha ampliado en una tendencia que se empezó a notar claramente desde los años setenta y ochenta, y se ha ido acentuando hasta nuestros días, a grado de obligar a la Organización Panamericana de la Salud, dependiente de la OMS, a proponer una nueva definición que abarque las múltiples formas que los seres humanos tenemos de convivir y permita integrar a todos los individuos que se sientan unidos por lazos afectivos, con independencia de que entre ellos medie consanguinidad, amor o un contrato civil. Pero el problema rebasa el ámbito del reconocimiento público de una transformación que ya se vive en el país, aunque de manera desigual, pues predomina en las clases medias de las zonas urbanas más desarrolladas, aparte de contar con una característica generacional acentuada. Se trata del reconocimiento de los derechos legales y sociales de las personas que optan por un vínculo familiar distinto al establecido en nuestra legislación actual; es decir, parejas formadas por individuos del mismo sexo y que pueden o no ser homosexuales. III En este contexto surgió la Iniciativa de Ley de Sociedad de Convivencia, que presentó a la II legislatura del Distrito Federal, el 26 de abril del año 2001 la Diputada Enoé Uranga —única legisladora que se declaró abiertamente homosexual—, y que fue aprobada por la IV legislatura cinco años y seis meses después, el diez de octubre de 2006. En qué consiste, cuáles son sus objetivos, a qué grupo intenta proteger, cuál es su viabilidad y cuáles las objeciones que podrían hacérsele, son algunos de los cuestionamientos que es necesario enfrentar. Así pues, la tarea es analizar la Ley de Sociedad de Convivencia; y en la medida en que el problema se inscribe en el ámbito de estudio de la familia y las diferentes formas que ésta ha adoptado, será abordado a partir de un breve análisis histórico de las mismas. Como punto de partida, fue necesario especificar la noción de familia, en lo general y sociológicamente, para acceder al concepto que se maneja en el país, a través de organismos como el INEGI y el DIF, y así verificar la consistencia entre la idea institucional de familia y la realidad de las familias mexicanas en la actualidad. En el primer capítulo se examinarán, entonces, las principales aportaciones de tres importantes sociólogos que han escrito sobre el tema: Durkheim, Parsons y Reich. Serán presentados en orden cronológico para reconocer en sus aportaciones el momento histórico que a cada uno le tocó vivir, enfatizando la estrecha relación existente entre la teoría y la época en que aparece. El primero, realiza una comparación entre la familia patriarcal y la nuclear; analiza la crisis de la institución familiar y el impacto que este proceso tiene en las relaciones de parentesco y en la autoridad familiar. El segundo, asume IV una actitud conservadora respecto a la evolución del grupo familiar. Su investigación incorpora a la capacidad de adaptación de la familia, resaltando la relación reinante entre la familia nuclear y las nuevas exigencias del desarrollo capitalista. Por último, Reich examina cómo la institución familiar genera la personalidad autoritaria y establece una conexión mediadora entre el individuo y la sociedad. La clave aquí es la percepción de dos de las vertientes que adopta la sociología al enfrentar este fenómeno. Por una parte, la familia se describe como una institución con capacidad de adaptarse a los cambios que sufre la estructura social en el proceso de modernización, en donde los conflictos son provocados por disfunciones surgidas en el proceso de especialización de tareas desarrolladas dentro del grupo. Por el otro, se investiga la evolución de la familia en las sociedades modernas a partir del proceso de disolución en tanto que organización comunal, con lo que las crisis se explican por las contradicciones existentes entre la institución y el desarrollo social. En el segundo capítulo, a través de una muy breve síntesis histórico-descriptiva, se rastrearán las peculiaridades de las familias mexicanas, tomando como antecedente el modo de organización- constitución de la familia azteca y el impacto sufrido con la llegada de los españoles. No queda fuera la vida familiar de la Nueva España y, por supuesto, la sociedad familiar posterior a las dos grandes guerras intestinas del país: la Independencia y la Revolución. Del mismo modo, se examinan las huellas del matrimonio, tanto civil como eclesiástico, en un bosquejo histórico que permitirá reflexionar en torno a su historia general, como base fundamental de la V familia nuclear, pues México es un país de tradición jurídica napoleónica, bizantina y germana, igual que casi todo occidente. El recorrido por la vida en México en la segunda mitad del siglo XX, permitirá escrutar las vías ideológicas y los logros alcanzados por los movimientos sociopolíticos más notables de la época, que marcaron su impronta tanto en el momento actual, como en la estructura y vida interna de las familias, al grado de volver insuficiente el antiguo significado. El último capítulo, como primer paso para permitir la indagación sobre las Sociedades de convivencia, inicia con una serie de definiciones y planteamientos que abarcan desde la visión institucional mexicana de matrimonio y familia, hasta el alcance de las leyes en torno a tales cuestiones; las formas en que los seres humanos actuales se vinculan y el reconocimiento de la existencia de parejas homosexuales; la posición de organismos internacionales como la OMS acerca de la sexualidad en general, de la homosexualidad, y de los “matrimonios” —si es que puede llamárseles de ese modo— de personas del mismo sexo, con la consiguiente posibilidad de adoptar y criar niños. Todo esto con el fin de allanar el terreno para caracterizar y contrastar los presupuestos sociales, morales y legales de las tres formas de unión que, hoy por hoy, las leyes admiten: el matrimonio, el amasiato y la sociedad de convivencia. Originalmente, el objetivo fundamental del presente trabajo era analizar, desde una perspectiva sociológica, la Iniciativa de Ley de Sociedad de Convivencia, presentada ante la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, así como las razones por las cuales no había llegado a debatirse en el pleno. VI Sin embargo, la aprobación de dicha Iniciativa llegó sorpresivamente durante el transcurso de la investigación, obligando a realizar un giro tanto en los objetivos como en las hipótesis del mismo, pues aunque las razones de índole moral de fracciones parlamentarias y legisladores habían vuelto a expresarse, ahora resultaban, hasta cierto punto, irrelevantes. En consecuencia, era momento de llevar a cabo un análisis de la nueva ley para verificar sus alcances y limitaciones en el contexto social del país; sopesando las voces y las razones aducidas por sus detractores y sus defensores. Finalmente, a pesar de todas las revisiones a que fue sometida, existen espacios sociales que esta ley no llenará; en cambio, generará problemas de interpretación y de aplicación como, por ejemplo, el de la separación de los convivientes. Puede apreciarse que las aspiraciones del legislador, aún cuando resultan bien intencionadas, no dejan de ser rebasadas por la realidad. El asunto de las uniones de personas del mismo sexo no es un asunto de moral pública, sino de libertad individual, respeto social, más que tolerancia, y de formación y consolidación del Estado democrático de Derecho. VII Capítulo I. Tres teorías sociológicas acerca de la familia. I.1 Sociedad y familiaen Durkheim. Emilio Durkheim es uno de los clásicos de la sociología que más aportó al estudio de las instituciones sociales, entre las que destaca la organización familiar. La influencia de la filosofía evolucionista del siglo XIX se percibe en su noción de progreso como un proceso que parte de lo más simple a lo más complejo. Afirmó que la ley de la División del Trabajo Social es de aplicación general para comprender la evolución y el progreso de las sociedades, por lo que las sociedades humanas deben analizarse empleando un método similar al que la Biología desarrolla para conocer el grado de evolución de los organismos vivos. “La ley de la división del trabajo se aplica tanto a los organismos como a las sociedades. Se ha podido decir que un organismo ocupa un lugar tanto más elevado en la escala animal, cuanto más especializadas son sus funciones. En la división del trabajo social, ya no se presenta sino como una suma especial de este proceso general y las sociedades, conformando a esta ley, ceden a una 1 corriente nacida antes que ella y que conduce en este sentido a todo el mundo viviente”1 De este modo, a partir de ciertos rasgos estructurales básicos, como son las creencias y costumbres dominantes, percibe dos tipos de sociedades: las sociedades segmentarias-agrarias y las complejas- industriales. Por ser antagónicas, a lo largo de la historia es necesario que las primeras pierdan terreno en la medida en que las siguientes se fortalecen. Cuando esto sucede, las estructuras sociales se transforman. Las sociedades segmentarias-agrarias son, en su organización y en sus costumbres, tradicionales y homogéneas; están constituidas por unidades idénticas interrelacionadas por la solidaridad mecánica y simbolizada por leyes represivas. La especialización de los roles es mínima y la división del trabajo está poco desarrollada. La naturaleza de la cohesión social se basa en la solidaridad mecánica y la integración de la sociedad se da por la supremacía absoluta de la conciencia colectiva sobre la individual. El centro de la estructura social es la familia o el grupo de familias que integran a la comunidad, unidas por vínculos de parentesco y consanguinidad de segundo y tercer orden. “Decimos que este tipo de sociedades son segmentarias para indicar que están integradas por la repetición de agregados semejantes entre sí, análogos a los anillos de los anélidos y de este 1 E. DURKHEIM, La división del trabajo social. Editorial Colofón. México. 1981, p. 50 2 agregado elemental que es un clan, porque este nombre expresa la naturaleza mixta a la vez familia y política. Es una familia en cuanto todos los miembros que la componen se consideran parientes unos de otros y de hecho son en su mayoría parientes consanguíneos”.2 El miembro de la comunidad doméstica no se distingue del conjunto. La conciencia colectiva ―las creencias y la normatividad que regulan las relaciones sociales entre las personas― no deja espacio para la individualidad: el individuo es representado por su familia y sus virtudes o defectos son propiedad familiar. A la solidaridad que de aquí surge, Durkheim la denomina mecánica, “... por la analogía con la cohesión que une entre sí a los cuerpos brutos en oposición a la que constituye la unidad de los cuerpos vivos.”3 Las creencias religiosas y los mitos propios de las sociedades mecánicas se convierten en un elemento esencial de la conciencia colectiva; la organización política es despótica y autoritaria. El padre, el patriarca, es quien domina a todos los miembros de la familia o grupos de familias, y la persona mantiene una relación de dependencia absoluta física y moral; se fusiona con la comunidad. Por su parte, las sociedades complejas-industriales son diferenciadas y de una gran solidaridad orgánica. Se dispone como un estado colectivo donde la división del trabajo transforma a la sociedad en un conjunto de módulos complementarios que realizan tareas 2 Ibid. p. 188. 3 Ibid. p. 199. 3 articuladas a un órgano central. El eje de la estructura social es la corporación profesional. La actividad del sujeto se traslada de la comunidad doméstica a la industria y al comercio; y cuando la mayoría de las funciones económicas de la comunidad doméstica realizan este traslado, la familia deja de ser una unidad de producción y queda convertida en un simple consumidor de mercancías. Las personas son ahora individuos libres, con inclinación a pensar y actuar por sí mismos, manteniendo una distancia prudente y necesaria entre él y su grupo familiar. En esta sociedad orgánica, el nosotros, es una reflexión consciente que refleja la pertenencia a un grupo, no sólo por designación natural, sino por libre elección. La nueva estructura social agrupa a las personas con arreglo a la naturaleza particular de la actividad que desempeña, convirtiendo así al medio profesional en el centro de la vida. El desplazamiento de las relaciones familiares por el surgimiento de nuevas formas de solidaridad, generadas por el desarrollo de la división del trabajo social en las sociedades civilizadas, trae aparejada la reducción progresiva de la organización familiar, que se evidencia tanto en la disminución del número de los miembros que la integran, como en la reducción de las funciones que desempeña como institución social. Todo esto es un reflejo de la especialización funcional típica de las sociedades modernas. Como vemos, tal desplazamiento se lleva a cabo a la par que los vínculos comunitarios del individuo con su grupo se destruyen generando una serie de conflictos sociales que nuestro autor 4 reconoce como necesarios: la familia patriarcal, la comunidad natural, debe acabar para dar paso a la familia nuclear de la sociedad moderna. A pesar de todo, afirma Durkheim, en la organización familiar se desarrollan cambios que le permitirán adaptarse a las nuevas condiciones reclamadas por la sociedad, y que la harán transformarse en una organización con mayor grado de especialización en sus funciones, subsidiaria de otras instituciones. El proceso de cambio de la estructura familiar tiene como origen, según Durkheim, el progreso de las sociedades modernas y son el reflejo de la desintegración de la sociedad agraria por el surgimiento de la industria y el comercio, que obligan al individuo a apartarse de su familia, para participar en otras integraciones sociales, que exigirán de él capacidad de adaptación y competencia en el manejo de los nuevos roles asignados por un grupo ajeno. Ahora bien, la necesaria desintegración de la familia, trae consigo un relajamiento en la moral y el comportamiento del individuo, pues cuando existe la posibilidad de sobrevivir fuera de la comunidad doméstica, la fuerza de la familia sobre la persona se debilita. Conviene resaltar aquí la importancia que Durkheim asigna a la familia en la tarea de reducir las tendencias egoístas en el individuo. Asegura nuestro autor que cuando el individuo se aparta de su grupo, puede fundar su propia familia ―lejos de la moral y las 5 costumbres de su familia original―, quedando integrada por el padre, la madre y los hijos: el modelo de la familia moderna. El estado colectivo que se forma al reducirse el núcleo familiar se caracteriza por la pérdida de la cohesión del grupo: el menor número de miembros empobrece las relaciones interpersonales. “Cuando la familia es poco extensa hay siempre pocos parientes juntos, la vida doméstica languidece y viene el momento en que el hogar se encuentra desierto”.4 Al señalar que la desintegración de la familia patriarcal da origen a la nuclear, Durkheim encuentra una fuente de conflicto que quebranta el orden establecido: lafamilia, como institución, deja de cumplir la función primaria de integrar al individuo a una vida en común, porque los estados colectivos de la familia nuclear son necesariamente efímeros; y esto lo lleva a relacionar el problema de la crisis de la familia con los estados de anomia típicos de las sociedades de solidaridad orgánica. Describe la anomia como un estado social de ausencia de normas, de reglas, una especie de anarquía. Anómico es el hombre no regulado; el que no piensa ni necesita reglas para vivir. El sistema de creencias que integra la conciencia colectiva en un estado de anomia se deteriora provocando un ambiente de caos social. 4 E. DURKHEIM, El suicidio. UNAM. México. 1974. p. 271. 6 La escasa densidad de las relaciones familiares indica que el sistema de creencias se ha degradado de modo que el grupo ya no tiene la fuerza para ordenar los sentimientos y las pasiones de sus miembros. La vida familiar está en un estado de anomia que se refleja en la falta de cohesión del grupo y en su virtual desintegración. La crisis de la familia genera un comportamiento anómico porque el sujeto ya no tiene la cohesión del grupo o porque el grupo carece ya de la fuerza coercitiva proveniente del pasado; pero para el autor de El Suicidio, la anomia es producto de la disolución paulatina de las relaciones comunitarias desarrolladas por la familia y del necesario ajuste en la organización y funcionamiento de las nuevas instituciones que cumplirán las funciones del grupo familiar en la nueva sociedad orgánica. a). La sociedad conyugal. Durkheim afirma que podemos encontrar dos tipos de asociaciones que dan origen a dos formas de sociedades distintas por la naturaleza de sus relaciones: la sociedad conyugal, que surge de un contrato y se adquiere por una elección voluntaria; y la familia propiamente dicha, que es un fenómeno natural, producto de la relación por lazos de consanguinidad. La relación por lazos de consanguinidad es tan vieja como la humanidad misma y reúne a varias generaciones. Sin embargo, aunque la consanguinidad facilita la concentración, lo realmente importante es la 7 solidaridad de intereses y la necesidad de unirse para resolver problemas comunes. El individuo se cohesiona más al grupo al compartir ideas y sentimientos. En cambio, la sociedad conyugal aparece tardíamente en la historia de la humanidad. Es un fenómeno moderno en el que dos personas de la misma generación, en un acto libre y voluntario, pretenden una unión monogámica, basada en la afinidad y la comunidad de sentimientos, avalado por un matrimonio, que es un contrato cuya finalidad es garantizar los derechos y las obligaciones de cada uno de los cónyuges. Así, es el contrato matrimonial el que determina, según Durkheim, la manera como se distribuyen las funciones familiares producto de la división del trabajo doméstico. Más aún, Durkheim parece identificar al contrato matrimonial con lo que él denomina contrato de adhesión, que tiene por objeto definir ciertos actos en las relaciones interpersonales, tendientes a lograr una solidaridad contractual que, a pesar de su carácter positivo, delimite las voluntades individuales. Es cierto que con esto el desarrollo personal individual se inhibe, pero persiste una solidaridad institucional fundada en el trabajo común, a tal grado que, si ocurre la ausencia de alguno de los cónyuges, la unidad funcional de la familia persiste, pues el que permanece se ve obligado a realizar las tareas del ausente. He aquí lo que ocurre con la vida familiar como resultado de la irrupción de las relaciones mercantiles. Sólo la procreación de los hijos 8 permite el trabajo común que garantice la persistencia de las relaciones conyugales. Ahora bien, la realización de tareas altamente diferenciadas permite una mayor dependencia entre los cónyuges, además de ser signo de una “alta civilidad”, según afirma en La división del trabajo social. “Cuando más nos remontamos en el pasado más se reduce la división del trabajo sexual, la mujer de estos tiempos lejanos no se parece en nada a la débil criatura que ha llegado a ser con el progreso de la modernidad.”5 La unión conyugal es una verdadera sociedad dentro del grupo familiar, que debe funcionar como un equipo cooperativo, en donde la distribución de las tareas y el rol que juega cada cónyuge representa la evolución de la división del trabajo doméstico. Mientras más diferentes y complementarios sean entre sí los cónyuges, mayor será su estabilidad como pareja. Producto de su época, además, agrega que existe una cierta influencia bio-física que ha permitido al varón ejercer la autoridad y convertirse en el proveedor de la familia, en tanto que la mujer es la fuente de afectividad para los hijos y apoyo emocional para el hombre. Así, las relaciones conyugales se convierten en un equipo de trabajo en 5 Op. Cit. p. 133. 9 donde cada miembro depende del otro. Cualquier alteración de esta unidad funcional causa serios conflictos en el grupo familiar. “Hoy en día en los pueblos cultos, la mujer lleva una existencia completamente distinta a la de los hombres, se diría que las dos grandes funciones psíquicas se han disociado, que uno de los sexos ha acaparado las funciones afectivas, y el otro las funciones intelectuales. Al ver en ciertas clases a las mujeres ocuparse de la literatura y las artes como los hombres, se podría creer lo contrario. Es verdad que las ocupaciones de ambos sexos tienden a ser homogéneas, pero incluso en esta acción la mujer aporta su propia naturaleza y su papel sigue siendo muy especial, diferente al hombre. Además, el arte y la literatura comienzan a hacerse cosas femeninas, el otro sexo parece abandonarlas para dedicarse a la ciencia.”6 Teóricamente, la unión por la diferencia está por encima de egos y acciones individualistas. La progresiva división de trabajo en la pareja implica la necesidad de desarrollarse sin dejar de lado los intereses del grupo. No puede haber marginación ni pobreza espiritual en ninguno de los miembros de la familia, pues aunque sus funciones lo subordinen al que ejerce la autoridad, la profundidad del desarrollo especializado es de gran satisfacción personal. Es evidente, que Durkheim revela una perspectiva ideológica que pretende justificar —y también avalar— en la familia nuclear, la posición de dominio del padre, que hoy en día muy pocos se atreverían a 6 Ibid. p. 134. 10 expresar, aún cuando, en la práctica, pueden verse grupos culturales viviendo bajo ese modo. Las relaciones entre los padres y los hijos tienen una dinámica distinta, determinada por un lado por la dependencia económica y moral de los menores, y por el otro, por los lazos afectivos y emocionales producto de esa relación. Una de las tareas básicas de la familia, dice Durkheim, es la socialización del individuo, fundamentalmente la socialización primaria, la que enseña al niño a actuar en su medio, con el objeto de prepararlo para salir del ambiente doméstico. La crianza, entonces, debe ser un proceso de inculcación de la moral y las costumbres familiares; percibidos estos como todo un sistema de mandatos exteriores al sujeto, y no como un conjunto de costumbres personales, con lo que la familia se establece como la primera institución que interioriza en el niño la noción de autoridad: en este proceso interactivo, los padres se convierten en figuras de autoridad, porque representan la moral de la sociedad dentro de la familia, no porque lo sean naturalmente. Durkheim considera que cuando la inculcación de la moral y las reglas básicas de la convivencia social alcanzan su puntoculminante, puede decirse que el niño se ha convertido en adulto, aún cuando no haya logrado su total independencia económica. Ahora bien, la desintegración familiar provoca un relajamiento en el comportamiento colectivo; pero el problema se ubica en la 11 incapacidad que la sociedad ha mostrado para encontrar un sustituto que cumpla las funciones de la familia, y no en el cambio de la estructura familiar que, de ser un grupo fuertemente cohesionado ha pasado a ser un pequeño núcleo integrado por el padre, la madre y los hijos. En la sociedad moderna, donde impera la solidaridad orgánica, Durkheim admite que el funcionamiento del grupo familiar se encuentra limitado. I.2 La familia moderna según Talcott Parsons. Para comprender el contexto de la teoría sociológica de Parsons conviene recordar el impacto que tuvieron en su discurso teórico los cambios que la posguerra produjo en la sociedad norteamericana y que se perciben claramente en su pensamiento. Las reformas sociales aplicadas durante este período permitieron la formación de una sociedad abierta donde la política de empleo y la redistribución de la riqueza justificaban las ideas a favor de la abundancia económica y de estabilidad social. Sin embargo, no todas las consecuencias fueron positivas, porque el acelerado proceso de urbanización provocó escasez de vivienda y hacinamiento en las grandes ciudades; además de la delincuencia juvenil y la desintegración familiar. Los matrimonios jóvenes dejaban sus pueblos para integrarse a la mano 12 de obra que encontraba mejores condiciones de desarrollo en las ciudades industriales. Las costumbres y la moral del campo, puritano y conservador, se vieron avasalladas por una nueva moral producto del aislamiento de la vida en las metrópolis. Por esto, en el análisis de la familia, la evolución de las relaciones de parentesco permite a Parsons argumentar que en las sociedades modernas los cambios en las formas de organización hicieron que la familia conyugal, integrada básicamente por los padres y los hijos, predominara por encima de otras formas de organización familiar. El centro de todo sistema de parentesco es la familia conyugal o nuclear. La conexión social interfamiliar se da a través de los individuos, que pueden pertenecer a dos familias: la de orientación ―ascendente―, en la cual nació y de la que surgen sus referencias sociales; y la de procreación ―descendente―, que es la que funda al casarse. Sus valoraciones resultan de ambas, tomando en cuenta las funciones que cumplen cada una de ellas. El centro de afectividad estará dirigido hacia la familia de procreación, aunque haya un vínculo fuerte con la familia de orientación, donde se encuentran los padres y los hermanos. Sin embargo, el aislamiento en el que vive la familia conyugal hace que la intensidad de las relaciones de parentesco con los otros tipos de familia disminuya. Tal aislamiento, dice Parsons, caracteriza la situación funcional de la familia conyugal en las sociedades modernas. 13 “...la familia conyugal aislada constituye la unidad doméstica normal... la unidad cuyos miembros en común aseguran la base de apoyo económico, especialmente los ingresos monetarios. Además, en el caso típico, ni la organización doméstica ni los ingresos monetarios tiene ninguna relación específica con la familia de orientación de cada uno de los cónyuges y si esta relación existe, tanto puede darse con una familia como con otra. La familia conyugal típica vive en un hogar separado de los padres de los cónyuges y es económicamente independiente de ambos”.7 Explica que los mismos cambios que liberan al individuo de la comunidad doméstica en que se encontraba inmerso en épocas anteriores, permiten que la familia conyugal se independice de los familiares de los cónyuges. Al afirmarse la independencia económica de la familia de procreación sobre las dos familias de los cónyuges, las actividades orientadas a satisfacer las necesidades básicas de supervivencia adquieren relevancia. Se reconoce la autoridad del padre proveedor porque de él depende la supervivencia económica de la familia y su estabilidad social, así como el estrato social que la familia alcance. Está obligado a mantener su posición aumentando sus ingresos y las ganancias obtenidas a través de la ocupación que desarrolle. Aunque reconoce que la asignación de roles ha estado determinada culturalmente en las sociedades occidentales, y admite que 7 T. PARSONS, et. al. La familia. Barcelona. Ed. Península. 1987. P. 38. 14 los cambios tecnológicos y el acceso a la educación para ambos sexos han permitido que cualquiera de los cónyuges pueda cumplir el papel de proveedor o de custodio de las necesidades del hogar, indica que cuando alguno —o ambos— no asume plenamente su función en la familia, puede iniciarse una competencia que podría extenderse hasta abarcar a los hijos, al llegar a la edad adulta, generando el deterioro de la solidaridad matrimonial. ...la separación de las funciones es, en general, uno de los principales mecanismos para impedir una competencia potencialmente destructora. Puede suponerse entonces que una de las principales causas de la separación de las funciones respectivas de los sexos en la sociedad norteamericana, es la importancia funcional de la relación matrimonial en nuestro sistema de parentesco, puesto que el sexo es la base fundamental de la diferenciación entre los cónyuges”.8 Por esto resulta tan importante el buen funcionamiento de la relación matrimonial. De hecho, se caracteriza porque inicia con un acto de libre determinación, cargado de sentimientos, de emotividad. El autor la describe como un evento que consolida el amor-pasión y que sólo puede darse en una sociedad que fomente la diferenciación funcional entre los sexos, pues el delicado equilibrio que guarda una relación surgida y fundamentada por los sentimientos debe mantenerse cuando la pasión decline, y esto sólo se logra con la identificación plena de los roles de cada cónyuge: padre-marido, madre-esposa. 8 Ibid. p. 52 15 A pesar de todo, la fuente de conflicto más importante que este sociólogo admite, se encuentra en las funciones que cumple la mujer como madre y como esposa, pues al mismo tiempo que debe cumplir con las tareas domésticas y la crianza de los niños, debe conservar su atractivo sexual y el interés de su marido. El hombre, en cambio, tiene una posición bien definida dentro de su estructura ocupacional, sus logros dependen de su capacidad laboral y las tareas que realiza tienen un mayor reconocimiento social. Conviene reconocer aquí que Parsons adolece de una falta de actitud crítica cuando evalúa el desempeño de los roles en el interior de la familia, al afirmar que la crianza de los niños y las actividades domésticas en general, son roles femeninos por “condición natural” y no como producto de la historia humana, como de hecho es. Es cierto que admite que la cultura ha dejado su impronta en esa asignación de roles, pero soslaya la cuestión con mucha facilidad. No sólo no cuestiona las relaciones de dominio que el hombre y la sociedad ejercen sobre la mujer limitándola como ser humano, obligándola a refugiarse a la sombra de su marido, sino que enfatiza la importancia de esta subordinación para la estabilidad matrimonial, delegando en ella la responsabilidad de la armonía de la familia. a). Los procesos de socialización primaria. Como Durkheim, Parsons concede un papel importante a la familia en el proceso de socialización primaria, porque introduce al niño en el sistema cultural y de valores, preparándolo para participar en la 16 sociedad, dotándolo de habilidades paraintegrarse a otros grupos. En la medida que estas habilidades permiten una mejor adaptación, la persona puede llevar una vida más activa en una sociedad abierta y dinámica que lo obliga a jugar diversos roles sociales. Por estas razones, el autor afirma que el sistema de personalidad se construye convirtiendo los impulsos del niño en conductas que reconocen un conjunto de exigencias relacionadas con la admisión de los patrones de comportamiento socialmente controlados y evaluados por los adultos. Además, las estrechas relaciones que se establecen entre los padres y los hijos logra que en el proceso de socialización, el niño pueda aprehender los diferentes niveles de autoridad y de responsabilidad presentes en su sociedad, representados simbólicamente en los roles que a cada uno le toca jugar: autoridad en el padre, afectividad en la madre. De allí la identificación de la masculinidad con todo lo que tiene que ver con los modelos de autoridad y la afectividad con el comportamiento femenino. Paralelamente se desarrolla un proceso de exclusión de valores clasificados como ajenos al grupo. Este fenómeno se refuerza por el aislamiento de la familia nuclear. Al mismo tiempo que el ego infantil establece su identidad y la del grupo, clasifica todo aquello que no pertenece a la familia. Así, la socialización primaria es importante no sólo por los valores que inculca, también por los que excluye. 17 Por último, debido a la alta especialización de funciones que exige la vida moderna, la familia se ve en la necesidad de distribuir su tarea socializadora con otras instituciones; no obstante, la adaptación del niño o el joven a estos grupos depende en gran medida del éxito de la socialización primaria. Pero, además, Parsons indica que la estructura descrita como típica de las sociedades modernas, sólo se encuentra en las zonas urbanas de clase media, pues, para poder sostenerse, requiere de los servicios proporcionados por otras instituciones sociales; y pone de manifiesto las correspondencias entre las relaciones de parentesco y otros aspectos estructurales de la sociedad como el sistema ocupacional y los servicios que permiten la autonomía familiar. b). La diferenciación de sexos y los roles sociales. Parsons enfatiza que la sociedad moderna fomenta, desde la más tierna infancia, la diferenciación de los sexos, pues es la base de la relación conyugal. El vestido, los colores, los juegos, y hasta las tareas que el pequeño desempeña como contribución al funcionamiento del grupo, está en relación con su sexo, aunque, por lo general, es un reflejo de los modelos paternos. No obstante, debido a su aislamiento, la familia conyugal enfrenta ciertas dificultades: Como el esposo-padre realiza su rol principal en el sistema ocupacional, casi siempre fuera de casa, la identificación del niño con las tareas que realiza se complica; el papel de la madre, en cambio, se vincula directamente al desarrollo de los primeros años de vida infantil. 18 “En primer lugar, las orientaciones afectivas del niño se concentran en un número muy reducido de personas, porque lo más probable es que su familia sea pequeña. En los primeros años de vida predomina entre los objetos adultos abrumadoramente la madre, porque tradicionalmente le corresponde el cuidado de la casa y de los niños y porque el padre se encuentra ausente en todo momento.”9 Este acercamiento contribuye al desarrollo de la niña, porque es del mismo sexo y porque las funciones de ama de casa son más tangibles y fáciles de identificar, lo que la ayuda a madurar emocionalmente. A pesar de todo, la madurez de la niña no se da sin conflicto, pues en la adolescencia se enfrenta al problema de buscar su seguridad futura en el matrimonio. En la elección del hombre adecuado, Parsons encuentra un estado de competencia para el cual la mujer no fue preparada, y que se convierte en fuente de frustración, pues al descubrir que su destino está subordinado a las capacidades de su futuro marido, percibe que lo masculino es dominante y de mayor valor. La estabilidad emocional que le había dado la cercanía de su madre —el modelo femenino—, se resquebraja, y las cualidades que antes constituían el núcleo de su identidad infantil, se convierten en un estigma. Esta ambivalencia de los roles provoca grandes desequilibrios en las relaciones que las mujeres establecen con los hombres y con su 9 T. PARSONS, Ensayos de teorías sociológicas. Nueva York. The Free Press. Primera edición. 1949. p.262. 19 familia. Las tareas domésticas tienen poco prestigio, pero —afirma el sociólogo—, fortalecen el sentimiento comunitario y da seguridad a los integrantes de la familia. Por esto la sociedad enfatiza el símbolo de la madre abnegada y buena compañera, por encima del atractivo sexual femenino. Con respecto al padre, las tareas que desempeña son lejanas, desconocidas o poco tangibles para la imaginación infantil, lo que dificulta una identificación directa entre el modelo masculino y la interiorización de los roles de su sexo. El niño mantiene una relación conflictiva y de delicado equilibrio con su madre, el adulto más cercano, particularmente en el período de formación primaria. Esto no significa que no tenga una buena conexión con el modelo masculino, sino que, a diferencia de la niña, que tiene un vínculo directo y tangible, el de él es indirecto, pues la misma madre, en su papel de administradora de la disciplina cotidiana, modula el comportamiento del pequeño de acuerdo al modelo masculino que ella tenga. Naturalmente, se evita la pregunta de por qué en el niño no ocurre un proceso similar al de la niña, que se ve identificada con los roles de la madre, y esta identificación la convierte paulatinamente en una imagen de lo que la madre desarrolla como mujer; para impedir que la diferencia de sexo se traslade a la distinción de los roles que cada cónyuge desempeña, sobre todo, porque la división de las tareas en la familia, se convierte en el ejercicio del poder y del control social del hombre sobre la mujer. 20 I.3 Familia y personalidad autoritaria: Wilhelm Reich. Al igual que Herbert Marcuse y Erich Fromm, Wilhem Reich es uno de los más importantes exponentes del freudmarxismo, que interpreta el comportamiento individual considerando las determinaciones sociales que lo modifican; y, aunque reconoce el predominio de la estructura social, no ignora la capacidad de transformación de la persona. En este sentido, Reich afirma que todas las manifestaciones de la conciencia —las imágenes, las significaciones sociales de los instintos, las ideologías y los sistemas axiológicos— tienen una relación concreta con la estructura social, que muestra la influencia del ambiente en la conducta social. Este autor afirma que el reconocimiento de la existencia del aparato psíquico como método de análisis no se opone a las nociones marxistas de actividad humana y práctica social, por el contrario, el marxismo se enriquece con las aportaciones freudianas. El punto de partida es la hipótesis de que en la sociedad burguesa el arma principal de la clase dominante es el poder ideológico que se ejerce sobre todo el conjunto social, con el objetivo de garantizar las condiciones de vida de la sociedad capitalista; el dominio sobre las clases sometidas pretende que el desarrollo de la conciencia individual no se separe de los valores del sistema. Por esto, Reich concluye que 21 todo comportamiento puede ser explicado a partir del estudio de la conciencia y sus mecanismos. El método psicoanalítico se aplica para hacer un estudio profundo de la personalidad humana. “Todo acontecimiento psíquico, aunque parezca totalmente carente de sentido, como el sueño o los actosfallidos, las declaraciones absurdas de los psicópatas, etc., tienen una función y un sentido perfectamente en la historia del desarrollo de la personalidad en cuestión.”10 Por supuesto que en una teoría con influencia freudiana no podían faltar las observaciones en torno al sexo. Las propuestas de Reich se orientan hacia la construcción de una psicología que pueda explicar las razones por las que la sociedad reprime el desarrollo de la sexualidad humana. En busca de la respuesta, se propuso examinar la historia de la represión sexual, y encontró que con la instauración del patriarcado y el inicio de la sociedad de clases, los intereses sexuales de las personas se pusieron al servicio del poder económico de una minoría, de modo cada vez más organizado y fijo, que a la larga desembocó en el matrimonio —al principio regulado casi exclusivamente por instituciones religiosas— y la familia autoritaria. “Con la represión y las restricciones de la sexualidad se modifica la sensibilidad del hombre, 10 W. Reich. Psicología de masas del fascismo, España. Ed. Bruguera. 1994. p. 56 22 surge la religión, que niega la sexualidad y que, poco a poco, instala su política sexual” 11 En fin, al parecer, resulta evidente que en su obra aplica sus conocimientos psicoanalíticos al análisis socio-político, para estudiar el comportamiento autoritario y las instituciones que lo sustentan. El supuesto teórico es que existe en el individuo moderno una personalidad moldeada por los valores de una sociedad autoritaria, que reprime sus necesidades y que limita su desarrollo personal. En esta acción represiva, el grupo familiar juega uno de los papeles más importantes. a). Familia autoritaria. La modernización de las sociedades trajo como consecuencia el fin de los grandes grupos comunales; la familia se redujo y disminuyó la intensidad de las relaciones interpersonales, con el consecuente empobrecimiento de la vida social. A pesar de todo, persistió una sobre valoración de las relaciones familiares, lo cual permitió a la familia, como institución, mantener un cierto grado de integración entre sus miembros. Sólo así esta familia coercitiva ha podido realizar sus funciones de socialización y difusión de la ideología conservadora. El ambiente social moralizante se dirige básicamente al niño, quien por temor a perder el amor de sus padres, subordina sus impulsos y sus juegos eróticos a las normas y a la manera de pensar de los adultos que lo rodean. 11 Ibid. p. 59. 23 Ahora bien, al reducirse toda relación al triángulo Padre-Madre- Hijo, la coerción se vuelve más selectiva y, por lo tanto, más efectiva.12 El espacio que el individuo necesita para fortalecer su personalidad se reduce también, y, al no encontrar el padre o la madre una forma adecuada para canalizar sus insatisfacciones, el ambiente familiar se enrarece más, afectando en mayor medida a los niños. Esta situación se agudiza cuando la miseria conyugal producto de una relación de pareja altamente frustrante hace que la educación sea más severa. Es evidente que para Reich la educación familiar daña el desarrollo del niño, puesto que inhibe una vida sexual sana en proceso, en favor del mantenimiento de los lazos familiares. Aunque, también es cierto, de este modo la familia garantiza su reproducción y permanencia, al tiempo que mantiene las condiciones sociales que le dan vida. Es decir, la educación de la familia está dirigida primordialmente a reforzar el discurso ideológico que protege la forma de organización de la estructura social y conserva la organización jerárquica que se da en su interior.13 Todas las familias buscan mantener un ambiente de moralidad. Las formas que asuman cambian según la clase social de origen, pero el contenido es siempre el mismo, porque todos los valores que se sustentan en este esquema moral predominan en la sociedad. 12 Cfr. W. Reich. La revolución sexual. México. Ed. Planeta. 1985. p. 94. 13 Cfr. CAMPUZANO, Felipe. Izquierda freudiana y marxismo. México. Ed. Grijalbo. 1990. p. 97. 24 Es un ambiente el que se ejerce para todos los miembros del grupo, en el que idealiza el matrimonio monogámico, presentándolo como una forma biológica y natural de organización. Al mismo tiempo, se le ennoblece por ser el espacio de protección para las mujeres y los niños: el hogar protector es la fortaleza que defiende a los débiles de las acechanzas del mundo exterior. Esta ficción se presenta como una realidad que alimenta una atmósfera donde la psicología social se confunde con la naturaleza humana. En consecuencia, hay un fuerte vínculo entre la familia represora de la sexualidad y la formación de la personalidad autoritaria. Wilhelm Reich define el matrimonio como la unión de dos personas por intereses diversos, y reconoce la existencia de dos tipos: uno, basado en las necesidades sexuales, al que denomina relación sexual duradera; y el otro, basado en el interés económico llamado matrimonio autoritario. Aunque ambos están determinados por condiciones sociales, la relación sexual duradera exige la independencia económica de la mujer como condición indispensable, para evitar que la dependencia se traduzca en subordinación y marginalidad; y la protección económica de los niños por la sociedad. Es una unión con un alto valor emocional, producto de las experiencias sensuales placenteras, sin mediación mercantil alguna, que se convierten en interacciones de ternura y agradecimiento por el placer recibido y por la promesa del goce futuro. 25 Son vínculos muy sensibles a los cambios sociales del momento, que presionan para que se transformen en matrimonios autoritarios. Puede ocurrir que el amor que une a la pareja sea aparente y esté basado en un odio reprimido que transmuta la relación en una unión reactiva, caracterizada por una súper estimación del otro, como consecuencia de una inhibición sexual y una espera inconsciente de cierto género de satisfacción. Este tipo de relaciones pasa con mucha facilidad del amor al odio. Otro problema que puede presentarse es la ausencia prolongada de ternura, causada por su inhibición neurótica debido a que no se ha desarrollado plenamente la personalidad del individuo o porque la pareja se encuentre en un momento en que se requiera la revitalización de la relación. En fin, La atracción sexual no es el objetivo de toda relación humana, sino el vértice de un conjunto de relaciones multidimensionales que define la condición del vínculo conyugal; por eso, Reich considera a la comunicación como premisa indispensable para el funcionamiento adecuado de la vida en común. Sin ella, será difícil que se establezca una atracción que invite a compartir el placer y el goce sensual. La relación se verá como un obstáculo, en particular si aparecen nuevos objetos de deseo, distractores de la atención de algún miembro de la pareja. Independientemente de todo, cualquier situación problemática puede ser superada si prevalece el amor y la ternura por encima de los intereses económicos. 26 En ocasiones, puede dar la impresión de que se refiere a este tipo de unión en términos muy cercanos al amor romántico, pero no es así. El lazo que consolida y estrecha a la pareja es el sexo pleno. b). El matrimonio autoritario y su moral. En el matrimonio autoritario la moral sexual domina las relaciones de la pareja, a través de la idea de que el hombre posee a la mujer. Se da por sentado que la posesión es un privilegio y la entrega, una humillación. Naturalmente, este esquema de vida genera conflictos por insatisfacción sexual, mucho más intensos y prolongados en aquellas mujeres que se someten,pues se sobreentiende que a los hombres se les permite calmar sus insatisfacciones por medio de una infidelidad intermitente —o permanente—, socialmente aceptada a condición de que no altere la “estabilidad conyugal”. No resulta extraño, entonces, que sólo a la mujer se le demande castidad prenupcial y fidelidad durante el matrimonio, ya que así se garantiza el buen funcionamiento de los sistemas hereditarios, tanto de los bienes como de las costumbres del padre. Sin embargo, la represión sexual femenina genera graves conflictos y contradicciones tanto en el ámbito social como en el matrimonial, pues la urgencia natural del sexo desemboca, por un lado en la prostitución, y por el otro, en el adulterio. Cuando el amor se convierte en mercancía, sostiene Reich, disminuyen las relaciones afectivas entre los individuos, cediendo su 27 lugar a fenómenos sociales realmente grotescos. La moral autoritaria mantiene una situación objetal en las relaciones conyugales, puesto que priva el interés económico, el dominio y la dependencia autoritaria en lugar del afecto y la reciprocidad.14 Reich estaba convencido de que la verdadera fuerza, sustento de la autoridad del padre en la familia moderna, emana de la sociedad, no directamente de la familia; pero ésta, con su moral, fortalece la ideología dominante de una sociedad autoritaria. Es la moral de esta familia la que en realidad genera la aparición del fenómeno de la personalidad autoritaria, porque es la base de la existencia de las relaciones dominantes, que apoyan la permanencia de una sociedad dividida en clases. Quizá la aportación más significativa de este sociólogo al estudio de la vida en pareja se encuentra en la argumentación de que las relaciones sadomasoquistas no son característica natural de las relaciones humanas, sino producto de la acción de instituciones —como la familia— que provocan alteraciones en la conducta de las personas que ven a su prójimo como un objeto susceptible de ser manipulado a placer. Sus conclusiones al respecto aclaran el papel que la familia juega en la formación de la personalidad autoritaria. * * * 14 Cfr. Ibid. p. 100. 28 Un rasgo fundamental de todo ser vivo es la adaptación a su ambiente, pero el ser humano, a diferencia de los demás, se organiza y trabaja socialmente, modifica la naturaleza y utiliza instrumentos para buscar el máximo de satisfacciones. Con la intención de mejorar su vida, produce más bienes con menos esfuerzos y perfecciona constantemente sus medios de trabajo. El progreso de los instrumentos conduce a una modificación de las relaciones entre los individuos y a nuevas formas de propiedad y sociales en general. Los primeros humanos, recolectores y cazadores, seguramente se caracterizaron por la solidaridad interna de sus grupos, debido a que ya no era posible su supervivencia sin la colaboración estrecha entre sus miembros. Podemos decir, entonces, que la familia se relaciona con la creciente preocupación biológica por la conservación de la especie, debido a los cuidados que requieren los niños en sus primeros años de vida y quizás, también para asegurar la transmisión de la cultura de una generación a otra. La observación histórica hace evidente la correspondencia entre los cambios de los aspectos materiales de la sociedad, como son los estructurales, técnicos, económicos, culturales, políticos, científicos, y los de los valores que rigen su convivencia. 29 De este modo, conforme los grupos crecían y se iban asentando, las relaciones interpersonales dentro de ellos también se transformaron: de la promiscuidad absoluta pasaron a la prohibición de relaciones sexuales entre padres e hijos y entre hermanos y hermanas, usualmente sancionados por una mezcla de leyes de orden civil y religioso; de allí a los matrimonios grupales contraídos desde el nacimiento; la adopción de una pareja "favorita"; la familia patriarcal, donde la autoridad recae en el jefe de la familia, hasta llegar a la familia nuclear, formada por un hombre y una mujer y sus hijos, naturales o adoptivos, fundada en un matrimonio monógamo, en donde dos personas se unen garantizando, entre otras cosas, la paternidad indiscutible. En el camino, por supuesto, se ensayaron diversos sistemas en las diferentes regiones del mundo, que iban desde la unión de una mujer con varios maridos (poliandria) hasta el vínculo entre un hombre con varias esposas (poliginia). Las necesidades naturales del hombre y su insuficiencia para satisfacerlas estando aislado son la razón de su tendencia a asociarse. Y “de aquellas necesidades resultaron los primeros hogares... La familia es así la primera comunidad establecida por la naturaleza para la convivencia de todos los días... la primera comunidad, a su vez, que resulta de muchas familias y cuyo fin es servir a la satisfacción de necesidades que no son meramente las de cada día, es el municipio... La asociación última de municipios es la ciudad”15 15 ARISTÓTELES. Política. Ed. Porrúa. México. 1984. Pág. 157-159. El subrayado es del autor. 30 Y en ese sentido, Cicerón concluía “Siendo natural condición del hombre, común a todos los animales, el instinto de procrear, la primera sociedad es la de los padres entre sí; síguese la de los padres con sus hijos: de allí la familia. En ésta está el principio de la ciudad, el seminario del Estado...”16 Así, entonces, la sociología ha reconocido la importancia de la familia como grupo social, como núcleo integrador y como agente socializador; pero a pesar de los estudios hasta ahora realizados en torno a ella; a pesar de las distintas clasificaciones que de los agrupamientos suelen encontrarse en los textos especializados, ha sido difícil encontrar una definición que logre abarcar tanto a las antiguas como a las modernas familias. No obstante, al parecer, ésa no ha sido propiamente una exigencia para los estudiosos, pues de alguna manera, todos sabemos lo que es la familia; y sin importar las diferencias existentes entre unas y otras, reconocemos el derecho de las personas a llamar “familia” al grupo con el que se encuentre afectivamente unido, independientemente de que entre ellos medie algún parentesco o no. En cambio, el interés de los sociólogos se ha centrado en la evolución de la familia, pues en ello se encuentra la clave que permite comprender los roles de las familias mismas y de los individuos que las integran. 16 Apud. J. M. LLOVERA. Tratado de sociología. F.C.E. México. 1999. pág. 49 El subrayado es mío. 31 Capítulo II Evolución de la vida familiar. II.1 El matrimonio y la familia tradicional. Etimológicamente, el término familia proviene del latín famulus, que significa sirviente. Su derivado inglés se usó antiguamente para referirse a las personas del círculo doméstico, padres, hijos y sirvientes. En la actualidad su uso se restringe al grupo social formado, por lo general, por la unión más o menos permanente de un hombre con una mujer, o de uno o más hombres con una o más mujeres, y sus hijos. Entonces, en lo general, la familia es la institución social fundamental que une a las personas vinculadas por nacimiento o por elección en un hogar y una unidad doméstica. En el Código Civil para el Distrito Federal, se indica que las relaciones familiares de orden jurídico, surgen por “... matrimonio, parentesco o concubinato”17, y “la ley sólo reconoce como parentesco los de consanguinidad, afinidad [matrimonio o concubinato] y civil [adopción]”18 que generan derechos y obligaciones. Aunque el concepto ha sido aplicado históricamente también a un conjunto de individuos con algunacondición común. De allí "familia religiosa" (pertenecientes a la misma congregación), "familia hippie" (comunas), etcétera. 17 Código Civil para el Distrito Federal. Título Cuarto Bis. Cáp. Único. Art. 138 ter., Quáter y Quintus. Ed. Sista. México. Feb. 2006. p. 38. 18 Ibid. Título Sexto. Cap. I. Art. 292, 293, 294 y 295. p. 56. 32 En la actualidad, cuando se menciona el término "familia", por lo general se hace en el sentido muy moderno de padres e hijos, o sea, se habla de la familia nuclear, un concepto que solamente se empezó a generalizar a principios del siglo XX (en España a partir de 1950) con la masiva migración del campo a la ciudad. Hasta entonces la norma había sido la familia extensa, o sea un grupo de personas emparentadas entre sí —padres, hijos, nietos y otros— que vivían juntas. Las corrientes sociológicas evolucionistas explicaron el origen y evolución del hombre y la familia a partir del estudio de las diversas formas de relación sexual y colectiva que practicaba el hombre primitivo que, como explica Lewis Henry Morgan, vivía en estado de promiscuidad sexual, referida especulativamente a un periodo llamado "hetairismo afrodisíaco". Federico Engels —que sistematizó la obra de Morgan— en el Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado lo señala como el "descubridor" de la teoría materialista de la historia; que se fundamenta en la producción y reproducción de la vida; o sea, en el comercio sexual orientado a producir y reproducir vida humana,19 ya que para el hombre primitivo, éste era un elemento de sobrevivencia para la colectividad originaria de la que se aprecia surge la organización familiar. Por el modo en que los individuos se vinculaban, al principio prevalecía la endogamia o relación sexual indiscriminada entre varones 19 Cfr. F. ENGELS. Origen de la familia, la propiedad y el Estado. Editores Unidos. 5a. reimpr. México. 2000. p. 5, 6, 9, 35. El texto de Morgan, publicado en Londres en 1877 se titula La sociedad antigua. 33 y mujeres de una tribu. Luego los hombres buscaron mujeres de otras tribus (exogamia), hasta que, finalmente, la familia evolucionó a la organización monogámica actual. Con el surgimiento de la monogamia se satisfizo la función educacional: individualizados claramente padre y madre, entre ellos se comparte la tarea de educar a los hijos. Debido a que la unión de sexos deviene en procreación y perpetuación de la especie, lo cual origina las relaciones familiares consideradas en sí mismas como de interés público, casi todas las naciones del mundo han reconocido la necesidad de proteger a la persona y a la familia, en primer lugar del mismo ser humano, y en segundo, de todo aquello que pueda perturbar su normal desarrollo; ya que puede observarse cómo, en el entorno de su hábitat, el ser humano sostiene un predominante comportamiento depredador, el cual provoca constantes crisis en infinidad de ámbitos -ecológico, geográfico, económico, etc.-, así como en el familiar. Por esta razón, los Estados han exigido agregar al elemento biológico, que es el vínculo primario, básico para la existencia de la relación familiar, un elemento secundario de orden jurídico o legal que dio origen, en primera instancia, al matrimonio. Desde tiempos remotos, en las diferentes regiones del mundo se desarrollaron rituales en los que se mezclaban ingredientes religiosos y 34 culturales propios —algunos de ellos inhumanos20—, con el fin de establecer los vínculos matrimoniales entre las personas. América no fue una excepción. Hasta la llegada de los europeos, a principios del siglo XVI, Mesoamérica abarcaba el México actual y un poco más allá de Centroamérica. Su población indígena no formaba ni con mucho un todo homogéneo; diferencias idiomáticas políticas y militares hicieron que ciertos grupos prevalecieran sobre otros como resultado de conquistas de tipo militar, con lo que su historia se convirtió en una sucesión de superposiciones culturales, en la que los vencedores imponían su cultura sometiendo y sojuzgando a la precedente. Habitualmente el acento recaía en el sometimiento político, militar y económico, más que en el religioso, pues las culturas mesoamericanas tenían metas espirituales; sus fines políticos y militares se subordinaban a intereses de naturaleza religiosa. La guerra entre ellos era propiciatoria a objetivos morales y sólo de manera secundaria, al logro de propósitos materiales21. Entre los aztecas, el grupo privilegiado de jefes, comerciantes y guerreros tenían autorizada la práctica de la poligamia, en tanto que las clases bajas, por razones básicamente económicas, eran monógamas. La familia se establecía con el matrimonio. La esposa legítima era llamada Cihuatlantli, y se casaba en un ritual tradicional. El varón podía tener tantas mujeres como pudiera mantener, pero debía darles 20 Por esta razón, la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución 843 (IX), del 17 de diciembre de 1954, declaró que “ciertas costumbres, antiguas leyes y prácticas referentes al matrimonio y a la familia son incompatibles con los principios enunciados en la Carta de las Naciones Unidas y en la Declaración Universal de Derechos Humanos”. http://www.cedhj.org.mx/declara/cdecla39.html 21 Cfr. A. LIRA y L. MURO, et. al. Historia general de México. “El siglo de la integración”. Vol 2. SEP/El Colegio de México. México.1987. p. 98 ss. 35 sustento y atención; eran aceptadas con respeto como concubinas oficiales. La edad ordinaria para contraer matrimonio era entre los 20 y los 22 años aproximadamente, puesto que al joven se le enseñaba “la moderación y el dominio de sí mismo... durante la juventud”. “De esta manera debes hacer tú, que antes que te llegues a mujer crezcas y embarnezcas y entonces estarás hábil para el casamiento y engendrarás hijos de buena estatura, recios, ligeros y hermosos...”22 No podían casarse padres con hijos, padrastros con entenados, ni hermanos entre sí. Para casarse, el joven necesitaba el permiso de sus maestros del Calmecac o del Telpochcalli. Mas tarde, los padres del novio se dirigían a los padres de la novia a través de unas ancianas, que llevaban la petición. Era costumbre que la primera vez se negara el permiso, y más tarde se enviara la aceptación o la negativa formal. Entre los plebeyos era más frecuente la unión simple, antecedida por el trato verbal entre los contrayentes y sus padres, en tanto se reunían los recursos suficientes para la ceremonia matrimonial que, en muchas ocasiones no llegaba. Los lazos conyugales no podían ser disueltos al arbitrio de alguna de las partes. La educación se impartía en establecimientos específicos, según el estrato social. Las niñas eran educadas por sus madres en las labores 22 Fragmento citado del Códice Florentino por: M-L. PORTILLA. La filosofía nahuatl. UNAM. México. 1984. p. 238 36 del hogar y la religión. Se le preparaba para ser dócil con su marido; se les exhortaba a ser discretas y recatadas en sus modales y en el vestir; se les enseñaban todas las peculiaridades de los quehaceres domésticos que, además de moler y preparar los alimentos, consistían en descarozar el algodón, hilar, tejer y confeccionar la ropa de la familia. A los hombres se les inculcaba la vocación guerrera. Se fortalecía su carácter mediante castigos severos y el fomento de los valores primordiales como amor a la verdad, la justicia y el deber, el respeto a los padres y a los ancianos, el rechazo a la mentira y al libertinaje, la misericordia con los pobres y los desvalidos.23La sociedad comprendía la familia, el clan totémico llamado calpulli, la hermandad formada por calpullis y el barrio formado por las hermandades. Cuando llegaron los españoles, eran claras las tensiones sociales en el mundo indígena: por una parte, fuertes sentimientos de hostilidad y rebeldía contra el grupo dominante; por otra, una tensión intensa contra la clase teocrático-militar prevaleciente. Todo esto redundó en beneficio de los recién llegados, de manera que bien puede decirse que la conquista se dio más a causa de la estructura del mundo indígena que en función de las características militares y estratégicas de los conquistadores. Así, la familia azteca —y prácticamente casi toda Mesoamérica— fue destruida desde sus cimientos, por la violencia y las enfermedades del viejo mundo. 23 M-L. PORTILLA. Op. Cit. p. 200 ss. 37 La conquista española trajo consigo un sistema social jerarquizado según el color de la piel que, junto con el nombre y el rango de un individuo, determinaba su posición social —pero a lo largo de los tres siglos que duró la dominación, los criterios de color cedieron paso también a las pautas económicas—. El crisol racial de la Nueva España iba fundiendo los tonos: el mestizo amalgamado con las castas se convertía en elemento predominante del material humano. Efectivamente, una vez plantados en la tierra, muchos de los españoles solicitaron la presencia de mujeres peninsulares, con quienes tenían un trato y una actitud en sus relaciones interpersonales muy distintas. Sus uniones eran formales, y su objetivo, una auténtica familia a quien heredar los bienes recién adquiridos. El matrimonio se mantenía como la instancia apropiada para la mujer y la maternidad como su vocación natural. Era arreglado por los padres y la dote tenía un papel importante en el acuerdo. Las únicas mujeres que, en pocas ocasiones, recibían educación eran las criollas, puesto que, como se consideraba su destino natural encargarse de su casa, aún la de más status sólo requería conocimientos básicos, elementales; su función era producir una abundante prole para lo cual bastaba resistencia física y salud. Las mujeres que deseaban un nivel superior de conocimientos debían de contar con apoyo económico para pagar un maestro particular y el permiso de un padre tolerante. La poligamia, y en general la infidelidad, estaba prohibida por las autoridades eclesiásticas, pero el virreinato conservó los privilegios 38 masculinos, que constriñen el papel de la mujer en el matrimonio a la maternidad. A ella se le exige fidelidad, y abiertamente se acepta la infidelidad del esposo, quien frecuentemente tuvo dos casas: la legítima, y la otra, habitada por la mujer que ha calmado sus necesidades instintivas, pero a la que él considera ha hecho un favor al poseerla. La mujer española casada tenía la categoría de menor de edad, y aunque podía heredar propiedades, títulos y negocios, sus derechos quedaban subordinados al marido quien administraba el patrimonio. Sólo con la viudez llegaba la plena capacidad de ejercicio, pues hasta entonces podía tomar posesión de sus bienes y ejercer la patria potestad sobre sus hijos menores.24 Dejando de lado el gran número de castas que se constituyó a finales del XVI y principios del XVII, podemos resumir en tres grandes grupos sociales el drama cultural: el indígena, el mestizo y por último, —que no al último—, el criollo, nacido en América, de padres europeos. El indígena, que renunció a sus antiguas formas de expresión; se encontraba en la parte más baja de la escala social. Supuestamente se sujetaba a la protección del cristiano; en realidad se le trataba como esclavo. El Papa Pablo III, en su bula Sublimis Deus de 1537, exponía: "Esos bárbaros distan tan poco de los retrasados mentales que parece no son idóneos para 24 Cfr. A. MORENO TOSCANO. Historia General de México. “El siglo de la conquista” Vol. 2. Op cit. p 62 39 constituir y administrar una república legítima dentro de los límites humanos y políticos".25 El mestizo, que en nuestro país, salvo rarísimas excepciones, se formó por la unión de varones españoles con mujeres indígenas, a las que, por lo común, tomaban para satisfacer sus necesidades sexuales y cuyos hijos nacieron y vivieron, la mayor parte, bajo el estigma del desamparo y el abandono paterno. Este sentirse superior frente a la mujer, en plan de grandes señores, necesitados de obtener los servicios incondicionales de ellas, ha matizado muchos de los aspectos estructurales del matrimonio mexicano. Es cierto que en la organización prehispánica existía una supremacía del varón, pero la de ahora tenía tonalidades diferentes, particularmente cuando se estableció el fenómeno de contraste entre los matrimonios mestizos y los criollos, los hijos legítimos y los bastardos. El padre del criollo, orgulloso de su hijo pugna, incluso contra los reyes ibéricos, para que los privilegios que ha obtenido pasen a sus descendientes. Esto, a la larga, provocará la lucha por la independencia. Para el mestizo, su padre es un hombre fuerte con una cultura y forma de vida lejanas, que contempla a su hijo como producto de una necesidad sexual o de la afirmación de su virilidad y poder. Su participación en el hogar es limitada. Se trata de alguien ausente que, 25 K. KNIGHT. Enciclopedia Católica. Volumen I. ACI-PRENSA Edición On line. 1999. http://www.enciclopediacatolica.com/f/familia.htm 40 cuando se presenta, es para ser servido, admirado y hasta temido. Los contactos emocionales con la madre y los niños son mínimos; muchas veces, su presencia va acompañada de violencia en la forma o en el modo; se le ha de atender como a un señor. La madre acepta pasiva y abnegadamente la conducta del padre; considera su destino servirle. Primero con la independencia y luego con la revolución, la sociedad mexicana sufrió grandes transformaciones, aunque no siempre se vieron reflejadas en la psicología interna de su gente. Ya no se hablaba de castas, sino de clases, que era un concepto que abarcaba el color de la piel, el nacimiento y, por supuesto, la situación económica. Por lo general, con el matrimonio, la mujer dejaba a su familia de origen y se integraba a la de su esposo. Las exigencias de fidelidad, recato y obediencia persistieron y se extendieron a los suegros, bajo cuyas órdenes se plegaba en ausencia del marido, a quien sus continuas infidelidades le eran perdonadas y hasta celebradas. La religión católica jugó un papel muy importante, por un lado en la transformación de los sentimientos femeninos de impotencia, rabia y vergüenza por las infidelidades y la violencia doméstica, a cambio de la promesa de premio divino; y por el otro, en el hecho de responsabilizar de manera casi exclusiva a las mujeres por las “debilidades” masculinas: una no había sabido ser buena esposa, y “la otra” era una mala mujer, fácil, inmoral, que pretendía destrozar un hogar; la primera se santificaba con la maternidad, que, a la segunda, llenaba de un oprobio que alcanzaba a sus hijos. En muchísimos casos, el matrimonio se convirtió en la cruz del calvario femenino. 41 Los hijos de las mujeres casadas siempre eran legítimos; los concebidos fuera del matrimonio eran bastardos26. A pesar de todo, igual que en España, la bastardía sólo fue un estigma en las clases bajas y medias, porque entre los nobles, los hubo de importancia histórica27. En lo general, como reflejo de su proceso histórico, las familias mexicanas siguieron los sistemas tradicionales de desarrollo descritos en el capítulo anterior; es decir, fue el medio más depurado de socialización primaria, de asignación
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