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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA 
DE MÉXICO 
 
 
 
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES 
ARAGÓN 
 
 
 
LA CENTRAL DE ABASTO DE LA CIUDAD 
DE MÉXICO, NEGOCIO TRADICIONAL 
QUE SUBSISTE ANTE EL EMBATE DE LA 
GLOBALIZACIÓN 
 
 
 
REPORTAJE 
 
 
 QUE PARA OBTENER EL GRADO 
 DE LICENCIADA 
EN COMUNICACIÓN Y PERIODISMO 
 PRESENTA: 
 
 
XÓCHITL BÁRCENAS ARMENDÁRIZ 
 
 
 
 
ASESOR: LIC. LETICIA ELISABET SANTA MARÍA GALLEGOS 
 
 
 
SAN JUAN DE ARAGÓN, ESTADO DE MÉXICO, NOVIEMBRE DE 2007 
 
 
 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
Agradecimientos 
 
 
A mis pequeñines, Mikhail y Vladimir. 
Flaquito, gracias por enseñarme a dar sin recibir a cambio, por ser un 
gran apoyo y por darle luz a mi vida. Te amo mi niño valiente. 
Vladis, gracias por esa carita tierna y esa sonrisa que me regalas cada 
día. Gracias por tus travesuras, tus abrazos, tus besos y esa 
frasecita "mami t´amo". Yo también te amo. 
 
A Lucy, mi madre, por su apoyo y su tiempo; a mi padre, por su 
dedicación y esfuerzo, a pesar de todo. 
A mis hermanos Socra,Tonatiuh, Tonantzin y Mine. En especial, gracias 
a ti Mine por saber escuchar. 
A mis sobrinos, Sofi, Yosvel, Toño, Héctor y Netz. 
 
Gracias también a Lety, Evelia y Roberto, por impulsarme a terminar 
este proyecto. 
A mi asesora, por sus consejos, su tiempo y por escucharme. 
 
A la UNAM, a mi universidad, a mis amigos, compañeros y maestros por 
los consejos y los valores recibidos durante siete años. 
 
 
 
Contenido 
 
Presentación ....................................................................................................... 1 
 
I. Un día en la Central de Abasto de la Ciudad de México .............................. 8 
Globalización Vs. soberanía alimentaria .............................................................13 
Del ¡pásele marchanta! al “Miércoles de plaza” ..................................................21 
Y, ¿dónde quedó el Estado? ................................................................................27 
Comer sano y a buen precio ............................................................................... 32 
 
II. La función estratégica de la Central de Abasto de la Ciudad de 
 México ........................................................................................................... 37 
De la Merced a “La Chinampera” ........................................................................38 
Una ciudad dentro de la capital ...........................................................................42 
Negocio familiar, negocio tradicional ...................................................................48 
Y tú, ¿vas al súper o al mercado? .......................................................................51 
 
III. El comercio mayorista en la Central de Abasto. El olor del 
 dinero ............................................................................................................57 
Productores, bodegueros y consumidores, los protagonistas ............................60 
Intermediarismo excesivo. El pez grande se come al más pequeño ...................66 
Contratos verbales, negocios en efectivo ............................................................70 
Oferta y demanda. ¿Quién es quien en los precios? ..........................................75 
 
A manera de conclusión .................................................................................. 80 
Fuentes de consulta ......................................................................................... 87 
 
 1
Presentación 
 
 
Como parte de una generación marcada por términos como 
“globalización” y “apertura comercial” resultan de especial interés aquellos rubros 
que se han visto trastocados por dichos procesos. Como resultado de mi ejercicio 
profesional en el manejo de información del sector económico llaman mi atención 
los retos que plantea la mundialización para los tradicionales sistemas de abasto 
de alimentos en el país. 
Estos sistemas tienen que ver con el tema de la seguridad alimentaria, 
que se ha convertido en un asunto de seguridad nacional en el contexto actual de 
la globalización y de apertura de la economía, que han provocado desequilibrios 
internos en el país, tanto en el ámbito rural como urbano. 
En este marco destaca la importancia de la Central de Abasto de la 
Ciudad de México (CEDA) como el mercado mayorista más grande del país, e 
incluso de Latinoamérica, al comercializar más de 30 por ciento de la producción 
hortofrutícola nacional y otros perecederos. 
Asimismo, su relevancia radica en que de este mercado se abastecen 
además de los estados del centro, las principales ciudades del sur y sureste de la 
República Mexicana, lo cual lo convierte en un centro redistribuidor de 
mercancías. 
 2
En sus 304 hectáreas se ubican sectores especializados que operan 
unas 30 mil toneladas de alimentos y productos básicos, lo que genera un 
movimiento económico de más de ocho mil millones de dólares al año. 
Desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América 
del Norte, el 1 de enero de 1994, el mercado de alimentos ha sufrido cambios 
importantes derivados del crecimiento acelerado de las cadenas de tiendas 
departamentales. Este proceso ha impactado los tradicionales sistemas de 
comercialización en México, basados en las grandes centrales de abasto, y los 
mecanismos de fijación de precios. 
La expansión mundial de las grandes firmas comerciales de 
supermercados e hipermercados; el surgimiento de un concepto de calidad en la 
conciencia del consumidor y las modificaciones de la productividad a raíz del 
desarrollo de la tecnología y la disminución de las mermas debido a los nuevos 
procesos de recolección, empaque y transportación de productos, plantean retos 
para la CEDA que de no enfrentar pueden arriesgan su participación en el 
mercado y su función como reguladora de la oferta y la demanda en un sector 
estratégico de la actividad económica del país. 
Entre las dificultades que enfrenta la CEDA está el hecho de que no ha 
podido consolidar una política de negocios, los cuales funcionan todavía de 
manera tradicional; opera, en general, sin controles de calidad en los productos y 
sin normas específicas, y sin plena conciencia de los cambios derivados de la 
apertura de México al comercio de alimentos. De ahí la importancia de mostrar 
que opera basada en un sistema obsoleto. 
 3
El reportaje, como género periodístico, permite cumplir esta tarea: 
investigar un acontecimiento y exponer un problema, sus causas y repercusiones 
a un público abierto. Para ello, en el presente trabajo se recurrió a la entrevista, la 
crónica y la interpretación. 
En la primera parte del trabajo se recurre a la crónica como una forma 
de acercamiento a la Central de Abasto de la Ciudad de México. Describe sólo 
uno de los muchos pasillos con que cuenta este mercado, el “J”, en donde se 
realiza el comercio al menudeo y a donde acuden, principalmente, amas de casa 
para realizar las compras de la semana. 
La descripción de este espacio pretende destacar la estrecha relación 
entre las operaciones de este mercado mayorista y el abasto de alimentos a más 
de 20 millones de personas en el país. Además,plantea algunos de los problemas 
que enfrenta como la explotación de niños y mujeres, la operación irregular de 
algunos giros dentro del mercado, entre otros temas. 
También se exponen algunos conceptos del término globalización, así 
como las posturas de algunas organizaciones que se oponen a la inclusión del 
sector agrícola y alimentario en el comercio mundial. Se destaca en este punto el 
movimiento a nivel internacional denominado Vía Campesina, y en México la 
Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas 
(UNORCA), que plantea la necesidad de que los países mantengan su soberanía 
alimentaria como un asunto de seguridad nacional que les permita decidir qué 
alimentos producir, con base en las necesidades de la población. 
En el marco de la apertura comercial de México y la llegada de 
capitales extranjeros, proceso que se consolidó en la década de los años 80, 
 4
proliferaron en el territorio nacional las tiendas de autoservicio. Así, en la primera 
parte del trabajo se describen las estrategias de expansión que les han permitido 
alcanzar una importante participación en el comercio de alimentos en el país, que 
para algunos especialistas alcanza ya el 80 por ciento. 
El texto expone, en voz de representantes de este sector moderno del 
comercio, las ventajas en cuanto a calidad, precio y servicios de valor agregado 
que ofrecen al consumidor frente a los tradicionales esquemas de abasto popular 
como mercados públicos, tianguis, mercados sobre ruedas o tiendas de barrio, 
entre otros. 
Se hace referencia a las medidas que la autoridad y asambleístas 
prevén realizar para garantizar una competencia equitativa en el sector comercio 
de la capital del país. 
En otra parte se describe el paulatino abandono del Estado de sus 
funciones como regulador del mercado de alimentos en el país a partir de la 
década de los años 80 del siglo XX, la falta de un marco institucional y legal que 
regule el abasto de alimentos en el país y los riesgos que ello representa. Se 
exponen asimismo las posturas de representantes de diversos sectores en torno a 
la conveniencia de que el gobierno retome la política de precios, luego de la 
problemática que se generó en el país por el alza en los precios del maíz y la 
tortilla. 
En el marco de la apertura comercial de México y el deterioro en las 
condiciones económicas del país a partir de los años 80, la población debió ajustar 
sus patrones de consumo de alimentos ante una oferta más diversificada de 
alimentos, pero siempre en función de sus ingresos. Los cambios en los hábitos 
 5
alimenticios de la población y el surgimiento de una conciencia sobre la comida 
sana son también resultado de modificaciones en el sistema de vida de la 
población, derivado en parte de la incorporación de la mujer al trabajo. 
El segundo capítulo de este reportaje describe la evolución del mercado 
de La Merced, su etapa de consolidación como principal centro de comercio 
mayorista en el centro del país y su posterior declive, que derivó en un proyecto de 
modernización que se tradujo en la nueva Central de Abasto de la Ciudad de 
México, que inició operaciones en noviembre de 1982, sobre una antigua región 
chinampera de la delegación Iztapalapa. 
Mediante una crónica se describen las operaciones que inician desde 
las primeras horas de la mañana en la Central de Abasto, sobre todo en el área de 
subasta, a donde llegan mercancías procedentes de todo el país. 
En esta parte se presentan los testimonios de los miembros de algunas 
de las familias que han participado en la actividad de este mercado desde sus 
inicios, incluso en La Merced, y cuyos negocios conservan una estructura 
tradicional dominada en todas sus facetas por los miembros de la misma familia. 
La relevancia que mantiene la CEDA como proveedor casi único del 
comercio tradicional en la Ciudad de México es innegable, de ahí la importancia de 
exponer la problemática que enfrentan los mercados públicos y sobre ruedas (con 
itinerario fijo y una oferta centrada principalmente en productos perecederos), 
tianguis (con itinerario fijo, pero con una oferta más diversificada), verdulerías y 
tiendas de barrio, debido a la falta de modernización de sus sistemas de 
comercialización que los coloca en desventaja para enfrentar las agresivas 
 6
estrategias de las grandes tiendas de autoservicio y ganar la preferencia de los 
consumidores. 
En el tercer capítulo del trabajo se recurre también a la entrevista para 
dar voz a los protagonistas del comercio en la Central de Abasto: aquellos que son 
productores, propietarios de bodegas y también los consumidores, quienes 
acuden de manera regular a este gran mercado. 
Como tema central se analizan las repercusiones del intermediarismo 
excesivo y la concentración del comercio en el mercado, entre las que destaca la 
pérdida de competitividad, la rigidez de los esquemas de compra y venta de 
productos, así como la distorsión de los precios. En este último aspecto se plantea 
el impacto negativo que tienen los elevados precios de los productos en la 
economía de las familias y del país en general, debido a la fuerte vinculación que 
tienen los productos alimenticios con el resto de la actividad productiva. 
En esta última parte se expone la falta de modernización de los 
esquemas de comercialización y la reticencia de los propios involucrados en el 
comercio en la CEDA hacia la capacitación y adopción de tecnologías para hacer 
más eficiente su operación, lo que refleja una falta de visión empresarial que 
provoca incluso el fracaso de los negocios. 
La importancia del tema no es menor pues está directamente 
relacionado con una actividad tan cotidiana y vital para el ser humano como la 
alimentación. De esta forma, cumple con una de las premisas del periodismo, la 
de dar a conocer y analizar hechos de interés público. En particular, el género del 
reportaje permite profundizar en las causas del hecho, explicar los pormenores, 
reproducir ambientes, por lo cual se ajusta a la intención del presente trabajo. 
 7
Este género permite al egresado de la carrera de Periodismo poner en 
práctica las habilidades adquiridas en lo referente a la entrevista, la crónica, la 
elaboración de textos de opinión, ensayos, así como la investigación 
hemerográfica y bibliográfica. Por ello, el curso taller de titulación constituye una 
opción excelente como primer ejercicio periodístico para algunos y para otros la 
oportunidad de reafirmar los conocimientos adquiridos en la práctica profesional. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 8
I. Un día en la Central de Abasto de la Ciudad de México 
Sus tareas semejan las operaciones de un reloj de arena: Demetrio Sodi y Fernando Rello 
 
Es sábado, de enero, aproximadamente las 08:30 horas, pero aquí en 
la Central de Abasto de la Ciudad de México (CEDA) la actividad inició hace ya 
varias horas, cuando cientos de camiones provenientes de todas las regiones del 
país arribaron a la zona de subasta con miles de toneladas de alimentos y 
productos básicos. Más tarde estas mercancías son trasladadas a las zonas de 
descarga, para de ahí ser distribuidas a las más de dos mil bodegas y locales 
comerciales con que cuenta este mercado mayorista. 
La actividad en este centro de abasto, cuya extensión abarca 304 hectáreas -
50 veces el Zócalo capitalino- parece no tener reposo. Su función: atender a unos 
20 millones de personas que, directa o indirectamente, dependen de este sitio 
para algo tan cotidiano como lo es comer. 
Gran parte de la actividad de los compradores mayoristas –sobre todo 
locatarios de mercados públicos, tianguistas y propietarios de pequeñas tiendas 
de abarrotes, entre otros-, ya concluyó, pero para los minoristas, principalmente 
amas de casa que acuden a realizar sólo las compras para el consumo familiar de 
la semana, aún es buena hora. El pasillo “J” es una buena opción. Setrata de un 
espacio dedicado a la venta al menudeo de frutas, verduras, hortalizas y 
abarrotes, principalmente. 
Así, con bolsa en mano se inicia la tarea de seleccionar entre una gran 
variedad de colores, olores y posibilidades culinarias. La faena es complicada. 
 9
Al avanzar se observan, apiladas en una aparente frágil construcción, 
montones de guayabas cuya perfección remite a los cestos de fruta artificial que 
adornan las mesas; también se encuentran brillosas manzanas de Chihuahua, de 
a 17 pesos el kilogramo, pero “bien pesado”, asegura un cartel colocado encima 
de los montones de frutas; duraznos pequeños, pero no menos apetecibles; 
mangos que son “pura chulada”; de los plátanos comunes se observan pocos, por 
las inundaciones en Tabasco y Chiapas, explica un comerciante para justificar un 
estratosférico precio de 20 pesos el kilogramo del dominico; están también las 
frutas “raras”, ésas que quién sabe qué son, quién sabe cómo se llaman, pero que 
con seguridad son importadas. 
No menos relucientes aparecen los jitomates, las calabazas, los chayotes, 
cuyo brillo parece artificial; están también los chiles poblanos, cuidadosamente 
colocados uno sobre otro, las papas, los “tiernitos” nopales que niños y mujeres, 
muchos de ellos indígenas, ofrecen caminando de un lado a otro del pasillo; otros 
más ruegan a los consumidores que compren una pequeña bolsa de ajos, a sólo 
10 pesos. Son sólo algunos de los miles de menores y mujeres que laboran en 
este gran mercado. 
También se observan montones de brócoli, a sólo cuatro pesos el kilo; las 
acelgas, las espinacas, “pero de aquí, del país, no de las importadas de Estados 
Unidos, que estaban contaminadas”, aclara la vendedora al referirse a la alerta 
emitida por autoridades mexicanas en septiembre de 2006. Alerta que derivó de la 
detección de algunos casos de contaminación en dichas hortalizas en el vecino 
país. 
 10
El bullicio que invade el interminable pasillo “J” alcanza al interior de las 
bodegas, en donde se repite la escena: los jóvenes cargan y acomodan cajas, las 
mujeres cobran, los mayores despachan y los niños juegan, aunque otros más 
colaboran en las tareas menos difíciles. Así son los negocios familiares. 
En una de las intersecciones del pasillo está la opción para aquel visitante 
que por llegar temprano a la central no probó bocado antes de salir de su casa. 
Ahí, varios locales dedicados a la venta de tacos de guisado, de bistec y de 
chuleta se hayan invadidos de comensales. 
Más adelante, no podían faltar, locales de películas de las llamadas 
apócrifas, pero más conocidas como “piratas”. También se encuentran algunas 
bodegas que no ofrecen frutas, ni verduras, tampoco tacos o abarrotes. En su 
lugar, tenis, playeras, balones de futbol. ¿Vendrá alguien a comprar tenis a la 
Central de Abasto? Quizá se trate de algunas de las muchas empresas que 
operan de manera irregular y al amparo de mafias organizadas, situación que es 
conocida por las propias autoridades. 
A los gritos de los comerciantes que anuncian las ofertas del día se suman 
los de “¡ahí va el diablo!”, que lanzan los carretilleros o cargadores quienes van de 
un lado a otro, presurosos, ofreciendo demostraciones de fuerza sobrehumana al 
transportar hasta 30 huacales de naranja, por ejemplo. Según datos de la 
administración de la Central de Abasto, se trata de un ejército de al menos seis mil 
adultos, jóvenes e incluso niños que laboran en la Central de Abasto llevando y 
trayendo mercancías; muchos no trabajan todo el año porque regresan a sus 
lugares de origen en las temporadas de siembra y cosecha. 
 11
Sin embargo, toda esta actividad en este centro de abasto, el más grande del 
mundo, según información del propio mercado, no tendría sentido sin los casi 300 
mil visitantes que recibe a diario. Su función es por demás estratégica al 
comercializar más de 30 por ciento de la producción hortofrutícola nacional y otros 
perecederos. 
Demetrio Sodi y Fernando Rello, en su libro Abasto y Distribución de 
Alimentos en las grandes ciudades, publicado en 1989, definen que las tareas de 
la CEDA “semejan las operaciones de un reloj de arena. Una ancha base de 
alimentos, producidos por un sinnúmero de productores y procesadores, tiene que 
transportarse y distribuirse ordenadamente, a través de vasos comunicantes (los 
mayoristas), entre otra base, también muy diversa y atomizada, de comerciantes 
al detalle”. 
El abasto es una actividad estratégica y prioritaria, pues es el eslabón que 
enlaza los extremos de la cadena alimentaria: la producción y el consumo. “Remite 
a la satisfacción de las necesidades básicas del hombre y, por tanto, es una 
premisa fundamentalmente de sobrevivencia”, asegura Alejandro Ordorica, quien 
fue director general de la Central de Abasto de la Ciudad de México hasta 2003. 
En su ponencia durante el Primer Congreso de Abasto Alimentario en la 
Ciudad de México, celebrado en noviembre de 2001, Alejandro Ordorica, el 
también ex legislador local, refiere que el abasto es la garantía de acceso a los 
satisfactores básicos de los individuos en sociedad. 
La Organización de las Naciones Unidas reconoce la influencia del abasto 
alimentario incluso en el ámbito de la gobernabilidad y la estabilidad política, y 
 12
advierte por ello que una sociedad sin acceso a esos satisfactores es fuente de 
frecuentes pugnas y enfrentamientos. 
Así, en el ámbito social la CEDA cumple una función estratégica al abastecer 
de alimentos a más de 20 millones de personas en el país y en términos 
económicos, con operaciones diarias que –según datos del propio mercado- 
superan al año los ocho mil millones de dólares, es uno de los centros de negocios 
más grandes del país. 
Conocida también como la bolsa de alimentos de México, este centro 
mayorista inició operaciones el 22 de noviembre de 1982, con el objetivo 
fundamental de sustituir a la antigua zona de La Merced y como parte de un 
programa de reordenamiento urbano. 
En esa misma década México firmó, en 1986, el Acuerdo General de 
Aranceles y Comercio (GATT), actualmente la Organización Mundial de Comercio 
(OMC). La creación de este organismo, en 1995, representa en términos de 
económicos uno de los momentos decisivos de la globalización, cuyas 
repercusiones se observan en la reconfiguración total del sistema de abasto de 
alimentos en México, desde su producción en el campo mismo hasta su consumo. 
 
 
 
 
 13
Globalización Vs. soberanía alimentaria 
“Los alimentos no deberían utilizarse como instrumentos de presión política y económica”. 
Declaración de la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996 
 
Lee Kyung Hae trepó la reja de metal que separaba la manifestación de la 
valla formada por agentes de la Policía Federal Preventiva. Sacó una navaja 
suiza, levantó los brazos al cielo y en un solo movimiento se perforó el pecho, 
entre el corazón y el pulmón izquierdo. Portaba un cartel con la frase: “OMC 
asesina campesinos”. Luego de tres horas después, falleció. 
Kyung Hae era un pequeño productor, tenía unos 56 años y una familia a la 
cual sostener. Participaba en la Liga de Campesinos de Corea y formaba parte de 
la delegación de 160 pequeños agricultores y 50 sindicalistas coreanos que 
viajaron a Cancún, Quintana Roo, para protestar en contra de la Organización 
Mundial de Comercio (OMC) que –aseguran los llamados “altermundistas” o 
“globalifóbicos”-, busca la liberalización del comercio internacional para favorecer 
a los países desarrollados. 
Era el miércoles 10 de septiembre de 2003, la fecha de inicio de la Quinta 
Reunión Ministerial de la OMC, a la cual asistieron representantes de 146 países 
miembros que representan las tendencias más opuestas, y cuyo tema central a 
discutir fue, y sigue siendo, el de los subsidios agrícolas en los países 
desarrollados. 
Al margen de la reunión participaron unos 15 mil integrantes de 
OrganizacionesNo Gubernamentales (ONG) provenientes de diversas regiones 
del país y del mundo, protestaban bajo el lema ¡Excluir a la agricultura de la OMC! 
 14
Otros participantes integrantes de Vía Campesina -una agrupación 
internacional de organizaciones del agro, pequeños y medianos productores, 
mujeres rurales trabajadores agrícolas migrantes, de 56 países- proclamaban a la 
soberanía alimentaria como uno de los temas principales de lucha de los hombres 
del campo del mundo en contra de la globalización, que –aseguran- amenaza a 
ese sector. 
México está inmerso en este proceso. Su impacto se observa en la 
reestructuración del sector agrícola y del sistema de abasto de alimentos en el 
país. Así, desde hace varias décadas se incrementaron las importaciones 
agroalimentarias y se registra una creciente participación de las tiendas de 
autoservicio en la distribución de alimentos gracias a sus agresivas estrategias 
comerciales que ponen en desventaja a los grandes centros de acopio como la 
Central de Abasto de la Ciudad de México. 
El término globalización fue utilizado por primera vez en 1985, por Theodore 
Levitt en The Globalization of Markets para describir las transformaciones de la 
economía internacional desde mediados de la década de los años 60 del siglo XX, 
al incrementarse de manera sustancial el comercio internacional y el intercambio 
cultural. 
Con la creación de la OMC en 1995, integrada por la mayoría de los países 
del mundo, se constituyó el principal ámbito para establecer las reglas de la 
economía mundial y así, este organismo, junto al Fondo Monetario Internacional 
(FMI) y el Banco Mundial (BM), representan el eje central de la globalización de 
las economías. 
 15
Algunos autores sostienen que la inserción de México en este proceso no 
inició con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), sino con el 
Acuerdo Militar de Defensa del Pacífico de 1939, firmado por el entonces 
presidente Lázaro Cárdenas, que permitió al país concretar el Acuerdo Comercial 
de 1942 para proveer a Estados Unidos de materias primas bélicas como 
manganeso y plomo, según señala la investigadora del Tecnológico de Monterrey, 
Susana Chacón, en entrevista publicada en El Universal, el 6 de octubre de 2006. 
Refiere que como producto de esa primera relación comercial formal con 
Estados Unidos y Canadá nuestro país importó bienes que le permitieron la 
industrialización iniciada en 1954. Hacia 1970, agrega, al agotarse el modelo 
conocido como el desarrollo estabilizador, periodo entre 1946 y 1971 definido 
como el “milagro mexicano”, y tras dos sexenios de crisis económicas 
encabezadas por Luis Echeverría y José López Portillo, Miguel de la Madrid dio el 
primer paso hacia la apertura que más tarde permitiría a México ingresar al 
TLCAN. 
En 1986, México firmó el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT, 
por sus siglas en inglés) y actualmente ninguna nación lo supera en relaciones 
bilaterales y multilaterales de libre comercio, subraya Chacón. 
De acuerdo con datos de la Secretaría de Economía (SE), entre 1994 y 2005 
entraron en vigor 13 tratados de libre comercio entre nuestro país y 43 naciones 
de América, Europa y Asia, cuyo resultado es que la balanza comercial ronde en 
la actualidad los 435 mil millones de dólares. 
 16
Pese a este escenario, el investigador Mario Bladimir Monroy Gómez 
asegura que el ingreso de México al Tratado de Libre Comercio de América del 
Norte (TLCAN), a la modernidad, le costó entregar parte sustancial de su mercado 
interno de granos básicos, con la consecuente renuncia a la soberanía alimentaria. 
“Se sacrificó lo sustancial de nuestra agricultura –particularmente la cerealera- y 
de paso a tres o cuatro millones de familias campesinas, era el costo de nuestra 
integración a las economías del norte”. 
Mario Bladimir expone que pasamos de ser autosuficientes y exportadores 
de alimentos básicos, a importar 40 por ciento de los granos y oleaginosas que 
consumimos. “En otras palabras, traemos del extranjero 95 por ciento de la soya 
de consumo; 58.5 por ciento del arroz; 49 por ciento del trigo y 40 por ciento de la 
carne que consumimos”. 
En su estudio México: economía solidaria, democracia participativa, 
soberanía alimentaria y desarrollo local, publicado el 29 de junio de 2004 en el 
sitio www.vinculando.org, una revista electrónica especializada en temas de 
desarrollo sustentable en México y América Latina, Monroy Gómez subraya la 
necesidad de que se tome conciencia de que garantizar la soberanía alimentaria 
es un asunto de seguridad nacional. 
Advierte que a medida que la globalización económica impulsada por las 
grandes trasnacionales y las políticas de libre comercio devastan las comunidades 
rurales en todo el mundo, las organizaciones campesinas se unen en un clamor 
conjunto por la soberanía alimentaria, que sostiene que la alimentación de un 
pueblo es un tema de seguridad y soberanía nacionales. Asegura que “si para 
 17
alimentar a su población una nación debe depender de los caprichos del mercado 
mundial o de la voluntad de una superpotencia, al utilizar los alimentos como 
instrumentos de presión internacional, ese país no está seguro”. 
La Declaración de Roma sobre la Seguridad Alimentaria Mundial, derivada 
de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, celebrada en noviembre de 1996, 
establecía que “los alimentos no deberían utilizarse como instrumentos de presión 
política y económica”. 
De acuerdo con la FAO, un país con una proporción mayor a 25 por ciento de 
las importaciones agroalimentarias respecto a las exportaciones totales tiene 
problemas de seguridad alimentaria. En México, esta proporción era de siete por 
ciento en promedio durante 1990-1994, mientras que en 1995-1999 fue de 11.9 
por ciento, según señala Alma Alicia Gómez Gómez en su tesis El Abasto de 
Productos Hortofrutícolas en los autoservicios de la Ciudad de México a partir de 
la apertura comercial, presentada a la UNAM en 2003. 
De manera alternativa al concepto de seguridad alimentaria, el movimiento 
internacional que encabeza Vía Campesina –conocido como “altermundista”- 
promueve la idea de una soberanía alimentaria, que “organiza la producción y el 
consumo de alimentos acorde con las necesidades de las comunidades locales, 
otorgando prioridad a la producción para el consumo local y doméstico. 
Proporciona el derecho de los pueblos a elegir lo que comen y de qué manera 
quieren producirlo. La soberanía alimentaria incluye el derecho a proteger y 
regular la producción nacional agropecuaria y a proteger el mercado doméstico del 
dumping de excedentes agrícolas y de las importaciones a bajo precio de otros 
países”. 
 18
El director del Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la 
Soberanía Alimentaria de la Cámara de Diputados, César Turrent Fernández, 
rechaza que la globalización atente contra la soberanía alimentaria. 
“La globalización –asevera- es un proceso en el que ya estamos y en el cual 
debemos continuar, interrelacionándonos”. Sin embargo, aclara en entrevista, los 
países considerados como grandes productores deben resolver primero sus 
problemas internos y asegurar su soberanía. 
Recomienda proteger lo fundamental para un país, su producción agropecuaria. 
En el caso de México, precisa, se trata de proteger a más de 5.5 millones de 
productores que con sus familias suman una población rural de alrededor de 30 
millones de personas, y de las cuales una gran mayoría está en pobreza extrema. 
El investigador refiere que la Ley de Desarrollo Rural Sustentable, en vigor 
desde el año 2001, define a la soberanía alimentaria como la capacidad de un país de 
definir su propia estrategia, tener la libertad para determinar qué alimentos produce y 
en que cantidad lo hace para satisfacer sus necesidades internas, o si los adquiere del 
exterior; es la libertad de un país de producir lo quenecesita; en tanto, la seguridad es 
el proceso en particular para abastecer los alimentos y materias primas a la población 
y a las industrias. 
Para el coordinador ejecutivo nacional de la Unión Nacional de 
Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA), Olegario Carrillo 
Meza, la instauración de la soberanía alimentaria es la solución para reducir la 
dependencia de México y enfrentar las políticas públicas “leoninas” al servicio de 
las grandes transnacionales que controlan el mercado mundial de alimentos. 
“Nosotros planteamos la soberanía alimentaria, pero no podemos hablar de 
aislarnos, en lo ambiental, en lo comercial y en el desarrollo rural sustentable; no 
podemos marginarnos”, dice en entrevista el dirigente de la organización campesina, 
la cual tiene presencia en 26 estados del país. 
 19
Al plantear que la postura de la UNORCA no es en contra del libre comercio, 
del libre mercado, siempre que sea justo, Castillo Meza va más allá y señala la 
urgente necesidad de renegociar el capítulo agrícola del TLCAN, ante la 
“hecatombe” que significará para el agro mexicano la apertura total de dicho sector 
a partir del 1 de enero de 2008. 
Asegura que la entrada en vigor del acuerdo comercial con Canadá y 
Estados Unidos, en 1994, sentenció al campo mexicano al atraso, pues 
actualmente se encuentra desarticulado e improductivo en muchas zonas, 
principalmente del norte del país, en donde –asegura- 85 por ciento de la 
propiedad social (ejidos y comunidades agrarias) está rentada. 
El especialista Bladimir Monroy Gómez sostiene que desde la entrada en 
vigor del TLCAN se perdieron un millón 800 mil empleos agrícolas y se disparó la 
migración rural, no sólo la de temporal dirigida a los campos irrigados, sino 
también la que marcha a las ciudades y sobre todo a Estados Unidos. Así, afirma 
el investigador, un promedio de 600 campesinos dejan su tierra cada día. 
La economista y socióloga de la UNAM, Yolanda Trápaga Delfín, sostiene 
que el campo mexicano ofrece hoy cuatro alternativas a los productores que 
quedan fuera del modelo por falta de eficiencia productiva: su expulsión masiva, la 
producción de autoconsumo, la guerrilla y los narcocultivos. 
El investigador César Turrent Fernández expone en entrevista que en la 
actualidad la dependencia alimentaria de México asciende a 35 por ciento, 
“aunque hay algunos productos en que importamos el 70 o el 90 por ciento; en 
arroz importamos casi 80 por ciento”. 
 20
Detalla que fundamentalmente nuestra dependencia se refleja en el déficit 
de la balanza agroalimentaria por granos, sobre todo maíz, trigo, arroz, y sorgo, 
considerados estratégicos para la soberanía alimentaria del país, dada su relación 
con el resto de las cadenas productivas. 
Los riesgos de la creciente dependencia alimentaria de México quedaron 
demostrados cuando un alimento de consumo básico como la tortilla elevó de 
manera abrupta su precio, que pasó de seis pesos en noviembre de 2006 hasta 10 
y 15 pesos en la capital del país y su zona metropolitana, e incluso llegó a los 30 
pesos en estados como Durango, durante los primeros días de enero de 2007. 
Para algunos dicho incremento obedeció a la especulación de las empresas 
transnacionales que acaparan el maíz, otros más como diputados de los partidos 
Convergencia y Verde Ecologista lo consideraron un “truco” para abrir a debate 
nacional la introducción de maíz transgénico. En cambio, la versión oficial atribuyó 
la escasez de maíz a la alta demanda internacional del grano para la producción 
de etanol y al encarecimiento de insumos como el gas y el diesel. 
En respuesta a los aumentos registrados en la cadena maíz-tortilla, el 
gobierno federal dio a conocer el 18 de marzo de 2007 el Acuerdo para Estabilizar 
el Precio de la Tortilla, el cual fijó en ocho pesos con 50 centavos el costo en 
general del producto para el usuario final, mientras que las tiendas de autoservicio 
se comprometieron a mantenerlo por debajo de seis pesos. 
Sin embargo, la firma del acuerdo y su posterior renovación, a finales de 
abril de 2007, fue criticada por diversos sectores de la sociedad que acusaron al 
gobierno de negociar “en lo oscurito” con las grandes empresas trasnacionales 
que –aseguran- acaparan y son responsables del desabasto del grano. 
 21
Un hecho como el antes descrito pone en el centro de la discusión la 
necesidad de revertir el abandono del campo, toda vez que un aumento en los 
precios de los productos agropecuarios impacta en el resto de los sectores 
productivos del país, pues aproximadamente la tercera parte de las empresas 
existentes en México está vinculada con los alimentos. 
Asimismo, este hecho alerta lo que será, de continuar la situación como 
hasta ahora, la apertura total del mercado mexicano de granos en el marco del 
TLCAN, prevista para el 1 de enero de 2008. 
 
 
 
Del ¡pásele marchanta! al “Miércoles de plaza” 
El supermercado borró la marginación y las diferencias sociales a través de la concurrencia de todo 
tipo de consumidores en un espacio: Felipe Torres. UNAM 
 
Se diseminaron por toda la ciudad, ampliaron sus horarios y días de 
operación, desarrollaron alta tecnología de venta, utilizaron sistemas de crédito e 
incluso fueron capaces de integrar hasta los canales especializados como 
tortillerías, carnicerías y lecherías en un mismo espacio. Además, incorporaron 
modelos típicos del abasto tradicional como tianguis o días de plaza dentro de sus 
instalaciones. Las ofertas actuaron como “gancho” para aumentar el número de 
clientes. Incorporaron además productos populares como la tortilla para ampliar su 
 22
penetración e incorporar a la población más marginada que presentaba algunas 
resistencias al sistema moderno. Así llegaron las tiendas de autoservicio. 
De acuerdo con la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y 
Departamentales (ANTAD), en la actualidad suman más de dos mil 
establecimientos de este tipo en todo el país. Del total, 20 por ciento se concentra 
en la capital del país, en donde tienen una participación de 52 por ciento en el 
abasto de alimentos, según cifras de la Dirección General de Abasto, Comercio y 
Distribución de Alimentos, dependiente de la Secretaría de Desarrollo Económico 
del Gobierno del Distrito Federal. 
Apenas 60 años han transcurrido desde la aparición de la primera tienda de 
autoservicio en la Ciudad de México. Era el año de 1946, el mundo celebraba el 
fin de la Segunda Guerra Mundial y México entraba en el periodo conocido como 
el “milagro mexicano”. En ese año se inaugura Sumesa en la Ciudad de México y 
años más tarde aparecen Aurrera, en 1958, Gigante y Comercial Mexicana en 
1962. 
Sin embargo, fue hasta finales de la década de 1970 cuando la capital del 
país y otras urbes fueron abastecidas casi exclusivamente por el comercio 
tradicional, que se daba a partir de mercados públicos y tiendas de barrio, las 
cuales a su vez tenían a La Merced como su principal, si no es que el único, 
proveedor. 
Javier Delgadillo Macías y José Gasca Zamora, en su libro Los Sistemas de 
Abasto Alimentario en México frente al reto de la globalización de los mercados, 
señalan que después de ese periodo, el ambiente económico, la relativa 
estabilidad de los ingresos familiares y la creación de una clase media estable que 
 23
motivó el uso más frecuente del automóvil y del refrigerador en el hogar, así como 
el despegue de las agroindustrias, impulsaron el crecimiento de los autoservicios. 
Para los investigadores de la UNAM, otros factores que impulsaron la 
expansión de estos establecimientos fueron el acelerado crecimiento de la 
población y la expansión de las ciudades a partir de la década de 1940, con lo cual 
la demanda de alimentos se incrementó y creó nuevas exigencias para su 
distribución. 
El Segundo Conteo de Población y Vivienda 2005, elaborado por el Instituto 
Nacional de Estadística, Geografíae Informática (INEGI), revela que de 1940 a 
2005 la población en México se quintuplicó, al pasar de casi 20 millones de 
personas a poco más de 103.3 millones de habitantes. Delgadillo Macías y Gasca 
Zamora destacan que sólo en el periodo 1940-1990, la relación entre la población 
urbana y rural se invirtió, ya que en 1940 el 35 por ciento era urbana, y en forma 
inversa, para 1990 alcanza la proporción de 70 por ciento en esta categoría. En 
este marco, señalan, se consolidaron grandes urbes como las ciudades de 
Guadalajara y Monterrey, así como el Distrito Federal, que fue el primero en 
experimentar el proceso de conurbación con municipios del Estado de México. 
En esta dinámica, algunos centros de abasto que eran tradicionales para la 
población de la ciudad, como el mercado de La Merced y un gran número de 
tiendas asociadas a este espacio comercial, ubicadas en el Centro Histórico, 
quedaron cada vez a mayor distancia de las zonas periféricas, antes habitadas 
sobre todo por población marginal y hacia donde recientemente se ha desplazado 
la población de ingresos medios, altos y muy altos. 
 24
El Segundo Conteo de Población y Vivienda 2005 del INEGI muestra que de 
2000 a 2005, la tasa de crecimiento de la población del Distrito Federal fue de 
apenas 0.24 por ciento, para ubicarse con un total de 8.7 millones de habitantes, 
mientras que la del Estado de México se ubicó en 1.19 por ciento, al contabilizar 
14 millones de habitantes al cierre del quinquenio de referencia. 
El nuevo sistema de abasto alimentario sustentado en el libre comercio, 
atendió en un primer momento sólo a segmentos de mercado que respondían a 
determinados parámetros urbanos, mientras que las zonas periurbanas fueron 
marginadas hasta finales de la década de 1980, cuando entró en su fase 
expansiva. La estrategia en esta etapa fue la apertura de locales cada vez más 
grandes y así se transitó de las tiendas de autoservicio a los supermercados, 
hipermercados y megamercados. Al mismo tiempo se instauró un sistema de 
bodegas y tiendas de conveniencia, junto con los pequeños giros que expenden 
productos de último momento, como cerveza, bebidas gaseosas, botanas, café, 
leche y otros productos de “olvido”. 
“El supermercado ha borrado la marginación y las diferencias sociales a través 
de la concurrencia de todo tipo de consumidores en un espacio. Ya no sólo tienen 
planes de inversión en zonas habitacionales de clase media y alta, sino que 
avanzaron hacia zonas límite con las áreas marginales donde hasta hace menos de 
cinco años era inusual su presencia”, indicó el investigador de la UNAM, Felipe Torres 
Torres, en la ponencia que ofreció durante el I Congreso sobre el Abasto Alimentario, 
celebrado el 23 de noviembre del año 2001 en la Ciudad de México. 
Las tiendas de la globalización, como las denomina Torres Torres, conforman 
el “comercio moderno” al ofrecer al cliente en un sólo espacio toda la despensa 
semanal e incluso la comida preparada, lo cual corresponde con las tendencias de 
 25
la vida moderna en la ciudad, la incorporación de la mujer al trabajo, la necesidad 
de una preparación rápida de los alimentos, la proliferación de parejas sin hijos o 
con un número mínimo de ellos, el índice creciente de hombres y mujeres solteros, 
la tendencia a que la comida fuerte ocurra fuera de casa, así como la 
conveniencia de las compras en horarios abiertos. 
El estudio Tendencias en México, actitudes del consumidor y el 
supermercado, realizado por la ANTAD en 2005, establece que los autoservicios 
captan dos terceras partes de las compras que realizan los clientes. Los productos 
más comprados en estos establecimientos son congelados, precocidos 
congelados y alimentos envasados. En promedio, 99 por ciento de las personas 
consultadas mencionó adquirir frutas y verduras frescas. 
Destaca en los resultados del estudio que los principales factores para la 
selección de alimentos durante 2005 fueron calidad (53 por ciento), precios bajos 
(16 por ciento), alimentos frescos (11 por ciento), y variedad (4.0 por ciento). En 
este sentido, 91 por ciento de los encuestados manifestó que confía por completo 
en la seguridad de los alimentos ofrecidos en los autoservicios. Al respecto, el 
gerente de Categoría de Soriana, Luis I. Dávila declaró a la publicación Al Detalle, 
en octubre de 2006, que el autoservicio, “a diferencia del tianguis, ofrece mejor 
variedad de productos, ya que se pueden encontrar diferentes opciones de 
gramaje y precios; además, se ofrece un lugar confortable, agradable y seguro 
para su experiencia de compra”. 
“Las tiendas de la globalización obtienen suministros directos de productos a 
través de contratos con productores, lo cual les permite mantener una oferta regular y 
de la calidad que demanda el consumidor actual. Cuentan también con su propio 
sistema de transporte que les permite abaratar costos y proveerse de prácticamente 
 26
cualquier región del globo en forma directa. Esto contribuye a una relativa disminución 
de las funciones de otro aparato mayorista como las centrales de abasto”, refiere, por 
su parte, Felipe Torres Torres. 
El investigador universitario agrega que con la expansión de las tiendas de la 
globalización inició la desaceleración de los esquemas tradicionales de abasto. 
Así, declina el mercado público, porque el Estado no está dispuesto a sostenerlo 
por los gastos de mantenimiento que ello le implica; las pequeñas tiendas de 
barrio desaparecen ante la imposibilidad de competir con los precios y el monto de 
ofertas de las grandes cadenas; los tianguis y mercados sobre ruedas disminuyen 
sus rutas e itinerarios y se ven sometidos a una presión constante de la población 
donde se asientan para su desaparición; las carnicerías, tortillerías, lecherías y 
otros establecimientos especializados no pueden sostenerse porque el 
hipermercado cuenta, en un solo local, con todos los servicios a precios atractivos. 
Sobre el marco legislativo del abasto, la presidenta de la Comisión de Abasto 
y Distribución de Alimentos de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, 
Margarita Martínez Fisher, opina que podría retomarse una iniciativa planteada en 
la anterior legislatura para regular la competencia de las tiendas de autoservicio 
que ponen en riesgo a los tradicionales sistemas de abasto como tiendas de 
barrio, misceláneas, pollerías y mercados públicos. 
“Es una de las cosas que hay que trabajar muy bien porque implica también a 
quienes proveen abasto en la ciudad, como son las grandes tiendas de autoservicio, 
que también cumplen una función social. Vale la pena aquí llegar a un consenso, que 
no se genere una competencia negativa, sino que haya competencia virtuosa, 
especializada, y que al final le dé al público usuario el mejor precio. Esa es la finalidad 
de todo trabajo en la materia de abasto”, declaró en entrevista la asambleísta del 
Partido Acción Nacional (PAN). 
 27
El diagnóstico de la Dirección General de Abasto, Comercio y Distribución de 
la Ciudad de México indica que en la actualidad existen 315 mercados públicos 
que cubren 20 por ciento del abasto de alimentos en la capital del país. En tanto, 
los tianguis y mercados sobre ruedas representan 18.1 por ciento del abasto con 
mil 66 puntos de venta a la semana. El resto es cubierto por las tiendas de barrio y 
las concentraciones, una nueva modalidad que consiste en la asociación 
espontánea de grupos de comerciantes que al principio se instalaron en zonas 
marginadas, en donde construyeron sus locales en forma irregular con material 
renovable, sobre todo en terrenos propiedad del gobierno del Distrito Federal y la 
vía pública. 
Pese a las carencias de los tradicionales sistemas de abasto, éstos cuentan 
con ventajas como una ubicación estratégica, tradición, trato personal, amplia 
variedad, productos frescos y buena calidad. 
 
 
Y, ¿dónde quedó el Estado? 
Laintervención del Estado para estabilizar precios sólo se justifica cuando la especulación 
distorsiona el libre mercado: Coparmex 
 
Era el 18 de enero de 2007, sólo algunos representantes de los medios de 
comunicación habían sido convocados al acto que habría de celebrarse en la 
residencia oficial de Los Pinos. El anuncio, aunque se hizo temprano, 
aproximadamente a las 8:00 horas de ese jueves, revelaba una actuación tardía 
del gobierno federal ante una problemática que aquejaba a la población de todo el 
 28
país hacía ya varias semanas. La cotización de la tonelada de maíz llegaba a 
niveles estratosféricos y en consecuencia los 300 millones de tortillas que en 
promedio se consumen a diario en México dejaron de ser un producto básico para 
convertirse en mercancía de lujo. En algunos estados del país, el precio del 
kilogramo del alimento alcanzó los 30 pesos durante la primera quincena de 
enero, luego de que dos meses antes, en noviembre de 2006, fuera de sólo seis 
pesos. 
La respuesta oficial había sido hasta ese momento prácticamente nula, no 
obstante la trascendencia del incremento en el precio de la tortilla, cuyo 
comportamiento alcista contribuyó en 2006 con un punto porcentual al aumento en 
la inflación, medida por el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), una 
variable fundamental de la economía. 
No fue sino hasta esa mañana del 18 de enero cuando el recién estrenado 
presidente Felipe Calderón, acompañado de los secretarios de Economía, 
Eduardo Sojo y de Agricultura, Alberto Cárdenas, anunciaron el Pacto para 
Estabilizar el Precio de la Tortilla, suscrito por empresas de la cadena productiva y 
de distribución, organizaciones de productores y sociales. 
El anuncio fue bien recibido por algunos sectores de la sociedad, aunque 
para algunos se trató de una medida que remitía al pasado, concretamente al 
Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento Económico puesto en marcha por el ex 
presidente Carlos Salinas de Gortari al tomar posesión del cargo, el 1 de 
diciembre de 1988, y que consolidó la transición de un “Estado benefactor” a un 
“Estado solidario”, partidario de la liberalización del comercio. 
 29
La problemática generada en la cadena maíz-tortilla hizo evidente el retiro 
que desde la década de los años 80 del siglo XX mostró el Estado de los 
programas de abasto y comercialización de alimentos. Además, trajo a la 
discusión el tema de los subsidios y la necesidad de contar con una política y un 
marco regulatorio que garantice un abasto suficiente y a buen precio en el país. 
Entre 1970 y 1980, el Estado adoptó una estrategia para modernizar el 
sistema comercial y el sistema de abasto nacional orientada a la intervención 
directa. En este contexto, la Compañía Nacional de Subsistencias Populares 
(Conasupo), creada en 1961 y organismo público descentralizado desde 1965, 
tuvo al principio como función principal la compra-venta de productos como maíz, 
arroz, frijol y sorgo a precios de garantía. 
A partir de 1975, Conasupo consolidó su aparato administrativo y fundó 
filiales para la rehidratación de la leche (Liconsa), distribución de productos 
básicos (Diconsa) e industrialización de maíz y trigo (Minsa y Triconsa), aunque se 
debe reconocer que tal política sólo benefició a algunos centros urbanos y no 
impactó de manera importante en la estructura de precios del medio rural. 
En 1980 se creó el Sistema Nacional para el Abasto, que buscó una política 
intermedia para propiciar el desarrollo del sector privado y modernizar los centros 
de acopio, los sistemas de abasto y las centrales de abasto. En este marco, se 
desarrolla el proyecto para modernizar el mercado de La Merced y que buscó 
trasladar sus operaciones a la Central de Abasto de la Ciudad de México, la cual 
fue inaugurada en 1982. 
En un seminario titulado Los sistemas regionales de abasto alimentario en 
México frente al reto de la globalización de los mercados, celebrado en la UNAM, 
 30
los días 9 y 10 de noviembre de 1992, el presidente de la entonces llamada 
Comisión de Ecología de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, 
Demetrio Sodi de la Tijera, advertía sobre la inexistencia de programas de 
modernización para las centrales de abasto del país, la desregulación del abasto 
alimentario y la poca importancia que confería la Secretaría de Comercio –hoy 
Secretaría de Economía- al comercio interno, al priorizar la promoción del 
intercambio comercial con el exterior. 
Y es que en 1986, el mismo año en que México ingresó al GATT, el Banco 
Mundial sometió a la consideración del gobierno mexicano un documento donde 
se sugieren varias medidas de política económica para el sector agropecuario que 
incluían la promoción de la agricultura de exportación y reformas comerciales, 
control de subsidios, desregulación de precios y del mercado, así como gasto 
público e inversión en la agricultura. Estas medidas fueron instrumentadas por el 
gobierno mexicano. 
A dos décadas de distancia, el tema del control de los subsidios, la 
desregulación de precios y del mercado sigue siendo tema de confrontación entre 
las distintas fuerza políticas en el país. 
Con motivo del alza en los precios de la tortilla, asambleístas del Partido de 
la Revolución Democrática (PRD) en la capital del país, con la oposición de los 
diputados de Acción Nacional, exhortan al Ejecutivo federal, Felipe Calderón, y al 
secretario de Economía, Eduardo Sojo, para que asuman su responsabilidad 
sobre el control del precio del producto y tomen medidas para garantizar el abasto 
del maíz y no afectar el bolsillo de millones de mexicanos. 
 31
El diputado perredista Sergio Miguel Cedillo, quien presenta al pleno de la 
Asamblea Legislativa del Distrito Federal el punto de acuerdo, manifesta que 
“cuando se trata de apoyar a los banqueros sí se habla de apoyos directos, pero 
cuando se trata de rescatar a los productores nacionales se rechaza la aplicación 
de subsidios directos a los productores de maíz”, con lo cual responde al 
secretario de Economía, quien en declaraciones descarta regresar al esquema de 
control de precios en los productos básicos y apoyar con subsidios a este sector. 
El entonces presidente de la Confederación Patronal de la República 
Mexicana (Coparmex), Ricardo González Sada, señala que el Estado tiene la 
prerrogativa de regular y castigar a los acaparadores, con lo que justifica la 
intervención del gobierno para estabilizar precios cuando la especulación 
distorsiona el libre mercado. 
De acuerdo con un cable de la agencia Notimex, publicado días después del 
anuncio oficial del Pacto para Estabilizar el Precio de la Tortilla, el dirigente 
patronal asegura que el gobierno y la Comisión Federal de Competencia (CFC) 
tienen todos los elementos para asegurar el correcto funcionamiento del mercado; 
sin embargo, aclara que una política de control de precios no es el escenario más 
deseable. 
En el mismo sentido, la presidenta de la Comisión de Abasto y Distribución 
de Alimentos de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, Margarita Martínez 
Fisher, considera que por ningún motivo sería conveniente retornar a la política de 
precios controlados por parte del Estado, al señalar que este esquema beneficia 
sólo al intermediario. 
 32
“Si en un momento dado se necesita apoyar a gente porque suben los precios, 
como pasó con la tortilla, pues sí hacer un acuerdo para regular estos precios que son 
muy complejos, pero si hay apoyo para la gente que tiene mayor necesidad hay que 
dar el subsidio directo al usuario final y no al intermediario”, puntualiza en entrevista la 
diputada del PAN. 
En cambio, el vicepresidente de la misma comisión en la ALDF, Miguel Sosa 
Tan, se pronunció a favor de regresar al esquema de control de precios. “Tenemos 
situaciones muy disparadas, ¿ésas quién las controla? Necesitamos regresar a 
ese esquema”. 
Al rechazar que esta políticava en contra de la tendencia hacia la 
liberalización de los mercados, el legislador capitalino del Partido de la Revolución 
Democrática (PRD) sostiene que si no se regula “¿cómo podemos garantizar que 
el ingreso que se tiene por familia pueda cubrir parte de la canasta básica. Si 
ahorita revisamos cuál es el salario mínimo contra la canasta básica nos daremos 
cuenta que el primero no alcanza”, apunta. 
Sobre este tema, la especialista del Instituto de Investigaciones Económicas 
de la UNAM, Eugenia Corre, advierte que el gobierno federal avanza de manera 
peligrosa hacia una desregulación de precios que deteriorará aún más el salario 
de los trabajadores. Una prueba es el precio de la tortilla. Esa tendencia –alerta- 
favorecerá a los monopolios en perjuicio del empleo, que no podrá ser impulsado 
como lo ofreció el presidente Calderón durante la pasada campaña presidencial. 
 
 
 
 
 33
Comer sano y ¿a buen precio? 
La búsqueda de un cuerpo “esbelto y sano” ha propiciado una cultura de lo ligth: Alberto Rivera 
Márquez. UAM 
 
Debido a las condiciones de bajos salarios, en México, 65 por ciento del 
consumo alimentario familiar cotidiano está formado todavía por productos 
frescos, y sólo 35 por ciento corresponde a los industrializados. Con ello, después 
de más de 50 años de industria alimentaria en el país, los bajos ingresos aparecen 
como una ventaja al conservar una base alimentaria más pertinente que la 
moderna, con un patrón de consumo alimentario tradicional, señala la socióloga y 
economista de la UNAM, Yolanda Trápaga Delfín. 
En su ponencia “Influencia de la apertura comercial en el patrón alimentario 
del mexicano actual”, durante un coloquio organizado por el Colegio Nacional 
refiere que una investigación hecha en Estados Unidos sobre niveles de 
desnutrición en su población revela que la comunidad mejor alimentada era la 
primera generación de inmigrantes mexicanos. 
Sin embargo, lamenta que mientras los países industrializados tienen y 
desarrollan políticas de salud pública tendientes a abandonar un patrón 
alimentario globalizado, debido a sus efectos perniciosos entre la población, en 
México se adopta crecientemente este patrón y se desplaza lo que debiera ser 
una política oficial, sólida y coherente, que preserve las virtudes todavía vigentes 
del patrón generado durante siglos. 
Además de proveer nutrimentos al organismo, la alimentación es eje de la 
vida social del hombre, elemento de comunicación y factor de socialización. En 
este contexto, el desarrollo social y económico alcanzado por una sociedad 
 34
determina en gran medida las formas de producción, distribución y acceso a los 
alimentos. En la actualidad, los ingresos disponibles desempeñan un papel 
determinante. 
De acuerdo con las Encuestas Nacionales de Ingresos y Gastos de los 
Hogares que realiza el INEGI, la alimentación representa el renglón de mayor 
importancia cuantitativa y estratégica de las familias mexicanas. Sin embargo, 
muestra proporcionalmente un descenso. 
Así, mientras en 1984 la alimentación representó 44.5 por ciento del gasto 
monetario total, en 1994 disminuyó poco más de 10 puntos porcentuales al 
situarse en 33.6 por ciento y en 1996 llegó a 35.7 por ciento. En tanto, de acuerdo 
con la encuesta más reciente, en 2006 dicha proporción descendió hasta 29.4 por 
ciento. 
En su libro Alimentación y Abasto en la Ciudad de México, el economista 
Felipe Torres Torres señala que la relación ingreso-gasto establece al mismo 
tiempo límites para la población en cuanto a la cantidad y calidad de los productos 
que consume. Esto implica que la población demanda y consume productos de 
diversos precios y calidades, así como en diferentes cantidades, hecho que origina 
una estratificación en la sociedad y por lo tanto diferencias en la dieta en relación 
con su calidad. 
La búsqueda de un cuerpo “esbelto y sano” ha propiciado una cultura de lo 
ligth, en la que se pagan sumas elevadas por productos que el mercado considera 
sanos, libres de pesticidas o agroquímicos, “a los que sólo pueden acceder unos 
cuantos”, asegura Alberto Rivera Márquez, especialista en nutrición y medicina 
social de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). 
 35
En contraste, los sectores más pobres incrementaron su consumo de 
alimentos industrializados, como la comida rápida, que tiene un precio más 
accesible, pero no cumple con los requisitos de una dieta nutritiva, lo que genera 
obesidad, sobrepeso y el riesgo de desarrollar enfermedades crónico-
degenerativas, dice en entrevista. 
Las empresas alimentarias diversificaron sus marcas e incorporaron a la 
presentación de sus productos una idea más cercana a lo natural o casero, lo que 
crea en el consumidor la idea de que esa es la mejor forma de alimentarse para 
cuidar su salud y llevar una vida sana. Los precios son mayores, pero el 
consumidor sacrifica su ingreso porque piensa, a veces de manera errónea, que 
gana en calidad nutricional y se diferencia del resto de los consumidores. 
La canasta de alimentos se orienta hacia productos saludables, como 
cereales, barras de granola, galletas, aceites comestibles, bebidas, etc., ya que el 
consumidor está preocupado por tener un balance alimenticio; se demandan 
también productos que reúnan el concepto de practicidad, debido a que el 
dinamismo de las familias mexicanas cada vez es mayor, dice a la revista Al 
Detalle, que publica la ANTAD, el gerente de la Categoría de Comestibles 
Envasados de Soriana, Luis Dávila. 
En la misma publicación, el director de Compras de Abarrotes de Comercial 
Mexicana, Jorge O´Cádiz, menciona como ejemplo que el consumo de productos 
como pescados y mariscos, así como la carne de ave se incrementó debido a sus 
cualidades nutritivas y la difusión de sus beneficios entre los consumidores. En 
cambio, las carnes rojas son relacionadas con enfermedades tipo “vacas locas”. 
 36
Gerardo Torres Salcido, investigador del Centro de Investigaciones 
Interdisciplinarias de la UNAM considera que la preocupación por la comida 
saludable e inocua y las exigencias del consumidor por conocer el origen del 
producto son factores que contribuyen a la concentración de las marcas 
comerciales de alimentos. 
Esta tendencia propicia un cambio en las estructuras de las cadenas de 
distribución, pero sobre todo plantea retos fundamentales para los mercados 
mayoristas como la Central de Abasto de la Ciudad de México, que operan bajo un 
sistema tradicional y sin atender los cambios impulsados por la mundialización del 
comercio de alimentos. 
En la CEDA algunas empresas han logrado ser competitivas al aprovechar 
las tendencias mundiales de empaquetado de productos para mantenerlos frescos 
por más tiempo, así como su certificación para garantizar su calidad e inocuidad. 
 
 
 
 
 
 37
II. La función estratégica de la Central de Abasto de la Ciudad de 
México 
 
La CEDA comercializa entre 30 y 40 por ciento de la producción hortofrutícola nacional, según datos 
del mercado 
 
Garantizar el abasto de alimentos a 20 millones de personas, de esa 
dimensión es la labor de la Central de Abasto de la Ciudad de México. Su 
actividad es estratégica al operar como un centro de acopio y comercialización de 
productos agrícolas y abarrotes. Cumple además la tarea de regular la oferta y 
demanda de un sector estratégico de la actividad económica del país. 
Conocida también como la “bolsa de alimentos de México”, este 
mercado mayorista abastece principalmente a pequeñas tiendas todo servicio, 
mercados tradicionales, tiendas de autoservicio y de conveniencia, así como 
supermercados. Para ello, realiza una intensa actividad al comercializar de 30 a 40 
por ciento de la producción hortofrutícola nacional y otros perecederos. 
Su creación se sustentó en la Ley General de Títulos y Operaciones de 
Crédito y así, el 7 de julio de1981 se constituyó el FideicomisoCentral de Abasto, 
con una vigencia de 99 años. El órgano de gobierno de la CEDA lo constituye el 
Comité Técnico y de Distribución de Fondos, integrado paritariamente por 
representes del sector privado y de los gobiernos local y federal. 
 
 
 
 
 
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De La Merced a “La Chinampera” 
 
El cambio de La Merced a la Central de Abasto fue difícil. En el nuevo mercado era empezar de cero: 
Javier Roca, comerciante de La Merced 
 
Por todos lados había agua. El agua brotaba de los manantiales, de los 
ojos de agua; también del Cerro de la Estrella, sobre todo en temporada de 
lluvias, y bajaba hacia las Chinampas, parajes hechos con carrizos, lodo y ramas 
de árboles, que con sus raíces las mantenían sujetas a la tierra. 
En la época prehispánica, las Chinampas en Iztapalapa fueron hábitat 
de toda variedad de fauna: Garzas, chichicuilotes, cardenales, tórtolas, jilgueros y 
del quetzal. Inmensas parvadas de patos llegaban a reposar, unos emigraban y 
otros preferían quedarse ahí. Carpas, acosiles, ranas y un sinfín de animales 
atraídos por la vegetación, hacían del lugar un paraíso. 
La chinampería fue de gran importancia para la siembra del maíz, la 
lechuga, las acelgas, el betabel, los ajos, la col, el nabo, los romeritos (que eran 
los mejores por su exquisito sabor, gracias al salitre de la región) y las nutritivas 
alcachofas que hicieron de Iztapalapa un pueblo famoso por sus verduras. 
Tras la invasión de los españoles, Iztapalapa fue sometida y así se 
convirtió en un importante soporte para el abasto de maíz, frijol, hortalizas y 
vegetales a la capital. 
Varios siglos después, los días 21 y 27 de abril de 1970, el gobierno de 
la capital del país determinó expropiar las Chinampas para la construcción de la 
actual Central de Abasto del Distrito Federal, lo que representó la destrucción de 
esa herencia prehispánica que fueron las Chinampas. 
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En marzo de 1981 iniciaron las obras y concluyeron en 1982, aunque la 
CEDA inició operaciones hasta el 22 de noviembre de ese mismo año. 
Según información de la propia Central de Abasto, la decisión de 
construir dicho mercado en el predio de las Chinamperas obedeció a un programa 
de reordenamiento urbano, creado ante la problemática que generó a finales de 
los años 60 y principios de la década de los 70, la operación de un megamercado 
como La Merced en el corazón de la Ciudad de México. 
Hacia finales del siglo XIX, el mercado construido en 1883 fue el 
principal núcleo de comercio mayorista del país. Para el siglo XX, durante los años 
40, el crecimiento de La Merced registró un ritmo acelerado y tres lustros después 
el crecimiento urbano de la Ciudad de México provocó el desbordamiento de las 
actividades comerciales del mercado, ocasionando con ello problemas operativos, 
urbanos y ambientales que afectaron sensiblemente al centro de la urbe. 
La Merced fue un mercado abastecedor de la gran ciudad, así como el 
centro de las decisiones para la orientación de la agricultura; a partir de entonces 
se definieron los mecanismos de control de las regiones productoras agrícolas 
mediante el sistema de precios y financiamiento, y los procesos de redistribución 
de productos hacia otros puntos. Su funcionamiento reflejó también la capacidad 
de concentración que había alcanzado la capital del país y la fuerza de los grupos 
de poder comercial que desde aquí dominaban el comercio de alimentos. 
Finalmente, ante la sobresaturación que se había presentado en La 
Merced, junto con las complicaciones urbanas que se generaban en el centro de la 
ciudad, tuvo que cerrarse como mercado mayorista. 
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“Para 1954 o 1955 ya no se podía caminar, porque era tal la afluencia de 
vehículos cargados con productos, todos del interior de la República, que hacían muy 
pesado el tráfico en las calles, entonces el gobierno decidió construir los mercados 
públicos y fue así como se empezaron a construir como a finales de 1955 este 
conjunto de seis mercados: la Nave Mayor, Nave Menor, el Anexo, Comidas, el 
Merced Sonora y el mercado Mixcalco”, recuerda Carlos Villalba López, vendedor de 
limón agrio en La Merced. 
En las condiciones descritas se gesta el proyecto de construcción de la 
Central de Abasto de la Ciudad de México (CEDA) en una zona adecuada, que 
permitiera el descongestionamiento del centro de la ciudad y en donde las 
actividades inherentes al comercio mayorista se desarrollaran en condiciones 
óptimas para el transporte, acopio, almacenamiento y distribución de productos 
alimenticios, con un bajo impacto ambiental. 
Sin embargo, de acuerdo con testimonios de quienes vivieron esa 
transición, el cambio a las bodegas de la Central de Abasto de Iztapalapa no fue 
tan simple. 
El primer impacto fue el transporte, “tenías que tener una camioneta, la 
distancia de La Merced a Iztapalapa es grande, aparte del transporte las maniobras 
obligaron a que la Central trabajara más temprano, allá la gente llega a las tres de la 
mañana, el horario es diferente de cuando estaba en el centro de la ciudad de México, 
ya a las cuatro de la tarde no los encuentra uno”, explica Eduardo Amaya. 
Relata la desconfianza que había entre los pequeños vendedores de La 
Merced para trasladarse a la CEDA y como fue en principio rechazada su 
propuesta de dividir las bodegas en el nuevo mercado para que fueran accesibles 
a los pequeños comerciantes. Sin embargo, señala, al cabo del tiempo las 
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bodegas se subdividieron y así calles completas de comerciantes de La Merced, 
como la de Roldán, fueron trasladadas a la Central de Abasto. 
Carlos Villalba, quien desde hace más de 60 años vende limón agrio en 
el mercado de La Merced, narra que cuando se empezaron a hacer las 
contrataciones para adquirir bodegas en la Central de Abasto se compraban 
prácticamente en planos. 
“Había que dar 45 mil pesos de entrada y luego dar una mensualidad de 
35 mil pesos sin ver nada... En aquellos años nos costaba la bodega dos millones 700 
mil pesos que a la larga se convirtieron en dos mil 700 pesos y actualmente una 
bodega anda sobre los cinco millones o más”. 
Cuenta que la gente que se fue a la Central de Abasto conservó sus 
puestos como un recuerdo, como algo valioso que les recuerda que salieron de La 
Merced, porque en aquellos años hubo muchos comerciantes que ganaron 
bastante dinero en este mercado y eso les permitió trasladarse a la Central de 
Abasto. Yo –refiere- he platicado con ellos y me dicen “es que de aquí salimos”, y 
todos llegamos con una mano atrás y otra adelante. Gracias a su trabajo, a su 
ahorro, a su ayuno, lograron hacer sus centavos y consiguieron estar en la Central 
de Abasto y ahora están bien, asegura. 
Por su parte, Javier Roca, comerciante de 55 años y oriundo de La 
Merced, narra como muchos bodegueros mayoristas de frutas de temporada 
fueron llevados al nuevo mercado construido en Iztapalapa. 
Allá, recuerda, todo estaba muy difícil y no la hicimos, sobre todo por la 
competencia. Había, como en todos lados, zonas buenas, regulares y malas. Señala 
que él y sus hermanos tenían dos bodegas, una era en el pasillo J, “pero es puro kileo, 
como mercado, y nosotros éramos mayoristas, entonces no encajábamos ahí, y la otra 
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en el otro extremo, en la V, pero hasta la fecha todavía le dicen ‘la nave del olvido´ 
porque está muy sola. Entonces tuvimos que vender y nos venimos acá –a La 
Merced-.” 
En la Central de Abasto, señala, era empezar de cero, por lo que fue un 
cambio difícil para los comerciantes y, en algunos casos, los grandes capitales se 
acabaron. Según sus propios cálculos, sólo 10 por ciento de los comerciantes de La 
Merced que fueron trasladados permanecen en el mercado de Iztapalapa. La mayoría 
son nuevos comerciantes, “muchos que vienen de provincia, pero los comerciantes 
originales de aquí –sostiene- todos han quebrado”. 
Sin embargo, una reciente encuesta realizada por el Centro de 
InvestigacionesInterdisciplinarias de la UNAM revela que 64 por ciento de los 
comerciantes mayoristas de la Central de Abasto trabajó en La Merced y se inició 
por tradición familiar. 
 
 
Una ciudad dentro de la capital 
 
“Las cosas aquí en la Central de Abasto han cambiado mucho, ya no se vende como antes”: Celia 
Cervantes, comerciante de la CEDA 
 
 
“Al que madruga Dios lo ayuda” refiere un dicho popular que aquí, en la 
Central de Abasto, es más que cierto. La tarea de comercializar a diario 30 mil 
toneladas de alimentos y productos básicos exige robarle unas horas al sueño. 
Cuando la gran ciudad, donde habitan casi 20 millones de personas, 
toma un merecido descanso, esta pequeña urbe de 328 hectáreas –que equivale a 
más de 55 veces el Zócalo- cobra vida apenas despunta la madrugada, o incluso 
antes. 
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Llegar a la Central de Abasto en las primeras horas de la madrugada no 
es nada difícil. Basta ubicarse en cualquier avenida principal de la ciudad y seguir 
la ruta de cualquier transportista, que a esa hora seguramente se dirige al 
mercado localizado en la colonia Ejidos del Moral, de la delegación Iztapalapa. 
El costo para ingresar a la Central de Abasto en automóvil particular es 
de sólo tres pesos, que deben pagarse en las casetas colocadas en cada uno de 
los cinco accesos al mercado. Por la entrada número uno, ubicada sobre la 
calzada Canal de Río Churubusco, se llega a lo que podría considerarse la 
avenida que divide por la mitad al mercado. Siguiendo por esa vialidad, se 
observan primero, a mano derecha, las oficinas de la Administración y de la 
Policía capitalina. Más adelante, del lado izquierdo, se localiza el área de 
abarrotes y víveres, que comprende los pasillos de la “A” a la “H”, en donde la 
actividad es prácticamente nula en las primeras horas de la jornada. Enseguida se 
encuentra la zona de follajes, flores y hortalizas. Del lado derecho, una amplia 
zona está dedicada a la comercialización de frutas y legumbres, la cual 
comprende los pasillos de las letras “I” a la “X”. 
Al fondo de la avenida principal, del lado derecho, se ubica el área de 
subasta y productores, un importante centro de comercialización que busca 
propiciar y agilizar el comercio directo de los productores; cuenta con una 
superficie de 10.6 hectáreas, distribuidas en cuatro andenes y 620 cajones para 
camiones de carga. Sus operaciones comenzaron en noviembre para la venta al 
gran mayoreo. A diferencia de los sectores de frutas y legumbres, así como el de 
abarrotes y víveres, el mercado de productores es una opción para los 
introductores que comercializan su mercancía a camión cerrado. Un ejemplo son 
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las 32 mil toneladas mensuales de toronja, plátano, naranja y mandarina que, en 
promedio, entran a la CEDA. 
Aunque el arribo de los camiones inicia desde las 22:00 horas, a las 
02:00 de la mañana las actividades son aún escasas, sólo algunas unidades 
permanecen estacionadas en el lugar, como el de José Salazar, quien dos o tres 
veces a la semana conduce un camión cargado de naranjas desde Martínez de la 
Torre, Veracruz, hasta este mercado mayorista. “Aquí llega ya poca carga, la 
mayoría llega directamente a descargar con el cliente. Algunos camiones 
empiezan a llegar desde las 22:00 horas, pero otros, como a las 05:00 horas. Yo 
nada más espero que me paguen mi flete y entonces me regreso”, dice. 
Esta zona, explica un oficial de la policía capitalina, es considerada de 
alta peligrosidad, debido a que los delincuentes aprovechan la oscuridad para 
asaltar a quienes asisten a comprar o a vender. En el lugar deambulan una 
adolescente de no más de 15 años y un menor de apenas unos nueve años, cuyo 
comportamiento refleja los efectos del thiner inhalado. 
En esta zona la subasta disminuyó, explica doña Celia Cervantes, una 
mujer de 61 años quien desde hace casi 25 años labora en este mercado. Según 
expone, las cosas en la Central de Abasto cambiaron mucho. “Ahora los 
comerciantes de aquí compran directamente allá en el campo, a través de un 
‘remitente´ que envía la mercancía y desde aquí se le paga o se le deposita en el 
banco”. 
A diferencia de lo que ocurre en esta zona, en las áreas de carga y 
descarga que rodean el espacio dedicado a las frutas y legumbre la actividad es 
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intensa. Un tráiler de 20 toneladas emplea de dos a cuatro macheteros que 
cobran de 150 a 250 pesos, según el producto y el tiempo que tarde la operación. 
Las tareas de carga y descarga no tendrían sentido sin la labor que 
realizan más de seis mil carretilleros quienes pagan a diario una cuota de 12 
pesos por la renta del “diablito” y cobran en promedio cinco pesos por cada caja o 
bulto de mercancía que trasladan. A esta hora de la madruga es casi imposible 
cruzar palabra con alguno de ellos; el tiempo es dinero, no hay tiempo para el 
descanso y menos si para muchos apenas ha comenzado la jornada que podría 
prolongarse hasta las 17:00 horas, cuando la actividad en este mercado disminuye 
considerablemente. 
Otra de las zonas de la Central de Abasto con gran actividad desde las 
primeras horas del día es la de flores y hortalizas. Según refieren los propios 
comerciantes, a esta área se le conoce ya como la “nueva subasta”, debido a que 
a esta zona llegan pequeños productores para comercializar directamente sus 
mercancías con los comerciantes de la Central de Abasto y los compradores, 
muchos de ellos locatarios de mercados y comerciantes de tianguis y mercados 
sobre ruedas. Sus pasillos interiores son un ir y venir de diablitos cargados de 
lechugas, coles, papas, zanahorias; en los costados de esta gran “nave” camiones 
cargados con toda clase de productos provenientes de diversas regiones del país 
poco a poco se vacían; mientras, los comerciantes venden, compran, regatean, 
cierran tratos a la palabra y sin más ni más entregan gruesos fajos de billetes. 
Durante las primeras horas del día los grandes compradores como 
comerciantes de mercados, tianguis, mercados sobre ruedas o incluso quienes 
compran para grandes cadenas de autoservicios realizan las operaciones de 
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mayor valor. Después, conforme transcurre la jornada el comercio deja de ser 
principalmente mayorista. 
Con el pasar de las horas y al intensificarse las operaciones 
comerciales en este gran mercado la basura se acumula. Así, para las 06:00 de la 
mañana, en el mercado de flores y hortalizas los desechos orgánicos, hojas de 
coliflor, de lechuga, de elote, forman pequeñas montañas. En algunas partes, al 
mezclarse con el agua estos residuos se convierten en una masa que sirve de 
alfombra a los visitantes. 
En cambio, para otros visitantes, como doña Elvia, las montañas de 
desperdicio que poco a poco se acumulan constituyen una oportunidad para 
encontrar algo de alimento. Viuda desde hace 10 años y madre de cuatro hijos, 
viaja dos o tres veces por semana desde Huitzitzilingo, un pueblo cercano a 
Mixquic, con el objetivo principal de abastecerse de rosas aquí en la Central de 
Abasto y revenderlas posteriormente en alguno de los cruceros de la Ciudad de 
México. Sin embargo, cada viaje lo aprovecha también para urgar entre la basura 
y “rescatar” todo aquello que no es “vendible” para los comerciantes de la CEDA, 
pero que para doña Elvia representa la posibilidad de llevar algo de comer a su 
mesa. Con timidez confiesa que al principio sentía pena, pero después se dio valor 
al observar que muchas personas, provenientes incluso de otras entidades del 
país, acuden de manera regular a la “pepena” para su consumo y también para 
revender en sus lugares de origen. 
Y no podía ser de otra forma pues, según las autoridades, cada día la 
Estación de Transferencia ubicada en la Central de Abasto recibe entre 600 y 800 
toneladas de desechos de este mercado mayorista. 
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En el lugar hay tres contenedores para el acopio de residuos orgánicos 
del mercado de flores y hortalizas, de las 7:00

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