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UNIVERSIDAD NACIONAL 
AUTONÓMA DE MÉXICO 
 
FACULTAD DE ESTUDIOS 
SUPERIORES ARAGÓN 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 MÉXICO, DF NOVIEMBRE 2008 
 
 
 
MUJERES PRESIDENCIABLES: DE 
ROSARIO IBARRA A PATRICIA 
MERCADO 
 
CRÓNICA 
QUE PARA OBTENER EL GRADO DE 
LICENCIADA 
EN COMUNICACIÓN Y PERIODISMO 
 
P R E S E N T A: 
HERMINIA GUILLERMINA MIRANDA CARREÓN 
 
ASESORA: 
KARLA SELENE FUENTES ZÁRATE 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
Este trabajo lo dedico:  
 
 
A mis papas Ángela  y Arturo por su amor, sus cuidados y 
porque me enseñaron a perseverar  hasta alcanzar mis sueños 
 
A la mujer que más quiero  
Mi Abue: Guadalupe Lozano Cervantes, por existir    
 
   
 
 
 
 
 
 
A Marilú 
Por ser mí apoyo incondicional 
A Arturo, Ángel y Julio 
Para que  nunca se rindan 
A mi pequeña Susi 
Porque con paso firme demuestra que madura día a día 
A mi bebé Winy 
Por toda  la luz, alegría y cariño que nos da 
 
 
 
 
 
 
 
A mi abuelita  Herminia Miranda (Q.E.P.D) 
 
 
 
 
 
 
Mis agradecimientos 
  
A Dios  
  
 
 
A la Universidad Nacional Autónoma de México   
A la Facultad de Estudios Superiores Aragón  
 
 
 
 
A Reforma e Impacto 
Por su contribución en mi formación profesional 
 
 
 
 
 
 
 
A mi asesora Karla Selene Fuente Zárate 
Por su paciencia   
 
 
 
 
ÍNDICE 
 
PRESENTACIÓN 4 
I.- De la carabina a la curul 7 
Un paso hacia la igualdad 
 La sombra del machismo 
Voto de la democracia 
Emancipación de las damas 
II.- De luchadora social a candidata presidencial: Rosario Ibarra 31 
de la Garza 
Eureka... y no lo encuentro 
El pecado de ser mujer 
Perfil contra perfil 
Segundo aire 
III.- No hay segunda mala: Cecilia Soto González 61 
Grandes trámites 
Salinas, Colosio y el correr de la sangre 
Nace un nuevo partido 
Sin pena ni gloria. La candidatura de Marcela Lombardo 
IV.- Candidatura real: Patricia Mercado Castro 85 
De un México Posible a una Alternativa Social 
 
Mujer de debate 
 
Botarga al acecho 
 
Lucha empatada 
 
 
 
V.- Políticas del futuro 113 
Grandes pasos, pequeños logros 
 
En México... ¿por qué no? 
 
¡Presidenta! ¿Para cuándo? 
 
 
Humo rosa en Los Pinos (A manera de conclusión) 135 
 
FUENTES DE CONSULTA 139 
 
4 
 
PRESENTACIÓN 
En México las leyes y decisiones políticas del país son emitidas, votadas y 
ejercida por hombres, desde la antigüedad hasta nuestros días; sin embargo, el 
sexo femenino buscó desafiar las políticas propuestas por y para hombres y 
emprendió una larga lucha por alcanzar los puestos de elección popular. 
Discriminación, machismo y golpeteo político han sido las constantes para que 
mujeres, independientemente del partido, ideología y estados de la República al 
que pertenezcan, tengan que evitar y soslayar en el ambiente laboral, académico y 
político. 
Sin embargo, el sexo femenino (característica anatómica y fisiológica con que la 
naturaleza dota a cada individuo permitiendo distinguir entre un hombre y una 
mujer) ha podido establecer un nuevo rol de género (construcción social elaborada 
por cada uno de los sexos que implica lo cultural y socialmente establecido) en la 
escena política y ahora las mujeres se consolidan como una nueva opción para el 
electorado mexicano. 
El presente trabajo es una compilación de la labor que han realizado las mujeres 
que buscaron la presidencia de la República, desde Rosario Ibarra, en las 
elecciones del 1982, hasta Patricia Mercado, en el 2006. 
Recurrí al estilo periodístico de la crónica, que de acuerdo con Carlos Marín, en su 
libro Manual de Periodismo este género: 
“El antecedente directo del periodismo actual. Es el relato pormenorizado, 
secuencial y oportuno de los acontecimientos de interés colectivo. Se ocupa 
fundamentalmente de narrar cómo sucedió un determinado hecho; recrea la 
atmósfera en que se producen los sucesos públicos”. 
Durante la lectura de este trabajo, se podrá realizar un recorrido por el tiempo para 
conocer las vicisitudes de las candidatas a buscar “la silla presidencial”, así como 
las batallas ganadas de la mujer en el terreno de la política. 
5 
 
En el primer capítulo se expone una reseña histórica de la participación de la 
mujer en las diferentes etapas de la historia mexicana, incluyendo movimientos 
como la Independencia, la Revolución y la lucha por conseguir el derecho al voto; 
además se muestra cómo el sexo femenino comenzó a ocupar espacios en las 
trincheras políticas y ganar curules. 
En el segundo capítulo se presenta la primera elección de México en que una 
mujer es candidata a la presidencia, Rosario Ibarra. Apareció en la escena política 
apoyada por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y respaldada por 
su larga trayectoria como luchadora social en la búsqueda de desaparecidos 
políticos. 
En el mismo capítulo se contempla la segunda participación de Ibarra en las 
elecciones de 1988, con el fin de buscar despachar en Los Pinos y promover el 
apoyo al Comité Eureka. 
En el tercer capítulo se narra el proceso de 1994, en donde aparecieron dos 
candidaturas femeninas para competir por la presidencia de la República: Cecilia 
Soto quien surge del movimiento social y representa al Partido del Trabajo, y 
Marcela Lombardo Otero, quien es candidata del Partido Popular Socialista (PPS). 
Ambas tuvieron vivieron unos comicios perturbados por la muerte del candidato 
priísta Luis Donaldo Colosio. 
En el cuarto capítulo se narra el proceso electoral más reciente en donde Patricia 
Mercado, candidata del partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina acaparó 
la atención de los votantes durante el 2006, en un proceso electoral cuestionado, 
que hasta la fecha. 
Finalmente, en el quinto capítulo se muestra un panorama de cuáles son los 
avances que han tenido las mujeres en su paso por la escena política, a nivel 
local, nacional e internacional, cómo es que logra abrirse nuevamente la brecha 
para que el sexo femenino continúe picando piedra para conseguir más escalones 
en la difícil carrera del género femenino en la política. 
6 
 
Este recuento de la participación de la mujer en la política mexicana lleva a lector 
a la reflexión sobre el posible papel del sexo femenino en los próximos procesos 
electorales, lo cual es una historia que aún está por contarse. 
  
 
8 
 
I.- UN PASO HACIA LA IGUALDAD 
En la historia de México se pueden contar 56 presidentes de la República, desde 
Guadalupe Victoria hasta Felipe Calderón; sin embargo en sólo tres elecciones 
participaron mujeres, pero… ¿qué pasó en el país para que el sexo femenino no 
tenga impacto en los meollos de la política del país? 
Hace más de dos siglos las féminas viven ocupadas en el cuidado de los hijos y el 
esposo, preocupadas por mantener las buenas costumbres y una familia unida, ya 
que la educación y la política se consideraban innecesarias para su vida cotidiana. 
El rol de la mujer gira en torno a las labores del hogar, alejada de los libros, el 
empleo y excluidas en su totalidad de la política, al considerarse como una tarea 
masculina, principalmentede criollos o peninsulares, porque los indígenas eran 
menospreciados. 
A nivel nacional, el país vive bajo la lupa de los españoles, con trabajos 
sacrificados e insuficiente salario que alcanzan sólo para mantener a una familia 
muerta de hambre, ello fue finalmente una de las causas para el estallido del 
movimiento de Independencia, liderado por el cura Miguel Hidalgo I. Costilla. 
Al detonar la guerra, la participación del género femenino fue silenciosa, sigilosa, 
pero constante; en algunas ocasiones toma parte activa y decidida dentro de la 
lucha y en otras apoya con palabras de aliento a los combatientes. 
Las primeras mujeres que participan en los movimientos armados y cambiaron su 
rol de amas de casa, fueron: Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Gertrudis 
Bocanegra, mujeres precursoras de la Independencia; pertenecían a familias 
acomodadas, con fortuna para apoyar a los insurgentes en su lucha por la libertad. 
Olvidando los prejuicios, dejan atrás el control social y sexual, para convertirse en 
instrumentos perfectos para filtrar información, del que pocos podían sospechar, 
para lograr el levantamiento armado. 
 
9 
 
Sin embargo, que los hombres contaran la historia influyó para que el papel de 
Domínguez y Vicario no tuviera el reconocimiento que les correspondían en el 
Grito de Independencia ya que durante la conformación de México libre y hasta 
hace algunos años, la política y los políticos tenían una visión androcentrista, es 
decir, se había creado para y con varones. La mujer no podía participar en la 
política por su rol de madre. 
Una de las primeras mujeres que participa en cuestiones políticas fue María 
Josefa Ortiz de Domínguez, esposa del corregidor de Querétaro, Miguel 
Domínguez, quien tuvo un papel prioritario en la rebelión de indígenas y criollos 
por la libertad. 
Doña Josefa Ortiz de Domínguez queda huérfana desde muy pequeña y su 
hermana María Sotero toma su tutela y la envía al colegio de Las Vizcaínas, 
donde tuvo contacto con las ideas liberales, de igualdad entre hombres y mujeres 
que procedían de Europa y que influyeron en su decisión para colaborar en el 
movimiento independentista. 
En 1791 conoce a Miguel Domínguez, con quien contrajo matrimonio y a quien 
convence para prestar su casa y fraguar el plan de Independencia. Por las noches, 
en su domicilio se celebran juntas de los conspiradores, las cuales eran 
disfrazadas como veladas literarias. Entre las personas que se reunían estaba don 
Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Abasolo. 
Tras varias reuniones, se determinó que el movimiento insurgente iniciaría el 
primero de octubre de 1810, pero quince días antes, Joaquín Arias delata la 
conspiración, por lo cual doña Josefa se apresura a comunicar tal noticia a Ignacio 
Allende para adelantar los planes. 
De acuerdo con Natividad Gutiérrez, en el artículo Mujeres, patria-nación. México 
1810-1921, publicado en la revista La Ventana, Josefa, precavida y vigilante, 
convence al alcalde Ignacio Pérez que si se descubría el plan lo llamaría a su 
puerta dando tres golpes sobre el techo de la habitación que él ocupaba. 
 
10 
 
Por lo cual, el día que escucha la señal sale precipitado a la calle, se acerca al 
zaguán de la corregidora, donde ésta le comunica lo que pasaba y le encarga que 
avise a Allende, quien estaba en la villa de San Miguel el Grande. 
Sin embargo, para Natividad el único acto heroico de doña Josefa Ortiz de 
Domínguez no fue ni la elaboración o transmisión de ideales, sino la capacidad de 
emitir un susurro en el momento preciso. 
Josefa y su marido, Miguel Domínguez, toman parte en los planes de conspiración 
a favor de la Independencia, pero una vez que éstos fueron descubiertos su 
marido abandona la causa e hizo encerrarla. Tiempo después la deja en libertad 
para promover las ideas insurgentes; tres años más tarde, en 1813, fue 
encarcelada y acusada de conspiración. 
En 1823, la esposa del emperador Iturbide la invita a participar como Dama de 
Honor de la emperatriz, pero rechaza la invitación y se incorpora a la lucha de los 
republicanos. 
El segundo caso de mujeres que participa directa con movimientos y política fue el 
de María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador (1789-
1842), quien llegó a ser un pilar en la causa de independencia. 
Leona Vicario, como se le conoció, entabló comunicación entre los insurgentes, 
ocultando entre su amplia falda una prensa portátil que permitía la impresión en 
forma clandestina y rudimentaria del periódico El Ilustrador Nacional. 
Hija de un español peninsular y de una criolla noble, Leona Vicario fue educada 
como un hombre, raro en la época, pero su posición económica lo permitía, por lo 
cual tuvo una sólida formación intelectual, acceso a lecturas científicas, religiosas, 
literarias y filosóficas. 
A la muerte de sus padres, quedó bajo el cuidado de su tío, el abogado don 
Agustín Pomposo Fernández de Salvador en cuyo despacho conoció a Andrés 
Quintana Roo con quien coincidió en las ideas libertarías de los insurgentes. 
 
11 
 
Quintana Roo se unió a las fuerzas de Ignacio López Rayón, en tanto Leona 
Vicario, junto con su primo y su hermana, tomaron parte de la concepción del 
proyecto insurgente entre su misma élite donde distribuía la correspondencia de 
los rebeldes, recibía en su casa a los dirigentes y ayudaba a las familias de los 
apresados. 
Gastó el patrimonio que había heredado, vendió sus joyas, envió dinero a los 
insurgentes e información sobre los movimientos políticos y militares y proveyó de 
armas y comida a los ejércitos rebeldes. 
Actos por los cuales fue delatada como conspiradora, aprendida y recluida en su 
casa bajo vigilancia de su tutor; sin embargo, huyó. Meses después fue capturada 
y condenada a permanecer en el convento de Belem de las Mochas, en la capital 
del país, y le confiscaron todos sus bienes. 
Poco tiempo permaneció recluida en el convento porque fue rescatada y 
trasladada a Oaxaca, para reunirse con Quintana Roo, con quien contrajo nupcias. 
Acompañó la tropa de José María Morelos y Pavón, hasta que este último fue 
capturado, ante lo cual la pareja tuvo que refugiarse en la sierra de Tlatlaya, 
Estado de México. 
Andrés Quintana Roo tuvo que huir para seguir con la causa y Leona fue 
descubierta con su primera hija, años más tarde, ambos recibieron el indulto; pero 
fueron exiliados a España. La pareja regresó a la ciudad de Toluca donde él se 
dedicó a ejercer su profesión como abogado y ella se dedicó a escribir obras de 
literatura e historia. 
La participación de Leona Vicario destacó en la guerra de Independencia porque 
editaba de forma rudimentaria el periódico El Ilustrador Nacional y El Ilustrador 
Americano, en donde escribía mediante claves y nombres de personajes literarios 
para aplicarlos a los conspiradores y los insurgentes en el campo de batalla. 
 
12 
 
Asimismo, bautizó con seudónimos a personajes como José María Morelos y 
Pavón, Miguel Hidalgo o Ignacio López Rayón por lo que no sólo es considerada 
como una de las precursoras del movimiento, sino también como la primera mujer 
periodista. 
Doña Josefa Ortiz y Leona Vicario son de las primeras mujeres que influyeron en 
la política, tomaron decisiones en el rumbo del país. Aunque, durante la 
Independencia, otras mujeres de pueblo participaron al hacerse responsables de 
mantener en pie a sus familias y comunidades mientras sus esposos tomaron las 
armas. 
De acuerdo con el proyecto de investigación Mujeres de Latinoamérica en Cifras, 
de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), la colaboración 
de la mujer en la lucha por la Independencia fue punto indispensable para que se 
triunfara, porque fueron quienes estuvieron al pendiente del hogar y la 
manutención del mismo. 
Al término de la guerra de Independencia, la vida de la mujer continúo 
dependiendo legal y económicamentedel varón, ya fuera su padre, su marido o su 
tutor. Su participación política era nula, pues para colaborar primero tuvo que 
cambiar sus roles sociales e incorporarse a espacios extra-domésticos, 
educativos y laborales. 
El género femenino primero tuvo que conseguir su acceso a la escuela de nivel 
medio y superior para ser educadas y, posteriormente, conseguir sus primeros 
empleos. 
El camino no fue fácil, porque no sólo dependía de las acciones tomadas por la 
sociedad, sino el contexto con el cual se desarrollaba la política del México 
independiente. 
 
13 
 
La primera ocasión en que un congreso mexicano convocó a elecciones fue en 
1824; sin embargo, pasarían muchos años para que la figura del Ejecutivo fuera 
elegida en un marco de auténtico estado de derecho y legalidad. 
El pensamiento liberal de hombres como Benito Juárez, Sebastián Lerdo de 
Tejada y Vicente Riva Palacio fue indispensable para crear instituciones que 
educaban a las mujeres. Juárez sabía que la educación era imprescindible para 
forjar un país, por lo que el 20 de enero de 1861 lo plasma en su programa de 
gobierno: 
“Secularizando los establecimientos de utilidad pública, se atenderá también a la 
educación de las mujeres, dándoles la importancia que merecen por la influencia 
que ejercen en la sociedad”, señala el libro México a través de los informes 
presidenciales. La educación pública, México, Secretaría de Educación Pública y 
Secretaría de la Presidencia, 1976. 
La vida política de la mujer continuó siendo escaza, pero en el ámbito educativo 
tuvo sus primeros triunfos. 
Entre 1867 y 1869, de acuerdo con la Ley de Instrucción Pública, no existían 
impedimentos formales que prohibieran a las mexicanas matricularse en la 
Escuela Nacional Preparatoria, aunque fue hasta las siguientes décadas cuando 
las féminas se atrevieron a traspasar las trincheras de la instrucción superior. 
En las esferas oficial y privada se impulsó el acceso femenino a la carrera 
magisterial, al punto que, hacia finales de siglo, la matrícula de la Escuela Normal 
de Profesoras era superior a la registrada en la Normal de Profesores, a pesar de 
los diversos incentivos ofrecidos a los varones para que se sumaran a las filas del 
magisterio. 
De acuerdo con los ideales de la época, las mujeres tenían la suficiente capacidad 
para las tareas educativas, el cuidado moral y material de la niñez. 
 
14 
 
Las primeras en tener presencia en las aulas universitarias fueron los casos de 
Matilde Montoya, quien fue la primera en concluir sus estudios superiores en la 
Escuela Nacional de Medicina, en 1887; le continuaron Columba Rivera (1900), 
Guadalupe Sánchez (1903), Soledad Regules Iglesias (1907) y Antonia Ursúa en 
1908, quienes se recibieron como médico cirujano y obstetra. 
Otras mujeres que representan un hito en la historia cultural del país fueron María 
Asunción Sandoval de Zarco y Dolores Rubio Ávila, cuyas trayectorias 
académicas tampoco fueron fáciles, pero se convirtieron en precedentes de su 
género. 
Los caminos de la cultura y de la formación profesional fue abierto por el 
liberalismo, aunque en forma precaria, para el año 1910 ya eran más de 100 
maestras tituladas y de la Universidad Nacional de México (la Universidad obtiene 
su autonomía hasta 1929) había egresados cinco médicas, dos dentistas, una 
abogada y una química. 
En el naciente siglo XX, la calma aparente del país provoca pequeños avances de 
la mujer en el ámbito educativo y laboral; también se comienza la agrupación del 
sexo femenino en organizaciones sindicales y partidarias. 
En 1904 se integra la Sociedad Protectora de la Mujer, presidida por María 
Sandoval de Zarco, nace la Sociedad Internacional Femenina Cosmos, y para 
1906 se constituyó la Sociedad de Empleadas de Comercio. 
Los avances que logran estas organizaciones fueron la fundación de la academia 
de Comercio y Música, la creación de una bolsa de trabajo, una sociedad de 
enfermeras, una biblioteca y la edición del periódico La abeja. 
Mujeres como la escritora Laureana Wright de Kleinhans redactan libros como La 
emancipación de las mujeres por medio del estudio, Mujeres mexicanas notables 
y, surge, la primera revista Violetas de Anáhuac donde se redacta temas de la 
participación de las mujeres en su época. 
 
15 
 
El pensamiento de las féminas en ese entonces no era sobrepasar la imagen del 
hombre sino colocarse en el mismo nivel de derechos y obligaciones. Las ideas 
que predominan en las mujeres de principios del siglo XX, destacan: 
 “El feminismo mexicano no pretende desbancar al hombre, sino colocarse 
dignamente a su lado”, señalaba Adela López viuda de Herrera, integrante 
de La Sociedad Protectora de la Mujer. 
 “Para conseguir con éxito seguro una emancipación racional y justa, sin que 
abandonemos las faenas del hogar necesitamos asociarnos, formar una 
colectividad en donde las mujeres hallemos enseñanzas que eleven 
nuestras almas”, afirmaba Laura S. de Bolaños Torres, integrante de La 
Sociedad Protectora de la Mujer. 
 “La fuerza masculina distinguió al hombre, no pudo la mujer igualarse con 
él; pero ahora la fuerza intelectual impera, con la educación que equilibra 
sus facultades, la mujer llegará a ayudarle en el desarrollo y prosperidad de 
la humanidad”, comentaba Esther Huidobro de Azúa, colaboradora de la 
revista La Mujer Mexicana. 
 
16 
 
LA SOMBRA DEL MACHISMO 
Mientras la mujer buscaba forjarse un lugar en la sociedad, a nivel nacional y 
político se vivía la injusticia derivada de la opresión del presidente Porfirio Díaz, lo 
cual incitó a diversos grupos políticos y a la sociedad en general, a lanzar una 
serie de protestas hasta que estalló la Revolución Mexicana. 
Durante el movimiento armado, las voces de las féminas vuelven a escucharse, 
algunas salen a pelear junto con su pareja y otras usan el periodismo y la literatura 
con publicaciones como: El diario del Hogar, El renovador, El Pueblo y El 
Constitucionalista para difundir las ideas revolucionarias ante la resistencia por las 
arbitrariedades porfiristas. 
Las mujeres tomaron la bandera maderista. Aquiles Serdán estuvo acompañado 
por sus hermanas Natalia y Carmen, esta última uso el seudónimo Marco Serrato, 
su madre Carmen Alatriste viuda de Serdán y su esposa Filomena Valle, quienes 
difundieron las ideas antirreleccionistas, reunieron rifles, pistolas y pólvora, para 
elaborar pequeñas bombas. 
La obra Las mujeres en la Revolución Mexicana, Biografía de mujeres 
revolucionarias, realizado por el Cámara de Diputados, reproduce el discurso de 
Francisco I. Madero, en San Pedro de las Colonias, Coahuila, del 19 de enero de 
1910. 
“Nuestras ideas se han incubado en los corazones femeninos, en esos corazones 
tan nobles, tan abnegados, siempre prontos para aliviar las penas de los 
semejantes y, aunque a la mujer no se les considere el derecho de inmiscuirse en 
los asuntos políticos, ella está siempre lista para inculcar el amor a la patria y a la 
libertad en el corazón de los niños, que serán los ciudadanos del mañana”. 
Sin embargo, un considerable número de mujeres se incorporaron a la lucha 
armada como combatientes, soldaderas y coronelas colaborando en las labores 
de la tropa y desempeñando sus actividades tradicionales. 
 
17 
 
Corridos como La Valentina y La Adelita eran inspirados por las férreas mujeres a 
quienes no les importó pasar penumbras, hambres, cansancio, huidas 
inesperadas, balas perdidas por las batallas y los constantes movimientos de los 
ejércitos. Mujeres que acompañaban a sus padres, esposos o familia, sin importar 
que trajeran a sus hijos a la espalda, con rebozo, pero con su carabina a lado. 
Otras mujeres sobresalientes en el campo de batalla fueron Carmen Parra de 
Alanís, conocida como La Coronela, bajo las órdenes de Antonio I. Villarreal; 
Ramona R. Flores, La Tigresa, y Valentina Ramírez, La Valentina,quienes se 
adhirieron al maderismo con Ramón F. Iturbe; y Carmen Vélez, llamada La 
Generala, quien comando un ejército de 300 hombres en Hidalgo y Cuautepec, 
Tlaxcala, todas con el mismo frente común: la reconstrucción de México, señala el 
libro Las Mujeres en la Revolución, antes mencionado. 
La Revolución y la promulgación movimiento constitucionalista abrieron el camino 
a la promover los derechos de las mexicanas, quienes al término del movimiento 
retoman su intervención en el ámbito educativo y laboral, así como sus primeras 
incursiones en la política. 
El movimiento revolucionario se traduje en el decreto de leyes para mejorar las 
condiciones de vida del género femenino y una nueva herramienta para que los 
políticos tuvieran un discurso enfocado a ellas. 
En 1914 se establece una ley para obtener el divorcio, incluyendo como causal la 
prolongada ausencia del marido. 
Las primeras acciones que se realizaron a favor de las mujeres y sus derechos 
civiles y políticos fueron por el gobernador de Tabasco, el general Francisco J. 
Mújica, en 1925, quien por decreto permite la instauración del primer congreso 
feminista y manda a construir una escuela vocacional para elevar el nivel cultural 
de las mujeres. 
 
18 
 
En Yucatán, el general Salvador Alvarado presentó su programa de regeneración 
social para las yucatecas, de 1915 a 1918, que se enfoca principalmente en 
dignificar el papel de la mujer y su trabajo en el hogar, a través de una intensa 
propaganda para defender los derechos del sexo femenino. 
En 1917, la señora Hermila Galindo del Topete, secretaria particular del presidente 
Venustiano Carranza, solicita al Congreso Constituyente los derechos políticos 
para las mujeres; sin embargo, en la Carta Magna de 1917 se mantuvo reservado 
el derecho al sufragio sólo para los varones. 
Con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, el sexo 
femenino adquirió las primeras consideraciones laborales por su condición de 
madres. El Artículo 123 destacaba que las trabajadoras podían gozar de 
prestaciones por maternidad, no se les podía exigir jornadas laborales nocturnas 
ni actividades pesadas o peligrosas. 
El hecho fue relevante, pues las condiciones económicas, sociales y políticas que 
vivía el país incrementaron la incorporación de las mujeres en el campo laboral, 
sobre todo en la rama textil y la de tabaco. 
Galindo de Topete y Edelmira Trejo de Mellón comienzan la lucha por exigir la 
liberación y el apoyo político al sexo femenino. Ambas fueron pieza fundamental 
de inspiración para que otras mujeres se replantearan los alcances que tenían 
como género. 
 
19 
 
VOTO DE LA DEMOCRACIA 
Las mujeres que lucharon para lograr el derecho al voto, libraron sus primeras 
batallas en diferentes estados de la República, el primer caso en Yucatán, 
apoyadas por el gobernador Salvador Alvarado. 
En 1916 se reunió en Mérida el primer Congreso Feminista, en donde por primera 
vez las mexicanas demandaban, en forma pública y organizada, el derecho a 
tener un trato equitativo, justo y digno como cualquier hombre. 
De acuerdo con la obra Lucha política de las mujeres, compilación del Comité 
Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI, “las mujeres están facultadas para desempeñar 
cualquier cargo público, porque al no tener diferencia alguna entre su estado 
intelectual y el del hombre, es tan capaz como éste para dirigir a la sociedad”. 
Para 1922, Felipe Carrillo Puerto, también gobernador de Yucatán, envía a la 
legislatura del estado una iniciativa para conceder el voto a la mujer. Ese mismo 
año, Rosa Torres G. ocupa un puesto de elección, siendo la primera regidora del 
ayuntamiento de Mérida. 
Al siguiente año, el Partido Socialista del Sureste lanza como candidata a Elvia 
Carrillo Puerto, hermana del gobernador, Beatriz Peniche y a Raquel Azib, como 
diputadas. Todas ganan en las urnas, pero al caer el gobernador, las elecciones 
fueron anuladas. 
En San Luis Potosí, en 1923, el gobernador Rafael Nieto otorga el primer derecho 
a votar, aunque estaba limitado a las que supieran leer y que no pertenecieran a 
ninguna asociación religiosa; pero el gusto les duró muy poco a las féminas, ya 
que al siguiente año se deroga este derecho. 
El mismo año aparecen dos organizaciones femeninas que fueron delineadas en 
el sentido de las demandas de las mujeres organizadas de la época: el Consejo 
Feminista Mexicano que tenía tendencia socialista y la Sección Mexicana de la 
 
20 
 
Unión de Mujeres Americanas, influenciada por el movimiento sufragista 
norteamericano. 
Asimismo, la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR), en 1929, dio un 
impulso a la lucha por el voto de las mujeres. Entre los principios del nuevo ente 
político se declaraba que se ayudaría y estimularía paulatinamente el acceso de la 
mujer mexicana en las actividades de la vida cívica. 
Casi al mismo tiempo surgieron nuevas asociaciones como: el Partido Feminista 
Revolucionario, el Bloque Nacional de Mujeres Revolucionarias y el Congreso 
Nacional de Obreras y Campesinas, quienes fueron apoyadas por el general 
Lázaro Cárdena del Río. 
El PNR aglutina un gran número de obreras, campesinas y familias del sexo 
femenino quienes brindaron el apoyo a la candidatura presidencial de Cárdenas 
del Río, quien tiempo después sería el titular del poder Ejecutivo. 
Entre 1930 y 1933 se celebran tres congresos en el que participan obreras y 
campesinas convocadas por Elvira Carrillo Puerto y Florinda Lazos, la petición 
principal que definen es promover el reconocimiento de la mujer al derecho de 
votar. 
A la par de que las mujeres ganaban terreno en el Nacional Revolucionario, 
continuaba su lucha por el derecho a votar y tener cargos públicos. El siguiente 
paso fue en 1935, cuando el Comité del partido permitió que trabajadoras y 
campesinas del estado de Veracruz participaran en las primeras votaciones 
internas en donde se designaron comités de municipios y de ayuntamientos. 
En el mismo año se creó el Frente Unido Pro Derechos de las Mujeres, dicha 
organización fue conformada por un grupo heterogéneo de maestras, 
profesionistas, veteranas de la Revolución y obreras, entre otras. 
 
21 
 
La importancia de esta organización radicó en el número de afiliadas, pues incluía 
más de 50 mil miembros y su capacidad para encontrar a mujeres tan distintas en 
torno a una demanda principal: ganar la emancipación política y el derecho al voto. 
En el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940) se convocó a 
la formación del sector femenino del partido, integrándose ligas como la 
Orientadora de Acción Femenina, el bloque Nacional de Mujeres Revolucionarias 
y el Partido Feminista Revolucionario. 
De acuerdo con la obra Presencia y transparencia: La mujer en la Historia de 
México, de Enriqueta Muñón, en 1937, luego de movilizaciones y presiones de 
mujeres, Lázaro Cárdenas promete enviar al Congreso una iniciativa para reformar 
el artículo 34 constitucional. 
La iniciativa es turnada al Congreso de la Unión y a las legislaturas estatales; sin 
embargo a unos días de su publicación en el Diario Oficial de la Federación, el 
trámite se detuvo, porque –señala Muñón- “al partido oficial no le convenía que 
votaran las mujeres tradicionalmente católicas e influidas por la iglesia”. 
Aunque las féminas no habían obtenido el derecho al voto, tuvieron sus primeras 
experiencias como candidatas para ocupar puestos de elección popular, 
convencer a los hombres de su época y exponer propuestas para recibir su 
sufragio. 
Para las mujeres que buscaba dedicarse a la política, el ambiente era hostil, 
incluso en el mismo partido que le abría las puertas hombres como el ex 
presidente Portes Gil las veían como comunistas. 
Las primeras mujeres que solicitaron su registro como candidatas a diputadas 
locales de Veracruz fueron María Tinojo y Enriqueta L. de Pulgarón quienes,a 
pesar de contar con el apoyo del partido, sus registros fueron cancelados por el 
Departamento Electoral Nacional. En contraparte, en 1936, en Puebla se autorizó 
que sus mujeres votaran. 
 
22 
 
Ambos actos eran controvertidos a nivel nacional por considerarse que 
contradecían la Constitución Política de 1917, la cual debía de ser reformada para 
otorgar derechos políticos a las mujeres. 
Las féminas siguieron en la lucha por lograr el sufragio. Un año después, el PNR 
permitió participar con su voto a todas las activistas del partido en el Distrito 
Federal, lugar en donde había mayor número de mujeres organizadas. 
Soledad Orozco y Refugio García buscaron ser diputadas en León, Guanajuato, y 
Uruapan, Michoacán, respectivamente, pero no consiguieron el respaldo a sus 
candidaturas, por lo cual solicitaron a la Suprema Corte de Justicia que 
reconociera la supremacía de los artículos 34 y 35 de la Constitución Política de 
los Estados Unidos Mexicanos. 
Ambos artículos concedían la ciudadanía a todos los mexicanos, por encima del 
artículo 37 de la Ley Electoral Federal, que concedía el sufragio solamente a los 
hombres, pero prevaleció la idea de que las mujeres no podían votar ni ser 
votadas sin antes modificar la Constitución. 
En 1938, la transformación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) en Partido 
Revolucionario Mexicano (PRM) significó cambios para las mujeres, entre ellos se 
declaró el Pacto Constitutivo donde se establece que las mujeres tendrán 
completa igualdad con el género masculinos, así como la modificación inmediata 
de la situación de inferioridad que había vivido el sexo femenino respecto al varón. 
A nivel mundial, la condición de la mujer también se modificaba. En la Primera 
Guerra Mundial (1914-1918) las féminas participan en el ámbito laboral, ya que los 
varones luchaban al frente de los ejércitos y ellas se convirtieron en el sustento de 
sus hogares. 
Al término de la guerra las mujeres regresan a sus casas. Al estallar la Segunda 
Guerra Mundial (1939-1945) se volvieron indispensables, pues comenzaron a 
ejercer labores industriales en las fuerzas armadas. 
 
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Al finalizar la Guerra de Guerras, los varones buscan que las mujeres regresen a 
su hogar, pero la expectativa del sexo femenino cambia y no estuvo dispuesto a 
retomar su rol tradicional de ama de casa. 
En México, la lucha hombro con hombro por el voto de las mujeres continuó. La 
campaña presidencial de Manuel Ávila Camacho estuvo acompañada por la 
participación de las mujeres en todo el país; durante su sexenio las incluyó en la 
población amparada por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). 
No obstante, en la campaña electoral para presidente de la República, de 1945, el 
candidato del PRM, Miguel Alemán, tuvo un fuerte contrincante de la oposición, 
Ezequiel Padilla, lo que provocó que el voto de las mujeres volviera a debate. 
Ambos candidatos incluyeron en su discurso el tema del sufragio femenino en 
elecciones federales, pues en esas fechas las mujeres sólo votaban en las 
elecciones locales y esto únicamente en siete estados: Chiapas, Durango, 
Guanajuato, Hidalgo, Puebla, Tamaulipas y Veracruz. 
El 18 de enero de 1946 se celebra la Segunda Convención Nacional Ordinaria del 
PRM, el partido cambia de nombre por el de Partido Revolucionario Institucional 
(PRI) e incluye dentro de su plataforma política la mayor injerencia de la mujer en 
cargos públicos del ente político. 
Tres días después de su toma de protesta como presidente, Miguel Alemán envió 
al Congreso de la Unión la iniciativa para conceder el voto a las mujeres a nivel 
municipal en todo el país. En ella se solicitaba reformar la fracción primera del 
artículo 115 constitucional, la cual fue aprobada y publicada en el Diario Oficial de 
la Federación en los siguientes términos: 
“En las elecciones municipales participarán las mujeres en igualdad de 
condiciones que los varones, con el derecho de votar y ser votadas”. 
A raíz de dicha reforma, el sexo femenino comenzó a formar parte de las 
administraciones de los ayuntamientos y obtener presidencias municipales. Las 
 
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primeras en ganar fueron: Aurora Meza Andraca por Chilpancingo, Guerrero; 
Virginia Soto en Dolores Hidalgo, Guanajuato; y María del Carmen Martín del 
Campo, en Aguascalientes. 
En el Distrito Federal, Aurora Fernández es nombrada delegada en Milpa Alta y 
Guadalupe Ramírez en Xochimilco; como agentes del ministerio público se 
designa a Cristina Salmarán y Gloria León Orantes, y María Lavalle Urbina es la 
primera magistrado del Tribual Superior de Justicia y Territorios Federales. 
Siendo candidato del PRI, en 1951, Adolfo Ruiz Cortines captó la simpatía del 
sexo femenino, ya que en la mayoría de sus discursos mencionaba como 
impostergable que las mujeres se integraran a la vida política. 
Margarita García Flores, dirigente de Acción Femenil del PRI, se entrevista con el 
aspirante a la presidencia en marzo de 1952 para solicitar el voto irrestricto a la 
mujer, está petición es aceptada a cambio de que la propuesta estuviera avalada 
por la firma de 20 mil mujeres. 
En su discurso de toma de posesión como titular del poder Ejecutivo, Adolfo Ruiz 
anuncia que enviaría a las Cámaras una iniciativa para reformar el artículo 34 
constitucional para incorporar de manera definitiva a la mujer en la política. 
El 17 de octubre de 1953 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la 
reforma al artículo 34 constitucional, donde se otorga el derecho a todas las 
mujeres de México, mayores de edad, para sufragar en las diferentes elecciones 
del país, después de un largo camino recorrido. 
La norma para que las mujeres votaran en elecciones se publicó en los siguientes 
términos: 
“Son ciudadanos de la República los varones y mujeres que teniendo la calidad de 
mexicanos reúnan además los siguientes requisitos: Haber cumplido 18 años, 
siendo casados, o 21 si no lo son y tener un modo honesto de vivir”. 
 
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Tras obtener las mujeres el derecho al voto, el padrón electoral se duplicó, y para 
la XLII Legislatura del Congreso de la Unión (1952-1955) se escuchó por primera 
vez la voz de una mujer en el recinto legislativo, la de la diputada federal Aurora 
Jiménez de Palacio. 
 
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EMANCIPACIÓN DE LAS DAMAS 
En 1953 el sexo femenino obtiene el derecho a votar y ser elegida a puestos de 
elección popular, pero en pleno siglo XXI la mujer sigue siendo son excluidas en 
varios órdenes de la vida social, política y económica. 
Los primeros curules ocupado por el sexo femenino fue en la legislatura XLIII 
(1955-1958) de la Cámara de Diputados, donde se escuchó las voces de 
Remedios Albertina Ezeta, por el Estado de México; Margarita García Flores, por 
Nuevo León; Guadalupe Úrsula Flores, por Jalisco, y Marcelina Galindo Arce, por 
Chiapas. 
En el caso de las primeras senadoras fue en la legislatura XLVI y XLVII (1964-
1970) con Alicia Arellano Tapia, por Sonora, y María Lavalle, de Campeche. 
En la década de 1970 las mujeres obtienen nuevas responsabilidades. Griselda 
Álvarez Ponce, fue la primera gobernadora en Colima (1979), y Amalia González 
Caballero de Castillo ocupó por primera vez una subsecretaría de Estado, en la 
Secretaría de Educación Pública (SEP). 
Desde la incursión de estas mujeres en la política hasta el pasado proceso 
electoral, en el 2006, el sexo femenino modifica de manera significativa su 
participación en todos los ámbitos. Ahora podemos ver mujeres taxistas, 
abogadas, ingenieras, arquitectas, panaderas y policías, entre otras actividades 
que fueron consideradas exclusivas para varones. 
De acuerdo con estadísticas del estudio Arranque de un proceso, de la maestra 
María de Lourdes Alvarado del CESU-UNAM, en el ámbito político, de 1964 al 
2001, de un total de 758 senadores, 84 fueron mujeres y 566 hombres. En los 
congresos locales, la participación femenina fuemínima: 14.5 por ciento. 
Esos mismo años, informa Alvarado, el total nacional de diputados era de mil 96; 
937 eran hombres y 159 mujeres. Por mayoría relativa, el porcentaje fue de 87.6 
 
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para hombres y 12.4 para mujeres, y por representación proporcional eran 82.2 
para hombres y 14.5 para mujeres. 
A nivel mundial, los avances fueron significativos e integraron a México al 
movimiento de mujeres en la Organización de Naciones Unidas (ONU), a 
conferencias internacionales para promover la conciencia de los derechos, 
necesidades, preocupaciones e interés del género femenino. Las conferencias de 
la ONU tuvieron lugar en México (1976), Copenhague (1980) y Nairobi (1985). 
La cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer se realizó en Beijing (1995), donde 
189 gobiernos adoptaron la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, a fin de 
eliminar obstáculos para que el sexo femenino participara en todas las esferas de 
la vida pública y privada. 
En la reunión se establecieron 12 ámbitos que provocaban retrasos para la mujer, 
que eran: la pobreza, el acceso desigual a la educación y la insuficiencia de las 
oportunidades educacionales; los problemas para obtener servicios de salud. 
Asimismo, la violencia contra el género femenino, los efectos de los conflictos 
armados en la mujer; la desigualdad en las estructuras y políticas económicas, el 
proceso de producción y la desigualdad en el ejercicio del poder y en la adopción 
de decisiones. 
Los aspectos por los que se pronunciaron las mujeres de todo el mundo es la falta 
de mecanismos para promover el sexo femenino; la escasez de reconocimiento de 
sus derechos humanos y la deficiencia de los medios de información para 
promocionar las contribuciones que hace a la sociedad. 
Al término de la conferencia, las representantes mundiales acordaron que antes 
del 2000, los gobiernos, la comunidad internacional, las organizaciones no 
gubernamentales y el sector privado debían eliminar los obstáculos que 
retrasaban el adelanto de la mujer. 
 
28 
 
A pesar de que a nivel mundial ésta era la preocupación, en México los pasos 
siguen lentos. Después de 54 años de obtener el derecho a votar y ser votadas, el 
acceso a los puestos legislativos para las mujeres es difícil y continúan siendo a 
cuentagotas. 
En cuanto a gubernaturas, luego de Griselda Álvarez, le siguió la priísta Beatriz 
Paredes, de Tlaxcala, en 1987; Dulce María Sauri fue gobernadora interina en 
Yucatán, en 1991 y actualmente sólo hay dos mujeres gobernadoras: Amalia 
García, en Zacatecas (2004-2010) y Araceli Ivonne Ortega Pacheco, en Yucatán 
(2007-2012). 
Otras mujeres han llegado a puestos de relevancia. En la Ciudad de México 
Rosario Robles se hizo cargo del Gobierno del Distrito Federal en 1999. 
En su sexenio como jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador 
(AMLO) (1994-2000) integró un gabinete con equidad de género, por lo cual 
nombra como Consejera Jurídica a María Estela Ríos; en la Secretaría de 
Transporte y Vialidad y después en Desarrollo Económico a Jenny Saltier Cohen y 
en Desarrollo Social, Raquel Sosa. 
Además, Asa Cristina Lauren, en la dependencia de Salud; Laura Iztel Castillo, en 
la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi) y Claudia Scheimbaum en 
Medio Ambiente, esta última fue pieza clave en la campaña electoral de AMLO, y 
actualmente las tres son integrantes del gabinete del “gobierno legítimo”. 
Ese mismo esquema de equidad lo retoma el actual jefe de gobierno, Marcelo 
Ebrard Casaubón, su gabinete está integrado por Martha Delgado, en Medio 
Ambiente; Alejandra Barrales, Turismo (quien renunció el pasado 20 de enero y 
actualmente es presidente del PRD-DF). 
Además, designó a Leticia Bonifaz, consejera Jurídica; María Rosa Márquez 
Cabrera, en Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades del DF; Alejandra 
Toscano, en Autoridad del Centro Histórico. 
 
29 
 
En la contraloría del GDF estuvo Beatriz Cautelan, quien desde enero de 2008 se 
integró como asesora de Ebrard Casaubon; en la Secretaría de Desarrollo 
Económico se encuentra Laura Velázquez Alzúa, en la de Cultura, Elena Zapeda; 
en la Procuraduría Social está Clara Brugada y en el Instituto de Ciencia y 
Tecnología, Esther Orozco. 
A nivel federal, la primera en ocupar una secretaría fue Rosa Luz Alegría en 
Turismo, en 1980, es decir, 28 años después del acceso al voto. Durante el 
sexenio de Salinas de Gortari, María de los Ángeles Moreno es secretaria de 
Pesca y María Elena Vázquez Nava arriba a la Secretaría de la Contraloría 
General de la Federación. 
En el sexenio del priísta de Ernesto Zedillo, Rosario Green está al frente de la 
Secretaría de Relaciones Exteriores y Julia Carabias Lillo es secretaria de 
Recursos Naturales y Pesca (Semarnap). 
En la administración de Vicente Fox Quesada se incorporó a su gabinete un mayor 
número de mujeres, entre ellas: Josefina Vázquez Mota, en la Secretaría de 
Desarrollo Social, cargo que posteriormente fue ocupado por Ana Teresa Aranda 
Orozco; Patricia Espinosa en el Instituto Nacional de las Mujeres; Sari Bermúdez, 
en CONACULTA, y Xóchitl Gálvez Ruiz, en la Comisión Nacional para el 
Desarrollo de Pueblos Indígenas. 
En contraparte a lo que sucedido en el gobierno de la Ciudad de México, a nivel 
federal la mujer mantiene un bajo perfil. En el gabinete del presidente Felipe 
Calderón Hinojosa sólo se incluyó a cuatro mujeres: Patricia Espinosa Cantellano, 
en Relaciones Exteriores; Georgina Kessel Martínez, en Energía; Josefina 
Vázquez Mota, en Educación Pública, y Beatriz Zavala Peniche en Desarrollo 
Social. 
El pasado 13 de enero Zavala Peniche dejó la Sedesol para incorporarse a su 
curul de senadora por Yucatán (2006-2012), cargo que había dejado el 29 de 
 
30 
 
noviembre de 2006 al ser llamada por el presidente Calderón Hinojosa para 
integrarse al gabinete federal. 
En pleno siglo XXI continúa el desafío de lograr una sociedad mexicana justa, 
igualitaria y con equidad de género, que otorgue una ciudadanía plena para todas 
las mujeres del país y deje de pensar en leyes para varones o promovida por ellos. 
Actualmente las mujeres representan el 52 por ciento del padrón electoral, el 
sector femenino es un punto clave para la victoria o la derrota en los comicios. 
Ante este panorama, cuatro mujeres (Rosario Ibarra, Cecilia Soto, Marcela 
Lombardo y Patricia Mercado) buscaron desafiar el sistema político encabezado 
por varones, apoyándose en el proceso de democratización del país y las 
transformaciones estructurales del Estado. 
 
 
 
 
 
 
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II. DE LUCHADORA SOCIAL A CANDIDATA PRESIDENCIAL: ROSARIO 
IBARRA DE LA GARZA 
En 1982 los ojos del electorado mexicano ven una nueva opción en las urnas, a 
través de la voz e imagen femenina de Rosario Ibarra de la Garza. 
En este capítulo, el lector conocerá el proceso electoral de la primera mujer en 
postularse como aspirante a la presidencia de la República Mexicana. 
La candidatura de Rosario Ibarra estuvo arropada con el apoyo del Partido 
Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y por su lucha en pro de las clases 
necesitadas, las causas injustas y la formación del Comité Eureka, tras la 
detención-desaparición de su hijo, Jesús Piedra Ibarra. 
El respaldo al movimiento Eureka se vio reflejado en su primera postulación a la 
presidencia y refrendó en su segunda candidatura en 1988, donde, tras perder las 
elecciones se sumó al movimiento de resistencia de Cuauhtémoc Cárdenas y 
Manuel J. Clouthier, conocido como Maquio, ante un fraude electoral. 
En su primera postulación presidencial Rosario Ibarra se consolida como la 
luchadora social por excelencia, que busca el bienestar de las clases necesitadas, 
desde el movimiento Eureka, con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional 
(EZLN) a través de su visión en una curul del Senado de la República y ahora en 
la campaña de Resistencia Pacíficaque emprendió el perredista Andrés Manuel 
López Obrador, después de la elecciones de 2006. 
Pero aquí un poco más de esta mujer que es protagonista de la historia de México. 
 
 
32 
 
EUREKA... Y NO LO ENCUENTRO 
Después de 20 años de que la mujer obtuvo el derecho a votar y ser votada, se 
postula la primera candidata a la presidencia: Rosario Ibarra de la Garza. 
Su frágil figura contrastó, y aún lo hace, con el enorme espíritu de lucha por la 
justicia social, la libertad, las causas de las clases menos favorecidas y la labor 
contestataria que la caracteriza, con la que rompe los esquemas de la política. 
Luego de ver el nombre de varones en las boletas electorales apareció el de una 
mujer en la elección de 1982; sin embargo, Ibarra de la Garza se distinguía más 
por ser luchadora social en pro de los desaparecidos que política. 
Su lucha incansable por encontrar a su hijo, Jesús Piedra Ibarra, desaparecido en 
el periodo del presidente Luis Echeverría, le abrió el camino para establecer una 
nueva forma de hacer política, buscan que se respeten los derechos humanos y, a 
través de su figura, darles voz a los desprotegidos. 
Cita Magdalena Mulia, en su libro La utopía posible de la sociedad no represiva, 
que Elena Poniatowska describe a Ibarra de la Garza, como: “Nunca he visto un 
ser tan absolutamente trabajador por el sufrimiento, pero trabajo en el sentido de 
que la ha pulido, que la han adelgazado hasta ser puro espíritu, pura fuerza de 
voluntad vuelta hacia su hijo, Jesús Piedra Ibarra”. 
A sus 80 años Rosario Ibarra se define como una mujer “fuerte y calluda”, como 
dicen en su tierra natal Saltillo, Coahuila, aclara que proviene de familia longeva, 
no tiene tendencias suicidas y se cuida mucho cuando cruza las calles. 
“El pueblo me quiere, el pueblo es mi amigo, mi compañero de lucha y si algo me 
llega a pasar, volteen a ver a Los Pinos, a Palacio Nacional, a la Secretaría de 
Gobernación y a la Defensa Nacional, y quizás a la Procuraduría General de la 
República porque los he molestado mucho”, pronunció Ibarra durante la entrega 
de constancias a Mujeres Promotoras Legales, el 8 de marzo del 2008, 
acompañada por el jefe de gobierno Marcelo Ebrard. 
 
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La vida de Rosario Ibarra, que inicia el 24 de febrero de 1927, trascurre entre 
Coahuila, Nuevo León y la Ciudad de México, nace en una familia donde su padre, 
Valdemar Ibarra Ramírez, era bondadoso, gentil, lleno de caballerosidad para su 
madre, Concepción de la Garza Villarreal, y para sus hermanos, Valdemar y 
Artemisa Zenaida. 
Recuerda que desde pequeña su padre le enseñó a ver el mundo con ojos de 
mujer liberal que se enfrentaba a sus tíos, quienes tenían ideas machistas y le 
decían: “Ustedes las mujercitas no se pueden subir a los caballos, pero mi padre, 
siempre categórico, nos decía: 'las amazonas y las valquirias montan, súbase mi’ja 
al caballo'. Luego: 'las mujeres no se pueden subir a los árboles y andar de 
marotas', pero él me decía, 'claro que sí mi’ja se puede subir a los árboles'”. 
Añade que muchas veces su padre le dijo que las mujeres pueden hacer todo 
hasta lo que no puede un hombre: parir, tener hijos y moldear su cerebro, que 
para la mujer es materia maleable. 
“Fui afortunada por el lado de mi padre. Mi abuela materna, Adelaida Villarreal, 
también era así quien era viuda, con ocho hijos y que escribió al Congreso de 
Nuevo León para que le dieran el voto a la mujer. 
“Fue la única vez que vi llorar a esa mujer, que era un roble. ¿Por qué lloras 
abuelita? 'Después te digo' —me dijo mi padre—. Ella quería que las mujeres 
votaran y fueran votadas”, recuerda la actual senadora ante mujeres promotoras 
legales, el 8 de marzo del 2008. 
Advierte que guarda la carta donde le contestaron “la bola de machos del 
Congreso de Nuevo León” que no podía votar porque las mujeres no estaban 
preparadas para ello. 
La resistencia y lucha por la igualdad en la vida de doña Rosario Ibarra se puede 
decir que fue heredada de su abuela, de la cual platica en Rosario Ibarra de 
 
34 
 
Piedra: paradigma materno ante la ignominia, de Melisa Cardoza, que era una 
mujer de ideas anarquistas. 
“Cada 21 de marzo hacía con sus propias manos unos botones con los colores de 
la bandera mexicana y el texto “El respeto al derecho ajeno es la paz” y los 
repartía a sus clientes y a otras personas que encontraba por la calle. Tenía una 
panadería llamada La voz del pueblo, ella montó ese negocio sin saber hacer 
pan”. 
De sus años mozos, recuerda que se hablaba de Vietnam, país donde la mujer 
tenía que rendir pleitesía a su padre, a su esposo y después a su hijo; pero, con 
voz orgullosa, asiente que ella en México hacia lo contario, le rendía amor a su 
padre, a su esposo y a su hijo. 
“Primero fui la hija del señor Ibarra, después fui la esposa del doctor Jesús Piedra 
y después fui la madre de Jesús Piedra Ibarra, el guerrillero. Nunca, hasta cuando 
empecé a luchar por ese hijo, abrí el camino para luchar y defender sólo a mi hijo, 
sino a todos los que como él quisieron cambiar la vida de los miserables de este 
suelo. 
“Sigo siendo Rosario Ibarra de Piedra por mi esposo, me enorgullece el Ibarra de 
la Garza por mi padre, pero quiero ser Rosario Ibarra, la que lucha por la libertad, 
por la justicia y por los derechos para todos”, expresa. 
Cuenta doña Rosario Ibarra que en su vida la figura de la mujer fue fundamental 
para su desarrollo como esposa y madre. Ahora, también para consolidarse 
diariamente como política, pero marcada por la lucha social y el encuentro de su 
hijo. 
Durante la década de 1970, en México existían varias guerrillas, como las de 
Genaro Vázquez Rojas, Lucio Cabañas, la Liga 23 de Septiembre, y otros grupos 
urbanos, por lo cual el Estado había puesto en marcha un plan basado en las 
acciones del Ejército y las Brigadas Blancas. 
 
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Estas acciones lograron eliminar a los cabecillas de las guerrillas y desmantelar 
las bases de apoyo de los grupos urbanos revolucionarios, al llevarlos a la cárcel o 
desaparecer a sus integrantes. 
En este contexto del país, Rosario Ibarra inició su participación social en 1973, por 
una desgracia, que hasta la actualidad la mantiene firme en sus convicciones, sus 
discursos y sus acciones. 
La desaparición de Jesús Piedra Ibarra, el 25 de noviembre de 1973, ocurre en un 
enfrentamiento entre policía y grupos armados, el joven estudiante de medicina 
fue acusado de pertenecer a la Liga Comunista 23 de Septiembre, que era una 
organización guerrillera, por lo cual huyó. 
Rosario Ibarra recuerda que tras el enfrentamiento, la policía irrumpió en su casa 
violentamente, se llevaron prendas de vestir, libros e insistentemente preguntaban 
por 500 metralletas; entraron al cuarto de sus hijos. 
El cateo no fue lo único que sufrió la familia Piedra Ibarra por las acusaciones de 
que su hijo era parte de la guerrilla, ya que, cuatro meses después, su esposo, el 
doctor Jesús Piedra Rosales fue detenido, encarcelado, maltratado y torturado con 
ácido. 
Después de casi dos años de vigilancia constante en su casa, el 18 de abril de 
1975 se retiró la guardia policiaca y por ende, la familia entendió que se detuvo a 
su hijo. El 30 del mismo mes, el periódico El Norte informaba: Han capturado a 
Jesús Piedra. 
Aquel día -señala en entrevista Rosario Ibarra para Magdalena Mulia- la policía 
judicial del estado de Nuevo León y algunos agentes de la corporación federal 
secuestraron en la ciudad de Monterrey a mi hijo, Jesús Piedra Ibarra, en una 
detención-desaparición, como se les llamaba entonces. 
 
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“Ese fue el inicio de mi participación directa en la lucha por el cambio social en 
este país, aunque tengo que decir que jamás estuve aislada como un ente 
enclaustrado en torre de marfil”, comenta a Mulia. 
Con base en el informe de la Comisión de Derechos Humanos, 125-U 
EXP.CNDH/PDS/90/NL/N00062.000, seadvierte que un expediente del Centro de 
Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) del 19 de abril de 1975, se informa: 
 “Monterrey. Detención e interrogatorio de Jesús Piedra Ibarra (o) "Rafael" [...] En 
el interrogatorio que se le ha hecho hasta este momento a Jesús Piedra Ibarra, 
dice que es miembro de la Liga Comunista 23 de Septiembre y que su comando lo 
forman Héctor Torres González (o) "Mario"; quien está al frente del comando, 
Edmundo Medina Flores (o) "Arturo", Eufemia Belem Almanza Villarreal (o) 
"Dolores" y "Joaquín" a quien tiene poco de conocerlo, ya que él vino de un estado 
del centro de la República para reforzar el grupo al que pertenece [...]” 
Según el documento de la CDHDF, que se presenta en el libro Las madres de los 
desaparecidos de Elizabeth Maier, Piedra Ibarra declara que tenía parque, pintas, 
un rifle 243 que le fue entregado por Miguel Torres Enríquez (o) "Dr. Ulises" para 
que llevara a efecto la ejecución del señor Carlos Solana Macías, director de la 
Policía Judicial del estado [...] 
Otros expedientes del mismo informe de la CDHDF comentan que Piedra Ibarra 
fue detenido por elementos de la Policía Judicial del estado de Nuevo León al 
mando de Carlos G. Solana Macías, agentes que intervinieron en la detención: 
Javier Cortés, Manuel Meuriez, Gustavo Melo Palacios, Donato Granados Cuevas, 
Pedro Canizales y Ariel Salazar Castañeda, en cuyo rancho en el ejido "Los 
Remates" fue torturado Jesús, hecho que le valió un ascenso a Salazar 
Castañeda. 
El 18 de junio de 1975 la familia Piedra Ibarra supo, a través de una fuente de 
probada credibilidad que Jesús estaba en el Campo Militar Número Uno, repuesto 
de las salvajes torturas a las que fue sometido. 
 
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En abril de 1976, los medios de comunicación publicaban que Jesús había sido 
detenido, pero el gobierno negó tal hecho; 
De acuerdo con los documentos, el hijo de la actual senadora, permaneció allí 
hasta finales de 1976, fecha en que fue conducido a Santa Martha Acatitla en 
compañía de otros detenidos-desaparecidos. 
Posteriormente, se especula que estuvo en diversas cárceles clandestinas en el 
país, siendo posible obtener la última información en enero de 1984, en el sentido 
de que se encontraba en una cárcel clandestina en el Distrito Federal; sin 
embrago, no fue confirmada. 
Doña Rosario Ibarra comenta que tras la desaparición de su hijo buscó por todas 
las instancias de Nuevo León obtener respuestas, mismas que nunca le dieron. 
“El 18 de abril de 1975 secuestraron a mi hijo y ya no supe de él, hice todo lo que 
pude en las instancias regiomontanas pero no me dieron respuesta; me trasladé al 
DF ese 5 de mayo”. 
Desde entonces, inició el largo peregrinar por las oficinas de gobierno, llegando a 
entrevistarse 39 ocasiones con el ex presidente Luis Echeverría, quien, en una de 
ellas, le dijo: "Ya he girado instrucciones para que le resuelvan el problema", pero 
la solución hasta hoy no ha llegado. 
En entrevista con la reportera Melissa Cardoza, para La Jornada, Ibarra recordó 
que venía a la Ciudad de México por 20 días, porque pensaba que aquí 
funcionaría la justicia, pero en vez de eso se encontró con otras mujeres, madres, 
esposas y hermanas que andaban en los mismos trámites que ella. 
Así, al correr del tiempo, este grupo de madres y familiares de desaparecidos y 
presos políticos se juntaron y formaron, el 28 de abril de 1977, el llamado Comité 
Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos de 
México. 
 
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“Me trasladé a la capital pensando que quizás la voz presidencial de Luis 
Echeverría, autoritaria en grado superlativo en esos días, fuera a imponer el hecho 
de que la justicia se hiciera”, declara. 
Sin embargo, nada pasó, por lo que el comité realizó un mitin frente a 
Gobernación, el 17 de febrero de 1978. 
Para entonces, los desaparecidos según los organismos no gubernamentales de 
Derechos Humanos eran cerca de 160 mil en toda América Latina; en el país se 
hablaba de más de 500, cientos de exiliados, ejecuciones sumarias, varias 
decenas de presos políticos y un clima enrarecido por liberaciones públicas. 
A finales de 1978, la lucha de las “Doñas” como también se les llamó, comenzó 
con una huelga de hambre y una ley de amnistía en el gobierno de José López 
Portillo. 
Tras una lucha constante, movilizaciones y entrevista, en mucho de los casos sin 
soluciones, el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguido, Desaparecidos y 
Exiliados Políticos cambió su nombre por el Comité Eureka, al cual se le considera 
como uno de los movimientos que impulsó una perspectiva de Derechos Humanos 
en el país. 
“A lo largo de la lucha (de Eureka) hemos encontrado 148 desaparecidos vivos, y 
ellos vieron vivos a los demás, por eso seguimos diciendo ¡vivos se los llevaron, 
vivos los queremos! Todos son nuestros hijos. La esperanza nunca muere entre 
nosotros”, platica Rosario Ibarra. 
 
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EL PECADO DE SER MUJER 
Aunque analistas, políticos o ciudadanía en general la ubicaban como luchadora 
social, Rosario Ibarra señala que su participación en la política fue antes de la 
desaparición de su hijo, pues desde su infancia su abuela, su madre y su padre la 
forjaron como una mujer preocupada por las desigualdades sociales. 
Para muchos, la figura de Rosario Ibarra es una amalgama de la lucha por los 
desaparecidos y la de construir una nueva política, vista a través de la igualdad y 
el apoyo a las clases bajas. 
En entrevista para el periódico El Día, el 29 de diciembre de 1985, afirma a la 
reportera Isabel Barranco: 
“Nunca fui un ente oscuro, nunca un traste inútil en el rincón de mi casa. Fui un 
personaje que se llevaba a sus hijos de la mano a las manifestaciones contra la 
guerra de Vietnam, contra el alza de las tarifas camioneras en Monterrey que 
perjudicaban a los trabajadores y ahora lo sigue haciendo de una forma más 
política dado que el paso de la vida enseña y no por la desaparición de mi hijo”. 
Añade que participó en diversos movimientos sociales como las desencadenadas 
en 1968 y 1971, por la represión que se desencadenó y que tuvo sus inicios en 
una preparatoria de Monterrey 
En el texto Rosario Ibarra de Piedra: paradigma materno ante la ignominia, 
publicado en La Jornada, por Melissa Cardoza, la ahora senadora advierte que su 
imagen pública no la comercializa con la desaparición de su hijo. 
“Qué tristeza es para nosotras las madres de los desaparecidos haber adquirido 
importancia por esa razón. Tener un hijo desaparecido no es vivir en paz, eso es 
vivir con la zozobra, con la guerra interior. 
“No se lo deseo a nadie, ni siquiera a quienes se lo llevaron, ni siquiera al hijo del 
que era presidente cuando se llevaron al mío y aún sabiendo, como sé, que él dio 
 
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la orden de la captura a los judiciales para secuestrar muchachos, si 
desapareciera un hijo de él, yo lo buscaría porque yo no quiero ser igual a ellos ni 
quiero que esos hechos se repitan en este país”, comenta. 
El movimiento que generó Rosario Ibarra con el Comité Pro Defensa de Presos, 
Perseguido, Desaparecidos y Exiliados Políticos logró que organizaciones 
sindicales, campesinas y estudiantes, entre otras asociaciones conformaran el 
Frente Nacional Contra la Represión (FNCR), el 12 de diciembre de 1979. 
El objetivo del FNCR se convirtió en un centro para realizar actividades no sólo 
ligadas a la amnistía, sino para señalar las actitudes represivas del gobierno. 
El proceso de mantener la lucha con los diferentes sectores de la población 
generó la conformación del un partido político que aglutinaba a las organizaciones 
políticas y sociales, que comprendía la necesidad de presentar a la ciudadanía 
una nueva opción, por lo cual surge el Partido Revolucionario de los Trabajadores 
(PRT). 
El partido de la hoz y del martillo se fundó en 1976, después de la fusión de dos 
ligas trotskistas, la Comunista Internacionalistay la Socialista, a quienes se 
agregarían militantes de la Liga Obrera Marxista. 
En 1978 el partido obtuvo su registro legal como asociación política nacional y 
para 1981 obtuvo su registro, de manera condicionada, para competir por la 
elección presidencial. 
El nuevo organismo político no tenía una dirección personal de corte tradicional 
con secretario general y presidente, informa Octavio Rodríguez Araujo, en su 
artículo Partido Políticos y Elecciones en México, de 1964 a 1985, para la Revista 
Mexicana de Sociología. 
Por el contrario, era organizado por el Comité Político Colegiado nombrado por el 
Comité Central, condición que le impidió que existiera un dirigente que 
eventualmente pudiera acaudillar al partido. 
 
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Para la elección de 1982, el partido discutió con otras organizaciones sociales 
fusionar y promover un mismo candidato: Rosario Ibarra, quien proyectaba unidad 
de la izquierda, basada en la lucha por las libertades democráticas, sociales y 
contra la represión. 
Su propuesta no tuvo eco y los organismos sociales y partidos de recién 
conformación no quisieron apoyar esta candidatura, excepto el Partido Socialista 
Unificado Mexicano (PSUM), quien días después anunció a un nuevo candidato: 
Martínez Verdugo. 
“Este hecho lo interpretó el PRT como un rompimiento de las conversaciones y 
ocho días más tarde, lanzó a Rosario Ibarra como su candidata oficial a la 
presidencia de la República”, escribe Rodríguez Araujo en el mismo artículo. 
La misma Rosario Ibarra señala que su participación en 1982 tuvo un panorama 
sombrío y con una crisis devastadora, ya que esperaba que su candidatura tuviera 
una unidad entre las diferentes organizaciones de izquierda. 
“Acepté desde un principio con la posibilidad de que a través de elecciones 
primarias entre todos los candidatos de izquierda, con la natural convicción de que 
me retiraría si alguno de ellos resultaba triunfador, pero no aceptaron”, agrega. 
A los 54 años y con un currículum ligado a los movimientos del pueblo, Rosario 
Ibarra se presentaba, ante el PRT, como la persona idónea para simbolizar a los 
trabajadores en las elecciones presidenciales. El 5 de marzo de 1981, el partido la 
propuso como candidata unitaria, de lucha, independiente y que movía masas. 
El partido la definiría como: “Rosario representa al país que nosotros soñamos: un 
país sin presos políticos, sin desaparecidos, sin policías anticonstitucionales; 
donde se respete el derecho a huelga, de manifestaciones, y en donde cualquier 
ciudadano o ciudadana pueda expresar sus puntos de vista, actuar de acuerdo 
con sus principios y no viva silenciado por el temor de la represión. 
 
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“Un país como el que representa Rosario sólo puede ser un país en donde 
gobiernen los obreros y campesinos para poder resolver los grandes problemas 
nacionales, como son la vivienda, la salud, la educación, la tierra para los 
campesinos y las fábricas para los obreros”, agrega. 
Ahora, tras 25 años de esa primera experiencia como candidata, Ibarra afirma que 
las razones para aceptar la candidatura fueron: 
“Primera: rompía un mito, el que solamente yendo a Harvard se es candidato, qué 
bueno que no fui a Harvard porque nos arruinaron el país; no tenía currículum 
académico, porque era una triste preparatoriana y pude aprender todo leyendo. 
“Segunda: Me dio gusto que me propusieras porque mi abuela, desde donde 
estuviera estaba brincando de gusto. 
“La tercera porque mi currículum decía que era la madre de un desaparecido 
político. En México había desaparecidos políticos que no querían reconocer por la 
hipócrita política de gente como Echeverría, donde sus policías torturaban y 
desaparecían a nuestros seres queridos, por eso lo acepté”. 
Asimismo, ha señalado que el PRT la escogió para ser candidata a la presidencia 
por ser parte del movimiento que representaba como luchadora social. 
“Pensaron que podía ser factor de unidad, porque no milito en ningún partido y 
porque dentro de la lucha por las libertades democráticas había jugado un papel”. 
Agrega que la apoyaron persona como la Unión de Lucha Revolucionaria y 
miembros de organizaciones Comunistas Proletaria, presentando no sólo a la 
primera mujer candidata sino también una propuesta por la izquierda. 
“Me coloqué en las páginas de la historia de México, porque soy la primera mujer 
candidata a la presidencia y eso va a quedar en la historia a fuerza, que no tenía 
otra carrera política y eso es algo contundente en el hecho de que el gobierno 
mexicano incurrió en la práctica de la detención-desaparición”. 
 
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PERFIL CONTRA PERFIL 
La candidatura de Rosario Ibarra movió las esferas de poder. Por primera vez una 
mujer se levantaba para que todos la escucharan con propuestas de gobierno de 
izquierda, sin “pleitesías” y en contra del régimen autoritario del PRI, aunque no 
sabía que el cambio para la izquierda no llegaría, incluso ni ahora, 25 años 
después. 
Para entonces, ya tenían una curul diputadas y senadoras, en diferentes 
legislaturas, y Griselda Álvarez ya había sido elegida gobernadora en Colima, por 
lo cual Ibarra se lanzó a buscar la máxima autoridad en el país. 
El panorama que vivía México era el impulso hacia el neoliberalismo económico, 
que promovió José López Portillo, como presidente durante el periodo 1976-1982. 
La política mexicana giraba alrededor de cuatro ejes: ceder a las presiones del 
liberalismo económico; intentar acabar con la retórica populista-revolucionaria de 
los predecesores; las contradicciones entre la realidad y el ideal nacionalista y, por 
último, la desvinculación con el tercer mundo en materia de política mexicana. 
Se cuestionaba cómo serían las nuevas elecciones, ya que para elegir a José 
López Portillo fue sin adversario alguno, pero si realizó una campaña electoral, 
bajo el lema "La solución somos todos". 
Ante un panorama sombrío en política electoral y con el disgusto de que el PRI 
siguiera en el poder y designara al próximo presidente por dedazo, se presentaron 
los nuevos aspirantes a la presidencia de la República mexicana. 
El padrón electoral de entonces contaba con 31 millones 374 mil 90 ciudadanos, 
quienes tuvieron que votar por siete aspirantes a la presidencia, con diversas 
ideologías y promesas. 
Los candidatos eran: por el PRI, Miguel de la Madrid; del PAN, Pablo Emilio 
Madero; del Partido Demócrata Mexicano (PDM), Ignacio González Góllaz; el 
 
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Partido Socialista Unificado Mexicano (PSUM) apoyó a Cándido Díaz Cerecedo; el 
Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) lanzó a Rosario Ibarra y el 
Partido Socialista Demócrata (PSD) presentó a Manuel Moreno Sánchez. 
Así, la luchadora social no sólo tenía que demostrar que las mujeres podían 
gobernar, sino también mantener el registro de su partido. 
Con el slogan Por un gobierno obrero y campesino, Rosario Ibarra trató de ganar 
votos para la elección que se realizaría el 4 de julio de 1982; conseguir, con el 
resto del los partidos políticos, librar una batalla al abstencionismo y marcar una 
nueva política de izquierda. 
La lucha no fue fácil para estructurar una campaña, recuerda Rosario, quien desde 
la desaparición de su hijo fue una mujer vigilada, hostigada y perseguida por el 
gobierno, recibió amenazas de muerte y aún más cuando fue candidata a la 
presidencia. 
Ejemplo de lo anterior es el registro que tiene que a su esposo, a quien le llegaron 
más de 40 cartas de amenazas que exigían su retiro y a sus hijos los intimidaban 
por teléfono, pero señala que no podía abandonar una causa tan profunda. 
“Un día me decidí a llevar a la Secretaría de Gobernación las cartas de amenazas 
—conservando en casa copias de las mismas— y desde entonces cesaron las 
intimidaciones”. 
Durante sus discursos de campaña señalaba: “El Estado y el gobierno priísta no 
saldrán fortalecidos de la campaña electoral porque, decía, se muerende miedo 
de que los partidos pequeños y de izquierda le estaban arrancando el control del 
pueblo trabajador”. 
Entre las promesas que promovía estaba hacer política para los trabajadores, 
obreros, mujeres, campesinos y jóvenes, no para los patrones ni terratenientes. 
 
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Advertía que había una dependencia del capitalismo, descontento popular, un 
desgaste de la reforma política y la forma de represión contra los movimientos de 
masas, entre otras. 
No obstante, estas propuestas sólo eran conocidas en las zonas metropolitanas, 
pues el mayor número de simpatizantes del PRT estaba en el Distrito Federal, 
Monterrey y Baja California Norte. 
El mayor peso del electorado que seguía a Rosario Ibarra se encontraba en el 
sector estudiantil, en los planteles del Colegio de Ciencias y Humanidades y 
vocacionales, grupos de trabajadores, urbanos y campesinos, y el apoyo de los 
habitantes de las colonias capitalinas, quienes habían seguido de cerca las 
múltiples acciones de la luchadora social. 
Para entonces, la actual senadora y quien ha sido nominada en cinco ocasiones al 
premio Nobel de la Paz, atraía gran número del sector de la población femenina 
joven que la veía como un estereotipo de seguir. 
“Pugnaba por la igualdad de derechos para ambos sexos. Yo representaba a las 
mujeres y a los desaparecidos, pero además era una mujer común, ama de casa 
como millones en este país”. 
Advertía que su posición de madre de un desaparecido, revelaba una política 
represiva en un país que a nivel internacional asilaba sudamericanos que huían de 
las dictaduras militares. 
Para otros, el partido era un organismo que levantaba las demandas del pueblo, 
pero que tenía posiciones anticapitalistas y ultraderechista. 
Finalmente, los resultado de la elección fueron los que dieron la última palabra: la 
coalición PRI, PPS y PARM que apoyaron al candidato oficial, Miguel de la Madrid 
obtuvo 70.99 por ciento de los votos; el PAN que apoyó a Pablo Emilio Madero 
consiguió 15.68 por ciento de sufragios; el Partido Socialista Unificado de México 
 
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(PSUM) quien tenía como candidato a Arnaldo Martínez Verdugo logró el 3.48 por 
ciento. 
El Partido Demócrata Mexicano que apoyó a Ignacio González Góllaz, obtuvo 
1.87% de votos; el Partido Revolucionario de los Trabajadores con Rosario Ibarra 
de Piedra, obtuvo 1.77 por ciento de votos; el Partido Socialista Unificado 
Mexicano apoyó a Cándido Díaz Cerecedo, obtuvo 1.45 por ciento de votos y el 
Partido Socialista Demócrata con Manuel Moreno Sánchez sólo logró 0.20 por 
ciento de los votos. 
El resultado de la elección no fue lo que esperaba el PRT ni Rosario Ibarra, en 
términos de ganar la elección, se logró el objetivo de mantener el registro del 
partido, a través de los votos ganados en la contienda presidencial. 
El 3 de agosto de 1982, en el periódico Uno más uno, el mismo partido señalaba 
que el PRT encontró una respuesta política, de masas opositoras al PRI, que se 
evidenció con la alta votación a favor. 
Además, demostró que los partidos pequeños sabían hacer otro tipo de política a 
través de la izquierda y sus ideas, lo cual se constataba con los sufragios 
obtenidos. 
Después de la elección, el PRT fue el único ente político de izquierda que no tuvo 
escisión y que en vez de disminuir su número de simpatizantes los aumentó e 
incluso en la elección de 1985 incrementó su proporción de votos para llevar 
diputados a la Cámara. 
Esta votación también dejó al descubierto inconformidad de los mexicanos con la 
forma y costumbres de hacer política del PRI-gobierno. Incluso al interior del 
mismo partido tricolor se vislumbró lo que años después sería una realidad, la 
izquierda convertida en un verdadero ente político, viable para gobernar. 
 
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SEGUNDO AIRE 
Al término de la elección presidencial de 1982, México suspendió el pago de la 
deuda externa a las potencias occidentales, se vencieron los numerosos créditos y 
préstamos que los anteriores gobiernos habían adquirido. 
Así comenzó una crisis que hizo mover al sistema político y económico mexicano 
cuatro años después, advirtiendo que era necesario realizar una reforma política y 
una nueva política financiera. 
A mediados de la década de 1980, Rosario Ibarra siguió militando en el partido 
PRT, en las elecciones intermedias fue electa diputada federal, cargo que 
mantuvo de 1985 hasta 1988. 
De esta experiencia recuerda una gran frustración, pues señala que había mayoría 
de legisladores priístas, cualquier iniciativa era bloqueada y de nada servían las 
horas de debates, porque los votos tricolores eran aplastantes. 
A la par de su vida política, la luchadora social continuaba con su trabajo en el 
Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos 
de México el cual se trasformó en el Comité Eureka, bajo el lema: “Vivos se los 
llevaron, vivos los queremos”. 
Ibarra de la Garza explica en el texto La vocación de ser madre, publicado en 
Mujeres mexicanas del siglo XX, de Francisco Blanco Figueroa, que Eureka es 
una palabra griega que significa “he hallado” y se le puso al comité luego de una 
conversación con su esposo, ya que ella le pidió que la visitara en la ciudad de 
México, pues toda su familia se quedó en Monterrey. 
“Él se negaba a venir, prefería quedarse al cuidado de los otros hijos, pero vendría 
inmediatamente cuando yo le dijera por teléfono ¡Eureka!; eso significaría que 
había hallado a nuestro hijo. 
 
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“Se lo comenté a mis compañeras y empezamos a gritar Eureka, Eureka cuando 
obteníamos un logro; se nos llegó a identificar con esa palabra”. 
Durante el sexenio de Miguel de la Madrid, las madres que aún tenían hijos 
desaparecidos e Ibarra acudieron con el entonces presidente, quien las recibió 
“con toda la grisura que lo caracterizó”, no les dio ninguna solución. 
En la antesala de las campañas de la elección presidencial de 1988, el Partido 
Revolucionario Institucional sufrió una mutilación. El disgusto de los mexicanos 
porque el PRI seguía en el poder y designando al próximo presidente por decreto 
del gobernante en turno provocó una fractura al interior del tricolor. 
En el último año como gobernador de Michoacán, Cuauhtémoc Cárdenas 
Solórzano, figuró como dirigente de la nueva corriente que se gestaba en el PRI, 
la Corriente Democrática, apoyada por Porfirio Muñoz Ledo, César Buenrostro, 
Rodolfo González Guevara e Ifigenia Navarrete, quienes pugnaba por una 
democracia “real, no de retórica”. 
Cárdenas Solórzano hizo giras proselitistas por diversas partes del país en 
compañía de Samuel Maldonado, Cristóbal Arias Solís y Roberto Robles Garnica, 
entre otros. 
Su discurso era que el PRI se había alejado de las ideas que forjaron la 
Revolución Mexicana y ante la negativa a modificar algún planteamiento de 
gobierno, solicitaron a la alta jerarquía del tricolor que fueran las bases quienes 
directamente hicieran la selección del candidato, propuesta que fue negada por la 
vieja clase política y que marcó la ruptura del partido oficial. 
Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Navarrete dejaron las filas 
del tricolor para iniciar un nuevo proyecto, el cual sería liderado por el mismo 
ingeniero. 
Así, después de casi un año de buscar adeptos a la causa del nuevo partido, el 14 
de octubre de 1987 el dirigente del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, 
 
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Carlos Cantú Rosas, postuló a Cuauhtémoc Cárdenas como candidato a la 
presidencia de la República. 
A dicho proyecto de gobierno se sumaron los partidos pequeños de la izquierda: el 
Popular Socialista, el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, del Social 
Demócrata, el Partido Verde y, más tarde, el Movimiento al Socialismo para 
conformar el Frente Democrático Nacional (FDN). 
La nueva organización política y el modelo neoliberal utilizado por el presidente en 
ese entonces, Miguel de la